Está en la página 1de 369

 

 
Tu llegada
cambió
mi mundo
 

La isla de los dragones 3


 
Jennifer Díez
 
 
 
 
 
Título: Tu llegada cambió mi mundo.
© 2020 Por Jennifer Díez.
Maquetación: Jennifer Díez.
Portada: Momentos perfectos Tenerife.
Safe creative: 2203140720472
 
Todos los derechos reservados. Queda totalmente prohibido reproducir el
contenido total o parcial de este texto sin permiso expreso de la autora.
Incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la
distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público.
Todos los nombres, personajes, lugares y acontecimientos son producto de
la imaginación de la autora. Cualquier parecido con personas vivas o
fallecidas es mera coincidencia.
 
Índice:
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo
Agradecimientos
Biografía
Otras obras
 
Dedicatoria
 
A mi marido, por su apoyo en esta nueva aventura y a mi pequeño, por
estar a mi lado siempre.
 
Capítulo 1

Llegar al mundo de los dragones fue una completa locura. Cuando


desperté, escuché con atención todo lo que Evolet decía sobre el hombre
que nos salvó del cabrón de Carlos. Dijo que era un dragón, incluso
mencionó a hombres lobo para que lo entendieran mis hermanos. Al
principio aluciné bastante y seguí en silencio, pero comprendí que, si ella
era feliz que importaba, aunque me aseguraría de que no estuviera loca por
si acaso.
Me arrepentí de no haber hablado antes con ella de todo lo que pasó
cuando cogió el supuesto avión a Noruega. Mis hermanos me dijeron todo
lo ocurrido una vez se fue y lloré durante horas por no estar ahí para mi
bichito.
No puedo negar que al principio sentí miedo por estos seres
desconocidos. Necesité romper el hielo con mis bromas para que mis
hermanos se sintieran más cómodos con la situación tan extraña en la que
nos encontrábamos. Llevamos varias semanas viviendo aquí y Veron, el
sobrino del rey, me trae de cabeza. Está buenísimo y me encantaría
acostarme con él. El problema. No es gay, ninguno lo es. He estado
demasiado tiempo en sequía y eso no es normal en mí.
Me llevo muy bien con él y hasta podría decir que somos amigos. Me ha
llevado a volar enseñándome las zonas cercanas al castillo y me encanta. He
tenido que aguantarme las ganas de besarle una y mil veces, no sé qué me
pasa con él. Nunca ha hecho nada que me indique que se siente atraído por
mí y eso me tiene frustrado. Si al menos viera alguna señal, por pequeñita
que fuera, me lanzaría sin pensarlo. 
A diferencia de su hermano Norrus, que siempre está serio, Veron es
sonriente y le encanta escuchar las historias de mi trabajo. Sé que no se
entera de la mayoría de los términos que uso al hablar y no parece
importarle, en ocasiones me pregunta qué significan y otras solo me
observa. Me siento tan bien a su lado que me aterra lo mucho que me atrae
porque sé que nunca tendré la oportunidad de tenerlo en mi cama. 
 
El tiempo ha pasado y hoy es la unión de mi hermana Evolet con
Khonox, el rey de los dragones. Ella es tan diferente ahora, desde que llegó
parece que ha renacido y me encanta verla feliz. Mi cuñado nos ayudó a mí
y a mis hermanos a traer todo lo necesario para que vieran el video que le
tenía preparado por su cumpleaños. Me sentí feliz viendo los recuerdos de
nuestra infancia y, sobre todo, feliz porque mi hermana por fin sonríe de
verdad desde que llegó.
En todo este tiempo nunca he dicho que me gusten los hombres, es algo
que, por miedo a ser humillado, he mantenido en silencio hasta ahora. En el
video, digo claramente que me gusta un chico. Aquí todos son enormes
guerreros que van detrás de las faldas de las mujeres y me intimidan
bastante. Con los únicos que me siento más cómodo es con la familia de
Khonox y muy pocos guerreros. Los demás prefiero tenerlos lejos.
El video termina, todos ríen y la mayoría llora por las imágenes y las
frases que he puesto para describir cada una de ellas. El gruñido de mi
cuñado al ver a mi hermana en bikini nos ha sacado bastantes risas a mis
hermanos y a mí. La fiesta sigue para todos, nadie me ha dicho nada ni me
ha tratado diferente y eso me alivia bastante. Cuando descubrí que Gal leía
la mente temía que me rechazará, algo que jamás pasó, es la única que lo ha
sabido desde el principio y ha guardado silencio.
Me gusta vivir aquí y gracias a Khonox ahora tengo mi cámara conmigo.
Quiero pedirle a Veron que me lleve a algún lugar para sacar muchas fotos.
Le temo a su rechazo después del video, pero seré valiente. Lo peor que me
puede pasar es que me diga que no.
Evolet y Khonox terminan el baile y todos vemos a mi hermana darse la
vuelta y detener una flecha que iba directa al corazón de Khonox. Todo se
vuelve una locura y nos llevan a la biblioteca por orden del rey. Mi hermana
se niega a irse con nosotros y eso me deja inquieto. Una vez entramos en la
biblioteca estoy junto a mis hermanos mientras Anarfi tiene que calmar a
mis histéricas hermanas que no paran de llorar. Con disimulo intento salir al
balcón para ver lo que ocurre, los sonidos de los gruñidos, de las espadas
chocando y los gritos provenientes de fuera no cesan. Anarfi frena mi
intento de salir.
—No debes salir, puede pasarte algo y tu hermana no me lo perdonaría.
—Está bien. Solo me preocupa que le pase algo a mi bichito.
—Todos protegerán a su reina con su vida.
—Eso tampoco me tranquiliza, no quiero que nadie muera. —Levanta la
mano para usar su poder conmigo y niego dando un paso atrás. —No lo
necesito Anarfi.
—Está bien, estaré cerca por si me necesitas.
—Un abrazo sin que uses tu poder me vendría bien. —Me sonríe y nos
abrazamos. Es una mujer maravillosa igual que su hermana Phipai.
Evolet nos ha dado la posibilidad de quedarnos o marcharnos y creo que
todos acabaremos quedándonos a vivir en este mundo de cuento de fantasía.
Me alejo de Anarfi y voy junto a mis hermanos para esperar que acabe lo
que esté ocurriendo fuera. Necesito saber que todos están a salvo. No sé por
qué no puedo sacar de mi mente a Veron, y rezo por él y por todos los
demás. 
 
No sé cuánto tiempo ha pasado cuando la puerta se abre de repente y
Veron aparece junto a Ame. En ese momento siento un alivio en mi corazón
al verle a salvo que no logro entender.
—Héctor, Evolet te necesita —dice Ame acercándose a mí.
—Acompáñame —murmura Veron— Ame, yo me encargo de llevarle.
—Se acerca a mí, tira de mi brazo arrastrándome y sacándome fuera de la
biblioteca—. Cierra la puerta.
Hago lo que me pide agarrando el picaporte por los pelos por lo rápido y
fuerte que tira de mí. Al darme la vuelta para seguir corriendo me coge
entre sus brazos como si no pesara nada.
—¿Qué haces? —pregunto confundido. Trago saliva al ver su cara tan
cerca de la mía y poder olerlo mejor. Me muevo como una serpiente para
soltarme y me lo impide agarrándome más fuerte.
—Tranquilo, es para ir más rápido, cierra los ojos para no marearte. No
voy a morderte. —Cierro los ojos y me agarro a su camisa. Juraría que le he
escuchado susurrar «todavía».
Cuando llegamos al patio me baja de sus brazos y quisiera protestar para
seguir con él, algo estúpido por mi parte. No te enamores Héctor, no tienes
nada que hacer con ese dragón. Con ninguno, para ser más exacto.
Al abrir los ojos me estremezco ante la visión tan aterradora. Hay
muertos y heridos por todas partes y lo peor viene cuando encuentro a mi
hermana. Está rodeada por un círculo de fuego mientras quema a esa mujer
que tanto odio nos tiene. Me fijo que en el suelo está Imila con algo clavado
en su pecho.
—¿Bichito?
—Escúchame, debes entrar dentro del círculo, no sientas miedo, jamás te
haría daño. —No puedo evitar temblar. Aun así, entro dentro del círculo de
fuego y solo siento calor sin llegar a quemarme. Es una pasada lo que puede
hacer—. Ahora quiero que le quites la daga a Imila y me la des. Debes ser
tú, por favor bichito, tú puedes salvarla.
—Está muerta, Evolet —balbuceo nervioso.
—¡No! Debes intentarlo, por favor te lo pido. ¡Hazlo! —grita
desesperada. Sin pensarlo más me agacho al lado de Imila y saco la daga de
su pecho.
—Dame la daga y quédate al lado de Imila. —Hago lo que me pide y
vuelvo al lado del cuerpo de Imila mirando sus ojos esperando que se abran.
—¡Neblis! Hoy es tu final. —Me giro justo a tiempo para ver a mi
hermana matar a esa bruja. Apaga su fuego y se dirige a mi lado para ver a
Imila.
—Llevadla dentro, deben curarla —ordena—. Ella tiene que vivir.
—Pequeña, por favor, está muerta —susurra Khonox intentando
acercarse a ella. Evolet se aparta de él para ir junto a Rior.
Rianri se acerca a Imila, la toma en brazos y la lleva dentro del castillo.
Yo les sigo porque no quiero seguir viendo tanta muerte.
 
Estoy en mi habitación mirando por la ventana. Desde aquí no puedo ver
lo que pasa al otro lado del patio y es lo mejor. Estoy entretenido contando
las estrellas intentando distraerme y pensando en la pobre Imila. Ella se
sacrificó por mi hermana, solo deseo que Evolet tenga razón y pueda vivir.
Algo llama mi atención en el cielo y me fijo en que Khonox se lleva a mi
hermana. Menuda noche de bodas están teniendo, espero que entre los dos
olviden por un rato todo lo malo que acaba de suceder.
Me aparto de la ventana, me recuesto en la cama y estiro los músculos
bostezando antes de acomodarme abrazando la almohada.
Justo en ese instante en el que más relajado me siento, llaman a la puerta.
Con un gruñido de molestia me levanto para abrir la puerta y al hacerlo me
quedo pasmado.
—¿Qué haces aquí? —Tenía que ser justo el día que decido usar el
pijama que la puñetera de Luna me regaló en las navidades anteriores, rosa
y lleno de corazones rojos.
—No quería molestarte. ¿Quieres ir a dar un paseo? —susurra con una
sonrisa. ¿Qué narices me está pasando? Llevo meses viéndolo y
últimamente su cercanía me hace temblar.
—¿A estas horas? —murmuro escondiéndome un poco tras la puerta
para evitar que siga mirando el pijama. 
«¡Qué vergüenza!». 
—Sí, todos están en sus alcobas descansando y no podía dormir. Si no
quieres venir, iré solo.
—Sí me apetece salir, aunque si vienes unos minutos más tarde me pillas
en el quinto sueño.
—¿Quinto sueño? No te entiendo.
—Nada, tonterías mías —digo con una sonrisa—. Me visto y nos vamos.
—No es necesario, estás bien así. Vamos en silencio, no quiero que nadie
nos vea salir después de todo lo que ha pasado. —Asiento en silencio
moviendo la cabeza con cara de tonto por esa sonría pícara que no vi antes
en él. 
Sujeta mi mano y me arrastra fuera de mi habitación en estas fachas. Si
nos cruzamos con alguien me muero. 
La diferencia de altura es considerable, a pesar de que soy alto tengo que
levantar la cabeza para mirarle a la cara y me gusta. ¿Cómo sería estar con
él piel con piel? «Deja de soñar Héctor, eso nunca pasará». 
Salimos al patio y acabamos fuera de la muralla para ir hasta el bosque.
Me suelta la mano y comienza a desvestirse bajo mi atenta mirada. Soy
incapaz de dejar de mirarle la espalda musculada y el culazo que tiene.
Estoy aprovechando para admirar su cuerpazo sin disimulo. Cuando creo
que va a darse la vuelta miro al suelo y giro la cabeza. Aprovecho para
mirarle de reojo y casi me atraganto con mi propia saliva cuando se da la
vuelta al ver semejante polla en todo su esplendor. «¡Joder!». Es mucho
mejor que en mis sueños. Tengo que acabar girando mi cuerpo para que no
vea el bulto que acaba de formarse en mis pantalones del pijama ante
semejante hombre. Lo había visto desnudo por la espalda antes de hacer el
cambio nunca por delante. 
Se aleja un poco y hace el cambio a dragón. Me fascina verlo en su
forma de dragón, es enorme y hermoso. Podría comerme de un bocado y,
sin embargo, no siento miedo, sino todo lo contrario. Sé que él me
protegería si algo pasara. Su color es gris oscuro, el lomo es verde hasta
llegar a mitad de la cola que acaba en gris más claro y tiene los cuernos de
la cabeza hacia atrás. Recojo su ropa del suelo y Veron mueve la cola para
empujarme por la espalda hasta dejarme pegado a su pata delantera.
—Sube a mi lomo como siempre, Héctor. —Su voz sale casi como un
gruñido y hago lo que me pide.
—Estoy listo, Veron.
Alza el vuelo y yo me estoy congelando. Por hacerle caso se me va a
congelar el culo. Al menos debí coger una manta.
Tardamos un buen rato en llegar y siento mis dedos congelados. Le doy
unos toques para que me preste atención.
—Veron, no sé a dónde vamos ni cuánto tardaremos en llegar y tengo
mucho frío.
—¡Agárrate fuerte! 
—¡Ya lo estoy! —grito.
Vuela más rápido y siento el aire gélido en mi cara, debo tener la nariz
roja como un tomate. Pasamos unas montañas y al otro lado no hay ni rastro
de nieve. Nunca me había llevado tan lejos. El lugar se ve hermoso bajo la
luz de la luna. Descendemos hasta un claro y, aunque hace menos frío, sigo
congelado por el viajecito. Me bajo tiritando y suelto su ropa en el suelo
para abrazarme a mí mismo. Él hace el cambio a su forma humana, reúne
varias ramas y hace un pequeño fuego, todo esto desnudo. Siento mi polla
endurecerse aún más a pesar del frío ¿Es que no tiene frío? 
—Acércate al fuego —susurra muy bajito, aunque lo suficientemente
alto para que pueda escucharle.
Camino pasando por su lado evitando mirar su erección sin éxito, porque
mis ojos van solos en esa dirección sin hacerme caso. Al llegar al calorcito
de la hoguera voy a sentarme en el suelo. Me agarra del antebrazo dándome
la vuelta para sujetarme de la nuca y besarme. Al principio siento una
felicidad plena y gimo por el beso que tanto he soñado. Muerde mis labios y
abro los ojos, ahora tieso y asombrado porque realmente está pasando esto.
—Estás muy frío —susurra separándose de mí un poco para luego darme
un beso en la nariz.
Me siento extraño, tanto por la situación como por la muestra de cariño
que acaba de tener Veron conmigo. Algo a lo que no estoy acostumbrado
con ninguno de mis amantes de una noche. Hace que me siente en el suelo y
se coloca a mi espalda atrayéndome a él hasta pegarme a su pecho. La
calidez de su cuerpo me reconforta y me siento bien, demasiado bien. 
—Desde que te conocí, sentí la necesidad de cuidarte, de protegerte.
Jamás me atreví a dar el paso que mi corazón necesitaba, pues temía tu
rechazo. Al fin y al cabo, soy un hombre igual que tú, además de un dragón.
—¿Qué es lo que me quieres decir? —pregunto ansioso. No quiero una
relación, he visto lo posesivos que son con sus mujeres. Yo soy un alma
libre. No quiero tener una relación con Veron. ¿No?
—Que hasta que te conocí no entendía por qué las hembras no me
atraían como a mi hermano o a mis primos. Al principio me sentí extraño
porque eras un hombre. Luego comprendí que no me importaba, aunque
tuviera que amarte en la distancia —susurra en mi oído mientras me atrae a
él aún más, como si quisiera fundirse conmigo.
—¿Me amas? —Amor, eso a lo que tanto miedo le tengo. 
—Sí, tú eres ese amor que llevo esperando muchos años. He estado con
muy pocas hembras y ninguna me ha hecho sentir algo similar a lo que
siento cuando te miro.
—Yo… tengo miedo de tener una relación —me sincero.
—Yo tengo miedo de confesarle a mi familia mi amor por ti.
—Lo entiendo —digo con tristeza. Quiero alejarme de él, no soporto que
sienta vergüenza por amarme. Eso ya lo viví y me destrozó. En el tiempo
que hemos pasado juntos estos meses me he ido enamorando de Veron sin
darme cuenta y acabo de percatarme de ello en este instante. No, es
imposible, el amor es una mierda y no quiero volver a salir lastimado. Otra
vez no. 
—Quiero estar contigo. Pasa mañana el día a mi lado y hablamos de
todo. Ahora, déjame amarte.
Sus manos se habían mantenido alrededor de mi pecho hasta ahora, que
una de ellas baja hasta mi polla que tan necesitada está de sus caricias.
Llevo con una erección desde que lo vi desnudo antes de que cambiara a
dragón y la verdad, me muero de ganas de estar con él, solo con él. De
pronto siento su mano entrar bajo mis pantalones. Como no llevo
calzoncillos tiene libre acceso. Abarca con su enorme mano mi polla y
bombea de forma suave y lenta. Al mismo tiempo que me besa y me
mordisquea el cuello haciendo que me estremezca por completo.
La necesidad de correrme es cada vez más acuciante, y no quiero que sea
así. Quiere poseerme, lo sé, y yo también lo deseo. Como nunca antes.
—Para, por favor. No quiero que sea así.
—¿No te gusta lo que te estoy haciendo? —Me giro un poco para
mirarle a los ojos, esos ojos grises que me cautivaron sin darme cuenta.
—Al contrario, me encanta. Es solo que… tú quieres poseerme a mí y
necesito dejarte claro que yo también deseo hacértelo a ti. ¿Me entiendes?
—Asiente. Veo como traga saliva moviendo su nuez y mira a otro lado,
parece avergonzado.
—Yo jamás he estado con un hombre, tú serás el único para mí, seré
tuyo para siempre ¿Tú has… estado con muchos… hombres?
—¿De verdad quieres saberlo? —asiente—. Muy bien, pues
sinceramente perdí la cuenta desde hace muchos años, cada día uno
diferente. —Gruñe apretando su agarre en mi polla y un jadeo de dolor se
me escapa sin poder evitarlo.
—Lo siento, no quise hacerte daño. No debí preguntarte. —Parece
arrepentido, aunque sigue sin soltarme.
Con cuidado y sin apartar mis ojos de los suyos me separo de él y acaba
dejándome ir a regañadientes, me levanto y me desvisto bajo su atenta
mirada.
—He estado con muchos hombres y jamás con una mujer. Me gustas
mucho Veron y por eso quiero dejarte usar mi cuerpo esta noche.
—Hacerte el amor —me interrumpe con un gruñido.
—Hacerme el amor. Tú también tienes que disculparme, no estoy
acostumbrado a usar la palabra amor. Yo solo he follado.
—Haremos el amor —repite contundente. 
Espero no arrepentirme porque estoy seguro de que después de hacer el
amor con Veron, no querré a otro y eso me aterra aún más que el amor. Me
acerco a él que sigue como dios lo trajo al mundo. Llevo mucho tiempo
siendo activo, sé que me va a doler porque no hemos tenido tiempo para
prepararme y sin lubricante me va a costar aceptarlo en mi interior. Me
arrodillo entre sus piernas y llevo mis manos hasta su polla. Una lágrima
preseminal se escapa ante mi toque. Le miro a los ojos mientras paso la
lengua por mi labio inferior y me agacho para abarcar cuanto pueda en mi
boca. Escucharle gemir me encanta y sigo pasando mi lengua dándole más
placer.
Una de sus manos está sujetando mi pelo y la otra la lleva hasta mi culo
tocando mi pequeño orificio, me coloco mejor para darle mayor acceso.
Noto humedad así que doy por hecho que sabe lo que hace y que, aunque
no haya estado con un hombre si ha tenido sexo anal con una mujer. Me
molesta y me alivia saberlo, algo contradictorio. Nunca he sido celoso, sin
embargo, saber que ha estado con una mujer me llena de celos. 
«Estoy perdido». 
Siento su invasión algo incómodo mientras sigo dándole placer y
dejando bastante saliva para que me cueste menos dejarlo entrar en mi
interior. Dejo que siga hasta que creo que es suficiente.
—Túmbate —le pido.
Me coloco sobre él a horcajadas y llevo sus manos hasta mis caderas.
Coloco su polla en mi entrada. Cierro los ojos y poco a poco, sintiendo algo
de dolor, consigo dejarle entrar. Abro los ojos y se está mordiendo el labio
sin apartar la mirada de mí. Sus ojos poseen ahora un gris brillante tan
hermoso. Con esa mirada siento como si tuviera miles de mariposas en mi
estómago. Algo estúpido y ñoño. «¿Qué coño me pasa con este dragón?». 
Cuando me siento más cómodo con Veron en mi interior, me acerco a su
boca para besarlo y comienzo a moverme despacio. Ambos gemimos por el
placer que sentimos, me gusta cómo me siento al unir nuestros cuerpos
haciendo el amor con el hombre más maravilloso y hermoso que he
conocido jamás. Mis sueños prohibidos se están haciendo realidad y voy a
disfrutarlo antes de que todo esto acabe.
Él se incorpora conmigo en sus brazos y acaba posándome en la hierba
para ahora llevar el control y penetrarme con más rapidez. Rodeo su cintura
con mis piernas para darle mejor acceso y llevo la mano hasta mi erección.
Con delicadeza aparta mi mano para hacerlo él. Me corro sobre mi
estómago y siento como él se tensa descargando su semen en mi interior.
—Te amo Héctor —dice mientras se derrama en mi interior. Soy incapaz
de responderle ahora de la misma manera. Antes necesito estar seguro de
mis propios sentimientos y de que su amor es de verdad. 
Nos vestimos y volvemos a colocarnos como al principio, dejando mi
espalda pegada a su pecho dándome calor mientras me abraza. Pasamos un
rato más en silencio y volvemos a Senzyras para poder dormir algo antes de
que los demás se despierten. Una vez estoy a solas en mi cuarto me permito
seguir soñando esperando con ganas el día de mañana. De momento no diré
nada a ninguno de mis hermanos, le daré tiempo a Veron para que hable con
su familia. Entiendo que no sea fácil para él y más en un lugar en el que
después de tantos meses viviendo aquí, no he escuchado de ninguna
relación entre dos dragones del mismo sexo, ya sean mujeres u hombres. Si
quiere una relación conmigo, no pienso permitir que sea algo oculto a los
demás.
 
Capítulo 2

Unas horas después cuando viene a despertarme aún es de noche y


apenas está empezando a amanecer. Con suerte he dormido dos horas y para
colmo la idea es irnos sin desayunar. Yiri y los niños están ya en el salón
con Gal y nos saludan al vernos. He aprovechado que bajé con la cámara de
fotos para decirle a Yiri que nos vamos a sacar fotos. Quería pedírselo a
Veron y ahora ya no es necesario. El problema es que los gemelos quieren
venir cuando nos pillan a punto de salir, por suerte, Yiri interviene para que
no sigan insistiendo. Me da pena no llevarlos con nosotros, pero si lo
hacemos no podremos hablar tranquilos. Además, antes de bajar pasé por la
habitación de Alan y Luciana, y le robé un bote de aceite con olor a lavanda
mientras dormían. Pienso aprovecharlo para usarlo con Veron, hoy será mío
como yo fui suyo anoche y después dejaremos todo claro.
Salimos al patio, lleva una bolsa de tela que me entrega y cuando se
desnuda recojo su ropa mientras hace el cambio a dragón bajo mi atenta
mirada. Por norma general solía evitar mirarle, ahora, en cambio, no puedo
ni quiero dejar de hacerlo. Ya en su forma de dragón se acerca a mí y se
agacha para que suba al lomo. Cuando estoy listo y bien agarrado a sus
escamas, alza el vuelo y no tardamos en llegar a la montaña. A lo lejos veo
una cabaña preciosa y pequeña en medio de la nieve llena de abetos a su
alrededor. Llegamos y me bajo esperando que él haga el cambio para darle
su ropa.
—¿Te gusta este lugar para sacar algunas fotos? Se llama así lo que
haces con eso, ¿no?
—Sí, se llama así y el lugar es perfecto. ¿Y esa cabaña?
—Es la cabaña de mi familia. Es un lugar donde acudimos para estar
solos o en compañía de nuestras parejas, muy pocos conocen su existencia.
Anoche tu hermana estuvo aquí con mi tío. 
—Pues me gusta mucho.
—Saca todas las fotos que quieras, pero no te alejes de mi lado porque
hay lobos de las nieves y son muy peligrosos. Después te tengo una
sorpresa preparada —susurra pasando a mi lado en la última frase. 
Siento una mezcla de sentimientos y nervios que me tienen algo
acojonado, espero que todo vaya bien entre nosotros. 
Pasamos media hora por la zona sacando unas fotos increíbles. Al acabar
las fotos desayunamos pan y fruta que ha traído. Le he pedido que cambie a
su forma de dragón y le he hecho varias fotos volando y estando por tierra.
También he aprovechado para hacernos un selfie juntos en su forma humana
antes de irnos de ese hermoso lugar.
Volamos lejos de la cabaña y reconozco la ciudad de Olvernus de cuando
hemos ido al mercado. No nos dirigimos al centro como otras veces, sino al
otro lado de la ciudad donde hay algunas casas bastante separadas entre sí.
Sigue volando rodeando la ciudad hasta llegar a la última de todas.
Desciende y al tocar tierra bajo de su lomo para que pueda hacer el cambio
a su forma humana y se viste. Parece nervioso cuando me agarra del brazo y
tira de mí con suavidad hasta la entrada. Me doy cuenta de que mira sin
parar a nuestro alrededor. Si quiere esconderse mejor me hubiera llevado a
donde lo hizo anoche, así no estaría haciendo el idiota. «Esto me molesta». 
Entramos, cierra la puerta y mira por una ventana. El cabreo que llevo es
cada vez mayor y su actitud no me ayuda a calmarme en absoluto.
—¿Se puede saber qué haces? —siseo entre dientes.
—Lo siento, no quería que nadie nos viera entrar juntos —se disculpa.
—¿Entonces para qué me traes aquí? No lo entiendo.
—He comprado esta casa para nosotros.
—¿Cuándo?
—Cuando te dejé en Senzyras vine a comprarla, nadie salvo el vendedor
sabe que es mía, nuestra. Soy un príncipe y puedo tener lo que desee en
cualquier momento.
—Entiendo que quieras esconderte antes de que hables con tu familia.
Comprar esto no era necesario, no me gusta lo que has hecho. Eso de mirar
a todas partes asegurándote de que nadie nos vea me hace sentir mal.
—Perdóname. —Me abraza y después me besa de manera posesiva. Un
gemido sale de mis labios mientras me muerde el labio inferior—. Quiero
ser tuyo. Yo también lo deseo.
—¿Estás seguro? —Asiente y yo sonrío como un idiota, solo espero que
me permita hacérselo muchas más veces.
Me acerco por detrás y beso su espalda, sentirlo temblar ante el ligero
toque me pone a mil. Voy quitando su ropa rápidamente y tengo que
calmarme. Veron parece nervioso y necesito que esté relajado o me temo
que hoy no podré hacerlo. Lo he pensado y si realmente quiere ir en serio
conmigo no quiero que se sienta obligado. Si tuviera algún juguetito sería
perfecto, lástima, dudo que tenga algo y no quiero preguntarle, seguro que
no sabrá de lo que le hablo.
He terminado de desnudarlo mientras he besado y lamido cada trocito de
piel que ha estado a mi alcance salvo su polla que pulsa llamando mi
atención. Me voy a desvestir y me frena.
—Quiero hacerlo yo.
Dejo que me quite toda la ropa y una vez ha acabado estoy a punto de
explotar. El muy cabrón me ha rozado la polla a cada momento no solo con
las manos, ha usado su lengua, y qué lengua. Aunque no me ha metido en
su boca, algo que deseaba que hiciera. Se está vengando por no hacerle
nada a él.
Cojo su mano y tiro de él para que se levante del suelo. Saber que me
permite moverlo a mi antojo sin que use su fuerza para doblegarme me
vuelve loco. Adoro llevar la voz cantante en la cama y desde el principio
me lo ha permitido. Sé que no durará, no tiene nada de sumiso. 
Abrazo su cuello con mis brazos entrelazando mis manos detrás de su
nuca y le acerco a mí para besarlo. Al ser más alto que yo tiene que
agacharse un poco y lo hace con una sonrisa pícara. Mientras me besa,
siento sus manos abarcar mi cintura y apretar arrancándome un jadeo que él
aprovecha para devorarme. Me rindo a su beso dejando que lleve todo el
control. Pega nuestros cuerpos uniendo nuestros miembros levantándome
del suelo para estar a su misma altura y acabo rodeando su cintura con las
piernas.
—Me vuelves loco Héctor. Necesito todo de ti. Hazme tuyo —susurra y
suelta un gruñido mientras nos lleva hasta la cama en la que caemos sin
cuidado.
Está encima de mí y aprovecha su postura para besarme mientras
mantiene mis brazos por encima de mi cabeza con una de sus enormes
manos. Noto su polla rozarse con la mía y me muevo para que siga
haciéndolo. ¡Dios mío! La sensación es increíble, Veron es el único que me
hace sentir de esta manera y sé que estoy perdido. Por más que me he
negado a reconocerlo durante la noche desde que me hizo suyo, lo amo. 
«¡Joder! Si todo sale mal con él, ¿Qué voy a hacer? No Héctor, no
pienses mal, él ya te ha dicho que te ama. No puede cagarla en tan poco
tiempo, he de esperar a que hable con su familia».
—¿Estás bien? Te noto distante. Si sigues enfadado podemos volver a
Senzyras.
—No estoy enfadado, es tu primera vez y no quiero hacerte daño y que
me odies por ello.
—Soporto muy bien el dolor y te lo estoy pidiendo yo. —Suelta mis
manos y lleva esa mano hasta mi nuca para besarme de forma posesiva y
gimo de placer dejándome llevar—. Estoy listo para ti, mi luz. —Me gusta
cómo me ha llamado.
Hago fuerza para que se aparte y se tumba, me coloco sobre él y beso su
cuello dejando pequeños mordiscos que erizan cada pedazo de piel. Ahora
me deleito con su enorme polla, su sabor y sus gemidos.
Me levanto y busco el aceite. Cuando me doy la vuelta está con los
brazos detrás de su cabeza marcando cada músculo de su cuerpo. Yo soy un
hombre fibroso que me veía musculoso, pero comparado con él me deja a la
altura del suelo. Lo mire por donde lo mire es puro acero.
—¿Vas a seguir mirándome o vas a hacerme el amor, mi luz? —susurra
socarrón.
—No estoy seguro. Déjame que lo piense. —Se levanta a la velocidad de
la luz y sin que me dé cuenta me tiene atrapado de nuevo en la cama—.
¿Cómo has hecho eso? —jadeo.
—Soy muy rápido, ya lo sabes. 
Me gira dejándome boca abajo en la cama y su polla entre mis nalgas.
—Fóllame Veron —le pido con urgencia.
—¡No! Así no, Héctor —sisea molesto.
—Veron, ¡hazme el amor! —¡Fóllame! Pienso una y otra vez para dejar
atrás la palabra amor. 
Se mueve al lado de la cama y agarrándome del pelo me pone la polla en
los labios, vuelvo a lamer y chupar con desesperación.
—¿Dónde tienes el aceite de lavanda de mi madre? —¿Cómo sabe que
lo traje? Espera… ¿De su madre? 
—No sabía que era de tu madre, se lo robé a mi hermana antes de bajar.
Mira por toda la habitación, se separa de mí y se levanta de la cama.
—No te muevas —me ordena y no me siento muy cómodo con la orden.
No puedo evitar tensarme—. Sé que no te gusta o no estás acostumbrado,
mi luz, a que ambos queramos el control. Solo déjame tenerlo ahora, luego
seré todo tuyo. —No hablo, solo asiento a sus palabras. Quiero que tome el
control y me haga gritar de placer. 
Ceder el control es algo que odio, no lo puedo evitar. Hace mucho
tiempo que dejé de ser un juguete sexual para un hombre sin honor y me
juré no serlo de nadie nunca más. Veron tiene honor y confío en él, no me
va a decepcionar. 
«Espero que no me decepcione».
Lo siento ponerse entre mis piernas, sujeta mis caderas levantándome y
dejándome a cuatro patas. Por inercia agacho mi cabeza pegándola a la
cama. Derrama aceite entre mis nalgas y lo esparce metiendo sus dedos y
haciendo que gima sin control. Llevo mi mano hasta mi polla para
masturbarme mientras usa sus dedos para dilatarme. Siento algo de molestia
de ayer y me relajo para dejarlo entrar.
Saca sus dedos para posicionar su polla y entra poco a poco.
—¿Te gusta? —Me pregunta cuando ha entrado por completo.
—Siiiii —susurro bajito.
Me agarra del hombro y me tira hacia él para pegarme a su pecho. Me
sujeta ahora del cuello apretando ligeramente y sale y entra con fuerza. Mis
gritos se mezclan con sus gemidos ante su brutal posesión, y joder, como lo
estoy disfrutando.
—No te corras, cuando termine en tu interior vas a hacerme el amor.
—No puedo aguantar, estoy a punto.
—Aguanta, quiero que aguantes.
Llevo mis dedos a la base de mi polla apretándola para intentar aguantar
y no correrme. Tres empujones más y se derrama en mi interior. Sale con
cuidado, se va al baño y vuelve con dos trapos, nos limpia a los dos, me
sujeta del brazo para incorporarme y cambiar de posición con él. Creo que
nunca en mi vida he estado tan nervioso como en este instante.
Cojo el bote de aceite de la cama mientras masajeo su espalda, paso los
dedos untados por su fruncido agujero, y meto el dedo índice un poco. Lo
escucho gemir y sigo un poco más. Entro y salgo varias veces y lo intento
con un segundo dedo.
—Sé que es incómodo y más después de correrte, si quieres parar en
algún momento solo dímelo —susurro cuando le escucho respirar
entrecortado.
Llevo mi mano izquierda con la que masajeaba su espalda a su polla que
sigue semi erecta y lo masturbo mientras le dilato. Cuando considero que ya
está lo suficientemente preparado, saco los tres dedos que tenía en su
interior y me posiciono para entrar.
—Ábrete para mí, Veron. Ayúdame a entrar en tu interior. 
Deja la cabeza sobre la cama y separa sus nalgas. Nunca he estado tan
cachondo y sé que una vez esté dentro no voy a durar nada. Pendiente de él
empiezo a entrar, una vez pasa lo más difícil para él y cuando estoy a mitad
de camino entro por completo de golpe gruñendo.
—¡Dios! Eres magnífico nene, ¡qué apretado estás! —digo con un jadeo
—. No voy a durar y quiero que te corras conmigo.
Él solo gruñe y yo lo tomo como un sí. Comienzo a moverme al
principio despacio para que se acostumbre a mi tamaño. Él sigue con sus
manos abriéndose para mí y la visión que me ofrece me vuelve loco. Con
algo de dificultad me muevo un poco para llegar a su polla al mismo tiempo
que me muevo dentro de él todo lo rápido que puedo hasta que consigo que
se derrame en la cama al mismo tiempo que lo hago en su interior. ¡Joder!
¡Ha sido perfecto!
Salgo con cuidado y beso la base de su espalda. Me acerco al baño para
coger un trapo y humedecerlo un poco, me limpio y luego uso otro para
limpiarlo y quitar los restos de la cama. Me acuesto a su lado y él se mueve
para dejarme sobre su pecho. El sonido de su corazón me relaja hasta el
punto de dormirme profundamente. 
 
Despierto solo en la cama y al buscarle lo veo vestido y sentado en un
sillón mirándome fijamente. Me levanto de la cama en silencio, recojo mi
ropa y voy al baño. Me baño rápido con el agua congelada que había en la
tina y me visto para salir con él. Tenemos que hablar y ya no podemos
retrasarlo más. Quiero decirle que lo amo y que quiero que seamos felices
juntos. Y es importante que sepa que esperaré hasta que hable con su
familia sin importar vernos de esta forma por un tiempo, que espero no
demore demasiado.
Al salir me espera en la puerta y me abraza con fuerza. Le devuelvo el
abrazo con gusto oliendo su cuello y dándole un beso.
—¿He dormido mucho?
—Solo unos cuantos minutos. —Separa un poco la cabeza y me mira en
silencio con seriedad—. Te amo, mi luz. Te amo muchísimo.
—Yo… —me interrumpe poniendo un dedo en mi boca.
—Lo he pensado mucho y no puedo decírselo a mi familia.
—No tienes que hablar ahora, Veron. Sé que necesitas tiempo y lo
entiendo.
—No, Héctor —que me diga Héctor y no, mi luz, después de lo que
hemos vivido hace un rato no me gusta nada—. No puedo decírselo nunca,
jamás me uniré a ninguna mujer, solo seré tuyo. Buscaré la manera de estar
juntos para siempre.
—Espera, espera… a ver si lo entiendo. ¿Lo que estás diciendo es que
estemos juntos a escondidas?
—Sí, a pesar de que lo he deseado siento vergüenza por lo que ha pasado
entre nosotros hoy. No puedo decirle a mi familia que amo a un hombre.
¿Lo entiendes?
¡Vergüenza! ¡Siente vergüenza por entregarse a mí! Que iluso he sido.
Como puedo aguanto las ganas de llorar y la rabia que surge en mi interior.
Tenía la esperanza de que en algún momento hablaría con su familia. Me
equivoqué y ahora me toca sufrir de nuevo. A imbécil no me gana nadie.
—Lo entiendo, Veron. Si no te importa quisiera volver al castillo de
inmediato, por favor. —Me separo de él con un empujón y no impone su
fuerza para mantenerme a su lado—. Espero que tú entiendas que no seré el
secreto de nadie. Si no estás dispuesto a hablar con tu familia nunca, lo
entiendo y lo respeto, igual que tú tienes que respetar mi decisión de no
querer estar más contigo.
Salgo fuera de la casa y a pesar del poco sol que baña mi cuerpo solo
siento frío. Me quedo fuera esperando a que salga, lo hace ya desnudo con
la ropa y la bolsa en la mano. Ahora soy yo el que mira a nuestro alrededor
sin ver a nadie cerca. Me entrega la ropa y la bolsa, se aleja y hace el
cambio a dragón. Se agacha y voy a su lado para subirme a su lomo. 
Volvemos al castillo en el más triste silencio. Ahora ya no veo este lugar
como algo mágico y hermoso, sino como un castillo feo que me hace
infeliz.
Al vernos llegar disimulo delante de todos lo mejor que puedo. Nos
cuentan lo que ha pasado con los ratones y mi bichito, en otro momento me
hubiera desternillado. Veron se marcha y les hago una señal a mis
hermanos.
—Necesito hablar un momento con vosotros, es urgente.
Llegamos a mi cuarto en silencio y los escucho susurrar, aunque no
presto atención a lo que dicen.
—Ya estamos aquí hermanito —dice Luciana.
—¿Qué es eso tan importante que tienes que hablar que no pueda
esperar? —pregunta Alan mirándome fijamente.
—Regreso a vivir a Tenerife. Ha pasado algo y ya no puedo ni quiero
seguir aquí. Ahora se lo diré a mi bichito, quería hablarlo primero con
ustedes para que me ayuden a decírselo. Ella espera que todos nos
quedemos y yo ya no puedo hacerlo.
—¿Qué ha pasado Héctor? —se adelanta a preguntar Mateo.
—Pasa, que me he enamorado y lo nuestro no puede ser porque le da
vergüenza reconocer que le gusta un hombre. Así que lo mejor es alejarme
de este lugar y recuperar mi vida.
—Entonces iremos todos juntos, no te dejaremos solo. Somos una
familia y Evolet lo entenderá. Además, seguro que podrá ir a vernos. Ella lo
entenderá Héctor, estoy segura. —asegura Luciana.
—No es necesario, os gusta vivir aquí.
—Nos vamos contigo y punto. Ahora hablaremos con Evolet y nos
iremos de inmediato. —Luna se levanta y va hasta la puerta—. ¿Quién es
él? —pregunta con la mano en el picaporte.
—Te lo diré cuando regresemos a casa. —Pone cara de rancia y se
mancha enfurruñada.
¡A casa! Hasta hace un rato me sentía en casa. Ahora toca la peor parte,
hablar con mi bichito. Nos encontramos a Nan por el pasillo y nos dice que
su señora ya está en el salón desayunando. Todos nos miramos y con un
suspiro nos dirigimos al salón para ir a buscarla. Pensar que cuando salí
antes del amanecer del castillo era jodidamente feliz y ahora soy un desecho
de mierda al que han vuelto a joder a base de bien.
Está sentada acompañada de Khonox y al vernos levantan la vista y nos
sonríen hasta que se fijan en nuestra cara y su gesto cambia.
—Os vais, ¿verdad? —Todos asentimos y mis hermanas acaban
llorando.
—Vendremos siempre que podamos, tú puedes ir con Khonox cuando lo
desees. Queremos seguir con la cena de los sábados —dice Mateo.
—Al venir aquí, nosotros también veríamos a todos los demás que nos
han tratado tan bien —añade Alan.
Pasamos un rato en silencio y Khonox parece entender que necesitamos
hablar con ella a solas, se levanta y se va.
—Bichito, pensé seriamente en quedarme, me he enamorado como un
loco. —Mi confesión la sorprendió muchísimo—. Creí que él también y, si
algo me quiere, no es suficiente para salir del armario, así que prefiero
poner distancia, me ha hecho muy feliz, pero también infeliz con su
rechazo. ¿Lo entiendes verdad? —Me sincero y digo todo lo que soy capaz
aguantando el dolor que toda esta situación me produce.
—Por supuesto, bichito. Vas a decirme de quién se trata o prefieres que
sea en otro momento.
—En otro momento, no quiero que por un descuido nos escuchen.
Queremos irnos ya, no soporto las despedidas y no quiero que él sepa que
me he ido hasta después.
—Sí, todos estamos de acuerdo y nos iremos ya mismo si es posible,
peque. —Me duele en el alma hacerle daño de esta manera. Ella tenía la
esperanza de que nos quedáramos a vivir en este mundo.
—Se lo pediré a Khonox, vamos al despacho y si no está ahí nos
esperan. Él guarda la llave y prefiero que vayan con él.
Se levanta sin decirnos nada más y nos lleva hasta el despacho. No
soporto verla tan triste, pero ¿qué más puedo hacer? No quiero quedarme
aquí y menos ver a Veron después de lo que ha pasado entre nosotros.
Entramos al despacho y Khonox está mirando unos papeles.
—¿Crees que es posible que se puedan ir ya mismo? —suelta mi
hermana según entra. Él frunce el ceño y nos mira—. Después te explico,
llévalos a casa y vuelve. —Ahora nos dirige la mirada a nosotros—. Os
amo, nos veremos en unos días. Iré a verles el próximo sábado, preparen mi
cena favorita —murmura con tristeza y sale sin darnos tiempo a
despedirnos.
—¿Tenéis todo lo que necesitáis para volver? —pregunta Khonox.
—Sí, lo tenemos todo. —Sujeto con fuerza la tira de la cámara. Es lo
único que me he permitido llevarme de recuerdo, las fotos de Veron que
saque hoy. No quiero nada más de este lugar y mis hermanos no han cogido
nada tampoco.
—Bien, ya sabéis como va esto. —Todos nos acercamos para estar en
contacto con Khonox y cerramos los ojos. Después de un ligero mareo abro
los ojos de nuevo para encontrarme en mi casa—. Nos veremos el sábado,
les echaremos de menos. —Tras decir eso se marcha.
—Es Veron. —Todos me miran sorprendidos—. Ahora quiero estar solo
en mi cuarto. Quedaros unos días conmigo si queréis.
Todos me abrazan y me dejan ir sin preguntas. Mañana me tocará
responder a muchas.
 
Capítulo 3

En cuanto entramos al castillo fui directo a mi alcoba, he pensado en


todo lo que le he dicho. Sí, es cierto que sentí vergüenza después de
entregarme a él, sin embargo, lo que más me avergonzó es lo mucho que lo
disfruté. 
Estoy un tiempo a solas tumbado en mi cama y me doy cuenta de que me
he equivocado al decirle todo eso a Héctor. No estoy preparado para hablar
con mi familia todavía, quizá con el tiempo pueda hacerlo. Si alguien
sospecha algo, o en el caso de mi abuela que me haya leído la mente, no me
han dicho nada. Estoy asustado, mi amor por mi luz es mayor que mi
miedo. Bajaré a buscarlo y hablaré con él, me disculparé por actuar como
un cobarde y le pediré tiempo. Si hasta entonces no quiere tenerme cerca lo
entenderé y buscaré el valor para hablar con mi familia.
Decidido, voy a su alcoba y no lo encuentro, bajo al salón y tampoco
está ahí, voy al patio y no doy con él. Entro de nuevo al castillo para
buscarle dentro de la biblioteca y me encuentro a mi tía Evolet que no me
ve y choca conmigo al salir del despacho de mi tío. 
—Tía, ¿dónde está Héctor? Necesito decirle algo importante.
—Mis hermanos… se han ido, Khonox acaba de llevarlos, pero…
Héctor. Creo que no va a volver nunca —dice con la voz entrecortada y sale
corriendo entre sollozos.
«¡No puede ser, se ha ido!». 
¡Maldición! No llegué a tiempo y se ha largado a su mundo. A no ser
que le diga la verdad a mi familia no podré ir a hablar con él. Estoy furioso
con mi luz por no darme tiempo. Me arrepentí de mis palabras y ni siquiera
esperó un día para irse. Salgo al patio y hago el cambio rompiendo mi ropa,
vuelvo hasta la casa que compré con ilusión para los dos y que ahora
detesto. Entro y su olor me golpea recordándome el momento que
compartimos. Fui un idiota, él iba a esperar el tiempo necesario y yo lo
mandé todo al traste por decir las cosas sin pensar con claridad sobre hablar
con mi familia. Ahora, sin él a mi lado, tengo menos valor a confesar mis
sentimientos hacia Héctor.
 
Pasan varias semanas hasta que llegan mis tíos de su viaje. Han sido
unos días horribles para mí, y encima tener que lidiar con una bruja chillona
que nos desespera a todos, es peor. No entiendo que puede verle mi
hermano a esa pesada de Tiacry. Espero que entre en razón y la deje antes
de que sea demasiado tarde. Encontrará a alguien mejor a quien amar.
Estamos todos cenando y descubro que mi hermano Norrus también ha
guardado un secreto. No puedo creer que no me diera cuenta de que lleva
siglos en secreto con Nan y menos aún que la tratara tan mal. No soy quién
para juzgarle, ya que mi familia se ha encargado de reprenderlo por ello.
Cuando está solo en medio del salón me acerco a él hasta estar de frente.
—Hermano, ¿podemos hablar un momento? —pregunto nervioso.
—Si vas a decirme lo cabrón que he sido con Nan puedes ahórratelo. —
Se gira para irse y suelto sin pensar más en ello:
—Estoy enamorado. Necesito un consejo, hermano.
—No creo ser el más indicado, pero si crees que puedo ayudarte cuenta
conmigo.
Salimos de Senzyras y vamos hasta el bosque de pinos. No he sido capaz
de abrir la boca por miedo a ser escuchado por alguien. Cuando estamos
alejados del castillo y me aseguro que nadie nos ha seguido lo confieso.
—Estoy enamorado de Héctor. —Su reacción no me sorprende pues no
es algo que se espere que diga. Espero que comente algo y como no lo hace
sigo—. ¿Cómo le digo a la familia que me he enamorado de un hombre?
—Hermano, ahora sabes mi secreto. Mi consejo es que luches por tu
felicidad y si es junto a Héctor, adelante. Yo te apoyaré siempre, hermano, y
no dudes de que el resto de la familia lo hará también. Creo que he perdido
a mi verdadero amor por ser un egoísta egocéntrico que solo quería lo
mejor, teniendo delante a la mejor hembra. He humillado y maltratado con
palabras a la única mujer que de verdad amo. Aprende de mis errores y
lucha por él.
—Le rechacé y ya no puedo vivir sin él.
—Supongo que por ese motivo se fueron. Cuando hablaba con Alan y
Mateo decían que les gustaba vivir aquí. Pensé que se quedarían.
—Yo también. Fui el causante de que se fueran con Héctor porque no me
he atrevido a hablar con la familia por miedo.
—Habla con Evolet primero, tal vez, su manera de pensar te ayude.
—¿Me acompañas? —asiente y juntos vamos en busca de nuestra tía. 
Está jugando con los gemelos y al vernos llegar, detienen sus juegos.
—¿Podemos hablar un momento? —pregunta Norrus.
—No. —La cara de mi hermano ante su negativa hace que casi se me
escape una carcajada que consigo retener a tiempo, hasta que pienso para
qué hemos venido y se me quitan las ganas de reír.
—Tía, necesito hablar contigo —le ruego.
—La respuesta sigue siendo no. —Mi hermano y yo nos miramos sin
entender la negativa. No entiendo por qué a mí no quiere hablarme.
—¿Por qué? —pregunto.
—Mis preciosos, vayan dentro. Luego los busco y seguimos jugando,
voy a hablar con sus hermanos. —Ellos asienten y se van corriendo.
Cuando se alejan lo suficiente se da la vuelta para hablarnos.
—Primero, a ti Norrus te digo que no, porque de seguro quieres que te
ayude con Nan y ni de coña. Y segundo, a ti Veron te digo que no, porque
sé que estás enamorado de mi hermano y tú lo rechazaste. —La miro con
los ojos entrecerrados sin entender como se ha enterado de mi secreto, a no
ser que Héctor se lo confesara en este tiempo—. Tranquilo, tú solo te
descubriste, ¿cómo? Pues… justo cuando mi hermano me confiesa que se
ha enamorado de un dragón y que éste le rechaza por miedo, vienes tú, y de
todos los hombres que me preguntaron por mis hermanos, tú fuiste el único
que solo preguntó por Héctor, así que até cabos.
—¿Y si te dijera que quiero recuperarlo y que me equivoqué? Hablaré
con la familia. —suplico.
—Mi consejo es que me dejes hablar con él una vez seas capaz de hablar
con tu familia. Mi hermano es muy, muy rencoroso, pero te ama y te
perdonará con el tiempo, creo. Ahora mismo, si te llevo a su lado, te manda
a patadas de regreso. —Lo pienso mientras ella se gira para dirigirse a mi
hermano—. Te quiero mucho, a los dos, solo no me pidas ayuda con Nan.
—Se marcha dejándome hecho polvo por decirme que no me va a ayudar.
Sigo sin tener el valor para hablar con mi familia y si él se ha ido, para qué
voy a decirles nada.
 
Ha pasado un mes y hoy tengo que ir con Traron, mi mejor amigo, y
algunos guerreros a Gallynius la ciudad del Este. Mi tío me ha encargado
preparar a varios jóvenes que quieren entrar en sus filas de guerreros y para
mí es un honor hacerlo. Terminamos de preparar todo para el viaje y
hacemos el cambio a dragón para ir hasta la ciudad. Una vez llegamos,
vamos a la posada a dejar nuestras pertenencias para luego ir a la cantina a
comer. 
Todos los muchachos nos esperan en la tarde para el primer
entrenamiento donde separaré a los que tengan más o menos habilidades en
la lucha en su forma humana. Serán entrenados de forma diferente hasta que
todos estén al mismo nivel y estén listos para partir a Senzyras donde su rey
los verá luchar y los acepte en sus filas.
Estamos comiendo sopa y estofado de carne tranquilos mientras todos
nos saludan.
—Esta noche vamos a volver para buscar una buena hembra. ¿Te animas
a venir?
—Sabes que no estoy interesado en fornicar con fulana. Prefiero esperar
a la adecuada y esa no está entre ellas.
—Nos conocemos desde que soy un guerrero hace más de doscientos
años, eres mi mejor amigo y solo has estado con tres o cuatro hembras.
Necesitas un buen meneo, hermano.
—En realidad, ya he encontrado a la persona adecuada y no pienso
manchar su recuerdo con el toque no deseado de otra. Ahora está lejos,
quizá algún día regrese —susurro más para mí mismo que para él
—¿Y quién es la afortunada?
—Eso ahora no importa. 
«Héctor, él es la persona adecuada y a la que he dejado escapar por
cobarde».
Sería incapaz de decírselo antes que a mi familia. Mi relación de amistad
con Traron es muy cercana, aunque no lo suficiente como para confesarle
algo tan íntimo. Tengo suerte de que mi hermano Norrus me apoye y espero
que tanto él como yo, consigamos ser felices y recuperemos a nuestros
corazones.
Terminamos de comer y nos dirigimos a la explanada que usan los
muchachos para entrenar con sus padres desde que son pequeños. Me
sorprende ver a dos muchachas, ya que son muy pocas las hembras que
terminan siendo guerreras. Unas grandes guerreras. Quizá sería mejor que
vinieran Ame o Resli para que las instruyan, pero dejaré que me enseñen de
lo que son capaces y si son buenas, ellas las instruirán después de que mi tío
Khonox las acepte.
—Luchad por parejas.
Todos cumplen mi orden y empiezan la lucha, me fijo en las muchachas
y no creo que superen sus primeros veinte años de vida. Luchan con valor
entre ellas y mejor que muchos de los muchachos que están aquí hoy.
—Parad. —Todos obedecen y me dirijo a las dos hembras—. Vuestro
nombre y vuestra edad.
—Soy Neter de 17 y Ria de 19 mi señor, somos hermanas y desde
pequeñas hemos querido ser grandes guerreras como los hombres de
nuestra familia.
—A falta de la aceptación de nuestro rey estáis dentro para ir a Senzyras
y empezar a entrenaros con las mejores guerreras que tenemos en nuestras
filas. —Ambas se inclinan y se alejan para felicitarse. 
—Ahora, muchachos, os diré quién entra directamente como ellas y
quién tiene que practicar más con nosotros —les informa Traron. Mientras
anota el nombre de todos ellos para tener la lista preparada.
Pensamos igual y elige a los mismos que yo. Solo cinco han quedado
rezagados y desde mañana empezaremos el entrenamiento más duro con
ellos para que todos tengan la misma oportunidad. En total son doce
posibles guerreros que tendrán aún que madurar para pertenecer a nuestras
filas y que desde este instante tendrán que ganarse su lugar como todos. 
—Mañana al amanecer estaréis todos preparados para el entrenamiento.
No quiero retrasos, si cuando llegue os nombro y no estáis presentes, no os
llevaré ante nuestro rey. ¿Ha quedado claro?
—Sí, mi señor —responden todos al unísono.
—Nos quedan unas cuantas semanas por delante de duro entrenamiento.
Id a descansar para mañana.
El entrenamiento acaba y todos nos dirigimos a la cantina. Cenamos y a
pesar de las protestas de los demás, me retiro a la posada para descansar.
 
Pasamos unas cinco semanas en las que el entrenamiento me ha
mantenido libre de pensamientos durante el día. Hasta llegada la noche que
la visión de Héctor no me abandona. He intentado pensar en miles de
formas de hablar con mi familia y no sé cómo hacerlo. El miedo a que
cambie su forma de mirarme me aterra. Si al menos conociera a otro dragón
macho que se sintiera atraído por otro macho sería más fácil para mí. Soy el
único dragón que se ha enamorado de un hombre y soy un cobarde incapaz
de decírselo a mi familia a pesar de lo mucho que lo amo. Creo que es
mejor dejar pasar un tiempo para que Héctor deje de odiarme e intentar
hablar con mi tía Evolet para que me ayude a conseguir que me perdone.
Volvemos al castillo y finalmente todos los muchachos son aceptados
por el rey para su entrenamiento hasta que estén listos. Ame y Resli están
felices de tener a dos nuevas hembras a las que entrenar.
Lo primero que he hecho al volver en cuanto he acabado con los
muchachos ha sido ir a Olvernus. He sido incapaz de entrar a la casa que
compré para nosotros. Me da miedo que su olor haya desaparecido por
completo. Una idea se cruza por mi mente y regreso a Senzyras.
Ceno en familia, como siempre, y al acabar me voy a mi alcoba para
asearme y acostarme en la cama. Estoy pendiente a cada sonido y cuando
creo que todos están dormidos me cuelo como un ladronzuelo en la alcoba
de Héctor para coger algo de su ropa sin que se note demasiado.
Una vez tengo lo que necesito, regreso con rapidez a mi alcoba y ahora
sí, me recuesto de nuevo y abrazo su ropa aspirando el aroma que ha
quedado impregnado en ella. Sin darme cuenta me quedo dormido gracias a
su olor.
 
Al día siguiente mis hermanos pequeños van a ir al mundo de los
humanos para estar cerca de las cachorras, que aún crecen en el interior de
sus madres. Aprovecho la oportunidad y escribo una nota para que se la den
a Héctor.
—¡Eh cachorros! ¡Venid un momento! —Vienen hasta la esquina del
salón donde me encuentro—. Sabéis que Héctor y yo somos amigos y
quiero que le deis esto de mi parte sin que nadie se dé cuenta. ¿Podéis
hacerlo por mí?
—Claro, hermano —responden al unísono sacándome una sonrisa.
Me dan un beso en la mejilla cada uno y se van corriendo al lado de mis
tíos que ya se van a ir con Northa y Nous para que puedan estar con Nan
unas horas. 
 
El tiempo pasa de forma lenta llevándome a la desesperación hasta que
escucho que regresan. Me levanto del sillón del salón que está cerca de la
chimenea para saber si han podido darle la nota.
Llegó tarde y mi madre se los está llevando para descansar. ¡Maldición!
Ahora tendré que esperar a mañana. Me dirijo cansado a mi alcoba y
mientras subo las escaleras me llaman.
—Veron.
Me doy la vuelta y solo está mi tía Evolet con la mano estirada
devolviéndome la carta. La cojo y al mirarla me doy cuenta de que ni
siquiera la ha leído.
—Ha sido una buena jugada usar a mis preciosos y casi te sale bien. Pero
hablamos de mi bichito y el muy rencoroso ni siquiera quiso leerla. Me la
entregó sin que los pequeños se dieran cuenta. Lo siento mucho Veron. Dale
un tiempo, habla con tu familia y luego lucha por recuperarlo. Mientras no
hables con ellos, Héctor nunca aceptará una relación contigo a escondidas
después de lo que le dijiste. 
—Buenas noches, tía.
Le doy un beso en la mejilla y subo las escaleras pensando en las
palabras de mi tía. Todos mis pensamientos son tristes y, a pesar de todo, no
sé cómo afrontar la situación y decido seguir callando.
 
Han pasado varios meses desde que Héctor se fue y nuestra reina en
breve traerá al mundo al primogénito de nuestro rey. Las hermanas de la
reina ya han dado a luz unas preciosas cachorritas y mis hermanos están
felices de tenerlas cerca. Al final decidieron vivir en nuestro mundo y
Héctor y Nan se quedaron solos. En realidad, solos no, porque está ese
humano que ama a Nan. Evolet me dijo que Héctor y Nan prometieron
venir a ver a los pequeños cuando su hijo naciera y estoy de los nervios
sabiendo que pronto volveré a verlo.
¿Me permitirá hablar con él o mantendrá las distancias por culpa de mi
maldita cobardía? ¿Habrá estado con otros hombres?
Nada más pensar en esa posibilidad me llena de ira hacia mí mismo.
Muy a mi pesar no podría reprocharle nada si lo hubiera hecho y nada me
asegura que se quede conmigo. De todas formas, no dejaré que regrese sin
que hablemos primero. Decirle que le necesito para tener el valor que me
falta y hablar con mi familia porque sin él, mi vida no tiene sentido. Quizá
si hubiera leído mi carta hace unos meses ya estaríamos juntos.
 
Capítulo 4

La vida siempre se ha encargado de demostrarme que el amor es una


mierda. Me enamoré la primera vez siendo un adolescente de dieciséis años,
solo para recibir rechazo y ser humillado por querer a otro chico. Todo
recibido por el mismo chico del que me enamoré. Más adelante, en mi
primer trabajo como fotógrafo, perdí mi virginidad con mi jefe que tenía
seis años más que yo. Resultó ser un gay escondido que solo me usó porque
me tenía a mano para satisfacer sus necesidades ocultas sin importarle mis
sentimientos. Disfruté todos y cada uno de los momentos que pasé con él
sin darme cuenta de que nunca salíamos a la calle como una pareja normal.
Estaba tan enamorado que no me percaté de nada.
El día que su mujer apareció en el estudio de fotografía con su hija de
dos años me quise morir. Después de descubrir su mentira me largué. Me
juré nunca más enamorarme y usar a los hombres para el sexo sin ataduras,
siempre siendo sincero. Todo me fue de maravilla hasta que un dragón sexy
e irresistible se cruzó en mi camino. Me enamoré locamente sin darme
cuenta y cuando estuve a punto de confesarle mi amor, todo se acabó
porque él no sería capaz de hablar con su familia nunca. 
La vida es muy puñetera y hoy ha puesto ante mí a mi primer amor.
Alejandro. Ese chico que me humilló y al que mi bichito le dio una paliza. 
Es modelo y desde que me reconoció ha querido hablar conmigo. Así
que ahora estoy esperando que todos se vayan para poder escuchar lo que
tenga que decir. Estos meses han sido una mierda, solo la presencia de Nan
en mi vida la ha hecho más llevadera y quiero que siga igual. Así que
esperaré lo que tenga que decir y me iré con mi mejor amiga para cenar con
Fer, su pareja y mi mejor amigo. Luego se irán a follar como conejos
mientras me quedo solo pensando en el único hombre al que no he podido
olvidar y por el cual llevo demasiados meses a palo seco.
«Maldito Veron». 
Alejandro es un hombre muy guapo que ya no me hace sentir nada
mientras lo miro, no como me pasó siendo un adolescente. Recuerdo que lo
espiaba por todas partes. 
—Hace mucho tiempo que no sabía de ti —dice al acercarse a mí cuando
todos salvo Nan, se han ido. Ella está apartada y espero que no escuche
nada.
—Sí, mucho tiempo. Tengo algo de prisa así que di lo que tengas que
decir y nos veremos para la siguiente sesión de fotos.
—Lo siento. Siento todo lo que dije hace años. La verdad es que a mí
también me gustaban los hombres, pero nunca tuve el valor que tú tuviste al
decírselo a alguien. Me merecía la paliza que Evolet me dio. —No puedo
evitar que una sonrisa asome al recordar a mi bichito golpeándole. 
—Disculpas aceptadas. Y ahora… —le señaló la salida.
—Me gustaría quedar algún día.
—No estoy pasando por un buen momento y no soy buena compañía.
—No sigas por favor, dame la oportunidad de presentarte al Alejandro
que soy ahora y borrar tu mal recuerdo del adolescente que te hirió con sus
palabras. 
—Lo pensaré, nos vemos en dos días.
—¡Venga vamos! Ven al cine conmigo.
—Hoy no puedo. ¿Te parece bien ir al cine el jueves después de la sesión
de fotos? Te invito a cenar en mi casa. 
—Me parece perfecto, Héctor. Estoy deseando que llegue el jueves. —
Sin que me lo espere me da un beso rápido en la boca y se da la vuelta
sonriendo para irse.
Me giro y voy hasta Nan sin dirigirle ni una mirada más a Alejandro. No
estoy de humor para cenar hoy con él. Esperamos a que salga y luego nos
vamos a casa. De camino al coche me enfado con Nan porque dice que no
le gusta y que no debería quedar con él. Por más que le digo que no se
preocupe sigue molesta y más cuando le pido que por favor me haga la cena
para el jueves.
Como tenía pensado, cenamos los tres y luego ellos se marchan a casa de
Fer. Prácticamente, desde que Nan le confesó que es una dragona viven
juntos y soy feliz por los dos. Además, tengo la suerte de que sigue
haciéndome la deliciosa comida. Cuando viene su abuela me guardo varios
tupper en el congelador. Es otra de las muchas cosas que echo de menos, la
comida, la gente, a todos mis hermanos que finalmente se fueron a vivir al
mundo mágico que amaba y que ahora detesto. Veron…
—Se acabó Héctor, deja de pensar en Veron. Él te rechazó, eligió no
decírselo a su familia y mantenerte en secreto. A día de hoy sigue sin
hacerlo, nada ha cambiado —murmuro para mí mismo. 
Tengo derecho a rehacer mi vida como estaba antes de conocerle. A
follar con cuanto se me ponga delante y Alejandro es un buen candidato.
Iremos al cine y le dejaré claro en la cena que solo será follar y que si no le
interesa la puerta está abierta. Al menos habré pasado una tarde diferente.
Ahora estoy cansado y necesito dormir, recordar a Veron es lo último que
mi mente necesita. Hace meses que dejé de mirar sus fotos para no seguir
sufriendo por no tenerle a mi lado.
 
