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SAN FRANCISCO DE ASÍS PATRONO DE EUROPA

Os presento la vida
en forma breve del
más pobre entre los
pobres, su
apostolado consistió
en la imitación de
Nuestro Señor
Jesucristo.

Francisco Martínez Arias


octubre 2008
San Francisco de Asís
Sinopsis
Nació en Asís (Italia), el año 1182.
Después de una juventud disipada en
diversiones, se convirtió, renunció a los
bienes paternos y se entregó de lleno a
Dios. Abrazó la pobreza y vivió una
vida evangélica, predicando a todos el
amor de Dios. Dio a sus seguidores
unas sabias normas, que luego fueron
aprobadas por la Santa Sede. Inició
también una Orden de religiosas y un
grupo de penitentes que vivían en el
mundo, así como la predicación entre
los infieles. Murió el año 1226.
El santo del pueblo
No existe ningún santo tan popular como
él, no sólo entre los católicos sino entre
los protestantes y los no cristianos. San
Francisco de Asís cautivó la imaginación
de sus contemporáneos presentándoles la
pobreza, la castidad y la obediencia, con la
pureza y fuerza de un testimonio radical.
Él quería imitar a Jesucristo en todo.
Se le conoció como el Pobre de Asis, por
sus ligamentos con la pobreza y por el
gran amor que sentía hacia todos los
animales en general principalmente por
los pajarillos y todo aquello que concernía
a la Naturaleza
Francisco de Asís se convirtió en el
primer ser humano preocupado
por el equilibrio entre animales,
plantas y seres humanos.

Fue el primer humano que se


concibió a sí mismo en relación
con todas las cosas creadas; sabía
que no importa cuán diferentes
seamos, todos somos criaturas de
Dios. La visión fraterna de
Francisco no incluía únicamente a
los seres humanos, sino a toda la
realidad animada e inanimada.
Sentía un profundo respeto y
admiración por todo lo que hallaba en
la naturaleza: desde un simple
escarabajo hasta el astro rey. Especial
cuidado y respeto le merecían las cosas
más pequeñitas. Jamás mataba a un
insecto, ni utilizaba de la naturaleza sin
necesidad. Al hacer esto, no glorificaba
a las cosas per se, sino a su Creador.

Francisco reconoció que las criaturas


de Dios tenían una interdependencia, y
que romper los lazos que las unen es
una grave falta. Tal vez en sus tiempos,
todas estas ideas sonaban a locura. Sin
embargo el Santo se adelantó 800
años.
Hoy el mundo está en verdadero peligro: las selvas
amazónicas disminuyen cada día, los desechos
industriales han dañado severamente a la tierra
misma, nuestro uso de substancias químicas mata
cada día a mas especies de animales y plantas.

Hoy su legado puede salvar a nuestro planeta. Su


herencia es enseñarnos a amar a todas las cosas, a las
piedras, a las montañas, a las flores. Su legado
ecologista consiste en enseñarnos que debemos
repensar nuestro lugar en el orden creado, de modo
que el bienestar humano está integrado en el
bienestar de todas las cosas (medio ambiente).

Para San Francisco (1182-1226), fue vital entender la


relación entre la humanidad y toda la creación. La
visión franciscana ayuda a ver la vida como un gran
regalo. Si podemos ser humildes como él, y entender
que el mundo no está en nuestro control, tomaremos
nuestro lugar como una parte, y solo una parte, de la
gran comunidad de la creación
Su visión, relacionada con una creación
comunitaria y expansiva, fue capturada
poéticamente en su llamado Cántico del Hermano
Sol, escrito en el periodo comprendido entre el
verano de 1226 y la fecha de su muerte, el 4 de
octubre de 1126.

Para él, todas las criaturas están unidas en un solo


coro de alabanza al Creador es el primer poema
escrito en italiano y fue considerado por Dante
como una de las más grandes obras de la literatura
italiana.

