La dictadura de Primo de Rivera se desarrolló durante el reinado de Alfonso
XIII, cuyos últimos años estuvieron caracterizados por la agonía del régimen de la Restauración. El régimen consiguió establecer cierta estabilidad y se consiguieron resolver muchos problemas que el país arrastraba desde hacía tiempo.
El Desastre de Annual (1921) puso de manifiesto la decadencia del sistema
político español y su pésima organización. La derrota, que provocó duras críticas por parte de la opinión pública, motivó al Parlamento a encargar el Expediente Picasso (cuyo contenido implicaba al rey y altos cargos del ejército) para depurar responsabilidades. Esto junto con el fracaso del turnismo, las consecuencias de la Primera Guerra Mundial (emergencia del fascismo y crisis de las democracias) y la inestabilidad social provocada por los movimientos obreros, comunistas y anarquistas acabó motivando un golpe de Estado.
El 13 de septiembre de 1923, el capitán general Miguel Primo de Rivera se
sublevó contra la legalidad constitucional, anunció el estado de guerra y exige que el poder pasase a los militares. En ese momento contaba con el apoyo del rey, Alfonso XIII, el clero y el Ejército. También era respaldado por la burguesía catalana, los terratenientes y empresarios que confiaban en que el dictador conseguiría sofocar la conflictividad laboral. Por otra parte los anarquistas y comunistas se opusieron al régimen mientras que los socialistas se mantuvieron a la expectativa. Dentro del partido surgieron dos tendencias: una favorable a la dictadura, liderada por Francisco Largo Caballero (formó parte del Consejo de Estado), y otra en contra encabezada por Indalecio Prieto.
Una vez aceptado el golpe de Estado, Primo de Rivera formó un Gobierno
constituido por militares y presidido por él mismo. Así comienza el Directorio Militar (1923-1925). La Constitución de 1876 fue suspendida, las Cortes disueltas y se declaró el Estado de guerra permanente. Además, se estableció una fuerte censura, el sistema caciquil fue suprimido y todos los partidos políticos fueron prohibidos, excepto la Unión Patriótica (1924), un intento de partido único similar al partido fascista italiano, cuya ideología se encontraba en auge. Asimismo, se disolvió la Mancomunidad de Cataluña prohibiendo la lengua, el himno y la bandera (este fue el origen de la enemistad de la burguesía catalana con la dictadura) y las organizaciones obreras, especialmente las anarquistas y comunistas fueron duramente reprimidas.
Todas estas medidas permitieron restablecer el órden público. No obstante, lo
más destacable de esta primera etapa fue la resolución del problema de Marruecos. Tras el desastre de Annual, los españoles se dividieron en aquellos que se inclinaban por abandonar el territorio y los que abogaban por el mantenimiento e incluso aumento de la violencia en el Protectorado. Finalmente, tras la alianza con Francia (pues el país vecino también estaba siendo atacado por las tropas de Abd el Krim), Primo de Rivera decidió extender la acción militar. Como resultado de este pacto, tuvo lugar el desembarco de Alhucemas en 1925, que determinó la ocupación efectiva de Marruecos y convirtió al dictador en la persona más popular del país.
Una vez estas cuestiones fueron resueltas y el régimen se hubo consolidado, el
Gobierno pasó a manos de los civiles (como Calvo Sotelo) dando inicio al Directoria Civil (1925-1930). Para ello se constituyó la Asamblea Nacional Consultiva, un parlamento corporativo y autoritario formado, sobre todo, por miembros de la Unión Patriótica y que tuvo como principal cometido la redacción de una constitución que permitiera institucionalizar el régimen (el proyecto nunca llegó a aprobarse). En cuanto a la economía, se emprendió una política intervencionista con el fin de fomentar la producción nacional y la creación de monopolios como Campsa y Telefónica. Cabe destacar además, las obras publicas de carreteras y ferrocarriles (importantes para conseguir el apoyo de los socialistas y la política hidráulica, fundamental para la obtención de energía, el desarrollo industrial y la creación de puestos de trabajo. Por otra parte, se llevaron a cabo una serie de medidas dirigidas a mejorar las relaciones laborales y reducir la conflictividad social. Entre ellas se encuentran: - La Organización Corporativa Nacional, una especie de comité paritario que mediaba entre patrones y obreros. - El Código de Trabajo - El Consejo Social, con la participación de UGT. En relación con la cultura, destacamos la conocidísima generación del 27, cuyos miembros reflejaron los sentimientos marcados durante esta época. Sin embargo a medida que la dictadura avanzaba la oposición fue extendiéndose: los catalanes, anarquistas, intelectuales e incluso el Ejército y los socialistas retiraron su apoyo a la dictadura. Pese a que Primo de Rivera intentó recuperar su popularidad, participando en la Exposición ibero-americana (1929), el descontento general unido a la crisis económica causada por el crack de la bolsa y las continuas sublevaciones (la Sanjuanada) le llevaron a dimitir en enero de 1930 exiliado a París donde murió poco después.
Entonces, Alfonso XIII encargó formar Gobierno al general Berenguer para
restablecer la normalidad, es decir, volver al régimen de la Restauración, durante el periodo conocido como ‘dictablanda’. Pronto se hizo evidente la oposición al rey, que quedó reflejada en el Pacto de San Sebastián, firmado en agosto de 1930 por republicanos, socialistas y nacionalistas catalanes con el propósito de derrocar la monarquía. A las sublevaciones militares (fracasado pronunciamiento militar de Jaca) se unió una campaña en la prensa en contra del monarca de la que destacamos el artículo ‘El error Berenguer’ de Ortega y Gasset. Como el presidente se negó a convocar elecciones, este fue sustituido por el almirante Aznar quien formó un Gobierno provisional y convocó elecciones municipales el 12 de abril como paso previo a la convocatoria de elecciones a Cortes constituyentes para la redacción de una nueva Constitución. En estas elecciones, de carácter plebiscitario, los republicanos arrasaron sobre los monárquicos en las ciudades donde se consideraba que el voto era más fiable pues la manipulación era más complicada. Finalmente el rey Alfonso XIII, con el fin de evitar una guerra civil, abandonó España en 14 de abril, mismo día en que se produjo la proclamación de la Segunda República.
En definitiva, el régimen dictatorial de Primo de Rivera consiguió garantizar
cierta estabilidad durante un corto periodo de tiempo hasta que la conflictividad social volvió a desestabilizar la política llevando a la proclamación de la Segunda República.