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João Varela Gomes y la escala de Brecht 1

Antonio Louca

Hay hombres que luchan un dia y son buenos.


Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida:
esos son los imprescindibles.

En el lapso de un mes se cumplen 50 años del 25 de Abril y, ahora, 100 años del nacimiento de João
Varela Gomes. Entre los ecos de la primera conmemoración, naturalmente, pasa desapercibida la
segunda. Pero la primera conmemoración se limitó a una superficial apología de los capitanes de
Abril y demonización de las fuerzas sociales que quisieron llevar más lejos la revolución. Si no
quisiéramos quedar presos de ese discurso oficial, el centenario de Varela Gomes ofrece la
oportunidad inmejorable de evocar una lucha que se inició antes del 25 de Abril y continuó mucho
después del 25 de Noviembre.

Nacido el 25 de mayo de 1924, João Varela Gomes parecía destinado a una brillante carrera militar.
Pero en 1948 partió para una comisión en Goa2 y su espíritu crítico chocó inmediatamente con las
realidades del colonialismo. En 1956 fue designado para el curso de Estado-Mayor, el primer año se
destacó por una capacidad y cultura fuera de lo común, pero enseguida rechazó las oportunidades
proporcionadas por esa carrera. Para él, Estado-Mayor, era sinónimo de “intrigas palaciegas”.

La ola delgadista y la Revuelta de Beja

El comienzo de la campaña electoral de Humberto Delgado3 fue a encontrar a Varela Gomes como
capitán en Santa Margarita, en las proximidades de Tomar. Las grandes manifestaciones del 14 y 16
de mayo de 1958, en Oporto y Lisboa, tuvieron impacto en todo el país y lo impulsaron a
intensificar la agitación entre sus contactos militares. Las manifestaciones de la campaña y después,
a partir del 8 de junio, una ola de huelgas espontáneas contra el fraude electoral, crearon, como
admitiría Álvaro Cunhal,4 “una situación pre insurreccional” que el PCP (Partido Comunista
Portugués) no supo conducir a la victoria.

1 Traducción al español y notas al pie de Aldo Casas.


2 Excolonia portuguesa, hoy parte de la India.
3 General de la Fuerza Aérea, conocido por sus partidarios como "el general sin miedo", se opuso a la dictadura de
Salazar y murió asesinado en España a manos de la policía secreta portuguesa
4 Principal dirigente del PCP, ya fallecido.
La frustración de las expectativas de 1958 dejaba sobre la mesa el dilema entre seguir aprovechando
márgenes de acción legal cada vez más estrechos, o conspirar con vistas a una salida putchista. En
los tres años siguientes, Varela Gomes participó pacientemente en la actividad conspirativa que
bullía en las fuerzas armadas, pero parece haberlo hecho siempre con el propósito de acumular
fuerzas que pudieran intervenir en condiciones más propicias. Nunca trató de precipitar una acción
militar y, en discusión con Humberto Delgado, así se lo dijo, a contramano del inmediatismo del
general.

En los tres años de reflujo que siguieron a la ola delgadista de 1958, la actitud más notable de
Varela Gomes fue la de retomar la agitación de masas, aprovechando hasta las más pequeñas
brechas que le permitieran actuar a la luz del día. Esto se expresó sobre todo al final de 1961. En
Angola había comenzado la guerra de liberación, y en Portugal el ambiente político era de fortaleza
sitiada. La oposición, debilitada por una ola de encarcelamientos, iba a concurrir a las elecciones
legislativas cuando los últimos márgenes de lucha legal estaban siendo drásticamente recortados.

En los últimos meses de 1961, Delgado ya se encontraba en el exilio y el calendario marcaba la


realización de otra farsa electoral para la Asamblea Nacional. Varela Gomes aceptó ser candidato en
las listas de la oposición, y se convirtió en rápidamente en el gran agitador de la campaña y
principal figura pública de la oposición. Recorrió ciudades y aldeas, según recordaría más tarde
María Eugenia, su compañera de vida, pronunciando discursos “a veces en chozas, arriba de un auto
o de una camioneta”. La prensa fascista no se engañó y rápidamente lo eligió entre los 86
candidatos opositores como blanco predilecto de sus ataques vitriólicos. Incluso la disciplinada
militancia del PCP se sintió atraída por el estilo enérgico de este post-delgadismo, más joven, audaz
y radical.

