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Bratva Lullaby
Bratva Lullaby
Brooke
Brooke
¿Eso es todo?
Tres patéticas palabritas.
Es todo lo que pudo decir por plantarme en nuestra boda.
Demonios, yo también me acobardé, pero al menos di la jodida cara.
Se me corta la respiración y suelto el teléfono. Henry lo coge
rápidamente y lee el mensaje.
―Muy bien, señor conductor, por favor, llévenos de vuelta al hotel
―dice, con su voz habitualmente carismática, entrecortada por la ira.
Pasa el teléfono a Elsa, quien se lo muestra a Chloe y Samantha,
quienes automáticamente se lanzan a controlar los daños.
―Es evidente que has esquivado una bala ―exclama Samantha.
―No te merece ―añade Chloe.
―Pero se merece el puñetazo en la nariz que le voy a dar cuando lo
vuelva a ver ―replica Samantha.
―Vamos a llevarte a casa, y podremos resolver tu próximo
movimiento ―dice Chloe.
―Podemos comprar más champán por el camino y luego planear
todas las formas de asesinar al maldito Wilson Peyton y cómo vamos a
deshacernos de su cuerpo ―responde Samantha.
Elsa frota su embarazadísimo vientre, y me lanza una mirada serena.
―¿Qué quieres hacer, Brooke?
Buena pregunta.
¿Qué quiero hacer?
Ni siquiera puedo llorar.
Me siento herida. Humillada. Cabreada.
Sin embargo, hay otro sentimiento cociéndose a fuego lento
silenciosamente bajo el resto de ellos.
Alivio.
3
Brooke
1 Comúnmente, se usa esta frase para decir que una persona se salvó de una
situación peligrosa por haberse separado de una persona peligrosa, o por haber
tomado una decisión que lo alejó de una situación peligrosa.
―Lo sé, ¿cierto? Un callejón oscuro con un cuchillo oxidado. Le
cortaría la polla y le haría comerse los huevos. ―Chloe parece un ángel,
pero estoy segura que tiene tendencias de asesina en serie.
Sonrío para mis adentros. Adoro a mis amigas. Pase lo que pase, me
cubren las espaldas.
Salgo al pasillo y, cuando me ven, sonríen.
―¿Adivina qué? ―dice Samantha.
―¿Qué?
―Nos vamos contigo de luna de miel ―dicen las dos al unísono.
Mi luna de miel. En Las Vegas. Lo había olvidado por completo.
De repente, la idea de todo ese ardor y luces brillantes no es tan
excitante como cuando Wilson me dijo que iríamos allí de luna de miel.
Me acerco a mis amigas, las abrazo a ambas y retrocedo.
―Os quiero, chicas, pero no voy a ir a Las Vegas.
―¿No? ―pregunta Samantha.
Chloe frunce el ceño.
―No te quedarás aquí, ¿verdad?
―Desde luego que no. Me marcho a algún sitio al que quiero ir.
Ahora, Samantha frunce el ceño.
―¿Y dónde está eso?
―Nueva York. Siempre he querido ir, y esta es mi oportunidad. Voy
a registrarme en el Waldorf, mirar escaparates en Tiffany's, comerme un
bagel, pasear por Central Park y visitar Broadway. ―Me lo estoy
inventando sobre la marcha porque de repente soy consciente que soy
libre como un pájaro y puedo ir donde quiera y hacer lo que quiera.
Siempre he soñado con visitar Nueva York. Y Dios sabe que necesito
escapar de esta pesadilla.
―Nosotras también podemos ir ―dice Samantha.
―No, tengo que hacerlo yo sola ―niego con la cabeza.
―¿Y si Wilson aparece cuando tú no estás? ―pregunta Chloe.
Mi instinto me dice que no lo hará.
―Es una lástima que no vaya a estar aquí ―le digo―. Deja que se
pregunte dónde estoy.
―¿Y si se pone en contacto con alguna de nosotras? ―pregunta
Samantha.
―Mándale al infierno utilizando todo el lenguaje colorido que
quieras. Siéntete libre de ser creativa también con los insultos.
Samantha sonríe.
―Oh, será un placer.
Pero Chloe parece insegura.
―¿Estás segura?
Engancho mi brazo al suyo.
―Estoy segura. Ahora vamos a beber champán y podrás contarme
todas tus fantasías de callejón oscuro, sobre todo las de cortarle la polla a
Wilson.
Me encanta que mis amigas quieran cerrar filas en torno a mí, por lo
que siempre les estaré agradecida.
Aunque ahora mismo, lo único que quiero es un poco de espacio.
4
Lev
3Los pirozhki son panecillos rellenos típicos de las gastronomías rusa, bielorrusa
y ucraniana. Pueden ser horneados o fritos con levadura. Sus rellenos son de carne,
verduras u otros ingredientes
―No estoy aquí para comer, Aleks ―gruño.
Se le escapa una sonrisa.
―Por supuesto.
Saco mi arma del bolsillo superior de la chaqueta, apoyándola en la
mesa entre nosotros, y palidece de inmediato.
―¿Por qué lo hiciste? ―pregunto con calma.
Se endereza en la silla y traga saliva. Ha adquirido un tono gris
enfermizo.
―¿Qué quieres decir, Pakhan?
―Creo que sabes exactamente de qué estoy hablando, Aleks. De tu
noche en Soulless. ―Aun así, finge estar confuso, así que le insto―. El club
de Lincoln Park.
Veo en sus ojos que sabe exactamente de qué estoy hablando. El
miedo le está jodiendo ahora. Se pregunta si debe confesar o seguir
mintiendo.
Se decide por una verdad a medias.
―¿Sabes lo de la chica? ―pregunta.
―Todo el mundo sabe lo de la chica, Aleks. Está en todas las putas
noticias. Todas las cadenas de noticias tienen su cara estampada en su
canal. La llaman el Ángel del Mar de Chicago. La encontraron golpeada y
tirada en el puerto.
Recuerdo las imágenes de la cámara de seguridad y el asesinato.
Cómo Aleks se había puesto violento con una acompañante en la sección
VIP del club. Cómo la había estrangulado y luego la había arrojado al
puerto, desnuda y muy muerta. Cómo ahora alguien cree que puede utilizar
esas imágenes para chantajearme.
La furia punza mi nuca.
―La chica fue un error. Ahora me doy cuenta. ―Aleks se mueve
nervioso en su silla―. Era una puta que deseaba sexo duro. Decía que le
gustaba el dolor. No pensé que pudiera morirse follando conmigo.
No le creo. Vi la expresión de su rostro al matarla. Vi el placer en su
cara mientras veía cómo se le iba la vida de los ojos. Encontró placer en su
miedo, y la pequeña parte de mí que aún es humana quiere rodearle la
garganta con las manos y estrangularle por lo que le hizo. Los medios de
comunicación dicen que apenas medía metro y medio. Una cosa
diminuta. Joven. Toda una vida por delante para vivir. Y él se la arrebató
sin conciencia.
Pero no estoy aquí por eso.
―No me refiero a la chica ―digo con un filo en mi voz.
Se queda muy quieto. Porque sabe que la chica es la menor de sus
preocupaciones. Se pregunta si sé qué más hizo aquella noche. Con quién
estuvo. Qué planearon juntos. Sus ojos se desvían hacia el arma tengo
delante sobre la mesa, y una pequeña parte de mí desea que vaya a por la
Ruger que guarda en el bolsillo del pecho, solo para poner fin a esta
situación con una bala entre sus ojos.
Intenta sonreír, pero está cagado de miedo.
―No lo entiendo.
Cojo mi arma y le apunto.
―Dime que no lo entiendes una puta vez más y te pego un tiro.
Levanta las manos.
―Bien, bien. ¿Qué quieres saber?
