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El fin de la escuela de la exégesis

La Escuela de la Exégesis, llamada también o mejor “Movimiento exegético”, tiene como


antecedente a Montesquieu y Rousseau. En la separación del poder legislativo del poder judicial,
para Montesquieu al poder legislativo le corresponde exclusivamente hacer leyes y cuidar que se
cumplan las existentes, mientras que considera que el poder judicial, es decir los jueces, no son
más que “la boca que pronuncia la ley”. Para Rousseau la interpretación de la ley le corresponde
sólo al legislador, pues nadie es mejor que el autor de la ley para saber cómo debe ejecutarse e
interpretarse.

Se gestó en Francia después de la publicación del Código Civil de Napoleón de 1804 y tuvo su auge
en el siglo XIX. Sus postulados consistían en la interpretación de la norma por la norma misma,
exaltando el derecho escrito, dándole preeminencia al texto de la ley por sobre otros
planteamientos y manteniendo una mentalidad antihistórica en la creación de la norma.

Los métodos que utilizaron los seguidores de esta escuela, para descubrir la intención o voluntad
del legislador son el método exegético puro o analítico, herencia de la exégesis bíblica y el método
sintético.

El método exegético puro se enfocaba en el análisis riguroso de los artículos del Código Civil, en el
orden mismo en el que fueron plasmados por el legislador; y el método sintético considera que la
observación de la realidad social fue efectuada por el legislador al formular el Código, por tanto, el
jurista no puede ir más allá de las reglas dictadas.

Los principales representantes de la escuela son Raymond-Théodore Troplong, Jean-Charles


Florent Demolombe, Francoise Laurent, Charles Aubry, Charles Frédéric Rau, Gabriel Baudry-
Lacantinerie, Julien Bonnecase, Claude Etienne Delvincourt, Charles Toullier, Alexandre Duranton,
entre otros.

Su metodología es la fe en el hombre como portador de la razón, y la fe en el poder omnímodo del


legislador en cuanto le es dado transformar la razón en ley escrita e igual para todos, la verdadera
causa determinante del Código.

Las características que distinguen a la escuela exegética son las siguientes:

1) El derecho positivo lo es todo y todo el derecho positivo está constituido por la ley. En este
punto, el conjunto de actos legislativos promulgados y vigentes en Francia, deben bastar para
poner de manifiesto cuantas reglas jurídicas requieren en materia de derecho privado las
necesidades de la vida social; es decir, existe una sumisión absoluta a lo establecido en la ley.

2) Interpretación dirigida a buscar la intención del legislador. Los Códigos no dejan nada al arbitrio
del interprete, éste no tiene por misión hacer el derecho, el derecho está hecho. Sobre este
aspecto, detrás de la ley no hay más que esa intención que constituye la única fuente del derecho
positivo y es preciso traducir; el trabajo del legislador le compete a él solamente, de admitirse una
interpretación creadora, los autores y los magistrados usurparían el poder de aquél.

3) Descubierta esa intención y establecido el principio fundamental que consagre, es preciso


obtener todas las consecuencias, dar a la norma la extensión de que sea susceptible, sirviéndose
de un proceso deductivo. En este punto, los artículos del Código son teoremas cuyo enlace entre sí

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2.1. El fin de la escuela de la exégesis

hay que demostrar y deducir sus consecuencias, hasta el punto de que el verdadero jurista es
geómetra y la educación puramente jurídica es puramente geométrica.

4) Se niega valor a la costumbre, las insuficiencias de la ley se salvan a través de la ley misma,
mediante la analogía. En este aspecto, se estimaba que eran raros los casos de insuficiencia de la
ley y, casi siempre, la analogía proporcionará al juez un principio para la solución.

5) Se tienen muy en cuenta los argumentos de autoridad, con el consiguiente respeto a las obras
de los antecesores. En este punto, simplemente se toma en cuenta la manifestación estatal como
autoridad creadora de la ley.

6) Se atribuye al derecho un carácter eminentemente estatal. En este punto, se desconoce el


derecho natural, por considerar que las leyes naturales sólo obligan en cuanto sean sancionadas
por las escritas; no hay más equidad que la ley ni más razón que la de ésta.

La ideología de la escuela exegética tiene como principal ideal reunir en el Estado a través del
legislador, el poder absoluto para la creación del derecho mediante la formación de un código
“ideal”, sin dar mayor intervención a la interpretación o descubrir las insuficiencias que las leyes
pudieran contener. En otras palabras, la función del legislador y la creación de los Códigos era
perfecta y suficiente para atender las necesidades sociales y resolver los problemas jurídicos, es
decir, la arbitrariedad en su máxima expresión, pues para la escuela exegética la palabra del
legislador expresada en la ley es la “razón”, la cual difícilmente podía tener insuficiencias, y casi
siempre, la analogía proporcionaría al juez un principio para la solución; y que no hay más equidad
que la ley ni más razón que la de ésta.

