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Joaquín Costa,

el sueño de un país imposible

Una visión
desde el siglo XXI
del pensador aragonés
Joaquín Costa,
el sueño de un país imposible.
Una visión desde el siglo XXI del pensador aragonés

Colaboran en esta edición:


Edita
HERALDO DE ARAGÓN

Director
Mikel Iturbe Mach
Dirección de la obra
Rafael Bardají Pérez
Asesores científicos
Eloy Fernández Clemente y Pedro Rújula
Realización
GABESA. Grupo Heraldo
Dirección: Victoria Martínez Hernández
Coordinación
Rafael Bardají Pérez y Clara Duplá Agüeras
Coordinación técnica
Lucía Serrano Pellejero
Edición
Clara Duplá Agüeras
Diseño y maquetación
Cristina Guallar Barea
Ilustración de portada
Alberto Aragón
Documentación
Mapi Rodríguez Molina
Impresión y encuadernación
Calidad Gráfica Araconsa
ISBN
978-84-7610-115-05
Depósito Legal
Z-247-2011

Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquiera de los textos e imágenes incluidos en esta obra
sin autorización expresa de HERALDO DE ARAGÓN, así como de los respectivos propietarios de los dere-
chos de autor.
Índice
Presentación: Mikel Iturbe, director de HERALDO 5
Rafael Romeo, presidente de la CHE 6
Prólogo de Eloy Fernández Clemente 8
Capítulo 1. Costa y su mundo 11
12 Un solitario en diálogo con su tiempo. Por Pedro Rújula
24 Pasión por la antigua Iberia. Por Guillermo Fatás
Capítulo 2. Un universo intelectual 25
26 Intelectuales en busca de salidas a la decadencia española.
Por Ángeles Ezama Gil
36 Costa y la Literatura. Por Alberto Gil Novales
Capítulo 3. El Regeneracionismo en la Restauración 37
38 El sistema, en el punto de mira. Por Carmen Frías Corredor
50 Sobre la llamada «Generación del 98». Por José–Carlos Mainer Baqué
Capítulo 4. La escuela, apuesta regeneracionista 51
52 La lenta implantación de la escuela. Por Víctor Juan Borroy
60 Las mujeres y la educación. Por Inmaculada Blasco Herranz
Capítulo 5. Costa íntimo 61
62 Pertinaz agonía en lucha continua contra la enfermedad.
Por Juan Carlos Ara Torralba
74 Sobre la enfermedad. Por Venancio Díaz Castán
Capítulo 6. Prensa y política como instrumentos 75
76 El búfalo herido en la arena de la política nacional. Por Rafael Bardají Pérez
88 Con la mirada puesta en Europa. Por Lorenzo Martín–Retortillo Baquer
Capítulo 7. El regadío redentor 89
90 De los regadíos a la cuestión de la propiedad de la tierra. Política hidráulica
y transformación social. Por Cristóbal Gómez Benito.
100 El costismo de Lorenzo Pardo. Por José Ramón Marcuello
Capítulo 8. El dolor de España 101
102 Los «pares» del prócer. Por Antón Castro
114 El congreso de Jurisconsultos Aragoneses de 1880.
Por Guillermo Vicente y Guerrero
Capítulo 9. La utilización de su mensaje 115
116 El símbolo. Los recuerdos selectivos. Por Carlos Serrano Lacarra
128 En recuerdo de algunos costistas. Por José Luis Melero

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Nuestro compromiso
Mikel Iturbe Mach
Director de HERALDO DE ARAGÓN

No podía ser de otra forma. El compromiso «El que tiene la llave del estómago tiene la
de HERALDO DE ARAGÓN con Joaquín Costa nos llave de la conciencia. Pobreza y libertad son tér-
situaba frente al centenario de su muerte en un minos incompatibles; por más revoluciones que
plano de exigencia. Citados por la historia y apre- se fragüen. No se ha librado de la opresión si no
miados por el papel otorgado por los años de pe- se le ha librado de la miseria. La papeleta elec-
riodismo e información, HERALDO se suma a un toral es un cetro que no se acomoda a la mano
empeño por la visualización y el mantenimiento de del mendigo. ‘Onza de Estado, libra de oro’, dice
la figura de uno de los hombres más ilustres que un viejo refrán lleno de la más verdadera filoso-
ha dado Aragón. Consignado como la principal fi- fía. Y muchos siglos antes la Biblia: ‘La libertad
gura del Regeneracionismo, Costa supo construir del hombre está en sus riquezas; para el pobre
un discurso intelectual que le convirtió en uno de no hay ley ni justicia: vale más morirse que vivir
los padres del Aragón moderno y modernizador, en la indigencia’. Estas verdades valen más que
sujeto por la demanda de una tierra exigente con todos los libros de Rousseau, de Montesquieu y
los suyos, pero preocupada por un modelo donde de Kant, en que se han engendrado las constitu-
las leyes consuetudinarias conformaban un todo ciones modernas».
imprescindible que era obligado superar. Sin limi-
taciones, con la tenacidad de quien se cree citado A quien no ha contado con la oportunidad de
con su tiempo, Joaquín Costa buscó la alteración leer a Costa o a quien, sencillamente, ha entendido
del orden establecido, retándose a sí mismo y fi- su trayectoria política e intelectual como una débil
jando en el krausismo una alternativa sujeta a la señal del pasado, alejada de cualquier vinculación
lógica de su conducta. con la España y el Aragón del siglo XXI, le invito a
participar de la personalidad de un hombre que
Costa, el controvertido y el discutido, el hombre denunció los peligros de la sinrazón. Costa, hoy
del reto permanente, el querido y también el olvi- más vigente que nunca, se atrevió a demandar una
dado, supo difundir un espíritu de lucha permanen- exigencia modernizadora vinculada a lo institucio-
te que ha permanecido en el imaginario aragonés nal, pero terriblemente activa en lo social.
como un sinónimo parejo a la rectitud y la honradez.
Anticipado a su tiempo, preocupado por su entorno Este libro que tiene en sus manos, elaborado
y precursor de un sistema de engarce social con el con la participación de buena parte de los mejores
que hoy convivimos con naturalidad, Costa supo uti- estudiosos y expertos de la figura de Costa, tan
lizar las páginas de HERALDO para trasladar todo solo busca un sencillo y doble objetivo: recuperar
el peso de su mensaje. Así, el 11 de febrero de 1899 e introducir sus ideas e invitar a que se siga un
y bajo el título Pan y libertad publicaba este breve camino desbrozado que aún corre el riesgo de
artículo que resume toda la fuerza de su intención: quedar oculto.

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Costa: buscar en el pasado
impulsos para el futuro
Rafael Romeo García
Presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro

Cuando me propusieron participar en este libro en la raíz, como pensé en aquel momento, el ideario
me pareció un proyecto ilusionante. Especialistas, de Costa, vigente todavía, eso sí, con nuevos enfo-
historiadores, periodistas, pedagogos, ofreciendo ques, resultado del avance de nuestra sociedad.
una visión poliédrica de uno de nuestros pensadores
Precisamente, el Canal de Aragón y Cataluña
más ilustres y devolviéndonos su figura, planteando
fue la primera gran infraestructura hidráulica que
un nuevo análisis y sobre todo, probando algo inne-
se construyó a principios del siglo XX, con el im-
gable: el peso de su influencia. Una influencia que
pulso inversor del Estado. Una idea, la de la finan-
se mide en hechos, más allá de sus grandes esló-
ciación estatal, defendida por «El León de Graus» y
ganes que, como ya sabemos, resumían cuestiones que fija las bases de lo que él mismo definió como
fundamentales, como «Despensa y Escuela». política hidráulica. Para Costa era necesario que
Unos meses antes de la publicación de este libro los recursos nacionales se destinaran a las herra-
mientas que permitieran una revolución agraria y
asistí a la firma del convenio para que los nuevos
por tanto, una revolución social.
regadíos de La Litera Alta, en Huesca, se puedan
abastecer a través de las infraestructuras del Ca- Ese testigo lo tomaría un costista convencido,
nal de Aragón y Cataluña. En los cimientos de este Manuel Lorenzo Pardo, el creador, de la mano del
acuerdo, fundamental para el desarrollo de esta Conde de Guadalhorce, de la primera de esas con-
zona, y de Aragón en general, se encuentra la bús- federaciones, la Confederación Hidrográfica del
queda del consenso para alcanzar el desarrollo. Y Ebro en 1926, un organismo que venía a aplicar en

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aquel entonces las ideas de Costa. Esto es, la regu- historia, eso sí, se ha ido adaptando a los tiempos,
lación de los recursos hídricos para crear regadío y los usuarios cada vez son más, somos todos y la ri-
con él generar «despensa» e impulsar la revolución queza no sólo se considera la que genera el sector
social de la agricultura. agroalimentario.

Las ideas de Costa sobre el aprovechamiento También las ideas de Costa han tomado por el
del agua forman parte de su pensamiento general. camino nuevos enfoques teniendo en cuenta los
Es un hombre de su tiempo, el de una España de fi- cambios de la sociedad. La riqueza y el desarrollo
nales de siglo, deprimida, atrasada, pero, además, no sólo se plantean en término de aprovechamien-
que se mueve en un contexto europeo de innova- to de recursos, a esta receta hemos añadido los
ción continua. El aragonés piensa en el agua, en ingredientes de sostenibilidad; la restitución terri-
el regadío y en la revolución agraria, con un solo torial; la conservación…
objetivo, el progreso del país y la justicia social.
Hay una frase del autor de Oligarquía y Caci-
En esa España que pierde colonias, para Cos- quismo que me parece clave para poner nueva luz
ta es más importante «la guerra contra la sequía» sobre su pensamiento en la celebración del cen-
que la guerra para mantener los territorios de tenario de su muerte: «Los pueblos no abdican de
ultramar. Era un momento para replantearse las su pasado, que sería abdicar juntamente de su
prioridades y él lo hace con total claridad.
porvenir». Costa forma parte de nuestro pasado,
Y aunque es un hijo de su tiempo y de su España, del que hemos bebido y bebemos. Que puso el
como decía, la necesidad de desarrollo, del uso de foco en cuestiones que necesitaban ser cambia-
los recursos para el progreso, sus ideas generales, das y centró su atención en nuevas claves políti-
son de aplicación en el siglo XXI, en un mundo donde, cas, como la hidráulica, que son fundamentales
todavía hoy, esa justicia y esa «despensa» no están para entender nuestra sociedad y que, además,
garantizadas para un alto porcentaje de la población. siguen siendo necesarias para el desarrollo de
una parte todavía demasiado grande del mundo.
Aquí, su influencia sigue vigente a través de
las confederaciones hidrográficas. El pilar de es- Los textos que conforman esta interesantísi-
tos organismos sigue siendo la participación de ma obra nos permiten acceder de forma diversa
los usuarios y la generación de riqueza a través al pensamiento de Costa y, seguro, encontraremos
del aprovechamiento de los recursos hídricos. Su nuevas claves para mirar hacia el futuro.

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La oportunidad de volver a Costa
Eloy Fernández Clemente
Catedrático de Historia Económica de la Universidad de Zaragoza

«¿Todavía Costa?, se preguntará más de uno de Esta aportación al Centenario replantea el de-
nuestros ingenios de hoy... Claro que sí que inte- bate sobre Costa como principal figura del Rege-
resa, y no solo desde Aragón: flaco favor sería la neracionismo, revisado en toda España con pasión
exclusiva devotio aragonesista, que se merece el y datos en 1998, un siglo después del Desastre que
aragonés más ilustre de cuantos se ocuparon de provocó ese impulso renovador. Sin perder ese en-
su tierra y el más preocupado por ella de los ilus- foque general, pues la sombra de Costa se proyectó
tres contemporáneos». Así escribí, hace quince sobre toda España y aun algunos países próximos,
años, en el prólogo a En torno a Costa: (populismo aquí se pone el énfasis en otras muchas facetas.
agrario y regeneración democrática en la crisis del
liberalismo español) de Alfonso Ortí, el mayor es- Desde la personal, su origen de pequeño cam-
tudioso vivo de nuestro polígrafo. pesino, con problemas de salud y económicos que
le persiguen durante toda su vida, al carácter fir-
Al cumplirse, el 8 de febrero de 2011, los cien me y tenaz del estudioso, el científico social, el ju-
años de la muerte en Graus de Joaquín Costa, un rista, el agrarista capaz de soñar en una España
despliegue de afa- pobre con riegos y
nes y trabajos sobre Conocer a Joaquín Costa es leer sus agroindustrias, o el
su figura y su obra escritos y estudiarle en todas sus fa- geógrafo casi paralíti-
se apresta a tan im- cetas. Es también imitarle en el tra- co capaz de impulsar
portante conme- bajo sin tasa. Su sombra se proyectó empresas coloniza-
moración. Si ambas sobre toda España y países próximos doras en África.
—obra y figura— han
contado a lo largo de También la figura
ese siglo con admiradores y estudiosos, es hora de intelectual vinculada en pensamiento y sensibi-
comprobar la vigencia social de sus ideas y proyec- lidad con la Institución Libre de Enseñanza, una
tos, la proyección hacia el presente de los mismos. opción moral y pedagógica de gran influencia en
la cultura española contemporánea solo aparente-
Se hace desde foros académicos —universida- mente perdida por los odios que despertó en los
des, ateneos, congresos— y se quiere también que vencedores de la Guerra Civil, y resurgida en la de-
llegue a los más, con síntesis divulgativas. En este mocracia del último tercio de siglo.
apartado, aunque con la mayor ambición y la partici-
pación de un elenco de especialistas difícil de igua- O sus grandes obras jurídicas, que hablan de un
lar, se inscribe este libro de HERALDO DE ARAGÓN, Derecho que obliga aunque se ignore —y por ello
ideado y coordinado por Rafael Bardají, donde Cos- debe conocerse por todos—, que defiende más
ta tuvo siempre espacio para escribir, admiración y que oprime, que define y corrobora un modo de ser
apoyo. ancestral, bebiendo de la sabiduría popular —De-

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recho consuetudinario, Colectivismo agrario—. O
sus propuestas de revisión en la mirada al pasado,
el modo de estudiar la historia, con rigor y exigen-
cia y capacidad de comprensión. Y sus estudios
sobre el folclore, la literatura popular, la antropo-
logía, la sociología.

En Aragón es, como Cajal, un referente de sabio


al que se respeta más que se conoce, que se esgri-
me más que se sigue. Por eso es tan importante
contemplar el ingente esfuerzo, aunque en princi-
pio fallido, por clarificar y extender la participación
política, condenando en una obra magnífica —Oli-
garquía y caciquismo— la corrupción de todo un
sistema, abarcando las propuestas democráticas
a toda la población adulta, capaz de comprender,
decidir, elegir.

Conocer a Costa es leer sus escritos, no siem-


pre al alcance del gran público, y estudiarle en to-
das sus facetas. Es, también, imitarle en el trabajo
sin tasa para mejorar las condiciones económicas,
sociales, culturales, políticas de un país que, bien
distinto del de hace un siglo, sigue necesitado de
hondas reformas. Este libro puede ser una ayuda Costa, por Juan José Garate, 1915. Archivo HERALDO
fundamental en ese esfuerzo colectivo, que siga
proponiendo a Costa como uno de los principa-
que ahora reedita con acierto la misma editorial: si,
les aragoneses y españoles contemporáneos, de
como había afirmado Alberto Gil Novales, gracias a
cuyas propuestas, admoniciones y advertencias,
los excelentes trabajos de Cheyne, Costa «se con-
seguimos necesitando para salir de otra crisis,
virtió en el autor español mejor documentado», con
exigiendo como él líderes inteligentes, honrados y
su ayuda y magisterio ello ha sido continuado por
laboriosos.
un número considerable de investigadores, y parece
Espero me sea dispensada la autocita de las confirmarse y aun acrecerse. El personaje y la obra
palabras con que acabo el epílogo a la excelen- lo merecían, y nosotros, sus apasionados discípulos
te biografía de Costa que publicara Ariel en 1972 y y estudiosos, no nos podemos quejar más.

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1 Costa
y su mundo

La trayectoria vital de Costa va aparejada


al desarrollo y consolidación de la etapa
isabelina. Conoció la miseria del campo
y vislumbró los cambios de la sociedad
industrial

Ilustración: Kristina Urresti


Un solitario en diálogo con su tiempo
Pedro Rújula
Profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza

J oaquín Costa nació en 1846, el mismo año que la Constitución que


serviría a los liberales moderados para dar forma a la sociedad espa-
ñola durante el reinado de Isabel II. Su proceso de formación, pues,
iba a correr paralelo a la consolidación de la monarquía isabelina, un régi-
men con doble cara: de un lado la institucionalización de un sistema liberal
moderado, con cámaras, sufragio censitario, limitaciones en la libertad de
expresión y escasa confianza en la participación de la sociedad en la política;
El mundo de Joaquín Costa trans- de otro, el desarrollo del capitalismo en el país, no solo liberando la econo-
currió entre una España agraria, mía de las trabas que atenazaban a la libre circulación de bienes y servicios,
atrasada y empobrecida, y el creci-
sino desarrollando el marco jurídico y las instituciones que hicieran posibles
miento urbano como consecuencia
las inversiones que requería una economía moderna en desarrollo.
de la incipiente industrialización. En
estas dos imágenes, puede verse el
Su origen familiar le vincula a la pequeña propiedad de la tierra del
contexto agrario de los alrededores Prepirineo oscense. Costa vivió su infancia y primera juventud inmerso
de Zaragoza y la fundición Averly, en en este contexto y cuando, a los 17 años, abandonó Graus para continuar
la capital aragonesa, a principios del los estudios, su padre se mantuvo al frente de una de estas explotaciones,
siglo XX. Archivo Luis Gandú, de Mª lo que supuso una línea de contacto continua con los problemas de la
del Carmen Gandú gestión de las tierras. Años más tarde, en 1872, cuando muera su hermano

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Juan, sus pensamientos se dirigirán hacia su padre porque perdía «el últi-
mo hijo que podía ayudarle a trabajar». También es su padre quien le co-
necta con una forma popular de lo jurídico, las leyes consuetudinarias, ya
que el conocimiento de este tipo de normas no escritas y la capacidad de
arbitrar en situaciones de litigio, que le había valido el sobrenombre de «el
Cid», le ofrece por anticipado una amplia visión del mundo del derecho.
Lo que le permitió franquear los límites del reducido marco local fueron
los libros. «Mi afición a los libros era desmesurada», escribiría unos años
después. A través de ellos comienza a concebir la existencia de un mundo
muy alejado de las duras faenas que absorben todas las horas del día del
campesino pobre y al mismo tiempo toma conciencia de que es un ser
extraño a ese mundo donde sus preocupaciones tienen difícil encaje. Es la
construcción de una identidad en conflicto, insatisfecho con las reducidas
posibilidades que se abren ante sí y atormentado por no poder canalizar su
deseo de conocer. El problema no se resolverá cuando en 1863 vaya a vivir
a Huesca para trabajar como criado, porque su situación económica sigue
siendo mísera. Sin embargo, la capital oscense le aleja físicamente —que
no intelectualmente— de la tierra y le sitúa en condiciones de continuar
con su formación. Es entonces cuando comienza a escribir febrilmente
textos de naturaleza pragmática, bien sean sobre agricultura u otros que,
como los diccionarios, gramáticas o enciclopedias ponen de manifiesto
su voluntad de asaltar el conocimiento como totalidad, es decir, como
si fuera una ciudadela que debía ser conquistada. Allí dará también sus
primeros pasos públicos en la cultura, fundando el Ateneo Oscense o pu-
blicando sus primeros artículos en la prensa local. Ambición y autodidac-
tismo serán las dos caras de la misma moneda en el Joaquín Costa que,
aunque muy tarde, consigue cursar estudios de bachiller.

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CRONOLOGÍA 1846 — 1851 1866 — 1868
Cuando Joaquín Costa nace, en 1846, comienza En 1866 se firma el Pacto de Ostende entre pro-
en España la segunda Guerra Carlista. Ese año, gresistas, demócratas y unionistas para derrocar a
la reina Isabel II se casa con su primo Francisco Isabel II. Un año después, en 1867, Costa trabaja en
de Asís de Borbón. Seis años después, cuando la Exposición Universal de París, pensionado por la
la familia Costa se traslada a Graus (1851), se Diputación de Huesca. En 1868, a su regreso, publica
firma el concordato por el que el Gobierno de las ideas apuntadas en la Exposición. Ese año está
Narváez llega a un acuerdo con la Santa Sede llamado a quedar grabado en la historia de España
que declara la religión Católica como la única por el levantamiento militar conocido como la «Re-
del Estado y soluciona el conflicto desatado por volución Gloriosa», que llevará al derrocamiento de
la desamortización: la Iglesia acepta la venta de los borbones. Al otro lado del océano, se produce el
su patrimonio pero consigue la subvención del comienzo de la insurrección independentista cubana
clero por parte del Estado. con el llamado «Grito de Yara».

Inserto en su período oscense está el viaje a París. Aquellos nueve


meses que vivió en la ciudad francesa como artesano observador de la
Exposición Universal operan en su visión del mundo como un punto
sin retorno. Es la clave que necesitaba para terminar de conformar una
amplia idea de la realidad contemporánea. Aquí nace la conciencia de
Europa y de la modernidad en todo su esplendor, pero, al mismo tiem-
po, también es una experiencia reveladora de su identidad nacional y de
lo que España representa en el concierto internacional. A su regreso de
París era todavía más consciente de las dificultades en que le situaba su
falta de «posición social» para batirse en el terreno de la cultura. Huesca,
de pronto, parece haberse hecho muy pequeña.
El año 1868 es el de la revolución de septiembre, cuando la coalición

Las grandes líneas del pensamiento, de la investigación y de la ciencia

La vida de Joaquín Costa transcurre, desde el punto de vis- la población. El control de las hemorragias, la antisepsia y
ta del pensamiento filosófico, en el contexto del positivismo la anestesia ofrecían halagüeñas perspectivas en cirugía
de Comte y el neopositivismo de Mach como sustrato del y los antibióticos hacían su todavía tímida aparición. Por
pensamiento científico, aunque conviene no olvidar que en último, las leyes de la herencia y la teoría darwinista del
su época nació y se desarrolló el materialismo dialéctico. origen de las especies por la selección natural ponían al
Cuando Costa nació Inglaterra ya era el taller del mundo, ser humano en el contexto de un desarrollo científico, tec-
pero en su juventud se produjo el despertar de Alemania, nológico e industrial que, desde luego, permitía explicar
que acabó el siglo XIX convertida en la primera potencia el éxito de unos y el fracaso de otros en términos de leyes
europea en competencia con unos Estados Unidos de naturales, pero que también dejaba margen para incidir
América dispuestos a disputarle la hegemonía mundial. en las condiciones de contorno —la alimentación y la hi-
La industrialización del hierro y del acero había cambiado giene, la educación y la sanidad, la tierra y la energía—
ya la faz de buena parte de un planeta que a lo largo de como base de la exitosa adaptación al medio.
su vida iba a electrificarse, a telecomunicarse y a radioco- En este contexto, el pensamiento de Costa aparece a me-
municarse. La química de los colorantes, de los fertilizan- nudo centrado en propuestas agraristas que casi ignoran
tes, de los explosivos y de los fármacos era una potente e el mundo industrial. Sin embargo, su machacona insisten-
imparable rama industrial que abordaba el campo de los cia en la modernización y europeización de España, en la
productos sintéticos al tiempo que las vacunas acercaban, superación de los sueños imperiales, en la importancia de
por primera vez en la historia, la medicina al conjunto de la educación y la investigación —todas ellas ideas claves

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CRONOLOGÍA
1869 — 1873 1870 1873
Se aprueba en España la Constitución La Federación Regional Amadeo I abdica y se pro-
democrática de 1869 por parte de de la Asociación Inter- clama la I República.
unas Cortes Constituyentes elegidas nacional de Trabaja- Además, se producen su-
por sufragio universal masculino. dores o Primera Inter- blevaciones campesinas en
Llega a España el líder anarquista nacional se forma en Andalucía.
Fanelli, cuya labor propagandística España en 1870. Por su parte, las elecciones
tendrá gran influencia en determi- Las Cortes Constitu- a Cortes dan el triunfo a los
nados núcleos de población espa- yentes españolas eligen republicanos. Hay subleva-
ñoles. Durante este periodo, y hasta a Amadeo de Saboya ciones cantonalistas y co-
1873, Joaquín Costa estudia en las nuevo rey de España. El mienza la Guerra Carlista.
facultades de Filosofía y Letras y general Prim es asesi- Ese mismo año Costa se li-
Derecho de Madrid. nado. cencia en Filosofía y Letras.

de fuerzas antiborbónicas forzaron la caída de Isabel II inaugurando así


un tiempo para replantear la forma de gobierno y los principios que
debían regir la vida pública española leídos ahora en clave democrática.
En cierta sincronía de movimientos con el ritmo del país, Joaquín Costa
también experimentó un cambio profundo en su vida: se traslada a vivir
a Madrid. Esto le permitirá contemplar como testigo directo uno de los
momentos más apasionantes de la historia española del siglo XIX. Du-
rante aquel tiempo efímero que apostó por ampliar la participación de
las clases populares en la política y por que las ideas fluyeran libremente
para dar forma a una opinión pública madura en medio de un contexto
abierto y participativo, pudo completar sus aprendizajes y conectarse
con el corazón de la vida pública nacional del momento.

del Regeneracionismo miento de Costa, la Junta para Ampliación de Estudios e


que Costa encabezó— no Investigaciones Científicas como institución encargada de
permiten considerarle promover la investigación y la educación científica en Es-
ajeno a un progreso indus- paña en el primer tercio del siglo XX, hasta su desaparición
trial de incontestable base como consecuencia del resultado de la Guerra Civil.
científica. De hecho, su Por último, cabe destacar el eco que el pensamiento de
africanismo y su actividad Costa halló en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y
en el terreno de la geogra- Naturales de Zaragoza, fundada en 1916. De la mano de
fía desde la década de los Manuel Lorenzo Pardo, esta institución se volcó, en el pe-
ochenta le conectan con riodo 1920–1926, en actividades de carácter divulgativo de
la Sociedad Española de marcado acento aragonesista que alcanzaron su máxima
Historia Natural, decana expresión en la organización de seis cursos de conferen-
Darwin. Archivo HERALDO de las sociedades científi- cias —sobre temas agrarios, industriales, mineros, hi-
cas españolas, que agrupó dráulicos— y culminaron con la creación de la Confedera-
a los más insignes científicos de la Restauración española. ción Sindical Hidrográfica del Ebro.
No obstante, el mejor cauce para sus inquietudes educati- Elena Ausejo
vas lo halló en la Institución Libre de Enseñanza, entorno Profesora titular de Historia de la Ciencia
del que precisamente surgiría, tres años antes del falleci- de la Universidad de Zaragoza

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CRONOLOGÍA 1874 1875 — 1876 1878 — 1879
Costa se doctora en El polígrafo oscense se doctora en Filosofía y Letras Se firma la Paz de Zanjón
Derecho y obtiene y sufre una tremenda decepción al no ganar el Pre- entre el general Martínez
una plaza de profesor mio Extraordinario en detrimento de su rival, Me- Campos y el Gobierno cu-
sustituto en la Uni- néndez Pelayo, decisión que considera injusta. Ese bano, que logra la amnis-
versidad de Madrid. mismo año ha renunciado a su puesto de profesor tía para sus sublevados.
Se produce el golpe universitario por solidaridad con Giner de los Ríos Además, llega el fin de la
de Estado del gene- y ha conseguido plaza de oficial letrado de la Admi- primera Guerra de Cuba
ral Pavía y el pro- nistración Económica. La tercera Guerra Carlista (1868–1878). Un año des-
nunciamiento militar acaba en 1876, año en el que suprime el régimen pués, Pablo Iglesias fun-
del general Martínez foral vasco y España aprueba la constitución cano- da el Partido Socialista
Campos en Sagunto. vista. Costa publica La vida del derecho y se traslada Obrero Español (PSOE).
Alfonso XII se procla- a Huesca como oficial letrado. Hace proselitismo a Comienza la segunda
ma rey de España. favor de la Institución Libre de Enseñanza. Guerra de Cuba.

La actitud de Joaquín Costa en aquellos años intensos y estimulantes


por la efervescencia de proyectos, por el activismo social, por el dinamis-
mo de la prensa, por la libertad con que circulaban las ideas, por el cambio
continuo de escenarios políticos, por la conciencia ciudadana de que las
cosas podían cambiar… fue al mismo tiempo entusiasta y temerosa. En-
tusiasmo y miedo que siempre caracterizarían su actitud ante los asuntos
públicos. Guiado por el entusiasmo abrazó el ideario republicano, y con
él la voluntad de replantear la naturaleza del régimen, de reflexionar sobre
los principios que asientan la convivencia nacional, de considerar nece-
saria una activa participación social, la libertad de expresión y el control
sobre el ejercicio del poder. Sin embargo esta visión abierta de lo político,
aprehendida de manera intuitiva y pasional, no podía dejar de chocar
con su otra visión del mundo, la del estatismo de la tierra, la del ideal del
propietario agrario desconfiado ante cualquier cambio imprevisto, una
actitud que matizaba considerablemente el alcance de su republicanismo.
Este republicanismo cauto de Costa es resultado del contraste entre el
entusiasmo por una política que verdaderamente está en condiciones de

El pensador nació en el seno de una familia sencilla de Monzón. En la imagen de la izquierda, reproducción de un frag-
mento de la portada de HERALDO del 18 de diciembre de 1908. A la derecha, fotografía de Costa con 30 años. Hemero-
teca Municipal de Zaragoza y archivo de José Mª Auset Brunet

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CRONOLOGÍA
1880 — 1883 1885 — 1887
Se celebra en Zaragoza el congreso de Juriscon- Alfonso XII muere y se inicia la regencia de María
sultos Aragoneses con una intervención muy des- Cristina de Habsburgo. Se produce el pacto del
tacada de Joaquín Costa en defensa del Derecho Pardo, entre los colaboradores de la reina para
consuetudinario y de la libertad civil. Ese mismo establecer un gobierno alternativo entre Cánovas
año deja su puesto en la administración y se insta- y Sagasta con el que evitar cualquier intento de
la en Madrid como pasante de un abogado. Publica revolución republicana o carlista y consolidar el
Derecho consuetudinario del Alto Aragón y Teoría bipartidismo.
del hecho jurídico, individual y social y es nombra- Entre 1882 y 1887, Costa dedica gran parte de su
do miembro correspondiente de la Real Academia tiempo a las cuestiones coloniales y aboga por el
de Historia. fomento de los intereses de España en ultramar
Desde entonces y hasta 1883, dirige el Boletín de la y el Norte de África. Colabora con la Sociedad de
Institución Libre de Enseñanza, en la que también Abolicionistas. En 1883, además, nace su hija Pilar
realiza labores pedagógicas. Antígone.

cambiar las bases sobre las que se asienta la vida del país, y los temores
de un desbordamiento revolucionario que pudiera romper la armonía
transformadora abocando el proceso hacia la anarquía. Es un punto me-
dio republicano que se va forjando al mismo tiempo que obtiene su tí-
tulo de bachiller y comienza a estudiar Derecho, sin que las dificultades
económicas desaparezcan del horizonte, a pesar de comenzar a dar clases
en el Colegio Hispano–Americano de Santa Isabel, una ocupación que
tampoco dura demasiado. Lee y escribe mucho, de momento todavía
convencido de que su campo de especulación es la agricultura y con una
marcada orientación práctica. También experimenta las limitaciones fí-
sicas que le impone su distrofia muscular y que dificultan su presencia
pública y su actividad social. Y descubre que la política no es considera-
da por la «sociedad decente» que le rodea —su amigo Hilarión Rubio o
su tío mosén José Salamero— como un aditivo inocuo de la personali-
dad, sino como un salvoconducto que sirve para franquear o restringir el
acceso al mundo del orden religioso y tradicionalista, del que le excluyen
sus convicciones republicanas.

De exposición a exposición. El
despertar intelectual de Joaquín
Costa encontró su revulsivo en la
exposición de París de 1867, de la
que volvió vivamente impresionado.
Cuarenta años después, en el ocaso
de su vida, cuestionó con amargura
la Exposición Hispano Francesa de
Zaragoza (en la imagen). Archivo
HERALDO

17
CRONOLOGÍA 1887 — 1890 1892 — 1896
Costa Publica Plan de una historia del derecho es- José Rizal funda la Liga Fili-
pañol en la antigüedad y es nombrado profesor de pina, que ejercerá un papel
la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. fundamental en el proce-
Al año siguiente, se crea la Unión General de Tra- so de independencia de la
bajadores (UGT). Por aquella época, Costa aprueba isla, que se iniciará en 1896.
las oposiciones al Notariado, que ejercerá primero Costa crea en Barbastro la
en Granada y después en Jaén. En 1890, el Gobier- Cámara Agrícola del Alto Ara-
no liberal establece el sufragio universal masculi- gón. Dos años después, en
no. Lucas Mallada (en la imagen) publica Los males 1894, obtiene plaza de nota-
de la Patria, uno de los hitos del Regeneracionis- rio en Madrid. Pone en mar-
mo. Costa deja su notaría de Jaén, a causa de la cha la segunda campaña de
distrofia muscular que padece, y regresa a Graus la Cámara Agrícola del Alto
para ejercer la abogacía. Aragón.

En 1875, habiendo obtenido los doctorados en Derecho y Filoso-


fía y Letras, Joaquín Costa cierra el ciclo de la formación académica.
La potencia dispersa del autodidacta se reconduce —nunca totalmen-
te— sobre los raíles de un programa normalizado de estudios. Y, una
vez más, sus ritmos coinciden con los del tiempo que le tocó vivir. Los
acontecimientos políticos se habían sucedido con velocidad durante el
sexenio. La revolución había intentado buscar su futuro en la monarquía
constitucional y esta había dejado paso a una república que no llegaría a
volar. Así, casi en un abrir y cerrar de ojos, habían regresado la monar-
quía y los borbones. En poco más de seis años, los que van de la madre
al hijo, de Isabel II a Alfonso XII, lo que ayer era un problema entonces
se presentaba como la solución.

La Restauración como mundo


La Restauración borbónica estaba muy lejos del ideario republicano
federal de Costa, pero en ella va a tener que desarrollar la mayor parte
de su carrera. No tardará en colisionar por primera vez con el régimen
con motivo de las directrices del ministro de Fomento, Manuel Oro-
vio, que obstaculizaban el libre ejercicio de la docencia universitaria
sometiendo al profesorado a supervisión moral, religiosa y política por
parte del gobierno. Apenas unos meses después de haberse estrenado
como profesor universitario, tuvo que abandonar el puesto. Esto no le
disuadió de continuar con la actividad universitaria y compitió para el
premio extraordinario de Filosofía y Letras siendo derrotado por otro
candidato, «el tal Menéndez» —Marcelino Menéndez y Pelayo—. No
fue mejor su experiencia en las cátedras de Historia y Derecho Político
y Administrativo, donde fue incluido en las ternas pero renunció a ellas
por considerar que no era el gobierno, sino el mérito, quien debía esta-
blecer el orden de prelación de los candidatos.
Había comprobado en carnes propias que la universidad de la Res-
tauración reclutaba un profesorado afín, y que un hombre identificado
como krausista tenía escasas posibilidades de superar las pruebas de ac-
ceso. Por eso se decidió a aceptar una plaza de oficial letrado de la Ad-
ministración, lo que le llevará a Cuenca y, después de varios destinos, a
Huesca. Una década más tarde volvía a tierras oscenses. Lo hace menos

18
CRONOLOGÍA
1895 — 1897 1898 — 1900
Muere José Martí, líder Guerra entre Estados Unidos y España, por la que
cubano de la indepen- nuestro país perderá Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En
dencia. Se inicia la ter- 1899 se establecen los límites de la Guinea española.
cera Guerra de Cuba En noviembre de 1898 se reúne en Zaragoza la prime-
tras el Grito de Baire, ra Asamblea de Cámaras de Comercio españolas, ini-
que promueve una in- cio de un movimiento que pretende impulsar el Rege-
surrección general en neracionismo. El 13 de noviembre Costa da a conocer el
la isla. En 1897, Cáno- mensaje y programa de la Cámara Agrícola del Alto Aragón.
vas es asesinado por Publica Colectivismo agrario en España. En 1899, participa en la Asamblea Na-
un anarquista italiano cional de Productores, reunida en Zaragoza, que se constituye en Liga Nacional
como venganza por las de Productores. Al año siguiente, una nueva Asamblea de Productores decide
ejecuciones realizadas crear la Unión Nacional, que será liderada por Santiago Alba, Basilio Paraíso y
un año antes. el propio Costa, que más tarde abandona la dirección.

pobre, mucho más formado y algo más seguro de sí mismo. Sin embar-
go, lo que no ha cambiado es aquella sociedad clasista y reaccionaria que
bloquea el acceso a quien no acepta las reglas del juego ultramontano
o destaca públicamente por su heterodoxia política o religiosa. Es un
impacto que tiene tanto de político, como de social, pero que, en el
caso de Costa, es más profundo porque implica también un desenga-
ño sentimental. Fue toda una lección de sociología de la Restauración,
la demostración de que las viejas fuerzas de la
Iglesia y la propiedad mantenían su poder y En Madrid, se integró en el espacio de
continuaban ejerciendo un enorme control la cultura, desde los ateneos a las aca-
ideológico sobre la sociedad española. demias, pasando por las sociedades
Después de esto, el regreso a Madrid tiene cultas e instituciones científicas. Una
mucho de alejamiento voluntario para dejar vez más, la escritura fue su refugio
atrás todo este mundo. Será entonces cuan-
do se integre en el espacio de la cultura capitalina, desde los ateneos
a las academias, pasando por las sociedades cultas o las instituciones
científicas. Una vez más la escritura es su refugio. Obtendrá un pues-
to como notario y publicará mucho, sobre todo textos que tienen el
derecho como denominador común, pero a través de los que muestra
intereses muy variados que van de la historia a la política, de la tradición
jurídica, a la cultura popular o a la teoría. A través de sus colaboraciones
en prensa y de sus escritos profundizará en su concepción de España
y en la posición internacional que ocupa en los años de expansión del
fenómeno del colonialismo, de ahí que también muestre mucho interés
por la política africana, una línea política que debería garantizar al país
presencia en el ámbito de las grandes potencias.
Cuando el siglo llega a su final, Joaquín Costa lleva ya tiempo pensando
en pasar del plano especulativo al de la acción política. Lo ha intentado sin
demasiado éxito en las elecciones municipales de 1893 en Graus y lo vuelve
a intentar tres años más tarde como candidato al parlamento por el distrito
de Barbastro. Independiente, arrogante incluso, sin acogerse a disciplinas
de partido, se presenta así ante los electores: «hijo del distrito lo mismo
que ustedes (nací en Monzón y estudié en sus escuelas), somos antiguos
conocidos. Me han oído varias veces en privado y en público; y eso les basta.
(...)

19
Las propuestas de reforma para salir de la crisis

La coyuntura económica española desde los años ochen- nían estrechos vínculos con el poder político. El debate
ta del Ochocientos vino marcada por la depresión agro- nacional que se abrió en esos años sobre las causas de
pecuaria. Es sabido que, durante la segunda mitad del la crisis y la decadencia del cereal encontró en Joaquín
siglo, el avance en la denominada «I globalización del Costa uno de sus mejores diagnosticadores. Desde prin-
sistema capitalista» impulsó la exportación de recursos cipios de los años ochenta Costa se colocó, con motivo
humanos, capitales y mercancías desde las metrópolis de distintos Congresos Agrícolas, en una clara posición
europeas hacia los países periféricos del sistema que anticerealista, planteando la necesidad de reorientación
estimularon —al contar con menores costes— sus pro- de los cultivos en nuestro país ante la imposibilidad de
ducciones de productos primarios. Desde finales de los competir con los trigos ultramarinos. Ello suponía la re-
años setenta, la llegada de estas baratas producciones a conversión y diversificación de dicho sector agrario, muy
las costas europeas en los nuevos barcos de vapor pro- mayoritariamente cerealista, en varias líneas novedo-
pició aquí una fuerte crisis agraria y de caída de precios. sas: repoblación forestal, impulso de la ganadería, am-
Esto llevó, en los años siguientes, a las avanzadas eco- pliación de los cultivos intensivos (frutales, hortícolas…),
nomías industriales europeas a sacrificar la mayor par- lo que suponía el desarrollo de una política hidráulica
te de su ya minoritario sector agrario, mientras que los activada desde el Estado, así como el necesario apoyo
agrarios países atrasados europeos debieron de impul- al crédito agrícola.
sar una urgente y dura política proteccionista, que tuvo Esta política agraria apoyaba, en definitiva, una nece-
su primera muestra en el caso español en el Arancel saria intensificación técnica de la producción que tenía
de 1891 (al que siguió el de 1895). Crisis económica que como principal protagonista social al pequeño campesi-
culminó a finales de siglo en el terreno político con el nado, base necesaria en la consolidación de un mercado
desastre de 1898. interior esencial en la recuperación económica del país.
La economía agraria española de esta etapa estaba pro- Luis Germán Zubero
tagonizada por la hegemonía cerealista y, socialmente, Catedrático de Historia e Instituciones Económicas
por los grandes propietarios terratenientes que mante- de la Universidad de Zaragoza

En la transición del siglo XIX al XX, Zaragoza vivía el proceso de la transformación de la remolacha para la
producción del azúcar. En la foto, los agricultores llevan la remolacha a la fábrica. Archivo Luis Gandú, de Mª del
Carmen Gandú

20
CRONOLOGÍA
1901 — 1903 1904—1908 1909—1911
Costa publica Oligar- El 28 de septiembre, re- Tienen lugar los inci-
quía y caciquismo. gresa a Graus definitiva- dentes de la Semana
En 1902 comienza el mente y dirige El Riba- Trágica de Barcelona.
reinado de Alfonso gorzano. Un año después, Ese mismo año, se
XIII, se produce la una se presenta a las eleccio- establece la Ley de
huelga general en Bar- nes a Cortes, en las que Huelgas y el Gobierno
celona y se inicia el Gobierno es derrotado. En 1907 se de Maura cae, siendo
de Silvela. Tan solo un año después, arranca produce el Gobierno largo sustituido por Cana-
el primer Gobierno de Maura. En 1903, el 19 de Maura y se promulga lejas.
de marzo, la Cámara Agrícola del Alto Aragón la Ley de Administración Joaquín Costa mue-
decide adherirse a la Unión Republicana. Costa Local. En 1908 se celebra re en la localidad de
es elegido diputado simultáneamente por Ma- en Zaragoza la Exposición Graus el 8 de febrero
drid y Zaragoza. Se agrava su enfermedad. Hispano Francesa. de 1911.

