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Impacto epistemológico

del «giro lingüístico»


(Derrida)
Unidad IV (Segunda Parte)
Un texto no se deja
apropiar. Dice siempre más
o menos de lo que habría
debido decir, y se separa de
su origen; en consecuencia,
no pertenece ni a su autor ni
al lector. Un texto es un foco
de resistencia. Y la relación
con ese foco de resistencia
por parte de un sujeto lector
no puede ser más que una
forma de resistir, de vencer
la resistencia, una forma de
entendérselas con la propia
resistencia.

Jacques Derrida
En esta segunda clase dedicada
al tema del impacto
epistemológico del «giro
lingüístico», tomaremos en
consideración los planteos de
Jacques Derrida, tal como
aparecen en dos de sus textos:
(1) “La estructura, el signo y el
juego en el discurso de las
ciencias humanas”, versión de
una conferencia pronunciada
en la Universidad Johns
Hopkins en 1966 y recogida en
(1967) La escritura y la
diferencia; (2) “Semiología y
gramatología”, entrevista con
Julia Kristeva original de 1968,
recogida en (1972) Posiciones.
Ambos trabajos nos darán
algunos atisbos de los aportes
de la deconstrucción al
problema que nos convoca.
Nuestro recorrido
comprenderá, en primer
lugar, el examen de cada
uno de los trabajos
mencionados, para luego
señalar algunas
constantes del
pensamiento de Derrida
que se dejan translucir
en los textos.
Finalmente, dedicaremos
algunos comentarios al
problema general del
«giro lingüístico» y los
posibles puntos de
encuentro entre los
planteos de Wittgenstein
y Derrida.
Resulta llamativo el impacto que genera
aún hoy “La estructura, el signo y el
juego en el discurso de las ciencias
humanas” en los ámbitos de la cultura
letrada, como lo demuestra el tuit de la
editorial Verso, publicado en Octubre
de 2020, que conmemora la fecha en la
que Derrida pronunciara la conferencia
que da título al texto que estamos
estudiando. Y no es éste el único
elemento que marca la singular fama de
este trabajo: podemos ver, por ejemplo,
que hay un artículo dedicado a su
examen en Wikipedia (
https://en.wikipedia.org/wiki/Structure,
_Sign,_
and_Play_in_the_Discourse_of_the_Hu
man_Sciences
). Hay, incluso, libros que se dedican al
análisis minucioso de los planteos del
texto de Derrida (https://
www.routledge.com/An-Analysis-of-Jac
ques-Derridas-Structure-Sign-and-Play-i
n-the-Discourse/Smith-Laing/p/book/97
81912453078
).
Entre las razones de este
fenómeno hay una que
aparece mencionada en el
tuit de Verso Books: para la
academia estadounidense
en particular (y para el
mundo anglosajón en
general, con el impacto
global que ello conlleva), la
conferencia de Derrida
marca el nacimiento del
“post-estructuralismo”,
movimiento de
pensamiento en el campo
filosófico y de las ciencias
Pensadores posestructuralistas: Derrida,
Barthes, Lacan, Foucault, Deleuze, Lyotard. humanas que, como su
nombre lo indica, vendría a
ser una suerte de sucesor
del estructuralismo.
Dedicaremos un tramo del vídeo
para hablar de eso que se ha
dado en llamar “post-
estructuralismo”: por lo pronto,
tomemos nota de este «efecto
en reconocimiento» producido
por el texto de Derrida, en tanto
que nos aporta indicios para su
contextualización. En ese
sentido, conviene recordar que
Derrida presenta el texto en el
marco de un Simposio
organizado por la Universidad
Johns Hopkins en 1966, simposio
dedicado a “Los lenguajes de la
crítica y las ciencias del hombre”.
Para la realización de este
evento, la Universidad había
convocado a un nutrido grupo de
intelectuales franceses que, en
sus respectivas disciplinas, eran
considerados representantes del
estructuralismo.
Así, figuras de la talla de Barthes,
Lacan y Todorov convergieron en
el simposio para exponer, desde
la variedad de sus perspectivas y
con sus particulares inflexiones,
los desarrollos teóricos e
investigativos que se venían
desplegando en la senda abierta
por la obra de Claude-Lévi-
Strauss. Curiosamente, Derrida
fue convocado ante la
imposibilidad de que el
antropólogo belga Luc de Heusch
pudiera asistir al simposio: es
probable que hubieran tenido en
cuenta los escritos que Derrida
había publicado en 1965 en la
La biblioteca Milton S. Eisenhower, en donde tuvo lugar el Simposio
revista Critique, en los que ya
examinaba el trabajo de Lévi-
Strauss. En todo caso, la
ponencia de Derrida se atuvo
estrictamente a la consigna del
simposio.
En ese sentido, podría decirse,
en una primera aproximación,
que “La estructura, el signo y el
juego en el discurso de las
ciencias humanas” constituye
un examen de la obra de Lévi-
Strauss desde un punto de vista
que atiende a la especificidad
del “lenguaje crítico” que
desarrolla el antropólogo
francés (y que comprende,
también, una suerte de “crítica
del lenguaje”). Ahora bien,
dicho examen está enmarcado,
por así decir, en una serie de
consideraciones que van más
allá de la obra de Lévi-Strauss,
inscribiéndola en la tradición
del pensamiento occidental, y
sopesando sus fortalezas y
debilidades en tanto modalidad
de interpretación.
El texto de Derrida dialoga con la obra de
Lévi-Strauss y la cita profusamente. Entre los
trabajos citados, mencionados y aludidos
figuran:

