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DOGMÁTICA REFORMADA
DOGMÁTICA REFORMADA
Los objetos del conocimiento libre son todas cosas reales aparte de Dios, es decir, las que
realmente han sido, todavía son, o serán. Se llama libre porque el conocimiento de que estas cosas
existen depende del decreto omnipotente de Dios y de ninguna manera fue una necesidad eterna.
Deberíamos reparar en que los objetos del conocimiento libre son, a la vez, objetos del
conocimiento necesario, pero no como reales sino como estrictamente posibles.
DOGMÁTICA REFORMADA
Geerhardus Johannes Vos
52. ¿Qué se entiende por la distinción entre un conocimiento de simple comprensión y un conocimiento
de visión?
Es lo mismo que la distinción anterior. El conocimiento de la simple comprensión se extiende a todo lo que
es posible; el conocimiento de la visión, a todo lo que es real en el sentido descrito anteriormente.
53. ¿En qué dos aspectos, sin embargo, se distingue el conocimiento de la simple comprensión del
conocimiento necesario?
a) Está claro que Dios es el objeto del conocimiento necesario, pero no del conocimiento de la simple
comprensión. Sin embargo, este último, tal como su nombre indica, abarca solamente aquello que es
estrictamente posible.
b) Las cosas reales también son objetos del conocimiento necesario en la medida en que también son
posibles. Parece que deben excluirse del conocimiento de la simple comprensión porque aquí estamos
tratando con una simple comprensión, es decir, una comprensión que excluye todo lo que es real.
54. ¿Por qué son importantes estas clasificaciones de los objetos del conocimiento de Dios?
Porque incluyen una protesta contra la identificación panteísta de Dios con el mundo. Mediante estas
distinciones confesamos que para Dios es posible más de lo que existe en la realidad, que su poder y
pensamientos se extienden más allá del mundo, que este último es el producto de su libre albedrío.
Qué duda cabe de que esto es así, pero la eternidad de Dios, a la cual recurren aquí en busca de ayuda,
simplemente queda sin efecto por esta doctrina del libre albedrío absoluto, separada del decreto de Dios.
Si de esta manera Dios debe esperar un aumento en su conocimiento de las cosas fuera de sí mismo, si
debe, por así decirlo, esperar por si es necesario asumir dentro de sí la influencia de lo temporal, entonces
esto destruye su eternidad. La doctrina del conocimiento intermedio niega precisamente aquello que
podría hacerla comprensible.
57. ¿Acaso no se enseña ese conocimiento intermedio en 1 Samuel 23:9–12 y en Mateo 11:22–23?
No, en el primer caso simplemente se le dice a David cuáles serían las consecuencias, dada la actitud actual
de las personas entre las que se encontraría si permanecía en la ciudad. En Mateo 11:22–23, tenemos una
forma de hablar hiperbólica que Jesús emplea para referirse al endurecimiento de sus contemporáneos.
58. ¿Hasta dónde llega el conocimiento de Dios?
Abarca todas las cosas, grandes y pequeñas, libres y necesarias, pasadas, presentes y futuras. Por lo tanto,
se le llama omnisciencia.
59. ¿Cuál es la relación entre el decreto de Dios, su conocimiento libre y las acciones libres de los
hombres?
El decreto de Dios es el fundamento de la certeza de su conocimiento libre y también de que las acciones
libres van a suceder. No es el conocimiento previo como tal, sino el decreto sobre el que descansa, lo que
hace que las acciones libres sean ciertas.
61. ¿Cómo se pueden demostrar el conocimiento y la sabiduría de Dios a partir de las Escrituras?
Con textos como Hebreos 4:13; Salmos 139:16; Proverbios 15:11; 1 Timoteo 1:17.
62. ¿En cuántos sentidos distintos se puede entender la palabra “voluntad”?
63. ¿Hay alguna razón en particular para clasificar los siguientes atributos de Dios bajo su voluntad?
Sí, porque mientras en nosotros los atributos racionales se encuentran en su mayor por debajo de nuestra
conciencia, y por lo tanto apenas se parecen a una volición consciente, en Dios son completamente
diferentes. Todas sus perfecciones racionales, tales como su santidad, justicia, etc., residen en la plena luz
de su conciencia, es decir, son una inclinación consciente de su naturaleza. Está claro que la inclinación
consciente es la voluntad en el sentido más amplio de la palabra. Así pues, los teólogos antiguos tenían
toda la razón cuando trataban con la santidad y la justicia, etc., bajo los atributos de la voluntad de Dios.
