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Capítulo Trece

Habían pasado más de 24 horas y aún no encontraban ni un solo rastro de la chica. Sabía que
tuvo que haberla mantenido mejor vigilada, pero quien se imaginaria que en su estado haría la
locura de huir del hospital. Maldice en voz baja y nuevamente se centra en la autopista.
Llevaban un buen rato conduciendo por todo el estado y seguían con las manos vacías.
-Estas muy viejo para estas roñas, Cooper. Solo es otra cría más haciendo de las suyas- espeta a
su lado el joven hombre que tenía por compañero. Frunce el ceño ante el irrespetuoso tono que
había tomado, pero ni se molesta en mirarle.
- ¿El título de Sheriff te suena de algo, Harrison? - le respondo sarcástico como un recordatorio
de a quien se estaba dirigiendo, pero este solo ríe al oírme.
-Solo digo que no deberías de coger tanta lucha. Una niña de su edad no llegara tan lejos- objeta
el joven para cruzar los brazos detrás de su cabeza.
Era cierto lo que decía y tenía su punto, pero maldito sea él si su instinto se equivocaba. Algo le
decía que había más detrás de todo esto. Algo no cuadraba.
De pronto capta la atención de ambos los pitidos del intercomunicador del coche. Estaban
intentando contactar con ellos.
- ¿Ahora qué? - masculla entre dientes el chico con un semblante de molestia, pero este
desparece al instante ver de quien era la llamada. Una sonrisa coqueta se instala entre sus labios
y no duda en carraspear antes de contestar. Se podía ver a kilómetros una expresión de
arrogancia en sus facciones.
- ¿Qué hay de nuevo, preciosa? - responde con voz seductora sabiendo perfectamente quien
estaba del otro lado de la línea. El Sheriff solo de escucharlo sabía que nada bueno vendría de
ello.
-Recógete las bolas y céntrate en tu trabajo, Harrison-se escucha la voz irritada de una mujer
desde el dispositivo.
El mayor suspira con pesadez y de nuevo se replantea porque acepto servir de tutor a los
adiestrados. Dejando su mano izquierda en el volante, con la otra le arrebato el micrófono del
aparato al chico para tomar la llamada.
- ¿Qué ocurre, Sara? - el chico gesticula con sus labios un “¿por qué?” ganándose solo una
mirada de advertencia por su parte.
“Como si no supiera”
-Ha habido varias llamadas de un avistamiento de oso, Señor.
Harrison bufa y gira su cabeza hacia la ventanilla.
-Eso es mierda de control animal. Que esos idiotas hagan su trabajo. - espeta.
-Lenguaje- le reprendo con un gruñido. En cambio desde el otro lado de la línea solo se
escuchan carcajadas secas.
-Sí, tienes razón. Eso explica porque mierda andas libre- responde divertida y con ironía hasta
darse cuenta de su error. –Oh. Perdóneme, Señor- dice Sara con retraimiento al final. Se había
dejado llevar por ese pedazo de….“eso” que tenía como compañero de trabajo que no se dio
cuenta del vocabulario empleado.
-Está bien- le digo sin darle mucha importancia lo cual ella agradece, exceptuado a Harrison que
no le vio realmente la gracia de haber terminado siento el único reñido. Río entre dientes al
notar el cambio de humor del chico.
- ¿Dónde dijiste que eran los avistamientos? - añado al final para volverme a enfocar en el
problema.
- Por el condado de Idaho- me informa.
Me sorprendo un poco al notar cuan cerca estábamos del lugar. Aunque no fuese mi trabajo, era
mi deber el proteger la seguridad y el bienestar del ciudadano. En este caso tal vez le hubiese
cedido la tarea a otro, pero no había noticas de la chica y no se le acusaba de cargos tan graves
como para recurrir a una búsqueda ardura. No habría problemas con una pequeña parada.
-Bien, lo cubriremos- sentencio y puedo escuchar a Harrison resoplar de molestia a mi lado.
Niego con la cabeza ante eso.
“Continua así y unas horas extras no te vendrán mal, chico.”
Al fin termino la llamada y cambio de ruta para así llegar a nuestro nuevo destino.
El condado de Idaho no era parte de mi jurisdicción, pero al ser amigo íntimo del Sheriff era
común que nos ayudásemos entre nosotros. Al ser pequeño la mayoría de los habitantes se
conocían. Además de ser un poblado hermoso y de un estilo rural hogareño, era bastante
acogedor y perfecto para unas vacaciones de verano.
