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Libertad y conciencia:
Para Frankl, la libertad se compone de un “de qué” y un “hacia qué”. El “de qué”
plantea al hombre la posibilidad de librarse de sus impulsos, y el “hacia qué” hace
referencia a su ser responsable, a la posibilidad de tener conciencia.
Lo espiritual:
Conciencia y responsabilidad:
“La consciencia y la responsabilidad constituyen precisamente los dos polos básicos de
la existencia humana. Lo cual, traducido a una fórmula antropológica, se expresa así:
ser hombre equivale a ser consciente y responsable”. (Frankl, 1990)
Ser humano:
Frankl expresó: “todo ser humano es un ser en relación”. No es la natural
relación entre individuos, sino la relación espiritual entre personas.
El yo y el ello:
Freud dijo “donde está el Ello debe realizarse el yo”. Existencialistamente,
decimos que “El yo no se hace Yo sino en relación con un tú”. Es más, tal y
como sentencia Frankl, citado por Brito, 1998: “porque solamente el Yo que
tiende hacia alguien distinto de sí mismo puede integrar su propio Ello”.
La conciencia:
Para Brito, 1988: “Cada uno tiende hacia el otro porque es atraído por él. Este momento
que se llama autoconsciencia, es igualmente nuestra consciencia del otro. Sólo podemos
darnos cuenta de nuestro Yo, al darnos cuenta de que el otro es distinto de nosotros. Y
precisamente nos damos cuenta de esa diferencia por que el otro Yo interpela, nos llama,
nos exige salir de nosotros, nos presenta su necesidad, que no forzosamente coincide
con la nuestra, y ante la cual podemos responder, o bien negarnos.
Intencionalidad:
Sólo ante la interpelación del otro somos realmente libres. Podemos responderle, o no. La
decisión será nuestra, y así es como nos vamos formando. (Brito, 1998).
El ser humano:
Si uno responde positivamente al otro, se hace un ser libre. Si, se niega a
responderle al otro obedeciendo su tendencia natural, deja de ser libre, pues queda
sometido a sus meras condiciones naturales. Responder positivamente al otro no es,
desde luego, someterse a él, ya que éste también es interpelado y libre de responder
positivamente a quien lo interpela.
“Al responder positivamente a la interpelación del otro, sale uno de sí mismo, pues
el otro es totalmente distinto. Hasta cierto punto necesita uno olvidarse de sí mismo para
atender al otro. Este autoolvido sólo se logra autotrascendiendo. Es aquí donde el ego, al
relacionarse con el “tú” integra el “ello”. Esto se lleva a cabo cuando uno dirige sus
fuerzas físicas, psíquicas y sociales a la atención del objetivo que tiene frente a sí. Todas
las fuerzas dispersas, y en ocasiones contradictorias, son ahora unificadas por lo que
Frankl denomina: “la voluntad de sentido”.
Nos dice Brito: “Nuevamente tenemos que advertir que el reduccionismo identifica
voluntad con el mero deseo psíquico de placer, o con el mero “querer” psíquico. Este
deseo y este querer son procesos condicionantes, generalmente inconscientes. En
cambio, la voluntad es el ser consciente en la medida en que hace lo que decide. La
voluntad es la unificación consciente del deseo y del querer en el acto mismo de hacer lo
decidido y responsabilizándome de ello. El ser consciente decide siempre en relación con
algo o con alguien distinto de sí mismo. Es lo autotrascendente. Por eso, Frankl siempre
agrega: “de sentido”, porque la decisión es hacia un objetivo, al cual es uno atraído por un
valor que lo obliga. Recordemos que obligar proviene del latín ob – ligare, que significa
“ligarme con lo que tengo delantde”. El lenguaje ordinario generalmente confunde
obligación con imposición. Se cree que uno está obligado por fuerzas o normas externas
que nos imponen, pero eso no es obligación, sino precisamente “imposición”. Por ejemplo,
la salud me obliga porque es un estado que me trasciende, pues yo puedo estar saludable
o enfermo sin dejar de ser yo en uno u otro caso” (Brito, 1998).
La palabra espíritu fue introducida por Hartmann. A principios del siglo XIX, Hegel
la ubicó como concepto básico de la filosofía. Es una palabra tomada de la religión, pero
su contenido es el mismo en la religión, en la filosofía y en la ciencia. Se refiere a la
relación responsable y consciente entre personas. Frankl la emplea como sinónimo del
existente del humano.
La mente, siendo la unidad de lo psíquico, a través de su dimensión social, es
interpelada por otra persona, para que se haga consciente y responsable. Si es
interpelada para que se haga consciente, es porque aún es inconsciente. Este es el
inconsciente espiritual del que habla Frankl (2003), es la psique interpelada por una
autoconsciencia para que se trascienda y se responsabilice.
La logoterapia, entonces se constituye en la interpelación que la consciencia del terapeuta
le hace al inconsciente espiritual del doliente”. (Brito, 1998).
Trascenderse hacia algo o alguien distinto de uno mismo es salir ya de lo
meramente psíquico y entrar en lo espiritual o existencial.
“Es necesario advertir que, así como existe un psicologismo, es posible caer en
un “noologismo o espiritualismo, el cual consiste en creer que lo espiritual es el único
nivel de la existencia humana (Frankl, 2003). No, el espíritu sólo es la unidad
antropológica, y por lo tanto integra las otras dimensiones naturales del ser humano: la
biológica, la psíquica y la social. El espíritu, lejos de eliminarlas o destruirlas, las sana y
las humaniza. “La dimensión más elevada no excluye, incluye a todas las demás”
(Frankl, 1984). En realidad “la unidad de lo múltiple” ha sido la clásica definición del ser
humano (Frankil, 1984).