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Politis, G. 2015. Ethnoarchaeology. Approaches to fieldwork. En: C. Smith (Ed.

), Encyclopedia of Global
Archaeology. Springer: Nueva York, NY. Traducción de Paula Escosteguy y corrección técnica Juan
Pablo Miyano para uso exclusivo de la cátedra Fundamentos de Prehistoria, FFyL, UBA-2023.

Capítulo 11
Etnoarqueología: Abordajes para el trabajo de campo
Gustavo G. Politis

Introducción
Los métodos de campo de la etnoarqueología se basan en los de la etnografía, pero debido al
tipo de información que se busca, hay algunos tipos de registro que son más específicos de la
arqueología. En otras palabras, el trabajo de campo etnoarqueológico está también basado en la
observación participante en sociedades vivas, con una actitud de interferencia mínima en la
comunidad que se estudia y con un diseño de investigación definido. Sin embargo, poco se ha
escrito y reflexionado sobre el trabajo de campo etnoarqueológico (para excepciones ver David
y Kramer 2001, pp. 63-90) y en general, no está especificado con claridad en los informes. Hay
tres elementos característicos de la etnoarqueología que tienen implicancias en sus métodos de
campo: el estudio de una cultura viva, con referencia a los derivados del comportamiento
humano, y (cuando se trata de una sociedad tradicional), el contexto postcolonial.

Abordajes
El trabajo de campo etnoarqueológico tiene algunas peculiaridades. Primero, los objetivos
generales son más limitados que los de la etnografía clásica, pues habitualmente están
relacionados con la cultura material, con el asentamiento y la explotación del ambiente y los
cambios en el paisaje. Eso hace que el trabajo etnoarqueológico generalmente sea más
específico y breve que los de la etnografía clásica (aunque hay excepciones como los trabajos de
John Yellen (1977) entre los Kung o los de Russell Greaves (2006) entre los Pumé). Aunque la
etnoarqueología post-procesual –más hermenéutica– ha buscado comprender el contexto
cultural de producción de la cultura material y ha prestado más atención en la categoría émica,
esto no ha resultado en un incremento significativo de la duración de las campañas de trabajo de
campo.
Los etnoarqueólogos estudian culturas vivas con una mirada arqueológica de modo tal que,
registran datos como los lugares para la depositación de la basura, las marcas y fracturas en un
hueso y su dispersión en los espacios domésticos y en el paisaje, las cadenas operativas y la
secuencia de la producción artefactual, la planta y ubicación de los lugares de habitación y las
aldeas (Fig. 11.1). Entonces, los etnoarqueólogos dibujan plantas, analizan huesos, registran
artefactos y hacen mapas con las habilidades que son específicas de la arqueología. El trabajo
etnoarqueológico a menudo incluye la recolección de objetos y desechos, tales como restos
faunísticos, los desechos de manufactura en la secuencia de tallado de roca, o fragmentos rotos
de cerámica, para un estudio más profundo en el laboratorio siguiendo las técnicas analíticas de
la arqueología o la tafonomía (ver, por ejemplo, O’Connell 1987; Lupo y O’Connell 2002).
Asimismo, la información con frecuencia es cuantificada, especialmente en términos de tamaño,
distancia, peso y tiempo (ver, por ejemplo, el estudio de Bird et al. 2009 sobre daily foraging
trips y estrategias de caza entre los Martu). Con la llegada de la etnoarqueología post-procesual,
ha habido un mayor énfasis en comprender el contexto de la cultura material. El artículo sobre
decoración de cerámica de David et al. (1988) es un buen ejemplo de esta tendencia. Además,
desde el post-procesualismo en adelante, se ha desarrollado una perspectiva más émica y se han
realizado esfuerzos para tratar de comprender cómo las mismas personas conceptualizan y
piensan sobre sus objetos y sus conductas, e intentar entender comprender sus causas y
motivaciones.

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Pablo Miyano para uso exclusivo de la cátedra Fundamentos de Prehistoria, FFyL, UBA-2023.

Fig. 11.1 J. Peter White en la aldea Legaiyu, Asaro Valley Eastern Highlands, Nueva Guinea, en 1964, entre grupos
étnicos identificados como Gahuku-Gama. White le había pedido tallar núcleos líticos (Foto cortesía de J. Peter
White).

