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El Marxismo en los Estudios Sociales del

Deporte

De acuerdo con Pablo Alabarcés (2004), parece ser la tradición marxista


la fundadora de los estudios sobre el deporte en la Sociología, cuando Teodoro
Adorno supervisó siendo muy joven, el trabajo académico de Heinz Reisse
titulado Soziologie des Sportes (Sociología de los deportes) en 1921, y después el
trabajo de Bero Rigauer: Sport und Arbeit en 1969 (Deporte y trabajo, traducido
al inglés en 1981).1[1] Casi paralelamente surgió la obra publicada por un grupo
de sociólogos franceses conocido como Partisans (1972) (entre quienes destaca
Jean-Marie Brohm), Tanto la obra de Rigauer como la de Partisans constituyen
el precedente que instaura una interpretación del deporte desde la perspectiva
marxista. (García, 2002:26) “La influencia de ambas obras ha sido de gran
importancia para que se consolidase en Francia, Canadá y el Reino Unido una
sociología del deporte fundamentada en el materialismo histórico”.

Los estudios de base marxista se dirigen a exponer los conflictos subyacentes al


deporte dentro del capitalismo moderno. En ellos se hace hincapié en que el
deporte es un producto de la revolución industrial y del orden establecido por la
burguesía. Para los sociólogos marxistas el deporte moderno está dominado por
la razón instrumental con la eficiencia técnica y la priorización del logro de los
resultados por encima de la experiencia lúdica, y necesitaría, en todo caso, ser
reinventado como un campo fuera de la lógica o de la esfera del trabajo. En tal
sentido, se tiende a denunciar las inequidades como la explotación de los
atletas/trabajadores o la manipulación de los espectadores consumidores. Sus
posiciones iluminan las interrelaciones entre las clases sociales, la
racionalización, la mercantilización, los mercados de trabajo y la ideología, pero
su determinismo disminuye la diversidad cultural de las prácticas deportivas.

Ideología y Alienación

1[1] Eric Dunning les disputa este derecho con su trabajo de maestría en 1961 “The.
Development of Football as an Organized Game”, por que además invalida la calidad del
trabajo de Reisse. Alabarces, Pablo (2004)
En este orden de ideas, el deporte es una herramienta o instrumento
ideológico del estado y la burguesía que refleja la división de clases (Hoch,
1972). Para Rigauer (1981), los atletas constituyen una especie de productores,
donde los espectadores son los consumidores. Brohm subraya la acción
represiva que ejerce el modelo deportivo sobre los atletas, así, del deporte funge
como mercado de trabajo donde los deportistas son forzados a maximizar su
productividad, exhibidos en espectáculos deportivos, donde las marcas, los
records y los triunfos son los principales ingredientes que avivan las emociones
de los consumidores-espectadores.

La especializada división del trabajo, obliga al atleta a ejecutar repetidamente


restringidos movimientos, más que a desenvolverse con creatividad (Vinnai,
1970). El desarrollo de la élite deportiva es incrementalmente restringido e
intensifica la alienación, la mercantilización, transforma a los atletas en objetos
de consumo y anuncios para las grandes corporaciones. En esta misma línea,
Aronowitz (1973) considera que bajo el capitalismo moderno, el espectador
deportivo retiene el carácter alienante del trabajo creando la ilusión de la
participación como observador de estos espectáculos de entretenimiento.
Ambos, atleta y espectador, piensan que se liberan de otro tipo de industria del
trabajo, cuando en realidad cierran la reja de su propia reja.2[2]

En esta misma línea, Brohm (1982) ve en el deporte una industria creadora de


mitos, héroes, resultados (marcas, records) destinados al consumo, a la
aparente felicidad de la gente, a la colaboración de la clase explotada en todo
nivel, a través de la aparente neutralidad deportiva que en realidad reproduce la
ideología burguesa dominante.