Sin embargo, so pretexto de la guerra, el régimen cerraba filas, silenciaba disidencias y matices y
excitaba a los republicanos más nacionalistas. Diez días antes de la votación, la prensa fascista ya
anunciaba descaradamente que el partido único5 tenía garantizada la mayoría absoluta en la
Asamblea Nacional. El 12 de noviembre la oposición decidió boicotear las elecciones. En las
semanas siguientes, la escalada represiva se cobró la vida del obrero comunista Cándido Capilé,
abatido en una manifestación, y la del artista plástico y funcionário clandestino del PCP José Dias
Coelho, asesinado por la PIDE6 el 19 de diciembre.

Cuando Manuel Serra llegó a Portugal trayendo órdenes de Humberto Delgado de lanzar un
movimiento revolucionario antes de que terminara el año, Varela Gomes intentó disuadirlo de
semejante plan que consideraba carente de realismo. Estaba bajo estrecha vigilancia de la PIDE y
una creciente presión de la jerarquía del ejército que lo intimaba a ofrecerse como voluntario para ir
5 La União Nacional (UN).
6 La omnipresente policía política del régimen.
la guerra, si quería que se olvidara su papel en la campaña electoral. Pese a ello, Varela Gomes
aceptó discutir con Manuel Serra el plan para la toma del Regimiento de Infantería 3, en Beja.

Para eso, Serra había reclutado varias decenas de civiles, en gran parte obreros de la Margen Sur y
del Bairro da Liberdade, en Lisboa. Pero la preparación dejaba mucho que desear: los insurrectos
casi no tenían armas, dependían de las que consiguieran en el asalto al cuartel. Y en su mayoría ni
sabían manejarlas. Varela Gomes comenzó rechazando esa iniciativa en la que veía poco realismo y
mucho dilentantismo. En el curso de las discusiones, Serra amenazó en determinado momento con
seguir adelante sólo con los civiles, sin Varela Gomes, lo que podría conducir a un inútil
derramamiento de sangre.

En este impasse, apareció José Hipólito Santos, del grupo Seara Nova,7 informando a Varela Gomes
que había oficiales del RI 3 decididos a actuar bajo sus órdenes. Más tarde, Varela Gomes
recordaría siempre que la revelación de que tres oficiales de la unidad estaban decididos fue el
“clic” que lo llevó a decidir asumir la dirección operacional de la Revuelta. No podemos descartar
que el casi-chantaje de Serra hubiera calado hondo en su espíritu, llevándolo a buscar un pretexto
para arriesgar todo en una iniciativa con muy escasas posibilidades de éxito, como intuía. En
verdad, el pretexto era frágil y los oficiales reclutados a las apuradas para el movimiento tampoco
estaban plenamente convencidos. Con los tres del cuartel de Beja y otros tres que lo acompañaron
de Lisboa, Varela Gomes tuvo fuertes discusiones, literalmente hasta el último minuto, para evitar
que desistieran.

El plan consistía en tomar el cuartel para que ahí se instalara Humberto Delgado. El general,
entrando clandestinamente a Portugal, asumiría las riendas de la rebelión con la legitimidad del
apoyo popular verificado en la campaña presidencial. De Beja deberían salir columnas para Lisboa
y Algarve que en el camino procederían a “levantar las poblaciones, convocandolas con megáfonos
y distribuyéndoles armas”, según José Hipólito dos Santos. Más que con los comandantes de
unidades comprometidos con Varela Gómes que, a la hora de la verdad, podrían cumplir mejor o
peor sus compromisos, se contaba sobre todo con el pueblo que tres años antes había estado en la
calle con Humberto Delgado.

En la madrugada del 1 de enero de 1962, los militares entraron por la Puerta de Armas, de acuerdo a
lo planeado, pero de inmediato tropezaron con la primera dificultad, que era la presencia en la
unidad del mayor Henrique Calapez Martins, legionario irreductible y segundo comandante del
regimiento. Varela Gomes decidió encargarse el mismo de la detención de ese oficial, pero fracasó
por motivos bien conocidos: cuando intentó dialogar con Calapez para lograr su rendición, fue
recibido a tiros y sufrió dos graves heridas. A pesar de que una parte de los civiles ya había

7 Principal revista de oposición democrática al régimen.


conseguido entrar al cuartel y apoderarse de la Guardia, dominando a su personal, las graves heridas
sufridas por Varela Gomes decapitaron la revuelta y rápidamente imposibilitaron cualquier
iniciativa de los insurrectos. A todo eso ya había sido dada la alarma y casi todos ellos fueron
capturados en una amplia redada policial. El balance final fue: dos insurrectos muertos, dos heridos
y, del lado gubernamental, el subsecretario de Estado del Ejército alcanzado mortalmente por
“fuego amigo”.