- Lo crudo y lo cocido (Mitológicas I).


- Las estructuras elementales del parentesco.
- El pensamiento salvaje.
- “Introducción a la obra de Marcel Mauss”.
- Las Entrevistas realizadas por G.
Charbonnier.
- “Raza e Historia”.
- Tristes Trópicos.

En su recorrido por la obra del antropólogo


francés, Derrida encuentra planteos afines a
sus propias elucubraciones, pero también hay
ocasiones en las que se abre una distancia,
más o menos importante, con las posiciones
de Lévi-Strauss.
 (a) Una suerte de introducción (páginas 383-387) que inscribe la
noción y la problemática de la “estructura” en la historia de la
filosofía, y que esboza algunas cuestiones propias del pensamiento
de Derrida: la estructura y su centro, la aporía del centro-fuera-de-la-
Para encarar la lectura de estructura, la conexión de la estructura centrada con la historia de la
“La estructura, el signo y el metafísica (y de Occidente), el “acontecimiento de ruptura”.
 (b) Un examen de la obra de Lévi-Strauss en tanto que exponente del
juego en el discurso de las estructuralismo (páginas 387-400), tomando en consideración una
ciencias humanas”, cabe selección de sus trabajos [ver diapositiva 10]: dicho examen se hace
diferenciar tres secciones desde la perspectiva abierta por la parte introductoria del texto, por
lo que se evalúa es hasta qué punto los planteos de Lévi-Strauss
dentro del texto: “deconstruyen” el horizonte de la metafísica o quedan atrapados en
su trama.
 (c) Un cierre (páginas 400-401) en los que se reflexiona sobre las dos
“interpretaciones de la interpretación, el signo y el juego”, lo que
supone contraponer dos modalidades de interpretación, una más
bien “descifradora” y otra que podríamos llamar “post-humanista”.
 Derrida hace la historia del concepto de estructura, de su
“estructuralidad”. Hay un tiempo en el que la estructuralidad de la
estructura está neutralizada o reducida: es la época de la
En las páginas introductorias, estructura centrada, en la que se limita el juego (de los elementos
Derrida presenta el concepto de la estructura). En el centro de la estructura la permutación o
de estructura señalando su transformación de los elementos está prohibida, lo que brinda una
pertenencia a la historia de la “certeza tranquilizadora” (384).
filosofía, historia dominada por  Ese tiempo es el de la historia de la metafísica (asimilable a la
lo que Derrida llama historia de Occidente), que perdura hasta el “acontecimiento de
“metafísica de la presencia”, ruptura”, en donde se repiensa la estructuralidad de la estructura.
que privilegia –como Se comienza a pensar en el “deseo de centro” y en el proceso de
fundamentos- al presente significación que regía los desplazamientos y sustituciones (de
temporal y a la presencia del toda la serie de términos asociados a la metafísica de la
ente (o la presencia a sí del presencia).
sujeto ). Es esta tradición la que
 Ahora bien, también se advierte que dicha presencia central no
se ve conmovida por el
había “sido nunca ella misma”, sino que “ya desde siempre ha
“acontecimiento de ruptura”.
estado deportada fuera de sí en su sustituto” (385), sustituto “que
Derrida da cuenta de todo esto
no sustituye a nada que de alguna manera le haya precedido”
de una manera muy abreviada
(ibídem). Se comenzó a pensar “que no había centro”, que no se lo
y casi narrativa:
podía pensar bajo la forma de un ente-presente, sino más bien
como función, “una especie de no lugar en el que se
representaban sustituciones de signos hasta el infinito” (ibídem).
Llegado a este punto de la
historia, Derrida hace un
comentario crucial: “Este es
entonces el momento en que el
lenguaje invade el campo
problemático universal; este es
entonces el momento en que,
en ausencia de centro o de
origen, todo se convierte en
discurso –a condición de
entendernos acerca de esta
palabra-, es decir, un sistema en
el que el significado central,
originario o trascendental no
está nunca absolutamente
presente fuera de un sistema
de diferencias. La ausencia de
significado trascendental
extiende hasta el infinito el
campo y el juego de la
significación” (385).
Detengámonos por un momento
para reflexionar sobre lo que
encontramos, hasta ahora, en esta
sección introductoria del texto. En