―Quiero saber por qué te reuniste con Don Draconi.
―Yo no...
Me levanto tan deprisa que mi silla cae hacia atrás.
―Miénteme otra vez, mudak 4. Te reto, maldita sea.
―¡De acuerdo! ―grita. Sabe que le tengo acorralado―. Sí, me he
reunido con él. Pero no es lo que tú crees.
Brooke
Brooke
Brooke
Brooke
Brooke
Lev
Varias horas después, estoy mirando el tragaluz, luchando contra el
sempiterno insomnio y preguntándome qué mierda acabo de hacer.
Nada de mujeres.
Ese fue el voto silencioso que me hice a mí mismo cuando me
convertí en Pakhan. Nada de mujeres hasta que se rectifique la
inestabilidad de la Bratva. No necesito la distracción, y desde luego no
necesito los putos problemas que pueden venir con ella. Con esto.
Pero no pude evitarlo. Ya la había visto de lejos y había reconocido
su atractivo, pero de cerca, su asombrosa belleza me cogió por sorpresa.
La oscuridad de aquellos grandes ojos castaños. La suave capa de
pequeñas pecas de su nariz. La forma en que se humedecía sus labios
brillantes cuando estaba nerviosa.
No lo hagas.
Las palabras se repetías en mi cabeza mientras el deseo de compartir
algo más que una conversación con ella se volvía abrumador.
Así que empecé a decirme todas las razones por las que llevármela a
casa era una buena idea y olvidé convenientemente todas las razones por
las que no lo era.
No tenía intención de traérmela aquí para disfrutar del que resultó
ser el mejor sexo de mi vida. Pero me intrigó y quise despojarla de sus
capas y ver lo que había debajo.
No se puede negar que es sexy de cojones. Cabello rubio y largo.
Grandes ojos color café. Curvas de infarto. Labios que quiero arruinar una y
otra vez. Me sentí atraído por ella como una puta polilla a una llama.
Quería algo más que una conversación. Necesitaba más. Pese a que toda
sensatez me gritaba que me mantuviera alejado. Pero no lo hice.
No pude.
Me follé a mi conejita hasta que se retorció en la cama, otra vez en la
ducha contra las paredes de azulejos y otra vez en la cama. Ahora estoy
agotado. Pero a pesar de mi agotamiento, como de costumbre, el sueño
me elude. Miro fijamente el cielo de medianoche que presiona el tragaluz
del techo. ¿Cuándo fue la última vez que dormí toda la noche o que
dormí más de cuatro horas de un tirón? No desde que me convertí en
Pakhan y empecé a cargar sobre mis hombros el pesado peso del legado
de los Zarkov.
Me giro y miro a Brooke, dormida profundamente a mi lado. Su
brillante cabello parece seda extendida sobre la funda de la almohada.
Sus largas pestañas abanican sus altos pómulos y sus labios, Dios, esos
labios, se entreabren ligeramente con cada suave respiración. Ahogo las
ganas de besarla hasta despertarla y mi polla, cada vez más gruesa,
protesta palpitando.
Ella se agita, y una mano delicada encuentra el camino hacia mi
pecho. El roce de su piel contra la mía me produce una extraña sensación
de opresión en el pecho. Me ha hablado del desastroso día de su boda y
de su necesidad de salir de la ciudad para procesar lo ocurrido. Pero sé
que hay algo más en la historia, y me pregunto cuánto más estaría
dispuesta a compartir conmigo si la despierto y le doy otro orgasmo.
Cualquier cosa con tal de no reconocer la ansiedad provocada por el insomnio
arrastrándose por mi espina dorsal.
La idea de follármela de nuevo hace que mi polla vuelva a rugir y
me siento tentado a hacerlo. Un último orgasmo alucinante para el camino.
Porque cuando nos despertemos y le diga quién soy y qué hago en la
ciudad, querrá huir de mí lo más lejos posible, sin ninguna duda.
Se agita de nuevo y esta vez se acurruca más cerca de mí, pasando el
brazo por encima de mi torso y apoyando su mejilla en mi hombro.
Decido dejarla dormir y cierro los ojos. Escucho su suave respiración
y encuentro un extraño y reconfortante consuelo en el roce de su aliento
con mi piel. Es como una dulce y relajante canción de cuna. No recuerdo
la última vez que me dormí con alguien tumbado a mi lado.
De nuevo se agita, su cuerpo cálido roza el mío, y una oleada de
satisfacción me envuelve, y debo admitir que nunca me he sentido así de
cómodo en toda mi vida.
Una cálida oscuridad se arrastra sobre mí, y mi cuerpo se hunde más
en el colchón.
Y lentamente mis ojos se cierran y caigo en un sueño profundo sin
sueños.
11
Brooke
Abro los ojos y, por un momento, no sé dónde estoy. Pero a medida
que la oscuridad del sueño se desvanece, los acontecimientos de anoche y
de esta mañana vuelven a mi memoria.
Sexo y mucho.
Giro la cabeza para mirar al desconocido dormido a mi lado. Está
inconsciente, su glorioso y desnudo cuerpo está relajado y perfectamente
bronceado entre las sábanas blancas. Está boca arriba y lo exhibe todo. El
paquete de seis. El pecho tatuado. La gruesa polla que me proporcionó un
orgasmo alucinante tras otro. Está apoyada en su musculoso muslo, y su
tamaño es tan impresionante a la vista como lo era en mi interior.
Miro el reloj de la mesilla. 4:32 a.m.
Estoy dolorida por todo lo que hicimos anoche, pero eso no me
impide plantearme si debería despertarlo llevándome su polla a la boca y
hacerlo gruñir, esos profundos y retumbantes gruñidos que emite cuando
está a punto de correrse.
Pero decido no hacerlo. Todo en él grita claramente que no me
conviene. Y si algo me han enseñado los acontecimientos de la última
semana, es a confiar en mis instintos.
Quería una noche para olvidar, y la he conseguido. Ahora toca
enfrentarse a la fría realidad de un nuevo día y de mi nueva vida.
Con cuidado de no hacer ruido, me deslizo fuera de la cama, recojo
la ropa que había recuperado de la azotea hacía unas horas y desaparezco
en el gigantesco cuarto de baño de mármol para vestirme.
Cuando vuelvo a entrar en el dormitorio, no se ha movido. Está
apagado como una luz. Sin embargo, algo me dice que si hiciera el menor
ruido, se incorporaría como un rayo y estaría alerta al instante. No creo
que mucha gente sea capaz de sorprender a este tipo. Parece demasiado
consciente de su entorno, inquebrantablemente observador de todo lo
que ocurre a su alrededor.
No quiero despertarlo, así que contengo la respiración y me deslizo
sigilosamente por el ático hacia las puertas del ascensor, detrás de la
amplia cocina. Hago una mueca al oír el tintineo que hacen las puertas al
abrirse, y paso al interior del ascensor.
Brooke
Cuatro semanas después.
―¿Estás segura que esto es lo que quieres? ―pregunta Elsa.
Está sentada en la cama del hospital amamantando a su hija de dos
días, Emily, mientras yo acomodo flores frescas en un jarrón en la mesilla
de noche.
―Me vendrá bien salir un tiempo de la ciudad. Solo serán seis meses,
así que, si no funciona, siempre puedo volver.
Al volver de Nueva York y de mi luna de miel, me habían despedido
rápidamente de mi trabajo en el club de Wilson, lo cual me pareció bien.
Wilson había dejado mucho que limpiar a su paso y, al parecer, yo era
una de esas cosas. Si no me hubieran despedido, habría dimitido.
