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Lora leigh – Serie Castas - Sexo con alas

Traducción: Nicole
Corrección: Mayuli
Formato: Kapri

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Lora leigh – Serie Castas - Sexo con alas

Argumento

Relato del encuentro sexual entre Kenna Corlaw perteneciente a la Casta de las Aguilas y la

Dra. Nicole Akitoye ...

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—Tú deseas experimentar con la sexualidad de una raza, y yo te ofrezco mis


servicios. Como ya deberías saber que lo haría — el sarcasmo era difícil de no percibir.

Bien, no era como si la semana hubiese sido aburrida de todas formas, la Dra. Nicole
Akitoye se dijo a sí misma mientras miraba fijamente el áspero dormitorio de su captor.
Luchó contra el temblor sexual que atravesaba su cuerpo. Era el espécimen macho más
perfecto en el que ella nunca antes hubiese puesto sus ojos. Esto era, si pasaba por alto las
grandes alas emplumadas que se encontraban en su espalda.

El cabello largo y marrón oro caía sobre sus hombros, enmarcando un rostro que debería
haber sido el de un Dios. Cuando estaban creando sus perfectas maquinas de matar, el
Consejo había aspirado definitivamente por lo excepcional, tanto en el buen aspecto como
en la potencia y la fuerza. Sus ojos eran de un marrón dorado, con chispas de un ámbar
más ligero. Los reflejos ámbar parecían brillar cuando su temperamento se incrementaba,
creando un brillo en sus ojos que instintivamente la volvían cautelosa. Le recordaban a la
mirada de las águilas, un momento antes de un ataque. Depredadores, evaluando todas sus
fortalezas, y todas las deficiencias. Era cómo la veía ahora. Como si estuviera listo para
saltar. Ella quería sacudir la cabeza. Todavía no podía creer que el Consejo de genética
hubiese logrado tal hazaña. ¿Cómo lo habían hecho?

Keegan Corlaw se mantuvo erguido frente a ella, su rostro hermoso con líneas de
terquedad, su cuerpo musculoso trabajado para la furia que claramente esperaba de ella.
Una furia que ella guardaba cuidadosamente.
—No he dicho que quería follar a uno—, prácticamente gruñó. Dios, ¿cómo lograba

ponerse a sí misma en estas situaciones?

— ¿Cómo si no, pueden probarse los experimentos? —le preguntó, cruzando los brazos

sobre su amplio y desnudo pecho, inclinó su cabeza y la miró interrogativamente. —Me

estoy poniendo a tu disposición — Nikki rodó sus ojos.

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—Has estado en cautiverio demasiado tiempo— gruñó ella, apretando sus manos en el
tejido que él había envuelto a su alrededor en el momento que la había liberado de las
cuerdas que la habían mantenido anteriormente. —Ahora piensas que el sexo solo puede
realizarse como un experimento.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Labios que suplicaban ser besados.
Sólo ligeramente llenos, tentadores.

—Creo que el sexo puede hacerse de muchas maneras— dijo restándole importancia. —
Quizás pasaste muchos años con el Consejo, Doctora. Quizás creas que debe ser un
experimento.
Nikki se obligó a sí misma a mantenerse callada. No fue fácil. Se encontraba ante una
criatura con alas, uno que había invadido más de una fantasía privada, desnudo y envuelto
en sólo un tejido. Él estaba vestido con pantalones de cuero y nada más. Negro, marcando
el cuerpo y abultado sin disculparse por el bulto entre sus masivos muslos. Ella estaba en
problemas.
—Nunca he sido parte del Consejo, — ella soltó. —He tratado y curado y luchado por
cada raza genéticamente alterada que esos bastardos han creado— tenía sus puños
cerrados.
Primero habían sido las depredadoras razas felinas, luego los lobos y coyotes y ahora las

águilas. Águilas por el amor de Dios. Ella no pudo averiguar cómo lograron este.

—Has luchado por nosotros, estoy de acuerdo. —Avanzó lentamente sobre ella, sus ojos

se enfocaron en ella pero rehusó retirarse.

