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Universidad de San Carlos de Guatemala – USAC

Centro Universitario de Nor Occidente - CUNOROC


Ciencias Jurídicas y Sociales, Abogacía y Notariado
Lic. Carlos Ardulfo Castillo Gómez
Derecho de los Pueblos Indígenas
V Ciclo

Tema:
MASACRE DE LAS DOS ERRES

Carné: Estudiantes
201241308 Gustavo Adolfo del Valle Figueroa
201944498 Christian Iván Matías González
201944664 Cecilia Guadalupe Ambrocio Urbano
201944999 Brenda Calmo Pablo
202044279 Mélany Juleidy Méndez López
202147010 Lucia Aracely Molina Rodríguez
202245999 Yajaira Ludwika Cano López

Huehuetenango, marzo de 2024


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................3
MASACRE DE LAS DOS ERRES ...............................................................................................4
I. ANTECEDENTES ...........................................................................................................4
II. LOS HECHOS .................................................................................................................6
III. DESPUÉS DE LOS HECHOS .....................................................................................9
IV. CONCLUSIONES ......................................................................................................12
LISTADO DE LAS VÍCTIMAS ...................................................................................................13
Ejecución arbitraria ................................................................................................................13
Conmemoración en Dos Erres, Petén .......................................................................................16
EL LARGO CAMINO A LA JUSTICIA ........................................................................................17
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS .......................................................25
SECCIÓN A: DATOS DEL CASO ..........................................................................................25
SECCIÓN B: DESARROLLO DEL CASO ..............................................................................26
SECCIÓN C: ACTUACIONES POSTERIORES A LA SENTENCIA .......................................39
CONCLUSIONES .....................................................................................................................42
E-GRAFÍA .................................................................................................................................43
INTRODUCCIÓN

La masacre de Las Dos Erres fue un episodio trágico ocurrido durante la guerra civil en
Guatemala. Entre el 6 y el 8 de diciembre de 1982, 251 habitantes del Parcelamiento Las Dos
Erres en el Departamento de Petén fueron brutalmente asesinados por miembros del grupo
especial de las Fuerzas Armadas de Guatemala conocido como Kaibiles. La masacre fue
debidamente planificada como parte de la política contrainsurgente implementada en ese
momento. Representó un castigo y advertencia a los pobladores por su presunta colaboración
con la guerrilla, sin embargo, se comprobó que la población de Las Dos Erres se dedicaba a
actividades agrícolas y no se encontraron armas. Este trágico acontecimiento ha dejado una
profunda huella en la historia del país y es un doloroso recordatorio de los horrores de la guerra.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió sentencia condenatoria en este caso,
reconociendo la responsabilidad internacional del Estado de Guatemala y la necesidad de justicia
para las víctimas. Es importante recordar estos hechos para honrar la memoria de las víctimas y
trabajar por un futuro en el que prevalezcan la justicia y el respeto a los derechos humanos.
MASACRE DE LAS DOS ERRES
“…uno tenía que ser especialista para eso, con corazón para hacer eso”.
“La ejecución terminó como a las cinco de la tarde y cerramos el pozo. Al finalizar la ejecución
quedamos listos para ir a cenar”.
Testigo directo (ex kaibil)

I. ANTECEDENTES
El parcelamiento Las Dos Erres, en La Libertad, Petén, fue fundado en 1978 en el marco de una
fuerte migración motivada por la búsqueda de tierra por campesinos y por efecto de la
colonización promovida por la agencia gubernamental Fomento y Desarrollo de Petén (FYDEP).
Los fundadores del parcelamiento fueron Federico Aquino Ruano y Marcos Reyes, a quienes la
institución mencionada autorizó 100 caballerías de tierra, para que la repartieran en lotes de
cinco, dos y una caballerías a quienes lo solicitaran.

El punto máximo de expansión del parcelamiento de Las Dos Erres se produjo entre 1979 y 1980,
cuando llegó una gran cantidad de personas ladinas provenientes del Oriente y Costa Sur de
Guatemala. En diciembre de 1982 la población oscilaba entre 300 y 350 habitantes. Se
construyeron dos iglesias (una evangélica y otra católica) y una escuela. Asimismo, había tres
comercios pequeños, aunque los pobladores tenían que acudir cada semana a la aldea vecina
de Las Cruces para proveerse de víveres que no podían obtener en su comunidad.

La vida en el parcelamiento era muy armónica y había muy pocos problemas. Sus habitantes
tenían fama de ser trabajadores, respetuosos y amables unos con otros y una gran solidaridad
regía entre ellos.
En 1981 se comenzó a vivir un clima de creciente tensión en la zona, debido a que en la aldea
Las Cruces algunas personas desaparecieron o fueron asesinadas. A principios de 1982
miembros de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) entraron en Las Cruces, para celebrar un
mitin y comprar víveres, lo que propició se incrementara la presencia militar que estableció un
destacamento en la propia comunidad. El clima de tensión en Las Dos Erres se acentuó después
de la masacre que se había cometido en abril de 1982 en la aldea Josefinos. Comenzaron a
sobrevolar aviones militares de combate a baja altura por esa zona, y el Ejército, a partir de
entonces, empezó a visitar con regularidad el parcelamiento.

En septiembre de 1982 comandos de las FAR atacaron con morteros los cuarteles de la Policía
Militar Ambulante y la Guardia de Hacienda de Las Cruces. Como consecuencia, el comisionado
militar del lugar organizó la Patrulla de Autodefensa Civil (PAC) en su comunidad y en Las Dos
Erres. El objetivo era que esta última no patrullara en su parcelamiento sino que se integrara en
la PAC de Las Cruces, alternativa que fue rechazada por la población de Las Dos Erres, que sólo
accedió a formar la patrulla para proteger su comunidad.

Ante esta negativa, el comisionado de Las Cruces empezó a difundir el rumor de que la gente de
Las Dos Erres era guerrillera. Una de las pruebas que presentó al Ejército fue un saco para
recolección de la cosecha utilizado por Federico Aquino Ruano, fundador de la comunidad, donde
figuraban las siglas FAR. Esta correspondía a las iniciales de su nombre, coincidía con las de las
Fuerzas Armadas Rebeldes. Incluso cuando se celebró la “jura de bandera” en Las Cruces, en
septiembre de 1982, el comisionado militar prohibió a los pobladores de Las Dos Erres que
participaran en el evento. La negativa a jurar la bandera significaba en esa época, a los ojos del
Ejército, que se había tomado partido por la insurgencia.

Al propio tiempo, comenzó a correr en la zona el rumor de que el Ejército bombardearía pronto
Las Dos Erres, por lo que en varias ocasiones familias enteras abandonaron sus casas, para
regresar más tarde.

Transcurrió un mes y un convoy del Ejército de Guatemala sufrió una emboscada que las FAR
tendieron cerca del poblado de Palestina, a pocos kilómetros de Las Cruces. Según un
declarante, en el enfrentamiento murieron 21 soldados, en tanto que la guerrilla se llevó 19
fusiles.

Ante la situación creada, la zona militar 23, con sede en Poptún, solicitó el envío del pelotón
especial de kaibiles, formado por 18 instructores de la Escuela Kaibil, ubicada en La Pólvora,
Petén. El pelotón llegó a la base aérea de Santa Elena, Petén, el 4 de diciembre de 1982,
procedente de Retalhuleu, y fue informado de que iba a estar bajo las órdenes de la zona militar
23. Otros 40 kaibiles destacados en la misma zona se unieron a los instructores.
El 5 de diciembre recibieron la orden de ir a Las Dos Erres, comunidad a la que la Inteligencia
militar ya consideraba simpatizante de la guerrilla. La instrucción era registrar la aldea, matar a
los pobladores y recuperar los 19 fusiles perdidos en la emboscada de Palestina. Ese mismo día,
a las cinco y media de la tarde, reunieron a la tropa y les ordenaron vestirse como los guerrilleros,
es decir, con camisa verde olivo y pantalón de civil, y portar armas de uso común entre la guerrilla,
aunque algunos conservaron su equipo de reglamento. El propósito de uniformarse como los
insurgentes era “para que la población se confundiera y dijera que no era el Ejército el que
andaba haciendo esas matanzas, sino que era la subversión”. Su forma de identificación era una
cinta roja en el brazo derecho a fin de no confundirse en el ataque.

En cuanto a la conformación de la patrulla, “cada subinstructor estuvo encargado de una


escuadra de nueve hombres, y se dividía en grupos de asalto, municiones, apoyo,
comunicaciones y seguridad … “Nos dividieron en investigadores, rematadores y demoledores.
Uno tenía que ser especialista para hacer eso, con corazón para hacer eso”.

Como a las nueve de la noche dos camiones civiles parten en dirección a Las Dos Erres; dentro
llevan 58 kaibiles. Para conducir los dos camiones, un día antes de la masacre, dos personas,
un comisionado militar y un mecánico de Las Cruces, habían sido entrevistados por dos agentes
de la G-2. Durante su estancia en la base aérea de Santa Elena, los dos vieron que los soldados
torturaban e interrogaban a un hombre, y escucharon que lo iban a llevar a Las Dos Erres. Se
supone que este individuo era el “guía” que iba con la patrulla de kaibiles el día de los hechos,
pero su identidad y procedencia se desconocen. Los dos pilotos, con un pretexto, eluden la
misión.

A las once de la noche del 5 de diciembre el grupo llega al “entradero” de Las Dos Erres, deja los
camiones y camina los seis kilómetros hacia el poblado, para alcanzar el objetivo hacia las dos
y media de la mañana del siguiente día, 6 de diciembre 1982.

II. LOS HECHOS


Tan pronto como llegaron los kaibiles comenzaron a sacar con violencia a la gente de sus
hogares. Actúan casa por casa. Concentran a las mujeres y niños en las dos iglesias y a los
hombres los encierran en la escuela. A estos últimos les fueron interrogando uno por uno y se
llevó a cabo un registro de todas las viviendas, sin que se hallara ningún arma ni propaganda y
tampoco se detectara presencia de la guerrilla. Entre las cuatro y media y cinco de la mañana se
escuchan “unos gritos de auxilio; una joven o una señorita, aproximadamente como de unos
catorce años gritaba atrás de la iglesia donde estaba toda la gente reunida, y nosotros, como
estábamos en una vereda no nos dimos cuenta qué era lo que estaba pasando, pero ya al
amanecer los mismos compañeros dijeron de que el señor o el teniente … había violado a la
señorita atrás de dicha iglesia”.
Después de reunir a toda la población, sobre las seis de la mañana los jefes de la patrulla
consultaron por radio con el mando superior y, una vez recibidas las órdenes, informaron al resto
de la tropa que se iba a proceder a “vacunar” a los pobladores después del desayuno. Como a
mediodía, los kaibiles comienzan a “vacunar” a los niños. Los juntaron, aunque no a todos. A las
dos de la tarde arrojan vivo a un pozo seco a un recién nacido de tres o cuatro meses de edad.
Es el inicio de la masacre. A continuación, prosigue a costa de los demás infantes.

Todos los menores fueron ejecutados con golpes de almádana en la cabeza, mientras a los más
pequeños los estrellaban contra los muros o los árboles, sujetándoles de los pies; luego eran
arrojados al pozo.

Entre tanto, los hombres, mujeres y algunos niños seguían “encerrados en las iglesias y en la
escuela y sólo se escuchaban sus rezos y plegarias”. Además, “comenzaron algunos
especialistas a violar a las niñas menores de edad”.

Los kaibiles se encargaron entonces de los hombres, las mujeres y los ancianos. Estos fueron
sacados uno por uno de la escuela y de las iglesias, vendados y conducidos a la orilla del pozo,
donde los hincaban de rodillas, y les preguntaban si pertenecían a la insurgencia y quién era el
jefe guerrillero del poblado. Si no contestaban, o alegaban que no sabían, un instructor kaibil los
golpeaban con una almádana y, al igual que habían hecho con los niños, les pegaban en el
cráneo para lanzar después los cadáveres al pozo. Así se siguió haciendo todo el día 6 de
diciembre.

