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Resumen
En este artículo, presentamos algunos ejemplos de propuestas de tipos de clases
genéricas, surgidas a partir de investigaciones en Didáctica de la Matemática, cuya
implementación en las aulas resulta muy difícil. Precisamos algunas de esas dificultades
que identificamos particularmente en trabajos sobre las prácticas de los docentes de
escuela. Exponemos todos los obstáculos que pueden presentársele a un docente cuando
propone un problema para introducir una noción nueva. Finalmente, mencionamos
algunas perspectivas para la investigación sobre las prácticas de los docentes y sobre su
formación.
Palabras clave: didáctica de la matemática, prácticas docentes, formación, problemas
de introducción, desarrollo de la clase.
INTRODUCCIÓN
Una idea vieja, disfrazada de algo nuevo: la transposición necesaria entre las
investigaciones y las prácticas concretas, especialmente en la formación
1
El collège es el establecimiento de nivel secundario al que van los alumnos que han completado la
escuela primaria (l'école élémentaire). Consiste en cuatro años de escolaridad obligatoria. Cuando se
gradúan del collège, los alumnos continúan sus estudios en el lycée, que puede ser de dos tipos:
profesional o general y tecnológico (N del T).
1
estos obstáculos también tienen que ver con la formación y con la manera en que son
transmitidos los recursos didácticos, y los formadores tienen un rol fundamental en las
adaptaciones, de carácter más particular, que es necesario realizar.
Por lo tanto, hay todo un trabajo que hacer al comienzo y durante la formación, de
varias partes, para que permanezcan en la clase elementos sustanciales de este ideal
didáctico, que definen aquello que hemos llamado lo “didácticamente correcto”.
Esto es lo que vamos a desarrollar en este artículo.
Vamos a comenzar dando algunos ejemplos del ideal didáctico, para luego explicar lo
que ocurre en clase y relevar los obstáculos que surgen y que dificultan alcanzar el
objetivo de las clases “ideales”. Esto nos llevará a referirnos al trabajo necesario para
definir las secuencias que podrían ser llevadas al aula y que conservarían lo esencial de
su calidad didáctica, aquello que nosotros llamamos lo “didácticamente correcto”.
Finalmente, nos referiremos a la inevitable adaptación a la formación.
Mencionaremos varios trabajos de investigación ya realizados, que constituyen
referencias bibliográficas importantes para nuestro objetivo que es centralmente una
reflexión.
2
alumnos pueden abordar el problema; es por lo tanto necesario que ya tengan algunos
conocimientos sobre la noción al menos en uno de los marcos, para poder apoyarse en el
trabajo dentro de este marco y así poder resolver el problema en otro. Por ejemplo, un
sistema de dos ecuaciones de primer grado con dos incógnitas puede ser resuelto dentro
del marco analítico, pero es posible pensar que la interpretación gráfica (el trabajo
dentro del marco gráfico) pueda contribuir a dar sentido a los resultados analíticos.
El docente debe, entonces, dejar que los alumnos se involucren en el análisis del
problema, lo cual requiere que el texto esté bien adaptado, y generalmente implica
también un dispositivo particular (como el trabajo en pequeños grupos). El docente debe
resistir a las presiones de sus alumnos, debe sostenerlos en el problema sin darles
indicaciones y sin alterar sus actividades.
Luego, el docente debe realizar una síntesis del trabajo realizado 2 y apoyarse sobre esta
síntesis para exponer los conocimientos descontextualizados a retener 3. Es necesaria una
parte de improvisación, ya que no se puede prever exactamente lo que los alumnos van
a hacer.
El siguiente paso es organizar un trabajo de re utilización de los nuevos conocimientos.
Generalmente, en los proyectos de secuencias didácticas ya producidas este paso es sólo
mencionado.
2
En la Teoría de las situaciones, se hace una distinción más precisa entre la fase de acción, la de
formulación de las soluciones elaboradas y la de validación esas propuestas por parte de los alumnos.
3
Institucionalización, en la Teoría de las situaciones (Brousseau, 1998).
3
que es necesario poner en juego para resolver el problema; también los conducen a
hacer confluir distintos conocimientos, aprendidos en momentos diferentes, viejos y
nuevos.
Como en los problemas de introducción, un núcleo importante para el éxito de estas
actividades radica en que los alumnos trabajen solos (en pequeños grupos, por ejemplo),
y en que el docente logre respetar las fases llamadas “a-didácticas”, sin dar grandes
indicaciones.