Actualmente el sistema metodológico de la escuela exegética ya no es del todo aplicable: el pensar


que la palabra escrita del legislador es la “razón” y que las disposiciones de la Ley son perfectas y
que atienden a las necesidades sociales y proporcionan al juzgador los principios elementales para
solucionar el asunto, no parece desde el punto de vista objetivo, congruente y lógico, ni que las
leyes creadas por el legislador sean “perfectas”, simplemente porque el legislador no puede
prever todas las circunstancias, conductas, cambios y transformaciones de la vida social, puesto
que se requiere de un conocimiento de hechos y conductas sociales que muestren las necesidades
que deben atenderse, así como la intervención de los juristas y los juzgadores en la interpretación
de las leyes con base en las circunstancias de cada caso, a fin de detectar las insuficiencias de las
mismas, y no sólo buscar una norma que aplicada de manera analógica resuelva el asunto.

La escuela exegética, lejos de buscar un método creador del derecho para atender necesidades
sociales, visualizaba al derecho como un medio de control para el Estado que le permitiera de
manera absoluta y arbitraria regular la conducta de la sociedad, inclusive, de los propios juristas y
juzgadores, ya que no podían tener mayor intervención que la de sujetarse a la ley, visualizada
como la razón escrita y equitativa.

Respecto del debate sobre si fue una “escuela” o un “movimiento” dentro del llamado
Movimiento Codificador, J. L. Halpérin, aclara que este movimiento (más que escuela) de la
Exégesis puede considerarse parte del positivismo, siempre y cuando se entienda que fue un
movimiento de frontera (fue tan iusnaturalista como iuspositivista) y se atiendan las
especificidades de su momento. También ha indicado que, si bien los términos de exégesis y
método exegético se han utilizado ampliamente por los civilistas franceses del siglo XIX, la idea de

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2.1. El fin de la escuela de la exégesis

una “Escuela de la Exégesis” es más reciente y solo tomó cuerpo a comienzos del siglo XX como
mirada retrospectiva sobre la doctrina anterior.

En 1879, Dramard propuso, en su Bibliographie raisonnée du droit civil, una lista “de comentarios,
tratados y otras obras de exégesis”. Ernest Glasson, decano de la Facultad de Derecho de París,
franqueó el paso con el discurso que pronunció en la Sorbona con motivo del centenario del
Código Civil en 1904: “Casi todos los que han consagrado su vida científica al estudio y la
enseñanza del Código Civil han formado ante todo una suerte de escuela que se podría llamar
escuela de la exégesis”. En la misma ocasión, Charmont y Causse dedicaron su contribución al
Libro del Centenario a lo que ellos llamaron “los intérpretes del Código Civil”, poniendo de relieve
“los parecidos, los trazos comunes”, en particular “la parte de la exégesis”. Unos años antes, en
1899, la nueva generación de civilistas franceses había encontrado su manifiesto en la obra de
Francois Gény, Méthode d’interprétation et sources en droit privé positif, essai critique. Gény
afirmaba allí su voluntad de romper con “el método tradicional” que había “constituido durante
tanto tiempo el éxito de la exégesis”. Saleilles, en el prólogo a la obra de Gény, había apoyado el
intento de su protegido de realizar una crítica al método clásico que, a pesar de su calidad, tenía el
defecto capital “de cerrar en una red de abstracciones, que no existen más que en el puro
pensamiento, una ciencia que es, ante todo, una ciencia social por excelencia”.

Con el mismo espíritu renovador de la doctrina francesa, Edouard Lambert denunció en 1903 las
debilidades “de la Escuela de los intérpretes del Código Civil” que habría creído “en la inmovilidad
absoluta” del derecho. Antes de la Primera Guerra Mundial, la idea de una Escuela de la Exégesis
aún no se había impuesto: el abogado belga Mallieux había hablado en 1908 de “dos escuelas de
la exégesis”, e incluía en la segunda a Gény y Saleilles, y, en 1914, Colin y Capitant quisieron hacer
justicia a los intérpretes del Código Civil, en particular a Aubry y Rau, víctimas, según ellos, de
exagerados reproches. Pero fue Julien Bonnecase quien consolidó el nombre, con su doble juicio
de identificación y condena, a la “Escuela de la Exégesis”. Bonnecase sistematizó su pensamiento,
a partir de 1918-1919, en su estudio titulado L’école de l’exégèse en droit civil, donde afirmó alto y
claro —al referirse a los propósitos de Glasson— la existencia de una Escuela de la Exégesis como
“marca” de la historia de la ciencia del derecho civil en Francia en el siglo XIX.

