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RESEÑA DE HISTORIA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS (1942); PIVEL DEVOTO:

ALEXIS PEZAROGLO.

Juan Pivel Devoto nació en Paysandú, en el año 1910. Fue historiador, docente, investigador,
además de militante del partido Nacional desde muy temprana edad. Fue director del Museo
Histórico Nacional y editor del archivo Artigas, así como de la Revista Histórica y de la
Colección de Clásicos Uruguayos. También, fue colaborador de la revista Marcha desde
1948. Desempeñó varios cargos públicos: presidente del Sodre, Ministro de Instrucción
Pública (en el segundo colegiado blanco) y presidente del CODICEN. Historiador de
vocación, entre sus principales obras se encuentran: Historia de la República Oriental del
Uruguay 1830-1930 (1945) (en colaboración con su esposa Alcira Rainieri), Raíces
coloniales de la Revolución Oriental (1811) e Historia de los Partidos Políticos en el
Uruguay (1942), que analizaremos en el presente trabajo.

Podemos afirmar que Historia de los Partidos Políticos en el Uruguay es una obra de
Historia Política pura, tradicional, a modo de una historia de tipo monumental, que pretende
estudiar y analizar la labor de importantes personalidades del mundo político en un largo
período de tiempo. El período abarcado en la obra es de más de medio Siglo, dividido dicho
período, a su vez, en períodos de tiempo más cortos a partir de ciertos mojones relevantes en
la Historia de los Partidos y de la nación. La presente obra de Devoto introduce la temática de
los Partidos Políticos en la historiografía uruguaya. Antes de esta, no encontramos muchas
referencias en ese sentido, por lo que resulta razonable que el autor no presente antecedentes
para el campo de estudio en cuestión. La mayoría de las fuentes utilizadas son primarias y
escritas (hay un gran uso de correspondencias, además de fragmentos de prensa de la época,
actas legislativas, de asambleas y decretos). La cantidad de fuentes utilizadas es enorme, lo
que afirma la erudición del autor para la materia. La numerosa correspondencia utilizada,
apoyada en crónicas periodísticas, le permite generar una reconstrucción de hechos
pormenorizada que resulta muy útil a los efectos de recuperar/retratar los principales sucesos
políticos de la época, así como los humores sociales que sustentaron importantes desenlaces.
Empero, si bien las fuentes son las adecuadas para realizar la operación previamente
planteada, en ocasiones, el autor realiza algunos juicios que no pueden tener una verificación
histórica en las fuentes (“lo que el pueblo sentía verdaderamente”), o bien se apoya en las
crónicas de prensa sin considerar problemas de imparcialidad que dichas fuentes puedan
presentar. La narración, en calve cronológica, ocupa un lugar central en el relato de Pivel,
narración que permite vivenciar e introducirse en el relato de una forma fácil, aunque esta no
pretende ser para nada discreta y no ahorra en consideraciones emocionales y algún que otro
juicio de valor sobre alguna personalidad relevante.

La idea o concepción de la política (en el sentido más amplio de la palabra) es completa y


únicamente de tipo partidaria (partidaria como político partidaria, es decir, como referente a
los partidos políticos). Como dijimos anteriormente, Pivel Devoto introduce a la
historiografía uruguaya, el tema de los partidos políticos. En la interpretación Piveliana, los
partidos políticos son el mecanismo por el cual se construye una re-lectura del pasado y se
colocan los cimientos de la tan extendida tesis de la “partidocracia uruguaya”, reivindicada
principalmente por la politología, en la cual la historia del Uruguay como nación se construyó
a la sombra de la centralidad de los partidos (blanco y colorado), siendo estos los principales
canalizadores de las demandas de la ciudadanía y los principales hacedores de la nacionalidad
y la libertad política del país. Es la interpretación de Pivel la que abona la idea de unos
partidos esencialmente nacionales y que se originan con la nación misma o que incluso, si se
quiere, la anteceden. Tanto el Partido Colorado como el Partido Nacional, componen todas
las manifestaciones sociales y políticas de la época referida, quedando invisibilizadas otras
manifestaciones que no entren en la explicación político-partidaria, incluso subordinando las
experiencias del Partido Conservador o la Unión Liberal (propuestas de otros partidos
políticos), a los avatares de los partidos tradicionales. Este análisis binario de la sociedad le
ha valido a Devoto diversas críticas. El formato de la disputa política en Uruguay en el relato
Piveliano ha sido siempre bipolar, independientemente de las cuestiones que podían dividir a
la sociedad o inclusive a otros partidos por fuera de los tradicionales, la lógica política
siempre es presentada en clave binaria, dónde las identidades en cuestión parecen pre-
establecidas o prefiguradas de arranque. El desarrollo de la dialéctica blanquicolorada y su
devenir en clave de enfrentamiento, es suficiente para explicar toda la historia política del
Siglo XIX.

