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©RachelRP
Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios. Cualquier semejanza
con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.
Veo cómo Senox no puede parar de reírse y quiero matarlo. Los hombres de
mi padre llegan alertados por mi grito, y ahora no solo he hecho el ridículo
delante de este idiota, también de las personas que viven conmigo.
—Está todo bien, podéis iros —les pido a los de seguridad mientras me
levanto de la fuente con mi vestido amarillo empapado.
Pesa una tonelada más.
Casi vuelvo a caerme de culo tratando de enderezarme, pero Senox me
agarra del brazo y me estabiliza. Me suelto como si su toque quemara. No
me gusta lo que siento con él. No es como Catriel, no le tengo miedo ni
repulsión, tampoco me agrada; sin embargo, me hace sentir cosas que me
desconciertan. Me hace sentir viva su forma de tratarme, ¿eso tiene sentido?
—Debería volver a mi habitación y dejar de entretenerte, creo que
alguien te espera —se burla mientras se da la vuelta y camina hacia su
balcón.
—Idiota —murmuro a la vez que le saco la lengua.
—Te he oído —se ríe—. Y visto.
Se vuelve y me saca la lengua de vuelta, ¿cómo lo ha sabido?
Cuando lo veo cerrar el balcón sin siquiera mirarme una vez más, vuelvo
hacia mi propio patio privado donde Ledi me espera con Vanko. En el
momento que llego ella desaparece, como siempre.
—¿Estás bien, mi amor? —me pregunta Vanko, abrazándome.
Me fundo con él y respiro su aroma. Me tranquiliza. Me siento a salvo y
segura. Como si el mundo pudiera explotar a mi alrededor y no dudaría en
que no me tocaría ni una esquirla gracias a él.
—Sí, aunque espero que ese hombre se largue pronto de aquí.
—Me vio.
—Lo sé, pero parece que no va a decir nada.
—¿Estás segura?
Asiento.
He estado enamorada de Vanko desde que tengo uso de razón. Es el
primo lejano de Ledi, un herrero del pueblo, alguien sin demasiado poder
económico, pero con un gran corazón. Nunca imaginé que él también
pudiera sentir lo mismo por mí. Sin embargo, hace poco más de un año se
me declaró. Desde entonces soy la mujer más feliz del mundo, aunque de
momento tengamos que mantenerlo oculto por la diferencia social que
existe entre nosotros.
Hablamos sobre nuestro día. Le cuento acerca de mis amigas y su inusual
matrimonio, de lo felices que se les ve. Esto hace que se le cambie la cara a
Vanko.
—Estoy empezando a cansarme de esto, amor —suelta de pronto, y el
frío del agua, que hasta ahora me había refrescado solo, penetra hasta mis
huesos.
—¿A qué te refieres?
—Te amo, lo sabes, y quiero que seas mi esposa ante los ojos de todos,
pero no que te avergüences de mí.
—No lo hago.
—Es lo que parece.
Me besa y entiendo que tiene razón. Para él debe ser difícil. Estoy segura
de que Ledi le ha comentado algo sobre Catriel y sus posibles intenciones
conmigo. Si estuviera en su lugar no me haría nada de gracia saber que otra
lo pretende, aunque no estuviera interesado.
—Creo que ha llegado el momento de hablar con mis padres —declaro
tras separarnos un poco.
—¿De verdad?
—Sí, solo te pido que esperes unos días a que los que han venido a casa
se vayan para poder hacerlo tranquilamente.
Me abraza y me besa ilusionado. Esto se va a hacer real, y mi corazón se
acelera solo de imaginarlo. Baja su boca sobre la mía y me vuelve a besar.
Es tierno. Siempre lo es. Con él vivo mi propio cuento de hadas, todo es
dulzura y amor, y no puedo esperar a poder gritarle al mundo que él es mío
y yo soy suya.
—¿Qué pasa si tu padre o tu madre se opone? —pregunta tras nuestra
ronda de besos.
Suspiro, no creo que eso ocurra. Ellos siempre me han dicho que para mí
no hay nadie prohibido, aunque es posible que se refirieran a otra cosa, más
como a que puedo estar tanto con un warlock como con un humano.
Siempre y cuando yo esté enamorada a ellos les parecería bien. Bueno, y,
por supuesto, que el hombre al que elija debe estarlo igual o más de mí.
—Ellos estarán de acuerdo —susurro.
—¿Y si no? —insiste.
—Entonces tendrán que entender que es mi vida y mi decisión. Me iré
contigo y no volverán a saber de mí.
Bueno, puede que haya exagerado un poco, no creo que fuese capaz de
no volver a ver a mis padres en la vida. Estaría enfadada un tiempo, como
ellos, pero acabaría encontrando la manera de resolver las cosas. Los amo y
los quiero en mi vida y en la de mis hijos el día que los tenga.
—¿Dejarías todo esto por mí? —pregunta incrédulo, mirando alrededor.
Vanko se ha criado sabiendo lo que es que no tengas comida en tu mesa o
zapatos en tus pies. Hasta que empezó como ayudante del herrero no pudo
llevar un sueldo a su casa. Todo esto lo supe tiempo después, cuando me
hice amiga íntima de Ledi; hasta entonces solo lo amaba en la distancia,
viéndolo de vez en cuando por la plaza los días de mercado que mamá y yo
salíamos a disfrutar de un paseo.
—Claro que lo haría, el dinero no es importante si no puedo ser feliz con
quien lo comparto.
Y esta vez no miento ni exagero, podría dejar todo esto atrás sin ningún
problema. Mis padres me han criado como a una señorita, sí, pero también
como a una mujer independiente. Sé leer y escribir perfectamente, manejo
los números y sé cocinar, también puedo coser y encargarme de las tareas
básicas de un hogar. De pequeña me quejaba porque era la única niña que lo
hacía, ahora me alegro de que me obligaran a valerme por mí misma.
—Pero yo no quiero que dejes atrás todo tu dinero —me dice algo
enfadado, como si la herencia estuviera incluida en nuestra relación.
Su respuesta me deja perpleja. Nunca he pensado que el dinero le
interesara; a ver, no soy idiota, a nadie le amarga un dulce, sin embargo, no
creí que fuese materialista en este sentido, al menos no demasiado.
—¿Prefieres que sigamos así con dinero a tener que perder todo, pero
salir a la luz? —pregunto, tratando de entender al hombre que amo y que
ahora no reconozco, aunque esté de pie delante de mí.
—Eh… no, eso no es lo que quiero decir.
Alzo las cejas algo enfadada. Desde el inicio de nuestra relación le he
dado dinero, no demasiado, lo suficiente para mantener a su familia; sé que
le duele no hacerlo él mismo, sin embargo, una de las cosas que me
enamoraron de Vanko fue que pudiera renunciar a su orgullo de hombre por
el bienestar de los suyos.
—Amor, te quiero, no me gustaría que pasaras incomodidades o hambre
por estar conmigo.
Su explicación me deja un nudo en el estómago.
—¿Me crees?
Asiento, porque decirlo en voz alta sería mentir.
Capítulo 5
Senox
Miro a Senox a mi lado y trato de poner distancia, pero parece que cuando
me alejo dos pasos él se arrima tres. Lo hace de forma deliberada, la sonrisa
que quiere salir de sus labios y que trata de contener lo delata, sin embargo,
eso no es lo que más me molesta. Lo que realmente me molesta es que me
gusta este tipo de juego que se trae, como si no le importara de quién soy
hija ni el dinero que tengo, me trata como a una mujer más. ¿Cómo de mal
estoy para que me guste esto viniendo de un hombre cuya pareja se presentó
aquí hace dos días como una loca?
—¿Otra vez pensando en mi precioso culo? —pregunta, alzando las cejas
mientras mordisquea el dichoso boli verde.
—¿Tienes algo romántico con ese bolígrafo? —le suelto, repitiendo su
gesto de alzar las cejas—. Lo digo porque no hay día que no lo uses y lo
metas en tu boca, es asqueroso.
Hay como cincuenta bolígrafos aquí y siempre usa ese, solo ese. Y no es
lo peor, lo esconde para que no pueda tirarlo.
—¿Envidia? —responde, y no puedo evitar rodar los ojos a lo que él
suelta una carcajada.
Seguimos revisando los papeles de cuando todavía vivía mi mentor. Ver
su letra me remueve algo por dentro. Es una mezcla de nostalgia y tristeza
que me cuesta ocultar.
—Debo reconocer que quien hizo esto sabía muy bien llevar las cuentas
—murmura, colocándose por encima de mí que estoy sentada en la silla del
escritorio. Sus brazos quedan a cada lado de mi cuerpo atrapándome, y su
aroma me envuelve. Miro hacia arriba y él hacia abajo, sonríe y besa la
punta de mi nariz.
—Deja de hacer eso —me quejo.
—Cuando deje de gustarte que lo haga —contesta, y me levanto como
puedo para salir de allí porque, aunque me jode que me lea tan fácilmente,
no miente.
—Tengo que irme ahora, lo dejamos para mañana.
—¿Has quedado con tu enamorado? —pregunta, sentándose en la mesa
con una amplia sonrisa.
—Shhh —le ordeno callar mirando a todos lados—. Es algo que no le
incumbe a nadie, mucho menos a ti.
—Así que ni papi ni mami lo saben, ¿eh? —Hace unos ruiditos con la
boca meneando la cabeza en negación—. Chica mala, puede que tenga que
avisarles.
—Haz lo que quieras, no me escondo por vergüenza, sino por
practicidad.
Se levanta y llega hasta mí. Camino hacia atrás hasta que mi espalda está
pegada a la pared, junto a la puerta. Él se agacha y me mira a los ojos.
—Si hiciera lo que quiero te aseguro que en esta habitación iba a haber
muy poca vergüenza —me susurra al oído.
Abro los ojos asustada, no por lo que ha dicho, sino porque ha hecho que
algo punce en mi centro, abro la puerta y salgo de allí huyendo mientras
escucho su risa por el pasillo hasta que salgo al jardín.
Miro por encima de mi hombro para asegurarme de que no me ha
seguido, y respiro aliviada cuando compruebo que no lo ha hecho. Veo a
Ledi esperarme en la puerta de mi ala con la ropa que me pondré en cuanto
salgamos de aquí. Como muy bien ha adivinado Senox, he quedado con
Vanko.
—¿Por qué vienes tan agitada? —me pregunta mi amiga.
—No es agitada, es cabreada. Senox es de lo peor, me saca de mis
casillas —le explico mientras salimos por la puerta del servicio que usamos
cuando no quiero que sepan dónde voy.
Llegamos caminando hasta unos árboles y arbustos que me sirven de
biombo y me cambio de ropa a una más humilde que me deja Ledi.
—Lleva aquí unos días y parece que te afecta mucho lo que hace —
continúa Ledi.
Es mi sirvienta, aunque solo de cara al exterior. En realidad, es mi amiga,
y por eso puede decirme cualquier cosa sin miedo a que me enfade.
—No es que me afecte, pero tiene un carácter que…
No sé describirlo. Ni siquiera tengo claro que quiera hacerlo porque hay
muchas cosas que me gustan de él y que podría hacer que Ledi las
interpretara como lo que no es.
—¿Carácter? —prosigue como si quisiera sacarme si hay algo entre
Senox y yo.
No le he dicho la costumbre que tiene de besarme la punta de la nariz
cuando estamos solos porque creo que podría decírselo a Vanko y este
enfadarse. Que no hay motivo, él lo hace para cabrearme, no hay nada más
allá de eso. Lo mismo que los comentarios subidos de tono que tanto le
gusta soltarme. Creo que me ve como a una niña y trata de avergonzarme.
No lo va a lograr, puede que él me vea así, pero puedo asegurar que mi
cuerpo es de mujer y que Vanko lo conoce muy bien.
—Por ejemplo —le contesto, saliendo de los arbustos con la ropa que me
ha dejado y escondiendo la mía entre la maleza—, hay un bolígrafo verde,
uno en particular, que siempre usa, es como que no quiere ningún otro. Ni
idea de porqué. Y lo único que hace es morderlo y hablar con él en la boca.
Hasta lo esconde para evitar que me deshaga del dichoso boli.
Ledi pone una mueca de asco y yo asiento.
—Vale, sí, es un poco insufrible —reconoce mi amiga.
Bueno, no voy a mentirme. No lo traga. Desde que llegó se tienen cierta
animadversión que no entiendo de dónde viene, pero que va en ambas
direcciones.
—Vamos, Vanko debe estar ya esperándonos.
Ledi me coge de la mano y corremos por el camino como dos mujeres
libres que no tienen que preocuparse de nada más que de ser felices.
Llegamos al almacén que hay cerca del pueblo donde siempre me reúno
con mi novio. Él me espera dentro, y cuando lo veo salto a sus brazos. Está
medio abandonado y nadie va por allí. Mi padre es el dueño, pero hace años
que no lo usan para nada más que guardar algunos carromatos antiguos o
útiles que, aunque no están rotos, ya están anticuados.
Ledi nos deja solos y cierra la puerta cuando sale. Nos besamos y nos
tocamos como si no nos hubiéramos visto en meses. Con él siempre es así.
Dice que no tiene suficiente de mi cuerpo. Sin embargo, no lo hace de
forma brusca. Me besa con delicadeza, incluso cuando baja por mi cuello y
llega a mi pecho. Me arqueo y quiero pedirle que sea un poco más brusco,
pero me da vergüenza hacerlo, ¿qué pensaría de mí?
Mete su mano debajo de mi corsé y agarra mi pecho frotando mi pezón
con su dedo a un ritmo demasiado lento. Quiero que me levante la falda y
me sostenga contra la pared mientras me embiste, pero eso no va a pasar.
Vanko es un amante dulce y tranquilo. No como Senox, creo que él sería
más del tipo salvaje que te rasga las bragas y te penetra sin esperar a saber
si estás cómoda o a quitarte la ropa por completo. Mis pezones se
endurecen pensando en él y me siento horrible cuando me doy cuenta de
que es la boca de Vanko la que está sobre mí mientras yo pienso en otro
hombre.
—Mi preciosa dama —susurra, mordiendo ligeramente y haciendo que
me quede con ganas de sentir la punzada de dolor de sus dientes apretando
contra mi carne.
—Más fuerte —suplico, y él comienza a lamerlos más rapido sin
entender que eso no es lo que le he pedido.
Poco a poco me lleva hasta la cama que tiene preparada para mí, la que
se encargó de construir de forma rústica porque una señorita como yo es lo
que se merece, y me tumba con él encima. Se coloca a mi lado y sube mi
falda sin dejar de lamer mis pechos. Busco a tientas su polla, y cuando meto
mi mano en sus pantalones la noto dura como una piedra. Le doy un ligero
apretón y gime. Él comienza a jugar con sus dedos en mis pliegues y va
introduciendo poco a poco un dedo, luego dos y yo estoy muriéndome
porque aumente el ritmo, muerda mis pezones o directamente pierda la
cordura y se empale dentro de mí. Aunque eso no llega. Comienza a entrar
y salir a un ritmo adecuado para que mi orgasmo se construya. Él está a
punto y cuando logra arrancarme un grito de placer y nota que mis paredes
se contraen alrededor de sus dedos, entonces se deja ir y se corre sobre mi
mano mirándome a los ojos.