Ella aún, estaba silenciosa bajo esa mirada penetrante mientras él se le acercaba. Se
intensificó su respiración, su corazón se aceleró, sus músculos se tensaron, preparándose
para un toque contra el que ella sabía que se vería obligada a luchar. No él. Sabía que él no
la perjudicaría. Pero de ella misma. Su propia debilidad insidiosa y abrumadora de su deseo
por él.
Su coño se sentía como un volcán, listo para entrar en erupción, sus jugos deslizándose
entre los sensibles labios, preparándola para una invasión que estaba

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decidida a resistir. Sus pechos tenía voluntad propia, sus pezones eran pequeños puntos
duros bajo el tejido, tenían el olor de la brisa de la montaña y alcanzando las fosas nasales
de un potente hombre.
Keegan se paró frente a ella ahora, mirando hacia abajo, su mirada penetrante, caliente.

—Déjanos lleva a cabo este experimento—, susurró seductoramente. —Recuerdo a


menudo, durante la droga del Consejo que inducía a lujuria, una necesidad, un deseo de
tocarte con mis alas. ¿Vamos a ver qué se puede hacer?
La boca de Nikki se secó, pero el coño se apretó y fluyó la prueba delatadora de la

tentación que él representaba.

— ¿Te parezco una tonta?— Se mordió, mirando con recelo las agraciadas alas en su
espalda que comenzó a desplegar. Las plumas eran largas y rígidas a lo largo de la parte
posterior de las enormes extensiones. Pero sabía que en el interior eran tan suaves como el
satén, cálida y sensual como el malvado pecado y el placer carnal. Su carne picaba,
voluntariamente sucumbiendo a la necesidad de sentir el toque de las plumas nuevamente.
Su mente se resistió. Si ella se entregaba a él, nunca más sería libre otra vez.

—No te ves para nada como uno—, le aseguró curvando un ala hacia ella, mientras que
veían en ella una fascinación aturdida. —Pareces suave y cálida, tu piel de miel y tus
exuberantes curvas tan dulces que sólo quiero posar mis labios sobre ti y ver si tu gusto es
tan dulce como parece.
Las plumas eran pequeñas, una mezcla de marrón besado por el sol, rojizo y un blanco

cremoso. Como el aliento suspendido en su garganta, parecían seguir adelante por voluntad

propia, desplegándose en la parte inferior de sus alas, alcanzando hacia ella.

—No—. Ella saltó fuera del alcance unos momentos antes de que le hubiera tocado.

—Sí, — él gruñó. —No intentes mentirme, Nikki, y no digas que no lo deseas.


Puedo oler tu calor, tu excitación.

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—No significa nada—. Ella sacudió la cabeza, incómoda con el repentino sentimiento
sensual de su propio cabello al acariciarle sus hombros. Su carne demasiado sensible,
doliendo de formas que nunca había experimentado antes.
—Significa todo—. Le soltó.

Antes de que ella pudiera asimilar sus intenciones, la ropa fue sacudida con fuerza de su
cuerpo, dejándola de su pie delante de él, desnuda, temblorosa, su cuerpo en llamas para
él.
—No puedo hacerlo, Keegan. — Ella vio con horror como lanzó el tejido al piso, sus

manos, a continuación, fueron a la parte frontal de su pantalón.

Sus ojos se abrieron más, ella no pudo evitarlo. Mientras se quitaba el pegado material
de su cuerpo, la gruesa longitud de su dura polla fue revelada con glorioso detalle. La
longitud era tan pesada y llena que la gravedad tiraba por ella, dibujándolo lejos de su
cuerpo hasta que apuntó hacia ella como si fuera un dispositivo de búsqueda que había
localizado el calor húmedo del coño.
Nikki lamió sus labios secos nerviosamente, su boca repentinamente haciéndose agua,
teniendo visiones de ponerse de rodillas, probando, chupando esa cabeza dura, amplia en
su boca, que la llevó casi a gemir por el hambre.
—Keegan, — susurró su nombre con anhelo y en protesta cuando avanzó de nuevo

hacia ella.

Ella alejó sus ojos de la vista de su erección, dispuesta a defenderse ahora, pero no

sabía si ella rogaría para liberarse, o por su toque, ella no estaba segura.

Se detuvo a un soplo de tocarla. La lanza de carne de acero casi tocándole el abdomen

mientras él la miraba fijamente hacia abajo.

