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18/09/22

Argentina al borde del


precipicio…  
Por Aldo Andrés Casas

El jueves 1 de septiembre de 2022, millones de argentinas y


argentinos que se disponían a cenar mirando los noticieros
televisivos, pudieron ver -con una mezcla de espanto,
estupefacción y cierta incredulidad- que intentaban matar a
Cristina Fernández de Kirchner, Vicepresidenta de la Nación
y principal dirigente del peronismo.

La custodia de la Policía Federal, que depende del ministro


del Interior Aníbal Fernández, reveló ser completamente
inoperante (“una Armada Brancaleone”, al decir de otros
peronistas). El magnicidio no se consumó porque la pistola,
con balas y gatillada a centímetros de la cabeza de Cristina
Kirchner, no se disparó. A 12 días del intento de asesinato
hay tres detenidos (a Fernando Sabag Montiel y su
novia Brenda Uliarte, se sumó Agustina Díaz). No actuaron
en soledad, existió inteligencia y se investiga la posible
participación grupos neonazis (“Revolución Federal” y
“Nación de Despojados”), activos en diversas acciones
extremistas y en la campaña contra la Vicepresidenta y el
gobierno “castro-chavista”. Campaña que en las “redes
sociales” mezcla expresiones de odio violentas y racializadas
dirigidas contra “la corrupta”, “la ladrona”, “la yegua”, con el
llamado a liquidar a los “vagos que no quieren trabajar”,
“piqueteros y planeros”, “negrada choripanera”, “zurdos de
mierda”, etc.  

Aunque la investigación judicial está en pleno desarrollo, la


amplia mayoría de la población no cree se descubra la
cadena de instigadores y partícipes directos e indirectos en
el atentado. Desconfianza que es un índice más de la crisis,
porque supone cierta impunidad para los promotores de un
crimen que puso al país al borde de la conmoción interna y
de que se desatara una violencia de imprevisible magnitud.

Apenas conocido el intento de magnicidio, hubo reacciones


de repudio de casi toda la dirigencia política, empresarial,
sindical y social (con las notables excepciones de la
presidenta del Pro, Patricia Bulrich y del provocador liber-
facho Milei).

Alberto Fernández, por cadena nacional de radio y


televisión, llamó a "recuperar la convivencia democrática
que se ha quebrado por el discurso del odio que se ha
esparcido" y dispuso un feriado nacional para que el pueblo
pudiera “en defensa de la vida, de la democracia y en
solidaridad con nuestra vicepresidenta”. Previo al acto
convocado Plaza de Mayo, reunió a ministros,
gobernadores, dirigentes empresariales (como Funes de
Rioja), de organizaciones sindicales y sociales ligados al
gobierno, de los organismos de derechos humanos y de
diferentes credos, pero no fueron invitados otros partidos
políticos. Del cónclave surgió el documento que fue leído
ante la multitud y concluía diciendo: “El pueblo argentino
está conmovido, impactado por lo ocurrido, incluyendo a
millones que no simpatizan con Cristina ni con el
peronismo. En honor a todos nuestros compatriotas es que
hacemos este llamamiento a la unidad nacional pero no a
cualquier precio: el odio afuera “.

Ya nos referiremos con más detalle al acto y las


movilizaciones que se realizaron así como a las diversas
propuestas tendientes a mantener la movilización popular y
precisar sus objetivos, pero antes es importante destacar
que el frustrado magnicidio, inesperado y disruptivo, no fue
sin embargo un rayo en cielo de verano, sino un episodio
(¿acontecimiento?) precedido por  meses de crisis y parálisis
gubernamental, descontrol económico, enfrentamientos
político-institucionales de creciente gravedad y un
simultaneo incremento de la miseria y protestas en las
calles a las que el mismo gobierno –Cristina incluida-
respondió ninguneando los reclamos y sembrando dudas
sobre sus organizaciones, sumándose de hecho al
orquestado ataque (judicial, policial, político y mediático) en
contra de los piqueteros y los planes sociales.

