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Capítulo 3

La repetición del comenzar

Persiguiendo los comienzos, aún más, El Comienzo, es que el


psicoanálisis, por su propio camino que constantemente pierde
-ese buen camino soñado como vía regia, hasta descubrir que no
lo hay sin perderse a cada paso-, terminó por disolver la noción
misma de comienzo poniéndola en abismo. Se deja leer esto
muy bien en la paradoja de que fuera precisamente el análisis
de niños -supuestamente a cargo de puntuar comienzos seguros
con la ayuda de los criterios evolutivos- el que más lejos remontó
el curso de las generaciones, hasta que la idea de un principio
simple -mítico, histórico, incluso genético- se desvaneció lenta­
mente, en consonancia con otros pensamientos que, en el terreno
filosófico, antropológico, histórico, cosmológico, desembocaron
en confluencia terminando con el comienzo. Un ejemplo promi­
nente es el pensamiento de Lévi-Strauss, cuando recorriendo la
red mítica concluye en la imposibilidad e inadecuación de andar
en pos del primer mito de una serie o un grupo determinado, aun
cuando en algunos casos sea posible establecer ciertas secuencias
temporales.
En la filosofía, desde Nietzsche hasta aquí, la lista sería larga,
pero uno podría citar a Derrida como un destructor decidido y
explícito de todo comienzo simple y de lo simple de creer en un
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comi�nzo.1 En el �aso del psicoanálisis, el ascenso del concepto de y ... Fechner y Wundt. Sin omitir nombres posteriores que inci­
_ _
repet1c1on y el abismo de las estructuras identificatorias señalará den fuertemente sobre aquel: Abraham, Ferenczi, Rank ... Tanto
inequívocame�te el desmigajarse de los motivos que van en pro­ o más que decir Breuer, Janet, Charcot, y los antropólogos cuyo
c�a de � prunero absolutamente primero. La repetición socava paradigma podría ser Frazer, los anteriores a Marcel Mauss. Ni
sm remedio esa manera de pensar. Ya en la música, la variación -en siquiera intentamos restablecer una trama intertextual tan comple­
tanto procedimiento que desborda todo género, empezando por el ja, que incluye cumbres de la literatura junto a escritores olvidados.
género variación- hacía imposible invocar un punto de partida uní­ ¡Demasiado grande la omisión! Solo para predicar un origen abso­
voco para un motivo melódico, por ejemplo. Una célula tan "perso­ luto del psicoanálisis brotando de sí mismo.
nal" como la que da comienzo a la Quinta sinfonía de Beethoven, a Punto de partida absoluto y la deforme idea de una disciplina
poco que busquemos, se disemina en innumerables composiciones que nace de una vez para siempre. La excepción lacaniana -Miller
ya desde el barroco, y se acentúa más con Haydn y Mozart. Dise­ hablando de un segundo comienzo- introduce algo un poco dife­
minación es lo que termina con el padre, supuesto punto de parti­ rente, pero limitado por el dogmatismo que quiere hacer de Lacan
da. O con "la madre de todas las cosas". Si Heráclito le reserva este un punto de partida absoluto, hasta para Freud. Deja en pie cierto
lugar al potemos, y si este es por excelencia división, ¿dónde hacer amague de ruptura con tanta linealidad histórica en la misma disci­
empezar una división sin que inmediatamente se divida dividiendo plina donde se acuñó y tempranamente aquello del Nachtriiglichkeit.
así el intento de establecerla como principio de la división? La encontramos por doquier en esos programas de formación
También a veces, por qué no, es un análisis uno de esos comien­ donde después de Freud aparecen los "posfreudianos" divididos por
zos que recomienzan. Asunto que va muchísimo más allá de la retó­ escuelas nacionales como en un rpanual de geografía elemental.
rica. Liberarse de una mirada tan ranciamente metafísica donde siem­
Otro giro para pensar todo esto es hablar de comienzos· sin ori­ pre ha campeado el motivo del origen y la determinación de un
gen: dispersión de los comienzos sin origen propiamente dicho. punto de partida absoluto -como cuando se habla del "padre de la
Po� eso to?o comienza más de una vez. ¿Cuándo empieza la sin­ sinfonía", ya que lo de ese punto de partida siempre va a parar a
foma? Repite su volver a comenzar, con Bach, con los Stamitz, con una asignación de paternidad, como se ve claramente en los mitos:
Sammartini, con Haydn y Mozart, con Beethoven, con Mahler... el padre del fuego, el de los atuendos, el origen de las enfermeda­
No con cada uno que las escriba; no con Schumann o con Proko­ des, etc.- despeja la visión al descentrada y sensibiliza a una plu­
fiev, por ejemplo, aunque escriban bella música; ni con Brahms. ralidad de comienzos cuya articulación está abierta a la interpreta­
El volver a empezar de la repetición arranca con algo nuevo, pero ción.2 Freud deja de ser la causa de Lacan o de Klein, el psicoanálisis
traer �lgo válido no es necesariamente repetir de nuevo algo nuevo. vuelve a empezar por cualquier parte no predecible, los efectos de
Lo rmsmo sucede con nuestro trabajo. escuela son interrogados antes que creídos, por lo tanto las unidades
Ahora bien, el psicoanálisis, que pone al descubierto cosas de convencionales ("escuela inglesa") se destejen, los bordes "entre" se
este orden sin demasiada conciencia de ello -acaso por la endémi­ mueven como en una película de animación de esas que juegan con
ca endeblez de la formación filosófica de sus practicantes, incluidos las formas y las garabatean. Y particularmente el llamado "psicoaná­
algunos de prestigio bien merecido-, no se lo aplica a sí mismo, lisis de niños" experimenta una transformación dejando de ser una
como lo recomendaba Lacan con toda sensatez. Sigue prisionero continuación aplicada del que no se llama "de adultos" porque no
de una concepción en la que Freud es un punto de partida abso­ hace falta, al presentarse como un conjunto completo en sí mismo,
lu�o -como si el apellido "Freud" pudiera tener sentido por sí que nada tendría que recibir de su posterior aplicación.
rmsmo, deshecho de una intenextualidad en la que no podrían estar
ausentes Marx y Nietzsche, amén de Schopenhauer, Shakespeare
2. Para acompañar esta reflexión, conviene una incursión al Derrida de "La
farmacia de Platón" y "La diseminación", reunidos en el volumen La diseminación,
1. Resistencias del psicoanálisis, Buenos Aires, Eudeba, 1998. Barcelona, Anthropos, 1984.
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En este orden de cosas, aquel tipo de periodización metafísica al psicoanálisis, los colegas que solo tratan a adultos -es decir, la
trajo consecuencias de bloqueo para el pensamiento. A la vez que inmensa mayoría- se abstienen de participar en espacios de forma­
los analistas se llenaban la boca con el "a posteriori" como modo ción derivados del trato con chicos, cosa que ni se les ocurre hacer,
por excelencia de la temporalidad humana, concebían el despliegue a la inversa, a sus colegas. Los primeros dan por descontado que en
histórico de su disciplina de la manera más lineal que se pueda ima­ aquel campo no hay nada que les pueda servir o les sea indispensa­
ginar, a lo sumo con toques "evolutivos" para evaluar el "progre­ ble conocer y estudiar, pues ellos ocupan el sitial del falo. Resulta
so" de la teoría. Los treinta años que más o menos median entre la muy interesante que esto sea una invariante indiferente a las esca­
emergencia del psicoanálisis y la constitución de una práctica regu­ ramuzas de escuela. Efecto de un ordenamiento donde el psicoaná­
lar con niños que permitiera trabajar con ellos y no solo inferir­ lisis a secas, aquel que sería innecesario apellidar, gesta en el centro
los en el adulto se clausuraron en un cierto efecto de preclusión, al en una posición de centro, en tanto el que sí requiere apellidar en
declararse la teoría clausurada en sus fundamentos -de ahí en más el supuesto de su carácter sectorial de no-todo habrá tenido que
se abriría el debate sobre cuáles serían los "conceptos fundamenta­ conformarse regularmente a un lugar periférico, de segunda, don?e
les'�, sin j�más dudar que los hubiera-y que, por lo tanto, opondría lo mejor que se podrá hacer es ratificar a la manera de un conse¡e­
:es1stenc_1a a que, desde el lado de la clínica de niños, se pudiera ro académico dócil los "descubrimientos" del padre o del hermano
mtroducir algo que no fuera una mera adición, sino algo que rees­ mayor, largamente mayor, definitivamente mayor, en razón �e la
tructur�ra �l campo. El psicoanálisis se encontró con un corpus linealidad que ya mencionamos y que en su endeblez no de¡a de
.
metaps1colog1co y con.postulados y un sistema conceptual declara­ vertebrar toda esta "mitopolítica".4
do como ya constituido. Nada que agregar que agregara la imposi­ Retengamos pues el acontecer de un comienzo que siempre
bilidad de agregar en preguntas muy a fondo. Por supuesto, entre vuelve a comenzar, a fin de ordenar con él una puntuación posible,
muchas otras cosas, esto cerró las puertas a la elemental posibilidad a partir de lo que prima en tres emergencias históricas localizables,
de que la práctica con el niño desconfirmara o refutara alguna "ver­ con fecha, del psicoanálisis. Solo que la idea no es la de establecer
dad" del psicoanálisis oficial, por más que esto se.hiciera a veces tan una periodización "verdadera", sino jugar con una que deje al des­
evide�te (como cuando el trabajo de Maud Mannoni y otros puso cubierto ciertas incidencias de una disciplina que, inevitablemente,
_
de relieve el Ed1po ... del Otro). Pues bien, esta es una parte esen­ se va pensando al pensar en sus tópicos.
_
cial de nuestra tarea actual, usar el lugar de niños para interrogar El primer tiempo corresponde a la primacía del uno, a la que
"todo" el cuerpo teórico establecido y excesivamente estabilizado, responden autores tan distintos como Freud, Klein, Abraham,
lo que en porteño se dice "achanchado". Lo que va mucho más allá Jung ... El punto de partida y la referencia es el individuo -si se
del -bien justificable- inventario de especificidades impuesto por quiere, el de la burguesía capitalista en eclosión-, invariablemente
lo real de la clínica � �conmensurablemente más allá de una torpe pensado como un círculo -véase la ameba freudiana, o su "vesícu­
_ ,
concepc10n de especialidad al estilo médico. la protoplasmática"-que de entrada se desarrolla en soledad, para
Es esa primera postura la que venimos sosteniendo desde 1989.3 después vincularse con otros círculos, que la teoría clásica denomi­
Trascendiendo las fronteras y los problemas de nuestra discipli­ na objetos. En este sentido, funcionará una periodización que parte
na; no c�e? que qu�pan demasiadas dudas de que la desigual situa­
_
c10n política del mño respecto a la del adulto ha influido mucho
en este modo de disponerse las cosas. Siempre me ha llamado la
4. Les puse este nombre a mis primeros ejercicios de lo que después referí a la
atención la ingenuidad con que, en cualquier institución dedicada descontrucción y que por ese entonces se ligaba más al análisis estructural de Lévi­
Strauss y a la arqueología de Michel Foucault. Pueden encontrarse algunos de ellos
en Estudios clínicos (Buenos Aires, Paidós, 1992) y en El psicoanálisis de nuevo (Buenos
Aires, Eudeba, 2004). La idea básica es la de develar las políticas de un texto, a la
3. Año de aparición de El niño y el significante, Buenos Aires, Paidós. Pero ya vez que los ordenamientos míticos a los que estas políticas responden, sin dejarse
ant��• en 19�5, fue una posición compartida con Marisa Rodulfo en Clínica psicoa­ intimidar por los enunciados del sistema teórico que, en cada caso, pretende una
nalzttca de nmos y adolescentes: una introducción, Buenos Aires, Lugar Editorial. autonomía conceptual que está lejos de tener.
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duelo y en
del auto erotismo , pasa al narcisismo , para recién después arribar a ham dará origen a una corriente que se centrará en el
s transg enera cionales.5
estadios o bjetales. Para poder relacionarse, antes hay que consti­ el trauma a través de sus peripecias y pasaje
nosotros,
tui rse. A est a célula hay que dotarla con algo para que pueda tra­ Y no son los únicos nombres dignos de mención. (Entre
bajar; ese algo será la libido como flujo de energía que a la larga acaso Jo s.é Bleger y Arminda Aberaslury sea� los más �
esta _cados
a R os?,
m
permite construir puentes y caminos para vincularse. De to do s exponentes en cuanto a la primacía del uno; Diego Garci �
testtm��o
modos, y delatando el inocultable carácter positivista del planteo, el Enrique Pichon-Riviere, con giros muy personales, dan
tr . 6 Más tarde , la b a de S1lv1a
de la apertura hacia el otro y lo o r
motivo principal de esa búsqueda no originaria de relaci onamiento o o
lación pers nal de estas dos
será la conveniencia, digamos, un amor por interés -l o que r ecuer­ Bleichmar forjará una interesante articu o

da rasgos nucleares de la sociedad burguesa en plena formación-. concepciones.) 7


e, y
Ese uno que es el protago nista llega, claro, desde la psicología ato­ El tercer c omienzo es simultáneo al segundo, no le suced
ni el otr o,
mista del siglo XIX, que a su vez lo hereda -deslucido y simplifica­ está decididamente firmado "Winnicott". Aquí ni el uno
r lug ;
el acento cae en el entre, es él quien está primero, en prime
ar
do- del uno de la metafísica en sus largos avatares de Aristóteles a
oanalíti­
Descartes; el uno, por más que ejemplo, del Cogito, sum. Hay que desde él se determinan otro y un uno , por supuesto psic
irá en el punt de cuánt o se
justipreciar cómo, sin romper con él conscientemente a la vez que camente moldeados (Winnicott insist o
s, que n exime de t dos
tarda en sentirse uno, un uno, por lo demá o o
rompía con él en los hechos que iba produciendo, nuestra discipli­
n ya indisc utida de
na reno vó po r dentro el aparataje ya o bsoleto de ese ego; bajo la los condicionamientos relativos a la introducció 8
s rasgos dife­
primacía del uno, el psicoanálisis pudo avanzar en la investigación las dimensiones inconscientes de la vida psíquica). L o

del "mundo interno" fantasmático, ahondar en la vida subjetiva y renciales implicados son:
sopesar la densidad de su realidad psíquica como nunca antes, divi­
diendo el uno entre lo inconsciente y lo capaz de conciencia. No Una cualidad transicional que borra las oposiciones, tan op o­
e ra poco deshomogeneizar ese uno , romper su transparencia con­ sitivas en Freud como en Lacan, deslizándose no hacia la
sigo mismo promoviendo, además, con una intensidad inédita en pér dida de la diferencia, según 1� mostráb�mos y� en el capí­
el campo científico, el interés y la valoración de la vida imaginativa. tulo primero, pero hacia un régimen de diferencias no _ opo­
Con el segundo tiempo se comienza de nuevo invirtiendo hegelia­ sicionales, bien ilustrada en cómo un pequeño categonza su
namente la extensa primacía del uno. A partir de Lacan, la primacía o bjeto transicional preferido, como al mismo tiemp� vi !ente
:
pasará del uno al otro. No da mucho trabajo reconocer la sistemati­ e inanimado. Siguiendo el mismo camino que la vanac1on en
cidad con que se practica esta inversión en los textos de aquel y sus música, esta transicionalidad, que primero parecía una zona
derivados: deseo del Otro, nacimiento del Otro, omnipotencia del
Otro, castración de la Otra ... el desplazamiento es minucioso y con­
1984.
secuente. Si hay riesgo de pasivizar al sujeto, eso queda en un princi­ 5. Nicolas Abraha m, L' écorce et le noyau, París, Flammarion, .
caso del primer o, Simbios is y ambigü edad, Buenos Aires,
pio largamente compensado con la nueva posibilidad de pensar en el 6. Desta ca ndo en el
de Ertado, Buenos Aires,
factor ambiental, hasta ahora bastante reducida. La descomposición Paidós, 1968, y del segundo, su lúcido El niño bajo terror
cí Reinos o ocup t m ién un �ue�to _e_n !l _terc�r
de la subjetividad como circular que Lacan no deja de practicar dará Psiqué, 1987, amén de que G ar a ! a b
_
reac�on, 1lus1on , mclui­
punto de partida que puntuamos por su excelent� Juego, c
pie a rastrear el itinerario de un deseo o en general el itinerario de la do en el libro La prnble111ótica del síntoma, compilado por M
ans a Rodulfo Y �ora

repetición a través de las generaciones; ahora se detendrá la mirada en Paidós , 1997. Y re o demos del tercero su l arg a serie de
González Buenos Aires, c r

el lugar que ocupa alguien ya antes de nacer en la fantasmática fami­ pequeños.ensayos dedicados a la incidencia de lo soci al en
el inco �sci ente,_ publica­
entre 1963 y 1966, mmerec1damente
liar; en particular, el peso del deseo del Otro y de los otros, para bien dos semanalmente en la revista Primer a Plana
y para mal, podrá ser ponderado clínicamente como nunca antes. olvidados hoy. . .
Aires, Amo-
7. Véase p articularmente Clínica psicoanalítica y neogénesis, Buenos
No es Lacan el único exponente importante de este viraje. rrortu, 2000.
Balint llevar á bien lejos su estudio de una falta básica que no puede humana, Buenos
8. Véase una fructífera discusión del punto en Naturaleza
explicarse so lo p or vicisitudes de la fantasía del niño. Nico las Abra- Aires, Paidós, 1996.
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intermedia entre otras dos correspondientes a las habituales Winnicott y el de Lacan, de las cuales lo menos que puede
nociones de interno y de externo, termina por ser la tran­ decirse es que rehúyen la coincidencia o el desacuerdo fácil,
sición de la transición, una transición entre nada que haya escapan a toda confrontación lineal, evocan a veces la metá­
estado "primero" allí, termina por constituirse en el espacio fora freudiana del oso polar y la ballena, otras convergen de
y el medio por excelencia de la vida psíquica. manera sorprendente -al menos para quienes solo son capa­
El entre no vincula dos o más entes que le preexistirían; ces de imaginar "líneas" teóricas puras o el castigo de Dios a
más bien esas formaciones regionales que designo "madre", los desviados-, es decir, el ecleticismo sin ton ni son. Preci­
"bebé", etc., son como conglomerados producidos y efectua­ samente poder pensar en serio esas relaciones exige moverse
dos por un entre. en el terreno de la diferencia discriminada con mucho cui­
El entre no se cierra nunca, no cabe nunca representarlo con dado de la oposición dualista. Y no se puede avanzar un paso
una forma circular; si le cabe una representación, le toca al con planteas globales que pretendan comparar una teoría
garabato plasmarla. En el garabato, contrariamente a toda con otra, sobre todo teniendo en cuenta que tales teorías no
geometrización, se acentúa al máximo la singularidad. Así existen más que en una reducción de tipo mediático.
como por definición se excluye que haya dos firmas iguales,
la matriz de donde salen estas, el garabato, no puede tener ¿Es lícito reconocer en la secuencia de estos tres comienzos
un idéntico. Además, siempre lo sorprendemos en un corte una marcha dialéctica de tipo hegeliano? Sin duda, aunque salvan­
del momento: no empieza ni termina nunca, a lo sumo se do el punto de que el tiempo del entre, antes que conciliar con­
detiene provisoriamente o no podemos seguirle los pasos en trarios, se desmarca de la lógica binaria y con la nada prescindi­
un momento dado. ble acotación de que no pretende ser un esquema que dé cuenta
El entre no tiene predilección por algún número cabalístico, de la historia del psicoanálisis. Estas tres puntuaciones de lo que
el dos y el tres para nosotros; su límite único es el más-de comienza más de una vez practican cierto corte desde el punto de
uno, por el otro extremo abierto a términos. No es, sobre vista de rebasamiento del Uno, pero no agotan el tema, hay otros
todo, triangularizable para reducirlo a figuraciones edípicas, recomienzos localizables, como el que dio lugar a un psicoanáli­
imaginarias o simbólicas, poco importa. sis de niños. Tampoco se trata de un modelo evolutivo típico, si
- Es un "ser" cinematográfico en perpetuo movimiento. En bien se puede significar como progreso el dejar atrás la metafísica
este sentido, cuidado, la representación por el garabato sería del círculo y su primera inversión radical. Si se lo quiere plantear
demasiado estática. Mejor evocar un film de animación. usando una discriminación permitida por el trabajo de Lacan en
Las polaridades o formaciones que se van localizando a su su seminario sobre la ética, diríamos que es un progreso en el sen­
partir responden invariablemente a un par activo-activo, no tido de una mayor complejidad, no un progreso en el sentido de lo
al clásico activo-pasivo, que no dejó de causar sus estragos en "mejor", del "Sumo Bien".
nuestra clínica. Y desde un cierto pragmatismo necesario, muchas veces en la
Cabría la posibilidad de cotejo y convergencia con el nudo clínica el trabajo de esta requiere con frecuencia echar mano de
borromeo con el que Lacan intentó superar las aporías del pronto de ese primer tiempo centrado en el uno, y así alternativa­
binarismo estructuralista. Hemos ya incursionado en otro mente, de acuerdo con las características del material con el que se
lugar9 acerca de las relaciones entre el pensamiento de está uno midiendo.
En todo caso, el pensamiento filosófico de alcance más trans­
formador -con nombres como Derrida, Deleuze, Nancy, etc.­
apoya decididamente la primacía del motivo del entre, que es
9. En el libro ya mencionado arriba, Trabajos de la lectura, lecturas de la violencia.
Nuestra perspectiva apunta sobre todo a no caer en la trampa fácil de oponer Win­ el que hoy tiende a prevalecer, es donde estamos parados. Pero
nicott a Lacan, ni tampoco en leer uno "desde" el otro, fórmula que encubre una siempre y cuando no se confunda con un entre no poco cultiva­
reducción dogmática. do, que se limita a vincular unos entre sí ya formados; entre uno
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y otro entre, poco que ver: aquel que nos ocupa, aquellos que da consigo misma, de un colega) ni de ningún otro ejército. Por
se anotan como unos "unos" han ido creciendo en el tejido de lo tanto, practicarla -en sí todo un tema ético, claramente- no es
aquel. posible sin una concepción de frontera totalmente desafiliada de la
Así delineado, este movimiento histórico-teórico del texto nos clásica, fuere para moverse en el terreno entre las variaciones del
invita a preguntar sobre cuál es el límite del psicoanálisis. ¿Cuál su psicoanálisis, como para la difícil y sutil decantación de hasta dónde
"principio de identidad"? O reformulando la cuestión a través del puede seguir llamándose así lo que hacemos sin cambiar de nom­
pasaje por la gran mutación filosófica contemporánea: ¿cuál es el bre. Una pregunta ante la cual Winnicott se encogía de hombros
límite de un principio de diferencia, hasta dónde puede estirarse sin (¿es esto psicoterapia o psicoanálisis?) mientras que atormentó a
cambiar de nombre? ¿Qué queda de verdad de aquello que, hace tantas mentes escolásticas y tecnocráticas. Pero el psicoanálisis es
más de cien años, Freud dio en llamar "psicoanálisis"? (si Freud no por lo menos un significante muy fuerte, de rápido arraigo en poco
es el padre, es el que puso el nombre a una disciplina que emer­ más de un siglo, un significante de esos que pueden sobrevivir a la
gía confusamente a través de las prácticas hipnóticas, sugestivas y muerte efectiva de una disciplina, de una idea o de un ideal; enco­
de psiquiatría moral, donde el médico ya hablaba con su paciente, gerse de hombros viene bien cuando se está sumergido en el traba­
pero en el sentido que aquel denominó "de porre"). Recogiendo jo clínico -donde la pregunta haría las veces de inoportuno asalto
un agudo comentario de Lacan, ¿queda en común algo más que un obsesiona!-, pero siempre llega el momento en el que se hace indis­
léxico como principio identificatorio, significantes antes que signi­ pensable interrogarse acerca de dónde uno está parado. Y entonces
ficados conceptualmente precisos? Lo que Bowlby destacó como añadiríamos: ¿aquello que no conoce otra "esencia" que el empezar
torre de Babel psicoanalítica, mar de confusión, reino del malen­ más de una vez, quiere sugerir el enunciado lo que la enunciación
tendido. Todo lo que el cronologismo ingenuo disimula suponien­ descartaría, que cada una de esas veces lo que vuelve a empezar es
do continuidades lineales dadas por sentado y utilizando la división "lo mismo"?
política como ordenamiento y delimitación (tal como se "enseña" Suena a obviedad que afirmarlo sería desconocer todo el traba­
psicoanálisis en la Facultad de Psicología de la Universidad de Bue­ jo histórico de la variación como del impacto en la filosofía y en
nos Aires). los campos adyacentes de la différance desde 1968.11 En cada reco­
En un libro reciente, intenté responder lo anterior, al tiempo mienzo que se repite la variación, nos viene al oído el magnífico
que problematizarlo, identificando una actitud psicoanalítica que movimiento sinfónico-coral final de la Novena sinfonía de Beetho­
no se confunde con ninguna teoría en circulación, independiente ven, donde este, además, intercala de su propia cosecha en el texto
del "iano".1º La idea de actitud nos remonta a Hippolyte y hacien­ de Schiller una incitación a tocar y cantar algo diferente, diferencia
do pie en él a Husserl y a Heidegger; impulsa a priorizar un modo que abre sitio a la alegría. (Y la alegría será siempre alegría de la
de estar con las teorías, de relacionarse con ellas, lejos de citarlas diferencia, como lo pone ya bien en claro el bebé.)
para aplicarlas, agarrarlas para pensar con ellas en lugar de "pen­ Todo bien, pero que el placer del juego que producen estos
sar" lo que ellas afirman. La actitud no porta apellido, no puede ser malabares no nos engañen con pseudosoluciones verbalistas -un
freudiana ni nada por el estilo y por eso mismo puede extraer de peligro, diríamos, muy francés, que Derrida no olvidó reprochar-
lo que se procesó con esas firmas lo que jamás podría extraer "un
soldado de Lacan" (autodefinición, por cierto que muy complaci-
11. En el sitio de la revista virtual de Psicología de la Universidad Diego Por­
tales de Santiago de Chile, puede leerse (en su número inaugural, diciembre 2010)
un pequeño texto de mi firma: "Acerca de la variación", donde procuro empezar
10. Véase el segundo capítulo del ya citado Futuro porvenir. Con el "iano" a pagar �a deuda que tenemos con este motivo del campo musical. El texto capital
homenajeamos a Fernando Ulloa, que gustaba de usar ese fragmento silábico como de Dernda con ese nombre peculiar puede hoy leerse en Márgenes de la filosofía,
un significante crítico o una sigla de las concepciones dogmáticas de línea. No con­ Barcelona, Anthropos, 1998. Que yo sepa, su autor nunca advirtió cómo su propio
tento con esto, Ulloa ponía en práctica un uso del psicoanálisis coherente con una no concepto o quasiconcepto preexistía en la práctica misma de la música, y en la
ética de la diferencialidad. cultura que fuere.
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le a ciertos tours de force lacanianos-.12 No tenemos gran claridad mágicos. (En lo que concierne al niño, y ante el incremento y com­
sobre qué sea eso que vuelve de nuevo a empezar, no sabemos plejización de los aprendizajes que se esperan de él, nuestra mejor
adónde nos arrastra; parece imposible a la vez trabajar de psicoana­ psicopedagogía, con obras como las de Nora Elichiry y Alicia Fer­
lista lidiando con todo tipo de situaciones a menudo no poco difí­ nández, por cierto que trae a primer plano la problemática de cui­
ciles y mantener cierta noción de dónde se está ubicado, de qué dar de una experiencia donde alguien pueda advenir por sobre los
estamos haciendo. Lo mismo ocurre cuando se dice que psicoa­ objetivos "profesionales" de su práctica.)
nálisis es el nombre que tiene algo que hacemos que no sabemos A medida que avanza lo que hemos dado en llamar globaliza­
exactamente qué es, y por eso mismo la técnica no cubre más que ción, se agudiza el punto clave de en qué medida esta no va a usar­
segmentos muy limitados de la experiencia clínica. Responder a la se como punta de lanza de procesos homogeneizadores en lugar
solicitud de Winnicott de "sostener la paradoja" supone la fuerte de discurrir en diferencia, lo que constituye su oportunidad, en la
certeza o creencia de que soy psicoanalista al tiempo que percibo medida, también, en que es posible una globalización sin centro.
mi imposibilidad de dotar a esa creencia de alguna fundamentación En cualquiera que hoy consulta, en el fondo de su consulta, está el
universitaria. problema de la presión para ser igual a los demás, ya sea un adoles­
¿Cuán lejos hemos llegado al dejamos llevar por la primera pre­ cente de 16 años que padece cierto sentimiento de obligación para
gunta acerca de cómo cuidar que una experiencia pueda serlo, algo iniciarse sexualmente aunque no se sienta preparado, y todo a fin
que parecería tan sencillo? ¿Nos extrañará reencontrar en la fre­ de que sus amigos y compañeros no le sigan imputando ser gay,
cuencia de las consultas y a la edad que sea esta inquietud? No es ya sea una joven que desea buscar su propio estilo de ser mamá.
tanto un síntoma localizado lo que presiona hoy a concurrir a un En muchos adolescentes, y por lo general sin mucha conciencia de
consultorio, sino cuestiones del orden de las que le hacen decir a un ello, la cuestión de fondo es cómo arreglárselas para ser "grandes"
adolescente que "tiene" que estudiar algo pero no sabe qué -"tener sin convertirse en los que ven a su alrededor, sin desaparecer como
que" plantea de un modo represivo y antiinterrogativo la problemá­ sujetos activos, descantes, sin tener la desagradable sensación de
tica del ser-; de las que asedian a un joven adulto al que "le va bien" que su propia vida está fuera de sus manos. Una manera concre­
en la vida pero que no está seguro de que eso sea lo suficientemente ta de plantearlo, bien afín a la clínica, sería: ¿cómo hacer para que
profundo para sentirse real; de aquellos períodos más tardíos cuan­ trabajar no arrase con la capacidad de juego y más bien se nutra de
do lo que sea que sea la "creatividad" insiste en interrogar al sujeto; ella?
del malestar que asola a muchos niños en su relación con lo más Un paciente de 15 años, en fuerte controversia con todo en
cotidiano, malestar que no tapa ninguna nota escolar satisfactoria, general, me contaba: "Mi papá ahora tiene plata, se compra los
malestar que la madre de un chico de 7 años resume en "no lo veo mejores equipos ... pero ya no escucha música".
nunca feliz"; de la extensión y raigambre de poco visibles inhibicio­ En toda esta cenagosa cuestión, resulta muy relevante el con­
nes; de nuevamente el desasosiego por el quién soy que constituye cepto de banalidad introducido por Sami-Ali y su implícita coloca­
el núcleo o la roca de dietantes y anoréxicas. La clínica de hoy va ción del psicoanálisis como una práctica de resistencia al formida­
de la mano con este fondo "filosófico" que ya despuntaba en el psi­ ble poder erosionante de los procesos de banalización a los que nos
coanálisis clásico, hasta desplegarse con toda su potencia en Bleger, enfrentamos hoy, cuyo mejor exponente sea quizás el imperativo a
Bleichmar, Balint, Lacan, Winnicott, Sami-Ali, Maud Mannoni... "mantenerse comunicado" durante todo el día y la noche. Parado­
Quienes hoy consultan están entre esto y los mandatos sociales de ja grisácea de una comunicación que impide toda brizna de comu­
buen rendimiento y de buscar soluciones exprés por medios tecno- nicación, pues está bajo el signo de aquel imperativo. Se de Hei­
degger. Pero no basta con una crítica puntal si no se advierte que
estos procesos de banalización hoy han tomado a su cargo y por su
12. Puede leerse al respecto toda una declaración en una entrevista recogida cuenta sin riesgo la normalización como meta social nunca descui­
en Posiciones, Buenos Aires, Pretextos, 1988. Y con mucho mayor desarrollo en El dada. No se trata entonces, cada vez que mentamos la banalización,
cartero de la verdad, México, Siglo XXl, 1986. de un aspecto más que se agrega entre tantos otros.
86 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSI CIONES LA REPETICIÓN DEL COMENZAR 87

