El tema principal es la visión, las emociones que la realidad suscita en el
autor. El escritor refleja lo cotidiano como un instrumento para conocer lo esencial de la propia realidad. El relato se centra en un personaje que focaliza toda la acción. El autor está omnipresente, a través del narrador manifiesta sus ideas y opiniones acerca del tema tratado. Estilo sobrio, sin apenas recursos retóricos. Proclaman la necesidad de un retorno a la sencillez y la claridad, pero sin perder la fuerza expresiva. Se describe la realidad desde una perspectiva personal. La técnica descriptiva es subjetiva. Preferencia por los relatos cortos. Los temas en la novela de la generación del 98 Dos son los grandes temas: el tema de España y el tema existencial. El tema de España. Buscan descubrir el alma de España y, para conseguirlo, los caminos que escogen son: El paisaje, en especial el de Castilla, en el que descubren el espíritu austero y sobrio del hombre castellano. Se trata de un visión subjetiva e idealista del paisaje, en el que proyectan su propio espíritu y tratan de captar el alma de Castilla y de sus gentes. La historia del hombre anónimo, la de los pequeños hechos que suceden en la vida cotidiana y a la que Unamuno llamó intrahistoria. La literatura, volviendo a los autores medievales como Berceo, Rojas o Manrique, a los clásicos olvidados como Góngora o Gracián, y a Larra por su profundo sentimiento de España. Especial interes mostrarón por Cervantes y el Quijote, obra en la que veían reflejada fielmente las conductas de los españoles. El tema existencial abarca asuntos diversos tales como la preocupación por el sentido de la vida, el papel de la religión en la sociedad y en la vida individual, las dudas sobre la existencia del más allá y los conflictos sicológicos y morales del ser humano. Las distintas actitudes ante estos temas difieren de unos autores a otros, angustia y obsesión por el deseo de inmortalidad en Unamuno, preocupación por la caducidad de lo terrenal en Azorín; o incredulidad religiosa y escepticismo vital en Pío Baroja. Toda su obra se basa en su preocupación por España y en su preocupación por la existencia y la muerte, por la relación entre Dios y los hombres, entre la eternidad y la nada, y por el conflicto entre la razón y la fe. Estos temas aparecen en sus primeras novelas, como Paz en la guerra (1897) y Amor y Pedagogía (1902), pero es Niebla (1914) la que refleja mejor las características temáticas y formales de sus nivolas, como él las llamaba. El tema de la relación entre el creador y sus criaturas, junto con la angustia de la propia existencia, cobran particular interés en el protagonista de la obra, Augusto Pérez, quien se rebela contra su creador, el mismo Unamuno.
Esa lucha agónica se lleva a sus últimas consecuencias en la novela San
Manuel Bueno mártir (1933), en la que el protagonista, un sacerdote, admirado y querido por todos sus feligreses, guarda en secreto su drama: la falta de fe. La novela trata sobre la fe y la inmortalidad junto con otros dos temas importantes: el dilema entre la verdad dolorosa y la felicidad ilusoria, y la abnegación y el amor al prójimo como actitud vital Abel Sánchez (1917) es una novela sobre el cainismo hispánico. Estructurada como una confesión del protagonista, Joaquín Monegro, a su hija, constituye un estudio sobre una personalidad paranoica y una indagación sobre la existencia. Monegro se siente anulado desde la infancia por Abel Sánchez, que le roba protagonismo hasta en el título; así cobra relevancia el tema del otro. La tía Tula (1921) presenta una protagonista fuerte frente a un hombre débil, sin voluntad. Narra la historia de Gertrudis, que se encarga de sus sobrinos tras la muerte de su hermana. La mujer rechaza a su cuñado Ramiro y pretende ser virgen y madre a la vez. Su actitud constituye un reto a la sociedad masculina y patriarcal, y una protesta contra el destino adjudicado a la mujer. Azorín es el escritor de lo minucioso, del detalle, pues pretende que sus novelas sean un reflejo delicado y lírico de lo esencial de la