Cultura de masas
Innegablemente con el influjo de la teoría crítica de la Escuela Escuela de
Frankfurt, el deporte es considerado como parte de la industria cultural que
impide el desarrollo independiente y autónomo de los individuos. En tal
sentido, los productos culturales populares como el cine, la música y el deporte,
son consideradas mercancías instrumentalmente estandarizadas, emociones
pre-empacadas como una especie de pseudo-individualización, que distrae a las
masas de su liberación (Adorno, 2001), creando una humanidad uni-
dimensional con falsas necesidades que crean euforia e infelicidad. Morgan
(1988) afirma que el énfasis en la creciente industria cultural puso de relieve la
espectacularización a que se sometían los eventos deportivos y las vidas de sus
famosos atletas igualados casi a estrellas de Hollywood.

Posterior a esta visión, otras posiciones empezaron a mostrar mayor


complejidad en las relaciones de clase con el deporte y su profesionalización,
que aquellas antinomias que les asignaba la teoría clásica en el aparato de
producción (Beamish, 1993). Jameson (1979) consideró que el deporte en la
cultura de masas, efectivamente provoca emociones y deseos legítimos, no

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hallados necesaria y mecánicamente bajo relaciones capitalistas opresivas, pero
que sí requieren espacios de desahogo.

En este orden de ideas, para John Hargreaves (1986), el deporte forma parte de
la cultura, al igual que otras manifestaciones como el cine, el teatro o la danza, y
esta peculiaridad le otorga un carácter de fácil penetración en el tejido social.
Por eso, el deporte deviene en poderoso vehículo para integrar a la cultura
obrera dentro de las relaciones sociales cuyo poder hegemónico ejerce la
burguesía. Para Gruneau (1983) en consonancia con la estructura básica del
Estado contemporáneo, el deporte ofrece a través de sus estructuras simbólicas,
una posibilidad de integrar a las grandes masas de población dentro del aparato
estatal, manteniendo así la hegemonía de los grupos dirigentes.

La recuperación del sujeto social


Junto a tales reflexiones surgieron otros enfoques que redujeron el peso
del materialismo economiscista y la reproducción mecánica estructural, además
de recuperar al sujeto social en los análisis, como puede ser el caso de las
perspectivas de género (Jennifer Hargreaves, 1994). Poster (1990) se dirigió a
retomar las diversas formas de socialización de los individuos, sus facultades
racionales y críticas, la diversidad interpretativa y la capacidad de oposición;
entrando incluso al análisis de la decodificación semiótica de los medios de
comunicación. Morgan (1988) se orientó hacia el disfrute de los deportes como
diversiones racionalizadas que contribuyen al control de sí mismo, tal como las
artes. Incluso en contra del modelo de la contención emocional de Jameson o el
de la catarsis de Freud, Oriard (1993) consideró que los juegos no son
emociones pre-empacadas, sino experiencias reales de los deportistas, no
programables ni predecibles.3[3]

Finalmente, en expresiones recientes el marxismo nos ofrece un marco teórico


importante para explicar el proceso de profesionalización, mercantilización y
"corrupción" de los deportes modernos para ser convertidos en mercancías del
entretenimiento (Heinilä: 1998, Lasch: 1979). La contratación de profesionales
(deportistas, entrenadores, jueces) para su práctica, la oferta de productos
mediante el uso de deportistas y eventos deportivos, la conversión de eventos
deportivos en mercancías de consumo masivo popular a nivel global. De ello, las
grandes ligas de deporte profesional norteamericano como la NBA, la NFL y la
NHL o la Champions League inglesa, son ejemplos notables de este proceso
(Andrews: 1997). El caso específico de Michael Jordan en la mundialización de
la NBA y el papel del deportista en la comercialización de las marcas son casos
singulares (La Feber: 2002). La transformación de equipos locales en
corporaciones nacionales y transnacionales (Hope: 2002, Hardy: 1986). Y
finalmente los casos de la comercialización del deporte amateur de la NCAA en
los Estado Unidos (Sperber: 2003).

