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“El análisis del sistema de salud en Argentina: su evolución,

atributos distintivos y deficiencias identificadas "

Alumno: Sebastián, Tissone

Carrera: Doctorado en Odontología

Curso: Políticas y estrategias en salud y formación de recursos


humanos en odontología II.

Docente: Dr. Sebastián, Koc Muñoz.

-.2023.-
Abstrac:

Palabras Claves: ANALISIS – SISTEMAS DE SALUD – ARGENTINA –


EVOLUCION

INTRODUCCÍON:

Este ensayo propone abordar la significativa tarea de explorar y comprender el


sistema de salud en Argentina en el contexto de la salud pública y la gestión
sanitaria. La complejidad y la dinámica inherentes a este sistema reflejan una
historia rica y diversa, marcada por diversas transformaciones, desafíos y
logros. La evolución del sistema de salud argentino se ha visto modelada a lo
largo del tiempo por factores económicos, sociales y políticos.

Desde sus raíces históricas hasta el presente, el sistema de salud en Argentina


ha transitado por diferentes etapas, cada una dejando su huella en la
configuración actual. La relación entre el Estado, los proveedores de servicios
de salud, las obras sociales y el sector privado ha experimentado tensiones y
ajustes, contribuyendo a un paisaje en constante transformación.

Aspectos cruciales como la atención médica, la prevención de enfermedades,


la financiación, la equidad en el acceso a los servicios y la calidad de la
atención requieren un análisis exhaustivo. El sistema de salud argentino
enfrenta desafíos persistentes, tales como encontrar un equilibrio adecuado
entre la centralización y descentralización, optimizar recursos, garantizar
derechos de salud para toda la población y adaptarse a las cambiantes
demandas de una sociedad en evolución.

Este análisis integral del sistema de salud no se limita a los aspectos


estructurales y organizativos, sino que también se centra en las políticas de
salud implementadas a lo largo del tiempo y su impacto en la población.
Examina críticamente las estrategias adoptadas para abordar temas de
financiamiento, la distribución geográfica de servicios, la participación
ciudadana y los desafíos específicos surgidos en contextos económicos y
sociales cambiantes.

DESARROLLO

Como expresa Tobar (2012), en el contexto argentino, se han


identificado cuatro paradigmas estatales con respecto a las políticas de salud.
En el primero de estos paradigmas, de índole liberal, la atención sanitaria es
considerada completamente subsidiaria, y la intervención estatal se
circunscribe a garantizar que dicha atención, así como otras problemáticas
sociales, no perturben el curso "natural" del mercado. La financiación de las
escasas medidas implementadas no es de naturaleza pública, sino privada a
través de donaciones, y la salud no se configura como un derecho inherente a
la población (Tobar, 2012).

En los años cuarenta, las transformaciones fundamentales en la


configuración social del territorio afianzaron los cimientos sociales de un nuevo
orden estatal de carácter comprometido, este nuevo orden incorporó la premisa
de la modernización, aunque más en la práctica que en la retórica dado que no
se autodefine como progresista, sino como revolucionario (Pérgola, 2004).

La esfera pública experimenta un crecimiento exponencial,


destacándose la salud en su condición de bien público. Este aumento está
completamente mediado por un estado centralizado con un poder ejecutivo
altamente desarrollado.

Los derechos sociales, especialmente los relacionados con la salud, se


expanden, aunque el acceso no se concibe de manera universal, sino regulado
por el estado. La coexistencia de intervenciones públicas con el
establecimiento del sistema de seguro de salud (obras sociales) introduce una
marcada fragmentación en el sistema. La modalidad financiera adecuada para
estas acciones de salud implica recursos fiscales, por un lado, y contribuciones
basadas en el salario, por el otro (Ahuad et al., 1999).
El desarrollismo supuso un cambio radical en la orientación del Estado,
que pasó a priorizar el desarrollo económico por encima de los derechos
sociales. Esta premisa se mantuvo en los gobiernos posteriores, aunque con
matices (Arce, 2012).