¿Cómo se llegó a
esto?                                                                                                       

En las semanas previas al atentado se produjo un salto en la


crisis político institucional del país. El 22 de agosto, en el
juicio del “caso Vialidad” (por supuesta administración
fraudulenta de la Obra Pública en Santa Cruz, por fuera del
control directo del gobierno nacional y en el que no existía
ninguna prueba que la inculpara personalmente), el fiscal
Diego Luciani pidió que CFK fuera condenada como “jefa de
la asociación ilícita” en el gobierno a la pena de 12 años de
prisión e inhabilitación de por vida para ejercer cargos
públicos. Y concluyó con énfasis teatral: “Señores jueces,
este es el momento: es Corrupción o Justicia”. Y el Tribunal
Oral n° 2, integrado por amigos de Macri, mostró de
inmediato lo que entendía por justicia, negando a la
imputada el derecho a defenderse respondiendo a la
“prueba” indebidamente introducida en el alegato fiscal.

El descargo que Comodoro Py no quiso ni oír, fue


transmitido a todo el país al día siguiente, 23 de agosto.
Desde el Senado de la Nación, CFK denunció por radio y
televisión que había sido condenada sin que existiera
prueba alguna que la incriminara, en una farsa procesal en
base a la cual Clarín y La Nación repetían hasta el hartazgo
que era culpable. Dijo que se trataba de un caso
de Lawfare como el que años atrás proscribiera a Lula, y
advirtió “No vienen por mí, vienen por ustedes y por el
peronismo”. De pasada, aprovechó para señalar que en el
sonado caso de corrupción en la obra por soterramiento del
Ferrocarril Sarmiento, José López (ex Secretario de Obras
Públicas que pasó a la celebridad por revolear bolsos con
dólares a un convento), había sido actuado con la directa
complicidad y en beneficio Nicki Caputo, gran empresario
conocido como “hermano del alma” de Macri, cuyo
gobierno integró…

Antes de que la Vicepresidenta terminara de hablar, ya sus


partidarios se habían concentrado ante el Congreso. Cristina
los saludó desde un balcón, cantó con ellos la Marcha
Peronista y escuchó los cánticos de la calle: “Si la tocan a
Cristina / ¡Qué Quilombo se va a armar!”; “Cristina
Presidenta” o “Cristina 2023”. Parte de los manifestantes fue
luego “a montar guardia” frente a su domicilio particular, en
el paquete barrio de Recoleta.

Alberto Fernández se solidarizó como no podía dejar de


hacer con su vicepresidenta. Eso bastó para que Juntos por
el Cambio lo acusara de violar la división de poderes que
establece la Constitución y pidiera su juicio político.
Extremando la provocación, uno de sus diputados pidió
modificar Cristina fuese castigada con la pena de muerte.
También el “Partido judicial”, corporativamente, repudió las
supuestas amenazas del gobierno y el FdT contra jueces y
fiscales…

Así las cosas, en la noche del viernes 26 y la madrugada del


sábado Rodríguez Larreta decidió que la Policía de la Ciudad
colocara vallados ante el domicilio de la Vicepresidenta y
desalojara a quienes le hacían “el aguante”. Esto hizo que el
peronismo suspendiera diversos actos programados para la
tarde del sábado y convergieran hacia allí columnas de
manifestantes (algunos incluso del conurbano). La policía
del Pro tenía orden de reprimir y la cumplió con celo
antiperonista: insultaron, empujaron y bastonearon a
Máximo Kirchner, Luana Volnovich, Axel Kicillof y Andrés
Larroque, entre otros. Al caer la noche, sin embargo, la
determinación y cantidad de los allí reunidos hizo replegar a
la policía. Larreta reunión un “comité de crisis” y apareció
por TV rodeado por sus ministros y la plana mayor del Pro,
advirtiendo que la decisión de imponer el orden era
inamovible y haciendo responsable al oficialismo por lo que
pudiera ocurrir… Una negociación de urgencia desactivó el
enfrentamiento: Larreta retiró vallas y policías, Cristina
mando a los suyos “a descansar” y el peronismo se
comprometió a que la solidaridad con “la Jefa” se expresaría
sin alterar la tranquilidad de la zona.

Mientras los halcones de Juntos por el Cambio lamentaban


la “demostración de debilidad” de Larreta, el kirchnerismo
festejaba lo ocurrido como si de un el 17 de octubre se
hubiera tratado (pese a las evidentes diferencias en cuanto a
masividad y composición social).