Afortunadamente, no tardé demasiado en encontrar un nuevo
trabajo. Recibí una oferta de trabajo de ZeeMed, una de las mayores
empresas farmacéuticas del mundo, pidiéndome una entrevista para un
puesto de marketing senior en la empresa. Que resulta ser exactamente el
mismo trabajo que hice en el club Wilson. Será solamente por seis meses
durante una baja por maternidad, pero el candidato adecuado tendrá la
opción de quedarse en un nuevo puesto. La entrevista fue vía Zoom y fue
tan bien que me ofrecieron el trabajo en el acto. No me lo podía creer. El
único inconveniente era que tendría que trasladarme a Nueva York. Pero
para mí fue como si las estrellas se alinearan. Es hora de seguir adelante,
Brooke. Odiaba la idea de dejar a mis amigas durante seis meses, pero
sabía que el cambio de aires me sentaría bien.
Elsa hace un mohín.
―Te voy a echar de menos.
Le dirijo una sonrisa tranquilizadora.
―No es para siempre, te lo prometo. Volveré, pero necesito alejarme
un tiempo. Dejar que todo se calme del todo. Además, Nueva York está a
solo dos horas de vuelo, lo que facilita volver una vez al mes para tomar
cócteles y divertirse. ―Me siento en la cama a su lado y rozo con la punta
de los dedos los deditos de Emily―. Y sabes que lo haré, porque alguien
tiene que demostrarle a esta princesita por qué su tía Brooke será su tía
favorita en todo el mundo entero.
―Asegúrate de hacerlo. No podría soportar que Emily no llegara a
conocer a su tía Brooke.
―Solo son seis meses, te lo prometo ―le digo, guiñándole un ojo.
Elsa asiente. Ella, más que nadie, sabe que cuando tomo una
decisión, ni los caballos salvajes pueden hacerme cambiar de opinión.
―¿Vas a alquilar tu piso? ―pregunta ella.
Tengo la suerte de ser propietaria del apartamento que
compartíamos Wilson y yo. Mis padres lo compraron cuando se casaron
y, cuando fallecieron, lo heredé.
Sacudo la cabeza. La idea que alguien más viva en el piso en el que
crecí me resulta extraña.
―Voy a dejarlo vacío. ―Me encojo de hombros―. Quién sabe, puede
que vuelva la semana que viene si Nueva York no funciona.
―O te entra una morriña loca por tus mejores amigas.
Tiene razón: dejarla a ella, a Henry, a Sam y a Chloe va a doler. Pero
hará que esas citas mensuales de cóctel sean todavía más especiales.
―¿Sigues sin saber nada de Wilson? ―pregunta Elsa.
―No, hace tiempo que desapareció.
Mueve la cabeza con incredulidad.
―De verdad pensaba que volvería arrastrándose con el rabo entre las
piernas después de un tiempo. Pero, ¿sabes?, realmente creo que se ha ido
y no va a volver.
―Que le vaya bien.
No me duele decirlo ahora. Es extraño, pero a pesar de toda la
humillación a la que me enfrenté tras su desaparición, es como si fuera
alguien a quien conocía hace mucho tiempo.
No sé nada de él desde la llamada telefónica que me hizo en el baño
de la sala VIP de primera clase. La increíble conversación en la que me
llamó vainilla y predecible.
En la semana que siguió a su desaparición, repasé un millón de
teorías en mi cabeza sobre dónde estaba y qué hacía. Me planteé la
pregunta del millón de por qué se fue hasta que me harté de pensar en
ello. Oh, me echó la culpa de todo a mí y a lo aburrida y predecible que
era nuestra vida, pero no creo ni por un segundo que fuera por eso por lo
que se esfumó como una nube de humo. Si todo era culpa mía, ¿por qué
no romper y seguir adelante? ¿Por qué dejarlo todo?
Se me han ocurrido miles de teorías diferentes, pero la única a la que
siempre vuelvo es a que huyó porque tenía miedo de algo o de alguien.
Siempre anduvo con pies de plomo, así que probablemente se involucró
con gente sospechosa.
Lo que me hace preguntarme si estará ahí fuera observando cómo se
desarrolla todo esto. Me recorre un familiar escalofrío. Porque a veces
tengo la sensación que alguien me observa. Sé que parece una locura.
Probablemente sea paranoia provocada por la desaparición de mi ex sin
dejar rastro y porque nadie le ha visto en casi cinco semanas.
―¿Y qué hay del Sr. Nueva York? ―pregunta Elsa con un brillo
travieso en los ojos.
Es la única persona a la que he confiado lo de Lev.
―Era historia la noche que le conocí.
―Te refieres a la noche en que te bajaste de su polla y te escurriste de
su apartamento antes que se despertara ―me recuerda Elsa.
Me estremezco al recordarlo. Sé que hice lo correcto, aunque una
parte de mí se pregunta qué habría pasado si me hubiera quedado.
―No quería la incomodidad de la mañana siguiente. Era un rollo de
una noche. El perfecto elixir para una situación jodida. Nada más.
Aunque mentiría si dijera que no he pensado mucho en él desde
aquella noche, en lo que hicimos, en la forma en que me besó, en cómo
hizo que mi cuerpo ardiera y se me pusieran los ojos en blanco cuando
me provocó un orgasmo tras otro. Cada vez que pienso en ello, mi cuerpo
se estremece y se tensa con la necesidad de más, hasta que no tengo más
opción que hacerme correr solo para obtener un poco de alivio.
―Sin embargo, es una pena que no hayas conseguido su apellido. Lo
buscaría en Google solo para poder ver al hombre que le dio mil
orgasmos a mi mejor amiga.
―Menos mal que no lo hice. Porque sin eso, se queda justo donde lo
dejé... en el pasado.
Quizá algún día le olvide. Pero no hoy.
Porque Lev no es fácil de olvidar.
Aunque recordarlo es rememorar cómo me llamó por mi apellido, y
un cosquilleo de inquietud recorre mi pecho en cada ocasión, porque
estoy absolutamente segura que nunca se lo revelé. Imagino que existe
una posibilidad por la que pudo ver mi pasaporte o algo con mi nombre.
Aunque no estoy segura de cuándo ni cómo.
Y no sé cómo me siento al respecto.
13
Brooke
Pum.
Mis ojos se abren de golpe. ¿Era un ruido procedente del interior del
apartamento, o se trataba de un sueño?
Mi espina dorsal cosquillea presa de pánico al esforzarme por oír en
la oscuridad. No sé lo que ha sido, pero algo me ha sacado de mi sueño.
¿Quizá era algo que había fuera, en la calle?
Pum.
No, sea lo que sea, seguro que viene de dentro del apartamento.
Pum. Pum.
Me levanto como un rayo, me deslizo fuera de la cama, cojo el bate
de béisbol que guardo junto a la mesilla y me acerco sigilosamente a la
puerta del dormitorio. Siempre la mantengo abierta, aunque está
ligeramente entreabierta, y al darme cuenta siento un escalofrío.
Quienquiera que esté dentro de la casa la ha cerrado cuando yo
dormía y estaba inconsciente en la cama, a pocos metros de distancia.
Temblando, atravieso la puerta y me arrastro por el pequeño pasillo.
Hay una luz procedente del salón. Alguien ha encendido la lámpara que
dejé apagada anoche.
Pum.
Sea quien sea, es el ladrón más ruidoso que existe. Como si no
intentara pasar desapercibido.
Respirando hondo, reúno todo mi valor y me abalanzo doblando la
esquina con un fuerte grito.
En el salón, Wilson casi se desploma de un infarto.
―Mierda, Brooke. ¿Intentas matarme?
Por un momento, solo puedo mirarle fijamente.
―¿Wilson...? ―Su nombre cae de mis labios en un incrédulo susurro.
Tras semanas sin noticias, me despierto y lo encuentro en mi piso,
rebuscando entre mis cajas embaladas como si aún viviera aquí. También
ha abierto otras cajas, y algunas de mis pertenencias están esparcidas en
un montón junto a ellas.