65. Entonces, ¿es la voluntad de Dios (dicho sea con reverencia) una voluntad egoísta?
Esto lo podríamos decir en el buen sentido. En el hombre, el egoísmo es malo porque el bien supremo se
encuentra fuera de él. Por el contrario, Dios es el todo-suficiente, que se deleita en el bien supremo dentro
de sí mismo.
66. ¿Podemos decir que la voluntad y la comprensión de Dios son la misma cosa?
No, contra esta identificación, otros han observado, con razón, que Dios es claramente omnisciente y
omnipotente, pero no omni-volitivo.
73. ¿Pueden considerarse exitosos todos los intentos por eliminar esta dificultad?
a) Algunos han negado que la voluntad existente tenga el carácter de una voluntad, y desean dejarlo en
una mera prescripción. Sin embargo, debe observarse que en las prescripciones de Dios es su
naturaleza santa la que habla y que, de hecho, están basadas en un fuerte deseo en Dios. Más
precisamente, el problema con el que nos encontramos aquí es este: ¿cómo pueden existir dos deseos
en Dios, uno que quiere lo bueno y aborrece lo malo, y uno que deja que no se lleve a cabo el bien y
permite que aparezca el mal?
b) Algunos han distinguido entre la existencia de una acción y el modo de su existencia (la acción equivale
a lo material y lo formal). La voluntad preceptiva de Dios, según se dice, solamente se refiere a lo
último. Eso es cierto. Pero su voluntad decretiva también se refiere a lo último, y en ese sentido,
ambas voluntades están nuevamente una al lado de la otra, sin reconciliarse.
c) Otros pensaron que todo estaba resuelto cuando señalaron que la voluntad decretiva de Dios también
incluye dar a conocer su voluntad preceptiva. Cuando A peca, entonces la voluntad decretiva de Dios
lo ha determinado, y su voluntad preceptiva lo ha prohibido. Pero ahora hay que considerar que la
voluntad decretiva de Dios también comprende aquello que Dios prohibiría. Por tanto, piensan, la
voluntad preceptiva se une a la decretiva, y todo se resuelve en una unidad más elevada. Sin embargo,
esta resolución es un puro engaño. Ambas voluntades ahora se encuentran bajo el decreto, pero de tal
manera que se han convertido tan sólo en un paralelismo externo, carente de armonía interior. La
pregunta es claramente cómo puede Dios decretar que se permita algo que, al mismo tiempo, Él debe
decretar prohibir en virtud de su santidad.
74. ¿Distinguen también las Escrituras entre un doble concepto de voluntad en este asunto?
Sí, “querer” a veces significa la inclinación o intención natural del alma y, a veces, la determinación del
decreto. (Compárese arriba, pregunta 62, a) y b); Mateo 27:43, θέλω; y Salmos(22:9 ָח ֵפץ, )
75. ¿Podemos resolver aquí la dificultad suficientemente, según nuestro modo de pensar?
No, porque todo se reduce fundamentalmente al problema de permitir el pecado y equivale a ese
problema. Con nuestra limitada comprensión de los caminos de Dios, no podemos darle una solución a esta
pregunta. Lo único que podemos hacer es cuidarnos de buscar la dificultad allí donde no se encuentra.
79. ¿Cómo debemos valorar el caso en que el Señor le profetizó a Ezequías: “Morirás de esta
enfermedad” y, sin embargo, lo sanó?
La profecía no fue una revelación de la voluntad decretiva de Dios que más tarde se cambiaría, sino que era
simplemente un anuncio del hecho de que la enfermedad era mortal en su naturaleza. Ezequías fue sanado
por un milagro. Está claro que la voluntad decretiva de Dios era que sanara. Dios habla en lenguaje
humano. Cuando decimos: “Morirá de esta enfermedad”, nos referimos a lo mismo.
80. ¿Cómo debemos valorar el caso de Abraham, donde primero se le ordenó sacrificar a Isaac, y más
tarde se retiró este mandato?