3[3] Como muestra el reciente caso de Zidane que golpea al defensa Italiano Materazzi en la
final de la Copa del Mundo Alemania 2006, ante los incrédulos ojos de la afición mundial, sin
entender la acción de uno de los considerados mejores jugadores de esa edición de la Copa..
Consideraciones
Se pueden dividir la evolución de los estudios de base marxista en una
serie de aproximaciones que parten de una visión estructural que
paulatinamente modifica su posición, pero que mantiene su tendencia a tratar la
mercantilización, profesionalización y corrupción de deporte.

De acuerdo con Guilianotti (2005) la producción marxista ilumina las


interrelaciones entre las clases sociales, la racionalización, la mercantilización,
los mercados de trabajo y la ideología, entre otros, pero en ocasiones, su
determinismo económico y estructural ha disminuido la atención en la
diversidad cultural, política y estética de las prácticas deportivas,
sobredimensionando la razón instrumental y desvaneciendo la experiencia
emocional del juego.

Las perspectivas neo-marxistas continúan sin poner suficiente atención crítica a


la acción e interpretación entre las masas, por privilegiar una epistemología por
encima y más allá de las perspectivas de los actores sociales ordinarios, que
dejan sin explicación algunos casos en los que las agencias políticas, económicas
o culturales escapan a las explicaciones teóricas genéricas o en los que las
emociones provistas por los deportes como espectáculos de masas, no
responden al modelo de emociones prefabricadas o pre-empacadas para
experimentar el momento de catarsis, sino más bien a la incertidumbre y a la
diversidad de experiencias individuales.

Bibliografía
Adorno, T. (2001) The Culture Industry. London: Routledge.
Alabarces, P. (2004) Entre la banalidad y la crítica: perspectivas de las
Ciencias Sociales sobre el deporte en América Latina : Mimeo.
Andrews, D. L., R. Pitter, D. Zwick y D. Ambroise (1997) Soccer's racial frontier.
En G. Armstrong y R. Giulianotti (eds) (1997) Entering the Field, Oxford: Press.
Aronowitz, S. (1973) False Promises. New York: McGraw Hill.
Beamish, R.(1993) Labor relations in sport. En A.G. Ingham y J.W. Loy (eds)
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Brohm, J.M. (1982) Sociología política del deporte. México: FCE.
Debord, G. (2000) La sociedad del espectáculo. Editorial Pre Textos.
García, M. (et. al.) (comps) (2002) Sociología del Deporte. Madrid: Alianza
Editorial, 2ª Edición.
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Hoch, P. (1972) Rip off Big Game: The Exploitation of Sports by the Power
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Hope, W. (2002) Whose All Blacks? Media Culture & Society, 24, 235-53.
Jameson (1979) Reification and Utopia in mass culture. Social Text, 1, 130-48.
La Feber, W. (2002) Michael Jordan and the New Global Capitalism, New
York: W.W. Norton.
Lasch, C. (1979) The Culture of Narcissism. London: Abacus.
Morgan, W.J. (1988) Adorno on Sport. Theory and Society, 17, 813-38.
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Rigauer, B. (1981) Sport and Work. Columnbia University Press.
Risse, H. (1921) Soziologie des sports. Publicado por August Reher. Alemania.
Sperber, M. (2003) Beer and Circuses, Bloomington: University of Indiana
Press.
Vinnai, G. (1974) El futbol como ideología, México: Siglo XXI.

[2] En este sentido, y sin que el deporte fuera su tema propuesto, el trabajo de Guy Debord
(2000) proporciona importantes elementos sobre la ocupación del “tiempo libre” de los trabajadores en
espectáculos deportivos, musicales y televisivos. Ocupados, sin darse cuenta, cada vez más en trabajar
para “ganarse” estas experiencias de ocio prefabricadas por los grandes corporativos; en realidad ofrecen
su tiempo para aumentar los espacios de extracción del plusvalor del trabajo. Los deportistas y sus
productos derivados (ropa, programas, etc.), el papel de los medios de comunicación en esa
comercialización; y la formación de una ideología burguesa a través del deporte, son elementos de esa
gran sociedad del espectáculo.

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