Resumen de García Marqués, A. Quine: ¿desactivación de la ontología u ontología
procesual? El intento de acabar, de deconstruir o matar a la ontología en particular o la metafísica en general es una tarea propuesta por gran parte de los analíticos. La mayor parte de sus intentos se reducen a la formulación de una lógica de acuerdo a la cual ya no sea posible ni necesario una metafísica distinta. Quine participa de esta corriente, pero sale cargando y haciendo gala de un psicologismo que refiere a los estímulos cerebrales en su relación con el lenguaje y a una ontología que, por ser relativa y mostrarse como tal, imposibilita y revela toda ontología como imposible, de ahí su desactivación. Esto pasa por la eliminación de los nombres propios y particulares del lenguaje lógico, su conversión en predicaciones variables y su reducción a los pronombres. Pero el problema es que con los pronombres seguimos enfrentándonos a la misma problemática de la unidad y permanencia del objeto o ente. Ahora bien, la formulación de una ontología procesual, su explicitación, ayudaría a considerar diversas alternativas en los múltiples elementos que componen dicho pensamiento para salvar el problema. A este respecto, Deleuze también se sirve de una ontología procesual, por lo que puede sernos de ayuda. Y es que entender el cuantificador de forma extensional implica comprenderlo al margen de la relación que éste entabla con la variable; y de igual forma con los pronombres y todo objeto que se guste. La perreria, la humanidad que se predica de un él no permite variación de ningún tipo. O lo que es lo mismo, a la más mínima variación habría que, o bien modificar la variable, o el predicado. Habría que graduar los predicados y no entenderlos de forma continua, sino como punto único y diferente del resto de puntos, sin guardar relación con ellos. La opacidad de esta visión se hace patente en el texto mismo. Si los sujetos se convierten en predicaciones variables entonces ha de cambiar dicha variable cada vez que queramos comprobar la permanencia o no del sujeto de dicha predicación. Pero se revela entonces que no solo el sujeto, sino que la predicación misma también es variable. La blancura no se da de una vez y para todas de igual forma en todos los colores; la suma no es un aumento con respecto a un número. Es decir, no se puede decir que el 4 contenga dentro el 2+2 porque el 4 es cualitativamente distinto de la función de esa suma. Cada elemento o item de una fórmula lógica sería inconmensurable con otra fórmula lógica. La permanencia no puede ser salvada bajo este esquema. Y todo esto debido a que el psicologismo del autor le impide guardar (save) los inputs bajo un único y continuo proceso, ya sea el de la conciencia, la memoria o por la mera familiaridad. El problema de la permanencia se revela como crucial en una metafísica que se sirve de la inconmensurabilidad como de un arma para acabar con el resto de ontologías. Como en las tragedias griegas, los pasos que uno da para evitar su destino acaban conduciendo irremediablemente a él. Y aunque esto solo funcione como un recurso literario, cabe pensar si su aplicación también se puede referir a la metafísica, más concretamente a la metafísica que pretende acabar consigo misma y, por lo mismo, se construye como otras más.