En los días siguientes, pese a que no se vislumbrara ninguna reactivación del movimiento
insurreccional, la dictadura fue incapaz de esconder el nerviosismo. Los pasquines fascistas más
violentos como A Voz estaban alarmados por la composición predominantemente obrera del grupo
revolucionario y llegaron a sugerir que sus miembros fueran “pasados por las armas”. Incluso
diarios relativamente mesurados como O Século y Diario de Noticias, reclamaban las medidas más
extremas contra la supuesta inspiración cubana de la revuelta. Finalmente, la conmoción que
sacudió a la pirámide fascista de abajo a arriba terminó reflejándose en el hecho de que un afónico
Salazar debió mandar a que su acólito Mário de Figueiredo leyera el comunicado que debía
presentar a la Asamblea Nacional.

El año que comenzó con la Revuelta de Beja fue también el de la primera gran crisis estudiantil.
Pero después se apagaron los últimos ecos de la ola delgadista y, en 1984, la pequeña vanguardia
que emprendiera la Revuelta fue juzgada en un ambiente desfavorable. El proceso estaba bajo la
atenta mirada de la prensa internacional y la dictadura exibia una cara paternalista y conciliadora
procurando mostrar al mundo que podía darse el lujo de una relativa blandura. Pero los insurrectos
llevados al tribunal no se dejaron confundir con cantos de sirena y mantuvieron una actitud digna.

Varela Gomes mantuvo un discurso combativo, inspirándoles seguridad y firmeza. Al magistrado


que, sugiriéndole una declaración de arrepentimiento, le preguntó si volvería a tomar las armas
contra el régimen, él respondió, señalando a los pides que colmaba la sala, que “en estas
circunstancias” eso sería imposible. En su alegato final, afirmó que el banco de los reos siempre
lleno de gente era el refugio de honra del país resistente. Agregó después: “Llevé hasta la última
frontera de la legalidad mi protesta, y no me sorprendió ver confirmada la inutilidad de una
oposición leal, a pecho descubierto. Nunca un gobierno de este tipo policial y predatorio abandonó
el poder sino expulsado por la fuerza”. Y concluyó, lapidariamente, con un llamado a “que, cuanto
antes, otros triunfen donde nosotros fuimos vencidos”.

La mayoría fue condenada a penas relativamente breves, y quedaron en libertad al cabo de poco
tiempo. Manuel Serra sufrió la pena más severa, 10 años de prisión, y lo siguió Varela Gomes, con 6
años. Su protagonismo en la vida política portuguesa había durado dos meses y se prolongó hasta
que terminó el juicio. Cumplió la pena y fue liberado en 1968, meses antes de que Salazar se cayera
del sillón y quedara incapacitado.

La llamada “Primavera Marcelista”8 de poco le sirvió, porque la PIDE seguía vigilando cada uno de
sus pasos, con guardia ininterrumpida desde las 9 horas de la mañana hasta la 1 de la madrugada, y
vigilancia sobre toda su familia. En los seis años de libertad condicional subsiguientes, luchó para
vivir en diversos empleos y retomó en los núcleos de la CDE9 la actividad política que tenía
expresamente prohibida.

La revolución de Abril y el régimen de Noviembre

El dia 25 de Abril, Varela Gomes sería uno de los muchos miles en desobedecer las órdenes de
confinamiento emitidas por el MFA - uno de los muchos miles que de ese modo transformaron el
golpe militar en revolución. No deja de ser una ironía que la Revuelta de Beja confiara en la
sublevación del pueblo para alcanzar la victoria, sin haber alcanzado el momento de llamarlo a las
calles y distribuirle armas, como quería; y el MFA, que por el contrario quiso que el pueblo no
saliera de sus casas, terminó aprovechando la espontánea desobediencia para consolidarse contra de
la clique spinolista, empeñada desde el primer momento en quitarle poderes y desvirtuarle el
programa.

Varela Gomes fue reintegrado en el ejército con el cargo de coronel y recibió la tarea de dirigir la
Comisión de Extinción de la PIDE y de la Legión - dos decisiones del MFA que Spínola, empeñado
en proteger a la PIDE, no estaba dispuesto a tragar. El 24 de mayo, uno de los spinolistas de la Junta
de Salvación Nacional,10 el general Jaime Silvério Marques, montó una trampa, convocándolo a una
reunión donde lo esperaba un destacamento de la Policia Militar con órdenes de detenerlo,
convirtiéndolo en el primer preso político de izquierda en la era pos fascista. Las protestas públicas
que la detención desató inmediatamente y la réplica fulminante de Diniz de Almeida, ordenando
apuntar con los obuses del RAL-1 al Palacio de Belén, hicieron que Spínola reculara.