También la izquierda (o al menos buena parte de ella)


denunció que la justicia actuaba con evidente parcialidad y
discrecionalidad contra CFK, esgrimiendo la peligrosa e
inconsistente tipificación del “delito de Asociación Ilícita”
contra un gobierno electo, sin dejar de subrayar que la
maniobra proscriptiva estaba inscripta en una escalada
reaccionaria contra los movimientos populares y la
generalizada bronca contra el ajuste conducido ahora por
Massa. Prueba de ello eran las movilizaciones callejeras de
los piqueteros, el duro conflicto de los obreros del
Neumático o la descomunal manifestación de maestros en
Córdoba el 30 de agosto, que los medios invisibilizaban. El
deterioro social generaba también sensaciones de
frustración e impotencia que eran inmejorable caldo de
cultivo para una especie de bolsonarismo criollo. Pero el FdT
prefería mirar para otro lado y entusiasmarse con “la
centralidad de Cristina”. Un connotado periodista
kirchnerista afirmó que el curso de los acontecimientos
nacionales había “la batalla de la calle Juncal”. Mal podía
imaginar que, en ese preciso lugar, 6 días después,
intentarían matar a su dirigenta.      

La crisis es global y viene desde lejos


 

Más allá de la pelea entre el gobierno del FdT y la Oposición


antiperonista, e incluso para comprender las razones y
alcances de la misma, es preciso avanzar en la comprensión
de la crisis estructural y sistémica en que estamos inmersos.
Sin ignorar las disputas de “los de arriba”, hay que prestar
atención a lo que ocurre “por abajo”. Acá, hay millones que
intentan como pueden sobrevivir en la indigencia y otros
tantos se desesperan porque están siendo hundidos en la
pobreza sin encontrar formas colectivas y eficientes de
resistir avizorar la posibilidad de un cambio social. El
inocultable fracaso del gobierno de los Fernández (Alberto y
Cristina) genera protestas, pero también desmoralización,
desaliento, “peleas entre pobres” y búsqueda de “chivos
expiatorios”, que la extrema derecha estimula y aprovecha
aventureros liber-fachos Milei.

El gobierno del FdT se disculpa diciendo que “la pesada


herencia del Macrismo”, la Pandemia, la guerra en Ucrania y
la Oposición le impidieron aplicar su proyecto de país: un
“capitalismo normal en el que todos ganen”, lo que es un
verdadero oxímoron. Sus críticos burgueses atribuyen todos
los males al “populismo”, corrupto y clientelista de un
gobierno que “quiere hacer de Argentina una Venezuela”
(¿?) y tiene veleidades de soberanía nacional. Unos y otros
ocultan que en este período de sufrimiento para muchos
algunos pocos ganaron más que nunca porque existió una
formidable transferencia de riqueza a los capitalistas, y que
el “programa” acordado con el FMI nos ata a un futuro de
dependencia, economía re-primarizada, agro-negocio,
fracking, extractivismo minero, etc., con un devastador
impacto ambiental y social.

El gobierno de Alberto y Cristina decidió que, en lugar de


repudiar la deuda odiosa e ilegal contraída por Macri con el
FMI, convenía aceptarla (supuestamente para renegociar
condiciones más favorables) y subordinó a la búsqueda de
este acuerdo con el FMI todo lo demás. De igual modo se
jugó al acuerdo con “los Mercados” y las mayores
corporaciones empresariales que, habiendo ganado poder y
espacio político durante el macrismo, se sentían en
condiciones de imponer la continuidad del neoliberalismo a
despecho de la derrota de Juntos Por el Cambio, contando
para ello con un minoritario, pero no insignificante respaldo
“ciudadano” y núcleos en franca evolución hacia la extrema
derecha (como ocurriera en Brasil y otros muchos lugares
del mundo, dígase de paso).
Durante algún tiempo las excepcionales condiciones
impuestas por la pandemia ocultaron o disimularon la
inoperancia y falta de rumbo del gobierno, redujeron
drásticamente las posibilidades de movilización e incidencia
popular y ganaron la calle y visibilidad fueron grupos de
derecha (antivacunas, libertarios, anti mapuches, racistas,
furiosamente anti K y anti zurdos). Hacia finales de 1920
comenzó a ser inocultable la sorda disputa de
personalismos y fracciones (albertistas, kirchneristas,
massistas, pero también pejotistas, “barones de conurbano”,
“liga de gobernadores”, etc.) que, incapaces plantear y
desarrollar abierta y seriamente un debate de proyecto y
estrategia, consumían sus energías en guerrillas de
trascendidos, zancadillas, ataques ad hóminem  y lucha por
influencias y recursos en el aparato estatal, alejándose así
no sólo del conjunto del pueblo, sino de la militancia del
FdT, reducida a la pasividad y a descartar cualquier crítica
colgándole el conocido sambenito: como “cosa de troskos”.

