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EN EL DESIERTO

La palabra en hebreo para desierto es: Midbar. Viene de la raíz hebrea:


“Dabar”, que significa: hablar, y palabra. El desierto es el lugar donde Dios nos
habla. Dado que el desierto es un lugar desolado, donde no hay nada,
precisamente por eso es un lugar ideal para oír la voz de Dios, pues no hay
muchos distractores.

Simbólicamente, el desierto representa momentos de prueba en la vida (como


veremos más adelante).

CAMINO DEL DESIERTO


Cuando Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto, él no los llevó por
el camino fácil hacia la Tierra Prometida, es decir, la calzada comercial que iba
por la orilla del Mar Mediterráneo (conocida en tiempos romanos como Via
Maris). Más bien, la Biblia dice que los llevó a través del desierto, y explica la
razón por qué…
(Éxodo13:17-18) Y sucedió que cuando Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los
guio por el camino de la tierra de los filisteos, aunque estaba cerca, porque dijo
Dios: No sea que el pueblo se arrepienta cuando vea guerra y se vuelva a
Egipto. Dios, pues, hizo que el pueblo diera un rodeo por el camino del
desierto, hacia el mar Rojo; y en orden de batalla subieron los hijos de Israel de
la tierra de Egipto.

Si los israelitas hubieran ido en línea recta desde Egipto hacia Canaán, por la
vía de comercio, entonces hubieran podido llegar en dos semanas, o a lo sumo
en un mes. Ese hubiera sido el camino fácil. Pero la Biblia explica que, si
hubieran tomado esa vía, habría quedado abierto el camino de regreso—y los
israelitas habían tenido la tentación de volver a Egipto tan pronto se hubieran
enfrentado con los gigantes de la Tierra Prometida.

DEPENDENCIA DE DIOS
Dios llevó a Israel por el camino del desierto, donde dependían completamente
de Él. En el desierto nadie sobrevive, a menos que tengan agua, alimento y
sombra. Y todo eso les dio Dios en el desierto.

La protección de Dios se hizo evidente en la forma de una nube: De día era


una sombra que los protegía del fuerte sol y calor en el desierto; y de noche
tenían la columna de fuego, que los calentaba e iluminaba el campamento.
(Éxodo 13:21-22) Jehová iba delante de ellos, de día en una columna de nube
para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para
alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche. No quitó de delante del
pueblo la columna de nube durante el día, ni la columna de fuego durante la
noche.

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Si alguien se atrevía a salirse de la protección de la nube divina, corría el riesgo
de morir ante las inclemencias del desierto. Además, allí prácticamente no se
encuentra nada para beber ni para comer. Es imposible sobrevivir sin esa
cobertura y la provisión divina. Por lo tanto, la gente permanecía a la sombra
de Dios porque de ello dependía su vida.

PRUEBA EL CORAZÓN
Como ya mencionamos, en la Biblia el desierto representa en forma figurada
las pruebas de la vida: (a) A veces enfrentamos pruebas que nos llegan sin que
las busquemos—simplemente se nos presentan, y tenemos que enfrentarlas;
(b) pero muchas veces, uno mismo se mete en problemas por no hacer las
cosas como Dios manda. De cualquier forma, las pruebas nos enseñan algo,
ya sea para corregir una mala dirección o para subir de nivel espiritual.

La Biblia nos dice que Dios nos lleva al desierto para probar lo que está en
nuestros corazones:
(Deut. 8:2) Y te acordarás de todo el camino por donde Jehová tu Dios te ha
traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote,
a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus
mandamientos.

Lo que se traduce como: “humillarte”, en hebreo usa la palabra: “Anah”, que


significa: llevar a un proceso de humildad. Las pruebas no son para
humillación, sino para formar la virtud de la humildad.

Muchas veces la prueba viene cuando el Señor toca nuestras necesidades


básicas: alimento, vestido, vivienda. Los israelitas estaban acostumbrados a
que el Faraón les cubriera sus necesidades, a cambio de trabajo forzado. Pero
ahora debían aprender a confiar en Dios en lugar descansar en la provisión de
Egipto.
(Deut. 8:3-4) Y te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná
que no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el
hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca
de Jehová. Tu ropa no se gastó sobre ti, ni se hinchó tu pie durante estos
cuarenta años.

Al estar acostumbrado a que sus necesidades son cubiertas, el esclavo llega a


desarrollar una relación de dependencia con su amo. Pero eso es
precisamente lo que Dios quiere romper en Su pueblo. A través del desierto,
Israel aprenderá a no ver a Egipto como su fuente de sostenimiento, sino que
aprenderán a depender de Dios, su verdadero proveedor.

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De forma similar sucede en el ámbito espiritual. Cuando conocemos a Jesús y
somos salvos, muchas veces pasamos por pruebas (como en el desierto).
No siempre son “ataques del enemigo”, sino que simplemente estamos siendo
formados y liberados de las cadenas espirituales que nos tenían atados.

