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Título: El caos del warlock

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©RachelRP

Primera edición enero de 2023


Diseño de cubierta: RachelRP
©De la imagen de la cubierta: Adobe Stock
Maquetación: RachelRP
Corrección: Nia Rincón

Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios. Cualquier semejanza
con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.

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A veces, cuando ves el final, eso solo indica
que has encontrado el principio de otro camino
Capítulo 1
Senox

Hedda va detrás de mí como un perrito, bueno, más como un lobo furioso


deseando rasgar mi cuello con sus dientes.
—¿No vas a decir nada? —pregunta mientras trato de buscar una
explicación a que me haya cogido con una de las sirvientas arrodillada
frente a mí.
Me paro, respiro hondo y la enfrento.
—Lo siento, necesitaba liberar algo de estrés y ella estaba allí.
Sí, soy un gilipollas, pero uno que no miente. Supongo que eso cuenta,
¿no?
—¿Y por qué no me has llamado a mí? —inquiere, cambiando su tono de
rabia por uno de dolor.
Veo que va a llorar, como siempre. No me gusta que lo haga, aunque sea
yo el culpable. ¿Cuándo se ha ido todo a la mierda?
—Senox, necesito que te reúnas con nosotros en la sala del trono —
escucho a Dux decir mientras pasa por mi lado y ella se inclina.
—Majestad.
—Ahora voy —contesto, asintiendo en agradecimiento por sacarme de
allí—. Lo siento, luego hablamos de esto.
Es una promesa que no voy a cumplir. No me gusta discutir y con ella
ahora es como una constante. Cuando comenzamos, hace un año más o
menos, creí haber encontrado a la mujer de mi vida. Sé que no es mi Eterna,
sin embargo, con ella estaba feliz. Hablábamos de todo, nos reíamos a todas
horas y el sexo es increíble. Al menos hasta que le comenté mi idea de ir un
paso más allá. Ahí creo que es cuando se jodió todo. Comenzaron los celos,
las peleas y yo volví a ser quien era antes de estar con ella: un idiota que la
mete en cualquier agujero disponible. Lo peor, que me lo consiente.
Llego a la sala y veo a los chicos allí: Tradiel y Nero en las escaleras y
Dux en el trono. Me acerco y me tiro al lado de Tradiel.
—Ya nos ha dicho Dux que te ha salvado el culo, de nuevo —se burla mi
amigo.
—¿Por qué te empeñas en seguir con ella? —pregunta Nero.
—Quiero formar una familia, tener lo que vosotros, y eso sin una mujer a
mi lado es más complicado, ¿no crees?
—No será lo mismo —interviene Duxlan—. Nosotros tenemos a nuestras
Eternas, ella no es la tuya.
—Lo sé.
También sé que, según la mujer de Tradiel, la mía debería haber
aparecido hace mucho tiempo; han pasado tres años desde que me lo dijo, a
todos. No ha ocurrido nada. He tenido muchas conversaciones con Tradiel
sobre esto. Él cree que debo esperar más, yo no estoy dispuesto a hacerlo
por algo que me dijo Idysia en un momento en el que me vio triste.
—¿Otra vez dándole vueltas a lo que hablaste con Idy? —interrumpe
Tradiel mis pensamientos. Me conoce demasiado bien.
—Sí, y sabéis que es posible. Puede que mi Eterna haya tomado un mal
camino, que su libre albedrío la haya alejado de mí o incluso que esté
muerta. Hay demasiadas opciones como para ignorarlas.
—Eres un rollo, amigo —se ríe Nero, pero no me contradice.
—No te voy a decir lo que tienes que hacer —lo corta Tradiel—, aunque
deberías tener en cuenta que, por mucho que creas que hay en tu contra,
hemos sido elegidos para tener una Eterna; eso es algo que no se da desde
hace siglos. Y además son mujeres increíbles por las que vale la pena
esperar.
—¿Qué pasaría si decides tener hijos con Hedda y aparece tu Eterna? —
pregunta Duxlan.
—La razón por la que aún no los tengo es porque no hallo una respuesta
buena a esa pregunta —les confieso.
—Piénsalo bien, sería injusto para Hedda, tus hijos y tu Eterna —insiste
Dux.
—Cambiemos de tema —les pido, y todos asienten—. ¿Qué tal te vas
apañando con los gemelos? ¿Ya te quieren?
—No —se queja Tradiel—, dicen que por mi culpa no tienen el pelo
blanco como su madre, como si su tono negro azabache no fuera lo
suficientemente bueno.
Nos reímos porque hoy podemos, al principio Tradiel estuvo algo
estresado cuando los gemelos parecían no querer estar nada más que con
Idy. No entiende que es algo normal, que entre ellos hay un vínculo
especial. Al menos ahora ya sabe que esos pequeños lo aman como lo hace
él, aunque no están dispuestos a dejar que eso se le suba a la cabeza.
Apenas con dos años recién cumplidos y ya tienen más personalidad que
muchos hombres y mujeres de la corte.
—A mí no me mires, ¿habéis visto a mi hija? —Es el turno de Dux de
quejarse.
Y no es para menos. Es la viva imagen de su madre, siendo tan pequeña
ya tiene una belleza extraordinaria. Y no hablemos de su inteligencia. Está
muy muy jodido.
—Al menos no tienes que preocuparte hasta dentro de unos cuantos años.
Mi Ayla es perfecta: preciosa, inteligente y sabe patear culos como
cualquier soldado raso —se jacta orgulloso Nero.
Ya está entrenando con algunos de ellos, aunque, por supuesto, nadie se
atreve siquiera a despeinarla.
—¿Crees que no vas a tener problemas de hombres con ella? —pregunta
Duxlan en tono burlón, y Nero le contesta levantando el dedo del medio.
—Mi niña me ha dicho que soy el único hombre que va a necesitar en su
vida, que si todos son tan insufribles como Liro se queda soltera. Gracias
por eso, amigo.
Nos reímos porque esos dos parecen hermanos. Todo el día juntos, todo
el día peleando, pero si hay que defenderse, lo hacen a muerte el uno por el
otro.
—Liro será un gran rey —intervengo, y veo el orgullo de padre en los
ojos de Duxlan—. Es increíble lo que es capaz de hacer ahora siendo tan
solo un niño. Y su lealtad. Me fascina verlo; bueno, y la de Ayla.
Ahora el brillo de orgullo también se instala en los ojos de Nero.
—Sabía que os iba a encontrar aquí —dice Catriel, apareciendo y
sobresaltándonos a todos.
Es el único al que se le permite hacer eso. Bueno, a él y a cualquiera que
nos traiga a nuestras mujeres o hijos. Sí, es raro, pero lo siento de esa
manera. Somos todos una gran familia, y estoy deseando poder aportar la
mía para aumentarla.
—Tío, dichosos los ojos, no te dejas ver por aquí mucho.
—He estado ocupado.
—¿Tres años? —intervengo.
Desde que dijo que se iba con la hija de la que fue el amor de su vida
apenas lo hemos visto. Viene en las celebraciones y eso, pero no se queda
demasiado tiempo y tampoco nos cuenta qué hace o a dónde va. Y nosotros
lo respetamos. Cuando esté preparado nos dirá lo que necesitemos saber.
—Annetria se muere —suelta de golpe.
—¿Cómo que se muere? —pregunta Tradiel impactado.
Creo que es el único que la ha conocido. Como médico le pidió una
consulta y parece que la cosa no ha acabado bien.
—La última vez que la vi no estaba tan mal —murmura mi amigo.
—Ella es como su madre —responde Catriel triste, recordando una vida
pasada—. Ha dejado que se alimenten hasta el extremo de no retorno. La he
tratado de ayudar, pero…
—Ya no hay vuelta atrás —concluye Tradiel.
Catriel asiente.
—Lo siento —murmuramos todos casi a la vez.
—Quizás no he sabido ser buen padre —masculla.
—No digas eso, tío Catriel —lo corta Duxlan—. Aldara te ama como a
uno, y los niños te tratan como si lo fueras, eres el abuelo materno para
ellos.
—Lo sé, pero…
—Hay veces que no podemos controlar lo que sucede —intervengo—.
Quizás ella no quería ser más parte de este mundo.
—Eso me ha dicho, que se aburrió de vivir, demasiados años, demasiadas
muertes —comenta Catriel.
La entiendo. Cuando eres humana y un warlock alarga tu vida con su
energía, al principio parece genial. Y puede que lo sea, sin embargo, otras
veces lo único que puedes ver es cómo la gente a tu alrededor muere
mientras tú sigues aquí, generación tras generación. Eso, para nosotros, es
algo normal, estamos acostumbrados a no encariñarnos con humanos por lo
mismo, mantenemos las distancias. Sin embargo, un humano lo lleva peor.
Tanto que algunos se suicidan.
—¿Y por eso decidió experimentar con la energía? —pregunta Nero
curioso.
—Sí, descubrí que iba a lugares clandestinos en los que algunos warlocks
no medían su alimentación y…
Veo sus ojos centellear, esto lo cabrea.
—Catriel, ella es una mujer adulta que puede decidir por sí misma —lo
corto—. No es tu hija, por mucho que te duela que te lo diga. Y no porque
no solo no eres quien la ha engendrado, es que no la has criado. La
encontraste de mayor, demasiado como para haber influido en su educación.
No puedes hacerte responsable de nada de esto.
He sido un poco duro, pero es la realidad y tiene que asumirla. Quizás es
porque soy adoptado y entiendo que quien te cría, tus padres, no tienen por
qué ser quien te da a luz. Miro a Catriel y lo veo abatido, tanto que me
siento mal.
—Lo lamento si he sido…
—No, es la verdad —me corta Catriel—. Y es por estas cosas que
necesito pedirte ayuda con un tema delicado.
Puede que él no sea mi familia de sangre, sin embargo, nos ha criado a
los cuatro por igual como sobrinos del mismo rango, sin importar
parentesco o puesto social.
—Lo que necesites —contesto sin dudar.
—Annetria sabe que le queda poco, y lo sorprendente es que está bien
con eso —comienza—. Creo que se ha cansado de vivir y por eso ha estado
haciendo estupideces que, al final, le han costado la vida.
—Lo siento —le digo de corazón, es duro cuando alguien a quien amas
no encuentra motivos para seguir vivo, ni siquiera por ti.
—Tú mejor que nadie sabes lo que es esto —dice mientras asiento.
Mi padre murió en la guerra estando mi madre embarazada, ellos eran
amantes clandestinos, y cuando ella me tuvo no pudo quedarse a mi lado;
me parezco demasiado a él. Todo esto lo descubrí gracias a que mamá, la de
verdad, la que me ama más que a su vida, me ayudó cuando las dudas sobre
mi procedencia llegaron a mí en la adolescencia. Puede que sea duro, pero
agradezco la vida que tengo y no la cambiaría por un segundo con personas
que no conozco por muy familia que sean. Supongo que por eso no he
aceptado ver a nadie de mi sangre. Lo hice en una ocasión y pude darme
cuenta de que solo les interesaba mi conexión con el rey. Fue la primera y
última vez que les di una oportunidad.
—Eres el único que puede ayudarme con ella.
—¿Cómo que ayudarte? —pregunto, saliendo de mis pensamientos.
—Annetria me ha confesado algo que no esperaba, tiene una hija.
Todos nos quedamos en silencio un instante hasta que reaccionamos
preguntando a la vez.
—¿Qué has dicho?
—Ella tuvo una hija que dio en adopción mucho antes de conocerla yo.
Dice que no sabe quién es el padre, pero que antes de morir le gustaría
verla.
—A ver, espera, ¿tenemos una prima? —pregunta Duxlan confundido.
—Sí —responde Catriel con una enorme sonrisa, supongo que porque la
hemos incluido en la familia sin que haya tenido que pedírnoslo.
—¿Por qué la abandonó? —inquiero curioso.
—No la quería, la obligaron a tenerla… No se arrepiente de haberla dado
en adopción, si eso es lo que quieres saber.
—¿Y por qué debería ayudarte a joderle la vida a una niña que quizás sea
feliz ignorando que no la quisieron al nacer?
Mi tono deja clara mi posición, y todos lo entienden.
—Annetria no es buena —confiesa Catriel—, aun así, me gustaría que
tuviera algo bonito en su vida antes de morir, y que su hija la acompañe en
su final podría darle la paz que necesita.
—No me parece bien —insisto.
—Estoy con él —agrega Tradiel—. Si no le ha interesado en estos años,
ahora no es momento de darle mierda a una niña inocente.
—Teneis razón ambos —contesta Catriel para nuestra sorpresa—, y si
fuera una niña ni siquiera te lo habría preguntado.
—¿Qué edad tiene? —interviene Nero.
—Veintitrés.
—Vale, no es una niña —murmuro.
—No lo es, y por eso quiero darle la oportunidad de decidir si quiere
conocer a su madre —explica Catriel—. He investigado hasta dar con ella.
Tuvo la misma suerte que tú. Fue adoptada por una familia noble, humanos
que la aman como si fuera suya. Ella es feliz.
—¿Y por qué quieres joderle la cabeza? —pregunta Nero confundido.
—¿No recordáis cuando Senox quiso saber de dónde provenía? —suelta
de pronto, y me hace volver a aquella época.
—Sí, se puso muy pesado con eso —se burla Tradiel. Sonrío, él estuvo a
mi lado en cada paso, los tres lo hicieron.
—Si te pido esto es por Annetria, pero sobre todo por su hija. Creo que
tiene el derecho de saber de dónde viene y conocer a su madre biológica
antes de morir.
—Hay algo que no nos cuentas, tío.
Me giro hacia Duxlan, que lo mira entrecerrando los ojos y Catriel le
sonríe.
—Me conoces demasiado, sobrino. Esto no es solo por ellas, también por
mí, quiero formar parte de la vida de esa chica.
—¿De qué forma?
—En la que me deje. La he visto y es igual a su abuela, el amor de mi
vida, no podrían parecerse más si hubieran querido.
Frunzo el ceño porque esto no me gusta.
—¿Por qué pones esa cara? —pregunta Catriel, viendo mi expresión
facial.
—Creo que es asqueroso que quieras follarte a la nieta de la mujer que
amaste y la hija de la que has querido criar como tal.
Mi respuesta lo pilla desprevenido, se queda serio un instante y después
suelta una enorme carcajada.
—Claro que es asqueroso —contesta para mi alivio—. No pretendo tener
nada romántico con ella. Me gustaría ser su amigo, su tío, su lo que sea,
pero que me quiera en su vida para protegerla como no pude hacer con su
madre y su abuela.
Respiro aliviado, y veo que el resto también.
Voy a proseguir con las preguntas cuando Aldara irrumpe en la sala y
abraza a Catriel.
—¿Ya ni siquiera vienes a verme la primera? —se queja—. He tenido
que enterarme de que estabas aquí por los niños.
Todos miramos hacia arriba, al lugar desde donde sabemos que nos
espían desde que Idy nos lo confirmó. Dejamos que crean que se nos ha
olvidado y los temas importantes que no queremos que sepan los tratamos
en la torre azul. Lo de Catriel ha sido tan inesperado que no hemos caído en
la cuenta. Espero que no hayan oído demasiado que pueda perturbar sus
jóvenes mentes.
—Estaba tratando de convencer a Senox para que me ayude con un
asunto familiar —le dice mientras la sigue abrazando.
—¿Algo serio? —pregunta preocupada.
—No, aunque tendré que robároslo por un tiempo.
—¿Cómo que robarme por un tiempo? —pregunto confundido.
—Si aceptas ayudarme, nos mudaremos a su casa hoy mismo con la
excusa de que tienes que hacer una revisión de cuentas.
—¿Hoy? —pregunto alucinado por el poco tiempo que tengo.
Escucho la voz de Hedda al otro lado pidiéndole al guardia que la deje
pasar, que necesita algo urgente de mí, su prometido, ¿prometido? Joder.
Decisión tomada.
—Bien, nos vamos hoy mismo.
Capítulo 2
Eris

Dejo el libro en el estante y decido que por hoy he terminado. Estoy


cansada después de toda la semana con lo mismo. Espero que no haya nada
erróneo porque he tratado de hacerlo lo mejor posible teniendo en cuenta
que mi mentor me pudo enseñar solo en casa.
Es curioso cómo, a pesar de pertenecer a una de las familias más ricas de
la zona, sigo siendo solo un trozo de carne para los warlocks que me ven.
Mis ojos azules los atraen como si fuera el último vaso de agua del desierto.
Es asqueroso. Mis amigas me dicen que debería sentirme halagada, ellas lo
estaban antes de casarse con alguno de ellos; yo lo único en lo que pienso es
que si me caso con un warlock será porque me obligan. Soy humana, y mi
corazón y mi alma pertenecen a alguien de mi especie que no va a acabar
dejándome por otra con más energía que yo.
—Eris —me llama mi mejor amiga y sirvienta.
—Ya voy, Ledi.
—¿No te vas a cambiar? —pregunta, viendo que llevo lo mismo que esta
mañana.
—No, no tengo ganas ni tiempo, las chicas me esperan en el salón desde
hace casi media hora.
Vamos ambas a la sala privada que tengo en la casa de mis padres. Decir
que vivo bien es quedarse corta. Tuve la suerte de caer en una familia con
mucho dinero, tanto como para poder contar que vivo en un palacio, aunque
lo mejor es que tienen más amor que efectivo; eso sí que fue llevarme el
premio gordo.
Cuando llego veo que las chicas ya están sentadas alrededor de la mesa
del té con una galleta en la mano. Nos conocemos desde el jardín de
infancia. Siempre hemos ido las tres juntas, solo que nunca me he sentido
integrada. No sé por qué. Quizás hemos tenido siempre ganas de que
nuestra amistad fuera de esas de las que se escriben en los libros, sin
embargo, solo puedo considerarlas conocidas a las que quiero mucho.
Amiga, amiga solo tengo a Ledinia.
—Veo que teníais hambre —me burlo mientras tomo asiento.
Ambas se ríen y me ponen al día sobre sus vidas. Han estado un año
fuera, desde que decidieron viajar por el mundo para encontrar marido. Yo
podría haber ido, pero no quería pasarme tanto tiempo fuera de casa, y
menos aún de fiesta en fiesta sonriendo a ver si alguien me encontraba lo
suficientemente apetecible como para pedirme la mano.
—Así que vuestro año ha ido bien, ¿no?
Ambas sonríen y me enseñan la mano que escondían debajo de la mesa a
la vez. En sus dedos hay un enorme pedrusco que debe valer más de lo que
estoy dispuesta a admitir como normal.
—¡Nos casamos en un mes! —gritan emocionadas.
—Enhorabuena —les digo de corazón, porque en realidad, así lo siento.
—Va a ser el día más feliz de nuestras vidas —apuntan como si fuera
obvio.
Y ahí creo que está la brecha que nos ha separado siempre. Ellas son del
tipo de mujer que han pasado una vida entera preparándose para el
matrimonio, cosa que envidio profundamente; yo soy del tipo que me
deprimo de imaginar que el día de mi boda es el más feliz de mi vida, si es a
lo máximo que puedo aspirar que alguien me pegue un tiro y acabe con mi
sufrimiento.
—Vendrás, ¿verdad? —pregunta la que tengo sentada a mi derecha.
—Claro, ¿qué día es? Bueno, ¿qué días son? Lo apuntaré en mi agenda
para no perdérmelo.
—Es el mismo —contesta la de mi izquierda.
—¿Os vais a casar el mismo día? —inquiero extrañada. No soy muy de
bodas, pero siempre me ha quedado claro que cada novia quiere ser la
protagonista de su día.
Ambas se miran de manera cómplice y sueltan un par de risitas que ya
conozco. Han hecho algo que no es malo, pero tampoco bueno. Siempre
actúan de esta manera, y a mí me hace gracia.
—En Alfoz 3 conocimos a un warlock noble con mucho dinero, tanto que
puede mantener a cinco mujeres sin ningún problema —me cuenta la de la
derecha como si eso fuera un logro.
—Tiene un harén —afirmo.
—Puede llamarse así —suelta la otra.
La primera prosigue y trato de no interrumpir para no perderme nada.
—Es un warlock joven y apuesto que necesita tener descendencia.
Ambas quedamos en que ningún hombre nos separaría, y cuando él se fijó
en las dos, no nos importó que tuviera citas con ella y conmigo para ver con
cuál se quedaba.
—La verdad es que fue todo un caballero —continúa la otra—. Nos trató
como a damas y no nos mintió. Siempre ha sido claro sobre las mujeres que
tiene para alimentarse. Aunque solo es para eso. Y dejó claro que no podía
decidirse por ninguna…, y no nos pareció mal.
—A ver que me entere, os vais a casar con el mismo warlock, que
además tiene un harén, y vosotras estáis de acuerdo.
—Sí —contestan a la vez.
Ambas se quedan mirándome calladas, esperando mi reacción, y decido
que, si el brillo en sus ojos es de felicidad, ¿quién soy yo para juzgar la vida
de nadie?
—Pues me alegro mucho por vosotras, siempre habéis querido tener hijos
a la vez y estabais preocupadas de que vuestros maridos no se llevaran bien
o de que vivierais separadas. Creo que esto es perfecto para vosotras.
Ambas se lanzan a mis brazos, locas de felicidad, dándome las gracias
por no juzgarlas. Supongo que ya lo estarán haciendo otras.
—¿De verdad que te alegras? —pregunta la de mi derecha.
—Sí, en serio. Os echaré de menos, pero os iré a visitar. Además, si se
alimenta de las otras a vosotras solo os quedará la parte buena de vivir en
familia, no tendréis que estar pensando en si se va a buscar fuera lo que no
tiene o si os va a sustituir. Pensándolo bien, creo que es algo que todos
deberían hacer.
—¿Verdad que sí? —vuelven a decir a la vez, y nos reímos.
Me cuentan cómo se conocieron, dónde las ha llevado y lo que han
tardado en convencer a sus padres de que esto es buena idea. Bueno,
básicamente estuvieron cabreados hasta que vieron la cantidad de dinero
que tiene este warlock, y entonces todo fue arcoíris y purpurina. También
hablamos de las chicas del harén. Por lo visto todas son feas. El hombre las
tiene con el propósito de alimentarse y, aunque se excita con ello, les ha
prometido que no las toca más allá de la alimentación y que para aliviarse el
calentón siempre buscará a una de ellas.
Lo tienen todo tan bien atado que me parece de película. Me encanta que
puedan tener todo lo que quisieron siempre y que lo hagan juntas. Me da
envidia no ser parte de ese mundo especial que ambas comparten, pero
supongo que ese no es mi sitio. Todavía tengo que averiguar cuál es.
—Y… ¿traerás a alguien a la boda? —pregunta la que tengo enfrente,
que se ha levantado a coger una galleta más.
—Si te refieres a hombres no, de momento nadie a quien presentar.
—¿Seguro?
Su pregunta y posterior mirada cómplice entre ambas me hace entender
que me estoy perdiendo algo.
—Sabemos que alguien de la corte del rey ha estado por aquí mucho.
—¿Y?
—Oh, vamos, Eris, estás en edad de casarte, eres preciosa y jamás se han
alimentado de ti. Eres una candidata ideal para acabar entre la realeza.
—Paso —contesto riéndome.
—No sé si puedes hacer eso —murmura la que está a mi derecha.
—¿A qué te refieres?
—Somos humanas, puede que tus padres sean nobles y tengan dinero,
pero, al final del día, para ellos somos humanas simples que están en el
mundo para servirles de alimento.
Frunzo el ceño porque no sé dónde quiere llegar.
—¿Estás segura de que podrías negarte si un warlock se encaprichara de
ti? —pregunta la otra, y me quedo paralizada al darme cuenta de que no sé
la respuesta.
Mi madre llega en ese momento y se une a nuestra charla. Ellas le
cuentan sobre el matrimonio y, como era de esperar, mi madre piensa como
yo. Desde luego que entiende que a sus padres no les haga mucha gracia.
Sin embargo, quiere a estas chicas como si fueran suyas, y si están felices
para ella es suficiente.
Pasamos el resto de la tarde recordando historias de la infancia, pero mi
cabeza no para de volver a la pregunta para la cual no tengo respuesta.
Cuando se marchan, mi madre me avisa de que tenemos invitados para la
cena y eso hace que me estrese.
—¿Crees que es el tal Catriel? —le pregunto a Ledi.
—Sé que lo es —me confirma—. Yo misma lo he visto llegar mientras
iba a por más galletas.
—Mierda. ¿Es posible que esté buscando algo conmigo?
Ella se encoge de hombros.
—Es posible —me confirma y siento una presión en el pecho que no me
gusta.
Gruño y voy a mi habitación para ducharme y vestirme acorde a lo que se
espera de mí. Mis padres me aman, y por ello trato de ser la hija que en
público tengo que ser. Aunque en la intimidad de nuestra casa las cosas
cambien. Me pongo un vestido amarillo que cae liso sobre mí hasta los pies,
la espalda está al descubierto y solo hay cadenas de perlas blancas
enlazadas que lo sujetan. En mi cabeza coloco unas diademas de metal que
se entrelazan con mi pelo. Me miro al espejo y veo que no me parezco en
nada a mi madre. Ella es rubia, yo morena; su cara alargada y la mía
redonda; su piel olivácea, la mía blanca; y su pelo ondulado y el mío liso.
Lo único que tenemos en común es el color rojo de los labios, ya que ambas
usamos el mismo tono de carmín.
Cuando Ledi viene a buscarme, salimos hacia el comedor. Me cuenta que
mis padres ya están allí y le pido que se adelante para asegurarse de que no
me toca sentarme junto a Catriel. Lo he visto de lejos y no parece un mal
tipo, sin embargo, me mira de una forma que me da escalofríos.
—Oh, Dios mío —escucho a mi espalda cuando me quedo sola en el
jardín que tengo que atravesar para llegar a la zona del comedor—. Eres
idéntica a…
Me giro y ante mí está Catriel. Se acerca demasiado rápido, y yo
retrocedo algo asustada. Él se da cuenta y se detiene.
—Lo siento, no me he dado cuenta de que…
—¿A quién me parezco? —pregunto, recordando lo que acaba de decir.
—A alguien de una vida pasada.
Frunzo el ceño.
—Al amor de mi vida —aclara, y se me pone la piel de gallina.
Da un paso hacia mí y yo otro hacia atrás.
—No quiero hacerte daño —declara.
—No creo que puedas, estás en mi casa —expongo, tratando de
demostrar que no le tengo miedo, aunque no es así.
Sonríe. Es guapo. Mucho. Aunque no me gusta.
—Solo quiero conocerte.
—¿Por qué?
—Porque te pareces a…
—Sí, al amor de tu vida. Bien, ¿dónde está ella?
—Murió.
—¿Murió o la mataste? —pregunto antes de procesar bien mis palabras
—. Lo siento.
—No lo hagas, ella también era así de impulsiva.
Me quedo callada y él prosigue.
—Murió, yo nunca le hubiera hecho daño.
—Si tú lo dices —murmuro, y él suelta una carcajada—. Tengo que ir
dentro, mis padres me esperan.
—Te acompaño.
—O no. Mejor voy sola.
Me mira entrecerrando los ojos y luego los abre mucho.
—¿Crees que te haría daño? —pregunta escandalizado cuando se da
cuenta del motivo de mi reticencia a su compañía.
—No te conozco, y no puedes hacerme daño estando en mi casa, eso no
significa que no quieras hacerlo.
—¿Y qué gano haciéndolo? —pregunta ofuscado.
—No lo sé, tú eres el que está aquí, en medio de la noche diciéndome que
me parezco a la mujer muerta que más has amado. El que tiene pinta de
loco eres tú, no yo.
—Definitivamente eres diferente a ella —murmura.
—¿Yuju?
Llega hasta mí y me coge por los hombros, mirándome cara a cara; es
más alto que yo, así que tengo que alzar la vista para verlo bien. Ahora
mismo podría gritar y tendría aquí a la seguridad de la casa, pero también él
podría simplemente llevarme y nadie sabría dónde ni quién ha sido.
Tampoco tengo claro que pudiera protestar, es el tío del rey Duxlan;
supongo que eso te dará ciertos privilegios legales.
—Quiero que te quede algo muy claro —comienza a decir mirándome a
los ojos—. No voy a hacerte daño, ni ahora ni nunca.
En estos momentos me encantaría saber pelear. Mi padre siempre ha
insistido en que tome clases de lucha. No solo defensa, también que sepa
dar el primer golpe. Ahora lamento no haberle hecho caso.
—No me gusta que me toquen sin mi permiso —le advierto en un tono
bajo.
No sé pelear, pero tampoco me quedo quieta. Y lo de invadir mi espacio
personal es algo que no soporto. Él se aleja y da un paso hacia atrás
levantando las manos.
—Nadie se ha alimentado de ti —dice como si fuera algo raro.
Bueno, lo es en cierto modo. A todas las han instruido para saber lo que
se siente cuando se alimentan. Mi padre me dijo que podía escoger marido.
No tiene que ser warlock, así que no vi la utilidad de ir a esas clases y dejar
que alguien que no conozca me haga sentir cosas en mi cuerpo. Se sentía
demasiado invasivo.
—Me voy a ir dentro antes de que salgan en mi busca y nos encuentren a
solas. Soy una dama después de todo —suelto en un tono altivo que nunca
uso, pero que ahora necesito para que entienda que no soy una ramera con
la que jugar.
Me giro y camino hacia dentro. Escucho a otro hombre hablar con Catriel
y reírse. No me vuelvo, solo me tenso cuando oigo los pasos y sus voces
cada vez más cerca de mí. Llego a la puerta, y cuando la voy a abrir una
mano se pone sobre la mía, que ya estaba en el pomo, y siento la respiración
de alguien en mi nuca. Un cuerpo grande en mi espalda. Me tenso. Me
cabreo. Me giro, lo empujo y le doy un puñetazo.
El tipo cae de culo, y en ese momento mi padre aparece tras la puerta y
mira la escena anonadado.
—¿Qué está pasando aquí?
—Nada —contesto con una sonrisa mientras abro y cierro la mano, que
ahora me duele por el golpe.
—Nada no es verdad —interrumpe el tipo en el suelo—. Su hija tiene un
buen derechazo.
—¿Le has pegado? —pregunta mi padre sorprendido.
—Se lo merecía.
—Eso es cierto —agrega el desconocido levantándose.
—Me da igual quién seas, si has tocado a mi hija…
Levanto la mano para cortar a mi padre.
—Solo ha sido un mal entendido, ¿verdad? —El tipo asiente sonriendo
—. De todos modos, ¿quién es?
Mi padre se cuadra derecho mientras lo mira y me contesta.
—Es Senox, uno de los consejeros del rey y el que debe decidir si
nuestras cuentas están bien o hemos cometido algún tipo de fraude.
Mierda.
Capítulo 3
Senox

Me levanto masajeando mi cara con la mano. No es que me haya hecho


daño realmente, pero el pómulo me duele. La verdad es que esta pequeña
mujer sabe cómo golpear.
—Oh, lo siento —dice, acercándose a mí con cara de circunstancias.
Sonrío. Me agacho y beso la punta de su nariz.
—Perdonada —susurro.
Catriel y su padre me miran mal, ella está paralizada y yo no me detengo
a pensar por qué he hecho eso.
—Mi mujer nos espera —indica el padre para que pasemos dentro.
Catriel frunce el ceño a mi paso y le guiño el ojo. Me sitúo en la mesa
junto a la chica, que está cruzando miradas con una de las del servicio.
—¿Qué demonios ha sido eso? —susurra Catriel mientras nos ponemos
las servilletas en el regazo.
—Tranquilo, solo quería incomodarla por haberme pegado —le explico,
y él se relaja.
Veo a la chica poner la mano con la que me ha golpeado sobre su falda,
parece que le duele, así que, sin pensarlo mucho, cojo los hielos de la
cubitera, los coloco en una servilleta y sitúo la fría tela sobre su piel.
Ella se sobresalta, no sé si porque ahora tengo su mano entre las mías,
por los hielos, o por ambas a la vez.
—¿Qué ha pasado? —pregunta su madre al ver la escena.
—Verá, su hija se ha asustado y se ha defendido —le explico—. No es
que tuviéramos alguna mala intención ni Catriel ni yo, pero entiendo que
haya podido sentirse agobiada ante la presencia de dos desconocidos.
—Eris, ¿has golpeado al consejero del rey? —pregunta su madre
escandalizada.
Me doy cuenta de que ni siquiera le había preguntado su nombre a
Catriel.
—Ha sido enteramente culpa nuestra —interviene Catriel.
—Eris —sonrío—. Significa caos, ¿no?
Ella me mira y tira de su mano para soltarse. La dejo porque es probable
que monte un escándalo si la retengo, y ahora mismo no sé si Catriel puede
soportar eso. Estoy aquí para ayudarlo a acercarse, no para hacer que nos
echen.
—Sí —contesta su madre, mirándola con orgullo—. Cuando llegó a
nosotros era un caos nuestra vida y ella lo convirtió en otro aún mayor, pero
más maravilloso.
Veo el amor en los ojos de sus padres y no puedo evitar pensar en los
míos. No me queda claro si Eris sabe que es adoptada, lo que sí es seguro es
que ha tenido una suerte enorme cayendo con personas como las que tengo
delante.
—¿Y puedo preguntar el motivo de la revisión de cuentas de nuestra
familia? —pregunta Eris en un tono que me deja saber que no le hace
gracia.
—Yo solo cumplo órdenes, supongo que han visto algo que no les cuadra
—suelto, sabiendo que es mentira.
Catriel me da una patada por debajo de la mesa mientras intercambia una
mirada con el padre de la chica. Tengo que preguntarle cuando estemos en
privado si ellos saben el verdadero motivo por el que estamos aquí.
Pasamos la velada hablando sobre viajes y temas triviales. Me entero de
que la chica no quiere casarse, al menos no en un futuro cercano. Lo dice
mientras mira a Catriel y casi suelto una carcajada. Creo que ella ha
pensado lo mismo que yo. El tío de Dux ni siquiera se da cuenta.
Cuando nos retiramos a las habitaciones que nos han cedido mientras
estemos allí, veo que Eris cruza el jardín de nuevo, pero no va por donde
sus padres, a la casa principal, o nosotros, a la casa de invitados. Se dirige a
un ala un poco retirada seguida de la sirvienta que no ha parado de mirarme
en toda la noche. Hay algo en ella que no me gusta.
—¿Qué te ha parecido? —pregunta Catriel cuando llegamos a la puerta
de su habitación, la mía es la siguiente.
—Una mujer preciosa, aunque creo que tiene un carácter peculiar.
—Físicamente es igual que su abuela. —Suspira, recordando al amor de
su vida—. Aunque ella era más dócil, sensible, no sé, diferente.
—Creo que piensa que estás aquí para hacerle algún tipo de propuesta —
le suelto, y él se queda estupefacto.
No puedo evitar reírme.
—Deberías relajarte a su alrededor. En el jardín ha sido como ver a un
acosador en primera fila. Si no te conociera te hubiese dado un buen
puñetazo.
—¿Como el que ella te dio a ti?
Sonrío.
—Buenas noches, Catriel.
—Buenas noches, Senox.
Me asomo al balcón de mi dormitorio, da a un jardín con una fuente en
medio enorme. Está a solo un metro del suelo, es algo raro. Salto y paseo
entre las flores. Por la noche tienen un perfume que me encanta y me relaja.
Veo pasar una sombra y me pongo en alerta. Pego mi cuerpo a una pared
lateral y la observo. Cuando veo que es un hombre me tenso y voy directo
hacia él, pero la aparición de la sirvienta de Eris me detiene. Ella me ve y
agranda los ojos. Sale corriendo y yo me quedo allí, esperando entender
algo. Al instante Eris surge por donde la otra se ha largado.
—Puedo explicarlo —comienza mientras se gira para mirar hacia donde
estaba el hombre; ahora no lo veo, así que supongo que ha seguido a su
sirvienta.
—No estoy aquí para juzgarte a ti, solo a las cuentas de tu familia.
Antes, cuando la he visto, me ha parecido guapa, pero ahora, bajo la luz
de la luna y mirándola con detenimiento, me doy cuenta de que es algo más.
Su piel invita a que la toque y sus labios… rojos. Me gusta. Me acerco de
forma instintiva, ella parece que oye mis pensamientos porque da un paso
atrás.
—No te muevas —le pido, alargando mi mano hacia ella.
—¿Por qué crees que voy a hacerte caso?
Ambos damos otro paso, yo hacia delante, ella hacia atrás.
—Porque es lo mejor para ti.
Me mira con cara de querer asesinarme. Está claro que no lleva bien que
un hombre le dé órdenes. Interesante.
—No creas que porque has visto algo que has interpretado como has
querido eres libre de hacer lo que desees conmigo.
Esta vez no puedo reprimir mi sonrisa.
—¿Interpretado como he querido?
Me gusta su descaro. He visto a su sirvienta meter a un hombre en su
zona privada, ahí hay poco que puedas dejar a la libre interpretación.
—Ven —le pido, avanzando de nuevo con mi mano extendida.
—Si das un paso más voy a gritar.
—Si tú das un paso más vas a gritar —le confirmo—, y ni siquiera voy a
necesitar tocarte para ello —susurro en un tono sugerente.
Alza una ceja mientras camina hacia atrás, retándome. De lo que no se ha
dado cuenta es que la fuente está como a medio paso de ella, por lo que
tropieza y cae de culo dentro del agua, emitiendo un grito que alerta a la
seguridad de la casa.
—Ves, te dije que gritarías sin necesidad de tocarte —me carcajeo.
Capítulo 4
Eris

Veo cómo Senox no puede parar de reírse y quiero matarlo. Los hombres de
mi padre llegan alertados por mi grito, y ahora no solo he hecho el ridículo
delante de este idiota, también de las personas que viven conmigo.
—Está todo bien, podéis iros —les pido a los de seguridad mientras me
levanto de la fuente con mi vestido amarillo empapado.
Pesa una tonelada más.
Casi vuelvo a caerme de culo tratando de enderezarme, pero Senox me
agarra del brazo y me estabiliza. Me suelto como si su toque quemara. No
me gusta lo que siento con él. No es como Catriel, no le tengo miedo ni
repulsión, tampoco me agrada; sin embargo, me hace sentir cosas que me
desconciertan. Me hace sentir viva su forma de tratarme, ¿eso tiene sentido?
—Debería volver a mi habitación y dejar de entretenerte, creo que
alguien te espera —se burla mientras se da la vuelta y camina hacia su
balcón.
—Idiota —murmuro a la vez que le saco la lengua.
—Te he oído —se ríe—. Y visto.
Se vuelve y me saca la lengua de vuelta, ¿cómo lo ha sabido?
Cuando lo veo cerrar el balcón sin siquiera mirarme una vez más, vuelvo
hacia mi propio patio privado donde Ledi me espera con Vanko. En el
momento que llego ella desaparece, como siempre.
—¿Estás bien, mi amor? —me pregunta Vanko, abrazándome.
Me fundo con él y respiro su aroma. Me tranquiliza. Me siento a salvo y
segura. Como si el mundo pudiera explotar a mi alrededor y no dudaría en
que no me tocaría ni una esquirla gracias a él.
—Sí, aunque espero que ese hombre se largue pronto de aquí.
—Me vio.
—Lo sé, pero parece que no va a decir nada.
—¿Estás segura?
Asiento.
He estado enamorada de Vanko desde que tengo uso de razón. Es el
primo lejano de Ledi, un herrero del pueblo, alguien sin demasiado poder
económico, pero con un gran corazón. Nunca imaginé que él también
pudiera sentir lo mismo por mí. Sin embargo, hace poco más de un año se
me declaró. Desde entonces soy la mujer más feliz del mundo, aunque de
momento tengamos que mantenerlo oculto por la diferencia social que
existe entre nosotros.
Hablamos sobre nuestro día. Le cuento acerca de mis amigas y su inusual
matrimonio, de lo felices que se les ve. Esto hace que se le cambie la cara a
Vanko.
—Estoy empezando a cansarme de esto, amor —suelta de pronto, y el
frío del agua, que hasta ahora me había refrescado solo, penetra hasta mis
huesos.
—¿A qué te refieres?
—Te amo, lo sabes, y quiero que seas mi esposa ante los ojos de todos,
pero no que te avergüences de mí.
—No lo hago.
—Es lo que parece.
Me besa y entiendo que tiene razón. Para él debe ser difícil. Estoy segura
de que Ledi le ha comentado algo sobre Catriel y sus posibles intenciones
conmigo. Si estuviera en su lugar no me haría nada de gracia saber que otra
lo pretende, aunque no estuviera interesado.
—Creo que ha llegado el momento de hablar con mis padres —declaro
tras separarnos un poco.
—¿De verdad?
—Sí, solo te pido que esperes unos días a que los que han venido a casa
se vayan para poder hacerlo tranquilamente.
Me abraza y me besa ilusionado. Esto se va a hacer real, y mi corazón se
acelera solo de imaginarlo. Baja su boca sobre la mía y me vuelve a besar.
Es tierno. Siempre lo es. Con él vivo mi propio cuento de hadas, todo es
dulzura y amor, y no puedo esperar a poder gritarle al mundo que él es mío
y yo soy suya.
—¿Qué pasa si tu padre o tu madre se opone? —pregunta tras nuestra
ronda de besos.
Suspiro, no creo que eso ocurra. Ellos siempre me han dicho que para mí
no hay nadie prohibido, aunque es posible que se refirieran a otra cosa, más
como a que puedo estar tanto con un warlock como con un humano.
Siempre y cuando yo esté enamorada a ellos les parecería bien. Bueno, y,
por supuesto, que el hombre al que elija debe estarlo igual o más de mí.
—Ellos estarán de acuerdo —susurro.
—¿Y si no? —insiste.
—Entonces tendrán que entender que es mi vida y mi decisión. Me iré
contigo y no volverán a saber de mí.
Bueno, puede que haya exagerado un poco, no creo que fuese capaz de
no volver a ver a mis padres en la vida. Estaría enfadada un tiempo, como
ellos, pero acabaría encontrando la manera de resolver las cosas. Los amo y
los quiero en mi vida y en la de mis hijos el día que los tenga.
—¿Dejarías todo esto por mí? —pregunta incrédulo, mirando alrededor.
Vanko se ha criado sabiendo lo que es que no tengas comida en tu mesa o
zapatos en tus pies. Hasta que empezó como ayudante del herrero no pudo
llevar un sueldo a su casa. Todo esto lo supe tiempo después, cuando me
hice amiga íntima de Ledi; hasta entonces solo lo amaba en la distancia,
viéndolo de vez en cuando por la plaza los días de mercado que mamá y yo
salíamos a disfrutar de un paseo.
—Claro que lo haría, el dinero no es importante si no puedo ser feliz con
quien lo comparto.
Y esta vez no miento ni exagero, podría dejar todo esto atrás sin ningún
problema. Mis padres me han criado como a una señorita, sí, pero también
como a una mujer independiente. Sé leer y escribir perfectamente, manejo
los números y sé cocinar, también puedo coser y encargarme de las tareas
básicas de un hogar. De pequeña me quejaba porque era la única niña que lo
hacía, ahora me alegro de que me obligaran a valerme por mí misma.
—Pero yo no quiero que dejes atrás todo tu dinero —me dice algo
enfadado, como si la herencia estuviera incluida en nuestra relación.
Su respuesta me deja perpleja. Nunca he pensado que el dinero le
interesara; a ver, no soy idiota, a nadie le amarga un dulce, sin embargo, no
creí que fuese materialista en este sentido, al menos no demasiado.
—¿Prefieres que sigamos así con dinero a tener que perder todo, pero
salir a la luz? —pregunto, tratando de entender al hombre que amo y que
ahora no reconozco, aunque esté de pie delante de mí.
—Eh… no, eso no es lo que quiero decir.
Alzo las cejas algo enfadada. Desde el inicio de nuestra relación le he
dado dinero, no demasiado, lo suficiente para mantener a su familia; sé que
le duele no hacerlo él mismo, sin embargo, una de las cosas que me
enamoraron de Vanko fue que pudiera renunciar a su orgullo de hombre por
el bienestar de los suyos.
—Amor, te quiero, no me gustaría que pasaras incomodidades o hambre
por estar conmigo.
Su explicación me deja un nudo en el estómago.
—¿Me crees?
Asiento, porque decirlo en voz alta sería mentir.
Capítulo 5
Senox