—Te amo —susurra mientras me besa.
—Yo también te amo.
Tras limpiarse con un cubo de agua que tiene preparado cerca y
ayudarme a que yo lo haga, siempre sin mirar, por supuesto; soy una dama,
eso dice. Nos quedamos acurrucados en esa cama un rato entre caricias y
planes de futuro.
—¿Cuánto tiempo más va a estar el tipo de la corte del rey? —pregunta
de la nada, mirando un reloj solar que hay justo debajo de un ventanal sucio
y hace que frunza el ceño extrañada.
—No lo sé, aún queda mucho por revisar, no sé hasta dónde quiere mirar
—declaro abiertamente porque es verdad.
Escuchamos pasos y murmullos. Me tenso, pero él no.
—¿Quiénes son? —pregunto, poniéndome de pie mientras él hace lo
mismo, pero de una forma más calmada.
—Se me ha ido el tiempo estando contigo y no te he contado una cosa.
Reviso a mi alrededor las posibles salidas, pero antes de que haga nada él
toma mi mano y la besa.
—Hay unas personas a las que quiero que conozcas —me sonríe—, no
van a hacerte daño, solo quieren hablar contigo.
—No me gusta esto —susurro al mismo tiempo que la puerta por la que
antes he entrado se abre.
Espero a ver quién aparece y cuando noto a Ledi me relajo un poco. Tras
ella vienen una pareja de warlocks muy bien vestidos y vuelvo a tensarme.
Soy la única humana en este lugar con energía que les pueda interesar. Ledi
y Vanko vendieron la suya hace tiempo, y ya solo tienen los ojos de un tono
naranja apagado.
—Tranquila, Eris —me pide mi amiga—, no te van a hacer nada.
Me dice viendo mi actitud. La pareja entra y cierra la puerta, se mantiene
a distancia y en silencio. Aunque no dejan de mirarme.
—¿Quiénes sois? —pregunto, incapaz de contener más mis palabras.
—Somos Alain y Droma —se presenta el hombre.
—Sois warlocks —afirmo.
—Sí, pero no estamos aquí por ese motivo, al menos no por el que
supongo que crees —interviene Droma.
—Está claro que no es para algo bueno si teneis que reuniros conmigo en
un sitio así —les suelto porque no quiero que piensen que soy idiota.
La mujer sonríe.
—Es tan inteligente como dijiste —comenta mirando a Vanko, que
asiente.
No me gusta mucho que hayan hablado de mí a mis espaldas, ¿cuándo ha
sido eso? ¿Cuántas veces?
—Tenemos una propuesta que hacerte —comienza el hombre—, aunque
primero queremos contarte una pequeña historia.
Asiento, pero sigo manteniendo la distancia.
—Somos warlocks de la corte, bueno, no de la corte exactamente, de la
nobleza de las afueras. No hay mucha diferencia, si bien la suficiente como
para que necesites saberlo.
La mujer es la que parece que me va a contar lo que sea que me quieren
decir.
Tradiel me espera junto a Nero y Duxlan en la sala del rey. También están
Liro y Ayla, ambos corretean con espadas de madera tratando de decidir
quién es el mejor en el campo de batalla.
—Déjame decirte que mi chica va ganando —se burla Nero.
—Puede ser, pero es mi chico quien la está dejando ganar —contraataca
Duxlan.
—Ni de coña, y lo sabes.
Tradiel no para de reír hasta que es la hora de que los pequeños vayan a
estudiar entre quejas, como siempre, y nos dejen solos para hablar.
—¿Y bien? —pregunta Duxlan sentado en el trono—. ¿Cómo van las
cosas con nuestra recién estrenada prima?
—Está siendo más divertido de lo que esperaba —confieso, y todos me
miran expectantes.
—Explícate —me pide Tradiel.
—Es una chica interesante, y tiene un cerebro para los números casi tan
bueno como el mío.
—Vaya, si no te conociera diría que esta mujer te tiene impresionado —
murmura Nero, que sabe que jamás he dicho esto sobre nadie, ni hombre ni
mujer ni warlock.
No puedo evitar pensar en cómo me gusta acorralarla para presionar sus
teclas, o besar la punta de su nariz, eso hace que se sonroje ligeramente,
tanto que ni siquiera creo que se dé cuenta, sin embargo, yo…
—¿Es guapa? —pregunta Tradiel.
—¿Eris? —Tradiel asiente—. Preciosa.
No le miento ni me escondo, no tengo motivo para ello o posibilidad de
mantener mi mentira si deciden conocerla como creo que harán llegado el
momento.
«Es preciosa de una manera salvaje», agrego en mi mente. Es caos, como
su nombre, en sus ojos puedo verlo y, aunque trate de parecer la buena hija
educada, serena y tranquila que aparenta ser, en su mirada noto que quiere
algo muy diferente.
Nero y Duxlan se enzarzan en un tema de política dejando de lado
cualquier pregunta que pudieran haber tenido en su mente. Estoy sentado en
las escaleras junto a Tradiel, que no deja de mirarme sin decir nada.
—¿Qué? —pregunto finalmente.
—Hay algo que no nos cuentas —contesta, confirmando que me conoce
demasiado bien.
Sonrío.
—Voy a tomar distancia de Hedda.
Mi amigo se sorprende ante mis palabras. Llevan meses tratando de que
lo haga, no porque sea mala chica, es porque creen que no tiene sentido
asentarse con alguien que no es tu Eterna.
—¿Tiene algo que ver la tal Eris?
—Sí y no —le confieso—. No es lo que piensas, no tengo nada con ella
ni lo voy a tener, por respeto a Catriel sobre todo.
—¿Y si no estuviera él? —insiste mi amigo.
—No existe esa posibilidad, así que no me voy a parar a pensarlo.
—Entonces, ¿en qué ha influido la chica para tu decisión?
—Me pasa algo raro con ella. Me gusta tenerla cerca, hacerla enfadar,
provocarla en todos los sentidos que puedo…
—Suena a que estás mucho más que interesado para llevar apenas unos
días allí —interrumpe Nero.
—¿De verdad creías que ibas a tener esta conversación y nos la íbamos a
perder? —se burla Duxlan.
Sonrío y asiento.
—Pues como trataba de decirte, Tradiel, hasta que las dos viejas de
pueblo me han interrumpido, lo que me ha hecho estar con Eris es entender
que no tengo futuro con Hedda si ella, a quien apenas conozco de unos días,
me hace sentir todo eso.
—Eso llevamos diciéndotelo meses —interviene Nero—. Además de que
Hedda ha cambiado, ya no es la chica tan divertida que traías al principio,
ahora las comidas son tensas, odio que lo sean.
—Sí, no puedo decir nada de una mujer que haya estado contigo y que
ella no se ponga a la defensiva, aunque sea solo por algo de trabajo —
agrega Duxlan.
—Y no hablemos de tener que elegir quién sirve la comida —se suma
Tradiel—, porque tienes un amigo en los pantalones demasiado aventurero
y estás empezando a quedarte sin chicas en este castillo.
—Oye, que no es así —me quejo, y los tres alzan las cejas—. Bueno, un
poco, esto solo demuestra que Hedda debe quedar en el pasado.
Asienten y decido que es momento de ir a hablar con ella. Voy a buscarla
al jardín de los warlocks, sé que estará allí con sus amigas. En cuanto me ve
aparecer, se despide de ellas sin dejar siquiera que me acerque a saludar.
—Hola, amor. —Sonríe lanzándose a mis brazos.
La aparto con cuidado, pero el gesto en su cara me dice que si le hubiera
dado una bofetada le hubiera dolido menos.
—¿Qué ocurre? —pregunta como si no entendiera qué es lo que está
pasando aquí.
—¿De verdad hay que tener la charla completa? —le respondo cansado
de esta situación.
Ella ya sabe que le soy infiel, que se ha vuelto demasiado celosa y que,
en definitiva, lo nuestro no va a ningún lugar. Es una relación tóxica la
mires por donde la mires.
—¿Me estás dejando? —pregunta finalmente dolida con los ojos
vidriosos.
—Hedda, creo que es lo mejor.
—¿Lo mejor para quién? ¿Para ti? ¿Para que puedas correr a los brazos
de esa puta humana? —comienza a gritar.
La cojo y nos llevo a mi habitación. La que hasta ahora estaba
compartiendo con ella dentro de palacio. En cuanto llegamos, me separo y
dejo una distancia prudencial entre nosotros.
—No es necesario gritar —le digo, tratando de que se calme.
—Me estás dejando, como si todo este tiempo no hubiera valido nada,
para cambiarme por esa puta…
—Deja de llamarla así —la corto–. Eris no es mi amante, no hay nada
entre nosotros, y si lo hubiera debo recordarte que tú misma me dijiste que
«tenía permiso de estar con otras si volvía a ti», palabras textuales.
—Pero ya no vas a volver a mí —solloza ahora. Mierda, me ha tocado la
warlock bipolar.
—No, Hedda, vas a encontrar a un buen hombre que te ame de verdad,
no uno que tiene la esperanza de que…
—De que su Eterna aparezca —termina por mí—. ¿Crees que no lo sé?
Siempre que tus amigos hablan de lo que es tener una tus ojos muestran un
anhelo que me deja claro que si apareciera yo sería borrada del mapa al
instante.
Me quedo callado porque no me había dado cuenta de que ella lo había
notado, supongo que no soy tan bueno ocultándolo como pensaba.
—Lo que no me esperaba es que me cambiaras por esa humana simple.
He de decir que es bonita, que debe ponértela dura con esos ojos tan puros,
me queda claro, y encima sabe de números por lo que pude oír.
«¿Cuánto tiempo estuvo escuchando antes de aparecer en la sala donde
estaba con Eris?».
—Creo que solo queda una cosa por hacer y es que cada uno tome su
camino —le digo abriendo el armario—. Llévate todas tus cosas a la casa
de Alfoz que elijas, o si prefieres que compre otra en otro lugar lo haré, el
dinero no es un problema.
—El problema soy yo, ¿no? —solloza.
—El problema es quien no eres tú, ni Eris, ni nadie. El puto problema es
que quiero algo que no voy a poder tener al lado de ninguna mujer que
conozca y tengo que vivir con eso —suelto finalmente, ya cansado de la
situación—. Así que, por favor, recoge tus cosas estos días que yo no estoy
y ten una buena vida.
—¿No me vas a decir al menos eso de ser amigos?
—No, ya tengo amigos, no necesito más —la corto de manera tajante.
Soy un imbécil, lo sé, pero es mejor hacerlo de esta manera para que no
haya malos entendidos o se alimenten las falsas esperanzas.
Salgo de allí y me transporto a la habitación que han dispuesto los padres
de Eris para mí. Abro las puertas al pequeño balcón que da al jardín y
disfruto del aroma de las plantas. Vuelvo a saltar para pasear entre las
flores, y cuando escucho la voz de alguien me escondo un poco para no ser
molestado. Ahora mismo no soy buena compañía para nadie.
—¿Estás segura? —escucho la voz de Ledi, la sirvienta y parece ser que
mejor amiga de Eris.
—Sí, lo haré, confío en lo que me habéis dicho. —Esta vez es la voz del
caos personificado en mujer la que me hace querer saber más sobre la
conversación que están teniendo.
Me asomo un poco y veo que se pierden en el camino hacia el ala donde
vive Eris. Por lo que me he enterado, es una zona de la casa que tiene de
todo: cocina, baños, su propio coche… Básicamente se ha mudado a la casa
de la piscina. Creería que es una niña mimada que no quiere perder el
dinero de sus padres si se va, sin embargo, por lo que me han contado las
personas que aquí trabajan, no es para nada el caso. Eris es muy familiar, le
gusta estar con sus padres y siempre que puede pasa la tarde jugando al
ajedrez con su madre o debate sobre libros antiguos con su padre. Supongo
que, aunque los ame, todos necesitamos nuestro espacio y por eso vive
apartada pero cerca. Bueno, y también supongo que tener un novio
escondido tampoco sería fácil viviendo en la casa principal.
—¿A quién espías? —pregunta Catriel detrás de mí sobresaltándome.
Casi me caigo de bruces mientras él no para de reír.
—Pensaba que había oído algo —me excuso—. ¿Qué haces aquí? ¿No
hay ninguna jovencita a la que acosar cerca de casa y has vuelto a por Eris?
Ahora soy yo el que me río y Catriel quien tiene mala cara. Caminamos
hacia la fuente y no puedo evitar recordar a Eris empapada con su vestido
amarillo pegado a su cuerpo. Joder, mi polla también la recuerda, y no es el
mejor momento con Catriel por aquí.
—Te estaba buscando —comienza a decir, y aprovecho para sentarme en
un banco de piedra que hay a nuestro lado y cruzo una pierna sobre la otra
para tratar de disimular mi erección.
—Pues tú dirás.
—Annetria se muere.
—Eso ya lo habías dicho antes.
Catriel rueda los ojos.
—Se muere ya, no le queda tiempo.
—Oh, mierda.
Eso solo significa que lo de hacerse amigos y tratar de que Catriel entre
en la vida de Eris poco a poco se ha ido por el retrete.
—¿Qué vas a hacer? —pregunto, preocupado por mi amigo.
—Creo que hay que contarle todo de inmediato, y ya veré cómo logro
que me deje formar parte de su vida.
Asiento y entiendo que debe ser complicado este momento para él. La tal
Annetria es una mala mujer, nos lo ha contado en otras ocasiones, y a pesar
de ello no la ha querido dejar sola, eso dice mucho de Catriel.
—Te deseo suerte, ¿cuándo se lo vas a decir? —pregunto intrigado.
—Ese es el punto, necesito otro favor.
—No sé si me gusta por dónde vas.
—Sé que es algo complicado lo que te pido, pero eres cercano a ella.
—No diría tanto como cercano, no me clava el abrecartas mientras reviso
papeles, eso ya es algo.
—He hablado con sus padres, ella es una chica difícil, no hace amigos
con facilidad, sin embargo, ellos dicen que no para de hablar de lo bien que
se te dan los números a pesar de lo idiota que eres.
Sonrío porque me gusta que ella crea que soy inteligente.
—Catriel, yo…
—Por favor, teneis cosas en común, hablas su idioma, yo no sabría ni por
dónde empezar —se lamenta—. ¡Si hasta cree que quiero algo romántico
con ella!
Asiento con una sonrisa en mi cara porque es verdad que la actuación de
Catriel cuando estuvo aquí fue patética y de acosador total.
—Bien, lo haré, ¿cuánto tiempo tengo?
—Que no pase de mañana.
—Ah, genial, tengo margen entonces —ironizo.
Catriel se encoge de hombros y se levanta.
—Gracias, te debo una muy grande.
—Ah no, me debes varias ya.
—Gracias, de verdad. —Me sonríe—. Entonces es momento de que
sepas todo lo que ocurrió con Annetria para que puedas contárselo a Eris.
—Muy bien, pero deja fuera detalles sexuales, eres como mi tío —me
quejo, poniendo cara de asco.
Catriel menea la cabeza y me cuenta todo lo que necesito saber para
poder tener la conversación en condiciones que quiere que asuma, pasamos
un buen rato hasta que lo veo llorar. Esta historia le afecta más de lo que
pensaba. No hablo en ningún momento, dejando que vaya a su ritmo, y
tampoco hago comentarios cuando termina.