primer lugar, vemos que Derrida ha
construido una suerte de relato
alegórico acerca de la historia del
pensamiento occidental. Y hablamos
de alegoría porque está claro que ha
tomado el término “estructura” para
hacerlo protagonista de esa historia:
es a través de los avatares de la
estructura que Derrida cuenta (su
versión de) la historia de la filosofía.
La razón de esa elección es evidente:
“estructura” es un término
estrechamente asociado con los
trabajos de Lévi-Strauss, trabajos
que constituyen el objeto de análisis
de Derrida. Pero ésa no es la única
razón: al trazar la historia de la
estructura (término y/o concepto)
Derrida pretende inscribir a la obra
de Lévi-Strauss en la tradición del
pensamiento occidental.
Por otra parte, tenemos una relación
entre “estructura” y “juego”: la
estructura centrada limita el juego,
implica prohibiciones, pero también
brinda una “certeza tranquilizadora”. La
tensión entre la estructura centrada y el
juego atraviesa todo el texto, y reaparece
hacia el final, cuando se contraponen las
“dos interpretaciones de la
interpretación, el signo y el juego” (400).
Hemos hablado de “estructura centrada”,
lo que nos lleva a pensar la noción de
centro, un nombre asociado a una
extensísima cadena (“punto de
presencia”, “origen fijo”, “fundamento”,
“principio”, “sustancia”, “sujeto”,
“aletheia”, etc.). El centro viene a ser la
piedra basal de todo sistema filosófico
(como el cogito cartesiano); es también
el lugar de privilegio de la estructura, en
términos axiológicos (lo central vale
“más” que lo periférico, lo original vale
“más” que la copia, etc.).
Como señala Derrida, “se podría
mostrar que todos los nombres del
fundamento, del principio o del
centro han designado lo invariante de
una presencia” (385). Resultaría muy
complejo explicar todas las
implicancias de la noción de
presencia: asumiremos entonces la
posición de Derrida, quien plantea
que “en el origen está la huella”. Con
ese planteo paradójico (porque está
diciendo que en el origen no hay
origen), Derrida se inscribe en el
linaje de Nietzsche y de Heidegger, al
cuestionar la validez del proyecto
metafísico. Para Derrida, el proyecto
de la metafísica es un proyecto
siempre fallido, que necesita
“prohibir” o reprimir a “lo otro de la
presencia”: en ese sentido hay que
pensar esa cuestión del sustituto “que
no sustituye a nada que de alguna
manera le haya precedido” (385): se
trata del problema del suplemento,
que Derrida volverá a tratar en su
examen de la noción de “significante
flotante” de Lévi-Strauss (397-98).
Tras estas acotaciones, podemos
decir que Derrida entiende que, si
bien el proyecto metafísico siempre
presentó fisuras que cuestionaban
sus propios principios, ha habido
ciertas circunstancias históricas que
favorecieron una crítica más
consecuente de dicho proyecto.
Derrida habla de un “campo
problemático” (quizás no
exclusivamente filosófico) invadido
por el lenguaje, y asocia el
momento de descentramiento con
una concepción del discurso que
guarda relaciones complejas (de
cercanía y distancia) con la
concepción saussureana de la
lengua. Puede decirse que este
momento del descentramiento
coincide con el desarrollo del
estructuralismo, el cual es una
manifestación de esa discursividad.
Derrida toma a la antropología de
Lévi-Strauss como caso para
examinar ese discurso y su relación
con la metafísica: “La cualidad y la
fecundidad de un discurso se miden
quizás por el rigor crítico con el que
se piensa esa relación con la historia
de la metafísica y con los conceptos
heredados. De lo que ahí se trata es
de una relación crítica con el
lenguaje de las ciencias humanas y
de una responsabilidad crítica del
discurso. Se trata de plantear
expresamente y sistemáticamente el
problema del estatuto de un
discurso que toma de una herencia
los recursos necesarios para la
deconstrucción de esa herencia
misma” (388). Y agrega: “en el
trabajo de Lévi-Strauss se ha
declarado una cierta elección, y se
ha elaborado una cierta doctrina…
en cuanto a esa crítica del lenguaje
y en cuanto a ese lenguaje crítico en
las ciencias humanas” (ibídem).
 La cuestión de la oposición naturaleza/cultura y el
papel de la prohibición del incesto, que deriva en el