Salgo al balcón, y veo la fuente en la que anoche se cayó Eris y no puedo


evitar sonreír. Es una chica divertida que me odia sin conocerme. Voy a
pasármelo muy bien.
—¿Estás despierto? —pregunta Catriel desde el otro lado de la puerta.
—No, y duermo desnudo, pero si quieres acosarme como solo tú sabes
hacer aquí me tienes —me río.
—Idiota —me insulta mientras entra.
—¿Qué te trae por aquí tan temprano?
—He pensado que quizás debo mantener algo las distancias, lo que
dijiste anoche me ha hecho reflexionar.
—Creo que es una buena idea.
—Lo que te deja a ti convirtiéndote en su mejor amigo para que después
le digas lo maravilloso que soy.
—Claro, no hay problema, ¿de cuántos siglos dispongo para ello?
Me río y él también, aunque lo que ha dicho iba medio en serio.
Realmente quiere acercarse a la chica. No lo culpo. Si yo hubiera perdido a
la mujer de mi vida trataría de estar cerca de personas que me recordaran a
ella.
—¿Y qué vas a hacer? —pregunto sacando de mi mente a Eris.
—De momento, hoy me vuelvo a palacio, voy a hablar con Duxlan de
todo con calma. Además, Tradiel me ha dicho que va a revisar a Annetria
para que esté lo más cómoda posible.
—¿Cuánto le queda?
Catriel se encoge de hombros, aunque por la expresión de su cara no
debe ser mucho. Cuando un warlock se pasa alimentándose puede llegar a
matar a la humana en el momento, aunque también puede dejarla viva, pero
con una energía tan mínima que su cuerpo no es capaz de reponerla y poco
a poco se apaga hasta morir. Esto es lo que le pasa a la madre biológica de
Eris.
—Así que me dejas aquí solo, ¿tanto confías en mí? —me burlo para
aligerar el momento.
—Demasiado, aunque si la cagas te lanzaré desde la torre de la sala azul.
Levanto ambos pulgares y él se ríe. Me cuenta que los padres de Eris
saben quién es él en realidad y están de acuerdo en que quizás su hija deba
saber acerca de su madre biológica. Parece ser que su padre prefería decirle
las cosas sin más, pero su mujer le hizo entrar en razón. Si Catriel quiere
tener una oportunidad de poder acercarse debe hacerlo antes de que ella
sepa nada; no tengo claro que con el carácter de esta chica lo aceptara tras
saber su historia.
Cuando Catriel se va me dirijo a una especie de sala que hay de camino
al ala que usa Eris de forma privada. Es una habitación inmensa, llenas de
estanterías con libros. Una enorme vidriera va del techo al suelo y ocupa
toda una pared, haciendo que la estancia se ilumine con el sol de forma
natural. La madera es del color natural de la misma y hay varios pasillos
que acaban en ventanas que aumentan la luz del sitio.
Me siento en el suelo, cierro los ojos y disfruto del momento. El lugar
transmite mucha paz y tranquilidad, algo que me gusta. Trato de meditar,
sin embargo, cuando más abstraído estoy, oigo la puerta que se abre. No
puedo ver quién es porque me tapa el enorme escritorio de madera que hay
en la sala, aunque en cuanto oigo su voz la reconozco.
—No está aquí, qué sorpresa —dice Eris, hablando consigo misma—. Su
perezoso culo real estará todavía en la cama.
Me levanto y la veo de espaldas a mí, tratando de coger un libro de un
estante que le queda un poco alto. Tiene una escalera de madera a su
derecha, pero parece que es más de las que prefieren hacer las cosas sin
ayuda eligiendo la manera difícil. Me acerco sigilosamente y, poniéndome a
su espalda, alcanzo el libro que ella apenas toca con los dedos mientras le
susurro al oído:
—Mi precioso, que no perezoso, culo real lleva aquí un rato esperándote.
El grito que da casi me hace caer, pero me estabilizo antes de que eso
ocurra. Me río y ella coge una libreta que hay en la mesa y me la lanza a la
cabeza. La esquivo por milímetros.
—Oye, que casi me das —me quejo.
Ella gruñe en respuesta, yo me río y Eris busca algo más pesado con lo
que darme.
—Está bien, está bien, lo siento —digo, levantando las manos tratando de
que no me haga una brecha si decide tirarme el pisapapeles de mármol que
hay a su izquierda.
—Vuelve a reírte de mí y sabrás si he fallado queriendo o no.
Su amenaza casi me hace soltar una carcajada, pero me contengo para
tratar de no enfadarla más.
—¿Dónde estabas que no te he visto al entrar? ¿O has hecho esa cosa de
warlock de aparecer sin avisar?
—¿Cosa de warlock?
Ella se encoge de hombros. Está claro que no ha tenido demasiado trato
con ninguno de mi especie.
—Estaba en el suelo intentando meditar hasta que has entrado como un
elefante en una cacharrería —digo señalando el lugar.
—¿En el suelo? —pregunta confundida.
—Sí, eso que hay debajo de tus pies.
—Ja, ja, ja. Muy gracioso. Es que me extraña que los de la corte pongáis
el culo en algún lugar que no esté recubierto de oro como poco.
Miro por encima de mi hombro hacia la parte baja de mi espalda.
—¿Qué haces? —pregunta con el ceño fruncido.
—Mirar mi culo, debe ser mejor de lo que recordaba si lo has nombrado
ya dos veces en lo que va de mañana.
Mi respuesta hace que ponga los ojos en blanco y menee la cabeza.
—Empecemos, cuanto antes lo hagamos antes te irás.
—Eso si está todo correcto —la pico.
—Por supuesto que lo está, yo misma me hago cargo de cada una de las
cuentas de esta casa.
Eso me pilla por sorpresa. Supuse que su padre la habría mandado para
tratar de que el plan de Catriel de acercarse a través de mí diera sus frutos
antes. Sin embargo, parece ser que estaba equivocado.
—Quita esa cara, me ofende —suelta, sacándome de mis pensamientos.
—¿Qué cara?
—La de no creerte que yo lleve todo esto sola —contesta señalando a su
alrededor.
—No lo esperaba, no voy a mentir, por lo general no soléis estar
demasiado interesadas en los números.
—Ah, pero es que no me interesan, solo aprendí para saber cuánto dinero
puedo gastar cada mes en zapatos hasta que encuentre a un marido rico que
me mantenga y cuya fortuna sea tal que no deba preocuparme si voy a
dilapidarla por mi pequeña adicción a las compras.
Su confesión me pilla desprevenido y me quedo en silencio. Raro en mí.
Hasta que ella rompe a reír y me doy cuenta de que me ha tomado el pelo
como a un novato y me uno a sus risas.
—Algo debe estar muy mal con las mujeres con las que te relacionas si
has pensado que lo que acabo de decir era cierto —se burla—. Bien,
comencemos, ¿qué quieres ver primero?
La observo un instante y noto que la percepción que tuve en un primer
momento sobre ella está cambiando.
—Empecemos por las facturas que enviáis a palacio.
—De acuerdo.
Resuelta a trabajar, se dirige a un archivador y saca una serie de carpetas
clasificadas por años y meses. Tiene un sistema muy claro y limpio. Las
cuentas son sencillas y no parece ocultar nada. No es que si le pillara algo la
fuese a detener. No creo que a Catriel le gustara. Aunque alguna acción sí
debería tomar ya que soy el máximo responsable de esto en la corte.
—¿Qué sistema de ordenación usas? —le pregunto impresionado al ver
cómo todo está dispuesto ante mí.
Normalmente estas auditorías no las llevo yo a cabo, pero cuando estaba
aprendiendo me tocaron unas cuantas, y eran un dolor de cabeza debido a la
mala organización de las facturas, las notas… Los papeles en general.
—Es un sistema propio.
Su respuesta me sorprende.
—¿Tú sola te has inventado un sistema? —pregunto asombrado.
—Bueno, no es mío todo el mérito. El anterior administrador me ayudó.
—Parece una historia interesante.
—No tanto. De pequeña era muy rebelde.
Sonrío y ella me saca la lengua.
—Mi padre pensó que una buena forma de mantenerme ocupada era
ayudando al administrador a organizar sus papeles. Creía que iba a ser un
castigo, sin embargo, pronto descubrí que los números tienen algo que me
encantan.
—Son estáticos, por mucho que el mundo cambie a su alrededor dos más
dos siempre serán cuatro —la corto.
—Exacto —contesta con una enorme sonrisa que hace que algo dentro de
mí se mueva.
—¿A qué edad decidiste que querías llevar las cuentas?
—Decidir no sé si es la palabra, pero con siete ya sabía cómo funcionaba
todo, y con trece inventé el sistema que ves. Con dieciséis tomé el relevo
del administrador de forma oficial. Y bueno, el resto es historia.
He de decir que estoy realmente impresionado por esta mujer. No es que
crea que el sexo opuesto sea inferior intelectualmente hablando, y menos
con las chicas que hay en mi vida; si alguna de las mujeres de mis amigos
me oyera insinuar algo así me daría una patada en las pelotas. Es solo que la
economía no es un campo que suela interesar. Me apasionan los números
desde niño, y es algo que no he podido compartir con nadie porque no he
conocido a ninguna persona que sintiera lo mismo que yo. Hasta ahora.
Comienza a explicarme su sistema poniendo varias carpetas abiertas
delante de nosotros en el escritorio. Ambos estamos de pie y yo miro por
encima de su hombro mientras ella no para de describir la manera en la que
funciona. Y he de reconocer que me parece un método impresionante. En
un momento dado me siento en la mesa del despacho y ella se sitúa delante,
con su espalda pegada a mi pecho, mientras me muestra una serie de
papeles que, si soy sincero, no sé qué dicen porque no puedo evitar pensar
en que ahora mismo quiero pasar mis labios por su cuello.
Cuando se da cuenta de que no estoy prestando la atención que ella
quiere, me mira por encima de su hombro y nuestras caras se quedan a
escasos milímetros. Si respiro hondo, mis labios y los suyos se podrían
tocar.
—¿Qué haces? —pregunta en un susurro con una voz temblorosa que
hace que me cueste contenerme.
—Nada.
—Mejor, ya sabes que hay alguien en mi vida —me recuerda sin
apartarse ni dejar de mirarme a los ojos.
—Tranquila, no voy a besarte, aunque si lo hiciera sería de una forma en
la que estoy seguro no has sido besada.
—Seguro dice… Muy seguro estás de ello.
—Tienes el aspecto de toda una dama delicada de la nobleza humana. Tu
pelo arreglado, tus labios rojos y tu ropa perfectamente adecuada a ti. Estoy
seguro de que tu «alguien» te besa con mucho respeto.
Ella me mira de manera intensa y frunce ligeramente el ceño.
—¿No debe ser así? —pregunta con una inocencia tal que me endurece
en un instante.
—Oh, no, Eris, tú no mereces ser besada como a una dama. Tu nombre es
caos, tú debes ser besada como a una mujer.
Nos quedamos en silencio, mirándonos, y necesito recordarme que estoy
aquí por Catriel para no lanzarme y faltarle el respeto de varias formas
sobre esta mesa.
—¡Lo sabía! —Escucho el grito de Hedda y Eris da un paso a un lado
alejándose de mí.
—¿Quién eres tú? —pregunta la humana, viendo a una warlock
enfurecida delante de ella, pero sin temblar ni una sola fibra de su ser.
—Soy Hedda, la mujer de Senox.
Eris se gira y me mira alzando las cejas.
—No eres mi mujer —le recuerdo.
—De momento, pero hemos tenido la conversación sobre ello, y tú
mismo dijiste que querías que lo fuera —me echa en cara.
—Vaya, vaya, así que no solo yo tengo un «alguien» —se burla ante mi
asombro Eris.
Hubiese esperado enfado o ira, pero ¿burla? Jamás.
—¿Qué haces aquí, Hedda?
—Oí a Catriel hablar sobre lo que estabas haciendo con esta perra
humana.
Llego hasta ella y niego con la cabeza para que se calle, pero no lo hace.
—Dice que vas a hacer que ella…
Nos saco de allí y nos hago aparecer en mi habitación.
—¿Qué demonios te pasa? —le pregunto enfadado—. Casi jodes algo
importante.
—Sí, ya he visto que eras tú quien quería joder y no yo —bufa.
—Hedda, no me presiones, no tengo ánimo de escuchar tu mierda.
Sus ojos se amplían ante la rudeza de mis palabras. Está mal hablarle así,
pero ya he llegado al límite. Casi jode mi tapadera por sus celos.
—¿Mi mierda? Eres un imbécil. Te dejo que me engañes con sirvientas
humanas porque al final son solo seres débiles que van a acabar muertas
antes de que siquiera se me levante el esmalte de las uñas. Pero para ti no es
suficiente.
—Hedda —gruño.
—No, Senox, que estés aquí, con la nobleza humana y haciendo lo que
he visto, me deja a mí en ridículo.
—No estaba haciendo nada.
—Aún.
Y su palabra se me clava en la mente porque tiene razón, si no llega a
aparecer no sé si hubiera podido resistir la tentación de besarla.
—Ambos estamos alterados, dame una semana y hablamos —le pido,
respirando hondo.
—¿Es el tiempo que necesitas para follártela?
—Te prometo que eso no va a pasar. No estoy aquí para eso.
—No puedo creerte.
—No lo hagas, pero vas a largarte de aquí y no te vas a volver a presentar
de esta forma porque, de lo contrario, no solo vamos a hablar tú y yo de
nuestra relación, también tendrás que dar explicaciones al rey.
—¿Al rey? —susurra pálida.
—Ahora vete y deja que en una semana te busque y hablamos.
Ella asiente y desaparece. Vuelvo al despacho y Eris se encuentra
concentrada en unos papeles que tiene delante, sin embargo, aunque yo
pensaba que no, me ha visto llegar.
—¿Ya has controlado a tu mujer? —pregunta sin levantar la vista.
—Lo siento, Hedda no sabe cuáles son los límites.
Se ríe de forma sarcástica y noto que el ambiente entre nosotros ha
cambiado, ahora no hay cordialidad ni debajo de la mesa.
—¿Qué pasa?
—Que los warlocks tenéis tan asumido que los humanos somos seres
inferiores que no sois capaces de daros cuenta de que tenemos sentimientos
y que no nos gusta que nos insulten.
Me quedo un segundo parado pensando, y me doy cuenta de que Hedda
la llamó perra humana.
—Lo siento.
—No lo hagas, las disculpas solo se dan si realmente crees en ellas.
—Pero…
—No, ya es suficiente —dice levantando una mano y cortando mi
explicación—. Hay un trabajo que hacer y yo no estoy interesada en nada
que no sea realizarlo.
Asiento y dejo que la ira me coma en silencio porque he pasado de tener
un rato agradable con una mujer a dejar que otra me encabrone. Todo culpa
mía, sin duda. Nero se va a reír jodidamente tanto de esto…
Seguimos revisando, y cuando cojo un papel poniendo mi cuerpo casi
sobre ella para alcanzarlo, me da un pequeño empujón y niega con la
cabeza.
—No te equivoques, aquí estamos repasando cuentas.
Sus ojos azules casi centellean, y eso no hace nada más que animarme.
Sonrío.
—¿Qué te hace tanta gracia? —pregunta irritada.
Mi respuesta solo la digo en mi mente: que acabo de descubrir que me
gustas demasiado como para no besarte, y eso va a cabrearte hasta el
infierno.
Capítulo 6
Eris

Miro a Senox a mi lado y trato de poner distancia, pero parece que cuando
me alejo dos pasos él se arrima tres. Lo hace de forma deliberada, la sonrisa
que quiere salir de sus labios y que trata de contener lo delata, sin embargo,
eso no es lo que más me molesta. Lo que realmente me molesta es que me
gusta este tipo de juego que se trae, como si no le importara de quién soy
hija ni el dinero que tengo, me trata como a una mujer más. ¿Cómo de mal
estoy para que me guste esto viniendo de un hombre cuya pareja se presentó
aquí hace dos días como una loca?
—¿Otra vez pensando en mi precioso culo? —pregunta, alzando las cejas
mientras mordisquea el dichoso boli verde.
—¿Tienes algo romántico con ese bolígrafo? —le suelto, repitiendo su
gesto de alzar las cejas—. Lo digo porque no hay día que no lo uses y lo
metas en tu boca, es asqueroso.
Hay como cincuenta bolígrafos aquí y siempre usa ese, solo ese. Y no es
lo peor, lo esconde para que no pueda tirarlo.
—¿Envidia? —responde, y no puedo evitar rodar los ojos a lo que él
suelta una carcajada.
Seguimos revisando los papeles de cuando todavía vivía mi mentor. Ver
su letra me remueve algo por dentro. Es una mezcla de nostalgia y tristeza
que me cuesta ocultar.
—Debo reconocer que quien hizo esto sabía muy bien llevar las cuentas
—murmura, colocándose por encima de mí que estoy sentada en la silla del
escritorio. Sus brazos quedan a cada lado de mi cuerpo atrapándome, y su
aroma me envuelve. Miro hacia arriba y él hacia abajo, sonríe y besa la
punta de mi nariz.
—Deja de hacer eso —me quejo.
—Cuando deje de gustarte que lo haga —contesta, y me levanto como
puedo para salir de allí porque, aunque me jode que me lea tan fácilmente,
no miente.
—Tengo que irme ahora, lo dejamos para mañana.
—¿Has quedado con tu enamorado? —pregunta, sentándose en la mesa
con una amplia sonrisa.
—Shhh —le ordeno callar mirando a todos lados—. Es algo que no le
incumbe a nadie, mucho menos a ti.
—Así que ni papi ni mami lo saben, ¿eh? —Hace unos ruiditos con la
boca meneando la cabeza en negación—. Chica mala, puede que tenga que
avisarles.
—Haz lo que quieras, no me escondo por vergüenza, sino por
practicidad.
Se levanta y llega hasta mí. Camino hacia atrás hasta que mi espalda está
pegada a la pared, junto a la puerta. Él se agacha y me mira a los ojos.
—Si hiciera lo que quiero te aseguro que en esta habitación iba a haber
muy poca vergüenza —me susurra al oído.
Abro los ojos asustada, no por lo que ha dicho, sino porque ha hecho que
algo punce en mi centro, abro la puerta y salgo de allí huyendo mientras
escucho su risa por el pasillo hasta que salgo al jardín.
Miro por encima de mi hombro para asegurarme de que no me ha
seguido, y respiro aliviada cuando compruebo que no lo ha hecho. Veo a
Ledi esperarme en la puerta de mi ala con la ropa que me pondré en cuanto
salgamos de aquí. Como muy bien ha adivinado Senox, he quedado con
Vanko.
—¿Por qué vienes tan agitada? —me pregunta mi amiga.
—No es agitada, es cabreada. Senox es de lo peor, me saca de mis
casillas —le explico mientras salimos por la puerta del servicio que usamos
cuando no quiero que sepan dónde voy.
Llegamos caminando hasta unos árboles y arbustos que me sirven de
biombo y me cambio de ropa a una más humilde que me deja Ledi.
—Lleva aquí unos días y parece que te afecta mucho lo que hace —
continúa Ledi.
Es mi sirvienta, aunque solo de cara al exterior. En realidad, es mi amiga,
y por eso puede decirme cualquier cosa sin miedo a que me enfade.
—No es que me afecte, pero tiene un carácter que…
No sé describirlo. Ni siquiera tengo claro que quiera hacerlo porque hay
muchas cosas que me gustan de él y que podría hacer que Ledi las
interpretara como lo que no es.
—¿Carácter? —prosigue como si quisiera sacarme si hay algo entre
Senox y yo.
No le he dicho la costumbre que tiene de besarme la punta de la nariz
cuando estamos solos porque creo que podría decírselo a Vanko y este
enfadarse. Que no hay motivo, él lo hace para cabrearme, no hay nada más
allá de eso. Lo mismo que los comentarios subidos de tono que tanto le
gusta soltarme. Creo que me ve como a una niña y trata de avergonzarme.
No lo va a lograr, puede que él me vea así, pero puedo asegurar que mi
cuerpo es de mujer y que Vanko lo conoce muy bien.
—Por ejemplo —le contesto, saliendo de los arbustos con la ropa que me
ha dejado y escondiendo la mía entre la maleza—, hay un bolígrafo verde,
uno en particular, que siempre usa, es como que no quiere ningún otro. Ni
idea de porqué. Y lo único que hace es morderlo y hablar con él en la boca.
Hasta lo esconde para evitar que me deshaga del dichoso boli.
Ledi pone una mueca de asco y yo asiento.
—Vale, sí, es un poco insufrible —reconoce mi amiga.
Bueno, no voy a mentirme. No lo traga. Desde que llegó se tienen cierta
animadversión que no entiendo de dónde viene, pero que va en ambas
direcciones.
—Vamos, Vanko debe estar ya esperándonos.
Ledi me coge de la mano y corremos por el camino como dos mujeres
libres que no tienen que preocuparse de nada más que de ser felices.
Llegamos al almacén que hay cerca del pueblo donde siempre me reúno
con mi novio. Él me espera dentro, y cuando lo veo salto a sus brazos. Está
medio abandonado y nadie va por allí. Mi padre es el dueño, pero hace años
que no lo usan para nada más que guardar algunos carromatos antiguos o
útiles que, aunque no están rotos, ya están anticuados.
Ledi nos deja solos y cierra la puerta cuando sale. Nos besamos y nos
tocamos como si no nos hubiéramos visto en meses. Con él siempre es así.
Dice que no tiene suficiente de mi cuerpo. Sin embargo, no lo hace de
forma brusca. Me besa con delicadeza, incluso cuando baja por mi cuello y
llega a mi pecho. Me arqueo y quiero pedirle que sea un poco más brusco,
pero me da vergüenza hacerlo, ¿qué pensaría de mí?
Mete su mano debajo de mi corsé y agarra mi pecho frotando mi pezón
con su dedo a un ritmo demasiado lento. Quiero que me levante la falda y
me sostenga contra la pared mientras me embiste, pero eso no va a pasar.
Vanko es un amante dulce y tranquilo. No como Senox, creo que él sería
más del tipo salvaje que te rasga las bragas y te penetra sin esperar a saber
si estás cómoda o a quitarte la ropa por completo. Mis pezones se
endurecen pensando en él y me siento horrible cuando me doy cuenta de
que es la boca de Vanko la que está sobre mí mientras yo pienso en otro
hombre.
—Mi preciosa dama —susurra, mordiendo ligeramente y haciendo que
me quede con ganas de sentir la punzada de dolor de sus dientes apretando
contra mi carne.
—Más fuerte —suplico, y él comienza a lamerlos más rapido sin
entender que eso no es lo que le he pedido.
Poco a poco me lleva hasta la cama que tiene preparada para mí, la que
se encargó de construir de forma rústica porque una señorita como yo es lo
que se merece, y me tumba con él encima. Se coloca a mi lado y sube mi
falda sin dejar de lamer mis pechos. Busco a tientas su polla, y cuando meto
mi mano en sus pantalones la noto dura como una piedra. Le doy un ligero
apretón y gime. Él comienza a jugar con sus dedos en mis pliegues y va
introduciendo poco a poco un dedo, luego dos y yo estoy muriéndome
porque aumente el ritmo, muerda mis pezones o directamente pierda la
cordura y se empale dentro de mí. Aunque eso no llega. Comienza a entrar
y salir a un ritmo adecuado para que mi orgasmo se construya. Él está a
punto y cuando logra arrancarme un grito de placer y nota que mis paredes
se contraen alrededor de sus dedos, entonces se deja ir y se corre sobre mi
mano mirándome a los ojos.
—Te amo —susurra mientras me besa.
—Yo también te amo.
Tras limpiarse con un cubo de agua que tiene preparado cerca y
ayudarme a que yo lo haga, siempre sin mirar, por supuesto; soy una dama,
eso dice. Nos quedamos acurrucados en esa cama un rato entre caricias y
planes de futuro.
—¿Cuánto tiempo más va a estar el tipo de la corte del rey? —pregunta
de la nada, mirando un reloj solar que hay justo debajo de un ventanal sucio
y hace que frunza el ceño extrañada.
—No lo sé, aún queda mucho por revisar, no sé hasta dónde quiere mirar
—declaro abiertamente porque es verdad.
Escuchamos pasos y murmullos. Me tenso, pero él no.
—¿Quiénes son? —pregunto, poniéndome de pie mientras él hace lo
mismo, pero de una forma más calmada.
—Se me ha ido el tiempo estando contigo y no te he contado una cosa.
Reviso a mi alrededor las posibles salidas, pero antes de que haga nada él
toma mi mano y la besa.
—Hay unas personas a las que quiero que conozcas —me sonríe—, no
van a hacerte daño, solo quieren hablar contigo.
—No me gusta esto —susurro al mismo tiempo que la puerta por la que
antes he entrado se abre.
Espero a ver quién aparece y cuando noto a Ledi me relajo un poco. Tras
ella vienen una pareja de warlocks muy bien vestidos y vuelvo a tensarme.
Soy la única humana en este lugar con energía que les pueda interesar. Ledi
y Vanko vendieron la suya hace tiempo, y ya solo tienen los ojos de un tono
naranja apagado.
—Tranquila, Eris —me pide mi amiga—, no te van a hacer nada.
Me dice viendo mi actitud. La pareja entra y cierra la puerta, se mantiene
a distancia y en silencio. Aunque no dejan de mirarme.
—¿Quiénes sois? —pregunto, incapaz de contener más mis palabras.
—Somos Alain y Droma —se presenta el hombre.
—Sois warlocks —afirmo.
—Sí, pero no estamos aquí por ese motivo, al menos no por el que
supongo que crees —interviene Droma.
—Está claro que no es para algo bueno si teneis que reuniros conmigo en
un sitio así —les suelto porque no quiero que piensen que soy idiota.
La mujer sonríe.
—Es tan inteligente como dijiste —comenta mirando a Vanko, que
asiente.
No me gusta mucho que hayan hablado de mí a mis espaldas, ¿cuándo ha
sido eso? ¿Cuántas veces?
—Tenemos una propuesta que hacerte —comienza el hombre—, aunque
primero queremos contarte una pequeña historia.
Asiento, pero sigo manteniendo la distancia.
—Somos warlocks de la corte, bueno, no de la corte exactamente, de la
nobleza de las afueras. No hay mucha diferencia, si bien la suficiente como
para que necesites saberlo.
La mujer es la que parece que me va a contar lo que sea que me quieren
decir.

—Vivimos en Alfoz 1 desde hace varios siglos, y hemos sido cercanos a


la familia real hasta el punto de que nuestra hija tuvo algo con el actual rey.
—¿El rey Duxlan? —pregunto, y ella asiente.
—Mi hija y él estuvieron juntos hasta que sus caminos se separaron y no
hubo mayor problema. Debra era una mujer muy segura de sí misma como
para andar llorando por no tener a un hombre, por muy príncipe heredero
que fuera en ese momento —se enorgullece su madre.
—La cuestión es que mi hija tuvo la mala fortuna de cruzarse en el
camino de unos hombres que quisieron hacerle daño, aunque tuvo suerte y
un humano, uno que podría haber huido porque estaba en inferioridad, se
detuvo a ayudarla —prosigue el hombre.
—No entiendo qué tiene que ver todo esto conmigo —interrumpo porque
estoy un poco perdida.
—Si esperas un poco más llegaré a eso enseguida —me pide la mujer
antes de que continúe el hombre.
Asiento, pero sigo tensa. Vanko y Ledi están cada uno a un lado, y de
cierta forma me reconforta tenerlos ahí.
—Este chico que salvó a mi hija fue acogido en la familia como un
héroe, como es normal, y mi niña, en agradecimiento, le propuso que fuera
su fuente un tiempo y tras esto lo liberaría con mucho dinero para que
pudiera vivir como un hombre libre y feliz.
—He de decir que mi hija —interviene la mujer—, estaba enamorada de
ese humano y le propuso ese trato también con la intención de que él
acabara sintiendo lo mismo que ella en algún momento.
—¿No fue así? —pregunto, imaginando que si la hija de ambos heredó la
belleza de sus padres debía ser una mujer realmente hermosa.
—No, para nuestra desgracia el chico ya estaba enamorado de una
humana, una que llamó la atención del rey Duxlan —continúa la mujer—.
Mi niña no lo sabía, y cuando el rey le propuso permanecer en palacio como
invitada volvieron a resurgir viejos sentimientos que ella creía enterrados.
Me desconecto un poco de la historia cuando comienza a contarme sobre
una cacería warlock de energía. Nunca he ido a una, sé que sueltan como
una bola que unos humanos persiguen y quien la atrapa gana algo. Los
warlocks no pueden hacerlo porque, por lo visto, pasar por los portales que
se necesita para atraparlos los deja mal, bueno, no sé a qué se refieren con
mal.
Vuelvo a unirme al relato cuando habla de que la humana de la que
estaba enamorado el chico que salvó a su hija es la reina Aldara. No la
conozco y jamás la he visto en persona, pero he oído cosas buenas de ella.
—La cuestión es que, a pesar de que atacó a mi hija, la que ahora es la
reina, se libró de su castigo. El propio rey se saltó las leyes para ayudarla.
Dicen que ella se fue sin decirle nada, pero ¿quién se cree que una humana
escape de palacio sin que nadie lo sepa? —pregunta a todos y a ninguno a la
vez.
La verdad es que tiene razón.
—No queremos aburrirte con la historia de nuestra hija —interviene el
hombre viendo mi cara—, lo que queremos es pedirte ayuda para entrar a
palacio.
Me lo suelta tan a la ligera que me cuesta unos segundos darme cuenta de
lo que ha dicho, y cuando lo hago doy un paso atrás negando con la cabeza.
—¿Quieres que cometa traición? —pregunto mirando a Ledi y Vanko
que parecen estar de acuerdo.
—Escúchalos —me pide Ledi y ya no sé si estoy en una realidad
alternativa o es que el mundo se ha vuelto loco.
—No queremos hacer nada malo en palacio —dice la mujer.
—¿Entonces por qué quereis entrar?
—Para recuperar ciertas cosas de mi hija que se quedaron allí. Sabemos
que están almacenadas, pero nadie se atreve a sacarlas.
—¿Y por qué no va tu hija a pedirlas? No creo que le nieguen recuperar
sus pertenencias.
—Está muerta, el rey Duxlan la mató —suelta de pronto la mujer, y me
quedo paralizada.
Que un warlock mate a otro es raro, pero que sea el rey quien lo haga y
que además nadie lo sepa es…. No sé qué es.
—¿Cómo es posible que nadie sepa sobre esa muerte? —pregunto
reticente a pensar en intrigas palaciegas.
—Cuando ocurrió solo estaban los consejeros del rey, el humano del que
se enamoró mi hija Debra y las chicas elegidas como fuente para el mismo
monarca —me explica el hombre.
—¿Y por qué las chicas no cuentan lo ocurrido?
—Porque una de ellas se tiró por una ventana ese mismo día y la otra,
que era hermana de esta, tenía tanto miedo de hablar que desapareció de la
corte y nadie la ha vuelto a ver por allí —me cuenta Vanko a mi lado.
—¿Recuerdas que una humana se suicidó hace casi diez años en palacio?
—me pregunta Ledi y hago memoria. Era una niña para ese entonces, pero
recuerdo que esa noticia llegó hasta aquí; la chica tenía parientes lejanos en
esta ciudad.
—¿Y el chico? —pregunto, imaginando que él también fue testigo y
podría declarar.
—Es un gran hombre que nos está ayudando a tratar de recuperar las
pertenencias de mi Debra —dice la mujer, limpiándose una lágrima—. Es
tan bueno que sabemos que se casó con la hermana de la que se tiró por la
ventana y cuidó de ella.
No me atrevo a preguntarle por qué habla de ella en pasado. No me gusta
que me cuenten sobre tanta violencia y muerte. Mi vida es tranquila y
serena, odio que traigan hasta mí sucesos tan retorcidos.
—Me voy —digo, saliendo de allí dejando a los cuatro plantados.
Necesito tomar aire y respirar hondo. Escucho a la mujer pedirme que lo
piense, pero no me detengo. Incluso sigo caminando cuando escucho los
pasos de Ledi y de Vanko tras de mí, aunque respetan mi momento y no
tratan de detenerme, ni siquiera de ponerse a mi altura.
Llego al matorral donde está la tela que envuelve mi ropa y me dispongo
a cambiarme. Sé que Ledi y Vanko están esperándome al otro lado de la
pared verde que me tapa, y ahora mismo no sé qué pensar de ellos y de esta
situación.
Cuando salgo, ambos me miran sin decir nada y decido que soy yo la que
va a hablar.
—¿Cómo se os ha ocurrido hacerme esta encerrona? —les reclamo.
—No es lo que piensas —comienza Ledi.
—Sí, mi amor, deja que te expliquemos.
—Bien, adelante.
—Resulta que uno de los que viene a la herrería es pariente lejano de la
chica que se suicidó. Siempre hemos tenido buena relación y me contó que
en casa de sus padres se estaban quedando unos warlocks que buscaban a su
prima lejana Analsa.
—Es la hermana que sigue viva —me aclara Ledi.
—Sí, pensaron que podrían encontrarla aquí, pero tampoco saben nada de
ella. Llevan varios meses quedándose porque buscaban a un chico, no
sabemos a quién, y los primos de este cliente se ofrecieron a ayudarlos
debido a que ambas familias perdieron a mujeres muy jóvenes, aunque una
era warlock y la otra humana.
Asiento, pero no digo nada, no quiero que Vanko pare.
—No sé de qué manera se enteraron de que Senox estaba aquí.
—Porque el otro, Catriel, no dejaba de aparecer como si quisiera algo
contigo —suelta Ledi con disgusto—. Se corrió la voz de eso y así es como
se enteraron, estoy segura.
—Tiene sentido —murmura Vanko antes de continuar—. La cuestión es
que averiguaron que estaba en tu casa, te siguieron y acabaron descubriendo
nuestra relación. Podrían haberme entregado a tus padres o haber tratado de
que los ayudara con chantaje, pero no lo hicieron, son buenas personas.
Asiento porque sé que tiene razón.
—Solo quieren recuperar las pertenencias de su hija. Como iba a pasar
una temporada en palacio se llevó muchas cosas: fotos, reliquias heredadas
y cartas que son de la familia.
—Eris —me llama Ledi—, ¿imaginas a tus padres si tú murieras y
encima no pudieran tener tus cosas para recordarte? ¿Saber que están en
una caja olvidada en el lugar donde te asesinaron?
Sus palabras me calan muy hondo. Sería devastador para ellos.
—No quieren hacer nada malo, solo recuperar lo que les pertenece —
insiste Vanko.
—¿Y cómo puedo yo ayudar? No soy de palacio, ni siquiera he estado
allí.
—Pero a través de la llegada de Senox y Catriel tienes una posibilidad de
ir —me recuerda Ledi.
Suspiro y camino hacia la casa. Ellos lo hacen en silencio a mi lado,
dejándome pensar. Si realmente sucedió como me lo han dicho, creo que es
injusto que no tengan las cosas de su hija. Ni siquiera deberían tener que
pedirlas, deberían habérselas enviado a ellos. No entiendo por qué no lo
hicieron.
—Hay algo que no me cuadra —suelto, parándome en seco y girándome
para encararlos.
—¿El qué? —preguntan a la vez.
—¿Por qué quedarse en palacio todo eso?
—De cara al mundo la chica se fue de viaje, esa es la versión que han
dado desde palacio —me explica Vanko.
Mierda, esto es real. Y teniendo en cuenta el carácter de Senox, que se
divierte jugando conmigo como si no fuera nada, o con la warlock que dijo
que era su pareja… No es descabellado pensar que, si eso lo hace un
consejero, el rey tiene casi carta blanca para hacer lo que quiera.
—¿Estáis seguros de que no hay otro motivo para querer entrar?
—Sí.
Los miro a ambos y confío en ellos, son los únicos en los que lo hago
aparte de mis padres.
—Bien, entonces decidles que les ayudaré a entrar en palacio.
Capítulo 7
Senox