—Hazlo,— él le ordenó entonces. — ¿Crees que no puedo leer el anhelo en tus ojos?

¿Que no sé lo que desea, Nikki?

—No quiero nada de ti, — ella replicó, furiosa con ella misma por su propia debilidad.

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—Deseas lo mismo que yo—, él mordió, sus dedos apoderándose de sus brazos, su
toque caliente, sus manos raspado contra su piel, causándole temblores de necesidad. —
Deseas mi polla enterrada tan profunda dentro de ti que apenas puedas respirar.
Simplemente te niegas a admitirlo.
Su mano fue a su pecho, con la intención de empujarlo lejos, su único pensamiento fijado
en la necesidad de escapar de las insidiosas delicias que causaban su toque. Esa adicción
no podría ser una buena cosa.
—Esa polla no encajaría dentro de mí, — ella mordió, gimiendo cuando vio como

desplegaba sus alas.

Ellas se abrieron, curvándose alrededor de su cuerpo, arropándolos dentro de ellas.

No. No. No de nuevo. Ella no podría soportar ese latigazo de lujuria intensa que le había

marcado el cuerpo cuando las plumas la tocaron.

—Encajará—, juró, su voz áspera ahora, ronca con su propia pasión. —Estrecho y duro

dentro de ti, Nikki. Encerrada perfectamente dentro de tu caliente y pequeño coño.

Sus alas la tocaron. Nikki respiró con dificultad debido al placer, subiendo por sus nalgas
mientras sus músculos se contraían por el contacto y el placer sensual, su útero sufriendo
espasmos por la necesidad.
—Keegan, por favor no. — Ella se estremeció y, a continuación, gruñó por la
desesperación cuando la atrajo las últimas pulgadas que le permitían a su polla a colarse
entre sus muslos.
El calor la marcó. La mantuvo contra él, sus manos eran grilletes en sus caderas, sus
alas curvadas alrededor de ella, levantándola, manteniéndola contra él mientras sus
caderas se movían, trabajando su erección con un suave movimiento deslizante entre sus
muslos. Como si fuera poco, como si el placer de ese eje duro empujando entre sus muslos
no fuese suficiente, esas malvados plumas interiores comenzaron a unírsele.

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Desde su cuello a sus pies, acariciaban, trazaban, ligeras y fácil, cálidas y malvadamente
despertando. Sus manos fueron a sus hombros, sus uñas mordían en su carne mientras la
seda y el satén la acariciaban, pequeñas llamaradas de placer carnal corrido sobre sus
terminaciones nerviosas, apretando sus músculos y causándole estremecer por las
clamorosas caricias.
—Sí, Nikki, — él gruñó en su oído ahora que sentía los jugos deslizándose desde su
coño, al tallo grueso inserto entre sus muslos. — ¿Sientes cuan caliente y húmeda estás
para mí? No puedes negar tus necesidades cuando puedo sentir tu miel cayendo sobre mí
como rico jarabe caliente.
Sus labios se trasladaron a su frente, su mejilla, caliente besos que la tenían jadeando,

luego finalmente giró su cabeza, desesperada por más. Quería sus labios en los suyos, su

lengua acariciando la de ella, al punto que la necesidad de ello fue enloquecedora.

¿Qué infiernos hacía a ella? Sus caderas se trasladaron en contrapunto, desesperadas


por posicionar la bulbosa cabeza de la polla en la apertura de su vagina. Necesitaba más,
ella estaba muriéndose de hambre por él, el sabor, el toque de él, a diferencia de cualquier
hambre que ella nunca antes hubiese conocido.
En su espalda, como los dedos de suave seda, esas pequeñas alas suaves la
acariciaron, conduciéndola a la locura con el placer que le entregaban. Ella se retorcía
contra él, permitiendo que sus manos y sus alas la sostuvieran cuando sus piernas se
subieron sobre las de él, sus muslos se abrieron más cuando ella intentó aliviar la presión,
los tortuosos trazos de la polla la estaban volviendo loca.
—Me estás quemando vivo, — susurró en su oído, sus labios y los dientes mordiendo el
lóbulo sensualmente. Nikki luchó para conseguir seguir respirando, para calmar las furiosas
demandas que barrían sobre su cuerpo. Sus labios se arrastraron por su oído, a lo largo de
su cuello y ella habría protestado nuevamente contra el placer perverso, si ella hubiese
tenido el aliento suficiente como para a hacerlo.

