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Logoterapia y análisis existencial

La logoterapia puede ser comprendida como un sistema de psicoterapia


que se fundamenta en una filosofía de la existencia. Sus fundamentos
pueden ser sistematizados en tres instancias: la libertad de voluntad, la
voluntad de sentido y el sentido de la vida.

La libertad de la voluntad es un axioma que predice que las personas


actúan a partir de sus posibilidades y se posicionan ante las situaciones
inmutables. De hecho, el hombre no es libre de condiciones biológicas,
psicológicas y sociológicas, aunque es libre para posicionarse o actuar
sobre las condiciones de la existencia, superándolas o resignándose a
los condicionamientos, eligiendo dejarse determinar o actuar según un
sentido o conjunto de valores (Frankl, 2000). Sin embargo, el hombre no
es un ser que reacciona impulsado solamente por sus instintos y
estímulos, sino que actúa en un mundo —es “un ser-en-el-mundo”, en el
decir de Heidegger, (1989)—, y este mundo es formado por otros seres y
sentidos a los que él procura autotrascender (Frankl, 2003a). De
hecho, Frankl (1990) entiende que el verdadero ser humano es el que
siempre decide lo que es. Por lo tanto, todo hombre ha de buscar su
misión, pues todo tiene un sentido y siempre se puede cambiar con
libertad.

La voluntad de sentido es la motivación primaria del hombre. Las


personas desean realizar sentidos en la vida y buscan descubrir valores
dignos de vivir y de morir. Según Frankl (1992), la pregunta sobre el
sentido de la vida emerge en la adolescencia con la maduración
psicofísica de la persona. El hombre es atraído hacia los valores, no
deseando solamente vivir; por ser un ente finito, emerge en él la voluntad
de encontrar un sentido en el mundo. Frankl (2003b) describe que, en la
actualidad, el hombre sufre de un vacío interior y un sentimiento de falta
de sentido. No obstante, la frustración existencial no es una patología,
salvo cuando está acompañada por rasgos neuróticos en la dimensión
psicofísica

En la formulación de la logoterapia, Frankl (2003b) hace una


diferenciación entre sentido y valores: el sentido es algo único en las
situaciones en que el ser humano está inmerso, mientras que los valores
son categorías universales de sentido, trascendiendo a las situaciones
específicas. Por ese motivo, la vida permanece con sentido a pesar del
desaparecimiento de las tradiciones. Según ese abordaje, hay tres vías
valorativas para la realización de sentido: valores vivenciales (vivencias
de personas u obras artísticas y naturaleza), valores creativos (laborar y
crear algo para el mundo) y valores actitudinales (tomar posturas en
situaciones inmutables y de sufrimiento).

El sentido de la vida es el presupuesto filosófico de la logoterapia. Indica


que en la vida hay un sentido incondicional que necesita ser descubierto
por el ser humano. Este sentido cambia de un momento al otro y de una
persona a otra, no dependiendo de condiciones internas o externas. El
sentido está en el mundo, en consecuencia, el hombre necesita
trascender a sí mismo para algo (una causa) o alguien (un ser amado).
Así, la logoterapia concibe el sentido de tres formas: sentido de la vida,
sentido en la vida y sentido en el mundo. Hay también una relación
temporal de esos conceptos, pues el sentido de la vida solo puede ser
percibido en el final de la existencia del hombre, mientras el sentido en la
vida puede ser descubierto en todos los momentos de la vida del ser; por
fin, el sentido en el mundo (el cosmos) comprende una inquietud humana
con respecto al sufrimiento humano, que justifica el propio sentido de la
vida. De este modo, el sufrimiento sin sentido resulta en desespero o
ausencia de sentido. En términos generales, Frankl (1992) se contrapone
a las teorías escépticas, que resultan siempre en una cosmovisión
nihilista, y salvaguarda la concepción de que el hombre es un ser en
relación con los valores existenciales.

En resumen, el hombre busca realizar sentido en su vida por medio


también de valores existenciales, reconociendo que es un ser finito y un
ser para la muerte (Heidegger, 1989). Esa búsqueda no se restringe a los
aspectos positivos ni a los trágicos (por ejemplo, dolor, sufrimiento y
muerte), circunscritos en una condición temporal y espacial. Así resta,
pues, considerar la teoría ontológica del tiempo, que se presenta a
continuación.

La Logoterapia como psicoterapia.