De acuerdo con lo declarado por un ex kaibil que participó en la masacre, en la noche del 6 al 7
de diciembre los soldados volvieron a violar a las niñas que aún estaban con vida y también a
varias mujeres, que se habían repartido entre ellos: “Yo pude ver cuando ellos luchaban a las
menores de edad para violarlas”. A las mujeres embarazadas les provocaron abortos como
consecuencia de los golpes recibidos: “Se podía ver cómo las golpeaban en el vientre con las
armas, o las acostaban y los soldados les brincaban encima una y otra vez hasta que el niño
salía malogrado”. Los hombres no vieron todo eso, pero desde el lugar donde estaban, podían
escuchar con detalle todo lo que sufrían sus mujeres y niños.

El 7 de diciembre los kaibiles empezaron a matar por igual a hombres, mujeres: unos fueron
ejecutados tras destrozarles la cabeza con la almádana y otros con arma de fuego. En esa
ocasión, “uno de los hombres logró quitarse la venda una vez que había caído al pozo, pues
logró sobrevivir del golpe en la cabeza y, al verse sobre el resto de los cadáveres, insultó a uno
de los kaibiles que estaba a la orilla del pozo, quien le disparó con su rifle Galil y, al ver que no
moría, lanzó una granada de fragmentación encima de él”.
Las últimas víctimas del 7 de diciembre no los mataron en seguida. Según declaraciones de un
ex kaibil que participó en la masacre recogidas por el Ministerio Público: “Cuando el pozo estaba
casi lleno, algunas personas aún seguían vivas y se levantaban tratando de salir, pero no podían.
Pedían auxilio y mentaban a Dios. Después, cuando lo estaban tapando, todavía se escuchaban
quejas y llantos de las víctimas”.

A los que aún quedaban con vida los mantuvieron retenidos en las iglesias y en la escuela. En la
noche del 7 al 8 de diciembre encañonaron a las mujeres con sus armas y se burlaban de ellas.
A algunas las volvieron a violar; igual sucedió con las niñas. A los hombres los comenzaron a
golpear.

“Los agarraban a patadas, se miraba que les montaban, brincaban encima y los pateaban …
Después se oyeron. De repente se escucharon cuatro balazos [y] al ratito … fueron sacando a
los hombres de la escuela y se los fueron llevando por un camino … en una montaña que había
Guamil … Los llevaban en surco. También iban un surco de hombres con armas a la izquierda,
derecha, atrás y adelante. Entonces dijeron a la gente de la iglesia: ‘Salgan ustedes’. Saliendo
al patio de la iglesia cuando se oyeron descargas de ametralladoras. Ellos dijeron: ‘Escuchen,
esos son unos hijos de p … que no los queremos y los vamos a terminar a todos, los estamos
matando porque son unos monos, unos micos’. … Entonces fueron llevando a las mujeres a
patadas y manadas, del pelo las agarraban, pero las agarraron a un lado abajo de la escuela, no
para donde llevaron a los hombres, sino para abajo … Como a los dos minutos ellos dijeron:
‘Aquí dejémoslas’, las pusieron allí y se oyeron los disparos, las descargas, se oyó un solo grito.
Se oyó que se quejaban niños y gente grande, mujeres. Conforme las descargas se oyó como
que las remataban, unos 15 o 20 tiros más, como que de una vez estaban rematando a los que
quedaron … Después ya venían los hombres sacando las tolvas y metiendo otras nuevas
… Se iban riendo, como que nada le pasaba”.
A los hombres que vivían aún les llevaron a la montaña, donde los degollaron y remataron con
arma de fuego. De esa forma “terminó la gente de Las Dos Erres, ya no había nada”. En ese
momento la patrulla de kaibiles había terminado de asesinar a todos los pobladores de Las Dos
Erres, excepto un niño que se escondió entre la vegetación y logró salvarse. Esa noche, la tropa
de kaibiles festejó la masacre: “…se alegraban de cómo mataban a una persona, de que ya no
había quedado nadie”.
El 8 de diciembre, por la mañana, cuando los kaibiles “estaban a punto de irse, llegaron a Las
Dos Erres un grupo de personas. Eran aproximadamente 15 con todo y niños, inclusive un niño
con sólo algunos días de nacido. Al verlos llegar los soldados pensaron asesinarlos y echarlos
también al pozo, pues eran pocos, pero cuando fueron a ver si todavía le cabía gente al pozo
encontraron una mano afuera y por lo tanto quizás todavía algo vivo quiso salirse, entonces los
soldados procedieron a rellenar con más tierra el pozo”.
Al ver que no cabía más gente en el pozo, los condujeron a un lugar que está a media hora de
camino y allí les fusilaron, dejando los cuerpos tirados. Tan pronto concluyeron la tropa kaibil
abandonó Las Dos Erres y por la montaña tomó la dirección que llevaba a San Diego, La Técnica,
cerca de la frontera con México. Del último grupo de víctimas los soldados se habían reservado
a dos niñas de 16 y 14 años, a las que vistieron igual que ellos, para reforzar las apariencias que
apuntaban a los rebeldes como los autores de la masacre y no las fuerzas del Ejército, pues “la
guerrilla siempre carga mujeres”. Las retuvieron durante tres días, las violaron repetidamente, y
“cuando se aburrieron de ellas” las estrangularon.

Junto con las niñas también fue ejecutado el guía de la patrulla, quien desde hacía varios días
había sufrido continuas torturas. Los kaibiles “le arrancaron pedazos de piel y le quitaban
pedazos de su cuerpo para que confesara, y en vista de que el guía ya no tenía lugar para
torturarlo, fue muerto por medio de un torniquete en el cuello”.

Mientras consumaban la masacre los kaibiles formaron un cerco alrededor de Las Dos Erres:
dejaron entrar a todo aquel que quería; pero nadie logró salir.

III. DESPUÉS DE LOS HECHOS


El 9 de diciembre algunos vecinos de Las Cruces se aventuraron y fueron a Las Dos Erres.
Cuando llegaron el panorama era desolador. “Todo estaba tirado… ropa tirada, todo estaba
tirado, los trastos de la gente … Sus animales sueltos, y todos los animales andaban allí, gritando
de hambre … Seguimos … Había mucha sangre y había este … placenta, donde los niños
nacieron, quizás por el miedo [de] las mujeres nacieron y se compusieron y quedaron tirados
todos los restos de los niños de los cordones de los ombligos y las placentas tiradas … y mucha
sangre, muchos lazos…”
Alrededor del pozo, tapado con tierra, encontraban algunos sombreros esparcidos. Sin embargo,
más allá encontraron restos de cuerpos: “…Los tiraron a la montaña, porqué eran demasiados
hombres que había y no podían caber en este pozo. Allá nosotras hallamos bastantes cuerpos,
eran un montón de cuerpos, cabezas se puede decir …. Habían muchos zapatos y muchos
costales de azúcar que cargaban … los chuchos comían quizás el azúcar que ellos tenían allí,
que no se habían terminado”.
También el comandante del destacamento militar de Las Cruces llegó a Las Dos Erres y sus
intenciones fueron claras: “Saquen lo que puedan sacar, porque en el regreso quemo esta
mierda”. Los soldados a su cargo se apoderan de todos los bienes a su alcance, como ropas,
láminas, enseres domésticos, dinero, animales, maíz. Todo es repartido entre los soldados del
destacamento o vendido en la aldea de Las Cruces.

Un helicóptero militar sobrevuela Las Dos Erres en los días siguientes como si estuviera
inspeccionando el lugar, mientras tropas del destacamento de Las Cruces prenden fuego a lo
que queda del parcelamiento. Tractores y camiones arrasan los últimos restos, desapareciendo
así, incluso de forma física el poblado.

A finales de diciembre la embajada estadounidense recibe la noticia de lo acontecido y envía una


misión compuesta de tres delegados para averiguar lo que pasó en Las Dos Erres. “Dos Erres
consiste en casas y grupos de casas; todas han desaparecido y muchas han sido quemadas.
Los oficiales del Ejército dicen: ‘Ha sido la guerrilla que se llevó a la gente’, pero otra fuente
informó a la misión que el Ejército fue responsable de la desaparición de la gente en el área”. La
misión norteamericana concluye: “Basándonos en la información reportada por la fuente … y las
observaciones en el campo el 30 diciembre, la embajada debe concluir que la parte que aparece
más responsable para este incidente es el Ejército guatemalteco”. A pesar de que la embajada
de los Estados Unidos estuvo informada sobre los hechos ocurridos en las Dos Erres, no hay
noticias sobre reacciones del Gobierno de los Estados Unidos al respecto.

La masacre de Las Dos Erres fue un detonante crucial que precipitó el desplazamiento de
numerosas personas que vivían en los alrededores, hacia otras áreas de Petén, mientras que
otra parte de la población buscó refugio en México.

Los familiares de las víctimas y el niño que se salvó escondiéndose entre la vegetación se
encuentran, aún hoy, muy afectados psicológicamente por la masacre. Un sobreviviente se
expresa así: “Sentí que el corazón se me había ido, sólo Dios fue el que dio a mí resistencia para
soportar todo, saber que ahí iba mi tío y mi hermano. Realmente estaba pequeño pero sentí duro,
tal vez hubiera querido morir a la par de él [hermano], junto con él”.

Durante los doce años que transcurrieron hasta que se practicaron las exhumaciones los
familiares de las víctimas que vivían en Las Cruces sufrieron constantes intimidaciones y
amenazas de los patrulleros y los comisionados militares locales, para que guardaran silencio
sobre lo sucedido. “Si hablábamos o comentábamos una palabra de Las Dos Erres éramos
terminados, no podíamos siquiera mencionar el nombre de Las Dos Erres”.

En febrero de 1994 la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Guatemala


(FAMDEGUA) solicitó las exhumaciones al juez de Primera Instancia de San Benito, Petén. En
julio del mismo año se iniciaron los trabajos, estando a su cargo el Equipo Argentino de
Antropología Forense. Debido a que las tareas se iniciaron en época de lluvias, así como por la
complejidad técnica de la excavación, sólo pudo concentrarse 16 días en la labor y las
exhumaciones hubieron de suspenderse hasta el año próximo. Sin embargo, durante ese tiempo
lograron exhumar los restos de diez personas. Unas, tenían el cráneo destrozado otras, impacto
de bala.

Los trabajos de investigación se reanudaron el 2 de mayo de 1995, continuando los emprendidos


en el pozo el año anterior e iniciando nuevos trabajos en los enclaves conocidos como la Aguada
y los Salazares.

De acuerdo con el Informe de Antropología Forense, en el pozo se encontraron restos óseos


correspondientes a “no menos de 162 individuos”. “Sin embargo … puede haber habido un
número mayor de muertos. Esta incertidumbre … es consecuencia de las masivas lesiones peri-
mortem, el daño post-mortem y el grado de mezcla de los restos óseos. Muchos infantes tal vez
no fueron contados debido a la extensa fragmentación de las partes del cuerpo”.

La CEH logró identificar a 178 víctimas ejecutados, entre hombres, mujeres y niños, todos ellos
pobladores civiles de la comunidad Las Dos Erres.

De los esqueletos recuperados dentro del pozo: “67 (41.35 %) corresponden a niños menores de
doce años, con una edad promedio de siete años … y [en] 74 casos … el sexo es indeterminado,
… ya que por tratarse de infantes los rasgos de dimorfismo sexual no se manifiestan”. Otras 24
víctimas serían mujeres.

Conforme avanzaba la exhumación las osamentas aparecían más concentradas, en posición


oblicua o prácticamente vertical y algunas con los pies hacia el cielo, mientras que “los restos
óseos muestran signos de daño producto de ser arrojados desde la boca del pozo”.