DISCIPLINA
La Biblia dice que el Señor también nos lleva al desierto como disciplina:
(Deut. 8:5) Por tanto, debes comprender en tu corazón que Jehová tu Dios te
estaba disciplinando, así como un hombre disciplina a su hijo.

La disciplina no debemos verla sólo como un “castigo”. Más bien, es un


entrenamiento—como la disciplina que debe tener un atleta. La disciplina y el
entrenamiento nos lleva a aprender a vivir en el orden de Dios, para que
tengamos bendición. Pero no sólo es importante “recibir” la bendición, sino
también debemos aprender a cómo mantenerla.

La Biblia dice que Dios llevó a Israel al desierto para darles allí la Ley, que es la
instrucción de cómo vivir para que les vaya bien en la Tierra que les dará.
(Deut. 8:6-10) Guardarás, pues, los mandamientos de Jehová tu Dios, para
andar en sus caminos y para temerle. Porque Jehová tu Dios te trae a una
tierra buena, a una tierra de corrientes de aguas, de fuentes y manantiales que
fluyen por valles y colinas; una tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y
granados; una tierra de aceite de oliva y miel; una tierra donde comerás el pan
sin escasez, donde nada te faltará; una tierra cuyas piedras son hierro, y de
cuyos montes puedes sacar cobre. Cuando hayas comido y te hayas saciado,
bendecirás a Jehová tu Dios por la buena tierra que Él te ha dado.

HABLARÉ A TU CORAZÓN
Hay momentos en el desierto que si vienen como consecuencia directa de la
desobediencia. Un ejemplo es el caso de la mujer infiel de Oseas. El profeta
describe que ella será llevada al desierto como una lección para llevarla al
arrepentimiento.
(Oseas 2:2-3) Contended con vuestra madre, contended, porque ella no es mi
mujer, y yo no soy su marido; que quite, pues, de su rostro sus prostituciones, y
sus adulterios de entre sus pechos; no sea que yo la desnude completamente y
la deje como el día en que nació, y la ponga como un desierto, la reduzca a
tierra seca y la mate de sed.

La infidelidad de la mujer de Oseas era una figura de la traición de Israel,


siendo la idolatría como un adulterio espiritual. El desierto representa el castigo
que recibirá Israel por su traición a Jehová.
(Oseas 2:13) Y la castigaré por los días en que incensaba a los baales, y se
adornaba de sus zarcillos y de sus joyeles, y se iba tras sus amantes y se
olvidaba de mí, dice Jehová.

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A veces Dios expone nuestros ídolos para que veamos que no podemos
confiar en ellos: Si tenemos puesta la confianza en el dinero, lo podemos
perder hasta quedarnos sin nada; si los hijos son nuestro ídolo, estos se
vuelven en contra; si el marido es el ídolo de una mujer, puede verse engañada
o abandonada.
(Oseas 2:5-7) …porque dijo: "Iré tras mis amantes, que me dan mi pan y mi
agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida." Por tanto, he aquí, cercaré su
camino con espinos, y levantaré un muro contra ella para que no encuentre sus
senderos. Y seguirá a sus amantes, pero no los alcanzará; los buscará, pero no
los hallará. Entonces dirá: "Iré y volveré a mi primer marido, porque mejor me
iba entonces que ahora."

¿Por qué hace todo esto Dios? No es por venganza, sino más bien por
misericordia, para que regresemos a Él, quien es nuestra única esperanza y
consuelo. El desierto no es sólo “un castigo”, sino que es el medio que Dios
usa para atraernos de regreso a Él.
(Oseas 2:14) Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a
su corazón.

El propósito del desierto es llevar a restauración. Oseas profetiza que el


proceso en el desierto producirá buen fruto.
(Oseas 2:15) Y le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de
esperanza; y allí cantará como en los tiempos de su juventud, y como en el día
de su subida de la tierra de Egipto.

Acor significa: tribulación. Donde hubo prueba y tribulación, ahora se abre una
“puerta de esperanza”. Todo es para redención.

DESIERTO VOLUNTARIO
Al desierto podemos ir “por las buenas” o “por las malas”:

1. las pruebas de la vida nos llevan al desierto para aprender lo que debemos
aprender (como la esposa de Oseas);
2. Ya sea que vayamos voluntariamente al desierto, a la soledad, al silencio,
para buscar la voz de Dios

La mejor forma de ir al desierto es voluntariamente. Si buscamos a Dios en


ayuno y oración, apartándonos del ruido del mundo, podremos escuchar la voz
de Dios, y recibir su dirección y revelación. Esto fue lo que hizo Jesús durante
40 días, cuando fue al desierto para prepararse para comenzar su ministerio.
También Juan el Bautista llevó una vida apartada en el desierto, y desde allí
preparó el camino al Mesías.

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Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que
sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se
ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales,
pero las que no se ven son eternas.
(2 Corintios 4:17-18)

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