Para simplificar algo mucho más complejo, es importante diferenciar las observaciones
etnoarqueológicas de los proyectos etnoarqueológicos. Las primeras generalmente ocurren
durante una campaña de trabajo arqueológico. Las observaciones realizadas en estas ocasiones
son muy útiles para interpretar un contexto específico, pero no siempre permiten elucidar
sistemas más complejos o generar modelos más generales. Estas observaciones también son,
con frecuencia, productoras de “historias de precaución” (cautionary tales), que ayudan a
mitigar el etnocentrismo de los arqueólogos y a derribar supuestos basados únicamente en el
sentido común. En tanto, los proyectos etnoarqueológicos tienen una agenda y diseños
específicos y buscan trascender la aplicación regional; generalmente, buscan crear modelos
generales que permiten conectar el comportamiento humano con la cultura material (los estudios
clásicos de Binford 1978 con los Nunamiut son un buen ejemplo; ver también la discusión en
Roux 2007) o comprender el significado de la producción material dentro de su contexto social
y cultural (ver, por ejemplo, Gosselain 2000).
Existen dos tipos principales de proyectos etnoarqueológicos. Aquellos incorporados dentro de
proyectos arqueológicos y los emprendidos por su propia cuenta sin lazos directos con
investigación arqueológica local (aunque esos pueden haber originalmente servido como
inspiración). El estudio de Carol Kramer (1982) sobre una arquitectura vernácula de Irán y el
trabajo de Warren DeBoer (1974) sobre la cerámica de los Conibo de Perú son ejemplos
clásicos del primer tipo. Los estudios etnoarqueológicos con los Pumé dirigidos por Greaves
(2006) o Kelly et al. (2006) con los Mikea de Madagascar ejemplifican el segundo tipo. Aunque
menos frecuente, la investigación etnoarqueológica puede también ser conducida dentro del
marco de proyectos etnográficos o de antropología social. El famoso trabajo de John Yellen
entre los Kung es una de estas excepciones pues se dio como parte de un proyecto de la
Universidad de Harvard sobre estudios de los Bushman, dirigido por Richard Lee e Irven
DeVore.

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Métodos
En general, los métodos y técnicas del registro de datos etnoarqueológicos tiene tres variantes.
La primera es el registro de las actividades a medida que ocurren, con especial atención en los
materiales derivados de ellas y el marco social e ideacional dentro del que ocurren (ver, por
ejemplo, Politis 2007). Este es el caso ideal y debería ser el más exitoso para generar modelos
análogos. La segunda variante es cuando el etnoarqueólogo solicita la realización de actividades
específicas con el fin de obtener ciertos tipos de información. Esta variante puede permitir un
mejor control de observación, similar al de la arqueología experimental, con la diferencia que
quien desarrolla el experimento es el “otro” cultural. Esta situación es común, por ejemplo,
cuando el investigador quiere registrar la producción de ciertos artefactos que ya no se hacen o
que no se hicieron durante el período de trabajo de campo. La debilidad de esta segunda
estrategia es que es más difícil encuadrar este fenómeno en su contexto cultural original (y
entonces comprender sus causas y motivaciones), ya que la inducción es realizada por el
investigador. En ambas variantes, los etnoarqueólogos pueden llevar a cabo un registro gráfico y
audiovisual aprovechando el uso de cámaras digitales (Fig. 11.2 y 11.3).

Fig. 11.2 J. Peter White en 1973 en Horaile parish, cerca del lago Kopiago, donde la gente local habla Duna. Foto
tomada mientras estaban grabando el video (Foto cortesía de J. Peter White).

Fig. 11.3. Un joven Awá examinando la cámara digital durante el rodaje nocturno de un ritual en una aldea Juriti
(Brasil), 2008 (Foto cortesía de Almudena Hernando y Alfredo Gonzalez Ruibal).