realidad. Desarrolla una técnica descriptiva sutil en la que prima la sencillez, la brevedad de las frases, la sensación de orden y pulcritud, la claridad. La preocupación por el tiempo que pasa se percibe en una prosa triste, melancólica y fluida que delata ese afán por apresar lo sustancial de las cosas. Destacan obras suyas como La voluntad (1902), novela impresionista que incluye fragmentos de vida, de sensaciones separadas entre sí. Contiene alusiones autobiográficas y detalles de escenarios reales que parecen un gran collage de de documentos: artículos periodísticos, circulares políticas, párrafos de otras obras. El protagonista, Antonio Azorín, es un ser pasivo, contemplativo, pesimista y falto de voluntad. Tras viajar a Madrid, se retira al campo en busca de la ataraxia o imperturbabilidad. Por el Epílogo, sabemos que el personaje se entrega a la voluntad de la mujer con la que se casa y a la rutinaria vida de Yecla. Antonio Azorín (1903), el protagonista, soltero, ha aprendido a convivir con al realidad y ha encontrado su fuente de energía en el ideal literario. El autor emplea la tercera y la primera persona y se incluyen cartas. Otras obras suyas son Don Juan (1922) y Doña Inés (1923) que incorporan minuciosas descripciones del ambiente y la sensibilidad de los personajes, el conflicto se centra en la personalidad de los protagonistas. Desarrollan temas como el tiempo, la fatalidad, la pasión contenida, junto a la creación literaria, el arte y la vida, la realidad y la ilusión El tema principal de su obra es la protesta contra la sociedad, a la que critica por sus conductas hipócritas, sus injusticias y su aburguesamiento. Baroja manifiesta una actitud crítica y sincera en sus ideas, aunque también muestra compasión por lo marginal. Frente al aburguesamiento, encuentra como única salida la acción. La consecuencia de esta actitud será la división de sus novelas en dos grupos: Novelas de pensamiento: expresan su escepticismo absoluto por los aspectos religiosos y éticos del hombre, reflejado en unos personajes tristes, descontentos, sin esperanza en el futuro. Destacan Camino de perfección (1902), su protagonista, Fernando Ossorio, oscila entre los períodos de sufrimiento y los estados de abulia. Abrumado por obsesiones místicas y eróticas, dudas e inquietudes, decide huir del ambiente decadente e infernal en el que se desenvuelve. El viaje emprendido condiciona su evolución psicológica, y finalmente, alcanza la plenitud vital en tierras levantinas. El árbol de la ciencia (1911) refleja la desesperanza moral y la desorientación de la España de la época. La novela narra la vida de Andrés Hurtado hasta su suicidio. Como otros personajes barojianos, Andrés Hurtado fracasa en la vida a causa de una voluntad desorientada. Posee un pesimismo implacable y es incapaz de adaptarse a las circunstancias pese a todos sus esfuerzos. La busca (1904) forma parte de una trilogía titulada La lucha por la vida. La historia se centra en la caída del protagonista, Manuel en el mundo de la delincuencia y en sus andanzas por las afueras de la ciudad. En el mundo de Manuel, la ciudad se ve como lo ajeno. Los personajes entran cuando pueden, pero para volver a las barriadas. Al final, Manuel decide abandonar la golfería y entrar en la ciudad por el camino del trabajo. Las novelas de la acción. Muchas de sus novelas son un cúmulo de sucesos y episodios en los que la aventura constituye el argumento central. Las novelas de acción principales son Zalacaín el aventurero (1909), Las inquietudes de Shanti Andía (1911) y las novelas de Memorias de un hombre de acción. Formalmente sus novelas se basan en la espontaneidad y el antirretoriciscmo. Nacen del rechazo de una estructura previamente definida. En su estilo predominan los párrafos cortos y el léxico claro y sencillo, con presencia de coloquialismos. La sintaxis es sencilla, sobre todo en los diálogos, empleados con frecuencia, y en los que se reproduce con gran acierto la lengua convencional. Las descripciones son fugaces, nerviosas. Los personajes son descritos de un modo