 Ma. Teresa Lemus de Vanek
 23/08/2005

Por Dr. Efrén Martínez


LA LOGOTERAPIA COMO PSICOTERAPIA
Toda psicoterapia tiene una estructura teórica, un modelo de funcionamiento y unos
procedimientos técnicos (Fernández, 1999) enmarcados en una visión epistemológica y
antropológica, bien sean estas explicitas o implícitas. En otras obras ha quedado ya en claro
el marco epistemológico y antropológico de la logoterapia, o lo que bien podría llamarse la
logoteoria; en este artículo, pretenden hacerse aportes teóricos para la praxis psicoterapéutica
de la logoterapia.
ESTRUCTURA TEÓRICA DE LA PRAXIS LOGOTERAPEUTICA
Si bien, la logoterapia ha sido propuesta de manera humilde por Frankl como un complemento
de la psicoterapia (Frankl, 1992, 1995a, 1999a), por su programa, propuestas, publicaciones y
desarrollos, podría considerarse la misma, como una psicoterapia a la altura de las grandes
propuestas contemporáneas, aún cuando permanece en vías de desarrollo, validación y
consolidación.
Teoría de la Noodinamia
La espiritualidad humana
Es la logoterapia la psicoterapia que privilegia la dimensión espiritual del ser humano, sin
desconocer las otras dimensiones que lo constituyen y al mismo tiempo evitando la
supravaloración de lo noologico. Ahora bien, es tal vez el termino espiritual el que mayor
defensividad y ambigüedad teórica despierta en los psicólogos que intentan acercarse a la
logoterapia; sin embargo, la dimensión espiritual o noética no es una realidad tan abstracta
como parece y aunque no sea una realidad ontica sino mas bien ontologica, puede ser
comprensible y además, necesariamente comprensible, pues la misma no es solo la
dimensión propia del hombre sino que le es la dimensión especifica del mismo (Frankl,
1994c), la dimensión que lo diferencia e integra en una unidad múltiple que lo hace humano.
¿Qué es entonces lo espiritual?, en palabras de Frankl (1994c): “Y precisamente designamos
como espiritual en el hombre aquello que pueda confrontarse con todo lo social, lo corporal e
incluso lo psíquico en él. Lo espiritual es ya por definición sólo lo libre en el hombre”.
Características de la espiritualidad humana:
1. Lo espiritual es potencia pura (Frankl, 1994a), no posee una realidad sustancial, es
mera posibilidad de manifestación.
2. Lo espiritual brinda unidad y totalidad a la persona humana, es la dimensión
integradora que solo en un nivel heurístico puede verse separada de su organismo
psicofísico (Frankl, 1994c).
3. Lo espiritual hace conciente lo estético, lo erótico y lo ético en una tensión fecunda de
su propia intencionalidad (Frankl, 1994c).
4. Lo espiritual es autoconciencia (Frankl, 1994c, 1999a), es dialogo consigo mismo.
5. Lo espiritual es doblemente trascendente en su intencionalidad y reflexividad (Frankl,
1999a).
6. Lo espiritual es el núcleo sano de la persona, la dimensión que no enferma (Frankl,
1999a).
7. Lo espiritual ejerce presencia en sentido ontologico (Frankl, 1994a), es un “estar junto
a” que no se concibe en términos espacio-temporales.
8. La dimensión noológica debe definirse como esa dimensión en la que se localizan los
fenómenos específicamente humanos (Frankl, 2001).
9. Lo espiritual es aquello que instrumentaliza al organismo psicofísico, utilizándolo como
mecanismo de expresión (Frankl, 1994a, 1994c).
10. Lo espiritual es el centro de recursos noéticos (Autotrascendencia y
autodistanciamiento)
11. – Entre otros-
En el ámbito de la psicoterapia contemporánea, lo noético ha empezado a tener un buen
reconocimiento por diferentes posturas que intentan aproximarse a lo que la logoterapia ha
planteado ya hace varias décadas. De esta manera, podemos encontrar reflexiones como las
siguientes: “Me pregunto a veces si, en nuestros intentos para reducir rápidamente los
problemas emocionales, no estamos precipitándonos a reducir al silencio al mensajero mucho
antes de que comprendamos el mensaje.”( Mahoney, 1988) o “Los humanos son fuentes de
energía potenciales que se materializan y desmaterializan constantemente en proyectos. Los
proyectos son energía que se proyecta en las válvulas de los guiones vitales. La
materialización y desmaterialización de la energía llevada a cabo mediante los proyectos
individuales y sociales origina el mundo de las proyecciones. Por lo tanto, para los
constructivistas el objetivo es la potencialidad, es decir, la eficacia y funcionalidad de la
energía humana.” ( Goncalves, 1998), así como las propuestas de Bandura (1988) respecto a
las características de lo humano como la autorregulación, la capacidad de autorreflexión, de
anticipación y de simbolización, o en sus propias palabras: “Pero los humanos tenemos una
capacidad sin parangón para convertirnos en muchas cosas, gracias a nuestra gran
plasticidad y a nuestras facultades de conocimiento.” Y aunque la mayoría de los autores que
intentan acercarse a lo espiritual aun se quedan solo en los aspectos cognitivos de la
dimensión noética, son aproximaciones que demuestran la necesidad ya evidente de no
ignorar lo específicamente humano.
La dimensión noética al ser potencia pura, se reconoce en su realización, requiriendo del
organismo psicofísico para su expresión. Si bien, lo físico y lo psicológico forman una unidad
intima (Frankl, 1994c), esta no es la mismidad de la persona, no es la totalidad, pero si es
necesario para la expresión de lo espiritual. Ahora bien, la mismidad espiritual no es conciente
a si misma, es irrefleja e irreflexionable (Frankl, 1995b), es aquello que se conoce como
inconsciente espiritual o preferiblemente espiritualidad no conciente (Freire, 2002).
La espiritualidad no conciente
La espiritualidad no conciente es ampliamente tratada en la literatura logoterapeutica (Frankl,
1992, 1994a, 1994c, 1995b, 1999a, 1999b, Freire, 2002, Martínez, 2002, ) pero bastante
confusa para el lector amateur, por ello, brevemente se puede decir que la espiritualidad no
conciente es el piso de la persona espiritual, es el suelo de la mismidad que carece de
autoconciencia reflexiva, es decir, no puede reflexionar sobre si misma, en otros términos, la
espiritualidad humana puede distanciarse de su organismo psicofísico y reflexionar sobre ello,
haciendo conciente la espiritualidad a través de las manifestaciones de la misma; sin
embargo, la espiritualidad en su profundidad no puede verse a si misma, porque seria otra
entidad espiritual la que estaría viendo. En otros términos, aquel que habita en mi, puede ver
al “mi” que utiliza como órgano de expresión, pero aquel que ve a ese organismo psicofísico,
no puede ver al que habita en ese órgano de expresión porque es él mismo el que esta
viendo. La espiritualidad en su profundidad es obligadamente inconciente, ya que si la misma
se viera a si misma, la mismidad quedaría en entre dicho (Martinez, 2002). En palabras de
Frankl (1994c): “Anteriormente insinuamos que, siempre que se habla de espiritualidad
inconsciente, por inconsciente no se debe entender nada más que no reflexivo. Sin embargo,
se pretende decir algo más. Se pretende decir también no reflexionable. No obstante la
espiritualidad del hombre no sólo es inconsciente sin más, sino que es también obligadamente
inconsciente…De hecho, ese espíritu se muestra no reflexionable por lo menos a través de sí
mismo, precisamente en la medida en que, en última instancia, es ciego ante cualquier
autobservación que intenta captarlo en su origen, en su lugar de origen”.
Maduración Noética
Ahora bien, ¿De donde surge lo espiritual y hacia donde va?, es una pregunta que roza con
los limites científicos, ante lo que Frankl (1994a) dice: “No sabemos, pues, de donde viene lo
espiritual, el espíritu personal, a la realidad corpórea-anímica organísmica; pero una cosa es
cierta: el espíritu no procede de los cromosomas.”; sin embargo, conservando ciertas
limitantes académicas manifestadas en ese “no saber”, se puede hablar de un proceso de
maduración noética. Como se expuso con anterioridad, lo espiritual necesita de un organismo
psicofísico para poder expresarse, de un organismo que pueda instrumentalizar, sin embargo,
dicho organismo requiere de un desarrollo psicofísico adecuado para poder facilitar la
expresión espiritual y no mostrar fenomenologicamente una desfiguración de la persona
espiritual como sucede en muchas psicopatologías. En palabras del padre de la logoterapia se
concluye que “Por tanto, lo espiritual tiene que entrar de algún modo en lo corpóreo-anímico;
pero, una vez que ocurre esto, lo espiritual, el espíritu personal, queda velado: se oculta en su
silencio. Calla y aguarda a que pueda comunicarse, a que pueda romper su silencio a través
de los velos que le rodean, de los estratos envolventes de lo psicofísico. Aguarda poder
anunciarse, a poder darse a conocer en el organismo psicofísico, como órgano de su
información. Aguarda hasta el día en que pueda hacer suyo el organismo, hasta apoderarse
de él como su campo expresivo (1994a)”. En principio, predominará el organismo psicofísico
sobre lo espiritual, llevando a que durante los primeros años de vida, la espiritualidad
permanezca en un silencio proporcional al desarrollo psicofísico de su órgano de expresión,
habilitándose con el paso de los años a una expresión mas clara de la dimensión personal. No
queriéndose decir con ello, que los niños y los adolescentes no posean una espiritualidad,
solo que las manifestaciones de la misma son proporcionales a su desarrollo psicofísico y que
dependen, en parte, de la educación de la espiritualidad, así como de su biografía. Es decir, la
existencia personal en términos corporales es una creación de los padres que prestan su
información genética y facilitan dicha creación, pero en términos espirituales, la dimensión
especifica del hombre no se trasmite, es nueva, es unitaria y totalitaria (Frankl, 1994a),
aunque la educación puede encauzar y facilitar esta expresión de lo espiritual (Frankl, 1994a).
En palabras de Oro (1993) : “Podemos adelantar por lo tanto que el “recién nacido es una
pequeña personita” pero todavía no una personalidad.”
En los primeros momentos, dentro del vientre materno, se desarrolla el milagro de la vida que
se hace luz aproximadamente a los 9 meses, iniciando un nuevo momento de vida
caracterizado por la dependencia hacia los cuidadores y la predominancia de la voluntad de
placer que le garantizará parte de su supervivencia, un poco mas allá de los dos años se da
un tercer momento de relativa consolidación básica de patrones de percepción de si mismo y
del mundo, en donde aún predomina la voluntad de placer y el temperamento, empezando a
formarse el carácter y viéndose un poco mas claramente –aunque de manera leve- las luces
de la espiritualidad, dando así entrada a la infancia o edad escolar en donde la identidad y
coherencia personal toman una mayor forma, aunque predominan las voluntades de placer y
de poder, necesarias para el desenvolvimiento biológico, psicológico y social del niño. Ya es
en la adolescencia en donde la conciencia histórica de ser uno mismo a lo largo del tiempo y
la capacidad autorreflexiva hacen mayor evidencia de lo espiritual a través de las capas de lo
psicofísico, y aunque por ser un periodo de búsqueda de identidad y transición psicosocial
podría predominar la voluntar de poder, ya aquí es mas fácil expresar el poder de oposición
del espíritu y manifestar la espiritualidad humana. Ya en la adultez y edades posteriores se
espera cada vez mas una predominancia de lo espiritual en adecuada armonía con su
organismo psicofísico. Al respecto debe quedar claro que la espiritualidad siempre existe, pero
que la misma requiere de un órgano de expresión, motivo por el cual las manifestaciones
espirituales son mas claras a lo largo del desarrollo psicofísico que permite su expresión. Sin
embargo, pueden darse problemas de maduración psicofísica que dejan intacto lo espiritual
pero con dificultades para su expresión, así como procesos de enfermar que afectan a lo
psicofísico produciendo el mismo efecto restrictivo, tema que se abordará mas adelante.
Recursos noéticos
Los recursos noéticos (Frankl, 1992, 1999) son el conjunto de fenómenos, capacidades o
manifestaciones espirituales, expresadas por el Autodistanciamiento y la Autotrascendencia.
Son características antropológicas ineludibles aunque si restringibles como se vera más
adelante. Los recursos noéticos no están en lo psicofísico, ni siquiera “están” en ninguna
parte, no son una realidad ontica, no tienen materia, son potencia pura, son posibilidad de
manifestación.
El autodistanciamiento es la capacidad específicamente humana de:
– Verse a si mismo en situación
– Monitorear los propios procesos emotivos y cognitivos
– Regular los propios procesos emotivos y cognitivos
– Dialogar consigo mismo y sus circunstancias
– Tomar distancia de los mandatos psicofísicos
– Oponerse al organismo psicofísico
– Ejercer el antagonismo psiconoético facultativo
– Facilitar la percepción de opciones
– Ampliar el campo fenoménico de la realidad selectiva.
– Ejercer la autoconciencia reflexiva
– Desarrollar la actividad justa y pasividad correcta (estrategias de tercer y cuarto nivel)
– Manifestar el poder de oposición del espíritu.
La autotrascendencia es la capacidad específicamente humana de:
– Salir de si mismo
– Descentrarse de si mismo
– Percibir valores y sentidos
– Conocer la realidad ontológica
– Reconocer la mente del otro como mente independiente a la propia.
– “Estar junto a” de manera atemporal y aespacial.
– Desarrollar la actividad justa y pasividad correcta
– Conocer las opciones mas significativas
– Resonancia afectiva
– Disminuir la hiperreflexión
El autodistanciamiento y la autotrascendencia son recursos mencionados de diferentes
maneras y bajo otros nombres por diferentes teóricos externos a la logoterapia como fue
expuesto en un capitulo anterior; sin embargo, la logoterapia tiene ese plus adicional de la
dimensión espiritual, que si bien como ya se ha dicho, algunas corrientes contemporáneas
empiezan a tocar, aun no logran colocarlo en el lugar que corresponde, es decir en la
esencialidad de lo humano.
Persona y personalidad
Comprender el núcleo sano de la persona humana, implica diferenciar heurísticamente entre
persona y personalidad. Algunas de las características de la persona humana han sido
expuestas con anterioridad al hacer referencia a lo espiritual, no queriendo decir con ello que
la persona sea solo lo espiritual, aunque lo espiritual sea la dimensión especifica de la
persona. Frankl (1994d), en su conferencia “10 tesis sobre la persona” expone algunas
características que solamente serán mencionadas en este espacio, remitiendo al lector
preferiblemente al texto original:
1. La persona es un individuo
2. La persona no es solo un in-dividuum, sino también un in-summabile.
3. Cada persona es absolutamente un ser nuevo.
4. La persona es espiritual.
5. La persona es existencial
6. La persona es yoica.
7. La persona no es solo unidad y totalidad en si misma, sino que la persona brinda
unidad y totalidad.
8. La persona es dinámica.
9. El animal no es persona puesto que no es capaz de trascenderse y de enfrentarse a si
mismo.
10. La persona no se comprende a sí misma sino desde el punto de vista de la
trascendencia.
Frankl (1994a) llama persona a “aquello que puede comportarse libremente, en cualquier
estado de cosas. La persona es aquella dimensión del hombre que es capaz de oponerse
siempre, oponerse a cualquier posición: no solo a una posición externa, sino también interna;
pero la posición interna es exactamente eso que se llama disposición (así se denomina a
veces el carácter)”. De tal forma que la persona es dinámica, es facultativa y se expresa
fenomenologicamente a través de su organismo psicofísico en aquello que llamamos
personalidad. “Esencialmente lo noetico, lo espiritual, en la medida en que el hombre
representa un ser, por cierto no sólo espiritual, pero si en su esencia y en la medida en que la
dimensión espiritual para él es constitutiva, en cuanto que esta representa la dimensión,
ciertamente no la única, pero si la específica, de su existencia, sea que se considere lo
espiritual en el hombre de manera fenomenológica como su personalidad o de manera
antropológica como su existencialidad.” (Frankl, 1994c).
La persona es dinámica, pero la personalidad se va haciendo estática (Laengle, 1989), es
decir, la personalidad es el reflejo de la persona a través del organismo psicofísico, de las
membranas o capas del carácter y el temperamento; por ello, la persona tiene un carácter y
un temperamento, pero la persona puede oponerse a ellos, allí radica su dinamismo; mientras
que el carácter y el temperamento van haciéndose estáticos.

