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Historia económica social Argentina

“La producción agraria y la propiedad latifundista de la tierra”- Volkind

LA CONQUISTA, EL DOMINIO COLONIAL Y EL ORIGEN DEL LATIFUNDIO


La historia del latifundio en Argentina se remonta a la llegada de los españoles, quienes se ocuparon de
confiscar tierras, someter y privar de libertad a las comunidades originarias.
La política colonial (colonialismo) se centró en la explotación minera y su organización económica del área,
mientras llevaban a cabo actividades (se criaban mulas o producían textiles) para abastecer principalmente al
Alto Perú (cerro Potosí) o para el consumo de los señores españoles. La avidez de la tierra y el control
territorial se intensificaba con el tiempo.
En el caso de Buenos Aires, en su primera fundación, la distribución de tierras benefició principalmente a
los colonizadores, mientras que la mano de obra para la producción agrícola y ganadera se obtuvo de otras
maneras, debido a que los Querandíes (pueblo nómade) se negaron a subordinarse. Durante esta expedición
se introdujeron las primeras vacas y caballos que se desbandaron y reprodujeron libremente.
En 1580, Garay funda el puerto de Santa María; es decir, la ciudad de Buenos Aires, donde las vacas y
caballos introducidos anteriormente (durante las expediciones de los pueblos nómades) pasan a ser una de
las principales actividades económicas de las tierras.
Estos españoles venían a ser “señores” a América, a causa de que eran “segundones” (segundos hijos de las
familias de hidalgos en Europa que no recibían nada) que venían a convertirse en señores de tierras e indios
sometiéndolos a tributo. Trasladaban a estas tierras bajo la política de la potencia colonial y las relaciones
feudales que predominaban en la metrópoli. Los recién llegados estaban ávidos por ser propietarios y
controlar grandes territorios como los duques, los condes, los señores españoles, los latifundistas andaluces,
puesto que en aquella sociedad feudal el control de amplios territorios permitía disponer también del trabajo
de los hombres esclavos. En nuestro caso, las poblaciones sometidas estuvieron compuestas en primera
instancia por los pueblos originarios y en el área rural por el campesinado pastor ganadero, es decir, los
primeros agricultores.
Garay se encargó de distribuir el control de la tierra entre todos aquellos que lo acompañaban a modo de
donación otorgada por el rey (merced real), mientras que la mayoría de los indios encomendados y los
mestizos que acompañaban la expedición no obtuvieron nada, ya que la propiedad legar de aquella sociedad
solo podía usufructuarla la población colonialista. Una vez que se apropiaron y repartieron las tierras debían
ponerla en producción, pero en la zona de Bs As y el Litoral hacía falta mano de obra de pueblos originarios
ya que por ser nómades no podían someterlos a tributo. Por lo tanto, los españoles debieron aprovisionarse
de mano de obra de otras regiones.
Como resultado de la libre reproducción de ganado vacuno en la zona rioplatense, se dio lugar a la
“vaquería” por más de cien años, la cual era una actividad esencialmente extractiva donde se cazaba ganado
cimarrón (salvaje) que vivía libremente para obtener cueros, grasa y astas, lo que sobraba quedaba para
comerlo en el momento. (ACTIVIDAD ESENCIALMENTE EXTRACTIVA.)
Esta actividad estaba controlada legalmente por los grandes terratenientes, lo que contribuyó al surgimiento
del monopolio de la vaquería y a la concentración de la tierra sobre la base de la expansión latifundista. La
mayoría de la población flotante, ya que reproducía su vida en zonas no apropiadas ni por el estado ni por
los terratenientes, sí vaqueaba lo hacía ilegalmente, es decir clandestinamente. Los cueros eran utilizados
para subsistir. Estas cazas ilegales llevaban a los terratenientes a ejercer compulsiones extraeconómicas
sobre ellos para trabajar. Además, con la conquista y dominación colonial, se impusieron relaciones feudales
de producción donde el trabajo no se realizaba por razones económicas, sino por diversos mecanismos de
coerción social que se ejercían sobre las comunidades originarias: la fuerza directa, las leyes, la costumbre,
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la cultura, la ideología, la subordinación a un terrateniente. Las personas que podían proveerse su propio
medio de vida se asentaban en las fronteras.
Durante la época colonial, la explotación del trabajo de los originarios se llevó a cabo mediante la
imposición de obligaciones por prestar ciertos servicios (minas, haciendas, obrajes textiles (renta feudal)) o
entregar parte de su producción (renta en especies). Además, se introdujo la esclavitud del negro como otra
forma de explotación laboral ya que el aniquilamiento de las poblaciones originarias fue adquiriendo peso en
las relaciones de producción.
En el siglo XVIII, en la zona rioplatense, comienza a agotarse el ganado cimarrón y se da un cambio en la
modalidad de explotación, se consolida la unidad de explotación de la estancia colonial y se requiere una
creciente demanda de trigo y carne debido al crecimiento de la población de la ciudad de Buenos Aires.
Los cueros van a tener cada vez mayor salida al exterior por contrabando o por el cierre de puertos, los
cuales comenzaran a abrirse al comercio con España a través de los navíos de permisos para que, finalmente,
en 1776 se cree el Virreinato y dos años después se abra definitivamente el puerto de Buenos Aires para
ejercer el libre comercio con los españoles, flexibilizando así el monopolio.
La creación del Virreinato no fue una iniciativa que daba cuenta a la fortaleza de la Corona Española, sino
que era una medida dirigida a modernizar y reforzar la dominación colonial amenazada por el debilitamiento
de España, por la competencia de Inglaterra y por otros factores, es decir que surgió por una crisis.
Una gran expansión se produjo por la apropiación latifundista de la tierra en la región, ya que se incentivó la
venta de cueros por la apertura del puerto de Buenos Aires al comercio con los españoles. Así, las
necesidades fiscales que tenía el poder colonial y la Corona eran adquiridas por la apropiación latifundista
del suelo por medio de denuncias, composiciones y ventas. Esto condujo a la consolidación de una sociedad
donde los campesinos estaban compelidos en entregar tributos bajo presión extraeconómica, mientras que la
clase dominante conformada por la corona y una poderosa clase terrateniente criolla se enfrentó al dominio
colonial y se convirtió en parte del proceso emancipador. En estos enormes latifundios predominaba la
producción ganadera con el fin de exportar cueros o sebo.
En resumen, la propiedad latifundista tuvo su origen en la época colonial y estructuró una sociedad de
campesinos compelidos a entregar un tributo por presión extraeconómica, campesinos que fueron la
contracara del gaucho perseguido, que precisamente era perseguido porque vivía la frontera para escapar del
control estatal y terrateniente. Gauchos que serían los “vagos y mal entretenidos” justamente porque no
querían trabajar para otro, por resistirse y a los que el poder colonial trató de obligar por diversos
mecanismos compulsivos. Por otro lado, una clase dominante constituida por los intereses que la corona
representaba y secundariamente por una clase terrateniente criolla poderosa que se había desarrollado al
calor de las nuevas relaciones de producción impuestas y de las formas de propiedad colonial.