Hoy es jueves y en un rato terminamos la sesión de fotos. Sinceramente,
no me apetece ir al cine. Tendré que aguantar las ganas de irme a mi casa y
solo. 
Acabamos la sesión de fotos y le digo que le espero directamente en el
cine. Antes quiero dejar a Nan en casa tranquila.
Tardo una hora en dejarla en casa, darme una ducha rápida e ir al cine.
Le encuentro haciendo cola en la taquilla, esta vez estaba preparado y
cuando intenta besarme en la boca aparto la cara con disimulo y le beso en
la mejilla. Su gesto se contrae con molestia y suspira con fuerza. Esperamos
quince minutos en la cola y me estoy desesperando, ni siquiera me he
molestado en preguntar qué película vamos a ver. Espero que sea alguna de
acción.
—He pensado ver Mortal Kombat, ¿te apetece?
—¡Claro, es perfecta!
Compro palomitas y coca cola para cada uno y nos metemos en la sala 8
a ver la peli. Me gusta y me entretiene bastante. Al terminar, damos un
paseo por el centro comercial hablando un poco del pasado y de cómo ha
sido su vida. Cuando tenemos algo de hambre nos vamos en mi coche hasta
mi casa, ya que él ha ido en taxi al cine. Subimos las dichosas escaleras
hasta mi casa y el delicioso olor a pollo recién hecho nos recibe al abrir la
puerta. Le pido que se siente en el sofá mientras preparo la mesa.
—¿Te puedo ayudar?
—No es necesario, dame unos minutos y estará todo listo. —Solo asiente
con una sonrisa y me voy a la cocina.
No sé cómo decirle que quiero que se vaya después de la cena, que ha
estado bien salir un rato con él y que no va a pasar nada más. No ha parado
de preguntarme por mis relaciones y yo he cambiado de conversación a
cada momento. Creí que después de tanto tiempo podría acostarme con
otro, sin embargo, desde que lo vi en el cine me di cuenta de que eso no va
a volver a pasar con nadie, al menos por ahora. 
Cenamos tranquilos el pollo relleno que hizo Nan mientras seguimos
charlando.
—Héctor, quiero pasar la noche contigo.
—No puedo. Terminemos de cenar y te llevaré hasta tu casa. 
—No es casualidad que acabara posando para ti, te busqué durante años
y ahora estamos juntos.
—¿Me buscaste? ¿Por qué?
—Te amo, siempre te he amado, quiero casarme contigo —susurra
intentando cogerme de las manos por encima de la mesa.
—Para, para, para. No voy a pasar la noche contigo y mucho menos
casarme. Amo a otra persona. —Me levanto un momento y saco los
profiteroles con chocolate que compré ayer—. Terminemos la cena para
poder llevarte a tu casa o al lugar donde te estés quedando. Hoy fue la
última sesión, conseguimos acabar todas las fotos a tiempo y es mejor no
volver a vernos.
—Lo seguiré intentando, Héctor. —Me está poniendo de los nervios la
forma en cómo me mira. Cojo la copa de vino y me tomo todo el contenido
de golpe.
Respiro despacio para intentar calmarme, quedar con él ha sido una idea
pésima. Estiro la mano para coger mis profiteroles y la veo borrosa,
parpadeo varias veces y sigo con la vista igual. Intento levantarme y no
puedo, siento pesadez y sueño. 
«¿Qué me está pasando?». 
—¿Qué…?
—¡Shh! Vamos a la cama mi amor —susurra en mi oído y me coge en
peso—. He deseado por años vengarme de ti y ahora por fin te tengo en mis
manos.
«¡Oh Dios! ¿De qué habla? ¿Vengarse?».
Intento moverme o gritar para que Nan me escuche y no puedo. Ese
cabrón me ha drogado. Noto como me tumba en la cama y me quita la ropa
de mala manera, también como me ata a la cama boca abajo. No sé cuánto
tiempo pasa hasta que de repente siento un dolor tan fuerte que casi me deja
sin respiración. Poco a poco todo se vuelve negro mientras soy violado sin
poder defenderme. La única imagen que viene a mi mente es Veron. Intento
gritar de nuevo hasta que la oscuridad me lleva por completo.
 
Escucho voces y no logro entender lo que dicen, me llegan como
susurros. Me duele la espalda y él… no, no, no, no. Abro los ojos e intento
levantarme hasta que alguien me detiene.
—Tranquilo, estás a salvo, ya estás a salvo. —Miro a Nan al reconocer
su voz. Vino en mi ayuda, me escuchó. Miro a mi alrededor y veo a Evolet.
—¿Bichito? ¿Qué...? —mi voz sale en una especie de graznido.
—Héctor, estás de regreso al mundo de los dragones, Khonox te… —
intenta hablarme mi bichito.
—¡No! ¡Quiero volver, no quiero estar aquí! —grito histérico volviendo
a moverme y haciéndome más daño.
—Primero cúrate y luego vuelve si ese es tu deseo, además, antes tienes
que conocer a tu sobrinito. —Al escuchar sus palabras me percaté de algo
que antes no veía. Un bebé en sus brazos. 
—¡Oh, Dios mío! ¿Es mi sobrino? ¿Cómo se llama? —digo emocionado
olvidándome por un instante de todo lo demás. 
Nan nos deja solos.
—Se llama Skel.
—Hola, Skel. Soy tu tío Héctor. —murmuro emocionado a mi nuevo
bichito y pregunto lo que quiero saber—. ¿Dónde está el cabrón que me
hizo esto?
—Muerto, bichito. Siento no haber llegado antes, aún no controlo mi
poder. Khonox le partió el cuello. Debió traerlo vivo para dejarlo en mis
manos —murmura con rabia. Siento alivio al saber que ya no podrá
hacerme daño nunca.
—Dijo que quería vengarse de mí. No lo entiendo, yo nunca le hice
daño.
—Eso ya no importa. Ahora lo que importa es que estás a salvo y con tu
familia, aún te falta conocer a Leyre y a Danae. Desde que nacieron mis
hermanos no han querido cambiar de mundo por miedo a que las picusinas
se mareen. —Hace una pausa y pregunta—. ¿No vas a preguntar por Veron?
—No —respondo tajante. 
—Está fuera y quiere entrar a verte. —Me tenso y empiezo a temblar. No
comprendo qué me pasa. Coge al bebé y va hasta la puerta.
—¡Yiri! ¡Anarfi! —escucho que grita y sé que está llorando.
Miro mis manos temblorosas y me toco la cara. Siento como si mi
corazón fuera a salir de mi pecho en cualquier momento.
—Héctor, mi luz. ¿Qué te pasa? —¿¡Es Alejandro!? 
—¡No me toques! Estás muerto, no me toques. —Cruza mis brazos
sobre mi pecho para mantenerme inmóvil y sigo moviéndome más abriendo
mis heridas.
—¡Mírame! ¡Soy Veron! —La cara de Alejandro se difumina y aparece
la de Veron, sin embargo, eso no me calma. No quiero que me toque.
—No me toques —susurro mientras siento mi cuerpo y mi mente
calmarse poco a poco—. Por favor —suplico. 
Me suelta de forma lenta sin apartar sus ojos de mí. Se levanta de la
cama y se aleja varios pasos hasta quedar al lado de mi hermana.
—Solo quiero ayudarte, mi luz, te amo. Por favor, te suplico que me
permitas estar a tu lado.
—Yo no te amo.
Mis palabras, a pesar de ser mentira, parecen creíbles y le duelen. Puedo
verlo en su cara. Se da media vuelta y sale de la habitación seguido por mi
hermana.
—Héctor —susurra una voz a mi lado.
—Anarfi, tú me calmaste con tu poder.
—Sí, mi poder es especial. —Se sienta a mi lado y me mueve para que
apoye mi cabeza en su pecho con cuidado de no tocar mi espalda
haciéndome sentir aún más ligero—. A veces puedo sentir lo mismo que las
personas a las que toco y en muy pocas ocasiones puedo ver retazos de su
pasado.
—Mi pasado no tiene nada de especial. ¿Viste el de mi bichito?
—Sí, lo vi todo y lo sufrí como si me lo hicieran a mí. He sentido como
amas a mi sobrino, a mí no puedes negármelo.
—¿Sabes por qué sentí miedo y por qué la cara que veía era la de… mi
violador?
—Está todo muy reciente y creo que de alguna forma culpas a Veron por
lo que te pasó.
—Eso es una tontería, yo soy el único culpable por confiar en quien no
debía. Llevo muchos meses solo, triste y he rechazado a cada hombre que
ha querido acostarse conmigo como antes. Por eso le dije que sí, necesitaba
sentir algo y la verdad es que lo único que sentía eran ganas de salir
corriendo. Fui un idiota…
—¿Dejarás que mi sobrino se acerque a ti?
—No. Él ya eligió, ahora que asuma las consecuencias. Ha tenido meses
para ser valiente y hablar. 
Tocan a la puerta, Anarfi da paso y entra Yiri. Hubiera sido una suegra
estupenda. Es evidente que si no todos, la mayoría saben que Veron siente
algo por mí, me gustaría saber cuándo pasó eso.
—Hola, cariño. Tus heridas se han abierto un poco y voy a curarlas. —
Voy a moverme para colocarme boca abajo y facilitarle el trabajo—. No te
muevas, así como estas puedo curarte en unos minutos. —Me cose algunas
zonas y aguanto el dolor. —Puedes preguntarme lo que quieras.
—¿Cuándo?
—¿Cuándo habló Veron con la familia? —Asiento—. Anoche. No le
dejé entrar, tú tenías derecho a elegir verlo o no.
—¿Y qué piensa… Boltcan? ¿Y tú? —pregunto incómodo. 
—Cariño, me harías muy feliz si te unieras a mi hijo, ya perdí la
oportunidad de tener a Nan como mi nuera. Siempre supe que mi hijo era
diferente a los demás, aunque ni él mismo sabía qué le pasaba. Cuando
llegaste y vi cómo te miraba lo supe. Incluso mi hombre sabía que algo le
pasaba en estos últimos meses, así que le confesé lo que creía que estaba
ocurriendo y el motivo por el que te fuiste.
—Pienso que lo mejor sería volver a mi mundo.
—No, cariño. Aquí nadie te señalará o te juzgará. Todos sabíamos que te
gustaban los hombres después de la unión de nuestros reyes y nadie te
apartó o trató diferente. Es cierto que nunca he conocido de un dragón o
dragona que se sientan atraídos de su mismo sexo y para mí, eso no es
malo. Te quiero, todos te queremos. Nos duele saber por lo que has pasado
y no poder protegerte por estar lejos.
—Es cierto, Lixda te aprecia mucho y no se ha separado de ti ni ha
dejado que Veron entre. Siempre ha salido a informarle de todo —
interviene Anarfi con su suave voz.
—Yo también os he echado de menos a todos, pero Veron con sus
palabras me hizo odiar el lugar que aprendí a amar. La verdad es que aún no
sé si voy a quedarme.
—Primero cúrate bien, yo creo que mañana ya no sentirás nada de dolor
y habrás cicatrizado mucho más. Quédate unos días con tus hermanos y
luego decide que prefieres hacer —me aconseja Yiri—. Tus hermanos están
esperando para verte y que conozcas a sus hijas. Si ya fuiste feliz aquí,
puedes volver a serlo independientemente de tu relación con Veron.
Cuando Yiri termina de coser las heridas, las dos me dejan un momento
solo para dar paso a mi familia. Al verlos juntos no puedo evitar llorar y
todos se sientan en la cama y me van pasando a los bebés. Les lleno de
besos y de todo el amor que tenía reservado solo para ellos.
Tocan a la puerta y Evolet abre para dar paso a los gemelos que
enseguida se colocan al lado de las niñas. Espero que ellos no sufran como
Nan cuando mis sobrinas crezcan.
 
Los días van pasando y la celebración del nacimiento del primogénito
del rey ha sido casi perfecta. Me preocupa lo que le pasó a Fermín y la
insistencia de Veron a estar cerca de mí. Ya estoy completamente
recuperado físicamente, es mi mente la que me está dando guerra cada
noche con las malditas pesadillas. Revivo cada noche ese momento y la
imagen de Veron es la que aparece en mi mente. Abrir los ojos y ver su
rostro me hace rechazarlo y alejarlo una y otra vez. Anarfi es la única que
consigue calmarme.
He empezado a entrenar con los dragones, a pesar de mis protestas,
Khonox no ha dejado que me salga con la mía. La verdad es que me sentía
incómodo al principio, soy pésimo, aunque todos nos animan a seguir
intentándolo. Debo añadir que mi hermano Mateo es mucho peor que yo.
Los que me impresionan son Alan y más aún Fermín, aunque no pueda
hacerlo con una espada normal por su peso, lo hace mucho mejor que yo
con una de madera. Estos ratos me gustan y ver a Veron desde lejos entrenar
siempre fue algo fascinante para mí.
 
Han pasado varias semanas en las que he ido permitiendo a Veron estar
cerca de mí, aunque he sido incapaz de besarle y amarle como deseo de
verdad por miedo a que cambie de opinión. Un pensamiento estúpido
cuando todos saben la verdad y la aceptan.
He salido al patio y me he sentado en una roca. Veron ha ido a la ciudad
de Olvernus, me pidió que fuera con él y me negué. Para mi sorpresa me
sonrió y acarició mi mejilla, un simple roce que me hizo temblar. Estoy
pensado en él cuando Fermín se sienta a mi lado en silencio.
—¿Crees que debería perdonar a Veron? —pregunto finalmente.
—Creo que estás perdiendo un tiempo precioso en no dejarle acercarse.
La vida para nosotros es muy corta, le amas y él ya ha hablado con su
familia. Tarde, sí, pero ha tenido el valor de enfrentarlos. No puedes
culparle por tener miedo.
—No. —Y es cierto, hubiera esperado sin importar cuanto tiempo
necesitara si al final hablara con todos ellos.
—¿A qué le tienes miedo? El cabrón que te hizo daño está muerto.
—La verdad es que lo último que recuerdo con claridad es terminar de
cenar y a él pasándome una copa de vino. Después de ahí, solo son
imágenes borrosas. Físicamente, me recuperé hace tiempo gracias a Yiri y
Lessla.
—¿Pero…? —pregunta sabiendo que hay algo más.
—No lo sé. ¿Quién me dice que no volverá a dejarme tirado? ¿Qué pasa
si se arrepiente de amar a un hombre?
—La única forma de saberlo es hablar con él. Tienes que darle la
oportunidad de acercarse y amarte.
—Gracias Fer, ahora tú. Llevas un tiempo muy extraño y has intentado
disimularlo, ¿le pasa algo a tu enfermedad, notas que ha empeorado?
—No, me noto mejor, los dolores siguen resistiéndose a dejarme del todo
y sí, hay algo más.
Al ver que hay gente nos apartamos para que los dragones no puedan
escucharnos. Me cuenta todo lo ocurrido en la fiesta con la Elfa Dhelgriel y
me quedo bloqueado por unos instantes.
—Joder, ¿has hablado con Nan? —Niega—. ¿Estás seguro de que lo
mejor es callarte?
—Sí, he decidido escribirle una carta y ahí contarle todo. No tengo valor
a decírselo a la cara.
—Qué difícil es a veces la vida y como la complicamos nosotros más —
murmuro con tristeza. 
—Volvamos y después habla con tu hombretón, os merecéis ser felices.
Tiene razón y al final, creo que pronto conseguiré ser yo el valiente e
intentar ser felices juntos.
 
Capítulo 5

La muerte de Fermín nos dejó muy tristes a todos. Aparte de Nan, por
supuesto, el más afectado es Héctor. Jamás vi a un hombre llorar como lo
hizo él y creo que algo está cambiando hacia mí. Me permitió abrazarlo
mientras lloraba y atesoré cada segundo el toque de su piel al consolarlo.
 
Norrus nos informa un día después de que Nan está esperando un
cachorro de Fermín y eso me hace feliz. Como también saber que va a ser
mi sobrina a la que adoraré si Nan me lo permite. Estamos todos en el salón
y Héctor toma la palabra.
—¿Qué va a pasar entre Nan y tú?
—Héctor, la amo. Esperaré lo que sea necesario para volver a
recuperarla, ahora no es el momento y mientras ese día llega, seré su amigo
y el padre de su hija. Mi hija.
—Me alegra escuchar eso Norrus. Soy humano, pero si le haces daño te
echaré a mi dragón para que te muerda, aunque sea tu hermano.
Sus palabras consiguen emocionarme hasta el punto de que siento que
mi corazón va a explotar en cualquier instante. Escuchar cómo me llama
«mi dragón» me ha llenado de orgullo y de esperanza por volver a
conquistar su corazón, y lo más importante, conseguir su perdón. Siento la
necesidad de acercarme en ese momento y cuando estoy a punto de llegar a
él, mi madre y Nan aparecen en el salón. La reacción de mi padre al
abrazarla me conmueve. Ahora hay un miembro más de la familia en
camino.
Espero un poco y vuelvo a acercarme a Héctor. Northa entra avisando
que la bruja de Tiacry está fuera esperando para hablar con mi hermano. Un
gruñido bajo se me escapa por la impotencia de la interrupción de esa mujer
que nada tiene que hacer aquí y que me ha impedido tener a mi alcance a mi
luz.
—¿Estás bien? —susurra Héctor tocando mi mejilla. Estaba tan molesto
que no me di cuenta de que se había acercado a mí.
—Ahora sí, mi luz.
Le doy la mano y así salimos para escuchar lo que esa mujer tenga que
decir. Todos protegemos a Nan y cuando por fin se marcha me llevo a
Héctor a su alcoba. No pone ningún impedimento a que lo haga cuando
entramos y cierro la puerta. Me abraza apoyando su cabeza en mi hombro
rodeando con sus brazos mi cintura. Le devuelvo el abrazo con todo mi
amor y con las esperanzas renovadas. 
—Quiero ser feliz contigo. Fermín me dio un consejo que no sabía cómo
afrontar y su muerte me ha hecho darme cuenta de que mi vida es corta y
que deseo vivirla contigo, y que pase lo que tenga que pasar.
—Cuando me aceptes por completo nos uniremos y viviremos
eternamente. Si decides no aceptarme siempre puedes usar la piedra de
Ónix que tiene tu hermana para ti.
—Yo no quiero una vida eterna si no puedo estar con el dragón que amo.
Porque te amo Veron, te amo muchísimo y he sufrido tanto estando lejos de
ti… desear tu toque y no tenerte cerca. Después, con lo que me ha pasado
yo… necesito tiempo.
—Yo soy el único culpable de todo, te prometo cuidarte, amarte y
protegerte con mi vida para toda la eternidad si tú me das una oportunidad.
—Te amo, mi dragón.
—Te amo, mi luz.
Me separo un poco y beso sus carnosos labios, sujeto su nuca y
profundizo el beso hasta hacerlo jadear. Lo sujeto entre mis brazos y voy
hasta el sillón donde me siento con él en mi regazo. Se acomoda dejando su
cabeza apoyada en mi hombro y una de sus manos sobre mi pecho. Nos
quedamos en silencio entre caricias y algún que otro beso recuperando
nuestro amor hasta que su respiración cambia y se queda dormido. Soy
incapaz de moverme por miedo a despertarlo, las pesadillas han ido
desapareciendo, aunque aún tiene alguna y me encanta poder tenerle entre
mis brazos. Pasado un rato tocan la puerta y al no recibir respuesta abren
con cuidado. Luna aparece tras la puerta y al vernos juntos se pone a dar
saltitos como una cría haciéndome reír. Se acerca en silencio, le da un beso
en la cabeza a su hermano y se marcha con una enorme sonrisa.
 
Héctor despierta horas después y he disfrutado de cada segundo de su
cercanía mientras vigilaba su sueño. Bajamos y salimos al patio. Héctor se
quiere quedar en la entrada y yo voy a jugar con mis hermanos un rato. Nan
sale y se van juntos, estaba tentado en seguirles, sin embargo, ellos son
amigos y necesitan estar a solas para hablar de sus cosas. Espero que Nan le
ayude a aceptarme, aunque esté enfadada conmigo.
Mis primos me informan de que los reyes salieron con nuestros padres y
mi hermano Norrus acompañados de varios guerreros junto a un hombre
que no reconocieron, eso me preocupa bastante. 
 
Más tarde, cuando ya hemos terminado de cenar y estamos hablando
tranquilos mientras tengo cerca a Héctor, llegan varios de los guerreros que
se marcharon con prisioneros quemados y no entendemos nada cuando dan
la orden del rey para que mi madre, mi tía Lessla y mis primas estén listas
para ayudar a los heridos. Todo pasa muy rápido y cuando llegan, Héctor se
empeña en ayudar a uno de los heridos, mis celos no me impiden aceptar
que quiera tocar a otro hombre cuando lleva todo este tiempo sin
permitirme tocarle. Eso solo hace que mi enfado aumente sin parar y más
aún cuando Héctor decide ayudarle sin importar que le esté pidiendo que no
lo haga él.
Cuando todo se calma y mi primo Hodul junto a mi tía Phipai nos
cuentan lo que han averiguado me largo del castillo. Hago el cambio a
dragón y vuelo durante horas hasta que el cansancio me hace volver a
Senzyras. Al día siguiente le dejo una nota a mi madre para decirle que
estaré unos días fuera y vuelvo a la casa que compré para Héctor y para mí.
Paso los días yendo al castillo lo necesario e ignorando a Héctor cuando ha
intentado hablar conmigo infinidad de veces para después irme a la cantina
con Traron.
Estoy sentado en una de las mesas acompañado por él y las hembras no
dejan de acercarse a nosotros. Los dos les pedimos que nos dejen solos.
—Parecía que las cosas habían mejorado con Héctor.
—No quiero hablar de él. Puedes irte con alguna fulana, no tienes que
estar cada día conmigo.
—Eres mi mejor amigo.
—Pensé que cuando supieras mi secreto te apartarías de mi vida.
—Me hubiera gustado enterarme antes por ti. ¿Por eso nunca estabas con
hembras?
—En realidad, no sabía qué me pasaba hasta que Héctor llegó a mi vida
y supe que las mujeres no me atraían porque lo hacía él.
—Héctor no es el único hombre en este mundo.
—Para mí sí.
No insiste más con el tema y seguimos hablando de otras cosas sin
importancia mientras que mi luz no deja de aparecer en mi mente. Hace una
semana que dejó de intentar hablar conmigo y de alguna manera, que dejara
de hacerlo me ha hecho darme cuenta de que he ido demasiado lejos
tratándolo tan mal. Sé que no miraría a otro hombre amándome a mí y aun
así me alejé. Mañana, cuando regrese al castillo, lo buscaré y le pediré
perdón por mis celos. Me voy de la cantina dejando a Traron para que vaya
a divertirse con alguna hembra. Necesito descansar porque sé que no será
fácil hablar con Héctor y estoy seguro de que me rechazará en cuanto lo
intente.
 
Al llegar al castillo busco a Héctor en su alcoba y entro sin llamar, lo
encuentro saliendo del excusado desnudo secándose el pelo. Al verme se
queda paralizado por un momento hasta que reacciona tapándose.
—No tienes permiso para entrar aquí. ¡Lárgate! —grita furioso y jamás
lo vi tan enfadado conmigo, ni siquiera cuando regresó después de tantos
meses separados.
—Héctor, lo siento. Me he comportado como un idiota. Perdóname.
—¡Lárgate! —Entra al excusado cerrando la puerta—. Más te vale que
cuando salga no estés en mi habitación y no vuelvas a acercarte a mí nunca.
Tú y yo jamás estaremos juntos.
—Mi luz, por favor. Sé que he hecho las cosas mal alejándome por mis
celos. Sal del excusado y hablemos, no me hagas esto.
—¿Hacerte esto? —Sale ya vestido y su rostro está manchado por
lágrimas que me parten el alma—. ¿Qué se supone que es esto? No seas
ridículo Veron. Vete, es lo mejor para los dos.
—Héctor —susurro en un intento de acercarme a él y me aparta
intentando empujarme. 
—¡Que te vayas, joder! —grita al ver que no puede moverme.
—Veron, por favor, es mejor que te vayas. —Me doy la vuelta y veo a
Evolet junto a sus dos hermanas. Dándome por vencido, por ahora, me voy.
 
Han pasado varios meses y por más que intenté acercarme a mi luz fue
inútil, además, tuve que dejar de hacerlo pues amenazó con marcharse y si
se larga nunca podré recuperarlo estando en su mundo. Decidí darle un
tiempo esperando que sea él quien termine acercándose a mí de nuevo. El
resultado es que cada día Héctor está más triste y distante conmigo.
Ahora estoy en la biblioteca con mis primos. Hodul quiere contarnos
unas ideas para las nuevas cosechas y, antes de hablar con nuestro rey,
desea saber nuestra opinión. Ha creado una nueva maquinaria agrícola y
para mi sorpresa ha sido Héctor quien le ha dado la idea. Al menos sigue
igual con los demás, es conmigo con quien ha cambiado y, sinceramente, no
sé qué hacer para que me perdone si no me permite intentarlo. Es
demasiado terco. 
Mi primo nos enseña unos bocetos de la maquinaria que quiere construir
para arar los campos en vez de hacerlo nosotros mismos. Le gustaría
llevarlo para todos los dragones que se dedican a trabajar la tierra y
facilitarles el trabajo. A todos nos parece una idea estupenda, Hodul es el
más joven, sin contar a los gemelos, tan solo tiene veintiún años y siempre
quiere ganarse la aprobación de mi tío Khonox que, sin dudar, acepta todas
las ideas de Hodul. Mis tíos Rodan y Lessla están muy orgullosos de su
pequeño erudito.
Dejamos a un nervioso Hodul frente a la puerta del despacho de mi tío y
nos vamos al salón para hablar tranquilos. Alan y Mateo se unen a nosotros
y Héctor al ver que estoy en la mesa prefiere marcharse con las mujeres.
—Dale tiempo —susurra Alan mientras ve a Héctor marcharse.
—¿Más? Lleva meses esperando que le permita acercarse —murmura
molesto Ugor.
—Lo sé, sé que se está pasando y que ha pasado demasiado tiempo como
para seguir sin querer hablarte, pero Héctor es así —añade Mateo.
—Esperaré lo que sea necesario por mucho que me duela que me aparte
de su lado. No debí comportarme así por mis celos. Él solo quería ayudar a
curar a los dragones heridos y me comporté como un crío marchándome de
su lado sin querer escucharle, hasta que al final se cansó de insistir.
—Dale celos tú a él. A mí me funciona cuando alguna dragona me niega
sus favores en la cama porque no me decido a unirme con ella. Irme con
otras acaba atrayéndolas a mí de nuevo —dice Kode entre risas.
—¿Conoces a algún dragón con el que pueda darle celos? —pregunta
sorprendido Ugor.
—Creo que lo ideal sería una hembra —se reafirma Kode.
—No les hagas caso, Héctor jamás te lo perdonaría y si estás dispuesto a
seguir esperando, lo mejor es que sigas como hasta ahora —asegura Alan.
—¡Estoy desesperado! —murmuro con un gruñido con las manos
formando puños.
—Sabes que hemos intentado hablar con él y amenaza con marcharse si
seguimos insistiendo. —Suspiro con fuerza y cambio de tema. Ya tengo
bastante con el rechazo continuo de Héctor como para hablar de ello
escuchando los estúpidos consejos de mis primos que solo me llevarán a
sufrir más.
 
La fiesta del primer cumpleaños de Skel es en unos días y Los Trolls ya
están aquí. Busco a Héctor con la mirada y no lo encuentro en el salón junto
a los demás. Me levanto para buscarlo y encuentro a Traron que no ha visto
a Héctor por ningún lado. Cuando regreso al salón escucho a Norrus
preguntar por Nan y parece nervioso. 
—¡Madre! ¿Qué puedes darle de comer a Ayra? Necesito encontrar a
Nan, no aparece por ningún lado y temo que algo le haya pasado.
—Yo no encuentro a Héctor, tal vez han ido a dar un paseo por los
alrededores —intervengo.
—No, algo ha pasado. Nan jamás dejaría a Ayra sin comer. Tía Evolet,
¿crees que puedas ver algo?
—No lo sé. Las visiones vienen solas. Todavía no puedo controlarlas.
—Concéntrate pensando solo en Nan y en Héctor. Cierra los ojos, respira
hondo y piensa en ellos —intenta ayudarla Phipai.
El aullido de Snow me eriza la piel y más al verla salir corriendo seguida
por mi hermano. Mis primos y yo vamos tras ellos haciendo el cambio a
dragón sin esperar lo que Evolet haya podido ver. Al llegar huelo la sangre
de mi luz y el miedo me invade. Hago el cambio a mi forma humana y me
dirijo a los arbustos de donde proviene el olor de la sangre. Al verle
tumbado mi mundo se vuelve negro y un rugido lleno de dolor sale de mi
interior. Tiene una daga clavada en el costado y su corazón late demasiado
débil, debemos darnos prisa o morirá desangrado. Con la ayuda de Kode
sostengo a Héctor entre mis brazos, Ugor hace el cambio a dragón y subo a
su lomo para regresar a toda velocidad.
Mi madre y mi tía están en el salón con las demás mujeres cuando me
ven entrar con él. No ha parado de sangrar y temo que sea demasiado tarde
para salvarle. No me separo de su lado en todo momento y gracias a
Brandar y sus piedras mágicas consigue salvarlo. Evolet ha estado cerca de
su hermano como yo. Solo ha salido para regresar con una piedra de Ónix
entre sus manos.
—Héctor no quiere esto, tía. —Ella lo sabe tan bien como yo. 
—No me importa, he hablado con mis hermanos y están de acuerdo. He
estado a punto de perder a mi bichito en demasiadas ocasiones, al menos así
sé que vivirá durante muchos años.
—Se va a enfadar —aseguro.
—Lo sé —susurra con tristeza.
Le entrega la piedra a Brandar que, tras unas palabras en su idioma el
Ónix entra en su cuerpo. En ese instante su latido se restablece por
completo y sus heridas terminan de sanar bajo las palabras de Brandar.
—Debe terminar de sanar y despertará recuperado por completo.
Estar a punto de perderlo me hace quererlo aún más y temo que cuando
despierte siga sin querer tenerme a su lado.
 
Capítulo 6

Me siento bien, demasiado bien, ¿qué fue lo que pasó? Intento pensar sin
acordarme de nada, poco a poco abro los ojos y me extraña ver a Veron a mi
lado sujetándome la mano. No entiendo qué ha pasado para que esté
llorando si yo me encuentro bien. De repente, Nan viene a mi mente, lo que
ocurrió antes de que todo se volviera negro fue sentir mucho dolor y una
voz susurrar que si hacía ruido la mataría, luego todo se volvió borroso y
finalmente la oscuridad me llevó. Me incorporo para sentarme y me cuesta
respirar.
—¡Nan! ¿Dónde está Nan? —pregunto desesperado. 
—Cálmate, mi luz, todo va a estar bien. —Siento como me rodea con sus
brazos. 
—¿Dónde está Nan? —vuelvo a preguntar intentando soltarme de su
fuerte agarre—. Vete, por favor.
—No me pidas eso, he estado a punto de perderte.
—¡Que te vayas! ¡Nunca estaremos juntos! ¡Entiéndelo de una jodida
vez! —Ojalá todo fuera diferente entre nosotros, pero lo nuestro es
imposible.
No puedo permitir que sea el hazmerreír de su mundo por amarme. Yo
no soy nadie y él un príncipe, pienso irme en cuanto vea a Nan con mis
propios ojos. Verlo marchar dolido por mis palabras me parte el corazón,
sin embargo, es lo mejor que puedo hacer por él. Mi decisión está tomada y
lo más adecuado es irme para siempre y no volver jamás.
—Bichito, cálmate. Todo va a estar bien. Tengo algo importante que
decirte y espero que lo entiendas —dice mi bichito y por su mirada asustada
sé que no va a gustarme, aunque no puedo imaginar que puede ser.
Únicamente puedo pensar en Nan.
—Bichito por favor, quiero saber que Nan está a salvo e irme a Tenerife
a vivir mi vida tranquilo.
—Brandar te ha introducido el Ónix en tu corazón, no puedes irte —
suelta de sopetón. Todo parece paralizarse por un instante en el que la ira
por lo que han hecho en contra de mi voluntad estalla.
—¿Quién te crees que eres para decidir algo así, cuando sabías que no
deseaba esa piedra? ¿Quién? —grito con todas mis fuerzas. 
—Todos nosotros tomamos la decisión porque no queremos perderte.
Héctor, casi no lo cuentas esta vez.
—Dime algo. ¿Esa piedra me salvó la vida? ¿Esa piedra evitará que
muera si alguien me ataca como hoy?
—No del todo, pero hubiéramos tenido tiempo suficiente para salvarte,
además, te dará muchos años de vida para estar juntos —susurra entre
sollozos. No me gusta verla llorar, sin embargo, ahora mismo solo pienso en
mí mismo.
—¡Fuera! —grito dolido, me siento traicionado por mis propios
hermanos porque sé que «con nosotros» se refiere a ellos.
—Bichit...
—¡Qué te vayas! Y dile a los demás que no se molesten en venir. Os
odio por lo que me habéis hecho. —Cuando se marcha llorando, Anarfi está
a mi lado—. Quiero ver a Brandar para que saque esta cosa de mi cuerpo y
poder largarme de este lugar al que nunca debí volver.
—Le diré que deseas verle.
—¡Espera! ¿Qué pasa con Nan? —suspira y al mirarme me fijo en que
ha estado llorando.
—Nan ha desaparecido, esperemos que pronto puedan encontrarla para
que pueda estar con su pequeña.
Intenté preguntarle algo más y no me dio tiempo, pues salió con rapidez
dejándome solo y con tantos sentimientos que no sabía cómo gestionar.
Solo me tumbo de lado en la cama llorando mientras pienso en Nan. Todo
esto es por mi culpa, debí decir algo para que alguien impidiera que fuera
sola. ¿Qué podía hacer un simple humano con quién fuera que se la llevó?
Brandar llega a mi habitación con gesto serio detrás de Anarfi y ella sale
de nuevo dejándonos solos.
—Señor, quiero que me quite esta cosa para irme a mi mundo. Quiero
vivir y morir como un humano normal.
—No voy a hacerlo. Has tenido mucha suerte esta vez, si no estoy en
Thantanas para el cumpleaños de Skel estarías muerto desangrado. El Ónix
te protegerá, y si alguien te hiere no será tan fácil matarte pues te curas más
rápido.
—Si me quedo con esto no envejeceré y así no puedo volver a mi
mundo. Si los años pasan y no me hago viejo todos sospecharán.
—Quédate muchacho, volveremos a vernos y si para entonces sigues sin
querer el Ónix en tu corazón… lo sacaré.
—Como puedo confiar en usted si lo puso en contra de mi voluntad.
—No me ofendas muchacho —sisea molesto sorprendiéndome—. Mi
promesa nunca será incumplida, si yo no puedo extraerte el Ónix lo hará mi
hija pasado un tiempo.
—¿Y por qué tengo que esperar?
—Porque yo te lo pido. —Se levanta y antes de salir por la puerta me
mira con un gesto diferente, más cálido—. Espero que encuentres una razón
para quedarte, mi niña Evolet te echará de menos igual que todos tus
hermanos y muchos dragones que te aman.
Sale cerrando la puerta dejándome solo de nuevo, me acuesto en la cama
y sigo llorando por Nan y por un amor imposible que creí haber recuperado
y al que tengo que renunciar por amor.
 
Al día siguiente estoy hecho una mierda, he alejado a todo aquel que ha
intentado acercarse para hablar. No necesito que nadie intente convencerme
de que mis hermanos hicieron lo correcto. Era mi decisión, no la suya y sé
que no van a parar de intentarlo.
Cora viene a buscar la bandeja con los restos de comida que he dejado.
—¿Necesita algo más, mi señor?
—Te he dicho mil veces que me llames Héctor, por favor. Y hasta más
tarde no necesitaré nada más. ¿Serías tan amable de traerme la cena?
—Por supuesto, mi señor. —Pongo los ojos en blanco y ella sonríe.
—Gracias, Cora.
Se va con la bandeja, me levanto de la cama, voy al baño y entro en la
bañera con el agua helada. No dejo de temblar mientras me enjabono y
Cora no puede calentar el agua, ella tiene el poder del veneno. «Eso me
pasa por echar a Anarfi también». Salgo lo más rápido que puedo de la
bañera y me seco, miro a mi alrededor buscando la ropa y me doy cuenta de
que no la saqué del baúl.
Contengo el grito en mi garganta al ver quien está en mi habitación al
salir del baño. Cojo una sábana y me tapo lo que provoca una sonrisa
siniestra en él. Nunca me gustó. Me miraba con odio cuando nadie lo veía y
ahora está aquí conmigo a solas. 
Se acerca y yo doy pasos atrás sintiéndome indefenso, cojo aire para
gritar pidiendo ayuda y antes de poder hacerlo usa su velocidad para
taparme la boca. Se pone a mi lado sujetándome el cuello y me estampa
contra la pared haciendo que jadee de dolor expulsando todo el aire por el
golpe. Lo miró con miedo y eso parece que le gusta. Su sonrisa así me lo
indica. Aprieta su agarre en el cuello y llevo mis manos a sus brazos
intentando apartarlo. Solo consigo que su sonrisa aumente y empiezo a
quedarme sin aire.
—Deberías estar muerto. Veron no puede amarme si tú estás vivo. —
Abro los ojos por lo que acaba de decir y me suelta.
Caigo de golpe tosiendo para recuperarme tocando mi cuello, me
arrastro como puedo para alejarme de él y miro la puerta. ¿Es que nadie
escucha nada? ¿Dónde está Veron ahora?
—Están muy ocupados con el rescate de Nan y nadie vendrá por ahora.
Hasta que pueda estar con Veron tú serás quien me dé placer. Las fulanas de
las cantinas no me complacen como necesito.
—Mi hermana lo sabrá y te matará.
—Es un riesgo que voy a correr. Si dices algo mataré a tus hermanos
humanos y a tus sobrinas.
Me levanto como puedo e intento atacarle. Algo inútil porque me somete
sin que pueda hacer nada para evitarlo. Las pocas imágenes que mi mente
se niega a olvidar de lo que me hizo Alejandro vienen de golpe para
atormentarme.
—No quiero hacerte daño, no debo dejarte marcas. —No me gusta cómo
me habla—. Ahora te vas a poner de rodillas y vas a hacerme una buena
mamada.
—¿Por qué? —pregunto desesperado y aterrado, esto no me puede estar
pasando. 
—Quiero saber qué te ha visto para enamorarse de ti y que nunca se haya
fijado en mí. Y por supuesto, saber que le has hecho para que no pueda
olvidarte.
No puede ser. ¿Es que acaso no he tenido suficiente con escuchar las
burlas de los demás guerreros refiriéndose a Veron y a mí? ¿Ahora resulta
que este cabrón tiene celos y mis hermanos y sobrinas están en peligro?
Quiero y necesito intentar gritar. 
—Vamos, no tengo todo el día.
Me empuja con fuerza y caigo de rodillas haciéndome daño. Se
desabrocha y baja el pantalón hasta las rodillas, se acaricia la polla y tengo
ganas de vomitar. Ojalá estuviera drogado para no recordar con claridad
nada de esto. Con lágrimas de rabia cayendo por mis mejillas me acerco a él
y abro la boca. Por más que intento pensar en alguno de mis amantes solo
Veron viene a mi mente. La sensación de traición me golpea una y otra vez
mientras doy placer a este cabrón que gime con cada embestida hasta el
fondo de mi garganta haciéndome daño. 
«Ojalá pudiera arrancarle la polla de un mordisco».
Cierro los ojos y me doy prisa moviendo la cabeza, metiendo y sacando
su polla de mi boca evitando que me ahogue el muy cabrón. Su sabor es
repugnante y necesito acabar ya, mientras me ayudo con una mano con la
otra masajeo sus asquerosos huevos.
—Lo estás haciendo muy bien, nunca imaginé que se sentiría tan bien
enterrarme en la boca de un hombre. Trágatelo todo. —me ordena. Me
agarra del pelo con fuerza y empuja en mi boca haciéndome más daño hasta
correrse obligándome a tragar—. Este será nuestro secreto mientras dure.
Cuidado con decir algo o tu familia morirá.
Sale con una sonrisa satisfecha y en cuanto desaparece de mi vista voy al
baño corriendo a vomitar. No paro hasta que ya no queda nada en mi
estómago. El asco que siento de mí mismo es inmenso. 
«¿Qué debo hacer? ¿Por qué mi bichito no ha visto nada para
impedirlo?». 
Tocan a la puerta y lo ignoro, sigo en la misma posición apoyado en esta
especie de inodoro de piedra por si necesito vomitar más. Lloro de rabia por
lo que acabo de hacer. Las arcadas vuelven, no queda nada en mi estómago
y me duele mucho el pecho por el esfuerzo. 
Escucho como alguien entra hasta el baño y toca en la puerta. Me aparto
con miedo a que sea él de nuevo y al darme la vuelta es Nymy quien entra.
Me relajo tanto que lloro de puro alivio al no verle de nuevo. Se acerca
para ayudarme y me levanta sin esfuerzo para llevarme hasta el banco de
madera. Se da la vuelta, creo que para irse y se lo impido.
—No me dejes solo por favor, quédate a mi lado —suplico entre llantos.
En silencio me abraza y doy gracias porque sea ella y no otro que pueda
hacerme muchas preguntas. Nymy nunca habla y ha venido a ayudarme
cuando su madre no ha podido, en realidad, nunca las he necesitado y me ha
costado acostumbrarme a que quieran hacer todo por mí.
El problema es que quiero estar solo y me da miedo al mismo tiempo.
Necesito pensar qué coño voy a hacer sin que mis hermanos y mis sobrinas
salgan perjudicadas. Si les sucede algo, nunca me lo perdonaré.
La compañía silenciosa de Nymy junto a sus caricias en mi cabeza
consigue calmarme. La pobrecita está haciendo un esfuerzo por estar cerca
de mí, pues con todo lo que vio sufrir a sus padres no le gusta la compañía
masculina y sé que únicamente habla con sus padres y Nan.
—Gracias por quedarte a mi lado. —Siento como aprieta su abrazo y
suspira.
—Sé… sé lo q… que p… pasó. —Me aparto de ella para mirarla a los
ojos sorprendido y aterrado al mismo tiempo—. Yo t… te cu… cuida…
daré.
—¿Cómo? No puedes estar todo el tiempo conmigo y temo que te haga
daño. Si sabes lo que pasó, escuchaste que amenazó con matar a mi familia.
—No s… sé. Lo inten… inten… taré —dice con esfuerzo.
Me quedo en silencio pensando, intentando buscar una solución y el
terror a que ese maldito cumpla su palabra me impide hablar. Le pido a
Nymy que por favor me guarde el secreto y ella asiente. Suspiro cansando y
me duermo entre sus caricias.
 
Escucho murmullos y me despierto, me doy cuenta de que estoy en la
cama e imagino que Nymy me trajo hasta aquí sin darme cuenta. Cora ha
venido con la bandeja y Nymy le dice que se va a quedar cuidándome.
Carraspeo para que sepan que estoy despierto. Cora finalmente nos deja
solos y le pido a Nymy que se vaya a cenar y que vuelva después, pero se
niega en rotundo y acabo compartiendo mi comida con ella. Cada vez habla
más conmigo y me pregunta cosas de mi mundo. Sin darnos cuenta nos
quedamos dormidos.
 
Las horas pasan lentas y la llegada de Nan me alivia el alma, sin
embargo, soy incapaz de salir de esta habitación por miedo a encontrarme
con ese dragón. No sé cómo voy a reaccionar, no quiero que nadie se dé
cuenta de nada y que haga daño a mi familia.
Estoy nervioso esperando la llegada de Nymy, el miedo a que regrese
mientras estoy solo casi hace que me mee encima. Tocan a la puerta y
tiemblo sin poder evitarlo quedándome en silencio esperando que quien esté
al otro lado se marche.
—Héctor, soy Nan. —Mi cuerpo y mi mente se calman al escucharla.
—Entra —grito. Me mira con una sonrisa que le devuelvo, aunque no
sea del todo real.
—¿Cómo estás? Siento mucho lo que te pasó, nunca debí llevarte
conmigo, ni siquiera yo misma debí ir.
—No importa, siento no bajar a recibirte, no quiero salir. Estoy cansado.
—¿Quieres contarme qué ocurre?
—En otro momento, bruja. Ahora quiero que me cuentes todo. Por favor,
hazme olvidar mi mierda de vida —susurro a punto de romperme.
Me cuenta todo desde el momento en el que ese cabrón apareció en la
costa y la amenazó con matarme. Menudo mentiroso, eso ya lo había hecho
y casi me mata. Me hace feliz saber que se ha reencontrado con su padre y
su abuelo después de creerlos muertos por tantos años. Ojalá yo fuera tan
fuerte como para partirle el cuello al cabrón que me tiene en sus manos.
—Laga me contó esta mañana que habías llegado. Perdóname por no
bajar, de verdad, no quiero ver a nadie. No puedo perdonarles lo que me
hicieron. —Y, aunque antes era así, todo ha cambiado y solo quiero
protegerlos—. Yo jamás quise usar el Ónix para tener una vida larga.
—Eso lo puedo entender, sin embargo, creo que hay algo más que estás
ocultando desde hace algún tiempo.
—Bruja, de verdad que eres mi mejor amiga, pero no quiero hablar de
ello. Necesito pensar cómo hacer las cosas. Para ser sincero, estaba
pensando en volver a mi mundo de nuevo y gracias a que me han puesto esa
mierda de piedra no puedo volver sin envejecer.
—¿No te la puede sacar el rey de los Trolls? —pregunta confusa.
—No quiere hacerlo de momento. Me ha pedido que piense bien las
cosas durante un tiempo y que, si pasado ese tiempo sigo pensando igual, la
extraerá de mi corazón.
—¿Y Veron? Sé que se puso celoso de uno de los dragones y que no te
gustó, ¿realmente tenías que ponerte de esa forma y alejarlo de tu lado
durante tanto tiempo?
—Te prometo hablar de todo.
—Está bien, no insistiré más.
—Gracias, bruja. —Abro los brazos y se recuesta en mi pecho. Ahora
soy yo quien la necesita, aunque no pueda decirle todavía el porqué.
Cerca de la hora de la cena se marcha y Nymy viene minutos después
con una bandeja de comida para los dos.
 
Pasan varios días en los que Nymy ha seguido a mi lado e incluso ha
venido varias veces con una de las chicas que rescataron junto a Nan.
Disfruto de su compañía y, aunque Enmy al principio se sentía incómoda,
me gané su confianza con mis bromas. Su compañía me hace olvidar un
poco el miedo a quedarme a solas. Se van por un momento y tocan la
puerta, me quedo en silencio esperando, sé que él no es. No escuché que
tocara la puerta cuando vino a hacerme su asquerosa visita.
—Traigo a Ayra para que la veas —gritan desde el otro lado de la puerta.
Me levanto feliz y abro la puerta, le arrebato a Ayra de los brazos para
cerrar la puerta justo después. Como era de esperar, Norrus es más rápido y
no me permite terminar mi objetivo. Dejarlo fuera.
—Prefiero que venga Nan. Si no te importa déjame a solas, cuidaré de
Ayra hasta que vengas por ella en un rato.
—La verdad es que me apetecía hacerte compañía.
—Gracias por la visita. Ya puedes irte, mejor vete con mis hermanos. —
Me ignora por completo y entra, se sienta en mi sillón repochado. Estoy
molesto, aún recuerdo el miedo que sentí al decirle que me iba a mi mundo
y como me arrebató la camisa que había robado de Veron a escondidas.
—¿Sabes Héctor? Tienes una familia que está preocupada por ti.
Entiendo tu enfado, pero creo que esto va más allá, que escondes algo.
Quiero que sepas que puedes confiar en mí y que nunca le diré a Veron lo
que hablemos, cuando estés preparado lo harás tú mismo. Si no confías en
mí, habla con Nan. —Me dan ganas de reír y tengo ganas de soltar toda mi
mierda a ver si me guarda el secreto o no.
—¿Qué sabrás tú de lo que puede estar pasándome?
—No lo sé si no me lo cuentas.
—Y que te hace pensar que tú eres la persona con la que hablaría de lo
que en realidad me ocurre. Te aprecio Norrus, eres el hermano del hombre
que amo y con el que no puedo estar. Si vas a quedarte, perfecto, solo no me
molestes con ese tema.
Me voy a la cama y me entretengo con Ayra, ahora está despierta y no
para de hacer ruiditos sacándome una sonrisa. Ignoro a su padre por
completo dedicándome por entero a mi preciosa sobrinita.
—Echo de menos a Fermín —suelta sin que me lo espere—. Él era
mejor que yo para hablar de cosas personales, sin embargo, quiero que
sepas que estoy aquí para ti.
—Yo también lo echo de menos, él sabría qué decirme en estos
momentos… 
«Fermín, ¿qué me dirías si estuvieras aquí?». 
Estoy seguro de que me dirías que luchara por mi felicidad, pero la vida
de mi familia está en juego.
—Todo se solucionará. —De nuevo me dan ganas de reírme ante sus
palabras.
—Lo dudo Norrus. De nada servirá que hable, el daño ya está hecho. —
No puedo poner en riesgo a nadie por mi culpa.
Ayra empieza a llorar y demanda su comida. Se la entrego a Norrus y
tras darle un besito en la frente a mi bichito me vuelvo a la cama sin decirle
nada más.
—Espero verte mañana en la fiesta de cumpleaños de tu sobrino Skel. —
No digo nada, la verdad es que deseo compartir con mi sobrino ese día tan
especial.
 
Al día siguiente con el miedo en el cuerpo a encontrarme con ese cabrón,
bajo a desayunar con los demás y me dedico a los peques e ignoro a todos.
Busco a Veron con la mirada y no lo encuentro, tenía la esperanza de verle
en la distancia. Nan me entretiene y cuando me canso de estar aquí me voy
a mi habitación.
En la tarde bajo de nuevo y juego con mis sobrinos, sigo sin ver a Veron
y tampoco he visto al cabrón al que odio con todo mi ser. Seguro que están
de viaje juntos, pues que se lo pasen de puta madre. Decido que es
momento de irme y eso hago. Regreso a mi habitación y miro las estrellas
por la ventana, un movimiento llama mi atención y varios dragones llegan
al castillo. Entre ellos está Veron, cuando hacen el cambio a su forma
humana confirmo mis sospechas. Los dos estaban juntos. El dolor que
siento ahora mismo no me deja casi respirar, la puerta se abre y Nymy
entra. Al verme nervioso viene con rapidez y ahora me permito llorar como
un niño al que le han robado su juguete más preciado. Nos acostamos en la
cama y me dejo dormir sobre su pecho.
 
Capítulo 7

Hoy es el cumpleaños de mi primo Skel y quiero llegar lo más pronto


posible para intentar ver a Héctor, ya que tengo la esperanza de que al ser
un día tan especial abandone su autoencierro y salga de su alcoba. Al entrar
saludo a todos y juego un rato con Skel, por más que he revisado cada
rincón con la mirada no he visto a Héctor, me despido de todos y me retiro a
mi alcoba. En estos días no he podido verlo y me mata estar así porque no
entiendo qué le ocurre para que me siga apartando de su lado. Sé que me
ama, puedo verlo en su mirada. El problema es que, desde hace unos meses,
cuando dejó de insistir en hablar conmigo, había algo más que amor, había
también tristeza. Sé que hice las cosas mal al alejarme de esa forma por mis
celos absurdos, aunque algo se me escapa y no se me ocurre nada que pueda
mantenerlo tan alejado de mí. 
 
Al día siguiente, todos nos reunimos y mi tío Khonox nos impide, a mis
primos y a mí, ir a buscar a los prisioneros con los demás.
—Yo quiero acompañarlos. —Estoy muy molesto. Es como si ya no
contaran conmigo como antes.
—Veron, necesito que tú y tus primos os quedéis para cuidar a la familia.
—Mis primos protestan igual que yo por esa decisión—. No lo repetiré, es
mi decisión y os necesito aquí para proteger a nuestra familia. No confío en
nadie más para quedarme tranquilo.
—Será como deseas tío, aunque no me guste, prometo proteger a la
familia —le digo a mi tío y rey como su guerrero. Mis primos dicen lo
mismo mientras los tres hacemos una reverencia en señal de respeto.
Los vemos marchar y nos turnamos para vigilar la zona como siempre.
El problema llega cuando mi padre nos alerta que todos han sido asesinados
y dos han escapado. Reforzamos la vigilancia y esperamos su regreso.
Estoy por el patio trasero cuando escucho a Nan llamarme. Me extraña,
pues prácticamente no nos hemos dirigido la palabra desde hace muchísimo
tiempo. Fue bastante clara en que no era nadie para ella y que solo le
importaba Héctor, aunque me dolieron sus palabras, las acepté.
—¿Podemos hablar un momento?
—Estoy ocupado —digo de manera brusca. Sé que le he hablado mal y
que no lo merece.
—Quiero disculparme por lo que te dije hace meses. Estaba enfadada por
todo lo que le había ocurrido a Héctor y no tenía derecho a hablarte así. —
Me sorprenden sus palabras y me giro para verla.
—¿Por qué ahora? —pregunto sin entender a qué viene el cambio.
—Porque somos familia, eres el tío de mi hija y el hermano del hombre
que siempre he amado. Yo… no quiero seguir así, sé que lo estás pasando
mal por todo lo que está ocurriendo con Héctor. Y quiero que sepas que
espero que todo se solucione y los dos seáis felices.
—Gracias por tus palabras, sobre todo que vinieras a hablarme. Siento
no haberlo hecho antes. Te aprecio mucho Nan y deseo que puedas ser feliz
con mi hermano.
—Lo soy. Ha cambiado y me hace muy feliz. 
Parece indecisa como si quisiera preguntarme algo más. Hasta que al
final se acerca y me abraza. Me sienta muy bien la muestra de cariño de mi
cuñada, la rodeo con mis brazos susurrando «un gracias». Nos separamos y
vuelve al castillo dejándome solo de nuevo.
 
Mi tío llega a Senzyras y nos preparamos para la llegada de Rybus.
Nan, Muza y Evolet se quedan con nosotros y pronto los avistamos en la
lejanía. Cuando intento usar mi poder para quitarles el suyo están
demasiado lejos, así que entro al castillo para acercarme lo suficiente por
otro lado sin que se den cuenta. Una vez dentro, encuentro a Traron
vigilando el castillo con otros dos guerreros.
—Traron, necesito que vayas a la alcoba de Héctor, te asegures de que
está bien y a ser posible le convenzas de que vaya con los demás. Confío en
ti para que protejas al hombre que amo. —Él solo asiente y sube las
escaleras.
Me siento tranquilo sabiendo que Héctor está en buenas manos. Salgo
fuera por una ventana y voy tras unos arbustos. Por un instante, me quedo
paralizado al recordar cómo me encontré a Héctor. Respiro hondo y sigo mi
camino en silencio. Mi luz está a salvo.
Todos nuestros planes se van al traste con la intervención de Enmy y de
Lysder. Todo se precipita cuando uno de ellos lanza una flecha en contra de
la mujer que solo quiere proteger a su hija y nos lanzamos al ataque.
Nuestra reina quema la flecha a tiempo evitando la muerte de Lysder. Nous
actúa con rapidez golpeando a Rybus para soltarse y cuando él aparta la
daga que mantenía en su pecho es mi momento de actuar. Miro a cada uno
de ellos privándoles de su poder y cuando todos son prácticamente humanos
sin saberlo grito:
—¡Ahora!
Todo pasa demasiado rápido y Evolet junto a Muza acaban con todos sin
pestañear. Menudo secreto se guardaba la princesa de los Orcos. Verlas
juntas usando y ampliando el poder de nuestra reina ha sido asombroso.
Mi hermano Norrus termina de matar a Rybus y uno de los Orcos mata
al que está al lado. Me aseguro de que todos están muertos y entro al
castillo buscando a Traron para que me diga cómo está mi luz. Subo a su
alcoba y la puerta está abierta, me asomo y no hay nadie dentro. Ya casi no
percibo el olor de Traron, aunque ha estado aquí. Tal vez llevó a Héctor con
los demás o no estaba aquí cuando vino a buscarle.
Al caminar por el pasillo me encuentro a mi prima Lixda con mi tía
Anarfi.
—Sabes que los guerreros no tienen permiso para subir a las alcobas
privadas. ¿Por qué se lo permitiste a Traron?
—Lo siento tía, no lo pensé. Solo quería estar seguro de que Héctor
estaba a salvo y yo no podía subir.
—Héctor ya estaba a salvo con todos nosotros, ¿de verdad pensaste que
lo dejaríamos solo?
—No, claro que no. Pero ha estado tan extraño que temía que no quisiera
salir.
—¿Y mandas a un guerrero? —No entiendo qué le ocurre a mi tía Anarfi
para hablarme de esa forma.
—Tía, cálmate. Todos estamos a salvo y a Traron ya le ha quedado claro
que no puede volver a subir —interviene mi prima Lixda para calmarla. Mi
tía se marcha dejándome a solas con mi prima.
—¿Va todo bien?
—La verdad es que no estoy segura, lo único que sé es que fue a buscar
a Héctor y encontró a Traron en su alcoba o él llegó después. Y cuando bajó
con ambos estaba muy enfadada. Quizá Traron le dijo algo que la molestó.
—Hablaré con ella cuando esté más calmada.
Pasamos el resto del día celebrando nuestra victoria, hasta que por fin
me retiro a mi alcoba a descansar. Mañana partiré con Norrus y Nan al Sur
para llevar a tres de los dragones que rescatamos con sus familias. Espero
tener la mente ocupada en este viaje y pensar en cómo debería actuar con
Héctor. ¿Qué tendré que hacer para recuperar a mi luz? 
 
Al día siguiente partimos al Sur, llevamos a mi sobrina Ayra y paramos
en varias ocasiones para atender sus necesidades. Los gemelos vienen con
nosotros y están felices, por supuesto, mi madre ya les ha advertido que nos
obedezcan en todo momento y están cumpliendo su palabra.
Pasamos por los tres hogares despidiéndonos de cada uno de los
dragones. Estoy feliz por ellos y por sus familias, ahora podrán recuperar la
vida que les fue arrebatada y vivir junto a sus seres queridos como siempre
debió ser.
La última noche en la cantina conocimos a Delme, la hermana de Leta.
Ella fue la última amante del rey que pagó con la muerte su traición. Nan le
ofrece venir con nosotros a Senzyras y trabajar de costurera para la reina.
Con algo de miedo acepta y sé que mi tía Evolet la aceptará cuando
conozca su historia.
De regreso hacemos una parada. Estoy intranquilo y decido dar un
paseo. Mi hermano Norrus me acompaña en silencio y sentir que está ahí
para mí me hace sentir bien.
—Gracias por acompañarme este rato y por respetar que no quiera hablar
sobre él.
—Siempre voy a estar aquí hermano, siempre. —Nos abrazamos y
volvemos con los demás. Amo a mi hermano y me ha demostrado que
siempre estará a mi lado.
 
Han pasado varias semanas y tras la partida de Norrus al reino de los
Orcos todo se vuelve una locura para preparar su unión con Nan. Ella
quiere darle una sorpresa y Evolet se vuelve loca de alegría porque ha
dejado todas las decisiones en sus manos, por supuesto, en las de mi madre
y su familia también. El problema es que Evolet acaba convenciéndolas de
que sus ideas son mejores y ellas como están tan felices por la pronta unión,
no les importa y le dan el gusto a su reina.
Ayudo en la decoración mientras Evolet me va indicando donde y como
lo quiere. Héctor está ayudando también, hace unos minutos intenté hablar
con él y pasó por mi lado como si no existiera. Esto me está empezando a
cansar, sé que hay algo que oculta y quiero que hable conmigo para
ayudarle. Finalmente, me rindo por hoy. Esperaré a que pase la unión de mi
hermano y lo volveré a intentar.
—¿Esta noche vas a venir a Olvernus?
—No, hay muchas cosas que hacer por aquí hasta que regrese mi
hermano. Traron, ¿podemos hablar un momento antes de que te vayas?
—Claro.
Dejo lo que estoy haciendo por un momento, necesito hablar con él, hace
tiempo que está extraño. Creí que se debía a alguna hembra, sin embargo,
no he vuelto a verle con ninguna y estoy preocupado. Es mi mejor amigo y
quiero que sea feliz. Le pedí perdón por el altercado que tuvo con mi tía
Anarfi, a pesar de que le quitó importancia. Todo fue por mi culpa y no
merecía las malas palabras que mi tía le dijo.
Salimos al patio y al ver a bastantes dragones pululando por los
alrededores y me dirijo al bosque a las afueras de las murallas del castillo.
No quiero que nadie nos escuche hablar.
Una vez llegamos se queda en silencio esperando que hable.
—¿Vas a contarme qué te ocurre?
—No hay nada que contar.
—Estás cambiado, te noto extraño y temo que sea por mi culpa. Si he
hecho algo que te ha molestado, quizá el no haberte contado mi secreto aún
te molesta, perdóname.
—No digas tonterías, no me ocurre nada. Entendí que guardaras tu
secreto y espero que las cosas con tu hombre se solucionen pronto.
—No sé qué hacer con Héctor. Oculta algo importante y no sabemos qué
pueda ser.
—¿La reina no puede verlo?
—No, le ha resultado imposible. Espero que pronto pueda decirnos lo
que le atormenta y, aunque no esté a mi lado, que sea feliz. —Me coloca la
mano en el hombro y da un ligero apretón.
—Nos vemos en unos días, estaré en la ciudad si me necesitas.
Asiento en respuesta y ambos nos separamos. Hace el cambio a dragón
para irse a Olvernus y yo regreso para seguir ayudando en todo lo que
pueda. Quiero que todo quede perfecto para mi hermano.
 
Norrus regresa del reino de los Orcos y cuando se marcha a dormir
después de la cena, todos sacamos las cosas que tuvimos que esconder para
que no las viera. Me siento nervioso y feliz al mismo tiempo que la tristeza
y quizá también la envidia se apodera de mí sin poder evitarlo. Deseo
unirme a mi luz y es algo que veo lejano casi hasta imposible.
 
