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LA OLLITA

 Adaptación del prólogo: Daiana Lucía y Rocio Yungblut


 Adaptación general: Eliana Iturrioz y Matías Márquez *

PRÓLOGO: Diosas Laras


Lara 1: “Ne quis miretur qui sim, paucis eloquar”…
Las 2: Unas breves palabras sobre mi persona…
Lara 2: …para que sepan qué hace ésta acá.
(En canon) yo soy la diosa Lara de ésta familia…
Lara 1: …de aquella casa
Lara 2: de ese rancho sucio, vacío, miserable, ordinario…
Lara 1: hace muchos años que lamentablemente vivo acá.
Lara 2. En la casa que era del abuelo…
Lara 1: …que después fue del padre…
Lara 2:…que después fue del hijo (Euclión).
Lara 1: abuelo, padre, hijo.
Lara 2: el más viejo de todos, el viejo y el viejo actual.
Lara 1: la cosa es que vino el abuelo, el más viejo de todos y me pidió, rogándome por favor que cuidara el tesoro que había enterrado en el
medio del hogar.
Lara 2: cuando murió el viejo avaro, amarrete, codito, rata, de esos que no comen huevo para no tirar la cascara, de esos que andan con un
cocodrilo en el bolsillo…, no le contó nada al hijo.
Lara 1: ¿Pueden creer que el viejo amarrete no le dijo nada al hijo? como si pudiera llevarse el tesoro a la tumba.
Lara 2: prefirió dejarlo en pampa y la vía, sin donde caerse muerto, en la miseria total, con esa casa venida abajo y ese pedacito de tierra que
no le servía ni para plantar lechuga.
Lara 1: entonces me puse a observar al hijo para ver si me rezaba, si me traía flores, vino, incienso, perfumes…
Lara 2:…ni bombones, ni peluches, ni cartas de amor, ni carteras, ni zapatos, ni ropa, ni…
Lara1: ¡nada! Uno peor que el otro, de tal palo tal astilla. ¿Mirá que le voy a decir dónde está el tesoro? No se lo merecía. Por eso hice…
Lara 2: ¡y yo!
Lara 1: que se muriera tan pobre como había vivido.
Lara 2: resulta que éste dejó un hijo, que es el que vive ahora acá.
Las 2: ¡Tan amarrete como el padre y el abuelo!
Lara 2: tiene una hija que todos los días me reza y me trae regalos de incienso, vinos, flores, las sobras de la comida…, alto guiso se hace la
hija del viejo.
Las 2: yo hice que el viejo encontrara el tesoro
Lara 1: para que pueda casarla más fácilmente, porque la pobre fue ultrajada durante la vigilia de Ceres, por un joven de la alta sociedad que,
bajo los efectos del alcohol, se ha aprovechado de ella. ¡la ha dejado embarazada!
Lara 2: ¡pará, pará! Dicen las malas lenguas que la hija del viejo no es ninguna santita. En la vigilia de Ceres los dos le habían dado al chupi, y
entre una cosa y otra, que pim que pam, que mano va que mano viene, la piba quedó embarazada. La cosa es que ella no tenía ni idea quien
era el flaco, aunque el sí sabía quién era ella.
Lara 1: él sabe quién es ella, pero ella no sabe quién es él, y el padre no sabe nada de nada.
Lara 2: ¡nada de nada!
Las dos: por obra mía…
Lara 1:…voy a hacer que el ricachón de acá al lado…
Lara 2:…sí, sí, el que vive justo acá…
Lara 1:…le proponga casamiento.
Lara 2: resulta que este viejo es el tío del chabón que le hizo el bombo. Pero yo no quiero que el viejo se case con ella. Lo hago solamente
para que el pibe reaccione y se dé cuenta que él es quien se tiene que casar y hacerse cargo.
Lara 1: en fin, sean testigos ustedes ahora de lo que pasó.
ACTO I:
Escena primera: Euclión
(Euclión entra en escena agazapado, recorre el escenario, mide el viento mojándose el dedo. Hace como que escucha ruidos. Se detiene. Hace
ruidos con la nariz y se tira al piso. Empieza a recorrer el espacio escénico con la nariz pegada al suelo, escarba y encuentra un objeto: una lata
de atún. Se desilusiona y vuelve a la búsqueda. Luego vuelve a escarbar y encuentra el tesoro. Saca asombrado una moneda, la prueba, la
deja. Saca la olla y la apoya en el suelo. Se tira haciéndose el “banana” y le habla tratando de seducirla. Escucha ruidos, voces, entonces la
entierra para que no la vean y se despide. Entra otra vez a la casa)
Escena segunda: Euclión- Estáfila
(Ambos salen de la casa. Euclión empuja a Estáfila, ella sale un poco acelerada para escapar de los golpes del viejo)
Euc.: ¡Vete! ¡¡Que te dije que vetas!! ¡Fush, fush!. ¡Que te vayas, yegua! Mirona… ¡chusma, chusma! (puede adoptar actitud Quico, aunque
sea de voz)
Está.: ¡Pero paraaaa! ¡Qué me pegás, vo’! ¡Engrato! ¡Ojo conmigo! (con dedo acusador)
Euc.: ¿Qué por qué te pego, desgraciada? No te hagás la mosquita muerta. Te pego para que seas desgraciada (puede ir lentificando la
pronunciación) y para que vos, vieja, vivas como una pobre vieja, como te lo merecés. Porque sos mala, mala como perra castrada sin parir.
¡Bruja! (pega con el bastón o el látigo en el suelo cerca de Estáfila)

*
Muchas de las ideas de la adaptación fueron tomadas de los ensayos y los aportes de los actores y la directora artística.
Está.: ¡Callate! Viejo vos… ¡y de mierda! ¿Qué te hice? ¿Por qué me echás?
Euc.: Estáfila… ¿a vos te gusta que te peguen? Porque me estás haciendo calentar. ¡¿Qué te tengo que explicar?! A ver… movete, correte de la
puerta… (hace gestos de movimiento con la mano) ¡Más rápido, hija! Que agarro el rebenque y te re sobo el lomo. ¡Ju na gran pu…!
Está.: (se aleja de Euclión a paso lento) Antes muerta que hacerte caso, lo que una tiene que aguantar de este viejo decrélpito (habla medio
corrido, quiere hablar de forma educada pero mezcla las palabras)
Euc.: (sigue con la mirada el andar de la mujer. Puede hacer gestos con la mano y/o el bastón/látigo ) Va refunfuñando sola, la maldita. Te voy
a sacar los ojos harpía, para que no chusmees todo. ¡Correte más! A ver… No, más para allá. Date vuelta. No mirés hasta que no te diga, eh
(con tono muy imperativo). ¡Para ahí! Vos…mudita, quietita. ¡Sí! ¡Así! ¡Te movés y te surto, eh!. Esta es más peligrosa que Yiya Murano. Si me
descuido y llega a oler el oro, estoy muerto. Ojos hasta en el culo tiene, o tan grandes como su culo. Ahora me voy a revisar mis petates a ver
si están en orden, en el mismo lugar. Que nervioso me tiene esto. ¡Estoy tan nerviohooooo! (Entra en su casa)
Está.: (sola en la calle) ¡Por Dios! ¡Qué locura! ¿Qué le pasa a este viejo amarrete? Si no me echa de casa, me amenaza; está días sin dormir,
anda nerviosho. ¿Le habrán hecho un gualicho? Porque anda como loco sin manija. Yo ya no sé cómo hacer para escuender el crío de su hija.
Por poco lo saluda el nene y él ni cuenta de que está embalsamada. Me parece que lo mejor es ponerme una soguita al cuello y quedar
colgando durita (puede extender la ‘i’ y hacer el gesto de ahorque con las manos).
Escena tercera: Euclión – Estáfila
Euc: (mientras sale de la casa) Bueno, está todo bien. No pasó nada. ¡Qué alivio! (A Estáfila. Le grita) A ver, ¡mové el culo!. Siempre
estorbando, éh. ¡Correte y vigilá ahí.
Está.: ¿Qué tengo que vingilar? ¿Esto?¿Me estás jodiendo? ¿Qué van a robar acá? Si la casa lo único que tiene son arañas. Pánfilo ladrón tenés
que ser para entrar acá (riéndosele en la cara)
Euc.: Admirable es que los dioses no me hayan convertido en Leo Fariña o en Berlusconi por aguantarte, ¡venenosa! Me quedo con mis arañas,
porque soy pobre y soy feliz así. ¡Me la banco! Entrá y cerrá la puerta bien cerradita, que ya vuelvo. Mucho cuidado con dejar entrar a alguien.
Por las dudas, apagá el fuego, no sea cosa que vean humo y te vengan a pedir una brasita. Y si te vienen a pedir algo, como agua, cuchillo,
hacha, una tacita de café, un terrón de azúcar, un mortero, una OLLA, o cualquier cacharro de esos que manguean siempre los pedigüeños,
vos les decís que nos afanaron todo. En fin, mientras no esté acá, no entra nadie, ¿capisce? Ni siquiera la buena suerte. ¡Nada!.
Está.: ¿La buena suerte? Quedate tranquilo que ni pisa esta casa, sabe cuidarse solita ella. Siempre anda alrendedor nomás.
Euc.: Callate y entrate a la casa, por favor, querés.
Está.: Seeee, me vua callar yo. Entro solita y me callo porque yo quiero, no porque usté me lo diga (mientras va metiéndose despacio a la casa.
Usa dedo acusador)
Euc.: ¡Cerrá con doble traba! ¡Poné la alarma también!. Ya vuelvo. ¡Qué angustia! Juro que me voy, pero volveré… volveré y seré millones.
Pero yo sé que si no voy a buscar la asignación van a sospechar que tengo la ollita. Ningún pobre se niega a recibir ayuda, sea lo que sea. Si es
por mí, yo ya tengo mi platita y es bastante. Para qué quiero más. No quiero sacarle a otro su posibilidad. Pero si no, van a sospechar. Encima,
cuanto menos quiero hablar para no meter la pata, más me saludan, me preguntan, me persiguen, me llaman... Así que voy a lo que voy y me
vuelvo.

ACTO II
Escena primera: Eunomia, Megadoro
(Salen de la casa de Megadoro o vienen del centro con unas bolsas de compras)
Eu.: Hermanito de mi corazón, yo quiero que sepas que si te digo lo que te voy a decir cuando te diga lo que te quiero decir, es porque te
quiero, pero te quiero en serio, no es de mentirita. Sé que dicen que las mujeres somos cotorras, hablamos de gusto, nos metemos en lo que
no nos incumbe… y es verdad, pero esta vez, tengo razón. Vos pensá, nadie te va a querer como yo a vos, ni vos a mí. (Cantando) Porque “te
quiero yo y tú a mí, somos una familia feliz”. Por lo que es natural que nos aconsejemos y nos cuidemos. Hay algo, que ya te dije que te quería
decir antes, ahora te lo voy a decir, y es algo de tu interés, por tu bien y tiene que ver con la familia.
Meg.: Hermanita, sos lo más. Choque la 5.
Eu.: ¿Soy lo más? ¡Pará! ¿alguna mujer es “lo más”? Dejate de pavadas.
Meg.: Sí, vos
Eu.: ¿Yo? ¿Vos estás bien?
Meg.: Si es así, pues no.
Eu.: Pensá bien Megadoro, no seas boludo. Todas las mujeres son cualquiera. Una peor que la otra. Y me incluyo.
