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Introducción
Recuerdo que cuando era chica, en mi casa y también en otros espacios por donde
yo circulaba, como la escuela, había un rasgo humano muy valorado por los/as
adultos/as en general, que era la inteligencia. Se podían escuchar frases como “tal
es muy capaz, muy inteligente, está terminando la carrera universitaria
rapidísimo“, “su hija es muy inteligente, resuelve muy rápido los ejercicios de
matemáticas”, “mi hermano es muy inteligente, sabe de todo”.
2. Inteligencias múltiples
Desde este punto de vista, todos/as tenemos en distinta dimensión cada una de
estas inteligencias, pero las combinamos de manera diferente. Y esto genera
variadas formas individualizadas y únicas del comportamiento inteligente.
Esta teoría rompe con los paradigmas planteados acerca de la inteligencia medida
en términos de coeficiente intelectual y abre la posibilidad de entender y respetar
mejor las habilidades individualidades y, de esta forma, utilizar las inteligencias
en función de lo que cada una de ellas puede resolver y generar.
El mundo de las ciencias no se detiene, sigue rodando sin parar; por esto
es que a ante cada teoría construida, surgen nuevas miradas que
acuerdan, profundizan o encuentran argumentos que la contradicen. Este
es el caso de la teoría de las múltiples inteligencias.
Son varios los científicos que plantean que para tratar el tema con rigor
científico hay que referirse a talentos o capacidades en lugar de
“inteligencias” cuando se habla de aquello que Howard Gardner en 1983
definió como: “una competencia demostrable en algún ámbito que se
manifiesta en la interacción del individuo con el entorno, y las personas
tenemos diferentes capacidades independientes entre sí”. Y que amplió y
mejoró en 1999 ofreciendo una definición más elaborada. La definió
como un potencial biosociológico para procesar información que se
puede activar en un marco cultural para resolver problemas o
crear productos que tienen valor para una cultura. El cambio
significa que reconoce la inteligencia (o talentos) no como algo que se
puede ver o contar sino como potencial neural, que se activa o no en
función de los valores de una cultura determinada, de las oportunidades
disponibles en esa cultura y de las decisiones tomadas por cada persona,
su familia o sus profesores y otras personas.
Los talentos, entendidos como las realizaciones que resultan de la proyección de las
capacidades en los diversos campos de actividad humana, emergen y crecen
evolutivamente, y para algunos no llegan a emerger porque no se produce una
adecuada estimulación en el medio.
Por ello es que más allá de hablar de “múltiples inteligencias” o “múltiples talentos”,
lo importante es saber que estos tienen una parte de componente genético y
otro tanto de “entrenamiento y que por ello es necesario poner foco en su
reconocimiento y ejercitación.
Hasta ahora definidas y estudiadas por Gardner son ocho las inteligencias
descubiertas:
Inteligencia lingüística
Es sencillo imaginar lo que involucra esta inteligencia. Básicamente está
vinculada con la utilización correcta y eficiente del lenguaje y sus
funciones. Implica tener desarrolladas las habilidades relacionadas con la
lectura, la escritura y la comunicación oral.
Inteligencia visual-espacial
Es la capacidad de crear imágenes mentales y proyectarlas en la
realidad, a partir de maquetas, dibujos, bocetos, etc. También está
relacionada con cómo nos orientamos en el espacio.
Inteligencia musical
Se presenta como una habilidad para tocar instrumentos, cantar,
entender y crear música. Incluye la capacidad de percibir las formas
musicales.
Esta clase de inteligencia fue añadida más tarde al estudio original sobre
las Inteligencias Múltiples de Gardner, concretamente en el año 1995.
Gardner consideró necesario incluirla por ser una inteligencia clave
para la supervivencia del ser humano y del medio en general.
Inteligencia interpersonal
Tiene que ver con la capacidad para relacionarse con otras personas de
manera saludable y eficiente, reconociendo las necesidades, emociones,
motivaciones de otros/as y poniendo en juego la empatía.
Inteligencia intrapersonal
Es la habilidad de las personas para conocerse a sí mismas y, en función
de eso, desarrollar sus potencialidades. Esto implica reconocer las
emociones y también registrar las propias fortalezas y oportunidades de
mejora.
Gardner afirma que todas las personas somos dueñas de cada una de las
ocho clases de inteligencia, aunque cada cual destaca más en unas que en
otras, no siendo ninguna de las ocho más importantes que las demás.
Generalmente, se requiere dominar gran parte de ellas para enfrentarnos a los
desafíos que nos plantea la vida.