El duro despertar les llegó con la inesperada magnitud de la


derrota del FdT en las PASO de septiembre de 2021, de la
que nadie se hizo cargo. Siguieron estrepitosas disputas y
reservadas componendas, siempre efímeras. La sorpresiva
renuncia de Wado de Pedro y otros ministros “cristinistas”
para forzar un cambio de gabinete, terminó encumbrando a
Juan Manzur como jefe de gabinete, lo que no evitó la
derrota en las elecciones legislativas de noviembre 2021 ni
imprimió dinamismo al gobierno. Las negociaciones
semisecretas con el FMI se alargaban sin resultados
positivos, las desinteligencias entre presidente y
vicepresidenta aumentaron y terminaron por no dirigirse la
palabra siquiera por teléfono. Así se llegó a la accidentada
aprobación del nefasto Acuerdo con el FMI en febrero de
2022, que el kirchnerismo hizo posible, sin dejar de hacer
críticas pour la galerie. Martín Guzmán cargó con la culpa
del mal acuerdo con el Fondo y lidió infructuosamente con
funcionarios de su área que sólo respondían a Cristina,
hasta que las continuas críticas de una, la parálisis del otro y
una formidable corrida contra el peso, precipitaron la
intempestiva renuncia de Guzmán, en julio 2022.

Sin ministro de economía ni reemplazantes a mano, el


gobierno quedó, hablando mal y pronto, “en pelotas”.
Siguieron el fugaz pasaje por el gabinete de Silvina Batakis
y Daniel Scioli, la evaporación de las reservas del Banco
Central, la penuria de combustibles, maniobras de los
exportadores, corte de importaciones por falta de divisas,
incontenible aumento de la inflación, crecientes reclamos en
la calle de los movimientos sociales no controlados por el
gobierno, aumento de la brecha cambiaria, chantaje de los
sojeros….

Viendo un gobierno grogui y al FdT al borde del desbande,


los “duros” de Juntos por el Cambio comenzaron a sugerir
que la dupla Fernández-Fernández no llegaría a completar
su mandato. Pero fue un peronista, Guillermo Moreno
(frontal crítico por derecha de la actual gestión) quien dijo,
con todas las letras, que ya no había gobierno y
correspondía que la Asamblea Legislativa cubriera la
acefalía …

Al borde del abismo, a fines de julio las tres cabezas del FdT
consensuaron una reestructuración del gabinete que fue
casi un cambio de gobierno: el desgastado Presidente
desplazado a un rol casi ceremonial y se puso en manos de
Sergio Massa toda el área económica (las carteras
de Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura,
Ganadería y Pesca, incluyendo además las relaciones con los
organismos multilaterales de crédito), mientras Cristina
seguiría intentando mantener el liderazgo de un peronismo
en marcha hacia una muy probable derrota en 2023. El
cambio, que fue resultado de tres semanas de
negociaciones reservadas entre Alberto, Cristina y Massa y
del ultimátum de los gobernadores, desacomodó a la
oposición de Juntos Por el Cambio que, ya desgarrada por
prematuras internas con vistas a las elecciones, debe
endurecer su discurso para diferenciarse del oficialismo el
momento en que este asume una agenda de ajuste,
abiertamente favorable al gran capital, el agronegocio, el
FMI y la aproximación con los Estados Unidos…

