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Fainblum, A. Discapacidad Intelectual y Adultez. CUANDO LA DISCAPACIDAD OCULTA LA SUBJETIVIDAD EN ESCENA Y DEVIENE DEBILIDAD MENTAL
Fainblum, A. Discapacidad Intelectual y Adultez. CUANDO LA DISCAPACIDAD OCULTA LA SUBJETIVIDAD EN ESCENA Y DEVIENE DEBILIDAD MENTAL
Alicia Fainblum
Hasta aquí Maud Mannoni. A partir de aquí un recorrido por algunos avatares cuando la
discapacidad está en juego.
Voces que al enunciar los diagnósticos desde un saber anticipado suelen operar a la manera
de una sentencia, de una condena que destina a un lugar unívoco. Lugar de la
imposibilidad, del límite, lugar de la cosificación: “es trisómico, paralítico cerebral,
deficiente mental o X frágil. Espere poco o nada. Hágase la idea. Será necesaria mucha
estimulación para algo conseguir….”
Enunciación de diagnósticos, que suelen hacer destino, destino de discapacitados, destino
de débiles al arrojar al destinatario desde sus enunciados al sentido cristalizado de la
limitación, sin posibilidad de predicamentos que impliquen permutaciones significantes.
Posiciones éstas que insistentemente sustraen de manera anticipada espacios de
posibilidad. Posibilidad de recorrer con voz propia una travesía de vida singular e
imprevisible.
Voces que no son sin efectos en los ya desgarrados narcisismos en juego que han estado a
la espera de His Majesty de Baby.
Posiciones defensivas que desde el saber verdadero arrogado desde La Ciencia forcluye
al sujeto, reenvíandolo al anonimato de las generalizaciones clasificatorias y de los
pronósticos homogenizantes. .
Escenas, en las que las tan mentada “capacidades especiales” suelen anclar entonces en
estos profesionales de la futurología.
Miradas que cristalizan en el límite de quien presenta una alteración orgánica, a la manera
del guerrero que Freud nos recuerda en Cabeza de Medusa.
1
MANNONI, M (1964): El Niño Retardado y su Madre. Paidós. Buenos Aires.
Efectos resistenciales, afirmamos nosotros, puntos ciegos que conducen a que el
diagnóstico haga signo en el sujeto profesional.
Mientras que la Ciencia no se pregunta por sus consecuencias ni por el sujeto, el
Psicoanálisis lo reivindica desde la propia ética.
Y es entonces que en nuestra práctica psicoanalítica en la clínica de la discapacidad,
aquello que va brujulando nuestra posición es la interrogación acerca del Sujeto, la
ineludible pregunta acerca de dónde está. Y desde allí, transitando en el camino de la
intervención clínica, convocándolo a escena.
Interrogación, la mencionada, que correlativamente conduce a la ineludible pregunta
acerca de las vicisitudes que se juegan en el sujeto que encarna el profesional.
Intervenciones que cabalgan en una ética que hace disyunción con aquellas que con
finalidades reeducativas, respondiendo a los imperativos de los rendimientos
comportamentales e intentando suturar el “déficit”, se organizan desde teorías que
responden con sus variantes actuales al mismo paradigma positivista de las teorías de
antaño.
Efectos que a repetición nos encontramos en esta clínica de la discapacidad intelectual.
Niños, jóvenes o adultos con gran chatura y pobreza psíquica, automatizados, alienados,
repetitivos y monótonos, debilitados en su palabra, adheridos a lo inmediato y concreto,
muchos de ellos en una crónica posición infantil habiendo dejado hace tiempo de serlo. Con
poca vitalidad, con escasa vida, en realidad, con escasa o nula vida propia. Patrimonio de
aquellos que manejan los hilos de la misma, determinando un destino. Otro que desde un
exceso de poder, poder arrasador, lleva a cabo un acto de violenta apropiación.
A esta altura, los invito a compartir una diferenciación conceptual: no se trata de lo mismo
la discapacidad o deficiencia intelectual que la debilidad mental. En la primera una
causación orgánica es la que estaría determinándola, en la otra, por el contrario, lo que está
en juego son factores de orden psíquico.