Una vez finaliza su relato, ambos sonreímos y él desaparece.
Paso el resto del día leyendo en mi habitación. Creo que en el desayuno
sería una buena opción, puede que les pida a los padres de Eris que nos
dejen a solas para poder hablar con calma.
Decido pasear por el jardín nuevamente para disfrutar del olor de las
flores de noche. Cada vez amo más este lugar. Creo que va a siendo hora de
tener mi propia casa. El palacio está muy bien, pero ahora ya solo es un
recordatorio de lo que no tengo, aunque me duela alejarme de los chicos, de
sus mujeres y de nuestros niños.
Vago por los caminos mirando con atención cada una de las rosas y
campanillas que adornan los pasillos del jardín. Y cuando quiero darme
cuenta me he metido en una especie de laberinto de setos. Me encantan.
Juego un poco y me topo con varias salidas falsas. Para cuando logro
encontrar la buena me doy cuenta de que he acabado en otro jardín
diferente, ¿el del vecino? No, no tendría sentido; además, no recuerdo que
haya casas tan cerca.
Camino y aprovecho para oler estas nuevas flores. Un movimiento a mi
derecha me pone en alerta un segundo antes de darme cuenta de que es Eris.
Está tumbada sobre la hierba, con los ojos cerrados y la respiración
acompasada: está dormida.
Sonrío. Bajo la luz de la luna se ve más bonita todavía. Lleva un vestido
azul claro que sé que hace juego con sus ojos. Me siento a su lado y decido
vigilar su sueño por un rato mientras pienso en cómo decirle mañana todo
sobre su madre biológica.
Me tumbo despacio junto a ella, tratando de no hacer ruido y me
acomodo con las manos debajo de la nuca.
—¿Qué haces en mi jardín? —pregunta Eris, sobresaltándome.
—Pensaba que dormías.
—No puedo, tengo demasiadas cosas en la cabeza.
—Y no lo sabes todo —murmuro sin pensar.
Ella gira su cara y nos quedamos mirando.
—¿A qué te refieres?
Me quedo callado mirando el azul de sus ojos y tomo la decisión de no
posponer la charla.
—Supongo que esta noche es tan buen momento como cualquier otro.
—¿Un buen momento para qué?
—Para hablarte de tu madre.
—¿Qué le pasa? La he visto hace un rato y estaba bien —se preocupa,
incorporándose, pero la agarro del brazo para detenerla.
—No de la que te ha criado. Te voy a hablar de tu madre biológica.
Capítulo 8
Eris
—Así es, anoche tuvimos una charla sobre cómo están las cosas.
Querida Eris,
Sé que te llamas así porque Catriel me lo ha dicho, antes de eso en mi
mente no tenías un nombre o una cara, ni una sonrisa o un recuerdo. Me
olvidé de ti por completo y me encantaría decir que me arrepiento, pero no
lo hago.
He vivido tanto que me he cansado de hacerlo, supongo que ya te lo
habrán contado, y si me preguntas, ni siquiera tenía la necesidad de
conocerte, eso me convierte en mala persona, ¿no?
Catriel es un buen hombre, tanto que tapa lo fea que es mi alma. No soy
tu madre, nunca me he considerado así y me alegro de que una buena
familia te acogiera. Esta carta no es para arrepentirme o hacerte sentir que
podríamos haber tenido una vida juntas. No. Esta carta te la debo para que
prosigas como hasta ahora, sin mí y sin remordimientos por ello.
No sé quién es tu padre. Hubo una época en la que me divertí mucho.
Cuando me enteré de que estaba embarazada era demasiado tarde como
para no tenerte sin sufrir complicaciones que podrían haber acabado con
mi vida. Sí, naciste porque no quería morir, curioso, ahora que lo hago es
cuando me conoces.
Solo quiero que sepas que el mundo es una mierda, aunque hay personas
que lo hacen más bonito. Busca a este tipo de gente, rodéate de ellos y no
pienses más en mí una vez que termines de leer esto.
Vive sin remordimientos y sé feliz mientras puedas.
Annetria.
Envuelvo a Eris entre mis brazos y nos llevo directamente a la sala donde
hemos estado trabajando estos días. Hoy ya no hubiera hecho falta, sin
embargo, esta mañana me podían las ganas de verla y he acudido, lo que me
ha sorprendido es que ella también ha aparecido.
—¿Estás bien? —vuelvo a preguntarle, no solo refiriéndome a su
pequeño mareo por el viaje.
Apenas ha estado media hora dentro de esa habitación, puede que no
conociera a esa mujer, pero no deja de ser su madre biológica. No. Su
madre biológica muerta.
—Ha sido raro, no he sentido nada al verla, o al menos nada más allá de
lo que sientes cuando alguien muere.
—Es normal, no la conocías.
—¿Y tú? —pregunta.
No debe recordar que ya le he dicho que no lo hacía.
—No, nunca llegaron a presentarnos.
—Así que tampoco estuviste nunca en su casa —insiste de forma
extraña.
—No, solo en la puerta, como ya te dije. Oye, ¿estás bien?
Sus preguntas son un poco raras y la noto diferente conmigo. No la siento
como cuando la he transportado, en ese momento era como si pudiese oír
nuestros latidos sincronizados. Una locura.
—Sí, ya sabes, he leído la carta y bueno….
—Espero que no te haya hecho sentir culpable.
—No, al revés, ha sido más como que trataba de hacerme entender que
yo no fui nada en su vida y que estaba bien si ella no lo había sido en la
mía.
Saca la carta del bolsillo, y al hacerlo se le cae el bolígrafo verde que
siempre uso, alzo las cejas y ella se encoge de hombros.
—Con razón no lo encontraba esta mañana —sonrío.
Puede que no sea el único aquí que siente cosas raras.
—¿No lo has visto esta mañana? —pregunta curiosa, y no entiendo nada.
—No, cuando lo he ido a coger de mi escondite ya no estaba, supongo
que por fin lo has encontrado.
Entrecierra un momento los ojos y me escruta, esto es extraño, después
asiente y sonríe, aunque de forma diferente a como lo ha hecho
anteriormente.
—Sí, no eres tan listo como creías.
Me tiende la hoja manuscrita y la leo. Se sienta sobre la mesa y yo me
paseo mientras examino la misiva. Vaya con Annetria, toda una joya hasta
el final, al menos podría haberle dicho que la amaba, aunque fuese mentira.
No sé.
—Un poco dura, ¿no? —le digo al terminar de leerla mientras se la
devuelvo. Ella la dobla en varios pliegos y la rompe en pedazos, la tira al
cubo junto a la mesa y se encoge de hombros.
—Mañana ya solo será un recuerdo. Realmente soy feliz y nunca he
necesitado pensar en quién era ella o los motivos que la llevaron a
abandonarme. Ahora sé que simplemente no me quería, y estoy bien con
eso.
Me acerco y me sitúo entre sus piernas. Ella se tensa y la abrazo. Puede
que se quiera hacer la fuerte, pero a nadie nos gusta oír que nacimos por el
egoísmo de otra persona y que cuando éramos bebés, en el momento más
vulnerable de nuestra existencia, no tuvimos a quien se supone debería
haber dado la vida por nosotros.
—Oye —me dice, apartándose un poco, aunque no dejo que lo haga
demasiado—. Estoy bien, de verdad.
—Eres muy fuerte —murmuro, cogiendo su cara entre mis manos.
—Senox, yo…
No dejo que termine, bajo mis labios sobre los suyos y la beso con
fuerza. Ni siquiera me paro a pensar en que no es el momento, en que tiene
novio o en nada de nada. Ahora mismo solo ella está en mi mente.
Aprieto su culo para acercarla más a mí y ella gime. Joder, ese sonido me
vuelve loco. Siento sus uñas en mi espalda, y la forma en la que me
devuelve el beso hace que mis ganas de follarla sobre esta mesa aumenten
por momentos. Estoy a un segundo de arrancarle la ropa cuando me
empuja, salta de la mesa y sale corriendo, dejándome con una tienda de
campaña en mis pantalones capaz de albergar a medio ejército con caballos
incluidos.
Quiero ir tras ella, pero cuando lo hago veo que se ha encontrado con su
amiga la sirvienta. No me gusta. Me mira mal. Puede que sea una locura,
pero cuando miro a los ojos a alguien puedo ver si hay maldad en ellos y en
los de esta chica detecto toneladas de algo que no me gusta nada. Tampoco
yo a ella le agrado. Así que cuando veo que ambas se van dirección al ala
donde vive Eris decido dejarle espacio.
—Me alegro de encontrarte aquí —dice de pronto Catriel apareciendo
por el lado opuesto al que se ha ido Eris.
—Tú dirás.
—¿Cómo está ella?
—Bien, eso dice, aunque la carta es dura.
—¿Te ha dejado leerla?
—Sí.
—¿Crees que yo podré hacerlo?
—No, la ha quemado.
No es así, pero si le digo que está en la papelera hecha pedazos quizás
quiera tratar de recomponerla, y eso no es decisión suya.
Mierda.
Me acabo de dar cuenta de que soy al único al que le ha dado acceso a
algo tan íntimo. Ni a su amiga ni a su novio.
—Siento que hayas perdido a Annetria, pero era mala, de verdad, no ha
sido capaz ni de decirle que la quería. ¿Cómo puedes llevar a un ser dentro
de ti tantos meses y no quererlo? —le pregunto.
—Lo sé, ella me confesó que la tuvo por miedo a morir. Fue un motivo
egoísta, aunque…
—No —lo corto—. No trates de justificarla porque no hay explicación
posible que me haga ver a esa mujer de una manera mejor.
Catriel asiente y yo lo abrazo.
—Aunque sí que siento pena porque estés pasando por esto.
—Sé que no se merecía que la quisieran, pero la quería como a una hija.
—Lo sé, y lo siento. Si hay algo que pueda hacer…
—Gracias, pero no. Ya estoy encargándome de todo. Dejaré volar sus
cenizas para ver si en su próxima vida consigue ser feliz.
—Espero que lo haga.
Y lo digo de corazón.
—Supongo que ya no hay motivo para que te quedes más aquí —suelta
de pronto, y me doy cuenta de que tiene razón.
—Aun así, lo haré, quiero ayudar a Eris a tener todo en orden.
Catriel entrecierra los ojos y me evalúa.
—Es brillante, pero me ha pedido que revise que lo ha hecho bien; ama a
sus padres y no le gustaría haber cometido algún fallo que pudiera causarles
algún problema. Al fin y al cabo, lleva todo esto ella sola.
Catriel sonríe y asiente.
—Es increíble, ¿verdad?
—Lo es —coincido.
—Su abuela no tenía esta cabeza para los números. No era tonta, pero
parece que Eris ha sacado un intelecto superior a lo esperado en esa familia.
—¿Se parecen tanto ella y Eris? —pregunto curioso.
—Físicamente son un clon, de carácter no tienen nada que ver. Eris es
como más…
—¿Salvaje? —concluyo, y él se ríe.
—Sí, no es tan dócil como lo era su abuela.
Respira hondo y en sus ojos veo que los recuerdos están pasando por su
mente.
—Será mejor que me vaya, tengo que hacer un par de cosas. Voy a hablar
con los padres de Eris para ver si les parece bien que visite a la chica y para
avisarles de que aún te quedarás por aquí unos días más.
Lo veo desaparecer por el mismo pasillo por el que se ha ido Eris y yo
me quedo allí parado sin saber muy bien qué hacer.
Paso la tarde revisando archivos de contabilidad. Puede que para otros
esto sea una tortura, pero para mí es relajante. No me doy cuenta de que es
de noche hasta que tengo que encender la luz para ver los números frente a
mí. Decido entonces ir a cenar algo a la cocina. Las mujeres que hay allí me
lo preparan con rapidez, como algo en silencio, rememorando el beso con
Eris, y salgo al jardín antes de ir a mi habitación.
Decido, en un ataque de estupidez, buscar a Eris. Me adentro en su ala y
llego al jardín en el que anoche estuve contándole sobre su madre. En el
mismo que tuvimos esa pequeña pelea que acabó con ella encima y
conmigo con ganas de quitarle las bragas y lamerla entera.
No la veo y me adentro en la casa. No he estado aquí antes. Lo primero
que noto es que no hay guardias. Supongo que esto es seguro, pero no me
gusta que ella duerma en este lugar tan desprotegida. Camino entre pasillos
cuando escucho pasos y me pego a la pared. Contengo la respiración y me
vuelvo invisible. Lo hago a tiempo para que Eris no me vea. Pasa delante de
mí, vestida de forma sencilla, casi diría que humilde. Va a toda prisa en
dirección opuesta a donde sé que está su habitación por la ventana que da al
jardín. Puede que haya sido un poco acosador y sepa dónde se encuentra
gracias a las chicas de la cocina.
Decido seguirla. Llega a una puerta y sale por ella, dejándola
entreabierta. Espero un instante y hago lo mismo. En pocos pasos me
encuentro fuera del recinto donde vive Eris recorriendo un camino de tierra.
Veo su figura a lo lejos, al menos lo que la noche me permite distinguir. La
sigo con sigilo porque me preocupa su seguridad. Llegamos a una especie
de almacén en el que ella entra, no sin antes mirar a todos lados. Dentro veo
una pequeña luz, mínima, ni siquiera me había percatado de que estaba allí
hasta que me he fijado bien.
Me acerco hasta una ventana y observo. Lo que veo me hace querer
romper el cristal. Eris está besándose con su novio.
La rabia me consume y desaparezco de allí antes de hacer una tontería.
Reaparezco en la bodega de palacio. Abro una botella del vino más
obscenamente caro que encuentro y me la bebo. Cuando termino comienzo
con la siguiente. Quiero adormecer mi mente. Olvidar lo que he visto. No
puedo pensar en que todavía siento las uñas de Eris en mi espalda y que ella
está follándose a otro en este momento.
No sé el rato que paso vaciando la vinoteca de Duxlan cuando se me
ocurre una venganza. Me transporto hasta una taberna de Alfoz 1 donde las
chicas siempre están más que dispuestas a servirme, y le propongo a la
rubia con las tetas más gordas que encuentro que me alimente.
Ella sonríe tímida, como si no estuviera contratando sus servicios, y
asiente. Me lleva a una habitación y aquí es donde le expongo mis planes.
—Te pagaré el doble si me dejas alimentarme en otro lugar, me da morbo
probar una cosa.
—No sé, no nos dejan salir de aquí.
—Sabes que no tienen por qué enterarse.
—De acuerdo.
—Y una cosa más.
Se cruza de brazos y alza una ceja, esperando a ver qué le voy a pedir.
—Tu dirás.
—Quiero que uses esto —digo moviendo un trozo de tela en el aire.
Ella acepta segura de que no le va a pasar nada. No es solo que me
conoce, también sabe que todos me han visto irme con ella y sería difícil
explicar su muerte en caso de que ese fuera mi propósito. Le vendo los ojos,
porque no quiero que pueda contar algo que no quiero que se sepa, y nos
transporto al ala de Eris. Es una locura, lo sé, pero a mi yo borracho le
parece la idea del siglo.