Su lenguaje, mediante el cual llama a cada uno de


los elementos de la creación hermano y hermana
no es simplemente un exceso poético. Sentía
compartir algo con todas las criaturas. Para él,
todas las cosas eran hijas de Dios, y como tales,
debía respetar su vida, su existencia, pues eran un
regalo del Creador sin las cuales el hombre no
podía sobrevivir.
CÁNTICO DE LAS CRIATURAS
- San Francisco de Asís.
Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor, tuyas
son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición, y
nunca es digno el hombre de hacer de ti
mención.
Loado seas por toda criatura, mi Señor, y en
especial loado por el hermano sol, que alumbra,
y abre el día, y es bello en su esplendor, y lleva
por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana luna, de blanca luz menor, y
las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!
Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Y por la hermana tierra, que es toda
bendición, la hermana madre tierra, que da
en toda ocasión las hierbas y los frutos y
flores de color, y nos sustenta y rige: ¡loado,
mi Señor!
Y por los que perdonan y aguantan por tu
amor los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!
Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de
Dios!
¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación. Las
criaturas todas, load a mi Señor. Amén
En San Francisco se refleja un alma en la que
Dios lo era todo sin división, un alma que se
nutría de las verdades de la fe católica y que
se había entregado enteramente, no sólo a
Cristo, sino a Cristo crucificado.
Bibliografía
Francisco nació en Asís, ciudad de Umbría, en
el año 1182. Su padre, Pedro Bernardone, era
comerciante. El nombre de su madre era Pica
y algunos autores afirman que pertenecía a
una noble familia de la Provenza. Tanto el
padre como la madre de Francisco eran
personas acomodadas. Pedro Bernardone
comerciaba especialmente en Francia. Como
se hallase en dicho país cuando nació su hijo,
las gentes le apodaron “Francesco” (el
francés), En su bautismo recibió el nombre de
Juan.
En su juventud, Francisco practicaba las
tradiciones caballerescas en la que
participaban los trovadores. Como joven que
era despilfarraba el dinero en y lo gastaba
pródigamente, con ostentación. No le
interesaban los negocios de su padre, ni los
estudios, lo único que él quería era divertirse
en cosas vanas que comúnmente se les llama
“gozar de la vida”. Sin embargo, no era de
costumbres licenciosas y acostumbraba a ser
muy generoso con los pobres que le pedían
por amor de Dios.
Cuando contaba con veinte años se da una
guerra entre las ciudades de Perugia y Asís,
en la cual Francisco es tomado prisionero por
los peruginos y enviado a una masmorra, en
la cual estuvo inserto durante un año. Él
soportó el cauteverio con humildad
Sin embargo, cuando recobró la libertad, cayó
gravemente enfermo. La enfermedad, en la
que el joven probó una vez más su paciencia,
fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se
sintió con fuerzas suficientes, determinó ir a
combatir en el ejército de Galterío y Briena en
el sur de Italia. Con ese fin, se compró una
costosa armadura y un hermoso manto. Pero
un día en que paseaba ataviado con su nuevo
atuendo, se topó con un caballero mal vestido
que había caído en la pobreza; movido a
compasión ante aquel infortunio, Francisco
cambió sus ricos vestidos por los del caballero
pobre. Esa noche vio en sueños un espléndido
palacio con salas colmadas de armas, sobre
las cuales se hallaba grabado el signo de la
cruz y le pareció oír una voz que le decía que
esas armas le pertenecían a él y a sus
soldados.
Francisco partió a Apulia con el alma ligera
y la seguridad de triunfar, pero nunca llegó
al frente de batalla. En Espoleto, ciudad del
camino de Asís a Roma, cayó nuevamente
enfermo y, durante la enfermedad, oyó una
voz celestial que le exhortaba a “servir al
amo y no al siervo”. El joven obedeció. Al
principio volvió a su antigua vida, aunque
tomándola menos a la ligera. Las gentes, al
verle ensimismado, le decían que estaba
enamorado. “Sí”, replicaba Francisco, “voy a
casarme con una joven más bella y más
noble que todas las que conocéis”. Poco a
poco, con la mucha oración, fue
concibiendo el deseo de vender todos sus
bienes y comprar la perla preciosa de la que
habla el Evangelio.
Aunque ignoraba lo que tenía que hacer para ello,
una serie de claras inspiraciones sobrenaturales le
hizo comprender que la batalla espiritual empieza
por la mortificación y la victoria sobre los instintos.
Paseándose en cierta ocasión a caballo por la
llanura de Asís, encontró a un leproso. Las llagas
del mendigo aterrorizaron a Francisco; pero, en vez
de huir, se acercó al leproso, que le tendía la mano
para recibir una limosna. Francisco comprendió
que había llegado el momento de dar el paso al
amor radical de Dios. A pesar de su repulsa natural
a los leproso, venció su voluntad, se le acercó y le
dio un beso. Aquello cambió su vida. Fue un gesto
movido por el Espíritu Santo, pidiéndole a
Francisco una calidad de entrega, un “sí” que
distingue a los santos de los mediocres. A partir de
entonces, comenzó a visitar y servir a los enfermos
en los hospitales. Algunas veces regalaba a los
pobres sus vestidos, otras, el dinero que llevaba.
En 1206 renunció públicamente a los
bienes de su padre y vivió a partir de
entonces como un ermitaño.
San Francisco de Asís predicó la
pobreza como un valor y propuso un
modo de vida sencillo basado en los
ideales de los Evangelios. El papa
Inocencio III aprobó su modelo de vida
religiosa, le concedió permiso para
predicar y lo ordenó diácono. Con el
tiempo, el número de sus adeptos fue
aumentando y Francisco comenzó a
formar una orden religiosa, la de los
franciscanos. Además, con la
San Francisco de Asís (Óleo de El Greco)‫‏‬ colaboración de santa Clara, fundó la
rama femenina de su orden, que
recibió el nombre de clarisas.
En la misa de la fiesta del apóstol San Matías, el
cielo le mostró lo que esperaba de él. Y fue por
medio del evangelio de ese día, que es el
programa que Cristo dio a sus apóstoles cuando
los envió a predicar. Dice así: "Vayan a proclamar
que el Reino de los cielos está cerca. No lleven
dinero ni sandalias, ni doble vestido para
cambiarse. Gratis han recibido, den también
gratuitamente". Francisco tomó esto a la letra y
se propuso dedicarse al apostolado, pero en
medio de la pobreza más estricta.