En el ámbito de la salud, esta tendencia se concretó en la transferencia


de los hospitales nacionales a las provincias en 1957. Esta medida supuso un
importante desafío para las provincias, que carecían de los recursos necesarios
para gestionarlos. Como consecuencia, la calidad de la atención sanitaria se
deterioró, y el sistema de salud se volvió más ineficiente (Alzugaray, 1988).

La transferencia de los hospitales nacionales a las provincias fue un


fracaso, ya que no logró alcanzar los objetivos previstos. Sin embargo, esta
medida tuvo un impacto significativo en el sistema de salud argentino, y sus
consecuencias se siguen notando en la actualidad (Alzugaray, 1988).

En el marco del régimen autoritario, se asimila el enfoque neoliberal en


la elaboración de políticas públicas. Este enfoque incorpora la premisa de
restringir el gasto, implementar la focalización y descentralizar los servicios
(aunque esta descentralización sea aplicada como una medida de contención).
De manera adicional, busca introducir una alteración en el sistema solidario de
seguridad social al facilitar la salida de los estratos con mayores recursos
mediante su participación en los seguros privados, los cuales emergen como
un ámbito dinámico para la valorización del capital. Este cambio paradigmático
influye en la configuración misma de la estructura social, redefiniendo las
dinámicas de acceso a los servicios de salud y consolidando un escenario en el
cual la participación en seguros privados se convierte en un factor determinante
en la distribución de los beneficios del sistema de seguridad social (Sánchez
León, 2011).

En los ámbitos gubernamentales, tanto a nivel nacional como local, que


se han sucedido a lo largo de los períodos de transición y consolidación
democrática, ha persistido la dificultad de concebir estrategias que trasciendan
las fórmulas convencionales centradas primordialmente en la contención del
gasto, la fragmentación de derechos, la privatización de servicios y la
desvinculación de la esfera central de posibles compromisos de gestión
susceptibles de generar conflictos. Este desafío ha marcado una constante en
la gestión gubernamental, resaltando la necesidad de explorar enfoques
innovadores que aborden los complejos desafíos socioeconómicos (López,
2006).

En este contexto, se han consolidado ciertas tendencias hacia la


descentralización administrativa y la desmercantilización mínima de los
servicios, incorporando prácticas como la tercerización y la compraventa de
servicios desde la esfera pública. Estas dinámicas, aunque han introducido
nuevas dimensiones en la gestión gubernamental, también han suscitado
debates y consideraciones en torno a la equidad, accesibilidad y eficacia de los
servicios públicos (Jankilevich, 1999).

El persistente debate sobre la eficacia de las políticas centradas en la


contención del gasto y la privatización se torna esencial en la formulación de
estrategias de gobernanza. La capacidad de adaptación de los gobiernos ante
las cambiantes dinámicas socioeconómicas y la urgencia de encontrar un
equilibrio entre la eficiencia fiscal y la garantía de derechos fundamentales
marcan el escenario actual (Armus y Bermartino, 2001).

En este sentido, resulta crucial explorar modelos alternativos que no solo


aborden las demandas sociales de manera integral, sino que también fomenten
la participación ciudadana en la toma de decisiones gubernamentales. La
incorporación de enfoques más inclusivos y participativos puede contribuir a la
construcción de políticas públicas que sean más sensibles a las necesidades
cambiantes de la sociedad, propiciando un marco propicio para el desarrollo
sostenible y la equidad (García Diaz, 1983).

La persistencia de la descentralización como fenómeno responde a la


intersección de esta premisa en dos discursos ideológicos fundamentales: el
enfoque neoliberal y la perspectiva de la reforma progresista, que se manifiesta
en los sistemas de salud con la consigna de incorporar un modelo de Estado
de Bienestar. Esta dinámica refleja la complejidad inherente a las decisiones
políticas y sociales que han configurado la estructura de los sistemas de salud
en diversos contextos (Gropello y Cominetti, 1998).