“La mayoría de las víctimas estaban vestidas … [y] por lo menos en dos casos … se levantaron
sogas … que se encontraron amarradas en pies y manos”. Asimismo, se recuperaron efectos
personales tales como dinero, una inscripción militar y un calendario de 1982 que permiten
afirmar que “los sucesos … no habrían sucedido antes de 1982”. Por fin, “Todas las evidencias
balísticas recuperadas corresponden a fragmentos de proyectil de arma de fuego y vainas
servidas de fusil Galil, de fabricación israelí”.

En La Aguada y los Salazares todos los huesos y ropas encontrados estaban incompletos; la
mayor parte muy deteriorada.
Mientras se desarrollaban las exhumaciones, las personas que participaban en ellas estuvieron
sometidas a continuos actos intimidatorios, como disparos de ametralladoras hechos
premeditadamente cerca del lugar de trabajo o donde se hospedaban, así como el robo del
equipo, entre otros. Asimismo, los familiares de las víctimas de Las Dos Erres que vivían en la
comunidad de Las Cruces recibieron amenazas de muerte si continuaba la exhumación.

El 24 de noviembre de 1995 el fiscal encargado del caso solicitó ser relevado, debido a las
amenazas que había recibido, y el querellante adhesivo (FAMDEGUA) pidió el nombramiento de
un fiscal especial. El caso se transfirió a la Fiscalía de Casos Especiales del Ministerio Público.
A juicio del querellante adhesivo, las pocas diligencias realizadas fueron inútiles para el desarrollo
de la investigación del caso. Más tarde, se nombró un fiscal especial para el caso.
En septiembre de 1996, ante la lentitud de las investigaciones, los representantes de
FAMDEGUA decidieron someter el caso al conocimiento de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos. En abril de 1997 el fiscal general decidió designar un nuevo fiscal especial
para que prosiguieran las indagaciones.

Después de la demora del Ejército en entregar los nombres de los oficiales que tenían algún tipo
de responsabilidad sobre el parcelamiento de Las Dos Erres, trece de ellos fueron citados por el
Ministerio Público. En sus declaraciones, aseguran que desconocen todo lo que sucedió en dicha
comunidad.

Temiendo por su seguridad los principales testigos del caso han solicitado de gobiernos
extranjeros que se les conceda asilo.

El 19 de diciembre de 1997 la CEH solicitó al ministro de la Defensa Nacional información sobre


la masacre en Las Dos Erres, entre otros casos. El ministro respondió el 5 de enero de 1998
inhibiéndose de realizar comentarios, aduciendo que este caso estaba sujeto a proceso judicial
ante los tribunales.

IV. CONCLUSIONES
La CEH ha llegado a la convicción de que la población inerme del parcelamiento Las Dos Erres,
incluidas las mujeres, los niños y los ancianos, fueron ejecutados por efectivos de las tropas
kaibiles del Ejército de Guatemala, de acuerdo a un plan previamente elaborado y con el
conocimiento y aprobación del alto mando, constituyendo su muerte gravísima violación del
derecho a la vida.

Del mismo modo, la CEH llegó a la convicción de que mujeres, hombres y niños de dicha
comunidad sufrieron violaciones de su derecho a la integridad física y moral, cometidas por los
mismos agentes del Estado.
La CEH considera que este caso es ilustrativo de las operaciones de aniquilamiento de población
civil efectuadas por unidades del Ejército, las cuales consistieron en el asesinato indiscriminado
de todos sus habitantes, la destrucción total de sus viviendas y en general de todos los bienes
de las personas.

El arrasamiento del parcelamiento Las Dos Erres no constituyó una operación aislada, sino fue
la culminación de otras operaciones combinadas de inteligencia, desplazamiento y control de la
población, que son inconcebibles sin el conocimiento y aprobación del alto mando del Ejército.
El caso ilustra la sevicia con que efectivos del Ejército de Guatemala actuaron contra la indefensa
población. Los actos de torturas, violaciones sexuales, abortos de mujeres embarazadas, los
asesinatos a golpes de niños indefensos, el castigo mortal a los ancianos y la destrucción total
de la aldea no admiten ningún tipo de justificación. Estos antecedentes llevan a concluir a la CEH
que el único propósito de acciones como la investigada era el exterminio total de la comunidad.

Asimismo, los hechos revelan los efectos que, sobre los soldados, tuvieron los programas de
formación realizados para obtener la distinción de “kaibil”, que pretendían convertirlos en
“máquinas de matar”, con desprecio a la razón y a los sentimientos humanos más primarios.

La CEH rescata, como un elemento positivo para el esclarecimiento de la verdad histórica, que
algunos kaibiles que participaron en esos actos, presionados por su propia conciencia moral,
hayan decidido prestar testimonio sobre los hechos ocurridos.
Finalmente, el caso evidencia un encubrimiento de los hechos, por los mandos superiores de los
soldados que participaron. Dicho encubrimiento y las dificultades objetivas y subjetivas del
sistema de justicia para lograr la sanción de los responsables, a pesar de la confesión efectuada
por algunos de ellos, lleva a la conclusión que, en este caso, el Estado no ha dado cumplimiento
a su deber de investigar y sancionar esta grave violación a los derechos humanos.

LISTADO DE LAS VÍCTIMAS

Placa Conmemorativa, Monumento

Ejecución arbitraria
Abel Granados Sandoval Agustín Luarca Falla Angelina Hernández Lima
Abel Muñoz Aguilar Alberto Corado Antonia Hernández
Abel Pineda Cano Albino Arredondo Arturo Salazar
Adela Ruano Pernillo Ana González Arriaga Benedicto Granados
Sandoval
Adulio Ruano Arana Angelina Escobar de
Granados Beneo Granados
Agustín Loaysa Contreras
Bernabe Muñoz Aguilar Everildo Granados Jorge Remberto Ruano
Sandoval Pernillo
Bernabe Pineda Cano
Evilda Cano Aguilar José Antonio Mejía Morales
Blanca Hernández
Faustino Castillo José Catalino López
Carlos Humberto Revolorio
Moratalla
Federico Ruano Aquino
Catarino Medrano Pérez
José Domingo Muñoz
Felipe Arriaga
Cayetano Ruano Castillo Pineda
Félix Hernández Moran
Cecilio Romero Martínez José Esteban Peralta
Fernando García Romero
Celso Martínez González
Fernando Mejía Sánchez José Félix Argueta Alveño
Consuelo Esperanza
Ruano Pernillo Francisca Leticia Mejía José Humberto Crispín
Alfaro
Cristina Castillo Flores José Manuel Pernillo
Francisco Pernillo Jiménez
Cristóbal Aquino Ruano Josefina González Arriaga
Francisco Roca Guevara
Demetria Aquino Ruano Josefina de González
Germain Mayen Mejía Arriaga
Domingo Batres
Geronimo Batres Juan Alfonso Batres,
Dora Hernández
Geronimo Pineda Cano Juan Audias Mayen Mejía
Dorca Hernández
Graciela Pernillo Jiménez Juan Guillermo Corrales
Doroteo Ruano Hercules
Guadalupe Nelia Ramírez
Edgar Leonel Ruano Arana Juan López Méndez
Peralta
Edgar René Revolorio Juan Mejía Echeverría
Helder Castillo Pineda
Pérez
Hilario Pernillo Jiménez Juan Pérez Agustín
Elgar Ruano
Horacio Cermeño Juan Romero Martínez
Elias Jiménez Castillo
Ilda Rodríguez de Juan Seren
Elida González Arriaga
Granados
Juana Ruano
Elizabeth Muñoz Aguilar
Inés Romero Ramírez
Julia Arana Pineda
Elizabeth Pineda Cano
Isabel Pineda Cano
Julio César Mazariegos
Ernesto Sical Medina
Jaiman Beltran Castillo
Esperanza Consuelo Pineda
Lázaro Cermeño
Ruano Arana
Jerónimo Muñoz Aguilar
Leonarda Jiménez
Estanislao González
Joaquina Escobar de
Leonicio Ruano Castillo
Eulalio Granados Sandoval Granados
Lico Quino
Jorge Adolfo de León
Lorenzo Portillo Pérez Napoleón Duarte Rodolfo de Paz Gudiel
Lucía Castillo Pineda Natividad Ramírez Linares Rosendo Roca Guevara
Luz Jiménez Castillo Nicho Ruano Rubén Nájera
Marcelino Deras Tejada Noe González Arriaga Rubilio Armando Barahona
Medrano
Marcelino Granados Juárez Noe Guevara Ramos
Samuel González Arriaga
Marcelino Ruano Noe Roca Guevara
Santos Cermeño
Marcelino Ruano Castillo Olivia Cermeño
Santos Pernillo Jiménez
Marcelino Ruano Pernillo Oralia Muñoz Aguilar
Santos Seren
Margarita Corte de Pineda Oralia Pineda Cano
Santos del Cid Escobar
María Inés Peralta Romero Otilia Linares Axuma
Siprino Munguilla
María López Otilio Axuma Linares
Sonia Castillo Pineda
Maribel González Arriaga Pablo Romero Ramírez
Sotero Cermeño
Mario René López Patrocinio Barahona García
Sotero Salazar
Mario Mayen Morales Patrocinio Pineda García
Timoteo Morales Pérez
Marta Elena Mejía Morales Paulina Peralta Romero
Tomás de Jesús Romero
Martha Marlene Mayen Pedro Axuma Linares
Ramírez
Mejía
Pedro Barahona Medrano
Tránsito Contreras Carrillo
Martir Alfonso Ruano Arana
Pedro Diaz Varillas
Ubaldo Jiménez Castillo
Maximiliano Romero
Pedro Jeronimo Rodríguez
Peralta Vergelina Ruano
Petrona Cristales
Maximiliano Villanueva Víctor Antonio González M.
Montepeque
Peralta
Víctor Corado
Próspero Ramírez Peralta
Mayra Jiménez Castillo
Victoriano Jiménez Pernillo
Raquel González Arriaga
Miguel Angel Falla
Vilma Muñoz Aguilar
Contreras Raúl Antonio Corrales
Hercules Vilma Pineda Cano
Miguel Angel González
Arriaga Raymundo López Vilma de Jiménez
Miriam Ruano Arana René Jiménez Castillo Vitalino Pineda
Mirna Pineda Cano Reynelda López Vitalino Ruano
Myrna Muñoz Aguilar Rigoberto Aquino Ruano Tschus XXX
Víctimas colectivas/desconocidas: 11

