Al hablar de infancias, es importante que se tenga en cuenta el transcurrir de los
tiempos lo cual se refleja como una población a la que menos se le ha tenido en cuenta, y por consiguiente, si se aborta el tema de paz, es el más desfavorecido, teniendo en cuenta que se les ha institucionalizado como seres vulnerables e indefensos. Al pasar de los años se han venido generando modificaciones en las políticas y reformas en donde se pone la infancia como ente primordial y sujetos de derecho para la sociedad. Sin embargo, en algunos casos esta población continua siendo sufragada por la violencia que azota a nuestro país y que involucra la zona rural campesina, a los bajos estratos socio económico y a la población étnica. Parte de esta violencia se puede observar a manos de los grupos alzados en armas los cuales llegan a los pueblos exigiendo derechos para ellos pero vulnerando los de esta población los cuales los obligan a presenciar actos hasta de masacre a lo que conlleva que este niño o niña desvié la percepción positiva que tiene de la vida. “La educación para la paz implica la formación de un conjunto de rasgos, normas, valores y comportamientos a formar en los niños. Este grupo de cualidades psicológicas de la personalidad son consustanciales a cualquier área de desarrollo y de la conducta del niño, por lo que su formación en las actividades de educación para la paz colabora no solamente a la misma, sino que se generaliza al resto de los componentes del niño como individuo y como personalidad”. Sánchez Elvira (2005).
Es ahí, que en nuestro quehacer docente debemos buscar las herramientas y
mecanismo, en donde las barreras de religión, raza, sexo o condición socioeconómica no sea un impedimento para que estos niños aprendan a convivir, a sobrellevar el flagelo a la pérdida de su ser querido, que le busque un sentido positivo a su vivir, hacer que no se limiten, crear espacios en donde ellos se sientan parte de la sociedad, Y que esos ideales de infancia trasciendan y con educación lograr transformar el mundo.