Tradiel me espera junto a Nero y Duxlan en la sala del rey. También están
Liro y Ayla, ambos corretean con espadas de madera tratando de decidir
quién es el mejor en el campo de batalla.
—Déjame decirte que mi chica va ganando —se burla Nero.
—Puede ser, pero es mi chico quien la está dejando ganar —contraataca
Duxlan.
—Ni de coña, y lo sabes.
Tradiel no para de reír hasta que es la hora de que los pequeños vayan a
estudiar entre quejas, como siempre, y nos dejen solos para hablar.
—¿Y bien? —pregunta Duxlan sentado en el trono—. ¿Cómo van las
cosas con nuestra recién estrenada prima?
—Está siendo más divertido de lo que esperaba —confieso, y todos me
miran expectantes.
—Explícate —me pide Tradiel.
—Es una chica interesante, y tiene un cerebro para los números casi tan
bueno como el mío.
—Vaya, si no te conociera diría que esta mujer te tiene impresionado —
murmura Nero, que sabe que jamás he dicho esto sobre nadie, ni hombre ni
mujer ni warlock.
No puedo evitar pensar en cómo me gusta acorralarla para presionar sus
teclas, o besar la punta de su nariz, eso hace que se sonroje ligeramente,
tanto que ni siquiera creo que se dé cuenta, sin embargo, yo…
—¿Es guapa? —pregunta Tradiel.
—¿Eris? —Tradiel asiente—. Preciosa.
No le miento ni me escondo, no tengo motivo para ello o posibilidad de
mantener mi mentira si deciden conocerla como creo que harán llegado el
momento.
«Es preciosa de una manera salvaje», agrego en mi mente. Es caos, como
su nombre, en sus ojos puedo verlo y, aunque trate de parecer la buena hija
educada, serena y tranquila que aparenta ser, en su mirada noto que quiere
algo muy diferente.
Nero y Duxlan se enzarzan en un tema de política dejando de lado
cualquier pregunta que pudieran haber tenido en su mente. Estoy sentado en
las escaleras junto a Tradiel, que no deja de mirarme sin decir nada.
—¿Qué? —pregunto finalmente.
—Hay algo que no nos cuentas —contesta, confirmando que me conoce
demasiado bien.
Sonrío.
—Voy a tomar distancia de Hedda.
Mi amigo se sorprende ante mis palabras. Llevan meses tratando de que
lo haga, no porque sea mala chica, es porque creen que no tiene sentido
asentarse con alguien que no es tu Eterna.
—¿Tiene algo que ver la tal Eris?
—Sí y no —le confieso—. No es lo que piensas, no tengo nada con ella
ni lo voy a tener, por respeto a Catriel sobre todo.
—¿Y si no estuviera él? —insiste mi amigo.
—No existe esa posibilidad, así que no me voy a parar a pensarlo.
—Entonces, ¿en qué ha influido la chica para tu decisión?
—Me pasa algo raro con ella. Me gusta tenerla cerca, hacerla enfadar,
provocarla en todos los sentidos que puedo…
—Suena a que estás mucho más que interesado para llevar apenas unos
días allí —interrumpe Nero.
—¿De verdad creías que ibas a tener esta conversación y nos la íbamos a
perder? —se burla Duxlan.
Sonrío y asiento.
—Pues como trataba de decirte, Tradiel, hasta que las dos viejas de
pueblo me han interrumpido, lo que me ha hecho estar con Eris es entender
que no tengo futuro con Hedda si ella, a quien apenas conozco de unos días,
me hace sentir todo eso.
—Eso llevamos diciéndotelo meses —interviene Nero—. Además de que
Hedda ha cambiado, ya no es la chica tan divertida que traías al principio,
ahora las comidas son tensas, odio que lo sean.
—Sí, no puedo decir nada de una mujer que haya estado contigo y que
ella no se ponga a la defensiva, aunque sea solo por algo de trabajo —
agrega Duxlan.
—Y no hablemos de tener que elegir quién sirve la comida —se suma
Tradiel—, porque tienes un amigo en los pantalones demasiado aventurero
y estás empezando a quedarte sin chicas en este castillo.
—Oye, que no es así —me quejo, y los tres alzan las cejas—. Bueno, un
poco, esto solo demuestra que Hedda debe quedar en el pasado.
Asienten y decido que es momento de ir a hablar con ella. Voy a buscarla
al jardín de los warlocks, sé que estará allí con sus amigas. En cuanto me ve
aparecer, se despide de ellas sin dejar siquiera que me acerque a saludar.
—Hola, amor. —Sonríe lanzándose a mis brazos.
La aparto con cuidado, pero el gesto en su cara me dice que si le hubiera
dado una bofetada le hubiera dolido menos.
—¿Qué ocurre? —pregunta como si no entendiera qué es lo que está
pasando aquí.
—¿De verdad hay que tener la charla completa? —le respondo cansado
de esta situación.
Ella ya sabe que le soy infiel, que se ha vuelto demasiado celosa y que,
en definitiva, lo nuestro no va a ningún lugar. Es una relación tóxica la
mires por donde la mires.
—¿Me estás dejando? —pregunta finalmente dolida con los ojos
vidriosos.
—Hedda, creo que es lo mejor.
—¿Lo mejor para quién? ¿Para ti? ¿Para que puedas correr a los brazos
de esa puta humana? —comienza a gritar.
La cojo y nos llevo a mi habitación. La que hasta ahora estaba
compartiendo con ella dentro de palacio. En cuanto llegamos, me separo y
dejo una distancia prudencial entre nosotros.
—No es necesario gritar —le digo, tratando de que se calme.
—Me estás dejando, como si todo este tiempo no hubiera valido nada,
para cambiarme por esa puta…
—Deja de llamarla así —la corto–. Eris no es mi amante, no hay nada
entre nosotros, y si lo hubiera debo recordarte que tú misma me dijiste que
«tenía permiso de estar con otras si volvía a ti», palabras textuales.
—Pero ya no vas a volver a mí —solloza ahora. Mierda, me ha tocado la
warlock bipolar.
—No, Hedda, vas a encontrar a un buen hombre que te ame de verdad,
no uno que tiene la esperanza de que…
—De que su Eterna aparezca —termina por mí—. ¿Crees que no lo sé?
Siempre que tus amigos hablan de lo que es tener una tus ojos muestran un
anhelo que me deja claro que si apareciera yo sería borrada del mapa al
instante.
Me quedo callado porque no me había dado cuenta de que ella lo había
notado, supongo que no soy tan bueno ocultándolo como pensaba.
—Lo que no me esperaba es que me cambiaras por esa humana simple.
He de decir que es bonita, que debe ponértela dura con esos ojos tan puros,
me queda claro, y encima sabe de números por lo que pude oír.
«¿Cuánto tiempo estuvo escuchando antes de aparecer en la sala donde
estaba con Eris?».
—Creo que solo queda una cosa por hacer y es que cada uno tome su
camino —le digo abriendo el armario—. Llévate todas tus cosas a la casa
de Alfoz que elijas, o si prefieres que compre otra en otro lugar lo haré, el
dinero no es un problema.
—El problema soy yo, ¿no? —solloza.
—El problema es quien no eres tú, ni Eris, ni nadie. El puto problema es
que quiero algo que no voy a poder tener al lado de ninguna mujer que
conozca y tengo que vivir con eso —suelto finalmente, ya cansado de la
situación—. Así que, por favor, recoge tus cosas estos días que yo no estoy
y ten una buena vida.
—¿No me vas a decir al menos eso de ser amigos?
—No, ya tengo amigos, no necesito más —la corto de manera tajante.
Soy un imbécil, lo sé, pero es mejor hacerlo de esta manera para que no
haya malos entendidos o se alimenten las falsas esperanzas.
Salgo de allí y me transporto a la habitación que han dispuesto los padres
de Eris para mí. Abro las puertas al pequeño balcón que da al jardín y
disfruto del aroma de las plantas. Vuelvo a saltar para pasear entre las
flores, y cuando escucho la voz de alguien me escondo un poco para no ser
molestado. Ahora mismo no soy buena compañía para nadie.
—¿Estás segura? —escucho la voz de Ledi, la sirvienta y parece ser que
mejor amiga de Eris.
—Sí, lo haré, confío en lo que me habéis dicho. —Esta vez es la voz del
caos personificado en mujer la que me hace querer saber más sobre la
conversación que están teniendo.
Me asomo un poco y veo que se pierden en el camino hacia el ala donde
vive Eris. Por lo que me he enterado, es una zona de la casa que tiene de
todo: cocina, baños, su propio coche… Básicamente se ha mudado a la casa
de la piscina. Creería que es una niña mimada que no quiere perder el
dinero de sus padres si se va, sin embargo, por lo que me han contado las
personas que aquí trabajan, no es para nada el caso. Eris es muy familiar, le
gusta estar con sus padres y siempre que puede pasa la tarde jugando al
ajedrez con su madre o debate sobre libros antiguos con su padre. Supongo
que, aunque los ame, todos necesitamos nuestro espacio y por eso vive
apartada pero cerca. Bueno, y también supongo que tener un novio
escondido tampoco sería fácil viviendo en la casa principal.
—¿A quién espías? —pregunta Catriel detrás de mí sobresaltándome.
Casi me caigo de bruces mientras él no para de reír.
—Pensaba que había oído algo —me excuso—. ¿Qué haces aquí? ¿No
hay ninguna jovencita a la que acosar cerca de casa y has vuelto a por Eris?
Ahora soy yo el que me río y Catriel quien tiene mala cara. Caminamos
hacia la fuente y no puedo evitar recordar a Eris empapada con su vestido
amarillo pegado a su cuerpo. Joder, mi polla también la recuerda, y no es el
mejor momento con Catriel por aquí.
—Te estaba buscando —comienza a decir, y aprovecho para sentarme en
un banco de piedra que hay a nuestro lado y cruzo una pierna sobre la otra
para tratar de disimular mi erección.
—Pues tú dirás.
—Annetria se muere.
—Eso ya lo habías dicho antes.
Catriel rueda los ojos.
—Se muere ya, no le queda tiempo.
—Oh, mierda.
Eso solo significa que lo de hacerse amigos y tratar de que Catriel entre
en la vida de Eris poco a poco se ha ido por el retrete.
—¿Qué vas a hacer? —pregunto, preocupado por mi amigo.
—Creo que hay que contarle todo de inmediato, y ya veré cómo logro
que me deje formar parte de su vida.
Asiento y entiendo que debe ser complicado este momento para él. La tal
Annetria es una mala mujer, nos lo ha contado en otras ocasiones, y a pesar
de ello no la ha querido dejar sola, eso dice mucho de Catriel.
—Te deseo suerte, ¿cuándo se lo vas a decir? —pregunto intrigado.
—Ese es el punto, necesito otro favor.
—No sé si me gusta por dónde vas.
—Sé que es algo complicado lo que te pido, pero eres cercano a ella.
—No diría tanto como cercano, no me clava el abrecartas mientras reviso
papeles, eso ya es algo.
—He hablado con sus padres, ella es una chica difícil, no hace amigos
con facilidad, sin embargo, ellos dicen que no para de hablar de lo bien que
se te dan los números a pesar de lo idiota que eres.
Sonrío porque me gusta que ella crea que soy inteligente.
—Catriel, yo…
—Por favor, teneis cosas en común, hablas su idioma, yo no sabría ni por
dónde empezar —se lamenta—. ¡Si hasta cree que quiero algo romántico
con ella!
Asiento con una sonrisa en mi cara porque es verdad que la actuación de
Catriel cuando estuvo aquí fue patética y de acosador total.
—Bien, lo haré, ¿cuánto tiempo tengo?
—Que no pase de mañana.
—Ah, genial, tengo margen entonces —ironizo.
Catriel se encoge de hombros y se levanta.
—Gracias, te debo una muy grande.
—Ah no, me debes varias ya.
—Gracias, de verdad. —Me sonríe—. Entonces es momento de que
sepas todo lo que ocurrió con Annetria para que puedas contárselo a Eris.
—Muy bien, pero deja fuera detalles sexuales, eres como mi tío —me
quejo, poniendo cara de asco.
Catriel menea la cabeza y me cuenta todo lo que necesito saber para
poder tener la conversación en condiciones que quiere que asuma, pasamos
un buen rato hasta que lo veo llorar. Esta historia le afecta más de lo que
pensaba. No hablo en ningún momento, dejando que vaya a su ritmo, y
tampoco hago comentarios cuando termina.
Una vez finaliza su relato, ambos sonreímos y él desaparece.
Paso el resto del día leyendo en mi habitación. Creo que en el desayuno
sería una buena opción, puede que les pida a los padres de Eris que nos
dejen a solas para poder hablar con calma.
Decido pasear por el jardín nuevamente para disfrutar del olor de las
flores de noche. Cada vez amo más este lugar. Creo que va a siendo hora de
tener mi propia casa. El palacio está muy bien, pero ahora ya solo es un
recordatorio de lo que no tengo, aunque me duela alejarme de los chicos, de
sus mujeres y de nuestros niños.
Vago por los caminos mirando con atención cada una de las rosas y
campanillas que adornan los pasillos del jardín. Y cuando quiero darme
cuenta me he metido en una especie de laberinto de setos. Me encantan.
Juego un poco y me topo con varias salidas falsas. Para cuando logro
encontrar la buena me doy cuenta de que he acabado en otro jardín
diferente, ¿el del vecino? No, no tendría sentido; además, no recuerdo que
haya casas tan cerca.
Camino y aprovecho para oler estas nuevas flores. Un movimiento a mi
derecha me pone en alerta un segundo antes de darme cuenta de que es Eris.
Está tumbada sobre la hierba, con los ojos cerrados y la respiración
acompasada: está dormida.
Sonrío. Bajo la luz de la luna se ve más bonita todavía. Lleva un vestido
azul claro que sé que hace juego con sus ojos. Me siento a su lado y decido
vigilar su sueño por un rato mientras pienso en cómo decirle mañana todo
sobre su madre biológica.
Me tumbo despacio junto a ella, tratando de no hacer ruido y me
acomodo con las manos debajo de la nuca.
—¿Qué haces en mi jardín? —pregunta Eris, sobresaltándome.
—Pensaba que dormías.
—No puedo, tengo demasiadas cosas en la cabeza.
—Y no lo sabes todo —murmuro sin pensar.
Ella gira su cara y nos quedamos mirando.
—¿A qué te refieres?
Me quedo callado mirando el azul de sus ojos y tomo la decisión de no
posponer la charla.
—Supongo que esta noche es tan buen momento como cualquier otro.
—¿Un buen momento para qué?
—Para hablarte de tu madre.
—¿Qué le pasa? La he visto hace un rato y estaba bien —se preocupa,
incorporándose, pero la agarro del brazo para detenerla.
—No de la que te ha criado. Te voy a hablar de tu madre biológica.
Capítulo 8
Eris

Lo miro un instante antes de volver a tumbarme en la hierba y él hace lo


mismo. Observo las estrellas y disfruto del momento de silencio que
precede a la tormenta.
—Asumo que sabes que eres adoptada —comienza Senox.
—Sí, mis padres no quisieron ocultármelo. Esperaron a que tuviera la
edad suficiente como para entenderlo y me lo soltaron.
—¿Lo entendiste?
—No —me río, y él se une—. Fui una mocosa malcriada y desagradecida
durante un par de semanas hasta que me di cuenta de que tenía más suerte
que mis amigas, a las que envidiaba porque sus padres no las habían
abandonado.
—Tenemos más suerte —se incluye—, a nosotros nos eligieron, al resto
les tocaron sin más.
Giro la cara para mirarlo porque es exactamente como me siento. Él
sigue con la vista al cielo, pero con una enorme sonrisa. No dice nada más,
y yo estoy tratando de parecer calmada esperando que se explique.
—Pregunta, lo estás deseando —se burla.
—No sé de qué me hablas —trato de hacerme la digna, volviendo a mirar
las estrellas.
Por el rabillo del ojo veo que contiene la risa, y de alguna manera se
siente bien estar aquí con él, me siento como en paz. No lo entiendo. No
nos conocemos apenas y no me cae bien, sin embargo…
—Sí, también soy adoptado, por eso me encargaron la tarea de hablar
contigo —suelta de pronto, interrumpiendo mis pensamientos.
—¿Y tú qué tal te lo tomaste? —pregunto curiosa de manera genuina.
Él se pone de lado y apoya la cabeza en su mano antes de contestar.
—Mal, aunque me enteré muy pequeño.
—¿Te duró mucho el cabreo?
—Un día.
Ahora soy yo la que se gira para observarlo sorprendida.
—¿Qué edad tenías?
—Como cinco o seis años.
—Increíble —murmuro.
Su amplia sonrisa hace que algo se me remueva por dentro y cuando
aparta un mechón de pelo de mi cara mi piel se eriza.
—No creas, la verdad es que, si por mí hubiese sido, estaría aún cabreado
—me confiesa—, pero mis amigos no me dejaron. A pesar de que todos
éramos unos niños, me dieron una buena patada en el culo para que me
diera cuenta de la suerte que tenía.
—¿Porque tus padres te eligieron?
—No, porque gracias a que me habían adoptado los había conocido. —Se
ríe y yo me uno.
—Vaya, sí que tienen una buena autoestima tus amigos.
—La verdad es que tienen razón. No concibo una vida diferente a la que
he tenido. Sin ellos estaría perdido. Son más que mis amigos, son mi
familia, no hay nada que no haría por ellos.
—Suena bonito.
—Lo es. —Asiente con la cabeza.
—¿Y es difícil tener esas amistades en palacio?
—No cuando tus amigos son los consejeros y el rey —se burla.
Los dos nos reímos y me gusta lo fácil que está siendo hablar con Senox.
Es como si lo conociera de toda la vida. Nunca he sido demasiado sociable,
bueno, la verdad es que no me gusta mucho la gente, tienden a querer algo a
cambio de todo solo porque tengo dinero.
—Bueno, entonces, ¿quieres saber sobre tu madre biológica o no? —
pregunta mientras corta briznas de hierba muy cerca de mi pecho.
—¿Tú querrías?
—Yo ya tuve este momento y los busqué. Necesitaba saber de dónde
venía. Una estupidez si me dejas decirte, porque lo único que descubrí es
que mis padres, los de verdad, no los que echaron un polvo sin protección,
me aman por sobre todas las cosas.
—Vaya, supongo que no es bonita tu historia.
Me mira serio y en silencio. Supongo que la mía tampoco. Me río.
—Así de mal está conmigo, ¿eh? —comento y él asiente.
—No te voy a mentir. Es una mierda, pero en tu caso lo querría saber.
—Muy bien, entonces, adelante —le pido sin entender cómo he dejado
que esta decisión tan importante la tome él en mi lugar.
—¿Segura?
—Tanto como puedo.
—¿Versión larga o corta?
—Corta con posibilidad de ampliar detalles.
—A tus órdenes —murmura, y me da un beso en la punta de la nariz que
hace que me quede paralizada y él sonría—. Tu madre es Annetria, una
humana no demasiado decente que tiene más de un siglo de vida.
Frunzo el ceño.
—¿Es la fuente de algún warlock?
—No, es la hija de una mujer que fue el amor de la vida de uno —
contesta—. Cuando te tuvo te regaló, tenía claro que no quería quedarse
contigo, queremos suponer que deseaba algo mejor de lo que ella te pudiera
ofrecer.
—¿Queremos? —No me pasa desapercibido ese plural.
—Catriel y yo.
—¿Qué tiene que ver…? —Yo misma me corto porque tengo la respuesta
—. La madre de Annetria es la mujer que murió y de la que estaba
enamorada Catriel, ¿verdad?
Sonríe.
—Chica lista.
—Gracias.
—Sí, Catriel se hizo cargo de Annetria y alargó su vida.
—Espera —lo corto—. Por favor, no me digas que Annetria en
agradecimiento se folló a Catriel y él es mi padre.
Senox me mira un instante, asiente y noto cómo el color abandona mi
cara un segundo antes de que él rompa a reír y se tire contra la hierba de
nuevo.
No lo pienso y comienzo a golpearlo, llamándolo de todo mientras él no
puede dejar de soltar carcajadas y agarrarse el estómago. Me ha tomado el
pelo sin ningún pudor, y lo va a pagar. En un momento quedo sentada a
horcajadas sobre su estómago y él sujeta mis manos frente a mí y sonríe.
Luego, en un movimiento rápido pasa su brazo mientras me tira a un lado y
es él quien queda sobre mí. Mi respiración se vuelve agitada. Puedo notar
su dureza cuando poco a poco baja su cara y se queda a centímetros de la
mía. Trago duro y muerdo mi labio. Él me observa de una manera tan
intensa que me hace sentir desnuda. Lo hace durante un segundo. Luego
besa la punta de mi nariz y se tira a un lado para quedar como estábamos
antes de la pelea: yo tumbada boca arriba y él de lado con la cabeza
apoyada en su mano.
La diferencia es que ahora noto que algo ha cambiado entre nosotros, y
no sé lo que es. Mierda, ¿y si me hubiera besado? ¿Se lo hubiera permitido?
—No, Catriel no es tu padre, sería asqueroso el hecho de que hubiese
siquiera una probabilidad de ello —continúa como si no hubiera pasado
absolutamente nada.
—Entonces, ¿quién es mi padre? —pregunto, respirando hondo para no
dejar que me afecte su cercanía porque, aunque estamos en la misma
postura, no estamos en la misma posición; él ahora está casi tocando mi
cuerpo con el suyo.
—No tengo ni idea.
—¿Cómo que no lo sabes? ¿Y Catriel?
—Él tampoco lo hace, ni tu madre.
—Annetria —lo corrijo, y asiente entendiendo que madre es la que está
ahora durmiendo junto a mi padre en la habitación de la casa principal, no
la que me parió.
—Es algo de familia, Catriel tampoco supo jamás quién fue el padre de
Annetria.
—Vaya joya de linaje tengo —murmuro.
—No son tu familia —declara—, esa la eliges tú, no importa lo que la
gente diga, que hayas nacido entre unas personas determinadas no hace que
las tengas que amar, eso se gana con los años.
Me gusta ese pensamiento. Yo siento lo mismo.
—Así que mi madre biológica me dejó nada más nacer, mi padre
probablemente ni siquiera sepa ni que existo y Catriel…
—Él solo quiere lo mejor para las personas que ama —completa de
manera críptica.
¿Siente Catriel alguna cosa por mí?
—Hay algo que no me cuentas, ¿verdad? —inquiero por una corazonada.
—¿Por qué lo dices?
—Está claro que no te has presentado aquí para revisar las cuentas, esto
es alguna especie de treta para conseguir no sé qué.
—Eres demasiado inteligente —se burla y yo me encojo de hombros—.
Aunque tienes razón. La idea era que me acercara a ti, ya que tenemos en
común lo de ser adoptados, y así allanarle el camino a Catriel para que lo
dejes estar en tu vida.
—Recuerdo que él dijo que era idéntica a… Bueno, imagino que la
madre de Annetria.
—Eso dice —confirma.
—Pero entonces, ¿por qué me cuentas todo esto si claramente tú y yo no
estamos cogiendo flores en el campo juntos para hacernos collares de la
amistad?
—Ha pasado algo que ha hecho que se acelere todo. Tu mad… Annetria
se muere y quiere conocerte.
—Oh, vaya.
—Bueno, para ser sinceros, se muere desde el primer momento.
Frunzo el ceño confundida.
—¿Puedes explicar eso?
—Catriel supo de ti debido a que Annetria dejó que un warlock se
alimentara de más y la llevara al punto de no retorno.
—¿Un warlock la ha matado o lo está haciendo?
—No exactamente. Annetria ya no quería vivir, no es culpa del warlock;
bueno, solo un poco, debería haber parado, pero hay unas grabaciones que
demuestran que Annetria pedía que siguiera aun cuando sabía que estaba en
el límite.
—¿Eso lo hace menos culpable? —pregunto mirándole a los ojos.
—Es como un suicidio asistido a mi forma de verlo. —Se encoge de
hombros—. Creo que ella quería morir, pero el warlock paró antes de que
eso pasara y le dio algo de tiempo.
—Así que se muere.
—Sí, de hecho, es probable que no llegue a pasado mañana.
—¿Y quiere conocerme?
—Eso ha dicho Catriel.
—¿Por qué ahora?
—Supongo que será cosa de estar tan cerca de la muerte, lo de que
quieres poner tus asuntos en orden y eso.
Se levanta y me tiende la mano. Le doy la mía y tira de mí hasta que
estoy de pie, y entonces me abraza. Lo hace rodeando mi cuerpo con sus
brazos de una forma tan protectora que me hace sentir mejor, como si lo
necesitara cuando no sabía que lo hacía.
—Piénsalo —susurra contra mi pelo—. Nadie te va a obligar a nada, te lo
prometo.
Su tono me dice que él mismo se encargará de que eso suceda, y yo le
creo.
—¿Mis padres saben sobre esto?
—Sí, están al tanto de todo y dijeron que era decisión tuya.
Asiento contra su pecho sin separarme de él.
—¿Tú qué harías?
—Supongo que si Annetria no estuviera muriendo creería que podría
conocerla en cualquier momento, en tu caso, si tienes alguna pregunta es el
momento de hacerla o asumir que no vas a conocer la respuesta jamás.
Me separo un poco, aunque no me suelta del todo. Me mira a los ojos con
una intensidad que me abruma y yo los aparto. Él coge mi barbilla y me
gira la cara para volver a estar conectados con nuestras miradas. Escucho un
ruido, pero su agarre es firme y no deja que me vuelva a ver qué es.
—No le debes nada, esa mujer no es nadie y no tienes ni siquiera que
sentirte mal por su muerte más allá de lo que lo harías por un desconocido
con el que te cruzas en la calle. Está bien decidas lo que decidas, ¿de
acuerdo?
Asiento, me abraza de nuevo y besa mi cabeza. Después desaparece ante
mis ojos y yo siento que me quedo vacía y helada sin su cuerpo contra el
mío.
—¿Es por eso que no quieres decirle nada a tus padres hasta que se haya
ido este tipo? —escucho a mi espalda.
Me giro y veo a Vanko junto a Ledi, ambos me miran con cara de
decepción, como si yo hubiera hecho algo malo. No es así, ¿verdad?
La pregunta ha venido de Vanko, pero la cara de mi amiga dice que opina
lo mismo. Me acerco a ellos y limpio mi vestido de las posibles briznas que
pueda llevar pegadas a él.
—No es lo que creéis, Senox estaba hablándome de mi madre, la
biológica.
—¿Y tenía que hacerlo abrazándote? —pregunta Vanko claramente
enfadado.
—Él también es adoptado, supongo que creyó que necesitaba que me
reconfortaran después de todo lo que me contó —trato de explicar.
—Para eso estamos nosotros —declara Ledi,
—Lo sé, no os enfadéis, por favor, ahora no, os necesito.
—No parecía eso cuando estabas con tu amigo warlock.
Las palabras de Vanko son dichas con tal desprecio que me siento en la
obligación de defender a Senox.
—Él no es malo, no lo conocéis.
—¿Y tú sí? —pregunta alterada Ledi.
—No… bueno, hemos pasado tiempo juntos y… No es eso. Dejadme que
os lo cuente todo, por favor.
Ambos asienten y les relato lo que me ha dicho Senox acerca de
Annetria. Me guardo para mí los detalles que me ha dado sobre sí mismo
porque siento que son algo privado que no mucha gente sabe. Ledi y Vanko
me escuchan en silencio, aunque intercambian algunas miradas que no me
gustan. Siempre hablan entre ellos sin decir nada y es algo que me molesta,
me dejan fuera y lo hacen a propósito.
Una vez que termino de explicarles todo, parece que están algo más
relajados, aunque con lo que Ledi me suelta me queda claro que no lo está
tanto como me gustaría.
—¿Confías en ese warlock?
—Creo que sí, no sé por qué, pero me hace sentir que se puede confiar en
él —contesto sorprendiéndoles tanto a ellos como a mí.
Esto lo digo sin mirar a Vanko porque de alguna manera tengo la
sensación de que estoy haciendo algo más que sentir confianza por Senox.
—No deberías tenerle tanta fe ciega —interviene Vanko—. Él es uno de
los que ayudó a encubrir la muerte de Debra.
—Sí, puede que parezca inofensivo, pero sabemos que más de una vez se
ha encargado de hacer desaparecer a personas, humanos, sobre todo, que se
interponían en su camino o en el de sus amigos.
—¿Cómo estáis tan seguros?
Ambos se miran y la rabia me corroe, no me gusta que hagan esto.
—Está claro que Senox te ha comido la cabeza —sisea Ledi.
—No es verdad, tengo un cerebro que piensa por sí mismo.
—Creo que lo mejor es que lo conozca, que la llevemos ante él —se gira
Vanko para hablar con Ledi.
—Él dijo que no quería que le implicáramos.
—Sí, pero está claro que ella lo aprecia, y eso puede hacer que los planes
para lograr recuperar las cosas de Debra se vayan a la mierda.
—¿Hola? —interrumpo—. Sigo aquí, ¿de quién habláis?
Ledi y Vanko se miran y asienten ambos, después me miran a mí y casi a
la vez sueltan la misma palabra.
—Milos.
Capítulo 9
Milos
Paseo de arriba abajo esperando a que el inútil de Vanko aparezca. Me ha
avisado de que Eris está intimando demasiado con Senox, y eso podría
joder mis planes.
Los padres de Debra ya han hecho su parte, vi su interpretación
escondido fuera de ese almacén y la cara de la chica era muy reveladora.
—Milos.
Me giro y veo a Ledi y Vanko mirarme desde la puerta. Les hago pasar con
un gesto con la mano y me siento en la mesa de la cocina. Ellos se quedan
de pie y no les digo que se acomoden, no quiero que lo hagan.
—Bien, ¿qué tenéis para mí? —les pregunto sin preámbulos.
—Como ya te avisé, Eris parece que está haciendo buenas migas con el
tal Senox —gruñe Vanko—. Creo que es momento de que te conozca.
—¿La estás perdiendo? —le pregunto, y él niega enérgicamente.
—No, creo que está sintiendo por Senox algo como por un hermano
mayor —me aclara, pero no me quiero arriesgar como me pasó con los
Harlocks, por lo que tomo nota mental de averiguar en qué términos quiere
Eris al idiota de Senox.
—Anoche hablaron sobre la madre biológica de Eris, por lo visto es la
nieta de la mujer de la que estaba enamorado Catriel, el tío del rey —
prosigue el chico.
No demuestro mi sorpresa porque no me concierne, pero esto es un gran
descubrimiento. Creía que había un interés romántico y resulta que la quiere
como a la nieta del gran amor de su vida. Me cuesta no sonreír. Debra me
relató en una ocasión lo que ocurrió, y sé que puedo sacarle partido a este
hecho.
—Muy bien, contadme todo lo que sepáis —les ordeno, y es la chica la
que lo hace.
Escucho con atención cada detalle, y en mi mente comienza a trazarse un
plan para conseguir que Aldara por fin regrese a mi lado y podamos criar a
nuestro hijo Liro juntos.
Pasa más de una hora hasta que tengo toda la historia completa y le pido
a uno de mis ayudantes que les traigan el dinero que se les debe por esto.
Esos dos son unos avariciosos incapaces de amarse más allá que a ellos
mismos. La codicia se refleja en sus ojos y casi me da pena Eris. Casi.
Aunque no me voy a engañar, si no me la dio mi mujer Analsa, esa niña de
la que Senox parece estar encaprichado no va a ser un problema para mi
conciencia.
—Muy bien, aquí teneis vuestro dinero —les digo, poniendo los billetes
sobre la mesa.
Ambos los miran con deseo, y si no estuviera aquí sé que se lanzarían a
por ellos. Eso me da una idea. Este tipo de gente no se detiene en un pago
así, al revés, cuando consiguen esto lo único que desean es más y más.
—Podría triplicar esta cantidad por un favor más.
Esto ha captado su atención.
—¿Estáis dispuestos a triplicar la cantidad? —insisto.
La chica, como siempre, es la que más desconfía.
—Esto es nuestro —declara.
Asiento y la insto a que se guarde el dinero para que vea que no quiero
engañarla, esa no es mi intención. Una vez que ambos tienen los bolsillos y
refajos llenos de dinero, entonces vuelven a mirarme.
—¿De qué hablamos? —pregunta Vanko.
—Solo os lo puedo contar si aceptáis, es algo delicado.
—Lo que pidas —me corta Ledi.
—Teneis que estar muy seguros porque si aceptáis, os lo cuento y
después os echáis atrás, os mataré.
Ambos se tensan y se miran. No voy a andarme con rodeos, necesito que
entiendan que esto es algo serio. Hasta ahora les he pagado por
información, ahora lo que quiero es acción. Tienen una conversación sin
palabras, es algo raro verlos, finalmente asienten, se dan la mano como si
eso les diera fuerzas y giran su cara para clavar su vista en la mía.
—¿Qué necesitas? —pregunta Ledi.
Está claro que entre estos primos la que manda es ella. No dudo que ella
fuera la de la idea de que Vanko saliera con Eris.
—Necesito que la madre de Eris muera, ella puede ser un punto de unión
entre la chica y Senox o Catriel, incluso este último puede tratar de comerle
la cabeza metiéndole la idea de que es en alguna forma prima del rey.
—¿Eris prima del rey Duxlan? —pregunta sorprendido Vanko.
—No, no lo es y no la van a aceptar como tal. Ya os lo he dicho. Cuando
estuve allí pude ver cómo tratan a los humanos en la corte. Los tienen
amarrados con cadenas para que cualquiera se alimente. Eris sería una más.
Puede que ellos crean que son inteligentes, pero lo que son es
avariciosos. Me di cuenta en cuanto los vi en el mercado y por eso ellos
fueron mi objetivo. Que la chica para la que trabaja Ledi haya resultado ser
la nieta del amor de la vida de Catriel es solo suerte. No, es destino. Está
claro que la fuerza superior que mueve este universo, la energía vital que lo
habita quiere que Aldara y yo volvamos a estar juntos y por eso me ayuda
de esta manera.
—Puedo hacer que parezca que haya sido Senox el culpable —sonríe
Ledi.
Joder, esta sí que es un poco inteligente, más que el chico desde luego. Y
retorcida. La miro atentamente.
—Bien, te escucho.
—Eris me ha contado que Senox siempre tiene un bolígrafo verde para
realizar las tareas que llevan a cabo en la sala, puedo hacerme con él y
dejarlo en la escena del crimen para que lo inculpen.
—Un boli lo puede llevar cualquiera —le digo para que no crea que es la
idea del siglo—. Si no es algo personal o que lleve encima, no creo que
sirva.
—Lo muerde —suelta de pronto—. Tiene su saliva en él. Además, lo
esconde, pero sé que puedo encontrarlo.
—Eso es perfecto —murmuro—. Bien, hazlo, cuando lo consigas y
terminéis la misión os daré el dinero.
Mi declaración provoca una enorme sonrisa en su rostro y sé que el
trabajo estará hecho a lo largo del día.
Decido no confiar esta tarea a la suerte y cuando salen le pido a uno de
mis hombres que los siga con disimulo. Quiero saber de primera mano
cómo suceden las cosas.
El día pasa y no tengo noticias. Después de comer mis nervios están a
flor de piel y no paro de pasear por la sala de la casa. Miro la fotografía de
Analsa y mía el día de nuestra boda. Preside el salón. Ante todos soy el
marido enamorado de esta pobre chica cuya vida solo fue un cúmulo de
desgracias. Sonrío. No tienen ni idea.
—Jefe —escucho que me llama otro de los hombres a mi cargo pagados
por la familia de Analsa y de Debra—. Ha vuelto.
Sé que se refiere al que he mandado para seguir a Vanko y Ledi. Pasa por
el lado del que lo ha anunciado y este cierra la puerta al salir.
—¿Está hecho? —pregunto impaciente.
—Sí, tal y como pediste.
—¿Cómo ha sido? —inquiero curioso.
—Cuando salieron de aquí se fueron a casa de la chica. Vanko se quedó
fuera un rato hasta que Ledi salió por la puerta por la que se escabulle
normalmente. Le dio algo al chico y este se lo metió en los pantalones, en el
bolsillo trasero.
—¿Qué era?
—En un primer momento no lo supe, luego, cuando llegó a la casa de la
madre de Eris y la asfixió mientras dormía con una almohada, lo sacó del
bolsillo y pude darme cuenta de que era un bolígrafo verde.
—¿Qué hizo con él?
—Lo dejó debajo de la cama de la muerta, lo justo para que no se viera al
entrar, pero sí que en algún momento cualquiera que se acercara a la cama
lo golpeara con el pie. Seguro que lo encuentran.
—Genial, ¿crees que lo pueden descubrir?
Si alguien se entera de que fue Vanko y no Senox el que mató a la madre
de Eris, esto se puede volver en mi contra muy rápido, y ya he perdido diez
años con mi familia: Aldara y Liro.
—No, en todo momento ha llevado una sudadera con una capucha sobre
la cabeza y se ha escondido de las cámaras que pudiera haber en el camino.
Ha hecho bien el trabajo. Tanto que incluso al dejar el bolígrafo se ha
asegurado de borrar sus huellas frotándolo entero con las mangas de su
ropa.
—Gracias —lo despido y sonrío.
«Un día menos para volver a estar juntos, mi amor».
Capítulo 10
Eris

He pasado toda la noche sin dormir pensando en la conversación que tuve


ayer con Senox y la que vino después con Ledi y Vanko. Quieren que
conozca a un tal Milos, pero no tengo ni idea de quién es ni para qué
quieren presentármelo. Me han dicho que primero deben hablar con él. No
me gusta que tengan secretos conmigo. Entiendo que eran amigos antes de
que yo entrara en sus vidas, y que el lazo de primos que tienen los une
desde la cuna; sin embargo, siento que hay algo que no me cuentan o que
me esconden y no me gusta. Como lo de la encerrona en nuestro almacén
con los padres de esa chica que murió. O el hecho de que Ledi estaba hoy
en la sala de contabilidad en uno de nuestros descansos cuando de normal
odia ese sitio porque dice que hay demasiada luz.
Veo a Catriel entrar a la sala en la que Senox y yo revisamos las cuentas.
Esta mañana me he presentado aquí como si no me hubiera revelado sus
verdaderas intenciones de su estancia en esta casa. Lo más curioso es que él
también ha aparecido, ha sonreído y me ha preguntado si nos poníamos con
el trabajo.
Ledi ha pasado por aquí hace poco, noto el olor de su perfume, es uno
hecho con flores que su abuela fabrica y que parece que se adhiere a su piel
durante horas porque permanece en el aire cuando entramos por la mañana.
Catriel no tarda en salir y me pilla de pleno, no hay mucho sitio donde
esconderse en este pasillo.
—Hola —lo saludo.
—Hola, estaba buscando a Senox.
—Supongo que, si no está en la sala, estará en su habitación.
Catriel niega con la cabeza.
—Ya he buscado en todos lados, solo me quedaba este por revisar.
—Si quieres que le deje algún recado…
—No, la verdad es que venía a hablar de ti con él, pero parece que va a
ser más rapido si lo hago contigo directamente.
—¿Es sobre Annetria?
—Sí, supongo que Senox te ha hablado de la situación.

—Así es, anoche tuvimos una charla sobre cómo están las cosas.

—¿Vamos al jardín? —me ofrece Catriel, y yo asiento.

