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Juliana Stone
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Sinopsis
Volver a casa, a Crystal Lake, se suponía que era una parada de
fin de semana para el portero de la NHL, Travis Blackwell. Pero un
encuentro con su exmujer se lo hace pensar dos veces. Y aunque
probablemente no sea una buena idea teniendo en cuenta su historia…
casado demasiado joven, él se había ido antes de que se secara la tinta
de los papeles del divorcio… decide quedarse durante el verano. Las cosas
son diferentes ahora. Él es mayor. No es tan salvaje. Algunos dirían que
incluso está asentado. Sabe que ella es la que se alejó, así que está
dispuesto a pasar por alto algunas cosas. Como el hecho de que ella lo
odie a muerte, y tiene todas las razones para hacerlo. Llámalo loco, pero
este portero tan sexy acaba de empezar el partido de su vida.
Capítulo Uno
Travis Blackwell no cuidaba bebés… al menos si podía evitarlo.
Claro, eran lindos en una forma de cara roja y retorcida. Pero eran
pequeños. Y delicados. Y sus malditos cuellos eran blandos como fideos.
Lo ponían muy nervioso, y aunque su flamante sobrino entraba
claramente en la categoría de los lindos… después de todo, era un
Blackwell… Travis no tenía ningún interés en acunar en sus brazos al
pequeño.
tonta en las caras de Wyatt y Regan, puede que no estuvieran muy lejos
del estado de felicidad de bebé que actualmente disfrutaba el mayor de
los Blackwell.
Por eso odiaba sentirse desubicado y con los nervios de punta. Miró
a su alrededor y frunció el ceño. Era este lugar. Crystal Lake. No era el
mismo. Claro que había restos de la ciudad natal que recordaba: el
instituto, el viejo molino, la presa donde casi se ahogó cuando tenía cinco
años, la isla Pottahawk. Pero había muchos más cambios. Nuevas
urbanizaciones al otro lado del lago, apartamentos y viviendas, y un
campo de golf de treinta y seis hoyos ubicado en medio de una elegante
casa club nueva. Solo para socios, le habían dicho. ¿Qué diablos tenía de
malo el viejo campo de dieciocho hoyos ejecutivos por la presa?
Algo tiró de él. No estaba seguro de lo que era, pero le hizo detenerse
y mantener las llaves congeladas en sus manos. Su ritmo cardíaco se
aceleró. Sus palmas se volvieron frías y húmedas. Y maldita sea si no se
sintió un poco mareado. Él. Travis Blackwell. El tipo al que sus
compañeros de equipo llamaban “hielo entre los tubos1”. Nada agrietaba
su exterior ni le hacía flaquear. Nada.
Excepto Ruby.
Travis había seguido adelante, y lo último que había oído era que
ella había hecho lo mismo. Ella tomó las ganancias de su acuerdo de
divorcio y desapareció.
Eso fue todo lo que necesitó Travis para saberlo. Era ella. Su Ruby.
Tragó con fuerza, sin poder apartar la mirada.
decir, ¿qué había estado haciendo Ruby? ¿Y por qué demonios había
vuelto ella?
El hombre se rió.
—¿Quieres un menú?
Ahora, en los libros de Travis, eso era un apodo del infierno, pero de
nuevo, la cosa de no juzgar entró en juego. El tipo era de Texas y había
jugado al golf en la primera división universitaria, así que no podía ser
tan malo. Había esperado un futuro en la PGA hasta que un accidente de
coche le quitó parte de la movilidad de su mano izquierda.
Travis asintió.
—Lo soy.
—Sí.
Capítulo Dos
—¿Le diste un puñetazo a él?
Era una mala novia. Con malos impulsos. Ah, y estaba todo el
asunto del control. Todo lo que necesitó fue un encuentro con Travis y
ella lo perdió. Era como si los diez últimos años no hubieran pasado.
Como si la mujer inteligente y sofisticada en la que se había convertido
nunca hubiera sucedido. Como si la vida que había construido para sí
misma nunca hubiera sucedido. ¿Cómo diablos había logrado Travis
Blackwell destruir todo eso en menos de un minuto?
—¿Dónde?
—No es divertido.
—Qué lástima.
Incluso si se lo merecía.
—¿Hudson?
Sidney asintió.
Ella asintió.
Pero la vida, tal como era, había decidido darle más de una cruz
que cargar, y menos de dos años después de haberse ido, se encontró de
nuevo en el único lugar en el que no quería estar. Una mujer menor se
habría derrumbado y habría tomado el camino más fácil y no habría
vuelto. Pero Ruby no era esa mujer. Además, Ryder la necesitaba.
—¿Ruby?
—¿Ryder?
Aunque Ruby no tenía que fingir con Sidney, pegó una sonrisa en
su rostro… una que decía que todo estaba bien… y asintió.
Diez minutos después, Ruby se dirigía al otro lado del puente, con
su caro Mercedes apuntando en dirección a The Rails. Sus raíces estaban
muy arraigadas aquí, pero no era la nostalgia lo que corría por sus venas
mientras conducía por calles que necesitaban ser pavimentadas,
bordeadas de casa antiguas. Algunas contaban con césped crecido o
jardines llenos de maleza, mientras que otras estaban abandonadas
desde hacía mucho tiempo, y sus ventanas tapiadas ahora tenían ojos
tristes, oscuros y ciegos que miraban en silencio hacia la calle.
Era una tontería, en realidad. Ella era una mujer adulta que había
hecho algo con su vida. Había hecho lo que otros no habían hecho, salir
de The Rails. Se arriesgó, apostó todo su dinero e invirtió en el nuevo
desarrollo al otro lado del lago. Ella era la única propietaria del resort The
Ella era un cliché. La clásica “chica del lado equivocado de las vías”,
llena de falsas bravuconadas y actitud. Una chica que mantenía su
corazón oculto bajo cicatrices invisibles. Esa chica nunca estaba lejos,
porque no se podía huir del pasado.
—Oh, eres tú. —La voz era áspera, ronca por los cigarrillos, y el
tono despectivo. Más que molesta, Ruby se acercó un par de centímetros
más, con los ojos ya totalmente ajustados a la tenue iluminación, y
frunció el ceño. Fiona Winters.
—¿Supongo que Dan está fuera? —El marido de Fiona era un buen
tipo. Lástima que estuviera casado con una adicta y… de nuevo sus ojos
se posaron en su hermano… con una adúltera.
Capítulo Tres
—Entonces, ¿cuál es tu plan?
Era domingo, y los primeros rayos del sol acababan de abrir el cielo
nocturno. Fuera, los pájaros saludaban la llegada de la mañana con un
entusiasta canto y, con un bostezo, Travis buscó una taza de café en el
armario. Volvió a mirar a su hermano con el ceño fruncido.
—Dios, Hudson, aún no son las seis. ¿Qué demonios haces aquí?
—Los fuertes golpes de su hermano lo habían sacado de la cama hacía
menos de diez minutos.
Hudson asintió.
—Lo hace.
—Sí.
—¡Travis!
—¿Qué pasa?
—No hay que preocuparse por eso. Ella no quiere tener nada que
ver conmigo, así que estamos bien.
—¿Y?
—Pero preciso.
preocupado por sus selecciones del draft, mientras que Mason Smith
pensaba que los Red Wings estaban pagando demasiado por la mayoría
de su plantilla, incluido Travis.
Él se encogió de hombros.
Ella miró por encima del hombro, y él siguió la mirada, con las
tripas apretadas mientras un poco de frío crecía en la boca del estómago.
Cuando ella se volvió hacia él, sus ojos azules eran claros, aquella
hermosa boca curvada en una sonrisa amarga.
malas, las había enterrado. Él no quería volver allí más de lo que lo hacía
ella. Y seguro que no quería hablar de ello.
sido el otoño pasado, cuando había estado en casa durante unos días.
Sabía a donde iba.
1 de mayo de 2009
Travis sacudió lentamente la cabeza. Tal vez era hora de lidiar con
el pasado. Tal vez era hora de poner algunos viejos fantasmas a
descansar. Arreglar las cosas. O tan bien como pudieran estar.
Se quedó allí, bajo el sol abrasador, hasta que se dio cuenta de que
una pareja le estaba observando unas cuantas filas más allá. Travis
guardó su móvil, se puso los auriculares y se dirigió a casa.
Capítulo Cuatro
—Voy a bajar a comer, Jaylene. No desvíes ninguna llamada a
menos que alguien se esté muriendo.
—No. El tipo lleva aquí casi veinte minutos —respondió Raj con
una sonrisa—. Ya está sentado en tu mesa privada. —La sonrisa de Raj
se amplió—. Sin embargo, tenía curiosidad por saber quién es el caballero
de allí. Le oí preguntar por ti.
—Frankie.
Raj suspiró.
Lo besó una vez más, consciente de que los ojos de Travis estaban
fijos en ella. No tuvo que darse la vuelta para saberlo: sintió su mirada
como una mano contra su mejilla. Odiaba que él siguiera provocando una
reacción de ella. Odiaba que su fin de semana hubiera estado lleno de
pensamientos sobre él, sobre su pasado y todo el dolor y la angustia que
lo acompañaban.
—No pasa nada. —Ella pegó una sonrisa a su cara. Podía hacer
esto. Era una chica grande. Una adulta. Podía ignorar el plato que tenía
delante.
que la camarera recogiera los platos y trajera el café. Para dejar la carta
de los postres. El tiempo suficiente para que el silencio gritara más que
las palabras.
—¿Segura?
—¿Torneo?
—¿Decidiste el postre?
Capítulo Cinco
—Tu ex es sexy.
—Sí. Lo sé.
a Zach lo suficiente como para saber que no se daría por vencido hasta
tener algún tipo de respuesta: nunca habían hablado del pasado de
Travis ni de su efímero matrimonio. De hecho, Zach no había sabido lo
de Ruby hasta unos días antes, cuando había aparecido aquí.
—No.
—¿En serio?
—Sí, bueno. Esta vez, no hay posibilidad de que eso ocurra. Apenas
puede mirar hacia mí sin querer darme un puñetazo en la garganta.