4
Generalmente, para rehusarse a realizar actividades de introducción o actividades
transversales, los docentes mencionan unánimemente un primer obstáculo: el tiempo,
unido a la fuerte presión de terminar de dar el programa. En efecto, los docentes suelen
privilegiar avanzar con los programas, a los que consideran muy largos, y no les alcanza
el tiempo para dejar que los alumnos se internen en un problema de introducción, ni
para demorar trabajando con conocimientos ya vistos.
Todas las encuestas que hemos visto indican que los profesores apenas llegan a terminar
los programas, y aun así… Además, todos los trabajos que analizan las secuencias de
introducción y las transversales muestran efectivamente que el tiempo previsto para este
tipo de secuencias por los docentes experimentados, que suelen llevar a cabo este tipo
de desarrollo, siempre es superado…
Dadas estas condiciones haría falta, en el mejor de los casos, elegir los modos de
enseñanza, alternándolos, ¡y esto constituye una dificultad adicional! Si no se respeta la
lógica de las actividades de introducción, algo larga, se pueden perder sus beneficios. Se
podría tomar la decisión de no terminar tal o cual parte del programa, pero esto
representa un gran riesgo y un compromiso social (frente a los colegas, los padres, los
exámenes). O, hacer la apuesta insensata de pensar que “perdiendo tiempo” con la
investigación de los alumnos en clase, se gana alguna otra cosa…
Estas son decisiones muy agobiantes para el docente.
Por otra parte, sólo hay recursos disponibles para trabajar un número limitado de
nociones, y estos documentos generalmente no tienen una amplia difusión (Roditi,
2001). La mayor parte de los manuales escolares se parece, y no propone problemas que
se puedan utilizar directamente, o propone muy pocos. Las actividades propuestas para
el comienzo de cada tema rara vez son verdaderos problemas de introducción, como ya
se ha demostrado (Robert, 1998; Robert & Rogalski, 2002). Frecuentemente, las
secuencias disponibles no son totalmente compatibles con los programas, o demandan
conocimientos con los cuales los docentes no se sienten del todo cómodos.
Además, en un año escolar se enseñan nociones de diferente tipo. Algunos trabajos
[como la distinción de los distintos tipos de nociones (Robert, 1998)] han sugerido que
ciertas nociones, portadoras de un nuevo formalismo que unifica procesos anteriores
son, por esta razón, generalizaciones que están demasiado alejadas de lo que los
alumnos vienen haciendo como para poder ponerlas en funcionamiento antes de
explicarlas, aunque sea parcialmente. Se puede pensar que un análisis de este tipo le
cabe al álgebra de los primeros años de la secundaria (collège), con la utilización de
incógnitas. Pero esta caracterización de las nociones sigue siendo relativa a un
determinado programa, a un determinado orden, a veces a una determinada clase, y por
esta razón no se puede hacer un listado de tipos de nociones de antemano, que sirva para
todos los casos.
Se podría creer que cuando el docente entra en la clase con sus alumnos y cierra la
puerta es libre en ese espacio. Pero en realidad no lo es, como numerosos trabajos lo
demuestran. (Robert & Rogalski, 2002; Clot, 2000, 2001).
Varios aspectos que nosotros definimos en términos de restricciones sociales configuran
esa falta de libertad.
En el exterior de la clase, en la institución escolar, se crean hábitos muy restrictivos, que
son difíciles de transgredir solo. Todo se sabe en una escuela, y si algún colega trabaja
de modo diferente a los otros, será objeto de interrogación, incluso de sospecha: de parte
5
de los alumnos, sobre todo si su aprendizaje es más difícil y más lento, de parte de otros
colegas, de los padres, de la administración de la escuela… Por otro lado, si bien la
colaboración entre docentes de matemática ha hecho algunos progresos en estos últimos
años, esta colaboración generalmente se basa más en los contenidos (principalmente en
la formulación de problemas para las evaluaciones) que en las formas de enseñanza.
Los problemas que surgen en la clase cuando se organiza un trabajo en pequeños grupos
también están relacionados con esta situación: este tipo de trabajo enseguida es
considerado muy ruidoso, a pesar de que otras fuentes de ruido similar son toleradas (se
podría pensar, entonces, que es una excusa).
En la clase también entran en juego numerosas restricciones sociales que limitan la
libertad del docente.
En primer lugar, los alumnos tienen sus propios hábitos y expectativas. El docente está
allí para enseñar (mostrar) y los alumnos están allí, en el mejor de los casos, para
escuchar y para aplicar –no para investigar. Esta idea se ve reforzada por el hecho de
que a los alumnos de la clase de al lado no los hacen investigar solos los problemas, y
que “¡en el mismo tiempo les dan muchos más ejercicios!”.