Cuando siento que la rubia ya no se marea, bajo el escote de su vestido
sin previo aviso y muerdo sus tetas. Ella gime de placer. El tener los ojos
cerrados solo aumenta la sensación, y cuando meto mi mano entre sus
piernas noto la excitación que resbala entre mis dedos. Ella tantea mi
cuerpo hasta que encuentra mi bragueta y mete la mano para sacar mi polla.
Está dura, no por ella, sino por el caos que no puedo sacar de mi mente.
Sin más preámbulos la alzo y la estampo contra un espejo que hay en el
pasillo. Casi lo rompo, pero me da igual. La embisto y ella se contrae por el
placer del momento. Comienzo a follarla con rabia, acordándome del beso
de Eris con su novio. No puedo dejar de hacerlo hasta que algo llama mi
atención en el espejo. A través del reflejo puedo ver a Eris parada detrás de
mí mirando el espectáculo.
Eso me pone más duro aún y la rubia suelta otro gemido de placer. La
mujer a la que empalo una y otra vez no puede verla, pero yo no aparto mi
vista de la imagen en el espejo, y cuando apoyo mi cabeza en la de mi
acompañante para alimentarme comienzo a martillear tan fuerte que los
jadeos deben oírse hasta en la casa principal.
Eris no deja de mirarnos y yo no paro hasta que el grito de la rubia queda
ahogado por el propio placer que siente. De pronto me empuja, se baja y
como puede busca mi polla y se la mete entera en la boca. Ahora no hay
duda de que nos estamos mirando a través del espejo y, lejos de apartar la
mirada, Eris se queda fascinada mientras la rubia mete y saca mi polla en su
boca y succiona con una habilidad aprendida perfecta. Aunque no es eso lo
que me hace explotar en su lengua, lo que me hace derramarme es el ligero
movimiento de Eris que me indica que está apretando entre sus piernas
porque está excitada viendo esto.
Cuando la chica termina de limpiarme bien me abrocho los pantalones, y
al subir la vista veo que Eris ha desaparecido. Devuelvo a la rubia a su lugar
de trabajo y yo sigo bebiendo en el mismo sitio.
—¿Quieres una segunda ronda? —pregunta una pelirroja que mira a la
rubia.
—No, de momento solo vino —le pido, y llena mi vaso.
Joder, quiero volver y follarme a Eris, pero quiero hacerlo porque ella me
desea de la misma manera. Y no al imbécil ese con el que sale. Tiene pinta
de ser un idiota que no sabe ni cómo encontrar el punto perfecto en el que
golpear con su lengua.
Mierda. No puedo desear a Eris de esta manera. Catriel me va a matar.
Sin embargo, lo hago, no puedo evitarlo. Y por segunda vez esta noche
decido hacer algo muy estúpido. Me presento en el ala de Eris de nuevo y
llamo a su puerta.
Capítulo 12
Eris
***
En cuanto escucho las palabras de Milos quiero salir de allí corriendo, miro
a Ledi, pero veo que ella está tranquila, como si lo que acabara de soltar no
fuera alta traición contra el rey y nuestra nación. Estoy confundida, siento
que no conozco a la chica a mi lado, sea como sea no voy a ser parte de
esto.
—Quiero irme —declaro.
—Espera, déjame que te lo explique —me pide Milos.
—No, quiero irme, no quiero saber nada de lo que tengas que decir. Ledi,
por favor, vámonos.
—Deja que te lo cuente, vamos, no seas cría —suelta mi amiga, y siento
como si la traición me hubiera atravesado el pecho.
Nunca me había hablado así, siempre ha sido amable, dulce,
comprensiva. Incluso cuando conversamos sobre los celos que tenía porque
había encontrado a Vanko y me correspondía, o el hecho de que era mi
sirvienta, ella estaba bien con todo eso y jamás sentí otra cosa que no fuera
que éramos como hermanas. ¿Qué está pasando para que todo cambie tan
rápido?
—Yo he venido aquí para ayudar a los padres de la tal Debra a recuperar
sus cosas, no para ir en contra del rey.
—¿Ni siquiera cuando el monarca es un asesino y sus consejeros sus
ejecutores más leales? —me pregunta Milos, y me deja desconcertada.
—Tengo que confesarte algo —murmura Ledi a mi lado, y me lleva hasta
unos sofás de la mano.
Dejo que lo haga porque por un lado quiero correr, pero por el otro
necesito saber qué está pasando.
—Ledi, no entiendo nada —susurro, y ella asiente.
—Te he traído aquí engañada porque necesitaba que lo escucharas —
comienza, señalando con la cabeza a Milos, que nos mira desde una
distancia prudencial sentado en su butaca—. Los padres de Debra, al
enterarse de la muerte de Vanko, averiguaron que el rey había descubierto
sus planes. Recibieron una amenaza clara, se asustaron y se fueron.
—¿Una amenaza? —pregunto sorprendida.
—Sí —interviene Milos—. Yo mismo la recibí y se la entregué de parte
del rey Duxlan, y después la destruí como me ordenaron que hiciera.
Miro a Ledi, buscando algo más de información para tratar de entender
qué me quieren decir, y veo que sus ojos están llenos de lágrimas.
—Milos me dijo que en la amenaza reconocían la autoría de la muerte de
Vanko y lo llamaban traidor —solloza—, y tuvo que ser Senox quien lo
hiciera, o Catriel. Son los únicos que han estado por aquí y de los que no
sospecharía nadie.
—¿Cómo dices? —pregunto, no porque no la haya oído, sino porque
necesito que lo que ha dicho no sea verdad.
—Sí —interviene de nuevo Milos—, lo que dice Ledi es verdad, yo
mismo lo vi con mis ojos escrito en una carta de palacio con el membrete
dorado que solo el rey y la reina usan.
Mil sentimientos explotan en mi interior, si Senox ha matado a Vanko es
algo que no voy a poder perdonarle jamás, y si ha sido Catriel… Bueno, da
igual cuál de los dos lo asesinara, si uno está implicado el otro también, no
cabe duda. He visto cómo Senox consolaba al que quiere formar parte de mi
vida porque mi abuela biológica fue el amor de su vida. ¿Y si todo este
tiempo he estado equivocada? ¿Y si todo ha sido un juego maquiavélico de
dos warlocks en el cuál yo solo he sido un peón?
Creo que Senox no se siente atraído por mí, en realidad me parece que es
Catriel quien ha estado todo este tiempo detrás de conseguirme. Ha quitado
de en medio a mi madre biológica, y con ello me ha hecho ver cuánto la
quería a pesar de que no era buena persona, o al menos eso ha dicho porque
no he podido comprobarlo con mis propios ojos, ni si es cierto que había
esa relación de familia ni si era tan mala. Incluso dudo de que la carta fuera
de ella, la podrían haber escrito Senox o Catriel para llevarme a su terreno.
Y el que Senox haya jugado con mi cuerpo la noche en la que Vanko fue
asesinado está claro que fue parte de algún tipo de plan.
Siento que todas las piezas encajan, pero a la vez que algo no está bien
con este puzle, como si hubiera varias formas de montarlo y la que tengo
frente a mí sea la lógica, pero no la correcta. ¿Tiene sentido? ¿Por qué me
empeño en tratar de justificar a Senox cuando, si es culpable, no hay forma
de hacerlo?
—Veo en tus ojos que lo que te he contado no te parece tan descabellado
—dice Milos, sacándome de mis pensamientos.
Lo miro sin decir nada, pero asiento. Necesito reorganizar todo en mi
cabeza antes de contar algo que no deba. Milos se levanta y camina hasta
una estantería y coge lo que parece un álbum de fotos, me lo tiende y lo
abro. En cada página está la imagen de él con su mujer, mucho más joven
de lo que es ahora, sonriendo, en algún tipo de celebración.
—Esas fotos son de cada año que íbamos a Alfoz 1 —comienza a
explicarme—. Mi mujer siempre iba a ponerle flores a la tumba de su
hermana y yo la acompañaba con la única esperanza de ver a Aldara.
Lo suelta de manera tan casual que tardo unos segundos en darme cuenta
de lo que acaba de decir.
—Aldara, ¿la reina Aldara?
—Sí, Ald no siempre fue reina, antes de que la elección de fuentes pasara
y todo se fuera a la mierda, ella era mi mujer.
Lo miro atónita por lo que acaba de confesar, y él se ríe de mi cara. Me
giro y Ledi asiente, por lo que imagino que soy la única que no lo sabía.
—Déjame que te lo explique —me pide Milos, y yo acepto porque no
puedo quedarme con la duda—. Ald y yo nos conocemos desde que
nuestros padres trataron de vendernos de niños en un mercado de fuentes
ilegal.
—Oh, Dios mío, si eso no se puede hacer —murmuro.
—No se puede, pero se hace —confirma Milos—. Escapamos antes de
que nada nos pasara y vivimos felices durante años. Ella nunca tuvo que
alimentar a ningún warlock porque yo me encargaba de vender mi energía
para que no tuviera que hacerlo.
Vaya, eso es algo increíble, debía quererla mucho para protegerla de esa
manera. Sé que no duele dar tu energía, al contrario, se siente placer. Ledi
me lo ha contado, aunque también me dijo que cuando lo haces por
obligación, para poder comer, se siente como algo sucio.
—La cuestión es que éramos el uno para el otro. Nuestro amor estaba
escrito en las estrellas y sabíamos que duraría toda la vida. Hasta que, por
desgracia, una noche fuimos a uno de los antros donde nos reuníamos los
humanos simples, burlando el toque de queda, y fuimos atacados.
—¿Por quién? —pregunto ansiosa.
—Warlocks que querían nuestra energía. Ella se pudo esconder gracias al
dueño del lugar, a mí me apresaron y me llevaron con ellos. Por suerte pude
escaparme, y cuando huía escuché que una mujer estaba en peligro, por lo
que acudí en su ayuda. Esa mujer era Debra. Una warlock con un corazón
de oro que no dudó en hacerme uno más de su familia.
Esa parte me suena, los padres de la chica me la contaron cuando me
reuní con ellos en el almacén junto al camino de casa.
—¿Qué pasó con la reina?
—El que la ayudó no era otro que Catriel.
—¿Pero no acabas de decir que la ayudó el dueño del lugar? —pregunto
confundida.
—Sí, Catriel se hizo pasar por humano y nos engañó a todos. Convenció
a Aldara de presentarse para ser una fuente del rey y así recuperarme. Yo le
envié una carta que Catriel interceptó por su propio beneficio, y por ello
Aldara pensó que la había traicionado con Debra. Eso provocó que
finalmente Dux la convenciera de que se le entregara y después la obligó a
casarse con él.
—¿La obligó? —interrumpo sorprendida.
—Sí, ella me amaba, me ama, sin embargo, el rey se encaprichó y nos
separó —sisea con rabia.
—¿Te ama? ¿No es la Eterna del rey? —esta vez la pregunta suena más
como que no me lo creo porque todos saben que el rey y la reina se adoran
y adoran a sus hijos. Y por lo que sé, eso de ser la Eterna es un vínculo que
no se puede romper, aunque nunca me ha interesado demasiado saber sobre
ello.
—Lo de las Eternas es mentira, una farsa que se han inventado para
poder quedarse con la mujer que ellos quieran a pesar de que ellas no estén
de acuerdo —farfulla—. Puede que no lo creas, y lo que te voy a contar
ahora es un secreto que no debe salir de aquí —dice, bajando la voz—. La
verdad es que tratamos de huir juntos de palacio, pero el rey nos encontró y
la obligó a volver con él a cambio de dejarme con vida y que me casara con
Analsa. Así todo acababa bien a ojos de los demás, pero hay algo con lo que
Duxlan no contó.
—¿El qué?
—Cuando Ald volvió a palacio estaba embarazada.
—¿A qué te refieres?
—A que Liro es mi hijo, no el del rey.
Lo que suelta me deja perpleja. No es posible, pero a la vez, ¿quién
inventaría algo así? Aunque hay algo que no me cuadra.
—Si es hijo tuyo, ¿cómo es que tiene poderes como los warlock?
—No son de verdad, es un montaje para que no se descubra que es un
bastardo. Estoy seguro de que han experimentado con él de alguna manera
para conseguir que pueda hacer algún truco y que nadie dude de que es hijo
del rey.
—Pero si eso es así, ¿no se acabará descubriendo?
Digo, no sé, es una mentira de patas cortas. No he ido nunca a la corte,
así que no sé cómo son los de la familia real en persona; sin embargo, sí que
sé que los warlocks hacen cosas que los humanos no podemos, incluso los
de nivel más bajo.
—Esa es la cuestión, que Liro ya empieza a entrar a una edad en la que
debe demostrar ciertas habilidades que no va a poder. Por lo que sé gracias
a humanos infiltrados en palacio —dice, mirando a Ledi un segundo, cosa
que me desconcierta—, hay un plan para deshacerse de él.
—¿Cómo deshacerse?
—Van a matar a Liro para que nunca se sepa que es bastardo y será su
hermana, la que Duxlan le obligó a Ald a engendrar, la que llevará la corona
llegado el momento.
—Oh, Dios mío.
No puedo evitar llevarme la mano a la boca. Esta historia es tan increíble
que debe ser cierta. No conozco al rey, pero si fue capaz de separar a dos
personas que se amaban por capricho, bajo amenaza de matar a una de ellas,
entiendo que librarse del hijo de otro no debe suponer un problema para él,
sobre todo si con eso evita ser el hazmerreír de todo Alfoz por haber criado
a un niño que no es suyo.
—Así que Eris —dice Milos, mirándome muy intensamente—, necesito
que me ayudes a rescatar a mi mujer y a mi hijo de la corte para que no le
pase como a ti y pierda al amor de su vida, yo, a manos de un warlock.
—Por no hablar de a su hijo, un niño que no tiene la culpa de nada de lo
que ha pasado —agrega Ledi.
«Como Vanko», pienso, y sé que ella también lo ha hecho, aunque no lo
ha dicho en voz alta.
—¿Me ayudarás? —insiste Milos, y yo me siento abrumada ante tanta
información, pero hay algo que no deja de retumbar en mi cabeza y es que
Senox no puede tener nada que ver con todo esto. Ni estar de acuerdo.
¿Y si es una víctima más? Catriel no me ha gustado desde el principio,
creo que es retorcido que quiera algo sexual conmigo, al menos es lo que
siento cada vez que me acosa. Por otro lado, Senox se ríe de ese acoso y
hace burla constante de ello, como si no fuera real. Está claro que lo deben
tener engañado y está participando en esto de forma involuntaria, sin
saberlo. He sido una idiota por desconfiar de él.
—Sí, estoy dentro —contesto, porque quiero ayudar a Senox. Algo
dentro de mí grita que él no es culpable, y necesito que así sea.
Hablamos cerca de una hora más y quedamos en que hay que conseguir
llegar a la reina lo antes posible, y eso solo puede hacerse a través de
alguien de la familia, lo cual nos deja solo a Senox o a Catriel.
Ledi prefiere que sea Catriel al que engatuse de alguna manera, pero
Milos opina que lo haga con ambos. No hay tiempo y no podemos perder
oportunidades, así que debo hacer mi juego con ambos y el primero que
caiga será el que use para llegar hasta ese niño y que lo pueda sacar de allí
sano y salvo.