“O jubilación”
Pienso con anhelo, pero para eso faltaba. A este traste todavía le quedaba mucho por dar.
No tardamos en llegar a la plaza principal. Para evitar molestias ajenas decidí parquear el auto
frente a la farmacia. Estaba en remodelación por lo que no nos reclamarían nada. Nos bajamos
del vehículo y recibimos algunos saludos por parte de viejos conocidos. Habían caras nuevas y
eso era bueno. Al fin el ambiente rebosaba de juventud y no solo de las mismas verrugas
gruñonas de siempre.
- ¿Y qué haremos exactamente aquí? - expresa mi acompañante con carencia de interés.
Le doy un pequeño vistazo por el rabillo del ojo y realmente me decepciona lo que veo. Un
joven alto y guapo, de tan solo 28 años; con buena musculatura y de cabello azabache corto
estilo militar; sus filosos ojos verdes le daban una imagen de potencia y poder sin dejar de lado
su porte firme. Una maldita lástima que detrás de todo aquello estuviese este dolor en el culo.
-Solo calla y sígueme muchacho.- refuto y palpo mi cadera para asegurar de que llevo el arma.
No hubo nada fuera de lo normal. Dimos una pequeña vuelta por el lugar, interrogamos a
algunos individuos y a esencialmente los testigos que habían visto al animal rondar por los
alrededores. En todo caso, de verdad que me dio pesar ver a algunas mujeres aterrorizadas y
prohibiéndoles a sus hijos el siquiera poner un pie fuera de sus hogares.
Por cómo iban las cosas, daríamos el visto bueno y todo volvería a tomar su rumbo. Esos niños
tenían que probar aire fresco. No podían seguir así.
“De verdad, ¿qué demonios hacía control animal?”
Miro mi reloj y no son más que las 4:30 de la tarde. El sol está oculto y el cielo nublado. Con
esta posible lluvia el “oso” permanecería en su madriguera. El clima le dificultaría el camino y
la caza.
Cuando nos dirigíamos al hogar del alcalde, que quedaba colina arriba, un extraño movimiento
en los arbustos capto mi atención. Me detuve en mi lugar, pero no gire mi cabeza, solo
observaba de lado. Si era lo que creía un solo movimiento brusco de mi parte nos pondría en
peligro. Inhalo profundamente y me aseguro de no alterar mi respiración.
- ¿Cooper? - Harrison se detiene a mi izquierda al notarme inmóvil y sin intenciones de
proseguir. Me examina para saber cuál es el problema, pero no hay nada a la vista que delate el
porque me detuve.
Decido dar solo un paso hacia adelante y utilizar la diferencia de musculatura a mi favor. Al
lado del chico y en este ángulo, no sería visible mi mano tomando el arma.
- ¿Recuerdas la lección del caso 24? - le digo bajo y con tono neutral.
Si había aprendido algo de estos casos, era que mantener la calma era la principal regla para
sobrevivir. El chico solo me observa confundido, pero no duda en responder.
- ¿Que el talento se expresa a menudo en la espontaneidad de lo imprevisto? - me dice con la
esperanza de haber atinado y maldita sea lo hizo.
-Exacto- le digo y disparo.
Todo paso realmente rápido. Lo que se suponía que iba a ser una apuesta de doble filo resultó
ser una trampa mortal. Solo quería asustar al animal, aunque sabía que estaba la posibilidad que
se nos revirara dependiendo de su edad.
Una gran masa se abalanzo hacia nosotros desde los arbustos. En cuestión de segundos Harrison
fue bestialmente apartado de mi lado mientras que sentí como un descomunal peso me impacta
derecho al suelo.
Un jadeo se escapa de mis labios al sentir una cruel presión en mi pecho. Mi respiración se
entrecortaba y el dolor se asentaba por todo mi ser. Mi cabeza palpitaba y no sentía nada de las
caderas para abajo.
“¿Q-qué carajos?”
En un ciego intento de tomar el arma un rugido bestial rasga el aire y mi brazo termina
inmovilizado contra el césped. Siento mi rostro palidecer y fuerzo mis ojos a abrirse para
asegurarme de que había escuchado bien. Ese no era el maldito rugido de un oso. Eso era…
“Una nueve especie…¿salvaje?”