Tiene otro aspecto. Despeinado y desesperado. Lleva semanas sin
afeitarse y ha adelgazado.
Se aparta de mí como si aparecer en mitad de la noche después de
dejarme en el altar hace cuatro semanas y desaparecer en la nada no fuera
gran cosa, y sigue rebuscando en las cajas.
―¿Qué mierda estás haciendo? ―exijo, acercándome a él furiosa―.
Quita tus manos de mis cosas.
Le cojo del brazo, pero me aparta de un manotazo.
―¿Dónde está?
―¿Dónde está qué?
―El anillo. Lo necesito.
―¿Qué anillo?
El único anillo que se me ocurre es el de compromiso que me regaló
y seguramente... oh, pequeña rata.
―No vas a poner tus manos en mi anillo.
Pero me ignora y sigue rebuscando entre mis pertenencias.
―¿Estás sordo? He dicho que no vas a recuperar el anillo. Pagué la
mitad, ¿recuerdas?
Se gira mirándome fijamente, y retrocedo un paso ya que nunca
antes había visto esa expresión amenazante en su rostro.
Se acerca a mí y retrocedo otro paso.
―Si no me das ese anillo, soy un hombre jodidamente muerto.
Lo único que puedo hacer es mirarlo fijamente.
―¿Qué significa eso?
―Significa que me persiguen muchos hombres malos y que, si no
salgo de la ciudad, me matarán. Ese anillo es mi viaje en avión para salir
de aquí y la oportunidad de comenzar de nuevo.
―¿Por qué? ¿qué has hecho?
―Déjate de preguntas de mierda y dime dónde está el maldito anillo.
Sé que no está en tu dedo. Lo comprobé mientras dormías.
Un horrible cosquilleo recorre mi espalda. ¿Me ha estado
observando mientras dormía para ver si llevaba el anillo? ¿Qué iba a
hacer si lo llevaba, intentar quitármelo estando dormida?
Interiormente, me estremezco.
Hay algo muy raro en él.
Pero alejo ese sentimiento porque ¿cómo se atreve a irrumpir aquí y
exigir que le devuelvan el anillo?
Cruzo los brazos y entrecierro los ojos.
―¿Por qué debería ayudarte?
Sorprendiéndome, me agarra del brazo.
―¿No me has oído? He dicho que van a matarme.
Lo miro fijamente. Ha cambiado. El Wilson de antes jamás me habría
puesto la mano encima. Entonces no le conocía realmente, así que quizá,
con el tiempo, habría mostrado esta faceta suya durante nuestro
matrimonio.
Intento zafarme, pero su agarre es demasiado fuerte.
―Quítame las manos de encima ―le exijo apretando los dientes.
Pero no lo hace. En lugar de eso, me sacude.
―No me hagas pedírtelo otra vez.
―No te diré nada hasta que me quites las manos de encima.
Me empuja contra la pared, agarrándome por el cuello, apretando
hasta hacerme ver estrellitas.
―Escúchame, puta de mierda, estos hombres van en serio. Si nos
encuentran, nos destriparán a ambos y nos arrojarán al puto puerto.
Ahora dime dónde has puesto el anillo.
El miedo me atraviesa.
―Suéltame―grité.
Pero no me suelta. En lugar de eso, aprieta con más fuerza y, en
cuestión de segundos, siento que la cabeza me va a estallar.
―¿Dónde está, Brooke?
Apenas puedo respirar y me ahogo con las palabras.
―L…lo... vendí...
―Será mejor que estés mintiendo...
―Alguien tuvo... que pagar... a los del catering...
Me golpea la cabeza con más fuerza contra la pared, y mi cerebro
traquetea.
Me clava los dedos más profundamente y siento un cosquilleo en la
cara. Hago una mueca y forcejeo por respirar. Oh Dios, me va a matar.
―¿Has oído lo que he dicho? Nos matarán a ambos. ―Habla
rápidamente, formándose saliva en las comisuras de sus labios―. Y
tampoco será una muerte rápida. Estos hombres se cerciorarán que nos
duela. Nos cortarán partes del cuerpo y nos desangrarán lentamente.
Puede que incluso se diviertan un poco con ese dulce y suculento coño
tuyo mientras la vida se desvanece de tus bonitos ojos castaños. Ahora,
por última puta vez, ¿dónde mierda está el anillo?
Miro fijamente a los ojos del hombre que una vez amé. Quizás. Tal
vez. En retrospectiva, parece que tal vez no. Quizá por eso no se me
rompió el corazón cuando desapareció. Quizá esa fue la causa de mi
alivio. Mi corazón sabía que era una mala persona y para empezar nunca
lo quiso.
En sus salvajes ojos brilla la crueldad. Mi garganta protesta bajo la
presión de sus dedos y mis pulmones piden oxígeno a gritos. Ya está. Voy
a morir. Mis párpados pesan y me siento a la deriva. Pero mis ojos se
abren repentinamente cuando la puerta principal se abre de golpe. Dirijo
la mirada hacia ella, donde un hombre con un traje carísimo y un par de
ojos oscuros muy familiares llena el umbral.
Lev.
14
Brooke
Lev
Brooke
Brooke
Brooke
Lev
Brooke
Lev
Brooke
Brooke
Una vez dentro, subo furiosa las escaleras hasta mi habitación. Lev
me sigue y cierra la puerta tras de sí.
―No puedes retenerme aquí ―le grito.
―Tienes razón. Por eso eres libre de marcharte cuando quieras.
―¿Entonces por qué llamaste a la policía?
―Como he dicho, eres libre de marcharte... solo que no en mi coche
de doscientos cincuenta mil dólares.
―Y lo de involucrar a la policía fue tu forma de demostrarme que los
tienes en el bolsillo, supongo.
―Qué astuto por tu parte ―sonríe.
Estoy tan enfadada que podría llorar.
Contrólate, Brooke.
―¿De verdad me dejarías salir de aquí? ―pregunto.
―Ya te dejé salir de aquí antes. Te vi deslizarte por el pasillo y bajar
las escaleras.
―¿Has visto eso?
―Esta casa está llena de ojos y oídos. Nada pasa desapercibido.
Entorno los ojos y lo miro
―Pero no intentaste detenerme.
―Al contrario, cuando decidiste robarme el coche, fue cuando
intervine.
―Así que, ¿si pido irme, me dejarías marchar? ¿Así de fácil?
Se dirige a la puerta del dormitorio y la abre.
―Vete si quieres. Puedo hacer que Igor te deje en algún sitio.
Aunque, después del numerito que has montado hoy, no estoy seguro
que vaya a estar muy contento contigo. El Phantom es su orgullo. Es un
poco posesivo, y tú te lo llevaste sin su permiso.
Miro hacia la puerta abierta.
Es un truco.
O Lev me está haciendo ver que, a pesar de ser libre de marcharme,
tendré que pagar las consecuencias si lo hago.
―Matarás a Wilson si atravieso esa puerta.
―Siempre hay condiciones en cualquier contrato. ―Sonríe―. Tienes
elección, zayka. Quedarte o marcharte. Si te quedas, Wilson mantendrá su
cerebro en su cabeza. Si te vas, bueno, no creo que necesite explicártelo.
Me alejo de él, frustrada. Tengo las manos atadas. Me sirvo un vaso
de agua de la jarra que hay en el aparador bajo la ventana del dormitorio.
―¿Y ahora qué? ―Me giro para mirarlo, resistiendo el impulso de
arrojarle el vaso y su contenido―. ¿Ahora que me tienes acorralada en
este rincón?