Espiritual Organización psicofísica Expresión

PERSONA                            TEMPERAMENTO                            PERSONALIDAD


CARACTER
El temperamento esta mas cerca de la esfera biologica (Oro, 1993), en palabras de Millon
(2001): “El temperamento debe ser entendido como un potencial biológico o subyacente para
la conducta, que se aprecia claramente en el estado de ánimo o emotividad predominante de
las personas y en la intensidad de sus ciclos de actividad… Podemos sostener que el
temperamento es la suma de las influencias biológicas heredadas en la personalidad que
aparecen de forma continua a lo largo de la vida.” El carácter tiene un tono mas social, es
decir se desarrolla conforme a lo interpersonal. “El carácter se refiere a las características
adquiridas durante nuestro crecimiento y posee la connotación de un cierto grado de
conformidad con las normas sociales.” (Millon, 2001). De tal manera que el temperamento y el
carácter son como membranas porosas a través de las cuales se expresa la persona llegando
a ser una personalidad; ahora bien, como persona que el ser humano es, tiene carácter y
tiene temperamento, pero ante ello tiene libertad, se autoconfigura, “la persona que alguien
es, dialogando con el carácter que tiene, adoptando una posición ante él, lo configura y se
configura ella constantemente, y llega a ser una personalidad… Mientras configuro el destino,
configuro la persona que soy, el carácter que tengo, y “se” configura la personalidad que llego
a ser” (Frankl, 1994a) o como plantea Frankl (1994c) en su libro Logoterapia y análisis
existencial: “El hombre se decide, toda decisión es autodecisión y la autodecisión en todos los
casos es autoconfiguración. Mientras configuro el destino, la persona que soy configura el
carácter que tengo “se” configura la personalidad en la que me convierto”.
Vale la pena introducir una reflexión acerca del carácter estático de la personalidad. En un
capitulo anterior se explicito la naturaleza selectiva de la captación de la realidad, es decir la
noodinamia que Frankl (2001) menciona al decir que “el conocimiento se funda,
indispensablemente, en un campo de tensión polar entre lo objetivo y lo subjetivo, pues sólo
partiendo de esta base puede establecerse la dinámica esencial del acto cognoscitivo.” En
dicha dinámica, va asentándose el temple y el carácter de la persona que se encauza en
mayor o en menor medida en las elecciones que toma y en esas elecciones va
configurándose la personalidad. La captación de la realidad que la persona hace, en suma con
lo que ha heredado y su postura ante lo mismo constituyen la biografía que la persona
escribe; es decir, dentro de las experiencias que hacen parte de la historia de un ser humano
se dan vivencias que marcan la biografía, las experiencias tienen ubicación espacio-temporal
y no son significativas para la persona, mientras que las vivencias son experiencias con
significación personal que no tienen ubicación espacio-temporal, en el sentido que se pueden
revivenciar; dichas vivencias forjan el carácter que de la mano del temperamento van
asentándose en la personalidad. Sin embargo, “Hechos y factores no son sino el material
bruto de estos actos de construcción del sí mismo” (Frankl, 2001), por ello, pueden expresarse
los aspectos dinámicos de la persona que se autoconfigura a si misma.
De tal forma que puede darse una personalidad autentica cuando el desarrollo psicofísico y de
la personalidad traslucen a la persona que esta detrás o viceversa, dándose una personalidad
inauténtica en donde “el cuerpo del hombre «caído», sin embargo, es como un espejo roto y,
por lo tanto, deformante” (Frankl, 1992) de la persona que no puede expresarse
auténticamente a través de él. Esta personalidad desdibujada se debe a la restricción que
ejerce un organismo psicofísico afectado, sobre las manifestaciones espirituales.
Teoría del enfermar: Procesos de restricción de lo Noético
En algunos ambientes del humanismo se tiene cierta reticencia a hablar de psicopatología o
de los procesos del enfermar humano, cayendo en un idealismo rosa bastante distante del ser
humano y mas bien intentando proponer una visión de angel y no de persona humana.
Si bien, ya se ha expuesto ampliamente que la dimensión espiritual no enferma, es el
momento de hacer justicia y expresar que aunque no enferma, si pueden restringirse sus
manifestaciones.
Vulnerabilidad y Restricción de lo noético
La vulnerabilidad es la restricción del ser como posibilidad, la baja o poca permeabilidad de la
persona frente a lo que ha hecho de si misma, la disminución de su responsividad, en si, la
restricción de lo noético. Ahora bien, las concepciones tradicionales de la vulnerabilidad que
no consideran un núcleo sano ni dimensiones de libertad y responsabilidad, parten de una
visión antropológica en donde el ser humano es una victima de hechos y factores que como
se vio anteriormente son solo el material bruto, pero nunca la pandeterminación de la persona.
Durante los últimos años algunas psicoterapias contemporáneas – especialmente la
psicoterapia metacognitiva y la constructivista- han hecho grandes aportes para una
concepción de la vulnerabilidad mucho mas cercana a la postura logoterapeutica, que si bien
data de varias décadas atrás, su poca difusión ha impedido el reconocimiento que debería
tener. En esta línea algunos autores contemporáneos han empezado a decir: “En particular, ni
los factores genéticos, ni las influencias sociales particulares, ni los procesos intrapsíquicos
que se produzcan en las primeras etapas de la vida perse son considerados como
determinantes necesarios y suficientes de las manifestaciones psicopatológicas que ocurran
posteriormente en la vida.” (Perris, 2004), expresando una dimensión de libertad y
responsabilidad como la de otros autores de la misma línea. (Semerari, 2002a, 2002b).
Por ello, la personalidad es lo heredado, lo heredado y lo aprendido, y lo decidido (Acevedo,
2003) y es en dicha autoconfiguración en donde lo psicofísico puede quedar afectado
impidiendo en menor o en mayor medida las manifestaciones espirituales, haciendo mas
vulnerable al ser humano para iniciar y mantenerse en un proceso del enfermar humano. Los
recursos noéticos están intactos, pero las posibilidades de manifestación están restringidas, el
núcleo sano esta en potencia, pero las manifestaciones saludables están disminuidas. En
palabras de Frankl (1994c): “El espíritu humano es limitado, no menos pero tampoco más. El
cuerpo no origina nada; el sólo limita; pero esta limitación del espíritu humano consiste, no en
último lugar, en la dependencia del espíritu humano de su cuerpo…En la supeditación del
espíritu humano a la integridad de la función instrumental y expresiva de su organismo
psicofísico. Esta doble acción donde se basa toda la capacidad de acción o de expresión de la
persona espiritual, se puede perturbar; pero no por esto se puede destruir la persona
espiritual…”. En dicha restricción, la persona espiritual es impotente e invisible, impotente ante
su organismo, pues no puede instrumentalizarlo e invisible, pues no puede expresarse a
través del organismo afectado, pero esa invisibilidad de lo espiritual, es precisamente el credo
psiquiátrico del que nos habla Frankl (1994a): “La enfermedad psicofísica puede perturbar,
más no destruir, a la persona. Lo que la enfermedad puede destruir es el organismo
psicofísico. Este organismo constituye el campo de acción y el campo de expresión de la
persona. El desarreglo del organismo significa, en consecuencia, nada menos, pero nada
más, que un bloqueo del acceso a la persona. Y este podía ser nuestro credo psiquiátrico: la
fe inquebrantable en el espíritu personal, la fe ciega en la persona invisible, pero
indestructible. Y si yo, señoras y señores, no tuviera esta fe, preferiría no ser medico”.
La restricción noética puede darse de dos maneras:
Por escasa maduración psicofísica que no alcanza el nivel adecuado para la expresión de lo
espiritual (Retraso mental, enfermedades que impiden el desarrollo…), o
Por afección del organismo psicofísico que restringe o impide la instrumentalización del mismo
por la persona espiritual. (Desarrollo de trastornos de personalidad, Trastornos afectivos y de
ansiedad, condiciones de preponderancia biológica…).
En el primer caso, la escasa maduración del organismo psicofísico impide la manifestación y
desarrollo de la persona espiritual que se encuentra invisible tras ese organismo afectado,
teniendo niveles de restricción elevados y relacionándose preponderantemente –mas no
exclusivamente- con lo biológico. En el segundo caso hay una mayor participación, pues la
vulnerabilidad no depende de lo que sucede en la realidad externa sino de lo que la persona
hace suyo, “el que un trama anímico, o sea una experiencia grave, tenga sobre un individuo
un efecto traumatizante y a la larga perjudicial no depende de la vivencia que tuvo que
experimentar sino del sujeto mismo y de toda la estructura de su carácter… De modo que
vivencias de la misma naturaleza y de la misma gravedad a un grupo les había perjudicado
anímicamente y al otro, no; luego no puede depender de la experiencia, o del medio ambiente,
sino del mismo sujeto y de su actitud frente a lo que tuvo que experimentar.” (Frankl, 1992).
La restricción de lo espiritual es ampliamente citada en la literatura logoterapeutica (Frankl,
1992, 1994a, 1994c, 1999), constituyendo esta visión el marco general de la fe terapéutica y
del sentido de ejercer la psicoterapia, así como la guía que facilita el trabajo clínico de una
manera acertada. Por ello, vale la pena exponer algunos de los efectos de la restricción de lo
espiritual que deben manejarse al interior de un proceso logoterapéutico.