Pienso con lucidez entre la agonía que sufría. Suelto un grito desgarrador al sentir como garras
afiladas destrozaban mi extremidad hasta que el simple chasquido de mi hueso romperse me
llevo a la mismísima locura.
Su gran cuerpo se cernía sobre el mío sin piedad mientras un gruñido profundo retumbaba de su
garganta. Sus cortantes dientes estaban tan cerca de mi rostro que pensaba que me lo destrozaría
de un solo mordisco, pero no lo hizo. Sus ojos gatunos se acentuaron, vigilaba cada uno de mis
movimientos y pude verlo en su cruel mirada…Me iba a matar. No había titubeos ni duda,
sabía lo que hacía y disfrutaba de ello sino ¿por qué no me había rematado de una buena vez?
La incredulidad danzaba en mi interior, pero no había tiempo para ello. Me sentía al borde del
abismo. Mis costillas no durarían mucho ante tanta fuerza, se partirían y perforarían mis
pulmones. Moriría ahogado de mi propia mierda en tan solo unos segundos si no hiciese algo,
pero ¿qué? ¿qué puedo hacer si más del 70% de mi cuerpo está incapacitado? Aún si no fuese
por hemorragia interna, se le estaba dificultando la llegada de oxígeno a mi cerebro lo cual me
llevaría a la inconciencia y luego también a una muerte segura.
“¿Moriré de esta forma?”
En un vano intento de hablar, lo único que escuchaba provenir de mi garganta eran patéticos
bramidos y jadeos desagradables de asfixia.
Antes de irme tenía que saber porque el sería el encargado de llevarse mi vida. No había lógica
alguna. Su pueblo había acogido a Tammy, a mi niña y era considerado un amigo íntimo.
Entonces, ¿por qué él…El destello de la chica prófuga apareció en mi mente y de un momento a
otro, con todas mis fuerzas esto fue lo único que pude hacer.
-E…my- espeto sintiendo como mil agujas se incrustaban en su garganta. Sus facciones se
volvieron a retorcer de dolor, pero no perdió de vista la leve, pero existente reacción de la nueva
especie.
Los ojos del macho parpadearon una sola vez y pude notar una pequeña gota de atención
asentarse en estos. La presión en su pecho fue levemente aligerada, pero no despojada.
No pude evitar toser al haber podido, aunque sea tomar un poco de aire. Lo había logrado, pero
no era suficiente. Entonces lo volvió a repetir.
-Emy- aún le resultaba difíciles, pero no tanto como la primera vez.
Si su memoria no le fallaba, en el testimonio de la chica, ella le dijo detalladamente que así la
llamaba su compañero en la intimidad. Maldijo para sí mismo al haberla descartado como otra
más del gentío. Sabía que su instinto no se equivocaba. Algo no había cuadrado desde el
principio y esto se lo confirmaba.
- ¿Conoces a mi mujer? - la pregunta fue clara y precisa. Se sentía la superioridad y poderío en
su tono de voz. Este macho era consciente de su fuerza y posición. No dejaría pasar la
oportunidad de remarcárselo.
Asiento a duras penas lo cual él nota. Sus ojos se entrecierran y vuelve a echarme un vistazo
analizándome. Siento como de una desgarra mi cinturón y se deshace de la única posibilidad de
defensa propia que tenía. La pistola fue aventada donde mi vista no alcanzaba.
Sin poder creerlo, todo su peso se desvanece de mí y no dudo en acostarme de lado para
recuperar completamente mi aliento. Pese al dolor que azotaba mi cuerpo, era un alivio el volver
a respirar debidamente. Mi pecho dolía, pero no notaba ninguna fractura excepto a la de mi
brazo. La sangre manchaba la hierba y lentamente se escapaba de mi carne.
A los minutos carraspeo con el intento de escucharme decentemente.
- ¿Y tú eres? - pregunto cuando creo haber retomado la mayor parte de mi control. Ignoro el
leve mareo que se asienta en mí y cierro momentáneamente lo ojos.
El silencio se asienta en nuestro alrededor lo que me da un indicio de que aún se muestra un
poco reacio a responderme. Por su postura podía notar su desconfianza, estaba listo para
contratacar si fuese necesario, pero no. Ambos sabíamos que no era el caso. Un viejo herido y
un joven fuera de combate no eran nada para alguien como él.
