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1.

Marco teórico y antecedentes

La aparición del lenguaje fue, junto al desarrollo de la capacidad cognitiva e inte-lectual, uno de los
acontecimientos que marcaron un antes y un después en el proceso de evolución del ser humano. No se trata
aquí de demostrarlo, tarea ya innecesaria por repetida, al margen de estar fuera de lugar en este contexto. Sea
como vehículo de comunicación, sea como facultad de conocimiento, el lenguaje se nos presenta
primariamente como medio de cooperación y como ele- mento imprescindible para la cohesión social y
comunitaria. Esta concepción del lenguaje como un ámbito de poder precisa una fundamentación previa de
sus pe- culiaridades internas; no obstante, para presentar la disciplina sociolingüística resulta muy eficiente.
Es complicado concebir una lingüística externa (la que se ocupa de estudiar la influencia de los factores
exteriores en el desarrollo del len- guaje: sociedad, psicología, etnografia) que no esté fuertemente asentada
en la fundamentación teórica interna del lenguaje (centrada en explicar el funciona- miento del sistema
lingüístico atendiendo exclusivamente a los factores que afec- tan desde dentro a la propia estructura). Del
mismo modo, no parece posible, en la actualidad, el entendimiento de la lingüística interna sin el
conocimiento de sus proyecciones potenciales (Moreno Cabrera, 1991).

Así, junto a asuntos tales como los niveles de análisis, las unidades básicas en cada nivel o las
combinaciones posibles entre ellas, merecen atención cuestiones como el sistema simbólico que el lenguaje
representa, su función ordenadora de la realidad o su relación con la cultura comunitaria. También, por
supuesto, los vinculos que mantiene con el entorno social en el que aparece, se desarrolla, se adquiere y se
usa.

En este contexto, el fundamento conceptual de la investigación sociolingüística se presenta en un estado de


efervescente dinamismo, atravesado por contradicciones que lo hacen continuamente apasionante, no solo
para los lingülistas sino, en general, para todos los científicos sociales. Por ello, y por el componente
aplicado y socialmente comprometido que tuvo siempre este tipo de estudios, no es de extrañar el notable
interés que suscitan las discusiones teóricas sociolingüísticas. Cualquier acercamiento al estudio del lenguaje
proporcionará irremediable- mente y sea cual sea la perspectiva que adoptemos una realidad cargada de
complejas y heterogéneas manifestaciones. De hecho, la reflexión sobre el len- guaje ha motivado con
frecuencia cierta preocupación por su uso común y sus correspondientes diferencias entre los hablantes y en
los actos comunicativos; no obstante, resulta paradójico que la atención sistemática por la variación de las
lenguas y su relación con la heterogeneidad social, cultural o estilística se haya considerado tradicionalmente
como un aspecto secundario, no nuclear o marginal de la investigación lingüística, al haberse ocupado esta
más intensamente de la articulación y el orden interno de la lengua (gramática) o de su relación con las
estructuras lógicas del pensamiento (representación). Los aspectos referidos a cómo puede explicarse la
realidad a partir de la lengua o, viceversa, cómo se acla- ran o complementan las razones lingüísticas internas
o específicas a partir del conocimiento del mundo, han constituido, como decimos, aspectos adyacentes al
interés lingüístico; en consecuencia, la atención sistemática por el problema de la variación lingüística en su
entorno social y el interés correspondiente por someter- la a cauces disciplinares y académicos pueden
considerarse, todavía hoy, relati- vamente recientes. De hecho, se está aún lejos de una concepción unificada
y consistente sobre la que haya consenso general.

Por fortuna, el giro epistemológico que produjo el incremento del interés por lo que se ha dado en llamar
lenguaje en su existencia ha propiciado que la investi- gación en lingüística externa se haya visto impulsada
en los últimos años. De este auge se ha beneficiado la sociolingüística, disciplina que sustenta su aparato teó-
rico, como se verá a lo largo de este manual, en el principio irrebatible de que los sistemas lingüísticos no
son homogéneos en cuanto a su uso. Ciertamente, como ha quedado de manifiesto en múltiples ocasiones, el
uso efectivo de las lenguas ofrece sustanciales disparidades y variaciones y, aunque esta evidencia nunca fue
negada por la lingüística de corte tradicional, es cierto que hasta una época relati- vamente reciente este
hecho siempre se mantuvo en segundo plano, casi como un componente adicional que la lingüística general
parecía querer marginar por re- sultarle incómodo.

La primera consecuencia de este cambio de actitud fue la puesta en duda de la idealización del conocimiento
y del uso lingüístico de los hablantes, así como del espacio social en el que se desarrolla el evento
comunicativo. Los planteamientos chomskianos exigían uniformismo social, espacial e histórico para admitir
la pro- puesta de comunidad homogénea, ya que solo así era concebible la completa homogeneidad. Al
conocer un hipotético hablante perfectamente su lengua y quedar diferenciadas las condiciones que pueden
interferir en la aplicación de ese conocimiento, la propia actuación termina idealizada y resulta, en términos
generati- vistas, fiel reflejo de la competencia (Chomsky, 1965: 5).
Una vez que las bases de la homogeneización lingüisticosocial fueron puestas en juicio, cabía preguntarse
qué ocurriría cuando se acometiera el estudio del comportamiento lingüístico de hablantes que no fuesen del
todo ideales en comu- nidades lingüísticas que no eran en absoluto homogéneas. La disciplina que se hizo
cargo del reto fue la sociolingüística y, para ello, se situó en un espacio de intermediación al alcance de
lingüistas, lingüistas aplicados, sociólogos, psicólo- gos, educadores, antropólogos y etnógrafos, entre otros.
Desde el principio se observó que la relación entre lenguaje, cultura y sociedad no era pertinencia ex- clusiva
de una sola ciencia, pues las conexiones interdisciplinares se mostraban evidentes. De esta manera, se
estableció la importancia del contexto, el concepto de lenguaje como visión del mundo, la estructura social o
la interacción entre lenguaje y sociedad.

Así las cosas, es necesario definir con exactitud el papel que desde la socio- lingüística se otorga al contexto
social dentro de los hechos del lenguaje. El con- texto social en el que se lleva a cabo cualquier tipo de
actuación lingüística cons- tituye un conjunto de factores que la mediatiza, influye y condiciona. Como se ha
señalado, la disciplina que, dentro de la lingüística externa, se ocupa de la cova- riación entre los hechos
lingüísticos y los hechos sociales es la sociolingüística, materia encargada de la observación de los hábitos
comunicativos y modelos lin- güísticos que sirven de referencia a un determinado grupo social. Por ejemplo,
gracias a la sociolingüística podemos saber que determinado grupo sexual y social (mujeres de clase alta, por
ejemplo) utiliza cierto rasgo fonológico de manera casi exclusiva o que algunas concordancias aparecen solo
en los enunciados de las personas mayores o que unos términos concretos se dan entre los miembros de
determinado grupo social. Los hablantes, al reconocer en las investigaciones so- ciolingüísticas nuestra
propia experiencia de usuarios del lenguaje, vivimos de cerca y seguimos con interés cómo las palabras, la
forma que adoptan o el orden cambiante de su aparición y organización pueden reflejar, y a veces propiciar,
diferencias de jerarquía social, de papeles sociales y de sexos; observamos cómo las diversas formas de habla
delatan posiciones y funciones sociales, actitudes, estrategias de comportamiento y actuación. De igual
modo, los estudios sobre la variación del lenguaje nos ayudan a reconocernos como auténticos estrategas
activos en la presentación del yo, en la negociación del significado y en el inter- cambio de lo real mediante
los signos lingüísticos.

También se pueden utilizar los modelos sociolingüísticos para determinar qué rasgos del entorno de un
determinado sujeto están favoreciendo o condicionando su desarrollo. Por ejemplo, los aprendices de
primeras lenguas integrados en el seno de un determinado grupo social considerado de prestigio pueden
demostrar actuaciones lingüísticas significativamente diferentes de los que se integran en otro grupo social
estigmatizado, lo que representaría un serio problema para la posterior vida escolar y social de esos sujetos.
Otras aplicaciones, como es sabido, se refieren a la planificación lingüística o a la enseñanza de segundas
lenguas. En realidad, los campos en los que más se ha desarrollado el componente aplicado de la
sociolingüística -posiblemente en detrimento de otros con menor tradición- han sido el de la política y la
planificación lingüísticas y el de la educación. Cierto es, también, que la tradición aplicada en el ámbito de la
sociolingüística es algo inherente a la propia materia y, de esta manera, cualquier investigación aplicada se
observa con acostumbrada naturalidad.

Parece, entonces, que el lugar de la sociolingüística en el contexto de las cien- cias del lenguaje está
justificado: la sociolingüística se convierte en encrucijada de investigadores de distinta formación y de esta
manera ha de ser considerada como una materia que ofrece toda la riqueza de un campo interdisciplinar.

1.1. La sociolingüística en el marco de la lingüística general

El lenguaje es una manifestación del comportamiento humano y, por eso, está condicionado por las
características socioculturales de los hablantes. Que lenguaje y sociedad guardan una estrecha relación no se
cuestiona a estas alturas; afortunada- mente, cada vez quedan más lejos los tiempos en los que se abordaba el
estudio del lenguaje únicamente como un sistema interno, explicable exclusivamente en términos de la
organización psicológica del individuo. En este marco, se llegó a pensar que el lenguaje era un sistema que
se adquiría sin que el contexto social influyese en el proceso de aprendizaje; así, se consideraba el lenguaje
como una capacidad innata del hombre, sin relación con el contexto social de los hablantes. De hecho, si se
repasan los planteamientos teóricos de las dos corrientes lingüísticas que más han ayudado al desarrollo de
esta ciencia durante el siglo XX -estructuralismo y genera- tivismo es posible concluir, sin demasiada
dificultad, que se trata de enfoques paradigmáticos de lo que se ha dado en llamar lingüistica invariable.

El estructuralismo presenta sus fundamentos disciplinares, grosso modo, a partir de la reducción de su objeto
-la langue- a sus aspectos invariables. El pri- mer punto de esa reducción, posteriormente extendida a otros
planos, se manifies- ta en la abstracción temporal en contraposición con las visiones historicistas del
lenguaje, que abordaban los hechos lingüísticos en su variación diacrónica, aun- que solo fuese para buscar
las leyes invariables de esa variación. No obstante, también es cierto que ningún estructuralista niega la
existencia de la variación; lo que ocurre es que, aun admitiéndose esta como propiedad del objeto, en
relación con el método no parecía especialmente relevante, por lo que se optó por un mo- delo basado en las
leyes invariables de esa variación. Las propiedades de la varia- ción, por tanto, quedaban, para la mayor parte
de los estructuralistas, en segundo plano. En consecuencia, la abstracción de lo invariable, que comenzó
siendo parte del proceso metodológico del estructuralismo, acabó identificándose con lo esen- cial del objeto,
con lo que los hechos variables acabaron relegándose a un lugar intrascendente de la teoría. En definitiva, el
resultado de esa reducción constituye, como es notorio, un sistema idealizado y alejado de cualquier
concepción concre- ta de la lengua. Sin embargo, ese sistema invariable se presenta localizado en una
sincronía y representa la red de relaciones o estructura de una lengua en una co- munidad determinada.

Resulta curioso, cuando menos, que la invariabilidad temporal y social su- ponga la aceptación de un estado
que se identifica como la fijación de un proceso variable y que, por tanto, entraña la aceptación implícita del
principio de variabilidad. Como se observa, lejos de negar la existencia de la heterogeneidad lingüística, el
estructuralismo basa sus cimientos esenciales en ella. Saussure advertía sobre la imposibilidad de abordar
metodológicamente el estudio, no ya de las manifestaciones concretas de las lenguas, sino de una realidad
todavía más com- pleja y abstracta: la facultad del lenguaje se definía, antes que nada, por un carác- ter
marcadamente heterogéneo al que había que imponer un orden a través de la búsqueda de lo esencial.
Mediante este proceso complementario de homogeneiza-ción se proponía la construcción de un modelo de
lengua alejado no solo de lo individual, momentáneo y particular (parole), sino también de aquello que
resulta inabarcable desde el punto de vista de la complejidad y heterogeneidad multifor- me de su propia
esencia (langage). La heterogeneidad detectada en el habla, por un lado, y en el lenguaje, por otro, aunque de
naturaleza muy dispar y con reper- cusiones muy diferentes en la construcción del objeto lingüístico,
constituyen, para-dójicamente, la base del aislamiento teórico que el estructuralismo utilizó para la
construcción de su teoría lingüística.

De igual modo, al generativismo tampoco le interesan los particularismos procedentes de los efectos de la
localización concreta de las lenguas en los espa- cios históricos, sociales o dialectales. Independientemente
de lo ya señalado a propósito de la idealización hablante-oyente y de la pretendida homogeneización de la
comunidad lingüística, el generativismo propone como centro de la percep- ción disciplinar una facultad del
lenguaje que llama competencia, avanzando un paso más en el proceso de abstracción comenzado en la etapa
estructuralista, pues se aminora el peso específico de los sistemas al considerarlos simples objetos marginales
y no significativos para la auténtica ciencia lingüística. Estamos ante una nueva reducción epistemológica
que desplaza el centro de interés de la lin- güística hacia un objeto de tipo cognoscitivo en el que se pretende
estudiar no ya las lenguas en sí, sino más bien la facultad para aprenderlas. Como esa capacidad de
adquisición se supone universal, se presenta como invariable desde el punto de vista histórico, social y, por
supuesto, lingüístico. La invariabilidad, en este caso, va dirigida a neutralizar las diferencias entre los
distintos sistemas priorizando sus aspectos universales o comunes. Desde ese punto de vista, invariabilidad
equivale a universalidad y, en última instancia, al conocimiento perfecto de una lengua. Como se observa, la
excesiva idealización del objeto por parte del generativismo exige un grado de invariabilidad que traspasa los
límites metodológicos detectados en el estructuralismo y alcanza de lleno la propiedad constitutiva de la
propia teoría. En este contexto, los aspectos variables parecen contravenir la cohe- rencia interna de los
planteamientos de base generativistas, lo que tampoco ha resultado impedimento para que desde la propia
escuela surgieran desde el princi- pio propuestas para incluir la variabilidad histórica o dialectal en el modelo
chomskiano. Las primeras ya se observaban en el mismo trabajo de Chomsky y Halle de 1968 donde se
consideraba la posibilidad de incluir la variación como factor de adición, supresión o reordenamiento de
reglas dentro de la gramática de base (Dittmar, 1973: 100-126 y 127-186). Como consecuencia, algunos
autores empezaron a manejar un concepto de competencia no tan estricto como el que se planteaba en los
primeros discursos chomskianos, sino algo más flexible o laxo; de este modo, la competencia podría incluir
el conocimiento desarrollado por el hablante a partir de una lengua particular. Se acepta, pues, no solo
considerar la facultad universal, sino profundizar en el conocimiento de cómo se desarrolla esa facultad para
desembocar en el aprendizaje de lenguas particulares. Esta modificación acerca el objeto de estudio hacia
posicionamientos algo más realistas, pues si se acepta la posibilidad de un desarrollo del conocimiento, no
parece descabellado pensar también en algún tipo de cambio o transformación. El desarrollo de la lingüística
externa, en general, y de la sociolingüística, en particular, ha aportado a la ciencia lingüística, al menos, la
consideración de nuevas alternativas para la observación de viejos problemas.

Los modelos lingüísticos invariables, aparte de agotar o limitar las posibilidades de expansión de la
disciplina, estaban alejando, cada vez más, las propuestas de explicación cientifica de la realidad del
lenguaje. La integración de determinados fenómenos extralingüísticos como condicionantes indispensables
en los modelos lingüísticos de explicación abría nuevos horizontes que no tardaron en dar resulta- dos de
interés.

En realidad, cuando comenzó a ponerse de manifiesto que la función sintomá- tica y conativa del lenguaje
tiene la misma o más importancia que la representati- va, y que en su adquisición, desarrollo y uso
intervienen factores extralingüísti- cos, las posibilidades de investigación lingüistica tradicionales se vieron
desbordadas. Hymes (1967), junto a otros autores, inició esta corriente que luego es revisada en Sumpf
(1968). El niño que está aprendiendo una lengua, por ejem- plo, no está aprendiendo solo un sistema de
designación concreto, sino que está participando de un sistema de aprendizaje social que incluye la lengua,
entre más factores. En este proceso, el aprendiz se sirve de apoyos y modelos para la adquisición de su
competencia comunicativa (Hymes, 1964b). Uno de los sustentos más importantes lo encuentra en los
adultos que están a su alrededor. Recordemos que la importancia otorgada a los factores sociales en el
funcionamiento del len- guaje forma parte de los principios básicos de la teoria del aprendizaje. En esta
teoría, el papel del adulto es el de repartidor de refuerzos y el de modelo: el adulto premiará al aprendiz por
acercarse a los sonidos del habla y a las construcciones lingüísticas que son propias de su comunidad y de su
entorno. No hay que olvidar, además, que la simple exposición al lenguaje tal y como lo usan los demás
miem- bros del grupo social próximo posibilitará la adquisición espontánea y el desarro- llo de la destreza
lingüística.

1.2. El interés por las relaciones lengua y sociedad en el ámbito genérico del siglo XX. Antecedentes de
la sociolingüística

Los antecedentes de la sociolingüística podrían rastrearse, de manera bastante forzada, incluso en las
disquisiciones platónicas clásicas sobre el carácter natural o convencional de las lenguas. Muchas de estas
discusiones giran en torno al acuerdo social que pesa sobre el lenguaje. No obstante, parece más lógico
considerar el siglo XX como el momento histórico en el que se empieza a estudiar de forma consciente la
influencia que los factores sociales ejercen sobre el lenguaje.

Es bien conocido que el estructuralismo fue una de las corrientes que más in- fluencia ha tenido sobre la obra
de gran parte de los lingüistas de la primera mitad del siglo XX. Asimismo, ya hemos señalado las enormes
lagunas que los plantea-mientos teóricos estructuralistas y también generativistas- evidenciaban a pro- pósito
del condicionamiento social del lenguaje. Sin embargo, como en toda co- rriente de pensamiento, también
entre los lingüistas estructuralistas encontramos autores poco ortodoxos. Precisamente, los albores de la
sociolingüística moderna se pueden encontrar en las obras casi marginales de estos estudiosos menos enca-
sillados en la corriente de pensamiento dominante durante gran parte del siglo XX.

Ya en algunos tratados dialectológicos de corte neogramático podemos vislumbrar ciertos apuntes que
evidencian la relación entre el lenguaje y la sociedad(Jaberg, 1936; García de Diego, 1946 y 1950; Iordan,
1967). También se pergeña cierto interés por esta relación lenguaje-sociedad en algunas obras puramente
teóricas de conocidos estructuralistas (Sommerfelt, 1966; Coseriu, 1958-1973, 1981a y 1981b). Sea como
sea, lo cierto es que el siglo XX se presenta como el momento cronológico que vio nacer esta disciplina cuyo
objetivo, básicamente, consiste en observar, describir y explicar la influencia que sobre el lenguaje ejer- cen
determinados factores sociales. Parece de justicia otorgar a Firth (1935 y 1951) un papel principal entre los
auténticos pioneros de la disciplina. Al menos, este autor, a diferencia de los citados en el párrafo anterior, se
interesa de manera implícita por el concepto de con- texto de situación, propuesto por Malinowski y
posteriormente desarrollado por Halliday (1973 y 1978). Aunque quizás la verdadera aportación de Firth al
naci- miento de la incipiente sociolingüística fue la consideración de la lengua como un polisistema que
alberga una serie de importantes funciones sociales.

No obstante lo anterior, son varios los manuales de sociolingüística que con- sideran el Primer Congreso
Mundial de Sociolingüística celebrado en la UCLA en 1964 como el detonante de las investigaciones en este
campo. Quizás este asunto debería ser abarcado con cierta flexibilidad y no perder de vista los trabajos
anteriores de lingüistas como Weinreich que es, sin duda, el coautor de uno de los artículos de más peso en la
teoría sociolingüística (Weinreich, Labov y Herzog, 1968).

En cualquier caso, en lo que sigue se plantean, en esencia, dos objetivos prin- cipales: primero, presentar la
diversa gama de calas teóricas pioneras que poste- riormente serían desarrolladas por la sociolingüística a
partir del congreso de la UCLA (vid. 1.2.1); segundo, hacer un breve repaso de los modelos sociolingüisti-
cos que más difusión han tenido en el ámbito de investigación de la mutua in- fluencia lengua-sociedad: el
variacionismo, la sociología del lenguaje y la etno- grafía del habla o de la comunicación (vid. 1.3).

1.2.1. Los pioneros

Los autores franceses estaban preocupados, fundamentalmente, por cuestiones técnicas; en su bibliografia se
observa una evolución que abarca desde las teorias precursoras de Meillet hasta la sociolingüística más
desarrollada y argumentada que realizaron Marcellesi y Gardin. Las teorias antropológicas de Sapir y Whorf
determinarán los planteamientos de la etnografía del habla o de la comunicación. La primera sociolingüística
soviética contrajo un débito evidente con las teorias de Marr quien, además, también influirá en las teorías
marxistas italianas. En definitiva, se trata de unos planteamientos precursores que, aunque carentes de
modelos innovadores, giraban en torno a un campo común de preocupaciones.

A) La escuela francesa

Se caracterizó por reclamar de las teorías generalistas una mayor atención a las evidentes relaciones entre
lenguaje y entorno social. Posiblemente, Meillet encabezó estas exigencias al poner de manifiesto la
correspondencia entre estrue- tura social y estructura lingüística. Este autor, por ejemplo, utilizó un modelo
teórico y un método bastante definidos en su Esquisse d'une histoire de la langue atine, donde intentó
buscar los mecanismos de interdependencia entre ambas estructuras (Meillet, 1928).

La linea de trabajo iniciada por este autor es seguida por los planteamientos de Cohen, donde ya
encontramos conceptos como los de variación o estratifica- ción, de tanta importancia en el
pensamiento de Labov o Milroy; pero, además, Cohen demuestra una reseñable modernidad al
entender que la comunicación es algo más que la simple transmisión de información. De esta
manera se abona el

terreno de lo que posteriormente constituiría la parte más próxima a la pragmalin-

güística dentro del ámbito de la etnografia del habla o de la comunicación.

En definitiva, desde Meillet puede trazarse una línea evolutiva que, a través del análisis de la
relación entre lengua y sociedad, es continuada por autores como Vendryes (1937) y Buyssens
(1947) y conecta con la labor precursora de Cohen, anticipo del desarrollo de la reflexión
sociolingüística que realizarán posterior- mente Marcellesi y Gardin en el ámbito de la escuela
teórica francesa.

B) La antropologia lingüistica

Surge en un ambiente de preocupación por los restos de las lenguas amerin- dias previas a la llegada
de los europeos. Estas lenguas, tan distanciadas en tanto que sistemas lingüísticos de las hasta
entonces más conocidas, presentaban a los investigadores unos esquemas de pensamiento aún
menos habituales. Se tiene, entonces, la certeza de que a cada sistema lingüístico va asociada una
forma parti- cular de entender el mundo, unas relaciones sociales, lingüísticas y cotidianas
diferentes, de modo que a través del estudio de las lenguas sería posible acceder al conocimiento de
las culturas que las emplean.

En este marco teórico, Sapir primero, desarrollando las teorías de Boas, junto a Whorf más tarde,
iniciará una línea de investigación que ha tenido continuidad hasta nuestros días. Como señalan
Marcellesi y Gardin (1974: 24), la hipótesis Sapir-Whorf supuso una reacción frente a la tradicional
filosofia del lenguaje porque, además de basarse en lenguas amerindias con lo que ello supone de
modi- ficación de estrategias para establecer las interrelaciones entre lengua y cultura, los estudios
antropológicos, a diferencia de la filosofia del lenguaje, emplean datos contrastados empíricamente
y estos se convierten en la base de su teoria. Así pues, el trabajo de campo es ahora esencial y, a
veces, insospechadamente laborioso y complicado al emprenderse estudios en comunidades
lingüísticas sin escritura y, en ocasiones, incluso en vías avanzadas de extinción.

De manera general, las teorías de Sapir y Whorf consideran probado que la lengua es, por un lado,
un producto social y, por otro, un factor capaz de estructu- rar nuestro pensamiento y nuestra visión
del mundo. Al postular que el mundo se concibe conforme a la perspectiva que nos ofrece nuestra
lengua, los distintos sistemas lingüísticos aportarían visiones no equivalentes de aquel, lo que en definitiva
ha llevado a algunos observadores a considerar estas propuestas como representantes de una etnolingüística
neohumboldtiana. Aunque lo anterior puede considerarse el punto de acuerdo elemental de la conocida
hipótesis Sapir-Whorf, lo cierto es que entre ambos autores se aprecian desavenencias como, por ejemplo, la
concepción del mundo objetivo o la equivalencia entre lengua y sociedad, por un lado, y lengua y cultura por
otro.

Dentro de la producción teórica más directamente relacionada con la hipótesis antropológica, cabe destacar
las aportaciones de Hoijer y Kluckhohn pero, sobre todo, la de Schaff, quien basándose en la misma
orientación psicolingüística que Sapir-Whorf, diseñó las etapas necesarias para dotarla de validez general.

Por otro lado, sin negar la trascendencia de la hipótesis Sapir-Whorf para la lingüística general, algunos
autores han realizado ciertas precisiones sin cuya resolución resultaría dificil admitirla dentro del campo de
la sociolingüística (Marcellesi y Gardin, 1974: 31-32):

-Incluir la vida social y la actividad lingüística dentro del concepto de contexto


- Precisar que la realidad extrema es aprehendida a modo de impresiones que nuestro organiza a traves del
lenguaje
-Admitir que la transmision de cultura es un elemneto dado del exterior y no una categorua interna.

C) La sociolingüística soviética

La evolución del pensamiento de Marr está marcada por su trayectoria compa- ratista o, mejor, por un afán
de superación de esa teoría que, en la práctica, le impedía establecer una gramática histórica de las lenguas
caucásicas que tan de cerca conocía; sin embargo, de su etapa comparatista arrastraba la convicción de la
validez de las teorías monogenéticas gestuales que asumía y consideraba el detonante de la división social en
castas. Al ir especializándose ese primer código gestual, cada grupo asumió una serie de signos como
propios. Este hecho propició una identificación social basada en el comportamiento gestual. Estariamos ante
el comienzo de un proceso evolutivo que desembocaría en la sociedad actual, una vez desintegrada la
comunidad primitiva; desde una perspectiva estrictamente lingüística, se nos presenta el lenguaje como un
producto de clase empleado para la dominación de unos grupos sociales sobre otros.

Para Marr, los procesos señalados tuvieron dos consecuencias teóricas muy importantes: por un lado, la
inclusión del lenguaje dentro de la superestructura social y, por otro, la demostración evidente de que la
conciencia precede al lenguaje. Además, debido a que los estados sociales son cambiantes y provisionales,
para este autor el lenguaje que se integra en su superestructura se hallará en per- manente estado de
transformación, dependiente y sensible a los momentos de revolución social y cultural, por lo que no seria
acertado considerarlo únicamente desde una perspectiva estrictamente interna. Las teorías marristas adaptan,
no sin polémica, los postulados marxistas al dominio lingüístico y, a pesar de las pecu- liaridades de su
doctrina, justo es reconocer el mérito de su aportación para el desarrollo de problemas que, todavía hoy,
continúan debatiéndose en determina- das escuelas sociolingüísticas.

No obstante, será Bajtín en la década de los treinta y, sobre todo, en la siguiente, quien plantee un quehacer
científico bastante más asentado y moderno desde el pun- to de vista teórico. Para Bajtín, el objetivo era la
superación de las dos corrientes predominantes en la lingüística de su tiempo: la subjetivista individualista
impulsada por von Humboldt y los idealistas que concebían el lenguaje como creatividad per- sonal análoga
al arte, y la objetivista abstracta iniciada por Saussure que prefería una interpretación sistemática del hecho
lingüístico. Frente a ello, Bajtin se afana en la fundamentación de una filosofia marxista aplicada al lenguaje
donde lo decisivo hay que buscarlo en la capacidad de adaptación del signo lingüístico a la interacción verbal
que se establece entre el emisor y el receptor, antes que en la estabilidad sig- nica que venía siendo el
precepto irrenunciable en las teorías precedentes.

Para Bajtín, las leyes que rigen el mecanismo lingüístico dependen de las premisas sociológicas que
estructuran el habla y que hacen posible el continuo proceso de generación de enunciados que se adaptan al
marco socioverbal de la comunicación. Ese signo social está íntimamente vinculado a la ideología, pues se
defiende que todo lo ideológico posee una determinada significación; no obstante, ni significación ni
ideología pueden ser abordados fuera de la estructura social que los vincula de manera indisoluble.

D) El ámbito hispano

Cuando López Morales publicó su ya clásico manual de sociolingüística en 1989, se quejaba del escaso eco
que la disciplina tenía por esas fechas en el ámbi- to hispano:

Si las introducciones, los manuales de acercamientos iniciales, las antolo- gias de textos clave y otros
materiales afines son hoy tan escasos, si las asocia- ciones lingüísticas apenas conceden atención a la
disciplina, [...] si la docencia universitaria no se ha hecho eco aún de la pujante presencia de la disciplina en
el mundo actual, mal podríamos esperar la existencia de una proliferación de estudios sociolingüísticos
importantes (López Morales, 1989:12)

Las cosas han cambiado desde entonces. La sociolingüística se ha hecho un lugar entre los posibles
acercamientos al conocimiento del lenguaje y de sus ma- nifestaciones concretas, de manera que, en la
actualidad, su inclusión es forzosa en cualquier programa o acontecimiento científico en el que se debata en
torno a cuestiones lingüísticas. Del mismo modo, los manuales, introducciones o mono- grafias
sociolingüísticas han enriquecido el panorama en los últimos tiempos, sin contar los trabajos especificos
aparecidos en revistas o publicaciones especializa- das (vid. 6).

El ámbito universitario, por su parte, ha acogido la investigación sociolingüís- tica y la ha integrado de


manera natural en el contexto general del estudio del lenguaje. Prueba de ello es la completa exposición que
Moreno Cabrera presentó en su conocido panorama de los dominios de la lingüística general, del que se
deduce una doble concepción de la materia (Moreno Cabrera, 1991: 27-29): la lingüística general interna y la
lingüística general externa. A la primera se le con- cede el estudio de los hechos gramaticales en la
constitución de las lenguas, mien- tras que a la segunda se le atribuye un papel predominante en la
observación de la relación entre el lenguaje humano y cualquier variable capaz de actuar sobre él. Es fácil, en
este sentido, comprobar la relación de dependencia que se establece entre los hechos lingüísticos y los
factores del contexto social en el que las len- guas se desarrollan y se emplean, tales como la identidad del
hablante, sus ante- cedentes sociales, culturales o étnicos, su procedencia geográfica, sus actitudes. su sexo,
su edad, etc.

1.3. Principales modelos sociolingüísticos

La sociolingüística se ha desarrollado teórica y empíricamente en torno a tres grandes conjuntos de


preocupaciones que han motivado su desarrollo en tres direcciones complementarias:
- La sociología del lenguaje puede considerarse una sociolingüística institucional preocupada por la
repercusión de los fenómenos lingüísticos en las sociedades: cuestiones relacionadas con la política y la
planificación lin- güística, la utilización de las lenguas a modo de signos de identidad nacionalista, su uso
instrumental en la recuperación de determinadas naciones, etc. son asuntos considerados de interés para esta
disciplina (Fishman. 1972). El sociólogo del lenguaje, a partir de la observación del comporta- miento
colectivo hacia la lengua y hacia sus usuarios, será el encargado de descubrir las reglas que explican la
conducta lingüística y la evaluación subjetiva de los hablantes, junto al valor simbólico que los hechos
lingüisti- cos adquieren dentro de las sociedades en las que aparecen y se desarrollan (Fishman, 1972: 33).
Lógicamente, en esta labor se descuidan aspectos ta- les como la propia naturaleza del lenguaje, al no ser
esenciales para el en- tendimiento de los fines de la materia (Hudson, 1980: 15). La etnografía del habla o de
la comunicación tiene su prolongación en la llamada sociolingüística interaccional (Gumperz y Hymes,
1972; Gum- perz, 1982; Hymes, 1974). Se trata de una teoría intercultural sobre la acti- vidad lingüística.
Dicha actividad responde a funciones universales que se formalizan de manera diversa. La etnografía del
habla deberá identificar las reglas, los patrones, las finalidades y las consecuencias del acto lingüístico. Su
finalidad, en última instancia, consiste en estudiar las normas comunica-tivas características de las diferentes
comunidades de habla y, como conse- cuencia de ello, obtiene sus datos, la mayor parte de las veces, a través
del análisis del discurso conversacional. Uno de los mayores logros de esta corriente sociolingüística ha sido
su aportación a la ampliación del concepto chomskiano de competencia, propiciando una concepción de esta
que abarca las destrezas comunicativas necesarias para la actualización del conocimiento lingüístico
subyacente en lo que se ha dado en llamar competencia comunicativa (Saville-Troike, 1982: 3).

- La sociolingüística variacionista, fundada por William Labov, está intere- sada principalmente en la
relación entre la heterogeneidad de la lengua y la heterogeneidad de la sociedad y su integración en la
gramática. Por su ca- rácter pionero y por la difusión de sus trabajos, el modelo de Labov ha sido la
referencia de la que han surgido otros modelos alternativos, por ejemplo, el modelo de las ondas de Bailey
(1973) o el análisis de la variación basado en escalas de implicación propuesto por De Camp (1971a y
1971b). El va- riacionismo lingüístico de Labov se identifica muchas veces con la auténti- ca
sociolingüística. Por esta razón, en lo que sigue le dedicamos un espacio mayor a la explicación de sus
fundamentos.