(...)
Saben que respeto a los partidos políticos, pero que vivo independiente y
ajeno a todos ellos, y por lo mismo, que habría de depender como diputa-
do, exclusivamente de la voluntad del país, atento sólo a sus necesidades y
deseos, libre de todo compromiso, y dispuesto en todo momento a devolver
el acta a los electores tan pronto como me la pidieran o advirtiese yo que no
estaban satisfechos de mí o que me faltaba su confianza.» Un nuevo fracaso.
Y es que, a pesar de que hacía unos años que se había implantado el sufragio
universal masculino, los mecanismos de control de los resultados electorales
por parte de los partidos dinásticos que había denunciado en Oligarquía y
caciquismo seguían mostrándose de una gran eficacia.
Sin embargo, no se dio por vencido y, como reacción, se propuso la
transformación de la Cámara Agraria del Alto Aragón en un partido El Congreso de los Diputados, en
nacional y regenerador. Una nueva actitud ejecutiva venía a sustituir a Madrid, a mediados del siglo XIX.
los lentos movimientos del consenso corporativo. Por entonces, su dis- Archivo HERALDO
curso regeneracionista está muy
asentado. Defiende ya una con-
cepción diferente de la política
que se apoye en la participación
de los ciudadanos y, para transfor-
mar la realidad, apuesta por elevar
la cultura y difundir una ética de
lo público, manifestando también
su confianza en el desarrollo téc-
nico aplicado a las explotaciones,
a los riegos y a la industria. Este
discurso, amparado por la crítica
situación derivada del desastre de
1898, se dirigía a movilizar a las
que denomina «clases neutras».
Sin embargo, esta vez las cosas
tampoco salen como había pla-
neado, ni en la Asamblea Nacio-
nal de Productores ni, algo más
tarde, en la Unión Nacional.

21
Manuscritos.
El aprendizaje en París de un joven impresionado con los avances culturales y científicos

Estos dibujos, de 1867, forman parte de un manuscri- nés se siente extraordinariamente impresionado. Es cu-
to de casi 200 páginas escritas por Joaquín Costa sobre rioso y está atento a todo. Los apuntes recogen los pla-
la Exposición Universal de París. El pensador tiene 20 nos de unos ingenios hidráulicos y dibujos de casas para
años y destaca: «Aquí fue mi golpe de gracia. Ha sido el obreros. Otros documentos muestran cómo hacer papel
año del despertar de mi entendimiento, el agosto de mi a través de la pasta de paja o cómo construir una bici-
juventud; la hora del toque a rebato». El joven altoarago- cleta, cuyos planos enviaría a su amigo Manuel Bescós.

Las dificultades para crear una nueva formación política que defendiera el
proyecto regeneracionista y movilizara a las clases neutras parecían insalvables.
Costa, mermado en sus fuerzas, pero no en su voluntad, aceptaba la realidad
en 1903 y, arropado esta vez en las filas de la Unión Republicana, se presentó
de nuevo a las elecciones. Ahora sí sería elegido por dos circunscripciones, las
de Zaragoza y Madrid. Optó por la primera, pero no llegó a pisar el Congreso.
En 1905 volvió a presentarse a las elecciones a diputados por Zaragoza pero
no consiguió acta. En 1904, refiriéndose a las dificultades que ha tenido que
superar, afirma no tener «ni una pulgada que no exhiba la señal de una herra-
dura» y encontrarse «absolutamente solo». Son palabras que denotan cansan-
cio y transmiten la sensación de hallarse en tierra de nadie, entre un pueblo
que no se movía siguiendo su discurso regenerador y unos partidos que no le
satisfacían como instrumento para llevar a cabo su política. Esta es la sensa-
ción que preside su viaje de retorno a Graus donde se recluirá definitivamente,
volcado en la escritura, siempre la escritura, y cercado por la enfermedad.

22
C
osta fue un hombre de Derecho, pero primero ha- dijo, «interpretar los monumentos que la antigüedad nos ha
bía puesto gran empeño en ser historiador. Doctor legado, menos escasos de lo que se piensa, en lápidas, me-
en Filosofía y Letras en 1874, después de serlo en dallas, ruinas, nombres geográficos y comunes, textos de los
Leyes, no pudo concurrir al Premio Extraordinario por ca- clásicos, formas sintácticas y rítmicas, costumbres jurídicas
recer de las pesetas necesarias para abonar los derechos de y leyendas orales, y sorprender a través de ellos el verdadero
examen. Y cuando lo hizo, al año siguiente, el tribunal, por espíritu y como el nudo vital de aquella sociedad». No ex-
dos votos a uno, falló a favor de su contrincante, el deslum- trañará por ello que, frente a la opinión común, Costa viera
brante Marcelino Menéndez Pelayo, que era todo lo con- en Viriato no a un bandido, sino a un rebelde que luchaba
trario que él: rico, ilustrado desde la cuna y diez años más contra la miseria impuesta por la fuerza a su pueblo.
joven. Costa, que se había ganado el pan como albañil y Costa encaró la Antigüedad hispana consciente de que esa
criado, sufrió con la derrota una amarga decepción, por esti- época, a pesar de su aparente lejanía, era harto peligrosa ideo-
mar injusto el resultado. Dos veces doctor y con manejo del lógicamente, un verdadero campo minado. Ya en 1879 pu-
latín y el griego, quiso luego ser catedrático de Historia en la blicó un opúsculo sobre los celtíberos en el que abominaba
Universidad. Tampoco lo logró y no le ayudarían nada sus de los «pérfidos falsarios y pseudo–profetas que inventaron
lazos con la Institución Libre de Enseñanza ni sus inclina- monarquías antediluvianas, genealogías, santorales, episco-
ciones republicanas. Y eso que no había arremetido aún, tan pologios, cronicones, actas, cánones, concilios e historias
impetuosamente como lo haría, contra los vicios caciquiles municipales, y dieron el ser a infinidad de santos, obispos,
y oligárquicos del sistema. escritores, soberanos, ciudades místicas, milagros y leyendas
maravillosas (…) para zanjar
dudas sobre asuntos histó-

Pasión por la antigua Iberia ricos tan debatidos como


la venida de Santiago». En
efecto, si alguna época estaba
Guillermo Fatás Cabeza en los libros poblada de su-
percherías y falsificaciones,
Catedrático de Historia Antigua principalmente de intención
religiosa, era la Antigüedad,
y exdirector de HERALDO DE ARAGÓN albergue, primero, de los pa-
triarcas bíblicos y, luego, del
nacimiento del cristianismo.
No es solo que le gustase la Historia, sino que la necesitaba; En ese anhelo, trazó un ambicioso plan, que programó en
y la Antigua en particular: celtas, iberos, fenicios y cartagi- cincuenta y nueve apartados, subdivididos en numerosos
neses, griegos y romanos, paganos y cristianos entrelazaban epígrafes, para estudiar desde nuevas perspectivas toda la
sus presencias en el cimiento más viejo de lo español y Cos- Antigüedad ibérica, integrando diversas ciencias modernas.
ta quería desentrañar aquel tejido. Tuvo buena amistad con No pudo desarrollar sino dos, entre 1891 y 1895, publica-
sabios que se ocupaban de ello, como Fidel Fita y el alemán dos con el nombre de Estudios ibéricos —que ha reeditado
Emil Hübner, y leyó docenas de títulos extranjeros sobre la la Institución «Fernando el Católico»—, en los que dio lugar
Antigüedad. La Real Academia de la Historia lo hizo indivi- preferente, con fina percepción, al estudio del antiguo reino
duo correspondiente ya en 1880. meridional de Tarteso. Manejó para ello docenas de autores
Preocupado por los problemas del presente, buscaba expli- griegos y latinos y muchas obras modernas.
caciones buceando en los antecedentes históricos. Atisbaba La vida frustró este gran proyecto, que quedó inconcluso.
en las costumbres rurales, empezando por las altoaragonesas, Aunque muchas de sus propuestas concretas no resisten el
rasgos ancestrales que se preocupaba en documentar y escla- contraste con el saber actual y las hay que merecen sin palia-
recer. Para enriquecer sus puntos de vista, echaba mano de tivos el nombre de disparates, quedaron en pie, sin embar-
todo: relatos de los antiguos, nombres de lugar, atavismos go, sus planteamientos interdisciplinares, intelectualmente
de las celebraciones populares, lugares seculares de culto, ambiciosos, que tardaron mucho en tener continuadores
costumbres convertidas en ley, dichos, refranes y poemas capaces de recurrir, como él, simultáneamente a los méto-
populares le servían para concebir vastas panorámicas en dos de la historia, la filología, el derecho, la sociología, la
cuyo marco se comprendería mejor su objeto real de estudio etnografía, la geografía y la economía para la averiguación
invariable: la España presente y decaída. Era preciso, según del pasado.

24
2 Un universo
intelectual

Durante la vida de Costa, se pro-


dujo en España toda una conste-
lación intelectual en la que los
escritores reflejaron con inquie-
tudes sociales el periodo de un
siglo convulso

Ilustración: Antonio Santos


Intelectuales en busca de salidas a la decadencia española
Ángeles Ezama Gil
Profesora titular de Literatura de la Universidad de Zaragoza

L
a figura de Joaquín Costa se dibuja sobre el telón de fondo de
una constelación de intelectuales que se suceden a partir de
mediados del siglo XIX y sobre todo con la Restauración bor-
bónica en 1875; son escritores —Juan Valera, Pedro Antonio de Alar-
cón, José María de Pereda, Antonio Machado y Álvarez, Benito Pérez
Galdós, Clarín, Emilia Pardo Bazán, Jacinto Octavio Picón, José No-
gales, Marcelino Menéndez Pelayo, Vicente Blasco Ibáñez—, docentes
de ideología krausista vinculados a la Institución Libre de Enseñanza
—Nicolás Salmerón, Francisco Giner de los Ríos, Segismundo Moret,
Gumersindo de Azcárate, M. Bartolomé Cossío, Urbano González Se-
rrano, Rafael Altamira— y los escritores de fin de siglo —Ángel Ganivet,
Miguel de Unamuno, Antonio Machado Ruiz, Manuel Ciges Aparicio,
Azorín, Ramiro de Maeztu—. A ellos hay que sumar algunos historia-
dores —Manuel Sales y Ferré—, penalistas —Concepción Arenal—,
criminólogos —Rafael Salillas, Pedro Dorado Montero— y políticos —
Emilio Castelar, Antonio Cánovas del Castillo, Juan Facundo Riaño—.
Con algunos de ellos Costa trabajó codo con codo —los krausistas e
institucionistas—, con otros compartió ideales e intereses —escritores
de la Restauración—, en otros en fin, el magisterio intelectual de Costa
influyó de modo muy directo —escritores del fin de siglo—. Un buen
indicativo de la sintonía entre Costa y los intelectuales contemporáneos
fue la conocida encuesta realizada en 1901 por el Ateneo de Madrid
titulada Oligarquía y caciquismo como la forma actual de Gobierno en
(...)

Los escritores José Martínez Ruiz,


Azorín, y Benito Pérez Galdós, en
sendas fotos de la época dedicadas
a HERALDO DE ARAGÓN. Archivo
HERALDO

26
La regeneración científica de España: krausismo e Institución Libre de Enseñanza

Habían trascurrido escasos tres años desde el falle- merón, Azcárate y Giner, y separados de sus puestos
cimiento de Costa, cuando su amigo íntimo, Giner de muchos profesores que, como Costa, les acompaña-
los Ríos, escribía en el Boletín de la Institución Libre ron en la protesta.
de Enseñanza que los años del sesenta al setenta son Bajo ese clima, en 1876 los krausistas decidieron fun-
«un despertar de la vieja modorra al murmullo del dar una Institución Libre de Enseñanza desde la que
moderno pensamiento europeo» (1914). Giner atribuía seguir su labor educativa, que creían en la raíz de la
esa extraordinaria labor de regeneración científica de formación de un «hombre nuevo», y con él de la rege-
España al padre del krausismo español, Julián Sanz neración de España. Aunque en 1881 pudieron volver
del Río. a sus cátedras, la Institución continuó su labor educa-
Todo había empezado con un viaje a Alemania de San- tiva bajo todo un innovador programa pedagógico que
tiago Tejada, quien descubrió en Heidelberg la Filo- será una referencia esencial hasta 1936.
sofía del Derecho de un autor alemán, Karl Christian Además, se publicó desde 1877 un Boletín, que además
Friedrich (1781–1832). Pronto la difusión de sus ideas de publicar textos sobre la educación desde los jardi-
y sus obras cobraría tal importancia en nuestro país nes de infancia hasta la etapa universitaria, se convirtió
que se empezó a hablar del krausismo como una nue- en la revista más importante en la difusión de la ciencia
va escuela de pensamiento que aspiraba a renovar el y la cultura en la España contemporánea. Por las pági-
panorama científico español de la época. nas del BILE, que Costa dirigió entre 1881–1884 y en el
Los jóvenes krausistas españoles, muchos de ellos que publicó decenas de textos, entraron a nuestro país
formados en las aulas de la Universidad Central de las modernas ciencias sociales de la mano de los más
Madrid, salieron a la palestra pública desde los años destacados autores del período, contribuyendo a cum-
sesenta, proclamando desde revistas como La Razón plir ese ambicioso programa de regeneración científica
las ideas liberales y democráticas. En sus filas milita- emprendido algunas décadas antes.
ron destacados políticos e intelectuales como Azcára- Gonzalo Capellán
te, Gabriel Rodríguez o el propio Giner, nombres que Profesor titular Historia Contemporánea
se vincularán muy directamente a la vida de Costa. de la Universidad de Cantabria
Un Costa que, a los pocos meses de arribar en Madrid
y aquejado de «el mal de los libros y de la Ciencia»
confesaba haber leído la obra más conocida de Krause
en la época, Ideal de la Humanidad, escribiendo en su
diario: «¡Cuánto me gusta esa filosofía!» —4 de marzo
de 1870—. Los krausistas protagonizaron la revolución
científica que, además de la política, vivió España en
el sexenio 1868–1874. Su centro de operaciones fue la
Universidad de Madrid, en la que Costa inició sus pa-
sos en el estudio del derecho bajo el auspicio krausista,
así como sus primeras distinciones —premio Maran-
gues— y artículos, como recordaría Azcárate al prolo-
gar La vida del Derecho del jurista aragonés.
Los tiempos políticos cambiaron de rumbo en 1875 y
con la Restauración monárquica en la figura de Alfon-
so XII los viejos moderados volvieron al poder y choca-
ron con aquellos profesores krausistas que proclama-
ban la libertad de cátedra frente a las exigencias del
Gobierno de explicar en sus cátedras de acuerdo con
los dogmas de la monarquía y la religión católica. La
polémica se saldó con la llamada «cuestión universi- Carta de recomendación en francés de Giner de los
taria» por la que fueron expulsados y confinados Sal- Ríos. Archivo Histórico Provincial de Huesca

27
Miguel de Unamuno participó con (...)
Costa en la visión pesimista de España, exigencia y modo de cambiarla; la memoria para la discusión
España. Archivo HERALDO fue elaborada por Joaquín Costa y se pidió ayuda a un nutrido gru-
po de españoles, se solicitó «a todas las clases y a todos los elementos
intelectuales de la sociedad española, sin omitir escuela, tendencia u
opinión de las que tienen alguna representación en ella» —Preliminar
a Oligarquía y caciquismo...—; no todos llegaron a enviar su opinión;
contestaron, entre otros, Rafael Altamira, Benito Álvarez Buylla, Adolfo
González Posada y Aniceto Sela por la Universidad de Oviedo, Santiago
Ramón y Cajal, Unamuno, Picón, Nogales, Pardo Bazán, Francisco Pi
i Margall, Azcárate. Por otra parte, en su artículo Si puede España ser
una nación moderna —HERALDO DE ARAGÓN, 10 de febrero de
1906— Costa afirma que las doctrinas acerca de la decadencia de nues-
tra nación apenas han sido recogidas hasta el momento, excepto por
unos cuantos intelectuales, y añade:
«Hay que saber lo que han discurrido o concluido en el particular,
la respuesta que han dado a aquella interrogación los Álvarez–Ossorio,
Masdeu, Macaulay, Buckle, Galton y Darwin, Cabel Cushing, Valera,
Quinet, Reclus, Giner, Calderón, Cánovas, Silvela, Moret, Altamira,
Fouillée, Sergi Killy, Colajanni, Demolins, Bazalgette, Antón, Menén-
dez Pelayo, Sales Ferré, Galdós, Farinelli, L. Williams, Macías Picavea,
Madrazo, Posada, Salmerón, Cajal, Gabriel Tarde, Desdevises, Pardo
Bazán, Dorado Montero, Azcárate, Salillas, Morote, Escuder, Dillon,
Gil Álvaro y como un centenar más. En ellos están los primeros dele-
treos de nuestra psicología nacional».
De estas relaciones entre el pensador aragonés y lo más granado de
la intelectualidad española dan fe los epistolarios publicados, sobre
todo los muy extensos intercambiados por Costa con Rafael Altamira
(1888–1911), Francisco Giner de los Ríos (1878–1910) y Manuel Bes-
cós (1899–1910); otros intercambios fueron mucho más breves, como
los mantenidos con Blasco Ibáñez, Azorín y Unamuno. De la devoción
al pensamiento de Costa dan fe también los no pocos artículos que le
dedicaron Unamuno, Maeztu y Azorín, entre otros, así como la biogra-
(...)

28
El debate entre la Iglesia conservadora y el catolicismo social

En la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del si-


glo XX, la Iglesia española está buscando su puesto, ya
que el secularismo de la sociedad liberal ha removido
su pacífica y anterior situación. En estas condiciones se
producen los lógicos desajustes, confusión, división, du-
das…, que quedan reflejados en las distintas tendencias:
los católico–liberales o «mestizos» de Pidal y Mon, la
reacción, con el carlismo y el integrismo de los Nocedal,
todavía más reaccionario. Al final de siglo surge el mo-
vimiento congresual liderado por los obispos con el fin
de poner orden.
Pero hay algo más. Desde el seno de la Iglesia están
surgiendo grupos minoritarios de católicos que, lejos de
empeñarse en alcanzar el poder, se inclinan por el otro
Monumento a Salamero, en Graus, de José Bueno.
factor que forma parte de esta nueva sociedad liberal:
Ángel Gayúbar
el mundo obrero. Es el catolicismo social. Su princi-
pal promotor es el P. Antonio Vicent. Este movimiento en aquellas tierras. La misma motivación, la ayuda a los
tendrá su confirmación jerárquica con la encíclica de débiles, movió a Salamero a presionar a su sobrino para
León XIII Rerum Novarum (1891). El catolicismo social que se implicara en el pleito de La Solana y que tantos
irá proponiendo soluciones a la llamada «cuestión so- disgustos ocasionó a Costa. Años más tarde, en 1899, en
cial» pero siempre manteniendo su principio de la ar- la famosa Asamblea de Productores celebrada en Zara-
monía de clases. goza, Joaquín Costa recordará a su tío Salamero como
Esta es la Iglesia que le tocó vivir a nuestro personaje. un sacerdote ejemplar.
Podemos simplificar diciendo que había dos Iglesias: A partir de 1904 Costa se retira a Graus. Está agotado.
la Iglesia oficial de siempre y la Iglesia de la coyuntura. Pero aún tiene arrestos para salir al paso de algunas no-
Pues bien, con las dos líneas va a tener contactos Joa- ticias que desvirtúan la verdad, con su escrito A descato-
quín Costa. Con la primera, como consecuencia de unas lizar tocan, Sr. Costa. En dicho escrito arremete contra el
relaciones personales inevitables; y con la segunda, por ultramontanismo radical. Muy distinta fue la relación de
la coincidencia en ideas y criterios. Costa con José Maluquer, consejero–delegado del Insti-
Su encuentro con el catolicismo tradicional, integrismo o tuto Nacional de Previsión. En la correspondencia man-
carlismo lo va a tener en realidad con personas situadas tenida entre ambos en 1909 se observa la alegría que les
en este sector. Este es el caso de su tutor Hilarión Rubio, embarga porque se había puesto en marcha el Instituto
declarado carlista, de quien aborrecía sus consejos para Nacional de Previsión. Más aún, se consiguió que existie-
«triunfar»; o el caso del tradicionalista Serafín Casas, pa- ra la posibilidad de cuota colectiva, tal y como defendía
dre de Concepción, amor frustrado de Costa; don Serafín Costa, guiándose por las costumbres de algunos pue-
se opuso tajantemente a la relación entre su hija y Costa blos altoaragoneses. Siguiendo estas pautas nacerán en
porque éste era krausista. Eran los finales de los setenta. Graus una de las primeras mutualidades escolares y el
Costa mantenía sus creencias, pero aborrecía la intransi- primer coto social de previsión de España, «en memoria
gencia y la falta de comprensión: la Iglesia ha hecho «por de Costa». Por estas fechas el catolicismo social llevaba
su automatismo, de los sacerdotes unas máquinas». la misma línea. En Aragón, el profesor Inocencio Jiménez,
También era carlista su tío el sacerdote José Salamero, amigo de Maluquer, dirigía la campaña de expansión del
en cuya casa madrileña se hospedó. Pero en su relación los sindicatos católico–agrarios, que se implantaron en
con Salamero los principios van a superar al persona- todo el territorio. Cotos sociales de previsión y sindicatos
lismo. Ambos van a unir sus esfuerzos por la «terreta». agrarios eran dos eficaces sistemas de colectivismo y de
Su punto de encuentro es la voluntad común de ayudar lucha contra la oligarquía y el caciquismo.
a sus paisanos. Ambos promovieron y crearon la Cáma- José Estarán Molinero
ra Agrícola del Alto Aragón (1892), de tanta repercusión Doctor en Historia Contemporánea

29
(...)
fía de Manuel Ciges Aparicio, Joaquín Costa, el gran fracasado (1930).
Azorín le consagra muchos de sus artículos en diversos periódicos, en
particular en ABC; así, por ejemplo, en el titulado Influencias, que se
publicó el 18 de mayo de 1945, refiriéndose al libro de Pedro Laín En-
tralgo sobre la generación del 98 escribe:
«Esa generación ha podido existir gracias al ambiente crítico que la
precedió; domina todas las influencias la de Joaquín Costa. El tal am-
biente es tanto de crítica literaria como social. Costa, político y erudito,
da el tono a todo ese periodo histórico. Y lo da, no por ser su voz la más
valiosa, sino por causas políticas y periodísti-
El perfil de la mayor parte de estos cas. Críticos sociales son, con Costa, Mallada,
intelectuales se revela, al igual que el con un libro leído por esos escritores, Macías
del pensador aragonés, polifacético. Picavea, Damián Isern, Sánchez de Toca. Crí-
Son escritores y eruditos, pensadores ticos literarios son Menéndez Pelayo, Revilla,
de ideología liberal la mayor parte Valera, Clarín, González Serrano, Antonio de
Valbuena, Fray Candil, Federico Balart. Tén-
gase en cuenta que la Generación del 98 es,
contrariamente a lo que se suele proclamar, preferentemente creadora
(…)». Naturalmente que estando inmersos esos escritores en un am-
biente crítico —lo que restaba todavía de un ambiente crítico— son
ellos mismos críticos; lo son en sus escritos de crítica y en sus mismas
producciones imaginativas.
El perfil de la mayor parte de estos intelectuales se revela, al igual que
el del pensador aragonés, polifacético. Son escritores y eruditos, pen-
sadores, con formación académica en Derecho (casi todos), y en algún
caso en Filosofía y Letras —Cossío, Unamuno, Costa—, de ideología
liberal la mayor parte, algunos de ellos declaradamente anticlericales —
Galdós, Picón, Clarín, Unamuno—, aunque los hay entre ellos conser-
vadores y católicos —Alarcón, Pereda, Pardo Bazán, Menéndez Pelayo,
Maeztu—, y están representados en las instituciones públicas. Así, de la
Academia de la Lengua formaron parte Valera, Picón, Alarcón, Galdós,
Echegaray, Riaño, Menéndez Pelayo, Azorín, Maeztu y Ramón Menén-
dez Pidal; de la de Ciencias Morales y Políticas Valera, Azcárate, Alta-
mira, Menéndez Pelayo, Maeztu y Costa; y de la de historia Altamira,
Azcárate, Menéndez Pelayo, Riaño y Costa. En el Ateneo de Madrid
figuraron los más importantes nombres de la intelectualidad española;
ateneístas ilustres fueron Arenal, Galdós, Echegaray, González Serrano,
Menéndez Pidal, Machado, Pardo Bazán, Unamuno y Costa.
Es también común a estos intelectuales su preocupación por los pro-
blemas de la educación; una parte importante de ellos fueron profesores
—Giner de los Ríos, Azcárate, Salmerón, Dorado Montero, González
Serrano, Cossío— vinculados a la filosofía krausista y a la Institución Li-
bre de Enseñanza; Costa fue director del Boletín de la Institución Libre
de Enseñanza entre 1880 y 1883 y profesor de la Institución; también
lo fueron Antonio Machado y Núñez, Machado y Álvarez, Giner de los
Ríos, Azcárate, González Serrano, Pardo Bazán, Unamuno, y el grupo
de la Universidad de Oviedo —González Posada, Álvarez Buylla, Sela,
Altamira, Clarín—; en la Junta para la Ampliación de Estudios, de-
pendiente de la Institución, participaron Costa, Echegaray, Menéndez

30
Pelayo, Álvarez Buylla, Ramón Menéndez Pidal y otros. El Congreso
pedagógico de 1882 se organizó bajo el signo del institucionismo; en él
participaron entre otros Azcárate, Cossío, Costa, Francisco y Hermene-
gildo Giner de los Ríos, Rafael Mª de Labra y Joaquín Sama; el impor-
tante Congreso pedagógico hispano–portugués–americano de 1892, sin
embargo, aunque auspiciado por Labra, contó con escasa presencia de
institucionistas; sí participaron, sin embargo Altamira, E. Pardo Bazán
y muchas mujeres, entre ellas Concepción Arenal y Soledad Acosta y
buen número de maestras, habida cuenta el avance que supuso para la
educación femenina. Además, Cossío fue director del Museo Nacional
Pedagógico, del que Altamira fue secretario segundo entre 1888 y 1917.
La preocupación por España, por su definición como nación, por sus
conflictos en política exterior, su decadencia y su regeneración, establece
otro lazo común entre estos intelectuales. La cuestión de Cuba aparece

La escritora Emilia Pardo Ba-


zán compartió parte de las ideas
costistas sobre Regeneracionismo.
Caricatura publicada en la revista
Gedeón. Biblioteca de la Diputación
Provincial de Zaragoza

31
a menudo glosada en la prosa de Clarín, Valera, Pardo Bazán, Galdós,
Picón, Blasco Ibáñez y Altamira, en tanto que la de Marruecos suscita la
atención de Alarcón, Galdós, Ganivet, Blasco Ibáñez, Altamira, Azorín,
Unamuno o Maeztu; ambas interesaron sobremanera a Joaquín Costa.
Por otra parte, los planteamientos regeneracionistas, estrechamente vin-
culados a la Institución Libre de Enseñanza, están representados ideo-
lógicamente por Costa, Macías Picavea, Lucas Mallada, Damián Isern y
también Clarín, Pardo Bazán, Unamuno o Maeztu, en el plano pedagó-
gico por Altamira, Giner, Cossío o Azcárate y en el literario por Galdós,
Ganivet, Arturo Campión, Nogales, Costa, Picavea, Altamira, Azorín o
Pascual Queral.

Manuscritos.
La Literatura como otro medio para cambiar el mundo

Los registros de Joaquín Costa son


infinitos. Y todo el conocimiento está
relacionado como la propia realidad
que le toca vivir desde una visión
compleja. Pero, además, su obse-
sión es poder transmitirlo a través
de sus escritos, de la escuela o de
la prensa. En este manuscrito habla
de la Literatura en el siglo XV y se
refiere a las influencias de Petrarca,
Bocaccio o Dante en los territorios
de la Corona de Aragón con Pedro
III el Grande o Alfonso III. Costa
también escribió obras literarias.
Lo cuenta en estas páginas Alberto
Gil Novales. Y al final de sus días, en
1910, a Costa se le ve, ya muy en-
fermo, subiendo las escaleras de la
Biblioteca Nacional de Madrid para
consultar documentos para su no-
vela Soter, que no es otra cosa que
su testamento político. «Soter» en
la novela es discípulo de Ramón y
Cajal y de Giner y tal como recordó
Agustín Sánchez Vidal «es la figura
mesiánica de un dictador benéfico
que disuelve el Parlamento y pro-
cede a aplicar drástica y urgente-
mente una política quirúrgica». La
novela no se terminó pero quedan
otras obras donde la literatura tiene
Texto de Costa conservado en el Archivo Histórico Provincial de Huesca. una función social y política.

32
La acción política destaca en el perfil de Castelar, Salmerón, Moret
o Riaño, que ostentaron una notoria presencia en el panorama políti-
co español del siglo XIX, o en el de Juan Valera, que fue diplomático
en varios países —Italia, Brasil, Bélgica, Portugal, Austria, Rusia, Esta-
dos Unidos—. Esporádicamente participaron de ella hombres de letras
como Pereda —diputado carlista en 1871—, Picón —elegido diputado
republicano por Madrid junto con Costa y Salmerón en 1903—, Gal-
dós —diputado por Puerto Rico entre 1886 y 1890 y por Madrid en
1907 y 1910—, Blasco Ibáñez —parlamentario entre 1898 y 1908 por
la Unión Republicana—, Azorín —diputado por el Partido Conserva-
dor en varias ocasiones entre 1907 y 1919 y Subsecretario de Instruc-
ción Pública entre 1917 y 1918—, o Maeztu —diplomático en Argen-
tina en 1928 y diputado a Cortes por Guipúzcoa entre 1933 y 1935—.
Todos ellos publicaron libros, muchos de creación literaria —nove-
las, cuentos, obras de teatro, poemas—, pero también ensayos litera-
Leopoldo Alas Clarín. Archivo
rios, filosóficos, históricos, pedagógicos, políticos, penales, etc. Esta
HERALDO
labor la compaginaron con la de colaboración en la prensa, en un
periodo en el que esta sirve de cauce a la creación y la crítica literarias
y es a la vez tribuna desde la que tratar asuntos relacionados con la
vida nacional —artículos de crítica social y política—; fueron edi-
tores, directores, redactores y colaboradores de numerosas revistas y
periódicos; por citar sólo dos casos, en el periódico La Justicia, órga-
no de expresión de la política de Salmerón, del que Altamira llegó a
ser director, colaboraron Antonio Machado y Álvarez, Baroja, Clarín,
Unamuno, Silverio Lanza, Azcárate, Buylla, Sela, Oller y Costa entre

33
Los intelectuales, escritores y otros, y en El Socialista Costa, Benavente, Maeztu, Clarín, Dicenta y
políticos de esta época son fuente Unamuno.
de inspiración para la filatelia. De Costa reunió en su persona todas estas facetas que componen la figura
izquierda a derecha y de arriba a del intelectual entre los siglos XIX y XX, pero fue más conocido por su
abajo, Concepción Arenal, Giner de
acción política pública que por la callada tarea del universitario, docente
los Ríos, Pío Baroja, Bartolomé de
y escritor; el crítico Eduardo Gómez de Baquero en un artículo titulado
Cossío, Juan Valera, Pi i Margall, Ni-
colás Salmerón y Menéndez Pelayo.
El teatro de la vida —Nuevo Mundo, 9 de febrero de 1911— aventura-
ba un vuelco en la estimación póstuma del pensador aragonés:
Es de prever que en el caso de Costa haya una inversión de valores,
cuando el tiempo cristalice los juicios definitivos y que el Costa de la
popularidad, el Costa que suena hace algunos años quede reducido en la
historia a una nota o una apostilla del otro Costa anterior a la fase política.
Costa es un universitario. Fue uno de los más brillantes alumnos de la
Facultad de derecho. Profesó en la Institución Libre de Enseñanza y se dio
a conocer pronto como tratadista de derecho y cultivador de las ciencias
históricas (…) En todos estos trabajos acreditó Costa extensísima y sólida
cultura, un pensamiento luminoso y penetrante dado a ahondar debajo
de las apariencias de los fenómenos sociales y un pleno dominio del grave
estilo que conviene a la historia y a las ciencias morales y políticas. Parecía
un hombre cortado para la Universidad y las Academias. A pesar de sus
grandes merecimientos científicos y literarios, Costa era poco conocido
fuera del círculo de los doctos y no salía de la semiobscuridad que rodea
en los países de poca cultura a muchos hombres de mérito consagrados a
estudios que no meten ruido en la plaza pública.
En esta constelación intelectual que he tratado de perfilar grosso
modo resulta particularmente llamativa la casi total ausencia de las
mujeres, ausencia que es también una constante de época. Si Joaquín

34
Costa cita pocas mujeres intelectuales en sus escritos —Concepción
Arenal, Emilia Pardo Bazán y Emilia Gayangos de Riaño—, tampo-
co están representadas muchas más en los medios de la alta cultura
del momento; las mujeres destacan sólo por excepción, y en este
ámbito, principalmente como pensadoras, papel que cuadra muy
bien a Arenal y en buena medida también a Pardo Bazán, o como
impulsoras de iniciativas de alcance cultural (Emilia Gayangos); no
es casualidad que estas tres mujeres tuvieran una estrecha relación
con Francisco Giner de los Ríos.
Por tanto, este panorama no estaría completo sin aludir a esa cons-
telación de mujeres intelectuales que en este periodo de la segunda
mitad del siglo XIX y primeros años del XX tienen una importante
presencia en los medios públicos; me refiero a escritoras y pensa-
doras como la aragonesa Concepción Gimeno de Flaquer, la erudi-
ta Blanca de los Ríos, las polifacéticas y prolíficas escritoras, ambas
maestras, Carmen de Burgos (Colombine) y María Martínez Sierra,
o María Goyri, que colaboraría con Costa, Giner y Julián Besteiro
en la Revista popular: arte, educación, literatura, política, sociología
(1898–99). También hay que señalar la importante presencia de las
mujeres en el ámbito del librepensamiento, la masonería y el fe-
minismo, con exponentes como Rosario de Acuña, Belén Sárraga
y Amalia Carvia. Por ello me parece pertinente cerrar este repaso al
panorama intelectual de este momento histórico con palabras toma-
das de un artículo de Rosario de Acuña titulado Joaquín Costa sabio
y bueno —El Noroeste, Gijón, 13 de febrero de 1911—, en el que la
autora reflexiona sobre su herencia:
«¡Ah si de la tumba de Costa brotase la savia purificadora de nuestra
regeneración! ¡Si hiciéramos los vivientes todo lo posible para ir con
él a través de los siglos, siendo mentores de la austeridad, ejemplos de
valentía, iniciadores de sinceridades, tesoros de laboriosidad, apoyadores
de conciencias, castigo de felones y rufianes, y vasos rebosantes de gene-
rosidad y grandeza! ¡Ah, si nos despojáramos de las pegadizas vanidades
que una burguesía pueril, acéfala y viciosa, ha extendido sobre la patria,
cambiando la llaneza, rudeza y nobleza genéricas de la raza, por groseros
aspavientos de incapacidades mentales y morales!».

35
L
os diccionarios definen la Literatura como «Arte de rés de Joaquín por la Literatura: un manuscrito, fechado en
la expresión por medio de la palabra». A partir de 1873–74, sobre Historia Crítica de la Literatura Española,
este concepto, podemos entender de varias maneras de José Amador de los Ríos, obra capital publicada en siete
el título que he puesto al presente escrito. La primera sería volúmenes en 1861–65. En el inventario citado Manuel
la de Costa como escritor, la belleza y vigor de sus textos, la José Quintana, el poeta autor de la Oda a la invención de
categoría de sus párrafos oratorios. La segunda sería la de la imprenta, biógrafo de los españoles célebres y redactor
restringir el concepto a la literatura como el conjunto de los de las proclamas de la Junta Central: y el no menos famo-
géneros literarios: bajo esta acepción, en el caso presente, so Agustín Durán, coleccionador del Romancero General,
nos ocuparíamos de las novelas que Costa escribió en los aparecen bajo la rúbrica de Política.
últimos años de su vida, como una especie de testamento in- Con esto entramos ya en el tema de la poesía como fuente
telectual. Costa, que en tantas cosas abrió caminos, en fecha histórica, manifiesta en otro estudio de Amador de los Ríos:
muy temprana había proyectado unas Novelas Nacionales, La poesía política del siglo XV y el Suplicio del condestable
especie de Episodios, de los que ha quedado alguna muestra; D. Álvaro de Luna, Revista de España, tomos 23 y 24, 1872,
hasta el punto de que George J. G. Cheyne, en su Estudio que Costa cita en sus Estudios jurídicos, 1880. Lo que Costa
bibliográfico de los escritos de Costa, se preguntaba quién llevaba entre manos es el estudio de la poesía en el Derecho,
concibió antes la idea, Costa o Benito Pérez Galdós. que dio lugar al libro Poesía popular española y Mitología
y Literatura celto–hispanas, Madrid 1881, qui-
nientas páginas que llevaron también el título de

Costa y la Literatura Introducción a un tratado de política sacado tex-


tualmente de los refraneros, romanceros y gestas
de la Península. No son dos libros, sino solo uno.
Alberto Gil Novales Su propósito, dice, es: «Sorprender y fijar el ideal
político del pueblo español, tal como lo ha mani-
Catedrático emérito de Historia festado directa o indirectamente en sus refranes,
romances y poemas primitivos o cantares de gesta
de la Universidad Complutense durante los siglos medios, desde la aparición del

de Madrid
estado llano hasta últimos de la centuria XVI, y
en el paréntesis mortal del siglo XVII, y deducir
de esos mismos monumentos el sentido ideal de
nuestra historia política» (…). Antes ha afirmado
La tercera opción, en torno al concepto de Literatura, sería el carácter nacional del Romancero: «La poesía española, en
histórica, la de considerarla como la expresión en el tiempo sus orígenes, es más histórica, más animada por el amor de la
de la vida y las aspiraciones del pueblo, o de los pueblos patria que ninguna otra» (…). El poema del Cid es otra Iliada.
en los que surgió, y se desarrolló. En este aspecto lo voy a Para su libro Costa pidió consejo a Manuel Milá y Fon-
tomar aquí, aunque dada la amplitud del tema, solo podré tanals, autor de De la Poesía heróico–popular castellana,
hacer algunas consideraciones elementales. En la obra de 1874. Las Obras Completas de Milá (1888–1896), fueron
Costa encontramos referencias a Homero, Safo, Marcial preparadas por Menéndez y Pelayo, que fue su discípulo...
y otros autores de la Antigüedad greco–latina, y a Baltasar En su carta, Costa le preguntaba a Milá si tenía nuevos datos
Gracián, a la epopeya del Cid, a Quevedo y al Quijote, a del Romancero y poesía popular catalana, pues quería que
la poesía, y a una miríada de autores, sin exageración; y su estudio abarcase a toda la Península. ¿Nacionalismo espa-
también a libros didácticos, como la Historia Universal de ñol? Probablemente, unidad en la variedad, y todo ello den-
la Literatura, de Angelo de Gubernatis, que aparece rese- tro de un concierto universal. Costa presenta sus datos con
ñada en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, nº insuperable energía, probablemente porque quiere cimentar
198, 15 de mayo de 1885. En 1983 el Ministerio de Cul- sólidamente lo que va a ser muy pronto, o está siendo ya, su
tura adquirió unos fondos procedentes del Archivo Costa demanda de democracia. La imaginación al poder, se dijo en
—Joaquín y Tomás—, que luego fueron depositados en el 1968. Casi un siglo antes, Costa comenzó la revolución en
Histórico Provincial de Huesca. En el Inventario que pu- la poesía. No está mal el precedente, y con él nuestro orgullo
blicó el Ministerio encontramos nuevas referencias al inte- por su figura.

