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TRASTORNOS MENTALES Y CONDUCTUALES

INTRODUCCIÓN

¿Cuándo decimos que una persona sufre un trastorno mental? En la psicología el objeto
de estudio son las personas y, a pesar de que muchas veces sea tan sencillo como
determinar la frecuencia de una conducta para determinar si esta es sana o no, en
muchas otras ocasiones no es tan sencillo. Podemos decir que una conducta contraria a
las normas o convenciones sociales suele ser síntoma de trastorno mental, pero no
parece que este sea un criterio suficiente.
Las convenciones sociales cambian con el paso del tiempo y, la concepción de los
trastornos mentales también. De hecho, hasta hace poco, la homosexualidad figuraba
en la clasificación de trastornos mentales y todavía algunos profesionales consideran que
debe seguir apareciendo. Por el contrario, el hábito de fumar, que nunca había sido
considerado un trastorno psicológico, ya aparece en esas clasificaciones, bajo la forma
de adicción al tabaco. Es evidente que, en estos casos, no se producen avances entorno
a los descubrimientos de la psicología, sino la mirada o el enfoque hacia los trastornos o
fenómenos mentales.

¿CUÁLES SON LOS TRASTORNOS MENTALES?

Por lo general, los especialistas utilizan un doble criterio, aunque ellos mismos lo
reconocen que su aplicación es muchas veces difícil:
- Por un lado, un criterio individual referido al sufrimiento o el malestar que le
produce a la persona un determinado trastorno. Este malestar indica la
incapacidad que le supone a la persona convivir con ese determinado trastorno
y el impedimento que le supone convivir con él para el desempeño de las
actividades básicas humanas (comer, dormir, trabajar, socializar, etc.).

- Por otro lado, un criterio social referido a la presencia de conflictos en sus


relaciones o en su entorno. Estos conflictos se refieren al grado de desajuste
entre las conductas, pensamientos o emociones que tiene esa persona respecto
a sus relaciones personales y la inclusión de esa persona en comunidad.
A veces a este último criterio se le añade también un criterio laboral o académico,
determinado por una falta de competencia o desempeño en el ámbito de los estudios o
en el desarrollo de una profesión en el día a día.
No obstante, otra aproximación para determinar qué es un trastorno es posible a partir
del concepto de salud mental como un ideal al que las personas se aproximan, pero no
llegan a alcanzar plenamente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) propone la
siguiente definición: un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer
frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder
aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Si bien
anteriormente, no hace tanto tiempo, la salud mental se entendía como la mera
ausencia de trastornos mentales, ahora se entiende que las personas deben afrontar una
serie de retos y ser capaces de disfrutar los eventos vitales, para lo cual debe tener
herramientas suficientes. Así, hay trastornos mentales que permite a las personas llevar
una vida “más o menos normal” y otros en los que se pierde el contacto con la realidad.

Las dos clasificaciones más utilizadas de los trastornos mentales son la de la OMS, la
Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) y la de la Asociación Psiquiátrica
Americana, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos mentales (DSM). Las
referencias a ambas clasificaciones suelen ir seguidas de un número que se refiere a la
edición, es decir, las modificaciones y revisiones que se han ido realizando en cuanto a
la clasificación, definición y criterios diagnósticos de los trastornos mentales. Por
ejemplo, la última versión del DSM sería la 5º TR (texto revisado) y la del CIE, la 11,
publicada en 2019 y con la aprobación de empezar a ser utilizada en el 2022.

LAS CAUSAS DE LOS TRASTORNOS MENTALES

Distintas teorías psicológicas han intentado ofrecer una explicación de cómo se produce
y desarrolla la enfermedad mental. Todas ellas insisten en un tipo de factores, pero
ninguna pretende haber alcanzado una explicación completa de todos los trastornos
psicológicos:
- Desde el psicoanálisis: los trastornos expresan conflictos inconscientes
generalmente originados por traumas acaecidos en la infancia. Como vimos
anteriormente, el psicoanálisis mantiene una explicación entre las causas que
producen un fenómeno psicológico que no se pueden someter a método
científico y, por ende, ofrecen una explicación pobre y poco contrastada sobre la
probabilidad real de que causas y consecuencias tengan una verdadera relación.
Además, desde este enfoque, la terapia se centra fundamentalmente en
entender la raíz e indagar sobre la profundidad de los problemas, dejando de
lado las posibles herramientas o fortalezas que se pueden encontrar en la
persona para poder resolver sus traumas y afrontar los problemas.

