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La escena se desarrolla una tarde de mucho calor, en una casa de la costa venida abajo.

Un sillón, una mesa, muebles viejos y algunos cachivaches que guardan una larga historia
familiar.
CATALINA está limpiando. Se esmera en ordenar el caos de la casa para las visitas que
espera. Sus movimientos son casi histéricos pero distraídos. Acaba de llegar del entierro de
su padre y se encuentra envuelta en una revolución de emociones que la tienen un tanto
ida.
Sentada en el sillón se encuentra ANA, prima de CATALINA. Es la primera vez que vuelve al
pueblo y se encuentra con lo que quedó de su familia luego de diez años. Está embarazada
y aún no lo ha contado. El día de extremo calor la está descomponiendo, o quizás son los
recuerdos, o quizás el miedo, o quizás la necesidad de reconstruir y reprogramar una
historia. Observa a su prima mayor, el espacio, los objetos, las paredes, los pisos. La
sacuden los recuerdos. Quiere vomitar. Se quiere olvidar.
ANA: ¿Te ayudo con algo? No sé, algo… Preparo algo para comer, para tomar … (Ella
quiere hablar de otra cosa, gritar su embarazo, gritar que se arrepiente, gritar y vomitar, y
quiere que su prima la abrace, la perdone. No puede. Se pone ansiosa, está nerviosa).
¿Querés alguna cosa en particular? Puedo salir a comprar, o nos arreglamos con lo que
hay acá. No sé, decime vos. Como prefieras… Si querés puedo…
CATALINA: (La interrumpe entre risas). No hace falta que salgas a comprar nada. Acá hay
un par de cosas. Hace demasiado calor para andar caminando abajo del sol. Aparte a esta
hora no hay nada abierto. (Piensa, como si intentara recordar algo). Bah, sí, el barcito de la
esquina. Pero no tiene nada que … nada para llevar. Como para comer ahora, digo. ¡No
estamos en la capital! (Por si se olvidó, ya que se ausentó tantos años dejándola sola con
su padre gravemente enfermo, se lo recuerda). Acá la gente duerme siesta,
religiosamente, duerme siesta. Y los domingos se descansa…
ANA: Tenés razón. Tengo la cabeza en cualquier lado. Es que hace tantos años que no…
CATALINA: Está bien. (Ya lo sabe. No quiere hablar del tema. La enoja. En el fondo le
duele. Sabe que ese dolor nunca sanó, aunque le gusta jugar a ser la mujer fuerte y
extremadamente comprensiva). ¿Te parece que preparo unos mates? Hace mucho calor,
pero…
ANA: Yo tomo mate igual (Es que fueron incontables las madrugadas de charlas
existenciales entre viajes y mates)
CATALINA: Sí, ya sé (Sonríen cómplices. CATALINA prepara el mate. Algo en ANA se va
soltando y comienza a inspeccionar la vieja y ya conocida casa), con poca azúcar, algunos
yuyos y casi lavado
ANA: (Ha encontrado una antigua lata) ¡La lata de golosinas! ¡No lo puedo creer! ¡Todavía
la tenés! (Comienza a revolver. Saca varios papeles) Los roclets de la suerte… (Ambas
recuerdan, nostalgian, se extrañan. El sonido del timbre interrumpe el viaje en el tiempo).
CATALINA: ¿Abrís vos? (ANA abre la puerta y se encuentra con su hermana JULIETA. Luce
agotada, y también un poco exaltada. Ella ha estado buscando a su hermana menor por
todos lados, anduvo por la playa y sus pies están cubiertos de arena. Al encontrarse las
dos permanecen quietas por un instante. Lourdes la toma por la espalda y la hace
ingresar).
ANA: Dale, pasá. Pasá que hace un calor de locos y ya estás toda colorada. Ahí te traigo
algo fresco.
JULIETA: (Se acerca fastidiosamente al sillón mientras observa cada rincón de la casa de su
infancia. Se deja desplomar en él emanando un gran suspiro de enojo y fastidio. Su
hermana le acerca el vaso de agua. ANA lo recibe sin darle demasiada importancia.
Necesita cosas más importantes de su hermana. Un vaso de agua fría un día de calor no
aclara un asado manchado de silencios). Esta piba me va a matar. Bah, la voy a matar. ¡Yo
la voy a matar a ella! ¡No me contestó ningún mensaje! ¡La llame alrededor de treinta
veces! ¡La busqué por todos lados! ¡Hasta bajé a la playa a ver si estaba pelotudeando por
ahí! ¡y nada!
ANA: Bueno, ya va a aparecer. Dejala, hay que darle un poco de tiempo para que pueda…
JULIETA: ¿Tiempo? ¡Tiempo! La cabeza contra la pared hay que darle… ¡A ver si así
reacciona!
CATALINA: (Activando su modo zen. Ese que la salvó de enloquecer, o eso es lo que ella
cree, mientras juagaba a ser la enfermera full time de un padre que moría a cada hora.).
Ya se va a dar la cabeza contra la pared. La vida solita se encarga de andar desparramando
golpes que parece que nosotros con mucho gusto recibimos. Después llega el momento
que ya no nos dan los brazos para agarrar todos esos regalitos sorpresas que nos manda la
vida…(Timbre). Mirá, ahí llegó. (CATALINA va a abrir, pero se sorprende al ver que quien
está en la puerta es CIELO, su hermana menor. Ante el silencio, JULIETA y CATALINA,
voltean a ver quién es. CIELO entra, pero permanece cerca de la puerta. Es evidente que no
quiere estar ahí. La verdad es que le duele, le duele el pasado y que el tiempo no se pueda
volver atrás. En este estado saluda y permanece inmóvil junto al perchero. Tratando de
evitar encontrarse con los recuerdos, mantiene la mirada perdida hasta que se encuentra
con la caja de golosinas y su mundo interno hace implosión. Por fuera se la ve entera, por
dentro todo se ha revolucionado).
CATALINA: (Queriendo romper la tensión que es evidente). Bueno … ¿vamos a tomar unos
mates entonces?
CIELO: Eh, no. Yo paso. (Nunca le gustó el mate. Antes lo hacía sólo por compartir con
ellas. Ahora no le interesa. No tiene nada que simular ni tolerar)
CATALINA: Ya sé que vos no tomás mate ¡nada caliente! ¿Jugo, agua, helado… un cubito?
CIELO: No, ni jugo ni agua, ni helado. Quiero la caja. Abramos esa caja de una vez así me
puedo ir, y ustedes si quieren siguen con el mate o con lo que prefieran.