Encontramos sujetos en posición de debilidad mental, presenten o no discapacidad
intelectual u otro tipo de discapacidad.
Sujetos debilitados, efectos de las vicisitudes que se jugaron en su estructuración subjetiva
entrecruzada con las derivaciones de la iatrogenia introducida por los profesionales
mencionados.
Al no ser patognómica del síndrome orgánico, constituye entonces “patología psíquica
agregada”.
Maud Mannoni (1964) es la primera en rescatar al niño diagnosticado con retardo mental
del campo de la medicina, la psiquiatría y la pedagogía reeducativa dándole cabida en el
psicoanálisis al interrogarse por su subjetividad, y ello en su paradigmático libro: “El niño
retardado y su madre”. Pone en el tapete de la discusión cómo el destino del mismo suele
ser el de “objeto protector” de la madre y de allí “objeto” de todas formas de reeducación y
domesticación.
Muy vigentes por cierto sus reflexiones al revisar un amplio campo de la práctica
profesional en la actualidad.
Sostiene que además de cargar con su alteración orgánica, el niño con un déficit también
suele cargar con las consecuencias del lugar que ocupa en la fantasmática materna.
Propone que en este derrotero, el de cuestionar la posición del débil, pueda “conducir a que
el mismo se reconozca como humano, con deseos no alienados en el Otro”.
Adelantemos desde ya que para Lacan la “debilidad mental” no se trata de una nueva
estructura sino de uno de los efectos posibles de la constitución del sujeto en el campo del
lenguaje.
Quien presenta un déficit orgánico no escapa a las generales de la ley de todo humano en su
estructuración subjetiva. Interrogar al sujeto y rescatar la causalidad psíquica, no supone
negar los componentes orgánicos, el real irreductible en juego, los efectos de una alteración
del mapa cromosómico, de la toxoplasmosis materna, de alteraciones metabólicas o de una
lesión cerebral. No supone sustituir la causa orgánica, sino que sin desconocerla se trata de
evitar cristalizar en la misma, se trata de no hacer destino desde una mirada que atrapada en
la alteración condicione los caminos a partir de centrarse en el déficit. Se trata de garantizar
y privilegiar la dimensión subjetiva que entra en juego. Y entra en juego para todo ser de
lenguaje y quien tiene una discapacidad, ésta en sí misma no obtura esta condición. Se
trataría en todo caso de pensar el estatuto psíquico del déficit orgánico.
Por lo tanto quien está en posición de débil mental si bien no está sólidamente instalado en
el discurso no está por fuera del mismo como el psicótico en el que se juega la forclusión
del Nombre del Padre. Este último estaría en una relación de exterioridad respecto al
lenguaje mientras que en el débil se trataría de una relación de suspensión entre dos
discursos.
Quien está en posición de débil mental por lo tanto es un parlétre, un sujeto hablante,
aunque flote, aunque esté “a coté de la plaqué”, un tanto desviado, sin poder fijarse al
mismo. Sin poder sostenerse en uno.
Asimismo y en tanto holofrase, pegoteo entre (S1 y S2) resulta dificultoso que se
represente como sujeto en un discurso. Convengamos que el discurso es una estructura, una
combinatoria o cadena articulada de significantes. Toda palabra de un parléte se emite
desde el interior del mismo. El sujeto no tiene existencia ontológica sino lógica. El sujeto es
el sujeto del inconsciente y tiene estatuto de hiancia, de intervalo. Intervalo entre qué?
Entre S1 y S2, el Sujeto emerge en ese vacío entre ambos.
La lógica del significante es binaria, al serlo instituye una partición que desde la
perspectiva del parléte tiene que ver con la división del sujeto. Es conocida la formula
lacaniana acerca de que en el discurso un significante (S1) es lo que representa a un sujeto
para otro significante (S2) .Es así que el sujeto está escindido, dividido entre significantes.
No hay un significante que lo represente o lo diga de manera unívoca, siempre se está en la
búsqueda de un nuevo S2 que lo represente. Esta cuestión de la remisión de un significante
a otro es lo que conlleva a caracterizar al sujeto de la estructura, como un efecto de la ley
significante, como un vacío que es producido por la condición binaria de la inscripción.