—Fue de Dave.
—No. Creo que me voy a divertir más por aquí. —Su sonrisa era
perversa—. Solo estaba hablando.
***
—¿Regan te dejó salir de la casa esta noche? —dijo Travis con una
risita mientras se acercaba a la mesa. Le dio una palmada a su hermano
en el hombro.
Wyatt sonrió.
—Oye, preferiría estar en casa con Regan que sentado aquí con
estos chuchos feos, pero ella está fuera de la ciudad por una conferencia.
—Levantó su jarra de cerveza vacía—. ¿Invitas tú?
Adam se rió.
Ella debe hacer más ejercicio que yo, pensó, aclarándose la garganta
y mirando a unos ojos oscuros que le miraban en silencio.
Ella no dijo nada, pero tomó dos jarras de debajo del mostrador y
luego se acercó a los grifos.
—Soy Travis.
—Aficionada al hockey.
—¿Tienes un nombre?
—Honey.
—¿Qué?
—¿Ryder?
—Lo siento, Ry. —Nash cogió el vaso vacío—. Pero la dama dice que
para ti se acabó.
—No puedo hacer de niñera de todos los borrachos del lugar. Ryder
Montgomery puede resolverlo. Tengo sus llaves y no se pondrá al volante.
Eso es lo único que me preocupa.
—Sube, Ry.
—Te seguiré de todos modos, así que por qué no nos ahorras a los
dos el tiempo y el esfuerzo y entras de una vez.
Esta casa, Dios, había sido un refugio para él. Por aquel entonces,
su padre había estado en un lugar oscuro y sus hermanos mayores se
Con cuidado, Travis dio un paso atrás y cerró la puerta tras de sí.
Se quedó en el oscuro pasillo, con el sonido de la lluvia en el techo como
melodía que encajaba con su estado de ánimo. Al cabo de un rato, miró
la puerta cerrada del otro lado del pasillo y, antes de poder contenerse,
alcanzó el pomo.
Miró por la ventana, hacia la casa una vez más, y frunció el ceño.
¿Importaba? La atracción era tan fuerte como lo había sido siempre, y,
con razón o sin ella, se iba a quedar aquí. Ya se encargaría de las
consecuencias, fueran las que fueran.
Capítulo Seis
La mañana del sábado se deslizó por Crystal Lake. Los perezosos
rayos del sol se derramaban sobre el horizonte e iluminaban la ciudad,
despertando los embriagadores aromas de las lilas y madreselvas. El
calor se veía atenuado por una brisa fresca procedente del lago, que hacía
las cosas más llevaderas. Porque no había nada peor que una humedad
espesa en un día en que casi todo el mundo estaba al aire libre.
Tenía tal vez otros quince minutos antes de tener que irse al campo
de golf. Suspirando con fuerza, entró en la cafetería, decidiendo que un
trago de cafeína mejoraría las cosas. El local estaba lleno de clientes que
—¿Estás ya en camino?
Espera. ¿Qué?
Clic. Fin.
Increíble.
—¿Estás colocado?
—Uh huh.
—Si tú lo dices.
—Es que nunca pensé que fueras de los que cotillean, eso es todo.
—Sonrió a Amelia Danforth y a su grupo de amigas mientras las mujeres
pasaban. Todas saludaron, pero los ojos de Amelia se detuvieron en
Ryder mucho más tiempo del que debían. Su hermano ignoró por
completo a la mujer, y eso hizo que la mente de Ruby diera vueltas tan
rápido que vio rojo.
Ruby apretó los dientes. Odiaba que la llamara así. Niña. Eso era
algo que no había sido en mucho tiempo.
—Zach Rogers. —La voz del hombre grande era cálida; y su gran
mano envolvió la de ella. Él sonrió amplia y abiertamente, y a pesar de sí
misma, ella hizo lo mismo.
Él se rió.
—¿Mi culo?
—Que yo esté incómoda indicaría que aún siento algo por ti. —Lo
miró directamente a los ojos—. No lo hago.
—Si prefieres jugar al golf con amigos, házmelo saber —dijo él.
—En serio.
Capítulo Siete
—Realmente no le gustas a ella.
7Rough: Hierva alta que está a los lados de la calle de cada hoyo.
8Un green es una zona de césped bajo y muy cuidado donde se sitúa el hoyo. Esta parte
del recorrido debe estar limpia y libre de elementos que puedan interrumpir el juego.
—¿La engañaste?
—Es complicado.
—Esfuérzate más.
—De nada.
Oyó gritar su nombre varias veces, junto con el de Zach, y los dos
hombres asintieron y saludaron con la mano antes de alinearse para sus
últimos golpes. No pasó mucho tiempo antes de que se terminara el
partido, y él se dirigió a la multitud, posando para selfies y firmando
autógrafos. Ruby había desaparecido, probablemente por su culpa. Pero
había mucha gente reunida, muchos de los cuales conocía, incluyendo a
su entrenador de infantiles, el señor Hoder. Este hombre en particular
había significado mucho para Travis, y no lo había visto en años. Hoder
estaba definitivamente mayor, con el pelo ralo y barriga, pero los amables
ojos marrones y la gran sonrisa eran los mismos.
9 El palo denominado putter es un palo de golf que se utiliza para empujar la bola
mediante un golpe hacia el hoyo en el green. Básicamente los putters tienen cuatro
diseños: el blade, el mallet, el de la varilla en el centro y el que tiene distribuido el peso
entre el talón y la punta.
—No. Mi esposa enfermó hace unos años y tuve que reorientar mis
prioridades. Falleció en primavera.
—Así que ahora voy a ver los partidos de los nietos en invierno y
me mantengo ocupado con la jardinería en verano.
—¿Sigues trabajando?
No tan ocupado.
—Sí, me quedo.
—Apúntame.
—Sí.
—No creo que nadie pueda olvidarte, chico. —Travis había traído a
varios de sus compañeros de equipo a la ciudad para un partido de
hockey como favor a su hermano Wyatt. Pero al final, Patrick lo había
hecho mucho más. El chico estaba gravemente enfermo y, sin embargo,
su capacidad de vivir, de vivir de verdad, conmovía a todos.
—Vamos.
Ella se inclinó, ese dulce aroma que era todo suyo infiltrándose en
el aire mientras se agachaba hacia Patrick.
Vale, esta tenía que ser la conversación más incómoda que Travis
había tenido en años. Miró a Zach en busca de ayuda, pero su amigo
estaba sonriendo y obviamente estaba disfrutando del espectáculo.
Patrick asintió.
—Deberías pedirle que sea tu novia. Apuesto a que ella diría que
sí.
Él miró al chico.
—Lo dudo.
—¡Yo!
Travis guió el camino hacia la casa club, y una vez que encontró a
Gwen y a Brad, depositó a Patrick en su mesa antes de dirigirse al bar.
Le vendría bien un trago fuerte antes de la cena. Apoyó las manos sobre
la barra, y sus ojos recorrieron la sala. Chance y Ruby estaban
acurrucados al otro lado, manteniendo una “conversación”.
—¿Qué dijiste?
—¿Qué haces aquí? —le preguntó, las palabras salieron con más
brusquedad de la que pretendía.
—Honey, ¿verdad?
—Sí.
—Necesito un trago.
Ella levantó una ceja como si dijera No jodas, y levantó una jarra
de cerveza. Travis negó con la cabeza.
—Necesitas algo más fuerte. Eso significa una de dos cosas... —Su
voz era ronca natural, como si debiera estar sirviendo en algún club de
blues en el pantano en lugar de en un club lujoso de Michigan. Ella cogió
una botella de Glen Fiddich. Travis asintió y esperó.
Se esforzaría más.
Capítulo Ocho
Ruby estaba lívida. Y molesta. Y un montón de cosas que ni
siquiera podía nombrar.
Green Thumbs for the Soul. Era una causa muy cercana a su
corazón, y estaba enfadada porque Chance había arruinado lo que
debería haber sido una absoluta emoción.
Una pausa.
—Suenas rara.
—Estoy bien.
—¿Molesta?
—Sí.
—¿Cabreada?
—Sí.
—¿Traicionada?
Ella asintió.
—Exactamente.
Ruby maldijo en voz baja. Tal vez odiar era una palabra muy fuerte,
pero a Sid le desagradaba tanto como le desagradaban los guisantes en
conserva, y eso era mucho. Ella estaba del lado de Ruby. Pero su último
comentario seguro como el infierno que sonaba como si estuviera del otro
lado de la valla.
—¿Ruby?
—Bueno, lo hiciste.
—Lo siento.
—¿Qué puedo ofrecerte? —Su voz tenía una aspereza que a Ruby
le gustaba, las palabras se acunaban en una suave inclinación sureña.
—Jack y coca-cola.
—¿No el dietético?
—¿Oh?
—La verdad es que no lo es. Mi madre era una adicta, así que… —
Se encogió de hombros y se alejó unos pasos para servir a un señor mayor
que llevaba dos vasos de vino vacíos. Cuando Honey hubo servido al
cliente, señaló con la cabeza el vaso casi vacío de Ruby.
Honey asintió.
—Así es.
—Yo solía ir mucho por allí cuando era más joven. —Una imagen
pasó por su mente. Una suave lluvia de verano. Un aparcamiento oscuro.
Travis. Piel con piel. El acero contra su espalda. Labios en su cuello.
Manos en sus piernas. La música del interior del Coach House flotando
en el aire.
—Más bien diez —dijo Ruby lentamente, moviendo los ojos sobre la
multitud, buscando a la única persona que no debería estar buscando.
Encontró a Travis casi inmediatamente. Estaba sentado con los Bergen y
su hijo pequeño. La cabeza de Patrick estaba apoyada en el pecho de
Travis, y ella se quedó sin aliento cuando Travis giró la cabeza, con una
sonrisa destinada al niño, todavía en su cara. Sus ojos se cruzaron y se
mantuvieron hasta que ella apartó la mirada, con la garganta apretada y
el corazón dolorido.
Honey asintió.