Al día siguiente nos levantamos y nos preparamos para la celebración.
Todo está en orden desde anoche, mi madre pasa por mi alcoba para darme
los buenos días y se va feliz a despertar a mi hermano. Me reúno con mi
padre, el resto de la familia y amigos que han venido para estar en este día
tan especial.
Ver entrar a Nan con mi sobrina vestidas igual es maravilloso. Observar
a mi hermano tan nervioso antes de su llegada y a punto de llorar de
felicidad al verlas me emociona. La unión es perfecta y pronto comenzamos
el festejo. Todos bailamos con Nan bajo la atenta mirada de mi hermano.
Más tarde, Héctor le hace un hermoso regalo a Nan y todos escuchamos
como Nan conoció a Fermín.
No puedo apartar la mirada de mi luz y cuando nuestras miradas se
encuentran puedo ver por un momento anhelo en esos hermosos ojos que
me enamoraron desde el primer momento en el que los vi, aunque rápido
aparta la mirada dejándome desolado. Fue tan corto el tiempo que pude
tenerlo entre mis brazos y yo soy el único culpable de perderlo. Después de
su regreso consigo recuperarle y vuelvo a destrozar nuestra relación por mis
celos. Y ahora… ahora me temo que nunca podré recuperarlo si no
descubro que le aparta de mi lado.
La fiesta sigue y al cabo de un rato encuentro a mi hermano algo
apartado de todos.
—Te noto pensativo.
—Tengo unas horas para estar a solas con Nan antes de que tenga que
alimentar a Ayra y no sé dónde llevarla. —Pienso en la casa que compré
para estar con Héctor y que me sirve de escape para pensar.
—Llévala a mi casa en la ciudad, nunca la uso. Ve con Nan, compartan
vuestro tiempo a solas.
—Gracias hermano. —Nos abrazamos y le agradezco que no pregunte
por esa casa de la que no tenía conocimiento. Estoy casi seguro que piensa
que la compré para estar con Héctor y de ser así, estaría en lo cierto.
Con una última mirada al hombre que amo me despido y me retiro a mi
alcoba.
Capítulo 8

Estoy en mi habitación tranquilamente como cada día de esta asquerosa


vida que me estoy viendo obligado a vivir. Miro frustrado mi cámara sin
batería y sin poder cargarla.
Desde que Anarfi descubrió mi secreto por casualidad, se asegura de
mantenerme vigilado para protegerme y es algo que le agradezco
enormemente. Igual que a pesar de que estaba en contra, me guardó el
secreto y también protege a mi familia. Todo ocurrió el día que Rybus nos
intentó atacar, Nymy bajó a ayudar y yo me quedé solo. Él aprovechó el
alboroto para obligarme a hacerle otra mamada y me golpeó dejando varias
magulladuras en mi cuerpo. Anarfi entró cuando estaba vomitando y noto el
olor enseguida. Nunca vi a esa dragona tan enfadada y con esos ojos
brillantes que llegaron a darme miedo. Conseguí convencerla de que
mantuviera todo en secreto y cada vez que ha intentado volver, entre ella y
Nymy me protegen. Ese cabrón en estos meses ha intentado acercarse a mí
de nuevo y le ha sido imposible porque siempre estoy acompañado.
—¿Qué hace esa cosa que tanto mueves? —pregunta con curiosidad
Nymy.
—Es una cámara de fotos, captura imágenes para tener un recuerdo.
Mira.
Me levanto de la cama y voy a mi baúl, ahí guardo una cajita con fotos.
Entre ellas las de Veron, aunque esas las dejo en la caja.
Le enseño fotos mías y de mis hermanos, de la unión de mi bichito con
Khonox y de la unión de Nan con Fermín. Ella se queda maravillada con
cada una de ellas. Y empieza a preguntar cómo funciona.
Adoro a Nymy y soy feliz al escucharla hablar sin tartamudear, aunque
sigue sin hablar con la mayoría, se siente más segura. Hoy está
especialmente feliz porque irá conmigo al reino de los Orcos y verá a Enmy
después de mucho tiempo. Es la primera vez que Nymy va a ir y me alegro
de que lo haga cuando más hermoso está.
Ugor siempre me acompaña en esta aventura que es para mí ir a ese
reino. Desde la primera vez que lo vi, hace muchos meses, a verlo ahora el
cambio ha sido brutal. De un lugar deprimente y oscuro se ha convertido en
uno que ha florecido. Incluso podría jurar que hasta veo más guapos a los
Orcos, al menos esos gestos que me daban pavor, ahora parecen más cálidos
y cercanos, y eso ayuda a sentirme cómodo entre ellos. Por supuesto, la
compañía de Muza, Enmy, Lysber y Atba, mi doncella y amiga, han sido de
mucha ayuda, pero la compañía indispensable ha sido de Sangug, el hijo
pequeño de Atba. 
Las hadas han ayudado a florecer el lugar y los duendes a que los
animales quieran vivir allí. Los duendes terminaron hace unas semanas su
ayuda y cuando regrese ya no estarán. 
Aún queda mucho trabajo por delante para las hadas y para terminar el
castillo. La ayuda de Ugor es esencial para mí, además, nos hemos hecho
muy amigos en este tiempo.
Al final terminé hablando con Nan porque no dejaba de insistir, aunque
para ser sincero, solo le conté lo que le escuché decir a Traron sobre mi
relación con Veron y las burlas de los guerreros que estaban con él. Se
enfadó mucho e intento ir a hablar con Veron y, por suerte, conseguí
convencerla de que no dijera nada. Me preguntó qué más le ocultaba y fui
incapaz de decírselo. Siento tanta vergüenza y rabia por lo que me he visto
obligado a hacer para proteger a mis hermanos y a mis sobrinas que soy
incapaz de hablar. 
Tocan a la puerta y Nymy va a abrir.
—Es la hora —escucho decir a Ugor al otro lado de la puerta. Viene a
buscarnos para regresar al reino de los Orcos.
Hoy nos acompañan también Kode, que se quedará un par de días, y mis
hermanos que quieren ver cómo está quedando el castillo y necesito algunos
consejos. Quiero que lo vean por sí mismos y no por dibujos como hemos
hecho estos meses atrás.
Nos costó dar con una fórmula adecuada con materiales de mi mundo y
mezclarlos con los que da su tierra para que no se cuarteara con el tiempo.
Empezamos haciendo con lo que Nan había dicho, pero no funcionó, a la
semana lo poco que habíamos hecho se estaba cayendo. Se me ocurrió la
idea de mezclarlos y junto a varios Orcos hicimos varias pruebas hasta que
dimos con la adecuada para que perdurara en el tiempo.
Khonox ha ido en dos ocasiones y me dijo que estaba orgulloso de mí.
No puedo negar que me encantó escucharle decir eso, el problema vino
cuando intentó averiguar qué me ocurría. Si soy incapaz de hablar con Nan,
mucho menos con mi cuñado que, además, es el rey de los dragones.
Me enfadé mucho con él y dejó de insistir cuando se dio cuenta de que
no iba a conseguir nada, así que cambió de tema. Sigo evitando hablar con
cualquiera y agradezco que Rodan no haya entrado en mi mente porque si
lo hace, me moriría de vergüenza.
Salimos de mi habitación y recuerdo la advertencia de ese cabrón. Hace
unos días celebramos el primer cumpleaños de mi sobrina Ayra por eso
volvimos, creí que tendría la oportunidad de ver a Veron y al final no
coincidí con él. De hecho, llevo mucho tiempo sin verlo, desde el momento
en que dejó de intentar hablar conmigo y acercarse a mí. Yo soy el único
culpable porque ahora ya no quiera estar cerca de mí.
Ayer, en un despiste de mis dos protectoras que estaban entretenidas
admirando a los gemelos de Nan y a la bebé de Phipai, que nació dos días
después que los gemelos. Ese malnacido se acercó lo suficiente para
decirme que Veron está conociendo a una dragona y que se ha olvidado de
mí. También me amenazó diciéndome que, si antes de irme no encuentro la
manera de verle, matará a una de mis hermanas. No sé si creer lo que dice
de Veron, aunque eso no importa, jamás podría estar con él y ahora mismo
lo único importante para mí es la vida de mis hermanas.
Llegamos al salón principal y todos están esperándonos para la
despedida.
—Nymy, no veo a Nan. Voy a ir a despedirme de ella y a darle un beso a
mis sobrinos.
—Vamos rápido.
—No es necesario Nymy, no tardaré más que unos minutos. Volveré
enseguida.
No se queda muy contenta y siento su mirada en mi espalda hasta que
empiezo a subir por las escaleras. Respiro hondo y con un nudo en el
estómago me dirijo a mi habitación. Me ha mantenido vigilado y no me
sorprende encontrarlo esperándome con una sonrisa que me resulta
repugnante. Aguanto las ganas de llorar y espero que un milagro me salve
de volver a pasar por esto. Pero no hay ningún milagro y él consigue lo que
quiere de mí. Mientras tiene su asquerosa polla en mi boca se burla de mí
una y otra vez diciendo que Veron está cortejando a una dragona.
Ojalá mi bichito pudiera ver mi futuro y salvarme, no sé qué es lo que le
impide verlo. Desearía ser capaz de hablar, de decir lo que me ha obligado a
hacer bajo amenazas de matar a mi familia. 
Termina en mi boca y sale de la alcoba dejándome destrozado otra vez
tanto física como emocionalmente. Es una bestia que me hace mucho daño.
Creía que mi odio por Alejandro, el hombre que me drogó y me violó, nadie
podría superarlo. Me equivoqué.
Cuando dejo de escuchar sus pasos voy al baño cerrando la puerta y
vomito sin parar hasta que nada sale de mi interior. Nymy no tardará en
llegar y sabrá que le mentí. Me doy prisa en limpiar antes de que llegue. No
soy tan rápido y no vuelve sola, Anarfi la acompaña.
—Héctor —susurra Nymy. Se acerca para abrazarme y lloro en sus
brazos. Siento una calma al instante y sé que Anarfi está usando su poder
conmigo.
—Héctor, esto no puede seguir así. Te hemos cuidado durante meses
para que no se acerque a ti intentando que no sospeche que lo sabemos para
protegerte y tú te quedas a solas con él.
—Debes hablar y que el rey le encierre en las mazmorras —murmura
Nymy con seriedad.
—No puedo arriesgar la vida de mis hermanos. A pesar de tener el Ónix
en su corazón siguen siendo mortales y puede buscar la forma de matarlos.
—Eso no es lo único por lo que callas esta situación —asegura Anarfi.
—Me avergüenzo, no quiero que nadie más lo sepa. Algún día se cansará
y me dejará tranquilo.
—Eso no va a pasar. Te odia y quiere hacerte daño. Por lo que me has
contado ama a mi sobrino y por eso te quiere hacer sufrir.
—Lo he pensado y creo que me quedaré un tiempo en Aezan. Me gusta
estar en el Reino de los Orcos. Quiero terminar todo allá para luego hablar
con Brandar y que saque esta cosa de mi corazón. Necesito regresar a mi
mundo y tener una vida… normal.
—No es justo para Veron. Él ha cometido errores, pero debe saber lo que
está ocurriendo. Tu hermana me va a odiar por ocultarlo cuando todo se
descubra.
—Los guerreros nunca van a tratar a Veron igual, yo los escuché
burlarse. Por eso me alejé al principio, no sería justo para Veron vivir así.
Nunca debimos estar juntos.
Tocan a la puerta y los tres nos sobresaltamos. Anarfi sale del baño
cerrando la puerta y yo termino de limpiarme. No traje ropa y le pido a
Nymy que me traiga ropa limpia. No estoy seguro de quién ha venido y me
da igual. Empecé a hablar con mis hermanos, aunque para ser sincero
conmigo mismo, siento que algo ha cambiado. Yo he cambiado. Siento
rencor y por mucho que me diga a mí mismo que ellos no tienen la culpa de
nada, en el fondo los culpo a ellos por lo que me está pasando con ese
cabrón. Si ellos nunca hubieran pedido a Brandar que me pusiera esa piedra
hubiera vuelto a mi mundo y estaría a salvo de sus garras.
Nymy entra con ropa limpia y sale de nuevo dejándome solo. Me visto
rápido y salgo. Degon, el hombre de Anarfi, entrecierra los ojos al verme.
—¿Van a explicarme que esconden? No quiero mentiras.
—No es asunto tuyo, Degon. Es algo de mi vida privada que no te
incumbe.
—Anarfi, sal fuera.
—Pero…
—¡Ahora! —grita—. Tú también muchacha. —Las dos salen con la
cabeza agachada y me quedo mirándolo.
—No te confundas, Héctor. Mi mujer ha estado a tu lado como tu
sombra desde hace meses. No me gustan las mentiras, por eso he evitado
preguntarle a ella. Aquí huele a uno de los guerreros y el olor es reciente. Si
no me dices que ocurre no le permitiré a mi mujer estar cerca de ti.
—Haz lo que tengas que hacer. No voy a decirte nada.
—Tu familia está sufriendo y parece no importarte. Mi sobrino te ama y
decidió alejarse de su familia por tu culpa mientras tú te revuelcas con uno
de los guerreros que, además, es su amigo. No te mereces a mi sobrino ni a
la familia que tienes. —Sus palabras me duelen más que la puñalada de ese
monstruo de Rybus que casi me mata—. No te quiero cerca de mi mujer
mientras no hables conmigo. —Se da media vuelta y se marcha dejándome
hecho polvo.
Cuando consigo recomponer mis pedazos tras sus duras y equivocadas
palabras, salgo de mi habitación y solo Nymy está esperándome. Al verme
me abraza y me duele no ver a Anarfi, lo mejor sería hablar de una vez y
que todos descubrieran la verdad. 
«Si tan solo tuviera el valor de hacerlo».
Bajamos las escaleras mientras mi mirada está clavada en el suelo,
quiero despedirme e irme de aquí cuanto antes.
Se escucha algo de alboroto, aunque no llego a entender nada de lo que
se habla.
—¿Sabes qué ocurre?
—Sí. Ha venido el señor Veron. Si quieres podemos ir por la cocina y
esperar fuera, no viene solo.
—No, quiero verle y comprobar que ese cabrón ha dicho la verdad. Por
mucho que me duela, Veron tiene que ser feliz y yo no soy el indicado. —
Respiro hondo varias veces y me armo de valor para verle.
Terminamos de bajar las escaleras y caminamos hacia el salón. Por un
momento me quedo paralizado, está guapísimo, más que antes y ver a esa
mujer colgada de su brazo los celos pueden conmigo. Siento rabia hacia el
hombre que me rechazó, el mismo que se avergonzó de nuestro amor, siento
rabia porque no supo protegerme cuando prometió hacerlo. Ni él ni ninguno
de los dragones que viven en este castillo y que dicen quererme. Solo
Anarfi y Nymy me han protegido y les debo muchísimo por todo lo que han
hecho para mantener lejos a ese cabrón que hoy volvió a obligarme a
hacerle otra mamada. Siento la bilis subir al pensar en lo que hice hace unos
minutos. Aprieto mi agarre e ignorando a todos y cada uno de los que están
en esta sala me dirijo afuera arrastrando a Nymy conmigo porque siento que
si la suelto me derrumbaré.
Un jadeo y mi nombre susurrado me deja paralizado. No fui lo
suficientemente cuidadoso y Gal ha podido leerme la mente. «¡Mierda!»
Con miedo a lo que pueda decir, camino más rápido y justo cuando estoy a
punto de cruzar la puerta de la entrada Anarfi grita mi nombre. Me doy la
vuelta y la veo llorando intentando soltarse del firme agarre de Degon
mientras él me mira con algo que podría describir el odio.
—Suéltame, Degon —grita Anarfi furiosa. Finalmente, con un gruñido
la suelta y ella viene corriendo a mi lado—. Perdóname por irme antes.
—Gracias por cuidarme, ahora tengo que irme. Te quiero muchísimo
Anarfi —le susurro abrazado a ella. 
—Héctor, debes hablar. No puedes permitir que ese dragón se salga con
la suya, dime su nombre y será castigado. 
—Tu nieto está rehaciendo su vida, y yo… yo seguiré adelante con la
mía. 
—Pero…
—¡Basta! —grito. No me doy cuenta de que he gritado en alto y no en
mi mente hasta que Anarfi da un brinco—. Lo siento, no pretendía
asustarte.
Le doy un beso en la frente y me giro para irme fuera con Nymy que
sigue esperándome con las manos entrelazadas.
—Héctor. —Me llama Gal de nuevo, esta vez en alto para que todos la
escuchen.
—Dije basta, Gal.
Sigo mi camino sin mirar atrás, mis hermanas me llaman sin entender
qué ha pasado y las ignoro. En ningún momento he vuelto a mirar a Veron,
no quiero seguir sufriendo al verlo con esa dragona colgada de su brazo.
Una vez estamos en el patio, voy directo a mis hermanos.
—Cambio de planes. No podéis venir hoy, solo Nymy me acompañará.
—¿Por qué? —pregunta Alan confuso.
—Estabas de acuerdo en que te ayudáramos —añade Mateo.
—He cambiado de opinión. —Ugor y Kode llegan en ese momento—.
Ugor vámonos ya por favor. Mis hermanos se quedan en Thantanas.
No dice nada solo asiente y mientras Nymy se aleja un poco para hacer
el cambio a dragona, ellos lo hacen frente a nosotros. Recojo la ropa de los
dos y mis hermanos se acercan a mí. Ugor se agacha para que suba a su
lomo y cuando estoy listo para partir mis hermanos hablan:
—¿Qué hemos hecho para que no quieras nuestra compañía?
—Tomar decisiones por mí. Vámonos. —Ugor alza el vuelo y le siguen
Kode y Nymy. Agarro con fuerza las escamas de Ugor y lloro con la
barbilla pegada al pecho intentando que ninguno se dé cuenta.
—¿Estás bien? —pregunta Ugor con esa voy de dragón que me pone los
pelos de punta.
—Nunca. Nunca estaré bien.
Definitivamente, me iré con los Orcos a vivir y vendré para decirle a
Khonox que me regrese a mi mundo para siempre, una vez que Brandar
saque la puñetera piedra de mi corazón.
 
Capítulo 9

Hace meses que no veo a Héctor, decidí que si él no podía perdonarme


con todo el dolor de mi alma me alejaría. El reencuentro con mi vieja amiga
hace algunos meses ha sido lo que me ha calmado y ha evitado que cometa
alguna locura buscando a Héctor o peor, revolcarme con alguna dragona
solo para hacerle daño como me aconsejaban algunos guerreros. Sinvha es
una dragona maravillosa a la que hacía mucho tiempo que no veía y con la
que siempre tuve muy buena amistad. Cuando le conté todo lo que me había
pasado con Héctor se quedó confundida. Ella también cree que hay algo
más en todo esto, por eso se ha empeñado en querer conocerlo y sé que él
aún sigue en Senzyras.
Estamos llegando al castillo y paramos antes de entrar para hacer el
cambio a nuestra forma humana. Todos se alegran de verme, aunque la
mirada de algunos al ver a Sinvha agarrada de mi brazo son incómodas.
Estamos dando, sin querer, una imagen errónea de pareja. Voy a presentarla
como mi amiga cuando Héctor aparece junto a Nymy. La mirada de rabia
que me dirige por unos instantes me destroza por completo. Tanto tiempo
sin verle y el día que lo hago me ve con una mujer colgada del brazo e igual
que todos, ha pensado mal. Camina en dirección a la salida ignorándonos a
todos.
No sé qué ha pasado, en cuestión de segundos mi abuela parece haber
descubierto algo. Mi tía Anarfi, a pesar de las protestas de mi tío Degon que
parece mirar a Héctor con odio, consigue que la suelte y se lanza llorando a
los brazos de mi luz pidiéndole perdón.
Cuando Héctor intenta salir, mi abuela lo retiene llamándole de nuevo y
él solo dice:
—Dije basta, Gal. —Unas palabras que no comprendo a qué vienen.
Le veo salir a pesar de las llamadas de sus hermanas y le sigo hasta la
puerta. Se marcha con mis primos y con Nymy mientras que sus hermanos
se quedan aquí. Por lo que tenía entendido, ellos también iban a ir a Aezan
y volverían con Kode unos días después.
Una vez se han ido, escucho a Anarfi enfrentarse por primera vez a mi
tío Degon. Me dirijo al salón para saber qué ocurre.
—No tenías derecho a tratarlo de esa forma ni a apartarme de su lado.
—Pude olerlo Anarfi, eso no es algo que nos pueda esconder.
—No lo entiendes —murmura negando. 
—¿Quién ha sido hija? Será castigado —pregunta mi abuela al borde del
llanto abrazada a mi abuelo. 
—¿Castigado? ¿Castigar a quién y por qué? —pregunta Degon confuso.
—No diré quién. Tan solo que se vio obligado a hacer lo que hizo porque
amenazó con matar a sus hermanos y a sus sobrinas. Si hubierais estado
más atentos, quizá, igual que me ocurrió a mí, os hubierais dado cuenta.
—Tía, ¿Quién le ha hecho daño a Héctor? —pregunto con un nudo en la
garganta. 
—No lo diré y menos a ti. ¿Dónde estabas cuando se coló en su alcoba
para hacerle daño? ¿Dónde estábamos todos cuando nos necesitó? Yo me
encargué de protegerlo junto a Nymy y es evidente que acabamos de fallar. 
—Anarfi, yo nunca pude ver nada de mi bichito, por favor, te lo suplico
—dice Evolet entre lágrimas—, ¿quién le ha hecho daño? 
—Aunque no me lo ha dicho directamente, Héctor os culpa por obligarle
a quedarse en nuestro mundo colocando el Ónix que ahora vive en su
corazón. Y, aun así, se sacrificó por toda su familia. Hacía meses, desde el
ataque de Rybus, que ese mal hombre no se había podido acercar a Héctor y
hoy… hoy lo hizo de nuevo. —Me mira ahora a mí—. Verte con esta
muchacha ha debido de partirle el corazón. ¿Por qué tuviste que traerla
sabiendo que él aún estaba aquí? —grita furiosa cambiando sus ojos. 
—Solo somos amigos, le hablé de Héctor y…
—Lo siento, no quería causarle ningún dolor a Héctor. Quería conocerlo
y comprobar por mí misma que había algo más, y confirmar que él aún ama
a Veron. Algo les impedía estar juntos, ahora resultó ser alguien —me
interrumpe Sinvha—. Yo tengo a mi hombre al que pronto me uniré. Solo
quería ayudar.
—Anarfi, cariño. Yo sé quién es, pude olerlo y después de tratar a Héctor
diciéndole cosas hirientes por pensar mal de él. No voy a permitir que ese
malnacido siga libre y sin castigo.
—¿Están diciendo que a mi hermano le han vuelto a violar? ¿Y qué lo
permitía sin decir nada para salvarnos? —pregunta Mateo enfadado. Ha
escuchado todo al entrar.
—No le ha violado. No como le pasó con ese humano, por supuesto, hay
más formas de abusar de alguien bajo amenaza —responde mi tía Anarfi. 
Yo no puedo creer nada de lo que están diciendo, ¿cómo es posible que
callara algo así? Sin embargo, hay algo más. La separación de Héctor
empezó antes.
—Tengo que ir a buscarlo. Si esto lleva pasando desde que Héctor fue
herido por Rybus. ¿Por qué se alejó de mí antes? ¿Qué lo alejó de mí
realmente? —Me siento furioso. 
—Ya te dije que no diré nada. Nymy lo sabe. Ella lleva protegiendo a
Héctor un tiempo antes, desde la desaparición de Nan. Espera su regreso.
No puedes ir a buscarlo, déjale en paz. Tú te alejaste de él primero. No una,
sino dos veces. Y tú mi amor —dice ahora mirando a Degon—. Nunca en
mil años que llevamos unidos te he pedido nada. Acepté cada una de las
cosas que me pediste por amor. Incluso que no quisieras ser padre
renunciando a mi deseo de tener cachorros. Por una vez en mi vida te pido
que salgas y me dejes hacer las cosas a mi manera. No solo me obligas a
dejar a Héctor, encima le acusas de revolcarse con otro hombre. Tú sabes
quién es, hagan lo correcto. Yo me voy con Héctor, necesito estar lejos de ti
unos días.
Sin decir nada más sale corriendo del castillo. Mi tío va a seguirla y el
rey le para con un movimiento de la mano.
—Ella, ¿quería ser madre? ¿Por qué nunca me dijo nada? —La voz de
Degon se debilita al darse cuenta de lo infeliz que ha sido mi tía a su lado
por ese motivo. 
—¿Quién? —pregunta el rey sacándolo de sus pensamientos.
—Darzien.
La furia que siento al saber quién ha hecho daño a mi luz y que yo no
haya sido capaz de protegerlo me hace estallar y salgo en su busca. Al
llegar al castillo lo vi dirigirse al patio de atrás. Cuando llego puedo captar
su olor, aunque no consigo verlo entre los guerreros.
—¡Veron! —grita Evolet. 
—Tía, te juro que le haré pagar lo que le ha hecho a Héctor y luego iré a
buscarlo para suplicarle perdón.
—Héctor se siente traicionado por todos y, aunque te ama, dudo que te
perdone y más después de verte con esa dragona colgada del brazo. Perdona
que te lo diga, pero no fue inteligente por tu parte traerla estando mi bichito
aquí.
—Hijo, haz caso a tu tía. Yo iré a ver cómo están mi hermana y Héctor.
Busca a Darzien y tráelo a las mazmorras —me ordena mi padre. 
—Yo iré contigo hermano —se ofrece Norrus. Le agradezco que me
acompañe porque si voy solo lo mato. Juntos nos alejamos para hacer el
cambio.
—Una cosa. —Nos detiene Evolet con sus palabras—. Esto debe quedar
entre la familia. Sabemos que Darzien le ha hecho daño físicamente y
pagará por ello. Siento que hay algo más, que no es el único que le ha hecho
daño.
—Cuando regresemos con Darzien hablaremos con Nan. Hermano, ella
sabe algo y me temo que no es esto, dudo que ella se callara como mi tía
Anarfi o Nymy.
Nos alejamos, hacemos el cambio a dragón y volamos siguiendo el olor.
Hay mucho viento y lo acabamos perdiendo. Maldiciendo me dirijo a
Olvernus, tiene una casa en la ciudad y espero encontrarlo allí. No tardamos
en llegar y a pesar de querer ir de inmediato, no queremos llamar la
atención. Si alguien más le ha hecho daño a mi luz, pagarán por ello.
Tocamos tierra y hacemos el cambio a nuestra forma humana, nos
vestimos y nos dirigimos a la casa de Darzien. Cuando llegamos la casa está
vacía y otro de los guerreros que viven cerca nos informa que lo ha visto en
la cantina bebiendo con otros dragones.
Contengo un gruñido de rabia y nos dirigimos ahora a la cantina como
nos informó el guerrero. Ahí está, tan feliz, bebiendo y riendo. Sin decir una
palabra mi hermano y yo nos dirigimos hasta la mesa de la esquina donde
se encuentra y al vernos su rostro cambia: parece sorprendido, luego me
sonríe como siempre, y al darse cuenta de que algo no va bien su rostro
cambia a… ¿derrota? Norrus y yo salimos fuera y lo esperamos, no tarda en
salir.
—Lo siento —susurra mirándome con arrepentimiento.
—¿Lo sientes? ¿Crees que eso borra el dolor que le has causado al
hombre que amo? ¿Por qué? Éramos amigos.
—Porque yo te amo —susurra—, siempre te amé en silencio y tú jamás
me miraste como lo haces con ese humano.
—Vámonos de aquí. —Me frena Norrus cuando iba a golpearlo—. Irás a
las mazmorras.
—Sabía que este día llegaría.
—Nunca te voy a perdonar, vas a pagar por el daño que le has hecho —
digo con un gruñido de rabia.
—Jamás le haría daño a los humanos, solo quería someterlo. —Mi
hermano es incapaz de contenerme esta vez y me lanzo a golpearlo sacando
toda mi rabia por haber sido incapaz de proteger a mi luz.
Tienen que separarme de Darzien entre varios hombres. Traron está entre
ellos y me aleja preguntando qué ha ocurrido mientras Norrus levanta a
Darzien. Su cara está destrozada porque saqué mis garras rasgando su piel.
Ahora soy incapaz de hablar con nadie, lo único que quiero es encerrar a
este maldito e ir en busca de mi luz. Necesito que mi tío Rodan me muestre
lo que realmente le ha hecho a Héctor antes de ir a verle.
Hacemos el cambio a Dragón y volamos de vuelta a Senzyras. Traron
nos acompaña sin saber qué ha pasado y no lo va a saber. Como dijo mi tía
Evolet, hay algo más y necesito saber qué o quién le hizo alejarse de mí
antes de que Darzien le hiciera esto. Llegamos a Senzyras y mi hermano le
pide a Traron que se quede fuera mientras yo llevo a Darzien a las
mazmorras y mando llamar a mi tío Rodan. 
Cuando termina de entrar en su mente para saber lo que ha ocurrido
exactamente me pregunta si estoy seguro de querer verlo. Asiento no
estando del todo seguro, pero sabiendo que tengo que hacerlo. Las
imágenes de las amenazas pasan por mi mente como dagas. Ser testigo de
cómo le obligó a hacerle varias felaciones, el daño que le hacía sin importar
lo que pudiera decir Héctor para que parase, los golpes que le dio. ¡Por mis
dragones! No quiero ni pensar lo que sintió cuando nadie le protegió de
Darzien. Debe odiarme aún más después de verme con Sinvha. ¿Qué voy a
hacer para recuperar al hombre que tanto amo y que tanto ha sufrido por mi
culpa?
Desde el principio debí ser valiente y enfrentarme a cualquiera que se
interpusiera en mi camino a la felicidad junto a Héctor. Yo mismo arruiné
mi felicidad a su lado por la vergüenza que sentí de lo que hicimos en la
intimidad, de lo que me hizo. Mientras nos amábamos me sentía dichoso,
no pensaba en nada salvo en entregarme a Héctor para siempre y cuando se
durmió sobre mi pecho todo cambió para mí. No sabía cómo afrontar mis
sentimientos y por eso le pedí seguir juntos a escondidas sabiendo que
realmente lo estaba rechazando por ser hombre sin pensar en sus
sentimientos. 
Lo perdí y me di cuenta demasiado tarde. Cuando por fin regresa a
nuestro mundo, vuelve lastimado y tardé en conseguir que me permitiera
acercarme y ahora… ahora uno de mis amigos le ha hecho daño. Nunca le
he protegido y eso tiene que cambiar.
Darzien siempre estaba rodeado de dragonas a todas horas, jamás noté o
vi algo extraño que me indicara que sentía algo más que amistad.
Igualmente, eso no le da derecho a someter y lastimar a nadie, él ayudó a
todos los dragones que hemos salvado de las garras de Arix y Rybus.
¿Cómo pudo hacerle daño a mi luz? Por ello pagará lo que el rey dicte y
espero que lo condene a muerte o le encierre para la eternidad. No quiero
volver a verlo nunca.
Entro en la celda y vuelvo a golpearlo con saña una y otra vez, hasta que
alguien me separa. Mi padre me aleja de las celdas e intenta calmarme. Me
informa que mi tía ya sabe que fuimos en busca de Darzien y que ninguno
está bien por lo ocurrido. Espero que mi tía Anarfi hable con Héctor para
que sepa que nunca habrá nadie más que él en mi corazón y que Sinvha y
yo solo somos amigos. Mis errores y mi cobardía le han hecho sufrir, con lo
rencoroso que es y con lo que me costó que me perdonara cuando volvió, es
una minucia en comparación a lo que tendré que hacer para conseguir su
perdón esta vez. No pienso rendirme, ahora tiene una larga vida gracias al
Ónix, tarde o temprano me ganaré su corazón y esta vez será para siempre.
Salgo de las mazmorras echando una última mirada de odio hacia
Darzien. Justo en ese momento escucho gritos y rápido subo las escaleras
para saber qué ocurre. Mi tía Evolet intenta bajar a las mazmorras y mis tíos
Khonox y Rodan se lo impiden.
—Tía, —ella me mira sin calmarse ni un ápice—, pagará por lo que
hizo.
—Quiero matarlo, la culpa es mía. ¿Por qué cojones nunca vi nada? ¿De
qué sirve mi poder si no puedo proteger a mi propio hermano?
—No es culpa tuya, sino mía. Debí hablar antes y nunca dejarle marchar
a vuestro mundo.
—Ninguno sois culpables de las acciones de otros. Cada decisión es
importante y trae consecuencias, no obstante, eso no lo hace menos
doloroso. Evolet, tienes que ser fuerte e ir a ver a tu hermano Héctor.
Recuperar a vuestro hermano es vuestra prioridad ahora —dice mi abuela
mirando a todos los humanos, luego fija su mirada triste en mí—. Cariño
mío, mi consejo es que esperes un poco, ver cómo reacciona con sus
hermanos y que hables con tu tía Anarfi para saber qué habló con Héctor.
—Haré lo que sea necesario, abuela. Quiero recuperar a mi hombre y ser
felices juntos.
 
Acompaño a Sinvha a Olvernus para que vuelva a su casa. Le he
prometido mantenerla informada de lo que ocurra con Héctor y también
quiere que conozca a su hombre cuando vuelva de su viaje. Vivían en el sur
y ahora han decidido hacer su vida en Olvernus. Él ha ido a entregar sus
últimos trabajos y en estos meses no ha podido venir. 
A mi regreso a Senzyras Norrus y Nan me esperan en el salón de la
chimenea. Me siento frente a ellos y Nan me cuenta que Héctor escuchó a
varios guerreros burlarse de mí y de la relación que tenía con otro hombre.
Decían que eso me restaba valor como dragón del ejército y muchas cosas
más que solo consiguen que mi enfado aumente de nuevo. Lo peor de todo
es que la persona que decía esas cosas era mi mejor amigo, Traron. Por lo
que Héctor le dijo a Nan, él era quien decía las cosas provocando que todos
los guerreros que estaban presentes pensaran igual. Necesito calmarme para
hablar con él, necesito entender qué le llevó a decir esas cosas. Siempre me
preguntaba por mi relación con Héctor y se alegró cuando las cosas
parecían funcionar, ¿por qué hablaría así de nosotros? ¿Por qué? Me siento
furioso. 
—Veron, creo que lo mejor es que vayas a descansar. He mandado a
Traron a la ciudad, búscalo en otro momento, tal vez tenía un motivo para
hablar así de vuestra relación.
—¿Qué motivo puede tener para insultarme a mí y a mi pareja?
—Solo escúchalo y mándalo lejos si no quieres verlo por el castillo. El
tío Khonox no pondrá impedimento a ello.
Me retiro a mi alcoba pensando en todo lo que acabo de descubrir hoy.
Mi luz lleva todo este tiempo alejándose de mí por culpa de mi mejor amigo
y después… lo que Darzien le hizo es imperdonable. Más le vale a Traron
tener una buena razón si quiere seguir a mi lado como guerrero, porque
como amigo dejó de serlo en el momento en el que le hizo daño a Héctor,
aunque no lo supiera.
 
Capítulo 10

El viaje se hace eterno, no veo la hora de llegar para estar en mi cuarto a


solas. Todo lo que ha pasado hoy ha terminado de joderme por completo. Al
final, ese cabrón se salió con la suya y me usó como quería, para colmo
decía la verdad sobre Veron.
Anarfi se unió hace un par de horas a nosotros, no ha dicho nada y nadie
le preguntó el motivo. No sé qué pudo decir cuando me marché, solo espero
que mantuviera mi secreto en silencio. Quiero saber por qué ha venido,
espero que no sea por mi culpa por no hablar y que discutiera con Degon.
Hablaré con ella luego.
 
Media hora más tarde por fin bajo del lomo de Ugor al llegar al reino de
los orcos. Muza está fuera esperándonos y la abrazo cuando llego hasta ella.
No puedo evitar emocionarme al ver el abrazo de Enmy y Nymy que llevan
varios meses sin verse. De inmediato me retiro para entrar dentro.
—Héctor. —Anarfi frena mi retirada y me doy la vuelta para saber qué
quiere decirme—. Lo saben, Héctor, lo siento mucho. No podía seguir
callando, no dije quién es la persona que te ha hecho daño, sin embargo,
Degon captó su olor y sabe quién es. Me fui antes de saber qué más se
habló.
—Quiero descansar, Anarfi, he tenido suficiente mierda por hoy.
—La dragona que estaba con Veron es solo una amiga que quería
conocerte. Ella va a unirse a otro dragón por amor. Créeme.
—Anarfi, lo único que quiero es que Brandar saque el Ónix de mi
corazón para así poder volver a mi mundo y morir tranquilo.
—¿Quién te ha hecho daño? Somos amigos, ¿por qué no me dijiste
nada?
—Ugor, eres un gran amigo, pero lo que me estaba pasando es muy
vergonzoso y humillante. Cada vez que venía a verme esperaba que alguien
viniera a salvarme y eso nunca pasó. Por suerte, entre Nymy y tu tía lo
mantuvieron alejado de mí hasta hoy. Lo único que os pido es que me dejéis
solo, por ningún motivo quiero ver a mis hermanos y mucho menos a
Veron.
—No es justo que te enfades con tus hermanos —murmura Anarfi.
—Sabes por qué estoy enfadado con ellos. Nunca debieron ponerme la
piedra en el corazón y no me vale eso de que querían protegerme. Sabían mi
decisión, si no podía estar con Veron prefería tener una vida mortal. Había
decidido irme a mi mundo después de lo que escuché hablar a los guerreros,
por si eso no fuera suficiente tuve que aguantar el abuso de un dragón sin
posibilidad de defenderme y bajo amenaza.
—Deberías pensar las cosas. Ellos tomaron una decisión errónea sí, pero
los culpas de todo lo que te está pasando. —Me jode escucharla porque
tiene razón.
—No quiero ver a nadie. Hoy he tomado una decisión, terminaré de
transformar las paredes del castillo con la ayuda de Ugor. Después hablaré
con Brandar para que saque el Ónix de una vez de mi corazón y luego con
mi cuñado para volver a mi mundo. En ese tiempo no volveré a Thantanas,
espero que respeten mi decisión por una vez y nadie venga a joderme la
vida de nuevo. Cuando vuelvas puedes decírselo. Ahora quiero descansar,
nos vemos en la cena.
Me niego a seguir escuchando que me estoy equivocando con mis
hermanos. Estaba empezando a hablar algo con ellos hasta que ese cabrón
volvió a obligarme a estar con él. No soporto verlos y saber lo que he tenido
que hacer para protegerlos, me avergüenzo de mí mismo y hasta que eso no
cambie prefiero no verlos. Ahora menos que saben toda la verdad de mi
actitud tan distante con ellos. 
Saludo a los orcos al pasar por el salón y me paro un momento para
hablar con el rey Goruz. Me lleva a su despacho que lo conozco como si
fuera mío, no le molesta que entre cada vez que lo necesito para coger
papeles, plumas o libros. La verdad es que para el miedo que me dieron el
día que los conocí, ahora son parte de mi vida y los quiero a todos. Les voy
a echar mucho de menos el día que me vaya para no volver jamás.
—¿Quieres irte a Thantanas? ¿Echas de menos a tus hermanos?
—Realmente quiero pedirte quedarme aquí de forma definitiva hasta que
regrese a mi mundo cuando termine de ayudarte con el castillo.
—No tengo inconveniente en que te quedes todo el tiempo que necesites,
aunque sí me gustaría saber que te ha pasado. Te aprecio, Héctor, quiero
que sepas que cuentas conmigo y con mis hermanos, por ende, con todos
los orcos.
—Lo que te voy a contar no es fácil para mí y dado que todos en
Senzyras saben la verdad, te lo contaré.
Poco a poco y sin mirarle a los ojos por la vergüenza le cuento lo que
escuché hablar al mejor amigo de Veron y que ese fue el motivo inicial para
alejarme de él. Continúo por lo que mis hermanos me hicieron y como me
sentí cuando descubrí que Brandar había puesto el Ónix en mi corazón.
Sigo con lo que Darzien me hizo bajo amenaza de matar a mi familia y que
gracias a Nymy y Anarfi pude sentirme algo protegido hasta hoy, que de
nuevo y bajo amenaza permití que se acercara a mí para hacerme daño. Lo
suelto sin pesar desahogándome con él y esperando que me permita
quedarme.
En todo el tiempo que he hablado, Goruz permaneció callado. Él y su
familia sabían de mi amor por Veron y que me negaba a estar con él, jamás
me preguntaron nada, algo que siempre agradecí.
—Siento mucho saber por lo que has pasado, debiste hablar para castigar
a ese dragón. Si tu familia ya lo sabe, la reina de los dragones le hará pagar
con sangre.
—Lo sé.
—Pero…
—Pero no me sirve que le castiguen ahora. Yo necesitaba su ayuda
cuando ese dragón me tenía de rodillas y nunca aparecieron. Ninguno. 
—Créeme que ellos en este momento se sienten culpables por no
hacerlo. Sobre todo, el dragón que te ama, no quiero ni imaginar lo que
sintió al saber que no ha sabido protegerte. Este es tu hogar mientras así lo
desees, tenerte aquí es un honor para nosotros. Tú, junto a Enmy y su madre
Lysder, han traído alegría a nuestro mundo de oscuridad y ver a mi hermana
sonreír por vuestra compañía es maravilloso.
—Gracias por no oponerte. Si no te importa me retiro a mi habitación un
rato, bajaré para cenar.
—Descansa y piensa las cosas con calma. Tienes mi apoyo y mi
protección. —Sin que me lo espere, tras esas palabras, se acerca a mí y me
abraza. No aguanto más y lo que quería hacer en soledad lo hago entre sus
brazos sintiéndome algo mejor, aunque no termina de ser suficiente porque
los brazos que he necesitado y que siempre necesitaré son los de Veron—.
¿Mejor?
—Sí, muchas gracias… por todo.
Limpio las lágrimas de mis mejillas y respiro hondo antes de salir de su
despacho. Por suerte no encuentro a nadie en el camino, me hundo en la
cama después de cerrar la puerta de mi habitación y vuelvo a llorar. Paso la
tarde solo intentando conciliar el sueño y me resulta imposible porque
Veron no hace más que aparecer en mi mente. «¿Seré capaz de perdonarlo
algún día?» Esa pregunta me taladra la cabeza con un no y mi corazón con
un sí. El tiempo siempre aclara las cosas. Ahora sé que no quiero verle, más
adelante si aún sigue interesado en mí y no en alguna hermosa dragona,
como la que vi hoy colgada de su brazo pueda perdonarlo, no lo sé. Tal vez
se ha acostado con alguna dragona por mis desplantes, algo entendible,
aunque eso no lo hace menos doloroso para mí.
Con un suspiro tras dar mil vueltas ya ha anochecido y es hora de bajar a
cenar. Las hadas llegan mañana de nuevo para seguir floreciendo el reino y
a mí me toca trabajar con una de ellas para que, entre los dos, dejemos el
castillo precioso y menos aterrador. Muza y Ugor nos ayudarán: Muza a
elegir qué flores y árboles poner en los jardines, y Ugor a poner con su
magia la mezcla en las paredes exteriores del castillo como ha hecho todo
este tiempo.
Me cambio de ropa, salgo de mi habitación y bajo las escaleras. Todos
están sentados y me saludan al llegar. Tomo asiento en mi lugar entre Ugor
y Anarfi dejando un espacio para mi bichito Sangug que viene corriendo a
mi lado desde el pasillo y cenamos en tranquilidad. La carne de hoy es de
un animal llamado waun[i] muy parecido a la vaca. La carne se derrite en la
boca de lo blandita que está. A kode le encanta y no tarda en devorar su
plato pidiendo más. Cuando lo comí por primera vez, no pude evitar hablar
de lo delicioso que estaba y el día que vi al animal me dio algo de miedo.
Son como las vacas, pero un poco más grandes, negras como el carbón y
con unos cuernos torcidos con los que no te gustaría cruzarte por el camino.
Comentamos el trabajo que tenemos que hacer a partir de mañana. Por
fin casi hemos acabado con las torres, que eran siete y dos de ellas bastante
altas. Ahora pasaremos a la parte más complicada para Ugor. Son paredes
más pequeñas llenas de huecos que unen las torres desde diferentes ángulos
y que antes tenemos que rellenar con piedras para que quede más bonito.
Tenemos previsto tardar un mes o quizá un poco más. Los orcos nos
ayudarán con las paredes más bajas y los muros que rodean el castillo. Poco
a poco la visión de ese horripilante y oscuro lugar va cambiando. Está
quedando un tono grisáceo muy bonito, al rey y a los príncipes les está
gustando el cambio.
La cena y la conversación terminan. Me retiro evitando, tanto a Anarfi
como a Ugor que intentan hablar conmigo antes de irme. Cuando subo por
las escaleras escucho pasos y me giro para ver quien sube. Ver a Nymy me
relaja porque ella no creo que me haga preguntas incómodas.
—Vete con Enmy, vas a quedarte en su hogar.
—Le he pedido unos minutos contigo antes de irnos, quiero quedarme
contigo para que duermas. Estuve un rato por fuera de tu puerta antes y sé
que no descansaste porque se escuchaba mucho ruido.
—Te lo agradezco, cariño. Vamos.
Terminamos de subir las escaleras y caminamos hasta mi habitación. Me
voy al baño y después de darme una extraña ducha, ya que no hay ducha
solo bañera, me pongo un pantalón para dormir y salgo. Ella está sentada en
la cama, como tantas veces nos acomodamos y me duermo escuchando el
sonido de su corazón junto a las caricias en mi pelo.
 
Al día siguiente despierto solo. Atba viene a atenderme como cada
mañana acompañada de Sangug que es mi debilidad, ese pequeño me ha
robado el corazón.
Bajo a desayunar y nos ponemos manos a la obra.
La mañana está yendo bastante bien y hemos adelantado mucho. He
estado preparando la mezcla para Ugor, así él solo tiene que usar su poder
para cogerla y ponerla en la piedra negra hasta que se seca un poco y poner
una segunda capa. Nos avisan que las hadas acaban de llegar y paramos
para ir a conocer a las nuevas hadas que vienen a ayudarnos. Sobre todo,
quiero conocer a la que va a ayudarme a mí y a Muza a decorar los jardines
del castillo. Se han dejado para cuando los muros bajos estuvieran todos
hechos, a falta del muro exterior y la parte alta que es cosa de Ugor.
—Rey Gus, reina Thea. Es un honor tenerlos de regreso en nuestro reino
—les saluda el rey Goruz.
—El honor es nuestro, rey Goruz. Has tratado a nuestras hadas con
respeto y muchas desean volver para visitar a sus amigos. Tu abuelo Karok
estaría orgulloso de sus tres nietos.
—Gracias, mi señor —murmura Muza.
—Ella es mi hermana Yelys. Quería ayudar como los demás y creo que
le vendría bien sentirse útil. Ella es la que os ayudará en los jardines del
castillo, princesa Muza. 
—Es perfecto, Héctor va a ayudarnos a decidir donde hacer crecer las
flores, tengo muchas ideas princesa Yelys.
—Eso es maravilloso —dice efusivamente dando palmas. Es tan
pequeña que cabría en la palma de mi mano—. Hola, humano Héctor. —Se
acerca volando dando varias vueltas a mi alrededor y acaba dándome un
beso en la mejilla que me hace sonreír porque prácticamente ha pegado su
cuerpecito a mi mejilla.
—Yelys, compórtate niña o no te permitirán quedarte a ayudar —le
reprende la reina Thea. Y cuando Yelys agacha la cabeza ante el regaño de
la reina, me mira y me sonríe—. Disculpa su comportamiento, Héctor, es
demasiado joven y efusiva. Una mezcla algo explosiva en ella.
—Yelys ¿Qué edad tienes? —pregunto con curiosidad. 
—Quince, pero ya soy toda una mujer.
—No lo pongo en duda. Ahora vamos a seguir trabajando.
La observo y me fijo en que se parece a campanilla con el pelo suelto y
rojizo.
 
Llevo como unos quince minutos con el hada revoloteando alrededor de
mi cabeza y me está poniendo de los nervios.
—Bonita, ¿no tienes más sitios por los que volar?
—¿Te parezco bonita? A mí me pareces muy hermoso. ¡Quiero ser tu
mujer!
No puedo parar de toser, acabo de atragantarme con mi propia saliva y
para colmo las risitas de Muza, Enmy y Nymy no me ayudan a calmarme.
Al final Kode se apiada de mí y me da una palmada en la espalda
provocando que caiga de boca al suelo por la fuerza. Ahora ya no son solo
risitas porque se unen todos los que estaban cerca al verme espatarrado en
el suelo. 
—Cabrones —murmuro entre dientes mientras me levanto y me sacudo
la tierra.
—Amor mío, ¿estás bien?
—Primero; soy muy mayor para ti, segundo; ya estoy enamorado y es de
un dragón, así que vas a tener que enamorarte de otro más joven, bonita.
—¡Nunca me rendiré! —grita impertinente. 
—Vamos niña, ¡a trabajar! —le grita ahora su hermano. Yelys se marcha
con Muza—. Lo siento, Héctor, hablaré con ella.
—No te preocupes, ya se le quitará el enamoramiento espontáneo.
—Si te molesta demasiado habla con mi general. Él la mandará de
regreso a nuestro hogar.
—Te lo agradezco, pero no será necesario, me vendrá bien tenerla cerca
para distraerme un poco.
—No se lo digas a ella o no te la quitarás de encima —susurra divertido. 
Todos reímos ante las palabras del rey Gus y nos despedimos para irme
con Ugor a seguir trabajando, Kode nos ayuda a hacer más mezcla y
adelantamos un poco.
 
A la hora de la comida nos avisan y vamos a almorzar. Yelys se ha
sentado en mi hombro y coge comida de mi plato con su magia, ha creado
unas ramas que me van robando la comida. Al contrario de enfadarme me
gusta que sea una niña tan atrevida, lástima que seamos tan diferentes y que
ya ame a un hombre que no he podido olvidar, y que nunca olvidaré. Lo
amo, siempre será así, aunque me niegue a estar con él.
Terminamos la comida y Anarfi se coloca delante de mí cortándome el
paso para ir al patio.
—¿Podemos hablar, cariño?
—Está bien, no vas a parar de intentarlo.
—Nunca. —Sonrío sin poder evitarlo y subimos a mi habitación para
estar solos.
Una vez dentro nos sentamos en la cama estando uno frente al otro y
entrelazamos nuestras manos.
—Siento mucho lo que te dijo Degon, debí entrar y pararle.
—No pasa nada.
—Sí pasa, porque te dolieron sus palabras tanto como no verme cuando
saliste. Recuerda que puedo controlar las emociones y a veces ver el pasado
de algunas personas y saber cómo se sienten. Cuando te abracé antes de irte
lo sentí todo.
—No importa, soy el único culpable de esta situación por callar algo
tan…
—Sí que importa —me interrumpe—, por mucho que Degon crea saber
algo, aunque fuera cierto, no tiene derecho a juzgarte de esa forma tan
cruel. Guardé tu secreto por meses, siento que saliera a la luz sin que fuera
tu decisión.
—En parte es mejor así porque nunca hubiera hablado. Ahora lo único
que quiero es quitarme el Ónix y volver a mi mundo.
—Si es tu decisión adelante, aunque te echaré muchísimo de menos. —
La abrazo con fuerza y la escucho llorar. He sido egoísta y nunca le
pregunté por el motivo la hizo venir. 
—Cariño, ¿Qué te pasa?
—Me enfrenté a Degon. Le dije todo lo que tenía guardado desde antes
de unirme a él y me fui sin dejarle hablar —murmura entre sollozos.
—¿Y cómo te sientes?
—Liberada. No sé qué ocurrirá cuando vuelva y hablemos, solo espero
que no me odie por cómo le hablé delante de mi familia. Jamás había hecho
algo así. 
—Todo irá bien. Él te ama.
—Eso espero. Una cosa más.
—Dime.
—Tienes que perdonar a tus hermanos y a mi sobrino. No te digo que lo
hagas hoy ni mañana, pero debes perdonarlos a todos. Sabes que tengo
razón. Lo que ocurra después en tu relación con Veron es cosa de los dos. Si
vas a irte lo mejor es hacerlo bien, no dejando las cosas mal con todos ellos.
—Tienes razón, aunque necesito más tiempo. Prometo hablar con ellos,
principalmente, con mis hermanos. Con Veron… mejor no hablar de él
ahora, por favor.
—Está bien.
Después de estar un rato más abrazados, ella va con Nymy y Enmy
mientras que yo vuelvo con Ugor y Kode. Han avanzado sin mí porque
Rozug, la pareja de Lysber, les ha ayudado.
—¿Todo bien? —pregunta Ugor al verme.
—Todavía no.
—Me tienes para hablar de lo que necesites. —Roduz se marcha con una
inclinación y kode nos deja solos.
—No voy a volver a Thantanas de momento. He hablado con el rey
Goruz y no tiene inconveniente en que me quede. Quiero y necesito pensar,
he hablado con tu tía y tiene razón en que debo perdonar tanto a mis
hermanos como a Veron.
—Pero no quieres perdonarle. A tus hermanos los perdonarás más pronto
que tarde, sin embargo, a mi primo… creo que te va a costar un poco más.
—Le había perdonado cuando regresé de mi mundo, después de estar
juntos y decirme que me amaba para luego sentir vergüenza y no querer
hablar con tu familia. Lo perdoné. Después se aleja de mí por celos, le
supliqué que habláramos muchas veces y se largó de mi lado de todas
formas. Me ignoró varias semanas y cuando se dio cuenta de su error ya era
tarde.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? 
—Escuché a Traron burlarse de nosotros dos con más guerreros diciendo
cosas muy desagradables. Como que amar a un hombre le haría perder
respeto como guerrero ante los demás. Todos los comentarios despectivos
los decía el que se suponía que era su mejor amigo y todos los que estaban
con él afirmaban estar de acuerdo mientras se reían de nosotros. Si no fuera
un simple humano les hubiera dado una buena paliza. Me encerré en mi
habitación lleno de rabia y comprendí que por mucho que me doliera no
podía seguir al lado de tu primo sin hacerle daño. No podía permitir que
nadie se burlara de él y esa era la única manera en la que podía protegerlo.
Alejándome. 
—Debiste contárselo a Veron o a alguien de nosotros. Toda la familia
está triste por vuestra separación y no quiero ni imaginar cómo se siente mi
primo al conocer la verdad de por qué le alejaste de tu lado. ¿Quién fue el
dragón que te lastimó y el que te amenazó?
—Darzien.
—¡Maldito! Pagará por su ofensa si es que no lo está haciendo en este
momento.
—Tal vez sí, tal vez no. Vamos a seguir trabajando, me distrae y no me
hace pensar en él. —Se acerca hasta mí, me coloca la mano en el hombro
apretando ligeramente. Eso me reconforta tanto como un abrazo al venir por
parte de Ugor—. Gracias.
Sin más palabras comenzamos a trabajar en equipo como todos estos
meses. Antes del anochecer ya hemos finalizado definitivamente con las
torres y mañana nos pondremos a colocar las piedras en los huecos de las
paredes que unen las torres.
 
Capítulo 11

La llegada de mi tía Anarfi junto a Kode y Nymy una semana después es


un alivio, tanto para mí como para mi tío Degon que ha sido incapaz de
tranquilizarse. Ver a mi tía Anarfi tirarse a los brazos de mi tío en cuanto lo
ve, nos tranquiliza a todos. Puedo escuchar lo que susurran igual que los
que estamos en el salón y tenemos el oído más desarrollado.
—Perdóname, mi corazón. Nunca quise hacerte daño con mis decisiones,
a partir de ahora lo haremos juntos. Por favor, no te alejes nunca más de mí
de esa forma. He sufrido tanto sin saber cuándo volverías y obligándome a
no ir en tu busca.
—Todo está bien, mi amor. Debí decirte las cosas desde el principio,
pero tenía miedo a tu rechazo, a que por querer ser madre te unieras a otra
dragona y perderte.
—Nunca. Solo tú, mi corazón, solo tú. Te amo.
—Te amo.
Mi abuelo carraspea y todo parece volver a la normalidad, salvo que mi
vida sigue vacía sin mi luz a mi lado. Después de lo que descubrí he vuelto
a vivir en el castillo. Mi abuela me aconsejó esperar a la llegada de Héctor
de nuevo a Senzyras, ver cómo reacciona con sus hermanos y luego intentar
un acercamiento con él.
Dejo que mi tía pase tiempo con su hombre y la familia sin agobiarla con
preguntas. Me acerco a Kode pero él no puede decirme nada. Al finalizar la
cena, ya no aguanto más y voy a hablar con ella.
—¿Pudiste hablar con Héctor y aclararle que Sinvha solo es una amiga?
—Lo hice, no sé si me creyó o no. Lo siento mucho, Héctor está muy
dolido y no quiere saber nada de ti.
—Tengo que conseguir hablar con él.
—Sí, tienes que hacerlo. Va a echarte de su lado y has de armarte de
paciencia. Es demasiado terco, pero te ama y acabará a tu lado. Estoy
segura de que él es tu destino.
—¿Sabes cuando regresa?
—No va a venir —asegura.
—¿Cómo que no va a venir? —pregunta mi tía Evolet—. Este es su
hogar, tiene que volver.
—Habló con el rey Goruz para quedarse allí hasta que…
—¿Hasta qué…? —la interrumpo nervioso.
—Quiere volver a su mundo cuando termine de ayudar a los Orcos. —
Un gruñido de rabia sale de lo más profundo de mi ser ante sus palabras.
—No voy a permitirle partir a su mundo. Conseguiré que me perdone y
vuelva a mi lado.
—Más te vale conseguirlo sobrino, si no te daré patadas en el culo hasta
el día del juicio final. 
—Pequeña, debes respetar la decisión que tome tu hermano.
—No grandullón, es mi bichito. No puedo vivir sin él.
—Ni nosotros —agrega Luna.
—Sabemos que nos equivocamos, no obstante, no puede irse. Allá no le
queda nada —susurra Luciana con tristeza. 
—Es nuestro hermano. Debemos ir a hablar con él las veces que sean
necesarias hasta que nos perdone —asegura Alan. 
—Y no pararemos hasta conseguirlo. ¡Somos el equipo Z! —grita
Mateo. Dejándonos sordos a todos. 
—¡Joder, Mateo! Grita más bajito, que tengo los oídos sensibles —le
regaña Evolet. 
—Perdona, peque, se me olvida. 
Todos se echan a reír y, aunque me hace gracia verlos así, no lo consigo.
Sin Héctor nada tiene sentido. Estaba esperando la llegada de mi tía para
enfrentarme a Traron y esperaba mejores noticias sobre Héctor, sin
embargo, esto es lo que me queda. 
 
He pasado la noche sin dormir por la conversación que tendré con
Traron. Después de la comida me dirijo al patio para ir a Olvernus. Norrus
se ha empeñado en acompañarme a pesar de mis negativas. Sus cachorros
aún son pequeños y no quiero que se separe de ellos por algo que debo
hacer solo. Ya me acompañó en busca de Darzien y ahí sí lo necesité. 
—Hermano, no insistas. Nan dice que vaya contigo. Tiene ayuda con los
cachorros y tú me necesitas, aunque no quieras reconocerlo. 
—No es cierto. 
—Traron es tu mejor amigo. Te ha traicionado hablando a escondidas de
tu relación con el amor de tu vida en vez de hacerlo de frente. Sí, me
necesitas. 
Suelto un gruñido, me quito la ropa y hago el cambio a dragón, él hace
lo mismo y volamos hasta la ciudad. Una vez llegamos hacemos el cambio
a nuestra forma humana, nos vestimos y vamos a la cantina. Decidimos
sentarnos con algunos guerreros a hablar y beber. En cuanto Traron sepa
que estoy aquí vendrá. Siempre viene. 
 
Llevamos una hora en la cantina y como esperaba aparece. Se acerca y
se sienta a mi lado, parece cauteloso. 
—¿Todo bien? —pregunto intentando parecer tranquilo. 
—Sí, llevo varios días sin verte. He tenido que permanecer en la ciudad
por mandato del rey. 
—Bien. Es mejor que no aparezcas por el castillo. 
—¿Por qué? —pregunta confundido. 
—Ya lo sabes. Descubrí el porqué Héctor se alejó de mi lado. No
esperaba jamás que mi mejor amigo me traicionara de esa manera. 
—No te entiendo. —Golpeo la mesa con fuerza partiéndola en dos
derramando todo lo que había encima. Todo se queda en silencio. 
—Héctor te escuchó hablar con varios guerreros. Tú eres el causante de
que se alejara de mí. 
—No lo sabía. 
—No mientas —interviene mi hermano—. Estoy seguro de que sabías
perfectamente que estaba escuchando. 
—Esto va para todos. En especial a aquellos que se rieron de las malas
palabras de Traron hacia mi pareja y mi persona. Si alguien me cree inferior
como guerrero por amar a un hombre le reto a un duelo. ¡Esos que fueron
tan valientes para burlarse a mis espaldas que me enfrenten ahora! —grito
furioso espada en mano. 
—Lo siento, mi señor. Nunca pretendí hacer daño a Héctor. Él nos cae
bien a todos —dice uno de los guerreros con la cabeza agachada. 
—Sí, es cierto —murmura otro. 
—Traron. ¿Qué explicación tienes para hablar así de tu príncipe y mejor
amigo? —exige saber mi hermano. 
—Perdóname, Veron. Prácticamente, me abandonaste por Héctor y
estaba celoso porque no quisieras pasar tiempo conmigo. 
—¡Intentaba recuperar el amor que por cobrarte perdí! Y cuando lo
consigo, tú lo estropeas todo con tus dañinos comentarios.
—Solo quería… 
—¿Qué? —grito con furia. 
—Volver a tener a mi mejor amigo a mi lado. 
—Te felicito, si tu intención era separarme de Héctor, lo conseguiste.
Ahora te quiero fuera de Olvernus. Hablaré con el rey para que te mande a
alguna ciudad fuera de mi vista. Si descubro que alguien menciona de
forma despectiva a mi hombre tendréis serios problemas conmigo. 
Guardo mi espada y doy media vuelta mientras escucho sus súplicas. No
creo que pueda volver a tener la amistad que teníamos, no después de que
por su idiotez Héctor se alejara de mí. Yo fui el culpable de perderlo la
primera vez y por mis celos lo alejé una segunda vez. Recuerdo como
Héctor me buscaba para hablar conmigo y yo, como un necio orgulloso, me
negué a escucharlo. Hasta que me di cuenta de mi error y ya era tarde
porque había escuchado la conversación que Traron tenía con otros
guerreros. 
Tal vez, lo mejor para Héctor sería que me alejara definitivamente de él
y así no volvería a cometer más errores, pero no puedo. No puedo y no
quiero hacerlo, tengo que conseguir su perdón. 
 