Cuando el nuevo ministro de Economía asumió, las reservas


brutas del Banco Central que eran de U$S 37.819 millones,
pero en 29 de agosto habían caído   a U$S 36.841 millones
y las reservas netas tendrían signo negativo. Para detener el
derrumbe, en la conferencia de prensa del 3 de septiembre
(que el atentado hizo pasar casi desapercibida) Massa
anunció una agenda con cuatro ejes: orden fiscal; superávit
comercial; fortalecimiento de reservas; desarrollo con
inclusión. Comenzó por endurecer las restricciones
presupuestarias ya impulsadas por Batakis (congelamiento
de la planta de la administración pública nacional y “cuenta
única del Estado” para “achicar gastos”), y dispuso el recorte
de fondos para Educación (jardines de infantes, Conectar
Igualdad, infraestructura), Salud y plan Procrear, entre otros
tijeretazos que suman un total de $128 mil millones. Se
atrasan pagos y ejecución de partidas presupuestarias y se
espera que la inflación complete el ajuste diluyendo
partidas presupuestarias. Todo sea para cumplir con el FMI,
al que se pagarán $1,2 billones (sangría que se lleva el 7,3
% del presupuesto: más que el de Educación (6,4 %) y Salud
(4,26%). Logró un canje de la deuda en pesos que permite
postergar vencimientos por $2 billones, ofreciendo bonos
con tasas de interés exorbitantes en favor del capital
financiero. Se puede estimar que la suba de la tasa de
interés insume un gasto público adicional por pago de
intereses que supera ampliamente el “ahorro” por los
recortes presupuestarios y quita de subsidios energéticos.
La deuda en pesos de Economía es una bola de nieve que
no para de crecer y lo mismo ocurre con la deuda del Banco
Central, estimada en unos $ 7 billones y que implica un
déficit cuasi fiscal de unos $2,3 billones anuales.

La aplicación de los tarifazos (ahora también al agua) está


en marcha. Los usuarios que deberán pagar la tarifa plena
de electricidad y gas serán alrededor del 30 % y los
aumentos podrían llegar al 170% en febrero del año
próximo. Lo que alimentará la inflación, que fue 7,4% de
julio y, según acaba comunicar el INDEC, en agosto, de 7%
(en los primeros ocho meses del año, el IPC acumula una
suba de 56,4%). El relevamiento de expectativas del Banco
Central estima la inflación de 2022 en 90,2%. Cayó el poder
de compra del salario, que volvió a quedar por debajo de
los niveles de diciembre de 2019. Los asalariados perdieron
7,7 billones de pesos de 2021, prácticamente equivalente a
70 mil millones de dólares de diciembre del 2021, o sea el
19,5% del valor agregado promedio entre 2016/21, y la
mayor la pérdida se registra durante el gobierno actual.

En contrapartida, los empresarios de la industria automotriz,


del gas y petróleo y de la minería, reciben múltiples
beneficios para incentivar las exportaciones y el 4 de
septiembre se anunció un esquema de liquidación de soja
con un tipo de cambio a 200 pesos desde el 5 al 30 de
septiembre, lo que prácticamente equivale a eliminar las
retenciones. Se prevee el ingreso de 5.000 millones de
dólares durante el mes y, de lo que así recaude. el Estado se
destinará una partecita al refuerzo de la ayuda alimentaria a
dos millones de indigentes. Sin esperar a conocer el monto
de la ayuda, su duración y forma de implementación,
Grabois y Patria Grande se apuraron a declarar que ahora sí
se quedarían en el FdT, cuando lo real es que se quedan
avalando un brutal volantazo a la derecha.

El superministro tiene el explicito apoyo del FdT en su


conjunto.  El “Cuervo” Larroque y Máximo Kirchner lo
respaldaron en vísperas de su gira en los Estados Unidos,
que fue “exitosa” (lo que no significa que sea beneficiosa
para el país). Claver-Carone lo recibió elogiando su “política
cohesiva y coherente, con metas claras” y destrabó un
esquema crediticio de US$ 1.200 millones de libre
disponibilidad para engrosar las reservas del Banco Central.
Se abrió la posibilidad de contraer nueva deuda con otros
programas (lo que de concretarse significaría la entrada de
otros US$ 1.933 millones este año y tal vez US$ 1.800
millones después). Negoció con el Grupo Amazon y con el
gerente del Cono Sur de AWS exenciones impositivas para
atraer inversiones de este sector. Lo mismo hizo luego con
el CEO de Volkswagen para América Latina, Canadá y
Estados Unidos. Se reunió con altos funcionarios del
Departamento de Estado de Estados Unidos para discutir
cuestiones referidas la seguridad alimentaria, la demanda
de energía y explotación extractiva (principalmente petróleo
no convencional y litio), todo lo cual augura una
profundización del saqueo ambiental y la reprimarización
de nuestra economía. Tras sus reuniones con el FMI,
Kristalina Georgieva, declaró que lo consideraba un “socio”
confiable, capaz de asegurar el compromiso del gobierno de
Todos y comprometido a cumplir con el programa del FMI,
porque para la Argentina no hay ni puede haber un “plan B”.
 

