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Comentario Quevedo
Comentario Quevedo
Por otra parte, el marcado uso del hipérbaton otorga las pistas necesarias
para ubicarlo en el Barroco, época de decadencia socioeconómica
acompañada, por contra, de un gran esplendor cultural. En ella vieron la luz
manifestaciones artísticas de incalculable valor que encumbran a las letras
españolas a lo más alto del panorama literario europeo formando, junto al
Renacimiento, nuestro afamado Siglo de Oro.
El texto que tenemos entre manos no deja de ser hijo de su tiempo, por lo
que, lejos de sorprendernos el hallazgo de “Dafne” prácticamente al
comienzo de su lectura, todo apunta a que la mitología desempeñará un
papel relevante en esta composición. Probablemente, aún resonaran los
versos del soneto garcilasiano en la cabeza de Francisco de Quevedo,
miembro destacado del Parnaso español, y autor del poema o, simplemente,
su vasta cultura, así como el conocimiento del griego y del latín, le permitía
beber directamente de las fuentes. Sea como sea, ¿introduciría alguna
novedad con respecto al renacentista?
El que untaría su obra con tocino a Góngora, converge con su rival, sin
llevarlo a su extremo, en el uso del hipérbaton, pero se aleja en el empleo
del conceptismo y utiliza temas tan dispares como la fugacidad de la vida
terrenal, el desengaño, la angustia o cuestiones políticas y burlesca, entre
otros.
1. Nivel fónico
2. Nivel morfosintáctico
3. Nivelléxico-semántico
Dentro del Plano Fónico, abordaremos tanto el análisis de los fonemas
destacados del soneto, como su métrica y prosodia. En primer lugar, uno de
los principales rasgos que diferencian un texto en prosa de otro en verso es
su ritmo y la musicalidad que le confiere. Por tanto, el estudio de la métrica
ocupa un lugar destacado dentro de la empresa que estamos acometiendo.
“Dafne, que llaman Sol, ¿y vos, tan cruda?” (v. 2) “Vos os volvéis
murciégalo sin duda” (v. 3)
O para decirle sin tapujos que ese “Alquimista”, “Él”, la persigue para
gozarla: “Él os quiere gozar a lo que entiendo” (v. 5)
Sin embargo, no solo la rima y el ritmo del verso son los artífices de la
musicalidad, compartiendo esta responsabilidad con las pausas y los
encabalgamientos. En este sentido, adquiere relevancia la existencia de dos
braquistiquios a lo largo de la composición, en los vv. 2 y 12. Dicha
importancia se debe, no al reducido número, sino a lo que representan.
Como podemos observar, los braquistiquios coinciden con los comienzos
de cada una de las partes en las que se ha dividido el soneto:
No podemos perder de vista uno de los rasgos de estilo del autor: el uso del
hipérbaton, por lo que, si ordenamos el primer periodo oracional, su
comienzo daría lugar con el vocativo “Dafne”, iniciándose así el soneto con
el nombre propio de la ninfa. En la segunda parte, el braquistiquio sirve
para marcar un antes y un después: “Esto la dije, y en cortezas duras” (v.
12) se convirtió. Por tanto, resulta muy significativo la estructura del soneto
en dos partes y la presencia de dos braquistiquios marcando el principio de
cada una.
En cuanto a los encabalgamientos, su inexistencia en el primer cuarteto da
cuentas de la celeridad y el apresuramiento con el que el yo poético quiere
dirigirse a Dafne para alarmarla. Se le agolpan las palabras y desea que
salgan antes de que se cumplan sus temores. Alertada de la presencia de
Apolo, el yo poético puede permitirse el lujo de extenderse más en sus
explicaciones y es por lo que hace uso del encabalgamiento tanto en los vv.
5 y 6, como en los vv. 10 y 11. El último de ellos ya aparece de forma más
relajada, puesto que se incluye en la segunda parte, tras haber cumplido con
éxito el cometido de la advertencia, en los vv. 12 y 13. Por tanto, existen
dos braquistiquios en el soneto (vv. 2 y 12) y tres encabalgamientos (vv.
5/6; 10/11; y 12/13).
Por otra parte, el empleo del fonema dental oclusivo sonoro /d/ en la
construcción de la rima del soneto, da muestra del daño inminente al que
Dafne puede estar sometida si no atiende las advertencias del yo poético
(“corriendo, cruda, huyendo”). Dicho peligro cobra mayor intensidad con
la aparición del fonema nasal alveolar sonoro en posición implosiva /-n/:
“corriendo”, “huyendo”, “entiendo”, “muriendo”.
El “Alquimista” Sol, que con sus rayos convierte en oro todo lo que
alumbra, no puede producir la transmutación en este preciado metal sino
que también es el responsable de la transformación de Dafne en laurel. Por
tanto, el concepto adquiere un doble sentido, al igual que los bochornos
causados por la ingesta de vino gastando las monedas que ya no suenan en
su bolsa y que azuzan el ardor irrefrenable que siente por la ninfa.
Las fechorías de los dioses del Olimpo han ocupado gran parte de la
temática literaria del Siglo de Oro. Centrándonos en el que nos ocupa, el
mito de Apolo y Dafne ha sido especialmente fructífero en cuanto al
número de obras creadas a partir de él, siendo uno de los ejemplos más
representativos el soneto de Garcilaso de la Vega “A Dafne ya los brazos le
crecían”. Un poco más tarde, el escultor italiano Bernini parece plasmar en
piedra el momento narrado porel poeta español: Apolo alcanzando a la
ninfa, cuyas manos ya empiezan a convertirse en ramas.
Los versos de Garcilaso se centran en el momento en el que se está
produciendo la metamorfosis, cerrándose con una paradoja: mientras Apolo
más la llora, más crece la planta y la causa de su sufrimiento, dejando
muestras de la tristeza del dios. El sufrimiento de Apolo se torna en
bochornos para Quevedo, presentando a un Alquimista al que ha despojado
de su categoría divina y cuya derrota se convierte en victoria para la ninfa,
dejando al Sol a oscuras. Sin embargo, el cometido del poeta madrileño
resulta novedoso en cuanto a que plantea el mito desde un doble punto de
vista: “A Dafne huyendo de Apolo” y “Apolo siguiendo a Dafne”. Si en el
caso que nos ha ocupado ha sido Dafne la que se escabulle de Apolo, en el
otro, es este el que la persigue y al que se le pide que, como dios del sol,
desarrolle cualquier astucia para gozar de ella. En ambos casos, la
desmitificación del mito resulta latente sin mencionar a ningún “dios” y
haciendo de Apolo un “bermejazo platero de las cumbres”, “buhonero” o
“Alquimista”, así como presentando a Dafne como una prostituta: “si la
quieres gozar,paga”.