Han pasado varias semanas desde que descubrí toda la verdad. Darzien
fue condenado a vivir en las mazmorras mil años, a pesar de mis protestas y
las de Evolet, Khonox fue inflexible. Por ese motivo he bajado a las
mazmorras cada día para atormentarlo y golpearlo. Solo recordar las
imágenes que mi tío Rodan me mostró me llena de rabia. Traron fue
trasladado al Oeste, ni siquiera he querido preguntar en qué ciudad está. 
Héctor ha perdonado a sus hermanos y a mí sigue sin querer verme.
Estoy celoso porque hay un hada que no para de revolotear a su alrededor y
tengo que aguantar las ganas de ir a buscarlo para traerlo de regreso a su
hogar. A mi lado. Sigue pensando en irse y nadie es capaz de hacerle
cambiar de opinión. 
—¡Veron! —gritan mi nombre. He quedado con Sinvha para conocer a
su dragón y estoy en la plaza de la ciudad de Olvernus. Hoy no hay
mercado y todo está tranquilo—. Siento tardar un poco en llegar. 
—No te preocupes. —Viene con un dragón al que recuerdo vagamente.
—Hace muchísimo tiempo que no nos vemos, Dagtan. 
—Es cierto, desde que mi madre dejó de trabajar en el castillo cuando
éramos cachorros. 
—Me alegra volver a verte. Haz feliz a Sinvha, es una dragona
maravillosa. 
—Lo sé —susurra mirándola con amor. 
—¡Parad los dos! ¡Me avergonzáis! Dagtan, nunca me dijiste que
estuviste en el castillo. 
—Nunca me preguntaste, mi amor. Veron, ¿vendrás a nuestra unión? Es
en dos días. 
—Por supuesto. 
—Vamos a comer, he preparado un delicioso caldo y unos filetes de
hígado. 
Al escucharla no puedo evitar sonreír al recodar lo que pasó la primera
vez que cenamos con Evolet siendo humana y el hígado que mi tía Lessla
mandó preparar especialmente para ella. Al verme reaccionar así me
preguntan y les cuento lo que pasó ese día mientras llegamos a su hogar. 
Paso el día con ellos e incluso me acabo quedando a cenar bajo la
insistencia de Sinvha. En la cena, ella nombra a Héctor y les cuento que en
este tiempo no he tenido el valor de ir a verlo. También, que sus hermanos
han recuperado a su hermano hace poco y explico entre dientes la maldita
hada que le ronda. Ellos se ríen de mí por estar celoso. Están seguros de que
a pesar de todo Héctor no ha dejado de amarme. Ojalá tengan razón y su
odio no haya borrado el amor que me tenía. Entrada la noche me retiro
prometiendo verlos mañana, les he pedido que vayan al castillo a comer. Mi
abuela seguro que se alegra de verlo de nuevo después de tantos años. 
 
Al llegar al castillo, Evolet está fuera. 
—Te estaba esperando. 
—¿Héctor está bien? 
—Sí, Héctor está bien. Es que ya casi han acabado y Héctor ha mandado
llamar a Brandar. Sabes lo que eso significa. O mueves el culo para
recuperar a mi hermano o nunca volverás a verle. 
—¿Y si me pide que me aleje de él?
—Deja de ser un cobarde. Hace semanas que sabes lo que pasó y es
normal que le dieras un tiempo. Ahora es momento de actuar. 
—Hablaré con mi tío Khonox para decirle que estaré ausente. ¿Podrías
explicárselo a Sinvha y a Dagtan? Les invité a venir a comer mañana y es
posible que no esté ni siquiera para su unión en un par de días. 
—Me parece estupendo, hablaré con ellos. 
—Tía. 
—Dime, cariño —susurra tocando mi mejilla. 
—Tengo miedo. —Me abraza y yo le doy un beso en la coronilla. Es tan
pequeñita. 
—Héctor te ama. No va a ser fácil o quizá sí. No lo sabrás si no lo
intentas. Ahora descansa, mañana te espera un largo viaje. Llévate a Nymy
contigo, está deseando verlos. 
—Muy bien. Mi tío Khonox, ¿dónde está? 
—En su despacho, dile que le espero en nuestra alcoba. 
Tal y como dijo está en su despacho y me da paso cuando doy unos
suaves golpes en la puerta. 
—¿Todo bien? 
—¿Hay algún problema en que deje pendientes algunas tareas para ir al
reino de los orcos? 
—Ninguno, tu padre y tus primos: Kode y Hodul, van a ayudarte para
que puedas ir. Tu tía Evolet dejó todo listo por si te decidías a ir. 
—Gracias. Por cierto, me dijo que te esperaba en la alcoba. 
—En ese caso sobrino, vamos a descansar. 
Juntos salimos de su despacho, subimos las escaleras y cada uno se
dirige a su respectiva alcoba. Como cada noche, mi mente rememora cada
momento vivido con Héctor. Fueron tan pocos y tan intensos. 
 
Al día siguiente en el desayuno le informo a mi familia que me voy a
Aezan a recuperar a mi luz. Todos me desean mucha suerte y, en cuanto
termino la poca fruta que he sido capaz de ingerir me voy al patio para
hacer el cambio a dragón y emprender el vuelo. Nymy ya me espera fuera
en su forma de dragón y no deja de mover la cola de un lado a otro nerviosa
por irnos.
Hacemos varias paradas en las que intento pensar en cómo hablar con él
cuando le vea. Nymy, al principio se mantiene en silencio hasta que me
habla dándome un consejo dejándome sorprendido por lo bien que vocaliza.
La única vez que la escuché tartamudeaba mucho y me alegro por ella. 
Sin darme cuenta es más de medio día y aún me queda un buen trecho
por delante. Necesito armarme de valor para lo que pueda ocurrir una vez
llegue junto a mi luz. Alzamos el vuelo y sin demorar más el tiempo
aumento la velocidad para llegar lo más pronto posible seguido por Nymy
varios metros atrás. 
 
Divisó a Ugor cubriendo el castillo con esa mezcla que Héctor consiguió
hacer. Nunca había venido y me quedo fascinado al ver que el castillo
prácticamente está cubierto y quedan pocas zonas que Ugor acabará con
rapidez gracias a sus poderes. 
Durante este tiempo me han ido contando los cambios que estaba
teniendo este lugar oscuro, sin embargo, el cambio que veo es mejor de lo
que me imaginé. Antes decían que todo estaba sin vegetación y que lo poco
que había estaba casi muerto. Ahora hasta donde alcanza la vista es
hermoso y lleno de colores con tantas flores diferentes. 
Bajo hasta unos arbustos, hago el cambio a mi forma humana, me visto y
salgo en busca de Nymy para ir a ver al amor de vida.
—No quiere verte —Me giro sorprendido por no verla llegar. 
—Princesa Muza, no te escuché. 
—Camuflé mi olor con las flores y puedo ser muy sigilosa. Repito. No
quiere verte. 
—Tengo que intentar hablar con él. Pedirle perdón por no protegerlo
cuando me necesitó. 
—Tú mismo, Brandar llegará en unos días. Tienes hasta entonces para
convencerlo de que mereces la pena lo suficiente como para no querer irse a
su mundo. 
—Lo conseguiré. 
—Has tardado mucho en venir, príncipe. Te deseo suerte, no quiero que
Héctor regrese a su mundo. Vamos, Nymy, iremos en busca de Enmy no
sabe que has venido. 
Se da media vuelta y regresa a donde sea que estaba antes de hablar
conmigo. Doy un par de saltos para destensar los músculos y respiro
profundamente varias veces. Una vez hecho esto, camino hasta donde está
Ugor, aunque no lo veo puedo oler a Héctor cerca de él. 
Paso las murallas del castillo saludando a los Orcos que me encuentro,
inclino mi cabeza en señal de respeto ante el rey Goruz. 
—Héctor está al otro lado del muro con el hada Yelys. 
—Gracias, rey Goruz. —Él asiente y sigue hablándole a sus hombres. 
Me dirijo a donde me indicó pasando de largo a Ugor que deja lo que
está haciendo para seguirme. Llego hasta Héctor y veo a esa hada sentada
en su hombro. Los dos están de espaldas a mí, me acerco mientras los
escucho hablar y reír. 
—Hola, mi luz —digo al quedar a un metro de distancia. Héctor se da la
vuelta y escucho su corazón latir cada vez más rápido conteniendo la
respiración. Me mira sorprendido, como si no creyera que estoy aquí—. Sé
que he tardado en venir a verte, no sabía y sigo sin saber cómo pedirte
perdón por ser un cobarde y alejarme de ti. Te amo, mi luz. 
—Yo… —Se queda en silencio. 
—¿Quién eres? —pregunta el hada enfadada. 
—Él es Veron —susurra Héctor con un hilo de voz. 
—No te mereces a Héctor. ¡Él es mío, vete! 
—Muchacha, será mejor que des un paseo o mandaré que te envíen con
tu hermano —interviene mi primo antes de que pueda decirle algo a esa
mocosa insolente. 
«¿Quién se cree que es?».
—Yelys, por favor. No necesitas protegerme de él. Anda, chiquitina, ve
con Ugor para que Veron y yo podamos dar un paseo y hablar. 
Yelys se cruza de brazos molesta y sin apartar la mirada de mí, se va con
mi primo. ¿Será que Héctor si puede perdonarme después de todo? ¿Por fin
podremos disfrutar de nuestro amor? 
 
Capítulo 12

Ayer fue un día nefasto. Desde que vivo en Aezan, cada día voy a dar un
paseo por los alrededores del castillo, suelo ir acompañado y ayer no fue
diferente. Yelys estaba conmigo admirando las flores y también nos
acompaña el peque del castillo, Sangug. Me recuerda tanto a mis sobrinitos
que no me separo de él y así ayudo a su madre a que pueda trabajar sin
interrupciones. Ni Yelys ni yo nos dimos cuenta del peligro hasta que me
atacó un animal con colmillos y garras gigantescas. Sus colmillos me
recordaron a Diego, de la película Ice Age. La diferencia es que el Montag[ii]
era de color gris y en miniatura. Tiene el tamaño de un gato grande, lo había
visto en la distancia corriendo entre los frondosos bosques que ahora
existen en este precioso lugar muchísimas veces. Lo que me acojona es que
Muza me contó que sus garras son muy afiladas y hasta los orcos tienen
precaución con estos seres.
Sentí sus garras cortar mi muslo derecho y Snagug me defendió
mordiendo el cuello del animal con sus pequeños colmillos. En ese
momento apareció Muza, hizo conexión con el animal y este se alejó sin
más. Yelys se asustó mucho cuando vio la herida y se puso a llorar pegada a
mi cuello. Tanto Muza como yo, felicitamos por su valentía al pequeño
después de hacerme un torniquete con mi camisa por encima de la herida
con la ayuda de Muza. Es cierto que tener el Ónix hace que la sangre fluya
más lenta. Al llegar al castillo, Atba me curó y cosió las heridas. Me ha
quedado una pequeña cojera que espero que desaparezca cuando termine de
sanar. Tengo la esperanza de que Brandar pueda ayudarme con sus piedras
cuando llegue en una semana. 
Eché de menos a Yiri desde que me fui y ayer aún más. Ella siempre fue
tan buena y delicada mimándome todo el tiempo, además, aquí no usan los
potingues de Yiri que curan más rápido. El tiempo aquí ha pasado lento
para mí y los únicos que he vuelto a ver con frecuencia son mis hermanos y
mi cuñado. También a Kode que ha venido en pocas ocasiones y por
supuesto a Norrus, Nan y Nymy, de resto no he visto a nadie más.
—¿Por qué estás triste?
—Echo de menos a mi familia y a los dragones.
—¿Te canto una canción para que se te quite la tristeza?
—Sabes que te quiero, chiquitina, pero mis oídos no tanto. ¡Cantas
horrible! —Nos reímos y escucho detrás de mí la voz de Veron que
consigue hacerme temblar. He estado todo este tiempo soñando con su voz,
con que ignoraba mis negativas a verle y venía a buscarme. Me giro y aún
estoy sorprendido de ver a Veron aquí. No esperaba que viniera a estas
alturas. Le pido a Yelys que se vaya con Ugor para poder estar a solas con
el hombre que amo.
Todos se han encargado de decirme en cada visita que Veron se siente
muy triste sin mí y que nunca ha mostrado interés en otra persona. Incluso
recibí una carta de la mujer que encontré colgada del brazo de Veron la
última vez que lo vi. Mi intención era romperla directamente cuando Nan
me la entregó, sin embargo, la curiosidad me pudo y acabé leyéndola.
En ella me dejaba claro que lo único que le unía a Veron era la amistad y
que si veía alguna dragona o dragón cerca de Veron le mordería. Me hizo
reír mucho, me cae bien y confío en lo que todos me han dicho. Nunca le
respondí a la invitación de su unión que es mañana. Ugor insiste en que
vayamos, él también ha sido invitado y tiene ganas de ver a la familia, ya
que lleva un mes aquí. Aún me lo estoy pensando. 
Tenía la esperanza de no ver a Veron más, así sería más fácil irme de
nuevo para siempre. Ahora que está aquí no sé qué hacer, la negativa
principal a ir a la unión era no verle. No puedo evitar deleitarme la vista con
este dragón que desde el primer momento me volvió loco y que tan
cambiado está. ¿Por qué habrá venido ahora?
—Ugor me necesita, no tardes, tengo trabajo que hacer. —Sigo muy
dolido y decepcionado porque no viniera antes, aunque no lo puedo culpar
siempre de todo.
Me giro y camino para ir a los jardines que están detrás del castillo
escuchando sus pasos detrás de mí. Estoy muy nervioso y, ya que ha
venido, no quiero irme de su mundo sintiendo rabia y odio. Pienso en mis
hermanos, tardé dos semanas en perdonarles y cuando por fin lo hice me
sentí aliviado y feliz. Por eso creo que lo mejor es hablar con Veron,
perdonarlo y aunque odio las despedidas, decirle adiós con todo el dolor de
mi corazón.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué caminas así?
—Un Montag trató de atacarme y este pequeñín que viene corriendo me
salvó.
Sangug se acerca a mí y levanta los brazos para que lo coja, después
mira a Veron y mueve su manita saludándolo. Este pequeño es un Orco muy
vergonzoso, pero muy educado. Sostengo a Sangug entre mis brazos y beso
su frente.
—¿Quieres que llame a mi madre para que venga a curarte? ¡Maldición!
Otra vez no estuve a tu lado para protegerte —murmura con tristeza y
enfado al mismo tiempo mientras mueve la mano forzando una sonrisa
mirando a Sangug.
—Estoy bien, nunca se habían acercado tanto. Muza apareció para hablar
con el animal usando su poder y se fue. Este pequeño le mordió el cuello,
fue muy valiente y ya me ha curado su madre.
—Desconozco lo que es un Montag. ¿Me permites ver la herida? Mi
madre me enseñó a hacer ungüentos y después de ver curar a mi madre
tantas veces algo he aprendido. Aquí hay muchas hierbas curativas y,
aunque no todas son las mismas que usa mi madre, pueden ayudarte a
curarte más rápido.
—Creo que lo mejor es que hablemos y regreses a Thantanas. Brandar
vendrá pronto, le pediré que me cure y me iré.
—No quiero que te vayas. Quiero pedirte perdón y suplicarte que me des
una última oportunidad. Si te vas lejos de mí, moriré de tristeza.
—Eres inmortal. No puedes morir.
—Se puede vivir y estar muerto al mismo tiempo por la tristeza.
—Que poético te ha quedado. Quiero que sepas que te perdono por tus
fallos y que ya no te culpo por lo que me pasó. Yo debí hablar en su
momento. Ahora te pido perdón por alejarme y decidir por los dos qué era
lo mejor.
—No hiciste nada malo.
—Callar. Eso hice. Debí contarte lo que escuché hablar a tu mejor
amigo. Cometí errores igual que todos. Tomé una decisión desde hace
mucho tiempo, me alegra que vinieras para despedirme de ti y dejar el dolor
atrás perdonándote.
—No te vayas, mi luz. Te daré el tiempo que necesites, te demostraré
que estaré ahí para ti en cada momento. No te fallaré nunca.
—No, Veron. He sufrido demasiado y ya he avisado a Brandar. Cuando
venga quiero que saque el Ónix de mi corazón y seré un humano normal
que tendrá una vida mortal.
—¿Puedes pensarlo? Sé que he cometido muchos errores y que fui un
cobarde por no hablar con mi familia desde el principio. Si no vine antes es
porque quería darte tiempo. Iba a esperar a después de la unión de Sinvha
para venir a verte porque me hizo prometerle que no le fallaría. Ahora estoy
aquí a tu lado y vendré cada día hasta que me des una oportunidad para
amarte.
—¿Por qué te has cortado el pelo? Me gustaba muchísimo verte con el
pelo suelto junto a esas trenzas. —Cambie de tema de forma radical y él me
da tregua porque no insiste. Me siento en un banco de piedra y él hace lo
mismo a mi lado. Tenerlo tan cerca y poder olerlo solo me trae buenos
recuerdos, ninguno malo. 
—Necesitaba cambiar y le pedí a mi madre que me lo cortara un poco.
Luna, que estaba a su lado, me dijo: «Te voy a hacer un corte de pelo
moderno que te vas a cagar». Le dije que no, por supuesto. Yo no quería
cagarme porque me cortara el pelo.
Estallo en carcajadas ante lo que dice, se tomó de forma literal las
palabras de mi hermana.
—¡Hay dios! Como me hubiera gustado estar ahí en ese momento.
—Eso hizo ella, reírse de mí y arrastrarme hasta la habitación de Nan a
pesar de mis negativas para buscar un trasto que era de Fermín. Me obligó a
sentarme y me preguntó después si confiaba en ella. Con un suspiro dije
que sí y me dejo sin pelo que trenzar.
—Estás muy guapo así. —Me doy cuenta de lo que acabo de decir y me
levanto para alejarme de él—. Es mejor que te vayas, Veron.
—Héctor, por favor. Pídele a Brandar que saque el Ónix de tu corazón si
es lo que quieres. Te suplico que no te vayas, que te quedes un tiempo más
en Thantanas y que me permitas cortejarte. Quiero pasear contigo, regalarte
flores o quizá como eres un hombre prefieras otras cosas. Intentaré ser un
mejor hombre para ti. No te lo he puesto fácil y has sufrido tanto que lo
mejor sería dejar que te fueras y vivieras tu vida, pero soy egoísta y haré
todo lo posible porque no quieras irte de mi lado.
Me doy la vuelta para que no vea que estoy llorando y me abraza por la
espalda susurrando que no lo abandone. «¿Qué debo hacer? Fer, si
estuvieras aquí, ¿qué me dirías?». Permito que me abrace porque lo necesito
y me dejo llevar soltando todo mi dolor en forma de llanto. Esos que dicen
que los hombres no lloramos mienten.
—No quero llores —susurra triste Sangug mientras pone sus manitas en
mis mejillas mojadas.
—Si me das un abrazo muy fuerte se me quitará. —Rodea mi cuello y
me abraza, aunque es listo y no lo hace muy fuerte o me partiría el cuello.
Veron sigue pegado a mí y entre los dos consigo calmarme.
—Sangug, trae agua para Héctor —grita Atba. El pequeño se baja y
obedece de inmediato a su madre.
—Es muy joven para ser tan obediente. ¿Qué edad tiene? 
—La vida ha sido dura con él. Su padre era uno de los Orcos que estaba
en contra de que tu tío Khonox reinara y mantuviera la paz. Murió la misma
noche de la unión de mi bichito. Sangug tiene tres años y es muy bueno. 
—Su padre eligió el bando equivocado.
—Sí, Atba me ha contado que no era bueno con ella y que cuando quedó
embarazada fue a peor. Para Atba fue un alivio, sobre todo porque después
consiguió trabajar en el castillo y es feliz con su hijo al que todos mimamos
por ser el más pequeño.
—¿Estás mejor?
—Mucho mejor, necesitaba ese abrazo de ti por mucho que me lo
negara. Ve a la unión de Sinvha y vuelve después.
—Haré lo que me pides después de revisar tu herida y ponerte el
ungüento que voy a preparar.
—Está bien, tú ganas. Te espero dentro, dile a tu primo que descanse un
rato y que luego seguimos después de comer.
—Gracias, mi luz.
—¿Por qué?
—Por no echarme de tu lado como esperaba, por hablar conmigo, por
permitirme abrazarte y consolarte. Iré a darle tu mensaje a Ugor, luego
cogeré todo lo que necesito e iré a buscarte dentro.
Camino hacia la puerta de la entrada y me encuentro a Sangug con una
jarra de agua que me ofrece y me la bebo bajo su atenta mirada. Le doy las
gracias y me sigue al interior del castillo. Pasamos por la cocina donde
huele que alimenta, me robo un trocito de pan que parto en dos para
compartirlo con Sangug y salimos de la cocina para ir a la sala principal.
Nazte está sentado mirando el fuego pensativo.
—Tengo un problema —murmura cuando paso sin hacer ruido a su lado.
Miro a mi alrededor por si hay alguien más y no me he dado cuenta—. ¿Me
guardarías un secreto?
—¿Me hablas a mí? —pregunto confundido. Somos amigos, pero nunca
le había visto así.
—No veo a nadie más, mi hermana hablaría y mi hermano me encerraría
en las mazmorras por loco.
—Tengo unos minutos hasta que Veron venga a revisarme la herida.
—Parece que has decidido perdonarle, me alegro por los dos.
—Sí y no, no lo sé, es complicado. Habla o no tendrás otra oportunidad
hasta más tarde. Sangug busca agua para tu señor Nazte, está sediento. —
En cuanto el pequeño abandona la sala empieza a hablar.
—Estoy confundido, ya te expliqué una vez que cuando tocamos a
nuestra mujer, a la que amaremos y protegeremos hasta la muerte. Sentimos
algo especial y tenemos que ganarnos su amor para no ser rechazados.
—Sí, lo recuerdo.
—Creo que he encontrado a mi mujer. Y no puedo acercarme a ella sin
que su padre me corte los huevos en el intento.
—Eres el príncipe de los orcos, creo que se sentiría orgulloso si su hija te
acepta. Has dicho que crees que lo es, entonces no estás seguro del todo.
—La toqué, fue muy rápido y no puedo estar seguro porque aún es muy
joven. Tendría que tocarla de nuevo y eso confirmaría lo que sentí ese día. 
—Espera a que sea un poco más mayor, eres inmortal y ella también, así
te aseguras. 
—Ella es…
—Ya estoy aquí, ¿dónde puedo mirar la herida? —le interrumpe Veron
—. ¿Todo bien, príncipe? No tiene buena cara.
—Sí, gracias por preguntar. Estoy bien. Vayan a la alcoba de Héctor, allí
estarán más cómodos y nadie os interrumpirá. Si necesitas ayuda para algo
llama a Atba —dice mirando a Veron.
—Gracias, príncipe. —Veron hace una inclinación y estira su mano para
coger la mía. Tira de mí para ayudarme a levantar, aunque no lo necesite.
—Puedo caminar solo —le digo cuando va a cogerme en brazos.
—Lo sé, pero quiero llevarte, ¿me lo permites?
—Está bien —murmuro con un suspiro. Su sonrisa aparece y no puedo
evitar pensar en lo muchísimo que he echado de menos verla cada día. Se
agacha un poco para cogerme sin esfuerzo y me sujeto a su cuello—. Nazte,
hablaremos después.
—No te preocupes, Héctor. Ve con Veron para que te ayude a cicatrizar
con más rapidez. Tendremos mucho tiempo para hablar si decides quedarte.
Hay muchas personas que te aman y no solo los dragones. Empezando por
el hombre que te sostiene como si fueras su mayor tesoro. No desperdicies
tu vida sea larga o corta, vívela al máximo y sé feliz. Tú que aún puedes.
Se despide con un movimiento de cabeza y se va hacia la salida mientras
Veron sube por las escaleras. En el camino nos encontramos a Atba y Veron
le pide agua caliente.
Llegamos a mi habitación y me deja sobre la cama. Luego intenta
quitarme el pantalón y le aparto de un manotazo.
—¿Qué haces? —pregunto nervioso.
—Si no retiro la tela del pantalón no puedo revisar la herida. —No
quiero estar en calzoncillos delante de él.
—Rompe el pantalón. 
Jadeo cuando lo hace y deja sus manos sobre mi piel calentando mi
muslo derecho.
—Echaba de menos tocarte, mi luz. —Así no puedo pensar con claridad.
No soy de piedra y llevo demasiado tiempo sin sentir sus manos sobre mi
piel. Su toque no es sexual y aun así me está poniendo a mil. Mi polla
resucita sin que pueda evitarlo bajo su atenta mirada. La cual va directa a
mi marcada erección que acabo tapando con las manos.
—¿Quieres mirar para otro lado? Dame algo para taparme o no serás el
único que lo vea cuando Atba vuelva con el agua.
Hace lo que le pido con una sonrisa estúpida que me encanta y me
molesta a partes iguales. Me entrega una manta y me coloco de lado para
que me vea mejor la herida. Así cuando llegue Atba no vea el bulto que
tengo bajo la manta.
Se cambia de lado en la cama y se pone a mi espalda pasando sus manos
con suavidad para no hacerme daño. Escucho como rasga más tela para
poder ver mejor la parte de atrás del muslo. Los arañazos profundos están
en esa zona, en la parte lateral del muslo no llegaron a darme puntos.
—Al final no necesitas la manta. Ponte boca abajo.
Hago lo que me pide y siento sus besos alrededor de mi herida. ¿Por qué
es tan atento? Así será más difícil irme. ¿Quiero irme? No. No quiero irme
y tampoco puedo entregarme como si nada. Dejaré que me corteje como él
mismo ha dicho. Que me demuestre con hechos que me ama y no se
avergüenza de nuestro amor ante nadie, y que no permitirá que nadie vuelva
a separarnos nunca.
Atba entra cuando Veron le da paso después de tocar, Sangug viene con
ella y se sienta a mi lado dándome su mano. Me resulta fascinante el color
verde oscuro de su piel. Y es tan bonito con sus pequeños colmillos que
acabarán creciendo igual que los demás adultos. Sus ojos son negros y
cuando sonríe arruga su naricita de una forma nada aterradora, y sí
encantadora.
Mientras Veron prepara el potingue con el agua caliente, Sangug me dice
que Yelys me está buscando y que Ugor no la deja venir aquí. Pobrecita, por
más que he intentado dejarle claro que amo a un hombre no decae en su
empeño por enamorarme con canciones que hacen llorar a mis oídos. Me
regala rosas rojas que ella misma hace florecer de la nada y siempre
revolotea a mi alrededor susurrándome lo hermoso que soy.
—Hizo un buen trabajo con los puntos, Atba —dice Veron con
aprobación mientras revisa los cortes de las garras otra vez. Me giro para
verle y está serio, parece que no le gusta que hablemos de Yelys y si yo
estaría en su lugar tampoco estaría muy feliz.
—Muchas gracias, mi señor. Desearía saber cómo utilizar las hierbas
igual que usted para aprender a curar mejor.
—Puedo enseñarte a hacer este ungüento después.
—Muchas gracias, gracias de verdad. Sería un honor, mi señor. Nunca
tuve la oportunidad de aprender a hacer muchas cosas hasta que vine a vivir
aquí.
—Me alegra oír que será un honor porque te enseñaré tal y como mi
madre hizo conmigo. Termino de ponerle esto a mi luz e iremos a coger las
plantas para que sepas reconocer cuáles son y como mezclarlas. Créeme,
muchos guerreros te estarán muy agradecidos cuando les cures, pues
sanarán mejor y más rápido. —Mientras le habla va colocando la pasta
pegajosa con un olor raro, para luego vendar la pierna con tela con la ayuda
de Atba.
Una vez terminan, Atba y Sangug se marchan dejándonos a solas.
—¿Te encuentras mejor, mi luz?
—Duele menos. Gracias.
Se tumba a mi lado y me lleva hasta su pecho.
—Duerme un poco, te sentirás mejor.
—Debes ir a enseñarle eso a Atba.
—Iré cuando te duermas e intentaré volver antes de que despiertes.
—No te preocupes. Tomate el tiempo que ella necesite, te veré en el
salón principal.
—Como desees, ahora duerme y déjame velar tus sueños antes de bajar.
—No puedo ni quiero negarme porque estoy demasiado feliz por tenerlo a
mi lado de nuevo—. Tengo algo que decirte. ¿Sabes cuál fue la condena de
Darzien?
—Sí.
—Cada día le doy una paliza por lo que te hizo. Para vengarte y porque
no estoy de acuerdo con la decisión de mi tío.
—Deja de hacerlo. Que cumpla su condena y luego Khonox sabrá qué
hacer después. Quedan muchos años para que sea libre. Hacer eso solo te
hace daño a ti. Prométeme que no bajarás más a las mazmorras.
—También desterraron a Traron al Oeste. Imagino que también lo sabes.
—No cambies de tema. Si no haces lo que te pido jamás te daré una
oportunidad. No quiero a alguien a mi lado consumido por el odio y la
venganza.
Suelta el aire de forma sonora, pero sigue sin hablar. Le daré tiempo para
que recapacite de que es un error. Además, he decidido darle una sorpresa.
Las palabras de Nazte me han calado hondo. Mi vida, una vez que me
quiten la piedra del corazón, será muy corta y quiero vivirla al 100%.
Quiero ser el mismo humano que Veron conoció y del que se enamoró.
Unirme a él si todo sale como en mis sueños para convertirme en un dragón
y vivir eternamente juntos. Y si algo sale mal, definitivamente me iré de
este mundo para siempre siendo un simple humano.
 
Capítulo 13

No dejo de pensar en la petición que me hizo mi luz de dejar de maltratar


a Darzien. Le hizo tanto daño que soy incapaz de darle una respuesta ahora.
Lo único que quiero en este momento es ser feliz a su lado y unirnos
pronto. Con cuidado y reticencia me separo de él para cumplir con lo que le
dije a Atba.
Cuando salgo de la alcoba esa hada tan molesta está fuera e intenta
entrar.
—No le molestes, necesita dormir para reparar más rápido sus heridas.
—No eres nadie para mandarme y Héctor es mío.
Le gruño sacando mis dientes y cambiando mis ojos asustándola. Me
calmo y vuelvo a hablar con ella.
—¿Cómo te llamas y qué edad tienes?
—Soy la princesa Yelys y tengo quince años.
—Aún eres muy joven. Esto lo entenderás con el tiempo. Héctor es el
amor de mi vida y no voy a renunciar a él por una niña. Él me ama.
—Eres un hombre, no pueden estar juntos. Se dará cuenta y se
enamorará de mí —dice al borde del llanto. Siento lástima por ella.
—Escúchame muchacha, he sufrido mucho por no tener a Héctor a mi
lado. Necesito recuperar al amor de mi vida, quiero hacerle feliz y
compensar todo lo que ha sufrido por mi culpa.
—¡Pero yo le amo! —grita y espero que no despierte a mi luz antes de
tiempo.
—¿Cómo pretendes intimar con él muchacha? —Me rio porque no sabía
que las hadas se ponían tan coloradas, hasta las alas le han cambiado de
color—. No dudo de que te quiera sinceramente.
—No como yo quiero.
—No, no como tú quieres. De verdad necesita descansar, ¿por qué no
empezamos a llevarnos bien y vienes conmigo? ¿Sabes?, es imposible que
Héctor y tú estén juntos como pareja, pueden seguir siendo amigos siempre
que no intentes robarme a mi amor.
—Si le haces daño no permitiré que te acerques a él. Yo siempre le
protegeré.
—De acuerdo.
—¿Dónde quieres que vaya?
—Voy a ir con Atba para enseñarle a preparar un ungüento como el que
he usado ahora con Héctor usando diferentes hierbas del patio que hay en la
parte de atrás.
—¿Puedes enseñarme también?
—Solo si me prometes que no vas a intentar robarme el amor de Héctor.
—¡Vaaaale! Me cuentas qué plantas vas a usar. Las plantas son mi
pasión —murmura con efusividad. 
Se sienta en mi hombro y comienzo a caminar dejando descansar a
Héctor. Mientras bajo las escaleras no para de hablar y hablar contándome
todas las cosas que ha hecho con Héctor desde que lo conoció cuando llegó
aquí para ayudar a los orcos. Es demasiado parlanchina y me hace reír la
forma en que cuenta todo con esa vocecita. Vuela alrededor imitando a
Héctor hacer la mezcla que le están poniendo a la pared y se pone la mano
en la espalda como si le doliera haciéndome reír bastante. También me
cuenta como Kode lo tiró al suelo haciendo reír a todos. Y muchas cosas
más.
Ugor aparece en mi campo de visión y parece molesto.
—Eres una mocosa muy escurridiza. Te dije que no subieras. Avisaré al
general para que te envíe de regreso a tu reino.
—Ugor, tranquilo. Hemos hablado y ahora somos amigos, ¿verdad,
princesa?
—Perdóname, príncipe Ugor. No volveré a desobedecer. —No la creo y
mi primo tampoco porque sonríe.
—Eres una tramposa. Me prometiste que te quedarías en los jardines y
en cuanto me doy la vuelta sales volando ¿Cómo voy a creerte?
—¡Oh, vamos! No seas aburrido. Tienes que sonreír más.
—No tengo mucho por lo que sonreír. Dile a Héctor que necesito hablar
con él después, me voy a volar un rato.
—¿Quieres que te acompañe? Puedo decirle a Atba que le enseñaré más
tarde.
—No te preocupes, necesito estar solo. Nymy quiere ver a Héctor, le dije
que esperara con Enmy hasta la hora de la comida. 
—Gracias, necesita descansar. Espero que la pierna mejore, el corte le
seccionó profundo y los puntos no eran suficientes.
—Se va a recuperar, Veron. Todo bien, ¿no?
—Se puede decir que sí.
—Nos vemos en un rato a la hora de la comida. —Da media vuelta y se
marcha dejándome confundido. ¿Qué le estará pasando?
—¿Vamos? —interrumpe mis pensamientos Yelys. Asiento en respuesta
y busco a Atba. 
Me indican que se encuentra en las cocinas y vamos por ella.
 
Paso más de una hora mostrándole cada planta y como cortarla de
manera que no se dañe para que siga creciendo sana. Después vamos a la
cocina y, en un lado donde no molestamos a nadie mientras siguen
preparando la comida, le voy indicando como preparar el ungüento. En la
cocina ha empezado con las anotaciones y ha dibujado cada planta con su
nombre y como cortarlas. Tiene una memoria increíble que me recuerda a
mi primo Hodul y a mi tía Phipai. Nunca creí que enseñar lo mismo que mi
madre nos enseñó a mis hermanos y a mí, me hiciera sentir tan cerca de ella
y a valorarla aún más. En todo este tiempo siempre ha estado a mi lado
dándome consuelo, algunos días no fui muy cordial con ella por estar
desesperado y no se lo merecía.
Terminamos en la cocina y nos despedimos de Atba para que siga con su
trabajo. Subo a buscar a Héctor con Yelys volando delante de mí. Llegó a la
puerta y en cuanto la abro un poco se cuela y se posa sobre la cabeza de
Héctor. Lo encuentro enredado entre la manta con la que lo tapé antes de
irme y la venda suelta.
«¡Cómo se mueve este hombre durmiendo!». Pienso con una sonrisa.
Reviso su herida y ha cicatrizado bastante, aunque aún le falta un poco
por curar. Con cuidado me acerco y beso su mejilla para despertarlo.
—¡Despierta, dormilón! Es hora de comer —susurro acariciando su
mejilla.
—Cinco minutos más —murmura con un gruñido de molestia.
—Si duermes más me comeré tu comida —murmura la princesa. Nada
no funciona, sigue sin inmutarse—. Entonces me comeré tu postre, hay tarta
de queso de waun.
Se levanta de inmediato haciendo que Yelys salga disparada. Menos mal
que puede volar, si no se da un buen golpe contra el suelo.
—Eso es mío, chiquitina. Perdona por lanzarte de repente.
—Estoy dolorida, tienes que compensarme con un trozo de tu porción.
—Veron te lo dará por mí. —Me mira con una sonrisa traviesa y siento
que estoy en un sueño. Que en algún momento va a estallar todo y que mi
luz no me trata de esta forma tan cálida y cercana.
—¡Claro! Puedes comerte lo que quieras, Yelys.
—No dirás eso después de probarla —asegura Héctor con una risita.
—Se la daría completa si con eso vuelves a sonreír así. —Agacha la
cabeza y parece avergonzado por mis palabras—. Te mueves mucho cuando
duermes, lávate y te pondré una tela limpia porque se te ha soltado.
Hace lo que le pido y me fijo en que ha perdido la cojera casi por
completo. Un poco más tarde le pido a Yelys que salga de la alcoba y nos
espere abajo. Protesta unas cuantas veces hasta que finalmente termina
marchándose. Cuando Héctor sale del excusado siento mi boca secarse y
tengo que sujetarme con fuerza a la cama para no saltarle encima y
devorarlo. Se ha puesto la camisa que tenía y se ha humedecido pegándose
a su cuerpo, además, está cubriendo su cintura con una tela.
—No me acostumbro a usar agua fría, pero no quería estar molestando a
Atba para que calentara el agua. Dame un momento que no cogí ropa y
vuelvo a salir.
Se mueve nervioso hasta el baúl a los pies de la cama y es incapaz de
mirarme mientras coge algo de ropa. Para mi deleite la tela queda
enganchada al cerrarse el baúl y puedo ver su culo cuando intenta correr
hasta el baño. Va un poco lento por la lesión y la ligera cojera que aún le
queda. Me acerco con rapidez y lo atrapo entre mis brazos presionando mi
polla entre sus nalgas para que sepa lo duro que me ha puesto en un
segundo.
—¿Qué haces?
—Quiero hacerte el amor y no puedo, aún no. El día que seas
completamente mío te marcaré para siempre y nos uniremos. Para eso
necesito demostrarte que nunca más voy a fallarte y que te protegeré como
siempre debí hacer.
—¿Y si lo nuestro no puede funcionar?
—Sé que tienes miedo y que tengo que ganarme de nuevo ese lugar en tu
corazón.
—Te amo, Veron y quiero ser feliz. Con el tiempo he ido cambiando y
me he dado cuenta de que no eres el único que me ha fallado. —Se da la
vuelta y apoya la cabeza en mi pecho rodeándome la cintura con sus brazos
—. Quiero empezar de nuevo, necesito unos días más. Dijiste que querías
cortejarme, regalarme flores. Hazlo, no tienes que enamorarme porque ya lo
estoy, pero necesito estar seguro de que estarás a mi lado cuando más te
necesite. Hay cosas que son inevitables que pasen. Necesito estar seguro de
que no te avergüenzas de nuestro amor y que, si alguien dice algo malo de
nosotros, no haga que te alejes de mí.
—Las palabras no son suficientes para ti y te lo demostraré con hechos,
solo déjame quedarme a tu lado hasta que regreses a Thantanas con tu
familia. Puedo ayudar a acabar el trabajo. —Se queda en silencio por un
rato mientras seguimos abrazados y si no fuera porque debo tener cuidado
de no alejarlo de nuevo, en este instante le haría el amor como tantas veces
lo he revivido en mi memoria—. ¿No me odias por no estar a tu lado?
—No, ya no. Yo fui quien le decía a todo el mundo que no quería verte,
sin embargo, cuando perdoné a mis hermanos la sensación de paz en mi
interior fue increíble. Cada día esperaba que aparecieras a pesar de mis
constantes negativas, me sentía decepcionado cuando llegaba la noche y no
venías. Te culpé un tiempo, luego comprendí que quizá tus sentimientos
habían cambiado o que te sentías muy culpable y ya no me querías en tu
vida.
—En todo este tiempo he tenido miedo de venir a verte y que me echaras
de tu lado. —Levanto su cabeza con mi mano empujando con suavidad su
barbilla para que me mire a los ojos—. Me sorprendiste gratamente, y para
ser sincero, estoy aterrado de que cambies de opinión. Por eso no quiero
irme de tu lado.
Sus ojos están brillantes por las lágrimas que aún no ha derramado.
—¿Puedes confiar en mí e irte más tarde? Quiero que vayas a la unión de
tu mejor amiga, ella se merece que estés ahí en ese día especial.
—Ve a vestirte y hablemos antes de bajar a comer. No soy de piedra y no
soporto tenerte casi desnudo sin poder tocarte como anhelo. —Intento besar
sus labios y se aparta—. Entiendo que aún es pronto. Lo siento.
—No es por eso hay cosas que no sabes, lo que él me obligó a …
—Lo sé todo y lo vi todo a través del poder de mi tío Rodan. —Él niega
alejándose aún más—. No te apartes de mi lado, te daré el tiempo que
necesites. Necesitaba ver con mis propios ojos lo que te había hecho para
hacerle pagar con sangre cada lágrima que derramaste por su culpa. Por eso
no puedo prometerte que deje de bajar en algún momento para que no
olvide por qué está ahí. Eres mi corazón, mi luz, el hombre que amo y con
el que quiero compartir mi eternidad.
Limpio sus lágrimas con mis pulgares y por un instante la ira me invade
por no proteger a mi hombre cuando más me necesitó. Respiro hondo para
calmarme y beso sus labios, intenta alejarse de nuevo, pero no se lo permito
y termina abriendo su boca para mí. El beso se vuelve más salvaje y aprieto
su cuerpo casi desnudo contra el mío deseando no estar vestido. Cuando he
tenido suficiente por ahora, me separo un poco para pegar nuestras frentes y
retirar más lágrimas que vuelven a salir de esos preciosos ojos marrones.
—Te amo. Vístete, te espero fuera de la alcoba, mi luz. No tardes y no
pienses que lo que ha ocurrido ha manchado el amor que siento por ti. Haré
lo que me has pedido y esta tarde partiré a Thantanas. Espero que a mi
regreso al reino de los orcos, no me alejes de nuevo de tu lado porque no
me iré sin ti.
—Gracias.
Le beso una vez más y me retiro con rapidez apartando la mirada, porque
si vuelvo a ver su cuerpo desnudo de nuevo no seré capaz de irme sin
hacerle mío, aquí y ahora.
Al salir me encuentro a Yelys sentada sobre alféizar de una ventana a dos
metros de la alcoba de Héctor. Me sonríe y vuela hasta posarse en mi
hombro, empieza a hablar sobre lo que ha visto en este rato que ha estado
sola y cuando no puedo aguantar más su incesante parloteo Héctor aparece
y, aunque su sonrisa es algo débil, es sincera y parece más calmado. Le
pregunto si todo está bien y asiente para caminar delante de nosotros. Le
freno agarrando su mano para entrelazarla con la mía, Yelys va hasta su
hombro y ahora le cuenta a él mientras bajamos, lo mismo que a mí. ¡Por
mis dragones, que alguien silencie a esta niña! Al escuchar las risas de
Héctor me alegro de que ella sea así y me doy cuenta de que esa pequeña
hada ha sido muy importante para mi luz estas últimas semanas. Acabo
riendo con ellos y así llegamos al salón principal.
Saludamos a todos y nos sentamos a comer. Me sirven una carne que
está deliciosa y Héctor me explica que es carne de waun. Cuando le
comento que no sé qué animal es, enseguida me explica que es muy
parecida a la vaca de su mundo y que da leche con la que hacen la tarta de
queso que he prometido dar a Yelys. Por suerte en Thantanas tenemos vacas
de su mundo y sé que animal es. 
La comida es agradable y me siento cómodo con todos los orcos. Goruz
me cuenta que está muy orgulloso del progreso y el cambio que ha tenido el
castillo gracias a Héctor. La felicidad que siento al escuchar al rey hablar
así de mi luz, me hace sentir aún más orgullo por este humano que me ha
robado el corazón. Todos los orcos felicitan a Héctor, a mi primo Ugor y a
las hadas por ayudarles a reconstruir su hogar salvándolos de la oscuridad.
El pequeño Sangug aparece corriendo por la entrada principal y se dirige a
la cocina cuando el rey lo llama. El pequeño se acerca con la cabeza
agachada.
—Sangug ¿Hoy no quieres comer con Héctor?
—Mamá no deja. Héctor está con visita y no debo molestar. —Me hace
gracia la forma de expresarse de este cachorro que aún no sabe hablar muy
bien. 
—No molestas, chiquitín. Ven conmigo y come antes de que te dejen sin
nada. ¡Estarás hambriento!
Me separo de Héctor para que se siente entre los dos y, con una sonrisa
que muestra sus pequeños colmillos, empieza a comer lo que Héctor le va
poniendo en el plato. La llegada del postre llega poco después y Yelys se
come el suyo rápido, ya que su porción es diminuta y cuando va directa al
mío le digo que coma un pedazo, no todo para poder probarlo.
Cuando se queda satisfecha con un buen trozo de tarta, que no sé dónde
lo ha metido en ese pequeño cuerpo, cojo un pedazo y lo meto en mi boca.
No puedo evitar cerrar los ojos por el sabor tan delicioso y hago lo mismo
con cada trozo hasta que lo acabo. Miro mal a Héctor por obligarme a darle
un buen pedazo de mi porción a Yelys. Toca mi pierna y me sonríe, cojo su
mano y la llevo hasta mis labios sin apartar la mirada de sus ojos.
—Me alegra saber que las cosas parecen ir mejorando entre los dos. Os
felicito.
—Gracias, mi señor —digo con respeto al rey sin apartar la mirada de
Héctor—. Eso parece.
 
Terminamos la comida y salimos a dar un pequeño paseo, me lleva hasta
el lugar en el que fue atacado e intento captar algún olor que me lleve hasta
el Montag y no encuentro ninguno en todo el paseo. 
Hablamos sobre todo del trabajo que está haciendo cambiando este lugar
y le digo que estoy muy orgulloso de él. Mientras caminamos a solas me
fijo en el paisaje que tengo a mi alrededor. Todos los que vinieron antes
aquí me comentaron como era de lúgubre, oscuro y deprimente. Ahora se
ve hermoso con todos los árboles y las flores de diversas clases. Las hadas y
los duendes han dado vida nuevamente a estos orcos cuando más lo
necesitaban. Fui testigo de lo mucho que se esforzaron las parejas de Enmy
y su madre por ser gentiles para poder ganarse su confianza y su amor. Lo
consiguieron y ahora son felices viviendo con ellos en el reino de los orcos.
Son las primeras dragonas que salen de Thantanas y no regresan por amor.
Héctor me dice que, a pesar de su dolor por todo lo ocurrido, aquí lo han
tratado como uno más y es muy feliz.
—Quiero que vuelvas a Thantanas conmigo. Hasta que ese día llegue
estaré a tu lado, hablaré con mi tío. 
—Gracias por no obligarme.
—Nunca lo haría, porque eso me alejaría de ti.
Le abrazo con fuerza antes de besar sus labios y él entrelaza nuestras
manos. Caminamos un rato más hasta que llega la hora de que Héctor y
Ugor sigan trabajando. Les ayudo hasta que empieza a anochecer y me
despido de todos dejando a Héctor para el final.
Nos alejamos un poco de todos para hablar sin que puedan escucharnos.
—Disfruta de la fiesta y dile de mi parte que si las cosas van bien, me
encantaría conocerla.
—Ven conmigo —suplico en el último momento. 
—No puedo, debo acabar aquí. Queda poco trabajo por hacer y no quiero
retrasarlo más. Me gustaría tener todo listo para la llegada del rey Brandar.
—Sigues decidido a quitarte el Ónix.
—Sí.
—Solo te pido que te cuides hasta que regrese a tu lado. Si te pasa algo y
estoy lejos de nuevo, nunca me lo voy a perdonar.
—Me cuidaré, ahora ve y saluda a todos de mi parte. Ten cuidado.
—Lo tendré.
Me alejo un poco para quitarme la ropa y hacer el cambio, Héctor la
recoge y la coloca entre mis garras. Acerco mi cabeza a su rostro y huelo su
cuerpo por última vez hasta mi regreso. Besa mi nariz susurrando que me
ama, sin decir nada más me separo y alzo el vuelo o no seré capaz de irme.
Me siento pletórico, cuando regrese sé que Evolet será la primera en
acribillarme a preguntas seguido por los demás y con gusto responderé a
todas. Tengo ganas de ver sus caras porque nadie espera lo que tengo para
contar. Yo aún creo que esto es un sueño.
 
Tardo más de lo esperado porque he ido volando lento y tranquilo, en el
camino varios guerreros que van de camino a Senzyras se unen a mí. Entro
al castillo y, como esperaba, Evolet viene corriendo.
—Llevo esperando todo el día que regresaras. ¿Cómo ha ido? ¿Te dejó
hablar? ¿Va a venir pronto? ¿Está bien?... —Y un sinfín de preguntas que
paran gracias a mi tío.
—Pequeña, déjale hablar. Acaba de llegar.
—¿Qué quieres decir? —sisea molesta—. Son preguntas normales.
—Está bien, pequeña. Será mejor que apuntes las preguntas o se le
olvidarán. —Su cuerpo se envuelve en fuego y al momento se calma de
nuevo.
—Lo siento, Veron. No quería agobiarte, tu tío tiene razón. Estoy tan
nerviosa que no me he dado cuenta. —¡Vaya! Que rápido y que fácil se ha
calmado, pienso por un segundo mientras mi tío se va satisfecho fuera del
salón—. Ahora desembucha, porque te acribillo a preguntas de nuevo y si
no te acuerdas te vas a enterar por tenerme todo el santo día esperando
como una gilipollas tu regreso, además, ¿por qué has tardado tanto? Dudo
que mi bichito…
—Cálmate y siéntate. Traigo buenas noticias. ¿Los demás están
durmiendo? 
—Seguramente están en la sala de juegos para los peques. Tus sobrinos
Yix y Ren, y tu prima Galara están cerca de cumplir su tercer mes y son
inagotables cuando están cerca de Skel, Ayra, Danae y Leyre.
—Vamos así les cuento a todos, seguro que tus hermanos y Nan se
alegran por lo que tengo que contar. 
Llegamos a la alcoba y Luna vuelve a acribillarme a preguntas. Evolet la
frena y cuando me dejan hablar les cuento todo desde el momento en que
llegué. Su cara de asombro era mejor de lo que esperaba, luego se
preocupan por la herida de Héctor y les digo que ya está mucho mejor
gracias a los cuidados de Atba y los míos. Pasa un buen rato hasta que los
niños por fin se van quedando dormidos y me dejan ir hasta mañana que
estoy seguro que volverán a preguntarme más cosas. Decido bajar a la
cocina a comer algo para retirarme a descansar.
—Veron, ¿cómo ha ido todo?
—Bien, tío. ¿Puedes prescindir de mí por unos días más? Le he
prometido a Héctor volver después de la unión de Sinvha y no le quiero
fallar. Sé que debería haberlo consultado primero contigo, pero jamás
imaginé que todo iría tan bien.
—No te preocupes, Hodul y Kode se encargarán de los nuevos guerreros
hasta tu regreso. Hace meses que lo estás haciendo tú y no creo que haya
ningún inconveniente en que ellos lo hagan por un corto tiempo mientras
hacen sus labores.
—Gracias. —Me inclino en señal de respeto por darme mi tiempo al
lado de mi luz.
—Tráelo de regreso a su hogar, junto a su familia.
—Así será. —Me da unas palmadas en el hombro y se retira.
En la cocina como las sobras de la cena y subo a mi alcoba. Necesito
descansar, mañana al acabar la unión volveré a Aezan junto a mi luz sin
importar la hora que sea. 
 
Capítulo 14

Ugor se coloca a mi lado y me acompaña en silencio por un rato.


—¿Todo bien? —pregunta apretando ligeramente mi hombro.
—Lo vio todo, tu padre se lo mostró. ¿Me leyó la mente?
—Mi padre no lee la mente como mi abuela. Se mete dentro de tu mente
y ve todo lo que tú has visto, también la manipula a su antojo de ser
necesario y puede mostrárselo a otros. 
—Ojalá se hubiera metido en mi mente antes.
—Mi padre y Veron lo vieron todo desde la perspectiva de Darzien no
desde la tuya. No me imagino lo que debió sentir Veron al verlo y mucho
menos lo que tú sentiste.
—Entonces tu padre no…
—Para él es una invasión a la intimidad. Se ofreció a hacerlo con el
permiso de tus hermanos, pero les dio miedo tu reacción y prefirieron
esperar. Un gran error que no sabían que cometían.
—Lo sé. No les culpo.
—Necesitaba hablar contigo porque voy a irme mañana a primera hora,
necesito irme de este lugar y divertirme un rato.
—Mucho habías tardado. Aquí hay mujeres a las que les gustas.
—No son mi tipo. Prefiero las dragonas mil veces. Las hembras Orco
son demasiado serias y aburridas.
—Te pido disculpas por nuestra seriedad y por no ser de tu agrado,
príncipe. —murmura Muza a nuestras espaldas haciendo que Ugor se tense.
—Princesa, no quería ofender a nadie con mis palabras.
—No me ofenden tus desacertadas palabras. Sé que te vas mañana y
venía a decirte que no es necesario que regreses.
—Muza, necesito su ayuda para acabar. Yo iré con él y Veron también
regresará conmigo. He hablado con tu hermano Goruz y no le parece mal.
—Se encoge de hombros.
—Como quieran. Diviértase mucho, príncipe, para que cuando regrese le
parezcamos aún peor y se largue pronto de mi hogar. —Se da media vuelta
para irse y cuando Ugor parece que va a decirle algo le agarro del brazo.
—¿Qué ha sido eso?
—No lo sé, siempre he intentado ser amable con ella y esto es lo único
que recibo de su parte.
—¿No le has hecho nada? Porque es lo que parece.
—No, desde que rescatamos a Nan algo cambió en su trato hacia mí.
—¿Se habrá enamorado? —pregunto más para mí que para él.
—Pues pobre idiota el que tenga que aguantar a semejante mujer, ¿acaso
no la ves? Es poco femenina y no debería hablarle así a un hombre.
—Sí, pobre idiota el que se enamore de ella y tenga que ganarse su
corazón porque va a llorar lágrimas de sangre hasta lograrlo. Déjame
decirte que Muza es una mujer en toda la extensión de la palabra y que, si
es así, ha sido por las circunstancias. No deberías fijarte en lo que ella
muestra al mundo sino en lo que esconde en su interior. Además, podrá ser
de color verde, musculosa y con colmillos que asoman de su boca cuando
sonríe. Pero ella es hermosa, mucho más que la mayoría de las dragonas
insulsas que solo buscan cazarte. Espero que el día que te enamores de una
dragona te haga sufrir un poquito y así pienses las cosas antes de decirlas.
Puedes hacer mucho daño sin querer.
—Lo siento, tienes razón y trataré de ganarme su perdón. Me caía bien a
pesar de su seriedad y me sentía orgulloso por como luchó con nosotros al
lado de sus hermanos. Valoro la valentía en una mujer y ella tiene más que
muchos hombres. Su trato fue lo que me hizo ser indiferente con ella.
—Pues trata de arreglarlo antes de volver a Thantanas. Cuando
acabemos aquí no sabes cuando volverás a verla.
—Lo haré, cambiando de tema. ¿Vienes mañana entonces?
—Sí, quiero darle una sorpresa a Veron y también fui invitado. Nan me
entregó una carta de Sinvha y sinceramente, no pensaba ir hasta que Veron
regresó. Quiero ser feliz y él es mi felicidad.
—Entonces cenemos y vayamos a descansar, mañana iremos a casa.
—Quiero darle una sorpresa y aparecer en la fiesta. ¿Sabes cuándo y
dónde es?
—En los jardines de Olvernus, la unión será al medio día. Cuando
lleguemos a Senzyras mi primo ya estará en Olvernus. Nos cambiaremos e
iremos hasta la ciudad.
—¿Y si no le gusta verme allí rodeado de tanta gente? No soportaría que
se avergüence o que otros hablen mal de nuestra relación.
—Veron dejó muy claro delante de todos los que estaban en la cantina
cuando se enfrentó a Traron, que tú eres su hombre y que si alguien se
atreve a hablar mal de ti o de vuestra relación tendrá serios problemas.
Tiene el apoyo de la reina y sabes mejor que yo como se las gasta tu
hermana.
Los dos nos reímos y me calmo un poco. Le pregunto por lo que pasó
con Traron y me cuenta que Kode le explicó que Veron fue con Norrus a
buscarlo y que lo esperaron en la cantina. La verdad es que me da pena que
una amistad se rompa por no saber mantener la boca cerrada. Sé del aprecio
que Veron siente por Traron y puedo entender que el otro sintiera celos,
aunque eso no justifica lo que le escuché decir a los demás para
humillarnos.
Volvemos dentro del castillo y cenamos tranquilamente. Me alegra saber
lo bien que Yelys se ha tomado conocer a Veron. Les informamos a todos de
que mañana nos vamos y que volveremos pasado mañana para terminar lo
poco que queda y que Veron también vendrá. Yelys quiere ir, pero sin la
autorización de su hermano no podemos hacerlo. Se marcha llorando y no
puedo evitar sentirme triste. Más tarde nos retiramos y la busco en su
habitación, por más que toco no me abre la puerta y decido retirarme.
Cuando estoy a punto de entrar en mi habitación abre su puerta y vuela
hasta colocarse en mi pecho.
—No quiero que te vayas, te voy a echar de menos. Te quiero mucho.
—Yo también te quiero, chiquitina —susurro posando la mano en su
espalda con cuidado de no hacerle daño en las alas—. Entiende que quiero
darle una sorpresa a Veron. Si pudiera, te juro que te llevaría conmigo.
Sabes que cuando las obras acaben volverás a tu reino y nos veremos muy
poco.
—Yo no quiero separarme de ti.
—Yo quiero que regreses a tu reino y seas feliz. Hablaré con tu hermano
para que podamos vernos, me gustaría conocer tu reino y a tu familia.
—¿Lo prometes? ¿Prometes que volveremos a vernos después de irme a
mi reino?
—Sí y cuando conozcas a tu amor verdadero quiero que luches por él y
que no te olvides de invitarme a tu boda, unión o lo que sea que hagan las
Hadas.
—Las hadas no nos unimos como los dragones. Elegimos a nuestra
pareja y nos casamos. Yo quería casarme contigo y no puedo porque amas a
Veron. —De repente cambia de color y se vuelve completamente roja.
—¿Estás bien? ¿Quieres que avise a alguien?
—¡No! —grita, se separa de mí para ponerse frente a mi rostro—. Veron
tiene razón. Nunca podríamos estar juntos porque somos muy diferentes.
Mi tamaño es…
—Es perfecto para ser mi chiquitina y una gran amiga. —Su color remite
y parece volver poco a poco a la normalidad—. ¿Qué te dijo Veron para
ponerte así? Nunca te pasó o yo no lo vi, no tenía ni idea que podías hacer
eso.
—Es que… me da vergüenza y cuando un hada siente vergüenza se pone
colorada como yo. Cuando sentimos mucho, mucho miedo nos volvemos
blancas y cuando morimos nos fusionamos con la naturaleza y crecemos
como una flor que nunca morirá. Esa será nuestra vida eterna, aunque
nuestra vida como hada es muy larga también.
—¡Nunca me contaste esas cosas!
—No es algo que nos guste contar. Pocos lo saben y es mejor así porque
de esa forma saben algunas de nuestras emociones y pueden usarla en
nuestra contra.
—Entiendo, nunca diré nada. Será nuestro secreto y ahora vamos a
dormir, mañana desayunamos juntos antes de irme con Ugor.
Algo decaída vuelve a su habitación y yo me retiro a la mía.
 