RESTRICCION DE LOS RECURSOS NOETICOS

AUTODISTANCIAMIENTO AUTOTRASCENDENCIA

–          Arraigo intrapsiquico que impide verse a si –          Hiperreflexión que impide salir de si mismo.
mismo en situación.

–          Dificultad para monitorear los propios procesos –          Baja percepción valorativa y de sentido.
emotivos y cognitivos.

–          Dificultad para regular los propios procesos –          Predominancia perceptiva de valores útiles,
emotivos y cognitivos. sensibles y vitales.

–          Déficit de la capacidad para dialogar, tomar –          Déficit del reconocimiento de la mente del otro
distancia u oponerse a los mandatos de lo psicofísico. con independencia de la mente propia.

–          Estrechez del campo fenoménico. –          Poca resonancia afectiva, excepto en términos de
bien-estar y no de bien-ser.

–          Predominancia de la actividad y pasividad –          Dificultad de expresión y manifestación amorosa


incorrecta. en términos de amor genuino.

–          Dificultad para ver otras opciones de si mismo. –          Predominancia de la actividad y pasividad
incorrecta.

–          Alta identificación con el síntoma. –          Poca flexibilidad del campo fenoménico.

–          En ocasiones pueden desarrollarse niveles de –          Predominancia del amor sexual y erótico.
automonitoreo, pero no de autorregulación.

Las restricciones de lo espiritual pueden ser preponderantemente somatógenas o


preponderantemente Psicológicas, ya que no existe nada exclusivamente biológico o
exclusivamente psicológico, de tal forma que una persona puede estar restringida
espiritualmente por una depresión preponderantemente biológica o una persona puede estar
restringida espiritualmente por un trastorno de personalidad preponderantemente psicológico.
De igual forma, la restricción espiritual de preponderancia biológica no implica una
sintomatología biológica, pues alguien puede tener una preponderancia etiológica de tipo
biológico y tener síntomas psicológicos (Ej. Depresión endógena) y viceversa, tener
restricciones de preponderancia psicológica con síntomas físicos. (Trastorno histriónico de
personalidad). “Una enfermedad, por lo tanto, es siempre solamente más o menos psicógena
o más o menos somatógena.” (Frankl, 1992) Ahora bien, independiente de la preponderancia
etiológica, la restricción de los recursos espirituales es la misma, variando en el nivel de
restricción de manera proporcional al grado de afección del organismo psicofísico, es decir,
los problemas mentales son psicopatologías de la libertad.
Pasividad y Actividad incorrecta
La estructura de personalidad que alguien se ha dado a si mismo en su interrelación con el
mundo desarrolla modos de ser, de moverse y convivir con la realidad selectiva que capta, de
tal manera que la realidad leída por la persona va mediada por su organismo psicofísico,
moviéndose a partir de dicha captación y de lo que escoge para si; sin embargo, cuando el
organismo psicofísico se ha hecho rígido, poco flexible y con baja permeabilidad, el campo
fenoménico captado es reducido impidiendo a la persona ver otras posibles realidades de
existencia, o como diría Frankl (1994c): “Con anterioridad habíamos definido al neurótico
como aquella persona que cambia la interpretación de su existencia como un poder llegar a
ser siempre también de otra forma, en un deber ser así y no de otra forma”. Esa manera de
vida inauténtica, idea y ejecuta estrategias de afrontamiento que le ayudan a moverse en la
realidad captada en la que no puede concebirse de otra forma, es allí en donde lleva a cabo la
pasividad y actividad incorrecta.
Frankl (1992, 1994a, 1994b, 1994c, 2001) y Lukas (2001, 2003) hacen referencia constante a
la pasividad y actividad incorrecta como pautas características de respuesta en las neurosis
que son utilizadas como intentos adaptativos, en busca de distensión o compensación del
malestar psicofísico. Si bien, Frankl, planteó dichas estrategias en términos de patrones de
reacción de las neurosis de ansiedad, obsesivas y sexuales, las clasificaciones han cambiado
y la inclusión de los trastornos de personalidad en el ámbito clínico han reflejado la
importancia de estas pasividades y actividades incorrectas, pues como dice Millon (2001): “La
mayoría de las personas dispone de variadas y flexibles estrategias de afrontamiento. Cuando
una determinada conducta o estrategia no funciona, las personas normales cambian y pasan
a utilizar otra. Sin embargo, las personas con un trastorno de la personalidad tienden utilizar
las mismas estrategias una y otra vez, con variaciones mínimas. El resultado es que siempre
acaban empeorando las cosas. En consecuencia, el nivel de estrés se incrementa, amplifica
su vulnerabilidad, provoca situaciones críticas y produce percepciones de la realidad social
cada vez más distorsionadas”. Por ello, con base en el estado actual de la psicopatología, se
pueden plantear la pasividad y la actividad incorrecta en dos niveles de complejidad.
Pasividad y actividad incorrecta de primer nivel: Son las estrategias más primarias que
incluyen la automedicación (Uso de alcohol o drogas), las compulsiones y los
comportamientos autolesivos (Autoagresiones, automutilaciones) que son utilizados: a. Como
una forma de actuar sobre el propio malestar corporal, b. Como una forma de enfrentar
situaciones que hacen surgir estados problemáticos, c. Como una respuesta ante la
frustración existencial.
Pasividad y actividad incorrecta de segundo nivel: Son estrategias de afrontamiento que al
igual que las estrategias de primer nivel, buscan la distensión de lo psicofísico; de esta forma,
algunos evitan la evaluación y los sentimientos y pensamientos desagradables, otros cultivan
relaciones de dependencia, algunos buscan motivos ocultos y atacan antes de ser atacados,
otros escenifican, lloran y ocupan todo el espacio, algunos tratan de controlar todas las
situaciones, otros complacen y buscan aprobación todo el tiempo, en fin, tratan de evitar el
displacer del organismo psicofísico.
Las estrategias de afrontamiento de primer y segundo nivel son similares para diferentes
grupos de dificultades, de esta forma y a manera de ejemplo, las neurosis de angustia
(actuales Trastornos de ansiedad generalizada, ataques de pánico, fobias, trastornos de
personalidad evitativa…) tienen estrategias similares enmarcadas en lo que Frankl
denominaba pasividad incorrecta y entendida como una serie de conductas de evitación de la
“supuesta” situación problemática (No salir de casa, no quedarse en un lugar solo…etc) o el
enfrentamiento del estado problemático a través del consumo de sustancias paliativas. La
Pasividad incorrecta y Actividad incorrecta son desarrollos que buscan alcanzar la utópica
homeostasis del organismo psicofísico, de tal manera que a mayor nivel de restricción de la
espiritualidad humana debido a las afecciones que padece su instrumento de expresión, mas
arraigadas la pasividad y actividad incorrecta.
Como bien se menciono con anterioridad, la personalidad se va haciendo estática y
autoprotectiva de su estructura, pues como ya expone Mahoney (1988): “Hay un valor sentido
de supervivencia en proteger y perpetuar viejas construcciones de la realidad, especialmente
aquellas que son centrales para nuestra experiencia. Estas construcciones pueden muy bien
realimentar positivamente una activa renuncia a ser examinadas o cambiadas.” Es allí, en
donde la pasividad y actividad incorrecta promueven una vieja frase de Einstein: “Locura, es
seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes”.
Ejemplos de Pasividad y actividad incorrecta de segundo nivel en los actuales Trastornos de
personalidad:

Personalidad Estrategia

Evitación –          Huir de las situaciones problemáticas


–          Evitar contextos donde pueda ser evaluado
–          Esquivar situaciones en donde pueda tener
pensamientos o sentimientos desagradables.
–          Imaginar y fantasear como manejar las
situaciones problemáticas, pero no hacerlo.

Dependencia –          Búsqueda y persecución de alguien quien lo


ayude.
–          Cultivo y dedicación a personas de quien
depender.
–          Búsqueda de aprobación constante.
–          Ceder ante al conflicto para no perder a quien se
depende

Esquizoide –          Objetiva todo lo que tenga que ver con emociones
y relaciones.
–          Aislamiento constante de lo social.
–          Distancia de quienes le rodean.

Histriónico –          Llamar la atención de lo demás


–          Autodistracción constante para no mirarse.
–          Busca ser el centro de atracción (llora, se exhibe,
estalla en ira, amenaza con suicidio…)

Obsesivo – Compulsivo –          Controlar todas las situaciones y personas.


–          Búsqueda de perfeccionismo propio y de los
demás.
–          Lucha por evitar perder el control y actuar de
manera poco adaptada.
–          Evalúa, critica y corrige a los demás.
–          Sistematiza pasos, procedimientos y listados de
actividades.

Pasivo – Agresivo –          Desquite disimulado e inocente ante lo que le


molesta.
–          Sabotaje disimulado como forma de resistencia
pasiva.
–          Aparente sumisión ante la autoridad y las reglas.

Paranoide –          Atribuye a los demás todo lo que odia de si


mismo.
–          Hipervigilante de personas y situaciones.
–          Busca motivos ocultos y posibles deslealtades.

Limite –          Utiliza mas la pasividad y actividad incorrecta de


primer nivel.
–          Asume posturas de infantilismo.

Antisocial –          Utiliza mas la pasividad y actividad incorrecta de


primer nivel.
–          Actuar impulsivamente sin aparente culpa.
–          Explotación y manipulación de los demás.
–          Ruptura constante de reglas.

Narcisista –          Compite constantemente con los demás.


–          Se salta las reglas racionalizándolas como
inaplicables a si mismo.
–          Se autoexalta y excusa a si mismo con frecuencia.