―Tienes demasiado tiempo libre. ―Camina hacia mí, ajustándose los
puños de una manga. Se detiene a poca distancia de mi posición, pero
todavía se eleva sobre mí. Su aroma me envuelve―. Quizá si te mantengo
ocupada haciendo otras cosas, estarás demasiado ocupada para
desafiarme.
Las imágenes de su rostro enterrado entre mis muslos pasan ante
mis ojos, y la lujuria canta en mi sangre.
―Ni aunque el mundo ardiera ―le digo apretando los dientes.
Se burla como si supiera que es mentira. Y lo peor de todo es que
creo que podría tener razón.
Súbitamente mareada, dejo el vaso de agua y me siento en el borde
de la cama.
―Vas muy en serio con esto.
Lev parece imperturbable.
―Como he dicho, todo contrato tiene sus condiciones. Decides
quedarte, y estas son las condiciones.
De la nada, las náuseas me golpean como una ola y tengo que correr
al baño a vomitar. Todo esto es demasiado.
Vuelvo a tener náuseas hasta que mi estómago se me vacía. Dios, ¿por qué
tengo náuseas todo el tiempo? Ah, es verdad, me han secuestrado.
Afortunadamente, Lev se queda fuera del baño, así que no tengo que
sufrir la humillación porque me vea desplomada en el suelo con la cabeza
hundida en el inodoro.
Me pongo en pie, me arrastro hasta el lavabo y me echo agua fría en
la cara. Me enjuago la boca y a continuación con el colutorio que
encuentro en el botiquín.
Me siento mejor y vuelvo al dormitorio, donde Lev está sentado en
un sillón orejero en un rincón. Parece tranquilo y sereno esperando.
―¿Te sientes mejor? ―pregunta.
En ese momento decido que le odio.
―Sí ―consigo decir entre dientes.
―¿Y supongo que te quedas?
No puedo ni hablarle, le detesto tanto. Lo único que puedo hacer es
asentir.
―Bien. ―Se levanta―. Ahora descansa un poco. Esta noche es nuestra
primera aparición pública como feliz pareja. Así que te sugiero que hagas
lo que necesites para hacer las paces con ello en tu mente.
Camina hacia la puerta, pero se detiene.
―Oh, y una pequeña cosa que harías bien en recordar, Srta.
Masters... si rompes tu mitad del acuerdo, me obligarás a romper el mío.
―Me mira fijamente con esos ojos oscuros como la noche―. Y puedo
garantizarte que te dolerá más mi parte que lo que tú puedas causarme a
mí.
Brooke
Lev
Si creía que iba a poder concentrarme con Brooke del brazo esta
noche, estaba muy equivocado.
Subestimé la atracción que sentía por ella.
Durante el trayecto en coche, Feliks y ella hablan continuamente
como si fueran novios, y me irrita muchísimo verla caer rendida a sus
encantos. Pero no son celos. Puede parecerlo, pero no lo es. Porque
tendría que tener un interés romántico en ella para dejar que me afectara
de ese modo. Y no lo tengo. Solo quiero volver a follármela. Para dejarlo
claro.
Y mi primo se está portando como una imbécil. Se burla de mí
flirteando escandalosamente con ella.
Afortunadamente, nos abandona por el bar nada más llegar al lugar
del evento. Y ahora, ella va de mi brazo a medida que avanzamos por la
sala llena de familiares y socios, y solo puedo pensar en lo bien que sienta
tenerla allí.
Es magnífica. Preciosa.
El vestido que lleva es perfecto. Elegante. Con clase. Sexy de cojones.
Es azul medianoche, se amolda a sus deliciosas curvas dejando al
descubierto el escote y muslos lo suficiente como para que me entren
ganas de probarlo.
Pero alejo ese pensamiento. Cualquier idea de quitárselo y devorar
cada centímetro de su piel con mi boca tendrá que esperar.
Esta noche necesito concentrarme. Puede que sea un asunto familiar,
pero desde que me convertí en Pakhan, he aprendido que la familia no
siempre significa seguridad. En la mía hay grietas, y sé que Vadim es la
causa. Lo que desconozco es quién comparte su creencia sobre que él
debería ser Pakhan y hasta qué profundidad llega en la familia.
―¿Y qué tenemos aquí? ―suena una voz atronadora detrás de
nosotros. Nos damos la vuelta, y mi tío Boris aúlla de risa, abriendo los
brazos para abrazarnos. ―Mi sobrino favorito.
Me abraza como un oso y me da una palmada en la espalda antes de
volver su atención hacia Brooke. Le coge la mano y se la besa. ―Es
hermosa, y por tanto digna de ser cortejada; es mujer, y por tanto digna de ser
conquistada ―dice, citando a Shakespeare
―No dejes que te engañe la desvergüenza de este viejo al citar a
Shakespeare como frase para ligar ―le dice mi primo Maksim a Brooke
cuando se une a nosotros―. Es inofensivo y bastante encantador cuando
no tiene la barriga llena de vodka y sus malos modales a flor de piel. ―Me
tiende la mano―. Soy Maksim. El hijo de este viejo toro y primo de Lev.
―Oh, ¿así que eres el hermano de Feliks? ―pregunta Brooke.
Maksim le guiña un ojo.
―El hermano mayor y, obviamente, mucho más apuesto.
Brooke sonríe, y puedo ver el brillo en los ojos de mi primo. Como
todos los presentes, él tampoco es inmune a su belleza.
Miro a Boris.
―¿Estás disfrutando de tu cumpleaños, tío?
―Es un buen acontecimiento, sobrino. Un buen acontecimiento. ―Le
arrebata una copa de champán a un camarero que pasa―. Recuérdame
mañana lo bien que me lo he pasado esta noche, ¿quieres? ―Se bebe el
champán como si fuera agua y se ríe
Siento gran afecto por Boris. El hermano menor de mi padre,
siempre ha tenido buen carácter. Cuando yo era niño, era el tío divertido.
Mientras mi padre y el tío Vadim eran siempre tan serios, Boris sabía
divertirse.
Y sé que Boris cubre mis espaldas. A diferencia de Vadim, que
apenas puede contener el gruñido de sus labios cuando está en mi
compañía.
―Perdona a mi padre ―le dice Maksim a Brooke, amablemente―. No
suele beber, pero cuando lo hace, recupera el tiempo perdido.
―Ah, los médicos me tienen muy atado, eso es cierto. Pero esta
noche es mi cumpleaños, y nada de eso importa. ―Sonríe, pero la sonrisa
se desvanece cuando su hermano se acerca a nosotros.
Vadim Zarkov.
Hermano de mi padre.
Y una espina en mi puto costado.
Aún no ha dado el paso para derrocarme, pero lo dará.
Sin embargo, jugamos a tolerarnos unos a otros hasta que alguno
haga un movimiento.
A Boris no le gusta Vadim. A poca gente le gusta.
No suele venir a los eventos familiares, y su presencia hace que me
pregunte qué estará tramando. La única vez que me cruzo con él es
cuando la Bratva se reúne en el Salón del Té para hablar de negocios y
votar asuntos.
―Feliz cumpleaños, hermano ―le dice Vadim a Boris.
Boris le hace un gesto con la cabeza. Pero ni siquiera mi afable tío
puede ocultar su descontento porque Vadim haya tenido el descaro de
dar la cara.
Vadim se fija en Brooke y vuelve su atención hacia mí.
―Sobrino, ¿no vas a presentarnos?
Mi mandíbula se tensa. Quiero a Brooke en su radar tanto como una
bala en la cabeza. Pero no tengo más opción que mantener las buenas
formas.
―Vadim, ella es Brooke.
Desliza su oscura mirada hacia ella, y la forma en que la mira hace
que mis dedos se crispen a los lados.
―Es una delicia ―dice con acento amenazador, y noto que Brooke se
estremece―. Mi sobrino nos ha estado ocultando un secreto.