Conmemoración en Dos Erres, Petén


7 de diciembre del 2012
EL LARGO CAMINO A LA JUSTICIA
Texto: Louisa Reynolds
Fotografías: Sandra Sebastián
Hoy, el parcelamiento de Dos Erres, en Las Cruces, Petén, donde ocurrió una de las masacres
más atroces del conflicto armado interno, es una llanura inmensa, bordeada con alambre de
púas, donde pasta apaciblemente un hato de reses. Han desaparecido las enormes milpas, los
campos de frijol, de piña y de maní y donde antes comenzaba la vereda para ingresar al terreno
hay un portón metálico despintado con las palabras “Finca Los Conacastes. Propiedad Priva-
da”.
El pozo donde quedó sepultado Juan Pablo Arévalo junto con sus familiares, vecinos y amigos,
ya no existe. En su lugar hay dos crucecitas blancas, colocadas discretamente para no atraer la
mirada de la familia Mendoza, ahora dueña del lugar, y señalada, desde hace años, como uno
de los mayores carteles del narcotráfico en Guatemala.
Pero ni los cambios que ha sufrido el lugar, ni el paso de los años han logrado desdibujar el mapa
mental que Saúl conserva del parcelamiento, y señala con precisión dónde se encontraban las
dos iglesias, una católica y otra evangélica, la escuela, su casa y la de sus vecinos.
El segundo apellido de Federico Aquino Ruano junto con el primer apellido de su primo, Marco
Reyes, fueron las “erres” que le dieron su nombre a la comunidad.
Si hoy en día Dos Erres es un lugar remoto -al que se arriba después de un viaje de casi tres
horas en microbús de Flores, capital departamental de Petén, a Las Cruces, más otro trayecto
de casi una hora en pickup por un abrupto camino de terracería- a inicios de los años 70, era,
como se dice popularmente en Guatemala, el lugar “donde el diablo dejó tirado el caite”, una
espesa y calurosa selva tropical donde los primeros pobladores tuvieron que abrirse paso con
machete en mano.
A finales de 2011, Las Cruces se convirtió en el municipio 334 de Guatemala, pero en aquellos
años era parte del municipio de La Libertad, por el cual pasan dos grandes carreteras que van
del centro de Petén a la frontera oeste con México. Lo normal era que las nuevas poblaciones
se establecieran a ambas orillas de la carretera. Pero Dos Erres, en el corazón de la selva y
alejado de las carreteras, era la excepción.
Juan Pablo Arévalo y Federico Aquino Ruano, o Don Lico, como lo llamaban sus vecinos, habían
vivido juntos en La Máquina, en Retalhuleu. Don Federico fue el patriarca de la tierra prometida
que él y sus paisanos creyeron haber encontrado en Dos Erres, donde, desde 1966, la agencia
guberna- mental Fomento y Desarrollo de Petén (FYDEP), había comenzado a llevar migrantes
de los departamentos del oriente y sur del país. Con la fundación de aldeas y cooperativas
campesinas, el gobierno pretendía comenzar a colonizar el Petén, que era, y sigue siendo, uno
de los departamentos más alejados y olvidados por el Estado de Guatemala.
Pero además de la colonización ordenada, la noticia de que en Petén había grandes extensiones
sin cultivar, había llega- do a oídos de muchos campesinos pobres, quienes llegaron, como los
vaqueros del oeste de las películas norteamericanas, a clavar una estaca en la tierra para
convertirla en su propiedad.
Fue así como llegaron Federico Aquino Ruano y Marco Reyes, quienes se convirtieron en los
“encargados” de Dos Erres, como se refería la gente a los colonizadores a quienes el FYDEP
había encomendado la tarea de parcelar un terreno. Para ello habían adoptado el método de
dividir los terrenos, numerarlas de manera sucesiva y sortearlas entre las familias que llegaban,
de manera que nadie pudiera alegar que se habían distribuido en base a favoritismos personales.
Los terrenos se medían a ojo y no se utilizaba un registro de medidas. En ese proceso
desordenado de colonización en el Petén, cada líder comunitario tenía su propia manera de
distribuir las tierras. En otras parcelas, simplemente llegaba la gente y agarraba su pedazo,
motivo por el cual la distribución de las parcelas se conocía como “las agarradas”. En el caso de
Dos Erres se rifaban las tierras.
Cuando Juan Pablo Arévalo escuchó hablar de la nueva comunidad de Dos Erres, no dudó en
empacar sus pertenencias y llevarse a su familia a Las Cruces, que en aquel entonces era una
aldea de 20 casas, con una escuelita con paredes de guano y una cancha de fútbol. Allí dejó a
su esposa mientras emprendía la ardua tarea de ir limpiando su nueva parcela en Dos Erres,
hasta que cinco años más tarde, logró construir un rancho.
Así solían hacer la mayoría de los colonizadores: dejaban a sus familias en Las Cruces, y poco
a poco iban migrando de forma parcial a los nuevos caseríos y aldeas como Josefinos, Palestina
y Dos Erres.
“En Dos Erres las parcelas medían dos o tres caballerías y albergaban a tres o cuatro familias
mientras que en Retalhuleu no teníamos ni un pedacito de tierra”, explica Saúl.
Talar la selva sin motosierras ni vehículos era una hazaña de titanes. Con machete en mano se
iban abriendo paso bajo el sol abrasador, espantando de vez en cuando a los zancudos que
portaban enfermedades como el dengue, la malaria o el paludismo.
Primero tenían que dormir a la intemperie, sobre unos cos- tales y luego comenzaban a erigir
champas que se convertían en ranchos con piso de tierra, techo de paja y paredes de caña
amarradas con travesaños de madera. Por dentro, los campesinos cubrían las paredes de cartón
o nylon para res- guardarse de los elementos. Afuera, en el patio, colocaban el comal para hacer
las tortillas.
Los sobrevivientes de la masacre recuerdan a Don Federico Aquino Ruano como un hombre
delgado y de baja estatura, a quien le gustaba fumar. Tenía una voz fuerte pero era un hombre
tranquilo que trataba de solucionar los problemas de buena manera.
Al iniciar la década de los 80, habían llegado familias de Santa Rosa, Jutiapa, Retalhuleu y otros
departamentos del oriente y de la costa sur. Dos Erres tenía un total de 745 habitantes y donde
antes había selva, ahora había una abundancia de maíz, frijol, piña y maní y se criaban vacas,
cer- dos y gallinas. La cosecha era larga –duraba de septiembre a junio– y Saúl recuerda que su
padre lograba cosechar unos 1,500 quintales anuales de maíz, que transportaba en su ca- rreta
hasta Las Cruces, donde llegaban los comerciantes en sus camiones.
Una señal de la creciente prosperidad del parcelamiento era que algunos campesinos habían
comenzado a contratar manos extras que llegaban a “semanear” y trabajaban en la tapisca y
otras labores.
El parcelamiento no tenía luz ni alcantarillado, ni puesto de salud y durante los primeros años
tampoco había tenido agua, lo cual obligaba a los pobladores a ir caminando hasta Las Cruces
para abastecerse. Pero eso cambió en 1978 cuan- do Don Federico construyó el pozo Ruano, el
cual no tardó en convertirse en el punto de reunión de los vecinos, quienes llegaban desde
temprano en la mañana para llenar sus cántaros de plástico.
Un año después, con la esperanza de encontrar una segunda fuente de agua, el padre de Saúl
había comenzado a cavar otro pozo de 21 metros, pero jamás encontró agua.

Saúl Arévalo junto al monumento a las víctimas de la masacre, en el cementerio municipal de Las
Cruces. En la base del monumento están grabados los nombres de las víctimas, incluyendo el de
su padre, Juan Pablo Arévalo.

Monumento a las víctimas de la masacre en el cementerio municipal de Las Cruces. “Habéis


condenado y dado muerte al justo y él no os hizo resistencia. Santiago 5.6” es el verso bíblico,
grabado en una placa de mármol colocada por FAMDEGUA, que se lee en la base.
Estas crucecitas blancas marcan el lugar donde se encontraba el pozo que construyó Juan Pablo
Arévalo en su parcela, dentro del cual fueron arrojados los cuerpos de las víctimas de la masacre.

Saúl Arévalo señala el lugar donde se encontraba el pozo donde fueron arrojadas las víctimas.

Este era el inicio de una vereda que conducía al parcelamiento de Dos Erres. Ahora es una finca
llamada “Los Conacastes” que pertenece a la familia Mendoza, señalada por sus presuntos vínculos
con el narcotrá fico.

Pozo simbólico construido en el cementerio municipal de Las Cruces, junto al monumento a las
víctimas de la masacre.
Ricardo Martínez González logró huir de Dos Erres un mes antes de la masacre, luego de que un
militar, que les debía un favor a sus padres, le advirtiera que debía irse de inmediato, ya que el
parcelamiento iba a ser destruido.

María Esperanza Arreaga y su esposo Catalino González. María Esper- anza ingresó a Dos Erres,
unos días después de la masacre, entró a la casa de su hermano y rompió en llanto cuando encontró
los diminutos zapatitos de sus dos hijas bajo la cama.

1982: el año en el que la vida se detuvo en Dos Erres. Este calendario fue hallado en el pozo por el
Equipo Argentino de Antropología Fo- rense, entre los cadáveres de las víctimas y fue presentado
como eviden- cia en el juicio del soldado kaibil Pedro Pimentel Ríos.
Tranquilino Castañeda creía que había perdido a su esposa y nueve hijos en la masacre. En el
ocaso de su vida encontró a su hijo menor, quien fue criado por un soldado kaibil y vive en Estados
Unidos, y recuperó las ganas de vivir.

Tranquilino Castañeda sueña con viajar a Estados Unidos y reencontrarse con su hijo, de 30 años.
El joven está casado y tiene tres hijos, pero necesita acogerse a un régimen de refugiados para
poder vivir legalmente en ese país.

La psicóloga Sandra Juárez conversa con Francisca Morales Contreras, sobreviviente de la


masacre. Gracias a la atención psicosocial que han sobrevivido las víctimas y sus familias, poco a
poco han ido sanando las heridas.
La juez Irma Valdez, quien dictó una sentencia de 6,060 años contra el soldado kaibil Pedro Pimentel
Ríos por el asesinato de 201 personas y delitos contra deberes de humanidad.

Pedro Pimentel Ríos durante un receso, sentado junto a su hijo Juan Carlos, de playera roja, el
único que lo acompañó desde el principio hasta el final del juicio.

Pedro Antonio García Montepeque, tío abuelo Ramiro Cristales, el niño que sobrevivió a la masacre
escondido bajo una de las bancas de la iglesia, declaró durante el juicio de Pedro Pimentel Ríos.
La antropóloga forense argentina, Patricia Bernardi, declaró desde Argentina durante el juicio de
Pedro Pimentel Ríos. Ha trabajado en exhumaciones de masacres cometidas en una gran cantidad
de países, entre ellos Argentina, Chile, y El Salvador, pero dijo que el caso de Dos Erres le había
causado una profunda impresión debido al elevado número de osamentas infantiles que fueron
halladas en el pozo Arévalo.

Ramiro Cristales, el niño que sobrevivió a la masacre escondido bajo una banca en la iglesia.
Durante el juicio de Pedro Pimentel Ríos nar- ró el maltrato que sufrió durante su infancia cuando
fue criado por el soldado kaibil Santos López Alonso. Ahora tiene 32 años y vive en Canadá.

El lugar conocido como La Aguada, una laguneta donde los animales bebían y los habitantes del
parcelamiento solían lavar su ropa. Aquí, y en otro lugar similar llamado Los Salazares, los
antropólogos forenses encontraron 37 osamentas a flor de tierra.
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS
CASO DE LA MASACRE DE LAS DOS ERRES VS. GUATEMALA
SENTENCIA DE 24 DE NOVIEMBRE DE 2009
(Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas)

SECCIÓN A: DATOS DEL CASO


1 Nombre del caso Masacre de las Dos Erres Vs. Guatemala
2 Víctima(s) Habitantes del parcelamiento de Las Dos Erres y sus familiares
- Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG)
3 Representante(s) - Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL)
4 Estado demandado Guatemala
5 # Petición/Caso ante la CIDH
6 # Caso ante la Corte IDH Serie C No. 211 http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_211_esp.pdf
7 Tipo(s) de sentencia(s) y Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. 24 de noviembre 2009
fecha(s)
El caso se refiere a la responsabilidad internacional del Estado por falta de debida diligencia en la
8 Sumilla investigación, juzgamiento y sanción
de los responsables del asesinato, tortura, violación sexual, entre otros actos en perjuicio de
numerosas personas habitantes del parcelamiento de Las Erres, por parte de agentes militares.
Derecho internacional humanitario; Garantías judiciales y procesales; Derecho a la integridad
9 Palabras claves personal; Derechos de las mujeres;
Derechos de los niños y las niñas; Derecho al nombre; Personalidad jurídica; Protección judicial;
Tortura; Agresión sexual, Derecho a la verdad; Derecho a la vida
10 Campo multimedia NA
- Artículo 1 (Obligación de respetar derechos).
- Artículo 3 (Derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica)
- Artículo 4 (Derecho a la vida)
Convención - Artículo 5 (Derecho a la integridad personal)
Americana - Artículo 8 (Garantías judiciales)
sobre - Artículo 13 (Libertad de pensamiento y de expresión)
11 Derecho(s)
Derechos - Artículo 17 (Protección a la familia)
Humanos - Artículo 18 (Derecho al nombre)
- Artículo 19 (Derechos del niño)
- Artículo 25 (Protección judicial)
Otro(s) - Artículos 1, 6 y 8 (Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura)
tratado(s) - Artículo 7 (Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
interamerican “Belem do Pará”)
o(s)
- Convención de los Derechos del Niño
- Declaración Universal de los Derechos Humanos
Otro(s) - Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre
12
instrumento(s) - Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
internacional(es) - Convenio Europeo para la Protección de Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales
citado(s) - Protocolo Adicional II a los Convenios de Ginebra

SECCIÓN B: DESARROLLO DEL CASO

13. Hechos

- Los hechos del presente caso se contextualizan entre los años 1962 y 1996 durante el conflicto armado interno. El Estado aplicó la denominada
“Doctrina de Seguridad Nacional”, bajo la cual se fue acrecentando la intervención del poder militar para enfrentar a la subversión, concepto que
incluía a toda persona u organización que representara cualquier forma de oposición al Estado, con lo cual dicha noción se equiparaba a la de
“enemigo interno”..