Todo ello es así, salvo que se constituya en posición de débil mental en quien el S1
presenta una pregnancia imaginaria tal que conduce al “mismo sentido”, al orden de la
repetición. La lógica binaria está alterada. Pareciera que el haber sido predicado de manera
casi unívoca: discapacitado, débil, limitado, objeto a cuidar, a reeducar, a decirle qué hacer
y qué decir desde un Otro que tiene todo el saber ….dicha predicación ha producido sus
efectos identificatorios que conlleva a esta posición debilitada.
A la par y por haberse identificado encarnando el objeto que podría colmar el deseo de la
madre es que desde este lugar de sumisión a la identificación al objeto de la falta del Otro,
se producirían efectos discursivos. Uno de los mencionados efectos es la frecuente
tendencia a repetir y la particularidad de esta repetición es que se trata de la reiteración de
los enunciados de los otros para referirse a sí mismo o de los significantes del Otro.
En la entrevista con los padres de Agustín es hablado desde los mismos como un niño que
le cuesta tener amigos, aprender y que lo central que le pasa es “que tiene alteraciones en
memoria a largo plazo”. En el transcurso de las diferentes sesiones es reiterada la
respuesta del puber, respuesta brindada en forma repetitiva y monótona, sesión tras
sesión y ante el tema que se trate: “no me acuerdo” ”cuando me acuerde te digo”.
Derrotero éste por el que queda anulada la posibilidad de la propia palabra, el poder ir
articulando en un discurso un nuevo S2 que lo represente y así poder emerger desde el
interior del mismo. Ausencia de un discurso en el cual sostenerse. Por el contrario, se
manifiesta la reproducción, sin posibilidad de corte alguno, del enunciado parental desde el
que se muestra y se formula. Con el tiempo al poder dialectizar su posición, el tema de la
“falta de recuerdo” lo ha podido poner a jugar de otra manera, recurso resistencial frente a
determinados temas y no siempre para todos el mismo, apareciendo otras manifestaciones
en el intento de eludir hablar de algo que le pueda resultar dificultoso, tal como en ciertas
oportunidades manifestaciones de “bostezos”. Pasó el tiempo…. y pasaron efectos de
conmoción en su posición subjetiva. Es así que “el no me acuerdo” continuó como recurso
pero permutando su funcionalidad que apareció jugada respecto a la recuperación subjetiva
en el intento de sustraer por este camino parte de ella de la mirada pretensiosa de la madre.
En este caso fue apareciendo como respuesta frente a la indagación de la misma respecto
de lo acontecido en sus salidas por fuera del dominio de su mirada. “No me acuerdo” fue el
recurso de Agustín.
La ley del lenguaje ha operado en quien está en esta posición, lo que ocurre es que se da un
fracaso para que la misma se haga valer; para que la cadena continúe en la búsqueda de un
nuevo significante que lo represente. De tal modo que en la debilidad lo que se juega es una
inhibición de los efectos del intervalo significante en la estructura del discurso. De allí que
al estar alterada la lógica significante se de el efecto de repetición. En un constante devenir
del S1 con su pregnancia imaginaria.
Veremos qué es lo que pasa con estas cuestiones en quien está en posición de “débil
mental”. En principio se rehúsa, nada quiere saber de aquello que emerge entre los
significantes, del “entrelíneas”, de aquello de más, de menos, de diferente en lo que se
quiere decir. Nada quiere saber de la dimensión Otro que habla en eso que se dice, no la
habilita, no se vincula con la misma. Lo rechaza y entonces a la par anula el hecho de
enfrentarse con la enunciación. Elimina la posibilidad de enfrentarse con la dimensión
donde se lee el deseo del Otro. Aquello que en definitiva y dada su identificación sumisa al
objeto de la falta del Otro estaría evitando es el enfrentarse a la castración del mismo.
Con su repetición Fabián nos recuerda al paciente de Pierre Bruno (1986) el cual es
presentado en su clásico texto sobre el tema “A coté de la plaque. Sur la débilité mentale”.
El mencionado paciente llamado Hem, al que el autor refiere como complaciente Sísifo.