LA PROPIEDAD DE LA TIERRA TRAS LA DERROTA DEL COLONIALISMO

Durante el estallido revolucionario de mayo y la lucha por la independencia que requirieron de confluencia y
unidad, múltiples fuerzas sociales se unieron para llevar adelante el proceso de la nueva patria que se
buscaba organizar.
Se buscaba acabar con el dominio español para lograr el libre comercio sin el control y la tutela del
monopolio español. Entonces, hubo interés por parte de grandes terratenientes y comerciantes
intermediarios, importadores y exportadores, que intentaban preservar las relaciones de producción y la
forma de propiedad que ellos representaban y de la cual se beneficiaban: la propiedad latifundista, es decir
las relaciones semifeudales de tipo compulsivo garantizadas por un poder estatal de carácter aristocrático
que excluía a las grandes mayorías.
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Esta estructura impedía la formación del capital y la diversificación no productiva impedía el desarrollo de
la industria y hasta de la agricultura afirmando y afianzando el exclusivismo ganadero que es lo que
resultaba rentable para la exportación.
Por otro lado, un sector de la intelectualidad proveniente de las pequeñas burguesías y sectores medios
urbanos convocaron a la lucha por la libertad e independencia a las masas campesinas, esclavos liberados,
ejércitos, artesanos, etc., dando lugar a una revolución democrática antifeudal, tanto en el plano político
como económico, que implicaba reformar la matriz latifundista de la propiedad del suelo y reivindicar sus
propias posibilidades.
Entonces, estas corrientes democrático-revolucionarias elaboraron proclamas y programas donde el
problema de la democracia, la libertad, la protección de las producciones internas y la necesidad del reparto
de tierras constituían una necesidad de primer orden.
A partir de la Revolución de Mayo y la posterior guerra revolucionaria en muchos casos se fueron relajando
las relaciones de dominación y opresión de los terratenientes sobre las masas campesinas y algunas formas
antiguas de esa dominación de tipo feudal fueron caducando. Sin embargo, no se logró en profundidad
abordar los cambios.
Bajo la hegemonía de los terratenientes y sus socios los comerciantes portuarios, comenzó a desarrollarse un
proceso caracterizado por la expansión de la frontera "contra el indio" y la apropiación de crecientes
extensiones de tierras por un grupo de grandes propietarios. Al mismo tiempo, se produjo una fragmentación
entre las distintas regiones y no se pudo formar un mercado interno nacional unificado y, por ende, la
estructuración de un Estado nacional unificado.
En Buenos Aires, se produjo el “corrimiento” de las fronteras que impulsó la expansión de la soberanía
estatal blanca con respecto a la apropiación de tierras y la subordinación de una población flotante conocida
como “los vagos y mal entretenidos”.
La clase explotadora siempre consideró que los trabajadores/explotados son vagos. Se desarrollaron leyes de
vagabundaje y mal entretenimiento para subordinar y extraer el plustrabajo de las masas agrarias.
Durante las campañas de Martín Rodríguez se fue transformando la merced real y se produjo la Ley de
Enfiteusis (impulsada por Rivadavia) que permitía el establecimiento de productores rurales que pagaran
una especie de arriendo manteniendo la propiedad de la tierra en manos del Estado. Esto permitió que 538
enfiteutas se hayan repartido 8.656.000 hectáreas de las mejores tierras de la provincia de Bs. As.
Rosas, durante su gobierno con el apoyo de las masas contra el despotismo unitario, consolidó el latifundio y
las relaciones sociales preexistentes ya que llevó adelante la restauración de leyes que garantizaron el orden
en la campaña a través de mecanismos patriarcales y de dominación típicamente precapitalista.
Durante los comienzos de la independencia, al romperse las trabas del monopolio comercial de España, se
mejoraron las condiciones para el desarrollo del saladero, el cual consistía en un establecimiento con vacas,
tierra, peones, sal y un puerto para la salida. En este se elaboraba tasajo o charqui, que era carne salada que
permitía su conservación, y se exportaba como alimento para las zonas esclavistas. Ayudó a reforzar el
poder de un sector de los terratenientes y el exclusivismo ganadero.
Durante 1830, Rosas (en su famosa conquista del desierto de 1833) entendió la frontera pactando con
algunos pueblos originarios y hostilizando y asesinando a otros, y garantizó también el abastecimiento de
saladeros con la sal de la Salina Grande.
Hacia el año 1850 se desarrolló la expansión del ganado ovino, en la provincia de Buenos Aires
principalmente, y las primeras experiencias de colonización agrícola en el Litoral. Ambos procesos estaban
vinculados a las transformaciones en el comercio mundial.
Los principales compradores de lana fueron los franceses, los belgas y los alemanes, inaugurando vínculos
comerciales con otras potencias europeas. Este tipo de actividad económica requería de un mayor volumen
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de mano de obra. Parte del salario que recibían los temporarios se establecía en comida, vivienda y “vicios”
(necesidades de los peones) y solo una parte en moneda, que terminaría siendo cambiada en la propia
proveeduría de la estancia (era una apariencia salarial).
Sin embargo, en 1860-1870, la producción asalariada comenzó a adquirir una mayor importancia asociada a
actividades urbanas, que también se caracterizó por la promulgación del Código Rural de la provincia de
Buenos Aires (1865), muestra clara de la dificultad que presentaban los latifundistas para hacerse de
trabajadores en las zonas rurales y del peso que presentaban algunos mecanismos de presión
extraeconómica. Un sector de la población podía escapar al sur de argentina, ya que la frontera hacia allí se
encontraba abierta y les permitía no ser explotados.
En 1870 comenzó la introducción del alambrado, el cual era exigido para modificar el sentido de la
propiedad. Se necesitaba una demarcación mucho más precisa para poder cuidar y controlar al ganado ovino
que paulatinamente se iba refinando. La demanda textil provocada por el aumento de la industria europea
alentó la cría de merinos, cuya producción paso a superar a la del ganado vacuno, haciendo que este tipo de
animales se desplace a zonas marginales. La vaca criolla fue orientada hacia la periferia y los campos más
cercanos al puerto se poblaron de ovejas.
La forma en la que se adaptaban al mercado mundial que producía mucha demanda era gracias al control
que los grandes terratenientes tenían sobre la producción agropecuaria. Ellos se enfocaban en la producción
ganadera y exportación ya que les era más rentable.
En nuestro país no se desarrolló la industria, debido a que los terratenientes orientaron la economía “hacia
afuera”, es decir, las condiciones del mercado mundial les era más rentable exportar lanas, carnes y granos.
En el Litoral comenzó a desarrollarse el proceso denominado “de colonización agrícola” arrancando por las
provincias de Santa Fe y Entre Ríos. En el origen del proceso se quería equilibrar el poder de Buenos Aires
poblando el área y valorizando los campos con tierras menos fértiles. Se hizo posible una colonización que
pretendió estar sustentada en la llegada de inmigrantes que poblarían y se transformarían en propietarios de
la tierra.
Esta primera etapa de colonización se da a partir de un contrato con empresarios europeos. Al sujeto se le
entregaba la tierra a un bajo costo y ese empresario reunía familias europeas y las instalaba. De todas
maneras, el acceso a la tierra no fue libre.
Algunas colonias lograron progresar y otras no. Se abrió paso a la colonización privada que dio lugar a una
agricultura de arrendatarios que en lo esencial no accedieron a la propiedad que la tierra que trabajaron.
Con la Conquista del Desierto culmina todo el proceso abierto con la caída de Rosas, la adaptación al
mercado mundial, la unificación estatal por medio de grandes guerras y la formación del Estado oligárquico
en las manos de la clase terrateniente nacional.
En 1879, Roca logró incorporar las tierras del oeste y el sur del territorio a la jurisdicción estatal
transformando a los originarios en seudoesclavos para la oligarquía de buenos aires.
La concentración de la propiedad territorial en la Argentina no fue el producto o el resultado del desarrollo
capitalista del agro. Al contrario, el monopolio de la propiedad del suelo fue un condicionamiento previo, no
solo del desarrollo capitalista sino de la puesta de producción en la tierra.
Por lo tanto, el país se abre a la modernización que es la consolidación de la estructura social moderna de la
argentina a través de dos factores: la dominación imperialista sobre nuestra economía y mercado
(dependencia) y la perduración de la propiedad latifundista de la tierra. Al tiempo que la conquista del
desierto multiplicaba el poder latifundista se abría el país al capital extranjero convirtiéndolo así en
dependiente. Su base estaba en la ampliación del poder latifundista de la tierra, estimulada por la
oportunidad de grandes ventas a Europa.
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Esta nueva situación creó, por un lado, condiciones para la expansión del capitalismo, tanto en términos de
propiedad como de confiscación de los productores directos: aquel gaucho que se creía libre y que buscaba
zafar del control terrateniente fue perdiendo esa condición y pudo ser transformado en un paisano, en un
obrero rural, al tiempo que se incrementaba la inmigración
Se produjeron condiciones para el desarrollo de relaciones asalariadas, para la proletarización de sectores
agrarios que antes tenían acceso directo a ciertos medios de producción. Pero, al mismo tiempo, esta
situación consolida el poder de la clase terrateniente generando gigantescos latifundios. El capitalismo se va
a expandir de un modo unilateral condicionado por la dependencia y el fortalecimiento del latifundio.
En 1880 ya se había desarrollado el proceso de la lana y era el momento de los frigoríficos y la expansión
agrícola. Por lo tanto, el esfuerzo por expandir la frontera, completar la dominación del territorio y extender
la propiedad latifundista del suelo estaba acelerada en primer lugar por la alianza con el capital extranjero
que requería estados estables, fronteras y seguridad; pero también los terratenientes requerían nuevas tierras
para poder desplazar las ovejas hacia el sur y criar vacas en las zonas más cercanas a los frigoríficos y los
puertos.

