Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Tu llegada
cambió
mi mundo
La muerte de Fermín nos dejó muy tristes a todos. Aparte de Nan, por
supuesto, el más afectado es Héctor. Jamás vi a un hombre llorar como lo
hizo él y creo que algo está cambiando hacia mí. Me permitió abrazarlo
mientras lloraba y atesoré cada segundo el toque de su piel al consolarlo.
Norrus nos informa un día después de que Nan está esperando un
cachorro de Fermín y eso me hace feliz. Como también saber que va a ser
mi sobrina a la que adoraré si Nan me lo permite. Estamos todos en el salón
y Héctor toma la palabra.
—¿Qué va a pasar entre Nan y tú?
—Héctor, la amo. Esperaré lo que sea necesario para volver a
recuperarla, ahora no es el momento y mientras ese día llega, seré su amigo
y el padre de su hija. Mi hija.
—Me alegra escuchar eso Norrus. Soy humano, pero si le haces daño te
echaré a mi dragón para que te muerda, aunque sea tu hermano.
Sus palabras consiguen emocionarme hasta el punto de que siento que
mi corazón va a explotar en cualquier instante. Escuchar cómo me llama
«mi dragón» me ha llenado de orgullo y de esperanza por volver a
conquistar su corazón, y lo más importante, conseguir su perdón. Siento la
necesidad de acercarme en ese momento y cuando estoy a punto de llegar a
él, mi madre y Nan aparecen en el salón. La reacción de mi padre al
abrazarla me conmueve. Ahora hay un miembro más de la familia en
camino.
Espero un poco y vuelvo a acercarme a Héctor. Northa entra avisando
que la bruja de Tiacry está fuera esperando para hablar con mi hermano. Un
gruñido bajo se me escapa por la impotencia de la interrupción de esa mujer
que nada tiene que hacer aquí y que me ha impedido tener a mi alcance a mi
luz.
—¿Estás bien? —susurra Héctor tocando mi mejilla. Estaba tan molesto
que no me di cuenta de que se había acercado a mí.
—Ahora sí, mi luz.
Le doy la mano y así salimos para escuchar lo que esa mujer tenga que
decir. Todos protegemos a Nan y cuando por fin se marcha me llevo a
Héctor a su alcoba. No pone ningún impedimento a que lo haga cuando
entramos y cierro la puerta. Me abraza apoyando su cabeza en mi hombro
rodeando con sus brazos mi cintura. Le devuelvo el abrazo con todo mi
amor y con las esperanzas renovadas.
—Quiero ser feliz contigo. Fermín me dio un consejo que no sabía cómo
afrontar y su muerte me ha hecho darme cuenta de que mi vida es corta y
que deseo vivirla contigo, y que pase lo que tenga que pasar.
—Cuando me aceptes por completo nos uniremos y viviremos
eternamente. Si decides no aceptarme siempre puedes usar la piedra de
Ónix que tiene tu hermana para ti.
—Yo no quiero una vida eterna si no puedo estar con el dragón que amo.
Porque te amo Veron, te amo muchísimo y he sufrido tanto estando lejos de
ti… desear tu toque y no tenerte cerca. Después, con lo que me ha pasado
yo… necesito tiempo.
—Yo soy el único culpable de todo, te prometo cuidarte, amarte y
protegerte con mi vida para toda la eternidad si tú me das una oportunidad.
—Te amo, mi dragón.
—Te amo, mi luz.
Me separo un poco y beso sus carnosos labios, sujeto su nuca y
profundizo el beso hasta hacerlo jadear. Lo sujeto entre mis brazos y voy
hasta el sillón donde me siento con él en mi regazo. Se acomoda dejando su
cabeza apoyada en mi hombro y una de sus manos sobre mi pecho. Nos
quedamos en silencio entre caricias y algún que otro beso recuperando
nuestro amor hasta que su respiración cambia y se queda dormido. Soy
incapaz de moverme por miedo a despertarlo, las pesadillas han ido
desapareciendo, aunque aún tiene alguna y me encanta poder tenerle entre
mis brazos. Pasado un rato tocan la puerta y al no recibir respuesta abren
con cuidado. Luna aparece tras la puerta y al vernos juntos se pone a dar
saltitos como una cría haciéndome reír. Se acerca en silencio, le da un beso
en la cabeza a su hermano y se marcha con una enorme sonrisa.
Héctor despierta horas después y he disfrutado de cada segundo de su
cercanía mientras vigilaba su sueño. Bajamos y salimos al patio. Héctor se
quiere quedar en la entrada y yo voy a jugar con mis hermanos un rato. Nan
sale y se van juntos, estaba tentado en seguirles, sin embargo, ellos son
amigos y necesitan estar a solas para hablar de sus cosas. Espero que Nan le
ayude a aceptarme, aunque esté enfadada conmigo.
Mis primos me informan de que los reyes salieron con nuestros padres y
mi hermano Norrus acompañados de varios guerreros junto a un hombre
que no reconocieron, eso me preocupa bastante.
Más tarde, cuando ya hemos terminado de cenar y estamos hablando
tranquilos mientras tengo cerca a Héctor, llegan varios de los guerreros que
se marcharon con prisioneros quemados y no entendemos nada cuando dan
la orden del rey para que mi madre, mi tía Lessla y mis primas estén listas
para ayudar a los heridos. Todo pasa muy rápido y cuando llegan, Héctor se
empeña en ayudar a uno de los heridos, mis celos no me impiden aceptar
que quiera tocar a otro hombre cuando lleva todo este tiempo sin
permitirme tocarle. Eso solo hace que mi enfado aumente sin parar y más
aún cuando Héctor decide ayudarle sin importar que le esté pidiendo que no
lo haga él.
Cuando todo se calma y mi primo Hodul junto a mi tía Phipai nos
cuentan lo que han averiguado me largo del castillo. Hago el cambio a
dragón y vuelo durante horas hasta que el cansancio me hace volver a
Senzyras. Al día siguiente le dejo una nota a mi madre para decirle que
estaré unos días fuera y vuelvo a la casa que compré para Héctor y para mí.
Paso los días yendo al castillo lo necesario e ignorando a Héctor cuando ha
intentado hablar conmigo infinidad de veces para después irme a la cantina
con Traron.
Estoy sentado en una de las mesas acompañado por él y las hembras no
dejan de acercarse a nosotros. Los dos les pedimos que nos dejen solos.
—Parecía que las cosas habían mejorado con Héctor.
—No quiero hablar de él. Puedes irte con alguna fulana, no tienes que
estar cada día conmigo.
—Eres mi mejor amigo.
—Pensé que cuando supieras mi secreto te apartarías de mi vida.
—Me hubiera gustado enterarme antes por ti. ¿Por eso nunca estabas con
hembras?
—En realidad, no sabía qué me pasaba hasta que Héctor llegó a mi vida
y supe que las mujeres no me atraían porque lo hacía él.
—Héctor no es el único hombre en este mundo.
—Para mí sí.
No insiste más con el tema y seguimos hablando de otras cosas sin
importancia mientras que mi luz no deja de aparecer en mi mente. Hace una
semana que dejó de intentar hablar conmigo y de alguna manera, que dejara
de hacerlo me ha hecho darme cuenta de que he ido demasiado lejos
tratándolo tan mal. Sé que no miraría a otro hombre amándome a mí y aun
así me alejé. Mañana, cuando regrese al castillo, lo buscaré y le pediré
perdón por mis celos. Me voy de la cantina dejando a Traron para que vaya
a divertirse con alguna hembra. Necesito descansar porque sé que no será
fácil hablar con Héctor y estoy seguro de que me rechazará en cuanto lo
intente.
Al llegar al castillo busco a Héctor en su alcoba y entro sin llamar, lo
encuentro saliendo del excusado desnudo secándose el pelo. Al verme se
queda paralizado por un momento hasta que reacciona tapándose.
—No tienes permiso para entrar aquí. ¡Lárgate! —grita furioso y jamás
lo vi tan enfadado conmigo, ni siquiera cuando regresó después de tantos
meses separados.
—Héctor, lo siento. Me he comportado como un idiota. Perdóname.
—¡Lárgate! —Entra al excusado cerrando la puerta—. Más te vale que
cuando salga no estés en mi habitación y no vuelvas a acercarte a mí nunca.
Tú y yo jamás estaremos juntos.
—Mi luz, por favor. Sé que he hecho las cosas mal alejándome por mis
celos. Sal del excusado y hablemos, no me hagas esto.
—¿Hacerte esto? —Sale ya vestido y su rostro está manchado por
lágrimas que me parten el alma—. ¿Qué se supone que es esto? No seas
ridículo Veron. Vete, es lo mejor para los dos.
—Héctor —susurro en un intento de acercarme a él y me aparta
intentando empujarme.
—¡Que te vayas, joder! —grita al ver que no puede moverme.
—Veron, por favor, es mejor que te vayas. —Me doy la vuelta y veo a
Evolet junto a sus dos hermanas. Dándome por vencido, por ahora, me voy.
Han pasado varios meses y por más que intenté acercarme a mi luz fue
inútil, además, tuve que dejar de hacerlo pues amenazó con marcharse y si
se larga nunca podré recuperarlo estando en su mundo. Decidí darle un
tiempo esperando que sea él quien termine acercándose a mí de nuevo. El
resultado es que cada día Héctor está más triste y distante conmigo.
Ahora estoy en la biblioteca con mis primos. Hodul quiere contarnos
unas ideas para las nuevas cosechas y, antes de hablar con nuestro rey,
desea saber nuestra opinión. Ha creado una nueva maquinaria agrícola y
para mi sorpresa ha sido Héctor quien le ha dado la idea. Al menos sigue
igual con los demás, es conmigo con quien ha cambiado y, sinceramente, no
sé qué hacer para que me perdone si no me permite intentarlo. Es
demasiado terco.
Mi primo nos enseña unos bocetos de la maquinaria que quiere construir
para arar los campos en vez de hacerlo nosotros mismos. Le gustaría
llevarlo para todos los dragones que se dedican a trabajar la tierra y
facilitarles el trabajo. A todos nos parece una idea estupenda, Hodul es el
más joven, sin contar a los gemelos, tan solo tiene veintiún años y siempre
quiere ganarse la aprobación de mi tío Khonox que, sin dudar, acepta todas
las ideas de Hodul. Mis tíos Rodan y Lessla están muy orgullosos de su
pequeño erudito.
Dejamos a un nervioso Hodul frente a la puerta del despacho de mi tío y
nos vamos al salón para hablar tranquilos. Alan y Mateo se unen a nosotros
y Héctor al ver que estoy en la mesa prefiere marcharse con las mujeres.
—Dale tiempo —susurra Alan mientras ve a Héctor marcharse.
—¿Más? Lleva meses esperando que le permita acercarse —murmura
molesto Ugor.
—Lo sé, sé que se está pasando y que ha pasado demasiado tiempo como
para seguir sin querer hablarte, pero Héctor es así —añade Mateo.
—Esperaré lo que sea necesario por mucho que me duela que me aparte
de su lado. No debí comportarme así por mis celos. Él solo quería ayudar a
curar a los dragones heridos y me comporté como un crío marchándome de
su lado sin querer escucharle, hasta que al final se cansó de insistir.
—Dale celos tú a él. A mí me funciona cuando alguna dragona me niega
sus favores en la cama porque no me decido a unirme con ella. Irme con
otras acaba atrayéndolas a mí de nuevo —dice Kode entre risas.
—¿Conoces a algún dragón con el que pueda darle celos? —pregunta
sorprendido Ugor.
—Creo que lo ideal sería una hembra —se reafirma Kode.
—No les hagas caso, Héctor jamás te lo perdonaría y si estás dispuesto a
seguir esperando, lo mejor es que sigas como hasta ahora —asegura Alan.
—¡Estoy desesperado! —murmuro con un gruñido con las manos
formando puños.
—Sabes que hemos intentado hablar con él y amenaza con marcharse si
seguimos insistiendo. —Suspiro con fuerza y cambio de tema. Ya tengo
bastante con el rechazo continuo de Héctor como para hablar de ello
escuchando los estúpidos consejos de mis primos que solo me llevarán a
sufrir más.
La fiesta del primer cumpleaños de Skel es en unos días y Los Trolls ya
están aquí. Busco a Héctor con la mirada y no lo encuentro en el salón junto
a los demás. Me levanto para buscarlo y encuentro a Traron que no ha visto
a Héctor por ningún lado. Cuando regreso al salón escucho a Norrus
preguntar por Nan y parece nervioso.
—¡Madre! ¿Qué puedes darle de comer a Ayra? Necesito encontrar a
Nan, no aparece por ningún lado y temo que algo le haya pasado.
—Yo no encuentro a Héctor, tal vez han ido a dar un paseo por los
alrededores —intervengo.
—No, algo ha pasado. Nan jamás dejaría a Ayra sin comer. Tía Evolet,
¿crees que puedas ver algo?
—No lo sé. Las visiones vienen solas. Todavía no puedo controlarlas.
—Concéntrate pensando solo en Nan y en Héctor. Cierra los ojos, respira
hondo y piensa en ellos —intenta ayudarla Phipai.
El aullido de Snow me eriza la piel y más al verla salir corriendo seguida
por mi hermano. Mis primos y yo vamos tras ellos haciendo el cambio a
dragón sin esperar lo que Evolet haya podido ver. Al llegar huelo la sangre
de mi luz y el miedo me invade. Hago el cambio a mi forma humana y me
dirijo a los arbustos de donde proviene el olor de la sangre. Al verle
tumbado mi mundo se vuelve negro y un rugido lleno de dolor sale de mi
interior. Tiene una daga clavada en el costado y su corazón late demasiado
débil, debemos darnos prisa o morirá desangrado. Con la ayuda de Kode
sostengo a Héctor entre mis brazos, Ugor hace el cambio a dragón y subo a
su lomo para regresar a toda velocidad.
Mi madre y mi tía están en el salón con las demás mujeres cuando me
ven entrar con él. No ha parado de sangrar y temo que sea demasiado tarde
para salvarle. No me separo de su lado en todo momento y gracias a
Brandar y sus piedras mágicas consigue salvarlo. Evolet ha estado cerca de
su hermano como yo. Solo ha salido para regresar con una piedra de Ónix
entre sus manos.
—Héctor no quiere esto, tía. —Ella lo sabe tan bien como yo.
—No me importa, he hablado con mis hermanos y están de acuerdo. He
estado a punto de perder a mi bichito en demasiadas ocasiones, al menos así
sé que vivirá durante muchos años.
—Se va a enfadar —aseguro.
—Lo sé —susurra con tristeza.
Le entrega la piedra a Brandar que, tras unas palabras en su idioma el
Ónix entra en su cuerpo. En ese instante su latido se restablece por
completo y sus heridas terminan de sanar bajo las palabras de Brandar.
—Debe terminar de sanar y despertará recuperado por completo.
Estar a punto de perderlo me hace quererlo aún más y temo que cuando
despierte siga sin querer tenerme a su lado.
Capítulo 6
Me siento bien, demasiado bien, ¿qué fue lo que pasó? Intento pensar sin
acordarme de nada, poco a poco abro los ojos y me extraña ver a Veron a mi
lado sujetándome la mano. No entiendo qué ha pasado para que esté
llorando si yo me encuentro bien. De repente, Nan viene a mi mente, lo que
ocurrió antes de que todo se volviera negro fue sentir mucho dolor y una
voz susurrar que si hacía ruido la mataría, luego todo se volvió borroso y
finalmente la oscuridad me llevó. Me incorporo para sentarme y me cuesta
respirar.
—¡Nan! ¿Dónde está Nan? —pregunto desesperado.
—Cálmate, mi luz, todo va a estar bien. —Siento como me rodea con sus
brazos.
—¿Dónde está Nan? —vuelvo a preguntar intentando soltarme de su
fuerte agarre—. Vete, por favor.
—No me pidas eso, he estado a punto de perderte.
—¡Que te vayas! ¡Nunca estaremos juntos! ¡Entiéndelo de una jodida
vez! —Ojalá todo fuera diferente entre nosotros, pero lo nuestro es
imposible.
No puedo permitir que sea el hazmerreír de su mundo por amarme. Yo
no soy nadie y él un príncipe, pienso irme en cuanto vea a Nan con mis
propios ojos. Verlo marchar dolido por mis palabras me parte el corazón,
sin embargo, es lo mejor que puedo hacer por él. Mi decisión está tomada y
lo más adecuado es irme para siempre y no volver jamás.
—Bichito, cálmate. Todo va a estar bien. Tengo algo importante que
decirte y espero que lo entiendas —dice mi bichito y por su mirada asustada
sé que no va a gustarme, aunque no puedo imaginar que puede ser.
Únicamente puedo pensar en Nan.
—Bichito por favor, quiero saber que Nan está a salvo e irme a Tenerife
a vivir mi vida tranquilo.
—Brandar te ha introducido el Ónix en tu corazón, no puedes irte —
suelta de sopetón. Todo parece paralizarse por un instante en el que la ira
por lo que han hecho en contra de mi voluntad estalla.
—¿Quién te crees que eres para decidir algo así, cuando sabías que no
deseaba esa piedra? ¿Quién? —grito con todas mis fuerzas.
—Todos nosotros tomamos la decisión porque no queremos perderte.
Héctor, casi no lo cuentas esta vez.
—Dime algo. ¿Esa piedra me salvó la vida? ¿Esa piedra evitará que
muera si alguien me ataca como hoy?
—No del todo, pero hubiéramos tenido tiempo suficiente para salvarte,
además, te dará muchos años de vida para estar juntos —susurra entre
sollozos. No me gusta verla llorar, sin embargo, ahora mismo solo pienso en
mí mismo.
—¡Fuera! —grito dolido, me siento traicionado por mis propios
hermanos porque sé que «con nosotros» se refiere a ellos.
—Bichit...
—¡Qué te vayas! Y dile a los demás que no se molesten en venir. Os
odio por lo que me habéis hecho. —Cuando se marcha llorando, Anarfi está
a mi lado—. Quiero ver a Brandar para que saque esta cosa de mi cuerpo y
poder largarme de este lugar al que nunca debí volver.
—Le diré que deseas verle.
—¡Espera! ¿Qué pasa con Nan? —suspira y al mirarme me fijo en que
ha estado llorando.
—Nan ha desaparecido, esperemos que pronto puedan encontrarla para
que pueda estar con su pequeña.
Intenté preguntarle algo más y no me dio tiempo, pues salió con rapidez
dejándome solo y con tantos sentimientos que no sabía cómo gestionar.
Solo me tumbo de lado en la cama llorando mientras pienso en Nan. Todo
esto es por mi culpa, debí decir algo para que alguien impidiera que fuera
sola. ¿Qué podía hacer un simple humano con quién fuera que se la llevó?
Brandar llega a mi habitación con gesto serio detrás de Anarfi y ella sale
de nuevo dejándonos solos.
—Señor, quiero que me quite esta cosa para irme a mi mundo. Quiero
vivir y morir como un humano normal.
—No voy a hacerlo. Has tenido mucha suerte esta vez, si no estoy en
Thantanas para el cumpleaños de Skel estarías muerto desangrado. El Ónix
te protegerá, y si alguien te hiere no será tan fácil matarte pues te curas más
rápido.
—Si me quedo con esto no envejeceré y así no puedo volver a mi
mundo. Si los años pasan y no me hago viejo todos sospecharán.
—Quédate muchacho, volveremos a vernos y si para entonces sigues sin
querer el Ónix en tu corazón… lo sacaré.
—Como puedo confiar en usted si lo puso en contra de mi voluntad.
—No me ofendas muchacho —sisea molesto sorprendiéndome—. Mi
promesa nunca será incumplida, si yo no puedo extraerte el Ónix lo hará mi
hija pasado un tiempo.
—¿Y por qué tengo que esperar?
—Porque yo te lo pido. —Se levanta y antes de salir por la puerta me
mira con un gesto diferente, más cálido—. Espero que encuentres una razón
para quedarte, mi niña Evolet te echará de menos igual que todos tus
hermanos y muchos dragones que te aman.
Sale cerrando la puerta dejándome solo de nuevo, me acuesto en la cama
y sigo llorando por Nan y por un amor imposible que creí haber recuperado
y al que tengo que renunciar por amor.
Al día siguiente estoy hecho una mierda, he alejado a todo aquel que ha
intentado acercarse para hablar. No necesito que nadie intente convencerme
de que mis hermanos hicieron lo correcto. Era mi decisión, no la suya y sé
que no van a parar de intentarlo.
Cora viene a buscar la bandeja con los restos de comida que he dejado.
—¿Necesita algo más, mi señor?
—Te he dicho mil veces que me llames Héctor, por favor. Y hasta más
tarde no necesitaré nada más. ¿Serías tan amable de traerme la cena?
—Por supuesto, mi señor. —Pongo los ojos en blanco y ella sonríe.
—Gracias, Cora.
Se va con la bandeja, me levanto de la cama, voy al baño y entro en la
bañera con el agua helada. No dejo de temblar mientras me enjabono y
Cora no puede calentar el agua, ella tiene el poder del veneno. «Eso me
pasa por echar a Anarfi también». Salgo lo más rápido que puedo de la
bañera y me seco, miro a mi alrededor buscando la ropa y me doy cuenta de
que no la saqué del baúl.
Contengo el grito en mi garganta al ver quien está en mi habitación al
salir del baño. Cojo una sábana y me tapo lo que provoca una sonrisa
siniestra en él. Nunca me gustó. Me miraba con odio cuando nadie lo veía y
ahora está aquí conmigo a solas.
Se acerca y yo doy pasos atrás sintiéndome indefenso, cojo aire para
gritar pidiendo ayuda y antes de poder hacerlo usa su velocidad para
taparme la boca. Se pone a mi lado sujetándome el cuello y me estampa
contra la pared haciendo que jadee de dolor expulsando todo el aire por el
golpe. Lo miró con miedo y eso parece que le gusta. Su sonrisa así me lo
indica. Aprieta su agarre en el cuello y llevo mis manos a sus brazos
intentando apartarlo. Solo consigo que su sonrisa aumente y empiezo a
quedarme sin aire.
—Deberías estar muerto. Veron no puede amarme si tú estás vivo. —
Abro los ojos por lo que acaba de decir y me suelta.
Caigo de golpe tosiendo para recuperarme tocando mi cuello, me
arrastro como puedo para alejarme de él y miro la puerta. ¿Es que nadie
escucha nada? ¿Dónde está Veron ahora?
—Están muy ocupados con el rescate de Nan y nadie vendrá por ahora.
Hasta que pueda estar con Veron tú serás quien me dé placer. Las fulanas de
las cantinas no me complacen como necesito.
—Mi hermana lo sabrá y te matará.
—Es un riesgo que voy a correr. Si dices algo mataré a tus hermanos
humanos y a tus sobrinas.
Me levanto como puedo e intento atacarle. Algo inútil porque me somete
sin que pueda hacer nada para evitarlo. Las pocas imágenes que mi mente
se niega a olvidar de lo que me hizo Alejandro vienen de golpe para
atormentarme.
—No quiero hacerte daño, no debo dejarte marcas. —No me gusta cómo
me habla—. Ahora te vas a poner de rodillas y vas a hacerme una buena
mamada.
—¿Por qué? —pregunto desesperado y aterrado, esto no me puede estar
pasando.
—Quiero saber qué te ha visto para enamorarse de ti y que nunca se haya
fijado en mí. Y por supuesto, saber que le has hecho para que no pueda
olvidarte.
No puede ser. ¿Es que acaso no he tenido suficiente con escuchar las
burlas de los demás guerreros refiriéndose a Veron y a mí? ¿Ahora resulta
que este cabrón tiene celos y mis hermanos y sobrinas están en peligro?
Quiero y necesito intentar gritar.
—Vamos, no tengo todo el día.
Me empuja con fuerza y caigo de rodillas haciéndome daño. Se
desabrocha y baja el pantalón hasta las rodillas, se acaricia la polla y tengo
ganas de vomitar. Ojalá estuviera drogado para no recordar con claridad
nada de esto. Con lágrimas de rabia cayendo por mis mejillas me acerco a él
y abro la boca. Por más que intento pensar en alguno de mis amantes solo
Veron viene a mi mente. La sensación de traición me golpea una y otra vez
mientras doy placer a este cabrón que gime con cada embestida hasta el
fondo de mi garganta haciéndome daño.
«Ojalá pudiera arrancarle la polla de un mordisco».
Cierro los ojos y me doy prisa moviendo la cabeza, metiendo y sacando
su polla de mi boca evitando que me ahogue el muy cabrón. Su sabor es
repugnante y necesito acabar ya, mientras me ayudo con una mano con la
otra masajeo sus asquerosos huevos.
—Lo estás haciendo muy bien, nunca imaginé que se sentiría tan bien
enterrarme en la boca de un hombre. Trágatelo todo. —me ordena. Me
agarra del pelo con fuerza y empuja en mi boca haciéndome más daño hasta
correrse obligándome a tragar—. Este será nuestro secreto mientras dure.
Cuidado con decir algo o tu familia morirá.
Sale con una sonrisa satisfecha y en cuanto desaparece de mi vista voy al
baño corriendo a vomitar. No paro hasta que ya no queda nada en mi
estómago. El asco que siento de mí mismo es inmenso.
«¿Qué debo hacer? ¿Por qué mi bichito no ha visto nada para
impedirlo?».
Tocan a la puerta y lo ignoro, sigo en la misma posición apoyado en esta
especie de inodoro de piedra por si necesito vomitar más. Lloro de rabia por
lo que acabo de hacer. Las arcadas vuelven, no queda nada en mi estómago
y me duele mucho el pecho por el esfuerzo.
Escucho como alguien entra hasta el baño y toca en la puerta. Me aparto
con miedo a que sea él de nuevo y al darme la vuelta es Nymy quien entra.
Me relajo tanto que lloro de puro alivio al no verle de nuevo. Se acerca
para ayudarme y me levanta sin esfuerzo para llevarme hasta el banco de
madera. Se da la vuelta, creo que para irse y se lo impido.
—No me dejes solo por favor, quédate a mi lado —suplico entre llantos.
En silencio me abraza y doy gracias porque sea ella y no otro que pueda
hacerme muchas preguntas. Nymy nunca habla y ha venido a ayudarme
cuando su madre no ha podido, en realidad, nunca las he necesitado y me ha
costado acostumbrarme a que quieran hacer todo por mí.
El problema es que quiero estar solo y me da miedo al mismo tiempo.
Necesito pensar qué coño voy a hacer sin que mis hermanos y mis sobrinas
salgan perjudicadas. Si les sucede algo, nunca me lo perdonaré.
La compañía silenciosa de Nymy junto a sus caricias en mi cabeza
consigue calmarme. La pobrecita está haciendo un esfuerzo por estar cerca
de mí, pues con todo lo que vio sufrir a sus padres no le gusta la compañía
masculina y sé que únicamente habla con sus padres y Nan.
—Gracias por quedarte a mi lado. —Siento como aprieta su abrazo y
suspira.
—Sé… sé lo q… que p… pasó. —Me aparto de ella para mirarla a los
ojos sorprendido y aterrado al mismo tiempo—. Yo t… te cu… cuida…
daré.
—¿Cómo? No puedes estar todo el tiempo conmigo y temo que te haga
daño. Si sabes lo que pasó, escuchaste que amenazó con matar a mi familia.
—No s… sé. Lo inten… inten… taré —dice con esfuerzo.
Me quedo en silencio pensando, intentando buscar una solución y el
terror a que ese maldito cumpla su palabra me impide hablar. Le pido a
Nymy que por favor me guarde el secreto y ella asiente. Suspiro cansando y
me duermo entre sus caricias.
Escucho murmullos y me despierto, me doy cuenta de que estoy en la
cama e imagino que Nymy me trajo hasta aquí sin darme cuenta. Cora ha
venido con la bandeja y Nymy le dice que se va a quedar cuidándome.
Carraspeo para que sepan que estoy despierto. Cora finalmente nos deja
solos y le pido a Nymy que se vaya a cenar y que vuelva después, pero se
niega en rotundo y acabo compartiendo mi comida con ella. Cada vez habla
más conmigo y me pregunta cosas de mi mundo. Sin darnos cuenta nos
quedamos dormidos.
Las horas pasan lentas y la llegada de Nan me alivia el alma, sin
embargo, soy incapaz de salir de esta habitación por miedo a encontrarme
con ese dragón. No sé cómo voy a reaccionar, no quiero que nadie se dé
cuenta de nada y que haga daño a mi familia.
Estoy nervioso esperando la llegada de Nymy, el miedo a que regrese
mientras estoy solo casi hace que me mee encima. Tocan a la puerta y
tiemblo sin poder evitarlo quedándome en silencio esperando que quien esté
al otro lado se marche.
