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1.

Introducción

Recuerdo que cuando era chica, en mi casa y también en otros espacios por donde
yo circulaba, como la escuela, había un rasgo humano muy valorado por los/as
adultos/as en general, que era la inteligencia. Se podían escuchar frases como “tal
es muy capaz, muy inteligente, está terminando la carrera universitaria
rapidísimo“, “su hija es muy inteligente, resuelve muy rápido los ejercicios de
matemáticas”, “mi hermano es muy inteligente, sabe de todo”.

Esta manera de pensar y nombrar a la inteligencia estaba ligada con la concepción


sobre la que se sustentaba. Ésta relacionaba a la inteligencia exclusivamente
con el coeficiente intelectual, la capacidad lógica, y la acumulación de
conocimiento.

Desde este paradigma, quienes no éramos buenos para las matemáticas o no


acumulábamos tantos saberes, quedábamos por fuera de esa “cualidad”.

Con el avance de las ciencias que estudian el comportamiento, las capacidades de


las personas y el funcionamiento del cerebro, comenzó a pensarse e interpretar
a la inteligencia de otra manera.

"En mi opinión, la mente tiene la capacidad de tratar distintos


contenidos, pero resulta en extremo improbable que la
capacidad para abordar un contenido permita predecir su
facilidad en otros campos. En otras palabras, es de esperar que
el genio (y a posteriori, el desempeño cotidiano) se incline hacia
contenidos particulares: los seres humanos han evolucionado
para mostrar distintas inteligencias y no para recurrir de
diversas maneras a una sola inteligencia flexible."
(Gardner. Estructuras de la Mente, 1994:
11)

2. Inteligencias múltiples

Hoy se habla de las múltiples inteligencias. Pero… ¿qué es esto?

Howard Gardner, psicólogo e investigador norteamericano, profesor de la


Universidad de Harvard especializado en análisis de las capacidades cognitivas,
definió a la inteligencia como “la capacidad que tenemos las personas para
resolver problemas cotidianos o para ofrecer servicios dentro del propio

ámbito cultural”. Desde su planteo, se trata de una destreza con cierto


componente genético pero que a su vez se puede desarrollar y potenciar.

Según la teoría de Gardner, las inteligencias múltiples permiten dar respuesta a


los desafíos que las personas hemos enfrentado a lo largo de la evolución. Desde
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esta perspectiva es tan inteligente alguien que resuelve operaciones matemáticas
complejas como quien demuestre un alto nivel de habilidades musicales.

Desde este punto de vista, todos/as tenemos en distinta dimensión cada una de
estas inteligencias, pero las combinamos de manera diferente. Y esto genera
variadas formas individualizadas y únicas del comportamiento inteligente.

Esta teoría rompe con los paradigmas planteados acerca de la inteligencia medida
en términos de coeficiente intelectual y abre la posibilidad de entender y respetar
mejor las habilidades individualidades y, de esta forma, utilizar las inteligencias
en función de lo que cada una de ellas puede resolver y generar.

El mundo de las ciencias no se detiene, sigue rodando sin parar; por esto
es que a ante cada teoría construida, surgen nuevas miradas que
acuerdan, profundizan o encuentran argumentos que la contradicen. Este
es el caso de la teoría de las múltiples inteligencias.

Hoy son varios los experto/as en neurociencias que cuestionan la


definición de inteligencias que plantea Gardner.

El propio Howard Gardner en 1999, manifestó: «Si yo simplemente


hubiera puesto de manifiesto que el ser humano posee diferentes talentos,
semejante afirmación hubiera sido incontrovertible , y mi libro (Frames of
Mind) hubiera pasado desapercibido, pero tomé deliberadamente la
decisión de escribir acerca de “inteligencias múltiples”: múltiples para
resaltar el número desconocido de capacidades humanes, desde la
inteligencia musical hasta la inteligencia implicada en el conocimiento de
uno mismo; inteligencias para subrayar que estas capacidades son tan
fundamentales como las que tradicionalmente detecta el test de CI»

En el 2011, Gadner estuvo en España recibiendo el Premio Príncipe de


Asturias de las Ciencias Sociales, que se le concedió. En esa ocasión
Eduard Punset le dedicó uno de sus programas REDES, que lo tituló: “De
las Inteligencias Múltiples a la Educación Personalizada” en el que habló de
las Inteligencias múltiples y del surgimiento de una manera nueva y
personalizada de educar a los niños. Gardner, comenzó destacando:
«Estoy seguro de que no fui el primero en reconocer la multiplicidad de
talentos. Pero, creo que hay dos cuestiones que distinguen mi trabajo. La
primera es que yo contaba con una serie de criterios por los que se podía
juzgar si algo merecía ser considerado una inteligencia y la segunda es
que usaba la palabra “inteligencia” en lugar de “talento”. Hoy no estaría
aquí en España recibiendo el Premio Príncipe de Asturias si hubiera escrito
sobre los distintos talentos humanos. Lo que hice fue tomar la palabra
“inteligencia”, que era propiedad de la gente del Cociente intelectual, y
dije: la música es un talento, y las matemáticas una inteligencia, pero

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¿por qué debemos llamar inteligentes a las personas buenas con los
números y sólo talentosos a aquellos que dominan el tono, la armonía, el
timbre. Todavía nadie me ha dado una buena respuesta a esta pregunta».