36
3 El Regeneracionismo
en la Restauración

La alternancia política fue la tó-


nica del régimen de la Restau-
ración Borbónica. El sistema,
criticado por Costa, alimentó el
movimiento regeneracionista y
la Generación del 98

Ilustración: Lina Vila


El sistema, en el punto de mira
Carmen Frías Corredor
Profesora titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza

A
dentrarse en la historia de la Restauración no equivale a es-
cribir sobre un terreno desconocido y virgen de interpreta-
ciones. No en vano, desde finales del siglo XIX, comentaris-
tas e intelectuales primero, e historiadores después, han contribuido
a configurar una imagen del periodo cargada, en la mayoría de los ca-
sos, de connotaciones negativas. Dichas connotaciones remiten a la
caracterización del sistema político resumida en el binomio «oligar-
quía y caciquismo» por uno de sus más conocidos críticos: Joaquín
Costa. A pesar del acierto de la expresión, la caracterización no era
aplicable en exclusiva a la Restauración. La fabricación de mayorías
parlamentarias adictas al gobierno convocante, la intervención gu-
bernamental en los comicios, las prácticas utilizadas para conseguir
el triunfo… no fueron una novedad de la Restauración, sino una
constante desde los inicios del régimen parlamentario, traspasando
el reinado isabelino y prolongándose al propio Sexenio democrático.
La innovación de la Restauración residió en el establecimiento del
turno, en la periódica alternancia de dos partidos, el conservador y el
liberal, en contraste con los intentos de perpetuación y exclusivismo
de un solo partido en el poder en periodos anteriores.
Si hubo un acontecimiento que marcó en profundidad al sistema
político y a la propia sociedad de los años de entresiglos, éste fue la
derrota en la guerra con Estados Unidos y la subsiguiente pérdida de
las colonias ultramarinas por el tratado de paz de París en diciembre
de 1898. La débil realidad imperial del Estado había quedado, en
breve plazo, traumáticamente al descubierto. La derrota fue vivida
como un auténtico mazazo, como un «desastre» que evidenciaba las
flaquezas del Estado y de la sociedad, y el papel marginal que España
podría jugar en la política internacional precisamente en el momen-
to en que las potencias europeas se hallaban inmersas en el reparto
imperialista del mundo. El peso del «desastre», más que en las con-
secuencias materiales de la conflagración, se midió por la incidencia
sobre los imaginarios colectivos. En aquella atmósfera de fin de si-
glo, el «desastre» estimuló las más angustiosas especulaciones sobre
la historia y el alma de la nación. Escritores, periodistas, literatos,
filósofos, políticos… preguntábanse por las razones de la decadencia
española y por la naturaleza de su identidad. Tal fue la amplitud y
popularidad que alcanzó entonces el tema de la decadencia de Es-
paña y las medidas para regenerarla y revivirla que una revista con-

38
servadora de gran difusión se refería a «esa nube de regeneradores y
salvadores del pueblo que, a guisa de… microbios venenosos, han
surgido de todos los salones, tertulias, cafés, tabernáculos y centena-
rios de nuestra patria, para explicarnos por qué han ocurrido tantos
males, cómo no hubieran ocurrido, quiénes tienen la culpa de ellos
y cuál es el procedimiento único y seguro para remediarlos. Tal es la
epidemia de este verano…» —La Ilustración Española y Americana,
22 de julio de 1898—. La «regeneración»
ocupó todo, tanto como para figurar incluso Si hubo un acontecimiento que mar-
como reclamo de un zapatero remendón que có al sistema político y a toda la so-
anunciaba su negocio bajo el lema «se rege- ciedad fue la derrota con Estados
nera calzado». Unidos y la pérdida de las colonias
La manifestación más singular del tipo de de ultramar
análisis de la realidad española impulsado
por la pérdida colonial lo constituyó, sin duda, el Regeneracionis-
mo. En cualquier caso, como movimiento de opinión, el Regene-
racionismo antecedió a la guerra hispano–americana. De hecho,
algunas de las obras más conocidas que criticaban la sociedad de

Caricaturización de la I República publicada en la revista satírica La Flaca. Archivo HERALDO

39
la Restauración y ofrecían un catálogo de reformas habían sido es-
critas antes de aquel mayo del 98. Colectivismo agrario en Espa-
ña, de Joaquín Costa, se publicó en 1898; en ese mismo año, poco
después del desastre de Cavite, se suicidó Ángel Ganivet tras haber
acabado su Idearium español; Unamuno había publicado En torno
al casticismo en 1895; Los males de la patria y la futura revolución
española de Lucas Mallada había aparecido
La manifestación más singular del en 1890, sólo un año antes de que Macías
tipo de análisis de la realidad es- Picavea empezara a escribir El problema na-
pañola, impulsado por la pérdida cional; como también anteriores al 98 fue-
colonial, la constituyó, sin duda, el ron El régimen parlamentario en la prácti-
Regeneracionismo ca de Gumersindo de Azcárate y La crisis
agraria europea y sus remedios en España,
de Joaquín Sánchez Toca. Sin embargo, el profundo malestar sobre
el estado de la sociedad que sintieron con anterioridad este conjunto
de intelectuales y políticos, cristalizó y se difundió tras la pérdida de
las colonias. La derrota parecía constituir la prueba más irrefutable
de una decadencia terminal, y la opinión pública se vio inundada
por una sensación exagerada de postración nacional. Había llegado
el momento de «diagnosticar» las causas de la decadencia y proponer
«terapias» para curar «el cuerpo enfermo de la nación».
El discurso regeneracionista devino un substrato común a las di-
versas culturas políticas e hizo su aparición en el seno de las propias
fuerzas dinásticas, llegando a concretarse en la fórmula gubernamen-
tal que encabezó el conservador Francisco Silvela en marzo de 1899.
Poco antes, recién conocida la derrota, Silvela había publicado su
renombrado artículo Sin pulso: «hay que levantar a toda costa (…)
el concepto moral de los gobiernos centrales, porque si esa dignifi-
cación no se logra, la descomposición del cuerpo nacional es segura.
El efecto inevitable del menosprecio de un país respecto de su Poder
central es el mismo que en todos los cuerpos vivos produce la anemia
y la decadencia de la fuerza cerebral: primero, la atonía, y después, la
disgregación y la muerte. (…) Si pronto no se cambia radicalmente
(...)

Antonio Cánovas del Castillo,


presidente del Gobierno durante la
Restauración por el Partido Conser-
vador.
A la derecha, Práxedes Mateo Sa-
gasta, presidente del Ejecutivo por
el Partido Liberal. Archivo HERALDO

40
Ni prefascista ni demócrata adelantado. Crítico feroz con la «oligarquía y el caciquismo»

Joaquín Costa, «un hombre bondadoso al que le gustaba Y desde entonces se ha venido identificando y expli-
leer a Julio Verne», en palabras de Rafael Altamira, es en cando el sistema político de las monarquías alfonsinas
1900 un hombre de 54 años, frustrado en su vocación aca- (1874–1931) con oligarquías y caciques, en el marco de
démica inicial por los «caciques de levita» de la Universidad una condena moral regeneracionista de la política y de
Central, dolido e indignado por el fracaso de su primer in- los políticos que ha podido generalizarse en el tiempo y
tento electoral (1896), en su tierra, por el distrito de Bar- en el espacio. Pero lo del «caciquismo» no era nuevo en
bastro, para el que le faltaron ostentosamente los votos, in- la sociedad y en la política españolas; el término ya se
cluso los de sus familiares y paisanos, pesimista sobre las popularizó en el Trienio Liberal —«Diez o doce caciques
posibilidades de que la Unión Nacional que lideraba desde en cada pueblo de España imponen la ley y sacrifican a
el primer año del nuevo siglo, junto con Basilio Paraíso y su egoísmo el interés general», se lee en un periódico de
Santiago Alba, se constituyera en partido político. 1822—. Y tampoco era un fenómeno exclusivo o peculiar
Según su principal biógrafo, Cheyne, el Costa maduro y de la zarandeada patria española; un estado lejano y débil,
cincuentón siente que le habían apartado de su primera un mercado defectuoso, una burocracia incomprensible e
novia, suspendido en la cátedra que se merecía, alejado ineficaz, favorecen la existencia de redes clientelares en
de la hija ilegítima que le había nacido en 1883, negado todo tiempo y lugar, como han demostrado historiadores y
el escaño de diputado y, al final, también su proyecto de antropólogos, aquí bautizadas como Caciquismo.
partido político. El reconocimiento profesional e intelec- La crítica política de Costa era magnífica, pero con pos-
tual que con tantos méritos y trabajos había edificado a terioridad a su temprana muerte fue utilizada, falseando
lo largo de su vida le llevó a intervenir destacadamente su significado histórico real, como una crítica antiliberal
en la vida pública, pero desde escenarios como las Aca- y antiparlamentaria, cuando llegó el tiempo del ascenso
demias, la Institución Libre de Enseñanza o el Ateneo, de dictadores y fascismos. Pero para nuestro intelectual
lejos y aparte de la arena política. regeneracionista, por muy airado y frustrado que estu-
En 1900 ha llegado la hora de la revancha y de ajustar viera, no existía cosa con qué sustituir al régimen par-
cuentas con la vida, con la historia y con la política, y as- lamentario y «su simple amputación sería más dañosa
ciende, ya con dificultades, el estrado del Ateneo madri- que la propia dolencia» (1901). Costa estaba muy lejos
leño para presentar la resonante y vehemente crítica del de ser ninguna clase de prefascista, aunque haya podido
sistema político de la Restauración y de la propia trayec- parecerlo después porque la imagen que nos ha llegado
toria del liberalismo español que, resumiendo muy per- de su persona y pensamiento ha sido construida mayori-
sonalmente las informaciones de una encuesta, tituló taria y muy interesadamente durante las dos dictaduras
Oligarquía y caciquismo como forma actual del gobierno españolas del siglo XX.
de España: urgencia y modo de cambiarla. Pero tampoco era un «demócrata» adelantado, ni en-
tendía que «el pueblo» o «las masas» pudieran tener
proyectos políticos propios y autónomos, porque estaba
convencido de que «siempre hasta ahora ha gobernado
a la nación una minoría de los nacionales, y así tendrá
que ser por un espacio indefinido de tiempo. Solo que
hasta ahora la minoría ha gobernado para la minoría y
desde hoy tendrá que gobernar para la mayoría» (1903),
para ese pueblo necesitado de la tutela de las elites inte-
ligentes y no del egoísta control de oligarcas y caciques.
Joaquín Costa, «el baturro más adorable» que dijo haber
conocido Giner de los Ríos, fue un liberal de su tiempo,
la segunda mitad del siglo XIX, nada más, pero tampoco
Imagen de Manuel Camo, obra del escultor Julio nada menos.
Antonio, que figura en el Casino Provincial de Huesca. Carlos Forcadell Álvarez
Camo, boticario y director del Diario de Huesca, fue Catedrático de Historia Contemporánea
conocido como el «Cacique de Huesca» y contrincante de la Universidad de Zaragoza
político de Costa.

41
(...)
de rumbo, el riesgo es infinitamente mayor (…) el riesgo es el total
quebranto de los vínculos nacionales y la condenación, por nosotros
mismos, de nuestro destino como pueblo europeo» (El Tiempo, 16
de agosto de 1898).
Desde un amplio espectro, el punto de mira de la crítica se dirigió
contra el sistema político. Para Costa y para muchos otros regenera-
cionistas el problema de España era su clase política, definida como
un tumor o excrecencia antinatural del cuerpo de la nación, que ha-
bía venido ejerciendo el poder a través del clientelismo y la corrup-
ción. Frente a ella, las verdaderas fuerzas del progreso y el interés
nacional yacían cautivos, de forma que bastaba con extirpar aquella
«facción extraña» para liberar todas sus energías. Los llamados a
labor tan redentora eran las elites intelectuales y económicas. Lucas
Consejo de Ministros celebrado el 26
Mallada en Los males de la patria y la futura revolución española
de julio 1902, con Sagasta como pre-
criticaba la inexistencia de opinión pública y la desmovilización po-
sidente del Gobierno. En la instan-
tánea, publicada en la revista Nuevo
lítica en interés de una casta de políticos ineptos que monopoliza-
Mundo, también figuran Moret, el ban el poder del Estado, consecuencia, en gran medida, del atraso
general Weyler y el Conde de Ro- cultural de un país que había abandonado la educación dejando
manones. Biblioteca de la Diputación que predominara la más abyecta ignorancia entre las masas. Para el
Provincial de Zaragoza republicano Macías Picavea, los políticos de la Restauración eran

42
retóricos e ignorantes; los partidos políticos, «bandos asoladores de
caciques»; las Cortes, «un poder muerto» y «un foco de gangrena»;
las elecciones, «falsificación nacional», y el
caciquismo, la causa de todos los males. El discurso regeneracionista llegó
Los remedios que proponía para «el pro- a concretarse en la fórmula guber-
blema nacional» pasaban por la suspensión namental que encabezó el conser-
de las Cortes y la creación de un «Gobierno vador Francisco Silvela en marzo
nacional» que «libre del Parlamento» pudie- de 1899
ra «maniobrar con la salvación de la Patria»,
a cuyo frente un «director» sería el intérprete de la voluntad, de las
necesidades y de la Historia de la Nación. Son enérgicas medidas re-
clamadas también por el reaccionario Damián Isern, quien, frente a

Manuscritos.
Aire, sol, agua, instrucción, despensa, alcantarillado y jabón

«Gobernantes, municipios y publi-


cistas se preocupan aquí de la emi-
gración de hombres a la Argelia, al
Brasil y a Buenos Aires, pero no se
preocupan de la emigración de niños
al cielo, a pesar de que con ésta per-
demos más población que por aque-
lla. Acaso sea que Zaragoza, que
Murcia, que Madrid no eran la patria
sino su destierro y que al morirse no
es que emigren sino que se repa-
trian». Así queda encabezado este
texto de Costa escrito en 1905, ya
en su retiro de Graus. No es una re-
flexión de política pura ni de partido,
sino una interpretación más amplia.
Costa en ese año ya ha expresado su
retiro de la vida pública pero de su
cerebro siguen saliendo reflexiones
sobre la realidad. Es un fracasado
político tras haber intentado for-
mar un partido, la Unión Nacional, y
abrazar después la causa republica-
na larvada en sus años jóvenes con
el triunfo de la Gloriosa. Esta carta
de Costa es todo un resumen de los
principios que han regido su pensa-
miento al alentar que hay que cerrar
la salida con los sabidos candados,
aire, sol, agua, instrucción, abrigo,
despensa, alcantarillado y jabón.

43
la debilidad de los gobernantes, reclama el fortalecimiento del poder
del ejército.
No todas las propuestas regeneracionistas iban por este camino.
Para el periodista valenciano Luis Morote, autor de La moral de la
derrota (1900), había que apostar por una salida netamente demo-
crática, no acabar con el Parlamento sino borrar de él las prácticas
caciquiles, guiarse por los modelos políticos de Francia, Suiza o Es-
tados Unidos con el fin de alcanzar una democracia que fuera capaz
de integrar a los movimientos regionalistas y al movimiento obrero a
través de una política generosa de reformas sociales. Gumersindo de
Azcárate criticaba la mixtificación doctrinaria que había introducido
Cánovas en detrimento del poder del Parlamento, pero siempre de-
fendió las virtudes del estado liberal–democrático.
Viñeta del Diario Universal de 1903,
Tras la derrota, se ligarán entonces la movilización de industriales y
en la que aparecen los candidatos a clases neutras, y el movimiento emprendido por las Cámaras de Co-
las elecciones. Costa obtuvo el acta mercio y la Liga Nacional de Productores daría origen en 1900 a la
de diputado por Zaragoza pero no efímera Unión Nacional, una organización política con escasos recur-
acudió al Congreso. Archivo Histórico sos y dirigida por Joaquín Costa, Basilio Paraíso y Santiago Alba, en
Provincial de Huesca (...)

44
Génesis y caída de un régimen

La Restauración de los Borbones en el trono conllevó du- manifiesto los peligros del exclusivismo de un partido en
rante cincuenta años (1874–1923), entre otras cosas y como el poder y, al mismo tiempo, abrió vías para participar en
aspectos más relevantes en el plano político, la alternancia la vida política y en el Poder a sectores a los que hasta
pactada al frente del poder y la retirada de los generales entonces el liberalismo de las clases propietarias domi-
del primer plano de la actuación y dirección política. Si lo nantes había excluido. El sexenio democrático (1868–
primero —el que dos partidos, en este caso el conservador 1874) no dejó de ser —en la coyuntura de la Primera
y el liberal, se turnen voluntariamente y consigan alterna- Internacional y de la Comuna de París— una amenaza,
tivamente gobierno y mayoría parlamentaria— no deja de de presente y de futuro, para esas clases dominantes.
ser una anomalía en cualquier sistema parlamentario, lo La respuesta a esas nuevas amenazas y a esas viejas
segundo acostumbra a constituir la norma. experiencias se tradujo en un sistema político, el de la
Ambas realidades no dejan de ser sino la doble cara de Restauración, de regulada alternancia entre dos partidos
una misma moneda para cuya génesis y desarrollo fue- con paralelismos en lo fundamental —los intereses de las
ron decisivas las experiencias acumuladas, los recientes clases propietarias— y diferencias en lo accidental. De
pasados vividos. Unos pasados que se traducen en el este modo, al dejar de ser los pronunciamientos militares
hecho fundamental de que el liberalismo había precisa- la forma de acceso al poder, los generales pasaban tam-
do para imponerse al Antiguo Régimen feudal primero bién a un segundo plano en los partidos y los gobiernos.
de constantes pronunciamientos militares y después de En cualquier caso, la Restauración no innovó lo que Cos-
una guerra civil —la primera Guerra Carlista— que se ta denominó —simplificadora pero no erróneamente—
prolongó siete años. Las guerras, todas las guerras, ha- «oligarquía y caciquismo». Se limitó, tras las experien-
cen generales y los generales acostumbran a cobrarse cias anteriores y las nuevas amenazas del obrerismo
las victorias no solo en el campo de batalla sino en la paz socialista y anarquista, a readaptarlos en forma no de
y la política. No es extraño por ello que el general Espar- monopolio de poder por un único partido, como en la
tero, el firmante de la rendición carlista en el Convenio época isabelina, sino de alternancia pactada.
de Vergara, asumiera la máxima jefatura del Estado, la El pregonado éxito civilista de la Restauración, tras tanto
Regencia, un año después de la victoria. predominio militar, tendría, no obstante, un final poco glo-
Con un general al frente, dada la dualidad de la «familia» rioso. La revolución rusa de 1917 abrió tiempos de acre-
liberal —progresistas y moderados— y la tendencia de centadas esperanzas proletarias y de temores de las clases
cada uno de estos partidos a monopolizar el poder y a propietarias en toda Europa. Las dictaduras, con mayor o
convertir las elecciones, y por tanto el parlamento, no en menor impronta fascista, comenzaron a ser la alternativa
reflejo de la opinión de los electo- requerida por un sector cada vez
res, sino en expresión de los pro- más numeroso de las clases do-
pios deseos del gobierno, es lógico minantes. En España, el desastre
que solo los pronunciamientos se de Annual (1921) y la consiguiente
convirtiesen en la forma de recam- exigencia de responsabilidades,
bio político y, por tanto, que cada amenazaban a la propia monarquía.
partido —progresista, moderado Para apuntalarla, el golpe de estado
y unión liberal— precisasen de un del general Primo de Rivera —sep-
general de prestigio —Espartero, tiembre de 1923— no miraba a los
Narváez, O´Donell— a su frente. militares constitucionalistas del
La continuidad de la permanen- siglo XIX sino a los dictadores del
cia en el poder por moderados y XX. El caciquismo electoral y par-
unionistas llevó a los progresistas lamentario daba paso a la espada
—con otro general, Juan Prim— a como garantía de un orden social y
cuestionar no sólo el sistema sino económico.
la propia monarquía y a sublevarse Carmelo Romero Salvador
contra ella. La revolución triunfan- Prof. titular de Hª Contemporánea
te de septiembre del 68 puso de Primo de Rivera. Archivo HERALDO de la Universidad de Zaragoza

45
(...)
la que pronto se evidenció un desacuerdo sobre la estrategia a seguir.
Las acciones emprendidas a mediados de año, entre las que se contaba
la negativa al pago de impuestos y el cierre de tiendas, fracasaron, y la
Unión Nacional acabó hundiéndose como resultado de las divergen-
cias entre las individualidades que encabezaban el movimiento, la he-
terogeneidad de fuerzas, y la fragilidad de su campaña obstruccionista
frente a los presupuestos de Villaverde. La tan ansiada rebelión de las
clases medias había fracasado: «ahora ya sabe el Gobierno (…) que la
escopeta es de caña y el dueño del vozarrón de la venta un enano; ya
La reina María Cristina no tienen las clases medias arma ninguna», señalaría Costa.
de Habsburgo, con su hijo, Un año después, en 1901, llegaría la crítica más frontal a las ins-
Alfonso XIII. tituciones del régimen: la Información del Ateneo de Madrid sobre
Archivo HERALDO Oligarquía y caciquismo como forma actual de gobierno en España:
urgencia y modo de cambiarla.
Los 61 informantes que partici-
paron en la iniciativa de Costa
eran una significativa represen-
tación de algunas de las más
ilustres personalidades políticas
e intelectuales —desde Antonio
Maura a Miguel de Unamuno,
pasando por Ramón y Cajal—;
una elite ilustrada y política-
mente crítica entre la cual no fi-
guraba ninguna presencia obre-
ra, ni socialista —Pablo Iglesias
fue consultado pero no envió
réplica—… Y es que la trans-
formación que se reclamaba era
ante todo política, y no social
por mucho que las patéticas
imágenes del pequeño campesi-
no, de los pobres o del humilde
trabajador abundaran en la re-
tórica. Poco de nuevo había en
ellas salvo la prescripción y so-
licitud de Costa a la figura del
«cirujano de hierro», explicable
no sólo por la impaciencia del
montisonense sino por el fraca-
so del movimiento regeneracio-
nista y por el pesimismo acerca
del desafío colectivo al régimen.
Mas, pese a la crítica, la polí-
tica del turno parecía no refle-
jar, de momento, la menor in-
fluencia de la pretendida acción
renovadora del Regeneracionis-
mo, lo que, sin duda, debió re-

46
sultar frustrante para muchos: a la regencia de María Cristina seguía Visita de Alfonso XIII a Zaragoza en
en 1902 el reinado de su hijo, Alfonso XIII, y un año antes, Práxe- octubre de 1903. Archivo HERALDO
des Mateo Sagasta, el político más desprestigiado por el «desastre»,
volvía a formar gobierno. Hay quien ha señalado que, no obstante,
el aspecto más llamativo de la desilusión de los intelectuales estuvo
en su pérdida de fe en las masas. Quizá no sea exactamente así. El
«pueblo», rescatado por la literatura costumbrista a fines del XIX y
convertido en un objeto meramente estético para muchos, había pa-
sado a ser para los regeneracionistas un posible aliado… pero tan ne-
cesitado de «regeneración»… que quedó convertido en sujeto pasivo
de la empresa. El pueblo «noble», «trabajador», «inocente»… era, a
la vez, «violento» e «irracional», y para Costa en 1902, como para
muchos, «esa grey humana… imperfecta, sin músculo y sin alma,
deformada en su exterior, depauperada como el suelo, sin glóbulo
rojo, con sólo resplandores crepusculares en el cerebro y sin más
voluntad que la que quiere dejarle una organización parasitaria de
caciques y oligarcas». Pero lo cierto también es que su organización
y sus protestas se alejaban del espíritu de perfeccionamiento mo-
ral o de dedicación a la productividad nacional tan deseado por los
regeneracionistas pequeñoburgueses. El creciente número de traba-
jadores sindicados, las huelgas obreras, las acciones violentas en el
campo andaluz, la agitación urbana… despertó temores arraigados
en la identidad clasista de los intelectuales. En España y en Europa,

47
las «clases respetables» se vieron asaltadas por un horizonte incierto.
El crecimiento de las clases trabajadoras y los atentados anarquistas
de Paulí Pallás, Santiago Salvador, Michele Angiolillo, Mateo Mo-
rral o Manuel Pardinas acentuaron la sensación de inseguridad y la
pérdida de fe decimonónica en el progreso racional. Aunque algunas
lecturas regeneracionistas fueran posteriormente distorsionadas, los
ataques al Parlamento contribuyeron a alimentar las tendencias anti-
parlamentarias. Guste o no, el «cirujano de hierro» fue utilizado por

La pérdida de Filipinas y Cuba y la definitiva destrucción del imperio español

Joaquín Costa denunció la política colonial española el canal de Tamarite terminado en 12 o 15 días, los dos
en Cuba y en Puerto Rico, sobre todo por el asunto de grandes canales del Cinca construidos en un mes»
la esclavitud. Desde luego, por razones morales, pero —La Cámara de Barbastro, 15 de mayo de 1897—.
también porque las provincias ultramarinas españo- Siempre criticó Joaquín Costa una visión superficial e
las, tolerantes con el régimen de la esclavitud, eran un interesada del fenómeno colonial, aquella que insistía
criadero de elementos carlistas y antiliberales. Costa en que los españoles en las Antillas o en Filipinas tra-
recuerda en sus escritos, con ese lenguaje contunden- bajan y progresan mientras que los criollos, alentados
te tan suyo, que España presentaba tres excepciones a por el clima, se daban a la crápula y, carentes de dine-
la marcha general del Universo hacia 1880: la intole- ro, lo pedían prestado a los peninsulares. Como éstos
rancia religiosa, la dinastía borbónica y la esclavitud de a menudo se lo negaban, de ahí arrancaba el conflicto.
los negros. De hecho, el aumento de la esclavitud y la Costa contemplaba el asunto con mayor complejidad y
bonanza del mercado azucarero mantuvieron la lealtad mejor criterio, e incluso hacía demasiado hincapié en la
de los criollos cubanos a España durante el primer ter- decadencia y en la decrepitud de la presencia españo-
cio del siglo XIX, cuando se independizaron de la corona la allende los mares. En su opinión, la humillación de
española el resto de las repúblicas latinoamericanas. 1898 fue inevitable y constituiría la culminación de un
Entonces, las fortunas producidas por el azúcar y los proceso de desintegración imperial iniciado en el siglo
esclavos ejercieron sobre las elites criollas antillanas XVI y continuado en tiempos de los libertadores Bolívar
un efecto apaciguador.
Y es que entre la derrota de España en Ayacucho en
1824 y las de Cavite y Santiago de Cuba a manos de
los estadounidenses en 1898, España había construi-
do un nuevo modelo colonial y envió a las Antillas más
soldados y emigrantes que en cualquiera de los siglos
anteriores. En particular, el traslado de tropas no tenía
precedentes: durante las revoluciones hispanoameri-
canas de comienzos del siglo XIX, España envió unos
47.000 soldados a América; en cambio, a lo largo de las
dos principales guerras de Cuba por la independencia,
las tropas españolas llegadas a la isla superaron los
400.000 hombres, es decir, casi nueve veces más para
conservar una colonia que no pasaba de ser un mero
fragmento del anterior imperio americano. Costa fue
plenamente consciente de esta realidad y escribiría en
1897, ya desatadas las hostilidades en la mayor de las
Antillas, que «doscientos mil soldados y oficiales gas-
tando cada día en Cuba y Filipinas millón y medio de Caja de caudales del regimiento Almansa, de Cuba.
pesetas y dejando de ganar medio millón, representan Foto cedida por la familia Huguet

48
Primo de Rivera para justificar la dictadura de 1923, y la evocación
de la legendaria Castilla acabó sancionando el mito de la identidad
nacional.
El movimiento regeneracionista no logró capitalizar la crisis de le-
gitimidad del régimen ni ofrecer una alternativa concreta al modelo
político, pero no puede negarse que no viniera a alterar profunda-
mente el discurso político y la forma en que veían su país muchos
españoles.

Soldados de Regimiento de Infantería Almansa 18, varios de ellos de Barbastro, en la guerra de Cuba.
Foto cedida por la familia Huguet, de Barbastro

o de San Martín. Ahora bien, tanto insistir en la decre- Etiopía, o como el de Japón en 1893... El sol del imperio
pitud oculta más que explica y sobre todo deja de lado español se ocultó en las bahías de Cavite y de Santiago.
el protagonismo de quienes organizaron fuertes movi- El padre de Franco, Nicolás, trabajó en aquellas inten-
mientos anticoloniales y provocaron el desenlace de la dencias navales y atribuyó la derrota a los políticos que
independencia. Cientos de miles de combatientes, mu- habían enviado a la batalla fuerzas navales y militares
chos de ellos civiles, perdieron la vida en estas luchas. con recursos insuficientes. Nunca opinó lo mismo Costa.
La destrucción del imperio español no fue una demos- Sea como fuere, políticos y militares se tiraron los tras-
tración del atraso de España. Más bien siguió nuestro tos a la cabeza durante años, circunstancia que tuvo su
país una vía que también transitaron otros. Hubo otros repercusión en otro conflicto iniciado a partir de julio de
«desastres del 98», aunque no ocurriesen exactamente 1936. Pero eso ya es otra historia.
en ese año, como el del Reino Unido en Singapur, como Alberto Sabio
Francia en Fashoda, por no hablar de la derrota de Se- Profesor titular de Historia Contemporánea
dán en la guerra franco–prusiana, como el de Italia en de la Universidad de Zaragoza

49
E
l concepto de «generación» no pertenece a una cien- ardorosa demanda del europeísmo, desde el mismo año 1898,
cia exacta. Ni todos los acontecimientos históricos se- y ya en 1901, la denuncia del binomio que dio título su libro–
gregan la convicción de que un grupo de individuos encuesta Oligarquía y caciquismo como forma de gobierno en
de la misma edad ha de quedar profundamente marcado por España. Urgencia y modo de cambiarlas. Pero el apogeo del an-
ellos, ni nadie puede pensar que una generación incluye a to- ticlericalismo como respuesta a otra usurpación también tuvo
dos los habitantes de una comunidad sino sólo a algunos de fechas y convocatorias muy cercanas en el tiempo. Y el estallido
sus miembros. Un hito cronológico generacional suele ser un del antimilitarismo, también… El anticaciquismo tuvo mucho
hecho complejo que se instala en una constelación de cambios de frente político interclasista, más propicio a lo plañidero que
significativos a lo largo de un cierto tiempo. Y la nómina de las a otra cosa, aunque también fue un ingrediente importante en
generaciones suele establecerse a partir de sujetos destinados a el desarrollo de los regionalismos.
la notoriedad futura o llamados a actuar de forma unitaria en la La percepción individual de todo esto formó la base de una
vida política e intelectual. conciencia generacional. La idea de «generación del 98» estuvo
De ahí se infiere que el señalamiento de las fechas generaciona- estrechamente unida al afianzamiento de la noción reciente de
les se hace con algún retraso, cuando los sucesos determinantes «intelectual», surgida en toda Europa en los últimos años del siglo
han hecho más explícito su significado. Y, de otro lado, que XIX, que supuso la transformación de los escritores, los artistas,
a menudo son los propios concernidos los que se apresuran a los profesionales liberales y los científicos en factor colectivo de
presentarse como tal «generación», ya sea por un deseo de expli- opinión disconforme. La palabra «intelectual» definía una ma-
nera de vivir que idealizaban sus partidarios y repugnaba

Sobre la llamada a sus contradictores, curiosamente por los mismos mo-


tivos: por un lado, porque la existencia de intelectuales
estaba vinculada a la importancia de la prensa de opinión,

«generación del 98»: a los nuevos partidos radicales, a la agitación y a la difu-


sión de manifiestos; por otro, porque a los intelectuales se
les definía a través de los lenguajes emocionales que to-
José–Carlos Mainer Baqué maban prestados del agitado entorno finisecular. Y estos
solían ser pesimistas y negativos: el positivismo sociológi-

Catedrático de Literatura co les proporcionaba su tono agorero y determinista; el


apogeo del egotismo los invistió de profetismo; la pulsión
de la Universidad de Zaragoza decadentista que invadió la estética contemporánea los
hizo más refinados y las simpatías por el nihilismo o el
anarquismo, más iconoclastas…
carse colectivamente en el pasado o por una voluntad interesada La noción española de «generación del 98» es claramente insu-
de reconocimiento futuro. El caso de la que llamamos «genera- ficiente a la hora de explicar las cosas. Y conviene discernir va-
ción de 1898» es muy elocuente a propósito de cuanto se viene rias modulaciones sucesivas de la conciencia generacional de la
diciendo. Aunque la identificación de 1898 como una divisoria que venimos hablando. La primera y más cercana a los hechos
esencial en la vida española fue muy precoz, su significado nun- históricos fue una conciencia difusa que hablaba a menudo de
ca se limitó a la derrota militar y a la consecuente pérdida de las «nuestra generación», aunque nunca de una fecha concreta, y
colonias. Y con el paso de los años, el síndrome del 98 contami- que la identificaba con una «juventud» que se autodefinía en
nó los años colindantes: lo ocurrido fue, y así se vio, una crisis permanente disenso ante el orden vigente. A distancia de los
profunda del Estado que se había ido gestando largamente y acontecimientos, ya en torno a 1910, dos promociones de es-
cuyas consecuencias seguirían vivas tiempo después. Y aquella critores se lanzaron a la caza del término «generación del 98».
crisis concernía a la naturaleza y representatividad del régimen Es curioso que la primera fue la más joven: Ortega y Gasset y
político vigente, al lastimoso contraste de España y las potencias Manuel Azaña reivindicaron «el 98» como origen de sus cuitas
europeas de su tiempo y a la insatisfacción generalizada. pero también como fuente de su superación personal, lograda
El llamado «Regeneracionismo» no agotó, ni mucho menos, las por medio del estudio y la razón —la «competencia» de la que
respuestas posibles y muy pronto reveló su fondo de retórica ba- habló Ortega en 1912—, lo que les diferenciaría de sus ante-
nal, aunque dejara como herencia la apelación al autoritarismo, cesores, tan asistemáticos y excesivamente literarios. Pero quien
la «tutela de los pueblos» diría Costa, que tendría largo recorri- se llevó el gato al agua fue el más notable representante de esos
do más entre los conservadores que entre los progresistas. Pero últimos, Azorín, cuando —en cuatro artículos de 1913— rei-
tan «noventayochesca» como la voluntad regeneradora fue la vindicó el nombre de «generación del 98» como marbete de un
irrupción de los regionalismos políticos, separatistas o no, que grupo de escritores, ya al borde la cuarentena, a los que unían
modificaron la percepción de sí mismos de quienes hasta en- lecturas e influencias y la herencia de un vago espíritu de patrio-
tonces sólo se habían considerado «españoles». Y en el marco de tismo crítico que venía del XIX. Y esa generación del 98 es el
ese espíritu, Joaquín Costa aportó otras dos cosas esenciales: la concepto que ha prevalecido hasta hace poco.

50
4 La escuela, apuesta
regeneracionista

La reflexión sobre la educación es-


tuvo siempre presente en los es-
critos y en el pensamiento de los
regeneracionistas. Defendieron la
enseñanza integral y permanente,
además de la formación de la mujer,
y criticaron el aprendizaje de los ca-
tecismos de memoria

Ilustración: Eva Garcés


La lenta implantación de la escuela
Víctor Juan Borroy
Director del Museo Pedagógico de Aragón

E
l sistema educativo español se gestó durante las primeras dé-
cadas del siglo XIX. En la Constitución de 1812 se dedicó el
Título IX a la Instrucción Pública. Posteriormente, se dise-
ñaron algunos planes y programas que no se llevaron a la práctica por
la abolición del régimen constitucional y la persecución de los liberales
que tuvo lugar bajo el reinado de Fernando VII. Hay que esperar hasta
1857 para que se apruebe la primera ley de instrucción pública, cono-
cida como la Ley de Moyano, que establecía la obligatoriedad escolar
entre los seis y los nueve años y dejaba este nivel bajo la responsabilidad
de los ayuntamientos. La Ley de Moyano estuvo vigente hasta la apro-
bación de la Ley General de Educación de 1970.
En las escuelas lo más importante era la enseñanza de la doctrina cris-
tiana, la iniciación a la lectura, el manejo de las cuatro cuentas aritméti-
cas y la enseñanza de la escritura mediante copia de modelos.
Con la creación de las Escuelas Normales de Maestros, la formación
del magisterio mejoró sensiblemente, aunque la dependencia económica
de los ayuntamientos les condenó a sufrir estrecheces perpetuas. Como
resultado de tanta miseria el magisterio se convirtió en una profesión
desprestigiada y el maestro en un personaje que fue objeto de burlas
en sainetes. Andrés Manjón, fundador de las Escuelas del Ave María,
nacido en noviembre de 1846, en el mismo año que Joaquín Costa, y
que asistiría a una escuela similar a la que pudiera padecer Costa escribió
unas detalladas memorias sobre su infancia. Al recordar a su maestro,
describe todas las carencias que soportaba y los distintos oficios que
reunía para sobrevivir:
«Como la dotación era escasa, el señor maestro reunía varios cargos
y oficios, con los cuales medio vivía, pues era Maestro de Escuela, Sa-
cristán, Cantor, Campanero, Relojero, Barbero, Carpintero, Cazador,
Pescador, Secretario, Amanuense y Lector de familias y soldados y el
Factotum del Pueblo, todo con letras mayúsculas y minúsculas retribu-
ciones».
La escuela se construyó como institución muy lentamente. Manuel
Bartolomé Cossío escribió en 1899 que, aunque legalmente se había dis-
puesto la obligatoriedad escolar cincuenta años antes, cuando terminaba
el siglo había dos millones y medio de niños que no tenían plaza escolar.
Poco importaba porque, según Cossío, si fueran a la escuela perderían la
salud y la inteligencia puesto que los locales eran pésimos y los maestros
reunían una formación escasísima.
Puede decirse que durante el XIX se define el esqueleto del sistema
educativo español: se sientan las bases de la inspección, se regula la edu-

52
cación de párvulos y la segunda enseñanza, se impulsa la formación del
magisterio y la educación de adultos, pero hasta 1900 no se creó el
Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Las cifras de escola-
rización se mantuvieron alejadas de la universalización y el número de
analfabetos era realmente vergonzante. Aún habría que esperar varias
décadas para terminar con el analfabetismo. El ministro Marcelino Do-
mingo escribió en 1932 que la República heredó una tierra poblada de
hombres rotos. Se refería a la factura que produce el analfabetismo y
la incultura. Lamentablemente, en España se vivía pendiente de otras
urgencias y la educación de todos no le importó demasiado a casi nadie.

La educación en la vida de Costa


Joaquín Costa residió en Huesca entre 1863 y 1867. Llegó a la ciudad
para ser criado de Hilarión Rubio. En este tiempo se hizo Bachiller en
el Instituto General y Técnico y se examinó de los estudios de maestro
en la Escuela Normal. En Huesca se fraguó la oportunidad que más
tarde tendría de estudiar Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad
Central de Madrid, unos estudios que cursó con brillantez y en apenas
cuatro años consiguió doctorarse en ambas disciplinas. Una trayectoria Comedor de la escuela Ramón y Ca-
tan espectacular llamó poderosamente la atención de los profesores, es- jal de Zaragoza, en 1920. La maestra
pecialmente de Giner de los Ríos. de la izquierda era la directora de
Aunque no podemos extendernos ahora en este tema, para valorar lo párvulos, Patrocinio Ojuel. Museo
que supuso la educación en Costa hay que considerar las dificultades Pedagógico de Aragón (Huesca)

53
El maestro de Oliete con sus alum-
que tuvo que vencer. En primer lugar la pobreza, las estrecheces econó-
nos, en 1908. Buen ejemplo de las
micas que le hacían lamentarse de no tener papel para escribir, de no dis-
escuelas rurales de la época, en
poner de velas con las que alumbrarse o calzón que ponerse para salir de
las que un único profesor atendía
casa. En segundo lugar, la enfermedad que se manifestó en su juventud,
a todos los niños en edad escolar.
una atrofia progresiva de sus músculos que le impedía realizar acciones
Museo Pedagógico de Aragón
cotidianas como descubrirse para saludar, comer con la mano derecha,
escribir o subir las escaleras. En tercer lugar, su propia procedencia social
que en nada se parecía a la de los estudiantes universitarios de la época,
jóvenes de buena familia que pertenecían a un universo diametralmente
opuesto al de Joaquín Costa.
Lo que la educación representó en la vida de Costa está resumido en
la radical declaración que hizo en su diario de juventud: «Si no puedo
estudiar, no quiero vivir». La educación fue su
Su procedencia social en nada se gran aventura. Costa llegó a ser quien fue por
parecía a la de los estudiantes uni- la educación, por su voluntad de entenderlo
versitarios de la época, jóvenes de todo. Tuvo la valentía de querer saber. No se
buena familia de un universo diame- resignó y por eso quiso estudiar. Como escri-
tralmente opuesto al de Costa bió al recordar su infancia, le consumía un
deseo infinito de saber y se lamentaba de no
haber contado con la ayuda y la orientación precisa para haber aprove-
chado mejor el tiempo. Sus compañeros de escuela le decían «afanoso»
porque le dolía hasta el tiempo que empleaba en comer. Quería leer
permanentemente y leía todo lo que caía en sus manos, libros o librotes,
leía en el campo y en la cocina de su casa. Esta pasión por el estudio, por

54
el conocimiento, el afán por entender el mundo en que vivía es, preci- Alumnas de la escuela de Oliete con
samente, el gran legado de Joaquín Costa. Más allá de sus ideas sobre su maestra, en una imagen tomada
política hidráulica, más allá de sus teorías sobre oligarquía y caciquismo, en 1908. La separación de sexos era
de sus estudios sobre Derecho o Historia lo más importante es que hizo norma. Museo Pedagógico de Aragón
del saber, de la cultura y del conocimiento el referente de su vida. Y esta
determinación explica todo lo que Costa fue después.