Quedamos en que Milos y yo no nos volveremos a reunir para no darle
oportunidad a cualquiera que me siga de poner en alerta a la corte de Alfoz,
parece ser que eso es lo que llevó a Vanko a la muerte. Todo se hará a través
de Ledi. Me despido y salgo de esa casa por el mismo lugar por el que he
entrado y con la misma sensación de que ese hombre no me gusta. Sin
embargo, sí que siento algo de tristeza por lo que le ha ocurrido, y eso me
hace plantearme muchas cosas.
De vuelta a casa me doy cuenta de que Ledi lleva la cesta con lo que
hemos comprado. No sé en qué momento dejó de llevarla y cuándo la ha
recuperado. Lo que sí he hecho es quedarme esta vez con la forma de llegar
hasta este lugar. Como si algo dentro de mí me hubiera obligado a hacerlo.
Es raro.
—Creo que has tomado la mejor decisión —dice Ledi mientras
regresamos a casa caminando como si mi vida no hubiera sido un libro de
espías hace tan solo unos minutos—. Vanko debe ser vengado.
Asiento y ella me abraza.
—¿Crees que voy a saber hacer lo que Milos me ha pedido? —pregunto
algo indecisa.
—Estoy segura. Solo hay que ver la forma en la que esos dos te miran.
Sobre todo Senox, es como si su día mejorara con tu sola presencia.
—¿De verdad? —pregunto un poco demasiado entusiasmada.
Ledi me mira frunciendo el ceño y ni siquiera yo sé por qué me ha salido
ese tono de alegría.
—Lo digo porque, si es así, creo que todo será más fácil y esto se acabará
antes.
Mi amiga me sonríe feliz por mi respuesta.
—¿Ya sabes cómo vas a llevar a cabo el plan? —pregunta mientras
cruzamos la puerta de entrada de casa.
—Sí, ahora mismo voy a ir a hablar con mamá sobre Catriel. Y a Senox,
si no ha desistido, sé que lo voy a encontrar mañana en la sala de
contabilidad. Es un lugar en el que estamos solos él y yo.
—Siento que tengas que pasar por eso, piensa en Vanko cuando tengas
que dejar que te abracen o besen —me recomienda.
Por un instante mi mente imagina a Catriel tratando de besarme y no es
en Vanko en quien pienso para librarme del asco, es Senox y su forma de
tomar mis labios y mi cuerpo la que vienen a mi mente.
Me despido de Ledi, que se dirige a la cocina, y busco a mi madre. Ella
está en la biblioteca junto a mi padre, cada uno con un libro. Abro la puerta
despacio y disfruto de la imagen. Esto es lo que quería para Senox y para
mí. No, para Vanko, ¿Por qué se cuela su nombre en cada uno de mis
pensamientos?
–-Hola, mi niña, ¿necesitas algo? —pregunta mamá, que es la primera en
verme.
—La verdad es que he estado pensando en algo y quería comentároslo a
ver qué os parece.
—Claro, dinos —interviene mi padre, dejando su libro a un lado e
incorporándose del sofá.
—La salida con Ledi de hoy me ha hecho reflexionar. He visto a varias
parejas en el mercado felices, familias disfrutando del día y he sentido que
quiero eso. No me hago más joven y sé que puedo ser algo complicada, sin
embargo…
—Eris, ¿estás diciendo lo que creo que estás diciendo? —pregunta mi
madre, que me conoce muy bien, mientras mi padre nos mira como si
estuviéramos hablando en otro idioma.
—¿Alguien me lo puede explicar? —pide papá mientras yo asiento a
mamá.
—Parece ser que nuestra hija se quiere casar —suelta mi madre sin más,
y la cara de sorpresa de papá me hace reír.
—Vaya, supongo que el día ha llegado —farfulla—, mi pequeña tiene
que formar su familia. Solo te diré que no voy a dar mi visto bueno a
cualquiera.
—¿Tienes a alguien en mente? —pregunta mi madre, que parece que no
está en shock como lo está mi padre.
—Sí.
—¿Lo conocemos?
—Sí.
—¿Es de aquí?
—No.
Mi madre sonríe antes de proseguir.
—¿Puede ser Senox, el consejero del rey?
Y para asombro de los tres, niego con la cabeza.
—No, es Catriel el que me interesa como marido.
Capítulo 16
Senox
Han pasado dos semanas desde que me encontré a Eris en el laberinto del
jardín. Bueno, quizás encontrar no es la palabra, quizás debería decir que mi
vigilancia dio sus frutos y aproveché el momento. Sin embargo, las cosas no
salieron como esperaba, tampoco sé qué esperaba. Ella acababa de perder a
su novio y yo estaba tratando de… No lo sé, la verdad, no sé qué me pasa
con ella, pero el haberla tenido en cierto modo aquella noche en su baño ha
provocado una obsesión que no puedo aplacar.
Catriel me dice que es raro que esté aquí cuando Eris ni siquiera se
acerca a la sala de contabilidad. Y Dux ya me ha pedido que vuelva en un
par de ocasiones, aunque no ha dicho nada cuando me he negado.
Me dirijo como cada mañana a meditar frente al gran ventanal de la sala
donde tantas horas he pasado con Eris revisando cuentas cuando me percato
de que la puerta está ligeramente abierta. Eso me pone en alerta.
Entorno un poco la puerta para asomarme despacio y sin hacer ruido para
ver quién está dentro. Podría aparecerme o simplemente volverme invisible,
pero algo me dice que no lo haga y sigo mi instinto. Cuando veo quién se
encuentra dentro, sonrío.
Eris está sentada en la silla del escritorio sumergida en un mar de
papeles, tan absorta que no se da cuenta cuando entro hasta que cierro un
poco más fuerte de lo habitual y ella se asusta.
—¿Quieres matarme? —pregunta sujetando su pecho.
Me río y ella me lanza una goma que tiene en la mano en ese momento.
Me da en el muslo, y me quejo porque pica.
—Creo que deberías cambiar tu costumbre de tirarme cosas.
—Cuando dejes de merecer que lo haga.
La miro bien y luce diferente. Su pelo suele estar suelto, liso y peinado,
además de que parece que su tacto será como el de la seda y tienes que
controlarte para no pasar los dedos por él. Sin embrago, hoy lo lleva
recogido con varias cintas que dejan su cuello despejado. También la ropa
es distinta. Siempre luce como una dama, que no digo que ahora no lo
parezca, pero el escote que lleva, que no deja nada a la imaginación, me
hace querer comprobar hasta dónde me dejaría pasar mi lengua si lo abro
por los botones centrales.
—¿Qué haces aquí? —pregunto mientras me siento encima de la mesa,
justo sobre los papeles en los que está trabajando.
Gira su cabeza y me mira, apoyando sus tetas en el escritorio, lo cual
provoca que mi atención se desvíe hacia ellas como si fuera un quinceañero.
—Quiero poner todo esto en orden, en una semana comenzará un
contable y necesito que esté organizado para ese momento.
—¿Y eso? ¿Ya te has cansado de llevar los números?
—Algo así —contesta de forma críptica.
—¿Qué no me cuentas? —le pregunto, levantando su barbilla con mi
dedo.
Ella sonríe, se levanta y veo cómo se aleja moviendo sus caderas de una
manera que no había hecho hasta ahora. De un salto me bajo del escritorio y
la sigo. Esta nueva Eris me gusta, es como más desinhibida, diferente, como
si el caos de su interior saliera por los poros de su piel.
Llega hasta un pasillo donde hay estanterías a ambos lados, una escalera
de madera de las que llevan ruedas para llegar a los estantes más altos y una
ventana que ilumina la estancia. Se sube al primer peldaño, alcanza un libro
y me lo entrega.
Miro de qué se trata y me doy cuenta de que es uno de viajes. Algo
antiguo por lo que veo, pero con unas ilustraciones preciosas. La miro y ella
sigue en el mismo peldaño, solo que de cara a mí.
—Quiero salir de aquí, ver qué más hay fuera de este lugar. Creo que la
muerte de Vanko me ha hecho darme cuenta de que no tengo todo el tiempo
del mundo.
Sus ojos se entristecen al nombrarlo y yo no puedo evitar poner mi mano
en su mejilla. Subida donde está tenemos más o menos la misma altura.
—¿Harías daño a alguien por conseguir lo que quieres? —me pregunta
de pronto, y me deja algo desconcertado.
—Es probable.
Su mirada me dice que mi respuesta no le ha gustado demasiado, así que
matizo mis palabras para cambiar eso.
—No haría daño a una persona inocente, da igual humano que warlock,
aunque por ello no consiguiera lo que quiero.
—¿De verdad?
—Sí —contesto como si se tratara de una promesa.
Doy un paso para estar pegado a ella. Me mira de una forma intensa,
tanto que se me pone dura y no lo pienso demasiado. Saco mi lengua y la
paso por sus labios sin que nuestros ojos dejen de mirarse. Espero su
reacción, y cuando abre su boca me lanzo contra ella. Sigue en la escalera
subida hasta que paso mi mano por debajo de su culo y ella se engancha a
mi cintura con sus piernas. La llevo contra la pared del fondo sin dejar de
besarla y amaso su culo contra mi polla mientras noto cómo se restriega
buscando su propio placer, y eso me vuelve loco. Supe desde el primer día
que la vi que no es de las que quieren que les hagan el amor, mi dulce caos
es de las que disfrutan con la pasión y la dureza en cada movimiento. No sé
el rato que seguimos así, como dos adolescentes, hasta que la puerta suena;
hay alguien llamando para entrar.
—¿Estás ahí, Eris? —escucho a la chica del servicio que no me gusta
cómo me mira.
—¡Un momento, Ledi, ahora salgo! —le grita en respuesta.
—Vamos a tardar algo más que un momento —susurro contra su piel,
moviendo mi polla dura como una roca contra su centro.
Ella gime y deja que la embista un par de veces más hasta que me pide
que la baje de una forma que no dudo en hacerlo.
—Esto no puede ser, contigo no —murmura, colocándose bien el vestido.
—¿Qué ocurre? —le pregunto totalmente confundido.
Me mira y veo en sus ojos que quiere contarme algo, pero que no sabe si
hacerlo, ¿qué clase de secreto puede tener alguien como ella? Finalmente
respira y me contesta.
—Quiero ver mundo, averiguar quién soy y eso contigo no puedo
hacerlo, hay algo en ti, en nosotros, que es puro fuego.
—Caos —la corto, y ella sonríe.
—Sí, caos, y ahora mismo no puedo permitirme esto, todavía tengo que
hacer algo por Vanko y es algo en lo que no puedes participar.
Frunzo el ceño, desconcertado por sus palabras y sin entender nada de lo
que está pasando. Va hacia la puerta y yo la sigo, sé que al otro lado está la
insoportable de su amiga y que, en cuanto la cruce, nuestras palabras se
habrán acabado, así que decido agarrarla del brazo, girarla, besarla y
llevarla contra la pared, aprisionándola contra mi cuerpo para que sienta lo
mismo que yo: que encajamos.
—Quiero pedirte un favor —susurra contra mis labios.
—Lo que quieras.
—Vete.
—¿Cómo?
—No quiero que sigas viniendo aquí cada día. Necesito organizar todo
para la semana que viene, y contigo aquí no voy a poder.
—Lo haríamos más rápido juntos —le propongo, pero ella niega con la
cabeza.
—No, por favor, concédeme eso.
Lo dice de una manera que no puedo negarme a pesar de que, por algún
motivo, todo mi ser me grita que no me aleje.
—Bien, termina con todo esto y después hablaremos —le concedo, y ella
asiente mientras me mira con sus ojos llenos de caos. No puedo evitar bajar
sobre sus labios y volver a besarla.
Lo hago hasta que la pesada de fuera vuelve a llamar, entonces apoyo mi
frente en la suya, la beso un momento y desaparezco.
Llego a la torre azul, me siento en un diván cómodo junto a la ventana y
admiro la paz del mundo a mis pies. Necesito respirar hondo y pensar en
qué me está pasando con Eris. Nunca he sentido nada parecido y creo que
está calando muy hondo dentro de mí, tanto que me da miedo dejar pasar la
oportunidad de explorar lo que sentimos porque, aunque no me lo haya
dicho, sé que esto es por ambas partes. Por otro lado, si esto es una muestra
de lo que puede llegar a ser estar con la mujer destinada a ser mi Eterna, no
sé si debo simplemente alejarme y esperar a que ella aparezca.
Capítulo 17
Eris
En cuanto salgo del despacho veo que Ledi me observa de manera curiosa,
no sé si ha oído algo de lo que hemos dicho Senox o yo.
—¿Por qué has tardado tanto? —pregunta mientras vamos hacia mi
habitación cogidas del brazo.
—Estaba subida a una de las escaleras con varios libros e intentaba no
matarme —le sonrío.
—¿Sola?
—Sola —le miento, y no sé por qué lo hago, es como si lo que ocurre
entre el warlock que me vuelve loca y yo quisiera que fuese algo solo mío;
jamás me había ocurrido esto.
—Creí oír la voz de un hombre —masculla.
—Ya me he decidido —le suelto para desviar el tema—. Creo que Senox
no es una opción viable para llevar a cabo el plan.
Ella asiente sonriendo porque desde el principio no quería que estuviese
con él. Aunque Milos me aconsejó ir a por ambos, Ledi no lo soporta, así
que esto la hace feliz.
—¿Ya te han dicho algo tus padres? ¿Hablaron con Catriel?
—Sí, mañana viene y le expondré lo que quiero. De momento le ha dicho
papá que no avise a nadie de esta reunión, y creo que no lo ha hecho.
Porque Senox no ha preguntado por ella, aunque no lo tengo claro si me
lo hubiera dicho. No creo que se pueda imaginar por dónde van los tiros.
Desde el principio he dejado claro que Catriel no me gusta, así que dudo
mucho que ni el propio Catriel sepa de qué va a ir la cosa.
—¿Vas a tratar de seducirlo? —me pregunta una vez que ya estamos en
mi habitación y hemos cerrado la puerta.
—No, creo que sería un error. Me da la impresión de que si tiro por el
lado sentimental de que soy la nieta del amor de su vida voy a poder
conseguir algo más.
—Podría funcionar, además, llegado el momento, si ves que se te escapa
puedes intentar seducirlo.
—No sé si podría, imaginar que me toca…
—Supongo que será difícil después de Vanko, él era único, diferente,
especial.
Lo describe con un tono que me llena de recuerdos y me hace pensar
cosas que no me gustan. Y lo peor es que en quien pienso que me gustaría
que pasara sus manos por mi cuerpo es Senox, no mi novio, exnovio. No sé
cómo llamarlo ahora porque está claro que el título de amor de mi vida no
era el correcto por mucho que me pese darme cuenta.
El día pasa más rápido de lo esperado, y cuando a la mañana siguiente
vuelvo al despacho Senox ya no está ahí. Siento un poco de pena por ello.
Pero es lo mejor, no es una opción porque con él no puedo controlar lo que
siento. Y no creo que se merezca ser usado cuando está claro que no sabe
nada de lo que ocurre con la reina. La forma en la que me habla, que me
mira, que me toca… No puede ser tan malo como se supone que son el
resto, me niego a creerlo; en cambio, Catriel sí que me da la sensación de
que está dispuesto a lo que haga falta con tal de conseguir lo que quiere, y
no dudo que el sobrino pueda ser igual o peor.