- Desde el conductismo: los trastornos expresan en gran medida la experiencia y


el aprendizaje que tenemos las personas a lo largo de la vida respecto a las
acciones que han producido recompensas y aquellas a las que le han seguido un
castigo o sufrimiento. Por ende, los trastornos estarían explicados por una
asociación entre las conductas desajustadas y las consecuencias que se anticipan
de ellas por la historia personal.
- Desde la psicología cognitiva: los trastornos mentales son adquiridos por la
interacción que se produce entre los comportamientos- las emociones y los
pensamientos que tenemos las personas. Todo ello forma una dinámica que
determina la forma en que percibimos la realidad y actuamos sobre ella.

- Desde las teorías biológicas: insisten en los factores genéticos y hormonales, así
como el desarrollo del sistema nervioso que influye en cómo nuestro organismo
reacciona, percibe y gestiona los eventos positivos y negativos y se retroalimenta
en su funcionamiento.

- Desde las teorías integradoras: son las más generales y amplias, puesto que
tratan de dar una explicación combinando dos o más factores, por ejemplo: una
predisposición genética y una circunstancia estresante, que da lugar a que se
active una reacción de la persona y se produzca el desarrollo de una enfermedad
mental.

Si bien es cierto que son inmensas las teorías explicativas actuales del trastorno mental,
en psicología existe cierto consenso en cuanto a la génesis o el origen de los trastornos
mentales que suele estar más o menos presente en todas las personas. Al parecer, en el
desencadenante de cualquier trastorno mental o conductual se pueden identificar:

- Factores predisponentes: son aquellos factores que tienen más bien origen
genético o hereditario, forman parte del temperamento o del carácter de la
persona y le acompañan desde el inicio de su vida. Dentro de estos factores,
podemos encontrar: un estilo perfeccionista, autoexigencias, pensamientos
negativos, obsesiones, inseguridades, estilos de apego, etc.

- Factores precipitantes: son aquellos factores vitales que serán determinantes en


el impacto que tengan en la persona y pueden ser muy variables. Dentro de ellos
podemos destacar: un divorcio, la violencia sexual o el abuso, robos o violencia
física, la muerte de un familiar o una persona cercana, la ruptura de una pareja,
un despido inesperado, etc.

Esta teoría nos puede ayudar a entender por qué ciertas personas, ante la vivencia de
eventos que pueden ser en principio estresantes o desestabilizantes pueden mantenerse
resilientes (si cuentan con factores que les predisponen a un buen afrontamiento) y por
qué otras, ante sucesos más comunes son susceptibles de caer en la enfermedad mental.
CLASIFICACIÓN DE LOS TRASTORNOS MENTALES

Determinar qué es enfermedad mental no es tarea sencilla y, como se ha mencionado


anteriormente, no solo la investigación, sino también el avance social hace que la
percepción sobre lo que puede ser un trastorno mental cambie con el tiempo. Hay varios
criterios determinantes que se han contemplado dentro del CIE y del DSM que los hacen
criterios diagnósticos, es decir la forma en que la persona experimenta la sintomatología
va a condicionar su diagnóstico. Entre estos criterios, podemos destacar:
- El hecho de que los trastornos son muy variables: la sintomatología o el cuadro
psicológico puede ser muy diferente en cada caso. En cada uno de los trastornos
hay muchos síntomas asociados, por lo que puede ser que la vivencia sea muy
diferente en cada circunstancia y distintas problemáticas pueden asociarse a una
misma enfermedad mental. Es posible encontrar a una persona con depresión
que tienen pensamientos sobre suicidio mientras lleva una vida más o menos
normal y a otra persona que tiene un carácter muy irritable y parece estar
enfadada con su entorno constantemente.