Caminamos hasta fuera en silencio. Miro a mi alrededor buscando a


Senox, se me hace raro que no esté cerca, supongo que tendrá cosas qué
hacer fuera de aquí. Esta mañana estaba algo raro, aunque, para ser
sinceros, toda la situación lo era.
—¿Cómo te sientes? —pregunta Catriel mientras nos dejamos caer en un
banco de piedra del jardín junto a la fuente.
—Creo que como siempre.
—Entiendo que es algo difícil para ti. No conoces a tu madre biológica, y
te aseguro que me encantaría decirte que es una buena mujer que te
abandonó por amor —dice, cogiendo mi mano entra las suyas y
haciéndome sentir rara—, pero no es el caso. Y ella no se arrepiente, así que
tampoco soy nadie para juzgarla por algo que la propia Annetria ha elegido.
Retiro mi mano y la recojo en mi regazo. No me gusta el contacto con
Catriel. Con Senox sale de forma natural. Como si fuera lo correcto que me
estreche entre sus brazos. Sin embargo, con Catriel no es de esa manera, me
siento algo violenta con este tipo de intimidad con él. Cada vez estoy más
convencida de que quiere algo conmigo.
—No puedo reprocharle nada, he tenido una infancia feliz y amo a mis
padres —contesto, y Catriel sonríe.
—¿Puedo preguntarte qué has decidido?
—Acabas de hacerlo.
—Cierto, es solo que no tenemos demasiado tiempo.
Respiro hondo y asiento.
—Creo que quiero conocerla, quizás me arrepienta, pero no voy a tener
otra oportunidad de hacerlo.
—Gracias, de verdad, sé que es duro, pero merece la pena el esfuerzo.
Senox aparece y me siento algo más tranquila al verlo.
—¿Otra vez acosando jovencitas en el jardín, Catriel? —se burla y se
sienta entre nosotros.
Me gusta que lo haya hecho, no quiero tener tan cerca a Catriel. Sin
embargo, con Senox se da de forma natural. Es tan raro lo que me pasa con
él que no sé ni cómo interpretarlo. Tampoco tengo a nadie con quien
hablarlo. Ledi no es una opción, es la prima de Vanko. Y mi madre tampoco
porque creo que si cuando vuelva Senox a palacio le hablo de Vanko, no lo
va a tomar en serio. No tanto como lo es. Lo es, o lo era, tengo dudas; lo
amo, sí, mucho, pero Senox no me es indiferente.
—Deja de pensar en mí —susurra Senox en mi oído mientras Catriel
habla sobre algo que no entiendo, y me tenso.
Sonríe cuando ve la expresión de mi cara.
—Así que he acertado.
Joder, soy idiota, yo misma le he dicho que estaba haciendo eso.
—Así que, si os parece bien, lo hacemos de esa manera —concluye
Catriel, y se me queda mirando.
Creo que espera una respuesta y no tengo ni idea de a qué. Sonrío y miro
a Senox para saber si soy la única que no se ha enterado y su expresión me
dice que sí.
—Así que quieres ir primero con Annetria para ver cómo está y después
me avisas para que lleve a Eris, ¿no? —dice Senox, acudiendo en mi
auxilio.
No puedo evitar sonreírle y él me guiña un ojo.
—Si a Eris le parece bien, claro.
—Sí, sí, ve delante, y así que ella esté cómoda para recibirnos y eso.
Catriel asiente complacido, se levanta, hace una semireverencia que me
divierte y desaparece, dejándome a solas con Senox.
—¿Cómo eres capaz de seguir el hilo de la conversación a la vez que
mantienes otra? —le pregunto curiosa.
—Es cuestión de práctica, si no me perdería muchas cosas con mis
amigos, tendemos a dispersarnos.
Me siento expuesta en el jardín y a pleno sol. Sé que mis padres han
estado estos días dándome mi espacio. Como si no quisieran intervenir en
mis decisiones, y se lo agradezco. Por supuesto que no cambia nada con
ellos, pero mi cabeza ahora es un completo desastre, y no por la aparición
de mi madre biológica precisamente.
De pronto, Catriel aparece de nuevo y no lleva buena cara, está pálido y
hasta Senox se preocupa al verlo.
—¿Qué ocurre?
—Está muerta —murmura.
—¿Annetria? —pregunta Senox, y Catriel solo atina a asentir.
Ambos me miran y no sé cómo sentirme. ¿Debo hacerlo de alguna forma
en particular?
—No debí dejarla sola anoche, ha muerto sin nadie a su lado —solloza
Catriel, y veo con ternura cómo Senox trata de consolarlo.
—Sabias que iba a pasar, era cuestión de tiempo, lo importante es que has
estado para ella y eso significa más que aparecer en el último momento.
Ambos me miran en cuanto Senox lo dice, y este se disculpa.
—Lo siento, no quería que…
—No —lo corto—. Tienes razón. El tiempo de calidad que has pasado
con ella es lo que cuenta. ¿Crees que puedo ir a verla?
—¿Quieres? —preguntan a la vez.
Me encojo de hombros.
—Supongo que me gustaría saber cómo era, aunque solo sea físicamente.
—Ayer me dio una carta para ti —dice Catriel, sacando un sobre de su
bolsillo—, quería que te la entregara cuando ella ya no estuviera, así que
supongo que es el momento.
Me la ofrece y yo la cojo, miro que el sobre está un poco sucio, la letra es
descuidada y nada en él me causa sensación alguna.
—Quiero verla antes de leer esto —afirmo mientras la guardo en el
bolsillo.
—Yo te llevo —propone Catriel.
—No, si alguien la transportará seré yo —sentencia Senox.
Catriel y él se dedican una larga mirada, y al final ambos asienten.
—Te veo en la puerta —dice Catriel antes de desaparecer.
—¿Sabes dónde vive? ¿La conociste?
Senox niega con la cabeza.
—No, estuve allí una vez que Tradiel, el médico de la familia, me pidió
que le consiguiera algo, pero no llegué a entrar.
Asiento y me noto los nervios a flor de piel. Parece que él también lo
hace porque sonríe mientras se acerca.
—¿Nunca te ha transportado un warlock?
—No, vas a ser el primero.
Sonríe y murmura algo del último que no logro entender antes de sentir
cómo la tierra desaparece bajo mis pies mientras me abraza contra su
cuerpo. Cierro los ojos con fuerza hasta que noto que hay algo debajo de mí
de nuevo. Cuando los abro siento como vértigo y Senox aplasta mi cabeza
con su mano contra su pecho.
—Te mareas un momento, pero pasa enseguida.
No sé el rato que pasamos así, pero sí que es el carraspeo de Catriel el
que hace que Senox se separe. Estamos frente a una casita pequeña, en
medio del bosque, reconozco el lugar, no queda lejos de mi casa.
—¿Vivía cerca de Eris? —pregunta Senox, dándose cuenta de que
estamos cerca de donde acabamos de venir.
—Sí, a una hora más o menos —confirma Catriel.
—Eso es raro —prosigue Senox como si me leyera el pensamiento.
Catriel se encoge de hombros y entra. Lo hace de forma familiar, como si
no fuera la primera vez, aunque puede que sí sea la última. Hay una enorme
sala que nos recibe, apenas con muebles. Me quedo parada en la puerta y
Senox toma mi mano para ayudarme a entrar.
—Está ahí dentro —señala Catriel.
Miro la puerta y un escalofrío recorre mi cuerpo.
—¿Quieres que te acompañe? —me propone Senox, y yo niego con la
cabeza.
—Quiero hacerlo sola.
—No lo estás —murmura.
—Gracias.
Mientras Catriel está de espaldas a nosotros, Senox me da un beso en la
punta de la nariz y suelta mi mano. Camino despacio admirando todo a mi
paso como si eso fuera a decirme quién soy o quién era la persona al otro
lado de la puerta. Giro el pomo y lo noto frío, como ella, o no, ¿cuánto tarda
un cuerpo en quedarse helado por la falta de vida? ¿Por qué demonios estoy
pensando en esto ahora mismo?
Entro y cierro tras de mí, me apoyo en la puerta y observo a mi madre, la
que me llevó en el vientre, tumbada en la cama que está situada en el centro
de la estancia.
—Supongo que he llegado tarde —le digo acercándome.
Nunca he visto un muerto que no sea de la familia; quiero decir, no soy
de esas que en cuanto hay entierro se viste para ir al sepelio. Soy más de
recordar a las personas en vida, aunque en este caso no hay mucho más
recuerdo que este para atesorar.
Saco la carta del bolsillo mientras arrastro una silla al lado de la cama.
Me siento y la observo. Parece dormida. Es preciosa, aunque se la ve
cansada, triste, no sé, es como las ancianas a las que ves con cara de haber
sufrido una mala vida.
Abro el sobre y veo que la carta no es muy larga. Eso no sé si es bueno o
malo, así que me pongo a leer para comprobarlo.

Querida Eris,
Sé que te llamas así porque Catriel me lo ha dicho, antes de eso en mi
mente no tenías un nombre o una cara, ni una sonrisa o un recuerdo. Me
olvidé de ti por completo y me encantaría decir que me arrepiento, pero no
lo hago.
He vivido tanto que me he cansado de hacerlo, supongo que ya te lo
habrán contado, y si me preguntas, ni siquiera tenía la necesidad de
conocerte, eso me convierte en mala persona, ¿no?

La miro y niego con la cabeza.


—No, eso te convierte en humana —le digo, aunque no puede oírme.
Prosigo leyendo.

Catriel es un buen hombre, tanto que tapa lo fea que es mi alma. No soy
tu madre, nunca me he considerado así y me alegro de que una buena
familia te acogiera. Esta carta no es para arrepentirme o hacerte sentir que
podríamos haber tenido una vida juntas. No. Esta carta te la debo para que
prosigas como hasta ahora, sin mí y sin remordimientos por ello.
No sé quién es tu padre. Hubo una época en la que me divertí mucho.
Cuando me enteré de que estaba embarazada era demasiado tarde como
para no tenerte sin sufrir complicaciones que podrían haber acabado con
mi vida. Sí, naciste porque no quería morir, curioso, ahora que lo hago es
cuando me conoces.
Solo quiero que sepas que el mundo es una mierda, aunque hay personas
que lo hacen más bonito. Busca a este tipo de gente, rodéate de ellos y no
pienses más en mí una vez que termines de leer esto.
Vive sin remordimientos y sé feliz mientras puedas.
Annetria.

Ni siquiera dice que me quiere, que me echará de menos o que siente


haber esperado tanto a conocerme.
—Sabes, creo que mi carácter lo heredé en parte de ti —le digo al cuerpo
frente a mi —. No tengo remordimientos por no llorar ahora ni por haber
llegado tarde. Eres como una persona que por un segundo se ha cruzado en
mi camino, pero no ha sido lo suficiente como para que siquiera recuerde su
cara mañana.
Suspiro y la miro una vez más.
—Espero que estés bien allá donde hayas ido, ojalá todos al morir
encontráramos nuestro lugar feliz. Yo, por mi parte, voy a regresar a mi
casa con mi madre y con mi padre, a los que amo y que me aman. Gracias
por eso, por darme un camino en el que soy plenamente feliz.
Dicho esto, me levanto para salir de allí sin mirar atrás cuando la carta se
cae y llega debajo de la cama. Me arrodillo para cogerla y veo algo que
llama mi atención. Un bolígrafo. Uno verde que reconozco muy bien.
Lo cojo y lo observo detenidamente. Es el mismo que usa Senox cada día
en casa, no hay duda. ¿Hoy lo ha usado? No lo recuerdo, estaba tan
nerviosa por su cercanía que no me acuerdo.
Aunque él me ha dicho hace un rato que jamás ha entrado aquí.
¿Me ha mentido?
¿Qué sentido tiene?
¿Es posible que él haya ayudado a que ella esté muerta? ¿La ha
matado?
Mierda.
Salgo de allí guardándome el bolígrafo y la carta. En cuanto abro la
puerta, Catriel y Senox me miran desde el otro lado de la estancia.
—¿Todo bien? —pregunta Senox.
—Sí, podemos irnos —contesto como si no hubiera pasado nada.
—Claro, ¿dónde quieres que te lleve?
—Me gustaría trabajar un poco más en los papeles que revisas.
Senox frunce el ceño y Catriel parece que va a decir algo, pero lo corta
levantando la mano y hablando él.
—Si es lo que necesitas, es lo que obtendrás.
—Gracias, quiero tener algo de normalidad y ver cómo haces garabatos
con tu dichoso boli verde.

Sonríe como si le hubiera dicho algo que no va a cambiar mi forma de


verlo para siempre y yo miro hacia abajo para ocultar mi decepción por
ello.
Capítulo 11
Senox

Envuelvo a Eris entre mis brazos y nos llevo directamente a la sala donde
hemos estado trabajando estos días. Hoy ya no hubiera hecho falta, sin
embargo, esta mañana me podían las ganas de verla y he acudido, lo que me
ha sorprendido es que ella también ha aparecido.
—¿Estás bien? —vuelvo a preguntarle, no solo refiriéndome a su
pequeño mareo por el viaje.
Apenas ha estado media hora dentro de esa habitación, puede que no
conociera a esa mujer, pero no deja de ser su madre biológica. No. Su
madre biológica muerta.
—Ha sido raro, no he sentido nada al verla, o al menos nada más allá de
lo que sientes cuando alguien muere.
—Es normal, no la conocías.
—¿Y tú? —pregunta.
No debe recordar que ya le he dicho que no lo hacía.
—No, nunca llegaron a presentarnos.
—Así que tampoco estuviste nunca en su casa —insiste de forma
extraña.
—No, solo en la puerta, como ya te dije. Oye, ¿estás bien?
Sus preguntas son un poco raras y la noto diferente conmigo. No la siento
como cuando la he transportado, en ese momento era como si pudiese oír
nuestros latidos sincronizados. Una locura.
—Sí, ya sabes, he leído la carta y bueno….
—Espero que no te haya hecho sentir culpable.
—No, al revés, ha sido más como que trataba de hacerme entender que
yo no fui nada en su vida y que estaba bien si ella no lo había sido en la
mía.
Saca la carta del bolsillo, y al hacerlo se le cae el bolígrafo verde que
siempre uso, alzo las cejas y ella se encoge de hombros.
—Con razón no lo encontraba esta mañana —sonrío.
Puede que no sea el único aquí que siente cosas raras.
—¿No lo has visto esta mañana? —pregunta curiosa, y no entiendo nada.
—No, cuando lo he ido a coger de mi escondite ya no estaba, supongo
que por fin lo has encontrado.
Entrecierra un momento los ojos y me escruta, esto es extraño, después
asiente y sonríe, aunque de forma diferente a como lo ha hecho
anteriormente.
—Sí, no eres tan listo como creías.
Me tiende la hoja manuscrita y la leo. Se sienta sobre la mesa y yo me
paseo mientras examino la misiva. Vaya con Annetria, toda una joya hasta
el final, al menos podría haberle dicho que la amaba, aunque fuese mentira.
No sé.
—Un poco dura, ¿no? —le digo al terminar de leerla mientras se la
devuelvo. Ella la dobla en varios pliegos y la rompe en pedazos, la tira al
cubo junto a la mesa y se encoge de hombros.
—Mañana ya solo será un recuerdo. Realmente soy feliz y nunca he
necesitado pensar en quién era ella o los motivos que la llevaron a
abandonarme. Ahora sé que simplemente no me quería, y estoy bien con
eso.
Me acerco y me sitúo entre sus piernas. Ella se tensa y la abrazo. Puede
que se quiera hacer la fuerte, pero a nadie nos gusta oír que nacimos por el
egoísmo de otra persona y que cuando éramos bebés, en el momento más
vulnerable de nuestra existencia, no tuvimos a quien se supone debería
haber dado la vida por nosotros.
—Oye —me dice, apartándose un poco, aunque no dejo que lo haga
demasiado—. Estoy bien, de verdad.
—Eres muy fuerte —murmuro, cogiendo su cara entre mis manos.
—Senox, yo…
No dejo que termine, bajo mis labios sobre los suyos y la beso con
fuerza. Ni siquiera me paro a pensar en que no es el momento, en que tiene
novio o en nada de nada. Ahora mismo solo ella está en mi mente.
Aprieto su culo para acercarla más a mí y ella gime. Joder, ese sonido me
vuelve loco. Siento sus uñas en mi espalda, y la forma en la que me
devuelve el beso hace que mis ganas de follarla sobre esta mesa aumenten
por momentos. Estoy a un segundo de arrancarle la ropa cuando me
empuja, salta de la mesa y sale corriendo, dejándome con una tienda de
campaña en mis pantalones capaz de albergar a medio ejército con caballos
incluidos.
Quiero ir tras ella, pero cuando lo hago veo que se ha encontrado con su
amiga la sirvienta. No me gusta. Me mira mal. Puede que sea una locura,
pero cuando miro a los ojos a alguien puedo ver si hay maldad en ellos y en
los de esta chica detecto toneladas de algo que no me gusta nada. Tampoco
yo a ella le agrado. Así que cuando veo que ambas se van dirección al ala
donde vive Eris decido dejarle espacio.
—Me alegro de encontrarte aquí —dice de pronto Catriel apareciendo
por el lado opuesto al que se ha ido Eris.
—Tú dirás.
—¿Cómo está ella?
—Bien, eso dice, aunque la carta es dura.
—¿Te ha dejado leerla?
—Sí.
—¿Crees que yo podré hacerlo?
—No, la ha quemado.
No es así, pero si le digo que está en la papelera hecha pedazos quizás
quiera tratar de recomponerla, y eso no es decisión suya.
Mierda.
Me acabo de dar cuenta de que soy al único al que le ha dado acceso a
algo tan íntimo. Ni a su amiga ni a su novio.
—Siento que hayas perdido a Annetria, pero era mala, de verdad, no ha
sido capaz ni de decirle que la quería. ¿Cómo puedes llevar a un ser dentro
de ti tantos meses y no quererlo? —le pregunto.
—Lo sé, ella me confesó que la tuvo por miedo a morir. Fue un motivo
egoísta, aunque…
—No —lo corto—. No trates de justificarla porque no hay explicación
posible que me haga ver a esa mujer de una manera mejor.
Catriel asiente y yo lo abrazo.
—Aunque sí que siento pena porque estés pasando por esto.
—Sé que no se merecía que la quisieran, pero la quería como a una hija.
—Lo sé, y lo siento. Si hay algo que pueda hacer…
—Gracias, pero no. Ya estoy encargándome de todo. Dejaré volar sus
cenizas para ver si en su próxima vida consigue ser feliz.
—Espero que lo haga.
Y lo digo de corazón.
—Supongo que ya no hay motivo para que te quedes más aquí —suelta
de pronto, y me doy cuenta de que tiene razón.
—Aun así, lo haré, quiero ayudar a Eris a tener todo en orden.
Catriel entrecierra los ojos y me evalúa.
—Es brillante, pero me ha pedido que revise que lo ha hecho bien; ama a
sus padres y no le gustaría haber cometido algún fallo que pudiera causarles
algún problema. Al fin y al cabo, lleva todo esto ella sola.
Catriel sonríe y asiente.
—Es increíble, ¿verdad?
—Lo es —coincido.
—Su abuela no tenía esta cabeza para los números. No era tonta, pero
parece que Eris ha sacado un intelecto superior a lo esperado en esa familia.
—¿Se parecen tanto ella y Eris? —pregunto curioso.
—Físicamente son un clon, de carácter no tienen nada que ver. Eris es
como más…
—¿Salvaje? —concluyo, y él se ríe.
—Sí, no es tan dócil como lo era su abuela.
Respira hondo y en sus ojos veo que los recuerdos están pasando por su
mente.
—Será mejor que me vaya, tengo que hacer un par de cosas. Voy a hablar
con los padres de Eris para ver si les parece bien que visite a la chica y para
avisarles de que aún te quedarás por aquí unos días más.
Lo veo desaparecer por el mismo pasillo por el que se ha ido Eris y yo
me quedo allí parado sin saber muy bien qué hacer.
Paso la tarde revisando archivos de contabilidad. Puede que para otros
esto sea una tortura, pero para mí es relajante. No me doy cuenta de que es
de noche hasta que tengo que encender la luz para ver los números frente a
mí. Decido entonces ir a cenar algo a la cocina. Las mujeres que hay allí me
lo preparan con rapidez, como algo en silencio, rememorando el beso con
Eris, y salgo al jardín antes de ir a mi habitación.
Decido, en un ataque de estupidez, buscar a Eris. Me adentro en su ala y
llego al jardín en el que anoche estuve contándole sobre su madre. En el
mismo que tuvimos esa pequeña pelea que acabó con ella encima y
conmigo con ganas de quitarle las bragas y lamerla entera.
No la veo y me adentro en la casa. No he estado aquí antes. Lo primero
que noto es que no hay guardias. Supongo que esto es seguro, pero no me
gusta que ella duerma en este lugar tan desprotegida. Camino entre pasillos
cuando escucho pasos y me pego a la pared. Contengo la respiración y me
vuelvo invisible. Lo hago a tiempo para que Eris no me vea. Pasa delante de
mí, vestida de forma sencilla, casi diría que humilde. Va a toda prisa en
dirección opuesta a donde sé que está su habitación por la ventana que da al
jardín. Puede que haya sido un poco acosador y sepa dónde se encuentra
gracias a las chicas de la cocina.
Decido seguirla. Llega a una puerta y sale por ella, dejándola
entreabierta. Espero un instante y hago lo mismo. En pocos pasos me
encuentro fuera del recinto donde vive Eris recorriendo un camino de tierra.
Veo su figura a lo lejos, al menos lo que la noche me permite distinguir. La
sigo con sigilo porque me preocupa su seguridad. Llegamos a una especie
de almacén en el que ella entra, no sin antes mirar a todos lados. Dentro veo
una pequeña luz, mínima, ni siquiera me había percatado de que estaba allí
hasta que me he fijado bien.
Me acerco hasta una ventana y observo. Lo que veo me hace querer
romper el cristal. Eris está besándose con su novio.
La rabia me consume y desaparezco de allí antes de hacer una tontería.
Reaparezco en la bodega de palacio. Abro una botella del vino más
obscenamente caro que encuentro y me la bebo. Cuando termino comienzo
con la siguiente. Quiero adormecer mi mente. Olvidar lo que he visto. No
puedo pensar en que todavía siento las uñas de Eris en mi espalda y que ella
está follándose a otro en este momento.
No sé el rato que paso vaciando la vinoteca de Duxlan cuando se me
ocurre una venganza. Me transporto hasta una taberna de Alfoz 1 donde las
chicas siempre están más que dispuestas a servirme, y le propongo a la
rubia con las tetas más gordas que encuentro que me alimente.
Ella sonríe tímida, como si no estuviera contratando sus servicios, y
asiente. Me lleva a una habitación y aquí es donde le expongo mis planes.
—Te pagaré el doble si me dejas alimentarme en otro lugar, me da morbo
probar una cosa.
—No sé, no nos dejan salir de aquí.
—Sabes que no tienen por qué enterarse.
—De acuerdo.
—Y una cosa más.
Se cruza de brazos y alza una ceja, esperando a ver qué le voy a pedir.
—Tu dirás.
—Quiero que uses esto —digo moviendo un trozo de tela en el aire.
Ella acepta segura de que no le va a pasar nada. No es solo que me
conoce, también sabe que todos me han visto irme con ella y sería difícil
explicar su muerte en caso de que ese fuera mi propósito. Le vendo los ojos,
porque no quiero que pueda contar algo que no quiero que se sepa, y nos
transporto al ala de Eris. Es una locura, lo sé, pero a mi yo borracho le
parece la idea del siglo.
Cuando siento que la rubia ya no se marea, bajo el escote de su vestido
sin previo aviso y muerdo sus tetas. Ella gime de placer. El tener los ojos
cerrados solo aumenta la sensación, y cuando meto mi mano entre sus
piernas noto la excitación que resbala entre mis dedos. Ella tantea mi
cuerpo hasta que encuentra mi bragueta y mete la mano para sacar mi polla.
Está dura, no por ella, sino por el caos que no puedo sacar de mi mente.
Sin más preámbulos la alzo y la estampo contra un espejo que hay en el
pasillo. Casi lo rompo, pero me da igual. La embisto y ella se contrae por el
placer del momento. Comienzo a follarla con rabia, acordándome del beso
de Eris con su novio. No puedo dejar de hacerlo hasta que algo llama mi
atención en el espejo. A través del reflejo puedo ver a Eris parada detrás de
mí mirando el espectáculo.
Eso me pone más duro aún y la rubia suelta otro gemido de placer. La
mujer a la que empalo una y otra vez no puede verla, pero yo no aparto mi
vista de la imagen en el espejo, y cuando apoyo mi cabeza en la de mi
acompañante para alimentarme comienzo a martillear tan fuerte que los
jadeos deben oírse hasta en la casa principal.
Eris no deja de mirarnos y yo no paro hasta que el grito de la rubia queda
ahogado por el propio placer que siente. De pronto me empuja, se baja y
como puede busca mi polla y se la mete entera en la boca. Ahora no hay
duda de que nos estamos mirando a través del espejo y, lejos de apartar la
mirada, Eris se queda fascinada mientras la rubia mete y saca mi polla en su
boca y succiona con una habilidad aprendida perfecta. Aunque no es eso lo
que me hace explotar en su lengua, lo que me hace derramarme es el ligero
movimiento de Eris que me indica que está apretando entre sus piernas
porque está excitada viendo esto.
Cuando la chica termina de limpiarme bien me abrocho los pantalones, y
al subir la vista veo que Eris ha desaparecido. Devuelvo a la rubia a su lugar
de trabajo y yo sigo bebiendo en el mismo sitio.
—¿Quieres una segunda ronda? —pregunta una pelirroja que mira a la
rubia.
—No, de momento solo vino —le pido, y llena mi vaso.
Joder, quiero volver y follarme a Eris, pero quiero hacerlo porque ella me
desea de la misma manera. Y no al imbécil ese con el que sale. Tiene pinta
de ser un idiota que no sabe ni cómo encontrar el punto perfecto en el que
golpear con su lengua.
Mierda. No puedo desear a Eris de esta manera. Catriel me va a matar.
Sin embargo, lo hago, no puedo evitarlo. Y por segunda vez esta noche
decido hacer algo muy estúpido. Me presento en el ala de Eris de nuevo y
llamo a su puerta.
Capítulo 12
Eris

Ver a Senox teniendo sexo con una mujer en mi pasillo me ha descolocado


por completo. No solo porque me parece una total falta de respeto, es que,
aunque no lo quiera reconocer, me hubiera gustado ser ella viendo cómo
gemía con cada embestida. Mierda, ¿siento algo más de lo que debería?
Escucho la puerta de mi habitación abrirse y me giro con miedo de que
sea él, pero cuando veo a Ledi me relajo.
—¿Te ocurre algo?
—No, es solo que… ¿has visto alguna cosa rara ahí fuera? —le pregunto,
tratando de averiguar si sabe algo de lo que acaba de ocurrir en la puerta de
mi cuarto.
Niega con la cabeza.
—Lo que sí he notado es que ese espejo junto a tu puerta está sucio,
mañana ordenaré que lo limpien.
No puedo evitar recordar las embestidas de Senox y me giro para que no
vea que me he puesto algo roja, hasta yo siento mis mejillas encendidas.
—Quería saber cómo te ha ido con esa mujer —comenta Ledi mientras
se sienta en la cama.
Aprovecho para cambiarme a un pijama cómodo y relajarme un poco.
—Cuando llegamos había muerto.
—Ah, ¿sí?
—Sí.
—Lo lamento, supongo, ¿cómo te sientes?
Le sonrío a mi mejor amiga y agradezco tenerla aquí porque mi cabeza
ahora mismo es un lío enorme; creo que ella es un lugar seguro.
—Dame un segundo y te cuento.
Me meto al baño y me lavo la cara, también me suelto el pelo y lo peino,
después voy junto a ella y salto para sentarme mirándola a la cara. Ella
espera paciente y me debato entre ser sincera o no.
—Creo que no fue natural la muerte de mi madre biológica —le suelto de
golpe.
Ledi abre los ojos de una manera casi cómica y veo que está pálida de
repente, supongo que he sido demasiado brusca.
—¿Te encuentras bien? —le pregunto preocupada.
—Sí, es solo que no me esperaba… ¿Por qué crees eso?
—Cuando llegamos allí, Senox y yo nos quedamos rezagados un
instante.
—Espera, ¿qué tiene que ver ese warlock en todo esto?
El tono de desprecio que usa me deja claro que no es solo mi
imaginación, a Ledi no le gusta Senox y no sé por qué, creo que no han
cruzado ni dos palabras, al menos que yo tenga conocimiento.
—Él me llevó hasta allí, era más rapido, aunque resulta que la casa estaba
a tan solo una hora de aquí, ¿te lo puedes creer?
Ledi me mira con cara seria y no entiendo qué le pasa.
—¿Por qué dejas que ese hombre se acerque tanto a ti? ¿Te gusta?
—¿Quién? ¿Senox?
—Sí, últimamente pasáis mucho tiempo juntos, a solas, y habláis de
temas íntimos. Mira, no quiero meterme en tu vida amorosa, eres mi mejor
amiga y te respeto, pero Vanko es mi primo y no quiero que le hagas daño
ni que juegues con él.
—Ey, para, detente, stop —le digo, levantando una mano en el aire—. Te
estás equivocando.
—¿Segura?
De pronto, el beso que me ha dado antes en la sala de contabilidad viene
a mi cabeza y no puedo evitar morderme el labio. Mierda. Puede que él
haya matado a mi madre biológica, hay indicios, aunque no sé para qué lo
haría, ¿sería para que no tuviera que conocer la maldad de esa mujer?
Espera, no, mierda, no estoy justificando a un posible asesino, ¿verdad?
—Oye —me llama Ledi—. ¿Qué estabas pensado para poner esa cara?
—En que puede que Senox sea quien haya matado a mi madre —le
suelto, y eso parece distraerla del tema que estaba preguntando porque
ahora me mira de una forma extraña, no sorprendida, lo cual es raro, ¿no?
—¿Qué ha pasado para que pienses así? —se interesa.
Le cuento las cosas tal y como fueron. Ella me escucha con atención. Le
hablo del momento de llegar a la cabaña. De cómo supuestamente Senox no
había entrado jamás y de que, si eso era verdad, no era posible que estuviera
allí su bolígrafo. También le hablo de la carta y me doy cuenta de que la
rompí antes de que ella o Vanko pudieran leerla. Solo Senox lo hizo. Le
concedí eso, ser el único que compartiera sus palabras exactas conmigo.
¿Cómo es posible que no pasara por mi cabeza que lo leyeran Vanko o Ledi
si son las personas más importantes de mi vida?
Este hecho me choca. Siempre le cuento todo a Ledi, pero desde que él
ha llegado es como si quisiera tener secretos que solo yo conozca o
compartir algunos con él de manera exclusiva, y lo más raro es que lo hago
de forma natural, espontánea.
—¿Ves? Ya sabía que ese tipo no era trigo limpio. No me ha gustado en
ningún momento —declara una vez que acabo.
—¿Por qué? —Quiero entender el motivo por el cual ella no lo traga a
pesar de que no lo conoce.
—No sé, desde la primera noche te mira de una forma extraña, no le
gustaría a Vanko verlo. Y, además, es demasiado…, no sé, como que siento
que no le gusto.
Asiento porque yo también he notado eso, lo de su forma de mirarme no.
Aunque la forma en la que ha clavado su mirada en la mía mientras esa
mujer con los ojos vendados le chupaba la polla ha sido un poco demasiado
intenso. Y erótico. Y surrealista. Y…
—Con lo que me dices está claro que yo tenía razón —continúa Ledi—.
Quiero que tengas cuidado, si vas a ayudar a esa pareja warlock a recuperar
las cosas de su hija tendrás que estar cerca de él. Aunque supongo que,
ahora que ya sabes cómo es en realidad, no tengo que preocuparme porque
te pueda gustar de una forma no apropiada.
—Claro, menuda tontería, yo amo a Vanko —le repito a ella y a mí.
Joder.
Joder.
Joder.
—Me voy ya, te dejo descansar, siento lo de esa mujer.
Me encojo de hombros y sonrío. Ella sale de la habitación y me quedo
tendida en la cama mirando al techo, pensando en cómo demonios me estoy
metiendo en tantos líos en tan poco tiempo.
No sé cuánto rato llevo perdida en mis pensamientos cuando escucho
unos suaves toques en la puerta. Al principio dudo de que no hayan sido
imaginación mía, pero cuando se repiten de nuevo tengo claro que hay
alguien al otro lado.
Me levanto y pego mi oreja para ver si escucho quién puede ser. Es raro
que a esta hora de la noche alguien venga, solo Ledi lo haría, y ella no
espera a que yo le abra, solo entra. Por un instante tengo miedo, aunque es
algo estúpido, ¿qué ladrón llamaría a la puerta antes de entrar a robar?
—Sé que estás ahí —escucho la voz de Senox y abro porque ni yo me
creo que haya oído bien.
Cuando lo hago me doy cuenta de que sí es él, más o menos, está algo
desaliñado y parece que ha bebido más de la cuenta.
—No creo que sea buena idea que estés aquí, si te encuentran vamos a
tener problemas los dos.
Él se ríe y entra, pasando delante de mí como si lo hubiera invitado a
seguir. Cierro la puerta porque lo que he dicho iba en serio, si alguien nos
atrapa a esta hora puede resultar un escándalo de proporciones épicas.
—Me has visto —declara sonriendo, apoyado en mi tocador frente a mí.
Me quedo junto a la puerta para mantener las distancias. Lo miro y algo
se enciende en mi interior, es raro, como si mi cuerpo lo reconociera. A
pesar de que es posible que sea un asesino.
—Era difícil no hacerlo cuando estabas con el culo al aire justo al lado de
la puerta de mi habitación —contesto, tratando de ser fría.
—Podrías haberte ido, o haber gritado, incluso haberme tirado algo o
golpeado —se relame—, pero no, te has quedado mirando cómo me follaba
a esa mujer. No solo eso, también te has quedado mirando cómo me la
chupaba.
—Eso no significa nada, solo que no soy de las que huyen.
Él me observa de una manera que parece que me va a comer en cualquier
momento. Se acerca y yo me escabullo hacia el cuarto de baño para evitar
que me acorrale de nuevo. Él sonríe al notar mis intenciones y me sigue.
Creo que no ha sido tan buena idea como pensaba el meterme en un lugar
más pequeño.
Se acerca poco a poco, puedo oler el alcohol que ha bebido y
seguramente ha derramado sobre sí mismo. Retrocedo hasta que me
encuentro con el lavabo y pongo ambas manos sobre mi pecho.
—¿Tratando de ocultar algo? —pregunta sonriendo.
Ya está tan cerca que nuestros pies se tocan. Es alto, y su cuerpo es
ancho. Aun así, no tengo miedo, con él nunca lo tengo.
—Déjame ir o gritaré —le advierto.
Da un paso a un lado y me indica que puedo salir. Cuando lo dejo tras de
mí siento su cuerpo contra el mío mientras pasa una mano por mi cintura.
—Si quieres correr, corre —susurra en mi oído—, aunque yo prefiero
hacer que te corras.
Mi respiración se agita y el corazón me martillea en el pecho. Siento su
dureza y cómo se mueve un poco contra mí, gimiendo en mi oído. Se me
ponen los pezones en punta y él parece verlo desde arriba porque sube su
mano desde mi cadera hasta uno de ellos, pero no lo toca, solo roza el
lateral, dejándome con ganas de más. He de decir que la tela fina de mi
pijama no ayuda, puedo sentir el calor de sus dedos y eso me está poniendo
a cien.
Pasa su mano por debajo de mi pecho y después la sube un poco entre
medio de ambos hasta agarrar el cuello de la camiseta. Abre mi escote y
quiero detenerlo porque no llevo sujetador, sin embargo, no lo hago ya que
en cuanto él sopla dentro de la tela suelto un gemido que me avergüenza al
instante, aunque no por eso le pido que deje hacerlo.
—Tienes algo que me vuelve loco —susurra contra mi cuello mientras su
mano vaga rodeando mis pechos, haciendo que me muera por las ganas que
tengo de que me toque.
El olor a alcohol debería decirme que no está siendo él mismo, sin
embargo, mi boca está sellada.
—Déjame hacerte sentir bien una vez, lo necesito, quiero ver tu cara
cuando te corres, quiero ver si tus ojos brillan mientras disfrutas de lo que te
hago.
—No puedo, yo…—logro articular.
—Solo una vez, solo esta noche, nada más allá de mis manos o mi boca
—me promete—, nadie lo sabrá y podremos seguir adelante. Ambos
sabemos que tú y yo queremos esto.
Sus caricias por todo mi cuerpo, sin llegar a tocar nada más que la piel
que puede encontrar entre mi pantalón y mi camiseta, me están volviendo
loca. Aprieta un poco más cada caricia y noto la presión y el calor de sus
manos, pero sin pasar de ahí, respetando los límites. No nos engañemos,
hace rato que nos los hemos saltado, aunque no haya habido nada explícito
entre nosotros.
—¿Qué me dices? ¿Me dejas? —suplica, y lo hace en un tono ronco que
me estremece. Sin articular palabra, asiento—. Oh, joder, gracias.
De pronto, siento que el frío recorre mi cuerpo y me doy cuenta de que
ya no tengo nada de ropa puesta. Lo miro por encima del hombro y sonríe,
luego me gira y quedamos frente al espejo de mi baño. Con una mano
comienza a amasar mi pecho y con la otra juega con el pezón.
—No dejes de mirar —me ordena, y sé que se refiere a nuestro reflejo.
Tengo los pezones duros como no sabía que podía, y el solo roce de su
mano hace que me arquee. Se coloca delante de mí, y sin decir nada, me
levanta y me sienta en el mármol frío junto al lavabo. Abre mis piernas y se
arrodilla. Cuando levanto la vista, avergonzada de lo que creo que va a
hacer, me doy cuenta de que ha aparecido un espejo de cuerpo entero frente
a mí.
Con dos dedos abre mis pliegues y mira tras él para asegurarse de que
nuestras miradas se cruzan en el espejo, y sin darme cuenta de cuándo lo
hace, introduce un dedo y después otro. No había sentido esto jamás, son
más gruesos de lo que esperaba y realiza un movimiento en mi interior que
me está haciendo jadear. Cuando creo que me he acostumbrado al ritmo,
saca ambos y me da una palmada en mi clítoris, pero no una floja, no, es
seca, contundente, hace ruido y eso me moja más.
—Joder, eres perfecta —murmura mientras comienza a palmear y chupar
de forma intercalada haciendo que se me nuble la vista.
Se levanta y muerde mi pezón sin dejar de palmear mi coño, y de pronto
introduce tres dedos de golpe, haciendo que me sobresalte, pero su otra
mano me mantiene firme y noto lo llena que estoy.
Me remuevo en la encimera y creo que me voy a caer si no logro
mantenerme quieta, sin embargo, no me importa. Levanto mi culo para
seguir el ritmo de las acometidas y estoy tan a punto que, cuando muerde
mi clítoris, estallo alrededor de sus dedos, haciéndome gritar. No se detiene,
no deja que baje de la nube. Me chupa y me absorbe con fuerza, y
finalmente me resbalo de la encimera, pero no caigo, al menos no como
debería. Él se tira de espaldas para detener mi golpe y acabo a horcajadas
sobre él. Con su polla dura como una roca debajo de mi centro. Si no fuera
por la ropa que lleva me habría empalado ahí mismo.
Se detiene y me mira mientras, con sus manos en mis caderas, mueve mi
cuerpo sobre su polla y jadea. Está disfrutando el roce y yo quiero hacerlo
perder la razón como ha hecho conmigo. Comienzo a restregarme con más
fuerza y él jadea y me embiste muy duro.
—Joder, sí, sigue, no pares —me suplica.
Noto otro orgasmo construirse entre roces, y cuando él me atrae hacia
abajo para morder mi pezón exploto con la misma intensidad que antes,
pero no dejo de moverme; él no ha terminado, y por alguna extraña razón
necesito que lo haga, quiero sentir ese poder de que puedo lograrlo.
Se sienta conmigo encima y lleva mis tetas a su cara, alternando entre
morder y lamer mientras amasa mi culo en su polla. Decido meter la mano
entre ambos. Cuando mis dedos se introducen dentro de su cinturilla y llego
a su polla, él gime de una manera tan sexy que me hace humedecerme aún
más. Sigue frotando mi coño contra su polla y quiero que la ropa
desaparezca. Meto mi mano sin ningún aviso y agarro su longitud dura y la
estrujo, lo hago dos veces, y finalmente grita mientras noto cómo el líquido
blanco que ha derramado corre por mi mano caliente.
—El último —susurra, y ahora es él quien agarra mi mano, la mete en
mis pliegues y me hace tocarme mientras introduce sus dedos en mi interior.
En segundos exploto por tercera vez.
Cuando terminamos estamos en el suelo, sentados, yo sobre él con mi
frente en su hombro y tratando de recuperar el aliento. Comienza a besar mi
cuello y lo detengo.
—No, esto está mal —le digo levantándome, viendo el desastre que
hemos dejado entre nosotros; su ropa se ha llevado la peor parte.
—Tú lo has sentido igual que yo, esto es correcto.
—No, yo estoy con Vanko, esto —le digo, señalando entre ambos— está
mal, y no te voy a decir que es un error porque lo he disfrutado, pero como
el que disfruta de chocolate estando a dieta. Ha sido cosa de una vez.
Mis palabras hacen que me mire cabreado, se levanta y se cierne sobre
mí.
—Te estás equivocando, somos fuego, reconócelo, piénsalo, dime si
alguna vez ese idiota ha logrado que te corras una vez con la intensidad que
yo lo he logrado y sin quitarme los putos pantalones —sisea.
Le doy la espalda porque no quiero que vea la mentira en mi cara, miro al
suelo y trato de ser lo más convincente que puedo porque ahora mismo no
puedo afrontar todo lo que estoy sintiendo.
—Eres bueno follando, ya lo he visto hace un rato, pero a Vanko lo amo.
Soy suya, él me tiene para toda la vida.
Escucho un gruñido y sus últimas palabras hacen que se me erice la piel.
—Eso ya lo veremos.
Cuando quiero preguntarle que a qué se refiere ya no está, solo el espejo
que ahora me devuelve mi imagen, una que hace que sienta asco por mí
misma y que, por otro lado, provoca que me plantee demasiadas preguntas.
Me doy una ducha para quitarme el resto de lo que ha pasado y me meto
en la cama, acurrucada debajo de las sábanas. No tardo en dormirme. Aún
faltan muchas horas para que salga el sol y quiero dejar de pensar por unas
cuántas.