Meg.: Cuando tenés razón, tenés razón.
Eu.: Escuchame bien.
Meg.: No ves que sos mujer. Si te escucho, te escucho. Pero, como dije antes, si tenés razón, tenés razón.
Eu.: Como te dije, es algo que te quiero decir que es para decirte algo bueno para tu futuro.
Meg.: No cambiás más.
Eu.: Me alegro.
Meg.: Bueno, vamos redondeando, ¿qué pasa?
Eu.: Se trata de una “cosa” que te trae felicidad (hace una pausa) e hijos…
Meg.: (dudando) Mmmm… ¡No! ¡Por Dios! ¿Dijiste hijos?
Eu.: Te tenés que casar.
Mag.: Ni en pedo, antes muerto que casado. La boca se te haga a un lado.
Eu.: Paraaa, calmate.
Meg.: Me quemaste la cabeza en dos segundos. ¿Estás loca? ¿Yo casado?
Eu.: A ver, ¿qué parte no entendés?. Si te digo que te casás, te casás. ¿O querés seguir viviendo de joda?
Meg.: No voy a hacer algo que no quiera.
Eu.: Es por tu bien, bobo.
Meg.: Ya te dije, antes muerto que casado… pero, si me das una mujer que entre en casa mañana y pasado ya no esté, me caso tranquilo. Si
aceptás eso, metele que son pasteles.
Eu.: Yo ya te tengo una candidata, tiene plata, es un poquito mayor, está para vestir santos, pero te conviene. Si querés, la pido para vos, te la
encargo hoy nomás.
Meg.: (hace gestos con las manos) ¡Pará, pará, pará! Una preguntita primero. Si yo ya estoy un poco grande y ella está para vestir santos,
suponete que le quede algún ovulito vivo y quede embarazada, ¿qué le ponemos de nombre al nene? ¿Póstumo? ¿ Y si me muero? Yo te
ahorro todo este trabajo hermana. Al fin y al cabo, tenemos de todo. Tener una mujer es estar atado a ser su sirviente, cocinarle, comprarle
ropa… ¿vos querés después pagar la tarjeta?
Eu.: Bueno, elegí una que te guste y listo. Pero te tenés que casar.
Meg.: Bueno, a ver, la nena del viejo Euclión está bastante linda. (Haciendo gestos con las manos) Ahora está medio gordita pero sigue
estando potable. ¿Te acordás de él? ¿El viejo de al lado?
Eu.: Sí, es bueno pobre.
Meg.: La hija, como te dije, está solterita. Es pobre. (Se ataja) No mirés así, ya te veo la cara y sé que se viene el batacazo. Pero si querés que
me case, esta es pobre y me gusta. Ella o nadie.
Eu.: Ok, si es así, pues sí.
Meg: OK, genial. ¿Algo más hermanita?
Eu.: No, no. Que sigas bien (entra en la casa de Megadoro)
Meg.: (solo en escena) Bueno, ahora a convencer al viejo. Estará en la casa. A ver, me voy hasta allá. ¡Oh, ahí viene!
Escena segunda: Euclión - Megadoro
Euc.: (habla para sí, no se da cuenta de la presencia de Megadoro) Yo sabía, sabía, que era al pedo, que no tenía que salir de casa. Otra vez
cambiaron la fecha de cobro de la asignación y no avisaron. ¡¿Cómo pude dejar mi ollita?! Yo estoy conmigo, pero también con ella, la olla.
¡Bah! Mi pensamiento. Me voy, me voy rápido por mi olla.
Meg.: (altisonante) ¡Buenos días señor, estimadísimo, adoradísimo vecino Euclión!
Euc.: (como queriendo esquivarlo y seguir su camino) ¿Que hacés Megadoro?
Meg.: (se le acerca y le toca el hombro) ¿Cómo le va? ¿Contento? ¿Bien de salud?
Euc.: (aparte) ¿Qué le pasa que está tan simpático este? A mí no me caga, este descubrió mi tesoro. Si un concheto está muy simpático con un
muerto de hambre como yo, quiere algo. Algo se trae entre manos.
Meg.: Decime vecinito, ¿te sentís bien?
Euc.: Sentirme bien, lo que se dice bien, ponele… Pero con respecto a la plata, para atrás, como siempre. ¡Estoy crocante de seco!
Meg.: Bueno, tampoco exageres. Con lo que tenés podrías vivir cómodo.
Euc.: (aparte) La vieja culona esta me descubrió el oro. ¡Seguro, seguro! Encima, como siempre, lengua larga, la yegua le contó a todo el
mundo. Cuando vuelva la voy a ahorcar con la lengua. ¡Ya va a ver! ¡Ju na gran puuuu! (hace gesto de golpe con el bastón o el látigo)
Meg.: Dejá de hablar sólo que parecés loco. ¿Qué te pasa? ¿En serio estás bien?
Euc.: (se exaspera un poco) Es que, ¿cómo querés que no esté refunfuñando? Soy pobre, tengo una hija soltera ya en edad de merecer y no se
le acerca nadie. ¿Cómo me la voy a sacar de encima? Ni una mini dote tengo para ofrecer.
Meg.: Bueno, cualquier cosita que ella necesite, me avisás. Si el problema es una dote, pedí nomás, se consigue. Todo es negociable, y cuando
digo todo, es todo.
Euc.: (aparte) Algo oculta este viejo querendón. No al pedo está tan simpático conmigo. Este está más cargoso que mosca en verano. Algo me
está por pedir, me muestra el pan en una mano y me tiene reservada una tosquita en la otra. Los ricos no son así con los pobres, son como
pulpos, si te agarran con el tentáculo no te sueltan más.
Meg.: (arranca tímidamente) Che Euclión… tengo una propuestita para hacerte. Nos interesa a los dos. Es rentable.
Euc.: (aparte) ¿Vieron? Este quería mi platita, me voy a pispear que la siga teniendo, no sea cosa que me hayan afanado.
Meg.: (gritando) ¡Pero pará! ¿A dónde vas? Me dejás hablando solo. (Para sí mismo) ¡Viejo loco!
Euc.: (dándole la espalda mientras se dirige a su casa) Sí, sí, sí, ya vengo. Veo una cosita y vengo.
Meg.: (solo) Este está tan perseguido con que es pobre que se va a creer que me le estoy cagando de risa. ( Haciéndose el lindo) Es medio
ridículo, de todos modos, que yo, Megadoro, prentenda a su hija. Y más si tenemos en cuenta que es pobre y pretencioso el viejo y, encima,
se hace el interesante.
Euc.: (aparte, saliendo de la casa) Bueno, ¡La casa está en orden! (uniendo las manos como Alfonsín) Gracias a Dios mi ollita está impoluta.
¡Me agarró un cagazo! Dije, esté me afanó mi tesorito, y de pensarlo casi me hago encima. Pero no, ya era desperdiciar mucho. Ahora sí
Megadoro, acá me tenés. Decime…
Meg.: (seriamente) Me.
Euc.: (se enoja) Dale Megadoro, no seas salame.
Meg.: Ah, cierto. Te quería hacer una pregunta, pero me la tenés que contestar en serio.
Euc.: Mientras que tenga ganas de contestar…
Meg.: (sacando pecho) Bueno, ¿qué te parece mi linaje?
Euc.: Bueno
Meg.: ¿Bueno qué?
Euc.: (se enoja) Tu linaje, papanatas
Meg.: (sacando pecho) ¿Te parezco honorable?
Euc.: (dudando) Mmm, ponele.
Meg.: (sacando pecho) ¿Y mi conducta?
Euc.: ¿Qué pasa con tu conducta?
Meg.: ¿Qué te parece?
Euc.: (indiferente) Mala no es…
Meg.: ¿Sabés cuantos años tengo?
Euc.: Y… si es por tus arrugas que parecen un sobaco de tortuga, te doy varios años…. Pero, así tendrás también platita vos.
Meg.: (casi a modo de reproche) Bueno, yo pienso que vos sos un ciudadano ejemplar Euclión
Euc.: (aparte): Este me olfateó el oro. (a Megadoro) ¿Qué querés de mí? ¡¿Qué pretende usted de mi?! (Aludiendo a Coca Sarli. Puede
cambiar el tono de voz)
Meg.: (seriamente) Chupe, chupe que es trabajo… Noo, chiste Euclión. (Agrandado) Vos me conocés a mí, yo a vos, ¡no da!... Noo, chiste de
nuevo. En fin, sabemos bien los dos de qué calaña es el otro… bueno ( lo dice rápido para no dejarlo pensar) quiero que me des a tu hija por
esposa. ¡Ya está!. Eso quería decir. ¡Prometémelo!
Euc.: (enojado) ¿Vos me estás jodiendo? ¿Qué te creés? ¿Sos tarado?
Meg.: (calmándolo) ¡Pero no! ¿Qué decís? ¡Te lo perjuro por la virginidad de tu hija!
Euc.: ¿Cómo se te ocurre entonces? Sigo creyendo que sos un tarado.
Meg.: Es un negocio, Euclión. Vos ganás y yo gano.
Euc.: (exaltado) ¡¿Qué voy a ganar?! ¡Si vos sos rico y yo pobre! No te voy a poder seguir el tranco. Voy a quedar como un pelotudo queriendo
cagar más alto de lo que me da el culo. Encima,seguro, después me vas a sacar el cuero, vos, tu familia, ¡el pueblo! ( Se va enojando solo)¡Son
todos una manga ratas, buchones, amigos de la yuta, gorras!
Meg.: (calmado) Yo no lo vería así, dime con quién andas y te diré quién eres… Dale, no seas mal arreado. Dejá que me case con tu hija.
Euc.: Pero yo no tengo dote para mi hija
Meg.: No se la des, si ya está bien dotadita… (hace gestos referentes al cuerpo) Quiero decir, de buenas costumbres. ¡Eso es suficiente!
Euc.: El que avisa no traiciona. Además te lo digo para que no creas que tengo en la cocina un tesoro enterrado con mucha plata. ¡Eso jamás!
Ni se te tiene que ocurrir, ¿escuchaste?!
Meg.: ¡Lo sé! No necesito que me digas que estás más seco que talón de croto. No hay que ser muy vivo para darse cuenta. Acepto los riesgos.
¿Me la das?
Euc.: Bueno (se oyen ruidos de pico en la cocina) ¡¡¡No!!! ¡La que la parió! ¿Qué son esos ruidos?
Meg.: (sorprendido) ¿Qué te pasa? ¡Vos no estás bien!
Euc.: (sobresaltado) ¿No escuchás los ruidos? ¿No sentís nada raro? ¡Pará! Voy a ver qué pasa (entra corriendo)
Meg.: (Le habla gritando mientras Euclión va entrando) ¡¿Pero no ves que es en mi casa?! ¡Mandé a poner un palo borracho en el jardín!
¡Loco! (ya solo) Este se fue de nuevo, me deja hablando solo ¡y no me da una respuesta! Me boludea porque soy rico. Si es así, se va a hacer el
banana al principio y después, cuando ya pase la oportunidad, no va a saber cómo arreglar el moco. No le voy a dar ni cinco de bolilla y la hija
gorda que tiene se va a morir virgen.
Euc.: (sale de su casa hablándole a Estáfila) ¡Vieja de mierda! Te juro que te voy a arrancar los ojos, la lengua, la nariz, los oídos, te voy a dejar
peladita la cabeza! (hace gestos con las manos) ¡Bruja! Y si no lo hago, ¡que me capen! ¡Que me saquen el poquitito, cortito, pedacito de
virilidad que tengo!