Brooke me mira nerviosa, captando la oscura energía de Vadim.
―Si hay algo que se le da bien a esta familia son los secretos, ¿no es
cierto, tío? ―le digo.
Vadim se vuelve hacia Boris y luego me devuelve la mirada, riendo
sombríamente.
―Algunos mejor que otros.
Ni siquiera oculta su engaño.
Me muerdo la irritación.
―Tengo que darte la razón, tío.
Me ofrece una sonrisa de serpiente.
―Cuídate, sobrino.
Se marcha, dejando un rastro de pestilencia en el aire.
―Bueno, si antes no necesitaba una copa, ahora sí que la necesito
―dice Boris.
―Has estado bebiendo champán toda la noche ―le recuerda Maksim.
―Necesito algo más fuerte después de eso ―dice, observando a su
hermano desaparecer entre la multitud―. El loco mudak está dando la cara
aquí como si no hubiera estado intentando romper la Bratva desde dentro
desde la muerte del pobre Konstatin. Necesito algo con cierto ardor para
tragarme sus estupideces.
―Muy bien, traeré un vodka del bar ―nos dice Maksim, dejándonos
para traerle una copa a su padre.
Brooke toca mi brazo.
―Si me disculpas, voy a buscar el tocador.
Asiento con la cabeza y me deja a solas con Boris.
―Es impresionante, sobrino ―me dice Boris, apretando la mano en
mi hombro.
Sigo su mirada y veo a Brooke alejarse de nosotros. Su vestido llega
hasta la parte baja de la espalda, dejando al descubierto su impecable
piel.
Piel que ansío recorrer con mis manos.
―No es normal que traigas pareja a algo, y menos a una reunión
familiar―. Debe ser especial.
―Es algo ―murmuro.
―¿Estás pensando en sentar la cabeza? ―pregunta.
Le dirijo una mirada.
―Estoy considerando mis opciones.
Mira a Brooke moviéndose entre la multitud.
―Parecen opciones bastante buenas, en mi opinión. ―Vuelve a
centrarse en mí, su rostro se vuelve sobrio al decir―. La Bratva quiere que
te cases. Ellos desean un heredero
―Me lo sigue recordando Feliks. ―Tomo un trago de champán―. ¿Tú
qué crees? ¿Necesito una esposa?
―¿Me lo preguntas a mí? El hombre que tuvo dos hijos con dos
mujeres distintas, al tiempo que intentaba mantener contentas a todas mis
amantes. ―Suelta una carcajada―. Hijo, yo digo que salgas pitando.
Diviértete. Fóllate a todas las mujeres que puedas. Esta vida nunca es
larga. Disfrútala mientras puedas. Sobre todo, como Pakhan.
Se ríe, pero se detiene cuando pasa una hermosa mujer con un
vestido de escote pronunciado. Sonríe. Una sonrisa parecida a la de su
hijo Feliks.
―Si fuera más joven ―bufa con nostalgia.
―Y más guapo ―añado yo.
―Y no tan cabrón ―añade, riéndose. Pero entonces su risa se
desvanece y una expresión seria cruza su rostro sonrojado―. Es una vida
dura para una esposa de un Bratva. Te aconsejo que elijas sabiamente. Si
es que eliges. No necesito que te cases ni que engendres un heredero para
respetarte como Pakhan. Eso ya lo tienes.
―Gracias, tío.
Maksim vuelve con tres vodkas y los reparte.
Boris se bebe el suyo de un trago.
―Ahora, basta de negocios. Es hora de divertirse. Tomemos otra
copa en el bar y te contaré la vez que me pasé con el vodka y acabé
desnudo en un ferry de Chicago...
Me reúno con mi primo y mi tío en la barra e intento concentrarme
en lo que dice Boris, pero no puedo. Hace ya un rato que Brooke se ha ido
al tocador.
La busco por la sala, pero no la veo.
Mierda, ¿se ha escapado el petardito?
26
Lev
Presento mis excusas, dejo a mi tío y a mi primo con sus bebidas y
voy en busca de Brooke.
Todavía estoy irritado porque Vadim se deje ver. Más aún ahora que
tengo que buscar a Brooke.
Así que cuando finalmente la encuentro y veo que está hablando con
Vlad, un aspirante a mafioso y traficante de drogas de poca monta, mi
irritación llega al máximo y casi me vuela la cabeza. Vlad la tiene
acorralada, ha invadido su espacio personal y la mira como si ya la
hubiera desnudado con los ojos y estuviera dispuesto a darse un festín
con su hermoso cuerpo.
Un destello de posesividad me atraviesa.
Brooke parece incómoda, pero no hace ningún intento por moverse.
Vlad le roza con los dedos el brazo desnudo, y veo que se pone rojo.
Jodido. Infierno. No.
El veneno corre por mis venas cruzando la sala.
―¿Qué mierda crees que haces? ―le gruño a Vlad.
Vlad se da la vuelta y Brooke se aparta de él.
Vlad me dedica una sonrisa engreída.
―Lev, qué alegría verte. ¿Conoces a Brooke?
La forma en que la mira me da ganas de sacarle los ojos con una
horquilla.
―Sabes que vino aquí conmigo ―digo apretando los dientes.
―¿Sí? No me había dado cuenta. ―Levanta las manos en señal de
rendición―. Mi error.
Me inclino hacia él.
―Y tu último error. Si vuelves a acercarte tanto a ella, te cortaré las
malditas manos y se las daré de comer a mis perros, ¿lo has entendido,
joder?
Vlad no es lo bastante listo para darse cuenta que debería temerme.
Es una de las muchas razones por las que nunca vivirá una larga vida. Se
cree mejor de lo que es. Demasiado seguro de sí mismo debido a su ego,
no a su cerebro.
―Como he dicho, error mío ―dice en voz baja y peligrosa, sus finos
labios crispados por un resentimiento apenas contenido. La gente está
mirando y esto es humillante para él. Puedo ver el odio en sus ojos.
―No deberías estar aquí ―digo furioso―. Ahora lárgate de una puta
vez.
Se hace más silencio a nuestro alrededor a medida que más ojos y
oídos sintonizan con lo que está ocurriendo.
Su mandíbula se tensa
―Me han invitado.
Lo dudo.
―Pues te retiro la invitación. Los mudaks como tú no son bienvenidos
cerca de mí y de mi familia.
No dice nada. Solo arde de odio ante la mirada de la gente. Pero yo
ardo más y con más fuerza, y puedo mirar a este hijo de puta hasta que
las putas vacas regresen a su granja.
Mostrando los dientes, finalmente reconoce que ya no es bienvenido.
Me lanza una mirada como diciéndome que me arrepentiré. Ya lo hago,
pues acabo de perder los últimos cinco minutos de mi vida tratando con
él.
Cojo a Brooke del brazo y la conduzco hacia la salida opuesta a la
suya.
―¿Qué haces? ―protesta ella.
―Alejarte de él para no tener que pegarle un tiro en medio de la
maldita fiesta de cumpleaños de mi tío por faltarme al respeto y ponerte
las zarpas encima.
―Deja de mangonearme, bruto ―grita, intentando apartar el brazo.
Pero mi agarre es demasiado fuerte y no tiene más remedio que seguir
caminando―. ¿Por qué te enfadas conmigo?
―Vlad es un aspirante, Brooke. El tipo de hombre que se sienta a los
pies de los hombres importantes, esperando retazos de atención y
reconocimiento. Pero nunca lo conseguirá porque carece de delicadeza,
poder y honor. Diablos, el mudak no reconocería el honor, aunque le
golpeara en la cara. Es un bufón. Un inútil. Un pizda. Y eso de ahí no fue
una conversación inocente, fue un intento deliberado de sacarme una
reacción.
―Que claramente funcionó ―suelta.