- El día 7 de diciembre de 1982, soldados guatemaltecos pertenecientes al grupo especial denominado Kaibiles llegaron a Las Dos Erres y
sacaron a las personas de sus casas. A los hombres los encerraron en la escuela del Parcelamiento y a las mujeres y niños en la iglesia
evangélica. Mientras los mantuvieron encerrados los golpearon e incluso algunos murieron como consecuencia de los golpes. En la tade los
Kaibiles sacaron a los hombres de la escuela y los llevaron vendados y maniatados a un pozo de agua inconcluso donde los fusilaron. Después
sacaron a las mujeres y los niños para llevarlos al mismo lugar. En el camino muchas niñas fueron violadas por los Kaibiles. En los hechos de la
masacre perdieron la vida por lo menos 216 personas. Se informó a la población que lo que había sucedido en Las Dos Erres era que la guerrilla
se había llevado a las personas para México, y luego se ordenó a los soldados que sacaran todo lo que pudieran del parcelamiento y que
quemaran las casas de Las Dos Erres.
- Ante la gravedad de los hechos y luego de la denuncia presentada por la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Guatemala
(FAMDEGUA) el 14 de junio de 1994 ante el Juzgado de Primera Instancia Penal de Petén, se ha impulsado un proceso en la jurisdicción penal
ordinaria, el cual aún permanece en su etapa inicial.

14. Procedimiento ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos

- Fecha de presentación de la petición (11.681): 13 de septiembre de 1996

- Fecha de informe de admisibilidad y fondo (22/08): 14 de marzo de 2008.

15. Procedimiento ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos


- Fecha de remisión del caso a la Corte IDH: El 30 de julio de 2008

- Petitorio de la CIDH: La CIDH solicitó a la Corte IDH que declarara que el Estado es responsable por la violación de los artículos 25 y 8 de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento, en perjuicio de dos sobrevivientes de la masacre y 153 familiares
de las personas que fallecieron durante la misma..

- Petitorio de los representantes de las víctimas: Los representantes solicitaron a la Corte IDHque declarara que el Estado es responsable por:
(i) La violación de los artículos 8 y 25 de la Convención, en relación con los artículos 1.1 y 2 de ese tratado, en perjuicio de las víctimas de la
masacre y sus familiares.
(ii) La violación de los artículos 8 y 25 de la Convención, en relación con el incumplimiento del artículo 1.1 de ese tratado y los artículos 1, 6 y
8 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, en perjuicio de las víctimas de la masacre y sus familiares y el artículo
7.b) de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer en perjuicio de las víctimas mujeres.
(iii) Los artículos 8, 25 y de la Convención, en concordancia con el artículo 1.1 de ese tratado, en perjuicio de los familiares.
(iv) La violación del artículo 4 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de ese tratado, en perjuicio de las víctimas de la masacre.
(v) La violación del artículo 5 en relación con el artículo 1.1 de ese instrumento, en perjuicio de las víctimas de la masacre.
(vii) La violación del artículo 19 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de ese tratado, en perjuicio de los dos sobrevivientes de la
Masacre, así como la violación de los artículos 17 y 18 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de dicho instrumento, respecto de uno
de los sobrevivientes.

- Fecha de audiencia ante la Corte IDH: 14 de julio de 2009

16. Competencia y admisibilidad


I. Excepción Preliminar ratione temporis

39. El Estado interpuso la excepción ratione temporis en virtud de que consideró que las alegaciones hechas por la Comisión en la demanda
son susceptibles de ser conocidas por la Corte, las presuntas violaciones a los derechos contenidos en los artículos 4 (Derecho a la Vida), 5
(Derecho a la Integridad Personal), 17 (Derecho a la Familia), 18 (Derecho al Nombre) y 19 (Derechos del Niño) de la Convención alegados por
los representantes en su escrito de solicitudes y argumentos ocurrieron, entre los días 6 y 8 de diciembre de 1982, por lo que no son susceptibles
de ser conocidos por la Corte, en virtud de que Guatemala reconoció la jurisdicción contenciosa del Tribunal recién el 9 de marzo de 1987. En
distintas oportunidades el Estado reiteró su solicitud de que se declarase la incompetencia de la Corte respecto de las alegadas violaciones por
la excepción preliminar interpuesta.

47. (…) [E]l Tribunal estima que al Estado le asiste razón cuando señala que la Corte no puede conocer de los hechos propios de la masacre,
en virtud de que efectivamente se encuentran fuera de la competencia del Tribunal. No obstante, la Corte nota que las violaciones alegadas por
los representantes no se fundamentan en los hechos propios de la masacre, sino en aquellos que presuntamente han tenido lugar con
posterioridad al 9 de marzo de 1987, fecha en que el Estado reconoció la competencia contenciosa de la Corte. En razón de lo anterior, el
Tribunal sólo se pronunciará respecto de aquellos hechos que presuntamente hayan tenido lugar después del reconocimiento de la competencia
contenciosa del Tribunal, o que a tal fecha no han dejado de existir.

II. Competencia

52. Guatemala es Estado Parte en la Convención Americana desde el 25 de mayo de 1978 y reconoció la competencia contenciosa de la Corte el
9 de marzo de 1987.

53. El Estado ratificó la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura el 29 de enero de 1987 y la Convención Interamericana
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra la Mujer el 4 de abril de 1995
17. Reconocimiento de responsabilidad internacional

El Estado realizó un reconocimiento parcial de responsabilidad internacional, el cual fue aceptado por la Corte.

18. Análisis de fondo

I. Derechos a las garantías judiciales y protección judicial en relación a la obligación de respetar los derechos, el deber de adoptar
disposiciones de derecho interno y los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura y el
artículo 7(b) de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer.

104. Es preciso recordar que esta Corte ha sostenido que, según la Convención Americana, los Estados Partes están obligados a suministrar
recursos judiciales efectivos a las víctimas
de violaciones de los derechos humanos (artículo 25), recursos que deben ser sustanciados de conformidad con las reglas del debido proceso
legal (artículo 8.1), todo ello dentro de la obligación general, a cargo de los mismos Estados, de garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos
reconocidos por la Convención a toda persona que se encuentre bajo su jurisdicción (artículo 1.1).

105. Asimismo, ha señalado que el derecho de acceso a la justicia debe asegurar, en tiempo razonable, el derecho de las presuntas víctimas o
sus familiares a que se haga todo lo necesario para conocer la verdad de lo sucedido y se sancione a los eventuales responsables.

1.1. Aplicación de la “Ley de Amparo”

107. Este Tribunal ha establecido que el recurso de amparo por su naturaleza es “el procedimiento judicial sencillo y breve que tiene por objeto la
tutela de todos los derechos reconocidos por las constituciones y leyes de los Estados Partes y por la Convención”. Asimismo, ha considerado
que tal recurso entra en el ámbito del artículo 25 de la Convención Americana, por lo cual tiene que cumplir con varias exigencias, entre las
cuales se encuentra la idoneidad y la efectividad. Es preciso analizar el recurso de amparo como recurso adecuado y efectivo, así como por la
práctica dilatoria que se le ha dado a éste en el presente caso.

108. La Corte observa que la Ley de Amparo en Guatemala establece que este recurso tiene por objeto el desarrollo de “las garantías y defensas
del orden constitucional y de los derechos inherentes a la persona protegidos por la Constitución (…), las leyes, y los convenios internacionales
ratificados por Guatemala”. Tanto la Constitución Política de la República de Guatemala como la Ley de Amparo señalan que el recurso de
amparo tiene como fin proteger a las personas contra las amenazas de violaciones a sus derechos o restaurar el imperio de los mismos cuando
la violación hubiere ocurrido. No hay ámbito que no sea susceptible de amparo, y procederá siempre que los actos, resoluciones, disposiciones
o leyes de autoridad lleven implícitos una amenaza, restricción o violación a los derechos que la Constitución y las leyes garantizan.

120. En este caso la Corte observa que las disposiciones que regulan el recurso de amparo, la falta de debida diligencia y la tolerancia por parte
de los tribunales al momento de tramitarlo, así como la falta de tutela judicial efectiva, han permitido el uso abusivo del amparo como práctica
dilatoria en el proceso. Asimismo, luego de transcurridos más de 15 años de iniciado el proceso penal y 27 años de ocurridos los hechos, dicho
proceso se encuentra aún en su etapa inicial, en perjuicio de los derechos de las víctimas a saber la verdad de lo sucedido, a que se identifique
y eventualmente se sancione a todos los responsables y a obtener las consecuentes reparaciones.

121. En razón de lo anterior, el Tribunal estima que el recurso de amparo es adecuado para tutelar los derechos humanos de los individuos,
siendo éste idóneo para proteger la situación jurídica infringida, por ser aplicable a los actos de autoridad que implican una amenaza, restricción
o violación a los derechos protegidos. Sin embargo, en el presente caso la estructura actual del recurso de amparo en Guatemala y su uso
indebido ha impedido su verdadera efectividad, al no haber permitido que produzca el resultado para el cual fue concebido.

122. Es preciso mencionar que el deber general del Estado de adecuar su derecho interno a las disposiciones de la Convención Americana para
garantizar los derechos en ella consagrados, establecido en el artículo 2, implica la adopción de medidas en dos vertientes. Por una parte, la
supresión de las normas y prácticas de cualquier naturaleza que entrañen violación a las garantías previstas en la Convención. Por la otra, la
expedición de normas y el desarrollo de prácticas conducentes a la efectiva observancia de dichas garantías, lo cual no ha sido materializado en
el presente caso respecto del recurso de amparo. La Corte observa que las partes han coincidido en considerar abusivo el uso del recurso de
amparo como práctica dilatoria en el presente caso.
123. El Estado manifestó que se encuentra en discusión el proyecto de iniciativa de la reforma a la Ley de Amparo, Decreto No. 1-86 de la
Asamblea Nacional Constituyente, el cual fue presentado al Congreso de la República de Guatemala por los Magistrados de la Corte Suprema
de Justicia, con el “objetivo de convertir el proceso de amparo en un sistema extraordinario, breve, y eficaz, conforme a la tutela de los derechos
fundamentales de la persona y minimizar las inconveniencias que se han generado en la administración de justicia.”

No obstante lo anterior, la Corte observa que al momento de emitir la presente Sentencia aún no han sido removidos los obstáculos para que
el amparo cumpla con los objetivos para los cuales ha sido creado.

