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Platón-Presocráticos:

Platón discrepa de los presocráticos en general, ya que estos daban importancia al mundo físico, mientras que para
Platón lo importante son las ideas. Además, los presocráticos aceptaban el cambio, mientras que Platón lo niega al
considerar las ideas como entidades inmutables y eternas. Entre los presocráticos, Platón contrasta sus opiniones
con las teorías de Heráclito, Parménides y Pitágoras.

Platón discrepa de la concepción de Heráclito sobre el ser como algo dinámico y en constante cambio. Para Platón, lo
único verdadero son las ideas, que son estáticas y atemporales. Platón también difiere de Heráclito en cuanto al
valor de los sentidos para acceder a la verdad.

Platón coincide con Parménides en su concepción del ser como inmutable. Ambos filósofos defienden un dualismo
ontológico y dividen la realidad en dos: el Mundo Aparente y el Mundo Verdadero, que Platón denomina Mundo
Sensible y Mundo Inteligible. Tanto Parménides como Platón desconfían de los sentidos como fuente de
conocimiento.

Platón coincide con Pitágoras en la importancia de las matemáticas, pero defiende que tienen limitaciones y que
existe un saber superior llamado dialéctica. Ambos filósofos creen en la transmigración de las almas y en el dualismo
antropológico entre el cuerpo y el alma. También comparten una concepción negativa de la realidad humana,
considerando el cuerpo como una prisión del alma.

Aristóteles-Hobbes

En primer lugar, tanto Aristóteles como Hobbes se ocuparon de la política y la naturaleza humana, aunque con
enfoques diferentes. Aristóteles veía a los seres humanos como animales políticos y sostenía que la polis (ciudad-
Estado) era el medio para alcanzar la felicidad y la virtud. Por otro lado, Hobbes adoptó una visión pesimista de la
naturaleza humana, argumentando que los seres humanos son inherentemente egoístas y en busca de poder. Según
Hobbes, la única forma de evitar el conflicto y el caos es a través de un gobierno central fuerte.

En cuanto a la ética, Aristóteles desarrolló una ética de la virtud, donde la excelencia moral y el florecimiento
personal son fundamentales. Para Aristóteles, la virtud se alcanza a través de la práctica y el desarrollo de hábitos
virtuosos. Por otro lado, Hobbes adoptó un enfoque más contractualista en su ética, argumentando que las acciones
humanas son impulsadas por el egoísmo y el deseo de evitar el sufrimiento. Según Hobbes, los individuos deben
renunciar a ciertas libertades para establecer un contrato social que garantice la paz y la seguridad.

En cuanto a la metafísica, Aristóteles postula la existencia de un mundo objetivo con sustancias individuales y una
jerarquía de causas. Por el contrario, Hobbes adopta un enfoque materialista y mecanicista, donde todo se reduce a
la materia y al movimiento físico. Hobbes ve al ser humano como un sistema mecánico complejo gobernado por
leyes naturales.

Kant-Contractualistas (Hobbes y Rousseau),

Los autores ilustrados como Kant, Hobbes y Rousseau defienden el contractualismo, que sostiene que los estados y
sociedades son el resultado de un acuerdo entre los seres humanos a través de un contrato social. En cuanto al
estado de naturaleza previo al contrato social, Hobbes y Kant parten de una visión egoísta del ser humano, mientras
que Rousseau ve al hombre como un "buen salvaje" corrompido por la propiedad privada.

En relación al contrato social, Kant y Hobbes coinciden en la importancia del cumplimiento de la ley. Sin embargo,
Hobbes propone la sumisión de los individuos al soberano a cambio de seguridad, mientras que Kant limita el poder
del soberano al reconocer a la ciudadanía el derecho de consentir en la aprobación de leyes. Rousseau va más allá al
afirmar que el pueblo debe dictar sus propias leyes.

En cuanto al estado civil posterior al contrato social, Hobbes defiende un estado que proteja la vida de los súbditos,
una monarquía con un soberano poderoso. Rousseau busca además proteger la libertad, igualdad y bienestar de
todos, promoviendo el asambleísmo. Kant considera que la búsqueda de la paz moral es lo que nos motiva, y aboga
por una democracia representativa con la división de poderes, en línea con la segunda opción de Rousseau, ya que
considera que la falta de educación de los ciudadanos los hace incapaces de participar en una democracia directa.

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