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RESEÑA DE EL DESARROLLO DE LAS IDEAS EN LA SOCIEDAD ARGENTINA DEL

SIGLO XX, DE JOSÉ LUIS ROMERO. AUTOR: ALEXIS PEZAROGLO.

José Luis Romero fue un historiador argentino1 nacido en Buenos Aires en 1909. Doctor en
Historia por la Universidad de La Plata, fue rector interventor de la UBA en 1955, y decano de
la Facultad de Filosofía y Letras en 1962, dónde fundó la cátedra de Historia Social. Además,
dio clases en la Universidad de la República del Uruguay. Ya lejos de la vida académica, integró
el Consejo directivo de la ONU en 1975. Es considerado el principal exponente de la renovación
historiográfica en la Argentina, introduciendo el enfoque de la Historia Social y la Escuela de
los Annales. Fue además, militante del Partido Socialista. En esta oportunidad, analizaremos
brevemente el texto: El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del Siglo XX (1965).

Romero intenta presentarnos el panorama de las ideas (en el sentido amplio de la palabra), en la
sociedad argentina, y su evolución, desde finales del Siglo XIX, hasta la mitad del XX. Según el
autor, el título mismo de la obra ofrece cierta interpretación sobre el asunto. La idea de
desarrollo implica considerar las ideas no cómo algo estático, sino como un terreno dinámico
dónde los grupos y las ideas entran en un proceso de retroalimentación que delimita los
contornos ideológicos de cada momento histórico2. En este sentido, los capítulos del libro están
divididos por diferentes períodos, en los que la hegemonía cultural o eidética corresponde a
cierta “generación” o agrupación política. Una vez dentro de cada período, con una impronta
cuasipositivista, Romero se dirige directo a fuentes primarias para mostrarnos los orígenes de
las ideas dominantes en cada uno de ellos. Es decir, Romero bucea por las fuentes para dilucidar
qué campos o corrientes determinadas de pensamiento, se encuentran por detrás de las ideas
prevalecientes de cada generación o grupo. No hay en el texto una presentación de antecedentes
en tanto tales, ni de otras propuestas similares contra o con las que el autor va a dialogar, aunque
mencione que la historia de las ideas es una disciplina de “escasa tradición” en la Argentina y
considere que su enfoque sobre dicha empresa pueda abrir una “perspectiva nueva” de
interpretación. Empero, algunas de las fuentes presentadas pueden ser verdaderos antecedentes a
la propuesta de Romero. Algunos de estos son: La evolución de las ideas Argentinas, de José
Ingenieros, La Cultura Argentina, del mismo autor en colaboración con Ricardo Rojas o
Influencias filosóficas en la evolución Nacional, de Alejandro Korn. Si bien se señalan los
objetivos que perseguían dichas publicaciones y se corrobora que las motivaciones son muy

1
Para más información, ver: https://jlromero.com.ar/
2
“Mi objetivo ha sido esbozar un cuadro de conjunto en el que se muevan las corrientes de ideas y de
opiniones a través de los grupos sociales que las han expresado, defendido o rechazado, para descubrir
cómo han obrado sobre las formas de vida colectiva, cómo operaron a través de grupos —mayoritarios
o minoritarios— según el diverso grado de vigencia que alcanzaron, cómo inspiraron ciertas formas de
comportamiento social o, en fin, cómo expresaron los contenidos de ciertas actitudes espontáneas”.
(Romero, 1965).
similares a las propuestas por el autor, como mencionamos anteriormente, no se los presenta en
clave de antecedes ni se dialoga con ellos. Las fuentes son de tipo primario, tanto oral como
escrito. Se componen mayoritariamente por pasajes de libros de autores de relevancia para cada
generación, citados a modo de reflejar la procedencia de los basamentos teóricos de estas, lo que
demuestra la potente erudición de Romero para el tema. Además, encontramos mucho
relevamiento de prensa, manifiestos de agrupaciones políticas, discursos (en el parlamento, del
congreso católico, de Rosas en un banquete en Londres, etc.), actas de Asambleas, alguna
correspondencia y hasta letras de canciones. Resulta llamativo que algunas fuentes no tienen
una referencia concreta (“escribía”, “dijo en su discurso”, pero sin hacer referencias temporales
ni espaciales), no hay referencias ni bibliografía (por lo menos en la edición con la que
contamos), como tampoco una crítica de fuentes propiamente dicha.