Son varios los científicos que plantean que para tratar el tema con rigor
científico hay que referirse a talentos o capacidades en lugar de
“inteligencias” cuando se habla de aquello que Howard Gardner en 1983
definió como: “una competencia demostrable en algún ámbito que se
manifiesta en la interacción del individuo con el entorno, y las personas
tenemos diferentes capacidades independientes entre sí”. Y que amplió y
mejoró en 1999 ofreciendo una definición más elaborada. La definió
como un potencial biosociológico para procesar información que se
puede activar en un marco cultural para resolver problemas o
crear productos que tienen valor para una cultura. El cambio
significa que reconoce la inteligencia (o talentos) no como algo que se
puede ver o contar sino como potencial neural, que se activa o no en
función de los valores de una cultura determinada, de las oportunidades
disponibles en esa cultura y de las decisiones tomadas por cada persona,
su familia o sus profesores y otras personas.

Los talentos, entendidos como las realizaciones que resultan de la proyección de las
capacidades en los diversos campos de actividad humana, emergen y crecen
evolutivamente, y para algunos no llegan a emerger porque no se produce una
adecuada estimulación en el medio.

Por ello es que más allá de hablar de “múltiples inteligencias” o “múltiples talentos”,
lo importante es saber que estos tienen una parte de componente genético y
otro tanto de “entrenamiento y que por ello es necesario poner foco en su
reconocimiento y ejercitación.

Entonces la teoría de las múltiples inteligencias, sostiene que no tenemos una


sola capacidad mental sino varias. ¿Cuántas y cuáles son?

Hasta ahora definidas y estudiadas por Gardner son ocho las inteligencias
descubiertas:
Inteligencia lingüística
Es sencillo imaginar lo que involucra esta inteligencia. Básicamente está
vinculada con la utilización correcta y eficiente del lenguaje y sus
funciones. Implica tener desarrolladas las habilidades relacionadas con la
lectura, la escritura y la comunicación oral.

Esta es la inteligencia más reconocida en la enseñanza y el


aprendizaje de una lengua extranjera. Está vinculada con la sensibilidad
al respecto del lenguaje oral/ escrito y la capacidad de usar el lenguaje
para el logro de los objetivos

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Inteligencia lógico-matemática
Esta está relacionada con la habilidad de resolver problemas abstractos
que pueden tener que ver con la matemática, la lógica o la geometría.
También se manifiesta con una habilidad para encontrar patrones
numéricos.
Permite utilizar los números en forma eficaz, analizar
problemas lógicamente e investigar problemas científicamente.
Utilizar los razonamientos inductivos y deductivos.

Los test de cociente intelectual (IQ) se fundamentan en este tipo de


inteligencia y, en menor medida, en la inteligencia lingüística.

Inteligencia visual-espacial
Es la capacidad de crear imágenes mentales y proyectarlas en la
realidad, a partir de maquetas, dibujos, bocetos, etc. También está
relacionada con cómo nos orientamos en el espacio.

Esta inteligencia también Involucra la posibilidad de comprender,


manipular y modificar las configuraciones del espacio. Por lo tanto,
involucra la habilidad de observar el mundo y todo lo que lo compone
desde diferentes ángulos.

Inteligencia kinestésica o corporal-cinética


Es la habilidad para el movimiento consciente, es decir, para el uso en
forma acertada del cuerpo en lo que sea necesario. Esto implica la
coordinación ojo-mano, el sentido del equilibrio, la rapidez y la
flexibilidad; también refiere a la habilidad para usar herramientas. Por
otra parte, la inteligencia corporal también se utiliza para expresar
sentimientos y emociones.

O sea que, la inteligencia corporal-cinestésica constituye la capacidad de


usar el cuerpo (en total o en partes) para expresar ideas, emociones,
aprender, resolver problemas, realizar actividades.

Inteligencia musical
Se presenta como una habilidad para tocar instrumentos, cantar,
entender y crear música. Incluye la capacidad de percibir las formas
musicales.

Esta inteligencia es la que se manifiesta también en la facilidad de


componer, interpretar, recrear y valorar todo tipo de música y sonidos.

Mostrando gran sensibilidad al respecto del ritmo, tono y timbre de los


sonidos del medio en general.

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Inteligencia naturalista
Es la capacidad para encontrar relaciones entre los diferentes
componentes de la naturaleza, diferenciarlos y establecer categorías.
También implica una marcada afinidad con la misma y con la
conservación del medio.

Esta clase de inteligencia fue añadida más tarde al estudio original sobre
las Inteligencias Múltiples de Gardner, concretamente en el año 1995.
Gardner consideró necesario incluirla por ser una inteligencia clave
para la supervivencia del ser humano y del medio en general.

Inteligencia interpersonal
Tiene que ver con la capacidad para relacionarse con otras personas de
manera saludable y eficiente, reconociendo las necesidades, emociones,
motivaciones de otros/as y poniendo en juego la empatía.

Esta inteligencia permite poder advertir cosas de las otras personas


más allá de los sentidos.