-Yo…soy 324-.
Fue lo único que respondió antes que sorpresivamente mi vista se nublara y callera hacia la
inconsciencia. Vaya, después de todo, la pérdida de sangre había sido considerable.

Lo primero que escucho es el contante zumbido de los grillos, pero nada más. Mis parpados me
pesan y no creo que mi cuerpo tenga las fuerzas suficientes como para moverse. Me siento
extraño, acostado de una peculiar manera. La superficie que me sostiene es áspera y fina, menos
ancha que una cama normal. Mientras la mayor parte de mi cuerpo esta sostenido siento mi
pierna derecha y mi brazo izquierdo colgando hacia abajo.
“¿Qué es esto?”
Intento una vez más moverme, pero lo único que gano es soltar un respingón por el potente
dolor que azota mi brazo derecho. Es cierto, está roto. Con mis oídos capto muy cerca de mí un
gruñido animal que provoca la repentina tensión de mi cuerpo.
-No te muevas- me dice la voz y le hago caso. No tenía ni ganas de hacerlo de todos modos.
Fuerzo de nuevo mis ojos y lo que veo me sorprende. Ramas y hojas se cernían ante mí. Los
pequeños rayos de sol se filtraban en ellas dándole un toque hermoso, pero pronto anochecería.
El sol era escaso.
Con trabajo, palpo con mi brazo bueno la extraña estructura que me mantenía.
“¿Un tronco? Estoy sobre un jodido tronco”
Otro gruñido retumba y siento como una mano sitúa mi brazo sobre mi estómago.
-Te he dicho que no te muevas- me repite.
Una vez más hago lo que dice, pero no puedo evitar objetarle.
- ¿Sabes? Que sea humano no significa que este hecho de porcelana, chico. - le digo en calma,
pero supongo que no me toma en cuenta al no escuchar nada como respuesta.
La tranquilidad era agradable, hasta relajante si no fuese por el hecho de que hace, tal vez 2
horas, fui atacado por una nueva especie y esta misma estaba a mi lado como si nada. Continúo
observando lo que mi estado me permitía hasta que decidí volver a romper el hielo.
- ¿Mi compañero? - le pregunto. No había sufrido el mismo nivel de daños que yo y era joven.
Me preocupaba que hubiese recibido un golpe en la cabeza lo bastante grave como para aún
mantenerlo inconsciente.
-Se fue a buscar a otros machos humanos. - dice él. Su contestación me sorprende bastante y me
descoloca un poco. ¿Lo dejo ir? -Fue a buscar a alguien que te cure- añade bajo al final.
Cuando disponía a preguntarle porque lo había liberado no pude evitar soltar un jadeo al sentir
la rama bajo mi cuerpo moverse. Se había cambiado de lugar y ahora se encontraba frente a mí,
donde nuestras miradas se conectaban.
Su melena larga y descuidada caía por lo ancho de su bronceada espalda, unos ojos gatunos me
saludaban desde el otro lado, atentos a cada detalle, pero fijos de una manera escalofriante en
los míos. No portaba más que una sucia y rasgada tela entre sus piernas. El nacimiento de sus
glúteos era visible al igual que su pubis el cual no poseía ni el más mínimo cabello púbico. Todo
de si le intimidaba y le transmitía supremacía hasta un punto inhumano…hasta un punto muy
dentro de sí, animal, primitivo.
Noto el leve movimiento de la nariz del macho y la comisura de sus labios sube mostrando una
leve sonrisa.
-Me temes, eso es bueno- es lo único que le dice.
Más que miedo se sentía en desventaja y expuesto. Unas sensaciones con las cuales no estaba
familiarizado. Nunca olvidaría el día en el que Tammy fue llevada por Valient. No había estado
presente, pero la impotencia que sintió fue abrumadora. Ni hasta los machos de su especie
pudieron hacer algo, ¿cómo un pequeño hombre como él podría compararse?
- ¿Por qué no me mataste? - espeto. Ladea la cabeza y al fin sus ojos se despegan de los míos.
-Pensé…pensé que eran machos humanos de Mercellies, pero me equivoqué. - dice por primera
vez con tono de lamento.
- ¿No se te ocurrió preguntarnos primero? - le digo en broma, pero por lo visto no lo capto.