JULIETA: No podemos abrir la caja porque la falta la tarada de Juana que no da señales de
vida. ¡Nadie sabe dónde está! (Saca el celular para chequear alguna posible novedad).
CIELO: Yo me la crucé viniendo para acá. Está acá nomás, en el barcito de la esquina…
JULIETA: Sí, seguro con el flaco ese que conoció hace cuánto ¿cinco horas? Todo bien,
pero… no podés llegar a un… a un… (no puede decir “velorio” o “entierro”, o nada que
tenga que ver con la muerte, con los finales, con las despedidas), a “esto”, con un flaco “x”
que conociste cuando te fuiste del… del… ¡del velatorio de tu tío! ¡a un boliche! ¡a ponerte
en pedo! y después… ¡volver en “ese estado”! ¡No, no, no! ¡No puedo! ¡me explota el
cerebro!
ANA: Es chica Julieta, es lógico que viva esto de otra manera. Para ella la historia es
diferente. El tío, la playa, la casa… ella acá está en la costa, y salió porque la noche estaba
linda, y conoció a un chico, y…
JULIETA: Y conoció a un chico, conoció a un chico… No era momento para conocer a un
chico. ¡Era momento de despedir a su tío!
ANA: Nunca es momento de conocer… Esas cosas pasan
JULIETA: ¡Ah perdón! ¡perdón! Me olvidaba que hablo con la hermana que piensa que
(melodramáticamente) “esas cosas se dan”, que el amor te golpea, que uno nunca sabe,
que puede ser “cualquiera” (es claro que dejaron de hablar de su hermana menor), que
esas cosas no se planean, que hay que vivirlo…
ANA: Yo no estoy diciendo eso, lo que yo quiero decir…
JULIETA: No, no. Yo ya entendí muy bien lo que querés decir. Lo que decís es lo que
hiciste, lo que hacés. Está bien. Por lo menos no sos tan hipócrita y proclamás tu teoría del
amor. Yo pienso que tu forma de ver y vivir el amor es una mierda, ¡por lo menos para los
demás es una mierda!
CATALINA: Bueno chicas, por favor no es momento. (A JULIETA). Tomá, dale, tomá un
mate, dale.
JULIETA: No. No quiero mate. Quiero un vodka, abrir la caja e irme a la mierda.
CIELO: Bueno vamos ¡ya somos dos!
ANA: Quedate tranquila que yo también quiero saber qué carajo tiene esa casa así me
puedo ir de acá de una buena vez y para siempre.
CIELO: (Desparramando ironía) ¡Genial! ¡Somos tres!
CATALINA: (Se queda con el mate en la mano sin saber qué hacer, decepcionada porque
nada está funcionando como desea. Esas mujeres crecieron, cambiaron, el tiempo pasó y
ya no son las mismas que hacían pijamadas y contaban su primer beso abrazando
almohadones y sonrojadas de felicidad. La escena se detiene. CATALINA, en un tiempo
paralelo desnuda sus deseos más íntimos). A veces desearía que el tiempo corra, como
como corren las emociones dentro mío en este momento. Y no estoy hablando de que
todo pase extremadamente rápido. Tampoco de volver atrás. Que pase, eso... que
simplemente se vaya. Anular esos presentes eternos de tiempos que no quiero que
existan. ¡Que no puedo tolerar! Ni siquiera hablo de cambiar los hechos, sino de cambiar
el curso del tiempo. ¡Eso! Que no sea unidireccional, que sea atolondrado y veloz, que te
maree y pasee por la historia. Un tiempo noble que te evite el dolor, que cuando el
desastre se acerca el tiempo corra, corra rápidamente. Y entonces, el recuerdo no sería
tan horroroso. Pasó rápido, se fue, se fugó a un tiempo mejor. Pasado, presente, futuro...
da igual.
El punto es, yo creo que el tiempo tiene el complejo de ser un gran maestro. Y como
aprendemos equivocándonos, parece que se regocija de nuestros errores, en nuestros
dolores. "Está aprendiendo", dice. Y entonces te manda otra pruebita. Porque los
maestros son así. Tema nuevo, prueba, trabajo práctico, prueba, tema nuevo, lección oral,
exposición, prueba. Y al final … Al final nos pasamos toda la vida rindiendo evaluaciones
para cumplir con los contenidos que muy arbitrariamente se propone nuestro gran
maestro: el señor tiempo.
Pero este maestro, no es un maestro cualquiera. Es un maestro muy lúdico. ¡Le encanta
jugar a la escondida! Parece que se fue ¡Pero no! Vemos las huellas en el barro que dejó la
tormenta. Y sabemos dónde se escondió, pero no piensa moverse de ahí para que el juego
avance. Juega a picar pero no se mueve, y sabes dónde está pero no lo ves. Juega a irse y
no se va. Quedan las huellas, queda el barro.
Eso nos pasó a nosotras. Jugábamos a irnos cuando lo que más queríamos era quedarnos.
Pero en ese entonces nos ganaron las diferencias y sólo nos remitimos a dejar nuestra
huella marcada. Lo que no tuvimos es cuenta es que esa huella no dura para siempre,
porque llueve y se hace más barro, porque vienen otros y dejan sus huellas por encima de
la nuestra, porque el viento mueve árboles y sus hojas caen formando una montaña que la
cubre.
Y así todas quedamos detrás de nuestro árbol. Escondidas. Viendo cómo nuestra huella se
borraba cada vez más y como el tiempo para ir a picar al árbol de la otra cada vez era
menor. Todavía hoy seguimos esperando que el tiempo pase rápido. Que nos maree. Y
que cuando ese torbellino pare, sea porque una dijo "piedra libre para todos mis compas”.
Así nos salvamos todas. (Tocan timbre y todo vuelve al presente tenso y decepcionante.
Entra JUANA, presenta un look medio de playa medio de boliche, lentes oscuros. Se
abanica exagerada y alocadamente. Trae a la rastra a EMA, que no está muy segura de
querer pasar).

JULIETA: ¡Y apareció nomás!


JUANA: (Saludando enérgicamente a todas. Parece una diva trucha de esas novelas que
nadie mira. O todos miran.) Hola, hola ¡Ay! ¡Qué calor!, ¡Hola, hola! (A EMA) Dale, vení
¡Vení te digo! ¡Pasá! No seas tímida. Las chicas son geniales. Chicas, les presento a Ema.
¡Ema, vení te digo! ¡Saludalas! Tienen cara de velorio, pero nada que sea permanente.
Ellas no son así…
JULIETA: Capaz que la cara de velorio es porque falleció el tío. No sé, digo…
JUANA: Alma, ubícate un poco por favor.
