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siglo XIX, epígrafe núm.

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LA OPOSICIÓN POLÍTICA AL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN

LOS PARTIDOS DE LA RESTAURACIÓN Y LOS PARTIDOS EN LA OPOSICIÓN


Eran los llamados partidos dinásticos, adeptos a la nueva Monarquía de los Borbones,
favorecidos por un sistema de turno que no permitía el acceso al poder de ningún otro grupo
político.
El Partido Conservador era un continuismo de los moderados de la época de Isabel II, aunque
también se sumaron a él algunos sectores progresistas. Representaba los intereses de la
oligarquía terrateniente, alta burguesía fundamentalmente. Pretendía un orden económico y
social donde no hubiera protestas sociales.
El Partido Liberal de Sagasta era una continuación de los progresistas y de la Unión Liberal
de la época anterior, a los que se sumaban buena parte de los demócratas. Representaba más a
las clases medias acomodadas, los industriales, los profesionales liberales y los funcionarios de
clase media, pero no interfería en el poder económico y social de la oligarquía terrateniente.
Tenía un carácter más anticlerical que el Partido Conservador y abogaban por reformas, pero sin
amenazar seriamente a la oligarquía.
Entre ambos partidos se llevó a cabo un turno político durante los últimos 25 años (s. XX)
gracias al caciquismo. Este turno político dejó fuera del sistema político a muchos otros
partidos. Esos partidos constituyen la oposición al sistema. Destacan los carlistas, los
republicanos, el socialismo, el anarquismo y los partidos nacionalistas en Cataluña y el País
Vasco, que aparecieron como respuesta al centralismo de los gobiernos del turno.

EL CARLISMO: Los carlistas habían empezado la III Guerra Carlista en 1872 como respuesta a la
presencia de Amadeo I como rey y en defensa de los supuestos derechos al trono de Carlos VII.
La guerra, desarrollada en Navarra, País Vasco y zonas de Aragón, Cataluña y Valencia,
terminó con su derrota definitiva en 1876. Carlos VII se exilió.
A partir de entonces los carlistas iniciaron una vía política para intentar llegar al poder. Claudio
Nocedal se convirtió en su líder, representante de Carlos VII en España. Pero sus resultados
electorales fueron malos: por una parte los integristas de Nocedal, apoyados por el clero más
tradicionalista, y las Juntas tradicionalistas del País Vasco, Navarra y Castilla, de corte rural.

LOS PARTIDOS REPUBLICANOS: La I República Española había fracasado en 1873. Durante la


Restauración, los partidos republicanos se fueron reorganizando. Sus apoyos sociales eran la
burguesía urbana, así como muchos progresistas y demócratas que estaban en contra del nuevo
sistema. También fueron apoyados por muchos intelectuales, que seguían soñando con un
sistema republicano más justo. En el último decenio del siglo XIX encontramos tres partidos
republicanos, muy activos en su propaganda, aunque nunca tuvieron fuerza ni apenas
representación parlamentaria:

1) El Partido Posibilista o Partido Republicano Histórico: estaba liderado por Emilio


Castelar, el último presidente de la República de 1873. Representaba a las clases
medias. Con el establecimiento del sufragio universal en 1890 intentaron integrarse en
el sistema pero no obtuvieron buenos resultados electorales debido al fraude electoral
continuo.
2) El republicanismo levantisco, es decir, sectores republicanos que apoyaban conseguir la
república mediante un levantamiento popular. Era un grupo político más radical,
dirigido por Ruiz Zorrilla y Nicolás Salmerón. Fueron apoyados por la Institución Libre
de Enseñanza, dedicada al fomento de la educación donde militaban importantes
intelectuales krausitas. En 1903 y durante el reinado de Alfonso XIII, este grupo se
consolidó en un partido llamado Unión Republicana.
3) El Partido Federal, dirigido por Francesc Pi y Margall. Este político seguía defendiendo el
modelo federalista, así como el anticlericalismo y la enseñanza laica. Tuvo bastante
apoyo en las ciudades. Sin embargo, su representación parlamentaria fue escasa.

