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La Jornada, miércoles 12 de diciembre de 2007

Del analfabetismo funcional al cibernético


Javier Aranda Luna

De continuar con las inercias del sistema educativo y cultural en el país, las
nuevas generaciones de mexicanos darán el salto cuántico del analfabetismo
funcional a Internet. Del grado Xerox de la escritura al video de You tube, sin
pasar por los libros. Y parece que así será según el Programa Nacional de
Cultura 2007-2112, cuyo centro, qué duda cabe, es más un plan de turismo
que otra cosa.

En el programa presentado anteayer, ni el presidente Calderón ni el


responsable del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes hicieron alusión
alguna a la llamada ley del libro, apoyada por consenso en el sexenio pasado
por los distintos sectores del mundo editorial y cultural, y en la que se incluye,
como requisito para fomentar la lectura, el llamado “precio único”. Esta
medida, debo recordar, es una política pública que practican con éxito evidente
países como Alemania e Inglaterra.

En los hechos, la actual administración continúa, al parecer, la política de


Vicente Fox al respecto: hacer mutis sobre el asunto.

Abrir 10 nuevas zonas arqueológicas y mejorar las 163 en funcionamiento no


deja lugar a dudas del proyecto calderonista, sobre todo si en la actualidad se
carece de personal capacitado y presupuesto suficientes para llevarlo a cabo.
Sería bueno que con el trabajo, hombro con hombro, que prometió el Ejecutivo
al medio artístico y cultural, se consulte a los especialistas del Instituto
Nacional de Antropología e Historia para conocer la posibilidad real de ese
proyecto faraónico. Hace unos días reportaron desde España de un decomiso
de decenas de piezas prehispánicas robadas a nuestro patrimonio y hace tres
días se dio cuenta de que el robo de arte sacro de las iglesias sigue siendo una
constante en México.

El problema educativo y cultural del país es más amplio y más profundo de lo


que parece. También hace unos días se dieron a conocer los resultados de
desempeño académico ofrecido por la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE), de la que México es integrante. Y el saldo es
desolador.

La llamada prueba PISA que se aplicó a estudiantes de 15 años nos mostró que
más de 50 por ciento de nuestros alumnos se ubicaron en los niveles cero y
uno de rendimiento escolar.

Comparado con los resultados de 2000, nuestros niveles de lectura y ciencias


descendieron 12 puntos. No podía ser de otra manera: son los años del
“Presidente del cambio”. El sexenio de quien, como decía, se educó mirando
las nubes, de quien creyó pasar a la posteridad construyendo una
megabiblioteca que terminó en alberca, de quien promovía entre los pobres la
no lectura para que fueran felices, de quien nunca había oído hablar de Borges,
escritor al que bautizó como Borgues. Es el mismo personaje que no podría
haber encontrado mejor pareja que una primera dama para quien
Rabindranath Tagore era, simplemente, La Rabina Tagore.

En Nueva York, las escuelas públicas y privadas con peor desempeño


académico, según la prueba PISA, simplemente se cierran. Reubican a los
alumnos en otros centros educativos y a otra cosa. Ahora que el sector
empresarial está tan preocupado por seguir participando en la política por
amor a México, convendría que dieran el ejemplo, como los neoyorquinos,
cerrando los centros educativos privados que ellos sostienen cuando el
desempeño de sus alumnos en la prueba PISA no sea el del promedio
recomendado por la OCDE.

Muchos años nos preocupamos por “El grado Xerox” de la escritura, como
decía José Emilio Pacheco, al describir el escandaloso uso de fotocopias en las
escuelas en lugar de libros. Ahora añoramos ese grado Xerox en el que por lo
menos podían leerse fragmentos de libros, ante la actual avalancha informativa
de Internet, llena de textos tartamudos, incompletos o llenos de inexactitudes,
power point e imágenes.

El analfabetismo cibernético está a la vuelta de la esquina si no hacemos nada


en materia de educación y cultura. No modificar nuestro sistema educativo y
cultural resultará más caro a la larga. Corea del Sur, en medio de la penuria
que deja la guerra, convocó a sus especialistas para plantear las prioridades
del país. Fueron dos: la seguridad y la educación. Todos sus esfuerzos se
concentraron en esos dos asuntos.

Ahora ese país ocupa uno de los primeros lugares en la prueba PISA aplicada
por la OCDE. Pero eso no es lo fundamental. Lo realmente significativo es que
la educación ha generado una riqueza económica en Corea del Sur que ya
quisiéramos.

Si todo sigue igual en materia de educación y cultura seguiremos condenados


a ser el país de los grandes contrastes. El país del hombre más rico del mundo
y el de los millones de parias que viven con menos de un dólar al día; el de los
genios self made como Octavio Paz y el de millones de niños que no tiene la
mínima comprensión lectora, ya no digamos para leer a Shakespeare, sino ni
siquiera para descifrar una receta de cocina.

El México “ganador” que quiere el Ejecutivo no se logrará con mercadotecnia


turística ni abriendo zonas arqueológicas a diestra y siniestra, sino con una
apuesta real en favor de la educación y la cultura.

Si no es así estaremos creando la siniestra plataforma para que muchos de


nuestros jóvenes den el salto del analfabetismo funcional al cibernético sin
pasar, claro, por los libros.

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