Meg.: (ofendido) Euclión, ¿me estás tomando el pelo? Soy viejo pero no boludo. Tres veces me dejaste hablando solo, ¿qué tengo, monos en
la cara?
Euc.: (casi indiferente) ¡No! Para nada, Megadoro. No sos el ombligo del mundo.
Meg.: (impaciente) ¿Entonces? ¿Me entregás la nena?
Euc.: Con una condición: sin dote. Pero no creas por eso que es infradotada, eh (enojado)
Meg.: Bueno, ¿me la das?
Euc.: Sí. Es tuya Juan, reclamala Juan, es tuya.
Meg.: (exaltado de alegría. Extiende los brazos al cielo) ¡Los dioses me son propicios! ¡Trato hecho nunca deshecho!
Euc.: (con dedo acusador) ¡Mirá que no voy a poner un sope!
Meg.: Ok, te juro que me quedó claro.
Euc.: Más vale que después no me reclames nada, eh.
Meg.: ¡Te lo juro! Bueno, entonces, ¿me puedo casar hoy mismo?
Euc.: Faaa que estás apurado. Yo no tengo drama.
Meg.: Bueno, entonces me voy a preparar la festichola. ¿Necesitás algo?
Euc.: (indiferente) No, nada. Que tengas suerte.
Meg.: (llama a un esclavo) ¡Pitódico! ¡Vamos! ¡Tenemos que ir a hacer las compras para la partuza! ( se pregunta a sí mismo) ¿Me harán
despedida de soltero?
Euc.: (solo) Este se quiere casar con la Fedria por la plata, la olfateó, pero me tengo que hacer el dolobu, porque si no va a sospechar más. Yo
no le entrego ni un peso. Si es rico, que se la banque.
Escena tercera: Estáfila – Euclión
Euc.: (gritá enojado hacia la puerta de su casa) ¡Che vieja! ¿Dónde estás? ¡Salí rápido, cotorra! ¡Ya sé lo que hiciste! ¡¿Anduviste divulgando
por ahí que tengo una dote enterrada en la cocina para mi hija?! ¡Vieja mentirosa, te estoy llamando! (Sale Estáfila de la casa) Ponete a lavar
los 4 cacharros mugrientos que tenemos en la casa que le prometí al viejo de al lado la mano de Fedria. ¡Ah! Se casa hoy.
Está.: (asustada) ¡No!¡¿Por qué tan rápido?!
Euc.: (la amenaza con el bastón) Andá, apurate, que no tenemos tiempo para tus quejas. Ocupate de que todo esté listo para cuando vuelva
del centro. ¡Cerrá bien la puerta! (Se va)
Está.: (sola) ¡Me cago en la puta vieja celestina! ¡Estamos condenadas la criadas por su herencia! Siempre nuestro papel es el mismo! Nunca
una fácil, ¡todas atorrantas! ¡Entregan la casita enseguida! ¡¿Qué hacemos ahora?! Está a punto de parir y la quieren casar. ¡Me va a cagar a
palos el viejo cuando se entere! ¡Pobre Fedria! ¡Pobre yo! Cuando se entere nos mata. (Entra a la casa de Euclión)
Escena cuarta: Estróbilo, Ántrax, Congrión, Frigia y Eulosia
Pit.: El amo me dijo que compre la comida, contrate el catering y a las flautistas. Me dijo que después de hacer eso, parta todo a la mitad.
Ánt.: Mmm… a mí no me partís, pillo. Ahora, si me querés enterito, voy a donde quieras.
Con.: (con picardía) Ahh pero no solo sos amaneradito y buenito, también sos putito. Porque fíjate que de última, si alguien te lo pide, estás
dispuesto.
Pit.: Ántrax, no aprovechés la volteada. No lo dije en el sentido que te interesa. Lo que pasa es que el amo por fin se casa hoy.
Ánt.: (sorprendido) ¿Quién es la novia? ¿Y el padre?
Pit.: Euclión, el viejo de al lado. Por eso me dijo que compre todo y lo divida a la mitad. Parece que el vecino no pone un peso.
Ánt.: (señalando cada una de las casas) ¿Decís que es entonces mitad para acá y mitad para allá?
Pit: Claro
Ánt.: ¿Me vas a decir que no podía comprar unos churrascos aunque sea?
(Pitódico y Congrión se ríen exageradamente)
Ánt.: (sin entender) Pero, ¡pará! ¿Cómo?
Pit.: ¿Cómo qué?, si ese viejo es más seco que piedra pómex
Ánt.: Jodeme
Con.: ¿En serio?
Pit.: Pero sí, igual para mi es de amarrete porque fíjate que dice que está re seco, al horno con papas y hasta le pide ayuda a los dioses y al
Estado en cuanto se le escapa un poco de humo de la casa. Es más, cuando se va a dormir, se pone un saco de cuero atado a la boca para no
usar más aire del necesario.
Ánt.: (burlándose) Sí, sí, claro. ¿También se tapa el ‘aujero’ del culo ahora? ¡Dejate de joder!
Pit.: Pero es posta, si te lo digo es por algo. Si vos me lo contaras, yo te creería.
Ánt.: Sí, bueno, ponele.
Pit.: Por ejemplo, cuando se baña, llora porque se gasta el agua.
Ánt.: (ingenuamente) ¿Vos decís que se copa y nos regala por su talento benigno nuestra libertad?
(Pitódico y Congrión se ríen otra vez exageradamente)
Pit.: Vos tratá pero si le pedís prestado el hambre para darle de comer, no te lo da. Es más, hace poco el barbero le cortó las uñas y se las llevó
el muy mugriento.
Ánt.: (se ríe y luego habla) Este sí que es un roñoso.
Pit.: Mirá, el otro día un milano le robo la carne para milanesas y el muy turro se fue hasta lo del pretor y le exigía llorando que le empiece un
juicio al tipito. Así que, obvio que es roñoso y que vive como un miserable. Así como esta, miles de historias te puedo contar. Pero bueno,
¿quién de ustedes dos es más rápido?
Ánt.: Yo, y también soy de mayor categoría.
Pit.: Pero estoy preguntando por un cocinero, no por un ladrón.
Ánt.: (ofendido) Si yo hablo de cocinero, ¿qué decís tarado?
Pit.: (a Congrión) Y vos, ¿qué decís?
Con.: Yo… soy
Ánt.: Si este es un cocinero pedorro, no trabaja más que una vez por semana.
Con.: (enojado y elevando la voz) ¡Pero cállate, bobo, cara de caca! Sos de cuarta y te haces el de primera.
Ánt.: (enojado y elevando la voz) Má que bobo y ladrón, ¡esta ladrón! (señalándose el miembro)
(Congrión y Ántrax comienzan a golpearse)
Pit.: (separando a los dos cocineros, colocándose entre ambos) Bueno, hay que resolver esto…. No quiero que se caguen a piñas después en
medio del casorio. Así que vos quédate ahí quietito (frenando con una mano a Ántrax) y vos (a Congrión) quédate de este lado. Nada de pasar
piñitas por atrás. ¡No sean pelotudos!
Se me ocurre lo siguiente: si los dos dicen ser tan copados, a ver cómo resuelven un mini campeonato gourmet… hagamos de cuenta que
Congrión es Arguiñano y Ántrax, Maru Botana.
Con.: (elevando la voz) ¡Má que Maru Botana! Este parece Zulma Lobato.
Ánt.: (ofendido) Callate, porque esto está rozando la discriminación. (Gritando) Te voy a denunciar, ¡no te lo voy a permitir! (agarra del brazo
a Congrión y lo sacude)
Pit.: (separando a los dos cocineros y ubicándose entre ambos) Bueno, bueno, ¡basta! Primera pregunta. ¿Cómo se hacen las papas noisette?
(Hablan ambos cocineros a la par hasta que Pitódico le da la palabra a Ántrax)
Ánt.: Vas al mercado, comprás las papitas enanas, las hervís, las dejás enfriar, les sacás la cascarita con mucho amor y después, las metés en
aceite re caliente. (Disfrutando) Mmmm, se me hace agua la papa, digo la boca.
Con.: (elevando la voz) ¡No ves que sos pelotudo! ¡Es más simple! Comprás papas, las hervís, hacés puré y después hacés bolitas que metés en
aceite. ¡Pueden estar rellenas y todo!
Ánt.: (fanfarroneando) Es que yo soy exclusivo.
Pit.: Bueno, ¡es clarísimo! Primer punto para Congrión. (Quejas de Ántrax). Segunda pregunta: ¿cómo se hace el pato a la naranja?
Con.: Agarramos un pato una semana antes, reemplazamos el agua de su alimentación por exprimido de naranjas y una vez culminado el
tiempo de preparación, le retorcés el cogote, lo pelas y lo mandás al horno.
Ánt.: (con tono de provocación) ¡Después me decís pelotudo a mí! Obvio que lo agarrás del cogote, pero con amor. (imita los gestos) El bicho si
no queda muy tensionado. Tenés que dejar que se muera de a poco, así queda bien, ¡bien flojito! Y es mentira lo del jugo de naranja,
¡ignorante! Le das agua. La naranja es para acompañar. Además economizás, estúpido. Después lo metés al horno y le hacés un menjunje con
naranjas y otras pavadas.
Pit.: ¡Muy bueno! ¡Punto para Ántrax!. (Los dos cocineros se pelean y Pitódico los separa) Última pregunta: ¿cómo se hace un buen asado
criollo?
Con.: Agarrás el trozo de carne, lo ponés al fuego y esperás comiendo unos zochori y tomando unos vinos.
Ánt.: Lo más importante de un buen asado es la calidad del pedazo de carne. ¡Siempre lo mismo Congrión! ¡A lo bruto vos! Hay que ser
paciente y delicado así el pedazo es más tiernito con uno después.
Pit.: ¡Leeeestoooooo! ¡Es más que obvio quién es el ganador! Ántrax, venís conmigo y llevás el cordero más gordo.
Ánt.: ¡Wiiiiiiiiii! (Hace el gesto con la mano en la pera acercándose a Congrión) ¡Chiva, chiva, chiva! Buenísimo, pásame el cordero.
Pit.: Vos Congrión, tomá el otro cordero y llevalo a lo de Euclión ( señala la casa de Euclión e indica a algunos que vayan con Ántrax y a otros
sirvientes que vayan con Congrión. También los acompañan Frigia y Eulosia) Ustedes síganlo a él, que no va a defraudarlos. Los demás…
vengan conmigo.
Con.: (enojado) Así cualquiera, se llevan el cordero más gordo. ¡Amarretes!
Pit.: No te quejés, fuimos generosos con el kilaje de la flautista que te tocó. Llevate a la gorda Frigia. Vos Eulosia, vení con los muchachos, que
te vas a divertir.
Con.: (sigue enojado) ¡Sos traicionero Pitódico! Me mandás a lo del viejo amarrete este. Ya veo que si necesito algo me quedo afónico de
pedirlo, el viejo se va a hacer el boludo y no me va a dar nada. ¡Esto es acomodo! ¡Sepanlón!
Pit.: A ver, si necesitás algo, traetelo de casa si ya sabés que el viejo es así. ¡Hacete hombre! Después decís que sos buen cocinero. Además te
liberás de que te acusen de chorro. Cada vez que vas a cocinar a algún lado falta algo… ¿ahí qué te va a faltar? ( señalando la casa de Euclión).