Inteligencia intrapersonal
Es la habilidad de las personas para conocerse a sí mismas y, en función
de eso, desarrollar sus potencialidades. Esto implica reconocer las
emociones y también registrar las propias fortalezas y oportunidades de
mejora.

Esta inteligencia necesita del ejercicio profundo de la introspección y éste


permite entender las razones por las cuales uno es de la manera que es.

Usualmente esta inteligencia se manifiesta vinculada con la inteligencia


lingüística, debido a su carácter tan personal e interno, pero utiliza todas
las inteligencias de cierta medida en el proceso de reflexión.

Gardner afirma que todas las personas somos dueñas de cada una de las
ocho clases de inteligencia, aunque cada cual destaca más en unas que en
otras, no siendo ninguna de las ocho más importantes que las demás.
Generalmente, se requiere dominar gran parte de ellas para enfrentarnos a los
desafíos que nos plantea la vida.

Por ello, aunque todos nacemos con ciertas potencialidades marcadas por la
genética, estas se van a desarrollar de una manera o de otra dependiendo del
entorno, nuestras experiencias personales, la educación recibida y el
entrenamiento. Y esto es clave ya que, así como hay muchos tipos de problemas
que resolver, también hay muchos tipos de inteligencia a entrenar.

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A continuación le proponemos realizar un test para
descubrir cuál/es de las ocho inteligencias ocupan un
lugar más preponderante en usted.

Test de Inteligencias Múltiples

Hasta acá compartimos esta teoría que nos permite corrernos del paradigma
planteado al inicio del recorrido, que decía que “la inteligencia está definida casi
exclusivamente por el coeficiente intelectual, la cantidad de conocimientos
acumulados y la habilidad para resolver complejos problemas matemáticos”.

En esta cápsula vamos a detenernos en dos de estas inteligencias planteadas en el


modelo de Gardner, pero agrupadas en otra teoría que se va a dar a conocer como
inteligencia emocional.

3. Inteligencia emocional

Planteamos antes que la inteligencia es el conjunto de capacidades que nos


permite resolver problemas o fabricar productos valiosos en nuestra cultura.
Entonces… ¿qué es la inteligencia emocional?

Esta inteligencia nos permite resolver problemas y específicamente involucra


aquellas habilidades que nos ayudan a resolver aquellos relacionados con las
emociones, con las nuestras (inteligencia intrapersonal) y con las de los
demás (inteligencia interpersonal).

Daniel Goleman (psicólogo y escritor norteamericano, quien hizo famoso el


término de Inteligencia emocional, a partir de la edición del libro con este nombre
en el año 1995) dice que "tenemos dos mentes, una que piensa y otra que
siente”. Y define a “la inteligencia emocional como un conjunto habilidades que
nos permite, entre otras cosas, tomar las riendas de nuestros impulsos
emocionales,

comprender los sentimientos más profundos de nuestros semejantes y manejar


amablemente nuestras relaciones”.

Las emociones son una de las facetas del pensamiento, tan importante como el
pensamiento lógico. Las personas procesamos la información pensando y también
sintiendo. De hecho, al momento de tomar decisiones el mayor porcentaje de ellas
está vinculada con el uso de la inteligencia emocional.

Por ello la inteligencia emocional es una construcción que nos ayuda a influir de un
modo inteligente tanto sobre nuestras emociones como en nuestra interpretación
de las emociones ajenas.
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Esta inteligencia tiene un lugar preponderante en la manera en que nos
relacionamos y en la forma de encontrar estrategias para adaptarnos al
mundo que nos rodea.

Para comprender la importancia y presencia que tienen las emociones en la vida


de las personas, podemos hacer uso de nuestra memoria y recordar distintas
experiencias vividas. Pensemos, por ejemplo, cuando estamos durmiendo
plácidamente y suena el despertador, cuando nos abraza un ser querido, cuando
nos felicitan por una tarea bien realizada, cuando nos dan una mala
noticia, cuando comemos algo que nos gusta mucho, cuando sentimos un dolor
físico, cuando somos adictos al mate y descubrimos que se nos acabó la yerba...
Seguramente, en cada una de estas experiencias podríamos descubrir la emoción
que nos atravesó y probablemente ponerle nombre. Y esto es así porque las
personas somos seres emocionales con capacidad de pensar en forma
racional. No hay momento del día en el que no nos atraviese una emoción (con
mayor o menor intensidad).

¿Y a qué nos referimos cuando hablamos de emociones? Básicamente las


emociones son respuestas a estímulos, algunas veces externos, otras internos
(como nuestro propio pensamiento).

Hagamos un poquito de historia y hagamos uso de la neurociencia para


ayudarnos… Los seres humanos hemos vivido enormes transformaciones y hemos
evolucionado a lo largo de millones de años. ¿Por qué han sucedido estas
transformaciones? Las mismas surgieron como respuesta a las necesidades, como
adaptación al medio, como producto de la biología, etc. Esta transformación
también involucra a nuestro cerebro

Como dice Lucas Raspall, en su libro “Un juguete llamado mente”, estudiar la
evolución de nuestro organismo es la única forma de comprender cómo llegamos a
ser lo que somos.