Cuenta San Buenaventura que se encontró con


el santo un hombre a quien un cáncer le había
desfigurado horriblemente la cara. El otro
intentó arrodillarse a sus pies, pero Francisco se
lo impidió y le dio un beso en la cara, y el
enfermo quedó instantáneamente curado. Y la
gente decía: "No se sabe qué admirar más, si el
beso o el milagro".
Francisco volvió a Asís a dedicarse a levantar y
reconstruir la iglesita de San Damián. Y para
ello empezó a recorrer las calles pidiendo
limosna. La gente que antes lo había visto rico
y elegante y ahora lo encontraba pidiendo
limosna y vestido tan pobremente, se burlaba
de él. Pero consiguió con qué reconstruir el
pequeño templo.
La Porciúncula. Este nombre es queridísimo
para los franciscanos de todo el mundo,
porque en la capilla llamada así fue donde
Francisco empezó su comunidad. Porciúncula
significa "pequeño terreno". Era una finquita
chiquita con una capillita en ruinas. Estaba a 4
kilómetros de Asís. Actualmente se encuentra
inserta en la Basílica de Nuestra Señora de los
Ángeles.
Los padres Benedictinos le dieron permiso de
irse a vivir allá, y a nuestro santo le agradaba
el sitio por lo pacífico y solitario y porque la
capilla estaba dedicada a la Santísima Virgen.
El primero que se le unió en su vida de
apostolado fue Bernardo de Quintavalle, un
rico comerciante de Asís, el cual invitaba con
frecuencia a Francisco a su casa y por la noche
se hacía el dormido y veía que el santo se
levantaba y empleaba muchas horas dedicado
a la oración repitiendo: "mi Dios y mi todo".
Le pidió que lo admitiera como su discípulo,
vendió todos sus bienes y los dio a los pobres
y se fue a acompañarlo a la Porciúncula. El
segundo compañero fue Pedro de Cattaneo,
canónigo de la catedral de Asís. El tercero, fue
Fray Gil, célebre por su sencillez.