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La tercera variante usa el conocimiento previo sobre las sociedades para hacer modelos
etnoarqueológicos más amplios, espacial y temporalmente. En este caso, el etnoarqueólogo no
“observa” nada, pero recibe información oral sobre algunos aspectos del comportamiento de la
gente en el pasado y sus implicancias materiales. Los modelos realizados por Binford (1978)
sobre la movilidad residencial entre los Nunamiut son un buen ejemplo de esta tercera estrategia
pues incorpora la memoria de los territorios tradicionales de esta gente. En el desarrollo de un
estudio etnoarqueológico suelen combinarse dos o tres de estas variantes. Asimismo, cabe
señalar que en las tres variantes, los informantes clave también son empleados (Fig. 11.4).

Fig. 11.4 Lewis Binford visitando el paso de Anaktuvuk en 1999. Él está hablando con Johnny Rulland quien fue su
“hermano” y uno de sus informantes principales (Foto tomada por Grant Spearman. Cortesía de Amber Johnson).

A pesar de la relativamente extendida creencia de que los etnoarqueólogos también excavan


sitios, esto raramente ocurre. En general, los etnoarquueólogos generan los modelos que sirven
como analogías para el comportamiento humano, pero no están primariamente interesados en
recuperar lo que queda luego de que un sitio es abandonado. La generación de “registro
arqueológico” es usualmente observada en tiempo real durante el trabajo de campo y es la
interrelación entre la dinámica de una cultura viva y el registro estático, en lo que focaliza el
etnoarqueólogo. De allí que la excavación de un sitio donde las observaciones de una cultura
viva han sido realizadas, no tiene mucha relevancia para la etnoarqueología; el estudio de la
preservación diferencial de los restos pertenece al campo de la tafonomía y el estudio de los
procesos de formación de sitio de origen natural.

Ética
El aspecto ético del trabajo de campo es crucial (Hodder 1982, p. 39; Fewster 2001; David y
Kramer 2001, pp. 84–90). Los estándares éticos dominantes y las buenas prácticas aplicadas a la
investigación antropológica general tienen la máxima prioridad: esto incluye el completo
respeto por la comunidad y sus costumbres, interferencia mínima y consentimiento informado.
Esto último es a veces difícil de obtener en su totalidad, debido a las diferencias lingüísticas y
culturales. A menudo, es difícil explicar la pasión de los etnoarqueólogos por el registro
sistemático (a veces obsesivo) de los comportamientos diarios y la conservación de lo que la
gente estudiada considera basura. Esto, por supuesto, está relacionado con el grado de
“occidentalización” del grupo étnico en cuestión, pero para muchas sociedades tradicionales, las
actividades llevadas a cabo por los etnoarqueólogos son incomprensibles: ¿por qué levantan y
ponen en bolsas un montón de huesos sucios que no tienen nada de carne? ¿por qué dibujar y
mapear los tiestos de alfarería rota? El consentimiento informado total y real puede ser obtenido
fácilmente en algunos casos, pero esto es poco realista, por ejemplo, en el caso de comunidades

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recientemente contactadas tales como los Nukak del Amazonas colombiano o los Höti del alto
Orinoco. Lo que se obtiene es el acuerdo para acompañarlos, unirse y “observar”, en una forma
particular, a alguna gente en sus actividades cotidianas, pero esto no implica de ninguna manera
que los observados son plenamente conscientes de lo que significa la investigación
etnoarqueológica en cuestión. Este es un dilema ético que es difícil de resolver.
Finalmente, la perturbación continua de los estilos de vida tradicionales o preindustriales, el
proceso creciente de etnogénesis y el avance constante de la globalización, están llevando a la
desaparición de prácticas que ayudan a los observadores a interpretar el pasado. Dentro de esta
órbita, la etnoarqueología está reorientando sus estrategias y objetos de estudio y algunas
variantes de esta nueva tendencia están girando hacia lo que se ha llamado arqueología del
presente (González Ruibal 2009). Esto ha conducido hacia el rediseño de los métodos de trabajo
de campo que son más cercanos a aquellos de la etnografía, sociología o lo que es conocido
como los estudios de la cultura material.

Entradas relevantes para esta sección en la Enciclopedia de Arqueología Global incluyen:


Binford, Lewis R. (Teoría); Etnoarqueología; Etnoarqueología: Construyendo marcos para la
investigación.

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