Cuando mi padre me avisa de que ha llegado Catriel, le pido que me
espere en el salón de la casa principal. Traerlo al despacho no se siente bien,
este lugar es de Senox y mío. Tampoco al jardín.
—Hola —saludo al entrar al salón.
Ledi está conmigo, no quiero que piense nada raro ni ella ni él, aunque le
he pedido que se quede apartada y no intervenga.
—Hola, Eris. —Sonríe Catriel, besando mi mano.
Quiero apartarla y limpiármela, pero no sería inteligente hacerlo si
pretendo que me crea y así lograr llevar mi plan a cabo.
—Sentémonos —le pido, y él lo hace en un sofá y yo en otro, cerca, pero
guardando la distancia
—Tú dirás —me insta a continuar.
—Quiero hablar contigo porque tengo algo que proponerte, sé que es
probable que te niegues, no es usual mi petición, sin embargo, siento que es
al único al que se la puedo hacer.
—Pide lo que quieras —me asegura.
—Recientemente tuve una pérdida cercana que me hizo recapacitar en lo
que estaba haciendo con mi vida —comienzo—, y pensé que vivir aquí está
bien, pero me estoy perdiendo mucho de fuera.
—Hay un gran mundo, sí.
—La cuestión es que salir de aquí plantea dos problemas: por un lado,
soy humana y soy casi pura —le miento, no necesita saber que nadie se ha
alimentado de mí—, y por otro están mis padres. Si ellos se enteran de que
estar aquí ya no es suficiente siento que les va a doler, y es lo último que
quiero.
—Bien, lo entiendo. ¿En qué te puedo ayudar?
—No sé muy bien cómo pedírtelo.
—Eris, puedes decirme lo que sea, de algún modo somos familia —
asegura, y casi me hace dudar de que no es tan malo como creo.
Ledi carraspea y la miro un momento antes de continuar.
—Creo que la mejor manera de poder viajar, ver mundo y conocer otros
lugares es siendo la prometida de alguien importante, pero no quiero
casarme sin amor, ni con un warlock.
Frunce el ceño confundido porque estoy siendo una pésima interlocutora
y no se está enterando de nada.
—Creo que no te sigo.
—¿Tú quieres una relación conmigo? —suelto de pronto, y él me mira un
instante antes de sonreír.
—Vale, me parece que lo acabo de entender —suspira—. Necesitas la
protección que te puedo ofrecer como tío del rey para poder viajar, siendo
mi prometida puedes ver el mundo entero y nadie se atreverá a hacerte
daño. Aunque esto solo será algo falso porque sabes que te veo como a una
nieta, así que estás a salvo conmigo en ese sentido.
—Sí —sonrío aliviada—. Y llegado el momento, si encuentras a alguien
especial, yo me haré a un lado y puedes decir lo que quieras para que no se
vea mal la ruptura del compromiso.
—Eris, por mi parte no habrá tal ruptura, estaré en esta situación mientras
tú quieras que dure, y cuando quieras volver aquí o decidas casarte con
alguien a quien amas me retiraré, dejándote a ti en la mejor posición
posible.
Sus palabras me hacen dudar de que pueda ser alguien cruel, su tono
dulce y la forma en que me mira se sienten sinceras. Respiro hondo y dejo
esos pensamientos en el fondo de mi mente.
—¿Entonces aceptas?
—Solo por verte feliz haré lo que me pidas.
Me relajo y miro a Ledi, que tiene una expresión triunfal en su cara.
Quedamos en que en cinco días vendrá a pedir mi mano de manera formal.
Para ese momento ya tendré todos los papeles arreglados para la llegada del
nuevo contable. Está de acuerdo en ocultar a mis padres que esto es una
farsa, lo cual le agradezco, aunque no dejo de sentirme incómoda al pensar
que en público vamos a tener que mostrarnos de manera cariñosa para que
nadie sospeche.
Los días pasan sin darme cuenta, y cuando llega el momento de la fiesta
de pedida mis nervios me tienen histérica desde inicio de la mañana. Mi
traje negro se ciñe a mi cuerpo sin revelar demasiada piel. Nunca me ha
gustado mostrar excesivamente. Mis tacones rojos combinan con mis labios
y mi pelo, ligeramente ondulado gracias a Ledi. Me da un aspecto muy
diferente al que tengo a diario.
Todos estamos en el salón esperando a que Catriel aparezca. Hay una
tradición en mi familia que, según cuenta la leyenda, asegura que el
matrimonio será largo y feliz. Consiste en vendarme los ojos del color del
emblema real, que es casi como mi tono natural de iris. Espero a que mi
futuro marido aparezca, me quite la venda y me pregunte, cara a cara,
mirándome a los ojos, si quiero ser suya. Es una ceremonia preciosa. Mi
madre me ha dicho que mientras esperas no imaginas el vuelco que te da el
corazón cuando sientes sus dedos desabrochar la tela ni cuando lo ves por
primera vez tras quitarla del todo.
He tenido que parecer entusiasmada ante la idea, aunque, si soy sincera,
me apena que esto no lo haga con alguien a quien de verdad ame; supongo
que podré repetirlo con el indicado llegado el momento.
Cuando el reloj marca la hora, mi madre me anuda la venda azul y se
coloca detrás de mí junto a mi padre. Es una sensación extraña, me siento
segura porque estoy en casa, sin embargo, me pone nerviosa la idea de tener
a Catriel demasiado cerca.
Trato de centrarme porque no quiero que se note lo nerviosa que estoy.
Escucho algo fuera de la sala, voces que supongo serán las de Catriel. Sin
embargo, por un instante creo oír a Senox y mi corazón se detiene, y
entonces me doy cuenta de que si pudiera pedir un deseo sería que quien
estuviera frente a mí al quitar la venda fuera él, no Catriel, ni siquiera
Vanko. No, quiero ver al único que me ha hecho sentir mujer, y ese es
Senox.
Capítulo 18
Senox
Se oyen tres golpes en la puerta del salón, lo que indica que ha llegado.
Escucho la puerta y unos pasos dirigirse hacia mí, que estoy en el centro de
la estancia. Luego los murmullos de mis padres me desconciertan, siento
que ocurre algo y, por un instante, estoy tentada a quitarme la venda, pero
no lo hago.
—Alteza —escucho a papá y a mamá saludar, y me doy cuenta de que el
rey debe haber venido.
—Hoy estoy aquí en representación de un hermano —dice el que
supongo es el rey.
Aunque no entiendo a qué se refiere. Percibo pasos dirigirse a mí, dos
personas, luego oigo la voz de Catriel en mi oído.
—Espero que me perdones.
No me da tiempo a preguntar a qué se refiere cuando escucho a mi madre
tras de mí.
—¿Entonces será él?
Unas manos se posan sobre mí, y al aspirar el olor que emana de la
persona a la que pertenecen lo identifico sin problemas: es Senox. ¿Qué está
haciendo? Noto que deshace el nudo lentamente y siento que mi corazón se
desboca, late a una velocidad que estoy segura de que él lo puede oír. Tengo
los ojos cerrados cuando noto que la tela cae y siento la caricia de sus dedos
en mi cara al retirarla. Respiro hondo y los abro. Y mi mundo se detiene, no
importa quién hay alrededor, solo estamos él y yo.
—Eris —susurra casi contra mis labios—, ¿quieres ser mi esposa?
Tiemblo cuando coloca sus manos en mis mejillas y enmarca mi cara. No
entiendo qué está pasando. El momento se rompe cuando mi padre
interviene.
—Esto no es lo que hablamos —escucho que le dice a Catriel, imagino,
porque los tengo en un ángulo muerto.
—Dux, hazte cargo un momento —le pide Senox, y lo último que oigo es
al que imagino es el rey decir que sus consejeros son un dolor en el culo
cuando se trata de mujeres.
De pronto, Senox tira de mí contra su pecho y siento que el mundo
desaparece bajo mis pies un instante. Creo que nos ha transportado. Cuando
puedo separarme, un momento después de notar que vuelvo a tener donde
apoyarme en el suelo, veo que estamos en un bosque morado, junto a una
roca enorme.
—¿Qué es este sitio?
—Estamos en Alfoz 1, cerca del castillo.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunto, sintiéndome algo vulnerable en estos
momentos.
—Vamos a hablar sobre el trato que hiciste con Catriel
Me quedo paralizada por el miedo, ¿habrá descubierto mi plan de ayudar
a Milos a conseguir que se reúna con su mujer e hijo? ¿Es por eso que ha
venido el rey? ¿Están mis padres en peligro?
Noto una capa rodearme y veo que Senox la ajusta.
—Te has quedado pálida, no caí en que podrías tener frío con ese vestido
cuando decidí traerte a este lugar —explica.
—No me gusta estar aquí contigo —le declaro, y él da un paso atrás para
darme algo de espacio.
—Mi intención no es hacerte daño, solo hablar, después volveremos a tu
casa para que contestes la pregunta que te he hecho.
«¿Quieres ser mi esposa?».
—Esto no está bien, mis padres están esperando que me comprometa con
Catriel, que tú aparezcas y me lleves no es lo que tenía que pasar.
—No, lo que no tenía que pasar era que tú no confiaras en mí, que
prefirieras pedirle a Catriel que se hiciera pasar por tu prometido para tener
algo de libertad. Eso es lo que no tenía que pasar. ¿Por qué no me dijiste
nada?
Sus palabras suenan dolidas, y eso me confunde.
—No somos nada —le recuerdo.
—Éramos —me corrige.
—Todavía no he dicho que sí, y mi padre irá contra quien haga falta si yo
me niego a ser tu prometida.
—¿Incluso el rey? —pregunta, y no sé si es una amenaza.
Las palabras de Milos sobre lo que hacen los warlocks con los humanos,
sus encaprichamientos, la historia de la reina, todo viene a mí en este
momento.
—Incluso el rey —contesto firme.
Él sonríe y me desconcierta.
—Me alegro, mereces ese tipo de padre.
Me quedo callada, y antes de que pueda darme cuenta ha llegado hasta
mí y se ha lanzado contra mi boca. No es dulce ni suave, no, él no me trata
nunca así y, aunque no me guste reconocerlo, me encanta. Me lleva hasta la
enorme roca y me pone contra ella. Continúa besando mi cuello y sabe
exactamente dónde lamer y morder para que mi centro palpite.
—No puedo concentrarme contigo usando ese vestido —murmura contra
mi piel mientras mete su mano debajo de mi falda, haciendo que suelte un
jadeo de sorpresa al rasgar mis bragas sin previo aviso.
Abro mis piernas para darle acceso y gruñe mientras pone toda su palma
sobre mí y frota con una furia que me hace casi caerme del placer, pero
Senox me tiene bien sujeta y no lo permite. Introduce un dedo, luego otro y
finalmente un tercero. Comienza a meterlos y sacarlos, con dureza,
haciendo que tenga que levantar mis caderas por la profundidad que alcanza
y golpeando el punto exacto.
—Ahora vas a correrte para mí —susurra mientras me mordisquea la
oreja—, vas a dejarte ir en mis dedos.
—No puedo, estamos en un lugar público, nos podrían ver —jadeo.
—Y eso te encanta —contesta, y noto la sonrisa sobre mi piel.
Con su pulgar juega con mi clítoris y sé que no voy a poder aguantar
mucho más. Cuando con la otra mano retira la tela de mi escote y se mete
un pezón en su boca, mordiéndolo de una forma casi dolorosa, grito al
sentir que mi liberación se desata y él no deja de entrar y salir ni de morder
y lamer, prolongando durante una vida el placer de mi orgasmo. Cuando
bajo de la ola en la que estaba subida, él se arrastra conmigo hasta el suelo y
me envuelve en su regazo.
—Mi dulce caos —susurra contra mi pelo—. Sé mi prometida.
Exploremos esto el tiempo que tenga que durar, déjame tenerte por
completo.
—Soy una dama…
—Que disfrutes del sexo no te hace menos dama, al menos no a mis ojos
ni a los de nadie inteligente. Y tú y yo sabemos que ya no eres virgen.
Lo dice con tanta seguridad que me desconcierta, ¿sabe que Vanko y yo
teníamos relaciones? Supongo que se lo imagina, pero ha sido tan
contundente que incluso he notado algo de rabia en su tono.
—¿Qué me dices? —pregunta, interrumpiendo mis pensamientos.
Lo miro y evalúo la situación. No puedo negar que hay algo entre
nosotros. Algo que no puede ser porque voy a ir en contra de su amigo y
rey, sin embargo, una parte de mí quiere que me quede a su lado, que confíe
en que él me va a ayudar, y después de todo puede que no sea mala idea;
será más real, ambos disfrutaremos el tiempo que tengamos y después
podré seguir con mi vida y mis números.
—Solo si puedo irme cuando quiera —contesto.
—No eres mi prisionera, puedes decidir lo que quieres en todo momento
—me confirma, sabiendo que es eso lo que necesitaba oír.
—¿Estás seguro de que si quiero irme me dejarás? —le pregunto
mientras él aprieta sus brazos con más fuerza a mi alrededor.
Seguimos sentados y estamos a la misma altura, sus ojos y los míos se
encuentran y no puedo apartar la vista.
—Sí, estoy seguro, tanto como que voy a hacer contigo cosas que te van
a dejar con ganas de más —susurra, y tiemblo por la promesa.
—¿Tío Senox? —escucho a unos metros de nosotros, y veo a un niño que
nos mira. Tras él hay una niña un poco más pequeña que se coloca a su
lado, aunque el pequeño claramente no quiere.
—Vaya, vas a conocer a la familia antes de lo esperado. —Se ríe cuando
ve que los pequeños se acercan.
—¿Quién es ella? —pregunta la niña.
—Es mi prometida, Eris.
Ambos abren sus ojos y me hacen reír.
—Mamá siempre dice que no puedes tener prometida, que no es lo tuyo.
—Liro —lo regaña en un tono de cariño Senox.
—Alteza —le digo, bajando mi cabeza a modo de saludo.
—Yo soy Ayla, y no tienes que hacerle reverencia ni nada, solo es Liro
—me aclara, y no puedo evitar reírme.
—Sí tiene que hacerlo, es un signo de respeto, algún día seré el rey.
La niña bufa y rueda los ojos.
—Rey, mi culo, puedo patearte sin siquiera despeinarme —suelta, y la
carcajada de Senox provoca que Liro lo mire mal.
Increíble, este pequeño es a quien quieren matar, ¿cómo es posible? Y
por cómo lo mira Senox, él no puede estar al tanto, ¿debería contarle todo?
Quizás pueda encontrar en él a un aliado.
—Debemos volver a nuestra fiesta de compromiso —me susurra Senox
al oído mientras los niños siguen discutiendo sobre quién puede a quién de
una forma muy graciosa.
—Encantada de conoceros —les digo a ambos, cortando su diatriba.
—Volved a palacio ahora mismo —les ordena Senox—, a tu padre no le
va a hacer gracia que hayáis venido aquí solos; al tuyo tampoco.
—No les digas nada —suplican al unísono.