Atba viene a despertarme sin ser necesario porque por culpa de los
nervios no he pegado ojo en toda la noche y me espera un largo viaje por
delante. Se empeña en ayudarme a vestirme, ya me he acostumbrado a que
me vea desnudo. Las cicatrices que han quedado en mi espalda son
horribles y, aunque Veron sabe que están ahí, prefiero evitar que las vea.
Estoy seguro de que cuando le di la espalda y a pesar de llevar la camiseta
pudo verlas por mi descuido de no coger ropa. La camisa estaba mojada y al
mirarme en el espejo ahí estaban para recordarme lo imbécil que fui
confiando en Alejandro. No quiero que las vuelva a ver nunca más. Con
Atba me acostumbré, ella también tiene muchas cicatrices en su cuerpo, el
padre de su hijo se las hizo todas. Ella me mostró sus cicatrices y yo las
mías. Desde entonces, ella es la única aparte de Yiri, Cora, Lixda y Nymy,
que después de lo que pasó con Darzien también las vio y no sé qué hacer
con Veron.
Termina de ayudarme y bajamos al salón principal, ella se retira para
seguir con su trabajo y Sangug viene corriendo lanzándose a mis brazos.
Nos sentamos en la mesa a comer y Yelys baja minutos después. Se sienta
en mi hombro y después de dar los buenos días se dispone a comer. No
habla en todo el tiempo que estamos desayunando y me siento mal por no
poder llevarla conmigo. Ugor me avisa que es la hora de irnos y nos
despedimos de todos. Yelys se marcha volando y Muza me dice que esté
tranquilo, que solo está triste y enfadada por no poder ir. Le hago caso y
salgo fuera del castillo donde Ugor ya me espera en su forma de dragón.
Recojo su ropa y la meto en una bolsa. Subo a su lomo y alza el vuelo. Hace
sol y no paso frío hasta que llegamos a Senzyras.
Cuando toca tierra y me bajo en el patio delantero empiezan a salir a
recibirnos y el primero que se acerca a mí es Degon. La última vez no fue
muy amable, pero no es culpa suya, creía que me acostaba con otro y solo
protegía a su sobrino.
—Hola, Degon.
—Héctor, te pido perdón por las últimas palabras que dije.
—Todo está bien. Protegías a tu sobrino, así que no puedo estar molesto
por eso. Me dolieron tus palabras, es cierto, si hubiera hablado todo sería
diferente.
—Gracias. Me sentí muy mal al saber por lo que has pasado y el daño
que te causé después con mis palabras.
—Te he echado de menos. —Anarfi llega a su lado corriendo y me
abraza dejándome sin respiración—. ¿Y esta sorpresa? No te esperábamos
hasta que terminaras la renovación del castillo.
—Quería darle una sorpresa a Veron.
—Eso no me lo pierdo, casi todos están en Olvernus para la celebración
de la unión, Phipai y Rax están terminando con Galara y nos vamos.
—Tía, nosotros tenemos que cambiarnos de ropa —dice Ugor
—Entonces les esperaremos. Varios guerreros nos van a llevar para no
tener que hacer el cambio —dice Degon. 
—Perfecto. Vamos, Héctor. 
Sigo a Ugor y Cora viene en mi ayuda porque no tengo idea de que
ponerme, he sacado toda la ropa y todo me parece feo. Los pantalones son
sosos y las camisas blancas muy simples. Si por mí fuera me vestía con mi
ropa, que algo tengo guardado.
—¿Por qué tanto alboroto? Te escucho desde mi alcoba. —Me abraza
con cariño—. Me alegra verte de nuevo.
—Hola, Phipai. —Me acerco y le robo a su hija—. Hola, bichito. Has
crecido mucho. —Hace una pedorreta que me hace reír.
—¿Necesitas mi ayuda?
—El problema es que toda la ropa me parece igual y quiero verme bien
para Veron.
—Cariño, aunque fueras vestido con un trapo sucio serías hermoso para
mi sobrino. Toma esto —dice cogiendo el pantalón que Cora tiene en sus
manos y lo deja caer sobre mi hombro—, creo que esta camisa sería
perfecta, tiene un bordado muy bonito.
Con un suspiro le entrego a la niña y voy al baño a cambiarme. Cuando
salgo, Cora, a pesar de mi negativa se empeña, en decorarme el pelo con los
aros de oro de Veron. Como lo tengo más largo, trenza los laterales
añadiendo los aros y estoy temiendo verme en el espejo. A todos los
dragones que he conocido les queda de miedo, pero dudo que a mí me
queden bien unas trenzas. Le pido que me recorte la barba todo lo que
pueda, si tuviera mi máquina no tendría tantos problemas. No me gusta
verme sin barba y tampoco con más de un centímetro de largo. 
Cuando por fin puedo verme me sorprende el resultado. Jamás tuve el
pelo largo y si no me lo corté fue por vagancia. Ahora me gusta lo que veo,
¿qué pensará Veron al verme así peinado?
—Deja de pensar tanto, estás muy guapo y a mi sobrino le va a encantar,
sobre todo verte. Bajemos que nos estarán esperando.
Me despido de Cora y le digo que Nymy se ha quedado en Aezan y que
volverá conmigo cuando acabemos. Ella sabe que los orcos la cuidarán muy
bien y así pasa tiempo con su amiga Enmy.
Cuando Anarfi me ve, se queda encantada con mi nuevo look y todos
están de acuerdo. Nos subimos al lomo de varios dragones y volamos hasta
Olvernus donde en breve será la celebración de la unión.
En el viaje no puedo evitar sentir nostalgia al ver de nuevo este paisaje
nevado tan hermoso y que tanto eché de menos desde que no volví. Me fijo
en cada árbol, hay muchos diferentes, pero sobre todo abetos enormes
cubiertos hasta la copa de nieve blanca y fina que se derrite en tus manos al
cogerla. De repente recuerdo las navidades, quiero hacer un muñeco de
nieve gigante, se lo diré a mis hermanos y estoy seguro de que les gustará la
idea y a los más pequeños también. Sinceramente, ya no sé qué estación del
año es en mi mundo. No sé si es verano, primavera, otoño o invierno y si
tuviera que volver porque todo sale mal de nuevo con Veron, desearía que
fuera verano. Un verano tan caluroso que no me recordara nunca a este
lugar nevado y frío.
—Héctor.
—¿Qué? —miro a Ugor extrañado.
—Hemos llegado y si no te bajas no llegaremos a tiempo para la unión.
Los demás ya están de camino a los jardines.
Me agarro con más fuerza a las escamas de Mesul.
—¿Puedes llevarme de regreso a Senzyras? Esto ha sido una mala idea y
quiero irme.
—No puedes decir eso ahora. Ya estamos aquí.
—Ugor, ve con los demás. Esperaré a Veron en Senzyras y le daré la
sorpresa allí. No quiero arriesgarme a que sienta vergüenza porque te juro
que ni la piedra me salva de morir de un infarto.
—Somos amigos. ¿Puedes confiar en mis palabras cuando te digo que
nada de eso va a pasar? —Los ojos me pican por las lágrimas no
derramadas y parpadeo para evitar que salgan. 
—Héctor, hemos compartido algunos momentos de entrenamiento. Yo
fui testigo de cómo Héctor habló en la cantina frente a todos. Dejó muy
claro que tú eres su hombre y que no permitirá que nadie vuelva a hacerte
daño —interviene Mesul con su voz de dragón.
—Has escuchado a Mesul. Veron no te rechazará, no arriesgaría esta
oportunidad que le estás brindando de nuevo. Te mereces ser feliz.
Aún con miedo a pesar de sus palabras, bajo del lomo de Mesul y se
marcha volando. Ugor me gira para mirarle y apoyar sus manos en mis
hombros con ambas manos. Señala con la cabeza la dirección por donde
debemos ir y se coloca a mi lado dándome un ligero empujón para que
camine delante de él. Por suerte ha tenido cuidado y no me ha tirado al
suelo como su hermano. Sería lo único que me falta para rematar los
nervios. Cierro las manos en puños y comienzo a caminar. A unos pocos
metros empiezo a escuchar el sonido de la música mezclado con voces y
risas. Trago saliva con fuerza bajando el nudo que tengo atascado en la
garganta. Debo ser valiente y si algo sale mal me retiro con la cabeza en
alto, regresaré a Aezan con los orcos y esperaré por Brandar. Con eso en
mente me armo de valor y sigo caminando hasta llegar a los jardines.
Nunca estuve por esta zona de la ciudad y es hermoso. Todo está
decorado muy diferente a las uniones a las que he acudido decoradas por mi
hermana. Hay cintas de colores por todas partes colgadas de los pequeños
árboles y las personas están por todas partes. Veo algunas caras conocidas
en las que se encuentran dos guerreros que estaban con Traron aquel día de
mierda. Al que no veo por ningún lado es a Veron.
—Sigue caminando, puedo olerle. Veron está aquí. Ve con tus hermanos,
Evolet ya te ha visto.
La busco con la mirada y en cuanto nuestras miradas se cruzan levanta
las manos moviéndolas de forma exagerada haciendo que todos a su
alrededor se giren y miren lo mismo que ella. A mí.
«¡Qué bien disimula mi bichito!». 
Hago caso a Ugor y me dirijo a ellos bajo la atenta mirada de todos,
tanto de los que me conocen como de los que no y me están poniendo de los
nervios. Siento aire a mi espalda y mi corazón se acelera al máximo, me
giro para ver a Veron y en cuanto estoy frente a él me sujeta por la nuca
para besarme. Intento empujarlo y no sirve de nada, coloca la otra mano en
la parte baja de mi espalda para pegarme más a él y me rindo a su beso
olvidándome de todos.
Nuestro beso termina y su sonrisa me hace sentir completamente nuevo
por un instante hasta que recuerdo a todos y agacho la cabeza mirando a mi
alrededor. Veron levanta mi cabeza desde la barbilla para que lo mire.
—Nunca vuelvas a agachar la cabeza, mi luz. Nadie va a juzgarnos. No
pienso esconderme nunca. Ese error solo lo cometí una vez —susurra
contra mis labios y lo han escuchado perfectamente todos los dragones a
nuestro alrededor—. Pensé que me estaba volviendo loco cuando noté tu
olor entre los invitados.
Asiento mordiéndome el labio inferior para aguantar las ganas de llorar,
Veron se da cuenta y vuelve a abrazarme. Le rodeo la cintura con los brazos
e intento respirar profundamente y así conseguir calmarme.
—Me alegra conocerte, Héctor. He oído hablar mucho de ti. Soy Dagtan
la pareja de Sinvha. —Me separo del abrazo despacio para mirar al hombre
que me sonríe y parece sincero—. Sinvha pensó que no vendrías al no
obtener respuesta a su carta.
—¿Qué carta? —pregunta Veron con curiosidad—. No mencionaste
nada de eso cuando hablamos.
—La verdad es que no iba a asistir a la celebración hasta que viniste a
verme y hablamos. Quise darte una sorpresa y por eso no te dije nada.
—Ha sido una sorpresa maravillosa, mi luz.
—Espero que lo que acaba de pasar no sea un…
—Eres bienvenido —me interrumpe—. No lo dudes. Sinvha se sentirá
muy feliz de poder conocerte al fin de verdad. Se sintió muy mal el día que
la viste y malinterpretaste lo que había entre ellos.
—Ahora sé que todo fue un malentendido y que son amigos. Eso es lo
importante.
—Disculpen, es la hora —dice una mujer muy bonita.
—Hablamos más tarde, es hora de unir mi vida a Sinvha para toda la
eternidad.
Veron y yo asentimos dándole las felicidades y nos vamos junto a
nuestra familia. Todos estamos de pie y poco a poco se van separando para
dejar paso a Sinvha. Está preciosa y cuando me ve sonríe. Luego su mirada
se clava en Dagtan y ya no tiene ojos para nadie más que su corazón.
Capítulo 15

Estoy hablando con mi hermano Norrus mientras esperamos en los


jardines la llegada de Sinvha y noto un olor en el ambiente que sobresale
por encima de los demás. ¡No puede ser!
—Vuelvo enseguida —murmuro girándome sin esperar respuesta. Sigo
el olor entremezclado con el de Ugor.
«¡Héctor está aquí, ha venido!»
Lo visualizo en la distancia mientras atraviesa parte de los jardines entre
los invitados que se fijan en él. Unos celos que hacía tiempo no he vuelto a
sentir me devoran por dentro. Debo calmarme o Héctor me apartará de su
lado. Cuando su vista se centra en Evolet, aprovecho para usar mi velocidad
sorteando a cada dragón hasta colocarme a su espalda. Se gira, me mira y
sin pensarlo más hago lo que tanto deseo, besar sus carnosos labios. Siento
como intenta apartarse y se lo impido. Cuando me separo para mirarle
siento rabia al ver como observa a su alrededor con temor a lo que alguien
pueda decir agachando la cabeza y no puedo permitirlo. Hablo con él y al
momento siguiente Dagtan se acerca a saludar a Héctor. Descubro que
Sinvha le había enviado una carta y me alegra saber que de alguna manera
ella intentó ayudarme poniéndose en contacto con él. Llega la hora y nos
vamos con nuestra familia para ver la unión de mi mejor amiga.
 
Una vez hecha la unión se besan y todos aplaudimos deseándoles que
sean muy felices. Mientras me acerco a Sinvha junto a mi luz para poder
darles la enhorabuena personalmente pienso en el día en el que nos unamos
para toda la eternidad. Cada segundo a su lado en este instante es un regalo
para mí. En todas estas últimas semanas no esperé que Héctor me perdonara
tan pronto. He tenido mucha suerte y algún día será mío por completo. Me
ganaré su corazón.
Sinvha abraza con cariño a Héctor. Él parece recibir bien el afecto que
ella le da, me abraza a mí y les deseamos las mejores de las dichas. Sinvha
aparta un poco a Héctor para hablar con él mientras me quedo esperando y
escucho atentamente lo que hablan.
—Muchas gracias por venir. Y por darle una oportunidad a Veron.
Espero que no te moleste que sepa lo que ocurrió, nunca se lo he comentado
a nadie y nunca lo haré.
—Gracias. Tanto por la invitación como por guardarme el secreto.
—¿Qué tal con Veron?
—Creo que bien, me beso ante todos y ahora estoy seguro de que no se
avergüenza de amarme.
—Soy feliz sabiendo eso. —Sinvha levanta la mirada y se fija en Evolet
—. Estoy muy emocionada, aún no puedo creer que esté aquí la reina.
Bueno, toda la familia real ha acudido a mi unión. ¡Estoy de los nervios! —
Héctor se ríe ante sus palabras.
—¿Por qué? Tú misma invitaste a Veron y Ugor. ¿No?
—Sí, los dos eran mis amigos. También invité a sus hermanos, aunque
no pensé que vendrían y mucho menos que lo hicieran los demás.
—Mi bichito es muy buena.
—Lo sé, me trataron muy bien cuando supieron que no era una arpía que
intentaba arrebatarte a Veron. —Héctor estalla en carcajadas y ella acaba
riendo también—. No sé, me siento extraña a pesar de haber hablado en
algunas ocasiones con todos ellos. El día que le pedí a la reina que te
entregará la carta casi me desmayo de los nervios.
—Mi bichito se la entregó a Nan porque ella vendría antes a verme. Te
agradezco el gesto e intentar ayudar a solucionar el malentendido. 
—Era lo mínimo que podía hacer. 
—Hoy es tu día, no obstante, si quieres puedo contarte muchas cosas de
tu reina para que sepas que es muy especial.
—¡Héctor! Si te pillo contando cosas que me avergüencen te achicharro
el culo y no dejaré que Veron te cure.
—Mi señora —murmura Sinvha temblorosa con una inclinación.
Cuando Evolet se acerca. Llego hasta ellos y abrazo a Héctor.
—Tía, no seas celosa. Sabes que Héctor te quiere mucho y nunca diría
nada que pudiera hacerte sentir algo de vergüenza. —Me mira con una ceja
levantada.
—Eso ni tú te lo crees. Sinvha, ha sido precioso. Quería darte las gracias
por no echarnos al autoinvitarnos todos.
—Jamás, mi señora. Es un honor tenerlos presentes en mi unión —
susurra Sinvha cohibida.
—Me llamo Evolet. No me digas más mi señora, por favor. Eres la mejor
amiga de Veron y me caes bien —Sinvha asiente sonriente.
Todos se van acercando a felicitarla y Luna nada discreta pregunta que
cuando vamos a comer que ya tiene hambre. Todos nos reímos mientras
Marcos agacha la cabeza gimiendo avergonzado.
Sinvha sonríe más y Dagtan les indica que iremos a la posada a comer.
Mandé preparar gran cantidad de comida porque sabía que todos vendrían a
la unión y entre sus invitados y nosotros, somos demasiados. Agarrando la
cintura de Héctor lo llevo hasta la salida de los jardines para luego ir a la
posada. Hoy hay mercado y muchos dragones de otras ciudades cercanas
vienen a hacer sus compras. Noto a Héctor tensarse y beso su sien.
—Todo está bien, mi luz —susurro en su oído.
—Gracias.
—Gracias a ti por estar hoy aquí.
Seguimos nuestro camino y acabo gruñendo a un par de dragonas al
escuchar algunos de los murmullos que están diciendo. Por suerte, el oído
de Héctor no está desarrollado como el nuestro y no puede escuchar lo que
acaban de decir. Al momento están rodeadas por un anillo de fuego, aunque
no están siendo quemadas miran con miedo a su reina.
—Basta, pequeña. Han aprendido la lección. No volverán a mencionar
nada malo sobre tu hermano o su príncipe —dice mi tío con seriedad
mirando a las dragonas. Ella apaga el fuego.
—La próxima vez no tendréis tanta suerte.
—Lo sentimos, mi señora. Disculpadnos, mi señor. No pretendíamos
ofender. Habíamos escuchado rumores sobre el príncipe enamorado de un
hombre, pero no creímos en ello.
—Al parecer, las palabras de vuestro príncipe no han sido suficientes. Si
vuelve a mencionarse algo negativo sobre el amor entre el príncipe y el
hermano de vuestra reina serán recluidos en las mazmorras. Esto es un
aviso, no permitiré que nadie vuelva a manchar su amor. —Después de
estas palabras, mi tío sujeta a Evolet por la cintura y sigue su camino sin
volver a mirar a las dragonas que tiemblan de miedo.
—Lo sentimos mucho. No ocurrirá de nuevo —murmura la de ojos
azules mirándonos.
—Eso espero —siseo entre dientes.
—¿Qué han dicho? —pregunta Héctor.
—No importa, mi luz.
—¡Quiero saberlo! —exige molesto.
—Por favor, mi señor. Solo eran palabras llenas de celos porque usted
tiene lo que ninguna dragona ha conseguido —dice la de ojos marrones.
—¿Y qué es lo que he conseguido?
—Su amor.
—Hay muchas dragonas celosas de usted —añade la de ojos azules.
—Vámonos, Veron. Ya he oído suficiente y no necesito saber lo que han
dicho, puedo hacerme una idea.
—Mi luz, si te sientes mejor haré que reciban su castigo. —Héctor las
observa mientras niega con la cabeza.
Nos alejamos de ellas y el estado de ánimo de Héctor ha cambiado. Ya
no sonríe y evita cualquier contacto conmigo. Eso me tiene más triste que
enfadado, no puedo creer que todo acabe de nuevo por los maliciosos
comentarios de otros.
La fiesta continúa y después de la comida volvemos a los jardines a
bailar. La fiesta parece animar un poco a mi luz, y pasar tiempo con su
familia también ha cambiado el gesto serio que tenía. No he querido
agobiarlo y después de dos horas echo de menos tocarlo. Me acerco a él
cuando está hablando con Sinvha, agarró su cintura y no me aparta. Parece
que todo vuelve a esta extraña normalidad que hay ahora entre nosotros.
Cuando acaba la conversación entre ellos se da la vuelta y besa mis labios
agarrando mi cuello.
—Perdóname —susurra.
—No tengo nada que perdonarte. ¿Estamos bien? —pregunto
preocupado.
—Sí, amor. Estamos bien.
Por mucho que me guste escuchar mi nombre de sus labios prefiero que
me diga amor. Si mis primos escucharan lo que pienso, tendría burlas por
cientos de años. Bailamos juntos unas cuantas canciones sintiéndome
inmensamente feliz.
Al atardecer, todos nos despedimos de Sinvha y Dagtan para retirarnos
dejando atrás a los demás. Le pregunto si quiere ir a la casa que compré y lo
único que quiere es ir al castillo. Lo entiendo porque ahí fue donde todo se
acabó entre nosotros y no quiero forzarle a nada que no quiera hacer.
Somos los primeros en llegar a Senzyras y nos retiramos para asearnos
por separado. Termino de vestirme y voy a buscar a Héctor a su alcoba, toco
y espero que me dé paso.
—¡Espera! Aún no estoy listo. ¿Por qué no bajas al salón? Iré en cuanto
acabe.
«¿Qué le ocurre? Parece nervioso».
—Quiero revisar la herida.
—¡No! —grita. Abro la puerta sabiendo que va a cabrearse y le veo
poniéndose la camisa evitando que vea su espalda—. ¡Te dije que no! —
vuelve a gritar ahora furioso—. Vete, no quiero que me veas. ¡Joder! ¿No lo
puedes entender?
—Lo entiendo.
—¿Entonces por qué sigues aquí?
—Porque te amo. Porque daría mi vida por ti y porque no quiero que
vuelvas a alejarme de tu vida. —Con la camisa a medio poner corre hasta
mí y lo recibo con los brazos abiertos para rodearlo y abrazarlo mientras
llora sobre mi pecho mojando mi camisa—. Te amo.
—Lo siento, no quiero alejarte. Es que no me siento preparado para que
veas las cicatrices.
—Vi tus heridas y recuerdo cada una de ellas. Me odio cada día por ser
tan cobarde y ser el causante de que te fueras de nuevo a tu mundo. Debí ser
valiente y enfrentar a mi familia.
—Aún no… no estoy bien, necesito más tiempo —murmura con
dificultad entre los llantos.
—Tu dolor es mi dolor, ojalá pudiera cambiar el pasado y borrar todo lo
que dije.
Le cojo en brazos y le acuesto en la cama, le ayudo a colocarse la camisa
sin mirar su espalda y me tumbo a su lado.
—Eso no cambiaría lo que piensan los demás —murmura minutos más
tarde una vez se ha calmado.
—No puedo evitar que hablen a escondidas por mucho que mi tío
Khonox y yo les intimidemos. Lo que sí puedo, es evitar que digan algo en
nuestra presencia. Ya se acostumbrarán con el tiempo. Es algo que
desconocen, nunca escuché hablar de una pareja entre dos dragones o dos
dragonas. ¿Te importa lo que piensen? ¿Te hace daño?
—La verdad es que hace mucho tiempo que eso dejó de importarme. El
problema no es si me importa o no a mí, el problema es si a ti te importa.
—Cuando mi tío te trajo de regreso en ese estado, me di cuenta de que lo
único que quería era amarte. Por eso hablé, aunque sé que fue tarde. Tal vez
me hubieran molestado los murmullos en otro momento, no te voy a mentir.
Hasta que estuviste a punto de morir en mis brazos después de encontrarte
entre los arbustos con la daga clavada en el costado. Eso lo cambió todo.
Ese día me juré que nadie me impediría luchar por tu amor y que tarde o
temprano me ganaría tu corazón de nuevo. Te fallé, y no sabes cómo lo
lamento.
—Los dos cometimos errores, lo único a lo que le temo es a que te
arrepientas de estar a mi lado. Que la gente hable mal de nosotros no me
ayuda a estar tranquilo, sino a pensar en qué día te darás cuenta de que esto
es un error y que a pesar de tus sentimientos no soportes lo que otros digan.
—Entiendo tu falta de confianza en mí, es algo que me gané cuando te
fallé la primera vez. Lo que puedo asegurarte es que me ganaré tu
confianza. Quiero marcarte y unirme a ti.
—¿Te refieres a morderme?
—Sí. Esperaré a que tú me lo pidas, amas a mi parte humana y a mi parte
dragón.
—¿Y si nunca te lo pido?
—Lo harás. No hoy ni mañana, pero nos amamos y sé que algún día
estarás preparado.
—¿Me esperarías?
—Por supuesto, mi luz. Tu llegada cambió mi mundo y no quiero una
vida sin ti.
—Te amo, amor.
—Y yo a ti, mi luz.
Pasamos un buen rato acostados y abrazados sin decir nada, no lo
necesitamos en este momento. Estar así con él me hace sentir que todos
estos meses de sufrimientos por tenerlo lejos han merecido la pena. Debo
demostrarle que nunca voy a arrepentirme de estar a su lado y amarlo toda
la eternidad. Tocan la puerta dos veces y Cora nos avisa que la cena estará
servida en breve. También para comunicarnos que mi abuela nos espera
abajo a los dos. Le doy las gracias y nos levantamos de la cama, Héctor se
arregla la ropa y salimos de su alcoba para irnos de inmediato y no hacer
esperar a mi abuela. Bajamos las escaleras y al final del pasillo mi abuela
está de pie esperándonos con los brazos abiertos. Héctor se suelta de mi
agarre y la abraza escondiendo la cabeza en su cuello.
—Nunca pude hablar contigo después de irte de esa forma. Me alegra
verte de nuevo mi niño, sabes que te considero como un hijo igual que a tus
hermanos.
—Lo sé y siento todo lo ocurrido.
«Cariño, déjanos a solas un momento». —Me pide mi abuela
mentalmente. Asiento y después de besar los labios de Héctor y besar la
frente de mi abuela me retiro tranquilo.
En el patio están Norrus con mi sobrina Ayra en brazos y mis primos.
—¡Tío Vedon! —Exclama emocionada. Se remueve en los brazos de su
padre y cuando consigue que la suelte viene corriendo hasta alcanzarme.
Es increíble que ya tenga un año y que sea cada día más hermosa. No
puedo evitar soltar una risita.
—¿Qué te hace tanta gracia?
—Pienso que mi preciosa sobrina va a ser tu perdición en cuanto
empiecen a salir pretendientes hasta de debajo de las piedras.
—No pienso permitir que se acerquen a mi princesa.
—No puedes hacer eso —asegura Ugor.
—Es cierto, primo. Tienes que dejar a tu hija crecer y enamorarse —
añade Kode. 
—Recordad vuestras palabras cuando seáis padres de una niña.
—Cuando encuentre a mi dragona me dará varones. —Todos reímos
ante las palabras de mi primo Ugor—. No sé qué os hace tanta gracia.
—Llevas más de trescientos años entre faldas y no has encontrado a tu
dragona porque no quieres enamorarte, y por supuesto, porque aún no ha
aparecido la hembra indicada —afirma Norrus.
—Tal vez esté cambiando mi manera de pensar. Además, tú estuviste
quinientos años enamorado y te negaste a ese amor por idiota. Yo al menos
aún no me he enamorado.
—¿Estás seguro de eso, amigo? —pregunta Héctor arrancándome a mi
sobrina de mis brazos mientras ella se queda encantada.
—Por supuesto que estoy seguro. Si estuviera enamorado no dejaría
escapar a mi dragona.
—Eso me queda muy claro, el problema que veo es otro y te darás
cuenta con el tiempo —asegura.
—No te entiendo.
—Quizá esa mujer esté más cerca de lo que crees y no te hayas dado
cuenta todavía.
—¡Imposible! —exclama Ugor ofendido.
—¿Y tú Kode? ¿Te has enamorado?
—Me gusta mucho una dragona, pero no es amor lo que siento por ella.
Si sintiera amor no me seguiría acostando con otras dragonas.
—A lo mejor le tienes miedo al amor y por eso lo haces. ¿No quieres
intentar saber si realmente es amor lo que sientes por ella? 
—¿Cómo supiste que amabas a Héctor? —me pregunta Kode con
curiosidad evitando responder a Héctor. 
—Supe que algo me pasó el día que apareció por primera vez herido.
Algo cambió en mí porque su olor me atrajo como nunca ocurrió antes.
Cuando se recuperó, pude verlo y estar cerca de él y supe que me había
enamorado, pero que estaba perdido porque era un amor imposible. Ambos
éramos hombres y por eso me acerqué a él, si no podía tenerlo como mi
corazón necesitaba, podríamos ser amigos. Disfruté de cada momento que
pasamos juntos y salimos a volar muchas veces. Recuerdo la primera vez
que me vio en mi forma de dragón, me sentía aterrado de que sintiera miedo
y, sin embargo, él se acercó hasta mi morro, lo acarició y lo besó. Todo lo
que me hizo sentir ese simple toque y su beso me dejó lleno de tristeza y
dolor porque nunca podría unirme a él.
—¿Qué cambió? —pregunta ahora Ugor con interés.
—La unión de nuestros tíos. Seguro que recordáis el regalo de sus
hermanos. —Ellos asienten—. Ahí descubrí, como todos los demás, que
Héctor se sentía atraído por los hombres. Esa misma noche le besé. 
No añado que esa noche también le hice el amor.
—Te largaste con tus hermanos al día siguiente —dice Kode mirando a
Héctor.
—Eso fue porque quería mantener nuestra relación en secreto y no
contarlo nunca. Me dijo que buscaría la manera de estar juntos para siempre
y que nunca se uniría a ninguna dragona. Por supuesto, no acepté. Yo ya fui
el sucio secreto de un hombre que me engañó y no iba a pasar por lo
mismo, o peor, porque a tu primo le amaba y me rompió el corazón.
Aunque tarde, habló de sus sentimientos y ya conocéis el resto.
—¿Y si la dragona que me gusta es alguien a quien no puedo tener?
Intenté acercarme y huyó de mí, me dolió tanto que acabé fornicando con
cada dragona que se abrió de piernas sin importarme nada más.
—Tal vez deberías intentarlo de nuevo —le animo apretando su hombro.
—No, no quiero hacerlo. Cuando esté seguro de que es amor y no un
capricho lo volveré a intentar. Lo último que quiero es hacerle daño, de lo
único que estoy seguro es de que ella me importa mucho. 
—¿Nos vas a contar quién es?
—Todavía no. —Héctor resopla haciéndonos reír por no obtener la
respuesta. 
Cisane y Banity nos llaman en ese momento para ir a cenar. Todos
dejamos la charla y nos acercamos hasta ellas. Su llegada cambió la vida de
nuestro tío Dagud que, por culpa de su propia hermana, su felicidad se vio
truncada por muchos años. Ahora son felices y Banity adora trabajar para su
reina.
—Banity, eres muy hermosa para seguir teniendo una vida tan solitaria.
¿No hay ningún dragón en tu vida?
—¡Kode! —le reprende mi hermano.
—¿Qué? Es cierto.
—No se preocupen muchachos, yo le digo lo mismo cada día. Quiero ver
a mi hermana ser feliz junto a un buen hombre.
—Dejen de decir tonterías, soy feliz y no necesito un hombre. Cuando
llegue el indicado serás la primera en saberlo.
—Ya no tenemos que escondernos, nadie te impide ser feliz y rehacer tu
vida.
—Tú eres feliz y yo soy feliz, Cisane. El día que me enamore, me ganaré
su corazón y seré aún más feliz.
Su hermana no parece muy convencida y Kode, aunque no son formas
tiene razón. Banity es una muchacha muy hermosa, me extraña que no haya
mostrado interés en ninguno de los guerreros como la gran mayoría de las
muchachas. Sé que ha rechazado a algunos dragones que han intentado
cortejarla, tal vez esté enamorada y no sea correspondida. Algún día lo
descubriremos, veo como Héctor va tras ella con mi sobrina y no puedo
evitar sonreír.
—Nos alegra verte feliz, primo. He pasado mucho tiempo con Héctor y
por fin puedo decir que le veo realmente feliz. No la cagues de nuevo o no
te perdonará. Has tenido mucha suerte.
—Lo sé, Ugor. Pensé que tardaría mucho más en conseguir su perdón y
aquí estamos.
—¿Vas a unirte a él? —pregunta Kode. 
—Le dije que esperaré a que me lo pida. Necesita tiempo, ni siquiera
quiso que le viera la espalda por culpa de las cicatrices que le dejó aquel
maldito humano.
—Habla con él.
—Ya lo hice, Norrus. Me metí en su habitación a pesar de que me pidió
que esperase fuera. Si no me permite verle la espalda, ¿cómo voy a poder
unirme a él y marcarle? No me va a dejar tocarle por culpa de Darzien.
—Le he dado una paliza por ti.
—Gracias, Kode. Necesito un consejo, quiero saber qué haríais en mi
situación si Héctor os pidiera que no volvierais a bajar a torturar a ese
malnacido.
—¡Bajaríamos! —responden al mismo tiempo los tres sin dudarlo.
—No puedo perdonar a Traron su traición, mucho menos a Darzien por
lo que le hizo. Rodan me lo mostró y esas imágenes no puedo sacarlas de
mi cabeza. Necesito golpear con Angrom[iii] y mis garras cada parte de su
cuerpo hasta que escucho crujir sus huesos mezclados con sus gritos para
sentir que estoy vengando a Héctor.
—Hijo, eso no te hará sentir mejor. Si Héctor te lo ha pedido, cumple tu
promesa —interviene en nuestra conversación mi padre sin que me
percatase de su presencia. 
—No llegué a prometerle que no seguiría haciéndolo, padre. 
Mis primos y mi hermano se van para dejarnos hablar a solas. Camino
un poco seguido de mi padre escuchando el crujir de la nieve al hundirse
bajo mis pies.
—Hijo, no puedo imaginar cómo te sientes por lo que le han hecho al
hombre que amas. Sé que estás insatisfecho con la decisión de mi hermano
por la condena impuesta.
—¡Es que no es suficiente, padre! ¡Merecía la muerte! —siseo con furia
contenida cuando lo único que quiero es gritar.
—Estaba enamorado de ti. —Le miro incrédulo—. No lo estoy
defendiendo, hijo. También creo que merece la muerte o la condena eterna,
pero no podemos hacer nada en contra de la palabra del rey. No sabemos lo
que le espera cuando salga dentro de mil años.
—Debería dejarlo toda la eternidad.
—Os esperamos para cenar —murmura mi madre al llegar hasta
nosotros. Mi padre sujeta a mi madre por la cintura y besa sus labios. Ella
me mira con las mejillas sonrojadas y sonrío porque quiero lo que ellos
tienen.
—Vamos, madre. Mi hombre me espera y no quiero que cambie de
opinión.
—¿Irás mañana a Aezan con él? 
—Si, madre. Los nuevos guerreros vendrán mañana a entrenar al castillo
por primera vez. Hodul y Kode se encargarán de ellos hasta que regrese.
Además, Ame y Resli estarán con las muchachas. El rey no ha puesto
impedimento en que tarde un poco. Dudo que haya problemas sin mi
presencia. 
—Eso es maravilloso, cariño. Me gustaría ir en otro momento para
visitar a Lysder y a su hija y sé que Nous también.
—Mi amor, hablaré con mi hermano y le comunicaré que los
acompañaremos no creo que tenga inconveniente si regresamos en la noche.
Si no es posible, te prometo ir en otro momento. 
—¿Y Nous?
—Nous y Lan nos acompañarán —les informo.
—Perfecto, ahora vayamos a cenar que, si se enfría, Northa nos castigará
dándonos de comer lo mismo que a los lobos. Snow cada día come más
carne y su barriga cada semana crece un poco más. 
Hablando de los lobos, aparece por la puerta Snow seguida por Brak.
Acaricio el lomo del enorme lobo que sigue su camino tras su familia y me
centro en escuchar el fuerte latido de los cinco cachorros que siguen
creciendo. Yo nunca tendré un cachorro, Héctor es todo lo que necesito para
ser feliz.
 
Capítulo 16

La conversación con Gal ha sido reveladora para mi mente en muchos


aspectos. Sería una buena psicóloga en mi mundo. Tiene razón en que no
debí ocultarle a ella lo que ocurría, me entristeció saber que se siente dolida
porque quise apartarla como a todos. Soy como un hijo para ella, pero para
ser sincero conmigo mismo dejé de verla como una madre en el momento
en que regresé a mi mundo y me vi solo. Tenía a mis hermanos y después a
Nan, lo que faltaba era una madre o un padre con los que hablar. Fui sincero
con ella, le pedí perdón por ser tan terco e idiota y apartarla de mi vida.
Cuando terminamos de hablar apareció Rior que me abrazó y me susurró
que nunca más volviera a sentirme solo porque eran mi familia y me
amaban como a uno de sus hijos. Gal se unió al abrazo y me sentí amado.
Lo único que supe de mis padres es que eran unos drogadictos que me
abandonaron siendo pequeño y la policía me llevó al orfanato donde conocí
a mi verdadera familia. Gracias a mi bichito pude venir a este mundo
mágico en el que conocí al amor de mi vida. 
Salgo al patio y hablo un rato con Veron, Norrus y sus primos. Cisane
junto a Banity nos avisan para ir a cenar y como siempre el imprudente de
Kode incómoda a la chica con sus preguntas fuera de lugar. Me deja un
poco confundido con lo que le responde y decido seguirla con Ayra en
brazos para preguntarle.
—¡Banity! —Ella se gira ante mi llamada y su hermana sigue caminando
hasta el salón principal.
—¿Qué ocurre?
—Creo que ya estás enamorada y que algo no ha ido bien —suelto nada
más llegar a su altura.
—Eso no es importante.
—¿Cómo que no es importante? Tú eres importante. Eres una mujer
hermosa que muchos dragones desean. Cada vez que venía me contabas
quien te había intentado enamorar.
—Sigue sin ser importante. Ya elegí al dragón al que deseo entregar mi
corazón y yo no existo para él. No soy importante para él.
—Ya se dará cuenta de que existes. ¿Has intentado hablar con él? —
Niega con los ojos abiertos como platos.
—Jamás me atrevería.
—¿Entonces como pretendes hacerte ver? Dios de mi vida, tengo que
echarte una mano.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero que me digas quién es para ayudarte a conquistarlo.
—¡No! De momento quiero esperar. Cuando vuelvas te contaré quien es.
Lo prometo.
—Está bien. Ayra cariño, díselo tú.
—Quero mami.
—Así no ayudas bichito —digo exagerando la voz haciendo reír a la
pequeña y a Banity—. ¿Evolet lo sabe?
—No, mi señora no ha dejado de preguntar que me ocurre y no puedo
decírselo. Esperaré tu regreso y me darás algún consejo que me ayude.
Siempre viví en la sombra por todo lo ocurrido con mi hermana y su
hombre. No pude tener una vida normal por culpa de Neblis y ahora no sé
cómo enfrentarme al amor.
—Habla con tu hermana. Ella te conoce mejor que cualquiera y podrá
ayudarte.
—No quiero decírselo. Ella es muy feliz y no puedo dejar que esa
felicidad quede manchada por mi culpa. Además, si él fuera el dragón
indicado mi olor lo atraería, lo sé por mi hermana. Por eso Neblis la echó
del castillo cuando lo descubrió, su olor me atrae como el de ningún otro
dragón. Kode sabe cómo yo, que esa dragona que mencionó es a la única
que entregará su corazón, aunque se niegue a ello estando con otras. Él la
ama igual que yo lo amo a él. 
—Igual que le pasó a Norrus con Nan.
—Sí, su historia es diferente porque Nan lo eligió antes de que Norrus
naciera y sufrió mucho por su culpa con sus rechazos. Le pregunté a la
señora Gal que pasaba entre ellos porque jamás había escuchado algo
similar.
—Pues si a él no le atrae tu olor, tal vez no sea el indicado.
—¡Él es mi dragón! Lo sé y lo siento en mi corazón.
—Entonces cuando regrese de Aezan hablaremos y lo intentaremos.
—Gracias. Nunca pude pedirte perdón por no protegerte. Siempre fuiste
muy agradable y bueno conmigo, y yo solo vivía para mi reina.
—No hay nada que perdonar. Ahora vamos a cenar.
—Quero mami —insiste Ayra. 
—Perdona, bichito. Vamos con mami.
La levanto en brazos mientras doy varias vueltas sacando sus carcajadas
y llegamos al salón donde la dejo en el suelo y va directa hasta Nan.
Observo a los lobos que van en dirección a la cocina y Brak viene a mi
lado, le acaricio detrás de las orejas como tanto le gusta y se va con rapidez
hasta Snow. Ya tengo ganas de que nazcan los cachorros para poder
achucharlos. Adoro a los animales, pero nunca tuve uno por miedo a no
poder cuidarlo como se merecen. Lo bueno es que estaré aquí para cuando
Snow esté de parto. 
Me dirijo a la mesa donde todos me esperan y me siento al lado de
Veron.
—Brak me ha dado envidia. Yo también quiero tus caricias —susurra
muy bajito acariciándome la mejilla.
—¡Te quieres callar! Todos te han escuchado. —Me arde la cara por la
vergüenza.
—No nos molesta verlos así. Al contrario, somos felices sabiendo que
poco a poco van recuperando su amor —murmura Boltcan con una sonrisa.
Traen la cena y me centro en comer o más bien engullir todo lo que
Veron me pone en el plato para no tener que hablar y decirle cuatro cosas.
Lo que me faltaba es que encima no pueda ni servirme lo que quiera.
—Déjame hacerlo. No te enfades, mi luz —susurra con una sonrisa. Y
con eso mi enfado se evapora al instante, le miro y besa mis labios.
—Héctor, ¿cómo van los avances en el castillo de los orcos? Ugor me ha
informado que queda muy poco.
—Es cierto, Khonox. Casi no queda piedra negra que cubrir, en unos
pocos días todo quedará finalizado y esperemos que dure con el tiempo.
Mucho tiempo.
—Hiciste un buen trabajo, de ser necesario les ayudaríamos de nuevo.
¿Verdad tío?
—Por supuesto, Ugor.
—¿Qué tal ha sido tu estancia en su reino? —pregunta Degon.
—Bien, a decir verdad, me ha venido bien, incluso me enseñaron a
cocinar un estofado. Cuando regresemos le pediré a Goruz que me dé unos
kilos de carne de Waun y os hago un estofado delicioso. —Mis hermanos y
Nan estallan en carcajadas—. ¡Cabrones! —siseo entre dientes.
—Héctor, no sabes ni guisar pasta —dice Evolet.
—Ni hacer tostadas. Me trajo el desayuno quemado el primer día —
añade Nan entre carcajadas.
—Es verdad, cada vez que le tocaba cocinar a él la cena que hacíamos
los sábados, Evolet siempre le salvaba en el último momento —dice Mateo
y los demás asienten afirmando sus palabras.
—Yo me comería el estofado, mi luz.
—Creo que, aun siendo inmortal, comer eso te mataría —dice con sorna
Luna.
—Abuela, yo no le dejaría entrar en la cocina o acabaría quemada
seguro.
—Es cierto, Northa. Como reina no me hago responsable de lo que mi
hermano haga en tu cocina. Ese es tu territorio, eres la dueña y señora. Mi
consejo es que no le permitas la entrada para preparar algo de comer que
tenga que usar el fuego.
—Recuerdo hace años que Evolet no le cogió el teléfono y los bomberos
llegaron a tiempo para salvar la cocina del fuego.
—Es verdad, Luciana. Eso fue épico —dice Mateo—. Fermín fue el que
llamó a los bomberos cuando empezó a llegarle el olor a quemado y al salir
al rellano escuchó a Héctor gritando. «¡Apágate coño!» —grita lo último
mientras imita mi voz.
Las risas suben de tono y me sumo a ellas. Tenemos muchas anécdotas
divertidas a mi costa y no me molesta en absoluto que sepan que soy un
negado para la cocina, aunque en esta ocasión se equivocan. Creo que ese
estofado es lo único que no se me ha quemado nunca. Debo añadir que en
ningún momento Atba me dejó solo, la cocinera tenía el día libre para estar
con su familia. Atba siempre se encargaba de cocinar esos días y me
aproveché de ello para convencerla de enseñarme.
—Abuela, recuerdas la comida que llevabas al mundo de los humanos.
—¡Claro! Héctor me pidió que llevara más cantidad.
—Eso es porque luego metía la comida en unas cajitas para luego
congelarlas y tener comida para muchos días. Cuando se le acababan venía
a casa de Fermín a comer y a cenar la mayoría de las veces.
—¿Y cuándo no iba qué comía? —pregunta Kode muerto de risa.
—¡Comida quemada! —grita Alan llorando de la risa. 
«La madre que los parió a todos». 
—Sois unas brujas y vosotros también, como hombres deberíamos
apoyarnos. Además, sois mis hermanos.
—Lo siento, pero las chicas tienen razón, eres un desastre con patas en la
cocina —murmura Alan después de recuperar el aliento.
Se pasan el resto de la comida contando todo lo que recuerdan de mis
asesinatos a la comida en la cocina y pasamos un rato muy divertido. Veron
no ha parado de reír y de preguntar cuando no entendía alguna palabra, lo
que hace aún más divertido para nosotros explicarlo. Cuando Nan mencionó
las cajitas nadie dijo nada en el momento, más tarde Veron preguntó qué
eran esas cajitas y como las podemos congelar si no tenemos poderes. Para
Khonox, Nan, Nous y Northa es más fácil saber a qué nos referimos e
intentan ayudarnos a explicarlo. Echaba tanto de menos esos momentos en
familia que no puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas que consigo
controlar.
—¿Estás bien, mi luz?
—Estoy feliz, amor. —Ahora soy yo el que se acerca a besar sus labios y
sujeto su mano para entrelazarla con la mía, satisfecho de haber hecho lo
correcto viniendo a darle la sorpresa y estar por unas horas con toda mi
familia, humanos y dragones.
 
Dos horas más tarde estoy muy cansado y me despido para ir a mi
alcoba.
—Déjame ir contigo. —Lo pienso unos instantes y los recuerdos de
Darzien me persiguen. 
—Mejor vamos a tu habitación. —Le pilla desprevenido y no dice nada
—. Bueno si no quieres iré a mi habitación.
—Claro que quiero dormir contigo en mi alcoba.
Toma mi mano y subimos las escaleras, nunca estuve dentro de su
habitación y la verdad es que tengo curiosidad por ver como es, la camisa
que robé fue de la ropa sucia que tenían que lavar. 
Al entrar me sorprendí al ver una estantería llena de libros, no tenía ni
idea de que le gustara leer. En todo el tiempo que fuimos amigos nunca lo
mencionó. Observo la enorme cama y desearía poder acostarme con él,
hacer el amor y entregarme por completo de nuevo. Mi mente no me va a
dejar. Necesito recuperar mi estabilidad emocional, ahora comprendo todo
lo que tuvo que sufrir mi bichito y por qué era tan cerrada a conocer gente
nueva. No puedo evitar que el miedo se apodere de mí al pensar en Darzien
y me abrazo a mí mismo.
Siento a Veron abrazarme por la espalda y lo único que quiero es llorar,
pero no. Se acabó seguir llorando, tengo que ser fuerte y salir adelante. Los
dos merecemos ser felices.
Me da la vuelta y me quita la camisa, mi primer impulso es apartarlo y
me contengo. Sé que no va a hacer nada que no quiera y necesito confiar en
él. Me ha demostrado con hechos, que no se siente avergonzado de
mostrarse ante los demás conmigo como su pareja y eso me hace muy feliz.
Cuando estoy completamente desnudo empieza a quitarse la ropa, mi
polla despierta ante la visión del cuerpo semi desnudo de Veron. Ni
recuerdo la última erección que tuve sin ser la matutina aparte de la que él
me provocó hace poco. Se quita los pantalones junto a los calzones a los
que no consigo acostumbrarme y su polla erguida apuntando en mi
dirección me deja hechizado. Mi pulso se acelera sin control, me acerco y le
abrazo apoyándome en su pecho y escondiendo mi cara en su cuello
aspirando su olor. Me rodea con sus musculosos brazos susurrando que me
ama. Besa mi coronilla y me empuja hasta la cama sin soltarme
quedándonos aún de pie.
—Me muero por hacerte el amor —susurra.
—Yo también.
Se separa de mí y acaricia mi mejilla con una mirada llena de deseo.
Cierro los ojos porque no creo ser capaz de dejar que me toque. Ese cabrón
me dejó hecho una mierda. Lo escucho moverse a mi alrededor y soy
incapaz de abrir los ojos.
—Ven a mi lado, mi luz. Déjame abrazarte, sentir tu piel contra la mía,
necesito que me calmes porque siento tanta ira que bajaría en este instante a
las mazmorras a matarlo —susurra con la voz contenida por la ira.
Abro los ojos y me giro para verlo. Está recostado en la cama con los
puños apretados y sus ojos ahora son brillantes. Me acuesto a su lado y
apoyo la cabeza sobre su pecho. De repente empieza a temblar y lo miró
asustado. ¡Está llorando!
—Veron, por favor. Tienes que tranquilizarte. Matarlo iría en contra de
tu rey y sé que eso no puede ser bueno para ti.
—No sé cómo cumplir lo que deseas. Me pediste que no bajara a
torturarlo y cada vez que veo el miedo en tus ojos solo pienso en acabar con
su miserable vida.
—No llores. Te lo suplico, amor.
Sus dientes empiezan a cambiar y veo sangre salir de sus puños, eso me
extraña hasta que veo su pulgar y la enorme garra que antes era su uña.
«¡Mierda! ¿Cómo puedo calmarlo?» Agarró sus muñecas e intento llevar
sus puños hasta mi cara para que deje de hacerse daño y me toque. ¡Es
imposible!
Me bajo de la cama corriendo, le tapo con la manta y me pongo los
pantalones. Tardo en darme cuenta de que son los suyos porque me quedan
algo grandes y me da igual. Abro la puerta y salgo al pasillo gritando:
—¡Anarfi! ¡Ven rápido!
Los primeros en llegar son Boltcan y Yiri que tienen que contener a
Veron porque se ha levantado de la cama. Estoy acojonado por verlo en ese
estado, no quiero que cometa una locura.
—¡Lo voy a matar! ¡No merece vivir! —grita una y otra vez, su voz ha
cambiado. 
Anarfi llega corriendo seguida de todos los que han escuchado el
alboroto y entra cerrando la puerta tras ella. Me apoyo en la pared y me
dejó caer al suelo donde me agarro las rodillas pegándolas a mi pecho sin
apartar la mirada de la puerta.
«Soy el culpable de que esté en ese estado».
—No eres el culpable, cariño. Veron no ha estado bien desde que vio lo
que Darzien te hizo —susurra Gal sentándose a mi lado acariciando mi
cabeza.
Los gritos de Veron cesan de repente y entra Rodan cerrando la puerta
tras él.
El tiempo pasa lento hasta que por fin abren la puerta. Salen Rodan y
Anarfi, y ella se sienta a mi lado y me toca para calmar mis nervios, algo
que le agradezco con una débil sonrisa. La sensación de ver a Veron tan
agitado y furioso me ha roto el corazón en tantos pedazos que casi no me
queda nada que darle.
—Creo que lo mejor para Veron sería alejarme para siempre. He sido lo
peor que le ha pasado en su vida.
—¿Qué tontería estás diciendo, bichito? —murmura mi hermana
colocándose de rodillas delante de mí—. Sabes que no es cierto, Veron no
era del todo feliz porque le faltaba algo y ese algo eras tú. Estas semanas
después de saber lo que realmente te estaba pasando estaba como un Zombi
andante, apenas salía del castillo salvo para ir con Sinvha y porque ella le
obligaba a hacerlo. Se dedicaba a trabajar y a encerrarse en su alcoba. No
puedes abandonarle cuando más te necesita. Os amáis y no podréis vivir el
uno sin el otro.
—Es cierto, mi hermano te ama y si te vas, nunca será feliz. Deja que se
calme y él mismo te dirá que no lo abandones.
—No quiero causarle ningún daño y desde que llegué a su vida no he
hecho más que…
—Que nada. —me interrumpe mi bichito—. No hiciste nada. No seas
pesadito con lo mismo y no seas tú el que cometa el error de alejarse de
nuevo. Necesitas tiempo para sanar, todo irá bien.
—¿Y si le pasa esto en Aezan? Anarfi no va a estar a nuestro lado para
tranquilizarlo. Yo no pude hacerlo.
—Tienes a la princesa Muza. Ella puede ayudarte si llegara a pasar de
nuevo.
—Lo que dice Ugor es cierto. Yo no estaré para calmarlo con mi poder,
pero ella tiene unos poderes muy extraños. Creo que absorbe la energía y
puede dejarlo dormido. Ella es muy poderosa y no solo habla con los
animales y amplifica nuestros poderes usándolos al mismo tiempo. Como lo
que le vimos hacer con Evolet. Si te sientes más tranquilo iré contigo de ser
necesario —Se ofrece Anarfi y yo miro a Degon que asiente con seriedad.
—No será necesario, hermana —dice Rodan—. Héctor, verte tan
vulnerable ante su toque le hizo revivir todo lo que le mostré de la mente de
Darzien y por eso estaba fuera de sí. He borrado esas imágenes de su mente,
recordará todo, aunque ya no puede verlo ni revivirlo en su mente nunca.
Fue un error mostrarle lo que ese monstruo te hizo.
—¿Ahora está bien? Es lo único que me importa.
—Entra y compruébalo por ti mismo. Veron está bien y espera que entres
para disculparse por asustarte tanto.
—Gracias —susurro emocionado. Hago el intento de abrazarlo y paro en
el último momento. Toma mi brazo y me aprieta contra su pecho en un
abrazo.
—Todo esto está siendo muy difícil para los dos. Sois fuertes y os tenéis
el uno al otro, ve con él y descansad. Mañana os espera un largo viaje y
mucho trabajo. No le hagas esperar más y entra. —Se separa de mí
apretando mis hombros. Después de mirar a todos y darles las gracias entro
en la habitación. Por un segundo recuerdo mis cicatrices al darles la espalda
y en este instante eso ya no tiene importancia para mí. 
Entro a su habitación y cierro la puerta. Boltan está de pie al borde la
cama mirando a su hijo con los brazos cruzados, Yiri está tumbada al lado
de Veron abrazándolo y acariciando su cabeza. Juraría que la estoy
escuchando tararear alguna canción. Fijo mi mirada en Veron que está con
los ojos cerrados. Voy por el lado libre y me tumbo a su lado apoyando la
cabeza en su hombro. Yiri acaricia mi cabeza y se levanta después de besar
la frente de Veron. Boltcan se acerca apoyando una rodilla en la cama y
también besa la frente de su hijo. Un gesto de ternura que nunca vi en él
hacia sus dos hijos mayores. Se inclina un poco más y besa mi frente
provocando que un nudo se forme en mi garganta por la muestra de cariño.
Antes de salir hecha un par de troncos a la chimenea. Consigo aguantar las
ganas de llorar, y una vez estamos a solas, centro mi atención en el único
hombre que amaré para siempre.
Me levanto un poco para sentarme y apoyarme en el cabecero de
madera. Como sé que está despierto lo intento mover y al principio no
consigo lo que quiero hasta que él se deja hacer. Una vez lo tengo con la
cabeza sobre mi pecho, Veron se acomoda mejor y me abraza pasando sus
brazos a mi alrededor pegándome más a él. Ninguno de los dos habló
durante lo que me parecieron horas. Mis ojos se van cerrando por el
cansancio y los nervios acumulados.
—Nunca quise asustarte, mi luz. Perdóname, perdí el control. Jamás te
haría daño, eres mi vida —murmura. Sus palabras me despiertan de golpe y
siento que tiene miedo a lo que pueda decirle.
—Me asustaste y tuve mucho miedo.
—No te alejes de mí —suplica y me parte el corazón. Me abraza más
fuerte, aunque no llega a hacerme daño.
—Amor, no me estás entendiendo. No te tenía miedo a ti sino a lo que
podías llegar a hacer si no te tranquilizabas. Querías matar a Darzien y eso
iría en contra de las palabras de tu rey. Eso es a lo que le temía, a las
consecuencias de tus actos.
—Lo siento, mi luz. No sé qué me pasó, tenía tanta ira acumulada que
solo pensaba en matarle. Te escuchaba tan lejos que eso solo hacía mi ira
crecer.
—Ahora todo irá bien. Estamos juntos y juntos superaremos todo.
Levanto su cabeza acariciando su mejilla y le doy un beso suave que me
sabe a poco. Me acomodo de nuevo echándome y así como estamos, con él
sobre mi pecho, nos quedamos dormidos.
 
Capítulo 17

Escucho una risita que me termina de despertar, intento abrir los ojos y
la luz que entra por la ventana me molesta. Cierro los ojos y me muevo un
poco. Otra vez esa risita. Abro los ojos y miro a Veron moviéndome lo
mínimo.
—¿Por qué tanta risita tan temprano? Me has despertado.
—Lo siento, es que eres algo más pequeño que yo y, sin embargo,
ocupas toda la cama tú solo y me dejas un trocito para mí. —Levanto la
cabeza y tiene razón. Estoy con los brazos en cruz y las piernas abiertas
dejando una de ella sobre la cintura de Veron.
—Lo siento, olvidé decirte que me muevo mucho cuando duermo. —
Vuelvo a mirarme y me percato de algo—. ¿Qué hago desnudo? Recuerdo
perfectamente que me acosté con tus pantalones a tu lado.
—Es mi recompensa por golpearme una vez en la cara, dos en las
costillas, una en el muslo y dos en la espinilla. —No puedo evitar que la
vergüenza me acorrale y siento mi cara arder—. Así que decidí quitarte la
ropa y al menos me deleitaba la vista mientras sufría de dolor.
«Sufrir de dolor. ¡Ja! Menudo mentiroso». 
Me levanto de la cama e intento huir hasta el baño. Me intercepta a
mitad de camino y me tira sobre la cama colocándose sobre mí. Suelto un
jadeo cuando siento como une nuestras pelvis y se queda quieto. La
erección matutina da paso a otra de deseo.
—Te necesito.
—Veron yo…
—¡Shh! Déjame cuidarte y amarte. Necesito hacerte olvidar todo lo malo
y que en tu mente solo queden nuestros recuerdos. No voy a hacerte el
amor, confía en mí. —Asiento en respuesta porque yo también quiero eso.
Volver a ser yo mismo y dejar atrás los miedos.
Entierra su cabeza en mi cuello y aspira gruñendo. Tiene todo su peso
apoyado en los codos para no aplastarme y me gusta tenerlo así. Besa mi
cuello y luego pasa la lengua desde la clavícula hasta mi oreja terminando
en otro beso. Mis gemidos se entremezclan con sus gruñidos y no puedo
evitar que una lágrima traicionera caiga por mi mejilla. Nunca pensé que
viviría de nuevo estas sensaciones y todo lo que provoca en mí. La lágrima
resbala hasta llegar a su cara y lo nota haciendo que deje de besarme para
mirarme.
—¿Quieres que pare? Lo último que busco es hacerte sentir incómodo.
—Sigue, por favor.
Besa mis labios con suavidad y baja hasta mi mentón dando un ligero
mordisquito, lo que me provoca una corriente que llega hasta mi polla que
pulsa en busca de atención. Muevo la cadera buscando algo de alivio y su
gemido hace que pare en seco.
—No te muevas —susurra con la voz ronca por el deseo.
Sigue su camino de besos y mordisquitos hasta el cuello volviéndome
loco. Baja por mi pecho y cuando llega a mi abdomen me tenso. Sigue
bajando hasta que las imágenes con Darzien y lo poco que recuerdo de
Alejandro llegan para joderme.
—¡Para! No puedo —grito nervioso removiéndome. El deseo que sentía
minutos antes se apaga dejándome destrozado.
—Mírame, mi luz. Soy yo, solo soy Veron —murmura mientras vuelve a
colocarse sobre mí apoyando su peso en los antebrazos y mirándome de
forma tan intensa que necesito cerrar los ojos por la vergüenza que siento.
Lo único bueno de lo que le ocurrió anoche cuando casi pierde el control es
que en su mente no hay recuerdos de nada. Se gira llevándome con él
dejándome sobre su pecho—. Lo siento. No debí intentar nada todavía.
—Abrázame y estaré mejor.
—Le diré a mi tío que borre todo de tu mente para que podamos seguir
con nuestras vidas.
—No, no quiero olvidar nada. Quiero recordar todo porque eso me hace
más fuerte. Alejandro está muerto y nunca volveré a verlo. Darzien, sin
embargo, sigue vivo. El día que salga de esa oscura y maloliente mazmorra
espero seguir vivo y a tu lado, para que se joda y sufra.
—No quiero que sufras tú.
—Dame tiempo, amor. Yo también te deseo y quisiera poder hacer el
amor contigo sin miedo. Por unos instantes creía que todo iría bien, me
equivoqué y no importa, tenemos tiempo para ser felices. Ahora no estoy
solo, estás a mi lado para superar esto juntos. Nuestro amor puede con eso y
con más.
—¿Cómo sabré cuando estarás preparado? No quiero intentarlo en otro
momento y hacerte daño como acaba de ocurrir.
—No dejes de intentarlo, nunca dejes de intentarlo, mi amor —suplico. 
Si dejara de intentarlo creo que me moriría. Evolet tardó años en
superarlo, es cierto que, como ella les dijo a Enmy y a Nymy, hasta que no
llegó el hombre correcto nunca pudo superarlo. Yo ya tengo a mi hombre, el
amor de mi vida y poco a poco superaremos juntos todo esto y seremos
felices para siempre. Tengo ganas de ver al rey Brandar para que por fin
quite esto de mi corazón y cuando sea el momento, porque sé que pasará,
Veron me marcará mientras me hace el amor. Amo cada parte de él y si
nada malo hubiera pasado desde el inicio de nuestra relación a estas alturas
estaríamos unidos.
 
Bajamos al salón para desayunar con los demás y despedirnos. Cuando
estamos por finalizar el desayuno Lixda se pone en pie y habla:
—Padres, tío Khonox. Quisiera acompañar a mi hermano Ugor y a mis
primos a Aezan.
—Hija, ¿por qué quieres ir? —pregunta Lessla.
—Me gustaría conocer todo lo que mi hermano y Héctor han conseguido
junto a las hadas. Quisiera salir de la isla.
—Si tus padres no tienen inconveniente puedes ir.
—No tienes necesidad de salir de la isla.
—Si me lo permites, tío. Lixda podría ser de ayuda. Atba es la doncella
de Héctor y también ayuda en las curas cuando algún guerrero sale herido
en los entrenamientos o si es atacado por alguno de los animales salvajes.
Ella curó a Héctor cuando uno de esos animales le hirió en la pierna, pero
desconocía las propiedades de las plantas curativas o cuáles usar, ya que en
su reino no había casi vegetación. Yo le enseñé a hacer un ungüento y Lixda
puede ayudarla a ella y a otras mujeres que quieran aprender.
—En ese caso no pondré objeción alguna. No te distraigas con tonterías,
vas a trabajar —recalca con seriedad. 
—Gracias, padre.
—Por cierto, antes de que os vayáis, en unas dos semanas serán las
fiestas que os comenté hace meses.
—Estaremos aquí para entonces, Gal —le digo, porque con tanta ayuda
tardaremos muy poco en regresar a Thantanas.
—Perfecto.
 
Finalmente, Yiri y Boltcan, no podrán acompañarnos hoy. A nuestro
viaje se unen Nous, Lan, Nan con mis tres sobrinitos, Eyler y Tiala para
ayudar con los pequeños, Mesul y Lixda. Yo iré sobre Veron, Tiala irá sobre
Ugor para llevar a uno de los gemelos, Eyler sobre Mesul para llevar al otro
y Lixda llevará a Nan con Ayra. Todos los que van a volar se alejan para
hacer el cambio a dragón y regresan con la ropa entre las garras.
Recogemos toda la ropa para guardarla en las bolsas de tela y nos subimos
en sus lomos. El viaje es algo pesado por tener que parar en varias
ocasiones para atender las necesidades de mis bichitos y pasada la hora del
almuerzo llegamos a Aezan.
En la entrada nos esperan Muza, Nymy, Goruz, Nazte, Enmy, Gargor,
Lysder y Rozug junto a varios guerreros más. Me bajo del lomo de Veron y
le saco la ropa para ponerla entre sus garras. Los guerreros orcos se retiran
por orden de su rey y esperamos que todos hagan el cambio a dragón y se
vistan para entrar al castillo.
Ayra prácticamente salta de los brazos de su madre cuando esta se baja
del lomo de Lixda y corre hasta Nazte. A medio metro de llegar a él, cae al
suelo porque se resbala con la tierra y empieza a llorar. Antes de que Nan la
alcance Nazte la coge en brazos mientras todos van llegando después del
cambio.
—¡Eh! No llores, pequeña— susurra intentando calmarla limpiando los
lagrimones con su enorme pulgar que ocupa el cachete de mi sobrina. Ella
deja de llorar al instante y apoya su cabecita en el pecho Nazte. Es entonces
cuando caigo en la cuenta y recuerdo nuestra conversación.
—¡Hostia puta! —jadeo intentando caminar y fallando en el intento por
la impresión de lo que acabo de descubrir. 
Llamo la atención de todos los que estaban a mi lado y yo solo puedo
observar a Nazte con la súplica en sus ojos. «¡Joder, joder!». 
—Acabo de torcerme el tobillo, pisé mal y me molesta un poco al
caminar —digo haciendo el paripé de caminar y levantar el pie con gesto de
dolor.
Nazte hace un gesto con la cabeza, supongo que agradeciendo de que no
lo delatara. Veron me sube a su hombro derecho como un cavernícola antes
de que me dé cuenta y camina hacia el castillo dejando a todos atrás.
Observo como Nan se acerca a su hija y al verla tan cómoda con Nazte da
media vuelta para ir a saludar a Muza con un enorme abrazo.
—Espera —le susurro a Veron para que se pare y así puedo ver qué hace
Nazte.
—¿Se te ha caído algo? —murmura dándose la vuelta, lo que me impide
ver qué hace el orco con la princesa.
—Espera un segundo y date la vuelta. ¡Rápido!
Hace lo que le pido sin rechistar y me fijo en que Nazte se aleja unos
metros para llevar a Ayra hasta unas flores de colores que llaman la
atención de la niña. Se remueve para que la suelte. Ella estira su bracito y
cuando Nazte se agacha un poco ella le sujeta un dedo con su manita y
señala las flores. Juntos las miran y la pequeña las toca, en especial una de
color lila que él arranca y luego se la entrega a Ayra que la coge enseguida. 
—Mi luz, me encanta tenerte sobre mi hombro, pero quiero revisar tu pie
para que no te siga molestando. —Aprovecho que no puede verme para
poner los ojos en blanco.
—Vale, amor. Vamos dentro para que me pongas ese potingue curativo
mágico y no me duela más —No sé si serviría para actor, por lo menos hoy
lo he clavado.
—Tienes que tener más cuidado de dónde pisas.
—¡Claro, claro! Fue un resbalón tonto.
—Menos mal que me tienes a mí para curarte.
—¡Claro, amor!
—¿Estás bien? Te noto extraño.
—No, para nada. Vamos para que me cures que tengo mucha hambre.
—Cierra los ojos. 
Hago lo que me pide y noto el aire a mi alrededor y de repente para en
seco. Entra en mi habitación y examina mi tobillo con empeño. Cuando
parece satisfecho unta un poco de potingue asqueroso y envuelve mi tobillo
con una tela.
—No veo nada extraño, por si acaso lo mejor será que no camines por
hoy. Te llevaré todo el tiempo entre mis brazos.
Bueno, pensándolo bien no es una mala idea estar rodeado por sus
brazos toda la tarde mientras adelantamos algo de trabajo. Hoy le mandaré
hacer la mezcla a él, mientras tanto seré yo el que se deleite la vista con tu
torso desnudo. Es en estos momentos cuando echo de menos un paquete de
palomitas y un microondas.
 