Desde la perspectiva neoliberal, la descentralización se enmarca en la


búsqueda de eficiencia y flexibilidad, permitiendo una mayor autonomía y toma
de decisiones a nivel local. Este enfoque aboga por la reducción de la
intervención estatal directa, promoviendo la participación de actores locales y,
en algunos casos, la introducción de mecanismos de mercado en la provisión
de servicios de salud. En contraste, la perspectiva de la reforma progresista
abraza la descentralización como un medio para avanzar hacia un modelo de
Estado de Bienestar más inclusivo, buscando garantizar el acceso equitativo a
servicios de salud de calidad (Lizárraga, 2016).

La incorporación de un modelo de Estado de Bienestar en los sistemas


de salud implica la consideración de la salud como un derecho fundamental,
promoviendo la igualdad de oportunidades y el bienestar general de la
población. Sin embargo, la manera en que se implementa la descentralización
puede variar significativamente, dando lugar a diferentes resultados en
términos de equidad y eficacia en la prestación de servicios de salud (Arce,
2012).

En este panorama, se evidencian tensiones y desafíos inherentes a la


coexistencia de estas dos corrientes ideológicas en la configuración de políticas
de salud. La necesidad de encontrar un equilibrio adecuado entre la
descentralización como mecanismo de eficiencia y la garantía de un acceso
equitativo a servicios de salud sigue siendo un tema central en el diseño y la
implementación de políticas públicas en el ámbito de la salud (Ortiz Bergia,
2015).

En última instancia, la descentralización en el contexto de los sistemas


de salud refleja la complejidad de la interacción entre ideologías políticas y la
búsqueda constante de un equilibrio que permita la eficiencia administrativa sin
comprometer los principios fundamentales de equidad y acceso universal a la
atención médica. Sin embargo, la democratización introduce en la
reconfiguración de los servicios la premisa de fomentar la participación social
en el ámbito de la salud. Aunque la participación social está en sus fases
iniciales y las pocas experiencias exitosas dificultan la identificación de
estrategias universalmente aplicables, se reconoce internacionalmente que
esta senda es la que debe recorrerse para hallar soluciones a los problemas
fundamentales que afectan a nuestros sistemas de salud (Rossi y Rubilar,
2007).

Estos breves antecedentes sirven para elucidar la transformación


significativa que se experimenta en el ámbito de las políticas y servicios de
salud. En el punto de partida, se caracteriza por un poder político del Estado
que primordialmente considera la protección sanitaria y el control de
enfermedades transmisibles, concebiendo la atención médica a la población sin
recursos económicos como una función social caritativa. En este contexto, las
políticas de salud están estrechamente vinculadas a un dominio científico y
artístico, considerado patrimonio exclusivo de los médicos, y que carece de
relevancia política significativa. La concepción de la salud, o más precisamente
la enfermedad como concepto general en esa época, es unánime,
incuestionable y de responsabilidad exclusiva del ámbito médico (Armus y
Bermartino, 2001).

Cuando el progreso social genera una creciente demanda de servicios


médicos y salud colectiva, junto con la necesidad de control por parte de la
autoridad de Salud en áreas vinculadas a la producción, el empleo y el
bienestar social, se destaca la creciente relevancia de las políticas de salud.

En la actualidad, el ámbito de la Salud va más allá de ser


exclusivamente competencia médica; se extiende hacia otras disciplinas y
hacia la sociedad en su conjunto. Además, cobra importancia en la
industrialización y exportación de bienes como medicamentos, alimentos y
equipo médico, ampliando su función tradicional de cuidar la salud y tratar
enfermedades en la población. En la época actual, preservar y mejorar la salud
se percibe como una inversión innegable (Basualdo, 2009).
Sería un equívoco interpretar la política de salud solo en el estrecho
contexto de satisfacer las necesidades de atención médica, aunque esta área
consuma más del 90% del gasto social en servicios de salud. Contrariamente,
este gasto lleva consigo un componente no explícito que es el valor agregado
generado por las acciones de control de calidad en medicamentos y alimentos,
en las cuales participa el sector Salud, particularmente los ministerios de Salud.
La tendencia apunta a que el sector Salud continuará aumentando su
contribución al producto bruto interno y a la generación de empleo en
comparación con otros sectores. (Ministerio de Salud de La Nación, 2019).

