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Dispersos y bendecidos

1Pe 1:1 Salutación


Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto,
Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,
1Pe 1:2 elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del
Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y
paz os sean multiplicadas.

Introducción

Saludo a los dispersos de casa de paz e israel

Somos bendecidos

Lo extraordinario de este pasaje está en que toma palabras y concepciones que


originalmente se habían adscrito solo a los judíos, el Pueblo Escogido, y se aplican a los
gentiles, que anteriormente se había creído que estaban excluidos de la misericordia de
Dios.
Algunos judíos habían dicho que «Dios había creado a los gentiles para usarlos como
leña para los fuegos del infierno». Se había dicho que, como con las mejores
serpientes no se puede hacer otra cosa que aplastarlas, así había que destruir hasta a
los mejores de los gentiles y que Dios no amaba nada más que a Israel de todas las
naciones de la Tierra. Pero ahora, la misericordia, los privilegios y la gracia de Dios se
habían extendido por toda la Tierra y a todos los seres humanos, hasta a aquellos que
nunca los habrían esperado.

(i) Pedro llama a las personas a quienes escribe los elegidos, el Pueblo Escogido
de Dios. Anteriormente ese había sido el título que pertenecía exclusivamente a
Israel: «Porque tú eres un pueblo santo del Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha
escogido para que seas Su pueblo especial, entre todos los pueblos que hay
sobre la superficie de la Tierra» (Deu_7:6; cp. Deu_14:2). El profeta dice que Dios
llama a Israel «Mi elegido» (Isa_45:4). El salmista habla de «los hijos de Jacob,
Sus escogidos» (Sal_105:6, Sal_105:43).

(ii) Aquí hay otra palabra que antes pertenecía exclusivamente a Israel. La dirección
de la carta dice literalmente: «A los escogidos extranjeros de la Diáspora
por todo el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia». Diáspora, literalmente
dispersión, era el nombre técnico de los judíos diseminados en el exilio por todos
los países fuera de las fronteras de Palestina. Algunas veces en su turbulenta
historia, los judíos habían sido deportados a la fuerza de su tierra natal; otras
veces se habían trasladado voluntariamente para trabajar, y a menudo prosperar,
en otras tierras. Esos judíos constituían la Diáspora. Pero ahora, la verdadera
Diáspora no son los judíos, sino la Iglesia Cristiana diseminada por todas las
provincias del imperio romano y las demás naciones del mundo. Hubo un tiempo
cuando los que eran extraños eran los judíos; ahora eran los cristianos. Son el
pueblo cuyo Rey es Dios, cuyo hogar es la eternidad, y que están exiliados en el
mundo.

El ser rociados con la Sangre tiene tres implicaciones:

Purificación: Cuando un leproso se curaba, se le rociaba con la sangre de


una avecilla (Lev_14:1-7). El rociar con sangre era por tanto símbolo de la
purificación. Por el sacrificio de Cristo, el cristiano es purificado del pecado.

consagración: El rociar con sangre era parte del ritual de la consagración de


Aarón y de los sacerdotes (Éxo_29:20-21; Lev_8:30). Era la señal de que se
apartaban para el servicio de Dios. El cristiano es apartado especialmente para
el servicio de Dios, no solo dentro del templo, sino también en el mundo.

compromiso-obediencia: La obediencia era una condición necesaria del


pacto, y la desobediencia quebrantaba la relación del pacto entre Dios e Israel.
Así es que se leyó el libro del pacto a oídos del pueblo, y este lo asumió diciendo:
«Haremos todas las cosas que el Señor nos ha dicho que hagamos». Como señal
de la relación de obediencia del pueblo para con Dios, Moisés tomó la mitad de
la sangre del sacrificio y roció con ella el altar, y con la otra mitad roció al pueblo
(Éxo_24:1-8). La aspersión significaba obediencia.
Conclusión

Mientras algunos quieren creer que la elección tiene que ver solo con ir al cielo o el
infierno, Pedro nos recuerda que también tiene que ver con la Tierra. El reclamar que
eres un elegido es dudable si no hay evidencia de santificación y obediencia.
El cristiano es llamado conforme al propósito de Dios. Su vida es consagrada a Dios
mediante la obra del Espíritu Santo. Por la aspersión de la sangre de Cristo es limpiado
de los pecados del pasado y dedicado a la obediencia a Dios.

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