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7.2. La Restauración Borbónica (1874-1902): Los nacionalismos catalán y vasco y el regionalismo gallego.

El movimiento obrero y campesino.


El movimiento obrero, por un lado, y los regionalismos y nacionalismos periféricos, por otro, acabarán convirtiéndose
en las grandes fuerzas de oposición al sistema canovista de la Restauración y terminarán por destruirlo.
Regionalismos y nacionalismos
El sistema político tenía una clara orientación centralizadora que respondía a la defensa de los intereses de la
oligarquía agraria, financiera e industrial que actuaba en Madrid. La negativa a atender los intereses de la burguesía
de otras regiones estará en el origen de los regionalismos y nacionalismos periféricos.
En Cataluña había surgido el Renaixença, que se orientaba a la recuperación de la lengua y la cultura catalanas. Un
hito en este proceso fue la recuperación de los Juegos Florales en 1859. El catalanismo, ya con movimiento político,
empieza a configurarse a finales del siglo: en 1889 Valentí Almirall publica Lo Catalanisme, obra en la que defiende
la identidad catalana y la autonomía de Cataluña.
Poco más tarde, el obispo de Vic, Torras i Bage, hará planteamientos catalanistas de carácter mucho más
conservador en La tradició catalana (1892), con cierta vinculación incluso a los postulados carlistas.
Prat de la Riba fue un activo miembro de la burguesía católica e industrial catalana y de tendencia conservadora.
Fue el fundador y líder de la Lliga Regionalista (1901), partido nacido de la fusión de organizaciones anteriores, con
el que el catalanismo pasa a ser plenamente un movimiento político. Es un partido conservador y burgués que
pretendía lograr la autonomía de Cataluña dentro del Estado español. Las bases sociológicas de la Lliga eran las
clases altas y medias, sobre todo las vinculadas al sector industrial catalán. Durante las dos primeras décadas del
siglo XX la Lliga fue el principal partido de la vida política catalana.
En torno a Bilbao surgió movimiento nacionalista potente. Los factores que impulsaron el nacionalismo vasco fueron
la rápida industrialización de Vizcaya y la reciente abolición de los fueros vascos tras la última guerra carlista. Sabino
Arana fundó el PNV en 1894 y desarrolló una ideología nacionalista basada en la idealización del pasado y de la
sociedad tradicional vasca y el rechazo a la “españolización”. El PNV se presentaba como un partido vinculado
únicamente al entorno vizcaíno y de ideología tradicionalista y agraria bastante radical, antiespañol y defensor de la
existencia de un Estado vasco propio (independentista); no obstante, ante la falta de apoyo social, moderó sus
posiciones y pasó a convertirse en un partido nacionalista y conservador defensor de la autonomía vasca.
En otros territorios también surgieron movimientos regionalistas y nacionalistas: en Galicia se desarrolló el O
Rexurdimento con características similares a las de la Renaixença. En 1889, Manuel Murguía creó la Asociación
Regionalista Galega, de carácter tradicional. No obstante, este partido político tuvo menos fuerza e implantación
política que la Lliga y el PNV y el galleguismo se desarrolló de modo más lento y con menor arraigo social.
También surgieron corrientes poco organizadas y de escasa presencia política en Andalucía y Valencia que,
siguiendo la tradición federal, reivindicaban descentralización y autogobierno.
El movimiento obrero y campesino
En el siglo XIX, las condiciones de vida de la clase obrera eran muy duras: las jornadas solían ser superiores a las
12 horas diarias, las mujeres y niños trabajaban en las mismas condiciones con salarios inferiores. Los jornaleros
tenían una situación incluso peor. Algunos emigraron a las áreas industriales en busca de trabajo y mejores
condiciones de vida; otros optaron por soluciones desesperadas como la ocupación violenta de tierras, el
bandolerismo o la adaptación de una ideología revolucionaria (generalmente el anarquismo).
A pesar de esta situación el movimiento obrero y campesino fue muy incipiente en España en las etapas anteriores a
la Restauración. Hasta 1868 el movimiento obrero se circunscribió casi con exclusividad a Cataluña; los obreros
protagonizaron en ocasiones manifestaciones violentas, también crearon mutualidades en caso de enfermedad,
vejez o huelga. Las agitaciones campesinas se dieron sobre todo en Andalucía; generalmente la desesperación por
el hambre impulsaba a los jornaleros a la ocupación violenta de tierras.
El sexenio significó el reconocimiento de la libertad de asociación, lo que permitió a las organizaciones obreras salir
de la clandestinidad y difundirse. Bakunin envió a España a Giuseppe Fanelli para organizar la sección española de
la AIT. Paul Lafargue orientó hacia el marxismo el movimiento obrero y campesino en España. Sin embargo durante
el sexenio predominó la corriente anarquista. Todo ello se ve truncado debido a que la dictadura de Serrano
decretará la ilegalidad de la AIT y de las asociaciones obreras..
A pesar del carácter ilegal del movimiento obrero y campesino desde 1874, debemos destacar que el Partido Liberal,
tenía una actitud tolerante hacia esas asociaciones obreras. Su legalización definitiva llegó en 1887, con la ley de
Asociaciones. Además, la industrialización y el capitalismo se iban consolidando en España, lo que hizo crecer la
importancia social y numérica de la clase obrera.
Al igual que en el resto de Europa, en España el movimiento obrero había quedado dividido en socialista y anarquista.
El anarquismo fue la corriente mayoritaria en España. Dentro del anarquismo empezó a cobrar importancia la
tendencia anarcocomunista, defendida por Kropotkin y Malatesta. En la corriente anarcosindicalista destacaba la
presencia de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), desde 1881.
Dentro del socialismo destaca la fundación en 1879 del PSOE, liderado en sus primeros tiempos por Pablo Iglesias.
Se trata de un partido plenamente marxista y revolucionario; sus aspiraciones declaradas eran “la abolición de
clases”. En 1888 se creó la UGT como sindicato vinculado al PSOE. En 1889 se creó la Segunda Internacional, de
tendencia exclusivamente marxista. En 1890 se estableció el 1 de mayo como día de la clase obrera. El PSOE
convocó mítines y manifestaciones en Madrid, Barcelona y Bilbao el día 4.
Hasta principios del siglo XX tanto el PSOE como la UGT fueron organizaciones minoritarias comparadas con los
anarquistas. En las organizaciones católicas, podemos destacar la fundación en 1879 de los Círculos Católicos por
parte de Antonio Vicente. Se trataba de casinos populares para apartar a la clase obrera de las tabernas.
León XIII Rerum novarum (1891) proporcionaba a las organizaciones católicas una especie de carta de derechos
sociales y un posicionamiento nítido de la Iglesia. La Iglesia creó en Madrid en 1895 el Consejo Nacional de las
Corporaciones Católico-Obreras. No obstante tuvo poca implantación debido a su “amarillismo”.

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