124. De acuerdo a lo expuesto la Corte considera que, en el marco de la legislación vigente en Guatemala, en el presente caso el recurso de
amparo se ha transformado en un medio para dilatar y entorpecer el proceso judicial y en un factor para la impunidad. En consecuencia, este
Tribunal considera que en el presente caso el Estado violó los derechos a las garantías judiciales y a la protección judicial, que configuran el
acceso a la justicia de las víctimas, reconocidos en los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención, e incumplió con las disposiciones contenidas en los
artículos 1.1 y 2 de la misma.

1.2. Dilación e Inaplicabilidad de la Ley de Reconciliación Nacional

126. Como ya fue referido, el 25 de junio de 2002 inició el procedimiento mediante el cual se decidiría sobre la aplicación de la LRN. Dicha ley
otorga un plazo de diez días, prorrogable por otros diez en caso de que se celebre audiencia, para que se dicte la resolución sobre la aplicabilidad
o no de la extinción penal. En caso de promoverse recurso de apelación ante la Corte Suprema de Justicia, ésta cuenta con un plazo de cinco
días para resolver dicho recurso, decisión que no es recurrible. Dicho procedimiento se encuentra suspendido desde el 17 de febrero de 2003
en espera de que se falle la acción de inconstitucionalidad interpuesta por uno de los imputados. En consecuencia, resulta evidente la dilación
excesiva en resolver la aplicación de LRN por parte de las autoridades judiciales, lo cual también ha provocado el retraso en el proceso penal el
cual ya se ha extendido por más de ocho años.

127. Por otro lado, el tiempo excesivo que ha utilizado el Estado para decidir si aplica o no la extinción penal ha creado una situación de
incertidumbre jurídica para el caso, así como para las víctimas. Si bien el Estado aseguró durante la audiencia pública y sus alegatos finales que,
hasta la fecha, en ningún caso tramitado en Guatemala se ha otorgado la amnistía de forma antijurídica, resulta claro que el objeto formal del
proceso establecido en la LRN es precisamente decidir sobre la posible aplicación de esa figura.

128. Cabe señalar que no obstante la Masacre de Las Dos Erres se ha enmarcado dentro del conflicto armado interno de Guatemala, ésta ha
sido calificada por el Ministerio Público en la jurisdicción interna como asesinato. Asimismo, el 4 de abril de 2001 la Corte de Constitucionalidad
ordenó la remisión del expediente a la Corte de Apelación para la determinación de la aplicación de la LRN y eventual amnistía a los imputados,
por referirse a hechos ocurridos durante el conflicto armado, lo cual contraviene el artículo 11 de la LRN. Sin embargo, dicha decisión pareciera
que no toma en cuenta la naturaleza y gravedad de los hechos.

130. El Tribunal hace notar que los hechos de la Masacre de Las Dos Erres, reconocidos por el Estado, constituyen graves violaciones a
derechos humanos. El contexto de dichos hechos ha sido reconocido por esta Corte como “un patrón de ejecuciones extrajudiciales selectivas
impulsadas por el Estado, el cual estaba dirigido a aquellos individuos considerados como ‘enemigos internos’”. Además, desde la fecha en que
ocurrieron los hechos del presente caso y hasta hoy en día, no han habido mecanismos judiciales efectivos ni para investigar las violaciones de
los derechos humanos ni para sancionar a todos los responsables.
131. En consideración de lo anterior, la Corte determina que la eventual aplicación de las disposiciones de amnistía de la LRN en este caso
contravendría las obligaciones derivadas de la Convención Americana. En razón de esto el Estado tiene el deber de continuar sin mayor dilación
con el proceso penal, en el cual se incluya la multiplicidad de los delitos generados en los hechos de la masacre para su debida investigación,
juzgamiento y eventual sanción de los responsables de estos actos.

132. En cuanto a la celeridad del proceso en general, este Tribunal ha señalado que el “plazo razonable” al que se refiere el artículo 8.1 de la
Convención se debe apreciar en relación con la duración total del procedimiento que se desarrolla hasta que se dicta sentencia definitiva. El
derecho de acceso a la justicia implica que la solución de la controversia se produzca en tiempo razonable, ya que una demora prolongada puede
llegar a constituir, por sí misma, una violación de las garantías judiciales. En este sentido, la falta de respuesta estatal es un elemento
determinante al valorar si se han violado los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención Americana.

135. En el caso concreto la Corte ha constatado que, efectivamente el retardo injustificado en el proceso penal por más de 15 años es atribuible
no solo al uso indiscriminado de recursos por parte de los imputados, sino a la falta de voluntad e interés de las autoridades judiciales del Estado
que han conocido de los mismos, ya que no han tramitado debidamente numerosos recursos, y han sometido el caso al procedimiento establecido
en la LRN, el cual se encuentra pendiente de decisión; todo lo cual ha provocado la paralización del proceso penal. Dicha situación ha constituido
un retardo excesivo en la investigación, lo cual viola el plazo razonable y es atribuible al Estado.

1.3. Falta de una investigación completa y exhaustiva de los hechos alegados de la masacre y los responsables, así como otras
omisiones

a) Falta de investigación de todos los hechos sucedidos en la masacre

136. La Corte observa que la investigación que se sigue en la jurisdicción interna no ha sido completa y exhaustiva, ya que sólo se refiere a
afectaciones a la vida, y no a aquellas otras relacionadas con hechos de presuntas torturas contra miembros del Parcelamiento y otros actos
alegados de violencia contra la población infantil y las mujeres. (…).

137. Este Tribunal nota, que de conformidad con la Convención Americana, vigente al momento de la masacre, el Estado tenía la obligación de
investigar con la debida diligencia todos esos hechos, obligación que se encontraba pendiente al momento del reconocimiento de la competencia
contenciosa de la Corte el 9 de marzo de 1987. Dicha obligación fue reafirmada por el Estado con motivo de la ratificación de la CIPST el 29 de
enero de 1987 y posteriormente con la Convención de Belém do Pará el 4 de abril de 1995, por lo que el Estado debía velar por su cumplimiento
a partir de ese momento, aún cuando éstas no habían sido adoptadas por el Estado al momento de la masacre. Así, este Tribunal ha establecido
que “[el Estado] tiene el deber de garantizar el derecho de acceso a la justicia (…) conforme a las obligaciones específicas que le imponen las
Convenciones especializadas (…) en materia de prevención y sanción de la tortura y de la violencia contra la mujer. [D]ichas disposiciones […]
especifican y complementan las obligaciones que tiene el Estado con respecto al cumplimiento de los derechos consagrados en la Convención
Americana”, así como “el corpus juris internacional en materia de protección de la integridad personal”.

140. (…) [E]l Tribunal estima que la falta de investigación de hechos graves contra la integridad personal como torturas y violencia sexual en conflictos
armados y/o dentro de patrones sistemáticos, constituyen un incumplimiento de las obligaciones del Estado frente a graves violaciones a derechos
humanos, las cuales contravienen normas inderogables (jus cogens) y generan obligaciones para los Estados como la de investigar y sancionar dichas
prácticas, de conformidad con la Convención Americana y en este caso a la luz de la CIPST y de la Convención de Belém do Pará.
141. En virtud de lo anterior, el Estado debió iniciar ex officio y sin dilación una investigación seria, imparcial y efectiva de todos los hechos de la
masacre relacionados con la vulneración de la vida, así como respecto a otras afectaciones específicas contra la integridad personal, tales como
las supuestas torturas y actos de violencia contra la mujer con una perspectiva de género, y de conformidad con los artículos 8.1 y 25.1 de la
Convención, y las obligaciones específicas dispuestas en los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana contra la Tortura y 7.b) de la
Convención Belém do Pará.

b) Falta de investigación de los responsables y otras omisiones

147. A este respecto, la Corte recuerda que dentro del deber de investigar subsiste el derecho de los familiares de la víctima a conocer cuál fue
el destino de ésta y, en su caso, dónde se encuentran sus restos. Corresponde al Estado satisfacer esas justas expectativas con los medios a su
alcance.

148. La Corte considera que la investigación de los hechos de la masacre no ha sido asumida como un deber propio del Estado, y ésta no ha
estado dirigida eficazmente a la investigación, persecución, captura, enjuiciamiento y eventual sanción de todos los responsables, de modo que
se examinen de forma completa y exhaustiva la multiplicidad de afectaciones ocasionadas a los pobladores del Parcelamiento de Las Dos
Erres. Asimismo, la investigación tampoco ha estado encaminada hacia la identificación y entrega de los
restos de las personas que murieron en la masacre. Finalmente, el Estado no ha realizado con debida diligencia las acciones necesarias para
ejecutar las órdenes de aprehensión que se encuentran vigentes, ni ha brindado la colaboración requerida por los tribunales, a fin de
esclarecer los hechos. Todo ello en detrimento del derecho a conocer la verdad de lo sucedido.

149. El Tribunal estima que en una sociedad democrática se debe conocer la verdad sobre los hechos de graves violaciones de derechos
humanos. Esta es una justa expectativa que el Estado debe satisfacer, por un lado, mediante la obligación de investigar las violaciones de
derechos humanos y, por el otro, con la divulgación pública de los resultados de los procesos penales e investigativos. Esto exige del Estado la
determinación procesal de los patrones de actuación conjunta y de todas las personas que de diversas formas participaron en dichas violaciones
y sus correspondientes responsabilidades y reparar a las víctimas del caso.

151. (…) [L]a Corte ha considerado que en el marco de los artículos 1.1, 8 y 25 de la Convención las víctimas o sus familiares tienen el derecho,
y los Estados la obligación, de que los hechos sean efectivamente investigados por las autoridades del Estado, y a conocer los resultados de la
investigación. El Tribunal recuerda que el derecho a conocer la verdad se encuentra subsumido en el derecho de la víctima o de sus familiares
a obtener de los órganos competentes del Estado el esclarecimiento de los hechos violatorios y las responsabilidades correspondientes, a través
de la investigación y el juzgamiento que previenen los artículos 8 y 25 de la Convención. Por lo tanto, en este caso la Corte no se pronunciará
respecto del alegato de la supuesta violación del artículo 13 de la Convención Americana formulado por los representantes.

152. En razón de todo lo expuesto, la Corte constata que la Masacre de Las Dos Erres se enmarcó en un contexto sistemático de violaciones
masivas a los derechos humanos en Guatemala, en el cual ocurrieron múltiples masacres. Dada la magnitud de la masacre, así como el contexto
generalizado de violencia ejercida por el Estado, resulta evidente que éste debe investigar seriamente a todos los presuntos responsables,
incluyendo la participación intelectual de altos oficiales y funcionarios estatales, así como la ubicación e identidad de las personas fallecidas. El
actuar de la judicatura del Estado y la falta de voluntad y desinterés de las autoridades han impedido el acceso a la justicia de las víctimas, y
convertido el aparato judicial en un sistema indiferente ante la impunidad.
153. En lo particular, este Tribunal considera que el uso indiscriminado y permisivo de recursos judiciales como lo es el recurso de amparo, el cual
ha sido utilizado como pilar de la impunidad, aunado al retardo injustificado y deliberado por parte de las autoridades judiciales, así como la falta
de una investigación completa y exhaustiva de todos los hechos de la masacre, han impedido la investigación, juzgamiento y eventual sanción
de todos los presuntos responsables. Por lo tanto, el Estado no ha garantizado el acceso a la justicia y reparación integral de las presuntas
víctimas del caso. Con base en las precedentes consideraciones y en el reconocimiento parcial de responsabilidad internacional efectuado por
el Estado, la Corte encuentra a éste responsable por la violación de los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 del
la misma, y por la violación de las obligaciones establecidas en los artículos 1, 6 y 8 de la CIPST y 7.b) de la Convención de Belém do Pará, en
perjuicio de las 155 víctimas del presente caso, en sus respectivas circunstancias.