Confusamente mezclada con su biologismo positivista, la con­ última posición subjetiva y la que ella denomina de aprendiente).13
cepción de Freud de las neurosis como males de la civilización ya Claro que aquel niño en pura posición de tal no existió nunca o
tenía a su manera un sesgo existencial que la presión de la clíni­ es una invención retroactiva. Pero también es cierto que hay mati­
ca fue acentuando con el tiempo: el psicoanálisis ocupándose del ces que cuentan ... y no son nada más míticos. De todos modos, en
malestar del Dasein. El malestar no es lo mismo que la psicopato­ estado práctico, como decía Althusser, a todo niño hoy se le plantea
logización psiquiatrizante de la subjetividad. Apenas se pronuncia el problema de qué es serlo y cómo. La aceleración, el cambio de
esa palabra, los analistas murmuran ritualmente "el malestar en la velocidad al que hacíamos referencia como percepción colectiva en
cultura", lo cual hace difícil rescatar esa palabra y ahondar en ella. el capítulo primero conforma un aspecto de la cuestión. Nuestros
En verdad se hace también complejo comprender la sobrevalora­ pacientitos a veces nos cuentan sus propias teorías sobre la niñez,
ción por ese ensayo de Freud, que ciertamente está muy lejos de lo para qué cosas "yo soy chiquito" o "ya soy grande", con qué jugue­
mejor de su producción; donde Freud piensa mejor y brilla la ori­ tes ya no debo jugar -algo formulado con toda la severidad espera­
ginalidad de lo que es capaz de pensar es en el terreno de la clínica ble del Superyó- y cuándo voy a convertirme en adolescente, cate­
que se podría decir invención suya. El caso de un ensayo como este, goría que los oímos manejar explícitamente.
en cambio, pone de relieve todas sus debilidades filosóficas, como Este, por su parte, para el analista como para muchos otros
cada vez que dirige la mira en lo social en sentido amplio. El libro especialistas y no especialistas, pasa por ser el paradigma del males­
acierta en no suscribir ninguna ilusión -Freud está de vuelta de tar (abusando de manera ramplona de un uso pueril de la etimo­
su creencia en la ciencia como panacea, más o menos de vuelta de logía) existencial por excelencia, en tanto relativamente recién lle­
su credo iluminista-, así como en mantenerse en un plano crítico, gado como fi gura de la subjetividad (hemos tenido que aguantar
pero lejos estamos del alcance de sus tres primeras grandes obras. a no tan escasos colegas alegar que ni Freud ni Lacan hablan de
Primera intervención: al malestar hay que desdoblarlo, como adolescencia, sino a lo sumo de pubertad, lo que tornaría irrele­
mínimo, no es unívoco ni homogéneo. Volviendo sobre el niño, vante su tratamiento psicoanalítico) y por eso en sí mismo signo
hoy hay que considerar el malestar del niño excluido, del cual poco encarnado de imprevistos cambios sociales y psíquicos. Una socie­
se ha ocupado el psicoanálisis, aunque no le falten elementos para dad más simple y ordenada, atada a una estabilidad con mínimo
pensarlo, como todo lo atinente a la violencia reactiva de Winni­ movimiento histórico, no tiene adolescentes, apenas chicos que se
cott, o la misma idea de quedar encerrado afuera que ronda en convierten en grandes en cuestión de pocos días o semanas. El ado­
Lacan o el estudio de los funcionamientos psicopáticos que en su lescente es el malestar, y no solo el de él, sino el de una comuni­
época pre-divisiones hiciera la escuela psicoanalítica argentina. A dad cuyos códigos se han desestabilizado dramáticamente. En un
su vez, hay un malestar ligado a la inclusión, que padece el niño se gundo momento, en el que precisamente ya nos encontramos,
sobreescolarizado, al que ya no le queda tiempo para ir a jugar y ese adolescente pasa de ser un no sé quién soy a ser alguien que
que, por si eso no bastara, se encuentra sometido a regulaciones no sabe que es adolescente y que de él se espera cierto comportamien­
menos escolarizadas de su "tiempo libre" (la colonia, las "activida­ to. "Tengo que ser imbancable porque soy adolescente ... después
des" y hasta los cumpleaños con coordinador). La enorme masa de se me va a pasar", nos decía un chico de 15 años en plena escena
nuevos conocimientos y tecnologías, la notoria complejización de la de enfrentamientos con su familia. Para colmo -en oposición a la
vida en sociedad, presionan sobre este niño en un incremento, sin conocida expectativa de que terminada la adolescencia con los estu­
límite por el momento, de las exigencias de aprendizaje. dios secundarios por fin empezaría la verdadera vida y se experi­
Excluidos e incluidos tienen un punto de coincidencia en la mentaría la libertad, la libertad de veras y no la engañosa libertad
imposibilidad de ser simple y plenamente niños abocados al juego y
regulados por el jugar como actividad y actitud princeps, unos por
la adaptación violenta y forzada a adquirir las pautas de los gran­
13. Por ejemplo -ya que se trata de un eje de su obra que la atraviesa de un
des, otros por similar adaptación a la condición de hijo y de alumno
modo a menudo implícito-, en Poner en juego el saber, Buenos Aires, Nueva Visión,
(pensando en la útil distinción que traza Alicia Fernández entre esta 2000.
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del juego-, no es raro que prevalezca una expectativa en negativo: adulto cuando dice de alguien que "sabe vivir"- es una condición
el chico entonces nos dice que nada le atrae de lo que imagina de la indispensable para que la experiencia tenga su lugar y su posibili­
vida de adulto, sembrada de trabajos y de restricciones, con escasa dad; desde una base de malestar no episódico, arraigado, las condi­
participación del placer. El temor a ese horizonte, unido al miedo ciones se dan para reaccionar, para defenderse, no para experienciar
a fracasar, desencadena no pocas maniobras dilatorias, bien cono­ un gesto, una acción, una palabra, como algo propio.
cidas, a través de las cuales el adolescente suele volverse también el Se podría ejemplificar esto señalando que todas aquellas dificul­
malestar de los demás, el denunciante más violento del "malestar tades de ciertos pacientes para sintonizarse con la situación analí­
en la cultura". tica y anidar en ella -lo que clásicamente se denominaban dificul­
Malestar. Mal del ser. Examinado, como empezó a hacerlo tades con el encuadre- emanan directamente de ese predominio
Winnicott, el término denota al mismo tiempo una cuestión sen­ de un malestar que muy bien puede ser silencioso, alejado de los
cilla y difícil que fácilmente se torna inalcanzable: una experiencia motivos que hayan movido al paciente a consultar, del orden de
bien radical, precisamente, ser-estar ahí donde se está -compáre­ los afectos de la vitalidad, vale decir, no tanto centrándose en qué
se el hábito neurótico de no estar nunca donde se está, mudándo­ se siente para levantar el inventario de los modos de sentirlo, del
se a lo que dejó pendiente, adonde debería estar y no está-, estar cómo se experimenta predominantemente el existir en su cotidia­
sin tener que estar haciendo alguna cosa que lo justifique, estar sin nidad. Como esos chicos que se mueven de un lado para otro, pero
hacer nada -tampoco "vacaciones"-, desprendiendo el mero placer no en un plano exploratorio, sino que piden esto o lo otro, y no
de ese estar sin "sentido" que dé razón de él. Por cierto, algo que hacen nada, a menudo hoy sindicados como exponentes de ADD
debe empezar bien temprano, en esos estados que Stern llamó de (Attention Deficit Disorder, Trastorno por déficit de atención con
inactividad alerta, 14 ni activos ni pasivos, ni autoeróticos ni objeta­ hiperactividad), chicos que no saben quedarse quietos no por la
les, estados que Winnicott definió como tranquilos, cuya falta tanto vehemencia de su deseo de jugar, pues lo que en cambio los agita es
echamos de menos a cualquier edad y, ya en la más temprana, en un oscuro malestar sin nombre, no tan espectacular, pero no menos
esos bebés que no cesan de llorar salvo que los estén amamantando. socavador que el repertorio de las an gu stias impensables, impro­
Miríadas de fenómenos de inquietud, a menudo subclínicos, o de nunciables, diríamos, inventariadas por Winnicott.
una ansiedad que asedia y empuja a un movimiento al cual luego En otra dirección, el psicoanálisis de niños hace su propia expe­
hay que buscarle un sentido, tensiones que fácilmente desembo­ riencia en cuanto a que el experienciar del niño actual no respeta
can en actitudes de violencia, quietudes que ense guida connotan la los parámetros heideggerianos; es un experienciar que integra la
amenaza de caer en picada, deprimiéndose, testimonian de la mala nueva maquínica digital con el cuerpo que pasa y empieza a ser un
instalación de esa posibilidad de simplemente estar bañado por una cuerpo digitalizado, tal como ha venido siendo un cuerpo petar­
sensación de bienestar suave y poco notoria. Todo un eje para la do por la mecánica: se trata de un proceso inconsciente en buena
clínica, para gu iarse respecto a objetivos terapéuticos por alcanzar, medida, por el cual lo que Dolto llamaba imagen inconsciente del
para lo cual no basta ni siquiera con la desaparición de los síntomas cuerpo se impregna, se escribe, se injerta con elementos maquinales,
o el debilitamiento de las inhibiciones, pues podrían ocurrir sin que visible cuando hablamos, con toda naturalidad, de nuestro preten­
se avanzara gran cosa en aquella dirección. Ahora bien, ese "saber" dido "reloj biológico". Estamos convencidos de que nos estamos
estar en bienestar -empleo este verbo tal como cuando un chico refiriendo a hechos "naturales" de un modo metafórico, en lugar de
dice de otro "no sabe jugar", vale decir, en una cierta dirección concienciar que la "metáfora" en buena medida no es tal -salvo que
que podríamos designar como existencial, y no en su sentido más modifiquemos un tanto su conceptualización- y que somos habla­
habitual que lo liga a una actividad cognitiva, lo que se repite en el dos por una escritura, una inscripción de lo mecánico en nuestra
corporeidad que imaginamos tan cerrada como supuesta unidad
"psicofísica". Esto se redobla en un campo discursivo, por ejemplo,
14. Véase su última caracterización de estos estados en Diario de un bebé, Bue­ todo a lo largo de la metapsicología freudiana, y de entrada nomás
nos Aires, Paidós, 200 l. con su aparato ... "psíquico". Sin contar las innumerables ocasiones
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en que nos referimos a determinadas experiencias personales en decir- que no le son "externos" más que para una fenomenología
términos de carga y descarga. No es por tanto solo nuestra medi­ de entrecasa, pues forman con todo derecho parte de él, como para
cina la que "carga" con una concepción mecanicista del cuerpo ... un niño sus objetos transicionales debieran ser lo suficientemen­
Semejante penetración de lo maquinal-mecánico es tan anti gua que te anticuados como para que los "humanistas" del psicoanálisis
nos hemos olvidado de su origen y nos suena plenamente natural: los acepten. El cuerpo de un niño no se entiende sin los pequeños
ese goleador, esa mina, son "una máquina". Lo que ahora sucede es objetos que fabrica, cuestión que, por primera vez en nuestra dis­
a la vez un relevo y una superposición por el régimen digital, que ciplina, comprendieron Winnicott y Lacan. Tampoco el contem­
aflora a borbotones en los léxicos adolescentes ("me tildé", nos dice poráneo sin los suyos, no menos transicionales por no ser, y pese a
una chica después de un silencio prolongado; pero habría que insis­ no ser, de peluche o de madera. Si se lo quiere formular de manera
tir, contra ciertas interpretaciones de Lacan, que no se trata solo ni tradicional, se trata de una nueva unidad de lo corporal cuyos pri­
principalmente de "hechos de lenguaje", hay escrituras pictogramá­ meros esbozos ya se insinúan en los finales del primer año y que
ticas del cuerpo que responden por lo que sucede más profunda­ conoce varios picos antes de alcanzar las cumbres en la adolescen­
mente en lo real de lo que el mismo Lacan llamó "la máquina del cia, como una "adicción" que impide separar a chicos de computa­
cuerpo"). Limitémonos por el momento a constatar que, si lo con­ doras y otros objetos de última generación. Y no estamos jugando a
sideramos como lo venimos haciendo desde hace mucho, 15 levanta­ metaforizar, es un hecho bien real.
remos también el acta de que no hay transformación en la escritura Se trata, por una parte, de alejarse lo más posible de cualquier
que no repercuta en las entrañas y en los recovecos de nuestra cor­ idea del experienciar como algo "natural" con lo cual reencontrar­
poreidad, y no únicamente en el plano de lo verbal, que tampo­ se; se trata exactamente de lo que Derrida pensó como una relación
co es poco: así ocurrió con la invención de la escritura fonética en suplementaria: lo cibernético, lo teletecnomediático en su diversi­
tiempos griegos, con la imprenta de Gutenberg (cuyos tipos utilizó dad de exponentes no concurren a colmar imaginariamente ningu­
Freud para pensar la transferencia) y con toda la mecanización de la na falta ontológica, su adosamiento escribe lo que no existía, antes
escritura; y seguirá -y sigue- pasando.16 que faltar (después de todo, la falta existe en su régimen negati­
De nada sirve despachar despectivamente semejante envergadu­ vo), una corporeidad, una experiencia de lo corporal que no era,
ra de tales procesos apelando a consideraciones naturalistas re gu­ que no puede remitir a una historia previa. Un índice bien concre­
ladas por lo auténtico/inauténtico regresivamente manipulado. El to lo tenemos nosotros en cómo eso nuevo, inédito, inunda poco
cuerpo contemporáneo viene con celulares, auriculares, pantallas, a poco el consultorio con iniciativas de los pacientes, adolescentes
MP3, PlayStation, todos ellos elementos -juguetes, podríamos en particular, que injertan el e-mail, el Skype, el chateo, el men­
saje de texto en el formato de la sesión. Así, un chico de 14 años
acostumbra durante un período a enviar asociaciones desordenadas
15. Por lo menos, de mínima, desde 1999, cuando apareció mi Dibujosfuera del por correo electrónico poco después de cada sesión formal mucho
papel, pero bastante antes en la enseñanza universitaria. Aquel libro usó como pri­ más interesantes de lo que dijo en aquella, hasta que se hace evi­
meros borradores clases dictadas diez años antes en la Facultad de Psicología de la dente que esto es una ampliación de la sesión y no una producción
Universidad de Buenos Aires.
16. Para una mayor elucidación de esta importante cuestión, es recomendable por fuera de ella, como lo afirmaría el creyente en los cincuenta
el ya mencionado "La faimacia de Platón" deJacques Derrida, que dedica sus pági­ minutos, prolongando sin discutir criterios conservadores que rápi­
nas finales a una extensa discusión de cómo la escritura -rebajada primero por la damente sancionan innovaciones espontáneas -como las que en su
metafísica de la presencia que entronizaba el habla como manifestación de la ver­ momento constituyeron la situación analítica luego vuelta clásica-,
dad, en verdad de la Verdad- proporciona repetidamente el modelo para todos los como "transgresiones" puestas bajo el significante de la actuación
discursos teóricos, como es visible hoy en la genética; y lo proporciona repetida­
mente por su rango infraestructura! en la subjetividad. Conjuntamente se debe vol­
o de la resistencia, autoconvencidos de lo esencial de que la sesión
ver a Ecografías de in televisión (Buenos Aires, Eudeba, 2002) del mismo Derrida con transcurra en presencia y sin inmutarse porque el mismo Freud
Bernard Stiegler, donde se discute a fondo esa implicación de las revoluciones en la hubiera ya, y bien pronto, demostrado que se podía analizar un
escritura respecto a nuestro cuerpo. texto por más que su autor no estuviera allí de cuerpo entero o ni
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siquiera estuviese vivo. Una paciente de 15 años llama para averi­ da -palabra que debe conceptualizarse cuidadosamente- cualidad
guar si es posible que hagamos la sesión por camarita, ya que debe -ídem- lúdica en actividades y territorios ajenos al juego en el sen­
preparar una ardua prueba y llegar hasta mi consultorio supondría tido común del término. Esto se despliega en un rango que abarca
tres horas en total. Otra paciente me acerca como materiales largos desde lo más concreto de lo cotidiano hasta sofisticados trajinares
intercambios a distancia con sus amigas, que ha impreso para que de lo más abstracto de nuestros ejercicios culturales (dicho de otra
yo pueda leerlos, y esto debido a la importancia de lo que allí apa­ manera, el jugar se vuelca como cualidad que se injerta en todo lo
rece y que se avergonzaría de contarme cara a cara. Una mujer de que Winnicott ciñe como experiencia cultural, más un sinnúmero
más de 30 años, que ha decidido dejar el país, concluye que su aná­ de otras acciones y prácticas que caen por fuera de esta delimita­
lisis no forma parte de lo que quiere dejar, y, aunque se va a vivir a ción, como comer o hacer el amor). Es como que cuesta hacerse
otro país de lengua castellana, no desea buscar allí otro analista, lo a semejante idea que a cada paso obliga a pregu ntarse, como en
que hace unos pocos años nomás hubiera sido un requisito indis­ un hábito de diagnóstico diferencial, por la presencia/ausencia de
pensable. Inversamente, un colega que nos ha leído en Europa se aquella cualidad lúdica, cuando lo usual ha sido, a lo sumo, conside­
transferencia con esos libros tan intensamente que decide buscarme rarla como un "opcional" cuya no comparecencia no quitaba nada
como su analista a distancia. El motivo clásico y metafísico de la esencial a lo que se estuviera haciendo.
presencia queda desbordado y doblemente: la palabra, que ahora se Dos fragmentos bien disímiles ayudarán a hacerse cargo de este
graba y difiere de tantas formas, ya no es más la palabra de Platón, punto, que forma parte importante de ese descuido levantado por
presencia de la presencia. Su pertenencia a la escritura en sentido Winnicott, el dedo acusador refutando la sosa imagen de abuelo
amplio queda puesta de relieve como nunca antes; ya no es posible indulgente. El primero nos trae a un hombre avanzando hacia su
oponerla a la escritura disminuida como artificio técnico de segun­ cincuentena, un hombre que podría decirse se ha inventado un tra­
da, vacía de ser. Ya no tiene detrás de ella al padre emisor como su bajo a partir de su título de contador, profesión en cuyas habituali­
garante y fijador de sentido, detrás de ella apenas si hay un graba­ dades no se reconoce ni se interesa: este trabajo consiste en armar
dor, y el que alguna vez habló para ese grabador lo hacía repleto de negocios, y negocios complejos y de fortunas en juego, vinculando,
pedazos de textos y de retazos de voces que escuchó de alguien o por ejemplo, un banco de capital nacional con una gran empresa
que provenían de alguna pantalla o de algún libro. extranjera. Luego él cobra lo suyo y se va, nunca se reserva una
Y sin dejarse resbalar hacia algún sentido predeterminado de plaza de socio. Trabajo independiente. Y, fácil imaginárselo, pla­
la historia, no es fácil poner en duda que la realización subjetiva gado de lo que la irresistible máquina banalizadora contemporánea
contemporánea, con las mutaciones que fueren, pasa hoy por ese ha estigmatizado como stress o, peor aún, estrés, al gu sto español.
nuevo suplemento de la subjetividad, tal como antes pasaron por No una forma sencilla y previsible de ganarse la vida, pues son fre­
la imprenta y dejaron en una estela a Don Quijote, el primer loco cuentes los intervalos de incertidumbre cuando no los callejones sin
gutenbergiano, hoy reemplazado por el "autista" de la computado­ salida. Pero él reivindica siempre el placer de lo que hace. "¿Sabe
ra, sobre el que llueven los mismos reproches y diagnósticos que lo que pasa, doctor? Para mí esto es un 'juego "', juego que com­
el cura y el barbero le dirigían a aquel. Tanto en lo más creacional para con los de azar más emocionantes (los que, por otra parte, no
como en lo propiamente patológico. cultiva). El tejido asociativo, incluyendo los afectos que transmite,
Pero con estos u otros suplementos, el jugar no puede no estar deja en evidencia que el paciente no apela a una gastada fórmula
si se ha de producir una experiencia. Actualmente se acepta bas­ retórica; significa lo que dice, lo descubre al analizarse. Nos inte­
tante más que otrora su carácter de imprescindible y se valora el resa el material también en la medida en que la cualidad lúdica se
hecho de su circulación como tal. En cambio -salvo para quienes mide aquí nada menos que con dinero en gran escala y empresarios
fueron sensibles a las páginas de El niño y el significante, entre ellos, y banqueros harto "serios", un universo que parecería dejarle un
muchos colegas del campo psicopedagógico y otros no analistas-, reducido espacio en pequeños intersticios en vez de que lo impreg­
no se suele percibir lo crucial, el peso absolutamente decisivo y la ne todo. Junto a infundir, impregnar resplandece con una nota con­
importancia crucial de una "transferencia de recursos" que infun- ceptual para no perder de vista; mejor todavía si recurrimos a la for-
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mación de Derrida de los quasi conceptos. El psicoanalista puede cocina y pequeño quedan tan limpios como al principio. Comer
moverse más cómodo con ellos, aligerados de la gramática universi­ desprovisto de jugar.
taria, más afines a nuestro campo "ni" científico "ni" no-científico, ¿Comer sin jugar, un niño que hace rato ya puede jugar a ese
singular por excelencia, para seguir en la órbita derridiana. comer nada puntuado con tanta justeza por Lacan? Apoyado en
El segundo fragmento nos cuenta de un pequeño que todavía su poca disposición a la pasividad, se rebela. Cierra la boca, rehúsa
no había cumplido los 2 años. La consulta es por algo que resulta ingerir, como si dijera "si hay que comer en estas condiciones tan
irrelevante; pero, un poco de casualidad, salta sobre la mesa otra aburridas, me niego", negación que produce un efecto de síntoma
cuestión que retiene nuestra atención. Todo parece en efecto más que finalmente posibilita que la situación trascienda y no perma­
que normal cuando los padres mencionan al pasar cierta marcada nezca como un secreto de cocina. La incipiente anorexia decide a
inapetencia del último par de semanas. Retener este pequeño o que la madre busque un cambio que no puede demorarse mucho.
incipiente síntoma permite enterarse de que la madre, profesio­ Pero un niño propenso a la obesidad, "oral" y obediente por demás,
nal, se va por la mañana y retorna al atardecer, poco antes de la habría capitulado rápidamente.
cena. Por lo tanto -y dado además que se marcha muy temprano-, Como para desechar posturas del tipo de las que con tanta
la mayoría de las comidas del niño -descripto como alegre y tran­ frecuencia encontramos en colegas de extracción "estructuralis­
quilo, pero asimismo definidamente del tipo activo, emprendedor­ ta" -que no le conceden al sujeto otra cosa que una posición de
están a cargo de una de sus abuelas, de lunes hasta sábados después objeto fálico para los comienzos de su vida, negándose en redon­
del mediodía. Excelente abuela, se dice, militante, dedicada a este do a imaginarlos como socios del adulto, por asimétrica que sea
su primer nieto. De esas abuelas que nunca tienen algo que sea más la relación, y que nunca lo es tanto vista la intensidad que pueden
importante que cuidar de él. Pero, y aquí entramos en los porme­ tener las tendencias heredadas-. En un caso como este, le permi­
nores más finos, de una disposición enérgica lindante con lo autori­ ten al deambulador sedentarizado a viva fuerza alzarse y oponer­
tario y, sobre todo, fanática del orden y de la limpieza en todos sus se nada menos que a una neurosis del ama de casa de largo arrai­
aspectos. go. Y el verdadero lugar del jugar en el comer queda establecido
¿Cómo se dispone entonces la escena de escritura 17 de las contra todo positivismo pertinaz. (De paso, no una mala muestra
horas de comer tal cual logramos reconstruirlas? La abuela sienta del poder profiláctico del psicoanálisis ya en la temprana infancia.
al pequeño en la habitual sillita alta, ubicada a una distancia de la Refuerza una idea que sugería hace un tiempo en otro lugar, sobre
mesa que le ase gura que él no podrá alcanzar nada de allí por sí la pertinencia de consultas, paralelas a las del pediatra, periódicas
solo. Es ella quien lo alimenta, bocado tras bocado, pues no tiene tempranas al psicoanalista o al psicólogo clínico con una formación
cubierto alguno que le permita esas pequeñas prácticas de juego consistente en psicoanálisis, pertinencia y necesidad fundadas en
con cucharas y tenedores que tanto le gustan a alguien de su edad. la habitual falta de formación del pediatra en aspectos tan nodales
Para redondear la pulcritud reinante, la abuela le limpia la boca como los atinentes al jugar.)
tras cada bocado, de modo que no resta posibilidad de untarse, de En conclusión, lo que hace la abuela es algo tan potencialmen­
untar, de enchastrar, de arrojar... Comer y nada más. Al terminar, te grave como impedir el advenimiento de una experiencia en la
que comer quede del lado del niño, como decía Lacan, y no de un
adulto que "da" (Winnicott abundó en el malestar generado por
17. Para este motivo, léase de Derrida Freud y la escena de la escritura, Barcelona, tamaños "dones").
Anthropos, 1997. El motivo ayuda a pensar determinadas secuencias que la práctica En el mejor momento de su carrera profesional, un jugador de
clínica registra como escenas ligadas a la producción de repetición, más o menos fútbol, estrella internacional, comentaba que el asfixiante disposi­
típicas, y sujetas a ciertas condiciones para su establecimiento, un poco a la manera tivo de compromisos, entrenamientos, concentraciones, reportajes
en que Freud ordenó un conjunto de materiales bajo la fórmula un niño es pega­
y demás había tenido el efecto de quitarle esas ganas "elementales"
do. Además, otra ventaja del término escena es su ductilidad para pensar situaciones
lúdicas; el juego se organiza espontáneamente en escenas, Jo mismo que mucho de de jugar a la pelota, aunque estuviera rindiendo al máximo. Simé­
la vida cotidiana. trico inverso del primer fragmento considerado.
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El asesor financiero, el futbolista, el pequeño rebelde comen­ medida Winnicott no es positivista o es antipositivista incluso se
tan, cada uno a su estilo, y subrayan esa primera afirmación de Wi­ mide por su decisión teórica de no pulsionalizar el jugar, refirién­
nnicott cuando apenas lo era, lo primerísimo que le leemos acerca dolo a sí mismo, gran paso al unísono con designificarlo, en una
del tema y en respuesta a su propia pregunta, con la que titula ese dirección que retoca ligeramente la de Nicolas Abraharn, liberán­
breve y fulgurante texto: "¿Por qué juegan los niños? [... ] Porque dolo de ser desapropiado de sí por la hermenéutica psicoanalítica.
les gusta". 18 Derivación instintivista -más allá de las atendibles sutilezas de tra­
Ese "gusto", vocablo inaugural para mentar el deseo, condensa ducción, exageradas por Lacan-, reducción simbolizante; entre las
el experienciar y el agarrar algo en tanto propio, escribiendo simul­ dos generarán el "descuido" que Winnicott reprocha y que, en par­
táneamente esa espinosa categoría de un propio que se enajena ape­ ticular, desapropia al bebé de su potencialidad bien pronto efectua­
nas se reifica como posesión ontológica. da, ¡y con qué rapidez! Sin reconocérsele la emergencia de lo lúdico
La sabiduría que respira la notoria obviedad de la respuesta corno dotación genética que un medio facilitador debe activar, un
la subrayarnos para sorprenderse y pensar. Y su efecto inmedia­ bebé es tabula rasa, pura carencia, no tiene qué aportar al entre del
to tornada en serio: poner en crisis toda una tradición psicoanalí­ que es parte intrínseca y en el que se erige su singularidad (mejor
tica -en este terreno, abonada sobre todo por Freud y Klein- de que subjetividad, con todo su viejo lastre gramatical y filosófico).
reducción de toda singularidad específica a un significado incons­ A su vez, la doctrina del simbolismo inconsciente que abusa del
ciente que la devalúa en cuanto tal: así, el juego se pintará como recurso de la noción de sustituto, rápidamente descerrajada sobre
masturbación disfrazada, como consuelo por la partida-pérdida de cualquier material, desconoce toda consistencia propia del juego, el
la.madre, como satisfacción sustitutiva de una frustración libidinal, interés del niño por un objeto precisamente por no ser "primario",
todo lo cual diluye el juego y, más aún, el jugar, dejándole nada más que empieza por el gesto espontáneo en el cual Winnicott tanto se
el tibio poder de la representación clásicamente concebida, metafí­ detiene y al cual tanto valoriza.
sicamente inalterable. El segu ndo gran obstáculo es, claro, el logocentrismo, hasta
Contra esto, Winnicott afirma un jugar que juega porque sí. Lacan más en sordina, desaforado luego por la mayoría de los que
Todas las significaciones que se quiera, y trabajamos a menudo con prefirieron hacer escuela que pensar Lacan, cosa dudosa de poder­
muchas de ellas, arriban después. Y en esto lo cronológico y lo lógi­ se hacer lacanianamente. Es un obstáculo mucho más venerable,
co se aúnan, se anudan. inmensamente más antiguo que el positivismo. Y ya en obras ante­
Lejos de imaginárselo, la abuela del relato lleva altas las ban­ riores me he ocupado de él copiosamente, siendo uno de los moti­
deras del positivismo: primero comer, después jugar; primero las vos que me impulsaron a leer el psicoanálisis con Derrida, como
necesidades "básicas", a continuación el deseo. Banderas que siem­ también con la música, un aliado "natural" contra el logocentris­
pre vuelven a enarbolarse, lo que apenas justifica referirse a un mo, esa música que, de acuerdo con Beethoven, se interna en los
"neo" positivismo, pues nunca se le da margen para morir y even­ enigmas de nuestra condición más allá de donde la palabra, aun la
tualmente renacer. Empieza varias veces, sin solución de continui­ poética, puede �compañarla. (De manera análoga, en su investiga­
dad, o funciona sin parar. En la historia del psicoanálisis, fue el pri­ ción clínica sobre el dibujo, Marisa Rodulfo se apoyó en las artes
mer gran obstáculo para que aquel "descuido" no se produjera, ya plásticas.) 19 Sin reiterar demasiado, pondría el acento sobre cómo
que era totalmente imposible conceptualizar el juego sin remitirlo ese logo o falogo arruina la rica veta que sería considerar la pala­
a pulsiones, muy poca variación respecto del instinto de juego de bra, el significante en tanto tal, como un juguete de pleno derecho,
la psicología, y casi peor, pues le arrebataba toda autonomía para amén de musicalizar el significante como de hecho lo insinúa Lacan
subordinarlo a un destino pulsional como la sublimación. En qué al insistir en la primacía del plano sonoro por sobre el semántico.

18. En La familia y el desarrollo del individuo, Buenos Aires, Hormé, 1986. Texto 19. Marisa Rodulfo, El niño del dibujo y L11 clínira del nHío y su interior, Buenos
de comienzos de la Segunda Guerra, cuando su autor apenas despuntaba como tal. Aires, Paidós, 1992 y 2005, respectivamente.
LA REPETICIÓN DEL COMENZAR 99
98 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIO NES

pendencia del material en el que se infunde, un autito, un desecho,


Los abundantes retruécanos, anagramas y juegos de palabras -jue­ un sonido indeterminado, una palabra, una idea ... Atraviesa todo lo
gos de reparemos- son estrictamente musicales de pies a cabeza. que estarnos habituados a polarizar sin respetar los dualismos con­
Ya en la última parte de su vida, Lacan se autodefinía corno "un sagrados por una tradición binarista. De la misma manera, contra­
payaso",2º figura eminentemente lúdica. La reciente ola o moda riamente al sign o, tampoco lo literal/figurado como lo que opone
-con los franceses nunca se sabe- dedicada a Winnicott en Francia lo animado a lo animado. Característica que lo hace un ariete de
también, aunque no solamente, es un efecto a posteriori del ins­ mucho poder para embestir la hegernonización del psicoanálisis por
tinto certero que le hizo reconocer en el inglés alguien diverso, no la metafísica.
parecido a nadie, cosa que la ortodoxia lacaniana, por sí sola, jamás Llegados a este punto, parece indispensable y un acto de justi­
hubiera tenido el talento de percibir. (Sin olvidar que, en lo que a cia valorar ese gesto y ese acto de Melanie Klein cuando resuelve
Winnicott concierne, desde el principio lo acompañaba Pontalis.) bruscamente y sin siquiera poder fundamentarlo acabada-académi­
En lugar de tan meritorio reconocimiento, esos "soldados" se camente lo de equiparar juego y dibujo a palabra en el tratamiento
ensañaron con los dispositivos kleinianos, erradicando det con­ del niño. No lo habrá podido fundamentar acabadarnente, pero lo
sultorio los jugu etes, una anécdota digna de la saga de Toy Story. pudo hacer. Su operación funcionó a la larga en el sentido de una
Escuché años atrás de un valiente chico que, cansado seguramente descentralización con porvenir, a poco que uno se quedara con esa
de ser atendido en un escenario para grandes, se llevó una bolsa bocanada de aire fresco y no se dejase encerrar por el formato rígi­
cargada a su sesión, desconcertando al militante que se proponía do de los códigos de interpretación kleinianos.
limitarlo a hablar. Un arrogante desdén por aprender a leer juegos
y dibujos acompañaba esta "segunda fundación" de lo que ha vuelto
a nacer más de dos veces, perjudicando la·forrnación clínico-teórica
de más de una generación de jóvenes colegas. A falta de otra cosa,
las asociaciones se esperaban de los padres, reduciendo así la sin­
gularidad tan proclamada en los discursos. Corno siempre, hay que
atender especialmente al silencio; actos como esos de despoblar el
consultorio donde se esperaba a un niño se hacían sin decir nada, al
igual que no intentar la lectura de materiales de juego o de dibujo.
En suma, una conducta simétrico-inversa a la que llevaba a los klei­
nianos en su apogeo a tan poca consideración con lo que aporta­
ban los padres, ignorando lisa y llanamente cosas de la envergadura
del mito familiar -sin contar con la tendencia de muchos de ellos a
subestimar la significación del material verbal del niño-, esperán­
dolo todo de los juegos del paciente, ejemplo vivo de esa marcha de
centrarse en el Uno a centrarse en el Otro.
Desde una posición que incita constantemente a la vigilancia,
a tornar conciencia de los lazos que atan el psicoanálisis a la vieja
metafísica y lo impre gnan de sus motivos y caballitos de batalla, no
se puede dejar pasar un rasgo invariante del jugar: su indiferencia
a oposiciones tan pueriles corno verbal/no verbal, y de ahí su inde-

20. Se hallará esta autodefinición en La troisieme, Rosario, Biblioteca Freudiana


Capítulo 4
La problemática de la reapropiación

La tesis de los comienzos difiriendo de sí mismos no tarda en


mostrarnos sus beneficios, según ya lo hemos podido palpar. Otro
muy señalado es desembarazarse de la teoría del desgaste, según la
cual, en su desenvolvimiento temporal, el psicoanálisis habría sufri­
do una progresiva mengua de su potencial transformador, algo así
como el desgaste lógico de la edad -idea tributaria de una concep­
ción de las teorías como organismos que nacen, crece y mueren-,
envejecimiento un tanto precoz, pero que se justifica en la prodigio­
sa explosión de cambios en la cultura occidental y en esa linealidad
de la cual procuramos desmarcarnos donde hay un solo comienzo
que va quedando cada vez más lejano. Pero si todo comienza varias
veces, si todo comienzo repite su comenzar, el lugar común del des­
gaste con el paso del tiempo se queda sin sustento, pues el comien­
zo se transfiere continuamente al porvenir. Y nunca se sabe ni sabe
nadie cuándo volverá a empezar el psicoanálisis.
Otra forma de exponer la idea de comienzos sin origen, sepa­
rando cuidadosamente los albores del motivo mítico-religioso del
origen, de lo originario -que, no lo descuidemos, encontró tem­
prano alojamiento y posibilidades de desarrollo en el psicoanálisis-,
hasta dar su nombre a más de una ampliación de la tópica freudiana
(véanse en particular las obras de Piera Aulagnier, Silvia Bleichmar
y Jean Laplanche); orígenes, siempre orígenes, de esto y de lo otro
102 PAD RES E HIJOS EN TIEMPOS D E LA RETI RADA DE LAS OPOSICIONES
LA PROBLEMATICA DE LA REAPROPIACIÓN 103

recoge revalorizándola una invención de Freud. Él había propuesto


una idea mejor y considerablemente más nueva; por supuesto, nos Digamos que, entre las primerísimas cosas que se pueden decir
referimos a su Nachtriiglichkeit, 1 donde desde lo posterior se precisa de la experiencia, está el que se puede perder, es inherente a su
un recomienzo, lo que a la vez implica discontinuidad, nada de fle­ "naturaleza" de experiencia y no un hecho accidental estar expuesta
cha del tiempo. Posteriormente, Anna Freud hizo su propio aporte a la pérdida. Experiencia es lo que se puede perder porque cae en
a esta cuestión en un terreno más acotado, al registrar la no conti­ otras manos o ha estado desde el principio no en las que debiera
nuidad simple entre la patología del adulto y la del niño en el curso estar. Con suma frecuencia y en distintos grados, según veremos,
de una vida, desconformando un supuesto de línea que primaba en sufre confiscaciones, se la encuentra, le pasa ser reapropiada por
la psicopatología.2 De esta manera, una línea recta trazada del pasa­ una instancia que no la produjo, de la cual no brotó y en la que no
do al porvenir se quiebra, fragmenta y pierde su identidad segura tuvo su impulso emergente de arranque, su "gesto espontáneo".
para fechar un comienzo unívoco. Se reconocen aquí deudas diversas, por ejemplo, con la aliena­
Se introduce así una cierta flotación entre pasado y porvenir que ción de Marx y con la represión de Freud, esta última sobre todo
implica para el analista trabajar con la meta de prevenir al paciente no en sus formalizaciones metapsicológicas, sino más bien en un
del pasado, sobre todo por lo que puede llegar a ocurrir mañana. motivo más difuso, el de quedar extrañado, desposeído de algo que
Efectivamente, hay hechos de la vida que dan lugar a una resigni­ en principio se diría es propio, de no poder disponer de lo que de
ficación temible del pasado -por ejemplo, como instancia de pre­ derecho me pertenecería.
destinación donde ya todo estaría jugado-, toda una modulación de Estimo que esta básica concepción freudiana que se esbo­
lo siniestro: un hombre se descubre un tumor, metástasis de otro za poco a poco en el grupo de trabajos que Breuer-Freud y luego
no detectado. Años atrás ha perdido a un hijo con el mismo tumor Freud sólo dedica a la histeria es la que está por detrás y empu­
que en él se ha develado. Pero el del hijo era primario, en tanto jando el crecimiento de esa gran categoría que gira alrededor de
el suyo es una derivación. No obstante, en su fantasía era en él en la propiación desapropiada.3 Para destacar lo cual, invitaría a hacer
quien se incubó la condición de posibilidad fatal del que terminó a un lado provisionalmente los largos desarrollos posteriores, de
con la vida del pequeño. En él residiría la residencia del mal, lo que Freud mismo como de otros, que se extendieron en especulaciones
ciertamente no lo ayudaba a pelear por su existencia. Hay pacientes metapsicológicas sobre la represión (a menudo, de gran interés),
que se "especializan" en hacer del pasado el lugar de la fatalidad y para no oscurecer cierto rasgo que me interesa no dejar escapar,
eso ya desde pequeños, dada la insidiosidad de relatos o mensajes acaso -diciendo esto con fines "didácticos"- existencial, de lo que
entrecortados -mezclas de dichos y de prácticas y de modulaciones Freud ensaya llamar represión (lo traducimos así), eso que extraña
emocionales- relativos al "cuando vos naciste ... ". al sujeto de lo que más debería disponer -a veces, nada menos que
Desde la experiencia y sus prerrequisitos, otro camino nos con­ su deseo- vuelve irreconocible y hasta como del otro lo que debería
duce a una de las ideas más fecundas de Derrida y de gran repercu­ sentirse como del propio palo, sobre todo en ese momento en que
sión en nuestro campo, en nuestra práctica. Me refiero, claro, a un Freud, tratando de pensar lo que está conceptualizando como cen­
grupo de términos que se anotan como apropiación, expropiación, sura, acude a referencias sociopolíticas, espesamente transubjetivas.
desapropiación, expropiación. Mi idea es que ese no es el fin del camino, apenas una punta
-pero ¡qué punta!, una de extraordinaria importancia- de toda una
intrincada problemática que el psicoanálisis, a la vez que tiene allí
l. Véase su más clara exposición en el póstumo Proyecto de una psicología científi­ un papel irreemplazable, tampoco puede desarrollar a fondo por
ca, Buenos Aires, Arnorrortu, 1978. sí solo, lo que inteligibiliza que en determinado tiempo un pen-
2. Una exposición bien clara de este punto, rompiendo una suposición de con­
tinuidad simple entre la patología del niño y la del adulto, suposición que presi­
día la teoría de la libido, especialmente en la versión de Karl Abraham, de larga
impronta en el psicoanálisis, puede leerse en Anna Freud, Neurosis y sintomatología 3. Conviene aquí internarse en Interpretar (Freud), México, Siglo XXI, 1988,
en la infancia, Buenos Aires, Paidós, 1977. del mismo Derrida. Sobre todo para alejarse de concepciones simplistas y esencia­
listas de lo propio, que de una manera u otra lo naturalizan.
LA PROBLEMÁTICA DE LA REAPROPIACIÓN 105
104 PAD RES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETI RADA DE LAS O POSICIONES

son, al pie de la letra, hechos de desapropiación, ar�ebatand� para


samiento como el de Derrida -cuya condición de posibilidad o sí el ideal normativo social <le medirse con las energias del su¡eto, a
una de las cuales es precisamente ese psicoanálisis- tome el rele­ partir de lo cual lo sexualiza desde su propia perspec�va, regul.á�­
vo y suministre ayuda decisiva. La des- o reapropiación la pienso, _
dolo ya no a partir de la espontaneidad deseante y de¡andole la 1ru­
entonces, en un extremo por ahora cuyo punto de partida es la
ciativa. Como se ve en el caso citado más arriba del adolescente que
Verdriingung freudiana, como ejemplificando aquello de la repe­
se siente mandado a "debutar" aunque no se considere aún prepa­
tición en el comienzo del comienzo. Como si dijéramos que una �ado para ello, después de todo, y pese a las apariencias, �n bonito
vuelve sobre lo que la otra localizó y le hace dar un giro de rosca. _
ejemplo de represión más acorde a los tiempos en que VIVImos que
Para apreciar esto mejor, nada mejor que esos textos de Freud (por
los proporcionados en la literatura clásica.) _
ejemplo, La moral sexual "cultural" y la nerviosidad mod�rna), donde . ,
Dicho desde otro ángulo, desde la re-, des-, exaprop1ac10n, lee­
ofrece un escenario ampliado, no restringido a la clímca, del con­
mos diferente la represión, la leemos leyendo en ella y a aquella, la
flicto entre la norma y el deseo sexual, porque allí se aprecia mejor
leemos como una variación, históricamente proferida, de aquella y
la medida en que los miembros de una cultura pueden quedar muti­
la leemos como que sin su acontecer textual la posterior no podría
lados, desposeídos de una capacidad que teóricamente les pertene­
haber visto la luz de su escribirse. Derrida no dialoga tanto con
cería si las cosas funcionaran de tal manera que no se me despose­
Freud por un pasatiempo filosófico, sino que Freud le es esencial
yera de algo esencial de mi propia propiación.
para su propio paso.
Pansexualista o no, Freud avanzó muy resueltamente en cómo _ . . .
El neurótico, entonces, no es el hombre d1V1d1do, smo el hom­
esta desposesión afectaba y muy a fondo otras virtualidades en prin­
bre mutilado, desactivado por la reapropiación que posteriormente
cipio ajenas a la esfera sexual propiamente dicha, propiciand? a�í
lo "recompensa" con la normalidad de la �ual lo insig°!"ª· Justifi:a­
una doble ampliación: de la sexualidad en sí misma, al desgemtah­
mos así el aparente exabrupto de Guattan cuando _ s?stlen� _ que lo
zarla, y de la sexualidad ya ampliada, al hacerla repercutir muy lejos
incurable" es la neurosis. Neurotizar es una operac10n pol1t1ca cuya
de sus fronteras. Sujeto a la represión, el neurótico -ese nuevo per­
sonaje que entra en acción y cobra un gran protagonismo, prime­
gran instancia de ejecución es . la familia, si_ �ien
.
-�º�
la escuela pesa
cada vez más en ese procedimiento de soc1alizac1on.
ro como encamación por excelencia de los males de la civilización, .
Encarada así, la represión adquiere un nuevo y filoso relie­
después de una manera bastante más conformista, como ejemplar
ve filosófico, cuando ya parecía una de esas cumbres des�astadas
de la normalidad y hasta del máximo de salud al cual pudiéramos
que no convocan a nadie a escalar, pero no del Cuaternario, algo
aspirar- no es él mismo, no se tiene a sí (no se debe confundir esto
demasiado transitado que ya no ofrecería ninguna sorpresa. Y se la
con la afirmación de una vida psíquica inconsciente, algo incons­
desaísla haciéndola componer cadena con otros quasi conceptos,
ciente puede no verse afectado por la represión, según el mismo
bajo el ;ignificante agrupador de la propi_a�ión y s1:1 pr�ble�ática en
Freud lo aclara tempranamente, una cosa no debe asimilarse a la
una historia de la diferencia como princ1p10 de histonzac10n. Pues
otra). Por ejemplo, en la sección dedicada al absurdo en el sueño de
no puede decirse que fuera una buena compañía para ella la de lo�
su libro más famoso. Verdad que se nubló cuando empezó el reflujo
"mecanismos de defensa" de la cual se la obligó a formar parte, s1
de reivindicaciones e incluso de elogios de la represión, inducien­
bien como primus inter pares. Pero un encadenamiento orográfico
do a confundir esa Spaltung destacada por Lacan como constitutiva
no es una colección, tampoco de cumbres.
del sujeto, en la medida en que hay inconsciente, con la "violenc�a
_ Hay otro hilo, no obstante y además, q�e nos i�t�resó en
secundaria" de la represión como barrera empobrecedora, smom­
Derrida por otras razones, e hizo que su somdo ad9umera pa� a
mizando por este expediente una postulación de tipo metapsicoló­ _
nosotros un rango significante: el que denva de la d1ctadur� mas
gico con un funcionamiento patológico que corresponde a la psico­
genocida que conoció la Argentina, y que tuvo un punto de smgu-
patología. (Apenas en el capítulo dos de La fundación del inconsciente,
Silvia Bleichmar admite que la normalización llevada a cabo por la
represión sería "alienante", pero ... no habría alternativa mejor, con
4. Gilles Deleuze y Félix Guattari, El Antiedipo, Barcelona, Tusquets, 1973.
lo cual complica al psicoanálisis con objetivos de normalización que
106 PAD RES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETI RADA DE LAS O POSICIONES
LA PROBLEMÁTICA DE LA REAPROPIAC Ó
I N 107

larización en la apropiación de bebés y de niños a quienes consecu­


tivamente se los erradicaba de su historia, segunda reapropiación, toque para el analista: cuando algo le ha penetrado en profundi­
y que generó las luchas que conocemos y que hicieron de Abuelas dad, cambia su clínica, pues resulta imposible que no retumbe en
de Plaza de Mayo una institución sin parangones. (En los primeros ella. Siguiendo esta pista, uno podría historiar los textos -hechos
tiempos del retorno a la democracia o de salida de una dictadura de letras o de otras cosas-, las experiencias -hechas de textos y de
tan estúpida como feroz de toda ferocidad, no faltaron en cambio otras cosas- que de verdad lo marcaron, alterando modos de leer,
colegas que justificaban la apropiación -con el respaldo de un ape­ de escucha, de mirar; lo que no se borra más de uno. (No puedo,
llido de repercusión internacional, el de Dolto- en una "ley" no llegado aquí, dejar de mencionar el encuentro con la obra de Lévi­
de la sangre, desaprovechando entre tantas otras cosas el uso que Strauss en los primeros años en que empecé como psicoanalista.)
Así las cosas, una noche tuve un sueño, un sueño sin imágenes, solo
�osine y Robert Lefort hacían de los significantes del sujeto/sig­
ruficantes del Superyó.) Aberración que no es justo achacar a una de ideas y palabras, pero que no se veían escritas; en él se me orde­
imbecilidad-vileza individual, sino que es un producto lógico cabal naba -a la manera de una revelación inspirada, romántica digamos,
del logocentrismo o, aún mejor dicho, del falogocentrismo. Esa el encadenamiento general del cual la represión constituía el primer
larga pelea, por cierto que sin terminar -amén de que carga en sí paso y que reorganizaba toda una serie de fenómenos y de concep­
con lo interminable mismo-, sin olvidar nuestra modesta participa­ tos en tomo a la reapropiación como eje, un movimiento además
ción y colaboración en ella,5 nos sensibilizó a la palabra que Derri­ de fuerte penetración en la clínica. Llovían fragmentos de materia­
da repetía y repetía en tantos contextos distintos confiriéndole una les de todo tipo -el asunto no se detiene en prolijas delimitaciones
resonancia y una intensidad afectiva -hecha de rabia, de angu stia, psicopatológicas; en ese sentido, las atraviesa con la misma indife­
de horror y de odio sin límites al enemigo-, como difícilmente rencia que en su momento hicimos notar del jugar-, iluminados
podría haber sido el caso en alguien que no hubiera atravesado esas ahora de una luz muy diferente. Me apresuré a anotarlo en cuanto
circunstancias en carne propia, o que solo las hubiera leído o visto desperté; fue mi primer borrador que llevé a un seminario, toda­
en cine de algún remoto país y de otra lengua. Sin duda, también, vía claro de manera muy tentativa y entrecortada, pero ya agarrado
tanto trabajar con niños fue otra fuente de sensibilización, incluso un núcleo que no se me iba a soltar. Ideas como las de interferen­
por aquellos casos, que los hay, de adopciones tan mal conduci­ cia de Winnicott, de qué lado queda algo en Lacan, el peso que
das que se vuelven desubjetivantes. Sumadas a otras experiencias Stern otorga a que la madre acompañe y se subordine a la iniciativa
clínicas de secretos envenenantes, tóxicos, maléficos en su silencio del bebé en juego adquirieron un relieve diferente y movilizador.
ensordecedor. Me di cuenta de hasta qué alto grado podían y debían retrabajar­
En algún momento previo seguramente a la "toma de con­ se, amplificarse, ramificarse y multiplicar su poder entrelazador, la
ciencia", empezamos a urdir y reunir la diversidad heterogénea de transmutación más grande en mi propio pensamiento desde que
estos hilos, también estimulada en acompañar luchas adolescentes descubrí lo que Winnicott había echado a rodar con lo del playing.
por crear lo propio. (A veces, no tan pocas, las de alguien de cual­ Por otra parte, otra clínica, la de la enseñanza en y fuera de la uni­
quier edad y hasta de épocas tardías de la vida.) En algún momen­ versidad, también se dio a pensar de nuevo a partir de las vicisitudes
to se tomó en mí la decisión de introducir abiertamente todo lo de la propiación, en particular en la formación del analista. 6
de la propiación y sus accidentes en el psicoanálisis, y empezar a Hubo otras repercusiones en lo teórico, siempre signadas por
usarlo en el trabajo clínico, lo que en mi opinión es una piedra de la preocupación que me ha venido dando la demasiado habitual
relación ingenua del analista con su vocabulario, incluso en cole-