CATALINA: Hola. (A EMA). Disculpanos a todas. Es un momento un poco… particular.
JUANA: ¡Cata! ¿No tenés un ventilador o algo? Estoy que me muero, totalmente derretida.
Me maté al sol. Es que el día en la playa esta hermoso. ¡Es todo un día de playa!
JULIETA: Bueno basta. Basta boluda. Era tu tío, tu único tío. Ya no sos una nena como para
hacer estas estupideces.
ANA: Juana de verdad, ubícate un poco. Calmate, sentate. Te estamos esperando hace
rato, y ya sabés por qué.
EMA: La caja…
CATALINA: ¿Perdón?
EMA: Perdón. Ay, de verdad, discúlpenme. Lo que pasa es que yo conocía a tu papá y me
habló de la caja (EMA acaba de descolocar a todas, incluso a JUANA que, increíblemente
se ha quedado muda un instante y ha parado de abanicarse).
CIELO: ¡Ah bueno! ¿Pero qué carajo tendrá esa caja?
CATALINA: No tengo idea. Debe ser algo importante, sino no nos hubiera pedido que nos
juntemos todas acá para abrirla, y no le hubiera dicho a … (no se acuerda el nombre).
EMA: Ema…
CATALINA: Ema, que viniera.
CIELO: Me importa poco la caja. Si quieren después me llaman y me cuentan el regalito de
navidad que nos dejó (Avanza hacia la puerta). Yo me voy.
ANA: Era tu viejo Cielo. No es la caja, es por tu viejo. Era lo que él quería
CIELO: Me importa poco lo que quería mi viejo
ANA: Ema, era tu viejo
CIELO: Sí, era mi viejo, un viejo de mierda. Eso es lo que era
JULIETA: Era una buena persona
CIELO: Tu tío era una buena persona, mi papá, era un viejo de mierda. (Nuevamente la
escena se detiene. CIELO lucha entre lo que fue y no, entre su mundo perfecto y lo que
quedó de él, entre la ambigüedad de amar al padre que odia)
Sí… mi papá era un viejo de mierda. No digo que siempre lo haya sido, tampoco digo lo
contrario. No sé, no me interesa, y no me acuerdo. No recuerdo porque decidí olvidar y
dejar atrás. No recuerdo una mirada cómplice de él, ni cariñosa, ni su sonrisa, ni que
llegue de su trabajo corriendo para jugar conmigo, no recuerdo su voz, y tampoco me
acuerdo si alguna vez lo vi como una especie de un súper héroe. No me acuerdo. Y no me
acuerdo porque elegí olvidar.
Tengo baches en la memoria, lagunas de aguas negras pero calmas. Y ahí él no está. Pero
mamá sí. Mamá siempre estuvo. Ella me enseñó cosas admirables. Y así como ella, a su
forma, se sobrepuso a la vida, yo fui encontrando la manera de sobrevivir a la mía. No
sabía que la vida era eso, pequeños instantes de placer y después supervivencia. No lo
sabía hasta que una noche lo supe. Y esa noche todo cambió, absolutamente todo. Esa
noche nunca más vio luz. Mientras mi mundo perfecto se derrumbaba lentamente, sentí
que la inocencia se me escapaba del cuerpo. Y a gran velocidad corrían tras ella la
esperanza, los sueños adolescentes, las postales familiares, el amor. Quizás fue por eso
que yo también corrí. Quizás no me escapé. Quizás fui detrás de ello que me pertenecía y
no quería perder. Porque en ese entonces no sabía lo que era perder, en ese entonces no
había lagunas negras, ni olvidos, ni noches.
Corrí, corrí sin saber a dónde. Sólo sabía que me escapaba para no volver, para dejar todo
atrás. Mamá, papá, primas, hermana, y a mí. Nunca más podría ver ni verme igual. No
quería. Sabía que no iba a poder vivir con recuerdo de una verdad que se me había
develado y tácitamente entendía que se trataba del secreto más oculto de mis padres, de
mi tía. De la familia más hipócrita que hubiera imaginado. Así que crucé la puerta y la
cerré. Y jure nunca más volverla abrir.
Solía decir que cada persona es un mundo, pero sonaba demasiado dramático, hasta
solemne: “un mundo”. Y entonces llegué a la conclusión de que cada persona es una casa.
Más simple, una casa. Una casa con diferentes colores y estructuras. Algunas hermosas
por fuera y podridas por dentro. Otras horrorosas por fuera y realmente hermosas por
dentro. ¿Pero qué importa lo de adentro? Si la gente pasa y sólo ve el frente, sólo se fija
en estupideces como qué tan arreglado está el jardín, o qué tan bien pintada está la reja. Y
ya. Por eso conocen la casa, y pueden hacer un juicio de valor sobre ella. Por eso nos
conocen y pueden hacer un juicio de valor de nosotros. No saben que dentro hay millones
de habitaciones, con millones de sentimientos, y millones de colores.
Y de todas mis puertas, hay una que esa noche me prometí no volver abrir. La del sótano.
Ahí guardé lo más ruin. Ahí guardé el olvido. Todo todo acomodado perfectamente en
pequeñas cajas. Pequeñas cajas que se van acumulando con los años. Me esforcé por
mantener cerrada la puerta de la memoria. Pero un día cualquiera puede llegar un
llamado que tira abajo la madera podrida que esconde el dolor. Y acá estoy, regresando
del escape perfecto, jugando a ser lo valiente que no fui esa noche.

EMA: Yo, eh… yo… ay disculpen… (No sabe cómo decir lo que vino a decir. Lo que tiene que
decir. Necesita vomitar su vida y que la abracen, y la acepten). Perdón. Sé que llegué en un
momento horrible. Horrible. Muy poco oportuno. Todas ustedes deben estar pasando un
dolor … inmenso y ... (Está hablando de ella) … es terrible perder a alguien que uno quiere
tanto. Te desgarra… No hay palabras. No. No hay palabras. Son como cuchillos ¿no?,
cuchillos que te van atravesando el pecho y se te corta el aire, y sentís que no podés
respirar, pero sí podés. Lo que pasa es que sentís que ya no querés. Que no te interesa.
Porque hay una parte de uno que se va para siempre con esa persona que ya no está. El
que queda acá, el que vive, también se siente muerto. Es… ay, disculpen, yo… (De pronto
todas entraron en el estado de tristeza absoluta de EMA).
CATALINA: (Le acerca un vaso de agua) Tomá, tomá. Sentate. Tranquila eh… (Otra vez se
olvidó el nombre y JUANA se lo dice). Ema, Ema... Se nota que lo querías mucho.
EMA: Sí…
ANA: ¿De dónde lo conocías?