“La organización Nacional en historia argentina”- Gorostegui de Torres

1. Apogeo de la Argentina tradicional y beneficios de la coyuntura: Avance de la unificación económica.


Se fueron dando las condiciones necesarias para alcanzar la unificación económica de las provincias. En
1852 se firmó en San Nicolás un pacto entre los gobernadores que logró abolir los derechos de tránsito,
aquellos que implicaban la abolición de las aduanas interiores como paso previo a una política económica
única para todo el país.
A mediados del siglo XIX se comienza a dar una evolución del sistema capitalista, ya que los centros
fabriles se convierten en la forma predominante de producción y entre sus consecuencias se encuentra la
expansión como, por ejemplo, la búsqueda de nuevos mercados, la necesidad de fuentes de
aprovisionamiento (materias primas, alimentos, etc.), el progreso tecnológico, la acumulación de capitales
disponibles y el aumento de la competencia internacional.
Buenos Aires es considerada hegemónica porque se mantiene como la mayor y más fuerte productora
pecuaria del país, más allá de las periódicas invasiones de los emigrados, el levantamiento de jefes de
campaña y otras causas que afectan las labores rurales y restringen la producción. Todas estas causas
trajeron la disminución de volúmenes producidos; sin embargo, la prosperidad de los sectores vinculados es
evidente y surge sólo en parte de los buenos precios de estos productos en el mercado internacional: cueros y
sebo son los más favorecidos, en tanto las lanas sufren un descenso, por lo que el ovino es un elemento
dinámico del período. Los criadores encararon un proceso de mestización con rapidez y hubo un aumento en
la producción para compensar la coyuntura menos favorable.
El sector pecuario obtiene beneficios. En primer lugar, el gobierno por medio de las rentas aduaneras
aumenta sus ingresos al crecer el intercambio, los sectores medios urbanos mejoran asimismo su nivel de
vida, si dependen del Estado porque reciben sustanciales aumentos si se desempeñan fuera de la
administración pública porque el importante movimiento comercial multiplica las oportunidades de trabajo.
Por ende, la ciudad crece y se europeíza.
Se ve a Buenos Aires como una provincia ganadera cuya prosperidad refluye en la comodidad financiera del
Estado, el ascenso de los sectores medios urbanos y aquellos rurales vinculados con la cría del ovino, en la
expansión del sector comercial y el sensible enriquecimiento de los grupos altos dedicados a la explotación
pecuaria. Los esfuerzos de descentralización económica del gobierno nacional no prosperan, ya que la
ciudad es la sede de las capitales comerciales y su puerto, obligado punto de intercambio del resto del país.
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El país marcha hacia la unificación económica bajo la centralización porteña por imperio de las
circunstancias internacionales.
La Confederación posee una producción de subsistencia alternando zonas orientadas al mercado externo. En
la zona del Litoral, basada en la ganadería, las guerras civiles han dejado secuelas. Merman los stocks de
vacunos y no hay disponibilidad para ensayar actividades nuevas dentro de la ganadería, como es el caso del
ovino. Esto le dio pie al Gobierno Nacional para llevar adelante sus ideas en materia de poblamiento y
agricultura, orientadas a modernizar la actividad económica. Así comenzó la radicación rural de los primeros
inmigrantes, origen de la futura expansión agrícola provincial. La experiencia favoreció la aparición de un
nuevo sector de creciente poder económico, los empresarios de la colonización, grupo en el que se mezclan
influyentes que obtienen graciosas concesiones fiscales con comerciantes poseedores de algún capital que
compran tierras para revenderla a los colonos.
Entre Ríos había superado la crisis provocada por los conflictos internos y exhibía una pujante ganadería
vacuna y ovina. Esta provincia oponía un cuadro próspero de fuertes productores sin problemas de mercado
y gran independencia frente al puerto porteño gracias a su posibilidad de comerciar con brasileños y
uruguayos de forma directa.
Los altos sectores entrerrianos dedicados a la ganadería prosperan, es decir que experimentaban un período
de prosperidad y se enriquecían aprovechando de la coyuntura. Mientras tanto, la colonización y el
desarrollo de nuevas tierras, estaba siendo dejada en manos del impulso oficial que se encontraba menos
involucrado en la expansión territorial (acciones estatales relacionadas con la colonización de tierras) Los
sectores medios de la campaña o los centros urbanos no siguieron el mismo proceso que los grupos altos
rurales y se acentuaron a una economía ganadera en un sistema de propiedad latifundista. En Corrientes la
ganadería se ve favorecida por la situación de los mercados, aunque estaba sujeto a condiciones geográficas.
En el este contaba con cercanía los centros consumidores brasileños y uruguayos, resultó más beneficiado
que la zona lindante con el Paraná, forzada a aceptar la intermediación del puerto porteño o de los saladeros
entrerrianos. Unidas al Litoral, las provincias del interior han desarrollado una actividad económica
determinada por las condiciones naturales de la región y que alterna una agricultura de oasis con la
explotación intensiva de la ganadería. Estas provincias han conocido, gracias a su relación con el Alto Perú,
épocas de esplendor que luego se fueron deteriorando al declinar aquel centro y crecer la importancia de las
áreas atlánticas; alejadas de los puntos de contacto con el mercado externo, encarecidos sus productos por un
transporte costoso y lento, basta comparar precios en Buenos Aires para sospechar el drama que afrontaban
sus artículos ante la competencia de los importados destinados al consumo interno.
La tierra despertó un movimiento hacia la concentración de la propiedad, aquí la tenencia generó fuertes
tensiones pues la tierra explotable era siempre muy escasa para la numerosa población. La consecuencia
inmediata de la situación externa y de los resortes puestos en juego en las provincias fue el sensible ascenso
económico de los sectores alto y medios urbanos vinculados con el comercio, pero con el aspecto negativo
de sordos resentimientos sociales que comenzaron a gestarse. La situación financiera del Gobierno ofrece un
abierto contraste a diversos aspectos: uno de ellos se vincula con el sistema de ingresos del Estado cuya
fuente principal de recaudación es la aduana, que carga el mayor peso sobre la importación. Sin embargo, en
la Confederación no sucedía lo mismo que en la aduana porteña, sea por su precaria organización o por los
menores volúmenes introducidos. La Confederación no alcanzó a constituirse como un grupo adquisitivo
fuerte. Mediante la creación de otros impuestos, el gobierno intentó subsanar esta situación. No incidieron
sobre los sectores rurales productores más pudientes y sí en los urbanos y comerciales medios y pequeños.
El sistema funcionó mal y los llevó a buscar nuevos mecanismos financieros como la emisión del papel
moneda y la contratación de empréstitos Siguiendo el ejemplo de Buenos Aires, la Confederación ensayó su
propia emisión que no fue aceptada y debió retirársela de circulación.