En las primeras décadas del citado siglo, los “bandos”, posteriormente devenidos en partidos,
eran representados por personas y no todavía por ideas; “De las líneas generales de este
esquema, deducimos la existencia desde 1811 de dos fuerzas antagónicas, representativas de
dos culturas distintas las que son expresión característica: el caudillo popular e
indisciplinado, identificado con el espíritu localista, y el elemento doctoral de la ciudad, con
frecuencia alejado de la realidad nacional”. (Devoto, 1942). En el período 1830-1838, esos
bandos se definieron o afirmaron, dando lugares a facciones, aglutinadas aún, en torno a
personalidades. Posteriormente, se dio la internalización del conflicto (1838-1843), con la
guerra grande y las intervenciones de actores externos, que a partir de diversas alianzas
generaron un correlato ideológico hacia posturas cimentadas en conflictos foráneos, tomando
los partidos posiciones ajenas a lo meramente nacional1. Luego de la política de fusión (1843-
1851), el período de la fusión de los partidos2 (1851-1856), con propuestas frustradas para la
superación de las divisas tradicionales y la formación de un gran partido con espíritu
nacional, comienza a dar las primeras manifestaciones de los partidos políticos en clave de
ideas, cristalizándose esta dinámica totalmente en el período de reconstrucción de los partidos
(1856-1865).

Como se corrobora en la cita anterior, para Devoto el conflicto político partidario en el Siglo
XIX, se da, preferentemente en clave de enfrentamiento entre la ciudad y la campaña,
particularmente entre caudillos y doctores. Hay un fuerte contrapunto entre la política de
fusión propia de los doctores y la política de pactos propia de los caudillos. En este sentido, el
autor propone una potente reivindicación del papel de los caudillos, en clave antisarmentiana.
Si bien para Pivel el accionar de los caudillos podía conducir a la anarquía y caos en la
campaña, su forma de hacer política representaba “la única forma de expresión democrática
de la época” (Devoto, 1942), por lo que estos se constituyen como los fieles representantes de
la nación oriental. Hay una particular reivindicación del caudillo en su impulso pro-
democrático, con miras a integrar a la masa campesina, cuestión que los doctores de la
ciudad, no estaban dispuestos a conceder.3

Historia de los Partidos Políticos es sin duda uno de los textos de Historia Política más
relevantes de nuestra historiografía. Sienta las bases para una re-interpretación del pasado
inaugurando una auténtica transformación en los relatos que la sociedad uruguaya hace de sí
misma. Si bien las críticas al enfoque Piveliano no faltan y en algunos casos son muy
potentes, la interpretación de la historia que hace Devoto resulta insoslayable para cualquier
análisis histórico-político de la construcción nacional uruguaya. Se puede estar en contra o a
favor de las tesis Pivelianas, pero no es posible ignorarlas.

1 “Por espacio de varios años, habrían de desaparecer en el Rio de la Plata, los partidos nacionales. El espíritu local trataría
en vano de abrirse camino; lo ahogarían las tendencias ideológicas que borraron las fronteras para crear partidos
rioplatenses”. (Devoto, 1942)

2 Los partidos de 1836 volvían a reconocerse [culminada la guerra grande], ahora que se hallaban libres de compromisos,
para identificarse con la nación. Fracasados luego en su noble intento, cada uno buscaría su cauce originario, para definir su
programa y jugar su destino de combate”. (Devoto, 1942).
3
A los Doctores los hemos visto despojarse en varias oportunidades de la vieja divisa partidaria, blanca o colorada. Los
Caudillos no se han despojado nunca de sus divisas. Pactan, transan sus ambiciones, callan sus rencores, pero siguen siendo
blancos o colorados. Y eso era, por otra parte, excepción hecha de la minoría ilustrada de intelectuales de Montevideo,
traducción fiel del sentir de la masa ciudadana y campesina (Devoto, 1942).

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