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Andrés Gómez Srokin

Resumen de García Marqués, A. Quine: ¿desactivación de la ontología u ontología


procesual?
El intento de acabar, de deconstruir o matar a la ontología en particular o la metafísica
en general es una tarea propuesta por gran parte de los analíticos. La mayor parte de sus
intentos se reducen a la formulación de una lógica de acuerdo a la cual ya no sea posible ni
necesario una metafísica distinta.
Quine participa de esta corriente, pero sale cargando y haciendo gala de un
psicologismo que refiere a los estímulos cerebrales en su relación con el lenguaje y a una
ontología que, por ser relativa y mostrarse como tal, imposibilita y revela toda ontología
como imposible, de ahí su desactivación. Esto pasa por la eliminación de los nombres propios
y particulares del lenguaje lógico, su conversión en predicaciones variables y su reducción a
los pronombres. Pero el problema es que con los pronombres seguimos enfrentándonos a la
misma problemática de la unidad y permanencia del objeto o ente. Ahora bien, la formulación
de una ontología procesual, su explicitación, ayudaría a considerar diversas alternativas en los
múltiples elementos que componen dicho pensamiento para salvar el problema.
A este respecto, Deleuze también se sirve de una ontología procesual, por lo que puede
sernos de ayuda. Y es que entender el cuantificador de forma extensional implica
comprenderlo al margen de la relación que éste entabla con la variable; y de igual forma con
los pronombres y todo objeto que se guste. La perreria, la humanidad que se predica de un él
no permite variación de ningún tipo. O lo que es lo mismo, a la más mínima variación habría
que, o bien modificar la variable, o el predicado. Habría que graduar los predicados y no
entenderlos de forma continua, sino como punto único y diferente del resto de puntos, sin
guardar relación con ellos.
La opacidad de esta visión se hace patente en el texto mismo. Si los sujetos se
convierten en predicaciones variables entonces ha de cambiar dicha variable cada vez que
queramos comprobar la permanencia o no del sujeto de dicha predicación. Pero se revela
entonces que no solo el sujeto, sino que la predicación misma también es variable. La
blancura no se da de una vez y para todas de igual forma en todos los colores; la suma no es
un aumento con respecto a un número. Es decir, no se puede decir que el 4 contenga dentro el
2+2 porque el 4 es cualitativamente distinto de la función de esa suma. Cada elemento o item
de una fórmula lógica sería inconmensurable con otra fórmula lógica.
La permanencia no puede ser salvada bajo este esquema. Y todo esto debido a que el
psicologismo del autor le impide guardar (save) los inputs bajo un único y continuo proceso,
ya sea el de la conciencia, la memoria o por la mera familiaridad. El problema de la
permanencia se revela como crucial en una metafísica que se sirve de la inconmensurabilidad
como de un arma para acabar con el resto de ontologías. Como en las tragedias griegas, los
pasos que uno da para evitar su destino acaban conduciendo irremediablemente a él. Y
aunque esto solo funcione como un recurso literario, cabe pensar si su aplicación también se
puede referir a la metafísica, más concretamente a la metafísica que pretende acabar consigo
misma y, por lo mismo, se construye como otras más.

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