Bajamos a comer algo y todos están en la mesa esperándonos. Nos
sentamos y empiezan a traer la comida para nosotros porque ellos ya han
comido, aun así, el rey y su familia nos acompañan. Una vez terminamos de
comer voy a preguntar por Yelys que no ha aparecido desde que llegamos,
cuando escucho:
—¡Héctor! ¡Has vuelto! —grita volando hasta mí y apoyándose en mi
pecho.
—Hola, chiquitina —susurro mientras le acaricio la espalda teniendo
cuidado de sus alas—. Te eché de menos.
—Yo también.
—Al final tendré que ponerme celoso, princesa.
Se separa de mí y vuela hasta Veron apoyándose en su pecho.
—¿Y a mí no me has echado de menos, princesa?
—No, príncipe Ugor —dice con su vocecita y poniendo cara seria—.
¡Mentira! —grita segundos después—. También os eché de menos, príncipe
gruñón. Aunque me alejaras de mi amor.
Vuela hasta Ugor y se apoya en su pecho para luego sentarse en su
hombro, algo que jamás hizo antes, y robarle el último trocito de carne que
estaba a punto de meterse en la boca. 
—¡Eso era mío!
—Ya no, príncipe.
Todos nos reímos con el atrevimiento de la princesa y nos levantamos
para salir al exterior. Veron me lleva en brazos y Yelys enseguida regresa a
mi lado para preguntar que me ha ocurrido. Veron se lo explica mientras
llegamos hasta el muro y me deja sobre una enorme roca. Hoy hace sol y la
mezcla se va a secar más rápido, eso agilizará el trabajo de Ugor, aunque
tenga que parar para recuperar energía más pronto.
—Ugor, normalmente aguantas hasta la comida o cena, sin embargo,
creo que hoy lo tendremos que hacer en varias partes para que no te agotes
—le digo en cuanto llega hasta el muro.
—No te preocupes, de ser necesario paramos un momento. Si puedo,
aguanto hasta la cena y ya me repondré durmiendo.
—Puedo ser de ayuda.
—Se lo agradezco, princesa, no es necesario.
—Yo creo que es una buena oportunidad para que puedan ser amigos.
—Héctor, sigo diciendo que no es necesario —Insiste de nuevo Ugor.
—Vamos, primo. Con la ayuda de la princesa Muza podemos aprovechar
el sol para adelantar.
Ugor parece pensar a toda velocidad y luego mira a la princesa que
podría jurar que parece algo cohibida ante la respuesta de Ugor. Supongo
que por lo que ocurrió antes de irse. 
—Si a tu hermano Goruz le parece bien, usaremos tus poderes para
amplificar los míos y cubrir más metros.
—No necesito su aprobación para ayudarte y te pido perdón por tratarte
mal. Tienes razón en mi comportamiento hacia ti, estaba enfadada y dolida
por verme obligada a mostrar mis poderes.
—No es necesario que se disculpe, princesa.
—¿Pero por qué a él solamente? —pregunto con curiosidad.
—Porque era el único que estaba pendiente de mis necesidades e
intentaba hablar conmigo de cualquier cosa para distraerme, eso me enfadó.
Nunca necesité a nadie salvo a mis hermanos y tú me hacías sentir extraña.
—Nunca la quise ofender, princesa.
—Llámame Muza, por favor.
Ugor asiente y una ligera sonrisa asoma a sus labios. Le explico a Veron
como hacer la mezcla, entre su rapidez y el poder de Ugor unido al de Muza
en dos horas han acabado el muro por completo.
—¡Vaya! —digo con asombro—. Debimos intentar esto hace mucho
tiempo.
—Es cierto, me disculpo por no ofrecerme antes.
—Descansemos un rato.
—Voy a buscar algo de fruta y agua —se ofrece Yelys. 
—Yelys, trae a Sangug por favor. Tengo ganas de verle.
—De acuerdo, enseguida regreso.
Veron me coge en brazos, nos alejamos de Ugor y Muza para ir a dar un
paseo. Veron me pregunta por el dolor en el tobillo y le digo que ya estoy
bien, que no me duele nada. Me abrazo con más fuerza a su cuello dándole
a entender que no me quiero bajar, aunque esté bien. 
Minutos más tarde Yelys llega junto a un sonriente Sangug que se acerca
a nosotros y estira sus bracitos hacia Veron para que también lo coja. Veron
se agacha y cojo a Sangug que se recuesta sobre mi pecho. Un rato más
tarde volvemos con los demás con Sangug sobre mi pecho dormidito. Veron
me deja sobre la misma roca con mucho cuidado de no despertar al pequeño
con movimientos bruscos y empieza de nuevo a trabajar en otro muro un
poco más alejado.
 
La noche ha llegado y mientras jugaba con Sangug, tras despertarse de
su enorme siesta, observábamos a los demás trabajar. Es alucinante la
rapidez con la que lo están haciendo. Podríamos haber terminado
muchísimo antes, aunque no me arrepiento de pasar tanto tiempo aquí. Han
sido muy buenos conmigo y me han tratado como a uno más de su familia.
Les echaré mucho de menos cuando regrese a Thantanas con Veron.
Al final han terminado tres muros completos con dos capas gracias al sol
en una sola tarde. Si mañana el tiempo está igual de soleado, podríamos
terminar todo lo que queda. 
Atba viene a avisarnos de que la cena está lista y dejamos todo por hoy.
Entramos al castillo y Veron me lleva directamente al salón, luego se retira
para asearse junto a Muza y Ugor que van también a sus habitaciones a
lavarse para la cena.
Estoy hablando con Nan mientras los pequeños juegan en el suelo y
esperamos que lleguen todos para cenar juntos. Me cuenta lo feliz que es y
lo muchísimo que Norrus cambió. Estoy muy feliz por ella, ha formado una
hermosa familia y Fermín desde el cielo cuida de todos ellos. ¿Qué pensaría
de lo que le ocurre a Nazte con su pequeña? ¿Y Norrus? Con lo
sobreprotector que es con su princesa a Nazte le quedan unos años de vida.
Al menos hasta que Ayra sea adulta e intente cortejarla. 
—¿Qué te hace tanta gracia? —pregunta Lixda con curiosidad.
—Nada, cielo. Es que recordé algo.
—¿El qué? —Se une Yelys a la conversación. 
—¿Qué pensarías o qué harías si Ayra ya hubiera encontrado al amor de
su vida?
—Aún es pequeña y no he visto a ningún dragón cerca de ella. —
Observo de reojo a Nazte y luego a todos los demás.
—Tú elegiste a Norrus siendo una niña igual que les ha ocurrido a Kokel
y a Rend con mis sobrinas. 
—Sí, es cierto. Éramos niños y estábamos en nuestra forma de dragón
cuando sucedió, además los elegimos cuando aún no habían nacido.
—¿Hay posibilidad de que cualquier adulto sea el amor de tu hija?
—No lo sé, por qué lo preguntas.
—Es curiosidad, por si un bebé tan pequeño como ella pudiera saberlo y
le gustara estar cerca de esa persona. —Mejor no vuelvo a mencionar a
Ayra, sino que generalizo con los bebés.
—Es algo que no te puedo asegurar.
—Pero podría ser que un bebé haya aceptado al adulto de alguna forma.
Por ejemplo: Tú no sentías amor por Norrus hasta que te hiciste mujer, lo
que sentías era una inmensa necesidad de protegerlo de todo.
—Sí, puede ser como dices. Es evidente que al adulto le tocará esperar
hasta su madurez para ser aceptado por el cachorro.
—Goruz, tengo entendido que los hombres orco son los que encuentran a
su pareja. ¿Cómo sabe la mujer que es la elegida?
—Un Orco puede sentir a su pareja en raras ocasiones, lo que más suele
suceder es que un Orco toque a una hembra por el motivo que sea y
entonces todo cambie para él. De repente el olor de la hembra le atrae,
quiere protegerla y hacerla suya. Nosotros no marcamos como los dragones,
simplemente esperamos a ser aceptado por una hembra cuando sentimos
que es la elegida —nos explica a todos. 
—¿Y ella lo siente o lo puede saber después de tocarla? —vuelvo a
preguntar. 
—Sí, porque también siente atracción, aunque no tan fuerte como el
macho.
—Y otra pregunta. Si por ejemplo una hembra orco toca a otro ser de
otra especie, no sé cómo un dragón o un Elfo. ¿Ella puede saber que él es el
elegido y que no habrá un orco para ella? ¿Incluso sabiendo que él no
podría saber nada hasta que no hable con él? —De repente siento algo
extraño, miro a mi alrededor mientras Goruz habla y no puedo escucharle
bien. Fijo mi mirada en Muza que está llegando a la mesa y parece furiosa
conmigo, parpadea y la sensación desaparece. ¿Qué ha pasado?
—Ya sabes que eso no puede ocurrir —murmura Muza mirándome
fijamente y no me gusta. Algo le ocurre y ahora creo que lo que me hizo
sentir de forma extraña ella lo provocó. 
La llegada de Ugor y Veron casi al mismo tiempo interrumpe la
conversación y cenamos tranquilos. La sensación de haber hecho algo mal
no me permite comer como siempre y por mucho que hablemos entre todos
no estoy cómodo. Terminamos y me levanto ante las protestas de Veron, le
pido que se quede y me retiro a mi habitación. Siento a alguien detrás de mí
cuando estoy subiendo las escaleras y es Muza, estoy seguro de que no me
hará daño, aun así, tengo miedo.
—No quise asustarte antes. Perdóname.
—Pues me das miedo y no me gusta. ¿Qué te he hecho? O mejor
pregunto ¿Qué me hiciste?
—Estaba controlando tu cuerpo para que no siguieras hablando.
—¿Por qué? ¿Desde cuándo puedes hacer eso?
—Mis poderes han aumentado y he descubierto que puedo manipular el
cuerpo de otra persona. Al menos pararlo, he practicado con animales con
su consentimiento. 
—¿Qué hice para que quisieras hacer eso?
—Preguntar cosas que no debes. Vamos a mi alcoba y ahí te aclaré
algunas cosas.
Me calmo un poco, aunque no del todo, y la sigo en silencio. Entramos y
me siento en el sillón que tiene en una esquina esperando a que hable
conmigo. Parece nerviosa y da varias vueltas en círculos, se para me mira y
vuelve a caminar.
—Hace un tiempo descubrí que las hembras orco podemos saber quién
es nuestra pareja elegida. Lo sé porque lo sentí y te suplico que no digas
nada. No estaba furiosa contigo… en realidad, un poco sí por hacer
precisamente esa pregunta.
—Lo siento, solo quería averiguar cosas por otro motivo diferente a ti.
—¿Qué motivo?
—No es mi secreto y no voy a delatar lo que me confesó un orco y lo
que averigüé por mi cuenta.
—Asumo que tiene que ver con alguno de mis hermanos. —Me quedo
callado y espero a que siga—. Está bien, si guardas su secreto espero que
guardes el mío.
—Lo prometo. Lo que me digas no se lo diré a nadie.
—La noche del rescate de Nan toqué por accidente a Ugor cuando me
daba un trozo de carne de conejo. Nuestras pieles se rozaron y supe que mi
vida había cambiado.
—Sé que estás enamorada de Ugor desde hace muchos meses y que le
tratas mal para alejarlo de ti.
—No puedes saberlo —asegura con firmeza. 
—Querida, lo extraño es que solo yo me he dado cuenta. Él siente algo
por ti, aunque aún no sepa qué es.
—Nunca debe saberlo, no quiero estar con un hombre como él.
—¿Por ser un dragón?
—Por ser un hombre que usa a las mujeres para su placer. Estoy segura
de que ni siquiera le importan sus sentimientos.
—Ugor es más de lo que a simple vista aparenta. Ahora que han
empezado a llevarse bien aprovecha estos días que estaremos aquí para
conocerlo un poco más.
—Mis hermanos nunca aceptarán una relación con él.
—Eso nunca lo sabrás si no lo hablas con ellos.
—Quiero que sigas guardando el secreto como lo has hecho desde que lo
descubriste.
—Ven aquí, tonta. —Me levanto y abro los brazos para que venga a mi
lado, es un poco más alta que yo y acabo siendo el que queda atrapado entre
sus musculosos brazos—. No vuelvas a asustarme así jamás o dejaré de ser
tu amigo.
—De nuevo te pido perdón. Tenía miedo, mi vida ha cambiado desde
que saben de mis poderes y esto volvería a cambiarlo todo.
—Muy bien, no estoy de acuerdo, pero respeto tu decisión. No soy quién
para juzgarte después de callar todo este tiempo mi sufrimiento. Hazme
caso y conócelo un poco más.
—Gracias.
—¿Qué te parece un cambio de look?
 
Capítulo 18

Estoy intranquilo desde que Héctor se fue a nuestra alcoba sin mí. Estaba
seguro de que su lesión no era grave, sin embargo, disfruté llevándolo todo
el tiempo. Creo que algo le ha pasado durante la cena y por eso prefirió
retirarse antes. Al bajar al salón le escuché preguntar cosas sin parar y al
minuto siguiente dejó de hacerlo. No le he querido preguntar qué le ha
ocurrido durante la cena, esperaré a mañana si está dormido cuando llegue a
la alcoba. 
Pasado un tiempo en el que disfruto hablando con los hombres me retiro
a mi alcoba en busca de mi luz. Cuando entro lo encuentro tumbado en la
cama dormido, avivé el fuego echando otro tronco antes de quitarme la ropa
y acostarme a su lado. Lo atraigo pegando su espalda a mi pecho, apoya su
cabeza en mi brazo, con el otro le abrazo por la cintura y con el olor de su
pelo me duermo. 
 
He pasado la noche recibiendo algunos golpes, no puedo creer lo mucho
que se mueve. Le pregunté qué le había ocurrido en la cena cuando se
despertó y me dijo que no podía contarme nada todavía, que no tenía que
ver con él. Por más que insistí no quiso hablar, dejé de hacerlo cuando me
prometió que estaba muy bien y que me enteraría de todo cuando ya no
fuera un secreto. 
Acabamos de desayunar y nos dirigimos al patio para empezar a hacer la
mezcla, Ugor y Muza trabajarán en equipo para hacer todo con más rapidez
aprovechando el buen tiempo que hace hoy también. Hoy la princesa lleva
el pelo suelto, está preciosa y me sorprende que el pelo le llegue hasta los
muslos, con esos recogidos que se hace, jamás lo hubiera imaginado. Creo
que, si decidiera arreglarse con algún vestido en lugar de pantalones,
llamaría la atención de muchos hombres. 
Héctor ha ido a dar un paseo con Yelys y Sangug. No puedo estar todo el
tiempo a su espalda para protegerlo y no puedo evitar estar intranquilo. Le
pedí que esperase a que Muza y Ugor tuvieran que descansar, por supuesto,
me ignoró diciendo que no va a pasarle nada y espero que así sea. Tuve que
recordarle el ataque de ese animal para que no baje la guardia en todo
momento y que grite pidiendo ayuda. Ha pasado una hora desde que se
fueron y los veo bajar por la ladera. Eso me tranquiliza y sigo amasando.
 
Más tarde descansamos para que recuperen energía y sigan igual de
rápido como hasta ahora. Me acerco a Nan que está con los pequeños. Me
siento a su lado sobre la hierba y mi sobrina viene a darme un beso para
saludarme. Después se da la vuelta y sigue entretenida mirando a sus
hermanos, Sangug se une a Ayra y Héctor se sienta a mi lado.
—¿Cuándo esperas la llegada de Brandar? —pregunta Nan.
—Pues en unos días. Aunque acabemos hoy los muros, que visto lo visto
es más que probable, esperaré su llegada y cuando ya no tenga el Ónix nos
iremos a Thantanas. Puedes regresar antes si quieres.
—No es por eso, los niños están bien atendidos y no quiero meterlos a
otro largo viaje tan pronto. El rey no tiene ninguna objeción a que
permanezcamos aquí hasta que decidas irte.
—Yo estaría más tranquilo si te quitas el Ónix justo antes de nuestra
unión o después. 
—No va a pasarme nada, amor.
—No puedes estar seguro y yo no puedo estar todo el tiempo a tu lado
teniendo mis obligaciones. Manda una misiva a Brandar y espera su
respuesta.
—Veron, no es necesario. Darzien está encerrado y no me puede hacer
daño.
—He aprendido que no debo fiarme de nadie y que mi prioridad es tu
protección.
—Hablaré con Goruz para que mande una misiva a Brandar, solo espero
que llegue a tiempo y no venga en vano. Eso no quiere decir que vaya a
esperar tanto. Quiero eso fuera de mi cuerpo, Veron. Ya lo hemos hablado. 
—Te pido un poco más de tiempo. No te preocupes, mandaré a uno de
los guerreros que nos acompañaron para que entreguen la misiva y esperen
por su respuesta.
—Espero que no se moleste conmigo.
—No lo hará. Él sabe que eres importante para Evolet y quiere que vivas
muchos años.
—No he sido precisamente muy hablador y simpático. Temo que se
moleste, no deja de ser un rey que tiene que atender sus obligaciones y no
puede estar de aquí para allá.
—Tienes razón, pero estoy seguro de que no se molestará contigo —digo
con seguridad. 
Un grito aterrador nos deja paralizados, reconozco a mi prima Lixda y
me levanto con rapidez para ir en su ayuda. Ugor me adelantó en el camino
hasta la entrada donde la vemos salir con las manos sobre su pecho y
mirando al suelo. Se arrodilla gritando sin parar, jamás la he visto así y no
comprendo qué ha podido provocarlo. Ugor llega hasta ella y en ese
momento sale Goruz que mantiene su vista en Lixda.
—¡Detente! —grita Muza. Ella está hablándole a su hermano y entiendo
que el rey es quien le está haciendo daño a mi prima.
—¿Qué le estás haciendo a mi hermana? ¡Acabaré contigo, maldito! —
gruñe Ugor.
Se lanza contra el rey. Por suerte le sujeto a tiempo de que cometa una
locura que acabe con la paz que tanto ha costado conseguir. Varios
guerreros Orcos se acercan para proteger a su rey y él los detiene con un
gesto. Miro a mi prima que ha dejado de gritar, aunque su rostro demuestra
que no está bien.
—Espero que tengas una buena razón para hacerle daño a una princesa
dragona y que esto no provoque la guerra de nuestros reinos —exijo con
dureza.
—La encontré en mi despacho.
—¡Eso no es suficiente para atacar a mi hermana! ¡Esto no va a quedar
así! —murmura Ugor con rabia girándose para ir hasta su hermana que ha
empezado a llorar mirando al rey.
Antes de que Ugor pueda alcanzarla usa su poder formando un gran
huracán que arrasa por donde pasa destruyendo parte del muro exterior del
castillo, que está a varios metros detrás de ella, y toda la flora renacida en
esa zona. ¡Está furiosa! Uso mi poder para detenerla y que no siga
destruyendo todo. Lanza una ráfaga de aire en mi dirección antes de que
pueda perder sus poderes.
—No te atrevas a arrebatarme mis poderes —sisea con molestia y luego
el huracán desaparece—. Desde que llegué ayer me dediqué a enseñar todo
lo que aprendí desde pequeña para que sus curanderas fueran mejores y
pudieran curar más rápido.
—¿Por qué estaba en mi despacho sola y sin mi autorización?
—¡Lixda, cálmate! —le pide Ugor preocupado—. Siempre ha sido una
mujer tranquila y noble, tiene que haber una razón para que ella entrara en
su despacho sin permiso.
—Por supuesto que la hay, pero después de como he sido tratada no
pienso decir nada. Lo único que debe saber es que necesitaba hablar con
usted, rey Goruz, sobre algo muy importante. Me indicaron que estaba en su
despacho y después de tocar varias veces entré y al no verlo decidí
esperarlo dentro. Acababa de llegar cuando entró, al encontrarme allí me
sacó a la fuerza para después usar su horrible poder conmigo sin permitirme
dar una explicación. ¡Le odio! —grita volviendo a llorar. 
Se aleja de Ugor y hace el cambio a dragona, sacude la ropa rota que le
ha quedado entre las escamas y sale volando. Ugor hace el cambio a dragón
también para ir tras ella.
—¡Ugor, espera! —grita el rey cortando el avance hasta su hermana que
cada vez está más lejos—. Es mejor que se vaya y no regrese. No sé qué
quería hablar conmigo y eso ya no importa. Al tocarla yo…
—¿Tú qué? —demanda Nazte—. Ella es una buena mujer que no
merecía el trato que se le ha brindado en nuestro reino.
—Ella es mi elegida —responde—, lo supe en cuanto la toqué para
sacarla del despacho. Por eso usé mi poder, para alejarla de mí.
Ugor cambia a su forma humana y sin importar su desnudez ante los
demás se acerca amenazante al rey.
—Explícate y más te vale que no sea lo que creo —sisea Ugor.
—¿Qué ocurre, Veron?
—Luego, mi luz. —Él asiente en silencio, está llegando ahora hasta
nosotros y no ha podido escuchar nada.
—Ella es la elegida para mí. —El gruñido de Ugor me tiene en alerta por
si decide atacar de nuevo.
—Has echado de tu vida a una mujer maravillosa, ¿Por qué? ¿Por ser
dragona? ¿Acaso no la ves digna de ser una buena reina para los orcos? —
grita con rabia.
—No lo entiendes —murmura negando con la cabeza.
—¿Qué pasaría si yo me enamorase de tu hermana? ¿Me lo prohibirías?
¿También me alejarías de ella?
—Nunca, siempre que mi hermana sea feliz.
—¿Entonces? ¿Dónde está la diferencia?
—¡La diferencia está en mí! ¡Yo soy el problema! —vocifera—. ¿Es que
no me ves? Mira mi rostro marcado por las cicatrices y mi cuerpo no está
mucho mejor. Puedo ser un rey y aun así no soy digno de tu hermana —
susurra con la voz rota.
—Ella tiene derecho a elegir si quiere o no conocerte y aceptarte como
su pareja. Tú mismo has arruinado tu felicidad y la oportunidad de estar con
ella. Después de esto dudo que mi padre te permita acercarte a su princesita.
—Suelta un suspiro—. Lo siento, pero debo irme a por mi hermana y
regresar con ella a nuestro hogar. Espero que no te arrepientas de lo que
acabas de provocar porque, aunque no sepa el motivo por el que la
lastimaste, ha sido clara diciéndote que te odia.
Sin decir nada más y sin esperar respuesta, se gira haciendo el cambio a
dragón y se va volando a gran velocidad para alcanzar a Lixda.
—Disculpa que sea directo, como me considero tu amigo voy a decirte
que eres un imbécil y que te acabas de pasar mil pueblos —dice Héctor.
—No entiendo muy bien lo que acabas de decir, aunque me hago una
idea a la perfección. Es la mejor decisión que he tomado, ella merece algo
mejor y no soportaría el rechazo de mi elegida por darle asco.
—Has visto como me destruyó el rechazo de Veron por no tener valor y
hablar con su familia sobre sus sentimientos por otro hombre, más todo lo
que vino después. Estás cometiendo el mismo error alejándola y ella
también está sufriendo por tu culpa. No puedes elegir por los dos.
—Ella pidió permiso para venir aquí y gracias a mí su padre le permitió
hacerlo. Le di la excusa perfecta de que podría ayudar a los orcos que
quieran aprender a sanar para así conocer las plantas y sus cualidades.
Había algo más para que quisiera venir y tal vez estaba relacionado con lo
que quería hablar.
—Hermano, ¿podemos ir a tu despacho a hablar? Debo confesarte algo.
—Nazte, es mejor que lo hables aquí. Nadie va a juzgarte, el destino es
caprichoso. ¿Señores pueden dejarnos a solas por favor? —les pide Héctor
a los guerreros tanto dragones como orcos que vinieron por el
enfrentamiento.
Yelys se acerca más a nosotros con Sangug que habían llegado con Nan
en silencio. Tanto el rey como yo les hacemos un gesto a los guerreros para
que se alejen. Cuando lo hacen solo quedamos el rey, los dos príncipes
orco, Nan, Yelys, Sangug, mi luz y yo. Eyler se quedó atrás con mis tres
sobrinos para que no se alterasen. No sé qué es eso que debe confesar Nazte
de lo que Héctor tiene conocimiento.
—Adelante, habla —le insta su hermano Goruz para que empiece.
—Hace un tiempo conocí a mi elegida y, aunque ella aún es muy
pequeña para entender lo que eso significa, creo que de alguna forma sabe
que algo nos une.
—¿Has hablado con sus padres?
—No he sido capaz de hacerlo porque tengo miedo a que no me
permitan estar cerca de ella.
—Eso es una estupidez Nazte, eres el príncipe de los orcos —replica
molesta Muza.
—Eso mismo le dije yo hasta que descubrí quien era ella —añade
Héctor.
—Yo también estoy aterrado por su posible rechazo cuando crezca y
para eso aún quedan muchos años de espera para que sea feliz o infeliz por
el resto de mi vida. No cometas el error de dejar escapar tu felicidad por
miedo, hermano. Su padre es muy protector con sus hijas y ahora no solo
deberás ganarte a su padre, sino también tendrás que suplicar perdón por el
error que has cometido haciendo que sufra.
—No puedo.
—Disculpe que me entrometa, mi señor —dice Nan.
—Adelante, Nan.
—Yo he sufrido cientos de años por el rechazo a unirse conmigo de
Norrus. Conoce nuestra historia y sabe que sufrí muchísimo. No estoy
segura de lo que Lixda pueda llegar a sentir por usted, pero le aseguro que
ella puede hacerle muy feliz si le da la oportunidad. No se cierre al amor
por miedo.
—No soy bueno para ella.
—Se equivoca, mi señor. Somos diferentes físicamente, pero eso no le
hace ser o no bueno para ella. Yo viví junto a un hombre maravilloso, un
humano que sufría las palabras ofensivas de otros humanos por ser más
pequeño y porque su color de piel era diferente. Nuestro color de piel es
diferente y la de mi hija también. ¿La trataría mal porque su piel es más
oscura y no verde?
—Nunca haría algo así.
—Pues deje de hacérselo a usted mismo, mi señor. Vaya en busca de esa
mujer que la vida ha unido a la suya y no pierda la oportunidad de ser feliz.
Yo misma puedo llevarlo e intentar alcanzarlos antes de que lleguen a
Thantanas.
—Hermano, ¿quién es ella?
—Ella… Ella es… —mira a Nan nervioso y luego al resto.
Ayra aparece corriendo y gritando, abraza la pierna de Nan y cuando ella
se agacha para cogerla, se aleja y va hasta Nazte.
—¡No puede ser! —susurro al ver como él se agacha y coge a mi sobrina
que apoya su cabecita sobre el pecho de Nazte, que a su vez mira a Nan con
miedo.
—¿Es mi hija? ¿Mi pequeña es tu elegida?
—Lo siento Nan, no es algo que pueda controlar. Me alejé de ella, hasta
que volví a cogerla en brazos y todos mis sentimientos crecieron aún más.
—Jamás alejaría a mi pequeña de su felicidad y por lo que veo le gustas.
El problema es Norrus, no creo que acepte tan fácil que su pequeña
princesita tenga un hombre que la proteja hasta que crezca tan pronto. Se
supone que ese es su papel de papá.
—Nan, yo te ayudaré a hablar con mi hermano. —Ella me mira
agradecida porque sabemos que no va a ser nada fácil.
—Gracias por aceptarme, Nan.
—Si le haces daño, si derrama una sola lágrima por ti que no sea de
felicidad, acabaré contigo —le amenazó con su voz de dragona para
después acercarse a su hija y darle un beso en la frente. Se aleja detrás de
unos arbustos y vuelve en su forma de dragón—. Vamos, mi señor. No
perdamos más tiempo. Cuiden a mis cachorros en mi ausencia.
—Si Ayra siendo una dragona ha podido sentir algo, ¿crees que Lixda
también? —cuestiona con temor el rey.
—Estoy seguro, hermano, y si vino aquí fue por ti. —Con una serie de
maldiciones se sube al lomo de Nan que alza el vuelo de inmediato.
—Deberías ir con ellos, amor. —Asiento y beso sus labios antes de
alejarme para retirar mi ropa y hacer el cambio a mi forma de dragón.
Agarro la ropa con las garras y vuelo siguiendo el olor de mis primos.
 
Pasado un buen rato el olor está más cerca de nosotros. Queda poco para
llegar a la costa de Aezan y solo habrá mar hasta llegar a Thantanas, con la
brisa será más difícil rastrearlos. Avanzo un poco más y tanto Nan como yo,
nos damos cuenta de que el olor se detiene unos metros antes de llegar al
mar. Sobrevolamos la zona hasta que damos con ellos y bajamos para hacer
el cambio a nuestra forma humana y estar preparados para la ventisca que
Lixda pueda provocar de nuevo. El lugar parece tranquilo, en la lejanía hay
una ciudad y no encuentro orcos cerca que puedan molestarnos e
interrumpirnos.
Los dos están desnudos y le tiro mi camisa a mi primo para que Lixda se
la ponga y la proteja de la vista de Goruz. Nan llega vestida después de
hacer el cambio a su forma humana, ignora la desnudez de Ugor y se acerca
a Lixda que se abraza a ella en cuando la toca.
—¡Shh! Tranquila —susurra Nan.
—Quiero que se vaya, no quiero verlo aquí.
—Ha venido para hablar contigo y disculparse por lo que te hizo —
intento que le dé la oportunidad que Goruz no le dio.
—Ugor, sácame de aquí, no quiero escucharle.
—Estás muy débil, no puedes volar ni ir en mi lomo desnuda. Volvamos
al castillo para que descanses y si no quieres hablar con Goruz, no permitiré
que se acerque a ti.
—¿Qué le ha ocurrido? —pregunta Goruz preocupado. 
—No es asunto tuyo, si no nos permites volver a tu castillo para que mi
hermana descanse lárgate para que pueda hacerlo aquí.
—Ugor, no te olvides de que sigue siendo un rey al que le debes respeto.
—Le hizo daño a mi hermana, ¿cómo puedes defenderlo?
—Pueden regresar a mi hogar. Veron, no te preocupes, he sido yo el que
ha provocado todo esto atacando a la princesa.
—¿Podemos dejar a las mujeres solas unos minutos mientras hablamos
los tres? —necesito explicarle lo que hemos descubierto al marcharse. 
Nos alejamos lo suficiente para que Lixda no nos escuche y Goruz le
explica lo de su hermano con Ayra. Aunque Ugor sigue muy enfadado, su
gesto cambia a uno de incredulidad al escuchar todo.
—Veron, déjame tu ropa para no volver desnudo. Nan llevará a Goruz y
tú a mí para que pueda llevar a mi hermana en mis brazos. Ella no está bien,
perdía altura y cambió a su forma humana antes de tocar tierra. Conseguí
llegar a tiempo de que se golpeara contra el suelo. La caída no la hubiera
matado, pero a esa velocidad no hubiera quedado ilesa con el golpe.
—Tengo la culpa de que se sienta tan débil, mi poder puede durar un
tiempo, aunque no se dé cuenta porque el miedo ha remitido. Fui muy cruel
al usarlo con ella.
—Sí, lo fuiste, pero eso ya no tiene remedio.
Me quito los pantalones y se lo entrego a Ugor para que se vista, hago el
cambio a dragón y volvemos con las mujeres. Mientras Nan se aparta para
hacer el cambio a dragona, Ugor coge en sus brazos a su hermana. Lixda
parece muy cansada y se sube a mi lomo con la ayuda de Goruz, que recibe
un gruñido de parte de Lixda por tocarla sin su permiso. El rey levanta las
manos arrepentido, se sube al lomo de Nan para volver cuanto antes y que
Lixda pueda descansar correctamente. Cuando llegamos se ha desmayado y
eso nos tiene asustados, no está acostumbrada a usar su poder y cuando lo
hace es algo leve y por practicar. Hacía años que no formaba un huracán tan
grande, entre el poder del rey y mi intento de quitarle su poder hemos
agotado su energía. No tenemos a nuestras madres para que la ayuden a
recuperarse antes. Falta una planta esencial que solo crece en nuestra isla y,
aunque las hadas pudieran hacerla crecer aquí, no sabemos cómo hacer ese
brebaje que nunca fue de nuestro interés aprender.
—Por favor, Ugor. Permíteme llevarla a mi alcoba donde estará más
cómoda. —Ugor asiente y le entrega a Lixda asegurándose de cubrir su
desnudez con la camisa para después bajar de mi lomo.
Mientras Goruz se lleva a mi prima me acerco a Ugor que había
caminado unos pasos tras ellos. 
—Deberíamos ir en busca de alguna de nuestras madres, ellas pueden
ayudarla a despertar antes.
—Veron, yo puedo ayudarla a despertar —nos indica Yelys.
—¿Cómo? —pregunta Ugor nervioso por no saber cómo ayudar a su
pequeña hermana.
Yelys vuela hasta el centro del patio donde hicieron un espacio para
decorar con plantas y recoge varias con sus diminutas manos.
—Toma. —Se las entrega a Ugor—. Debes coger un trozo de tela y
machacarlas para que se mezclen bien. Al instante has de colocar la tela con
el olor que va a desprender y deberá despertar al momento. Es muy
importante hacerlo todo seguido o perderá el efecto deseado.
Hago el cambio a mi forma humana y entro desnudo con rapidez hasta
mi alcoba y me visto para ir hasta la alcoba del rey. 
Todos sabemos cuánto aprecia Héctor a Lixda después de todo lo que le
cuidó y evitó que me acercara a él cuando no quería verme y no me extraña
encontrarlo a su lado. 
Ugor prepara todo tal y como Yelys le ha indicado y rápidamente acerca
la tela a la nariz de mi prima. Abre los ojos al instante y empieza a toser
demasiado. Nos quedamos quietos sin saber cómo calmarla y Héctor se
acerca a ella apartando a Goruz que se acaba colocando a un lado y Héctor
le frota la espalda.
—¡Shh, tranquila! —Poco a poco se va calmando la tos y susurra:
—Ese olor es nauseabundo. ¿Qué es? —dice con asco entre bocanadas
de aire.
—No estoy seguro de que plantas ha cogido Yelys para mezclarlas y que
despertases —le informa Ugor.
—Quiero dormir un poco más —murmura voz cansada.
—Espera un poco, voy a por un caldo y te lo daré antes de que
descanses. Me quedaré vigilándote todo el tiempo —se ofrece Héctor. 
—No es necesario, solo dormiré.
—Sí es necesario, debes reponer fuerzas —Mi prima se gira al escuchar
la voz grave de Goruz y le mira con la cara contraída por el miedo. Esto va
a ser más difícil de lo que esperaba. Utilizar su poder contra ella fue un
grave error.
 
Capítulo 19

En cuanto Lixda escucha hablar a Goruz todo se vuelve un caos.


Empieza a gritar que se vaya y él lo complica más intentando tocarla. Ella
cierra los ojos y soy yo el que la sujeta por los hombros, me empuja tan
fuerte que si no es por Veron acabo estampado en la pared de piedra.
—¡Fuera! —grito furioso porque imagino como puede estar sintiéndose
ella y todos la están agobiando, sobre todo Goruz—. ¡Salid todos ya!
Todos me miran sorprendidos por mi arranque de ira y vuelven a mirar a
Lixda que no ha dejado de removerse.
—Me quedaré por si te lanza de nuevo lejos de ella.
—No, Veron. Tienes que salir, todos tienen que salir —suplico con
desesperación. Parece que verme en este estado de nervios les hace
reaccionar y los tres salen—. Que Atba traiga un poco de caldo, por favor.
—Veron asiente y antes de irse besa mis labios, cierro los ojos saboreando
el momento y cuando cierra la puerta me concentro en lo importante. Lixda.
—Lixda, soy Héctor. Todos se han ido, estamos solo tú y yo. Tienes que
calmarte. Déjame ayudarte.
Me acerco con cautela por si le da por empujarme de nuevo. No tengo
ganas de escuchar las protestas de Veron. Me acerco hasta el lateral derecho
de la cama donde está tumbada de lado. Ha dejado de moverse y respira de
forma ruidosa con la mirada perdida.
—Cariño, necesito que regreses conmigo. Cuéntame, ¿qué te ha pasado?
—Estira su mano y por fin me mira a los ojos.
Sujeto su mano y tira de mí hasta que me subo a la cama para tumbarme
a su lado mientras me rodea con sus brazos y llora sobre mi pecho. Intento
consolarla con caricias y cuando por fin deja de llorar, me habla sobre lo
que le ha pasado.
—Necesitaba hablar con el rey porque las veces que estuvo en Thantanas
sentía un olor extraño que me gustaba y que solo podía olerlo cerca de él.
Por supuesto, en mi hogar nunca tuve oportunidad de acercarme a hablar
con él. Por eso hablé con mi hermana, necesitaba que me diera un consejo y
me dijo que buscara la manera de venir a verle.
—¿Quieres decir que ya te sentías atraída por él? —Ella asiente, hace un
pucherito con los labios y vuelve a llorar—. Tienes que calmarte o no
podremos hablar. —Lixda suspira de forma sonora.
—Desde que llegué estoy intentando hablar con él a solas y ha sido
imposible hasta que pude ir a su despacho. Juro que acababa de entrar, no
llevaba más que unos minutos. Lo hice porque me aseguraron que estaría
ahí y como no me respondía abrí, al hacerlo su olor me atrajo de nuevo y
por eso entré sin permiso. Pensé que era buena idea esperarlo. Jamás
imaginé que reaccionaría de esa forma. 
—No debiste entrar, cariño.
—Lo sé, pero lo que ocurrió después… —tiembla al recordarlo.
—¿Sentiste miedo?
—Fue mucho peor, cuando me toco sentí algo diferente y sé que él
también lo notó porque se sorprendió. Creí que era algo bueno porque la
sensación de sentirme completa me atravesó por unos instantes. Unos
segundos después de sentirme feliz todo cambió y un miedo me invadió por
completo, me soltó y caí al suelo cerrando los ojos. Todo se intensificó
tanto que hasta en mi mente podía ver imágenes en las que él me mataba
una y otra vez. Cada una de esas muertes era más sanguinaria. Justo antes
de abrir los ojos estaba teniendo una pesadilla y verlo me asustó tanto… 
—¿Por eso reaccionaste así al verlo antes?
—Sí, por un momento pensé que me mataría de nuevo. No quiero verlo.
Quiero irme y no tenerlo cerca nunca.
—Cariño, él actuó de esa forma por impulso, por miedo y porque cree
que no te merece.
—¿A qué te refieres?
—Usó su poder para que te alejaras de él, porque cuando te tocó supo
que eras la elegida a la que entregaría su alma. Por eso te sentiste de esa
forma.
—Me estás diciend… —Tocan a la puerta interrumpiéndonos.
—¿Quién es?
—Atba, mi señor. Le traigo el caldo que pidió. —Pongo los ojos en
blanco por cómo me ha llamado. Es algo que ha vuelto a hacer cuando
estamos con más personas—. ¡Adelante! —Entra con el caldo en una
bandeja y otro plato con comida, imagino que para mí—. Le traje un poco
de comida. Si necesitan algo más, por favor avíseme y vendré enseguida.
—Gracias, Atba.
Ella sale después de hacer una inclinación. Una vez cierra la puerta me
levanto para coger la bandeja y llevarla hasta la cama. Lixda parece
pensativa y no sé si preguntarle en qué piensa. Poco a poco le doy todo el
caldo mientras voy comiendo un poco de verduras guisadas con la carne
estofada que tanto me gusta y algo de fruta que comparto con Lixda.
Terminamos y coloco la bandeja de nuevo en la mesa. La ayudo a
cambiarse de ropa porque aún tenía la camisa de Veron y nos tumbamos en
la cama de nuevo llevando a Lixda hasta mi pecho para que se duerma. No
tarda mucho en hacerlo y me pongo a pensar en que puede hacer Goruz
para que le perdone porque parece que ha volcado todo su poder en ella
aterrorizándola de la peor manera. 
 
No estoy seguro del tiempo que ha pasado y aún tengo a Lixda entre mis
brazos dormida, la pobrecita debe estar muy cansada. Recuerdo las noches
en vela que pasaba cuidándome y estando pendiente de mí por si tenía
alguna pesadilla. La aparto con cuidado de no despertarla y me levanto para
mirar por la ventana. Está anocheciendo y no tardarán en venir a traer algo
de comida. Desde aquí tengo una vista perfecta de todo el frente del patio
donde están arreglando el destrozo que provocó el huracán. Lixda se
remueve, aunque sigue durmiendo. Abro la puerta y me encuentro de frente
al rey y a Veron dándome un buen susto.
—¿Cómo se encuentra?
—No estoy seguro, Goruz —respondo aún con la mano en el pecho por
el susto—. Iba a ir a mi habitación a asearme y a cambiarme de ropa,
necesito pedirle a Ugor que se quede con ella en mi ausencia.
—No te preocupes, mi luz. Ve a la alcoba, yo me quedaré con ella.
—Gracias —me giro para irme y recuerdo algo—. Goruz, ella tuvo
visiones mientras usabas tu poder, en esas visiones la matabas una y otra
vez. Cada muerte era peor que la anterior. 
—No puede ser, nunca nadie tuvo visiones.
—Pues ella las tuvo y tan reales que cuando te vio después de despertar
pensaba que ibas a matarla de nuevo porque aún tiene pesadillas. 
Se apoya en la pared y se deja caer susurrando completamente
devastado:
—¿Qué he hecho?
—Hay algo más que debes saber y es que ella vino a buscarte a ti.
—¿A mí?
—Sí, a ti. No te sorprendas tanto, ella notaba en ti un olor diferente. Dijo
que le gustaba y que se sentía atraída.
—Nunca me dijo nada.
—En Thantanas le era difícil acercarse a ti. Cuando creyó que había
conseguido tener un momento a solas contigo, no estabas en el despacho y
solo entró atraída por tu olor y cuando llegaste… bueno, ya sabes el resto de
la historia.
—¿Cómo es posible que tuviera visiones? —pregunta Veron.
—No estoy seguro, hablaré con Nazte por si a él le ha ocurrido. Puede
que mi miedo multiplicara mi poder. Nunca lo usé teniendo miedo porque
nunca tuve miedo hasta que la toqué.
—Es posible. Ahora es importante que no te vea. Te tiene mucho miedo
y hasta que eso no cambie, veo difícil que quiera tenerte cerca.
—Haré todo lo que me pidan. Solo quiero que esté bien.
—Iré y volveré rápido. —Me acerco a Veron antes de que entre y beso
sus labios para luego ir a cambiarme.
 
Tardo media hora en estar listo y aviso a Atba para que suba cena para
los dos. Le pido que suba carne y fruta, nada de caldos. Regreso a la
habitación del rey y él sigue sentado en el mismo sitio que cuando me fui,
solo que ahora sus hermanos están a su lado.
—Muza, ¿quieres entrar conmigo?
—Tal vez no quiera verme.
—Tú puedes ampliar el poder de otro, ¿crees que puedas quitarlo?
—Si te refieres a quitarle sus poderes, no puedo.
—No, me refiero a absorber el poder que aún queda de tu hermano en
ella.
—No creo que pueda hacer algo así.
—Tus poderes están creciendo, tú misma dijiste que estás descubriendo
cosas nuevas.
—Disculpen la intromisión, quizá Sangug pueda ser de ayuda. Desde
hace unos días ha empezado a mostrar su poder, igual que su padre. Yo nací
sin poder y supuse que Sangug también hasta que me enseñó lo que podía
hacer.
—¿Cómo puede ayudar? ¿Qué puede hacer? —pregunto emocionado—.
En todo este tiempo no he notado nada extraño en él.
—Le da vergüenza, me muestra imágenes de lo que hacéis juntos. Me
mostró el día que fuiste herido por el Montag, eso fue lo primero que me
enseñó.
—Eso es perfecto, puede enseñarle lo que haya visto y con suerte tu
reacción después de que ella se fuera volando —murmuro pensativo
mirando a Goruz.
—Trae a Sangug, Atba. Si Lixda no ha despertado ya, se quedará
haciéndome compañía dentro hasta que despierte. 
Asiente con una inclinación y se marcha prácticamente corriendo a
buscar al pequeño. Llega unos minutos después y me entrega a Sangug en
brazos que viene conmigo feliz.
—Puedo ayudar pincesa.
—Sí, cariño. Lo vas a intentar. Primero te voy a preguntar una cosita. —
Abre sus ojitos prestando toda su atención moviendo la cabeza de forma
afirmativa sin parar—. ¿Viste lo que ocurrió en el patio cuando la princesa
se puso a gritar asustada?
—Sí, vi eso.
—¿Y qué más viste?
—El rey puso tiste y fue a buscar pincesa. ¿Puedo ayudar pincesa ya?
—Sí, cariño, cuando esté despierta, ¿quieres entrar conmigo?
—Sí. —Se gira y dice—. Mami, ya soy mayor y voy ayudar pincesa. Te
quiero, mami —mientras habla agita su manita con una sonrisa enorme con
esos colmillitos que asoman siempre.
—Adiós, tesoro. —Todos, hasta el rey, sonríen tras las palabras del
pequeño.
Entro directamente sin tocar, Muza ha preferido esperar fuera. Veron está
sentado en la silla y Ugor tumbado junto a su hermana que ya ha
despertado.
—Traigo una visita especial. —Lixda le sonríe a Sangug que esconde la
cabeza en mi cuello intentando esconderse.
—Si te escondes, no podrás ayudarla.
—¿Ayudarla? —pregunta Ugor con algo de esperanza brillando en sus
ojos.
—Puedo ayudar pincesa, mi señó —afirma con su vocecita.
—Ve con ella y usa tu poder. Recuerda, tiene que ver lo triste que se
pone tu rey cuando ella se va volando —susurro después de darle un beso
en la frente.
Veron se levanta y acaricia la cabeza de Sangug al pasar a su lado. Sin
dejar de observarlo, se coloca a mi lado agarrando mi cintura.
—¿Qué poder tiene? —pregunta Veron con curiosidad. 
—Ahora lo verás, amor.
Ugor le ayuda a subir a la enorme cama y a gatas se acerca a Lixda que
abre sus brazos para recibirlo con cariño. En el momento en que la abraza
ella le mira con ternura, hasta que algo cambia en su mirada y sé, que está
usando su poder y mostrándole lo que pasó después de irse.
Su cara cambia por varios estados de ánimo, aunque cuando Sangug se
separa de ella está sonriendo. No sé si es bueno o malo.
—Muchas gracias por tu ayuda. Eres un jovencito impresionante. —Se
baja de la cama de un salto y viene corriendo a mis brazos.
—¿Cuál es ese poder que has usado, cachorro?
Le entrego a Sangug a Veron para que utilice su poder con él. Yo
también tengo curiosidad porque me lo muestre, aunque puedo esperar a ver
la reacción de Veron y saber que le va a mostrar.
—¡Vaya! ¡Qué interesante! Me ha mostrado una imagen de nosotros dos
paseando.
—Atba me contó que lo primero que le mostró hace unos días, fue
cuando me atacó el Montag. Esa fue la primera vez que su madre supo de
su poder. También dijo que es igual al de su padre.
—¿Qué te ha mostrado? —curiosea Ugor, parece que la sonrisa de Lixda
le ha levantado el ánimo. Algo lógico después de ver a su hermana tan
destrozada.
—Me ha mostrado todo lo que hablaron cuando me fui volando para
alejarme de Goruz.
—¿Y qué piensas de todo lo que dijo?
—Me duele que no se sintiera digno de mi amor, porque sí lo es. Lo que
no estoy segura es de cómo perdonar que usara su poder para hacerme
daño. He visto como son Rozug con Lysder y Gargor con Enmy, ellos han
luchado por ellas desde el momento en que supieron que eran las elegidas.
Para ellos fue aún más difícil conseguir su amor y, sin embargo, no se
detuvieron en intentarlo hasta conseguirlo. Hasta yo misma les ayudé a
conquistarlas con algunos consejos. Hubiera querido eso y solo obtuve el
mayor de los terrores que aún sigue invadiendo mi mente.
—Decidas lo que decidas me tendrás a tu lado. Eres mi hermanita y he
fallado protegiéndote.
—No me has fallado, estuviste ahí para mí, me cuidaste y ahora sigues a
mi lado. Siempre estas a nuestro lado. Por cierto, que sepas que Laga sabe
lo que hiciste con Calder, como le acribillaste con miles de preguntas
después de golpearle por meterse con nuestra hermanita a escondidas. —
Ugor traga saliva de forma sonora y abre la boca por la que no salen las
palabras—. Tranquilo, hermanito. Le gustó que lo hicieras, así que no te
preocupes por eso.
La puerta se abre de golpe y Boltcan la atraviesa.
—Se avecina una guerra, tu padre no entra en razón y viene a matar al
rey de los orcos por atacar a su hija.
—¡Todo tiene una explicación! —grita Lixda desesperada y con una
expresión de angustia en su rostro.
—Lo sé, Nan me lo ha contado todo. Volví y le expliqué todo lo
ocurrido, pero eso le enfureció más, ni siquiera Khonox ha sido capaz de
pararlo. Tenemos que esperar fuera y conseguir que entre en razón. Estaba
llegando a la costa la última vez que hablé con él.
Estoy asustado, en cuestión de segundos los tres salen a gran velocidad y
me quedo a solas con Lixda que intenta levantarse. Aún no se mantiene en
pie y llego a tiempo de cogerla antes de que caiga al suelo.
—Ayúdame a llegar fuera. No puedo dejar que mi padre cometa una
locura. No entiendo qué ha podido pasar.
—Creo que mi bichito tiene mucho que ver en esto. Tal vez solo vio la
parte mala y es normal que tu padre quiera venganza. Tú no te viste salir del
castillo, me asusté muchísimo.
—No puede hacerle daño y mucho menos matar a un rey sin tener graves
consecuencias. Esto nos llevará de nuevo a la guerra y no puedo permitirlo.
Ayúdame a llegar al patio, rápido.
Sujeto con fuerza a Lixda y vamos avanzando poco a poco por el pasillo
una vez salimos de la habitación del rey. Llegamos a las escaleras y echo de
menos una maldita barandilla a la que poder sujetarme para no caer
rodando. Con una mano agarrando su cintura y la otra apoyándome en la
pared metiendo la mano entre los huecos que voy encontrando entre las
piedras, conseguimos ir bajando peldaño a peldaño. Lixda está muy débil y
temo que si tenemos una caída su cuerpo sea más vulnerable y se haga
daño. Por no mencionar que con la suerte que tengo acabo con algún hueso
roto, o peor, el cuello y no lo cuento más.
Se me hace eterno llegar hasta al último escalón, debo parecer un
gilipollas total por la sonrisa que tengo por haberlo conseguido sin salir
heridos. Suelto un suspiro de alivio, sujeto mejor a Lixda y vamos hasta la
salida atravesando el salón principal donde están algunas de las mujeres que
trabajan aquí, parecen nerviosas y no es para menos.
—Mi señor, es mejor que no salgan porque acaban de llegar varios
dragones y la princesa nos ha ordenado quedarnos aquí.
—No se preocupe, entre los dragones que han llegado está mi padre y
debo salir. —Se escucha mucho barullo y ruido de espadas chocando.
Con el corazón a mil por hora arrastro a Lixda y salimos por la puerta
para encontrarnos a Ugor, Boltcan, Nazte y Veron conteniendo a un furioso
Rodan. Khonox, Rax y Degon también han venido junto a algunos
guerreros y muchos orcos se han reunido para proteger a su rey. Rodan
levanta la espada para atacar y Boltcan repele el ataque con su espada.
—¡Apartad! Dejad que peleemos. Merezco su rabia y no habrá
repercusiones. Nazte, si algo me ocurre tú serás el nuevo rey. —La mirada
de Nazte a su hermano es de derrota.
—Hermano, por favor —suplica Muza.
—¡Basta! —ruge Goruz. Los cuatro se apartan dejando libre el paso a
Rodan que ataca sin dudar. Goruz no levanta su espada, la cual acaba
dejando caer al suelo.
—¡Noooo! —grita Lixda. Levanta sus manos y suelta una pequeña
ráfaga de viento que obliga a Rodan a caminar hacia atrás unos cuantos
pasos para evitar caer al suelo.
Rodan vuelve a intentarlo y Lixda usa su poder de nuevo mientras nos
vamos acercando más.
—No lo hagas, merezco la muerte por atacar a mi elegida.
—No, tenemos una conversación pendiente y no vas a tomar decisiones
sin mí de nuevo. 
Veo a Rodan ir directo a Goruz con la espada en alto, suelto a Lixda que
cae al suelo y me coloco ante el rey para protegerlo y que se acabe esta
locura. Antes de que a Rodan le dé tiempo a parar el ataque, Veron me
protege con su cuerpo estando cerca de su tío y acaba con la espada
atravesando su pecho. Siento como si todo diera vueltas y estuviera en una
pesadilla.
—¡¡Veron!! —grito su nombre mezclado con los gritos de los demás.
Me arrastro hasta llegar a Veron como puedo con todo mi cuerpo
temblando. Su padre le atrapa antes de que toque el suelo mientras la
espada sale de su cuerpo y la tierra se llena con su sangre.
—Hijo, aguanta. Avisaré a tu madre.
—Mi amor, ¿qué has hecho? —susurro con algo más de calma al ver que
sigue con vida, aunque sangra un poco por la boca.
—Estaré bien —susurra con un gemido de dolor—. La espada no ha…
tocado mi corazón. Me queda… me queda mucha vida… para estar a tu
lado…, tenía que protegerte —susurra con esfuerzo.
—¡Eres idiota, tu tío hubiera parado! —grito y me muerdo el labio
inferior para no romper en llanto sobre su pecho herido. 
—Veron, yo… lo siento, no me dio tiempo a bajar la espada —murmura
Rodan con lágrimas cayendo por sus mejillas arrepentido. Mira la espada
que aún tiene en la mano manchada con la sangre de su sobrino.
—Estaré bien. —Respira hondo antes de seguir hablando—. Lixda me
curará, tío.
—Estás perdiendo mucha sangre —miro a Lixda que ha perdido el
conocimiento—. Lixda está agotada, no podrá ayudarte.
—Mi señor, si me lo permite, yo le ayudaré. —interviene Atba y me
alivia saber que ella puede ayudarlo.
—Llevadle a la alcoba de Héctor de inmediato —ordena Goruz. Rozug y
Gargor, que estaban entre los guerreros orcos se acercan y después de
sujetar el cuerpo herido de Veron con cuidado, lo llevan adentro—. Atba,
encárgate de Veron y luego revisa que Lixda esté bien.
—Sí, mi señor. —Va tras ellos y me levanto para seguirlos.
—Gracias por lo que has hecho. —Las palabras de Goruz me detienen
—. Khonox, el único culpable de todo esto soy yo. Rodan, entra en mi
mente y ve todo por ti mismo. Amo a tu hija y si le hice daño fue para
alejarla de mí porque creí que era lo mejor para ella. —Rodan asiente y por
un instante su rostro contrae.
Goruz da media vuelta, coge a la princesa de los brazos de Ugor, que la
había recogido del suelo donde la dejé caer, y se la lleva dentro.
—Boltcan —murmura después de unos minutos.
—Ahora no, Rodan. Es a mi hijo a quien has herido por no pararte a
escuchar y dejarte cegar por la ira. Vamos, Héctor.
 
Capítulo 20

No pude evitar interponerme entre la espada y Héctor. Solo cerré los ojos
ante lo inevitable porque sabía que no le daría tiempo a bajar la espada. Por
suerte puedo decir que sigo vivo, aunque por muy poco. Entendía lo que
quería hacer Héctor, pero era una locura. Ahora está a mi lado sujetando mi
mano, estoy de lado mientras Atba limpia y cose la herida.
—¿Has avisado a mamá?
—Ahora voy. Espera un buen regaño por la imprudencia que casi te
cuesta la vida. Tardaremos unas horas en llegar así que piensa una buena
respuesta.
—Papá, solo quería proteger a Héctor.
—Eso explicárselo a tu madre.
—Mejor no le digas nada. Cuando regresemos estaré curado —murmuro
nervioso. 
Mi madre es muy protectora con sus cachorros y, aunque tenga más de
trescientos años, para ella es como si tuviera la edad de mis hermanos
pequeños, Kokel y Rend.
—¿Le tienes miedo a tu madre? —pregunta Héctor con una sonrisilla.
—¡Ja! ¡Miedo es poco! Mis cachorros temen a su madre cuando se
enfada aun siendo adultos. Tú mismo lo verás en unas horas, no creas que
vas a librarte por ponerte en peligro. Puede que veas a mi madre como tuya,
pero mi mujer te ve como su cachorro desde que todo se descubrió y no te
quepa duda de que vas a desear esconderte muy lejos. —Su cara cambia,
ahora el que sonríe abiertamente soy yo y me da un manotazo en el hombro.
—¡Auch! Eso duele.
—Perdón, amor, perdón. —Me llena de besos y eso hace que me olvide
de todo el dolor—. Perdón, perdón.
Mi padre se va usando su poder con una sonrisa. De haber sabido lo
rápido que aceptaron mi relación con otro hombre no hubiera sido tan
cobarde.
—Ahora me siento mejor. —Su sonrisa me fascina, amo a este humano
con todo mi corazón.
—¿Qué piensas? —pregunta curioso.
—Que te amo. —Su sonrisa se amplía—. Me encanta verte sonreír,
quiero hacerte sonreír siempre así.
—Pues con lo que has hecho hoy es todo lo contrario. Por un instante
creí que te había perdido. No vuelvas a hacer algo así, por favor.
—No puedo prometerte algo que jamás voy a cumplir. Eres mi vida y te
protegeré con la mía de ser necesario. Más bien, tú deberías no ponerte en
peligro.
—Lo sé, cometí una estupidez, pero fue lo único que se me ocurrió.
Nadie hacía nada por detener a tu tío desde que Goruz os ordenó que
dejasen de luchar. Vosotros cuatro le protegían y luego… nada.
—Era una orden, era su decisión y créeme que, ante mi tío, Goruz tenía
las de perder y más cuando ni él mismo quería protegerse.
—¿Piensas que tu tío aceptará a Goruz?
—No es mi tío quien tiene que aceptarlo sino mi prima. Por lo que vi, el
poder de Sangug sirvió de mucho para aliviar el corazón de Lixda.
—Quiero que ella sea feliz, que sean felices juntos.
—Yo también.
—Disculpe, mi señor. Tiene que cambiar de posición para seguir
curándole. —Entre los dos me ayudan a colocarme boca arriba y Atba
comienza a limpiar la herida.
—Se ve muy mal, Veron. ¿Seguro que se va a curar pronto?
—Te lo prometo, esto solo ayuda al proceso de curación. Mi cuerpo sana
por sí solo, pero tardaría más. Con esto en un día estaré curado por
completo.
—¿Cuándo llegue tu madre estarás curado?
—Cuando llegue espero no estar curado todavía, mi luz. Tal vez eso me
libre un poco de la que nos va a caer por imprudentes.
Pienso en mi madre, es muy dulce y cariñosa con las personas que ama o
aprecia. Tiene un carácter fuerte que solo conocíamos mi padre, hermanos y
yo hasta que llegó Evolet y cambió nuestras vidas. Recuerdo como
detestaba a Tiacry, la mujer a la que mi hermano Norrus iba a entregar su
corazón por estúpido, y no le importaba demostrarlo ante los demás. La
amo, sin embargo, temo mucho su reacción. Lo último que deseo es darle
un disgusto, algo inevitable, ya que mi padre ha ido a informarle de todo si
es que Evolet no lo ha hecho ya con alguna de sus visiones.
Atba termina de coser la herida y nos deja a solas. Pronto va a anochecer
y espero poder bajar a cenar y saber cómo sigue mi prima. Héctor se
acomoda a mi lado y entrelaza mi mano izquierda entre las suyas.
—Descansa un rato.
—Puedes apoyarte sobre mí.
—No amor. Descansa, tu madre siempre dice que si duermes sanas más
rápido.
Le doy un ligero apretón con la mano y me sonríe. Cierro los ojos y
escuchando su corazón acabo profundamente dormido.
 
Intento moverme y un ligero dolor me recuerda que mi tío me atravesó
con la espada. Y lo peor es que mi madre está de camino. Poco a poco abro
los ojos y no es a Héctor a quien me encuentro a mi lado, sino a mi madre
con una mirada asesina que dejaría a cualquiera fulminado al segundo
siguiente. 
«Maldición ha llegado antes de lo previsto y ni siquiera capté su olor». 
—Hola, madre, ¿cómo estás?
—¿Cómo estoy? ¿Qué cómo estoy? —grita furiosa— No he estado
volando horas para que me preguntes como estoy. ¿Cómo te atreves a poner
tu vida en peligro de esa manera? ¿Quieres que muera de un disgusto?
—Mamá, ¡eres inmortal!
—¿Inmortal? ¿Inmortal? —Suelta miles de insultos dejándome sordo por
los gritos y soy incapaz de mirarla a la cara. «Debí quedarme calladito».
Observo la habitación con disimulo en busca de mi luz y no hay rastro de él
—. ¿Me estás escuchando, Veron?
—Mami, no te enfades más, por favor. —Uso esa forma de llamarla para
intentar mitigar el enfado. 
—¡Cómetelo todo! —me ordena acercando una cuchara a mi boca sin
darme tiempo a que me niegue. No funcionó mi artimaña y ahora aguanto
las arcadas mientras trago la horrible sopa de algas. Sabe que la odio y que
solo me lo está dando como castigo por lo que he hecho.
—Mamá, por favor. No me obligues más.
—¡Te aguantas! Héctor no ha protestado tanto cuando se la ha comido.
—Suelto un gemido lastimero con la mejor carita de pena que soy capaz de
ponerle e intentar que se apiade de mí—. Esa carita no va a salvarte, Veron.
Si la espada entra un poco más arriba hubiera rozado tu corazón.
—Mamá, perdóname. Solo estaba protegiendo a Héctor.
—Lo sé, mi vida —murmura con ternura para seguir regañándome
después—. ¡Y que sea la última vez que haces una locura como esa!
—Sabes que siempre voy a proteger a Héctor con mi vida.
—Eres y siempre serás mi cachorro, no podría vivir si alguno de los
cuatro me faltase. —Enormes lágrimas se derraman por sus mejillas y tiro
de su mano para abrazarla. Gruño un poco del dolor que siento por el
brusco movimiento.
—Te amo, mamá. Sabes que has sido muy cruel obligándonos a comer a
los dos ese horrible caldo de algas.
—¡Pobre, Héctor! Estuvo vomitando durante bastante tiempo. Ahora
está relajándose en la tina con agua caliente. Creo que nunca le habían
regañado tanto, ni siquiera esas monjas que tanto mencionan, las que les
cuidaron siendo niños. Tu padre no paraba de reírse al principio, después se
preocupó mucho y la regañada fui yo.
—Quiero verle —exijo preocupado. 
—Déjale un ratito más.
Parece que se apiada de mí porque se levanta y trae una bandeja con un
poco de carne. La devoro para quitarme el asqueroso sabor de las algas y
me acomodo mejor.
—Tarda mucho, ¿no crees? —pregunto intranquilo.
—Espera que le llamo.
Se levanta y toca dos veces, como no obtiene respuesta lo intenta de
nuevo.
—Héctor, ¿estás bien?
—¡Ya termino! —grita y escucho como sale del agua. Pienso en lo
mucho que me gustaría sacar a mi madre del cuarto para ir con Héctor y
hacerle el amor una y otra vez—. Pero… ¿qué coño? ¡Me cago en la puta y
en todo lo que se menea! ¿Qué me has hecho? ¡Yiriiiii! —grita histérico—.
¡Parezco un pitufo!
Los dos nos levantamos con rapidez. Mi madre es más rápida y grita
cuando abre la puerta al ver a Héctor. Intento entrar y mi madre no me lo
permite.
—Hijo, espera un momento. Es mejor que no entres ahora y veas a
Héctor o va a matarme por hacerle comer las algas. No pensé en que, al ser
un humano, podría tener algún tipo de reacción.
—¡La madre que te parió! ¡Quítame esto ya! —Se escucha a Héctor
gritar molesto. 
—Quédate fuera y espera. —Entra cerrando la puerta en mis narices. Eso
me enfurece porque necesito ver a Héctor y saber qué le ocurre.
Mi padre entra y le explico lo poco que sé. Intenta entrar y mi madre se
interpone en nuestro campo de visión cuando abre la puerta. Le dice a mi
padre que avise a Yelys a ver si ella puede ayudarnos con lo que le está
pasando a Héctor. Mi padre se marcha y tarda una eternidad en volver con
Yelys. No dejo de dar vueltas preocupado. Por más que intento entrar una y
otra vez, mi madre me impide el paso para poder ver a mi luz. Ahora sale
de nuevo del excusado cerrando la puerta tras ella.
—Hijo, Héctor no quiere que le veas como está ahora.
—¿Qué es lo que le ocurre?
—Cuando le hice comer el caldo lo acabó vomitando, pero algo ha
debido quedar en su estómago y su cuerpo no ha aceptado lo que ha
ingerido. Su cuerpo está… bueno cariño, su cuerpo es… 
—¡Azuuuuulll! —grita Héctor de nuevo interrumpiéndola—. Soy de
color azul, un jodido pitufo. Si entras y me ves así, dejo de quererte para
siempre.
—Madre, ¿es grave? ¿A qué se refiere con que es azul? ¿Y qué es un
pitufo?
—Su piel se ha vuelto azulada, no hay un trocito que sea normal. Todo
está azul y temo que le dure un tiempo si Yelys no conoce alguna planta que
pueda quitar lo que el alga le ha provocado.
—¡Por mis dragones!
—Lo siento, no lo sabía —murmura apenada. Me acerco a la puerta para
intentar hablar con Héctor.
—Mi luz, por favor, déjame verte.
—¡Nooo! Ni se te ocurra entrar.
—Necesito verte, aún estoy convaleciente de mi herida y no puedo
descansar sabiendo que te ha ocurrido algo malo. —Abre la puerta y saca
una mano que es completamente azul.
—¿Ves mi mano? Es todo cuanto voy a dejar que veas de mí por ahora.
Estoy horrible y no quiero dejar de gustarte.
—Mi luz, aunque fueras de mil colores o te salieran cuernos te amaría
igual. —Intento hacerle entender.
—¡Mentiroso! —Exclama. Voy a contestarle y la llegada de mi padre
junto a Yelys, Nan y Muza me interrumpen.
—Por favor, Yelys, tienes que ayudarle —le suplico en cuanto la veo.
Mi madre le explica lo que le ha pasado y cuando veo Yelys negar con la
cabeza todo mi mundo se me viene encima porque no sabemos qué tiempo
va a estar de ese color o si quedará así para siempre. 
—Tiene que haber algo, princesa. Tal vez otra alga.
—Me temo que no estoy segura. Quizá mi cuñada sepa de algo, pero
tendré que enviar una misiva para que vengan y tardarán al menos un día.
—No pienso salir de este baño hasta que alguien me vuelva a dejar como
estaba —grita pegado al otro lado de la puerta.
—Nan, tú estuviste en su mundo, ¿sabes lo que es un pitufo?
—Héctor, ¡déjame entrar! —pide Nan y puedo ver una ligera sonrisa
asomando. 
—Ni se te ocurra, Nan. No tengo ganas de que te descojones a mi costa.
—Vamos, no me voy a reír.
—¡Eres una bruja!
—Pero me quieres y me vas a dejar entrar para verte.
—¡Qué no quiero!
—O me dejas entrar o echo la puerta abajo y te verán todos. —La puerta
se abre y Nan entra. —Se escucha un grito seguido de carcajadas y Nan sale
de nuevo—. ¡Por mis dragones!, dime que puedes hacer algo y quitarle ese
color de la piel. Realmente parece un pitufo.
—¡Eres una bruja! Dijiste que no ibas a reírte —protesta.
—Es que no he podido evitarlo. He recordado esos dibujos que vimos
algunas veces que te encantaban y ahora... eres como ellos. ¡Gargamel va a
venir a por ti! —dice entre risas hasta que se calma—. Perdona. No te
enfades —súplica aun riendo. 
—¡Bruja! Deja de reírte o dejaré de ser tu amigo para siempre.
—Está bien, no me reiré más.
—Entra y demuéstralo.
Nan pone una cara extraña y niega con la cabeza. Mi madre la empuja de
nuevo dentro y esta vez no escucho risas.
—Madre, entra y convéncelo de que me permita verlo, por favor.
—Espera un poco.
Yelys regresa diciendo que ya ha mandado una misiva a la reina para
pedirle ayuda, no me percaté en qué momento se fue. Atba regresa para ver
cómo está evolucionando mi herida y me informa que mi prima está bien,
aunque aún no ha despertado.
 