El dinamismo y logros exhibidos por Massa no disipan las


nubes. Sólo compró tiempo, endeudándonos más.

Ofreciéndoles a los grandes exportadores de soja lo que


pedían, aunque sólo fuera por un por un mes, se aseguró un
rápido e importante ingreso de dólares. La contracara es
que el Tesoro deberá endeudarse con el Banco Central para
cubrir la diferencia entre los tipos de cambio y satisfacer
previsibles reclamos  sectoriales (un “dólar malbec”,
un “dólar limón”, etc.). No desaparecerá la presión de los
que quieren una mega-devaluación a sabiendas de que un
salto inflacionario podría ser social y políticamente
insoportables, pues hay pujas sectoriales alentadas
políticamente. Un sector del ruralismo bonaerense que
siguió resistiendo la liquidación anticipada con mensajes de
beligerancia que no desapareció tras el atentado contra CFK.
Las grandes empresas que integran el Instituto para el
Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA) atribuyen las
dificultades del primer semestre a “la política” y   “falta de
estabilidad institucional”, lo que ilustra las prevenciones y
pretensiones del gran capital, que no renuncian a la “triple
reforma” (Laboral, Previsional y Tributaria) que vienen
reclamando desde el 2008, aunque ahora lo hagan
cuidando las formas. La agenda de la nueva conducción
económica va en el sentido requerido por las grandes
empresas nacionales y multinacionales, que, por eso mismo,
se sienten en condiciones de reclamar mucho más, sin
necesidad de esperar al 2023, entre otras razones porque
advierten el apoyo casi incondicional del kirchnerismo al
programa de ajuste rebautizado “plan de estabilización”.

¿Y ahora qué?

Volviendo a la conmoción y reacciones tras el atentado,


pudo verse a un peronismo, unido en la ocasión y lanzando
emocionales llamando, más que a enfrentar y derrotar a la
ofensiva reaccionaria, a la defensa de Cristina y de la
democracia: puede sonar parecido, pero no es lo mismo. Y
los llamados a la “paz social” y la “unidad nacional” para
“excluir el odio”. Recordemos que el repudio al atentado se
tradujo en una inmediata movilización social que tuvo su
máxima expresión en la multitudinaria concentración del 3
de septiembre en Plaza de Mayo, estimada en 300.000
personas. Fue una extraordinaria demostración de las
reservas democráticas que existen en la sociedad. Pero el
mensaje que allí se leyó no expresó las ansias de frenar a la
derecha ni contribuyó a mantener la movilización para
lograrlo. Si el FdT realmente creyó que el espanto ante lo
ocurrido bastaría para determinar “un punto de inflexión”
tras el cual oficialistas y opositores reconstruirían un “pacto
democrático” que nos alejaría del precipicio, se equivocó
fiero. Dos días después, y de allí en adelante, pudo verse en
el Congreso, por televisión, radio, diarios y redes sociales,
que la confrontación discursiva y la mutua descalificación
de los que se pelean “por arriba” seguía igual que siempre.

La misa realizada en la Basílica de Lujan “por la paz y la


fraternidad de los argentinos” no muestra ningún avance
real en esa dirección, a menos que se crea o acepte que la
foto de Alberto Fernández y Wado de Pedro junto a Eduardo
Duhalde sirve para eso.

Tampoco los actos realizados por el peronismo en la Capital


ese mismo domingo por la tarde pueden ser presentados
como jalones de una contraofensiva popular en marcha.
Más bien lo contrario. Con la consigna “"El pueblo cuida a
Cristina/ Cristina cuida al pueblo” el FdT llenó el anfiteatro
de Parque Lezama con animosos militantes: una movida
importante, pero numéricamente acotada, autoreferencial y
de incierta continuidad. En cuanto al acto callejero
convocado por el juez Juan María Ramos Padilla y Jorge
Rachid, no deja de sorprender que allí se planteara “echar a
la Corte Suprema, corrupta, canalla, criminal” al mismo
tiempo que Wado de Pedro insistía en la necesidad de que
“todos debemos bajar un cambio”.