2. Modernización económico-social: colonización y transporte.


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La década posterior a Caseros es un periodo de transición en el proceso expansivo y modernizante que


experimenta el país en la segunda mitad del siglo. La agricultura del cereal que se inicia en esa época se
relaciona con las experiencias colonizadoras y las primeras modificaciones en el sistema de transporte,
factores ligados al proceso de modernización.
La agricultura existe desde siempre en el Interior, y aun en el Litoral y Bs. As. se ha producido en forma
permanente. Hacia mediados del siglo hemos visto desarrollarse en Buenos Aires un cinturón de quintas,
favorecido por la europeización y cambios consiguientes en las pautas de consumo ciudadano. Junto con la
actividad anterior, la expansión del ovino promovió la formación y ascenso de sectores medios rurales en
contraste con el claro afianzamiento de los aspectos tradicionales vinculados con la cría del vacuno.
Hubo algunos primeros indicios de modernización: cambios en el consumo, europeización, crecimiento
urbano, primeros kilómetros de vías férreas y ampliación de comunicación telegráfica.
Las transformaciones que ocurren en el resto del país son menos espectaculares, ya que son proyectos que
financieramente tropiezan cada vez que se los lleva a la práctica. La expansión agrícola fue impulsada desde
1853 por el Gobierno que sentaba las bases de una futura modernización. Nacen los sectores intermedios
que se ven favorecidos por la expansión comercial y en la campaña por el desarrollo de las diversificadas
actividades agrícolas. A estas transformaciones se añaden otras, como el sistema de transporte que surge
para acortar las distancias entre regiones. Había dos sistemas que coexistían en el país para el transporte: el
terrestre, a cargo de caravanas de carretas y mulas, y el fluvial que era el más importante.

NUEVAS INVERSIONES (ECONOMÍA ARGENTINA Y MUNDIAL)

Inglaterra provocó una gran repercusión de manera local, ya que el rápido crecimiento industrial provocó
una fuerte acumulación de capitales en disponibilidad y una competencia en aumento, factores que
determinaron las políticas económicas con los países periféricos. Entonces, la intervención de esta potencia
en las transformaciones internas de Argentina adquiere gran relevancia en relación con las inversiones de
capital. La construcción de las vías férreas es un claro ejemplo de los avances por aportes externos.
Las inversiones privadas nacionales se vuelcan en el sector primario y aquellos rubros vinculados con la
transformación de esos productos. Las inversiones que aparecen en bienes de capital son los alambrados, las
aguadas y demás intentos de mejorar el plantel mediante la introducción de animales para cruza. La
participación del sector en actividades de transformación es importante con respecto al saladero y molinos.
En la industria del azúcar se da el ejemplo más importante de inversión dado a sus montos; la permanencia
en manos nacionales y el proteccionismo que disfruta. La expansión de esta actividad se relaciona
estrechamente con el ferrocarril, pero con una política destinada a favorecerla mediante el crédito y tarifas
arancelarias. Las actividades primarias y de transformación conexas fueron un campo dominado por la
inversión privada nacional. El Estado funcionaba como un intermediario de capitales extranjeros
adquiriendo mayor importancia. Si bien el Estado heredó los recursos de la aduana porteña, también recibió
un organismo más costoso y la obligación de saldar deudas.
El papel del Estado como organismo financiero propulsor de cambios económicos fue bastante limitado; el
factor dinámico por excelencia en el proceso de transformación debe ubicarse a nivel del aporte externo. El
capital británico es una fuente de inversión por excelencia en este periodo y los préstamos obtenidos eran
distribuidos entre el gobierno nacional y provincial, aparte de las inversiones en ferrocarriles, bancos,
tranvías, saladeros, minas, gas y telégrafo. Entonces, se puede afirmar que la inversión extranjera se orientó
al afianzamiento del estado en el plano político y a asegurar la expansión de la red ferroviaria.
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Así se da una división neta de actividades entre capitales locales y extranjeros orientados respectivamente
hacia el sector primario, el de transformación y comercialización interna en primer caso y, en el segundo, el
de transporte y comercio exterior.
Esta división aceleró sin dudas la expansión de los capitales nacionales que posiblemente no estaban en
condiciones de financiar, pero acentuó las relaciones de dependencia externa provocando una serie de
desequilibrios en la evolución posterior de la economía argentina.