—Solo si me guardáis también nuestro secreto —les contesta, y los niños
asienten felices y desaparecen.
Vaya, pensaba que Liro era humano y no podría hacer esa cosa warlock;
será lo que dijo Milos que es un truco, ¿o algo pasajero?
—Te puedo asegurar que en una hora todo palacio sabrá que eres mi
prometida —se ríe Senox, besando mi pelo—. Nos voy a llevar de vuelta a
tu casa, ¿preparada?
Asiento, cierro los ojos y dejo que apriete mi cabeza contra su pecho.
Cuando noto que todo se estabiliza vuelvo a abrirlos. Estamos en mi baño.
—Supuse que querrías arreglarte antes de volver con todos —me explica,
señalando el espejo que me regaló, recuerdo de aquella noche que cambió
todo.
Miro mi reflejo y se nota que ha pasado algo entre nosotros que no
debería. Mis labios están hinchados, mi pelo algo despeinado y mi escote
enseñando mi sujetador. Por suerte, la capa me cubría por completo delante
de los niños o las explicaciones que hubiéramos tenido que dar hubiesen
sido otras viendo cómo son esos dos pequeños.
Me coloco todo como mejor puedo bajo la atenta mirada de Senox. A
través del reflejo del espejo encima del lavabo veo que no me quita ojo. El
bulto en sus pantalones me dice que él no ha terminado, no como la última
vez, y decido ser un poco audaz.
Me giro, voy hasta él y me tiro de rodillas. No deja de mirarme en ningún
momento y veo que su respiración se agita. Siento que tengo todo el poder,
y me gusta. Vanko nunca me dejó hacer esto. Con mi mano sí, pero mi boca
no estuvo nunca sobre él, decía que era demasiado buena para arrodillarme
a sus pies.
—¿Segura? —pregunta mientras tanteo sus pantalones.
—Tendrás que guiarme, nunca he hecho esto —le confieso porque, por
algún extraño motivo, con él no siento vergüenza, no creo que me mire mal
si expreso lo que quiero.
—Joder, mi dulce caos me concede su primera vez —susurra en un tono
ronco que me hace humedecer entre las piernas.
Saca su polla de los pantalones y me maravilla su tamaño. Hasta ahora
solo había podido imaginarlo. Lo miro y poco a poco la meto en mi boca. Él
no deja de observarme mordiendo su labio. Succiono un par de veces y
gruñe.
—Dulce caos, esto va a ser rápido —gime.
Decido morderlo levemente y noto una sacudida que imagino significa
que le ha gustado. Me siento valiente y comienzo a meterlo y sacarlo de mi
boca. Lo hago a un ritmo cada vez mayor, noto sus manos apretadas en un
puño a cada lado de su cuerpo. Creo que quiere empujarse dentro de mí,
pero se está conteniendo, así que pongo mis manos en su culo para alcanzar
la mayor profundidad que puedo y noto la arcada que eso me produce, solo
que, lejos de asustarme, lo repito en varias ocasiones.
—Joder, dulce caos —gruñe—, estoy cerca, demasiado.
Su aviso solo hace que aumente mi velocidad, y cuando siento que va a
correrse, se aparta de mí y dispara su carga contra el espejo que me regaló.
Él no deja de subir y bajar su mano hasta que la última gota sale, y me
sonríe.
—Vas a ser mi muerte —declara antes de desaparecer.
Me quedo algo desconcertada, me levanto, me lavo mi boca y mis manos
y me coloco unas bragas nuevas, las otras no sé dónde habrán quedado.
Antes de darme cuenta lo tengo detrás, besando mi cuello, perfectamente
arreglado.
—Lo siento, necesitaba limpiarme lejos de ti porque si no lo hacía te iba
a follar tan duro que tus padres te hubieran oído —susurra en mi oído.
Sonrío y salimos de allí en dirección al salón. En el camino, Senox coge
mi mano y nuestros dedos se entrelazan, encajan de una forma que no sabía
que podían hacerlo. Cuando entramos al salón de nuevo, todos nos miran
expectantes. Ahora que veo al rey Duxlan por primera vez en persona he de
decir que impone bastante. Es grande, mucho, aunque Senox también, y él
no me hace sentir de esa manera.
—Alteza —digo por segunda vez en el día.
—Supongo que deberías llamarme Duxlan, vamos a ser familia —me
contesta sonriendo.
—¿Todo bien por aquí? —pregunta Senox.
—No —le responde el rey con una mirada reprobatoria—, mueve tu culo
y haz las cosas bien.
Casi suelto una carcajada al oír a su majestad hablar de esa manera. Pero
si los miro bien no parecen rey y consejero, son amigos, familia. Creo que
tengo que tener cuidado porque, incluso si Senox no sabe nada, puede que
no se pusiera de mi parte llegado el momento.
Noto la mirada de Ledi al otro lado de la sala. Habla con Catriel. Ella está
invitada como una más. Espero que me crea cuando le diga que es mejor
esta situación para el plan.
—Discúlpenme —dice Senox, llegando hasta mis padres—, pero esto es
lo que debía ocurrir.
—Así no hacemos las cosas —refunfuña mi padre mientras que mi madre
tiene una enorme sonrisa en sus labios.
Senox tira de mi mano y me pone frente a él, mirándome a los ojos, como
cuando me ha quitado la venda, y me vuelve a preguntar.
—Eris, ¿quieres ser mi esposa?
—Sí —contesto con firmeza.
—¿Estás segura, hija? —inquiere mi padre, al que contesto sin mirarlo
porque, como siempre, estoy enganchada a los ojos de mi warlock.
«¿Mí?».
—Sí.
—Entonces es tuya hasta que ella decida que ya no mereces ese honor —
sentencia papá, y Senox me besa.
Todos aplauden en la sala y mi madre me abraza en cuanto Senox me
libera. Siento que todo es demasiado real; esto era una farsa, un medio para
un fin, una forma de venganza por Vanko, para ayudar a la reina. Ahora
todo está empezando a desdibujarse y me da miedo.
Pasamos la tarde hablando como viejos amigos con el rey, es un hombre
agradable, me cuesta ver la maldad en él, pero está claro que no es idiota y
ha tenido toda su vida para entrenar su lado bueno que mostrar.
Cuando se despide, se acerca a mí y me entrega un sobre. Lo abro y
dentro hay una carta con el membrete de la casa real en azul, no en dorado.
—¿Qué es? —pregunto, no entendiendo nada al verlo vacío. No hay nada
escrito en el papel real.
—Sé que esto no es más que una farsa —me dice, bajando su tono para
que solo yo lo oiga—, aun así, queríamos darte mi esposa y yo el regalo que
tú quieras, solo escribe y envíalo a palacio cuando quieras, nos lo harán
llegar.
—¿Cualquier cosa?
—Lo que sea —confirma con una dulce sonrisa.
Miro el papel de nuevo y las palabras de Milos regresan a mí: «yo mismo
lo vi con mis ojos, escrito en una carta de palacio con el membrete dorado
que solo el rey y la reina usan».
—¿Ocurre algo? —pregunta extrañado al ver la mueca en mi cara.
—Es solo que... Bueno, hace tiempo vi una carta real en la que el
membrete era dorado, no azul —miento para tratar de entender qué pasa.
—Ah, será muy antigua, de cuando mi padre reinaba —me explica—.
Cuando me casé con mi reina cambié el color en honor a sus ojos.
—¿Y no es posible que haya quedado alguna que todavía se use?
—No —contesta de forma rotunda y muy segura—, cuando se produjo el
cambio nos deshicimos de los antiguos, hace una década que no quedan de
esos. Por seguridad, no pueden existir.
Asiento y sonrío, pero no puedo evitar que una duda se instale en mi
mente: ¿y si los buenos no son tan buenos ni los malos tan malos?
Capítulo 20
Senox
Siento que mi cuerpo está totalmente relajado, como si hubiera corrido una
carrera de cien millas, pero también lo siento en paz. No puedo abrir los
ojos, me cuesta. Respiro profundamente y sé que Senox está a mi lado, noto
su calor y su aroma es inconfundible. Creo que me duermo un rato más
porque la siguiente vez que trato de parpadear lo consigo.
—Ahí estás —sonríe Senox contra mi mejilla.
—Ya te dije que es normal que esto ocurra.
La voz procede del otro lado, y cuando giro la cabeza veo a Tradiel
sentado junto a mi cama. Me saluda con la mano.
—¿Cómo te encuentras? —pregunta mientras se levanta y coge mi
muñeca como si estuviera comprobando mis constantes.
—Relajada —susurro.
El recuerdo de lo que hemos hecho Senox y yo me golpea, y miro hacia
abajo con miedo de estar desnuda. Sé que Tradiel es el médico de la casa
real, pero, aun así, no me gustaría que me viera con mi traje de nacimiento.
—Tranquila, solo yo voy a verte desnuda —susurra Senox en mi oído, y
compruebo que llevo un pijama bastante discreto que no revela nada de mi
piel.
—¿Qué ha ocurrido? ¿Cuánto llevo dormida? —pregunto tratando de
incorporarme, a lo que ambos warlocks me ayudan.
—Mi amigo es un poco bruto dándote amor por lo visto, te quedaste KO
ayer, ya es por la mañana —se burla Tradiel—. Mírame.
Me lo pide de una forma tan seria que lo hago sin vacilar. Saca una
especie de boli con luz y me alumbra directamente. Creo que pretende
dejarme ciega.
—Increíble —murmura sonriendo.
—¿Qué ocurre? —me asusto.
—No han cambiado de color —confirma el médico.
—¿Y? —pregunto con la mente aún confusa por haberme despertado
ahora mismo.
—Eso significa que eres mi Eterna —suelta Senox a mi lado, y me cuesta
procesar sus palabras unos segundos.
—¿Cómo que soy tu Eterna?
—Con lo que tomé de ti deberían haber bajado al menos un tono, no lo
han hecho, y sé que nadie más se ha alimentado antes que yo, mentiste
sobre eso.
—Bueno, no es algo que te incumba.
—Lo hace, ahora más que nunca.
—Esto no cambia nada.
—Te equivocas, lo cambia todo.
Me abruma la forma en la que me mira y siento que me ahogo. Si es
verdad, si soy su Eterna, entonces estaré con él toda la vida sin importar si
es lo que yo quiero. No, esto no es real, se lo ha inventado.
—Mientes —suelto, y él sonríe mientras me tiende la mano.
La cojo y me ayuda a levantarme de la cama. Tradiel sigue aquí y, lejos
de sentir que sobra, creo que es lo que hace que no pierda la cordura, saber
que hay alguien más conmigo que podría ayudarme.
Senox me lleva hasta el baño, frente al espejo que me regaló y me enseña
lo que dice. Doy un paso y me acerco para comprobarlo. Esto no puede ser
real. Qué conveniente, creo que se ha encaprichado de mí y está pasando
exactamente lo que Milos dijo que pasaba. Ha hecho algún truco para
mantenerme a su lado y hacer conmigo lo que quiera. No, no lo voy a
permitir. Tengo miedo, pero eso no me va a paralizar.
—Déjame sola —le ordeno.
—¿Qué ocurre?
—Quiero estar sola —le repito.
—No —contesta con firmeza.
—Esto no es real, me estás mintiendo, solo es un truco y lo voy a
demostrar, no voy a ser tu juguete —siseo, y su cara de sorpresa casi me
hace dudar.
—¿Qué demonios estás diciendo?
—Lo sabes perfectamente.
—Senox —lo llama Tradiel, que está en el marco de la puerta del baño
—, dale su espacio, déjala sola.
—No.
—Senox —insiste—, mírala, ahora mismo no te quiere aquí, y que tú te
comportes como un psicópata no ayuda. Lo que acabas de soltar es algo
grande que asimilar.
Senox me mira y me evalúa, da un paso hacia mí y yo retrocedo. Sus ojos
muestran que le ha herido que lo haya hecho y entiende que su amigo tiene
razón.
—Bien, pero eres mía, eso no lo va a cambiar nada en este puto mundo
—sisea antes de desaparecer.
Me quedo con Tradiel a solas y sus ojos son amables, sin embargo, no me
fio; es un warlock al fin y al cabo.
—No se lo tomes en cuenta. Esto es algo que ha esperado mucho tiempo
y ya había descartado —me explica como si fuera real lo que ocurre—,
toma el tiempo que necesites y no dudes en preguntar. Nuestras mujeres han
pasado por lo mismo que tú y puede que ellas sepan hacerte sentir mejor.
—Gracias —murmuro.
Él sonríe y desaparece también. Vuelvo a mirarme al espejo y sigue
siendo el mismo color el que me devuelve la imagen frente a mí. No puede
ser. Esto es un truco. Si pudo colocar todas mis cosas sin siquiera estar aquí
o quitar toda mi ropa cuando me entregué a él en la sala de la Torre Azul,
hacer que mis ojos se vean del tono que quiera no debería ser difícil.
Necesito encontrar a Ledi, ella es la única que puede ayudarme y decirme
si los ve igual que yo. O si, por el contrario, han cambiado. Si es algo
permanente este truco quizás consiga, con ayuda de Milos, sacarme de aquí
antes de que Senox me encadene como dijo él que hacían con las humanas.
Mierda, mierda, mierda.
Me visto rápidamente con unos pantalones y un jersey cómodos, al igual
que mis zapatos, y salgo de la habitación en busca de mi amiga. Me siento
como después de haber estado en una sauna, relajada, así que voy con
cuidado de no caerme porque noto que mi estabilidad es algo dudosa en
estos momentos.
Llego hasta la habitación que le han asignado, y cuando toco nadie me
contesta. Abro y veo que está vacía. Una chica se acerca a mí y me dice que
la han venido a buscar hace un rato, una familiar. Eso es raro, no conoce a
nadie aquí, quizás sea el infiltrado que dijo Milos.
Me indica que la ha visto bajar a un sótano que nadie usa. Lo cual le ha
parecido extraño, pero parece que no le ha dado mayor importancia porque
recoge el cubo de fregar y se dirige en dirección contraria a la que me ha
indicado que se encuentra Ledi.
Voy hasta donde me ha dicho la chica y veo una puerta que debe ser la
del sótano porque las de los lados están abiertas y se ve todo el interior
desde donde estoy. Abro despacio, mirando a ambos lados para que nadie
me vea entrar, y me deslizo dentro. Hay una escalera que baja y se oyen
murmullos. Me deslizo poco a poco. Hay luz gracias a unas lámparas, por
lo que no tengo que preocuparme de romperme el cuello. Llego hasta casi
abajo, la escalera de piedra termina frente a una pared. Ahora escucho con
claridad la voz de Ledi y de otra mujer. Me asomo ligeramente hacia la
derecha y confirmo que es ella, a la otra no la he visto en la vida.
—¿Está Milos al tanto de que ya hemos llegado? —pregunta Ledi.
—Sí, él ya lo sabe y el plan está en marcha. En la cantina de Adrika lo
puedes encontrar si necesitas contactar con él. ¿Es de fiar tu amiga?
—No es mi amiga —escupe, y lo hace con tanto odio que me tapo la
boca para no soltar un jadeo de sorpresa—. Siempre ha sido un medio para
un fin.
—Prima, eres increíble, nunca creí que soportaras compartir a Vanko.
«¿Prima? ¿Compartir a Vanko?».