Acá (casa de Megadoro) vas a estar tentado, chiquitín. Mucha plata, mucha gente, mucho movimiento, te vas a tentar y después nos rompen
el culo siempre a los cocineros.
Ánt.: (Aparte) Mmm, me parece que me estoy arrepintiendo…
Con.: Bueno, dale. Me voy para allá.
(Salen de escena Ántrax y Eulosia)
Escena quinta: Pitódico – Estáfila – Congrión - Frigia
Pit.: (gritando) ¡Eh Estáfila! ¡Abrinos!
Está.: (cantando como ‘Pimpinella’) ¿Quién le é?
Pit. y Con.: (también cantando) ¡Soy yo!
Está.: ¿Qué le viene a buscar?
Pit. y Con.: ¡A ti!
Está.: ¡Ya es tarde!
Pit. y Con.: ¿Por qué?
Está.: Porque mi amo Euclión ya no quiere a nadie aquí.
Pit.: (gritando) ¡Abrí la puerta, pelotuda! Dejá de hacerte la artista.
Está.: Bueno, está bien. ¿Qué le quieren?
Pit.: Que te hagas cargo de todo esto, son las cosas del casorio (le tiran en los pies unas bolsas y cajas, y le ponen al lado a Frigia). Te traje
también al cocinero y a la flautista.
Está.: Todo muy lindo, todo muy lindo (revolviendo entre las cosas que traen) pero, ¿el vino dónde está?
Pit.: El vino lo trae después el amito.
Está.: Che, acá no hay leña para el cordero… ¿lo van a cocinar telepálticamente? Como esa publicidad de huevos Roberto, huevo. ¿No te
acordás?
Con.: (señalando hacia arriba en dirección a la puerta de la casa) Eso ahí del techo, ¿no son vigas de madera?
Está.: Sí
Con.: (exaltado) ¡Entones no mientás! ¡Ahí hay leña! ¿Para qué vamos a salir a buscarla afuera?
Está.: (enojada) ¡¿Vo me queré quemar la casa, vo?! ¡Te vua arrancar los pocos pelos que te quedan!
Pit.: (calmándola) No, Estáfila, déjate de joder. No le hagas caso. Vamos, entremos.
Está.: (se corre para que pasen) Bueno, pero con cuidadito eh. Pasen, pasen (hace gestos con las manos)
Escena sexta: Pitódico
Pit.: (a los esclavos que entran en la casa de Euclión) Bueno, me voy a fijar qué están haciendo los muchachos allá. Más vale que trabajen y
cumplan con lo que tienen que hacer. ¡Qué fastidio! Estos son más rápidos que la Chicholina. Voy a tener que vigilarlos bien para que no se
afanen nada. Son capaces de irse comiendo lo que van cocinando.
Escena séptima: Euclión - Congrión
Euc.: (lleva en la mano una corona de tulipanes) Yo quiero disfrutar un poco de la ocasión pero, ¿cómo hago con la inflación? ¡Está todo caro,
muy caro! El pescado, las papas, el tomate está como 44 el kilo, ya parezco Lita de Lázzari caminando en los mercaditos. ¡¿Cómo mierda!? Yo
pensé que con 6 pesos per cápita quedaba listo, ¡pero no me alcanza! Yo había guardado unos patacones hace unos años por si la Fedria se
casaba pero los escondí y no me acuerdo dónde los dejé. ¡Má sí!, que pague todo Megadoro, al fin y al cabo no quiero malgastar lo poco que
tengo en la fiesta, a ver si se acostumbra. ¡Que la ponga él a la tarasca! Lo único que llevo es incienso y coronas de flores para la diosa esa de
la cocina, la Lara, para que ayude a mi hija con el viejo decrépito este. Pero, ¡qué veo! (desesperado) ¡La puerta de mi casa abierta! ¡Hay ruido
por todos lados! ¡Esta vieja nunca entiende nada! ¿Me estarán robando? ¡Mi ollita! ¡Diosito, manteneme intacta la ollita!
Con.: (desde el interior de la casa a Estáfila) ¡Andá vieja a pedir una olla más grande a la casa de Megadoro! La que tienen acá es re pedorra
Euc.: (desesperado) ¡¡¡No!!! ¡Están hablando de la olla! ¡Mi olla! ¡Me están robando! Quieren una olla más grande, ¡viciosos! ¡¡¡Devuelvanme
mi tesoro!!! ¡Chorros! ¡Insurrectos! (entra corriendo)
Escena octava: Ántrax
Ánt.: (sale de la casa de Megadoro y les habla a los esclavos que están adentro) ¡Dromón, sacale las escamas al pescado!; ¡vos, Maquerión,
sacale el espinazo a la anguila y despellejala bien! Yo voy a la casa de al lado a pedirle al tarado de Congrión que me dé el molde de pan para
hacer flautas. ¡Desplúmenme el gallo, que quede bien, bien depiladito, peladito, lisito como la cabeza de Menghini! ( Se escuchan gritos de la
casa de Euclión) Uhhh, mirá los gritos que vienen de allá. Yo por las dudas me hago el dolobu y voy más tarde. A ver si la ligo también yo.
ACTO III
Escena primera: Congrión
Con.: (mientras sale de la casa de Euclión corriendo, escapándose con un cuchillo en la mano) ¡Abran paso! ¡Correte emo, wachiturro! ¡Salí de
ahí gato, wachipato! Rajemo que este viejo loco nos va a seguir cagando a palo. ¡Me duele todo! Mirá que se iba a poner así. ¡Vengan!
¡Vamos! ¡Sígamne los buenos! Nunca me habían agarrado a bastonazos como este viejo decrépito. ( Mira hacia la puerta de Euclión) ¡No! ¡Ahí
viene de nuevo! ¡No de nuevo no! ¡No de nuevo decía! (como la publicidad de Sprayette)
(Sale Euclión con el bastón o látigo persiguiéndolo)
Escena segunda: Euclión y Congrión.
Euc.: (a Congrión que huye. Exaltado) ¡Vení para acá papanatas! ¡Ladrón! ¡Que alguien lo ataje! ¡Policía! ¡Prefectura! ¡Guardia urbana!
Con.: (enojado) ¡Pero qué gritás, viejo loco!
Euc.: (gritando) ¡Te voy a denunciar, ladrón de cuarta! ¡Porquería! ¡Te voy a hacer meter preso! ¡Chorro!
Con.: Pero, ¿por qué? ¿Qué te hice?
Euc.: Primero, tenés un cuchillo en la mano… ¡no es de buen augurio! Para mí me querés afanar o matar. Segundo, esto es propiedad privada…
¡Respete larva! Tercero, andabas en busca de olla… ¡Eso también es mal augurio!
Con.: ¡Ah bueno! Si es así es delito para el golfista tener un palo de golf, para el futbolista una pelota y para mí, que soy cocinero, tener un
cuchillo. No es joda, en serio estás loco vos.
Euc.: (enojado) No te hagás el dolobu, ¡sinvergüenza! Tenías postura de clavármelo (imita la postura) ¡Me amenazaste!
Con.: (hace gesto de puñalada) Te lo tendría que haber clavado viejo, así te relajás un poco. ¡Yo no soy Giordano para que me pegues! Soy el
cocinero de la boda de tu hija.
Euc.: (amenaza con el bastón) Me dan ganas de volverte a cagar a palos, cien veces más, porque encima hablás pavadas.
Con.: No, si se te nota, estás siempre listo con el garrote como boy scout. A fuerza de palos me dejaste blandito y machucado como puré de
manzana. Ahora, decime una cosita, ¿qué necesidad de pegarme así?
Euc.: Y dale María con la canasta. Seguí preguntando lo mismo. (Vuelve a hacer gesto de golpe con el bastón) Me parece que vos sos como
Estáfila, te gusta que te peguen.
Con.: Si me tocás de nuevo, asegúrate dejarme sequito en el instante porque si te agarro te dejo listo para entrar en lo de Bonacorsi.
Euc.: Sí, sí, seguro, seguro. Pero ¿vos que hacías en mi casa? ¿Cómo hiciste para entrar?
Con.: ¡Pero encima sordo! Te dije que estoy cocinando para la festichola de Fedria.
Euc.: ¿Y quién te dijo a mí que me gusta que me cocinen las cosas? Capaz que me gustan crudas.
Con.: Yo solamente cumplo las órdenes de mi amo. ¿Me vas a dejar cocinar?
Euc.: ¿Vos no me vas a robar?
Con.: ¿Qué querés que te robe? Lo único que me importa es que al menos me dejes sacar mis cosas de tu cocina.
Euc.: Bueno, sí, igual soy re pobre, no vas a encontrar nada de valor. ¡Nada de nada! No tengo ni un tesoro enterrado en medio de la cocina, ni
mucho menos en una olla. Soy el más pobre del vecindario. ¡Má que del vecindario! ¡Del país! ¡Del continente!
Con.: ¿Y entonces? ¿Quién te entiende? ¿Qué motivo tenés para no dejarme cocinar?
Euc.: Ya sabés por qué. ¡Estabas chusmeando todos los rincones de mi rancho! Si hubieses estado quietito en la cocina no te pasaba lo que te
pasó. Y que te quede claro, si vas para mi casa o hacés algo sin que yo te lo ordene, te rajo la cabeza a palos (entra en la casa)
Con.: (a Euclión) ¡Pero para! ¡No me dejés acá! ¡Déjame terminar mi trabajo! Encima me va a salir más caro el médico de lo que cobro por
cocinarle a este mugriento. Si no me dejás entrar, ¡se va a armar un quilombo! ¡Un quilombo! ¡Un qui – lom- bo! (con el gesto de Guido Süller)
Escena tercera: Euclión y Congrión
Euc.: (vuelve a salir, guarda la olla bajo la capa. Para sí ) Esto que guardo acá abajito, va conmigo a donde vaya (A la olla) Hijita querida, yo te
amo, te cuido, te protejo, te escondo, te vuelvo a cuidar. Nadie nunca te va a gastar. Acá vas a estar intacta cual la virginidad de mi hija Fedria.
(a Congrión) Ahora sí, si querés entrar, entrá. Querés meterte con tu séquito de corruptos, metete. Yo me voy a dar una vuelta así no te mato
cada vez que te veo.
Con.: (enojado) Lo tuyo es abrir, abrirme la cabeza a garrotazos, abrirme la puerta… pero siempre cuando se te canta el culo.
Euc.: Dale dale, ¡dejate de quejar! ¡Entren, vagos de mierda, que se les paga para trabajar, no para quejarse!
Con.: (enojado) ¡Viejo loco! ¿Vos pagás? A mí me pagaron para que cocine, no para que te aguante.
Euc.: ¡Ma sí, decime loco lo que quieras, pero dejá de romper! Entrá y cociná o andate y disfruta de la cárcel.
Con.: Sí, que se te cumpla tres veces lo que me deseás, ¡forro! (entra en la casa de Euclión)

Escena cuarta: Euclión


Euc.: (estrechando la olla contra su pecho) Ya se fue el chusma este. Esto me pasa por querer cagar más alto que el culo. ¡¿Quién me mandó?!
Megadoro se hace el bueno, me manda gente, pero seguro es toda una estrategia para robarme mi tesorito ( señala la olla) Encima, el gallo de
mierda de la vieja culona escarbó justo en donde estaba el tesoro. Seguro es cómplice también. ¿Se necesitan más pruebas? ¡Hasta el gallo
está entongado! Seguro le ofrecieron una ración más de comida o algo al animal para que se prenda. Yo, como soy vivo, me di cuenta y le rajé
la cabeza con un palo. Creo que quedó listo para la olla, pero para la del puchero ( riéndose solo) ¡Que lo hagan puchero! ¡Gallo de mugriento!