rápido pero expresivo, y reflejan las impresiones del autor. Es uno de los escritores más originales. Su primera gran obra son las cuatro sonatas.: Sonata de otoño (1902), Sonata de estío (1903), Sonata de primavera (1904) y Sonata de invierno (1905). Se caracterizan por una prosa modernista tendente al esteticismo y a la sensualidad, y los temas principales son el amor y la muerte. Las Sonatas representan una alegoría de la vida humana. El marqué de Bradomín, un don Juan “feo, católico y sentimental” funciona como hilo conductor en las cuatro novelas. Constituyen una parodia de asuntos, situaciones y actitudes de la literatura decadentista. El tema dominante es el amor carnal, con un trasfondo pecaminoso, donde no faltan la homosexualidad y el incesto. Paralelamente, cobran relevancia la muerte y la religión, ya que Bradomín, encarnación del satanismo, tienta a la novicia María Rosario y a la monja Maximina. En las Sonatas hay dos imágenes femeninas arquetípicas: la mujer fatal, con su belleza diabólica, imperiosa y cínica (La niña Chole) y la mujer frágil, de sensualidad delicada (María Rosario, Concha). En 1926 escribe Tirano Banderas en la que intenta reflejar los aspectos lingüísticos y las costumbres de América. El tema central es el del dictador que tiraniza a los hombres, sometidos de este modo a su máxima degradación. La obra ofrece los rasgos del esperpento, técnica con la que se degradan personajes y acciones presentados previamente de manera elevada. Su última obra es El ruedo ibérico, trilogia incompleta de tema histórico, compuesta por La Corte de los Milagros, ¡Viva mi dueño y Baza de espadas. Fue concebida como una novela única sobre la sensibilidad española de finales del siglo XIX, con la intención de desenmascaramiento propia del esperpento. Presenta un protagonista colectivo: el pueblo sin perspectivas de futuro. Valle incide en aspectos ridículos y dolorosos, con el estilo esperpéntico plenamente logrado. España se configura como un coso taurino o ruedo donde se presenta un espectáculo eterno de violencia y muerte. Se conoce con el nombre de Novecentismo o Generación del 14 a los autores que suceden a la Generación del 98 y alcanzan su plenitud literaria en la segunda década del siglo XX. Todos ellos comparten con el 98 la inquietud por el problema de España, aunque rechazan al visión dramática y subjetiva de sus predecesores, adoptando una postura más equilibrada e intelectual. Ese enfoque intelectual será el que determine el predominio del género ensayístico entre estos autores. Como novelistas destacan Gabriel Miró y Pérez de Ayala. Una característica común a todos es la importancia que conceden al valor estético de la literatura, por encima de su función como testimonio de la realidad. Por ésta razón, se observa en sus obras una gran preocupación por la forma y un exquisito cuidado del lenguaje. Ramón Pérez de Ayala, (1881-1962), nació en Oviedo. La prematura muerte de su madre provoca que siempre se resintiera de esa orfandad padeciendo soledad y miserias afectivas derivadas, además de estar internado en colegios de La Compañía de Jesús. El anticlericalismo que le inspiró la educación jesuítica lo dejó plasmado en su novela autobiográfica titulada AMDG, cuyo título hace referencia al lema Ad Maiorem Dei Gloriam, propio de la compañía de Jesús. En 1927 obtiene el Premio Nacional de Literatura. En 1928 es elegido miembro de la Real Academia Española. Junto a Ortega y Gasset y Gregorio Marañón firmo el manifiesto Al servicio de La República, de claro contenido antimonárquico. Bajo el gobierno de La República dirigió el Museo de El Prado y en 1932, fue nombrado embajador en Londres. Al iniciarse la Guerra Civil se exilió en Francia. También vivió en Argentina y en 1954 regresó definitivamente a España y publicó regularmente artículos periodísticos en el ABC. Novelas Sus novelas se mueven dentro de un ambiente realista y su eje principal el hombre como sujeto de pasiones, sentimientos, ideales y sus mecanismos sicológicos, es decir su mundo interior, en lo que el hombre tiene de