Por ello, aunque todos nacemos con ciertas potencialidades marcadas por la
genética, estas se van a desarrollar de una manera o de otra dependiendo del
entorno, nuestras experiencias personales, la educación recibida y el
entrenamiento. Y esto es clave ya que, así como hay muchos tipos de problemas
que resolver, también hay muchos tipos de inteligencia a entrenar.
Hasta acá compartimos esta teoría que nos permite corrernos del paradigma
planteado al inicio del recorrido, que decía que “la inteligencia está definida casi
exclusivamente por el coeficiente intelectual, la cantidad de conocimientos
acumulados y la habilidad para resolver complejos problemas matemáticos”.
3. Inteligencia emocional
Las emociones son una de las facetas del pensamiento, tan importante como el
pensamiento lógico. Las personas procesamos la información pensando y también
sintiendo. De hecho, al momento de tomar decisiones el mayor porcentaje de ellas
está vinculada con el uso de la inteligencia emocional.
Por ello la inteligencia emocional es una construcción que nos ayuda a influir de un
modo inteligente tanto sobre nuestras emociones como en nuestra interpretación
de las emociones ajenas.
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Esta inteligencia tiene un lugar preponderante en la manera en que nos
relacionamos y en la forma de encontrar estrategias para adaptarnos al
mundo que nos rodea.
Como dice Lucas Raspall, en su libro “Un juguete llamado mente”, estudiar la
evolución de nuestro organismo es la única forma de comprender cómo llegamos a
ser lo que somos.
Este autor también nos cuenta que el cerebro, con el paso del tiempo, fue
haciéndose por pura necesidad cada vez más complejo. Hace millones de años, en
el mismo momento donde algunas neuronas se agruparon hubo cerebro, pero “la
mente” recién nació cuando los circuitos neuronales en el cerebro permitieron
construir y manejar imágenes que representaron al mundo. A partir de esto, el
cerebro pudo comenzar a ordenar estas imágenes en lo que denominamos
pensamiento. Allí nace la mente, pero no como la conocemos en la actualidad.
“Laura iba a una escuela pública, hace varios años ya. La pasaba
bien, tenía bueno/as amigo/as, era buena alumna, responsable,
ayudaba si alguien lo necesitaba e imprimía siempre su buen
humor. Con el único con el que no se llevaba muy bien era con
Fernando. Es que él era buenísimo con todas las materias, tenía
una capacidad increíble para las matemáticas, era muy
responsable y buen alumno, pero a la hora de ayudar a otros,
entenderlos o vincularse… no le iba tan bien, no parecía
importarle.
En un momento del año, llegó una fiesta patria y había que
elegir abanderada/o. Las maestras del grado decidieron tener
en cuenta además de las notas, la opinión de los/as
compañero/as, y para ello se hizo una votación. Había que elegir
entre Laura y Fernando, que eran quienes tenían las mejores
notas.
Finalmente, a pesar de tener un punto menos en esa ocasión, la
elegida fue Laura.
Por supuesto esto enojó mucho a Fernando y como era de
esperar, el día del acto se acercó su mamá muy molesta a
reclamar por su hijo, quien por el puntaje debía ser sin dudas
el abanderado.
La seño Aurora miró a la madre con atención, la dejó
hablar, descargarse y hasta levantar un poco la voz; y una
vez que
terminó simplemente le dijo… ”en esta escuela no formamos solo
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estudiantes que sepan resolver ejercicios difíciles de
matemáticas, o conozcan los nombres de todos los países del
mundo, buscamos formar y valoramos también la solidaridad, la
empatía, la habilidad de esforzarse por descubrir lo que hay que
mejorar y trabajar en ello, porque son las verdaderas
herramientas para hacer frente a las situaciones que vendrán.
Por eso es que hoy Laura es nuestra abanderada…”
Esta inteligencia está altamente vinculada con la experiencia de vida, pero por
supuesto podemos ejercitarla en forma consciente. Y para ello necesitamos saber
cómo está compuesta.
a. Detectar la emoción
Es común vivir desconectados/as de nuestras emociones (esto lo aprendimos
entre otras cosas a partir de nuestra cultura), sobre todo de aquellas con
“mala prensa” o mal llamadas negativas, como el enojo o el miedo. Pero la
realidad es que no es posible no sentir la emoción, porque son respuestas a
estímulos y nos dan información. Por lo tanto es importante conectar con
ellas y entender cómo nos influyen. Cuando algo nos hace actuar o sentir de
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una determinada forma, es bueno detenerse un momento, reflexionar
sobre la emoción que hay detrás y descubrir cuál es su origen.