EMA: Bueno, yo… es una historia larga. Él era amigo de la familia, de, de mi mamá…
(CIELO explota en risas)
CIELO: ¡Qué viejo hijo de puta!
CATALINA: ¡Cielo!
CIELO: ¡Qué viejo hijo de puta! ¡hijo de puta!
CATALINA: ¡Basta Cielo!
CIELO: ¡Ay, pero por favor! ¿Todavía no se dieron cuenta? ¡¿De verdad no se dan cuenta?!
(A ANA) ¡Decime que, aunque sea vos, te diste cuenta!
ANA: ¿Cuenta de qué?
CIELO: ¡Ah no! Pero yo no lo puedo creer. (Explicando irónicamente) A ver… volvamos al
pasado, viajemos en la memoria, en los recuerdos. Primero, de un día para el otro
consigue un trabajo que hace que se ausente de casa dos días enteros. Dos días está, dos
no, dos sí, dos no.
CATALINA: Papá era enfermero, ridícula
CIELO: (Gran revoleo de ojos ante el comentario de su hermana y prosigue). Después
guardias largas. Una semana sí, otra no. Una sí, otra no.
JULIETA: La tía no trabajaba Cielo, probablemente necesitaran la plata.
CIELO: Pero esperá. (Aumentando su ironía a un nivel extremo). Porque todavía no llega el
final final, ¡el gran final revelador! Mágicamente lo trasladan a la costa porque su salud
necesita este clima húmedo de mierda. ¡Y zaz! Todos a vivir a la costa. Todos: papá,
mamá, hijas, tía, primas…
ANA: Sabés que tu papá siempre nos cuidó como si fuéramos sus hijas
CIELO: (No le presta atención). Y de pronto tiene una amiga, muy amiga (A EMA) ¿cómo se
llama tu mamá?
EMA: Elena
CIELO: Una amiga llamada Elena, que son tan pero tan amigos con papito, que la hija de
Elena llora a papito, “amigo de su mamá” más que sus propias hijas. ¿Se entendió? ¿o
hago un croquis?
CATALINA: Me parece que estás fabulando un poco.
CIELO: (Explotando años atragantados del silencio de la repetición). Y a mí me parece que
vos sos una negadora, una gran negadora. Que naciste con un cartel de “no” gigante que
te va creciendo por hora.
EMA: Tiene razón. (Pausa. Todas la miran. No saben a quién le está dando la razón. En
verdad lo saben, pero son familia y hay cosas que se heredan. Todas evaden. Esta vez no
se detiene el tiempo. Mientras EMA habla, el resto de los personajes se encuentran
petrificados como en esas pesadillas en las que queremos correr, pero el cuerpo no nos
responde. La miran, se miran, acumulan y presencian aquellas fantasías más desopilantes
con las que pudieran haber fantaseado).
No hay nostalgia peor que añorar aquello que jamás sucedió. ¿No? Bueno, eso es lo que
dice la gente. Y yo todos los días me repito a mí misma “no hay nada peor que añorar
aquello que jamás sucedió”. Es que las fantasías que nos generamos son tan grandes y
hermosas, y perfectas, que uno desearía vivir para siempre en ellas. Y que se cumplan,
claro. Claro, que esa fantasía se haga carne en la realidad. Lo que pasa es que cuando vas
en busca de lo verdaderamente querés, eso que no te da lo mismo. Esa respuesta
cambiaría radicalmente tu vida para siempre. Y entonces tenés las dos opciones: la
materialización del sueño, o el cachetazo al alma.
Yo recuerdo verlas felices. Riendo, jugando, juntas. Todas juntas. Siempre juntas. Las
miraba del otro lado del parque, desde la orilla del mar, desde la vereda del frente.
Siempre del otro lado. De ese otro lado del mundo donde no hay risas ni juegos. De ese
otro lado donde todo está oscuro y el aire es denso. Y muchas veces cuesta respirar.
Yo quería cruzar, de verdad quería cruzar. Cruzar corriendo y pertenecer. Cruzar corriendo
y apropiarme de mi identidad. Porque sin pasado no hay futuro, y sin presente no hay
nada. Pero en mi inocencia había prometido que ellas jamás se enterarían de mí. La
promesa que me robó la identidad sólo para cuidar a mi mamá, y ahorrarle dolor, y
ayudarla con sus bolsas de mandados. Bolsas que son solo suyas, pero por extrema
nobleza decidí cargar. Quizás sólo para no verla llorar más. Y así ella dejó de llorar, y
empecé a llorar yo. A llorar lo que ella no llora. Y a silenciarme como ella me enseñó.
Pero ya no más. Hoy ya no más. Las bolsas ajenas pesan más que las propias. Y lamento en
el alma, de verdad, lamento en el alma que ella haya aceptado el silencio y se haya
conformado con lo que fue y no fue. Pero yo no. Yo no soy responsable de las malas
decisiones que tomaron mis padres, de sus mentiras. Eso es de ellos.
Ellas son parte de mí. Mi identidad me pertenece y ellas también tienen el derecho a
conocer la suya. Hoy finalmente, después de protagonizar años en la vereda del frente, la
cruzo para decirlo. Para decirles. Porque la verdad sana. Y ellas tienen derecho a saber
que soy su hermana. Y yo tengo el derecho de la palabra, de mis palabras, y con ellas la
posibilidad de una nueva historia.

CIELO: (Qu corrobora lo que sintió en el instante que JUANA presentó a EMA) ¡Yo sabía!
Era un viejo de mierda. Mamá una cornuda. El, un viejo de mierda, y mamá una pelotuda.
Porque yo sé que mamá sabía.
JULIETA: (Evidenciando resabios de la mamá zombie que tanto quiere desprogramar de su
ser) ¿Y dónde está ese vodka?
ANA: Sí. El momento del mate pasó.
JULIETA: Y sí, hay cosas que simplemente pasan. Parece que el momento del mate
también.
CATALINA: (Intentando contener la situación que parece explotar en cualquier momento
entre sus primas). No, no, no. No tengo vodka.
JULIETA: ¿No tenés nada que no sea mate, jugo, te o café?
CATALINA: No. Papá estaba muy enfermo, y en esta casa no se tomaba nada de alcohol.
Estaba con mucha medicación el viejo. Si querés tengo todo tipo de pastillas.
JUANA: ¿Qué tenés?