En cuanto a la pasividad y actividad incorrecta de primer nivel, estas podrían llevarse a cabo
en cualquier momento, aunque algunas estructuras de personalidad tendrían una mayor
tendencia como es el caso de las estructuras limite y antisocial para el consumo de drogas y
las automutilizaciones, así como las estructuras de personalidad que dependiendo de la
misma pueden tener mayor afinidad con el consumo de ciertas sustancias como forma de
automedicación.
La psicopatología Frankliana es poco conocida en el ámbito de la psicoterapia
contemporánea; sin embargo, vale la pena revisar los aportes que hace al respecto en
algunas de sus publicaciones (Frankl, 1992, 1995), ya que sin duda, ha sido Frankl, aunque
de manera desconocida, un visionario de grandes propuestas y aportes que se están
consolidando hoy en día. Resaltando con importancia que a pesar de la clasificación un tanto
antigua que utiliza Frankl, existen en ella dos constructos de especial atención: La Neurosis
noógena (por falta de sentido o frustración existencial) y la neurosis iatrogena (La impuesta
por el terapeuta tras un mal proceder), entidades que enriquecen enormemente el trabajo
psicoterapéutico actual, pues las mismas cuentan con una alta prevalencia en los consultorios.
Teoría del cambio
La logoterapia trabaja especialmente en el terreno de la actitud, siendo la logoterapia y el
análisis existencial dos caras de una misma moneda (Frankl, 1994c), por un lado, la
logoterapia es una psicoterapia que arranca desde lo espiritual, es decir, moviliza los recursos
espirituales frente al organismo psicofísico, pero finaliza en un análisis existencial, entendido
como una psicoterapia que orienta hacia lo espiritual, es decir, que ayuda a dar a luz los
contenidos espirituales.
Hablar de una teoría del cambio en logoterapia puede remitirnos a proponer dos niveles de
cambio, uno superficial (o mas bien de altura) y uno profundo. El primero esta centrado en el
análisis existencial que busca ayudar a desplegar la espiritualidad humana que se encuentra
dormida o latente por la falta de educación de la misma -Hombres que dudan (Lukas, 1983)- o
aquella que se encuentra frustrada o nublada por un embate de la vida, por un derrumbe del
sistema axiológico –Hombres desesperados (Lukas, 1983)-. El segundo se centra en la
logoterapia que busca movilizar los recursos espirituales para cambiar la pasividad y actividad
incorrecta por una pasividad y actividad adecuada y desembocar en el despliegue del sentido
de la vida como consolidador del cambio.
Actividad correcta y pasividad justa
Frankl (1992, 1994a, 1994b, 1994c, 2001) y Lukas (2001, 2003) también hacen referencia a la
actividad y pasividad adecuada como formas de afrontamiento en donde se toma distancia de
los síntomas en lugar de huir o luchar contra ellos, así como dirigirse hacia el sentido de la
vida descentrándose y saliendo de si.
La actividad y pasividad correcta de tercer nivel (Pasividad justa): Son aquellas en donde a
través de los recursos noéticos –especialmente el autodistanciamiento- , se monitorean y
controlan las estrategias de primer y segundo nivel (Pasividad y actividad incorrecta), se
cuestionan concientemente los pensamientos y las conductas, y se hace oposición a los
mandatos de lo psicofísico en búsqueda de distensión.
La actividad y pasividad correcta de cuarto nivel (Actividad correcta): Son aquellas en donde
se aceptan los propios límites y se despliega lo espiritual para la consolidación del sentido de
vida, la captación de valores y las relaciones con lo trascendente. Se trascienden los síntomas
dirigiéndose hacia el sentido.
Tal vez el aporte fundamental de la logoterapia, aparte de la perspectiva antropológica que
rehumaniza la psicoterapia, es el de haber incluido la dimensión del sentido, pues las
psicoterapias efectivas llegan en ocasiones a un tercer nivel de afrontamiento y cambio
(Actividad correcta y pasividad justa), pero como dice Frankl (1994b): “Mas ello no resolvía las
cosas. Lo que sucedía, mas bien, era que si se suprimía una neurosis –y con mayor
frecuencia, cuando no se la suprimía-, quedaba un vacío. El paciente se adaptaba bien, pero
surgía una ausencia de sentido..”. Por ello, este plus de la logoterapia, es el que consolida el
cambio, como un cambio profundo y duradero, pues va a lo esencial de la persona, hacia el
desarrollo del ser en su esencia y sentido.

El sentido de la vida según Viktor


Frankl
 
13 febrero, 2019

Este artículo ha sido escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater

 Terapia de grupo: qué es, características y objetivos


 El habla de los silencios en terapia
 El uso del humor en terapia
El sentido de la vida según Viktor Frankl está en hallar un propósito ,
en asumir una responsabilidad para con nosotros mismos y para el propio ser
humano. Así, teniendo claro un “por qué” podremos hacer frente a todos los
“cómo”; solo sintiéndonos libres y seguros del objetivo que nos motiva, seremos
capaces de generar cambios para crear una realidad mucho más noble.
Lo sabemos, todos tenemos claro que no hay pregunta tan complicada
como intentar definir qué es para nosotros eso a lo que llamamos
“sentido de la vida”. Tal cuestión abarca a veces matices filosóficos,
trascendentales e incluso morales, de ahí que muy a menudo nos quedemos en las
clásicas etiquetas de siempre, a saber  “ser feliz  y hacer felices a los demás”,
“sentirnos satisfechos”, “hacer el bien”, etc. 

“El hombre puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia


mental, incluso en las más terribles circunstancias de tensión psíquica y física”

-Viktor Frankl-
Sin embargo, son muchos los que al intentar dar respuesta a esta
pregunta experimentan un profundo vacío existencial . ¿Qué es para el
mí el sentido de la vida si lo único que hago es trabajar, si todos mis días son
iguales y si en realidad no le encuentro sentido a nada de lo que me rodea? Ante
esta situación tan común, el célebre neurólogo, psiquiatra y fundador de la
logoterapia, Viktor Frankl, solía dar una respuesta bastante acertada que debe
invitarnos a una adecuada reflexión.
El ser humano no tiene la obligación de definir el sentido de la vida en términos
universales. Cada uno de nosotros lo haremos a nuestra manera, partiendo de
nosotros mismos, desde nuestro potencial y experiencias, descubriéndonos en
nuestro día a día. Es más, el sentido de la vida no solo difiere de una
persona y otra, sino que nosotros mismos tendremos un propósito
vital en cada etapa de nuestra existencia.

Lo importante es que cada objetivo nos confiera satisfacción y aliento para


levantarnos por las mañanas y luchar por aquello que deseamos.

El sentido de la vida para Viktor Frankl


Viktor Frankl publicó en 1945 “El hombre en busca de sentido”, un
libro que inspiró a millones de personas a asumir una actitud muy
firme: la actitud de sí a la vida. Frankl, como ya sabemos, vivió en piel propia
los horrores del holocausto al ser un prisionero más en Auschwitz y Dachau, una
experiencia que superó de forma estoica y que le permitió posteriormente asentar
las bases de un tipo de terapia muy personal, esa a la que conocemos como
logoterapia.
Asimismo, algo que tuvo muy claro tras sobrevivir a aquellos años y a la pérdida de
su familia es que su propósito personal en este mundo no iba a ser otro
más que el de ayudar a los demás a encontrar su propio sentido de
la vida, a elegir su camino. Por otro lado, tal y como explicó en sus trabajos, dicho
objetivo lo llevaba a cabo partiendo desde tres puntos muy concretos: trabajar día
a día con motivación, vivir desde la esfera del amor y tener coraje en cada
momento para hacer frente a la adversidad.
En esta investigación realizada por la Universidad del Norte (Colombia) se
emplea la logoterapia o también denominada Tercera Escuela Vienesa de
Psicoterapia para el estudio de un caso clínico. Se resaltan las tres
dimensiones antropológicas básicas que propone Viktor Frankl y
que hacen de esta escuela una manera de intervención basada en el
sentido. La primera de ellas es la biológica o somática, constituida por lo corporal.
La segunda, la psíquica, está compuesta por las características psicodinámicas del
ser humano. Y la tercera y última, la espiritual, que trasciende a las anteriores.

Veamos a continuación qué dimensiones serían las que cada uno de nosotros
deberíamos trabajar para hallar nuestros propios objetivos vitales.

Vivir con decisión

Todos lo hemos visto alguna vez. Hay personas que aún en las


circunstancias más complejas se mantienen firmes, positivas y
motivadas por muy oscura que sea su realidad. ¿Cómo lo hacen? ¿De qué material
están hechas sus células, sus tendones, su corazón o sus arterias? En realidad,
todos compartimos unas mismas estructuras biológicas, pero lo que nos diferencia
de esas personas es su decisión.

Estar decididos a lograr algo, a superar cualquier obstáculo y a luchar por aquello
que deseamos en cada momento, por pequeño que sea, nos ayudará a tener claro
nuestros propósitos vitales en cada etapa de nuestra vida.
“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades
humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias—
para decidir su propio camino”.

-Viktor Frankl-

Aunque sufras, ten claro un propósito: hallarás fuerzas

Viktor Frankl explicaba en su libro “El hombre en busca de sentido” que no hay
nada peor que percibir que nuestro sufrimiento no sirve de nada, que el dolor no es
más que el eco de la desesperanza.

 Ahora bien, si somos capaces de encontrar un propósito,


el sufrimiento no solo podrá soportarse, sino que se convertirá en
todo un desafío. 
 De este modo, y antes de caer en las rendiciones y de ver en el
dolor un sinsentido, aunemos fortalezas para ver en él una finalidad, un
propósito vital con el que alimentar la motivación, la resistencia…
Cambia tu actitud para hallar un sentido de la vida más elevado

A veces la vida no es justa. En ocasiones nos esforzamos hasta la


extenuación, invertimos tiempo, energía, emociones y un pedazo de nuestro propio
corazón… y sin embargo, el destino nos trae un irónico revés y todo esfuerzo, todo
sueño queda desintegrado. Venirse abajo en estos casos es más que lógico y
comprensible. Ahora bien, cuando esto ocurra tenemos dos opciones.

 La primera, asumir que no podemos cambiar lo que nos ocurre, que


somos prisioneros de las circunstancias y que no hay nada que hacer.
 La segunda opción (y la recomendable) es aceptar que,
efectivamente, no podemos cambiar lo que nos ha ocurrido, pero sí
podemos cambiar nuestra actitud hacia dichas circunstancias.

