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ANA MARÍA MUÑOZ SEGURA

Magistrada ponente

SL1891-2023
Radicación n.° 96505
Acta 28

Bogotá D.C., ocho (8) de agosto de dos mil veintitrés


(2023).

Decide la Sala el recurso de casación interpuesto por


JUAN CARLOS GONZÁLEZ VALERO, contra la sentencia
proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bogotá el 11 de diciembre de 2019, en el
proceso que instauró contra CARMEN ADELA y MARTHA
LUCILA GONZÁLEZ VALERO, LUCILA VALERO DE
GONZÁLEZ y HEREDEROS INDETERMINADOS DE JUAN
FRANCISCO GONZÁLEZ WANDURRAGA.

I. ANTECEDENTES

Juan Carlos González Valero demandó a Carmen Adela


y Martha Lucila González Valero, Lucila Valero de González
y a los Herederos Indeterminados de Juan Francisco
González Wandurraga, con el fin de que se declarara que

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existía entre ellos un contrato de trabajo, desde el 5 de enero


de 1980, que continuaba vigente a la fecha de radicación de
la demanda.

Como consecuencia de lo anterior, solicitó condenar a


pagar (i) los salarios adeudados por la suma de
$198.000.000, correspondientes a los últimos tres años de
trabajo; (ii) $83.651.000 por concepto de cesantías y (iii) su
indemnización por no consignación desde el año 1981 hasta
la fecha de la sentencia; (iv) sus intereses, por valor de
$10.038.129; (v) las primas de servicios de los últimos tres
años, por $16.500.000; (vi) las vacaciones del mismo período
en cuantía de $8.250.000; (vii) la indexación de todas las
obligaciones laborales y (viii) los demás derechos y
prestaciones económicas que resultaran probadas, conforme
a las facultades del artículo 50 del Código Procesal del
Trabajo y de la Seguridad Social.

Fundamentó sus peticiones, en que laboró para


González Wandurraga desde el 1° de febrero de 1980 e
ingresó como empleado administrativo del Colegio Liceo de
Londres, propiedad de este último, en el que desempeñó
funciones de auxiliar de oficina y después contable,
mensajería y oficio varios.

Señaló que a partir de 1988 ejerció como director


sdministrativo de la institución educativa y que, en mayo de
2003, se constituyó la Cooperativa de Servicios Profesionales
Coopserpro, por medio de la cual se cancelaba su
remuneración, al igual que a los otros trabajadores y al

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cuerpo docente. Añadió que, durante ese período, las


condiciones de trabajo, salario, horario, funciones, cargo y
lugar de trabajo siguieron siendo las mismas.

Informó que su remuneración, desde 1980 hasta 2005,


fue la que se sintetiza en el siguiente cuadro:

Año Remuneración
1980 – 1994 Un salario mínimo legal
mensual vigente
1995 - 1998 $1.000.000
1999 - 2002 $5.800.000
2003 $5.555.556
2004 $6.111.111
2005 $5.729.797

Afirmó que, desde el año 2006, el Liceo de Londres dejó


de funcionar en las instalaciones habituales, pues se celebró
un contrato de arrendamiento del predio con Colsubsidio.
Por lo anterior, durante este año, su remuneración se pagó
mediante descuento que él mismo realizaba del canon de
arrendamiento recibido de la Caja de Compensación
Familiar. De esta manera, desde el 2006 hasta el 2012, esta
correspondía a $5.500.000.

Destacó que desde el año 2006 sus gastos de medicina


prepagada fueron asumidos por su padre, Juan Francisco
González Wandurraga, de quien recibió órdenes hasta el
momento de su deceso, ocurrido el 16 de agosto de 2009.
Aseguró que ello no fue obstáculo para que continuara

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laborando como administrador de sus bienes, mediante el


manejo del canon de arrendamiento de Colsubsidio, otros
recursos, y el pago de las cuentas y deudas correspondientes.

Indicó que en este momento la razón social del Liceo de


Londres quedó en cabeza de Carmen Adela González Valero;
sin embargo, siguió desempeñando sus funciones hasta el 31
de diciembre de 2012, fecha en la que se terminó la
renovación del contrato con Colsubsidio.

Advirtió que desde el 23 de noviembre de 2013 y hasta


la fecha, continuó como administrador del Liceo Campestre
Harvard, que funcionaba en alianza estratégica en las
mismas instalaciones donde antes lo hizo el Liceo de
Londres. No obstante, a partir de ese año dejó de recibir
salario o remuneración alguna por parte de la sucesión de su
padre y empleador Juan Francisco González Wandurraga.

Finalmente, señaló que desde el 2017 cotiza sobre tres


salarios mínimos legales mensuales vigentes y que recibe
utilidades como socio estratégico del Liceo Campestre
Harvard, «[…] más no como empleado en su función como
administrador».