La coyuntura económica desfavorable, el cumplimiento de obligaciones


financieras externas y las medidas de ajuste han tenido un impacto significativo
en el ámbito de la Salud en los últimos años, afectando principalmente a los
servicios de atención médica, que experimentan un rezago progresivo en
términos de avances tecnológicos. La gestión de la deuda económica, en gran
medida, ha llevado a un incremento substancial de la deuda social (Tobal et al.,
2000).

La tradición de priorizar la atención médica, justificada ampliamente por


ser una necesidad percibida y expresada por la comunidad, entra en conflicto
con la implementación de políticas de ajuste. Esto se traduce en una
ampliación de la brecha en la satisfacción de las necesidades expresadas por
la población, la insuficiencia de los servicios públicos y el constante aumento
de la oferta de servicios privados. Simultáneamente, se debilita la función de
fiscalización, una responsabilidad intransferible del Estado, que abarca el
control de calidad de los servicios médicos, la producción de medicamentos y
la gestión de riesgos en la industria alimentaria y de productos agrícolas en el
consumo de bienes y servicios (Organizacion Panamericana de la Salud,
2020).

Todas estas actividades, ya sea directa o indirectamente, representan


una forma de retorno económico en la contribución del sector Salud al
desarrollo. En este contexto, es crucial explorar estrategias que permitan la
armonización de las políticas económicas y de salud, buscando salvaguardar la
accesibilidad y calidad de los servicios médicos, así como fortalecer la
supervisión estatal indispensable para el bienestar y seguridad de la población.
Además, es esencial promover inversiones en investigación y desarrollo para
que el sector de la salud no quede rezagado en términos tecnológicos,
garantizando así una atención médica eficiente y actualizada (OMS, 2006).

CONCLUSION

En conclusión, la historia de cómo se organizaron los servicios de salud


en Argentina puede describirse como un vaivén entre progresos y retrocesos
hacia un sistema unificado. El sistema de salud argentino se destaca por su
complejidad y fragmentación, no tanto por la variedad de participantes, sino por
la disolución de la responsabilidad sobre la atención médica de la población,
con el objetivo de construir su derecho a la salud.

Se pueden destacar tres momentos clave en el intento de unificar el


sistema de salud argentino:

El primero implicó la propuesta de un servicio nacional de salud


centralizado que compartía recursos y personal con un sistema amplio de
seguros sociales. La conexión entre los diferentes sectores se centraba
principalmente en la provisión de servicios. Aunque se contemplaba la
posibilidad de compensar a los servicios públicos por las prestaciones
brindadas a beneficiarios de seguros sociales e incluso del sector privado.

Veinte años después, surgió un segundo proyecto integrador que


buscaba la unificación, también centrado en el modelo de atención, pero de
manera descentralizada y bajo comando provincial.

El tercer gran proyecto para integrar el sistema proponía unificar la


financiación para universalizar un esquema de múltiples seguros que ofrecieran
las mismas protecciones.

Cada uno de estos tres enfoques estratégicos tiene sus aspectos


positivos y limitaciones. Cualquiera de ellos podría haber llevado a una función
más efectiva para producir salud en Argentina en términos de eficiencia,
equidad y calidad. Sin embargo, la principal dificultad para su implementación
no radica en la incoherencia de las propuestas de salud, sino en su inviabilidad
política.

Esta inviabilidad política se manifestó de diversas maneras, desde


conflictos verbales hasta movilizaciones y huelgas, lo cual no benefició a
ninguna parte. En la historia de la organización de los servicios de salud en
Argentina, no hay ganadores, pero sí hay perdedores, en primer lugar, los
ciudadanos, ya que los resultados de salud son inferiores a los de otros países
que avanzaron hacia la integración de sus sistemas de salud. También pierden
los servicios públicos, que operan en condiciones inferiores a las logradas hace
cincuenta años, así como las obras sociales, que enfrentan costos crecientes
con restricciones en su financiamiento y una fuga creciente de beneficiarios
hacia el sector de prepago. Incluso las prepagas pierden, considerando las
condiciones precarias para ejercer esa actividad en el país.

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