universal y trascendente. Su realismo no es una mera reproducción de la realidad, sino una realidad fruto de un proceso creativo e inventivo. Se comporta como un espectador de la realidad y, de aquello que contempla , extrae matices sobre los que luego reflexiona hasta fijarlos con agudeza. A esta observación intelectual y desapasionada de la realidad, hay que sumar el componente sensual, que es la reacción inmediata de sus sentidos ante esa realidad. Se distinguen dos etapas en su producción narrativa. La primera tiene un carácter histórico y sobre todo autobiográfico. El protagonista es Alberto Díaz de Guzmán, trasunto del propio Pérez de Ayala. En la obra AMDG (Ad maiorem Dei gloriam, que es el lema de la Compañía de Jesús) se relata la educación del protagonista en un colegio de jesuitas. En Tinieblas en las cumbres, Alberto se ha convertido en un intelectual que está obsesionado por su personalidad y su destino, y en su errática búsqueda inclina la balanza hacia el erotismo. La pata de la raposa, cuenta las excentricidades de Alberto, visto como un hombre culto y exquisito que abandona a su novia Fina para unirse a una compañía de cómicos e ir a Londres, donde intima con personajes grotescos. Troteras y danzaderas narra las vivencias de Alberto en el medio literario, político y social como Madrid. En la segunda etapa se acerca a los grandes problemas de la educación, la sexualidad, el honor, la creación artística. En Belarmino y Apolonio, sus protagonistas son dos zapateros. Belarmino es el filósofo que busca siempre la palabra más idónea para expresar su ideas, y Apolonio es el poeta dramático, enamorado de la gloria y de la representación. La novela busca ofrecer diversos enfoques de la realidad. En Tigre Juan (1926), su mejor novela, critica a través de la parodia las costumbres españolas, concretamente, el mito de don Juan y el honor calderoniano, el tradicional honor español. Así se refleja la evolución de un hombre extremadamente machista hacia una comprensión más humana mediante el disgusto que le provoca la infidelidad de su mujer. No obstante, lo más interesante es la estructura que tiene la obra, ya que está concebida como si de una composición musical se tratase (dos partes la componen: Adagio y Presto). Otros títulos significativos son El curandero de su honra (1928), continuación de la anterior, con un sutilísimo examen sicológico del machismo
—No es que don Juan se canse en cinco minutos de cada mujer y al punto la abandone. Sale escapado, eso sí, por dos razones; cuándo una, cuándo otra. Primera: que ha fracasado en no pocos casos, y antes de que se le descubra, o anticipándose a que la mujer le desprecie, se larga primero, para curarse en salud; así la mujer queda corrida de sí misma, figurándose no haber sido del agrado de don Juan, y por no dejar traslucir la íntima vergüenza le guardará el secreto, o acaso contribuya a que cunda tan infundada leyenda, refiriendo de él extraordinarias facultades y proezas amorosas. La segunda razón, y la más corriente, consiste en la desgana o indiferencia efectiva de la carne, junto con la apetencia ilusoria de la fantasía; por donde, a fin de estimular el deseo, necesita el incentivo de lo vario, lo nuevo y lo poco. Ocurre con éste como con todos los apetitos materiales; por ejemplo, el del estómago. Una persona de buen diente se conforma con un solo plato en abundancia, del cual repite tantas veces como el cuerpo se lo pide; así como el verdadero hombre es el que ama seguido, y sin cansarse de ella, a una sola mujer. —Ese dictamen —interrumpió Tigre Juan— lo suscribo. —Pero, el que exige diversidad de golosinas, y va picando de una en otra, que todas, con algo más que catarlas, le repugnan, y lo poco que come es forzándose, a costa de fastidio y trasudores, ese tal no cabe duda que anda mal de apetito; así como el hombre no muy hombre va de mujer en mujer, con la esperanza, siempre fallida, de que la siguiente será más de su gusto y le mantendrá encendido el deseo. Se me dirá que don Juan es un peregrino de la belleza; que allí donde descubre