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MECANISMOS DE DEFENSA

El término “defensa” es un representante del punto de vista dinámico en la Teoría Psicoanalítica.


Aparece por primera vez en el año de 1894, en el estudio de Freud sobre la neurosis, en donde
describe las luchas del yo contra ideas y afectos dolorosos e insoportables. Esté término fue
reemplazado por el de “represión”.

Sabemos que el ser humano llega a este mundo en situación muy precaria, en condiciones normales,
el medio ambiente le va dando los medios para desarrollarse físicamente, y también psíquicamente
va pasando por diferentes etapas, hasta aproximadamente los 5 años: oral, anal, fálica; el modo
adecuada cómo vaya resolviendo los problemas que estas etapas le plantean le permitirá acceder a
una adultez equilibrada, y su conducta será adaptada a las exigencias que la realidad le va
presentando a cada memento, pero si no es así, y los impulsos infantiles no se ha transformado para
permitir que el yo se desarrolle y exigen su satisfacción, el yo presionando por las exigencias del
súper yo, necesita defenderse de ellos, manteniéndolos alejados de la conciencia e impidiendo que
invadan ésta y la conducta, a esto se le llama “mecanismos de defensa”.

El ser viviente defiende su vida: el organismo físico tiene sus recursos para sostenerse contra
agresiones internas y externas, (aunque a veces no son aquellos tan eficaces como desearíamos):
mantiene así su salud. La salud del organismo psíquico es la vigencia de lo que llamamos “Yo”, en
cuanto maneja cómodamente las presiones del “ello” y del “súper yo”, con fuerza suficiente para
adaptarse a las exigencias de la realidad que lo circunda, que no son cómodamente las presiones
del “ello” y del “súper yo”, con fuerza suficiente para adaptarse a las exigencias de la realidad que
lo circunda, que no son siempre simples y fáciles, pero cuando esto no es logrado y corre el riesgo
de ser abrumado por las presiones de las otras instancias, recurre a modos de comportamiento que
consideramos defensas, esto permite sobrevivir a un yo tal vez algo debilitado.

Definición de Defensa:

Cualquier operación psicológica que tienda a bloquear la descarga de impulsos peligrosos y sus
representaciones que son rechazados en su expresión consciente y en la acción, y de tal modo evitar
las consecuencias emocionales penosas de tal descarga.

La defensa es una operación psicológica que está a cargo del “Yo” que actúa bajo la presión del
súper yo: “De no mediar la intervención del yo o de las fuerzas del mundo externo que el yo
representa, cada instinto no que actúa bajo la presión del súper yo: “De no mediar la intervención
del yo o de las fuerzas del mundo externo que el yo representa, cada instinto no conocería sino un
solo destino: el de la satisfacción”, dice Ana Freud. En tal caso, el yo se debilitaría y perdería su
relación con la realidad, la pura satisfacción de los impulsos sin atención alguna a las lógicas
exigencias de la realidad supondría un alejamiento de todo trato social que tenga en alguna
consideración al otro, y así la conducta se reduciría a una especie de solipsismo narcisista, con fuerte
presencia del proceso primario en el pensamiento.

Cuando el yo actúa defensivamente, las defensas son rígidas y tratan de eliminar de la conciencia
los impulsos perturbadores; si fracasan, lo que puede suceder parcial o totalmente, surge una
angustia más o menos intensa. En cambio, las funciones del yo que actúa adaptativamente son
autónomas y flexibles, no están comprometidas con los conflictos, y pueden facilitar la descarga de
los impulsos, aunque sea en forma parcial e indirecta.

Represión

Es la disposición inconsciente que impele el acceso a la conciencia de los impulsos inaceptables para
el súper yo. Lo reprimido no desaparece y no raramente intenta reaparecer por medio de los
derivados impulsos que lo representan; estos a su vez pueden ser también reprimidos, si se acercan
mucho a los impulsos originalmente vetados por la represión.

La represión puede ser considerada una defensa “omnipresente” todos necesitamos mantener
fuera de la conciencia requerimientos infantiles, de modo que esta defensa pueda ser considerada
y aceptada como parte del desarrollo mental y de la organización adulta de la personalidad, “sin
represión no habría civilización”, también puede ser adaptativa.