Este autor también nos cuenta que el cerebro, con el paso del tiempo, fue
haciéndose por pura necesidad cada vez más complejo. Hace millones de años, en
el mismo momento donde algunas neuronas se agruparon hubo cerebro, pero “la
mente” recién nació cuando los circuitos neuronales en el cerebro permitieron
construir y manejar imágenes que representaron al mundo. A partir de esto, el
cerebro pudo comenzar a ordenar estas imágenes en lo que denominamos
pensamiento. Allí nace la mente, pero no como la conocemos en la actualidad.

Tres estructuras fueron tomando forma en nuestro cerebro a medida que


evolucionó durante millones de años: el cerebro reptiliano, el cerebro mamífero
(límbico) y el cerebro humano (neocórtex).

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El cerebro reptiliano es la sede de los instintos más básicos y de funciones
fisiológicas elementales vinculadas con la supervivencia: actuar, atacar, huir,
reproducirse, sin pensar ni poner en escena cuestiones morales. Todo en él es
respuesta automática.

Este es el cerebro más antiguo y solo responde en forma instintiva y automática,


en general son respuestas planificadas genéticamente. En este cerebro no hay
lugar para emociones.

¿Por qué cree que a este cerebro se lo llama así?


Le proponemos un desafío personal. Tómese un minuto para pensar y/o
investigar el porqué del nombre reptiliano.

La siguiente capa que aparece en el ser humano, mucho tiempo después, es el


cerebro mamífero. Este estaría ubicado donde hoy reconocemos al sistema
límbico y es el que se vincula con las emociones. Mejorando el sistema
anterior aparece el registro del placer y displacer. Las acciones humanas van
a girar en torno a evitar el daño y a buscar el placer.

La aparición de las emociones en el cerebro implicó un cambio radical, claro que al


principio las que aparecieron en el mismo fueron las básicas... ¿y cuáles eran?
Miedo, amor, asco, tristeza, alegría, ira y sorpresa.

Si bien inicialmente las emociones surgieron en el ser humano con la función de la


supervivencia y adaptación; por ejemplo, el miedo le avisaba al hombre/mujer
primitivo /a acerca de algún peligro. También este cerebro va a permitirle al ser
humano aprender; si alguna experiencia resulta placentera será éste el que
busque repetirla o generar nuevas condiciones para que aparezca.

¿Y el cerebro humano? Es el más nuevito. Se desarrolla tan solo hace


15000 años y va a estar representado en la corteza prefrontal. Esta capa es la que
aloja nuestra capacidad de razonar, y va a dar lugar a la posibilidad de regular
las emociones, aprender y construir la cultura, descubrirse a uno/a mismo/a
y al resto de las personas, planificar, vivir en sociedad, pensar sobre el
pensamiento, sobre las ideas y sobre las emociones, etc.

Como dice Lucas Raspall “la corteza prefrontal nos da la posibilidad de


evaluar contextos, considerar alternativas y finalmente elegir; en
esta capa reside la libertad de acción”.

Por supuesto que estos cerebros funcionan en forma conectada. La neocorteza,


base del cerebro racional y el sistema límbico, base del cerebro emocional son
quienes se disputan la batalla al momento de decidir y actuar: pensamiento y
emoción.

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Las respuestas del cerebro racional son más lentas, ya que participan en él mayor
cantidad de circuitos y tiene que decodificar mayor cantidad de información y si a
esto le sumamos que el estímulo al que nos enfrentamos es muy intenso entonces
es muy probable que la respuesta salga de la emoción y no de la razón.

Nuestro cerebro es tres en uno: conservamos respuestas instintivas, tenemos


emociones dentro nuestro haciéndose escuchar y a la vez una vocecita que nos
habla del deber ser, de lo que está bien, desde la lógica y la razón.

Razón y emoción deben funcionar en forma armónica y equilibrada y para ello


necesitamos entender qué significa utilizar la emoción en forma inteligente.
Por esto es importante conocer y trabajar con nuestra inteligencia emocional que
es la que nos permitirá desarrollar el conocimiento y la exploración de emociones
(propias y ajenas), descubrir fortalezas y área de mejora personal para aprender a
buscar respuestas que nos ayuden a gestionar las situaciones de la vida, los
vínculos con los/as demás, y gestionar nuestros conflictos de la manera más
acertada.

Y llegamos a la inteligencia emocional...

“Laura iba a una escuela pública, hace varios años ya. La pasaba
bien, tenía bueno/as amigo/as, era buena alumna, responsable,
ayudaba si alguien lo necesitaba e imprimía siempre su buen
humor. Con el único con el que no se llevaba muy bien era con
Fernando. Es que él era buenísimo con todas las materias, tenía
una capacidad increíble para las matemáticas, era muy
responsable y buen alumno, pero a la hora de ayudar a otros,
entenderlos o vincularse… no le iba tan bien, no parecía
importarle.
En un momento del año, llegó una fiesta patria y había que
elegir abanderada/o. Las maestras del grado decidieron tener
en cuenta además de las notas, la opinión de los/as
compañero/as, y para ello se hizo una votación. Había que elegir
entre Laura y Fernando, que eran quienes tenían las mejores
notas.
Finalmente, a pesar de tener un punto menos en esa ocasión, la
elegida fue Laura.
Por supuesto esto enojó mucho a Fernando y como era de
esperar, el día del acto se acercó su mamá muy molesta a
reclamar por su hijo, quien por el puntaje debía ser sin dudas
el abanderado.
La seño Aurora miró a la madre con atención, la dejó
hablar, descargarse y hasta levantar un poco la voz; y una
vez que
terminó simplemente le dijo… ”en esta escuela no formamos solo
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estudiantes que sepan resolver ejercicios difíciles de
matemáticas, o conozcan los nombres de todos los países del
mundo, buscamos formar y valoramos también la solidaridad, la
empatía, la habilidad de esforzarse por descubrir lo que hay que
mejorar y trabajar en ello, porque son las verdaderas
herramientas para hacer frente a las situaciones que vendrán.
Por eso es que hoy Laura es nuestra abanderada…”

Siempre que pienso en la inteligencia emocional me acuerdo de esta historia.