Sísifo, es un personaje de la mitología griega, rey de Corinto, que cuando muere, por
desleal y tramposo es condenado por el Dios del infierno. Esta condena consistía en subir
una piedra por una ladera empinada y antes de llegar a la cima la misma inevitablemente
caía y el condenado tenía que volver a empezar. Eso era así, siempre igual, por toda la
eternidad.
Fabián también aparece como un complaciente Sísifo, siempre retornando al punto de
partida, volviendo a recorrer la misma serie de temas o actividades como si fuera algo del
orden de lo inaugural. Como Pierre Bruno refiere, ello llevado a cabo con total
complacencia, sin registro de las veces de lo mismo y con una modalidad absolutamente
solícita y servicial. Es así que la temporalidad aparece con la marca de lo eterno: lo igual y
monótono. Si un S2 pudiera inscribirse, si algo de lo diferente haría marca, la temporalidad
podría organizarse en términos de que lo presente pasaría a ser pasado y se podría abrir un
tiempo futuro a su vez en la búsqueda y advenimiento de un nuevo S2. Ello haría ruptura
con el continuo y eterno presente pudiéndose instalar el registro de la finitud temporal. De
lo contrario, se trata de un tiempo no escandido, de un tiempo que no se pierde. Para el
débil mental el tiempo no se pierde; volver exactamente a lo mismo no significa “una
pérdida de tiempo”. Sensación que sí transferencialmente se suele generar en el profesional
conjuntamente con el habitual aburrimiento. Fabián no escapaba a lo referido.
El débil aunque se encuentre en el lenguaje está alterada la lógica significante en tanto
binaria. Cuando funciona, el S1 va en búsqueda de un S2, estableciendo una articulación,
un abrochamiento y “englobamiento” del mismo, incorporando sucesivamente algo de lo
novedoso. Si ello se cumple, el S1 ya enriquecido con el englobamiento se enlazaría a un
nuevo S2. De tal modo que cuando en lo sucesivo aparezca un S1 S2 ya no se trataría de
lo mismo.
Esto no pasa en el débil. Al estar alterada la cuestión del englobamiento lo que ocurre es
que el S1 al ir en búsqueda de un S2 fracasa la articulación puesto que desaparece el S2 y el
S1 va a ocupar su lugar. De allí lo mismo sin variación.
Cuando se interviene generándose algún nuevo efecto y la apuesta clínica es respecto a una
nueva inscripción, suele ser común que en la siguiente sesión lo nuevo haya quedado
diluido, no hay rastro alguno y ello a causa de esta dificultad de englobamientos sucesivos.
Ante la interrogación al propio qué-hacer, cómo intervenir con pacientes con estas
característica, una de las estrategias necesarias es el “puntuar” la serie monótonamente
presentada , esa serie en la que subyace el carácter de infinitud y así acotarla. Inscribir un
punto, abrir la eventualidad de intervalo, generar posibilidad para que el S1 pueda
conectarse con un S2, intervenir produciendo un corte en lo monocorde. Con Fabián se
intentó y algunos efectos nuevos se generaron. Por qué caminos? Diferentes fueron las
estrategias: un día para sorpresa de él, en lugar del “peladito” con el que se cruzaba en la
puerta de entrada, se encontró con que salimos junto y me dirigí a otro lugar; en otra
oportunidad cambié el día y horario de sesión que ya la había incluido formaba parte de la
monótona serie de actividades semanales y otras intervenciones del estilo. La cuestión es
que las mismas “dieron para hablar…”, pero ya no de lo mismo. Temas nuevos que hacían
diferencia implicando la apertura a un S2.
Otro tanto y en esta dirección se pensó respecto a la intervención del acompañante
terapéutico que en cuanto hizo su ingreso en la vida de Fabián también sus presencias y
actividades fue incluido por el joven en su rutinaria serie semanal.
Por otro lado, este paciente con sus “No, no, no!!!! Pará, quiero decir algo” nos recuerda
nuevamente a Hem que anteponía un “si” frente a toda pregunta formulada por P. Bruno.
Ambos casos pueden ser leídos como el intento de anular el despliegue o apertura de
aquello de lo novedoso y que pudiera liberar alguna nueva significación.