- La intensidad, frecuencia y duración: el sufrimiento que le produce a una


persona o la incapacidad para poder desarrollar las tareas de su día a día va a
determinar la delgada línea entre lo común y la enfermedad. Además, cuando
una persona manifiesta una serie de síntomas, el hecho de que los experimente
por tres semanas o por seis meses también será determinante en el
establecimiento de un diagnóstico. Una persona puede tener un estado de ánimo
triste durante un mes, pero cuando experimenta apatía por seis meses, puede
ser un factor de riesgo indicativo de una enfermedad mental subyacente.

- Por otra parte, los trastornos son multicausales y, además de que los factores
predisponentes y precipitantes son muy variables para el desarrollo de una
misma enfermedad en una persona respecto a otra, hay que hacer una valoración
muy completa del contexto para valorar la existencia de una enfermedad o
simplemente, revelar el hecho de que en ocasiones, el organismo y nuestro
funcionamiento se ve alterado ante acontecimientos estresantes o negativos de
manera natural. Una persona puede experimentar ansiedad en una determinada
época del año (en la que manifiesta insomnio, irritabilidad, problemas digestivos)
porque va a enfrentarse a exámenes importantes para ella, sin que ello de lugar
a un trastorno de ansiedad como tal. Otra persona puede experimentar durante
meses dificultades para relacionarse y disfrutar de su entorno cuando tiene muy
reciente la muerte de un ser querido y esto no tiene por qué manifestar un
proceso de depresión, sino de duelo.
A continuación, siguiendo con la clasificación del DSM, detallaremos algunos de los
trastornos más relevantes.
TRASTORNOS DEL ESTADO DE ÁNIMO

Las personas que sufren este tipo de trastornos ven reducidas drásticamente su fama de
emociones posibles, estancándose en uno u otro de los extremos del espectro emocional
(bien la tristeza prolongada o bien la excitación eufórica). Dentro de estos trastornos, los
más relevantes y prevalentes son la depresión y la manía (o trastorno de bipolaridad).
La persona que sufre depresión se siente muy triste, pierde el interés por las actividades
cotidianas que antes le suscitaban curiosidad o placer y en ocasiones, suele tener baja
autoestima o imagen personal.
Lo más relevante de la depresión es que existe un conjunto de pensamientos en bucle
negativos, sobre una valoración de culpa, vergüenza, rabia o tristeza hacia el pasado, así
como bajas expectativas sobre el futuro. Dado que ciertas actividades implican socializar
(bien en el ámbito laboral o con amistades), las personas que sufren depresión tienden
a asilarse, puesto que tienen una pérdida de placer sobre las relaciones personales o
bien, les produce un gran esfuerzo las interacciones. Se sabe, además, que en la
depresión se puede experimentar otro tipo de síntomas, como la irascibilidad o
irritabilidad, que puede producirse en esas interacciones debido a la ausencia de alegría
o euforia y, además, una pérdida de memoria. Esta pérdida, no es tal, no se produce una
“discapacidad” real, sino más bien el cerebro comienza a funcionar de una manera
distinta y por ende, el foco de atención sobre eventos, fechas, anécdotas o información
general, se ve reducido.

Por el contrario, la manía es un estado de euforia, gran locuacidad y actividad extrema.


Generalmente la manía no se experimenta sola, sino que se suele alternan dentro de
episodios de depresión, lo que da lugar al trastorno bipolar. Las personas con manía
suelen tener una gran labilidad emocional, una excitación o interés por cuestiones
nuevas o desconocidas y, en ocasiones llevan a cabo conductas excéntricas (por ejemplo,
durante un episodio de manía es posible que una persona no descanse y pase dos días
completos dedicándose a una actividad que le produce placer o puede derrochar
cantidades ingentes de dinero).

La causa de estos trastornos puede ser biológicas (existen personas con predisposición
genética a la depresión) pero también psicológicas (experiencias infantiles que provocan
una autoestima baja) y sociales (indefensión aprendida como resultado de la frustración
ante la percepción de fracaso que puede sentir la persona por no haber alcanzado sus
metas personales).
TRASTORNOS DE ANSIEDAD

Se trata de trastornos en los que aparecen reacciones de miedo exageradas e


inmotivadas.
- Las fobias específicas son miedos irracionales ante determinadas situaciones
(montar en avión, miedo a las abejas, miedo a hablar en público…). La agorafobia
es un tipo de fobia que afecta a cualquier situación que aleje a la persona de la
fuente de seguridad habitual (por ejemplo, los lugares públicos, viajes, el
instituto, etc.).