Aquí Dios ordena algo que Él no quiere. El gran problema, sin embargo, era cómo puede Dios decretar algo
que no aprueba. En el caso de Abraham, como mucho podría encontrarse alguna dificultad relacionada con
la veracidad de Dios. ¿Cómo puede Dios decirle a Abraham: “Mi voluntad es que sacrifiques a tu hijo”,
cuando en realidad esa no era su voluntad? Uno debe entender esto de tal manera que Dios realmente no
le dijo a Abraham: “Mi voluntad positiva es que llegue a producirse (la voluntad decretiva), sino que es mi
voluntad preceptiva para ti”, es decir, “Te exijo que te sientas en la obligación de hacerlo”.
Conocimiento de Dios
en relación con sus objetos
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81. ¿Le dan el mismo alcance todos los teólogos antiguos al concepto de la santidad de Dios?
No, hay quienes incluyen todos los atributos racionales dentro de su santidad, p. ej., amor, gracia,
misericordia, etc. Otros, como por ejemplo Cocceio, identifican la justicia con la santidad.
85. ¿Cómo se distingue este segundo elemento del concepto de santidad del primero?
Haciendo hincapié en el significado racional de la santidad de Dios. Dios no sólo se distingue de todo lo que
existe fuera de él, sino que también se conoce a sí mismo, se busca a sí mismo y se ama a sí mismo como la
encarnación suprema de la perfección racional. Y de esta determinación de Dios hacia sí mismo, se deduce
que también hace a la criatura subordinada a sí mismo y la separa para sí mismo. Porque que la criatura sea
santa significa que está “consagrada a Dios”.
88. ¿Puede alguien llamar al amor de Dios el atributo central de su ser, y aquel según el cual hay que
clasificar a todos los demás?
No, porque todos los atributos son el ser de Dios. Es más, los teólogos que se aventuran a hacer del amor
de Dios el atributo central hacen esto a expensas de otros atributos, p. ej., la santidad, como si Dios no
fuera otra cosa que amor puro y abnegado. La Escritura nos enseña que en Dios hay un amor abnegado,
pero al mismo tiempo enseña que hay más que este amor y que también está subordinado a la ley más
elevada de la vida racional de Dios; a saber, que en primer lugar Él se quiere a sí mismo y se glorifica a sí
mismo.
89. ¿El atributo del amor debe entenderse de forma racionalista como una comprensión y aprobación de
los excelentes atributos del objeto que se ama?
No, el amor tiene su sentido racional en sí mismo y no pierde ese sentido incluso cuando se extiende al
objeto más indigno. La Escritura le atribuye a Dios ese amor por los pecadores perdidos que no tenían nada
en sí mismos que pudiera despertar la aprobación de Dios y su beneplácito.
90. ¿Qué distingue el amor de Dios de su santidad?
La santidad hace referencia al amor de Dios hacia sí mismo como el bien supremo. Por lo tanto, es la
autodeterminación de Dios. El amor, por su parte, hace referencia a la disposición del beneplácito de Dios
hacia lo que está fuera de Él, o también al afecto que tienen entre sí las tres Personas Divinas.
91. ¿Cómo se ha tratado de argumentar a favor de la Trinidad a partir del atributo del amor?
Se ha señalado que el amor exige un objeto personal que sea distinto de la persona que ama. Esto es cierto,
pero debemos fijarnos en que de esta manera todavía no podemos llegar a la conclusión de que hay
exactamente tres personas en la Deidad.
92. ¿Se permite el amor hacia sí mismo en la criatura de la misma manera que sucede con la santidad de
Dios?
a) Dios puede y debe amarse a sí mismo como el bien supremo. La criatura no debe aspirar a convertirse en
el bien supremo y propósito final de sus aspiraciones. En nosotros, el amor propio absoluto está prohibido;
de hecho, estrictamente hablando, también lo está el amor absoluto hacia otra criatura, en cuyo caso el
honor a Dios quedaría a un lado.
b) Ahora bien, se puede hablar de amor propio en un sentido positivo. Las obligaciones, a través de cuyo
cumplimiento debemos glorificar a Dios, deben variar en naturaleza. Hay algunas que nos llaman a
sacrificarnos, otras en las que debemos tener en cuenta nuestra supervivencia. El sacrificio mal entendido
de uno mismo puede convertirse en pecado. Nadie puede odiar su propia carne. Mateo 22:39; Romanos
13:9; Gálatas 5:14; Santiago 2:8.