Este panorama es el que conduce al desafío e interrogación acerca de cómo intervenir? Por
cierto que la debilidad mental constituye un problema de la clínica. Ineficaz la vía de la
interpretación.
El joven al que refiere la viñeta se presentaba ya no solo con dificultades en su visión sino
fundamentalmente en su apertura de “escucha” de alguna cuestión Otra, de algún
interrogante, del señalamiento de algún desliz en su decir o también frente al recurso del
humor o al “juego de palabras”. En alguna oportunidad ante el desafío de ir encontrando
alguna estrategia de intervención efectiva se intentó por la vía del humor , poniendo a jugar
el significante “peladito”. Habiendo sido un día de muy baja temperatura y pudiendo
durante la sesión dar cabida a este tema, lo cual fue leído como la posibilidad de alguna
escansión en su monótono decir, sin embargo se mostró inconmovible cuando ante su
previsible pregunta por el “peladito” respondí: “me parece que hoy en lugar del peladito
aparecerá el heladito”. Rechazo de lo aludido más allá de lo literalmente dicho, retorno
insistente a su siempre y conocida pregunta.
En oportunidad de alguna interpelación referida a un saber propio, a un saber acerca de algo
personal, respondiendo como suele hacerlo, o sea a la manera de cliché, dice : “No sé, te lo
averiguo y cualquier cosa te aviso”.
Lo que se estaría jugando es la dificultad en relación al saber, la alienación y por lo tanto la
despersonalización respecto a lo propio como asimismo la transformación de la pregunta en
mandato, en tarea para el Otro y determinada por este Otro. Necesidad de ubicarme en el
lugar de Amo para el cual trabajar desde una posición de servidumbre.
Pierre Bruno alude a esta situación, a la dificultad en la relación con el saber y a la
debilidad del pensamiento, afirmando que la funcionalidad de los mismos sería conservar
intacto al Otro convirtiéndose en su siervo. Tentación para muchos profesionales a
aceptarlo con agrado o promover la debilitación a partir de atribuírselo ellos mismos.
Problemas de la clínica habíamos afirmado y que son conducentes a estas reflexiones,
problemas que plantean ineludiblemente interrogaciones acerca de nuestra práctica en esta
clínica de la discapacidad. Espacio, el de nuestros consultorios o instituciones, por el que
transitan con una monotonía extrema y no en pocas oportunidades, pacientes con estas
particulares características planteando situaciones que dificultan las intervenciones
analíticas. Candidatos por excelencia para los tratamientos reeducativos y modeladores.
Lucila es una joven que inicia sus sesiones hablando regularmente sobre temas familiares
que se repiten: cumpleaños, casamientos, rupturas de parejas y nacimiento de niños. No
así respecto a los personajes a los que alude ya que va nombrándolos, pasando de unos a
otros sin explicar de quiénes se trata o qué parentesco tiene. Cuando se le solicita
aclaración al respecto, sorprendida pregunta: “Qué, no sabes quién es?”. A su vez,
cuando vuelve a contar alguna anécdota ya narrada y se le hace algún comentario de lo
ya compartido de la misma, con igual sorpresa y sin variación alguna, acota: “Y como lo
sabés?”.
Fernando: el personaje
Al haberse holofraseado en estos pacientes el (S1 S2) se da un fracaso de la lógica
significante que por definición es binaria. Dicho fracaso se manifiesta en la movilidad del
significante, deteniéndose la mencionada movilidad y dándose la ausencia de flexibilidad
del mismo en el decir. Ello desde una cristalizada e inamovible perspectiva. De tal modo
que son sujetos que se fijan a un significado dado, eludiendo la polisemia de la lengua
jugada en la cadena significante. Dándose de este modo el fenómeno de congelamiento o
freezing. Fijación a un significado dado.
Fernando, con síndrome de down, comenta que en el Centro de Día concurre al taller de
teatro y que están ensayando una obra que el coordinador trajo. Al preguntarle: qué
“papel haces?” (aludiendo al personaje que representaría) responde sorprendido por la
pregunta: “No, no lo hago. El papel ya está hecho, está en el cuaderno”.