Otras formas de ansiedad son menos específicas, lo cual quiere decir que el estímulo
que es detonante de la situación ansiógena es mucho más difuso.
- Es entonces cuando hablamos de ansiedad generalizada, que consiste en un
miedo o nerviosismo prolongado e intenso a “nada en particular” y su forma de
aparición suele ser habitualmente con ataques intensos de pánico, dolor o
presión en el pecho o en un brazo, dificultades respiratorias, mareos, dolores de
cabeza, pérdida de la conciencia, etc.

La gran diferencia en cuanto a la adquisición de estos dos tipos de fobia es que, las
primeras habitualmente se producen por aprendizaje de experiencias anteriores. Por
ejemplo, es posible que a un niño cuando era pequeño se le acercara un perro (que él
percibiera grande) y pensara que le iba a atacar, viviendo esa situación con terror. De esa
manera se genera un rechazo a los perros asociado al miedo experimentado en esa
primera ocasión

Sin embargo, en la ansiedad generalizada suele aparecer un perfil de personalidad


asociado a una baja autoestima, inseguridad, dificultades para crear vínculos,
perfeccionismo, presión social u otro tipo de aspectos emocionales que hacen que las
personas tengan creencias limitantes (por ejemplo, “no voy a conseguir aprobar el
curso”, “no soy buena estudiante”, “da igual todo lo que haga”, “nunca soy suficiente”,
“no voy a estudiar lo que siempre he querido”). De esa manera cuando existe una
situación disparadora de esos pensamientos (que no tienen por qué estar muy
identificados ni la persona tiene por qué ser consciente de ellos), se comienza a
experimentar sintomatología ansiosa asociada a esos bucles de pensamiento o
creencias.
Otra de las variantes de trastornos de ansiedad es el trastorno obsesivo-compulsivo que
es, no tanto una manifestación directa de la ansiedad, sino una forma de evitarla. Lo que
caracteriza a este trastorno son dos componentes, que pueden presentarse de manera
conjunta o independiente:

- Las obsesiones: son pensamientos recurrentes, inevitables, normalmente


angustiosos y catastróficos. Estos pensamientos suelen producirse en bucle, por
lo que la persona encuentra complicado ponerles fin o concentrarse en otras
tareas, como suele suceder con los pensamientos comunes.

- Las compulsiones: son conductas más o menos ritualizadas y repetitivas. Estas


conductas deben seguir una secuenciación o forma precisa para considerarse
“llevadas a cabo” por la persona que la realiza y en ocasiones deben realizarse de
manera repetitiva.
Habitualmente este trastorno se manifiesta al completo, sin embargo, es posible que la
persona tenga obsesiones sin que el organismo tenga la necesidad de realizar ninguna
conducta para poner fin a la obsesión (por ejemplo, me miran raro por la calle). Las
compulsiones también pueden aparecer de manera exclusiva, sin necesidad de que
exista previamente un pensamiento angustioso (por ejemplo, he de cerrar la puerta tres
veces).

Como se ha comentado anteriormente, este trastorno suele desarrollarse y


sistematizarse por la evitación de malestar, por lo que claramente existe una base
cognitiva-conductual que las explica. Por ejemplo, si para asegurarme de que cuando
entre al instituto tengo que entrar dando tres saltos con la pierna izquierda, si no lo hago,
sé que la consecuencia es negativa (castigo positivo). Para evitar la consecuencia
negativa llevaré a cabo sin dudar el ritual de saltar la pierna, eso me producirá un alivio
(refuerzo positivo), por ello lo seguiré haciendo en las siguientes ocasiones.