Uh, míralo, ahí viene Megadoro, la mente detrás de este plan macabro. Me voy a hacer el boludo para no saludarlo (se queda en un costado)
Escena quinta: Megadoro - Euclión
Meg.: (sin ver a su futuro suegro) Les estuve contando a los muchachos sobre el casorio con la nena de Euclión. Todos dicen que está buena y
que la pegué. Porque, a ver, si nosotros que somos ricos nos casamos con las pobretonas, o sea, y no les cobraramos dote, o sea, está más que
claro que no habría tanto quilombo entre los ciudadanos y no seríamos tan codiciados y envidiados por nuestra facha, nuestra plata, nuestro
feeling social. Y las minitas tendrían más miedo al látigo, de lo que tienen ahora, y nosotros gastaríamos mucho menos también.
Euc.: (aparte) Pero que tipo más sensato resulte ser este. ¡Qué bien que habla sobre el ahorro! Si fuese mujer hasta yo me caso con él.
Meg.: El problema de las dotadas es que enseguida te amenazan. (Imita una voz de mujer) “¡Mirá que yo puse más tarasca que vos acá! No te
hagás el banana, ahora me tenés que comprar zapatos, el útimo i-phone, oro, ese último mantito purpura de tucci divino, un minicooper
como la de las tres minitas estas que pelean con todo el mundo, muleros, esclavos, chongos… digo, servidores, bla, bla, bla”.
Euc.: (aparte) ¡Mirá que clara que la tiene Megaduro! O lo mandamos de milico femenino o se hace un cursito con Moria Casán y selecciona
los concheros de divas.
Meg.: Hoy en día hay más autitos pintorescos en la ciudad que guardaditos en el ‘cauntry’. Las mujeres andan afuera todo el día en vez de
quedarse en casa limpiando, ordenando y haciendo las cosas para el marido como corresponde. Ni bien uno pone el pie fuera de casa, se van
con las tarjetas, chequeras, monedas, y todo lo que sea intercambiable, inclusive ellas mismas, y te hacen sorete el estado financiero. Después
te llegan las boletas y resúmenes de tarjetas en donde ves que compraron una bombacha de lencería fina que nunca viste, un babydoll animal
print que tampoco nunca viste y costó como 500 mangos, manicuras, gimnasio, spinning para estar divina y bajar el culo para revolcarse con
otro usando la bombacha y babydoll que yo no vi. Otra que el Paint-fast de Sprayatte, la vaporera que no va a usar en la puta vida y el
Slendershaper. Después aparecen las revendedoras, esas viejas vendiendo los perfumitos, las cremas, los shampoo de Avón, Natura, Violeta,
Tsu. Después empiezan a caer los paquetitos que compraron por internet a cobro revertido, y ahí encima te sacan el cash del bolsillo. Pensás
que le pagaste a todos pero no, nunca se termina. Siempre hay otros agazapados por la billetera de los maridos.
Euc.: (aparte) Lo frenaría para felicitarlo, pero quiero seguir aprendiendo de este maestro.
Meg.: Encima cuando terminás de pagar todo lo de estas yeguas, tenés que pagar los impuestos, la cuota del club de origami, el taller de
sodoku a distancia y apenas llego a pagar la contribución para salvar a la ardilla voladora namphada de la India. Encima todo en dólares. O
sea, está mucho mejor que no pongan un peso y uno después las maneja más fácil. Total ya sabemos para qué sirven las minitas. ( Ve a
Euclión. Le habla de forma altanera) ¡Ah Euclión! No te había detectado en mi radio visual.
Euc.: (muy emocionado) ¡Me mojé con tus razonamientos! (Alentando al público) ¡Estentorios aplausos para mi yerno Megaduro!
Meg.: Ah, ¿me has oído pero?
Euc.: Por supuesto, de principio a fin.
Meg.: Ya que me seguís tan atentamente, aceptame un consejito. ¿Por qué no te ponés un poquito más presentable para la boda de la nena?
Euc.: A ver, hay una sabiduría popular que te voy a transmitir: uno tiene que saber acomodar su apariencia al rancho en el que vive. Eso es no
olvidarse de sus raíces. No es joda, Megadoro (en tono solemne) porque el mono vestido de seda, mono queda.
Meg.: Bueno, dejá de llorar Euclión. Nadie es tan pobre. Además, o sea, una cosa es ser pobre y otra cosa es ser sucio.
Euc.: (olfateándose los sobacos. Aparte) Me parece que este sabe algo, ¿qué querrá decir con “nadie es tan pobre”? ¡Seguro Estáfila abrió la
boca!
Meg.: ¿Otra vez lo mismo Euclión? ¿Con quién estás hablando?
Euc.: Estaba pensando que tengo unos asuntos para aclarar con vos.
Meg.: (sorprendido) ¿Conmigo? ¿Qué pasa?
Euc.: (enojado) ¿Qué pasa? Me llenaste la casa de chorros. Los cocineros que trajiste son más peligrosos que nene con navaja. Además no me
podés traer esta flautista cachiba que anda dando vueltas de gusto por la casa, parece un toro Hereford y tiene más olor a vino que una
damajuana.
Frigia: (Interrumpe. Con paso pesado y con voz ronca se asoma por la puerta de Euclión) ¿Qué decí, papi? Escuchame, yo no soy cualquier
flautista. Yo con esta te hago todo el repertorio, el feliz cumpleaños, Para Elisa y el Escucha hermano la canción de la alegría. Te hago la dulce,
te laburo la traversa, afinadita en fa, en sí. (Se mete en la casa)
Euc.: Y ni hablemos de lo amarrete que estuviste con la comida…
Meg.: Si te mandé comida hasta para un regimiento. ¡Un cordero te hice traer!
Euc.: Sí, ¿lo viste? Tiene más hambre que ratón de iglesia. Piel y hueso es. Me da hasta pena matarlo.
Meg.: Pero yo pagué uno que ya estaba listo para matar.
Euc.: Entonces pagá también para el velorio porque está más para el entierro que para comerlo.
Meg.: Bueno, bueno. Basta de quejarnos. Esto es lo que hay. (Lo abraza) ¡Vamos a agarrarnos una buena curda juntos para celebrar nuestro
enlace!
Euc.: (le saca el brazo del hombro) Yo no tomo más que agua.
Meg.: Pero vas a ver, yo te mando un vinito añejo que tengo en casa y vas a conocer lo que es.
Euc.: Pero ya te dije que no tomo más que agua.
Meg.: ¡Empezá a disfrutar de los verdaderos placeres de la vida, Euclión!
Euc.: (aparte) Este me quiere mamar para aprovecharse y robarme el tesoro. Pero nada como un viejo zorro como yo. Voy a cambiar de lugar
el tesoro, lo voy a sacar de casa y nunca lo va a encontrar. Y ahí sí que va a perder el tiempo y el vino.
Meg.: Bueno, si no te hace falta más nada, me voy a preparar para el casamiento así estoy lindo para la nena y le hago pasar una linda noche
(se va a su casa)
Euc.: Pobre ollita de mis entrañas, ya no sabemos en quién confiar. Ahora me parece que lo mejor es que te esconda en el templo de la
Fidelidad. (Mirando el cielo) ¡Santa Fidelidad! En vos depositaré mi confianza y me tesoro. Hacia tu templo voy.
ACTO IV
Escena primera: Estróbilo
Estró.: (se mueve sigilosamente) Como yo soy un buen esclavo, pero de los buenos, no como Pitódico, yo hago lo que siempre mi patroncito
me pide. Siempre que me da una orden, agacho la cabeza y “sí, mago”. Hago todo rapidito y de buen grado. Porque el esclavo que quiere
servir a su señor según sus deseos particulares, debe primero meter mano a las cosas de su señor y después a las suyas propias ( con cierta
suspicacia y apelando al doble sentido). Por ejemplo, si uno duerme, debe dormir siempre en la posición del esclavito, y más si el amo está
enamorado y uno lo tiene que consolar ¿no?. Porque es mejor que esté poco angustiado y descargadito para que no se deje llevar por los
ímpetus de la pasión. Es como cuando uno aprende a nadar y usa el flota-flota… bueno, mi función es ser su flota-flota, para que no se me
vaya al fondo derecho. No quiero decir con esto que esté gordo mi señor, sino que lo tengo que consolar porque se enamoró de la hija del
viejo amarrete de al lado. Yo me tengo que dar cuenta, sin que él me lo diga, de cuáles son sus deseos. Soy como una especia de Horangel,
tengo que predecir lo que quiere y hacerlo rápido y, encima, bien. Todo siervo que se comporte como yo, va a ver que no va a tener que
soportar el castigo, lo que no significa que no disfrute del látigo. Así que señores, si hay que besar pies, u otra cosa, María Magdalena me
llaman. ¡Háganme caso todos los esclavos y sean como yo! Se la pasa bien ( hace un guiño a los espectadores). En fin, la cuestión es que se
enamoró, en una de esas partuzas que se hacen para homenajear a algunos de sus dioses, de Fedria, la pibita de al lado, y en la previa a las
libaciones, no pudo con su genio y le entró como bicho al foco, como gordo a la factura, como Victor Sueiro a la luz, como Caperucita al lobo,
como yo a mi amo… en fin, se la empomó y le llenó la panza de huesitos. (Irónicamente) Tanto fue la culpa del pecado que cometió que el
salame Milán se enamoró y, encima, como para agregarle morbo y culebrón, Megadoro se quiere casar con ella. Entonces Licónides me
mandó a pispear como viene el asunto, así ve si interfiere en la boda. Me parece que vio varias novelas de Thalía. Bueno, así que me voy a
sentar como quien no quiere la cosa en este altar para chusmear y llevar las buenas nuevas a mi amito.
Escena segunda: Euclión y Estróbilo
Euc.: (con tonada de ángel de la guarda)
Santa Fidelidad, te pido,
que no desampares esta olla, ni de noche ni de día.
Si la desamparas, ¿qué será de mí?
Mantenla intacta aquí, sino el chorro puede morir.
Ahora al baño voy a ir, para que mi yerno no se clave ahí
esperándome a mí, así se lleva rápido a mi nena
y le despeluca pronto la melena.
Santa Fidelidad, te recuerdo, cuidame la olla , por algo elegí tu bosque y en tu templo la he guardado.
Así que, copate.
(Entra en su casa)
Estró.: (saliendo del escondite) ¡Santa Gilda!¡Que el gaucho gil me guarde! ¡Qué acabo de escuchar! ¿que el viejo de al lado escondió una olla
en el templo? No, Santa Fidelidad, no le des bola que es un amarrete bárbaro. Escuchame a mí, yo soy un buen esclavo y te prometo para vos
y todos tus compas, tres birras y un fernet Branca de litro. Solamente quiero esa olla con orito (entra en el templo de la diosa)
Escena tercera: Euclión
Euc.: (volviendo) Me persigue un cuervo, y no es Tinelli ni Vigo Mortensen ni Larroque. Es un cuervo de verdad, que picotea mis manos y me
despeina los rulos. Me rasga las vestiduras cual Quijote en el monte de Sierra Morena. ¡Juira bicho! Fush, fush, que me vuelvo al templo así
me lo saco de encima y de paso chusmeo. Porque es mejor pájaro en mano que cien volando… (pensativo, dándose cuenta de que no es el
proverbio adecuado) ¡Ese no era!... me parece que no… ¡má sí! Si te sigue un cuervo, es mala leche.