La represión impide —en la medida de su intensidad y extensión- la normal evolución hacia la


madurez; es la defensa predominante en los casos que clínicamente designamos histéricos, lo que
caracteriza a tales personas en una gran variedad de situaciones: presentan, de modo manifiesto o
sutil, una modalidad infantil en su pensar y actuar, son impulsivos, su ansiedad tiene carácter fóbico,
sus relaciones con los demás son egocéntricas, su pensamiento carece de creatividad. Nos referimos
a la represión generalizada, porque según su fuerza o intensidad puede verse en una escala que va
de lo normal a lo neurótico (y en forma parcial y poco eficaz, aún en psicosis); p.ej.: en los casos
llamados borderline la represión no se ejerce con eficacia, y se debe recurrir a otras defensas
también primitivas, como negación y proyección.

La represión, con todas las características de la condición de defensa, que es la de preeminencia en


la neurosis histérica, lo es en esta neurosis relacionada con lo edípico y lo derivado de este
sentimiento.

Proyección

Es un proceso por el cual se atribuye a otra persona u objeto del entorno una característica que el
sujeto considera negativa, en lugar de reconocerla como propia; elude así la penosa experiencia de
la intromisión de ese material objetable en su autoestima, podríamos decir que así “se purifica”, no
es él, sino el otro el que tiene esa indeseable condición; a esta modalidad se la llama “catártica”,
cuyo uso constante es típica de la paranoia y de la personalidad paranoide.

La proyección no es una actitud indiscriminada: requiere que en el otro sobre el cual se proyecta
haya una “base” que en alguna medida coincida con lo que se proyecta; de ese modo se refuerza la
“evidencia” que el que proyecta requiere para considerar que está ante la percepción de que el otro
tiene realmente tal condición. De todos modos, en la proyección se borra o desaparece el límite
entre fantasía y realidad, opera con el proceso primario en vez de la objetividad que supone el
proceso secundario.

La proyección así descrita es caracterizada como defensa, y siempre supone un más o menos
acentuado rasgo paranoide;' cuando se torna arbitraria y rígida, va de la tendencia paranoide hasta
la paranoia o la esquizofrenia paranoide; estas modalidades patológicas suelen tener dos aspectos:
desconfianza y megalomanía, si bien una de estas formas predomina sobre la otra, que no se
manifiesta visiblemente.

Las proyecciones patológicas no se dan solas en general: pueden estar también presentes otras
defensas como la negación, la formación reactiva, el desplazamiento.

Observar que también hay formas no defensivas, moderadas y adaptadas, sin rigidez, que
exteriorizan nuestro mundo interno a través de la percepción, de lo que podemos llegar a tener
conciencia; las vemos no raramente en conductas cotidianas, casi siempre como reacción ocasional.
En los “tests proyectivos” es obvio que no tiene la proyección carácter defensivo, están pensados
para provocar una “externalización” de rasgos de la personalidad utilizando la “proyección”. Que la
proyección es uno de los factores que organiza nuestro mundo, ya lo habían visto así los filósofos
griegos, cuando decían que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Freud se ocupó de la
proyección en la paranoia en el caso Schreber, pero después manifestó que no necesariamente es
una defensa, sino que es lo que organiza la cultura de todo grupo humano: cada grupo social y
Cultural, y también cada uno de nosotros, aun los que están bien ajustados a la realidad, ve el mundo
desde el punto de vista de -por lo menos- matices propios, lo que hace a la singularidad del
pensamiento, sentimientos y conducta de cada persona o grupo

Ombredane que analiza en extenso el tema proyección; distingue dos tipos que pueden darse en
personas normales: La proyección “especular”: el sujeto se ve reflejado, con las características que
él mismo se atribuye —tal como él cree ser, o tal como quisiera ser- en el objeto o persona que se
le presenta: “Tal condición es semejante a la mía, él es como yo”. En la proyección
“complementaria”: se adjudica al otro un correlato del propio estado afectivo (sin que haya
evidencias que justifiquen tal atribución): ej.: si el sujeto tiende a sentirse excluido, atribuirá a la
conducta de los otros una actitud de rechazo hacia él.