Narrativamente el texto está divido, como dijimos, por períodos. En cada período corroboramos
una “generación” o grupo a la vanguardia en materia cultural, que es la que va a imbuir a la
sociedad con los valores referentes a su cosmovisión, no sin tensiones con otras agrupaciones e
ideas. El autor propone, en este sentido, un método interpretativo, a partir de los planteos de los
principales representantes de cada generación, para así llegar a las corrientes de pensamiento
que las nutren en cada momento histórico. Cada capítulo correspondiente a cada generación, se
subdivide a su vez, en subcapítulos o apartados de cada terreno cultural o de ideas. Las ideas
sostenidas por cada generación o grupo, tendrán su impacto en diversas áreas del conocimiento
como la economía, la literatura, la filosofía, la música, además de señalar, muy oportunamente,
la dialéctica entre la realidad social por un lado, y la evolución o desarrollo de las ideas y sus
corrientes por otro.
La primera generación presentada es la generación del 80, que debe su nombre por llegar al
poder en ese año. Esta generación creyó heredar la misión de los fundadores de la nación. En
este sentido, fungió como la encargada de “civilizar” al país, tomando como principales
referentes teóricos y poniendo en práctica los principios de Alberdi y Sarmiento. Gobernar fue
sinónimo de eruopeizar, lo que supuso un desprecio por la tradición criolla y por la acción de las
masas populares. En este sentido, la influencia europea también se vio reflejada en el campo del
conocimiento y la ciencia, con un fuerte auge del positivismo y el evolucionismo darwiniano.
Para el autor, las consecuencias de las ideas defendidas por esta generación, sentarán las bases
para los principales problemas del país para el Siglo XX, como la exclusión de las mayorías en
las cuestiones cívicas, la dependencia económica del imperio inglés, la brecha cultural entre
Buenos Aires y la campaña, entre otras.

Llegado el centenario de la nación Argentina, varias de estas problemáticas generaron una


auténtica crisis. Aquí comienza el segundo capítulo; el espíritu del centenario. Caracterizado,
principalmente, por una crisis de la hegemonía de la oligarquía y una ebullición del sentimiento
nacional, en calve de recuperación de ciertos valores “criollos” o “gauchescos” en
contraposición a los valores reivindicados por la nueva oligarquía. Es a su vez este período,
donde las doctrinas socialistas y anarquistas ganan terreno por el auge inmigratorio. En 1910 es
electo presidente Roque Saenz Peña, quien resulta clave para la consolidación del voto secreto y
obligatorio. Esta transformación permite, posteriormente, el triunfo de la Unión Cívica Radical,
con Hipólito Yrigoyen a la cabeza, quien gobernó de 1916 a 1930. Se inaugura así, el tercer
capítulo; la revolución de posguerra. Si bien legislativamente los cambios no fueron muy
profundos para la masa popular (muchos componentes de la UCR pertenecían a la vieja
oligarquía que se encargó de frustrar algunas de estas transformaciones), se evidenció un
cambio de actitud del Estado hacia las clases medias y bajas, que devino en una auténtica
transformación en el ambiente social argentino. Si bien el radicalismo no tenía un programa
concreto, pretendía cumplir con la llamada “reparación”, es decir, la purificación de las
instituciones representativas, contaminadas desde el período anterior. Este afán fue suspendido
cuando los coletazos de la crisis del 29, fueron aprovechados por el movimiento militar que, en
1930, dio un golpe de Estado al gobierno constitucional de Yrigoyen, llevando al poder al
general Uriburu, quién emprendió una restauración conservadora, ante la latente amenaza del
comunismo. Comienza aquí el último capítulo; la irrupción del cambio. La institucionalización
del fraude fue moneda corriente para la renovación presidencial. Luego de otro golpe de Estado
en 1943, emerge la figura del general Perón, quien con una retórica pro-obrerista pudo combatir
la creciente impopularidad del gobierno. Allí comienza, a juicio del autor, una “dictadura de
masas” que cambió la fisionomía del país para siempre. El desarrollo industrial de los años
precedentes, fue acompañado de una potente extensión de los derechos laborales, lo que
transformó al general Perón en un auténtico prócer popular, triunfando en las elecciones de
1946. Si bien se inauguraba un período de integración y ampliación de los derechos de los
trabajadores, también se dio un fuerte control sobre grupos opositores, deterioro de la libertad de
expresión, asociación y de prensa. Para Romero, el peronismo puede perdurar porque es el
primer y único gobierno que se ha declarado a sí mismo como netamente “obrerista”.

La política para Romero es, por lo tanto, ideología. Resulta novedosa la operación de proponer
ese juego dialéctico entre realidad social, corriente de ideas y grupos políticos. Cada capítulo
presenta un despliegue del impacto que tienen las ideas hegemónicas en cada período sobre muy
diversos terrenos del conocimiento. El autor retrata a una Argentina en la mitad del Siglo XX,
como un país dinámico y vibrante en lo que a ideas se refiere. En este sentido, creo que Romero
hace un llamamiento a la superación de ciertos valores “tradicionales” que posibiliten, de una
vez, el abandono total del lastre del Siglo XIX para así ingresar, plenamente, en la modernidad.

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