ANA: ¡Callate por favor! Yo voy a ir a comprar algo. Creo que también necesito. (Es que no
deja de ser la hija de una madre que en cada botella de vino moría un poco más). Ema,
Cielo, no se vayan … por favor. Compro algo … creo que todas lo necesitamos. Compro y
vuelvo. Y vos … (A JUANA). Vos venís conmigo. (JUANA se resiste a abandonar su cómoda
posición en el sillón, haciendo diferentes berrinches cual niña caprichosa que siempre se
acostumbra a salirse con la suya. Imperativamente ANA logra que la acompañe. Salen).
JULIETA: Parece que hoy es el día en que la vida te refriega en la cara todas esas “cosas
que pasan”
EMA: Disculpen por favor. Yo … yo necesitaba decirlo. Toda una vida en silencio.
Guardando, ocultando, ocultándome yo, lo que quería, lo que sentía, lo que necesitaba.
Hoy, cuando las vi a todas ahí pensé “si no hablás, te vas a morir vos con la duda de qué
hubiera pasado… qué hubiera pasado si hablaba”. ¿Y si me aceptaban? ¿Si de pronto de
un día para otro tengo hermanas, primas, familia? ¿Si de pronto de un día para otro ya no
estoy sola? Porque en el fondo me da miedo estar sola. Me da miedo quedarme sola. Es
que crecí así, entre la soledad y la mentira. Y ya no quiero más ninguna de las dos.
JULIETA: (Nuevamente el tiempo se detiene, pero en un tiempo mejor. Mientras JULIETA
habla podemos ver en los cuerpos de las hermanas la condición de su vínculo. Se
encuentran y reencuentran mientras un tiempo mejor avanza lentamente hacia el tiempo
real. Ese tiempo del que todas quieren escapar). La soledad y la mentira, la traición y el
silencio. Parece que hay cosas que simplemente se heredan, que te llueven. Que son parte
de un clan familiar. De una historia que es circular. De una historia que hace circular. Hace
circular mandatos, patrones, normas, elecciones, resoluciones, y repeticiones.
Ana, mi melli … Ana era … Para mí, era una de esas personas que hacen que puedas ver el
sol aunque se esté cayendo el mundo de tantas tormentas, o sientas que si de todas
maneras se cae, ella está ahí. Entonces nada va a ser tan terrible. No sólo era mi hermana.
Era una parte de mí. Como si pudiera navegar por lo más profundo de mi cabecita y mi
corazón, y entender cada uno de mis silencios y cada una de mis palabras.
Mamá estaba viva, pero muchas veces muerta. Moría en cada botella de vino, en cada
palabra no dicha, en los pasos nocturnos que la arrastraban a la cama para revivir en las
fantasías que duraban las pocas horas que podía soñar. La mamá muerta pero viva,
digamos la mamá “zombie”, un día decidió morir. Pero para ese entonces yo ya estaba tan
bien aprendida y me había esforzado tanto por ser la hija perfecta, en que me miraran y
admiraran como a Ana, que casi mágicamente un día me transformé en ella. Y entonces
empecé a ser una sombra, la sombra de mi hermana, la segunda, la permisiva, la que se
conforma con un amor que le es ajeno sólo para seguir sintiendo que ella nunca va a ser
suficiente.
Y bueno, ser mi mamá tuvo sus costos. Yo también empecé a deambular. Deambulaba
perdida por la casa deseando escaparme en fantasías. Pero nunca me salió tan bien como
a ella. Los pensamientos pasaban unos tras otros, y se instalaban. Se instalaban para no
irse, para quedarse todos juntos torturándome día y de noche. Día y noche torturada por
pensamientos y recuerdos. Recuerdos que agonizan. Mi hermana, mi melli, mis primas, la
zombie, el único hombre que quise y me abandonó, el único hombre que me abandonó
antes de que pudiera quererlo… y Ana otra vez.

ANA: (Entrando eufórica junto a JUANA que apoya las bolsas de mandados en la mesa)
Bueno, acá trajimos algunas cosas (ANA atina a sacar las botellas de la bolsa).
JUANA: (Quien se ha enterado del embarazo de su hermana durante la caminata al
quiosco) ¡No! ¿Qué hacés?
ANA: (Que no entiende la reacción de su hermana) ¿Sacar lo que compramos? Las botellas,
las cosas para comer…
JUANA: (La corre sobreprotectoramente. Como si ella estuviera dispuesta a sacrificarse
para cortar el cable rojo de la bomba) ¡No! No, no, no, no. Lo hago yo. (Todas permanecen
incrédulas frente a esta situación. Sí, JUANA está dispuesta a colaborar) ¡Nada de peros!
(Mientras se dispone a preparar en la mesa todo lo que han comprado) Yo me encargo.
¡Cata! ¿Traés … mmm… (Voltea para contar cuántas son) seis vasos y hielo? ¡Mucho hielo!
CATALINA: (Mira a todas con los ojos tan abiertos que parece que van a saltarle de la cara)
Sí claro, enseguida…
JULIETA: (Se acerca ansiosa a la mesa) ¿Y? ¿a ver qué compraron?
JUANA: (Formando una barrera entre JULIETA y la mesa) ¡No, no, no! ¡Ana! ¡Ana!
ANA: (Que llega a la mesa entre risas) Sí Juana…
JUANA: (En un susurro) Que quiere ver lo que…. ¡Eso!
ANA: Ah, claro (A JULIETA. Como si fuera una maestra jardinera o una conductora de un
programa infantil). Lo que pasa es que es una sorpresa. A ver a ver… ¡Cata! ¿Te falta
mucho?
CATALINA: (Desde la cocina) ¡Ya voy, ya voy! (Entra con una bandeja con vasos y hielo).
Acá estoy…
ANA: Bueno, a ver. Primero vamos a llenar los vasos (Agarrando una bolsita pequeña). Y
después … la sorpresa. Vodka nos pareció demasiado. Y aburrido. Así que compramos algo
mejor. (Genera suspenso y expectativa en todas. Las cinco mujeres percuten generando el
sonido de redoblantes. ANA muestra, casi de modo victorioso, la botella de Campari)
CIELO: ¡Yo sirvo! La caja, la verdad, me importa muy poco. ¡Pero esto no! (Todas ríen,
incluso CIELO)
EMA: ¡Yo ayudo! (JUANA llena los vasos con hielo, CIELO sirve el Campari, y EMA el jugo
de naranja. Una vez llenos todos los vasos, los reparten. De pronto JUANA se da cuenta
que ANA se dispone a tomar, y entra en una suerte de colapso histérico)
JUANA: ¿Qué hacés?
ANA: (Confundida y descolocada ante el comentario de su hermana) ¿Qué? ¿Qué… qué
pasa Juana? (De pronto entiende) Ah, sí claro, vamos a hacer un brindis…
CIELO: (Que no puede creer lo que está escuchando) ¿Un brindis?