LOS NACIONALISMOS: El sistema de Cánovas durante la Restauración era centralista: el gobierno


de Madrid da las órdenes a los gobernadores civiles en cada provincia, y estos dan las órdenes a
los alcaldes y a los caciques en cada pueblo. Por ello se generó un movimiento de protesta
nacionalista fuerte contra la Restauración en Cataluña y el País Vasco, las dos regiones
históricas con nacionalidad propia del territorio español.
En Cataluña el movimiento nacionalista, reivindicador de autogobierno e incluso independencia
para la región, nació en la segunda mitad del siglo XIX con un movimiento cultural llamado
Reinaxença (“Renacimiento”).
En 1873, Valentí Almirall, líder del nacionalismo catalán, apoyó el federalismo de Pi y
Margall. Después, durante la Restauración, el nacionalismo catalán se dividió:
1) Nacionalismo favorable a una república federal, liderado por Almirall, que contaba con una
fuerte arma reivindicativa: Diari Catalá. Defendía la creación del estado catalán.
2) El nacionalismo católico y conservador, agrupado en la Unión Catalanista (1891).
Defendía una Cataluña singular dentro de una España plural. Al final, se impuso el segundo
sector (Unión Catalanista) y en 1892 fueron redactadas las Bases de Manresa. Contó con
intelectuales importantes, como Prat de la Riba. En 1901 se convirtió en la Lliga Regionalista,
primer gran partido del nacionalismo catalán, que agrupaba a la burguesía catalana con ansias
nacionalistas, de carácter conservador.
En el País Vasco el nacionalismo tuvo su origen en el carlismo y sobre todo en su derrota,
porque en 1876 se produjo dicha derrota definitiva y como castigo los fueros del País Vasco
fueron suprimidos. Esto originó un odio contra el resto de España, sobre todo en los núcleos
rurales. En ese contexto apareció un personaje político importante, Sabino Arana, formado en
las bases del carlismo, que fundó en 1895 el Partido Nacionalista Vasco, con ideas muy
radicales, racismo y xenofobia antiespañola. Tuvo amplio apoyo en las zonas rurales. Sin
embargo, no fue apoyado por la burguesía industrial de la siderurgia vasca, favorable al
gobierno de Cánovas. En 1898 Sabino Arana fue elegido diputado por la provincia de Bilbao y
eso le obligó a moderar su mensaje político.
Otros focos de nacionalismo en el territorio español fueron Galicia, Valencia y Andalucía,
donde se llegó a redactar un proyecto de constitución federal independiente.

EL MOVIMIENTO OBRERO: El movimiento obrero español había nacido durante el Sexenio


revolucionario en contra de Amadeo I y en contra de la I República. Se desarrolla bastante:
1) En 1979 se funda el Partido Socialista Obrero Español, PSOE. El fundador fue Pablo
Iglesias, representante de los tipógrafos de Madrid. En 1881 se convirtió en un partido
legal, pese a que su objetivo era la revolución del proletariado. En 1886 el PSOE creó
un periódico para conseguir mayor propaganda: El Socialista, y en 1888 se creó un
sindicato afín, la Unión General de Trabajadores (UGT). A partir de 1890 se fundan
“casas del pueblo” en muchas localidades (sedes del PSOE para poder reunirse y hablar
de política). A pesar de su ideal revolucionario, el PSOE intentó participar en política
pero no consiguió apenas representación debido al sistema canovista, es decir, al fraude
electoral continuo.
2) El anarquismo de Bakunin, por su parte, creció mucho en España, sobre todo después de
la difusión realizada por Giuseppe Fanelli, discípulo del propio Bakunin. El anarquismo
se dividió en dos caminos: el anarcosindicalismo (sindicatos anarquistas reivindicativos
pero pacíficos) y la vía violenta, es decir, el terrorismo, que actuó de forma impulsiva
durante los años 80 y 90 del siglo XIX y durante los primeros decenios del siglo XX.
Durante la restauración destacó particularmente el terrorismo anarquista en Cataluña y
en Andalucía, donde apareció un grupo conocido como La Mano Negra. Entre los
atentados que cometieron los anarquistas destacan el atentado contra la procesión del
Corpus Christi de Barcelona en 1896 (12 muertos), el asesinato de Cánovas del Castillo
en 1897 o el atentado contra Alfonso XIII el día de su boda, en 1906, del que salió ileso,
aunque fallecieron muchas personas, ya en el siglo XX.

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