El tiempo pasa y Yelys crea varias plantas que le da a probar a Héctor sin
ningún resultado. Estoy desesperado, hace mucho tiempo que cayó la noche
y seguimos sin encontrar algo que le ayude para así poder verlo y tocarlo.
Todos se han ido marchando para descansar y solo quedamos Nan, Yelys,
mis padres y yo. Mi madre y Yelys están enfrascadas en una conversación
sobre plantas intentando descubrir cuál pueda quitar parte del color y no
parecen tener suerte. Nada de lo que han probado ha servido para nada en
absoluto.
—¡Voy a salir! —grita Héctor de repente—. Si alguien se ríe me
encerraré de nuevo hasta que puedan curarme.
Espero impaciente hasta que se abre la puerta un poco, parece indeciso y
vuelve a cerrarla. Está haciendo eso varias veces hasta que por fin abre de
golpe la puerta y sale del excusado. Mi padre y yo somos los únicos que no
lo hemos visto, y la mano no es nada comparado a lo que estoy viendo
ahora. No sé lo que será un pitufo, pero desde luego si fuera verde podría
pasar por un orco sin colmillos. No puedo evitar que una sonrisa aflore en
mi cara mientras le veo. Consigo aguantar las carcajadas porque no quiero
que se encierre otra vez y se aleje de mí. Da varios pasos adentrándose en
nuestra alcoba mirando fijamente a todos y por último a mí, justo antes de
que lo haga borro la sonrisa para no hacerle sentir incómodo.
—¡Veron! —balbucea mi nombre.
Me acerco a él y le abrazo con todo mi amor. 
—Todo va a estar bien. Seguro que la reina Thea puede ser de más ayuda
que la pobre Yelys que no tiene más ideas por el momento.
Les pido a todos que nos dejen solos por ahora, necesitamos descansar y
mañana espero que llegue la reina Thea para solucionar este problema que
mi madre causó sin querer. Todos se despiden y salen fuera cerrando la
puerta. Intento quitarle la ropa para acostarnos a dormir y me aparta las
manos, da media vuelta y se acuesta vestido. No digo nada y me acuesto a
su lado después de poner varios troncos al fuego de la chimenea. Nos
abrazamos y al ver la diferencia de color entre nuestras pieles no puedo
evitar pensar en que haría si esto no tiene ninguna solución.
—Estás sonriendo.
—Eres la razón de mi sonrisa.
—¡Nos ha jodido! Ahora soy la razón de la sonrisa de todos los que me
vean. Verás como esto no tenga solución. ¡Voy a ser el hazmerreír de todo el
mundo!
—Tendrá solución, mi luz —susurro, una risita se me escapa y me
golpea en el pecho. No me ha hecho daño, sin embargo, me quejo de forma
exagerada—. ¡Ahh! Cuidado, aún me duele.
—Perdón, amor.
—Si me das un beso me aliviarás el dolor.
Con una sonrisa de carnosos labios azules me llena de besos que con
gusto devuelvo. Al acabar nuestros increíbles besos le aprieto contra mi
pecho para que deje su cabeza sobre mí. Por un segundo pienso que es un
peligro dormir con él por si decide darme un golpe y al final decido
arriesgarme por tenerlo a mi lado.
 
Al día siguiente Atba nos sube el desayuno y se queda impactada al ver a
Héctor, aunque consigue guardar las formas y sale de la alcoba sin que él se
percate que estaba aguantando la risa. El pobre no ha querido salir de la
alcoba porque no quiere que todos le vean y prefiere permanecer aquí
conmigo. Yo no puedo quejarme porque me encanta compartir tiempo con
él, aún no puedo hacerle el amor, pero si podemos hablar de muchas cosas.
Lo que más me gusta es que habla de un futuro juntos, incluso hemos
hablado del día en que unamos nuestras vidas para siempre y eso me da
esperanzas de que todo irá bien con el tiempo.
Las horas pasan y después de la comida tocan a la puerta. Es Atba para
decirle a Héctor que Sangug quiere jugar con él. El cachorro pasa y tras ver
a Héctor durante unos minutos sin decir nada corre hasta su lado de la cama
y estira sus brazos para que le ayude a subirse.
—Hueles igual, sigues siendo amigo.
—Sí, cariño, sigo siendo yo.
Jugamos los tres y horas más tarde Nan viene a decirnos que ha llegado
la reina Thea. Dejo a Sangug y Nan con Héctor, necesito ir abajo y saber
qué piensa de todo esto. Una vez llego al salón la saludo con una
inclinación. Ella sigue la conversación con mi madre y Yelys, donde le
explican lo que ha comido Héctor y qué plantas ha usado Yelys para
contrarrestar el efecto que ha tenido el alga sobre su cuerpo. Después de
escuchar todo sonríe a Yelys con cariño.
—Has tenido muchas ideas bastante buenas Yelys, aunque en este caso
como habéis comprobado, no han sido suficientes. Lo único que tenían que
hacer es un ungüento con la misma alga que Héctor había ingerido y untarla
por todo su cuerpo sin dejar nada por cubrir. 
—En ningún momento pensamos en eso —admite mi madre. 
—Ya sabes qué hacer si ocurre de nuevo. Lo ideal es hacerlo primero en
la parte frontal del cuerpo. Cuando se ha formado una pequeña costra hay
que darle la vuelta con cuidado y hacer lo mismo en la parte de atrás,
incluyendo la cabeza y el rostro. Por supuesto, hay que tener especial
cuidado en las zonas íntimas. Después colocarlo con cuidado en una
posición cómoda revisando al mismo tiempo que nada quede sin cubrir. Es
muy importante hacerlo bien a la primera porque es muy difícil que los
restos que queden sin cubrir desaparezcan por completo, ya que el alga
puede dañar la piel si se expone demasiado. ¿Quiénes serán las personas
que lo hagan? Si no tienen inconveniente podría hacerlo contigo, Yiri. Mi
magia nos ayudará. 
—Yo lo haré, mi señora. Me puede indicar todo el proceso, pero seré yo
quien lo haga en todo su cuerpo.
—¿Cuánto tiempo tiene que estar con eso puesto? —pregunta mi madre. 
—Unas doce horas, todo dependerá de su cuerpo. Estará dormido y no se
enterará de nada. He conocido muy pocos casos en los que haya ocurrido
esto y tras muchos intentos, descubrimos que con ese ungüento y cubriendo
todo el cuerpo lo quita por completo. Tras pasar doce horas el color azul
desaparece siendo absorbido por el ungüento y la piel vuelve a su estado
normal. Sabremos que es el momento de retirarlo por el color de la costra.
¿Puedo usar su cocina? —pregunta mirando a Goruz. 
—Por supuesto, reina Thea. Tienes libre acceso a todo lo que necesites
para que Héctor pueda estar bien.
—Gracias, rey Goruz.
Mi madre y la reina Thea se van hacia la cocina. Yelys se coloca en mi
hombro y parece cansada.
—Deberías irte a dormir. Queda mucho para que Héctor esté recuperado
y has gastado mucha energía usando tu poder.
—Quiero ayudar.
—Ahora no puedes, princesa. Debes comer algo y descansar para que
mañana veas a Héctor sin caerte de sueño.
—No tengo hambre, ¿me llevas a mi alcoba?
—Está bien, pequeña.
Nos despedimos de todos y la llevo a su alcoba, la recuesto en la cama y
la tapo con la manta.
—Dale un beso a Héctor de mi parte.
—Lo haré en cuanto lo vea, ahora descansa para que mañana puedas
dárselo tú una vez quitemos la costra del ungüento. —Salgo y vuelvo con
mi luz.
Capítulo 21

Desde que Veron me dejó con Sangug y Nan, nos hemos reído bastante.
Sangug no ha dejado de mirarme extraño por el color azul de mi piel. Me ha
tocado infinidad de veces para luego mirarse los dedos, hasta me ha frotado
la mejilla queriendo quitarlo y ha visto que no funciona. Nos hemos puesto
a jugar y a hablar, nunca aprendí inglés en el colegio y, sin embargo, ahora
hablo el idioma de los dragones gracias a Phipai y el de los Orcos gracias a
Muza. Han sido unas grandes profesoras. He pasado meses enseñando a
hablar español a Sangug y ya lo domina casi a la perfección, confunde
algunas palabras y eso solo hace que se esfuerce en intentar hacerlo mejor.
Es un niño de tres años muy inteligente y ha usado su poder para enseñarme
lo que ha hecho cuando no ha estado conmigo. Le encanta jugar con Ayra y
Nazte ha estado todo el tiempo con ellos vigilando a ese bichito travieso en
el que se está convirtiendo la preciosa hija de mi mejor amigo.
Veron entra sin llamar acompañado de Yiri y la reina Thea. Sonrío al
verla y pienso en mi chiquitina, «¿Dónde estará?». 
—Hola, reina Thea. ¿Cree que pueda ayudarme?
—Sí, muchacho. No te preocupes, tu piel volverá a su color natural.
—¿Qué tengo que hacer? Necesito recuperar el color de mi piel y volver
a ser yo.
—Veron te va a embadurnar con este preparado hecho de la misma alga
que comiste. Ahora vas a tomarte esta agua que tiene una mezcla de varias
hierbas entre las que están la valeriana, pasiflora y tila que conoces de tu
mundo, para que te ayuden a dormir mientras Veron hace su trabajo. Tienes
que cerrar los ojos y quedarte quieto hasta que te duermas, irá
endureciéndose formando una costra que romperemos cuando sea el
momento.
—Vale. —¡Por fin seré normal de nuevo y no un pitufo!
Me desvisto para luego tumbarme en la cama con una tela que Veron
coloca para taparme y que no vean mis partes. Algo que le agradezco y que
espero que esa parte la haga solo él. Tomo toda el agua caliente con las
hierbas y Thea me indica como colocarme para que Veron vaya dejando
todo mi cuerpo lleno de esa cosa pastosa. Menos mal que no tiene un olor
desagradable y puedo relajarme. Empieza por las manos y con mucho
cuidado va untando sin dejar nada de piel a la vista tal y como Thea le va
indicando. Bostezo varias veces cuando todo mi torso está cubierto y cada
vez tengo más sueño. Al final, la reina ayuda a Veron con su magia y usa
unas hojas para aplicarlo en mi cuerpo porque si usa las manitas no
acabamos nunca. A cada ratito que pasa el sueño es mayor y no consigo
aguantar con los ojos abiertos. Mientras el sueño termina ganando la batalla
porque no consigo abrir los ojos, me imagino a Veron con su cara de
concentración mientras toca mi piel.
 
Intento moverme y no puedo, trato de hablar y no puedo abrir la boca,
tampoco abrir los ojos. Estoy cada vez más nervioso e intento gritar.
—¡Shh! Mi luz. Tranquilo. Despertaste antes de lo previsto, ya vamos a
romper la costra y todo habrá acabado. —Eso no me calma del todo, pero
saber que Veron está a mi lado me ayuda.
—Muchacho, quédate muy quieto para no hacerte daño con la
enredadera —Me pide con la voz muy seria la reina Thea.
Intento respirar hondo para calmarme y es imposible, únicamente puedo
respirar poco a poco y eso me está produciendo angustia y odio sentirme
así. Escucho como todo a mi alrededor empieza a crujir y espero que esto
acabe pronto. Me desespera no poder moverme, respirar bien o poder abrir
los ojos. Todo se queda en silencio de un momento a otro.
—Voy a lavarte la cara para retirar todos los restos pequeños y que
puedas abrir los ojos —dice Veron. Noto como pasa algo húmedo por mi
cara con cuidado y tarda un poco más de lo que me gustaría—. Ahora
puedes abrir los ojos mientras mi madre y yo seguimos lavándote.
Abro los ojos y los cierro por la intensa luz. Estoy tentado de pedirle que
apaguen las luces, algo estúpido en este mundo, pero que me hace sonreír.
Carraspeo y pregunto lo que más miedo me da en este momento.
—¿Cómo estoy, amor? —murmuro mirando a Veron con miedo a que
esta mierda no haya funcionado.
—Estás hermoso, mi luz —responde con una sonrisa y se acerca a mí
para darme un pequeño beso—. Ahora necesito que te relajes para que
podamos lavar tu cuerpo y quitarte lo mayor. Luego te llevaré a la tina.
Levanto un poco la cabeza cuando siento algo húmedo en mi pierna
derecha. Yiri está limpiándome y no me mira, aunque me detengo más en
mirar mi propio cuerpo. Lo poco que puedo ver no queda nada de azul en
mi piel. Vuelvo a mirar a Yiri y la siento extraña, como si estuviera
enfadada.
—¿Estás bien, Yiri?
—Estoy aliviada de que te hayas recuperado.
—Pareces enfadada.
—Lo estoy, siento mucho haberte dado de comer ese caldo de alga. No
quería hacerte daño, primero vomitaste y luego tu piel cambió de color. Yo
solo quería castigarte por ponerte en peligro de esa forma y mira como
acabaste.
—Estoy bien y no te culpo por nada. No sabías que esto podía pasar, así
que deja de sentirte enfadada y regálame una sonrisa.
—Bueno, en realidad, hay algo más que no sabes y que le da vergüenza
decirte.
—¡Veron! —gritan Yiri y la reina Thea haciéndome reír.
—Mamá, fue divertidísimo observar a la reina Thea ponerse
completamente roja al contemplar lo que le pasó a Héctor.
—Hijo, por favor. La pobre no sabía dónde meterse y eso que con su
tamaño cabe en cualquier parte.
—¿De qué están hablando? ¿Qué hice?
La cara de Yiri se vuelve colorada al mirarme de refilón y rápido la gira
para no cruzarse con la mía.
—¿Recuerdas algo antes de dormirte por completo o algún sueño?
—Soñé contigo.
—¿Y qué hacía en ese sueño? —pregunta curioso con una sonrisita.
Lo pienso por un instante y soñaba como me tocaba la piel, nada extraño
ni sexual.
—Solo me tocabas la piel mientras untabas esa cosa en mi cuerpo.
¿Por…?
—Digamos que cuando te dormiste, eso que soñaste, hizo que tú… —
señala mi polla—, despertase. Se puso contenta y la tela que te había puesto
para taparte se levantó.
Suelto un gemido cerrando los ojos y acerco las manos a mi cara para
taparme por la vergüenza, así no veré a nadie.
—Debo disculparme, reina Thea, yo…
—No te preocupes, muchacho —me interrumpe, abro los ojos para
mirarla y tiene una sonrisa. Eso me calma un poco, lo último que deseo es
que esto cambie su forma de tratarme—. Hay cosas que no se pueden
controlar. Es que no lo esperé y no pude evitar avergonzarme por ver algo
que no debía.
Veron empieza a reírse a carcajadas y Yiri le da una colleja que le hace
parar en seco. Al observar la cara de sorpresa en él, el que empieza a reírse
soy yo. Me entra la risa tonta y no puedo parar, todos acabamos riendo y
prometemos que lo que pasó no saldrá de aquí. 
La reina Thea es muy agradable, parece muy seria la mayor parte del
tiempo y cuando pasas a solas un rato con ella es muy divertida. Nos ha
contado muchas de las travesuras que hace la princesa Yelys cuando está
aburrida. No puedo creer que tenga tan malas ideas. Una de las cosas que
hizo fue en una fiesta. Al parecer, una amiga se había enfadado con ella y
Yelys usó su magia para que una enredadera creciera bajo sus pies y no
pudiera salir volando, pero ahí no quedó la cosa, la hizo girar tan rápido que
su amiga acabó mareada y vomitando. Su hermano Gus, el rey, la obligó a
disculparse con la chica y ella se enfureció, aunque cedió a la orden de su
hermano. Menuda fiera está hecha mi chiquitina.
Cuando han terminado de limpiar retirando la mayor parte de los restos
de esa costra, nos dejan solos y Veron me ayuda a levantarme para ir al
baño. Tengo los músculos muy tensos y me cuesta caminar. Veron me coge
en brazos y me mete directamente en la bañera con el agua caliente. Siento
alivio inmediatamente en todo mi cuerpo y cierro los ojos para relajarme
por completo. Veron se encarga de lavarme con toda la paciencia del mundo
y me encanta, sobre todo el masaje que me da en la cabeza. Todo acaba
cuando le toca bajar a las zonas íntimas. No puedo evitar tensarme y
sujetarle la mano para apartarla.
—¿Confías en mí? —Asiento porque es la verdad—. Entonces deja que
limpie todo tu cuerpo, jamás te haré daño. Si te sientes muy incómodo
detenme de nuevo y tú mismo te limpiarás.
Vuelvo a asentir y no aparto la mirada de su mano que baja desde mi
pecho hasta mi vientre. Pasa la mano con suavidad por mi ingle y siento
como si una corriente pasara por todo mi cuerpo. Al cerrar los ojos, todas
las imágenes regresan a mi mente. Los abro rápido para mirar sus hermosos
ojos grises para darme cuenta de que la pesadilla acabó para siempre y que
es Veron quien me toca. Mi polla cada vez está más dura y ni siquiera la ha
rozado. Coloca sus manos en mis huevos y los frota un poco para luego
soltarlos e ir a la otra ingle.
—Veron —susurro su nombre. 
Me mira y puedo ver en sus ojos el deseo y las ganas de tocarme de otra
forma, no solo para lavar mi piel. Yo también lo deseo y sin dejar de mirarlo
llevo su mano hasta mi erección porque siento que voy a explotar en
cualquier momento si no me toca como los dos deseamos. En ningún
momento cierro los ojos ni los aparto de los suyos. Su mirada cambia y sus
ojos brillan, saber que me ama me da la seguridad que necesito para intentar
tener algo de intimidad. Quiero poder recuperar a mi yo loco y atrevido en
el sexo, no el pelele en el que me he convertido por culpa de esos cabrones. 
Veron me sujeta con la otra mano por la nuca y me acerca a él mientras
rodea con la mano mi erección y empieza a moverla de manera suave
haciéndome sentir de maravilla. En un segundo besa mis labios con dureza
abriéndose camino con la lengua en el momento en que jadeo por la
sorpresa de la intensidad de ese beso. Gimo por el placer que me hace sentir
mientras bombea con más intensidad. Termina el beso apartándose un poco
de mí y pasa su lengua por mi labio inferior.
—Eres tú, Veron. Solo tú.
—Sí, mi luz. Solo yo —susurra pegando nuestras frentes sin dejar de
darme placer.
En ese momento suelto un gruñido de puro gozo mientras descargo mi
semen en el agua. Me siento liberado y feliz. El tiempo lo cura todo y tener
a mi dragón a mi lado será un sueño hecho realidad. Juntos superaremos
todo el dolor.
Me saca de la bañera para sentarme en el banco y secarme como si fuera
su mayor tesoro. La forma en que me cuida me abruma y me pican los ojos
por las lágrimas que quieren salir. Levanto la mano y toco su mejilla
llamando su atención para que me mire a los ojos.
—Te amo.
Se arrodilla para quedar a mi altura y le doy un beso en la nariz. 
—¿Estás bien, mi luz? ¿Te sientes mal por lo que te hice? —pregunta
con preocupación.
—No, claro que no.
—Estás llorando. —Me toco la cara y es cierto, creí que las había
conseguido retener.
—Estoy feliz, Veron. Te lo juro. ¿Tú estás molesto porque yo no te…
porque tú no te has…?
—Yo estoy bien. Tenemos mucho tiempo para que seas tú quien me dé
placer. No tengo prisa en que eso pase por muchas ganas que tenga. Lo
único que necesito es borrar tu pasado con mi amor.
—Eres un guerrero y jamás pensé cuando te conocí que eras tan
romántico. —Se levanta de nuevo y sigue secándome.
—Eso no es cierto, el romanticismo es para las mujeres. Por cierto, la
princesa Yelys te manda un beso —Intenta cambiar de conversación.
—Tranquilo, machote. Yo tampoco era romántico hasta que te conocí.
Todo lo que siento cuando estoy cerca de ti me hace decir cosas que nunca
hubiera dicho, ni siquiera pensado. No es malo ser romántico, me gusta
cómo me tratas y las cosas tan bonitas que me dices.
Su sonrisa me confirma que le gusta saberlo y disfruto de cada segundo a
su lado mientras me cuida. Me miro al espejo mientras aún sigo desnudo y
no queda ni rastro del horrible pitufo que fui hace unas horas. Una vez
estamos listos los dos y hemos limpiado la bañera, bajamos a comer. Ni
siquiera cené anoche y estoy muerto de hambre. El olor del estofado hace
rugir mis tripas y no me detengo ni a saludar al entrar al salón. Cuando ya
he tragado el primer trocito aprovecho para saludar:
—Perdonad, pero estaba muerto de hambre. Hola a todos.
Yelys vuela hasta posarse en mi hombro y me da un beso en la mejilla 
—Te veo bien. ¿Ya estás recuperado?
—Sí, Goruz. Por suerte ya no queda nada de color azul en mi cuerpo.
Comemos entre risas, porque ahora que estoy bien, no me importa
reírme de lo que me pasó. Soy tan feliz en estos momentos que lo único que
me falta es a mi equipo Z, tengo ganas de volver a estar con ellos para
recuperar todos los meses que perdí.
—¿Estás bien? Te noto triste.
—Estoy bien, amor. Es solo que recordé a mis hermanos.
—Pronto regresaremos, además, en breve serán las fiestas que tanto
esperan conocer tus hermanas.
—A mí también me hace ilusión asistir, sobre todo a tu lado.
—Eso ni lo dudes, mi luz. Nunca volveré a esconder nuestro amor.
 
La tarde pasó tranquila y decidí salir al patio para ver los avances de
Ugor y Muza. Han acabado todo, es increíble la rapidez con la que lo han
hecho. Ahora queda arreglar el muro que Lixda acabó rompiendo con el
huracán, pero de eso se van a encargar ellos. Antes le pregunté a Goruz que
tal las cosas con Lixda y me dijo que se ha despertado un par de veces nada
más para comer algo y seguir durmiendo. No le ha echado de su lado y le ha
permitido estar cerca de ella, incluso la ha alimentado. Parece feliz y me
alegro muchísimo por él. Rodan se ha disculpado con el rey de los orcos y
posible yerno si Lixda le acepta. Por supuesto, Goruz le ha expresado que
no era necesario, ya que el único culpable era él porque entiende que solo
estaba defendiendo y protegiendo a su hija. Por un lado, parece que lo de
Goruz y Lixda va por buen camino, aunque dudo que le perdone tan
fácilmente que la atacara, imagino que le hará sufrir un poco para que
aprenda a no tomar decisiones sin contar con ella. Ese es un error que
cometí al no hablar y alejarme de Veron al escuchar las cosas que decían
sobre nosotros. 
Luego está Nazte, que no se separa de la pequeña aprovechando todo el
tiempo que tiene hasta que Norrus sepa la verdad. Todos sabemos que le va
a costar convencerle de que le permita estar con su princesa. Esa niña se
robó el amor de Norrus y es complicado. Por suerte, Nan sabe cómo se
siente Nazte, lo entiende y quiere que sea feliz. Sobre todo, viendo como su
hija lo adora y lo busca a todas horas para ir a ver las flores. Ayra le llama
Nat o pincipe y juraría que a ese orco se le cae la baba cuando la escucha.
En cualquier momento daría miedo, pero cuando Ayra está cerca se vuelve
manso como un cachorrito. Esa cara de enfado que asusta pasa a ser una
totalmente diferente y hasta con sonrisa, eso sí, solo para la pequeña. Me
acerco a Veron que está hablando con Ugor y aparece Boltcan usando su
poder.
—Tienes que volver, Veron. Hay varios guerreros que no aceptan a las
dos muchachas que elegiste. 
—¿A qué guerreros te refieres? ¿De los nuevos?
—Sí, Resli ha apartado a las muchachas con las demás guerreras
expertas y eso lo empeoró porque les hace inferiores.
—Dejé a cargo a Kode y a Hodul.
—Tu primo Hodul, al escuchar las burlas, hizo que pelearan contra ellas
y las dos hermanas los derrotaron sin pestañear. Están enfurecidos y el rey
no hará nada hasta que vuelvas.
—Si no saben respetar a sus compañeros por ser mujer o mejores que
ellos, no merecen un puesto en nuestras filas. No pude avisar a Brandar que
debe estar por llegar, cuando se presente en Aezan sabré que decide
finalmente Héctor. Hablaré con mi tío para que los expulse, no necesito
saber sus nombres, sé perfectamente quienes son. 
Sé que quiere que me quede el Ónix un tiempo más, sin embargo, no voy
a seguir molestando a Brandar y hacerle perder el tiempo. 
—Entonces volveré para notificárselo a mi hermano y que espere a tu
llegada. Volvió ayer a Thantanas cuando todo parecía estable. Dile a tu
madre que vendré más tarde.
—Gracias, padre. Se lo comunicaré en cuanto la vea. —Boltcan se
marcha de nuevo por el portal.
Veron centra su atención en Ugor después de darme un beso y pegarme a
su costado mientras me sujeta de la cintura. Veron le comenta sobre los
guerreros que cree que están dando problemas. Ugor parece pensar de la
misma forma que Veron, si no saben respetar a sus compañeros que se
queden fuera. Es verdad que ya no hay guerras, al menos no tantas como
por lo visto había hace muchos años. Es de lógica que debes confiar en la
persona que va a luchar a tu lado sabiendo que van a cubrirse las espaldas.
No soy un experto en la lucha ni mucho menos en guerras, aunque no creo
que me equivoque en mi manera de pensar.
—¿Quieres dar un paseo?
—Pues la verdad es que hace muchos días que no doy mi paseo por estos
bosques. Saqué muchas fotos, pero se me acabó la batería y no he podido
usarla más.
—Cuando volvamos a Thantanas le pediré a mi tío que te lleve a tu
mundo para que puedas hacer que funcione.
—¿Te gustaría ir a mi casa? Khonox fue con mis hermanos para limpiar
todo y no tenemos que salir fuera. Aunque supongo que quizá no quieras ir
a mi mundo.
—Ir a tu mundo no es algo que me apetezca, sin embargo, ver tu casa y
saber cómo vivías sí me gustaría. Es una manera de conocerte un poco más.
—Entonces iremos juntos. No me corre prisa, así que cuando finalices el
tema de los guerreros rebeldes haremos el viaje a mi casa.
Seguimos hablando y me pregunta algunas cosas de mi mundo. Disfruto
contándole cosas que realmente echo de menos como ir a la playa, salir a
caminar por los paseos marítimos sin pasar frío, comer un helado gigante y
cosas sencillas que por el frío que hace en Senzyras no he podido hacer.
Otras cosas como los electrodomésticos y más comodidades realmente no
las echo de menos, excepto poder cargar mi cámara de fotos. El único que
conserva su casa soy yo y ese es otro motivo para ir. Quiero vender la casa
y traer todas mis cosas, el generador eléctrico que traje para la unión de mi
bichito aún puede dar algo de electricidad. Llegará el momento en que no
podamos usarlo y de todas mis cosas, la cámara es algo irremplazable y que
en este mundo no existe.
—Echaré de menos poder utilizar mi cámara, no siempre podré volver. 
—Puedo hablar con Hodul, tal vez se le ocurra algo que te permita
usarla.
—¿Tú crees? Eso me haría muy feliz. —Y no hay nada más cierto que
eso. Poder hacer fotos con mi cámara en su mundo sin tener que volver a la
tierra.
—Entonces hablaré con él, mi luz, y te prometo que, si podemos, iremos
al sur unos días antes de la fiesta para que puedas bañarte en la playa. En el
norte siempre está nevado y bañarte siendo humano es imposible.
Caminamos de la mano y cada vez nos adentramos más en el bosque. Me
siento protegido por él y sé que si algo volviera a acecharme no permitiría
que me tocara, aunque estoy intranquilo porque no quiero que él vuelva a
salir herido.
—Me encantaría. ¿Veron?
—¿Mm?
—Nunca te he preguntado por qué siempre me llamas mi luz.
—Porque eres mi luz. Cuando llegaste, tu sola presencia iluminaba mi
vida. Tu sonrisa, tus miradas, tus risas, todo tú has sido luz en mi vida desde
que te vi por primera vez. Por eso te llamo así.
—Luego dices que no eres romántico. Si me preguntas por qué te llamo
amor, te soltaría: Porque eres el hombre que amo. Eso no suena tan
romántico, ni siquiera creo que sea romántico. En cambio, tus palabras lo
son y me enamoran más si es que eso es posible.
En un nanosegundo me acorrala contra un árbol y empieza a besarme.
No puedo hacer más que entregarme con gusto a ese beso apasionado.
 
Capítulo 22

No he podido evitar acorralarlo contra un árbol al decir que soy un


romántico. No me gusta que lo diga, aunque en el fondo tenga razón. Me
dejo llevar por el beso y subo sus manos a mi cuello, me aprieta contra él y
yo bajo las manos hasta su cintura. Le levanto un poco la camisa y toco sus
abdominales, que no sea tan musculoso ni ancho, me fascina. Acabo sacado
su camisa por la cabeza y beso su cuello dándole pequeños mordiscos que
le hacen temblar y gemir.
—Veron, para. Puede venir alguien.
—Me he asegurado de que nadie esté cerca, por eso estamos tan alejados
del castillo.
—¡Hay criaturas peligrosas que podrían atacarnos! —exclama asustado
y tengo que dejar de besar su cuello para mirarle a los ojos.
—¿Te olvidas quién soy? —pregunto incrédulo, niega más tranquilo
cuando parece darse cuenta. Imagino que recordó el ataque que tuvo hace
unos días—. Dilo, di quien soy.
—Veron.
—No, Héctor. No quiero que menciones mi nombre, ¡di quién soy! —
susurro en su oído para después lamerlo.
Aprovechando el momento meto la mano por el pantalón y agarro su
polla erecta con movimientos suaves arriba y abajo haciéndole gemir otra
vez. Me vuelven loco esos sonidos tan sensuales. Mi polla intenta abrirse
camino en mis pantalones y he de relajarme porque aún no es el momento
de hacerlo mío de nuevo. Me arrodillo frente a él y de un tirón bajo sus
pantalones junto a los calzones hasta sus tobillos.
—¡Veron!
—No quiero que digas mi nombre —murmuro mientras paso la lengua
por mi labio inferior. He soñado con este momento desde que él me lo hizo
la primera noche que se entregó a mí y hasta que él no me diga que pare
seguiré adelante—. ¡Di quién soy! —exijo con un gruñido.
Su mirada va de mi cara hasta mi mano, se queda mirando como le doy
placer y vuelve a mirarme. Estoy atento a cualquier señal que me indique
que estoy yendo muy rápido, sin embargo, eso no sucede. Su cara se contrae
de placer y no de miedo. Coge aire y lo suelta despacio.
—Eres mi dragón. ¡Mío! —recalca la palabra «mío» y me encanta lo
posesivo que suena.
Abro la boca metiendo su polla hasta dónde soy capaz de albergar.
Escucho su gruñido y gimo al sentir su sabor cuando lo saco para lamer la
punta. Vuelvo a introducirlo en mi boca e intento imitar los mismos
movimientos que él hizo conmigo. Nunca permití que ninguna dragona me
hiciera una felación. Héctor fue el primero y será el único que lo haga.
—¡Joder, Veron! —Me encanta escucharlo y sigo dándole placer con mi
boca mientras me ayudo con la mano—. ¡Aaaaah! No pares, amor. —Me da
un fuerte tirón en el pelo para acercarme más a él y hundirse en mi boca.
«¡Sí maldición!». Esto es lo que quería, que se dejara llevar de nuevo
conmigo igual que ocurrió en la tina. Que me permitiera darle placer en ese
momento a pesar del miedo y de los malos recuerdos que aún pasan por su
mente es maravilloso. Estoy orgulloso de él porque me demuestra lo fuerte
que es, aunque él no pueda verlo. Sus rodillas se doblan y uso la mano libre
para sujetarle por el abdomen y mantenerlo de pie contra el árbol evitando
que caiga al suelo.
—¡Para Veron! Estoy a punto de correrme —suplica. No pienso parar, lo
quiero todo de él.
No deja de tirar de mi pelo, esta vez para apartarme y eso solo consigue
que siga chupando, lamiendo y saboreando su polla hasta que siento los
chorros en mi boca y trago todo su semen. Se ha corrido gritando mi
nombre mientras nuestras miradas estaban unidas. Eso me ha puesto aún
más duro y siento mi cuerpo arder por las ganas de tenerlo a mi merced.
Hoy me he puesto unos pantalones con cremallera y me molestan mucho,
no me acostumbro a llevarlos. La espera hasta que pueda poseerlo por
completo va a ser eterna, pero merecerá la pena con tal de hacerle feliz para
que olvide todo el dolor y la humillación de la que fue víctima. Sanar su
corazón y su mente es mi prioridad.
Me levanto y le subo los pantalones mientras noto como le tiemblan las
piernas.
—¿Estás bien?
—Eso debería preguntarte yo, amor. No debiste llegar hasta el final, no
era necesario.
—No me importa, contigo lo quiero todo, mi luz. Eso incluye dejar que
te corras en mi boca.
Coloca la mano en mi mejilla, dejo mi mano sobre la suya y beso la
palma de su mano. Da un salto para colgarse de mi cuello y lo sujeto por los
muslos para que me abrace la cintura con sus piernas. Me besa de forma
suave, hasta diría que tierno, al que correspondo con todo mi amor.
—Te amo, Veron. Quiero intentar hacértelo a ti, amor —murmura bajito
con la mirada fija en algún punto detrás de mí.
—Mi luz, aún no es el momento. Créeme que es lo que más deseo, sin
embargo, puedo y quiero esperar.
—No es justo que solo yo obtenga placer —protesta.
—No te preocupes, que me las va pagar todas juntas. El día que seas mío
por completo te marcaré y tu vida cambiará desde ese momento. Después
de nuestra unión te convertirás en un dragón y volaremos juntos para
siempre. Tú y yo.
—Tú y yo, me gusta.
Lo dejo en el suelo, recojo la camisa que tiré a un lado antes y se la
pongo. Le sujeto la mano y seguimos caminando acercándonos más al
castillo. Los orcos han puesto piedras creando un camino por el que es
cómodo pasear sin tropezar con alguna piedra o rama. Los días son bastante
cálidos y es normal que a Héctor le apetezca tanto dar largos paseos
rodeado de naturaleza. Más adelante encuentro varios manzanos de los que
cuelgan de las ramas unas manzanas con un olor espectacular. Cojo dos y le
paso una a Héctor. Le doy un mordisco a la mía y seguimos caminando
sintiendo el sol en nuestra piel.
—¿Nunca has pensado en tener hijos? Si te unes a mí, esa posibilidad te
será negada.
—No necesito hijos, tengo a mis sobrinos. Tenerte a mi lado para
siempre compensa el no tener un hijo propio.
—¿Estás seguro?
—¿Y tú? He visto cómo te gustan los cachorros. ¿No quieres ser padre?
—Me hice a la idea de que es algo complicado ser padre sin una mujer
como pareja. Y ahora que estás en mi vida no es algo que me quite el sueño.
No estoy seguro de que sea sincero del todo. Quiero seguir hablando de
ese tema hasta que unos gritos en la lejanía llaman mi atención. Cojo a
Héctor sobre mi hombro a pesar de sus protestas por mi herida para correr
más rápido, necesito saber que está ocurriendo en el castillo. La herida ya
no me molesta como antes y prácticamente está curada, sin mi madre
hubiera tardado mucho más. 
Al llegar al muro del castillo encontramos a una hembra orco
reclamando al rey como suyo y queriendo enfrentar a mi prima por
arrebatárselo.
—Bájame, que así no veo nada —protesta removiéndose—. En todo este
tiempo que llevo aquí he visto venir a esa loca y Goruz nunca le ha hecho
caso. Decía estar segura de que sintió que era su elegida cuando el rey la
ayudó a cargar unos tablones de madera y sin querer le tocó la mano. Ahora
sabemos que es imposible, ya que es Lixda su elegida y no esa fea con el
pelo revuelto que no ha conocido un peine en su vida.
—Está claro que proteges a mi prima.
—Evidentemente. No puedes comparar la belleza de tu prima con esa
cosa que parece de todo menos una mujer. ¡Joder! Mira a Atba, Muza o a
cualquier mujer del castillo. La mayoría no son muy delicadas al caminar,
pero son hermosas, al menos a mí me lo parecen. Además, Muza con el
pelo suelto está increíble, me falta convencerla de vestirse más femenina y
lo conseguiré —asegura. Nunca imaginé que su pequeño cambio había sido
aconsejado por él. 
—Son especies diferentes y su belleza también lo es.
—¡Vamos ya! ¡Qué me lo pierdo! —murmura tirando de mí—. Tienes
más oído que yo y no estoy escuchando nada.
La hembra está agarrada al brazo de Goruz suplicando que deje a la
dragona y le entregue su alma. Justo en ese momento mi prima aparece y
usa su poder para alejar a la hembra de Goruz. Ugor corre a su lado para
sujetarla, aún está débil y seguir usando sus poderes solo la debilita más.
—Nerug, es mejor que te vayas y sigas con tu vida. Mi hermano ya tiene
a su elegida y está esperando ser aceptado por ella. Si sigues insistiendo me
veré en la obligación de intervenir.
—Princesa, yo le amo.
—No puedes amarle porque lo has visto una vez y él únicamente quiso
ser amable ayudándote. Has confundido gratitud con amor y solo vas a salir
herida de todo esto.
—¡Esa me lo ha quitado! —grita con furia. 
Sin que lo esperemos, saca una daga de su vestido y lo lanza contra mi
prima con gran agilidad. Contengo la respiración hasta que Ugor utiliza su
poder y lanza la daga contra la hembra clavándosela en el hombro derecho.
—Héctor, espera aquí con Nan y los niños.
Rodan le saca la daga del hombro para dejarla sobre su yugular.
—Exijo un castigo por atacar a una princesa. Esta daga es de Angrom y
esta mujer venía preparada para matar a mi hija —grita furioso. La mira y
sé que está entrando en su mente para saber todo lo que hay en la mente de
esa mujer—. Mirad, rey Goruz.
Lo que le muestra enfurece a Goruz, se acerca y la agarra por el cuello
tirándola a los pies de varios guerreros orcos.
—Llevadla a las mazmorras.
—Hermano, permíteme hablar con ella.
—No, Muza. Ella tenía todo preparado y estaba buscando que mi elegida
saliera para matarla. No voy a permitir que cumpla su propósito. Será
ejecutada por traición a su rey.
—Lo siento, Nerug. Intenté hablar contigo muchas veces y nunca me
escuchaste. Tú misma elegiste tu destino.
—No puedes matarme. Yo soy tu elegida, ella es una dragona y nunca
será una buena reina para los orcos —grita mirando a Goruz mientras
Rozug y otro guerrero se la llevan dentro del castillo en dirección a las
mazmorras.
Goruz se acerca a Lixda y la coge en brazos para llevarla dentro de
nuevo a descansar. La pobre en cuanto apoya la cabeza en su pecho se
queda dormida. Me acerco a mi tío y le aprieto ligeramente en el hombro.
—Me alegra verte recuperado. Jamás pensé que le haría daño a alguien
de mi familia.
—Solo protegías a tu hija. Todo está bien.
—Gracias, aunque me falta que tus padres me perdonen. Están muy
dolidos conmigo.
—Lo harán. Por qué no vas con Lixda y la acompañas mientras hablas
un poco con Goruz, así se conocen.
—Ya nos conocemos —murmura con terquedad. 
—Sí, le conoces como el rey de los orcos, no como Goruz. Dale la
oportunidad de enmendar su error. Sabes por qué lo hizo, y que él sufría
muchísimo mientras hacía daño a Lixda. No se lo pongas tan difícil como
hiciste con Laga, a Calder le atribuiste actos que no fueron suyos sino de su
hermano. Los hiciste infelices por un tiempo al no permitir su unión.
—Tienes razón. Veron, no te lo digo mucho, pero te quiero y me gusta
verte feliz al lado de Héctor.
—Gracias, tío. ¿Sabes cómo está la tía Lessla? —Suelta un gemido
tapándose la cara que me hace sonreír—. Le prohibí venir y va a
reprocharme no poder estar al lado de nuestra hija para cuidarla. Me extraña
que no haya aparecido a pesar de mi orden.
—Lo siento, espero que te perdone, quizá deberías ir a buscarla para que
venga y eso mitigue su molestia.
—¿Molestia? Estará furiosa.
—Entonces no esperes más. Ve por ella y luego habla con Goruz. Estoy
seguro de que si vas a por ella te ayudará a que su enfado no sea tanto como
lo sería si esperas a llevar de regreso a Lixda y pueden pasar días.
—Eres bueno sobrino, ni lo había pensado. Espero que funcione y mi
mujer sea piadosa conmigo, adiós.
Conociendo a mi madre como la conozco, puedo adivinar el fiero
carácter que se gasta mi tía en la intimidad de su alcoba, son hermanas y
muy parecidas. Va a necesitar mucha suerte y armarse de paciencia. Algo de
lo que mi tío Rodan carece por completo.
Vuelvo junto a Héctor y juego con mis sobrinos. Norrus debe echarles
mucho de menos, espero que Brandar no tarde en llegar. 
 
Pasamos la tarde jugando y hablando con los pequeños. Nazte habla
conmigo para saber si tengo su apoyo para estar cerca de Ayra por ser su
tío. Le soy sincero y le digo que mientras no le haga daño nunca, lo tendrá y
que incluso ayudaré a Nan para contarle todo a mi hermano. Mi madre ya lo
sabe y como conoce de primera mano el sufrimiento que padeció Nan,
acepta a Nazte en la familia desde ahora. Aunque todos somos realistas en
que quedan muchos años y Ayra puede rechazarlo. Por eso quiere pasar
todo el tiempo posible a su lado y quedarse con los buenos momentos si eso
llegara a pasar. Espero que Norrus tome la situación con madurez, mi padre
aún no lo sabe y cuando regrese esta noche mi madre hablará con él.
Veremos qué opina el abuelo consentidor.
Por un instante pienso en Fermín y en qué decisión tomaría como padre.
No le menciono nada a Nan porque no quiero que por mi imprudencia ella
se entristezca. Nunca olvidará a ese humano que la hizo tan feliz en tan
poco tiempo y que de ese amor nació mi pequeña sobrina. Norrus tuvo
mucha suerte recuperando el amor de Nan y además, poder ser el padre de
Ayra. Espero que actúe en consecuencia con respecto a su princesita y le dé
la oportunidad a Nazte para lograr su felicidad.
 
La tarde pasa volando y entramos a cenar, como de costumbre, Yelys
está sobre el hombro de Héctor y Sangug ahora se encuentra sentado en
medio de nosotros dos. Ese cachorro es increíble, me ha mostrado imágenes
en las que puedo verme observando a Héctor con amor, otra en la que
Héctor y yo nos abrazamos, y otra en la que nos besamos. Estamos a mitad
de cena cuando nos avisan de la llegada del rey Brandar y también de mis
tíos Rodan, Lessla y mi padre. Nos levantamos para recibirlos y después de
saludarnos, mis tíos se retiran para ir junto a su hija Lixda.
Al saber que no han cenado, Goruz ordena que traigan más comida para
el rey y sus hombres. Héctor le pregunta por su hija Dikha y sonríe al hablar
de ella y de su nieto, se nota el orgullo al mencionarlos. Nos informa de que
la princesa Dikha y su marido Thaso están preparando su coronación. Entre
el pequeño Kadiv y las nuevas responsabilidades que ya empiezan a tener
como futuros reyes los tienen muy ocupados, por eso no han podido
acompañarle en el viaje. Los únicos que han conocido al pequeño príncipe
de los Trolls son mis tíos Evolet y Khonox, ya que ella le exigió ir a
conocer a su nuevo sobrinito en cuanto recibió la noticia de su nacimiento.
Por supuesto, Khonox no dudó un segundo en complacerla y estuvieron una
semana ausentes.
—Héctor, ¿has tomado una decisión?
—Sí.
—Entonces subamos a tu alcoba.
Nos levantamos los tres de la mesa y subimos juntos. El rey se sorprende
al verme seguirlos al principio y luego comprende que las cosas entre
nosotros han cambiado. Entramos en nuestra alcoba y Héctor está nervioso,
le abrazo y beso sus labios.
—Todo estará bien.
—Ahora que estás a mi lado estoy seguro de ello, amor.
—Me alegra saber que las cosas han mejorado y que vuelven a darse una
oportunidad para ser felices. No permitan que otras personas se interpongan
en vuestro amor. Yo perdí a mi mujer muy pronto y no hay día en el que no
la eche en falta.
—Siento mucho lo ocurrido con su mujer. Todo esto no ha sido fácil para
mí. 
—Estoy seguro de que no lo ha sido, Héctor. Pero cuando amas de
verdad, debes luchar por ser feliz con esa persona. Ahora quiero que sepas
que mientras tengas la piedra no podrás unirte a Veron por completo porque
podría matarte. Sé que quieres sacarla cuanto antes porque es algo que
jamás quisiste tener en tu cuerpo. Te doy la opción de hacerlo más adelante
y que tu vida siga más protegida o sacarla para ser un humano normal de
nuevo hasta que decidan unirse por siempre.
—Deberías dejar la piedra un tiempo más. Yo me sentiría más tranquilo,
de alguna manera estás más protegido hasta que nos unamos
definitivamente. Cicatrizaste más rápido cuando el Montag te atacó, de no
ser por el Ónix hubieras perdido mucha más sangre.
—Veron, no insistas por favor. Nunca quise esta cosa dentro de mí y
llevo todo este tiempo esperando que Brandar lo haga. No seas como mis
hermanos, entiendo lo que quieres y te juro que lo he pensado mucho,
respeta mi decisión.
—Yo voy a ir a Thantanas para entregarle a mi niña Evolet una carta de
mi hija y estaré unos días más. Antes de partir te la quitaré.
—¿Por qué seguir retrasándolo? ¡No lo entiendo! —protesta frustrado.
—Está bien, mi luz. No quiero que esto nos separe por no compartir los
mismos deseos.
—Héctor, quitarte el Ónix te debilitará y necesitarás varios días para
recuperarte. Volverás a ser un humano vulnerable y deberás cuidarte como
antes de tener el Ónix.
Me siento en la cama y me tapo la cara con las manos con molestia
porque no quiero que lo haga. Tener esa piedra le da más vida y aún
tenemos enemigos que pueden hacerle daño. No puedo fiarme de nadie
cuando mis propios amigos le hicieron daño y yo no pude protegerlo.
—Esperaré hasta que regreses a tu reino. Ni un día más pienso tener
esto. ¿De acuerdo? —insiste. Tiro de su mano cuando se acerca a mí y le
abrazo con fuerza.
—Gracias, mi luz. Después voy a estar muy preocupado protegiéndote a
todas horas.
—Veron, quien me hizo daño está en las mazmorras y dudo que pueda
salir de ahí. Traron está lejos, él solo dijo cosas hirientes y no me hará daño.
—Muchachos, si no me necesitan para nada más quisiera retirarme a
descansar.
—Gracias por venir. —Héctor le abraza con cariño mientras que yo hago
una inclinación—. Que descanses, nos vemos mañana.
—Has elegido bien, Héctor. Cuanto más tengas la piedra más fuerte
serás.
Tras esas palabras se despide con un movimiento de cabeza y sale de
nuestra alcoba. Abrazo a Héctor por la espalda y se apoya sobre mi pecho
con un suspiro.
—Me siento más tranquilo.
—Lo sé, amor. Por eso lo hice, ni un día más.
—Lo prometo, no insistiré más —le aseguré.
—Yo desconocía que me podía morir si nos uníamos con el Ónix en mi
corazón.
—Menos mal que lo sabemos ahora —murmuro con alivio—. Algún día
te unirás a mí y te marcaré. ¿Cómo te gustaría que fuera? ¿Quieres una
fiesta?
—Algo íntimo. Solo familia y amigos cercanos. ¿Te parece bien? —
pregunta inseguro. 
—Me parece perfecto. 
—Cuando ese día llegue, quiero poder estar recuperado y poder
entregarme sin miedo a nada. Volver a ser yo. El Héctor que conociste. 
—Yo también lo deseo. Por eso vamos a ir despacio. —Beso su cuello,
le quito la ropa y le llevo hasta la cama para que se tumbe. Retiro toda la
ropa dejando a la vista mi dolorosa erección. 
Bajo la atenta mirada de mi luz, voy hasta el otro lado de la cama para
acostarme y atraigo a Héctor pegando su espalda a mi pecho dejando mi
polla entre sus nalgas. Aguanto un gemido ante el roce porque no quiero
asustarlo y que no me deje acercarme de esta forma.
—Descansa, mi luz. Te amo.
—Veron.
—¿Qué te ocurre?
—Tengo miedo. —Le doy la vuelta para que me mire a los ojos.
—¿Alguien te ha hecho sentir mal? ¿Tal vez he ido demasiado lejos? —
pregunto preocupado.
—Tengo miedo de que dejes de amarme, de que vuelvan tus
inseguridades y te alejes de mí —susurra entre sollozos—. No puedo
perderte otra vez. Lo eres todo para mí y no quiero una vida sin ti.
—Nunca voy a dejarte. Eres mi mundo. He cometido muchos errores
contigo y seguramente cometeré más igual que tú, pero nunca, nunca dejaré
de amarte ni me alejaré de tu lado. Lucharé cada día por hacerte más feliz.
—Yo también lucharé por hacerte feliz. Te amo mucho.
—Entonces no llores por miedo, llora de felicidad porque estamos juntos
y antes de que nos demos cuenta estaremos unidos para siempre. —Nos
abrazamos, le doy un beso en la frente y con nuestras piernas entrelazadas
nos dormimos.
 
Capítulo 23

Me despierto por el gruñido de Veron y le escucho maldecir. ¡Mierda!


Seguro que le he dado alguna hostia durmiendo. Con miedo abro un ojo y
se está tapando la nariz. Al parecer el Angrom puede matarlos, pero un
simple humano también puede hacérselo pasar muy mal. Los recuerdos de
las noches con Nan vienen a mi mente y estallo en carcajadas.
—Muy bien, me golpeas en la nariz con el codo y te ríes. Por un
momento he creído que me la partiste.
Ahora río más fuerte porque, aunque le duela, eso es imposible.
—Vamos, Veron, no exageres. Nunca he comprendido como siendo tan
fuertes y casi irrompibles yo pueda hacerles tanto daño mientras duermo.
Tienes suerte de tener el pelo tan corto porque la pobre de Nan se
despertaba con el pelo enredado en mi mano mientras tiraba y le di muchas
patadas.
—Nuestra piel es dura, no obstante, sentimos los golpes. Es cierto que es
un dolor muy leve viniendo de un humano que de un dragón.
—¿Entonces por qué os quejáis tanto?
—Que te despierten a golpes no es agradable, además de que me pillas
con la guardia baja.
—Pues el soldado está con la guardia bien alta. —Se tapa la erección y
eso hace que me siga riendo a carcajadas de nuevo.
—Ahora vuelvo.
Se levanta de la cama, dejándome ver esa espalda llena de músculos
duros, un culo perfecto y unas piernas que ya quisiera tener yo.
—¡Veron! —le llamo, da media vuelta y puedo apreciar un poco sus
marcados abdominales. Que ganas de lamer cada pedazo de su cuerpo y…
mejor aparto esos pensamientos hasta que sea capaz de darle placer a mi
dragón como se merece. Me aclaro la garganta antes de hablar otra vez—.
Ya te puedes ir.
Con una sonrisa enorme se retira al baño. Se levantó algo molesto por
reírme de él y ahora parecía feliz. Le amo y conseguiré sanar mi mente y
olvidar todo lo malo con sus caricias y su amor.
 
No tardamos mucho en bajar a desayunar y me acerco a Nymy para estar
un rato con ella. Estos días parece que no nos han dejado estar juntos.
Como se va a dormir a casa de Enmy no la he visto tanto como me gustaría.
Nous y Lan han llegado hoy después de pasar varios días con Lysder, la
gran amiga de Nous. Los abuelos son felices con la noticia de que Ayra es
la elegida de Nazte y mencionan que Norrus no lo va a llevar nada bien
haciéndonos reír a todos, Boltcan tampoco se lo tomó mal y mencionó
exactamente lo mismo cuando se lo dijeron. 
Al final del desayuno me voy con las mujeres y los niños a dar un paseo.
Han decidido que hoy volveremos trás la comida a Thantanas. Echaré tanto
de menos la compañía de Sangug, ese pequeño ha sido vital para mi ánimo.
La reina Thea le da autorización a la princesa para que nos acompañe. Yelys
no deja de dar vueltas feliz porque pasará una pequeña temporada con
nosotros en Thantanas.
Durante el paseo hablamos sobre todo de Norrus y su posible reacción.
Nazte va a viajar con nosotros para hablar con él y estar un poco más de
tiempo con Ayra por si le prohíbe acercarse a su elegida. Algo más que
probable. Me da pena porque hasta que Ayra sea adulta y Norrus no le
permita acercarse, tendrá que esperar y sufrir su ausencia esperando no ser
rechazado. 
Atba viene para avisarnos que ya nos esperan para comer. Todas van
caminando hacia el castillo y yo me quedo atrás sujetando la mano de
Sangug, observando por última vez el hermoso bosque que por tanto tiempo
me dio paz y fue mi refugio. Con un suspiro me doy la vuelta y me
encuentro a un Montag, Sangug le gruñe y yo lo coloco detrás de mí para
protegerlo. Busco una piedra o un palo con lo que defenderme y Muza
aparece tras él con una sonrisa.
—Tranquilo, Héctor. Solo quiere despedirse, está muy arrepentido por
atacarte, pero tenía mucha hambre y le gustó tu olor.
—¿Entonces no va a atacarme?
—No.
Me agacho y muevo la mano indicándole que quiero que se acerque a
mí. No sé si me entiende, parece que se comunica con Muza y entonces se
acerca hasta quedar justo delante y se sienta.
—Voy a tocarte. Espero que mantengas tus dientes y garras lejos de mí.
Empiezo a tocarlo y ronronea como un gatito, Sangug se anima a tocarlo
y al rascar su cuello veo unas marcas.
—¿Qué le ha pasado? 
—Fue expulsado por un macho más fuerte y está solo, por eso tenía tanta
hambre. Ahora le cuido y le alimento cuando no ha cazado nada. Es un gran
amigo.
—Me alegro mucho, Muza. ¿Podría pedirte un favor? —digo mirando al
Montag.
—Dice que puedes pedir lo que quieras.
—Quiero que cuides mucho de Sangug, aunque sea desde la distancia y
que hables con la princesa para que luche por su felicidad.
Se levanta un poco y me lame la mejilla. Le acaricio detrás de sus orejas
y, después de darle varios achuchones y besos de despedida volvemos al
castillo. Llevo en brazos a Sangug que se ha quedado dormidito apoyando
su cabeza en mi hombro por el camino.
—Te voy a echar de menos, princesa —suelto antes de llegar al muro del
castillo.
—Nosotros te vamos a echar muchísimo de menos. Has sido luz para el
mundo de oscuridad en el que nos encontrábamos sumergidos. Mi padre
destruyó nuestro mundo y tú no dudaste en ayudarnos. Me alegro mucho
por ti, ahora eres feliz junto a Veron. Mis hermanos han encontrado a sus
elegidas y el destino les dará la dicha o no de hacerlos felices llegado el
momento.
—Tú también puedes ser feliz, no te cierres al amor.
—No quiero hablar de ello. Estoy mejor sola por ahora. Tal vez la vida
me entregue a otro hombre al que poder amar.
—Ya tienes un hombre al que amar. Tomate el tiempo que necesites,
pero no tardes demasiado y sabes por qué lo digo. No te puedes fiar de
ninguna, ese hombre no tiene ni idea de sus sentimientos y necesita un
empujoncito que le aclare las cosas, eso únicamente puedes hacerlo tú.
—¡Héctor! —suelta mi nombre con un gruñido.
—Está bien, no diré una palabra más.
Atravesamos las puertas del castillo en silencio y al entrar al salón el
olor de la comida hace que Sangug se despierte de inmediato. Lo dejo en el
suelo y corre hasta llegar junto a Ayra para jugar. Un ratito más. 
—No estés triste, mi luz. Vendremos a visitarlos a todos cuando quieras
—asegura Veron agarrándome de la cintura para pegarme a él.
—No puedo evitarlo, ha sido mucho tiempo el que he vivido aquí con
todos ellos. Aunque me alegra saber que volveré a ver a mi familia y me
refiero a todos, no solo a mis hermanos.
—Ellos también están felices sabiendo que regresas y que lo haces a mi
lado.
—¿Cómo crees que se tomarán todos los guerreros que estemos juntos?
Porque lo ocurrido en la unión de Sinvha y Dagtan debe saberse en todo el
reino. 
—Eso no debe preocuparte, mi luz. Todos los que estaban con Traron se
arrepintieron porque te aprecian y no debieron permitir esas ofensas.
—No quiero que esto te cause problemas.
—Ya hemos hablado de esto y tú eres mi prioridad. Aprendí que no debe
importarme lo que piensen los demás, porque las personas que me quieren
se alegran por mi felicidad. Tardé en darme cuenta de eso y ahora no debes
temer nada, siempre voy a protegerte y a hacerte feliz.
—Ya soy feliz tonto. Poco a poco superaremos el pasado y nos uniremos
para siempre. Crees que yo también tendré un poder como Evolet, quiero
decir: fuego, hielo o veneno como tú. Ella al ser la reina es especial y puede
ver el futuro.
—No lo sabremos hasta que no te marque. Sabemos que Evolet, al ser
humana, adquirió el poder del fuego después de ser marcada por mi tío
Khonox y que con la unión adquirió su poder especial.
—Eso no ocurrió con Fermín, tal vez tampoco ocurra conmigo.
—Fermín estaba muy enfermo para usar sus poderes y no tenía energía
suficiente. Eso no significa que no los tuviera, aunque no se manifestaran
nunca —puntualiza Muza.
—Es cierto, ese fue el motivo por el que no soportó la unión con Nan y
murió a los pocos días —lamenta Veron con tristeza.
—Era una gran persona que la vida le regaló toda la felicidad en sus
últimos momentos. ¿Sabes? Fue él quien me aconsejó que te permitiera
estar cerca de mí de nuevo. Que la vida para nosotros es muy corta, que
todos cometemos errores y que, aunque tarde, ya habías hablado con tu
familia.
—Le estoy muy agradecido por ello, lástima que lo estropease tan pronto
con mis celos.
—¿Qué supones que me diría a mí? —pregunta Muza.
—Supongo que te diría que estás cometiendo el mayor error de tu vida
por no permitir entrar el amor en tu corazón.
—¿Y si me equivoco y él no me acepta? —La inseguridad es palpable en
ella, algo que nunca vi antes. Siempre tan segura y decidida. 
—Pues al menos lo habrás intentado. Es mejor intentarlo cuando te
sientas preparada que quedarte con la duda de qué hubiera pasado. ¿No
crees?
—Si hay un hombre en su vida, luche por su felicidad. No cometa el
mismo error que yo y lo aleje.
—Gracias por el consejo, lo pensaré mucho y quizá hable con mi
hermano Goruz sobre ello.
—Tus hermanos te aman y quieren tu felicidad. Decidas lo que decidas,
asegúrate de que eso te haga feliz y no infeliz por el resto de tu vida —le
aconsejo. Espero que recapacite con la situación y no cometa ninguna
locura.
Nos dirigimos a la mesa y tomamos asiento para que empiecen a servir
la comida. Pasamos un rato agradable, aunque triste por la inminente
despedida. Lessla se quiere llevar a su hija y el rey de los orcos no está de
acuerdo porque aún no ha podido hablar con ella. Rodan le promete traerla
de regreso para que aclaren sus sentimientos. Lixda tendrá que tomar una
decisión muy importante porque si acepta a Goruz, cosa más que probable,
tendrá que vivir aquí para ser la nueva reina de los orcos. Finalmente,
Goruz acepta a pesar de no querer separarse de ella. Si no viene con
nosotros es porque Nazte vendrá para enfrentar a Norrus y Muza no quiere
quedarse al frente del reino, nunca lo ha hecho y no quiere empezar ahora.
 