Al dar respuesta a la demanda, Martha Lucila González


Valero se opuso a la prosperidad de las pretensiones. En
cuanto a los hechos, admitió la constitución de la
cooperativa, la fecha del deceso del señor González
Wandurraga y la participación del demandante en las

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utilidades, como socio estratégico en la alianza Liceo


Campestre Harvard.

No obstante, afirmó que no era cierto que él trabajara


desde 1980 en el Liceo de Londres, toda vez que, para ese
momento, estaba iniciando sus estudios universitarios, por
lo que no cumplía con el perfil necesario para trabajar en un
cargo administrativo. Así mismo, aseguró que desde 1980
hasta 1994 no recibió ningún tipo de remuneración, por lo
que se desvirtuaba una relación laboral.

Destacó que, si bien era cierto que para 1995 el


demandante trabajaba en el Liceo de Londres, no le constaba
si existía o no algún tipo de subordinación frente a González
Wandurraga y, por el contrario, este afirmaba actuar por
cuenta y riesgo propio en lo referente al manejo del colegio y
el inmueble.

Frente a Coopserpro, añadió que fue aquel quien la ideó,


la constituyó legalmente y ejerció como su representante
legal.

Con respecto a los salarios devengados durante el


período 2003 – 2006, adujo que no le constaban, pero de
todos modos desvirtuaban el presunto vínculo laboral,
puesto que le pagaba la mencionada cooperativa.

Agregó que, desde que se realizó el contrato de


arrendamiento con Colsubsidio, el presunto contrato de
trabajo se tornó imposible, pues no se podía pretender que

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existiera una relación laboral basada en que recibía el pago,


por parte de un tercero, del canon mensual de arrendamiento
de un inmueble de propiedad de su padre.

Narró que no era cierto que el demandante ejerciera


como administrador de los bienes que le pertenecieron al
señor González Wandurraga, puesto que ni explica cuáles
eran sus funciones, ni presentó reporte alguno de la
rendición de cuentas sobre los dineros recibidos. Con base
en ello, adujo que era falso que tuviera un salario después
del fallecimiento de su padre, dado que aquellos los
adjudicaba de manera arbitraria y unilateral.

En su defensa propuso las excepciones de inexistencia


de una relación laboral entre las partes y de contrato de
trabajo, cobro de lo no debido y prescripción.

Por su parte, Lucila Valero de González, también se


opuso a todas las pretensiones y, frente a los hechos, afirmó
que el demandante nunca estuvo vinculado mediante un
vínculo de trabajo para ejercer funciones como
administrador del Liceo de Londres, pues ello se hizo en
virtud de uno de carácter civil como contratista
independiente.

Agregó que los pagos que el demandante recibió del


Liceo de Londres fueron por concepto de honorarios; que en
ningún momento laboró para el señor González Wandurraga
y que desde el 30 de enero de 2007 culminó la relación como
contratista independiente con ese colegio.

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Aseguró que el demandante no contaba con


autorización por parte de los demás herederos, para
administrar los bienes que conforman la masa sucesoral.

Como excepciones de mérito propuso mala fe,


desconocimiento del acuerdo para solucionar los
inconvenientes económicos y cobro de lo no debido.

Los herederos indeterminados del señor González


Wandurraga, representados por curador ad litem, se
opusieron a la totalidad de las pretensiones. Frente a los
hechos, aceptaron la constitución de la institución educativa,
así como de la cooperativa, la remuneración del demandante
bajo el concepto de honorarios y la fecha de fallecimiento de
aquel.

No propusieron excepciones de mérito.

Mediante auto proferido por el juzgado de conocimiento


el 2 de junio de 2017, se dio por no contestada la demanda
por parte de Carmen Adela González Valero.

II. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

El Juzgado Treinta y Dos Laboral del Circuito de


Bogotá, mediante fallo del 16 de noviembre de 2018, resolvió:

PRIMERO: DECLARAR PROBADAS LAS EXCEPCIONES DE


PRESCRIPCIÓN, COBRO DE LO NO DEBIDO, Y
PARCIALMENTE LA EXCEPCIÓN DE INEXISTENCIA DE LA
RELACIÓN LABORAL ENTRE LAS PARTES INCOADAS POR
LAS DEMANDADAS.

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SEGUNDO: DECLARAR QUE ENTRE EL DEMANDANTE JUAN


CARLOS GONZÁLEZ VALERO y el señor JUAN FRANCISCO
GONZÁLEZ ANDURRAGA (sic) existieron dos contratos de
trabajo uno entre el 1 de mayo de 1997 y el 31 de enero de 1999
y otro el 1 de diciembre de 2006 y el 31 de enero de 2009.

TERCERO: ABSOLVER a las demandadas de las demás


pretensiones incoadas en su contra.

III. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA

La Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito


Judicial de Bogotá, mediante fallo del 11 de diciembre de
2019, resolvió el grado jurisdiccional de consulta y confirmó
la sentencia proferida por el juzgado.

Para sustentar su decisión y, después de hacer un breve


recuento de los elementos esenciales para que existiera un
contrato de trabajo, mencionó todos los documentos que
fueron aportados al proceso, así como los interrogatorios y
testimonios valorados.

Refirió que, a partir de ellos, era posible afirmar que el


demandante prestó sus servicios personales al Liceo de
Londres, institución de propiedad de su padre, Juan
Francisco González Wandurraga, bajo una labor autónoma e
independiente, por lo que se configuró una actividad
personal atada a los lazos familiares y de confianza, toda vez
que, en un principio, apoyaba de manera eventual algunas
actividades que realizaba aquel. Frente a la subordinación
agregó:

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En efecto, en su interrogatorio de parte González Valero precisó


que desde que asumió el cargo de gerente en el Liceo de Londres,
desarrolló labores administrativas, financieras, de recursos
humanos, mantenimiento de infraestructura y manejo de entes
de control, aceptando que para dichas actividades no estaba
sujeto a subordinación, situación que ratificaron los testigos
Jorge Enrique Chingate Gómez, Juan David Buitrago González y
Oscar David Buitrago Neira, al narrar que el demandante en su
labor de administrador, no recibía órdenes, ni cumplía horario.
En adición a lo anterior, en su interrogatorio de parte éste
manifestó que el proceso concursal y la conformación de la
cooperativa COOPSERPRO para la vinculación de los
trabajadores, fueron decisiones que se adoptaron por su
iniciativa dada la difícil situación económica que atravesaba el
colegio, aseveró que él asumía la administración mientras su
padre se encargaba de la parte meramente académica,
circunstancias que denotan autonomía e independencia en su
gestión.

Frente a los documentos que allegó el demandante,


referentes a los pagos recibidos bajo la denominación de
salarios, vacaciones, bonificaciones y honorarios a través de
la nómina de la institución educativa, y posteriormente por
medio de la cooperativa, afirmó que no permitían concluir la
existencia de un vínculo laboral, pues era el encargado de
hacerlos, así como de la contratación del personal de la
institución educativa. Añadió que esta labor fue ejecutada en
condición de dueño del negocio familiar.

A partir de los testimonios de Fanny Chocontá y Juan


David Buitrago González, aseguró que, desde 2009, el señor
González Valero se dedicó a la administración y cobro del
contrato de arrendamiento con Colsubsidio, labor que no
estaba sujeta a subordinación.

Con base en la declaración juramentada de Alfredo


Hernández Ospina, y los documentos de posesión arbitraria

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y el acta de mediación, dedujo que, una vez falleció el padre,


participó en la conformación de la sociedad CASIA III S.A.S.,
logró la alianza estratégica para la constitución del Liceo
Campestre de Harvard y, en calidad de comodatario, entregó
el usufructo del inmueble para el funcionamiento de la
institución, percibiendo participación y/o utilidades en
calidad de socio.

Finalmente, y a partir del análisis realizado, advirtió:

Siendo ello así, en el asunto no se presentan los elementos


esenciales para la existencia de una vinculación contractual
laboral, sin embargo, se confirmará la decisión del juez de
conocimiento, en tanto, la sentencia se revisa en grado
jurisdiccional de consulta a favor del demandante, sin que se
pueda modificar en su perjuicio atendiendo el principio no
reformatio in pejus. Sin costas en el grado jurisdiccional de
consulta.

IV. RECURSO DE CASACIÓN

Interpuesto por el demandante, concedido por el


Tribunal y admitido por la Corte, se procede a resolver de
acuerdo con los términos en que es presentado y dentro de
las limitaciones y alcances que otorga este recurso
extraordinario.

V. ALCANCE DE LA IMPUGNACIÓN

Solicita que se case «[…] totalmente la sentencia


recurrida y en sede de instancia revoque totalmente el fallo de
primer grado y declare la existencia de un contrato de trabajo
y en consecuencia se condene al pago de las prestaciones
sociales, vacaciones e indemnizaciones, costas y en general

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se emita decisión conforme a las pretensiones incoadas en el


libelo de introducción».

Con tal propósito formula dos cargos, por la causal


primera de casación, que no son replicados y que se
resuelven a continuación, de manera conjunta, pues además
de una proposición jurídica semejante, persiguen el mismo
objetivo.

VI. CARGO PRIMERO

Acusa la sentencia de violar directamente, por


interpretación errónea, los artículos 53, 228 y 230 de la
Constitución Nacional; 23 y 24 del Código Sustantivo del
Trabajo y 66A del Código Procesal del Trabajo y de la
Seguridad Social.