5. Materializada principal, pero no únicamente, en el peritaje-tipo sobre la


apropiación de bebés, llevado a cabo por Eva Giberti, Marisa Rodulfo, Ricardo 6. Ya en 1979, con la publicación de mis Confecciones en psicoanálisis (Biblioteca
RoduJfo y Fernando Ulloa a pedido de Abuelas de Plaza de Mayo en 1997, y envia­ Freudiana de Rosario), e incluidas mucho tiempo después en el libro El psicoanálisis
do posteriormente a las Naciones Unidas. de nuevo. Trabajo que tuvo su continuación en "Línea y posición en psicoanálisis",
incorporado a otro libro, Estudios clínicos, también ya citado.
108 PAD RES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSIC I ONES LA PROBLEMÁTICA DE LA RtAPROPIACIÓN 109

gas bien talentosos: Canguilheim había desarrollado el tema del objeto de estudio claramente determinado; una suerte de sueño
trabajo del concepto, tema sensible para nosotros, que tan a menu­ althusseriano ... del que al gunos colegas, como Roberto Harari,
do recreamos un término llegado a nuestras costas desde la física o nunca pudieron o quisieron despertar. Se entiende si se lo piensa
desde la lingüística o de etcétera, y lo relanzamos con un contenido en el registro de la realización de deseos, en verdad es un sueño
diferente. Se trata de una operación legítima pero que se malogra si una disciplina así: un psicoanálisis incontaminable, al abrigo de
creemos que por eso no tenemos por qué rendir cuentas de dónde toda reapropiación posible, y con una singularidad irreductible a
hemos sacado esa palabra, dando por sentado, sin fundamento cualquier otra disciplina que pudiera hacer impacto en él y desviar­
alguno y con una ingenuidad que nuestra experiencia con las pala­ lo de su camino, sean las neurociencias, sean -ahora saliéndose de
bras hace imperdonable, que la trayectoria previa de ese término no lo intertextual- acontecimientos y transformaciones sociopolíti­
nos concierne en absoluto. (De esta manera -para señalado más que cas, virajes en la cultura. Un psicoanálisis inmune al medio, fuere
ejemplo-, el analista cree que el mal trabajo y el no trabajo hecho textual o social, en lugar de un psicoanálisis con esa enfermedad
con Edipo, así como el juego de ese mito si lo restituye un análisis autoinmune con que Derrida lo caracterizó.
estructural en serio, no le competen, pues lo único importante sería Pero retrocedamos un poco ahora a fin de ofrecer una visión de
el querer-decir del concepto en el interior de nuestro campo, tan conjunto de la reapropiación -como de su antídoto, la desconstruc­
autocomplacido con la suposición de poseer ese interior y de uno ción-, ensayando contar el cuento desde el principio.
que, vaya a saber por qué milagro, sería absolutamente específico.) Supongamos que se piensa, que algu ien piensa algo. Para enfi­
Cualquier mediana asunción de la teoría del significante, por tosca lar hacia un punto que nos preocupa muy de cerca, prescindamos
que fuere, desalentaría tamaña ligereza, pero incluso y sobre todo por el momento del que está amasando su propia teoría, o dicho
los más acérrimos lacanianos se cuidan de acordar con las indica­ mejor, su "propia" teoría, o por lo menos alguna idea que se le ha
ciones del maestro y aplicarle al psicoanálisis las generales de la ley. ocurrido, y vayamos al caso mucho más abundante del estudian­
Lo del trabajo del concepto está muy bien, pero no nos exime de te que emprende estudios de psicoanálisis. Hay un qué, pues. Un
examinar la proveniencia de este, su equipaje, el que salta a la vista estudiante que estudia ¿qué? Psicoanálisis. Tanto él como su profe­
como el inadvertido, el de contrabando. sor creen que "no sabe nada", y creen también que es este el prin­
A su turno, Nicolas Abraham, en su libro ya mencionado, plan­ cipal problema, cuando en verdad el principal problema es inva­
teó la interesante idea de un trabajo designificador del psicoanáli­ riablemente el saber previo. El saber previo aporta, decisivamente,
sis, tanto en el plano puramente clínico relativo a los significados el con, con qué pensamos el qué en cuestión. Regularmente -casi
demasiado fijos que suele traer un paciente como en el de lo que le una condición de posibilidad- pensamos, mal o bien, sin margen
hace nuestra disciplina a esos vocablos que, como decíamos, le lle­ para detenernos mayormente en con qué lo estamos haciendo. Por
gan o pide prestados. Cuestión de los intereses del préstamo, nada más que lo ignore todo del psicoanálisis, el estudiante aprende, con
secundaria para una disciplina que le ha pedido términos y nocio­ un sinnúmero de nociones, categorías, conceptos y preconceptos,
nes a medio mundo. Espléndida idea, por lo demás, del psicoaná­ armaduras lógicas, que viene acumulando desde su infancia (desde
lisis como una máquina designificadora, después de hipertrofiado que adquirió el "¡malo!", por ejemplo). Particularmente, su cabeza
como máquina de hacer sentido. Siempre y cuando la acompañe­ está formateada con una rejilla dualista de opciones binarias, más o
mos de un trabajo para elucidar de dónde procede lo que se preten­ menos como la computadora que utiliza; inevitablemente, verterá,
de despojar de sus significaciones anteriores, pues esa procedencia vertebrará lo que aprenda en ese molde o pattern. No debe extra­
pone sus condiciones a lo que Abraham postula, también resiste y ñarnos, entonces, su propensión a oponer lacanianos a kleinianos,
se cuela en los dispositivos de la deslignificación. Otra cosa es si se el psicoanálisis a la psicología, la estructura a la historia y al desa­
procura una alianza con la desconstrucción. rrollo, lo simbólico a lo real y a lo concreto, lo materno a lo pater­
Nos damos cuenta de la imposibilidad de este trabajo si no se no, y todos los "etcéteras" que se quiera. Muy lejos de la tabula rasa,
renuncia a la seductora fantasía del psicoanálisis como un campo ese estudiante dispone de muchos instrumentos para pensar y ubi­
seguro y bien amojonado, con fronteras intraspasables y con un car lo que piensa; ahí radica todo el problema.
112 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES LA PROBLEMÁTICA DE LA REAPROPIACIÓN 1 13

beneficio de qué? Veremos que sus dados están cargados. Una lización, Dios como el ser por excelencia, el único ser por exce­
pequeña peripecia de la vida profesional nos orientará, como siem­ lencia, la circularidad de un significante que nunca se extravía, la
pre puede hacerlo todo síntoma. verdad corno presencia y la presencia como índice seguro del ser
Nos ha llamado la atención más de una vez una cierta secuencia compareciente ... Se pasan la pelota entre ellos, los desapropiados
de diálogo que más o menos transcurre así: se habla, por ejemplo, los miran jugar.)
de lo positivo de un análisis que se ha llevado a cabo; viene una Con ellos se puede aparentar que se producen revoluciones teó­
pregunta o puede ser una aclaración suplementaria que nos infor­ ricas; se hablará mucho, entonces, pongamos el caso, del descentra­
ma que el analista es ... "-iano". A lo que si gue una suerte de "¡ah, miento del ser o del sujeto, pero lo reapropiado no se reembolsa así
bueno, con razón!", justificando en esa identidad alienada lo bueno nomás: verificaremos a continuación que el centro en tanto tal no
que ha sucedido. Como todo episodio mínimo, reditúa analizar­ se ha descentrado en absoluto y respira intacto en su sitial. Tampo­
lo. Aquí se opera una reapropiación del trabajo de Juan Pérez y su co que el poder del padre se reinscriba en tanto Padre Muerto hace
paciente por parte de un significante que bien pronto nos tenta­ temblar de veras ningún statu quo. Tampoco que el ser falte, si
rá llamar paterno; la sangre, la cabeza, los esfuerzos personales de esta falta está en su lugar, nada periférico. Tampoco que el incons­
un analista, su posición plenamente singular en ese tratamiento, y ciente, por poco que continúe amarrado a todo este sistema que no
solo en ese, quedan barridos por el desembarco triunfal, con toda la tarda mucho en encontrar el medio de embotarlo.
batería sonando, de un significante "Amo" que se atribuye toda la Podría por este camino hablarse de una represión de lo propio
gloria. Juan Pérez y los sudores, las fatigas y los aciertos de su tra­ en beneficio de una instancia reapropiante, que hace pasar por ella
bajo cotidiano desaparecen, es porque "es" ... "-iano" que hizo una algo que ella no ha producido, sino parasitado. Instancia que dis­
labor que valió la pena. pone de la propiedad de los medios de producción (a los que hoy
De modo -no nos debería sorprender- que nos hallamos en deberíamos agregar los medios llamados de comunicación, que fun­
los dominios del padre o del Padre, as you like it. Es su casillero cionan como una agencia de reapropiación de primerísimo orden);
el que acumula la plusvalía de la expropiación practicada. A ese para el caso, todo ese conglomerado, el con qué ...
lugar va a parar una y otra vez la bola, al lugar donde se dice Dios, Si ahora nos pasamos a la clínica, no tardaremos en compro­
el padre, el capital, el ser no sin género, la esencia (la esencia de bar que la capacidad para tener experiencias se ve más que afectada
Freud sería freudiana, por ejemplo), la verdad por encima y siem­ por las políticas de desapropiación. En términos generales, podré
pre encarnada en alguna fi gura de ese tipo. La Patria, también. experienciar si primero eso que experiencia viene del Otro, con su
Messi es argentino, a no olvidarlo, en eso radicaría la causa de sello, con lo que mi experiencia se rebaja a una cita. El mismo voca­
serlo, la de su habilidad singular. Y si él gana con su trabajo y blo Otro -con el que Lacan excede el logocentrismo en el mismo
talento, ganó la Argentina. Como vemos, el asunto se extiende movimiento en que quiere afirmarlo- es un efecto de reapropia­
mucho más allá del ámbito "intelectual", para ganar la calle, las ción. El mismo Lacan confiesa que es un término de reemplazo de
tribunas, los medios, la voz de cualquiera. La reapropiación no un trabajo de grupo del grupo, uno que se reapropia, pues, de lo
es una teoría, es una práctica mitopolítica longeva, de comienzos hecho por aquel. Saltando por esta digresión, un niño, por ejem­
inciertos y también ellos multiplicados. A la lista se debería sumar plo, para ser reconocido como poseedor de x potencialidad, deberá
el significante, pues, tal como fuera concebido por Lacan, toda recibirla en carácter de hijo. O se me expropia sin más de lo propio
esperanza de verlo dando lugar a una descentralización del cen­ que hice o podría hacer, o se me reintegra alienadamente por el
tro se disipa rápido, una vez que constatamos su estructura tras­ sesgo de made in ... el Otro o lo Otro. Y recordemos de vuelta a
cendental, "indivisible", tal como aquel lo precisa sin sombra de la hinchada clamando "¡los tenemos de hijos!" para apreciar lo del
duda. (El centro, por supuesto -a lo cual hay que añadir el círculo significante que un discurso social del amor pretende maquillar.
como forma paradigmática de la Forma-, es miembro habitual de De todas maneras, importa retener -sobre todo en el concepto
la nómina, y entre todos estos términos las combinatorias se mul­ de espacio potencial en mente- la dimensión de porvenir como la
tiplican: el padre como centro de cuya función depende la norma- más afectada o la muy afectada: aquello que no sé qué es que a par-
114 PAD RES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS O POSICIONES
LA PROBLEMÁTICA DE LA REAPROPIACIÓN 115

tir del desenvolvimiento de un gesto espontáneo 8 podría advenir y


llamarse mío, pensando en lo mío como marcas móviles y proviso­ con idénticas notas, aunque variando ritmos, armonías, intensida­
rias, diferencias de trazos que se hacen y deshacen como las nubes des, acentos, contrapunteos, modulaciones o serializaciones secuen­
en el cielo o los garabatos de "la plapla" en una hoja, y no en tér­ ciales.
minos de la concepción clásica de emanaciones de una sustancia o En todo plano, pero en el de la clínica esto es más indispensa­
propiedades estables de un ser circularmente concebido. Hay que ble aún, es necesario desligarse de la oposición victimario/víctima,
prestar particular atención para no confundir lo propio con la ins­ que nos dejaría sin analizar nada menos que la complicidad. Es que,
tancia individual erigida por la psicología desde su nacimiento de como Freud lo dice para el caso del duelo, las oposiciones, su teji­
acuerdo con derivaciones de la metafísica bien notorias. La psico­ do, hay que socavarlas, molestarlas, importunarlas, una por una; y
logía psicologiza el Uno de costumbre. Pero un uno bien puede y es un trabajo que no puede hacerse en general al modo de un pre­
suele existir desapropiado. "Ser uno" en absoluto garantiza contra cepto filosófico, desde lejos, sino bien clínicamente una por una,
la reapropiación; al contrario, pensando que al escribir "uno" repri­ como desmenuzamos una trama asociativa.
mo y confisco mi diversidad y mi polimorfismo sin gramática que La preocupación de Winnicott por la interferencia se nutre y
lo sostenga. Esa nota de una reapropiación, sobre todo de lo del crece con otro alcance en la perspectiva de la reapropiación, donde
porvenir y del porvenir mismo (un poco como la deuda externa), más que nunca la experiencia es sobre todo definida como aquello
nos es decisiva al trabajar con chicos y con adolescentes. No (solo) susceptible de perderse, en parte, en mucho, en toda, de acuerdo
por razones económicas: hay familias donde el recién llegado tiene con una escala de matices por precisar caso tras caso, nunca glo­
hipotecado y ya expropiado el porvenir, si bien eso puede dar lugar balmente. Años después, Stern realizó un minucioso inventario
a una lucha en la medida que aquel no se someta como a un desig­ de modos del juego entre madre y bebé donde se despejan diver­
nio de los dioses. Porque en ellas la violencia de la compulsión de sos grados y calidades de interferencia y de lo que Winnicott, más
repetición en su sentido más enfermo ha estrangulado la potencia enérgicamente, designa ya como ataque, de mayor virulencia pató­
diferidora de la variación repetitiva. Como una fuente que se seca gena. Reexaminaremos brevemente una lista que se puede confec­
por una depredación. cionar de lo de Stern, con el agregado, no poco interesante, de que
También la música, en sus más diversos exponentes, nos ha no se la podría hacer corresponder punto por punto con una cla­
enseñado a no creer en nada indivisible. Y que la fragmentación sificación de tipo psicopatológico. Es decir, la reapropiación atra­
puede ser algo muy distinto de un splitting esquizofrénico, actuando viesa las fronteras entre cuadros, no las tiene demasiado en cuen­
como un modo de generar diferencia, de empezar de nuevo frag­ ta, no se deja, sobre todo, gobernar por ellas. De tal forma, dos
mentando el "mismo" motivo hasta que se desprende otro, y hasta pacientes pueden merecer la misma denominación según aquellas
c�asificaciones, al parecer presentar idéntica sintomatología, pero,
s� emb�rgo, diferir y mucho en cuanto al quantum de reapropia­
8. La plapla, de María Elena Walsh, es un relato ejemplar de una escritura no c1ón en ¡uego, lo que no deja de incidir sobre el pronóstico. Y no es
fonética, garabateante, que no puede ser pronunciada y no hace otra cosa que dife­ imposible que alguien más grave de acuerdo con las normas psico­
rir de sí en cada empuñadura de su trazo; la plapla parece una ilustración ficcional patológicas se vea menos afectado por procesos reapropiatorios que
de la différance, solo que la antecede en varios años (Cuentopos de Gulubú, Buenos otro caso oficialmente más leve y de menos daño, en contradicción
Aires, Sudamericana, 1956). Todo un ejemplo de la anticipación en el campo del
arte de problemáticas y concepciones que más tarde afloran en el filosófico y en el
con el que difícilmente algo haga más daño que la desapropiación.
científico. En una escasa carilla dedicada a los devaneos de un trazo que se divier­ Localizamos, entonces, abriendo el juego de un nuevo diagnós­
te errando por la hoja de papel sin respetar el formato que encuadra la escritura tico diferencial:
fonética, Walsh articula el garabato de Winnicott -de quien todo indica que nada
sabía- con la différance de Derrida aún en el porvenir, rehabilitando el proceder El caso ideal, que por fortuna no lo es, pues tiene existen­
de los niños que "no saben" todavía escribir. Toda semejanza con el motivo de la
archiecritura que aquel planteó más de diez años después no es mera coincidencia:
cia empírica; el bebé efectúa o amaga un gesto espontáneo,
es convergencia de máximo interés para nuestro pensamiento. siempre ligado al jugar, la madre lo acompaña plegándose
a esa célula deseante de su hijo, actitud de holding afinada,
116 PADRES E HIJOS EN TI E MPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES LA PROBLEMÁTICA DE LA REAPROPIACIÓN 117

entonada -son los excelentes términos que emplea Stern, un deposición de su actitud, que por el momento se encuentra bastan­
caso rarísimo de psicoanalista con formación musical acaba­ te naturalizada. (De hecho, abandonó a los pocos meses, porque no
da- con lo abierto por la iniciativa del bebé; este empareja­ pudo soportar que yo no me aviniese a organizar un dispositivo de
miento (Winnicott acaso habría gustado de decir "aparea­ interrogatorio.)
miento de los yoes") da curso a un entre donde juegan juntos
el juego propio del bebé, que en realidad no existe como Una segunda posibilidad donde lo que se ve afectada es la
diseño individual ni premeditado, ni lo puede llevar a cabo él autonomía del sujeto. En estos casos, una madre no desalien­
sin la Otra; a partir de esta constelación favorable, anotamos ta la iniciativa en el juego, pero sí que el bebé pueda quedar­
una serie de intervenciones reapropiadoras. se un rato solo, embebido en sus exploraciones sensoriales,
- Un caso, ya de interferencia, donde la propuesta emitida sin necesidad de llamar. La madre acude como si le hubiera
por el pequeño es respondida por una contrapropuesta de la pedido algo, o mejor dicho, como si le hubiera demandado
madre, problemática si por lo regular impone su punto de comparecer. Más adelante comprobaremos que bañarse, ves­
vista (se entiende que lo problemático no es que ocasional­ tirse, manejar los cubiertos no serán nunca actividades esti­
mente pase algo así, sino que se trate de una pauta que pron­ muladas, todo lo contrario. La iniciativa puede mantenerse
to se cronifica). En efecto, no nos alegramos si sin mayor siempre y cuando no se quede solo, pues la desapropiación
resistencia aquella se sale con la suya, moraleja de que los esta vez recae sobre la capacidad para estar a solas y hacer sin
grandes también necesitan de la oposición de los chicos, eso requerir de las manos de la Otra. La cuestión de las manos,
no circula en una sola dirección. Encontramos este tipo de la parte del cuerpo que simboliza mejor la reapropiación. Un
interferencia frecuentemente. Ejemplo típico: un deambula­ niño de estas características en el consultorio pedirá ayuda
dor de 2 años y medio entra a una primera entrevista con su de nuestras manos para emprendimientos que su edad y su
papá y, tras una ligera vacilación, elige un juguete cualquiera, motricidad podrían afrontar perfectamente; pero él creerá no
a continuación el padre le sugiere "¿por qué no le hacés una poder hacerlo, lo cual, resulta obvio, no se arregla solo con
torre al doctor?", actitud que resulta reiterativa. interpretaciones o señalamientos verbales. Nuestra experien­
cia clínica nos ha hecho saber que las ramificaciones "meta­
El analista tiene la poco grata oportunidad de comprobar los fóricas" de esta expropiación son interminables.
efectos a largo plazo de esta política. Viene a verme un joven de Cierta categoría de prohibiciones configu ra una reapropia­
20 años, aún con aires adolescentes, y en la primera entrevista se ción cuyos efectos se hacen sentir en la conducta, como la
sienta, me mira con aparente desenvoltura y me propone que yo le desaprobación temprana de ensuciarse -en el bebé general­
pregunte; él sabrá contestarme, me aclara, viene dispuesto a ello, mente ligada a la comida-, sobre todo, la desaprobación de
pero no sabría empezar él. Esta cuestión se vuelve el tema por exce­ encontrar placer y regocijarse en ello, prohibición que puede
lencia durante varias semanas, pues sin dificultad averiguamos que caer como un alud sobre la libertad para jugar. La libertad
se trata de una actitud generalizada -que ahora está haciendo sínto­ ensucia, contra todos sus panegíricos patrióticos ... Miradas
ma, no dejándolo elegir algo para continuar su vida- que se repite más a fondo, estas prohibiciones apuntan en última instan­
por doquier: por ejemplo, va donde se lo marcan sus amigos, él no cia a la violencia innata del pequeño, la propia de ese depre­
puede llamar y hacer una propuesta, del mismo modo que espera a dador llamado Hamo sapiens. Por eso, un caso típico es, más
que una chica "vaya para adelante" y lo encare. adelante, el de los padres "buenos" que prohíben juguetes
Todo sucede como si hubiera cedido la iniciativa al otro defini­ bélicos y censuran lo que el niño ve en pantalla desde ese
tivamente, pasivizándose en ese punto, aunque no en otros, una vez punto de vista. Si aquel se somete, reaparece con enormes
que, por obra y gracia de los demás, ha arrancado con algo. La clí­ dificultades para defenderse de los otros chicos, así fuere de
nica decidirá si se trata de una inhibición o de una preclusión local; palabra; la desapropiación de la agresión, si abarca demasia­
ninguno de los dos casos pronostica trabajo fácil para la remisión o do terreno, ooera como una mutilación grave, discapacitan-
LA PROBLEMÁTICA DE LA REAPROPIACIÓN 119
118 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIR AD A DE LAS O POSICIONES

que lo llevó a la práctica con sus propios hijos), fue el legen­


te. Y por cierto que no solo para trompearse con otro chico; dario padre de Schreber, con una notable lucidez para una
Freud lo tenía bien claro cuando la vinculaba directamente época tan previa y ajena al psicoanálisis y al conocimiento
con la impotencia. más pormenorizado de la evolución del niño. En sus textos
- Saliendo al paso de cierta inflexión (e inflación) logocéntrica "pedagógicos", Schreber padre va al meollo de la cuestión:
que no puede pensar no lo mejor de los efectos de la palabra, como la crianza es lo esencial, y desde el primer momento
Stern se detiene9 en situaciones donde su colocación -inclui­ -sin esperar el ingreso al len guaje ni la aparición de un ego
da toda su música, y esto en primer plano- puede destruir ni el establecimiento de la represión originaria ni nada en
una experiencia que el sujeto se ha abocado a escribir a su absoluto-, es fundamental alcanzar un completo dominio, y
propia manera; esta manera no es cuidada ni tenida en cuen­ sin fisuras, del bebé, quebrantando lo que Winnicott llama­
ta por esa intervención que se arroja como una bomba molo­ ría espontaneidad y convirtiéndolo en objeto pasivo de toda
tov sobre lo que está haciendo el bebé o el niño, fulminando, pasividad, manipulable sin resto, para lo cual es preciso y
por ejemplo, su exploración masturbatoria o sus prácticas suficiente que aquel haga lo que yo llamaría la no-experien­
anales y orales con un "¡chancho!" que golpea con violencia cia de la imposibilidad total de que alguna acción suya tenga
bien real; si el sujeto se encuentra frágil por alguna razón, algún efecto, altere en algo lo que lo rodea. Es un ejemplo
esa palabra atronadora destruye por completo el tono de la fácil que si el bebé llora y al fin alguien acude, hace una
propiación que cursaba, implantando una significación total­ pequeña experiencia de poder modificar un poco el mundo;
mente distinta y paralizante o culpadora; inadvertidamente, pero si jamás acude nadie, si la respuesta es cero, la impronta
nos puede pasar lo mismo con palabras que creíamos ino­ que prevalece es el absoluto sinsentido de su demanda y de
centes pero que el paciente dañado interpreta en esa clirec­ su accionar; no le es posible situarse como causa de nada, ni
ción; o también vemos a un bebé ya en las inmediaciones del bueno ni malo (para apreciar la hondura de esta desposesión,
año desmesuradamente atento a lo que le estamos por decir tomemos nota de que, para el caso, el acudir podría estar
cuando lo sorprendemos jugando; no siempre por las mejo­ signado por muy distintas actitudes afectivas, desde el fasti­
res razones, otros se muestran más bien impermeables a la dio por el bebé que molesta hasta la solicitud y las ganas de
palabra del adulto. estar con él; esas diferencias en este plano son irrelevantes,
- La última operación es la que Stern consideraba que exce­ lo único que cuenta es que, si lloro, al cabo viene alguien,
día lo que Winnicott denominaba interferencia, que casa lo demás es secundario). Lo que importa es que mi acción
bien con las tres primeras expuestas, pues la de la palabra causa un efecto. Y es esto lo que el "educador" sobre todo se
con efectos destructores coincide más bien con lo que aquel propone suprimir, extirpar de raíz. Es muchísimo más que
situaba como choque (impingenment). Pero ahora estamos la obediencia; esta puede darse de parte de un sujeto mucho
en pleno territorio de un ataque sistemático y global de con­ menos, o nada, desapropiado de sí. Lo que Schreber padre
secuencias catastróficas si logra la primacía. El blanco de la quiere -y que el delirio de su hijo tematizará en el compor­
reapropiación aquí es todavía más nuclear, más en la entraña tamiento de Dios- es arrebatarle el sentimiento de ser lo
íntima de la subjetivación que los anteriores, relativamente que Stern conceptualiza muy adecuadamente como agen­
más parciales, de modo que su afectación contemplaba la cia, sentimiento de agencia. Un sujeto que queda vacío de
posibilidad de que otras zonas de la vida psíquica quedaran self, un "hombre hecho a la ligera", como dice el Presidente,
a salvo. Quien la caracterizó inmejorablemente -y quizás por con los órganos destruidos por el malsano goce divino, con
primera vez, al menos para nosotros los analistas-, con un sus movimientos interrumpidos e interferidos por los rayos
propósito francamente siniestro (sobre todo considerando de Dios, con pensamientos puestos en su cabeza que no son
suyos. Sin nada que pueda sentir suyo, en un mundo colap­
sado por las acciones de aquel Dios, es imposible estructu-
9. En su ya mencionado Diario de un bebé.
120 PAD RES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETI RADA DE LAS OPOSICIONES
lA PROBLEMÁTICA DE lA REAPROPIACIÓN 121

ralmente sentirse real. La primera tentativa desesperada de


un efecto del poder omnímodo de Otro que se ha apoderado de
curación que conocemos por eso apela a una erotización
mi potencialidad como agente de mi propia existencia. A:J fin�l ya
que, si se produjera y �i se soporta ra, dejaría m:1 supleme�to _ :
_ no queda propia existencia. (Cualquier seme¡anza con la situacion y
para el hijo: ser la muJer en el coito (desde fil perspectiva,
el trato al que estaban expuestos los detenidos-desaparecidos no es
digo del Padre-Dios que todo 1� penetra con sus raY_os). Es
pura coincidencia.)
el tipo de erotización de salvataJe que muchas veces mtenta . .,
Sostengo que el inventario de estos modos de r�apropi�c10n
un torturado, una salida masoquista que, al serlo, logra u�a
posee alto valor clínico, tejiéndose entre ellos comple¡as relaci�nes
inflexión de placer propio hasta en lo más horr�roso. In:esur
de diagnóstico diferencial por elucidar. Por otra parte, su estud10 y
sexualmente que la agencia es propiedad exclusiva de Dios y,
pesquisa echa nueva luz sobre la problemática del Superyó de una
embarazándose de él, fundar una nueva estirpe de seres sin
manera quizá más abarcativa que cuando todo se reduce a una pro­
ser, de autómatas o títeres del Otro radicalizado.
blemática de severidad del tipo de la que menta un término como
border o aun de sadismo, mostrando que lo que está en juego es más
Desde este punto de vista, podemos estudiar a ciertos pacien­
profundo que el dominio de una instancia psíqui�a so bre �tra u
tes autistas que nada esperan de un s�r humano, por ende, n:da :e _ .
otras. Asimismo, contribuye a desmarcarnos de la ideahzac10n del
demandan. Y si experimentan angustia, no por eso llaman. Y mas
motivo del padre, que, admitida o negada, suele ser tan intensa en
allá, casos más complejos. Escribir nos trae el recuerdo de una
los analistas de todo cuño.
chica de 17 años al consultar, que parecía a merced de todo y de
todo el mal que se le quisiera hacer: drogas, ensayos de prostitu­
ción maltrato, abandonos ... con una exacerbación histérica de un
CODETTA
sufri�ento desgarrador y sin esperanza. La clave la obteníamos en
el funcionamiento familiar: alcohólico el padre, el poder en manos
Terminando de escribir este capítulo, se me ocurre la inclu­
de una madre violenta, arbitraria, cuya descdpción evocaba en
sión de otra operación reapropiadora. Para entenderla, hay que
seguida la paranoia o lo paranoide. Entonces podía ocurrir �ue ella
recordar la insistencia de Winnicott en que una experiencia
llegara una noche a su casa mucho más tarde de lo autorizado y
pudiera desarrollarse completa hasta su propio final, re �lada
todo estuviera bien, sin amonestaciones siquiera. Pero también era
principalmente por su secuencia y el deseo del p�otagomsta de
bien frecuente que llegara antes incluso de lo estipulado y 1� casa
sostenerla. Pues bien, en muchos casos no se arnba a ese final
ardiera de violencia: la madre le encargaba al padre una paliza, la
propio por la intervención de un medio que impone su pu1:1tua­
echaban de la casa gritándole "puta" y las peores cosas, tirándole su
ción, como es el caso en tantos procesos adolescentes desviados
ropa a la calle. Es decir, no había una pauta que ella pudiera regular
de su conclusión "natural" por una presión a "elegir" una carrera
con sus acciones, no había cómo predecir lo que iría a pasar. Había
universitaria. La pauta de empezar por propio impulso pero per­
ensayado un poco la rebeldía, bastante más el sometimiento, nada
derlo por un motivo u otro con su final a la vista no es nada infre­
resultaba. Todo estaba en manos de la madre en cuanto a poder
cuente de encontrar. Como si al sujeto se le hubiera arrebatado la
causar, cambiar, controlar en alguna medida lo cotidiano. Se fuga­
capacidad para terminar algo, conformando así un ciclo, por pro­
ba entonces a una pseudogenitalidad depresivo-masoquista en la
pia cuenta.
que reencontraba hombres que no la investían � siquiera com� un
Habrá que tenerlo muy presente en un tratamiento cerca de
objeto erótico valioso, no digamos amarla. Y siempre se repetia la
la hora de ponerle fin. Sobre todo pensando en una cuestión que
impredictibilidad: nunca sabía a ciencia cierta si la pareja de turno
nuestra práctica una y otra vez reencuentra: la nada desdeñable
vendría a buscarla o no y a qué hora, pendiente de un teléfono que
cantidad de pacientes de toda edad que literalmente "no saben"
no solía sonar.
cómo hacer para concluir la experiencia del tratamiento que ya
La pérdida de sentido no tiene sentido. Sobre todo ac�, do1 1de
_ estarían en sobradas condiciones de cerrar. Los sentimientos de
no es mi experiencia singular, como en tantas adolescencias, smo
culpa por desear tal cierre son de lo más característicos y a veces se
122 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES

reconstruye -o se percibe directamente, según la edad del pacien­


Capítulo 5
te- una función ambiental que significa toda conclusión como un
abandono, un dejar de querer estar con alguien de una manera
Sin centro
prioritaria o exclusiva.