1.3.1. La sociologia del lenguaje: el interés por las situaciones de contacto lingüístico

La lingüística tradicional nunca llegó a abordar de manera eficiente y rigurosa la problemática social que
suscita el uso, en determinadas zonas geográficas más o menos extensas, de más de una lengua. En
consecuencia, estas corrientes tradi- cionales fueron incapaces de ofrecer una explicación razonable a
fenómenos co- mo el bilingüismo que, por otra parte, necesitan planteamientos metodológicos que las
propuestas citadas no estaban en disposición de utilizar. Fue a raíz de la aplicación, con todas sus
consecuencias, de procedimientos empiricos en el estu- dio lingüístico cuando se abrió el camino hacia la
observación real de las situaciones de contacto de lenguas y, a partir de ella, se pudo conocer la influencia de
los comportamientos sociales en el uso alternante o conflictivo de las variedades en contacto.

Las situaciones de contacto de lenguas, no obstante, pueden considerarse habi- tuales y muy extendidas.
Desde la sociología del lenguaje -también desde la etno- grafia del habla o de la comunicación e incluso
desde ciertos sectores del variacio- nismo- se ha acometido el estudio de lenguas en contacto con verdadera
intensidad y muchos de los programas de planificación y política lingüística llevados a cabo por diferentes
gobiernos se han basado en los avances y propuestas derivadas de este tipo de investigaciones. Fishman fue
uno de los estudiosos que más impulsó con sus primeras investigaciones el interés hacia estos asuntos
(Fishman, 1968 y 1972). Asimismo, son ya clásicos, entre otros, los trabajos de Stewart (1962), Kloss
(1966), Tanner (1967), Ervin-Tripp (1969), Denison (1971) o Pool (1972).

Sin embargo, el acontecimiento previo que supuso un antes y un después en el ámbito de la investigación de
lenguas en contacto fue la publicación en 1953 de Languages in Contact de Weinreich. Desde el punto de
vista historiográfico fue una obra rompedora, pues nada fue igual, a partir de entonces, en el campo de la
variación interlingüística. Weinreich recogió las publicaciones de todo el siglo sobre multilingüismo desde
variados puntos de vista y las integró y organizó, descubriendo en ese proceso taxonómico las líneas de
investigación, los concep- tos y los métodos más empleados que, desde entonces, se consideran clásicos.
Por otro lado, lejos de entrar aquí en cuestiones terminológicas con respecto a la denominación de lenguas en
contacto o bilingüismo para los casos de convi- vencia lingüística, lo cierto es que de la observación
sistemática de las situaciones de contacto entre lenguas se puede deducir la existencia de determinadas leyes
-más o menos explícitas- que actúan de manera determinante sobre el empleo de las lenguas afectadas.
Precisamente, la determinación de esas leyes y las repercu- siones sociales que se pudiesen derivar de ellas
es el objeto de estudio preferente de la sociología del lenguaje.

1.3.2.La etnografía del habla o de la comunicación: el estudio de la interacción comunicativa

El evento comunicativo ha constituido un tema importante y de continua referen- cia en los trabajos teóricos
de la sociolingüística y, como veremos a continuación. ha abierto interesantes vías de investigación por las
que continúan discurriendo las discusiones especializadas.

Los acontecimientos de habla (speech events) han sido siempre objeto de atención en el ámbito de aplicación
de la sociología del lenguaje y de la sociolingüística variacionista. Sin embargo, es evidente que el ámbito de
la etnografia del habla o de la comunicación ha sido el que con más profusión y con mayor propie- dad se ha
dedicado a la observación y estudio de estas cuestiones.

La interacción verbal ordinaria se toma desde la etnografia del habla como un ámbito privilegiado para
observar la interrelación lengua-sociedad. Saville-Troike sintetizó el objetivo central de la etnografia de la
comunicación al apuntar tanto hacia los saberes que la hacen posible como a las estrategias necesarias para
ac- tualizarlos. Además, desde esta disciplina se pretende dar una explicación razona- da a los procesos de
adquisición de ambos factores -saberes y estrategias- por parte de los individuos (Saville-Troike, 1982: 3).

Por otra parte, al considerarse la conversación como el acto comunicativo más natural y dinámico, es lógico
comprender también que los avances en el estudio de la interacción comunicativa se hayan desarrollado,
especialmente, gracias a la ob- servación del intercambio comunicativo bidireccional cara a cara o a
distancia, con lo cual, el análisis de la conversación se ha convertido casi en una prioridad para el
entendimiento de las destrezas comunicativas que manifiesta el ser humano.

1.3.3. La sociolingüística variacionista

La sociolingüística variacionista intenta, ante todo, poner de manifiesto una caracte- rística inherente tanto a
la sociedad como a las lenguas: su carácter heterogéneo. Por una parte, la sociedad no es homogénea en
cuanto a su estructura, ya que está com- puesta por individuos con características diferentes, lo que nos
permite hablar de estratificación una vez que estos son organizados jerárquicamente en categorías. Por otra
parte, las lenguas tampoco son homogéneas, lo que se demuestra, entre otras muchas cosas, en el margen de
elección que el sistema permite a sus usuarios. De esta forma, los distintos tipos de hablantes realizarán una
elección lingüística de- terminada dentro de las posibilidades que los sistemas lingüísticos ofrecen. La va-
riación lingüística habrá de ser analizada dentro de la estructura social de la comu- nidad de habla en la que
se produce, pues las condiciones particulares de existencia social, personal, geográfica, etc. de los individuos
que componen un colectivo social han de ser tenidas como responsables de la selección lingüística personal.

A continuación, vamos a profundizar en esta orientación de corte variacionista pues, en realidad, supone la
orientación principal del presente manual y a lo largo del resto de capítulos que lo componen va a
desarrollarse con detalle.

A) El modelo estratificacional

Los trabajos pioneros y ya clásicos basados en el estudio de Labov en 1966 en Nueva York se fundamentan,
precisamente, en esa noción de estratificación social, diseñada a partir de un determinado número de
dimensiones que descansan en la idea de posición (status).
A partir de esta propuesta, se han desarrollado distintos modelos para el análi sis de la variación que,
manteniendo los postulados elementales expuestos por Labov, han diseñado, no obstante, categorías
conceptuales y metodológicas considerablemente divergentes. En cualquier caso, los trabajos de Labov
calaron de inmediato en Estados Unidos y favorecieron el interés generalizado hacia los estudios sobre
estratificación lingüística que repercutieron en una completa clasifi cación de las variedades lingüísticas y en
un interés creciente por las correlaciones entre la estructura social y la lingüística.

La heterogeneidad se considera ordenada por la estratificación de la sociedad y esa ordenación se refleja en


la actuación individual. Intentos de representación del mencionado orden no han faltado y, quizás, el más
extendido sea el modelo de Rona de 1974, quien basándose en el trabajo de Weinreich (1954) y
desarrollando las teorías de Coseriu (1981) diseña su famoso cubo diasistemático, donde se representan los
cuatro tipos fundamentales de variación: diatópica, diastrática, diacrónica y diafásica.

Los análisis estratificacionales se vieron en la necesidad de especificar las catego- rias sociales de referencia
que pudiesen ejercer algún tipo de influencia en el compor- tamiento lingüístico observado y, por tanto,
fueran susceptibles de proponer un orden en la heterogeneidad de la variación lingüística. Para ello, desde las
primeras investi- gaciones se manejan unas magnitudes restrictivas y discretas que, inevitablemente, ignoran
cualquier parte del contexto comunitario que no se encuentre incluida en el segmento social considerado.
Cualquier tipo de variación lingüística relacionada con esas zonas excluidas de las categorías generales
quedará, evidentemente, inexplicado, con lo que podríamos considerar la metodología estratificacional como
incompleta.

B) Las estructuras intermedias

A pesar de la capacidad de explicación y predicción que atesoran las variables estructurales en relación con
el comportamiento lingüístico, para la justificación de determinados usos la información proporcionada por
estos indicadores no es suficiente. Es decir, la semejanza estructural entre los hablantes no es siempre capaz
de explicar el conjunto de la variación observada. Milroy, por ejemplo, está de acuerdo en que la sociedad
puede ordenarse en estratos o clases como propone Labov, pero afirma que se trata de categorías a gran
escala, válidas para estudios con muchos sujetos, pero que se alejan de la descripción de la realidad objetiva
(Milroy, 1980: 3 y 1987: 94-112).

Por tanto, la metodologia estratificacional puede considerarse solo como un paso más en el estudio completo
de la variación lingüística. Es cierto que ayuda a observar la lengua en su contexto social, pero es igualmente
cierto que ese con- texto se considera como una realidad abstracta, supuestamente organizada en estratos
diferenciados objetivamente. Por esta razón se han investigado otros ám- bitos de semejanza más naturales.

La introducción de los conceptos de red social y mercado lingüístico en la investigación sociolingüística se


debe, pues, a esta necesidad de trabajar con estructuras más concretas.

C) Análisis interpretativo

A pesar de la eficacia de las estructuras intermedias en el estudio de comunidades o grupos reducidos, a


veces el análisis de la relación cuantitativa entre al- gunas variables lingüísticas y las variables reticulares,
por ejemplo, también resulta insatisfactorio. En determinados casos, esta relación puede llegar incluso a no
ser significativa; otras veces podría mostrar solo una significación débil. En estas situaciones podríamos
pensar que nos encontramos ante variables subyacentes -no localizadas en algunos análisis reticulares- que
explicarían dicha variación. La red social cumpliría entonces, simplemente, la función que originó su inclu-
sión en los estudios sociolingüísticos, esto es, servir como un instrumento natural para llegar al hablante; es
lo que se considera una interpretación débil de la red social. De este modo, la metodología reticular se
convierte en un análisis com- plementario del procedimiento estratificacional, puesto que la forma natural de
acercarse al hablante es por medio de su red social. En estos casos, habría que añadir, necesariamente, una
posterior etapa de interpretación; esta interpretación es posible a partir de los conocimientos que el
investigador tiene sobre los sujetos observados.
El modo de vida (life-mode, Milroy y Milroy, 1992) o la historia social (social history, Labov y Harris, 1986)
de cada individuo son los factores válidos para completar el análisis y explicar el acercamiento relativo de
los hablantes a las variables estándar -regional o nacional- o, al contrario, su acercamiento a las variables
vernaculares:

Tal y como puede reconocer un observador participante, el modo de vida del hablante, incluso cuando no
existen semejanzas evidentes de edad, educa- ción o exposición a los medios, influye de manera decisiva en
los contactos ex- ternos del individuo y en sus elecciones lingüísticas. El grado de aislamiento o de
integración del hablante en la comunidad (sea a través de lazos locales fuer- tes o débiles) y, por tanto, el uso
del individuo de variantes de habla significati- vas depende, en última instancia, de este nivel de análisis [As
may be noticed by a participant observer, the speaker's life-history, even within very similar context of age,
education, media exposure and so on, decisively influences the individuals external contacts and speech
choices.

D) Hacia una visión general o integrada

Cada uno de los procedimientos de investigación usados en el estudio de la variación social de las lenguas
puede ser observado como un avance en el desa- rrollo de la disciplina sociolingüística moderna y, como tal,
sería interesante asu- mir una perspectiva de investigación capaz de integrar cada una de las opciones. El
individuo, por tanto, deberá ser el foco de atención de la materia, pero tenien- do en cuenta la innegable
realidad que supone su integración en determinados grupos sociales (desde los más amplios en función de su
sexo, edad, educación, clase social, etc., hasta los más restringidos que se relacionan con las redes socia- les
y su contacto con el mercado de trabajo). A partir de esta concepción inicial, la tarea consistirá en considerar
la influencia de esa adscripción grupal multidi- mensional en su comportamiento lingüístico.

Podría deducirse, entonces, que ninguno de los planteamientos metodológicos que podríamos denominar
tradicionales de la sociolingüística agotaría por sí mismo las posibilidades de análisis y, por tanto, como
decíamos, la consideración de cada uno por separado puede considerarse un valioso elemento de juicio, pero
clara- mente insuficiente. En la medida en que los distintos tipos de análisis no se sola- pen ni redunden en
los mismos hechos, parece lógico aceptar que la conjunción de todos ellos puede facilitarnos una visión más
específica del hecho examinado.

1.4. Lecturas fundamentales

A continuación se repasan las principales obras que más influencia han tenido en el desarrollo de la
sociolingüística. Por razones lógicas relacionadas con el espa- cio, no estarán todas las que han sido aunque,
sin las que aquí aparecen, la socio- lingüística moderna no habría llegado a ser la disciplina que hoy
conocemos. Tras una pequeña introducción a cada una de las lecturas seleccionadas, se presentan actividades
relacionadas con su contenido (para las lecturas en inglés se reco- mienda acceder a www.sintesis.com para
descargar las actividades). Además, a lo largo de los capítulos que componen el presente manual se
desarrollan y amplían muchos de los conceptos tratados en las lecturas seleccionadas.

1. Charles A. Ferguson (1959): "Diglosia", en Paul L. Garvin y Y. Lastra (eds.), Lecturas de sociolingüistica.
México: UNAM, 325-340.

Suele considerarse uno de los trabajos más representativos de lo que po- driamos llamar la primera
sociolingüistica. Encuadrado en el ámbito de la so- ciologia del lenguaje, el estudio describe situaciones de
contacto lingüístico. Ferguson introduce el concepto de diglosia que será, a la postre, uno de los as- pectos
más estudiados y difundidos en la bibliografia especializada. Ferguson supo trasladar el concepto al ámbito
sociolingüístico para hacer referencia a una situación de contacto entre variedades lingüísticas de la misma
lengua histórica caracterizada por la sanción y regulación social de sus usos. La elección de la variedad alta
A (high) o baja B (low) depende del prestigio que se les otorga en la sociedad, con lo que es lógica una rigida
diferenciación de funciones.
La variedad prestigiosa A se utiliza en situaciones formales y se convierte en lengua de la cultura, del poder
político y religioso. El prestigio estigmati- zado de B relega su función a los contextos familiares, cotidianos
e informa- les. Ni que decir tiene que el prestigio otorgado a una u otra variedad no se basa en ningún criterio
objetivo y la valoración compartida por toda la comu- nidad de habla hacia cada una de las modalidades se
sustenta únicamente en prejuicios y opiniones ajenas al ámbito lingüístico. Ferguson propuso, ade- más, una
conocida serie de nueve rasgos que caracterizaban cada una de las variedades en contacto.

Criticas aparte, es preciso decir que la sociolingüística posterior ha mane- jado frecuentemente el concepto
fergusoniano que, a lo largo de los años, se ha visto considerablemente modificado y ampliado a otras
comunidades. (Acceda a www.sintesis.com para descargar las actividades relacionadas.)

2. Dell Hymes (1964): "Introducción: hacia las etnografías de la comunicación".

tion", en American Anthropologist 66/6 (2), 1-34. El evento comunicativo ha constituido un tema importante
y de continua referencia en los trabajos teóricos de la sociolingüística y ha abierto interesan- tes vías de
investigación por las que continúan discurriendo las discusiones especializadas.

Hymes definió el acto comunicativo como una actividad lingüistica gober- nada, de manera directa, por un
conjunto de reglas relativas a su uso. Además, presentó un esquema sobre la comunicación lingüística basado
en una serie compleja de factores en los que se superaban los límites impuestos por la men- guada
concepción basada en la presencia de emisor, mensaje y receptor.

Sin embargo, la principal aportación de Hymes al desarrollo posterior de la sociolingüistica fue el concepto
de competencia comunicativa. En su prime- ra formulación, Hymes arremete contra los planteamientos de
base chomskia- na que asumían las nociones de competencia, comunidad lingüistica homogénea e
independencia de los factores socioculturales. En consecuencia, Hymes trata de incorporar dentro de la
noción de competencia todas aquellas reglas necesarias para la interacción lingüística que son determinantes
en la elección de un modo de hablar y que aumentan la capacidad comunicativa. Estas reglas se presentan
como automáticas en el sentido de que el individuo solo es, en parte, consciente de ellas cuando se ve en la
necesidad de aplicarlas. En defi- nitiva, las capacidades gramaticales, por sí solas, se consideran insuficientes
para dar cuenta de todo el mecanismo de la comunicación. (Acceda a www.sintesis.com para descargar las
actividades relacionadas.)

3. Joshua Fishman (1979): Sociologia del lenguaje. Madrid: Cátedra. Las comunidades de hablantes se
caracterizan, antes que nada, por la varie- dad lingüística que manifiestan; no es extraño encontrar formas
verbales propias de un determinado colectivo en el seno de cada comunidad. Fishman distingue entre
dialecto, según los criterios territoriales clásicos de la geografia lingüisti- ca, y variedades lingüísticas que,
bien en el plano de las lenguas o bien en el de los dialectos, caracterizarían a determinados grupos sociales.
De este modo, propone una clasificación de las variedades basada en cuatro tipos básicos:

-Sociolectos, variedades asociadas a cada uno de los estratos sociales.


-Variedad étnica o religiosa, si es empleada con estos fines.
-Variedad funcional, según el uso público o íntimo de la variedad y, en consecuencia, según la influencia de
la tensión comunicativa.
-Variedad especializada, o propia de contextos profesionales o de ex- periencia.

Lo cierto es que las variedades fishmanianas resultan poco estables al depender directamente del usuario y
del uso que este les otorgue, de manera que, aunque poseedoras de rasgos específicos en los planos fónico,
gramati- cal y léxico, en última instancia no se presentan como entidades sólidas. No obstante, la influencia
de esta clasificación de las variedades se hizo notar rápidamente en los trabajos posteriores. La propuesta de
Fishman acerca de que las variedades, además de facilitar inventarios de formas verbales, con- tienen
información situacional, social, etc., es asumida por Halliday, McIn- tosh y Strevens (1964) -en parte
también por Dittmar (1973)- para depurar el planteamiento original e identificar dos tipos básicos de
variedades lin- güísticas:
-Las variedades relacionadas con los hablantes que las actualizan (users) o interindividuales (los dialectos
geográficos, sociales u ocupacionales).

-Las variedades dependientes del contexto comunicativo en que aparecen (uses) o intraindividuales (estilos y
dialectos situacionales o registros).

En cualquier caso, como se observa en las diferentes propuestas, las va- riedades lingüísticas son siempre
identificadas por contraste con la variedad estándar que, neutra en apariencia, será el rasero por el que medir
las varieda- des lingüísticas, estas sí, socialmente marcadas.

Lo importante es que estas propuestas han pretendido siempre contrarrestar la situación de desequilibrio que
se venía dando en el estudio de las lenguas, a favor siempre de las variedades estándar y en perjuicio de las
consideradas no estándar. Al reclamar el mismo estatus para las variedades no canónicas, se lla- maba la
atención sobre la legitimidad lingüística de todas ellas, su igualdad fun- cional basada en su validez para la
comunicación en el seno de determinados grupos sociales, en determinadas situaciones y bajo ciertas
condiciones.

4. Uriel Weinreich, William Labov y Marvin Herzog (1968): "Fundamentos empíricos para una teoría del
cambio lingüístico", en Winfred P. Lehmann y Yakov Malkiel (eds.), Directions for Historical Linguistics.
Un Simposio. Austin: Prensa de la Universidad de Texas, 95-195.

El interés por el estudio de la realidad lingüística desbancó la corriente lin- güística de base introspectiva que
asumía la intuición del lingüista como único criterio válido para el estudio del lenguaje, por considerar este
método de traba- jo inadecuado, arbitrario y poco fiable. A cambio, los pioneros de la sociolin- güística, entre
los que proponemos este trabajo de Weinreich, Labov y Herzog, propusieron modelos de investigación
sustentados en la observación del hecho lingüístico en su uso corriente y cotidiano, lo que ha deparado un
incremento del interés hacia el estudio de las opciones alternativas de las variedades están- dar de las lenguas
que, en última instancia, repercute en la inclusión de estas va- riedades no oficiales en el conjunto teórico de
la disciplina lingüística, deman- dando, además, el mismo tratamiento y atención que las tradicionalmente
consideradas variedades legítimas (Weinreich, 1954). Solo de esta manera la lingüística se ha liberado de uno
de sus mayores lastres históricos, de modo que ha podido establecer una estructuración del lenguaje
organizada en variedades. (Acceda a www.sintesis.com para descargar las actividades relacionadas.)

5. William Labov (1966): La estratificación social del inglés en la ciudad de Nueva York. Washington:
Centro de Lingüística Aplicada.

Es una referencia fundamental. Este trabajo condujo la práctica de la investigación lingüística a una
dimensión nueva y a un nuevo modo de considerar las propiedades de las lenguas y de las variedades
lingüísticas. Si algo caracteriza eindividualiza a la sociolingüística moderna es la cuantificación. Labov lo
expre- só perfectamente en esta obra y subrayó la importancia del principio de la medi da o cómputo como
un grado más elevado o exigente del principio de inteligibi lidad o explicabilidad en la ciencia del lenguaje
(accountability). Labov propuso en este trabajo obligadas modificaciones al modelo estándar chomskiano,
con el objeto de hacerlo apto para acoger reglas variables en su cuadro formal y en cualquier nivel de
análisis. El resultado fue sorprendente; la concepción gramatical del variacionismo y de las reglas variables
chocaron frontalmente con las teorías sintácticas y fonológicas clásicas y establecieron las condiciones de
uso probable (lenguaje como comportamiento o acto) de las for- mas alternativas o equivalentes.

Las principales aportaciones de esta obra al desarrollo de la sociolingüística posterior fueron, al menos, las
siguientes:

-El paso del individuo (que es el ámbito real de trabajo) al grupo (pro- ceso problemático y muy discutible),
gracias al empleo de procedi- mientos analíticos muy refinados inspirados en modelos probabilisti- cos muy
difundidos, como el de reglas variables, que se basan en análisis de regresión logistica.
-A través del discurso obtenido en entrevistas estandarizadas se extrae información sobre el contexto material
de los sujetos y, especialmente, sobre las categorías sociales. Estas son independientes del proceso de
comunicación y constituyen la base real para la construcción de indices correlacionables con las categorías o
variables lingüísticas. Las catego- rías sociológicas funcionan como las variables independientes o expli-
cativas y las lingüísticas como las dependientes: se supone que determi- nadas diferencias en el habla de los
miembros de la comunidad han de covariar con los factores sociales de un modo sistemático (variación es-
table y cambio lingüístico).

-El rechazo de las explicaciones causales en el ámbito sociolingüistico. En su lugar se plantean explicaciones
estadísticas, que parten de la ba- se de que, de momento, no se dispone de los medios para la formula- ción
de las leyes exactas que gobiernan los acontecimientos que se pre- tenden explicar. La conexión entre datos
lingüísticos y sociales se basa en probabilidades estadísticas; esto es, se establece la probabilidad, en cada
caso, de que el proceso estudiado no se deba al azar (Fasold. 1984: 91-94); para ello, lógicamente, se
incrementa notablemente la cantidad de factores explicativos sociales y del entorno lingüístico, con el
objetivo de explicar la mayor cantidad posible de variación.

6. Lesley Milroy (1980): Language and Social Network. Oxford: Blackwell. El tipo de organización
social que utiliza Labov en sus primeros trabajosbasado en criterios estructurales- se ajusta bien al
plano institucional o social global; no obstante, cuando se trata de estudios a pequeña escala
centrados en el hablante concreto y en su contexto social, resulta de más utilidad el uso de modelos
analíticos sociológicos intermedios, tal y como demostrara Lesley Milroy en este trabajo. Si
realmente queremos estudiar la actuación lingüística en el contexto de grupos sociales, sin
conformarnos con explicaciones parcia- les, necesitamos acudir a los grupos existentes con
anterioridad a la observa- ción. La tendencia consiste en tratar de localizar estructuraciones de un
nivel más concreto que puedan servir para aumentar el porcentaje de variación ex- plicado.

La teoría de las redes sociales aplicada al campo del estudio del lenguaje se ocupa de hallar los
patrones de variación entre hablantes efectivamente co- nectados en sus actividades diarias y no
relacionados exclusivamente en fun- ción de su parecido social, establecido de manera objetiva a
partir de indica- dores.

La semejanza reticular entre los hablantes puede proporcionarnos infor- mación de gran interés: por
qué los hablantes con similares condiciones de vi- da social, económica y profesional divergen en
su conducta lingüística; por qué un hablante de clase baja, que según las predicciones estructurales
debería optar estadísticamente por determinadas variantes, sin embargo, elige otras.

Las condiciones de la vida cotidiana modifican, de diversas maneras y endistinto grado, el sentido
de las predicciones lingüísticas basadas en la estratificación. Las principales ventajas de la
aplicación del concepto de red social se pueden resumir de la siguiente forma (Milroy y Margrain,
1980):

-Permite analizar las relaciones, principalmente informales, que los in-dividuos establecen, frente a
los grupos sociales abstractos en los que predominan las relaciones formales. En esos grupos solo
hay posicio- nes (estatus) y no hay relaciones (no se conocen: ni las conoce el investigador ni
existen, porque los hablantes de, digamos, la clase media alta en una comunidad determinada han
sido agrupados porque reunían ciertas características).
-Hace posible observar la integración del sujeto en la comunidad local a partir de las propiedades
reticulares. Es una herramienta especialmente útil para el estudio de situaciones sociales inestables,
con alta movilidad geográfica, como es el caso de las ciudades.

Con el paso del tiempo, el concepto de red social ha pasado de ser un sim- ple método de
recolección de los datos en su contexto natural a usarse como una herramienta imprescindible para
el análisis lingüístico. (Acceda a www.sintesis.com para descargar las actividades relacionadas.)
7. Lesley Milroy y Matthew Gordon (2003): Sociolingüística: método e interpretación. Oxford:
Wiley-Blackwell.

El subtítulo de este libro lo dice todo sobre su naturaleza: Método e inter- pretación. Nos
encontramos ante un manual de sociolingüística que se centra en procedimientos técnicos y
metodológicos, pero que va más allá de una simple discusión sobre técnicas de investigación. En
este libro encontramos una de las mejores y más completas presentaciones de la teoría
sociolingüísti- ca actual.

Los autores presentan, de manera muy clara para el lector, los métodos analíticos más comúnmente
empleados en la sociolingüística actual, pero sin descuidar los asuntos relacionados con la
interpretación y la evaluación que dan sentido a los resultados cuantitativos. En el panorama general
de la sociolingüística, además, no es fácil encontrar manuales dedicados a procedimientos
metodológicos y eso a pesar de contar con reseñables excepciones, también en el ámbito hispano
(Moreno Fernández, 1990; Almeida y Hernández Campoy, 2005). A lo largo de sus capítulos
encontramos interesantes planteamientos que se presentan a la hora de diseñar cualquier
investigación sociolingüística, en general, y variacionista, en particular. Asuntos tales como la
elaboración de cuestionarios, la correcta selección de la muestra, el trabajo de campo o las es-
trategias de entrevista sociolingüística son tratados de forma minuciosa y clara por los autores,
ambos con experiencia contrastada en estos asuntos. Además, esta experiencia previa sitúa a los
responsables del libro en una posición privi- legiada para advertir de las técnicas más adecuadas
para cada situación: ob- servación participante, cuestionarios escritos o técnicas mixtas.

Como ya hemos señalado, los autores no se limitan a proponer estrategias metodológicas de


investigación sociolingüística, sino que ayudan a los inves- tigadores a interpretar los datos
obtenidos y a dar sentido a los análisis cuanti- tativos.

Por último, es necesario mencionar que en este libro se atiende al análisis variacionista de todos los
niveles lingüísticos, si bien es cierto que los autores reservan un capítulo al estudio de la variación
fonológica, mientras que el resto de niveles lingüísticos son tratados de manera conjunta en un
capitulo compar tido.

(Acceda a www.sintesis.com para descargar las actividades relacionadas.)

8. Jack K. Chambers (1995): Teoría sociolingüística. Oxford: Blackwell.

Es una obra fundamental, centrada en el estudio de la variación y el cam- bio lingüístico. Puede
considerarse uno de los mejores y más consolidados trabajos de iniciación a la teoría
sociolingüística general. Las sucesivas revi- siones de la versión original han ido incorporando los
últimos avances en el campo de la sociolingüística, de manera que hoy día sigue ofreciéndonos un
panorama crítico muy válido sobre la teoría sociolingüística.

A través de un planteamiento empírico, la obra muestra cómo la sociolin- güística se presenta como
una de las disciplinas más apropiadas para abordar un estudio completo del lenguaje. Su estilo
directo y sencillo estimula al lec- tor a adentrarse sin reparos en el estudio del significado de las
diversas varia- bles sociolingüísticas: la estratificación social, el sexo, la edad o la cultural, todas
ellas variables clave en el significado de la variación lingüística.

En esta obra nos encontramos con una introducción clara a los principios básicos que relacionan el
lenguaje y la sociedad. Pensada tanto para lectores avanzados como para principiantes, este trabajo
resulta apasionante porque in- tenta contestar a una pregunta crucial: ¿por qué la gente habla como
lo hace? Este trabajo, en definitiva, combina de manera excepcional la presenta- ción teórica de la
variación lingüística con descripciones minuciosas de inves- tigaciones empíricas en las que están
basados los modelos que se presentan. (Acceda a www.sintesis.com para descargar las actividades
relacionadas.)

9. Allan Bell (2014): The Guidebook to Sociolinguistics. Oxford: Blackwell. Quizás nos hallemos
ante la introducción más comprensiva a la sociolin- güística que un estudiante universitario puede
encontrar. En esta obra se pre- sentan los principales conceptos y términos relacionados con la
materia, así como sus objetivos y métodos. Es muy alentador para un estudiante, además, encontrar
resumidos en una sola obra los principales hallazgos de la disciplina que está estudiando.

En cada capítulo se presentan estudios de caso que se complementan con ejercicios, ejemplos y
lecturas adicionales destinadas a afianzar los conoci- mientos adquiridos. La diversidad de temas
que abarca la obra la hacen espe- cialmente atractiva: desde el multilingüismo hasta la teoría de la
variación, pasando por la identidad lingüística y el estudio de los cambios de estilo y registro.

Pero quizás lo que más llame la atención de este libro sea el modo de pre- sentar al lector sus
contenidos: siempre se estimula a partir de retos nuevos que tienen como objetivo la realización de
investigaciones personales.

Esta obra, por tanto, está especialmente pensada para estudiantes que se acercan por primera vez a
la disciplina sociolingüística. Bell proporciona un minucioso panorama de la materia de forma muy
bien estructurada, escrita con pulcritud y sencillez. El mérito de esta obra es, sencillamente, que el
lec- tor queda inmediatamente enganchado a su lectura por una razón esencial: ex- plica cómo se
hace la sociolingüística. (Acceda a www.sintesis.com para descargar las actividades relacionadas.)

10. Humberto López Morales (1989): Sociolingüística. Madrid: Gredos. La primera edición de este
trabajo de 1989 es considerada por muchos como el primer manual de sociolingüística escrito en
lengua española. El pro- fesor López Morales agrupó en esta obra los principales temas por los que
se interesa la disciplina, de forma que los estudiosos interesados contaron, por vez primera, con un
panorama general de la materia de fácil acceso.

El libro está pensado tanto para expertos como para no iniciados, pues los temas se abordan con
claridad expositiva y rigor científico. Además, el autor ha llevado a cabo diferentes trabajos de
campo a partir de los cuales ha creado mo- delos teóricos que explican la influencia de la sociedad
en el funcionamiento del lenguaje y de las lenguas. Esta experiencia previa le permite profundizar
en ca- da uno de los asuntos que aborda y aportar su visión de los temas tratados.

La obra cuenta con tres ediciones corregidas y aumentadas y ha servido como puerta de acceso a la
disciplina sociolingüística para jóvenes investiga- dores que han pergeñado sus trabajos inspirados
por los planteamientos claros pero profundos que López Morales realiza a lo largo de ella.

2 Conceptos clave en sociolingüística

Las personas forman parte de grupos humanos más o menos extensos. Los indivi- duos viven en
sociedad y se reúnen en comunidades estables que, de diferentes for- mas, condicionan todos los
aspectos de sus vidas, desde la manera de gestionar el tiempo hasta su forma de hablar. La
sociolingüística nos ofrece un marco teórico muy adecuado para observar la importancia que el
componente social ejerce sobre el fenómeno lingüístico. La sociolingüística intenta demostrar la
sistemática cova- riación entre la estructura lingüística y la estructura social y, eventualmente, una
relación causal en un sentido o en otro.
Nos encontramos ante una disciplina no normativa que evita juicios de valor del tipo correcto e
incorrecto o bien y mal. Es también empírica, pues toma sus datos siempre de situaciones reales.
Las impresiones intuitivas o especulativas no encajan en esta materia. Se trabaja a partir de
observaciones basadas en múltiples casos individuales, de modo que las conclusiones siempre serán
establecidas a partir de tendencias obtenidas por promedios. No se trata de aceptar sin más el papel
predominante de la estadística en la investigación comunitaria, sino más bien de rechazar
abiertamente las representaciones impresionistas que durante mucho tiempo se han identificado con
estudios sociodialectales.