Para demostrarlo, sostiene que el Tribunal negó sus


razones, «[…] por lo que se denuncia la infracción directa de
algunas disposiciones dejadas de tener en cuenta por el
fallador». Y asegura que se controvierte desde una
perspectiva estrictamente jurídica, que se hubiera concluido
que en este asunto no se presentaron los elementos
esenciales para la existencia de una vinculación contractual
laboral, como lo indica el artículo 23 del Código Sustantivo
del Trabajo, de forma tal que fuera considerado beneficiario
de la realidad sobre las formas, principio establecido en el
artículo 53 constitucional.

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Tras memorar la fundamentación jurídica del fallo


acusado, explica:

Con la anterior afirmación el tribunal aplicó erróneamente el


(sic) artículo 23, 24 del C.S.T, así como inaplicó el artículo 53 de
la constitución nacional por lo siguiente:

El ad quem no indico (sic) que el actor presto (sic) sus servicios


para el demandado conforme se explicó en el libelo introductor
cuando este informo (sic) que realizo (sic) funciones para el
colegio de su señor padre JUAN FRANCISCO GONZÁLEZ
WANDURRAGA (Q.E.P.D) incluso desde que era menor de edad,
demostrando prestar sus servicios personalmente, lo que habilito
(sic) la aplicación de la presunción prevista en el artículo 24 del
código sustantivo del trabajo sin que hubiera sido desvirtuada;
así mismo se observa que el servicio personal fue retribuido con
pagos mensuales y por los periodos que el demandante indico
(sic) en su demanda, de este modo se deja en evidencia en este
asunto el poder subordinante que se ejercía sobre el demandante
que indicarían que en la realidad su labor se ejecutaba bajo los
canones legales que gobiernan el contrato de trabajo, es así que
el ad quem no menciono (sic) y no aplicó en este caso el artículo
53 de la carta política en el entendido que prevalece la realidad
sobre las formas, el tribunal omitió aplicar este precepto
constitucional.

Afirma que se concluye que no era libre y autónomo,


pues «[…] debió atenerse al giro diario de las actividades del
colegio de su padre Liceo de Londres» tal como se demuestra
con los certificados de existencia y representación legal.

Asegura que estuvo subordinado en las condiciones de


tiempo, modo y lugar que le impuso su padre como
propietario del Liceo de Londres, aspecto que permite
evidenciar la equivocación del fallador, que sin mayor
esfuerzo indicó que en el presente caso no se configuraron
los elementos del art 23 del Código Sustantivo del Trabajo,
con lo cual vulneró la presunción de existencia de la relación
de trabajo que consagra el artículo 24 del mismo estatuto.

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Finaliza con el siguiente argumento:

De ahí que al presumirse la existencia de un contrato de trabajo


le correspondía al demandado demostrar que el nexo fue
autónomo e independiente así lo ha explicado la jurisprudencia
de la corte en punto a que el actor le basta con probar la actividad
personal y al demandado le correspondía desvirtuar dicha
presunción.

Como se observa el tribunal sin estar en consonancia con el


objeto del recurso (art 66 A C.P.T), no se refirió al contrato
realidad, los argumentos se basaron en afirmar que no se dieron
los elementos para una relación laboral contrariando el sentido
de las normas que rigen el contrato realidad en particular el
articulo 23 y 24 del C.S.T. que en consecuencia fue equivocado
(sic) su interpretación si se tiene en cuenta que se le otorgó un
sentido muy distinto al que ha expuesto la Sala Laboral de la
Corte Suprema de justicia pues en forma reiterada esa
corporación ha señalado que en las relaciones laborales prevalece
la realidad sobre las formas precepto del que tribunal no se
pronunció, así como tampoco el demandado desvirtuó la
presunción del artículo 24 del C.S.T.

VII. CARGO SEGUNDO

Denuncia la sentencia de violar «[…] por vía indirecta, en


la modalidad [de] aplicación indebida de los artículos 1, 9, 14,
18, 21, 22, 23, 24, 25 a 65, 66, 67, 68, 69, 70, 104, 127 y ss.,
186 y ss., 149 y ss., 259, 260 y ss. y 340 y ss. del Código
Sustantivo del Trabajo y el art. 29, 48, 53, 230 de la
Constitución Nacional».

Considera que el Tribunal incurrió en los siguientes


errores manifiestos de hecho:

A) No dar por demostrado, estándolo que el demandante, prestó


sus servicios personales, desde el 1 de febrero de 1980.
Primero como auxiliar de oficina, auxiliar contable,
mensajería, archivista, y en general oficios varios y luego a

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partir del 4 de enero de 1988 ejerció funciones de director


administrativo o gerente del colegio Liceo de Londres.