El improvisado presidente de la República había perdido esa primera prueba de fuerza, pero Varela
Gomes perdió la jefatura de la Comisión de Extinción. Después fue destinado a la 5ª División del
Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, que en poco tiempo transformó en baluarte de la izquierda
militar. Más allá de las campañas de Dinamización Cultural de la Codice, que por sí mismas
constituirían un tema inagotable, la 5ª División terminó siendo un núcleo de importancia decisiva
cada vez que estuvo en juego la supervivencia misma de la revolución. Así fue el 28 de Septiembre,
cuando Otelo y Vasco Gonçalves quedaron rehenes de los golpistas, y así fue sobre todo el 11 de
8 Período inicial del gobierno de Marcelo Caetano, en donde se ensayó una cierta modernización social y liberalización
política.
9 Comisión Democrática Electoral, organización frentista para intervenir en el proceso electoral, influenciada por PCP.
10 La JSN fue el órgano de poder militar que se creó en abril de 1974, presidido por Spínola, antes aún de que fuera
designado el Primer Gobierno Provisorio.
marzo, cuando el Copcon11 brilló por su ausencia durante toda la jornada y el RAL-1, cercado y
bombardeado, apenas pudo contar con el apoyo de las masas.

La 5ª División, sin tener mando de tropas, en la emergencia saltó por encima de las jerarquías
existentes y utilizó los micrófonos de la Radio Nacional para llamar al contragolpe, con notable
exito porque la concurrencia de centenares de personas al RAL-1 fue decisiva para que los
paracaidistas se dieran cuenta del engaño en que habían caído e impusieran, en contra de sus
mandos, inmediato cese de fuego y confraternización con la unidad atacada.

Otra importante iniciativa de la 5ª División fue, en la noche del 11 al 12 de marzo, la convocatoria


de la famosa Asamblea militar que creó las condiciones para que fuese nacionalizado todo el sector
financiero y la gran industria, y para que fueran legalizadas las ocupaciones de tierra ya en curso en
la zona de la reforma agraria. La asamblea también apuntaba a desplazar de posiciones de poder a
los oficiales complicados en el golpe o cuyo comportamiento ambiguo durante la jornada los hacía
poco confiables ante futuras emergencias. No fue en este aspecto tan exitosa, debido a que dentro
del mismo MFA comenzaba a surgir un sector “moderado”, hostil a la perspectiva de poder popular
y dispuesto a todos los arreglos que pudieran impedir su desarrollo. La asamblea mas tarde
descalificada como “salvaje”, confirmó además la fecha de las elecciones para la Asamblea
Constituyente, el 25 de abril de 1975.

Varela Gomes fue enviado en misión a Cuba y no estuvo en Portugal en la fecha de las elecciones.
El embajador norteamericano, Frank Carlucci intercambió en esos momentos correspondencia con
el secretario de Estado Henry Kissinger, manifestándo preocupación porque el hombre que era
considerado el verdadero motor de la 5ª División pudiera implantar em Portugal el modelo de CDR
(Comités de Defensa de la Revolución) inspirado por el ejemplo cubano y las reuniones que tuvo
con Fidel Castro.

Pero la victoria del PS en las elecciones para constituyentes había dado nuevo aliento a los militares
“Moderados”, que iban ganando posiciones en sucesivos golpes de oficinas y, al mismo tiempo,
recuperaban la iniciativa a campo abierto, lanzando el “Documento de los Nueve”, neutralizando a
Vasco Gonçalves y atrayendo a Otelo, cada vez más, a su esfera de influencia. Varela Gomes fue
separado de la 5ª División, que poco después fue asaltada por orden de Otelo y, finalmente, los
oficiales de la División fueron impedidos de participar en la famosa Asamblea de Tancos, el 5 de
septiembre.12 A Carlucci, no le pasó desapercibida la importancia que tenía el silenciamiento de la
5ª División y se apuró a comunicar a su jefe, Henry Kissinger, la auspiciosa novedad.

