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Hay Duendes
Hay Duendes
¡Hay duendes!
– ¿Duendes? ¡A lo mejor el duende eres tú! ¡Todo el día cambiándome las cosas de
sitio!
Pero lo cierto es que la señora Bliss estaba más preocupada que enfadada. ¿Estaría
perdiendo la memoria? ¡¿Y si un día, al despertar, no recordaba ni siquiera su
nombre?!
La señora Bliss, todas las tardes se echaba la siesta. Y aquella tarde no era diferente.
Después de comer, como llevaba haciendo los últimos 30 años, se sentó en su
mecedora y se quedó dormida.
– ¡Pues sí que hay duendes! -se lamentaba, ahora, la señora Bliss -Estoy segura de que
se me cayó al suelo antes de quedarme dormida.
La siguiente tarde, la señora Bliss, como todas las tardes durante los últimos 30 años,
se sentó en la mecedora después de comer, pero no se durmió. Entornó los ojos,
fingió unos sonoros ronquidos, y se puso a esperar.
Al rato, la extraña criaturita volvió a asomar por detrás del radiador. Comprobó que la
señora Bliss dormía. Saltó a la alfombra y, con paso disimulado, caminó hacia la caja
de galletas de la señora Bliss.
¡Lo que vio le dejó perplejo! ¡Parecía una preciosa casa de muñecas! El pastillero era
ahora una bonita mesa de comedor, con dos dedales por sillas. Los cristales de las
gafas se habían convertido en dos bonitos tragaluces que conectaban con el jardín. El
estuche de lentillas servía ahora como lavabo. Con las dos monedas de un euro y un
viejo mechero habían construido los fogones de una cocina. La caja de cerillas era una
confortable camita con mantita de calcetín y con las cerillas de su interior habían
construido una cuna diminuta. De pronto, el señor Bliss notó que cuatro ojillos
inquietos centelleaban a la luz de la linterna.
– Efectivamente son duendes – respondió el señor Bliss -dos duendes recién casados
que están construyendo su nueva casa.
Desde aquel día, el señor y la señora Bliss depositaban detrás del radiador diversos
objetos diminutos para que siguieran amueblando su casa. Y todos los domingos,
además, les dejaban una sabrosa galleta de la caja de galletas de la señora Bliss.
En la mitología de muchas culturas se cree que los duendes son mágicos seres que
tienen poderes, una personalidad bromista y un poco maliciosa, por lo que se les echa
la culpa cuando algo se rompe o desaparece dentro de casa (igual que creía el señor
Bliss).