—Te entiendo —murmuró Ruby, con los ojos puestos en Travis una
vez más.
—No. Está bien. Los Blackwell son casi la realeza por aquí. Sus
raíces son profundas. Generaciones de profundidad. Los chicos son… —
Tropezó con sus palabras—. Hudson es un gran tipo, y Wyatt también.
Se sentó más recta, queriendo arremeter porque todo ese dolor que
insistía en recordar, bueno, estaba ahí anidado en su corazón y su mente.
Era grande y feo, y gracias a Dios, su sombra ocultaba todo lo demás. El
deseo. El anhelo. La necesidad de todas esas cosas que nunca podría
tener.
—¿Por qué estás aquí? —repitió ella, escupiendo las palabras como
si fueran veneno.
—Por todo.
Ella se rió en su cara, pero no tenía nada que ver con la alegría.
—Eso es bajo.
—Es verdad.
Capítulo Nueve
—Ya era hora de que aparecieras. —Darlene Atwell miró por encima
de sus modernas gafas de leopardo y siguió removiendo el contenido de
una gran olla. La casa de los Blackwell olía a gloria, aunque la única
persona a la vista era la mujer que había ayudado a criar a los niños
Blackwell tras la muerte de su madre, y la mujer que se había enamorado
de su padre.
—Lo es.
—Lo sé.
Apuesto.
—¿Amigo?
Darlene asintió.
Travis miró el agua azul noche, con una media sonrisa en la cara
al contemplar la vista familiar. Crystal Lake estaba bordeado a ambos
lados por un espeso bosque de árboles de hoja perenne, arces y abedules.
Se alzaban desde la orilla, como soldados, erguidos, ocultando tras sus
ramas las numerosas y costosas cabañas y casas; estaba salpicado de
lanchas a motor que surcaban la superficie arrastrando a los esquiadores
acuáticos y los niños en los tubos, mientras que los Ski-Doos10 corrían a
lo largo del lago, trazando su propio curso. Las risas y los gritos
resonaban en el agua, saltando las olas y aterrizando en la orilla. A lo
lejos, justo en el centro del lago, divisó la isla Pottahawk. Y justo enfrente,
el Campamento Byron.
Campamento Byron.
¿Quién dijo que la playa pública no era divertida? Esto era mucho
mejor que en el resort o en el club privado de su padre.
—Mírame —replicó.
—Melanie no me posee.
—Travis, ¿verdad?
mirara en su dirección, pero todo lo que captó fue un vistazo mientras ella
charlaba animadamente con los jóvenes con camisetas azules a juego. Los
niños del Campamento Byron.
Le gustaba. Un montón.
—Ven conmigo.
Ella abrió la boca, pero pasaron unos segundos antes de que hablara
realmente.
—¿Cuál es tu dirección?
—Ruby.
—¿Hijo?
John aceptó la bolsa y sacó con cuidado una caja delgada negra.
Se acercó a la mesa del piano y se sentó antes de poner la caja sobre sus
muslos. Se quedó mirando la caja durante un par de segundos antes de
abrirla.
Su padre asintió.
—Ya lo veo.
Travis vio a su padre arrastrar los pies hasta las puertas del patio
y luego desaparecer dentro. Se sentó de nuevo en su sillón, con el cigarro
aún en la mano. ¿Qué demonios acababa de ocurrir?
—Tal vez deberías hacer algo. —Su padre se acercó a las puertas
correderas, haciendo una pausa mientras miraba a su hijo—. He oído
que están buscando voluntarios.
Capítulo Diez
El spa estaba cerrado el lunes, debido a que el 4 de julio había
caído durante el fin de semana, y Ruby, por ello, estaba agradecida. El
sábado aún estaba fresco en su memoria, a pesar de que había hecho un
gran esfuerzo por borrarlo. El domingo había sido un día de lamerse las
heridas, comer grandes cantidades de chocolate y meterse macaroons11
en la boca mientras veía Magnolias de Acero por quinta vez. No era
exactamente la película para levantarte el ánimo, pero Ruby era, en todo
caso, poco convencional.
Hizo una mueca de dolor mientras se ponía las gafas de sol y salía
del coche. El vino tampoco había ayudado. Tasha salió de un salto y echó
a correr, ignorando a Ruby, que le gritó al animalito que se detuviera.
11Los macaroons, también llamados macarunes, son dulces de colores densos hechos
con almendra y clara de huevo o con una pasta de almendra gruesa, tradicionales en
países angloparlantes.
No. Más como diez. La idea era deprimente, y tal vez infantil, pero
iba a hacer un Scarlett O’Hara y pensaría en ello mañana. O pasado. O
tal vez nunca.
—¡Ruuubyyy!
Ruby sonrió y vio a una niña corriendo hacia ella. Su andar era
irregular y no podía correr rápido, pero el entusiasmo de Miley Wellington
era difícil de pasar por alto. Sus bracitos se agitaban alocadamente y en
un momento dado estuvo a punto de caerse, pero sus risas tenían alas y
parecían levantarla. No dejó de correr hasta que chocó con Ruby.
Ruby se rió.
Dicen que todo adicto tiene un punto detonante. Un botón que una
vez pulsado, lo sumerge más en la adición o en lo contrario. Para Thena,
sostener a su recién nacida, una inocente que sufría a causa de su
alcoholismo, una enfermedad que la había llevado a beber una botella de
vodka al día, así como de seis a doce cervezas mientras estaba
embarazada, bueno, ese había sido su detonante.
—Carl. —Se rió ella—. Tienes que ampliar tus horizontes. He traído
un nuevo producto que estamos vendiendo en el spa. Se llama Ocean
Breeze12.
—No te ofendas, Ruby, pero eso suena como el spray de lujo que
mi esposa —Miró hacia el cielo—, que Dios tenga en su gloria, solía
guardar en el baño.
—Es Travis —admitió Carl, con los ojos puestos todavía en ella.
—¿Estás segura?
¿Sabía siquiera que ella estaba allí? Honey, la camarera del Coach
House, estaba con ellos, y Ruby apartó la mirada, palmeando la tierra
alrededor del arbusto de hortensias. Algo oscuro la recorrió. Era caliente
y agudo, y puede que hubiera atacado la tierra con demasiada
agresividad, pero diablos, necesitaba liberar lo que fuera antes de decir o
hacer algo de lo que se arrepentiría.
árbol. O que hubiera estado con él todo el día. Travis podía hacer lo que
quisiera con quien fuera. Él no significaba nada para ella.
Cerró los ojos. Eso no era cierto. Dios, ella deseaba que lo fuera,
pero después de la otra noche, no podía negar que todavía había algo allí.
¿Era una necesidad de encontrar un cierre? ¿Una necesidad de confesar
sus pecados? ¿El reconocimiento de que él no tenía toda la culpa?
—Estos se ven geniales —dijo Travis, mirando los arbustos que ella
acababa de plantar.
—Así es.
Sus ojos buscaban en ella como si esperara que dijera algo. Pero
entonces la sorprendió.
—He conocido a una mujer, Thena. Dijo que era amiga tuya.
Ella asintió.
—Cierto.
—Su rostro se puso tan rojo y estaba tan avergonzado —dijo Ruby
lentamente—. Sabía que no se rendiría hasta que te ganara, y sabía que
tú no te rendirías porque te estabas divirtiendo demasiado.
Ella había saltado del asiento en las gradas y corrió hacia el chico
que ahora estaba gruñendo con el esfuerzo de mantenerse recto,
mientras usaba sus pies, frotándose a lo largo de sus pantorrillas para
de alguna manera volver a subir sus pantalones. Lo cual no estaba
sucediendo. Ella los volvió a colocar en su sitio y los sujetó para que no
volvieran a caer.
—Dije que no. —Ella tragó con dificultad. Estaba tan cerca que
podía contarle las pestañas individuales que enmarcaban sus ojos de
forma tan hermosa. Podía ver las motas de oro que iluminaban las
profundidades de sus ojos oscuros.
—¿Por qué no? —se las arregló para decir en voz baja.
—No importa.
Su ceja se levantó.
—No. Fueron las otras cosas las que nos dieron una patada en el
culo.
—Nos vemos.
—No lo creo, Travis. —Era un intento de dejar las cosas claras, pero
incluso para Ruby, su voz sonaba insegura.
—Bien —murmuró él—. Eso hará que encontrarte sea mucho más
interesante.
Capítulo Once
Tres días antes, Travis había tenido su momento de “ven a Jesús”.
Sabía lo que tenía que hacer. A dónde tenía que ir. Pero maldita sea, no
sabía qué camino tomar para llegar allí.
—Es Nash —dijo Wyatt con una sonrisa cuando el barco redujo la
velocidad.
—Creo que Hudsy está con él. —Su hermano mayor había ido a la
ciudad con su esposa y su recién nacido para una cita con el médico más
temprano ese día. Travis se alegró de verlo.
La mujer vivía para cocinar y nada le gustaba más que tener a todos
“sus chicos” reunidos alrededor de una mesa cargada de comida que ella
había preparado.
—No. Ella y papá van a ir al teatro Little House a ver una obra.
—Ha cambiado.
—Creía que te gustaban las mujeres y los bebés —dijo Travis con
una risita.
—Me gustan. Sobre todo los míos. —Hudson abrió su lata y dio un
largo trago. Se limpió la espuma de la comisura de la boca—. Pero un tipo
no puede aguantar mucho. Salí corriendo cuando todas comenzaron con
sus historias de guerra.
Zach lo captó esa vez y le lanzó una mirada a Nash, pero el hombre
se había dado la vuelta para asegurar bien el barco.
Los barcos seguían avanzando por el agua; las risas y las voces
resonaban a su paso.
Dios, Travis amaba este momento del día. Ese momento intermedio
en el que la oscuridad estaba a punto de caer. Siempre había
tranquilidad, incluso con las risas y las voces. Era difícil de explicar, más
de la quietud que acompañaba al anochecer.
Pero no lo estaba.