—Héctor, soy Nan. —Mi cuerpo y mi mente se calman al escucharla.
—Entra —grito. Me mira con una sonrisa que le devuelvo, aunque no
sea del todo real.
—¿Cómo estás? Siento mucho lo que te pasó, nunca debí llevarte
conmigo, ni siquiera yo misma debí ir.
—No importa, siento no bajar a recibirte, no quiero salir. Estoy cansado.
—¿Quieres contarme qué ocurre?
—En otro momento, bruja. Ahora quiero que me cuentes todo. Por favor,
hazme olvidar mi mierda de vida —susurro a punto de romperme.
Me cuenta todo desde el momento en el que ese cabrón apareció en la
costa y la amenazó con matarme. Menudo mentiroso, eso ya lo había hecho
y casi me mata. Me hace feliz saber que se ha reencontrado con su padre y
su abuelo después de creerlos muertos por tantos años. Ojalá yo fuera tan
fuerte como para partirle el cuello al cabrón que me tiene en sus manos.
—Laga me contó esta mañana que habías llegado. Perdóname por no
bajar, de verdad, no quiero ver a nadie. No puedo perdonarles lo que me
hicieron. —Y, aunque antes era así, todo ha cambiado y solo quiero
protegerlos—. Yo jamás quise usar el Ónix para tener una vida larga.
—Eso lo puedo entender, sin embargo, creo que hay algo más que estás
ocultando desde hace algún tiempo.
—Bruja, de verdad que eres mi mejor amiga, pero no quiero hablar de
ello. Necesito pensar cómo hacer las cosas. Para ser sincero, estaba
pensando en volver a mi mundo de nuevo y gracias a que me han puesto esa
mierda de piedra no puedo volver sin envejecer.
—¿No te la puede sacar el rey de los Trolls? —pregunta confusa.
—No quiere hacerlo de momento. Me ha pedido que piense bien las
cosas durante un tiempo y que, si pasado ese tiempo sigo pensando igual, la
extraerá de mi corazón.
—¿Y Veron? Sé que se puso celoso de uno de los dragones y que no te
gustó, ¿realmente tenías que ponerte de esa forma y alejarlo de tu lado
durante tanto tiempo?
—Te prometo hablar de todo.
—Está bien, no insistiré más.
—Gracias, bruja. —Abro los brazos y se recuesta en mi pecho. Ahora
soy yo quien la necesita, aunque no pueda decirle todavía el porqué.
Cerca de la hora de la cena se marcha y Nymy viene minutos después
con una bandeja de comida para los dos.
Pasan varios días en los que Nymy ha seguido a mi lado e incluso ha
venido varias veces con una de las chicas que rescataron junto a Nan.
Disfruto de su compañía y, aunque Enmy al principio se sentía incómoda,
me gané su confianza con mis bromas. Su compañía me hace olvidar un
poco el miedo a quedarme a solas. Se van por un momento y tocan la
puerta, me quedo en silencio esperando, sé que él no es. No escuché que
tocara la puerta cuando vino a hacerme su asquerosa visita.
—Traigo a Ayra para que la veas —gritan desde el otro lado de la puerta.
Me levanto feliz y abro la puerta, le arrebato a Ayra de los brazos para
cerrar la puerta justo después. Como era de esperar, Norrus es más rápido y
no me permite terminar mi objetivo. Dejarlo fuera.
—Prefiero que venga Nan. Si no te importa déjame a solas, cuidaré de
Ayra hasta que vengas por ella en un rato.
—La verdad es que me apetecía hacerte compañía.
—Gracias por la visita. Ya puedes irte, mejor vete con mis hermanos. —
Me ignora por completo y entra, se sienta en mi sillón repochado. Estoy
molesto, aún recuerdo el miedo que sentí al decirle que me iba a mi mundo
y como me arrebató la camisa que había robado de Veron a escondidas.
—¿Sabes Héctor? Tienes una familia que está preocupada por ti.
Entiendo tu enfado, pero creo que esto va más allá, que escondes algo.
Quiero que sepas que puedes confiar en mí y que nunca le diré a Veron lo
que hablemos, cuando estés preparado lo harás tú mismo. Si no confías en
mí, habla con Nan. —Me dan ganas de reír y tengo ganas de soltar toda mi
mierda a ver si me guarda el secreto o no.
—¿Qué sabrás tú de lo que puede estar pasándome?
—No lo sé si no me lo cuentas.
—Y que te hace pensar que tú eres la persona con la que hablaría de lo
que en realidad me ocurre. Te aprecio Norrus, eres el hermano del hombre
que amo y con el que no puedo estar. Si vas a quedarte, perfecto, solo no me
molestes con ese tema.
Me voy a la cama y me entretengo con Ayra, ahora está despierta y no
para de hacer ruiditos sacándome una sonrisa. Ignoro a su padre por
completo dedicándome por entero a mi preciosa sobrinita.
—Echo de menos a Fermín —suelta sin que me lo espere—. Él era
mejor que yo para hablar de cosas personales, sin embargo, quiero que
sepas que estoy aquí para ti.
—Yo también lo echo de menos, él sabría qué decirme en estos
momentos…
«Fermín, ¿qué me dirías si estuvieras aquí?».
Estoy seguro de que me dirías que luchara por mi felicidad, pero la vida
de mi familia está en juego.
—Todo se solucionará. —De nuevo me dan ganas de reírme ante sus
palabras.
—Lo dudo Norrus. De nada servirá que hable, el daño ya está hecho. —
No puedo poner en riesgo a nadie por mi culpa.
Ayra empieza a llorar y demanda su comida. Se la entrego a Norrus y
tras darle un besito en la frente a mi bichito me vuelvo a la cama sin decirle
nada más.
—Espero verte mañana en la fiesta de cumpleaños de tu sobrino Skel. —
No digo nada, la verdad es que deseo compartir con mi sobrino ese día tan
especial.
Al día siguiente con el miedo en el cuerpo a encontrarme con ese cabrón,
bajo a desayunar con los demás y me dedico a los peques e ignoro a todos.
Busco a Veron con la mirada y no lo encuentro, tenía la esperanza de verle
en la distancia. Nan me entretiene y cuando me canso de estar aquí me voy
a mi habitación.
En la tarde bajo de nuevo y juego con mis sobrinos, sigo sin ver a Veron
y tampoco he visto al cabrón al que odio con todo mi ser. Seguro que están
de viaje juntos, pues que se lo pasen de puta madre. Decido que es
momento de irme y eso hago. Regreso a mi habitación y miro las estrellas
por la ventana, un movimiento llama mi atención y varios dragones llegan
al castillo. Entre ellos está Veron, cuando hacen el cambio a su forma
humana confirmo mis sospechas. Los dos estaban juntos. El dolor que
siento ahora mismo no me deja casi respirar, la puerta se abre y Nymy
entra. Al verme nervioso viene con rapidez y ahora me permito llorar como
un niño al que le han robado su juguete más preciado. Nos acostamos en la
cama y me dejo dormir sobre su pecho.
Capítulo 7
Ayer fue un día nefasto. Desde que vivo en Aezan, cada día voy a dar un
paseo por los alrededores del castillo, suelo ir acompañado y ayer no fue
diferente. Yelys estaba conmigo admirando las flores y también nos
acompaña el peque del castillo, Sangug. Me recuerda tanto a mis sobrinitos
que no me separo de él y así ayudo a su madre a que pueda trabajar sin
interrupciones. Ni Yelys ni yo nos dimos cuenta del peligro hasta que me
atacó un animal con colmillos y garras gigantescas. Sus colmillos me
recordaron a Diego, de la película Ice Age. La diferencia es que el Montag[ii]
era de color gris y en miniatura. Tiene el tamaño de un gato grande, lo había
visto en la distancia corriendo entre los frondosos bosques que ahora
existen en este precioso lugar muchísimas veces. Lo que me acojona es que
Muza me contó que sus garras son muy afiladas y hasta los orcos tienen
precaución con estos seres.
Sentí sus garras cortar mi muslo derecho y Snagug me defendió
mordiendo el cuello del animal con sus pequeños colmillos. En ese
momento apareció Muza, hizo conexión con el animal y este se alejó sin
más. Yelys se asustó mucho cuando vio la herida y se puso a llorar pegada a
mi cuello. Tanto Muza como yo, felicitamos por su valentía al pequeño
después de hacerme un torniquete con mi camisa por encima de la herida
con la ayuda de Muza. Es cierto que tener el Ónix hace que la sangre fluya
más lenta. Al llegar al castillo, Atba me curó y cosió las heridas. Me ha
quedado una pequeña cojera que espero que desaparezca cuando termine de
sanar. Tengo la esperanza de que Brandar pueda ayudarme con sus piedras
cuando llegue en una semana.
Eché de menos a Yiri desde que me fui y ayer aún más. Ella siempre fue
tan buena y delicada mimándome todo el tiempo, además, aquí no usan los
potingues de Yiri que curan más rápido. El tiempo aquí ha pasado lento
para mí y los únicos que he vuelto a ver con frecuencia son mis hermanos y
mi cuñado. También a Kode que ha venido en pocas ocasiones y por
supuesto a Norrus, Nan y Nymy, de resto no he visto a nadie más.
—¿Por qué estás triste?
—Echo de menos a mi familia y a los dragones.
—¿Te canto una canción para que se te quite la tristeza?
—Sabes que te quiero, chiquitina, pero mis oídos no tanto. ¡Cantas
horrible! —Nos reímos y escucho detrás de mí la voz de Veron que
consigue hacerme temblar. He estado todo este tiempo soñando con su voz,
con que ignoraba mis negativas a verle y venía a buscarme. Me giro y aún
estoy sorprendido de ver a Veron aquí. No esperaba que viniera a estas
alturas. Le pido a Yelys que se vaya con Ugor para poder estar a solas con
el hombre que amo.
Todos se han encargado de decirme en cada visita que Veron se siente
muy triste sin mí y que nunca ha mostrado interés en otra persona. Incluso
recibí una carta de la mujer que encontré colgada del brazo de Veron la
última vez que lo vi. Mi intención era romperla directamente cuando Nan
me la entregó, sin embargo, la curiosidad me pudo y acabé leyéndola.
En ella me dejaba claro que lo único que le unía a Veron era la amistad y
que si veía alguna dragona o dragón cerca de Veron le mordería. Me hizo
reír mucho, me cae bien y confío en lo que todos me han dicho. Nunca le
respondí a la invitación de su unión que es mañana. Ugor insiste en que
vayamos, él también ha sido invitado y tiene ganas de ver a la familia, ya
que lleva un mes aquí. Aún me lo estoy pensando.
Tenía la esperanza de no ver a Veron más, así sería más fácil irme de
nuevo para siempre. Ahora que está aquí no sé qué hacer, la negativa
principal a ir a la unión era no verle. No puedo evitar deleitarme la vista con
este dragón que desde el primer momento me volvió loco y que tan
cambiado está. ¿Por qué habrá venido ahora?
—Ugor me necesita, no tardes, tengo trabajo que hacer. —Sigo muy
dolido y decepcionado porque no viniera antes, aunque no lo puedo culpar
siempre de todo.
Me giro y camino para ir a los jardines que están detrás del castillo
escuchando sus pasos detrás de mí. Estoy muy nervioso y, ya que ha
venido, no quiero irme de su mundo sintiendo rabia y odio. Pienso en mis
hermanos, tardé dos semanas en perdonarles y cuando por fin lo hice me
sentí aliviado y feliz. Por eso creo que lo mejor es hablar con Veron,
perdonarlo y aunque odio las despedidas, decirle adiós con todo el dolor de
mi corazón.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué caminas así?
—Un Montag trató de atacarme y este pequeñín que viene corriendo me
salvó.
Sangug se acerca a mí y levanta los brazos para que lo coja, después
mira a Veron y mueve su manita saludándolo. Este pequeño es un Orco muy
vergonzoso, pero muy educado. Sostengo a Sangug entre mis brazos y beso
su frente.
—¿Quieres que llame a mi madre para que venga a curarte? ¡Maldición!
Otra vez no estuve a tu lado para protegerte —murmura con tristeza y
enfado al mismo tiempo mientras mueve la mano forzando una sonrisa
mirando a Sangug.
—Estoy bien, nunca se habían acercado tanto. Muza apareció para hablar
con el animal usando su poder y se fue. Este pequeño le mordió el cuello,
fue muy valiente y ya me ha curado su madre.
—Desconozco lo que es un Montag. ¿Me permites ver la herida? Mi
madre me enseñó a hacer ungüentos y después de ver curar a mi madre
tantas veces algo he aprendido. Aquí hay muchas hierbas curativas y,
aunque no todas son las mismas que usa mi madre, pueden ayudarte a
curarte más rápido.
—Creo que lo mejor es que hablemos y regreses a Thantanas. Brandar
vendrá pronto, le pediré que me cure y me iré.
—No quiero que te vayas. Quiero pedirte perdón y suplicarte que me des
una última oportunidad. Si te vas lejos de mí, moriré de tristeza.
—Eres inmortal. No puedes morir.
—Se puede vivir y estar muerto al mismo tiempo por la tristeza.
—Que poético te ha quedado. Quiero que sepas que te perdono por tus
fallos y que ya no te culpo por lo que me pasó. Yo debí hablar en su
momento. Ahora te pido perdón por alejarme y decidir por los dos qué era
lo mejor.
—No hiciste nada malo.
—Callar. Eso hice. Debí contarte lo que escuché hablar a tu mejor
amigo. Cometí errores igual que todos. Tomé una decisión desde hace
mucho tiempo, me alegra que vinieras para despedirme de ti y dejar el dolor
atrás perdonándote.
—No te vayas, mi luz. Te daré el tiempo que necesites, te demostraré
que estaré ahí para ti en cada momento. No te fallaré nunca.
—No, Veron. He sufrido demasiado y ya he avisado a Brandar. Cuando
venga quiero que saque el Ónix de mi corazón y seré un humano normal
que tendrá una vida mortal.
—¿Puedes pensarlo? Sé que he cometido muchos errores y que fui un
cobarde por no hablar con mi familia desde el principio. Si no vine antes es
porque quería darte tiempo. Iba a esperar a después de la unión de Sinvha
para venir a verte porque me hizo prometerle que no le fallaría. Ahora estoy
aquí a tu lado y vendré cada día hasta que me des una oportunidad para
amarte.
—¿Por qué te has cortado el pelo? Me gustaba muchísimo verte con el
pelo suelto junto a esas trenzas. —Cambie de tema de forma radical y él me
da tregua porque no insiste. Me siento en un banco de piedra y él hace lo
mismo a mi lado. Tenerlo tan cerca y poder olerlo solo me trae buenos
recuerdos, ninguno malo.
—Necesitaba cambiar y le pedí a mi madre que me lo cortara un poco.
Luna, que estaba a su lado, me dijo: «Te voy a hacer un corte de pelo
moderno que te vas a cagar». Le dije que no, por supuesto. Yo no quería
cagarme porque me cortara el pelo.
Estallo en carcajadas ante lo que dice, se tomó de forma literal las
palabras de mi hermana.
—¡Hay dios! Como me hubiera gustado estar ahí en ese momento.
—Eso hizo ella, reírse de mí y arrastrarme hasta la habitación de Nan a
pesar de mis negativas para buscar un trasto que era de Fermín. Me obligó a
sentarme y me preguntó después si confiaba en ella. Con un suspiro dije
que sí y me dejo sin pelo que trenzar.
—Estás muy guapo así. —Me doy cuenta de lo que acabo de decir y me
levanto para alejarme de él—. Es mejor que te vayas, Veron.
—Héctor, por favor. Pídele a Brandar que saque el Ónix de tu corazón si
es lo que quieres. Te suplico que no te vayas, que te quedes un tiempo más
en Thantanas y que me permitas cortejarte. Quiero pasear contigo, regalarte
flores o quizá como eres un hombre prefieras otras cosas. Intentaré ser un
mejor hombre para ti. No te lo he puesto fácil y has sufrido tanto que lo
mejor sería dejar que te fueras y vivieras tu vida, pero soy egoísta y haré
todo lo posible porque no quieras irte de mi lado.
Me doy la vuelta para que no vea que estoy llorando y me abraza por la
espalda susurrando que no lo abandone. «¿Qué debo hacer? Fer, si
estuvieras aquí, ¿qué me dirías?». Permito que me abrace porque lo necesito
y me dejo llevar soltando todo mi dolor en forma de llanto. Esos que dicen
que los hombres no lloramos mienten.
—No quero llores —susurra triste Sangug mientras pone sus manitas en
mis mejillas mojadas.
—Si me das un abrazo muy fuerte se me quitará. —Rodea mi cuello y
me abraza, aunque es listo y no lo hace muy fuerte o me partiría el cuello.
Veron sigue pegado a mí y entre los dos consigo calmarme.
—Sangug, trae agua para Héctor —grita Atba. El pequeño se baja y
obedece de inmediato a su madre.
—Es muy joven para ser tan obediente. ¿Qué edad tiene?
—La vida ha sido dura con él. Su padre era uno de los Orcos que estaba
en contra de que tu tío Khonox reinara y mantuviera la paz. Murió la misma
noche de la unión de mi bichito. Sangug tiene tres años y es muy bueno.
—Su padre eligió el bando equivocado.
—Sí, Atba me ha contado que no era bueno con ella y que cuando quedó
embarazada fue a peor. Para Atba fue un alivio, sobre todo porque después
consiguió trabajar en el castillo y es feliz con su hijo al que todos mimamos
por ser el más pequeño.
—¿Estás mejor?
—Mucho mejor, necesitaba ese abrazo de ti por mucho que me lo
negara. Ve a la unión de Sinvha y vuelve después.
—Haré lo que me pides después de revisar tu herida y ponerte el
ungüento que voy a preparar.
—Está bien, tú ganas. Te espero dentro, dile a tu primo que descanse un
rato y que luego seguimos después de comer.
—Gracias, mi luz.
—¿Por qué?
—Por no echarme de tu lado como esperaba, por hablar conmigo, por
permitirme abrazarte y consolarte. Iré a darle tu mensaje a Ugor, luego
cogeré todo lo que necesito e iré a buscarte dentro.
Camino hacia la puerta de la entrada y me encuentro a Sangug con una
jarra de agua que me ofrece y me la bebo bajo su atenta mirada. Le doy las
gracias y me sigue al interior del castillo. Pasamos por la cocina donde
huele que alimenta, me robo un trocito de pan que parto en dos para
compartirlo con Sangug y salimos de la cocina para ir a la sala principal.
Nazte está sentado mirando el fuego pensativo.
—Tengo un problema —murmura cuando paso sin hacer ruido a su lado.
Miro a mi alrededor por si hay alguien más y no me he dado cuenta—. ¿Me
guardarías un secreto?
—¿Me hablas a mí? —pregunto confundido. Somos amigos, pero nunca
le había visto así.
—No veo a nadie más, mi hermana hablaría y mi hermano me encerraría
en las mazmorras por loco.
—Tengo unos minutos hasta que Veron venga a revisarme la herida.
—Parece que has decidido perdonarle, me alegro por los dos.
—Sí y no, no lo sé, es complicado. Habla o no tendrás otra oportunidad
hasta más tarde. Sangug busca agua para tu señor Nazte, está sediento. —
En cuanto el pequeño abandona la sala empieza a hablar.
—Estoy confundido, ya te expliqué una vez que cuando tocamos a
nuestra mujer, a la que amaremos y protegeremos hasta la muerte. Sentimos
algo especial y tenemos que ganarnos su amor para no ser rechazados.
—Sí, lo recuerdo.
—Creo que he encontrado a mi mujer. Y no puedo acercarme a ella sin
que su padre me corte los huevos en el intento.
—Eres el príncipe de los orcos, creo que se sentiría orgulloso si su hija te
acepta. Has dicho que crees que lo es, entonces no estás seguro del todo.
—La toqué, fue muy rápido y no puedo estar seguro porque aún es muy
joven. Tendría que tocarla de nuevo y eso confirmaría lo que sentí ese día.
—Espera a que sea un poco más mayor, eres inmortal y ella también, así
te aseguras.
—Ella es…
—Ya estoy aquí, ¿dónde puedo mirar la herida? —le interrumpe Veron
—. ¿Todo bien, príncipe? No tiene buena cara.
—Sí, gracias por preguntar. Estoy bien. Vayan a la alcoba de Héctor, allí
estarán más cómodos y nadie os interrumpirá. Si necesitas ayuda para algo
llama a Atba —dice mirando a Veron.
—Gracias, príncipe. —Veron hace una inclinación y estira su mano para
coger la mía. Tira de mí para ayudarme a levantar, aunque no lo necesite.
—Puedo caminar solo —le digo cuando va a cogerme en brazos.
—Lo sé, pero quiero llevarte, ¿me lo permites?
—Está bien —murmuro con un suspiro. Su sonrisa aparece y no puedo
evitar pensar en lo muchísimo que he echado de menos verla cada día. Se
agacha un poco para cogerme sin esfuerzo y me sujeto a su cuello—. Nazte,
hablaremos después.
—No te preocupes, Héctor. Ve con Veron para que te ayude a cicatrizar
con más rapidez. Tendremos mucho tiempo para hablar si decides quedarte.
Hay muchas personas que te aman y no solo los dragones. Empezando por
el hombre que te sostiene como si fueras su mayor tesoro. No desperdicies
tu vida sea larga o corta, vívela al máximo y sé feliz. Tú que aún puedes.
Se despide con un movimiento de cabeza y se va hacia la salida mientras
Veron sube por las escaleras. En el camino nos encontramos a Atba y Veron
le pide agua caliente.
Llegamos a mi habitación y me deja sobre la cama. Luego intenta
quitarme el pantalón y le aparto de un manotazo.
—¿Qué haces? —pregunto nervioso.
—Si no retiro la tela del pantalón no puedo revisar la herida. —No
quiero estar en calzoncillos delante de él.
—Rompe el pantalón.
Jadeo cuando lo hace y deja sus manos sobre mi piel calentando mi
muslo derecho.
—Echaba de menos tocarte, mi luz. —Así no puedo pensar con claridad.
No soy de piedra y llevo demasiado tiempo sin sentir sus manos sobre mi
piel. Su toque no es sexual y aun así me está poniendo a mil. Mi polla
resucita sin que pueda evitarlo bajo su atenta mirada. La cual va directa a
mi marcada erección que acabo tapando con las manos.
—¿Quieres mirar para otro lado? Dame algo para taparme o no serás el
único que lo vea cuando Atba vuelva con el agua.
Hace lo que le pido con una sonrisa estúpida que me encanta y me
molesta a partes iguales. Me entrega una manta y me coloco de lado para
que me vea mejor la herida. Así cuando llegue Atba no vea el bulto que
tengo bajo la manta.
Se cambia de lado en la cama y se pone a mi espalda pasando sus manos
con suavidad para no hacerme daño. Escucho como rasga más tela para
poder ver mejor la parte de atrás del muslo. Los arañazos profundos están
en esa zona, en la parte lateral del muslo no llegaron a darme puntos.
—Al final no necesitas la manta. Ponte boca abajo.
Hago lo que me pide y siento sus besos alrededor de mi herida. ¿Por qué
es tan atento? Así será más difícil irme. ¿Quiero irme? No. No quiero irme
y tampoco puedo entregarme como si nada. Dejaré que me corteje como él
mismo ha dicho. Que me demuestre con hechos que me ama y no se
avergüenza de nuestro amor ante nadie, y que no permitirá que nadie vuelva
a separarnos nunca.
Atba entra cuando Veron le da paso después de tocar, Sangug viene con
ella y se sienta a mi lado dándome su mano. Me resulta fascinante el color
verde oscuro de su piel. Y es tan bonito con sus pequeños colmillos que
acabarán creciendo igual que los demás adultos. Sus ojos son negros y
cuando sonríe arruga su naricita de una forma nada aterradora, y sí
encantadora.
Mientras Veron prepara el potingue con el agua caliente, Sangug me dice
que Yelys me está buscando y que Ugor no la deja venir aquí. Pobrecita, por
más que he intentado dejarle claro que amo a un hombre no decae en su
empeño por enamorarme con canciones que hacen llorar a mis oídos. Me
regala rosas rojas que ella misma hace florecer de la nada y siempre
revolotea a mi alrededor susurrándome lo hermoso que soy.
—Hizo un buen trabajo con los puntos, Atba —dice Veron con
aprobación mientras revisa los cortes de las garras otra vez. Me giro para
verle y está serio, parece que no le gusta que hablemos de Yelys y si yo
estaría en su lugar tampoco estaría muy feliz.
—Muchas gracias, mi señor. Desearía saber cómo utilizar las hierbas
igual que usted para aprender a curar mejor.
—Puedo enseñarte a hacer este ungüento después.
—Muchas gracias, gracias de verdad. Sería un honor, mi señor. Nunca
tuve la oportunidad de aprender a hacer muchas cosas hasta que vine a vivir
aquí.
—Me alegra oír que será un honor porque te enseñaré tal y como mi
madre hizo conmigo. Termino de ponerle esto a mi luz e iremos a coger las
plantas para que sepas reconocer cuáles son y como mezclarlas. Créeme,
muchos guerreros te estarán muy agradecidos cuando les cures, pues
sanarán mejor y más rápido. —Mientras le habla va colocando la pasta
pegajosa con un olor raro, para luego vendar la pierna con tela con la ayuda
de Atba.
Una vez terminan, Atba y Sangug se marchan dejándonos a solas.
—¿Te encuentras mejor, mi luz?
—Duele menos. Gracias.
Se tumba a mi lado y me lleva hasta su pecho.
—Duerme un poco, te sentirás mejor.
—Debes ir a enseñarle eso a Atba.
—Iré cuando te duermas e intentaré volver antes de que despiertes.
—No te preocupes. Tomate el tiempo que ella necesite, te veré en el
salón principal.
—Como desees, ahora duerme y déjame velar tus sueños antes de bajar.
—No puedo ni quiero negarme porque estoy demasiado feliz por tenerlo a
mi lado de nuevo—. Tengo algo que decirte. ¿Sabes cuál fue la condena de
Darzien?
—Sí.
—Cada día le doy una paliza por lo que te hizo. Para vengarte y porque
no estoy de acuerdo con la decisión de mi tío.
—Deja de hacerlo. Que cumpla su condena y luego Khonox sabrá qué
hacer después. Quedan muchos años para que sea libre. Hacer eso solo te
hace daño a ti. Prométeme que no bajarás más a las mazmorras.
—También desterraron a Traron al Oeste. Imagino que también lo sabes.
—No cambies de tema. Si no haces lo que te pido jamás te daré una
oportunidad. No quiero a alguien a mi lado consumido por el odio y la
venganza.
Suelta el aire de forma sonora, pero sigue sin hablar. Le daré tiempo para
que recapacite de que es un error. Además, he decidido darle una sorpresa.
Las palabras de Nazte me han calado hondo. Mi vida, una vez que me
quiten la piedra del corazón, será muy corta y quiero vivirla al 100%.
Quiero ser el mismo humano que Veron conoció y del que se enamoró.
Unirme a él si todo sale como en mis sueños para convertirme en un dragón
y vivir eternamente juntos. Y si algo sale mal, definitivamente me iré de
este mundo para siempre siendo un simple humano.
Capítulo 13
Escucho una risita que me termina de despertar, intento abrir los ojos y
la luz que entra por la ventana me molesta. Cierro los ojos y me muevo un
poco. Otra vez esa risita. Abro los ojos y miro a Veron moviéndome lo
mínimo.
—¿Por qué tanta risita tan temprano? Me has despertado.
—Lo siento, es que eres algo más pequeño que yo y, sin embargo,
ocupas toda la cama tú solo y me dejas un trocito para mí. —Levanto la
cabeza y tiene razón. Estoy con los brazos en cruz y las piernas abiertas
dejando una de ella sobre la cintura de Veron.
—Lo siento, olvidé decirte que me muevo mucho cuando duermo. —
Vuelvo a mirarme y me percato de algo—. ¿Qué hago desnudo? Recuerdo
perfectamente que me acosté con tus pantalones a tu lado.
—Es mi recompensa por golpearme una vez en la cara, dos en las
costillas, una en el muslo y dos en la espinilla. —No puedo evitar que la
vergüenza me acorrale y siento mi cara arder—. Así que decidí quitarte la
ropa y al menos me deleitaba la vista mientras sufría de dolor.
«Sufrir de dolor. ¡Ja! Menudo mentiroso».
Me levanto de la cama e intento huir hasta el baño. Me intercepta a
mitad de camino y me tira sobre la cama colocándose sobre mí. Suelto un
jadeo cuando siento como une nuestras pelvis y se queda quieto. La
erección matutina da paso a otra de deseo.
—Te necesito.