B) No dar por demostrado, estándolo que la relación laboral del


demandante con la demandada se inició como empleado de
administración del colegio Liceo de Londres y partir de Mayo
del 2003, se constituyó LA COOPERATIVA DE SERVICIOS
PROFESIONALES COOPSERPRO, con Nit 830121 381-1
autorizada por su propietario JUAN FRANCISCO GONZÁLEZ
WANDURRAGA (Q.E.P.D.) a través de esta última, se le
empezó a cancelar remuneración al señor JUAN CARLOS
GONZÁLEZ VALERO y a los TRABAJADORES, cuerpo
docente, mantenimiento y otros del LICEO DE LONDRES, sin
embargo las condiciones de trabajo, salario, horario,
funciones, cargo y lugar de trabajo siguieron siendo las
mismas.

C) No dar por demostrado, estándolo que el demandante


devengaba a la radicación de la demanda, la suma de CINCO
MILLONES QUINIENTOS MIL DE PESOS M/CTE ($5.500.000)
mensuales, según soportes de pago que se radicaron como
pruebas.

D) No dar por demostrado, estándolo que el 16 de agosto del año


2009, como hecho sobreviniente, fallece el Señor JUAN
FRANCISCO GONZÁLEZ WANDURRAGA (Q.E.P.D), Sin
embargo, el señor JUAN CARLOS GONZÁLEZ VALERO, siguió
laborando en su condición de ADMINISTRADOR de JUAN
FRANCISCO GONZÁLEZ WANDURRAGA (Q.E.P.D). El Señor
JUAN CARLOS GONZÁLEZ VALERO, se encargó de
administrar el recaudo del arrendamiento de COLSUBSIDIO,
pagar cuentas, administrar recursos y bienes y entregar las
cuentas correspondientes.

E) No dar por demostrado, estándolo que la demandada no ha


cancelado al trabajador demandante, los salarios,
prestaciones e indemnizaciones que le adeuda y que se
reclaman en la demanda.

F) No dar por demostrado, estándolo que durante y en relación


con la prestación del servicio del demandante y la demandada,
subsistieron, y concurrieron simultáneamente, por un lado,
un contrato de trabajo, entre el primero de mayo de 1997 y el
treinta y uno de enero de 1999 y otro entre el primero de
diciembre de 2006 y el treinta y uno de enero de 2009

G) No dar por demostrado, estándolo que en todo momento y


hasta el fallecimiento, el señor JUAN CARLOS GONZÁLEZ
VALERO, recibió órdenes del señor JUAN FRANCISCO
GONZÁLEZ WANDURRAGA (Q.E.P.D), además desde esa esa
fecha, la razón social del LICEO DE LONDRES, quedó en
cabeza de la señora CARMEN ADELA GONZÁLEZ VALERO,

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hija del señor JUAN FRANCISCO GONZÁLEZ WANDURRAGA


(Q.E.P.D) y hermana de la aquí demandante persona que
conocía el giro diario de actividades y en declaración
manifiesta no saber nada sin embargo, el señor JUAN
CARLOS GONZÁLEZ VALERO siguió desempeñando sus
funciones en calidad de ADMINISTRADOR de los bienes,
según poder anexo a la presente (Suscrito el día 30 de julio
del 2010), hasta el día 31 de diciembre del 2012 fecha en que
se terminó la renovación del contrato del COLEGIO
COLSUBSIDIO NORTE y que aun continuó administrando los
bienes de la herencia.

H) No dar por demostrado estándolo que el demandante con su


actuación era empleado del demandado y que tenía derecho
al pago de sus prestaciones e indemnizaciones.

Indica que fueron erróneamente apreciadas:

Todas las pruebas documentales que obran a folios 15,16


certificado de existencia y representación legal del liceo de
Londres, folios 81 a 400, folios 401 A 424 planillas de pago a
favor del demandante obran documentos en los que se observa
que el demandante recibía pagos por concepto de nómina,
salario, honorarios, folios 425 en adelante hasta el folio 1077
diferente (sic) documentos de pago de honorarios los que
demuestran prestación personal y honorarios a favor del
demandante.

De la misma manera, sostiene que no fueron apreciadas


las declaraciones de parte y los testimonios, y estos no fueron
cotejados con los documentos para valorar de manera íntegra
los medios de prueba del proceso.

En la demostración del cargo, reprocha la falta de


valoración de los interrogatorios de parte de Martha Lucila
González Valero y de Carmen Adela González Valero, así
como de los testimonios de Jorge Enrique Chingate Gómez,
Oscar David Buitrago Neira y Fanny Chocontá.

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Argumenta que, de haberlos valorado y comparado con


los documentos, el Tribunal hubiera apreciado íntegramente
el material probatorio y concluido que existía un vínculo
laboral, pues asistía al colegio, atendía temas de los
empleados del Liceo de Londres, recogía dinero, buscaba
convenios para la institución, era gerente del colegio, daba
órdenes y le pagaban honorarios; todo lo anterior, bajo una
subordinación.