El auténtico valor que la sociolingüística otorga a los hechos lingüísticos es que estos no tienen
sentido ni significación por sí mismos, ya que han de ser in- terpretados a través de un modelo
social o interaccional. Por esta razón se consi- dera también una disciplina hermenéutica. Hechos
tan elementales como los que se observan en los procesos de adquisición del lenguaje y el cambio
lingüístico ponen de manifiesto el dinamismo intrínseco del lenguaje y demandan el diseño de unos
modelos teóricos no estáticos que den cuenta de ellos. Ya hemos señalado en el capítulo anterior que
Weinreich, Labov y Herzog sentaron en 1968 las bases de un modelo variacionista que defiende el
carácter heterogéneo, aunque ordenado, de las estructuras lingüísticas. La variación obedece a
determinados patrones que imbrican condicionamientos estrictamente lingüísticos con otros de tipo
so- cial. En consecuencia, se rechaza la variación libre postulada por las principales corrientes
estructuralistas del siglo pasado para tratar de buscar orden dentro del aparente caos e intentar
representar esa supuesta organización; se parte, pues, de que la variación no es en absoluto caótica,
ya que tiende a estar condicionada por un conjunto de valores que afectan a las variables. Se acepta,
no obstante, la exis- tencia de modelos ideales que sirven de referencia a los hablantes y cuya
utiliza- ción conlleva un cierto grado de prestigio social. Sin embargo, esta evidencia no impide
reclamar, al mismo tiempo, la legitimidad lingüística de cualquier varie- dad no ideal que sea apta
para la comunicación de un determinado grupo social (Bourdieu, 1977 y 1982).

Con el fin de describir los procesos de variación, Labov construyó un modelo teórico basado en la
identificación de un hecho variable, frente a uno invariable, como un acontecimiento opcional o
alternante, es decir, que no ocurre siempre de manera absoluta. Lógicamente, una invariable,
considerada como hecho categóri- co, ocurriría sin excepción, en el cien por cien de los casos
considerados, mientras que el hecho variable no alcanzaría nunca el porcentaje máximo y se
mantendría fluctuante. Como consecuencia de ello, un hecho invariable es del todo predeci- ble,
mientras que uno variable resulta solo relativamente predecible. Para expresar esta relación
cuantitativa, Labov propuso un concepto de regla variable capaz de abarcar los contextos
lingüísticos y extralingüísticos que favorecen la aparición de una variable (Labov, 1972a: 276). Esta
propuesta repercutirá desde el punto de vista teórico en que la variación se concibe desde ese
momento como el constitu- yente imprescindible de cualquier hecho lingüístico; desde la
perspectiva metodo- lógica será necesario incorporar el elemento social a toda descripción del
lenguaje y de sus manifestaciones.

En definitiva, la propuesta laboviana pone de manifiesto que existen diferen- tes formas de expresar
los mismos conceptos. De igual modo, esta propuesta con- sidera que cualquier hablante es capaz
de intuir que la conducta lingüistica está condicionada por las identidades sociales de los
individuos. De esta forma, per ejemplo, cuanto más parecidas sean las características sociales de
dos sujetos, más probabilidades existirán de que sus comportamientos lingüisticos sean también
similares. Por el contrario, la variación de los rasgos sociales será un factor de- terminante para que
en sus realizaciones lingüísticas se observe cierta diferencia. Hechos tan elementales como los que
se constatan de manera intuitiva -bien es cierto que expuestos aquí de manera poco precisa, en aras
de una presentación general- pueden servirnos para poner de manifiesto una caracteristica inherente
tanto a la sociedad como a las lenguas: su carácter heterogéneo. Por una parte, la sociedad no es
homogénea en cuanto a su estructura, ya que está compuesta por individuos con caracteristicas
diferentes, lo que nos permite hablar de estratificación una vez que son clasificados jerárquicamente
en categorías. Por otra parte, las lenguas tampoco son homogéneas, lo que se demuestra, entre otras
muchas cosas, en el margen de elección que el sistema permite a sus usuarios.

En consecuencia, los distintos tipos de hablantes realizarán una elección lin- güística determinada
dentro de las posibilidades que los sistemas lingüísticos ofrecen. La variación lingüística deberá ser
analizada dentro de la estructura so- cial de la comunidad de habla en la que se produce, pues las
condiciones particu- lares de existencia social, personal, geográfica, etc. de los individuos que
compo- nen un colectivo social han de ser tenidas como responsables de la selección lingüistica
particular.

2.1. La propiedad estructural de la variación

Para explicar la propiedad estructural de la variabilidad lingüística es muy útil reflexionar sobre un
aspecto que, por evidente, no deja de ser importante: existen formas alternativas o diferentes de
decir lo mismo (Labov, 1972a: 94). Esta posi- bilidad de realizar la misma unidad subyacente
mediante varias formas (por ejem- plo, la /s/ de teléfonos como teléfono [s], teléfono[h] o
teléfono[]) o de referirse a un mismo contenido mediante varios significantes diferentes (por
ejemplo, 'to- bogán' como tobogán, chorra<(d)>era, resbala<(d)>era) es la base empírica de la que
se parte para intentar entender cómo funciona la variación en las lenguas y cuáles son sus patrones
sistemáticos. Para ello se atiende a las regularidades que observamos en las selecciones de los
hablantes en esos fragmentos que, desde los trabajos de Labov, se conocen como variables (así, por
ejemplo, la /s/ o el conte- nido 'tobogán' de los ejemplos anteriores). La idea es que se da una
correlación entre la semejanza social de los hablantes y sus coincidencias en la elección de las
mencionadas alternativas o variantes ([s], [h], [0], chorra<(d)>era, tobogán). Se observa, de esta
manera, que los hablantes de clase social más baja y en los estilos menos formales, por ejemplo,
coinciden frecuentemente en seleccionar las varian- tes [0] y chorra<(d)>era para la unidad /s/ y el
contenido 'tobogán' respectiva- mente. La frecuencia de tal asociación entre variante y clase social o
estilo (en el caso, por ejemplo, del contenido 'tobogán', la variante chorra<(d)>era y la clase social
baja y el estilo informal) puede conducir a que chorra<(d)>era no solo signifique 'tobogán', sino
además, 'clase baja' o 'estilo informal' como efecto connotativo del uso frecuente (Bierwisch, 1978;
Lavandera, 1984; Villena, 1992 y 1994a). De hecho, el significado connotado de determinados
elementos lingüísti- cos puede provocar pautas de prestigio sociolingüístico por las que se rige la
co- munidad y que, en última instancia, producen situaciones de aceptación o rechazo que se
encuentran en el origen, como veremos a continuación, de un determinado cambio lingüístico.

En el cuadro 2.1 se incluye un ejemplo de variación condicionada por la estra- tificación


educacional de los hablantes. Corresponde al estudio de la variación de /s/ distensiva o final de
sílaba en la ciudad de Málaga (Vida Castro, 2004).

Como se aprecia, los grupos educacionales se estratifican con respecto a la rea- lización de las
variantes de /s/. La retención del segmento (en su forma, sobre todo. aspirada o no sibilante) es un
rasgo que se da con más frecuencia cuanto mayor es el grado de educación formal de los hablantes,
si bien la retención de la variante sibilante es extremadamente rara (probabilidad media=,01) y las
diferencias entre los grupos inapreciables (el lector interesado puede consultar en 4.4 los
significados asociados a los niveles de significación -sig. y no sig.- y desviación típica propios de
las pruebas estadísticas). La elisión presenta un patrón inverso: cuanto menor es el nivel
educacional, más frecuente es la pérdida de todo vestigio del segmento. A la vista de una estructura
de conducta variable como la expuesta en el cuadro 2.1. se entiende que la ausencia de [s] o [h] en
formas de plural como lo cua derno[] traiga a la mente la asociación 'nivel educacional primario' o
'ausencia de estudios' más que 'nivel educacional secundario' o 'nivel educacional universi- tario'.
En función de que las diferencias puedan ser más o menos graduales o abrup tas, estas asociaciones
serán más o menos exclusivas.

Por ejemplo, en el cuadro 2.2 se muestra la estratificación social de dos varia- bles fonológicas
tensivas en la ciudad de Málaga; la primera es un marcador es tándar (la distinción /s/: /0/) y la
segunda es un marcador vernacular (elisión de la fricativa velar /x/ habitualmente realizada como
una aspiración).

En esta ocasión, las diferencias entre las clases son más nítidas que las que se dan en el caso de la
/s/ distensiva (particularmente en el caso de la elisión de la consonante fricativa velar, donde las
distancias entre las clases medioaltas y las bajas son abismales). Este tipo de estratificación es
abrupta, o al menos polariza- da, mientras que el de /s/ y el de /s/ : /0/ es gradual o regular.

A pesar de esta aparente facilidad de los análisis variacionistas, lo cierto es que las cosas no siempre
resultan tan evidentes. En realidad, no toda variación implica elección (consciente o inconsciente)
por parte del hablante. En muchos casos un hablante (o un grupo de hablantes, sea una etnia o un
grupo local, etc.) no tiene esa posibilidad de elección y solo usa una forma de entre las que alternan
para expresar lo mismo. Ahora bien, considerada la actuación conjunta de la co- munidad de
hablantes (lengua exterior o producto lingüístico: Chomsky, 1986; Bühler, 1934), se toma como una
variable el conjunto de formas equivalentes semántica o funcionalmente que alternan en la lengua
exterior (otros hablantes usan otras formas de decir lo mismo).

Por tanto, podemos considerar conjuntos de equivalencia entre diferentes for- mas, bien en el plano
colectivo (sin que formen necesariamente parte del conoci- miento implícito de todos los hablantes),
bien en el plano del conocimiento virtual del hablante, que puede seleccionar la forma más
adecuada, conveniente o prefe- rible para cada situación. En cualquiera de los casos, se trata de un
modelo de representación basado en la elección, aunque en el primer caso hagamos un uso
metafórico de la idea de selección.

En consecuencia, podemos distinguir:

-Lo que los hablantes tienen en su conocimiento implícito (competencia lengua interior L, activa).
-Lo que los hablantes entienden y saben que existe y no realizan nunca (competencia o lengua
interior pasiva).
-Lengua exterior (L) o parole colectiva, conjunto de formas efectivas cocomunitarias

El significado social se origina de la parte pasiva de Li, que incluye el refle- jo cognitivo de L: A
realiza la variante fi, pero sabe que f; tiene un significado social connotado que se asocia a B.
mientras que una posible variante f, significa c

No es otra la idea que recoge la noción de variación como opción entre al- ternativas que, por
supuesto, también incluye la variación intrapersonal (f, y f son opciones de D). En el ejemplo
anterior, como es lógico, A, B, C y D repre- sentan grupos de hablantes diferenciados por su
pertenencia a distintas clases sociales.
Tomando esta propuesta de base, se han desarrollado distintos modelos para el análisis de la
variación que, manteniendo los postulados esenciales expuestos hasta ahora, han diseñado
categorias conceptuales y metodológicas considera- blemente divergentes. La propuesta laboviana
opera con los conceptos de com- petencia y regla variable para analizar la variación y describir el
conocimiento sociolingüistico de los sujetos y de los grupos de hablantes. La aceptación del
concepto generativista de competencia supone acatar la máxima de que en el lenguaje existe un
aspecto invariable y categórico que forma parte del conoci- miento que el hablante posee sobre su
lengua. Ese conocimiento, para Labov, estaria predeterminado por la experiencia y dependería, por
tanto, de la realidad externa. Como hemos señalado, nos encontramos ante una competencia algo
relajada en contraposición con la concepción restringida del término donde se convierte en un
conjunto de principios universales no predeterminados por la experiencia e independientes de la
experiencia externa. Solo bajo esta acepción atenuada del término cabría el estudio de la variación
laboviana. Este plantea- miento favoreció enseguida el interés generalizado hacia los estudios sobre
es- tratificación lingüística que repercutieron en una completa clasificación de las variedades
lingüísticas.

2.2. Sobre el concepto de variedad lingüistica

Como hemos visto, una variable es un conjunto de formas equivalentes que, de manera virtual,
contiene varias entidades empíricamente reconocibles llamadas variantes. Estas variantes deben
poseer la misma funcionalidad, es decir, deben aportar el mismo valor referencial o valor de verdad,
aunque eso si, se les supone distinta significación social o estilística (Labov, 1972a: 271); la
variación, de este modo, conlleva la alternancia de variantes, siempre de manera organizada, como
hemos señalado. Las comunidades lingüísticas y de habla se caracterizan, antes que nada, por la
variedad lingüística que manifiestan; no es extraño encontrar variantes verbales características de un
determinado colectivo en el seno de cada comunidad.

Sin embargo, y a pesar de la utilidad que, a partir de este planteamiento, pare- ce desprenderse de
una clara definición del concepto de variedad lingüística, son llamativos los casos en que no se le ha
dispensado la atención que reclamaba. Así, para el propio Labov lo importante era analizar la
variación antes que la cataloga- ción de un determinado comportamiento lingüístico como variedad,
dialecto o lengua. Para Fishman, la primera diferencia había que realizarla entre dialecto, según los
criterios territoriales clásicos de la geografia lingüística, y variedades lingüísticas o niveles que,
bien en el plano de las lenguas o bien referido a los dialectos, caracterizarían a determinados grupos
sociales (Fishman, 1972: 46-48). Fishman, desde la sociología del lenguaje, propone una
clasificación basada en cuatro tipos básicos de variedades lingüísticas, para algunos, no demasiado
acer- tada (vid. 1.4).

Fishman presenta estas variedades como poco estables y relativas al hacerlas depender directamente
del usuario y del uso que este le otorgue, de manera que, aunque poseedoras de rasgos específicos
en los planos fónico, gramatical y léxico, en última instancia no se presentan como entidades
estables. Las variedades, además de ser inventarios de formas verbales, contienen información
situacional, social, etc., precisión que, por ejemplo, es asumida por Halliday, McIntosh y Strevens
en 1964 -en parte también Dittmar (1973)- para modificar la propuesta de Fishman e identificar dos
tipos básicos de variedades lingüísticas:

Las variedades relacionadas con los hablantes que las actualizan (los dia- lectos geográficos,
sociales u ocupacionales). Las variedades dependientes del contexto comunicativo en que aparecen
(estilos y dialectos situacionales o registros).
En cualquier caso, como se observa, las variedades lingüísticas son siempre identificadas por
contraste con la variedad estándar que, neutra en apariencia, será el rasero por el que medir las
variedades lingüísticas, estas si, socialmente marcadas.

Lo más importante, quizás, es que la sociolingüística ha pretendido desde sus orígenes contrarrestar
la situación de desequilibrio que se venía dando en el estu- dio de las lenguas, a favor siempre de las
variedades estándares y en perjuicio de las consideradas no estándares. Como hemos comentado, al
reclamar el mismo estatus para las variedades no canónicas, se llamaba la atención sobre la legitimi-
dad lingüística de todas ellas, su igualdad funcional basada en su aptitud para la comunicación de
determinados grupos sociales, en determinadas situaciones y bajo ciertas condiciones.

La sociolingüística variacionista, por su parte, se ha servido mayoritariamente del concepto de


sociolecto como base de su concepción de la variedad lingüística relacionada con la heterogeneidad.
Los sociolectos están formados por una suerte de variantes lingüísticas utilizadas de manera
preferente por un determinado gru po social o estrato. El uso preferente es decir, mayoritario en
cuanto a sus valo- res porcentuales hace que esas variantes identifiquen sociolingüisticamente un
grupo en relación con otros y que, al mismo tiempo, en función de la valoración positiva o negativa
que el mismo tenga en la comunidad, sirvan como modelos de prestigio o estigma para el resto. Sin
embargo, al tratarse de variantes de uso pre- ferencial y no exclusivo por un único grupo social, los
elementos lingüísticos característicos de los sociolectos pueden trasladarse de unos a otros, de
manera que variantes características de un determinado sociolecto puedan generalizarse a parte o a
la totalidad del espectro.

Es evidente que en la delimitación teórica del sociolecto subyace un matiz de relativismo que,
incluso, se acrecienta al aceptarse que la aparición de cier- tas variantes está estrechamente
relacionada con situaciones comunicativas concretas; en consecuencia, para la delimitación de los
sociolectos habría que aceptar, junto a elementos constantes en las gramáticas de un estrato social
determinado, otros cuya aparición dependería de la presencia de ciertos entor- nos estilísticos.

A causa de las razones esgrimidas, algunos autores procedentes de la sociolo- gía del lenguaje han
criticado abiertamente la interpretación del concepto varia- cionista de sociolecto, proponiendo
otros modelos más sensibles con los aspectos situacionales. En este sentido, se propone la idea de
que cualquier hablante, en el momento de planificar su discurso, selecciona una serie de elementos
lingüísticos del repertorio verbal (el conjunto completo de formas lingüísticas que están a su
disposición), con el fin de satisfacer las necesidades comunicativas demandadas por el repertorio
funcional (que es el encargado de regular qué formas lingüísticas aparecen en qué contexto y con
qué utilidad social).

2.3. La variación lingüística

El trabajo empírico de la variación se ha centrado, la mayor parte de las veces, en el plano fónico de
las lenguas; sin embargo, uno de los intentos pioneros de La- bov por extender las reglas
generativas opcionales al campo de lo variable fue realizado a propósito de un hecho morfológico,
concretamente la contracción inglesa, con lo que podríamos afirmar que el estudio de lo variable no
se planteó como pertenencia exclusiva de lo fonológico, sino que en sus origenes ya se presentaba
como apto para analizar cualquiera de los planos organizativos de la len- gua, como lo demostraron
los trabajos surgidos en esta dirección (Labov, 1972a).

2.3.1. La variación fonica

A pesar de lo anterior, desde el principio, los trabajos variacionistas se intensifica- ron, sobre todo,
en torno a cuestiones de índole fonológica. Es sabido que en este nivel se dan las condiciones más
propicias para el desarrollo de este tipo de inves- tigaciones, ya que está formado por variables
discretas fácilmente identificables, segmentables y de uso muy frecuente.

Las variantes fónicas seleccionadas en los análisis variacionistas suelen redu- cir la riqueza sonora
que aportaría una investigación fonética-fonológica basada en estudios espectográficos; se trata de
realizar una tarea reduccionista y seleccio- nar un rasgo fónico relevante por encima de otros
detalles considerados menores; por ejemplo, en el análisis de la pérdida o mantenimiento de /-d-/
intervocálica, lo común es considerar "resto de /-d-/" tanto el ataque duro de la vocal siguiente
como el hiato que impide la formación de diptongo o la sinalefa o sinéresis entre las vocales
encontradas.

La aparición de estas variantes está relacionada, entre otros, con factores distri- bucionales,
contextuales, situacionales y funcionales; se trataría, en definitiva, de dilucidar el grado de
influencia que alcanzan estos factores en la aparición o ausen- cia de determinada variante y, para
ello, el investigador elabora cuestionarios muy específicos y minuciosos con la intención de que
ninguno de estos factores pase desapercibido. Sirva como muestra el siguiente ejemplo obtenido del
plan de codi- ficación que usamos para la investigación de los factores que influyen en la apari-
ción de las distintas variantes de la variable /j/ (Fuente: Von Essen, 2014).

a) Factores lingüísticos:

• Percepción:

0: j
1: /j/
2: /3/
3: /S/

Número de sílabas:

0: Monosílaba (yo; ya).


1: Bisílaba (silla; ayo; gallo; mayo).
2: Trisilaba (caballo; sellado; rayado).
3: Polisilaba (ayuntamiento; Ilenísimo).

Acento (posición del acento con relación a la silaba de la variable):

0: Sílaba tónica (llave; calla; yerba).


1: Postónica (haya; malla).
2: Protónica: (callejón).

Contextos fónicos, posición:

0: Inicial.
1: Interior de palabra.

• Categoría léxica:

0: No marcado (rayuela; muralla).


1: Antropónimo (Yolanda; Guillermo).
2: Término (yuxtaposición; kayak).
3: Topónimo (Sevilla; Villa General Belgrano).
4: Extranjero (jogging).

Categoría morfológica:

0: Nombre (silla).
1: Verbo (llamar).
2: Adjetivo (bello).
3: Adverbio (a).
4: Pronombre personal (vo).
5: Pronombre personal (ella; ellos, ellas).
9: Otros.

b) Factores estilisticos:

Formalidad 1 (tenor y estatus). Identidad social del informante con respecto al entrevistador o
interlocutor:

0: Solidaridad (relaciones de igualdad de estatus).


1: Jerarquia 1<E (el informante está en relación de inferioridad con el interlocutor).
2: Jerarquía 1> E (el informante está en relación de superioridad con el interlocutor).
9: Otros.

Formalidad 3 (tenor y grado de proximidad entre informante y entrevistador o interlocutor):

0: Insider (amigo, pariente, compañero, vecino de la red personal de con- tactos).


1: Outsider (conocido o lazo débil de la red personal de contactos).
2: Relación surgida en la entrevista misma.
3: Un insider (argentino) y un outsider (español).
9: Otros.

Especialización (campo). Tema de conversación (solo para la codificación de la entrevista


semidirigida):

0: No marcado.
1: Metalingüístico.

Planificación y grado de espontaneidad (solo para la codificación de la entrevista semidirigida):

0: Coloquio.
1: Pares adyacentes (entrevista).
9: Otros.

2.3.2. La variación sintáctica

Los sociolingüistas han tropezado siempre con escollos metodológicos y concep- tuales al intentar
extender la noción de variable al plano sintáctico; dichas dificul- tades han podido estar causadas
por la referida concentración histórica de los es- fuerzos variacionistas en la investigación
fonológica y por la consiguiente falta de tradición y adaptación de estos trabajos en otros niveles
lingüísticos. Además, el empleo de unidades discretas en el análisis de la variación fónica no
implicaba cambio referencial alguno, pero la situación era diferente al trabajar con variantes
gramaticales, pues estas pueden acarrear cambios de significado que impiden establecer conjuntos
de equivalencia para este tipo de variables.
Con estos antecedentes, López Morales considera que el problema reside en las limitaciones de la
sintaxis descriptiva para analizar las neutralizaciones, desde el momento en que la mayoría de estas
se producen a causa de elementos extra- sintácticos (López Morales, 1989: 101-102). En
consecuencia, traslada la cuestión al más amplio campo de la pragmática y propone no confinar el
análisis de la variación sintáctica a la observación de pequeños cambios en un rasgo, una con-
dición o un parámetro como es tradición en la sintaxis autónoma, pues la grada- ción del cambio se
va a ver reflejada en la creciente difusión de contextos alcan- zada por una forma antes que en el
cambio de esa forma, pues a veces esta última variación puede incluso no llegar a producirse.

Examinada la discusión en los términos en los que ha sido planteada, algunos teóricos advierten que
los métodos lingüísticos no pueden condicionar la teoria. En ese sentido, de la supuesta
imposibilidad del tratamiento de la variación sintác tica solo puede desprenderse la inadecuación
del modelo propuesto. Por otra par- te, tanto para la sintaxis como para el léxico, la variacionista no
es la única opción que la sociolingüística pone a nuestra disposición, por lo que solo cabe o
reformu- lar en profundidad el modelo o proceder a su definitiva sustitución.

Pese a todo, los estudios sintácticos han contribuido históricamente al cono- cimiento del proceso
variacionista general. Ya en 1975 y bajo la dirección de Labov, Beatriz Lavandera presentó su tesis
doctoral titulada Linguistic Structure and Sociolinguistic Conditioning in the Use of Verbal Endings
in "Si"- Clauses, donde comprueba los condicionantes sociales que afectan a la distribución de las
cláusulas condicionales en español. Otros estudios de variación sintáctica que abrieron camino a
estas investigaciones en el ámbito de la variación fueron los que se realizaron sobre el francés de
Montreal por Sankoff, Thibault y Laberge en la década de los setenta del siglo pasado.

2.3.3. La variación léxico-semántica

Buena parte de los escollos teórico-metodológicos encontrados en el estudio de la variación


sintáctica se reproducen en el caso del léxico, particularmente cuando se trata de lexemas aislados,
no actualizados en el discurso. Por más que autores come Sankoff intenten legitimar su estudio, lo
cierto es que desde los posicionamientos variacionistas norteamericanos las limitaciones son
evidentes, aunque desde otras aproximaciones a la variación sociolingüística, el nivel léxico es
considerado un terreno privilegiado sobre el que verificar las transformaciones sociales más signifi-
cativas de cualquier colectivo humano. Por ejemplo, el modelo variacionista se ha mostrado muy
efectivo en los estudios de estratificación léxica realizados en comu nidades bilingües, tal y como lo
demuestran, por ejemplo, los resultados de la inves tigación llevada a cabo por Etxebarria en la
ciudad de Bilbao en 1985.

No obstante, y a pesar de los problemas apuntados, los estudios en este te- rreno se han extendido al
problema general del significado en la teoria sociolin güística gracias, sobre todo, a autores como
Geeraerts o Bakema, que se han preocupado por diseñar de una manera coherente modelos teóricos
que represen ten la estructura de la variación léxica. Sin embargo, se ha de reconocer que falta aún
una aproximación que, desde el campo de la semiótica y, en general, de las ciencias sobre el
sentido, establezca con claridad teórica, y a la vez con la sufi- ciente base empírica, los principios
conceptuales y semánticos sobre los que des- cansa la variación lingüística. Quizás sea esta la razón
de la excesiva inclinación de los estudios variacionistas hacia la lingüística, lo cual propicia que los
demás científicos sociales no hayan penetrado todavía lo suficiente en el núcleo central de interés.
De cualquier manera, lo que parece innegable es que la variación de las lenguas es un hecho
esencial en un plano que va más allá de la lengua misma, pero que no la supera, sino que la incluye
como componente. Este es el plano sociolingüístico que tiene que ver, primero, con el significado
de las expresiones lingüísticas por sí mismas y, segundo, con el significado de su uso efectivo. Ni
que decir tiene que la base de ese significado debe estar, sin duda, en la articula- ción de los
elementos lingüísticos (palabras, morfemas, significados, fonemas, etc.) en sistemas conexionados y
en el conocimiento o competencia individual sobre lo esencial (la gramática) de esa conexión.

Ahora bien, una vez establecida esta cuestión fundamental, se entiende que existen sistemas de
organización de las expresiones lingüísticas que incluyen sig- nificados literales de estas solo como
una parte. La equivalencia entre el conteni- do de formas distintas remite, sin embargo, a diferencias
cuya descripción depen- de sustancialmente de la definición inicial de la comparación
(interlingüística, interdialectal, etc.) y del conocimiento profundo de las bases extralingüísticas
(culturales, etnográficas, ideológicas, etc.) que la hacen posible. Las implicacio- nes de la existencia
de estos sistemas complejos en los procesos interlingüísticos de traducción, así como en muchos
aspectos de la enseñanza de y a través de las lenguas son hoy bien conocidas.

2.3.4. La variación estilística

Los intereses variacionistas por la variación estilística abarcan desde estructuras oracionales
relativamente complejas (pronunciación especialmente cuidadosa, es- quemas entonativos menos
acusados y mayor organización de la estructura discursi- va), características de los estilos más
formales y planificados, hasta los elementos habituales en la comunicación coloquial,
manifestaciones máximas de la espontanei- dad y el poco control por parte del hablante sobre sus
emisiones lingüísticas. A la perspectiva variacionista le interesará relacionar todo esto con variables
sociales, manteniendo una jerarquía en la que la variación diafásica es siempre de segundo grado,
supeditada o subordinada, en cierto modo, a la variación diastrática.

Labov llamó la atención sobre la importancia de una concepción no discreta de los estilos, y
propuso una clasificación que tuvo mucho éxito en los estudios variacionistas posteriores (Labov,
1966) (vid. 5):

- El discurso casual, que se encuentra en el habla cotidiana e informal; casi siempre cargado de
emotividad que, en situaciones extremas, puede inclu- so mostrarse en intercambios de formalidad
comunicativa.
- La entrevista acarrea un discurso más cuidado. Con la finalidad de obtener muestras de estilos
intermedios, el encuestador puede recurrir a diversos
-La lectura de textos propicia un alto nivel de formalidad.
- La lectura de palabras que, en especial si se realiza recurriendo a pares mínimos, se correspondería
con los estilos más formales del espectro so- ciolingüístico.

No han sido pocas las objeciones presentadas a esta propuesta. Casi todas ellas critican la
recurrencia a métodos basados en la escritura para explicar la variación estilística de la lengua
hablada, con el agravante añadido de que las investigaciones de campo pueden llevarse a cabo con
hablantes analfabetos (Macaulay y Trevelyn, 1973: 25).

Otros autores llaman la atención sobre el hecho de que bajo el epígrafe de "variación estilística" se
están realizando investigaciones un tanto alejadas de los terrenos de su estricta competencia. Sin
negar la importancia de asuntos tales como considerar la influencia de las relaciones de poder y
solidaridad en la selec- ción de formas lingüísticas, o de asumir lo determinante que puede llegar a
ser el carácter monológico o conversacional de la emisión lingüística, desde algunas concepciones
se observan estos asuntos casi como inútiles para delimitar la varia- ción estilística desde postulados
labovianos, para lo que bastaría documentar qué variantes reservan los estratos sociolingüísticos
para cada grado de tensión comu- nicativa. A efectos de análisis estratificacional, los datos
realmente decisivos pa- rece que se encuentran en los extremos del continuum estilístico (vid.
3.1.1). El contraste de los usos lingüísticos altamente formalizados frente a situaciones en las que
predomina la comunicación más cotidiana es la distancia que la sociolin- güística se marca en casi
toda comunidad de habla y, por lo tanto, la magnitud estilística más adecuada y pertinente para este
tipo de estudios estratificacionales. En este sentido, se suele considerar la espontaneidad como el
parámetro fundamen- tal para diseñar la tipología estilistica del discurso hablado. De ese modo, se
distin- gue, de manera general, entre el discurso no planificado -más espontáneo y menos sujeto a
reglas previas- frente al discurso planificado y menos espontáneo, donde esas reglas son muy
rígidas. Sin embargo, el concepto de espontaneidad es contro- vertido y requiere cierta explicación.
Con esta noción se ha pretendido resumir, aun- que bien es cierto que de manera intuitiva, toda una
serie de rasgos específicos de lo hablado. El parámetro de espontaneidad se ha manejado en la
tradición de estu- dios del discurso hablado con mucha frecuencia, e incluso ha sido considerado
por algunos como la principal característica de lo coloquial, incluso más importante que la propia
oralidad (Beinhauer, 1973; Herrero, 1990; Vigara, 1992; etc.). En otras muchas ocasiones se ha
empleado 'espontáneo' como sinónimo de 'oral'. Además, parece relativamente fácil tomar muestras
de formas discursivas muy formales, aunque el hecho contrario, el de lograr espontaneidad ante una
grabado- ra suele ser, en principio, más complejo debido a la dificultad que encuentran los
investigadores para captar el comportamiento coloquial en su totalidad. Algunas técnicas de trabajo
de campo sugieren la realización de entrevistas guiadas en las que los entrevistadores formen parte
del entorno social de los sujetos entrevista- dos (vid. 4.2.2.E). Otras veces se proponen grabaciones
inadvertidas, en las que el sujeto investigado desconozca la puesta en marcha del aparato grabador y
las situaciones espontáneas fluyan constantemente (vid. 4.2.2.B).

2.4. La variación social

Según Schaffer (1979) existen tres factores que actúan sobre el comportamiento lingüístico:
biológicos, cognitivos y sociales. Los primeros están relacionados con elementos orgánicos que
involucran un sistema sensorial, en el que la audición es el elemento más sobresaliente y en el que
existe un aparato motor fonador que depende directamente de la estructura del sistema nervioso
central. Los factores cognitivos requieren una capacidad intelectual eficiente y una afectividad
adapta- da. Tanto el plano orgánico como el psicológico o cognitivo son considerados factores
individuales, frente al plano social que es el factor comunitario; los tres, sin embargo, aportan al
individuo el poder de la comunicación.

A continuación se comentan los principales factores ambientales, directamen- te relacionados con el


medio social. Como ya hemos adelantado, el uso efectivo de las lenguas ofrece notables
disparidades y variaciones, algunas de ellas depen- dientes del contexto en el que las propias
lenguas se emplean, tales como la iden- tidad del hablante, sus antecedentes sociales, culturales o
étnicos, su procedencia geográfica, sus actitudes, su sexo, edad, etc. Estas fuentes de variación -
junto con otras que dependen de factores internos propios o específicos de la lengua mis- ma-
constituyen de por sí un terreno de investigación que demanda una atención especial si queremos
tener una perspectiva total de los procesos de variación.

2.4.1. Edad

La edad es una variable clásica en los trabajos de estratificación sociolingüística, posiblemente


gracias a que se suele mostrar muy activa en los casos de variación. Casi todos los estudios
demuestran que las generaciones más jóvenes se caracteri- zan por su tendencia innovadora frente al
tradicional conservadurismo lingüístico asociado a las generaciones mayores. Esta afirmación
parece demostrarse, con sus excepciones correspondientes, en todos los niveles de análisis
lingüístico, aunque el plano léxico es el que parece más sensible ante esas diferencias
generacionales. En un reciente estudio realizado en la ciudad de Málaga a propósito de la expan-
sión en la lengua de extranjerismos (Ávila, 2010), se pudo comprobar cómo el segmento
generacional en el que más elementos de este tipo aparecían, tanto des- de un punto de vista
cualitativo como cuantitativo, era el comprendido entre los 20 y los 35 años. Por debajo de este
limite (menores de 20 años) eran los adoles- centes los más dispuestos al empleo de estos términos,
aunque se apreciaba un hecho singular: los individuos cuya edad se situaba entre los 15 y los 19
años preferian los extranjerismos que tenían una frecuencia de aparición menos eleva- da: walk,
work, first certificate, woman, word, one, workbook u okey son algunos de los que utilizaban estos
jóvenes y que no aparecían en otras generaciones, lo que indicaba una mayor predisposición de
estos sujetos a la aceptación de extran- jerismos o, lo que es lo mismo, podría tratarse de una de las
puertas de entrada que utiliza una cierta clase de préstamo lingüístico. Sin embargo, el tipo de
térmi- nos señalado parecia tener pocas posibilidades de extensión. Se trataba de extran- jerismos
con equivalentes muy utilizados por el resto de la población, incluyendo el propio grupo en el que
se daba: andar, caminar para walk; trabajar, currar para work; mujer, tia para woman; palabra para
word; cuaderno (libro) de traba- jo para workbook; de acuerdo, vale para okey. El ímpetu de esta
generación no parecía temer el rechazo en general, menos el lingüístico, por lo que el extranje-
rismo podia ser considerado como un elemento más o menos transitorio de su jerga particular y pasa
a ser un referente de su identificación como grupo. Hemos de señalar que en los jóvenes que
utilizaban estos términos se correlacionaba también la variable de la educación formal media, lo que
parecía indicar, asimis- mo, que la escolarización desempeñaría un papel fundamental en el proceso
estu- diado.