Escena cuarta: Estróbilo y Congrión
Euc.: (sale del templo de la Fidelidad con Estróbilo tomado por el cuello. Enfurecido) ¡¿Qué hacés acá vos?! ¡Rata asquerosa! ¿Dónde estabas
escondido? ¿Acaso me querés robar algo? ¡Te voy a matar! Te voy a matar bien muerto, nada de dejarte a medias.
Estró.: (se libera de Euclión) ¡Pero pará viejo desenfrenado! ¿No puedo venir a rezarle a los dioses? ¿Acaso no puedo venir a pedir por la
fidelidad (pensativo) de mi novia, de mi madre, del amante de mi madre…?
Euc.: (alterado) No te hagás el desentendido, vos tenés cara de pillo, ¡malviviente!, ¡ladrón! Te voy a llenar el culo a patadas.
Estró.: (haciéndose el desentendido) Pero, ¿te robé algo? ¡¿Qué te voy a robar a vos?! Viejo miserable, muerto de hambre.
Euc.: ¡Sí! Seguro me robaste algo, y quiero que me lo devuelvas.
Estró.: ¿Qué querés que te devuelva?? ¡Estás mamado!
Euc.: (se acerca amenazándolo para pegarle) ¿Encima me lo preguntás?
Estró.: (protegiéndose con las manos) ¡Yo no te afané nada!
Euc.: Yo estoy seguro de que vos pensás que me quitaste algo… ¡eso que estás pensando! Eso mismito devolveme.
Estró.: ¿Encima adivinás pensamientos? Porqué no aprovechás y tirás un par de oráculos y te ganás el quini, viejo perseguido. ¡Yo no te robé
nada!
Euc.: Que te dije que no te lo vas a poder llevar, ¡dámelo ya! (señala la túnica de Estróbilo)
Estró.: (irónicamente) ¡Epa! ¿Qué querés que te dé? ¡Viejito atrevido!
Euc.: (enojado) ¡Que me la des y me la pongas acá! (levantando la túnica como para depositar la olla) ¡Eso quiero!
Estró.: (tomándole el pelo) Bueno, abuelo, parece que estás muy acostumbrado a que te la den. ¡Mirá que rapidito te levantaste la túnica!
Euc.: (amaga pegarle) ¡Basta, puerco! Maleducado! No te estoy jodiendo, no me hagas perder el tiempo.
Estró.: ¿Por qué no llamás a las cosas por su nombre? Al pan, pan y al vino, Toro. No te lo vuelvo a repetir, no te afané nada.
Euc.: (con tono imperativo) ¡Mostrame las manos! (asombrado) Mmm… ¡qué dedos tan largos tienes!
Estró.: (bromeando) Miralos bien, están hasta limpitos (moviéndole los dedos cerca de la cara)
Euc.: Bueno, ahora mostrame la otra.
Estró.: (al público) ¡Ahh bueno! Este tiene podrida la cabeza. ¡Está colifa! (a Euclión) ¡Estás cometiendo una injusticia!
Euc.: (irónicamente) ¡Tenés razón! (lo amenaza con pegarle con el bastón) Sí, sí, ¡ya te tendría que haber rajado la cabeza con el bastón! Y si
no confesás, lo voy a hacer.
Estró.: pero ¿qué te voy a confesar?
Euc.: ¡Vamos! (señalando la túnica) Sacudimela y nos vamos los dos contentos.
Estró.: (tomándole el pelo) ¡Si te gusta!... Dale, ¡tocá! Total no tengo nada.
Euc.: ¡Lobo con piel de cordero! ¡Me querés engatusar! Bueno, mostrame de nuevo la derecha.
Estró.: (saca la mano derecha q estaba oculta bajo la capa) Acá está, estaba ahí porque me picaba. (Le acerca la mano a la cara) Mirá…olé.
Euc.: (golpeándole la mano con el bastón) ¡Mugriento! Ahora mostrame la izquierda.
Estró.: (saca la mano izquierda y oculta la derecha) ¿Ves? No tengo nada. ¿Querés que te las desenfunde acá nomás? ¿Te las muestro juntas?
(imita la postura de un pistolero)
Euc.: (enojado) Bueno, ¡basta de huevadas! ¡Devolveme lo que me robaste ya!
Estró.: Y dale de nuevo la burra al trigo, ¡no tengo nada que devolverte! Todo lo que tengo es mío (haciéndose el lindo)
Euc.: Y me seguís sobrando (lo amenaza con el bastón) ¡No tengo dudas ya!
Estró.: (apelando al doble sentido) De eso seguro, todavía no se inventó el viagra. Vas a tener que esperar bastante.
Euc.: No lo voy a decir, vos ya lo sabés. ¡Y eso es mío! (señalando la túnica)
Estró.: No tengo nada, viejo loco, y esa nada es una nada solamente mía.
Euc.: (mira hacia el templo) ¿Y aquel? ¿Quién es? ¡Seguro otro sinvergüenza! Andá nomás, voy a ver con qué intenciones entra en el templo.
¡Este país está lleno de chorros!
Estró.: Sí, sí, ¡andá! ¡Que los dioses te meen viejo!
Euc.: Deberías darme las gracias de que no te estrangulé. Me voy a ver quién es aquel. Seguro es socio tuyo. ( lo amenaza con el bastón) ¡Rajá
de acá mirá!
Estró.: Me voy porque quiero, vos a mí no me echas viejo tarado.
Euc.: ¡Y que no te vuelva a ver eh! Porque te cago a tiros (entra en el templo)
Escena quinta: Estróbilo
Estró.: Este seguro va a sacar el oro del templo. Yo tengo que aprovechar y quedarme agazapado así sé dónde lo guarda después. Menos vivo
que una batata el viejo. Me voy a esconder aca. Siento la puerta rechinar, seguro que es él que se va ( se escucha la puerta del templo y se
esconde para que Euclión no lo vea)
Escena sexta: Euclión- Estrobilo
Euc.: (sale del templo con la olla. No ve a Estrobilo) Si el cuervo no me daba ese aviso, seguro me lo robaban. Tendría que encontrarlo así por
lo menos le doy las gracias, ¿no? (para sí) Mejor lo saco de acá y me lo llevo al montecito que queda atrás de las vías, el que queda allá por el
puente de Colón al fondo. ¡Ingrata Fidelidad! ¡Cómo me cagaste! No piso nunca más tu templo (se va)
Estró.: (sale del escondite. Solo) ¡Fantástico! ¡Este viejo me está financiando la libertad! Mejor lo sigo. Aunque mi amo me esté esperando,
me las pico. Si se enoja va a tener dos problemas. Además, yo ya voy a ser rico ( planeando lo que va a hacer) Me voy rápido, me subo a un
poste de luz, total el viejo está re encorvado y no va a mirar para arriba. Desde ahí voy a ver dónde esconde la platita. Después, ¡zácate! ¡Lo
desplumo! ¡Gracias dioses! ¡Esto es un golazo! ¡La mano de Dios está metida en esto! (Estróbilo sale por donde salió Euclión)
Escena séptima: Licónides – Eunomia - Fedria
Lic.: (con tono venezolano o centro americano. Sale con Eunomia de la puerta de Megadoro ) Madre, tú ya sabes madre mía todo el culebrón
que viene tras la Fedria. Es la prenda de mi corazón, un poquitico de mi alma. Dile tú a Ernesto Megadoro, a mi tío, que por favor no se case
con mi corazoncito de melocotón. ¡Habla madre! ¡Mamá! ¡Mamá!
Eu.: ¡Ay, hijito de mi corazón! te escucho mientras te escucho y no creo lo que escucho. Así que estás enamorado de la pobretona de acá al
lado. Bueno, por lo menos te querés casar, no como tu tío. Yo te prometo que voy a hablar con tu tío así te podés casar con la pobretona; y le
voy a pedir a tu tío que no se case con la pobretona porque sabés que te quiero, y a tu tío también, a los dos los quiero, porque soy buena
hermana y buena madre. Ahora, ¡hijo e tigre me saliste! ¡Así se trata a las mujeres! Nada de darles espacio para pensar. Igual, como te
quiero, voy a hablar con tío, que también lo quiero, para que no se case con la pobretona y así, te podrás casar vos con ella. ¡Ay! ¡Cómo los
quiero!
(Se escuchan los gritos de Fedria que salen de la puerta de la casa de Euclión)
Lic.: (preocupado) ¡Mamá mamá, el fruto de mis pasiones está surgiendo de la flor de mi amada! Mirá esos gritos de desgarro floral. Ese
jazmincito se está abriendo y está brotando mi pimpollo.
Eu.: Vení hijo querido conmigo, vení que vamos a hablar con el tío así no se casa con la pobretona que vos querés tomar por esposa… y el
también, o sea los dos, ¿los dos la quieren? ¡Qué lindo! ¡Viva el amor! Bueno, vamos, vamos, así hablamos con tu tío.
Lic.: ¡Cállate madre! ¡Me cansas! ¡Pos cállate cállate que me desesperas! Ándale, vayamos de una vez, aunque no ha venido Estróbilo,!
maldito ingrato de sirviente! Mas no me enojaré, mejor me voy al escrutinio de mi vida.
Fedria: (aparece en la puerta de Euclión) ¡¡¡La re calcada de tu hermana y la mía!!! ¡¡¡Hijo de su madre puta el que me desvirgó!!! ¡Ya viene
el pibe o piba, me olvidé de hacerme la eco! ¡Encima tengo que pujar! ¡Me duele! ¡Estas dos diosas que estaban ahí, no sirven para nada, no
fueron culo de frenarme! ¡Y ahora mirá cómo estoy! ¡¡¡Maldito pepenador!!!! ¡Estoy meada por los dioses! ¡¿Por qué no me clavé un fernet
menos?!
Escena octava: Estróbilo
Estró.: (entra con la olla en las manos) ¡Soy rico! ¡Soy millonario! ¡Qué emoción! Bill gates es un poroto al lado mío. ¡Qué día maravilloso!
¡Todo me salió perfecto! (apelando al público) Ni bien me fui, me escondí como les conté, me subí a la columna de alta tensión, esperé y el
viejo tarado este vino rengueando, como siempre, y escondió el oro. Ni bien se fue, ¡papita pal loro! ¡Lo hice bolsa¡ Si era pobre, ahora, ni les
cuento. Ahora debe estar llegando a su casa….me voy para allá así no me ve (sale)
Escena novena: Euclión - Licónides
Euc.: (amargado, sufriendo) ¡Ay de mí! ¡Ay pobrecito yo! ¡Qué vida de mierda! ¡No me puede estar pasando esto! Estoy perdido, arruinado,
pobre, sucio, maloliente y con mal aliento. (Grita) ¡¡¡Qué mal la estoy pasando!!! (Se mueve desorientado por el escenario) ¿Voy para allá o
voy para acá? ¿A dónde voy? ¿De dónde soy? ¡Estoy ciego! ¡No veo! ¡Estoy perdido! ¡Me robaron todo! ( de repente se frena y le habla al
público) Ahí hay gente, ¡vos, pelado! ¡¿Quién me afanó?! ¡Sí, a vos te estoy hablando! ¿Quién fue? ¿No lo viste? (señalando a otro) ¿Vos? Vos
tenés cara de atorrante, ¡seguro sabés algo! ¿De qué se ríen? (baja del escenario) ¿Nadie sabe nada? Yo se que acá hay mucho ladrón junto,
se hacen los pitucos, se ponen perfumito, se ponen los mejores pepés pero seguro es todo robado. ¡¡¡¿Quién de ustedes lo tiene?!¡!