EMA: ¡Un brindis!
ANA: (Intentando convencerse a sí misma). Sí, un brindis…
JUANA: Sí. Eh … bueno … hagamos un brindis… pero yo creo que vos no deberías tomar
CATALINA: ¿Y desde cuándo las que hacen el brindis no pueden tomar? ¿Qué? ¿Es la
nueva moda de las noches de boliche?
JUANA: No, no. Yo lo digo porque Ana…
ANA: (La interrumpe antes de que abra su gran bocota adolescente). Ella lo dice porque de
camino al quiosco me bajó un poco la presión. (Haciéndole todos los gestos del mundo a
su hermana para que se calle) Pero no pasa nada, porque ya me siento mejor. (JUANA
atina a comentar). Pero igual voy a tomar sólo jugo por las dudas. (A JUANA) ¿Ahora sí?
(JUANA dice, felizmente, que sí con su cabeza)
CATALINA: Bueno vamos con este brindis que se está haciendo desear…
ANA: (Sin saber muy bien qué decir. Piensa, duda, titubea) Por…por la vida… (Brindar por
la vida a horas de una muerte puede entenderse de diversas formas).
CATALINA: (Descolocada ante el brindis de su prima. Cree saber menos que antes el por
qué debe brindar. En verdad lo sabe). Por el reencuentro…
EMA: (Quien se ha tomado el brindis muy seriamente). Por las oportunidades…
JUANA: (Desde su adolescencia y un tanto de despreocupación ante la situación que están
atravesando) ¡Por la playa! (Todas explotan en risas)
CIELO: (Casi a modo de súplica y entre risas). Porque abramos la caja…
JULIETA: ¡Salud! (Todas beben. ANA deja el vaso y abre la bolsita)
ANA: Ahora sí ¡La sorpresa! (Se detiene ante la bolsa. Piensa. Silencio. Ríe para sí, y
finalmente toma una decisión). Quién dijo quién dijo… (Todas permanecen casi
petrificadas. Silencio otra vez. De pronto están viviendo un viaje en el tiempo sin previo
aviso, sin ser conscientes de haber embarcado. Este juego irá creciendo habilitando risas,
bromas, complicidad) “¡Nunca más duermo en una carpa con 30 grados al sol… y sin
mosquitero!
JUANA: Eh… (Transformándose en una alumna diez que sabe todas las respuestas y está
ansiosa por demostrar su conocimiento) ¡Yo,yo! ¡Yo la sé! ¡Cata! Fue Catalina, porque
Cielo me contó esa historia. El primer verano que vinieron a esta playa fue, cuando
todavía el tío no tenía esta casa…
CIELO: ¡Muy bien Juanita! Eso quiere decir que algunas cosas escuchás …
ANA: Vení a buscar tu premio entonces. (ANA busca en la bolsa) ¡Marroc para ti! Son
premios personalizados
JUANA: ¡Es mi favorito!
ANA: Y sí Juanita… es la idea del premio personalizado
CATALINA: Bueno, entonces ahora pregunto yo. A ver… quién dijo quién dijo … (Todas
están expectantes y se las nota extremadamente felices. Son como niñas otra vez) ¡Tenés
una cucaracha en la cabeza! ¡Y le dio un bife que le dio vuelta la cara! ¡Quedó girando!
(Todas estallan de risa)
CIELO: ¡Nunca … nunca me voy a olvidar de esa trompada Julil! (CIELO se acerca a buscar
su premio)
JULIETA: Bueno … ¡Pero tenías una cucaracha en la cabeza! (Ríe. CIELO muestra su
chocolate haciendo un gesto que evidencia que su prima la conoce, y muy bien. ANA
responde de la misma manera)
CIELO: ¡Ahora van a ver! Quién dijo quién dijo … “Chicas, el primer beso es re importante.
Es inolvidable… ¡Y la primera vez que pisamos un boliche andaba como loca! ¡Cuando salió
ni se acordaba cómo se llamaba su primer beso!
JULIETA: ¡Qué hija de puta! ¡Yo quería que fuera especial! (Va a buscar su chocolate)
JUANA: ¡Ah! ¿viste? ¡Después me decís a mí!
JULIETA: Es diferente Juanita
CATALINA: Sí, sí, claro. A ver … ¿Cómo se llamó tu primer beso entonces?
JULIETA: Eh… (Resignada). No me acuerdo. (Todas estallan en risas. Ahora,
vengativamente). Bueno… (Se prepara para imitar a ANA. Comienza a susurrar con voz
temerosa) “Chicas… chicas… chicas escucho algo...” (Cada vez más fuerte hasta llegar a los
gritos. JUANA y sus primas se vuelven cómplices de la situación jugando a reproducir
ruidos fantasmagóricos tenebrosos). “Chicas hay algo acá en la pieza ¡Chicas! ¿Chicas no
escuchan? ¡Hay una voz! ¡Ahhh!” (Todas estallan en carcajadas)
CATALINA: ¡Y eran los ronquidos de papá! Y la tarada nos despertó a todas, y…
CIELO: Y no nos pudimos dormir más del calor que hacía y el grado de insolación que
teníamos encima
JULIETA: ¡Toda la casa con insomnio porque la señorita había escuchado un ente!
ANA: Pará, pará… Es el día de hoy que yo firmo que eso que escuché no era el tío
roncando (Todas ríen, acotan, la burlan con el “ente”, tal como sucedió en aquel lejano y
aniñado verano. ANA se apropia de su chocolate y muestra triunfante su premio)
JUANA: De mí no pueden decir nada porque me comí el chocolate viniendo para acá
ANA: (Gran revoleo de ojos). La nena no se aguantó a llegar a casa ¿Vieron? (De la bolsa
saca un último chocolate) Ema... con Juani pensamos que este puede ser tu preferido. No
sabíamos y…
EMA: (Que explota de felicidad) A partir de ahora es mi preferido. Para siempre …
CIELO: No se ustedes, pero yo ya me empecé a poner ansiosa con el tema de la caja. (Todo
esto la ha modificado y verdaderamente se encuentra ansiosa por descubrir qué guarda
aquello que dejó su papá)
CATALINA: ¡A abrirla entonces! (Va a buscar la caja y la deposita en el centro de la escena.
Todas se forman en un semi círculo alrededor de la misma, respirando el momento,
mientras por dentro están viviendo un neo Kosovo)
JUANA: ¡Paren! ¿Alguien necesita un trago antes?