TRASTORNOS SOMATOMORFOS

Se trata de una forma de trastorno caracterizada por una serie de síntomas físicos que
aparecen sin que exista causa física que lo explique. El ejemplo más claro es lo que, en
la época de Freud se conocía como histeria y en la actualidad suele llamarse trastorno
de conversión (falsa parálisis, falsa ceguera, falso embarazo, etc.) o de somatización
(náuseas, vómitos, dolores en el pecho y palpitaciones, diarreas, etc. como respuesta a
una tensión psicológica). Próximos a éstos, aunque sin llegar a la creación de síntomas,
aparece la hipocondría (interpretación de dolencias leves o inexistentes como síntomas
de enfermedades graves) y el trastorno dismórfico corporal o fealdad imaginaria.
La hipocondría es un trastorno en que la persona comprueba sistemáticamente su
organismo, el funcionamiento de sus órganos y sus características físicas para averiguar
y anticipar posibles enfermedades o trastornos que pueden estar produciéndose. En la
hipocondría hay algunos aspectos fundamentales:

- La constatación sistemática: la persona lleva a cabo una comprobación por sus


medios de que el funcionamiento del cuerpo es adecuado o se encuentra sano
(por ejemplo, midiéndose la tensión arterial con el tensiómetro).

- El miedo a la enfermedad: esta es la característica inherente y más explicativa


del trastorno. La persona en este caso tiene o puede haber tenido un historial de
enfermedad grave en ella o en su entorno, una gran compulsividad y fijación en
sintomatología. Esto hace que habitualmente la persona perciba mayor riesgo en
la enfermedad, miedo a enfermar, a no tener la energía o el sistema inmune
preparado para luchar contra un virus, etc.

- Fijación por sintomatología superficial: el trastorno se limita a que la persona


habitualmente se fije en síntomas superficiales o externos (como un herpes,
fiebre, temblores). Esto es porque, detrás de ello se esconde una necesidad de
comprobar el estado de esas constantes, como por ejemplo, con un termómetro
o por medio de la observación directa y la búsqueda de información sobre ello
que da lugar a una preocupación exacerbada.

El trastorno dismórfico corporal consiste en la alteración de la percepción que


experimenta la persona respecto a su imagen corporal o un rasgo concreto. Este
trastorno está asociado a una baja autoestima, inseguridad o alto novel de autoexigencia
y presión social y el gran matiz es el grado de incapacitación o malestar que le produce
a una persona en su día a día. Es obvio que todas las personas tenemos partes de nuestro
cuerpo que nos gustan más que otras, pero, generalmente, tendemos asumir aquellas
que no nos agradan tanto, aunque nos cueste más exponerlas a las demás.

Por ejemplo, en verano, es común observar personas en la playa que tapan parte de su
cuerpo porque no se sienten cómodas mostrándolas sin embargo cuando esto hace que
esa persona decida no ir a la playa, dedique un tiempo excesivo mirándose en el espejo,
tenga pensamientos negativos respecto a posibles comentarios o situaciones negativas
que puedan suceder por la evaluación de esa parte de su cuerpo, es posible que nos
encontremos ante la presencia de este trastorno.
TRASTORNOS DISOCIATIVOS

La palabra disociación significa “separación”, por lo que podemos considerar que este
trastorno consiste en que una parte de la personalidad se separa o disocia del resto. El
caso más extremo y raro de este tipo de trastornos es lo que se llama personalidad
múltiple, que tiene lugar cuando diferentes aspectos de una misma personalidad actúan
como si fueran identidades distintas, emergiendo cada una en momentos diferentes.
Algunos psicólogos tratan de explicar el origen de este trastorno desde el psicoanálisis
como un mecanismo de defensa del niño que sufre abusos. Esta hipótesis se ve apoyada
por el hecho de que, en casi todos los casos estudiados, una de las personalidades se
corresponde a un niño.
La forma en que se experimenta un trastorno disociativo, al igual que otros, puede llegar
a ser muy variable. El trastorno de personalidad no es tan frecuente, aunque cuando se
experimenta, normalmente, conlleva la incapacitación de una persona para llevar una
vida común. Sin embargo, existen otras formas de disociación más livianas, aunque
también se ha comprobado que suelen estar asociadas a eventos traumáticos. Por
ejemplo, en la amnesia disociativa muchas mujeres víctimas de abuso sexual expresan
tener lagunas sobre cómo se produjo la situación, las personas que estaban, lo que esa
persona hizo o lo que sucedió posteriormente e incluso esta laguna puede producirse
con respecto al evento entero, sin tener posibilidad de recordarlo mínimamente.
Lo común de todos los trastornos de personalidad es que surgen por un proceso de
represión estudiado en su momento por Freud: parece que las personas no estamos
preparadas funcionalmente ni químicamente para soportar determinadas emociones o
situaciones que pueden ser totalmente surrealistas, por lo que la mente no acepta ni
integra esa situación porque el malestar o el dolor es intenso y utiliza un mecanismo de
defensa para tratar de olvidarlo y situarlo en el “inconsciente”.
Hemos de ser cautos pues, frecuentemente, en la última época está siendo habitual
hablar de “estar disociado” haciendo determinadas tareas del día a día. Por ejemplo,
cuando una persona está estudiando y pierde su foco de atención, llegando tan lejos que
se pone a imaginar discusiones con un amigo o un evento negativo. A esto en el lenguaje
común se le denomina “estar disociado”, aunque realmente debemos entenderlo como
una rumiación o preocupación del momento, así como una pérdida de interés de la tarea
que se está realizando o una dominación completa de la misma (por ejemplo, una
persona que va conduciendo y se pone a recordar la lista de la compra).