—Veron yo…
—¡Shh! Déjame cuidarte y amarte. Necesito hacerte olvidar todo lo malo
y que en tu mente solo queden nuestros recuerdos. No voy a hacerte el
amor, confía en mí. —Asiento en respuesta porque yo también quiero eso.
Volver a ser yo mismo y dejar atrás los miedos.
Entierra su cabeza en mi cuello y aspira gruñendo. Tiene todo su peso
apoyado en los codos para no aplastarme y me gusta tenerlo así. Besa mi
cuello y luego pasa la lengua desde la clavícula hasta mi oreja terminando
en otro beso. Mis gemidos se entremezclan con sus gruñidos y no puedo
evitar que una lágrima traicionera caiga por mi mejilla. Nunca pensé que
viviría de nuevo estas sensaciones y todo lo que provoca en mí. La lágrima
resbala hasta llegar a su cara y lo nota haciendo que deje de besarme para
mirarme.
—¿Quieres que pare? Lo último que busco es hacerte sentir incómodo.
—Sigue, por favor.
Besa mis labios con suavidad y baja hasta mi mentón dando un ligero
mordisquito, lo que me provoca una corriente que llega hasta mi polla que
pulsa en busca de atención. Muevo la cadera buscando algo de alivio y su
gemido hace que pare en seco.
—No te muevas —susurra con la voz ronca por el deseo.
Sigue su camino de besos y mordisquitos hasta el cuello volviéndome
loco. Baja por mi pecho y cuando llega a mi abdomen me tenso. Sigue
bajando hasta que las imágenes con Darzien y lo poco que recuerdo de
Alejandro llegan para joderme.
—¡Para! No puedo —grito nervioso removiéndome. El deseo que sentía
minutos antes se apaga dejándome destrozado.
—Mírame, mi luz. Soy yo, solo soy Veron —murmura mientras vuelve a
colocarse sobre mí apoyando su peso en los antebrazos y mirándome de
forma tan intensa que necesito cerrar los ojos por la vergüenza que siento.
Lo único bueno de lo que le ocurrió anoche cuando casi pierde el control es
que en su mente no hay recuerdos de nada. Se gira llevándome con él
dejándome sobre su pecho—. Lo siento. No debí intentar nada todavía.
—Abrázame y estaré mejor.
—Le diré a mi tío que borre todo de tu mente para que podamos seguir
con nuestras vidas.
—No, no quiero olvidar nada. Quiero recordar todo porque eso me hace
más fuerte. Alejandro está muerto y nunca volveré a verlo. Darzien, sin
embargo, sigue vivo. El día que salga de esa oscura y maloliente mazmorra
espero seguir vivo y a tu lado, para que se joda y sufra.
—No quiero que sufras tú.
—Dame tiempo, amor. Yo también te deseo y quisiera poder hacer el
amor contigo sin miedo. Por unos instantes creía que todo iría bien, me
equivoqué y no importa, tenemos tiempo para ser felices. Ahora no estoy
solo, estás a mi lado para superar esto juntos. Nuestro amor puede con eso y
con más.
—¿Cómo sabré cuando estarás preparado? No quiero intentarlo en otro
momento y hacerte daño como acaba de ocurrir.
—No dejes de intentarlo, nunca dejes de intentarlo, mi amor —suplico.
Si dejara de intentarlo creo que me moriría. Evolet tardó años en
superarlo, es cierto que, como ella les dijo a Enmy y a Nymy, hasta que no
llegó el hombre correcto nunca pudo superarlo. Yo ya tengo a mi hombre, el
amor de mi vida y poco a poco superaremos juntos todo esto y seremos
felices para siempre. Tengo ganas de ver al rey Brandar para que por fin
quite esto de mi corazón y cuando sea el momento, porque sé que pasará,
Veron me marcará mientras me hace el amor. Amo cada parte de él y si
nada malo hubiera pasado desde el inicio de nuestra relación a estas alturas
estaríamos unidos.
Bajamos al salón para desayunar con los demás y despedirnos. Cuando
estamos por finalizar el desayuno Lixda se pone en pie y habla:
—Padres, tío Khonox. Quisiera acompañar a mi hermano Ugor y a mis
primos a Aezan.
—Hija, ¿por qué quieres ir? —pregunta Lessla.
—Me gustaría conocer todo lo que mi hermano y Héctor han conseguido
junto a las hadas. Quisiera salir de la isla.
—Si tus padres no tienen inconveniente puedes ir.
—No tienes necesidad de salir de la isla.
—Si me lo permites, tío. Lixda podría ser de ayuda. Atba es la doncella
de Héctor y también ayuda en las curas cuando algún guerrero sale herido
en los entrenamientos o si es atacado por alguno de los animales salvajes.
Ella curó a Héctor cuando uno de esos animales le hirió en la pierna, pero
desconocía las propiedades de las plantas curativas o cuáles usar, ya que en
su reino no había casi vegetación. Yo le enseñé a hacer un ungüento y Lixda
puede ayudarla a ella y a otras mujeres que quieran aprender.
—En ese caso no pondré objeción alguna. No te distraigas con tonterías,
vas a trabajar —recalca con seriedad.
—Gracias, padre.
—Por cierto, antes de que os vayáis, en unas dos semanas serán las
fiestas que os comenté hace meses.
—Estaremos aquí para entonces, Gal —le digo, porque con tanta ayuda
tardaremos muy poco en regresar a Thantanas.
—Perfecto.
Finalmente, Yiri y Boltcan, no podrán acompañarnos hoy. A nuestro
viaje se unen Nous, Lan, Nan con mis tres sobrinitos, Eyler y Tiala para
ayudar con los pequeños, Mesul y Lixda. Yo iré sobre Veron, Tiala irá sobre
Ugor para llevar a uno de los gemelos, Eyler sobre Mesul para llevar al otro
y Lixda llevará a Nan con Ayra. Todos los que van a volar se alejan para
hacer el cambio a dragón y regresan con la ropa entre las garras.
Recogemos toda la ropa para guardarla en las bolsas de tela y nos subimos
en sus lomos. El viaje es algo pesado por tener que parar en varias
ocasiones para atender las necesidades de mis bichitos y pasada la hora del
almuerzo llegamos a Aezan.
En la entrada nos esperan Muza, Nymy, Goruz, Nazte, Enmy, Gargor,
Lysder y Rozug junto a varios guerreros más. Me bajo del lomo de Veron y
le saco la ropa para ponerla entre sus garras. Los guerreros orcos se retiran
por orden de su rey y esperamos que todos hagan el cambio a dragón y se
vistan para entrar al castillo.
Ayra prácticamente salta de los brazos de su madre cuando esta se baja
del lomo de Lixda y corre hasta Nazte. A medio metro de llegar a él, cae al
suelo porque se resbala con la tierra y empieza a llorar. Antes de que Nan la
alcance Nazte la coge en brazos mientras todos van llegando después del
cambio.
—¡Eh! No llores, pequeña— susurra intentando calmarla limpiando los
lagrimones con su enorme pulgar que ocupa el cachete de mi sobrina. Ella
deja de llorar al instante y apoya su cabecita en el pecho Nazte. Es entonces
cuando caigo en la cuenta y recuerdo nuestra conversación.
—¡Hostia puta! —jadeo intentando caminar y fallando en el intento por
la impresión de lo que acabo de descubrir.
Llamo la atención de todos los que estaban a mi lado y yo solo puedo
observar a Nazte con la súplica en sus ojos. «¡Joder, joder!».
—Acabo de torcerme el tobillo, pisé mal y me molesta un poco al
caminar —digo haciendo el paripé de caminar y levantar el pie con gesto de
dolor.
Nazte hace un gesto con la cabeza, supongo que agradeciendo de que no
lo delatara. Veron me sube a su hombro derecho como un cavernícola antes
de que me dé cuenta y camina hacia el castillo dejando a todos atrás.
Observo como Nan se acerca a su hija y al verla tan cómoda con Nazte da
media vuelta para ir a saludar a Muza con un enorme abrazo.
—Espera —le susurro a Veron para que se pare y así puedo ver qué hace
Nazte.
—¿Se te ha caído algo? —murmura dándose la vuelta, lo que me impide
ver qué hace el orco con la princesa.
—Espera un segundo y date la vuelta. ¡Rápido!
Hace lo que le pido sin rechistar y me fijo en que Nazte se aleja unos
metros para llevar a Ayra hasta unas flores de colores que llaman la
atención de la niña. Se remueve para que la suelte. Ella estira su bracito y
cuando Nazte se agacha un poco ella le sujeta un dedo con su manita y
señala las flores. Juntos las miran y la pequeña las toca, en especial una de
color lila que él arranca y luego se la entrega a Ayra que la coge enseguida.
—Mi luz, me encanta tenerte sobre mi hombro, pero quiero revisar tu pie
para que no te siga molestando. —Aprovecho que no puede verme para
poner los ojos en blanco.
—Vale, amor. Vamos dentro para que me pongas ese potingue curativo
mágico y no me duela más —No sé si serviría para actor, por lo menos hoy
lo he clavado.
—Tienes que tener más cuidado de dónde pisas.
—¡Claro, claro! Fue un resbalón tonto.
—Menos mal que me tienes a mí para curarte.
—¡Claro, amor!
—¿Estás bien? Te noto extraño.
—No, para nada. Vamos para que me cures que tengo mucha hambre.
—Cierra los ojos.
Hago lo que me pide y noto el aire a mi alrededor y de repente para en
seco. Entra en mi habitación y examina mi tobillo con empeño. Cuando
parece satisfecho unta un poco de potingue asqueroso y envuelve mi tobillo
con una tela.
—No veo nada extraño, por si acaso lo mejor será que no camines por
hoy. Te llevaré todo el tiempo entre mis brazos.
Bueno, pensándolo bien no es una mala idea estar rodeado por sus
brazos toda la tarde mientras adelantamos algo de trabajo. Hoy le mandaré
hacer la mezcla a él, mientras tanto seré yo el que se deleite la vista con tu
torso desnudo. Es en estos momentos cuando echo de menos un paquete de
palomitas y un microondas.
Bajamos a comer algo y todos están en la mesa esperándonos. Nos
sentamos y empiezan a traer la comida para nosotros porque ellos ya han
comido, aun así, el rey y su familia nos acompañan. Una vez terminamos de
comer voy a preguntar por Yelys que no ha aparecido desde que llegamos,
cuando escucho:
—¡Héctor! ¡Has vuelto! —grita volando hasta mí y apoyándose en mi
pecho.
—Hola, chiquitina —susurro mientras le acaricio la espalda teniendo
cuidado de sus alas—. Te eché de menos.
—Yo también.
—Al final tendré que ponerme celoso, princesa.
Se separa de mí y vuela hasta Veron apoyándose en su pecho.
—¿Y a mí no me has echado de menos, princesa?
—No, príncipe Ugor —dice con su vocecita y poniendo cara seria—.
¡Mentira! —grita segundos después—. También os eché de menos, príncipe
gruñón. Aunque me alejaras de mi amor.
Vuela hasta Ugor y se apoya en su pecho para luego sentarse en su
hombro, algo que jamás hizo antes, y robarle el último trocito de carne que
estaba a punto de meterse en la boca.
—¡Eso era mío!
—Ya no, príncipe.
Todos nos reímos con el atrevimiento de la princesa y nos levantamos
para salir al exterior. Veron me lleva en brazos y Yelys enseguida regresa a
mi lado para preguntar que me ha ocurrido. Veron se lo explica mientras
llegamos hasta el muro y me deja sobre una enorme roca. Hoy hace sol y la
mezcla se va a secar más rápido, eso agilizará el trabajo de Ugor, aunque
tenga que parar para recuperar energía más pronto.
—Ugor, normalmente aguantas hasta la comida o cena, sin embargo,
creo que hoy lo tendremos que hacer en varias partes para que no te agotes
—le digo en cuanto llega hasta el muro.
—No te preocupes, de ser necesario paramos un momento. Si puedo,
aguanto hasta la cena y ya me repondré durmiendo.
—Puedo ser de ayuda.
—Se lo agradezco, princesa, no es necesario.
—Yo creo que es una buena oportunidad para que puedan ser amigos.
—Héctor, sigo diciendo que no es necesario —Insiste de nuevo Ugor.
—Vamos, primo. Con la ayuda de la princesa Muza podemos aprovechar
el sol para adelantar.
Ugor parece pensar a toda velocidad y luego mira a la princesa que
podría jurar que parece algo cohibida ante la respuesta de Ugor. Supongo
que por lo que ocurrió antes de irse.
—Si a tu hermano Goruz le parece bien, usaremos tus poderes para
amplificar los míos y cubrir más metros.
—No necesito su aprobación para ayudarte y te pido perdón por tratarte
mal. Tienes razón en mi comportamiento hacia ti, estaba enfadada y dolida
por verme obligada a mostrar mis poderes.
—No es necesario que se disculpe, princesa.
—¿Pero por qué a él solamente? —pregunto con curiosidad.
—Porque era el único que estaba pendiente de mis necesidades e
intentaba hablar conmigo de cualquier cosa para distraerme, eso me enfadó.
Nunca necesité a nadie salvo a mis hermanos y tú me hacías sentir extraña.
—Nunca la quise ofender, princesa.
—Llámame Muza, por favor.
Ugor asiente y una ligera sonrisa asoma a sus labios. Le explico a Veron
como hacer la mezcla, entre su rapidez y el poder de Ugor unido al de Muza
en dos horas han acabado el muro por completo.
—¡Vaya! —digo con asombro—. Debimos intentar esto hace mucho
tiempo.
—Es cierto, me disculpo por no ofrecerme antes.
—Descansemos un rato.
—Voy a buscar algo de fruta y agua —se ofrece Yelys.
—Yelys, trae a Sangug por favor. Tengo ganas de verle.
—De acuerdo, enseguida regreso.
Veron me coge en brazos, nos alejamos de Ugor y Muza para ir a dar un
paseo. Veron me pregunta por el dolor en el tobillo y le digo que ya estoy
bien, que no me duele nada. Me abrazo con más fuerza a su cuello dándole
a entender que no me quiero bajar, aunque esté bien.
Minutos más tarde Yelys llega junto a un sonriente Sangug que se acerca
a nosotros y estira sus bracitos hacia Veron para que también lo coja. Veron
se agacha y cojo a Sangug que se recuesta sobre mi pecho. Un rato más
tarde volvemos con los demás con Sangug sobre mi pecho dormidito. Veron
me deja sobre la misma roca con mucho cuidado de no despertar al pequeño
con movimientos bruscos y empieza de nuevo a trabajar en otro muro un
poco más alejado.
La noche ha llegado y mientras jugaba con Sangug, tras despertarse de
su enorme siesta, observábamos a los demás trabajar. Es alucinante la
rapidez con la que lo están haciendo. Podríamos haber terminado
muchísimo antes, aunque no me arrepiento de pasar tanto tiempo aquí. Han
sido muy buenos conmigo y me han tratado como a uno más de su familia.
Les echaré mucho de menos cuando regrese a Thantanas con Veron.
Al final han terminado tres muros completos con dos capas gracias al sol
en una sola tarde. Si mañana el tiempo está igual de soleado, podríamos
terminar todo lo que queda.
Atba viene a avisarnos de que la cena está lista y dejamos todo por hoy.
Entramos al castillo y Veron me lleva directamente al salón, luego se retira
para asearse junto a Muza y Ugor que van también a sus habitaciones a
lavarse para la cena.
Estoy hablando con Nan mientras los pequeños juegan en el suelo y
esperamos que lleguen todos para cenar juntos. Me cuenta lo feliz que es y
lo muchísimo que Norrus cambió. Estoy muy feliz por ella, ha formado una
hermosa familia y Fermín desde el cielo cuida de todos ellos. ¿Qué pensaría
de lo que le ocurre a Nazte con su pequeña? ¿Y Norrus? Con lo
sobreprotector que es con su princesa a Nazte le quedan unos años de vida.
Al menos hasta que Ayra sea adulta e intente cortejarla.
—¿Qué te hace tanta gracia? —pregunta Lixda con curiosidad.
—Nada, cielo. Es que recordé algo.
—¿El qué? —Se une Yelys a la conversación.
—¿Qué pensarías o qué harías si Ayra ya hubiera encontrado al amor de
su vida?
—Aún es pequeña y no he visto a ningún dragón cerca de ella. —
Observo de reojo a Nazte y luego a todos los demás.
—Tú elegiste a Norrus siendo una niña igual que les ha ocurrido a Kokel
y a Rend con mis sobrinas.
—Sí, es cierto. Éramos niños y estábamos en nuestra forma de dragón
cuando sucedió, además los elegimos cuando aún no habían nacido.
—¿Hay posibilidad de que cualquier adulto sea el amor de tu hija?
—No lo sé, por qué lo preguntas.
—Es curiosidad, por si un bebé tan pequeño como ella pudiera saberlo y
le gustara estar cerca de esa persona. —Mejor no vuelvo a mencionar a
Ayra, sino que generalizo con los bebés.
—Es algo que no te puedo asegurar.
—Pero podría ser que un bebé haya aceptado al adulto de alguna forma.
Por ejemplo: Tú no sentías amor por Norrus hasta que te hiciste mujer, lo
que sentías era una inmensa necesidad de protegerlo de todo.
—Sí, puede ser como dices. Es evidente que al adulto le tocará esperar
hasta su madurez para ser aceptado por el cachorro.
—Goruz, tengo entendido que los hombres orco son los que encuentran a
su pareja. ¿Cómo sabe la mujer que es la elegida?
—Un Orco puede sentir a su pareja en raras ocasiones, lo que más suele
suceder es que un Orco toque a una hembra por el motivo que sea y
entonces todo cambie para él. De repente el olor de la hembra le atrae,
quiere protegerla y hacerla suya. Nosotros no marcamos como los dragones,
simplemente esperamos a ser aceptado por una hembra cuando sentimos
que es la elegida —nos explica a todos.
—¿Y ella lo siente o lo puede saber después de tocarla? —vuelvo a
preguntar.
—Sí, porque también siente atracción, aunque no tan fuerte como el
macho.
—Y otra pregunta. Si por ejemplo una hembra orco toca a otro ser de
otra especie, no sé cómo un dragón o un Elfo. ¿Ella puede saber que él es el
elegido y que no habrá un orco para ella? ¿Incluso sabiendo que él no
podría saber nada hasta que no hable con él? —De repente siento algo
extraño, miro a mi alrededor mientras Goruz habla y no puedo escucharle
bien. Fijo mi mirada en Muza que está llegando a la mesa y parece furiosa
conmigo, parpadea y la sensación desaparece. ¿Qué ha pasado?
—Ya sabes que eso no puede ocurrir —murmura Muza mirándome
fijamente y no me gusta. Algo le ocurre y ahora creo que lo que me hizo
sentir de forma extraña ella lo provocó.
La llegada de Ugor y Veron casi al mismo tiempo interrumpe la
conversación y cenamos tranquilos. La sensación de haber hecho algo mal
no me permite comer como siempre y por mucho que hablemos entre todos
no estoy cómodo. Terminamos y me levanto ante las protestas de Veron, le
pido que se quede y me retiro a mi habitación. Siento a alguien detrás de mí
cuando estoy subiendo las escaleras y es Muza, estoy seguro de que no me
hará daño, aun así, tengo miedo.
—No quise asustarte antes. Perdóname.
—Pues me das miedo y no me gusta. ¿Qué te he hecho? O mejor
pregunto ¿Qué me hiciste?
—Estaba controlando tu cuerpo para que no siguieras hablando.
—¿Por qué? ¿Desde cuándo puedes hacer eso?
—Mis poderes han aumentado y he descubierto que puedo manipular el
cuerpo de otra persona. Al menos pararlo, he practicado con animales con
su consentimiento.
—¿Qué hice para que quisieras hacer eso?
—Preguntar cosas que no debes. Vamos a mi alcoba y ahí te aclaré
algunas cosas.
Me calmo un poco, aunque no del todo, y la sigo en silencio. Entramos y
me siento en el sillón que tiene en una esquina esperando a que hable
conmigo. Parece nerviosa y da varias vueltas en círculos, se para me mira y
vuelve a caminar.
—Hace un tiempo descubrí que las hembras orco podemos saber quién
es nuestra pareja elegida. Lo sé porque lo sentí y te suplico que no digas
nada. No estaba furiosa contigo… en realidad, un poco sí por hacer
precisamente esa pregunta.
—Lo siento, solo quería averiguar cosas por otro motivo diferente a ti.
—¿Qué motivo?
—No es mi secreto y no voy a delatar lo que me confesó un orco y lo
que averigüé por mi cuenta.
—Asumo que tiene que ver con alguno de mis hermanos. —Me quedo
callado y espero a que siga—. Está bien, si guardas su secreto espero que
guardes el mío.
—Lo prometo. Lo que me digas no se lo diré a nadie.
—La noche del rescate de Nan toqué por accidente a Ugor cuando me
daba un trozo de carne de conejo. Nuestras pieles se rozaron y supe que mi
vida había cambiado.
—Sé que estás enamorada de Ugor desde hace muchos meses y que le
tratas mal para alejarlo de ti.
—No puedes saberlo —asegura con firmeza.
—Querida, lo extraño es que solo yo me he dado cuenta. Él siente algo
por ti, aunque aún no sepa qué es.
—Nunca debe saberlo, no quiero estar con un hombre como él.
—¿Por ser un dragón?
—Por ser un hombre que usa a las mujeres para su placer. Estoy segura
de que ni siquiera le importan sus sentimientos.
—Ugor es más de lo que a simple vista aparenta. Ahora que han
empezado a llevarse bien aprovecha estos días que estaremos aquí para
conocerlo un poco más.
—Mis hermanos nunca aceptarán una relación con él.
—Eso nunca lo sabrás si no lo hablas con ellos.
—Quiero que sigas guardando el secreto como lo has hecho desde que lo
descubriste.
—Ven aquí, tonta. —Me levanto y abro los brazos para que venga a mi
lado, es un poco más alta que yo y acabo siendo el que queda atrapado entre
sus musculosos brazos—. No vuelvas a asustarme así jamás o dejaré de ser
tu amigo.
—De nuevo te pido perdón. Tenía miedo, mi vida ha cambiado desde
que saben de mis poderes y esto volvería a cambiarlo todo.
—Muy bien, no estoy de acuerdo, pero respeto tu decisión. No soy quién
para juzgarte después de callar todo este tiempo mi sufrimiento. Hazme
caso y conócelo un poco más.
—Gracias.
—¿Qué te parece un cambio de look?
Capítulo 18
Estoy intranquilo desde que Héctor se fue a nuestra alcoba sin mí. Estaba
seguro de que su lesión no era grave, sin embargo, disfruté llevándolo todo
el tiempo. Creo que algo le ha pasado durante la cena y por eso prefirió
retirarse antes. Al bajar al salón le escuché preguntar cosas sin parar y al
minuto siguiente dejó de hacerlo. No le he querido preguntar qué le ha
ocurrido durante la cena, esperaré a mañana si está dormido cuando llegue a
la alcoba.
Pasado un tiempo en el que disfruto hablando con los hombres me retiro
a mi alcoba en busca de mi luz. Cuando entro lo encuentro tumbado en la
cama dormido, avivé el fuego echando otro tronco antes de quitarme la ropa
y acostarme a su lado. Lo atraigo pegando su espalda a mi pecho, apoya su
cabeza en mi brazo, con el otro le abrazo por la cintura y con el olor de su
pelo me duermo.
He pasado la noche recibiendo algunos golpes, no puedo creer lo mucho
que se mueve. Le pregunté qué le había ocurrido en la cena cuando se
despertó y me dijo que no podía contarme nada todavía, que no tenía que
ver con él. Por más que insistí no quiso hablar, dejé de hacerlo cuando me
prometió que estaba muy bien y que me enteraría de todo cuando ya no
fuera un secreto.
Acabamos de desayunar y nos dirigimos al patio para empezar a hacer la
mezcla, Ugor y Muza trabajarán en equipo para hacer todo con más rapidez
aprovechando el buen tiempo que hace hoy también. Hoy la princesa lleva
el pelo suelto, está preciosa y me sorprende que el pelo le llegue hasta los
muslos, con esos recogidos que se hace, jamás lo hubiera imaginado. Creo
que, si decidiera arreglarse con algún vestido en lugar de pantalones,
llamaría la atención de muchos hombres.
Héctor ha ido a dar un paseo con Yelys y Sangug. No puedo estar todo el
tiempo a su espalda para protegerlo y no puedo evitar estar intranquilo. Le
pedí que esperase a que Muza y Ugor tuvieran que descansar, por supuesto,
me ignoró diciendo que no va a pasarle nada y espero que así sea. Tuve que
recordarle el ataque de ese animal para que no baje la guardia en todo
momento y que grite pidiendo ayuda. Ha pasado una hora desde que se
fueron y los veo bajar por la ladera. Eso me tranquiliza y sigo amasando.
Más tarde descansamos para que recuperen energía y sigan igual de
rápido como hasta ahora. Me acerco a Nan que está con los pequeños. Me
siento a su lado sobre la hierba y mi sobrina viene a darme un beso para
saludarme. Después se da la vuelta y sigue entretenida mirando a sus
hermanos, Sangug se une a Ayra y Héctor se sienta a mi lado.
—¿Cuándo esperas la llegada de Brandar? —pregunta Nan.
—Pues en unos días. Aunque acabemos hoy los muros, que visto lo visto
es más que probable, esperaré su llegada y cuando ya no tenga el Ónix nos
iremos a Thantanas. Puedes regresar antes si quieres.
—No es por eso, los niños están bien atendidos y no quiero meterlos a
otro largo viaje tan pronto. El rey no tiene ninguna objeción a que
permanezcamos aquí hasta que decidas irte.
—Yo estaría más tranquilo si te quitas el Ónix justo antes de nuestra
unión o después.
—No va a pasarme nada, amor.
—No puedes estar seguro y yo no puedo estar todo el tiempo a tu lado
teniendo mis obligaciones. Manda una misiva a Brandar y espera su
respuesta.
—Veron, no es necesario. Darzien está encerrado y no me puede hacer
daño.
—He aprendido que no debo fiarme de nadie y que mi prioridad es tu
protección.
—Hablaré con Goruz para que mande una misiva a Brandar, solo espero
que llegue a tiempo y no venga en vano. Eso no quiere decir que vaya a
esperar tanto. Quiero eso fuera de mi cuerpo, Veron. Ya lo hemos hablado.
—Te pido un poco más de tiempo. No te preocupes, mandaré a uno de
los guerreros que nos acompañaron para que entreguen la misiva y esperen
por su respuesta.
—Espero que no se moleste conmigo.
—No lo hará. Él sabe que eres importante para Evolet y quiere que vivas
muchos años.
—No he sido precisamente muy hablador y simpático. Temo que se
moleste, no deja de ser un rey que tiene que atender sus obligaciones y no
puede estar de aquí para allá.
—Tienes razón, pero estoy seguro de que no se molestará contigo —digo
con seguridad.
Un grito aterrador nos deja paralizados, reconozco a mi prima Lixda y
me levanto con rapidez para ir en su ayuda. Ugor me adelantó en el camino
hasta la entrada donde la vemos salir con las manos sobre su pecho y
mirando al suelo. Se arrodilla gritando sin parar, jamás la he visto así y no
comprendo qué ha podido provocarlo. Ugor llega hasta ella y en ese
momento sale Goruz que mantiene su vista en Lixda.
—¡Detente! —grita Muza. Ella está hablándole a su hermano y entiendo
que el rey es quien le está haciendo daño a mi prima.
—¿Qué le estás haciendo a mi hermana? ¡Acabaré contigo, maldito! —
gruñe Ugor.
Se lanza contra el rey. Por suerte le sujeto a tiempo de que cometa una
locura que acabe con la paz que tanto ha costado conseguir. Varios
guerreros Orcos se acercan para proteger a su rey y él los detiene con un
gesto. Miro a mi prima que ha dejado de gritar, aunque su rostro demuestra
que no está bien.
—Espero que tengas una buena razón para hacerle daño a una princesa
dragona y que esto no provoque la guerra de nuestros reinos —exijo con
dureza.
—La encontré en mi despacho.
—¡Eso no es suficiente para atacar a mi hermana! ¡Esto no va a quedar
así! —murmura Ugor con rabia girándose para ir hasta su hermana que ha
empezado a llorar mirando al rey.
Antes de que Ugor pueda alcanzarla usa su poder formando un gran
huracán que arrasa por donde pasa destruyendo parte del muro exterior del
castillo, que está a varios metros detrás de ella, y toda la flora renacida en
esa zona. ¡Está furiosa! Uso mi poder para detenerla y que no siga
destruyendo todo. Lanza una ráfaga de aire en mi dirección antes de que
pueda perder sus poderes.