Por tanto, debemos ser capaces de aplicar una actitud más fuerte, resiliente y
positiva para poder así hallar un sentido de la vida más esperanzador, más
elevado.

El sentido de la vida no se pregunta, se siente

Todas las respuestas ante nuestras dudas vitales no están en el exterior. Los libros
no nos explicarán cuál es nuestro propio sentido de la vida, ni tampoco
nuestra familia o amigos tienen derecho a alguno a dictarnos nuestros propósitos.
En realidad, todas nuestras necesidades, pasiones y objetivos
existenciales están en nuestro interior, y lo que es más interesante aún,
irán cambiando con el tiempo a medida que maduremos, que crezcamos como
seres humanos.
Así, nada es tan importante como asumir nuestra propia libertad y responsabilidad
personal para definir nuestras metas, esas que haremos nuestras aún en las
peores circunstancias. Como explicaba el propio Viktor Frankl,  cada día y en
cada momento tenemos la oportunidad de tomar una decisión , una
decisión que determinará: si quedar sujetos a las propias circunstancias, como un
juguete en manos del destino, o actuar con auténtica dignidad, escuchando a
nuestro verdadero yo.
Pensemos en esto último, trabajemos en nuestra libertad personal con
valentía, con decisión
El sufrimiento emocional por el
COVID-19

COVID-19 es hoy el nombre de un trauma: el virus que ocupa nuestras vidas y nuestros
trabajos se ha presentado en ellos de modo traumático. Traumático, en este contexto, lo
tomamos en el sentido de aquello que irrumpe en la vida e interrumpe los significados
habituales, quedando desprovistos de explicaciones y referencias que orienten. Se rompe la
trama simbólica colectiva y también la personal1,2.
 
Las plagas y las epidemias en nuestro contexto formaban parte del pasado o de lugares
alejados3 y nos creíamos a resguardo de ellas, pero el acontecimiento actual nos muestra que
la naturaleza tiene dinámicas ajenas por completo al control humano 4. Vivimos, vivíamos, en
un mundo para el que la ciencia prometía todo el control. Un pequeño virus muestra que no es
posible. El sentimiento de fragilidad es grande y alcanza a cualquier persona, también a
profesionales sanitarios.
 
No disponemos de conocimiento científico que nos oriente en el tratamiento de este agente
patógeno, no disponemos de normas sociales que organicen los tratamientos diversos que
son necesarios – médicos, pero también laborales, de organización social o económicos, por
ejemplo –. Estamos frente a lo radicalmente desconocido y peligroso. En el lugar de esta
ausencia de conocimientos, se ha inventado un relato con metáforas bélicas que ocupa ese
vacío del no saber, el vacío de la incertidumbre.
 
¿Qué es normal y qué es patológico en este momento? ¿Podemos trazar una línea? En este
artículo describiremos la situación a partir de lo que hemos escuchado tanto de pacientes
como de profesionales. En el apartado de recomendaciones daremos unas ideas surgidas a
través de las conversaciones con ellos.
 
¿De qué se sufre?
En este contexto, tanto pacientes como profesionales, manifiestan su sufrimiento.
Incorporándose en estos últimos la responsabilidad de hacerse cargo del sufrimiento de los
pacientes.
 
¿Qué nos dicen los y las pacientes de su malestar?
En primer lugar, de la sintomatología física que siempre está mediatizada por la subjetividad.
Para cada persona, este virus puede convocar la idea de la muerte. Los ingresos hospitalarios
y en las UCIs son muy duros, pero también lo es pasar la enfermedad en los hoteles o en los
domicilios. Se sufre por el confinamiento, por el aislamiento, por no estar cerca de las
personas allegadas.
 
Se sufre de temor al contagio.
 
Se sufre de no poder realizar las tareas y circuitos cotidianos. Y por las dificultades
económicas.
 
Los duelos se enmarcan en circunstancias especiales: no poder acompañar los últimos
momentos de vida, no poder velar los cuerpos, no poder realizar las ceremonias funerarias.
 
Se sufre de la incertidumbre, del tiempo trastocado: el presente no es el que era y ahora el
«vivir día a día» se ha convertido en algo literal, siendo difícil en algunos contextos imaginar
cómo saldremos de esta situación y qué prioridades y necesidades tendremos.
 
Y los y las profesionales, ¿qué nos dicen?
Las manifestaciones de profesionales son parecidas a las del resto de las personas que
atraviesan esta situación. Con agravantes y diferencias.
 
Nos referimos a todas las profesionales implicadas: personal administrativo, de limpieza, de
cuidados – domiciliarios y de residencias – y personal sanitario. Por una parte, poder trabajar
alivia el malestar, pero tienen el agravante de que están mucho más cerca de la posibilidad de
contagio y temen por sí, pero especialmente por sus familiares. Sufren por no tener siempre
las medidas de protección adecuadas o no recibir soporte suficiente de las instituciones.
 
Se echa de menos la capacidad de manejarse con la incertidumbre de los gestores.
 
Se sufre de responsabilidad, si se es apartado del trabajo, por dejar a los y las compañeras y
pacientes. Se sufre si hay que volver al trabajo por temor al contagio. Hay sufrimiento por la
desprotección a la que han sido expuestos, y no sólo físicamente hablando. La intemperie a la
que somete esta enfermedad, se vuelve a hacer presente también en los y las profesionales
incorporadas que vuelven a atender a sus pacientes con realidades y relatos muy variados.
 
También hemos escuchado que se han hecho más visibles algunas dificultades para trabajar
dentro de los equipos, pues se actualizan conflictos latentes.
 
Se sufre, finalmente, de estar tan cerca del sufrimiento moral de otros.
 
Y, recientemente, hemos escuchado pocos casos, pero llamativos de que se sufre de la
segregación por algunos vecinos.
 
¿El mal está en el otro?
Las medidas sociales que se han decretado para frenar la expansión del virus han tenido
como efecto secundario, en algunas personas, la localización del enemigo en cualquier otro
desconocido5,a. Estas personas suelen creer de sí mismas que no están infectadas e
igualmente sus familiares más próximos. Pero suelen creer también que el resto de la
ciudadanía posiblemente lo está.  El mecanismo humano de localización del mal en el exterior
funciona con apariencia de normalidad6.
 
En este sentido, se han observado algunas respuestas defensivas ante profesionales de la
sanidad – pero también ante cajeras de supermercado, cuidadoras de los servicios de
atención domiciliaria (SAD) y personal de reparto – por ser a los que más se identifica con la
posibilidad de contagio. Caso aparte lo constituyen los niños y las niñas que han sido
confinados en nuestro país como fuente de contagio principal sin  evidencia científica que lo
avale.
 
En el caso del personal médico, la especificidad de su función merecería un estudio aparte si
nos centramos en el por qué de la atribución y en las respuestas que pueden dar de sí
mismos. El médico se encarga de una parte del mal en el mundo, la enfermedad, y acaba
identificado en cierta manera con este mal por parte de los otros. Cuando esto sucede se
puede utilizar como palanca de la relación transferencial, facilitándola y evitando aparecer
como una víctima más.  
 
El tratamiento de estos fenómenos es difícil porque se trata de poder tomar una posición ética
de reconocimiento de que todos y todas albergamos algo de «mal», sea en la forma de poder
contraer un virus como en el resto de formaciones sintomáticas 7.
 
Anotaciones sobre este sufrimiento
Ni para todos y todas es igual, ni todo el mundo está sufriendo. Recordamos algunos de los
síntomas que nos han narrado pacientes, profesionales y los y las profesionales que se ven
como pacientes. Hay personas que, por ejemplo, se ven aliviadas en la situación de
confinamiento porque supone un descanso en la exigencia cotidiana y se apañan bien en sus
domicilios.
 
También hay pacientes que se han encontrado aliviados por el buen trato recibido por los y las
profesionales esmerados.
 
El sufrimiento provocado por la COVID-19 y su tratamiento tiene un pie en la realidad, es
decir, se fundamenta en la situación traumática y, por tanto, excepcional que estamos viviendo
y en su manejo. Pero no hay temor que no tenga el otro pie en la subjetividad: el miedo es
consecuencia de una interpretación que se hace del fenómeno. Esto hace que la realidad
actual pueda vehiculizar otros miedos, miedos anteriores latentes y que encuentran en la
COVID-19 una forma razonable de ser exteriorizados.
 
La intervención psicológicab apuntará a separar esta doble causalidad para que la persona
pueda tomar el apoyo de su síntoma 8: el estilo personal tiene que ver con el modo de
enfrentarse a los imposibles de la vida. Solo así aparece algo de la responsabilidad subjetiva y
ya no se trata de dejarlo todo a cargo de la naturaleza o de la sociedad – es decir, al apoyarse
en el síntoma, ya no se queda a merced del virus o de las instituciones –.
 
El diagnóstico de la COVID-19, ¿explica algo a nivel emocional?
En las historias clínicas de Atención Primaria (AP) el diagnóstico de la COVID-19 queda
reflejado como de alta relevancia. ¿Va a quedar así señalado? ¿Se van a crear programas de
atención psicológica que incluyan este diagnóstico?
 
No se puede partir de un diagnóstico médico como premisa para un diagnóstico psíquico. La
COVID-19 nombra el sentimiento de haber sido traumatizados, pero cada persona lo ha sido a
su manera y saldrá con una marca que le da su estilo personal 9.
 
El enfermo – o la enferma – no acude por la COVID-19, si no por su interpretación
personal del malestar que siente y aunque ahora se imponga actuar porque es prioritario para
acabar con el virus, conviene tener cuidado de no olvidar que aparece en un enfermo o
enferma singular que debe ser tratado con dignidad, es decir, como sujeto capaz de responder
en algo a lo que le ocurre y capaz de dirigirse al profesional.
 