Viene a cuento ahora recordar un texto de Freud que nos ser­


virá para continuar con el punto al que hemos llegado amén de
servirnos para seguir con lo ya mucho que Freud avanza allí, en
un notable y pequeño ensayo de carácter propiamente filosófico.1
Se trata de una serie históricamente escalonada de tres golpes que
implican otras tantas heridas, heridas y golpes que hacen a la dife­
rencialidad de cualquier cosa que podamos querer decir al hablar
de lo occidental, de Occidente y de la cultura occidental, que con­
sideraciones muy superficiales rápidamente ligan a la noción de
progreso técnico; en verdad, este es, entre otras cosas, una función
también de aquellos y un efecto no secundario, portador tanto
de beneficios no secundarios como de amenazas que tampoco lo
son.2 Como si dijéramos que el hombre occidental, bueno o malo,
interesante o mediocre, está hecho de esos tres acontecimientos.
Sabemos que Freud reserva el último al psicoanálisis, que daría el

I. Las 1·esistencias contra el psicoanálisis, Buenos Aires, Amorrortu, 1979.


2. Vale la pena regresar al Heidegger de La pregunta po1· la cosa (Buenos Aires,
Alfa, 1975) y el menos conocido Acerca del evento (Buenos Aires, Biblos, 2003),
donde el lugar de la técnica en lo occidental se piensa de manera por supuesto dis­
cutible, pero libre de los carriles positivistas que suelen campear en esta cuestión.
124 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES SIN CENTRO 125

golpe de gracia a la idea de una psyché consistente en una concien­ ca como mentales), especialmente la resonancia de alegría en ese
cia transparente a sí misma; de ahora en más, habrá que imaginar "doloroso". Como en Beethoven, la alegría "a través del dolor" y el
aquella con una vasta zona opaca inaccesible a un abordaje frontal mismo Durch (a través) que en el Durcharbeiten de Freud. Por estas
por la Razón e inmanejable por esta. cosas, todo lo desalojada que fuera la conciencia, el centro quedó
Solo que el motivo atacado, repitiendo en cada paso el despla­ en su lugar, como motivo y como estructura que ha estructurado
zamiento que conduce a él, no concierne ni a la astronomía, ni a la nuestro pensar en su totalidad. Sin terminar de advertirlo, operó
biología ni a nuestra disciplina, concierne abiertamente a la filoso­ un desglose que desalojaba determinados contenidos del centro sin
fía tal cual se desarrolló hasta el siglo XX, pues es nada menos que desalojar por eso el centro, lo que inevitablemente daría pie a poner
el motivo metafísico del centro. Es a él a quien Freud dirige sus otra cosa en el lugar que quedaba vacío. Pero un centro vacío no
golpes, dando en el blanco y marrando en el mismo tiro. es un vacío de centro, un vacío del centro no vacía nuestra cabeza
En las tres referencias que hace Freud, aparece la cuestión del de su necesidad de centrar para inteligir. Se fue la conciencia de
centro, de algo que deja de estar en el centro, de la pérdida del allí, alquilaron el centro otros vocablos, otros conceptos, otras teo­
lugar central, de ese centro dibujado como un lugar único, el cen­ rizaciones ... Ya en Freud, como luego en otros grandes sistemas
tro como punto único e indivisible. En las tres referencias se repite teóricos, principalmente los que llevan los nombres de Klein y de
ese desplazamiento que lo trastoca ... casi todo. Pero hay un segun­ Lacan. Precisamente, apenas mentamos la idea de sistema teórico,
do paso que no se da, que no se podía dar en ese momento, ese ponemos en marcha un esquema que se descerraja automáticamen­
segu ndo paso es desalojar el centro de sí mismo. En cada uno de te y que implica un centro organizador al cual se refieren las cosas,
los tres golpes consignados por Freud hay ciertos elementos: la tie­ además de otros valores comprometidos con la centralidad del cen­
rra, el hombre, la conciencia, pierden su sitial privilegiado, pero al tro, valores de coherencia interna, de una lógica donde las partes se
centro en cuanto tal no se lo toca en el momento mismo en que se subordinan a un todo que requiere de un centro vertebrante, a cuyo
hace impacto en él. Queda milagrosamente por fuera de los gol­ alrededor se despliegan además pares opositivos que la clínica se
pes mismos que dan en su centro. Y habrá que esperar a Derrida pasará poniendo en jaque y desfi gurando.
para dar con él este nuevo paso. El psicoanálisis se ha ganado el En los tres sistemas teóricos mayores, precisamente, es bastante
derecho a un lugar destacado en esta cuestión, no cabe duda de que fácil reconocer una versión remozada del centro en su sitio de cos­
es una de esas disciplinas que van contra el centro, quiéranlo o no tumbre. Por ejemplo, Freud se refiere más de una vez, y cada vez
sus practicantes, sencillamente por una incompatibilidad no solo de más, al complejo de Edipo como complejo nuclear, cuando no lo
ideas, sino de métodos con él -por ejemplo, su interés de siempre llama lisa y llanamente complejo nuclear; al así hacerlo, le está asig­
en los fenómenos marginales, pero que dejan de serlo cuando se nando una posición troncal en la vida y en la forma psíquica. Por
ocupa de investigarlos y hacerles preguntas-, no obstante lo cual otra parte, pocos psicoanalistas resistieron la tentación de colocar
nunca consi guió deshacerse de una referencia a la centralidad y al inconsciente, por demás ontologizado, allí donde antes moraba
mantuvo una relación confusa con la estructura tradicional invaria­ tranquila la conciencia, empírica o trascendental.
blemente centralizada y centralizadora. Al gunas consecuencias de lo anterior: una vez y apenas coloco lo
Si por esto le reclamáramos al psicoanálisis clásico, no tendría­ que sea en posición central y lo reverencio y respeto como mi cen­
mos ni la menor idea de cuán arduo es este asunto y del trabajo tro, empiezo a depender para todo de él, empiezo a girar alrededor,
que da intentar realizar algún paso en él. Uno de mis maestros, lo cual por fuerza limitará mi libertad de maniobra, el alcance de lo
José Bleger, lo decía a su manera en 1962, durante una clase dicta­ que puedo alcanzar pensando. Amén de que su ipseidad de punto
da en la Facultad de Filosofía y Letras para la entonces carrera de único indivisible, que no se reparte ni se comparte, lo coloca a prio­
Psicología: "Pensar es doloroso". No olvidaré nunca la impresión ri por fuera y por encima de cualquier juego, y muy en particular de
que dicha frase me produjo (él se estaba refiriendo a cómo lo que cualquier juego del pensamiento que deseara jugar a que no exis­
solemos tomar por pensamiento es poco más que girar en círculos te referencia céntrica alguna, como cuando un niño traza formas
viciosos, como las actividades poco felices que Winnicott identifi- mamarracheadas. Al centro, una vez que lo instituyo, le debo obe-
126 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES
SIN CENTRO 127

diencia. Me deja jugar cuanto yo quiera ... mientras no lo toque a


él. Esa magnífica historia de San Martín defendiendo el derecho hasta soporta la existencia en no pocas situaciones). Probablemen­
de su nieta a jugar irreverentemente con sus condecoraciones no se te, el clínico de niños es todavía más irregular en el punto, presio­
contaría si el Libertador hubiera tenido una posición conservadora nado como está por todo lo que aquel tiene de inclasificable. Sea
del centro en vez de un rasgo que evoca a un Winnicott avant la como sea, ese clínico que la siente en la sangre, puesto en la opción,
lettre. Contrariamente, en nuestra ortodoxia, podremos jugar con tendrá el valor de saltar por sobre sus partidismos en defensa de la
equivalentes y símbolos fálicos, pero preservando la intocabilidad especificidad de un caso, precisamente lo que al "fundamentalista"
del concepto y el valor de falo. Y así sucesivamente. 3 jamás le veríamos hacer. Entre el cünico y su teoría, hasta cuando
Por lo tanto habrá que atender a lo que una determinada colo­ sea la suya, nunca se acalla del todo un conflicto potencial. Tra­
cación en el centro no me deja pensar y no solamente lo que sí me duciéndolo: él no se ha dejado reapropiar sino hasta cierto punto
permite y hasta me facilita hacerlo. Pues claro, alcanzo cosas a par­ la soberanía para pensar por parte de un discurso maestro, ni ha
tir de un centro al cual me subordino, aunque no es, por cierto, embotado lo que el encuentro clínico comporta de experiencia. Su
sin nada a cambio (y con ello volvemos a insistir en la no perti­ capacidad lúdica se ha visto mucho menos reprimida, sería la forma
nencia de impugnaciones o juicios críticos globales, a su turno clásica de decirlo, válida pero un tanto limitada e insuficiente, sobre
derivados de oposiciones binarias que han radicalizado su sumarie­ todo desde que se metió ese concepto en un galimatías metapsico­
dad y de nociones de verdad tan centrales como elementales). El lógico que en su formalismo pierde el contacto con lo más palpi­
caso de los tres sistemas mencionados es característico al respecto. tante de una problemática.
Mucho es lo que hemos aprendido de ello, son deudas inmedibles. Cuando relativamente temprano (1911) Freud se refirió a "la
Hemos aprendido con el tiempo a no jerarquizarlos artificialmen­ monotonía de las interpretaciones psicoanalíticas" -reconocien­
te, otorgándole a alguno de ellos mayor eficacia clínica -un punto do parcialmente el problema, pero sin hacer nada por encararlo,
para nada seguro y que los analistas no se esfuerzan demasiado en refugiándose en una presunta objetividad del material-, sin duda
elucidar- ni una aproximación más estrecha a la Verdad, tan recla­ registraba un síntoma del efecto-centro en su pensamiento, lo que
mada por algunos. Con ellos y contra ellos vamos pensando, y una tendió a cristalizar aún más con el paso del tiempo: insoluble con­
cosa es tan importante como la otra. Y aprendemos también a pen­ flicto entre un pensamiento creador y el sistema teórico residual
sar más en términos de que hay analistas buenos y malos en cada que segrega y en el que puede terminar encerrado. A su manera,
escuela que a repartir maniqueamente capacidades e incapacidades, lo registran colegas jóvenes cuando se nos aproximan diciendo de
y a tener en cuenta la singularidad de cada analista antes que en su cansancio al escuchar siempre lo mismo en supervisiones y otras
títulos de pertenencia o significantes del Superyó. Para no hablar instancias de formación.
de lo difuso de las fronteras reales trazadas por el trabajo clínico, Supuestas evoluciones teóricas plantean el mismo problema.
los préstamos y la contaminación esencial que impregna toda esa Examinemos el caso de la sexualidad infantil tal como se va pun­
sistematicidad presuntamente impecable. El buen cünico, el clíni­ tuando en Freud. La primera edición de Tres ensayos sobre teo­
co de raza, regularmente es un poco, o a veces bastante, al menos ría sexual describe un rico y original trazado de una sexualidad,
infiel al sistema que profesa, a menudo sin demasiada conciencia de perverso-polimorfa se la llama, siendo el segundo término el más
ello, acaso prefiere ignorarlo para su mayor libertad (pues no olvida importante, un vigoroso retrato de una experiencia sexual desha­
sacarse la gorra para saludar al general en las ocasiones oficiales, bitada de centro reductor. Sucesivas ediciones corrigen la apertura
digamos que se auxilia en la renegación, en esa que ayuda a vivir y más radicalizada de tal planteo, situando un principio de genitali­
dad como ordenador y meta normal -una genitalidad heterosexual,
por lo demás-, a su vez centrada por la progresiva edipización que
se infunde a toda la "psicosexualidad" del niño, del ser humano, en
3. Para la discusión de este punto tan estratégico, resulta indispensable la lectu­
ra de "La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas", al realidad. Reapropiación de una concepción nueva, desenlazada del
final de La escritzn-a y la diferencia, de Jacques Derrida, Barcelona, Anthropos, 1989. judeo-cristianismo tanto como de una biología convencional, por
otra concepción mucho más negociadora con el establishment que
SIN CENTRO 129
128 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES

equilibra la diseminación con un recentramiento en una genitali­ término y Cage como el prototipo de lo radical en juego ya muy
dad normalizadora, si bien no sin cambios importantes (la reapro­ antes de él.
piación es parcial, como suele ocurrir en muchos otros casos). La Rápidamente, pintura y literatura se le sumarán, realizando la
primera enunciación guarda una íntima conexión con todo lo que última el sueño pionero de Flaubert de una novela sin tema, sin
está pasando en el terreno de la vida sexual. Las sucesivas reedicio­ desarrollo argumental, sin relato, el relato de lo sin relato. Lásti­
nes modificadas -que terminan por volver irreconocible la prime­ ma que los analistas no suelen integrar la música a sus reflexiones,
ra- constituyen una buena metáfora de la represión y del trabajo acaso por esa "propensión racionalista" que decía Freud. En buen
incesante de la reapropiación. "La primera idea es la mejor", suele romance, demasiado de logocentrismo.
decirse. La reapropiación por parte de los discursos establecidos Un claro síntoma de esta descentralización en general es el
transforma esa polifonía incondicionada, originaria, en un estadio retroceso o la franca extinción de categorías como las de "salvajes"
evolutivo más primitivo de la libido, inferior en su débil organiza­ o "primitivos" para identificar a comunidades ajenas a lo europeo
ción. Pero era imposible mantener en pie la tesis de partida armo­ y al ideal de progreso técnico, si bien la reapropiación no se da por
nizándola con una primacía de lo edípico que exige una primacía vencida y propone nuevos términos: Primer Mundo, subdesarrollo,
fálica y/o genital. Una sexualidad polimorfa también lo sería en el países en vías de... , etc. La ecuación freudiana equiparando niño,
plano de sus objetos. El polimorfismo se convierte en una bastante neurótico y primitivo ha perdido vigencia, por lo menos ostensi­
más vulgar parcial/total. ble. Y el niño ya no es la versión todavía salvaje del adulto. Prác­
Si esto es así, se repetirá en obras como las de Klein y de ticas antes acusadas de magia oscurantista ahora se resignifican
Lacan, por limitarse a los ejemplos más institucionalizados, con la como medicinas alternativas, quebrantando la férrea dualidad entre
variante de reemplazar por los suyos los contenidos freudianos. De lo científico y lo irracional. Un chamán nos merece el nombre de
hecho, Lacan tiene una conciencia del problema harto más aguda psicoterapeuta (Freud tuvo iniciativas de pionero en este orden de
y su descentramiento del sujeto adelanta en la dirección que trata­ cosas, todas las veces que tomó partido por teorías populares contra
mos de despejar. Pero sigue pendiente un pensamiento sin centro creencias científicas, como en el sonado caso de los sueños).
que, además, nadie puede jactarse de poseer y de dominar, pues es Por otra parte, la manera de leer y de desconstruir -de hecho,
muy arduo lo que está en juego, Derrida no cesa de advertírnos­ incurrimos en un pleonasmo- es como la marca de fábrica del pen­
lo, no es cosa que se resuelva con un eslogan de los que le repro­ sador argelino (lo cual en sí ya constituye un descentramiento),
cha a aquel abusar un tanto farandulescamente. Es él quien hace haciendo resaltar aquellos elementos que van contra lo tradicional
notar dos escansiones: la que empieza con el enfrentamiento de en el seno de la tradición, contra la metafísica en su interior más
Nietzsche con el filosofema de la verdad como centro, iniciando interior -cuando lee a Spinoza, pero también cuando lee a Platón
un movimiento en el que podemos ubicar a Marx, a Freud, a Hei­ o a San Agustín-, soportando una paradoja absolutamente inerra­
degger y más tarde a Lévi-Strauss. El trabajo del antropólogo es dicable de lo occidental: esa división que vuelve furiosamente un
clave porque la declinación, la primera gran declinación del moti­ pensamiento contra sí mismo, que hace que los europeos llevaran
vo del centro acompaña de cerca una peripecia histórica en la que adelante en gran proporción un movimiento deseuropeizante, cul­
Europa pierde su sitio de centro del mundo civilizado, del mundo minando una tendencia que no encontramos en ninguna otra cul­
donde pasan las cosas verdaderamente significativas, dando paso tura, la de un autocuestionamiento radical hasta de los postulados
a una lenta pero imparable descentralización político-cultural en que en otras serían, y son, totalmente inconmovibles e imposibles
cuyo barullo estamos metidos. La segunda la sitúa en la segunda de interrogar. En Occidente por lo menos, el centro dio nacimien­
mitad del siglo pasado, cuando el ataque al centro va más a fondo to a su propio virus que lo antagonizaría sin darle tregua. (Por eso,
y su propio nombre predomina junto al de Deleuze. Como de cos­ Occidente tiene adolescentes en lugar de jóvenes continuadores de
tumbre, la música los precede, articulando desde los principios del la tradición ancestral.)
siglo XX relatos musicales sin relato, sin centro temático ni armó­ Haciendo hincapié en los movimientos inevitables de reapropia­
nico, ni de los géneros establecidos antaño: Schonberg en primer ción -que llevan la misma firma que la de las ideas en las que se
SIN CENTI\O 131
130 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES

infiltran-, conjuntamente con la problemática de con qué pensa­ de los motivos de la metafísica y la capacidad que una y otra vez
mos, en la inadecuación estructural entre lo que pensamos y con demuestran para perdurar a través de tanto que parece cambiar.
qué lo hacemos, Derrida encara un objetivo de liberación al cual Menos aún cuando se procede como si los conceptos del psicoa­
dedicó su vida entera. Empezando porque su disciplina de lectura nálisis se hubiesen generado exclusivamente en su interior, una
abre un boquete: hay liberación; no estamos presos en un sistema especie de supervivencia anacrónica de la perimida doctrina de
cerrado y sin fisuras (la idea de un sistema así es metafísica pura), la generación espontánea ... Tampoco sirve engolosinarse con el
más aún, destejer el supuesto tejido sistemático del sistema hacién­ motivo bachelardiano-althusseriano del corte; hemos insistido -en
dono convergencia independiente con Derrida- que hay corte, pero no
_ � �ntrever que el sistema no existe más que como petición de
prmc1p10 es una de sus grandes acciones liberadoras, teniendo en del todo; no es el corte limpio del carnicero, es el que deja hilos sin
cuenta_ sobre todo que pensar emerge cuando no hay sistema que cortar.
constriña. Como objetivo de liberación es solidario y guarda cier­ Si preguntamos por la procedencia del centro, la respuesta
ta -cierta- relación de continuidad con aquel legendario "hacer de mayor alcance remite a Dios, pero tendré que medirme regu­
consciente lo inconsciente". (Ni qué decir tiene que la mayor parte larmente con una serie de derivados: el padre, el ser, el logos, la
de los procesos de reapropiación transcurren en la sombra, no son verdad ... , en cada uno de los cuales y de acuerdo a diversos mati­
fruto de una conspiración con nombres y apellidos de autoría pre­ ces que tienen su importancia, reencontraré ci�rtos rasgos, como
meditada.) el carácter único, la indivisibilidad, la reducción y la acotación de
Valorizaríamos mejor la trascendencia suma de tal empresa si la diferencia en cuanto a su potencia diferidora. Es inevitable que
la comunidad analítica no estuviera convencida de la genuinidad girar en torno a un centro sateliza, limita drásticamente los movi­
de su vocabulario, convicción desconcertante a la luz de la enorme mientos que se pueden hacer.
cantidad de motivos, de términos, de pares opositivos que vienen Ciertos rasgos del pensamiento y de la ética de Winnicott
de muy lejos; para empezar con cosas gruesas, la que le asignaría cobran relieve aquí: su no hacer y su explícita aversión al sistema
º:�parse de la psique y no del soma, cuando, si es algo el psicoa­ teórico -rechazo directamente proporcional a la coherencia de ese
_ sistema- constituyen una oposición activa al centro en tanto cen­
nalis1s, es una nueva concepción de lo corporal, una altamente no
médica -por ende, tampoco psicológica-; la que constantemente tro, prescindiendo de su mejor o peor contenido; su declaración
opo �e literal o concreto a figurado o metafórico, dando pie a con­ de principios en cuanto a reconocerse incapaz de "andar detrás de
cepc1?nes de la simbolización que a la corta resbalan en el logo­ nadie, ni siquiera detrás de Freud" cumple la misma función; andar
, en línea es inseparable de una profesión de fe en la centralidad
centrismo mas vetusto, cuando la experiencia clínica apunta todo
el tiempo a "las bases no lingüísticas de la metáfora", como dice como estructura ontológica trascendental inderivable y en un pri­
Stern, abriendo caminos como el de percibir lo abstracto en la per­ mer plano absoluto. Tampoco se limita a una política de inversión,
cepción; luego, la desmañada -y para nuestra práctica- desgraciada como cuando Lacan hace centro de la falta y ya no de la plenitud
alternativa entre representación y afecto, de sello aristotélico; la de del ser ni emplazando la vida en reemplazo de la posición central
un arriba/abajo que organiza la sublimación como destino superior del instinto de muerte en la concepción kleiniana. Esto no significa
de una sexualidad de subsuelo; la que tan toscamente enfrenta vida que en él se cumpla un nada de centro sin remisiones; de hecho,
a muerte; la que reparte primario y secundario, placer y relación lo que sustenta es una nada en el centro, si bien muy distinta de la
con la realidad... Inventario por seguir de aquello con que final­ lacaniana: no transita por la carencia, una nada que evoca antes el
mente se nos ataca y atasca el pensar. agujero negro que nos cuenta la física de nuestro tiempo.
Por ���uesto n� se podría desconocer la renovación que el Retengamos la paradoja, pues pertenece a un pensamien­
. to que da un gran paso para pensar sin centro: si quiero seguir a
ps1c?anahs1s ha tra1do a esas viejas palabras y nociones, el despla­
zamiento operado, la designificación, la forja de nuevos sentidos. Winnicott, si pretendo serle fiel, no debo seguirlo en absoluto,
Pero todo eso no bastaría para conjurar los efectos de arrastre, la debo elegir mi propio camino. De una manera que no nos podría
resistencia significante a la inscripción diferencial, la longevidad sorprender, esta paradoja estrictamente extraída de su pensamiento
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no es ni tan siquiera registrada por todos los que hoy se denominan menos Winnicott no enchufa en la subjetividad naciente máquinas
"winnicottianos", y de hecho se constituyen en las antípodas de su reapropiadotas que ya estarían trabajando antes de nuestra llegada.
pensamiento y de su ética. Una fórmula eficaz para alejarse de su Lo hacen, pero no en ese centro donde solo hay nada, y entonces
enseñanza y de su profesión de singularidad, aunque no usara esta comprendemos lo valiosa que resulta la nada; cubre y protege una
palabra, propia del vocabulario de Derrida. Pero diríamos que no le zona libre, libre de causalidades. Un minuto después, la desapropia­
preocupa otra cosa ni le interesa hablar de otra cosa. ción puede inundarla, pero el margen cuenta, no es un a priori sin
Una lectura no doctrinal de la concepción de significante traza­ vueltas.
da por Lacan nos proporciona no poca ayuda para la complejidad A su propia manera, un punto que llama la atención de
de lo que estamos desconstruyendo, sobre todo por la insistencia Winnicott, y muy del orden de la reapropiación, es inverso al plan­
en esa cualidad digamos viviente -valorizando una sorprendente teo clásico, claro que con otros materiales de referencia. Este se
observación de Saussure- que hace que sus encadenamientos sigan hizo conocer por demostrarle y devolverle al sujeto como propios
sus propios derroteros sin demasiada contemplación por el querer­ elementos o aspectos que se sentían extraños desde el limitado y
decir de un autor, reacios a dejarse gobernar por significados que tendencioso punto de vista de la conciencia. La idea obsesiva es
pretendan controlarlos, generadores también de efectos imprevis­ un caso testigo. Pero ahora se trata de ayudar a que alguien des­
tos. Desde esta perspectiva, pueden comprenderse mejor los cami­ cubra que lo que creía plenamente de él, suyo, propio -fantasía,
nos de la reapropiación, por así decir, las vías de facilitación que les creencia, estado anímico invasor y dominante, rasgo, mito supues­
ofrece la consistencia del significante y su indiferencia a los si gnifi­ tamente individual-, en realidad no le pertenece para nada, es del
cados fijados académicamente. Otro, es de otros, de instancias de nadie en particular. Lo que se
Pero a esta altura de su desarrollo, ya es hora de que el psicoa­ quiera, menos suyo. Por ejemplo, puede "morirse de culpa" por
nálisis se interese seriamente por el con qué piensa y nuestros cole­ haber heredado ese sentimiento inconsciente. Lo que Winnicott
gas se hagan cargo de que los enredos que se arman en ese plano sabe poner de relieve como ninguno es que acostumbro demasia­
van a parar directamente y sin avisar a la interpretación y a otras do tomar como mío algo solo porque lo hallo en mí de acuerdo
intervenciones que encaramos. O que no; por ejemplo, si damos con mis pautas de atribución (como también de considerarme a mí
por sentado que no tenemos cómo llegar a un bebé (como si no mismo un círculo bien delimitado) convencionales y consensuadas.
tuviéramos manos para jugar y habláramos sin voz, vale decir, sin Como si dijéramos: lo que está en mi placar es mío automática­
música). mente por encontrarse allí (un poco como lo que Roxana Ynoub ha
Encarar esa tarea -que no es lo mismo que un aggiornamento de descripto como pauta ética del deambulador: lo que ha ido a parar
tipo laplanchiano, para poner un caso interesante- sería disponerse a sus manos porque lo agarró le pertenece por derecho propio).4
para que un día se dé ese paso de nada en el centro a nada de cen­ Pero, ya se sabe, hasta es un viejo truco de la policía meternos
tro, paso extremadamente difícil porque toda nuestra educación se algo en un cajón para luego acusarnos de poseerlo. Sin círculo que
imprime bajo el signo del centro y mucho antes de elucubraciones valga, nuestra psique abunda en materiales, pedazos, fragmentos
académicas, tal cual el esclavo de Sócrates "sabe" de geometría y el que no nos son, pero que pesan mucho allí y que podemos tener
burgués de Moliere, de prosa. mucho trabajo en lograr ese primer movimiento de expulsión que
El ideario de Winnicott también nos ayuda si se lo permiti­ es una negación que exclama "¡eso no es mío, esto no soy yo!",
mos por el lado de su cuidado y preocupación por un experienciar acontecimiento sin el cual es muy dudoso que se pueda curar una
cuya espontaneidad y trabajos no le sean confiscados al sujeto a depresión (al revés, la proyección paranoica o paranoide) cuando
edad ninguna. Ayuda asimismo esa reserva que implica una nada es de base melancólica. Ingenuamente nos sorprenderíamos de
en el centro, en la medida que este no figura ocupado o totalmen­
te ocupado por arquetipos superyoicos vacíos aún de figuraciones
específicas o montajes pulsionales filogenéticos, o fantasías cuya 4. Tesis de doctorado aún inédita y dedicada a la evolución de los sentimientos
originariedad ya habitaría ese centro. Despojándolo de todo eso, al morales en la niñez.
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que, lejos de saludar jubiloso su liberación, el paciente se resis­ nuestra, encontramos dos ceremonias oficiales, más la invasión de
ta a admitir tal cosa con uñas y dientes, incluso peor que el del los italianos, más la de los nativos o mestizos sudamericanos, más
caso tradicional. Es que no es nada menor la conmoción de iden­ ese engrandecimiento que se engulle zonas no urbanas (Flores,
tidad en juego, y esos sujetos se han entrenado desde pequeños en Belgrano), más el redoblamiento que se da en llamar Gran Bue­
cubrir al otro o a la otra. Partiendo de aquí, Winnicott radicalizará nos Aires, más el asalto al río de Puerto Madero, más los edificios
su no empirismo -en todo caso, tiene el propio- afirmando que, devorándose las casas, más ... Y no deja de ser interesante y para
pese a las apariencias más convencionales, eso que tengo frente a meditar que en muchas de estas ciudades el "centro" pase a ser un
mí puede no ser para nada una persona, compuesto como está por área sórdida que se dice mejor downtown.
brutales irrupciones del medio, seguidas por reacciones defensivas Todo y tanto a fin de reposicionar el psicoanálisis de niños para
que nos van alejando de lo que se habría podido llegar a ser si las que no gire más en la órbita del otro, del que no tiene apellido por­
condiciones ambientales hubieran permitido el despliegue de las que Dios no necesita apellido y, no que encuentre su propio centro
"tendencias heredadas". -como fue una ambición bien inspirada de muchos grandes analis­
El otro punto de su interés es cómo alguien puede ser desapro­ tas de niños-, sino que encuentre el no-centro, que no es un centro
piado de una experiencia personal, hasta el extremo de lo que él patas para arriba. Que se encuentre con su desencuentro históri­
bautizó equívocamente "depresión psicótica", donde la pérdida es co, donde nunca encontró al otro como un interlocutor disponible,
de sustancia del self, no de objeto y nada más. El desarrollo del psi­ sino como un amo que venía a darle órdenes o, como se dice, a
coanálisis habrá tendido a que esta concepción más antigua y freu­ bajar línea. En efecto, la línea siempre se baja, nunca se sube.
diana quedara desactualizada; clínicamente, es casi imposible eso de También en este punto Winnicott cambió la mirada, al consi­
perder solo a alguien. derar que la formación en bebés y en niños era más de fundamento
Creo que ahora estamos en mejores condiciones de captar el que la otra y que le servía más a quien solo trabaja con adultos for­
porqué de un psicoanálisis tal corno lo hemos propuesto sin ori­ marse en el otro campo que a la inversa, ya que el adulto tiene afec­
gen y comenzando más de una vez, difiriendo siempre su "ver­ ciones específicas ajenas a la niñez, mientras que en esta se asientan
dadero" comienzo por una interpretación que data uno u otro pautas estructurales difíciles de remover y oscuros poderes y pesos
comenzar, comenzar sin acabar de comenzar, el psicoanálisis está de la prehistoria y de la historia. Detalle de interés: Winnicott no
siempre por comenzar, a punto de comenzar, casi comenzando de es, en absoluto, el primero en atender niños. Pertenece, de hecho,
la mano de tal o cual texto, de la mano de tal inflexión o de tal a la segunda generación que lo hizo. Pero su obra constituye uno
acto que toma una decisión: poner el diván, sacar el diván, cin­ de esos primeros nunca primeros comienzos recomenzados, en
cuenta minutos, tiempo escandido, entrecortado, enemigo del particular por su sesgo más singular, el de volver a pensar todo el
relato con todas las velas desplegadas. Con padres adentro o con psicoanálisis de nuevo, sin que cuente para qué edad se destina, a
padres expulsados, tocando o solo hablando, interpretando desde partir de la experiencia con el niño concebida como una nueva e
la superficie o "cortocircuitándose" a la más temprana niñez, inédita experiencia para el analista, muchísimo más que una nueva
con holding o sin moverse de la pura y simple interpretación, con técnica que podría mantener la teoría en su sosegado statu quo. El
canasta para cada uno o con juguetes desparramados como al azar, primero para eso y una vuelta a comenzar del psicoanálisis que ya
también a distancia o solo en presencia (pero ¿de qué?); comien­ venía de comenzar unas cuantas veces.
zos todos sin el verdadero, el real, el puro comienzo del psicoa­ (Queda para otro momento discutir hasta qué punto aquellos
nálisis que jamás acontecerá, que no irá a empezar nunca. Y bien: desviados expulsados -Adler, Jung, Reich, etc.- no son también
lo que conoce un origen definitivo, incontestable, un punto de otros tantos comienzos que en algunos casos se transforman en ríos
partida absoluto es que y porque tiene un centro que fija y data desecados o en páramos desolados por falta de riego.)
tal iniciación. Sin centro no hay origen evocable. Pensemos en Añadamos que la fuerza de los procesos de reapropiación en
esa figura inasible del centro de una ciudad. Pero ¿cuántas veces beneficio de un punto determinado como centro es tanta que,
comienza la existencia de una ciudad? Si nos volvemos sobre la en el mismo momento en que Melanie Klein está introduciendo
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conceptualizaciones nuevas y por demás chocantes para el senti­ na. La incompatibilidad del ejercicio del psicoanálisis en el ámbito
do común, cuando también Anna Freud y Spitz aportan lo suyo, de una dictadura-sistema, coherente y sin resquicios, es una con­
se instala una política típicamente colonial en que el campo de la traprueba, sobre todo para quienes creen que en nuestra disciplina
clínica con niños aportaría materias primas para la consolidación todo interés por lo social es una rara casualidad.
del otro como el sitio de la producción teórica. Al respecto, Winni­ Para muchos, de modo un tanto impresionista y hasta "cholu­
cott funciona como divisoria de aguas: para su posición, no se trata lo", Winnicott el hombre es una figura de la libertad. Sin moles­
solo de una contribución que sumaría ideas, sino de reposicionar tarse en objetarlo, creemos más importante recopilar los motivos
el lugar mismo de la infancia más temprana convirtiéndolo en un del cuidado por la experiencia, por el que los procesos de creci­
mirador desde el cual se irá modificando todo el corpus establecido miento se den a la propia manera del que crece, de la preocupa­
del saber psicoanalítico de la subjetividad. ción por la interferencia ambiental a diversa escala, por el sentirse
De esta manera, los gestos de liberación practicados por nues­ ser y sentirse real, como el haz de temas que guardan una relación
tra disciplina también se multiplican a posteriori de aquellos tiem­ de inmediatez con la libertad sin la cual la condición humana se
pos en que se franqueaba la sexualidad infantil y, un poco más atrás resiente. Motivos todos en conflicto con la tiranía del centro. Por
aún, se postulaba una asociación libre. Otra vez, debemos retener otra parte, constituye una originalidad de su pensamiento inmis­
el significante y su peso, no distraernos con una definición acadé­ cuir al bebé, nada menos, con lo de la libertad; sí, a ese bebé que
mica de asociación libre que demostraría que nada relaciona esta no habla, pero puede y debería, y es mejor que haga, una expe­
expresión con la libertad. Además, un error: en esa consigna de riencia de encuentro con la Otra que se distinga por un tono de
terminología hoy caduca, resuena una tentativa de liberación de libertad. En este punto, Winnicott es heracliteano: no cree que lo
los rigores de cierta "lógica" cotidiana socialmente represora -por de la libertad sea ajeno al fuego de la cocina, reservado para altas
ejemplo, de los juegos de la actividad imaginativa-, una liberación especulaciones intelectuales. Una madre puede facilitar un acceso
no menos violenta de la tiranía del sentido, de lo que las cosas y las libre al pecho y a su cuerpo, o, por el contrario, manifestarse dura
frases quieren decir. e impenetrable.
Winnicott es una figura destacada en esta serie de intervencio­ Más allá de ese conglomerado, Winnicott no puede no pagar el
nes del psicoanálisis ligadas a la problemática de la libertad. Pero precio que supone meterse en serio con el jugar, que no es inter­
hay que insistir en que, pese a unas cuantas "alergias" a la filoso­ pretar tal o cual juego valiéndose de la armadura simbólica del psi­
fía, aquel nunca dejó de estar involucrado y de ser involucrado coanálisis, sino meterse con el jugar como acto, hecho, práctica,
por su mismo ser en las cuestiones de la libertad, empezando por­ muy por otro lado que el del sentido, por el de lo que le ocurre a
que Freud no practicó la inversión a la que algu nos se inclinaban, alguien -para el caso, alguien llamado "el bebé"- cuando se lanza
nunca dejó sin funciones a la conciencia, no puso el inconsciente a hacerlo, qué pasa con él, en qué medida se transforma. Caso del
en su lugar desterrando a aquella. Por el contrario, el ideal ilumi­ pequeño que hace de una carrera briosa, aparentemente pura "des­
nista de la luz, de la conciencia como luz, retumba hasta el final carga" motriz (motivo de la descarga cuyo mecanicismo siempre
de su vida, indagar en lo inconsciente no es para él un fin en sí resultó en incompatibilidad con el del experienciar), la persecu­
mismo, pero sí en cambio un rodeo para ensanchar el alcance de ción de un "malo"; caso de mimar a una muñeca como hijita-bebé;
la toma de conciencia y los poderes de condenación, que se pro­ y tantos otros que introducen antes y después en la conducta del
ponen como una alternativa a la represión por fuera de la mano sujeto. El precio, lo tuviera claro Winnicott o no, es desarreglarse
de la conciencia. El juicio de condenación, meta de la terapia, es con el centro. El jugar en tanto verbo tiende a no reconocer otros
un acto de libertad, lo mismo que el dar luz verde a un impulso límites que los que se encuentran jugando; tiende por supuesto a
desiderativo. una transgresión indefinida y porque sí, sin necesidad de enfrentar­
Por lo tanto, cuando Lacan y Winnicott se acercan e interesan se a nadie ni por desafiar la autoridad, lo que ya constituye un caso
por las filosofías de la existencia, hacía ya rato que el psicoanálisis especial y secundario al que estamos enunciando. Es una transgre­
andaba enredado con la libertad como decisiva problemática huma- sión intransitiva. Está incómodo, pues, con un centro que siempre
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PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES SIN CENTRO 139

pr�cura tener todo lo que exista atado a él, por lo consiguiente, con No hay cursos de licenciado en bricolaje, ni de grado ni de pos­
la libertad de movimientos a que den margen esas correas. Sin can­ g r ado .
ta con que :1 jugar �end � tam bié n a tocar tod o lo que ve o está por

ahí� rasgo b1e1:1 de bncola¡e, nue_ ntras que, por definición, el centro Jugar, por su propio m ovimiento, tiende a transgredir; jugar es
esta fu�ra de ¡�eg?. Co n el centro no se juega y solo se juega con una operación que no se apura a pon erse límites, a ju gar no impor­
lo _ que el perrmte Jugar y hasta donde otorga ese permiso. En resu­ ta con qué. Y eso ya es visible en el niño muy pequeño. No res­
��as cuentas, _no hay f�rma de que estas dos potencias y poten­ peta lo que se circunscribe como sagrado ; encuentra el modo, � n
cialidades conVIvan en cier ta paz: jugar m olest a la hegemonía si n cambio, de colarse allí por los caminos del ritual y de la ceremorua.
humor del centro. Y no hay centro que no se tome en serio . Tam­ Pero ¿a través de qué rasgos podemos especificarlo sin cae� en el
poco hay de �ue el ju gar no se tome en seri o su deseo de jugar por ridículo de fraguar una definición universitaria? Es lo que u1:ten­
sobre cualqmer otra cosa. taremos puntuar, imitando a Winnicott en lo que hace a Pª:ªr �e
De ahí que i ntroducirlo en el psi coanálisis y de verdad hacerse ideas y palabras sencillas, en vez de echar mano del vocabulano psi­
cargo d�l histórico "descuido", es i ntroducir un caballo d� Troya; coanalític o instituido.
claro, siempr e que haya un tr abajo de integración , no que se l o Para empezar -siemp re volviendo a empezar-, creemos ac er­
ponga a un l�do, como regularment e se ha hecho (podemos leer tar al decir que lo particulariza u na ma nera de rela c ionarse con
extensos volumenes cont emporáneos sobre la con stitució n tem­ algo, un objeto, pongamos el caso . U na cierta ma�era qu� resis­
prana �el suj�to si n una sola palab ra acerca del jugar, como si una ,
te u n poco su puesta en palabras, siendo mas accesible registrarla
metaps1colog1a por demás escolástica lo expulsara en medio de un mirando, po r ejemplo, la escena de escritura que compone un niño
mutuo espanto). Escindido, tampoco i ngresa en la red conceptual pequeño, o bien escuc hando la música de una enunciac ión, de un
que se emplee para pensar al adulto . canturreo, algo que luego da trabajo verbalizar o por l o menos lleva
Si, pese a todas es tas precauciones, ingresa igual, no será para mucho más tiempo. Agregaríamos: una relación no inmediatamen­
c �nfirmar el b en orden del sistema teórico . Con él entra el con­ te utilitaria con el objeto en cuestión . En este punto es interesa nte

fl�cto o la teona entra en conflicto consigo. ¿Cómo hacerlo arm o­ un vistazo a los saltos evolutivos que separan las especies: veremos
n:zar con las pulsiones , sobre _t�do no habiendo una de jugar? ¿ y en ese caso que la aparición del juego en los manúferos cachorros
como con el ransexuahsm _ o clas1co, Sl_ este mismo ya escribe juego data el surgimiento, el primer surgimiento, de un interés por un
sexual? ¿Y com� co1:1 la te oría como relato bien secuenciado, y objeto que no es para comer, interés que en vano buscaríamos en
_
recordamos su 1 rres1snble propensió n a garabatear? ¿Podemos una serpiente o en un mosquito. Todo un largo trecho de la esc�a
aceptar que, �n el fondo del fond o, somos un garabato sin senti­ evolutiva se caracteriza por investir los objetos en tanto comesn­
do _pero con ntmo y trazo? Demasiadas cosas para el buen centro, bles y, de encontrarse alguna variante, esta también se regula por lo
_ _
VleJo y que no qmere problemas. utilitario, como en el caso de los pájaros que junta n ramitas y otras
Una teoría bi :n compuesta, bien formateada, puede exhibir un pequeñeces para hacer nido. Cuando el objeto solo moviliza por
e��uema -evolu �vo o estructural, lo mismo da- donde el juego del el lado de un beneficio ligado a un acto de c onsumo -comer, apa­
m no �Pª:ezca ri gurosamente ordenado en pasos, adecuadamen­ rearse, hacer de un espacio una vivienda-, no es aún el tiempo del
te penodizados. Eso es una cosa que siempre se puede hacer, con jugar. Contrastando con esta actitud relacional, un bebé nos llama
mayor o menor talento y respeto por la clínica. Pero al jugar no hay la atención no solo por la cantidad de cosas que llaman su atenció n,
modo_ de meterlo en e�os moldes procristianos y cristianos, supon­ sino por el carácter de una curiosidad -posición de asombro, según
go, as1 como �� hay metodo que pueda compatibilizar las pluralida­ el budismo-5 que ha ce increíble que se haya podido pintar a un
des de Sagast:1z�bal con una acuarela figurativa con sus jerarquías de
arnba _ Y de abaJo, de figur y de fondo, de personajes protagónicos
_ �
Y de detalles acces orios, ru una pulverización sonora de Kageyuro 5. Sobre esta cuestión -y en contraste con aquellas concepciones psicoanalíticas
en una sonata neoclásica de M ax Reger. que no conciben otro motor del psiquismo temprano que no sea la angustia-, renú-
140 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS
DE LA RETIRADA DE LAS OPO
SICIONES SIN CENTRO 141