TRASTORNOS ASOCIADOS CON ESTRÉS

Uno de los trastornos que mayor prevalencia y sistematicidad tiene en cuanto a los
factores precipitantes es el trastorno por estrés postraumático. Este trastorno se
produce, necesariamente, ante la ocurrencia de un evento asociado a la muerte, la
lesión, pérdida o violencia sexual. Esto es, la ocurrencia de un evento catastrófico que
acontece de manera sobrevenida. Es posible que este evento no llegue a culminarse o
acontecer, pero es posible que igualmente se desarrolle si la persona se ha encontrado
ante la situación de amenaza o intento.
Lo distintivo de este trastorno es que la sintomatología se extiende en el tiempo y suele
incapacitar a la persona para desarrollar sus actividades diarias. Se puede experimentar
por medio de pesadillas nocturnas o insomnio, pensamientos recurrentes respecto al
suceso, reacciones disociativas (es decir, que la persona esté haciendo una tarea o
actividad y de repente tenga la sensación de estar viviendo el hecho traumático,
evitación a determinadas situaciones (pueden ser fobias específicas) asociadas al
evento, alteraciones del estado de ánimo, como la depresión, etc.

ESQUIZOFRENIA

La esquizofrenia es el trastorno psicótico por excelencia, aquél en el que la persona “vive


en su mundo” sin tener contacto con la realidad, pero además, este mundo propio del
esquizofrénico es caótico y desordenado, hecho de pensamientos absurdos que se
comunican de manera incoherente, emociones inadecuadas y conductas excéntricas
acompañados muchas veces de alucinaciones (como por ejemplo oír voces) y delirios de
tipo paranoide (por ejemplo, creer que todo el mundo quiere hacerte daño o conspira
un plan contra ti).

Respecto a las alucinaciones, se puede realizar la siguiente categorización:


- Alucinaciones auditivas: el paciente refiere voces, ruidos u otros sonidos. Las
alucinaciones auditivas más comunes se refieren a voces que hablan al paciente
o le llaman de diversas maneras. Las voces pueden ser masculinas o femeninas,
familiares o desconocidas, y criticas o halagadoras. De manera típica, los
pacientes que padecen de esquizofrenia experimentan voces desagradables y
negativas. Las alucinaciones que se refieren a sonidos que no son voces, tales
como ruidos o música, deben ser consideradas menos características y menos
severas.

- Voces que comentan: las voces que comentan son un tipo particular de
alucinaciones auditivas que se consideran patognomónicas (exclusivas) de la
esquizofrenia. Estas alucinaciones se refieren a una voz que hace un comentario
sobre el comportamiento o el pensamiento del paciente, o a veces el paciente
refiere oír dos o más voces que hablan entre si discutiendo algo sobre el paciente.
- Alucinaciones cenestésicas: Se refieren a sensaciones corporales de tipo peculiar.
Incluyen sensación de quemazón, hormigueos o sensación de que el cuerpo ha
cambiado de forma y tamaño.