Su mente iba a toda velocidad, y cada vez que cerraba los ojos, la
veía a ella. A Ruby. El entrenador Hoder le había dado su número de
móvil, pero ella no le había devuelto ninguna de las llamadas o mensajes
de texto que le había enviado. ¿Cómo diablos iba a conseguir que volviera
a enamorarse de él si ni siquiera podía conseguir que respondiera a una
maldita llamada telefónica? ¿Qué iba a hacer?
Travis miró sus manos. Las dos estaban apretadas en puños. Las
miró tanto tiempo que se le nubló la vista, y luego, con una maldición,
las destrabó.
Pillado.
13 Phillip Calvin McGraw, más conocido como Dr. Phil, es una personalidad televisiva
de Estados Unidos. Es escritor, actualmente el anfitrión de su propio programa de
televisión, y dio el salto a la fama al aparecer en el programa de Ophra Windfrey, dando
consejos de psicología.
Travis suspiró.
—Eso ya lo he hecho.
—Ya no.
—Estoy diciendo que quiero pasar tiempo con ella. Estoy diciendo
que la extraño. Estoy diciendo que tal vez nunca debí dejarla.
—Estás diciendo que quieres tener sexo con ella —dijo Nash
secamente.
—En la cena benéfica del golf, me las arreglé para conseguir la puja
ganadora para un masaje de cuerpo entero en el spa de Ruby. —Hizo una
pausa, sonriendo con maldad—. Lo daría la dueña, que sería tu ex.
—Hecho.
—En primer lugar, esa mujer no pertenece a nadie más que a ella
misma. Y en segundo lugar, diablos, no —dijo Nash con una risa—. Era
para mi madre, pero ahora puedo conseguirle un año entero de
tratamientos de lujo en ese spa con lo que me vas a dar.
Capítulo Doce
Ruby no levantó la vista cuando Jaylene entró en su despacho,
porque había estado esperando a su asistente. Eran casi las cinco y hacía
horas desde que había tomado un café y un panecillo. Cuando Jaylene
se ofreció a traerle un plato de sopa de calabaza del Blue Elephant, aceptó
encantada. Por supuesto, podría haberle pedido a alguien del restaurante
que le llevara la sopa, pero Jaylene llevaba semanas coqueteando con
Steven, uno de los empleados de la cocina, y ¿quién era Ruby para
interponerse en eso?
—Tengo un trabajo.
—Lo es, y lo sabes. —¿Cuándo fue la última vez que hizo algo sin
que ella lo empujara? ¿Sin que ella hiciera las llamadas telefónicas y
programara las citas? Llevaba tanto tiempo soportando su carga que
había olvidado lo que se sentía cuando él tomaba la iniciativa.
Algo parpadeó en el fondo de sus ojos, y ella pudo ver que estaba
nervioso. ¿Quién no lo estaría? Él tenía un pasado turbio. Eso no se podía
evitar. Muchos altibajos. Entrando y saliendo de rehabilitación. Alcohol,
pastillas, hierba y quién sabe qué más. Su hermano había tenido tanto
potencial. Tanto para dar a este mundo, y le dolía el corazón cuando
pensaba en todo lo que había perdido. Especialmente las cosas que él ni
siquiera sabía que había perdido.
—Es en la ciudad.
—¿Traverse?
Ella se sorprendió.
—Solo hay…
—Oye, más despacio. —Él esbozó una sonrisa—. Mañana está bien.
—Ryder frunció el ceño—. ¿Desde cuándo das masajes? Creía que esa
parte de tu trabajo había terminado. Ya sabes, desde que eres la dueña
del local.
Ryder se puso en pie y ella lo rodeó con sus brazos para darle un
último abrazo. Dios, hasta el tacto de él era diferente.
Él asintió.
—¿Qué? —Con los ojos muy abiertos, dio un paso atrás—. ¿Por
qué? ¿Qué quería?
—Genial.
—Ruby, eh…
—¿Sí?
—¿Puede esperar?
—Hola, Lisa.
Tal vez podría escabullirse y conseguir que una de las otras chicas
entrara. Dio un paso atrás con la mente acelerada. Todos los RMT
estaban ocupados con sus últimos clientes del día, y eso solo dejaba a
Megan, que no estaba certificada para dar masajes a otra cosa que no
fueran sus propios pies.
Apretó las manos juntas, sus uñas formando medias lunas en sus
palmas mientras avanzaba un poco hacia la puerta. Travis estaba
dormido. Tenía que estarlo. Si no, la habría golpeado con algo tan pronto
como ella abrió la puerta.
—Llegas tarde.
—Lo hizo. —Nota mental. Matar a Nash la próxima vez que lo veas.
—¿Por qué?
—No. Quiero decir, ¿por qué crees que esto está bien? En serio.
¿En qué planeta pensaste que yo estaría bien con esto? ¿Qué quieres,
Travis? Solo dímelo, y terminemos con esto.
Él asintió.
—Por mí.
—¿Crees que estás preparada para ello? Quiero decir, he oído que
eres la mejor. —Estaba jugando con ella, y ella no iba a aceptar nada de
eso.
—No creo que puedas conmigo —replicó en voz baja, sin molestarse
en ocultar el peligroso tono de su voz—. He tenido clientes que se han
marchado sin apenas poder caminar, dependiendo del tipo de masaje que
hayan solicitado. ¿Qué tipo buscas? —Sus palabras eran ligeras. Casi
clínicas.
—Empecemos y veamos —respondió él, con la voz tan baja que ella
apenas le oyó—. ¿Me quieres sobre el estómago o de espaldas?
—Estómago.
Mentirosa.
Capítulo Trece
Veinte minutos de silencio fue todo lo que necesitó para meterse en
la piel de Travis. Bueno, veinte minutos de silencio sin contar la
respiración agitada… de él… la música que se suponía que era relajante
pero que, en cambio, rallaba cada uno de sus nervios… los de ella… y el
crujido de la cama mientras él seguía moviéndose tratando de encontrar
ese esquivo punto dulce. El que le permitía un poco de alivio y mucho
más espacio para el paquete duro entre sus piernas que en este momento
estaba aplastado contra la cama de masaje.
—Dios mío, estás tenso —dijo ella suavemente, con su voz cerca de
su oído.
ella se instaló en sus fosas nasales. Dios, ella siempre había olido bien.
Asintió con la cabeza, sin confiar en las palabras—. ¿Recuerdas la
primera vez que tuvimos sexo?
El corazón de Travis latía tan fuerte que era una banda sonora
dentro de su cabeza. Su polla estaba tan dura como una roca, y se movió
de nuevo, dolorosamente consciente de que estaba tan cerca del borde,
que podría no salir intacto de esta habitación
Había venido para hacerle ver que esta cosa que aún existía entre
ellos, merecía otra oportunidad. Él merecía otra oportunidad.
—No he venido aquí para tener sexo. Quiero que lo sepas. —Midió
sus palabras cuidadosamente.
—Yo digo que eso es una mentira, pero lo que sea. Seguiré el juego.
¿Para qué viniste aquí?
Él se encogió de hombros.
Ella frunció los labios y luego abrió la boca. Pero la volvió a cerrar
de golpe sin decir nada. El silencio se hizo pesado y caliente. Se infiltró
en sus poros, y él se movió, todavía duro como una roca y más incómodo
de lo que había estado en toda su vida. Este era su momento, y tenía que
hacerlo bien.
agarrar a Ruby y hacerle olvidar que alguna vez había visto a Chance
McDougal.
—Ruby —se las arregló para decir antes de que ella lo callara.
—Era feliz, Travis. Al menos, todo lo feliz que voy a ser. Puede que
no te guste oír esto, pero lo era. No tienes idea de lo que me costó llegar
a este lugar. Un lugar donde no te necesitaba para ser feliz. Un lugar
donde no pensaba en ti todos los días. Preguntándome por ti. Un lugar
donde no te odiara. —Su voz tembló—. Porque te odiaba. —Lo miró
fijamente con una mirada punzante—. Dios, te odiaba. —Exhaló una
respiración temblorosa—. Te odiaba tanto como te quería. Y eso era
mucho.
sola. Me decía que todo iba a salir bien. Que una vez que llegara el bebé,
te olvidarías de todo excepto de nosotros. —Ella guardó silencio durante
unos instantes y lo miró sin pestañear—. Tienes razón. Dejé de tomar mis
pastillas. Quería quedarme embarazada. Quería tener un trozo de ti, un
pequeño humano que fuera parte de los dos, porque creo que incluso
entonces sabía que te estabas alejando de mí. Que te alejabas de
nosotros. Y era demasiado joven e ingenua para saber que no tenías que
ser todo mi mundo. ¿Pero en aquel entonces? Lo eras todo. No podía dejar
Crystal Lake porque papá estaba muy enfermo y Ryder era un desastre.
Y tú estabas en Chicago y de viaje. Dejaste de venir a casa cuando podías
y…
»Decidí eliminar las cosas de mi vida que más me dolían. Las cosas
que no podía controlar. Las cosas que me hacían querer acurrucarme y
esconderme. —Ella le clavó una mirada que lo dejó helado—. Tú eras el
número uno de esa lista, Travis. Pero a diferencia de mí, tú no luchaste
para salvar el matrimonio. Te sentiste aliviado de que acabara y no
trataste de ocultarlo. Podías seguir con tu vida y seguir tu sueño sin que
te arrastráramos hacia abajo. Firmaste esos papeles, y me diste un
montón de dinero, y eso fue todo. Listo.
—¿No lo eras?
—Sí se puede.
Él quería seguirla y hacerle ver que tenía razón. Pero sabía que ella
necesitaba un poco de espacio, y él no podía estropearlo. Le daría espacio.
Todo el espacio que necesitara.
Por ahora.
Capítulo Catorce
—¿Vas a decirme qué está pasando?
—Entonces no lo hagas.
Ryder retrocedió.
—Pensé que era un buen día para dar un paseo conduciendo —dijo
él, haciéndose a un lado mientras ella se unía a él en los escalones.
—En serio.
Travis asintió.
—No particularmente.
—¿Qué más tienes que hacer? —Dio un paso hacia abajo y esperó.