11 El Comando Operacional del Portugal continental estaba compuesto fuerzas militares especiales (Fusileros,
Paracaidistas, Policia Militar, Comandos y el Regimiento de Artillería de Lisboa). Lo comandaba Otelo Saraiva de
Carvalho.
12 Asamblea del MFA en que se impusieron las posiciones de “los Nueve” y fueron desbancados los sectores cercanos
al PCP y a la “izquierda militar”.
Pero todavía era necesario restablecer la disciplina militar en los cuarteles, para restablecer después
la disciplina burguesa en el país. El bloque político-militar entre la derecha y la social democracia
fue fabricando provocaciones, una tras otra. La tropa de paracaidistas era un blanco ideal para caer
en la trampa: sucesivamente manipulada por sus oficiales en intentonas antidemocráticas,
terminaron por volverse en contra de esas manipulaciones y girando “a izquierda”. La provocación
consistió en este caso en retirar de la unidad a la gran mayoría -123- de los oficiales y ordenar su
disolución. A nivel más directamente político, mientras tanto, se decidía sustituir a Otelo por Vasco
Lourenço al frente de la Región Militar de Lisboa.

Frente al cóctel explosivo de las dos provocaciones, los paracaidistas concibieron el plan de ocupar
las bases de la Fuerza Aérea y sondearon a Otelo sobre el mismo. El jefe del Copcon, vislumbrando
ahí la oportunidad de hacer fracasar a quienes lo habían sustituido, alentó el plan. Los paracaidistas
sondearon también a Varela Gomes que, al contrario, los previno contra el salto al vacío que iban a
dar. El sargento paracaidista Antonio Carmo Vicente fue uno de los que escucharon la advertencia y
le respondieron que la sublevación ya estaba en marcha y era imposible detenerla. Varela Gomes
entonces les prometió dar todo el apoyo que pudiera.

A pesar de las advertencias, la operación técnicamente perfecta comenzó exitosamente y


desequilibrando la situación a favor de la izquierda militar. El gobierno y gran parte de la mayoría
parlamentaria huyeron hacia el Norte, preparando la guerra civil. El presidente Costa Gomes se
volcó a negociar una salida, consiguió que el PCP desmovilizara a los trabajadores que cerraban
paso a los comandos de Jaime Neves y rápidamente logró ser obedecido también por el Copcon. En
el momento más crítico, Otelo desertó de su puesto y fue a entregarse en Belén. Diniz de Almeida
intentó aún coordinar las fuerzas dispuestas a resistir, pero rápidamente constató que la deserción de
Otelo hacía inútil el intento y terminó por entregarse.

Varela Gomes, en el Copcon, cumplía, mientras tanto, con la palabra dada a los paracaidistas,
trataba de movilizar a las fuerzas que estuvieran dispuestas a resistir al Estado de Sitio. Ya avanzada
la noche del 25 de noviembre, extinguido el foco de resistencia de la PM y evacuadas las bases por
los paracaidistas, también él constató la derrota. Señalado con el dedo por prensa nacional e
internacional como el “jefe” de la tentativa insurreccional, se negó a entregarse, pasó a la
clandestinidad y en cuanto pudo partió para el extranjero con otros dos fugitivos, Duran Clemente y
Costa Martins.

Comenzaban entonces los cuatro años de exilio de Varela Gomes. Después de una corta estadía en
Cuba, partió para Angola, donde se ofreció como voluntario para combatir la invasión sudafricana.
Pero esa voluntariosa disposición provocaba mucha desconfianza en la corte del “Soba sentado”, 13

13 “Soba” es un jefe tribal.


como llamaba a Agostinho Neto: lo pusieron en un estante de la Academia Militar. La embajada
norteamericana en Lisboa seguía mientras tanto atentamente el trayecto de Varela Gomes en
Angola, y recibió con alegría las noticias traida por el dirigente del PS Rui Mateus, que, después de
conversar con Agostinho Neto, dijo que él estaba bajo estrecha vigilancia en Luanda.

El 27 de mayo de 1977, la sangrienta represión contra la rebelión de Nito Alves golpeó a personas
cercanas a Varela Gómez: Costa Martins fue preso y torturado, la ex militante del PCP Sita Vales
torturada y muerta. Protestó en una carta a Agostinho Neto y visitando a Iko Carreira, y se salvó de
ser también preso o muerto gracias a la intervención del gobierno del Frelimo, que manifestó estar
dispuesto a recibirlo en Mozambique. María Eugenia y João Varela Gomes partieron entonces para
Maputo. En septiembre de 1979, anticipándose a la anunciada ley de amnistia, regresaron a Lisboa.