La dirijo al exterior y la empujo hacia el coche, donde Igor está
esperando.
―Sube.
Pero ella se cruza de brazos y me mira con unos ojos ardientes que
me dicen que no va a hacer nada hasta que diga lo que quiere decir.
―No hasta que me digas por qué estás tan enfadado conmigo.
De acuerdo. Si quiere una discusión, jodidamente se la daré.
―Has venido aquí conmigo como mi cita. Y estás ahí dentro dejando
que ese mudak te ponga las manos encima.
―Me tenía acorralada. Intentaba escapar.
―No lo suficientemente duro.
―Estás siendo un imbécil, ¿lo sabes?
Síp, ya lo sé. Pero verla con Vlad ha roto algo dentro de mí.
―Añádelo a la lista de nombres que ya tienes para mí. Imbécil.
Monstruo. Al menos estás aprendiendo.
―Has olvidado secuestrador.
―Estás caminando sobre hielo delgado ―le advierto.
―Que te jodan.
―No, jódete tú. Ahora entra en el maldito coche.
Entra en el coche y el viaje de vuelta a casa es gélido. Pero en cuanto
entramos en la mansión, la discusión vuelve a rugir.
―Eres un puto gilipollas ―grita ella, subiendo furiosa las escaleras.
La sigo, subiendo la escalera con estruendosa agitación.
―No, soy el puto Pakhan, y nadie me falta al respeto, ¿lo entiendes?
Recorre el pasillo hacia su dormitorio y se gira en la puerta.
―No he hecho nada malo.
El odio arde en esos increíbles ojos castaños. Su hermoso cuerpo está
tenso de ira y emoción. Si le pusiera ahora mismo un arma en la mano,
creo que podría dispararme. Es más, creo que podría disfrutarlo.
Maldita sea. ¿Por qué me excita tanto?
Joder, lo que daría por besar ese ceño fruncido y hacerla gemir
mientras la follo en la cama gigante con dosel que tiene detrás.
No tiene sentido negarlo. La conejita me atrae como un imán. Sé que
me odia. Pero también sé lo dulces que saben sus labios y cómo se le
nublan los ojos cuando se corre. No voy a mentir. Los recuerdos de ella
en mi cama me han mantenido despierto por la noche con la mano en la
polla como un puto adolescente cachondo. Y ahora, aquí de pie, sus
recuerdos de ella retorciéndose y gimiendo debajo de mí me hacen
salivar. Quiero recorrer el camino de los recuerdos con ella, una y otra
vez.
Pero, a juzgar por la furia de su rostro, tardará mucho en dejar que
eso ocurra.
Sonrío internamente justo cuando cierra la puerta de un portazo.
Reto jodidamente aceptado.
Voy a derribar los muros de Brooke, ladrillo a jodido ladrillo, y
cosecharé la dulce recompensa de oírla gritar mi nombre bajo mi cuerpo.
27
Brooke
Brooke
Brooke
Lev
Brooke
―Hijo de puta.
Lev maldice en voz baja cuando entramos en la subasta y nos
sentamos en la mesa que nos han asignado.
Miro a mi alrededor para ver qué le tiene tan cabreado, y es entonces
cuando veo a Vlad sentado a dos mesas de distancia, observándonos con
una sonrisa sibilina en los labios.
Aunque lo oculta bien tras una expresión ilegible, sé que Lev está
furioso. No quiere estar en la misma ciudad que Vlad, y mucho menos
respirar el mismo aire.
Ha cambiado su comportamiento por completo. Durante el viaje en
coche, estaba casi... relajado.
Ahora está erizado y es como una bomba de relojería a punto de
estallar, a la espera que algo lo detone. Así que cuando traen copas de
champán a la mesa, cojo una para calmar la repentina ansiedad que me
recorre la espalda y le entrego una a él para evitar que haga estallar su
mecha.
En nuestra mesa ya hay seis invitados sentados, y por la forma en
que nos saludan, todos ellos están entusiasmados por sentarse en la
misma mesa que Lev Zarkov. Una en particular, una señora rubia algo
mayor, abandona su silla para ponerse a su lado sin poder quitarle las
manos de encima cuando le habla amablemente. No deja de tocarle y de
mirarle con ojos grandes y sin pestañear.
Doy un sorbo a mi champán mientras le veo ocultar su irritación tras
su carisma y encanto.
―Lydia, te presento a Brooke ―dice Lev, tomándome de la mano al
presentarnos. La rubia se enfría de inmediato y posa sus ojos, muy
maquillados, sobre mí.
―Es un placer ―me dice con frialdad, y le dirijo una sonrisa radiante
a pesar que su rostro crispado y tenso está gritándome, este no es tu sitio.
Vuelve a centrar su atención en Lev y empieza a parlotear sobre
todos los famosos presentes esta noche, mencionando nombres de paso,
probablemente para mi beneficio. Entonces menciona el medicamento
contra la demencia en el que está trabajando la empresa de Lev y lo
mucho que ha seguido sus progresos en los periódicos. Y observo el brillo
en los ojos de Lev cuando habla de ello. Por primera vez desde que ella se
acercó a nosotros, parece realmente interesado cuando habla del
medicamento y de las posibilidades que podría aportar a los enfermos.
Hay un flujo constante de invitados que se le acercan después de
marcharse la incombustible rubia. Y me encuentro interpretando tan bien
el papel de obediente acompañante que, para cuando sugiere que
salgamos a tomar el aire, prácticamente estoy convencida. De ser esto
real, y de ser su novia.
El frío del aire nocturno es un alivio frente a la sensación agobiante
que sentía en el salón de baile, y respiro hondo. Las dos copas de
champán me han relajado, y siento que me suelto aún más lejos del resto
de invitados.
―Cuéntame más cosas sobre la fabricación de medicamentos contra
la demencia por parte de ZeeMed ―le digo saliendo a la terraza.
―Esperamos lanzarlo en los próximos meses.
―¿Por qué el Pakhan de una Bratva ya rica y con una riqueza
personal extrema compra una empresa farmacéutica e invierte tanto en
medicamentos para la demencia? ―pregunto.
―No interpretes nada, Brooke. Es puramente un mercado lucrativo.
Sacudo la cabeza.
―No, es más que eso. ―Sacudo la cabeza.
―No quiero hablar de ello ―me dice.
Le doy un golpecito en el hombro.
―Te contaré algo si tú me lo cuentas.
Sonríe a medias.
―Bien, háblame de la pulsera que llevas siempre. ¿Qué tiene de
especial?
Miro la pulsera y dejo que el recuerdo aflore a la superficie.
―Mi madre me la regaló cuando tenía cinco años. Me dijo que era
mágica.
―Y tú la creíste.
―Por supuesto que la creí. Tenía cinco años. ―Sonrío al recordarlo―.
Tenía miedo a la oscuridad, y quiero decir mucho miedo. Tenía que tener
todas las luces encendidas en mi dormitorio y por el pasillo, y
absolutamente ninguna puerta de armario o alacena abierta en ningún
sitio. Una noche, mi madre me preguntó por qué tenía tanto miedo a la
oscuridad, y le dije que era porque no podía ver lo que se escondía en
ella. Así que a la noche siguiente me regaló esta pulsera. Decía que los
búhos pueden verlo todo en la oscuridad y que, mientras la llevara
puesta, ya no tendría miedo. Que el búho era mágico y que yo estaba a
salvo.
Lev se ríe.
―La inocencia de la infancia.
―¿Verdad? Pero nunca me la quité después de aquello. Y ya no tenía
tanto miedo a la oscuridad. ―Juego con el amuleto―. Ahora tiene un
significado diferente, supongo. Por supuesto, he tenido que añadir un par
de eslabones desde que me la regaló. ―Un nudo frío se agolpa en mi
garganta―. Es el único pedacito de ella que me queda.