Las ideas pedagógicas de Costa


La reflexión sobre la educación estuvo presente siempre en los escritos y
en el pensamiento de Costa. En 1866, en su primer discurso en el Ateneo
Oscense, ya habló del valor de la educación. Defendió la formación inte-
gral del ser humano; la educación permanente
y la educación de la mujer; la utilización prác- Sus ideas sobre educación choca-
tica del medio como elemento educativo —se ban con las prácticas habituales de
detenía en la utilidad de las colmenas, la cría la época en las escuelas, como las
de animales, el huerto escolar...—; proponía la horas de tediosa copia o la memori-
creación en los pueblos de museos y de gabine- zación del catecismo
tes de Historia Natural; la publicación de un
periódico escolar. Estas ideas chocaban frontalmente con la utilización de
catecismos, recitados de memoria, horas y horas de tediosa copia, prácti-
cas habituales y muchas veces exclusivas de la escuela de la época.
En 1867 mandó desde París un artículo a El espíritu católico (Hues-
ca), en el que destacaba la labor que podían desarrollar los sacerdotes en
(...)

55
Analfabetismo: la clave de nuestras desdichas

En 1900, momento en que irrumpía en la escena política era el síntoma más visible del retraso secular y de la de-
española el proyecto político costista de Unión Nacional, cadencia nacional, el amargo fruto del escaso desarrollo
Luis Morote, republicano y rendido admirador del prócer de la escolarización, del lacerante grado de absentismo
altoaragonés, escribía «la gran masa social del país no escolar entre las clases campesinas y obreras y de la
sabe leer ni escribir y por tanto no está dotada de las existencia de un sistema escolar nacional, raquítico,
condiciones necesarias para la struggle for life que es tradicional y elitista, que, diseñado por la Ley Moyano
primordialmente lucha de instrucción, de cultura» —en (1857), respondía a los intereses de una oligarquía terra-
La moral de la derrota—. Los datos que Morote maneja- teniente y rentista que manejaba a su antojo las riendas
ba, correspondientes al Censo de 1887, eran «horribles», del Estado liberal. En el imaginario social y político de
la auténtica «clave de nuestras desdichas»: un 68’08% las llamadas «clases neutras», había calado bien el dis-
de analfabetos, cerca de doce millones de los diecisiete curso krauso–positivista de los institucionistas, según el
millones seiscientos mil habitantes que, a la sazón, tenía cual el auténtico progreso material y moral de los pue-
España. El sombrío panorama se repitió en los Censos blos sería inseparable de la culminación de un proceso
de 1900 y 1910 y sólo empezó a quebrarse a partir de de difusión de la cultura escrita que garantizara el ac-
la Primera Guerra Mundial, momento en que una cierta ceso a la misma de todas las clases de la sociedad. El
industrialización desencadenará procesos duraderos de remedio era simple: más escuelas y más escolarización.
migración interior y cierto crecimiento urbano. La conversión de la correlación entre el nivel cultural de
Así, el Censo de 1920 reflejó un descenso del analfabe- un pueblo y la intensidad de su alfabetización en régi-
tismo en términos absolutos que se hará más patente men de verdad incontrovertible, constituyó una laboriosa
en los de 1930 y 1940. Si bien estos datos nos hablan de operación de manufactura ideológica a la que no fueron
una carencia evidente, ocultan el apabullante diferencial ajenos Giner, Costa o Cossío, en calidad de dirigentes
regional —en 1920 el porcentaje de analfabetos en la carismáticos de esa comunidad espiritual que fue la ILE
provincia de Santander era del 27’41% frente al 75’09% —al decir de Luis de Zulueta—. En puridad, esta suerte
en la de Jaén—, o la pervivencia del semianalfabetismo de consenso de larga data alrededor de las bondades de
(población que sabía leer y no escribir) y orillan aspectos la redención social a través de la escuela, alimentaba un
cualitativos referidos al grado de difusión de la cultura sólido concepto de civilización occidental que ligó, hasta
escrita y de la lectura en un momento en que fenómenos identificarlos, la noción de progreso moral y humano con
como la «lectura obrera» u otras formas de socialización la de progreso científico y técnico. A comienzos de siglo,
cultural (bibliotecas, «escuelas» o «universidades» del pocas personas podían sospechar la medida en que el
pueblo) tuvieron un importante desarrollo e influencia siglo XX iba a encargarse de desmentir esa globalidad
en la educación popular formal y no formal. del progreso humano en que creyeron los clásicos de
Toda la literatura del arbitrismo regeneracionista seña- nuestra civilización.
laba al analfabetismo como el origen de todos los males Juan Mainer
y obstáculo principal para la modernización y europeiza- Catedrático de Geografía e Historia
ción patria. Para el Regeneracionismo, el analfabetismo en el IES Ramón y Cajal de Huesca

Censo Hombres % Mujeres % Diferencial sexual % Total

1887 49,57 72,55 22,98 61,39


1900 45,58 65,89 20,32 56,07
1910 41,13 58,82 17,69 50,31
1920 34,99 50,16 15,76 42,88
1930 23,68 38,09 15,28 31,13
1940 17,28 28,46 11,19 23,17
1950 12,18 22,00 9,82 17,34

(Datos de la población analfabeta en España de diez y más años de edad. Fuente, Viñao, A. (2004), Escuela para todos.
Educación y modernidad en la España del siglo XX, Madrid, Marcial Pons).

56
(...)
los pueblos encargándose de la enseñanza de adultos, de la agricultura
técnica, del establecimiento de medios que mejoraran la condición física
y moral de los individuos. En 1869, defendió en La Voz del Magiste-
rio (Huesca) las excursiones como procedimiento idóneo para adquirir
conocimientos relacionados con la realidad. Además, proponía la cele-
bración de conferencias para adultos sobre moral, educación, higiene y
economía doméstica; concluía proponiendo la organización de misiones
pedagógicas.
En 1871 escribió Ensayo y Fomento de la Educación popular, que
presentó a un concurso de la Sociedad Matritense de Amigos del País
para responder al tema «Método de propagar la instrucción primaria

El maestro y el sacerdote, como palancas para remover los obstáculos del progreso

Costa tenía una fe ciega en la escuela, como motor drid en un proyecto auspiciado por el Ateneo que, fi-
del desarrollo social. Y defendía que fueran tanto los nalmente, no se llevó a cabo. Tomás llegó a realizar un
pequeños como los mayores quienes recibieran edu- boceto de diseño de cómo debería ser presentada la
cación, porque si estos últimos no tenían, sus hijos di- colección. En este escrito, Costa dice que el maestro y
fícilmente serían sensibles a esta necesidad. Además el sacerdote son las dos palancas que han de remover
de la creación de escuelas y su institucionalización el progreso. «La diligencia —escribe— no debe tener
en una época en la que el analfabetismo rondaba el límites y sus fuerzas deben ir paralelas. Los pueblos y
70 %, luchó por la dignificación del maestro con bue- el Estado deben prestarle firme apoyo. Porque si lle-
nos sueldos y medios. Este escrito es una transcrip- gan a cruzarse de brazos ¿qué obstáculos apartarán
ción realizada por su hermano Tomás de los numero- de su camino? Y si no andan los dos acordes y si obran
sos artículos y notas elaboradas a lo largo de su vida los dos en distinto sentido ¿qué efecto útil pueden útil
por el polígrafo grausino. Tomás le intentó dar forma puede producir?». Costa elaboraría, con carácter más
para incorporarlo a la biblioteca Costa a crear en Ma- científico El método general de Enseñanza.

57
Fachada de la escuela dedicada a en las poblaciones agrícolas y en las clases jornaleras». Proponía educar,
Joaquín Costa, en Zaragoza. Archivo en primer lugar, a los padres. Cuando éstos supieran leer, no dejarían
HERALDO que sus hijos fueran analfabetos. Insistía nuevamente en la idea de las
misiones pedagógicas. Solicitaba sueldos dignos para los maestros; pre-
paración superior del profesorado de todos los niveles; renovación me-
todológica; aumento del presupuesto para la educación...

Joaquín Costa y la Institución Libre de Enseñanza


Entre las experiencias más determinantes en la vida de Costa tenemos
que destacar su relación con la Institución Libre de Enseñanza (ILE) y,
concretamente, con Francisco Giner de los Ríos. En 1875, el ministro
de turno, el marqués de Orovio, dictó una circular que conculcaba la
libertad de cátedra al establecer que los profesores deberían someter sus
enseñanzas al dogma de la iglesia católica. Giner, y con él otros cate-
dráticos, protestaron públicamente. Entonces fueron separados de sus
cátedras y, algunos de ellos, desterrados. Costa había iniciado su carrera
universitaria, pero tras cuatro meses y veinte días renunció al título de
profesor supernumerario en la Universidad de Madrid por solidaridad
con Giner.
En 1876 Francisco Giner de los Ríos fundó la ILE, pretendiendo ofre-
cer una alternativa a la Universidad oficial. Costa formaba parte de la
Junta Facultativa de la ILE que fue el más fructífero empeño de la historia
de la educación española. Gracias al trabajo de aquellas personas reunidas
alrededor de Giner se crearon algunas instituciones básicas para explicar
la modernización educativa y cultural que se produjo en el primer tercio

58
del siglo XX: la Junta para Amplia-
ción de Estudios, la Residencia de
Estudiantes, el Instituto–Escuela o
las Misiones Pedagógicas que reco-
rrieron pueblos y aldeas desde los
primeros meses de la II República.
De 1880 a 1883 Joaquín Cos-
ta enseñó Historia en la ILE y
se encargó de dirigir el Boletín
de la Institución Libre de Ense-
ñanza. Participó, representando
a la Institución, en el Congre-
so Pedagógico de 1882. En su
intervención Costa defendió la
transformación de la escuela:
«La escuela se mantiene sobre el
mismo pie, conserva la misma
organización que venía tenien-
do desde los días de Quintilia-
no, (...) hay que ir a la secularización total, absoluta, de la antigua Las ideas costistas pasaban por
escuela..., que todo el territorio debe ser escuela mientras no pueda secularizar la enseñanza. Archivo
serlo todo el planeta». HERALDO
Cuando terminaba el siglo, Costa se aventuró a participar en la vida
pública y con él se hizo ya imposible hablar de política sin tener un
modelo de escuela, sin atender a las necesidades educativas de los ciu-
dadanos. En 1899 escribió: «La mitad del problema español está en la
escuela». Urgía una transformación profunda de la educación nacional
que situara a España al mismo nivel que habían alcanzado los países de
nuestro entorno.
Cinco años antes de su muerte, Costa escribió el discurso de clausu-
ra de la Asamblea Municipal Republicana titulado Los siete criterios
de gobierno, en el que reclamaba la renovación de las instituciones
docentes, «poniendo el alma entera en la escuela de niños y sacrificán-
dole la mayor parte del presupuesto nacional (...) ya que la redención
de España está en ella o no está en ninguna parte», hacer desaparecer
el analfabetismo, elevar la consideración social del magisterio, refor-
mar la universidad, la creación de colegios españoles en el extranjero,
propuesta que se haría realidad en 1907 con la creación de la Junta
para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, que presi-
dió Santiago Ramón y Cajal.

La herencia del centenario


La conmemoración del centenario de la muerte de Joaquín Costa nos
debería devolver la ilusión por la educación. Deberíamos recuperar la
convicción que tuvo Costa de que la educación es lo que más importa.
El recuerdo de Joaquín Costa, de su tesón, de su voluntad inquebran-
table de superación debería despertar en nosotros, junto a la pasión por
el conocimiento y el saber, el irrefrenable deseo de trabajar por aquellos
que tenemos más cerca y la valentía necesaria defender causas justas.
Este es, desde luego, el mejor homenaje que podemos rendirle.

59
E
s indudable que los dos sexos ofrecen iguales manifestacio- mente aceptadas en la época, que concebían la existencia de una
nes de inteligencia, recibiendo la misma instrucción; si el naturaleza humana dividida en dos esencias complementarias
hombre aventaja alguna vez á la mujer en el cultivo de las —hombres y mujeres—. El destino apropiado de estas últimas
ciencias y las artes, es porque hace de ellas la ocupación única de seguía siendo la maternidad y el cuidado de la unidad familiar.
su vida» Ahora bien, frente al modelo decimonónico de mujer domés-
tica, este rol comenzó a entenderse como una función social de
Corría 1900 cuando la escritora y periodista alcañizana Con- importancia vital para el desarrollo de la civilización y el pro-
cepción Gimeno de Flaquer publicaba estas palabras en defensa greso de la nación. De ahí que se considerara necesario ofrecer a
de la ilustración de las mujeres. Una defensa pública y cada vez las mujeres una formación más sistemática y modernizada para
más generalizada de la educación femenina que se remonta, sin desempeñar mejor ese mismo rol.
embargo, a unas décadas atrás, cuando la Revolución de 1868 No es de extrañar, por lo tanto, que Joaquín Costa, ligado a
y el Sexenio democrático crearon las condiciones idóneas para la Institución Libre de Enseñanza también se interesara por
que algunos intelectuales, hombres y mujeres, discutieran pú- la educación femenina, aunque no fueron publicadas sus re-
blicamente sobre qué significaba ser una mujer y cuáles eran sus flexiones al respecto, y lo hiciera desde los citados supuestos
responsabilidades dentro de la sociedad y la «nación». También acerca de la feminidad: «La mujer es la mitad de la familia;
resultaron ser contextos privilegiados para el desarrollo de co- económicamente, el hombre produce y la mujer ahorra (…)
rrientes renovadoras en educación que compartieron la idea de moral y jurídicamente, el marido representa a la familia fue-
que la educación de los ciudadanos era la vía no sólo para per- ra y la mujer, sacerdotisa del hogar, la dirige dentro (…)».
feccionarse individualmente —algo que ya se había afirmado Para Costa, era necesario educarlas, para que a su vez pudie-
ran educar a los niños del mañana y
mantener la armonía familiar.

Las mujeres y la educación Un paso más en cuanto al resquebra-


jamiento de ese modelo femenino vi-
gente, y, por ende, de la concepción
Inmaculada Blasco Herranz educativa de las mujeres lo constituyó
el Congreso Pedagógico Nacional de
1892. Una vez que la discusión acer-
Prof. titular de Historia Contemporánea ca de la inferioridad femenina parecía

de la Universidad de la Laguna zanjada, el debate se centró en el acceso


de las mujeres a la enseñanza superior y
el ejercicio de una profesión.
Todas estas discusiones y las inicia-
durante la Ilustración— sino también colaborar en la mejora tivas que las acompañaron contribuyeron a crear un clima
—y más adelante regeneración— de la nación. De manera que, de opinión favorable a la educación femenina, al que se
dentro de estos movimientos más amplios de transformación sumó un Estado que, frente al liberal, estaba más dispuesto
de la función de la educación y de discusión en torno al papel a intervenir e invertir en la formación de sus ciudadanos
de la mujer en la sociedad, vieron la luz algunas iniciativas que, —y ciudadanas—. Síntoma de estas transformaciones fue
aunque restringidas a una clase media ilustrada y progresista, el progresivo descenso, a lo largo del primer tercio del siglo
significaron una primera apuesta por ofrecer a las mujeres una pasado, de las altas tasas de analfabetismo femenino existen-
educación que fuera más allá de la clásica instrucción en cos- tes en la sociedad española —de 71,4% en 1900 a 47,4%
tura, religión y buenos modales que recibían las hijas de las fa- en 1931—. Pero también lo fue la paulatina incorporación
milias acomodadas españolas. Especial interés suscita la escuela de mujeres a niveles superiores de la enseñanza, volviendo
krausista, fundada por Julián Sanz del Río, una de cuyas prime- caduca y extraña la imagen de una Concepción Arenal dis-
ras iniciativas en la materia fueron «Las conferencias dominica- frazada de hombre para acudir a las clases de la Universidad
les para la educación de la mujer» promovidas por el rector de la Central de Madrid. Algunas de ellas ni siquiera se esperaron
Universidad Central de Madrid, Fernando de Castro. a 1910, cuando el estado legisló el acceso de las mujeres a
El debate en torno a la capacidad intelectual de las mujeres, en los niveles medio y superior. En Aragón, Regla Franchelli
el que destacó la escritora y criminalista Concepción Arenal, y Martín fue la primera alumna del Instituto de Enseñanza
al que se sumaron otras feministas como Concepción Gimeno, de Zaragoza, que, en 1901, consiguió el grado de Bachiller.
se erigió como telón de fondo de todas estas iniciativas en la Si bien algunas de estas pioneras se dedicaron en exclusiva
medida en que éstas descansaban en la convicción de que el al hogar y a los hijos, otras ejercieron una profesión. Ya em-
intelecto de las mujeres era igual al de los hombres. Eso sí, lo hi- pezaba a formar parte del sentido común de la época que la
cieron —como las propias feministas, a excepción de la insigne educación de las mujeres podía desembocar en el desempe-
Emilia Pardo Bazán— desde las atribuciones de género social- ño de un trabajo remunerado.

60
5 Costa
íntimo
Detrás del personaje público de palabra
vehemente, ideas tajantes y vastos cono-
cimientos, se escondía un hombre ator-
mentado, tímido y enfermo

Ilustración: Local Estudio


Pertinaz agonía en lucha continua contra la enfermedad
Juan Carlos Ara Torralba
Profesor titular de Literatura de la Universidad de Zaragoza

S
í, ciertamente detrás del monumento se escondía un hom-
bre, con sus glorias y pequeñas miserias. Tras una lectura
atenta del denso contenido de los escritos autobiográficos de
Joaquín Costa, si hemos de encontrar la palabra que mejor resume
el mecanismo del universo privado de Costa, su particular forma
de entender el mundo, esa es la de agonía. Porque Costa fue un
luchador, un ciudadano de su siglo, el XIX, un hombre con una
determinación terne por ser alguien. De esa vivencia conflictiva del
espacio familiar y comunitario, primero, el profesional y académico,
después, y por último, el político y nacional, nace la necesidad im-
periosa de explicarse, de indagar en las razones de su existencia; por
eso no extraña que entre 1864 y 1878, los años de formación de Cos-
ta, nuestro escritor no faltase prácticamente a su cita cotidiana con
el pliego autobiográfico, ordenado al cabo en cuadernillos titulados
Memorias, Mentirologio… o Nosce te ipsum, ese fascinante relato
introspectivo escrito (1868) a partir de lo anotado en las Memorias.
Tampoco sorprende que cuando en 1864, sin llegar a los 18 años,
decide comenzar sus textos íntimos conocidos por Memorias, Costa
los bautice con el revelador subtítulo de en este valle de lágrimas;
porque lágrimas y lamentaciones continuas trufan las notas de Costa
desde que es enviado a Huesca en diciembre de 1863 tras fracasar
su intento de enrolarse en el ejército para ir a combatir a los insur-
gentes de Santo Domingo. Costa, orgulloso pero tímido, humilde
pero consciente de sus portentosas memoria y capacidad de trabajo,
construye las Memorias como refugio y lenitivo de lo que él entiende
por humillaciones constantes.
Las sufre por parte de algunas personas del entorno de Hilarión Rubio
en Huesca, y más tarde en París, en Madrid y su Universidad Central…
en Huesca, por último, asediado por el círculo ultramontano que se es-
trecha conforme va fracasando su cortejo con Conchita Casas y que al fin
terminará influyendo para su traslado forzoso a León en 1879… Pero
esto ya ocurre cuando Costa ha culminado su formación y reducido la
necesidad de escribirse. Este escribir de sí, propio de solitarios, pero tam-
bién de tímidos y hasta de individuos con puntos y ribetes narcisistas
—que de todo ello hay en Costa—, nos habla de un joven necesitado
siempre de tutela y consejo, que cree encontrarlos, sucesivamente, en ese
contratista de obras de la comarca bilbilitana llamado Hilarión Rubio,
en su tío el canónigo José Salamero y su grey ultramontana de altoarago-
neses residentes en Madrid, tal vez en el ingeniero Teodoro Bergnes de
las Casas y en el deán Modesto de Lara… y que termina por hallarlos en

62
el magisterio de Francisco Giner de los Ríos. ¿Amigos?, pocos, en reali- Costa vivió los siete últimos años
dad ninguno que pueda llamarse así en esta época; Costa acaba a la greña de su vida en un sencillo y pequeño
con Rubio, Salamero y Modesto de Lara, con quienes ajusta cuentas ai- habitáculo de su casa grausina, ro-
reando escabrosos trapos sucios de los tres en sus Memorias; los colegas deado de libros y periódicos. Ángel
del Instituto de Huesca, aquellos que echa en falta cuando se siente solo Gayúbar
en su habitación parisina cuando la Exposición de 1867, van muriendo
precozmente —así Domingo Mur Labad— o se desvanecen en la lejanía
de vocaciones contradictorias con las de Costa —es el caso de Miguel
Espín Borruel; pero ejemplar el de Antonio Mata, que de librepensador
y demócrata pasa a ser un probo farmacéutico
y, tras enviudar, a tomar los hábitos combati- Lágrimas y lamentaciones con-
vos de los jesuitas…—; se llevaría mal también tinuas trufan las notas de Costa
con sus compañeros pensionados en la Exposi- desde que es enviado a Huesca en
ción—señaladamente con el carpintero Agus- diciembre de 1863 tras fracasar su
tín Sierra—, aunque todavía menciona a algu- intento de enrolarse en el ejército
no de ellos cuando los años universitarios en
Madrid —por ejemplo al maestro relojero Mariano Hofler Echevarría—;
las acciones conjuntas con otros alumnos aragoneses de la Universidad
Central no cuajaron en amistades sólidas —Pedro Fuertes, Feliciano Lla-
nas…—; otros compañeros de carrera pasarían a ser rivales —un caso
paradigmático y doloroso para Costa fue el de Vicente Santamaría de
(...)

63
Análisis grafológico de Joaquín Costa

Texto manuscrito de 1867 de Joaquín Costa, a los 21 años. Se trata de una de las muchas ideas recogidas en la
Exposición de París, en concreto, sobre cómo fabricar papel. Archivo Histórico Provincial de Huesca

Conforme a los manuscritos y cartas que se pueden distribución armónica de su escritura—, era aman-
consultar de Joaquín Costa, se dilucida que sus te también de la sencillez y rechazaba lo complica-
procesos de pensamiento eran rápidos. Se trataba do y lo sucio en el orden moral.
de un hombre con un claro dinamismo intelectual y Le gustaba observar a los demás y fijarse en los
gran rapidez de entendimiento y comprensión. La pequeños detalles de las personas. A esto se le
velocidad de su pensamiento, unido a la vibración añade su curiosidad por todo lo que le rodeaba y,
de su escritura, indican un temperamento nervioso como resultado, encontramos una gran capacidad
y una sensibilidad para captar los detalles sin ne- de empatía, lo que le permitía captar las motivacio-
cesidad de una excesiva reflexión. nes, deseos y afectos para poder dar a los demás lo
Su juicio de las situaciones era rápido y tenía ha- que necesitaran.
bilidad para desorganizar el juego y la trama del Tenía una gran imaginación y sabía desarrollarla.
pensamiento ajeno. Le costaba ser preciso y atento y tenía que redoblar
Pero, a pesar de todo esto, poseía una capacidad esfuerzos para conseguirlo, ya que era muy impa-
de lógica, que le ayudaba a racionalizar en un mo- ciente y deseaba lograr las cosas en el momento en
mento determinado este torrente de pensamien- que las pensaba.
tos, darse cuenta de sus errores y rectificar sobre Su potencial básico de voluntad era muy bueno. Una
la marcha. voluntad potente resulta siempre la consecuencia
Hombre de claridad y espontaneidad en el pensa- de una buena capacidad de trabajo, de energía y efi-
miento y en la acción —lo que concluimos por la cacia. Este potencial, unido a su vitalidad, le daba

64
Manuscrito de Costa enviado a Antonio Mompeón Motos y carta a su amigo Manuel Bescós, en 1910, donde el
autor le pide que le vaya a buscar a Barbastro ante su mal estado de salud. Archivo Histórico Provincial de Huesca

confianza para resolver los problemas que se le rreno y comunicarse con ellos. Mucho más emotivo
presentaban, como su distrofia muscular progresiva y sensible de lo que mostraba, solía enfadarse por
que le producía en su escritura una leve disgrafía, la espíritu de justicia. Esta actitud es propia de perso-
cual conseguía superar con voluntad y constancia. nas justas y equitativas, con rectitud de principios.
Tenía dotes de mando, por lo que era capaz de or- Era un hombre sencillo y con una buena valoración
ganizar, dirigir, coordinar y controlar con espíritu personal. Su ambición era noble, deseaba llegar a
de equipo el trabajo de los otros. Esto, unido a su conseguir sus metas por medio del esfuerzo y de la
imposición, reflejan que habría resultado un buen superación personal.
jefe. Su problema a la hora de mandar, sin embar- Se protegía de los demás pero de forma suave.
go, era siempre su impaciencia, su tendencia a Su escritura y su firma coincidían plenamente: tanto
descargar tensiones y a mostrarse irritable. su firma familiar, donde ponía solamente su nom-
Era activo y decidido. Esta decisión resulta propia bre, como en su firma oficial, donde incluía también
de caracteres firmes, seguros y con capacidad de su apellido, indican que se trataba de una persona
iniciativa. Las características de su trabajo produ- sincera que se mostraba tal cual, sin dobleces ni
cido eran de cantidad. falsedades.
La personalidad del escritor mostraba un carácter María José Barón Salanova
extrovertido. Aunque le costaba mucho comunicar Diplomada en Grafología y presidenta
sus sentimientos más íntimos, sabía tener una de la Sociedad Andaluza de Grafología y Pericia
buena relación con los demás, atraerlos a su te- Caligráfica de Granada

65
(...)
Paredes—; tampoco las tentativas de acercamiento a republicanos al-
toaragoneses en Madrid —el oscense Francisco García López, los jaceta-
nos Mariano y Alberto Araus Pérez…— fructificarían… Cuando Costa
regresa a Huesca como oficial letrado en 1877, observa de qué manera se
enfrían las relaciones con viejos conocidos de la capital y de la misma
Universidad, como Luis Vidal y Domingo, y hasta tiene trifulcas con
jóvenes como Luis López Allué y amagos de duelo de honor con Anto-
nio Gasós o Luis de Fuentes. Hacia 1878, umbral del término de las
indagaciones íntimas en forma de escritos autobiográficos, Costa sólo
parecía sentirse a gusto en el ambiente de la recién creada Institución
Libre de Enseñanza y bajo la sombra tutelar de su principal mentor,
Francisco Giner. ¿Y sus padres?, ¿y la familia? Joaquín Costa hubo de
confesar tempranamente, en 1868, que abrigaba un «amor filial muy
reducido»: nunca terminó de asumir las relaciones con un frío padre y
una madre ausente; tal vez por ello habría de aceptar de buen grado el

Pasé mi vida juvenil en Monzón...

«Pasé mi vida juvenil en Monzón. Qué recuerdos tan vemos profundos rasgos de su padre, que tuvo que influir
agradables de aquellos tiempos que ya no volverán y que enormemente en la formación de su personalidad. Cono-
tan veloces pasaron para mí». cido como «El Cid», era tal su concepto de «dignidad» que
Esto escribía Costa en su diario. Parece que es una vi- antes de morir pidió que le pusieran dos pares de medias
sión hecha desde la vejez, cuando apenas queda futuro y para «disimular el enflacamiento de las piernas». A él
casi todo es ya pasado, contemplando ese territorio lla- acudían hombres de toda condición y lugar a pedir con-
mado niñez que los años envuelven en el brillante papel sejo, su fama se basaba en su conocimiento de las leyes
celofán de la felicidad. Pero no, esto lo escribía Costa a consuetudinarias y las tradiciones y en su sesudo conse-
los 18 años, cuando el tiempo todavía no ha podido teñir jo. Dicen que tenía «la palabra fácil, sosegada y convin-
de felicidad los recuerdos lejanos. Así pues, no hay duda cente». Salvo en lo de la palabra sosegada, aquí vemos
de que estos primeros años de Costa en Monzón fueron a Costa. Y este fue el modelo que vivió el joven Costa en
verdaderamente felices. Llama la atención que se refie- Monzón.
ra a esta época como su «vida juvenil». No se refiere a Nada material le tuvo que sobrar a Costa en Monzón, las
estos primeros años como su infancia, sino como su vida tierras de su padre apenas debían de dar para comer. Sa-
juvenil, por lo que no sólo debió de ser extraordinaria- bemos que fue confirmado a los 5 años y que su padri-
mente feliz para él esta época, sino que fue en Monzón no fue el gobernador de la ciudad, lo que demuestra que
donde, madurado como joven, se formó su carácter y Joaquín formaba parte de un grupo de niños pobres para
personalidad. Contrasta esto como cuando habla de su los cuales era costumbre que los apadrinase algún perso-
traslado a Graus diciendo: «Lo restante de mi vida desde naje notable de la ciudad a modo de caridad. Y es este otro
6 a 17 años lo pasé en Graus… No me detendré en trasla- espejo en el que el joven Costa tuvo que verse y que sin
dar aquí estos años que tristes y lentos han pasado para duda también formó su carácter, entre las correrías ju-
mí... No podía sufrir ya por fin lo que había sufrido». veniles a la sombra del castillo, el trabajo agotador de su
Es sin duda en estos años en Monzón cuando se formó padre en el campo para apenas subsistir, entre la pobreza,
su recio carácter con la evidente influencia de su también la dignidad. Qué poco tiempo costó forjar un carácter, el
recio padre monzonés. El padre de Costa, siendo niño, mismo tiempo que tarda en forjarse el acero al rojo cuan-
llegó a Monzón a vivir con unos parientes que le hicieron do se sumerge en el agua helada del temple. Así debió
heredero de unas tierras de cultivo. Su oficio era pues la- de ser el breve, intenso y feliz paso de Costa por Monzón.
brador, y de su segundo matrimonio con María Martínez Pedro García Sena
nació Joaquín, además de otros diez hijos más. En Costa Museo Costa de Monzón

66
trato maternal que creía recibir de Fermina Moreno González, la prima Procesión de Semana Santa en la
del deán Modesto de Lara, y hasta habría de enternecerse con los ofreci- calle Barranco de Graus de finales
mientos —estos sí puramente maternales— de Leonisa Soler, madre de del XIX. Vicente Castán. Foto donada
la cortejada Conchita Casas. Pueden entreverse en las Memorias, más por Venancio Díaz Castán.
por los silencios que en las palabras, reproches dolorosos hacia su madre,
María Martínez Gil, toda vez que en agosto de 1875 Costa no tiene
ningún reparo en relatar cómo la madre de José Salamero Martínez, An-
tonia Martínez Barrabés, al cabo tía de María, había acabado con sus
huesos en la cárcel de Huesca en 1863 tras uno de los últimos procesos
de brujerías y supuestas endemoniadas que se registran. Tampoco los
primos, tíos y tiastros de Graus, Barbastro, Monzón o Benavente, aque-
llos Castán, Gil, Pedrol, Ibor, Martínez o Montanuy, salen muy bien
parados en las Memorias, posiblemente porque siempre le trataron —o
eso creía Costa— desde las alturas de sus farmacias, molinos, propieda-
des y, en fin, de una situación económica mucho más desahogada que la
de Joaquín; sólo conservó siempre sincero afecto al bueno de mosén
Lucas Martínez, el mismo que dispensaría a su hermana Martina Costa
y a su cuñado Antonio Viñas, o a la futura celebridad médica Andrés
Martínez Vargas. Mas la mayoría de estos vínculos están ganados o afian-
zados después del crucial 1878, y en todo caso Costa observaría una
disciplinada y honrosa relación formal con familiares como José Salame-
ro: repárese que sólo figuraron como personas físicas en la esquela de

67
Salamero publicada por El Imparcial el 31 de diciembre de 1895, el
primo de Salamero Antonio Martínez y el sobrino preferido Antonio
Ibor, más los resobrinos, poco sospechosos de tradicionalismo ideológi-
co, Joaquín Costa Martínez y Andrés Martínez Vargas. Es un ejemplo,
entre varios que podríamos referir, que honra, repito, a Costa. Y lo hace
porque son absolutamente ciertas las estrecheces y penurias económicas
que padece Costa en todos estos años, por lo menos hasta precisamente
ganar por oposición la plaza de oficial letrado.
Costa confesó tempranamente, en Costa anota con detalle en sus Memorias la
1868, que abrigaba un «amor filial minuta de sus ingresos y gastos, lo que pide
muy reducido»: nunca terminó de prestado y le dan o no, lo que le deben y lo que
asumir las relaciones con un frío pa- debe, lo que puede ahorrar en comidas y habi-
dre y una madre ausente tación, los pantalones raídos, el traje descolori-
do, el rehuir tragicómico de posibles encuen-
tros con Alfonso Ferrari —el sastre madrileño
a quien debió bastantes reales durante años—, el empeño de objetos
propios, cuando no ajenos… ¡Cómo no podía considerar humillación el
trato con unos familiares que apenas le prestaban dinero, y si lo hacían se
(...)

El ambiente familiar y el carácter de Costa

A partir de septiembre de 1904, agravada su enfer- y Pilar era la más joven— y Ramón Auset, casado con
medad, desengañado de la política y sobre todo, de Carmen, que sería su secretario y hombre de confianza.
los políticos, y con el convencimiento de la imposibi- La jornada de trabajo de Costa se iniciaba sobre las doce
lidad de reformas políticas que hicieran progresar el del mediodía y acababa a altas horas de la madrugada;
país, Joaquín Costa se retiró definitivamente en Graus. dormía poco, no tenía noción del tiempo, casi no comía
Fijó su domicilio en la casa de la calle Nueva o Camino y, cuando lo hacía, era porque su sobrina no se movía de
del Molino —después llamada de El Porvenir y hoy de su lado hasta que comiera lo que le servía; de no hacerlo
Joaquín Costa—, donde vivían su hermana Martina, ca- así, la bandeja con la comida hubiera quedado sobre la
sada con Antonio Viñas —joven y emprendedor maestro mesa de su estudio sin que probara bocado.
de obras y contratista— que habían edificado reciente- Apenas salía de casa pues su invalidez física no se lo
mente, y de cuyo matrimonio nacieron tres hijas: Bal- hubiera permitido, aunque con el buen tiempo iban a
bina, Carmen y Pilar. En dicha casa, salvo un viaje a Za- buscarlo en ocasiones sus amigos, el ferretero Dáma-
ragoza, dos a Madrid, una estancia inferior a un año en so Carrera, el farmacéutico Rosell y Marcelino Gambón,
la segunda planta de la casa de Ramón Auset —casado editor de El Ribagorzano, quiénes, ayudándole a bajar las
con Carmen— en la que hoy es calle Salamero nº 25 y un escaleras, le acompañaban a dar un paseo, provistos de
verano que pasó en la fonda de la estación de Selgua por un botijo con agua fresca y la mecedora de su estudio.
motivos de salud, Costa permaneció hasta su muerte. Para terminar esta modesta colaboración, permítaseme
Instaló su estudio en un cuarto de unos 20 metros cua- una referencia al carácter y humor de Costa, en particular
drados de la planta tercera que no se encontraba habi- en esta etapa de su vida en Graus, que pueda servir para
litada como vivienda y, mientras su estado físico se lo salir al paso de los que injusta e infundadamente, en mi
permitió, vivía —más bien dormía, pues pasaba la mayor opinión, le atribuyeron fama de antipático —el antipático
parte del día y de la noche en su estudio del tercer piso— notario de Graus le llamó Baroja—, atrabiliario, raro, alti-
en el piso segundo, en una sala con alcoba. vo, soberbio, orgulloso, cuando no de loco desaforado y no
Durante estos años atendían a Costa, además de su her- sé cuantas descalificaciones más.
mana Martina, su sobrina Carmen —Balbina era maes- Algunos de sus biógrafos reproducen e insisten mucho
tra nacional y se encontraba destinada fuera de Graus en estos defectos de su carácter, pero poco o nada en al-

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Documentación de Costa guardada en su casa de Graus. Ángel Gayúbar

gunas de sus cualidades humanas, como el cariño y ter- gran acierto el carácter de Costa, y que procede de unas
nura con que trataba a sus familiares y amigos, y, mucho notas manuscritas de mi padre, José Mª Auset Viñas,
menos, en su sentido del humor y su socarronería. Debo sin fecha ni referencia alguna de su autoría —que se
a mis abuelos Ramón Auset Celaya y Carmen Viñas Cos- encuentran en su archivo privado, en un legajo que lleva
ta y a mi padre, José Mª Auset Viñas —que los recibió de por título Notas sobre Joaquín Costa, por José Mª Auset
ellos— un sinfín de testimonios que avalan el fino humor (para artículos)—, por lo que cabe pensar que es suyo:
de Costa; como muestra, he aquí dos de ellos: «Intencionadamente mal entendido por los sordos de
En uno de sus contados paseos le saludó un vecino con nacimiento, el tilde de violencia que se asocia a su
lo que creía darle una buena noticia: carácter revela mala intención o ignorancia. Jamás
—Don Joaquín, ¡que viene la República! esa violencia afloró a la superficie que no fuera pro-
—¿Y on llega? — le preguntó Costa — ¿al puente d’abaixo? movida por actos de injusticia que al herir sus nobles
Incluso ante situaciones que para cualquiera resultarían sentimientos impulsaban su gran corazón hacia las
preocupantes, cuando no alarmantes, como es una dili- vehemencias más exaltadas. Porque Costa puede re-
gencia judicial, Costa mantenía la calma y su fino humor. sumirse en esto: corazón, corazón y corazón. De as-
En curso varios de los procesos seguidos contra él, se pecto leonino, sus zarpazos y sus rugidos los promovía
personó en su casa el juez municipal de Graus. Asusta- el amor, no el odio. Tan dilatado fue el amor de Costa,
da mi abuela —como cada vez que tenía que anunciar la que amando una sola cosa, amó a la humanidad. Y ese
presencia de un funcionario judicial— subió a su cuarto es el gran fondo y fin de la compleja obra del insigne
de trabajo: aragonés: España, su único amor; su total entrega a la
—Tío, ha venido Domingo Lacambra, el juez. Patria constituye el único objetivo de su vida. Quienes
—¿Y qué quiere? —le preguntó Costa—. abundan en el criterio de que todo Costa es una contra-
—No lo sé, no me lo ha dicho —contestó Carmen—. dicción, no han calado en el fondo psicológico de éste.
—Pues pregúntale si viene como Domingón o como juez; No comprenden cómo se puede exaltar a los Reyes Ca-
si viene como Domingón que suba, pero si viene como tólicos y al Conde de Aranda».
juez, que s’en vaiga. José Mª Auset Brunet
Y acabo con este apunte que, en mi opinión, define con Abogado y sobrino biznieto de Costa