Finalmente determina que se incurrió en:

[…] el llamado defecto factico por la dimensión positiva, esto


debido a que valoró de forma errónea el material probatorio
allegado al proceso, dándole a las pruebas solicitadas un alcance
probatorio superior al que efectivamente demostraban, tal es el
caso de los testimonios quienes informaron que el demandante
si (sic) estaba presente, que recibía pagos y que su padre le
autorizaba las actuaciones que realizaba. Así las cosas, la
decisión del tribunal sucedió en contra de los intereses de mi
representado al negarle las pretensiones de su relación laboral.

VIII. CONSIDERACIONES

Se ha reiterado, que la demanda de casación debe


ajustarse al estricto rigor que su planteamiento y
demostración exigen, respetando las reglas fijadas para su
procedencia, pues una acción de esta naturaleza está
sometida en su formulación a una técnica especial, que, de
no cumplirse, conlleva a que el recurso extraordinario resulte
inestimable.

Por tal razón, se ha expuesto que este medio de


impugnación no le otorga competencia para juzgar el pleito a
fin de resolver a cuál de los litigantes le asiste la razón,

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habida cuenta de que la labor de la Corte, siempre que la


recurrente sepa plantear la acusación, se limita a enjuiciar
la sentencia con el objeto de establecer si el Tribunal, al
dictarla, observó las normas jurídicas que estaba obligado a
aplicar, para dirimir rectamente el conflicto (CSJ SL14055-
2016, CSJ SL10092-2017 y CSJ SL5798-2018).

En ese orden, la Corporación encuentra las siguientes


deficiencias de orden técnico:

1. Respecto del cargo primero

El recurrente endilga la interpretación errónea de las


normas de la proposición jurídica, en especial de los cánones
23 y 24 del Código Sustantivo del Trabajo y 53, 228 y 230 de
la Constitución Política.

Sin embargo, no basta con aludir a la modalidad, sin


desarrollar una explicación clara que refleje por qué el
fallador le otorgó por exceso o defecto, un entendimiento que
no corresponde a la disposición que resulta aplicable al caso
(CSJ SL3140-2020, reiterada en CSJ SL1118-2021). Es
decir, por lo menos, debe sustentarse el yerro del Tribunal
«[…] en cuanto al contenido del precepto legal por
desconocimiento de los principios interpretativos, desviándose
del cabal y genuino sentido de la disposición» (CSJ SL3130-
2022), lo que no se realizó en el presente caso.

En efecto, a criterio de esta Sala, el Tribunal interpretó


correctamente los artículos 23 y 24 del Código Sustantivo del

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Trabajo, pues del primero dijo que para que existiera contrato
de trabajo, debían concurrir tres elementos esenciales, esto
es i) la actividad personal del trabajador, ii) la continuada
subordinación o dependencia respecto del empleador y iii) un
salario como retribución del servicio.

A su vez, del artículo 24 del ordenamiento, dijo que se


presumía que toda relación de trabajo personal se
encontraba regida por una vinculación contractual laboral.

Es decir, de lo dicho por el Tribunal frente a esas dos


normas, no se desprende el desvío «[…] del cabal y genuino
sentido de la disposición», como lo afirma el recurrente,
porque no las interpreta de forma distinta a como
reiteradamente lo ha hecho esta Corporación.

Lo mismo puede advertirse de los artículos


constitucionales, pues no se puede entender
equivocadamente una norma que no se utiliza para la
resolución de una controversia. En ese caso, a lo sumo, se
estaría frente a una infracción directa de la ley.

Y a propósito de estas dos modalidades de violación,


debe decirse que el recurrente las utiliza indistintamente
para fundamentar su ataque, como si se tratara del mismo
submotivo de vulneración legal, olvidando que son
excluyentes entre sí y no es posible predicarse al mismo
tiempo respecto de una misma disposición, por cuanto la
interpretación errónea implica dar por exceso o defecto un
entendimiento que no corresponde, mientras que la

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infracción directa ocurre cuando no se utiliza la ley por


ignorancia, rebeldía o por desconocer su validez en el tiempo
y en el espacio (CSJ SL970-2021).

También se observa que se menciona el artículo 66A del


Código Procesal del Trabajo y de la Seguridad Social, norma
procesal que no se ataca en debida forma, ya que se omitió
invocar la violación medio, es decir, puntualizar y explicar
por qué la transgresión de dicho precepto lleva a la infracción
de aquellos de carácter sustantivo involucrados en la
acusación.

Como se explicó en la sentencia CSJ SL, 25 de octubre


de 2011, radicación 37547, reiterada en la CSJ SL1115-
2018, «[…] ello es insoslayable ya que los mandatos
procesales se deben imputar en función de simple vehículo que
acarrea el atropello de la norma sustancial que consagra el
beneficio exigido», porque es inadmisible proponer el
quebrantamiento de una disposición de este tipo, como un
fin en sí mismo, esto es, con absoluta independencia de las
que consagran el derecho pretendido.