2.4.2. Sexo

El sexo es otra de las variables sociales que no suele faltar en la bibliografia dedi- cada al estudio de
la variación sociolingüística. Su influencia se aprecia en cada uno de los planos lingüísticos y, al
igual que pasaba con la edad, su influencia es, sobre todo, patente con relación al léxico.

Tradicionalmente se han estudiado las diferencias lingüísticas relacionadas con la distinción de


sexos de modo bastante superficial en la dialectologia y la geografia lingüística, y se ha insistido en
el carácter cambiante, conservador o innovador de la conducta lingüística de los hablantes
masculinos y femeninos (especialmente de las mujeres con relación a los hombres; esto es, como
una especie de desviación, siquiera parcial, con respecto a lo normal por defecto que, como en la
lengua, es lo masculino) (Eckert, 1989b: 247-250; Rissel, 1981: 308-318). Dicha variabilidad de
conducta genérica entre las diversas comunidades de habla o las distintas culturas y ambientes se
explicaría en función del modo de vida predominante en la comunidad observada, el tipo de rol
relacional, etc.

Con posterioridad, la mayor parte de los estudios correlativos lingüisticoso- ciales han tratado el
sexo como una variable supeditada a la de clase social, de modo que el sexo se ha considerado
como una especie de subproducto unido in- separablemente a aquella. Las diferencias de sexo se
explican, entonces, en térmi- nos de diferencias de clase, de la misma manera, por ejemplo, que el
estilo se ve como el reflejo individual de la estratificación. En consecuencia, los indicadores de
clase socioeconómica o los marcadores socioestilísticos, según esta concep- ción, acarrean,
complementariamente, diferencias genéricas (Labov, 1966a).

Labov delimitó las pautas generales y las bases de la tipología empírica del uso lingüístico
diferencial genérico a partir de una revisión crítica de los resulta- dos incluidos en la bibliografia
sociolingüística (Labov, 1990: 208-227) y de la actualización de los datos procedentes de su propia
investigación a largo plazo en Filadelfia (Labov, 1980, 1984 y 1990: 227-242). Se trataba de ofrecer
una inte- gración coherente de los hallazgos parciales surgidos de la investigación cuantita- tiva en
muy diversas comunidades de habla. Como resultado, se dispone de un conjunto de leyes o
principios de base inductiva y comparativa que constituye, desde entonces, una referencia
inexcusable.
Para Labov, existen dos principios empíricos que se cumplen en la mayor par- te de las
comunidades estudiadas:

- En lo que se refiere a las variables sociolingüísticas estables, los hombres utilizan porcentajes más
elevados que las mujeres de formas no estándar.
- En los cambios desde arriba, las mujeres favorecen más que los hombres las nuevas formas de
prestigio.
- En el caso de los cambios desde abajo, las mujeres son, en la mayor parte de las ocasiones, las
innovadoras.

Como demostrara Labov, parece indiscutible la necesidad de prestar una de- bida atención a las
diferencias genéricas en las investigaciones comunitarias sobre la variación lingüística. El sexo, no
obstante, puede considerarse una categoría compleja que oculta sustanciales diferencias que pueden
llegar a perderse en los análisis estratificacionales. Además, en sí mismo constituye la base de la
explica- ción de importantes procesos de variación sociodialectal.

Por otro lado, el género interactúa de modo diverso con las demás categorías sociales y podemos
utilizarlo para la construcción de la identidad social del ha- blante. Al fin y al cabo, ser hombre o ser
mujer es algo tan importante como pertenecer a una determinada clase social o generación. Por ello,
las decisiones y acciones de definición genérica (tanto positivas como negativas) constituyen un
foco de interés importante en la indagación sociolingüística y su estudio ha depa. rado interesantes
conclusiones, sobre todo, en los ámbitos fonológico y léxico.

Las diferencias halladas entre hombres y mujeres, en cuanto a su comportamiento lingüístico,


resultan muy interesantes. Algunas de las causas que se han apuntado, incluso desde la misma
sociolingüística, se dirigen hacia diferencias biológicas, diferencias en las expectativas paternas o la
diferente educación que los niños y las niñas reciben. El resultado de algunas investigaciones
apunta a que estas diferencias se deben a los distintos tipos de interacción entre los padres y los
hijos según sean chicos o chicas. Con los niños, por ejemplo, las actividades están más dirigidas a la
exploración física, mientras que con las niñas habrá un mayor número de conversaciones cotidianas.
Otro factor que podria influir es el juego. La actividad con muñecas podría fomentar la aparición de
sustantivos y un mayor grado de interacción, mientras que el juego con objetos que en realidad son
inanimados (camiones, balones, coches) podría facilitar la aparición de ruidos y sonidos
imaginativos.

Por otro lado, tradicionalmente se ha insistido en que las mujeres parecen tener más conciencia de
lo que es prestigioso y lo que no es considerado prestigioso des- de un punto de vista lingüístico.
Trudgill justifica tal situación aduciendo lo que considera una mayor conciencia en general de la
mujer hacia el prestigio social originada por la necesidad histórica de estas de afianzar su estatus
social a través, entre otros medios, de marcas lingüísticas positivas (Trudgill, 1983: 67-68).

No obstante, como se ha demostrado en alguna ocasión (Villena y Ávila, 1999: 107-142), las
diferencias del uso lingüístico relacionadas con la pertenencia a los grupos genéricos masculino y
femenino se fundamentan y responden a la definición respectiva de cada hablante como mujer o
como hombre nuclear o pro- totípico antes que cualquier otra cosa. Si un hablante es (se define y se
reafirma), fundamentalmente, un hombre o una mujer (y no un miembro más o menos cons- ciente
de un grupo económico o social, generacional, político, etc.), su compor- tamiento lingüístico (y sus
actitudes y juicios subjetivos) serán prototípicamente masculinos o femeninos, con independencia
de cómo sea la lengua o cómo la comunidad, general o local, en las que aquel se mueva.

Lo que parece demostrado es que la situación social de las mujeres marca su comportamiento y su
definición lingüística. Como hemos visto, las diferencias de sexo en algunas sociedades
consideradas atrasadas (o en determinadas parcelas de otras más avanzadas) siguen siendo muy
importantes (Trudgill, 1983: 79). En algu nos casos, tienen más importancia que las diferencias
sociales, generacionales o de renta (Milroy, 1992; Coates, 1986). Por esta razón, la teoría
sociolingüística no pue de ignorar estos hechos si quiere proponer explicaciones completas y
convincentes.

En los casos en los que se dibujan situaciones de polarización genérica, el sexo muestra su
verdadera cara: como una construcción social engañosa para los más débiles. Los hombres y las
mujeres son antes que nada hombres y mujeres. Ante estas situaciones, la educación oficial y los
contactos con los medios de comunica- ción se muestran como dos indicadores excelentes de
abandono de esta ideologia sexista sobre el comportamiento lingüístico y de la redefinición del
hablante como persona. Este efecto es lo que, en su momento, se denominó disolución cultural del
sexo (Villena y Ávila, 1999). Pero este no es un efecto automático. La lengua modi- ficada o
mimética no lleva de por sí a la igualdad. Más bien, la disfraza; conviene no olvidarlo. Esta razón
explica las especiales interacciones que se dan entre el sexo y la clase social y otras estructuras o
atributos sociales. Ahora bien, dada la circuns tancia de que las mujeres, definidas como tales,
ocupan normalmente posiciones sociales y desempeñan roles secundarios, la conducta lingüística
resultante es siem- pre subsidiaria (lo que lleva a los conocidos efectos de mimesis de la conducta
con- siderada ejemplar o a las reacciones negativas ante el comportamiento masculino, a las
innovaciones de origen femenino, etc.).

Frente a la idea de que el uso lingüístico estándar o ejemplar prestigia al usua- rio y lo proyecta
hacia mejores posiciones sociales, la situación es la contraria: las mujeres que acceden a niveles
educativos altos mejoran no solo esas posiciones, sino que participan en la vida social de la lengua
en igualdad de condiciones con los hablantes masculinos. La razón es bien sencilla: las diferencias
sexuales con respecto al uso lingüístico se disuelven, puesto que en ese espacio social na- die las
marca. Los hablantes masculinos y femeninos hacen converger sus con- ductas lingüísticas, dejando
de lado, o usando con mucha menor frecuencia, los marcadores sexuales.

La polarización sexual del uso de la lengua, entonces, se da en mayor medida conforme


descendemos en la escala de estratificación socioeconómica y educa- cional (hombres y mujeres
prototípicos). En los niveles más bajos las mujeres se encuentran a merced del poder de sus
maridos, padres, hermanos, parientes o vecinos y compañeros de trabajo masculinos. Por eso se
reafirman como mujeres y hablan como tales.

2.4.3. Nivel sociocultural

La variable de clase social se adaptó bastante bien a los trabajos variacionistas desarrollados en
Europa. Sin crear escalas de valoración excesivamente amplias donde los resultados acabaran
siendo difuminados, lo cierto es que, normalmente, la clase social se considera un índice objetivo
que acepta el modelo del indice de clase socioeconómica que Labov (1966a) emplea siguiendo el
procedimiento general en sociología empírica. Este indice se construye a partir de las puntuaciones
obtenidas por los sujetos en las categorías de estudios, ocupación y renta. Los informantes se sitúan
en una escala de 0 a 9 puntos, donde el 0 representa el estra- to más bajo en la escala y el 9 el
superior. Aunque estas puntuaciones pueden recodificarse de varias maneras, lo más común es
considerar el intervalo 0-2 co- mo clase baja (CB), el de 3-5 como clase trabajadora (CT), el de 6-8
como clase media baja (CMB) y en la clase media alta (CMA) se ubican los sujetos con 9 de
puntuación.

No obstante, la situación fue diferente en los Estados Unidos. Desde alli se pusieron de manifiesto
los inconvenientes que acarreaba el empleo exclusivo del criterio de la clase social a la que
pertenecían los individuos. De este modo, se crea un nivel más complejo que aglutina la clase
social, la cultura y la ocupación (Moreno Fernández, 1990: 53); el establecimiento del nivel
sociocultural se basa, pues, en el nivel socioeconómico y normalmente estará ligado al nivel de
educa- ción y cultura de los sujetos: los que disfrutan de buena condición económica suelen haber
prolongado sus estudios, poseen mejor conocimiento y dominio del lenguaje y suelen desenvolverse
en un entorno donde los modelos lingüísticos están próximos a la norma, tanto en lo referido al uso
de significaciones como al empleo de reglas sintácticas. En determinados niveles socioculturales se
valora más el lenguaje, se motiva a los niños a expresarse, se facilitan cuentos y lecturas cuyo estilo
es más preciso, detallado y gramaticalmente más próximo a la norma que el que aporta la
modalidad hablada. El resultado suele deparar unos hábitos lingüísticos sustancialmente distintos a
los surgidos en otros niveles.

Al margen de cuestiones puramente teóricas, lo cierto es que desde ambas pos- turas se ha puesto de
manifiesto que en cualquier sociedad, por muy homogénea que parezca, siempre existe algún tipo
de influencia de las variables socioculturales, bien de cada uno de sus elementos por separado, bien
considerada en su conjunto.

Por otro lado, la noción de mercado lingüístico introducida por Sankoff y La- bergue en 1978 prima
el condicionamiento ocupacional o profesional frente a la simple pertenencia a un estrato
sociocultural determinado. Según estos autores, antes que la pertenencia a un estrato sociocultural
concreto, el grado de contacto de determinados profesionales con la variedad estándar será el factor
decisivo para motivar la variación lingüística.

En definitiva, y sea cual sea el criterio que consideremos, lo que parece fuera de discusión es que
los estamentos sociales suenan distintos. Labov demostró las diferencias de pronunciación entre
vendedores de tres grandes almacenes de Nue- va York: uno de clase alta, otro de clase media y otro
de clase baja (Labov, 1972a). Labov dirigía a los dependientes preguntas que les obligaban a utilizar
la expresión fourth floor (cuarta planta). Estaba interesado en la pronunciación de [r] detrás de
vocales. El resultado fue que las clases sociales más altas mantenían más el sonido [r], mientras que
las clases más bajas lo conservaban menos [fouah flooah]. La diferencia de pronunciación de una
sola consonante podía marcar la clase social (vid. 4.2.2.C).

2.4.4. Procedencia

Resulta una variable social de menos tradición que las anteriores pero, como de- mostrara por
primera vez Cedergren en su estudio urbano panameño donde se apreciaba una fuerte presencia de
inmigrantes rurales, puede resultar tan efectiva como otras consideradas clásicas.

Las situaciones migratorias hacia los países industrializados requieren matiza- ciones con respecto a
estas primeras propuestas basadas en migraciones no étni- cas. La consideración de Cedergren a
propósito de la variable procedencia aporta- ba únicamente datos lingüísticos acerca de la
inmigración no étnica en los grandes centros metropolitanos; sin embargo, cuando el asentamiento
en la comunidad de llegada es efectivo, las consideraciones sociolingüisticas sobre la procedencia
pueden llegar a transformarse en asuntos étnicos.

Aparte de ello, la dinámica rural-urbano tiene componentes muy interesantes, estudiados, entre
otros, por Alvar, quien ya en 1977 había hablado de procesos de reurbanización y exurbanización
que no aconsejan establecer férreas e insalvables fronteras entre fenómenos lingüísticos rurales y
urbanos, al margen de que las zonas rurales poseen una considerable autonomía lingüística que
permite llevar a cabo estudios sociolingüísticos relevantes sin necesidad de remitirlos a las zonas
urbanas.
Hay que recordar, por último, que la inmigración rural a los núcleos urbanos y la globalización han
cambiado profundamente el panorama de la variación dialectal en los últimos sesenta años. La
originaria situación teórica de un continuo entre el estándar nacional y los dialectos (Auer, 2005) ha
tendido en toda Europa a la convergencia y a la formación de variedades intermedias en dicho
espacio, lo que ha desembocado en una situación de gradatum o diaglosia (Schmidt, 1998; Britain,
Vandekerckhove y Jongengurger, 2009). En el caso de las variedades dialectales regionales del
español se ha producido un movimiento de convergencia en el sentido del estándar nacional que
está claramente motivado por razones de prestigio social patente, que afecta a las clases sociales
medioaltas urbanas y que está alterando notablemente la situación previa del continuo entre Sevilla
y Madrid. La explicación de este proceso de convergencia está fuera de lugar en este manual pero
puede consultarse en Villena (2008) y Hernández y Villena (2009).

2.5. La estratificación sociolingüística

Al rechazar el uniformismo lingüístico de las sociedades, el variacionismo se vio obligado a


proponer una tipología de los grados y modos de estratificación que se aprecian en las comunidades
de habla. Se parte de que las categorías sociales (clase, sexo, etnia, generación, etc.) están
previamente definidas y se caracterizan por cierto grado de estratificación (hombres-mujeres;
jóvenes- mayores; clase alta-clase baja, etc.), de manera que cualquier individuo puede ser adscrito
a una categoría social y, dentro de ella, a una capa de las que esta se compone.

Los trabajos pioneros y ya clásicos basados en el estudio de Labov de 1966 en Nueva York (Shuy,
Wolfram y Riley, 1968; Wolfram, 1969; Cedergren, 1973; Trudgill, 1974; López Morales, 1983,
entre otros) se fundamentan, precisamente, en esa noción de estratificación social, diseñada a partir
de un determinado núme- ro de dimensiones que descansan en la idea de posición (status). A partir
de esta propuesta de base, se han desarrollado distintos modelos para el análisis de la variación que,
manteniendo los postulados básicos expuestos por Labov, han di- señado, no obstante, categorías
conceptuales y metodológicas considerablemente divergentes.

En el ámbito hispánico es obligado citar la aportación de López Morales, si- quiera por haber sido el
que mayor propagación ha tenido en los trabajos posterio- res. El profesor López Morales dirige su
atención hacia el conjunto global de la comunidad sociolingüística estudiada. De esa forma obtiene
los tres patrones principales de estratificación que se comentan a continuación (López Morales,
1989: 53-55).

2.5.1. La estratificación débil: la comunidad lingüistica y la comunidad de habla

Se trata de situaciones en las que no se aprecian alternancias de inventario en- tre los sociolectos
considerados. El objetivo del estudio sociolingüístico en estas comunidades consistirá en dar cuenta
de los porcentajes de actualización de las mismas formas por parte de cada uno de los diferentes
estratos. Para ilustrar este primer caso, López Morales aduce, entre otros, el ejemplo de la variable
/-s/ en Las Palmas de Gran Canaria, donde el mantenimiento, aspira- ción y elisión de la variable
aparecen en todos los niveles sociales examinados, lo que supone que cada variante es más
característica, pero nunca exclusiva, de uno de ellos.

Los casos de estratificación débil son un escenario excelente para ilustrar con precisión los
conceptos de comunidad lingüística y de comunidad de habla. El pri- mero se caracteriza por la
utilización de una lengua común por parte de un grupo de hablantes. El concepto, como indica
López Morales, no conoce fronteras políticas ni geográficas y acoge a los usuarios de una lengua
dada, sea cual sea el lugar del mundo en el que estos se encuentren (López Morales, 1989: 49). Para
definir el concepto de comunidad de habla, sin embargo, es preciso hilar más fino. En su
delimitación nocional podemos encontrar una de las constantes preocupaciones teóricas de la
etnografia del habla. Son muchas las definiciones que se han dado de esta noción y su historia es
larga y compleja (Bloomfield, 1933; Hymes, 1962; Gumperz, 1968; Labov, 1972a). Hymes, por
ejemplo, ya advirtió sobre el riesgo que suponía aceptar que solo por compartir un sistema
lingüístico se está abocado a compartir también su uso y significado en diferentes contextos. No
podemos ceñir- nos a la simple delimitación espacial y esperar que opere en su seno una suerte de
homogeneidad lingüística; sabemos que hablantes nacidos y educados en una mis- ma comunidad
pueden mantener marcadas diferencias en el uso de las alternancias de códigos, en su interpretación
y en la valoración que se les atribuye. Prácticamen- te todos los teóricos de la cuestión coinciden en
señalar algunos rasgos esenciales para acercarnos al concepto de comunidad de habla: la densidad
de comunicación, es decir, que la comunicación sea mayor entre los miembros de la comunidad -al
estilo de una red densa (close/knit network, vid. 4.1.2)- y las normas compartidas, o sea, unos
juicios comunes sobre el uso de la lengua (Guy, 1988: 71). Por tanto, la comunidad de habla es una
red de relaciones sociales y comunicativas, regida por reglas institucionalizadas explícita o
implícitamente, en la que coexisten modelos de variación interestratificados junto con aspectos
cooperativos que tienden lazos

de solidaridad entre sus miembros (Duranti, 1988: 261). Gumperz, por su parte, sugiere que la
comunidad lingüística puede definirse como un grupo social que puede ser monolingüe o
multilingüe, unificado por la frecuencia de interacción social estructurada y separado de las áreas
circunvecinas en términos de comunicación. Las comunidades lingüísticas pueden consistir en
grupos pequeños unidos por contactos personales, o pueden cubrir grandes regio. nes. Para Labov
es la actitud común sobre las cuestiones lingüísticas lo que une a la comunidad (sea monolingüe o
plurilingüe). Una comunidad de habla "no puede ser entendida como un grupo de hablantes que
utilizan todos las mismas formas: más bien hay que definirla como un grupo que sigue las normas
relativas al len guaje" (Labov, 1972a: 205). En definitiva, se entiende por comunidad de habla
aquella que además de compartir una misma lengua o variedad de lengua, comparte una serie de
normas, valores y actitudes lingüísticas (López Morales, 1989: 51) .

Desde ese punto de vista, los hablantes de español de Barcelona y de Málaga forman parte de una
misma comunidad lingüística; sin embargo, los vecinos del barrio obrero de La Palmilla en Málaga,
caracterizado históricamente por el alto grado de analfabetismo, delincuencia y marginación de sus
integrantes, podrían formar parte de una comunidad de habla diferente a la que pertenecen sus
vecinos del barrio residencial de El Limonar en la misma capital malagueña, debido, en parte, a que
la valoración que hacen de los mismos fenómenos lingüísticos no coinciden (recuérdese que
comparten, básicamente, las mismas realizaciones lin- güísticas y que la única diferencia está en los
valores porcentuales de su empleo: patrón de estratificación débil).

2.5.2. La estratificación intermedia: los códigos restringido y elaborado

En esta ocasión, además de las diferencias porcentuales, aparecen también dife- rencias en cuanto a
la estructura y al tamaño de los inventarios. López Morales piensa en situaciones como la
alternancia de sufijos verbales -mos/-nos en San Juan de Puerto Rico, donde la segunda variante
aparece en los estratos bajos y es completamente desconocida en los altos. El caso por excelencia de
estratificación intermedia lo constituirían, para López Morales, los códigos restringidos y elabo-
rados propuestos por Bernstein. Sin entrar en criticas y disquisiciones teórico- metodológicas con
respecto a la teoría del déficit y a las interpretaciones erróneas, a veces malintencionadas, que de
ella se hayan deducido, lo cierto es que la situa- ción descrita por Bernstein hace referencia a una
realidad conocida desde hace tiempo que señala las diferencias de inventario en estructuras
gramaticales entre diferentes sociolectos y que López Morales consideró como casos de estratifica-
ción intermedia.
De modo sintetizado, en sus ya clásicas investigaciones, Bernstein diseña su teoría a partir de la
existencia de dos códigos lingüisticos en cualquier sociedad: el restringido, propio pero no
exclusivo de las clases más bajas, y el elaborado que sería patrimonio de las altas (Bernstein, 1971 y
1975). Entre ambos existen diferencias de inventario y función sociolingüística. El elaborado,
además de po- seer más elementos lingüísticos y mayor posibilidad de combinación para formar
enunciados complejos, ocupa un papel central en la estructura social. La lengua ejemplar de toda
sociedad, el lenguaje cientifico y el literario, el administrativo y el político, forman parte del código
elaborado en el que también se desenvuelve el sistema escolar. En este último sentido, dado que el
aparato educativo emplea tan solo este código, el elaborado, los alumnos procedentes de las clases
bajas están en inferioridad de condiciones pedagógicas de partida. Este hecho es causa de su fracaso
escolar y motivo de que el déficit lingüístico comporte otro cognoscitivo. Aparte de las
investigaciones empíricas del propio Bernstein, la hipótesis fue ini- cialmente corroborada por
autores como Bühler (1972). Como es de suponer, la propuesta de Bernstein abrió un campo de
aplicación sociolingüística que no fue desaprovechado en absoluto.

2.5.3. La estratificación extrema: aproximación al concepto de diglosia

El concepto fergusoniano de diglosia se ajusta en gran medida a los casos de es- tratificación
extrema (vid. 1.4). Ahora el empleo de dos variedades lingüísticas de una misma lengua aparece
regulado socialmente: una popular y baja (variedad B) y otra culta y adquirida (variedad A),
aunque, evidentemente, pueden existir va- riedades intermedias entre ambas. La variedad A,
caracterizada por el prestigio social que se le asigna, está reservada para las situaciones formales y
es adquirida fuera del entorno familiar inmediato (por tanto, no puede considerarse lengua materna
de ningún hablante), casi siempre en entornos relacionados con la tradi- ción literaria (por ejemplo,
la escuela, los medios de comunicación escritos, etc.). Su gramática es más compleja que la de la
variedad B, su inventario léxico con- tiene cultismos y tecnicismos, en tanto que sus rasgos
fonológicos son el modelo del que parten los procesos de estandarización lingüística de la
comunidad. Esta es, por ejemplo, la situación que encontramos en el mundo árabe, donde coexisten
el árabe clásico como variedad histórica, usado en las situaciones más formales, con el árabe
popular producto de la evolución lingüística en cada una de sus zo- nas, que se emplea en cualquier
otra situación.

Después de Ferguson, los intentos de revisión del concepto de diglosia se han prodigado. Resulta
especialmente interesante el intento de ampliar la noción a comunidades en las que existe diferencia
funcional entre las variedades están- dares y las vernáculas o donde conviven diferentes dialectos o
cualquier otro tipo de variedad lingüística, siempre que estén diferenciadas funcionalmente. El
propio Ferguson admitía la posibilidad de observar una situación diglósica entre lengua estándar y
dialectos (Ferguson, 1959: 260). Sin embargo, para aceptar la extensión del concepto en este
sentido, era necesario invalidar algunos de los rasgos señalados originariamente, cuestión que no
todos los sociolingüistas esta. ban dispuestos a asumir. En este sentido, una solución aceptable sería
acuñar un concepto nuevo para la nueva situación planteada: la diaglosia describiría una situación
particular que se produciría entre las variedades estandarizadas y sus dialectos (Auer y Hinskens,
1996). Estructuralmente, la diaglosia sería una si- tuación caracterizada por la formación de
variedades dialectales intermedias entre el estándar y los dialectos vernáculos. Se puede decir que
en el continuo estándar y dialecto, la situación diaglósica introduce variedades intermedias entre
una y otra. De este modo, se permite a los hablantes hacer uso de unas formas a medio camino entre
ambos extremos del continuo y evitar las formas más estigmatizadas de las variedades vernáculas a
la vez que se mantiene el sentido regional. Se omitirían, de esta forma, las connotaciones
vernaculares (estigmatizadas), mediante una aproximación a las connotaciones de la variedad
estandarizada (formalidad, prestigio, etc.).
2.6. La teoría variacionista del cambio lingüístico

Cuando Labov conecta la cuestión variacionista con el problema del cambio, menciona la necesidad
de aceptar la relación entre lo variable y lo categórico. De acuerdo con sus enseñanzas, una regla
categórica no es una regla inmutable, sino más bien una regla que se ha transformado en categórica
en determinado momen- to histórico. Esa conversión supone, además, que en otro momento la regla
cate- górica pudo haber sido una regla variable. Así, lo categórico y lo variable proce- den de un
mismo tronco común cuando se analizan con perspectiva histórica; sin embargo, aunque todo
cambio parece demandar una serie cronológica de etapas de variación, no siempre sucede lo
contrario, ya que cabe la posibilidad de que el proceso quede truncado y el cambio no se consume.

Para el estudio del cambio lingüístico, por lo tanto, parecen válidas, cuando menos, las siguientes
opciones: comparar datos procedentes de épocas tempora- les diferentes (tiempo real) o inferirlos a
partir de la variación sincrónica obser- vada, sobre todo a través del espectro generacional (tiempo
aparente). La impo- sibilidad de acudir siempre a la información suministrada por investigaciones
anteriores, propias o ajenas, ha hecho que el estudio de los cambios lingüísticos. la mayor parte de
las veces, se haya realizado en tiempo aparente. También es cierto que cada vez disponemos de más
documentación sincrónica con la sufi- ciente antigüedad como para permitir revisar la evolución de
algunos fenómenos descritos y tipificados socialmente ya a mediados de los años sesenta o princi-
pios de los setenta. Ello está favoreciendo últimamente no solo el estudio de la evolucion
linguistica. Normalmente, se aceptan tres tipos básicos de variantes en función de las marcas
psicosociales que porten y, en relación directa con ello, de su grado de predisposición para el
desarrollo del cambio (Labov, 1963):

-Indicadores. Se trata de variantes que presentan diferencia de uso se- gún los grupos sociales
(generacionales, étnicos, culturales, etc.), aun- que son completamente insensibles a la variación
estilística y carecen de relevancia evaluativa.

-Marcadores. En este caso son variantes que establecen una estratifica- ción estilística y social, pero
que sin embargo son poco sensibles a la evaluación. Por ejemplo, la distinción /s/ y /e/ funciona en
Málaga co- mo marcador sociolingüístico, puesto que a medida que se asciende en el espectro
sociocultural y que aumenta la formalidad comunicativa, crece la frecuencia de distinción (Ávila,
1994).

- Estereotipos. Variantes sobre las que sí predominan las etiquetas resul- tantes de la evaluación
social. En Málaga se registra un cierto rechazo hacia la fricatización de /c/ por parte de las mujeres
pertenecientes a determinado estrato social, lo cual tiene su más inmediato reflejo en muy bajos
porcentajes de aparición de la variantes en el sexo femenino (Cuevas Molina, 2001: 331-332). En lo
referente a los estereotipos so- ciolingüísticos, Labov introdujo una distinción que los clasificaba en
estereotipos positivos y estereotipos estigmatizados (Labov, 1972a: 388). Los primeros son propios
de las variedades estandarizadas e im- plícitamente estigmatizan los fenómenos situados fuera de
esta varie- dad, de manera que parece difícil que una variante estigmatizada pueda extenderse.

Por otro lado, existen tres posibles patrones que clasifican la distribución sistemática de todo tipo de
variables lingüísticas en función del contexto so- cial:

-Patrón de estratificación regular, donde las variables se ordenan si- guiendo un orden creciente o
decreciente, pero manteniendo siempre una separación máxima entre los grupos sociales ubicados
en los ex- tremos del espectro social. Habitualmente alcanza su mayor rendi- miento en los grupos
socioeconómico y generacional (véase figu- ra 2.2).
-Patrón de hipercorrección, cuando los grupos inmediatamente inferiores al más alto en la pirámide
socioeconómica lo superan en las variantes más prestigiadas. Ni que decir tiene que este patrón de
actuación lingüística suele darse en las situaciones de mayor formalidad y tensión comunicativa
(figura 2.3).

Por último, para Guy (1988: 78), los cambios sociolingüísticos pueden ser de dos tipos: los
intencionales, menos frecuentes pero con un considerable grado de efectividad, son patrocinados
por las clases altas; los no intencionales, más habituales en la dinámica social de la vida lingüística,
pero sujetos a mayores condicionamientos, parecen detectarse con mayor frecuencia en las clases
medias, pues los estratos altos tienden a ser lingüísticamente más conservadores en un intento de
salvaguardar su posición social (Kroch, 1978). Téngase en cuenta que, en otros contextos, la
situación puede ser diferente. Así, en sociedades no indus- trializadas, los estratos bajos suelen ser
los más conservadores tal y como atesti- guaron los trabajos de Guy (1988) o Bortoni-Ricardo
(1985). Quizás, ante esta ausencia de sistematicidad, algunos autores han preferido dejar
momentáneamen- te pendiente el origen del cambio, para centrarse más en su itinerario social.

2.6.1. La importancia de las creencias, actitudes y conciencia sociolingüísticas en el mecanismo


del cambio lingüistico

La valoración subjetiva de los hablantes es determinante en cualquier aspecto tratado por los
diferentes programas de la sociolingüística: desde el contacto de lenguas, en el que la valoración
subjetiva de los hablantes hacia una de las len- guas empleadas en su comunidad puede llegar, en
última instancia, incluso a pro- vocar la desaparición de otra u otras estigmatizadas o infravaloradas,
hasta la interacción comunicativa donde la valoración del hablante con respecto a la va- riedad
empleada por su interlocutor, por ejemplo, puede acarrear comportamien- tos comunicativos
determinados (vid. 3.1.3). No en vano, uno de los motores que acciona y propulsa el fenómeno del
cambio lingüístico lo constituye la trabada red de valoraciones que los hablantes construimos sobre
el lenguaje, sus usuarios y el contexto social en el que aquel aparece. Ya en 1970, Agheyisi y
Fishman subrayaron la gran utilidad y variadas aplicaciones de estos estudios. Si consideramos,
además, que desde planteamientos variacionistas el fenómeno tampoco ha pasado inadvertido
(Labov, 1966; López Morales, 1989), entenderemos que hoy contemos con obras clásicas como las
editadas por Shuy y Fasold en 1973, Cooper y Fishman en 1975, Bouchard et al. en 1982 o Baker
en 1992, este último centrado en las actitudes sociolingüísticas dentro de contextos multilingües.

