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Partes de un ensayo

Los ensayos suelen contar con las siguientes partes:

 Introducción. Es la primera parte del ensayo, donde se presenta el tema a tratar y el ángulo
desde el cual se abordará. El contenido debe exponerse de la manera más atractiva posible,
para captar la atención del lector.
 Desarrollo. Es el cuerpo del ensayo, donde se exponen los argumentos que sostienen la idea
que se planteó en la introducción, además de sus perspectivas. Muchas veces, se suelen
incluir alusiones y citas a otras fuentes que abordaron el asunto previamente, ya sean
documentales, otros ensayos, manuales, artículos periodísticos, reportajes, entre otros.
 Conclusión. Es el cierre del texto, donde se refuerza la idea que se expuso a lo largo de todo
el desarrollo. Para ello, se suelen mencionar los argumentos más importantes y se deja en
evidencia cuál es la postura final al respecto.
 Bibliografía. Luego del cierre, en muchos ensayos se incorporan las referencias bibliográficas
de los textos consultados o citados a lo largo del trabajo, lo que brinda al lector la oportunidad
de acudir a las fuentes originales utilizadas por el autor.

Ensayo sobre EL SEXTO de José María Arguedas


INTRODUCCIÓN

José María Arguedas, poseía un estilo antiguo y su obra implica lo poético, lo social y cultural,
proponiendo nuevos enfoques en una Nación donde hay mucha diversidad pero a la vez hay
hostilidades y discriminaciones entre unos y otros. Tal vez, el mestizaje para Arguedas, estuvo
por encima de todo porque buscaba que haya una igualdad entre todas las gentes del Perú, y
que no exista esa desigualdad que hasta nuestros días permanece donde unos salen más
beneficiados que otros a costa del sacrificio de la mayoría.
Sabemos que José María Arguedas era una persona mestiza, que vivió en dos mundos
diferentes, pero siempre le dio mayor interés al mundo andino debido a que era el más
desvalorizado. Sus obras narrativas serían una apuesta por el diálogo.
José María Arguedas tuvo una mirada profunda a la literatura ya que en sus obras, plasma
todo sus sentimientos y todo lo que vivió en sus tiempos. Para él nuestro país el Perú engloba
una infinidad de culturas y lenguas. Inspirándose en ello con el propósito de cambiar al país a
través de la literatura.
Pues muchas personas no tenemos aún claro que todos somos iguales, que todos somos
peruanos, que tenemos un mismo pasado histórico y glorioso que marcó el destino de nuestro
país. Por ello nosotros debemos sentirnos orgullosos de ser peruanos y valorar lo que
tenemos. Por estos y otros motivos debemos valorar la importancia literaria de José María
Arguedas, y el presente ensayo fue elaborado con ese propósito.