***

Los golpes en la puerta me despiertan, y cuando veo el sol que brilla en


la ventana me doy cuenta de que debe ser bastante tarde. De nuevo llaman y
abren de golpe. Veo a mi madre con cara de alivio y no entiendo qué ocurre.
—Estás aquí —susurra.
—¿Qué pasa?
Ella se sienta a mi lado y tengo miedo de que Senox les haya dicho algo
de lo que ha pasado entre nosotros. No, él no lo haría, ¿verdad?
—Tienes que ir con Ledi, ha ocurrido una desgracia.
En cuanto dice eso me levanto de la cama de un salto.
—¿Qué ha ocurrido? ¿Está bien?
—Sí, ella sí, pero como su mejor amiga deberías estar a su lado.
—¿Por?
—Su primo Vanko ha muerto.
Capítulo 13
Senox

Siento que mi cabeza va a explotar de un momento a otro. No puedo ni


abrir los ojos, pero el olor a rancio me dice que no estoy en mi habitación.
Me giro para tratar de incorporarme y caigo al vacío. Bueno, es como
medio metro, solo que con los ojos cerrados y nada más despertar me ha
parecido que caía por un acantilado. No, el suelo pegajoso y maloliente que
tengo debajo me dice que tampoco estoy en ningún lugar cerca del mar.
—Ya era hora.
La voz de Catriel suena a que está cabreado. Me levanto del suelo y veo
que estoy en la taberna de Alfoz 1 a la que vine anoche a beber, la misma
donde me conseguí a la rubia de tetas grandes con la que después… oh,
mierda.
—¿Qué me ha pasado? —le pregunto, sentándome en el mismo banco
del que me he caído hace un momento.
—Hasta donde yo sé estabas tan borracho que tuvieron que llamar a
Tradiel por miedo a que te ahogaras en tu propio vómito —me explica.
—Genial, ¿está Idy muy cabreada?
—Ella no se enfada —afirma, y es verdad, las mujeres de mis amigos no
son tóxicas, no como lo es Hedda, o como lo era, bueno, que son majas.
—¿Te llamó a ti para que vinieras?
—Fui a cenar a palacio y nos alargamos hablando, cuando nos avisaron
de tu estado me ofrecí a hacerle el trabajo de niñera. Hubiera preferido un
bebé, por si quieres saberlo.
—¿Tanto mal di?
—Digamos que no parabas de repetir que había que romper todos los
cristales, que no querías verte, que con solo mirar tu reflejo veías que
faltaba una parte de ti.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
—¿A qué te referías? —pregunta Catriel curioso mientras veo cómo el
dueño abre las ventanas y entra un sol de justicia por ellas.
—¿Qué hora es?
—Casi medio día.
Paso la mano por mi cara y quiero que el mundo ahora mismo
literalmente me trague, me digiera y me cague en otro universo diferente a
este.
—Tengo que volver con Eris —le digo, levantándome y queriendo
arrancarme la cabeza en el proceso.
—¿Así te vas a presentar?
Miro hacia abajo y veo que tiene razón. Llevo la ropa mal puesta,
manchas en mis pantalones y huelo de forma curiosa, por llamarlo de
alguna manera.
—Creo que mejor me cambio antes de ir.
—Mejor —sentencia.
—¿Cómo vas? —le pregunto, recordando que quizás he sido un idiota al
hacer que cuide de mí cuando ha perdido tan recientemente a Annetria.
—Bien, dentro de lo que cabe.
—Disculpa por hacerte pasar la noche en vela.
—En realidad me ha venido bien, no iba a dormir de todas formas. —Se
encoge de hombros y se levanta—. Luce presentable y sin manchas de sexo
en tus pantalones, Eris es una dama. ¡Ah! Y dice mi sobrino que dejes de
beberte su vino bueno a escondidas.
Asiento y desaparece. Miro hacia abajo y las imágenes de mi más que
vergonzosa actuación vienen a mí. No solo me follé a una prostituta junto a
la habitación de Eris, después decidí llamar a su puerta en mitad de la
noche, provocarla, besarla y follarla con mis dedos y mi lengua.
Respiro hondo y me transporto a la habitación que tengo en palacio. Por
suerte, Hedda ya no está, ni ninguna de sus cosas, no huele a ella; sin
embargo, a Eris sí que puedo olerla y sentirla en mí. Mierda. Estaba muy
borracho, pero recuerdo cada jodido instante con ella. Su sabor, mi lengua
en su piel, la forma de arquearse o de gemir.
Estoy duro de nuevo y necesito una larga ducha fría para que se me pase.
Me visto y aparezco directamente en la sala de contabilidad deseando ver a
Eris, quiero saber si se arrepiente. Anoche me dijo que no, pero también me
dijo que amaba a Vanko y que solo había sido cosa de una vez. Una mierda.
Por mucho que esa fuera mi intención inicial, en cuanto ella me dejó
explorar su cuerpo me di cuenta de que no iba a tener suficiente en una
noche o puede que en una vida. Joder.
Parece que aquí no hay nadie, los papeles están tal y como los dejamos
ayer. La papelera no ha sido vaciada y aún está la carta rota de Annetria.
Con una pequeña bola azul que sale de mi mano derecha hago que arda y se
consuma en un instante. No quiero que nadie pueda llegar a ver esto alguna
vez. Es algo que compartimos solo nosotros y quiero que siga siendo así.
Cuando veo que el sol indica que es ya media tarde, me doy cuenta de
que no va a venir y decido pasear por el jardín. Todo está tranquilo al salir
de la sala. Camino en dirección a las flores que tanto me gusta oler y me
topo con la sirvienta y amiga de Eris, la tal Ledi. Ella va ensimismada y
tiene los ojos muy rojos, cuando se da cuenta de mi presencia su mirada
cambia de pena a odio. Un instante después baja la vista y pasa por mi lado
con la cabeza gacha y saludando al padre de Eris, que está tras de mí y del
cual no me había dado ni cuenta.
—Una pena, era un buen chaval —dice, mirando en dirección a Ledi.
—¿Quién?
Me mira y entiende que no estoy al tanto de lo que sea que está pasando
aquí.
—El primo de Ledi ha muerto esta mañana al salir el alba.
—¿Cómo dices? —pregunto tratando de ver si he oído mal lo que me
acaba de contar.
—Sí, era herrero en el pueblo, Vanko se llamaba. Mi hija está
desconsolada, creo que lo conocía por ser muy amiga de Ledi.
Las palabras del padre de Eris me dejan paralizado. Si Vanko ha muerto
debe estar destrozada y sintiéndose culpable por todo lo que hicimos
anoche. Mierda. ¿No podría haber elegido otro momento ese humano
simple para morirse?
—¿Qué ha ocurrido? —inquiero con curiosidad.
—Parece ser que ha sido asesinado, están investigando —me cuenta casi
en un susurro, como si no quisiera que esto se supiera.
—Ah.
No atino a decir nada más. Mierda. Trato de recordar si yo he podido
tener algo que ver, pero tras desaparecer de la habitación de Eris me bebí
una botella de vino de un trago y ya no recuerdo nada más con claridad.
—Si me disculpas, mi mujer me ha llamado hace un rato.
Asiento y veo que desaparece por el pasillo. Decido ir a ver cómo está
Eris, puede que sea la última persona a la que quiere tener delante, pero no
puedo evitar querer remediar eso. No me alegro de que ella ahora mismo
esté sufriendo, aunque no voy a decir que me parece mal del todo que ese
tipo ya no pueda volver a tocarla. Creo que algo está jodido en mi cabeza
porque, de algún modo primitivo, siento que ella es mía y que quiero algo
más que una noche por la que probablemente ahora me odie.
Salgo al jardín para llegar al suyo, y cuando estoy en el tramo que une
ambas casas Ledi aparece de nuevo. Esta vez viene directa a mí con el odio
saliendo de cada poro de su piel y el dedo acusador indicando que yo soy su
objetivo.
—Es tu puta culpa —sisea enfadada, pero no haciendo un escándalo, el
tono que usa le sale del alma.
—No sé de qué me hablas.
Ella suelta una carcajada entre lágrimas y prosigue.
—Sí, es por tu culpa que ahora esté muerto. Él lo era todo para mí y
ahora no está, me has matado, como a él.
Sus acusaciones hacen que me plantee si he hecho algo que no debería y
que no recuerdo.
—Siento lo de tu primo —le suelto sin mayor emoción, es lo que se dice
en estos casos, ¿no?
—Y una mierda lo sientes, querías tener acceso a ella y ahora está más
que libre, pero no tenías derecho, él era mío, no le pertenecía.
Sus lloros se intensifican, y cuando Eris aparece y la ve así corre a
abrazarla y se la lleva. Ni siquiera me da una mirada, y yo no me siento
capaz de hacer nada porque no tengo claro que Ledi no tenga razón, ¿y si lo
he matado estando borracho? ¿Y si la rabia que me recorre el alma cuando
pienso en ellos dos juntos ha sido la culpable?
Escucho la voz de Catriel en el jardín y me dirijo hacia allí. Está
hablando con los padres de Eris y veo que les da las condolencias para que
se las transmitan a su hija. Él es mucho más educado y consciente que yo.
Los oigo hablar de la muerte de Annetria y decido ir a mi habitación, no sin
antes hacerle un gesto a Catriel que solo él ve para que me busque después
de que acabe.
No paro de dar vueltas por toda la habitación cuando escucho la puerta,
abro ansioso de que sea Catriel. Al ver que lo es respiro hondo y lo hago
pasar.
—¿Qué ocurre? —pregunta preocupado al ver mi cara.
—Creo que la he jodido.
—¿Qué has hecho? —Mi silencio le pone nervioso—. Sea lo que sea me
tienes aquí, como siempre.
—Lo sé, gracias.
—Bien, ahora tranquilo, respira y dime, ¿qué ha pasado?
—¿Has sabido lo del chico que ha muerto?
—Sí, algo me han comentado los padres de Eris, era familia de la amiga
y sirvienta o algo así.
—Sí, su primo, uno cercano.
—¿Qué tiene que ver ese pobre chico contigo?
—Creo que yo lo he matado.
Lo suelto sin más, no me gusta dar rodeos y no voy a empezar ahora.
Catriel me mira, me evalúa y, de pronto, rompe a reír. Lo observo atónito
ante la reacción que ha tenido al decirle que soy un asesino y mi
nerviosismo se transforma en furia cuando veo que no para de señalarme y
reírse.
—¿Se puede saber qué te pasa? —pregunto cabreado.
—¿En serio crees que has tenido algo que ver?
Asiento, y él se limpia las lágrimas y recupera la compostura.
—Lo siento, pensaba que era una broma. No has tenido nada que ver en
esto.
—¿Cómo estás tan seguro si ni yo mismo recuerdo lo que hice anoche?
—Porque, por lo que me han contado, el chico salió a trabajar a eso de
las cinco de la mañana y apareció muerto a las seis. Y durante esa hora tú
estabas tirado en el banco de la taberna después de haber vomitado varias
veces.
—¿Estás seguro?
—Puedes preguntarle a más de veinte personas que te vieron caer KO
después de la tercera botella de vino que te bebiste a morro. —explica—.
Fue épico. Literalmente te desplomaste en el regazo de un tipo enorme. Si
no llega a ser por el dueño te hubieran dado una paliza.
Respiro aliviado por lo que me cuenta Catriel, no soy un asesino, eso no
significa que no tenga sangre en mis manos; bueno, la hay, pero no de
alguien inocente y ese chico, aunque me joda admitirlo, de lo único que era
culpable era de tener a la mujer que yo quiero.
Confesarme esto a mí mismo hace que sienta una mezcla de alivio y de
miedo. Sí, quiero a Eris, todavía no sé hasta qué punto o por cuánto tiempo,
solo sé que la necesito y que no saber de ella me vuelve loco.
—¿Y por qué ibas a matar tú a ese chico? ¿Lo conocías?
—No, pero como no recordaba nada, no sé…
Soy vago en mis explicaciones y abro la puerta que da al jardín para
tomar aire fresco, el olor de estas flores me relaja. Catriel habla de algo tras
de mí, pero solo puedo concentrarme en la figura que camina al fondo junto
a la pared. Veo a Ledi con la cabeza agachada y recuerdo sus palabras.
«Y una mierda lo sientes, querías tener acceso a ella y ahora está más que
libre, pero no tenías derecho, él era mío, no le pertenecía».
Ahora que lo pienso, lo que dijo es algo raro, no sé, no me cuadra. Habla
de él como si fueran más que primos, ¿me lo estoy imaginando? ¿Es posible
que él no fuera tan inocente y que yo pueda tener una oportunidad con Eris?
Capítulo 14
Eris

Ha pasado una semana desde la muerte de Vanko y todavía me cuesta


respirar cuando pienso en él. Sin embargo, también siento que no me duele
lo suficiente, es raro, como si mi alma no se hubiera enterado de que ha
muerto el amor de mi vida, solo alguien a quien quería sin más.
Estoy sentada en nuestro almacén, donde tantas veces me ha hecho el
amor, y no entiendo cómo es posible que no lo vuelva a ver jamás. Paseo
por el lugar queriendo retener en mi cabeza cada detalle, no creo que vuelva
después de hoy. No soy capaz.
Toco con la punta de mis dedos la cama que él mismo fabricó para
nosotros, tambien abro un destartalado armario donde siempre guardaba las
sábanas limpias, no quería que mi cuerpo tocara nada que no fuera perfecto,
como yo. O eso decía él porque, si me preguntan, soy lo contrario.
Mientras Vanko pasaba sus últimas horas de vida yo estaba dejando a
Senox follarme con sus dedos y su boca, y eso es algo que no sé si me
podré perdonar. Eso y el hecho de que en mi cabeza no deja de rondar la
idea de que él mató a Vanko. Parece una locura porque no tiene sentido, sin
embargo, cuando juntas las piezas cobra un sentido que asusta.
Veo que debajo de uno de los carromatos antiguos sobresale una tela y
me agacho para ver qué es. Cuando la saco me doy cuenta de que es una
sudadera de Vanko. No sé qué hace ahí escondida, pero me la pongo porque
todavía huele a él. Está sucia, tiene rastros de barro y algo verde en las
mangas, como pintura o tinta, como si hubiera estado jugando con algo de
punta fina y se hubiera hecho un par de rayas. Supongo que sería alguna de
las herramientas que usaba en la herrería para marcar. No lo sé, y ahora
tampoco puedo acudir a él a preguntarle.
Vuelvo a casa y trato de no encontrarme con Senox. Todavía no puedo
lidiar con lo que pasó, lo que sentí, lo que sospecho ni con nada en lo que a
él se refiere. Sé que ha estado yendo y viniendo. Esperando en la sala de
contabilidad mientras yo miraba desde fuera porque no me atrevía a entrar.
Cuando llego a mi habitación veo a Ledi, que está limpiando. Le he dicho
que no es necesario que lo haga, que se tome su tiempo para volver al
trabajo, mis padres lo entienden perfectamente, saben que no es solo parte
del servicio; sin embargo, ella prefiere estar aquí, dice que volver a casa le
hace daño. Imagino que demasiados recuerdos del que fue su mejor amigo
durante tantos años.
—¿Qué haces con eso? —me pregunta, señalando la sudadera que llevo
puesta.
—La he encontrado en el almacén que…
—Era de Vanko —espeta.
—Lo sé.
Me mira un momento de una forma que hace que me suba un escalofrío
por la espalda, es como si pensara que no tengo derecho a llevar esto
puesto, pero soy la que más tiene. Ella ha perdido a un familiar, yo a la
persona con quien imaginé un futuro.
Mira hacia abajo, y cuando nuestros ojos se cruzan de nuevo vuelvo a ver
a mi amiga reflejada en ellos. Creo que la pérdida de Vanko la ha afectado
mucho.
—¿Cómo lo lleva tu familia? —le pregunto, sentándome en la cama y
palmeando a mi lado para que ella haga lo mismo.
—Mi tía llora cada noche, pero eso no da de comer, así que cada día sale
a trabajar para darles de comer a mis primos pequeños.
Abro el cajón de mi mesita y saco un sobre con dinero. Se lo entrego, lo
abre confusa porque no sabe qué esperar y cuando ve el fajo me mira con
los ojos abiertos, sorprendida.
—Dáselo, sé que no sustituye a su hijo, pero al menos le dará un tiempo
para poder llorarlo como merece.
Ledi asiente y se lo guarda.
—Quiero que hablemos de algo —me pide, y yo la miro atenta.
—Lo que quieras.
—Milos.
No había vuelto a pensar en ese tipo desde que lo nombraron ella y su
primo la vez que me pillaron abrazada a Senox.
—¿Qué pasa con él?
—Es momento de que lo conozcas.
—No sé si…
—¿No vas a ayudar a los padres de esa chica?
Trato de recordar el nombre de ella, pero ahora mismo no puedo. Los de
sus padres tampoco, es como si todo hubiera pasado en una vida anterior, en
otro universo paralelo en el que Vanko todavía sigue vivo y yo soy feliz a su
lado sin ningún tipo de duda sobre lo que siento.
—¿Qué tienen que ver los padres de…?
—Debra —completa por mí.
—De Debra con ese tal Milos.
—Vuelvo a contarte porque no sé si es que no estabas atenta o
simplemente el dolor te ha borrado parte de la memoria.
—Dame un momento —le pido, yendo al baño un segundo.
Me siento en la taza y veo el espejo de Senox, sigue ahí. He tenido que
mentir y decir que es de mis amigas, las que se van a casar, una especie de
regalo de despedida para justificar que esté en mi baño.
—Bien, soy toda tuya —le digo, secando mis manos en mis pantalones
después de lavármelas.
—Alain y Droma son los padres de Debra, ella estuvo saliendo con el rey
cuando todavía era príncipe. Después de dejarlo, ambos tomaron caminos
separados y todo estuvo bien hasta que el propio Duxlan la llamó a palacio
de nuevo.
Juego con mis mangas y paso mis dedos por las líneas verdes que hay en
una de ellas, como si esperara que me contara qué pasó con mi querido
Vanko. Han dado por supuesto que fue un borracho, eso del momento
equivocado y lugar equivocado. No lo sé y tampoco si quiero descubrirlo.
—Esa vez fue con Milos, un humano que le salvó la vida y al cual le
prometió dinero después de un contrato de alimentación —prosigue, y yo
asiento—. Ella se llegó a enamorar de él, pero entonces pasaron dos cosas:
al volver a ver al entonces príncipe Duxlan sintió que no lo había olvidado
del todo y, por otro lado, que la mujer por la que Milos no se enamoraba de
ella no era otra que una de las fuentes de dicho rey.
—A ver si me entero bien, Debra es una warlock que se enamoró de
Milos, aunque todavía no había olvidado a Duxlan.
Eso lo puedo entender, lo de que te gusten dos a la vez, no lo de estar
enamorada de dos porque yo no siento nada de eso por nadie. Lo sentía solo
por Vanko, por Senox solo es atracción física. Que me gusta su sonrisa, su
forma de abrazarme, su…
«Corta, Eris, vuelve con Ledi», me digo a mí misma.
—Sí, y tanto Duxlan como Milos estaban enamorados de Aldara, la
actual reina.
—Madre mía, qué follón.
—Pues no acaba ahí.
Respiro hondo y la insto a que continúe. Ella se sube del todo a la cama y
cruza sus piernas como si estuviera sentada en una fogata con indios.
—Ellos están por un lado. Por otro, las otras dos fuentes del actual rey
eran hermanas, una de ellas se suicidó en palacio y la otra acabó casada con
Milos, Analsa se llamaba. Y lo más increíble es que ella también
desapareció justo antes de dar a luz. Muchos dicen que el hijo era de
Duxlan y que él, junto con sus consejeros, la borraron del mapa.
—¿Tú lo crees?
—¿Tú no? Ellos toman lo que quieren y a quien quieren, y si alguien
molesta lo barren debajo de la alfombra. Si lo hicieron con la pobre Debra,
que era una warlock de la nobleza, ¿qué no harían con nosotras que somos
humanas simples?
La verdad es que tiene razón en lo que dice. Si lo de la tal Debra es
verdad, el que Senox haya tenido algo que ver con la desaparición de Vanko
no es tan descabellado.
«Eso ya lo veremos».
Las palabras de Senox cuando le dije que sería de Vanko para toda la
vida resuenan en mi mente como una amenaza después de conocer toda la
historia.
—De alguna manera Milos y los padres de Debra están colaborando para
recuperar las cosas de su hija, y creo que es tu deber ayudarlos.
—¿Mi deber?
—Sí, tú estás en posición de hacerlo, de hacer algo, aunque sea un
pequeño acto de rebeldía como es el recuperar objetos que se pudren en una
caja perdida en una habitación en el palacio. Vanko quería que lo hicieras,
estaba tan orgulloso de ti cuando accediste que no puedo borrar la imagen
de él sonriendo mientras hablaba con Milos para contarle lo increíble que
eres.
Sus palabras me calan hondo y decido que lo haré por la memoria de
Vanko, quiero que esté donde esté se sienta orgulloso de mí.
—Bien, veamos a Milos.
Ledi se lanza a mis brazos, y por primera vez desde que Vanko murió la
veo sonreír.
Concierta una cita con el tipo dos días después. Decide que vayamos a su
casa, por lo visto está en un lugar cercano, pero que tiene un acceso oculto.
Nadie tiene que vernos entrar.
Mientras espero a Ledi en mi jardín, me dirijo al laberinto de setos que
une el jardín de mis padres con el mío. Me gusta perderme en él, aunque sé
perfectamente salir, no es demasiado grande y he pasado muchas horas
dentro. No me doy cuenta de que no estoy sola hasta que es demasiado
tarde.
—Hola —saluda Senox, mirándome a los ojos de forma intensa.
—Tengo que irme —murmuro, pero él me alcanza y me retiene con su
mano en mi brazo.
—¿Por qué huyes de mí?
—No huyo.
—Lo haces, ni siquiera has vuelto a la sala de contabilidad.
—Estoy de luto, por si no lo recuerdas.
Mis palabras parecen golpearle porque me suelta y asiente.
—Cierto, lamento lo de Vanko.
—No lo haces —contesto enfadada, no sé si con él por nombrarlo o por
mí por sentir que mi piel echa de menos el contacto de las manos de Senox.
—Tienes razón, en parte, lo siento por ti. No me gusta verte sufrir.
Y ahí está, casi es una confesión de que él le hizo a Vanko, ¿no?
—No es tu problema que sufra o no.
—Esa es la cuestión, que parece que lo es.
Sus palabras dichas mientras me mira con una intensidad que me abruma
hacen que directamente salga corriendo hasta la puerta de la casa de mis
padres. Es una tontería, él puede materializarse donde quiera, sin embargo,
necesitaba hacerlo, y agradezco que no me haya seguido.
Apenas he recobrado el aliento cuando Ledi aparece con la cesta de la
compra, hemos dicho que vamos al mercado para salir juntas sin vigilancia.
Es un lugar concurrido en el que rara vez pasa algo, bueno, en realidad aquí
rara vez pasa algo, salvo lo de Vanko. La primera cosa que pasa y tiene que
ser su muerte.
Las lágrimas amenazan con salir si sigo pensando en mi novio, así que
decido cambiar el tema mientras salimos hacia el mercado a comprar algo
de fruta y algunas cosas que necesito para el despacho.
—¿Cómo es el tal Milos?
—Un chico guapo, maduro, no un niño de nuestra edad, un hombre.
—¿Te gusta?
—¿Cómo me puedes preguntar eso si Vanko acaba de morir?
Su respuesta y el tono en el que me la da me hacen mirarla con el ceño
fruncido, no entiendo la relación si es su primo el que ha muerto.
—Quiero decir que no estoy para pensar en hombres, pero si lo hiciera
Milos podría ser uno de ellos —se retracta, pero a mí se me queda un mal
sabor de boca por la forma en la que ha saltado a la defensiva.
Llegamos al mercado y compramos varias cosas que hacen falta en casa,
así no nos pillarán la mentira. No es que no pueda salir cuando quiera, pero
a mamá no le gusta que me aleje del pueblo sin alguien que pueda
protegerme, cree que no es seguro. De hecho, en uno de los caminos que
bordean es donde atacaron a Vanko.
Saludo a cuanta gente puedo para que quede constancia de que hemos
estado aquí, y cuando menos lo espero Ledi tira de mí hacia un callejón y
comienza a deambular por calles y callejas estrechas que no tienen buena
pinta ni olor hasta llegar a una que parece ser la entrada a una taberna.
—¿Estás segura de que es aquí? —pregunto indecisa por el lugar tan
alejado del mercado en el que nos encontramos.
—Sí, he venido unas cuantas veces antes —me confiesa, y eso me
descoloca.
Pensaba que Ledi no me tenía secretos, sin embargo, todo esto de Milos
no es algo que sepa por ella. Creo que era un secreto de primos que se
vieron obligados a contarme, y eso no me gusta. Tampoco el hecho de que
no sé las veces que vino Vanko sin que yo lo supiera. Este tipo de cosas me
hacen cuestionarme si la lealtad de Ledi hubiera estado junto a su primo en
vez de conmigo llegado el momento de elegir. Ahora ya nunca lo sabremos.
Pasamos a través de lo que parece el almacén de ese lugar tan apestoso y
pegajoso; aunque se oyen voces no veo a nadie y, por lo tanto, nadie me ve
a mí. Cuando me hace pasar detrás de unas cajas y toca una puerta estoy tan
sorprendida que ni siquiera escucho si dicen algo para identificarse en plan
clave secreta, como en los libros.
—Por aquí, os está esperando —nos dice un tipo grande cuando
entramos.
Lo seguimos a través de un pasillo, bajamos unas escaleras y llegamos a
un salón. Un tipo está sentado en un sofá con una foto en sus manos. El
marco es de madera antigua y está tan ensimismado que no nos oye llegar.
—Milos —lo llama Ledi cuando nos quedamos solas con él.
—Oh, disculpad, estaba recordando a mi mujer, Analsa, esta es la foto
del día de nuestra boda, es preciosa, ¿verdad?
Nos la enseña y asiento porque desde donde estoy puedo ver que tiene
razón, es preciosa. Aunque la forma en la que lo ha dicho no me hace sentir
que hubiera amor, será cosa mía, supongo, porque sus palabras dicen lo
contrario.
—Ella es Eris —me presenta mi amiga.
—Encantado, soy Milos.
—Encantada, supongo —murmuro, y Ledi me da un codazo.
El tipo se ríe y menea la cabeza.
—Eres mejor de lo que Vanko dijo.
La sola mención de su nombre me aprieta el corazón.
—Siento tu pérdida.
No tengo claro si me lo dice a mí o a Ledi, ¿sabe que era mi novio?
Luego le preguntaré a Ledi, no me gusta tanta incertidumbre.
—¿Qué hago aquí exactamente? —pregunto algo nerviosa, jugando con
mis propias manos.
—¿No le has dicho nada? —pregunta a Ledi.
—Le he explicado cómo estaban las cosas, pero nada más allá de quién
eres o qué relación tenías con Debra, tu mujer y su hermana.
Milos asiente, me mira y se levanta. Sonríe, y algo de él no me gusta. Es
guapo, un hombre, sí, como dijo Ledi, pero Senox también lo es y no me
hace sentir de esta manera, tan… intimidada.
—Estás aquí porque quiero que me ayudes a secuestrar a la reina y a su
hijo Liro.
Capítulo 15
Eris

En cuanto escucho las palabras de Milos quiero salir de allí corriendo, miro
a Ledi, pero veo que ella está tranquila, como si lo que acabara de soltar no
fuera alta traición contra el rey y nuestra nación. Estoy confundida, siento
que no conozco a la chica a mi lado, sea como sea no voy a ser parte de
esto.
—Quiero irme —declaro.
—Espera, déjame que te lo explique —me pide Milos.
—No, quiero irme, no quiero saber nada de lo que tengas que decir. Ledi,
por favor, vámonos.
—Deja que te lo cuente, vamos, no seas cría —suelta mi amiga, y siento
como si la traición me hubiera atravesado el pecho.
Nunca me había hablado así, siempre ha sido amable, dulce,
comprensiva. Incluso cuando conversamos sobre los celos que tenía porque
había encontrado a Vanko y me correspondía, o el hecho de que era mi
sirvienta, ella estaba bien con todo eso y jamás sentí otra cosa que no fuera
que éramos como hermanas. ¿Qué está pasando para que todo cambie tan
rápido?
—Yo he venido aquí para ayudar a los padres de la tal Debra a recuperar
sus cosas, no para ir en contra del rey.
—¿Ni siquiera cuando el monarca es un asesino y sus consejeros sus
ejecutores más leales? —me pregunta Milos, y me deja desconcertada.
—Tengo que confesarte algo —murmura Ledi a mi lado, y me lleva hasta
unos sofás de la mano.
Dejo que lo haga porque por un lado quiero correr, pero por el otro
necesito saber qué está pasando.
—Ledi, no entiendo nada —susurro, y ella asiente.
—Te he traído aquí engañada porque necesitaba que lo escucharas —
comienza, señalando con la cabeza a Milos, que nos mira desde una
distancia prudencial sentado en su butaca—. Los padres de Debra, al
enterarse de la muerte de Vanko, averiguaron que el rey había descubierto
sus planes. Recibieron una amenaza clara, se asustaron y se fueron.
—¿Una amenaza? —pregunto sorprendida.
—Sí —interviene Milos—. Yo mismo la recibí y se la entregué de parte
del rey Duxlan, y después la destruí como me ordenaron que hiciera.
Miro a Ledi, buscando algo más de información para tratar de entender
qué me quieren decir, y veo que sus ojos están llenos de lágrimas.
—Milos me dijo que en la amenaza reconocían la autoría de la muerte de
Vanko y lo llamaban traidor —solloza—, y tuvo que ser Senox quien lo
hiciera, o Catriel. Son los únicos que han estado por aquí y de los que no
sospecharía nadie.
—¿Cómo dices? —pregunto, no porque no la haya oído, sino porque
necesito que lo que ha dicho no sea verdad.
—Sí —interviene de nuevo Milos—, lo que dice Ledi es verdad, yo
mismo lo vi con mis ojos escrito en una carta de palacio con el membrete
dorado que solo el rey y la reina usan.
Mil sentimientos explotan en mi interior, si Senox ha matado a Vanko es
algo que no voy a poder perdonarle jamás, y si ha sido Catriel… Bueno, da
igual cuál de los dos lo asesinara, si uno está implicado el otro también, no
cabe duda. He visto cómo Senox consolaba al que quiere formar parte de mi
vida porque mi abuela biológica fue el amor de su vida. ¿Y si todo este
tiempo he estado equivocada? ¿Y si todo ha sido un juego maquiavélico de
dos warlocks en el cuál yo solo he sido un peón?
Creo que Senox no se siente atraído por mí, en realidad me parece que es
Catriel quien ha estado todo este tiempo detrás de conseguirme. Ha quitado
de en medio a mi madre biológica, y con ello me ha hecho ver cuánto la
quería a pesar de que no era buena persona, o al menos eso ha dicho porque
no he podido comprobarlo con mis propios ojos, ni si es cierto que había
esa relación de familia ni si era tan mala. Incluso dudo de que la carta fuera
de ella, la podrían haber escrito Senox o Catriel para llevarme a su terreno.
Y el que Senox haya jugado con mi cuerpo la noche en la que Vanko fue
asesinado está claro que fue parte de algún tipo de plan.
Siento que todas las piezas encajan, pero a la vez que algo no está bien
con este puzle, como si hubiera varias formas de montarlo y la que tengo
frente a mí sea la lógica, pero no la correcta. ¿Tiene sentido? ¿Por qué me
empeño en tratar de justificar a Senox cuando, si es culpable, no hay forma
de hacerlo?
—Veo en tus ojos que lo que te he contado no te parece tan descabellado
—dice Milos, sacándome de mis pensamientos.
Lo miro sin decir nada, pero asiento. Necesito reorganizar todo en mi
cabeza antes de contar algo que no deba. Milos se levanta y camina hasta
una estantería y coge lo que parece un álbum de fotos, me lo tiende y lo
abro. En cada página está la imagen de él con su mujer, mucho más joven
de lo que es ahora, sonriendo, en algún tipo de celebración.
—Esas fotos son de cada año que íbamos a Alfoz 1 —comienza a
explicarme—. Mi mujer siempre iba a ponerle flores a la tumba de su
hermana y yo la acompañaba con la única esperanza de ver a Aldara.
Lo suelta de manera tan casual que tardo unos segundos en darme cuenta
de lo que acaba de decir.
—Aldara, ¿la reina Aldara?
—Sí, Ald no siempre fue reina, antes de que la elección de fuentes pasara
y todo se fuera a la mierda, ella era mi mujer.
Lo miro atónita por lo que acaba de confesar, y él se ríe de mi cara. Me
giro y Ledi asiente, por lo que imagino que soy la única que no lo sabía.
—Déjame que te lo explique —me pide Milos, y yo acepto porque no
puedo quedarme con la duda—. Ald y yo nos conocemos desde que
nuestros padres trataron de vendernos de niños en un mercado de fuentes
ilegal.
—Oh, Dios mío, si eso no se puede hacer —murmuro.
—No se puede, pero se hace —confirma Milos—. Escapamos antes de
que nada nos pasara y vivimos felices durante años. Ella nunca tuvo que
alimentar a ningún warlock porque yo me encargaba de vender mi energía
para que no tuviera que hacerlo.
Vaya, eso es algo increíble, debía quererla mucho para protegerla de esa
manera. Sé que no duele dar tu energía, al contrario, se siente placer. Ledi
me lo ha contado, aunque también me dijo que cuando lo haces por
obligación, para poder comer, se siente como algo sucio.
—La cuestión es que éramos el uno para el otro. Nuestro amor estaba
escrito en las estrellas y sabíamos que duraría toda la vida. Hasta que, por
desgracia, una noche fuimos a uno de los antros donde nos reuníamos los
humanos simples, burlando el toque de queda, y fuimos atacados.
—¿Por quién? —pregunto ansiosa.
—Warlocks que querían nuestra energía. Ella se pudo esconder gracias al
dueño del lugar, a mí me apresaron y me llevaron con ellos. Por suerte pude
escaparme, y cuando huía escuché que una mujer estaba en peligro, por lo
que acudí en su ayuda. Esa mujer era Debra. Una warlock con un corazón
de oro que no dudó en hacerme uno más de su familia.
Esa parte me suena, los padres de la chica me la contaron cuando me
reuní con ellos en el almacén junto al camino de casa.
—¿Qué pasó con la reina?
—El que la ayudó no era otro que Catriel.
—¿Pero no acabas de decir que la ayudó el dueño del lugar? —pregunto
confundida.
—Sí, Catriel se hizo pasar por humano y nos engañó a todos. Convenció
a Aldara de presentarse para ser una fuente del rey y así recuperarme. Yo le
envié una carta que Catriel interceptó por su propio beneficio, y por ello
Aldara pensó que la había traicionado con Debra. Eso provocó que
finalmente Dux la convenciera de que se le entregara y después la obligó a
casarse con él.
—¿La obligó? —interrumpo sorprendida.
—Sí, ella me amaba, me ama, sin embargo, el rey se encaprichó y nos
separó —sisea con rabia.
—¿Te ama? ¿No es la Eterna del rey? —esta vez la pregunta suena más
como que no me lo creo porque todos saben que el rey y la reina se adoran
y adoran a sus hijos. Y por lo que sé, eso de ser la Eterna es un vínculo que
no se puede romper, aunque nunca me ha interesado demasiado saber sobre
ello.
—Lo de las Eternas es mentira, una farsa que se han inventado para
poder quedarse con la mujer que ellos quieran a pesar de que ellas no estén
de acuerdo —farfulla—. Puede que no lo creas, y lo que te voy a contar
ahora es un secreto que no debe salir de aquí —dice, bajando la voz—. La
verdad es que tratamos de huir juntos de palacio, pero el rey nos encontró y
la obligó a volver con él a cambio de dejarme con vida y que me casara con
Analsa. Así todo acababa bien a ojos de los demás, pero hay algo con lo que
Duxlan no contó.
—¿El qué?
—Cuando Ald volvió a palacio estaba embarazada.
—¿A qué te refieres?
—A que Liro es mi hijo, no el del rey.
Lo que suelta me deja perpleja. No es posible, pero a la vez, ¿quién
inventaría algo así? Aunque hay algo que no me cuadra.
—Si es hijo tuyo, ¿cómo es que tiene poderes como los warlock?
—No son de verdad, es un montaje para que no se descubra que es un
bastardo. Estoy seguro de que han experimentado con él de alguna manera
para conseguir que pueda hacer algún truco y que nadie dude de que es hijo
del rey.
—Pero si eso es así, ¿no se acabará descubriendo?
Digo, no sé, es una mentira de patas cortas. No he ido nunca a la corte,
así que no sé cómo son los de la familia real en persona; sin embargo, sí que
sé que los warlocks hacen cosas que los humanos no podemos, incluso los
de nivel más bajo.
—Esa es la cuestión, que Liro ya empieza a entrar a una edad en la que
debe demostrar ciertas habilidades que no va a poder. Por lo que sé gracias
a humanos infiltrados en palacio —dice, mirando a Ledi un segundo, cosa
que me desconcierta—, hay un plan para deshacerse de él.
—¿Cómo deshacerse?
—Van a matar a Liro para que nunca se sepa que es bastardo y será su
hermana, la que Duxlan le obligó a Ald a engendrar, la que llevará la corona
llegado el momento.
—Oh, Dios mío.
No puedo evitar llevarme la mano a la boca. Esta historia es tan increíble
que debe ser cierta. No conozco al rey, pero si fue capaz de separar a dos
personas que se amaban por capricho, bajo amenaza de matar a una de ellas,
entiendo que librarse del hijo de otro no debe suponer un problema para él,
sobre todo si con eso evita ser el hazmerreír de todo Alfoz por haber criado
a un niño que no es suyo.
—Así que Eris —dice Milos, mirándome muy intensamente—, necesito
que me ayudes a rescatar a mi mujer y a mi hijo de la corte para que no le
pase como a ti y pierda al amor de su vida, yo, a manos de un warlock.
—Por no hablar de a su hijo, un niño que no tiene la culpa de nada de lo
que ha pasado —agrega Ledi.
«Como Vanko», pienso, y sé que ella también lo ha hecho, aunque no lo
ha dicho en voz alta.
—¿Me ayudarás? —insiste Milos, y yo me siento abrumada ante tanta
información, pero hay algo que no deja de retumbar en mi cabeza y es que
Senox no puede tener nada que ver con todo esto. Ni estar de acuerdo.
¿Y si es una víctima más? Catriel no me ha gustado desde el principio,
creo que es retorcido que quiera algo sexual conmigo, al menos es lo que
siento cada vez que me acosa. Por otro lado, Senox se ríe de ese acoso y
hace burla constante de ello, como si no fuera real. Está claro que lo deben
tener engañado y está participando en esto de forma involuntaria, sin
saberlo. He sido una idiota por desconfiar de él.
—Sí, estoy dentro —contesto, porque quiero ayudar a Senox. Algo
dentro de mí grita que él no es culpable, y necesito que así sea.
Hablamos cerca de una hora más y quedamos en que hay que conseguir
llegar a la reina lo antes posible, y eso solo puede hacerse a través de
alguien de la familia, lo cual nos deja solo a Senox o a Catriel.
Ledi prefiere que sea Catriel al que engatuse de alguna manera, pero
Milos opina que lo haga con ambos. No hay tiempo y no podemos perder
oportunidades, así que debo hacer mi juego con ambos y el primero que
caiga será el que use para llegar hasta ese niño y que lo pueda sacar de allí
sano y salvo.
Quedamos en que Milos y yo no nos volveremos a reunir para no darle
oportunidad a cualquiera que me siga de poner en alerta a la corte de Alfoz,
parece ser que eso es lo que llevó a Vanko a la muerte. Todo se hará a través
de Ledi. Me despido y salgo de esa casa por el mismo lugar por el que he
entrado y con la misma sensación de que ese hombre no me gusta. Sin
embargo, sí que siento algo de tristeza por lo que le ha ocurrido, y eso me
hace plantearme muchas cosas.
De vuelta a casa me doy cuenta de que Ledi lleva la cesta con lo que
hemos comprado. No sé en qué momento dejó de llevarla y cuándo la ha
recuperado. Lo que sí he hecho es quedarme esta vez con la forma de llegar
hasta este lugar. Como si algo dentro de mí me hubiera obligado a hacerlo.
Es raro.
—Creo que has tomado la mejor decisión —dice Ledi mientras
regresamos a casa caminando como si mi vida no hubiera sido un libro de
espías hace tan solo unos minutos—. Vanko debe ser vengado.
Asiento y ella me abraza.
—¿Crees que voy a saber hacer lo que Milos me ha pedido? —pregunto
algo indecisa.
—Estoy segura. Solo hay que ver la forma en la que esos dos te miran.
Sobre todo Senox, es como si su día mejorara con tu sola presencia.
—¿De verdad? —pregunto un poco demasiado entusiasmada.
Ledi me mira frunciendo el ceño y ni siquiera yo sé por qué me ha salido
ese tono de alegría.
—Lo digo porque, si es así, creo que todo será más fácil y esto se acabará
antes.
Mi amiga me sonríe feliz por mi respuesta.
—¿Ya sabes cómo vas a llevar a cabo el plan? —pregunta mientras
cruzamos la puerta de entrada de casa.
—Sí, ahora mismo voy a ir a hablar con mamá sobre Catriel. Y a Senox,
si no ha desistido, sé que lo voy a encontrar mañana en la sala de
contabilidad. Es un lugar en el que estamos solos él y yo.
—Siento que tengas que pasar por eso, piensa en Vanko cuando tengas
que dejar que te abracen o besen —me recomienda.
Por un instante mi mente imagina a Catriel tratando de besarme y no es
en Vanko en quien pienso para librarme del asco, es Senox y su forma de
tomar mis labios y mi cuerpo la que vienen a mi mente.
Me despido de Ledi, que se dirige a la cocina, y busco a mi madre. Ella
está en la biblioteca junto a mi padre, cada uno con un libro. Abro la puerta
despacio y disfruto de la imagen. Esto es lo que quería para Senox y para
mí. No, para Vanko, ¿Por qué se cuela su nombre en cada uno de mis
pensamientos?
–-Hola, mi niña, ¿necesitas algo? —pregunta mamá, que es la primera en
verme.
—La verdad es que he estado pensando en algo y quería comentároslo a
ver qué os parece.
—Claro, dinos —interviene mi padre, dejando su libro a un lado e
incorporándose del sofá.
—La salida con Ledi de hoy me ha hecho reflexionar. He visto a varias
parejas en el mercado felices, familias disfrutando del día y he sentido que
quiero eso. No me hago más joven y sé que puedo ser algo complicada, sin
embargo…
—Eris, ¿estás diciendo lo que creo que estás diciendo? —pregunta mi
madre, que me conoce muy bien, mientras mi padre nos mira como si
estuviéramos hablando en otro idioma.
—¿Alguien me lo puede explicar? —pide papá mientras yo asiento a
mamá.
—Parece ser que nuestra hija se quiere casar —suelta mi madre sin más,
y la cara de sorpresa de papá me hace reír.
—Vaya, supongo que el día ha llegado —farfulla—, mi pequeña tiene
que formar su familia. Solo te diré que no voy a dar mi visto bueno a
cualquiera.
—¿Tienes a alguien en mente? —pregunta mi madre, que parece que no
está en shock como lo está mi padre.
—Sí.
—¿Lo conocemos?
—Sí.
—¿Es de aquí?
—No.
Mi madre sonríe antes de proseguir.
—¿Puede ser Senox, el consejero del rey?
Y para asombro de los tres, niego con la cabeza.
—No, es Catriel el que me interesa como marido.
Capítulo 16
Senox