De vuelta en Portugal, encontraron un panorama político cambiado y un PCP reconciliado con los
vencedores del 25 de Noviembre. En 1983 Varela Gomes comenzó a participar en el grupo de la
revista mensual Versus, de matriz troskista, y mantuvo esa participación durante cinco años, hasta
que la revista dejó de publicarse, al final de 1988. El grupo Esquerda Revolucionaria (ER), creado a
partir de la revista, llegó en 1989 a un acuerdo con otros dos partidos para constituir un frente
electoral, el Frente da Esquerda Revolucionaria (FER). Varela Gómez aceptó ser candidato al
parlamento europeo en las listas del FER.

En los años siguientes, mantuvo colaboraciones regulares en la revista Política Operaria de


Francisco Martins Rodrigues y en el periódico Alentejo Popular, de João Honrado. En 2012, en
ocasión del cincuentenario de la Revuelta de Beja, en pleno consulado de Passos Coelho y bajo el
látigo de la troika, promovió con Eugénio Oliveira e Raul Zagalo un texto firmado por los 23
insurrectos sobrevivientes, solidarizándose con la lucha actual “contra el retroceso civilizatorio,
contra el neoliberalismo que saca todos los recursos de la economía real para entregarlos al capital
financiero, avasallando al mundo y amenazando el destino de las generaciones futuras”.

Tres años antes de su muerte, ocurrida en febrero de 2018, había escrito: “considerando el odio
democrático/fascista como distinción honoris causa, acepto con orgullo que mi próxima
desaparición del número de los vivos pase tan ignorada como la de cualquier expatriado anónimo”.
Había sobrevivido a la revolución y habría de mantener hasta el final la llama del repudio hacia un
régimen parlamentario al servicio del capital.

Espontaneísmo o blanquismo - el falso dilema

Volvamos ahora a la cita de Brecht que figura como epígrafe de este texto. Podría haber sido escrita
para João Varela Gomes, que fue el primero en tomar las armas cuando aún nada estaba ganado, el
último en deponer las armas cuando ya todo estaba perdido y el más obstinado en continuar la lucha
política durante las cuatro décadas de vida que tenía por delante. Comenzó mucho antes que los
otros protagonistas del PREC y siguió hasta el fin de su vida, mucho después de que hubieran
desistido casi todos esos protagonistas.

Para fijar algunos puntos de referencia que permitan entender el papel de Varela Gómes,
recordemos que hay varios tipos de revolucionarios. Están los que son hechos por la revolución y, a
veces deshechos por su derrota. Y no se trata aquí de un juicio moral sobre veletas y recién llegados
oportunistas, o de establecer una jerarquía moral entre revolucionarios forjados en la adversidad y
revolucionarios improvisados al calor de los acontecimientos. De los improvisados, no todos se
enfrían cuanto refluye la marea y entre ellos también podremos encontrar espíritu de sacrificio,
abnegación, heroísmo.

Nadie tiene la culpa de nacer demasiado temprano o demasiado tarde. Hay personas que entran en
la edad adulta precisamente cuando la revolución acumuló todo su material combustible y está
presta a explotar. No pudieron por eso ayudar a prepararla. Hay otras que, habiendo entrado en la
edad adulta cuando nada ocurría, después son sacudidas por el terremoto. Son revolucionadas por la
revolución y, dentro de ciertos límites, se convierten en personas diferentes.

Hay incluso, entre estos hijos de la revolución, los que rápidamente se colocan a la cabeza: Dantón,
Robespierre, Saint Just - todas son figuras imponentes que no eran nada y, casi de un día para el
otro, pasaron a ser todo. Llegan a la revolución tarde, sin haberla previsto, pero se quedan en el
barco para toda la vida, en general una vida corta. Están los otros, como Fouché, que se involucran
y dedican con diverso grado de sinceridad, que sobreviven por suerte o por instinto de
supervivencia, y que después cambian espectacularmente de camisa, sin vergüenza ni escrúpulos.

Contrastando con estos revolucionarios hechos por la revolución, están los que consideran un
imperativo moral “hacer” la revolución, como decía el Che Guevara. Dos máximas se enfrentan
aquí: la marxista (“la emancipación de los trabajadores será obra de los mismos trabajadores”) y la
guevarista (“el deber de todo revolucionario es hacer la revolución”).