—No te atrevas a arrebatarme mis poderes —sisea con molestia y luego
el huracán desaparece—. Desde que llegué ayer me dediqué a enseñar todo
lo que aprendí desde pequeña para que sus curanderas fueran mejores y
pudieran curar más rápido.
—¿Por qué estaba en mi despacho sola y sin mi autorización?
—¡Lixda, cálmate! —le pide Ugor preocupado—. Siempre ha sido una
mujer tranquila y noble, tiene que haber una razón para que ella entrara en
su despacho sin permiso.
—Por supuesto que la hay, pero después de como he sido tratada no
pienso decir nada. Lo único que debe saber es que necesitaba hablar con
usted, rey Goruz, sobre algo muy importante. Me indicaron que estaba en su
despacho y después de tocar varias veces entré y al no verlo decidí
esperarlo dentro. Acababa de llegar cuando entró, al encontrarme allí me
sacó a la fuerza para después usar su horrible poder conmigo sin permitirme
dar una explicación. ¡Le odio! —grita volviendo a llorar.
Se aleja de Ugor y hace el cambio a dragona, sacude la ropa rota que le
ha quedado entre las escamas y sale volando. Ugor hace el cambio a dragón
también para ir tras ella.
—¡Ugor, espera! —grita el rey cortando el avance hasta su hermana que
cada vez está más lejos—. Es mejor que se vaya y no regrese. No sé qué
quería hablar conmigo y eso ya no importa. Al tocarla yo…
—¿Tú qué? —demanda Nazte—. Ella es una buena mujer que no
merecía el trato que se le ha brindado en nuestro reino.
—Ella es mi elegida —responde—, lo supe en cuanto la toqué para
sacarla del despacho. Por eso usé mi poder, para alejarla de mí.
Ugor cambia a su forma humana y sin importar su desnudez ante los
demás se acerca amenazante al rey.
—Explícate y más te vale que no sea lo que creo —sisea Ugor.
—¿Qué ocurre, Veron?
—Luego, mi luz. —Él asiente en silencio, está llegando ahora hasta
nosotros y no ha podido escuchar nada.
—Ella es la elegida para mí. —El gruñido de Ugor me tiene en alerta por
si decide atacar de nuevo.
—Has echado de tu vida a una mujer maravillosa, ¿Por qué? ¿Por ser
dragona? ¿Acaso no la ves digna de ser una buena reina para los orcos? —
grita con rabia.
—No lo entiendes —murmura negando con la cabeza.
—¿Qué pasaría si yo me enamorase de tu hermana? ¿Me lo prohibirías?
¿También me alejarías de ella?
—Nunca, siempre que mi hermana sea feliz.
—¿Entonces? ¿Dónde está la diferencia?
—¡La diferencia está en mí! ¡Yo soy el problema! —vocifera—. ¿Es que
no me ves? Mira mi rostro marcado por las cicatrices y mi cuerpo no está
mucho mejor. Puedo ser un rey y aun así no soy digno de tu hermana —
susurra con la voz rota.
—Ella tiene derecho a elegir si quiere o no conocerte y aceptarte como
su pareja. Tú mismo has arruinado tu felicidad y la oportunidad de estar con
ella. Después de esto dudo que mi padre te permita acercarte a su princesita.
—Suelta un suspiro—. Lo siento, pero debo irme a por mi hermana y
regresar con ella a nuestro hogar. Espero que no te arrepientas de lo que
acabas de provocar porque, aunque no sepa el motivo por el que la
lastimaste, ha sido clara diciéndote que te odia.
Sin decir nada más y sin esperar respuesta, se gira haciendo el cambio a
dragón y se va volando a gran velocidad para alcanzar a Lixda.
—Disculpa que sea directo, como me considero tu amigo voy a decirte
que eres un imbécil y que te acabas de pasar mil pueblos —dice Héctor.
—No entiendo muy bien lo que acabas de decir, aunque me hago una
idea a la perfección. Es la mejor decisión que he tomado, ella merece algo
mejor y no soportaría el rechazo de mi elegida por darle asco.
—Has visto como me destruyó el rechazo de Veron por no tener valor y
hablar con su familia sobre sus sentimientos por otro hombre, más todo lo
que vino después. Estás cometiendo el mismo error alejándola y ella
también está sufriendo por tu culpa. No puedes elegir por los dos.
—Ella pidió permiso para venir aquí y gracias a mí su padre le permitió
hacerlo. Le di la excusa perfecta de que podría ayudar a los orcos que
quieran aprender a sanar para así conocer las plantas y sus cualidades.
Había algo más para que quisiera venir y tal vez estaba relacionado con lo
que quería hablar.
—Hermano, ¿podemos ir a tu despacho a hablar? Debo confesarte algo.
—Nazte, es mejor que lo hables aquí. Nadie va a juzgarte, el destino es
caprichoso. ¿Señores pueden dejarnos a solas por favor? —les pide Héctor
a los guerreros tanto dragones como orcos que vinieron por el
enfrentamiento.
Yelys se acerca más a nosotros con Sangug que habían llegado con Nan
en silencio. Tanto el rey como yo les hacemos un gesto a los guerreros para
que se alejen. Cuando lo hacen solo quedamos el rey, los dos príncipes
orco, Nan, Yelys, Sangug, mi luz y yo. Eyler se quedó atrás con mis tres
sobrinos para que no se alterasen. No sé qué es eso que debe confesar Nazte
de lo que Héctor tiene conocimiento.
—Adelante, habla —le insta su hermano Goruz para que empiece.
—Hace un tiempo conocí a mi elegida y, aunque ella aún es muy
pequeña para entender lo que eso significa, creo que de alguna forma sabe
que algo nos une.
—¿Has hablado con sus padres?
—No he sido capaz de hacerlo porque tengo miedo a que no me
permitan estar cerca de ella.
—Eso es una estupidez Nazte, eres el príncipe de los orcos —replica
molesta Muza.
—Eso mismo le dije yo hasta que descubrí quien era ella —añade
Héctor.
—Yo también estoy aterrado por su posible rechazo cuando crezca y
para eso aún quedan muchos años de espera para que sea feliz o infeliz por
el resto de mi vida. No cometas el error de dejar escapar tu felicidad por
miedo, hermano. Su padre es muy protector con sus hijas y ahora no solo
deberás ganarte a su padre, sino también tendrás que suplicar perdón por el
error que has cometido haciendo que sufra.
—No puedo.
—Disculpe que me entrometa, mi señor —dice Nan.
—Adelante, Nan.
—Yo he sufrido cientos de años por el rechazo a unirse conmigo de
Norrus. Conoce nuestra historia y sabe que sufrí muchísimo. No estoy
segura de lo que Lixda pueda llegar a sentir por usted, pero le aseguro que
ella puede hacerle muy feliz si le da la oportunidad. No se cierre al amor
por miedo.
—No soy bueno para ella.
—Se equivoca, mi señor. Somos diferentes físicamente, pero eso no le
hace ser o no bueno para ella. Yo viví junto a un hombre maravilloso, un
humano que sufría las palabras ofensivas de otros humanos por ser más
pequeño y porque su color de piel era diferente. Nuestro color de piel es
diferente y la de mi hija también. ¿La trataría mal porque su piel es más
oscura y no verde?
—Nunca haría algo así.
—Pues deje de hacérselo a usted mismo, mi señor. Vaya en busca de esa
mujer que la vida ha unido a la suya y no pierda la oportunidad de ser feliz.
Yo misma puedo llevarlo e intentar alcanzarlos antes de que lleguen a
Thantanas.
—Hermano, ¿quién es ella?
—Ella… Ella es… —mira a Nan nervioso y luego al resto.
Ayra aparece corriendo y gritando, abraza la pierna de Nan y cuando ella
se agacha para cogerla, se aleja y va hasta Nazte.
—¡No puede ser! —susurro al ver como él se agacha y coge a mi sobrina
que apoya su cabecita sobre el pecho de Nazte, que a su vez mira a Nan con
miedo.
—¿Es mi hija? ¿Mi pequeña es tu elegida?
—Lo siento Nan, no es algo que pueda controlar. Me alejé de ella, hasta
que volví a cogerla en brazos y todos mis sentimientos crecieron aún más.
—Jamás alejaría a mi pequeña de su felicidad y por lo que veo le gustas.
El problema es Norrus, no creo que acepte tan fácil que su pequeña
princesita tenga un hombre que la proteja hasta que crezca tan pronto. Se
supone que ese es su papel de papá.
—Nan, yo te ayudaré a hablar con mi hermano. —Ella me mira
agradecida porque sabemos que no va a ser nada fácil.
—Gracias por aceptarme, Nan.
—Si le haces daño, si derrama una sola lágrima por ti que no sea de
felicidad, acabaré contigo —le amenazó con su voz de dragona para
después acercarse a su hija y darle un beso en la frente. Se aleja detrás de
unos arbustos y vuelve en su forma de dragón—. Vamos, mi señor. No
perdamos más tiempo. Cuiden a mis cachorros en mi ausencia.
—Si Ayra siendo una dragona ha podido sentir algo, ¿crees que Lixda
también? —cuestiona con temor el rey.
—Estoy seguro, hermano, y si vino aquí fue por ti. —Con una serie de
maldiciones se sube al lomo de Nan que alza el vuelo de inmediato.
—Deberías ir con ellos, amor. —Asiento y beso sus labios antes de
alejarme para retirar mi ropa y hacer el cambio a mi forma de dragón.
Agarro la ropa con las garras y vuelo siguiendo el olor de mis primos.
Pasado un buen rato el olor está más cerca de nosotros. Queda poco para
llegar a la costa de Aezan y solo habrá mar hasta llegar a Thantanas, con la
brisa será más difícil rastrearlos. Avanzo un poco más y tanto Nan como yo,
nos damos cuenta de que el olor se detiene unos metros antes de llegar al
mar. Sobrevolamos la zona hasta que damos con ellos y bajamos para hacer
el cambio a nuestra forma humana y estar preparados para la ventisca que
Lixda pueda provocar de nuevo. El lugar parece tranquilo, en la lejanía hay
una ciudad y no encuentro orcos cerca que puedan molestarnos e
interrumpirnos.
Los dos están desnudos y le tiro mi camisa a mi primo para que Lixda se
la ponga y la proteja de la vista de Goruz. Nan llega vestida después de
hacer el cambio a su forma humana, ignora la desnudez de Ugor y se acerca
a Lixda que se abraza a ella en cuando la toca.
—¡Shh! Tranquila —susurra Nan.
—Quiero que se vaya, no quiero verlo aquí.
—Ha venido para hablar contigo y disculparse por lo que te hizo —
intento que le dé la oportunidad que Goruz no le dio.
—Ugor, sácame de aquí, no quiero escucharle.
—Estás muy débil, no puedes volar ni ir en mi lomo desnuda. Volvamos
al castillo para que descanses y si no quieres hablar con Goruz, no permitiré
que se acerque a ti.
—¿Qué le ha ocurrido? —pregunta Goruz preocupado.
—No es asunto tuyo, si no nos permites volver a tu castillo para que mi
hermana descanse lárgate para que pueda hacerlo aquí.
—Ugor, no te olvides de que sigue siendo un rey al que le debes respeto.
—Le hizo daño a mi hermana, ¿cómo puedes defenderlo?
—Pueden regresar a mi hogar. Veron, no te preocupes, he sido yo el que
ha provocado todo esto atacando a la princesa.
—¿Podemos dejar a las mujeres solas unos minutos mientras hablamos
los tres? —necesito explicarle lo que hemos descubierto al marcharse.
Nos alejamos lo suficiente para que Lixda no nos escuche y Goruz le
explica lo de su hermano con Ayra. Aunque Ugor sigue muy enfadado, su
gesto cambia a uno de incredulidad al escuchar todo.
—Veron, déjame tu ropa para no volver desnudo. Nan llevará a Goruz y
tú a mí para que pueda llevar a mi hermana en mis brazos. Ella no está bien,
perdía altura y cambió a su forma humana antes de tocar tierra. Conseguí
llegar a tiempo de que se golpeara contra el suelo. La caída no la hubiera
matado, pero a esa velocidad no hubiera quedado ilesa con el golpe.
—Tengo la culpa de que se sienta tan débil, mi poder puede durar un
tiempo, aunque no se dé cuenta porque el miedo ha remitido. Fui muy cruel
al usarlo con ella.
—Sí, lo fuiste, pero eso ya no tiene remedio.
Me quito los pantalones y se lo entrego a Ugor para que se vista, hago el
cambio a dragón y volvemos con las mujeres. Mientras Nan se aparta para
hacer el cambio a dragona, Ugor coge en sus brazos a su hermana. Lixda
parece muy cansada y se sube a mi lomo con la ayuda de Goruz, que recibe
un gruñido de parte de Lixda por tocarla sin su permiso. El rey levanta las
manos arrepentido, se sube al lomo de Nan para volver cuanto antes y que
Lixda pueda descansar correctamente. Cuando llegamos se ha desmayado y
eso nos tiene asustados, no está acostumbrada a usar su poder y cuando lo
hace es algo leve y por practicar. Hacía años que no formaba un huracán tan
grande, entre el poder del rey y mi intento de quitarle su poder hemos
agotado su energía. No tenemos a nuestras madres para que la ayuden a
recuperarse antes. Falta una planta esencial que solo crece en nuestra isla y,
aunque las hadas pudieran hacerla crecer aquí, no sabemos cómo hacer ese
brebaje que nunca fue de nuestro interés aprender.
—Por favor, Ugor. Permíteme llevarla a mi alcoba donde estará más
cómoda. —Ugor asiente y le entrega a Lixda asegurándose de cubrir su
desnudez con la camisa para después bajar de mi lomo.
Mientras Goruz se lleva a mi prima me acerco a Ugor que había
caminado unos pasos tras ellos.
—Deberíamos ir en busca de alguna de nuestras madres, ellas pueden
ayudarla a despertar antes.
—Veron, yo puedo ayudarla a despertar —nos indica Yelys.
—¿Cómo? —pregunta Ugor nervioso por no saber cómo ayudar a su
pequeña hermana.
Yelys vuela hasta el centro del patio donde hicieron un espacio para
decorar con plantas y recoge varias con sus diminutas manos.
—Toma. —Se las entrega a Ugor—. Debes coger un trozo de tela y
machacarlas para que se mezclen bien. Al instante has de colocar la tela con
el olor que va a desprender y deberá despertar al momento. Es muy
importante hacerlo todo seguido o perderá el efecto deseado.
Hago el cambio a mi forma humana y entro desnudo con rapidez hasta
mi alcoba y me visto para ir hasta la alcoba del rey.
Todos sabemos cuánto aprecia Héctor a Lixda después de todo lo que le
cuidó y evitó que me acercara a él cuando no quería verme y no me extraña
encontrarlo a su lado.
Ugor prepara todo tal y como Yelys le ha indicado y rápidamente acerca
la tela a la nariz de mi prima. Abre los ojos al instante y empieza a toser
demasiado. Nos quedamos quietos sin saber cómo calmarla y Héctor se
acerca a ella apartando a Goruz que se acaba colocando a un lado y Héctor
le frota la espalda.
—¡Shh, tranquila! —Poco a poco se va calmando la tos y susurra:
—Ese olor es nauseabundo. ¿Qué es? —dice con asco entre bocanadas
de aire.
—No estoy seguro de que plantas ha cogido Yelys para mezclarlas y que
despertases —le informa Ugor.
—Quiero dormir un poco más —murmura voz cansada.
—Espera un poco, voy a por un caldo y te lo daré antes de que
descanses. Me quedaré vigilándote todo el tiempo —se ofrece Héctor.
—No es necesario, solo dormiré.
—Sí es necesario, debes reponer fuerzas —Mi prima se gira al escuchar
la voz grave de Goruz y le mira con la cara contraída por el miedo. Esto va
a ser más difícil de lo que esperaba. Utilizar su poder contra ella fue un
grave error.
Capítulo 19
No pude evitar interponerme entre la espada y Héctor. Solo cerré los ojos
ante lo inevitable porque sabía que no le daría tiempo a bajar la espada. Por
suerte puedo decir que sigo vivo, aunque por muy poco. Entendía lo que
quería hacer Héctor, pero era una locura. Ahora está a mi lado sujetando mi
mano, estoy de lado mientras Atba limpia y cose la herida.
—¿Has avisado a mamá?
—Ahora voy. Espera un buen regaño por la imprudencia que casi te
cuesta la vida. Tardaremos unas horas en llegar así que piensa una buena
respuesta.
—Papá, solo quería proteger a Héctor.
—Eso explicárselo a tu madre.
—Mejor no le digas nada. Cuando regresemos estaré curado —murmuro
nervioso.
Mi madre es muy protectora con sus cachorros y, aunque tenga más de
trescientos años, para ella es como si tuviera la edad de mis hermanos
pequeños, Kokel y Rend.
—¿Le tienes miedo a tu madre? —pregunta Héctor con una sonrisilla.
—¡Ja! ¡Miedo es poco! Mis cachorros temen a su madre cuando se
enfada aun siendo adultos. Tú mismo lo verás en unas horas, no creas que
vas a librarte por ponerte en peligro. Puede que veas a mi madre como tuya,
pero mi mujer te ve como su cachorro desde que todo se descubrió y no te
quepa duda de que vas a desear esconderte muy lejos. —Su cara cambia,
ahora el que sonríe abiertamente soy yo y me da un manotazo en el hombro.
—¡Auch! Eso duele.
—Perdón, amor, perdón. —Me llena de besos y eso hace que me olvide
de todo el dolor—. Perdón, perdón.
Mi padre se va usando su poder con una sonrisa. De haber sabido lo
rápido que aceptaron mi relación con otro hombre no hubiera sido tan
cobarde.
—Ahora me siento mejor. —Su sonrisa me fascina, amo a este humano
con todo mi corazón.
—¿Qué piensas? —pregunta curioso.
—Que te amo. —Su sonrisa se amplía—. Me encanta verte sonreír,
quiero hacerte sonreír siempre así.
—Pues con lo que has hecho hoy es todo lo contrario. Por un instante
creí que te había perdido. No vuelvas a hacer algo así, por favor.
—No puedo prometerte algo que jamás voy a cumplir. Eres mi vida y te
protegeré con la mía de ser necesario. Más bien, tú deberías no ponerte en
peligro.
—Lo sé, cometí una estupidez, pero fue lo único que se me ocurrió.
Nadie hacía nada por detener a tu tío desde que Goruz os ordenó que
dejasen de luchar. Vosotros cuatro le protegían y luego… nada.
—Era una orden, era su decisión y créeme que, ante mi tío, Goruz tenía
las de perder y más cuando ni él mismo quería protegerse.
—¿Piensas que tu tío aceptará a Goruz?
—No es mi tío quien tiene que aceptarlo sino mi prima. Por lo que vi, el
poder de Sangug sirvió de mucho para aliviar el corazón de Lixda.
—Quiero que ella sea feliz, que sean felices juntos.
—Yo también.
—Disculpe, mi señor. Tiene que cambiar de posición para seguir
curándole. —Entre los dos me ayudan a colocarme boca arriba y Atba
comienza a limpiar la herida.
—Se ve muy mal, Veron. ¿Seguro que se va a curar pronto?
—Te lo prometo, esto solo ayuda al proceso de curación. Mi cuerpo sana
por sí solo, pero tardaría más. Con esto en un día estaré curado por
completo.
—¿Cuándo llegue tu madre estarás curado?
—Cuando llegue espero no estar curado todavía, mi luz. Tal vez eso me
libre un poco de la que nos va a caer por imprudentes.
Pienso en mi madre, es muy dulce y cariñosa con las personas que ama o
aprecia. Tiene un carácter fuerte que solo conocíamos mi padre, hermanos y
yo hasta que llegó Evolet y cambió nuestras vidas. Recuerdo como
detestaba a Tiacry, la mujer a la que mi hermano Norrus iba a entregar su
corazón por estúpido, y no le importaba demostrarlo ante los demás. La
amo, sin embargo, temo mucho su reacción. Lo último que deseo es darle
un disgusto, algo inevitable, ya que mi padre ha ido a informarle de todo si
es que Evolet no lo ha hecho ya con alguna de sus visiones.
Atba termina de coser la herida y nos deja a solas. Pronto va a anochecer
y espero poder bajar a cenar y saber cómo sigue mi prima. Héctor se
acomoda a mi lado y entrelaza mi mano izquierda entre las suyas.
—Descansa un rato.
—Puedes apoyarte sobre mí.
—No amor. Descansa, tu madre siempre dice que si duermes sanas más
rápido.
Le doy un ligero apretón con la mano y me sonríe. Cierro los ojos y
escuchando su corazón acabo profundamente dormido.
Intento moverme y un ligero dolor me recuerda que mi tío me atravesó
con la espada. Y lo peor es que mi madre está de camino. Poco a poco abro
los ojos y no es a Héctor a quien me encuentro a mi lado, sino a mi madre
con una mirada asesina que dejaría a cualquiera fulminado al segundo
siguiente.
«Maldición ha llegado antes de lo previsto y ni siquiera capté su olor».
—Hola, madre, ¿cómo estás?
—¿Cómo estoy? ¿Qué cómo estoy? —grita furiosa— No he estado
volando horas para que me preguntes como estoy. ¿Cómo te atreves a poner
tu vida en peligro de esa manera? ¿Quieres que muera de un disgusto?
—Mamá, ¡eres inmortal!
—¿Inmortal? ¿Inmortal? —Suelta miles de insultos dejándome sordo por
los gritos y soy incapaz de mirarla a la cara. «Debí quedarme calladito».
Observo la habitación con disimulo en busca de mi luz y no hay rastro de él
—. ¿Me estás escuchando, Veron?
—Mami, no te enfades más, por favor. —Uso esa forma de llamarla para
intentar mitigar el enfado.
—¡Cómetelo todo! —me ordena acercando una cuchara a mi boca sin
darme tiempo a que me niegue. No funcionó mi artimaña y ahora aguanto
las arcadas mientras trago la horrible sopa de algas. Sabe que la odio y que
solo me lo está dando como castigo por lo que he hecho.
—Mamá, por favor. No me obligues más.
—¡Te aguantas! Héctor no ha protestado tanto cuando se la ha comido.
—Suelto un gemido lastimero con la mejor carita de pena que soy capaz de
ponerle e intentar que se apiade de mí—. Esa carita no va a salvarte, Veron.
Si la espada entra un poco más arriba hubiera rozado tu corazón.
—Mamá, perdóname. Solo estaba protegiendo a Héctor.
—Lo sé, mi vida —murmura con ternura para seguir regañándome
después—. ¡Y que sea la última vez que haces una locura como esa!
—Sabes que siempre voy a proteger a Héctor con mi vida.
—Eres y siempre serás mi cachorro, no podría vivir si alguno de los
cuatro me faltase. —Enormes lágrimas se derraman por sus mejillas y tiro
de su mano para abrazarla. Gruño un poco del dolor que siento por el
brusco movimiento.
—Te amo, mamá. Sabes que has sido muy cruel obligándonos a comer a
los dos ese horrible caldo de algas.
—¡Pobre, Héctor! Estuvo vomitando durante bastante tiempo. Ahora
está relajándose en la tina con agua caliente. Creo que nunca le habían
regañado tanto, ni siquiera esas monjas que tanto mencionan, las que les
cuidaron siendo niños. Tu padre no paraba de reírse al principio, después se
preocupó mucho y la regañada fui yo.
—Quiero verle —exijo preocupado.
—Déjale un ratito más.
Parece que se apiada de mí porque se levanta y trae una bandeja con un
poco de carne. La devoro para quitarme el asqueroso sabor de las algas y
me acomodo mejor.
—Tarda mucho, ¿no crees? —pregunto intranquilo.
—Espera que le llamo.
Se levanta y toca dos veces, como no obtiene respuesta lo intenta de
nuevo.
—Héctor, ¿estás bien?
—¡Ya termino! —grita y escucho como sale del agua. Pienso en lo
mucho que me gustaría sacar a mi madre del cuarto para ir con Héctor y
hacerle el amor una y otra vez—. Pero… ¿qué coño? ¡Me cago en la puta y
en todo lo que se menea! ¿Qué me has hecho? ¡Yiriiiii! —grita histérico—.
¡Parezco un pitufo!
Los dos nos levantamos con rapidez. Mi madre es más rápida y grita
cuando abre la puerta al ver a Héctor. Intento entrar y mi madre no me lo
permite.
—Hijo, espera un momento. Es mejor que no entres ahora y veas a
Héctor o va a matarme por hacerle comer las algas. No pensé en que, al ser
un humano, podría tener algún tipo de reacción.
—¡La madre que te parió! ¡Quítame esto ya! —Se escucha a Héctor
gritar molesto.
—Quédate fuera y espera. —Entra cerrando la puerta en mis narices. Eso
me enfurece porque necesito ver a Héctor y saber qué le ocurre.
Mi padre entra y le explico lo poco que sé. Intenta entrar y mi madre se
interpone en nuestro campo de visión cuando abre la puerta. Le dice a mi
padre que avise a Yelys a ver si ella puede ayudarnos con lo que le está
pasando a Héctor. Mi padre se marcha y tarda una eternidad en volver con
Yelys. No dejo de dar vueltas preocupado. Por más que intento entrar una y
otra vez, mi madre me impide el paso para poder ver a mi luz. Ahora sale
de nuevo del excusado cerrando la puerta tras ella.
—Hijo, Héctor no quiere que le veas como está ahora.
—¿Qué es lo que le ocurre?
—Cuando le hice comer el caldo lo acabó vomitando, pero algo ha
debido quedar en su estómago y su cuerpo no ha aceptado lo que ha
ingerido. Su cuerpo está… bueno cariño, su cuerpo es…
—¡Azuuuuulll! —grita Héctor de nuevo interrumpiéndola—. Soy de
color azul, un jodido pitufo. Si entras y me ves así, dejo de quererte para
siempre.
—Madre, ¿es grave? ¿A qué se refiere con que es azul? ¿Y qué es un
pitufo?
—Su piel se ha vuelto azulada, no hay un trocito que sea normal. Todo
está azul y temo que le dure un tiempo si Yelys no conoce alguna planta que
pueda quitar lo que el alga le ha provocado.
—¡Por mis dragones!
—Lo siento, no lo sabía —murmura apenada. Me acerco a la puerta para
intentar hablar con Héctor.
—Mi luz, por favor, déjame verte.
—¡Nooo! Ni se te ocurra entrar.
—Necesito verte, aún estoy convaleciente de mi herida y no puedo
descansar sabiendo que te ha ocurrido algo malo. —Abre la puerta y saca
una mano que es completamente azul.
—¿Ves mi mano? Es todo cuanto voy a dejar que veas de mí por ahora.
Estoy horrible y no quiero dejar de gustarte.
—Mi luz, aunque fueras de mil colores o te salieran cuernos te amaría
igual. —Intento hacerle entender.
—¡Mentiroso! —Exclama. Voy a contestarle y la llegada de mi padre
junto a Yelys, Nan y Muza me interrumpen.
—Por favor, Yelys, tienes que ayudarle —le suplico en cuanto la veo.
Mi madre le explica lo que le ha pasado y cuando veo Yelys negar con la
cabeza todo mi mundo se me viene encima porque no sabemos qué tiempo
va a estar de ese color o si quedará así para siempre.
—Tiene que haber algo, princesa. Tal vez otra alga.
—Me temo que no estoy segura. Quizá mi cuñada sepa de algo, pero
tendré que enviar una misiva para que vengan y tardarán al menos un día.
—No pienso salir de este baño hasta que alguien me vuelva a dejar como
estaba —grita pegado al otro lado de la puerta.
—Nan, tú estuviste en su mundo, ¿sabes lo que es un pitufo?
—Héctor, ¡déjame entrar! —pide Nan y puedo ver una ligera sonrisa
asomando.
—Ni se te ocurra, Nan. No tengo ganas de que te descojones a mi costa.
—Vamos, no me voy a reír.
—¡Eres una bruja!
—Pero me quieres y me vas a dejar entrar para verte.
—¡Qué no quiero!
—O me dejas entrar o echo la puerta abajo y te verán todos. —La puerta
se abre y Nan entra. —Se escucha un grito seguido de carcajadas y Nan sale
de nuevo—. ¡Por mis dragones!, dime que puedes hacer algo y quitarle ese
color de la piel. Realmente parece un pitufo.
—¡Eres una bruja! Dijiste que no ibas a reírte —protesta.
—Es que no he podido evitarlo. He recordado esos dibujos que vimos
algunas veces que te encantaban y ahora... eres como ellos. ¡Gargamel va a
venir a por ti! —dice entre risas hasta que se calma—. Perdona. No te
enfades —súplica aun riendo.