—Nunca lo compartí, ella solo era la idiota a la que él enamoró, pero no
la amaba, no como a mí. Por mucho que se la follara nunca le hizo el amor
como me lo hizo a mí cada noche.
Siento que mi mundo gira a mi alrededor. Tengo que respirar hondo
porque noto que me falta el aire. Esto no puede ser, no es real, no está
pasando.
—Por culpa de esa zorra he perdido al amor de mi vida, pero al menos
voy a conseguir mucho dinero cuando Milos nos pague.
No puedo seguir escuchando más. Necesito respirar aire limpio. Tengo
que salir de ahí. Corro escaleras arriba, no sé si hago ruido, pero no me
importa. Corro sin saber hacia dónde voy hasta que me tropiezo con alguien
a quien casi tiro, yo caigo de rodillas y comienzo a jadear.
—Ey, respira, tranquila, toma aire conmigo —dice una dulce voz de
mujer a mi lado—, y suéltalo.
Frota mi espalda y repite lo mismo varias veces hasta que logro recuperar
mi respiración. Cuando miro hacia arriba para ver la cara de mi salvadora,
no es otra que la reina.
—Alteza —susurro, haciendo una especie de reverencia como puedo
dadas las circunstancias.
—Déjate de alteza, soy Aldara. Sé que eres Eris, de hecho, te buscaba,
¿qué te ha pasado para estar así?
Me quedo callada porque no puedo decirlo, no hasta que ordene mi
cabeza y entienda qué demonios está pasando.
—Ven, levanta —me pide, ayudándome a hacerlo—, ya me ha dicho
Nero que le ha contado lo ocurrido Senox. Estos chicos son como viejas de
pueblo —se burla—, creo que un poco de aire te vendrá bien y conozco el
lugar perfecto para ello.
La sigo sin replicar y me lleva por unas escaleras y varios pasillos hasta
que llegamos al tejado del palacio. Me paralizo un momento, no sé qué
hacemos aquí.
—Ven, siéntate conmigo y mira el mundo desde aquí. Cambia tu
perspectiva. Todo se ve de otra manera, ¿verdad?
Palmea su lado y yo me siento, miro al horizonte y veo el sol lucir
encima de nosotras, calentando mi alma. Me reconforta ese calor y cierro
los ojos un instante.
—Sé que lo de ser Eterna es algo complicado, pero te prometo que
merece la pena haberlo encontrado —dice, haciendo que la mire.
—¿Eres feliz? —le pregunto, viendo que en sus ojos hay amor cuando
habla de ser Eterna. No veo miedo ni marcas en su piel que me indiquen
que está siendo castigada.
—Sabes, antes de que Duxlan me encontrara yo pensaba que la vida me
tenía otra clase de felicidad. Tuve un novio de juventud, uno al que amé
tanto como creía que era posible, sin embargo, cuando Dux apareció me di
cuenta de que el amor de mi vida era el que ahora es mi esposo.
Sus palabras me dejan algo descolocada, no es lo que me ha dicho Milos,
¿está mintiendo por miedo?
—¿Cómo pudiste olvidar al que era tu novio? —le pregunto sin saber si
me va a contestar.
—Él me engañó, eso no se hace cuando amas de verdad.
La carta, entonces es verdad que Catriel no le dio la carta y por eso ellos
se separaron, pero entonces…
—¿Estás segura de que fue así? Quiero decir, a veces las circunstancias
nos hacen pensar que es de una forma cuando en realidad es de otra y…
—Yo misma lo vi. Él me dijo que alimentarse dolía, ya has comprobado
que no es así, él me engañó durante años con otras warlocks, y lo peor no
fue eso, lo peor es que cuando estuvo en peligro quise rescatarlo, sin
embargo, ese peligro no era real. Él estaba con una warlock que le ofrecía
dinero a cambio de mantenerlo dos años como fuente —me cuenta, y no me
cuadra nada lo que me dice—. ¿Y sabes lo que más me dolió? Que encima
me escribió una carta diciendo que se sacrificaba por el bien de ambos y
que lo esperara, que después de esos dos años volvería con dinero y
podríamos ser felices.
Bufa como si fuera una locura y se sintiera estúpida.
—¿En serio te escribió eso?
—Sí, gracias a que Catriel intervino no la recibí, ¿sabes? Él ahora es
como un padre para mí, realmente gracias a él es que Dux y yo nos
encontramos.
Mi cabeza va a explotar, esta historia la conozco, pero no me la contaron
igual. ¿Quién miente?
—¿Qué pasó con la mujer con quien tu novio tenía que estar dos años?
—Murió, trató de matarme —suelta, y mi cara de sorpresa hace que ella
sonría.
Tiene que ser Debra, no puede ser otra que ella. ¿Trató de asesinar a la
reina? Eso no me lo habían dicho.
—¿Cómo es eso de tener hijos con un warlock? —le pregunto, tratando
de ver si descubro quién dice la verdad.
—Con Liro fue algo complicado. Dux y yo tuvimos que separarnos, pero
cuando lo cogió en brazos por primera vez y vio sus pequeños ojos azules
centellear…
Suspira y sonríe. No es la cara de una mujer que odia a su marido, ni
tampoco alguien que mentiría sobre un hijo.
—¿Qué pasó con ese novio? —pregunto finalmente.
—Desapareció.
—¿Todavía estás enfadada?
—No, ya no siento nada por él, es parte de mi pasado y le tengo cariño
como el que se lo tiene a sus amigos de la infancia. Sin embargo, él ya no es
parte de mi vida ni necesito que lo sea. Si te soy sincera, llevaba años sin
pensar en él.
—Siento haberte traído su recuerdo.
—Existió, me hizo daño y yo lo perdoné, no me importa recordarlo, no es
nadie importante en mi vida como para hacerme sentir algo.
Y con esas palabras hace que todo cobre sentido. Me han engañado,
utilizado, usado. He sido una imbécil y no me he dado cuenta de que a mi
alrededor todo eran mentiras. El amor de Vanko, la amistad de Ledi, el
sufrimiento de Milos.
De pronto su cara cambia y su mirada se fija al frente, como si estuviera
oyendo algo que yo no. El rey se materializa a nuestro lado y ella se
levanta.
—¿No lo encontráis? —pregunta asustada.
—Seguro que aparece, pero no está en ningún lugar habitual —dice el
rey—. Hola, Eris.
Me saluda y no entiendo qué pasa.
—¿Puedo ayudar en algo?
—Liro ha desaparecido —explica el rey—, no lo encontramos.
—¿Habéis mirado en el bosque morado? —pregunto, recordando que
Senox lo regañó por estar ahí sin permiso.
—Sí, es uno de los primeros lugares en los que miramos, Ayla y él pasan
allí horas —contesta la reina.
Supongo que también saben que allí conocí a ambos porque no se
extrañan de que sepa del lugar.
Acompaño a Aldara a buscarlo por el palacio mientras Duxlan lo hace
por su lado. Advierto que no somos las únicas. Veo la desesperación en los
ojos de Aldara y siento que estoy traicionando a alguien que me ha ayudado
sin tener que hacerlo.
—Vamos a la sala del trono —me dice—, están todos allí.
De camino me explica que se comunica con su marido en su mente, o
algo así. Ahora mismo somos las únicas que faltan allí y le pido que
pregunte si está Ledi con ellos. Lo hace y niega con la cabeza.
—Dicen que no la encuentran —murmura unos minutos después
mientras seguimos hacia la sala del trono, y algo en mi pecho se aprieta.
—Creo que ella puede tener algo que ver —le digo justo antes de entrar
por las grandes puertas de la sala.
—¿Qué dices?
—Creo que Ledi puede estar implicada en la desaparición de Liro, y no
es la única.
Capítulo 22
Senox
Escribo esto por varios motivos. Primero que todo quiero pedirte perdón
porque tu hijo ha sido llevado por Milos en parte por mi culpa. No es lo
que yo quería que pasara, me engañaron, pero eso no me hace menos
culpable ni logra que el príncipe esté contigo, así que por eso deseo que me
perdones si puedes alguna vez. Supongo que, si lo haces, el rey no podrá
negarme también su perdón.
Senox no sabe nada, no lo culpéis de forma alguna, él solo me ha tratado
bien mientras que yo le he mentido desde el principio. Ahora las cosas han
cambiado. Espero poder decírselo a la cara.
He ido a buscar a Liro. Soy consciente de que voy a necesitar ayuda, sin
embargo, también soy consciente de que si os digo lo que sé es probable
que Milos desaparezca con el niño y, cuando descubra la verdad, lo mate.
Es por eso que tengo que ir sola a su encuentro.
Solo pido un favor, y es que no vayáis en contra de mis padres, ellos me
criaron bien, soy yo la que ha fallado, la que no ha sido más que una niña
tonta que creía saber todo lo que necesitaba, y resulta que no tenía ni idea
de la maldad que hay ahí fuera.
Pídele a Senox que trate de encontrarme, mantendré a Liro a salvo hasta
que lo haga, lo prometo. Después me iré o aceptaré el castigo que creas
pertinente por mi traición. Y si estas son mis últimas palabras, solo dile que
lo amo y pídele que no me odie, sé que no lo merezco, pero no me siento
capaz de morir pensando en que él lo hace.
Eris
Fin
Ahora los warlock están junto a sus Eternas, y esta historia llega a su
fin... ¿o no?
Epílogo 2
Idy
Mi padre ha llegado a visitarme como cada semana. Disfruto de pasar
tiempo a su lado. Han pasado cien años desde que Senox convenció a Eris
de que fuera su mujer, lo cual es divertido teniendo en cuenta de que el
título de Eterna es mucho más vinculante y ya lo ostentaba.
Veo a Liro y a Ayla entrenar en el bosque morado. No me acerco porque
prefiero que no me vean. Malakiel a veces los asusta, y ahora mismo está a
mi lado.
—Vaya, sí que han creído estos dos —dice mi padre mirando a los hijos
de Aldara, Duxlan, Nero y Sar.
—Liro casi ya tiene su mayoría de edad, y Ayla es toda una mujer.
—Como mis nietos, que han crecido demasiado rápido —se queja.
Nos ponemos al día sobre lo que ha pasado en esa última semana
mientras el sol nos calienta desde lo alto en el cielo. Escucho las voces de
Ayla y Liro, y por el tono parece que discuten.
—Esos dos son como el perro y el gato —me río.
De pronto, el sol parpadea. Sí, lo hace, titila como una estrella y veo que
mi padre sonríe.
—¿Qué ha sido eso? —pregunto preocupada.
—La señal de que, ahora sí, la nueva era ha comenzado.
—¿A qué te refieres?
Papá señala hacia los árboles, y cuando me vuelvo me quedo paralizada
ante la imagen que encuentro: Liro y Ayla se besan contra un árbol que
parece tener un color especialmente más vivo que los demás. Noto a papá,
que se acerca a mí y me susurra:
—Ellos son el inicio de la nueva era, ahora sí que el mundo que
conocemos está a salvo.
Agradecimientos
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Él lo conocía todo de mí y, aun así, me quería
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Necesitaba el dinero y lo único que tenía era mi cuerpo, así que me
vendí. Eso no significa que vaya a ser una esclava toda mi vida, no. Voy a
escaparme y empezar de cero, lejos de todo y de todos, pero por el
momento tengo que aguantar. Cuando pienso por qué lo hice, toco mi
cicatriz y todo queda claro.
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Olivia acaba de ser despedida porque han descubierto que sus
acreditaciones son falsas. Todo por culpa de la secretaria de su jefe, al cual
no ha tenido ni tiempo de conocer. Sin embargo, no va a dejar las cosas así,
y menos después de una noche de alcohol. Lo que tiene claro es que piensa
vengarse de ella.
Kenneth Crown, dueño de TransOcean, acaba de salir del hospital tras ser
atendido por sobrecarga de trabajo. A sus treinta años ha conseguido lo que
el resto a los cincuenta. El primero en llegar, el último en irse. Lo que
menos podía imaginar es que una morena con un diminuto vestido
irrumpiera en su oficina en mitad de la noche y se la pusiera dura con tan
solo mirarla, pero ¿quién es ella?
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¿Conocéis la historia del Patito feo? Pues esta es la historia del cisne que
quería ser Patito.
Cansada de ser juzgada por su aspecto Molly Stone se muda al otro lado
del país a vivir con su ex novio del instituto que además es su mejor amigo
y regenta el título de rompecorazones del campus. Mejor dicho, comparte
titulo con el mismo que comparte piso, Mason Somerfield
Su mejor amigo y compañero de piso le ha pedido que por favor deje que
se mude con ellos su ex novia del instituto. Esto no puede acabar bien,
ninguna mujer aguanta la puerta giratoria de mujeres que pasan por su piso
y él no piensa cambiar.
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Maia Ross está preparando su boda, el día de su despedida de soltera
descubre algo que le hace replantearse todo. Sube a una azotea para intentar
despejar sus ideas y allí es lanzada por una mujer que no conoce hacia una
muerte segura…o eso cree…Maia despierta y ve como se aleja de la Tierra
¿Cómo es eso posible?
Tahiel, general de la milicia taerrana, ha estado enamorado de Zaera
tantos años que ya no recuerda la época en que no era así. Pero ella no le
corresponde, ella está enamorada del imbécil de Lick. Un tipo que no la
aprecia lo suficiente como para no jugar a este estúpido juego de simulación
de vida real, un tipo tan idiota que se ha enamorado de una taerrana de nivel
inferior enviada a ese planeta. Tahiel solo quiere ver feliz a Zaera y hace
algo que nunca pensó que haría, compra a esa humana como mascota para
ayudar a Zaera.Todo iba a ser fácil, tener una mascota no puede ser muy
complicado ¿no? Pero cuando Maia aparece ante él sabe que todo va a ser
diferente, ella no es lo que esperaba y ambos lo saben.
Earth Game: un juego que te cambiará la vida.
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La Gran Guerra marcó un antes y un después en la Historia de la
humanidad. Los seres sobrenaturales que antes se escondían se unieron para
luchar contra los humanos. La guerra no fue justa, los seres sobrenaturales
ganaron sin apenas bajas y doblegaron a sus enemigos posicionándolos en
la base de la cadena alimentaria. Han pasado siglos de eso y hoy en día los
perdedores conviven en ciudades cúpula dirigidas por vampiros, cambiantes
y brujos o aislados en asentamientos humanos de los cuales nadie sale…
hasta ahora.
Kiara es huérfana en un asentamiento humano lo que significa que es
esclava de sus propios padres adoptivos y que jamás ha salido de su ciudad.
Pero gracias a Joe, un anciano a quien considera familia, logra llegar a
Ciudad V para hacer las pruebas de Riders y así pagar la deuda que como
huérfana tiene.
Eirian es el mayor de los hermanos Bane, nunca muestra sus sentimientos
y sabe controlarlos como nadie, pero le basta un solo encuentro con Kiara,
mirarla a los ojos, oler su sangre, para que todo su mundo se desmorone.
Ahora necesita hacerla suya incluso si ella no quiere.Un vampiro milenario,
una humana inocente y muchos secretos que desvelar, aunque al final tan
solo importa una cosa… tu sangre, es mía.
SERIE COMPLETA DE 4 LIBROS
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