El buen sentido y el realismo parecen dirimir la contradicción en favor del marxismo, porque
ninguna persona, ni partido alguno, “hace” la revolución. Y, sin embargo, no es posible hacer tabúla
rasa de la exhortación dirigida a los revolucionarios. Esa formulación se corresponde con un sólido
componente de la historia, tiene profundas raíces en la realidad, refleja el rechazo a esperar
pasivamente a que algo ocurra. La acuñó el Che, pero la vivieron, mucho antes que el, varias
generaciones de revolucionarios ochocentistas -los bauvistas, los blanquistas, los populistas rusos, a
su manera algunos bakuninistas-, sin darle una formulación tan clara.

Esos dos tipos de revolucionarios traen marcas genéticas diferentes y, en la hora de la verdad,
difieren en su comportamiento así como diferían en sus orígenes. Los improvisados al calor de la
pelea conservan muchas veces el olfato para rápidas mudanza de viento: Dantón con su audacia;
Robespierre con su precoz intuición para los soundbytes del discurso político; Sain Just con su
horror a las medias tintas. No están pautados por ningún dogma ideológico y en contrapartida caen
frecuentemente en el empirismo. No tienen veleidades de modelar el curso de la historia y saben
sobre todo nadar con la corriente.

Los revolucionarios de tipo blanquista, por el contrario, alimentan la ilusión voluntarista de poder
fabricar la revolución en el momento elegido. Cuando la revolución, inesperadamente, golpea la
puerta en otro momento, la asumen con un pesado bagaje y un esquema mental detallado sobre el
supuesto curso de los acontecimientos. Incluso si cambia el curso -y cambia siempre, y cambia
mucho- , siguen aferrados a su esquema. En hechos inesperados creen ver alguna confirmación de
lo que ya decían antes. No olvidan nada y, generalmente, no aprenden mucho.

Ya en el siglo XX, otra generación de revolucionarios rusos -especialmente los bolcheviques, pero
también otros- esperó la revolución como si pudiera tardar muchas décadas y se dedicó a ella como
si pudiese irrumpir a la brevedad. Por eso, los bolcheviques consideraban virtudes cardinales la
paciencia y la audacia. No “hicieron” la revolución, pero hicieron todo por ella, mientras no venía,
mientras se hacía esperar. E hicieron de la revolución que se demoraba la viga maestra de su
actividad en tiempos de calma. Antes, teníamos a revolucionarios sorprendidos por su propio
triunfo, como Robespierre , o que luchaban por la victoria sin alcanzarla nunca, como Blanqui. La
revolución de Octubre es la primera encabezada por revolucionarios que habían vivido para ese
momento.

¿Cómo entra nuestra revolución en esta galería de revoluciones? ¿Cómo entra Varela Gomes en esta
galería de revolucionarios? La Revolución de los Claveles fue encabezada por militares
inicialmente marcados por una exasperante estrechez corporativa, despertados después a la política
cuando intuyeron el inminente colapso colonial-fascista. No necesitaron ver la revolución, ya en la
calle, para aderir a ella; precisaron oler, olfatear la putrefacción de la dictadura y la llegada del
colapso. La burguesía fue sorprendida sin partidos, los militares fueran sorprendidos sin ninguna
cultura política.

Lo que para nosotros Varela Gomes tenía de único y precioso cuando, ya tarde, lo descubrimos, es
que era un revolucionario experimentado, con formación sólida y convicciones anteriores a la
euforia del PREC; y al mismo tiempo un revolucionario que había conservado la audacia y la
espontaneidad asimiladas en la gran ola delgadista de finales de la década de 1950.

La experiencia militante lo protegió de las tentaciones espontaneístas, viniesen desde la derecha o


desde la izquierda. No se dejó llevar por la embriaguez tan corriente en aquellos tiempos, de ver “en
cada esquina un amigo”.14 Por detrás de verborreas pseudo marxistas adoptadas a las apuradas, y

14 Estrofa de “Grándola Vila Morena”.


recibidas con los brazos abiertos por un “unitarismo” ingenuo, veía siempre los hombres de carne y
hueso, que ya había encontrado en otras circunstancias. Como militar conocía por dentro y por fuera
al Ejército que lo expulsó, a los camaradas que renegaron de él, a la casta de oficiales con su
historial de crímenes de guerra y connivencias con la dictadura. Miraba con saludable escepticismo
la euforia espontánea sobre el MFA, “movimiento de liberación” -euforia que era la madre de casi
todos los oportunismos del PREC.