En este recorte de una sesión es posible identificar por un lado el tema del “freezing” del
significante “papel” fijado unívocamente para el joven al significado “hoja”. Por otro lado,
abriéndonos a la escucha del “entrelíneas”, a la escucha de aquello que el débil cancela
rechazándolo, podemos identificar en el decir de Fernando una verdad entredicha. Alude a
la posición de un coordinador que identificaríamos como parte de aquellos que intervienen
obturando o por lo menos no promoviendo la emergencia de la palabra propia, lo cual
implicaría la apertura de un espacio vacío de las ajenas; espacio que en este caso podría ser
habilitante de una posición sujeto y por lo tanto autónoma de las determinaciones de un
Otro. En lugar de esta promoción que podría favorecerse en este taller de teatro, vía la
creación de un otro y propio texto a representar y que lo representaría, favoreciendo así la
expresión de una marca propia, por el contrario es el profesor de teatro el autor del texto y
del personaje. El que dice qué hacer, qué decir y cómo. Contrariamente, por el camino
arriba propuesto, se generaría tal vez una nueva inscripción, un nuevo recurso construido
y que como ganancia subjetiva podría ser transferida a la propia vida. De este modo
favoreciendo el propio texto y la marca personal en lo que se representaría en la vida
propia, que no es poca cosa.
Tal como dice Fernando: “No, no lo hago. El papel ya está hecho, está en el cuaderno”.
Como Fernando, muchos de quienes tienen discapacidad intelectual son arrojados una y
otra vez a esta posición de débil mental, a la posición de aquel que repite respecto a sí
mismo los enunciados, textos o predicaciones enunciadas por otros. Son aquellos que en
lugar de ser los “protagonistas” de su vida están fijados a un lugar de “personaje”, aquel
que es creado por Otro (Amo?). Dice el diccionario: personaje “es cualquiera de los seres
humanos….ideados por el escritor, que como dotados de vida propia, toman parte en la
acción de una obra literaria”. Y efectivamente en la clínica de la discapacidad
encontramos niños, jóvenes o adultos en posición de “personajes”, creados por Otro. Otro
encarnado tanto por quien ha ejercido la función materna como por diferentes profesionales
que escriben el texto de la vida de los mismos y acorde a la definición citada, se los
identifica como dotados de vida propia, es el “como si” en todo lo que despliegan ya que
han sido expropiados desde el vamos al haber sido despojados de su palabra, de su cuerpo,
de su vida que por lo tanto ya no es propia. Vida que se pone en juego como una
“representación” del “papel” otorgado por Otro. Efectos inevitables de debilitamiento
subjetivo.
Al posicionarnos desde la ética propia del psicoanálisis desde la cual, como al inicio se
explicitó, es central la interrogación por el sujeto como asimismo su convocatoria, se
estaría promoviendo por este derrotero una posición contraria a la de objeto de la
manipulación de Otro, propiciando entonces una posición de “protagonista”. Al respecto
dice el diccionario: “...es la persona que tiene el papel principal en un suceso cualquiera”.
Y no es cualquier suceso la propia vida.
En consecuencia, estar en la perspectiva de generar un efecto sujeto implicaría tender a
intervenir generando una debilitación de la posición de débil, (con)moverla en el sentido de
de propiciar entre otras cuestiones, una posición de autonomía, de posibilidad de la palabra
propia , de sostener/se y no claudicar rápidamente a la misma y al propio saber , de poder
representarse en un discurso al cual estar amarrado. Es decir, de escribir el texto propio de
la propia vida y entonces de esta manera emerger desde un papel principal, el de
“protagonista” de la misma. Así se hará posible progresivamente conectarse con lo propio y
ponerlo a jugar en sus iniciativas y elecciones y a la par ir desplegando la responsabilidad
subjetiva. La práctica psicoanalítica interviene en relación a un sujeto responsable o en
ausencia a su emergencia. Ser responsable es que pueda responder por sus actos, por
aquello que dice y que hace. Desde ya que ello será posible si le pertenecen, si ha sido
posible su apropiación. Su sustracción del Otro y su barramiento. Si no, no hay asunto
propio por el cual responder. Dimensión, la de la responsabilidad subjetiva, ausente o
sumamente debilitada en la clínica de la discapacidad, debilitamiento no generado por el
déficit. Frecuentemente ya desde el impacto del diagnóstico suele no ser reconocida como
posibilidad y de antemano entonces llega a ser obturada. Obturación llevada a cabo desde
aquellos Otros que al debilitarla se fortalecen defensivamente por este camino.