Formación reactiva

 Se rechaza toda actitud tierna, dependiente, con una exagerada y concreta practicidad;
también consideran la creatividad y la fantasía como debilidad y frivolidad.
 La situación de test los pone en una situación de sumisión y dependencia (deben obedecer
las indicaciones del examinador, quien decidirá sobre los resultados, etc.) y por tanto su
actitud no será la adecuada, aunque a veces muestran una aceptación superficial.
 El estímulo del test, con su escasa estructuración, los obliga a someterse a la búsqueda de
semejanzas, cuya significación ignoran, y deben recurrir a la imaginación; todo esto choca
con su autoimagen práctica e independiente.
 Consiguientemente habrá pocas respuestas; aunque a veces niegan su pasividad dando de
ellas un gran número ( banales).
Intelectualización

Es considerada –no sin razón- como una modalidad de “aislamiento”, consiste en una estrategia
para excluir la experiencia del afecto sin restringir la percepción y otros factores intelectuales.

En condiciones normales, en lo que puede considerarse un estilo, no una de defensa, la actitud


intelectual guarda equilibrio con la expresión adecuada de los sentimientos, pero cuando alcanza
ribetes patológicos puede sustituir todo impulso y sentimiento mediante una fría lógica y la
ostentación del conocimiento, privilegiando la objetividad.

Si este mecanismo está actuando en carácter defensivo o no, hay que evaluar en qué medida está
acentuado su quehacer defensivo, o en qué grado es adaptativo; agrega dificultad el que la
intelectualización puede ser valiosa para estimular el rendimiento intelectual en diversos aspectos;
además no puede ignorarse la importancia que en nuestra cultura se da al rendimiento intelectual:
hay actividades predominantemente intelectuales: matemática, experimentos, escribir un libro
científico, etc., que alejan de las habituales emociones, también de las relaciones interpersonales y
de la actividad cotidiana, que en mayor o menor medida están impregnadas de afectos, (sin ignorar
que la dedicación a temas como los arriba citados y muchos otros suponen un fuerte interés por
ellos, es decir un intenso afecto).

Una persona de las que consideramos “intelectuales” puede actuar de ese modo gran parte de su
vida, pero eso no excluye que en determinados momentos pueda vivenciar auténticamente otros
afectos; un universitario que prepara un difícil examen tiene toda su energía dedicada a la tarea
intelectual, pero pasado el examen está en condiciones para experimentar normalmente
emociones; si se administrara la prueba en aquellos momentos, podríamos caer en el error de
considerar que el predominio de lo intelectual en el protocolo supone una defensa en una
neurosis.'* Es decir, siempre, y particularmente en mecanismos como éste, hay que evaluar el
conjunto de los datos de los tests y entrevista, y sopesar la incidencia de las circunstancias. La
intelectualización tiende a la introtensión, al trabajo interior y consiguientemente a distanciarse
(aislarse) de los requerimientos del mundo externo, que habitualmente suponen alguna
connotación afectiva; aparece así en ese aspecto contraria a la represión y la negación, que tienden
más a la restricción de ese mundo interno. Es típica de obsesivos, y su función es evitar conflictos
psíquicos: por eso intentan huir de los sentimientos refugiándose en conceptos, abstracciones,
simbolismos y verborragia.

En obsesivos “adaptados”, la intelectualización agudiza el análisis del razonamiento, estimula el


autoconocimiento (por la introspección) y la conciencia de los procesos mentales.

Desplazamiento:

Es un mecanismo que actúa en las fobias,'* pero también en muchas otras situaciones, aún en la
“normalidad”: un impulso o emoción es separado de su conexión original (angustiante) con persona,
cosa o situación, y ligado a otra persona, etc., y así puede ser sentido y expresado. El desplazamiento
se hace sobre una persona o cosa más inofensiva, de modo que no haya la angustia que se busca
eludir con este mecanismo. Esto también se hace en la “normalidad”, aunque obviamente sin la
rigidez, etc.; en estos casos es susceptible de ceder al razonamiento.
Mirotti, M. Á. (Coord.) (2019). Recursos defensivos del yo: mecanismos de defensa. Córdoba,
Editorial Brujas. Recuperado de https://elibro.net/es/ereader/umg/117787?page=55.

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