motivo del bricolaje (389-392): aquí tenemos una
típica oposición de la metafísica (la naturaleza como
elemento privilegiado o centro) y la aparición de lo
que Derrida llamará, luego, “indecidible” (la
prohibición del incesto) que desestabiliza/subvierte
el sentido de la oposición. La opción lévistrausseana
de continuar usando la oposición, pero con valor
metodológico, abre al tema del bricolaje (y a la
oposición bricoleur/ingeniero).
 El motivo del bricolaje (en tanto actividad mito-
Para el examen de los trabajos poética) abre paso a la cuestión de los mitos (392-
de Lévi-Strauss, Derrida sigue 400): aquí el mito aparece como ejemplo de
estructura a-céntrica. Se aborda la cuestión de la
dos hilos conductores que en relación entre mito y el discurso mitológico (su
cierto punto se entretejen: “mito-morfismo”) y sus consecuencias
epistemológicas. De allí surge el problema de la
totalización y las maneras de pensar su límite: por
esa vía Derrida retoma la noción de juego y se
explaya sobre la noción de suplementariedad, que
pone en conexión con la noción de «significante
flotante» de Lévi-Strauss. Si bien la noción de juego
opera en los textos de Lévi-Strauss, Derrida señala
que lo hace “condicionada por una tensión” (398):
por una parte, con la historia, y por otra parte, con la
presencia (en el tratamiento de esa “tensión con la
presencia”, Derrida alude a un texto de Lévi-Strauss
que se conoce como “La lección de escritura”).
El examen de los trabajos de Lévi-
Strauss muestra que, en más de una
ocasión, el estructuralismo consigue
deconstruir los presupuestos de la
metafísica de la presencia. No
obstante –y esto se subraya más en
la última sección del texto- Lévi-
Strauss termina asociado con cierta
“ética de la presencia” y cierta
“nostalgia del origen”. Así, se
establece la contraposición entre
dos modalidades de la
interpretación, una que “sueña con
descifrar una verdad o un origen”, y
otra (asociada con Nietzsche) que
reivindica un perspectivismo sin
rasgos humanistas. Ante la
disyuntiva, Derrida entiende que no
hay que escoger entre ambas vías.
Ya hemos hecho referencia a la
notable repercusión que tuvo este
trabajo de Derrida, el cual ha
generado numerosas interpretaciones
(sugerimos revisar ésta
https://latrama.fcpolit.unr.edu.ar/ind
ex.php/trama/article/view/109
). Muchas lecturas coinciden en
señalar al fragmento que citamos en
la diapositiva 13 como el pasaje clave
que permitiría, entre otras cosas,
asociar a Derrida con el «giro
lingüístico». Es probable que Derrida
aludiera a algo parecido al «giro» que
ya se advertía en el estructuralismo,
como puede verse, por ejemplo, en
los dichos de R. Barthes: “Si las tareas
de la semiología crecen
incesantemente es porque de hecho
nosotros descubrimos cada vez más la
importancia y la extensión de la
significación en el mundo; la
significación se convierte en la manera
de pensar del mundo moderno, un
poco como el «hecho» constituyó
anteriormente la unidad de reflexión
de la ciencia positiva” (Barthes, 1993:
225).
Pasamos ahora al segundo de los
textos: se trata de “Semiología y
gramatología”, entrevista que le
hace Julia Kristeva a Derrida en
1968. Kristeva se dedicaba en esos
años a la lingüística, a la semiótica y
a la teoría literaria (luego incursionó
en el psicoanálisis, y también en la
teoría feminista). Era una de las
principales figuras de la revista Tel
Quel, en la cual también participó
Derrida. El título de la entrevista
refiere a un libro de Derrida,
titulado De la gramatología (1967).
En dicho libro, Derrida explora las
condiciones de posibilidad de una
ciencia de la (archi)escritura.
El interés de este entrevista radica
en la discusión de aspectos de la
conceptualización derrideana en un
contexto que atiende a los
interrogantes de las ciencias del
lenguaje.
 La primera pregunta de Kristeva remite a los
límites “logocéntricos y etnocéntricos” de la
semiología, de las concepciones de signo, de
comunicación y de estructura. La respuesta
de Derrida (19-25) desarrolla la noción de
significado trascendental y plantea su
conexión con la problemática de la
traducción.
 La segunda pregunta de Kristeva se refiere a
conceptos elaborados por Derrida, tales
como el de grama, escritura, différance, texto