Además, es necesario que el tiempo didáctico (es decir, el curso) avance también desde
el punto de vista de los alumnos, es decir, que haya algo nuevo para ellos. Y también
que a suficientes alumnos estas cosas nuevas les salgan lo suficientemente bien.
Numerosos trabajos antropológicos insisten sobre este punto. En su tesis, Roditi (2001)
ha demostrado con mayor precisión que en la clase intervienen ciertos principios que
tienen estatuto de ley, por ejemplo, el principio de cierre: luego de una hora de trabajo,
se tiene que poder reconocer que se ha obtenido “alguna cosa”.
Se puede ver que el desarrollo de secuencias didácticas no se adapta bien a estos
principios, dado que el trabajo de búsqueda de los alumnos un poco errático lleva su
tiempo, y los resultados no siempre son inmediatos…
Finalmente, el hecho de que los alumnos realicen un trabajo diferente (como aquel al
que nos referimos) requiere evaluaciones apropiadas que son difíciles de concebir y aun
más difíciles de poner en práctica, principalmente por falta de reconocimiento
institucional: muchas veces, hasta poner una nota por un trabajo en grupo puede
provocar desconfianza.
2.4. Obstáculos ligados al ejercicio personal del docente para llevar a cabo
satisfactoriamente actividades didácticamente correctas para los alumnos
Varios aspectos hacen que la aplicación de secuencias como las que mencionamos al
principio sea muy difícil para los docentes.
Hay algunos cursos donde no es posible hacer que los alumnos trabajen solos, porque
eso implicaría un riesgo demasiado grande de que se produzca desorden en clase. En
6
aquellos casos en los que el docente ni siquiera escribe en el pizarrón para no tener que
darse vuelta, es poco probable que haga trabajar a los alumnos en pequeños grupos.
Hay otro tipo de cursos, muy “burgueses”, donde la competencia entre los alumnos hace
que también sea muy difícil hacer algún trabajo colectivo.
¿Pero entonces cuándo se puede intentar? ¿En qué tipo de cursos?
4
Aunque las tesis de Vergnes (2000) y de Masselot (2000) aporten valiosas confirmaciones, todavía se
trata de una hipótesis.
7
terminado) y demasiado tarde para otros (que han avanzado más en la resolución del
problema)5…
En tercer lugar, la coordinación y/o la realización de la síntesis demandan grandes
esfuerzos, por ejemplo, para evitar una eventual repetición que pueda resultar molesta o
aburrida.
Finalmente, una institucionalización (exposición de los conocimientos) más flexible
(improvisada) tampoco es fácil, sobre todo porque pueden faltara cuestiones en relación
a aquello que había sido previsto, y a algunos docentes les cuesta resignarse a no poder
decir todo lo que habían planeado.
3.1.1. Acerca de los condicionamientos sociales y del género del oficio docente
3.1.2. Un ejemplo
Claramente, la gran reticencia de los docentes, por ejemplo, ante el trabajo en clase en
pequeños grupos parece formar parte de lo inevitable escolar. Uno puede preguntarse si
no hay posibilidad de hacer evolucionar el “género” en este punto, tal vez aprovechando
los medios informáticos, que crean un problema (diferente) de la renovación de la
gestión de la clase, o incluso mediante la introducción de otros dispositivos nuevos.
5
Un grupo de docentes de Toulouse ha comenzado una investigación sobre este problema en particular,
con la hipótesis de que los dos casos mencionados pueden conducir al aprendizaje (Groupe Toulouse-
Versailles, Brochure, 2002).
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3.1.3. El mismo ejemplo: la fase de continuación o la necesidad de investigar sobre la
implementación de clases ordinarias
Por otro lado, se puede trabajar también sobre la gestión de las fases idealmente a-
didácticas. Nos parece que lo que es crucial para los especialistas en didáctica es el
momento inicial que es la fase que consiste en involucrar a los alumnos en una
problemática. Por el contrario, la fase que continúa, cuando el docente da por concluida
esa primera etapa, es mucho más negociable, incluso variable. Si nos inspiramos en las
teorías de Vygotski (1997), podemos suponer esquemáticamente que a partir del
momento en que el alumno se encuentra involucrado en una verdadera reflexión que no
ha podido sacar adelante solo, se va a beneficiar de todos modos de las correcciones del
docente (siempre que este último logre que su discurso se ubique en la Zona de
Desarrollo Próxima del alumno). Futuras investigaciones podrían profundizar sobre el
desarrollo de esta transición entre la fase de investigación autónoma de los alumnos y la
de síntesis o corrección, especialmente para marcar la diferencia entre una simple
expectativa y el comienzo de una reflexión.