Lev toma mi mano entre las suyas, frotando el pulgar sobre el
colgante del búho. Su tacto es suave al estudiarlo, siento su calor
extenderse por mi brazo y por todo mi cuerpo.
―Ahora te toca a ti ―le digo apartando la mano―. ¿Por qué gastaste
mil millones de dólares en una empresa farmacéutica para poder fabricar
medicamentos contra la demencia?
Se inclina para apoyar los brazos en la barandilla y contempla la luz
de la luna sobre el lago.
―Mi abuelo murió de demencia.
―¿Estabais muy unidos?
―Básicamente me crio él. Mi padre estaba ocupado como Pakhan y
mi madre perdió el interés por mí cuando nací. Había cumplido con su
deber y había engendrado el heredero que mi padre deseaba
desesperadamente. No tenía ni un hueso materno en el cuerpo. Lo suyo
eran las apariencias y los almuerzos y sus aventuras con otros hombres
que no fueran mi padre, y yo era demasiado para todas las niñeras que
empleaban para cuidarme. ―Levanta una ceja―. Era un poco difícil.
Me burlo jadeando.
―¿Tú? No ―exclamo, ahogadamente.
Sonríe, pero se desvanece.
―Mi abuelo intervino y me lo enseñó todo, desde leer y escribir
hasta a ser un hombre. Pero cuando cumplí dieciocho años, desarrolló
demencia. Cuando cumplí veintiuno, ya ni siquiera sabía quién era yo.
Murió unos meses después sin recuerdos de mí ni de nuestro tiempo
juntos.
―Lo siento mucho. No lo sabía.
―Mi dolor es solo uno entre mil millones, Brooke. No tiene nada de
especial. La enfermedad es tan extendida como insidiosa.
―¿Así que has invertido tu riqueza para evitar que otras personas
experimenten el mismo dolor?
Se ríe, pero adolece de humor.
―No es tan romántico, zayka. Son negocios, simple y llanamente.
Me encojo de hombros ante su negativa.
―Estoy segura que ganarás mucho dinero. Pero ni siquiera tú
puedes negar que tus motivaciones tuvieron más que ver con salvar
millones de vidas que con la codicia.
―Serían las acciones de un buen hombre.
―Entonces tal vez seas un buen hombre.
Gira la cara para mirarme. ―No, Brooke, ahí es donde te equivocas.
No soy un buen hombre ni mucho menos.
32
Lev
Brooke
Lev
Brooke
Brooke
Brooke
Lev
Brooke
Lev
Lev
Brooke
Lev
Lev
Brooke
Brooke
Lev
Lev
Brooke
Lev
Lev
Igor está hablando con los dos guardias que he colocado fuera de la
habitación de Brooke cuando entro en el pasillo. También está con él
Víctor, un ex guardaespaldas militar al que he entrenado para que sea el
chófer personal de Brooke.
―Nadie entra ahí a menos que sea médico o enfermero. Incluso
entonces, hay que comprobar su identificación, ¿entendido? ―les digo a
los guardias.
Asienten, con el rostro serio y hombros rígidos. Saben que sus vidas
no significarán una mierda si dejan que le ocurra algo a Brooke.
―Sí, Pakhan ―dicen ambos.
Asiento secamente y me alejo.
―¿Cómo está Brooke? ―Igor cae al paso detrás de mí, Víctor detrás
de él.
Igor nunca me ha preguntado por nadie en todos los años que lleva
trabajando como mi chófer. Pero no debería sorprenderme que
preguntara por Brooke. Tiene una forma de impresionar a todos los que
conoce, y está claro que el silencioso gigantón no es diferente.
―Se pondrá bien ―le digo―. Mañana volverá a casa.
No le hablo del bebé. Por ahora, es un secreto entre Brooke y yo, y
quiero que siga siendo así hasta que encontremos una forma de navegar
por el caos.
Aunque ya me imagino a Igor llevando a nuestro pequeño al coche y
metiéndolo en la sillita. O aguantando que se suban encima de él porque
mide dos metros y lo consideran su propio árbol al que trepar. No es de
los que muestran emociones, pero sé que en cuanto sepa lo del bebé,
estará dispuesto a morir por él.
―¿A dónde vamos, Pakhan? ―pregunta Igor.
―Llévame al restaurante de Daniil. Voy a convocar una reunión.
―De nuevo, las imágenes de Vlad hiriendo a Brooke me hacen enrojecer y
se me erizan los pelos de la nuca. Es hora de responder a su grito de
guerra.
Odio dejarla, pero tengo que planear una jodida gran represalia, y
tengo que mover ficha antes que ese pizda la vea venir. Estará esperando
algún tipo de respuesta. Por eso lo hizo. Quería hacerme saber que no me
tiene miedo. Ese fue su primer error. Si conociera la oscuridad de la que
soy capaz, entonces tendría mucho miedo.
También subestimó mis sentimientos por Brooke. Ese fue el error
número dos.
Y tres, cree que no va a ir a ninguna parte, pero se equivoca. Voy a
cazarle y enviarle directamente al infierno.
Fuera, es una noche perfectamente despejada, iluminada por una
luna brillante, y a pesar de la fatiga de mis músculos por la falta de sueño
y del cansancio de mis huesos por el peso de mis deberes con la Bratva,
me siento alerta y preparado para la batalla.
Mi teléfono vibra en el bolsillo y dejo de caminar para contestar.
―Te esperaremos en el coche ―dice Igor, lanzándole las llaves a
Víctor.
Asiento con la cabeza y miro el nombre que ilumina mi teléfono.
Brooke. Una sonrisa se dibuja en mis labios.
―¿Ya me echas de menos? ―le digo, mirando hacia su ventana, y al
verla de pie, añado―. Deberías estar en la cama descansando.
―Quiero volver a casa ―dice en voz baja. ―Quiero sentirte a mi lado
cuando me duerma.
Yo también quiero eso, zayka.
No tiene ni idea cuánto.
―Haré los preparativos para que vuelvas a casa mañana ―le digo―.
Pero esta noche, aquí estás a salvo.
―¿Me lo prometes?
Además de los dos hombres apostados ante la puerta de su
habitación de hospital, tengo otros dos en el vestíbulo y dos patrullando
por el perímetro. Y una vez que haya terminado de tirar los dados sobre
la muerte de Vlad, yo mismo volveré aquí para sentarme con ella hasta
que le den el alta. Al diablo con el sueño.
Empiezo a caminar hacia el coche en el aparcamiento.
―¿Lev?
Vuelvo a hacer una pausa para mirarla. ―¿Sí, Zayka?
―Buenas noches.
Sonrío al teléfono. ―Buenas noches, mi amor.
Boom.
La explosión rasga la noche y me hace perder el equilibrio,
lanzándome de espaldas contra los parterres. A solo unos metros de
distancia, el Phantom es destrozado por una erupción ardiente, y partes
de él llueven desde lo alto. Las llamas braman hacia el cielo y luego caen
rápidamente al suelo.
Lucho por levantarme, pero un rayo doloroso que me atraviesa el
cráneo me hace retroceder. Un fuerte zumbido en mis oídos amortigua el
ruido del mundo exterior, y el sabor metálico de la sangre invade mi
boca.
Tumbado boca arriba e incapaz de moverme, miro hacia la ventana
de Brooke y la veo allí. Su rostro está retorcido por el miedo y el pánico
mientras golpea el cristal, llamándome.
Mi amor.
Vienen a por ella. Pero no puedo llegar hasta ella. El zumbido de mis
oídos es cada vez más fuerte. Siento el cuerpo pesado, como cemento
húmedo.
Y mi mundo se vuelve negro.
Continuará…
Midnight Poison
Corrección
La 99