—¡Bruja! Deja de reírte o dejaré de ser tu amigo para siempre.
—Está bien, no me reiré más.
—Entra y demuéstralo.
Nan pone una cara extraña y niega con la cabeza. Mi madre la empuja de
nuevo dentro y esta vez no escucho risas.
—Madre, entra y convéncelo de que me permita verlo, por favor.
—Espera un poco.
Yelys regresa diciendo que ya ha mandado una misiva a la reina para
pedirle ayuda, no me percaté en qué momento se fue. Atba regresa para ver
cómo está evolucionando mi herida y me informa que mi prima está bien,
aunque aún no ha despertado.
El tiempo pasa y Yelys crea varias plantas que le da a probar a Héctor sin
ningún resultado. Estoy desesperado, hace mucho tiempo que cayó la noche
y seguimos sin encontrar algo que le ayude para así poder verlo y tocarlo.
Todos se han ido marchando para descansar y solo quedamos Nan, Yelys,
mis padres y yo. Mi madre y Yelys están enfrascadas en una conversación
sobre plantas intentando descubrir cuál pueda quitar parte del color y no
parecen tener suerte. Nada de lo que han probado ha servido para nada en
absoluto.
—¡Voy a salir! —grita Héctor de repente—. Si alguien se ríe me
encerraré de nuevo hasta que puedan curarme.
Espero impaciente hasta que se abre la puerta un poco, parece indeciso y
vuelve a cerrarla. Está haciendo eso varias veces hasta que por fin abre de
golpe la puerta y sale del excusado. Mi padre y yo somos los únicos que no
lo hemos visto, y la mano no es nada comparado a lo que estoy viendo
ahora. No sé lo que será un pitufo, pero desde luego si fuera verde podría
pasar por un orco sin colmillos. No puedo evitar que una sonrisa aflore en
mi cara mientras le veo. Consigo aguantar las carcajadas porque no quiero
que se encierre otra vez y se aleje de mí. Da varios pasos adentrándose en
nuestra alcoba mirando fijamente a todos y por último a mí, justo antes de
que lo haga borro la sonrisa para no hacerle sentir incómodo.
—¡Veron! —balbucea mi nombre.
Me acerco a él y le abrazo con todo mi amor.
—Todo va a estar bien. Seguro que la reina Thea puede ser de más ayuda
que la pobre Yelys que no tiene más ideas por el momento.
Les pido a todos que nos dejen solos por ahora, necesitamos descansar y
mañana espero que llegue la reina Thea para solucionar este problema que
mi madre causó sin querer. Todos se despiden y salen fuera cerrando la
puerta. Intento quitarle la ropa para acostarnos a dormir y me aparta las
manos, da media vuelta y se acuesta vestido. No digo nada y me acuesto a
su lado después de poner varios troncos al fuego de la chimenea. Nos
abrazamos y al ver la diferencia de color entre nuestras pieles no puedo
evitar pensar en que haría si esto no tiene ninguna solución.
—Estás sonriendo.
—Eres la razón de mi sonrisa.
—¡Nos ha jodido! Ahora soy la razón de la sonrisa de todos los que me
vean. Verás como esto no tenga solución. ¡Voy a ser el hazmerreír de todo el
mundo!
—Tendrá solución, mi luz —susurro, una risita se me escapa y me
golpea en el pecho. No me ha hecho daño, sin embargo, me quejo de forma
exagerada—. ¡Ahh! Cuidado, aún me duele.
—Perdón, amor.
—Si me das un beso me aliviarás el dolor.
Con una sonrisa de carnosos labios azules me llena de besos que con
gusto devuelvo. Al acabar nuestros increíbles besos le aprieto contra mi
pecho para que deje su cabeza sobre mí. Por un segundo pienso que es un
peligro dormir con él por si decide darme un golpe y al final decido
arriesgarme por tenerlo a mi lado.
Al día siguiente Atba nos sube el desayuno y se queda impactada al ver a
Héctor, aunque consigue guardar las formas y sale de la alcoba sin que él se
percate que estaba aguantando la risa. El pobre no ha querido salir de la
alcoba porque no quiere que todos le vean y prefiere permanecer aquí
conmigo. Yo no puedo quejarme porque me encanta compartir tiempo con
él, aún no puedo hacerle el amor, pero si podemos hablar de muchas cosas.
Lo que más me gusta es que habla de un futuro juntos, incluso hemos
hablado del día en que unamos nuestras vidas para siempre y eso me da
esperanzas de que todo irá bien con el tiempo.
Las horas pasan y después de la comida tocan a la puerta. Es Atba para
decirle a Héctor que Sangug quiere jugar con él. El cachorro pasa y tras ver
a Héctor durante unos minutos sin decir nada corre hasta su lado de la cama
y estira sus brazos para que le ayude a subirse.
—Hueles igual, sigues siendo amigo.
—Sí, cariño, sigo siendo yo.
Jugamos los tres y horas más tarde Nan viene a decirnos que ha llegado
la reina Thea. Dejo a Sangug y Nan con Héctor, necesito ir abajo y saber
qué piensa de todo esto. Una vez llego al salón la saludo con una
inclinación. Ella sigue la conversación con mi madre y Yelys, donde le
explican lo que ha comido Héctor y qué plantas ha usado Yelys para
contrarrestar el efecto que ha tenido el alga sobre su cuerpo. Después de
escuchar todo sonríe a Yelys con cariño.
—Has tenido muchas ideas bastante buenas Yelys, aunque en este caso
como habéis comprobado, no han sido suficientes. Lo único que tenían que
hacer es un ungüento con la misma alga que Héctor había ingerido y untarla
por todo su cuerpo sin dejar nada por cubrir.
—En ningún momento pensamos en eso —admite mi madre.
—Ya sabes qué hacer si ocurre de nuevo. Lo ideal es hacerlo primero en
la parte frontal del cuerpo. Cuando se ha formado una pequeña costra hay
que darle la vuelta con cuidado y hacer lo mismo en la parte de atrás,
incluyendo la cabeza y el rostro. Por supuesto, hay que tener especial
cuidado en las zonas íntimas. Después colocarlo con cuidado en una
posición cómoda revisando al mismo tiempo que nada quede sin cubrir. Es
muy importante hacerlo bien a la primera porque es muy difícil que los
restos que queden sin cubrir desaparezcan por completo, ya que el alga
puede dañar la piel si se expone demasiado. ¿Quiénes serán las personas
que lo hagan? Si no tienen inconveniente podría hacerlo contigo, Yiri. Mi
magia nos ayudará.
—Yo lo haré, mi señora. Me puede indicar todo el proceso, pero seré yo
quien lo haga en todo su cuerpo.
—¿Cuánto tiempo tiene que estar con eso puesto? —pregunta mi madre.
—Unas doce horas, todo dependerá de su cuerpo. Estará dormido y no se
enterará de nada. He conocido muy pocos casos en los que haya ocurrido
esto y tras muchos intentos, descubrimos que con ese ungüento y cubriendo
todo el cuerpo lo quita por completo. Tras pasar doce horas el color azul
desaparece siendo absorbido por el ungüento y la piel vuelve a su estado
normal. Sabremos que es el momento de retirarlo por el color de la costra.
¿Puedo usar su cocina? —pregunta mirando a Goruz.
—Por supuesto, reina Thea. Tienes libre acceso a todo lo que necesites
para que Héctor pueda estar bien.
—Gracias, rey Goruz.
Mi madre y la reina Thea se van hacia la cocina. Yelys se coloca en mi
hombro y parece cansada.
—Deberías irte a dormir. Queda mucho para que Héctor esté recuperado
y has gastado mucha energía usando tu poder.
—Quiero ayudar.
—Ahora no puedes, princesa. Debes comer algo y descansar para que
mañana veas a Héctor sin caerte de sueño.
—No tengo hambre, ¿me llevas a mi alcoba?
—Está bien, pequeña.
Nos despedimos de todos y la llevo a su alcoba, la recuesto en la cama y
la tapo con la manta.
—Dale un beso a Héctor de mi parte.
—Lo haré en cuanto lo vea, ahora descansa para que mañana puedas
dárselo tú una vez quitemos la costra del ungüento. —Salgo y vuelvo con
mi luz.
Capítulo 21
Desde que Veron me dejó con Sangug y Nan, nos hemos reído bastante.
Sangug no ha dejado de mirarme extraño por el color azul de mi piel. Me ha
tocado infinidad de veces para luego mirarse los dedos, hasta me ha frotado
la mejilla queriendo quitarlo y ha visto que no funciona. Nos hemos puesto
a jugar y a hablar, nunca aprendí inglés en el colegio y, sin embargo, ahora
hablo el idioma de los dragones gracias a Phipai y el de los Orcos gracias a
Muza. Han sido unas grandes profesoras. He pasado meses enseñando a
hablar español a Sangug y ya lo domina casi a la perfección, confunde
algunas palabras y eso solo hace que se esfuerce en intentar hacerlo mejor.
Es un niño de tres años muy inteligente y ha usado su poder para enseñarme
lo que ha hecho cuando no ha estado conmigo. Le encanta jugar con Ayra y
Nazte ha estado todo el tiempo con ellos vigilando a ese bichito travieso en
el que se está convirtiendo la preciosa hija de mi mejor amigo.
Veron entra sin llamar acompañado de Yiri y la reina Thea. Sonrío al
verla y pienso en mi chiquitina, «¿Dónde estará?».
—Hola, reina Thea. ¿Cree que pueda ayudarme?
—Sí, muchacho. No te preocupes, tu piel volverá a su color natural.
—¿Qué tengo que hacer? Necesito recuperar el color de mi piel y volver
a ser yo.
—Veron te va a embadurnar con este preparado hecho de la misma alga
que comiste. Ahora vas a tomarte esta agua que tiene una mezcla de varias
hierbas entre las que están la valeriana, pasiflora y tila que conoces de tu
mundo, para que te ayuden a dormir mientras Veron hace su trabajo. Tienes
que cerrar los ojos y quedarte quieto hasta que te duermas, irá
endureciéndose formando una costra que romperemos cuando sea el
momento.
—Vale. —¡Por fin seré normal de nuevo y no un pitufo!
Me desvisto para luego tumbarme en la cama con una tela que Veron
coloca para taparme y que no vean mis partes. Algo que le agradezco y que
espero que esa parte la haga solo él. Tomo toda el agua caliente con las
hierbas y Thea me indica como colocarme para que Veron vaya dejando
todo mi cuerpo lleno de esa cosa pastosa. Menos mal que no tiene un olor
desagradable y puedo relajarme. Empieza por las manos y con mucho
cuidado va untando sin dejar nada de piel a la vista tal y como Thea le va
indicando. Bostezo varias veces cuando todo mi torso está cubierto y cada
vez tengo más sueño. Al final, la reina ayuda a Veron con su magia y usa
unas hojas para aplicarlo en mi cuerpo porque si usa las manitas no
acabamos nunca. A cada ratito que pasa el sueño es mayor y no consigo
aguantar con los ojos abiertos. Mientras el sueño termina ganando la batalla
porque no consigo abrir los ojos, me imagino a Veron con su cara de
concentración mientras toca mi piel.
Intento moverme y no puedo, trato de hablar y no puedo abrir la boca,
tampoco abrir los ojos. Estoy cada vez más nervioso e intento gritar.
—¡Shh! Mi luz. Tranquilo. Despertaste antes de lo previsto, ya vamos a
romper la costra y todo habrá acabado. —Eso no me calma del todo, pero
saber que Veron está a mi lado me ayuda.
—Muchacho, quédate muy quieto para no hacerte daño con la
enredadera —Me pide con la voz muy seria la reina Thea.
Intento respirar hondo para calmarme y es imposible, únicamente puedo
respirar poco a poco y eso me está produciendo angustia y odio sentirme
así. Escucho como todo a mi alrededor empieza a crujir y espero que esto
acabe pronto. Me desespera no poder moverme, respirar bien o poder abrir
los ojos. Todo se queda en silencio de un momento a otro.
—Voy a lavarte la cara para retirar todos los restos pequeños y que
puedas abrir los ojos —dice Veron. Noto como pasa algo húmedo por mi
cara con cuidado y tarda un poco más de lo que me gustaría—. Ahora
puedes abrir los ojos mientras mi madre y yo seguimos lavándote.
Abro los ojos y los cierro por la intensa luz. Estoy tentado de pedirle que
apaguen las luces, algo estúpido en este mundo, pero que me hace sonreír.
Carraspeo y pregunto lo que más miedo me da en este momento.
—¿Cómo estoy, amor? —murmuro mirando a Veron con miedo a que
esta mierda no haya funcionado.
—Estás hermoso, mi luz —responde con una sonrisa y se acerca a mí
para darme un pequeño beso—. Ahora necesito que te relajes para que
podamos lavar tu cuerpo y quitarte lo mayor. Luego te llevaré a la tina.
Levanto un poco la cabeza cuando siento algo húmedo en mi pierna
derecha. Yiri está limpiándome y no me mira, aunque me detengo más en
mirar mi propio cuerpo. Lo poco que puedo ver no queda nada de azul en
mi piel. Vuelvo a mirar a Yiri y la siento extraña, como si estuviera
enfadada.
—¿Estás bien, Yiri?
—Estoy aliviada de que te hayas recuperado.
—Pareces enfadada.
—Lo estoy, siento mucho haberte dado de comer ese caldo de alga. No
quería hacerte daño, primero vomitaste y luego tu piel cambió de color. Yo
solo quería castigarte por ponerte en peligro de esa forma y mira como
acabaste.
—Estoy bien y no te culpo por nada. No sabías que esto podía pasar, así
que deja de sentirte enfadada y regálame una sonrisa.
—Bueno, en realidad, hay algo más que no sabes y que le da vergüenza
decirte.
—¡Veron! —gritan Yiri y la reina Thea haciéndome reír.
—Mamá, fue divertidísimo observar a la reina Thea ponerse
completamente roja al contemplar lo que le pasó a Héctor.
—Hijo, por favor. La pobre no sabía dónde meterse y eso que con su
tamaño cabe en cualquier parte.
—¿De qué están hablando? ¿Qué hice?
La cara de Yiri se vuelve colorada al mirarme de refilón y rápido la gira
para no cruzarse con la mía.
—¿Recuerdas algo antes de dormirte por completo o algún sueño?
—Soñé contigo.
—¿Y qué hacía en ese sueño? —pregunta curioso con una sonrisita.
Lo pienso por un instante y soñaba como me tocaba la piel, nada extraño
ni sexual.
—Solo me tocabas la piel mientras untabas esa cosa en mi cuerpo.
¿Por…?
—Digamos que cuando te dormiste, eso que soñaste, hizo que tú… —
señala mi polla—, despertase. Se puso contenta y la tela que te había puesto
para taparte se levantó.
Suelto un gemido cerrando los ojos y acerco las manos a mi cara para
taparme por la vergüenza, así no veré a nadie.
—Debo disculparme, reina Thea, yo…
—No te preocupes, muchacho —me interrumpe, abro los ojos para
mirarla y tiene una sonrisa. Eso me calma un poco, lo último que deseo es
que esto cambie su forma de tratarme—. Hay cosas que no se pueden
controlar. Es que no lo esperé y no pude evitar avergonzarme por ver algo
que no debía.
Veron empieza a reírse a carcajadas y Yiri le da una colleja que le hace
parar en seco. Al observar la cara de sorpresa en él, el que empieza a reírse
soy yo. Me entra la risa tonta y no puedo parar, todos acabamos riendo y
prometemos que lo que pasó no saldrá de aquí.
La reina Thea es muy agradable, parece muy seria la mayor parte del
tiempo y cuando pasas a solas un rato con ella es muy divertida. Nos ha
contado muchas de las travesuras que hace la princesa Yelys cuando está
aburrida. No puedo creer que tenga tan malas ideas. Una de las cosas que
hizo fue en una fiesta. Al parecer, una amiga se había enfadado con ella y
Yelys usó su magia para que una enredadera creciera bajo sus pies y no
pudiera salir volando, pero ahí no quedó la cosa, la hizo girar tan rápido que
su amiga acabó mareada y vomitando. Su hermano Gus, el rey, la obligó a
disculparse con la chica y ella se enfureció, aunque cedió a la orden de su
hermano. Menuda fiera está hecha mi chiquitina.
Cuando han terminado de limpiar retirando la mayor parte de los restos
de esa costra, nos dejan solos y Veron me ayuda a levantarme para ir al
baño. Tengo los músculos muy tensos y me cuesta caminar. Veron me coge
en brazos y me mete directamente en la bañera con el agua caliente. Siento
alivio inmediatamente en todo mi cuerpo y cierro los ojos para relajarme
por completo. Veron se encarga de lavarme con toda la paciencia del mundo
y me encanta, sobre todo el masaje que me da en la cabeza. Todo acaba
cuando le toca bajar a las zonas íntimas. No puedo evitar tensarme y
sujetarle la mano para apartarla.
—¿Confías en mí? —Asiento porque es la verdad—. Entonces deja que
limpie todo tu cuerpo, jamás te haré daño. Si te sientes muy incómodo
detenme de nuevo y tú mismo te limpiarás.
Vuelvo a asentir y no aparto la mirada de su mano que baja desde mi
pecho hasta mi vientre. Pasa la mano con suavidad por mi ingle y siento
como si una corriente pasara por todo mi cuerpo. Al cerrar los ojos, todas
las imágenes regresan a mi mente. Los abro rápido para mirar sus hermosos
ojos grises para darme cuenta de que la pesadilla acabó para siempre y que
es Veron quien me toca. Mi polla cada vez está más dura y ni siquiera la ha
rozado. Coloca sus manos en mis huevos y los frota un poco para luego
soltarlos e ir a la otra ingle.
—Veron —susurro su nombre.
Me mira y puedo ver en sus ojos el deseo y las ganas de tocarme de otra
forma, no solo para lavar mi piel. Yo también lo deseo y sin dejar de mirarlo
llevo su mano hasta mi erección porque siento que voy a explotar en
cualquier momento si no me toca como los dos deseamos. En ningún
momento cierro los ojos ni los aparto de los suyos. Su mirada cambia y sus
ojos brillan, saber que me ama me da la seguridad que necesito para intentar
tener algo de intimidad. Quiero poder recuperar a mi yo loco y atrevido en
el sexo, no el pelele en el que me he convertido por culpa de esos cabrones.
Veron me sujeta con la otra mano por la nuca y me acerca a él mientras
rodea con la mano mi erección y empieza a moverla de manera suave
haciéndome sentir de maravilla. En un segundo besa mis labios con dureza
abriéndose camino con la lengua en el momento en que jadeo por la
sorpresa de la intensidad de ese beso. Gimo por el placer que me hace sentir
mientras bombea con más intensidad. Termina el beso apartándose un poco
de mí y pasa su lengua por mi labio inferior.
—Eres tú, Veron. Solo tú.
—Sí, mi luz. Solo yo —susurra pegando nuestras frentes sin dejar de
darme placer.
En ese momento suelto un gruñido de puro gozo mientras descargo mi
semen en el agua. Me siento liberado y feliz. El tiempo lo cura todo y tener
a mi dragón a mi lado será un sueño hecho realidad. Juntos superaremos
todo el dolor.
Me saca de la bañera para sentarme en el banco y secarme como si fuera
su mayor tesoro. La forma en que me cuida me abruma y me pican los ojos
por las lágrimas que quieren salir. Levanto la mano y toco su mejilla
llamando su atención para que me mire a los ojos.
—Te amo.
Se arrodilla para quedar a mi altura y le doy un beso en la nariz.
—¿Estás bien, mi luz? ¿Te sientes mal por lo que te hice? —pregunta
con preocupación.
—No, claro que no.
—Estás llorando. —Me toco la cara y es cierto, creí que las había
conseguido retener.
—Estoy feliz, Veron. Te lo juro. ¿Tú estás molesto porque yo no te…
porque tú no te has…?
—Yo estoy bien. Tenemos mucho tiempo para que seas tú quien me dé
placer. No tengo prisa en que eso pase por muchas ganas que tenga. Lo
único que necesito es borrar tu pasado con mi amor.
—Eres un guerrero y jamás pensé cuando te conocí que eras tan
romántico. —Se levanta de nuevo y sigue secándome.
—Eso no es cierto, el romanticismo es para las mujeres. Por cierto, la
princesa Yelys te manda un beso —Intenta cambiar de conversación.
—Tranquilo, machote. Yo tampoco era romántico hasta que te conocí.
Todo lo que siento cuando estoy cerca de ti me hace decir cosas que nunca
hubiera dicho, ni siquiera pensado. No es malo ser romántico, me gusta
cómo me tratas y las cosas tan bonitas que me dices.
Su sonrisa me confirma que le gusta saberlo y disfruto de cada segundo a
su lado mientras me cuida. Me miro al espejo mientras aún sigo desnudo y
no queda ni rastro del horrible pitufo que fui hace unas horas. Una vez
estamos listos los dos y hemos limpiado la bañera, bajamos a comer. Ni
siquiera cené anoche y estoy muerto de hambre. El olor del estofado hace
rugir mis tripas y no me detengo ni a saludar al entrar al salón. Cuando ya
he tragado el primer trocito aprovecho para saludar:
—Perdonad, pero estaba muerto de hambre. Hola a todos.
Yelys vuela hasta posarse en mi hombro y me da un beso en la mejilla
—Te veo bien. ¿Ya estás recuperado?
—Sí, Goruz. Por suerte ya no queda nada de color azul en mi cuerpo.
Comemos entre risas, porque ahora que estoy bien, no me importa
reírme de lo que me pasó. Soy tan feliz en estos momentos que lo único que
me falta es a mi equipo Z, tengo ganas de volver a estar con ellos para
recuperar todos los meses que perdí.
—¿Estás bien? Te noto triste.
—Estoy bien, amor. Es solo que recordé a mis hermanos.
—Pronto regresaremos, además, en breve serán las fiestas que tanto
esperan conocer tus hermanas.
—A mí también me hace ilusión asistir, sobre todo a tu lado.
—Eso ni lo dudes, mi luz. Nunca volveré a esconder nuestro amor.
La tarde pasó tranquila y decidí salir al patio para ver los avances de
Ugor y Muza. Han acabado todo, es increíble la rapidez con la que lo han
hecho. Ahora queda arreglar el muro que Lixda acabó rompiendo con el
huracán, pero de eso se van a encargar ellos. Antes le pregunté a Goruz que
tal las cosas con Lixda y me dijo que se ha despertado un par de veces nada
más para comer algo y seguir durmiendo. No le ha echado de su lado y le ha
permitido estar cerca de ella, incluso la ha alimentado. Parece feliz y me
alegro muchísimo por él. Rodan se ha disculpado con el rey de los orcos y
posible yerno si Lixda le acepta. Por supuesto, Goruz le ha expresado que
no era necesario, ya que el único culpable era él porque entiende que solo
estaba defendiendo y protegiendo a su hija. Por un lado, parece que lo de
Goruz y Lixda va por buen camino, aunque dudo que le perdone tan
fácilmente que la atacara, imagino que le hará sufrir un poco para que
aprenda a no tomar decisiones sin contar con ella. Ese es un error que
cometí al no hablar y alejarme de Veron al escuchar las cosas que decían
sobre nosotros.
Luego está Nazte, que no se separa de la pequeña aprovechando todo el
tiempo que tiene hasta que Norrus sepa la verdad. Todos sabemos que le va
a costar convencerle de que le permita estar con su princesa. Esa niña se
robó el amor de Norrus y es complicado. Por suerte, Nan sabe cómo se
siente Nazte, lo entiende y quiere que sea feliz. Sobre todo, viendo como su
hija lo adora y lo busca a todas horas para ir a ver las flores. Ayra le llama
Nat o pincipe y juraría que a ese orco se le cae la baba cuando la escucha.
En cualquier momento daría miedo, pero cuando Ayra está cerca se vuelve
manso como un cachorrito. Esa cara de enfado que asusta pasa a ser una
totalmente diferente y hasta con sonrisa, eso sí, solo para la pequeña. Me
acerco a Veron que está hablando con Ugor y aparece Boltcan usando su
poder.
—Tienes que volver, Veron. Hay varios guerreros que no aceptan a las
dos muchachas que elegiste.
—¿A qué guerreros te refieres? ¿De los nuevos?
—Sí, Resli ha apartado a las muchachas con las demás guerreras
expertas y eso lo empeoró porque les hace inferiores.
—Dejé a cargo a Kode y a Hodul.
—Tu primo Hodul, al escuchar las burlas, hizo que pelearan contra ellas
y las dos hermanas los derrotaron sin pestañear. Están enfurecidos y el rey
no hará nada hasta que vuelvas.
—Si no saben respetar a sus compañeros por ser mujer o mejores que
ellos, no merecen un puesto en nuestras filas. No pude avisar a Brandar que
debe estar por llegar, cuando se presente en Aezan sabré que decide
finalmente Héctor. Hablaré con mi tío para que los expulse, no necesito
saber sus nombres, sé perfectamente quienes son.
Sé que quiere que me quede el Ónix un tiempo más, sin embargo, no voy
a seguir molestando a Brandar y hacerle perder el tiempo.
—Entonces volveré para notificárselo a mi hermano y que espere a tu
llegada. Volvió ayer a Thantanas cuando todo parecía estable. Dile a tu
madre que vendré más tarde.
—Gracias, padre. Se lo comunicaré en cuanto la vea. —Boltcan se
marcha de nuevo por el portal.
Veron centra su atención en Ugor después de darme un beso y pegarme a
su costado mientras me sujeta de la cintura. Veron le comenta sobre los
guerreros que cree que están dando problemas. Ugor parece pensar de la
misma forma que Veron, si no saben respetar a sus compañeros que se
queden fuera. Es verdad que ya no hay guerras, al menos no tantas como
por lo visto había hace muchos años. Es de lógica que debes confiar en la
persona que va a luchar a tu lado sabiendo que van a cubrirse las espaldas.
No soy un experto en la lucha ni mucho menos en guerras, aunque no creo
que me equivoque en mi manera de pensar.
—¿Quieres dar un paseo?
—Pues la verdad es que hace muchos días que no doy mi paseo por estos
bosques. Saqué muchas fotos, pero se me acabó la batería y no he podido
usarla más.
—Cuando volvamos a Thantanas le pediré a mi tío que te lleve a tu
mundo para que puedas hacer que funcione.
—¿Te gustaría ir a mi casa? Khonox fue con mis hermanos para limpiar
todo y no tenemos que salir fuera. Aunque supongo que quizá no quieras ir
a mi mundo.
—Ir a tu mundo no es algo que me apetezca, sin embargo, ver tu casa y
saber cómo vivías sí me gustaría. Es una manera de conocerte un poco más.
—Entonces iremos juntos. No me corre prisa, así que cuando finalices el
tema de los guerreros rebeldes haremos el viaje a mi casa.
Seguimos hablando y me pregunta algunas cosas de mi mundo. Disfruto
contándole cosas que realmente echo de menos como ir a la playa, salir a
caminar por los paseos marítimos sin pasar frío, comer un helado gigante y
cosas sencillas que por el frío que hace en Senzyras no he podido hacer.
Otras cosas como los electrodomésticos y más comodidades realmente no
las echo de menos, excepto poder cargar mi cámara de fotos. El único que
conserva su casa soy yo y ese es otro motivo para ir. Quiero vender la casa
y traer todas mis cosas, el generador eléctrico que traje para la unión de mi
bichito aún puede dar algo de electricidad. Llegará el momento en que no
podamos usarlo y de todas mis cosas, la cámara es algo irremplazable y que
en este mundo no existe.
—Echaré de menos poder utilizar mi cámara, no siempre podré volver.
—Puedo hablar con Hodul, tal vez se le ocurra algo que te permita
usarla.
—¿Tú crees? Eso me haría muy feliz. —Y no hay nada más cierto que
eso. Poder hacer fotos con mi cámara en su mundo sin tener que volver a la
tierra.
—Entonces hablaré con él, mi luz, y te prometo que, si podemos, iremos
al sur unos días antes de la fiesta para que puedas bañarte en la playa. En el
norte siempre está nevado y bañarte siendo humano es imposible.
Caminamos de la mano y cada vez nos adentramos más en el bosque. Me
siento protegido por él y sé que si algo volviera a acecharme no permitiría
que me tocara, aunque estoy intranquilo porque no quiero que él vuelva a
salir herido.
—Me encantaría. ¿Veron?
—¿Mm?
—Nunca te he preguntado por qué siempre me llamas mi luz.
—Porque eres mi luz. Cuando llegaste, tu sola presencia iluminaba mi
vida. Tu sonrisa, tus miradas, tus risas, todo tú has sido luz en mi vida desde
que te vi por primera vez. Por eso te llamo así.