Además de lo anterior, y aunque se reconoce y se


entiende que el cargo por la vía directa no puede controvertir
asuntos fácticos, de todos modos, lleva a la Sala al análisis
del certificado de existencia y representación legal del Liceo
de Londres, en un claro contrasentido de la naturaleza y fines
de la vía directa.

2. Respecto del cargo segundo

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El recurrente denuncia como erróneamente apreciados


los documentos de folios 81 a 400, 401 a 424 y 425 a 1077 y
como no valorados, además de los interrogatorios de parte,
los testimonios recibidos en el trámite procesal.

Sin embargo, olvida que, conforme a la técnica del


recurso, en los ataques por la vía indirecta, no basta con
generalizar pruebas erróneamente apreciadas todas las que
contiene el expediente, sino que es preciso individualizarlas
y demostrar lo que ellas en verdad acreditaban, a partir de lo
cual se pueda comprender el error de valoración y su
incidencia en la decisión.

En este caso, algunas de ellas le permitieron al Tribunal


concluir que no existió el vínculo subordinado que se
reclama, como sucede con el certificado de existencia y
representación legal de Coopserpro, con fecha de inscripción
del 26 de mayo de 2013, en donde el demandante fungía
como representante; el certificado de existencia y
representación legal de la sociedad Inversiones Casia S.A.S.,
con matrícula de 14 de febrero de 2003, en el que aparece
también como representante legal y único accionista; el
certificado de existencia y representación legal de la sociedad
Casia III S.A.S., con fecha de matrícula el 26 de abril de 2016,
también donde figura como accionista y el contrato de
arrendamiento celebrado entre Juan Francisco González
Wandurraga y Colsubsidio, sobre el inmueble ubicado en la
Calle 146 72 C - 25 y 75 de 25 de octubre de 2006.

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Además, observó y revisó el contrato de arrendamiento


de 30 de julio de 2010, suscrito entre Colsubsidio y los
herederos de Juan Francisco González Wandurraga; la
escritura pública n.º 340 de 24 de febrero de 2016, mediante
la cual se constituye la sociedad Casia III S.A.S. en que
aparecen como socios Alfredo Hernández Ospina y la
sociedad Casia S.A.S., de propiedad del recurrente; el
acuerdo de manejo de dineros de la masa de bienes de Juan
Francisco González Wandurraga, suscrito por los herederos
determinados, en que autorizan al demandante para el
manejo de ellos; los documentos de caja mayor del Liceo de
Londres, que refleja pagos de 1999 a 2009; y la relación de
pagos de Coopserpro, en la que aparece también como
asociado.

Lo mismo hizo con otros documentos, cuyo error de


valoración no fue acreditado por el recurrente, tales como el
«acuerdo para solucionar los inconvenientes económicos y
documentales para el trámite de la sucesión del señor Juan
Francisco González Wandurraga»; el certificado de existencia
y representación legal del Liceo campestre Harvard y el
certificado del Juzgado Cincuenta Civil del Circuito de
Bogotá, que da cuenta del proceso de concordato seguido
contra Juan Francisco González Wandurraga, entre otros.

Ninguna reflexión hizo sobre estas pruebas


documentales, que fueron esenciales para que el Tribunal
llegara al convencimiento de que,

Los medios de convicción y piezas procesales reseñados en


precedencia, valorados en conjunto, permiten concluir que Juan

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Carlos González Valero prestó servicios personales al Liceo de


Londres, institución educativa de propiedad de su padre Juan
Francisco González Wandurraga, inicialmente apoyando de
manera eventual algunas de las actividades que realizaba su
progenitor, cuando su horario de clases en la universidad lo
permitía, posteriormente, como administrador […].

Así pues, aunque se entendiera que, en estricto sentido,


el Tribunal no las estudió, pues no emitió un juicio concreto
sobre su contenido o valor (CSJ SL, 5 diciembre 1990,
radicación 3986, CSJ SL1810-2018 y CSJ SL4800-2019),
tampoco es viable su análisis, ya que el recurrente incumplió
el deber argumentativo de explicar por qué correspondía
valorarlos, su correcto entendimiento y la incidencia en la
decisión, con lo que desconoció que dichos presupuestos
permiten a la Corte establecer la magnitud del desatino (CSJ
SL3556-2019).

Así mismo, señala como apreciados indebidamente los


interrogatorios de parte de Martha Lucila y Carmen Adela
González Wandurraga, que solo serán medio calificado en
esta sede cuando contengan confesión judicial (CSJ SL3543-
2019), pero la Sala no encuentra que las afirmaciones hechas
por ellas se puedan calificar como tales, en la medida que no
se refieren a hechos que produzcan consecuencias jurídicas
adversas o que favorezcan a la parte contraria.