—¿De verdad vamos a hacer esto? ¿Fingir que somos amigos? ¿Que
todo está perfectamente entre nosotros?
Estaba cansada, y parecía más fácil ceder. Al menos, eso fue lo que
se dijo a sí misma cuando se encontró considerando la idea. Pensó en la
tarde que había planeado. Horas de soledad sin más compañía que la de
su perro. Había sonado como el paraíso, pero ahora…
—¿Qué necesito?
—Nada.
Este era el momento en que Ruby podría haber puesto fin a esta
tontería. Habría sido lo más inteligente. En lugar de eso, recogió a su
perro, y siguió a Travis hasta el coche.
Unas horas más tarde, llegaron a Port Hagan, una hermosa ciudad
a las orillas del lago Michigan. Travis entró en un puerto deportivo y
apagó el motor. Salió del coche y se dirigió al lado del pasajero y levantó
hábilmente a Tasha de su regazo. La perra estaba demasiado ansiosa por
saltar a los brazos de Travis, y los observó mientras él se dirigía a la parte
trasera del coche y agarraba una bolsa grande.
El más alto de los dos silbó, pasándose las manos por su brillante
cabeza calva. Era de construcción poderosa, con hombros anchos y
piernas que parecían troncos de árbol. El tipo podría haber sido el
hermano de Tiny.
Él se rió.
—Definitivamente el acento.
Dalton se rió.
—No creo que tengas que preocuparte por la sémola tan al norte.
¿Qué te trae a Michigan?
El River Float16 había sido su primera cita oficial. Puerto Hagan era
una ciudad costera situada a las orillas del lago Michigan, pero, como
muchas de las pequeñas ciudades de la zona, hacía tiempo que un
afluente había cortado la tierra y se había abierto paso desde las
montañas Huron hasta llegar al lago. Todos los veranos, Port hagan
organizaba un River Float, y parejas, familias y todo tipo de personas
pasaban el día flotando a lo largo del río que atravesaba el pueblo,
haciendo picnic, descansando y divirtiéndose.
River Float: Son grandes flotadores en forma de rueda en el que la gente va sentada
16
medio tumbada.
Capítulo Quince
El River Float duró unas tres horas. Y fue perfecto. El sol brillaba,
pero la brisa era suficiente para aliviar el calor. Cuando Ruby se despojó
de la ropa para quedarse en bikini, Travis apenas logró mantener la
compostura el tiempo suficiente para ponerle un poco de loción
bronceadora en la espalda. Había organizado el alquiler de una balsa de
lujo en el punto de partida, así como una canasta de picnic llena de las
cosas favoritas de Ruby: uvas (verdes), kielbasa17, queso viejo (del tipo
que olía, pero oye, a ella le gustaba) y las galletas de pita que solía comer
como si eso no fuera asunto de nadie. Además había vino, cervezas frías,
así como agua y té helado, y Travis hizo una nota mental para agradecerle
a Regan, la mujer de Wyatt, que le había ayudado a organizar todo.
17Kielbasa: Es una palabra genérica en idioma polaco para una salchicha de origen
polaco. La mayoría de las kielbasas en Polonia se venden de dos maneras: normal o
seca.
cuando Travis regresara a la ciudad. Dios, los hombres eran fáciles. Eran
las mujeres las que complicaban las cosas.
Tim asintió.
—Y algo complicada.
—¿Arte en el parque?
Se le iluminó la cara.
—¿Todavía lo hacen?
—Oh, Dios mío. ¿Te están molestando mis hijos? Lo siento mucho.
—Una mujer de aspecto agobiado que llevaba un bebé en la cadera se
detuvo junto a los niños.
—¿El portero de los Detroit Red Wings? —El niño estaba disgustado
con su madre y tiró de su camiseta, enfatizando sus palabras.
—Pensé que tal vez para mi porche trasero. —Los ojos de ella se
desviaron y él se acercó un paso más, fingiendo estudiar la foto de cerca.
—Me gusta. Estoy seguro de que quedará muy bien para lo que
tengas pensado. —Estaba tropezando con sus palabras, pero como un
idiota, parecía no poder detenerse—. No he visto tu porche trasero, pero…
—Sí, los hice. Pero si prefieres ir a casa, puedo llevarte. —¿El día
se había ido al garete cuando él no estaba mirando?
—Tengo hambre.
Capítulo Dieciséis
Ruby Montgomery no había llegado a donde estaba en la vida por
esconderse detrás de otras personas. Siendo cobarde o evitando
situaciones complicadas. Se deleitaba en la confrontación y le encantaba
tener razón. Cuando su madre se fue, aprendió a defenderse porque
nadie más lo haría. Llevaba en la sangre la necesidad de luchar, y lo logró
honestamente, incluido su útil gancho de derecha. Buena sangre
irlandesa, le había dicho su abuelo pugilista antes de morir. Pensó en su
madre, algo que no había hecho en años, y con la misma rapidez borró
de su mente el recuerdo de aquella mujer débil y egoísta.
Tal vez debería haber dejado su culo en Crystal Lake, donde debía
estar, porque venir aquí tenía que ser un error. No quería recordar el
dolor, porque junto con el dolor estaban las otras cosas. El amor.
Bueno, Ruby iba a asumir que estaba para morirse, porque a decir
verdad, se había pasado la mayor parte del tiempo monopolizando la
conversación y empujando la comida alrededor de su plato. La proporción
entre comida y vino no estaba a su favor, y eso explicaba probablemente
por qué se sentía un poco mareada.
—La vista sí que es algo —dijo Tim, guiñando un ojo y luego asintió
hacia Travis y Dalton. Los dos hombres estaban al otro lado del barco
discutiendo sobre motores y caballos de potencia y algo sobre un rotor.
—Oh.
Piensan que somos adictos al sexo o algo así, como si eso fuera lo único
para lo que tenemos tiempo. Dios mío, si yo tuviera sexo como algunos
creen que hacen las personas de mi tipo, nunca conseguiría hacer nada.
Diablos, ni siquiera sería capaz de arrastrar este lindo culito fuera de la
cama, estaría tan exhausto de tanto sexo. Quiero decir, en serio. Me
gustaría preguntarle a esa gente cómo hace alguien como Ellen para
grabar su programa todos los días con todo el sexo no hetero que hay.
Ruby sonrió ante eso, sus ojos se dirigieron una vez más hacia
Travis.
—Lo hace. —Tim hizo una pausa—. Pero también es una palabra
para esconderse detrás. ¿Qué es lo que quieres, Ruby?
—Yo también, cariño —dijo Tim con una sonrisa—. Pienso visitar
tu balneario pronto. Travis dice que es muy bonito.
—No es demasiado tarde. Apenas son las nueve. Podemos hacer las
maletas y volver a Crystal Lake, o puedo prepararnos un café y disfrutar
de la noche. —Ella sintió el poder de sus ojos oscuros sobre ella. Era algo
tangible, real. Tan real que parecía que la estaba tocando. Tan real que
hizo que sus rodillas se debilitaran.
Ella asintió.
Travis miró hacia atrás, y ella tragó con dificultad. Sí. Su boca
había actuado de alguna manera por su propia voluntad, y ahora todo
estaba sobre la mesa. ¿Podía ver él el anhelo en su corazón? ¿Oír el deseo
que coloreaba el aire entre ellos? ¿Sentir el dolor de su alma? ¿El que
nunca había desaparecido?
—Oh, Dios. Eso fue algo estúpido de decir —dijo ella rápidamente,
levantando su copa de vino—. Demasiado de esto.
Cerró los ojos de golpe porque no quería que él viera lo que había
allí. Ella lo deseaba. Con fuerza.
—Siento que ahora mismo, estoy en casa. —Su voz era áspera.
Cargada de emoción—. Ruby, siempre has sido el hogar para mí. Incluso
cuando era demasiado estúpido para saberlo.
que, si no estás segura, estoy de acuerdo con eso. Puedes dormir abajo y
yo…
—Deja de hablar.
—Ruby.
—Ruby.
Capítulo Diecisiete
Travis pensó que iba a perder la cabeza. Ruby estaba frente a él,
desnuda, con la piel bañada por los rayos de la luna y la luz de las
estrellas. Cada centímetro exquisito de ella estaba a su alcance. Todo lo
que tenía que hacer era tocarla y sería suya. Las fantasías que habían
atestado su cerebro durante el último mes se acallarían. Entonces, ¿por
qué dudaba? ¿Por qué estaba retrocediendo cuando debería estar
avanzando a toda máquina?
Travis quería hacer lo correcto y frenar. Eso era lo que haría alguien
como Chance McDougal. Pero Travis no era un buen hombre. Ni siquiera
estaba cerca de serlo.
para que él no pudiera moverse. El beso fue largo y duro, sus cuerpos se
tensaron el uno contra el otro, y Travis no quiso dejarla ir jamás. Cuando
ella se apartó y lo miró, él inhaló profundamente, con la mandíbula
apretada mientras intentaba controlar sus emociones.
Nunca había estado tan cerca del límite en tan poco tiempo. Apenas
habían empezado y ya estaba a punto de estallar.
A su mirada codiciosa.
A su boca hambrienta.
Se inclinó hacia delante, inhaló ese aroma que era todo suyo… y
sonrió perversamente cuando separó sus pliegues. Estaba resbaladiza y
húmeda. Su clítoris estaba hinchado, y la miró mientras sus dedos se
deslizaban por su humedad. Su pecho se agitó y ella gimió suavemente
cuando le acarició el clítoris con suavidad, y luego, cuando su respiración
se aceleró, con más fuerza. Frotó con el pulgar y hundió dos dedos en su
interior, en ángulo, curvados como a ella le gustaba.
Había muchas cosas que echaba de menos de Ruby. Esta era una
de ellas. Ella siempre se expresaba en su forma de hacer el amor. Nunca
tuvo miedo de usar las palabras sucias. Para decirle exactamente lo que
quería.
—Te voy a patear el culo, Travis —dijo ella bruscamente, con las
manos ahora en su pelo, mientras lo empujaba más dentro de ella.
—Ese es mi chico.