una apariencia o vestigio de hermosura se precipita a apoderarse de ellos; y siendo belleza relativa o defectuosa, como todas las de este bajo mundo, se desanima y decepciona. ¡Sofismas y arbitrariedades tudescos! Estilo Su sólida formación clásica, su capacidad poética para crear mundos literarios autónomos de la realidad, vivir las emociones ajenas y personificar los seres inanimados son los elementos más destacados de su estilo. En cuanto a la técnica narrativa, Pérez de Ayala concibe la novela con un estricto rigor intelectual. En ocasiones se nota falta de fusión entre la fábula y el contenido, además de que se pone demasiado de relieve el carácter crítico y pedagógico de algunas de sus novelas: Luna de miel, Luna de hiel. Sus personajes son siempre símbolo de algo. En cuanto al estilo hay que señalar la musicalidad de su prosa, su plasticidad y ritmo que nacen de la riqueza del vocabulario, de la capacidad expresiva del párrafo, de la sutileza y de la exactitud. Destaca la confluencia de su capacidad sensorial y de un intelectualismo. También destaca su humor, que ofrece una visión desdramatizada del mundo, mezcla de ironía y de emoción lírica. Gabriel Miro utiliza su literatura para crear un mundo lleno de percepciones sensoriales. Contempla la realidad y la recrea con sus propias impresiones. Las novelas de Miró se basan en descripciones construidas po la unión de distintas escenas ambientales y paisajísticas. La acción apenas existe más que para dar entrada a un elemento descriptivo. Todo esta supeditado a una expresión sensorial, de tal forma que los objetos son los verdaderos protagonistas de sus novelas, quedando los tipos humanos de las narraciones como meras anécdotas. Su estilo es muy elaborado y lírico y, al mismo tiempo, lento y recargado. Sus obras más conocidas son Nuestro Padre San Daniel (1921) y su continuación El obispo Leproso (1925) Estas dos novelas conforman un sola novela centrada en la imaginaria Oleza (símbolo de Orihuela). Su tema fundamental es el paso del tiempo. En la primera, la crueldad, consecuencia de la falta de amor, domina el relato; en la segunda, el amor pasa a ser su tema central y su final es optimista. Las cerezas del cementerio (1910). Su tema principal es la lucha trágica entre el ser humano y la realidad hostil que le rodea; constituye un canto a la belleza y la sensibilidad, con elementos decadentistas. En los años veinte se desarrolló una narrativa vanguardista, cuyas características comunes son: Las historias se desarrollan en la urbe cosmopolita y moderna; los héroes y heroínas son desenvueltos y deportistas, y los conflictos eróticos se constituyen en asuntos relevantes. Estas narraciones ponen de manifiesto el culto al progreso y la inclinación al hedonismo y lo lúdico, e incluso hacia un humor sarcástico e irónico. Los personajes están interesados en su mundo interior y en su propia identidad, y suelen ser habituales sus digresiones y las del autor. Ramón Gómez de la Serna convierte la literatura en un juego lleno de incoherencias. Es aquí donde el autor alcanza su mayor aproximación al irracionalismo del arte de vanguardia. En sus obras da entrada a todas aquellas cosas que podamos considerar triviales, a través de una fértil imaginación y de un innegable sentido del humor. Escribió varias novelas libres, en las que el argumento es sustituido por digresiones sobre cualquier tema. Sus novelas conceden relevancia a los temas eróticos, y a la obsesión por la muerte. Sus relatos no muestran interés por la sicología de los personajes. Destacan La viuda blanca y negra (1918) Cinelandia (1923) y El torero Camacho (1927), visión humorística de la fiesta de los toros.
En La viuda blanca y negra (1918), la experiencia erótica equivale al
conocimiento de la inmortalidad, el momento en el que se unen la vida y la muerte. La viuda representa para el protagonista las dos caras del mundo: lo vital y lo mortal. Hay además un tercer protagonista, el difunto marido de la viuda, cuya presencia llega a dominar la novela, aunque no aparezca directamente en la trama.