Como ha ocurrido ante otros asuntos, variacionistas y sociólogos del lenguaje mantuvieron notables
distancias sobre la manera de enfocar la cuestión de la valo- ración lingüística subjetiva. Estas
diferencias, como es lógico, surgieron de los distintos intereses que subyacen a sus trabajos: los
variacionistas estuvieron ocu- pados, sobre todo, en medir cómo influye en sus resultados la
valoración positiva o negativa que los distintos estratos realizan con respecto a una variante
concreta, así como las repercusiones que de ello se deriven en su distribución y el predomi- nio en
determinadas zonas del espectro social. Para los sociólogos del lenguaje, en cambio, resultaba más
importante saber cuál era el comportamiento de la co- munidad hacia cada una de las lenguas que
conviven en un contexto multilingüe, o hacia una variedad dialectal en relación con la variedad
estándar, dónde se en- contraban socialmente ubicados los códigos de los que dispone una
comunidad, en qué situaciones comunicativas estaba sancionado el uso de una determinada lengua o
variedad lingüística y, en definitiva, todas las marcas psicosociales que, acuñadas por la
colectividad, forman parte de lo consabido por los hablantes y, en consecuencia, condicionan sus
actuaciones lingüísticas. Estas investigaciones alcanzan sus verdaderas dimensiones al integrarse en
estudios más amplios sobre la estratificación sociolingüística o, desde la sociología del lenguaje, en
interven- ciones enfocadas hacia la planificación lingüística (vid. 3.2.3).
Desde una corriente u otra, lo que parece demostrado es que sobre las actitu des y las creencias
recaen las pautas de prestigio sociolingüístico por las que se rige la comunidad y que, como
señalábamos, esto puede producir situaciones de aceptación o rechazo que se encuentren en el
origen de un determinado cambio lingüístico. Por ejemplo, cambios lingüísticos que en el terreno
del contacto de lenguas pueden llevar incluso a producir el rechazo y el abandono de alguna va-
riedad y en el ámbito de la educación pueden conllevar, en el mejor de los casos. el planteamiento
de dificultades de entendimiento entre alumnos y profesores.

A) La conciencia sociolingüística

La conciencia sociolingüística hace referencia al saber que los hablantes tie nen, tanto de la
estratificación social de las variantes, variedades o lenguas que pueden integrar el repertorio verbal
de su propia comunidad, como de los pará- metros valorativos que se les adjudican. Hudson
sintetizó magistralmente la importancia de la conciencia sociolingüística dentro del ámbito del
estudio glo- bal del uso lingüístico, al considerar que la utilización de la lengua es un recurso
mediante el que los hablantes se sitúan en un espacio social multidimensional (Hudson, 1980: 207);
es decir, que cada miembro de la comunidad puede identi- ficar socialmente a los demás y a la vez
es identificado por los demás- gracias a una serie de indicios, de entre los que destacan los
lingüísticos. Un uso deter- minado de una lengua se convierte así en vehículo de información para
el emi- sor (al poner en circulación una serie de formas lingüísticas propias de su grupo social o de
sus características individuales concretas) y también para el receptor (en el momento de reconocer y
evaluar esas formas en función de un sistema social de valoración). De esta manera, en toda
comunidad encontraríamos ele- mentos lingüísticos que funcionarían en calidad de símbolos
grupales e indivi- duales, juzgados positiva o negativamente por cada uno de los estratos que
componen el espectro.

Si las marcas caracterizan negativamente un determinado estrato en la con- ciencia lingüística de los
hablantes, hablamos de estigmas (vid. 3.2.2). El caso contrario, es decir, la caracterización positiva
de un estrato a través del empleo de unas marcas lingüísticas propias, hace que estas se conviertan
en estereotipos. Ahora bien, como hemos visto, en una comunidad lingüística pueden existir dife-
rentes conjuntos de juicios tanto sobre la lengua y sus variedades como sobre su distribución social.
En bastantes ocasiones, una misma forma lingüística es consi- derada estigma para unos grupos
sociales y estereotipo para otros, de manera que la valoración sociolingüística mantiene una
fragmentación estratificacional análo- ga a la actuación.

Por otro lado, para medir y conocer el grado de conciencia sociolingüística en las distintas
comunidades, se suele recurrir a tres procedimientos metodológicos diferentes: los cuestionarios
con preguntas directas, las técnicas de análisis de contenido social donde al encuestado se le hace
oír varios fragmentos de discurso y se le pide a continuación que identifique socioeconómicamente
a los hablantes, y los test de reacción subjetiva.

B) Actitudes y creencias

Toda actitud, toda predisposición, en principio, favorable o desfavorable del hablante hacia un
hecho lingüístico está sustentada en una o varias creencias, en uno o varios juicios o prejuicios. De
manera indirecta, las actitudes habían queda- do subsumidas dentro del amplio concepto de
contexto situacional que, desde el principio, habían manejado los etnógrafos del habla. Faltaba, sin
embargo, un tratamiento más depurado de la cuestión, entre otras razones porque a menudo las
actitudes quedaban un tanto difuminadas ante el peso de otros elementos (relacio- nes entre los
interlocutores, entorno comunicativo, etc.), en principio más decisi- vos, o cuando menos más
atractivos, para determinar la contribución del contexto al flujo del habla.
En la actualidad, se acepta ampliamente que las actitudes lingüísticas son ma- nifestaciones sociales
caracterizadas por un determinado enfoque o posiciona- miento de un individuo o grupo de
individuos con respecto, por un lado, a las variedades lingüísticas y, por otro, al uso social que se
hace de ellas. El estudio de las actitudes lingüísticas supone un aspecto muy importante para la
sociolingüística actual. Nos ofrece información sobre los hablantes mismos, sobre su posición
dentro de un grupo social, sus valores e incluso sobre la clase de personas que son o les gustaría ser
(Silva-Corvalán, 2001: 63; vid. 3.2.2). Por último, cabe recordar que el estudio de las actitudes
lingüísticas resulta ser un ámbito esencial a la hora de conocer en profundidad las comunidades de
habla, ya que, como hemos visto, sus integrantes comparten, además de una determinada variedad
lingüística, un mismo sistema evaluativo de las formas lingüísticas.

2.7. Las tres olas en los estudios sociolingüísticos

Hasta aquí hemos presentado los mecanismos que favorecen la variación lingüís- tica. Sin embargo,
siempre ha existido la idea de que los modelos que se han ido construyendo para representar este
fenómeno han sido insuficientes para captar todos los matices que lo condicionan (Kiesling y
Schilling-Estes, 1998; Benor, 2001; Eckert, 2003, 2005, 2012, entre otros).

En dos obras fundamentales para entender el cambio en la perspectiva sobre la variación, Eckert
realiza un repaso crítico por la historia de los estudios variacio- nistas y reflexiona sobre el valor
mismo de su significado (Eckert, 2005 y 2012). Para esta autora, existen tres etapas diferentes en
este recorrido que denomina olas. La primera de ellas se inicia con los estudios pioneros (Labov,
1966; Wol- fram, 1969; Cedergren, 1973; Trudgill, 1974; Macaulay, 1977) que tratan de des- cribir
los patrones de la estratificación de las variantes lingüísticas en el entrama- do social. En estas
investigaciones aparecen dos ideas básicas de amplio predicamento en la bibliografia posterior: (1)
las variantes lingüísticas estándar se asocian en mayor medida con los grupos sociales más
prestigiosos; y (2) la varia- ción estilística individual depende casi exclusivamente de la atención
que el ha- blante preste a su discurso, con lo que se establece un continuo de formalidad y no
formalidad que sirve para explicar la elección de las variantes (vid. 3.1). Las investigaciones de la
segunda ola toman el concepto de vernáculo apare- cido en la etapa anterior para ampliar su
importancia. Es ahora cuando se pone el foco en la intención social que conlleva el uso de esta
variedad lingüística para reforzar la identidad social o de clase (Milroy, 1980; Cheshire, 1982;
Holmquist, 1985). Cada vez con más insistencia se deja claro que las personas hacen uso de
determinadas variantes para transmitir una determinada imagen social de si mis- mas. Cuando las
variantes lingüísticas se relacionan con la clase o con la proce- dencia geográfica, pueden ser usadas
por un hablante para marcarse como miem- bro de ese lugar o clase y, de paso, para distinguirse de
los demás.

En los estudios de la tercera ola se entiende la variación como un sistema en sí mismo al que los
hablantes recurren para construir su propia identidad personal. El hablante es consciente de lo que
quiere decir de sí mismo, de qué manera se quiere presentar ante los demás y quiere que los demás
lo vean. Para ello, acude al sistema de la variación y confecciona su propia imagen eligiendo las
variantes lingüísticas que más se ajusten a sus intenciones. Precisamente en este aspecto se
encuentra la diferencia más radical con los estudios de la primera ola. Ahora se pondrá el acento en
que la variación lingüística no depende exclusivamente de los esfuerzos de autocontrol del hablante
por adecuar su discurso al estilo, sino que la variación es fruto de una elección voluntaria para
transmitir información personal. Los estudios variacionistas de la tercera ola plantean una
concepción del estilo lingüístico muy novedosa respecto a los planteamientos anteriores. Lo
relevante pasa de la atención del sujeto a la intención que este posea. La tercera ola pone el foco de
atención en la capacidad creativa del individuo para combinar rasgos y dotar esas combinaciones de
significado social. La elección de una forma lingüís- tica frente a otras constituye, por encima de
cualquier otra circunstancia, una ma- nera de construir y comunicar significados.
En consecuencia, el cambio de estilo y el significado social de la variación re- presentan en esta
tercera ola recursos que los hablantes emplean para proyectar información sobre si mismos. Así, una
misma variante puede ser empleada por diferentes individuos para transmitir distintos valores,
porque el valor social de las variantes lingüísticas es mutable. Para captar en toda su extensión
todos estos valores asociados a las formas lingüísticas -algunos muy sutiles- cobran mucha
importancia determinados procedimientos metodológicos, como el de la observa- ción participante,
capaces de facilitar la interpretación de la verdadera intención que subyace a la variación
lingüística.

3. SITUACIONES SOCIOLINGUISTICA

La realidad lingüística es poliédrica, multidimensional. No hablamos igual en todos los sitios y en


un mismo sitio podemos hablar de distintas maneras. De ahí el conocido aserto sociolingüístico: un
hablante no habla siempre la misma len- gua. En función de distintos factores, esta cambia. Ya
desde un par mínimo de interactuación se pueden comprobar las diferencias: no es lo mismo hablar
con un semejante que con un niño o una persona mayor, con un amigo o con un decano, en una
fiesta o en una conferencia. Si nos damos cuenta por los ejemplos mostra- dos, son diversos los
factores implicados: la relación entre los participantes, su condición vital, socioeconómica y
educativa... y, también, el contexto en que se desarrolla la interactuación. Este capítulo se centra en
el amplio abanico de si- tuaciones en que la lengua se desenvuelve para comprobar su variación,
desde la participación mínima de dos interlocutores hasta las más complejas, donde se ven
involucradas acciones a mayor escala (políticas, gubernamentales, educati- vas, etc.). Es ingente la
cantidad de asuntos implicados, e imposible tratarlos todos en una sola sección de esta monografia.
Más allá de referirnos a todos los temas y rastrear sistemáticamente la bibliografia publicada hasta
la fecha, y dado el carácter práctico de este manual, trataremos de aplicar la breve exposi- ción
teórica a las distintas realidades de esta naturaleza -dificiles también de agrupar en varios bloques
homogéneos- que se ven reflejadas en los medios de comunicación, como portavoces de la
sensibilidad colectiva, en aquellas situaciones que afectan al mundo hispánico. Para ello nos
valdremos de la He- meroteca Lingüística Virtual, una base de datos con 12 000 noticias sobre las
lenguas de España, que forma parte del proyecto Lengua y Prensa, desarrollado desde 2008 en la
Universidad de Málaga, y cuya productividad para el análisis de estas cuestiones está ya más que
demostrada. El enlace al portal del proyecto, donde se podrá encontrar más información sobre su
finalidad, objetivos, metodo- logía, resultados, etc. es <lenguayprensa.uma.es>.

3.1. Situaciones consensuadas

3.1.1. El continuum estilístico

La serie monográfica LynX publicó, en su tercer volumen (1992), un monográfico sobre


sociolingüística y variación estilística editado por Francisco Moreno Fer. nández donde, aparte de la
formulación de consideraciones teóricas acerca del concepto de registro (gracias a los trabajos de
Molina Martos, López Morales y del mismo editor) y aplicaciones prácticas (a cargo de Martin
Butragueño, Briz Gómez y Gómez Molina), encontramos una amplísima bibliografia sobre el tema
(aunque su autora, Ana M. Cestero-Mancera, la denomine "provisional"). Los grandes textos de la
sociolingüística hispánica, especialmente las monografias (vid. 6.1.1), nos brindan infinidad de
ejemplos, en multitud de áreas geolectales, en todos los niveles tradicionales de análisis lingüístico;
en definitiva, la eviden- cia empírica de los datos sobre cómo los hablantes cambian su
pronunciación, su gramática o su léxico en función del grado de formalidad comunicativa en que se
encuentran inmersos. A ellos remitimos para ampliar y precisar la poca informa- ción que, en el
escaso margen de un capítulo de esta monografia, puede brindarse. Aquí vamos a presentar como
sinónimos estilo y registro, aunque otros autores no lo estiman así, además de que el de registro es
un término cuyo significado suele ampliarse para ser equivalente, también, al de jerga o tecnolecto
(Moreno Fernán- dez, 2009: 94, n.º 28), o incluso al de género discursivo, como Ferguson o Biber,
en la monografia, editada por este último, Sociolinguistic Perspectives on Register (1994), con un
jugoso comentario bibliográfico final sobre el tema. Depende tam- bién este hecho de las
tradiciones lingüísticas, en concreto la hispánica frente a la anglosajona. Sea como fuere, los
componentes fundamentales de todo análisis sobre el particular son sus características lingüísticas,
las situacionales y las relaciones funcionales y convencionales entre ellas. Todos los sociolingüistas
manejan estos componentes, así como la siguiente premisa, formulada por Ferguson:

Una situación comunicativa recurrente con regularidad en una sociedad (en términos de
participantes, escenario, funciones comunicativas, etc.) ten- derá con el tiempo a desarrollar
marcadores identificativos de estructura y uso lingüísticos diferentes de la lengua en otras
situaciones comunicativas. [A communication situation that recurs regularly in a society (in terms of
partic- ipants, setting, communicative functions, and so forth) will tend over time to develop
identifying markers of language structure and language use, different from the language of other
communication situations] (1994: 20; traducción de los autores).

De entre los numerosos factores comunicativos que intervienen en el grado de formalidad de


nuestro discurso, situación y conciencia van a ser, para nosotros, el hilo conductor, las claves (que
no las únicas) que orienten nuestra descripción del tema (vid. 2.3.1 para conocer otros factores). En
cuanto a la situación o contexto situacio- nal, este es un factor comunicativo más, uno de los más
importantes, significativo para dilucidar la mayor o menor formalidad en la interacción verbal. La
conciencia, por su parte, posibilita el cumplimiento de todos los niveles en un continuum que va de
las situaciones más formales a las menos, hasta cubrir todas las parcelas de la acti- vidad
comunicativa. Existen varios intentos de clasificación de los registros por parte de los lingüistas,
atendiendo a perspectivas multidimensionales (puede verse, por ejemplo, el ensayado por Halliday,
McIntosh y Strevens, 1968: 156-159). No obstan- te, la mayoría de los sociolingüistas ha
caracterizado la variación estilística como un continuum no discreto que tiene como extremos los
polos +FORMAL y -FORMAL, +PLANIFICADO, -PLANIFICADO (0 +ESPONTÁNEO),
+ESPECIALIZADO, -ESPECIALIZADO, etc., próximos a la dimensión que aquellos autores
consideran como el estilo del discurso (style of discourse). Al igual que las variedades dialectales,
los registros comparten unos con otros la mayor parte de los componentes que lo forman, en todos
los niveles (fónico, gramatical y léxico). Solo difieren entre ellos por algunas diferencias. La
variedad dialectal, por otra parte, puede usarse, incluso con- fundirse, con los estilos menos
prestigiados. En función del conocimiento de nuestra lengua -y, a la postre, de dichas diferencias-
nuestro repertorio de estilos o registros es más rico y posee una mejor capacidad de adaptación al
contexto o situación; en suma, la variación estilística es mayor. Depende del criterio de cada
sociolingüista la segmentación, en más o menos estilos discretos, de dicho continuum, de manera
que, entre los registros formal e informal, se pueden establecer distintos estilos. Para dicha
concreción han resultado muy válidas perspectivas como las de Brown, al demostrar la pertinencia
de los conceptos de poder y solidaridad (vid., por ejemplo, su trabajo fundacional de 1968, en
colaboración con Gilman). Dichos estilos vienen caracteriza- dos por una serie de marcadores, es
decir, de variables lingüisticas que entiende la comunidad que determinan socialmente a quien las
usa en cuanto a su capacidad de adecuarse al contexto comunicativo, de adaptar su forma de hablar,
etc.
3.1.2. situación

La situación o contexto, donde tienen cabida no solo el espacio físico, también el tiempo y el
ámbito público o privado de la interacción, es uno de los factores no personales, distinguidos por
Bell (1984) en su famosa teoría de la audiencia, que intervienen en la determinación de los estilos o
registros. Su presencia es constan- te y protagoniza uno de los papeles principales en todas las
formulaciones de los factores que intervienen en su delimitación (Giles, Halliday, Ure y Ellis, etc.).
Y no solo los lingüistas se han percatado de este hecho. Desde la misma filosofia, por ejemplo,
Ortega y Gasset en su obra El hombre y la gente (1957), que tiene como germen un curso dictado en
1949 que resulta crucial para entender el pen- samiento sociológico del autor, aclara la importancia
de la situación y de los ele. mentos que la integran para el lenguaje, incluso mucho antes que los
lingüistas mencionados:

[S]i tomamos el vocablo solo y tal como vocablo-amor, triángulo- no tiene propiamente
significación, pues tiene sólo de tal un fragmento. Y si en vez de tomar a la palabra por sí en su pura
y estricta verbalidad, la decimos, entonces es cuando se carga de efectiva y completa significación.
Pero ¿de dónde viene a la palabra, al lenguaje eso que le falta para cumplir la función que le suele
ser atri. buida -a saber, significar, tener sentido? Pues no le viene de otras palabras, no le viene de
nada de lo que hasta ahora se ha llamado lenguaje y que es lo que apare- ce disecado en el
vocabulario y la gramática -sino de fuera de él, de los seres humanos que lo emplean, que lo dicen
en una determinada situación. En esta si- tuación, son los seres humanos que hablan, con la precisa
inflexión de voz con que pronuncian, con la cara que ponen mientras lo hacen, con los gestos
conco- mitantes, liberados o retenidos, quien propiamente "dice". Las llamadas palabras son sólo un
componente de ese complejo de realidad y sólo son, en efecto, pala- bras funcionando en ese
complejo e inseparables de él. Del sonido "tinto" parten diversas series de significaciones posibles
y, por lo mismo, ninguna efectiva. Pero dicho por alguien en una taberna, el vocablo se completa
automáticamente con elementos no verbales, con toda la escena de la tasca, y, sin vacilación, la
palabra cumple perfectamente su oficio, dispara inequívoca su sentido y significa: "este quiere vino
tinto'. La cosa en su trivialidad misma es enorme pues nos muestra cómo todos los demás
ingredientes de una circunstancia que no son palabra, que no son sensu stricto "lenguaje", poseen
una potencialidad enunciativa y que, por tanto, el lenguaje consiste no sólo en decir lo que él por sí
dice sino en actualizar esa potencialidad decidora, significativa del contorno. El hecho
incuestionable es que resulta sorprendente cómo la palabra se entrega como tal palabra esto es,
cumple su función de enunciar- en coalescencia súbita con las cosas y seres en torno que no son
verbales. Lo que la palabra por sí dice es muy poco, pero obra como un fulminante que dispara el
poder cuasi-verbal de todo lo demás (Obras completas. Fundación Ortega y Gasset - Taurus.
Madrid, IX, 301-302).

La metodología de la investigación sociolingüística, en una de sus manifes- taciones (vid. 4.2.2),


debe orientarse, para atender a los factores contextuales o situacionales, hacia la observación de la
actuación libre y espontánea de los in- formantes. Se ha criticado la estructura férrea de la
comunicación entre investiga- dor e informante dentro del contexto del cuestionario, así como el
papel dominan- te que en esta situación comunicativa desempeña el primero sobre el segundo. El
informante, en la mayoría de las ocasiones, entiende como formal la situación creada entre él y el
investigador, por lo que hará uso de su dominio de las varian- tes más formales como más
convenientes para este tipo de situaciones (vid., al respecto, los comentarios de Joos, 1968: 189 y
Ure, 1982: 5). Es, en definitiva, el problema que todo el mundo conoce con el nombre que le dio
Labov: la paradoja del observador (the observer's paradox). De ahí que, para resolver este problema,
se hayan creado numerosas técnicas. La solución más acertada es el uso de las técnicas de
observación del discurso libre, tendentes a desviar la atención de los informantes a su propio
discurso y hacerlo así más espontáneo.
3.1.3. Conciencia

Por su parte, la conciencia (vid. 2.6.1.A) interviene como factor determinante en la concreción de
los estilos o registros, traducida en términos de nivel de atención del hablante sobre su discurso o
capacidad para "ponerse en situación" en cualquier contexto comunicativo. A menor conciencia
mayor espontaneidad, y los rasgos menos formales se aprovechan de ese resquicio que deja la
espontaneidad para aflo- rar, especialmente en el nivel fónico: las lateralizaciones de /-R/ en el
español del Caribe, la pérdida de /-s/ en amplias zonas del meridional; y, en el gramatical, la mayor
explicitación del sujeto en el español de Puerto Rico, por poner varios ejem- plos. Y, además, a
menor conciencia menor conocimiento de la lengua y sus usos, por lo que el abanico de
posibilidades de elección se reduce, cuando no sucede que no haya otra elección que la variante
propiamente vernácula (como, por poner un ejemplo léxico, puede suceder en los casos de ausencia
de eufemismos alternativos a los disfemismos para los tabúes). Sin olvidar la presencia de otros
factores candidatos a participar, como son el nivel de atención al discurso, de conocimiento del
estándar y del repertorio de usos comunicativos en la comunidad de habla en cues- tión. La
conciencia se adquiere mediante la educación, de ahí que haya una relación directa entre el
continuum estilístico y el nivel sociocultural (no necesariamente el socioeconómico, pues un alto
estatus no implica por obligación uno cultural que se encuentre al mismo nivel, y todos tenemos en
mente varios ejemplos, por desgracia muy presentes en determinados canales de televisión). Así
pues, según esa relación, a mayor nivel sociocultural mayor es la educación y, por tanto, mayor es la
capaci- dad de adaptación al contexto, no solo para el uso de un registro formal donde sea
necesario; también, si igualmente lo es, para la participación decorosa, en el sentido retórico del
término, en situaciones más informales.

3.2. Consensos y disensos

3.2.1. Modelos de nivelación

Conciencia y situación van cogidas de la mano, y estas, a su vez, del nivel socio- cultural de los
hablantes. Lo normal es que se produzca una nivelación de abajo a arriba, es decir, los niveles
socioculturales inferiores, más alejados de los registron formales, especializados e planificados,
aspiran a acceder a ellos mediante elección de ciertas variables, que lógicamente son las
consideradas como de ma yor prestigio. Es lo que, por ejemplo, Villena Ponsoda comenta que
sucede dentre de los procesos de convergencia dialectal: junto a la horizontal, propia de la koj
neización de variedades, puede producirse la vertical, es decir, la nivelación hacia el estándar o la
variedad más prestigiosa (vid., por ejemplo, la última revisión de este planteamiento teórico en
Villena Ponsoda y Ávila 2014: [207]-218). Esa as piración puede tropezar con una conciencia
lingüística sabedora de que la varie. dad del hablante no es la más prestigiosa, pero que aún no ha
adquirido el nivel suficiente como para acertar en la elección de la variedad de un prestigio mayor.
La conciencia, además, puede relacionarse también con un sentimiento de insegu ridad lingüística
(vid. 4.2.2) que lleva a cometer ultracorrecciones por exceso por defecto, pues tan poco adecuado es
un cultismo en una conversación informal como una variable no prestigiada en una conversación
formal.

Pero tampoco hay que perder de vista los casos, poco frecuentes, en los que no existe una
correspondencia entre el uso real de la lengua por parte del hablante y el uso esperable, acorde con
su nivel sociocultural (Rona, 1976: 14). Son casos, menos frecuentes, de nivelación de arriba abajo.
En los casos de los niveles socioculturales altos, la elección es consciente y atiende a determinados
factores (ambientales, pro- pios del pensamiento dominante, etc.), hecho que se produce cuando los
hablantes de dichos niveles adquieren rasgos propios de los inferiores (Gallardo, 1978: 90), como
muestras de lealtad por parte del hablante culto a las variedades menos for- males, muestras cuya
explicación se nos escaparía si atendiésemos a una caracteri zación vertical mediante la aplicación
aislada de la variable de nivel sociocultural. Ahi tenemos el modelo de Milroy (1987), donde tienen
cabida todos los factores comentados, a partir de las distintas situaciones de interactuación en tres
comunida des de Belfast. De los resultados de su investigación, cabe destacar el uso leal de las
variedades no estándar como un signo de integración en la comunidad.

La correlación de factores sociales y lingüísticos, configuradora de los llama- dos modelos o


patrones de estratificación, es evidente (vid. 2.1). La identificación entre las clases más altas en el
escalafón social y el uso de variedades estándar, por un lado, y, en correspondencia, la presencia de
las no estándar en los estratos más bajos da lugar a la constitución de "patrones de distribución
lineal" (Blas Arroyo, 2008: 218-219). Pero lo que suele presentarse en el uso lingüístico de las
capas intermedias es, más bien, un modelo de estratificación cruzado o de hiper- corrección, que se
produce cuando dichas capas van más allá que los grupos contiguos en la realización de
determinadas variantes sean estas estándares, y por lo tanto, apropiadas para los estilos formales de
habla (en cuyo caso hablamos de hipercorrección por arriba), o, por el contrario, ver- náculas y,
generalmente, estigmatizadas (hipercorrección por abajo) (144-149).

La adaptación del modelo responde a la consideración del nivel sociocultural como variable
extralingüística fundamental en este caso de estudio y a la amplia- ción de su dominio no solo a los
grupos contiguos, también a los extremos dentro de un continuum que, a diferencia de los registros
o estilos, se representa como vertical en sus extremos, de arriba abajo y de abajo a arriba. Pero no
debe pensar- se que dicho modelo afecta tan solo a las variables de nivel socioeconómico y cultural.
También dentro del factor edad puede ejemplificarse. Por ejemplo, Ló- pez Morales (2004b: 164,
n.º 9) se hace eco de las investigaciones de Clyne acer- ca de los esfuerzos, por parte de los
genolectos más jóvenes en Alemania, por adoptar el léxico de las capas sociales más bajas como
una muestra de protesta más propia de movimientos contraculturales o de necesidad de no
identificar su lenguaje con el de los estratos más altos o generaciones mayores. A las innova- ciones,
características también de las estratos más jóvenes de la comunidad, pue- den reaccionar las capas
altas mediante su rechazo y la búsqueda de formas tradi- cionales. Por contra, el disfrute de
educación universal y gratuita de los más jóvenes, a diferencia de las generaciones perdidas como la
de los españoles de la época franquista, posibilita que aquellos tengan mejor y mayor acceso a la
varie- dad estándar, lo que supone, evidentemente, otro tipo de diferenciación. De entre todos los
trabajos que tienen que ver con la relación entre lengua y variable social edad, en concreto la
juventud de los hablantes, destacamos la monografia coordi- nada por Rodríguez González (2002),
con trabajos de Casado Velarde, Gómez Capuz, Martinell Gifre, Vigara Tauste y Zimmermann,
entre otros autores, con una amplia bibliografía sobre el tema al final de la obra, que viene a ampliar
lo ya hecho por el coordinador en una monografia, pionera, anterior: Comunicación y lenguaje
juvenil (1989).

3.2.2. De la conciencia al estigma

Los modelos de nivelación han sido explicados teniendo en cuenta factores como la conciencia y la
lealtad lingüísticas. Mientras que lo visto ahora supone, en ma- yor o menor medida, situaciones
consensuadas, producto de la actividad del indi- viduo y no generadoras de conflicto significativo
alguno, a partir de este momen- to, en el camino que va de la conciencia lingüística al estigma
comenzarán a surgir los disensos. Por su presencia en los medios, el concepto de conciencia
lingüística goza de un usó social extendido más allá de los circuitos especializa- dos, como puede
comprobarse, por ejemplo, en esta columna de divulgación es- crita por Cortés Rodriguez:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=27499>; o en esta carta para que se inste, en un ámbito jurídico,
a diferenciar los sentidos de las unidades léxicas adolecer y carecer, una muestra de sinonimia
entendida como pérdida por neutralización de sus significados en uno solo, que está en vías de
asumirse como tal, como sinónimos, si no se aplican indicaciones prescriptivas sobre su uso en los
libros de estilo, diccionarios y guías normativas de la lengua española.

Ocurre con una frecuencia lamentable que se confunde adolecer con carecer. Me ha horrorizado
encontrar tal error en El País, en un escrito oficial de la Fiscalía Antico- rrupción; se dice allí,
hablando del auto de la juez Alaya, que "adolece de la motiva- ción necesaria". El Diccionario
panhispánico de dudas (DPD) de la Real Academia indica que "adolecer es tener algún defecto o
sufrir de algún mal", y añade que es im- propio usar este verbo con el significado de "carecer". (Por
cierto que el DPD puede consultarse en la Red de forma rápida y gratuita.) Quizá muchos lectores
del diario serían conscientes de que se adolece de un defecto y se carece de una cualidad; incluso es
posible que alguien de la Fiscalía Anticorrupción sea lector de El País y tenga la conciencia
lingüística suficiente para tomar cartas en el asunto.

El camino trazado tiene los siguientes aspectos psicosociales como hitos fun- damentales:
conciencia > creencia > actitud > prejuicio > estereotipo > estigma. Solo de una conciencia
lingüística pueden emanar determinadas creencias, positi- vas o negativas, sobre una lengua, sea la
propia o no, una variedad de la lengua en cuestión, etc. Basándose en la autoridad de quienes han
trabajo el tema en ámbitos lingüísticos distintos al nuestro (como Allard y Landry sobre la situación
lingüís- tica canadiense), Blas Arroyo comenta la importancia del concepto de creencia lingüística
para el análisis del tema de la elección de lenguas en situaciones de contacto (2008: 324) y señala la
evidencia empírica para nuestro ámbito, mostrada por los trabajos de Raquel Casesnoves en el caso
de la convivencia entre el español, el catalán y el valenciano: la elección de una lengua u otra en la
interac- ción social vendría dada por la creencia en la existencia de una ideología asociada a la
lengua elegida. En otro escenario español bilingüe, el del País Vasco, se ha acometido un estudio
riguroso (Amorrotu et al., 2009) acerca de las creencias lingüísticas sobre el euskera por parte de los
castellanohablantes, con resultados bastante esclarecedores, como son, entre otros:

- El euskera es una lengua "bonita", "rica", "peculiar", con una estructura "especial" pero muy
dificil de aprender y usar, en comparación con otras lenguas también españolas.

-El auténtico vascohablante debe ser modélico en el uso del euskera y, si no, no se es realmente
vascohablante.

- La lengua con que se establece una relación interindividual se mantiene hasta el final, con pocas
posibilidades de cambio.

-La ausencia de identificación necesaria entre lengua e identidad, es decir, para ser vasco no es
necesario saber euskera (sobre la relación entre len- gua e identidad, referida a la situación
española, puede consultarse Bos- song y Báez [coords.], 2000; y sobre el caso específico de
Colombia, Venezuela y el Caribe hispánico, Perl, Pörtl y Marín, 1999).

- Se corre el peligro de extinción del euskera, por su carácter de lengua mi- noritaria, pero a su vez
se tiene garantizada su transmisión, con tendencia al uso generalizado por toda la comunidad
regional, gracias a la política educativa del Gobierno Vasco.

Como puede comprobarse por esta última apreciación, las creencias, ya de por sí independientes del
ser de la lengua, están condicionadas por acciones externas a ella, como pueden ser las acometidas
por la planificación lingüistica, que serán comentadas más adelante (vid. 3.2.3). Las creencias,
además, generan actitudes que pueden ser de aproximación o rechazo hacia la lengua implicada, en
virtud del carácter positivo o negativo de aquella y, a la postre, afectan a la proyección social del
individuo (estatus, prestigio, atractivo personal, etc.). Moreno Cabrera (2000) enumera y comenta
hasta "cien mitos, prejuicios y tópicos sobre las len- guas", que clasifica en: (1) origen de las
lenguas y del lenguaje humano; (2) nú- mero de hablantes de las lenguas; (3) estado, nación y
lengua estándar; (4) facili- dad y dificultad de las lenguas; (5) variedades lingüísticas y prestigio
social; (6) la lengua materna; (7) idioma y léxico; (8) lengua escrita y cambio lingüístico; y (9)
filólogos, traductores, lingüistas y otras especies intelectuales. Como puede comprobarse, muchos
de los juicios de valor recogidos en estos apartados resultan de especial interés para nuestro análisis.
Por otro lado, las actitudes lingüísticas que son una parcela del análisis sociolingüístico que
prácticamente lo abarca todo-se han estudiado desde el prisma del monolingüismo o del
bilingüismo de la comunidad social a la que pertenece el hablante. La monografia Actitudes lin-
güísticas de los hispanohablantes hacia su idioma y sus variantes (2014), editada por Ana B.
Chiquito y Miguel Á. Quesada Pacheco (dentro de la colección Ber- gen Language and Linguistic
Studies de la Universidad de Bergen), es el mejor estudio realizado sobre este tema, hasta la fecha,
referido al español, que se com- plementa con el número monográfico que la Revista Internacional
de Lingüística Iberoamericana (volumen 12, número 23) le dedicó ese mismo año. Por su parte, el
capítulo de Blas Arroyo (2008: 320-391) supone la mejor recopilación sinteti- zadora de todo lo que
hasta ese momento se había dicho, con infinidad de situa- ciones reales y variantes lingüísticas
implicadas -en definitiva, con datos extraí- dos mediante distintas técnicas, directas e indirectas
sobre las actitudes en escenarios monolingües o bilingües o de lenguas en contacto.