FUNDAMENTOS

En la obra El Sexto, cuenta las experiencias de Gabriel durante su prisión en la conocida cárcel
limeña. La fetidez, el aspecto sombrío, el envilecimiento de la persona son las notas primeras
que diseñan la forma de la cárcel y su mundo cerrado. Gabriel ingresa en ella a causa de su
actividad como líder estudiantil: al hacerlo, tiene la impresión de haber penetrado en una ciudad
turbulenta y desconocida. Los personajes que encuentra (criminales, maleantes, degenerados,
presos políticos y estudiantes), su conducta, los hechos insólitos convertidos en norma
carcelaria, la estratificación del penal –especie de jaula rectangular dividida en tres pisos
horizontales– en donde se distribuyen, de abajo hacia arriba: vagos y asesinos, maleantes no
avezados, y detenidos políticos; la noche y la mañana contempladas desde la celda, todo esto,
por fin, en frente de Gabriel, y al mismo tiempo en su entorno, lo impele a buscar perspectivas
–íntimas y externas– para ordenar la secuencia de figuras disformes que lo cercan.
Esa realidad –que no es paisaje natural– cosificada en el volumen oscuro de la cárcel, lo incita
al recuerdo de la infancia serrana, bajo el sol brillante que fustiga el campo. La lluvia menuda,
el cielo descolorido le recuerdan que la cárcel está en Lima; el ruido de los automóviles, la torre
de la iglesia cercana, no obstante su proximidad, le recortan el espacio y lo insertan en el
paisaje de la prisión, crucero principal de la ciudad moderna. El Sexto, erguido y voluminoso, se
le asemeja un monstruo que tritura a sus huéspedes imperturbablemente. En diálogo con
Cámac, su compañero de celda, sindicalista minero, intuitivo y serrano como él, Gabriel
aprende las más claras lecciones sobre la cárcel y la vida. Cámac tenía un ojo enfermo que le
supuraba sin pausa; pero por el sano irradiaba una luz convincente, de tenaz rebeldía. La
opacidad y el fulgor de sus ojos impresionan a Gabriel y trasuntan la lucidez y el desvarío de
las pláticas; entretanto, el monstruo cosificado adquiere otra significación: en él se apretuja la
estructura humana y económica del Perú contemporáneo, sólo que, paradójicamente, el sector
popular ocupa el nivel más alto, cual si se hubiese invertido la pirámide social.
Gabriel ensambla su análisis con las desordenadas observaciones de Cámac, y reconoce que
le confieren razón al minero; mas, aparte el acuerdo conceptual, percibe que una fuerza
emotiva, lo aproxima a éste y otros hombres de distintos credos, y que en cambio lo separa del
frío sustento analítico que caracteriza a los dirigentes de los partidos organizados en el penal.
En la tabulación de las costumbres carcelarias, de la conducta de los reclusos, y de las
amistades y los odios, entra en juego un conjunto de apreciaciones y sentimientos
pertinazmente serranos. Las tres figuras capitales: Gabriel, Cámac, Juan, son de origen andino.
La intuición y el sentimiento, la reminiscencia y la furia despojada de doctrina, hermanan a
estos hombres en su percepción del país como secuencia de espacios (sierra-costa), y como
espacio con profundidad, en el prisma de base rectangular que es el Sexto y todo el Perú.
La vida carcelaria debería ser entonces una experiencia compartida, mas, puesto que en ella
se revelan igual que al microscopio los vicios y virtudes del país, Gabriel descubre que el suyo,
como el problema de los otros políticos, no es un caso personal, no es un caso de conciencia, y
sin embargo está anegado de individualismo. "La soledad no se goza; la soledad se sufre":
junto a la escoria humana, en El Sexto se hallan los seres más idealistas del país; sin embargo,
la discrepancia en las cuestiones prácticas aleja a los hombres más que las ideas, y lo que
distingue a la persona, –para Gabriel ¡intelectual!– no son las teorías, sino la conducta. Frente
al monstruo cosificado, los hombres se autodefinen y desunen, a pesar de haber comprendido
el secreto de la cárcel y de la sociedad.
Después de oír las opiniones de Cámac sobre el estado del Perú y el remedio de su crisis,
Gabriel comenta: "Aun en la cárcel me parecían temerarias esas palabras". "Tenía 23 meses
de secuestro en el penal y había recuperado allí el hábito de la libertad". No se había juzgado
con tan punzante amargura a nuestros regímenes dictatoriales; en ellos, la cárcel, negación de
la persona, disforme reflejo de la sociedad, le ofrece al hombre lo que la vida ciudadana le
arrebata: la libertad de comprender y de expresarse; le promete, en fin, el sueño de un nuevo
país. Y aunque sólo sea en el plano simbólico, esta realidad se desborda del prisma, y expande
e incorpora las secciones parciales del territorio en un nuevo "todo" ideal. Ese ideal habita en el
Sexto; en ese sentido uno de los reclusos dirá "Esta es nuestra casa…".

CONCLUSIÓN

Gabriel ingresa en ella a causa de su actividad como líder estudiantil: al hacerlo, tiene la impresión de
haber penetrado en una ciudad turbulenta y desconocida. Los personajes que encuentra (criminales,
maleantes, degenerados, presos políticos y estudiantes), su conducta, los hechos insólitos convertidos en
norma carcelaria, la estratificación del penal.
Las tres figuras capitales: Gabriel, Cámac, Juan, son de origen andino. La intuición y el sentimiento, la
reminiscencia y la furia despojada de doctrina, hermanan a estos hombres en su percepción del país como
secuencia de espacios (sierra-costa), y como espacio con profundidad, en el prisma de base rectangular
que es el Sexto y todo el Perú.
En El Sexto se hallan los seres más idealistas del país; sin embargo, la discrepancia en las cuestiones
prácticas aleja a los hombres más que las ideas, y lo que distingue a la persona, –para Gabriel
¡intelectual!– no son las teorías, sino la conducta. Frente al monstruo cosificado, los hombres se
autodefinen y desunen, a pesar de haber comprendido el secreto de la cárcel y de la sociedad.
Arguedas define a "El Sexto" como una escuela del vicio, pero a la vez como una escuela de
generosidad. Y es que en ese lugar el escritor encontró lo peor que la sociedad ha parido pero
a la vez la esperanza de quienes luchaban por cambiarla, sufriendo no solo la privación de la
libertad sino torturas y sufrimientos. Al margen de las menudas disputas doctrinarias que se
dan entre los presos políticos, existe ideales comunes que en determinados momentos
hermana a todos ellos: la lucha contra una dictadura totalitaria y el deseo por implantar en el
país la justicia social.

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