—No quiero ir más despacio. —Lo miró, con el pecho agitado y una
capa de sudor que hacía brillar su piel—. Lo quiero rápido y duro, y lo
quiero ahora.
Él sonrió maliciosamente.
Ruby Montgomery era la cosa más sexy que jamás había visto. Y
eso que él había dado un par de vueltas a la manzana.
Apretó la parte baja de su espalda con una mano, mientras que con
la otra le agarraba la cadera. Con los ojos puestos en el tatuaje que
llevaba sus iniciales, se hundió en ella. Profundamente.
—Eso fue…
—¿Te importa?
—Diez.
—¿Qué?
Ella arqueó una ceja, una lenta sonrisa curvando sus labios, y él
se rió.
—Tal vez deberíamos llevar esto abajo. —Ruby arqueó una malvada
ceja.
Capítulo Dieciocho
Veinticuatro horas.
—¿Qué…?
—Porque me vas a contar todo el sexo que has tenido este fin de
semana. —Hizo una pausa—. Después de que me cuentes cómo
demonios se las ha arreglado Travis Blackwell para colarse de nuevo en
tu vida. —Frunció el ceño—. No. Espera. Quiero oír primero lo del sexo.
—¡Lo sabía! —Sidney se rió—. Has tenido tanto sexo que estás
dolorida.
—Acaba de suceder.
—¿Dónde?
—En un barco.
—¿Cuántas veces?
—No. —El sexo con Chance había sido bueno. Era atractivo. Sabía
como tratar a una mujer. Rascaba una picazón que necesitaba ser
rascada. Pero nunca había sido un placer para ella. Nunca había sentido
que perdía una parte de sí misma cuando estaban juntos. Lo que tenía
con Travis era diferente. La conexión era más profunda. El sexo no solo
era bueno. Era algo fuera-de-los-límites de bueno.
—¿Teniendo sexo?
—Claro.
—A veces tenemos que arriesgarnos con las cosas que sabemos que
nos van a dar una patada en el culo. Porque a veces es la única manera
de saber que estamos vivos. Incluso si estar vivo significa salir herido. —
Sid se bebió el vaso de agua de un largo trago. Se limpió la comisura de
la boca, dejó el vaso vacío sobre el escritorio y se encogió de hombros—.
¿Lamentas lo que ha pasado este fin de semana?
Miró a su amiga.
—¿Qué? No. Eso suena a sangre fría. Quiero decir, habría reglas si
hiciéramos esto pero… —Levantó las manos—. No quiero hablar de ello
ahora mismo. —Ruby miró a su amiga mientras la cosa que la había
estado molestado durante unos días zumbaba en su cerebro. ¿Estaba
cambiando de tema para quitarse la presión de encima? Probablemente.
Pero ella estaba bien con eso.
—¿Él te lo dijo?
Dios, cómo quería Ruby creer eso. Pero había hecho esto con su
hermano antes. Muchas veces, de hecho. Y también Sidney. Ella debería
saberlo mejor.
—Hace un mes, se veía como una mierda, Sid. Hace un mes, estaba
con Fiona Winters. Antes de eso, con Candace Seaton. Una persona
normal podría pensar que Ryder tiene problemas de compromiso porque
solo folla con mujeres casadas. Pero ambas sabemos que eso es solo una
parte. Se folla a mujeres casadas a las que les gustan los opiodes, la
hierba y el alcohol tanto como a él. Es un adicto, Sidney. No cambian de
la noche a la mañana o en un mes, o incluso en un año. La mayoría no
puede cambiar en absoluto. Ni siquiera en una vida. Solo mira a mi padre.
Su temprana muerte fue casi una bendición.
—Si crees que es tan perdedor, ¿por qué le ayudaste con el coche?
¿Por qué le llenaste de confianza cuando crees que va a fracasar?
—No te disculpes. Sabes que estoy ahí para ti, Ruby, porque te amo
y eres mi mejor amiga. Igual que sé que puedo contar contigo si las cosas
se tuercen. Es lo que hacemos. Sé que piensas que me estoy preparando
para que me lastimen, pero tengo que creer que esta vez las cosas serán
diferentes. Estoy cansada de esperar a que empiece el resto de mi vida.
Cansada de esperar a que el hombre que amo se recomponga. Cansada
de ver cómo todos los demás siguen adelante y yo me quedo parada
porque Ryder es la única persona con la que quiero seguir adelante. Así
que no voy a detenerme en las muchas maneras en que esto puede
terminar mal. Solo voy a intentar como el demonio hacer el final que
quiero. —Ella sonrió—. Tal vez tú también deberías hacerlo.
—¿Qué pasa?
—¿No te ha llamado?
—Le dije que le llamaría en un par de días. Dije que iba a estar
ocupada en el trabajo y que necesitaba concentrarme.
—Tal vez todavía hay esperanza para él. —Sidney guiñó un ojo—.
Pero no vamos a hablar de los hombres en nuestras vidas. Vamos a bailar
como locas y a divertirnos.
Sidney asintió.
pelo y abrazar a la mujer que solías ser. La chica que podía bailar toda la
noche e ir a trabajar sin dormir.
Se encontró asintiendo.
Bien. Esto era bueno. Travis podía esperar hasta que ella tuviera
la cabeza atornillada y sus cosas resueltas. Hasta que ella supiera con
seguridad que él no era el bache sino la mano amiga. Si ella lo veía esta
noche, solo enturbiaría las aguas, porque pasarían cosas. Cosas oscuras
y pecaminosas. El tipo de cosas que llevaban a más complicaciones. No
era como si ella necesitara otra noche de sexo caliente y apasionado. No
en realidad.
Capítulo Diecinueve
Siendo el menor de tres hijos que crecieron en un hogar con una
figura materna simbólica durante la mayor parte de su adolescencia,
Travis Blackwell había sido alimentado con una dieta constante de
testosterona. Estaba en la leche que solía tener que tomar del agarre
mortal de Wyatt, o en el último trozo de filete por el que luchaba con
Hudson. Su padre miraba hacia otro lado cuando uno de sus hermanos
le hacía un calzón chino18 o le bajaba los pantalones cuando estaba a
punto de subir al autobús escolar.
18 Calzón Chino: Tirar de la ropa interior desde atrás hasta que quede encajada entre
las nalgas, generalmente como una broma.
Todo en lo que podía pensar era en Ruby. Ella le había pedido que
le diera algo de espacio, y él estaba dispuesto a hacerlo. Se merecía un
tiempo para pensar en lo que había pasado entre ellos. El Señor sabía
que lo había mantenido despierto las últimas noches. Y, como un tonto,
pensó que sería fácil. Como un tonto, había pensado que los chicos le
harían olvidar las cosas. Travis frunció el ceño mientras observaba a Brad
y a Hudson. Su equipo había fracasado miserablemente.
Travis solo podía pensar una razón por la que Zach querría ir al
Coach House esta noche. Lástima que su amigo no pudiera ver que Honey
no tenía ningún interés. Estaba demasiado ocupada mirando mal a Nash
como para mirar a otro hombre. Esa mujer era espinosa como el infierno,
y su punto gatillo para el cabreo era más grande que el maldito lago.
Hudson asintió.
—Claro.
—Lo he hecho.
—¿Y?
—Pescando.
—¿De noche?
—Sí.
—No.
—¿Lo hiciste?
—Apuesto.
Ella asintió.
—Lo siento.
—¿Por qué?
—¿Eso crees?
—Sí.
—Había una pareja joven en el bar esta noche. —Ella sonrió y miró
para otro lado, pero era una sonrisa pequeña y triste, y le dolió el
corazón—. Me recordaron a nosotros. Se veían enamorados y seguros de
sí mismos. Tan seguros de que nada los separará y de que tendrán su
para siempre. Nosotros nos vimos así una vez. —Sus ojos volvieron a
encontrarse con los de él—. Creíamos que éramos para siempre, pero solo
duramos dos años —Su labio inferior tembló—. Esto no funcionará. Sea
lo que sea que hay entre nosotros. Lo sabes, ¿verdad?
Ella asintió.
—Lo he hecho.
—Ruby…
Ella hipó.
—Me vas a llevar dentro y vamos a tener sexo. —Ella hizo una
pausa—. Y luego vamos a tenerlo de nuevo, y si tienes mucha suerte, tal
vez una más. —Le dio un golpe en el pecho—. Y eso es solo esta noche.
Él la estudió detenidamente.
—Más o menos.
—¿Travis?
—Cierra la boca.
Capítulo Veinte
—Estás de buen humor.
19Kool-Aid es la marca de una mezcla en polvo saborizada para preparar bebidas, que
pertenece a la compañía Kraft Foods.
—Estoy sedienta.
—¿De qué?
el hecho de que eso no sucediera decía algo. En qué consistía ese algo,
no lo pensó. De ninguna manera Ruby iba a pensar en cosas que
pudieran romper la ola en la que estaba montada.
¿O no?
Verlo hacía que la sangre corriera por todas las partes de su cuerpo
y que su corazón latiera tan rápido y fuerte que se sentía mareada. Travis
Blackwell era una droga. Una droga potente, embriagadora y adictiva. El
síndrome de abstinencia iba a matarla cuando él se fuera. Y él se iría, eso
era un hecho.
—Hola, Wyatt.
—Gracias.
—Como un año.
—Oh, no estoy segura de qué… Quiero decir, creo que tengo planes.
—Su voz se apagó hasta el silencio, y en su interior, ella echó humo.
¿Cómo se atrevía Travis a ponerla en esa situación?
No era como ella había imaginado su tarde. Los dos deberían haber
estado desnudos haciéndolo como los adolescentes cachondos en los que
se habían convertido, no discutiendo por su hermano y un maldito muro
de contención.
Su ira se fue tan rápido como había llegado, dejándole las rodillas
débiles y la piel húmeda. Dios, normalmente, le encantaba pelear porque
la reconciliación era muy buena. Pero hoy no estaba en ella.
—¿Por qué estás tan enfadado? —le preguntó, sin aliento para
cuando lo alcanzó—. En serio. Si alguien tiene derecho a enfadarse soy
yo, no tú.