La terminología de Bonnecase, combinada con la de “fases” o “generaciones” en la Escuela, fue


retomada por Eugéne Gaudemet en 1935 (L’interprétation du Code civil en France depuis 1804) y
se impuso como un lugar común durante varios decenios. En 1985, Philippe Rémy combatió lo
que él llamó “una vulgata rudimentaria”, al proponer un elogio rotundo de la exégesis. Él la tomó
contra la misma idea de una Escuela al constatar que la doctrina civilista francesa del siglo XIX fue
más bien “un conjunto heterogéneo de autores” caracterizado por la diversidad profesional, de
temperamentos y de opciones políticas. Repasó seguidamente los argumentos ya propuestos en la
época de Bonnecase, en favor de la obra de los comentaristas del Código Civil, en particular para
llamar la atención sobre los méritos de los primeros intérpretes de la codificación “que habían
partido de la nada”, analizó la doctrina exegética —que habría que buscar “en el cuerpo mismo de
los comentarios” y no en los prólogos— como un método casuístico y de controversias que
conducía de la regla a las cuestiones, después al sistema, todo con un espíritu “de investigación
libre” y de convicción en torno a la superioridad del derecho sobre la ley. Los trabajos históricos
aparecidos después han reforzado la tesis de la ausencia de una verdadera Escuela, a pesar de lo
que representa el cuerpo de comentaristas del Código napoleónico en cuanto obra colectiva. Pero

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2.1. El fin de la escuela de la exégesis

aún persiste el debate sobre la apreciación del método y la doctrina de estos intérpretes del
“primer siglo” del Código Civil.

La llamada por Mallieux “Segunda Escuela de la Exégesis”, cuyo principal representante y crítico de
la Primera Escuela fue Francois Gény, representa el final de la Escuela de la Exégesis, y se conoce
también como Escuela o Método de Investigación Científica Libre, a partir de su obra en cuatro
volúmenes de 1914-1924, Ciencia y técnica en derecho privado positivo: nueva contribución a la
crítica del método jurídico, en donde plantea como objetivo el descubrir los orígenes de principios
y reglas, basando sus estudios en diversas ciencias como la sociología, la economía, la lingüística,
la filosofía y la teología.

Dicha escuela o método propone acudir a otras fuentes auxiliares del Derecho como la Costumbre,
la Jurisprudencia, la Doctrina, la Equidad; y adicionalmente acudir a otras ciencias auxiliares del
derecho como la balística, la antropología, la sociología, la psicología, la medicina forense, la
criminología, etc. Se denomina libre porque se sustrae de toda autoridad positiva y se denomina
científica porque acudimos a las ciencias para respaldar de manera objetiva un argumento.

Se opone al Método Exegético ya que éste carece de un método científico y no se ocupa de


analizar las necesidades de la sociedad. Según Francois Gény la finalidad de la interpretación es
descubrir el pensamiento del legislador para que se revelen las circunstancias dominantes de la
época en la que se formuló y no las existentes en el de la aplicación.

El método de interpretación de la ley para esta Escuela tiene los siguientes pasos:

Se parte de la base de que la ley es la primera fuente formal del derecho.

En la interpretación de la ley debe, pues, tenerse en cuenta el texto y el fin social de la misma.

Así, la teoría hermenéutica de Gény representa un punto de equilibrio entre el rígido objetivismo
legal positivista y el fuerte subjetivismo que, con frecuencia, reintroducen las concepciones
sociologistas en materia de interpretación jurídica, esto es, una teoría intermedia entre el
positivismo jurídico decimonónico y la sociología del derecho contemporánea.

REFERENCIAS

Ávalos, Carlos (2010), Escuela exegética (Francia), Blog La Ventana Jurídica, Miércoles 26 de mayo
de 2010. http://laventanajuridica.blogspot.com/2010/05/escuela-exegetica.html

Halpérin, J.L., (2003), Exégesis (escuela), Revista de derecho, Universidad del Norte, Colombia.
http://www.scielo.org.co/pdf/dere/n48/0121-8697-dere-4800263.pdf

Payne, E. (2018), Escuela francesa de la exégesis. Introducción al Derecho | Abogacía UNC


Filadd. https://filadd.com/doc/escuela-francesade-la-exegesis-docx-introduccion

Romero, Cándido (1994), El concepto de «Libre Investigación Científica» de F. Gény: una teoría de
la interpretación jurídica entre el positivismo y la sociología del derecho, Boletín de la Facultad De
Derecho, núm. 6,1994. http://e-spacio.uned.es/fez/eserv/bibliuned:BFD-1994-6-37607FFA/PDF

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