-No, no se me ocurrió. Escapé de las instalaciones hace días y lo único que me ha mantenido en
constante movimiento han sido los autos rojos y azules. Esos son los colores, ¿no? - me dice
completamente serio al igual que su semblante. Asiento ante su sinceridad, pensado que
mostraría un poco más de rechazo, pero no fue así.
“Como siempre, igual de impredecibles las especies.”
Así que nos ha estado siguiendo. Interesante.
- ¿Cómo llegaste aquí? - levanto despacio mi pecho para poder recostar mi espalda contra el
tronco del árbol. Una vez más fue a detenerme, pero me dejo hacer al asegurarle que ya me
sentía mejor. Aún un poco dudoso de mi estado físico, se acercó un poco hacia mí, manteniendo
siempre un espacio prudente. Retoma la conversación cuando cree estar al alcance suficiente
como para detener una posible caída mía.
-Seguí el rastro de mi compañera hasta donde mi olfato me lo permitió. Por lo visto estaba
herida cuando logro salir de las instalaciones. Tenía la esperanza de volver a encontrarla cuando
se me diese la oportunidad de huir, pero perdí su rastro en un río que había cerca. - pude notar
que las facciones de su rostro se contrajeron de agonía y su voz había perdido volumen, rozando
el susurro.
Su mano se posiciona en su pecho y suelta de su interior un suspiro pesado.
-Yo no estoy familiarizado con sus expresiones. Solo conozco las que Emy me enseño, pero
aprendí de una que nunca más deseo volver a sentir. ¿Morir por dentro? Ni se si es una
expresión o no, pero cuando imagine el cuerpo de mi hembra frío y sin vida…-sus ojos se
habían teñido de un profundo dolor que pocas veces había visto en toda mi existencia. La
amaba, eso estaba claro.
Lo detengo y le impido proseguir con la idea. Resultaba hasta doloroso para mí el solo
imaginarlo. No poseía pareja, pero sabía bien lo que era perder a un ser querido.
- Esta viva y lo sabes. No pienses tonterías, muchacho. - le digo como reprimenda. Asiente y
sacude la cabeza para aclarar su mente. Su mirada termina volviendo a mí y me observa curioso.
- ¿Debo de considerar eso un “sermón”? – repone y me deja desconcertado.
- ¿Qué? - espeto confuso por su pregunta. Podía tomárselo como quiera, pero vaya forma de
interpretarlo. - ¿De dónde sacaste eso? - no entendía de donde venía tal pregunta.
-El macho que venía contigo, antes de irse dijo que tenías tendencia de impartir “sermones”, que
tuviese cuidado.
Si pudiese llevar mi mano a mi rostro de seguro que me daría un buen masaje en la sien por el
dolor de cabeza que ha resultado ser ese chiquillo, pero no. Valoro más mi seguridad y no me
apetece caerme de tanta altura. De todos modos, ¿qué estupideces andaba diciendo?
“Ese idiota de Harrison, deja que yo lo pille. ¡Salado mocoso!”
Refunfuño en mi mente aún ante la atenta mirada de ¿324? No sabía si sería correcto referirse a
él de tal manera. Por lo menos sabía bien que en el Homeland o la Reserva solo eran
recordatorios del infierno que pasaron las nuevas especies.
-No, no. No le hagas caso. Todo lo que salga de su boca son puras monerías. Dejando ese de
lado, por favor continúa con tu historia. - le digo para volver a recuperar el tema principal. Este
asiente y cumple con mi pedido.
-No me siento orgulloso de como actué luego de pensar en la posibilidad de haber perdido a
Emy. Seguí mis instintos y solo provoqué desastres a mi paso. Fue más adelanta cuando escuche
de la caja que mi mujer vivía.
¿Caja?
- ¿A qué te refieres con caja? - pienso en varias posibilidades, pero tendría que ser más
específico que eso.
-En las instalaciones solían mostrarnos la caja para recolectar de una forma más sencilla nuestra
semilla. Hay personas dentro de ella. - me dice con la esperanza de que le haya entendido y es el
caso. Se refiere al televisor, sí. Asiento y lo incito a continuar.
-No sabía que había humanos viviendo en el bosque o por lo menos a los alrededores de este.
Escuché el nombre y apellido de mi hembra por lo que decidí acércame. Emy hizo que me lo
aprendiera de memoria- sonríe dulcemente al final.
