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EMOCIONES Y

CONDUCTA
Las emociones tienen un papel fundamental sobre nuestra
conducta.
Las emociones surgen como consecuencia de un
acontecimiento y tendrán una gran influencia en nuestras
conductas.
Es decir: comprender el funcionamiento de las emociones, nos
servirá para orientar el comportamiento y responder de manera
adecuada a los estados anímicos de los demás.
NUESTRA RESPUESTA CONDUCTUAL, ¿SE APRENDE?

Las emociones son todas igual de válidas. Cuando una emoción es muy intensa,
ocurre que nuestro pensamiento se deforma, se empaña, y ponemos el foco de
atención en la emoción. Dejamos así al margen la realidad. Esto provoca
determinadas manifestaciones en nuestra conducta.
Las emociones negativas muy intensas –como la ira– generan una conducta muy
negativa que puede empañar la realidad. Aquí se hace necesario que desde la
infancia se aprenda un “manejo” adecuado de la manifestación de esas
emociones tan intensas. Emociones que son inseparables del ser humano y que
tienen una función vital para la adaptación y la supervivencia. Pero, ¡ojo!, hoy
nuestra respuesta conductual ante las emociones exige que sea una respuesta
controlada. Que no sean las emociones las que controlan las conductas, sino
que tras reconocer las emociones se pueden expresar correctamente esas
emociones de manera constructiva.
Desde el nacimiento aprendemos
conductas por imitación, por eso
es tan importante analizar cómo
son nuestras propias conductas
como adultos, pero será desde
aproximadamente los cuatro años
cuando comenzamos a tomar una
mayor conciencia de los efectos de
dichas conductas sobre los demás.
Trabajar competencias como la
empatía, la solidaridad, la
generosidad o el respeto serán
importantes también para que las
emociones no dominen los
comportamientos
¿Qué es la conducta emocional?

En realidad, todos los comportamientos tienen una impronta emocional, en mayor o menor medida, ya
que es prácticamente imposible desligarnos de las emociones. Cuando nos enfrentamos a una situación,
experimentamos casi inmediatamente una sensación de rechazo o de atracción. Se trata de los marcadores
somáticos.

En práctica, nuestro cerebro emocional está de guardia permanente para avisarnos de un posible peligro o,
al contrario, de situaciones que podrían reportarnos satisfacción y placer. Es un mecanismo que transcurre
por debajo de nuestro nivel de conciencia y que a menudo desencadena esas sensaciones viscerales de
repulsión o atracción que experimentamos, pero no podemos explicar.

Cuando esa primera respuesta va tomando forma, se perfilan diferentes emociones. Ese rechazo puede
traducirse en rencor, disgusto u odio mientras que la atracción se convierte en curiosidad, alegría o
felicidad

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