Esa experiencia militante lo protegía también contra ciertos impulsos espontáneos surgidos de la
base. Ya quemado con iniciativas bienintencionadas, advirtió a los paracaidistas contra el paso que
iban a dar en noviembre de 1975. Pero la advertencia que les dirigió estaba inspirada por una
identificación profunda con esos militares repetidamente engañados y manipulado por la jerarquía.
La solidaridad que mantenía con los insurrectos no dependía del mayor o menor acatamiento que
dieran a sus advertencias. Así, acabó adhiriendo a la acción que había desaconsejado con
vehemencia.

Aquí volvemos a encontrar al “espontáneísta” de 1958-1962, que nunca dejó de existir bajo la
lucidez del militante madurado en la prisión y la conspiración - el “espontaneista” que también
encontramos en anteriores momentos del PREC, sobre todo ante el golpe del 11 de Marzo. Cuando
las jefaturas militares se mantenían en silencio, cuando los grandes partidos vacilaban - el PS con
una prolongada y más que ambigua expectativa, el PCP con el recelo inicial de errar por
precipitación-, Varela Gomes se negó a perder tiempo, se negó a enredarse en discusiones
interminables con jerarquías militares o aparatos partidarios.

Una vez que se asentó el polvo, fue acusado de “usurpación de funciones”. Muchos años después,
no se se había convertido en un arrepentido ni trataba de tapar el sol con un colador. A los ecos de
esa acusación seguía respondiendo que efectivamente había cometido una “usurpación
revolucionaria”, porque ese día la revolución se habría perdido si se hubiese quedado esperando que
la jerarquía ejerciera sus competencias y atribuciones formales. Tenía el sexto sentido de la acción
directa, no como iniciativa nacida arbitrariamente en la cabeza de los revolucionarios, sino como
algo que en situaciónes críticas simplemente exigía el buen sentido y tenía por eso la potencialidad
de convertirse en una acción de masas.

La audacia espontánea frente al peligro mortal que representaba el golpe de del 11 de Marzo
consolidó la fama de Varela Gomes como incontrolable, que actuaba siguiendo impulsos
individualistas. Y es verdad que no adeudaba sermones pedidos. Alguna de las decisiones más
importante que tomó provenían de un impulso individual, como mucho después de consultar a sus
compañeros más cercanos, en la 5ª División.
Pero también es verdad que no había en el PREC ninguna dirección revolucionaria que supiera
hacer esa síntesis: frenar la euforia oportunista, las acciones precipitadas; y, al mismo tiempo,
conservar la espontaneidad revolucionaria para tomar instantáneamente decisiones inaplazables.
Varela Gomes no fantaseó con la existencia de un colectivo -MFA o partido- que, de hecho, no
existía. Sin haber teorizado sobre el tema, hizo lo que alguien en su posición podía hacer para crear
espacio y dar oportunidad al desarrollo de la dirección revolucionaria que faltaba.

¿Qué queda de su “individualismo incontrolable”, de su “testarudez” y “autoritarismo”, cuando


vemos que cuestionó las revueltas de Beja y del 25 de Noviembre y después adhirió a ambas, y en
ambas eligió a arriesgar su vida al lado de los compañeros que no consiguió convencer? Queda el
rechazo a disciplinarse a cualquier aparato militar o partidario y al mismo tiempo, una disciplina y
una lealtad absoluta ante los imperativos de lucha. Lealtad que hubiera sido seguramente mucho
más fácil de mantener para alguien que, con ligereza, sobre estimara las posibilidades de éxito.

Varela Gomes encabezó la revuelta de Beja en los años 1960, fue señalado como jefe de la revuelta
de los paracaidistas en los años 1970, y participó en la actividad ultra minoritaria de la revista
Versus en los años 1980. No buscaba el éxito garantizado, ni el éxito a cualquier precio, ni se
engañaba con facilidades imaginarias. Su extensa experiencia política lo había dotado del
“pesimismo de la razón” en dosis que habrían sido insoportables para alguien con menos fibra de
luchador. Pero, al entrar en acción, sobrepasaba a todos los entusiastas de la víspera, ahora
sorprendidos por los obstáculos imprevistos. Después del “pesimismo de la razón”, llegaba la hora
del “optimismo de la voluntad”.

Y ese no era sólo el precepto de todas las luchas -“on s’engage et puis … on voit”-, aún de las que
comienzan mal y a pesar de todo es necesario tratar de ganar. Era también una lección de vida, para
los núcleos militantes, los grupos, los colectivos cercanos a él, y para las generaciones
contemporáneas o futuras a la que debe llegar, como en una botella lanzada al mar, el mensaje que
es también un voto de éxito: “Que outros triunfem onde nós fomos vencidos”.

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