¿Ninguno? (sube al escenario) ¡Por Dios! Si era pobre, ahora estoy crocante de seco. Maldigo este día, puras penurias me trajo. Seguro hay
algún forro que está disfrutando de mi platita, yo que la guardé tan guardadita y me privé de tantas cosas. ¡¡¡Qué dolor!!! (se tira al piso)
Lic.: (sale de la casa de Megadoro) ¿Quién sufre aquí? ¿De quién es esa alma en pena? ¿Oigo gritos de dolor? (ve a Euclión) ¡No! ¡Pero si es
Euclión! Seguro que sabe que su hija está rasgando su ser para darle paso a una nueva vida. Seguro sabe que fui yo quien la desfloró. Seguro
me descubrió. (Para sí) ¡¿Qué hago ahora?! ¿Lo enfrento? ¿Huyo? ¿Me clavo una ginebra para olvidar mis penas? ( levanta los brazos hacia el
cielo) ¡Oh destino cruel!
Escena diez: Euclión - Licónides
Euc.: ¿Quién está hablando ahí?
Lic.: (se acerca despacio a Euclión que está en el suelo) ¡Yo, un desgraciado!
Euc.: No, ¡soy yo ese! Soy un desgraciado a la enésima potencia. Nadie está tan maldito como yo.
Lic.: ¡Tranquilo compadre!
Euc.: ¿Cómo podría estarlo?
Lic.: De aquello que te angustia y te genera dolor, yo soy el culpable, ¡te lo confieso!
Euc.: (se levanta del suelo y lo mira) ¿Pero qué estoy escuchando?
Lic.: (se da vuelta y le da la espalda) La verdad, la verdad verdadera, ¡mi delito!
Euc.: (reprochando enojado) ¿Qué te hice para que me hagas esto? Para que me condenes a mí y a mi familia.
Lic.: (solemne) Los placeres de Baco y la pachanga me arrastraron hacia ella.
Euc.: ¿Qué decís?
Lic.: No puedo mirarte a los ojos. (Se da vuelta) ¡Lo admito! ¡Soy culpable! ¡Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa! ¡Perdóname
Euclión! (mirándolo fijo)
Euc.: (enojado) ¿Cómo fuiste capaz de tocar, de posar tus dedos en ella?
Lic.: ¡Ya lo hice y no puedo volver atrás! ¡Los dioses me hicieron piquete! No puedo hacer nada para remediarlo.
Euc.: ¿Sabés que pienso yo, ingrato? (enojado) ¡Que los dioses quieren que te rompa el cuello, despacito, que te haga sufrir! ¡Desgraciado!
Lic.: ¡No digas eso!
Euc.: ¡Desgraciado! ¿Qué tenías vos que andar poniendo mano donde no corresponde? (amenaza con pegarla) ¡Te voy a romper la cara!
Lic.: ¡Es que fue culpa del fernet y del amor!
Euc.: (enfurecido) ¡Má que fernet y amor! (intenta pegarle) ¡Caradura! ¡Así cualquiera! Voy a empezar a salir a la calle a robar, violar, matar, y
después pido perdón y listo. ¡¿Quién te creés que sos?!
Lic: Es que lo hago de corazón, no de desubicado. Te pido perdón por mi torpeza, mi descuido, mi deshonestidad.
Euc.: ¡Má sí! Ahora lo llaman descuido. Bien sabías que no era tuya, que estaba bien cuidada, que me había esmerado en mantenerla intacta
e igual le pusiste los dedos encima.
Lic.: Es cierto, pero ya que la que la toqué, prometo hacerme cargo de ella siempre.
Euc.: ¡¿Qué?! ¡¿Cómo te animás a decirme eso en la cara?! ¡¿Es mía?! ¡¿Y te la vas a quedar igual?!
Lic.: Pero nunca dije que es contra tu voluntad. Va a ser lo más conveniente, Euclión. ¡Tiene que ser mía! A vos no te corresponde hacerte
cargo de ella.
Euc.: ¡¿No me corresponde?! ¿Por qué? ¡Porque soy pobre seguro! (amenaza con pegarle) ¡Te voy a meter preso ya si no me la traes para acá
enseguida, ladrón!
Lic.: ¡Pero pará! ¿Qué te tengo que devolver? Yo no me la llevé. ¡Retrógrado!
Euc.: ¡Sí, me la robaste! ‘Me la tenés que devolver!
Lic.: ¿Qué yo te robe? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Quién te dijo eso?
Euc.: ¿Qué estoy de turno hoy? Otro más que me está tomando el pelo en mi cara. ¡Voy a agarrar el sulkie a patadas eh!
Lic.: Pará, pará. Yo no te robé nada. ¿Qué te falta?
Euc.: ¡La olla de oro! ¡La que confesaste que me habías robado!
Lic.: (ofendido) ¡Yo nunca te dije eso!
Euc.: ¿Me estás tratando de loco? ¿Me lo vas a negar? Me dijiste que le pusiste los dedos encima, que fue por culpa del vino y qué se yo
cuánto! ¿Qué es esto? ¿Una conversación de locos?
Lic.: ¡Lo niego rotundamente! No tenía la más pálida idea de que tenías oro y mucho menos en una olla.
Euc.: Es la olla que me robaste en el monte, el de atrás de las vías. Si me la devolvés… ¡te doy la mitad! Aunque no te lo merezcas por ladrón.
Lic.: (ofendido) ¡Injurias! ¡Que la boca se te haga un lado! Yo no necesito robar, soy lo suficientemente rico! Pensé que te habías enterado de
otra cosa, algo que me incluye y que es muy importante. Si te calmás y me escuchás atentamente, te lo voy a contar.
Euc.: Decime algo antes, ¿en serio no fuiste vos el chorro?
Lic.: ¡Te lo juro por la virgencita de Guadalupe!
Euc.: ¿Y esa? ¿Quién es?
Lic.: No importa, yo me entiendo.
Euc.: ¿Y no sabés quién me la robó?
Lic.: Si supiera, ya te hubiere dicho.
Euc.: Si te enterás de quién fue… ¿me lo vas a decir? (enojado, señalando al público) ¿O vas a comportarte como todos estos?
Lic.: ¡Másfale que te lo diría!
Euc.: ¿No te entongarías con el chorro?
Lic.: ¡Pos claro que no!
Euc.: ¿Y si me mentís?
Lic.: ¡Que me prenda fuego la Inquisición!
Euc.: (aparte) ¡Este es más raro! Bueno, te creo. Decime ahora lo que te tenía tan mal.
Lic.: (fanfarronenado) Por si no conocés mi distinguida estirpe, te comento, así al pasar, que yo soy el sobrino del rico solterón codiciado
Megadoro; hijo de la más bella cuarentona, Eunomia y del más fachero, Antímaco. Ahora, conociendo esto, entenderás el porqué de esto
(señalándose) Mi nombre es Licónides.
Euc.: (desinteresado) ¡Sí, ponele! Andá al grano.
Lic.: Vos tenés una hija muy bella, ¿no?
Euc.: Sí, tal cual. Una chica muy honesta. No sale, no toma, no conoce el color del pecado.
Lic.: Sé que se la has prometido a mi tío Megadoro y que hoy festejarán su casamiento.
Euc.: ¿No te faltó agregar a tu linaje que eras primo de Rial? ¡Te sabés todas!
Lic.: Bien, tengo que notificarte de algo importante. (Hace una pausa, temeroso) Mi tío Ernesto Megadoro ha roto el compromiso con Fedria.
Euc.: (desesperado) ¡Encima esto! ¡Basta! ¡Córtenla! (señalando al cielo) ¡Una les pido! ¡Una! Justo ahora, con todo listo. Voy a quedar como
un pelotudo en el pueblo. Seguro es porque ya no tengo el oro. ¡Que se lo coman crudo los dioses! ¡Viejo de mierda!
Lic.: ¡No! ¡Pará! ¡No digas eso! ¡No terminé de decirte todo! ¡No te adelantes! Vas a ver que es para bien tuyo y de tu hija.
Euc.: (tocándose el pecho, agitado) ¡Por Dios! Basta… hablá despacio que en cualquier momento me salta el bobo.
Lic.: Ok, lo voy a decir despacio entonces. (modulando muy despacio) ¡He pecado! No pude con mi testosterona y cometí sacrilegio. A modo
de disculpas, te pido a tu hija en matrimonio, quiero que sea mi esposa. ( dejándose llevar) ¡Cómo no la voy a querer si mueve las caderas de
esa manera! Además tiene unos melones divinos… ¡se hace agua la boca!... Ahora sí, te lo confieso. (habla rápido para librarse pronto del
secreto) Me la copulé antes de las libaciones de Ceres y le llené la cocina de humo. ¡Está re preñada!
Euc.: (enfurecido) ¡Te voy a matar hijo de mil! (lo empieza a correr) ¡Te voy a cagar a palos con el cinto! ¡Con la hebilla! ¡No te van a quedar
ganas de mancillarla de nuevo! Y yo que creía que quedaba por pelotudo si tu tío no se casaba con ella. ( entra en razón, a pesar del enojo y
comienza una queja. Cambia el tono) ¡Qué leche! ¡Qué año de mierda!, ¡Ma que año, qué día de mierda! ¡Todo junto! ¡Cómo no me di
cuenta que estaba embarazada! Me sacan mi tesoro adorado, me maltratan, me mienten, me deshonran a la nena. Seguro fue a la fuerza,
ella no es putita, siempre fue una nena de casa. La dejan embalsamada, soy pobre, estoy llorando y malgastando agua, ¡¡¡Ay de mi!!!
Lic.: Es que tu hija ya no está embarazada. ¡Lo acaba de tener! Ya pasaron los 9 meses. ¡Ya sos un abuelo! Te hice abuelo Euclión ( le da
palmadas en la espalda) Estás al horno. Vas a tener que casarnos. Mi tío renunció al matrimonio para que nosotros nos podamos casar. Andá
a hablar con él. Te lo va a explicar bien.
Euc.: No, me voy para mi casa. Voy a verlo con mis propios ojos y a aclarar este asunto con Estafilla, que es imposible que no lo sepa. Si
escuchás ruido a golpes, no soy yo (entra en su casa devastado)
Lic.: Andá, en un ratito te sigo, quiero conocer a mi pimpollo, a mi mini corazoncito de melocotón (solo) Poquito a poquito, come el pollito y
se llena. Al fin se me están dando las cosas. ¿Dónde estará Estróbilo? Lo voy a buscar mientras dejo que el nono se haga la idea de que ya está
para el papagayo y para cambiar pañales.
ACTO V
Escena I: Estróbilo – Licónides
Estró.: (para sí, sin ver a Licónides) ¡¿A quién le agradezco?! ¿Qué dios me favoreció? ¿La difunta Correa? ¿Santa Gilda? ¿Rodrigo, el potro
cordobés? ¿O quizás El gauchito gil? ¡Tengo la olla llena de oro! Casi dos kilitos de felicidad. ¿Quién me para con esto? ¡Hasta Tinelli y el
Maipo no paro!
Lic.: ¿Me equivoco o estoy escuchando una voz que me suena familiar?
Estró.: ¿Ese que está allá no es mi amito? ¿O tengo la vista empañada por la emoción?