"Epílogo: 1910… La Argentina del Centenario" - Mandrini Raúl.


En 1910, Argentina celebró el Centenario de la Revolución de Mayo. Se logró eliminar definitivamente las
fronteras interiores con la ocupación de los territorios indígenas, el sometimiento o el exterminio de sus
pobladores originarios y la incorporación definitiva de sus tierras al estado nacional. Estas minorías étnicas
marginadas y sus descendientes de pueblos originarios tuvieron, a partir de entonces, que luchar por su
supervivencia generando resistencias frente a las políticas estatales. Debieron pasar muchas décadas hasta
que el Estado comenzara a reconocerlos y a aceptar algunos de sus derechos.
Las personas con ideas liberales de aquellas épocas y pertenecientes a este gran movimiento eran
consideradas una élite. Podían exhibir su exitoso proyecto económico y político que había logrado sortear
con éxito la crisis que se había presentado. El crecimiento de la economía parecía inalcanzable y se reflejaba
en el aumento de la producción agropecuaria, la inmigración masiva, el incremento del comercio externo y
las inversiones del capital foráneo.
Políticamente, el país había vivido, pese a resistencias y revoluciones facciosas, una larga época de
estabilidad luego de las convulsiones de la década postrevolucionaria. El sistema institucional que se
implementó luego de la Constitución de 1853 parecía funcionar y desde 1862 se mantenía sin quiebres. Este
sistema se mantenía en pie, pero no podía ocultar sus fallas, como las desigualdades sociales y regionales; se
notaba que el progreso económico solo alcanzaba a ciertos grupos y regiones, acrecentando las diferencias.
Solo una pequeña parte de la población participaba políticamente en un estado donde un grupo reducido
manejaba con mano férrea el aparato político. Este nuevo estado podía exhibir varios logros y, entre ellos, se
encontraba haber podido solucionar la cuestión de las fronteras interiores, incorporando los territorios
ocupados por los pueblos originarios y sometiendo a sus pobladores.
El problema de las fronteras interiores había comenzado a encararse a mediados de 1870, los esfuerzos se
volcaron especialmente hacia los territorios del sur, luego hacia los del Chaco. En 1910, el problema parecía
estar concluido; el espacio pampeano había sido ya integrado a la economía nacional y las fronteras eran
cosas del pasado. En la Patagonia, la presencia del Estado se iba afirmando con el tiempo.

Los territorios del sur


El estado nacional argentino se constituyó a mediados del siglo XIX. A partir de la década de 1870 se daban
las condiciones para encarar el problema de los límites definitivos del nuevo estado: se definía el área de
soberanía y se desarrollaban las condiciones básicas para la expansión de una economía agroexportadora.
Con el ascenso de Nicolás Avellaneda a la presidencia, en 1874, el tema comenzó a tratarse en los debates
políticos abarcando a las fronteras con territorios indios a las cuales las nuevas naciones comenzaban a
considerarlas esferas de su soberanía (fronteras interiores).
El fin de los conflictos entre la Confederación Argentina y Buenos Aires no modificó demasiado la situación
y los problemas continuaron de todas formas.
Desde la perspectiva del joven estado, las fronteras del sur presentaban situaciones consideradas graves,
especialmente en el espacio rioplatense, donde el conflicto entre ambas sociedades se había acentuado tras la
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caída de Rosas, en 1852. Los últimos años de esta década marcaron el punto más alto en la actividad
ofensiva de los indígenas donde Calfucura, aliado de Urquiza, organizó una poderosa confederación,
arrasando con tierras bonaerenses, arreando miles de cabezas de ganado y devastando a la provincia.
Las tierras fronterizas constituían un ámbito de perturbación social y política. Nunca habían controlado por
los Estados provinciales o el estado nacional.

La ocupación del territorio chaqueño


Hasta mediados del siglo XIX, la sociedad criolla se había limitado con el territorio chaqueño a las áreas
externas, las franjas cercanas a las tierras andinas y las tierras vecinas a los ríos Paraná y Paraguay. Las
duras condiciones ambientales y la resistencia de las comunidades aborígenes habían creado además la
imagen de una tierra árida, difícil y hostil poblada de salvajes, pronto conocida con el nombre de El
impenetrable.
La ocupación del Chaco tuvo estrecha vinculación con la consolidación del estado nacional argentino, ya
que la exploración se comenzó una vez ocupado el territorio del sur. Se comenzó la exploración y ocupación
militar en 1870 y ya para 1872 se creó el territorio del Chaco.

El destino de los vencidos


La conquista militar de los territorios ocupados por los pueblos originarios pasó muy pronto a convertirse en
otra de las grandes y gloriosas gestas de la nación que, en 1910, festejaba su centenario.
En 1884, tras la rendición de los últimos grandes caciques, se informaba con grandilocuencia la noticia.
La conquista fue larga y costosa, tanto en recursos como en vidas y, considerada en conjunto, marcó casi
cuatro décadas de la vida de la joven nación. Y tuvo, como toda conquista, su lado oscuro, el de los
vencidos. Para ellos, la conquista “malón de las huincas” y alteró todos los aspectos de su vida. El destino de
los vencidos fue desigual, pero en todos los casos dramáticos.

Las tierras del sur


El ideal de una Argentina “sin indios”, de un país “blanco” y “europeos”, soñado por la misma élite, parecía
cumplirse en 1910. Las comunidades aborígenes no desaparecieron, algunos grupos sobrevivieron y se
amoldaron a la nueva situación. Sin embargo, el impacto de la invasión fue profundo y puso en riesgo la
supervivencia de la misma población originaria. Muchos indígenas murieron, otros eran víctimas del trabajo
forzado en los barcos o en la zafra azucarera y, por último, mujeres y niños terminaban como sirvientes en la
casa de familias de las élites urbanas.