154. Asimismo, este Tribunal considera que el Estado es responsable por el incumplimiento de los artículos 1.1 y 2 de la Convención Americana,
por la falta de adopción de medidas tanto de carácter normativo como de carácter práctico conducente a garantizar la efectividad del recurso de
amparo.

II. Derecho a la Familia, derecho al nombre y derechos del niño en relación con la obligación de respetar los derechos.

160. La Corte observa que los supuestos hechos sobre los cuales los representantes alegaron la violación de los artículos 17, 18 y 19 de la
Convención respecto de Ramiro Osorio Cristales se basan en que, con posterioridad al 9 de marzo de 1987, el Estado lo ha mantenido separado
de su familia sobreviviente de la masacre de Las Dos Erres, con otro nombre y otra identidad, luego de haber sido sustraído y retenido ilegalmente
por uno de los militares que participó en dicha masacre.

177. (…) [L]a Corte concluye que está establecido que en la época de los hechos en Guatemala existía un patrón de separación de niños de sus
familias, posteriormente a las masacres perpetradas por las fuerzas armadas, y de sustracción y retención ilegal de estos niños, en algunos
casos por los propios militares. Además, está establecido que dicha práctica implicó, en muchos casos, que se le cambiara el nombre y negara
la identidad de los niños. El Estado no ha negado ni alegado desconocimiento de esta situación.

178. Para efectos del presente caso, el Tribunal tendrá en cuenta esta práctica de sustracción y retención ilegal de menores y que el Estado tenía
conocimiento de ella, y la valorará como antecedente para las violaciones alegadas. Consecuentemente, la Corte debe establecer en qué
medida los antecedentes del presente caso y la situación en la que se encontraba Ramiro Osorio Cristales con posterioridad al 9 de marzo
de 1987, se enmarcaron en esta práctica sistemática de sustracción y retención ilegal de menores, como lo alegaron los representantes. Para
efectos de este análisis, se dividirán los hechos del presente caso en dos períodos: el primero respecto a los hechos que sucedieron con
anterioridad al reconocimiento de la competencia de la Corte por el Estado el 9 de marzo de 1987 y el segundo sobre aquellos hechos que
conformaron la situación fáctica de Ramiro Osorio Cristales después de tal fecha.

185. En lo que se refiere a los derechos del niño protegidos en la Convención, la Corte ha establecido que los niños tienen derechos especiales a
los que corresponden deberes específicos por parte de la familia, la sociedad y el Estado. Además, su condición exige una protección especial
debida por este último y que debe ser entendida como un derecho adicional y complementario a los demás derechos que la Convención reconoce
a toda persona. La prevalencia del interés superior del niño debe ser entendida como la necesidad de satisfacción de todos los derechos de los
niños, que obliga al Estado e irradia efectos en la interpretación de todos los demás derechos de la Convención cuando el caso se refiera a
menores de edad. Asimismo, el Estado debe prestar especial atención a las necesidades y a los derechos de los niños, en consideración a su
condición particular de vulnerabilidad.
186. De igual forma, este Tribunal ha establecido reiteradamente, a través del análisis de la norma general consagrada en el artículo 1.1 de la
Convención Americana, que el Estado está obligado a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a organizar el poder público para garantizar
a las personas bajo su jurisdicción el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos. Esta obligación no sólo presupone que los Estados se abstengan
de inferir indebidamente en los derechos garantizados en la Convención (obligación negativa), sino que además, a la luz de su obligación de garantizar
el pleno y libre ejercicio de los derechos humanos, requiere que los Estados adopten todas las medidas apropiadas para proteger y preservar dichos
derechos (obligación positiva) de todos quienes se encuentren bajo su jurisdicción.

187. Teniendo en cuenta lo señalado en los párrafos anteriores, la Corte hace notar que al momento en que el Estado reconoció la competencia
contenciosa de la Corte, Ramiro Osorio Cristales aún era niño. Por lo tanto, el Estado le debía medidas de protección especiales, adicionales y
complementarias, con el fin de garantizar el ejercicio y goce de sus derechos, incluyendo el derecho a la familia y al nombre. En consecuencia, este
Tribunal analizará la supuesta violación del artículo 19 de la Convención junto con las demás violaciones alegadas.
189. En relación con el derecho a la familia la Corte ya ha establecido en su jurisprudencia que la separación de niños de su familia constituye, bajo
ciertas condiciones, una violación de su derecho a la familia reconocido en el artículo 17 de la Convención Americana.

189. Además, este Tribunal ha señalado que “el niño tiene derecho a vivir con su familia, llamada a satisfacer sus necesidades materiales, afectivas y
psicológicas. El derecho de toda persona a recibir protección contra injerencias arbitrarias o ilegales en su familia, forma parte, implícitamente, del
derecho a la protección de la familia y del niño, y además está expresamente reconocido por los artículos 12.1 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, V de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
11.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 8 de la Convención Europea de Derechos Humanos. Estas disposiciones poseen
especial relevancia cuando se analiza la separación del niño de su familia”.

190. Lo mismo se desprende de las normas contenidas en la Convención sobre los Derechos del Niño, que establece que los derechos de los niños
requieren no sólo que el Estado se abstenga de interferir indebidamente en las relaciones privadas o familiares del niño, sino también que, según las
circunstancias, adopte providencias positivas para asegurar el ejercicio y disfrute pleno de sus derechos. (…).

191. Finalmente la Corte nota que, en el contexto de un conflicto armado interno, las obligaciones del Estado a favor de los niños se definen en el artículo
4.3 del Protocolo adicional II a los Convenios de Ginebra. Dicho artículo establece que: “[s]e proporcionarán a los niños los cuidados y la ayuda que
necesiten, y, en particular: […] b) se tomarán las medidas oportunas para facilitar la reunión de las familias temporalmente separadas (…)”. De acuerdo
con el Comité Internacional de la Cruz Roja esta obligación ha sido definida como que “las partes en conflicto deben hacer lo posible por restablecer
los lazos familiares, es decir, no solo permitir las búsquedas que emprendan los miembros de familias dispersas, sino facilitarlas incluso”.

192. En cuanto al derecho al nombre, la Corte hace notar que ha establecido en su jurisprudencia que “el derecho al nombre, reconocido en el artículo
18 de la Convención Americana, constituye un elemento básico e indispensable de la identidad de cada persona”. En este sentido, el Tribunal ha señalado
que “los Estados deben garantizar que la persona sea registrada con el nombre elegido por ella o por sus padres, según sea el momento del registro, sin
ningún tipo de restricción al derecho ni interferencia en la decisión de escoger el nombre. Una vez registrada la persona, se debe garantizar la posibilidad
de preservar y restablecer su nombre y su apellido. El nombre y los apellidos son esenciales para establecer formalmente el vínculo existente entre los
diferentes miembros de la familia”.

195. La Corte considera que el Estado tenía la obligación de adoptar todas aquellas medidas positivas que fueran necesarias para garantizar que
Ramiro Osorio Cristales pudiera ejercer y disfrutar plenamente de su derecho a vivir con su familia biológica, así como de su derecho al nombre que le
dieron sus padres. Estos derechos, y la correspondiente obligación del Estado de garantizar su ejercicio y goce es permanente, y existe para el Estado
a partir del 25 de mayo 1978 cuando Guatemala ratificó la Convención Americana. Sin embargo, este Tribunal se pronunciará sobre una posible violación
de estos derechos sólo a partir del 9 de marzo de 1987, fecha en la cual el Estado reconoció la competencia de este Tribunal, con base en la situación
fáctica existente después de la referida fecha.

198. Si bien en el año 1999 el Estado se acercó a Ramiro Osorio Cristales con el propósito de que éste rindiera su declaración como prueba anticipada
sobre lo ocurrido en la masacre de Las Dos Erres, antes de dicha fecha no realizó actividad alguna dirigida a fin de reunificarlo con su familia biológica y
devolverle su nombre e identidad. Esta omisión del Estado postergó e incluso negó a Ramiro Osorio Cristales la oportunidad de restablecer el vínculo
con su familia y de recuperar su nombre y apellidos. De esta manera incumplió con su obligación de adoptar medidas positivas que promuevan la unidad
familiar, a fin de asegurar el ejercicio y disfrute pleno del derecho a la familia, así como para garantizar el derecho al nombre de Ramiro Osorio Cristales,
el cual como medio de identificación personal y de relación con la familia biológica de una persona afecta su vida privada y familiar de manera particular.
Este incumplimiento es particularmente grave porque se enmarca en un patrón sistemático de tolerancia y desinterés por parte del Estado, el cual durante
al menos dos décadas no adoptó las medidas positivas necesarias.

199. En este sentido, y a la luz del artículo 19 de la Convención Americana, la Corte reitera la especial gravedad que reviste el que pueda atribuirse a un
Estado Parte en dicha Convención el cargo de haber aplicado o tolerado en su territorio una práctica sistemática de sustracciones y retenciones ilegales
de menores.

200. Consecuentemente, este Tribunal encuentra que la falta absoluta de acción estatal después del 9 de marzo de 1987 y hasta 1999, a fin de reunificar
a Ramiro Osorio Cristales con su familia biológica y restablecer su nombre y apellidos constituye una violación de su derecho a la familia y al nombre,
reconocidos en los artículos 17 y 18 de la Convención, en relación con los artículos 1.1 y 19 de la misma.

III. Derecho a la integridad personal en relación a la obligación de respetar los derechos y los derechos del niño.

206. En su jurisprudencia más reciente en casos de masacres, el Tribunal ha reiterado que los familiares de las víctimas de ciertas graves violaciones de
derechos humanos, como las masacres, pueden, a su vez, resultar víctimas de violaciones de su integridad personal. (…) En este tipo de casos la Corte
ha considerado violado el derecho a la integridad psíquica y moral de los familiares de las víctimas con motivo del sufrimiento y angustia adicionales que
éstos han padecido a causa de las actuaciones u omisiones posteriores de las autoridades
estatales con respecto a esos hechos y debido a la ausencia de recursos efectivos. La Corte ha considerado que “la realización de una investigación
efectiva es un elemento fundamental y condicionante para la protección de ciertos derechos que se ven afectados o anulados por esas situaciones”,
como lo es en el presente caso el derecho a la integridad personal.

207. Asimismo, la Corte considera que en el presente caso no puede dejar de observar la política de Estado durante el conflicto interno, que comprendía
acciones militares, entre las cuales se encontraban las masacres y las operaciones de “tierra arrasada”, y que tenía como objetivo la destrucción del
núcleo familiar completo, que por la naturaleza propia de las masacres afectaba a toda la familia. Dentro de este contexto se enmarcó la masacre de Las
Dos Erres.
215. (…) [E]sta Corte estima que los dos entonces niños, Ramiro Osorio Cristales y Salomé Gómez Hernández, han sufrido afectaciones a su salud física
y psicológica de manera particular por la falta de justicia y la impunidad prolongada en el presente caso, y que dichas experiencias han impactado en sus
relaciones sociales y laborales, alterado la dinámica de sus familias y siguió causando sufrimiento y temor a que se repitan las agresiones o se vaya a
atentar contra su vida. Es evidente, además, la afectación psicológica y el sufrimiento duradero que padeció Ramiro Osorio Cristales, provocado por
haber tenido que vivir alejado de su familia, con otro nombre e identidad.

217. Por lo expuesto, la Corte considera que en el presente caso, la gravedad de los hechos de la masacre y la falta de respuesta judicial para esclarecer
éstos ha afectado la integridad personal de las 153 presuntas víctimas familiares de las personas fallecidas en la masacre. El sufrimiento y daño
psicológico que éstos han padecido debido a la impunidad que persiste a la fecha, después de 15 años de haberse iniciado la investigación, hace
responsable al Estado de la violación del derecho reconocido en el artículo 5.1 de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio
de las referidas personas. Además, por las razones expresadas anteriormente, y por las condiciones particulares señaladas respecto a los dos
sobrevivientes de la masacre, esta Corte considera que el Estado violó el artículo 5.1 de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1 y 19
de la misma, en perjuicio de Ramiro Osorio Cristales y Salomé Gómez Hernández.