Lic.: ¿Ese no es Estróbilo? Voy a saludarlo, seguro ya tiene noticias sobre mi capullito de Alelí.
Estró.: ¿Y si le cuento que encontré este tesoro? Así le pido que me deje comprarle mi libertad. Voy a hablarle. (A Licónides) ¡Amito! Justo te
quería contar que encontré…
Lic.: (lo interrumpe) ¿Qué encontraste? ¡Ingrato! Te estuve esperando… ¿no quedamos en que nos encontrábamos acá, pero hace dos horas
atrás?
Estró.: Bueno, sí, pero algo importante se me interpuso, muy importante (con aire altanero y apelando al suspenso)
Lic.: Bueno, no te hagas el interesante. ¡Lárgalo! Decilo rápido que no tengo tiempo para aguantarme tus problemitas de esclavo.
Estró.: Bueno, está bien. Te lo explico ya. Hoy me encontré un re tesoro y me re llené de plata.
Lic.: ¿Qué? ¿Qué me estás diciendo? (sobrandolo) A ver, ¿cómo fue? ¿Acaso te ganaste el telekino?
Estró.: No, me encontré una olla llena de moneditas de oro, allá por el puente Colón. Dos kilitos ¡que tul!
Lic.: ¿Me estás jodiendo? Contame despacito, a ver.
Estró.: Se la afané al viejo miserable de al lado… se hacía el pobretón Euclión y mirá lo que tenía escondidito.
Lic.: Ok, y… ¿dónde lo guardaste?
Estró.: En un cofrecito que tengo abajo del catre. Pero no le digas a nadie. (altanero) Además, tengo que “pedirte” algo. Ahora que encontré
este orito, me tenés que vender mi libertad.
Lic.: ¿Qué te dé la libertad ratero de mala leche? ¿Qué te dicen, cocinero ahora?
Estró.: (riéndose, intentando hacerlo pasar por un chiste. Se da cuenta de que ha cometido un error en contárselo) Na, ¡era chiste! Mirá que
yo, así, mírame bien, puedo encontrar un tesoro. Ahora, sos codito Licónides, ya te lo querías quedar vos.
Lic.: Chorro, sinvergüenza, no me lo quieras hacer pasar por chiste. Yo te conozco bien las mañas… todas las mañas (puede apelar al doble
sentido) ¡Dámelo ya!
Estró.: ¿Qué te devuelva qué? ¿El oro?
Lic.: Sí, se lo voy a devolver a Euclión. ¡Dámelo te dije!
Estró.: (haciéndose el desentendido) ¿Euclión? ¿Oro? ¿De dónde querés que lo saque? No te tomes a pecho todo lo que te digo, era una
jodita. Además, si lo encontrase, si me hubiese atrevido a robar algo… como una ollita de oro, no te lo voy a venir a contar. Te invento otra.
Lic.: ¡No me trates de boludo, Estróbilo Nicanor Fernando! (simulando reto de padres, donde te dicen el nombre completo o en su defecto, los
nombres completos) Me lo vas a dar o me lo vas a dar. ¡Si no me lo vas a dar, yo me voy a encargar de que te cuelguen del órgano genital
durante horas o te los voy a apretar hasta que me digas dónde está! (haciendo mímica de cómo lo agarraría)
Estró.: ¡Epa, epa, epa! ¡Pero qué nervioso estás! Esperá un segundito, (haciéndose el desentendido y quitándole importancia a la amenaza)
¿qué era lo que querías que te diga?
Lic.: Te lo vuelvo a repetir, si me seguís boludeando te voy a pegar tantas patadas en el culo que te va a quedar igualito al de un mandril, y la
libertad se la vas a ir a pedir a Morondanga. Yo estuve con Euclión recién y da la casualidad de que le robaron un tesoro, y hete aquí que fue
atrás del puente Colón y era una olla llena de “dos kilitos de felicidad” (marcar comillas con los dedos o con la tonalidad para indicar que se
está refiriendo a las palabras del mismo Estróbilo). Y, te comento, que vengo de lo del viejo porque, sin tu ayuda, logré (se conmueve
nuevamente por su amor) casarme con mi crisantemo azul, mi jazmín del cabo. Está todo aclarado. En unas horas seré esposo y padre con
todas las de la ley. (volviendo a tonalidad de enojo) Así que, si vos me hacés quedar como papanatas con mi futuro suegro, y si lo hacés infeliz
ahora, siendo parte de mi familia y, por lo tanto, su esclavo, yo te voy a matar tan despacito que vas a tener tiempo de quejarte.
Estró.: Me queda muy claro tu planteo, pero acá el que tiene la olla, soy yo. Así que pactemos y nos quedamos los dos contentos.
Lic.: Me parece bien. ¿Cuál es tu propuesta?
Estró.: Yo te devuelvo la olla y vos me das la libertad.
Lic.: (dudando y para sí) ¿Quién me manda a mí? ¿Dónde se vio que un amo esté pactando con un esclavito de cuarta? Pero no me va a
quedar otra (a Estrobilo) Está bién. Andá a buscar el tesoro, yo te espero acá que ahí viene Euclión. Lo entretengo así cuando venís ya se lo
damos. Ni se te ocurra escaparte porque la vas a pasar mal.
(sale de escena Estróbilo)
Escena segunda: Euclión - Licónides
Euc.: (gritándole a Liconides) ¡Vos, pusilánime! ¡Me desfloraste a la nena! ¡Acaba de parir un varón! Más vale que te cases en serio porque te
voy a matar a palos. Yo no tengo un peso para mantener a ese bastardo. Te casás y hacés de marido y padre… y de paso me mantenés a mí
porque ahora sí que no tengo un peso. Eso te pasa por pendejo calentón.
Lic.: ¡Calmate Euclión! Por supuesto que me voy a casar, en unas horas lo vas a ver. (entusiasta) ¡Además tengo una muy buena noticia para
vos! ¡Recuperé tu ollita!
Euc.: ¿Qué recuperaste qué? Ustedes me tienen re podrido, desde que me saludó Megadoro tengo doscientas emociones en un segundo.
Lic.: en serio, mirá, ahí viene Estróbilo con el tesoro. Te espió mientras lo escondías y te lo robó. Me quiso comprar la libertad y como me
contaste tu desgracia sospeché y lo descubrí.
(entra Estróbilo de mala gana y le da el tesoro a Licónides)
Euc.: ¡Chorro de cuarta, rata, yo sabía que eras de mala espina! (intenta pegarle y Licónides se interpone)
Lic.: (solemnemente) Te hago entrega Euclión de tu tesoro y te pido disculpas querido suegro por la falta de mi siervo, de nuestro siervo
ahora.
Euc.: (Euclión abraza la olla emocionado) ¡Cómo te extrañé! (cambia tono de voz) ¡Estás tan hermosa como siempre! ¡Me di cuenta de que no
puedo vivir sin vos!
Lic.: Bueno suegro, me voy a poner facherito para la boda, para mi petunia carmesí (salen de escena Licónides y Estróbilo)
Escena tercera: Euclión – Estáfila – Ollita (voz en off)
Está.: (sale de la casa enfurecida) ¡Viejo decrelpito! ¡Yo sabía que vo’ eras un forro! ¡Me hiciste vivir como laucha, mugriento! ¡Tenías un
tesoro escuendido en la cocina! ¡Un solo corpoño me compraste en todos estos años! ¡Vivimos a polenta como si fuesemo linyernas! ¡Hasta
me mataste al gallo, ingralto desgraciao! ¡Me hacías tomar mate con yerba secada al sol!
Euc.: ¡Calmate y bajá los humos! ¡Mirá que voy a gastarme plata en vos, vieja chusma! ¡¿Qué escuchás atrás de la puerta?! ¡¿Cuántas veces
te lo dije?! ¡Te voy a arrancar las orejas!
Está.: ¡Má que oreja! Yo no te vuá a espiar más, pero más vale que le des de dorte el tesoro al Licónides! ¡Más vale que la Fedriay el cachorro
tengan un buen guiso con este tesoro! ¡No seá más miserable de lo que so’! (se va y da un portazo)
Euc.: (deja en el suelo la olla para admirarla. Con voz seductora) ¡Qué linda que estás¡ Quedate tranquila que ya nadie nos va a separar. ¡No le
hagas caso a esta vieja gagá! Disfrutemos de este reencuentro.
Ollita: Tsu… tsu… Euclión (Euclión mirá para todos lados tratando de identificar esa voz) Yo, Euclión, acá abajo, la ollita, tu ollita. Necesito
hablar seriamente con vos porque esta relación se nos está yendo de las manos.
Euc.: (angustiado y desorientado) ¡Uy! ¿Me estoy volviendo loco? En serio esto se me está yendo de las manos…
Ollita: No estás loco, sonso. Soy yo de verdad, lo que pasa es que necesito hablar con vos. Me estás asfixiando. Me tenés enterrada en la
cocina, encerrada. Me ocultás de los demás, ¿te doy vergüenza? ¿Por qué no me blanqueás? Siento que mi pesificación se está devaluando,
no me invertís en nada. Desde tu abuelo que estoy así. Sé que me aman, sé que soy valiosa, sé que soy la única, pero yo doy para más. Me
siento como en el corralito, ¡me tenés acorralada, ¿entendés?! Si soy dólar, ¿por qué me tratás como un peso? Y más si actualmente la
diferencia es 5 o 6. Yo quiero ser tratada como si fuera un dólar blue, ¡de 9 o 10! Necesito que me dejes ir, necesito ser útil para alguien.
Euc.: No, no, ¡eso jamás!
Ollita.: Si no lo hacés por las buenas, las Laras intercederán por mí. Es un deseo de las diosas. Yo soy y estoy acá para ser la dote de tu hija. No
llores, bobo. De alguna manera, vamos a estar unidos. Te dejo un beso cachondo en la comisura de tus labios bombón, hasta siempre.
(Euclión está tirado en el piso y entran en escena Licónides y Estróbilo)
Lic.: (a Euclión) ¿Todavía acá suegro? En media hora es la boda. ¿Estás bien? (a Estróbilo) Ayudame a levantarlo. Está como petrificado. ¿Le
habrá dado la garrotera?
Euc.: (volviendo en sí) Licónides, ¡pará!, estoy bien. Tengo que decirte algo. No me gusta nada pero lo tengo que hacer. Tomá el oro, las
diosas me lo reclaman.
Lic.: No Euclión, estás desvariando. Te lo devolví de corazón. No lo necesito, además fue consejo de mi tío. Quedátelo.
Euc.: No, no (sufriendo) Tomá. (estira las manos con la olla. Tiembla) Agarrala antes de que me arrepienta.
Lic.: Bueno, si así lo querés. (lo toma rápido) Bueno dije, bueno, soltala (Euclión sostiene fuerte la olla. Forcejean)
Euc.: (sonriendo tristemente) Ni de noche ni de día estaba en paz con ella. Llevátela, necesito tranquilidad. (Sollozando)
Lic.: Entonces soltala.
(Euclión suelta la olla)
Lic.: (a Estróbilo) Bueno, ¡mirá tu felicidad! Si te portás bien y lavás todos los cacharros de la boda, te doy la libertad… pero tenés que trabajar
para mí.
Estró.: (sonriendo) ¡Gracias mi amo! Solo si me dejás seguir tratándote como siempre. (al público) Al fin y al cabo, todos encontramos nuestra
olla y nos vamos contentos. Ustedes, se llevan el orito de habernos visto actuar, aplaudan señores, como lo merecemos.
FIN

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