El espacio chaqueño
Las comunidades originarias del chaco tuvieron características distintas a las del sur, ya que despertaron un
interés y expectativas en las élites locales y en los capitales internacionales que deberían sostener el
crecimiento económico de las nuevas tierras para acomodarlo a las demandas del mercado externo.
Con la incorporación del Chaco al estado argentino se dio un desarrollo de la economía agropecuaria, la
explotación forestal, la cría del ganado criollo y se introdujo el cultivo de algodón.
El Nea tuvo un particular desarrollo, ya que se diferenciaba de lo que ocurría en el área pampeana. En La
Pampa. Se intentaba explotar la tierra, expulsar a los indígenas y reemplazarlos por inmigrantes europeos, ya
que el modelo económico al que se aspiraba no parecía demandar enormes cantidades de mano de obra
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Como en el Chaco, lugar donde las políticas implementadas no buscaban exterminar al indígena, sino que
privarlo de sus recursos de subsistencia y obligarlos a trabajar como asalariados en obrajes y plantaciones.
Para la economía regional esta población indígena resultaba una mano de obra fundamental. Los pueblos
originarios chaqueños debieron elaborar complejas estrategias para sobrevivir a las duras condiciones y a la
sobreexplotación.
Más tarde, migraron a las grandes ciudades y se asentaron allí, conservando y reconstruyendo antiguos lazos
comunitarios y adaptándolos a las nuevas condiciones de vida.

La formación del Estado, el régimen oligárquico y la política exterior- Rapoport (capitulo 1)


El proceso de construcción y consolidación del estado nacional argentino, que tuvo lugar desde mediados
del siglo XIX hasta la década de 1880, se debió al afianzamiento de la estructura económica contemporánea
y de las relaciones internacionales privilegiadas con la Europa capitalista. Argentina se configuró como un
país dependiente de los mercados europeos, ya que era receptor de inversiones de capital (fundamentalmente
británicas) y exportador de productos agropecuarios.
Durante el proceso de la Revolución de mayo de 1810 y de la Independencia Argentina, se frustraron parte
de los ideales democráticos de los primeros patriotas y, también, a través de los circuitos mercantiles que
existían desde la colonia, se fue afirmando el rol hegemónico de la provincia de Buenos Aires, poderosa y
poseedora del puerto de ultramar. Así se configuró una economía basada en el Litoral y Buenos Aires,
especializada en la producción de cueros y carnes saladas para exportar. A través de ella, los terratenientes
realizaban la renta del suelo subordinándola a las relaciones comerciales con los capitalistas europeos,
quienes traían manufacturas industriales.
Ante la hegemonía conjugada con el librecambismo portuario, comenzaron a aparecer desequilibrios
regionales debido a que se obturaban las potencialidades productivas, agrícolas y artesanales de las
provincias interiores y se limitaba el impulso tendiente a conformar un mercado internacional.
Tras la caída de Rosas en 1852 y la guerra civil entre porteños y la Confederación, se afirmó la hegemonía
porteña y su tendencia centralizadora. El estado nacional se sustentaba desde 1862 en una red de alianzas
con diversas oligarquías provinciales. Este tuvo su instrumento principal en la fuerza militar, que fue
destruyendo las fuerzas armadas provinciales. Las instituciones estatales nacionales afirmaron en lo
económico el rumbo agroexportador y librecambista en el plano político, consolidando así la fachada de un
régimen constitucional calcado de las repúblicas representativas. Se reveló como instrumento oligárquico de
dominio no solo frente a los sectores díscolos de las élites provincianas o fracciones marginales de pequeños
terratenientes, sino también contra los sectores populares en un principio rurales y crecientemente urbanos.
El mercado interno nacional unificado se dio desde la subordinación del interés agrario exportador y
mercado externo relacionado a los capitales extranjeros europeos que ingresaban al país una vez derrotados
los demás proyectos de Organización Nacional. Estos capitales extranjeros pasaron a controlar ramas claves
de la economía como el ferrocarril, el frigorífico, el comercio, importación y exportación, entre otros.
La afirmación de la soberanía territorial del estado se sumó a la Conquista del Desierto realizada por Roca
en 1879/80. Una vez consolidadas las fronteras, esa conquista significó la afirmación del patrón latifundista
de apropiación del suelo y, en consecuencia, el reforzamiento del poder social y político de los
terratenientes. Por último, la federalización de la ciudad y el puerto de Buenos Aires consagraron la
supremacía de las autoridades nacionales.
En cuanto al régimen político, el “orden conservador” expresó la naturaleza de los intereses sociales que
edificaron ese Estado y, a través de mecanismos formales e informales, la exclusión de la participación
política de la inmensa mayoría de la población criolla e inmigrantes europeos que habían llegado al país.
Así, emergerán las nuevas fuerzas sociales, subordinadas económica y políticamente; la clase obrera urbana
y rural, el campesino agricultor y, progresivamente, sectores de la burguesía media urbana y rural.
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La política exterior del régimen daba garantías a los inversores europeos, asegurando la financiación externa
del Estado y consolidando los mercados europeos para los productos de una Argentina híper especializada
en la producción agroexportadora. Para ellos, una Argentina abierta al mundo significaba una Argentina
abierta al comercio con Europa. Las vigas maestras de la política exterior configuraron un verdadero
“consenso” conservador que se manifestó a través de distintas corrientes ideológicas. Una de corte
“comercialista” liberal, que evitaba la aparición de conflictos, y otra, la “real politik” del nacionalismo
territorial, en un eco del “equilibrio europeo”, preconizaban políticas de fuerza frente a países vecinos y se
conjugaba una espiral armamentística.
Se fueron conformando núcleos de capitalistas intermediarios que adquirieron expresión sociopolítica en las
diversas camarillas y corrientes del partido gobernante. En la medida que se agudizaba la rivalidad de
distintas potencias, por esferas de influencia y la carrera armamentista, se dio lugar a la Primera Guerra
Mundial, la realidad internacional adquirió particular dimensión en la pugna entre diversas corrientes de la
élite argentina por el control del Estado, clave fundamental para encauzar la inserción internacional del país.
Mientras los mercados marcaban los perfiles de una relación privilegiada y cada vez más excluyente con
Europa, Argentina sostenía la defensa del espacio territorial del Estado, teniendo en cuenta una serie de
litigios fronterizos con todas las naciones limítrofes.
Según la consigna roquista, era necesario preservar el clima de paz y orden para que el país pudiera dedicar
su esfuerzo a dinamizar los factores de la producción.
Otra consecuencia de la asociación con Europa fue la distancia y hasta hostilidad frente a la política
Panamericana en Estados Unidos. El país del norte promovía una unión aduanera continental en función de
ampliar su influencia más allá del Caribe y de dar lejanía inglesa europea sobre América del Sur.
Los aspectos económicos gravitaron en forma excluyente en los desacuerdos con Estados Unidos. Así, la
élite argentina mostró menos fisuras, dado que la mayoría de sus integrantes optó por proteger los vínculos
privilegiados con Europa, específicamente con Gran Bretaña. Esta será durante largo tiempo la línea de la
élite tradicional en la Argentina en materia de política exterior.
Entonces, el “consenso” oligárquico respecto de la política exterior, llamado dependencia nacional, era el
resultado de relaciones asimétricas con Europa que tenía su sustento en una asociación de intereses locales e
internacionales. Las pugnas por el control del Estado no alteraban la esencia de la política exterior.
La conexión hegemónica con Gran Bretaña tenía sólidas bases en las inversiones de los ferrocarriles,
frigoríficos y el sector financiero, en el control del mercado inglés de carnes, y en la asociación de los
núcleos más poderosos de terratenientes y con el comercio importador. Pero se desplegó y se sostuvo
siempre conflicto.
En verdad, las líneas de política impulsadas por Zeballos, conjugadas por la “real politik” y la carrera
armamentística con las nuevas doctrinas en boga, también fueron expresión de intereses mercantiles en los
que se expresaba el avance de los sectores proalemanes en la economía.
Las repercusiones posteriores de las guerras mundiales configuraron las redes de “otras relaciones
internacionales”, ajenas al Estado, pero de gran influencia en la vida política. Aparecerían como contracara
durante las primeras décadas del siglo la xenofobia con el cosmopolitismo dependiente de las élites
conservadoras frente a un movimiento obrero con alta presencia de inmigrantes. El crecimiento del peso
social de vastas capas medias urbanas y también de una burguesía media urbana y rural, condicionada a la
sombra de los intereses dominantes de la estructura agroexportadora, condicionada por el origen
inmigratorio y por el régimen de elecciones manipuladas sostenido en el caudillismo latifundista. Ese
cuestionamiento al régimen conservador se condensó y encauzó en la formación y desarrollo de la Unión
Cívica Radical.
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El radicalismo tuvo su origen en la fracasada revolución de 1890, desatada por una crisis financiera que puso
al desnudo el carácter especulativo y rentístico de las clases dominantes nacionales y la extrema
vulnerabilidad externa y dependiente de la economía y del Estado respecto del capital financiero extranjero.
Entrado ya el siglo XX, el espectro de ideas que representa la UCR cuaja en un nacionalismo aún de matriz
liberal-agraria, que sin cuestionar las estructuras agroexportadoras, impugnaba la subordinación nacional y
la tutela informal de los intereses monopolistas extranjeros sobre el Estado. La causa de la democratización
institucional frente al régimen oligárquico era afirmada, así como la condición para una mayor autonomía
política nacional.