69
Miles de manuscritos

Joaquín Costa es el arquetipo del intelectual español localidad; del hallazgo se dio cuenta a don Manuel Aza-
prolífico. Su obra publicada —en monografías, artículos ña que ordenó el depósito de los papeles en la Biblioteca
de revistas científicas, colaboraciones en prensa— es Nacional, de donde pasaron en los años sesenta del siglo
extraordinariamente extensa y abarca los más variados XX al Archivo Histórico Nacional que en 1984 los entregó
campos del conocimiento. a su vez al Archivo Histórico Provincial de Huesca.
Pero, además, Costa escribió, a lo largo de una vida de Todo este corpus documental generado por Joaquín Cos-
trabajo y estudio, numerosos documentos y textos, unos ta contiene una información valiosísima para el estudio
publicados y otros no, que guardó en su archivo personal. de su vida y el análisis de su obra. La tarea de fijar y siste-
Son miles de notas, borradores, comentarios, e informa- matizar la producción escrita de Costa fue acometida con
ción extraída de distintas fuentes que utilizó o pensaba rigor y entusiasmo por el hispanista inglés Jorge Cheyne,
utilizar para componer sus obras. A estos textos se su- autor también de su biografía, y se ha actualizado con las
man documentos relacionados con su actividad profesio- aportaciones de Alberto Gil Novales sobre la obra política
nal, científica o política. Pero hay más, el archivo de Costa de Costa y de Cristóbal Gómez Benito y Alfonso Ortí sobre
incluye documentos personales: títulos académicos y sus escritos agrarios. A pesar de estas y otras importan-
administrativos, cartas familiares, escrituras notariales, tes publicaciones queda todavía mucho material inédito y
notas autobiográficas. De todo este conjunto documental un gran campo de trabajo para los investigadores.
destacan numerosísimas cartas recibidas de las perso- Pero los documentos son también de una riqueza impre-
nas e instituciones más notables de su tiempo, así como sionante para conocer la época en que vivió Costa y acer-
los borradores o minutas de las que él escribió. carse al contexto político, social y cultural de su tiempo.
¿Dónde se guardan todos estos documentos? Una gran Basta citar las 9.823 cartas que forman parte del fondo
parte de este material se puede encontrar desde 1983 en conservado en el Archivo de Huesca: Francisco Giner de
el Archivo Histórico Provincial de Huesca donde se viene los Ríos, Rafael Altamira, Gumersindo de Azcárate, An-
consultando por estudiosos e investigadores. También tonio Machado y Álvarez, Rafael María de Labra, Manuel
se conservan documentos en el despacho que utilizó Camo, Manuel Bartolomé Cossío, Eduardo de Hinojosa,
don Joaquín durante los últimos años de su vida, en la Manuel Milá y Fontanals, José Canalejas, Nicolás Salme-
casa familiar de Graus, hoy de sus sobrinos biznietos. Y rón, son algunos de los intelectuales o políticos que se re-
los descendientes directos de Costa guardan, entre otros lacionaron con Costa a través de la correspondencia.
textos, su diario de juventud. Con motivo del centenario, el Archivo Histórico Provin-
La trayectoria seguida por los papeles de Costa tras su cial pone al alcance de todos los ciudadanos en Internet
muerte es bastante incierta y algo enrevesada. Al pare- un portal específico denominado Archivo de Joaquín
cer Tomás Costa, hermano de don Joaquín, se llevó de Costa (http://servicios3.aragon.es/opac/app/simple/
Graus abundante documentación poco después de su apjc) que permite acceder a la información de los do-
fallecimiento con objeto de preparar cumentos guardados en Huesca.
la edición de sus obras en la Biblio- Además la información enlaza con
teca Costa. Todo hace suponer que 90.000 imágenes de los propios do-
esta documentación, mezclada con cumentos, que se pueden leer a tra-
los papeles del propio Tomás Costa, vés de la web en reproducciones fie-
es la que hoy se guarda en el Archivo les tomadas de los originales. Todos
Histórico Provincial de Huesca. Una estos datos se integran en el busca-
fracción se compró por el Ministerio dor DARA (Archivos y Documentos
de Cultura en 1983 y 1984, parte me- de Aragón) y significan una valiosa
diante concurrencia a subasta, parte aportación del Gobierno de Aragón
por adquisición directa. Otra fracción que contribuye así a la difusión y
se encontró durante la guerra civil en conocimiento de los documentos de
el archivo de Tomás Costa en Los Na- Joaquín Costa.
valmorales (Toledo) donde la hallaron José María Auset guardó con celo María Rivas Palá
las tropas republicanas al tomar la los legados conservados en Graus. Directora del AHP de Huesca

70
(...) Costa vivió en Barcelona en la calle
de Trafalgar, en 1883. Allí pudo
lo recordaban de una manera u otra! Y sin embargo de estas tribulacio-
convivir con Elisa Palacín y la hija de
nes, lo que en verdad desesperaba a Costa era la contumaz sensación de
ambos, Pilar Antígone. En la foto,
fracaso, lo que ha dado pie a muchos biógrafos a subrayar esta condición
la Barcelona de entre siglos de las
como proverbial en el montisonense; pero ciertamente el sentimiento de
calles de la Gran Vía y la Rambla.
fracaso —que en 1870 llevaría a Costa al borde del suicidio o a pensar en
Archivo Zerkowitz
recluirse en una abadía benedictina de por vida— proviene de sí mismo,
de la vivencia problemática del paso del tiempo sin el fruto esperado, de
la eterna demora de todo progreso, palabra cla-
ve del siglo y aun de los designios y propósitos Conservó una disciplinada y honrosa
costistas. Lo que apenas cuentan algunos bió- relación formal con familiares como
grafos es que junto a esta percepción de fraca- José Salamero. La mayoría de sus
so, de llegar siempre tarde y mal a todo —estu- vínculos están ganados o afianzados
dios, proyectos, amores…— ha de colocarse el después de 1878
solidario carácter fuerte, rebelde, de Costa, ese
que le hace saludar con alborozo la llegada de la revolución de septiem-
bre de 1868 —que coincide con el principio de emancipación de la tu-
tela de Hilarión Rubio—, el de sus prevenciones ante el futuro de la

71
República de 1873 —también en días de distanciamiento progresivo
respecto de José Salamero—, o el de su decisión tajante de renunciar a
un cómodo sustento en forma de cargo de oficial letrado en 1879 tras el
castigo y cacicada —que se tramó a través de los diputados provinciales
conservadores oscenses— de su traslado forzoso a León. De trato difícil
y hosco, Costa se refugia hasta entonces, según dijimos, en sus confiden-
tes y fieles Memorias, a donde traslada abiertamente lo que en ocasiones
su temperamento, un sí es no es huraño, le obliga a callar a regañadien-
tes. También el abrigo de una moral personal estricta y un sincero senti-
miento religioso le ayudan a sobrellevar la agónica existencia —tal vez
por simpatía electiva Unamuno admiraría tanto a Costa—; pero no son
precisamente los brillos externos de la religión católica, aquellos en los
que se crió Costa, rodeado de monjas, frailes y sacerdotes, los que termi-
narían atrayéndole. Muy al contrario, Costa frecuenta en Madrid, ya en
1869, los círculos protestantes de Tristán Medina —luego reconducido
a la ortodoxia católica entre otros gracias a la acción de José Salamero—,
lee y queda fascinado por las doctrinas heréti-
El sentimiento de fracaso proviene cas de Pierre Vintras y sus seguidores de la
de sí mismo, del paso del tiempo sin Obra de la Misericordia, y finalmente encuen-
el fruto esperado, de la eterna de- tra en el armonismo krausista esa mezcla de
mora de progreso, palabra clave del religión, moral y filosofía modernas que sospe-
siglo y de los propósitos costistas cha más acorde con su ética victoriana y hasta
férreamente bismarckiana —Costa siempre
consideró a Bismarck como un genio de la política—. En consonancia
con la búsqueda de un sistema religioso y moral cerrado, monista, Costa
tienta oficios y estudios donde llegar a ser alguien: así llega a Huesca en
diciembre de 1863 por ver de obtener trabajo en la proyectada fábrica
jabonera de Hilarión Rubio, y Costa ensaya métodos de amejoramiento
del proceso de fabricación del jabón; aprende idiomas, y al punto preten-
de escribir una nueva gramática del francés; que tras su paso por París
observa los avances agrícolas, pues es hora de terminar sus escritos sobre
Agricultura y de probar un nuevo método y máquina extractora en Bar-
bastro y 1868… De asuntos académicos, un tanto de lo mismo, porque
Costa se adentra en el Derecho, la Historia, la Filología, pero también lo
hace, con escaso apoyo en tradi-
ciones científicas vernáculas, en
disciplinas que hoy conocemos
como Etnografía, Folklore o An-
tropología… y así sucesivamente.
Costa nunca dejó de apuntar, es-
cribir y proyectar; todo lo guarda-
ba, ordenaba y reordenaba, hasta
la más accidental ideación, en la
certeza —repito, entre atormenta-
da y narcisista— de llegar a ser
alguien en la historia de su siglo,
El oscense Manuel Bescós, íntimo al modo de los protagonistas de
amigo de Costa y con quien mantuvo aquellos libros de Infancias céle-
una intensa correspondencia. Colec- bres que tanto le marcaron en su
ción de Bizén d’o Río juventud. Y a fe que lo consiguió.

72
Casa natal del polígrafo, en Monzón,
convertida en museo. José Luis Pano

Un amor frustrado por sus ideas liberales

La primera mención de corte amoroso que Costa anota lar/Antígone Costa Palacín el 2 de enero de 1883. Ya en
en sus Memorias data del 9 de marzo de 1867. En ella marzo de 1875, y en casa del canónigo Modesto de Lara
aparece el nombre de Pilar, seguido de unos significativos González, amigo del tío de Costa José Salamero, conoce
puntos suspensivos. Apenas quince días antes, el 22 de Costa a Fermina Moreno González, prima y wife —dice
febrero, era solo la «grata y servicial Pilar», pero hacia el Costa— de Modesto —ambos eran albaceteños, de Liétor
27 de septiembre de aquel año de la Exposición parisina, y Ayna, respectivamente—. Fermina le abrirá su corazón,
Costa, en la soledad de su habitación en la capital france- pero Costa, sabedor de que ella era bastante mayor que
sa, sueña con Pilar como compañera de su futura choza. él, casada y con hijos, y además en escabrosas relaciones
¿Quién era esta enigmática Pilar? En realidad Pilar Puer- con su primo el canónigo, no consentirá que la relación
ta era una grausina nacida en 1847 que había entrado al pase de la maternal y confidente; de hecho recriminará
servicio de Hilarión Rubio —para quien trabajó Costa en a un Modesto de Lara cada vez más descreído las incli-
sus primeros años oscenses— a los pocos meses de lle- naciones por su prima. Una vez ganada por oposición la
gar Costa a Huesca en diciembre de 1863. A pesar de que plaza de oficial letrado de la administración, Costa em-
el 12 de noviembre de 1867 este Costa de veintiún años prenderá la búsqueda de esposa dentro del ideal krausis-
exclamase, «Siempre soñando con Pilar. ¡Pilar mía!», y ta por el que la compañera del hogar debía ser instruida
a pesar también de que le hubo de comprar en Francia y ayudante en las tareas intelectuales del marido. Estas
unos pendientes en diciembre de ese mismo año, Pilar ideas, aumentadas por la creciente influencia de Giner
desaparecerá de la vida y recuerdo de Costa sin dejar más de los Ríos, provocan que Costa termine por desdeñar
rastro. Sí lo dejaría el trato con Isabel Palacín Carrasco, una posible unión con su prima Salvadora Castán Gil en
una joven barbastrense, un año menor que Joaquín, ca- favor de Concepción Casas Soler. Sin embargo, el largo y
sada con el ingeniero Teodoro Bergnes de las Casas, a atormentado cortejo de Costa no fructificaría por la opo-
quien Costa trató en la casa de los Bergnes en Chapine- sición de los padres —el médico y profesor Serafín Casas
ría (Madrid) a raíz de varios trabajos bajo la dirección de y Leonisa Soler— y tío —el canónigo Bruno Casas— de
Bergnes, amigo y colega de Hilarión Rubio. Estamos ya en Conchita a causa de las ideas liberales e institucionistas
los umbrales del verano de 1870, y rápidamente Isabel se de Costa, enfrentadas a las ultramontanas de los Casas
convierte en Elisa para Joaquín, nombre familiar curioso, y su entorno. Tampoco ayudaron las escasas habilidades
por tener Isabel una hermana llamada Eloísa. Sabemos sociales de Costa, que sólo contaba con la tutela epistolar
que Costa se queda en Chapinería al cuidado de la mujer de un reticente Giner y de una celosa Fermina Moreno. Y
e hijos de Bergnes y que merece por entonces «no pocas eso que Costa tenía, como cualquier hombre, sus puntos
confidencias de Elisa», lo que provoca episodios de celos de vanidad y coquetería, como cuando ponderaba en el
a Teodoro Bergnes. Costa escribe en sus Memorias el 14 texto de las Memorias su belleza frente a la de su rival en
de junio de 1870: «¡Bellísima mujer! ¡Corazón sensible!». los amores por Conchita, Lucas Mallada, o cuando anota
La relación, si es que la hubo entonces, no iría a más has- en sus Memorias cómo la hija de los posaderos de la Fon-
ta una vez enviudada Isabel —Teodoro Bergnes muere da de San Francisco de Barbastro «se enamoró» de él en
en 1875 víctima de unas fiebres tifoideas— y regresado tan solo unas horas —8 de septiembre de 1877—.
Costa a Madrid a finales de 1879. De aquella nacería Pi- Juan Carlos Ara Torralba

73
C
laro está que esto no es para el público: terminante- El hecho de que los máximos progresos de su método especial
mente lo prohíbo por hoy y por siempre...» fueran en el campo de la tabes dorsal, levantaría en la época
Así se expresaba Costa por carta al referirse a su comentarios y no faltó quien adjudicase a Costa causa venérea
enfermedad en confesiones que hacía al médico malagueño de su enfermedad, hecho que fue desmentido por los profe-
Laureano Rosso. Era el 16 de julio de 1908 y tenía 62 años. sionales que le trataron —Royo Villanova, Gómez, Chabás,
Han pasado más de cien y la Historia exonera de responsabi- etc.—. Como era de esperar, el tratamiento, que tendría que
lidades a quienes, usando de la documentación, desentrañan prolongarse en Heiden por unos seis meses, volvió a defraudar
los enigmas y detalles de las grandes figuras del pasado, y al enfermo, quien para entonces comenzaba a dar por hecho
Costa lo es sin el menor género de dudas. que su trastorno no tenía cura.
No parece necesario hacer otro tipo de especulaciones tenien- A pesar de sus limitaciones físicas desarrolló aquellos años
do su propia historia clínica relatada en términos que cual- el grueso de su actividad intelectual —libros— y política
quier médico de la época podría suscribir. En ella se remonta —Unión Nacional 1900 y candidatura a Cortes 1903—. «Me
a los escuetos antecedentes familiares —su madre y su tío mo- admira cómo no sucumbí antes», comenta en sus cartas.
sén Lucas— y a cómo la enfermedad le va afectando en pri- Lo que inicialmente fue parálisis muscular sin dolor, poco a
mer lugar a la cintura escapular y luego a la pélvica al final de poco fue haciéndose doloroso para cualquier movimiento,
viéndose obligado a permanecer la mayor parte

Sobre la enfermedad del día en una mecedora. Cuando nos lo describe


el doctor Chabás tenía 55 años y ya era incipiente
la obesidad. En aquellas circunstancias no era in-
Venancio Díaz Castán frecuente que se viese tendido en el suelo por una
caída y no fuese capaz de levantarse sin ayuda de

Médico de El Escorial
otras personas. Existe al respecto numeroso anec-
dotario en el que se hace referencia a los accesos de
furor que le ocasionaban estas caídas.
la segunda década de la vida; de cómo se le atrofian los mús- A la llegada de los 62 años, momento en el que ha comenza-
culos de las piernas y, al no poder elevar la punta del pie, se do esta corta comunicación, la enfermedad había llegado a
tropieza con cualquier obstáculo por pequeño que sea. Hace invalidarlo casi por completo. A pesar de que públicamente
un detallado recorrido por los médicos españoles y extranjeros reconoce haberse rendido ya, pueden verse en sus apuntes
que le han tratado infructuosamente, así como describe los personales de 1908 destellos de esperanza en la mejoría, si-
remedios con que han intentado paliar un trastorno que hoy quiera para terminar su última obra literaria, para lo que aún
día está lejos de ser resuelto. Costa tenía buenos e influyentes guardaba unos miles de reales que habrían de ir destinados
amigos. El doctor Federico Rubio era una celebridad clínica a eventuales honorarios médicos y tratamientos, pues es de
en España, así como Simarro lo era de la investigación his- advertir en Costa el horror que le causaba faltar a un pago
tológica. Ambos estaban cercanos a la Institución Libre de por pequeño que fuera y tener que aceptar favores y bienes
Enseñanza, de la que era Costa profesor entonces. Primero con gratuidad.
visitó a Charcot, máxima autoridad neurológica del momen- Concluiremos diciendo que Costa padeció desde los 18 años
to, en 1882. Aunque no existe documento alguno sobre el una enfermedad muscular invalidante y hereditaria, llama-
diagnóstico, fue Charcot, al parecer, quien decretó la etiología da distrofia muscular progresiva, trastorno que engloba a
muscular de la enfermedad descartando la causa medular o muchas variedades. A falta de datos analíticos y tecnológi-
nerviosa. Años más tarde, en 1903, se celebró el Congreso cos, dadas las características de su cuadro clínico, es posible
Internacional de Medicina de Madrid al que asistió un mé- concluir que la de don Joaquín fuese la llamada distrofia de
dico suizo, el doctor Heinrich Sebastian Frenkel, que habría cinturas o «Limb girdle MD», que en los últimos años de su
de ser el pionero de la neurorrehabilitación. Simarro insistió vida se vio complicada con la obesidad, la hipertensión y la
que Costa tenía que recibir tratamiento de este médico en el diabetes, siendo ésta última la causante de su muerte a través
Sanatorio Freihof de Heiden en el que era superintendente. de sus consecuencias habituales cuando tenía 64 años.

74
6 Prensa y política
como instrumentos

Costa, que desde joven creyó en la fuerza de la prensa como medio para transformar
el mundo, tuvo una turbulenta y apasionada relación con los periódicos, a los que qui-
so utilizar para hacer política de la misma manera que estos se valieron de él

Ilustración: José Luis Cano


El búfalo herido en la arena de la política nacional
Rafael Bardají Pérez
Periodista y profesor asociado de Periodismo en la Universidad de Zaragoza

L
a prensa de finales del XIX registraba un momento de grandes
cambios tecnológicos y empresariales que configurarían un modelo
de periodismo que ha subsistido hasta la actualidad cuando nos
encontramos en una nueva revolución derivada de internet y cuyo futuro está
aún por ver. El escenario industrial, la migración a las ciudades y el creciente
proceso de alfabetización —aún había un índice del 70 % de la población
que no sabía ni escribir— favorecían la existencia de un masa crítica dispuesta
a gastarse cinco céntimos en la compra del periódico. A su vez, el desarro-
llo de las comunicaciones por ferrocarril y de tecnologías como el telégrafo
permitían una distribución del producto y una velocidad en la transmisión
de noticias. Por último, la implantación de la rotativa a mediados del XIX y
el invento por Ottmar Mergenthaler de la linotipia posibilitaron una mayor
velocidad en las técnicas de impresión y composición que pudieran atender
a la demanda creciente. Los periódicos se configuran en productos a ven-
der noticias. Si hay publicidad ya no hay necesidad de depender de grupos
ideológicos, partidos políticos o de instituciones como la Iglesia o el propio
Gobierno. Las tiradas empiezan a superar en España los 100.000 ejemplares.
En medio de este panorama, cobra fuerza la práctica de las grandes campañas
sensacionalistas —cuyos pioneros fueron los rotativos americanos New York
Journal y The Wolrd, de los magnates Hearts y Pulitzer, que competían en
ardor patriótico ante los ciudadanos estadounidenses para presionar a William
McKinley e impulsarle a la guerra contra España para la independencia de
Cuba—.
Los partidos políticos se fijan en el poder de la prensa y, a menudo, los
órganos de las empresas periodísticas se convierten en potentes altavoces de
estas formaciones sin desdeñar el espíritu comercial y de negocio.
Joaquín Costa asiste a este mundo en su madurez intelectual cuando se
lanza con intensidad a la arena política desde una visión un tanto ingenua
pero con la misma ilusión y entrega con que llevaría a cabo otro tipo de
empresas intelectuales, investigadoras y divulgadoras. Como todo intelectual
y, sobre todo, político con interés por influir en la sociedad de su tiempo,
necesita un medio que divulgue sus ideas y programas. Pero para lograr este
objetivo, hacen falta capital o editores concienciados con su ideario.
Y es precisamente en la prensa y la política cuando se aprecia el perfil más
atrabiliario de un personaje con un comportamiento fuertemente persona-
lista. La crítica acerba a los vicios caciquiles de la Restauración y su sistema
de alternancia entre el Partido Conservador y el Liberal es uno de los ejes
fundamentales del Costa agitador.
Antes de llegar a finales del XIX, Joaquín Costa ya había desarrollado una
frenética actividad en la prensa con la publicación sobre temas de los dis-

76
pares, fruto de su portentosa curiosidad desde la cuna. Tuvo sus primeros
pinitos en la prensa carlista de Huesca, como La Batalla del Alcoraz y en otra
más abierta como El Alto Aragón.
Por esos años, en 1967, con ocasión de su viaje como artesano aprendiz
a la Exposición Universal de París, la ansiedad por divulgar innovaciones y
adelantos, en un espacio que le supuso su despertar intelectual, constituye
un motor para su labor de polígrafo. Huesca se le quedaba pequeña y se las
ingenió para publicar en un periódico de ámbito nacional El Espíritu Católi-
co, fundado por su tío Mosén José Salamero. Pero por esos años, también se
apercibió de que la ideología de los medios que acogían sus escritos debería ir
en consonancia con sus ideas cada vez más abier-
tas, heterodoxas y, con el triunfo en Madrid de la Es precisamente en la prensa y
Gloriosa, republicanas. A los 24 años se atrevió a la política donde se aprecia el perfil
dar consejos para ser periodista en unas cuartillas más atrabiliario de un Joaquín Costa
no publicadas en su época. con un comportamiento fuertemente
A la edad de 31 años, Diario de Huesca, pro- personalista
piedad del boticario y cacique liberal Camo, pro-
tegido y posteriormente protector de Castelar, le brindó sus páginas y fue el
primero en reflejar en la prensa periódica el carácter, principios y actividades
de la Institución Libre de Enseñanza dirigida por Giner de los Ríos, de la que
fue director del Boletín. Son los años en los que Costa suspira por el amor de
Concepción Casas, hija del carlista Serafín Casas. Sus escritos krausistas no le
ayudan precisamente en sus aspiraciones amorosas. Diario de Huesca recoge-
ría otros artículos y acogería sus textos de la intervención en el Congreso de
Jurisconsultos celebrado en 1880 en Zaragoza.

La revista Gedeón caricaturizó en su portada de 25 de julio de 1900 la ruptura entre Paraíso y Costa. A la derecha, reproducción de las pági-
nas centrales de la revista El Quijote, órgano de la Unión Nacional impulsado por Paraíso. Biblioteca de la Diputación Provincial de Zaragoza y
colección de Carlos Alegre de la Fundación Basilio Paraíso.

77
Compartía estas colaboraciones con otras publicaciones nacionales
como El Demócrata con un amplio texto sobre el árbol, en El Día de
Madrid, El Liberal, Diario de Avisos de Zaragoza y cuando apareció en
1895 en HERALDO DE ARAGÓN.
Conforme Costa se fue implicando en la política activa partidista, desde
una postura muy personalista, a finales de siglo, muchos medios empezaron
a distanciarse del personaje, en parte porque, en el caso de los conservadores
veían en él un contrincante político y en parte porque se asustaron de su ora-
toria vehemente y virulenta. El Diario de Huesca ya no veía con tan buenos
ojos al «insigne altoaragonés». Camo no podía darle cancha, era contrincante
electoral en la provincia desde 1892. Los periódicos conservadores, Diario

Manuscritos.
«El periodista ha de aportar luz y contribuir al debate»

«Con la pluma en la mano, las cuar-


tillas delante y el bigote más retor-
cido que una columna salomónica,
me hallaba una tarde discurriendo
sobré que asunto escribiría para lle-
nar tres columnas de La Fusión que
Belcebú confundan antes de que yo
acabe de echar bofes». Así empieza
el texto Receta para ser periodis-
ta que en tamaño cuartilla escribe
Costa a la edad de 24 años. Para
Costa «El periodista es voz y con-
ciencia de lo particular, común a to-
dos los humanos, y de lo social. Se-
ñala también que el buen periodista,
además de exponer debe concluir en
referencia a los efectos de las cosas.
«El periodista —dice Costa— ha de
opinar con fundamento, intentado
aportar luz y contribuir a generar el
debate». Para Costa es importante
el orden y la amenidad de las cosas
y «aunque formado no tiene por qué
ser experto». Y para enfrentarse a
las columnas del periódico, desta-
ca la necesidad de aguzar el oído, la
vista y del sentido común. También
se atreve a subrayar que en perio-
dismo cualquier asunto hay que con-
textualizarlo, partiendo en primer
lugar de lo novedoso e imprevisto.

78
de Zaragoza —dirigido por el cacique conservador, industrial harinero y mi- Imagen publicada en HERALDO DE
nistro de Ultramar, Tomás Castellano—, El Noticiero, Diario de Barcelona ARAGÓN el 27 de marzo de 1903.
o La Época, empezaron a asustarse de las proclamas costistas, dado su verbo Hemeroteca Municipal de Zaragoza
«cargado de violencia». Estas apreciaciones se agudizaron con motivo de la
creación de la Unión Nacional de 1900 y en su etapa más republicana de
Costa, desde 1903 hasta su muerte.
Cuando ya muy enfermo, los partidos liberales y republicanos apoyados por
la prensa afín le requieren para intervenir en el Congreso para atacar a Antonio
Maura por su ley del terrorismo que amenazaba con serias mordazas a la pren-
sa, El Correo español y el católico El Noticiero no tienen empacho en recalcar
que los liberales y republicanos han abusado de Costa dado su estado físico.
Como instrumento, pero ya más encorsetado políticamente, le quedaron
desde principios de siglo El Progreso, Diario de Avisos de Zaragoza, El Libe-
ral o El País. Costa intentó no exento de idealismo servirse de estos altavoces,
y estos medios le utilizaron porque era adecuado a sus intereses ideológicos
o, simplemente, porque daba titulares que vendían y aumentaban la tirada.
HERALDO DE ARAGÓN le respetó en sus campañas regeneracionistas,
sobre la naturaleza, la escuela, los riegos y los proyectos de consenso social,
pero intentó mantener las distancias al agudizarse la confrontación electoral.
Joaquín Costa no tenía dinero, vivió casi en la miseria toda su vida, incluso
cuando ejerció de Notario en Jaén y Granada. Con estos recursos era im-
posible tener un periódico. Aquella prensa en transformación exigía granes
capitales si no quería depender de un partido político.
Con la prensa y la política necesariamente entremezcladas, Costa que no
dejaba de tener una visión agraria de España, inicia su primer proyecto po-
lítico de ámbito estatal: La Unión Nacional en 1900. Atrás quedaron los
primeros ensayos como candidato local y provincial en Graus y Huesca, al
calor de sus proyectos para la creación de la Cámara Agraria del Alto Aragón.
La Unión Nacional aspiraba nutrirse de las clases neutras y ser una cuña
en el bipartidismo de los liberales de Sagasta y conservadores de Cánovas del
Castillo. En el nuevo partido figuran Santiago Alba, presidente de la Cámara

79
Mompeón pide ayuda de Comercio de Valladolid, y un joven emprendedor empresario zaragozano,
para el Canfranc presidente de la Cámara de Comercio de Zaragoza y propietario de la fábrica
La Veneciana, Basilio Paraíso. Costa, por su parte, no se ha desgajado de sus
orígenes campesinos y su visión sigue siendo rural. Sí continúa siendo republi-
cano tras abrazar la causa a los 22 años, en 1868, con el triunfo de la Gloriosa.
La alianza con Paraíso no puede ser más contra natura. La Unión Nacional
logra adhesiones de varios periódicos como El Eco de Badalona o Nueva Era
de Cartagena y Paraíso se las arregla con un humilde proyecto personalista,
El Quijote. Costa, cuyos discursos en los Juegos Florales de Salamanca
en 1900 —junto con la Asamblea Nacional de Productores celebrada un
año antes en Zaragoza constituyen el germen de su Unión Nacional—
tienen gran eco, sigue buscando un aliado fiel en la prensa. Lo intentó
sin éxito y con gran dosis de ingenuidad al querer adquirir El Evangelio
y la publicación Vida Nueva, revista muy ligada al espíritu del 98.
En esa época de principios del XX empieza a agudizarse en Joaquín Cos-
ta, el espíritu amargo, intransigente, derrotista, individualista y envuelto en
la desesperación porque comienza a intuir que no va a tener tiempo para
cambiar España. Su enfermedad le socava la moral y, combinada con su te-
nacidad, surge un hombre de manifestaciones coléricas. De esto años y hasta
su muerte viene la expresión de José Ortega y Gasset sobre su trayectoria
política: «Joaquín Costa se comportó como un búfalo herido bramando en
el fango y la arena de la política nacional con toda su desmesura y tenacidad».
Es el Costa de quien Paraíso se aparta pronto asustado por su intimidante
oratoria. Es el Costa personalista que modifica a su antojo las conclusiones de
la Asamblea de Productores. Es el Costa cuyos discursos destilan un «verbo
Artículo en portada (5-IX-1904). cuajado de violencia», en expresión del católico El Noticiero. Un «hombre
Archivo HERALDO visionario, soñador y ambicioso», para Diario de Zaragoza, y que «está poseí-
do de cólera contra los políticos», según La Época y El Correo. «El aragonés
El proyecto de ferrocarril de Can- ilustre que, triunfante o derrotado, será siempre un hombre honrado y de
franc, que llegaba entonces has- buena voluntad», en palabras de Antonio Royo Villanova en Diario de Avi-
ta Jaca, corría serio peligro en sos. Y es finalmente el hombre que se debate entre su fe republicana y que,
1904. Ante la falta de ratificación ante la impotencia para librar al sistema de sus vicios, apuesta por un cirujano
del convenio internacional entre de hierro en su informe Oligarquía y Caciquismo en la amplia y ambiciosa
España y Francia, Antonio Mom- encuesta celebrada en el Ateneo de Madrid en 1901.
peón Motos se dirige a Costa para El Costa político acepta sui generis ser candidato de los republicanos de
pedirle apoyo y en un escrito de Salmerón y obtiene acta de diputado por Zaragoza en 1903, pero no acude
31 de agosto le expresa su temor a las Cortes. Y en 1905, en una nueva pirueta también incomprensible para
de que en «esto del Canfranc se sus correligionarios, se presenta de nuevo por Zaragoza, Madrid y Gerona
repita con Aragón lo que siempre «sin aceptar la candidatura misma». Aún así, se sulfura «por la derrota legal y
le ha sucedido, que el abandono, embustera», al no salir elegido teniendo como contrincantes a Tomás Caste-
la apatía y la indiferencia de arri- llano, Marceliano Isábal y Segismundo Moret.
ba marquen tregua a lo que hace EL candidato republicano gana en Zaragoza capital pero pierde en la parte
años debía ser realidad». Costa, rural del distrito, lo que le da a pie a decir que «Zaragoza se sacudió el yugo
con el seudónimo Gerardo Ma- del cacique, pero la Kabila tirando de la urbe ha vuelto a imponérselo». El
drinano, le intenta calmar, recal- desconcierto entre los republicanos es palpable pero sus sonadas interven-
ca que Aragón deberá reclamar ciones en los medios afines constituyen un pasto apetecible para los conser-
con firmeza y aprovecha para vadores. El Pensamiento navarro se hace eco de sus diatribas para poner de
extenderse sobe las ventajas del manifiesto la contradicciones republicanas, mientras el análisis de Diario de
ferrocarril. Zaragoza destila una crítica sin contemplaciones: «Ese hombre que se de-
sayuna en Graus con chocolate, si alguna vez se le ocurre salir es para llorar

80
La sinergia entre
prensa y política

La actividad periodística de Joa-


quín Costa se inicia desde muy
joven con las colaboraciones en
periódicos carlistas de Huesca.
El salto a la prensa nacional se
produce a los 20 años cuando en
1967 envía al Espíritu Católico sus
impresiones sobre la Exposición
Universal de París. ­
1870: Escribe Receta para ser pe-
riodista.
Impresores y cajistas de la Imprenta Gambón, donde se editó El Ribagorzano 1880: Artículo sobre el árbol en El
de Graus. Foto cedida por la familia Gambón Demócrata. En 1885 publica en El
Día y El Imparcial.
1892: Crea la Cámara Agraria del
delante de una asamblea de representantes de las Cámaras agrarias para llorar Alto Aragón e interviene en Tama-
delante de un arzobispo, para llorar en todas partes y no para coger ese fusil rite para impulsar el canal.
en el que según él debe transformarse la urna, y ponerse al frente de la revo- 1899: Asamblea Nacional de Pro-
lución que pregona». ductores. Zaragoza. Es el primer
La prensa que aspira a ser referente regional se muestra más comedida. Es encontronazo con los medios. Los
el caso de HERALDO. Tras recibir una carta de Costa en la que arremetía periódicos conservadores le ata-
con frases motivo de secuestro contra Moret y Castellano tarda en publicarla can sin contemplaciones.
y tras hacerlo El Iconoclasta de Huesca, HERALDO la inserta en sus pági- 1900: Costa pone en marcha, con
nas, no sin hacer las correspondientes justificaciones y matizaciones. Santiago Alba y Basilio Paraíso, la
Los mensajes de Costa solo encuentran un respiro en la prensa no afín Unión nacional. Paraíso se cansa
cuando sus proclamas son más científicas y el pensador vuelve a sus orígenes. pronto del carácter enérgico de
Así ocurre con sus artículos sobre la importancia del derecho, la historia, la Costa. Artículo sobe el árbol en
geografía o sus apuestas por la política hidráulica, como sucede en 1903 en la HERALDO DE ARAGÓN.
entrevista de primera página publicada por El Globo. 1903: Declaraciones sobre los rie-
En 1904, Costa se encierra en sí mismo al refugiarse en Graus donde en- gos a El Globo. Su fe republicana
cuentra el afecto de sus paisanos. Allí ve alumbrar El Ribagorzano. El periódi- se materializa con la candidatura
co fundado por Marcelino Gambón es un lazarillo fiel vehículo de sus ideas y por Zaragoza con los republicanos
escritos. Desde su casa de Graus, el pensador se dedica a investigar del pasado de Salmerón. Sale elegido pero no
reciente. Comparte sus inquietudes universales con asuntos aparentemente acude al Congreso. En 1905 vuel-
más locales. Tiene debilidad por la gente sencilla que discurre y trabaja, como ve a presentarse y es derrotado.
mosén Baldellou, cura ingeniero que diseña, acequias, molinos y puentes para A Castellano, le lanza desde la
Las Ventas, Arén, Graus o Jánovas. Le dedica dos páginas en El Ribagorzano. prensa duros ataques.
Pero Costa tiene tan inoculada en las venas su pasión política que no puede 1904: Refugio en El Ribagorzano.
resistirse a intervenir en los debates de la sociedad española. Su cuerpo débil, 1906: Asamblea Municipal Repu-
muy débil, soporta un cerebro en el que cada vez penetran más fantasmas. blicana de Zaragoza. Casi se bate
Y se encoleriza. Mantiene una amplia correspondencia con quienes han sido en duelo con el director del Diario
sus compañeros de viaje, intelectuales y políticos. Y continúa en su tenacidad de Zaragoza.
investigadora. Su habitáculo, muy sencillo, parece más bien una leonera en la 1908: Desde Graus acude al Con-
que vive encerrado y enterrado de periódicos y libros. greso, llamado por republicanos y
Viaja a Zaragoza en febrero de 1906 para protagonizar la Asamblea Muni- liberales, para combatir la ley del
cipal Republicana, auspiciada por Alejandro Lerroux. Sueña con que los es- Terrorismo. En 1909, artículo con-
pañoles asuman sus programas defendidos desde 1899. Su ideario es sencillo tra Maura que es secuestrado.

81
(aumentar un tercio de la alimentación, saturar a los españoles de ambiente
europeo, perseguir la adulteración y el fraude, higienizar las calles. Y como
corolario: «gobernar por actos no por leyes, hombre superior no parlamen-
to»). La idea del cirujano de hierro es recurrente envuelta en sus contradic-
ciones entre el republicanismo de La Gloriosa y el hombre salvador, ante los
defectos caciquiles del sistema.
Tras la Asamblea Municipalista tiene lugar un episodio periodístico y po-
lítico que hiere a Costa —hombre profundamente honrado— en su honor.
Quiere batirse en duelo con el director de Diario de Zaragoza, a consecuencia

De aquellos periodistas...

El homenaje que el 8 de noviembre de 1908 se rindió a Ma- de las nuevas ideas que venían de Europa, en la contro-
riano de Cavia, con la colocación de una lápida en el solar versia y la polémica que generaban sus opiniones, en su
de la casa donde nació, en la plaza del Justicia, consiguió contribución al ejercicio de la libertad de información,
reunir en Zaragoza a los más destacados representan- salvando ingeniosamente la censura gubernamental,
tes de la prensa madrileña, invitados por el Comité de la en su crítica a los males que lastraban la vida política
Exposición Hispano–Francesa en correspondencia al eco y social española, en la modernización, en suma, de la
que los diarios madrileños se habían hecho del evento za- vida del país.
ragozano. Antonio Motos, como presidente de la Comisión Estos y otros nombres vendrían a dar un cambio radical al
de la Prensa de la Exposición, había acudido a Madrid a panorama de la prensa española. El siglo XIX había sido
organizar la expedición. un siglo de prensa eminentemente política, al servicio de
La delegación periodística la formaban Cantín por El Im- grupos, partidos o figuras caciquiles que hacían del perió-
parcial, Barber por el Heraldo de Madrid, Viérgol por El dico su tribuna propagandística. En los años postreros del
Liberal, Bernardo Rengifo por Faro, Tejera y Alonso por siglo el carácter de la prensa, fuertemente marcado por
Nuevo Mundo, Alfonso por La Semana Ilustrada, Luis lo ideológico, empezaba a entrar en crisis. Se imponían
March por El Correo, Carlos Caamaño por El Diario Uni- nuevos criterios.
versal, Manuel Bueno por El Mundo, Gómez Baquero por Si nos detenemos en el contexto aragonés, en esa em-
La Época, Palomero por ABC, Balmes por España Nueva, presa estuvieron Leopoldo Romeo, que dirigió La Co-
Balsa de la Vega por La Ilustración Española y Americana, rrespondencia de España; José García Mercadal, creador
Dr. Ovilo por El Globo, Iglesias por El País, Cifuentes por de cabeceras de patente aragonesismo, que acabaría en
Blanco y Negro, Arija por Los Sucesos... El que faltó fue el Madrid trabajando para El Imparcial o Informaciones,
propio Cavia, reconocido por todos ellos como su maestro, que dirigió en su última etapa, o Darío Pérez, el bilbilita-
por su delicado estado de salud. no que tras dirigir La Justicia, de Calatayud, y HERALDO
El nombre de Mariano de Cavia, periodista que logró ser DE ARAGÓN, sería una de la plumas más prestigiosas de
nombrado académico por sus extraordinarias dotes de la prensa española.
escritor, ha pervivido en medio del anonimato al que el En 1895, el joven periodista Luis Montestruc funda HE-
tiempo condena al periodista, pese a la popularidad que RALDO DE ARAGÓN. Se publican por entonces Diario de
pueda alcanzar en vida. El de Cavia es un caso infrecuente, Zaragoza, el más antiguo de la ciudad (1767), que sería
cuya memoria se perpetúa. comprado a finales de siglo por Tomás Castellano, ene-
Pero en estos años de la vida pública de Costa, que tuvo migo político de Costa, órgano del partido conservador;
siempre una intensa y polémica presencia en la pren- La Alianza Aragonesa; El Diario Mercantil; La Derecha,
sa española —recordemos sus artículos contra Mau- Diario de Avisos (1870), de Calixto Ariño, donde trabajó
ra y cómo interviene en el Congreso contra la Ley de Montestruc y que sería comprado por HERALDO en 1911;
prensa maurista, invitado por los periódicos radicales El Diario de Huesca, republicano posibilista, luego liberal,
El País, Heraldo de Madrid y El Liberal— hubo gran- defensor de los intereses de Castelar, dirigido por el caci-
des nombres que olvida la historia española, pese a la que Camo; La Defensa, de Barbastro, El Ribagorzano, de
innegable aportación que representaron en la difusión Graus, portavoz costista... y, ya en los comienzos del siglo,

82
de un libelo publicado en el periódico de Castellano. El origen de esta epopeya
dramática está en la inserción de un libelo en el periódico de Castellano en el
que se acusaba a Costa de cobrar unos honorarios excesivo a los humildes veci-
nos de La Solana (Ciudad Real) a los que defendió años atrás como letrado en
un pleito contra la Iglesia a raíz de la millonaria herencia otorgada al pueblo
por los señores Remón y Bustillo. Costa califica a Castellano de «alimaña ve-
nenosa que no es digna de habitar dentro de los muros de Zaragoza». Nuestro
atormentado personaje solo vuelve a Graus, ya al borde del infarto, cuando
media el obispo de Ciudad Real, monseñor Gandásegui y el diario rectifica.

el católico El Noticiero y el costista El Progreso, creado por la continuidad de una empresa que vería desaparecer, a
el escritor Manuel Ciges Aparicio. La tónica de la época lo largo de los años, tantas otras iniciativas surgidas en el
era la aparición y desaparición constante de publicaciones mundo periodístico aragonés. Tras la muerte de Montes-
periódicas y las tiradas mayores se situaban en los cuatro truc, HERALDO será regido por dos grandes nombres del
mil ejemplares. periodismo aragonés, Antonio Motos, que en su juventud
Luis Montestruc Rubio ingresó a los quince años como había trabajado en el Diario de Avisos, y su sobrino Antonio
periodista en el Diario de Avisos, de Calixto Ariño hasta Mompeón Motos, que consolidaría el camino emprendido
que en 1894 funda y dirige La República, de vida efímera. con Motos. Al periódico se integrarán, en este periodo,
Un año después funda HERALDO. Montestruc dirigió La como directores, Darío Pérez y José Valenzuela La Rosa,
Ilustración Aragonesa (1888), en la que colaboraron Cla- que publicó una de las últimas entrevistas con Costa, en
rín, Labastida, Berned, Sancho y Gil, Jardiel, Cavia, Zapata, una visita a su lecho de enfermo a la que también acudie-
Isábal, Ram de Viu, Royo, Pano, y otros escritores e inte- ron los periodistas de El Liberal, Tomás Romero y Pedro
lectuales de la época, y participaría en La Defensa Regio- de Répide. Filomeno Mayayo, Andrés Gay, el «Juan Palo-
nal (1893), con Leopoldo Romeo y Juan Pedro Barcelona, mo» de las crónicas taurinas, Salvador Martón, Francisco
que moriría en un duelo con el también periodista arago- Galiay... son otros nombres del «heraldismo» de la época.
nés Benigno Varela. HERALDO DE ARAGÓN, con un talan- Antonio Mompeón Motos, heredero del Regeneracionismo
te independiente y liberal, y con vocación estrictamente de Costa y Paraíso, encarnó a una generación de aragone-
informativa, canalizó en la prensa aragonesa los nuevos ses que unían, en su pensamiento y en su acción, moder-
aires del periodismo de fin de siglo, libre de los imperati- nidad y tradición.
vos partidistas o caciquiles de turno, volcado a lo noticioso Juan Domínguez Lasierra
y al servicio de la comunidad, y tal vez de ahí la razón de Periodista y escritor

Junto a estas líneas, Luis Montestruc, primer director de HERALDO DE ARAGÓN. En el centro el periodista Mariano
de Cavia. A la derecha, Antonio Mompeón Motos, director propietario de HERALDO. Archivo HERALDO

83
Pocos días antes, El Progreso le dedicó toda su primera página a un homenaje
en su honor, «con un cuerpo de letra enorme titula «Banquete monstruo».
Costa, ya poseído de un carácter vitriólico, se acentúa su desesperación, su
amargura y su tristeza. Rechaza la invitación del alcalde de Graus, Dámaso
Carrera, para asistir a las fiestas «por la edad y los achaques, que me tienen
confinado y porque llevo aún y llevaré hasta el último instante el luto de la
Patria». La enfermedad es cada vez más una tortura y hay días que no puede
ni andar. No recibe a nadie. En alguna ocasión, a Lerroux o algún periodista
español o extranjero. Muchos se van con un portazo. Pasea de vez en cuando
con sus amigos. Su hermana Martina le alimenta con comidas muy frugales.