—Algo que tenemos en común —respondió él, con los ojos oscuros
y brillantes—. Todo lo del asunto de padre de mierda. ¿Qué más quieres
echarme en cara?
¿Lo siente por mí? Ella abrió la boca, con una réplica caliente en
sus labios, pero él no le dio la oportunidad de responder.
—No hemos vuelto a estar juntos, Travis. —Habló en voz baja, pero
el efecto fue poderoso. Ella lo vio. Su expresión cambió. Sus ojos se
endurecieron—. Estamos pasando el rato. Estamos disfrutando de una
relación física sin el componente emocional. La mayoría de los hombres
pensarían que han muerto y han ido al cielo.
Estaba más que enfadado. ¿La cosa era? Ruby pensó que ella
estaría más que un poco enojada. Pero en lugar de enfadarse, estaba
ansiosa, confusa y más asustada de lo que le importaba admitir. Lo más
aterrador era que tenía miedo de averiguar a qué tenía miedo.
¿Qué haría falta para que Ruby Montgomery volviera a ser feliz?
Capítulo Veintiuno
El mal humor que Travis tenía desde que salió de la casa de Ruby
le siguió hasta la casa de su hermano. Intentó quitárselo de encima, Dios
sabía que lo había intentado, pero el alcohol y la oscuridad que sentía no
se llevaban bien, y él era lo suficientemente inteligente como para saberlo.
Tampoco la gente, de hecho, pero ahora estaba aquí y no podía irse. Zach
estaba atrás en la cabaña con una chica que había conocido en el campo
de golf, y a menos que dejara la ciudad, no había ningún otro lugar al
que pudiera ir y estar solo. Travis estaba atrapado aquí y haría lo mejor
que pudiera.
con unas suaves y sedosas ondas que le caían por la espalda, y el único
maquillaje que usaba era un ligero brillo rosa en los labios. Se veía
condenadamente hermosa, y si él se sintiera de un humor generoso, le
habría plantado un beso, tan rápido que su cabeza estaría dando vueltas.
—¿Te perdiste?
—Oh.
—¿Es eso todo lo que tienes? —La observó de cerca, con su ira
contenida, apenas. Ella parecía incómoda, lo que le hizo sentir muy bien.
Infantil, lo sabía, pero ahí lo tenía. Su tono debió de haber provocado
algo, porque sus ojos se encendieron y su barbilla se levantó.
—¿De qué?
—¿Qué quieres que diga, Travis? ¿Que he actuado como una idiota
antes?
—Suena bien.
—¿Que lo siento?
Esperó un latido.
—¿Por qué?
—Travis, estoy aquí. Y eso es un gran paso para mí. No quería hacer
esto. No quería hacer lo de la familia porque ya no somos familia. Pero
luego me di cuenta de que no sé qué demonios somos, así que estoy aquí.
Déjame entrar.
—¿Cuál es la contraseña?
—¿Qué?
—¿Contraseña?
Travis asintió.
***
aunque una parte de él estaba tensa. La parte que esperaba que pasara
algo.
—De acuerdo.
—Ven tú aquí —le ordenó, con las manos en puños en los costados,
la mandíbula tan apretada que el calor irradió por un lado de su rostro.
—Realmente creo…
Y él estuvo acabado.
Capítulo Veintidós
Ruby estaba soñando el tipo de sueño que no quería dejar pasar.
Estaba flotando. Ingrávida. Surcando el cielo de medianoche.
Languideciendo bajo un sol tropical. Sumergida en cálidas sensaciones y
pensamientos hedonistas. El sueño era tan real. Los colores tan vibrantes
y vivos. Las imágenes increíblemente eróticas.
21 Sandman: Personaje de la cultura anglosajona, y sobre todo la celta, que visita cada
noche el dormitorio de la gente mientras duerme, para esparcirle arena mágica en los
ojos y así, los durmientes tendrán sus sueños.
—Levanta la pierna.
—¿Qué? Yo…
Ella nunca había visto nada tan caliente y sexy como esto. Sus
cuerpos se entrelazaron íntimamente, tomando y recibiendo. El placer
era intenso. Era un milagro realmente. Cómo funcionaba el cuerpo
humano. Cómo el deseo y la necesidad daban forma a la danza. Cómo el
cuerpo de un hombre podía hacerla sentir como si se deshiciera.
Ryder.
Él ignoró su comentario.
—Tengo a Tasha.
Él dejó la taza.
—Estaba lloviendo.
náuseas. Sabía lo que tenía que hacer para protegerse, pero no sabía si
tenía fuerzas para hacerlo.
Su hermano la conocía mejor que nadie. Tal vez era una cosa de
gemelos, o tal vez era solo una buena intuición. No podía mentirle más
de lo que él podía hacerlo a ella. Fue por eso que había evitado su
observación antes. Sabía que se veía como una mierda. Sabía el porqué
de ello, y no quería compartirlo.
—Yo… —Ruby miró sus manos. A un dedo anular que había estado
desnudo durante tanto tiempo, que no podía recordar cómo se veía
usando oro—. No creo que esa sea una pregunta relevante.
—¿Lo amas?
—¿Lo amas?
¿Lo amaba?
Quiero hacerlo.
Capítulo Veintitrés
A lo largo de su vida, Travis Blackwell había recibido muchas
palizas. Lo que no quiere decir que no fuera como la mayoría de la gente
que conocía. Todo el mundo tenía cosas con las que lidiar. Tragedias.
Contratiempos. Decepciones. El pasado moldeaba el futuro de una
persona, no había forma de evitarlo. Se mezclaba en tu psique y afectaba
tu forma de ver la vida. Incluso si no lo sabías.
Lo que era aún peor, ella ya no lo amaba. Tal vez nunca lo hizo.
—¿Te vas?
—¿Vas a volver?
—No.
—Vuelvo a Detroit.
—Tu padre está en el cobertizo para botes con Wyatt. Creo que
están organizando los aparejos de pesca —dijo ella, dejando las gafas en
la encimera con una sonrisa. No llegó a sus ojos, y él vio la decepción.
Otra razón para sentirse como una mierda.
enorme pantalla plana. —Hizo una pausa—. Es difícil para él admitir sus
errores. Su orgullo no tiene parangón. Algo que creo que vosotros
compartís con él.
—Lo veremos —dijo ella, dando un paso atrás, sus ojos serios
mientras lo estudiaba—. Solo quiero que seas feliz.
—Lo sé.
—Lo haré.
Capítulo Veinticuatro
Ruby estaba sentada en el sofá, con las piernas acurrucadas bajo
el cuerpo y una pesada manta subida hasta la barbilla. Un cartón de
helado de mantequilla de cacahuete y chocolate a medio comer se derretía
sobre la mesa de centro, bajo la que Tasha dormía. El sol de verano había
desaparecido. Había sido sustituido por nubes oscuras y furiosas que
amenazaban con derramar lluvia en cualquier momento.
Tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Y lo más triste era que
todavía estaba intentando averiguar por qué lloraba exactamente. Estaba
lo obvio. Que ella, de hecho, había mentido esta mañana. Ella amaba a
Travis. Probablemente nunca había dejado de hacerlo. Pero era más que
eso. Era más que A=B. Esa era en realidad la parte fácil de entender. El
amor equivale a angustia. Y ella había derramado tantas lágrimas por esa
ecuación en particular, que era una obviedad.
Una lágrima solitaria se filtró por el rabillo del ojo y se la secó con
rabia. Nunca quiso hacerle daño. Nunca quiso que las cosas llegaran tan
lejos. Dios, se suponía que esto debía ser estrictamente físico. Sexo sin
ataduras.
Qué tonto fue eso. Como si pudiera apagar esa parte de su cerebro.
Ella sabía que no había manera de que existiera un futuro para ellos.
Deberías decírselo.
¿Decirle qué?
La verdad.
¿Cómo lo sabes?
Travis. Tiempo para que ella se disculpara. Él podría aceptarlo o no. Pero
al menos podría devolverle la gorra.
Sin saber muy bien qué iba a decir, pulsó el botón y su ventanilla
se deslizó hacia abajo. Él se apoyó en su coche y se inclinó para que sus
rostros quedaran a la altura. Sus ojos parecían curiosos, y ella miró hacia
abajo, avergonzada al darse cuenta de que todavía llevaba la ropa que se
había puesto después de la ducha. Los pantalones cortos de algodón
sueltos, la camiseta de tirantes ajustada que mostraba claramente a
cualquiera que tuviera un ojo en la cabeza, que no llevaba sujetador.
—Hola, Zach.
—Ruby.
—¿Puede que sí, como en, no tengo ni idea? ¿O puede que sí, pero
no quiero compartir la información?
—No me sorprende.
—Ya se ha ido.
—Yo también.
—No creo que ese sea el problema esta vez —respondió ella. Salió
a la lluvia y caminó de regreso a su coche No había razón para
apresurarse considerando que esto había sido una tontería desde el
principio.
Condujo sin rumbo. No tenía ninguna prisa por volver a casa. Una
casa que, aunque exquisita y grande, completamente nueva y moderna,
estaba vacía. ¿A quién quería engañar? No era un hogar. No lo era
realmente. Al menos no lo parecía ahora, si es que alguna vez lo fue.
Y Nathan.
Él se acercó a ella, tan cerca que pudo ver las gotas de agua en sus
pestañas.
Ella se estremeció.
Él la miró a los ojos durante tanto tiempo que las rodillas de Ruby
empezaron a tambalearse. Tenía frío, estaba mojada y se sentía
miserable. Lo único que quería era que Travis la abrazara y que le dijera
que todo iba a salir bien.
El miedo al compromiso.
—Estoy siendo el chico bueno aquí. Estoy dejando que tengas este
tiempo para resolver tu mierda. Si lo haces. Si decides que tenemos un
futuro juntos, ven a Detroit. Si no te veo, entonces lo sabré.