HISTORIA ECONÓMICA DE LA GANADERÍA ARGENTINA - HORACIO GIBERTI (Capítulo


VI)
El frigorífico Cuando el vacuno parecía no marchar bien, una compañía francesa se encontraba dispuesta a
explotar el invento de Tellier, el cual consiste en conservar las carnes frescas dentro de cámaras mantenidas
a 0°C.
“Le Frigorifique”, el buque equipado para la prueba llegó a Buenos Aires para la Navidad de 1876 con carne
de res fresca muerta 3 meses atrás. En 1877 arribó otro barco, “El Paraguay”, el cual funcionaba con el
procedimiento Carré-Julien que congelaba a -30°C, sistema que asegura un mejor resultado en esa época de
tan poca experiencia. El cargamento llegó en perfecto estado. Los capitales ingleses desarrollaron un sistema
tan útil para proveer a Gran Bretaña de la carne que necesitaba, y lo aplicaron primero al comercio con
Australia y luego a Argentina. El triunfo del sistema Carré-Julien sobre el método Tellier, el cual equivale al
enfriado chilled beef de hoy en día, cuya preparación y consumo exige buena técnica y alto grado de
armonía entre los diversos sectores intervinientes. El sistema triunfante congelaba carne hasta convertirla en
bloque de hielo que se mantenía indefinidamente mientras dure el frío: el descongelamiento es lento y
aseguraba la conservación por varios días más.
La desmerinización
En 1882 se solicita que se quiten todos los impuestos futuros para la explotación de carne congelada. Así se
inicia la construcción del primer frigorífico de Argentina. La valorización de la carne ovina hace que los
criadores busquen animales de más aptitudes carniceras que el merino. El Lincoln, que con el apoyo de las
graserías venían luchando tímidamente contra aquel, pasa ahora a primer plano. Los estancieros crían
Lincoln o los cruzan con merinos. Esta rápida desmerinización era alentada por el poco éxito del merino en
campos bajos y húmedos como los del sur de Buenos Aires y la adaptabilidad del Lincoln a los pastos duros.
En 1886 destaca una importación “como nunca” de Lincoln y de Oxfordshire, Southdown, Romney, Marsh
y Costwald, etc. En realidad, solo la primera raza prosperó en esos años. La “desmerinización” sirvió para
dividir la explotación ovina de dos zonas: una que se modernizó y adaptó a la nueva corriente, y otra que,
demasiado alejada de los frigoríficos, siguió los viejos métodos. “La transformación se extendió a la mayor
parte de la provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba y sur de Entre Ríos, es decir, aquellas zonas en las
cuales la influencia del frigorífico se hacía sentir por su proximidad o a las que, por la calidad de los
campos, permitía emplear razas exigentes en la alimentación. No alcanzó al norte de Entre Ríos, Corrientes
y La Pampa”. Por efectos de ese proceso comienza el desplazamiento de los merinos hacia los campos
patagónicos, que alejados de los frigoríficos solo podían producir lana. Así se termina la expansión ovina de
Argentina, ya que anteriormente todos los vellones eran de lana fina y tipo merino, pero el frigorífico, al
imponer cruzamientos con razas más aptas para carne (de lana gruesa), obliga a distinguir lanas merinas o
finas de la prima y cruza. Prima se calificaba a la fibra proveniente del primer cruzamiento; cruza era la lana
brindada por animales de varias generaciones de mestización progresiva, de grosor cada vez mayor hasta
igualarse a la del Lincoln; por ello se decía cruza fina, cruza gruesa y gruesa.
Vacunos para exportación en pie
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El frigorífico se orientó hacia la carne ovina según los primeros embarques, su aparición no resolvió el
problema vacuno. Por obvias razones, el bovino entonces resultaba de calidad muy inferior a la requerida,
los lanares eran, en cambio, producto de una ya larga mestización. Además, las precarias instalaciones de los
primeros frigoríficos y su escasa experiencia habrían de resolver mejor el problema de congelar una res
pequeña y delgada como la ovina. Los vacunos parecían condenados a la decadencia, pero varios factores lo
evitaron. El mal estado del comercio volcó muchos capitales hacia la ganadería y la demanda de hacienda
hizo subir los precios; la consolidación y ampliación de fronteras también fortificó esa demanda, el vacuno
ganado colonizador por excelencia anda grandes distancias sin fatiga, soporta bien las adversidades, mejora
los pastos, compacta el suelo por el pisoteo, lo abona con sus deyecciones y lo drena. Se tornó evidente la
necesidad y ventaja de mantener bovinos en campos dedicados a lanares; la distinta modalidad alimentaria
de ambos hace que no compitan entre sí; la oveja no come los pastos altos, de modo que, si el vacuno los
devora, éstos cubren poco a poco el campo y desvalorizan. El saladero continuaba su imperio: el tasajo
representaba el 48% de los valores correspondientes a la exportación de carnes preparadas en distintas
formas y animales vivos; seguían los vacunos en pie con un 28%, y las carnes congeladas en un 19%. El
ganado en pie se destinaba con preferencia a Chile, Uruguay y Brasil, no requerían animales de calidad. La
sociedad rural aconsejó la formación de prados artificiales como camino para mejorar la calidad. Además, la
misma entidad intentó sin éxito constituir una empresa para exportar carne vacuna. Brasil que era un gran
cliente de la ganadería argentina cierra sus puertas a los productos de esta en represalia por los impuestos
aduaneros aplicados a su azúcar, yerba y tabaco. Vuelve entonces la atención hacia las exportaciones en pie
a Europa; los primeros antecedentes de éstas lo constituyen animales embarcados para consumo a bordo que
llegan a Inglaterra, sin ser consumidos, y se venden sin mayor dificultad. Los envíos comenzaron con
cargamentos explorativos que la Sociedad Rural Argentina, auxiliada por el gobierno. Estos envíos
convencieron a los ganaderos y comerciantes. La corriente exportadora cobró impulso en 1890. La