Han pasado dos semanas desde que me encontré a Eris en el laberinto del
jardín. Bueno, quizás encontrar no es la palabra, quizás debería decir que mi
vigilancia dio sus frutos y aproveché el momento. Sin embargo, las cosas no
salieron como esperaba, tampoco sé qué esperaba. Ella acababa de perder a
su novio y yo estaba tratando de… No lo sé, la verdad, no sé qué me pasa
con ella, pero el haberla tenido en cierto modo aquella noche en su baño ha
provocado una obsesión que no puedo aplacar.
Catriel me dice que es raro que esté aquí cuando Eris ni siquiera se
acerca a la sala de contabilidad. Y Dux ya me ha pedido que vuelva en un
par de ocasiones, aunque no ha dicho nada cuando me he negado.
Me dirijo como cada mañana a meditar frente al gran ventanal de la sala
donde tantas horas he pasado con Eris revisando cuentas cuando me percato
de que la puerta está ligeramente abierta. Eso me pone en alerta.
Entorno un poco la puerta para asomarme despacio y sin hacer ruido para
ver quién está dentro. Podría aparecerme o simplemente volverme invisible,
pero algo me dice que no lo haga y sigo mi instinto. Cuando veo quién se
encuentra dentro, sonrío.
Eris está sentada en la silla del escritorio sumergida en un mar de
papeles, tan absorta que no se da cuenta cuando entro hasta que cierro un
poco más fuerte de lo habitual y ella se asusta.
—¿Quieres matarme? —pregunta sujetando su pecho.
Me río y ella me lanza una goma que tiene en la mano en ese momento.
Me da en el muslo, y me quejo porque pica.
—Creo que deberías cambiar tu costumbre de tirarme cosas.
—Cuando dejes de merecer que lo haga.
La miro bien y luce diferente. Su pelo suele estar suelto, liso y peinado,
además de que parece que su tacto será como el de la seda y tienes que
controlarte para no pasar los dedos por él. Sin embrago, hoy lo lleva
recogido con varias cintas que dejan su cuello despejado. También la ropa
es distinta. Siempre luce como una dama, que no digo que ahora no lo
parezca, pero el escote que lleva, que no deja nada a la imaginación, me
hace querer comprobar hasta dónde me dejaría pasar mi lengua si lo abro
por los botones centrales.
—¿Qué haces aquí? —pregunto mientras me siento encima de la mesa,
justo sobre los papeles en los que está trabajando.
Gira su cabeza y me mira, apoyando sus tetas en el escritorio, lo cual
provoca que mi atención se desvíe hacia ellas como si fuera un quinceañero.
—Quiero poner todo esto en orden, en una semana comenzará un
contable y necesito que esté organizado para ese momento.
—¿Y eso? ¿Ya te has cansado de llevar los números?
—Algo así —contesta de forma críptica.
—¿Qué no me cuentas? —le pregunto, levantando su barbilla con mi
dedo.
Ella sonríe, se levanta y veo cómo se aleja moviendo sus caderas de una
manera que no había hecho hasta ahora. De un salto me bajo del escritorio y
la sigo. Esta nueva Eris me gusta, es como más desinhibida, diferente, como
si el caos de su interior saliera por los poros de su piel.
Llega hasta un pasillo donde hay estanterías a ambos lados, una escalera
de madera de las que llevan ruedas para llegar a los estantes más altos y una
ventana que ilumina la estancia. Se sube al primer peldaño, alcanza un libro
y me lo entrega.
Miro de qué se trata y me doy cuenta de que es uno de viajes. Algo
antiguo por lo que veo, pero con unas ilustraciones preciosas. La miro y ella
sigue en el mismo peldaño, solo que de cara a mí.
—Quiero salir de aquí, ver qué más hay fuera de este lugar. Creo que la
muerte de Vanko me ha hecho darme cuenta de que no tengo todo el tiempo
del mundo.
Sus ojos se entristecen al nombrarlo y yo no puedo evitar poner mi mano
en su mejilla. Subida donde está tenemos más o menos la misma altura.
—¿Harías daño a alguien por conseguir lo que quieres? —me pregunta
de pronto, y me deja algo desconcertado.
—Es probable.
Su mirada me dice que mi respuesta no le ha gustado demasiado, así que
matizo mis palabras para cambiar eso.
—No haría daño a una persona inocente, da igual humano que warlock,
aunque por ello no consiguiera lo que quiero.
—¿De verdad?
—Sí —contesto como si se tratara de una promesa.
Doy un paso para estar pegado a ella. Me mira de una forma intensa,
tanto que se me pone dura y no lo pienso demasiado. Saco mi lengua y la
paso por sus labios sin que nuestros ojos dejen de mirarse. Espero su
reacción, y cuando abre su boca me lanzo contra ella. Sigue en la escalera
subida hasta que paso mi mano por debajo de su culo y ella se engancha a
mi cintura con sus piernas. La llevo contra la pared del fondo sin dejar de
besarla y amaso su culo contra mi polla mientras noto cómo se restriega
buscando su propio placer, y eso me vuelve loco. Supe desde el primer día
que la vi que no es de las que quieren que les hagan el amor, mi dulce caos
es de las que disfrutan con la pasión y la dureza en cada movimiento. No sé
el rato que seguimos así, como dos adolescentes, hasta que la puerta suena;
hay alguien llamando para entrar.
—¿Estás ahí, Eris? —escucho a la chica del servicio que no me gusta
cómo me mira.
—¡Un momento, Ledi, ahora salgo! —le grita en respuesta.
—Vamos a tardar algo más que un momento —susurro contra su piel,
moviendo mi polla dura como una roca contra su centro.
Ella gime y deja que la embista un par de veces más hasta que me pide
que la baje de una forma que no dudo en hacerlo.
—Esto no puede ser, contigo no —murmura, colocándose bien el vestido.
—¿Qué ocurre? —le pregunto totalmente confundido.
Me mira y veo en sus ojos que quiere contarme algo, pero que no sabe si
hacerlo, ¿qué clase de secreto puede tener alguien como ella? Finalmente
respira y me contesta.
—Quiero ver mundo, averiguar quién soy y eso contigo no puedo
hacerlo, hay algo en ti, en nosotros, que es puro fuego.
—Caos —la corto, y ella sonríe.
—Sí, caos, y ahora mismo no puedo permitirme esto, todavía tengo que
hacer algo por Vanko y es algo en lo que no puedes participar.
Frunzo el ceño, desconcertado por sus palabras y sin entender nada de lo
que está pasando. Va hacia la puerta y yo la sigo, sé que al otro lado está la
insoportable de su amiga y que, en cuanto la cruce, nuestras palabras se
habrán acabado, así que decido agarrarla del brazo, girarla, besarla y
llevarla contra la pared, aprisionándola contra mi cuerpo para que sienta lo
mismo que yo: que encajamos.
—Quiero pedirte un favor —susurra contra mis labios.
—Lo que quieras.
—Vete.
—¿Cómo?
—No quiero que sigas viniendo aquí cada día. Necesito organizar todo
para la semana que viene, y contigo aquí no voy a poder.
—Lo haríamos más rápido juntos —le propongo, pero ella niega con la
cabeza.
—No, por favor, concédeme eso.
Lo dice de una manera que no puedo negarme a pesar de que, por algún
motivo, todo mi ser me grita que no me aleje.
—Bien, termina con todo esto y después hablaremos —le concedo, y ella
asiente mientras me mira con sus ojos llenos de caos. No puedo evitar bajar
sobre sus labios y volver a besarla.
Lo hago hasta que la pesada de fuera vuelve a llamar, entonces apoyo mi
frente en la suya, la beso un momento y desaparezco.
Llego a la torre azul, me siento en un diván cómodo junto a la ventana y
admiro la paz del mundo a mis pies. Necesito respirar hondo y pensar en
qué me está pasando con Eris. Nunca he sentido nada parecido y creo que
está calando muy hondo dentro de mí, tanto que me da miedo dejar pasar la
oportunidad de explorar lo que sentimos porque, aunque no me lo haya
dicho, sé que esto es por ambas partes. Por otro lado, si esto es una muestra
de lo que puede llegar a ser estar con la mujer destinada a ser mi Eterna, no
sé si debo simplemente alejarme y esperar a que ella aparezca.
Capítulo 17
Eris

En cuanto salgo del despacho veo que Ledi me observa de manera curiosa,
no sé si ha oído algo de lo que hemos dicho Senox o yo.
—¿Por qué has tardado tanto? —pregunta mientras vamos hacia mi
habitación cogidas del brazo.
—Estaba subida a una de las escaleras con varios libros e intentaba no
matarme —le sonrío.
—¿Sola?
—Sola —le miento, y no sé por qué lo hago, es como si lo que ocurre
entre el warlock que me vuelve loca y yo quisiera que fuese algo solo mío;
jamás me había ocurrido esto.
—Creí oír la voz de un hombre —masculla.
—Ya me he decidido —le suelto para desviar el tema—. Creo que Senox
no es una opción viable para llevar a cabo el plan.
Ella asiente sonriendo porque desde el principio no quería que estuviese
con él. Aunque Milos me aconsejó ir a por ambos, Ledi no lo soporta, así
que esto la hace feliz.
—¿Ya te han dicho algo tus padres? ¿Hablaron con Catriel?
—Sí, mañana viene y le expondré lo que quiero. De momento le ha dicho
papá que no avise a nadie de esta reunión, y creo que no lo ha hecho.
Porque Senox no ha preguntado por ella, aunque no lo tengo claro si me
lo hubiera dicho. No creo que se pueda imaginar por dónde van los tiros.
Desde el principio he dejado claro que Catriel no me gusta, así que dudo
mucho que ni el propio Catriel sepa de qué va a ir la cosa.
—¿Vas a tratar de seducirlo? —me pregunta una vez que ya estamos en
mi habitación y hemos cerrado la puerta.
—No, creo que sería un error. Me da la impresión de que si tiro por el
lado sentimental de que soy la nieta del amor de su vida voy a poder
conseguir algo más.
—Podría funcionar, además, llegado el momento, si ves que se te escapa
puedes intentar seducirlo.
—No sé si podría, imaginar que me toca…
—Supongo que será difícil después de Vanko, él era único, diferente,
especial.
Lo describe con un tono que me llena de recuerdos y me hace pensar
cosas que no me gustan. Y lo peor es que en quien pienso que me gustaría
que pasara sus manos por mi cuerpo es Senox, no mi novio, exnovio. No sé
cómo llamarlo ahora porque está claro que el título de amor de mi vida no
era el correcto por mucho que me pese darme cuenta.
El día pasa más rápido de lo esperado, y cuando a la mañana siguiente
vuelvo al despacho Senox ya no está ahí. Siento un poco de pena por ello.
Pero es lo mejor, no es una opción porque con él no puedo controlar lo que
siento. Y no creo que se merezca ser usado cuando está claro que no sabe
nada de lo que ocurre con la reina. La forma en la que me habla, que me
mira, que me toca… No puede ser tan malo como se supone que son el
resto, me niego a creerlo; en cambio, Catriel sí que me da la sensación de
que está dispuesto a lo que haga falta con tal de conseguir lo que quiere, y
no dudo que el sobrino pueda ser igual o peor.
Cuando mi padre me avisa de que ha llegado Catriel, le pido que me
espere en el salón de la casa principal. Traerlo al despacho no se siente bien,
este lugar es de Senox y mío. Tampoco al jardín.
—Hola —saludo al entrar al salón.
Ledi está conmigo, no quiero que piense nada raro ni ella ni él, aunque le
he pedido que se quede apartada y no intervenga.
—Hola, Eris. —Sonríe Catriel, besando mi mano.
Quiero apartarla y limpiármela, pero no sería inteligente hacerlo si
pretendo que me crea y así lograr llevar mi plan a cabo.
—Sentémonos —le pido, y él lo hace en un sofá y yo en otro, cerca, pero
guardando la distancia
—Tú dirás —me insta a continuar.
—Quiero hablar contigo porque tengo algo que proponerte, sé que es
probable que te niegues, no es usual mi petición, sin embargo, siento que es
al único al que se la puedo hacer.
—Pide lo que quieras —me asegura.
—Recientemente tuve una pérdida cercana que me hizo recapacitar en lo
que estaba haciendo con mi vida —comienzo—, y pensé que vivir aquí está
bien, pero me estoy perdiendo mucho de fuera.
—Hay un gran mundo, sí.
—La cuestión es que salir de aquí plantea dos problemas: por un lado,
soy humana y soy casi pura —le miento, no necesita saber que nadie se ha
alimentado de mí—, y por otro están mis padres. Si ellos se enteran de que
estar aquí ya no es suficiente siento que les va a doler, y es lo último que
quiero.
—Bien, lo entiendo. ¿En qué te puedo ayudar?
—No sé muy bien cómo pedírtelo.
—Eris, puedes decirme lo que sea, de algún modo somos familia —
asegura, y casi me hace dudar de que no es tan malo como creo.
Ledi carraspea y la miro un momento antes de continuar.
—Creo que la mejor manera de poder viajar, ver mundo y conocer otros
lugares es siendo la prometida de alguien importante, pero no quiero
casarme sin amor, ni con un warlock.
Frunce el ceño confundido porque estoy siendo una pésima interlocutora
y no se está enterando de nada.
—Creo que no te sigo.
—¿Tú quieres una relación conmigo? —suelto de pronto, y él me mira un
instante antes de sonreír.
—Vale, me parece que lo acabo de entender —suspira—. Necesitas la
protección que te puedo ofrecer como tío del rey para poder viajar, siendo
mi prometida puedes ver el mundo entero y nadie se atreverá a hacerte
daño. Aunque esto solo será algo falso porque sabes que te veo como a una
nieta, así que estás a salvo conmigo en ese sentido.
—Sí —sonrío aliviada—. Y llegado el momento, si encuentras a alguien
especial, yo me haré a un lado y puedes decir lo que quieras para que no se
vea mal la ruptura del compromiso.
—Eris, por mi parte no habrá tal ruptura, estaré en esta situación mientras
tú quieras que dure, y cuando quieras volver aquí o decidas casarte con
alguien a quien amas me retiraré, dejándote a ti en la mejor posición
posible.
Sus palabras me hacen dudar de que pueda ser alguien cruel, su tono
dulce y la forma en que me mira se sienten sinceras. Respiro hondo y dejo
esos pensamientos en el fondo de mi mente.
—¿Entonces aceptas?
—Solo por verte feliz haré lo que me pidas.
Me relajo y miro a Ledi, que tiene una expresión triunfal en su cara.
Quedamos en que en cinco días vendrá a pedir mi mano de manera formal.
Para ese momento ya tendré todos los papeles arreglados para la llegada del
nuevo contable. Está de acuerdo en ocultar a mis padres que esto es una
farsa, lo cual le agradezco, aunque no dejo de sentirme incómoda al pensar
que en público vamos a tener que mostrarnos de manera cariñosa para que
nadie sospeche.
Los días pasan sin darme cuenta, y cuando llega el momento de la fiesta
de pedida mis nervios me tienen histérica desde inicio de la mañana. Mi
traje negro se ciñe a mi cuerpo sin revelar demasiada piel. Nunca me ha
gustado mostrar excesivamente. Mis tacones rojos combinan con mis labios
y mi pelo, ligeramente ondulado gracias a Ledi. Me da un aspecto muy
diferente al que tengo a diario.
Todos estamos en el salón esperando a que Catriel aparezca. Hay una
tradición en mi familia que, según cuenta la leyenda, asegura que el
matrimonio será largo y feliz. Consiste en vendarme los ojos del color del
emblema real, que es casi como mi tono natural de iris. Espero a que mi
futuro marido aparezca, me quite la venda y me pregunte, cara a cara,
mirándome a los ojos, si quiero ser suya. Es una ceremonia preciosa. Mi
madre me ha dicho que mientras esperas no imaginas el vuelco que te da el
corazón cuando sientes sus dedos desabrochar la tela ni cuando lo ves por
primera vez tras quitarla del todo.
He tenido que parecer entusiasmada ante la idea, aunque, si soy sincera,
me apena que esto no lo haga con alguien a quien de verdad ame; supongo
que podré repetirlo con el indicado llegado el momento.
Cuando el reloj marca la hora, mi madre me anuda la venda azul y se
coloca detrás de mí junto a mi padre. Es una sensación extraña, me siento
segura porque estoy en casa, sin embargo, me pone nerviosa la idea de tener
a Catriel demasiado cerca.
Trato de centrarme porque no quiero que se note lo nerviosa que estoy.
Escucho algo fuera de la sala, voces que supongo serán las de Catriel. Sin
embargo, por un instante creo oír a Senox y mi corazón se detiene, y
entonces me doy cuenta de que si pudiera pedir un deseo sería que quien
estuviera frente a mí al quitar la venda fuera él, no Catriel, ni siquiera
Vanko. No, quiero ver al único que me ha hecho sentir mujer, y ese es
Senox.
Capítulo 18
Senox

He deambulado por palacio tratando de ocupar mi mente desde hace casi


una semana, evitando a todo el mundo. Mis pensamientos no paran de
volver una y otra vez a mi dulce caos. Decir que me he obsesionado es
quedarse algo cortos.
Veo a Dux discutir con Aldara y no puedo evitar acercarme, están en
medio del jardín y los niños los miran divertidos, tanto Liro como Ayla.
—¿Qué os ocurre? —pregunto mientras beso a mi pequeña guerrera y
choco el puño con el heredero al trono.
—Que mi mujer no entiende que no es seguro salir de palacio sin escolta,
y menos para ir a un lugar tan lejano —refunfuña Dux.
Aldara se cruza de brazos y alza una ceja.
—Nero y Sar han hecho desaparecer prácticamente a todos los Harlocks
y ya no quedan ensèk. No entiendo cuál es tu preocupación —le refuta
cabreada.
—Tradiel está fuera de viaje con su mujer aprovechando que los niños se
quedan con su madre, si algo ocurre no va a estar para solucionarlo.
—Si estás creyendo que después de diez años aquí en palacio todavía
puedes decidir dónde voy es que he estado haciendo algo mal.
Veo la cara de Dux ablandarse porque la ama de una manera en la que
solo he visto hacer a un warlock con una Eterna. Se acerca a ella, pone su
frente sobre la suya y hace algo que sabe que ella va a apreciar porque no
están en privado: le suplica.
—Por favor, quédate aquí, solo será esta vez —le pide.
—Pero yo quiero ir, Catriel es como un padre.
—Lo sé, solo esta vez.
Lo mira un instante, evaluando la situación, y finalmente asiente. Dux
sonríe, la besa y le promete al oído algo que la hace sonrojarse. Paso de
saber qué es, Aldara es como una hermana para mí.
—Vamos, niños, hagamos una tarta, tengo ganas de chocolate —les dice,
y logra entusiasmarlos tanto que ni siquiera se despiden. Solo Aldara se
acuerda de hacerlo y no puedo evitar sonreír.
Ahora que estamos solos, veo que Duxlan va vestido de una forma algo
ceremoniosa. Lleva su traje de bonito, con sus chapitas de rey y todo eso.
No recuerdo que haya ninguna celebración oficial, Nero nos hubiera
martilleado con la fiesta desde hace semanas; ama organizarlas a pesar de
que Sar trata de convencerlo de que deje ya de hacerlo. Ella odia acudir, y
más si tiene que llevar vestido.
—¿Dónde vas tan elegante?
—Catriel me ha pedido que lo acompañe a pedir la mano de una chica.
—¿Cómo? —pregunto sorprendido.
No he estado mucho por aquí, bueno, sí, pero no pendiente a nada de lo
que ocurría. Solo he estado en la sala azul y esquivando a mujeres que me
he follado, las cuales, por cierto, son más de las que me gusta reconocer.
—Sí, ha sido todo muy rápido y raro, bueno, las explicaciones son claras,
sin embargo, no deja de resultarme extraño que quiera prometerse a la hija
de Annetria.
Tardo unos segundos en procesar la información. Cuando lo hago, siento
mis ojos centellear de la rabia.
—¿Qué cojones estás diciendo? —siseo.
Dux me mira como si me hubieran salido tres cabezas.
—¿Qué te pasa?
—Que ella es mía.
Ahora sí que parece que me han salido esas tres cabezas porque Duxlan
ni siquiera parpadea.
—Necesito que me cuentes qué significa eso de que es tuya.
—Exactamente eso, que me pertenece.
—Pues tenemos un problema.
—Dime dónde está Catriel y lo solucionaremos.
—Pues ese es el problema. Está ahora mismo en la puerta de la sala
donde ella y sus padres lo esperan para que pida la mano de Eris.
—Sobre mi puto cadáver —siseo antes de desaparecer y presentarme en
casa de mi dulce caos.
Veo a Catriel caminar de arriba abajo frente a la puerta que da al salón y
voy hacia él como un toro. Duxlan aparece a tiempo para interponerse.
—¿Qué haces aquí, Senox? —pregunta Catriel sorprendido.
—Vengo a que me expliques qué mierda es eso de que te vas a casar con
mi mujer.
Tanto mi amigo como su tío amplían los ojos. Si no fuera por lo grave de
la situación, incluso me parecería cómico.
—Creo que aquí hay un malentendido —se defiende Catriel—, a quien le
voy a pedir matrimonio es a Eris.
—Mi mujer —le reitero.
Decirlo en voz alta se siente liberador. Sí, ella es mía, todavía no lo sabe,
pero me pertenece y no voy a dejar que esto pase.
—Tenemos un problema entonces porque ella me pidió ayuda y no
pienso negársela —suelta Catriel.
—¿Qué quieres decir? —inquiero, todavía sujetado por Dux.
—Quiere ver mundo, disfrutar de la vida, por lo visto ha tenido una
pérdida reciente y no quiere quedarse encerrada. Sabe que al ser humana y
casi pura estaría en peligro constante, pero yendo como mi prometida todos
la respetarían.
Me quedo con tres cosas de lo que acaba de decir: que la pérdida
importante es Vanko, que no es pura, lo que me cabrea porque no quiero
pensar en ella alimentando a otro hombre, y que esto no es un matrimonio
por amor.
—¿Estás interesado en ella? —pregunto, mirándolo a los ojos.
—Ya te lo dije en su momento, es como una nieta para mí, Eris también
lo sabe. Le he asegurado que cuando encuentre a un hombre con el que
casarse retiraré mi propuesta para que ella sea feliz con quien decida serlo.
Sopeso sus palabras y decido que, si alguien va a enseñarle el mundo, ese
voy a ser yo. Me da igual que sea una farsa, nadie va a decir que ella es de
otro hombre que no sea yo.
—Retírate —suelto, y mi amigo me mira.
—¿Sabes lo que estás diciendo? —pregunta Duxlan, soltándome.
—Sí.
—No quiero que juegues con ella —me rebate Catriel.
—No lo haré, te prometo que la voy a respetar, y si decide anular el
compromiso no me opondré —le aseguro—, pero quiero pasar tiempo con
ella.
Mi confesión es sincera, y sé que Catriel no está feliz con esto, pero, aun
así, accede a que sea yo el que tome su lugar.
—Si la lastimas no voy a tener piedad de ti —me amenaza Catriel.
—Lo sé.
—¿Estás seguro, amigo?
Ahora es Dux quien me pregunta mirándome a los ojos, y yo asiento. Sé
que voy a tener que dar muchas explicaciones, pero ahora mismo no hay
tiempo, mi dulce caos me espera al otro lado de esa puerta.
—Bien, entonces, Dux, tú irás primero —dice Catriel—, después
entraremos nosotros. Déjame que me disculpe antes de que ocupes mi lugar
—me pide Catriel—. Ella va a estar con los ojos vendados, es una tradición
familiar, tienes que quitarle la tela y preguntarle si te quiere como esposo.
Sonrío y murmuro.
—Como si tuviera opción.
Capítulo 19
Eris

Se oyen tres golpes en la puerta del salón, lo que indica que ha llegado.
Escucho la puerta y unos pasos dirigirse hacia mí, que estoy en el centro de
la estancia. Luego los murmullos de mis padres me desconciertan, siento
que ocurre algo y, por un instante, estoy tentada a quitarme la venda, pero
no lo hago.
—Alteza —escucho a papá y a mamá saludar, y me doy cuenta de que el
rey debe haber venido.
—Hoy estoy aquí en representación de un hermano —dice el que
supongo es el rey.
Aunque no entiendo a qué se refiere. Percibo pasos dirigirse a mí, dos
personas, luego oigo la voz de Catriel en mi oído.
—Espero que me perdones.
No me da tiempo a preguntar a qué se refiere cuando escucho a mi madre
tras de mí.
—¿Entonces será él?
Unas manos se posan sobre mí, y al aspirar el olor que emana de la
persona a la que pertenecen lo identifico sin problemas: es Senox. ¿Qué está
haciendo? Noto que deshace el nudo lentamente y siento que mi corazón se
desboca, late a una velocidad que estoy segura de que él lo puede oír. Tengo
los ojos cerrados cuando noto que la tela cae y siento la caricia de sus dedos
en mi cara al retirarla. Respiro hondo y los abro. Y mi mundo se detiene, no
importa quién hay alrededor, solo estamos él y yo.
—Eris —susurra casi contra mis labios—, ¿quieres ser mi esposa?
Tiemblo cuando coloca sus manos en mis mejillas y enmarca mi cara. No
entiendo qué está pasando. El momento se rompe cuando mi padre
interviene.
—Esto no es lo que hablamos —escucho que le dice a Catriel, imagino,
porque los tengo en un ángulo muerto.
—Dux, hazte cargo un momento —le pide Senox, y lo último que oigo es
al que imagino es el rey decir que sus consejeros son un dolor en el culo
cuando se trata de mujeres.
De pronto, Senox tira de mí contra su pecho y siento que el mundo
desaparece bajo mis pies un instante. Creo que nos ha transportado. Cuando
puedo separarme, un momento después de notar que vuelvo a tener donde
apoyarme en el suelo, veo que estamos en un bosque morado, junto a una
roca enorme.
—¿Qué es este sitio?
—Estamos en Alfoz 1, cerca del castillo.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunto, sintiéndome algo vulnerable en estos
momentos.
—Vamos a hablar sobre el trato que hiciste con Catriel
Me quedo paralizada por el miedo, ¿habrá descubierto mi plan de ayudar
a Milos a conseguir que se reúna con su mujer e hijo? ¿Es por eso que ha
venido el rey? ¿Están mis padres en peligro?
Noto una capa rodearme y veo que Senox la ajusta.
—Te has quedado pálida, no caí en que podrías tener frío con ese vestido
cuando decidí traerte a este lugar —explica.
—No me gusta estar aquí contigo —le declaro, y él da un paso atrás para
darme algo de espacio.
—Mi intención no es hacerte daño, solo hablar, después volveremos a tu
casa para que contestes la pregunta que te he hecho.
«¿Quieres ser mi esposa?».
—Esto no está bien, mis padres están esperando que me comprometa con
Catriel, que tú aparezcas y me lleves no es lo que tenía que pasar.
—No, lo que no tenía que pasar era que tú no confiaras en mí, que
prefirieras pedirle a Catriel que se hiciera pasar por tu prometido para tener
algo de libertad. Eso es lo que no tenía que pasar. ¿Por qué no me dijiste
nada?
Sus palabras suenan dolidas, y eso me confunde.
—No somos nada —le recuerdo.
—Éramos —me corrige.
—Todavía no he dicho que sí, y mi padre irá contra quien haga falta si yo
me niego a ser tu prometida.
—¿Incluso el rey? —pregunta, y no sé si es una amenaza.
Las palabras de Milos sobre lo que hacen los warlocks con los humanos,
sus encaprichamientos, la historia de la reina, todo viene a mí en este
momento.
—Incluso el rey —contesto firme.
Él sonríe y me desconcierta.
—Me alegro, mereces ese tipo de padre.
Me quedo callada, y antes de que pueda darme cuenta ha llegado hasta
mí y se ha lanzado contra mi boca. No es dulce ni suave, no, él no me trata
nunca así y, aunque no me guste reconocerlo, me encanta. Me lleva hasta la
enorme roca y me pone contra ella. Continúa besando mi cuello y sabe
exactamente dónde lamer y morder para que mi centro palpite.
—No puedo concentrarme contigo usando ese vestido —murmura contra
mi piel mientras mete su mano debajo de mi falda, haciendo que suelte un
jadeo de sorpresa al rasgar mis bragas sin previo aviso.
Abro mis piernas para darle acceso y gruñe mientras pone toda su palma
sobre mí y frota con una furia que me hace casi caerme del placer, pero
Senox me tiene bien sujeta y no lo permite. Introduce un dedo, luego otro y
finalmente un tercero. Comienza a meterlos y sacarlos, con dureza,
haciendo que tenga que levantar mis caderas por la profundidad que alcanza
y golpeando el punto exacto.
—Ahora vas a correrte para mí —susurra mientras me mordisquea la
oreja—, vas a dejarte ir en mis dedos.
—No puedo, estamos en un lugar público, nos podrían ver —jadeo.
—Y eso te encanta —contesta, y noto la sonrisa sobre mi piel.
Con su pulgar juega con mi clítoris y sé que no voy a poder aguantar
mucho más. Cuando con la otra mano retira la tela de mi escote y se mete
un pezón en su boca, mordiéndolo de una forma casi dolorosa, grito al
sentir que mi liberación se desata y él no deja de entrar y salir ni de morder
y lamer, prolongando durante una vida el placer de mi orgasmo. Cuando
bajo de la ola en la que estaba subida, él se arrastra conmigo hasta el suelo y
me envuelve en su regazo.
—Mi dulce caos —susurra contra mi pelo—. Sé mi prometida.
Exploremos esto el tiempo que tenga que durar, déjame tenerte por
completo.
—Soy una dama…
—Que disfrutes del sexo no te hace menos dama, al menos no a mis ojos
ni a los de nadie inteligente. Y tú y yo sabemos que ya no eres virgen.
Lo dice con tanta seguridad que me desconcierta, ¿sabe que Vanko y yo
teníamos relaciones? Supongo que se lo imagina, pero ha sido tan
contundente que incluso he notado algo de rabia en su tono.
—¿Qué me dices? —pregunta, interrumpiendo mis pensamientos.
Lo miro y evalúo la situación. No puedo negar que hay algo entre
nosotros. Algo que no puede ser porque voy a ir en contra de su amigo y
rey, sin embargo, una parte de mí quiere que me quede a su lado, que confíe
en que él me va a ayudar, y después de todo puede que no sea mala idea;
será más real, ambos disfrutaremos el tiempo que tengamos y después
podré seguir con mi vida y mis números.
—Solo si puedo irme cuando quiera —contesto.
—No eres mi prisionera, puedes decidir lo que quieres en todo momento
—me confirma, sabiendo que es eso lo que necesitaba oír.
—¿Estás seguro de que si quiero irme me dejarás? —le pregunto
mientras él aprieta sus brazos con más fuerza a mi alrededor.
Seguimos sentados y estamos a la misma altura, sus ojos y los míos se
encuentran y no puedo apartar la vista.
—Sí, estoy seguro, tanto como que voy a hacer contigo cosas que te van
a dejar con ganas de más —susurra, y tiemblo por la promesa.
—¿Tío Senox? —escucho a unos metros de nosotros, y veo a un niño que
nos mira. Tras él hay una niña un poco más pequeña que se coloca a su
lado, aunque el pequeño claramente no quiere.
—Vaya, vas a conocer a la familia antes de lo esperado. —Se ríe cuando
ve que los pequeños se acercan.
—¿Quién es ella? —pregunta la niña.
—Es mi prometida, Eris.
Ambos abren sus ojos y me hacen reír.
—Mamá siempre dice que no puedes tener prometida, que no es lo tuyo.
—Liro —lo regaña en un tono de cariño Senox.
—Alteza —le digo, bajando mi cabeza a modo de saludo.
—Yo soy Ayla, y no tienes que hacerle reverencia ni nada, solo es Liro
—me aclara, y no puedo evitar reírme.
—Sí tiene que hacerlo, es un signo de respeto, algún día seré el rey.
La niña bufa y rueda los ojos.
—Rey, mi culo, puedo patearte sin siquiera despeinarme —suelta, y la
carcajada de Senox provoca que Liro lo mire mal.
Increíble, este pequeño es a quien quieren matar, ¿cómo es posible? Y
por cómo lo mira Senox, él no puede estar al tanto, ¿debería contarle todo?
Quizás pueda encontrar en él a un aliado.
—Debemos volver a nuestra fiesta de compromiso —me susurra Senox
al oído mientras los niños siguen discutiendo sobre quién puede a quién de
una forma muy graciosa.
—Encantada de conoceros —les digo a ambos, cortando su diatriba.
—Volved a palacio ahora mismo —les ordena Senox—, a tu padre no le
va a hacer gracia que hayáis venido aquí solos; al tuyo tampoco.
—No les digas nada —suplican al unísono.
—Solo si me guardáis también nuestro secreto —les contesta, y los niños
asienten felices y desaparecen.
Vaya, pensaba que Liro era humano y no podría hacer esa cosa warlock;
será lo que dijo Milos que es un truco, ¿o algo pasajero?
—Te puedo asegurar que en una hora todo palacio sabrá que eres mi
prometida —se ríe Senox, besando mi pelo—. Nos voy a llevar de vuelta a
tu casa, ¿preparada?
Asiento, cierro los ojos y dejo que apriete mi cabeza contra su pecho.
Cuando noto que todo se estabiliza vuelvo a abrirlos. Estamos en mi baño.
—Supuse que querrías arreglarte antes de volver con todos —me explica,
señalando el espejo que me regaló, recuerdo de aquella noche que cambió
todo.
Miro mi reflejo y se nota que ha pasado algo entre nosotros que no
debería. Mis labios están hinchados, mi pelo algo despeinado y mi escote
enseñando mi sujetador. Por suerte, la capa me cubría por completo delante
de los niños o las explicaciones que hubiéramos tenido que dar hubiesen
sido otras viendo cómo son esos dos pequeños.
Me coloco todo como mejor puedo bajo la atenta mirada de Senox. A
través del reflejo del espejo encima del lavabo veo que no me quita ojo. El
bulto en sus pantalones me dice que él no ha terminado, no como la última
vez, y decido ser un poco audaz.
Me giro, voy hasta él y me tiro de rodillas. No deja de mirarme en ningún
momento y veo que su respiración se agita. Siento que tengo todo el poder,
y me gusta. Vanko nunca me dejó hacer esto. Con mi mano sí, pero mi boca
no estuvo nunca sobre él, decía que era demasiado buena para arrodillarme
a sus pies.
—¿Segura? —pregunta mientras tanteo sus pantalones.
—Tendrás que guiarme, nunca he hecho esto —le confieso porque, por
algún extraño motivo, con él no siento vergüenza, no creo que me mire mal
si expreso lo que quiero.
—Joder, mi dulce caos me concede su primera vez —susurra en un tono
ronco que me hace humedecer entre las piernas.
Saca su polla de los pantalones y me maravilla su tamaño. Hasta ahora
solo había podido imaginarlo. Lo miro y poco a poco la meto en mi boca. Él
no deja de observarme mordiendo su labio. Succiono un par de veces y
gruñe.
—Dulce caos, esto va a ser rápido —gime.
Decido morderlo levemente y noto una sacudida que imagino significa
que le ha gustado. Me siento valiente y comienzo a meterlo y sacarlo de mi
boca. Lo hago a un ritmo cada vez mayor, noto sus manos apretadas en un
puño a cada lado de su cuerpo. Creo que quiere empujarse dentro de mí,
pero se está conteniendo, así que pongo mis manos en su culo para alcanzar
la mayor profundidad que puedo y noto la arcada que eso me produce, solo
que, lejos de asustarme, lo repito en varias ocasiones.
—Joder, dulce caos —gruñe—, estoy cerca, demasiado.
Su aviso solo hace que aumente mi velocidad, y cuando siento que va a
correrse, se aparta de mí y dispara su carga contra el espejo que me regaló.
Él no deja de subir y bajar su mano hasta que la última gota sale, y me
sonríe.
—Vas a ser mi muerte —declara antes de desaparecer.
Me quedo algo desconcertada, me levanto, me lavo mi boca y mis manos
y me coloco unas bragas nuevas, las otras no sé dónde habrán quedado.
Antes de darme cuenta lo tengo detrás, besando mi cuello, perfectamente
arreglado.
—Lo siento, necesitaba limpiarme lejos de ti porque si no lo hacía te iba
a follar tan duro que tus padres te hubieran oído —susurra en mi oído.
Sonrío y salimos de allí en dirección al salón. En el camino, Senox coge
mi mano y nuestros dedos se entrelazan, encajan de una forma que no sabía
que podían hacerlo. Cuando entramos al salón de nuevo, todos nos miran
expectantes. Ahora que veo al rey Duxlan por primera vez en persona he de
decir que impone bastante. Es grande, mucho, aunque Senox también, y él
no me hace sentir de esa manera.
—Alteza —digo por segunda vez en el día.
—Supongo que deberías llamarme Duxlan, vamos a ser familia —me
contesta sonriendo.
—¿Todo bien por aquí? —pregunta Senox.
—No —le responde el rey con una mirada reprobatoria—, mueve tu culo
y haz las cosas bien.
Casi suelto una carcajada al oír a su majestad hablar de esa manera. Pero
si los miro bien no parecen rey y consejero, son amigos, familia. Creo que
tengo que tener cuidado porque, incluso si Senox no sabe nada, puede que
no se pusiera de mi parte llegado el momento.
Noto la mirada de Ledi al otro lado de la sala. Habla con Catriel. Ella está
invitada como una más. Espero que me crea cuando le diga que es mejor
esta situación para el plan.
—Discúlpenme —dice Senox, llegando hasta mis padres—, pero esto es
lo que debía ocurrir.
—Así no hacemos las cosas —refunfuña mi padre mientras que mi madre
tiene una enorme sonrisa en sus labios.
Senox tira de mi mano y me pone frente a él, mirándome a los ojos, como
cuando me ha quitado la venda, y me vuelve a preguntar.
—Eris, ¿quieres ser mi esposa?
—Sí —contesto con firmeza.
—¿Estás segura, hija? —inquiere mi padre, al que contesto sin mirarlo
porque, como siempre, estoy enganchada a los ojos de mi warlock.
«¿Mí?».
—Sí.
—Entonces es tuya hasta que ella decida que ya no mereces ese honor —
sentencia papá, y Senox me besa.
Todos aplauden en la sala y mi madre me abraza en cuanto Senox me
libera. Siento que todo es demasiado real; esto era una farsa, un medio para
un fin, una forma de venganza por Vanko, para ayudar a la reina. Ahora
todo está empezando a desdibujarse y me da miedo.
Pasamos la tarde hablando como viejos amigos con el rey, es un hombre
agradable, me cuesta ver la maldad en él, pero está claro que no es idiota y
ha tenido toda su vida para entrenar su lado bueno que mostrar.
Cuando se despide, se acerca a mí y me entrega un sobre. Lo abro y
dentro hay una carta con el membrete de la casa real en azul, no en dorado.
—¿Qué es? —pregunto, no entendiendo nada al verlo vacío. No hay nada
escrito en el papel real.
—Sé que esto no es más que una farsa —me dice, bajando su tono para
que solo yo lo oiga—, aun así, queríamos darte mi esposa y yo el regalo que
tú quieras, solo escribe y envíalo a palacio cuando quieras, nos lo harán
llegar.
—¿Cualquier cosa?
—Lo que sea —confirma con una dulce sonrisa.
Miro el papel de nuevo y las palabras de Milos regresan a mí: «yo mismo
lo vi con mis ojos, escrito en una carta de palacio con el membrete dorado
que solo el rey y la reina usan».
—¿Ocurre algo? —pregunta extrañado al ver la mueca en mi cara.
—Es solo que... Bueno, hace tiempo vi una carta real en la que el
membrete era dorado, no azul —miento para tratar de entender qué pasa.
—Ah, será muy antigua, de cuando mi padre reinaba —me explica—.
Cuando me casé con mi reina cambié el color en honor a sus ojos.
—¿Y no es posible que haya quedado alguna que todavía se use?
—No —contesta de forma rotunda y muy segura—, cuando se produjo el
cambio nos deshicimos de los antiguos, hace una década que no quedan de
esos. Por seguridad, no pueden existir.
Asiento y sonrío, pero no puedo evitar que una duda se instale en mi
mente: ¿y si los buenos no son tan buenos ni los malos tan malos?
Capítulo 20
Senox