Pasó junto a ella, y ella dio un respingo cuando oyó que la puerta
de su camioneta se cerraba de golpe. El motor rugió y ella se giró a tiempo
para ver cómo las luces traseras de él desaparecían por la calle. Mojada
y temblando, regresó al coche y se deslizó dentro, subiendo la calefacción
y ajustando la manta para que Tasha se sentara.
Capítulo Veinticinco
Ruby corría por su casa como un pollo descabezado. Tenía menos
de una hora antes de que el servicio de coches la recogiera y muchas
cosas que hacer. Su dormitorio era un desastre, la ropa desparramada
por todas partes, dos maletas abiertas cerca de la puerta, pero vacías, y
los zapatos… Suspiró al ver el montón. ¿Cuándo se había convertido en
una zapatoalcohólica? ¿Era siquiera eso una palabra? ¿Y realmente tenía
tiempo para preocuparse por los zapatos?
Frío. Tenía mucho frío. A pesar de que el sol pegaba fuerte y una
ola de calor de agosto había llegado a la zona, ella temblaba. Ruby sintió
que la sangre se escapaba de su cuerpo. Se dejó caer contra el marco de
la puerta y se esforzó por hablar.
Se dio la vuelta.
—Necesito llamarlo.
—Ruby.
—No.
—¿Dónde? —susurró.
—En el hospital.
Capítulo Veintiséis
El Día del Trabajo llegó y se fue. Ruby nunca apareció, y Travis
Blackwell hizo todo lo posible por dejar atrás a la mujer y a su pasado.
Mantuvo su palabra. No levantó el teléfono y no llamó. No se puso en
contacto con su hermano, ni con Sidney, ni con nadie. Agachó la cabeza,
pasó los días en el gimnasio o en el hielo y se dejó la piel. Estaba en la
mejor condición física de su vida. Con el joven novato Hal Oberman que
se veía muy bien, tenía que estarlo.
Era lo que hacía. Sin dudas. Al igual que siempre llevaba cordones
negros en el patín izquierdo y blancos en el derecho.
—¿Qué pasa?
—He pensado que será mejor que venga a un juego antes de que
este viejo teletipo se estropee.
Él se rió.
Darlene suspiró.
Espera.
Wyatt asintió.
—Wyatt, ¿qué quieres decir con que tiene que tomar un decisión?
No. De ninguna manera. Ryder era toda la familia que ella tenía.
¿Cómo demonios iba a volver Ruby de esto?
Capítulo Veintisiete
—¿Puedo ofrecerte algo?
Ryder.
—Tienes que volver a mí, Ry. —Su voz se quebró—. Siento no haber
estado ahí para ti. Siento haber estado demasiado envuelta en mi propia
mierda para darme cuenta que estabas cayendo. No volverá a ocurrir. Te
lo prometo. Pero tienes que luchar contra esto. Tienes que esforzarte más.
Eres todo lo que tengo, y… —Negó con la cabeza y vio como una lágrima
salpicaba su mano—. No puedo volver a hacer esto, Ry. No puedo. No
quiero estar sola.
—No lo estás.
—No estás sola —susurró él—. Estoy aquí para ti todo el tiempo
que necesites.
Epílogo
Ryder Montgomery fue enterrado una semana después. Al final,
Ruby no tuvo que tomar la decisión. Su corazón, débil por los años de
adicción, se rindió. Por eso, estaba agradecida. Él no iba a sufrir más. Su
dolor no existía donde él estaba ahora.
Travis había vuelto con ella. Se había perdido los primeros partidos
de la temporada para estar con ella, lo que significaba más de lo que ella
podía expresar. Él había sido su roca. Su hombro para llorar. El que la
escuchaba cuando se enfurecía contra el destino de su hermano. La
sostenía cuando estaba en público y la abrazaba cuando estaban solos
por la noche.
ajado y los muebles bien usados. Esta casa contenía su pasado. Contenía
su historia. Pero ella era solo una parte de la historia. Una pequeña parte.
—¿Y esto? —Travis entró en la cocina con una pequeña caja blanca
en las manos. Había volado después de un partido la noche anterior y no
se le esperaba en Detroit hasta la noche siguiente. Les esperaba una cena
con pavo en casa de su padre, pero habían decidido trabajar en esta casa
durante unas horas antes de volver al lago.
—En tu habitación.
Ella se rió.
—Lo hice.
Ella se rió.
Él dejó la caja.
—¿Qué?
Travis se rió.
—Sí.
—Estoy bromeando.
—Ábrela —dijo, con voz baja y urgente. Su corazón latía tan rápido
y fuerte que apenas podía oír nada. Abrió la caja y en su interior había
un hermoso solitario de diamantes. Era impresionante. Simple y
elegante, y tan prefecto. Parpadeó para no llorar. Todavía tenían cosas
que resolver. Muchas cosas. La logística. Su negocio. Su equipaje.
Demonios, el equipaje de él. Pero lo harían juntos.
—En Ryder. Estaba pensando en que él estaría feliz por mí. Por
nosotros.
—Lo estaría.
Fin
Staff
Traductora: Mdf30y
Correctora: Pily1
Diseño: Lelu
Lectura Final: Auxa
01 – Me haces débil
Alto, moreno y tatuado, el agente del FBI Hudson
Blackwell ha vuelto a casa, a Crystal Lake, para
ocuparse de su padre moribundo e irse. No cree en
muchas cosas, aparte de sus hermanos, su Dios y su
país. Le gusta la vida sencilla y odia las
complicaciones. Así que toparse con la chica que dejó
escapar es una complicación de la que puede
prescindir. Sin embargo, las llamas del deseo siguen
ardiendo y no es tan fácil romper los lazos por
segunda vez. Hace que un hombre se pregunte…
¿Puede un hombre que solo quiere irse encontrar una
razón para quedarse?
Rebecca Draper espera que una segunda oportunidad
en la vida la haga volver a la normalidad. Con un
matrimonio fallido a sus espaldas y un hijo pequeño que mantener, esta antigua
reina de belleza no tiene tiempo para Hudson Blackwell, pero encontrarse con
él hace agitar las cosas. Cosas calientes. Cosas salvajes. El hombre le rompió el
corazón una vez, así que involucrarse con él sería una locura. Sin embargo, él
despierta un deseo y una necesidad tan intensos en ella que no puede negarlos.
La pregunta es…
¿Puede una mujer que desea el amor ser lo suficientemente valiente como para
arriesgarse con un hombre que podría destruirla?
02 – Me vuelves loco
Volver a casa en Crystal Lake debería ser un paseo
por el parque para el famoso piloto de carreras, Wyatt
Blackwell. Recogerá un premio, verá a su familia y
volverá a su acelerada vida antes de que nadie se dé
cuenta de que se ha ido. Pero cuando un accidente lo
lleva a la sala de Urgencias local, la doctora que lo
atiende no es otra que la presidenta estudiantil,
irritable y de carácter recto a la que jodió en el baile
de graduación. Su disgusto es evidente, pero también
las chispas. Las buenas. Malas. Calientes. Regan
Thorne se niega a reconocer ninguna de ellas y eso lo
hace personal. Lo convierte en un reto.
Porque Wyatt Blackwell no pierde en la pista, y seguro
que no pierde en el dormitorio.
Regan Thorne no puede negar que siente deseo por el sexy Wyatt Blackwell, pero
no tiene por qué gustarle. El hombre fue el único responsable de una de las
peores noches de su vida. El hecho de que él esté interesado no significa nada…
ella sabe que la usaría y se iría… y a sus veintinueve años no está en el mercado
para una aventura. Pero Wyatt Blackwell es persistente. Su encanto es
escandaloso. Hace que una chica se pregunte. ¿Podrá ceder a sus deseos más
oscuros y darle una lección a Wyatt al mismo tiempo?
A medida que el invierno se acerca a la tranquila ciudad de Crystal Lake y las
cosas se calientan, Regan se pregunta si sobrevivirá a la tormenta que ha
creado, o si está condenada al fracaso.
03 – Sacudes mi mundo
Volver a casa, a Crystal Lake, se suponía que era una
parada de fin de semana para el portero de la NHL,
Travis Blackwell. Pero un encuentro con su exmujer
se lo hace pensar dos veces. Y aunque probablemente
no sea una buena idea teniendo en cuenta su
historia… casado demasiado joven, él se había ido
antes de que se secara la tinta de los papeles del
divorcio… decide quedarse durante el verano. Las
cosas son diferentes ahora. Él es mayor. No es tan
salvaje. Algunos dirían que incluso está asentado.
Sabe que ella es la que se alejó, así que está dispuesto
a pasar por alto algunas cosas. Como el hecho de que
ella lo odie a muerte, y tiene todas las razones para
hacerlo. Llámalo loco, pero este portero tan sexy
acaba de empezar el partido de su vida.
Y perder no es una opción.
Ruby Montgomery está viviendo el sueño. Nacida en el lado equivocado de la
ciudad, ahora vive en el lago y es dueña de un exitoso negocio. ¿Y qué si todo
surgió del sangriento dinero que ganó en un divorcio? Desde fuera parecería
que lo tenía todo, incluido un bonito perro y un novio guapo. Sin embargo, todo
lo que se necesita es una mirada de Travis Blackwell y su mundo se pone patas
arriba. La angustia que había enterrado, el dolor que había ignorado y el deseo
que nunca se había ido… todo estaba ahí, hirviendo a fuego lento bajo la
superficie, esperando a explotar. Travis era el único hombre del que Ruby
debería alejarse. El único hombre que podría romperla. Otra vez.
Entonces, ¿por qué le resultaba tan difícil mantenerse alejada?
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04 – Mi corazón te pertenece
Serie Los Blackwell de Crystal Lake 309
Juliana Stone Sacudes mi mundo
Sobre la autora
Juliana Stone se enamoró de los libros en quinto
grado cuando su profesora le presentó a Tom
Sawyer. Marimacho de corazón, divide su tiempo
entre el béisbol, los libros y la música.
Cuando no está cantando con su banda, está
encantada de escribir novelas románticas
contemporáneas para jóvenes y adultos, libros
que han recibido críticas de Publishers Weekly y
Booklist, desde algún lugar de la naturaleza de
Canadá.