Y esto me lleva a algunos conceptos atrás cuando mencionamos que en la
inteligencia emocional hay algo de lo genético y mucho de entrenamiento.

Esta inteligencia está altamente vinculada con la experiencia de vida, pero por
supuesto podemos ejercitarla en forma consciente. Y para ello necesitamos saber
cómo está compuesta.

4. Elementos de la inteligencia emocional

Daniel Goleman agrupa a los elementos de la Inteligencia emocional en dos


categorías:

Habilidades intrapersonales: autoconocimiento, autogestión y motivación.


Habilidades interpersonales: empatía y destrezas sociales.

Vamos a recorrerlos y descubrir cómo entrenarlos.

Autoconocimiento emocional (o autoconciencia emocional)

Se refiere al conocimiento de nuestros propios sentimientos y emociones y cómo


nos influyen en los comportamientos y decisiones que tomamos.

También este elemento de la inteligencia emocional nos permite reconocer cuáles


son nuestras fortalezas y cuáles son nuestras oportunidades de mejora. Es el
espejo interno que nos permite ver cómo estamos, qué sentimos y qué
necesitamos en ese momento.

Algunas estrategias para entrenarlo:

a. Detectar la emoción
Es común vivir desconectados/as de nuestras emociones (esto lo aprendimos
entre otras cosas a partir de nuestra cultura), sobre todo de aquellas con
“mala prensa” o mal llamadas negativas, como el enojo o el miedo. Pero la
realidad es que no es posible no sentir la emoción, porque son respuestas a
estímulos y nos dan información. Por lo tanto es importante conectar con
ellas y entender cómo nos influyen. Cuando algo nos hace actuar o sentir de
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una determinada forma, es bueno detenerse un momento, reflexionar
sobre la emoción que hay detrás y descubrir cuál es su origen.

Cuanta más atención pongamos a esta práctica, mejor entrenados


estaremos y será más sencillo y natural lograrlo. Hay que entrenar la
curiosidad acerca de uno mismo.

b. Ponerle nombre a las emociones


Es muy amplia la gama de emociones humanas; sin embargo, a la hora de
detectarlas nos cuesta reconocerlas y ponerles nombre. En muchas
ocasiones, incluso para definir qué emoción estamos sintiendo, solemos
decir

“estoy emocionado/a” y en realidad cuanto más claramente identifiquemos


la emoción, más herramientas tendremos para entenderla y gestionarla. No
es lo mismo sentirse triste que desmotivado/a o fastidioso/a.

Cada emoción nos está contando algo. Los nombres que pongamos a
nuestras emociones nos van a ayudar a entender cómo nos sentimos y por
qué.

Tener un glosario rico con el que describir exactamente las emociones nos
permite evitar la sensación de no saber qué nos pasa.

c. No juzgarlas
Las emociones no son buenas, ni malas. Su única función es darnos
información sobre lo que está pasando. Aquí hay que trabajar con los juicios
para poder correrlos y comprender lo que sentimos sin calificarlo.

d. Identificar pensamientos asociados con la emoción que se está


sintiendo
¿Ya sabemos cuál es la emoción que estamos sintiendo en el cuerpo?
Entonces observemos qué pensamientos vienen asociados. A veces,
por ejemplo, la tristeza o la rabia, vienen acompañados de pensamientos del
tipo “esté mal que me sienta así”.
Una vez hecho este recorrido estamos en condiciones de “pensar con
claridad” y por ende responder en forma asertiva, sin negar la emoción sino
capitalizando la información que nos da.

e. Descubrir el mensaje detrás del lenguaje corporal


Si cuesta identificar las emociones, hay que prestar atención al lenguaje
corporal, él da muchas pistas de lo que nos está ocurriendo en el interior.

Cuando trabajamos para autoconocernos, aprendemos a detectar en nuestro


cuerpo las reacciones más comunes que acompañan a nuestras emociones;
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por ejemplo; cuando me siento enojada/o “me pongo colorado/a, se me
quiebra la voz, siento mucho calor”.

f. Llevar un diario emocional


Otra forma muy práctica y eficaz para mejorar la inteligencia emocional es
la de anotar las emociones diarias (como un registro de cómo se está).

