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Capítulo Once

Aúllo de dolor cuando entierro la aguja de la jeringuilla en mi piel. Muerdo con fuerza mis
labios y entrecierro los ojos. Solo debía esperar un poco a que la droga me hiciera efecto en
mis pies adoloridos. Aún no me atrevía a contemplarlos como era debido. Aún no me atrevía a
ver lo rojo de mi carne y lo estropeada que estaba.

Me recuesto en el asiento y decido cerrar los ojos completamente, para encontrar por lo
menos un segundo de paz.

No sabía ni hacia donde me dirigía y seguro que ese cretino de hace un rato, le había ladrado a
los polis para que fueran por mi pellejo.

“Como si esta mierda de auto lo valiera”

No estaba cuidado, había polvo por todo el cuero del volante, si te fijabas bien en los asientos
habían pequeñas migajas de pan y cualquier otra porquería. Y el interior tenía un insoportable
olor a gasolina.

Había estacionado el coche fuera de la carretera, por los arbustos y malezas donde no podrían
verme. Aproveché que no había nadie a la vista e hice lo posible para no estrellar a mi única vía
hacia las nuevas especies.

Al rato tomando pequeñas bocanadas de aire, fingiendo que estas podrían darme valor. Abro
la puerta del auto y sitúo suavemente las plantas de mis pies sobre la hierba. Siseo ante el
indeseado contacto, pero no los aparto de ahí.

“1,2,3”

Digo en mi mente y me impulso para quedar, con un poco de dificultad, de pie. Dolía, pero se
había convertido en una sensación soportable. Me recordaba al cuento de la sirenita. A la peli.
Cuando Ariel camina por primera vez. Era algo así, como si estuviera avanzando sobre cristal

Me apoyo sobre el metal caliente por los rayos del sol y entre pequeñas zanjadas llego hasta el
maletero. Me deje caer al suelo quedando a la par con la matricula del auto. Me estaba
debatiendo si quitarla o no.

1. Si los polis me estaban buscando, definitivamente tenían la matricula.


2. Además de que está prohibido, sería sospechoso ver a un auto sin ella.

Aspecto, marca y matrícula. Seguro que ya tenían la información a primera mano. Sería
estúpido seguir con el auto, pero no tenía los recursos para buscarme otro. Debía pensar en
algo y rápido. Podría estacionar en una de esas gasolineras o cafeterías-bar que siempre había
por la ruta, cambiaría el auto y se iría en otro, pero…era demasiado riesgoso. Iría con este
coche hasta uno de esos lugares con el peligro de que me vieran. Era solo tomar el teléfono y
marcar al 911.
Bueno, dudaba que el chico y los polis llegaran a tanto tan rápido, pero también el hospital
habría hecho de las suyas. Por lo que había escuchado ya era una cara conocida. Cuando había
desaparecido, su familia y pareja se habían hecho cargo de hacérselo saber al mundo entero.

“¡Ja! Sería el mismo comercial, pero con diferente título”

Pensó con una risa falsa.

Ya lo veía. En vez de “chica desaparecida” seria “Demente prófuga armada”, claramente


poniendo DEMENTE en mayúscula.

“Como le encantaba exagerar a la prensa.”

Pensó de forma cántica en su mente.

Se miró en el reflejo del capó. Estaba demacrada y con desnutrición, aros oscuros rodeaban
sus ojos y lamia sus labios por lo agrietados que estaban. Solo era un saco de huesos. Su rostro
ya no era lo que solía ser al igual que su cuerpo. Había perdido la belleza que una vez tuvo,
dejando atrás una vara de tender tiesa y sin pizca de glamour.

Se rió por su propio pensamiento para luego levantarse.

Ya había tomado una decisión y esperaba que su rostro fuera lo bastante malcarado para que
tuviera éxito.

-Nunca pensé que llegaría a esto. -dijo después de dejar su ropa caer al suelo, quedando
desnuda en el claro que la rodeaba.

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Él toma una calada de su cigarrillo y enfoca la vista de nuevo hacia la carretera. Hacía media
hora que había salido a hacer un encargo por parte de la doctora. Los demás del grupo estaban
ocupados con la mocosa desparecida mientras que él se había quedado a ayudar con respecto
al animal.

Mira con repugnancia la pequeña bolsa de plástico blanca que descansaba en el asiento del
copiloto. No había sido agradable ir en busca de lo que había en la lista de compras ni tampoco
el plan de la doc, pero si teníamos suerte seria la única que se mancharía las manos.

“El dinero más fácil que he ganado en mi vida”

Suelta una risita tonta al imaginarse las manos ocupadas con fajos de billetes amasados.

Deja el cigarrillo colgando de su boca y toma el volante con una sola mano. Con la otra
restante saca de la bolsa una pequeña caja de fármacos, de color blanco con rayas verdes
arriba y abajo, con un escrito que resaltaba: “Eznop”

No sabía que era ni para que mierda servía, pero mientras más rápido acabaran con esa cosa,
mejor.
Rato después estacioné el auto dentro del bosque. Había tomado por un pequeño desvíe de la
vía, que daba a una antigua fábrica abandonada. Hacía años que estaba desolada además de
que estaba bien oculta.

Bajo del coche con mala leche y hago sonar la puerta al cerrarla. De mis bolsillos tomo las
llaves que abrirían el candado, que junto a las cadenas, tenía cerrada la entrada. Los pasillos
est

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