exportación de animales en pie, actividad que, si bien beneficia principalmente a vacunos, registra también
activa participación lanar. Los vacunos comienzan a recuperar el terreno que antaño hubieron de ceder a los
ovinos, cuanta más carne tuviera cada animal, mejores eran los resultados económicos. Los ganaderos
bonaerenses interesados en la nueva corriente intensifican el mejoramiento de sus rodeos y la preparación de
hacienda; cobran importancia mayor las introducciones de animales finos y aumentan los campos de
invernada al norte de la capital, con alambrados, aguadas y alfalfa.
El retajo
El uso del retajo, peculiar práctica criolla sin antecedentes en otros países. Se denomina así al padrillo al que
por medios quirúrgicos se le desvía el pene hasta hacerlo salir por detrás del escroto. Resultaba útil para
mantener separadas yeguas de manadas distintas en un mismo potrero, o para que estas no se desparramen
por el campo. El padrillo cumplía funciones rectoras sin preñar a las yeguas.
Vacunos para el frigorífico
La exportación de ganado en pie constituía el rival más serio de los frigoríficos; la mayor parte de la
explotación no salía de sus establecimientos, pero el ganado en pie salido del país representó un valor muy
alto de peso en oro y la carne congelada solo llegó a un precio muy inferior. La mayor parte correspondía a
ovinos. Cuando llega el año 1900 se producen dos fenómenos: por un lado, decae el interés por los ovinos y
se abre inusitadamente campo al frigorífico. A lo primero ocurre la crisis lanera de Francia y luego se suma
un duro invierno. Por otro lado, queda el frigorífico como única salida para todos los ganaderos y comienza
a entreverse una gran demanda de vacunos aptos para esa industria. Pasan a primer plano en la economía
nacional los frigoríficos que los capitales británicos habían instalado en el Río de la Plata. En realidad, la
exportación de carnes es racionalmente muy superior al embarque de ganado vivo: el cual presenta mayores
ventajas competitivas. Favorecidos por amplia oferta, sala de vista y exportadores en pie habían formado un
bloque más o menos armónico que no siempre otorgaba mayor consideración al ganadero. De todas
maneras, no llegaron nunca a manejar un volumen de animales tan grande como los frigoríficos, tan
superiores al consumo interno en cantidad y calidad, ni tan lejano en la actividad ganadera.
La ganadería impulsa la agricultura
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La existencia de campos alfalfados enfrentan a los estancieros bonaerenses con una gran dificultad que
consiste en elegir la forma de roturar los campos vírgenes y de efectuar la siembra, pues debido a la
despreocupación por la agricultura abundan las estancias utilizadas para el cultivo de pequeña escala de
hortalizas y cereales. El estanciero que no quiere ocuparse de esta tarea lo resuelve contratando a algún
“gringo” a quien da la tierra para que hagan en ella su cosecha. El método es propuesto por Benigno del
Carril, quien indicaba su éxito obtenido cultivando por su cuenta trigo y maíz dos o tres años consecutivos,
para poder sembrar enseguida la alfalfa sola, si no prefieren acompañarla con trigo y maíz porque no
remuneran los gastos de roturar la tierra, sembrar y cosechar mayormente si la explotación se emprende con
mano de obra asalariada, del Carril propone un método oneroso para hacendados, que consiste pues
obteniendo el mismo resultado, pero los riesgos quedan a cargo del colono. La tierra se subdivide
previamente en potreros alambrados de hasta 2000 hectáreas y enseguida se subdivide en lotes amojonados
y numerados de 200 hectáreas, sin alambrado intermedio. Estos lotes se arriendan a chacareros italianos con
elementos y recursos propios, por el término de 3 años, con la obligación de dejar el terreno sembrado con
alfalfa. Se transforma con rapidez en un sistema generalizado que adquiere el nombre de “sui generis” de
sistema por mediero, que se transforma en un factor único en el avance de los cultivos que empiezan a
facilitar el darle trabajo suministrándoles animales de trabajo, abriéndoles crédito para la adquisición de
elementos agrícolas a aquellos que quisieran. Dado al caso de que las condiciones son sumamente
ventajosas, ya que la afluencia de los inmigrantes tiene el objetivo de dedicarse a las faenas agrícolas que ha
aumentado vertiginosamente. Durante el nuevo ciclo aumenta inusitadamente la superficie cultivada con
cereales, lino y solo unos años más tarde, cuando finalizan los breves contratos, sucede lo propio con los
alfalfares. La carne bovina desde ese momento supera definitivamente a la ovina en la producción de
congelado y los vacunos recuperan así el lugar privilegiado que poseían en lugar de haber sido desalojados
por los lanares medio siglo atrás acompañado con la separación del tasajo. El mediero comenzaba por lo
general su contrato sembrando lino sobre campo virgen, trigo el año siguiente y alfalfa coasociada con uno u
otro durante el tercero. En consecuencia, el aumento de esta influirá más sobre las oleaginosas preferidas al
trigo como cultivo acompañante o precedente. La notable diferencia porcentual entre alfalfa y lino se debe a
que el primero es anual y el otro es perenne. El fomento agrícola trajo la convivencia estrecha de ambas
ramas de la producción rural en un mismo campo, alambrado por medio, pacían los animales y prosperaban
los cultivos. La práctica creciente del inverne obligó al apoderamiento en lotes de pocas extensiones, cada
una con su aguada, para que el animal no realizara largas caminatas en busca de agua o pastos. El potrero
chico hace que la hacienda coma todo el pasto sin pisotearlo en exceso. Cuando el forraje ha sido
aprovechado pasan los animales de un lote a otro y el anterior puede recobrarse. Además, la exigencia
frigorífica de tropas uniformes impone clasificarlas por calidad y estado. Todos esos factores se reflejan en
la importación del alambre.

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