Ciertos estudios cerebrales plantean que escribir las emociones reduce la


actividad de la amígdala, responsable de la intensidad emocional.

g. Identificar nuestras fortalezas


Dedicarle tiempo a pensar y bucear en aquello que conforman nuestras
fortalezas; “soy buen…” nos permiten construir el punto de partida, aquello
con lo que contamos y servirá de base para lo que haya que construir.

h. Reconocer aquello en lo que tenemos que seguir trabajando


Es importante también reconocer aquello sobre lo que tenemos que seguir
trabajando, nuestros desafíos, lo que queda por mejorar. Las personas
somos seres inacabados, con la permanente posibilidad y capacidad de
aprender y desarrollar aquello que necesitemos a lo largo de la vida. Un
buen comienzo para ello es pensar “todavía me falta aprender/entrenar
mi…” y esto será sobre lo que debamos trabajar.

Autocontrol emocional (o autorregulación)

El autocontrol emocional nos permite reflexionar y gestionar nuestras emociones,


para no dejarnos llevar por ellas ciegamente. Consiste en saber detectar las
dinámicas emocionales, poder registrarlas, identificarlas y encontrar la manera de
que nuestra mente pueda correrse de la respuesta automática para accionar desde
la forma más “inteligente”.

Todas las personas tenemos nuestras estrategias personales para


gestionar las emociones. Le proponemos pensar y hacer una lista
de algunas que reconozca en usted y le sirvan a la hora de
gestionar una emoción.

En cierto sentido, buena parte de la regulación de las emociones consiste en


saber gestionar nuestro foco de atención, de manera que no se vuelva contra
nosotros. No se trata de no sentir la emoción, sino de reconocerla y
gestionarla.

Algunas estrategias posibles:

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 Concentrarse en la respiración.
 Retirarse de la situación por un momento.
 Distraer nuestra mente pensando en algo que nos guste mucho.
 Contar mentalmente (para adelante o para atrás).

 Tratar de pensar por qué la otra persona (si hay otra involucrada)
actúa de esa manera.
 Contarle a alguien más lo que se está sintiendo.

Recordemos que nuestra mente necesita un tiempo para poder salir de la


respuesta automática y pensar con claridad, utilizando el cortex prefrontal.

Por último, expresa las emociones de forma asertiva. Una vez que identificamos
las emociones, les pusimos nombre y pudimos corrernos de la respuesta
automática, es el momento de encontrar la forma de expresarlas en forma
asertiva (sin enojarse y sin dejarla pasar). Se trata de encontrar la manera
adecuada, el momento adecuado y la intensidad adecuada para comunicar cómo
nos sentimos.

Va una ayudita…

“Me siento (emoción) cuando haces (conducta) en la situación…”,


teniendo en cuenta lo siguiente:

 Nombrando la emoción con claridad (asustado/a, ansioso/a


eufórico, etc.).
 Expresando la emoción en primera persona.
 Comunicando la conducta, y lo que ella nos provoca, no
las intenciones de la otra persona (no las sabemos a ciencia cierta).
 Expresando lo que se necesita, se quiere.

Automotivación

Enfocar las emociones hacia objetivos nos permite mantener la motivación y


establecer nuestra atención en las metas en vez de en los obstáculos. En este
aspecto necesitamos cierto grado de optimismo e iniciativa.

Se trata de conocernos lo suficiente como para saber cuál es el “botón interno”


que necesitamos apretar o qué relato nos necesitamos contar para que se
encienda la motivación. Así como las emociones despiertan pensamientos, sucede
lo mismo a la inversa; por lo cual pensar en aquello que nos guía, nos gusta,
nos entusiasma, despierta las emociones necesarias para estar
motivados.

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Gracias a la capacidad de motivarnos a nosotros mismos para llegar a las metas
que racionalmente sabemos que nos benefician, podemos superar las dificultades
que aparezcan en nuestro camino.

Algunas estrategias posibles:

 Dedicarle tiempo a preguntarnos, pensar y descubrir que nos entusiasma


en este momento de la vida (la motivación es individual y dinámica, lo que
nos motiva hoy quizás ya no lo haga en el futuro).
 Pensar qué me sirve hacer para despertar el entusiasmo: decirme
internamente algo, valerme de algún recuerdo, utilizar imágenes
mentales, etc.

Reconocimiento de emociones en los demás (o empatía)

Las relaciones interpersonales se fundamentan, en gran parte, en la interpretación


de las señales que los demás expresan de forma inconsciente y que muchas veces
se transmite de forma no verbal. Detectar las emociones ajenas, que a veces
aparecen en un gesto, una reacción fisiológica, un tic, nos puede ayudar a
comprender a las otras personas y construir vínculos más genuinos y duraderos.

Además, el reconocer las emociones de los demás es el primer paso para


comprender e identificarnos con las personas que los expresan.

La empatía no es sentir como las otras personas, sino comprender cómo


sienten desde sus propios paradigmas, algo así como “ponerse en los zapatos
de los demás”.

Algunas prácticas que pueden ayudar:

 Observar y estar atento al lenguaje no verbal de las otras personas.


 Preguntar a los demás acerca de su sentir.
 Pelearse con los propios modelos mentales (que hacen que veamos la
realidad desde nuestros paradigmas) y poder así comprender desde la
perspectiva ajena.
 Preguntarse y preguntar cómo se verá esta situación desde la mirada de
la otra persona.
 Escuchar con interés real de comprender.