Cada emoción nos está contando algo. Los nombres que pongamos a
nuestras emociones nos van a ayudar a entender cómo nos sentimos y por
qué.
Tener un glosario rico con el que describir exactamente las emociones nos
permite evitar la sensación de no saber qué nos pasa.
c. No juzgarlas
Las emociones no son buenas, ni malas. Su única función es darnos
información sobre lo que está pasando. Aquí hay que trabajar con los juicios
para poder correrlos y comprender lo que sentimos sin calificarlo.
Tratar de pensar por qué la otra persona (si hay otra involucrada)
actúa de esa manera.
Contarle a alguien más lo que se está sintiendo.
Por último, expresa las emociones de forma asertiva. Una vez que identificamos
las emociones, les pusimos nombre y pudimos corrernos de la respuesta
automática, es el momento de encontrar la forma de expresarlas en forma
asertiva (sin enojarse y sin dejarla pasar). Se trata de encontrar la manera
adecuada, el momento adecuado y la intensidad adecuada para comunicar cómo
nos sentimos.
Va una ayudita…
Automotivación
Una buena relación con los demás es una fuente imprescindible para nuestra
felicidad personal e incluso, en muchos casos, para un buen desempeño laboral.
Y
Utiliza las emociones para relacionarse: una manera para mejorar las
habilidades sociales es expresando las emociones con los demás.
Aprendemos mejor si nos emocionamos y también nos relacionamos
mejor si hacemos que nuestras emociones intervengan con los demás.
Dedicarle tiempo y atención a la construcción y el cuidado de los vínculos.
Estar muy atento/a a cómo nos comunicamos y hacerlo desde la
verdadera intención de comprender y haciendo saber cómo nos sentimos
y lo que pensamos.
6. Técnicas y ejercicios
No hay secretos… Una vez que comprendemos de qué se trata esta inteligencia, la
clave está en construirla y entrenarla. ¡Manos a la obra!
a) Técnicas
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La rueda de la vida
La rueda de la vida es una técnica para trabajar sobre el
autodescubrimiento. Esta nos ayuda a saber cuáles son nuestros
deseos y necesidades, que muchas veces quedan ocultos por las
exigencias sociales. Es una forma de empoderarnos frente a la vida, de
plasmar en un papel lo que realmente queremos y lo que es importante
para nosotros. Así podemos tener una visión de hacia dónde queremos ir,
desde fuera de nuestra cabeza.
Para realizar este ejercicio, necesitamos una hoja de papel que contenga
un círculo para que podamos poner qué áreas de nuestra vida son
importantes para nosotros y queremos trabajar. Por ejemplo
trabajo, amistades, pareja, familia, ocio… Después es necesario evaluar
cada variable con una puntuación que muestre nuestra preferencia. De
esta forma, si el trabajo es lo más importante, pondremos el número “1”.
Una vez tengamos claro el orden de preferencia, es necesario anotar
diferentes acciones para mejorar nuestra vida.
Meditación vipass
Esta técnica está pensada para trabajar sobre la autorregulación
emocional. Para ser más conscientes de cómo regulamos las emociones
podemos escribir qué hacemos y qué pensamos cuando estamos ante un
estado emocional concreto. Por ejemplo, podemos comenzar analizando
cómo reaccionamos ante el miedo, luego ante la tristeza y después
ante el enojo. Para facilitar la tarea, imaginémonos en esa situación y
La lista de emociones
Escribir sobre nuestras emociones y reflexionar de dónde vienen y qué
consecuencias tienen produce un mayor conocimiento de nuestra
inteligencia emocional.
El poema
Una variante del ejercicio anterior es seleccionar un poema y analizar qué
emociones nos generó su lectura. No se trata de describir lo que el autor
pretendía expresar, sino lo que sentimos. Hay que elegir unas seis
palabras para describir cómo nos sentimos, incluyendo sensaciones
físicas. Se puede hacer lo mismo con imágenes, películas o vídeos.
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Otra variante para ser consciente de emociones pasadas es describir
cómo nos sentimos ante tres acontecimientos importantes de nuestra
infancia, intentando describir sucesos tanto positivos como negativos.
También se puede hacer con emociones del pasado reciente (últimos tres
años, por ejemplo).
b) Ejercicios
Con el pensamiento
Primero, ponga su mente en blanco y trate de no pensar en nada
durante tres minutos. Pasado ese tiempo, escriba le resultó.
Autoconocimiento de fortalezas
Escriba su postulación a un anuncio del diario que ofrece trabajo. Es
esencial “venderse” resaltando las fortalezas que posee… ¿Qué
contaría?