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—Keegan, — susurró su nombre mientras sentía las plumas, las demoníacas y tortuosas
criaturas que eran, deslizándose con la promesa caliente a lo largo de la hendidura de sus
nalgas.
Acariciaban como pequeños dedos, de terciopelo, suaves pero firmes, separándola,

haciendo su camino en la bien cerrada apertura de su ano.

—Fácil amor—, susurró mientras sus labios se posaban en su hombro. —Siente lo que
puedo hacer por ti Nikki. Te desafío a que te entregues al placer, de ver a las criaturas que
tu familia ayudó a crear.
Una conmocionada protesta llegó a sus labios, pero sólo un grito de agobiante placerles
escapó de ellos. Sus alas la atrajeron más hacia él, mientras la mano de él se trasladó al eje
duro que la acaricia y lo colocó para penetrar la empapada entrada de su coño. Mientras la
cabeza la extendía, quemaba su carne con una agonía de necesidad, ella sintió las plumas
que se desplazan a lo largo de su culo, haciendo cosquillas en su ano con calmantes,
suaves trazos que la tenían clamando por más.
Ella se apoyó en el tormento de las plumas de las alas interiores, jadeando, sus manos
agarraron sus brazos mientras sentía la cabeza gruesa de su polla en las profundidades de
su vagina.
Nikki podía sentir como su cuerpo temblaba, temblando por las corrientes de lujuria que
corrían sobre su carne. No hubo una parte de su cuerpo no estaba siendo tocada, trazada
de alguna manera. Y esas plumas; ella se arqueó y apenas restringió los gritos para que se
apurase. Que se apurase y la llevara a terminar con la avalancha de sensaciones
angustiosas que la estaban volviendo loca.
Las plumas que acariciaban entre sus nalgas de repente parecían rígidas. Cuando la
polla de Keegan se forjó más adentro de su ardiente coño, sintió como su ano era penetrado
por las fuertes y diabólicas plumas que nunca parecían parar. Ella se irguió en contra de él,
gritando entonces cuando su polla fue forzada más profunda y dura dentro de ella cuando
se dobló en sus fuertes brazos. Esas malditas plumas, ella las maldijo en su aturdido
fascinación cuando acariciaron el canal estrecho de su ano, forzándola a relajarse, a
aceptar la penetración malvada con un grito desesperado por más.

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Manos duras se apoderaron de su cadera, unas pecaminosamente suaves plumas


amortiguaban sus nalgas, las acariciaban, le facilitaban y la levantaron cuando Keegan se
trasladó hacia atrás varios pies para ponerla contra la pared. A continuación, se estaba
conduciendo en ella. Sorprendente, agónico placer, malvada lujuria la atravesó con la fuerza
de un gran maremoto.
Su polla era un invasor grueso, desbandado cuando comenzó a moverse entre sus
muslos, hundiéndose en la vagina con golpes duros, ardientes. Su clítoris aumentó,
palpitando, rozando contra su hueso pélvico y amenazando con una explosión de éxtasis.
Ella era una criatura de lujuria ahora. Sus muslos agarraban las caderas de él,
conduciéndolo más fuerte dentro de ella mientras sus nalgas se apretaban por las plumas
diabólicas que penetraban y acariciaban su culo.
Ella estaba embelesada. Gritaba su nombre mientras conducía su dura carne más fuerte

dentro de ella, sus labios se aplastaron contra los de ella, llevándola a un beso que destruía

cualquier esperanza que ella podía haber tenido de proteger su alma de este hombre.