bebé exclusi�amente orientado a la


ingesta. Hasta cabría decir que
1� no co�estt�le del objeto lo inci no menos corporal, en el que los objetos-juguet es so n las palabras,
ta más a fijarse en él y más toda­
via cabna dec1.r que la otredad que hecho bien literal, nada "metafórico".
el léxico clásico confusam
ente El siguiente rasgo que ?esta caríamos nos obl�ga a retro�aer­
? enominó _'�obtto" �e instala cuando este r sist
mcorpoi:;ac1on. Lo c1 e to es que el J_ � e y sobrevive a la nos al Heidegger de El ongen de la obra de arte, con su cel ebre
_ � ugar cormenza cuando
empieza comentario sobre el par de z apatos pi nt ados por Van ?ogh, en el
un uso del obJ eto deslig
ado del consum o i nm
e di ato así c omo de
cierta demarcación positivista y m que el pensador alemán pone de relieve, desde su p�op10 punto de
aterialista ingenua' de
que no e� Pª:ª nada privativo de nu lo útil, lo vista, cómo el cuadro desp eja algo del ser de esos ob¡etos que no s�
_ estra especie, siempre
a una pnvattzac1_ on de l o simbólic propensa pondría de manifiesto en otras miradas ni en otros usos. C,omo s1
o en beneficio propio
cuentas, otro rasgo metafísico). Al clín (al fin de dijéramos, en nues�o propio _ terre� º• qu� el ¡_ ue�o del b�be revela
ico formado en psicoanálisis ,
no le cuesta nada de tiempo detectar en determinadas circunst ancias la punttagudez del ob¡eto pun­
una re lación lúdica co
objeto, mi entras que conceptualizarlo n un tiagudo del cual se ha apoderado com o en otras experiencias de la
si n vaguedad es un esfuerzo redondez (por ejemplo, del p ezón que hace, rodar en . su boca, y a
penoso. ,
Por la negativa, un chico de 4 año no po r come r, sino por rodar). Solo que aqw nos desviana� os del
_ ar, sobre todo s nos enseña otro rasgo del
JU � esencial en sus primeras
camino del filósofo y nos pr opondríamos sostener alternan�amen­
emergencias. Este chi­ te que al jugar, el jug ar nos guí a hacia lo irrisorio del mo�vo ?el
qmto, puesto frente a un montón d
e juguetes, lápices y otr
mentos, se mantenía inmóvil y com os ele­ ser, y a que en su curs o todo ser del ente se de_shace y disemina
enzaba una enumeración
detallada: "Est e es verde, este otro verbal si n r em edio; el objeto -jugu ete no queda reducido a sus contor­
es amarillo ...". No s e
de ahí. L o que nos permite afirma l o s acaba nos esenciales, dado que lo que se resalt a es no su no tener rasg�s
r que el jugar involucra activa­ ,
mente el propio c rpo, total o parcial como el no tenerlos esencial es, en forma análoga a como nos cm­
�� mente, agarra el cuerpo con
�na fuerz a q�e- clasi c amente s e r eservaba a
d aríamos de asignarle a un trazado en garabato tra�os más esen ­
lo instintivo y en par­
ticular a lo hbid _ nal, unq e l d ciales que otros. O puntuando también que el particular uso del
� � � es eo de j ugar no t eng
� a ninguna obj et o que se practica jugando invent a para aquel rasgos no es en ­
apoyatur a que diera pie a msttntiviz
arlo o p ulsionalizarlo.
convier�e por sí mismo en la mejor Eso lo ciales, rasgos creados para la ocasión del entre en t anto encuentro
refutación a cualquier teoría de
las pulsiones. Su misma aparición en que postul a rasgos, incluso rasgos esenciales. C om o que �l ob¡_ e�o­
el t erren o estrictamente
lógico se halla desvinculada de una bio­ juguet e pertenece al juego y no se per�enece como parusi� de nin­
manera nítida de los caminos de
7
la sexualidad. Pero nada de eso af gú n s er advini endo. Si Lacan no hubiera gast ado el -�on�o de la
ecta su agarre y su inv
olucrar l o ,
corporal de un modo que, en verda falta asimilándola a una carencia y, en fin, a la castracion, dma que
d, es más correcto definir como
constituyente que com o expresiv jugando se constituye un obj eto f�lto de otro ser ��e no sea s�r­
o. En ef ect o, ¿q ué cu
antes de jugar? Una "ilusión del psic erpo hay de-y-para- el-juego. De ahí la conttngenci_ �, la fra_gihdad del ?bJ e ­
ólogo", diría Winnicott. L o
agarra con violencia, a la que a vece to que Winnicott bautiza transicional, su nesgo siempre en ne_sgo
s responde una inhibición tem­
prana que cursa fóbi de una contingencia radical, c om o la que se prefigur� en el ob¡eto
��-ente. En un tiempo ulterior se apodera del
habla y se abre la posibil autist a, así como el de una fijación fetichista que lo dis uelve como
idad de un juego en otro plano, en
el fondo juguete al volverlo puro y fijo s_i� ficado. , .
Se trataría entonces de desilusionar, a la manera en que Levi-
Strauss procedió al rev elar que los mitos no �e�an cosa alg una -y
sobre todo v erdad alg una- que revelarnos; repitiendo ese gesto des-

8. Una vuelta excepcionalmente rica sobre este texto muy pertinente aq;í_l�
encontramos en La verdad en pintura (Buenos Aires, Paidós, 2001), con la fin:na-�
Jacques Derrida, concretamente en el capítulo titulado "Restricciones". · '
142 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES

fundador, el jugar lo único que muestra es que un objeto p osibi­ Capítulo 6


La clínica por el lado del jugar
lita el juego que lo crea , sin otro ser que mostrarnos que un se r
de jueg o, un ser pa ra jug a r sin ulterior desa rrollo ni salida. Nin­
gún orden del "verdadero ser" del objeto se hace patente jugan do.
Inútil por ende "filosofizar" el jugar in corporándolo a una tradición
me tafísic a don d e nunca es tuvo a gusto ni se sintió parte inte gra nte.
La experiencia de ser que se alcanza jugando no se as ienta sobre
ninguna base previ a de que hay ser. Y precisamente porque, si hay
ser jug ando, e ste es un ser d e ficción sin h end idura en nada que
se pretendiera real. N uestro propio ser es ficcional y encuentra su
con sistencia y su legíti mo derech o a se r tom ado en se rio precisa­
mente en su in con sis te ncia fuera de l a consistencia qu e el ord en de
la ficción debe preservar con mucho más cuidado que lo real, que
poco necesita de la cons istencia. Por eso un chico puede defender a
capa y espada la seriedad de un juego o de un j uguete, pero no sería
de esperar que tuviera que sostener así la d e su madre.
Esta potencia aniquiladora que el jugar tiene para con lo real del
ser como vi ejo mo tivo de l a metafísica, creo, está en el fondo de l a
am bival enc ia, desconfi anza y menosprecio que inven tariamos como o la rep rodu�ció , n
d
(Hemos escogido para este capítul � �_ �;;S
reaccione s típicas ante su desencadenamiento . Y parece que dispo­ clase dictada el 19 de sepuem re
e

:r
siado co rre gida de una
ner de un ser bajo el estatuto de ficción no es demas iado consuelo iversidad de Buenos Aires, en
l F ultad de Psicología de la Un
Clínica Psicoanalítica de Niñ�s f
para nadie. Adole s
s:noª�e la cátedra d e �
lugar, como aconte�ID11ent? tex
centes Decidí incluirla, en primer go
clase se de splie ga el J ue
al de juego -consid erando que en la co _tem a a a­
habla del juego c
: � ensamiento y no solo que se
mo
tu d� este libr o; co ­
da en todo con el espíri
n
démic� que concuer
_anticipa e!1 �1erto borr : ��
a
siderando tambié n que su contenido ;�
aj ada. Por úlum�, c?m
que en él cobra una forma más trab �
el pr m�1pa espacio
stituyen do de sde 1984
na · e a l o que viene con
con estudian es
al, el contacto regular_
de) mi trabajo intelectu �e {o �;�
a reduplican aquello
ga s jóvenes que a su propia maner
Por eso mi smo, conservamos
y lo adolesce nte que nos convoca... ,
muc hos de los sig nos de
una expos1c1on oral)

y vamos a trabajar al �nas


Buenos días. S oy Ricardo Rodulfo te a cue suo�es
clas s . t Vo a dedicarme fundamentalm en
go . En la bibliografía uste des tienen van�s
li ga�a s'':,· �g\r y � jue
. o que na s vera n
o v anas rru,as . Sup on g
al
cosa s al respecto inclus
gu

vol ver a
en rácticos y o�as so
n para lectura de u�tedes . No v?y a
jor dicho, por ah1 cruzo, pero
pa s�r por lo que ya e sté escrito . Me
144 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICION ES LA CÚNICA POR EL LADO DELJUGAR 145

no voy a repetir cosas que pueden leer en su casa. Mi costumbre niño pequeño de 2 años y medio; un niño pequeño jugando, despa­
es trabajar siempre un tema que no está publicado, de modo que rramando cosas que enseguida pasan a llamarse chiches, juguetes.
las clases que voy a dar se suman. No replican lo que ya hay, sino Bueno, esa va a ser nuestra referencia, y a esa escena vamos a ir y
que se agregan. Los otros días hablaba con un flamante profesor volver continuamente, y de ahí a juegos más complejos.
de alguna universidad de este mundo y él me decía que estaba con Para empezar, hace muchos años, a principios del siglo pasa­
mucho trabajo porque era su primer año con la materia. Tenía que do, una de las figu ras más importantes de la física, que cambió el
preparar todas las clases y demás, pero decía que los siguientes años mundo en más de un sentido, corno fue Albert Einstein, dijo: "Dios
iban a ser muy descansados. Él lo decía sincera e ingenuamente. no juega a los dados". Esto implicaba una relación con sus propios
Pensaba, después de este primer año que todos los años daría lo descubrimientos. ¿Qué es lo que pasaba? ¿Por qué se decía esto?
mismo. Toda una concepción de lo que se llama enseñanza univer­ La física estaba en un momento de transformación, que podía lle­
sitaria, que no es la mía. gar a afectar a disciplinas tan distintas como puede ser la historia
La materia es "Clínica", no "Técnica". La clínica es algo mucho o el psicoanálisis. La física hasta ese momento estudiaba sistemas
más abarcativo que la técnica. Si nos atenemos a la clínica psicoa­ cerrados, mecánicos o termodinámicos, donde las cosas se podían
nalítica, dado que es de lo que podemos hablar, en el espacio de la calcular exactamente. Tengo esta fuerza, tengo esta otra, hago una
clínica hay segmentos o pedacitos donde uno puede usar una deter­ cuenta, esto me da. Era exacto. Estudiaba movimientos de tipo
minada técnica o truquitos técnicos. Pero eso es algo fragmentario mecánico y Freud se apoyó bastante en estas ideas para muchas
dentro de algo mucho más vasto y artesanal como la clínica psi­ de sus concepciones. Era un sistema donde se podía aspirar a leyes
coanalítica, caracterizada por una singularidad inconfundible e irre­ precisas, exactas. Por ejemplo, cuando Freud habla de determinis­
ductible a protocolos médicos o psicológicos, como con tanta juste­ mo y fe causal, habla de eso. Freud es tributario de ese mundo y
za lo precisó Jacques Lacan. el psicoanálisis emerge al mismo tiempo como algo distinto, pero
La pregunta fundamental de la clínica, entendida psicoanalíti­ va a llevar tiempo darse cuenta de eso. El pensar todo en todas sus
camente, concierne a: ¿qué le pasa a alguien con su vida?, ¿cómo concepciones sufre un enorme vuelco, una gran subversión que está
vive? o ¿cómo no vive? No se trata de clasificarlo rápidamente recién comenzando con la física de las pequeñas partículas, con la
como neurótico o psicótico. O sea, la clínica es más amplia y no física que se introduce en el interior del átomo, con el descubri­
se puede apoyar solo ni ser el complemento de una psicopatolo­ miento de todo lo que es microfísica, de todo lo que no se ve. ¿Qué
gía. Las primeras preguntas que tenemos que hacer no conciernen pasa? ¿Qué se descubre allí? ¿Y dónde estaba la polémica? Porque
a ubicar al paciente en una patología determinada, ni del DSM-IV, Einstein decía esto en una polémica con otros físicos. Y la polémica
ni nin guna otra, sino que son esas preguntas fundamentales por residía en que en ese mundo, en el mundo de las pequeñas par­
la vida y sus condiciones de realización o de fracaso, ya desde que tículas, de los quanta de energía como unidades mínimas, no rige
alguien es bebé. Es la diferencia con la actitud del técnico, que no ese determinismo con sus consabidas leyes. Las partículas saltan al
se hace preguntas. El técnico arregla cosas que funcionan mal. Yo azar, de manera que todo lo que puedo calcular son probabilidades.
no sé si el psicoanálisis es, como algunos piensan, la mejor psicote­ Corno cuando digo: "Hay 70% de probabilidades de lluvia" y de
rapia. Pero sí sé que tiene una especificidad en cuanto a que como pronto cambia el viento y acaba por prevalecer el 30% alternati­
psicoterapia nunca se reduce a una técnica para lograr eficaces vo. Hay probabilidades estadísticas, leyes estadísticas aproximativas.
resultados, sino que implica preguntas más profundas. Lo que llamamos el inconsciente se va a beneficiar mucho con ese
Nosotros necesitamos acercarnos al jugar y al juego. Y para modelo. Pero era un golpe tremendo al ideal del determinismo.
eso precisamos de cierta visión de conjunto del juego y del jugar. Piensen lo que pretendía Freud: analizar un sueño y saber exacta­
No podemos quedarnos encerrados en lo que pasa en el consul­ mente su sentido.
torio. Necesitamos tener una visión un poco más abarcativa, un Einstein había contribuido a esto, pero él tenía una fe religiosa
poco más de contexto, que es lo que hoy voy a intentar introducir. y respondía a eso. No aceptaba lo que él mismo había contribuido
Nuestra referencia va a ser una escena simple, en apariencia. Un a descubrir. Decía: "No puede ser que Dios juegue a los dados".
146 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES LA CLÍNICA POR EL LADO DEL JUGAR 147

Porque en la anti gua física el mundo era concebido como un historia fatal, necesario, mejor dicho. Eso no es religioso en un sen­
mecanismo de relojería. Y Newton lo precisó mejor al imaginar a tido, pero es religioso en otro. Como decía Lacan: "El sentido es
Dios como "el relojero que da cuerda al reloj del universo". Ahora siempre religioso, aunque la teoría parezca atea". Otro sentido de
ese reloj no funcionaba más. Y Einstein tenía razón, además, por­ la historia es el del positivismo a ultranza; el motivo de un progreso
que es cierto: Dios no juega a los dados. Dios o el Padre, según a ilimitado cada vez mayor y que conduzca a la felicidad completa,
qué nivel se lo quiera enfocar, es amigo de causas precisas, de l�yes motivo que hoy nos puede parecer ingenuo. Sentidos de la histo­
_
precisas, de cosas fijas. No juega. Si nos apartamos de Emstem y ria que implican planes fijos. En general, todos ellos han fracasado,
tomamos otro camino, diríamos: "Dios no juega a los dados, pero aunque si guen teniendo cultores y se siguen librando combates de
los dados juegan sin Dios". Y los dados juegan en un doble senti­ retaguardia. Pero el pensamiento contemporáneo más bien se ha
do, porque cuando se tiran los dados no se puede calcular qué va desplazado del sentido de la historia al juego de la historia. Es por
a salir, más que probabilísticamente, y Dios tampoco podría decir eso que hice este cuadro en el pizarrón:
ahí qué va a salir. Esa es la gran fisura que se arma ahí en la idea
de un Dios que dé sentido a todo. Decimos que los dados juegan y
además juega el que los tira con ellos. Localizamos pues dos planos
de juego en una relación que Winnicott llamaría de superposición. DERRIDA JUEGO> JUEGO DE REGLAS
DELEUZE (PLAYING > GAME) WINNICOIT
Y en esa escena del niño pequeño jugando, esto ya está presente y
en vigencia, porque un chico de esa edad en curso de dejar de ser
bebé no puede todavía jugar a los dados, pero cuando desparrama,
rompe, revuelve cosas, agarra, tironea, arroja, explora, a su mane­ Allí puse dos nombres de pensadores que se ocuparon mucho
ra hace algo parecido. Un chiquito de esa edad quiere jugar, pero del psicoanálisis: Derrida y Deleuze. Son pensadores que renuevan
no tiene un plan fijo acerca de a qué quiere jugar, depende de lo también -siguiendo este derrotero abierto por la física, no siempre
que encuentre. Y depende de lo que encuentre el rumbo del a qué con mayor conciencia de ello- impregnando de una nueva jerar­
se juega. Depende de azares de encuentros y no es lícito postular quía el estatuto mismo del juego en la existencia y en la historia
en estas errancias que cada objeto encontrado-creado simbolice los humanas. Juego implica siempre algo incalculable. Digamos así:
infaltables papá-mamá. De manera que el chiquito también juega cuantas más cosas fijas hay, menos se puede jugar. Si hay un plan
sin Dios, se podría decir. fijo de Dios, no se puede jugar. Si postulo que la conducta huma­
Pero el jugar no es solo asunto de los chicos y de ahí mi rodeo: na está gobernada por pulsiones o instintos o genes inescrutables
el jugar se introduce de una manera distinta en la historia humana y todopoderosos, menos espacio he de conceder al juego. Cuanto
a través de todo este movimiento de la física. Volviendo a la frase más digo que esta conducta es necesaria, no en el sentido de nece­
de Einstein "Dios no juega a los dados", porque jugar a los dados sidad, hambre o sed, se tiene que dar así, es fatal que se cumpla
implica incertidumbre, ¿qué saldrá? No se sabe y, además, ¿qué así, menos posibilidades le estoy reservando al brinco impredecible
sentido tiene? No es que tenga un sentido, salvo para los que creen del jugar. Para poder hablar de juego o de jugar, tiene que haber
en la magia de los números. Es un acontecimiento. Tiro los dados y por lo menos más de una probabilidad. En realidad, siempre hay
se producen acontecimientos que no tienen un sentido predetermi­ muchas más. De manera que por este costado el juego desembo­
nado. Es muy distinto de la idea de un plan divino o de un plan de ca enseguida en la problemática de la libertad. Sin libertad no hay
la historia. Uno puede decir, por ejemplo, la historia tiene un plan juego. Libertad no entendida en el sentido tradicional de libertad
divino de llevar todo a un Apocalipsis, a un Juicio Final, después de de una conciencia trascendental que puede dirigir todos sus actos
lo cual empezaría una vida eterna si uno es cristiano. Ese es un sen­ como se le dé la gana, sino libertad del jugar como tal que envuelve
tido de la historia, aunque en declinación. O uno puede decir que el y atraviesa todo lo que hacemos. En lo concreto, si a un chico o a
sentido de la historia es llegar a una sociedad sin clases, a una socie­ un adulto no le dejo libertad, cuanta menos libertad le deje, menos
dad comunista. Eso ya está predeterminado así, es un sentido de la podrá jugar en cualquier plano que se trate.
ES LA CLÍNICA POR EL LAOO DEL JUGAR 149
LA RETIRADA DE LAS OPOSICION
148 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE

Lo fijo, lo necesario, lo que solo puede ser así, la exacta ley por ser en trabajar para liberarnos de tan formidables dispositivos, por
cumplirse, la única probabilidad, la causa por excelencia en su exce­ lo tanto, no debería llevarse bien con un término cuya connotación
lencia de causa (así como en su secreta aspiración al monopolio), inquietante, hasta siniestra, está en condiciones de captar como
todo ese ramillete de motivos entrañables de nuestra metafísica -y nadie. Al menos, este es mi propio punto de vista. Me sentiría incli­
que se derramaron inconteniblemente sobre el entero campo de nado a radicalizar la meta de lograr un des-sujetamiento que en la
nuestras disciplinas, incluida la del psicoanálisis- antagoniza sin práctica siempre resulta "la mitad de importante" de lo que se pre­
cuartel ni remedio el espacio mismo donde el jugar puede y aspira tendía, volviendo a aquella fórmula desencantada y lúcida de Nes­
a jugar. El jugar se ahoga en el campo regido por un sentido que troy una y otra vez reivindicada por Freud. Saludable escepticismo
no se puede tocar. Es otro mundo el que se abre entonces, en todo de la vigilancia por igual vigilancia del escepticismo.
el pensamiento filosófico del siglo XX y que se propagará rápida­ En fin, todo esto me lleva a sujetarme lo menos posible al térmi­
mente por todas las disciplinas sin excepción, las más y las menos o no "sujeto", sin pretensión de que tal precaución bastará para solu­
_
las no tan científicas, otorgándole a este significante un nuevo peso c10nar el problema, refiriéndome a "subjetividad" o directamente
y relieve, hasta un prestigio filosófico que estaba lejos de ser suyo. especificando "el niño", "el adolescente", etc. O bien apelar al selfde
Corrido de su habitual rango de segundo orden, afectará todo lo Winnicott, en la medida en que localice, más que una entidad, una
que gobernaba Dios, con su propio nombre o con nombres distin­ s:1e�te de "índice de subjetividad", respondiendo a la reserva que
tos pero que a él respondían, y afectará su ipseidad en tanto tal, su limita el uso de esta palabra a cierta porción de los seres animados,
iteración unívoca. Es por esto mismo que prefiero apartarme del para usar una expresión cara a Winnicott; self daría cuenta de que
término "sujeto", vuelto tan familiar al psicoanálisis, irónicamente, hay alguien allí que responde, como, cuando al entrar en un lugar,
por el estructuralismo en su versión Lacan, un sujeto "atrapado" lanzo la pregunta "¿hay alguien?". No traducido, en cambio, para
en la estructura del lenguaje, según la excelente expresión de Mari­ soslayar el "mismo", que no va de suyo en los usos del inglés, con­
té Cena. Y no es exactamente lo mismo ese atrapamiento que una servando en todo caso la afirmación del "sí". No se usa self más que
sobredeterminación que no termina de cerrar, puesto que tiene lo para designar a alguien que subjetivamente responde. No se habla
que Freud llamaba un "ombligo". ¿Será suficiente con una inde­ de self para una máquina o para otra cosa inanimada, pero esto no
terminación en lo real, cuando necesitaríamos una inscripción de está cubierto por un criterio simplemente biológico: una vez anima­
lo singu lar sin centro en lo que Lacan conceptualiza como "sim­ da por una intervención de lo ficcional, la máquina o lo que fuere
bólico", en un simbólico que no cesa de precluirla en nombre del puede acceder al término. De aquí mi preferencia por un vocablo
Padre? que no connota ense guida un estado de dominación, sino su propio
Si lo considero estrictamente, un sujeto tan "sujetado" no se carácter vivien�e, �n un sentido que excede lo meramente fisiológi­
avizora cómo y a través de qué expedientes podría jugar si cons­ co. Lo que no 1mp1de que me pregunte en cada situación de consul­
tantemente lo está jugando una combinatoria significante ciega ta por lo que en ese caso tendría que ayudar a des-sujetar de qué.
al advenimiento de cualquier gesto espontáneo, volviéndolo una Además, la referencia que hice al pensamiento filosófico no
marioneta. Pero además, y por encima de todo, el psicoanálisis es porque sí. La filosofía es como la política. Se puede no tener
tendría que comprometerse al extremo, y de hecho lo está, pero �litancia política, pero no se puede no tener una posición polí­
nunca lo suficiente, si consideramos la gravedad de los procesos de tica, aunque esa posición no esté asumida, reconocida o sea clara.
reapropiación y sus poderes siempre renovados, con des-sujetar, Filosóficamente sucede lo mismo. Alguien puede no saber nada de
des-anudar, des-estructurar. Porque es bien y demasiado cierto que filosofía, pero no puede no tener una posición filosófica. Y ocurre,
habitamos la sujeción en múltiples formas y registros, sea a mitos como se ha observado en tantos casos, que cuando no se tiene con­
familiares, a la compulsión de repetición que nos domina con tanta ciencia del problema se tiende a caer en la filosofía o, peor ' en la
frecuencia y facilidad, a ciertas condiciones políticas o económicas, política.
a mandatos superyoicos varios que nos arrebatan la conducción de Introduzco esta cuestión porque el psicoanálisis en su momento
nuestra existencia. El psicoanálisis, se supone, tendría su razón de se apoyó en concepciones filosóficas que en realidad no le venían
150 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES LA CLÍNICA POR EL LADO DEL JUGAR 151

bien, casi en lo peor de la filosofía de los siglos XVIII y XIX. Freud 2) Lo segu ndo concierne más al campo de la niñez: las reglas
no se privó de recurrir o confiar sin demasiadas reticencias en el de juego no son exteriores al juego mismo; son interiores al
positivismo, que era sin duda la filosofía dominante en los medios proceso del jugar en tanto tal. El niño ll ega a ellas, inventa
científicos, y que si gue siéndolo bajo nuevas formas. También se juegos de reglas jugando. Un par de ejemplos nos ayudarán.
apoyó en cierto iluminismo racionalista. Y en general, los psicoa­ Dos chicos hacen un viaje largo en un auto y, para matar el
nalistas no se preocuparon mucho por renovar e interrogar tan tedio, se ponen a jugar en forma competitiva con el último
endebles y convencionales bases filosóficas, que distaban de estar número de las patentes de los coches que ven, eligiendo uno
a la altura de las nuevas problemáticas que el psicoanálisis, casi sin los pares y el otro, los impares, para ver quién gana. Esta es
querer, introducía, y que eran "naturalmente" filosóficas, como una regla que ellos construyen, es un juego de reglas ocasio­
que concernían al ser del hombre, mucho, muchísimo más que nal que a lo mejor juegan una vez en su vida, pero la regla la
una nueva psicología del hombre. Con al gu nas excepciones -como hacen jugando y van agregando y discutiendo condiciones.
Lacan, Winnicott, Nicolas Abraham, Pichon-Riviere-, los analistas Otra muestra: un chico de 7 años en una sesión. En un piza­
parecieron creer que podían prescindir de semejantes preocupacio­ rrón grande que hay en mi consultorio desplegamos entre los
nes. Resultado: seguimos con una cabeza del siglo XIX en medio dos una guerra. Cada uno tiene su tiza y armamos fortale­
del incipiente siglo XXI. Y eso es una rémora cuya eliminación es zas, misiles, camiones, aviones, etc.; entonces él y luego yo
de vital trascendencia para nuestra capacidad de pensar. vamos proponiendo ciertas normas. Por ejemplo, él propone
A su vez, el nombre de Winnicott se desliza inevitablemente que no vale copiar en espejo lo que hace el otro. Si yo dije
porque es el del primer pensador en el campo psicoanalítico que "me puse un campo de fuerzas que vos no podés penetrar",
se dedica a una reflexión acerca de qué implica el jugar en la vida "vos no podés ponerte un campo de fuerzas también". Otra
humana. Uno de sus ejes principales es dedicarse a perseguir qué regla que introduzco es que no vale borrar lo del otro, por­
está en juego en el jugar, y no meramente como una cuestión que que él se facilita las cosas borrando todo lo mío para dejarme
se puede agotar en el aspecto clínico. sin recursos. Las reglas se van discutiendo, se van desplegan­
En el centro del cuadro, emplacé JUEGO o JUGAR como algo do así en pequeños matices, a veces con enojos por parte de
que contiene, que es mayor que el juego de reglas. El juego de él. Pero lo más importante es que la creación de leyes que
reglas sería una parte, algo que está en el campo del jugar y del regulan el juego no está en posición trascendental respecto a
juego, pero envuelto por él. En inglés se diferencia más cuidadosa­ este, como la ley en la teoría de Lacan, no es primero la ley,
mente, por eso anoté la referencia conceptual que pertenece a Wi­ después el juego que dependería de ella. Es inmanente a la
nnicott de PLAYING y GAME. El juego de reglas siempre es un zona de juego en que el pacientito y yo nos superponemos.
game, nunca es un playing. Conviene subrayarlo porque la cuestión Ya para aceptar la regla he de sostener una actitud o posición
del juego de reglas enseguida parece reintroducir a Dios y sus leyes, lúdica; de lo contrario, no la puedo aceptar.
especialmente en aquellos colegas obsesionados con la legalidad o 3) La regla incluye en sí el hacer trampa. La frase "Hecha la ley,
con buscar en ella alguna garantía de normalización (como si de la hecha la trampa" condensa una rica sabiduría popular, que
legalidad no pudiese derivarse patología y empobrecimiento exis­ no deberían haber olvidado ciertos colegas que procuran una
tencial), cuando en verdad no es así y esto por más de un motivo: interpretación leguleya de ciertas formulaciones de Lacan, o
que oponen ley y transgresión de un modo por demás inge­
1) Cuando se establece una regla, es para dar espacio a algo que nuo. Lo cierto es que la experiencia con el niño nos enseña
es incalculable. Juego a la generala, por ejemplo, pero las que el hacer trampa es un momento constituyente del ins­
reglas del juego son para dar paso a lo que no va a venir exac­ cribir subjetivamente la categoría misma de ley; muy lejos,
tamente determinado. Si no, no habría posibilidad de jugar. entonces, de ser un síntoma de algo fallido en relación con
El ya saber lo que va a salir equivaldría a una anulación de lo su escritura psíquica. El niño se pone a hacer trampa cuando
lúdico. reconoce claramente que hay una ley que se debe cumplir
152 PAD RES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSIC IONES LA CLÍNICA POR EL LADO DEL JUGAR 153

(y por consiguiente, una correlativa posibilidad de no hacer­ interesante: no valía hacer lo de la vez anterior. A través del juego
lo: no se puede hacer trampa sin saberlo, sin conciencia de se jaqueaba así la compulsión de repetición, que debe considerarse
ella). Y esto un chico lo sabe muy bien, porque para apren­ como una patología de la repetición que debe diferenciarse cuida­
der la regla tiene que hacerle trampa, particularmente para dosamente de esta. De la misma manera que un tumor es la pato­
entenderla mejor, para terminar de aprehenderla, lo que no logía de un órgano o de un funcionamiento corporal. Y ahí no hay
conseguiría sólo de una manera "teórica", sin hacer la expe­ juego; es eso y es eso, una perseverancia en el ser que ya no juzga­
riencia de la trampa. Por eso hay una época en que vale decir mos tan halagadoramente como tantos filósofos de la Antigüedad,
que todos los niños son tramposos, y muy tramposos, más o aunque Winnicott recupere algo de aquella formulación parmeni­
menos en los primeros años de edad escolar. El que nunca deana en su insistencia en cuanto a la importancia de la continui­
hizo una trampa no conoce la regla, se podría decir, frente a dad para ser (solo que la continuidad puede alcanzarse sin recurrir a
un puritanismo de la ley. Además, no hay regla que no tenga medios tan estereotipados).
su posibilidad de trampa como una abertura en su legalidad El jugar está del lado del acontecimiento, para enfocarlo de otra
rmsma. manera. Está del lado de generar acontecimiento. Si hablo de jugar,
hay algo que pasa en el orden del acontecimiento, algo que no esta­
También desde otro ángulo consideraríamos que la eventuali­ ba previsto. Por ejemplo, aquí hubo una dictadura militar terrible,
dad de la trampa es una de las formas en que se quiebra un deter­ hubo varias, pero la última fue la peor. Luego existieron situacio­
minismo rígido, regido por cierta concepción de ley. La trampa nes muy críticas, como la crisis del 2001, la caída del gobierno de
impide a su manera que el sentido de la ley -elevado a sentido de la De la Rúa. En esos momentos se da lugar a acontecimientos polí­
historia- imponga su cumplimiento a toda costa; por el lado de su ticos como puede ser, por ejemplo, la aparición de lo que luego se
realización siempre posible, se abre el acontecimiento no calculado, institucionalizará como las Madres de Plaza de Mayo o como el
no previsto, la rotura de un mecanismo no desviable ni susceptible movimiento piquetero. Pero interesa el momento de emergencia
de ser frenado: en tal perspectiva, reaparece en ella el juego, seña­ espontánea de eso, antes de que la emergencia de lo emergente se
lado en ese toque de picardía, de travesura, que le es característica. coagule en una organización políticamente reapropiada y apresada
Allí donde cada cosa está en su lugar, no hay espacio para jugar. en una cierta mecánica instituida y expuesta a diversos procesos de
En sentidos tanto muy concretos como bien abstractos o metafó­ reapropiación. Nada preveía lo que emergió. Eso no es sentido de
ricos. En esa dirección, Lacan exponía cierta concepción de lo trá­ la historia, sino juego de la historia. No podía estar calculado por
gico leyendo la Antígona de Sófocles y subrayando cómo, en este ningún dogma o ideología política.
tipo de tragedia al menos, se pone en función un mecanismo de Un paso más en esta reflexión nos lleva a la cuestión de la posi­
implacabilidad inevitable, donde se encadena -y desencadena- la ción del analista con respecto al jugar. Allí hay mucho que decir,
secuencia de una situación sin alternativas. Entonces la temporali­ porque la posición del analista con respecto al jugar se ha com­
dad como acontecimiento queda abolida. Se descerraja algo como plejizado in crescendo y no concierne solamente al psicoanálisis con
el mecanismo de una trampa que arrasa con todo. El juego se redu­ niños y adolescentes. Esto es también válido para el adulto, por­
ce en un caso así a la puntualidad fatal de una mecánica, sin nada que precisamente una propiedad muy importante del jugar es que
de esa amplitud de horizonte implicado en el jugar. Tampoco hay es indiferente a la materia con que se juegue. Se puede jugar con
juego en una patología de compulsión de repetición; no así donde un pequeño juguete designado como tal, se puede jugar con una
prima, como es el caso en general, la repetición, que es un térmi­ cuchara haciéndola sonar como si fuera un palillo de tambor o se
no abierto, porque la repetición es en diferencia, tal cual lo que la puede jugar con una palabra en la boca. El eje del jugar atraviesa y
música llama variación. Por ejemplo, en esos juegos de guerra con relativiza, y este no es un ejemplo cualquiera de la consabida, vetus­
el paciente ya mencionado, se repetía algo del escenario en el piza­ ta y bastante estéril oposición entre lo verbal y lo no verbal; porque
rrón que enmarcaba el campo de batalla, pero no siempre se dibu­ a nosotros, además, que no somos lingüistas sino psicoanalistas, las
jaba lo mismo. Es más, en un momento dado, él propuso una regla palabras que nos interesan y que nos conciernen son las que tienen
154 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONE:S LA CLÍNICA POR EL LADO DEL JUGAR 155

que ver con el juego, como la misma asociación libre, que es una manera sobrecargada termina por acarrear inhibición y, en lugar de
propuesta de soltarse ?e preceptos sociales de coherencia y jugar acompañar un proceso de juego, lo detienen o lo debilitan.
con las ideas con el rrusmo desorden y desparramo con que Juega Nuestro giro de intervención depende, pues, de diferencias no
un deambulador con distintas cositas que puede agarrar. Así, no poco sutiles. A veces lo más indicado es esperar. Supongamos que
hay ninguna diferencia de naturaleza en ese punto. La palabra en se trata de un niño que tiene dificultades para jugar solo y en la
la boca también es un chiche, bajo ciertas condiciones. No en las sesión está pudiendo hacerlo. En ese caso lo mejor es no meterse
condiciones del habla más convencionalizada, sino de la que espero si a uno no lo invitan, porque arruinaría el efecto que se ha conse­
en la sesión o en otras situaciones creativas o eróticas. No tiene una guido. Otras veces uno se introduce sin ser invitado y de una mane­
frontera determinada por la edad, aunque tiene especificidades muy ra sumamente molesta para el chico para romper una situación de
en función de ella. No es lo mismo el juego exploratorio que lo que estereotipo o de compulsión de repetición. La compulsión de repe­
podríamos ver como juego narrativo, etcétera. tición no se debe respetar como respetarnos la espontaneidad del
En relación con esto, la posición del analista cambió muchísimo. niño jugando a solas. A su turno, si asisto a un pequeño cuya mayor
Al principio, en las primeras décadas, la preocupación del psicoa­ dificultad es empalmarse con otros en un juego, parece un movi­
nalista se reducía a ¿qué quiere decir este juego?, ¿y esto qué sen­ miento necesario introducirme tentando jugar con él, tentando
tido tiene? Se limitaba a descubrir un sentido e interpretarlo, de la suscitar su deseo de jugar conmigo. Es como decir que no se trata
misma manera que cuando un paciente contaba un sueño. Era la solamente de la singularidad de cada niño, también de la de cada
misma posición. Lo cual no se dejó de hacer; esta parte del trabajo situación, de acuerdo con la cual singularizo mis objetivos. Antes
la seguimos haciendo, solo que ahora es ya una parte de un trabajo que "técnica", la cuestión es ética. El psicoanalista está obligado a
mucho más complejo. En primer lugar, en relación con el jugar, el ser intransigente con todo lo que bloquea la capacidad de juego,
psicoanalista no tiene que estar en la posición de Dios, de ese Dios con todo lo que tiende a reprimirla, inhibirla, aplastarla, mantener­
que no juega a los dados. Lo cual quiere decir que no fija él todas la atrofiada, pasivizarla, limitarla a circuitos compulsivos o reapro­
las condiciones; no es él solo quien va a elegir los dados. Deja que piársela.
eso se haga entre el paciente y él. La prioridad de uno corno ana­ A modo de contraejemplo de una actitud regulada por estas
lista, retomando el material aportado por Marisa Rodulfo, no está consideraciones, nos acordamos de un pequeño paciente que nos
monopolizada por el interpretar que tal cosita que el niño manipula pre guntaba por qué había psicólogos distintos. Yo no entendía a
es símbolo de tal cosa y que tal otra simboliza otra cosa. Aunque qué se refería, entonces me preguntó: "¿Por qué hay psicólogos con
eso pudiera contener alguna verdad desde el punto de vista clínico, los que tenés que dibujar?" y me habló de una experiencia de él
frecuentemente no sería demasiado eficaz. La prioridad es, estric­ al respecto. Él siempre había odiado dibujar, pero había ido a una
tamente hablando, activar o reactivar una actividad lúdica deteni­ terapia donde por algu na razón le pedían que dibujara. Eso es una
da, bloqueada o reprimida. Se trata de ponerla en marcha, es decir, típica norma técnica que habrá aprendido alguien desencontrada
que el chico pueda jugar, no importa a qué ni qué sentido tiene de con qué chico está en la sesión. Así como también hay chicos
por el momento. No es que eso no importa, sino que no es en ese (corno una paciente mía de 8 años) que dibujan sesión tras sesión y
momento lo prioritario. Yo tengo que poder activar los procesos de no les gusta hablar. Y si uno trata de que hablen a la fuerza, no me
juego del chico cuando eso así lo requiere. A veces vienen candida­ dejo encontrar, no estoy disponible. Por eso hay que tener mucho
tos a pacientes que ya los traen bien activados y no necesitan eso cuidado con las técnicas; a veces uno las saca de la manga cuando
de nosotros. Aunque siempre van a requerir, y a veces demandar, hacen falta a la vez que se mantiene parco al respecto.
que podamos acompañar sus procesos de juego y ayudarlos a des­ Otra figura útil para caracterizar todo este planteo sería decir
plegarse; a veces con pequeñas intervenciones, a veces con al guna que el analista debe hacer espacio. Hacer espacio para que se
pregunta, otras veces con uno mismo metiéndose de alguna manera pueda crear un espacio de juego. Este es un aspecto muy impor­
en ese juego. Acompañar el proceso de juego es muy importante tante, porque sin tenerlo en cuenta una interpretación no funciona.
porque, por ejemplo, ponerse a interpretar prematuramente o de Hay que romper esa idea tan clásica del analista corno interpreta-
LA CLÍNICA POR EL LADO DEL JUGAR 157
156 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES

dor. La interpretación actualmente es uno entre los muy diversos con su vida, se hace sospechoso, no debe decir la verdad, algo está
trabajos que nos conciernen. Un material para pensar esto: una negando. No puede decir: "Estoy bien. Me siento bien". En esta
nena en esa ambigua edad de los 12 años, casi pero aún no púber. perspectiva desaparece toda pregunta por los criterios de salud. La
Apelo a un expediente que en ciertas ocasiones uno podría volver a primera precaución que tengo que tomar respecto a la psicopatolo­
probar. Aprovecho el disponer de dos consultorios, el de adultos y gía es no dar por sentado que todo el mundo entra en algún casille­
el de niños, para plantearle a ella dónde la ubico. En lugar de deci­ ro. Y las clasificaciones psicopatológicas tienden a esa universaliza­
dirlo yo según algún criterio teórico, le pido ayuda a ella. Primero ción, psicoanalíticas o no; aspiran a meter a todo el mundo en esas
procuro que nos quedemos solos. Recorremos juntos el lugar y le bolsas o en esos estantes. Lo esencial es no olvidar que mi práctica,
pregunto: "¿Dónde preferís estar?". Ella elige el de adultos, pero, con ética y todo, exige otras prioridades y no nos permite descui­
dos o tres entrevistas después, me pregunta si podemos ir al otro dar la del jugar, porque una prioridad en una situación diagnóstica
m
porque le dieron ganas de dibujar. Después de dibujar un rato tíi­ es evaluar cómo está la capacidad de jugar de ese chico, evaluar el
damente, saca muñecas y comienza a jugar. Habla de que hay un grado en que esa capacidad de jugar está bien nutrida, está intacta,
grupo donde las que juegan serían las tontas, las pendejitas, las chi­ atrofiada, conservada, inhibida, reprimida, destruida, dispersa. Hay
cas. Entonces hay que jugar a escondidas. Si yo la hubiese ubicado muchos términos que pueden aparecer y cada uno de ellos tiene un
por mi propia cuenta en el consultorio de chicos, es posible que sentido. Este es "el" aspecto por excelencia que se debe examinar, y
se hubiera sentido rebajada. Al poder elegir, se puede mover. Pos­ con sumo cuidado, en las primeras entrevistas.
teriormente, implementará con regularidad el ir y venir de uno a Pero quizás hablamos en extenso y con intensidad del juego en
otro durante ciertos períodos. De pronto quiere jugar un tutti frut­ y del paciente, pero no lo suficiente de lo decisivo de la capacidad
ti, tornarse un recreo en la sesión después de haber estado hablando de jugar que demuestre el analista, cuando una cosa es no menos
de cosas de su sexualidad. Como tomarse un descanso para volver a importante que la otra, sobre todo desde la perspectiva clínica y
la niñez un rato. Ahí la oferta de espacio para la creación de espacio con vistas al importante problema de los resultados por obtener.
es fundamental. Y un criterio técnico lo arruinaría. Normalmente ponernos, y correctamente, el acento en la necesidad
Avanzando un paso más lejos, se supone que cuando hay una del análisis personal como algo irreemplazable para una formación
consulta todo el mundo espera un diagnóstico. Puede ser que lo profesional digna de ese nombre; no menos hincapié hacemos en
pida la escuela, los padres, el chico mismo. Aquí es muy importante el llamado análisis de supervisión y, por supuesto, en un estudio
que nos saquemos de la cabeza que hacer un diagnóstico es remitir­ sostenido y sistemático. Y todo eso está muy bien y nadie sensa­
nos a ubicar al paciente en una patología. Hay un tipo de formación to dejaría de suscribir estas, digamos, precauciones elementales.
que propende a eso. Actitud que me inspira toda clase de dudas y Pero no estoy seguro de que con todo aquello se cubra y quede
reparos. Por ejemplo, algo muy típico es alojar lo antes posible al bien explicitada la importancia de que el analista sea una persona
consultante en una de las estructuras fabricadas por el mismo psi­ que goce de una disponibilidad preponderantemente libre y de un
coanálisis o bien en términos del DSM-IV. Las clasificaciones pue­ acceso abierto y franco a su capacidad de jugar. Y menos seguro de
den variar, pero tienen siempre las mismas mañas. Proceder así es que esto lo machaquemos lo bastante, le demos la importancia que
muy negativo. Hay que dejar para después la psicopatología y recu­ tiene. Uno de los puntos clave en que asoma es en el talento del
rrir a sus servicios bien munido de pinzas. Primero que nada por­ analista para improvisar, para la invención. Improvisar debe leerse
que si al recibir al niño mis pensamientos giran en torno al centro aquí con todo el rigor que el término asume en lo musical, desde
de ¿qué será este chico, neurótico o psicótico?, estoy dando por sentado el barroco hasta el jazz; no entenderse en la acepción cotidiana, en
que está enfermo de algo. La psicopatologización del psicoanálisis la que connota cierta carencia de preparación o de organización.
tiende a eso, aun bajo diferentes denominaciones. Siempre se trata En mi experiencia, es un rasgo que no puede faltar en un colega
de dar por sentado que hay que ubicar al paciente en algún casille­ relativamente inexperto, un principiante, como decimos. No debe
ro. Porque nunca se dice: "Este chico está bien". Es sorprendente faltar si está llamado a un desarrollo de envergadura, sea como clí­
que eso no nos sorprenda. Si alguien declara que se siente contento nico, incluya también el plano intelectual, como decimos. "Ali the
PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES LA CLÍNICA POR EL LAUO DEL JUGAR 159
158

king horses... " no podrían proveer de esto cuando falta. Un auténti­ que la terapeuta aún poco o nada maneja eso conceptualmente.
co maestro no lo puede tampoco enseñar, aunque, cuando de veras Pero es capaz de introducir lo que no sabe y justo en el momen­
lo es, es capaz de suscitarlo. Para eso, el joven colega ha de sentir to oportuno, es decir que lo que sí sabe es inventar e improvisar
libertad de movimientos y cierta propensión a la independencia, bajo la presión de una coyuntura muy, pero muy difícil. Esta es
que nos vuelve a recordar la umbilicación del juego con la libertad, una cualidad impagable. Por vez primera la pequeña responde a la
en cualquier sentido en que se la piense. puesta en juego de una propuesta lúdica. Una semana después es la
Citaremos un fragmento clínico que pone en escena a una de niña quien demanda el paseo. Y la terapeuta gestiona la posibilidad
esas jóvenes colegas, una también que cumple con los requisitos de trabajar de este modo durante un tiempo, saliendo, pero ade­
normales exigibles de la formación. Esta colega está atendiendo a más sacándola de su infierno solitario. 1 Como en la música, aquí
una chiquita de 7 años en una institución. Es una huerfanita que la improvisación no significa carencia de tradiciones o de referen­
no sabe quién es su padre y por añadidura ha sido abandonada por cias formales, todo lo contrario (el músico no sabría improvisar sin
su madre, junto con una hermanita de 1 año y medio. La institu­ aquellas guías, andamios invisibles, que en el caso de un psicoa­
ción donde se encuentra es una fundación que se ocupa de chicos nalista se buscan en la práctica de la asociación libre, con sus leyes
abandonados. La paciente está muy mal, con una franca depre­ específicas y su reconceptualización de lo contingente en emergen­
sión, que es evidente. No interactúa con nadie, no tiene ganas de te, según los preceptos montados por Freud en sus tres primeros
hacer nada, está mucho tiempo acostada y, además, cuando la cole­ grandes textos).
ga puede hablar con ella, le dice que se quiere suicidar; cosa más Este material también sirve para poner de relieve que es banali­
inquietante aún. La colega se preocupa, con razón, porque la nena zar esa cualidad lúdica que el analista sabe disponer y hacer entrar
ya ha fichado qué cuchillo de la cocina le podría servir para cortar­ en acción el reducirla literalmente a jugar en una sesión, lo cual
se la garganta. El asunto no parece una fantasía ni mucho menos. ocurre con frecuencia, pero está lejos de ser la única manera de que
La colega consigue contacto con la chica y cuenta con un super­ aquella funcione y pese. Por ejemplo, la habilidad de un analista
visor en la institución que le marca la importancia de que tenga para invisibilizarse cuando ello es aconsejable es un exponente cabal
un esquema, sesiones regulares, etcétera, de una manera un poco de su capacidad de juego, ya que supone poder jugar a que no está,
cuadradita. Pasan varias sesiones en las que no ocurre nada por­ un juego que los chicos conocen y a veces dominan.
que la nena no quiere hablar, no quiere jugar, no quiere dibujar, Por otra parte, rozamos otro rasgo bien singular del juego y
y la colega está ahí, la acompaña, se siente impotente, se siente que desarrolla más esa no esencialidad de la cosa que, contra Hei­
angustiada. En un momento dado, esta terapeuta toma una deci­ degger, el juego despejaría. En efecto, la tocamos como de pasa­
sión. Una decisión que da la pauta de un verdadero analista, por da al referimos a la indiferencia con que el jugar atraviesa y toma
más novel que sea. Se olvida de lo que le dijo el supervisor, la aga­ posesión provisoriamente de los más diversos canales y materiales,
rra de la mano y se la lleva a pasear. Esto además estaba prohibido disolviendo oposiciones cristalizadas como la de verbal/no verbal.
por la institución, de modo que se pone a prueba su capacidad para De modo análogo, surca sin respetar la que opone lo concreto a lo
la transgresión. El resultado es muy bueno y la chica se reanima. abstracto, lo afectivo a lo cognitivo; el juego tiene de ambas cosas
La introducción del paseo (¿qué es un paseo? Un paseo, no como sin duda alguna, es una manera de conocer la realidad a la vez que
decir "tengo que ir a comprar algo al supermercado" o "tengo que un espacio para que lo emocional se manifieste plenamente. Una
ir a estudiar inglés". Un paseo es un juego en el espacio, porque actividad con semejante potencial de desobedecer a la metafísica se
implica un "no sé exacto qué veré, con qué me puedo encontrar") gana el derecho de darnos la oportunidad de captar toda nuestra
quiebra un tanto ese círculo vicioso de la depresión de la niña, si mayor atención.
recordamos que la depresión se especializa en esa clase de circula­
ridades cenagosas. Hay una apertura a lo nuevo -a veces algo muy
pequeño, como el canto de un pájaro, el color de una flor, pero l. Material clínico de mi colega Elisa Pedersen, a quien agradezco que me haya
que es bastante- por el acto analítico de introducirlo, por más permitido utilizarlo.
160 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES

Aún queda en pie la actividad que dualiza lo sexual y la que Capítulo 7


no lo es. Allí tenemos a Winnicott insistiendo en que la erotiza­
ción de un juego lo interrumpe al interferirlo. No discutimos que Invención de lo viviente
esto pueda pasar, pero sí discutiríamos que esta eventualidad sea
la única, pues hay numerosos casos de funcionamiento corriente
donde asistimos a la sinergia entre una corriente lúdica y una sexual
que por lo demás se impregna de aquella al mezclarse de modo
indecidible. En el caso de un niño que se está hamacando o revol­
cando con otro en una lucha, ¿cómo se pueden separar los ingre­
dientes o pretender que allí nada hay de sexualidad infantil ya que
el juego sigue y no se corta? En todo caso, diríamos con Freud, es
un tema de cantidades: si a un chiquito se le impone demasiado que
la lucha con su amigo está muy cargada de elementos homosexuales
y sadomasoquistas, es bien probable que sienta algo raro, se angus­
tie, se interrumpa sin tener en claro los motivos. Pero no habría
forma de hacer de esta situación un paradigma, y la capacidad para
sobrellevar muy bien altas cantidades de erotismo en los juegos más
intachables aparentemente es muy diversa de un sujeto a otro.

EXPERIENCIA DEL ENCUENTRO

EFECTO DE EXPERIENCIA
LO VIVIENTE JUGAR DE CREACIÓN

CONFLICTO

Este esquema sintetiza en una mirada cuatro dimensiones de la


existencia de las cuales está a cargo el jugar. El psicoanálisis clásico
se detuvo particularmente en la del conflicto -pieza clave en esos
tiempos-; ya en la detallada observación que Freud nos entrega del
juego al que su nieto remite todos los juegos, aquel está claramente
presente en la medida en que el pequeño se halla tironeado entre
(aceptando provisionalmente como buena la discutible interpreta­
ción de Freud) un deseo de autonomía derivado del de ser grande y
el apego irrestricto e intransigente a su mamá. El juego de arrojar
lo que venga a sus manos soluciona momentáneamente la discordia
entablada en su interior. La literatura psicoanalítica y nuestra pro-
162 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES INVENCIÓN DE LO VIVIENTE 163

pia experiencia clínica relatan legiones de escenas que se pueden al masticarlo imagino (a la manera de un pequeño paciente) que
inteligir con ayuda de aquella categoría tan de nuestra disciplina. era un león devorando un animal que acababa de cazar, la escena
Melanie Klein podría ser la referencia emblemática. de la comida se transforma y colorea, adquiere vida ficcional. Por
No se diría que esto haya perdido actualidad, pero sí la hege­ donde el juego pasa, como se plasma tan nítidamente en la serie
monía y el monopolio en nuestras explicaciones, y a manos del de Toy Story, la vida se enciende, y por esa misma razón para un
psicoanálisis de niños o con niños principalmente. En la medida chico las fronteras entre lo viviente y lo inanimado no se definen
del desalojo nunca consolidado del positivismo, la dimensión del por patrones biológicos, sino ficcionales. No se trata de una afir­
encuentro, de la experiencia del encuentro ocupa un notorio mación literaria, es plenamente clínica. Tampoco es una metáfora
primer plano. Y justo por no tratarse del imaginado por una sim­ el hablar aquí de viviente; estamos hablando de realidad psíquica.
plona mente positivista, lo esencial de ese encuentro entre más En todo caso, parece más una metáfora la vida que asignarnos a los
de uno no circula por la cantidad de leche ingerida y cosas de ese entes agrupados en el campo de la biología.
tipo, sino que circula sobre todo por el juego que ese encuentro El carácter creador del juego nos topa con un término en ries­
puede generar y cuyo chisporroteo hace encuentro. Para acudir al go no de extinción pero sí de banalización, en que lo "creativo" se
ejemplo demasiado esgrimido, no todo lo que se hacen el bebé y su ha repartido demasiado en los más diversos contextos y discursos.
mamá es juego, pero la calidad lúdica que sean capaces de activar No obstante lo cual, sobreviven de él rasgos interesantes, en par­
impregna todo eso que se hacen encontrándose. Por eso mismo, ticular el de forjar algo que no preexistía, que no se encontraba en
el jugar desplaza la argumentación teórica que recurre a lo pulsio­ ninguna parte. Radicalmente esto llevó a que se reservara el crear
nal para afianzar la constitución de un vínculo, señaladamente el a Dios, el único que podría hacer algo a partir de nada, sin mate­
mitema de la "libido", de la que algunos siguen hablando cada vez ria previa. Sabemos que Winnicott paradojizó el vocablo de una
menos, como si fuera materia palpable y pesable. forma muy singular al referirse a la creación de lo que ya estaba-ahí
En otros lugares 1 me aboqué a articular, con más cuidado que aguardando a ser creado y no simplemente encontrado, como lo
Winnicott, la práctica lúdica con la decisiva cualidad de viviente concebiría una versión de corte conductista o empirista en diversos
enfatizando el hecho de que un juguete es algo vivo para un niño ; matices. Se trata de una de las ideas más interesantes e innovadoras
la significación de este hecho. Como si rudimentariamente dijéra­ del psicoanalista inglés, atravesando la oposición metafísica entre
m�s que jugando se convierte algo muerto o inanimado en vivo y materialismo e idealismo con una escandalosa y que los puentea
arumado, subrayando esta animación que ocurre durante un juego, (en el sentido también porteño del ténnino), suturando una antigua
el más simple, un bebé haciendo girar y moverse una cucharita, tan disyunción que los presentaba como incompatibles. Nuevamente,
solo eso. Y no es cuestión ceñida a muñecas. Es cosa bien prefi gu­ esta creación tiene lugar en los procesos de juego, no cuando el
rada en ese gesto de una mano agarrando un objeto y poniéndolo niño está solo adaptado a la realidad compartida, cuando se tropie­
en marcha. Si mastico un alimento no le doy vida, en cambio, si za con el seno en el momento justo en que el ardor de su deseo lo
conjuraba, lo imaginaba, lo anticipaba, tal como sucede más tarde
en el enamoramiento, al conocer a la mujer que había soñado, a
menudo sin darme cuenta de que la soñaba, más que a partir de ese
l. Particularmente en mi Trabajos de la lectura ... ya mencionado, también en mi
capítulo del libro colectivo compilado por Cristina Hornstein, Adolescencias. Tra ­ por fin conocerla en carne y hueso. O con menos grandiosidad, la
yectorias turbulentas, Buenos Aires, Paidós, 2006, y en un texto inédito en español, rama justa que encuentro para hacer de ella la espada de pirata o de
"Encuentros", aparecido en portugués en la revista deAPOA, Puerto Alegre, 2009. guerrero espacial que andaba necesitando.
En todos estos trabajos, me extendí sobre la consideración de lo viviente desde el Tener en mente estas cuatro dimensiones de la existencia es una
punt? de vista de lo existente en el plano subjeúvo y no de lo vivo biológicamente vía para ensanchar nuestra percepción clínica, des-sujetándola de
_
considerado. M1 propuesta evita la confusión que puede surgir de usar indistinta­
mente "vivo" en ambos casos, como hace Winnicott, quien, sin embargo, conocía una psicopatologización siempre al acecho que enseguida reduce
perfectamente la terminología existencial, por otra parte más acorde al espíritu de todo a clasificaciones, aunque lo niegue, también de ser controlado
su obra. y limitado por los preceptos clásicos, que difícilmente van más allá
164 PADRES E HIJOS EN T I EMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES INVENCIÓN DE LO VIVIENTE 1 65

del esquema del conflicto, sea entre instancias ontologizadas, sea planteado ora en forma personal, ora en un impersonal abstracto,
entre avatares pulsionales o desiderativos y defensas que les cierran como gusta el estructuralismo- del que la recibe, ingresando así en
el paso a su realización. Cada una de estas dimensiones es una ver­ un nivel más elevado (de punta a punta, la sola aparición del motivo
dadera ocasión de diagnóstico diferencial, solo que aquí "diagnós­ de lo elevado es un índice metafísico infalible).
tico" toma el sentido de una discriminación no medicalizada. Valga Examinemos en cambio la alternativa que el siguiente material
el caso, un niño puede plantear con relativa claridad sus conflictos da para pensar: la paciente, una niña de 8 años, que habla poco y es
en sus juegos, pero dando muestras de escasa capacidad creativa, lo bastante jugadora en sus juegos. Le gusta dibujar y aparece a menu­
cual lo obliga a pedir prestado el repertorio más convencional que do la intención de ocupar todo el espacio de un pizarrón que va
su medio social le ofrece. O puede descollar en todo lo que implica desde el suelo hasta el techo, por lo que no alcanza la parte más
encuentro a través del juego mientras su capacidad para infundir alta. Es en esa coyuntura que la niña inventa (crea) lo que bautiza
vida a sus producciones se nota bien baja como consecuencia de su "dibujo saltado" y que consiste en dar un salto hacia arriba y con
no disposición para la soledad, determinando que para él lo vivien­ él dejar un trazo en el pizarrón, otro a continuación y así sucesi­
te siempre procede del otro con quien procura un encuentro. Este vamente. Si bien no renuncia a lo figurativo, el dibujo final que
tipo de lectura, si se afina lo bastante, orienta nuestra tarea clínica resulta de estas condiciones tan esforzadas oscila entre la figura
en cada caso particular, haciéndome ver con mayor claridad cuá­ convencional de una silueta o de una casa y el garabato libre de
les son los puntos huecos o desnutridos de un paciente y para qué preocupaciones representativas, un garabato de trazos quebrados,
en cambio no necesita de ayuda alguna. Creo que se puede inferir discontinuos como los saltos que va dando. La niña avanza un paso
muy rápido que, contrariamente, apelar a nominaciones como las más al comentarme que se podría armar sobre esta base un juego
de "neurótico", etcétera, no nos aporta información sobre aquellos competitivo entre varios participantes, donde ganaría el primero
puntos. que terminara una figura que se hubiera propuesto para todos. Y
Por otro lado, el juego no es, todos lo sabemos, una práctica con una regla inamovible: no vale ningún trazo que no sea hecho
homogénea desde la perspectiva diacrónica. Presenta una estruc­ mediante un salto. Luego añade otras variantes, como subirse a
tura fugada, en la que ciertos de sus modos se adelantan y otros una silla y desde allí pegar cada salto. Otra regla privilegiaría como
se van incorporando sin que ninguno de estos modos desaparez­ ganador al que lograse hacer el dibujo más arriba que los demás.
ca, pudiendo sí asordinarse o volverse menos aparente para el oído Adviértase que, lejos de ingresar a una regla preexistente, la
común, que tiende a escuchar con exclusividad la melodía principal paciente juega a crear reglas, y que esta creación es una parte fun­
y descuidar las otras voces, aunque en ellas se esté tramitando algo damental del juego, paralela a la factura del dibujo concreto que
de gran importancia. en cada caso se hace. La regla es interior al juego, se trama en su
De momento también hablaremos de cuatro de estos modos, curso, lo cual vuelve pasiva en demasía la concepción de un "ingre­
empezando por una referencia al último en hacer su aparición so" al espacio "simbólico", como se diría en lacaniano, por más que
desde el punto de vista cronológico. Se trata del juego de reglas. pareciera mejor plantearlo como ingreso a un código. Ese mismo
Si bien no es mi principal objetivo en este libro, hay por lo menos lacaniano -personaje no menos temible que el del positivista- obje­
una cuestión en la que insistir y destacar debido a la poca relevan­ taría que si creó una regla es porque ha ingresado en la Regla; pero
cia que ha recibido en nuestra literatura. En general, tratándose del ¿no es esta una presunción trascendentalista similar a la de las ideas
juego de reglas, prevalece una consideración adaptacionista, en la platónicas? ¿No responde a una exigencia esencialista como la que
que confluyen diversas posiciones teóricas y, aunque en al gunas de en su momento denunciaba Bleger, la que hipostasiaba instintos
ellas se reniegue de la adaptación, el acento recae una y otra vez detrás de cada comportamiento? ¿No es considerablemente menos
sobre la aceptación por parte del chico de la norma, de la regla, del metafísico pensar que al crear jugando tales o cuales normas la niña
reglamento, más pomposamente, de la ley, en la cual, por fin, se se promueve por sí misma a un nuevo espacio, el del game?
ingresaría. Se la llame de una manera u otra, esa normatividad le Subsecuentemente, anotamos que el juego de reglas es una
sobreviene desde un exterior -cuyo personaje favorito es el padre, variación con autonomía relativa del juego narrado, al que nos
166 PADR ES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES INVENCIÓN DE LO VIVIENTE 167

dedicaremos más adelante. Todo juego reglado esconde -no de capacidad para la intimidad, un acceso no garantizado por mera
mucho- un relato, como tan claro se lo ve en los videojuegos, la evolución. Es este un concepto cuya falta en el psicoanálisis clási­
gran mayoría de los cuales responden al esquema argumental de co mide los bloqueos que causa el positivismo y las insuficiencias
la cacería, como recordándonos una impronta de especie (nuestro del pansexualismo de los primeros tiempos de Freud. 3 Sin ella, mal
destino como tal viró el día que pasamos de recolectores, como los podría entenderse el amor, pero para su alborear hay que ?ªr paso
otros primates, a cazadores, igual que los felinos). _ _
a otras generaciones, con nombres como los de Balint y Wmmcott,
Por supuesto, no siempre el chico hace las reglas, a menudo en quienes el concepto se dibuja la mayoría de las veces sin proferir
las compra hechas, pero si prestamos atención -en particular a las su nombre y oficializar su entrada en el pensamiento psicoanalíti­
maniobras para hacer trampa-, retendremos momentos aquí y allá co. Compartimos la demarcación de sus rasgos hecha por Stern, en
en que se propone alterar o suplementar una regla de juego estable­ cuanto capacidad para la comunión de estados afectivos sin necesi­
cida, como no resignándose a simplemente obedecer. Así fue como dad del rodeo por la palabra (sin que eso signifique una exclusión
Bobby Fischer propuso nada menos que hacer cambios en el regla­ lisa y llana). Experiencia corporal, por tanto, que nos hace percibir
mento del ajedrez a fin de remozarlo y quitarle los estereotipos. El estados de ánimo del otro por lectura de indicios en actitudes, rit­
carácter viviente del juego no respeta sino durante un período limi­ mos, tonos, tal como en la misma escena del tratamiento el analis­
tado aun la regulación más académica, como también se lo ha visto ta detecta algo sin más que el entrar y saludar del paciente, quien
repetidamente en el terreno de la creación musical. El deseo de a su vez hace lo mismo leyendo el cuerpo de su analista. Siempre
variación a la larga acaba por imponerse, como cuando en pintura y cuando el espacio transferencia! haya incorporado la intimidad
un vigoroso movimiento devuelve lo figural al juego del garabato, como dimensión, lo que no ocurre si un analista es demasiado ver­
lo que un pensamiento conservador clásico como el del "freudia­ bal o el paciente mora en un aislamiento difícil de cancelar. Las
no" de escuela sin duda llamará una "regresión". La misma pintura vivencias transferenciales o contratransferenciales de frialdad sue­
se encargó de poner al descubierto la falsedad de tal concepción al len servir de indicador clínico de una intimidad desconstituida. No
explorar y explotar el rasgo que vuelve abstracto el garabatear. basta con un año para garantizar su presencia, pero parece cierto
Volviendo sobre nuestros pasos hacia el extremo inicial de la que sin ese año es más difícil. O más precaria.
estructura fugada, situamos en la emergencia del jugar en la emer­ El período que se extiende tras cumplir un año hasta las inme­
gencia del sujeto los juegos interactivos del primer año, juegos de diaciones de los tres asiste a la hegemonía del juego exploratorio,
encuentro que constituyen el encuentro y localizan en su "entrei­ prenda distintiva del deambulador, una fi gura de la niñez cuya
dad" dos, por ejemplo, posiciones subjetivas, como la del bebé y su importancia Winnicott nos acostumbró a valorar, pues era un niño
madre. Ya está hecha la referencia a Stem, quien como nadie levan­ poco visitado por el psicoanálisis centrado en lo edípico. La bipe­
tó el acta de esta miríada de jugares.2 destación podría usarse como divisoria de aguas si uno no hubiese
No nos detendremos en ellos, pues, por ahora. No tarda mucho visto tantos gateadores lanzados al espacio circundante. Asimismo,
en contrapuntearlos el modo del juego exploratorio, que de todas propuse hace w1os años tipificar los primeros de la adolescencia
formas culmina más adelante, en la era del deambulador.
Todavía queda por hacer una una precisión conceptual: el
encuentro, a través del juego y de contactos que son salpicados por
él, desemboca en la constitución de una experiencia de intimidad, 3. Véase mi ensayo "Sexequias" en mi Futurn porvenir, Buenos Aires, Noveduc,
2008, donde a través de un contrapunto entre Freud y Winnicott localizo los efec­
tos de la ausencia de la categoría de intimidad tanto en el plano clínico como en el
teórico, haciendo hincapié en que la misma sexualidad infantil resulta inteligible
2. Por mi parte, centrándome en los tempranos juegos que consisten (en) la y mutilada sin su anidamiento en aquella, virando más hacia lo pornográfico que
caricia y el acariciar, desarrollé el punto de vista de cómo a través de ellos se escri­ hacia lo propiamente erótico. Sin ese alojarse, allí la concepción de sexualidad se
be, literalmente, el propio cuerpo y el de la Otra. Cito Dibujos fuera del papel, Bue­ desequilibra y mecaniza, tal como le pasa a quienes se mueven por el mundo sin
nos Aires, Paidós, 1999. conocer la intimidad.
168 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES INVENCIÓN DE LO VIVIENTE 169

como regidos por una segunda deambulación.4 Exploración es cer-desaparecer, trayendo de vuelta no solo juguetes que perduran,
el término clave que sitúa un deseo incontenible, si no se presen­ sino también la perdurabilidad misma en tanto tal.
t�n tempranas _ inhibiciones o tendencias pasivas en el plano gené­ Se trata entonces de un tiempo centrífugo donde el juego no
tico. Por consiguiente, aparición del peligro, que hace decir con tiene guión, como un poco más tarde sí lo tendrá, en la apertura de
tanta frecuencia "¡no toques!" o "¡no pruebes!" cuando se trata del lo narrativo. No hay relato aún, más que en la interminable meto­
segundo deambulador. La mano para agarrar y las piernas para lan­ nimia de "ahora agarro esto, ahora agarro esto otro, ahora ... ". Del
zarse cobran un "tamaño" descomunal. Pasión de agarrar, pasión mismo modo que en los primeros escarceos con hojas y trazos cam­
de corretear siempre más allá de donde el grande se sentiría tran­ pea el garabato, y no la reproducción fi gurativa.
quilo. Pero también la boca se vuelve un órgano fundamentalmente Las artes plásticas no procedieron negándole el carácter de pin­
exploratorio, olvidada ya del pecho, tan fetichizado por los clásicos. tura o de escultura a una obra de Miró, de Moore o de Kuitca. En
A lo cual aquel segundo agregará los genitales. cambio, el psicoanálisis durante largo tiempo ignoró al garabato
El jue�o se agota aquí a ese agarrar para explorar, con ojos, como dibujo de pleno derecho, ocupándose solo de producciones
boca nanz, oídos, piel. Vemos al pequeño revisando paciente y fi gurales bajo el equívoco empeño de considerarlo "simbólico",
'.
c?ncienzudamente todo lo que hay dentro de una caja, de un arma­ igualmente que a los juegos narrativos que florecen aproxima­
rio, de un bolso, vaciando su contenido y desparramando lo que damente a partir de los 3 años. Hasta Winnicott, el garabato no
encuentra, también tomando posesión más firme de cierto juguete adquirió carta de ciudadanía, tampoco el juego exploratorio, atado
al que no se suelta, según las características transiciona/es, y que lo a la incongruente idea de lo "pre-simbólico" que, dicho de paso,
acompañará para dormir o para andar. Con o sin rúbrica verbal, me llevó a tomar distancia de ese vocablo, tanto en sus giros laca­
agarrar quiere ?ecir "mío". También se incrementa la exploración nianos como en los de otras corrientes más evolutivistas. Por eso
sonora, conduciendo a un estallido del lenguaje cerca de los 2 afios. opto decididamente por escribir narrado.
Lo vemos examinar cuidadosam�nte cada objeto agarrado, con el Pero hay una parva de juegos correspondientes a la deambulación
tacto, con la vista y con la boca. Epoca de inspecciones minuciosas cuya ignorancia o descuido llevado al extremo haría imposible traba­
y atrevi_das, que a veces llevan a romper, desarmar o desgarrar lo jar seriamente con pacientes de esa edad, sin contar con que la explo­
mspeccionado,
_ y� que se está descubriendo que no solo hay super­ ración como tal nunca se desvanece, aunque sí tienda a subordinarse,
_ _ _
ficies, smo tambien que las cosas tienen un interior no visible. s no sin irrupciones por su cuenta, al juego narrativo y al reglado.
Era de esperar que corresponda a la actividad tan exploratoria el De todos modos, al deambulador no solo lo encontramos en
hallazgo de una dimensión que ya no es plana ni toda abierta a la tales exámenes e inspecciones: es la época de conquista de los jue­
visibilidad, como un prototipo del secreto. (También un adolescente gos de la plaza, de los toboganes y las hamacas, jugando con viven­
practica estas revisaciones, por ejemplo, con documentos familia­ cias de caída, de alta estimulación laberíntica, de probar las piernas
res, sobre todo en procura de algo de su identidad no esclarecido.) trepando además de andar y correr o zambulléndose en el agua ten­
Y esto a �u vez es �a protocondición para que un allá del tiempo y tativamente, con ráfagas de ansiedad y arrestos de audacia en pen­
del espacio sea posible a través de los juegos del arrojar y del apare- dulación ambivalente. Va de lo "intelectual" de las revisaciones a lo
"deportivo" de la exuberancia muscular en su primera plenitud. La
bipedestación no se afianza con solo caminar, y buena parte de los
4. En la segund a sección de El psicoanálisis de nuevo (Buenos Aires Eudeba juegos de esta época tienden a su apropiación.
2004) se encuentra esta idea, bajo el título de "El segundo d eambulador".• El desparramo al que hicimos referencia es un rasgo distintivo
5 • En El niño y el significante (Buenos Aires, Paidós, I 989), inspirado por obser­
. tan específico como el agarrar. Desparramar y agarrar. En el tiem­
vaciones de Rosme y Robert Lefort (El nacimimto del Otro, Buenos Aires Paidós
1980), estudié muy en d etalle este punto como de entubamiento. Localicé �sí -anti� po del juego narrativo, comprobaremos que el niño empieza por
cipadamente para aquellos años- juegos tempr anos del bebé y del deambul ador pre­ una selección de lo que necesita para montar su escena; en el explo­
�os c!arame�te_ al pre��ndido "primer" juego que el psicoanálisis clásico ma rcaba y ratorio, en lugar de elección previa al juego, hay un desparramar
sigue 1mpertemto hac1endolo, en el primero analizad o por Freud . que ya es juego, forma parte de él, en algunos con una intensidad
INVENCIÓN DE LO VIVIENTE 171
170 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES

privilegiada que supera incluso el deseo de tomar posesión de un También la capacidad para jugar solo y ?ara jugar con él �o
_
objeto. manipulándolo como si fuera un juguete mas, di sfrutando de el,
En esta condición, el chico se mueve entre dos extremos; si los prefiriéndolo a otras cosas -lo cual induce a inventar muchas que
toca, se insinúa una dificultad que bien puede r equeri r ayuda para "no le gustan"-, son también pr oblemáticas que el deambul�dor
resolverse y para no profundizarse. Por una parte, la inhibición ya impulsa y el juego explor atorio tematiza a su manera (por e¡ em-
mencionada, cuyo blanco paradigmático e s la mano mucho ante s lo desobedeciendo en cuanto a lo que se le veta agarrar o gozan­
de desembarcar en el pensamiento y en la actividad imaginativa. �º de ciertos lapsos de soledad cuando practica sus saqueos) . Estos
.
Pocas escenas más notorias de inhibición que la de un pequeño en son otros motivos dominantes del período que esta mos estudiando;

un lugar repleto de objetos tocables y que no puede tocar nada. pero ya nos hem os extendido acerca de ellos en otros lugares.
Con otros matices, si en esas edades tropiezo con chicos interesa­
dos curiosa y atípicamente en guardar -saca unos pocos ju guetes de
un cajón y a poco los reintroduce en él- o en lavars e en cuanto se
ensuciaron con algo -uno de 3 años desenvuelve plastilina, amasa,
pero antes de llegar a alguna forma me pide ir a lavarse las manos,
un poquito apenas pegoteadas-, mis presunciones de inhibición en
proceso se despertarán, y con motivo.
En el otro polo, una turbulencia inestable que no hay que con­
fundir con la vehemencia propia de un estado de salud; una obser­
vación atenta, y hecha por un analista, descubre que la exuberan­
cia del desparramo ha derivado en dispersión, que el niño apenas
si logra agarrar cosa al guna, r esbalando en ca mbio la mano sobr e
objetos que toquetea superficialme nte sin asirlos, o con extrema
brevedad. Y nunca los encontramos en la conc entración de esas
inspecciones detalladas, cosa por cosa, sino un revolver sin freno
ni regu lación. Se plantea enseguida la temática de la polémi­
ca y sobrediagnosticada desatención; por nuestra parte, antes que
empezara su auge, trazamos el retrato de un niño que llamamos
del transtorno, un retrato que nos parece más complejo y matiza­
do que el que la psiquiatría puso de moda en combinación con la
industria farmacéutica. 6 Por distintos motivos, los indicios de uno u
otro extremo suelen no merecer demasiada atención, quizás porque
uno de estos chicos " se porta bien" y el otro se presta a ser visto
como un ser libre.