Ni siquiera podrían tomarse como indicio de una


relación subordinada, como pretende hacerlo ver el
recurrente, pues «[…] no son medios de prueba idóneos para
atacar el fallo acusado, pues constituyen en el fondo […]
conjeturas que escapan a los medios de convicción previstos

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en el artículo 7° de la Ley 16 de 1969 para ser considerados


en la sede casacional del trabajo» (CSJ SL2873-2020).

Igualmente, se atacan los testimonios de Jorge Enrique


Chingate Gómez, Oscar David Buitrago Neira y Fanny
Chocontá, que no son prueba hábil, ya que al tenor del
artículo 7º de la Ley 16 de 1969, lo son el documento
auténtico, la confesión y la inspección judicial. Sin embargo,
su estudio procede cuando, previamente se demuestra error
ostensible y manifiesto con base en medios calificados (CSJ
SL4631-2019), lo que no sucedió en el caso de estudio.

3. Frente a las dos acusaciones

Como se evidencia, no se atacaron los verdaderos y


completos razonamientos en los que el Tribunal soportó su
decisión para encontrar desvirtuada la presunción, tales
como que a) la labor del demandante fue autónoma e
independiente, lo cual es ratificado por los testimonios y
prueba documental y b) la actividad personal estaba atada a
lazos familiares y de confianza, con el propósito de
desarrollar el negocio familiar de su padre, y existía un
provecho económico.

Por consiguiente, la ratio decidendi de la providencia


impugnada en sede extraordinaria permanece inmodificable,
luego mantiene su vigencia y la presunción de acierto y
legalidad que la cobija (CSJ SL925-2018).

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Ahora bien, si en gracia de discusión se estudiaran los


cargos, la Sala no hallaría error jurídico ni fáctico, que llevara
al quiebre de la decisión, porque al analizar los medios de
prueba calificados, por ser a los que se puede circunscribir
la competencia de esta Corte, se hallaría que, en efecto, de la
prueba documental se desprende que el recurrente actuó
como «dueño», o por lo menos copropietario, del negocio
familiar.

En tal calidad, no solo pudo constituir las sociedades


comerciales que se lucraron de la actividad comercial que
ejercía su padre, sino también Cooserpro, a través de la cual
vinculó a los trabajadores administrativos y personal docente
del Liceo de Londres. También se benefició, durante un largo
período, del canon de arrendamiento del inmueble donde
funcionó el liceo, el cual fue nuevamente vinculado al negocio
familiar cuando, una vez fallecido su padre, logró una alianza
estratégica para la constitución y funcionamiento del Liceo
Campestre de Harvard.

Para finalizar, no sobra recordar que, en cada caso, le


compete al juzgador estudiar la realidad fáctica puesta a su
consideración, para determinar si se configura una
verdadera relación laboral, bajo el principio de la realidad
sobre la formalidad reglado en el artículo 53 de la
Constitución Política.

Y en esa tarea, también conviene memorar que si el


fallador, en ejercicio de la libertad de valoración probatoria
del que están investidos en instancias, como se indicó en

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sentencias en CSJ SL1982-2020 y CSJ SL3596-2020, así


como en uso de las reglas de la sana crítica, halló que la
actividad se ejerció de forma autónoma e independiente, sin
subordinación, era posible concluir que no existió una
relación de naturaleza laboral entre las partes en litigio.

Además, si este evidenciaba que, en comparación con


otras pruebas, algunos medios no ofrecían el grado de
convicción requerido para acreditar determinado hecho o
notoria contradicción entre ellos, tenía la potestad de
restarles credibilidad (CSJ SL169-2021).

En consecuencia, los cargos se desestiman.

Sin costas en el recurso extraordinario, porque a pesar


de no salir avante la acusación, no se presentó réplica.

IX. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


Sala de Casación Laboral, administrando justicia en nombre
de la República de Colombia y por autoridad de la ley, NO
CASA la sentencia dictada el once (11) de diciembre de dos
mil diecinueve (2019) por el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Bogotá, dentro del proceso ordinario laboral
seguido por JUAN CARLOS GONZÁLEZ VALERO contra
CARMEN ADELA y MARTHA LUCILA GONZÁLEZ VALERO,
LUCILA VALERO DE GONZÁLEZ y los HEREDEROS
INDETERMINADOS DE JUAN FRANCISO GONZÁLEZ
WANDURRAGA.

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Sin costas por lo explicado en la parte motiva.

Notifíquese, publíquese, cúmplase y devuélvase el


expediente al tribunal de origen.

ANA MARÍA MUÑOZ SEGURA

OMAR DE JESÚS RESTREPO OCHOA

GIOVANNI FRANCISCO RODRÍGUEZ JIMÉNEZ

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