Una manera de pensar la (25-30).
organización de la entrevista es  La tercera pregunta apunta a la cuestión del
tomar como referencia a las sentido, pensando qué similitudes y
preguntas de Kristeva diferencias se plantean, con respecto al uso
del término, en el campo de la semiología y
el de la fenomenología (30-32).
 La cuarta pregunta remite al tema de la
expresión, de la expresividad (a través) del
lenguaje, problemática que también se
vincula con la tradición fenomenológica (32-
34).
 Por último, Kristeva pregunta por el estatuto
científico de la gramatología y de la
semiología (34-36).
Resulta útil tomar esta
entrevista como un material
que permite esclarecer ciertas
posiciones de Derrida. En ese
sentido, destacamos las
reflexiones sobre los aportes y
limitaciones de Saussure y su
Curso; la explicitación de lo que
Derrida entiende por
significado trascendental y el
ejemplo del “horizonte de una
traductibilidad absolutamente
pura, transparente y unívoca”
(22) que permite
contextualizarlo. La crítica de la
noción de comunicación (24)
también se inscribe en la
problemática del significado
trascendental.
El desarrollo de las nociones de
grama, différance y texto (25-
9) permite entender los aportes
críticos de Derrida a la
semiología (cabe aclarar que
todas estas reflexiones de
Derrida son previas a una
semiótica de la discursividad).
Un ejemplo para pensar la
cuestión de la différance sería
la consideración del cambio
lingüístico (se lo puedo
considerar como “efecto de
différance”).
La problematización de la
concepción fenomenológica del
sentido y de la expresividad nos
permite captar mejor el tema
del significado trascendental (y,
también, amplia nuestra
comprensión de la “metafísica
de la presencia”).
 Claire Colebrook define al “giro” como “rechazo de
todo acercamiento al significado, al valor, al sentido
o los conceptos que pudiera situarse más allá de los
sistemas lingüísticos” (Colebrook, 2011: 279). Según
esta autora, hay en principio dos vertientes en el
desarrollo del «giro»: “(…) ya sea que se considere a
los límites del lenguaje como un modo útil de
prevenir indagaciones filosóficas infructuosas, o ya
sea que se piense a la limitación lingüística [o del
lenguaje] como frontera para el pensamiento,
frontera que debería ser desafiada o sobre la que se
debería reflexionar” (ibídem). Desde este planteo,
uno podría pensar a Wittgenstein como más cercano
al primer sentido, y –con cierta precaución– uno
podría vincular a Derrida con el segundo.
 Siguiendo con los planteos de esta autora, se podría
decir que Derrida se encuadraría en el “giro” como
“respuesta a la fenomenología: de la atención de la
fenomenología a los actos de conciencia
instituyentes y constitutivos, la filosofía orientada al
lenguaje consideró al significado y a la experiencia
como sólo posibles a través del lenguaje, más que
como previos a él” (ibídem). Me parece que el
planteo de la autora se ajusta al modo de leer a
Derrida que estamos proponiendo: es posible que
Derrida quisiera ir a un más allá del lenguaje (la
huella como figura de la “archi-escritura”), pero a
nuestros fines, la idea de que tanto el pensamiento
como la experiencia están mediados por la
significación nos resulta suficiente.
Más allá de las importantes
diferencias que separan las
obras de Wittgenstein y
Derrida, es posible pensar la
existencia de rasgos comunes
en sus desarrollo teóricos. En
ese sentido, nos parece
interesante reflexionar sobre
los siguientes interrogantes:
¿de qué modo se plantea en
ambos autores una crítica del
lenguaje?, ¿qué posiciones
sostienen y critican en torno a
la cuestión de la
representación? ¿Existe para
estos autores un metalenguaje
al cual podrían reducirse todos
los procesos de producción de
sentido?

Les dejamos la inquietud…


Bibliografía citada
BARTHES, Roland (1964) La cocina del sentido.
En (1993) La aventura semiológica.
Buenos Aires: Paidós.
COLEBROOK, Claire (2014) The Linguistic Turn
in Continental Philosophy, en SCHRIFT,
Alan [editor] Poststructuralism and Critical
Theory’s Second Generation. New York:
Routledge. Disponible en
https://www.academia.edu/1186021/Ling
uistic_Turn
(consulta del 06/11/20).

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