La “debilidad mental” no tiene que ver con un “déficit”, sino con una posición subjetiva
“debilitada” que compromete a la “inteligencia”. Es Mannoni (1964) quien alude a esta
cuestión al afirmar que hay “deficientes mentales que son tontos y otros inteligentes con el
mismo CI”. Noción de inteligencia que dista de lo estadístico normatizado.
Ya hemos aludido de qué manera el débil se niega a acceder a este entrelíneas, se niega a
preguntarse por el deseo del Otro, de tal modo que queda inhibida la pregunta por un saber
que se jugaría en el entrelíneas, lugar en el que se hace presente un lugar Otro o sea el
inconsciente y allí el saber. En el Seminario XVII (Lacan: 1984) refiere al saber afirmando
que “… es una red significante que funciona en el lugar del Otro” o sea en el inconsciente.
En consecuencia el débil presenta dificultad respecto al saber y fundamentalmente queda
también comprometida su inteligencia.
Nos topamos con niños, jóvenes o adultos débiles, estrictamente debilitados. Que en el
tiempo de la niñez han sido y siguen siendo pobremente predicados o unívocamente
hablados desde el Otro. Niños que no juegan. Niños que en los intercambios con quien ha
encarnado la función materna, función generalmente también debilitadas o conflictivamente
constituida por el efecto de lo posiblemente no tramitado del diagnóstico, han estado
limitadamente expuestos a la circulación del placer. Niños que en los momentos fundantes
de su aparato psíquico si bien pudo haber existido un objeto por fuera de la célula
narcisística, éste ha sido insistentemente el de la “utilidad”, el de los ejercicios, el de la
rehabilitación.
Espacio privilegiado en la infancia el del jugar. Afirmación que por reiterada no sustrae
valor a la acción lúdica: construcción de subjetividad, simbolización de lo traumáticamente
acaecido en los primeros tiempos de la estructuración. Jugar haciendo red, haciendo
activamente lo padecido desde el lugar de la pasividad.
Dimensión singularmente necesaria en estos niños con algún diagnóstico de discapacidad,
niños que particularmente y en no pocos casos en exceso, suelen haber soportado una
posición objetal de manipulación diversa de Otros. Niños a los que a su vez se los suele
sustraer de este espacio posibilitador. Espacio de la ficción, espacio del “como si”, del
“dale que…!” , “no, no! no perdamos el tiempo que cuanto más y antes ejercitemos es
tiempo ganado”. Variantes en el decir y hacer de muchas madres de niños que no han sido
los soñados.
Una escoba, baldes o almohadones que al jugar diluyen su existencia del orden de la
utilidad emergiendo como un caballito para trotar, un tambor para ejecutar esa canción
disfrutada o una montaña para escalar. Objetos que de la realidad establecida pueden pasar
a transformarse en una novedosa realidad: la del armado de la escena en su dimensión
ficcional. Posibilidad de suspender la realidad externa sin perderse, punto de invención y de
creación. Hiancia entre el sujeto construyéndose y el objeto/juguete construido. El hacerlo
es dejar de serlo. De ser el objeto/juguete de Otros omnipotentes.
Quien está posicionado como “débil mental”, tenga o no un déficit discapacitante, presenta
una particular relación con el lenguaje. Se muestra estar pegado a los términos en sentido
literal. Manifestando dificultades para operar en términos de metáfora y metonimia como
asimismo respecto a la posibilidad de operar con el equívoco.
El que está en posición de débil tal como se ha expresado no accede a la lectura más allá de
lo literal, no accede al fingimiento del otro, presentándose según lo ya manifestado con un
discurso estereotipado, para el siempre nuevo. Del orden de la monotonía solo para quien
allí lo escucha. Un discurso atontado, pobre, poco inteligente…
Esto último es a lo que está dedicado el débil. Por qué caminos lo intenta? Por los ya
referidos: renunciando a su saber, claudicando rápidamente a su palabra, otorgando valor de
verdad a la del Otro, consagrándose a la referida posición de chatura y pobreza psíquica,
inhabilitando el entrelíneas.