—Luego dices que no eres romántico. Si me preguntas por qué te llamo
amor, te soltaría: Porque eres el hombre que amo. Eso no suena tan
romántico, ni siquiera creo que sea romántico. En cambio, tus palabras lo
son y me enamoran más si es que eso es posible.
En un nanosegundo me acorrala contra un árbol y empieza a besarme.
No puedo hacer más que entregarme con gusto a ese beso apasionado.
Capítulo 22
Hoy desperté con Héctor a mi lado comenzando una nueva vida juntos
en nuestro hogar. Por supuesto, no podía faltar que me despertara con un
rodillazo en las costillas. Suerte que de la herida de mi pecho queda el
recuerdo. Ahora me dirijo al patio de entrenamiento y estoy furioso. Héctor
no ha querido acompañarme para no encontrarse con algunos guerreros.
A pesar de mis intentos por convencerlo no ha servido de nada y se ha
quedado con sus hermanas, ya que Mateo y Alan me acompañan. Hay algo
que quiero demostrar y ellos son la clave.
Nada más llegar, detengo el inicio del entrenamiento y llamo a mis
hermanos pequeños.
—¿Qué necesitas? —preguntan al unísono.
—Quiero que le quitéis los poderes a todos y que sean humanos en este
entrenamiento. Os indicaré a quién. —Escucho algunas protestas entre los
guerreros y con una simple mirada los silencio—. Esta es una prueba
sencilla en la que no tendrán privilegios como la fuerza o la velocidad.
Tendrán la destreza adquirida en el entrenamiento, úsenla para salir
vencedores.
—¿Quién empezará? —pregunta Ame.
—Larok y Niglor serán los primeros. Formad un círculo para que luchen
en el centro.
Todos se mueven como he pedido y los dos están ahora en el centro,
miro a Kokel que se vuelve invisible y segundos después aparece tras ellos
haciéndoles humanos. Se colocan uno frente al otro con la espada en alto y
parece que les cuesta mantenerla en posición por el peso.
—Alan, lucha contra los dos.
—¿Contra los dos? Pero ellos son…
—Son humanos, igual que tú.
—Está bien.
—¡Luchad! —grito con mi voz de dragón.
La lucha comienza tras mi orden y Larok lanza el primer ataque con un
grito. Alan lo repele y contraataca dando un giro sobre sí mismo en el que
también ataca a Niglor. Varios minutos de lucha después, los dos guerreros
están exhaustos, sin embargo, Alan, aunque está algo cansado, no
demuestra fatiga como ellos. Alan aprovecha un despiste de Niglor,
consigue que suelte la espada y coloca la suya en su cuello. Niglor ha sido
derrotado y queda Larok. Puedo ver la furia en los ojos de Niglor por la
derrota y le hago una señal a Kode para que le saque del círculo. Como
tenía previsto, Niglor intenta atacar a Alan por la espalda y Kode se lo
impide. Larok no dura mucho más y acaba con la punta de la espada de
Alan apuntando a su corazón.
—Alan descansa. Has luchado con honor y has vencido. ¡Estoy
orgulloso!
—No es justo, sin nuestros poderes nunca nos hubiera ganado. —Ignoré
las protestas de Larok y miro a los dos que quedan.
—Diyok y Nashin, al centro. Rend retira su poder.
Mi hermano hace su trabajo igual que Kokel y, tras desaparecer y
aparecer segundos después a sus espaldas, me sonríe de medio lado
indicando que ya son humanos.
—¿Contra quién van a luchar?
—Contra ti. —El gemido lastimero de Mateo me hace reír—. Vamos,
demuestra que puedes ganar a estos muchachos.
—¿Y si pierdo?
—No pienses que vas a perder. He visto tus movimientos y eres mejor
que ellos. Yo sé que ganarás contra los dos. Sus movimientos son lentos y
se cansan más rápido porque siempre han entrenado usando sus poderes.
Ahora que carecen de ellos tú tienes la ventaja. Llevas mucho tiempo
entrenando con nuestras espadas, es cierto que, de los tres, eres al que peor
se le da la lucha, sin embargo, estoy seguro de que puedes ganar si te
concentras.
—Gracias, Hodul. Lo intentaré…
No muy convencido, saca su espada y entra al centro del círculo. Diyok
se lanza contra Mateo, que lo esquiva por muy poco, seguido por Nashin
que consigue rozar el muslo de Mateo haciéndole un pequeño corte. Por un
momento estoy por detener todo al ver herido a Mateo y Hodul niega con la
cabeza al darse cuenta de que avanzo en su dirección.
—Observa a Mateo. Escucha su latido y su respiración. Se está
cabreando porque nunca hemos ido tan lejos como para hacerles sangrar.
Creo que verse herido es lo que va a despertarlo para que espabile y luche
como sé que puede hacerlo.
—Espero que tengas razón, porque entre Luna y Evolet nos matan si le
ocurre algo —aseguro y él solo sonríe. Sé que Hodul usa su mente para
calcular los movimientos con la velocidad y el peso de las armas. Además,
ha estudiado a cada uno de los guerreros y sabe cómo vencerlos sin tener
que esforzarse. El problema es que Mateo no deja de ser un humano débil
que no ha tenido tantos años de entrenamiento. Tal vez, me equivoqué en
pedirle que luchase.
—Deja de pensar tanto y déjate sorprender por este nuevo Mateo que no
se dejará vencer por dos muchachos cabreados.
—Te recuerdo que tú también eres un muchacho. —Me lanza una mirada
cargada de molestia que me hace sonreír y me centro en Mateo.
Está rodeado por los dos guerreros y con las rodillas ligeramente
flexionadas vigila a sus dos contrincantes esperando el ataque. Diyok le
ataca por la espalda al mismo tiempo que Nashin lo hace por el frente.
Mateo se agacha cortando el muslo de Nashin al mismo tiempo que lanza
una patada en su estómago derribándolo. Con un giro de muñeca levanta la
espada muy cerca de la cabeza de Diyok que pierde el equilibrio al intentar
evitar la espada. En ese momento mateo derrota a Nashin colocando la
espada en su corazón y se gira a tiempo de levantar la espada y detener el
ataque de Diyok. Luchan durante unos minutos que se me hacen eternos y
para mi deleite es Mateo quien gana. He conseguido mi objetivo y los
cuatro jóvenes guerreros han perdido a manos de dos humanos casi
inexpertos. Mateo se ha demostrado a sí mismo que sabe cómo luchar y que
puede ganar.
—¿Quiénes serán los siguientes? —pregunta Resli—. Si les devuelves
los poderes pueden luchar de nuevo contra Neter y Ria.
—No habrá ninguna lucha más. Han perdido y por ende quedan
expulsados del ejército del rey hasta que demuestren que merecen
pertenecer a sus filas.
—¡Eso es injusto! —gritan casi al mismo tiempo los cuatro.
—Este es el resultado por no ser unos guerreros con honor que no
aceptan que una mujer pueda ser mejor en la lucha. Ellas os vencieron y aun
así os creéis mejores. Ahora, dos humanos os han vencido y por eso estáis
fuera. En un año tendréis la oportunidad de intentarlo.
—El rey es quien decide y ya nos aceptó.
—Yo tengo la última palabra como rey, sin embargo, confío plenamente
en el criterio de mi sobrino. Si él os ha expulsado, estáis fuera. Os está
otorgando una segunda oportunidad, cambiad demostrando que sois
merecedores de estar entre nuestras filas y os aceptaremos de nuevo. Esta
tarde partiréis a vuestro hogar y esa es mi última palabra.
Mi tío Konox se retira seguido por mi padre y mis tíos Rodan, Degon y
Rax. Todos se van dispersando quedando los cuatro guerreros y mis primos.
—¿Por qué? Somos buenos guerreros —pregunta con molestia Larok.
—Porque no habéis sido buenos compañeros. No importa que sean
mujeres u hombres más débiles, debéis apoyarlos y animarlos a seguir. Ser
amigos y saber que pueden confiar en que les cubrirán las espaldas si
comienza una guerra.
—Mi señor, por favor. Acepte nuestras disculpas, queremos otra
oportunidad ahora —pide Diyok.
—¿Creéis que Ria o Neter pueden confiar en alguno de los cuatro? —
pregunta Kode. Todos agachan la cabeza sabiendo que la respuesta es un
rotundo no.
—Habéis tenido meses para cambiar desde que el rey os aceptó y en
cuanto desaparezco unos días no dais más que problemas y vuestra actitud
ha ido a peor. Vuelvan a su hogar y entrenen de verdad para el siguiente
reclutamiento.
Merecen un escarmiento y esto es lo único que pienso que puede
hacerles cambiar. Es la única oportunidad que tendrán. Se marchan fuera
del castillo y hacen el cambio a dragón.
—Has hecho lo correcto —asegura Hodul.
—Lo sé. Debería avisar a los demás para comenzar el entrenamiento de
verdad.
—No te preocupes, iré a buscarlos. Deben estar en la entrada esperando.
—Gracias, Kode.
No tardan en llegar y comenzamos el entrenamiento. Tardamos un par de
horas en las que pienso en Héctor. Le echo de menos y ahora debo irme a
trabajar la tierra con la nueva herramienta que Hodul creó hace poco. Si mi
luz no vino a entrenar dudo que quiera ir conmigo. Me acerco hasta el salón
donde escucho las voces de todas las mujeres.
—¿Dónde está Héctor?
—Hola. Mi bichito ha ido fuera del castillo con Sangug, Skel, Nazte,
Ayra, Yelys, Danae, Leyre, Kokel y Rend a dar un paseo —me informa
Evolet.
—Yelys va a hacer flores de colores para Ayra por petición de Nazte. —
Un gruñido de mi hermano hace que me gire para mirarle con mis dos
sobrinos en sus brazos y Nan detrás sonriendo.
—Odio a ese orco.
—No es cierto, cariño. Te cae bien y por eso le permites hacer feliz a tu
princesa.
—Voy a ir con ellos, quiero preguntarle a Héctor si quiere venir a
trabajar la tierra. Aunque si está entretenido iré sin él. Hodul ya me está
esperando.
—Te acompaño fuera —dice mi hermano sacándome una sonrisa.
—Tía, ¿Puedo llevar a Galara?
—Claro.
Me acerco a ella para coger a mi prima y vamos al exterior. Al salir,
Hodul coge a Ren y nos dirigimos hasta ellos. Hay un círculo sin nieve que
Yelys ha llenado de flores. Los más pequeños están entretenidos
mirándolas, Sangug me abraza la pierna al verme y con cuidado lo subo a
mis brazos. Se queda mirando a Galara que está dormidita y luego me da un
beso en la mejilla. Segundos después se remueve y lo dejo de nuevo en el
suelo. Voy hasta Héctor y, tras decirle que tengo que irme con Hodul a usar
la nueva maquinaria de arado, decide quedarse con sus bichitos.
Beso sus labios antes de irme a dejar a Galara con mi tía Phipai para
volar hasta Euphus, ahí hay una zona donde no hay nieve y está cerca de
Olvernus. Utilizamos esas tierras para cosechar y hoy, por primera vez,
probaremos una máquina que hará la mayor parte del trabajo sin tener que
esforzarnos mucho. Según me ha explicado Hodul, tienes que empujarla y
al hacerlo unos pinchos de metal algo alargados van removiendo la tierra y
otra persona detrás va soltando las semillas. Héctor, Alan y Mateo le dijeron
a Hodul que en su mundo eran los animales los que lo movían antiguamente
y ahora son tractores. Nosotros tenemos la fuerza suficiente para empujar y
no forzamos a los animales. Hasta hace unos días nosotros utilizábamos un
arado sencillo de madera. Según nos explicó nuestro tío Konox cuando
empezamos a trabajar la tierra hace muchos años, el humano que le enseñó
era lo que usaba. Si Hodul tiene razón y funciona, va a agilizar el trabajo de
muchos agricultores. Esta será la primera prueba después de construirlo él
mismo.
Cuando hacemos el cambio a nuestra forma humana, nos acercamos a las
tierras donde hay muchas personas mirando el nuevo artilugio. Han venido
por petición del rey de todas las ciudades.
Hodul les explica que quiere que varias personas lo prueben para tener
en cuenta sus opiniones, saber si les parece algo útil y también que si
alguien ve algún fallo pueda comunicárselo para mejorarlo. Una de las
mujeres se anima a ser la primera en usarlo y mientras ella camina sobre la
tierra removiéndola yo voy soltando semillas para que todos vean cómo
debe hacerse.
La mujer se queda maravillada y quiere comprar una para utilizarla en
sus tierras, dice que su parcela no es muy grande y que la ayudaría mucho
para poder terminar rápido y dedicar tiempo a otras cosas. Al ver la
reacción de ella, todos poco a poco se van animando a usar la maquinaria
para el arado. Decidimos ir a comer a la ciudad y volver para seguir con el
nuevo arado y que nos indiquen como ha ido todo. Tras los comentarios que
escuchamos antes de irnos a comer, todo parece ir bien y muchos ya están
felicitando a Hodul por su trabajo.
Estoy seguro de que mis tíos van a estar más orgullosos de su cachorro
cuando sepan que todo ha ido a la perfección.
Entramos a la cantina y Traron está aquí, no lo he visto, sin embargo,
puedo olerlo.
—Si quieres podemos irnos —Me dice Hodul que también ha percibido
su olor cerca.
—No te preocupes, dudo que se acerque y si lo hace ya veré cómo lidiar
con él. Debe estar de paso porque tengo entendido que le mandaron a una
ciudad del Oeste.
Como esperaba, no se acerca. Está tres mesas detrás de mí y siento su
mirada clavada en mi espalda. Me duele que alguien tan importante en mi
vida me fallara de esa manera tan cruel. No entiendo sus motivos para
hablar de esa forma de mi relación porque los celos por estar más pendiente
de Héctor no son suficientes. Tengo la suerte de mi lado al estar con el
hombre que amo. Perder la amistad de Traron me ha dolido, quizá con el
tiempo tanto Héctor como yo podamos perdonarlo, por ahora es mejor que
se mantenga alejado. Terminamos la comida y regresamos a los campos de
cultivo. Todos han dado su opinión y todas son positivas. Mañana Hodul
hablará con nuestro tío Khonox para contratar personal que le ayude en la
construcción de varias máquinas para el arado. Una vez hecho nuestro
trabajo, hacemos el cambio a dragón y regresamos a Senzyras llevándonos
el arado.
Está anocheciendo cuando hacemos el cambio a nuestra forma humana
en el patio. Tras acabar de vestirme Héctor sale corriendo a recibirme. Abro
los brazos y le envuelvo entre ellos cuando llega hasta mí aspirando su
aroma. He añorado cada segundo tenerlo cerca de mí.
—Te eché de menos. Esperaba que llegaras antes.
—Ahora estoy aquí. ¿Ya has cenado?
—No, les estamos esperando. Todos quieren saber cómo ha ido con el
nuevo arado.
—Ha ido mejor de lo esperado —dice Hodul con emoción.
—Eso es perfecto.
—Todo gracias a ti y a tus hermanos por las ideas.
—Bobadas. Tú solito has hecho todo, eres un cerebrito.
—¿Eso qué significa? —pregunta Hodul frunciendo el ceño.
—Que eres muy inteligente.
—Sí que lo soy. Nadie puede superarme.
Héctor se ríe a carcajadas y entramos al salón principal donde ya nos
esperan para comer. Escucharle reír así después de lo que ha sufrido me
alivia el corazón. Poco a poco va recuperándose y, aunque aún nos queda
camino por recorrer, lo haremos juntos y siempre estaré a su lado.
Brandar anuncia al finalizar la cena que se quedará hasta después de la
fiesta de Olvernus. Aprieto la mano de Héctor con una sonrisa para que
entienda que no voy a pedirle que lo retrase más. Nos despedimos y
subimos hasta nuestra alcoba. Necesito asearme en la tina con urgencia y
como Héctor ya lo hizo antes de cenar porque se manchó de barro jugando
con los cachorros entro solo al excusado. Pedí que me dejaran el agua
preparada antes de subir y aún se mantiene muy caliente. Cierro los ojos y
me quedo un rato descansando antes de lavarme con jabón.
—¿Te queda mucho?
—Dame unos minutos, mi luz. Enseguida estoy contigo. —Termino de
enjabonarme y al salir desnudo me encuentro a Héctor vestido con la misma
ropa que tenía el día que le besé por primera vez—. Estás muy guapo con
eso puesto. Me trae buenos recuerdos.
—Tenía frío y esto abriga.
—No necesitas nada, siempre te daré calor.
—Ven a la cama —murmura dando varios toques con la mano sobre la
cama.
Meto varios troncos al fuego para que nos dé más calor, después entro a
la cama y nos cubro con una manta. Se acomoda sobre mi pecho y suspira.
—¿Estás bien?
—Dime que esto no es sueño, que todo lo que estoy viviendo a tu lado es
real.
—Es real, mi luz. Siempre estaremos juntos.
Han pasado varios días desde que llegamos y la vida junto a Héctor es
mil veces mejor que antes. No he tenido más acercamientos íntimos con él
de momento, la última vez intentó hacerme una felación y acabó llorando
porque no podía. Tuve que contenerme abrazándome y calmándonos a
ambos para no bajar a golpear a Darzien mil veces. Por eso no he sido
capaz de intentarlo de nuevo, esperaré un poco más.
Mi hermano Norrus lleva un poco mejor que su princesita esté todo el
día con el orco. No ha dejado de gruñir en varias ocasiones cuando Ayra le
da un beso en la mejilla a Nazte en vez de a él. La pobrecita parece darse
cuenta y enseguida va con su papi para darle un beso también. Nan es la
que más se divierte junto a mi tía Evolet, que no deja de incordiar diciendo
que Ayra quiere más a Nazte que a él.
Observo a mi luz ir detrás de Banity y juntos abandonan el salón
principal. He estado al pendiente de Héctor y algo está tramando con esa
muchacha porque cada vez que me ven cerca, dejan de hablar para que no
pueda escuchar nada. No he querido preguntar porque estoy seguro de que
es sobre Banity lo que tratan de ocultar. Esperaré a saber qué traman.
Héctor ha prometido ir a entrenar hoy, espero que no llegue tarde o que
no aparezca por no querer ver a los guerreros de nuevo. Ha estado evitando
verlos todo el tiempo y no puede postergarse por más tiempo. Necesita
enfrentarlo y saber que estaré a su lado. Ellos han preguntado por él para
disculparse personalmente y Héctor no ha querido escucharlos. Es
demasiado terco y no quiero que cambie. Lo amo tal y como es.
Ha pasado media hora desde que comenzó el entrenamiento y Héctor
aparece por el patio. Parece indeciso y uso mi velocidad para llegar a su
lado más rápido antes de que se arrepienta y dé media vuelta. Sus hermanos
lo llaman para que luche contra ellos, aprovecho para sujetarle por la
cintura y besar sus labios. Le escucho suspirar con fuerza y camina a mi
lado. Ahora siempre deja que Cora o Nymy le arreglen el pelo con trenzas
usando mis aros de oro y los que le regalé para que lo usaran en su pelo.
Quiso cortárselo como antes y le pedí que no lo hiciera de momento, por
supuesto aprovechó para convencerme de que permita a Luna seguir
cortando mi pelo. Intenté que no siguiera recortándose la barba, pero no
conseguí convencerlo y se la dejó cortita como cuando le conocí.
Desde el momento en el que llegamos todos los guerreros, sin excepción,
se inclinan ante él. Escucho su corazón latir con fuerza.
—Mi señor. Hablo en nombre de todos los guerreros, pero
principalmente de los que en algún momento le hicimos daño por no parar a
tiempo las palabras hirientes de Traron dirigidas a la relación que tiene con
nuestro príncipe. —No esperaba que Nefar fuera el primero en hablar.
—No me llames así y prefiero no hablar de ello.
—Cometimos un error. ¿Podrá perdonarnos algún día? —murmura con
la cabeza agachada Nefar.
—Veron y yo sufrimos mucho por vuestra culpa, pero si pude perdonarle
a él, también puedo hacerlo con todos. Lo único que espero es que la
próxima vez no hablen a mis espaldas y vayan de frente.
—No habrá una próxima vez. Todos le apreciamos, mi señor.
—Héctor. Mi nombre es Héctor. Ahora quiero hacer una pregunta y
espero que me respondan con sinceridad. —Todos miran a Héctor
esperando por su pregunta—. De todos los que estáis aquí ahora. ¿A quién
le parece mal o no le gusta que Veron y yo seamos pareja porque somos
hombres?
Uno a uno empieza a responder y todos lo hacen de la misma forma. «A
mí no me molesta».
Héctor respira más relajado y escucho el latido de su corazón más
pausado.
—¡Ahora a entrenar! Empieza con Mateo —le ordeno.
—¡Pss! Eso está chupado. Siempre le he ganado —suelta con chulería.
—Gané a los dos guerreros —masculla Mateo haciéndonos reír.
Todos se van posicionando para su entrenamiento con la espada antes de
proceder al cambio a dragón más tarde. Nazte se une con su hacha y es
contra Norrus con quien peleará, espero que no se hagan daño.
—Esos eran dos críos, siempre te gané.
—Menos palabras y más movimiento —les gruño con una orden con mi
voz de dragón.
La mirada asesina que me dedica Héctor se le quita al darse cuenta de
donde estamos y hace algo que le vi hacer a Evolet alguna vez. Con dos
dedos se señala sus ojos y luego a mí.
—¡Uuuuh! Estás en problemas, cuñado —matiza Mateo entre risas.
El entrenamiento comienza y por mucho que Héctor lo intenta, no
consigue ganar a Mateo. Ese humano por fin ha conseguido sacar su fuerza
y ha ganado a Héctor sin pestañear. Entrenar con los humanos siempre es
más divertido para todos. Los más jóvenes no dejan de decir que este
entrenamiento ha sido el mejor de todos y que quieren que sea mañana para
seguir entrenando con ellos.
Capítulo 25
Cuando Veron cierra la puerta, cierro los ojos y suspiro, me siento como
si una apisonadora me hubiera pasado por encima. Miro a Nymy y le cojo la
mano.
—Estoy seguro de que has cuidado mucho de mí.
—Siempre cuidaré de ti. Estaba asustada porque no te despertabas, tenía
miedo de que te ocurriera algo. El señor Veron también te ha cuidado
mucho.
—Estoy bien, demasiado cansado y con los músculos bastante doloridos.
Guárdame el secreto, no quiero que Veron se preocupe.
—Está bien, pero por orden de la señora Yiri has de caminar, ¿crees que
puedas?
—Después lo intento, ahora me muero de hambre. —Me acerca la
bandeja de Veron avergonzada por no traerla antes a darme de comer, lo sé
por el tono rosado de sus mejillas.
Como un poco de fruta y pan. Me lo comería todo, aunque no quiero
abusar y acabar mal del estómago por glotón después de tantos días sin
comer adecuadamente. Estoy terminando de tragar el último pedazo de
manzana cuando mis hermanas entran en estampida seguidas por mis
hermanos.
—¿Cómo te encuentras?
—Algo cansado.
—Veron te ha cuidado mucho.
—Lo sé, bichito. Nymy me lo ha dicho.
—¿También te ha dicho que se ha encargado de asearte? ¿Y de
limpiarte?
Pienso a toda velocidad y si ha dicho asearte y limpiarte quiere decir…
«No».
—Dime que no ha hecho lo que estoy pensando.
—Bichito, te ha limpiado los pipis y las caquitas. —Gimo desesperado,
no me puedo creer que Veron haya hecho eso, me quiero morir. La cabrona
de mi hermana se regocija viéndome.
—¿Ocurre algo, mi luz?
En este momento es cuando necesito que la tierra bajo mis pies se abra y
me trague sin contemplaciones. Si no puede ser la tierra que sea la cama, el
suelo o lo que sea, pero que me trague de una santa vez.
—Ábrete de una vez —susurro muy bajito a ver si así me traga.
La risita de mi bichito es inconfundible porque sabe en lo que estoy
pensando.
—No se abrirá todavía, antes tienes que saber que te ha visto en pañales.
Me quedo petrificado mirando a mi hermana como si fuera un fantasma
que me está gastando la peor broma de mi vida.
—Eres una hija de puta —siseo muy molesto.
—Un poco sí que lo soy y esta es mi venganza por alejarte de nosotros
en vez de estar a nuestro lado para ayudarte. —Su risita me enerva aún más,
¿cómo puede reírse con lo que me ha hecho?
—Yo no le encuentro la gracia a nada y no es una venganza, es una
putada. —Intento levantarme y si no es por Nymy acabo en el suelo
rodando—. Veron, ahora no te acerques —me mira extrañado cuando antes
de irse estaba todo bien. La vergüenza que siento me supera, necesito un
momento a solas—. Y tú, Evolet, puedes irte a la mierda. Si querías
hacerme daño te felicito.
—Bichito, yo… —Levanto la mano para cortar lo que tenga que decir.
—Nymy, por favor, llévame al baño, necesito usarlo.
Por suerte, desde que me desperté no me hice nada encima y tampoco
llevaba un pañal. Evolet no deja de pedir perdón y mis hermanos no dicen
nada. Nymy me coge en brazos sin esfuerzo, me lleva hasta el baño y me
sienta en el banco de madera. Estoy desnudo y me cubre con una tela.
—Te ayudo a caminar.
—Quiero estar solo, quédate en mi alcoba. Si te necesito te llamo.
Hace lo que le pido y cuando cierra la puerta puedo llorar sin que me
vean. Las ganas de orinar son cada vez mayores, así que intento levantarme
despacio, con pasos lentos y torpes llego al inodoro y me siento. Busco
agua limpia para lavarme la cara y despejarme un poco. Me siento de nuevo
en el banco y vuelvo a llorar de impotencia. Abren la puerta y cuando estoy
a punto de gritar «largo». Evolet cierra la puerta y se sienta a mi lado.
—Podrás perdonarme, no medí las consecuencias de cómo te sentirías.
Quería fastidiarte un poco, sin embargo, jamás quise hacerte llorar. Eres mi
bichito y no soporto ser yo la causante de tus lágrimas.
—Te pasaste.
—Si te digo que no duraste con uno puesto más que unos minutos
porque Veron te lo quitó y me gruñó fuerte por reírme.
—Pero me vio —suelto con un gemido avergonzado.
—También me pilló llenándote el pelo de coletitas anoche para que
cuando despertaras lo hicieras monísimo. —No puedo evitar que una risita
se me escape y se aprovecha de ello—. ¿Me perdonas?
Hace un puchero adorable y pienso en qué puedo ganar a cambio si la
perdono tan rápido. «Lo tengo».
—Te perdono si te comes un buen trozo de hígado.
—Ni de coña.
—Entonces no te perdono, puedes irte.
—¿Cuándo?
—A la hora de la comida. Verte comer eso hará que me olvide de que
Veron me ha visto en pañales por tu culpa.
—¿No estás enfadado porque te limpiara?
—No podría, porque si fuera al revés yo haría lo mismo. Que siento
vergüenza, sí, mucha. No lo puedo evitar.
—¿Me dejas hacerte las coletitas para que el hígado me baje mejor por la
garganta si te veo?
—Solo si me prometes que nunca volverás a hacer una cosa así para
avergonzarme.
Me abraza fuerte y juraría que escucho mis huesos crujir. Después de
soltarme se levanta y Veron entra en su lugar.
—No me alejes de nuevo.
—Perdóname. No lo pude evitar, ponte en mi lugar.
—Te entiendo. Yo quería cuidarte y no me importaba nada limpiarte. Fue
un alivio saber que podía hacer algo más que estar a tu lado esperando que
abrieras esos preciosos ojos.
Sonrío y me inclino para apoyar mi cabeza sobre su hombro.
—Te amo.
—Yo también te amo, mi luz. Ahora salgamos, tus hermanos te esperan
en el salón, Nymy y Evolet van a llenarte de coletas el pelo. ¿Vas a dejar
que coma el hígado sabiendo el asco que le da?
—Un par de trocitos para hacerla sufrir por hacerme sentir mal hace un
momento.
Sonríe y salimos del baño llevándome en sus brazos. Me visto con la
ayuda de Veron y luego se despide para ir a entrenar un rato mientras me
arreglan el pelo. Voy a estar divino para la comida.
Tengo toda la parte alta hecha y Evolet ya no puede aguantar la risa.
Nymy, sin embargo, se resiste a reírse.
—Cariño, puedes reírte de mí todo lo que quieras después lo harás con
las caras de asco de tu reina al tener que tragar el hígado medio crudo.