¿Hay que eliminar este sufrimiento?
Sin duda se trata de aliviar, pero no de atacar al sufrimiento. Por ejemplo, cuando se sufre por
no poder dar el culto habitual a los muertos, este sufrimiento dignifica a estos muertos y a los
que les sobreviven.
 
Por tanto, se trata de escuchar este sufrimiento – medida que suele aliviarlo –, pero no de
eliminarlo. Eliminarlo, cuando es posible, banaliza la gravedad del momento e impide
encontrar otras soluciones personales.
 
Recomendaciones para el cuidado de las personas atendidas
Las  medidas clásicas para personalizar el trato siguen siendo vigentes ahora: conviene
separar la enfermedad y la persona que la sufre.  Una primera medida para conseguirlo es
distinguirse uno mismo como profesional: presentarse en todos aquellos casos en que no se
atiende a los pacientes habituales. Conocer o preguntar el nombre de la persona que
consulta. Al despedirse, indicar cuándo y cómo se puede localizar a los y las profesionales de
referencia o al centro, siempre que esto sea posible.
 
Mientras se explora a la persona, se puede preguntar algo que le introduzca como sujeto:
desde preguntarle qué le duele y cómo se encuentra hasta saber si hay alguien esperándole
en la sala de espera y si se dispone del teléfono de esa otra persona. Preguntar simplemente
si desea hablar de algún tema o callar, pero estando atento por si tiene algo que decir.
 
Es importante destacar que esta enfermedad supone mucha carga física, tanto para el o la
paciente como para el o la profesional, y que puede llevar a considerar solo estos aspectos.
Los y las pacientes suelen agradecer el interés por otros matices, como su estado anímico o
su situación personal, aun cuando aparezca en la conversación de modo lateral.
 
En el seguimiento telefónico que realizamos estos días, detectamos que muchas personas no
se sienten capaces de hablar directamente de la experiencia reciente y que nuestra
aceptación de este hecho, les permite hablar de otras cosas, pero también de eso. A algunas
personas les puede molestar que se dé por supuesto de qué quieren hablar – aun cuando
quieran hablar de lo que suponemos –. Otras, sin embargo, necesitarán ser orientadas.
 
Cuando se trata del sufrimiento actual y del que vendrá, habrá que dejar que cada cual
responda a su ritmo, en su momento. Para algunas personas la necesidad de hablar es
inmediata, pero puede no responder a la realización de una elaboración personal. En otros
casos, hará falta algún otro suceso para que puedan empezar a poner palabras a lo ocurrido.
Encontraremos personas que niegan el peligro, y otras que viven inmersas en una sensación
de peligro continuado. Cada sujeto va encontrando el momento y la manera de decirlo.
 
¿El no-actuar como respuesta es posible estos días? ¿Se podría mantener un nivel de
actuación de urgencia para la parte más biológica de la enfermedad y otro nivel de no-
actuación para dejar margen a la expresión del malestar al sujeto y la formulación de alguna
demanda?
 
En psicoanálisis, como en medicina, se considera que la no actuación, la no respuesta, es una
medida de primera elección. Lo primero que se intenta promover es la demanda o una primera
formalización de su malestar que le permita contar a continuación a qué ha venido.
 
Recomendaciones para el cuidado personal del y de la profesional
Buscar y reconocer el soporte que se obtiene dentro del equipo, con los y las compañeras. El
soporte que se obtiene por este medio suele ser muy importante y en cada equipo se
encuentran modos particulares de ofrecer soporte entre los miembros.
 
De los malestares en el equipo, hay que decir que pueden constituir un momento oportuno
para que tomen relieve y sean definidos. Hay que valorar si pueden ser abordados en este
momento. En caso contrario, habrá que pedir a todos los miembros del equipo que cedan en
favor de la tarea común, pero quizá conviene valorar y explicitar las medidas que puedan
tomarse en el futuro – desde la consulta personal hasta las supervisiones institucionales –.
 
Buscar líneas de investigación que sean de interés profesional en este momento como leer o
entrar en algún proyecto de investigación.
 
Conversar acerca de las dificultades cuando sea posible. Mantener el contacto con al menos
un amigo o amiga para hablar de las preocupaciones o de otros temas.
 
Mantener la conexión con los propios intereses o aficiones y, si es posible, dedicarle algunos
ratos.
 
Darse el tiempo de parar, de no hacer nada, de mirar el techo o por la ventana. 
 
Elegir bien sus medios de información.
 
En cuanto al sufrimiento que se podría atribuir a la institución, quizá se puede señalar que no
se trata tanto de exigir lo que es imposible como de pedir un acompañamiento que quizá no
siempre se ha estado dispensando. Por ejemplo, al inicio se pedían mascarillas sofisticadas
que la evidencia apuntaba que protegen igual que las quirúrgicas en el contexto de AP,
cuando lo criticable es que no se acompañó y asesoró en la necesidad de protegerse. Y ahora
se piden test rápidos con una sensibilidad y especificidad que ningún test de los actuales
tienen, que provocan asombros y quejas ante ciertos resultados que no cuadran, cuando el
problema de trasfondo vuelve a ser el procedimiento de toma de decisiones llevado a cabo.
Más allá de la justa queja, los momentos graves como el actual, llaman al posicionamiento y la
asunción de responsabilidad de cada persona.
 
Cuando el profesional se siente sobrepasado y cree que la psicología le puede ayudar, suele
haber servicios de psicología disponibles. Conviene acudir al servicio que le brinde confianza.
Los profesionales suelen conocer psicólogos y psicólogas en los que confían, quizá sea un
buen momento de dirigirse a ellos y ellas.
 
¿Y después?
Nuestras respuestas están hechas con el estilo que tenemos cada cual para la falta de
respuestas.
 
Ya decía Balint en los años 60 que cuando al médico o a la médica se le pregunta por la
sexualidad, suele responder a partir de su idea o su ideal de la sexualidad, obviando que se
trata de un terreno en el que no rigen normas universales y que toca lo más íntimo de cada
persona10. También ahora, cuando se trata de la presencia de la muerte, el personal médico
responderá empujado por su idea de lo que conviene.
 
En este momento es necesario actuar, aun cuando no se pueda pensar demasiado. En este
momento, la angustia puede aconsejar no pensar. Sin embargo, algo se piensa, siempre. 
 
El encuentro con esta enfermedad puede ser traumático, como hemos dicho, sea por haberla
pasado personalmente, sea por haber vuelto al trabajo después de sufrirla, o también por los
encuentros con pacientes y por las decisiones éticas que ha habido que tomar. Habrá que
concederse un tiempo para asimilar todo lo ocurrido. Es decir, habrá que dejar paso a un
tiempo para comprender, hasta llegar al momento de concluir. Algunos profesionales creen
que lo ocurrido cambiará su práctica y podría ser así. Convendrá dilucidarlo.
 
Cuando todo esto haya pasado, será importante volver la mirada atrás para valorar cómo
hemos respondido y de qué estuvo hecha nuestra respuesta: ¿Sacó lo mejor del y de la
profesional? ¿Fue una respuesta defensiva? ¿En qué fue útil? ¿Qué estaba pensando el o la
profesional aún sin ser consciente?
 
Convertir una crisis en un momento fecundo es posible, pero requiere dosis importantes de
humildad, reconocer que el bien y el mal también están en cada uno de los seres humanos de
modo sintomático y que nos une una causa común

Espiritualidad y salud mental: reflexiones a raíz de la


pandemia por el virus SARS-CoV-2
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Espiritualidad y salud mental:
reflexiones a raíz de la pandemia por
el virus SARS-CoV-2
2 comments | 6 abril, 2020 | 3

Entrevistamos a Maribel Rodríguez, doctora en Medicina, médico psiquiatra, máster en


Psicoterapia y experta en Logoterapia y en Hipnosis. Ha sido profesora de la Facultad de
Medicina de la Universidad San Pablo CEU y de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales
de la Universidad Pontificia de Comillas. Actualmente es directora de la Cátedra Edith Stein en
el Centro Internacional Teresiano Sanjuanista (CITeS) de Ávila, cuya tarea central es tender
puentes entre antropología, psicología y espiritualidad. Ejerce su actividad clínica en su
consulta privada en Madrid.

¿Qué definición propone del término espiritualidad?