Nuestros conocimientos sobre este punto todavía no están muy desarrollados, incluso si
tomamos prestados los de nuestros “vecinos” ergónomos, especialistas en trabajo.
Tenemos, sin embargo, algunas hipótesis basadas en un análisis de las prácticas como
un sistema complejo de varias componentes imbricadas (ver más abajo). Completamos
las componentes ya citadas, que permiten acceder a los factores determinantes de las
prácticas, con descripciones de prácticas de clase (Robert & Rogalski, 2002); para ello,
consideramos una componente cognitiva, que brinda acceso a los escenarios previstos
(contenidos y gestión a priori), y una componente mediativa que permite acceder a los
desarrollos en la clase (modos de trabajo de los alumnos, acompañamiento de los
docentes).
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Básicamente, pensamos que la formación de las prácticas se realiza partiendo de las
prácticas, y que un aporte “teórico” se recibe necesariamente en referencia al terreno.
En particular, sugerimos que una formación debería efectivamente jugar
sistemáticamente sobre al menos dos componentes a la vez, para no dejar que todas las
integraciones las tenga que hacer el docente en formación. Así, si se trabaja sobre lo
“cognitivo” (el enunciado de un ejercicio, por ejemplo), se puede abordar al mismo
tiempo lo “mediativo”, es decir, la adaptación a la clase, o los condicionamientos que
impiden proponer un cierto modo de desarrollo de la clase, etc.
Nos parece que una de las dificultades de los (jóvenes) docentes se relaciona con la
débil disponibilidad de sus conocimientos matemáticos. Retomemos el ejemplo de los
problemas de introducción. Al reflexionar sobre las dificultades que se agravan para los
docentes principiantes señalamos la de adaptarse a ciertas secuencias que exceden los
saberes que usan habitualmente. Es posible suponer también que entre las resistencias al
trabajo en pequeños grupos se encuentra la dificultad de interpretar rápidamente las
propuestas de los alumnos que pueden ir en direcciones muy diferentes, interpretación
que es necesaria tanto para improvisar una intervención dirigida a que los alumnos
continúen en el trabajo como para elaborar rápidamente una síntesis. Además, la síntesis
y la institucionalización que vienen luego del trabajo de los alumnos conducen a la
organización de diferentes procedimientos para poner en relación distintos
conocimientos; estos procedimientos son actividades matemáticas, que se ven
facilitadas cuando hay disponibilidad de muchos conocimientos. Esto mismo sucede
para tener facilidad de usar con buen criterio conocimientos de otro nivel (universitario,
por ejemplo) para un nivel secundario superior, algo que los manuales hacen bastante
mal…
Para apropiarse de conocimientos y tenerlos disponibles, sugerimos como didactas
convencidos, que es necesario enseñar de otro modo en la universidad 6 -y
especialmente que es posible privilegiar los trabajos de investigación sobre problemas
transversales, en todo caso para los futuros docentes. 7
La organización de los conocimientos que consideramos necesaria para los futuros
docentes puede construirse también mediante de la enseñanza (directa) de la historia de
la matemática.
Como ya hemos dicho, no nos centramos aquí sobre la inclusión de los alumnos en la
instalación en el oficio, que es un leitmotiv de las instrucciones oficiales y también una
de las principales obsesiones de los principiantes.
Sin embargo, sugerimos que un trabajo sistemático de análisis de las tareas y de las
actividades de los alumnos, que puede ser realizado desde la preprofesionalización y
6
Una pequeña publicación con este título presenta ejemplos de sugerencias para modificar la enseñanza
universitaria (Commission lnterlREM Université, 1989).
7
La parte escrita del CAPES (Certificat d'aptitude au professorat de l’enseignement au second degré), el
examen de certificación que la mayoría de los futuros docentes de Francia debe aprobar para enseñar en la
secundaria, podría contribuir a la realización de este programa si los enunciados de los problemas
estuvieran redactados de otra forma.
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también después en mayor escala (a partir de videos, por ejemplo), permite estar más
provisto para considerar a los alumnos. Eventualmente, esto volvería más fácil, como
supusimos más arriba, la adopción de secuencias didácticamente correctas, presentadas
justamente como una sucesión de tareas y de actividades bien precisadas.