Relaciones interpersonales (o habilidades sociales)

Una buena relación con los demás es una fuente imprescindible para nuestra
felicidad personal e incluso, en muchos casos, para un buen desempeño laboral.
Y

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esto pasa por comunicarse y vincularse con todas las personas, más allá
de la cercanía y la afinidad que tengamos con ellas. Somos seres sociales y
necesitamos de los demás.

No se trata de ser carismática/o sino de darle importancia, hacer foco en ello y


entrenar nuestras habilidades para relacionarnos.

Algunas estrategias para entrenar:

 Utiliza las emociones para relacionarse: una manera para mejorar las
habilidades sociales es expresando las emociones con los demás.
Aprendemos mejor si nos emocionamos y también nos relacionamos
mejor si hacemos que nuestras emociones intervengan con los demás.
 Dedicarle tiempo y atención a la construcción y el cuidado de los vínculos.
 Estar muy atento/a a cómo nos comunicamos y hacerlo desde la
verdadera intención de comprender y haciendo saber cómo nos sentimos
y lo que pensamos.

5. La inteligencia emocional y el campo laboral

Es impensable pensarnos a las personas despojadas de emociones y sin


relacionarnos entre sí. Estos aspectos atraviesan todos los ámbitos de la vida
humana porque somos esencialmente seres emocionales y sociales.

Partiendo de esta premisa, es comprensible porque cada vez es más valorada la


inteligencia emocional y todos sus aportes en todos los ámbitos por los que
atravesamos: la vida familiar, académica, social y por supuesto laboral.

Hoy es un requisito indispensable para quienes trabajamos en el campo del


turismo y por ende prestamos servicios (creando vínculos), entrenar esta
inteligencia, que se sabe es una de las que se consideran indispensables
en el presente y en el futuro en el campo del trabajo.

Es la inteligencia emocional la que influye en la mayor parte de las decisiones que


tomamos. Cuando damos información, asistimos a un turista, generamos un
nuevo producto turístico, vendemos una excursión, trabajamos relacionándonos
con las comunidades de algún destino, resolvemos un conflicto, etc., estamos
haciendo uso de la misma. Por ello se vuelve clave entrenar este conjunto de
capacidades y habilidades, ya que al momento de desarrollar nuestra tarea laboral
será la que marque la diferencia.

A continuación le compartimos algunas notas interesantes que nos cuentan algo


más sobre la inteligencia emocional en el campo del turismo:

Hacia el turismo de la sociedad de ensueño: nuevas necesidades de mercado


Eulogio Bordas
Inteligencia Emocional - Pág. 15
https://www.uoc.edu/dt/20219/
Consultado: 09/02/2021

La importancia de las emociones en la actividad turística


José Miguel Balcera Barrero
https://www.andalucialab.org/blog/la-importancia-de-las-emociones-en-la-actividad- turistica/
Consultado: 09/02/2021

Storytelling como herramienta de diferenciación hotelera


Elia Guardiola
https://www.hosteltur.com/134771_storytelling-como-herramienta-de-diferenciacion- hotelera.html
Consultado: 09/02/2021

Claves para aprovechar la inteligencia emocional en el trabajo


Tamara Herraiz
https://www.iprofesional.com/recreo/295770-daniel-goleman-argentina-emociones- Claves-de-la-
inteligencia-emocional-en-el-trabajo
Consultado: 09/02/2021

6. Técnicas y ejercicios

Al momento de desarrollar nuestra inteligencia emocional es importante recordar


que entrenarla lleva tiempo y esfuerzo, como cualquier aprendizaje. Y
sobre todo ejercitar a partir de acciones concretas. Para lograrlo necesitamos ir de
a poco, centrarnos en una cosa y convertirla en un hábito (conducta
aprendida).

Imaginemos que necesitamos entrenar nuestra habilidad de prestar más


atención a las emociones ajenas. Deberíamos entonces convertir la intención en
acciones concretas, por ejemplo, al momento de encontrarnos con otras personas
será necesario eliminar elementos distractores (apagar el celular, la
computadora), preguntar a la otra persona cómo está, etc. Y para que estas
conductas se vuelvan hábitos tendremos que repetirlas muchas veces. De esta
manera el cerebro, que tiene como característica la neuro plasticidad
(flexibilidad para adaptarse a los

cambios a través de redes neuronales), va a cambiar las conexiones para poder


aprender.

También podemos reforzar un hábito a partir de la visualización. Imaginarnos a


nosotros mismos haciendo lo que nos proponemos, activa el mismo circuito
neuronal que la actividad real. Este ejercicio lo hacen los atletas, artistas,
etc., para recrear mentalmente lo que buscan lograr.

No hay secretos… Una vez que comprendemos de qué se trata esta inteligencia, la
clave está en construirla y entrenarla. ¡Manos a la obra!

Para ello le proponemos ejercicios y técnicas para jugar, entrenar y


experimentar con la inteligencia emocional:

a) Técnicas
Inteligencia Emocional - Pág. 16
La rueda de la vida
La rueda de la vida es una técnica para trabajar sobre el
autodescubrimiento. Esta nos ayuda a saber cuáles son nuestros
deseos y necesidades, que muchas veces quedan ocultos por las
exigencias sociales. Es una forma de empoderarnos frente a la vida, de
plasmar en un papel lo que realmente queremos y lo que es importante
para nosotros. Así podemos tener una visión de hacia dónde queremos ir,
desde fuera de nuestra cabeza.