La cara de mi bichito palidece y le dan arcadas. Nymy no aguanta más y
empieza a reírse a carcajadas. Ese sonido es maravilloso, la escuché reírse
antes y nunca había sido de esa manera. Termina mi tortura que ya me duele
la cabeza de tanta coletita y sabiendo que en cuanto me vean seré el
hazmerreír del castillo. Por suerte, la mayoría de los hombres están
entrenando y me ven las mujeres. Las dos me ayudan a bajar y la cara de
pasmo al inicio y luego el cambio al contraerse aguantando las risas
consiguen sacarme las carcajadas a mí. Yelys me mira negando.
—Quero eso —pide Ayra señalando mi pelo.
—Y yo —se apunta Leyre levantando su manita.
—Mami, ¿me haces el peinado como el tío? —Añade Danae.
—Claro, cariño. Te dejaré preciosa.
—Más que el tío.
—Por supuesto, picusinas. La tía os hará muchas coletitas.
—Mami, yo no quiero eso. Yo quiero las trenzas de papi.
—Skel, mi amor, nunca te haría coletitas. Eso solo se lo hago a tu tío
Héctor.
—A mí no me gusta, estás feo —murmura Sangug en orco para que no
le entiendan.
—Hijo, por favor —le reprende su madre.
—No te preocupes, Atba. Tiene razón. Lo que ha dicho Sangug, para los
que no habláis el idioma orco, es que no le gusta y estoy feo —le explico.
Escuchamos el ruido de Rior, Narren y Lan al entrenar, por suerte se dirigen
a la biblioteca y no me ven. Hoy prefiero quedarme dentro y no coger frío.
Nymy me mantiene bien sujeto para no caerme si pierdo la fuerza en las
piernas y cuando me canso me ayuda a sentarme.
La mañana pasó tranquila y Veron está tardando en venir conmigo más
de lo que esperaba. Es normal, según me explicó Nan, él y Kode están
entrenando a los nuevos miembros del ejército del rey y les queda mucho
por mejorar porque aún son jóvenes. Cuando llegan poco antes de la hora
de la comida se descojonan y aguanto las burlas de Ugor, Kode y Norrus
que consiguen que todos los demás acaben riendo más. Lixda está en la
mesa, se recuperó hace dos días y también acaba riendo. Me alegra tanto
verla de nuevo y sana.
Ahora llegó mi momento y como esperaba, cuando sirven la comida y
colocan el hígado que Nymy le pidió a Northa bajo mis indicaciones, Evolet
intenta usar su poder para que el hígado esté más hecho.
—Ni se te ocurra, bichito. Después de todo lo que me has hecho, más te
vale comértelo todo.
—Está —suelta una arcada—... crudo. No puedo comer eso así.
—Yo he tenido que bajar con estos pelos y aguantar las burlas de todos
después de la vergüenza que me hiciste pasar al saber lo que me habías
hecho delante de Veron para vengarte de mí. Ahora come o no te perdono.
Mira a Khonox pidiendo ayuda y él me mira mientras niego con la
cabeza.
—Come. —Se tapa la nariz después de cortar un mini trocito y se lo
lleva a la boca. Las arcadas son tremendas y me está dando pena. Parece
estar a punto de vomitar y tras respirar hondo después de quitar los dedos
de la nariz traga la carne. Las risitas de todos comienzan a escucharse y el
cabrón de mi cuñado, al que ahora odio, las silencia con una mirada. Mi
hermana va a partir otro trozo y a llevarlo a la boca—. ¡Para! No vuelvas a
ridiculizarme y menos cuando estoy dormido y no puedo defenderme.
—¿Ya no tengo que comer más?
—No.
—¿Me perdonas?
—No estoy seguro, Khonox ha impedido que se rían de ti. Me lo tengo
que pensar.
—¿Por qué has tenido que callarlos? Si no me perdona será tu culpa —le
recrimina.
Khonox me mira mal y yo le sonrío de oreja a oreja. Me levanto y
camino hasta el otro lado de la mesa para estar junto a mi bichito
abrazándola por detrás.
—Te amo y si vuelves a hacerme algo tan ruin, te juro que no te lo
perdonaré.
A partir de ahí todo son risas. Una vez acabamos, Banity mueve la mano
llamándome y voy hasta el pasillo que da a las escaleras siguiéndola.
—¿Qué ocurre?
—Necesito tu ayuda. Quiero confesarle mis sentimientos y no sé qué
decirle. Mientras estuviste dormido intenté armarme de valor y confesarle
que estoy enamorada de él.
—¿Y qué pasó?
—Me dijo que no tenía tiempo y que no le molestara. He escuchado que
se irá de viaje hoy y quiero hacerlo antes de que se vaya.
—¿Seguro que no quieres esperar más tiempo? Es muy… inmaduro.
—Si me va a rechazar, prefiero que sea ahora. Luego sabré qué hacer
con mi vida después.
—Te acompañaré, dame un momento para averiguar dónde está.
Espérame en tu habitación, iré a buscarte ahí.
Voy al salón y no queda nadie en la mesa, salgo al patio y Veron está
hablando con su hermano Norrus y sus primos Kode y Ugor. Aprovecho
para preguntar por Hodul y Kode me dice que está en el patio de atrás
leyendo unas anotaciones para un nuevo proyecto. Enseguida voy a buscar
a Banity y prácticamente la arrastro hasta el lugar en el que se encuentra
Hodul. Está sentado en una piedra, completamente absorbido en la lectura e
ignorando al resto del mundo.
—Te esperaré aquí. Pase lo que pase me tendrás a tu lado.
Ella traga saliva y asiente para después dirigirse hasta Hodul. Se para
delante de él y al ver que Hodul ni se inmuta por su presencia le habla:
—Hola, Hodul.
—Dije que no me molestaras —suelta sin dirigirle la mirada.
—Es importante, Hodul.
—¿Ahora me llamas por mi nombre? —pregunta extrañado, aunque yo
lo veo normal. Sí, es la doncella de la reina, no obstante, también la
hermana de la mujer de su tío Dagud—. ¿Qué es eso tan crucial?
Deja los papeles a un lado sujetándolos con una mano para que no
vuelen con el viento y se acaben mojando con la nieve.
—Yo quiero decir. Quiero… es que yo…
—Deja de balbucear y habla.
Se agacha y besa a Hodul que tiene los ojos abiertos como platos,
parpadea y la empuja tirándola sobre la nieve y se limpia la boca con el
dorso de la mano con cara de asco.
—Nunca vuelvas a hacer algo así, eres repugnante.
Kode se acerca con rapidez y la ayuda a levantarse. En cuanto él la
suelta se marcha corriendo y llorando desconsolada.
—¿Se puede saber qué diantres te ocurre? —le grita Kode.
—Me besó sin mi permiso.
—Eres un necio, esa muchacha es preciosa y sería una mujer maravillosa
para pasar toda la eternidad. ¿Sabes a cuantos pretendientes ha rechazado?
Y todo porque era a ti a quien amaba para que tú la trates de esa forma tan
despreciable —añade Kode muy molesto.
—Yo…
—Hodul, ¿acaso tu inteligencia ha mermado tus sentimientos por
completo? Entiendo que tus sentimientos no sean recíprocos, pero actuar así
es desmedido. La has humillado por darte un beso cuando era incapaz de
hablar para decirte que te ama. No te mereces el amor de una mujer como
ella.
Entro al castillo para ir a buscarla dejando a Hodul con sus dos hermanos
y sus primos mientras no dejan de decirle que se ha equivocado. La
encuentro en su habitación llorando a moco tendido, su hermana está con
ella y no entiende qué le ocurre. Le explico todo sin omitir nada porque
igual va a enterarse y entre los dos intentamos consolarla hasta que se queda
dormida. Me despido de Cisane que aún llora en silencio por ver a su
hermana pequeña en ese estado. Me parte el corazón que Banity esté
sufriendo. Temía que pudiera ser rechazada, sin embargo, jamás pensé que
sería de esa forma tan cruel.
Cuando llego al salón todos me preguntan cómo se encuentra Banity, y
les informo que se ha quedado dormida de tanto llorar. Me entero por Ugor
que sus padres no están nada contentos por como su hijo ha actuado con
Banity. Tampoco pueden hacer mucho, el daño está hecho y lo único que
pueden intentar es que él se disculpe de corazón.
Me toca despedirme de Yelys, Atba y mi bichito Sangug. Nazte tiene
que volver a ocuparse de sus asuntos y no puede esperar más. Lixda, que ya
está completamente recuperada, quiere aprovechar el viaje para ir juntos.
Sus padres, sus hermanos y su cuñado Calder van a acompañarla. No he
podido hablar con ella porque estaba dormida cuando iba a visitarla a su
habitación y después porque estuve dormido recuperándome. No importa
porque tengo pensado ir antes de que Yelys regrese a su reino y así también
saber cómo se encuentra Muza. En este momento echo de menos la
tecnología para poder comunicarme.
La despedida es amarga y Sangug no ayuda queriendo quedarse conmigo
más tiempo. Sus lágrimas me han partido el corazón en pedacitos. Una vez
alzan el vuelo corro hasta mi habitación y cierro la puerta. Veron no tarda ni
un segundo en abrirla para entrar conmigo y abrazarme.
—Los echaré tanto de menos. Me acostumbré a su compañía, a tenerlos
cerca todo el tiempo y ahora…
—Ahora esperaremos unos días hasta que podamos hacerles una visita.
—Quiero ir antes de que Yelys vuelva a su reino y también quiero ir a
visitarla. El rey Gus no impedirá que vea a su hermana, porque eso la hace
feliz.
—Aunque nuestros reinos están algo alejados, iremos a visitarlos.
Además, con los orcos nos unirá algo más que la amistad si mi prima Lixda
acepta al rey Goruz. Si no vamos nosotros vendrán ellos y traerán a Sangug
por ti. Eres especial para todos los orcos y los que no podrán venir a
visitarte querrán verte de todas formas. No estés triste, te prometo que en
dos días termino lo que tengo pendiente con mi trabajo y nos iremos a la
cabaña. Asegúrate de tener batería para que saques muchas fotos.
—¿De verdad podemos ir?
—Quería darte una sorpresa, no obstante, verte así me mata por dentro.
Necesito verte feliz y al decirte la sorpresa, esa hermosa sonrisa que asoma
me da más vida. Es normal que te sientas así, te suplico que tengas
paciencia. Ahora vamos afuera y disfruta de tu familia, en dos días nos
iremos y estaremos fuera varios días. Te quiero solo para mí.
—Tienes razón. Y yo también te quiero solo para mí.
Han pasado los dos días y estoy esperando que Veron venga con las
bolsas de comida que Northa ha preparado para nosotros.
—Vamos, mi luz. Es la hora.
Estoy bien abrigado y llevamos bastantes mantas. Allí con el fuego de la
chimenea me calentaré estupendamente. Nos despedimos de todos y una
vez estoy bien agarrado a las escamas de su lomo y él tiene todas las bolsas
en sus garras, alza el vuelo. Estoy muy ilusionado, únicamente pude ver la
cabaña por unas horas hace mucho tiempo y la prefiero a la casa que Veron
compró para esconder nuestra relación. De hecho, pienso decirle que la
venda. No la quiero, esa casa solamente trae malos recuerdos.
Aunque hace bastante frío el viaje no se me hace pesado porque me
quedo embobado con el hermoso paisaje. Ya puedo ver la cabaña y está
toda nevada con una gran capa sobre el tejado. La imagen que me regala es
bellísima. Eché de menos volver aquí para sacar fotos, pero todo se torció.
Estoy seguro de que alguien me hubiera traído, sin embargo, no quería
volver si no era con Veron. Cuando toca tierra me bajo, hay demasiada
nieve y me hundo hasta los muslos.
—Así no puedo caminar.
—Espera, la quitaré con la cola.
Arrima la nieve a los lados despejando gran parte del frente de la cabaña,
dando posibilidad de caminar tranquilamente sin acabar hundido en la
nieve, incluso quita un poco de nieve del tejado que tiene como de un metro
sobre la cabaña.
Cambia a su forma humana quedando deliciosamente desnudo. No dejo
de mirar todo su cuerpo y cómo sus músculos se contraen cuando coge las
bolsas.
—Si me sigues mirando así te habré comido antes de tiempo.
Siento como si tuviera electricidad en vez de sangre corriendo por mis
venas. Y para aclarar mi mente me fijo en que está desnudo como si nada
con el frío que hace.
—Deberías vestirte.
—Soporto bastante bien el frío. Debo decir que mi hermano Norrus lo
aguanta más que yo gracias a su poder de hielo.
—Cuando sea un dragón, ¿qué poder podré manejar?
—Pues aparte de tener más velocidad, fuerza, mejor visión y mejor
audición. No lo sabremos hasta que te marque. Si nos guiamos por tu
hermana, ella mostró su poder antes de la unión y después de se convirtió
en dragona. También después de la unión adquirió su poder especial de
premonición, pero eso no lo tendrás.
—Lo sé, lo hablamos alguna vez. Ella es la Neushal del rey y por eso
adquiere su poder especial. Sería chulísimo tener uno como tú. Tiene que
ser jodido para tu adversario que le prives de sus poderes por un corto
tiempo.
—El poder de mis hermanos, Kokel y Rend, está mejorado porque dura
hasta que ellos quieran. Su problema es tener que tocar, aunque con su
invisibilidad les facilita hacerlo.
—Ayra tampoco tendrá un poder especial, sin embargo, sus hermanos sí.
¿Les pasará como a sus tíos? ¿Compartirán su poder?
—Que sepamos, mis hermanos eran los únicos gemelos que habían
nacido en la realeza con esa característica de compartir sus poderes. Cuando
mis sobrinos crezcan lo sabremos.
Entramos y dejo toda la ropa colocada en el baúl. Veron deja la comida
sobre la mesa y enciende el fuego. No tardo en sentarme frente a la
chimenea para entrar en calor, aquí el frío se nota mucho más. Veron se
coloca a mi espalda en cuanto termina de colocar dos troncos más y me
pega a su pecho.
—Cántame —susurra en mi oreja haciéndome estremecer.
Carraspeo para evitar que me salga algún gallo y no joder el momento
romántico. Empiezo a cantar la canción de Chayanne. Me enamoré de ti.
Mientras estoy cantando acaricia mi pecho con la yema de los dedos. Él
disfruta de mi voz escuchando esa canción que tanto le gustó y yo de sus
suaves caricias. Cuando termino de cantar me aprieta un poco más contra su
pecho.
—Me gusta mucho escucharte cantar, quiero que me cantes siempre esa
canción. Quiero pedirte perdón porque no he sido un pretendiente muy
detallista, me ha faltado tener más citas, regalarte flores y pasar más tiempo
contigo. Por eso quise traerte a la cabaña, necesito compensarte.
—Mi amor, lo que has hecho hasta ahora ha sido más que suficiente. Has
sido muy atento conmigo, hemos dado algunos paseos, me llevaste a volar
sobre las nubes y cuidaste de mí. Eres un hombre maravilloso al que amaré
para siempre. Saber que nunca vas a avergonzarte de lo nuestro es
suficiente para mí.
—Nunca, mi luz. Créeme que aprendí de mis errores.
—Lo sé.
—¿Te gusta pescar?
—¿Eh? —me descoloca unos segundos el cambio de tema—. Pues
nunca he pescado y para ser sincero me parece algo sumamente aburrido.
—Pues vamos a ir a pescar. Abrígate que con lo que pesquemos
comeremos y cenaremos.
—Pero si Northa te dio comida para varios días —me quejo como un
niño haciéndole reír.
—Y comeremos todo. Ahora abrígate de nuevo.
Tal vez a él le resulta alucinante perder horas esperando que un pez
pique el anzuelo, a mí no. Salimos al exterior y hace el cambio a su forma
de dragón, recojo la bolsa con la ropa y me subo a su lomo.
Capítulo 33
Una vez que Héctor se ha subido a mi lomo y está bien sujeto alzo el
vuelo. No sé cómo pescan los humanos, pero de aburrido tiene poco a como
lo hacemos los dragones. Creo que le voy a sorprender y le va a encantar.
—¡Oyeeee! —grita y giro la cabeza para que sepa que le escucho—. No
necesitamos una caña de pescar, anzuelo y no sé qué más.
—No.
—¿Y cómo narices vamos a pescar? —Vuelve a gritar.
Aumento la velocidad y cuando llegó a la costa toco el suelo.
—Deja la bolsa y quítate el abrigo, déjalo sobre esa roca para que no se
moje con la nieve y sube a mi lomo de nuevo. —Después de hacer lo que le
pido se sube a mi lomo—. Ahora descubrirás como pescamos los dragones.
Agárrate fuerte.
Alzo el vuelo de nuevo y sobrevuelo el mar buscando un banco de peces.
Cuando doy con él, bajo a toda velocidad escuchando el grito de Héctor.
Noto como sus piernas se aprietan más fuerte para sujetarse. Al llegar al
agua, abro la boca salpicando todo y la cierro para que no se escapen. Me
alejo del agua y regreso al mismo sitio donde dejamos la bolsa.
—Ha sido una pasada, aunque me asustaste. Debiste avisarme.
Abro la boca y dejo que los peces caigan con el agua sobre la nieve.
—Así es más emocionante. No te preocupes, no diré que chillaste como
una mujer.
—Eso es mentira. Grité como un hombre.
Hago el cambio a mi forma humana riéndome de él y después de meter
los peces que necesitamos para comer, el resto lo devuelvo al mar.
—Volvamos que hace frío para ti, ponte el abrigo que está seco. Ahora
entrarás en calor.
—Mmm, eso me interesa.
No puedo evitar soltar una risita por su comentario. Hago el cambio de
nuevo a dragón, se coloca el abrigo y sube a mi lomo. Yo agarro las bolsas
y alzo el vuelo para regresar a la cabaña.
No tardo más de unos minutos en llegar, hago el cambio a mi forma
humana, entramos y pongo otros dos troncos para que Héctor entre en calor
rápido.
—Cámbiate de ropa. Voy a buscar agua para llenar la tina. No salgas
bajo ningún concepto, recuerda que hay lobos de las nieves y ellos no son
Snow o Brak, no dudarán en matarte.
—¿Y no es mejor que vaya contigo?
—No te pasará nada si no sales. Lavaré los pescados y traeré en varios
viajes cubos de agua. Quédate dentro.
—Está bien. No saldré en ningún momento, no quiero morir. Vuelve
pronto.
—Volveré pronto. —Beso sus labios dándole un mordisco y una vez
gime le suelto. Pone la boca formando un puchero como si fuera un
cachorro y vuelvo a besarle—. Luego te daré más besos.
Salgo al exterior dejando la puerta cerrada, hago el cambio a dragón y
vuelo alrededor de la cabaña buscando el olor de algún lobo. No noto nada
y me quedo más tranquilo.
Voy hasta el río y hago el cambio a mi forma humana. Rompo el grueso
hielo que se ha formado en esta parte del río por las altas temperaturas y me
meto en el agua para lavar bien todos los peces. El agua está muy fría y por
mucha resistencia que tenga acabo tiritando. Acabo de lavarlos, guardo
todos los peces en la bolsa y hago el cambio a dragón. La temperatura de mi
cuerpo cambia y dejo de temblar. Con la cola rompo más hielo para que al
volver, pueda llenar varios cubos sujetos con mis garras sin tener que hacer
el cambio y evitar viajar más veces. Regreso a la cabaña para dejar la bolsa
en la entrada y sujeto varios cubos con las garras. Alzo el vuelo y al llegar
al río bajo para llenar los cubos en la zona que no tiene hielo. Vuelo hasta la
cabaña y con cuidado de no derramar mucha agua los dejo sobre la nieve.
Hago el cambio a mi forma humana y abro la puerta, Héctor coge la bolsa
con el pescado y yo meto los cubos de agua.
—Primero calentamos el agua y nos daremos un baño para entrar en
calor.
—Por mí, perfecto. Puedes quedarte desnudo todo el tiempo.
—No me provoques más, mi luz. Lo primero es que entres en calor. Aún
tienes escalofríos y ya no tienes el Ónix que te protege.
—Es cierto, se me olvida.
—A mí no. Mi prioridad es tu salud, cuando nos unamos todo cambiará.
Quiero que sea pronto, si te parece bien hablaré con mi madre a nuestro
regreso para la fiesta.
Quisiera cumplir su sueño y hacerlo nosotros solos, pero es él quien
tiene que dar ese paso y no sé si estará preparado.
—Yo también quiero que sea pronto. ¿Cuántos días estaremos en la
cabaña?
—Cinco días.
—¿Puedo preguntarte qué pasó con Traron? No me has dicho nada y no
he querido preguntar.
—Mi tío lo encerró en las mazmorras varios días y perdió todos los
derechos que posee un miembro importante del ejército del rey. Dice que
está muy arrepentido, mi tío entro en su mente y salvo que está celoso de ti
por tenerme a tu lado no vio nada extraño, por eso le permitieron salir. Le
llevaron a Arul la misma ciudad en la que ha estado viviendo este tiempo y
le mantienen vigilado.
—No me fío. ¿Puede engañar a Rodan de alguna manera?
—Es muy difícil, sin embargo, todo es posible. Dice que hay algo que no
le encaja en su mente y que todo parece demasiado normal. Muy calculado.
—¿Entonces por qué le dejan salir?
—Quieren que dé un paso en falso. Estamos esperando que eso ocurra.
Le han visto mandar misivas y están interpretándolas antes de ser
entregadas a su destinatario para saber de qué tratan.
—¿Sabes lo que escribió en alguna carta?
—Por ahora ha pedido ayuda para alojarse a un primo que vive al sur y a
sus padres que viven aquí en Olvernus. Que sepamos, no ha recibido
respuesta y sus padres no pueden darle alojamiento.
—¿No tiene dinero?
—Algo tendrá, pero sin trabajo tendrá que guardarlo. Ha perdido la casa
que le fue entregada al entrar al ejército, ahora está viviendo en la posada y
querrá evitar gastar de más. Nadie quiere acogerlo después de saber que
amenazó de muerte al hermano de su reina.
—Se lo merece. Espero que esta vez no haga el idiota y menos que
cumpla su amenaza.
—Eso no pasará, mi luz. No me separaré de ti y en ningún momento
estarás solo si yo no puedo estar contigo.
Toco el agua que puse al fuego para comprobar la temperatura y lleno la
tina con el agua ya caliente. Héctor entra y yo después apoyando mi espalda
en su pecho. Un suspiro sale de mis labios en cuanto el agua me cubre hasta
el pecho y Héctor comienza sus caricias sobre mis hombros.
Mientras me enjabona el pelo puedo notar su dureza en mi espalda. Con
un rápido movimiento salpicando el suelo nos giro a los dos quedando él a
horcajadas sobre mí.
—Mi luz. Me muero por estar dentro de ti —susurro apretando sus
caderas con mis dedos.
Su mirada se intensifica y devora mi boca dejándome sin aliento. Se
levanta y estira su mano esperando que la coja. Lo hago y me levanto en el
momento que siento un leve tirón. Salimos con cuidado de no resbalar por
culpa del agua y me lleva hasta la cama. Su piel mojada me llama a lamer
cada centímetro retirando las gotas. Mis ojos cambian y saco mis dientes
raspando la piel de su cuello.
—¡Veron!
—Quiero morderte —murmuro volviendo a raspar su piel—. Justo aquí.
Sus gemidos se intensifican cuando rodeó su polla con mi mano
masajeando arriba y abajo cada vez más rápido.
—Hazlo.
—Aún no.
—¿Por qué?
—Necesito estar dentro de ti. —Agacha la cabeza y giro su cuerpo para
quedar frente a frente. Levanto su cabeza empujando con los dedos desde la
barbilla, obligándole así a mirarme—. No tengo prisa, pero sí muchas ganas
—le aclaro para que sepa que seguiré esperando el tiempo que necesite.
—Lo sé. Estoy preparado. Aunque hay algo importante que quiero hacer
primero.
—Lo que necesites, mi luz.
Estoy nerviosísimo porque temo apresurarnos y que todo acabe en
desgracia. Quizá no debí comentar nada al respecto.
—Quiero que nos unamos.
—Lo haremos.
—No me entiendes, quiero que sea en este momento. Tú y yo. Solo
nosotros.
Lo que me pide me parece perfecto y cumpliré su sueño.
—Hay un problema.
—¿Cuál?
—Mi madre. Nos va a matar por hacerlo sin la familia.
—Mientras no me obligue a comer esas algas asquerosas que me dejaron
la piel azul no me importa. Le compensaré con una fiesta junto a la familia.
Lo que sí me importa es saber qué piensas tú.
Llevo la mano tras su nuca para besarlo con fervor. Ojalá no estuviera
desnudo para arrancarle la ropa. Me separo de él dejándolo con ganas de
más.
—Mi luz. Mi único amor —susurro junto a sus labios para después dejar
un ligero beso—. ¿Estás preparado? —pregunto impaciente por empezar.
Asiente mientras una lágrima resbala por su mejilla, la retiro con mi
pulgar y me coloco frente a él para comenzar con nuestra unión.
Entrelazamos nuestra mano derecha mirándonos a los ojos y damos una
vuelta completa en sentido de las agujas del reloj. Terminamos la vuelta y
sin soltar la mano derecha, unimos la izquierda. Ahora soltamos la mano
derecha, Héctor deja su mano primero sobre mi corazón y yo hago lo
mismo dejando mi mano sobre el suyo. Comenzamos una vuelta completa
en sentido contrario a las agujas del reloj. Al terminar, siento como nuestra
unión se completa con un ligero calambre. Héctor cierra los ojos y contrae
su rostro por el dolor en el momento en que acabamos la vuelta. Tengo que
sujetarle por la cintura porque parece perder fuerza. Recuerdo lo que les
pasó a mi tía Evolet y a Fermín y no puedo evitar preocuparme.
—¿Estás bien? —La preocupación es evidente en mi voz.
Respira profundamente y abre los ojos.
—Nunca antes me sentí mejor, amor. ¿Y tú?
—Me siento completo, como nunca antes. Ahora queda una parte.
—La mejor parte, amor, la mejor parte —dice con una sonrisa pícara que
me pone muy cachondo.
—Eres mío y nunca nadie va a separarnos.
—Soy tuyo y tú eres mío, mi dragón.
Con un gruñido lo llevo hasta la cama y me dejo caer sobre él moviendo
las caderas frotando nuestros miembros. Lo amo y siempre será así.
Me empuja y quedo de rodillas sobre la cama. Despacio se acerca a mí
bajando la cabeza hasta la altura de mi polla sin dejar de mirarme. Acaricio
su rostro empapándome de su belleza y cuando por fin se la lleva a la boca
echo la cabeza hacia atrás con un gruñido.
—Sí, mi luz. Sigue.
Vuelvo a mirarlo y con delicadeza agarro mechones de pelo y le guío en
los movimientos. Quiero estar pendiente por si veo algún gesto de
incomodidad y parar de inmediato, sin embargo, para mi tranquilidad eso
no ocurre y bajo el placer que me regala con su boca acabo derramando mi
simiente. Tiro de su pelo un poco para levantarlo mientras se relame los
labios. Arraso su boca notando mi propio sabor y las ganas de hacerle el
amor aumentan más si eso es posible. El calor invade mi cuerpo y beso su
cuello en la zona donde deseo dejar mi marca.
—¿Cómo te sientes?
—Excitado. —El latido frenético de su corazón confirma sus palabras.
—Tendremos que ponerle remedio.
—Por favor, amor. Te necesito. Quiero sentirte y que me marques para
siempre.
—Ya eres inmortal, mi luz, me tendrás para siempre. Y ahora te haré el
amor como nunca antes. Cuando te muerda completaremos la unión, y
cuando tu cambio a dragón sea un hecho, tú me marcarás.
—Deseo hacerlo.
Por un instante sus ojos brillan con un marrón claro que desaparece
enseguida. Pronto será un dragón y estoy deseando volar juntos.
—Será más pronto de lo que crees, mi luz, y yo estaré a tu lado.
Se aparta de mí y va hasta el baúl para sacar algo. Cuando veo que tiene
el lubricante y las esposas no puedo evitar reír. Más adelante tendré que
usar grilletes de Angrom si quiero tenerlo a mi merced y pensar en esos
momentos que tendremos juntos me encanta. Todo será diferente a partir de
este momento.
—No quiero usar hoy las esposas, las dejaremos para mañana cuando te
folle.
Gime al pensarlo y con el dedo le indico que quiero que se acerque. Deja
caer las esposas al suelo haciendo ruido y viene a mi lado con el bote de
lubricante. El mismo que utilizamos en su mundo. Doy por sentado que ha
traído más cosas. Presiento que mi vida sexual con este hombre va a ser
muy interesante.
Le pido que se coloque de rodillas sobre la cama mientras que yo lo hago
en el suelo. Cojo el lubricante al mismo tiempo que le estoy dando placer
con mi boca. Vierto el líquido en mi mano para después meterla entre sus
piernas y alcanzar su ano. En cuanto meto un poco el dedo índice lo noto
tensarse y le miro esperando que me pida parar. No solo no me pide que
pare, sino que agarra mi pelo con fuerza empujando su polla en mi boca
consiguiendo que me ponga duro otra vez.