La caracterización de que la gran movilización de repudio al


constituiría un punto de inflexión tras el cual ya nada
volvería a ser lo mismo, o de que la renovada centralidad de
Cristina hacía irreversible su candidatura y eventual triunfo
en 2023, no parece confirmarse. Por ahora, poco es lo que
cambió, en términos políticos e incluso de expectativas
electorales. Y los cambios que en términos de gestión
económico-social introduce Massa tampoco apuntan en esa
dirección.

Sin desmedro de sus notorias diferencias intestinas, Juntos


por el Cambio sostiene que el llamado a restablecer “la
convivencia democrática” es una maniobra del gobierno.
Incluso el moderado Horacio Rodríguez Larreta asegura que
el diálogo es necesario pero “no con el kirchnerismo" (¿con
Massa sí?). La capacidad “ordenadora” de CFK no parece
alcanzar a los gobernadores de las importantísimas
provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba, Omar
Perotti, Gustavo Bordet y Juan Schiaretti, que se reunieron
para la consabida foto pero sobre todo para reivindicar la
representatividad y especificidad del “peronismo del
centro”… Y todos, absolutamente todos los sondeos de
opinión realizados después del coinciden en señalar que
incluso (o, sobre todo) con Cristina al frente de la fórmula, el
peronismo marcharía hacia una severa derrota en 2023.

Si los dirigentes (oficialistas y opositores) actúan como si


todo siguiera igual, sugiere lo hacen porque sienten que la
gente a la que cada uno de ellos se dirige no les reclama
algo diferente. Parecería que un gran sector de la sociedad
está agobiada por años de crisis y retracción de su calidad
de vida, disconforme sí, pero más aún desanimada. Un
Muchos de los disconformes (¿un 40 %) se declaran
totalmente ajenos o enojados con “la política”: son parte de
la “clase media” (categoría elástica en la entran también los
trabajadores con empleo pobres) que ha caído bajo la línea
de pobreza.

Analizando esta realidad el antropólogo Ernesto Semán


entiende que “más que polarización, lo que hay en
Argentina es una clara radicalización de la derecha”. Otros
investigadores matizan esa visión de un desplazamiento
unilateral hacia la derecha o la ultraderecha, consideran más
preciso hablar de “polarización asimétrica”.

En cualquier caso, la izquierda no debe ignorar el peligro


que esto implica. Fue correcto que la mayor parte de la
izquierda repudiara de inmediato el atentado y, antes aún, el
accionar del “Partido Judicial” tendiente a la proscripción de
Cristina. Como bien dice Ezequiel Adamovsky, “más
temprano que tarde, el constante desprecio hacia las clases
bajas y sus derechos, la erosión de los consensos
democráticos básicos y el mayor autoritarismo distribuido
en la sociedad se revertirá contra el conjunto de las
agrupaciones que no sean suficientemente de derecha.
Porque la grieta se monta sobre el par
peronismo/antiperonismo, pero también lo excede”. Es claro
que ni la situación actual es estática, ni las tendencias o
contratendencias que puedan identificarse en la sociedad
operan como vectores independientes de la lucha de clases.
Por todo esto, la izquierda debe actuar e intervenir en la
crisis con una orientación política que defienda las
libertades democráticas, rechace cualquier intento de
proscripción contra Cristina Kirchner y/o el peronismo y
gane la calle en unidad de acción con todos los que estén
dispuestos a frenar en seco agresiones y/o provocaciones
de la extrema derecha. Al mismo tiempo, deberá criticarse la
directa responsabilidad del kirchnerismo en la
“estabilización” que aplica el gobierno, ahora en formal
acuerdo con el programa del FMI e importantes
organizaciones empresariales. Debe advertirse que tan
brutal ajuste desembocará, más pronto que tarde, en
nuevos estallidos de la crisis y más duras confrontaciones
sociales.

Debemos tratar de enfrentar esta doble tarea sin olvidar ni


permitir que lo urgente nos aparte de lo importante y, en
definitiva, decisivo: comenzar a superar teórica y
prácticamente la actual crisis de alternativa socialista, y re-
conocer la actualidad de la revolución tanto en su
dimensión  internacional como en su irreductible y
compleja diversidad, enfrentando la crisis estructural del
capital que es crisis civilizatoria y crisis (geopolítica) del
sistema mundial de Estados que lo sostiene, sumando a la
catástrofe ecológica el riesgo cierto de guerra nuclear
entre imperialismos en disputa por el control del mundo.

14 de septiembre de 2022.

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