IV. Derecho a la propiedad privada en relación con la obligación de respetar los derechos.

222. La Corte observa que los hechos señalados en la demanda, los cuales constituyen el marco fáctico del presente caso, se refieren a los actos que
afectaron bienes muebles propiedad de los pobladores del parcelamiento de Las Dos Erres. En este sentido, la demanda, así como el Informe de
Admisibilidad y Fondo No. 22/08 de la Comisión, únicamente indican que “[l]os soldados a su cargo se apoderaron de todo lo que encontraron: enseres
domésticos, animales, granos, entre otros. (…) Al día siguiente los soldados y patrulleros quemaron las casas de Las Dos Erres”. Al respecto, la Corte
señala que si bien hubo afectaciones al derecho de la propiedad de los pobladores del Parcelamiento de Las Dos Erres en el contexto de la masacre,
este Tribunal carece de competencia para pronunciarse sobre la alegada violación, debido a que sucedieron con anterioridad al reconocimiento de
competencia de su jurisdicción, y no constituyen violaciones continuadas que le permitan pronunciarse sobre ellas.
19. Reparaciones

La Corte dispone que,

- La Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas constituye, per se, una forma de reparación.

- El Estado debe investigar, sin mayor dilación, de forma seria y efectiva los hechos que originaron las violaciones declaradas en la Sentencia de
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, con el propósito de juzgar y, eventualmente, sancionar a los presuntos responsables.

- El Estado debe iniciar las acciones disciplinarias, administrativas o penales que sean pertinentes, de acuerdo con su legislación interna, contra las
autoridades del Estado que puedan haber cometido y obstaculizado la investigación de los hechos.
- El Estado debe adoptar las medidas pertinentes para reformar la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad en Guatemala.

- El Estado debe proceder a la exhumación, identificación y entrega de los restos de las personas fallecidas en la masacre de Las Dos Erres a sus
familiares.

- El Estado deberá implementar cursos de capacitación en derechos humanos a diversas autoridades estatales.

- El Estado debe publicar, por una sola vez, en el Diario Oficial y en otro diario de circulación nacional, los Capítulos I, VIII; IX y X; el párrafo 222 del
Capítulo XI, y los párrafos 225, 229 a 236, 238 a 242, 244 a 249, 251 a 254, 256, 259 a 264, 265, 268 a 270, 271 a 274 y 283 a 291 del Capítulo XII, de
la Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, incluyendo los nombres de cada capítulo y del apartado respectivo - sin las notas
al pie de página correspondientes, y la parte resolutiva de la misma. Adicionalmente la Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas
se deberá publicar íntegramente, al menos por un año, en un sitio web oficial del Estado adecuado.

- El Estado debe realizar los actos públicos ordenados.

- El Estado debe levantar un monumento.

- El Estado debe brindar el tratamiento médico y psicológico que requieran las 155 víctimas.

- El Estado debe crear una página web de búsqueda de niños sustraídos y retenidos ilegalmente.

- El Estado debe pagar las cantidades fijadas en los párrafos 292 a 295 y 303 y 304 de la Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas, por concepto de indemnización por daño inmaterial y reintegro de costas y gastos.

- La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de la Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, en ejercicio de sus atribuciones
y en cumplimiento de sus deberes conforme a la Convención Americana, y dará por concluido el presente caso una vez que el Estado haya dado cabal
cumplimiento a lo dispuesto en la misma. El Estado deberá presentar, dentro del plazo de un año contado a partir de la notificación de la Sentencia de
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, un informe sobre las medidas adoptadas para cumplir con la misma.
20. Puntos resolutivos

La Corte dictamina que,

- Acepta el reconocimiento parcial de responsabilidad internacional efectuado por el Estado.

- El Estado violó los derechos a las garantías y protección judicial consagrados en los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, y violó las obligaciones establecidas en los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana
para Prevenir y Sancionar la Tortura y en el artículo 7.b) de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la
Mujer, en perjuicio de las 155 víctimas del presente caso, en sus respectivas circunstancias.
- El Estado incumplió la obligación de respetar los derechos y el deber de adoptar disposiciones de derecho interno, consagrados, respectivamente, en
los artículos 1.1 y 2 de la Convención Americana de Derechos Humanos.

- El Estado violó los derechos a la protección a la familia y al nombre consagrados en los artículos 17 y 18 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con los artículos 1.1 y 19 de la misma, en perjuicio de Ramiro Antonio Osorio Cristales.

- El Estado violó el derecho a la integridad personal consagrado en el artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación
con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de las 153 víctimas, en los términos de los párrafos 204 a 217 de la presente Sentencia. Asimismo, el Estado
violó el derecho a la integridad personal consagrado en el artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con los
artículos 1.1 y 19 de la misma, en perjuicio de Ramiro Antonio Osorio Cristales y Salomé Armando Gómez Hernández.

- No corresponde emitir un pronunciamiento sobre la alegada violación del derecho a la propiedad consagrado en el artículo 21 de la Convención.

21. Voto(s) separado(s)


Nombre Juez ad hoc Ramón Cadena Rámila
Tipo de voto Voto Razonado Concurrente (Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas)

SECCIÓN C: ACTUACIONES POSTERIORES A LA SENTENCIA


22 Sentencia de interpretación No se consigna
- Fecha de última resolución: 4 de setiembre de 2012

- La Corte declara que,

(i) El Estado ha dado cumplimiento a los siguientes puntos resolutivos de la Sentencia:

a) realizar los actos públicos ordenados, habiendo efectuado un acto público de reconocimiento de
responsabilidad internacional en Ciudad de Guatemala, así como otro en la localidad de Santa Elena, y
Supervisión de cumplimiento
23 proyectar en este último acto el video documental sobre los hechos ocurridos en la Masacre del Parcelamiento
de sentencia
de Las Dos Erres (punto resolutivo decimocuarto de la Sentencia);
b) realizar los pagos correspondientes a las cantidades fijadas por concepto de indemnización por daño
inmaterial a favor de 13 víctimas (punto resolutivo decimoctavo de la Sentencia), y
c) efectuar el pago del reintegro de costas y gastos (punto resolutivo decimoctavo de la Sentencia).

(ii) De conformidad con lo señalado en los Considerandos pertinentes de la presente Resolución, se


encuentran pendientes de cumplimiento los siguientes puntos resolutivos de la Sentencia:

a) investigar, sin mayor dilación, de forma seria y efectiva los hechos que originaron las violaciones declaradas
en la Sentencia, con el propósito de juzgar y, eventualmente, sancionar a los presuntos responsables (punto
resolutivo octavo de la Sentencia);
b) iniciar las acciones disciplinarias, administrativas o penales que sean pertinentes, de acuerdo con su
legislación interna, contra las autoridades del Estado que puedan haber cometido y obstaculizado la
investigación de los hechos (punto resolutivo noveno de la Sentencia);
c) adoptar las medidas pertinentes para reformar la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad en Guatemala (punto resolutivo décimo de la Sentencia);
d) proceder a la exhumación, identificación y entrega de los restos de las personas fallecidas en la masacre
de Las Dos Erres a sus familiares (punto resolutivo undécimo de la Sentencia);
e) implementar cursos de capacitación en derechos humanos a diversas autoridades estatales (punto
resolutivo duodécimo de la Sentencia);
f) realizar la proyección del video documental sobre los hechos ocurridos en la Masacre del Parcelamiento
de Las Dos Erres en un departamento de la zona occidental en el que se hayan producido graves violaciones
de los derechos humanos durante el conflicto armado interno y realizar lo conducente, de conformidad al
párrafo 263 de la Sentencia, a efectos de que dicho video “se[a] distribuido lo más ampliamente posible entre
las víctimas, sus representantes y las universidades del país para su promoción y proyección posterior (punto
resolutivo decimocuarto de la Sentencia);
g) levantar un monumento (punto resolutivo decimoquinto de la Sentencia);
h) brindar el tratamiento médico y psicológico que requieran las 155 víctimas (punto resolutivo decimosexto de
la Sentencia);
i) crear una página web de búsqueda de niños sustraídos y retenidos ilegalmente (punto resolutivo
decimoséptimo de la Sentencia), y
j) realizar los pagos de las cantidades fijadas por concepto de indemnización por daño inmaterial a favor de
21 víctimas nombradas en el Considerando vigésimo cuarto (punto resolutivo decimoctavo de la Sentencia).

- La Corte resuelve,

(i) Requerir al Estado de Guatemala que continúe adoptando todas las medidas que sean necesarias para dar
efectivo y pronto acatamiento a los puntos pendientes de cumplimiento de conformidad con lo estipulado en el
artículo 68.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

(ii) Solicitar al Estado que presente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el 15 de enero de 2013, un
informe completo y pormenorizado en el cual indique todas las medidas adoptadas para cumplir las reparaciones
ordenadas por este Tribunal que se encuentran pendientes de cumplimiento y, en su caso, explique las razones
por las cuales no haya podido dar cumplimiento en esa fecha a las medidas que continúen pendientes.

(iii) Solicitar a los representantes de las víctimas y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que
presenten las observaciones que estimen pertinentes al informe del Estado mencionado en el punto resolutivo
anterior, en los plazos de cuatro y seis semanas, respectivamente, contados a partir de la recepción del informe.

(iv) Continuar supervisando los puntos pendientes de cumplimiento de la Sentencia de excepción preliminar,
fondo, reparaciones y costas de 24 de noviembre de 2009.

(v) Que la Secretaría de la Corte notifique la presente Resolución a la República de Guatemala, a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos y a las víctimas o sus representantes.
CONCLUSIONES
• En Guatemala dejó una profunda huella en la historia del país y es un recordatorio
doloroso de los horrores de la guerra. La masacre fue debidamente planificada como parte de la
política contrainsurgente implementada en esa época. Representó un castigo y advertencia a los
pobladores por su supuesta colaboración con la guerrilla. Sin embargo, se comprobó que la
población de Las Dos Erres se dedicaba a actividades agrícolas y no se encontraron armas en
el lugar.
• La Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió una sentencia condenatoria en
este caso, reconociendo la responsabilidad internacional del Estado de Guatemala y la necesidad
de justicia para las víctimas. Esta sentencia recoge elementos fundamentales para la historia del
país, incluyendo la planificación de la masacre y la falta de justificación para la violencia
perpetrada contra los habitantes de Las Dos Erres.
• Violación de Derechos Humanos el acto de violar a las mujeres en épocas de conflicto
fue una práctica estatal “dirigida a destruir la dignidad de las mujeres a nivel cultural, social,
familiar e individual” (Caso de la Masacre de “Las dos Erres” es un triste recordatorio de la
importancia de la justicia, la memoria histórica y el respeto a los derechos humanos en tiempos
de conflicto).
E-GRAFÍA
https://cejil.org/comunicado-de-prensa/guatemala-exigimos-una-sentencia-justa-en-el-caso-de-
la-masacre-de-las-dos-erres/
https://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_211_esp.pdf
https://www.plazapublica.com.gt/sites/default/files/dos_erres_el_largo_camino_hacia_la_justicia
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https://www.plazapublica.com.gt/sites/default/files/tomo_6_y_7_anexo_i_casos_ilustrativos_1.p
df
https://memoriavirtualguatemala.org/wp-content/uploads/2020/12/La-masacre-en-Dos-
Erres_0.pdf
https://myrnamack.org.gt/images/stories/fmm/archivos/comunicados/2011/Comunidado_FMM_s
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https://www.dw.com/es/guatemala-arrestan-a-jos%C3%A9-ortiz-por-masacre-en-dos-erres/a-
57473527
https://memoriavirtualguatemala.org/?s=dos+erres

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