Cuando ya Francisco tenía 12 compañeros se


fueron a Roma a pedirle al Papa que aprobara
su comunidad. Viajaron a pie, cantando y
rezando, llenos de felicidad, y viviendo de las
limosnas que la gente les daba.
En Roma no querían aprobar esta
comunidad porque les parecía
demasiado rígida en cuanto a pobreza,
pero al fin un cardenal dijo: "No les
podemos prohibir que vivan como lo
mandó Cristo en el evangelio".
Recibieron la aprobación del Papa
Inocencio III, y se volvieron a Asís a vivir
en pobreza, en oración, en santa alegría y
gran fraternidad, junto a la iglesia de la
Porciúncula.
Dicen que Inocencio III vio en sueños que
la Iglesia de Roma estaba a punto de
derrumbarse y que aparecían dos
hombres a ponerle el hombro e impedir
que se derrumbara. El uno era San
Francisco, fundador de los franciscanos, y
el otro, Santo Domingo, fundador de los
dominicos. Desde entonces el Papa se
propuso aprobar estas comunidades.
A Francisco lo atacaban a veces terribles
tentaciones impuras. Para vencer las pasiones
de su cuerpo, tuvo alguna vez que revolcarse
entre espinas. Él podía repetir lo del santo
antiguo: "trato duramente a mi cuerpo,
porque él trata muy duramente a mi alma".
Clara, una joven muy santa de Asís, se
entusiasmó por esa vida de pobreza, oración y
santa alegría que llevaban los seguidores de
Francisco, y abandonando su familia huyó a
hacerse moja según su sabia dirección. Con
Santa Clara fundó él, las hermanas clarisas,
que tienen hoy conventos en todo el mundo.
Francisco tenía la rara cualidad de hacerse
querer de los animales. Las golondrinas le
seguían en bandadas y formaban una cruz,
por encima de donde él predicaba.
Cuando estaba solo en el monte una mirla
venía a despertarlo con su canto cuando era la
hora de la oración de la medianoche.
Pero si el santo estaba enfermo, el animalillo no lo
despertaba. Un conejito lo siguió por algún tiempo, con gran
cariño.
Dicen que un lobo feroz le obedeció cuando el santo le pidió
que dejara de atacar a la gente.
Francisco se retiró por 40 días al Monte Alvernia a meditar, y
tanto pensó en las heridas de Cristo, que a él también se le
formaron las mismas heridas en las manos, en los pies y en
el costado.
Los seguidores de San Francisco llegaron a ser tan
numerosos, que en el año 1219, en una reunión general
llamado "El Capítulo de las esteras", se reunieron en Asís
más de cinco mil franciscanos. Al santo le emocionaba
mucho ver que en todas partes aparecían vocaciones y que
de las más diversas regiones le pedían que les enviara sus
discípulos tan fervorosos a que predicaran. Él les insistía en
que amaran muchísimo a Jesucristo y a la Santa Iglesia
Católica, y que vivieran con el mayor desprendimiento
posible hacia los bienes materiales, y no se cansaba de
recomendarles que cumplieran lo más exactamente posible
todo lo que manda el santo evangelio.
Dispuso ir a Egipto a evangelizar al sultán y a
los mahometanos. Pero ni el jefe musulmán
ni sus fanáticos seguidores quisieron aceptar
sus mensajes. Entonces se fue a Tierra Santa
a visitar en devota peregrinación los Santos
Lugares donde Jesús nació, vivió y murió:
Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo
de esta piadosa visita suya los franciscanos
están encargados desde hace siglos de
custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa.