Las definiciones de lo que es la espiritualidad son muy variadas, quizás haya tantas formas
de vivirla como personas. Procuraré resumir las que me parecen más acertadas, con una
variedad de opciones en la que cualquier persona pueda encontrar su manera de entender la
espiritualidad.
La espiritualidad tiende a considerarse como la dimensión más esencial del ser humano, o
a relacionarse con aspectos inmateriales de la existencia, como nuestra capacidad de amar
o de tener compasión o de sacar fuerzas de lo más profundo de nosotros mismos. También
se asocia con la trascendencia, con la esperanza, con la inspiración, con el propósito y con
el sentido de la vida y con el sentido último de todas las cosas. En otros casos se ha
relacionado la espiritualidad con la capacidad de conectar armónicamente con lo más profundo
de uno mismo, con los demás, con la naturaleza, con Dios o con una realidad superior. O bien
se ha entendido como lo que inspira y alimenta el amor, la ética, la creatividad, la consciencia o
la percepción de lo sagrado.
Viktor Frankl plantea que la espiritualidad es lo que tenemos de humano y la dimensión
esencial en la que acontece nuestra existencia. La espiritualidad puede aportar ciertos
recursos internos y puede darnos fuerzas, creatividad, humanidad o sentido a la vida. Algo que
puede ser muy importante en las situaciones difíciles que se nos presentan, aportándonos
elementos que permitan superarlas o afrontarlas mejor.
¿Cuál es la relación entre espiritualidad y salud mental?
En la mayoría de los estudios que tratan de buscar esa relación, se encuentra una
asociación positiva entre cultivar la dimensión espiritual y mejor salud mental (menos
ansiedad, menos depresión, menos adicciones, menos riesgo de suicidio, mejor pronóstico de
enfermedades mentales, etc.). La espiritualidad también se ha relacionado con un mayor
bienestar psicológico. No obstante, hay algún estudio que pone de manifiesto que esa
relación puede ser inversa cuando se viven formas de espiritualidad más infantiles o
narcisistas. Por lo que habría que discernir, en cada caso, si la espiritualidad lleva a mirar más
allá de uno mismo y a amar más a otros (y en este caso hablaríamos de espiritualidad más
“saludable”), o bien si la espiritualidad es una forma de regresión narcisista al servicio de los
propios egoísmos (y en ese caso, esa manera de vivirla nos perjudicaría y no sería “saludable”).
A la hora de abordar el sufrimiento psíquico en las circunstancias actuales, ¿cómo debe
acercarse el clínico a la exploración de la dimensión espiritual del sujeto?
Hay varias formas de acercarse a la espiritualidad del sujeto, con dos líneas
fundamentales de abordaje. La primera es preguntando directamente si a una persona en
concreto la religiosidad o la espiritualidad le ayuda a sobrellevar mejor su situación de
sufrimiento (lo que incluiría preguntar aspectos generales de su visión espiritual y por prácticas
espirituales o religiosas que le puedan resultar de ayuda). También es importante preguntar
si esa religiosidad o espiritualidad puede generarle algún problema (pensemos en cuando
se vive de forma estricta, cuando hay conflictos con una comunidad, etc.).
La segunda línea general de abordar la cuestión es con preguntas más indirectas, como
plantearle a la persona qué le está dando fuerzas en estos momentos de dificultad o qué le
ha dado fuerzas en otros momentos difíciles de su vida (muchas veces surgen alusiones a la
espiritualidad).
En cuanto a los profesionales de la salud, ¿cree que deben cuidar la dimensión espiritual o
que, sin saberlo, ya lo están haciendo? ¿Tiene que ver este cuidado con comulgar con una
confesión religiosa o es aplicable a cualquier ser humano? 
No considero que el cuidado de la dimensión espiritual se pueda considerar como un
“deber”, sino que creo que es una oportunidad de crecer y de encontrar fuerzas
adicionales y sentido ante lo que nos toca vivir. Creo que todo ser humano que busca
expresar ciertos valores en su vida, como el bien y la verdad, la justicia o el amor, ya está
poniendo de manifiesto algo espiritual que le construye como persona y que le ayuda a dar
sentido a su vida cotidianamente. El hacernos conscientes de ello nos puede ayudar a cultivarlo
con más énfasis y a darnos cuenta de cómo nos llega a construir como personas, de una manera
más completa, aportándonos más riqueza, profundidad, más luz y fuerzas para combatir las
dificultades que tenemos que atravesar en nuestros días.
Ese cuidado puede hacerse dentro o fuera de una confesión religiosa. Al ser una
dimensión constituyente de todo ser humano, se da en todas las personas, tanto si son
religiosas como si no. La diferencia es que la religión aporta, entre otras cosas, un método de
cultivar la dimensión espiritual y un camino compartido con otros.
¿Cómo se cultiva esa otra escucha de uno mismo y de los demás? Más aun teniendo en
cuenta que están en circunstancias muy adversas por lo que respecta a la propia
seguridad, desbordados por la virulencia de la infección, viéndose obligados a ser los
únicos acompañantes de enfermos moribundos o teniendo que informar a sus familias.
Hay muchas formas de cultivar esta dimensión. Creo que la principal, en estas
circunstancias, es aprender a mirar lo mejor y más profundo de nosotros mismos y a
potenciarlo, siendo conscientes del bien que podemos albergar y aportar a otros, valorando lo
que somos como seres humanos que tienen la oportunidad de traer salud, alivio y compañía
humana a otras personas que sufren (pacientes y compañeros de trabajo). Acordarnos de esto y
ponerlo en práctica, en nuestro trabajo como profesionales de la salud, me parece que es algo
fundamental.
Añado una serie de posibilidades, porque creo que puede ser de ayuda para contemplar diversas
opciones:

 Ser conscientes de qué puede ser esa dimensión espiritual, preguntarnos por ella,
explorándola para conocernos mejor a nosotros mismos. Conocernos puede hacer que
nos demos cuenta de esa dimensión que todos tenemos en lo profundo y que puede
aportarnos luz y fuerzas en la adversidad y ayudarnos a afrontar las dificultades cotidianas
que nos toca vivir.
 Cultivar la conexión con la espiritualidad: con oración, meditación, petición,
intención de tener compasión y amor (hacia nosotros mismos y hacia los demás), lecturas
espirituales, etc. También puede ayudar el hecho de darnos espacios para el silencio (aunque
sea durante segundos), para estar con nosotros mismos y cultivar así nuestra vida interior.
Podríamos aprovechar ese silencio interior para mirarnos con empatía y amor, apoyándonos
en la perspectiva de que algo que nos sostiene desde dentro o más allá de nosotros puede ser
de gran ayuda ante la adversidad. Otra opción puede ser hacer una oración en mitad de la
acción pidiendo fuerzas, pidiendo por la salud y el bienestar del paciente que tenemos
delante o simplemente transmitiéndole acogida y cariño (algo que es también fundamental
hacer con nosotros mismos). También se puede meditar poniendo plena atención al
momento presente y a lo que toca hacer en este momento, dejando de lado distracciones y
“ruidos” mentales.
 Tener experiencias comunitarias: tener una red de encuentro y de soporte, dentro
de la misma fe, perspectiva espiritual o práctica de meditación, puede ser también de
gran ayuda. En nuestro trabajo, también ayuda si compartimos algo de esa práctica con
compañeros que tengan una perspectiva similar a la nuestra, o al menos podemos hablar de
ello y apoyarnos mutuamente.
 Buscar el sentido de la vida, como planteaba Viktor Frankl, captando el valor de lo
que hacemos y de lo que sucede en cada momento. También se puede buscar el sentido
mirando la vida desde una perspectiva global de nuestra existencia o buscando el
sentido último de todas las cosas (como, por ejemplo, tratando de percibir un orden
implícito que lo sostiene todo).
 Buscar sentido al sufrimiento: ante el sufrimiento, Viktor Frankl propone poner
en marcha los valores de actitud. Por ejemplo, tomar consciencia de que ante lo que
estamos pasando puede existir la posibilidad de adoptar una actitud constructiva, viéndola
como posibilidad de aprendizaje, entrega, superación personal, cooperación con otros, etc.
Para Frankl esa libertad de cultivar la mejor actitud posible se sostiene en la capacidad del
espíritu para oponer resistencia a circunstancias adversas.
 Cultivar la aceptación, dándonos cuenta de que nuestro yo no es el que lo controla
todo y de que la realidad que nos rodea es más que nosotros mismos y nuestros
deseos. Para las personas religiosas, esto se manifestaría poniendo todo lo que no pueden
controlar en manos de Dios y centrando la acción en lo que realmente sea posible controlar.
La aceptación es un elemento fundamental para tolerar la incertidumbre y desarrollar
humildad y apertura ante la realidad.
 Cultivar la libertad interior: lo que quiere decir que en nuestro interior hay un
espacio íntimo en el que no puede entrar nadie más que nosotros, desde donde podemos
mirar lo que ocurre fuera con más libertad y perspectiva, así como encontrarnos con
nosotros mismos en lo más íntimo y profundo que tenemos. Tomar consciencia de la
libertad interior nos permite ejercerla y tener más capacidad de elección, lo que puede dar
más posibilidades de crecer en la adversidad.
 Tomar consciencia de fuerza del amor y ponerlo en práctica: el amor es
fundamental para sobrevivir en situaciones adversas, para unirnos a otros y dar sentido a la
relación de ayuda. Ese amor debe incluirnos también a nosotros mismos para ser completo y
debe llevarnos a cuidarnos de manera adecuada. A su vez, el amor nos ayuda a mirar más
allá de nosotros mismos y aumenta las posibilidades de que podamos ver más allá de
nuestro dolor. En la situación que vivimos hay muchas vías de expresar ese amor, desde el
cuidado de nuestros pacientes actuando con ellos como nos gustaría ser cuidados nosotros,
hasta el cuidado y respeto a las relaciones con nuestros compañeros, familiares, etc., pues a
todos nos toca, hoy en día, bregar con una dosis, mayor o menor, de sufrimiento.
 Cultivar la consciencia de la belleza: la belleza aporta sentido, nos abre el horizonte
hacia una percepción más amplia de las situaciones dolorosas, de tal forma que, si prestamos
atención a la belleza de las pequeñas cosas cotidianas, es más fácil poder soportar los días
adversos y que la negatividad no nos invada. Puede consistir en darnos tiempo para ver
imágenes que nos resulten bellas, percibir detalles cotidianos que nos inspiren esa belleza en
mitad de las dificultades que nos toquen vivir (a veces, tan sólo mirar por un instante la luz
que entra por la ventana, nos puede conectar con la belleza y aliviar nuestro malestar).
El filósofo Wittgenstein acaba el “Tractatus Lógico-Filosófico” con el aforismo: “de lo que
no se puede hablar, más vale callar”. ¿Qué le sugiere? ¿Recomendaría una cierta dosis de
silencio en las actuales circunstancias?
Sí, necesitamos silencio ante lo que aún no podemos comprender y asimilar. Lo que no quiere
decir que una vez comprendido, discernido y sometido a un juicio crítico, no podamos hacer un
análisis correcto de la situación y actuar en consecuencia.

Por último, como directora de la Cátedra Edith Stein de Ávila, ¿qué nos diría una mística
como ella hoy?
Creo que nos diría fundamentalmente que el sufrimiento tiene sentido, siempre y cuando
sepamos mirarlo desde el lugar más profundo de nosotros mismos, con apertura al amor, a la
entrega y a la empatía con el sufrimiento de otros. Para ella, el sufrimiento supone una
oportunidad de aprender y de estar más unidos a un Dios que sufre con nosotros porque se ha
permitido vivir la vulnerabilidad humana en la cruz, por lo que nos acompaña hasta en los
dolores más intensos de la vida. Para ella, también es importante la experiencia de vivir con la
confianza en que nuestra realidad interna y externa es sostenida por Dios, a pesar de todas las
cosas difíciles que nos queden por atravesa

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