—No pares, Veron —grita cuando ya tengo tres dedos en su interior para
ayudarle a acogerme mejor—. Tú y yo. Solo somos tú y yo.
—Siempre, mi luz.
Con cuidado retiro los dedos y me separo. No deja de protestar porque
estaba a punto de correrse y por ese motivo paré.
—¡Veroooon!
Ignorando sus protestas me tumbo en la cama y tiro de él para colocarlo
a horcajadas sobre mí. Su enfado se esfuma en segundos, se acomoda y
poco a poco entro en su interior hasta estar completamente enterrado.
Empieza a moverse despacio desesperándome por la lentitud. No puedo
soportarlo y agarrando con fuerza sus caderas le hago bajar rápido
haciéndole gritar.
—Otra vez —suplica.
Estoy a punto de correrme y si quiero morder su cuello tengo que
cambiar de posición. Lo levanto por completo dejándolo a un lado, lo
coloco boca abajo apoyando todo mi peso sobre él y entro de nuevo. Sus
gemidos mezclados con los míos no han dejado de llenar mis oídos.
Me coloco de lado girándolo conmigo sin salir de su interior, levanto una
de sus piernas sobre mí y agarrando sus caderas con ambas manos entro
rápido.
—Veron, no aguanto más.
—Tócate para mí, mi luz. Date placer mientras nos corremos juntos.
En el momento en que se toca saco mis afilados dientes bajando mi boca
hasta su cuello y le muerdo provocando que los dos lleguemos a un
orgasmo brutal. Nuestros gruñidos se entremezclan con gritos bajo la bruma
del placer más intenso que nunca sentí y todo gracias a que lo he marcado.
—Veron —susurra aún perdido en el placer—. Ha sido… muy… intenso
—murmura entrecortado.
—Es por la marca. Siempre que te muerda será así. Y estoy deseando
que llegue el día en que tú me marques.
—Yo también.
Poco a poco nuestras respiraciones vuelven a la normalidad y se queda
dormido. Salgo de su interior con cuidado de no despertarlo y limpio los
restos de nuestros fluidos con un trapo húmedo. Me visto y después de
taparlo con una manta voy hasta la mesa para preparar varios peces y
dejarlos al fuego. Quiero que se vayan asando en lo que Héctor descansa.
Después de comer iremos a la montaña para que saque algunas fotos y
vendremos pronto a dormir. Le tengo una sorpresa para mañana, aunque
estoy seguro de que al principio querrá matarme por despertarlo tan pronto.
Cuando dejo todos los pescados que comeremos ahora en el fuego, me
acerco a la cama y miro la reciente marca en su cuello. Esta es la primera de
muchas, con el tiempo se desvanecen, no obstante, la unión nunca acabará.
Ya no hay vuelta atrás y no podría ser más feliz. Lo único que me impide
estar bien por completo es la inquietud que tengo por culpa de Traron.
Tengo el presentimiento de que algo va a ocurrir y por eso le pedí a mi tía
Evolet que intente averiguar si hará algo indebido o que atente contra la
vida de Héctor, espero tener noticias a nuestro regreso. Ya no me importan
las advertencias de mi rey, mataré a Traron si intenta algo. Por su bien
espero que esta vez obedezca y los días que pasó en las mazmorras le
sirvieran de algo.
—Veron, mi amor.
La voz ronca de Héctor me saca de mis pensamientos y me siento en la
cama a su lado.
—¿Cómo te sientes? Te quedaste dormido enseguida.
—Lo siento. El olor de la comida me despertó. —Sus tripas rugen
dándome a entender que tiene mucha hambre—. ¡Qué vergüenza!
Acabo riendo a carcajadas cuando se tumba boca abajo tapándose para
que no le vea. Tiro de la manta y le levanto para que se vista.
—Vamos a comer y luego iremos a volar para que saques muchas fotos.
Si ves algún lugar al que quieras bajar solo tienes que decírmelo.
—¡Genial!
—¿Ya no sientes vergüenza?
—No, ya no. Lo que tengo es mucha hambre.
Nos sentamos a comer y pienso en comentarle algo que he estado
pensando desde que llegamos a la cabaña.
—Estás muy callado. ¿Te arrepientes de lo que pasó?
—¡¿Qué?! Eso nunca, mi luz —digo indignado y lo miro sorprendido
por esa pregunta, hasta parece aliviado. Es increíble que aún sienta dudas
—. Estaba pensando en que tengo cinco días libres y que tal vez querrías ir
al reino de Aezan para despedirte de Yelys.
—Me encantaría, pero querías tenerme para ti.
—Te tendré para toda la eternidad, puedo esperar a estos momentos que
tendremos para nosotros. Ir al reino de las hadas es más difícil porque está
más lejos. Si vamos es para estar unos cuantos días, no uno.
—Gracias. Es importante para mí. Así podré despedirme de nuevo de
Yelys y ver a Sangug. También quiero ver y hablar con Muza.
—Kode me contó lo ocurrido con la princesa y con Ugor.
—Ya se fueron hace unos días y no sé cómo estarán las cosas entre ellos
cuando volvieron a verse.
—Lo sabremos en unos días amor. ¿Te apetece ir ya a volar ahora?
—Claro, me abrigaré un poco más. Vamos a surcar los cielos juntos
mientras voy captando imágenes con mi cámara.
Hemos pasado una tarde muy divertida volando sobre las montañas,
lagos y ríos. Me hizo bajar en varias ocasiones para sacarme fotos. Dice que
soy un dragón muy guapo y sexy, así que quiere tener muchísimas fotos
mías. Acabamos de cenar el delicioso estofado de carne de Northa porque a
Héctor no le apetecía pescado y ya estamos acostamos para dormir pronto.
Mañana nos levantaremos antes del alba para que saque fotos a un nuevo
amanecer.
—No tengo sueño, ¿por qué tenemos que dormir ahora?
—Porque mañana tenemos que levantarnos muy temprano y necesitamos
dormir. Ven y acomódate sobre mi pecho a ver si así consigues conciliar el
sueño.
Después de protestar varias veces acaba apoyando la cabeza sobre mi
pecho y acariciando su espalda nos quedamos dormidos.
—¡Veron! —Me despierto sobresaltado por el grito de Héctor al
llamarme y lo encuentro mirando embobado por la ventana—. ¡Quiero salir
a verlo!
—¿El qué?
—¡La aurora boreal! Jamás vi una antes, es preciosa y tengo que sacar
fotos.
Creo que se refiere a la Noragea[xii] y tenía pensado hacerlo mañana, ya
que podríamos trasnochar. Prácticamente, se ve cada noche desde la cabaña
y para mí es algo bastante normal.
Salimos después de abrigarnos, sobre todo Héctor y comienza a sacar
infinidad de fotos.
—Gracias por traerme aquí varios días y poder ver esto. No sé qué
veremos mañana, pero sea lo que sea por lo que me quieres levantar tan
temprano, dudo que supere esto. Vamos a dormir, ya he sacado unas
quinientas fotografías. Ya quiero que sea la hora de despertarnos para saber
a qué más le sacaré fotos.
Me gusta verlo tan entusiasmado. Entramos y nos acostamos para
intentar dormir algunas horas.
Capítulo 34
Estoy acostado en la cama. Han pasado algunas semanas y no podría ser
más feliz. Héctor es un dragón hermoso y único, y es todo mío. Esa rosa
que siempre llevará en su pecho es lo que le hace único. Recuerdo nuestra
conversación sobre el poder especial que obtuvo mi tía Evolet con la unión.
Yelys le regaló su poder al renacer en él y porta con orgullo la rosa de su
pecho.
Hemos ido de viaje una vez al reino de las Hadas para que le enseñen
más cosas de su poder y ya lo maneja muy bien sin estar enfadado. Con la
ira prácticamente dominaba sus poderes, sin embargo, ahora es diferente, no
necesita la ira y puede usarlos a placer. Tanto el poder del hielo gracias a
Ugor y a mi hermano, como el de Yelys. Los domina a la perfección y es
aún más poderoso. Es como Evolet con el fuego, es impresionante verlos
usar sus poderes de forma distinta a nosotros.
Héctor me marcó el mismo día que pude verle como dragón y muestro
con orgullo su marca en los entrenamientos. Cada vez que se va disipando
vuelve a marcarme y me encanta hacer el amor con él. Ya no he escuchado
comentarios despectivos hacia nosotros y eso me tiene más tranquilo. No
permitiré que nadie vuelva a hacer daño de ninguna forma a mi hombre.
—Se ha dormido —susurra Sangug. Suelto una risita mientras trepa
sobre mi pecho huyendo de los golpes que Héctor pueda darle dormido.
Hace una semana que se está quedando con nosotros. Su cumpleaños
estaba cerca y Héctor quiso traerlo para que dejara de llorar. Y lo consiguió.
Estar con nosotros le gusta y le hace sentirse tranquilo dejando de llorar por
la trágica muerte de su madre. Además, tiene a sus amigos con los que no
deja de jugar durante todo el día tanto en el castillo como en Olvernus.
—Ven, cachorro.
Beso su frente y él acomoda la mitad de su cuerpecito sobre mi pecho.
Me giro un poco dejando mi espalda a Héctor y poco después escucho la
respiración de Sangug pausada. Recuerdo el día que durmió con nosotros la
primera noche. Se empecinó en dormir en medio de los dos y en cuanto
Héctor le dio el primer manotazo huyó de su lado. Por suerte estaba
pendiente y solo le rozó una pierna. Desde ese día se acuesta en medio hasta
que Héctor se duerme y luego se despierta antes y vuelve a ponerse en
medio. Cuando se lo conté a Héctor no paró de reír y ahora si se despierta
antes que Sangug se hace el dormido hasta que lo nota en el medio de
nosotros.
Mañana será la fiesta de nuestra unión. Para Héctor y para mí es más
especial porque celebramos el cumpleaños de Sangug. Es una sorpresa
porque no le hemos dicho nada. Le hemos prometido dar una vuelta
volando, ya que era lo que el cachorro quería. Mañana llegarán los orcos
para celebrar nuestra unión y su cumpleaños. Le mandé una misiva a Goruz
para pedirle que trajera a la familia de Sangug y no he recibido respuesta.
Espero que vengan todos y puedan hacer feliz a Sangug.
Miro a Héctor, después a Sangug y me duermo para el día que nos espera
mañana. Estoy deseando ver la carita de felicidad del cachorro.
Me despierto con Sangug trepando sobre mi pecho a toda velocidad
porque ha visto a Héctor moverse. Aguanto las ganas de reír y le observó
despertar a Héctor.
—Hola. Es de día.
—Buenos días, bichito. Feliz cumpleaños, cariño.
—Hoy tengo cuatro años. Quero volar.
—¿Quieres volar ahora?
—Siiii —grita feliz abrazándose al cuello de Héctor.
—Buenos días, cachorro. Desayunamos primero y luego vamos a volar.
Me levanto para ir al excusado y escucho la risita de Héctor. Tengo
puesto sus pantalones de dormir de corazones y me quedan algo cortos y
apretados. Odio dormir con ropa y desde que Sangug está con nosotros no
me ha quedado de otra. Anoche no encontré ninguno de los pantalones que
he estado usando para dormir y Héctor me dejó estos.
—¿Estás incómodo? Te noto algo apretado.
—Has sido tú, ¿verdad?
—No sé de qué me hablas. —Le miro alzando una ceja—. Vale, está
bien, los escondí todos al final del baúl.
Suelto una carcajada y entro al excusado con una sonrisa. Cuando
termino de asearme con agua fría me doy cuenta de que no cogí ropa. Salgo
con una tela alrededor de mi cintura mientras Sangug y Héctor están
jugando a hacerse cosquillas. Sonrío ante la hermosa imagen que me
regalan y busco la ropa para ir a cambiarme.
Cuando terminó de vestirme salgo de nuevo del excusado y me siento en
la cama.
—Mi luz. Bajaré para que vengan a traer agua limpia y la calienten para
que puedan asearse.
—No te preocupes, amor. Nos bañamos anoche y podemos asearnos con
agua fría.
—Yo no me quero mojar. No gusta el agua. Es mala.
Héctor empieza a reír y ahora soy yo el que le hace cosquillas a Sangug.
—El agua es buena, anoche te gustó bañarte —murmuro divertido.
—Jugamos a mojarnos.
—Eso no es cierto. —se queja Héctor—. Tú me mojabas mientras te
intentaba bañar y acabamos mojados los dos.
Los dos juntos son unos torbellinos. Me encanta tener a Sangug aquí
porque les hace felices a los dos y para qué mentir, a mí me encanta tenerlo
cerca. Es un cachorro maravilloso y puedo hacerle feliz estando con Héctor.
Espero que su familia se haga cargo de él y pueda ser feliz con ellos.
Media hora después de muchas cosquillas y conseguir que se limpie con
agua fría como nosotros, bajamos a desayunar.
Todos le felicitan y es el centro de atención. Al principio se sentía algo
cohibido por ser al que todos se acercan de manera cariñosa para felicitarle.
Después se le quitó y esperaba a ser felicitado con una sonrisa mostrando
sus pequeños colmillos que en unos años crecerán sobresaliendo de su labio
inferior.
A media mañana llegan los orcos y, por primera vez desde que se fueron,
nos visitan Enmy y su madre Lysder con sus parejas Gargor y Rozug, el rey
Goruz y mi prima Lixda, los príncipes Nazye y Muza y algunos guerreros
que llegan con ellos. Ayer mi tío Khonox mandó a varios guerreros para que
vinieran más cómodos y no utilizar los barcos y los caballos porque
tardarían más de medio día en llegar.
Por más que busco, no encuentro a nadie desconocido. Todos a los que
veo los reconozco de cuando he estado en Aezan y me temo que la familia
de Sangug no ha venido. «Pobre cachorro».
Sangug se alegra mucho de verlos y más cuando todos le felicitan,
incluido su rey que le abraza y le besa en la frente. El pequeño se va a jugar
con los demás cachorros en cuanto acaba de recibir las felicitaciones.
—Entremos, tengo algo importante que pedirles —dice el rey Goruz
mirando directamente a Héctor y después a mí.
Entramos al castillo y no puedo evitar fijarme en como mi primo intenta
acercarse a la princesa Muza y ésta le ignora como si fuera invisible. Debo
añadir que está preciosa, más que la última vez que la vi cuando nos
despedimos de Atba. Tiene el pelo negro suelto hasta el muslo y tiene una
pequeña pinza con piedras preciosas de plata en el lado derecho que le
recoge un poco de cabello despejando su cara. Su vestido es de color
marrón y abraza su figura a la perfección dejando ver las curvas femeninas
a pesar de la musculatura que tiene. Mi primo ha rechazado a cada hembra
que ha intentado intimar con él para enmendar su error con la princesa, pero
visto su reacción, sigue sin querer hablar con él.
Las mujeres se van con los cachorros y solo mi tía Evolet, Muza y mi
prima Lixda nos acompañan al salón principal. Nos sentamos en las sillas
alrededor de la gran mesa esperando que Goruz hable.
—Tras pensarlo mucho y consultarlo con mis hermanos y con mi reina.
Hemos tomado una decisión muy importante.
—¿Qué decisión? —pregunta Héctor impaciente.
—Fui personalmente a hablar con la familia de Sangug y no quieren
hacerse cargo de un cachorro tan pequeño.
—Malnacidos —siseo con furia—. Ni siquiera le han dado la
oportunidad de conocerlo y ahora tampoco quieren hacerse cargo de él.
—Pienso igual que tú, Veron, sin embargo, no podemos obligarlos
porque lo que queremos es la felicidad del pequeño —aclara Nazte.
—¿Entonces? ¿Seguirá en el castillo? —pregunto preocupado por lo que
vaya a pasar con el cachorro.
—Mi hermana propuso algo.
—¿El que? —insiste Héctor nervioso. Aprieto su mano para que se
calme y él me devuelve el apretón. Entrelazo nuestras manos y esperamos.
—Desde que su madre murió, no ha dejado de llorar. Siempre estaba
triste y muy pocas veces sonreía. Desde que llegamos lo he observado y
está feliz, no ha dejado de sonreír —nos explica Muza.
—Sé que lo que os voy a pedir es una responsabilidad muy grande, pero
considero que mi hermana tiene razón y mi reina está de acuerdo. —Se
queda callado unos segundos que se me hacen eternos—. ¿Os quedarías
cuidando de Sangug y criándolo como vuestro… hijo?
«Hijo».
Lo tengo claro, no necesito pensar nada, miro a Héctor que me observa
con una débil sonrisa y los ojos llenos de lágrimas sin derramar.
Observo a mi padre que asiente y luego a mi tío Khonox, porque si no
acepta nos iremos a Aezan a vivir con el cachorro. Cuando mi rey asiente,
contesto seguro de la decisión que vamos a tomar.
—Sí. Siempre que Sangug esté de acuerdo en querer vivir aquí y que
seamos Héctor y yo quienes nos ocupemos de él.
***
«Ha dicho que sí».
Estoy como en una nube y, aunque parece que Veron tiene sus dudas
sobre que Sangug quiera vivir con nosotros, yo estoy seguro de que le
gustaría.
—Tú lo sabías —murmuro mirando a mi bichito que está sonriendo y
asiente—. Por qué no lo dijiste.
—Porque no era necesario, sabía vuestra respuesta. Ahora vayan los dos
a hablar con Sangug y después celebremos su cumpleaños y vuestra unión.
—¿Y si él no quiere? —pregunto nervioso porque esa posibilidad existe
y las dudas que segundos antes no tenía me invaden.
—Vayan ahora, no pierdan más tiempo.
Que me siga sonriendo me da la confianza de levantarme y empezar a
caminar hasta las escaleras seguido por Veron. Me giro y miro directamente
a Muza.
—Gracias por pensar en nosotros para cuidarlo.
—Estoy segura de que es lo que Sangug más desea.
Aguanto las ganas de llorar y subimos las escaleras.
—¿Estás seguro? Es una decisión muy importante que cambiará nuestras
vidas —susurro a mitad de camino de la habitación de juegos.
—Estoy seguro, mi luz. La vida nos está dando la oportunidad de ser
padres y si Sangug nos acepta y le hace feliz vivir con nosotros, estaré
encantado. Además, estoy seguro de que Atba, desde donde esté, podrá ser
feliz sabiendo que su hijo está a tu cuidado.
—Nuestro, amor, aunque nunca nos diga papá, para mí será nuestro hijo
y jamás volverá a estar solo. Le daremos el amor que su padre nunca le dio
y le recordaremos a Atba siempre.
—Vamos, yo también estoy nervioso por su reacción, aunque mi tía
Evolet me ha dado esperanzas con su sonrisa.
—Ella ya lo sabe.
Me mira fijamente a los ojos y luego me besa en la frente.
—Te amo, Héctor. Vamos a por nuestro cachorro.
«Nuestro cachorro».
Con los nervios a flor de piel vamos hasta la puerta y la abrimos, los
bebés están durmiendo mientras los más grandes los observan en silencio.
Cuando Sangug nos ve viene hasta nosotros.
—¿Vamos a volar? —susurra para no despertar a los bebés.
—Sí, cachorro, pero antes tenemos que hablar de algo muy importante y
después iremos a volar.
Veron lo coge en brazos y nos despedimos moviendo la mano sin
levantar la voz. Veron va directamente a nuestra habitación y una vez dentro
se sienta en el sillón dejando a Sangug en su regazo. Yo aprovecho para
sentarme frente a ellos en el suelo y agarro su manita.
—Bichito, tenemos algo que preguntarte. ¿Eres feliz aquí? ¿Con
nosotros?
—Sí, mucho. ¿Vamos a volar ya? —Mueve sus piernecitas impaciente
por salir a volar.
—Espera, cachorro, no seas impaciente que iremos enseguida a volar. Lo
que Héctor quiere preguntarte es si te gustaría vivir con nosotros.
—¿Puedo vivir siempre?
—¿Echarías de menos vivir en el castillo de Aezan? —pregunto.
—No, mi mami no está. No me gusta. Me gusta aquí.
—Si te quedas con nosotros estarías a nuestro cuidado y serías como un
hijo para nosotros. ¿Lo entiendes, bichito?
—Tu rey te da la oportunidad de elegir vivir en el castillo o con nosotros
en nuestro reino.
—Yo quero aquí. —Tuerce su cabecita y arruga la nariz. Suele hacer eso
cuando quiere preguntar algo y no sabe cómo expresarse.
—Puedes preguntar lo que quieras —le anima Veron.
—¿Voy tener dos papás?
—No tienes que llamarnos papá a ninguno, puedes seguir llamándonos
por nuestros nombres. Sin embargo, para nosotros serás nuestro hijo si
aceptas quedarte con nosotros —le aclaro.
—Te cuidaremos siempre y serás un miembro más de la familia real de
los dragones —le dice Veron.
—Sé que eres muy pequeño y que…
—Sí quero.
—¿Sí quieres quedarte con nosotros?
—Tener dos papás. Mami no está y papá malo. Pegaba mami mucho.
Nos toca a los dos al mismo tiempo y nos muestra varias imágenes de lo
que vivió siendo tan solo un bebé. Lloro al ver como Atba se interponía
para recibir los golpes que iban dirigidos al pequeño. Pobre Atba por eso
decía que fue feliz con la muerte del padre de su hijo. No los merecía.
—Nunca volverás a vivir algo así, nosotros te cuidaremos y te
protegeremos para siempre y si algún día decides volver con los orcos nos
iremos contigo. Nunca estarás solo.
Los tres nos abrazamos como podemos y Veron tira de mí para ponerme
de pie. Me entrega a Sangug y luego me sienta en su regazo y nos rodea a
los dos con sus enormes brazos.
—Ahora somos una familia los tres —susurro emocionado.
—Ahora vayamos a darle la noticia a mis padres. Estoy seguro de que mi
padre ya le ha informado de nuestra decisión a mi madre y están deseando
saber qué quieres hacer. Si quedarte con nosotros o marcharte.
—Quero quedarme.
—Y eso nos hace muy felices, cachorro —murmura Veron apretando
ligeramente el abrazo.
—Vayamos a darles a todos la noticia y después iremos a volar.
—¡A volar, a volar! —grita Sangug con ilusión.
Nos levantamos y bajamos agarrados de la mano con Sangug en el
medio. Al parecer, ya todas han sido avisadas y todos nos esperan en el
salón. Al vernos llegar con Sangug y sonriendo, todos comprenden que se
quiere quedar con nosotros.
Boltcan y Yiri son los primeros en acercarse y se agachan para estar a la
altura de Sangug.
—Si tú quieres, a partir de ahora seremos tus abuelos. Serás un miembro
más de la familia.
—Sí quero.
Sangug nos suelta y los abraza. Parece realmente feliz y eso me
tranquiliza.
—Sangug —le llama Goruz. El pequeño se aparta de sus amorosos
abuelos—. Ven. —Se acerca hasta su rey y Goruz se agacha—. Quiero que
seas feliz. Siempre seré tu rey y podrás contar con nosotros y visitarnos.
Ahora este será tu hogar y debes cumplir las órdenes de un nuevo rey. Te
harás un hombre fuerte y honorable y estarás rodeado de una nueva
familia.
—Soy feliz, mi señó. Gustan mis papás. Tengo amigos.
Muza y Nazte se agachan a su lado y los tres tocan alguna parte de su
cuerpo. Parece que no solo con las manos puede hacerte ver cosas. Muza
está sonriendo, sin embargo, no deja de llorar y, aunque los dos enormes
orcos están aguantando puedo ver en sus rostros la emoción que les causa lo
que están viendo.
—Yo también te voy a echar de menos, pequeño. Gracias por lo que nos
has mostrado. —Sangug estira su manita y limpia las lágrimas de Muza.
—No llores, no gusta llores.
—No lloraré más, te lo prometo.
Se gira y va hasta Veron que lo coge en brazos.
—¡Quero volar!
—Os dejamos un rato para ir a volar —les indica Veron a todos los
presentes.
—Id a volar cuando regresen todo estará listo.
—Gracias, madre.
Pasamos una hora volando y paramos porque se acerca la hora de la
comida y comienza la fiesta de cumpleaños. Cuando llegamos, paramos
cerca del enorme muñeco de nieve Veron y yo hacemos el cambio a nuestra
forma humana, nos vestimos y atravesamos el muro. He cogido a Sangug y
lo he sentado sobre mis hombros. Han venido varios pequeños de la ciudad
amigos de Sangug de cuando hemos ido a Olvernus y se pone feliz al darse
cuenta de que podrá jugar con todos sus amigos. Han preparado todo fuera
despejando la nieve para poder estar más cómodos.
Dejo a Sangug en el suelo que corre en dirección a sus amigos y empieza
la fiesta de los más pequeños.
—¿Sabes, mi luz? Nuestra fiesta ha pasado a un segundo plano y me
encanta que el motivo sea por Sangug.
—Pienso igual que tú. Creí que nunca tendría la oportunidad de ser
padre y ahora…
—Ahora somos padres de un pequeño orco que nos necesita más que
nunca para que jamás vuelva a sentirse triste.
—Sabes que con un pequeño bichito no vamos a tener mucho tiempo
para el sexo salvaje que hemos tenido.
—Buscaremos los momentos, mi luz. Además, no dormirá eternamente
en nuestra alcoba. Le prepararemos una alcoba para él.
—Me temo que a mi nieto le encanta dormir con sus nuevos papás. Pero
podéis escaparos a la cabaña de vez en cuando mientras lleno de mimos a
mis nietos.
—Que se apañen solos, cielo. Como hicimos nosotros.
—Boltcan, yo quiero pasar tiempo con mis nietos y consentirlos.
—Está bien, está bien. Tú ganas mi hermosa mujer. Vamos a bailar con
nuestros nietos.
Boltcan que se lleva a Yiri que se despide de nosotros con una enorme
sonrisa.
Me fijo en Ugor que no deja de intentar acercarse a Muza y de echar de
su lado a algunas dragonas que han venido con sus hermanos pequeños a la
fiesta.
Los lobos pasan por nuestro lado para ir con los más pequeños. Los
cachorros han crecido mucho en estas semanas. Fer nos ve y viene a mi
lado para darle mimos. Me agacho y levanta sus patitas delanteras sobre mi
rodilla. Dejo que pase la lengua por mi mejilla varias veces haciéndome reír
por las cosquillas y sin más se da la vuelta y corre con sus hermanos.
Después acaricio la cabeza de Brak que sigue a su cachorro y se reúne con
su familia.
—¿Eres feliz, mi luz? —me pregunta Veron cuando me levanto.
—No sabría describir con palabras todo lo que estoy sintiendo en este
momento. Inmensamente feliz se asemeja un poco. —Me estiro un poco
para llegar a sus labios y besar a mi hombre—. Te amo.
—Te amo más, mi luz. —Voy a protestar cuando Sangug nos interrumpe.
—Papi Veron, papi Héctor. Vamos bailar.
—Vamos, bichito —murmuro emocionado por cómo me ha llamado. Me
voy a comer a este precioso orco con papas.
—Cachorro, bailemos por tu cumpleaños. Pero antes quiero muchos
besos.
Sangug corre hasta Veron que le espera con los brazos abiertos y le llena
de besos, luego se estira hasta mí para que le coja y llenarme de besos
también. Ambos le susurramos lo mucho que lo queremos y vamos a bailar
y a comer con nuestro cachorro.
«Atba espero que desde donde estés observes a tu pequeño crecer a
nuestro lado. Te juro cuidarlo con mi vida para siempre».
FIN
Agradecimientos
A mi familia y amigos que siguen animándome a seguir escribiendo.
A mi amiga Anna por hacerme una preciosa portada.
A mi mejor amigo Airam por sus consejos…
A todas las amig@s de Facebook e Instagram que compartíamos como
Hobby la lectura y que ahora también me leen a mí.
A todos mis lectores. porque sin ustedes nada de esto tendría sentido.
Deseo de corazón que disfrutéis de la lectura.
Sígueme en mis redes sociales:
Facebook: Jennifer Díez
Instagram: @jenniferdiez_Autora
Si te ha gustado me ayudarías mucho dejándome una reseña en Amazon
o Goodreads.
Biografía
Jennifer Díez nació en 1988 en la ciudad de Palencia, aunque reside en la
preciosa isla de Tenerife desde hace más de 20 años. Es una devoradora de
libros, sobre todo, de romance contemporáneo, histórico y paranormal.
Siempre le ha gustado escribir, pero hasta ahora no se había animado a
terminar y publicar una de sus historias.
Otras obras
Eres mi destino, pequeña (La isla de los dragones 1)