En este último marco, y en el caso del español, podría hablarse, de una manera bastante sintética, de
una situación paradójica en cuanto a la diferencia de estatus con respecto a Estados Unidos (donde
el inglés sería considerada la lengua de prestigio) y con respecto al resto del territorio de la América
hispana (donde el español tendría dicha consideración y las lenguas indígenas se tendrían por menos
prestigiosas). Estamos ante situaciones diglósicas o de bilingüismo desequilibrado. En este último
caso, no estaría de más recordar que fue una actitud positiva de los evangelizadores que llegaron
durante el proceso de colonización de los territorios americanos, aunque hubiera una finalidad
puramente utilitaria, la que propició la conservación de lenguas como el guaraní, el nahua o el
quechua. Y, por otro lado, los hablantes de dichas lenguas pueden manifestar, como orgullo étnico,
una reafirmación en su uso, para reflejar lealtad hacia ellas y hacia las culturas que representan (en
el caso de Estados Unidos, movimientos culturales como los promovidos por los chicanos
representa- rían dicho sentimiento de orgullo étnico en aquel territorio, con la participación adi-
cional del español); o, en cambio, los hablantes pueden relegar el uso de la lengua minoritaria a
situaciones más familiares. En este ámbito habría que estudiar, además, el surgimiento de criollos,
pidgins y otras variedades híbridas, como resultado del contacto de lenguas. Aunque no exentas de
la connotación afectiva que hemos seña- lado antes para las lenguas minoritarias, las situaciones
existentes dentro de los dis- tintos escenarios bilingües que se plantean en España con la
implicación, además del español, del catalán, el valenciano, el euskera y el gallego, también
sintetizadas por Blas Arroyo (2008: 361-373)- plantean un análisis aparte, muy relacionado con las
cuestiones de planificación lingüística. Podemos ilustrar este último caso con otro ejemplo tomado
de la Hemeroteca Lingüística Virtual relacionado, de nuevo, con el vascuence: una extensa
entrevista a dos estudiantes de euskera co- mo segunda lengua, de la que hemos seleccionado
algunos extractos, en concreto los que evidencian la aplicabilidad del concepto de actitud
lingüística, reforzada desde el mismo titular de la noticia publicada en el diario regional Deia en di-
ciembre de 2014, aplicabilidad del concepto en esta ocasión al aprendizaje de una lengua que se
tiene comúnmente por complicada, como es el euskera (recorde- mos, por otro lado, que la facilidad
o la dificultad de las lenguas es uno de los apartados con que Moreno Cabrera [2000: 249-255]
clasifica los mitos, prejuicios y tópicos lingüísticos).

Actitudes lingüísticas, Aprendizaje del euskera, Certificado de Actitud de Conocimiento de Euskara


(EGA), Chino, Día Inter- nacional del Euskera, Entrevista, Euskaldunberris, Euskaldun- zaharras,
Euskaldunes, Euskera, Francés, Idiomas, Inglés, Len- gua y cultura, Lenguas de España, Opinión,
Prejuicios lingüísticos, Realidad sociolingüística, Txapeldunes
Viven en entornos con realidades sociolingüísticas completamente diferentes y, aun así, aunque sus
situaciones difieran, coinciden en muchas de sus opiniones y sensaciones. Merche Gómez y Josu
Parra, cada uno de ellos con sus motivaciones y obstáculos, han vivido la experiencia de aprender
euskera desde cero y a golpe de empeño. Su historia, como la de otros cientos de euskaldunberris de
mediana edad, ilustra la realidad de un colectivo que anualmente engrosa la cifra de euskaldunes. El
Día Internacional del Euskera [...] es un pretexto para contar sus vivencias a lo largo de un proceso
de aprendizaje que no exento de trabajo- consideran gratifi- cante. [...]

Antes de comenzar a aprenderlo, ¿tenían algún prejuicio o miedo respecto al euskera?

-J. P.: Yo sabía que iba a ser dificil, pero no me importaba. También puedo supo- ner que es difícil el
chino, pero lo que necesito es el euskera.

-M. G.: Conocía a mucha gente que habiendo nacido en Gemika decían yo no lo he aprendido
porque el euskera es muy dificil. Pensé que si he sido capaz de aprender inglés y francés, ¿cómo no
voy a ser capaz de aprender euskera? No puede ser tan dificil.

¿Qué dificultades se encontraron en el proceso de aprendizaje? -J. P.: [...] [E]l entorno ha sido un
obstáculo: en Barakaldo salgo de clase y no veo

un entorno en el que darle utilidad al euskera. [...] -M. G.: Claro, no tiene nada que ver. El primer
sitio donde empiezas a practicar es en las tiendas. El no practicarlo es un hándicap muy grande.

-J. P.: El hecho de usar el euskera de forma natural, en las cosas cotidianas, es esencial. En clase
aprendes las estructuras, ¿pero cuántas veces las usas en la calle? Durante el día a día, leer el
periódico, encontrarte con alguien en la calle... Eso es pri- mordial. [...]

-M. G.: En mi caso [...] el obstáculo más grande fue atreverme a hablarlo. Al principio te sientes
ridículo. Para eso vivir en Gernika no ayuda, sino lo contrario: ves que todo el mundo habla con esa
soltura y te ves forzado. -J. P.: En lo de la vergüenza estoy de acuerdo. Estás pensando cuál es la
frase que vas a decir, pero debería ser más natural. Hay que lanzarse. [...]

-M. G.: Yo empecé soltándome en casa. Al principio mis hijos no querian, me de-

cian: Hablas súper raro. Claro, ellos hablan vizcaíno. Con mi marido fue con el que

más practiqué y un poco en las tiendas. También es importante que la gente se acos-

tumbre a cambiar el chip contigo, porque si estás habituado a ir a un sitio siempre se

dirigen a ti en castellano.

¿A los euskaldunes que conocían de antes les ha costado cambiar de idioma para hablarles?
-J. P.: No les cuesta. Es más, creo que lo hacen queriendo ayudar. Conozco un par de
euskaldunzaharras y cuando les comento que estoy estudiando dicen: ¡Ah, pues vamos a hablar en
euskera! Si estás aprendiendo euskera y le entras a un euskaldun-

zaharra, agradece el hecho de que lo hagas. -M. G.: Esa es una de las caracteristicas del
euskaldunzaharra: son muy agradeci- dos. Ha sido un idioma tan marginado, que ha pasado por la
prohibición...[...]

El euskera es como un músculo que hay que ejercitar, ¿verdad? -J. P.: Exacto. Acabé las clases en
junio y tenía por delante todo el verano. Hice dos intensivos, hasta que en octubre retomé otra vez el
curso. De lo contrario habría perdido mucho. -M. G.: Así es. En primero y segundo, cuando estudié
por mi cuenta, pensé que si paraba lo iba a perder todo. Cuando estás empezando puede ser un
retroceso importante. -J. P.: De ahí la ventaja que tienes tú al tener un entorno euskaldun. Yo tengo
que salir a buscarlo, y si no lo encuentro, ¿con quién hablo? [...]

Las estadísticas muestran que aunque haya aumentado el número de hablantes, el uso ha
disminuido. ¿Qué les parece?

-J. P.: Así es. Lo veo incluso en clase. Mi propósito con el euskera es sacarme el EGA y conseguir
un trabajo, pero cada vez menos; es decir, cada vez me gusta más. Pero veo que no se vive en
euskera, se estudia euskera para conseguir un título. Eso es una pena. [...] -M. G.: Mucha gente se
saca el título, pero luego no usa el idioma. [...]

¿Cómo creen que se podría impulsar su uso?

-J. P.: Esa es la pregunta del millón. Una de las iniciativas promovidas por el Ayuntamiento de
Barakaldo pretende crear grupos para hablar en euskera. Pero el problema está [sic] anterior: ¿con
qué se asocia el euskera? Se debe cambiar la idea de que es una herramienta para conseguir algo y
darle la importancia que tiene; también a nivel cultural. Está bien fomentar grupos, ¿pero cuál es el
atractivo del idioma para que una persona que tiene trabajo quiera estudiarlo?

-M. G.: Habría que intentar cambiar las cosas desde la base. Está demostrado que el modelo D
garantiza vascoparlantes y, sin embargo, el modelo mixto no. Si no cam- bias eso, el siguiente
contacto que esa gente tenga con el euskera será el día que tengan que sacarse el EGA; y es posible
que su relación sea mala porque lo sientan como una imposición. Hay que cambiar de mentalidad.
Es raro que una persona se cierre a que su hijo sepa más de un idioma.

¿Qué les ha aportado el poder comunicarse en un idioma que antes no conocían?

-J. P.: Me ha resultado gratificante ver cómo me puedo expresar y me pueden en- tender en otro
idioma. Una vez vinieron tres bertsolaris a la escuela; yo no había estado nunca en algo así. Me lo
pasé genial. Eso es cultura, forma parte de aquí y es algo que antes me lo perdía. Desde que estoy
aprendiendo euskera no puedo decir más que cosas buenas y espero poder decir cosas mejores. -M.
G.: Opino lo mismo, ha sido muy satisfactorio. Además, el pasar otra vez por el proceso de
aprendizaje de un idioma me ha dado una especie de lucidez. A nivel cultural, ahora entiendo
canciones en euskera que me gustaban o puedo leer novelas que no están traducidas.

Ahora, ¿qué sentimientos les despierta el euskera?

-M. P.: No me gusta cuando me dicen ¡Vaya mérito! No tendría que serlo; el aprender inglés no se
considera un mérito. Tendríamos que dejar de ver el euskera como algo raro.
-J. P.: Yo me quedo con ganas de saber más, es un no acabar. [...] ¿Qué le dirían a alguien que
comienza a aprenderlo?

-J. P.: Vaya suerte que tienes, chaval. Has dado en el clavo. Te lo vas a pasar estu- pendamente y vas
a aprender un idioma con el que te vas a poder comunicar y lo vas a poder usar. -M. G.: Yo le diría
que rompa con el mito de que es un idioma dificil. A mí me parece una lengua muy bonita y lógica.
Me resulta extraño la gente que lleva quince años aprendiéndolo, se puede aprender en menos
tiempo. Es un esfuerzo, pero enseguida ves los resultados.

-J. P.: Los profesores me decían en primero: Con lo que sabéis ahora, ya podéis salir y hablar, que
os van a entender. Se ha de superar la vergüenza, forzarte a ti mis- mo y que los demás digan esa es
la actitud.

-M. G.: Yo también he sido un poco suicida, me he forzado a mí misma, si no te vas retrayendo. No
puedes estar planteándote si lo haces perfecto.

A nuestro juicio, la entrevista es muy jugosa, por el planteamiento, siquiera de pasada, de varios
temas de interés para la sociolingüística, aparte del que nos ocu- pa aquí, relacionado con las
creencias lingüísticas: los modelos educativos im- plantados por acciones propias de la
planificación lingüistica (vid. 3.2.3); los pro- cesos de enseñanza y aprendizaje de idiomas y las
competencias, activas y pasivas, de producción y comprensión, implicadas; la relación entre estos y
el mercado laboral (cómo existen mayores oportunidades profesionales aprendiendo determinadas
lenguas); la relación entre lengua y cultura; etc.

Pero no es necesario irse a escenarios bilingües para que todos estos temas se planteen. También en
los monolingües unas variedades se consideran más presti- giosas que otras (la castellana frente a la
andaluza, o la española peninsular frente a la hispanoamericana, por ejemplo, incluso entre los
mismos andaluces o los mismos hispanos), lo que conlleva una serie de prejuicios sobre la variedad
que sale peor parada en la comparación, asociados además a determinados hábitos de conducta de
sus hablantes, su estereotipación y, finalmente, su estigmatización. Son los profesionales, lingüistas
y filólogos, los que se ocupan de desmontar esos tópicos, en declaraciones a los medios de
comunicación, dentro de un género que podría denominarse divulgación lingüística. De ahí su
enorme responsabilidad, tanto en el mantenimiento del tópico que también, equivocadamente,
pueden favorecer como en su erradicación -que debería ser una de sus principales mi- siones en la
legitimación social de su profesión. De las situaciones más o menos consensuadas por la mayoría de
los miembros de una determinada comunidad de habla, vistas hasta ahora, pasamos a situaciones de
disenso, producto de la acepta- ción o no de estos prejuicios. Nos volcamos entonces sobre estos
resultados de las actitudes negativas hacia determinadas lenguas y sus variedades, que dan más
juego en su análisis, eso pensamos, que las actitudes positivas, si bien un análisis desde este prisma
tampoco sería descartable.

El camino trazado, a partir de las actitudes, se orienta hacia los prejuicios, los estereotipos y los
estigmas, muy estudiados en el campo de la psicología y que, desde la sociolingüistica, desde una
perspectiva precisamente actitudinal, generan consensos y disensos: unos estarán de acuerdo con
ellos; otros, en cam- bio, no. Los prejuicios, los estereotipos y los estigmas pueden abarcar situacio-
nes de menor a mayor espectro, en función de la subjetividad y el verdadero conocimiento de la
realidad y, además, no tienen por qué ser necesariamente negativos. No nos referimos aquí tan solo
a las variantes de determinadas varia- bles lingüísticas (como el mantenimiento o conservación de /-
s/, más ejemplos en el apartado 2.6), sino también a las variables sociales, las lenguas y sus va-
riedades en general (el conservadurismo y corrección en el uso del lenguaje por parte de las mujeres
frente al de los hombres, el andaluz como habla graciosa e inculta, de la que ofrecemos una muestra
de su repercusión mediática en el cua- dro 3.3, etc.), o los cambios de código a causa de
interferencias que provocan el surgimiento de otros nuevos (portuñol, espanglish, Ilanito,
chabacano, chamo- rro, etc.). Remitimos al texto, ya citado, de Moreno Cabrera (2000) para un ma-
yor conocimiento de este tipo de prejuicios, especialmente los que tienen que ver con los apartados
(3) al (8) de su clasificación. Las justificaciones para di- chos sentires pueden estar mezcladas con
otros hechos sociales (ideológicos, políticos, demográficos, económicos, culturales, etc.) o,
finalmente, rayar en el más puro subjetivismo. Pero, al fin y al cabo, las consecuencias que son
resulta- do del influjo de todos estos prejuicios, estereotipos y estigmas pueden ser fata- les, como la
pérdida del uso de una determinada lengua y, a la postre, su muerte. Aunque todavía queda mucho
por estudiar sobre la presunta relación catastrófi- ca entre dichos factores psicosociales y la
mortandad lingüística.

Gregorio Morales "Hablar andaluz"


Ideal (28 de febrero, 2006)
(lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=1851)

Melchor Sáiz-Pardo
"Prisiones sanciona a un funcionario que respondió en 'andalú' a una jueza" La Voz de Galicia (27
de mayo, 2006)
(lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=33641)

Melchor Sáiz-Pardo, COLPISA


"Sancionan a un funcionario que respondió en 'andaluz' a un requerimiento en catalán"
Ideal (28 de mayo, 2006) (lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=6422)

Antonio Rodríguez
"Un insulto a la cultura andaluza"
Diario Córdoba (12 de enero, 2009) (lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=3461)

En estas diecisiete noticias se recogen testimonios injuriosos contra el acento andaluz de algunos
políticos españoles. Podría pensarse en el uso del acento como arma arrojadiza para sacar rédito
electoral. Por otro lado, se reproducen tópicos sobre el habla de los andaluces que derivan en la
estigmatización de su uso. A veces las argumentaciones en contra de esos tópicos tienen que ver con
hechos humorísticos -lo que, a la postre, sirve para reforzar el tópico del andaluz como personaje
chistoso, presente en la caracterización de personajes de series de televisión, cantantes, etc.- o la
elevación de la variedad a la categoria de lengua (como la contestación de un funcionario andaluz a
una carta escrita en catalán). Por último, y como ya se ha dicho, son los especialistas los que salen a
la palestra para defender el acento andaluz y así desmontar los tópicos, como puede verse en los
testimonios de José Jesús de Bustos, Concha Caballero, Gregorio Morales,Tomás Gutler, etc. No
obstante, aunque no haya nada definitivo con respecto al papel que desempeñan estas consecuencias
negativas de las actitudes lingüísticas en los procesos de abandono y mortandad de las lenguas, tan
solo sospechas, en cambio, junto con las creencias que las generan, hay certezas de su participación
en los asuntos concernientes a la etnolingüística (como los sentimientos de orgullo de raza en pos
del uso de una determinada lengua) o, como vamos a ver en el apartado siguiente, en los temas
relacionados con la planificación lingüística.
3.2.3. Planificación de las situaciones

Las reacciones que provocan en los hablantes los contextos de bilingüismo y las acciones
gubernamentales llevadas a cabo para su desenvolvimiento en el seno de una determinada sociedad
(política lingüística, educativa, cultural, mediática, etc.) forman parte del análisis de las actitudes
lingüísticas, dentro de la sección de la lingüística que Halliday, McIntosh y Strevens (1968: 159)
denominan lin- güística institucional (institutional linguistics). No es ya centrarse en los usos sino
en los usuarios y las entidades que regulan sus comportamientos sociales, en este caso los
lingüísticos. Ya en un nivel de uso distinto al que hemos comentado en los apartados anteriores-del
individual al oficial que se impone para la colec- tividad- hay que decir que las políticas efectuadas
por el gobierno de turno inci- den en las actitudes (como sucede en la asociación entre regímenes
nacionalistas e identidades lingüísticas); y, a la inversa, las actitudes influyen en la toma de
decisiones por decreto (por ello, dentro de la planificación lingüística, se debe hacer un estudio
previo de dichas actitudes, a fin de alcanzar el éxito en la im- plantación de cualquier modelo).
Piénsese, por ejemplo, en los programas para fomentar el conocimiento y uso de lenguas
minoritarias que por ser tales, al igual que el número de sus hablantes- pueden sentirse en una clara
situación de inferioridad en relación con el resto de la población, especialmente cuando no llegan a
determinados ámbitos discursivos en que se hace necesaria la existencia de una variedad estándar
(administración, educación, medios de comunica- ción...). Además, con independencia de estar más
o menos reguladas, puede suceder que determinadas acciones políticas repercutan de manera
indirecta so- bre el uso de una lengua concreta: es el caso del franquismo y su fomento del español
como lengua única en detrimento del catalán, el euskera y el gallego. Y tampoco conviene olvidar,
por otra parte, la planificación ejercida por autorida- des simbólicas para erradicar, dentro de la
función normativista que la sociedad les asigna, los malos usos lingüísticos, las incorrecciones
idiomáticas, o de miti- gar, en la medida de lo posible, la influencia de otras lenguas en aquella
sobre la que ejercen su prescriptivismo.

El panorama, por tanto, que se abre en torno a la planificación de las distintas situaciones
sociolingüísticas es muy amplio. Y ello contando solo con el momen- to presente, pues no hay que
olvidar que la planificación lingüística va pareja a las formas de gobernar los pueblos a lo largo de
la historia, por lo que ha existido desde siempre (la creación de un estándar del castellano como
lengua literaria por Alfonso X el Sabio o la fluctuación del fomento de las lenguas indígenas como
vehículo para la evangelización durante el periodo colonial serían dos ejemplos claros de este
estudio de la política lingüística hispánica en su dimensión históri- ca). Existe, para esta
planificación, una bibliografía abundantísima y, además, con bastantes revisiones de lo hecho hasta
ahora, gracias a que es el de la planifica- ción un tema candente, de enorme interés para la
sociolingüística actual. No hay más que ver, por ejemplo, monografias como las publicadas en los
últimos años sobre este asunto:

Zimmermann, Klaus (ed.): Prácticas y políticas lingüísticas. Nuevas va- riedades, normas, actitudes
y perspectivas (Frankfurt am Main - Madrid: Iberoamericana - Vervuert, 2014).

- Cagiao y Conde, Jorge y Jiménez-Salcedo Salcedo, Juan (eds.): Políticas lingüísticas en


democracias multilingües: ¿es evitable el conflicto? (Ma- drid: Los Libros de la Catarata, 2015).

Y de la importancia que tiene para la sociedad no hay más que ver el número de noticias recogidas
en la Hemeroteca Lingüística Virtual del proyecto Lengua y Pren- sa etiquetadas bajo el marbete de
politica lingüistica (1593 noticias), sin añadir otras etiquetas relacionadas, lo que da cuenta, además,
de la enorme repercusión mediática que genera el asunto, uno de los que más gozan de ella, junto
con las cuestiones normativistas relacionadas con el uso del lenguaje y las instituciones simbólicas
encargadas de estos menesteres, que no dejan de ser también parte de la planifica- ción de las
situaciones sociolingüísticas (1937 noticias). También existe una cantidad ingente de noticias
relacionadas con las polémicas que surgen como resultado de la convivencia de lenguas: conflicto
lingüístico (1154 noticias) o conflicto entre len- guas cooficiales (577 noticias); la implantación de
una lengua oficial (505 noticias); e incluso sus denominaciones, como el famoso caso de castellano
(2089 noticias) frente a español (5384 noticias). Ha de entenderse siempre que todas las cifras que
aluden a la cantidad de noticias registradas sobre estos asuntos en la Hemeroteca Lingüística Virtual
es siempre aproximada y, muy posiblemente, se vea incrementa- da por el ingreso de nuevas
noticias, aquellas con posterioridad a la fecha de redac- ción de estas páginas. En las que siguen se
ofrecen algunas muestras representativas de los asuntos relacionados con estas situaciones
sociolingüísticas.

Las situaciones susceptibles de planificación en el mundo hispánico pueden clasificarse en tres


grandes grupos: (1) la convivencia del español con lenguas indígenas, las cuales, muchas de ellas,
carecen de una variedad estándar o, en caso de tenerla, no garantiza el acceso en las mismas
condiciones a todos los ámbitos discursivos, especialmente los prestigiados, como sí sucede con la
lengua española; (2) la convivencia del español con las lenguas cooficiales propias de las comu
nidades autónomas peninsulares; y (3) la presencia del español en países cuyos habitantes no la
tienen como primera lengua y que, en cambio, acogen masiva mente inmigrantes hispanos (Estados
Unidos es el ejemplo paradigmático).

A) El español y las lenguas indigenas

Para Garvin, Mathiot y Gallardo, autores que siguen y desarrollan la concep- ción de la Escuela de
Praga, la variedad estándar se caracteriza por gozar de una serie de propiedades y cumplir varias
funciones. De las propiedades se deben señalar, en primer lugar, las que Gallardo clasifica como
estructurales, es decir, las que "afectan a la estructura misma de la lengua: la fonología, la
gramática, el léxico" (1978: 88). Nos referimos a su estabilidad flexible y su intelectualización. La
primera exige la estabilidad del estándar mediante su codificación (Garvin, 1964: 521). Más que
rígida, esta codificación ha de ser lo suficientemente flexible como para poder dar cuenta de las
nuevas necesidades comunicativas que día a día surgen; y también para poder "funcionar en las
múltiples redes a veces contra- dictorias de interacción" propias de sociedades complejas (Gallardo,
1978: 91). La segunda propiedad, además de la ampliación léxica, exige un conjunto de sub-
variedades funcionales de uso restringido (tecnolectos, lenguas especiales, etc.), propias de
determinados componentes de la sociedad, y de un repertorio de regis- tros, para su ajuste y
funcionamiento según las distintas situaciones comunicati- vas. Entre las propiedades que Gallardo
clasifica como culturales, hemos de hacer especial referencia a la de urbanización. Garvin señala
que el estándar surge fun- damentalmente en un ámbito urbano (1964: 521). Esta propiedad implica
su dis- ponibilidad para todos los hablantes de la lengua. Gallardo, que prefiere hablar de idioma
más que de variedad, lo explica de la siguiente forma:

Decir que un idioma está urbanizado significa que la comunidad hablante ha desarrollado ciertas
formas de erudición lingüística que traen como correlato un grado de disponibilidad del idioma que
trasciende el contacto interpersonal, ya que se hace accesible formalmente a todos los miembros de
la comunidad. Dicho de otro modo, un idioma estándar es un bien público (1978: 94).

Además, el acceso a los medios de disponibilidad del estándar es universal. Gallardo (1978: 95)
distingue dos tipos de medios: los formales (el diccionario y la escuela) y los informales (mass
media y autoridades). Por tanto, esta variedad no debe identificarse con la usada por determinados
estamentos sociales (fundamen- talmente cultos o de alto nivel socioeconómico). La identificación
supondría un incumplimiento de sus propiedades esenciales (Gallardo, 1978: 94-96). Rona nos
ofrece una muestra evidente de que no existe tal identificación: "No es lícito [...] suponer que la
forma hay sea una palabra del lenguaje culto, puesto que pertenece al lenguaje popular con el
mismo derecho que al lenguaje culto" (1958: 16). La propiedad de urbanización implica también la
escritura. La representación del estándar por medio de un alfabeto común, de acceso universal,
ayuda al cum- plimiento de las funciones unificadora y de marco de referencia, características de la
variedad. Se exige de dicha representación, con la primera función, que sea elemento de cohesión
entre las distintas variedades espaciales de la lengua; y, con la segunda, que sea modelo mediante el
cual se fijan los principios por los que se rige la comunidad lingüística. Este modelo se convierte en
el ideal al que ningún hablante puede llegar totalmente. Gracias a la escritura se consigue para toda
la comunidad una representación visible, y por tanto practicable, del modelo (Ga- llardo, 1978:
108).

Pues bien, en el proceso de estandarización de las lenguas que carecen de dicha variedad
desempeñan un papel importante los medios estatales (inversiones, agencias, institutos lingüísticos)
y religiosos (misioneros), los cuales, abundando en el carácter práctico (utilitario) de la lexicografía,
fomentan la publicación de diccionarios de estas lenguas, como baluartes de la comunicación y,
consecuen- temente, del desarrollo social de la nación. Los inicios de la lexicografía de las lenguas
indígenas americanas se remontan a la época colonial. Los medios reli- giosos crearon las primeras
obras. La elaboración de diccionarios, así como la de cualquier otro tratado técnico o, en definitiva,
cualquier obra escrita en la lengua indígena conlleva abordar la creación de una ortografia que
atienda a problemas como la alfabetización, los diacríticos que representen los rasgos prosódicos,
etc. Aun así, no conviene dejar a un lado la oralidad. Por eso, entre los mecanismos de difusión del
estándar están, por ejemplo, la creación de medios de comunicación que emitan en la lengua cuya
variedad de ese tipo se pretende difundir. De ahí que Gallardo destaque el papel que desempeñan
algunas emisoras de radio bolivianas para la difusión del aimará (1978: 109, n.º 22).

Finalmente, quedaría el arraigo de estas acciones y su éxito en cuanto a su capacidad para ser usada
en los distintos géneros discursivos, socialmente norma- lizados, presentes en todas las esferas de la
vida pública. Es lo que Ferguson de- nomina modernización de las lenguas dentro de su desarrollo,
como uno de los problemas lingüísticos que deben resolver las naciones emergentes. El autor la
define como "el desarrollo de la posibilidad de que las lenguas puedan traducirse entre sí, en una
variedad de temas y formas del discurso característicos de las sociedades industrializadas,
secularizadas, 'modernas' en cuanto a su estructura" [the development of intertranslatability with
other languages in a range of topics and forms of discourse characteristic of industrialized,
secularized, structurally "modern" societies] (1996: 41; traducción de los autores). Es esta
modernización la que debe procurar, desde el punto de vista discursivo, una serie de patrones
convencionales, cánones pertinentes para cada situación comunicativa, sea en el ámbito que sea
(académico, administrativo, cotidiano, jurídico, médico, político, religioso...). Es lo que suele
conocerse como género discursivo, la parte (lingüís. tica) de un todo que ha sido estudiado por
disciplinas como la etnografia de la comunicación (vid. 1.3.2). Y algo muy similar, en definitiva, a
lo que, antes, pen- sadores de la talla de Ortega y Gasset señalan, ya en 1936, para un fenómeno
ritual de inicio de la comunicación, como es el saludo:

La sociedad nos ahorra el esfuerzo y el riesgo de inventar ese comporta- miento inicial
adelantándonos próvida el uso del saludo, un acto convencional, en sí mismo ridículo, pero que
sirve a aquel ineludible menester de iniciar la re- lación. [...] [H]oy como hace milenios, el hombre
no tiene que inventar por si lo que va a hacer primero al toparse con un semejante, sino que la
sociedad le da resuelto el problema mediante la norma colectiva del saludo (Obras comple- tas.
Fundación Ortega y Gasset - Taurus. Madrid, V, 757).

No se trata, por tanto, de la sustitución de una lengua, la indígena, por otra de mayor prestigio, la
española, sino de la suma de esfuerzos para conseguir que aquella pueda llegar al mismo umbral
que esta, en cuanto a presencia en los distintos ámbi- tos comunicativos se refiere. Se trata de
conseguir lo que mucho antes en la historia consiguieron las lenguas consideradas de prestigio o de
cultura (etiqueta esta que debe tacharse de racista, exclusivista e imperialista, pues... ¿acaso no
subyace tam- bién una cultura en las lenguas sin estándar?). Para ello, resultan fundamentales las
políticas educativas multilingües, en que se ven implicadas las lenguas cuyo estándar goza de
arraigo y las recién llegadas, como las desarrolladas por los gobiernos de Bolivia, Ecuador,
Guatemala, México, Perú o Paraguay (donde, en este último país, incluso el guaraní ha llegado al
reconocimiento de lengua cooficial).

B) La cooficialidad lingüistica

Precisamente la consecución de dicho objetivo suele alcanzarse de una manera consensuada (y, por
tanto, libre). Los acuerdos quedan plasmados, tal y como se va a ver a lo largo de este apartado, en
las distintas leyes aprobadas por los represen- tantes políticos de cada comunidad. A pesar de ello, la
convivencia de lenguas co- oficiales no está exenta de la aparición de conflictos lingüísticos que, en
ocasiones, también tienen su reflejo (o su origen) en la adopción de determinadas normativas que
generan polémica. Es el caso, por ejemplo, de la aparición de elementos disua- sorios del uso del
español, como las denominadas multas lingüísticas, establecidas por el Código de Consumo
aprobado por el Gobierno Catalán en 2010. La reacción de los medios de comunicación refleja el
conflicto surgido. Las etiquetas con que se juzgan dichas decisiones son gruesas: intolerancia,
persecución, nazismo... En el siguiente cuadro insertamos una muestra significativa de las noticias
generadas y recogidas en la Hemeroteca Lingüística Virtual sobre el tema:

Cuadro 3.4. Multas lingüísticas

María J. Cañizares
"¿Fin de la multa lingüística?"
ABC (9 de marzo, 2009)
(lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=11709)

Héctor Marin
"Un comerciante se plantea llevar al TC las multas lingüísticas del Govern"
El Mundo (18 de enero, 2010)
(lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=7182)

Hemos seleccionado sobre este tema un total de veintisiete noticias, compren- didas entre los años
2009 y 2014, si bien el mayor porcentaje de ellas corresponde al año 2010, fecha en la que la
aplicación de dichas multas lingüísticas por parte del Gobierno de la Generalitat Catalana cobró
mayor virulencia. De hecho, uno de los titulares, el de El Pais de 23 de febrero de 2012, es
contundente al respecto: "La Generalitat bate el récord de multas lingüísticas con 226 sanciones en
2011", frente a las 205 de 2010. Recordemos que el Código de Consumo que permite dichas
sanciones fue aprobado por el tripartito catalán bajo la presidencia del so- cialista José Montilla, el
mismo que reniega de las multas lingüísticas en la cam- paña electoral de octubre de 2010, según se
desprende de los titulares de las noti- cias de esa fecha. Como puede comprobarse, es frecuente que
los protagonistas de las noticias sean gestores o defensores de la imposición, como Ferran
Mascarell, consejero de Cultura, o Ariadna Vidal, secretaria de la Associació en Defensa de
l'Etiquetatge en Català. Finalmente, varias acciones por parte de las instituciones centrales tratan de
contrarrestar los efectos de la medida: en primer lugar, la inter- vención de Justicia, más
concretamente el Tribunal Constitucional, que declara ilegales en 2012 las sanciones impuestas; a
continuación, la aprobación en 2013 de la Ley de Garantía de Unidad del Mercado, que impide la
discriminación -entre otras, la lingüística, aunque no lo diga de manera literal-del libre comercio en
cualquier lugar del territorio nacional.
De la mano del tema de las multas lingüísticas, en cuanto a su recorrido juri- dico y a las
consecuencias generadas por su aplicación, va el de la presencia de cuotas en el número de películas
que deben ser dobladas al catalán, aprobadas como parte del cumplimiento de la ley catalana del
cine. Por un lado tenemos la política de cuotas establecida por la Generalitat y, por otro, el sentir en
contra de las compañías distribuidoras y de parte de la sociedad reacia a escuchar cine en catalán.
Algunas de las noticias generadas se pueden consultar en el cuadro 3.4. En definitiva, la del catalán
es una muestra de cómo el problema de la conviven- cia de lenguas cooficiales en la España
autonómica es un asunto que puede tras- cender más allá de las políticas educativas establecidas,
aunque estas sean, como son, el núcleo duro de la planificación lingüística española. El sistema
administra- tivo vigente implica distintas acciones al respecto en cada comunidad, con una lengua
omnipresente, el español, dominada por todos los ciudadanos del Estado; y un concepto, el de
lengua propia, que, a juicio de los especialistas "tiene poco de lingüistico" y "[h]a sido acuñado por
políticos de vocación regionalista, autono- mista o nacionalista" (Lozano, 2005: 151). Nos daremos
cuenta, además, de que la elevación de las variedades de lenguas supracomunitarias a la categoría
de lenguas -como sucede con el aragonés, el balear y el valenciano, frente al presunto
"pancatalanismo" reinante, que trasciende lo lingüístico para llegar a lo político- convierten estas en
"lenguas de estatuto" más que en lenguas reales. Dicha eleva- ción sirve a unos fines claramente
diferencialistas, no solo en lo lingüístico, tam- bién en lo ideológico, en lo cultural, etc. Pueden
comentarse los distintos planes de actuación y las instituciones encargadas de llevarlos a cabo. A tal
efecto, pres- cindimos de una perspectiva histórica y atendemos tan solo a la actualidad más
inmediata (una visión histórica sintética puede verse, por ejemplo, en Siguan, 1992; y, para la
situación actual, la bibliografia general que figura en el aparta- do 6.1.1.H). Tanto los planes como
las actuaciones son bien conocidos por las sociedades aragonesa, balear, catalana, gallega, navarra,
valenciana y vasca, por cuanto que se emprenden acciones, las relacionadas con la educación, que
les afectan directamente. Parece razonable, entonces, que gocen de una repercusión mediática
elevada, a juzgar por el número de noticias que encontramos en la He- meroteca Lingüística Virtual.
Los datos son numerosísimos y, precisamente por su actualidad, son siempre cambiantes. He aquí, a
continuación, una instantánea, aunque tosca, de la realidad presente.