Hoy es el día en el que llega mi prometida a palacio. Mi prometida. Nunca


pensé en que esto podría ocurrir con una humana. Sé que no es lo correcto,
que debería hacerme a un lado y esperar paciente a que llegue mi Eterna;
sin embargo, con Eris no puedo, con ella sí me veo teniendo un futuro, una
familia, unos hijos a los que amar. Y si llega la mujer destinada a ser mi
Eterna… No, eso no va a ocurrir, algo dentro de mí me dice que ya no va a
aparecer nadie más en mi vida, y es algo que siento fuerte, como nunca
antes, tanto que me hace estar todavía más convencido de que esto es lo
correcto.
Reviso la habitación que se le ha asignado, por supuesto, es al lado de la
mía, y he logrado hacer alguna reforma con un poco de magia para que
nuestros baños se comuniquen. Puede que de cara a sus padres ella venga
de visita para conocer la corte y que Duxlan les haya dado su palabra de que
la cuidará de mí, sin embargo, eso no está pasando si no es de esta manera.
Tres días, tres jodidos días sin verla y ya siento que me ahogo si no la tengo
cerca. Es una locura de la que voy a disfrutar.
Miro el reloj y espero a que sea la hora acordada para ir por ella. Catriel
me va a acompañar porque la pesada de su sirvienta también está incluida
en el paquete y yo no pienso transportarla. Dux me dijo que se vería mal si
la hago venir de la manera tradicional, tardaría cerca de una semana. A mí
me importa una mierda, pero, por lo visto, a él no.
En cuanto la primera campana de la hora comienza a sonar, me persono
en la casa de Eris. Veo que están en el jardín, sus padres la abrazan y los
tres lloran. No es que se vaya al matadero, pero es la primera vez que van a
estar separados tanto tiempo; ella les ha dicho un mes, yo le he dicho que dé
fechas.
Me gusta ver que mi mujer sabe amar de esa manera a su familia y espero
que lo haga igual con la nuestra. Sí, no voy a negarlo más, y menos con la
sonrisa de idiota que tengo en estos momentos mientras la miro. Ella es mi
mujer, la amo y quiero que sea algo permanente en mi vida.
—Supongo que no soy el único con dotes de acosador —murmura Catriel
a mi lado, sobresaltándome.
Cuando los padres de Eris nos ven, noto que su madre me sonríe, pero su
padre no. Imagino que a ningún padre le gusta que se follen a su hija, y él y
yo sabemos que eso va a estar pasando, y mucho.
—Te la entrego, es tu prometida, hónrala como tal —comienza mi futuro
suegro—, y no dudes que si ella me pide que anule todo, lo haré al
momento sin importar quién eres —susurra para que solo yo lo oiga.
—No esperaba menos del padre de mi mujer —contesto sonriendo.
Su madre me abraza muy fuerte, como si ya me quisiera solo por estar
con su hija. No sabe que de momento esto no es real, no para ella; sin
embargo, para mí ya lo es demasiado, y ahora tengo que trabajar el que Eris
sienta lo mismo que yo.
—Aprecio a Eris como a una nieta —interviene Catriel, ganándose
algunas caras que para mí resultan graciosas. De aspecto es más joven que
los padres de ella, por lo que usar esa palabra resulta, cuanto poco, curioso
—. Voy a estar al pendiente y cuidarla, y en todo momento puede contar
conmigo para traerla de vuelta. Al igual que vosotros podéis avisarme si la
necesitáis aquí.
Voy a intervenir, pero decido que puedo concederle a Catriel el puesto
que quiere en la vida de Eris. Aunque eso de transportarla está por verse, a
ella solo la llevo yo.
Tras otra ronda de despedidas, avisos y algo sobre que no se olvide de
acudir a la boda de sus amigas, enviamos el equipaje que llevan a palacio y
después cogemos a las chicas y nos desvanecemos. Cuando Eris abre los
ojos, veo un par de lágrimas, las cuales beso para limpiarlas.
—Sé que parezco tonta, pero…
—No lo pareces, es bonito que os queráis tanto —la corto, abriendo la
puerta de su habitación.
Por supuesto, la he dejado fuera para que le dé la sensación de que este
espacio le pertenece a ella solo y no que lo compartimos. Catriel se ha
llevado a Ledi a la habitación que va a ocupar. Es una a tres pasillos más
allá, no la quiero tan cerca de mi mujer y que no la deje moverse libremente
a mi alrededor. No he podido dejar de notar que, cuando esa chica anda
cerca, Eris se comporta de otra forma conmigo, como más fría y distante. Si
descubro que Ledi está metiendo mierda en mi contra no tendré problema
en regresarla con un lazo.
—Este lugar es precioso —murmura, observando la enorme estancia.
Abre la puerta del armario y ve que toda su ropa ya está ordenada. Me
mira, frunciendo el ceño, y yo me encojo de hombros.
—Ventajas de ser warlock —le explico, y ella sonríe.
Revisa el baño donde está el espejo que le regalé, el que ella tenía en su
habitación y que ahora esconde la puerta que une su cuarto con el mío. De
momento no se ha dado cuenta, y yo no voy a decírselo.
Me acerco y la beso, no profundizo demasiado, no es buena idea hacerlo
teniendo una cama tan cerca; sin embargo, no puedo evitarlo, estar sin
tocarla es una tortura.
—¿Puedo preguntar algo? —le digo cuando me mira y el silencio
demuestra que no sabe si quiere esto o no, así que la distraigo.
—Claro, no prometo contestar o hacerlo con la verdad, pero puedes
intentarlo —se ríe.
—Vaya, al menos eres sincera —me burlo—. Tus padres han dicho algo
de una boda de unas amigas, ¿a qué se referían?
Un brillo en sus ojos me dice que el tema es perfecto y que la hace feliz,
así que la dejo que me cuente.
—Mis amigas de toda la vida se van a casar, ellas han encontrado a un
warlock que las ama y me invitaron a su boda.
—Espera, a ver si lo entiendo, tienes un par de amigas que se van a casar
con el mismo tipo y están felices por ello.
—Sí, ellas siempre han sido como hermanas, y temían que al casarse se
distanciaran. Encontrar esta solución ha sido lo mejor.
—¿Y tú no eras como hermana también?
—No —niega, meneando la cabeza—, ellas siempre me quisieron y yo
las adoro, pero por mucho que lo intentamos nunca compartimos los
mismos deseos o ambiciones. Eso no hace que me alegre menos, me
hubiera encantado tener ese tipo de relación, solo que no se daba de forma
natural y decidí apartarme un poco para dejar de ser una carga.
—No creo que fueras una carga.
—Ellas nunca lo dijeron ni me hicieron sentir así, pero mientras que
podían pasar horas de tiendas yo me aburría, y cuando hacíamos algo que
yo había planeado se notaba que estaban ahí solo porque me querían, no
disfrutaban. Además, tenía a Ledi.
—¿Ella es tu mejor amiga?
—Sí, lo sabe todo de mí, bueno, al menos hasta que llegaste tú —suelta,
y eso me llama la atención.
—¿Cómo es eso?
—No puedo contestar porque no lo sé ni yo. —Se encoge de hombros y
sonríe en respuesta.
—¿Cuándo es la boda?
—Debería haberse celebrado ya, pero pasó algo y la han pospuesto, tengo
su invitación por algún lado.
—Bien, confirma que irás con tu prometido.
—Ellas van a volverse locas si hago eso, me encanta.
La beso de nuevo y esta vez quiero perderme en ella, sin embargo, suena
la puerta y yo gruño mientras me aparto y abro. Tradiel está mirándome con
una enorme sonrisa que quiero borrar de su cara de un puñetazo. A su lado
se encuentra Idy.
—Suponía que no ibas a salir de aquí si no te veníamos a buscar —dice
Tradiel, pasando sin haberlo invitado—. Soy Tradiel, el amigo guapo de tu
prometido. Y esta es mi Eterna, Idy.
—Encantada —murmura Eris.
—Ella es mi dulce caos —la presento poniéndome a su lado, y me
pellizca por llamarla así—. Bueno, para vosotros es Eris.
Idy se ríe y menea la cabeza.
—Tienes un pelo blanco precioso —aprecia Eris.
—Te va a encantar conocer su historia, ella es una Antigua, la última que
había —le explico a mi prometida, que amplía los ojos sorprendida.
—¿Es verdad? —pregunta no creyéndome.
—Chica lista si desconfía de ti —suelta Tradiel, y le gruño.
—Sí —responde con dulzura Idy.
—Que no te engañe su cara de niña buena, ahora mismo está pensando
en que esto es una mala idea —digo con total sinceridad, señalando entre
nosotros—. Ella cree que tendría que haber esperado a mi Eterna.
—Es lógico que lo piense —la defiende Eris para mi sorpresa.
—Ves, chica lista —repite Tradiel.
—Sabes —interviene Idy, mirando entre Eris y yo—, puede que estuviera
equivocada respecto a ella.
Lo dice tan convencida que me sorprenden sus palabras. Luego hablaré
con Tradiel porque eso que ha dicho no es lo que esperaba oír, ¿habrá dicho
algo Malakiel en alguna de sus visitas mientras no he estado por aquí? La
verdad es que he dejado a todos de lado para centrarme en Eris, es momento
de incluirla en nuestro círculo. Pretendo que esta relación sea duradera.
—¿Cuándo comemos todos? —pregunto, deseando que el resto la
conozca.
—Aldara ha dicho que mañana, su orden es que debemos dejarla hoy que
se instale y no acosarla —se burla Tradiel, que claramente se ha pasado por
los huevos la recomendación de la reina.
—De todas maneras, ya sabemos que Ayla y Liro la conocen —agrega
Idy, y yo miro a Eris con cara de «te lo dije», a lo que ella se ríe y no puedo
evitar darle un beso rápido.
—Si me permitís, voy a enseñarle a Eris la Torre Azul —intervengo.
—¿Qué es eso? —pregunta mi mujer a mi lado, y cuando le voy a
contestar Tradiel se me adelanta.
—Es donde nos reunimos el rey y los consejeros cuando queremos algo
de paz.
—¿Algo así como un club sin chicas? —pregunta Eris divertida.
—No, más como una cueva de hombres que creen que tienen el poder
hasta que alguna de nosotras habla —se burla Idy.
—Sí —confirma mi amigo—, la verdad es que en inicio solo teníamos
acceso nosotros, pero ahora es más como el lugar donde solo la familia
puede acceder.
—¿Y yo puedo ir allí? —inquiere Eris extrañada.
—Sabemos que esto es una farsa —suelta Tradiel sin más delicadeza que
la de un cerdo en un charco de barro, señalando entre ella y yo—, pero,
confía en mí, si él te lleva allí está dejando de serlo.
Gruño, abrazo a Eris y nos saco de allí antes de que mi amigo me
avergüence todavía más contándole lo que él, que tanto me conoce, sabe.
Aparecemos en la sala de la torre destinada a meditar. Tras la reforma
hice una zona en la que toda la pared es una cristalera que da una luz
increíble a este lugar.
—¿Dónde estamos? —pregunta una vez que ya no se marea.
—Este lugar es para meditar, estamos en la Torre Azul, hay varias
estancias, pero esta la uso solo yo.
—Es un lugar precioso.
—Ahora más —murmuro mientras la miro.
—Senox…
Escuchar mi nombre en su boca me pone duro.
—¿Qué es lo que quieres de mí, Eris? —le pregunto porque necesito
definir en qué punto estamos.
—No te entiendo, creía que había quedado claro que hacerme tu
prometida era una ayuda para que yo viera algo de mundo.
—Puede que ese trato fuese así con Catriel, pero ambos sabemos que
entre nosotros hay algo más.
—Bueno, sí, me atraes, lo sabes. —Se sonroja al decirlo, y sonrío.
—Es mucho más que simple atracción.
—No puede ser más —me corta.
—¿Es por Vanko? ¿Todavía piensas en él? —siseo.
Sé que en estos momentos debo parecer un puto loco porque él está
muerto, pero no puedo olvidar que fue suya antes que mía, y eso me cabrea.
—Lo amaba —susurra, y no sé si lo hace por miedo o por falta de
convencimiento en sus palabras. De todas formas, eso me jode la cabeza.
—Yo también creía amar a Hedda y mira cómo acabó eso.
—Supongo que a ella te la habrás follado en este lugar —contesta
¿cabreada?
—Sí, en esta alfombra para ser exactos —suelto para enfadarla, y por la
expresión de su cara veo que funciona.
—Genial —responde con cara de asco, como si pisara mierda y no suelo.
—Tampoco estás para hablar, por lo que sé no eres virgen en ningún
sentido, aunque el warlock que se alimentó de ti debió ser patético porque
el color de tus ojos parece puro.
—Sí, los warlock generalmente suelen serlo. Vanko, sin embargo,
siempre supo cómo tocarme —sisea acercándose mientras pasa sus manos
por su cuello—, besarme —continúa el recorrido de sus dedos por la piel de
sus clavículas— y…
No la dejo terminar porque llego a ella y me estrello contra su boca. Voy
a demostrarle que ese humano simple no merece ni ser recordado como
amante. Voy a borrar cada caricia que le dio o cada orgasmo que le provocó.
Nos llevo hasta la ventana, no quiero tumbarla en el mismo lugar que a
Hedda, sé que ella no me lo permitiría; mi caos puede ser dulce, pero no por
ello es menos peligrosa, y ya la he cabreado bastante.
Quito su ropa y la mía con un simple movimiento de mi mano, siente el
frío del cristal y se arquea, pero no se separa, la alzo y se agarra a mi
cintura. Sujeto su culo y la elevo un poco para tener sus tetas en mi cara.
Lamo sus pezones, los muerdo y paso mi lengua entre ellos, jugando,
mientras siento la humedad de su centro resbalar hacia mi polla.
—Quiero tenerte —le suplico—, de todas las formas en las que un
warlock puede —le aclaro.
Ella me mira, y mientras se lo piensa saco mi lengua y juego con mi
punta sobre su pezón. Sin apartar la vista, hago lo mismo con el otro. Su
centro se mueve buscando algo de alivio en la fricción, decido soplar sobre
su piel y ella gime.
—Sí, demuéstrame hasta dónde puedes llegar —contesta, haciendo que
gruña por su aprobación.
La bajo de nuevo un poco para besarla y mi punta roza sus pliegues
resbaladizos. Es una tortura para ambos. Ella no para de gemir y moverse
tratando de encontrar el punto perfecto, pero no la dejo porque quiero meter
mi polla en su interior mientras me alimento.
—¿Preparada? —le pregunto, poniendo mis manos en su culo y abriendo
su entrada mientras posiciono mi polla en ella.
Asiente y la bajo lentamente. Está estrecha, mucho, joder, esto es un puto
suplicio. Sus uñas se clavan en mis hombros, y cuando toco el fondo se
arquea, aunque la sujeto con firmeza para poder posar mi frente contra la
suya. Cuando lo hago, ella empieza a notar cómo mi energía se abre paso a
través de su cuerpo. Mierda, me ha mentido, esta es la primera vez, puedo
notarlo, está completa.
—Senox, por favor, más duro —me ruega, y eso hace que pierda la poca
cordura que me quedaba.
Envío de golpe toda la energía para que la toque por todo su cuerpo
mientras me empalo en ella sin ningún tipo de cuidado y bebo de su fuente
apoyado contra su frente. Jamás he sentido nada parecido. Ella está gritando
de placer y no puedo detenerme cuando alcanza su orgasmo, ni siquiera
cuando llega al segundo; estoy tan sumido en la oleada de energía y placer
que ahora mismo nos envuelve que arremeto contra su cuerpo con fuerza
hasta que consigo que tenga un tercer orgasmo, y me dejo ir con ella.
Me deslizo hasta el suelo y dejo que me cabalgue lentamente para
exprimir las últimas gotas de placer que todavía quedan. Cuando se detiene,
le agarro la cara y la beso de una forma tierna. Quiero que sepa que, por
muy duro que haya sido, no es solo sexo.
—Me encuentro un poco débil —dice sin abrir los ojos y apoyándose en
mi hombro.
—Descansa, mi dulce caos —le susurro mientras la beso en los labios.
Y entonces algo que no esperaba ocurre, abre un instante los ojos
mientras me da una preciosa sonrisa y lo veo, no han cambiado de color, no
es posible, no a menos que ella… Joder, Eris es mi Eterna.
Capítulo 21
Eris

Siento que mi cuerpo está totalmente relajado, como si hubiera corrido una
carrera de cien millas, pero también lo siento en paz. No puedo abrir los
ojos, me cuesta. Respiro profundamente y sé que Senox está a mi lado, noto
su calor y su aroma es inconfundible. Creo que me duermo un rato más
porque la siguiente vez que trato de parpadear lo consigo.
—Ahí estás —sonríe Senox contra mi mejilla.
—Ya te dije que es normal que esto ocurra.
La voz procede del otro lado, y cuando giro la cabeza veo a Tradiel
sentado junto a mi cama. Me saluda con la mano.
—¿Cómo te encuentras? —pregunta mientras se levanta y coge mi
muñeca como si estuviera comprobando mis constantes.
—Relajada —susurro.
El recuerdo de lo que hemos hecho Senox y yo me golpea, y miro hacia
abajo con miedo de estar desnuda. Sé que Tradiel es el médico de la casa
real, pero, aun así, no me gustaría que me viera con mi traje de nacimiento.
—Tranquila, solo yo voy a verte desnuda —susurra Senox en mi oído, y
compruebo que llevo un pijama bastante discreto que no revela nada de mi
piel.
—¿Qué ha ocurrido? ¿Cuánto llevo dormida? —pregunto tratando de
incorporarme, a lo que ambos warlocks me ayudan.
—Mi amigo es un poco bruto dándote amor por lo visto, te quedaste KO
ayer, ya es por la mañana —se burla Tradiel—. Mírame.
Me lo pide de una forma tan seria que lo hago sin vacilar. Saca una
especie de boli con luz y me alumbra directamente. Creo que pretende
dejarme ciega.
—Increíble —murmura sonriendo.
—¿Qué ocurre? —me asusto.
—No han cambiado de color —confirma el médico.
—¿Y? —pregunto con la mente aún confusa por haberme despertado
ahora mismo.
—Eso significa que eres mi Eterna —suelta Senox a mi lado, y me cuesta
procesar sus palabras unos segundos.
—¿Cómo que soy tu Eterna?
—Con lo que tomé de ti deberían haber bajado al menos un tono, no lo
han hecho, y sé que nadie más se ha alimentado antes que yo, mentiste
sobre eso.
—Bueno, no es algo que te incumba.
—Lo hace, ahora más que nunca.
—Esto no cambia nada.
—Te equivocas, lo cambia todo.
Me abruma la forma en la que me mira y siento que me ahogo. Si es
verdad, si soy su Eterna, entonces estaré con él toda la vida sin importar si
es lo que yo quiero. No, esto no es real, se lo ha inventado.
—Mientes —suelto, y él sonríe mientras me tiende la mano.
La cojo y me ayuda a levantarme de la cama. Tradiel sigue aquí y, lejos
de sentir que sobra, creo que es lo que hace que no pierda la cordura, saber
que hay alguien más conmigo que podría ayudarme.
Senox me lleva hasta el baño, frente al espejo que me regaló y me enseña
lo que dice. Doy un paso y me acerco para comprobarlo. Esto no puede ser
real. Qué conveniente, creo que se ha encaprichado de mí y está pasando
exactamente lo que Milos dijo que pasaba. Ha hecho algún truco para
mantenerme a su lado y hacer conmigo lo que quiera. No, no lo voy a
permitir. Tengo miedo, pero eso no me va a paralizar.
—Déjame sola —le ordeno.
—¿Qué ocurre?
—Quiero estar sola —le repito.
—No —contesta con firmeza.
—Esto no es real, me estás mintiendo, solo es un truco y lo voy a
demostrar, no voy a ser tu juguete —siseo, y su cara de sorpresa casi me
hace dudar.
—¿Qué demonios estás diciendo?
—Lo sabes perfectamente.
—Senox —lo llama Tradiel, que está en el marco de la puerta del baño
—, dale su espacio, déjala sola.
—No.
—Senox —insiste—, mírala, ahora mismo no te quiere aquí, y que tú te
comportes como un psicópata no ayuda. Lo que acabas de soltar es algo
grande que asimilar.
Senox me mira y me evalúa, da un paso hacia mí y yo retrocedo. Sus ojos
muestran que le ha herido que lo haya hecho y entiende que su amigo tiene
razón.
—Bien, pero eres mía, eso no lo va a cambiar nada en este puto mundo
—sisea antes de desaparecer.
Me quedo con Tradiel a solas y sus ojos son amables, sin embargo, no me
fio; es un warlock al fin y al cabo.
—No se lo tomes en cuenta. Esto es algo que ha esperado mucho tiempo
y ya había descartado —me explica como si fuera real lo que ocurre—,
toma el tiempo que necesites y no dudes en preguntar. Nuestras mujeres han
pasado por lo mismo que tú y puede que ellas sepan hacerte sentir mejor.
—Gracias —murmuro.
Él sonríe y desaparece también. Vuelvo a mirarme al espejo y sigue
siendo el mismo color el que me devuelve la imagen frente a mí. No puede
ser. Esto es un truco. Si pudo colocar todas mis cosas sin siquiera estar aquí
o quitar toda mi ropa cuando me entregué a él en la sala de la Torre Azul,
hacer que mis ojos se vean del tono que quiera no debería ser difícil.
Necesito encontrar a Ledi, ella es la única que puede ayudarme y decirme
si los ve igual que yo. O si, por el contrario, han cambiado. Si es algo
permanente este truco quizás consiga, con ayuda de Milos, sacarme de aquí
antes de que Senox me encadene como dijo él que hacían con las humanas.
Mierda, mierda, mierda.
Me visto rápidamente con unos pantalones y un jersey cómodos, al igual
que mis zapatos, y salgo de la habitación en busca de mi amiga. Me siento
como después de haber estado en una sauna, relajada, así que voy con
cuidado de no caerme porque noto que mi estabilidad es algo dudosa en
estos momentos.
Llego hasta la habitación que le han asignado, y cuando toco nadie me
contesta. Abro y veo que está vacía. Una chica se acerca a mí y me dice que
la han venido a buscar hace un rato, una familiar. Eso es raro, no conoce a
nadie aquí, quizás sea el infiltrado que dijo Milos.
Me indica que la ha visto bajar a un sótano que nadie usa. Lo cual le ha
parecido extraño, pero parece que no le ha dado mayor importancia porque
recoge el cubo de fregar y se dirige en dirección contraria a la que me ha
indicado que se encuentra Ledi.
Voy hasta donde me ha dicho la chica y veo una puerta que debe ser la
del sótano porque las de los lados están abiertas y se ve todo el interior
desde donde estoy. Abro despacio, mirando a ambos lados para que nadie
me vea entrar, y me deslizo dentro. Hay una escalera que baja y se oyen
murmullos. Me deslizo poco a poco. Hay luz gracias a unas lámparas, por
lo que no tengo que preocuparme de romperme el cuello. Llego hasta casi
abajo, la escalera de piedra termina frente a una pared. Ahora escucho con
claridad la voz de Ledi y de otra mujer. Me asomo ligeramente hacia la
derecha y confirmo que es ella, a la otra no la he visto en la vida.
—¿Está Milos al tanto de que ya hemos llegado? —pregunta Ledi.
—Sí, él ya lo sabe y el plan está en marcha. En la cantina de Adrika lo
puedes encontrar si necesitas contactar con él. ¿Es de fiar tu amiga?
—No es mi amiga —escupe, y lo hace con tanto odio que me tapo la
boca para no soltar un jadeo de sorpresa—. Siempre ha sido un medio para
un fin.
—Prima, eres increíble, nunca creí que soportaras compartir a Vanko.
«¿Prima? ¿Compartir a Vanko?».
—Nunca lo compartí, ella solo era la idiota a la que él enamoró, pero no
la amaba, no como a mí. Por mucho que se la follara nunca le hizo el amor
como me lo hizo a mí cada noche.
Siento que mi mundo gira a mi alrededor. Tengo que respirar hondo
porque noto que me falta el aire. Esto no puede ser, no es real, no está
pasando.
—Por culpa de esa zorra he perdido al amor de mi vida, pero al menos
voy a conseguir mucho dinero cuando Milos nos pague.
No puedo seguir escuchando más. Necesito respirar aire limpio. Tengo
que salir de ahí. Corro escaleras arriba, no sé si hago ruido, pero no me
importa. Corro sin saber hacia dónde voy hasta que me tropiezo con alguien
a quien casi tiro, yo caigo de rodillas y comienzo a jadear.
—Ey, respira, tranquila, toma aire conmigo —dice una dulce voz de
mujer a mi lado—, y suéltalo.
Frota mi espalda y repite lo mismo varias veces hasta que logro recuperar
mi respiración. Cuando miro hacia arriba para ver la cara de mi salvadora,
no es otra que la reina.
—Alteza —susurro, haciendo una especie de reverencia como puedo
dadas las circunstancias.
—Déjate de alteza, soy Aldara. Sé que eres Eris, de hecho, te buscaba,
¿qué te ha pasado para estar así?
Me quedo callada porque no puedo decirlo, no hasta que ordene mi
cabeza y entienda qué demonios está pasando.
—Ven, levanta —me pide, ayudándome a hacerlo—, ya me ha dicho
Nero que le ha contado lo ocurrido Senox. Estos chicos son como viejas de
pueblo —se burla—, creo que un poco de aire te vendrá bien y conozco el
lugar perfecto para ello.
La sigo sin replicar y me lleva por unas escaleras y varios pasillos hasta
que llegamos al tejado del palacio. Me paralizo un momento, no sé qué
hacemos aquí.
—Ven, siéntate conmigo y mira el mundo desde aquí. Cambia tu
perspectiva. Todo se ve de otra manera, ¿verdad?
Palmea su lado y yo me siento, miro al horizonte y veo el sol lucir
encima de nosotras, calentando mi alma. Me reconforta ese calor y cierro
los ojos un instante.
—Sé que lo de ser Eterna es algo complicado, pero te prometo que
merece la pena haberlo encontrado —dice, haciendo que la mire.
—¿Eres feliz? —le pregunto, viendo que en sus ojos hay amor cuando
habla de ser Eterna. No veo miedo ni marcas en su piel que me indiquen
que está siendo castigada.
—Sabes, antes de que Duxlan me encontrara yo pensaba que la vida me
tenía otra clase de felicidad. Tuve un novio de juventud, uno al que amé
tanto como creía que era posible, sin embargo, cuando Dux apareció me di
cuenta de que el amor de mi vida era el que ahora es mi esposo.
Sus palabras me dejan algo descolocada, no es lo que me ha dicho Milos,
¿está mintiendo por miedo?
—¿Cómo pudiste olvidar al que era tu novio? —le pregunto sin saber si
me va a contestar.
—Él me engañó, eso no se hace cuando amas de verdad.
La carta, entonces es verdad que Catriel no le dio la carta y por eso ellos
se separaron, pero entonces…
—¿Estás segura de que fue así? Quiero decir, a veces las circunstancias
nos hacen pensar que es de una forma cuando en realidad es de otra y…
—Yo misma lo vi. Él me dijo que alimentarse dolía, ya has comprobado
que no es así, él me engañó durante años con otras warlocks, y lo peor no
fue eso, lo peor es que cuando estuvo en peligro quise rescatarlo, sin
embargo, ese peligro no era real. Él estaba con una warlock que le ofrecía
dinero a cambio de mantenerlo dos años como fuente —me cuenta, y no me
cuadra nada lo que me dice—. ¿Y sabes lo que más me dolió? Que encima
me escribió una carta diciendo que se sacrificaba por el bien de ambos y
que lo esperara, que después de esos dos años volvería con dinero y
podríamos ser felices.
Bufa como si fuera una locura y se sintiera estúpida.
—¿En serio te escribió eso?
—Sí, gracias a que Catriel intervino no la recibí, ¿sabes? Él ahora es
como un padre para mí, realmente gracias a él es que Dux y yo nos
encontramos.
Mi cabeza va a explotar, esta historia la conozco, pero no me la contaron
igual. ¿Quién miente?
—¿Qué pasó con la mujer con quien tu novio tenía que estar dos años?
—Murió, trató de matarme —suelta, y mi cara de sorpresa hace que ella
sonría.
Tiene que ser Debra, no puede ser otra que ella. ¿Trató de asesinar a la
reina? Eso no me lo habían dicho.
—¿Cómo es eso de tener hijos con un warlock? —le pregunto, tratando
de ver si descubro quién dice la verdad.
—Con Liro fue algo complicado. Dux y yo tuvimos que separarnos, pero
cuando lo cogió en brazos por primera vez y vio sus pequeños ojos azules
centellear…
Suspira y sonríe. No es la cara de una mujer que odia a su marido, ni
tampoco alguien que mentiría sobre un hijo.
—¿Qué pasó con ese novio? —pregunto finalmente.
—Desapareció.
—¿Todavía estás enfadada?
—No, ya no siento nada por él, es parte de mi pasado y le tengo cariño
como el que se lo tiene a sus amigos de la infancia. Sin embargo, él ya no es
parte de mi vida ni necesito que lo sea. Si te soy sincera, llevaba años sin
pensar en él.
—Siento haberte traído su recuerdo.
—Existió, me hizo daño y yo lo perdoné, no me importa recordarlo, no es
nadie importante en mi vida como para hacerme sentir algo.
Y con esas palabras hace que todo cobre sentido. Me han engañado,
utilizado, usado. He sido una imbécil y no me he dado cuenta de que a mi
alrededor todo eran mentiras. El amor de Vanko, la amistad de Ledi, el
sufrimiento de Milos.
De pronto su cara cambia y su mirada se fija al frente, como si estuviera
oyendo algo que yo no. El rey se materializa a nuestro lado y ella se
levanta.
—¿No lo encontráis? —pregunta asustada.
—Seguro que aparece, pero no está en ningún lugar habitual —dice el
rey—. Hola, Eris.
Me saluda y no entiendo qué pasa.
—¿Puedo ayudar en algo?
—Liro ha desaparecido —explica el rey—, no lo encontramos.
—¿Habéis mirado en el bosque morado? —pregunto, recordando que
Senox lo regañó por estar ahí sin permiso.
—Sí, es uno de los primeros lugares en los que miramos, Ayla y él pasan
allí horas —contesta la reina.
Supongo que también saben que allí conocí a ambos porque no se
extrañan de que sepa del lugar.
Acompaño a Aldara a buscarlo por el palacio mientras Duxlan lo hace
por su lado. Advierto que no somos las únicas. Veo la desesperación en los
ojos de Aldara y siento que estoy traicionando a alguien que me ha ayudado
sin tener que hacerlo.
—Vamos a la sala del trono —me dice—, están todos allí.
De camino me explica que se comunica con su marido en su mente, o
algo así. Ahora mismo somos las únicas que faltan allí y le pido que
pregunte si está Ledi con ellos. Lo hace y niega con la cabeza.
—Dicen que no la encuentran —murmura unos minutos después
mientras seguimos hacia la sala del trono, y algo en mi pecho se aprieta.
—Creo que ella puede tener algo que ver —le digo justo antes de entrar
por las grandes puertas de la sala.
—¿Qué dices?
—Creo que Ledi puede estar implicada en la desaparición de Liro, y no
es la única.
Capítulo 22
Senox

Estoy dando vueltas tratando de encontrar a Eris. No está en su habitación.


Le he dejado algo de espacio tal y como me ha pedido, no esperaba que
escapara. Ya todos saben que es mi Eterna y van a tratar de ayudarme a que
ella entienda lo que eso significa.
Noto cierto revuelo en palacio y me extraño por ello. Dux se dirige hacia
mí preocupado, y por un instante tengo miedo de que le haya pasado algo a
Eris.
—¿Qué ocurre, Dux?
—Liro ha desaparecido, no lo encontramos por ningún lado.
—Joder, tranquilo, seguro está escondido. Hoy es el día para ello.
Dux frunce el ceño en pregunta a mi comentario y yo le aclaro mis
palabras:
—Eris tampoco aparece.
—Ella está con mi mujer en el tejado, las acabo de ver.
Respiro aliviado.
—¿Habéis mirado en el bosque morado? —pregunto, y mi amigo sonríe.
—Eris ha propuesto lo mismo. Y sí, hemos mirado; tampoco está con
Ayla, ni ella sabe dónde encontrarlo.
—Joder, eso es raro.
Ayudo a Dux a buscar a nuestro pequeño príncipe, y en cada lugar que
miramos y no está me pongo más nervioso. Es un niño travieso, sin
embargo, nunca les daría una preocupación real como esta a sus padres por
capricho.
—Vayamos a la sala del trono, tenemos que iniciar una búsqueda oficial
—dice Dux al darse cuenta de que no se encuentra en palacio.
Al aparecer veo que Nero y Sarida ya están allí con su equipo de la Élite.
También Tradiel con Idy, junto a ellos Catriel y varios generales del
ejército.
—Hay que dar la voz de alarma —dice serio Duxlan.
Se para un instante y sé que habla con Aldara.
—¿Alguien ha visto a la chica que ha llegado con Eris a palacio? —
pregunta, y negamos con la cabeza. Puede que no la conozcan
personalmente, pero su foto ha sido repartida y ella ha sido estudiada.
—¿Qué pasa?
—Buscadla —ordena, y todos desaparecemos.
Los que estamos allí tenemos formación militar, salvo Idy, pero incluso a
ella se le ha explicado el protocolo de búsqueda por sectores en palacio para
abarcar todo el espacio en un tiempo mínimo.
Al regresar todos unos momentos después, negamos y Dux se lo
comunica a Aldara mentalmente. Veo que las grandes puertas de la sala se
abren y tanto Eris como la reina las atraviesan.
—Repite lo que acabas de decir —le pide Aldy a mi mujer.
—Creo que Ledi puede estar implicada en la desaparición del príncipe.
Duxlan llega hasta ella, pero yo lo hago antes poniéndola tras de mí. Nos
miramos un instante y sabe que es mía, yo lo manejaré. Mi amigo confía en
mí, asiente y se retira.
—Por favor, explícanos eso de que Ledi puede tener algo que ver —le
pido a Eris, que mira a su alrededor nerviosa.
Todos la observan y no hay ni una pizca de simpatía en la cara de
ninguno de ellos. Menuda presentación en sociedad acaba de vivir.
—Hace un rato la he oído hablar con otra mujer, nunca la he visto,
aunque no conozco a casi nadie de aquí —comienza a hablar mirando al
suelo—. Ella decía que me había usado, que Vanko nunca me amó y que
siempre estuvieron juntos; creí que eran primos, ahora no lo sé.
Sus palabras me dejan paralizado. Todos conocen la historia de Vanko,
no tenemos secretos, así que nadie le pregunta. Ella levanta la vista y veo
sus ojos llenos de lágrimas, quiero abrazarla y consolarla, pero necesito que
prosiga. Sé que ahora mismo debe sentirse traicionada por la que pensaba
era su mejor amiga y quien se supone que era su novio, a quien se entregó
por primera vez. Casi gruño y me cabrea que esté muerto porque me
hubiera encantado matarlo por lo que está haciendo sufrir a mi mujer en
estos momentos.
—Yo no sabía que Milos era peligroso, ni que mentía, no parecía que
él…
—¿Has dicho Milos? —la corta Aldara.
—Sí, sé que el novio del que me has hablado es Milos, lo conocí hace
poco, Ledi nos presentó.
—No entiendo una mierda —interviene Sarida—, pero no me gusta nada
que esta mujer sepa sobre ese tarado.
Le doy una mala mirada porque sus palabras son duras contra Eris, que
se encoge ligeramente. No puedo resistirlo, paso mi mano por sus hombros
y la atraigo hacia mí para que sepa que no está sola. Sar puede ser un poco
intimidante si no la conoces, bueno, y si la conoces también.
—Prosigue, por favor —le pide Aldara.
—Él habló de ti, del rey, de que las cosas no son como parecen —
comienza a trabarse y beso su pelo para tratar de calmarla.
Respira hondo y sé que está intentado tranquilizarse. Miro a todos para
que le den un momento.
—Él habló de Debra, una warlock que murió aquí a manos de su
majestad —continúa mirando a Dux—, dijo que la mataron porque
molestaba y que nunca dijisteis lo que le ocurrió, solo que está de viaje. Sus
padres saben que es mentira.
—Lo que pasó es que ella trató de matar a mi mujer y a mi hijo, no voy a
mentir, le lancé una bola que acabó con ella. No dijimos nada porque
aprecio a su familia y reconocer la verdad los hubiera vuelto unos parias a
ojos del resto de la sociedad. Los padres de una mujer que atentó contra la
realiza de Alfoz.
—Le creí, lo siento —murmura.
—¿Qué más dijo? —pregunta ahora Nero.
—Tendría que haberlo matado en su momento —se queja Duxlan.
—Me habló de los membretes dorados de las cartas de palacio, y parecía
que decía la verdad hasta el día del compromiso.
Mira a Duxlan, que asiente como si supiera de qué habla. Me apunto
saber qué ocurre aquí, pero ahora no es el momento de intervenir.
—Tras esa conversación con su majestad sentí que algo no encajaba.
Pero tampoco podía imaginar que las cosas eran como realmente son. Milos
dijo que la reina estaba aquí contra su voluntad, que ella en realidad lo ama
a él, pero que no deja al rey por miedo a que lo mate.
—¿Qué cojones dices? —pregunta Duxlan alterado, y Aldara toca su
brazo para calmarlo—. Lo siento, no es por ti.
Eris tiembla y estoy a un minuto de sacarla de aquí porque no soporto
verla de esta manera, pero ella prosigue y veo que tiene más que decir.
—Ahora sé que no es verdad, gracias a cómo es la reina me he dado
cuenta de que todo está en su cabeza, que es un loco peligroso. ¿Quién iba a
imaginar que podía inventar algo así? Realmente lo cree, para él es real.
—¿Qué más dijo? —pregunta Idy, mirándola como si supiera que hay
algo que no nos dice.
Eris respira hondo y lo suelta
—Está convencido de que él es el padre de Liro y que corre peligro aquí,
que el rey lo quiere matar porque va a empezar a notarse que todo lo que
hace no son nada más que trucos que de alguna manera ha aprendido o que
ha logrado a través de los experimentos que Tradiel habrá llevado a cabo
con él.
Sus palabras dejan un reguero de susurros e insultos que provocan que
Eris se encoja todavía más, y no puedo evitar abrazarla.
—Eris, si has conocido a Liro habrás visto que se puede transportar —
comienza Tradiel—. Eso es algo imposible de hacer si no eres un warlock,
de hecho, ni siquiera los de su edad lo hacen, pero suponemos que al ser
hijo de una Eterna evoluciona de otra manera.
—Estaba convencida de que todo era una farsa —insiste Eris—. Para él,
tanto la reina como el príncipe están retenidos en contra de su voluntad.
Aldara se acerca y coge sus manos, la mira a los ojos y le sonríe; ella
siempre ha sido así de amable, incluso cuando nadie más es capaz de serlo.
—¿Crees que estoy aquí retenida en contra de mi voluntad? —le
pregunta directamente.
—Ahora sé que no —murmura.
—Milos fue alguien a quien creí amar con toda mi alma, pero esa
persona no existía. Fue el culpable de que Dux y yo nos separáramos. Eso
casi me cuesta la vida porque cuando me fui no sabía que estaba
embarazada, y eso estuvo a punto de matarme.
—Nadie sabe de la historia completa porque decidimos ser indulgentes
con él —agrega Dux, parándose junto a su mujer—, bueno, lo fui por ella.
Cuando se recuperó de un ataque, Analsa, una de mis fuentes, estaba
enamorada de él; la vida ya le había quitado demasiadas cosas y creímos
que pesan más las buenas acciones que las malas.
—Sí, Milos reconoció lo que hizo y por eso se descubrió que Debra era la
que había tratado de sacarme de en medio —prosigue Aldara—. ¿Has visto
a su mujer?
Eris niega con la cabeza.
—Desapareció, es lo último que supe. Ella estaba embarazada, pero…
—Dilo —le pido, susurrándolo en su oído cuando veo que se calla.
Ella me mira y asiente.
—Lo que se dice es que el hijo era tuyo —señala a Duxlan, y todos lo
miramos asombrados—, y que la tienes retenida en algún lugar con la
criatura.
—¿Mío? No he visto a Analsa desde que se fue de este castillo con Milos
—se defiende mi amigo.
Eris se encoge de hombros sin saber qué más decir y la rodeo con mis
brazos. Todos comienzan a elucubrar qué hacer a partir de ahora. Le
preguntan dónde lo vieron y ella detalla el lugar, cómo llegar y la
disposición del sitio. Los gemelos y Sar van allí, Nero también, nunca deja
a solas a su mujer si puede evitarlo.
Agotamos todas las posibilidades que podemos y pasamos casi dos horas
haciendo expediciones cortas a lugares en los que podría estar o tratando de
encontrar a Ledi. Sabía que era una perra y que no podíamos fiarnos de ella.
Eris contesta a todo lo que le preguntan y yo no me aparto de su lado.
Incluso creo poder escuchar su voz a veces en mi cabeza, pero no sé si es
real. No es momento de averiguarlo. Liro sigue sin aparecer.
—Eris, necesitas descansar —dice Idy, mirándome.
Bajo la vista y veo que mi mujer está pálida. Ni siquiera ha comido desde
ayer y yo he sido tan idiota de no darme cuenta. Miro a Dux, y sin decir
nada sabe que me la voy a llevar. La alzo en brazos y ella se acurruca.
—¿A dónde me llevas? —pregunta con voz cansada.
—A donde perteneces, a mi habitación, a mi cama y a mi vida.
Capítulo 23
Eris

Senox me deposita en la cama con cuidado. Su habitación está decorada de


una forma en la que puedo decir que es suya, y huele a él. La luz inunda la
estancia y siento que el calor del sol me da energía.
—Voy a traerte algo de comer —susurra contra mi frente mientras me da
un beso.
Aparece casi al minuto con una bandeja llena de comida.
—Me alimenté demasiado de ti y no has repuesto fuerzas —dice con
vergüenza.
—No era el momento de comer, todavía no lo es, no hasta que el príncipe
aparezca —susurro.
—Ahora no te preocupes por eso.
Su forma tierna de hablarme hace que me dé cuenta de que desde el
principio él ha sido así conmigo. Ha sabido lo que necesito en cada
momento y ha cuidado de mí, sin embargo, yo solo he sabido ver lo que los
demás han querido pintar delante de mí. Me siento tan estúpida en este
momento.
—No eres estúpida —dice mientras me obliga a comer un poco de pan.
—¿Cómo has sabido lo que pensaba?
—¿Te han dicho algo de lo que es una Eterna?
—Solo lo que he leído por encima en algún libro.
—Bien, come y te contaré algunas cosas.
Se acomoda a mi lado, besa la punta de mi nariz y me rodea con su
brazo, me recuesto sobre él y pellizco el pan para que empiece a hablar. Se
da cuenta de mi jugada y se ríe, pero comienza a contarme.
—Una Eterna no es solo una mujer que se ajusta con nosotros bien en la
cama o que puede alimentarnos sin debilitar su energía vital. Una Eterna es,
básicamente, la mitad de nosotros.
—¿Algo así como tu alma gemela?
—No algo así, literalmente es la mitad de tu energía. Cuando el mundo
todavía estaba comenzando y no existían los humanos, los warlocks, ni
ningún ser más, la energía fluía libre. Que seas mi Eterna significa que una
de esas energías en un momento dado se dividió en dos y por eso, cuando
nos encontramos, nos completamos.
—Siempre he sentido que había algo entre nosotros, incluso cuando
estaba con Vanko. ¿Era eso?
—Sí, eran nuestras energías tratando de decirnos que era el momento de
volver a ser uno.
—¿Todos los warlocks tienen una Eterna?
—Solo nosotros cuatro, al menos en los últimos cientos de años, aunque
es una larga historia para la que voy a necesitar a Idy. Ella te podrá explicar
mejor por qué nosotros sí y el resto no.
Asiento porque no sé qué otra cosa hacer.
—¿Cómo nos unimos? ¿Hay alguna ceremonia?
Su pecho retumba y lo miro sin entender qué he dicho que sea tan
gracioso, besa de nuevo la punta de mi nariz y prosigue.
—Precisamente lo que hicimos de forma natural es lo que nos ha unido.
Me he alimentado de ti, he sido el primero, mientras nuestros cuerpos
estaban unidos.
Me sonrojo un poco y sigo comiendo el pan.
—Entonces, ¿podemos hablar con la mente?
—Bueno, sí, aunque eso requiere algo más de tiempo. De momento, si
nos concentramos podemos escuchar los pensamientos del otro. Puedo
encontrarte si lo hago.
—Eso me parece demasiado intrusivo —me quejo.
—Mi dulce caos quiere tener pensamientos pervertidos sin que yo lo sepa
—susurra y me besa.
Esta vez lo hace en los labios, de forma dulce, lenta y haciéndome sentir
de una manera tan especial que noto que el mundo se ha detenido a mi
alrededor solo para poder disfrutar de este momento.
Necesito contarle toda la verdad, que no solo estaba ahí cuando Milos le
contó a Ledi todo, en realidad me lo contaba a mí. Que yo era la que iba a
ayudarlo a entrar, la que probablemente lo ha hecho a través de Ledi. Me va
a odiar por ello, lo sé.
—Necesitas descansar —me dice en mi oído—, te dejo y en un rato
volveré para ver cómo estás.
No me da tiempo a preguntarle qué quiere decir cuando siento que todo
se ha vuelto negro. Lo siguiente que noto es un ligero toque en mi brazo, es
pequeño, pero insistente. Me doy cuenta de que me he dormido, y cuando
abro los ojos veo frente a mí a la pequeña Ayla
—Dicen que tú puedes saber dónde está Liro, tienes que decirlo para que
lo traigan a casa —suelta, y no entiendo nada.
Me siento en la cama y tiro una manta que, imagino ha colocado Senox
sobre mí, a un lado. Bajo mis pies y ella retrocede un paso.
—¿Qué quieres decir?
—Los he oído discutir. El tío Senox está seguro de que no sabes nada
más, pero mi mamá no se fía de ti, y yo tampoco.
—Vaya.
—La tía Aldara dice que eres buena, pero si lo eres y sabes dónde está
Liro, ¿por qué no lo dices?
—Yo no sé dónde está —le aseguro.
La niña comienza a llorar y no puedo evitar ponerme de rodillas, abrir
mis brazos y abrazarla.
—Mi prima pequeña no hace más que preguntarme que dónde está su
hermano y yo no puedo cumplir la promesa que le hice de que siempre lo
protegería —solloza.
Y como si algo hubiera hecho clic en mi cabeza al oír la palabra prima,
recuerdo la conversación de Ledi con esa mujer desconocida.
«—¿Está Milos al tanto de que ya hemos llegado? —pregunta Ledi.
—Sí, él ya lo sabe y el plan está en marcha. En la cantina de Adrika lo
puedes encontrar si necesitas contactar con él. ¿Es de fiar tu amiga?».