El velocípedo, la revista El Pedal y los precursores oscenses de la bicicleta

El hombre, que venía utilizando la rueda desde hacía sando los Catalán tras el éxito a realizar otros dos ejem-
cinco mil años, no había experimentado el uso de dos plares totalmente metálicos, de dos alturas diferentes y
de ellas alineadas y sentarse en medio de estas hasta llanta de rueda en acero de cuatro centímetros de anchu-
el año 1790, siendo un francés quien cabalgó sobre este ra, resultando, como se podrá comprobar posteriormen-
artilugio que denominó «Célérifere». Después, otro com- te, más aligerados que el construido por Michaux. Estos,
patriota suyo, msr. Brunel, llama a su invento «draisine», que serán llamados «velocíferos», con un desarrollo de
abriendo una larga lista de nombres de personas que tres metros y peso de 37,5 kilos, los tendrá acabados y
intentaron la evolución de la máquina que posteriormen- probados en enero de 1868 y con ellos, el día 20 de marzo,
te será denominada «velocípedo», en una competición se realiza la primera excursión ciclista, el primer viaje del
creativa en la que disputaban franceses e ingleses su velociclo en España, al desplazarse a Zaragoza y volver a
perfeccionamiento. Pero este artilugio caerá en un olvido Huesca, Mariano Campaña y Gregorio Barrio.
hasta llegar al año 1860, en el que los hermanos Ernest Desde 1870 se inicia su fabricación y en España comienza
y Pierre Michaux, lampistas con taller en la población de a hablarse de handicap, controleur, performance, entrai-
Bar–le–Duc, construyen un velocípedo al que acoplaron neur, emballage, recordman, veloceman, pedalier y otras
su verdadero descubrimiento, el «pedal», que imprimía voces, pues había nacido una nueva vida deportiva, una
o transmitía la fuerza humana a la ruedas y que presen- actividad arrolladora, y no solo por el peligro de las bici-
taron como prototipo en la Exposición Universal de París, cletas arrollando gallinas y perros a su paso por los pue-
esa magna demostración a la que, comisionado por la blos, sino por la importancia que esta actividad deportiva
Diputación Provincial de Huesca, asistía en mayo de 1867 estaba tomando entre los sportmans de la belle époque.
Joaquín Costa Martínez, quien juzgó interesante la má- Un desarrollo al que no es ajeno Joaquín Costa.
quina de los Michaux y copió sobre un papel de fumar el En octubre de 1880 entra por el puerto de Somport el
velocípedo francés, enviándolo a Huesca a sus inquietos velocipedista francés Mr. Albert Laumaillé, deteniéndose
amigos Larruga, Lasierra, Beltrán y Larrosa, con quie- en Jaca, Ayerbe y Huesca, donde compara su máquina
nes había quedado para informarles acerca de lo que con las de los oscenses, rindiendo viaje en Zaragoza. Otro
podía ser interesante, siendo quienes deciden patrocinar momento importante es en 1886 cuando se presenta en
su construcción. A tal efecto, se dirigen a los Talleres de Huesca y Zaragoza la revista El Velocípedo, órgano de la
Maranto, situado junto al hoy Teatro Olimpia en el Coso, Sociedad de velocipedistas de Madrid. En septiembre de
frente al entonces Coliseo Principal, estando regentado 1887 se celebra en Huesca una concentración de aficio-
por los hermanos Mariano, Nicomedes y José Catalán, nados de Aragón por el veinte aniversario del dibujo de
lampistas y carreteros especialistas en construcción de Joaquín Costa dando a conocer el velocípedo.
«landos» y «Charrettes». Toma Mariano la iniciativa en Desde los primeros momentos, la prensa aragonesa lle-
la construcción de un prototipo que probará en el Cam- va a sus páginas noticias originadas por este deporte, y
po del Toro en una noche de ese mismo año, noticia que se hace eco de publicaciones especializadas surgidas a
recoge el redactor Benjamín Riego en la edición del 14 nivel nacional que se editaban con los sugestivos títulos
de diciembre de 1867 en el periódico El Alto Aragón. Pa- de Centro Sport, La Velocipedia y El Ciclista, informativos

84
En este momento de su vida, son los republicanos y liberales y sus órganos de
prensa los que le reclaman para combatir a Maura. Su victimismo lo transfor-
ma en vanidad al aceptar las propuestas de intervenir en el Congreso en mayo
de 1908 para combatir la ley del Terrorismo. «A mi pobre inválido como
España», sentencia cuando al acudir al Congreso a Madrid el coche que le ro-
deaba iba custodiado de guardias montados, «y yo protesto porque no era una
escolta de honor sino una especie de anticipo de la Guardia Civil ejecutando
este proyecto de ley, como si quisieran llevarme por adelantado a presidio».
Si cuatro años antes, Castellano era destinatario de sus despiadados ataques,
ahora es Maura. En el político conservador y presidente del Gobierno se con-

que costaban 0,20 céntimos el ejemplar. Precisamente por el gran aficionado don Bernabé Morera, pasó en su
en esta última, con fecha 15 de julio de 1893, recogemos segundo año a ser publicada los días 10, 20 y 30 de cada
la noticia de que «el Ilmo Sr. Obispo de Huesca prohibía mes dirigida por don Francisco Ariño López.
a los alumnos del Seminario montar en velocípedo». El Pedal colabora con otras publicaciones como El Ci-
Pero en aquellas fechas se contaba ya con velocicleros clero y El Veloz Sport, de Madrid, o El Deporte veloci-
que batían todos los records: Ricol, Campaña, Catalán, pédico, que a fines del siglo XIX son las publicaciones
Susiac, Bescós, Palá y otros muchos. Ellos eran noticia y especializadas de mayor tirada. Anuncia la compra,
la prensa se ocupaba de sus glorias, destacando El Diario venta y alquiler de velocípedos de todas las clases, que
de Huesca, que desde 1894 dedicaba una página de no- se venden al contado y plazos, extenso surtido de acce-
ticias y comentarios a este naciente ciclismo y gracias a sorios y distribuidores de máquinas de todas marcas.
esta publicación conocemos estadísticas veraces que nos Podemos asegurar que Joaquín Costa no dejó de tutelar
hablan de unos 10 millones de ciclistas existentes. a los velocipedistas y en El Pedal fue publicada la corres-
Toda la información llega a los aficionados, que son ade- pondencia que el polígrafo mantenía con los aficionados
más quienes la producen, así es como el día 15 de oc- de Huesca y Barbastro.
tubre de 1896 y ante la gran afición despertada en todo Dejó de publicarse a mediados de 1898, pero con la satis-
Aragón por este deporte, nace la publicación quincenal facción de haber iniciado una andadura informativa. Esta
El Pedal, con suscripción de 0,75 céntimos al trimestre. publicación dejaba claro que con la bicicleta había nacido
Pionera de Aragón entre las de su clase, es fundada por otro concepto de publicación deportiva.
Emilio Beltrán y Santiago Ramón, impresa en Huesca, Bizén d’o Río Martínez
tamaño folio con ocho páginas, en la tipografía de Tomás Real Academia de la Historia y Bellas
Blasco a cargo de F. Delgado. En sus inicios fue dirigida y Nobles Artes de San Luis

El Pedal recogió los pri-


meros planos enviados
por Costa desde París y
se configuró como una
propulsora del ciclismo
en España. El Velocípedo
continuó con la pista en
Madrid. Colección de
Bizén d’o Río

85
Caricatura de Costa, en mayo de
jugan las iras por su política con Marruecos, el alistamiento de los jóvenes para
1908, publicada en ABC. Hemeroteca
de la DPZ
la guerra, la represión durante la Semana Trágica de Barcelona y las mordazas
a la prensa. Costa sigue siendo para sus periódicos afines «El más grande de
España» y para los contrarios «un baldado incurable». «Embargado por las
decepciones y martirizado por la enfermedad —editorializa El Liberal en pri-
mera página—, ese cerebro poderoso que casi no dispone de cuerpo, irradia
luz y calor de un extremo a otro de la península… Costa de un escobazo ha
barrido y mandado al carro de la basura las piltrafas de la ley dahomeyana,
dictada al Sr. Maura por el Santo Oficio de Barcelona». A su vez Diario de
Comercio, tras seleccionar las palabras apocalípticas de Costa sobre España,
las rubrica con este comentario: «Todo esto lo dijo el tullido y baldado incura-
ble que vegeta en Graus. Y como según parece, él no tiene remedio, quiere sin
duda, que España le acompañe en su muerte o mejor antes la da por muerta».
El Ribagorzano titula: «Una gloria ribagorzana en el Congreso». HERAL-
DO , esta vez sí, se entrega: «El gran Costa ha maravillado a los madrileños. Lo
vieron llegar rendido su cuerpo a loso achaques físicos y les sorprendió el viril
arranque de la voluntad férrea de aquel hombre que se impuso a todos con el
secreto de su elocuencia firme y avasalladora».

86
Un episodio similar se repite en setiembre de 1909, cuando los críticos Ilustración de Gedeón con la visita de
con Maura le vuelven a pedir no su presencia si no un artículo para volver a los periodistas a Graus para solicitar
decir cosas que arrebatan». No todos lo publican y los que lo hacen sufren las a Costa un artículo contra Maura, en
mordazas de la censura gubernamental. el año 1909. A la derecha, Maura,
No es para menos, llega a pedir la ejecución de Maura. «Ya está juzgado. presidente del Gobierno a principios
del siglo XX. Biblioteca de la Diputa-
El se ha condenado a sí mismo. En los fosos de Montjuich hace falta gente».
ción Provincial de Zaragoza y Archivo
Cuatro meses antes de su muerte —octubre de 1910— los pocos arrestos
HERALDO.
de sus estertores los emplea para lo que sería el testamento de un hombre ofus-
cado. Se le ve portado en volandas por los bedeles de la Biblioteca Nacional
de Madrid subir sus escaleras para cotejar escritos, entre otros de Cajal pues
quiere plasmar en su novela inacabada Soter —Salvador en griego— cómo
crear un superhombre, un cirujano de hierro que no es otro que él mismo. Es
su testamento. Poco después murió y Royo Villanova pediría que su cerebro
fuera llevado al laboratorio de Cajal para su estudio.
A su muerte. Azorín dijo de él «Joaquín Costa ha vivido como un niño
y ha muerto abrumado por el trabajo intelectual», mientras El Noticiero
recogía impresiones que en su día hizo un periodista inglés: «Costa estudia
como un germano, piensa como un británico y escribe como un latino».
HERALDO realiza una encuesta y todos —Moret, Salillas, Cajal, Azcára-
te, Maeztu, Maura, Galdós, Gil Berges e incluso el odiado Antonio Mau-
ra, entre otros, ensalzan su figura. Pero uno de ellos, Menéndez Pelayo,
que le disputó en 1875 el Premio Extraordinario de Doctorado en Filoso-
fía y Letras, hace una matización: «Costa, en política, se comportó como
un energúmeno». Costa no tuvo poder. Su encendida oratoria provocaba
espasmos pero sus efectos se diluían pronto en el magma de unas páginas
impresas con tipos de plomo cada vez más influyentes. Y sus encendidos
discursos, por sí mimos, no servían, desde luego, para cambiar el mundo.
En todo caso, tras el 8 de febrero de 1911 una apoteosis fúnebre estalló en
Zaragoza y en toda España.

87
H
ace veinticinco años me pareció interesante hacer co- encuesta que convocó a los más preclaros españoles del momen-
incidir la evocación del 75 aniversario de la muerte to. Pues bien, me parece sobresaliente advertir con qué fuerza e
de Joaquín Costa con el reciente ingreso de España insistencia se mira a Europa, como modelo, desde el punto de
en el sistema europeo organizado, lo que entonces era la Comu- vista institucional —destacaría ahora— y de las respuestas para
nidad Económica Europea y hoy se ha convertido en la Unión la organización del Estado. Costa reclamará, en efecto, «un neo-
Europea. En efecto, la aspiración a estar realmente en Europa ha liberalismo que acometa con decisión la obra urgente de extirpar
venido siendo una importante utopía en el imaginario colectivo de nuestro suelo la oligarquía, como condición necesaria para
español, muy presente desde luego en la vida y en la obra de Cos- que pueda aclimatarse en él un régimen europeo de libertad y de
ta. El haber llegado real y efectivamente a Europa, con plenitud selfgovernment, de gobierno del país por el país». Le preocupa
de derechos, era un paso mayúsculo, que me hacía pensar sin abiertamente la sustitución de «la oligarquía medieval por el régi-
duda en los esfuerzos y prédicas de personas como don Joaquín. men de selfgovernment europeo». Y es concluyente su juicio en
Con tal motivo, preparé una conferencia que di en Huesca, en el el sentido de que habrá que cambiar el absolutismo oligárquico
salón de la Caja de Ahorros de la Inmaculada, a la que puse por «por el régimen liberal de los países civilizados de Europa».
título, Europa, Joaquín Costa y la encuesta sobre Oligarquía y No estaba solo Costa en esta línea tan clara. De la Universidad
caciquismo —que aparecería publicada en la Revista de Estudios de Oviedo había llegado una cualificada propuesta suscrita por
Políticos, 62, 1988—. cuatro reconocidos maestros universitarios, Rafael Altamira,
Joaquín Costa, estudioso aplicado y ávido observador siempre, Adolfo Buylla, Adolfo Posada y Aniceto Sela: «Fomento inten-
tuvo muy presente lo que acaecía en Europa, cuyos países más sivo de la educación y la enseñanza por métodos europeos, lo
destacados atravesaban una evidente ola de prosperidad, surcados cual demanda un esfuerzo económico formidable. No hay que
por acontecimientos y respuestas bien interesantes: el creciente hacerse ilusiones; mientras no consigamos y pidamos un presu-
puesto de enseñanza eu-

Con la mirada puesta en Europa ropeo, es decir, espléndi-


do, nadie podrá creer que
comenzamos a arrepen-
Lorenzo Martín-Retortillo Baquer tirnos sinceramente de la
mala vida pasada». El otro
texto, se refiere a la reali-
Catedrático de Derecho Administrativo dad municipal, no menos

de la Universidad Complutense de Madrid


decisiva para el normal
funcionamiento del Esta-
do. Proviene de uno de los
proceso de industrialización, el incremento de los transportes, la grandes españoles de su tiempo, el institucionista Gumersindo
evolución hacia Estados más participativos, el aumento de sig- de Azcárate. Proponía el ilustre leonés: «Ha lugar a pensar si no
nificado de la educación, ya desde el esplendor de la Inglaterra debería autorizarse a los Ayuntamientos ejercer en sus respectivas
victoriana, al afianzamiento de la Alemania de Bismark, Francia localidades el monopolio de ciertos servicios públicos: alumbra-
con sus leyes luego de afirmación de la laicidad del Estado, como do por gas y por electricidad, agua, tranvías, fuerza hidráulica,
ejemplos bien notables. Me parece un detalle paradigmático re- conforme a la doctrina conocida con el nombre de «socialismo
cordar a un muy joven Joaquín Costa, con apenas 23 años, que municipal», iniciado y practicado ampliamente en Inglaterra y
acude en 1867 a la Exposición Universal de París y, preocupado los Estados Unidos, y más recientemente en Alemania, Suiza,
siempre por los problemas sociales y por la situación de las per- Bélgica e Italia, con el fin ora de suministrar esos servicios en
sonas más menesterosas, describe en un sugerente libro —cuyos condiciones más económicas, en beneficio de todas las clases so-
complejos avatares ha descrito con pluma certera Eloy Fernández ciales, pero especialmente en beneficio del proletariado». No se
Clemente en su reedición de 1999—, las variantes y modelos trata de elucubraciones sin base, sino que nuestros intelectuales
que se proponían de lo que luego se generalizó con el nombre de de aquel momento apuntaban a la más patente modernidad en
«casas baratas» —Instituciones económicas para obreros. Las ha- una cualificada labor de pioneros. Y este sueño, esta aspiración
bitaciones de alquiler barato en la Exposición Universal de París europea, que gracias a la labor de esforzados como ellos lograría
en 1867, es el título de la obra—. Es decir, el afán por introducir hacerse realidad en gran medida, le daba pié a Joaquín Costa a
aquí las soluciones alumbradas en Europa y que ahí funcionaban. sentenciar con enorme clarividencia: «Cada hora que hemos tar-
En la conferencia a que antes me refería, partiría de una de sus dado en ponernos en movimiento camino de Europa ha sido un
obras señeras, que fue, en efecto, esa magna reflexión que suscitó paso más en dirección a África». Sentencia que estimo también
y que tuvo por sede el Ateneo de Madrid, en un momento espe- de la mayor actualidad para el momento crítico que estamos
cialmente delicado de crisis española, cuando en 1898, en una viviendo ahora en España. Hemos entrado, sin duda, en Europa
«España invertebrada», por usar la certera expresión de Ortega, se pero no hemos sabido asumir tantas fórmulas, soluciones o cri-
produce el acontecimiento —esa gota que colma el vaso— de la terios de los países más avanzados de Europa, de los que todavía
liquidación del centenario imperio colonial español.¿Qué hacer? nos separa mucho. De modo que el reto europeo sigue abierto
¿Qué medidas tomar? En 1900–1901 se lleva a cabo la famosa en gran medida.
88
7 El regadío
redentor

El agua fue la clave del programa de Costa de transformación de la agricultura


española dentro de sus mensajes de la «escuela y despensa» y la base de sus
ideas para el desarrollo nacional. Defendió la formación del agricultor y se inspi-
ró en las vivencias de su familia campesina

Ilustración: Elisa Arguilé


De los regadíos a la cuestión de la propiedad de
la tierra. Política hidráulica y transformación social
Cristóbal Gómez Benito
Sociólogo. Comisario del Centenario de la muerte de Joaquín Costa

T
al vez el aspecto más conocido del programa político de Cos-
ta, expresado sintéticamente, como slogan programático, en
aquello de «escuela y despensa» sea su política hidráulica, un
término asociado sobre todo a él, pues fue el primero en formularlo, en
los congresos de agricultura de 1880 y 1881, mucho antes de que se po-
pularizada en los años noventa y especialmente después del desastre de
1898. En aquellos congresos es donde Costa presenta por primera vez,
de forma sistemática, el regadío como clave de bóveda de su programa

Reproducción del dibujo de Ramiro Ros Rafales (1893) sobre el mitin de la Cámara Agraria del Alto Aragón presidido
por Costa, en Barbastro. Diario de Avisos, Archivo Municipal de Zaragoza

90
de transformación de la agricultura española, y aún más, de su programa
de desarrollo nacional. Pero el conocimiento posterior del contenido de
esa política hidráulica ha ido sufriendo un progresivo reduccionismo
para casi concluir en un mero programa de construcción de pantanos,
canales y de transformación en regadío, algo muy lejos de los plantea-
mientos y objetivos originales de Joaquín Costa, como se podrá ver a
continuación.
Las preocupaciones de Costa por el futuro de la agricultura, por su
transformación y mejora están asociadas estrechamente a sus primeras
experiencias, directas, como miembro de una familia de campesinos po-
bres, con pocas tierras. Viendo las estrecheces y penurias, que el mucho
trabajo no conseguían paliar, y mirando en su entorno a las familias
de las comunidades rurales de las comarcas del Alto Aragón, con no
mejor suerte, y viendo las aún peores condiciones de vida de las clases
jornaleras del campo, se fragua en él una preocupación profunda, que le
acompañará toda su vida, por la suerte del campesinado, del que siem-
pre se sentirá que forma parte. Cuando después tenga la oportunidad de
conocer los adelantos de la civilización moderna, durante su estancia en
París, como obrero del pabellón español de la Exposición Universal de
1867 (tenía 21 años) podrá constatar además
el atraso de la agricultura española. Su diag- Viendo las penurias que el mucho tra-
nóstico certero de la situación de la agricultu- bajo no conseguían paliar de las cla-
ra y del mundo rural de su región natal y de
ses jornaleras del campo, se fragua
España está condensado en este breve párrafo:
en él una preocupación profunda por
«La agricultura española es todavía agricultura
del siglo XV: agricultura del sistema de año y la suerte del campesinado
vez, por falta de abonos minerales; de la ro-
gativa, por falta de riego artificial; del transporte a lomo, por falta de
caminos vecinales; agricultura del arado romano, del gañán analfabeto,
del dinero al 12 por 100, de la bárbara contribución de consumos, de la
mezquina cosecha del cinco o seis simientes por cada una enterrada, del
cosechero hambriento, inmueble, rutinario, siervo de la hipoteca y del
cacique...». La dramática vivencia personal de la pobreza, de la falta de
libertad del que vive «de despensas ajenas», le marcarán definitivamente,
y en esa situación encontramos una de las claves de su pensamiento
social.
Desde sus primeros escritos agrarios de juventud (1864–1871) Costa ve
en el agua, en el regadío, la principal solución a los problemas de la agri-
cultura española, —y en segundo lugar, la formación del agricultor—. El
contraste entre la falta de agua de las tierras bajas aragonesas y la abundan-
cia de agua de las montañas pirenaicas, le revelan el carácter fecundador y
redentor del agua regulada por la inteligencia humana. En un artículo de
1892, titulado La Voz del Río —que no es otro que el Ésera que se desli-
zaba bajo el balcón de su estudio en su casa de Graus— dice:
«He vivido tres años a orillas de ese río (el Ésera), en el punto donde
le tributa sus aguas el Isábena y juntos se despeñan, sobre lecho de
roca, en demanda del somontano, robusteciendo el rumor de sus olas
alborotadas, preñadas de promesas alentadoras, con el eco fragoroso
de las dos peñas gigantes, el Morral y las Forcas, que los encajonan y
oprimen. Todas las mañanas, al despertarme, escuchaba aquella voz

91
La Fuente de los Incrédulos fue
construida por el canónigo ingenie-
ro del Canal Imperial de Aragón,
Ramón de Pignatelli, y dedicada
a todos los que dudaban del éxito
de aquella empresa culminada a
finales del siglo XVIII y de que el
agua llegara a Zaragoza. Costa fue
un admirador de los ilustrados como
el propio Pignatelli y el conde de
Aranda. Archivo HERALDO

del río (...) diciéndome esto que copio: «Yo soy la sangre de la Litera,
pero no corro por sus venas, y por eso la Litera agoniza; —yo soy el
rocío de la Litera, que ha de esmaltar de flores sus campos y mantener
en ellos un verdor perpetuo, pero me apartan de allí porque no hume-
dezca sus noches estivales, y por eso las flores de la Litera son abrojos
y sus campos, abrasados desiertos africanos, donde sólo podrían vivir
tribus de negros sometidos a ignominiosa servidumbre; —yo soy el
oro de la Litera con que ha de recogerse el
Se trataba de garantizar la supervi- pagaré, cancelarse la hipoteca, alzarse el em-
vencia del pequeño campesinado y de bargo, recobrarse el patrimonio regado con el
posibilitar el acceso a la propiedad de sudor de tantas generaciones de trabajadores
las clases jornaleras, para convertir- heroicos, pero no hacen nada por acuñarme,
las en obreros-propietarios y la Litera sigue gimiendo oprimida bajo una
montaña de pagarés, de embargos y de hipo-
tecas cada vez más alta; —yo soy el camino por donde han de volver
los tristes emigrantes de la Litera a sus despoblados hogares, pero co-
rro de espaldas a ella, y por eso los emigrantes, cuanto más caminan,
creyendo llegar, se encuentran más lejos; —yo soy la libertad y la in-
dependencia de la Litera, pero no tengo voz en sus hogares ni en sus
comicios, y por eso la Litera es esclava; —yo soy las siete vacas gordas
de la Litera, pero no se apacientan en sus campos, y por eso la Litera
(...)

92
Maestros y ayuntamientos, obligados a la celebración de la «Fiesta del Árbol»

El primer país del mundo en instituir un día del año hacen caucho, hacen forrajes, hacen uvas, trigos, dáti-
como «Día del Árbol» fue Suecia y lo hizo en 1840, fe- les, naranjas, melocotones, cerezas, peras y manzanas,
cha en la que se había tomado conciencia de la impor- hacen tierra vegetal, hacen manantiales, hacen oxígeno,
tancia que tienen los recursos forestales y del cuidado hacen salud, hacen pájaros y flores, hacen poesía, hacen
que debe ofrecerse a los árboles. Pero 6 años antes, hogar, hacen sombra, hacen país…».
en enero de 1834, el Subdelegado General de Fomento Desde 1971, la Fiesta del Árbol se transforma en el Día
de la Provincia de Zaragoza remite un requerimiento al Forestal Mundial a instancias de la FAO, a celebrar el día
Ayuntamiento de Bujaraloz inquiriendo por «el nombre 21 de marzo, primer día de otoño en el hemisferio sur y
del jornalero, único que en ese pueblo se ha dedicado a primer día de primavera en el hemisferio norte, para po-
plantar árboles con tan buen éxito, siendo muy extraño der imprimirle un carácter simultáneo en todo el mun-
que no hayan imitado este ejemplo otros vecinos, y que do —en Aragón se adelantaba para poder repoblar con
no los hayan estimulado los ayuntamientos». más éxito en época invernal—. La actividad pasa a ser de
Por tanto, en un país como el nuestro donde el bosque obligatoria a recomendable reduciéndose en los últimos
se regenera con dificultad, existe desde siempre interés años simplemente a una reunión de escolares a los que
por parte de la Administración en fomentar la repobla- se les daba un plantón de pino que se colocaba en suelos
ción forestal. Interés que se lleva a la escuela a prime- marginales cedidos por los ayuntamientos y que queda-
ros del s. XX, instaurándose lo que se llamó «La Fies- ba olvidado y sin mantenimiento.
ta del Árbol» y legislándose el sentido y la finalidad de En la actualidad no existe una organización institucional
esta celebración, obligatoria desde 1915, explicitándose del Día Forestal Mundial por lo que su celebración ha
el modo en que habían de proceder los maestros y los desaparecido de las programaciones de las escuelas, a
ayuntamientos para despertar en los niños el amor al no ser que sea una actividad realizada a modo particular.
árbol y la necesidad de respetar la naturaleza. El espíritu Es por ello que se hace necesario reivindicar la formación
de esta fiesta queda resumido en la carta que Joaquín en valores, en hábitos saludables y en el respeto a la na-
Costa dirige a los niños de Ricla resumiendo la utilidad turaleza que tenía la escuela propugnada por el Regene-
de los árboles: «hacen tablas y vigas, hacen leña, hacen racionismo, con Costa a la cabeza, para que los escolares
carbón, hacen alcohol, hacen azúcar, hacen pan, hacen aragoneses vuelvan a sentir lo que es dar vida a un árbol.
sidra, hacen aceite, hacen cacao, hacen café, hacen jara- Javier Blasco
bes y refrescos, hacen seda, hacen quina, hacen papel, Maestro de Pina

La plantación de árboles por escolares ha venido siendo uno de los legados de Costa. Archivo HERALDO

93
El canal de Tamarite, la primera implicación del Estado en un proyecto hidráulico

En la milenaria historia del regadío aragonés, el canal de anuales, quintuplicar el rendimiento de las tierras, hacer
Tamarite constituye un buen ejemplo de seculares es- navegable el canal principal...— resultan muy atractivos
fuerzos y empeños para conjurar la miseria y despobla- para las localidades afectadas. Sin embargo, la iniciativa
ción de territorio, La Litera, mediante la transformación privada se muestra financieramente incapaz de cumplir
de sus secanos. con el proyecto.
Desde mediados del siglo XVIII se formulan diversas En 1878, el senador Carles de Fortuny, a la sazón miem-
propuestas del canal. La iniciativa, promovida con tesón bro destacado de la nueva sociedad concesionaria de la
por Tamarite —de ahí el nombre con que se bautizó—, obra, explica en Cortes la urgente necesidad del canal
propugna el aprovechamiento de las aguas del Ése- para el porvenir agrícola de Huesca y Lérida y la ne-
ra mediante la construcción de un canal que irrigue la cesidad de subvención de la obra. Pero el liberalismo
localidad y las poblaciones de su entorno en dirección decimonónico no asume que el apoyo estatal es deter-
tanto hacia Fraga como hacia Lérida. En 1782 el ayun- minante en las grandes infraestructuras de riego. Sin
tamiento de Tamarite solicita al Consejo de Castilla la embargo, el Regeneracionismo hidráulico propugnado
autorización para realizar el estudio y levantar los planos por Joaquín Costa y otros políticos e intelectuales coetá-
necesarios. La memoria presentada a tal efecto expone neos ve en el regadío la posibilidad de mejorar los ren-
con claridad la necesidad de construir la infraestructura: dimientos de los cultivos tradicionales y de desarrollar
la villa cuenta con un dilatado término de tierras feraces, nuevas orientaciones agropecuarias con que superar la
de gran calidad y alta capacidad de producción de grano, crisis finisecular. En este contexto, los riegos derivados
vino y aceite, pero la ausencia de regadío y la escasez del Cinca se perfilan como uno de los proyectos hidráu-
de lluvias generan año tras año malas cosechas, un cre- licos peninsulares más importantes y de resultado más
ciente endeudamiento campesino y un continuo proceso seguro. Así lo expone Costa el 29 de octubre de 1892 en
de despoblación. El arquitecto Miguel Inchauste, comi- el mitin pronunciado en Tamarite de Litera defendien-
sionado para informar y valorar la propuesta, elabora un do que la finalización del proyecto del canal y la «guerra
primer proyecto del Canal de Tamarite en 1783; la ejecu- contra la sequía» resultan más prioritarias que las in-
ción de la obra conllevaría, según sus estimaciones, óp- fructuosas campañas bélicas en Cuba y Filipinas.
timos resultados en la zona «por el aumento de vasallos, Estas ideas junto con las seculares reivindicaciones de
pueblos y frutos que necesariamente se ha de seguir». las localidades literanas parecen cuajar en 1896: se logra,
Sin embargo, las dificultades técnicas y lo oneroso del por primera vez, la implicación directa del Estado en una
proyecto paralizan el plan, que se retoma tras las gue- gran obra hidráulica. Por fin, el viejo proyecto de Canal de
rras y crisis políticas del primer tercio del XIX. Tamarite, ampliado, remozado y rebautizado como Canal
A partir de 1832 comienzan las gestiones para llevar a de Aragón y Cataluña e inaugurado oficialmente en 1906,
cabo el proyecto con capital privado. Desde esta fecha y permite iniciar la fructífera y trascendental transforma-
hasta finales de siglo, varias compañías llegan a acuer- ción económica y demográfica de la zona regable.
dos con el gobierno para la concesión de la obra. Los María Luz Rodrigo Estevan
ambiciosos objetivos de estas sociedades —regar entre Profesora titular de Historia Medieval
noventa y cien mil hectáreas, asegurar las cosechas de la Universidad de Zaragoza

Detalle de las obras del canal de Tamarite


publicado en HERALDO el 18 de agosto de
1905. Archivo HERALDO

94
(...)
no bebe de su leche ni come de su carne, y se muere de hambre, se
muere de sed, se muere de desesperación, arrojando a millares por el
mundo sus hijos demacrados y harapientos que la maldicen, porque
no supo abstenerse siquiera de engendrarlos, ya que no había de saber
administrarles el rico patrimonio y procurarles el mezquino sustento
con que se contentan...».
Así, pues, desde el principio ve, en lo que luego llamará su política
hidráulica, un instrumento, un medio, con una finalidad predominan-
temente social. El agua, por el regadío, es lo que puede permitir intensi-
ficar y diversificar la producción de la pequeña explotación campesina;
«descentralizar» la propiedad de la tierra, es decir su redistribución, pues
su excesiva concentración —centralización en sus propias palabras— y
la concepción individualista de la propiedad, impiden la generalización
del derecho superior de todas los individuos y de todas las clases a la
propiedad, convirtiendo la difusión de la propiedad de la tierra en el
objetivo principal de su programa de reforma social. Pues de lo que se
trata es de garantizar la supervivencia del pequeño campesinado, de su
estabilidad, por un lado, y, de otro, posibilitar el acceso a la propiedad,
aunque sea mínima, de las clases jornaleras, para convertirlas en obre-
ro–propietarios, como medio de atajar la potencial conflictividad social,
que intuye inevitable, en tanto no se combara la profunda desigualdad
social.
Costa distingue tres tipos de propiedad. La propiedad familiar, que
debe estar garantizada y protegida por el Estado, que debe ser inaliena-
ble, pues es la que representa el «cuerpo material» de la familia, es de-
cir, el hogar. La propiedad individual, producto del trabajo y esfuerzo

El rey Alfonso XIII inauguró en marzo de 1906 la llegada de las aguas del Ésera a Tamarite. Imágenes de la revista
Nuevo Mundo, publicada el 8 de marzo de 1906. Biblioteca de la Diputación Provincial de Zaragoza

95
personal, sobre la que se tiene pleno dominio, y la propiedad colectiva,
Joaquín Costa no imaginó en su vida
que su propuesta hidráulica iba a
comunal o de propios, que es la base material de la comunidad rural y
suponer la inundación de Barasona
complemento de la economía familiar, que también debe estar protegi-
y de las mejores huertas de Graus.
da por el Estado. Su programa político de reforma social, su «economía
Obras a mediados de la década de
social», como él mismo la llama, donde «se reúnen para una misma obra
los veinte del pantano que alimenta
la Filosofía y la Economía, la utilidad y el derecho, la moral y la ciencia,
al canal de Tamarite. Confederación
el agrónomo y el legislador», integra pues a su política hidráulica y su
Hidrográfica del Ebro
política social, y una no se entiende sin la otra. Y esa reforma social es lo
que Costa siempre reclamará frente al liberalismo doctrinario, preocu-
pado sólo por las libertades formales, anteponiendo la reforma social a
la política: «Primero la reforma social; después, o a la vez, la reforma po-
lítica: tras de la libertad individual, los derechos individuales, tras de la
libertad del Hogar, las libertades civiles. Nin-
La vinculación de la política hidráu- guna libertad política cuaja si no lleva delante
lica con la política de reforma de la esa libertad primera, la libertad del Hogar».
propiedad de la tierra se concreta en En el programa de reforma social de Costa
el trípode básico de su economía so- se reclama una mayor intervención del Esta-
cial: agua, propiedad y crédito do, algo que iba contra uno de los principios
básicos del liberalismo doctrinario. El Estado
está legitimado y capacitado para intervenir sobre la propiedad, incluso
recurriendo a la expropiación si es preciso. Debe intervenir para redistri-

96
buir esa propiedad, facilitando el acceso a la propiedad de los pequeños
campesinos y los trabajadores, por diversos medios. Debe reconstruir
los patrimonios concejiles, devastados por los procesos desamortizado-
res para fortalecer la economía local y municipal, patrimonios que era
«el pan y el seguro de los pobres». Y debe asumir la ejecución directa de
la política hidráulica, de la construcción de pantanos y canales que la
iniciativa privada no está en condiciones de asumir.
La vinculación de la política hidráulica con la política de reforma so-
cial de la propiedad de la tierra se concreta en el trípode básico de su
economía social: agua, propiedad y crédito, pues «no hay canales de
riego sin propiedad y sin crédito, como no hay descentralización de
propiedad sin crédito y sin canales, como no hay crédito agrícola sin
canales y sin propiedad».
El programa de reforma agronómica, económica y social de la agri-
cultura española de Costa comprende un amplio repertorio de medi-
das agronómicas, técnicas, de infraestructuras, educativas, económicas
y sociales que lo convierten en el más completo y original de cuantos se

De la Cámara agrícola del Alto Aragón a las cámaras agrarias.

Costa crea la Cámara en Barbastro, en el año 1892. Es mento y de mejora de la actividad y del mundo rural. Mu-
fruto de su propia concepción política, directa, clara, chos servicios se plantearán y se prestarán desde ahí: arre-
personal y arraigada a su tierra: atención a la práctica, glo de caminos, apoyo a los regadíos tradicionales, petición
desconfianza del juego retórico de los partidos políticos, de nuevas zonas regables y de obras hidráulicas, básculas,
participación de los sectores generadores de riqueza almacenes, intervención de la regulación de los cotos de
como es la pretensión de intensificación agraria con nue- caza, ayuda en las vías pecuarias, arreglo de caminos, ac-
vas técnicas de cultivo, incremento de la forestación y el ciones de concentración parcelaria, etc.
regadío, como lucha contra el atraso cultura, el hambre Las Cámaras Agrarias se imponen tras el franquismo, con
y la miseria. Se trata de poner en marcha a los agentes los adjetivos de Oficiales y Sindicales, como Hermandades
productivos: se presentan a las elecciones —Liga de Con- de agricultores y ganaderos, con los barnices del régimen
tribuyentes—, sin éxito. El regionalismo regeneracionista autoritario surgido tras la contienda civil. Realizando una
está encantado. El mitin fundacional de Barbastro tuvo un serie de servicios y gestiones, como la cotización de la
enorme eco en toda la provincia. Se trata para Costa más Seguridad social agraria u otras de índole oficial. Tras la
que una acción política al uso, de un acto de patriotismo. Transición van desapareciendo las Cámaras locales, con
Bueno es recordar a qué llama «patriota» J. Costa. la transferencia competencial a las Comunidades Autóno-
Es un acto de contribución, palabra que cobra su sentido mas, cediendo el carácter reivindicativo a los nuevos sin-
cuando hablamos de Liga de Contribuyentes, al «fomen- dicatos agrarios de afiliación voluntaria y carácter repre-
to de la riqueza nacional». Expresión feliz del Código Ci- sentativo. Van quedando como un relicario, habida cuenta
vil (art. 333.2), que el notario Costa conoce perfectamen- la lamentable pérdida de peso específico del mundo y la
te. Será la Liga de Contribuyentes de Ribagorza el motor economía rurales en el conjunto de los tiempos financieros
y el embrión que agrupará acciones de desarrollo de la y urbano–metropolitanos. No creo que fuera buena idea su
importancia del Canal de Tamarite, hoy Canal de Aragón desaparición: caminamos a una Administración alejada del
y Cataluña, que con más de ciento veinte mil hectáreas rostro de sus usuarios y administrados. Muchos servicios
regadas, supone un potencial de desarrollo extraordina- y patrimonios de ellas pasaron a los Ayuntamientos. «La
rio para amplias zonas de la escorrentía pirenaica. Se defensa contra los abusos y extralimitaciones de la Admi-
crean las Cámaras oficiales, como agrupaciones repre- nistración pública» era uno de aquellos objetivos.
sentativas de productores. Luego languidecen. José Luis Martín-Retortillo
Las Cámaras Agrarias harán una importante labor de fo- Abogado

97
propusieron en la España contemporánea. Pero siempre lo animaron los
mismos principios: conciliar tradición con modernidad; el saber cien-
tífico con el saber popular, la subordinación del cambio técnico a las
necesidades del campesinado, la conciliación de la agricultura comercial
—el «gran cultivo»—, a gran escala, es decir, la agricultura como «es-
peculación», con la agricultura campesina, la del «pequeño y mediano
cultivo», es decir la agricultura como «oficio», como forma de vida —la
agricultura familiar— que son los dominantes. Y a esta última dedicó
su principal atención. El objetivo primero y prioritario fue para él el
mejorar las condiciones de trabajo y de vida de la inmensa clase de los
pequeños agricultores y de los jornaleros. Un objetivo que se ilustra en
este sueño de su ideal agrarista: «Tablero surcado de un sistema arterial
hidráulico, esplendida obra de arte; 2. Que todo el territorio sea pra-
dera entapizada y rebaño sin fin, dividido, espaciado; 3. Población sin
ronda y sin suburbios, inacabable red de casas diseminadas por los cam-
Manuel Lorenzo Pardo, junto con
pos, á derecha é izquierda de los caminos y de las carreteras, verdaderos
otras autoridades, en unas instala-
ciones de la Confederación del Ebro
Estados domésticos, habitados por propietarios del coto que labran, y
en la década de los años 30. Archivo dueños de su albedrío; 4. Vergel y bosque de árboles frutales, forrajeros
CHE y Biblioteca de la Diputación y maderables, que surtan de pan gratuito al labrador y establezcan el
Provincial de Zaragoza. equilibrio de las fuerzas atmosféricas roto por nuestra culpa».