En la región aragonesa es el castellano la lengua común y mayoritaria, pero también se habla de


lenguas y modalidades lingüísticas que se han venido for- jando a lo largo del tiempo, reconocidas
por su Estatuto de Autonomía y reguladas en cuanto a garantizar su protección, enseñanza, difusión,
uso y dignifica- ción- por la Ley de Lenguas de 2013, que derogó la de 2009, en un Gobierno
encabezado por el Partido Popular, en coalición con el Partido Aragonés. El conjunto lingüístico es
muy diverso. La ley atiende sobre todo a la "lengua ara- gonesa propia", así la llama, y a sus
modalidades presentes en las zonas pirenai- ca y prepirenaica, así como el oriente de la región.
Asimismo, prevé la creación de una Academia Aragonesa de la Lengua, institución normalizadora
del uso de dicha lengua y sus modalidades. También se regula la relación entre los usos lingüísticos
de los ciudadanos y el de la Administración. Se extrapola la idea de que todo hablante puede elegir
libremente la lengua y modalidad en la que diri- girse al ámbito público. De esta manera, las
publicaciones oficiales podrán rea- lizarse no solo en castellano, sino también en cualquiera de las
lenguas o moda- lidades lingüísticas consideradas. Pero también se abordan cuestiones como las de
la toponimia y la antroponimia oficiales. No obstante, lo que más nos intere- sa destacar es cómo,
mediante un texto legal, se han elevado a la categoría de lenguas dos variedades surgidas por el
contacto interlingüístico entre el español y el catalán, con las denominaciones artificiales de Lengua
Aragonesa Propia del Área Oriental (LAPAO) y Lengua Aragonesa Propia de las Áreas Pirenaica y
Prepirenaica (LAPAPYP), que no son sino resultado de la injerencia de la política en las cuestiones
lingüísticas, en este caso -como también sucede con las Islas Baleares y Valencia- de rechazo contra
el catalán y el presunto panca- talanismo que pretenden erradicar mediante el descuartizamiento de
la lengua en variedades que finalmente, por imposiciones políticas- acaban convirtiéndose en
lenguas aunque sea por simples cambios en su denominación. El grado de ocultación, consciente e
interesada, de la verdad científica se hace patente en las declaraciones de Dolores Serrat, a la sazón
consejera de Educación del Go- bierno aragonés en 2013, que califica el aragonés y el catalán como
modalida- des lingüisticas. Puede leerse en la noticia publicada por El Periódico de Ara- gón:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=30643>. La decisión fue muy criticada: unos, como los alcaldes
de la franja oriental, firmaron declaraciones en contra, como la de Mequinenza, según recoge El
Heraldo de Aragón: <lenguaypren- sa.uma.es/archivo/?p=32096>. Desde la perspectiva catalana
tampoco se hicie- ron esperar las reacciones, reafirmando que dichas modalidades no son lenguas
sino variedades del catalán y que todo obedece a una estrategia política de des- legitimación,
muchas de ellas sarcásticas, como la carta escrita por Josep A. Duran i Lleida en la presunta
neolengua llamada LAPAO, que recoge La Van- guardia:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=29222>. Ese sarcasmo se repite hasta la saciedad con los trinos
humorísticos que circulan por la red, lo cual sirve de testimonio para demostrar la repercusión social
del asunto, como la creación de aplicaciones para traducir de cualquier lengua al LAPAO o de nue-
vos acrónimos ingeniosos e infinidad de ocurrencias, de las que se hace eco El Periódico de
Cataluña en la siguiente noticia: <lenguayprensa.uma.es/archivo/ ?p=29285>. La situación, no
obstante, ha vuelto a la normalidad, promovida por el cambio de legislatura en Aragón, ahora con
un gobierno de tendencia progre- sista, que cuenta con una Dirección General de Política
Lingüística y que ya está trabajando en la elaboración de una nueva Ley de Lenguas. Lo cuenta La
Vanguardia en esta noticia publicada en 2016: <lenguayprensa.uma.es/archivo/ ?p=39536>

2. Cataluña

En el gobierno de la Generalitat existe una Direcció Nacional de Política Lin- güistica:


<llengua.gencat.cat/es/direccio_general politica_linguistica. La descrip- ción de las acciones
gubernamentales en cuanto al catalán y al español en Cataluña son francamente enrevesadas y
dificiles de explicar en tan poco espacio. No obstan- te, existe una bibliografia abundante sobre el
tema (vid. una selección en el aparta- do 6.1.1.H). Las posiciones en cuanto a la política lingüística
catalana oscilan entre la defensa de un modelo de inmersión exclusivamente en catalán o un modelo
bi- lingüe español- catalán. Al hilo de la aprobación de la ley de educación catalana, se ha
implantado en dicha comunidad el primer modelo, cuyas bases fueron sentadas con la ley de
normalización lingüística de 1983, que se vio mermada por la apro- bación en 2013 de la Ley
Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Contra la ley de educación catalana
surgieron, a partir de 2008, accio- nes de repulsa, promovidas por partidos políticos como
Ciudadanos, Unión, Pro- greso y Democracia y Partido Popular. Incluso se redactó un Manifiesto
por una Lengua Común, firmado por un nutrido grupo de intelectuales, que reproducimos a
continuación y que tuvo una importante repercusión mediática (hasta treintaitrés noticias tenemos
recogidas en la Hemeroteca Lingüística Virtual que aluden a dicho texto).

Cuadro 3.5. Manifiesto por una lengua común

Desde hace algunos años hay crecientes razones para preocuparse en nuestro país por la situación
institucional de la lengua castellana, la única lengua juntamente oficial y común de todos los
ciudadanos españoles. Desde luego, no se trata de una desazón meramente cultural -nuestro idioma
goza de una pujanza envidiable y creciente en el mundo entero, solo superada por el chino y el
inglés- sino de una inquietud estricta- mente política: se refiere a su papel como lengua principal de
comunicación democrá- tica en este país, así como de los derechos educativos y cívicos de quienes
la tienen como lengua materna o la eligen con todo derecho como vehículo preferente de expre-
sión, comprensión y comunicación.

1. Todas las lenguas oficiales en el Estado son igualmente españolas y merecedo- ras de protección
institucional como patrimonio compartido, pero solo una de ellas es común a todos, oficial en todo
el territorio nacional y por tanto solo una de ellas -el castellano- goza del deber constitucional de ser
conocida y de la presunción consecuente de que todos la conocen. Es decir, hay una asimetría entre
las lenguas españolas oficiales, lo cual no implica injusticia (?) de ningún tipo porque en España
hay diversas realidades culturales pero solo una de ellas es universalmente oficial en nuestro Estado
democrático. Y contar con una lengua política común es una enorme riqueza para la democracia,
aún más si se trata de una lengua de tanto arraigo histórico en todo el país y de tanta vigencia en el
mundo entero como el castellano.

2. Son los ciudadanos quienes tienen derechos lingüísticos, no los territorios ni mucho menos las
lenguas mismas. O sea: los ciudadanos que hablan cual- quiera de las lenguas cooficiales tienen
derecho a recibir educación y ser atendidos por la administración en ella, pero las lenguas no tienen
el derecho de conseguir coactivamente hablantes ni a imponerse como prioritarias en educación,
información, rotulación, instituciones, etc. en detrimento del cas- tellano (y mucho menos se puede
llamar a semejante atropello, "normaliza- ción lingüística").

3. En las comunidades bilingües es un deseo encomiable aspirar a que todos los ciudadanos lleguen
a conocer bien la lengua cooficial, junto a la obligación de conocer la común del país (que también
es la común dentro de esa comunidad, no lo olvidemos). Pero tal aspiración puede ser solamente
estimulada, no im- puesta. Es lógico suponer que siempre habrá muchos ciudadanos que prefieran
desarrollar su vida cotidiana y profesional en castellano, conociendo solo de la lengua autonómica
lo suficiente para convivir cortésmente con los demás y dis- frutar en lo posible de las
manifestaciones culturales en ella. Que ciertas autori- dades autonómicas anhelen como ideal lograr
un máximo techo competencial bi- lingüe no justifica decretar la lengua autonómica como vehículo
exclusivo ni primordial de educación o de relaciones con la Administración pública. Convie- ne
recordar que este tipo de imposiciones abusivas daña especialmente las posi- bilidades laborales o
sociales de los más desfavorecidos, recortando sus alterna- tivas y su movilidad.

4. Ciertamente, el artículo tercero, apartado 3, de la Constitución establece que "las distintas


modalidades lingüísticas de España son un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y
protección". Nada cabe objetar a esta dis- posición tan generosa como justa, proclamada para acabar
con las prohibicio- nes y restricciones que padecían esas lenguas. Cumplido sobradamente hoy tal
objetivo, sería un fraude constitucional y una auténtica felonía utilizar tal ar- tículo para justificar la
discriminación, marginación o minusvaloración de los ciudadanos monolingües en castellano en
alguna de las formas antes indicadas.

Por consiguiente los abajo firmantes solicitamos del Parlamento español una nor- mativa legal del
rango adecuado (que en su caso puede exigir una modificación consti- tucional y de algunos
estatutos autonómicos) para fijar inequívocamente los siguientes puntos:

1. La lengua castellana es COMÚN Y OFICIAL a todo el territorio nacional, siendo la única cuya
comprensión puede serle supuesta a cualquier efecto a to- dos los ciudadanos españoles.

2. Todos los ciudadanos que lo deseen tienen DERECHO A SER EDUCADOS en lengua castellana,
sea cual fuere su lengua materna. Las lenguas cooficiales autonómicas deben figurar en los planes
de estudio de sus respectivas comuni. dades en diversos grados de oferta, pero nunca como lengua
vehicular exclusi- va. En cualquier caso, siempre debe quedar garantizado a todos los alumnos el
conocimiento final de la lengua común.

3. En las autonomías bilingües, cualquier ciudadano español tiene derecho a ser ATENDIDO
INSTITUCIONALMENTE EN LAS DOS LENGUAS OFICIA- LES. Lo cual implica que en los
centros oficiales habrá siempre personal ca- pacitado para ello, no que todo funcionario deba tener
tal capacitacion9h 851 cales y negocios públicos no oficiales, la relación con la clientela en una o
ambas lenguas será discrecional.
4. LA ROTULACIÓN DE LOS EDIFICIOS OFICIALES Y DE LAS VÍAS PÚBLICAS, las
comunicaciones administrativas, la información a la ciudada- nía, etc. en dichas comunidades (o en
sus zonas calificadas de bilingües) es re- comendable que sean bilingües pero en todo caso nunca
podrán expresarse únicamente en la lengua autonómica.

5. LOS REPRESENTANTES POLÍTICOS, tanto de la administración central como de las


autonómicas, utilizarán habitualmente en sus funciones institucio- nales de alcance estatal la lengua
castellana lo mismo dentro de España que en el extranjero, salvo en determinadas ocasiones
características. En los parla- mentos autonómicos bilingües podrán emplear indistintamente, como
es natu- ral, cualquiera de las dos lenguas oficiales.

Firmado por Mario Vargas Llosa, José Antonio Marina, Aurelio Arteta, Félix de Azúa, Albert
Boadella, Carlos Castilla del Pino, Luis Alberto de Cuenca, Arcadi Espa- da, Alberto González
Troyano, Antonio Lastra, Carmen Iglesias, Carlos Martinez Go- rriarán, José Luis Pardo, Álvaro
Pombo, Ramón Rodríguez, José M. Ruiz Soroa, Fer- nando Savater y Fernando Sosa Wagner.

Sin embargo, al final la ley de educación catalana fue aprobada en 2009. El mo- delo de inmersión
del Gobierno catalán fue llevado al Tribunal Supremo en 2011 y el Tribunal Superior de Justicia de
Cataluña instó a la Generalitat a equiparar el castellano y el catalán en la elección de lengua de
enseñanza. El recurrir a los tribu- nales fue debido a que, a juicio de varias familias, el modelo no
aseguraba su pretensión de que sus hijos fueran educados en castellano. Estas familias solicitaban la
equiparación tradicional de las dos lenguas implicadas en el sistema educativo cata- lán. La
solicitud prosperó. La Justicia instó al Gobierno catalán a garantizar la ense- ñanza en castellano, al
igual que hacía con el catalán, como puede leerse en la si- guiente noticia de El Pais (2013):
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=27273>; pues no era suficiente, para las instancias judiciales, la
atención individualizada a los alumnos que opten por la enseñanza vehicular en castellano. Al
amparo de dicha reclamación surgieron movimientos como la Asamblea por una Escuela Bilingüe,
que se sumaron a otros ya existentes, como Conciencia Cívica Catalana. Las recla- maciones de las
familias giran en torno al deseo de que el castellano que aprendan sus hijos no sea una lengua pobre
en recursos, similar a la que hablan los jóvenes del programa televisivo Gran Hermano. La
comparación está en la siguiente noticia de ABC (2013):
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=29295>. Finalmente, se aprue- ba el Real Decreto 591/2014 por
el que se blinda la enseñanza en castellano en to- das las comunidades autónomas y se conceden
subvenciones a los centros privados a fin de garantizarla. La Generalitat, por contra, se defiende
mediante acciones co- mo la de publicar un "memorial de agravios" del Estado español contra el
catalán, como puede leerse en la siguiente noticia publicada por el diario ABC en el año 2015:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=36329>. Antes lo ha hecho a través de manifestaciones
multitudinarias y declaraciones de defensa promovidas por institu- ciones afines al Gobierno
catalán, como la plataforma Somescola.cat o la asocia- ción Òmnium Cultural, y se apela a la
autoridad de lingüistas como avales de sus bondades. Es el caso de Jesús Tuson en otra noticia, esta
vez publicada en El Perió- dico en 2011: <lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=19821>. El conflicto
lingüístico, pues, está servido y, además, viene acompañado en la prensa de etiquetas muy gruesas
como persecución o genocidio lingüísticos. En el otro bando, se habla de comportamientos propios
del nazismo, como se puede comprobar mediante la bús- queda de dichas etiquetas en la
Hemeroteca Lingüística Virtual. La última noticia hasta la fecha sobre este tema es la recogida por
diarios como El Mundo, según la cual el Tribunal Supremo no acepta el recurso de la Generalitat
catalana contra su condena a pagar una indemnización a una niña por no haber recibido las clases de
castellano que, por ley, le corresponden: <lenguayprensa.uma.es/archivo/?p= 39665>.

3. Galicia
Su ley de normalización lingüística es de 1983. Su Gobierno autonómico ha implantado una
Secretaría Xeral de Política Lingüística: <lingua.gal>. Ya ha que- dado atrás el conflicto político
que, a costa de las lenguas, sufrió la comunidad, sobre todo instigada por el Bloque Nacionalista
Galego (BNG), aunque esté aún vigente en ciertos puntos, como en el Concello de Ferrol, donde el
Bloque ha impuesto exclusivamente el gallego como lengua oficial. El BNG sigue luchando por la
visibilidad de la lengua gallega y su uso, por ejemplo, en la toponímia ofi- cial, como puede
comprobarse en esta noticia extraída de La Opinión de A Coru- ña y publicada en 2015:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=37881>. También lucha por la elevación a ley del Plan Xeral de
Normalización Lingüística, aproba- do en 2004. En 2007, durante el bipartito gubernamental
compuesto por el Partido Socialista Obrero Español y el Bloque Nacionalista Galego, se aprobó el
Decreto polo que se regula o Uso e a Promoción do Galego no Sistema Educativo. Por su parte,
instituciones como la Mesa pola Normalización Lingüística o la Plataforma Queremos Galego!
velan por la normalización del uso de la lengua de Galicia no solo en el ámbito educativo, mientras
que otras, como Galicia Bilingüe, apoyan la libre elección de lenguas. En 2010 se aprobó el
conocido como "decreto de pluri- lingüismo", similar al valenciano en cuanto a la implantación de
un sistema trilin- güe en la educación no universitaria. Las estadísticas muestran un descenso en el
uso del gallego por parte de los más jóvenes, lo que es achacable, según algunos sectores, a la
política lingüística implantada por el Gobierno de la comunidad, en manos del Partido Popular. De
ahí manifestaciones masivas como las que narra la noticia publicada en El País en 2015, con el
llamativo titular "Más de 20 000 personas reivindican que sus nietos puedan vivir en gallego"
(puede consultarse en: <lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=35687>). Por otra parte, el gallego se ve
inmerso actualmente en la configuración de su ortografia, fundamental en el pro- ceso de cualquier
lengua, como hemos tenido ocasión de comprobar: unos son partidarios de aproximarla al portugués
(los ejemplos más representativos son el Instituto da Lingua Galega o la Real Academia Galega),
otros en conferirle auto- nomía con respecto a otras lenguas.

4. Islas Baleares

Con el espíritu de la ya lejana ley de normalización lingüística de baleares, aprobada en 1986, el


modelo educativo hasta hace bien poco era bilingüe (catalán y español) -regulado por el Decreto
92/1997, más popularmente conocido como "decreto de mínimos"- con un intento posterior de
erigirlo en trilingüe y por una clara apuesta de diferenciar el catalán de las modalidades lingüísticas
que, de dicha lengua, existen en la comunidad autónoma, incluso tratando de llamarlas de mane- ra
distinta al catalán. La relación entre lengua y política, no hablamos ahora de polí- tica lingüística, es
evidente, como se comprueba por la lectura de esta noticia publi- cada en ABC en 2014:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=32150>. Sin embargo, la actual política lingüística del Gobierno
insular ha optado por una defensa a ultranza del catalán frente al uso del español no solo en la
enseñanza, sino tam- bién en la Administración autonómica, a cuyos funcionarios se les exige
conocer aquella lengua. Ello supone una vuelta al modelo de los años ochenta, favorece dor de la
inmersión lingüística en catalán. Han surgido reacciones en contra de esta política, que será
reconocida oficialmente durante dicha legislatura, como las de la Fundación Círculo Balear. Por
contra, organizaciones como Obra Cultural Balear y Acció Cultural de Menorca, de la que fue
presidenta la actual directora de Política Lingüística del Gobierno Balear, navegan en la dirección
contraria. El Gobierno autonómico vigente, una coalición entre el Partido Socialista Obrero Español
y el grupo nacionalista Més, ha suprimido el modelo trilingüe (catalán, español e inglés) que trató
de implantar el Partido Popular en la legislatura ante- rior, conocido como modelo TIL (Tratamiento
Integrado de Lenguas), aprobado en 2013 y que tantas críticas recibió por parte de la comunidad
educativa (53 no- ticias hemos recogido en la Hemeroteca Lingüística Virtual), llegando incluso a
ser rechazado por el Tribunal Superior de Justicia de las Islas Baleares en 2014. Algunas familias
han reaccionado en contra de esta imposición y reclaman ense- ñanza bilingüe en las dos lenguas
cooficiales, lo que ha originado episodios tilda- dos de persecución lingüística, como el más
conocido, el de la familia de Inca, una niña que asiste a un colegio con proyecto lingüístico con
inmersión exclusiva en catalán. Así lo narró el diario El Mundo en una noticia publicada en 2015:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=39035>. Y así, frente a la Marea Verde a favor de la
erradicación del modelo educativo del Partido Popular, surgieron movimientos que lo apoyaban,
como el de las Camisas Blancas, con huelgas y manifestaciones como factores de presión en uno y
otro bando. Un ejemplo lo tenemos en esta noticia publi- cada en el diario El País en 2013:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=29877>.

5. Navarra

En esta comunidad foral, cuyo Gobierno cuenta con un Instituto Navarro del Euskera, el castellano
es la lengua oficial, pero el vascuence tiene este carácter según la zona. La Ley Foral del Vascuence,
que declara como lengua oficial el castellano, fue aprobada en 1986 y distingue las zonas
vascófona, mixta y no vas- cófona dentro del territorio navarro. Esta zonificación, a juicio de
algunos exper- tos, plantea una situación problemática, de merma de derechos lingüísticos. La
vacilación en la implantación de modelos -hasta cuatro distintos, según las zonas, muy similares a
los del País Vasco-ha derivado en numerosos conflictos lingüís- ticos, políticos y sociales, ya que, a
pesar del esfuerzo por mantener la conserva- ción del euskera, no ha implicado un impulso
igualitario con respecto al caste- llano. Podemos leerlo en esta noticia, publicada en 2015 por El
Diario Norte: <lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=35516>. No obstante, la situación parece estar
cambiando en los últimos años, a raíz de las sucesivas modificaciones de la Ley Foral del
Vascuence, con la extensión del modelo D, de enseñanza en euskera, a todo el territorio navarro, sea
euskaldún o no. De hecho es el segundo modelo donde se produce un mayor número de
matriculaciones, después del G (de ense- ñanza en español, sin asignaturas en euskera), que es el
más extendido. Sobre la extensión del modelo D puede leerse en la siguiente noticia, publicada en
Noticias de Navarra en 2015, el optimismo de las entidades educativas relacionadas:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=35588>. Recientemente se han incorporado modelos
plurilingües, denominados de tratamiento integrado de las lenguas, con la enseñanza de asignaturas
en español, euskera, francés e inglés. Sin embargo, las cosas parecen estar girando hacia sistemas
más radicales, aprobados por la actual legislatura, presidida por Geroa Bai en coalición con varios
partidos de izquierda, con una política de fomento del euskera en los medios de comunica- ción, así
como la euskaldunización de la vida pública en general. Lo podemos leer en la siguiente noticia,
localizada en el diario El Mundo y con fecha de 2015: <lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=37791>.
Esta política es entendida como in- serta en un plan de cohesión territorial (Euskadi y Nafarroa)
para el independen- tismo vasco, según se deduce de la lectura de esta noticia publicada en El País:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=38142>

6. País Vasco

La Ley Básica de Normalización del Uso del Euskera de 1982 constituye la mayor base legal para
normalizar el uso del euskera. En esa misma fecha se funda el Consejo Asesor del Euskera, que vela
por el cumplimiento de dicha ley, así como del Plan General de Promoción del Uso del Euskera.
Con respecto al régi- men jurídico más significativo en cuanto a derechos lingüísticos, hay algunos
trabajos realizados por el propio Gobierno Vasco, como el Plan General de Nor- malización
Lingüística, de la Administración de Justicia de la Comunidad Autó- noma del País Vasco (2008-
17). Según lo dispuesto en el Estatuto de Autonomía, aprobado en 1979, no se puede "discriminar"
a los ciudadanos por hacer uso o no del euskera. A su vez, esta lengua será elemento integrador de
todos los vascos, por lo que se debe salvaguardar y fomentar su uso. En el ámbito educativo, la
primera disposición legal significativa es el decreto por el que se regula la incor- poración de la
lengua vasca al sistema de enseñanza en el País Vasco, aprobado en 1979. La Ley de Normalización
del Euskera, ya citada, reconoce en su artículo 15 "el derecho a recibir la enseñanza tanto en
euskera como en castellano en los diversos niveles educativos", para lo cual "el Parlamento y el
Gobierno adoptarán las medidas oportunas tendentes a la generalización progresiva del bilingüismo
en el sistema educativo de la Comunidad Autónoma del País Vasco". Los alumnos pueden
escolarizarse en tres modelos educativos: A, B y D. Es el artículo 20 de la Ley de la Escuela Pública
Vasca, promulgada en 1993, el que describe el currícu- lum de cada modelo: el A "se impartirá
básicamente en castellano, pudiéndose impartir en euskera algunas actividades o temas del mismo";
el B en euskera y castellano; y el D en euskera. Son los modelos B y D las apuestas más claras en
cuanto a su promoción por parte del Gobierno Vasco, y en esta linea van las últi- mas reformas de
este sistema educativo, lo que ha provocado reacciones por parte de los partidos no nacionalistas, si
bien las últimas tendencias optan por un mode- lo trilingüe, en sintonía con los casos gallego y
valenciano. En declaraciones del actual lendakari, Íñigo Urkullu, el cuidado del euskera "también es
tarea de la Administración del Estado", como recoge El Mundo en una noticia publicada en 2015:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=38977>. Quizás en este contexto supra- rregional, de
convivencia no siempre pacífica entre las lenguas de España, habría que insertar la polémica que
tuvo como protagonista al entrenador Gaizka Gari- tano, cuando en una rueda de prensa en Almería
respondió en euskera a preguntas formuladas en español. Su intervención recibió muchas criticas,
pero también encendidas defensas, sobre todo de hablantes procedentes de comunidades bilin- gües,
como su colega Josep Guardiola, según recoge una noticia del diario Sport:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=36938>. Ahora bien, como se sabe, con la Ley Orgánica para la
Mejora de la Calidad Educativa de 2013 se ha abierto un nuevo debate estatal sobre los modelos
lingüísticos. Para los sectores menos inte- gradores, la ley supone un grave ataque al euskera, por
eso dichos sectores em- prenden acciones a favor del uso de esta lengua, como la iniciativa de Bildu
-la más radical en este sentido, al desterrar completamente el castellano durante su mandato en la
Diputación de Guipúzcoa- de poner banderolas con el lema "Quie- ro vivir en euskera" en los
balcones de las casas, según se recoge en 2015 en el diario El Mundo:
<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=39092>. Por último, los gastos del Gobierno Vasco para la
euskaldunización de sus empleados generan polémica. En la noticia publicada un año antes, en
2014, en El Diario Vasco pue- de consultarse la evolución de dichos gastos entre los años 1983 y
2012: <lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=37716>. Paralelamente, crecen las reclama- ciones por lo
que se conocen como vulneraciones lingüísticas por no poder usarse el euskera, reclamaciones que
son canalizadas por departamentos como Elebide, creado al seno de la flamante Consejería de
Educación, Política Lingüística y Cultura, implantada en la legislatura reciente. Lo cuenta El
Mundo en la siguiente noticia de 2015: <lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=37491>.

7.Valencia

Llamar balear al catalán que se habla en las Islas Baleares, en un intento de diferenciarse con
respecto a aquella lengua, ha sido parte de las políticas que tra- tan de dotar al catalán hablado en
Valencia de estatuto autónomo mediante su denominación como lengua valenciana, valenciano, etc.
De hecho, ha tenido ma- yor repercusión social y ha trascendido incluso al que se tiene como
diccionario oficial del español, el Diccionario de la lengua española (DRAE) que, a partir de su edición de
1992, pasa a definir valenciano como "variedad de la lengua catala- na" hablada en gran parte de Valencia,
con el añadido explicativo: "se siente allí comúnmente como lengua propia" (s.v.). La consideración del
valenciano como lengua fue dictaminada a golpe de estatuto, en concreto el de esta comunidad autónoma. La
intencionalidad política es evidente y guarda relación con cuestio- nes que tienen que ver con la identidad
lingüística y territorial; en concreto, la diferenciación con respecto al catalán y, a la postre, su región más
representativa, Cataluña. El siguiente paso -dado por el Partido Popular, el más reivindicativo en cuanto a ese
afán diferenciador- fue la pretensión de elevar a la Real Academia Española una petición para que modificara
aquella definición, para que pasara de ser "variedad de la lengua catalana" a ser, directamente, "lengua". El
Gobierno popular aprueba la creación de una Acadèmia Valenciana de la Llengua y, en su argumentario para
probar sus diferencias con respecto al catalán, miembros del partido señalan la presencia de testimonios
anteriores a esta lengua: "El PPCV [Partido Popular de la Comunidad Valenciana] asegura que el valenciano
se escri- bia en el siglo VI antes de Cristo", recoge el titular de una noticia publicada en 2013 por El
Huffington Post (<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=38371). Los me- dios catalanes, como La Vanguardia,
se valen también de estos comentarios para atacar la estrategia anticatalanista del Partido Popular valenciano,
como puede verse en: <lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=38096>. No es de extrañar la presencia de
comentarios muy sarcásticos, como los presentes en la noticia titulada "El PP y el creacionismo lingüístico",
publicada ese mismo año en las páginas del diario El País: <lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=29434>. La
misma Acadèmia Valen- ciana de la Llengua intervino en el debate, avisando al Parlamento de la comuni-
dad acerca de su injerencia con respecto a las decisiones tomadas por dicha Acadèmia, que se erige como
autoridad legislativa según el Estatuto de Autono- mía de la Comunidad Valenciana, como se lee en la
siguiente noticia publicada por el diario ABC aquel mismo año
(<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=38080>): "La AVL [Acadèmia Valenciana de la Llengua] carga contra la
propuesta del PP sobre el origen del valenciano". Aunque, sorprendentemente, hemos encontrado una noticia
en El Mundo que señala que, para dicha Acadèmia, catalán y valen- ciano son la misma lengua
(<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=38365>). Sea como fuere, la reacción de los políticos catalanes no se
hizo esperar, hasta el pun- to de que el presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas, pidió apoyo a la
Unesco para que el valenciano siga llamándose catalán, pues, a juicio de las insti- tuciones culturales
catalanas, existe una verdadera persecución lingüística contra dicho idioma, como puede leerse en el titular
de la noticia publicada en ese mismo diario (<lenguayprensa.uma.es/archivo/?p-34742>). El argumentario y
las reivindicaciones a favor del valenciano como lengua son aprovechados, además, por otras variedades del
catalán, como la balear: "Si el valenciano es una lengua, el balear también", es el titular de la noticia
publicada en el Diario de Mallorca, que recoge los testimonios de la Fundación Círculo Balear, ya mencio-
nada anteriormente: <lenguayprensa.uma.es/archivo/?p=38105>. Por lo demás, la consideración del
valenciano como lengua en la comunidad ha dejado su impronta en la política educativa, con tres modelos
posibles, surgidos a partir de la promul- gación, en 1983, de la Llei d'Us i Ensenyament en Valencià: (1) el
Programa de Inmersión Lingüística (PIL), para la enseñanza en valenciano a hijos de familias
castellanohablantes; (2) Programa de Enseñanza en Valenciano (PEV), en este caso a hijos de familias
valencianohablantes; y (3) Programa de Incorporación Progresiva del Valenciano (PIV), el más extendido,
con docencia fundamental- mente en castellano. Recientemente se ha implantado el llamado "decreto de plu-
rilingüismo", aprobado en 2012, con la finalidad de optar por un modelo trilingüe (castellano, inglés,
valenciano), con posibilidad de elección de una cuarta lengua (francés, alemán o italiano) en todo el sistema
educativo.

En definitiva, la cooficialidad lingüística es un logro de la democracia españo- la que, sin embargo, genera
situaciones de conflicto alentadas por decisiones poli- ticas, traducidas en distintos corpus legislativos
(estatutos, decretos, etc.). Según el signo político, así serán las decisiones tomadas sobre las lenguas y sus
varieda- des, a veces incluso contradictorias entre voces del mismo signo, en función del territorio en que se
apliquen. Por otro lado, existen comunidades de habla, las propias de las regiones que aquí se han
comentado, que desean sentirse libres para elegir cualquiera de las lenguas, oficiales o no, que tienen a su
disposición en su territorio, capaces, dichas lenguas, de afrontar cualquier situación comunicativa que se les
presente, desde las más hasta las menos formales; o al menos aspiran a ello. Esa libertad deseada por los
hablantes choca precisamente con aquellas deci- siones, lo que provoca disfunciones más que evidentes.

C) El español en Estados Unidos

Quedaría por ver la última de las situaciones susceptibles de planificación en el mundo hispánico, como es la
de aquellos países donde se habla español aunque no como primera lengua. Ya adelantábamos que, de esta
situación, Estados Uni- dos, con su acogida masiva, unos cincuenta millones, de inmigrantes hispanos es el
ejemplo paradigmático. Existen datos empíricos suficientemente relevantes como para otorgar estatus de
variedad nacional del español al que se habla en Estados Unidos. Y no solo para considerarla una variedad
más, pues el hecho de contar con cincuenta millones de hablantes la sitúa en cuarto lugar en el ranking de
países hispanoparlantes, por encima incluso de España. La última publicación que se hace eco de la
importancia de esta variedad nacional es la elaborada por la Academia Norteamericana de la Lengua
Española, principal valedora de dicho estatus, editada por Domnita Dumitrescu y Gerardo Piña-Rosales: El
español en los Estados Unidos. E pluribus unum? Enfoques multidisciplinarios (2013). Des- de diversas
perspectivas se abordan cuestiones relacionadas con la adquisición y la transmisión intergeneracional, las
comunidades bilingües, las cuestiones ideo- lógicas y de identidad, también las pedagógicas y educativas,
etc. Así se articulan los diecisiete estudios, clasificados en cinco secciones, de que consta el volumen, todos
ellos elaborados por investigadores de universidades estadounidenses.