En mi mente comienza a elaborarse un plan. Tengo que arreglar esto y


tengo que hacerlo yo. Si les digo lo que sé puede que vayan con toda la
caballería y jamás lo encuentren, y en cuanto el loco de Milos se dé cuenta
de su error, de que Liro no es su hijo, entonces sí que estoy segura de que lo
matará. No lo puedo permitir.
—¿Sabes cómo puedo salir de palacio sin que me vean?
La niña me mira frunciendo el ceño con desconfianza mientras se limpia
las lágrimas de sus preciosos ojos. Es igual que su madre.
—Creo que hay una forma de encontrar a Liro, pero no pueden saberlo
por el momento —le explico.
—No nos mentimos en esta familia —me aclara.
Sonrío.
—Tienes razón, en las familias no se miente, por lo que vamos a hacer
una cosa, a ver qué te parece. Voy a escribir todo en una carta y se la vas a
entregar a la reina en cuanto yo salga de aquí. Eso no cuenta como mentira.
La niña se queda pensativa y finalmente asiente.
—Hay una manera, pero papá se va a enfadar —dice, frunciendo la nariz.
—Te prometo que en la carta voy a explicar que era necesario que lo
hicieras para que no puedan decirte nada.
Ayla sonríe y asiente.
Voy hasta el escritorio y cojo la carta con membrete real que me dio el
rey el día de mi compromiso con Senox. La había guardado ahí hasta
decidir qué pedirles, creo que es un buen momento para usarla.
Escribo rápidamente unas cuantas líneas, esperando que Senox no llegue
mientras lo hago. La luz del día comienza a morir fuera de la ventana, y sé
que han debido pasar unas cuantas horas. Cojo un abrigo de mi armario
porque no tengo ni idea de qué clima me voy a encontrar fuera. Todo el
mundo sabe que en la cúpula mágica que rodea el palacio siempre es
verano, pero fuera puede que sea invierno y de noche las temperaturas bajan
mucho.
Miro en la mesita de noche la bandeja con comida y mi estómago gruñe.
Me tomo el vaso de zumo de golpe y le doy un par de bocados a una
manzana antes de salir.
Ayla me dirige por unos pasillos que no sé muy bien a dónde llevan.
Cuando aparecemos en una puerta que da al jardín, la sigo mirando a todos
lados. El lugar es amplio, pero la noche comienza a ampararnos. Llegamos
hasta un muro alejado y trato de localizar la puerta por dónde salir o la
escalera por la que trepar, pero allí no hay nada.
—¿Estás segura de que es aquí? —le pregunto en voz muy bajita.
Ella me mira, sonríe y comienza a frotar sus manitas. Entre ellas veo un
destello que se hace algo más grande y el cual apoya en la pared. Dibuja un
rectángulo un poco más grande que ella y, de la nada, aparece el hueco que
necesito para salir de allí.
—Oh, Dios mío, ¿cómo lo has hecho?
—Este truco es viejo, deberías ver los nuevos —contesta orgullosa.
—¿Estás bien volviendo sola al palacio? —pregunto, viendo que hay una
distancia considerable y ya apenas se ve aquí afuera.
Ella rueda los ojos y me mira con condescendencia.
—Soy hija de Nero y Sarida, máximos representantes del ejército de
Alfoz, créeme, si alguien trata de interponerse en mi camino entonces el del
problema es él.
Lo dice con tal convencimiento que estoy por aplaudirle, pero me
contengo porque se supone que estoy tratando de huir sin ser vista, hacer de
animadora de esta pequeña guerrera no me va a ayudar.
Me pongo de rodillas y gateo para pasar por el hueco, y cuando estoy al
otro lado noto que hace algo más de frío, debe ser otoño. Saco la carta de
mi abrigo y se la entrego.
—Ten cuidado y tráelo de vuelta.
—Lo intentaré —le prometo.
—Esa no es la actitud adecuada —suelta, dejándome perpleja—, no
debes decir lo intentaré, debes decir lo haré.
Sonrío y asiento.
—Lo haré.
Ella se gira y sale corriendo con la carta en la mano hacia el palacio. Me
quedó allí mirando mientras veo cómo el hueco vuelve a llenarse con los
ladrillos del muro. Cuando termina de cerrarse, me levanto y camino hacia
lo que supongo es Alfoz 1.
No sé el rato que me lleva entrar en la ciudad, nunca he sido muy de
caminar, pero cuando lo hago me doy cuenta de que no tengo ni idea de
hacia dónde dirigirme. Las tiendas ya están cerradas y la gente que veo
rondar las calles no tienen pinta de ser precisamente el ciudadano del mes.
Camino metiendo mi cara en mi abrigo y agradeciendo haberme puesto
ropa algo holgada que no deja ver si soy hombre o mujer, ya que la capucha
tapa mi pelo. Me dirijo hacia una plaza que parece tener bastante vida y veo
que allí podría encontrar alguna respuesta. Paseo mirando a mi alrededor
hasta que veo a una mujer que parece haber acabado de alimentar a un
warlock salir de un vehículo bastante lujoso. Ella se tambalea un poco y la
ayudo a no perder el equilibrio.
—Vaya, gracias, casi me dejo los dientes en este asfalto —dice sonriendo
y enseñando una dentadura que si se le rompiera tampoco es que fuese una
gran pérdida.
—¿Necesitas que te acompañe hasta algún sitio?
—Oh, eres demasiado dulce para estar en esta plaza, ¿qué se te ha
perdido, preciosa?
—Estoy buscando a alguien y me han dicho que él se encontraba en la
cantina de Adrika, pero no tengo ni idea hacia dónde dirigirme. —Le sonrío
haciendo el papel de niña tonta.
Bueno, en este caso realmente lo soy. Ella me mira de arriba abajo y me
evalúa, trata de ver si le miento, pero no tengo pinta de hacerlo, ni de ser un
peligro, supongo que por eso asiente y levanta su mano.
—Si vas por esa calle y caminas cuatro cuadras a la derecha verás un
callejón, al final del mismo está la entrada. Pero no es un lugar para chicas
como tú.
Me encojo de hombros y le sonrío. Me despido y voy hacia allí,
ajustando más mi abrigo para evitar que alguien pueda creer que soy un
objetivo para cualquier cosa que se les ocurra.
Me cuesta casi media hora llegar, lo sé porque en la plaza había un reloj y
en la puerta de la cantina hay otro. Entro con toda la confianza que puedo
reunir y veo que algunas miradas se posan en mí en cuanto lo hago. Desde
luego que no es un lugar al que elegiría ir por voluntad propia, pero sé que
Milos está aquí y necesito conseguir verlo antes de que le ocurra algo a Liro
por mi estupidez.
Llego hasta la barra y espero a que el camarero acabe de limpiar el
vómito del suelo en una mesa junto a la ventana. Cuando regresa a su
puesto me pregunta qué quiero.
—Estoy buscando a alguien que sé que está aquí.
—Eso se ajusta a muchos en este lugar —se burla, mirando a su
alrededor.
—Esta persona es de fuera, y me dijo que cuando saliera de palacio lo
buscara en esta cantina —le indico en voz baja—. Soy Ledi.
Le miento porque espero que el tipo no sepa cómo es físicamente mi
amiga, no mi examiga, la mujer que pensé que conocía, pero que ha
resultado ser una perra del infierno. El camarero me evalúa un momento
como lo ha hecho la mujer de la plaza, y debe llegar a la misma conclusión
porque se acerca a una puerta que hay al final de la barra y que no había
visto, toca dos veces, una y dos veces más, y cuando se abre un poco dice
algo a alguien de dentro sin dejar de mirarme. Luego le contesta alguno a
quien no veo y finalmente me hace un gesto con la mano para que vaya.
Me acerco, esquivando un par de manos que querían tocar lo que no les
pertenece, y cuando estoy en la puerta, el camarero se va y esta se abre del
todo. Entro apretando los puños dentro de mi chaqueta para tratar de aplacar
el miedo. Veo a un tipo armado, lo recuerdo, estaba en el lugar al que fui
con Ledi a ver a Milos. Él me mira y me ordena que lo siga. Lo hago a
través de un par de pasillos, como la última vez. ¿Quién ha diseñado esas
cantinas con casas secretas? Parece que hay alguna en cada lugar al que
voy.
Me empuja dentro de una habitación y veo que Milos está de pie con una
copa en la mano, sonriendo. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo.
—Supongo que habrá un motivo por el cual te has hecho pasar por Ledi.
—Sí, he logrado hablar con la reina, me ha contado muchas cosas sobre
ti.
Mira hacia una puerta un instante y algo me dice que es ahí donde está
Liro, así que mi objetivo es averiguarlo mientras en mi mente grito el
nombre de Senox lo más alto que puedo a la vez que me concentro en él.
Espero que me escuche.
—Bien, tú dirás.
—La reina quiere salir de allí, tenías razón, ella te ama y Liro, el
príncipe, es tu hijo. Me ha pedido que la ayude a reunirse contigo.
El brillo de locura, posesión y amor que veo en los ojos de Milos me
asusta. Camino hacia la puerta en la que creo que retiene a Liro mientras él
llama a un guardia y le dice que lo preparen todo, que la reina va a llegar
antes de lo previsto. Pongo mi mano en el pomo y logro girarlo, pero
entonces una voz me sobresalta.
—¿Qué hace ella aquí? —casi grita Ledi en la entrada del lugar junto a la
mujer que vi hablando con ella en palacio.
—Ha venido a decirme que la reina quiere su ayuda para volver conmigo
—contesta Milos entusiasmado.
—Ella miente, ahora es la Eterna de Senox.
Los ojos de Milos se vuelven negros y saca un cuchillo de una funda en
su cinturón. Entro en la habitación y cierro la puerta con el pasador justo
cuando él se estrella contra ella.
—Vas a morir —gruñe al otro lado.
Muevo una cómoda como puedo para atrancar la puerta y retrocedo. Me
giro y veo al pequeño Liro en una cama conectado a una especie de suero.
Está como dormido. Llego hasta él y se lo quito con cuidado mientras al
otro lado los gritos homicidas de Milos me auguran una muerte poco
tranquila. No hay otras puertas, tampoco ventanas. La habitación es muy
grande, más que el salón desde el que intentan acceder, pero no hay
absolutamente nada que pueda usar para escapar o defenderme.
Cojo al niño en brazos y lo llevo hasta una esquina, lo apoyo en el suelo
y lo tapo con mantas mientras llamo a Senox en mi cabeza, desesperada. La
puerta comienza a ceder, veo las grietas abrirse y el rostro psicótico de
Milos asomar por una de ellas. Me localiza y sonríe. Mete la mano y abre la
puerta. Después empuja sin problema la cómoda que tanto me ha costado
colocar ahí y entra. Ledi está a su lado. Sonriendo triunfal.
—Bien —murmura Milos, llegando hasta mí mientras me coloco de pie
para proteger a Liro—, es hora de morir.
Clava su cuchillo en mi hombro y doy un grito de dolor que se ahoga
cuando mete algo de tela en mi boca.
—Esto no ha hecho nada más que empezar —se burla, y tiemblo porque
sé que voy a morir y no va a ser rápido.
Mi último pensamiento es hacia Senox, lamento no haberle dicho lo
mucho que lo amo. Ahora me doy cuenta, pero ya es tarde para sentir algo
más que no sea miedo.
Capítulo 24
Senox

Eris lleva demasiado rato durmiendo. La he revisado y puesto una manta


por encima hace como dos horas, y parece que necesitaba ese descanso
porque no me ha oído en ningún momento, ni siquiera cuando he besado la
punta de su nariz. Sé que si no le llego a inducir el sueño ella no lo habría
aceptado, pero ahora que la luz del sol hace rato que no está creo que es el
momento de traerla aquí de nuevo.
Liro todavía no ha aparecido y tengo un presentimiento que no me gusta
nada sobre todo este asunto. Me levanto de las escaleras de la sala del trono
y voy a desaparecer para ir a mi habitación cuando Aldara entra corriendo
como alma que lleva el diablo haciendo que todos nos paralicemos al verla.
—¿Qué ocurre? —pregunta Duxlan, llegando a ella de inmediato.
—Eris se ha ido a buscar a Liro —suelta mientras me entrega una carta
con el membrete real.
—¿Qué es esto? —pregunto mirando la letra que no reconozco.
—Es de ella, me la ha dado Ayla, parece que la pequeña la ha ayudado a
salir de palacio y le ha pedido que nos entregue esto.
Miro la carta con mis manos temblando, todos me observan expectantes,
así que la leo en voz alta para que nos enteremos a la vez de qué ocurre.
Aldara,

Escribo esto por varios motivos. Primero que todo quiero pedirte perdón
porque tu hijo ha sido llevado por Milos en parte por mi culpa. No es lo
que yo quería que pasara, me engañaron, pero eso no me hace menos
culpable ni logra que el príncipe esté contigo, así que por eso deseo que me
perdones si puedes alguna vez. Supongo que, si lo haces, el rey no podrá
negarme también su perdón.
Senox no sabe nada, no lo culpéis de forma alguna, él solo me ha tratado
bien mientras que yo le he mentido desde el principio. Ahora las cosas han
cambiado. Espero poder decírselo a la cara.
He ido a buscar a Liro. Soy consciente de que voy a necesitar ayuda, sin
embargo, también soy consciente de que si os digo lo que sé es probable
que Milos desaparezca con el niño y, cuando descubra la verdad, lo mate.
Es por eso que tengo que ir sola a su encuentro.
Solo pido un favor, y es que no vayáis en contra de mis padres, ellos me
criaron bien, soy yo la que ha fallado, la que no ha sido más que una niña
tonta que creía saber todo lo que necesitaba, y resulta que no tenía ni idea
de la maldad que hay ahí fuera.
Pídele a Senox que trate de encontrarme, mantendré a Liro a salvo hasta
que lo haga, lo prometo. Después me iré o aceptaré el castigo que creas
pertinente por mi traición. Y si estas son mis últimas palabras, solo dile que
lo amo y pídele que no me odie, sé que no lo merezco, pero no me siento
capaz de morir pensando en que él lo hace.
Eris

Aprieto el papel en mis manos y me concentro en ella, ahora mismo no


puedo pararme a pensar en las palabras que ha escrito sobre lo que siente
por mí. Necesito encontrarla. Todos a mi alrededor guardan silencio y nadie
comenta la carta de Eris. La rabia en mi interior bulle de forma
descontrolada. Siento mis ojos relampaguear. Nadie la va a tocar, es mía y
lo va a entender en cuanto la tenga conmigo de nuevo.
El grito de dolor que atraviesa mi mente y que proviene de Eris me pone
la piel de gallina, me transporto al instante y todos me siguen. La escena
que encuentro frente a mí me deja paralizado. Un Milos mucho más mayor
que la última vez que lo vi tiene a Eris ensartada con un cuchillo mientras
que Liro yace tras ella en el suelo arropado por mantas.
En cuanto Milos nos ve coge a Eris como escudo, le pone el cuchillo en
el cuello y Ledi, a la que ni siquiera había notado, se coloca a su lado,
apuntándonos con un arma.
—Suéltala —siseo en un tono de amenaza que no deja lugar a dudas de
que no va a salir de aquí con vida.
—No creo que la quieras cuando sepas lo que ha hecho —se burla Ledi,
y veo a Eris mirarme pidiendo perdón, ¿por qué?
—¿Estás bien? —le pregunto, viendo la sangre salir de la herida.
Asiente, pero no habla.
—No hay ningún órgano vital donde le ha clavado el cuchillo —me
asegura Tradiel a mi lado.
—Milos, acaba con esto —le pide Aldara, dando un paso hacia él.
De inmediato, Duxlan se pone delante y el tipo se ríe como un loco.
—¿No te has dado cuenta de que ella me ama? —le pregunta a mi amigo
totalmente convencido de lo que dice.
—Si lo hiciera la dejaría libre —le asegura Dux.
Por el rabillo del ojo veo a Nero y Sar en la habitación contigua junto a
su grupo de la Élite. No han revelado su posición para poder atacar por
sorpresa.
—Milos, no te amo, y lo que le has hecho a Liro solo hace que si tengo
que sentir algo por ti sea odio —sisea Aldara cabreada.
—¿Ah sí? Vamos a ver si soy el único que merece ser odiado por aquí.
El tipo parece haber perdido la poca cordura que le quedaba. Se gira un
poco hacia Ledi y sonríe.
—Querida, cuéntales cómo en realidad murió Annetria.
Catriel se tensa a mi lado y los ojos de Eris se amplían. Ledi pone una
cara de satisfacción que desearía borrar de un puñetazo, pero me contengo;
el cuchillo está demasiado apretado contra Eris y no quiero que la dañen.
—Esa estúpida murió a manos de Vanko, y me alegro de que lo hiciera
porque tú asesinaste al amor de mi vida, pero al menos él logró que Eris
pensara que habías matado a su madre.
Me señala y no entiendo nada de lo que dice.
—El bolígrafo verde —susurra Eris, como si lo entendiera todo.
—Sí, idiota, tú misma me diste la clave para armar el plan —se burla
Ledi.
—¿Por qué? —pregunta en un susurro mi Eterna, y ella rompe a reír.
—Oh, vamos, era demasiado fácil. En cuanto Vanko se dio cuenta de que
lo mirabas cuando ibas al mercado con tu madre, se nos ocurrió la idea de
que él te enamorara y yo me hiciera tu amiga. Ya follábamos entonces. Fue
tan sencillo que me da hasta vergüenza reconocerlo.
—¿Qué ganabas tú con la muerte de Annetria? —pregunta Catriel a mi
lado con la mandíbula apretada.
—El dinero que Milos nos iba a pagar, por lo visto le venía bien que esa
mujer desapareciera y nos iba a pagar mucho por ello.
—¿Has visto, Ald? No soy el único que merece ser odiado, aunque tengo
por aquí a una chica mala también —se burla Milos, apretando un poco más
el cuchillo contra la piel de Eris—; díselo, cuéntales a todos que en realidad
he podido llevarme a Liro gracias a ti.
Eris me mira y veo que lo que dice este tarado es cierto. Eso me
confunde. Él aprieta su agarre y ella comienza a hablar.
—Milos me pidió que lo ayudara a rescatar a Aldara y a Liro, para ello
pensamos que lo mejor era enamorar a alguno de vosotros.
—Y yo caí como un imbécil —concluyo.
Ella asiente y la risa de Milos y Ledi me hacen temblar de la rabia.
—¿Ya te das cuenta, Ald, de que no soy tan malo?
—No me llames así —gruñe la reina.
—Yo no maté a Vanko —declaro, haciendo que Ledi se calle.
—¿Qué has dicho?
—Que yo no lo maté, me alegro de que esté muerto, pero no es mérito
mío —suelto, sabiendo que eso la va a desestabilizar. Lo que no sabía era
que fue Milos quien lo hizo, cambia su cara y me dice lo que imaginaba—.
Quizás quieras preguntarle a tu amigo.
Ella se gira y mira a Milos, que solo se encoge de hombros. La rabia
inunda a la chica que lo apunta con el arma, pero no acierta. Milos es más
rápido, y con un golpe certero mete el cuchillo en su garganta con una mano
mientras que con la otra aprieta la herida de Eris, haciéndola gritar de dolor.
Saca otro cuchillo, y esta vez a quien apunta es a Liro.
—¡No! —ruge Duxlan.
—Milos —lo llama Aldara, y él la mira—, si alguna vez me quisiste no
le harás daño.
—Di que es mío, que este niño no es de él, que me pertenece como lo
haces tú —ordena, pero la reina no se doblega ante nadie.
—No, él no es tuyo, ni yo tampoco.
La rabia contenida dentro del loco de Milos hace que emita un grito que
parece provenir del infierno antes de abalanzarse hacia el niño. Eris se
interpone y logra detener el cuchillo que iba al cuello de Liro, dejando que
atraviese su mano.
Aldara corre hacia él, saca el cuchillo del cuerpo inerte de Ledi y se lo
clava en el corazón a Milos. No solo lo ensarta, lo gira y lo hunde hasta que
la vida abandona sus ojos y cae en el suelo desplomado.
Llego hasta Eris y veo que acuna su mano contra su pecho, el cuchillo
aún en ella. Miro a Tradiel, que está revisando a Liro, y decreta que solo
está sedado. Luego se acerca a Eris y le quita el cuchillo, después posa sus
manos sobre la sangre y la cierra. Yo lo observo todo a cierta distancia.
Quiero abrazarla, pero al mismo tiempo no olvido que ella me mintió. Que
por eso casi muere Liro, al que quiero como a un hijo, y que es probable
que la declaración de amor que hizo en la carta fuese solo parte de la farsa
para tratar de mantenerse con vida en caso de que lo demás fallara. O puede
que, simplemente, se haya enamorado de mí como yo de ella, pero ¿cómo
puedo estar con alguien en quien no confío?
Volvemos a palacio y dejo que Catriel lleve a Eris. Ella me mira con
lágrimas en los ojos y yo no soporto verla en brazos de otro hombre.
—Esto es lo que tenía que pasar —dice Idy a mi lado en cuanto llegamos
a la sala del trono, donde nos esperaba.
Dux y Aldara están con Liro. Nero y Sar se han quedado con los de la
Élite buscando pruebas y llevando preso a todo aquel que pudiera ser parte
de todo lo que ha pasado. Van a pasar horas torturando a todo aquel que
pueda haber estado involucrado en todo este asunto. Solo estamos Tradiel,
Catriel, Idy, Eris y yo en este enorme salón.
—¿Ella tenía que traicionarme? —pregunto dolido.
—Tenía que elegir, y lo ha hecho. Ha preferido el lado de los buenos.
—A veces es tarde.
Veo que Eris trata de llegar a mí, pero niego con la cabeza.
—Supongo que esto es un adiós —murmura, tratando de no llorar.
—Supongo que sí —le contesto, sabiendo que todo dentro de mí grita
que la abrace y la bese.
—Siento no haber estado a la altura de tu amor.
Susurra algo a Catriel, este me mira, asiente y desaparece con ella. Veo el
vacío que dejan durante un minuto entero antes de que Tradiel me golpee la
cabeza.
—¿Tú eres idiota?
—No es el momento.
—Claro que lo es, ella te ama, lo ha dicho, y tú a ella. Déjate de mierdas
y reúnete con tu Eterna.
—No es tan fácil, Tradiel, no puedo confiar en nada de lo que ha pasado
entre nosotros porque la duda de si era real o no siempre va a estar ahí. Casi
perdemos a Liro por su culpa, ¿no lo ves?
—Lo único que veo es que estás dejando pasar la oportunidad de ser feliz
por gilipollas.
Me voy de allí y aparezco en la sala de meditar de la Torre Azul, el lugar
en el que la he convertido en mi Eterna. Y lloro, grito y destrozo todo lo
que tengo a mi alcance, bebo durante días y dejo que mi dolor se lo lleve el
vino. Hasta que Tradiel, Duxlan y Nero me recogen un mes después de la
taberna, me meten en la ducha y dicen algo que hace que todo cambie.
—¿Cuándo vas a sacar la cabeza de tu culo e ir a por tu mujer? —
pregunta Duxlan cabreado—. Eres el único que no la ha perdonado.
Y en ese momento entiendo que he sido un gilipollas, que da igual todo
lo que haya pasado entre nosotros, que el futuro lo podemos construir con
nuevos recuerdos, unos reales que valdrán más que los que quiero olvidar.
Pero antes de que pueda contestar a su pregunta, Tradiel suelta algo que
hace que mi mundo se tambalee.
—Eris se muere.
Epílogo
Eris

Ha pasado un mes desde que vi por última vez a Senox. Catriel se ha


mudado a la casa de mis padres y pasea cada día por el jardín conmigo. Hoy
es uno de esos días en los que tengo fuerzas suficientes como para hacerlo,
por lo visto esto irá cambiando rápidamente según me ha dicho Tradiel; aun
así, no quiero que Senox se entere.
—¿Habéis sabido algo más de Analsa y su bebé?
—No, seguimos buscando respuestas —responde Catriel con tristeza en
sus ojos.
Tengo que parar un momento porque me mareo ligeramente.
—Deberías decírselo, él tiene que cuidar de ti —insiste Catriel, como
cada día.
—Ya viste su mirada, lo nuestro se acabó. No te voy a mentir, tenía la
esperanza de que una vez que todos me perdonaron y vinieron a verme él
también lo haría, pero eso no ha pasado.
—Es un idiota, necesita algo más de tiempo, quizás si le contaras sobre tu
estado la cosa se aceleraría.
—No, lo prometiste, todos lo hicieron.
—Tu salud está en juego —insiste nuevamente.
—Encontraré la forma —le digo, y veo que sonríe tras de mí.
Me giro y veo a Senox de pie, mirándome, con pinta de no haber
dormido mucho últimamente y asombrado por lo que tengo ahora mismo
entre mis manos. Froto mi abultada tripa y espero a que él hable primero.
—Me dijeron que te estabas muriendo —susurra.
Catriel se ríe a mi lado.
—Supongo que los chicos encontraron la manera de hacerlo venir —se
burla, antes de desaparecer y dejarnos solos a Senox y a mí.
No sé qué hacer. La última vez que lo tuve delante dejó claro que no me
quiere cerca. Que no se fía de mí, que no estuve a la altura.
—No iba a ocultártelo, solo que hasta su nacimiento no iba a contártelo
—le explico cuando noto que no deja de mirar mi tripa.
No dice nada, avanza hasta donde estoy y se tira al suelo de rodillas,
haciendo que me quede paralizada por la situación. Comienza a llorar y se
abraza a mi cintura, a la altura a la que su hijo está dentro de mí.
—Lo siento, perdóname, soy idiota, te amo, déjame ser el padre de este
niño.
Mis ilusiones se rompen viendo que no le intereso yo sino esta criatura
que no tiene la culpa de que yo sea su madre.
—Nunca lo alejaría de ti —le aclaro, y él se levanta, besa mi tripa, la
punta de mi nariz y me mira con sus manos en mi cara.
—¿Y me dejarás ser tu otra mitad? —pregunta casi rozando sus labios
con los míos.
—Siempre lo has sido, yo soy la que…
—Shhh —me silencia—, no estuve a la altura de ti, de nuestro amor, de
nuestra historia. Pero tengo toda la vida para enmendar mis errores.
Las lágrimas brotan de mis ojos sin control. Saca una venda azul, parece
la misma que usamos el día de nuestro compromiso, y me la coloca con
delicadeza. Yo dejo que lo haga y tiemblo bajo el toque de su piel contra la
mía cuando sus dedos rozan mi mejilla.
Vuelve a besar mi nariz, luego mi vientre y finalmente mi frente. Siento
que quita la venda y cierro los ojos. Mi corazón se acelera y creo que se va
a salir de mi pecho en cualquier momento. Cuando los abro, Senox está
mirándome a escasos milímetros y repite las palabras que un día dijo,
cuando todavía no sabía que yo ya era suya.
—Eris, ¿quieres ser mi esposa?
—Sí.
Y desde ese día, tal y como prometió, hizo que olvidara todo lo que había
ocurrido, al igual que hizo él; y ambos descubrimos que el pasado solo es
una hoja del libro de la vida, que leer el mismo capítulo no lo cambia y que
juntos estamos completos.

Fin
Ahora los warlock están junto a sus Eternas, y esta historia llega a su
fin... ¿o no?
Epílogo 2
Idy
Mi padre ha llegado a visitarme como cada semana. Disfruto de pasar
tiempo a su lado. Han pasado cien años desde que Senox convenció a Eris
de que fuera su mujer, lo cual es divertido teniendo en cuenta de que el
título de Eterna es mucho más vinculante y ya lo ostentaba.
Veo a Liro y a Ayla entrenar en el bosque morado. No me acerco porque
prefiero que no me vean. Malakiel a veces los asusta, y ahora mismo está a
mi lado.
—Vaya, sí que han creído estos dos —dice mi padre mirando a los hijos
de Aldara, Duxlan, Nero y Sar.
—Liro casi ya tiene su mayoría de edad, y Ayla es toda una mujer.
—Como mis nietos, que han crecido demasiado rápido —se queja.
Nos ponemos al día sobre lo que ha pasado en esa última semana
mientras el sol nos calienta desde lo alto en el cielo. Escucho las voces de
Ayla y Liro, y por el tono parece que discuten.
—Esos dos son como el perro y el gato —me río.
De pronto, el sol parpadea. Sí, lo hace, titila como una estrella y veo que
mi padre sonríe.
—¿Qué ha sido eso? —pregunto preocupada.
—La señal de que, ahora sí, la nueva era ha comenzado.
—¿A qué te refieres?
Papá señala hacia los árboles, y cuando me vuelvo me quedo paralizada
ante la imagen que encuentro: Liro y Ayla se besan contra un árbol que
parece tener un color especialmente más vivo que los demás. Noto a papá,
que se acerca a mí y me susurra:
—Ellos son el inicio de la nueva era, ahora sí que el mundo que
conocemos está a salvo.
Agradecimientos

Ahora sí que esto se ha acabado, bueno, ya habéis visto que como


siempre no cierro las puertas aunque sería un proyecto para dentro de
mucho tiempo.
Muchas gracias por estar en cada página, con cada uno de nuestros chicos
y chicas y simplemente por haberos cruzado en mi camino.
Os quiero, como quiere un pato, ¡¡¡patodalavida!!!
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Todo lo que sabe es que un hermano necesita que cuide a alguien de su
familia…

Soy Tessa, y mi familia, no la de sangre, sino la que he elegido, me


manda lejos para que nadie me encuentre.
Soy James «Diablo» Morrison, presidente de los Killer of Souls. No
somos un club de moteros para esconderse, hacemos ruido, mucho; pero
quizás es que tampoco ella quiera esconderse, quizás es que ese, es el
problema...

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Él lo conocía todo de mí y, aun así, me quería

¿Qué voy a hacer ahora que mi mejor amigo se ha ido?

¿Cómo puedo respirar sabiendo que ya no estas?


Cya acaba de perder a su mejor amigo, la mitad de su alma. Está
destrozada y no quiere nada más que comer, ver series en Netflix y dejar
que pasen los días. Pero su amiga Samantha no va a permitir que eso pase,
¿por qué? Porque primero tiene que reclamar la herencia millonaria que Preston le dejó antes de que
alguna mujer usurpe ese lugar.

Jack se acaba de enterar de que su mejor amigo acaba de morir y, como


último deseo, le pide que cuide de una mujer que no conoce, la cual ha
heredado toda su fortuna. Pero ¿es ella realmente la heredera o solo otra
cazafortunas? Y ¿Quién es la joven que ha empezado a trabajar en su casa y
a la cual no puede sacarse de la mente?

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Necesitaba el dinero y lo único que tenía era mi cuerpo, así que me
vendí. Eso no significa que vaya a ser una esclava toda mi vida, no. Voy a
escaparme y empezar de cero, lejos de todo y de todos, pero por el
momento tengo que aguantar. Cuando pienso por qué lo hice, toco mi
cicatriz y todo queda claro.

Solo la vi una vez y no pude quitármela de la cabeza. Ella es mía desde


ese momento, no tuve más remedio que ordenar que la trajeran ante mí y
comprarla, no tengo tiempo de romances y flores. Espero que no le lleve
demasiado comprender que ella es para mí, que estamos hecho para estar
juntos. Ahora soy su dueño, su jefe si prefieres suavizar la situación, al fin y
al cabo, su trabajo es complacerme, aunque ella crea que vino a mi casa a
limpiar. Pronto descubrirá su error.

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Olivia acaba de ser despedida porque han descubierto que sus
acreditaciones son falsas. Todo por culpa de la secretaria de su jefe, al cual
no ha tenido ni tiempo de conocer. Sin embargo, no va a dejar las cosas así,
y menos después de una noche de alcohol. Lo que tiene claro es que piensa
vengarse de ella.

Kenneth Crown, dueño de TransOcean, acaba de salir del hospital tras ser
atendido por sobrecarga de trabajo. A sus treinta años ha conseguido lo que
el resto a los cincuenta. El primero en llegar, el último en irse. Lo que
menos podía imaginar es que una morena con un diminuto vestido
irrumpiera en su oficina en mitad de la noche y se la pusiera dura con tan
solo mirarla, pero ¿quién es ella?

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¿Conocéis la historia del Patito feo? Pues esta es la historia del cisne que
quería ser Patito.

Cansada de ser juzgada por su aspecto Molly Stone se muda al otro lado
del país a vivir con su ex novio del instituto que además es su mejor amigo
y regenta el título de rompecorazones del campus. Mejor dicho, comparte
titulo con el mismo que comparte piso, Mason Somerfield

Su mejor amigo y compañero de piso le ha pedido que por favor deje que
se mude con ellos su ex novia del instituto. Esto no puede acabar bien,
ninguna mujer aguanta la puerta giratoria de mujeres que pasan por su piso
y él no piensa cambiar.

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Maia Ross está preparando su boda, el día de su despedida de soltera
descubre algo que le hace replantearse todo. Sube a una azotea para intentar
despejar sus ideas y allí es lanzada por una mujer que no conoce hacia una
muerte segura…o eso cree…Maia despierta y ve como se aleja de la Tierra
¿Cómo es eso posible?
Tahiel, general de la milicia taerrana, ha estado enamorado de Zaera
tantos años que ya no recuerda la época en que no era así. Pero ella no le
corresponde, ella está enamorada del imbécil de Lick. Un tipo que no la
aprecia lo suficiente como para no jugar a este estúpido juego de simulación
de vida real, un tipo tan idiota que se ha enamorado de una taerrana de nivel
inferior enviada a ese planeta. Tahiel solo quiere ver feliz a Zaera y hace
algo que nunca pensó que haría, compra a esa humana como mascota para
ayudar a Zaera.Todo iba a ser fácil, tener una mascota no puede ser muy
complicado ¿no? Pero cuando Maia aparece ante él sabe que todo va a ser
diferente, ella no es lo que esperaba y ambos lo saben.
Earth Game: un juego que te cambiará la vida.

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La Gran Guerra marcó un antes y un después en la Historia de la
humanidad. Los seres sobrenaturales que antes se escondían se unieron para
luchar contra los humanos. La guerra no fue justa, los seres sobrenaturales
ganaron sin apenas bajas y doblegaron a sus enemigos posicionándolos en
la base de la cadena alimentaria. Han pasado siglos de eso y hoy en día los
perdedores conviven en ciudades cúpula dirigidas por vampiros, cambiantes
y brujos o aislados en asentamientos humanos de los cuales nadie sale…
hasta ahora.
Kiara es huérfana en un asentamiento humano lo que significa que es
esclava de sus propios padres adoptivos y que jamás ha salido de su ciudad.
Pero gracias a Joe, un anciano a quien considera familia, logra llegar a
Ciudad V para hacer las pruebas de Riders y así pagar la deuda que como
huérfana tiene.
Eirian es el mayor de los hermanos Bane, nunca muestra sus sentimientos
y sabe controlarlos como nadie, pero le basta un solo encuentro con Kiara,
mirarla a los ojos, oler su sangre, para que todo su mundo se desmorone.
Ahora necesita hacerla suya incluso si ella no quiere.Un vampiro milenario,
una humana inocente y muchos secretos que desvelar, aunque al final tan
solo importa una cosa… tu sangre, es mía.
SERIE COMPLETA DE 4 LIBROS

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