Hacedores de débiles
Al inicio de las reflexiones de este capítulo se aludió a la identificación en la clínica de la
discapacidad de sujetos debilitados y ello como efecto de las vicisitudes que se jugaron en
su estructuración subjetiva entrecruzada con la iatrogenia introducida por los profesionales
que se ubican en un lugar de “todo-saber”. Desde allí es por demás habitual que suelen
anticipar un futuro de limitaciones en el otro, atribuyéndose un saber sin límites respecto al
mismo y que le posibilita determinar qué es lo mejor y necesario para el destinatario.
Desposeído de su saber y palabra: tarea lograda. Ello hace del débil, identificado al lugar
de objeto que colma a este Otro, alguien consagrado a sostener su completud.
Las intervenciones de estos profesionales en los que se juegan cuestiones subjetivas propias
que lo llevan a adherir a posiciones epistemológicas funcionales a su articulación defensiva,
son aquellos que excluyen la pregunta por el sujeto, por la dimensión del deseo y la
singularidad del destinatario de sus operatorias, impartiendo directivas y modos de hacer,
decir y ser. Intervenciones realizadas desde un lugar de poder y que se expresan a la manera
de mandatos. Pues bien, las mismas cumplen con su cometido pues los referidos
profesionales lo llevan a cabo desde una posición que hace al discurso Amo y desde allí
hacen a efectos que conllevan a la debilidad mental en el receptor de las mismas.
Mientras el (profesional) Amo disponga de un (paciente) Esclavo no se enfrentará con el
propio deseo que implica enfrentarse con la castración. Esto es lo que queda velado pues
justamente el esclavo funciona contribuyendo solidariamente a su desconocimiento.
Desde esta lógica del discurso amo frente a quien presenta una discapacidad los efectos de
aplastamiento y debilitación subjetiva son casi inevitables
Ya hemos subrayado y reflexionado acerca de cómo desde una ética que hace al
psicoanálisis se estaría promoviendo la emergencia subjetiva y como advierte Lacan (1984)
el reverso del discurso amo es el discurso del analista. Pero (Lacan: 1984) advierte que “el
discurso del analista debe encontrarse en el punto opuesto a toda voluntad de dominar,
porque es fácil deslizarse de nuevo hacia el discurso del dominio”.
Variantes clínicas
Otra de las variantes que se hacen presentes en el escenario de la clínica de la discapacidad
es la presentación en posición de débil sin estrictamente estarlo. Hace semblante.
Guiada por la pregunta acerca del sujeto, en la búsqueda de donde se encuentra el mismo,
lo suelo pesquisar, allí; en una posición diferente a la descripta.
En ellos, otra suele ser la cuestión, cuestión relativa a la respuesta fantasmática, a la
interrogación acerca del deseo del Otro, del dónde soy deseable?.
En estos casos a diferencia del que está en posición de débil, hay interrogación por el deseo
del Otro. Otra es la cuestión que se juega.
El fantasma es la respuesta que el sujeto se da a la interrogación enigmática por el deseo del
Otro. Al che vuoi? Ahora bien, un insistente número de sujetos con discapacidad parecieran
responder/se: como “débil”, como tonto, repetitivo, alienado y claudicando a lo propio.
Siempre en el mismo lugar. Función afánisis puesta en juego, desvanecimiento del sujeto
tras el objeto fantasmático.
Paradójica situación: para ser reconocido, mirado y desde allí establecer algún aunque
debilitado lazo social sea a expensas de lo más propio y singular.
Una ape………………………………..:
Desafíos, a partir de lo planteado, para quien esté dispuesto a emprender la aventura.
Aventura de habilitación propia hacia la construcción de otras formas de intervenciones
cuando los modos habituales pierden eficacia. Aventura, también de búsqueda, aventura de
oferta de un espacio vacío cuyo armado pueda ser a cuenta y haber del sujeto convocado.