JULIETA: ¡Por favor! (JUANA busca un vaso. Todas toman un sorbo y van pasando el vaso
hacia su derecha para que todas beban. ANA ha quedado en la punta. Cuando finalmente
recibe el vaso. Lo mira, mira a sus hermanas, mira el espacio. El tiempo vuelve a
detenerse).
ANA: Y finalmente se abre la caja. La caja del tío. La caja de los recuerdos. La caja de las
historias familiares, de las historias que quieren ser olvidadas, de las historias que quieren
ser recordadas, las que quieren ser reconocidas, y las que quieren darse a conocer. Se
abre la caja de la historia de mi familia, la caja de un tío que jugó a ser papá. Porque no
hubo papá. Sólo mamá, mis hermanas y yo.
Día del padre en el colegio, y todos mis compañeros preparando regalitos, y sorpresitas, y
cartitas. ¿Y yo? Y yo también. Yo también porque no quería decir que no tenía papá y
sentirme excluida, no querida. O peor. tener que sobreponerme a las miradas lastimosas
de quienes te ven como una a pobre víctima de las circunstancias azarosas de la vida.
Entonces yo me inventaba distintos papás. Buscaba imágenes de hombres de revistas que
tuvieran sonrisas hermosas y miradas tiernas, y brazos grandes con los que pudieran
protegerte y abrazarte todos los días y todas las noches. Imaginaba y construía el papá
ideal para mí. En jardín era uno, en la primaria otro, en la secundaria otro. Y un día, una
pared de mi pieza amaneció empapelada de fotos de hombres que, en mi imaginario,
simularon ser el papá ideal.
Y yo de verdad deseaba un papá. Uno de esos que te arropan antes de dormir, te llevan a
la plaza a remontar barriletes de colores las tardes de sol, te abrazan muy fuerte cuando
llorás, y no sólo ven como das tu primer paso, sino que te acompañan en todos esos pasos
que das a lo largo de tu vida. Un papá amoroso, como los de mis amigas, como el de mis
primas, como mi tío.
Lo busqué en cada rincón de mi imaginación y un día supe que no iba a encontrarlo. Pero
una noche soñé que siempre había estado, y vi mi vida entera acompañada de su mano.
Me ví de chica, adolescente, adulta y mujer. Vi como me amaba a mí, y como amaba a sus
nietos. Eran dos, una nena y un varón. Yo tenía la familia perfecta. Mamá y papá,
hermanas, primas, tíos. Y en ese sueño siempre había sol, porque nunca era de noche.
Eran días eternos. Eternos y felices. Vivíamos en una casa inmensa, luminosa, con olor a
pasto mojado, y asado de los domingos.
Despertarme de ese sueño me costó quedarme sin aire mientras me ahogaba en el llanto
más desgarrador que recordaba. Corrí hacia la pared tatuada de fotos y rompí en mil
pedazos cada una de ellas. Me propuse nunca más pensar en el hombre que me había
abandonado, y decidí que mi vida sería perfecta sin él, que yo era la encargada de
construir la perfección.
A veces la vida puede ser muy irónica. Me prometí ser distinta, tener otra historia para
contar, porque iba a construir una historia mejor para vivir. Pero se ve que es imposible
hacer algo distinto a lo que conocemos. Y esta familia parece embrujada, porque me miro
al espejo y soy mi mamá. La mujer enamorada, y embarazada. A la que abandonan en una
casa, que ahora que él no está, parece más grande, y silenciosa, y vacía. (El tiempo vuelve
al tiempo presente al que ya se están habituando). Bueno, a la cuenta de tres (todas
ponen una mano sobre la caja)

TODAS: Uno … dos … tres … (La abren. La abren conscientes de que aquello que
descubrirán será lo último que descubrirán. Es el último regalo en vida de ese tío, de ese
padre. Es cerrar el cajón para ver como se lo llevan para luego desaparecer entre
escombros. Es cerrar una etapa. Es un final. Un final para un nuevo inicio. Permanecen
inmóviles intentando entender qué es lo que se ha develado. CATALINA es la primera en
sacar un trozo de papel. De a una irán apropiándose de un trozo. Leen en silencio.
Confusión. Revolución emocional, otra vez)
EMA: (Sin entender absolutamente nada). Es una… ¿búsqueda del tesoro?
JULIETA: Parece…
ANA: Esta dice “EMA”. (Todas chequean sus trozos de papel y los intercambian para
quedarse con el que les corresponde. Vuelven a leer)
CATALINA: “Buscame dentro del primer libro que leímos juntos”. (Todas observan como
CATALINA lentamente va hacia un libro de la biblioteca. Lo abre y allí encuentra un sobre).
No puedo creer que se acordara… Leíamos una página cada uno cuando yo estaba en
primer grado. Fue el libro más largo del mundo. (Melancolía, sonrisas, nostalgia. A pesar
de todo lo quiere, siempre lo quiso)
JULIETA: “Buscame en el lugar que más detestás de esta casa” (Piensa un momento). ¡Esa
bañera inmunda! (Corre a la bañera)
CIELO: ¡No lo puedo creer! (De pronto siente un profundo amor por su padre. En verdad
siempre estuvo ahí, a pesar de todo… de lo que fue, y lo que no).
EMA: “Dentro del primer regalo que me hiciste”. (Piensa). Primer regalo… primer regalo
¡La taza! ¡Jodeme que todavía la tiene! (Todas repiten su mensaje en un susurro, mientras
intentan recordar el lugar asignado. De pronto se encuentran corriendo por toda la casa
revolviendo cada rincón. Van del comedor al baño, del baño a la habitación, de la
habitación a la cocina. Y corren. Corren y se divierten. Revuelven estantes, bibliotecas,
cajas, la casa entera se revuelve junto con la historia. Juegan como si tuvieran diez años
otra vez. Juegan como si su padre estuviera ahí coordinando esa búsqueda)
JUANA: No sé qué me pasa, no sé cómo explicarlo. Las veo correr, reírse, jugar. Las veo
juntas y no lo puedo creer. Es como si el tiempo hubiera retrocedido a ese tiempo donde
todavía yo no existía, o no tenía plena consciencia de lo que significa existir. Es que los
únicos recuerdos que tengo con ellas son los que se grabaron de los relatos, de sus
historias antes de dormir contándome esas travesuras de niñas y no tan niñas. Es que ellas
crecieron juntas. (Se detiene la escena). Crecieron compartiendo risas, lágrimas, terrores, y
amores. Bueno, eso es lo que me contaron. Me contaron que pasaron de compartir las
casas de muñecas a compartir bailes nocturnos que terminaban a las doce, después otros
bailes que empezaban a las doce, y después viajes y madrugadas de charlas existenciales.