Nos parece que el análisis de los enunciados propuestos a los alumnos y de cómo se
desarrollan en la clase tiene varias ventajas para la formación profesional. Se trata de
reflexionar sobre actividades potenciales que puede provocar un enunciado y de
compararlas con lo permanece en la clase teniendo en cuenta los modos de trabajar de
los alumnos y los acompañamientos del docente. Estos análisis, que echan luz sobre el
punto de vista del alumno, conducen a poner en juego un vocabulario específico,
necesario para describir aquello que nos interesa. En efecto, el vínculo entre actividades
y aprendizajes, que es nuestro hilo conductor en estos análisis, pone en juego, por
ejemplo, el nivel de puesta en funcionamiento de los conocimientos.
Precisar estos análisis requiere de términos particulares: aplicaciones inmediatas,
simples, aisladas, distintas adaptaciones de herramientas matemáticas, disponibilidad
de los conocimientos, etc. Además, para describir un enunciado, es necesario reflexionar
sobre su lugar en la secuencia y también sobre el conjunto de actividades sobre la
noción a la que se apunta, lo cual comporta otras descripciones específicas (tipo de
noción, por ejemplo).
Además, incluso si nos atenemos a las trazas de las actividades efectivamente
realizadas, el estudio en clase contribuye a poner en evidencia fenómenos importantes:
por ejemplo a identificar adaptaciones encontradas por los alumnos que los docentes no
habían detectado a priori, que se pueden identificar mejor si los análisis ya han sido
realizados.
En un plano más general y particularmente si se intenta analizar un poco más que las
trazas de las actividades y se realiza el análisis de las producciones de los alumnos, esto
constituye un medio para realizar un estudio de la clase desde la perspectiva de los
alumnos aunque el mismo sea parcial. Esta parcialidad se debe a que se descuidan de
este modo aspectos importantes, principalmente afectivos.
Pero es, sin embargo, una forma de hacer visible la ilusión de transparencia que muchas
veces está presente en los docentes. Esta ilusión de transparencia consiste en pensar que
el hecho de que una explicación del docente sea clara implica que todos los alumnos la
entiendan. De forma aun más general, esto puede hacer visibles ciertos malentendidos
entre docentes y alumnos, cuya importancia ya ha sido identificada en la teoría de la
Zona de Educación Prioritaria. Recordemos brevemente que se trata de identificar si los
alumnos simplemente se contentan con efectuar las tareas por sí mismos o si las
interpretan como un modo de acceder a los saberes que es como el docente las ha
concebido (Bautier & Rochex, 1998).
Los análisis de prácticas que hemos realizado nos llevan a formular la hipótesis de que,
para cada docente, las prácticas no sólo son estables (en el sentido de que toman
decisiones análogas a propósito de acontecimientos similares) sino también coherentes.
Puede haber varios niveles de lectura de esta coherencia individual, que permite
comprender las relaciones entre las distintas decisiones, por ejemplo, y que explica
también las jerarquías adoptadas entre las diferentes lógicas de acción del docente
(Robert, 2001) o las opciones que realiza ante las contradicciones que debe resolver.
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Algunas investigaciones sobre la utilización del pizarrón (Robert & Vandebrouck, en
prensa), el estudio sobre la enseñanza de la multiplicación de decimales en sexto año
(Roditi, 2001) y las prácticas en la Zona de Educación Prioritaria (Butlen et al., 2002)
confirman lo siguiente: para un mismo docente, no todas las estrategias incluso dentro
de lo didácticamente correcto, son posibles a priori; el docente no elige todas las
alternativas que han sido puestas en evidencia en las clases, incluso si cada espectro de
conductas es amplio.
Esto tiene como eventual consecuencia la posibilidad (¿necesidad?) de tener en cuenta
esta coherencia en la formación (en germen en los principiantes). En particular los
formadores del campo de la práctica podrían ayudar a los jóvenes principiantes a
detectar esta coherencia y a integrar algunos procedimientos poco habituales sin que se
desanimen, respetando sus concepciones y su proyecto (también latente). Esto puede
justificar la escritura de una memoria profesional o de otros dispositivos establecidos en
el IUFM (Instituto Universitario de Formación de Maestros) de Créteil que proponen
acciones repetidas de formación, a partir de las mismas situaciones reales (ver Burlen,
habilitación en curso).
Subrayemos la necesidad de toma de conciencia de todos los actores de la dificultad de
conmover y de hacer evolucionar este tipo de estructura, sumamente compleja –las
prácticas de un docente de matemática en un determinado establecimiento escolar.
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