6. RiC11rdo Rodulfo (comp.), Trastornos narcisistas no psicóticos, Buenos Aires, Pai­


dós, 1995. Para un examen crítico del ADDH (Déficit de Atención con Hiperacti­
vidad), remitimos al libro de Robert Armstrong con el mismo titulo, editado por
la misma editorial en 2002. En lo que hace a la manipulación industrial de estos
y otros cuadros, puede leerse Invención de enfermedades, libro compilado por León
Benasayag y Gabriela Dueñas, Buenos Aires, Noveduc, 2011.
Capítulo 8
El paso de lo exploratorio a lo narrativo

La pregunta que mejor puede guiarnos en el terreno del juego


exploratorio es: ¿qué está haciendo el niño al jugar, cómo y con qué
está jugando?; no tanto la que el psicoanálisis hizo clásica por el
sentido -la de ¿qué quiere decir?-, en una traducción logocéntrica
muy común. Si bien tantas veces arrojar lejos significa "no", aga­
rrar con firmeza, "mío", y revolver un canasto se puede descifrar
como una pregunta: ¿qué hay aquí? -como de costumbre, debemos
matizar cada paso de diferenciación para que no se vuelva dema­
siado opositivo-, en general no se trata del sentido tal cual se des­
pliega en un relato. Por eso mismo, el chico no está maduro aún
para escuchar un cuento, por más que le impacten ciertas escenas
discontinuas como las que ve en una película de animación. Lo
que sí se pone de manifiesto es la naturaleza del cazador que hizo
de nuestra especie lo que hizo, en toda una gama que se extiende
desde la violencia más descomunal hasta el refinamiento de la escri­
tura más sublime: el deambulador goza de escenas de persecución
donde corre para que no lo atrapen o atrapa él a su vez; sin duda,
impronta genética que Freud hubiera podido situar en fantasías
"originarias" de base filogenética, no en una manera tan mala de
darle forma teórica al asunto. Pero se trata siempre de una secuen­
cia corta de acción, sin complejidades argumentales, un poco como
ocurre en algunas películas muy básicas.
EL PASO DE LO EXPLORATORIO A LO NARRATIVO 175
PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE L A RETIRADA DE LAS OPOSICI ONES

Alrededor de los 3 años, el niño no está preparado solo para la a usarlo con esas pinzas que Derrida veía en el entrecomillado. 1
música y la danza de las acciones, sino que se hace un narrador, un Entre otros males, la separación instituida por la filosofía antigua
proceso estrechamente ligado a l a marejada subjetiva que provoca entre lo literal y lo figurado impide hacerse cargo de la tremenda
el desarrol l� ?el lenguaje, en particular la maravillosa aprehensión complejidad no verbal que impregna el lenguaje, todo lo q1:1e en él
. _
de la gramat1ca produciendo uno de esos saltos cuánticos de los hay de golpe, de melodía, de baile minimizado, de plast1e1dad no
que habla Stem. En ef�cto, imperfectamente, decimos que "habla", figu ra!; punto este en el cual la subordinación a Jakobson con la
_ que Lacan_ trabajó su pensa�ient.o se hizo repr�s_iva para_ to�a una
cosa que ya vema haciendo, cuando en realidad g;ramaticaliza, lo
gama de dimens10nes, empalideciendo 1� cromatt�a del signfcan­
�ue no . es exactamente l o mismo: nos empieza a sorprender mane­ te y de lo que allí lo excede en tanto, digamos, p1cto�r�ma. � ra­
Jando tiempos verbales, cópulas, adverbios bien colocados oracio­ ,
nes su?ordinadas : .. l!na serie de estructuras que se hacen �argo de ses que se volvieron tan célebres como aquellas que asimilaban las
_ leyes del inconsciente" a "las leyes del len gu aje" -dando además
vivencias Y experiencias ya muy complejas y les dan otra vuelta de
por sentado que existían en ambos ter�en�s dichas leyes, lo cual no
�erca: _Porque sobre todo a nosotros lo que más nos interesa es la
irrupc10n d: esa gramática y de esa sintaxis en el cuerpo mismo, en es nada seguro- autorizaron un reducc10rusmo feroz y adv�rso a las
lo que podriamos llamar el inconsciente. Se trata de un proceso que complejidades del trabajo clínico. Evoco aquí el comentario d� un
. _ colega en una supervisión, describiendo las palabras que le arro¡aba
suel e presentar sus desVIaciones y sus trastornos dada la delicadeza
una adolescente como "un proyectil musical".
!�sita de lo complejo, �1:1e es una de nuestras pesadillas: la comple­
Ahora ya no podemos dejar de lado, entre otras cosas, la cuestión
��dad se paga co_n fragilidad, cuando el sueño era de una comple­
Jldad por �so mismo más sólida que el estrato más simple. Busca­ de en qué gran medida el sentido y su continuidad en tanto dar-s� n­
mos segt�!'!dad en �� complejidad, que es lo más inseguro que hay, tido no tiene como condición la experiencia del bebé en lo referido
_ al establecimiento de superficies de continuidad, como las rutinas
solo que mseguro no le qmta valor a la exuberancia cualitativa de
lo complejo tal como la vulnerabilidad de su talón no hace menos que su mamá le ofrece.3 Si por obra de interferencia el pequeño se
nota�le y grandioso al peleida Aquil eo. Por otra parte, queda por viera impedido de realizar la experiencia de hacer un juguete y con­
estudiar en este aspecto si l a evolución de l as estructuras musica­ servarlo durante un lapso, lo cual retroactivamente va haciendo el
l�s de Occidente hacia lo narrativo -cuya culminación se dio en los sentido del sentido, ¿alcanzaría a configurar una historia?
siglos XVIII y XIX, después de lo cual en la música lo no narrativo Por lo demás, la centración en lo narrativo nos trae otro bene­
cobró nuevo impulso- se vio sostenida por la elevada proporción de ficio: el psicoanálisis clásico pronto se sintió a sus anchas con aq�el
_ y tendió a abusar de esa particularidad del simbolismo que per1:11ite
música cantad ª: es decir, integrada con letras que le daban guión,
_ _ decir que "A" es en realidad "B", sin mayores precauciones. Dicho
�na vertebracion secuencial que la escritura musical pudo haber
mcorporado como para que siguiera viva cuando se prescindía de
�oda letra para hacer música solo instrumental. Es una pregunta: el
t�pulso narra?:º• 1proc �día _íntegram�nte del lenguaje o existía y
, , l. Cuestión que se encuentra tratada en Del espíritu, Valencia, Pre-Textos,
extste en la musica pur� ? (�1 nos concierne esta cuestión es por el
_ . 2002. Todas las numerosas y dispersas reflexiones que inserta Derrida por aquí Y
fondo musical de la subJetIVIdad desde lo más temprano, muchísi­ por allá sobre modos y elementos de la escritura merecen la máxima atención del
mo más acá de la música como "arte" académico o popular.) psicoanalista, que puede encontrar allí tanto criterios de lectura de los materiales
El cas� es que desde esos aproximados 3 años se implanta y pre­ con los que trabaja como una precaución respecto al reduccionismo verbalista.
va lece el Juego que prefiero designar narrativo, y no "simbólico" 2. Valorizando en este punto la introducción de este concepto por parte de
Piera Aulagnier, por más reparos que suscite su estratificación demasiado "metapsi­
como suel e llamárselo, dado el estado de banalización que se halla cológica". Por de pronto, polifoniza algo que se había vuelto, en la teoría del signi­
ese vocablo al menos en el psicoanál isis, a menudo sinónimo de ficante, monocorde melodía con acompañamiento. Siempre he vuelto a pensar qué
"verbal" en el P:º� giro metafí�ico l ogocentrista, fetichizado por habría sucedido si Lacan hubiese sido más músico que literato.
algunas de las 1:11ul t1ples ortodoxtas que asolan el psicoanálisis, todo 3. Para esto hay que retornar a mi El niño y el significante ya citado, en su pun­
lo cual me ha mducido a tomar la mayor distancia posible de él 0 tuación de las funciones más tempranas del jugar.
176 P ADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES EL PASO DE LO EXPLORATORIO A LO NARRATIVO 177

de otra manera, el recurso al querer-decir de lo simbólico reduce a consultorio toda una ciudad, con casas, escuela, hospital, parque de
cero la singularidad que hace que un elemento esté donde está, la diversiones, transpones y hasta un pequeño zoológico. Todo en
primera cosa que señaló Freud en cuanto a la estructura del sueño. paz, hasta que sobreviene una invasión extraterrestre muy destruc­
En el juego narrativo, el chico manipula una serie de elementos, tora, donde nada queda intacto. Entonces llaman a un héroe, quien
pero no en dirección exploratoria, sino usándolos para armar una acude, expulsa a los invasores con suma celeridad y se restablece la
historia que va a poder estudiarse dentro de las teorías generales de paz de antes, como antes.
los relatos, ya que dejará leer en ella un nudo argumental con prin­ Se trata de una secuencia caracterizable como épica, harto fre­
cipio, desarrollo y fin. cuentada por el cine y la historieta, y cuya aparición en el juego del
Lo primero que quisiéramos señalar es el carácter documental niño parece espontánea, si bien no podemos olvidar que él frecuen­
de este juego, entendiendo por él todo el material de su vida coti­ ta historias con esa configuración. Aquí es mejor cortar el nudo
diana que el niño recoge en muchos de sus juegos, retocándolos a gordiano y afirmar a un tiempo que la aparición de esa secuencia
menudo en el sentido de la realización de deseos, pero no menos a en el juego se da espontáneamente, no por imitación de un mode­
menudo presentándolos con cierta "objetividad" en las escenas que lo exterior, y que el que así la arma la ha visto reiteradas veces en
monta, sean escenas de familia, de la vida escolar o de lo que ha pantalla o escuchado en cuentos que le han narrado o leído. Para
visto por televisión. Eso mismo hace que a veces un juego así nos que aparezca, no se necesita la "influencia" de la televisión o de los
recuerde lo dicho por los padres en una entrevista o el comenta­ videojuegos, donde también abunda en exponentes. Como en la
rio que nos brindó una maestra. Como si el chico a veces fuera su típica forma Lied de la música que se resume ABA, la última parte
propio antropólogo. Algo de esto siempre hay, pero se desdibuja es prácticamente idéntica a la primera -con la apreciable diferen­
conforme el material se ve más trabajado por la fantasía o cuando lo cia de su distinta colocación al repetir la inicial-. Hay otra repeti­
cotidiano ya no está en escena. ción mayor, que los juegos del chico también reproducen, ya que
Por supuesto que estas descripciones a que el pequeño se entre­ la situación restablecida no perdura indefinidamente: otro ataque
ga están coloreadas y conformadas por su interpretación de los vuelve a dar por tierra con la tranquilidad que se había vuelto a
hechos, punto de un hallazgo decisivo del psicoanálisis: no hay nin­ conseguir ... y así sucesivamente. Es el caso de historias en episo­
guna posibilidad de un hecho no tratado por una interpretación, a dios como las de Batman o Superman, donde a la caída de un villa­
la edad que fuere. A la edad que fuere: un detalle que ensancha la no sucede la entrada en acción de otro. Entre nosotros, el caso de
idea de interpretación, pues esta puede consistir en una determina­ un clásico tipo Patoruzú o el Sherlock Time de Oesterheld, en medio
da respuesta afectiva a una situación, es decir, se desintelectualiza de una pléyade de ejemplos. La pareja enfrentada del bueno y del
al no limitarse a juicios y valoraciones puestos en palabras. La per­ malo, bien polarizados y procurando recubrir sus contaminaciones
cepción misma es una de tales interpretaciones, y por cierto que recíprocas, es absolutamente inamovible, aunque esas contamina­
de sonada importancia. La interpretación no se atiene a la división ciones no desaparecen del todo; en el juego del niño, su retorno
entre un campo sensorio-motor pretendidamente "concreto" y el más inconfundible se halla en la identidad de los expedientes vio­
plano "simbólico" del psiquismo. Y no es nada infrecuente que este lentos a que uno y otro acuden en su eterna pelea. Es altamente
aspecto documental de muchos juegos nos proporcione informa­ improbable diferenciarlos por los procedimientos. En el momento
ción que ni los padres ni el chico habían dado verbalmente. de la máxima polarización, el niño hace a uno tan sádico y despia­
El siguiente tipo narrativo identificable -en una enumeración dado como el otro (lo que en general no ocurre en las ficciones
no exhaustiva donde tenemos que tomar decisiones de prioridad­ análogas de calidad artística, por lo menos las que respetan el for­
se puede formalizar SAS (situación - acción - situación). El punto mato clásico sin aproximaciones al hard-boiled style).
de partida es una situación donde se genera un desequilibrio o un La plasmación de un héroe o superhéroe constituye en sí misma
conflicto que la altera, a la que sigue una acción dirigida a resolver otro rasgo que no puede faltar. La creación de un personaje de esta
la inestabilidad acaecida, para así volver al equilibrio de la situa­ índole hace a un rico proceso de condensación donde el que juega
ción inicial. En este esquema, un paciente despliega en el piso del conjuga ideales y su deseo de ser grande en toda su dimensión
178 P ADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES ELPASO DE LO EXPLORATORIO A LO NARRATIVO 179

hipertrófica, grandiosa, por fuera de un esquema evolutivo racio­ contiene; la nena que pugna por desbancar a su mamá en el deseo
nal. Aquí ser grande es tener toda la fuerza, por ejemplo; no más de su papá lo hace, al fin de cuentas, impulsada por la precocidad
que, toda. Y dada la operación subjetivante de duplicación que es de ese violento anhelo. Es también lo que empuja a especularizarse,
tan infraestructuradora en nosotros, no es de extrañar que el malo acopiar e imitar (de acuerdo con la experiencia clínica, los niños
alcance idéntica estatura, alimentado como está por exactamente el son muy sensibles y atentos a todo lo que ellos mismos llaman
mismo deseo de ser grande. (Quisiera subrayar que no se debería "copiarse", a menudo para censurarlo ... cuando es una acción de
patologizar este mecanismo de doblar, de doblaje, ni reducirlo al otro). También para realizar ese supremo deseo es que me doblo
caso particular de lo siniestro, cuando se trata de algo tan común una y otra vez.
y diurno: ser es desdoblarse, para ser hay que desdoblarse, el yo es Más allá de esto, es un punto de importancia el que la oposición
uno de estos desdoblamientos, uno particular por el estatuto que bueno/malo articula la pertenencia a un grupo, escribe en el peque­
cobra, etc. Como si dijéramos que la subjetividad conoce la clona­ ño un nosotros -tópicamente, lo habría hecho la metapsicología si
ción desde hace muchísimo tiempo antes de que la tecnología la hubiera podido captar el fondo de grupo en términos como "yo" o
materializara en otras vertientes.) "Superyó"-, un nosotros crucial como matriz de subjetivación, muy
Citando una fórmula clásica, esta secuencia épica SAS puede bien marcado por Derrida cuando escribe que todo yo es un yo­
conceptualizarse como el paso de una situación de equilibrio, que nosotros que sin el guión estaría todavía mejor. Y que me parece un
en ese pensamiento invariablemente caracterizaría el empezar, a poco mejor que el significativo avance de Lacan proclamando "el
otra de desequilibrio -ligado a la introducción del mal-, para llegar yo es un otro", algo que hoy parecería obvio si la clínica no com­
finalmente al restablecimiento del equilibrio inicial; es un esquema probase y volviese a comprobar cuánta resistencia moviliza en tanta
de contraste, que requiere de un comienzo lo más pacífico posi­ gente. A quien se viste en un "yo" le encanta imaginar este en opo­
ble, tal como se lo encuentra a menudo en las piezas románticas de sición a todo lo que sea grupal, sin conciencia de lo decisivo para el
un Chopin o un Schumann cuando usan la forma ABA, donde la chico de sentirse perteneciente a un nosotros sin el cual quedaría
sección central debe ser lo más tormentosa posible. Para el chico en riesgo grave, como lo demuestra la condición del autista o del
implica una tentativa de integración, que permanecerá inacabada, joven esquizofrénico. (La obra de René Kaes se dedicó en exten­
de sus dos aspectos, el bueno y el malo. Seguramente la violencia so a este punto). Pues estructuralmente hablando, el yo presupone
creadora del deseo de ser grande da cuenta de la polarización inten­ un nosotros, no puede consistir sin nosotros como su medio. Y de
sificadora que signa estas dos posiciones, dando lugar a la invención hecho, las vicisitudes con los pares -que tienden a ocupar cada vez
del héroe y de un villano que debe estar a su escala; cabría pensar más lugar en las sesiones y en los motivos de consulta- no pue­
entonces que si faltase en el juego de un.chico el elemento heroico den por lo general aclararse remitiéndolas al triángulo edípico, ni
y su contrario, si su juego transcurriese sin hazañas de los que se siquiera reduciéndolas a conflictos en el orden de la fraternidad. Si
dedican a "salvar" (como definía a los superhéroes un pequeño de uno aceptara decirlo de una manera cosificante que hoy rechaza­
casi 4 años) y sin extremas maldades, tendríamos un indicador de mos, en el inconsciente no encontramos solo unos entes llamados
que algo en el deseo de ser grande de aquel no está funcionando imagos de papá y de mamá; también están los amigos, los noso­
debidamente. Un detalle suplementario -que el psicoanálisis clásico tros, etc., no es que todos esos personajes se alojan exclusivamente
no podía advertir por su fijación edípica- es que ambos términos �n los procesos conocidos como "secundarios", más tardíos, menos
de la polarización forman parte de una delimitación de grupo: se importantes.
trata de los buenos y los malos, y esta grupalización depende de una El juego narrativo en su constitución más temprana es quizá el
bien temprana percepción que diferencia y reconoce sin vacilar a mejor lugar para apreciar en qué medida la necesidad de oposición
los g;randes y los chicos. Esta diferenciación se remonta al primer año que el niño tiene para estructurarse no solo lo lleva a regodearse en
de vida, es bien rápida, fulminante, y sin ella no tendría sustento el la creación del malo -además de ocuparse de encarnarlo durante
deseo de ser grande, deseo que me he preocupado por no sinonimi­ muchos períodos en la cotidianidad-, sino a montar formaciones
zar con el motivo de Edipo; es más amplio que este y en realidad lo binarias oposicionales, planteando en ese campo todas las diferen-
180 PADRES E HIJOS EN T IEMPOS DE LA RETI RADA DE LAS OPOSICIONES EL PASODE LO EXPLORATORIO A LO NARRATIVO 181

cias, tal cual lo vuelve a hacer de manera sumamente virulenta el cial lúdico. Como el caso de un niño de 8 años, en análisis desde
adolescente. casi los 4, un paciente que desde el comienzo contaba con una faci­
Mucho más tarde, cuando ya sabemos que el mundo no se lidad y predisposición casi excesiva para jugar solo y en general
reparte así, seguimos paladeando una historia bien plantada entre poco convencional. A esa edad montó una suerte de culebrón en
buenos y malos. Y el cine replicará el esquema maniqueo infantil, episodios, que se extendió por espacio de algunos meses, sesión tras
repartiendo, por ejemplo, colores que identifican a unos y a otros, sesión (cada vez que se iba, él apretaba una tecla imaginaria que
como en tantos dibujos y juegos de los que el analista puede dar era el pause, integrando de este modo un elemento de lo virtual a
testimonio. Por lo demás, queda mucho por desovillar de la figura un juego que no lo era). El argumento contaba una guerra a escala
del malo, del malo como figura prínceps de una alteridad impensa­ interplanetaria entre buenos y malos, pero con la diferencia de que
ble sin el no. En las Vidas paralelas de Plutarco, el personaje malo o él abrazaba explícitamente el partido de los segundos. El objetivo
que desempeña un papel negativo en la historia es invariablemente principal de los malos era destruir todas las escuelas, encerrando
tipificado como "amigo de novedades y disturbios": encarna la dife­ a las maestras para que no pudieran volver a salir, y construyen­
rencia como novedad y la introducción del conflicto, rompe con do parques de diversiones en su lugar. Episodio tras episodio, los
la continuidad de la buena tradición y de la armonía sin desequi­ malos arrasaban, y su exaltación era incontenible cuando empeza­
librios. Todo respondiendo al motivo metafísico según el cual la ban a planear nuevas maldades. A veces había buenos que se ren­
diferencialidad es mala, una vez que lo heracliteano queda reprimi­ dían y para salvarse pretendían haber cambiado de bando, conver­
do y desacreditado. (Tampoco hoy un pacifista tipo "verde" acepta­ sión de la que aquellos desconfiaban, exigiendo como prueba que
rá que potemos sea "la madre de todas las cosas".) cometieran fechorías de magnitud. Por esos tiempos, él venía de un
Hay que observar que ya cuando el SAS se va desplegando largo tironeo con algunas de las normas escolares, particularmente
suele aparecer una primera reglación: mucho antes de los juegos con el hecho de que solo se pudiera jugar cuando lo autorizaba la
de reglas propiamente dichos, escucharemos decir al chico que "no maestra, sin que contara el propio deseo de hacerlo.
vale" tal cosa en un combate que nos enfrenta (cuando no se hace Este largo curso del juego pareció ir atenuando su rebeldía al
cargo de los dos bandos, sino que nos asigna uno a nosotros, casi cumplir sus deseos en este rico escenario que venía montando, o
siempre el de los malos); no vale, por ejemplo, copiar literalmen­ quizá también su crecimiento y el proceso terapéutico fueron disol­
te un procedimiento del otro -como responder con uno análogo viendo un tanto su actitud. Un tanto. Hacia los últimos capítulos los
a la creación de un campo de fuerzas-, gestionando así las prime­ buenos contraatacaban y recuperaban un poco de terreno, los malos
ras reglas como construcciones interiores al juego mismo, no pre­ se veían menos triunfalistas y más preocupados. De todos modos,
cediéndolo, que es como más se lo ha pensado tradicionalmente. no cedió por completo al final feliz corriente. Al terminar por fin la
Cuando en la época de la escuela primaria se nota un ingreso osten­ saga, declaró: "Empataron ... pero un poquito ganaron los malos".
sible en los g ames, se observa menos que desde un cierto tiempo (De paso, un lindo ejemplo de diferencia no oposicional.)
atrás hay un prólogo extenso, y que continúa en funciones, en el Por otra parte, respetuosos o no de la convención, estos juegos
cual uno de los juegos es inventar reglas, entre otras cosas, para pueden alcanzar un alto grado de complejidad, injertando el chico
hacerles trampa. Estas reglas se mantienen y complejizan el juego en ellos segmentos de películas, de cuentos o de mitos a los que ha
narrativo que estamos examinando. acudido por una u otra vía. Literalmente, hay un uso del recorta y
Pero para acallar a quienes idealizan el juego esperando de él pega popularizado pero no exclusivo de la computadora. Procedi­
vaya a saber qué revolución, anotemos cuán temprano se reapropia mientos de montaje de mucho interés para el analista, que puede
de él una normalización convencional que regularmente otorga la encontrar en estas citas pistas para la interpretación. (Por ejemplo,
victoria a los buenos. Acaso opere el miedo a la pérdida de amor, descubriendo la predilección de un pacientito por personajes huér­
la cuestión de ser o no ser que es para el pequeño ser reconocido. fanos.)
Es raro encontrar uno que horade esta pared y que no sea porque El juego de guerra de las galaxias que acabamos de narrar res­
padece de una agresividad enfermiza que más bien socava su poten- ponde ya a una armadura distinta, que escribiremos SAS'. Aquí no
EL PASO DE LO EXPLORATORIO A LO NARRATIVO 183
182 P ADRES E HIJOS EN T IEMPOS DE L A RETIRADA DE L AS OPOSICIONES

hay un retorno a la situación inicial, lo que nos hace pasar de la matical por la misma disciplina que tan hondamente ha puesto en
épica a la novela. El grado de variación que separa el primer tiem­ duda una identidad asegurada por códigos sociales que poco y nada
po del tercero oscila considerablemente, además de que no todos prueban en el plano teórico. Comentar con el chico lo que le pasa
los chicos han de mostrarnos una pasión estructural, contentándose a un personaje con una actitud de tomar en serio la ficción y pensar
muchos con yuxtaposiciones bastante laxas, sin olvidar aquellos jue­ desde su interior repetidamente abona su mayor eficacia, ahorrán­
gos más afines a lo onírico, donde el niño ya no se mantiene fiel a donos ese momento cuando, sintiéndose demasiado involucrado' el
. .
criterios narrativos más lineales o verosímiles. De cualquier mane­ paciente se pone en guardia.
ra, el juego narrativo regularmente muestra una tendencia a resol­ Un tercer motivo lo puntuamos ASA (acción-situación-acción),
ver la situación conflictiva. Los habitantes de la Tierra se ven repe­ célula dt: formación muy común en innumerables juegos. Ahora no
tidamente invadidos por seres de otras comarcas espaciales; después se parte de una situación equilibrada donde a posteriori se inyec­
de múltiples batallas, optan por mudarse a otro planeta, lejos del ta un elemento perturbador, por lo general, en la figura del malo
actual. SAS' bien prototípico. o de los malos: el juego arranca sin dilaciones con una acción, la
Habitualmente lo más aconsejable es que el analista se absten­ pelea entre dos muñecos, por ejemplo, como en esas películas
ga de intervenciones que corten el despliegue del relato, como también numerosas, en que no encontramos el extenso desarroll�
podría ser una interpretación prematura y demasiado asignadora de un planteo que finalmente conduce a un enfrentamiento, sino
de sentido; es decir, no se trata de que no intervenga de ningún que se inician con el enfrentamiento mismo antes de que sepamos
modo: hay pequeños "inocentes" señalamientos, alguna pregunta, quiénes y por qué colisionan, esquema característico de la serie de
un escueto comentario que pueden dar pie a una ampliación del James Bond (no nos referimos a las novelas de Fleming, que res­
relato por parte del paciente, hasta que parezca pertinente una ponden al SAS, sino a las películas). A partir de la acción directa
interpretación propiamente dicha. Otro punto que se debe cuidar se podrá ir reconstruyendo la situación que la ha generado, aunqu;
_
y del que abusó el psicoanálisis clásico es el de las interpretaciones los chicos que optan por esta secuencia no suelen atender dema­
reductoras -que invariablemente van a conjurar a mamá y papá-, e siado a los matices de una situación y están más interesados en el
idéntica objeción puede formularse a las atribuciones de identid�d choque de la acción física, tal cual esas películas de artes marciales,
rápidas y obvias. En este punto, un paciente me da una lección. El donde un argumento extremadamente endeble proporciona nada
,
viene desarrollando sus propios guiones en tomo a Indiana Jones, mas la excusa para la anhelada escena de lucha sin cuartel. Aquí no
hay mucho espacio para el dibujo de los personajes; en el límite' el
incluso entrando al consultorio ya como esa figura. En un momen­ ·- . . .
nmo ru siqwera se toma el trabajo de indicar claramente cuál es el
to dado, digo que cuando se refiere al héroe en realidad es de Juan
(de él) de quien está hablando. "¿Quién es Juan?", me pregu nta, buen? y cuál es el malo, y esta polaridad se desvanece en una espe­
imperturbable. Rechaza mi sujetarlo a un principio de identidad c�landad_ que los asemeja. El mismo esquema aparece en muchos
fatigante y todo lo que le interprete a Indiana Jones tendrá un efec­ VIde?Juegos, donde lo que cuenta son los obstáculos mortales que
to que no será el darle piedra libre a Juan. Un rodeo que llega más el heroe debe sortear como puede para no perder todas sus vidas, a
a fondo que el "esto te pasa a vos, y vos sos... ". Se interpreta en el punto_ �al que la �ituación se reduce a un escenario, apenas. (En la
mismo plano de la ficción, lo cual evita o atenúa un erizamiento de mflexton que Julio Moreno destacó tan agudamente con el nom­
defensas contra lo que le estamos tratando de mostrar.4 Admitamos bre de conectividad en su libro Ser humano, pionero en este y otros
que se volvió un cliché satirizado con justicia ese enunciado de la a�pectos, como si así celebrara los albores, los primeros pasos del
interpretación psicoanalítica que invariablemente apunta de manera siglo XXI). Si las acciones experimentan cierta variación escribire­
frontal a un "usted" o "vos" supuesto con excesiva certidumbre gra- mos ASA' para registrarlo, en tanto en ASA la misma a�ción inau­
gural vuelve _ �ª, y otra vez con un mínimo de diferencia. No por­
que esta mversion del _ esquema que expusimos primero sea pobre
,
de �or s�: hay ocasiones en que el desarrollo es rico y las acciones
4. Un desarrollo sobre este tipo de interpretación lúdica puede leerse en La
clínica del niño y su interior, de Marisa Rodulfo. Buenos Aires, Paidós, 2 00 5.
se diversifican con tantos matices como los que puede presentar un
184 PAD RES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETI R AD A DE LAS OPOSICIONES EL PASO DE LO EXPLORATORIO A LO NARRATIVO 185

juego SAS bien desarrollado. Pero esto no suele cubrir la mayoría idealizándolo, lo imaginan exclusivamente ligado a la creatividad,
de los casos, donde vemos que el niño se aburre si ve una película a la riqueza de la fantasía, cuando tan próximo como a esta se halla
o escucha un cuento donde la llegada de la acción violenta se hace del empobrecimiento de los procesos de repetición: la estereotipia
esperar. Tendencia al cortocircuito, como en una pacientita donde como enfermedad de la diferencia, la compulsión como enferme­
lo que podría ser la historia de una pareja que termina en fiesta de dad de la repetición, lo que Freud exageró o sobreinterpretó asig­
casamiento se concentra casi totalmente en la acción de probarse nándole un carácter "demoníaco", un sesgo posible de tomar, pero
una serie interminable de vestidos, a través de lo cual terminamos que no es el caso en muchísimas formas de jugar aburridas, circula­
por enterarnos del resto; la historia romántica se empantana y des­ res y pobres, donde se trata de otro problema, el de la atrofia tem­
aparece en una centración monocorde de la pequeña en su imagen prana de la vida imaginativa. Lo que hay que tener en cuenta es
especular idealizada, que procura realizar una y otra vez. que un chico en estas condiciones y que le va mal en la vida puede
La velocidad es un rasgo habitual, casi regular, en los juegos encontrar un refugio fácil en el placer de circuito corto, pero indu­
que responden a esta estructura -rasgo todavía más acentuado en dable placer que le da hacer siempre lo mismo vaciando su cabeza,
los videojuegos y en todo lo digital-; está en congruencia con la evadiéndose de todo proceso y esfuerzo de pensamiento que, por el
frecuente tendencia a la excitación y la manía en los pacientitos que contrario, le resulta penoso. La trampa en que el jugar puede caer
siempre organizan sus juegos de este modo, también con una ten­ y hacer caer al que juega es el placer inmediato, y bien corporal,
dencia a padecer aburrimiento, que la velocidad procura neutrali­ que procura, por ejemplo, el ritmo y el golpe muscular de los dos
zar. Por otra parte, no se trata de una velocidad que necesariamente muñecos chocando.
acorte la extensión del juego, ya que a menudo este se reduplica El analista no puede quedar sometido a una situación de este
monocordemente, como se observa en niños que pueden pasarse tipo, que no va a revertir, ciertamente, con interpretaciones desde
una sesión con un muñeco en cada mano, haciéndolos pelear inter­ un lugar de enunciación clásico. El expediente al que se recurrió
minablemente y dando muy poca y desganada información sobre en este caso fue la introducción de un personaje más o menos juez,
los motivos y entretelones que hacen a la situación. Prevalecen en desempeñado por el terapeuta, que intervenía separando a los
este perfil de juego chicos con escaso desarrollo de la capacidad peleadores y mandándolos a una colonia, con el comentario de que
imaginativa, sea con o sin componentes neurológicos involucrados, necesitaban encontrar otras posibilidades de diversión física. Por
y la diferencia de una sesión a otra se apaga: el paciente siempre supuesto no sin reincidencias de los separados. Vale decir, se apostó
hace lo mismo si lo dejamos. Otra diferencia que se reduce al míni­ a una dramatización dirigiéndose a los muñecos tal como si fueran
mo es la que existe entre los dos contendientes o enemigos: más niños de carne y hueso, suponiendo que al menos el paciente acor­
bien se transforman en gemelos, hacen lo mismo y en el mismo daría con ese plano de ficción, mientras que iba a ser inútil dirigirle
estilo, se vuelven intercambiables. Gana uno u otro alternativamen­ directamente a él dichos comentarios pretendiendo que asociara.
te, lo que imposibilita más todavía señalar a uno como el bueno. Efectivamente, esto más o menos funcionó. En la colonia, al no
A veces un caso como este se aclara volviendo a pensar aquello dejarlos pelear, se puso de manifiesto -más en el chico que en sus
de hacer activamente lo que se vivió de manera pasiva, lo sufrido. personajes- un gran aburrimiento, haciendo evidente que para él
Eso aquí nos llevó a interesarnos por el ambiente familiar hasta ir estar tranquilo era estar mortalmente aburrido, lo cual por reacción
descubriendo que campeaba la violencia, tanto física como verbal, lo empujaba a buscar estímulos fuertes, sobre todo la lucha, el cho­
hacia el chico, entre los padres, entre estos y algunos de los abue­ que, aunque la consecuencia fuera ser retado o poco querido por
los. El paciente, con 8 años, la reproducía, la documentalizaba, si sus compañeros. Pero se dramatizó que los que se aburrían eran los
se quiere. Y la trasladaba a las relaciones con sus compañeros, sin dos muñecos y se le propuso buscar otras soluciones y, deslizan­
poder alcanzar el plano de la amistad. do al guna pregunta, una explicación para lo que ocurría. La apues­
Se pone de relieve en este fragmento un punto muy vulnerable ta era regenerar la perdida -en el sentido de nunca adquirida, lo
del jugar, cierta cercanía a la estereotipia de la que puede enfermar cual llevaría a preguntarse por cierta preclusión- capacidad lúdica
y de hecho enferma con asiduidad. Punto prescindido por quienes, del niño a través de la dramática, teatralizando, lo cual intentaba
186 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES

hacer pasar el flujo del juego por su cuerpo, hacer de este el juguete Capítulo 9
con vistas a que de ahí saliera la aptitud para hacer juguetes con
cualquier tipo de objetos. Pero el niño no puede acceder al juguete Criterios clínicos para leer juegos
si no empieza por fabricarlo con y en partes de su propio cuerpo,
como cuando se chupa el dedo exploratoriamente. Más lejos aún
está de las palabras como juguetes, lo cual hace inútil intentar apo­
yarse en ellas a la manera de la asociación libre, que ya presupone
un cuerpo hecho de juegos de palabras y de acciones no de violen­
cia reactiva, sino dotadas de esa varita mágica que les permite crear
juegos y juguetes a partir de movimientos y agarrares. 5