Por lo que tengo entendido hasta novio compartieron. Mis hermanas, sí. Esas dos que
una vez fueron una. Fueron una hasta que volvieron a ser dos. Dos desconocidas que se
borraron del mapa de sus mundos. Eso hasta hoy. Hoy que las veo juntas, juntas como en
las historias que me contaron, hoy siento que la vida les da otra oportunidad. Perdón, nos
da otra oportunidad. Porque mientras ellas reviven su pasado, yo lo descubro. Vivo el
pasado de mi historia, de nuestra historia por primera vez, y pienso que me quiero quedar
para siempre así. Jugando con ellas. Viviendo de día. La noche es oscura y se pierde en la
historia, los días se graban, parecen más largos. Por eso, hasta hoy mi vida transcurría en
noches. Noches vacías que se olvidan fácilmente y se pierden en memorias borrachas que
no recuerdan. Ahora que nos veo a todas acá, quiero recordar. Vivir días y soñar sueños
de lunas llenas que no puedan superar la claridad del sol.
Todas reviven del stop en el que quedaron cuando JUANA comenzó a hablar. Se acercan al
centro de la escena con una pieza de un rompecabezas que han encontrado durante la
búsqueda. Al acomodar las piezas ven armada una foto hecha a modo de fotomontaje
donde están todas en tres momentos de su vida. De bebés, niñas y adolescentes, rodeando
a su padre que se encuentra en el centro. Al voltearlo se encuentran con su propia
historia).
JULIETA: Esta es la única foto que me quedó por tomar, la única foto que nunca existió,
que no tuvo la posibilidad de existir… y hoy me hago cargo de eso. Nadie más que yo es
responsable de lo que no sucedió entre ustedes… entre nosotros…
ANA: Peca el que miente porque roba verdad a las palabras. Yo les robé la posibilidad de
decidir, y me robé a mí mismo la posibilidad de ser comprendido, perdonado y
acompañado…
JUANA: Me equivoqué en muchas cosas, muchísimas, demasiadas… veces y veces
equivocándome. Pero, sin duda, ustedes son mi mayor acierto. Cada una de ustedes: mis
hijas…
CATALINA: Sí, fui cobarde. Un grandísimo cobarde. Lo oculté, y en esa escondida me quedó
por gritar lo que sentía y regalarles la verdad. Y hoy, ya al final, no me queda más que
pedir perdón por eso…
CIELO: Ustedes, cada una de ustedes, fueron, son y serán, lo mejor de mi vida… y esta foto,
aunque jamás haya existido, fue real cada segundo del camino que elegí y me tocó
recorrer. Es la que me llevo, y la que les dejo, junto a una nueva posibilidad de ser felices…
EMA: Porque la verdad sana, y hoy me doy cuenta, y me arrepiento de no haber intentado
sanar antes. El tiempo no es arbitrario, construimos y deconstruimos… están a tiempo, y
siempre van a estar a tiempo de transformar esa foto en su presente, en una nueva
realidad…

CIELO: Las amo profundamente para siempre, hasta que nos reencontremos en un abrazo
eterno
PAPÁ.

Todas se desploman en su lugar. De todas las revoluciones, probablemente, esta sea la


más intensa. Mentiras, confesiones, traiciones, amores, descubrimientos, vínculos, perdón,
reconciliación… Hermanas: sí, son hermanas. Lloran, ríen, shock. De pronto los cables de
ANA han terminado de colapsar.
ANA: Estoy embarazada
CIELO: (Quiere ser irónica pero ya no le estaría saliendo tan bien como al inicio de la
jornada) Bueno … ¿Alguien más tiene algo para decir? Que hable ahora o …
ANA: Van a ser tías… todas… somos hermanas ¿no?
CIELO: Yo creo que siempre lo supe (Ella sabe que hay una mezcla de intuición y realidad
en lo que dice. Nunca se va a olvidar de las amenazas de su padre esa noche. La última
noche que pasó en su casa. La única noche que su padre le pegó). Pero esa es otra historia
¿no? Y podemos dejarla para alguna pijamada… (A EMA). Me imagino que vas a estar en
todas y cada una de las pijamadas que hagamos
EMAI: No me las pienso perder, jamás…
JULIETA: Creo que vamos a tener muchas a partir de ahora… (A ANA). ¡Felicitaciones!
¿Pensaron nombres ya?
ANA: Él se fue…
JUANA: ¡Ay pero que nombre de mierda! (De pronto todas sienten que pueden volver a
reír)
JULIETA: ¿Cómo que se fue?
ANA: Tenías razón, al final lo conocías mejor que yo. Fui una idiota (Sol salta a abrazar a
su hermana)
JULIETA: ¡El idiota es el!
ANA: Idiota o no idiota, la que se quedó sola fui yo.
JULIETA: No melli. (Decir “melli” a su hermana, otra vez, mirándola a los ojos es más de lo
que podría pedir). No te equivoques, no estás sola.
CIELO: Somos sus tías ¿o no?
EMA: ¡Voy a ser tía! ¡Tengo hermanas! ¡Tengo un nuevo chocolate favorito! (Todas ríen)
ANA: Cinco hermanas… (De pronto su mundo vuelve a desmoronarse). No sé qué voy a
hacer…
EMA: En primer lugar, no repetir. Y eso ya es un montón. Parece que todas las familias
nacen programadas para repetir.
CIELO: Mentiras, evasiones, traiciones… patrones que repetimos ya no nos sirven… Ahora
tenés la posibilidad de hacer algo nuevo con una nueva vida
CATALINA: Tenemos… todas tenemos esa posibilidad, ahora y para siempre
CIELO: La opción de la verdad
JUANA: ¿Si es nena le ponés Juana?
SOL: ¡Ay Juana!
JUANA: ¿Qué? ¡Es re lindo mi nombre!
ANA: ¡Ya sé! (Vuela a revisar la bolsita de compras. Saca un paquete de roclets). ¡Si sale
fucsia le pongo Juana!
ALMA: ¡No existen roclets fucsias chanta! (todas ríen)
JULIETA: A ver, dame a mi… si sale rojo es nena… (Saca otro color)
EMA: Si sale amarillo se puede llamar Agustín (Saca amarillo. Todas festejan). ¡Amarillo!
JUANA: ¡Ay no! No me gusta ese nombre. Me hace acordar a un ex.
ANA: Pará, pará (Les saca el paquete). ¡Si sale marrón Juana va a dejar de decir
estupideces!
CATALINA: ¡Jamás! (Siguen riendo y sacando roclets mientras las luces van bajando, la
historia propia y la que las une se va reconstruyendo, y la música subiendo).
FIN.

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