Para realizar este ejercicio, necesitamos una hoja de papel que contenga
un círculo para que podamos poner qué áreas de nuestra vida son
importantes para nosotros y queremos trabajar. Por ejemplo
trabajo, amistades, pareja, familia, ocio… Después es necesario evaluar
cada variable con una puntuación que muestre nuestra preferencia. De
esta forma, si el trabajo es lo más importante, pondremos el número “1”.
Una vez tengamos claro el orden de preferencia, es necesario anotar
diferentes acciones para mejorar nuestra vida.

Meditación vipass
Esta técnica está pensada para trabajar sobre la autorregulación
emocional. Para ser más conscientes de cómo regulamos las emociones
podemos escribir qué hacemos y qué pensamos cuando estamos ante un
estado emocional concreto. Por ejemplo, podemos comenzar analizando
cómo reaccionamos ante el miedo, luego ante la tristeza y después
ante el enojo. Para facilitar la tarea, imaginémonos en esa situación y

pongamos atención a lo que pensamos, lo que hacemos y si intentamos


evitar las emociones o no.

La lista de emociones
Escribir sobre nuestras emociones y reflexionar de dónde vienen y qué
consecuencias tienen produce un mayor conocimiento de nuestra
inteligencia emocional.

Definamos una hora cada día para escribir lo que estamos


sintiendo en ese momento. Es importante reflexionar e incluir toda la
información posible.

El poema
Una variante del ejercicio anterior es seleccionar un poema y analizar qué
emociones nos generó su lectura. No se trata de describir lo que el autor
pretendía expresar, sino lo que sentimos. Hay que elegir unas seis
palabras para describir cómo nos sentimos, incluyendo sensaciones
físicas. Se puede hacer lo mismo con imágenes, películas o vídeos.
Inteligencia Emocional - Pág. 17
Otra variante para ser consciente de emociones pasadas es describir
cómo nos sentimos ante tres acontecimientos importantes de nuestra
infancia, intentando describir sucesos tanto positivos como negativos.
También se puede hacer con emociones del pasado reciente (últimos tres
años, por ejemplo).

b) Ejercicios

Con el pensamiento
Primero, ponga su mente en blanco y trate de no pensar en nada
durante tres minutos. Pasado ese tiempo, escriba le resultó.

Ahora repita el ejercicio, tratando de no pensar en un hipopótamo en


un bazar…

¿Cómo le fue? Seguramente no lo pudo lograr y eso tiene una


explicación: es imposible controlar los pensamientos. Lo que si se
puede hacer es entenderlos como lo que son y no como la
realidad misma. Los pensamientos llegan, ocupan el espacio y
desaparecen…

Verbalizar los pensamientos


Otra forma de despegarse de los pensamientos es ser conscientes que lo
son y verbalizarlos como tal. Para ello elija una situación en la que tenga
pensamientos que molestan y verbalicelos como tales:

Tengo el pensamiento de que….

¡A ver cómo le resulta!

Expresar las emociones de manera asertiva


Este ejercicio se basa en transformar las afirmaciones que contienen
juicios en afirmaciones asertivas. Por ejemplo: “me haces sentir mal…”,
“por qué siempre me saboteas…”, “la verdad es que sos demasiado
rígida…”.

Podemos pensar en cuatro pasos para comunicarnos en forma


asertiva y responsable:

1. Describir de la manera más objetiva posible la situación (como si


la observara desde afuera).
2. Describir lo que siente en primera persona, sin acusaciones.

Inteligencia Emocional - Pág. 18


3. Comunicar sus necesidades, no las soluciones que se esperan de
la otra persona.
4. En esta última etapa, explorar con la otra persona que estaría
dispuesta a hacer en relación a sus necesidades.

Autoconocimiento de fortalezas
Escriba su postulación a un anuncio del diario que ofrece trabajo. Es
esencial “venderse” resaltando las fortalezas que posee… ¿Qué
contaría?

Retrato chino de una emoción


Este ejercicio es para observar y familiarizarse con las propias emociones.
Piense en una situación en la que haya sentido una fuerte emoción.

Si la emoción fuese un animal


sería…. Si tuviese un color….
Si tuviese una forma...
Si tuviese una
textura... Si tuviese un
olor...
Si fuese un personaje quién sería...

Ahora haga un dibujo de la emoción (deje que lo haga el lápiz). Y por


último hay que ponerle nombre a la emoción…

Línea del tiempo


Recuerde una emoción o situación de la que haya querido huir y en la
siguiente línea de tiempo indique los efectos a corto y largo plazo.

Situación Intento de Efectos a corto Efectos a largo


difícil evitarla plazo plazo

Tratar de evitar las emociones, huir de ellas, lo único que logra es


generar malestar a largo plazo. Aceptar las emociones nos permite ser
conscientes de lo que nos sucede, nos da información para poder decidir
y actuar.

Acróstico del autoconocimiento


Juguemos con nuestro nombre, fortalezas y oportunidades de mejora.
Para ello debe escribir su nombre en forma vertical y completar las letras
que lo componen con palabras (en forma horizontal) que definan sus
fortalezas y sus áreas de mejora.

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