Lo hasta aquí desarrollado merece algunas conclusiones. Hasta


ahora, el psicoanálisis no construyó ningún criterio de lectura que
proporcionase ayuda para aprehender la forma de los juegos o su
armadura, su organización secuencial, sus pasos de secuencia. En
este aspecto, nada. Los muchos fragmentos largos o cortos que
nos ofrece la literatura psicoanalítica, en la inmensa mayoría de los
casos, basan su lectura en presunciones de significado -nadie tan
audaz en este punto y tan monocorde como Melanie Klein-, sig­
nificado inconsciente, claro, ostensiblemente apoyado en analo­
gías. Un capítulo aparte es el analogismo psicoanalítico, en el cual
las más diversas escuelas coinciden sin tener en cuenta sus marca­
das diferencias teóricas, que aquí se reducirán a terminológicas,
como decir "significante" fálico en lugar de "símbolo" fálico, para
referirse a algún objeto alargado que el pequeño empuña, mode­
la o dibuja. Los esfuerzos un poco forzados de Lacan por separar
lo imaginario de lo simbólico no pudieron hacer desaparecer o al
5. Una invalorable referencia teórica para este capítulo es el hermoso estudio menos debilitar ese goce analogista. Para leer un juego, el analista
de Gilles Deleuze consagrado a la imagen cinematográfica en su La imagen-movi­ se acostumbró a escoger el significado que le pareciera pertinente y
miento, la imag en-tiempo, Buenos Aires, Paidós, 2007. El libro ya mencionado de central, para hacer girar todo en torno a su elección: los dos auti­
Julio Moreno, esencial para ir más allá de la narrativa novelística tradicional que tos chocan entre sí, furiosamente, como mamá y papá en un coito
suele ser la principal o única referencia del psicoanalista, fue publicado por Libros
sádicamente concebido. La introducción del significante no cambió
del Zorzal en el año 2002. Con él, Moreno se aproximaba a los juegos digitales,
hasta entonces recelosamente evitados por nuestra disciplina. demasiado estas costumbres, acaso malas costumbres, entre otras
188 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSIC IONES CRITERIOS CLÍNICOSPAAA LEER JUEGOS 189

cosas porque para emprender el análisis estructural de un juego hay Dando unos pasos más, entrevernos la posibilidad fecunda
que haber estudiado a fondo a Propp y a Lévi-Strauss, pero ¿quién de que ciertos desarrollos lúdicos -a veces abarcando más de una
le pediría a los analistas tamaño sacrificio? sesión, no se debe confiar en esta como una unidad de medida- nos
Dando un primer paso en una dirección distinta, que poco tiene recuerden otras armaduras musicales, corno el rondó o el terna con
que ver con los contenidos dogmáticos del psicoanálisis -si predo­ variaciones, incluso la forma-sonata, en casos privilegiados desde el
mina el falo o el seno, si la represión originaria o la proyección del punto de vista de capacidad para la forma. Una niña, sesión tras
instinto de muerte, si el Edipo o el narcisismo- y procura estable­ sesión, arma con muñecas una reunión de amigas que se prepa­
cer pautas claras para captar la arquitectura formal de los juegos ran para una fiesta, intercambiando vestidos, collares, sandalias,
infantiles, sobre todo en lo que hace al juego narrativo, vinculán­ en todo un despliegue de coquetería con ayuda mutua explícita y
dola con otras propias de la música o del cuento. Aunque algu nos rivalidades subterráneas. La escena acoge cada vez distintas varian­
de ellos se interesaron y trataron de acercarse al juego, los analistas tes, desde que la fiesta es de casamiento y no de cumpleaños, hasta
pasaron por alto su respiración formal, su tener-su-propia-forma, qué elt.nentos de la preparación son los más acentuados y cuáles
no pudieron pensarlo corno les hubiera ayudado a hacerlo la plás­ hasta dejan de comparecer. Un chico juega a que realiza un viaje
tica contemporánea, por ejemplo, las instalaciones, la introducción espacial interplanetario; el viaje en sí puede cifrarse A, y cada tanto
de materiales no tradicionales, el collage, las roturas del marco, se detiene en algún planeta o estrella donde sucede algo, episodios
la incorporación de palabras escritas o de sonidos y, más tarde y identificables como B, C, D, etc.; tras cada uno, se reinicia el viaje
recientemente, las prácticas digitales. Arremetieron y se remitieron y la convivencia dentro de la nave. Reconocemos respectivamen­
a una semiótica farniliarista y a una pansexualización tributaria de te el tema con variaciones y el rondó, como otras veces cánones o
los Tres ensayos sobre teoría sexual. No supieron leer un juego, como fugatos, en los cuales, por ejemplo, un grupo de aviones se lanza al
quizá sabían escuchar una música, leer un relato literario o ver una espacio nunca al unísono, siempre persiguiéndose sin alcanzarse ni
película. Y a su propia e incipiente manera, los juegos están empa­ coincidir.
rentados con todas esas experiencias culturales, de las cuales, si nos La analogía ocupa un sitio tan pequeño en los procesos musi­
atenernos a Winnicott, serían la primera emergencia. (Instalando cales que solo por eso una inmersión en ellos hubiera hecho muy
ese agrupamiento, Winnicott daba una pista firme para leerlos de bien a los psicoanalistas. Y aunque el logocentrismo acostumbrado
un modo más complejo.) se complazca en mentar el "lenguaje" musical, no alcanzó por ello
Por supuesto, el logocentrismo tenía mucho que ver con estas ningún dominio real, contentándose con un reduccionismo redu­
limitaciones: los analistas no podían decidirse a detectar "asociacio­ cido a lo terminológico, sin penetración en el objeto sonoro. Esta
nes" que no fueran verbales y solo les ha parecido inteligible un independencia de lo musical respecto de las categorías metafísicas
juego bañado en verbalizaciones. Esto mismo hace más sensible la se mide bien comparando su recorrido con el de la pintura: no tuvo
desgracia que acarreó la falta de formación musical. Por ser y hacer que esperar al siglo XX para desbordar y desujetarse del espacio de
cuerpo, la música es muy otra cosa que un ejemplo o de un mode­ la representación, al cual no estuvo firmemente atada ni siquiera en
lo, sus elementos y estructuras hacen a aquel y es por eso que las las épocas en que primaban los géneros vocales y la música instru­
secuencias que hemos planteado (SAS, etc.) derivan de las musica­ mental todavía mostraba un escaso desarrollo. Corrigiendo a Scho­
les. No hay mejor lugar para estudiar la repetición de la diferen­ penhauer, la menos metafísica de las artes.
cia, como diferencia, repetición diferencia, repetición-diferencia. En los esfuerzos metapsicológicos a los que se siguen entre­
Arrasando cualquier intento de reducirla a una representación, la gando muchos analistas, descuella con frecuencia una cita de una
música está en posición privilegiada para liberar al juego de los ana­ carta de Freud vuelta célebre, la carta 52, en la que su autor esboza
logisrnos y atender a su forma; es difícil que exista un entrenamien­ una estratificación de sistemas psíquicos donde la información que
to mejor para nuestros colegas empachados de simbolismos y de ingresa se va traduciendo al pasar de uno a otro. Es una traducción
alegorías simplistas, ya que la música es intraducible, mientras que demasiado fácil de la traducción, porque no tornándose en cuenta
los juegos los hemos traducido por demás. el margen de intraducibilidad entre ellos: hay giros y especies del
190 PADRES E HIJOS EN TIEMPO S DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONE S CRITERIOS CLÍNICOS PARA LEER JUEGOS 191

lenguaje que resisten su reproducción como fi guras, juegos o soni­ sobre todo quedó muy instalado en el imaginario de los analistas en
dos, del mismo modo que dibujos y juegos no pueden ser pasados general. Y cuando las repercusiones en el psicoanálisis del pensa­
íntegramente a palabras o a secuencias musicales; constituye esto miento estructural lo removieron patrocinando una renovación en
de por sí un comentario de la no centración, de la no existencia la noción de lo simbólico y del símbolo, fue para asignar lugares
de un centro o eje organizador que garantizaría la traducibilidad fijos, construir una estructura de lugares fijos donde terminaría por
total sin excedente, disponiendo en círculo a su alrededor todos los quedar reciclada y alojada la vieja y precaria simbólica. La célebre
"lenguajes" que se traducirían entre sí sin otras dificultades que las distinción que asegura que el pene no es el falo, por ejemplo, cuida
de orden técnico. Después de Derrida, hoy sabemos que la traduc­ de aquel simbolismo tan bien como aquella aparentemente más
ción es posible solo si respeta el coeficiente de intraducibilidad que ingenua que asimilaba falo a pene sin más vueltas. Si el pene no es
nunca deja de estar ... incluso y también en el interior del mismo el falo, no haría falta decirlo y la ingenuidad retorna al no percibir
campo semiótico, como lo muestra un Stravinsky volviendo a escri­ que se está manteniendo viva la conexión.
bir conciertos barrocos que ya no lo son, pero que dejan escuchar No cabe duda de que este procedimiento de sustitución es el
mejor a Vivaldi o a Bach. peor enemigo del criterio de singularidad que desde La interpreta­
Lo anterior se encuentra muy ligado a los reparos que me lle­ ción de los sueños se constituyó en lo más singular que traía el psicoa­
varon a casi no usar más el término "simbólico". En primer lugar, nálisis. Y subrayemos nuevamente que este criterio de sustitución
por su largo monopolio del jugar narrativo como si fuera el único tiene como basamento un principio de analogía y de analogización
tipo de juego posible, expulsando prácticas de la extensión e impor­ sin límites.
tancia de la del juego exploratorio y de los que, durante el primer En último término, circunscribiéndonos ahora a las corrientes
año, van tejiendo la fusión entre. En segundo lugar, por el tipo de lacanianas, mis reparos a usar el término "simbólico" se deben a
operación interpretativa que la noción de símbolo, como la de sim­ la sinonimia subrepticia donde "simbólico" traduce "verbal" o a lo
bólico, autorizó, apoyándose en el analogismo; hablo de la sustitu­ sumo aquello que rápidamente puede ser devuelto y engullido por
ción reductora que esa interpretación opera y en la que consiste, lo verbal, lo que de por sí establece una axiología en la que aquel
aplicando el entero universo sobre la rejilla edípica y poco más. El ocupa el sitial más elevado. La valoración de lo que el niño trae
horizonte de este criterio hermenéutico nunca se amplió mucho de manera tumultuosa por medios y caminos no verbales se resien­
más allá de lo que puede leerse en el capítulo VI de La interpretación te necesariamente de aquella jerarquía, y clínicamente su principal
de los sueños, cuando Freud intercala una sección titulada "El sim­ y peor efecto es desequilibrar la delicada balanza y balanceo de la
bolismo onírico", incluyendo una recomendación de método que atención flotante, ahora traducida como "escucha", lo que no es lo
ataca los principios que en ese mismo libro acababa de establecer, a mismo, propendiendo a que el terapeuta preste muchísima mayor
la manera de una enfermedad autoinmune, autorizando al analista atención a lo que se dice en comparación con todo lo demás. Por
a prescindir de las asociaciones del paciente, abriendo las puertas a supuesto, el jugar no se exceptúa de semejante disimetría.
todas las arbitrariedades que efectivamente tuvieron lugar. El fun­ Tres razones entonces para no usar lo simbólico, no por lo que
damento era una supuesta universalidad de la psique que ya con­ simboliza, sino por lo que hace. Planteándolo desde otro ángulo, es
tendría un sistema de equivalencias preescrito y fácil de usar, por un término con excesivas cristalizaciones imaginarias. Hoy más que
el simple expediente de la sustitución del elemento que aparece en nunca, los procesos de banalización -fuertemente impulsados por
pantalla por aquello de lo cual es símbolo, que no aparece nunca la creciente democratización de las comunicaciones informativas y
pero estaría ahí dentro guardado como contenido del inconscien­ la divulgación de la divulgación- apolillan lo sagrado, una de cuyas
te. Tan endeble como suena, tuvo un gran éxito en la práctica del funciones ha sido siempre la preservación, en este caso de los voca­
psicoanálisis, aunque no por lo general en lo más refinado de sus blos, de ciertos de ellos, posibilitando que mantengan vivo su poder
conceptualizaciones. Ocupó cómodamente todo el espacio de las de sorpresa, de conmoción emocional. Pensemos por un momen­
"técnicas proyectivas", reemplazó todo trabajo serio de lectura de to, después de un silencio, en ese instante único cuando algo se
dibujos, a la par que muchos ejercicios de psicoanálisis "aplicado" y fragua símbolo, un chorro de agua refulgente por el toque de un
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puñado de rayos de sol que destacan una miríada de otras dimi­ 1) Mariano tiene 6 años y un gran aislamiento, acompañado de
nutas al borde de lo microscópico, alguien lo recoge en una ins­ una precocidad intelectual que la mayor parte de las veces
trumentación de pequeña orquesta: violines afilados, violas dobla­ vuelca en construir superficies cotidianas estereotipadas y de
das que zumban, gritos de flautas y ondulaciones de clarinetes; o escasa flexibilidad -como el requisito de andar siempre por
en un texto dedicado al jugar desde el pensamiento del psicoaná­ los mismos derroteros-, que hasta lo hacen sospechoso de
lisis o de un pensamiento del psicoanálisis que precisamente por autismo para los apresurados a diagnosticar. Le gusta firmar
eso se aparta de los senderos turísticos del psicoanálisis; o digamos sus realizaciones, escolares o terapéuticas, pero lo hace con
en un minúsculo poema que salpica de sonoridades cristalinas, que una pequeña y decisiva diferencia, firmando "Marciano",
chorrea un poco con la métrica; o en un cuadro todo luz informe; en lugar de su nombre tal como se debe escribir. Hay cierta
y con uno u otro de esos entretejidos crea un símbolo de la vida asignación de identidad en la que disfruta de situarse al mar­
siempre violenta a chorros, sin otra fuente que su propio fluir pre­ gen, como el bicho raro. Después de varias intervenciones
potente e indomesticable. Y entonces ahí la palabra símbolo vuelve verbales no exitosas, cambio de procedimiento y, borrador
a brillar hermosa, reluciente, con su misterio intacto, sin padre ni en mano, elimino la "c" del pizarrón. Esto lo enoja mucho.
madre. Y hasta lo que parecería analogía resulta de una composi­ Vuelve a la carga, pero vuelvo a borrar la partícula decisiva;
ción que valoriza lo que finalmente, a escala del universo, no sería entonces trata al fin de dejar el "Marciano" impreso en luga­
más que un chorrito insignificante. res raros que me pasen inadvertidos; por otra parte, deriva a
Afirmándonos en esto, no tendríamos que sorprendernos si a otras redes asociativas, cosa que interesaba conseguir.
continuación mencionamos, en salvaguardia de la complejidad de 2) Lennon sí es un pequeño autista, primordialmente consagra­
nuestro trabajo, que algunas veces una interpretación simbólica del do a los giros, tanto de su propio cuerpo como de ruedas y
tipo que hemos deconstruido resulta de lo más pertinente y hasta ventiladores. Dibuja a menudo ruedas o autos de los que solo
eficaz, algo que, como lo marca Lévi-Strauss, corta camino. Y la aquellas le interesan. Hablarle es bastante desalentador, dada
práctica clínica, que no es científica aunque lo sean algunos de sus su gran capacidad para no escuchar y vivir absorto en sus
componentes, en ocasiones se sirve de atajos. sensaciones. Tras algunos intentos inútiles, intervengo sobre
Como no podía ser menos, el logocentrismo hincó el diente con las ruedas dibujadas en el pizarrón, haciéndoles ojos y todo
particular fuerza en la interpretación, considerándola verbal por lo demás necesario para transformarlas en caritas humanas,
naturaleza, pese a los matices más lúcidos que podían aportar aquí añadiéndoles luego un esbozo de cuerpo con tronco, bra­
y allá autores de la más diversa procedencia en lo que hace a escue­ zos y piernas. Como si le dijera: "Sos un chico, no sos una
las o corrientes. El campo de trabajo se ve afectado por este verba­ rueda". Pero visualmente su habilidad para la sordera no fun­
lismo que le quita recursos al analista, sobre todo trabajando con ciona igual, lo que lleva a que se vaya irritando, molesto por
edades tempranas, con ciertas enfermedades o con pacientes que mis repetidas incursiones, que a su turno procura borrar. Es
simplemente necesitan de "palabras para todo", al decir de Winni­ una de sus primeras señales de algún registro de que soy y
cott.1 Tres fragmentos nos ayudarán a precisarlo y a comprender la existo-ahí como otro no maquínico.
vital importancia que puede llegar a tener que el terapeuta pueda 3) Una niña muy dedicada a ser buena y complacer. Su tono e
interpretar por otros medios. intensidad afectiva suenan especialmente lavados cuando de
furias se trata, aunque su medio de crianza le proporciona
múltiples excusas. Me hago cargo de lo que allí falta y que no
puede ser aportado por el lenguaje sino por la música, enton­
l. Acerca de los niños, Buenos Aires, Paidós, 2004. Además, cada vez que se refie­
ces repito algo que ha dicho o puesto en boca de un perso­
re a los inconvenientes de una mente precoz o unilateralmente desarrollada. La naje de su juego pero aullando, rechinando los dientes, agi­
conexión indisoluble entre ella y la verbalización fue bien puntuada por Gilberto tando los miembros como en un acceso de furia, y sobre todo
Safra en A face estética do self, San Pablo, Unimarco, 1999. con una entonación desmesurada. Después de superar cierto
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embarazo defensivo, se nota que mi intervención le atrae, y adquirido (alternativa con la que no deja de mantener un vínculo)
mucho. Entre una cosa y otra, ella termina ensayando cómo es la que opone las concepciones del desarrollo evolutivo a las de
es pegar gritos ("está buenísimo gritar"), lo que por cierto la estructura en el sentido lacaniano -por cierto, no en el de Lévi­
no logra de primera mano, le lleva varias sesiones verdadera­ Strauss- del término.
mente gritar y más tarde organizar relatos lúdicos donde un Para posicionarse mejor respecto a esta inútil discusión, es
grito tiene funcionalidad en la trama ... Sin la apertura de lo im prescindible tener en cuenta que la generación que destaca los
musical, aquí la interpretación tradicional del sentido de su nombres de Lacan y de Winnicott reaccionaba vigorosamente con­
expresividad monocorde e invariablemente suave y melodio­ tra el sesgo biologista de un freudismo tipo Fenichel, que acentua­
sa se empantana en una vía muerta; basta de melodía agrada­ ba con una lectura lineal los sesgos biologistas de la teoría de la
ble, aquí se requiere música cacofónica, áspera, a lo Prokó­ libido como eje de la sexualidad infantil. Quien quiera defender el
fiev por lo menos, o con alaridos roqueros. made in Freud puede citar una profecía de este, enunciada en los
últimos años de su obra, donde pronostica la vigencia futura de la
Al practicante del psicoanálisis quizás le cuesta hacerse cargo cura química por sobre la psicoterapéutica, y la apuesta subsiguien­
de los cambios acaecidos, entre otras cosas, por el accionar de su te -y por demás interesante y válida- de centrar el interés del psi­
trabajo cotidiano, tanto en lo clínico como en lo teórico, y com­ coanálisis en su aptitud para sondear los procesos de subjetivación
p��nder entonces que, en tiempos de palabra liberada como los que más alejados de la conciencia. Mientras que en su momento nues­
vivimos, cuando el "de eso no se habla" ya no está sancionado como tra disciplina se había alzado contra una concepción degenerativa
normal, la palabra ha perdido su eficacia movilizadora que podía hereditaria de las neurosis y otras afecciones, ahora, para una nueva
tener en tiempos de palabras reprimidas. Eso mismo neutraliza generación golpeada por dos guerras mundiales, el psicoanálisis
los objetivos del analista si pretende alcanzarlos como si estuviera tenía que sacudirse los significantes biológicos. Así fue como, visi­
un siglo atrás; hoy el terapeuta debe movilizar otros registros, no blemente, las ideas de Lacan y de Winnicott -entre otros apellidos
alcanza con el del significado, ni siquiera con el del significante. del valor de un Bowlby o de un Balint- apuntan a establecer una
Pero el psicoanalista tiene la ventaja de poder ponerlos en movi­ teoría propiamente psicoanalítica de medio, en lugar de echar mano
miento con un pensamiento sólido por detrás, lo que no es el caso, de las que ofrecen la biología y la sociología, como se había hecho
ciertamente, de tantas apelaciones a la supuesta espontaneidad de hasta entonces: la madre-ambiente, el Otro en tanto lugar conver­
un cuerpo pretendidamente natural. Hace más de medio siglo, gen en ese aspecto. Descontada la fertilidad demostrada por tales
Lacan aludió o rozó este tema al referirse al efecto absolutamente ideas, al día de hoy y ante el gigantesco despliegue de la genéti­
singular que podía tener la palabra de Freud sobre sus pacientes al ca y de las neurociencias, es visible que ambos autores tienden a
acontecer como un acontecimiento no instituido y, por eso mismo, minimizar el papel de la herencia, o como mínimo a mantenerla
dotado de todos los poderes de la sorpresa. Ahora ese efecto sor­ como variable neutralizada excluida de momento. (Sin duda, tam­
presa se ha perdido para casi todo el mundo ... y sorprende a los bién reaccionaban al tosco constitucionalismo de Melanie Klein.)
analistas que quisieran interpretar como si el tiempo no hubiese Esto se lee con particular claridad en toda la etiopatogenia de Wi­
transcurrido. Freud podía cifrar una eficacia posible en hablar fron­ nnicott y en la curiosa "falta de ser" en la que Lacan hace aparecer
talmente del sexo, por ejemplo; hoy encendemos la radio y se habla al ser humano como desamparado por lo biológico, que en verdad
de eso no solo frontal, sino brutalmente. No es lo mismo. Para el ampara al hombre más que a ninguna otra especie dejándolo "inde­
pac iente actual, el analista es recatado, mientras que en cualquier finido", abierto.2
_
erm�ora o canal de televisión le pueden preguntar a alguien por su
cann.dad de orgasmos o por su última masturbación.
Creemos que otra virtud de las unidades de análisis propues­ 2. Aprovechando la excelente expresión de Paula Sibilia. Véase El hombre posor­
, _
gamco: cuerpo, SZtbjetividad y tecnologías digitales, México, Fondo de Cultura Económi­
tas el sustraerse por completo a una alternativa tan perfectamente
ca, 2009. La introducción de este vocablo como concepto puede contribuir mucho
envejecida como la que en su momento enfrentaba lo innato a lo
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Es de suma necesidad que nuestra lectura actual de estos pen­ los exponentes locales más distinguidos y pertinaces de la super­
sadores balancee esa fuerte inclinación, que a veces le hace decir vivencia de esta polémica cuando ya ha perdido razón de ser y los
a uno de ellos que cosas tales como la inervación de la zona pel­ problemas a los que nos enfrentamos son otros, en particular, el
viana "no tiene nada que ver" con la sensibilidad sexual y sim­ impacto de lo digital y sus pantallas y teclados sobre la subjetividad
plificaciones por el estilo, así como volvieron reluctante al otro a contemporánea, por una parte, y la creciente manipulación genéti­
aceptar la especificidad del autismo.3 Por desgracia, no sucede así. ca, por la otra, operaciones culturales ambas que alteran irreversi­
Los seguidores del primero, por ejemplo, se caracterizan por una blemente la noción de un desarrollo "natural", pero no destruyen
lectura completamente desterritorializada de los momentos his­ el hecho de que hay desarrollo en la dirección de complejidad cre­
tóricos; los admiradores del segundo incurren en lo mismo, esti­ ciente, se configure como se configure. Y hasta el más recalcitrante
mulados por la tardía aparición de mucha obra de Winnicott y la "estructuralista" lo tiene que hacer colar por la ventana si trabaja en
marea de reconocimiento póstumo a la que hoy asistimos. Gra­ el campo clínico con niños o con adolescentes.
cias a la magnitud de este anacronismo, se mantienen hiberna­ Para empezar a liberarse de las telarañas de esta herencia que
das polémicas obsoletas, en particular la opción entre desarrollo hay que remover, lo menos que debe hacer un analista es retomar
o estructura. Hoy estamos en condiciones de percibir lo falso de -que no es retornar- al método de Freud y sustituir con una "y" la
la opción: la estructura del lenguaje, en la que tanto cifra Lacan, pesada "o" del binarismo que tan excesivamente propulsó la nouve­
no se apoya en una función abstracta y desencarnada de un Padre lle vague estructuralista.
hipercultural, bien hegeliano, por cierto, al modo de aquel Espí­ Análogamente, lo que puntuamos en relación con el interpretar
ritu absoluto que comanda la metafísica del filósofo de Jena, sino en el trabajo cotidiano de hoy se propone dejar atrás otra polémi­
que se apoya en los genes donde se predispone la predisposición ca inservible y desactualizada que opone lo verbal a lo no verbal;
al lenguaje. ya el solo hecho de enunciarla de este modo -peor todavía cuando
Por otra parte, no existe tal cosa como un desarrollo evolutivo se dice "preverbal"- nos hace palpable cierta pobreza de recursos:
sustentado en una programación de etapas que se van sucediendo la música, la plástica, la mímica, la dramática, como dimensiones
sin más que una coloración aportada por lo ambiental: sin este, el "no verbales", es una terminología bien sumaria. Y nunca se sabe
código del genoma no funciona, no se activa. La oposición vetusta exactamente por qué medio opera una interpretación u opera algo
Naturaleza/Cultura que se agazapa en el fondo de la polémica está como tal.
deshecha, y no solo por obra y gracia de trabajos desconstructivos De todos modos, es un rasgo singular del psicoanálisis -para
como el de Derrida o Nancy, sino por el giro de los cambios gene­ bien y para mal, pues de él derivan limitaciones a veces insalvables­
rados por la tecnocíencia, en particular la alianza entre la digitali­ una mayor apoyatura adultocéntrica en la palabra, si bien a costa de
zación y las ciencias de la vida. No existe la polaridad entre cuyas no terminar de percibir todo lo que no es palabra y que viene con
opciones se nos quiere hacer elegir. En el último capítulo volvere­ ella envolviéndola, conformándola, climatizándola. Hay una apues­
mos con más detalle sobre esto, a propósito de un texto de uno de ta fuerte allí a pelearle el dominio de la palabra al discurso social
y familiar convencional, normal, "comunicativo", una apuesta que
conjura la dimensión poético-filosófica de la palabra, filosófica no
a desalojar del psicoanálisis el motivo religioso-metafísico de la falta. Además, ya
en el sentido de una academia, sino más a la manera de Heidegger
desde nuestro primer libro escrito en común con Marisa Rodulfo, esbozamos el y de los pensadores griegos presocráticos, de Winnicott también.
punto de la importancia de aquellos dos autores en la plasmación de una teoría no En el trabajo con adultos, el analista inevitablemente se ciñe más a
ambientalista ingenua del medio. Consúltese Clínica psicoanalítica de niiios y adoles­ ella y suele descuidar otros recursos que no dejan sin embargo de
centes: una introducción, Buenos Aires, Lugar Editorial, 1986.
operar y estar presentes, pero que podrían ser mucho más apro­
3. En el seminario Encore (Aún, Buenos Aires, Paidós, 2002), se puede leer esta
sorprendente afirmación, bien propia de la arrogancia lacaniana; en Acerca de los vechados, sobre todo con tantos pacientes verbalistas a ultranza,
niños, Buenos Aires, Paidós, 2006, se encuentran claramente expuestas las dudas de o con demasiada "mente", en términos del pensador inglés. Otro
Winnicott al respecto. trozo de material nos facilitará pensarlo.
198 PADRES E HIJO S EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIO NES CRITERIOS CLÍNICOS PARA LErnJUEGOS 199

Se trata de un paciente de unos 40 años, que gu staba de una iba contra sus primeras conclusiones, que conservan por cierto su
autopresentación como racionalista, desautorizando por absurdas las validez en tantos otros casos. Situaciones como, por ejemplo, darse
interpretaciones y el mismo método del análisis, dedicado siempre cuenta de que un chico habla y habla compulsivamente durante
a convertir las sesiones en espacios de discusión, con largas parra­ toda la sesión como un recurso para no hacer experiencia al guna
fadas de su parte que, podría decirse, disipaban su indudable inteli­ de la soledad llevaron más tiempo para ser justipreciadas y para no
gencia. Hacía diván, lo que aproveché para sorprenderlo simulando homologar, como lo hacía Freud por una convención de método,
roncar. Cuando se dio vuelta, di algunas cabezadas, me despere­ que todo silencio es una resistencia. En este orden de cosas, una
cé un poco y emití un largo bostezo. Se incorporó y allí corté mi adolescente de quien se burlan sus compañeros llamándola "esta­
simulación nítidamente, dando paso a que se viera mi puesta en tua" configu ra en sesión una escena de tanta inmovilidad corporal
juego, que tocó su único punto vulnerable a la sazón, cuando se -a la vez que fluye y fluye la palabra- que es como si invitara al
entregaba a sus orgías de retórica: el temor y la percepción, cierta analista a hacer lo mismo, jugar a las estatuas en el tratamiento, no
en muchos casos, de que aburría, el temor a aburrir al otro y que­ tocando así su cuerpo, su motricidad, su erogeneidad. Convocatoria
dar absolutamente solo, sin espectadores que admiraran su brillante que para un adulto medio de cultura occidental, analista o no, suele
discursividad. Yo no hubiera podido suscitar tal giro diciendo algo. ser muy tentadora, sobre todo si se ofrece una teoría rimbombante
Además, rompía el formato de psicoanalista que él tenía armado y con señalado prestigio para avalarla. "Escuchemos el discur�o ... "
por su propia cuenta. Mi intervención era como la de un niño, pro­ es sin duda más cómodo, sobre todo entre los colegas que vtenen
venía del análisis de niños, y él era un hombre muy muy alejado de de la psicología y que se reparten con los médicos las inhibiciones
los niños y de todo lo lúdico en su propio ser. y atrofias: para ellos el cuerpo puede ser algo tan temido y a evi­
En una situación con características similares, pero con un tar como para los otros esa complicación puede ser la subjetividad
paciente más violento y omnipotente, me levanté y salí del consul­ humana.
torio. Es interesante anotar que no se dio cuenta enseguida, enfras­ Al analista le convendría pensar la palabra interpretación con la
cado como estaba en su perorata descalificadora. Pero ya lo había connotación que tiene en el campo musical, donde cubre un regis­
advertido cuando regresé y lo encontré sentado, perplejo, en el tro más amplio. La fuerza de los hechos clínicos nos obliga a enun­
diván. Acoté algo de que él ya sabía todo y no necesitaba de mí ni ciar lo que semánticamente sería el mismo enunciado con las mis­
de nadie en su postura de suficiencia emocional. Pero mi acto lo mas significaciones una vez en un susurro, otra con un énfasis que
conmocionó, amén de quitarle el placer del público. Yo me volví no excluye c-rescendo y sfo-rzando. De i gual modo, la partitura de la
demasiado real para lo que estaba acostumbrado, seres "hechos a la interpretación incluye pequeñas coreografías, puntuaciones escé­
ligera" que lo escuchaban. nicas, ritmos que dislocan el sintagma correcto de una frase. Pero
Casos como estos requieren intervenciones que pasen abier­ todo esto hay que coleccionarlo y transmitirlo en la enseñanza del
tamente por lo corporal. Por ejemplo, a este segundo paciente lo psicoanálisis, lo que, por cierto, en parte al guna y en modo alguno
saqué del diván invitándolo a sentarse, dado que la posición tradi­ se hace. Con agregar el plano del significante no alcanza, y los sig­
cional le facilitaba excluir la alteridad; y una vez sentado no hice lo nificantes, afuera de verbales, terminan pareciéndose mucho a los
que habitualmente hacemos en cuanto a componer una superficie significados psicoanalíticos de costumbre: mamá, papá, el falo, la
del rostro neutra (faire semblant), por el contrario, liberé mi ros­ castración, la angustia. Hace no tantos años, David Liberman ensa­
tro para que pasaran por él y de una manera un poco subrayada yó un extenso tratado de psicopatología psicoanalítica hoy injusta­
distintas emociones, para exponerlo no solo al otro, sino al afecto, mente olvidado, en el cual se enumeraba minuciosamente este tipo
de lo que tanto se defendía. Estas cosas no pueden reemplazarse de detalles clínicos.4 El joven candidato o aprendiz de psicoanalista
con palabras. Y hasta sucede que la intervención verbal esté contra­
indicada allí donde campea la mentalización. El psicoanálisis tardó
mucho tiempo en descubrir los efectos negativos que a veces tiene
4. David Liberman, Psicopatología: sus fimdamentos dinámicos, Buenos Aires,
el poner en palabras, así como el no poder guardar silencio; esto Nueva Visión, 1973. Liberman sistematizaba elementos concernientes, por ejem-
200 PADRES E HIJO S EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES CRITERIOS CLÍNICOS PARA LEER JUEGOS 201

cree que lo esencial es pensar el contenido de una interpretación, riencia o vivencia de cuando uno era pequeño. Al eludir las defen­
de qué va a hablar, y nadie lo ayuda mucho a percibir la compleji­ sas que provoca una dirección frontal, esas intervenciones suelen
dad de variables con las que debe medirse. Por lo general, anda a tener mucha más llegada. Se la puede llamar interpretación indirec­
la búsqueda de alguna cosa en el material del paciente que lo haga ta o lúdica, en la que el psicoanalista evita interpelar al niño sosla­
acordar a algo de la teoría que aprendió como un catecismo; y si yando la inevitable interpretación que este tiende a hacer en tanto
una palabra en boca del paciente se repite con frecuencia, la tomará niño, escuchando una crítica en las palabras del analista, del tipo de
por un significante, sin mayor labor de desciframiento. Vive en el las que espera de los adultos en general.5
reino del psicoanálisis aplicado... gracias a sus maestros. No es un detalle menor que esta inflexión de la actividad inter­
Además, se ha acusado al psicoanálisis de ser demasiado lento, pretativa del analista estimula el potencial inventivo e imaginati­
pero lo cierto es que la sesión suele transcurrir a una velocidad que vo del niño, llevándolo a un mundo de ficción donde los objetos y
no permite ponerse a pensar; si se lo hace, tiene que ser al instan­ hasta las partes de su cuerpo se mueven por cuenta propia, tienen
te, y en general lo único posible es meterse a jugar en la sesión, voz y vida anímica. "Para vos todo habla", me decía un niño de 6
sumergirse en ella, para luego salir y eventualmente reflexionar en años, entre crítico y admirado: mi estilo de intervención chocaba
tiempo retroactivo. De lo contrario, no es una verdadera sesión, un con cierta fuga suya de la realidad cotidiana. Sea entonces porque
singular acontecimiento transubjetivo, interactivo, como se dice se sintoniza y se acopla a la imaginación naciente o en pleno desa­
ahora. Y más que eso también, puesto que ese plano convencional rrollo, sea porque incide para corregir represiones y otros empo­
de lo intersubjetivo se transgrede y se arruina por la entrada de un brecimientos precoces -como si dijéramos, el Alzheimer de los
acontecer que mal llamamos inconsciente. La introducción de una niños-, esta dirección del trabajo analítico es tanto curativa como
nueva concepción de acto en Lacan hubiera podido ayudar mucho preventiva, sobre todo si tenemos en cuenta las múltiples acechan­
a superar el logocentrismo hermenéutico si el significante "Lacan" zas que en el curso de la vida le esperan a toda creatividad posible.
no hubiese estado tan saturado de aquel primer término por la Podemos complementar lo anterior observando que el despachar
imprudente asimilación del inconsciente al lenguaje, sin demasiadas lo que muchas veces es una elaborada producción lúdica con una
vueltas ni matices. intervención en cortocircuito que descarta toda esa paraferna­
En el caso particular del niño, la experiencia nos ha hecho des­ lia para apuntar a "parece que a vos ... " tiene el efecto no deseado
cubrir, con la insistencia aleccionadora del fracaso repetido, lo per­ de descalificar la ficción que el paciente propone con un "¡piedra
judicial de las interpretaciones frontales ("a vos te pasa que ...") y libre!" poco alentador. "Te podrías haber ahorrado todo este tra­
la conveniencia del rodeo donde se le interpreta, por ejemplo, al bajo, ya sé que se trata de vos y nada más". No es un incentivo.
muñeco que está protagonizando una escena de juego, o a una La interpretación vuelve a recaer en su siempre latente capacidad
pelota que pica siempre de tal manera para tal lado, o a la misma reductora, otro de los inconvenientes del simbolismo y/o de lo sim­
mano del pacientito demasiado suave para dibujar, tanto que ni se bólico, cuya función domesticadora en toda una época, la central,
distingue el trazo porque esa mano teme a su propia fuerza y no de la teoría de Lacan no podemos olvidar.
quiere saber de ella. Otras veces sirve la referencia genérica a "los Una perspectiva como la que adopta la saga de Toy Story es per­
chicos", a los que le pasa o desean esto y lo otro, pero como si uno fectamente conveniente. En su momento, podría haberse desarro­
hablara de nadie en particular. O, aun, contar una supuesta expe- llado a partir de la teoría de los objetos internos, solo que estos
objetos fueron de entrada tan limitados a ciertos objetos parciales,
personajes e imagos familiares que esa posibilidad no consiguió ni
siquiera plantearse.
plo, al modo en que la interpretación podía dar en el blanco de acuerdo con la
semiología del paciente, en un enfoque además bastante más abierto que el que
prevaleció con el auge de Lacan, basado en una sumaria oposición entre neurosis y
psicosis, con la "estructura perversa" dando vueltas por ahí como el convidado de 5. Me ocupé con más extensión de este problema en Futuro porvenir, Buenos
piedra. Aires,Noveduc,2008.
202 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA R ETIRADA DE LAS OPOSICIONES CRITERIOS CLÍNICOS ºARA LEER JUEGOS 203

Pero lo cierto es que el analista de hoy debería tomar conciencia urgencia atacar esa impostación que se cruzaba en el camino de sus
de que una de sus tareas más importantes es la preservación -como actividades de niño.
cuando hablamos de la preservación del ambiente-, el cuidado en A propósito de esa apuesta del analista por la actividad imagi­
el sentido propuesto por Winnicott de la facilitación de los pro­ nativa, los juegos que hemos caracterizado por la armadura _ ASA
cesos creativos de la niñez, tan a menudo amenazados por diver­ 0 ASA' muy a menudo nos plantean el problema de una reitera­
sas circunstancias desfavorables y factores ambientales que presio­ ción donde la diferencia se reduce al mínimo, la épica o la novela se
nan adaptativamente a costa del niño. Cuidar de eso es no menos reducen correlativamente a técnica, la técnica de lucha, por ejem­
importante que el trabajo para liberarlo de síntomas; en verdad, lo plo, como en muchos videojuegos d?nde la �iferencia�ión entre
podríamos caratular como un dedicarse a desactivar la red de inhi­ ,
los personajes solo se apoya en los atributos físicos para nnponer�e
biciones que silenciosamente copan a menudo buena parte de la y prevalecer. De última, la armadura se aplasta en una s� cuen�ta
vida anímica. De ahí la significación que cobra toda intervención AAA.... den términos, y sesión tras sesión. Aquí no es posible dis­
dirigida a facilitar la actividad imaginativa, los juegos del "proceso tinguir el bueno del malo, el chico del grande ni el humano ?el
primario". Con demasiada frecuencia, lo que el psicoanálisis clásico ,
extraterrestre, como en las armaduras SAS o SAS . Cuando asi se
llamaba "latencia" no se presenta como latencia de la vida sexual, dan las cosas, es decisivo que el analista no haya caído en una idea­
sino como detención de la vida imaginativa, de aquella que se cuen­ lización del juego sin restricción al guna: si el niño juega, todo esta­
ta entre lo más específico de nuestra especie y sin la cual no podría­ ría bien; nada que cambiar, lo que nos recuerda enseguida la para­
mos hablar de experiencia cultural. En ese punto, Toy Story es un lela idealización de la palabra en muchos analistas de adultos: si el
excelente ejemplo, al tomar el relevo directamente de aquellos pro­ paciente habla, todo ha de funcionar. Y no está func_iona�do nada
cesos lúdicos que infunden vida subjetiva al juguete, u·ansformando _
en absoluto, hay un atascamiento total. Un Jugar reiterativo debe
su estatuto convencional de cosa inerte. ser interrumpido, llegado el caso, prohibido por el terapeuta, a la
Acostumbrados a soportar paradojas y aparentes contradiccio­ vez que le explica al paciente las razones de esa medida: "Hacien­
nes (para la lógica casera de todos los días), no nos sorprenderá do todo el tiempo y todas las veces lo mismo se vuelve tonta tu
que lo antedicho no quite que evaluemos en otros casos decidirnos cabeza... y no te ocupás de los problemas que tenés po_r los que
por interpretaciones claramente frontales, tomando el toro por las te trajeron a verme a mí". El psicoanalista debe ser tenrunante en
astas. Así, en una consulta con un chico de 7 años que "se porta cuanto a que no estamos juntos para jugar por jugar; lo contrario
mal" en la escuela -aunque con un buen desempeño académi­ le hace el juego a la negación del niño, "olvidando" que está en un
co-, noto en las primeras entrevistas cierta oscilación entre armar consultorio, desconectándose de los motivos de consulta que pre­
juegos esperables para su edad y una actitud agrandada, como si tende desconocer, aunque los padres hayan hablado con él hasta
conmigo estuviera otro colega observando a un niño. Aprovecho el cansancio del asunto. Jugar fácilmente se torna en un refugio
entonces una escena en la que él carga con muñequitos un vehículo defensivo, recompensado por el placer de corto plazo que inme­
de transporte escolar y le pregunto cuál de esos es él. "No, yo soy diatamente procura. Jugar no es la garantía de nada ni de que se
el conductor", responde. "¡Ah!, veo que en la escuela se equivo­ estén cumpliendo determinados procesos necesarios para que una
caron", le digo, "les dijeron a tus papás que eras un chico que se subjetivación curse.
portaba mal. Pero vos no querés ser un chico, no te gusta, que­ No es que los juegos de armadura SAS o SAS' no tengan lo suyo
rés ser ya igual que los grandes ... y como te creés que los grandes en cuanto detenciones improductivas, las que aquí toman por lo
hacen lo que quieren, querés hacer lo que vos querés en el cole". general la forma de inhibiciones de la acción que la situación pro­
Yo había averi guado que la naturaleza de su portarse mal no con­ pone, como si dijéramos que el lobo nunca se hace presente, o la
sistía en pegarle a otros o cosas así, sino en actos de autonomía de­ guerra nunca estalla por más que tengamos dos ejércitos prepara­
subicada; por ejemplo, se iba del aula sin pedir permiso y recorría dos, al borde de un desencadenamiento que el paciente difiere, un
la escuela en horas de clase, como podría hacerlo un directivo de la poco como Sherezade difería hacer coincidir el final del cuento con
institución. Y otras iniciativas de esta clase, por lo cual era de cierta el final de la noche, si bien por razones muy diferentes.
204 PADRES E HIJOS EN TIEMPOS DE LA RETIRADA DE LAS OPOSICIONES

Tampoco aquí corresponde dejar pasar indefinidamente el tiem­


po sin hacer nada. La experiencia abona inclinarse por encarar el
congelamiento de la acción interpelando en el mismo plano de la
escena planteada: "¿Qué le pasará a estos soldados, que con tanta
rabia como tienen nunca se deciden a atacar?". A veces con un
oportuno "recuerdo": "Esta situación me hace acordar a una cosa
que tus papás me contaron, que vos, por más bronca que tengas,
no te defendés si te molestan o te provocan, te la aguantás, no te
movés". Se trata de ir y venir de ese material informativo de que
disponemos a la escena del juego impedido en su realización, a la
manera de esos sueños donde los movimientos son en cámara lenta,
estorbados por una pegajosidad gomosa.
De paso, el chico queda avisado de que no estamos dispuestos
a respetar divisiones disociativas, por ejemplo, absteniéndonos -lo
cual es como crearnos inhibiciones a nosotros mismos- de mezclar
el material proporcionado por la familia y por la escuela con el del
paciente, complicándonos así en verdaderos aislamientos en los que
muchos niños son jóvenes maestros (también los adolescentes). La
atención flotante no tiene por qué regirse por esos preceptos, que,
vueltos técnica, en ocasiones inmovilizaron a los terapeutas.

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