- Alucinaciones olfatorias: el paciente percibe olores desacostumbrados que


típicamente son desagradables. Alguna vez puede pensar que el mismo huele.

- Alucinaciones visuales: el paciente ve formas o personas que en realidad no están


presentes. Algunas veces son formas o colores, pero típicamente son figuras de
personas u objetos de formas humanas. Estas pueden tener características
religiosas, como por ejemplo el ≪diablo≫ o ≪Cristo≫.

En cuanto a los delirios:

- Delirio de persecución: la gente que sufre de delirio de persecución cree que


constantemente se esta conspirando contra ellos o que son perseguidos. Las
manifestaciones comunes incluyen la creencia de que son seguidos, que su
correspondencia está abierta, que se hacen registros en la habitación o en la
oficina, que su teléfono esta intervenido o que la policía, funcionarios del
gobierno, vecinos o compañeros de trabajo están acosando al paciente.

- Delirio de culpa o pecado: el paciente tiene la creencia de que ha cometido algún


pecado terrible o que ha hecho algo imperdonable. En ocasiones el paciente esta
inadecuadamente preocupado con cosas malas que hizo cuando era pequeño,
como masturbarse. Algunas veces el paciente se siente responsable por haber
causado algún desastre, como un incendio o accidente, con el cual en realidad
no tiene ninguna conexión.

- Delirio de grandeza: el paciente tiene la creencia de que tiene poderes o


habilidades especiales. Puede pensar que en realidad es un personaje famoso,
como un cantante de rock, Napoleón, Cristo. Puede tener la creencia de que está
escribiendo un libro fundamental o componiendo una pieza musical, o
desarrollando algún invento maravilloso. A menudo el paciente tiene la sospecha
de que alguien quiere robarle las ideas y puede irritarse si alguien pone en duda
su capacidad.

- Delirio religioso: el paciente está preocupado por creencias falsas de naturaleza


religiosa. Estas creencias a veces se presentan en el contexto de un sistema
religioso convencional, como creer en la segunda venida de Cristo, el Anticristo o
en la posesión por el demonio. En otras ocasiones pueden implicar un sistema
religioso completamente nuevo o una mezcla de creencias extraídas de una
variedad de religiones, en especial de religiones orientales, como ideas sobre la
reencarnación o el nirvana.

- Lectura del pensamiento (irradiación): El paciente cree que la gente le puede leer
o conocer sus pensamientos. A diferencia de la difusión del pensamiento, en el
delirio de irradiación no interviene la percepción. Esto es, el paciente
experimenta subjetivamente que los demás conocen sus pensamientos, pero no
piensa que estos sean audibles (que se pueden percibir en voz alta).

- Difusión del pensamiento: el paciente tiene la creencia de que su pensamiento


se difunde, de manera que tanto él como los demás pueden escucharlo. En
ocasiones el paciente siente sus pensamientos como si fueran una voz externa a
el; esto es, a la vez una alucinación auditiva y un delirio.

- Inserción del pensamiento: el paciente cree que hay pensamientos que no son
suyos y que han sido introducidos en su mente. Por ejemplo, el paciente puede
creer que un vecino suyo hace prácticas de vudú y le introduce en la mente
pensamientos sexuales que no son suyos en contra de su voluntad.

- Robo del pensamiento: el paciente cree que le han quitado pensamientos de la


mente. Puede ser capaz de describir la experiencia subjetiva de comenzar a tener
un pensamiento y sentir de pronto que le es retirado por una fuerza extraña.

Se ha comprobado que existe una gran incidencia de los factores genéticos de la


esquizofrenia: la probabilidad de que habiendo hermanos gemelos y uno sufre
esquizofrenia el otro también lo sufra es del 50%. La genética determina anomalías
fisiológicas que explicarían un exceso de dopamina en el encéfalo, hecho que parece
marcar una clara disposición a sufrir dicho trastorno. En los primeros años del siglo XXI
se ha descubierto, además, una coincidencia en las anomalías genéticas que relacionan
la esquizofrenia con la bipolaridad. Además, en otros estudios avanzados se ha
observado que respecto a la incidencia de los factores sociales en el desarrollo del
trastorno, las clases bajas tendrían un mayor grado a su disposición.

TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN

Se tratan de alteraciones que, aunque hace tiempo ha multiplicado su impacto social en


los últimos años (la primera data descripción data de un caso de anorexia nerviosa en
1689). Las más conocidas son la anorexia y la bulimia nerviosas, pero podemos añadir
otras como la vigorexia y algunas más que incluso todavía carecen de una denominación
médica.
La anorexia nerviosa consiste, en primer lugar, en una percepción deformada del propio
cuerpo (que normalmente se asocia a sentirse con sobrepeso cuando realmente el
estado del organismo no es tal). Esta percepción desajustada explica que la persona
comience a llevar una drástica reducción del consumo de alimentos y a la consiguiente
pérdida de peso que, en vez de aminorar la falsa percepción, la refuerzan. Por tanto,
cuanto más peso pierde la persona con anorexia y mayor es su delgadez más dispuesta
está a seguir adelgazando. En el caso de las mujeres (más del 90% del total de enfermos
de anorexia) estas prácticas implican normalmente otras consecuencias en el organismo,
como déficits vitamínicos que hacen que se debiliten el pelo o las uñas, mareos y dolores
de cabeza frecuentes, dificultades en la digestión de alimentos algo más calóricos,
amenorrea (pérdida de la menstruación).

Asociada a la anorexia o a veces de forma independiente, existe también la bulimia


nerviosa, trastorno consistente en la sucesión de episodios de ingesta excesiva de
comida inmediatamente después de la aplicación de métodos inapropiados para evitar
el aumento del peso (vómito autoprovocado, por ejemplo).
Ambos trastornos están asociados mucho a la etapa de la adolescencia y al género
femenino, por lo que podríamos decir que dichos trastornos tienen una gran carga social
y educativa en cuanto a su génesis. Esto no significa que no se produzcan entre varones
o en otras edades, pero se da con mucha menos frecuencia.

En cualquier caso, lo distintivo de estos trastornos es que, la explicación de estas rutinas


conductuales son las cogniciones: en ocasiones existe un entorno en la vida de estas
personas muy restrictivo y autoexigente, lo cual lleva a una proyección de esas exigencias
o perfeccionismo trasladado al cuerpo. En otras ocasiones, se producen hechos o
conflictos en el núcleo familiar, como un estilo de apego evitativo o situaciones de
divorcio o separación entre progenitores, que hacen que la persona tenga una sensación
de caos en su entorno. Este descontrol no es gestionado de manera positiva por parte
de la persona, que emplea el cuerpo para poder liberar tensiones o sentimientos que no
son comunicados, como la rabia o la culpabilidad. En otras ocasiones, la forma de
compensar el descontrol observado de manera externa es estableciendo un “control
riguroso” de manera interna, por lo que la persona con este trastorno siente calma o
alivio por poder percibir el control, la restricción y los limites que no observa desde su
ambiente.

De aparición más fuerte en los varones es la vigorexia. Este trastorno combina una
conducta alimentaria desequilibrada con el exceso de ejercicio físico a fin de lograr el
desarrollo muscular deseado. Si bien a lo largo de las décadas la prevalencia de la
anorexia y la bulimia ha ido fluctuando, la vigorexia no solo tiene mayor incidencia, sino
que cada vez se encuentra más normalizada socialmente. Las personas que sufren este
trastorno reducen drásticamente el consumo de lípidos aumentan do en cambio el de
proteínas e hidratos de carbono y añadiendo a veces sustancias químicas como
complemento alimenticio como esteroides, lo que puede ocasionar serias
perturbaciones del metabolismo.
A pesar de que la vigorexia se engloba también dentro de los trastornos de conducta
alimentaria, su génesis parece ser significativamente distinta a la anorexia y la bulimia:
así como estos trastornos buscan la canalización de los sentimientos y emociones y la
sensación del control por medio del cuerpo como “instrumento”, la vigorexia esconde
ese mismo control teniendo como propósito obsesivo la mejora de la imagen, el
aumento de la autoestima y la búsqueda de reconocimiento o aprobación social. Se
relaciona menos con la vivencia de posibles eventos traumáticos y más con la
idealización corporal, los cánones de belleza y el culto a la forma física.

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