Por no cuidarse bien de las calientísimas


arenas del desierto de Egipto se enfermó de
los ojos y cuando murió estaba casi
completamente ciego. Un sufrimiento más
que el Señor le permitía para que ganara
más premios para el cielo.
Poco tiempo después, estando en el monte
orando al Señor, recibió los estigmas, tal y
como Cristo lo había sufrido
San Francisco de Asís, que era un verdadero poeta
y le encantaba recorrer los campos cantando bellas
canciones, compuso un himno a las criaturas, en el
cual alaba a Dios por el sol, y la luna, la tierra y las
estrellas, el fuego y el viento, el agua y la
vegetación. "Alabado sea mi Señor por el hermano
sol y la madre tierra, y por los que saben
perdonar", etc. Le agradaba mucho cantarlo y
hacerlo aprender a los demás y poco antes de
morir hizo que sus amigos lo cantaran en su
presencia. Su saludo era "Paz y bien".

Cuando sólo tenía 44 años sintió que le llegaba la


hora de partir a la eternidad. Dejaba fundada la
comunidad de Franciscanos, y la de hermanas
Clarisas. Con esto contribuyó enormemente a
enfervorizar la Iglesia Católica y a extender la
religión de Cristo por todos los países del mundo.
Los seguidores de San Francisco (franciscanos,
capuchinos, clarisas, etc.) son el grupo religioso
más numeroso que existe en la Iglesia Católica.
El 3 de octubre de 1226, después de escuchar de la
Pasión del señor según San Juan, acostado en el duro
suelo, cubierto con un hábito que le habían prestado
de limosna, y pidiendo a sus seguidores que se amen
siempre como Cristo los ha amado, murió como
había vivido: lleno de alegría, de paz y de amor a
Dios. Fue sepultado el día 4 de octubre, fecha en que
recordamos a este gran Santo.

Cuando apenas habían transcurrido dos años


después de su muerte, el Sumo Pontífice lo declaró
santo y en todos los países de la tierra se venera y se
admira a este hombre sencillo y bueno que pasó por
el mundo enseñando a amar la naturaleza y a vivir
desprendido de los bienes materiales y enamorados
de nuestra buen Dios. Fue San Francisco de Asís
quien popularizó la costumbre de hacer pesebres
para Navidad.
San Francisco de Asís: pídele a Jesús que lo amemos
tan intensamente como lo lograste amar tú.
Pidámosle a San Francisco que, a imitación suya,
amemos a Dios y a nuestros hermanos como lo
hizo él.
Oremos:
“Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Allí donde haya odio, que yo ponga amor;
allí donde haya ofensa, que yo ponga perdón:
allí donde haya discordia, que yo ponga unión;
allí donde haya error, que yo ponga fe;
allí donde haya desesperación, que yo ponga
esperanza;
allí donde haya tinieblas, que yo ponga luz;
allí donde haya tristeza, que yo ponga alegría.
Oh, Maestro,que yo no busque tanto ser
consolado… como consolar, ser comprendido…
como comprender,
ser amado… como amar.
Porque es olvidándose… como uno se encuentra,
es perdonando… como uno es perdonado,
es dando… como uno recibe,
es muriendo… como un resucita a la vida.”
Francisco de Asís
Os he dado esta parte de las
Vidas ejemplares con el fin de
que imitemos a estos grandes
personajes.
Esta parte se trató de la vida de
San Francisco de Asís.
Que Dios los Bendiga

Francisco Martínez Arias

Agosto 2008

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