98
Así, reforma social y reforma económica van de la mano hacia un En la Asamblea Nacional de Pro-
mismo objetivo: la de crear las condiciones efectivas, materiales, para ductores, celebrada en Zaragoza, en
la estabilidad de la democracia, para que las libertades políticas sean 1899, Costa utilizó la imagen de un
algo más que declaraciones formales, para completar esas libertades labrador como estereotipo del hom-
políticas con las libertades civiles. Tanto su política hidráulica como bre honrado, humilde y trabajador.
Archivo HERALDO
su política social persiguen quebrar las bases del sistema caciquil,
en el ámbito local, y oligárquico, en el ámbito nacional. De ahí la
finalidad política de su política hidráulica, tantas veces ignorada o
silenciada. De ahí la fuerte oposición que encontró a sus propuestas.
En torno a ese programa intentó fórmulas nuevas de participación
política; intentó convertir a la agricultura en una fuerza política,
como cuando crea la Cámara Agrícola del Alto Aragón (1892); in-
tentó movilizar a las llamadas «clases productoras» con la creación
de la Liga Nacional de Productores (1900), y la Unión Nacional
(1900) en un movimiento de regeneración nacional, que sustituyera
a la «clase dirigente» del sistema monárquico de la Restauración ca-
novista y finalmente defendió la república y el «turno del pueblo» o
la «revolución desde abajo».
Costa fracasó en vida en sus intentos de constituir una familia, de ac-
ceder a la universidad, de estar en el Parlamento, de legislar, de crear un
nuevo partido político, de derrocar a la monarquía de la Restauración,
de hacer la revolución que España necesitaba. Pero sus contribuciones
científicas inspiraron a muchos ilustres juristas, historiadores, econo-
mistas, antropólogos, sociólogos, pedagogos. Su programa económico y
social inspiró gran parte de la legislación agraria, hidráulica, de previsión
y educativa del primer tercio del siglo XX. Su ejemplo de voluntad, inte-
ligencia, capacidad de sacrificio, tesón, austeridad, amor al trabajo bien
hecho, sinceridad y patriotismo sin calificativos debería ser un ejemplo
para las nuevas generaciones. Su legado intelectual bien merece recor-
darlo —y conocerlo— cien años después de su muerte.

99
C
ualquiera que pretenda conocer la política hidráu- jos, artículos y conferencias de agitación en favor de la crea-
lica española del primer tercio del siglo XX —lo ción de la Confederación del Ebro, Lorenzo Pardo reconozca
que es tanto como decir el ideario contemporáneo la decisiva impresión emocional que le produjo la histórica
hispano en materia de aguas— deberá recalar obligadamen- y larga entrevista que el diario madrileño El Globo realizó a
te en la figura de tres aragoneses, bien que el último de ellos Joaquín Costa y que se publicaba el 15 de febrero de 1903.
lo fue por vía materna y aún por anhelada adopción: Lucas Costa está a punto de retirarse definitivamente en Graus
Mallada, Joaquín Costa y Manuel Lorenzo Pardo. pero las vigorosas reivindicaciones que plantea en esa histó-
Mucho —aunque quizás no lo suficiente— se ha escrito rica entrevista, unidas a las directrices del Plan Nacional de
acerca de las relaciones de Mallada y Costa, unidos en la base Obras Hidráulicas de 1902 —el llamado «Plan Gasset»—
por sus fuertes creencias regeneracionistas pero, sobre todo, influyeron de tal modo en el joven Lorenzo Pardo que años
por su preocupación por la injusta distribución de las aguas más tarde, ya en Zaragoza, fueron sus puntos de apoyo
circulantes por el suelo español y, de modo más dramático —como él mismo reconoce en repetidas ocasiones— para
aún, por el solar aragonés. Aparcaremos, pues, las relaciones ir profundizando en un pensamiento esencial: la necesaria
entre los dos altoaragoneses para recalar en la fuerte impron- comparecencia del Estado en la administración hidráulica,
ta costista en el ideario del creador de las confederaciones de una parte, y la urgente acometida de una gestión unitaria
hidrográficas de España en marzo de 1926. de todas las agua de una misma cuenca, de otra.
Ni que decir tiene que no
puede obviarse el apoyo que
El costismo de Lorenzo Pardo Lorenzo Pardo recibió de in-
telectuales y políticos de la
talla de Azorín, Ramiro de
José Ramón Marcuello Maeztu, Martínez Lacuesta
y, sobre todo, del diario HE-
Periodista y escritor RALDO DE ARAGÓN y
del cheso y ministro Manuel
Marraco Ramón, unidos to-
Curiosamente, el «bautismo hidráulico» de Manuel Lorenzo dos ellos por un fuerte ideario regeneracionista.
Pardo tuvo lugar en la ciudad natal de Costa, Monzón, y Pero la gran ocasión, el momento histórico de completar el
con motivo de una obra largamente reivindicada por el León camino sugerido por Mallada y formulado por Costa fue po-
de Graus desde la Cámara Agrícola del Alto Aragón por él sible gracias al decisivo apoyo de otro gran ingeniero de Cami-
puesta en marcha: el Canal de Aragón y Cataluña. nos, algo mayor que él, Rafael Benjumea, el futuro Conde de
Ello sucede en 1905, un año antes de la inauguración del Guadalhorce. Benjumea fue nombrado ministro de Fomento
gran canal por Alfonso XIII y también un año antes de la en el primer Directorio Civil del peculiar «dictador regenera-
adscripción de Lorenzo Pardo a la entonces denominada Di- cionista» Miguel Primo de Rivera y lo primero que hizo fue
visión Hidráulica del Ebro con base en Zaragoza. Entre Cos- llamar urgentemente a Madrid a Lorenzo Pardo para que le
ta y el ingeniero castellano–aragonés media justamente una explicara, en una pocas cuartillas, su viejo proyecto: a las pocas
generación puesto que cuando Lorenzo Pardo nace en 1881, horas, nacía la Confederación Hidrográfica del Ebro.
Costa viven en Madrid el prólogo de sus años dorados y más Corría un 5 de marzo de 1926 pero un par de años antes,
combativos en pleno bostezo de la restauración canovista. en el homenaje rendido a Costa en Graus el 11 de mayo de
Pero es la pérdida de Cuba y Filipinas en 1898 la que une 1924, Manuel Lorenzo Pardo, en un encendido pero bien
realmente a uno y otro personaje, es decir —como también medido discurso se preguntaba lo siguiente: «¿Es España un
los vincula con Mallada—, el vendaval regeneracionista. Lo- gran pueblo que no encontró a su hombre o es Costa el gran
renzo Pardo vive el desastre colonial desde la visceralidad hombre que no encontró a su pueblo? Ambas cosas han ocu-
romántica de un joven recién ingresado en la Escuela de Ca- rrido, las dos son ciertas. Solo vive el espíritu de Costa. En
minos de Madrid. En sus escritos zaragozanos, el ingeniero cambio España parece vivir sin espíritu ¿Ha habido algo que
evocará con frecuencia la rabia que a los universitarios más pudiera consolarnos de este abandono?».
despiertos de su generación les supuso la vertiginosa deca- Menos de dos años después, el propio Lorenzo Pardo daba
dencia de España y la falta de pulso y aun de patriotismo de con la salida oportuna del túnel que había comenzado a ex-
la mayoría de sus políticos. cavarse allá arriba, a orilla del Ésera que vio morir a Costa
Nada tiene de extraño, por ello, que en muchos de sus traba- hace ahora justamente un siglo.

100
8 El dolor
de España

Macías Picavea, Sabino Arana, Pi i Margall, Manuel Murguía, Santia-


go Alba o Ferrer i Guardia pueden considerarse, entre otros muchos,
como los pares del pensador aragonés

Ilustración: Pablo Calahorra


Los «pares» del prócer
Antón Castro
Periodista y escritor

J oaquín Costa no fue un caso aislado, ni entre los regeneracionis-


tas ni entre el amplio grupo de políticos, periodistas y escritores
que se preocuparon por modernizar España en el siglo XIX, pero
es difícil hallar a un intelectual tan proteico y arrebatado, capaz de asu-
mir tantos conocimientos, de mostrar tantas inquietudes y de pugnar
en tantos frentes, aunque no legislase ni pueda decirse que fuera un
hombre de suerte. Joaquín Costa era caótico, excesivo, curioso, de una
increíble capacidad de trabajo que popularizó un lema: «Despensa,
escuela y cien llaves al sepulcro del Cid». Una mirada a su vida y a
su cronología lo prueba: era un intelectual que lo mismo escribía de
leyes que de agricultura, con sus derivaciones de caciquismo, regadíos
o producción ganadera, igual escribía de enseñanza que de lenguas, de
arquitectura que de vivienda, de política o de sus diarios íntimos, y
también se atrevió con la ficción, en novelas como Justo de Valdediós,
estudiada por Agustín Sánchez Vidal, o en la inacabada Último día
del paganismo.
En esta inclinación a los registros novelescos, Joaquín Costa coinci-
dió con otro personaje fundamental, inscrito en el Regeneracionismo,
como Ricardo Macías Picavea (1847–1899), un republicano progresis-
ta, discípulo de Julián Sanz del Río y de Nicolás Salmerón, que se hizo
fuerte en Valladolid, donde dirigió el periódico La Libertad. Desde allí
desplegó sus ideas para mejorar España que pasaban, también, por la
reforma agraria, la desaparición del caciquismo y la urgencia por revelar
el frágil sentido democrático de Cánovas. Macías Picavea fue uno de los
«pares» de Joaquín Costa y un continuador de sus teorías, como se ve en
El problema nacional. Hechos, causas, remedios (1899), que tiene algo
de libro paralelo al costista Oligarquía y caciquismo, e incluso se atrevió
a hacer pedagogía social con la novela y con la creación de un espacio
imaginario, claramente castellano, como Valdecastro. Macías Picavea
creaba un personaje, Bermejo, que retorna al origen con una misión
regeneradora.
Hemos empezado por el polígrafo cántabro esta especie de aproxi-
mación a esos personajes claves que mantuvieron pensamientos, líneas
de acción y actitudes paralelas a las de Costa. Pero si ha habido un per-
sonaje semejante en tantas iniciativas al aragonés ese ha sido Francisco
Giner de los Ríos (1839–1915), un andaluz de Ronda que era filósofo,
pedagogo, ensayista y un renovador de la educación en España. En sus
justos términos, Giner de los Ríos fue el gran ideólogo de la educación
moderna en España. Llegó a Madrid en 1863, algunos años antes que
Costa, había asimilado las teorías de Karl Krause, el magisterio del peda-

102
gogo soriano Sanz del Río (1814–1869) y siempre se mostró partidario
de la agitación de las conciencias; en el interior de las aulas, opuso la
libertad y la creatividad a la autoridad. Él fue el fundador y director de
la Institución Libre de Enseñanza, que sería determinante en espacios de
transformación del país, como la Junta de Ampliación de Estudios o la
Residencia de Estudiantes. Joaquín Costa colaboró estrechamente con
él: juntos se opusieron a la educación de la Restauración, y el montiso-
nense dirigió el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza y participó
con intensidad y entusiasmo en el Congreso Pedagógico Nacional de
1882. Aunque Costa se caracterizó por un carácter atormentado, que

La etnografía y el folclore como bases de inspiración jurídica

La vigencia perenne de Joaquín Costa en


los debates sobre identidad y cultura
aragonesa se fundamentan en su condi-
ción de precursor en diferentes y varia-
dos campos del conocimiento. El magne-
tismo de su personalidad y lo acertado de
sus tesis, basadas en sus conocimientos
enciclopédicos y en su intuición, anima-
ron a varias generaciones de dialectó-
logos romanistas, etnógrafos y juris-
tas a seguir sus sendas.
Danzantes de Graus, interpretando el baile de las
Lo intrincado y diverso de sus intere-
espadas, a finales del XIX. Archivo Histórico Provincial
ses no nos debe confundir. Costa fue,
de Huesca
ante todo, un jurista y reformador so-
cial. Sus valiosas aportaciones al co-
nocimiento de la lengua y la cultura ara- En el ámbito de los estudios dialectales la aportación de
gonesas y españolas debemos situarlas en Costa fue decisiva para situar en primer plano científico el
el ámbito de la Filosofía del Derecho. Para Costa interés por el estudio de las hablas locales y, sobre todo,
las instituciones del derecho civil son a la vez causa por desarrollar una genial teoría sobre los procesos de
y efecto de las prácticas y valores culturales de un hibridación lingüística en las áreas fronterizas. Varias ge-
pueblo, en una dialéctica histórica que configura el neraciones de romanistas han seguido la estela de sus
carácter de cada sociedad. estudios: Morel, Saroïhandy, Rohlfs, Alonso, Alvar.
Cabe citar, como aportaciones mayores, sus Sin embargo, son dos obras suyas: Derecho consuetudi-
diversas incursiones al campo de la literatu- nario y economía popular de España (1880) y La libertad
ra, la mitología y la religiosidad de los pue- civil y el Congreso de Jurisconsultos aragoneses (1883)
blos hispánicos, desde sus raíces celtíberas: aquellas que siguen constituyendo un referente fulcral
Poesía popular española. Mitología y literatura para los estudios etnográficos y antropológicos. La insti-
celto–hispanas (1888), La religión de los celtíberos y su tución de la casa, el derecho consuetudinario de familia,
organización política y civil (1917). Junto a estos traba- sus instituciones, el sistema de herencia, las formas de
jos, precedidos por innumerables artículos, el interés de organización comunal son dovelas maestras para la com-
Costa por la cultura popular se reflejó en su participa- prensión de la cultura aragonesa y pirenaica en su devenir
ción, junto a Rafael Salillas, en la Encuesta del Ateneo de histórico.
Madrid sobre los rituales de nacimiento, boda y muerte Joan J. Pujadas
(1901), obra que marca la consolidación de los estudios Catedrático de Antropología Social
etnográficos en España. de la Universidat Rovira i Virgili (Tarragona)

103
Público formando fila en el Ateneo
pasaba del amor al odio con pareja rapidez, puede decirse que entre
de Madrid desde las primeras horas
Giner y él hubo comunión de almas, de intereses y de visiones. Con
de la mañana para oír un discurso
Krause, los dos fueron defensores de una ética laica.
de Miguel de Unamuno a principiosFrancisco Pi i Margall (1824–1901) quiso ser muchas cosas en su apa-
de siglo XX. Archivo ABC. Autor: Julio
sionante e intensa existencia. Hijo de tejedor, fue seminarista, pero pronto
Duque
descubrió una clara atracción por la literatura, que le llevaría a firmar una
especie de modesta enciclopedia de las regiones en La España pintoresca
(1842), de numen romántico e influjo de Milá y Fontanals. Se doctoró en
Filosofía y en Leyes, y en 1847 llegó a Madrid, donde pronto manifestaría
su ideología anticlerical. La iglesia presionó para que abandonase algu-
nos de los proyectos en los que trabajaba, como
Francisco Pi i Margall quiso ser mu- Bellezas y recuerdos de España, y rechazaría el
chas cosas en su apasionada e inten- libro Historia de la pintura, bajo el estigma de
sa existencia. Nacido en 1824, a los anticatólico. En 1854 optaría definitivamente
30 años optaría definitivamente por por la política. Y desde ese instante, su carrera
la política pareció no tener un instante de sosiego: intentó
ser diputado por Barcelona sin fortuna, fundó
la revista La razón (1856), polemizó con Caste-
lar, se opuso a la monarquía y se situó cerca de Prim; posteriormente fue
perseguido por el gobierno de Nárvaez y hubo de exiliarse. En ese tiem-
po, aprovechó para fortalecer su formación: leyó y tradujo a Proudhon.
Permaneció tres años en París, y regresó con «La Gloriosa» —el levanta-

104
miento revolucionario de septiem-
bre de 1868 que supuso el fin de
Isabel II—. Se afilió al Partido Re-
publicano Democrático Federal y
obtendría el puesto de diputado. Y
más tarde, en aquella atmósfera de
continuas tensiones y esperanzas,
fue ministro de varias carteras y
presidente de la I República espa-
ñola, desde el 11 de junio al 18 de
julio de 1873. Y en ese breve lap-
so se propuso la Constitución de
1873, que contenía enunciados y
principios que estaban muy cerca
del movimiento reformador que
defendería Costa. Estatua de Santiago Ramón y Cajal, escultura de Benlliure, en las escaleras
Pi i Margall presentó su dimi- centrales del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. Archivo HERALDO

El derecho consuetudinario

La costumbre es una norma no escrita que procede di- gios, libertades, usos y costumbres del Reino. Los De-
rectamente del pueblo. El derecho aragonés tiene ori- cretos de Nueva Planta de 1707 que disuelven las Cortes
gen consuetudinario. Al inició de la Reconquista se apli- y la posibilidad de legislar deberían haber potenciado la
caba el derecho romano. Cabe preguntarse: ¿Por qué se costumbre como fuente renovadora, pero no fue así. En-
separaron de este sistema jurídico tan completo? Para tramos en un periodo de decadencia del derecho arago-
sobrevivir. Roma aplicaba el derecho a todo el imperio y nés y los autores, con algunas excepciones como Franco
en nada se parecía la situación de la Toscana a la de los o Guillén, no la tienen en consideración.
valles del Pirineo, donde era necesario reforzar la casa Indudablemente, quien retoma el interés por la costum-
y evitar que en cada sucesión se dividiera. En última ins- bre y logra movilizar de nuevo a los juristas de la época
tancia la costumbre tiene su base en la libertad civil y fue Joaquín Costa, quien consideró que el derecho vi-
en el principio standum est chartae, estar a lo pactado. gente se encontraba en la costumbre. Hizo un estudio
Aunque ningún fuero lo recogiera expresamente, auto- sociológico sobre las costumbres de la época que influyó
res como Molino consideraron que la costumbre podía en la Comisión compiladora del proyecto de 1904.
derogar la ley. El Apéndice del año 1925, hecho en época de la dicta-
Los llamados Privilegios de la Unión y el Fuero de Privi- dura de Primo de Rivera, no mencionó la costumbre. La
legis de 1283 confirmaron todos los fueros, usos y cos- Compilación de 1967 basándose en el derecho histórico
tumbres de Aragón sin pretensión jerarquizadora. y en los antecedentes próximos recuperó su valor, dán-
En época medieval, la costumbre formalizada por los no- dole más importancia que la que tiene en el Código civil.
tarios creó numerosas instituciones: las capitulaciones El artículo 2 de la Compilación establece que frente a la
matrimoniales, los pactos sucesorios, la legítima formal costumbre solo prevalecen las normas imperativas o
o el testamento mancomunado, todas ellas prohibidas prohibitivas aplicables en Aragón, mas tarde se añadi-
por el Derecho romano, que fueron recopiladas en las ría la Constitución; las demás normas, las dispositivas o
Observancias y en los Fueros. permisivas, no derogan las costumbres. Además facilita
El avance del proceso codificador hace que la costumbre la prueba, cuya carga no corresponde, como en el Códi-
pierda importancia como elemento renovador del dere- go Civil, al que la alega. Reformas puntuales posteriores
cho, pero sigue teniendo fuerza para obligar. Desde el han seguido por este camino.
Fuero del año 1348, en su toma de posesión, el rey, los Fernando García Vicente
justicias, jueces y oficiales juraron respetar los privile- Justicia de Aragón

105
sión, diría años después que se había visto sobrepasado por la situación,
por sus escrúpulos legalistas ante el movimiento cantonalista que se ex-
pandía, y siguió en política y en el periodismo unos años más, transfor-
mado ya en un modelo de político federalista con eco en el parlamento.
Su trayectoria es compleja y variada, rica en anecdotarios y disputas,
pero Pi i Margall estuvo siempre ahí, en primera línea de fuego: pelean-
do con Nicolás Salmerón, con Castelar, oponiéndose al general Pavía,

Las lenguas de Aragón

Todos los estudiosos de Costa destacan su gran curio- titución Libre de Enseñanza correspondientes a 1878 y
sidad intelectual, que le llevó a interesarse en diversas 1879.
ramas del conocimiento: derecho, política, antropolo- Puede leerse ahora, completo y dignificado en su pre-
gía, sociología, economía, agricultura. Y sobre todas sentación tipográfica, en J. Costa, Textos sobre las
ellas escribió. Pero conviene advertir que trató igual- lenguas de Aragón. I. Los dialectos de transición en
mente de otras materias, en las que también hizo con- general y los celtibérico–latinos en particular. —in-
tribuciones notables: la lingüística y —muy en relación trod. de R. Sistac, Zaragoza, Aladrada, 2010—. Se trata
con esta— la literatura popular y el folclore. de un ensayo, novedoso en su tiempo, y que hoy toda-
Se ha escrito que Joaquín Costa hablaba con sus veci- vía se lee con interés. Quizá la parte de mayor interés
nos de Graus en grausino —el aragonés ribagorzano para los aragoneses, también la más ampliamente
local—. El profesor Juan Carlos Ara, que publicó en documentada y la que aporta más materiales recogi-
1995 la correspondencia de Costa y ahora prepara la dos directamente sobre el terreno, es la duodécima,
edición de sus diarios, ha precisado que lo primero que titulada Dialectos ribagorzanos y demás aragoneses–
escribió fue un romance en grausino, cuando tenía diez catalanes y catalanes–aragoneses; realización de
años, en 1856 (lo recuerda en un cuaderno de 1868). la ley genética dialectal; zonas isoglosas exteriores;
Su conocimiento y su interés por la lengua autóctona subzonas; cruzamiento del vocabulario y de la gra-
arranca, pues, de sus primeros años, ya que por su re- mática: ejemplos; avance progresivo de los dialectos;
sidencia en Monzón y en Graus estaría acostumbrado zonas isoglosas interiores, etc.
a oírla y a practicarla. Pero se acrecienta en Madrid, Más allá de las disquisiciones teóricas, lo más inte-
cuando estudia —además de Derecho— Filosofía y Le- resante son los datos concretos, las informaciones,
tras, con lo que adquiere los rudimentos de la filología. los materiales, que nos ofrecen una visión de primera
Ese interés por la cuestiones filológicas le llevó a re- mano sobre la situación lingüística en la parte nor–
copilar textos de la literatura popu- oriental de Aragón —la que hoy co-
lar: pastoradas, leyendas, romances, rresponde a Ribagorza, La Litera y
motes, adivinanzas, refranes…, en los Baix Cinca—.
que refleja de forma bastante escru- Aquí vemos cómo Costa es un pre-
pulosa el dialecto aragonés ribagor- cursor de la descripción dialectal del
zano. Algunos de estos materiales ribagorzano y, en algunos aspectos,
se publicaron —vid. Textos sobre las de la lingüística y la filología romá-
lenguas de Aragón II. Artículos y otros nica. Es destacable la utilización del
escritos, ed. de J. I. López Susín, Za- término isoglosa —según su defini-
ragoza, Aladrada, 2010—. ción, «líneas que unen los lugares
Pero su trabajo más importante y donde se habla un mismo idioma o
más amplio sobre cuestiones lingüís- un mismo dialecto de transición»—
ticas es el titulado Los dialectos de J.-J. Saroïhandy. Foto publi- casi 15 años antes (1878) de que lo
transición en general y los celtibéri- cada en el libro Lingüística en hiciera el introductor «oficial» del
co–latinos en particular, publicado en el Alto Aragón. Zaragoza, PUZ/ concepto en dialectología —el dialec-
varios números del Boletín de la Ins- Xordica, 2005. tólogo letón Bielenstein, en 1892—.

106
que lo metió en prisión, y liderando hasta su muerte el Partido Federal.
Su biografía resume la corriente alterna de la vida pública española de
la segunda parte del siglo XIX. Austero como era e ilustrado en la estela
del enciclopedismo francés, se alejó del victimismo de la Generación del
98 y de los regeneracionistas al defender, en el caso de la pérdida de las
colonias, la libre autodeterminación de Cuba.
Santiago Alba Bonifaz (1872–1949) empezó como periodista y

Vemos también aquí a un J. Costa interesado por las el Sr. Laborda, fue publicado en la Revista de Aragón
lenguas propias de Aragón, el aragonés y el catalán. de julio–agosto–septiembre de 1902, con el título de
Como destaca Ramón Sistac, «lo que interesa real- Informe del Sr. Saroïhandy, con un prólogo de Joa-
mente de la obra lingüística de Joaquín Costa —apar- quín Costa.
te de la noticia y descripción del estado del aragonés, Saroïhandy escribe en el informe de 1898: «Antes de
el catalán y las hablas de transición en Aragón a fina- ir a Tortosa, he visitado el Alto Aragón para estudiar
les del siglo XIX— es su enorme contribución a sentar un dialecto que parece de transición entre el castella-
las bases de lo que más adelante se convertiría en no–aragonés y el catalán, que ya había sido objeto de
la filología aragonesa». Y también «su clarividencia un trabajo por D. Joaquín Costa…». Y en el informe de
al demostrarnos que otro Aragón, el Aragón que as- 1901: «D. Joaquín Costa, dispuesto siempre a darme
pira a defender su diversidad lingüística y cultural al particulares muestras de deferencia, consiguió para
mismo nivel que se defiende de oficio, por ejemplo, mí una carta del gobernador de la provincia de Huesca
la paisajística, la arquitectónica o la gastronómica, es en la que este me recomendaba a los alcaldes y a los
todavía posible». oficiales de la Guardia Civil». Por su parte, J. Costa
J. Costa era consciente del atraso de España y de termina su introducción a este informe diciendo: «No
Aragón en materia de filología, y procuraba estar al olvidemos nosotros que le debemos este servicio emi-
tanto de las novedades bibliográficas (sus notas al nente: el haber iniciado el estudio científico del habla
ensayo lo testimonian) y mantener contacto con los aragonesa».
grandes maestros de la especialidad en ese momen- Saroïhandy publicó en vida varios artículos sobre
to: M. Milá i Fontanals en Barcelona, A. Morel–Fatio el aragonés y sobre el catalán de Aragón, pero eran
y G. Hérelle en París, H. Schuchardt en Alemania,… mucho más importantes los materiales inéditos so-
Precisamente la lectura del ensayo sobre Los dialec- bre el aragonés que en forma de fichas y cuadernos
tos de transición… llevó a Morel–Fatio a interesarse de campo habían sido depositados a su muerte en la
por las hablas ribagorzanas. Tanto es así que envió Biblioteca de la Universidad de Burdeos: recogidos
un discípulo, con una beca de la École des Hautes directamente en 135 pueblos del Alto Aragón entre
Études de París, para realizar diversos trabajos (en 1896 y 1913, suponen cerca de 35.000 registros léxi-
la Biblioteca Nacional de Madrid y en Tortosa) y de cos. Desde 1999 los estudia Óscar Latas, becario del
paso estudiar estos dialectos aragoneses de transi- Instituto de Estudios Altoaragoneses, y los publica en
ción al catalán. Es así como Jean–Joseph Saroïhandy 2005, con el título Misión lingüística en el Alto Aragón,
(1867–1932), lingüista francés de familia vasco–fran- de PUZ/Xordica, 2005.
cesa, se instaló en Graus en 1896 y con la ayuda de Estos materiales resultan imprescindibles para co-
informantes de la zona realizó el estudio sobre el nocer la situación del aragonés en los primeros años
grausino que se publicó en el Annuaire de l’École des del siglo XX, y la labor de Saroïhandy, esencial para el
Hautes Études de Paris, 1898, pp. 85–94. Nuevamen- nacimiento de la filología aragonesa. Y en el origen de
te becado el año 1900, estudió los dialectos arago- todo esto está Costa, con su enorme curiosidad inte-
neses de Ansó y Hecho, con noticias de otros valles. lectual y el aprecio por la lengua de su tierra.
Este estudio fue publicado en el citado Annuaire el Francho Nagore Laín
año 1901, pp. 106–118. Traducido al castellano por Profesor titular de la Universidad de Zaragoza

107
pronto se pasó a la política. Participó en el proyecto de la Unión Na-
cional y en 1901 logró ser diputado por Valladolid. Ese partido nacía
de la suma de iniciativas de Basilio Paraíso, presidente de las Cámaras
de Comercio, y del propio Santiago Alba, que dirigía la Liga Agraria,
y de los sueños de Costa. Pero este salió chamuscado de la experiencia:
cedió en sus postulados en aras de la armonía, redactó un texto que no
tuvo efectividad y por pareceres antagónicos con los de Paraíso acabó
alejándose del grupo dirigente de aquel partido popular y republicano.
Paraíso y Alba lograron salir diputados y Costa retornaría a Aragón, con
otro fracaso más a su espalda. Alba, además, asumiría varios ministerios
Rafael Altamira, escritor, historia- —de Marina, Instrucción Pública y Bellas
Artes, Gobernación, Hacienda y de Estado a
dor y pedagogo, director de periódi-
lo largo de casi treinta años— con Alfonso
cos y revistas, también fue profesor XIII, pero esencialmente puede decirse de
de la ILE él, «un liberal en tiempos difíciles» según sus
biógrafos, que fue un continuador de Joa-
quín Costa. Tras la Guerra Civil y el triunfo de Franco, se exilió en
Portugal; regresó a España para morir en 1949. Para cerrar esta tenta-
tiva política de Costa —el político indesmayable que «no legisló»—,
debemos recordar que Basilio Paraíso, dicho sea de paso, no fue el
único «par» aragonés de Costa: tendríamos que citar a dos inequívo-

Antiguos párvulos en el jardín de la Institución Libre de Enseñanza, en Madrid. Archivo ABC.

108
cos regeneracionistas como Juan Pío Membrado, cuyo universo recreó El doctor Rafael Altamira, durante la
Ramón Mur en su novela Sadurija, y Lucas Mallada, autor de Los conferencia que ofreció en la Expo-
males de la patria y la futura revolución española (1890). Y, en otra sición Nacional de Valencia, en 1910.
dimensión, a Santiago Ramón y Cajal. Archivo ABC, fotografía realizada por
Vicente Barbera Masip
Rafael Altamira (1866–1951) es uno de los más claros continuadores
de Costa en su percepción y defensa del Regeneracionismo. Escritor,
historiador y pedagogo, director de periódicos y revistas, también fue
destacado americanista: realizó un viaje decisivo de casi un año a dis-
tintos países, desde Argentina y México a Cuba y Estados Unidos, que
fructificó en el volumen Mi viaje a América. Se integró pronto en el
círculo krausista, Giner de los Ríos, Manuel Bartolomé Cossío —otro
personaje que debería figurar en esta nómina— o Salmerón, y realizó
una importante obra literaria y pedagógica y además asumió importan-
tes cargos en áreas de educación. Fue profesor de la Institución Libre de
Enseñanza y se exilió en México.
Otro humanista cuyo esfuerzo resulta conmovedor es Francisco Fe-
rrer Guardia (1859–1909). Encarna la pasión por el conocimiento. Es
un referente fundamental de la pedagogía libertaria, defendió la co-
educación y se pasó media vida combatiendo los métodos caducos de
la época, sin importarle la cárcel, en la que estuvo en varias ocasiones.
Era internacionalista, anticlerical, y defendió las ciencias y las huma-
nidades, abogó por la relación del niño con la naturaleza y por el pen-

109
samiento libre, y sus teorías tuvieron gran éxito en ateneos populares.
Fundó en Bélgica la Liga Internacional para la Educación Racional de
la Infancia. En 1909, fue detenido y acusado de ser el instigador de la
revuelta anticlerical que dio lugar a la «Semana Trágica». Fue juzgado
por un tribunal militar y fusilado el trece de octubre de ese mismo
año, con el consiguiente escándalo nacional e internacional. Anatole
France escribió poco después: «Su crimen es el de ser republicano,
socialista, librepensador. Su crimen es haber creado la enseñanza laica
en Barcelona, instruido a millares de niños en la moral independiente.
Su crimen es haber fundado escuelas».
Si volviéramos los ojos hacia otros focos de agitación o de reivindicación,
hallaríamos en el País Vasco a Sabino Arana (1865–1903), uno de los pio-
neros del nacionalismo vasco, creador de la ikurriña con su hermano Luis,
romántico y católico, y esencialmente un escritor con ínfulas que se escoró

Santiago Alba cooperó con Costa en


la Unión Nacional y fue más tarde
diputado liberal por Valladolid.
Archivo ABC. Fotografía de Rivero.

110
Manuscritos.
Refranes, dichos, pastoradas y excursiones para entender mejor el mundo

Texto de Costa en la carpeta Refranes ribagorzanos «Excursión al Pirineo» forma parte de las reflexio-
donde aparecen algunos: «Cuando una puerta se cierra nes de Costa en sus salidas al territorio. AHPH
otra se abre» o «De hora a hora Dios mejora». AHPH

Capella, Laguarres, Lascuarre, Benabarre, Luzás, Roda, de cerca, Costa recogía estos textos, lo mismo que los
Puebla de Roda, Torres del Obispo, Perarrúa, Puente de refranes populares. Sus excursiones por el Pirineo eran
Montañana y otros pueblos fueron fuente de inspiración las de un viajero ávido de conocer desde las costumbres
para Joaquín Costa. Le servían igual una conversación y los dialectos a las especies animales y de la vegetación.
entre sus vecinos como las vistosas pastoradas, presi- Además se detenía en las actividades y labores agrarias
didas por el párroco y las autoridades, mientras los gai- o en los proyectos de regadíos como el del pantano de La
teros amenizaban el festejo. Por regla general, las pas- Peña o el Canal de Tamarite o enclaves naturales como
toradas hacían referencia a algún hecho curioso. Para la montaña de Castanesa. Todo servía para el acopio de
conformar su investigación sobre el mundo y conocerlo información y posterior interpretación.

hacia un nacionalismo excluyente y xenófobo. Si mirásemos hacia Galicia, se


vivía el Rexurdimento que tenía —junto a la tríada de poetas: Curros Enrí-
quez, el poeta cívico; Rosalía de Castro, la poeta popular, social y metafísica;
y Eduardo Pondal, el poeta mitológico— a Manuel Murguía (1833–1923)
como a uno de sus referentes, uno de los apóstoles de un galleguismo balbu-
ciente. Y lejos, rondando de aquí para allá, como visitadora de cárceles y abo-
gada de un feminismo incipiente, estaba Concepción Arenal (1820–1893),
que también aspiraba a modernizar España desde otra perspectiva: la de la
igualdad de sexos. Joaquín Costa dedicó muchas, muchísimas páginas a rea-
lizar una apasionada defensa de la mujer.

