Resumen de García Marqués, A. Quine y la interpretación extensional de los
cuantificadores La interpretación extensional de los cuantificadores surge del intento de eliminar los nombres propios como referencias determinadas y estáticas. En su lugar, estos habrían de convertirse en variables para cumplir una función predicativa que no nombre al objeto sino como un concepto. Esta distinción es la que se pretende salvar; pues partiendo de las tesis psicologistas de Quine, un nombre no es otra cosa que el correlato de un sonido con el estímulo cerebral que provoca su enunciación. El objeto nombrado, como unidad, sustancia o fondo sobre el que predicar no queda suficientemente definido, va a ser necesario sustituirlo. La insuficiencia del lenguaje lógico se revela en este momento por su incapacidad para dotar de continuidad y presencia a un mismo objeto; y que decir ya del proceso de universalización de ese sujeto, su conversión en especie o su clasificación bajo los parámetros del género. La deconstrucción del sujeto se vuelve total en el ámbito psicológico en tanto apremia el estímulo cerebral y no los sentidos y su correlato (aunque cabría cuestionar cómo se daría ese estímulo mental sin sentidos); y en el ámbito lógico en tanto que los sujetos acaban erigiéndose como variables y predicados o, en el mejor de los casos, como pronombres, aunque dicha empresa tampoco tenga muy buen puerto. Y es que la sustitución de los nombres por pronombres parece ser una idea adecuada a la lógica y adecuada, a su vez, con el psicologismo de Quine. La reducción o abstracción lógica implica a la forma y no al contenido; por lo que la reducción de cualquier enunciado a su contenido más simple implica una ontología, una forma de nombrar dicha simpleza. Los pronombres funcionan como dicha reducción del sujeto y funcionan en la medida en que se enuncia una unidad pero no se concreta. ¨Esto (con todo lo que implica lógicamente)¨ sería la función mínima y funcional de la lógica. Pero se obvia con esto el problema al que está destinado esta filosofía: tratar la metafísica como si no lo fuese y abordarla de manera parcial (algo que ya desde Kant es imposible). La metafísica no se puede abordar parcialmente y todo intento de acabar o deconstruir la ontología acaba convirtiéndose en nada más que una máscara que esconde su auténticos fundamentos y principios. Esto es precisamente lo que le sucede a Quine. Pese a formular una teoría que tiene puntos fuertes y que estos son vistos como necesarios por la lógica desde hace tiempo, como la eliminación de los nombres, carece completamente de proyección en la medida en que parece querer minar sus propias bases y renunciar a la permanencia o unidad del objeto. La reducción de los sujetos a formas de predicación variables y pronombres bajo la extensionalidad de los cuantificadores parece una tarea demasiada compleja y lo suficientemente detallada como para considerarse una ontología. El intento de desactivación fuerza a aceptar o negar tesis incuestionables que acaban por repercutir en la unidad, permanencia o continuidad de cualquier ente o unidad mínima de conocimiento; precisamente se imposibilita dicha unidad mínima.