Recordaba el día en el que tantas veces tuvo que repetir su apellido. No se detuvo hasta lograrlo.
Se puso tan feliz que por días lo repitió antes de dormir. No deseaba olvidarlo.
- Y ahí supiste que no estaba muerta- finalizo por él y asiente como respuesta. - Eso aún no me
explica porque comenzaste a seguir a las patrullas policiales.
Cierra con fuerza su mandíbula y sus dientes rechinan en respuesta.
-Ellos la seguían, ¡Ustedes lo hacían! Se la llevarían lejos como hicieron los técnicos y eso no
podía permitirlo. – protesta molesto de solo recordar a esos machos hablando de la salud mental
de su compañera, de la mujer que le pertenecía. Lo había escuchado bien, la llevarían a lo que
llamaban “cárcel”. Un lugar para machos y hembras inestables, sin razón ni honor.
La rigidez vuelve a mi cuerpo al sentir la palpable ira en su tono de voz. Aunque no teníamos
las mismas intenciones que las personas de Mercellies, entendía su punto. Cualquiera de los dos
casos su pareja sería llevada lejos de su lado. Pensando un poco más en la nueva información
que había adquirido ya veía venir el resto de la historia.
-Entonces nos utilizaste para poder llegar a la señorita Winston.
“Y seguramente deshacerse de la amenaza cuando llegara el momento. Mataría dos pájaros de
un solo tiro”
Bastante bien como para ser comparado con un niño. Sin un amplio conocimiento ni sentido de
dirección supo encontrar un medio útil y eficiente hacia su meta.
-Era la única manera de poder guiarme en tu mundo. -añadió al fin y sí. Tenía razón. -Ahora es
mi turno. Imagino que no te será difícil deducir el resto.
Río a secas y niego con la cabeza.
-Claro que te queda por decir. Mi brazo roto habla por sí solo, amigo. - el arrepentimiento se
asienta en su mirada y recorre mi cuerpo.
-Lo siento. Me siento angustiado por lo que te hice. Me deje llevar por la rabia acumulada y
fuiste tú quien tuvo que cargar con parte de ella. - espeta inclinando su cabeza hacia adelante en
modo de disculpa. Sabía que lo sentía, se podía ver claramente en su mirada, pero ¿si no hubiese
sido yo? Quien sabe cómo hubiese resultado todo. A mí me salvó el haber conocido a la chica,
otro no hubiese corrido con tanta suerte.
Suspiro con pesadez y mi mirada se vuelve severa.
-La vida humana no es ningún juguete en el cual liberar tus resentimientos, muchacho. Está bien
mientras seas consciente de ello. Arregla tu propio desastre y asegúrate de no volver a repetirlo.
¿Entiendes? - endurezco mi voz con más confianza. 324 asiente.
- ¿Otro “sermón”? - me dice y río.
-Sí, muchacho, otro sermón. - termino.
-Tu turno.
Asiento y no tardo en contarlo todo desde mi punto de vista de la historia. No omite ninguna de
las locuras de su chica. Cada vez se iban sumando más y más a la lista. Eso me preocupaba. Ya
sabía de antemano cual sería la reacción de 324 si llegase la justicia a poner las manos sobre la
joven Emily Winston. Tenía que hablar cuanto antes con Justice North. Sería lo primero que
haría cuando le revisaran el brazo.
El sangrado se había detenido al solo ser producto de las garras del macho, pero no cambiaba el
hecho de que su hueso siguiese roto. Le quedarían algunas cicatrices, pero estaba bien con eso.
Más trofeos de batallas para este viejo.
Cuando ambos quedaron satisfechos y hartos de más preguntas se dedicó a relajarse
completamente contra el tronco.
324 de vez en cuando le daba un vistazo para asegurarse de que no se cayese. Se sentía
avergonzado por cómo había atacado al macho humano. Más aún cuando lo único que lo detuvo
que matarlo fue escuchar el apodo que le había dado a su hembra de sus labios. Lo mantuvo
vivo porque necesitaba información, pero nunca imagino que descubriría el error que había
cometido. El Sheriff era un buen hombre y le había prometido no permitir que se llevaran a su
hembra lejos si la encontraban. Confiaría en su palabra como modo de compesarle por lo
suciedad.

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