111
Impulsor, junto con Mallada y Picavea, de expediciones científicas y geográficas

Con el 98 casi en su eje vital, aunque ciertamente algo Mollá, una disciplina vacía de contenidos propios, con re-
asimétrico, Costa y sus contemporáneos asistieron a un ferencias coloniales y dependencia de la geografía extran-
proceso histórico que afectó a nuestra materia en lo te- jera y de las ciencias naturales propias. Las tendencias
rritorial, es decir, en lo que atañía a la geografía política conceptuales divergían hacia el determinismo cientifista
real, con una drástica y definitiva reducción de dominio; de Beltrán y Rózpide, que buscaba el establecimiento
pero al mismo tiempo contribuyeron con sus plantea- de leyes en la influencia de las condiciones geográficas
mientos y obras a la implantación intelectual en España sobre los pueblos, y hacia el antropocentrismo de Torres
de una renovadora geografía pedagógica, aplicada al pro- Campos, que entendía que «la Tierra es el dominio del
greso y hasta sentimental —o al menos participaron más hombre» y que la Geografía tiene por objeto enseñar a
o menos pasivamente en ella—. De un modo o de otro éste tal dominio propio. Recordemos, en relación con To-
lo geográfico se dejó sentir, ya fuera con sentido crítico, rres, la inserción de la Geografía en la educación como
con talante regeneracionista o literario, en esa bisagra de algo más que mera instrucción, con un acercamiento di-
nuestra historia reciente como pocas veces ha influido en recto al paisaje como forma de aprendizaje y como bene-
el pensamiento político, con dolor histórico, con voluntad ficio moral. Ambos criterios estuvieron, por ello, explícita-
renovadora agrarista e hidráulica y en el sentimiento del mente ejercidos en la Institución Libre de Enseñanza. En
paisaje propio como una seña de identidad. el programa de la Institución se potenció de este modo el
Aunque hubiera entonces algunos pocos geógrafos de descubrimiento directo del paisaje, recogido y emprendi-
personalidad señalada que estuvieron presentes en este do por Giner, Riaño, Cossío, así como por sus naturalistas,
proceso, realmente los intelectuales y políticos que lo geógrafos y excursionistas. Menéndez Pidal se refirió di-
encabezaron no tu- rectamente al «empeño
vieron necesidad de Lo geográfico se dejó sentir, ya con de Giner por hispanizar
acudir a ellos como sentido crítico, con talante rege- una nueva y austera pe-
recurso profesional, neracionista o literario, con dolor dagogía, incluyendo en
pues sus ideologías ella, mediante un activo
histórico, con voluntad renovadora
de trasfondo geo- excursionismo el íntimo
agraria e hidráulica
gráfico surgieron conocimiento del solar
más que de aplica- patrio».
ciones científicas, de una necesidad de planteamientos En cuanto a la dimensión colonial, es cierto que ya la ex-
correctores sociales y territoriales, o incluso de visiones pedición sahariana de 1886 fue una exploración de estilo
redentoras, y de unas honduras culturales colocadas en colonial moderno en un medio difícil, hostil y desconocido,
otras perspectivas. Se trató, pues, en esencia, más de por un grupo reducido de cinco individuos sin apoyo real
una geografía como necesidad que del uso de una cien- sobre el terreno, materialmente tragados por el desierto.
cia aplicable. Pero sí hubo una proclama extendida de tal Aunque este viaje estaba incluido oficialmente en una po-
necesidad. lítica colonial, no obstante se dio en el marco de un impe-
Aún en 1916, escribía Azorín que a España se la podía de- rio en parte exiguo, sobre todo flaco en África, y en parte
finir como un país donde nadie sabía geografía. No obs- en declive, pues se realizó sólo 12 años antes del 98. En
tante, la vinculación desde fines del XIX de las cuestiones él participaron personalidades singulares, entre ellos el
nacionales a cuestiones geográficas se manifiesta con naturalista Quiroga. En el libro Los Baroja, de Julio Caro,
el claro entretejido entre geografía y Regeneracionismo, editado en 1978, se le menciona de este modo: «Es curio-
explícita por ejemplo, entre otros, en Picavea, en Costa o so observar... el poquísimo interés que despertaba África
en Reparaz. Y posiblemente esta conciencia influyó en la entre los intelectuales de su época (se refiere a la de su
minoritaria incorporación científica de España a la geo- tío Pío Baroja)... Nuestras últimas empresas africanas no
grafía moderna de Europa y América. La misma incapa- fueron iniciadas por las clases conservadoras... Fueron
cidad colonial atribuida entonces a España por nuestros hombres como don Francisco Coello, Joaquín Costa, Az-
autores críticos, como Bartolomé y Mas, fue imputada a cárate, etc. los que insistieron en que había que tender la
nuestra ignorancia geográfica. influencia española por África y uno de los primeros que
La geografía española hacia 1900 era aún, según Manuel sentaron las bases... fue el naturalista Quiroga, que perte-

112
necía al grupo de la Institución Libre de Enseñanza». Qui-
roga, en efecto, se relaciona directamente con la escuela
de Madrid, con maestros como Casiano de Prado, Calde-
rón, Macpherson y con discípulos como Lucas Fernández
Navarro. Vinculado de modo directo a Giner de los Ríos
fue fundador y miembro de la Institución Libre de Ense-
ñanza y, lógicamente, fue guadarramista. Prueba de ello
es que participó en la promoción de la renombrada «So-
ciedad para el Estudio del Guadarrama» el mismo año de
su expedición africana, y también lo corrobora la incorpo-
ración de su nombre a los de los geólogos recordados en
la Fuente cercana al Puerto de Navacerrada, participando
así en el reconocimiento a los que, como dice la placa de
tal fuente, fueron «sembradores de cultura y amor a la
Naturaleza». En fin, es expresivo del estilo naturalista e
institucionista que aquella expedición africana acabara en
Tenerife con la ascensión al Teide de Quiroga y Cervera.
Más tarde, en 1905, se creó la «Comisión de Estudios del
Noroeste de África», en la Sociedad de Historia Natural —
no estrictamente geográfica— y ello motivó la existencia
de expediciones científicas a África en 1906, 1907, 1908, Reproducción de un grabado de Erhard de la costa
1913 —con Dantín como geógrafo—, 1934, etc., lo que no africana, guardado entre los documentos de Joaquín
deja de ser meritorio. Costa sobre campañas geográficas. AHPH
En este movimiento intelectual y político —como en Ma-
llada, Macías Picavea o Costa—, se intenta la demolición relación vital con la cultura europea paisajista, con Amiel,
de las leyendas blancas sobre nuestro territorio, su sus- Byron o Senancour. Esta imagen geográfica, está, pues,
titución por una visión realista, aunque sea áspera, y la poblada de símbolos, contenidos, significados. Las ver-
reparación activa de los inconvenientes físicos que se tientes entre regeneracionistas y noventayochistas esta-
oponen al progreso. ban, pues, diferencia-
Una «regeneración», En contraste con Costa, que propone das. En contraste con
según comentaba Ca- cruzar el país por un sistema arte- Costa, cuando propone
jal, centrada en la lu- cruzar el país por un
rial hidráulico de canales y pantanos,
cha contra las «des- «sistema arterial hi-
Azorín esgrimía su apreciación direc-
gracias» geográficas dráulico» de canales y
de España, como su
ta del paisaje derivado de la aridez pantanos, Azorín es-
aridez. Moret quería, grimía su apreciación
por ello, «rehacer la geografía de la Patria», y Picavea directa del paisaje derivado de la aridez, un encuentro
conseguir «una regeneración de la patria por la transfor- de la identidad en la sequedad del paisaje y, por tanto, la
mación del suelo», ya que «es el problema geográfico... conveniencia de conservar ese paisaje y esa identidad. La
nacional, vital y primario», como enseña «la geografía geografía se concebía, en cualquier caso por todos ellos,
física de España». tanto por Azorín como por Picavea, como «base del pa-
Finalmente, la literatura del paisaje, la literatura de las triotismo», y por tanto como «primera ciencia». Así afir-
montañas, las llanuras, los campos y ciudades, corres- maba Costa que «todo el territorio debe ser la escuela
ponde a la generación del 98, y está basada en una idea mientras no pueda serlo todo el planeta». Los geógrafos
de reciprocidad entre paisaje y cultura e incluso entre de hoy tenemos esta deuda con ellos.
paisaje y persona. El paisaje, repite Unamuno, es con- Eduardo Martínez de Pisón
ciencia, estado de conciencia. Y en él se restablece una Catedrático emérito de Geografía Física

113
C
uando se produjo la restauración de la monarquía bor- miento por parte del Estado de la soberanía que es inherente al
bónica en 1874, Aragón vivía inmerso en un período individuo y a la familia en el círculo de sus relaciones privadas».
de claro renacimiento cultural y desde los ámbitos jurí- Con dicho apotegma, Costa consagró la prevalencia de la volun-
dicos se percibía un notable ambiente de regeneración. Los aires tad individual, expresada libremente a través del pacto, aun en
compiladores autóctonos, que se intuían en la mayor parte de los contra de lo establecido por el Derecho escrito. No cabía en rea-
territorios forales, se respiraban en Aragón con gran intensidad. lidad un principio jurídico más democrático: por la libertad del
En el año 1880 sintió el calor de la imprenta la Recopilación de pacto, el pueblo aragonés podía manifestar sus deseos cotidianos,
los Fueros y Observancias vigentes en el antiguo Reino de Aragón que posteriormente los legisladores darían forma legal.
de Emilio de la Peña, con un trascendental prólogo de Joaquín En el propio Congreso se encargó al jurista aragonés Mariano
Gil Berges, fechado el 31 de diciembre de 1879 y publicado el 15 Ripollés la realización de una memoria de las sesiones, pero ésta,
de enero de 1880 en la Revista de Aragón. En dicho prólogo se si llegó a escribirse, nunca vio la luz. Fue una obra de Joaquín
proponía la celebración de un congreso de juristas aragoneses con Costa, titulada La libertad civil y el Congreso de Jurisconsultos
la finalidad de tratar la situación del Derecho Civil y preparar un Aragoneses, la que todavía hoy sigue siendo la principal fuente de
proyecto de código de Derecho privado aragonés. información de estas reuniones. Resultó, en realidad, una notable
Como reacción a la iniciativa aragonesa, el ministerio se vio reseña personal, en la que el polígrafo de Graus dejó su particular
obligado a variar el rumbo de la codificación civil española y re- impronta como ardiente defensor del Derecho consuetudinario.
nunció finalmente a imponer a todos los territorios el Derecho En dicha obra Costa perpetuó las conclusiones del Congreso:
castellano. A través del Real Decreto de 2 de febrero de 1880, el «I. Es oportuna, y además conveniente, la codificación del Dere-
ministro Álvarez Bugallal adscribía a la recién creada Comisión cho foral vigente en Aragón.
II. Al hacerse la codificación del Dere-

El congreso de Juriconsultos cho civil aragonés, deben aceptarse re-


formas y supresiones aconsejadas por
la experiencia.

Aragoneses de 1880 III. Hecho el Código civil aragonés,


deberá solicitarse que sea promulgado
como ley de Aragón, y que rija mien-
Guillermo Vicente y Guerrero tras no se publique el Código general
civil de España.

Historiador y jurista IV. Si llega a formularse un proyecto


de Código general civil de España,
deberá solicitarse que se incluyan en
codificadora un vocal o representante por cada territorio con fue- él las instituciones fundamentales del Derecho civil aragonés
ro, correspondiendo a Aragón Luis Franco y López. como Derecho General de España o como Derecho particular
El Congreso de Jurisconsultos Aragoneses de 1880 marcó un de Aragón.
antes y un después en la disputa entre foralismo y codificación V. Después de promulgado el Código civil aragonés, deberá acu-
en España. Por aquel entonces, la importancia de Aragón en el dirse al Derecho general para suplir sus deficiencias».
conjunto de territorios que integraban la nación era incuestiona- Todo el proceso dicotómico unificación legislativa versus foralis-
ble, y más en el campo jurídico, que seguía constituyendo una de mo, que sin duda marcó el devenir jurídico del siglo XIX, conclu-
las principales señas de identidad aragonesas. No es una cuestión yó sin el triunfo claro de ninguna de las tendencias enfrentadas.
baladí que precisamente Zaragoza haya sido escenario de los dos Por un lado, se publicó en 1888 el Código civil para todo el terri-
congresos foralistas más trascendentes de la Edad Contemporá- torio español. Sin embargo, su artículo 12, al delimitar el régimen
nea española (1880 y 1946). jurídico de los diversos territorios forales, estableció que, salvo las
El Congreso se celebró entre el 4 de noviembre de 1880 y el 7 de disposiciones del título preliminar y las referidas al matrimonio,
abril de 1881, en el salón amarillo de la Diputación de Zaragoza. en lo demás, las provincias y territorios en que subsistía el Dere-
Congregó a más de trescientos letrados y el discurso inaugural co- cho foral, lo conservarían por el momento en toda su integridad,
rrespondió a Gil Berges. Joaquín Costa, por aquellas fechas profe- sin que sufriera alteración su actual régimen jurídico.
sor en la matriense Institución Libre de Enseñanza, participó de En definitiva, y pese a que formalmente se predicaría lo contrario,
forma muy activa, en especial a través de su labor como miembro en la pugna entre Razón e Historia, el triunfo, por lo menos res-
de la ponencia de su sección primera. Su principal aportación pecto a la unificación del Derecho privado, no correspondió a la
consistió en subrayar el valor de la costumbre y la interpretación primera, en buena medida gracias al importante papel que jugó
del apotegma standum est chartae como expresión de la libertad el Congreso de Jurisconsultos Aragoneses. Otro destino muy
civil, que salió consagrada como el auténtico eje de todo el De- distinto corrió sin embargo el viejo y proscrito Derecho público
recho aragonés. aragonés, anatematizado ya por los castellanos desde los luctuosos
Siguiendo al mismo Costa, dicho axioma supone «el reconoci- sucesos de 1707.

114
9 La utilización
de su mensaje

Costa ha muerto. Nace el mito. Después del 8 de febre-


ro de 1911 y la apoteosis fúnebre de Zaragoza, las di-
ferentes facciones ideológicas encuentran siempre un
mensaje del León de Graus adecuado a sus propósitos,
desde los republicanos a los aragonesistas y anarquis-
tas, pasando por Primo de Rivera y Franco

Ilustración: Alberto Gamón


El símbolo. Los recuerdos selectivos
Carlos Serrano Lacarra
Historiador

E
n septiembre de 2010, la ciudadanía aragonesa lloró la muerte
de José Antonio Labordeta. Por voluntad de su familia, las flores
llegadas a su capilla ardiente serían después depositadas en la
tumba de Joaquín Costa en Torrero. Eloy Fernández Clemente, profun-
do conocedor de la figura y obra de Costa e íntimo amigo de Labordeta,
vinculó las memorias de ambos bajo la común dedicación a la lucha por
la libertad, por la justicia y por Aragón.
Labordeta era admirador de lo que Costa significaba. Participaba de
una simpatía asumida por la izquierda aragonesa que, desde los últimos
años del franquismo, había unido a sus demandas de libertad y demo-
cracia un discurso territorial, en el que las fórmulas costistas de regene-
ración y su apuesta por lo aragonés ocupaban un espacio de privilegio.
Andalán y el Partido Socialista de Aragón sintetizaban esas inquietudes.
Y también un PCE que, con Vicente Cazcarra como líder aragonés,
apostaba por un regionalismo de clase. Tanto el PCE como los grupos
germinales del PSA formaban parte de la Junta Democrática de Aragón,
que en un manifiesto de 1975, situaba a Costa entre los ancestros de un
necesario regionalismo aragonés.
El PSA formaba parte de la Federación de Partidos Socialistas, que a
nivel estatal concurrió en coalición a las primeras elecciones democrá-
ticas, las de 1977, con el Partido Socialista Popular de Enrique Tierno
Galván. Este había escrito a principios de los sesenta un libro —Joaquín
Costa y el Regeneracionismo— en el que tildaba al de Monzón de pre-
fascista. En su parcial análisis pesaba la exhibición que, de su ideario
sintetizado en las alusiones al «cirujano de hierro», a la extirpación del
caciquismo y a las interpelaciones a las clases neutras, había hecho gala
el dictador Primo de Rivera. Tierno reproducía la antipatía intelectual
que hacia Costa habían mostrado décadas antes Ortega y Azaña, entre
otros, que localizaron en el discurso costista un populismo arcaizante
que casaba mal con su idea liberal–burguesa,
Las figuras de Joaquín Costa y José culturalista y elitista de reconstrucción nacio-
Antonio Labordeta están vinculadas, nal y democrática.
tal como opinan muchos pensado- La candidatura que en Aragón había de
abanderar la alternativa del socialismo autóc-
res, a la lucha por la libertad, por la
tono en las Cortes constituyentes —Unidad
justicia y por Aragón Socialista se llamaba la citada coalición— ob-
tuvo un escaño en la persona de Emilio Gas-
tón. En el seno del PSA se interpretó como un fracaso que concluyó
en el desembarco de parte de sus cuadros en el PSOE, mientras otros
se centraban en sus profesiones o apoyaban con diferente intensidad al

116
PCE. Quedó un PSA residual que viró hacia el nacionalismo aragonés Homenaje a Costa, el 12 de febrero
y que entre sus objetivos planteaba «emular y ensalzar la figura de Joa- de 2011, en el mausoleo de Torrero
quín Costa como la más representativa del aragonesismo de izquierdas y donde está enterrado. Entre otros, en
como gran defensor de la cultura, la identidad y el progreso de nuestro primer término, la consejera, Mª Vic-
toria Broto, y al fondo, a la derecha,
pueblo con una concepción federalista, europeísta y universal». Frente a
el biznieto de Costa, Joaquín Ortega,
la tumba del León de Graus recordarían cada 8 de febrero el aniversario
el historiador Gabriel Jackson —sen-
de su muerte, incluido el de 1983, cuando el partido estaba a punto de tado— y el comisario del Centenario,
firmar su disolución. Cristóbal Gómez Benito. Foto: Arán-
Esos primeros ochenta de emergencia autonomista y de pragmatismo, zazu Navarro. Archivo de HERALDO
fueron amargos para las soluciones de izquierda diferenciadas de un PSOE
que inauguraba el desarrollo del Estatuto tras su victoria en las primeras
elecciones autonómicas. En mayo de 1983, el nuevo presidente de las
Cortes, Antonio Embid, señalaba: «tenemos la oportunidad de probar,
así, esa frase tantas veces recordada de Joaquín Costa sobre la capacidad
del aragonés para emitir Derecho». Los socialistas habían accedido unos
meses antes al gobierno de España, tras una campaña salpicada esporá-
dicamente de referencias territoriales. Como la que, en el mitin central
de Alianza Popular en el zaragozano teatro Fleta, llevó a citar repetidas

117
veces a Joaquín Costa. Una lectura conservadora y biempensante que, si
ampliamos estos términos a la consideración de «reformista para prevenir
desórdenes», también tiene uno de sus hitos en el Costa «hidráulico».
Aragón tiene en el agua una seña de identidad —objeto de defensa
frente a las amenazas externas— y, a la vez, un elemento de debate in-
terno (llano–montaña). Costa, que como buen utópico era un optimista
—ajeno a ese pesimismo que a veces se le ha endilgado—, soñaba con
un país del que hubieran huido el hambre, la incultura y el caciquismo,
desterrados por la abundancia, la educación
Periódicamente el recuerdo de Cos- y la cultura democrática impulsados por las
ta es utilizado por quienes defien- aguas salvadoras que habían de convertir el se-
den soluciones trasvasistas y por cano en regadío. Una lógica positivista, muy
los que se niegan a mercadeos con del diecinueve e incardinada en un contexto
el agua de crisis crónica, que cuantificaba el progreso
en aumento de recursos y de población, y que
no ha envejecido bien porque las circunstancias son muy diferentes a las
de hace un siglo.
Periódicamente el recuerdo de Costa es utilizado por quienes de-
fienden soluciones trasvasistas y por los que se niegan a mercadeos
con el agua, por quienes postulan el riego a manta, la construcción de
pantanos e infraestructuras sin reparar en medios, pero también por
los defensores de una nueva cultura del agua. Nuestro pensador fue
muy citado en las diferentes coyunturas de amenaza de trasvase (1974,

Manuscritos.
Noticias demasiado alarmantes

Manuscrito del farmacéutico Vicente Castán, cuya imagen aparece sobre estas líneas. Colección Venancio Castán

Vicente Castán, farmacéutico de Graus y cuñado del que ofrecía la prensa sobre la salud del pensador.
pintor Ignacio Zuloaga, que reflejó varias vistas riba- En la misiva, el boticario se mostraba sorprendido y
gorzanas en su obra pictórica, remitió una carta a Ca- pedía al director una rectificación. La carta estaba fe-
lixto Ariño, director del Diario de Avisos de Zaragoza, chada el 20 de enero de 1911, 20 días antes de la muer-
expresando su malestar por las noticias alarmantes te de Costa.

118
1993–94, 2000–2001), sobre todo en comunicados de consenso y co- La revista Nuevo Mundo, en sintonía
lumnas periodísticas. No tanto en los mensajes de partidos políticos, con el resto de la prensa española,
para los cuales Costa es un suministrador eventual de retórica, de fra- dedicó tres páginas a la muerte de
ses lapidarias útiles en debates parlamentarios… y basta. Ni siquiera Costa. En la ilustración, fotografías
partidos que tienen en el agua su bandera han llevado costismo explí- de Capella y Alfonso. Archivo de la
Diputación Provincial de Zaragoza
cito a sus programas.
La lógica del agua como pacificadora social se trasladó a la política de
las confederaciones hidrográficas —uno de los puntales de la propaganda
primorriverista, como demostraría el propio dictador en la inauguración
del monumento a Costa en Graus en 1929—, entre las cuales la del Ebro,
con Manuel Lorenzo Pardo al frente, se vendió como modelo a seguir. La
otra dictadura padecida por España en el siglo XX, más cruel y duradera,
que siguió a ultranza y sin control la política pantanística y colonizado-
ra de secanos, no utilizó apenas la figura de Costa. No había feeling del
general pequeñito y de voz atiplada hacia esa figura rotunda, barbada y
tronante. Los dos eran rebeldes, pero cada uno a su manera —el uno lo
había sido contra un Gobierno democrático, el otro lo fue siempre contra
la injusticia—. Pese a lo divergente de sus ideas, les emparentan torticeras

119
interpretaciones quirúrgicas y antidemocráticas, que algunos periodistas
de esencia neocon y reaccionaria reavivan de vez en cuando.
El Costa hidráulico también era visto con fervor por los aragoneses de
la emigración en Cataluña que, a partir de la segunda década del veinte,
ensayaron fórmulas de sociabilidad de aire reivindicativo quitándose los
corsés «apolíticos» que atenazaban a entidades como el Centro Aragonés
de Barcelona. Entidad esta, por cierto, que consiguió que el consistorio
de la ciudad condal cambiara el nombre de la calle Poniente, donde se
asentaba la sede del Centro, por la de Joaquín Costa. Los activos publi-
cistas de la Unión Aragonesista y El Ebro vieron en Costa un trasunto
aragonés del Almirall catalanista y federal al que admiraban muchos de

Costa. El entierro de una leyenda

Llovía cuando el cadáver de Costa recorría las calles montañosa que él veía desde el balcón de su casa de
de Zaragoza camino de Torrero. No podía ser de otra Graus. Y otros imaginaron que solo el Moncayo estaría
manera. Más de 30.000 personas habían desfilado ante a la altura de su gloria. Allí la cabeza de Costa, como en
su cadáver. Muchos miles más acompañaron sus res- un nuevo Memorial Valley, haría llegar el cierzo mon-
tos a su última morada. Salvo las calles y plazas que caíno a todos los rincones de Aragón. Costa se había
recorría el cortejo, el resto de la ciudad quedó desierta. convertido en una leyenda, ya en vida, y su muerte no
Zaragoza no tuvo otro quehacer ese día que enterrar a podía permanecer ajena al discutido final de tantos
Costa. Era el domingo 12 de febrero y llovía, un símbolo héroes. Cheney, su biógrafo último, constata el hecho,
de dolor pero también de regeneración, de vida. Como «extraño y simbólico», en el registro del cementerio de
la propia muerte de Costa, en el sentir de quienes lo Torrero no existe constancia de su entierro, oficialmen-
lloraban sinceramente, quienes tenían la esperanza de te su cadáver no existe. Quién sabe si a la postre, Costa
que la muerte de Costa fuera un motivo para hacer vivir consiguió su deseo y su cenizas se mezclan con la tie-
su legado, para hacer realidad su mensaje redentor y rra grausina de Las Forcas.
regenerador. Muerte y resurrección de Costa. Y Zara- Pero el hecho es que Costa, la leyenda, el símbolo, el
goza vivió el mayor acontecimiento fúnebre de su his- nuevo Moisés de la España en éxodo, es enterrado en
toria. También la mayor explosión de dolor y de afecto Zaragoza.
a persona alguna. Y eso que el destino de los restos de Todo el respeto, la admiración, el fervor que inspiró
Costa no estuvo ausente de polémica. Una figura de su en vida la personalidad de Costa tuvo en su entierro
talla estaba hecha para el Panteón de Hombres Ilustres su momento de eclosión. Un desbordamiento senti-
de la patria. Pero Aragón la reclamó. Una campaña de mental de tal calibre como se conocen pocos en la
HERALDO se puso en movimiento a las pocas horas de historia española. Como si tanta veneración, tanto
su muerte. Y encontró el apoyo general. Aunque hubo afecto, tanto agradecimiento acumulado a lo largo de
impulsos más contundentes. Embalsamado el cuerpo su generosa trayectoria de hombre público no se hu-
del difunto, el día 10, al punto de la mañana, salía des- biera plasmado suficientemente en vida, el pueblo,
de Graus el féretro en una galera camino de Barbas- el pueblo llano, ese pueblo al que él tuvo siempre
tro. Allí recibió el primer homenaje de la población y como meta de su entrega vital, tal vez alcanzó a com-
pueblos alrededores. Transportada a hombros la caja prender en ese momento final, en su definitiva reti-
funeraria hasta la estación, el tren emprendió su viaje a rada, que desaparecía un hombre, un hombre sin par,
Madrid. Pero entre Barbastro y Graus estaba Zaragoza, único tal vez en la historia española por su inflexible
y allí miles de zaragozanos dispuestos a que sus restos honestidad, con el que tenía una deuda infinita. La
no pasaran de la estación del Arrabal. Y aquí se que- eclosión, el desbordamiento del entierro de Cos-
daron. El empeñoso baturro consiguió al fin detener el ta fue como el pago de esa deuda, sin que en dicho
tren, ya que no que se apartase. Costa había expresa- impulso faltara tampoco el sentimiento de culpa de
do el deseo de ser enterrado en Las Forcas, una zona quienes, en los últimos años del «león de Graus», el

120
sus convecinos. El aragonesismo cultural y político, tan desestructurado
y testimonial como entusiasta, tan esforzado como huérfano de referen-
cias, encontró en Costa su héroe precursor.
El anticaciquismo ligado al anticentralismo, las fórmulas de salvación
económica que ahuyentaran el fantasma de la emigración, el agua, las
loas a la Historia, al Derecho, a los Fueros, a las barras... a la perso-
nalidad histórica y jurídica aragonesa —sobre todo en momentos de
crisis o amenaza externa—, formaban parte de un aragonesismo que
se contemplaba dentro de una concepción federal de España. Costa no
fue un nacionalista aragonés aunque algunas frases suyas, sujetas a con-
textos muy concretos, también fuesen utilizadas como argamasa para la

de un Costa al que se llegó a calificar como «el gran ingratitudes ni las ofensas recibidas en esta tierra suya,
fracasado», no tuvieron con él el reconocimiento que a la que consagró los frutos más elevados de su ingenio,
merecía la generosa, la absoluta donación de su vida la esencia más pura de su entendimiento, los efluvios
a la causa de los demás. El entierro de Costa fue un más cordiales de su alma noble y esforzada. Ha muerto
desbordarse de todos estos sentimientos, resumidos Costa sin recibir de Aragón un homenaje admirativo. Con
en dos, admiración y deuda. dolor de corazón lo decimos; ha muerto Costa sin que
Ya el primero de los editoriales de HERALDO, nada más sus paisanos cumplieran con él, en vida, elementales y
conocerse el fallecimiento del ilustre altoaragonés, lo santos deberes á los que estábamos todos muy obliga-
ponía de manifiesto con harto dolor, con evidente de- dos».
mostración de culpa: Tras el féretro de Costa desfiló aquella tarde del 12 de fe-
«Ha muerto Costa sin que Aragón, su patria, haya de- brero de 1911 toda Zaragoza, y la conciencia histórica de
mostrado con hechos que sabía corresponder al amor España. Por eso HERALDO tituló al día siguiente a toda
que siempre le tuvo aquél hijo ilustre, rectísimo, sobre página aquella jornada «Homenaje nacional a Costa».
cuyo ánimo generoso no hicieron mella los agravios, las Juan Domínguez Lasierra

Portadas de HERALDO sobre la muerte de Costa, con imágenes tomadas por Freudenthal y Grasa. Hemeroteca
Municipal de Zaragoza

121
La revista Nuevo Mundo ofreció en
construcción de un líder carismático basado en un estereotipo previo, y
1929 un amplio reportaje fotográfico
que suplió las carencias de un movimiento que nunca fue de masas. El
de la inauguración del monumento
14 de abril de 1931, Gaspar Torrente proyectaba uno de sus primeros
de Joaquín Costa en Graus al que
pensamientos tras la proclamación de la República hacia el que él consi-
acudió el propio Primo de Rivera.
deraba su referencia máxima: «¡Si Costa levantara la cabeza!». Unos años
Archivo de la Diputación Provincial de
más tarde, desde su partido Estado Aragonés, su revista Renacimiento
Zaragoza
Aragonés, sus campañas por el Frente Popular y por la autonomía que
se había de plebiscitar tras el Congreso de Caspe... Torrente seguiría
teniendo a Costa como aragonesista de cabecera.
Uno de los primeros en declararse en público
La idea generalizada en torno a Cos- como «nacionalista aragonés», fue un seguidor
ta nos habla de un intelectual hones- de Costa. El grausino Ángel Samblancat escri-
to cuyos proyectos políticos, anhelos bió un artículo en 1915 en Ideal de Aragón,
regeneracionistas y vertebradores periódico de los republicanos autónomos, en el
del tejido social fueron frustrados que apoyaba ese nacionalismo en las ideas de
Joaquín Costa. Antes de labrarse una carrera
política que concluiría en 1939 en el exilio mexicano, Samblancat escri-
bía artículos contra los caciques locales en el periódico oscense Talión,
junto a otros activistas altoaragoneses —Ramón Acín, Gil Bel, Joaquín

122
Maurín y Felipe Alaiz—. Una generación que partió del final de trayecto
ideológico de Costa (el republicanismo) llevándolo hacia donde, quién
sabe, tal vez Costa hubiese llegado de haber vivido veinte años más: las
doctrinas revolucionarias, bien el marxismo crítico (Maurín), bien el
republicanismo furibundo y anticlerical mudado en anarcosindicalismo
(Samblancat), bien el anarquismo de agitación escrita (Alaiz, Bel) junto
a otro anarquismo heterodoxo, pedagógico, artístico y afable (Acín).
Los métodos de enseñanza de Acín tenían mucho de costistas. El artista
oscense trabajó el molde de un relieve con la cabeza de Costa: iba a ser
una placa, al final no realizada, para su calle en Zaragoza. Y también de
la cabeza se valió para dibujar su proyecto de monumento–montaña con
la leyenda «Joaquín Costa, cantera inagotable de enseñanzas y remedios
para la patria». «Enseñanzas y remedios» nos remite al maestro y al sana-
dor —que no al cirujano—, y no deja de resultar curioso oír la palabra
«patria» en boca de un librepensador como Ramón Acín. A buen seguro,
esa patria tenía un sentido diferente al de otras patrias. Otros anarquistas
también incluirían en su iconografía la figura de un Costa colectivista. Un
Costa del que el pensamiento libertario reivindicaba un carácter más mo-
ralizante que político, de tradicionalismo ácrata y agrario. Aunque algunas

Ramón Acín, en su estudio, realizan-


do el molde para el relieve con la
cabeza de Costa. Archivo HERALDO

123
de estas facetas también las reivindicaba, por ejemplo, El Ribagorzano. El
periódico que había sido tribuna grausina del polígrafo, y que iba a trasla-
dar su sentimiento de orfandad a una divinización del «hombre–cumbre»,
combinaba conservadurismo con ideas de reforma, tradicionalismo con
afanes comarcalistas.
Ribagorzano era el citado Samblancat que, pocos años después de la
muerte de Costa, se vio envuelto en un agrio debate —¿o una pugna por
un legado?— con otro de los amigos del montisonense. El republicano
Manuel Bescós, reputado como escritor progresista («Silvio Kossti»), ha-
bía cultivado una estrecha amistad con Joaquín Costa durante los últimos
años de vida de este —fue el autor de su epitafio en Torrero—. Bescós
pertenecía a la Cámara Agrícola del Alto Aragón, considerada descendien-
te espiritual de Costa, que en octubre de 1915, en plena Guerra europea,
lanzó un manifiesto a favor de los imperios centrales, alineándose con
las fuerzas conservadoras germanófilas frente a la aliadofilia de sectores
liberales, demócratas y republicanos. La opinión de izquierda consideró
un insulto que la Cámara utilizase como argumentación la memoria de
Costa, y Samblancat cargó en una serie de artículos contra el manifiesto y

Portada de HERALDO DE ARAGÓN


del 8 de febrero de 1914, en la que
se mostraba, con una ilustración
fotográfica de Aurelio Grasa, el
estado de las obras del mausoleo
de Costa en Torrero. Hemeroteca
Municipal de Zaragoza

124
contra la Cámara —«Costa es una hostia con el que no pueden comulgar
todas las bocas»—, retando a Bescós: «Si usted logra demostrarme que
Costa, si viviera, sería germanófilo, me cisco en él» porque «yo soy costista
de los pensamientos de Costa, no de su retórica ni de sus barbas».
La polémica ilustra sobre cómo pueden defenderse posturas encon-
tradas utilizando argumentos de una misma persona, si se seleccionan
oportunamente las frases. Dos años después, todavía con Europa en lla-
mas, el republicano Venancio Sarría desmentirá las tesis germanófilas a
través de fragmentos de diferentes textos cos-
tianos, pidiendo que «no injurien su nombre La polémica ilustra sobre cómo
venerando poniéndolo al servicio del kaiseris- pueden defenderse posturas encon-
mo. No zarandeen el magno ideario costista...» tradas utilizando argumentos de una
Esta imagen del «santo laico» será alimentada misma persona, si se seleccionan
por la izquierda aragonesa y española hacia un oportunamente las frases
Costa que siempre navegó con su retórica en-
tre mares de mesianismo.
Las alusiones a Costa trufadas de retórica providencialista, redento-
ra y pseudorreligiosa, saturada de epítetos... salpican muchas páginas
publicadas a partir del momento en que los zaragozanos interceptaron
la vía del tren en la estación del Arrabal para evitar que su cuerpo sin
vida siguiera camino hacia Madrid. Suscripciones populares para elevar
un mausoleo que conoció múltiples proyectos, estatuas... mientras se
imponía la necesidad de «levantar un monumento en las conciencias».
Lo que, junto a la política hidráulica redentora, significaba poner en
práctica sus ideas en el ámbito educativo. El colegio Costa de Zaragoza
ejemplifica esa demanda.
Como pensador poliédrico, el discurso de Joaquín Costa tiene lectu-
ras de izquierda y de derecha. Encontramos un Costa tradicionalista,
protofascista, republicano, aragonesista, colectivista y cuasi anarquista.
Un agrarista y un europeísta modernizador. Lo amplio y ambiguo de
una obra dispersa sobre innumerables soportes facilitó que su mensaje
fuese propicio al corta–pega por parte de quien buscaba argumentos
para sus tesis.
La idea generalizada en torno a Costa nos habla de un intelectual
honesto cuyos proyectos políticos, anhelos regeneracionistas y vertebra-
dores del tejido social fueron frustrados y cuyos sueños de mejoras para
su querido territorio aragonés no pudieron ser llevados a la práctica. A
Costa se le ha llamado «populista imaginario» porque las contradiccio-
nes —campesinado–pequeña burguesía–proletariado, campo–ciudad,
reforma–revolución— le impidieron articular un discurso realmente
popular. Sí que es popular como «personaje», lo que no significa que
sea conocido. Sus frases emblemáticas —que en el siglo XXI le hubie-
ran garantizado una carrera como publicista creador de eslóganes—, su
apariencia física, sus modos y escenografía tronantes y apocalípticos,
ese carácter granítico extrapolable a la aridez del paisaje aragonés... le
convierten en personaje plano. Pero este hijo lúcido de su tiempo, cons-
ciente de unos problemas a los que intentó dar solución desde sus capa-
cidades y desde sus limitaciones, sigue siendo citado porque su discurso
contiene recetas que en el fondo son tan actuales como, puestos al día,
muchos de los problemas que denunció.

125
La huella
La memoria del pensador aragonés y sus aspiraciones,
proyectos y sueños intelectuales continúan, cien años des-
pués, siendo un referente. Calles, monumentos y bustos
dedicados a su figura suponen el legado patrimonial que el
León de Graus ha dejado en multitud de localidades. Afa-
mados escultores, pintores y arquitectos han querido ren-
dir su particular homenaje a Costa con obras sufragadas
en muchos casos por el pueblo.
Iniciativa de los zaragozanos fue también enterrar sus restos

En 1896 el Estado asumió la finalización


del Canal de Tamarite (después denomi-
nado de Aragón y Cataluña). Los regan-
tes, 100 años después, inauguraron la
Ruta del Canal, que permite conocer la
aplicación hidráulica del sueño costista.
Tamarite homenajeó a Costa con el mo-
numento de la imagen, de Iñaki (1982).

El monumento de Graus fue diseñado


por García Mercadal y realizado por José
Bueno. Aunque se sufragó por suscrip-
ción popular, Alfonso XIII aportó 5.000
pesetas de las 40.000 que finalmente cos-
taron. El 22 de septiembre de 1929 fue in-
augurado de manera solemne por Primo
de Rivera. El entorno de la estatua ha sido
objeto reciente de una remodelación de
cara al centenario.

126
de Costa
en el cementerio de Torrero, donde se erigió un mausoleo
obra de Félix Lafuente, Manuel Bescós y Dionisio Lasuén. La
obra civil de la cripta, además, fue proyectada por José de
Yarza y Echenique.
Este y otros monumentos resultan, sin duda, una manera de
compensar la deuda que Aragón tiene todavía con este pen-
sador polifacético que hizo de casi todo aunque, como reza su
epitafio, nunca legisló.
Clara Duplá

El escultor Ángel Orensanz es el autor


del monumento que la localidad natal
de Costa tiene dedicado a tan ilustre
hijo. Elaborado en chapa metálica, está
ubicado en la avenida de Lérida, centro
neurálgico de Monzón. Se inauguró en
1978 y ya es una tradición arraigada la
ofrenda floral que cada año los vecinos
realizan ante la estatua.

La «mejor escuela de España», como la denominó la prensa, fue


inaugurada en Zaragoza el 24 de noviembre de 1929. El Grupo Es-
colar Joaquín Costa, obra del arquitecto Miguel Ángel Navarro,
fue concebida en sí misma como un monumento en el que poner
en práctica los ideales pedagógicos del ilustre regeneracionista.

El relieve de Costa en la fachada curva Zaragoza rinde homenaje a Joaquín Costa


del colegio Gascón y Marín de Zaragoza con una estatua levantada en la plaza de
supone, junto con los otros 13 retratos Santa Engracia, por iniciativa de la Peña
esculpidos, un homenaje a la educación Solera Aragonesa. El busto del aragonés
y al talento, según los ideales regenera- fue elaborado en chapa de hierro sobre un
dores de la España de la época. El edificio pedestal de piedra. Inaugurada en junio de
es obra del arquitecto municipal José de 1979, en plena transición española, la es-
Yarza y Echenique y quedó solemnemen- tatua representa el deseo de recuperar el
te inaugurado el 11 de mayo de 1919. espíritu de Costa.

127
D
e pocos autores podrá decirse como de Costa atención de destacados profesores como Cheyne, Tuñón de
que sobre ellos han escrito gentes de la más va- Lara, Jackson, Gil Novales, Fernández Clemente o Delgado
riada condición. Lo han estudiado casi por igual Echeverría, y al mismo tiempo la de autores tan peculiares y
las derechas y las izquierdas, y esa atracción que siempre ha difíciles de clasificar como su sobrino y catedrático de veteri-
despertado Costa entre gentes de muy diferentes ámbitos e naria Pedro Martínez Baselga, Enrique Vallés de las Cuevas,
ideologías ha hecho que muchas veces no se haya entendido emparentado con la nobleza, que publicó en 1976 La revo-
suficientemente bien cuáles fueron sus ideales, o que éstos lución en España y Joaquín Costa, o Esteban Ferrer Guarga,
se hayan ido adaptando, torticeramente en ocasiones, a los que en uno de sus libros sobre Costa, a modo de preámbulo,
intereses de unos u otros. Es difícil en verdad entender cómo publicaba la carta que le había enviado el Jefe de Relaciones
Costa pudo interesar por igual a Cirilo Martín Retortillo Públicas y Propaganda de la Caja de Ahorros y Monte de
—autor de un puñado de libros fascistas durante la guerra Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja comunicándole su ne-
civil y la posguerra—, que lo hace propulsor de la recons- gativa a editarle ese libro.
trucción nacional, y al «republicano, revolucionario, auto- Pero Costa no sólo fascinó a políticos e historiadores. Tam-
nomista, francófilo, anticlerical y anarquizante» —como bién a escritores y estudiosos de la literatura, tan numerosos
nos recordó José Domingo Dueñas que se definió— Ángel como dispares, que se dejaron seducir por su arrolladora per-
Samblancat, que escribió de Costa en mayo de 1923 una sonalidad: José Fola Igurbide —autor de un poco conocido
«semblanza y psicografía» en el número 1 de la revista bio- drama, Joaquín Costa o el espíritu fuerte, estrenado en el
Teatro Circo de Za-
ragoza en diciembre
En recuerdo de algunos costistas de 1915—, Luis An-
tón del Olmet, José

José Luis Melero García Mercadal,


Edmundo González
Blanco, Manuel Ci-
Escritor ges Aparicio, Alfon-
so Zapater, Agustín
Sánchez Vidal o el
gráfica Siluetas que editaba en Madrid la «Prensa Roja» del ya citado José Domingo Dueñas, autor de un indispensable
aragonés Fernando Pintado, y que, tras haber sido compa- Costismo y anarquismo en las letras aragonesas en 2000.
ñero de Eduardo Barriobero en los disparatados tribunales Aunque, a decir verdad, no acierto a comprender cómo
revolucionarios de Barcelona, volverá a ocuparse de nues- tantos autores se han atrevido a acercarse a la vida y obra de
tro hombre en su exilio mejicano y publicará en Ediciones Costa en vista del trágico final de algunos de sus más nota-
Orbe El genio monstruo de Costa, de Aragón y de España bles estudiosos. Luis Antón del Olmet, su primer biógrafo
en 1946. Cuesta comprender por qué Costa suscitó la admi- importante tras Marcelino Gambón, murió asesinado por
ración de conservadores como Ramiro de Maeztu y Ricardo el escritor Alfonso Vidal y Planas en el Teatro Eslava en
Royo Villanova o del republicano moderado Basilio Paraíso, 1923. Vidal y Planas declaró en el juicio que se indignó al
y a la vez la del institucionista Gumersindo de Azcárate, que conocer que Antón del Olmet se entendía con su mujer, a
dedicó el último verano de su vida a escribir su necrología la que él había sacado de un lupanar para hacerla su esposa.
para la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Mar- Ciges Aparicio, otro de sus grandes biógrafos, que había
celino Domingo, que esbozó una pequeña biografía de Cos- sido periodista en Zaragoza —dirigió el diario republicano
ta en 1926 para la revista Figuras de la raza, Enrique Tierno El Progreso entre 1903 y 1904 y contó su paso por la ciu-
Galván, estudioso de su faceta regeneracionista y que no se dad en su libro El libro de la decadencia. Del periódico y
recató en tacharlo de «prefascista», Andrés Saborit, autor del de la política (1907)—, fue fusilado en la guerra civil por el
clásico estudio sobre Costa y el socialismo —en cuyo libro bando al que pertenecía Ramiro de Maeztu, autor a su vez
nos dio a conocer la historia del aragonés Vicente Lacambra, de Debemos a Costa (Zaragoza, 1911), quien sería tam-
que estuvo diez años encarcelado por un crimen que no ha- bién asesinado en la guerra, esta vez por el bando en el que
bía cometido—, o Juan Morán Bayo, uno de los primeros militaba Ciges. Otros como Marcelino Domingo y Ángel
socialistas cordobeses, catedrático de agricultura y diputado Samblancat murieron en el exilio, ese mismo exilio que
en las Cortes Constituyentes de la II República, y autor en también padeció hasta la muerte de Franco Andrés Saborit.
1931 de un estudio sobre la revolución agraria española en Así que discúlpenme, pero yo, por si esto de escribir sobre
el que estudiaba a Costa junto a Jovellanos y Fermín Caba- Costa trae mala suerte, me voy a retirar discretamente del
llero. Y tampoco es sencillo explicar por qué Costa concitó la costismo tras este artículo.

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