Si bien el papel de instituciones como el Instituto Cervantes es muy relevante para la difusión de la lengua y
la cultura hispánicas no solo en el país norteameri- cano, lo cierto es que es en él donde se vela más por la
situación del español (y razones no faltan, a tenor de las previsiones que, de cumplirse, harían de este país el
primero de habla hispana a mediados de esta centuria). La prueba está en la creación de un organismo
específico del Cervantes, el Observatorio de la Lengua Española y las Culturas Hispánicas, con sede en la
Universidad de Harvard. En el análisis de la situación, se tiene muy en cuenta, como es evidente, no solo el
uso sino la enseñanza de la lengua en todos los niveles educativos. Una de las prime- ras conclusiones
emitidas por el Observatorio es que el español ocupa la primera posición en el ranking de idiomas enseñados
en todos los niveles educativos de Estados Unidos. Así pues, la implantación de programas bilingües en
Estados Unidos es una realidad. Otra, no obstante, es la calidad de los resultados, condi- cionados por
distintos factores (como son, por ejemplo, la cualificación de los docentes y los materiales empleados), así
como la demanda de dichos programas en los centros, a todas luces insuficiente, lo que provoca una escasa
oferta. Es decir, salvo excepciones (el caso de Florida y sus programas de inmersión bilin- gües son
esperanzadores al respecto), todo parece indicar que el estadounidense sigue fiel al tópico de la comodidad
de su monolingüismo. Volvemos entonces al punto de partida: el tema de las actitudes lingüísticas. Y varias
son aquí las cues- tiones que deberían considerarse. En primer lugar, no cabe discusión al hablar del flujo
migratorio hispano hacia Estados Unidos, pero conviene no olvidar que la lengua que llevan al nuevo país (la
española y, con frecuencia, la indígena de su territorio) no es la que les va a brindar nuevas oportunidades
económicas y profe- sionales. El español es el idioma del pobre y, en un país donde el principal insulto es
llamar a alguien fracasado, conviene desligarse de él lo más pronto posible. El dominio de la lengua de la
sociedad receptora, el inglés, es símbolo de triunfo personal. Si los emigrantes no lo han hecho antes, la
generación nacida ya en te- rritorio americano abandonará el español con toda seguridad. Las muestras de
lealtad lingüística hacia el idioma de sus antepasados, por tanto, se desvanecen. Cierto es que estamos
hablando de generalizaciones, las cuales pueden estar con- dicionadas por otros factores (por ejemplo, la
proximidad geográfica de la frontera, donde la situación no ha de ser necesariamente tan radical), y que
quizás haya que estudiar cada caso de manera particular. Pero la visión panorámica no es otra. Desde la otra
perspectiva, la de la sociedad anfitriona, pueden observarse ciertas relaciones, clarísimas, entre lengua e
ideología (dominante). No en vano, existen movimientos como el English Only, vinculado a sectores de la
población de ideo- logía conservadora, que abogan por la oficialidad exclusiva de dicha lengua en todo el
territorio norteamericano; o se puede llegar a extremos como las denomi- naciones paródicas de las
variedades híbridas del español (cubonics, español ba- rrio, Mix-im-up, Mock Spanish, pachuco, Spanglish,
tex-mex, etc.), variedades que imitan los hablantes monolingües, especialmente de las clases altas, con la
clara intención de humillar. En Estados Unidos, es la portorriqueña -recordemos que Puerto Rico es un caso
particular: un Estado libre asociado de hablantes que sienten el inglés como lengua extranjera- la variedad
menos valorada y más liga- da a estereotipos de toda clase (culturales, económicos, profesionales, etc.).

4. Metodologia de la investigación sociolingüística

La sociolingüística es una disciplina de corte empírico, es decir, basa sus princi- pios y fundamentos teóricos
en los resultados obtenidos a través de un amplio y diverso conjunto de trabajos que analizan de manera
detallada datos tomados de la realidad.Dicho carácter empírico hace que la sociolingüística, como cualquier
otra disciplina experimental, otorgue una gran importancia a la definición y descripción rigurosa de los
diferentes métodos de trabajo que permiten al investigador recoger sus datos, manejarlos y analizarlos de tal
manera que los resultadospuedan dar lugar a interpretaciones válidas y contrastables.

La importancia que tiene el diseño de una buena metodología a la hora de llevar a cabo un trabajo de
investigación sociolingüística ha dado lugar a que dicha disciplina cuente con un destacado repertorio
bibliográfico dedicado a tratar, precisamente, las diferentes formas de afrontar el estudio del lenguaje en el
marco de sus contextos de uso, como, por ejemplo, el excelente trabajo de Juan M. Hernández Campoy y
Manuel Almeida, Metodologia de la investigación sociolingüística, publicado en 2005, o el libro, ya clásico,
de Francisco Moreno Fernández, Metodologia sociolingüística, publicado en 1990. Es muy significati- vo
que el manual de Chambers, Trudgill y Schilling-Estes (2002), dedicado al estudio de la variación y cambio
lingüístico (dos de los principales núcleos de interés de la sociolingüística, como se indica en el capítulo 2),
comience preci- samente con una sección dedicada a las principales cuestiones metodológicas que surgen a
la hora de afrontar cualquier investigación: el trabajo de campo y el análisis de los materiales a través de
diferentes herramientas, como pueden ser programas de análisis estadístico o laboratorios de fonética, entre
otros. Es lógico pensar que el conjunto de decisiones metodológicas adoptadas a la hora de diseñar cualquier
trabajo de investigación, así como la elección de los materiales y herramientas que se van a emplear, debe
venir determinado por el objetivo que se persiga en cada estudio particular (vid. 5): no se puede diseñar el
mismo tipo de experimento si se va a indagar sobre la distribución social de determinada variable lingüística
en una comunidad de hablantes, que puede dar lugar a un experimento como el que realizó Labov en tres
grandes almacenes de la ciudad de Nueva York (Labov, 1972b) (vid. 4.2.2.C), que si se pretende ave- riguar
cuáles son los contextos de uso de dos lenguas en contacto empleadas por una comunidad diglósica, como el
que realizó Susan Gal en la ciudad austríaca de Oberwart (Gal, 1979).

En efecto, el marco de la investigación, la hipótesis de partida, los estudios previos, etc. condicionan la
elección del método de trabajo (vid. 5) pero, al mismo tiempo, las decisiones metodológicas influyen de
manera directa en los resultados obtenidos. Así, elementos como los criterios que determinan la selección de
los informantes o la manera en la que se formulan las preguntas que aparecen en los cuestionarios pueden
condicionar de alguna forma las respuestas e influir en los resultados. Se trata de un axioma clásico en
cualquier tipo de investigación científica: las condiciones de la recogida de los datos pueden "contaminar"
las muestras (vid. 4.2.2.4). El diseño de un buen método de trabajo consiste en evitar, en la medida de lo
posible, la aparición de determinados sesgos, pero también en reconocer sus limitaciones y tenerlas en cuenta
a la hora de llevar a cabo la inter- pretación de los resultados tras el análisis.

El presente capítulo se centra en cuatro aspectos fundamentales relacionados con la metodología


sociolingüística: en el primer apartado se explica cómo se debe llevar a cabo la selección de los informantes
a través de diferentes técnicas de muestreo; el segundo presenta los diferentes procedimientos que se pueden
utilizar para recopilar el material lingüístico; en el tercer apartado se muestra cómo se pueden preparar esos
materiales para su posterior análisis a partir de las técnicas de transliteración y etiquetado así como de
tabulación y codificación; por último, el apartado cuarto se dedica a introducir, de forma muy breve, algu-
nas cuestiones fundamentales relacionadas con el análisis estadístico.

4.1. La selección de los informantes

A la hora de llevar a cabo una investigación sobre cualquier fenómeno de varia- ción lingüística, lo primero
que se debe determinar es el objetivo del estudio y la hipótesis de trabajo (cuestiones que se tratan en el
capítulo 5). Una vez que este asunto está claro, el siguiente paso consiste en seleccionar a aquellos hablantes
que van a ser estudiados. Afortunadamente, no es necesario recoger materiales de todos los sujetos de una
comunidad determinada (sería prácticamente imposible entrevistar a todos los habitantes de una ciudad, por
ejemplo), de modo que hay
que seleccionar una muestra representativa de ella. En el primer punto de este apartado se explican los
conceptos de población y muestra, se describen las dife- rentes técnicas de muestreo y se aborda la cuestión
del tamaño muestral. El se- gundo se dedica a exponer el método de selección de informantes aplicado por
los estudios de redes sociales, que son una alternativa a las investigaciones de corte macrosociológico y que
son muy frecuentes en la investigación sociolingüística (Milroy y Gordon, 2001; Ávila, 2001).

4.1.1. Población, muestra, técnicas de muestreo y representatividad

El concepto de población tiene relación con el de universo, propio de la estadisti- ca. La población la
constituyen todos los sujetos que pertenecen a la comunidad que se pretende estudiar: todos los sujetos que
residen en una ciudad, en un barrio determinado, en una población rural, etc.; también puede formar una
población cualquier otro grupo que responda a determinada característica que interese inves- tigar: por
ejemplo, en el estudio sobre la disponibilidad léxica de los estudiantes preuniversitarios llevado a cabo en la
ciudad de Málaga, la población está consti- tuida por todos los sujetos escolarizados en segundo curso de
bachillerato en esta ciudad (Avila, 2006).

Aunque el concepto de población puede parecer sencillo no está exento de problemas ya que, tal y como
explica Moreno Fernández (1990), si se pretende llevar a cabo una investigación sociolingüística sobre una
ciudad como Alcalá de Henares (Madrid), la población estaría formada por todas las personas residen- tes en
dicha localidad pero, dado que se está trabajando con datos de tipo lingüís- tico, habría que plantearse si es
conveniente contabilizar a aquellos sujetos que lleven poco tiempo residiendo en esa ciudad y que tengan un
origen lingüístico marcadamente diferente (un hablante andaluz, por ejemplo). Algo así no sería reseñable si
la mayor parte de la población fuera originaria de Alcalá, pero preci- samente en este caso no es así (en 1981,
un 86,8% de la población residente en Alcalá de Henares no era originaria de esa ciudad). La realidad es que
a partir de la segunda mitad del siglo XX un gran número de ciudades del mundo occidental industrializado
ha recibido un fuerte incremento migratorio que ha reconfigurado sus variedades lingüísticas a través de
procesos de convergencia y divergencia dialectal que son, en gran medida, objeto de interés de la teoría de la
variación (Villena, 1997).

Una vez delimitada la población sobre la que se pretende llevar a cabo el tra- bajo de investigación, es
necesario extraer una muestra representativa de ese uni- verso. Para ello se pueden aplicar determinadas
técnicas de muestreo, como son el muestreo de probabilidad o aleatorio y el muestreo de no probabilidad o
selectivo (Moreno Fernández, 1990; Hernández Campoy y Almeida, 2005). En realidad,ninguna de estas
técnicas se considera perfecta y muchos de los trabajos combinan más de una en función de las necesidades
de cada estudio. El muestreo aleatorio o al azar (random sampling) es un procedimiento que parte de un
censo, una guía telefónica o una lista de contribuyentes y todos los miembros de dicha lista tienen la misma
probabilidad de ser seleccionados para formar parte de la muestra. Además del muestreo aleatorio simple,
que sería el descrito, hay dos variantes: el estratificado y el muestreo aleatorio en racimo.

El muestreo aleatorio estratificado divide la población en categorías (edad, sexo, etc.) y se selecciona,
también al azar, una serie de informantes por cada una de ellas (el número de informantes puede ser
proporcional al número total de in- dividuos que hay en cada una de las categorías -muestreo aleatorio
estratificado proporcional- o bien uniforme -muestreo aleatorio estratificado uniforme..).

El muestreo aleatorio en racimo consiste en que la selección de los informan- tes no se hace a partir de todo
el universo posible sino a partir de uno de menor escala pero igualmente representativo. Los muestreos
aleatorios presentan importantes problemas de tipo metodoló- gico-especialmente en lo que respecta a la
disponibilidad de los sujetos seleccionados- y no están exentos de mostrar sesgos evidentes a la hora de
seleccionar a los sujetos, ya que los censos electorales, por ejemplo, no incluyen menores de edad; en las
guías de teléfono solo aparecen los titulares de las líneas y en las listas de contribuyentes solo figuran
individuos con cierto poder adquisitivo.

Estos inconvenientes han provocado que se hayan impuesto las técnicas de muestreo selectivo (judgement
sampling) que son más sencillas, menos costosas y aportan resultados fiables que permiten realizar
generalizaciones útiles sobre la variación lingüística (Macaulay, 1977). Este tipo de técnica consiste,
principal- mente, en que el investigador selecciona, según su propio criterio, a aquellos in- formantes que van
a participar en su muestra. Se suelen considerar tres tipos dife- rentes de muestreo selectivo o de no
probabilidad: muestreo accidental, muestreo intencionado y muestreo por cuotas.

El primero, el muestreo accidental, consiste en abordar a los informantes que se cruza el investigador hasta
que la muestra alcanza el tamaño establecido. El muestreo intencionado se basa simplemente en el criterio
del investigador, que selecciona a los informantes por algún motivo que le resulta razonable o con- veniente
para el objetivo de su investigación. Este tipo de muestreo recuerda al que utilizaba la dialectología
tradicional para buscar a sus informantes, que te- nían que ser hombres mayores de origen rural y que
prácticamente nunca hubie- ran salido de la comunidad estudiada; son los informantes que responden, en la
tradición anglosajona, a las siglas NORM (non mobile, old, rural and male).

El muestreo por cuotas (quota sampling), también llamado muestreo cualifi- cado, consiste en que el
investigador divide de antemano a la población estudiada en subgrupos a partir de una serie de categorias,
como pueden ser la edad o el nivel de instrucción y, a partir de ahí, selecciona a un número determinado de
sujetos para completar cada una de las cuotas; al igual que sucedía con el mues- treo aleatorio estratificado,
el número de sujetos en cada subgrupo puede ser pro- porcional a la población correspondiente o bien ser fijo
en cada uno de ellos. Hay por tanto dos grandes tipos de muestreo por cuotas: de afijación proporcio- nal o
de afijación uniforme.

La muestra por cuotas de afijación uniforme es un procedimiento habitual en la investigación


sociolingüística y es el que se utiliza, por ejemplo, dentro del proyecto PRESEEA (Moreno Fernández,
1996). El objetivo de dicho proyecto es analizar materiales procedentes de un gran número de ciudades del
mundo hispánico recogi- dos con una metodología similar en cada una de las comunidades de habla investi-
gadas: las muestras empleadas deben, según la propuesta metodológica del proyec- to, dividir a la población
a partir de tres variables de estratificación: sexo, edad y nivel de instrucción, de tal modo que la muestra
obtenida para una ciudad como Málaga podría representarse tal y como aparece en el cuadro 4.1.
La muestra por cuotas de afijación uniforme no impide que, además de las categorías seleccionadas como
variables de control en la estratificación, se puedan re- coger muchas más como variables de
posestratificación. Esto quiere decir que, en el momento de llevar a cabo la encuesta, el informante puede
aportar información adicional acerca de sí mismo; de esta manera se pueden conocer datos muy intere-
santes para la investigación sociolingüística como pueden ser, entre otros, el origen de sus padres, su
ocupación, el tipo de contacto con los medios de comunicación e,incluso, información acerca de sus
actitudes lingüísticas con respecto a la variedad estudiada o a la variedad estándar. Esta información, que se
puede recoger, en reali- dad, a partir de cualquier tipo de muestra (no solo la selectiva cualificada), permite
dividir a los informantes seleccionados en diversas categorías que pueden aportar información relevante para
explicar los patrones de variación.

Es muy frecuente que, a la hora de completar las cuotas de una muestra selec- tiva, los investigadores
adopten el procedimiento de "bola de nieve", a través del cual se utilizan las redes sociales de los
participantes para reclutar a otros infor mantes potenciales (Milroy y Gordon, 2003): el investigador
simplemente pre- gunta a su informante si conoce a otras personas que estuviesen dispuestas a par- ticipar en
el estudio. De esta manera, el investigador se acerca a sus informantes potenciales no como un completo
extraño sino como "el amigo de un amigo".

La última cuestión que queda por tratar con respecto a la selección de los in- formantes se refiere a qué
tamaño debe tener la muestra para que sea representati- va de la población, es decir, cuántos hablantes se
deben emplear para llevar a cabo el análisis. Ya Labov en 1966 señalaba que bastaría con analizar un 0,025
del universo total,es decir, un informante por cada 25 000 sujetos de la población. Esto quiere decir que si se
pretende analizar una población de un millón de habitantes habría que tra- bajar sobre una muestra de 40
sujetos. Labov, después de haber trabajado con mues- tras muy amplias, llegó a la conclusión de que la
conducta lingüística es bastante homogénea, de tal modo que la sociolingüística no requiere manejar muchos
infor- mantes. La utilización de un gran número de sujetos puede resultar redundante y, además, ralentiza el
trabajo. Sin embargo, tal y como señalan Hernández Campoy y Almeida (2005), extraer conclusiones sobre
el comportamiento lingüístico a partir de un pequeño número de informantes es también muy arriesgado.

Una cuestión muy importante que hay que tener en cuenta cuando se establece el tamaño de la muestra es el
número de variables de estratificación que se va a considerar: si lo que se pretende es analizar el habla de
hombres y mujeres de la misma edad y nivel de instrucción, el trabajo cuenta únicamente con dos celdas:
hombres y mujeres; si el trabajo se amplía y se pretende estudiar también otro grupo de edad, habrá que
considerar ahora cuatro celdas: hombres jóvenes, muje- res jóvenes, hombres mayores y mujeres mayores; si
se aumenta más el trabajo y se considera otro nivel de instrucción, por ejemplo, el número de cuotas aumenta
todavía más. Como es lógico, cada celda se debe completar con un número sufi- ciente de informantes para
que sea representativo de cada grupo. El proyecto PRESEEA, del que se ha hablado antes, trabaja con una
afijación uniforme de cuatro informantes en cada celda, es decir, un total de 72 informantes por mues tra, lo
que supone una proporción de un informante por cada 25 000 personas en una ciudad de unos dos millones
de habitantes y mucho más holgada para una de menor población (Moreno Fernández, 1996).

4.1.2. Los estudios de redes sociales

Los conceptos de población y muestra están relacionados con los estudios de corte macrosociológico. En
ellos, se toma como punto de partida al individuo como sujeto representativo de un determinado grupo de
edad, sexo, clase social, etc. En los estu- dios reticulares, la selección de los informantes presenta matices
diferentes porque en ellos se entiende que el individuo es miembro de una red social. El concepto de red
social ha aportado profundas implicaciones teóricas (y metodológicas) a la sociolingüística, ya que ha
demostrado una gran capacidad explicativa sobre
la variación lingüística en un importante número de trabajos de investigación (vid. 1). Es importante destacar
que el concepto de red social es un término específico de determinadas disciplinas académicas, como la
sociología y la sociolingüística, y que tiene un significado diferente al que actualmente recibe en el lenguaje
gene- ral. El lector no debe confundir estas dos acepciones.

En el lenguaje común del siglo XXI, el término red social alude a una comuni- dad de tipo virtual en la que
los internautas intercambian información personal y contenidos multimedia. En el ámbito de la
sociolingüística, sin embargo, el signi- ficado de este término es bien distinto.

El concepto de red social procede del campo de la antropología social y empieza a utilizarse durante los años
cincuenta del siglo XX (Barnes, 1954; Homans,1958). La red social se puede definir como un entramado de
relaciones más o menos densas en las que el individuo interactúa, intercambia bienes materiales y comparte
determinados valores y actitudes.

Fueron los trabajos de James y Lesley Milroy en Belfast (1978) (Milroy, 1980; 1982) los responsables de
difundir el concepto de red social entre los socio- lingüistas, aunque tampoco hay que olvidar que Labov
empleó esta metodología al estudiar el inglés negro en Harlem (1972b) y Wolfram al investigar el habla de
los puertorriqueños en Nueva York (1974).

En estos trabajos pioneros y en otros muchos que se llevaron a cabo poste- riormente, se demuestra que el
comportamiento lingüístico de los hablantes está condicionado por el que presenta el resto de los miembros
de su red social. Se observa como dentro del mismo grupo social puede haber diferencias lingüísticas que
están relacionadas con la posición del individuo dentro de la red social, es decir, si este presenta un carácter
central o marginal.

Para comprender esto último es necesario explicar cómo se estructura una red social y cuáles son las
propiedades básicas de las redes sociales, como la densidad y la mutiplicidad.Barnes (1954) describía una
red social como una estructura en la que cada in- dividuo está en contacto con un número determinado de
personas, algunas de las cuales también están en contacto directo entre sí y otras no. Cualquiera de noso-
tros, por poner un ejemplo sencillo, puede estar en contacto con su padre, con su madre y con tres amigos de
la facultad. Lo más habitual es que el padre y la ma- dre también tengan contacto directo entre sí, es decir, se
conocen entre ellos y se tratan frecuentemente. Puede ser también que uno de nuestros amigos de la carre ra
conozca a nuestro padre y a nuestra madre, de tal modo que los tres se conocen y se tratan. Sin embargo, el
otro amigo conoce solo a nuestra madre, pero no a nuestro padre y el tercero de ellos no conoce ni a uno ni a
otro. Por otro lado, nuestros tres amigos de la facultad se conocen y se tratan entre sí y dos de ellos son,
además de amigos, primos, por lo que, junto a la relación de amistad, man- tienen entre sí una relación de
parentesco.

Barnes imaginaba que esta estructura se podía representar como una serie de puntos unidos por lineas. Cada
uno de estos puntos es una persona (aunque a ve- ces podrían representar grupos) y las líneas indican qué
personas interactúan entre si. Una red social sencilla como la que se propone en el ejemplo se podría repre-
sentar tal y como aparece en la figura 4.1.

Figura 4.1. Ejemplo de red social. Las líneas continuas indican que los sujetos mantienen relaciones de
parentesco y las discontinuas, de amistad.

Como se puede deducir, el primer paso en la investigación reticular consiste en determinar el "anclaje"
(anchorage), es decir, en elegir a un sujeto que consti- tuirá el centro de la red y que sirve como referencia
para trabajar. A partir de ahí se establece la red a través de los vínculos y relaciones con otros miembros que
constituyen la "red personal" del individuo de anclaje, que son los sujetos más estrechamente relacionados
con él.

El segundo punto es describir correctamente cuáles son las relaciones entre los sujetos, es decir, cómo son los
vínculos que unen los puntos de la red. Dichas relaciones provienen de las distintas actividades o ámbitos en
los que participan los sujetos (Requena Santos, 1996). Las relaciones pueden ser, por tanto, de dis- tinto tipo:
familiares, de amistad, laborales, de vecindario, etc. También puede suceder que sean sencillas o múltiples,
es decir, dos amigos pueden ser al mismo tiempo vecinos y compañeros de trabajo. Cada tipo de relación
implica una vincu- lación de distinta naturaleza que puede ser de tipo afectivo (entre amigos o pare- jas) o
normativo (entre jefes y empleados). Todo esto es lo que se conoce como contenido de la red.

Además de conocer los vínculos y relaciones entre los sujetos de una red so- cial, es necesario describir su
estructura. Para ello es fundamental conocer la posición que ocupan los individuos en su interior. Estas
posiciones pueden ser más o menos centrales o periféricas, según sean más o menos cercanas al sujeto de
anclaje. Asi surgen las "zonas reticulares" (Milroy, 1980): las zonas de pri- mer orden están formadas por los
sujetos vinculados directamente con el centro de la red (lo que se considera la red personal) y la zona de
segundo orden la constituyen aquellos sujetos que no tienen vinculos directos con el individuo de anclaje
sino a través de los individuos de la zona de primer orden. Evidentemen- te, una red puede extenderse en
sucesivas zonas hasta alcanzar la sociedad com- pleta, pero en investigación sociolingüística se suelen tener
en cuenta estas dos primeras zonas.

La importancia de conocer la posición de los sujetos en la red social es fun- damental porque según esta
posición la capacidad para influir sobre el compor- tamiento lingüístico del resto de los miembros variará, ya
que su posición de- termina el grado de autonomía y dependencia entre los diferentes individuos de la red
social. De este modo, las diferencias lingüisticas que existen entre los diferentes miembros de un grupo
social pueden explicarse a partir de la situa- ción de estos sujetos dentro de la red: es probable que si un
sujeto ocupa una posición más periférica, su comportamiento lingüístico difiera de aquellos si- tuados en
torno al sujeto de anclaje, cuyo comportamiento lingüístico será más similar entre sí.

Además de todo lo anterior, existe una serie de propiedades de las redes socia- les que influyen de manera
determinante en el comportamiento de los individuos que las constituyen, como son la multiplicidad, la
densidad y la fuerza de los vínculos.

La multiplicidad (multiplexity) hace referencia a la posibilidad de que los vínculos que existen entre los
miembros de una red sean de más de un tipo, es decir, dos sujetos pueden ser parientes y, además,
compañeros de trabajo, por ejemplo.

La densidad (density) es un concepto que está relacionado con el número de miembros que componen la red
y el número de vínculos que se establecen entre ellos. Como ya se ha indicado, algunos de los sujetos que
constituyen la red social de un hablante pueden relacionarse entre sí, pero otros no. De este modo, se
distingue entre redes de alta y baja densidad. En una red de alta densidad (close-knit network) un gran
número de personas relacionadas con el individuo central están también relacionadas entre sí. En una red de
baja densidad (loose-knit network), sin embargo, pocas de las personas conectadas con el sujeto de anclaje
establecen conexiones entre sí.

En las redes sociales densas se refuerzan las normas internas, entre ellas las que corresponden al
comportamiento lingüístico propio de ese grupo. En general, los individuos que pertenecen a una red densa
tienden a comportamientos lingüís- ticos vernaculares en mayor medida que los que pertenecen a redes
sociales me- nos densas.

Otra propiedad importante es la fuerza de los vínculos (Granovetter, 1973) que tiene en cuenta factores como
la cantidad de tiempo o la confianza mutua, entre otros. La debilidad de los vínculos está relacionada con un
comportamiento lingüístico alejado del vernáculo. Los individuos con lazos débiles en su red tien- den a una
mayor movilidad geográfica y social y son, por tanto, más permeables a los cambios prestigiosos, de tal
modo que favorecen aquellas tendencias innova- doras que inician el cambio lingüístico a favor de patrones
de nivelación dialectal en la dirección del estándar.

Aunque en un principio puede parecer que los estudios sobre redes sociales se oponen a los trabajos de corte
macrosociológico, en los que se emplean técnicas de muestreo selectivo por cuotas, en realidad no es así, ya
que, aunque se puede perder representatividad desde el punto de vista estadistico, se gana en fidelidad a las
estructuras ya existentes en la sociedad y se observa a los hablantes en su me- dio natural (Ávila, 2001).
Además de ser un método de recolección de datos, las características de la red social investigada constituyen
una herramienta para el análisis y la interpretación del comportamiento lingüístico. En los trabajos de redes,
los sujetos reciben, a partir de ciertas fórmulas matemáticas, una serie de puntuaciones numéricas que
reflejan las diferentes propiedades de su red social (densidad, multiplicidad, fuer- za de los vínculos, etc.)
(Milroy, 1980). Estos índices se correlacionan con las variables lingüísticas analizadas. Además de los
trabajos pioneros ya menciona- dos de Labov, Wolfram o Milroy, el empleo de la metodología reticular se
sigue utilizando en sociolingüística por su alto poder explicativo sobre la variación lin- güística, tal y como
sucede, por ejemplo, en los trabajos llevados a cabo en Mála- ga por Villena y su equipo, en los que se
demuestra la influencia de factores como la densidad, la multiplicidad y la fuerza de los vínculos sobre el
mantenimiento de los patrones lingüísticos vernaculares, como el de confusión de los fonemas /s/y /0/ o la
pronunciación de la africada palatal // como fricativa [], entre otros (Vi llena, 1994a, 1996, 2001; Ávila,
1994; Villena y Ávila, 2014).

4.2. La recogida del material lingüístico

Una vez que se ha determinado el universo que se pretende investigar y se ha diseñado la muestra, llega el
momento de "pasar a la acción", es decir, de llevar a cabo una de las tareas más interesantes y divertidas de la
investigación sociolin- güistica: la recogida de los datos.

Efectivamente, la recogida de los datos puede llegar a ser uno de los momen- tos más simpáticos de todo el
proceso, especialmente cuando se produce a través de entrevistas directas que implican cierto grado de
contacto personal con el in- formante: la gran cantidad de anécdotas que se producen tanto en el momento de
contactar con ellos, durante el proceso de grabación e, incluso, una vez terminada la recogida de los datos,
podrían dar lugar a un trabajo paralelo, en la línea del clásico El antropólogo inocente de Nigel Barley
(1989), en el que el autor narra su propia experiencia como trabajador de campo al intentar estudiar las
costum- bres del pueblo dowayo, una tribu poco conocida de Camerún.

Anécdotas aparte, en este punto se presentan las diferentes técnicas de recogi- da de datos que se pueden
emplear en un trabajo de sociolingüística, pero antes se dedican unas líneas a la figura del explorador, cuya
importancia es clave en todo el proceso.

4.2.1. Los exploradores

Aunque es muy frecuente que sea el mismo investigador el que lleve a cabo la recogida de todo el material
lingüístico, esto no tiene que ser necesariamente así, ya que esta labor puede desempeñarla cualquier
explorador convenientemente entrenado para ella.

Hay que tener en cuenta que los grandes proyectos de investigación sociolin- güística se llevan a cabo por
equipos de investigación más o menos amplios en los que la recogida de los datos puede ser efectuada por
más de un trabajador de campo, lo que acelera todo el proceso. En efecto, aunque en algunos de los estu-
dios de redes sociales (Milroy, 1980) se apunta a la preferencia de un único explo- rador, la posibilidad de
utilizar más de un trabajador de campo en las tareas de investigación lingüistica fue admitida por la
geolingüistica y se ha asumido por sociolingüistica sin importantes discusiones teóricas y metodológicas
(Moreno Fernández, 1990).

Un aspecto crucial en el que detenerse es en cuáles son las características que debe presentar la persona
encargada de recoger los datos.

En primer lugar ya se ha indicado que no es necesario que se trate de la misma persona que planifica el
estudio e interpreta los resultados, ni siquiera es imprescindible que tenga una formación específica en
sociolingüística, sino que basta con que haya recibido las instrucciones adecuadas para llevar a cabo su labor.
A pesar de ello, lo habitual es que los trabajadores de campo sean investigadores en formación que llevan a
cabo la recogida de los datos dentro de proyectos más amplios en los que se integran como parte del equipo
de trabajo.
La segunda cuestión está relacionada con el origen del explorador, es decir, si debe pertenecer a la
comunidad estudiada (insider) o si, por el contrario, debe tener un origen diferente (outsider). En el estudio
llevado a cabo en Harlem, La- bov (1972b) contó con la colaboración de dos exploradores de raza negra que
se coordinaban con otros dos blancos (entre ellos, el mismo Labov). El propósito de Labov era acceder a
diferentes registros de habla: el investigador que pertenece a la comunidad investigada podría -teóricamente-
acceder con mayor facilidad a los registros más informales de los hablantes, pero tendría mayor dificultad en
extraer el discurso más formal. Coordinar la labor de más de un investigador de diferentes características es,
por tanto, otro recurso empleado en la investigación sociolingüística con diversos fines (Moreno Fernández,
1990; Labov, Cohen, Robins y Lewis, 1968; Bloom y Gumperz, 1972).

Muy llamativos, aunque justificados, son los requisitos que debía reunir el ex- plorador para el trabajo
llevado a cabo por Lesley Milroy en Belfast (1980). Hay que tener en cuenta que la autora investigó tres
distritos de clase trabajadora, con altos indices de desempleo y amenazados, en aquella época, por diversos
proble- mas de violencia política y social. Por esta razón Milroy consideró que el explo- rador debía ser una
mujer, ya que en Belfast ellas sufrían menos agresiones; que llevase a cabo la exploración sola, puesto que el
hecho de emplear más de un in- vestigador podría ser considerado como una amenaza para los miembros de
la comunidad; y debía demostrar, además, su "buena fe".

Por último, hay que tener en cuenta la manera en la que el explorador actúa para llevar a cabo la recogida de
los datos, es decir, si se comporta como un mero observador o si se integra en la comunidad y participa en las
interacciones cara a cara. Aunque este último método de observación participante ha sido empleado con
mucha frecuencia en investigación sociolingüística, sobre todo en aquella de corte etnográfico, en realidad el
tipo de participación está muy relacionado con la forma de obtener los datos y, por tanto, con las diferentes
técnicas de encuesta que se comentarán en el apartado 4.2.2.

En cualquier caso, independientemente de las decisiones que se hayan adop- tado a la hora de seleccionar al
explorador o exploradores de campo, es conve- niente que, en el momento de informar sobre las
características de la investiga- ción, se aporten datos acerca de los exploradores: sus rasgos sociológicos
(edad, sexo, tipo de formación e incluso, en su caso, raza), el tipo de relación que se establece con los
informantes y cualquier otro tipo de circunstancia que convenga tener en cuenta. Este tipo de información se
anota detalladamente en los cuestio- narios sociológicos y, también, en el etiquetado del corpus (vid. 4.3.1).

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