Su beso era hambriento, desesperado. Su lengua invadió su boca con una demanda
rapaz, ardiente, ella no podía negarse más de lo que ella podría haber negado a su polla
metiéndose duro y rápido dentro de su vagina ahora. Ella podía hacer nada más que
sostenerlo fuerte. Invadida desde todos los puntos receptivos, inundados de una agonía de
tal placer que cuando su último impulso desesperado explotó en ella, ella abrió su boca en
un grito mudo cuando el orgasmo rasgó a través de ella. Oveja Negra

Sentía la polla sacudiéndose dentro de ella y, a continuación la lava de su semilla cuando


explotó fuerte y caliente contra las profundidades de su coño. Su cuerpo se sacudió con
fuerza con espasmo duros, intensificando cada explosión de la liberación que detonó dentro
de su cuerpo.
Ella estaba llorando. Sintió las lágrimas en su rostro, en su corazón. Su semen lavando

dentro de ella, desencadenando el final, ondulando el pulso de sus contracciones mientras

la pluma acariciaba el interior de su ano hasta que

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finalmente se tranquilizó, permitiéndole a su cuerpo aliviarse, a calmarse de los

estremecimientos involuntarios que se apoderaron de ella.

Los labios de Keegan estaban en su hombro, sus dientes encerrados en la carne cuando
él la llevó a la cama. Nunca la soltó. La polla todavía estaba enterrada dentro de ella, una
marca ardiente de lujuria todavía gruesa y caliente por su necesidad. Sus alas todavía
envueltas alrededor de ella, calmándola ahora que se derrumbaron en el colchón con un
cansado gemido.
La trasladó suavemente, facilitando su tallo grueso de su vagina sensible. Las plumas a
lo largo de su espalda, muslos, las puntas de sus dedos le acariciaban en un ritmo suave,
liberando su cuerpo de los temblores desesperados de su cuerpo, temía que nunca sería
sensata otra vez.
Estaba cansada. Su cabeza fue escondida cerca a su pecho, sus brazos y alas envueltas

alrededor de ella hasta estaba segura de que si alguien estaba mirando, no podrían ver ni

una pulgada de su carne, ella estaba cubierta tan bien. Lentamente, se facilitó la respiración

de Keegan, sus manos acariciando su cuerpo, incluso sus plumas la acariciaron así.

—Debo descansar, Nikki, — susurró por encima de ella. Oveja Negra

Nikki frunció el ceño, sonaba agotado, más de lo que debería haber causado un

encuentro sexual.

—Entonces duerme, — susurró, demasiada cansada para pensar en algo insultante para

molestarlo. Mañana, se prometió a sí misma.

—Nunca he dormido bien, — su voz era suave, somnolienta, casi hipnótica ahora. —Los

sueños me atormentan, los horrores me visitan y los gritos de los necesitados asaltan mis

sueños. Quédate aquí conmigo, Nikki. No me dejes. Sólo tú mantienes los horrores lejos.

Por primera vez en todos los meses que lo había conocido, Nikki escuchó el dolor en su

voz, que ella sólo había vislumbrado una vez o dos en su mirada.

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—Sólo por esta vez, — ella suspiró, dándose cuenta de que ella no tenía la fuerza
suficiente como para alejarse de él, incluso si ella hubiese querido—. Duerme Keegan.
Estaré aquí.
Su respiración se calmó, y de un segundo al siguiente, se dio cuenta de que dormía. Ella
frunció el ceño, luchando contra el sueño para recordar las anotaciones del Consejo que
había encontrado sobre él.
Intenso. Conductor. Requiriendo de a penas un momento para dormir durante meses.
Querido Dios, cómo había sobrevivió por treinta años en ese despiadado laboratorio.
¿Cómo había logrado mantener la cordura sin ningún sueño y la conciencia psíquica de los
horrores que los científicos del Consejo practicaban?
—Lloré por todos ellos, — su voz era vaga, agotada. — Por todos ellos Nikki. Yo lloré por

ellos, incluso cuando supe que ya no eran parte de esta tierra. Lloré.

—Duerme, Keegan. — Su garganta se apretaba con su dolor. Oveja Negra

—Duerme conmigo, Nikki, — gruñó, a la vez exigente y suplicante en iguales medidas. —


Quiero compartir tus sueños, amados, como lo hiciste antes. Un campo de flores, una manta
y el sol. Comparte conmigo Nikki.
Ella cerró los ojos, dándole la visión que necesitaba, que ella a menudo necesitaba para

encontrar su propio descanso. Y allí, inmersos en el calor de grandes plumas y un hombre

duro y musculoso, durmió.

Fin

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