Llegó el momento de la despedida y esta vez no es como las anteriores
que sabía que en unos días regresaría. Sangug no ha parado de llorar desde
que su madre le dijo que tenía que despedirse. Lo tengo abrazado a mi
pierna y me parte el corazón irme mientras está tan triste
—No vayas. No quero que vayas —suplica una y otra vez mientras su
madre intenta que se calme y me suelte.
—Hijo, por favor, ya hemos hablado de esto. Héctor tiene que volver a
su hogar junto a Veron. Vendrán a verte algún día.
—Es cierto, cachorro. Vendremos a visitarte más de lo que imaginas si
no Héctor se enfadará conmigo.
—Atba —le llama Goruz con su potente voz de mando.
—Disculpe, mi señor. Me llevaré al pequeño para que no moleste.
—Atba —repite de nuevo—, tu hijo no molesta. Si quieres, puedes ir
unos días con tu hijo, eres libre de hacerlo. Estoy seguro de que Veron
puede traerte.
—No quiero causar problemas, mi señor. No puedo desatender mis
labores en el castillo.
—Yo necesitaré ayuda si Norrus decide darme una paliza. Además, le
darás una alegría a tu hijo.
—No quiero molestar sin ser invitada. Es mejor que rechace su
ofrecimiento.
—Atba. Como ya sabes, soy la madre de Veron y te invito a pasar unos
días en nuestro hogar. Estoy segura de que a nuestra reina le hará feliz
volver a verte a ti y a tu hijo.
—Anímate y acompáñanos, te ayudaré a preparar algo de ropa. ¡Vamos!
Entro con ella y Sangug, que ya me ha soltado en cuanto se ha dado
cuenta de que iría con nosotros y me ha dado la mano. Preparamos una
bolsa con algunos cambios de ropa para ambos y salimos al patio donde ya
todos están preparados en su forma de dragón, menos las que llevarán a los
pequeños. Nan se sube en el lomo de Lan y lleva a Yix, Eyler se sube al
lomo de Mesul y lleva a Ren, Lessla lleva entre sus garras a Lixda aún
dormida, Nazte se sube al lomo de Rodan llevando a Ayra que está feliz
dando palmadas, Nymy lleva a Atba en su lomo y yo subo al de mi amor
con Sangug en mis brazos junto a Yelys sobre mi hombro. Los cuatro
guerreros Orcos que también nos acompañan se suben al lomo de Boltcan,
Nous, Yiri y Tiala. Todos los demás volarán por su cuenta y tras decir un
último adiós alzan el vuelo y nos vamos a mi hogar. Ese que abandoné por
cobarde y no enfrentarme al cabrón que me hizo tanto daño. Después de
tanto tiempo regreso para quedarme junto a Veron y ser felices.
 
A mitad de camino hacemos una parada porque los pequeños demandan
su comida, por suerte han dormido gran parte del camino. Ya hemos llegado
a Thantanas y aún nos queda una hora por delante hasta llegar a Senzyras.
Se nota el cambio de clima y tuvimos que abrigarnos para no congelarnos,
sobre todo los más pequeños. Que sean inmortales no les hace inmunes al
frío y más siendo tan pequeños. El que más me preocupa es Sangug, ya que
no está acostumbrado al frío del norte de la isla. El reino de los orcos es
lluvioso o soleado, pero nunca he escuchado decirles que ha nevado alguna
vez. Yelys se ha metido bajo mi abrigo para mantenerse caliente y tengo
pegado a Sangug a mi pecho mientras nos tapó a todos con una manta. Está
anocheciendo y el frío ha aumentado de temperatura. Nan acaba rápido con
los gemelos y volvemos a volar para llegar a Senzyras lo más pronto
posible.
Avanzan volando con rapidez y el tiempo se me hace más corto de lo que
esperaba. Atravesamos el muro del castillo aún a lomo de los dragones para
poder bajarnos y que todos puedan hacer el cambio a su forma humana.
Antes de llegar ya había vislumbrado a mis hermanos desde la distancia,
supongo que han sido avisados de nuestra llegada. Mientras aún están
haciendo el cambio veo a Norrus dirigirse a Nazte que aún tiene a Ayra en
sus brazos.
—¡Papiiiii! —grita la pequeña feliz de ver a su padre.
—¿Qué haces con mi princesa? —suelta Norrus con un gruñido, puedo
contemplar como la nuez de Nazte se mueve al tragar saliva justo antes de
hablar, aunque no suelta una sola palabra—. Mejor no digas nada, si le
encuentro un rasguño en su ropita te mataré.
Nazte me busca con la mirada a mí y después a Nan que parece pedirle
calma con la mirada. No puedo estar seguro de si él capta algo de lo que
ella intenta transmitirle.
—Cariño —le llama Nan.
—Dime, preciosa. ¿Qué tal se han portado nuestros cachorros?
—Muy bien, no debes preocuparte por eso.
—Entonces entremos, debes alimentarte y los cachorros estarán
cansados del viaje.
—Adiós, mi pincipe Nat —murmura la pequeña asomando la cabecita
sobre el hombro de su padre.
Creo que todos los que sabemos a quién van dirigidas esas palabras
contenemos el aliento y más cuando Norrus se gira para ser testigo de cómo
a su princesita le da besos volados a Nazte. Un gruñido sale de Norrus y
juraría que ese orco ha cambiado de un verde oscuro a uno claro.
En segundos, Veron y Nan se colocan frente a un Norrus muy, muy
enfadado. Sin soltar a la pequeña se acerca a Nazte a pasos agigantados.
—¿Por qué mi hija te llama «mi príncipe»? —sisea entre dientes la
pregunta con los ojos brillantes por la ira.
—Norrus, cálmate. Es muy importante, y si no te calmas será imposible
hablar contigo —suplica Nan uniendo sus miradas.
Ella parece calmar su ira, sus ojos cambian de nuevo y vuelven a ser
humanos. Nan coge a Ayra y me acerco para cogerla apartándome un poco.
La pequeña se remueve intentando bajar al suelo y estira sus manitas hacia
Nazte. Lo que hace que Norrus vuelva a mirar al pálido orco con furia.
—Norrus, no es algo que pueda controlar. Te juro que me alejé de ella en
cuanto lo supe.
—¿Estás tratando de decirme que mi pequeña es tu elegida? —suelta con
un gruñido.
—Hermano, cálmate.
—Es mi cachorra de quien estamos hablando.
—Lo sé, y tú sabes que el destino es algo complicado. Tú y Nan lo
vivieron y lo sufrieron, sobre todo ella. ¿Quieres que tu hija sufra?
Norrus observa a Nan tras las palabras de Veron. Ella parece a punto de
llorar y se acerca para besarla con delicadeza.
—Es nuestra princesa. No sé qué hacer —susurra Norrus contra sus
labios.
—Permitir que la visite y pase tiempo con ella. Mira a tus hermanos lo
felices que son cuando tienen a las niñas en sus brazos, como las cuidan y
protegen de todo. ¿Te has fijado alguna vez en las niñas?
—Sí, son felices cuando están con Kokel y Rend. 
—Entonces permite que nuestra cachorra sea feliz y cuando sea adulta,
ella tendrá la oportunidad de elegir estar con Nazte o no. El que va a sufrir
durante todo este tiempo será él, si al menos puede estar cerca de ella en
ocasiones, eso les haría feliz a los dos.
No dice nada, solo besa la frente de Nan y fulmina con la mirada a
Nazte. Se acerca a mí para coger a su hija y se dirige al interior del castillo.
Justo al llegar a la entrada se queda quieto.
—Vamos orco. Hay muchas cosas que tenemos que hablar si quieres que
te permita estar cerca de mi hija. —Nazte no lo duda, corre hasta llegar al
lado de Norrus y entran los tres.
—Esto no me lo esperaba. Ha ido de maravilla —afirmo feliz.
—Eso parece, aunque veremos cómo actúa mi hijo cuando mi nieta
prefiera estar en los brazos de Nazte. Eso será un problema con el que
tendrá que lidiar —añade Boltcan y todos asentimos.
Les explicamos a todos lo ocurrido y abrazo a mis hermanos y a mis
sobrinas. Ellas ya conocían a Sangug y se lo llevan dentro para jugar. Los
gemelos van detrás que no les quitan el ojo. Me impresiona lo enormes que
están, solo tienen diez años y parecen de dieciséis. 
Cuando acabamos de saludar le digo a Khonox que Atba y su hijo se
quedarán con nosotros unos cuantos días. Le da la bienvenida y le indica
que puede quedarse el tiempo que desee. Evolet le asigna una habitación
para ella y su hijo lo más cerca de la habitación de Veron porque ahí es
donde vamos a dormir. Ella al principio niega con la cabeza, pero ante la
insistencia de mi bichito acaba cediendo con una ligera sonrisa de
agradecimiento.
La cena la pasamos bastante entretenida gracias a la pequeña Ayra. Está
feliz pasando de los brazos de su padre a los de Nazte sin parar mientras le
dan de comer entre los dos. Nan le entrega a los gemelos a Norrus que no le
queda más remedio que mirar de reojo a su princesita en manos de Nazte.
El orco parece otro cuando la pequeña está con él.
Terminamos de cenar, nos dirigimos al salón de la chimenea y nos
sentamos todos como podemos. Algunos en los sillones y otros en el suelo.
Gal y Rior se ven muy felices mirando a su familia crecer sin parar. Veron
está en el suelo sentado a mi espalda mientras me rodea con sus brazos, aún
me cuesta creer que todo esto sea real y no un sueño.
Los más pequeños se cansan de estar sentados y corretean por todas
partes. Sangug está feliz por estar rodeado de más niños con los que jugar.
Yelys está sentada en el hombro de Nymy mientras habla con todos. Echaré
muchísimo de menos a mi chiquitina cuando vuelva a su reino, ojalá
vivieran más cerca como los orcos. Pasamos horas hablando y los más
pequeños se van durmiendo quedando solo Kokel y Rend. Es hora de
retirarnos a descansar y comenzar un nuevo día. Mañana Veron tiene
trabajo que hacer con los nuevos guerreros y, aunque me ha pedido que le
acompañe. Prefiero evitarlo, no me sentiría cómodo con la presencia de
algunos y hay tiempo para verlos de nuevo. Decido pasar la mañana junto a
mis hermanos en lo que Veron hace su trabajo.
Entramos a la que, a partir de ahora, será nuestra habitación y no solo
suya. Cuando hicimos la parada para que los pequeños se alimentaran me
comentó que podía hacer cualquier cambio que desease para que me sintiera
cómodo y la verdad es que me gusta como la tiene decorada. Lo que sí se
me ha ocurrido hacer, es colgar fotos nuestras. El día que vaya a Olvernus
hablaré con algún carpintero que me haga marcos de su tamaño para
decorar nuestra habitación. Ni siquiera le he preguntado por la casita que
compró, los recuerdos que tengo de ella son amargos, ya que la adquirió
para esconder nuestra relación. Nos desvestimos para darnos un baño rápido
antes de acostarnos. La bañera está preparada con agua caliente y yo entro
directamente con un suspiro. Escucho a Veron echar varios troncos en la
chimenea antes de entrar a la tina y colocarse delante de mí. Estuvimos en
un cómodo silencio durante un rato hasta que nos enjabonamos minutos
después para quitar toda la suciedad del viaje. Después nos acomodamos en
la cama mientras acaricio el vello de su pecho y escucho su corazón. Estoy
tan relajado que mis ojos se van cerrando sin que pueda evitarlo.
 
Capítulo 24

Hoy desperté con Héctor a mi lado comenzando una nueva vida juntos
en nuestro hogar. Por supuesto, no podía faltar que me despertara con un
rodillazo en las costillas. Suerte que de la herida de mi pecho queda el
recuerdo. Ahora me dirijo al patio de entrenamiento y estoy furioso. Héctor
no ha querido acompañarme para no encontrarse con algunos guerreros.
A pesar de mis intentos por convencerlo no ha servido de nada y se ha
quedado con sus hermanas, ya que Mateo y Alan me acompañan. Hay algo
que quiero demostrar y ellos son la clave. 
Nada más llegar, detengo el inicio del entrenamiento y llamo a mis
hermanos pequeños.
—¿Qué necesitas? —preguntan al unísono. 
—Quiero que le quitéis los poderes a todos y que sean humanos en este
entrenamiento. Os indicaré a quién. —Escucho algunas protestas entre los
guerreros y con una simple mirada los silencio—. Esta es una prueba
sencilla en la que no tendrán privilegios como la fuerza o la velocidad.
Tendrán la destreza adquirida en el entrenamiento, úsenla para salir
vencedores.
—¿Quién empezará? —pregunta Ame.
—Larok y Niglor serán los primeros. Formad un círculo para que luchen
en el centro.
Todos se mueven como he pedido y los dos están ahora en el centro,
miro a Kokel que se vuelve invisible y segundos después aparece tras ellos
haciéndoles humanos. Se colocan uno frente al otro con la espada en alto y
parece que les cuesta mantenerla en posición por el peso.
—Alan, lucha contra los dos.
—¿Contra los dos? Pero ellos son…
—Son humanos, igual que tú. 
—Está bien.
—¡Luchad! —grito con mi voz de dragón.
La lucha comienza tras mi orden y Larok lanza el primer ataque con un
grito. Alan lo repele y contraataca dando un giro sobre sí mismo en el que
también ataca a Niglor. Varios minutos de lucha después, los dos guerreros
están exhaustos, sin embargo, Alan, aunque está algo cansado, no
demuestra fatiga como ellos. Alan aprovecha un despiste de Niglor,
consigue que suelte la espada y coloca la suya en su cuello. Niglor ha sido
derrotado y queda Larok. Puedo ver la furia en los ojos de Niglor por la
derrota y le hago una señal a Kode para que le saque del círculo. Como
tenía previsto, Niglor intenta atacar a Alan por la espalda y Kode se lo
impide. Larok no dura mucho más y acaba con la punta de la espada de
Alan apuntando a su corazón.
—Alan descansa. Has luchado con honor y has vencido. ¡Estoy
orgulloso!
—No es justo, sin nuestros poderes nunca nos hubiera ganado. —Ignoré
las protestas de Larok y miro a los dos que quedan.
—Diyok y Nashin, al centro. Rend retira su poder. 
Mi hermano hace su trabajo igual que Kokel y, tras desaparecer y
aparecer segundos después a sus espaldas, me sonríe de medio lado
indicando que ya son humanos.
—¿Contra quién van a luchar? 
—Contra ti. —El gemido lastimero de Mateo me hace reír—. Vamos,
demuestra que puedes ganar a estos muchachos.
—¿Y si pierdo?
—No pienses que vas a perder. He visto tus movimientos y eres mejor
que ellos. Yo sé que ganarás contra los dos. Sus movimientos son lentos y
se cansan más rápido porque siempre han entrenado usando sus poderes.
Ahora que carecen de ellos tú tienes la ventaja. Llevas mucho tiempo
entrenando con nuestras espadas, es cierto que, de los tres, eres al que peor
se le da la lucha, sin embargo, estoy seguro de que puedes ganar si te
concentras.
—Gracias, Hodul. Lo intentaré…
No muy convencido, saca su espada y entra al centro del círculo. Diyok
se lanza contra Mateo, que lo esquiva por muy poco, seguido por Nashin
que consigue rozar el muslo de Mateo haciéndole un pequeño corte. Por un
momento estoy por detener todo al ver herido a Mateo y Hodul niega con la
cabeza al darse cuenta de que avanzo en su dirección. 
—Observa a Mateo. Escucha su latido y su respiración. Se está
cabreando porque nunca hemos ido tan lejos como para hacerles sangrar.
Creo que verse herido es lo que va a despertarlo para que espabile y luche
como sé que puede hacerlo. 
—Espero que tengas razón, porque entre Luna y Evolet nos matan si le
ocurre algo —aseguro y él solo sonríe. Sé que Hodul usa su mente para
calcular los movimientos con la velocidad y el peso de las armas. Además,
ha estudiado a cada uno de los guerreros y sabe cómo vencerlos sin tener
que esforzarse. El problema es que Mateo no deja de ser un humano débil
que no ha tenido tantos años de entrenamiento. Tal vez, me equivoqué en
pedirle que luchase.
—Deja de pensar tanto y déjate sorprender por este nuevo Mateo que no
se dejará vencer por dos muchachos cabreados.
—Te recuerdo que tú también eres un muchacho. —Me lanza una mirada
cargada de molestia que me hace sonreír y me centro en Mateo.
Está rodeado por los dos guerreros y con las rodillas ligeramente
flexionadas vigila a sus dos contrincantes esperando el ataque. Diyok le
ataca por la espalda al mismo tiempo que Nashin lo hace por el frente.
Mateo se agacha cortando el muslo de Nashin al mismo tiempo que lanza
una patada en su estómago derribándolo. Con un giro de muñeca levanta la
espada muy cerca de la cabeza de Diyok que pierde el equilibrio al intentar
evitar la espada. En ese momento mateo derrota a Nashin colocando la
espada en su corazón y se gira a tiempo de levantar la espada y detener el
ataque de Diyok. Luchan durante unos minutos que se me hacen eternos y
para mi deleite es Mateo quien gana. He conseguido mi objetivo y los
cuatro jóvenes guerreros han perdido a manos de dos humanos casi
inexpertos. Mateo se ha demostrado a sí mismo que sabe cómo luchar y que
puede ganar.
—¿Quiénes serán los siguientes? —pregunta Resli—. Si les devuelves
los poderes pueden luchar de nuevo contra Neter y Ria.
—No habrá ninguna lucha más. Han perdido y por ende quedan
expulsados del ejército del rey hasta que demuestren que merecen
pertenecer a sus filas.
—¡Eso es injusto! —gritan casi al mismo tiempo los cuatro.
—Este es el resultado por no ser unos guerreros con honor que no
aceptan que una mujer pueda ser mejor en la lucha. Ellas os vencieron y aun
así os creéis mejores. Ahora, dos humanos os han vencido y por eso estáis
fuera. En un año tendréis la oportunidad de intentarlo.
—El rey es quien decide y ya nos aceptó.
—Yo tengo la última palabra como rey, sin embargo, confío plenamente
en el criterio de mi sobrino. Si él os ha expulsado, estáis fuera. Os está
otorgando una segunda oportunidad, cambiad demostrando que sois
merecedores de estar entre nuestras filas y os aceptaremos de nuevo. Esta
tarde partiréis a vuestro hogar y esa es mi última palabra.
Mi tío Konox se retira seguido por mi padre y mis tíos Rodan, Degon y
Rax. Todos se van dispersando quedando los cuatro guerreros y mis primos.
—¿Por qué? Somos buenos guerreros —pregunta con molestia Larok.
—Porque no habéis sido buenos compañeros. No importa que sean
mujeres u hombres más débiles, debéis apoyarlos y animarlos a seguir. Ser
amigos y saber que pueden confiar en que les cubrirán las espaldas si
comienza una guerra.
—Mi señor, por favor. Acepte nuestras disculpas, queremos otra
oportunidad ahora —pide Diyok. 
—¿Creéis que Ria o Neter pueden confiar en alguno de los cuatro? —
pregunta Kode. Todos agachan la cabeza sabiendo que la respuesta es un
rotundo no.
—Habéis tenido meses para cambiar desde que el rey os aceptó y en
cuanto desaparezco unos días no dais más que problemas y vuestra actitud
ha ido a peor. Vuelvan a su hogar y entrenen de verdad para el siguiente
reclutamiento. 
Merecen un escarmiento y esto es lo único que pienso que puede
hacerles cambiar. Es la única oportunidad que tendrán. Se marchan fuera
del castillo y hacen el cambio a dragón.
—Has hecho lo correcto —asegura Hodul.
—Lo sé. Debería avisar a los demás para comenzar el entrenamiento de
verdad.
—No te preocupes, iré a buscarlos. Deben estar en la entrada esperando.
—Gracias, Kode.
No tardan en llegar y comenzamos el entrenamiento. Tardamos un par de
horas en las que pienso en Héctor. Le echo de menos y ahora debo irme a
trabajar la tierra con la nueva herramienta que Hodul creó hace poco. Si mi
luz no vino a entrenar dudo que quiera ir conmigo. Me acerco hasta el salón
donde escucho las voces de todas las mujeres.
—¿Dónde está Héctor?
—Hola. Mi bichito ha ido fuera del castillo con Sangug, Skel, Nazte,
Ayra, Yelys, Danae, Leyre, Kokel y Rend a dar un paseo —me informa
Evolet.
—Yelys va a hacer flores de colores para Ayra por petición de Nazte. —
Un gruñido de mi hermano hace que me gire para mirarle con mis dos
sobrinos en sus brazos y Nan detrás sonriendo.
—Odio a ese orco.
—No es cierto, cariño. Te cae bien y por eso le permites hacer feliz a tu
princesa.
—Voy a ir con ellos, quiero preguntarle a Héctor si quiere venir a
trabajar la tierra. Aunque si está entretenido iré sin él. Hodul ya me está
esperando.
—Te acompaño fuera —dice mi hermano sacándome una sonrisa. 
—Tía, ¿Puedo llevar a Galara?
—Claro. 
Me acerco a ella para coger a mi prima y vamos al exterior. Al salir,
Hodul coge a Ren y nos dirigimos hasta ellos. Hay un círculo sin nieve que
Yelys ha llenado de flores. Los más pequeños están entretenidos
mirándolas, Sangug me abraza la pierna al verme y con cuidado lo subo a
mis brazos. Se queda mirando a Galara que está dormidita y luego me da un
beso en la mejilla. Segundos después se remueve y lo dejo de nuevo en el
suelo. Voy hasta Héctor y, tras decirle que tengo que irme con Hodul a usar
la nueva maquinaria de arado, decide quedarse con sus bichitos. 
Beso sus labios antes de irme a dejar a Galara con mi tía Phipai para
volar hasta Euphus, ahí hay una zona donde no hay nieve y está cerca de
Olvernus. Utilizamos esas tierras para cosechar y hoy, por primera vez,
probaremos una máquina que hará la mayor parte del trabajo sin tener que
esforzarnos mucho. Según me ha explicado Hodul, tienes que empujarla y
al hacerlo unos pinchos de metal algo alargados van removiendo la tierra y
otra persona detrás va soltando las semillas. Héctor, Alan y Mateo le dijeron
a Hodul que en su mundo eran los animales los que lo movían antiguamente
y ahora son tractores. Nosotros tenemos la fuerza suficiente para empujar y
no forzamos a los animales. Hasta hace unos días nosotros utilizábamos un
arado sencillo de madera. Según nos explicó nuestro tío Konox cuando
empezamos a trabajar la tierra hace muchos años, el humano que le enseñó
era lo que usaba. Si Hodul tiene razón y funciona, va a agilizar el trabajo de
muchos agricultores. Esta será la primera prueba después de construirlo él
mismo.
Cuando hacemos el cambio a nuestra forma humana, nos acercamos a las
tierras donde hay muchas personas mirando el nuevo artilugio. Han venido
por petición del rey de todas las ciudades. 
Hodul les explica que quiere que varias personas lo prueben para tener
en cuenta sus opiniones, saber si les parece algo útil y también que si
alguien ve algún fallo pueda comunicárselo para mejorarlo. Una de las
mujeres se anima a ser la primera en usarlo y mientras ella camina sobre la
tierra removiéndola yo voy soltando semillas para que todos vean cómo
debe hacerse.
La mujer se queda maravillada y quiere comprar una para utilizarla en
sus tierras, dice que su parcela no es muy grande y que la ayudaría mucho
para poder terminar rápido y dedicar tiempo a otras cosas. Al ver la
reacción de ella, todos poco a poco se van animando a usar la maquinaria
para el arado. Decidimos ir a comer a la ciudad y volver para seguir con el
nuevo arado y que nos indiquen como ha ido todo. Tras los comentarios que
escuchamos antes de irnos a comer, todo parece ir bien y muchos ya están
felicitando a Hodul por su trabajo.
Estoy seguro de que mis tíos van a estar más orgullosos de su cachorro
cuando sepan que todo ha ido a la perfección.
 
Entramos a la cantina y Traron está aquí, no lo he visto, sin embargo,
puedo olerlo.
—Si quieres podemos irnos —Me dice Hodul que también ha percibido
su olor cerca. 
—No te preocupes, dudo que se acerque y si lo hace ya veré cómo lidiar
con él. Debe estar de paso porque tengo entendido que le mandaron a una
ciudad del Oeste.
Como esperaba, no se acerca. Está tres mesas detrás de mí y siento su
mirada clavada en mi espalda. Me duele que alguien tan importante en mi
vida me fallara de esa manera tan cruel. No entiendo sus motivos para
hablar de esa forma de mi relación porque los celos por estar más pendiente
de Héctor no son suficientes. Tengo la suerte de mi lado al estar con el
hombre que amo. Perder la amistad de Traron me ha dolido, quizá con el
tiempo tanto Héctor como yo podamos perdonarlo, por ahora es mejor que
se mantenga alejado. Terminamos la comida y regresamos a los campos de
cultivo. Todos han dado su opinión y todas son positivas. Mañana Hodul
hablará con nuestro tío Khonox para contratar personal que le ayude en la
construcción de varias máquinas para el arado. Una vez hecho nuestro
trabajo, hacemos el cambio a dragón y regresamos a Senzyras llevándonos
el arado. 
Está anocheciendo cuando hacemos el cambio a nuestra forma humana
en el patio. Tras acabar de vestirme Héctor sale corriendo a recibirme. Abro
los brazos y le envuelvo entre ellos cuando llega hasta mí aspirando su
aroma. He añorado cada segundo tenerlo cerca de mí.
—Te eché de menos. Esperaba que llegaras antes.
—Ahora estoy aquí. ¿Ya has cenado?
—No, les estamos esperando. Todos quieren saber cómo ha ido con el
nuevo arado.
—Ha ido mejor de lo esperado —dice Hodul con emoción.
—Eso es perfecto. 
—Todo gracias a ti y a tus hermanos por las ideas. 
—Bobadas. Tú solito has hecho todo, eres un cerebrito.
—¿Eso qué significa? —pregunta Hodul frunciendo el ceño.
—Que eres muy inteligente. 
—Sí que lo soy. Nadie puede superarme.
Héctor se ríe a carcajadas y entramos al salón principal donde ya nos
esperan para comer. Escucharle reír así después de lo que ha sufrido me
alivia el corazón. Poco a poco va recuperándose y, aunque aún nos queda
camino por recorrer, lo haremos juntos y siempre estaré a su lado. 
Brandar anuncia al finalizar la cena que se quedará hasta después de la
fiesta de Olvernus. Aprieto la mano de Héctor con una sonrisa para que
entienda que no voy a pedirle que lo retrase más. Nos despedimos y
subimos hasta nuestra alcoba. Necesito asearme en la tina con urgencia y
como Héctor ya lo hizo antes de cenar porque se manchó de barro jugando
con los cachorros entro solo al excusado. Pedí que me dejaran el agua
preparada antes de subir y aún se mantiene muy caliente. Cierro los ojos y
me quedo un rato descansando antes de lavarme con jabón. 
—¿Te queda mucho?
—Dame unos minutos, mi luz. Enseguida estoy contigo. —Termino de
enjabonarme y al salir desnudo me encuentro a Héctor vestido con la misma
ropa que tenía el día que le besé por primera vez—. Estás muy guapo con
eso puesto. Me trae buenos recuerdos. 
—Tenía frío y esto abriga. 
—No necesitas nada, siempre te daré calor.
—Ven a la cama —murmura dando varios toques con la mano sobre la
cama. 
Meto varios troncos al fuego para que nos dé más calor, después entro a
la cama y nos cubro con una manta. Se acomoda sobre mi pecho y suspira.
—¿Estás bien?
—Dime que esto no es sueño, que todo lo que estoy viviendo a tu lado es
real.
—Es real, mi luz. Siempre estaremos juntos.
 
Han pasado varios días desde que llegamos y la vida junto a Héctor es
mil veces mejor que antes. No he tenido más acercamientos íntimos con él
de momento, la última vez intentó hacerme una felación y acabó llorando
porque no podía. Tuve que contenerme abrazándome y calmándonos a
ambos para no bajar a golpear a Darzien mil veces. Por eso no he sido
capaz de intentarlo de nuevo, esperaré un poco más.
Mi hermano Norrus lleva un poco mejor que su princesita esté todo el
día con el orco. No ha dejado de gruñir en varias ocasiones cuando Ayra le
da un beso en la mejilla a Nazte en vez de a él. La pobrecita parece darse
cuenta y enseguida va con su papi para darle un beso también. Nan es la
que más se divierte junto a mi tía Evolet, que no deja de incordiar diciendo
que Ayra quiere más a Nazte que a él. 
Observo a mi luz ir detrás de Banity y juntos abandonan el salón
principal. He estado al pendiente de Héctor y algo está tramando con esa
muchacha porque cada vez que me ven cerca, dejan de hablar para que no
pueda escuchar nada. No he querido preguntar porque estoy seguro de que
es sobre Banity lo que tratan de ocultar. Esperaré a saber qué traman.
Héctor ha prometido ir a entrenar hoy, espero que no llegue tarde o que
no aparezca por no querer ver a los guerreros de nuevo. Ha estado evitando
verlos todo el tiempo y no puede postergarse por más tiempo. Necesita
enfrentarlo y saber que estaré a su lado. Ellos han preguntado por él para
disculparse personalmente y Héctor no ha querido escucharlos. Es
demasiado terco y no quiero que cambie. Lo amo tal y como es.
Ha pasado media hora desde que comenzó el entrenamiento y Héctor
aparece por el patio. Parece indeciso y uso mi velocidad para llegar a su
lado más rápido antes de que se arrepienta y dé media vuelta. Sus hermanos
lo llaman para que luche contra ellos, aprovecho para sujetarle por la
cintura y besar sus labios. Le escucho suspirar con fuerza y camina a mi
lado. Ahora siempre deja que Cora o Nymy le arreglen el pelo con trenzas
usando mis aros de oro y los que le regalé para que lo usaran en su pelo.
Quiso cortárselo como antes y le pedí que no lo hiciera de momento, por
supuesto aprovechó para convencerme de que permita a Luna seguir
cortando mi pelo. Intenté que no siguiera recortándose la barba, pero no
conseguí convencerlo y se la dejó cortita como cuando le conocí.
Desde el momento en el que llegamos todos los guerreros, sin excepción,
se inclinan ante él. Escucho su corazón latir con fuerza.
—Mi señor. Hablo en nombre de todos los guerreros, pero
principalmente de los que en algún momento le hicimos daño por no parar a
tiempo las palabras hirientes de Traron dirigidas a la relación que tiene con
nuestro príncipe. —No esperaba que Nefar fuera el primero en hablar.
—No me llames así y prefiero no hablar de ello.
—Cometimos un error. ¿Podrá perdonarnos algún día? —murmura con
la cabeza agachada Nefar.
—Veron y yo sufrimos mucho por vuestra culpa, pero si pude perdonarle
a él, también puedo hacerlo con todos. Lo único que espero es que la
próxima vez no hablen a mis espaldas y vayan de frente. 
—No habrá una próxima vez. Todos le apreciamos, mi señor.
—Héctor. Mi nombre es Héctor. Ahora quiero hacer una pregunta y
espero que me respondan con sinceridad. —Todos miran a Héctor
esperando por su pregunta—. De todos los que estáis aquí ahora. ¿A quién
le parece mal o no le gusta que Veron y yo seamos pareja porque somos
hombres?
Uno a uno empieza a responder y todos lo hacen de la misma forma. «A
mí no me molesta».
Héctor respira más relajado y escucho el latido de su corazón más
pausado.
—¡Ahora a entrenar! Empieza con Mateo —le ordeno. 
—¡Pss! Eso está chupado. Siempre le he ganado —suelta con chulería. 
—Gané a los dos guerreros —masculla Mateo haciéndonos reír. 
Todos se van posicionando para su entrenamiento con la espada antes de
proceder al cambio a dragón más tarde. Nazte se une con su hacha y es
contra Norrus con quien peleará, espero que no se hagan daño.
—Esos eran dos críos, siempre te gané. 
—Menos palabras y más movimiento —les gruño con una orden con mi
voz de dragón. 
La mirada asesina que me dedica Héctor se le quita al darse cuenta de
donde estamos y hace algo que le vi hacer a Evolet alguna vez. Con dos
dedos se señala sus ojos y luego a mí. 
—¡Uuuuh! Estás en problemas, cuñado —matiza Mateo entre risas.
El entrenamiento comienza y por mucho que Héctor lo intenta, no
consigue ganar a Mateo. Ese humano por fin ha conseguido sacar su fuerza
y ha ganado a Héctor sin pestañear. Entrenar con los humanos siempre es
más divertido para todos. Los más jóvenes no dejan de decir que este
entrenamiento ha sido el mejor de todos y que quieren que sea mañana para
seguir entrenando con ellos.
Capítulo 25

Después de las palabras de los guerreros me he sentido más aliviado. Me


he dejado llevar y he disfrutado del entrenamiento, aunque perdiera en cada
pelea contra mi hermano Mateo. El muy canalla lo ha disfrutado y Ugor no
ha dejado de meterse conmigo por no querer entrenar con él cuando
estábamos en Aezan. En algún momento tengo que buscar la manera de
saber qué siente Ugor por Muza sin descubrir su secreto, pero de momento
es mejor no intentarlo hasta que encuentre una manera de hacerlo y que ella
no se sienta traicionada. 
Ahora estamos todos fuera en el patio principal haciendo un muñeco de
nieve. Los más pequeños están encantados, hasta Yix, Ren y Galara no
paran de reír viendo todo. Hemos hecho muchos muñecos de nieve
diferentes y de varios tamaños. Los niños cada vez lo quieren más grande.
Entre Lyhox, Khonox y Veron están terminando uno de dos metros que
hasta ahora es el más grande. Ahora les toca decorar a los niños; Nazte
sujeta a Ayra que coloca una piedra como un ojo, Veron sujeta a Sangug
que coloca el otro ojo, Rodan sujeta a Leyre que coloca la boca usando unas
ramitas y Boltcan sujeta a Danae que coloca la nariz usando una zanahoria.
Khonox levanta a Skel por encima de él y coloca un gorro improvisado con
ropa de color rojo que entre todos hemos ido haciendo para cada muñeco y
Kokel coloca una tela para usarla de bufanda. 
—Hemos hecho ocho muñecos de nieve a petición de los niños, ahora yo
quiero hacer uno muy, muy grande. Salgamos fuera del castillo para tener
más nieve —nos dice Ugor con una sonrisa animando a los peques a salir
con él. 
Todos vamos detrás de ellos y tengo una ligera idea de lo que piensa
hacer. Espero que no me decepcione. Salimos y nos alejamos un poco
donde hay menos árboles y mucha nieve. Haciendo uso de su poder, mueve
la nieve poco a poco formando una bola gigante. Cuando termina, hace lo
mismo formando otra justo encima un poco más pequeña y luego la última
haciendo la cabeza. Todos nos asombramos por todo lo que puede hacer.
Utiliza una espada de nariz, dos piedras enormes de ojos y unas ramas
grandes para la boca. Se gira mirándonos porque no sabe qué más ponerle.
—Mandaré hacer un gorro y una bufanda para nuestro enorme muñeco
de nieve. 
—Sería genial, bichito —murmuro emocionado.
De todos nosotros a mí era al que más ilusión le hacía poder hacer
muñecos de nieve las pocas veces que nevaba cuando éramos pequeños.
Después en Tenerife era aún más difícil si no ibas al Teide pronto. 
Veron se acerca a mi lado y mientras aún mantiene en sus brazos a
Sangug me abraza pasando su brazo por mi cintura y besando mi sien. 
—Haré que no se derrita ninguno cuando salga el sol. 
—Gracias, eso sería magnífico, Ugor. 
—Por mucho que me lo explicaste, no conseguía hacerme a la idea de lo
que era un muñeco de nieve hasta verlo con mis propios ojos. Dijiste que
siempre deseaste ver uno gigante y ahora ya lo tienes. Este es mi regalo
para ti, por tu increíble amistad y por amar a primo. Pasar estos meses a tu
lado y conocerte realmente ha sido un honor, aunque debo reconocer que
estás algo loco. 
—Pues igual que tú. 
—No es cierto. No estoy loco —replica cruzándose de brazos.
—Eso es discutible. 
Todos se ríen al ver la cara de Ugor y yo me quedo observando el
enorme muñeco de nieve que ha hecho para mí. Tengo la cámara sin batería
y no he hablado con Hodul para saber si puede ayudarme con eso o he de ir
a mi mundo para poder cargarla. Le haría unas fotos fantásticas con esta luz
del día. No puedo evitar imaginarme a todos juntos delante del muñeco de
nieve para sacarles una foto. La primera foto de nuestra familia estando
junto a Veron. 
—Te has puesto triste.
—Me gustaría hacer una foto de todos delante del muñeco que me ha
hecho Ugor, pero no me queda batería y aún no hemos hablado con Hodul.
—Hablé con él cuando le acompañé. ¿Conseguiste algo? —le pregunta
directamente a Hodul. 
—La verdad es que creo que sí he conseguido que funcione. He de
admitir que he tenido ayuda y he trabajado en ella por la noche para que no
te dieras cuenta. 
—¿De verdad? —pregunto con muchísima ilusión. 
—Iré a buscarla a nuestra alcoba. Vuelvo enseguida. —Veron besa mis
labios antes de irse a por mi cámara. 
—Y me pregunto: ¿cómo piensas revelar las fotos? 
—Mateo tiene razón. Si no tienes pensado volver, ¿cómo vas a revelarlas
o imprimirlas? —insiste Alan. 
—No he pensado en ello. 
—Entre Hodul y yo buscaremos una solución. Hasta entonces, puedes
volver a tu mundo cuando lo necesites. 
—Gracias, Phipai. La verdad es que he hablado con Veron y quiero
vender mi casa, coger lo que quiera tener aquí y lo demás donarlo. Si algo
malo llegara a pasar de nuevo, no quiero volver a huir. Este ahora es mi
hogar y todos sois mi familia. 
—No te imaginas cuanto me alegra escucharte decir eso, hijo —
murmura Gal emocionada y se acerca para abrazarme. Me siento tan bien y
estoy tan feliz en estos momentos que no quiero que nada malo ocurra. 
—¿Interrumpo algo? ¿Va todo bien? —pregunta Veron.
—Claro que todo va bien, amor. Les estaba comentando que quiero
vender mi casa y traer algunas cosas. Pase lo que pase, no quiero volver
nunca.
—Iré contigo. 
—Bichito, Khonox y yo los acompañaremos. 
—¿Cuándo van a ir? ¿Van a quedarse muchos días? Héctor, tienes que
comprarme maquillaje y compresas. No me acostumbro a usar esos trapitos.
—¡Lunaaaaa! Por dios, ¿tienes que decir eso ahora? —grita Mateo con
las manos en la cabeza.
—¡Qué importa! Ellos no saben lo que es una compresa.
—Lo cierto es que Nan me ha hablado de ello, estoy trabajando en algo
similar que aguante más que una simple tela para poder usarlo y que sea
más… —interviene Phipai.
—Higiénico —la interrumpe Nan.
—Sí, exacto.
—Aún faltan unos días para la fiesta que se celebra en Olvernus. ¿Por
qué no se van ya? —dice Rior.
—Si Héctor no tiene inconveniente y mi tío Khonox tampoco, me parece
perfecto.
—El problema es que todo será nuevo para ti y tengo que salir fuera de
casa. 
—¿No quieres que vaya? —pregunta extrañado.
—Por supuesto que quiero, pero necesitamos más días y tendremos que
volver después de la fiesta. Cuando Khonox salió a la calle era de noche y
no había muchas personas. Nosotros tenemos que salir a plena luz del día.
—Seguiré tus indicaciones y no haré nada extraño que pueda llamar la
atención. 
—Lo primero es cambiarte de ropa una vez lleguemos. Usarás la misma
ropa que Khonox. 
—Entonces esta noche los llevaré para que vaya adaptándose un poco.
Mañana iremos nosotros por la mañana —Se ofrece mi cuñado.
—Ahora necesito que os coloquéis delante del muñeco de nieve. Estoy
comprobando la cámara y parece funcionar bien. Aprovecharé el viaje a mi
mundo para traerlas y que tengáis todos un recuerdo.
Me dedico a hacer un mogollón de fotos: por parejas, solo los hermanos,
los primos, los más pequeños, a Nazte con Ayra, a Atba con Sangug y la
última en familia. En todas las fotos yo no he podido aparecer y Nazte se
ofrece a sacar la foto él. Tiene unos dedos enormes y mucha fuerza así que
le hago hacer varias fotos para que practique y no me joda la cámara.
Cuando creo que puede hacerlo bien me coloco junto a los demás y hace lo
que le he pedido, sacar varias fotos desde diferentes ángulos. Una vez
termina Veron me pide una los dos solos, otra con Sangug y su madre Atba,
y la última de nosotros dos con todos los pequeños. Salen unas fotos muy
divertidas y no podría ser más feliz. Si estas serían las últimas fotos que
podría hacer, serían las mejores que he hecho en toda mi vida.
Nos vamos a comer entre las risas de los niños que quieren seguir
sacando más fotos.
Al terminar la comida, Veron, Nazte y yo nos vamos al patio donde están
todos los muñecos de nieve con los bichitos y les sacamos muchas fotos
hasta que empiezan a bostezar por el sueño y me doy cuenta de que está
anocheciendo. Entramos a cenar para que se vayan a descansar, están
agotados, pero felices. Cuando estoy tras la cámara me olvido de la hora por
completo y el tiempo pasa volando. Veron y yo nos despedimos de todos
por unos días y Khonox hace que la llave nos lleve de regreso a mi antiguo
hogar justo en mi salón. Al principio me siento algo mareado por el
viajecito y Veron tiene que sujetarme por la cintura. Por más que he viajado
de esta forma, no consigo acostumbrarme. Khonox no tarda más que unos
pocos minutos en despedirse hasta mañana prometiendo traer nuestro
desayuno. Eso me deja tranquilo porque no debe haber nada en la cocina y
si quedó algo estará en mal estado o caducado. 
Le dejo que observe todo en silencio, se acerca a la televisión y la toca,
después mira las fotografías que tengo en el mueble. Se gira para salir del
salón y entra en la cocina que la puerta está abierta. Le voy siguiendo por
cada una de las habitaciones y el baño. Sigue sin decir una palabra, espero a
que pregunte algo y no lo hace. Tal vez se está arrepintiendo de venir y se
siente incómodo en este lugar tan diferente. 
—No tenemos como avisar a tu tío para que vuelva a buscarte. Entiendo
que te incomode mi casa. 
—¿Por qué piensas eso? 
—No has dicho nada desde que llegamos y has visto cada rincón de la
casa. Es lo único que se me ocurre pensar. 
—Tengo tantas preguntas que no sé ni por cuál empezar. Todo es tan
diferente en este lugar. Sabía que sería así, sin embargo, nada es como me
imaginé. 
—Puedes preguntar todo lo que quieras —Agarra mi mano y me lleva a
la cocina. 
Con paciencia y muchas risas al ver su cara de asombro en la mayoría de
las cosas, le voy explicando para qué es cada cosa y le enseño cómo
funciona. Le explico lo que es una nevera y para qué la utilizamos, la mía al
abrirla está vacía, por suerte no hay nada podrido. Abre los armarios y saca
un colador, un pelador de patatas, la espumadera, un abrebotellas y
muchísimas cosas más. De cada cajón o armario saca algo que llama su
atención. Cuando abro el grifo se echa para atrás como si hubiera sido
atacado por el agua y acabo descojonado. 
—¿Cómo haces eso? 
—El agua pasa por unas tuberías y llega a cada hogar, vamos al baño,
ahí también sale el agua como aquí. 
Entramos al baño y empieza a hacer lo mismo que en la cocina, saca
cosas que le han llamado la atención para saber que son. Abro el grifo del
agua caliente para darnos un baño relajante de espuma. Su bañera es mucho
más grande, así que vamos a estar más juntitos. Sigue alucinando al ver el
agua salir y vuelvo a recordar a Nan en sus primeros días conmigo. Voy a
pasármelo en grande. Con la bañera llena de agua y jabón, nos desnudamos
y entramos. Le pido que se apoye en mi pecho y tiene que encoger mucho
las piernas. 
—¿Estás cómodo? 
—No mucho, mi luz. Esta tina es minúscula.
—Lo siento, solo estaremos unos días. Mañana intentaremos ir a
comprar el pan a ver que tal reaccionas. Aunque primero quiero que veas la
calle desde la ventana para que al bajar puedas actuar normal al ver un
coche, un autobús, los edificios y algunas cosas que van a llamarte la
atención. No sé si Evolet se quedará con Khonox o vendrán un rato para
saber cómo estás. Así que pediremos comida se queden o no y luego
usaremos mi coche para ir a la inmobiliaria por la tarde. No cocino, ya lo
sabes, así que pedimos algo de cenar también o vamos a comprar cosas
fáciles de hacer.
—Con suerte nos traen comida de Northa. 
—¡Ojalá! Es algo que le puedo pedir a mi bichito si nadie se acuerda de
que no sé cocinar. De todas formas, quiero pedir comida para que pruebes
cosas de mi mundo. 
Pasamos un buen rato en la bañera hablando de todo un poco. Se va
soltando y pregunta más cosas del baño. Cuando el agua casi está fría nos
enjabonamos y aclaramos el cuerpo, empiezo a bostezar y salimos para
secarnos. Hace mucho calor así que no vamos a necesitar ningún pijama. Él
no usa nada nunca, pero si hace mucho frío yo suelo usar pijamas. Se queja
de que hace mucho calor y decido encender el ventilador para refrescarnos.
Antes de encenderlo le explico lo que es y para qué lo utilizaba antes. Su
suspiro de alivio al notar el aire me hace sonreír. Me tumbo en la cama y
doy varios toques para que venga conmigo. Cojo el despertador y pongo la
alarma para despertarnos antes de que vengan. Tiro de él para que se apoye
sobre mi pecho después de darle un beso. He decidido dormir en mi
habitación, y hasta ahora no he tenido malos recuerdos. Quiero que lo
último que recuerde de esta habitación sea dormir con Veron y no ser
violado por mi primer amor de la adolescencia. 
Me quedo un rato despierto pensando en que las facturas se han ido
pagando solas y no hay pagos pendientes de nada. Necesito que pronto se
solucione lo de la casa, venderla, dejar todo atado y regresar a Thantanas
con mi familia para siempre. Voy a llevarme todo lo que tengo de mi trabajo
a ver si con suerte y la ayuda de Hodul y Phipai puedo utilizar todo sin
tener que venir de nuevo aquí. 
 
El despertador suena y Veron lo aplasta en un segundo sin darme tiempo
a apagarlo. 
—¡Por mis dragones! Entre tus golpes y ese trasto que casi me deja
sordo vas a acabar conmigo. 
—Vamos no seas quejica que mis golpes no duelen tanto.
—Casi me deja sordo esa cosa.
—Se llama despertador y no imaginé que pudiera molestarte tanto. ¿Me
perdonas? —le pregunto poniendo morritos imitando a Ayra y no puede
resistirse. 
Se lanza a besarme y acabamos rodando por la cama llenándonos de
besos mezclados con gemidos y caricias. Me muerde el labio inferior
tirando ligeramente y siento como mi polla se hincha aún más. Desde que
intenté hacerle una mamada que salió mal no hemos vuelto a tener ningún
acercamiento más que los besos y lo necesitaba. Recorro con mi lengua su
cuello dejando ligeros mordiscos que le hacen temblar. Abro los ojos y me
separo para verlo. 
—Te necesito, Veron. Quiero volver a intentarlo. 
Con un gruñido se mueve dejándome por debajo de él uniendo nuestras
pelvis. Al moverse nuestras pollas se rozan dándome pequeñas descargas de
placer y, aunque no es suficiente para mí, sí que es muy placentero. Sobre
todo, porque es Veron quien me toca. Me dejo llevar, ambos hemos
dormido desnudos y no tenemos nada que nos impida tocarnos como tanto
deseamos. Siento su mano rodear mi polla mientras empieza a moverla
buscando mi placer y un gemido se me escapa sin que pueda ni quiera
evitarlo. Muevo las caderas más rápido y estoy a punto de correrme cuando
para, cortando el orgasmo por completo.
—¡Veron! —protesto cuando aparta la mano y coloca ambos brazos a
cada lado de mi cabeza mirándome fijamente.
—Quiero que me hagas el amor. ¿Crees que puedas intentarlo?
—Yo… —No sé qué decirle. Me muero de ganas por hacerle mío, pero
tengo miedo de no poder seguir. 
—Déjalo, mi luz. Todavía no estás preparado y no quiero presionarte.
—Quiero hacerlo. Al menos intentarlo —susurro mirándole a los ojos.
¡A la mierda todo! No puedo seguir así, tengo que superarlo y ser feliz—.
Espera, amor. 
Le empujo un poco y se aparta para poder levantarme. Me acerco hasta
mi armario y cojo un lubricante. Si vamos a hacerlo quiero que sea bien
hecho. La última vez fue increíble hacerle el amor y ahora espero tener el
valor de complacer al hombre que amo con todo mi corazón. Voy hasta la
cama moviendo el bote y se lo lanzo a las manos. Coge el bote que iba
directo a su cara y lo mira. 
—Voy a comprar muchos como ese para llevarlos a Thantanas.
Eso parece que llama más su atención y lee lo que pone en la etiqueta.
Su sonrisa de medio lado hace que me tiemblen las piernas, joder, que me
hace este hombre que consigue remover mi interior con una simple mirada
o una sonrisa. Yo, que no creía en el amor, he caído a las fauces del amor
sin remedio por este dragón tan maravilloso. Mientras me acaricio a mí
mismo con movimientos suaves bajo su atenta mirada me acerco poco a
poco a la cama y cuando estoy a un paso, Veron se mueve con rapidez
lanzándome contra la cama dejándome prisionero entre sus brazos. Devora
mi boca arrancándome suspiros mezclados con gruñidos por no dejarme
tomar el control. Estoy a punto de protestar de que haya parado cuando noto
como abarca mi polla y aprieta ligeramente.
—Solo yo puedo darte placer, mi luz. Si no te lo pido tienes prohibido
tocarte. —Usa su voz de dragón y lo único que provoca es que me ponga
aún más cachondo.
—¡Bichito! ¡Ya estamos aquí! ¿Están despiertos? 
«¿¡En serio!?».
—¡Mierda! —susurro—. ¡No entres! Salimos enseguida.
—Vaaaaale. Dejen de hacer cochinadas y salgan o me llevo la comida
que he traído para varios días de parte de Northa.
—¡Ya salimos! —grito—. Lo siento amor. Te prometo que te lo
compensaré después. 
—Os esperamos en el salón. 
Veron gruñe y se aparta. Se levanta y va a coger su ropa.
—Amor no puedes salir con esa ropa. —Me levanto de la cama y me
acerco al armario, cojo la misma ropa que le presté a Khonox—. Toma esto,
es un pantalón vaquero corto y una camisa sin mangas. También utiliza mi
ropa interior o te dolerán los huevos por el roce de la tela y ponte estas
zapatillas que, por suerte, igual que tú tío Khonox, usas el mismo número
que yo.
Me visto con ropa similar, pero cambiando el color de la camisa, la suya
es negra y la mía verde. Cuando estamos listos se tira de la tela del pantalón
por la entrepierna.
—¿Cómo puedes caminar con esto? Es molesto.
—Es únicamente por unos días, no puedes salir con tu ropa. Ahora
vamos fuera a saludar a la pesada de mi bichito. Antes de desayunar quiero
que te asomes a la ventana y veas como es mi mundo. Quiero ir a comprar
pan o churros, quizá Evolet prefiera churros.
—¿Qué son churros?
—Creo que definitivamente iremos a por churros, mi amor.
Llegamos al salón y ellos ya tienen la ropa cambiada y mi hermana se ha
hecho un moño suelto. Khonox tiene el pelo suelto sin trenzas, aunque se ha
dejado las dos trenzas que siempre tiene en la barba, está muy sexy y me
voy a divertir viendo a mi hermana espantar a las mujeres que se queden
viendo a su hombre.
Guardo la comida y el desayuno, ya que al decirles lo que tengo en
mente, aceptan a salir a desayunar fuera si vemos que Veron puede pasar lo
máximo posible desapercibido. Entre los tres le explicamos lo que son los
coches, guaguas, camiones, los semáforos. Le explico que los edificios que
podemos ver desde mi ventana son similares a donde nosotros estamos
ahora y es el hogar de las personas. Que así es como son muchos de
nuestros hogares, aunque también vivamos en casas. Siente mucha
curiosidad por todo y estoy algo intranquilo de que llame demasiado la
atención y se ponga a preguntar. 
—Creo que ya está preparado para salir y yo ya tengo mucha hambre. O
te quemo y te como a ti, bichito. Sabes que odio la carne cruda y eso no ha
cambiado. Además, hace demasiado que no me como unos buenos churros
con chocolate y ya se me hace la boca agua solo de imaginarme su olor y su
sabor.
—¡Vaaaaale! Veron, espero que estés preparado porque no me apetece
nada convertirme en la comida de mi hermana.
Ella da palmadas y saltitos provocando una enorme sonrisa en mi cuñado
y salimos a la calle mientras rezo para que todo salga bien. Al menos Veron
no tiene miedo como Nan a salir al exterior.
 
Capítulo 26

Hemos llegado a la parte baja de su hogar. Las escaleras son demasiado


estrechas y muy incómodas de utilizar. Evolet abre la puerta y, con la mano
entrelazada con la de Héctor, salimos al exterior. Su mundo es bonito y
extraño, aunque demasiado ruidoso para mí. Hay algunos árboles extraños y
al mismo tiempo bonitos. Héctor me dijo que se llaman palmeras cuando le
pregunté al verlas desde la ventana. Vamos caminando por la acera
cruzándonos con varias personas. Algunas nos saludan con un «buenos
días» y otras siguen su camino tras mirarnos detenidamente a mi tío y a mí,
sobre todo las mujeres jóvenes y también algunos hombres. Mi tía Evolet ha
gruñido a algunas mujeres porque se acercaban demasiado a nosotros.
Llegamos hasta un lugar repleto de personas formando una línea hasta el
otro lado de la calle. 
Cuando nos colocamos al final, miro a Héctor interrogante. 
—Tenemos que hacer la cola para poder comprar los churros. Me fijé
que es domingo antes de bajar y es cuando más gente compra los churros
para desayunar —susurra en mi oído para que los demás humanos no
puedan oír. 
Pasamos bastante tiempo en la fila hasta que llegamos a la puerta y una
señora con una niña pequeña se para frente a Héctor. 
—Héctor, ¡qué alegría verte! Hace muchos meses que no te veo por el
edificio. ¿Cómo te ha ido todo? Evolet, me alegra mucho verte de nuevo.
¿Cómo te va en Noruega? Es allí donde se han ido todos, ¿no? 
—Hola, señora Marina. Me va muy bien, él es mi marido Khonox. Sí,
todos nos fuimos a Noruega. 
—Te has echado un mozo muy guapetón. —Veo que la señora se fija en
mi tío y sonríe.
—Tengo mucha suerte —dice mi tía con una risita que parece sorprender
a la señora. 
—Querida, que cambio verte sonreír. No sabes cuánto me alegro. 
En los minutos que ellas han estado hablando, Héctor se agachó a
saludar a la niña, que también se llama Marina y encantada corrió a sus
brazos. 
—Preciosa, ¿Quieres churros? 
—Mi abuelita dice que le duelen las piernas y no puede aguantar la cola.
Vamos a ir a casa a desayunar otra cosa y después al parque. 
—Tengo una idea, ¿Qué te parece si compro muchos churros y venís a
mi casa a desayunar?
—No es necesario, hijo. No quiero ser cara dura y que alguien pueda
quejarse por colarnos. 
—No os estáis colando, Marina. Y si a alguien le molesta, no es algo que
me importe. ¿Por qué no van a casa y nos esperan? Tocaré en tu puerta al
subir. 
—Está bien, hijo. Muchas gracias. Te presento a Veron. Es mi novio. —
¿Qué será novio? Supongo que es algo bueno.
—¡Vaya! Esto sí que no me lo creo. Por un instante pensé que era alguno
de tus amiguitos. ¿Acaso este muchachote te ha hecho creer en el amor?
—Pues, aunque parezca imposible, así es. Por eso yo también me voy a
Noruega. Ya te contaré todo mientras desayunamos. No creo que tardemos
mucho.
—Os esperaremos en casa. Es un placer conocerte, Veron.
—Igualmente, señora.
—Marina, llámame Marina. 
Con eso se despide y se marcha de la mano de la niña. Ella va dando
saltitos y diciendo que al final si va a desayunar churros con chocolate.
Cuando estamos entrando al lugar donde compraremos los churros,
suena una canción que Evolet y Héctor comienzan a cantar. Nos explican
que la cantante se llama Pink y que la canción se llama Try. Intento
centrarme en lo que dice la canción, algo sobre una llama y que tienes que
intentarlo. Por suerte, domino todos los idiomas de este mundo, aunque no
me sirve de nada porque escuchar a Héctor cantar hace que me centre solo
en él y no en la canción.
—Por fin, menuda cola. No deja de crecer.
—¡Héctor! Estás desaparecido, hace mucho que no vienes a visitarnos.
—Hola, Coral. En realidad, creo que esta será la última vez que venga,
pero te prometo que si vuelvo a Tenerife algún día os haré una visita.
—¿Te vas para siempre?
—Sí.
—Pues si es por algo bueno, entonces nos alegramos por ti. Se lo diré a
mi abuelo que sabes que te tiene mucho aprecio, aunque ya no venga al bar
a trabajar. 
—Por favor, salúdale de mi parte y dile que los mejores churros que he
probado en mi vida han sido los suyos. 
—¡Qué fuerte! ¿Acaso tienes alguna queja de los que hago yo? —
pregunta la mujer indignada o al menos intenta parecerlo.
—En absoluto, pero conociéndole seguro que le sube el ego.
—En eso tienes razón, mi niño. Dime que te pongo.
—5€ de churros, 5€ de argollas y 6 vasos de chocolate caliente.  
La mujer sonríe y prepara lo que Héctor le ha pedido. Unos minutos más
tarde se lo entrega y entre todos le ayudamos. El olor de la comida hace que
mi boca salive. Creo que esto va a gustarme mucho. Héctor promete volver
antes de irse definitivamente para despedirse y salimos de ese lugar para ir a
su hogar. En el tercer piso toca en una puerta y enseguida salen la señora y
la niña. Terminamos de subir las escaleras y le ayudo a preparar la mesa
colocando los vasos, abriendo las bolsas que contienen los churros mientras
que Evolet trae platos y cucharas. Nos sentamos a comer y Héctor le cuenta
que tras algunos problemas, el amor ganó la batalla y ha decidido irse a
vivir a Noruega conmigo y el resto de la familia. Marina se alegra mucho
por todos nosotros y Evolet le cuenta que tiene un hijo, pero que decidió no
traerlo a la isla porque era un viaje corto, ya que más tarde tienen que coger
un avión. Yo me mantengo en silencio todo el tiempo porque la mayor parte
de las cosas que dicen no las entiendo. Aún no sé lo que es un avión y por
eso prefiero no hablar, no quiero llamar demasiado la atención y que hagan
preguntas que no podamos responder.
—Hijo, ¿a qué te dedicas? Veron, ¿verdad?
—Sí, me llamo Veron y trabajo para mi rey, señora Marina. Soy un
guerrero —digo con orgullo. Héctor empieza a toser y al ver la mirada de
Evolet sé que no debí decir eso. 
—Marina, en el lugar en el que vivimos hay un rey y los dos trabajan
para él. —Mi tío Khonox mira a su mujer con una ceja alzada, pero no la
desmiente. 
—Eso es algo bueno. Aquí también tenemos un rey, pero no he conocido
a nadie personalmente que trabaje para él. ¿Tú seguirás trabajando de
fotógrafo? 
—Por supuesto, es mi pasión. Hemos venido para llevarnos todas las
cosas que necesito de mi casa y lo demás donarlo.
—Puedes llevarlo a la iglesia, hay mucha gente a la que puedes ayudar. 
—Lo había pensado y también iré esta tarde a hablar con una
inmobiliaria para vender mi casa. 
—¿La vas a vender? Puedes alquilarla y tienes una entrada de dinero.
—No necesito el dinero, solo venderla rápido. Si sabes de alguien que
pueda estar interesado me agilizarías todo un montón. 
—Hablaré con mi hijo. Está buscando una casa cerca de la mía para
dejarme a la niña cuando le surja una urgencia en el trabajo. Hoy la ha
traído a las seis de la mañana y si vivimos más cerca yo puedo ir sin que
tenga que despertar a Marina tan temprano.
—Y… —Héctor observa a la niña que está hablando con Evolet—. ¿Su
madre? —susurra.
—Se han separado, al menos están llevándolo muy bien y mi nieta es
feliz a pesar de que sus padres ya no están juntos. Tenían muchas peleas y
supongo que eso acabó con su amor. Por suerte, no ha habido terceras
personas que dañen su relación y desde que se han separado han vuelto a
ser amigos. No pierdo la esperanza de que el amor que sentían regrese y
puedan ser felices de nuevo. Por ahora, les ayudo en lo que puedo con mi
nieta —La niña escucha a su abuela sin comentar nada sobre la separación
de sus padres.
—Al menos hay algo bueno en la separación y la pequeña no sufre tanto.
—No entiendo, ¿las parejas dejan de amarse y se separan? —pregunto
confundido. En nuestro mundo cuando te unes a otro dragón es para toda la
eternidad.
—Dos personas se pueden enamorar y por diferentes motivos separarse.
Tu familia siempre ha estado muy unida y nunca se han separado, por eso te
cuesta creer que dos personas dejen de amarse.
—Tienes razón —murmuro encogiéndome de hombros. Es lo único que
se me ocurre decir para no seguir fastidiando con más preguntas delante de
la señora y la niña. 
 
Un par de horas más tarde la niña está aburrida porque quiere ir al
parque y su abuela la lleva prometiendo llamar más tarde a su hijo y
comentarle lo de la casa. Mis tíos deciden marcharse a Thantanas, han
quedado en usar su aparato llamado móvil para comunicarse usando el
poder de mi padre por si necesitamos algo. Una vez solos, me hace
sentarme en el sofá y trae unos libros que al abrirlos hay fotos. Tiene
muchos, unos son de su familia y otros de su trabajo. Empieza mostrando
las fotos de su familia y reconozco alguna de las fotos que se mostraron en
el video donde descubrí que a Héctor le gustaban los hombres. Ese video no
solo hizo feliz a mi tía Evolet sino también a mí. 
Me fijo sobre todo en Héctor las pocas veces que sale en ellas, ya que la
mayoría de las fotos son hechas por él. Cuando no está presente me fijo en
Evolet y en la pérdida de la sonrisa. Recuerdo la foto en que salieron
semidesnudas las tres y que Héctor escribió que en esa foto fue en la última
que sonrío de verdad. La mayor parte de las fotos después de esa está seria
o la sonrisa no es sincera. Me alegra saber que desde que apareció en
nuestras vidas, sobre todo en la de mi tío Khonox, es feliz. 
La vida para mí ha sido extraña y triste porque no conseguía esa
felicidad que tanto añoraba. Todo cambió con este humano que me vuelve
loco y que me golpea cada noche mientras duerme. Tengo que buscar
alguna forma de pararle o acabaré muy mal cuando se convierta en un
dragón fuerte. 
Luego comienza a contarme sobre las fotos de su trabajo. Hay muchas
mujeres y hombres y están en la mayoría de las fotos vestidos con poca
ropa. Me explica que son bañadores que se usan para bañarse en la playa, el
río o piscinas. Nuestro río siempre está congelado, por eso no podemos
bañarnos y solo rompemos el hielo para coger el agua. Solemos ir al lago a
bañarnos, además de que lo hacemos desnudos en la mayoría de las
ocasiones para quitarnos el sudor del trabajo antes de llegar al castillo, no
por diversión. La única vez que nos bañamos con ropa y por diversión fue
porque íbamos en familia. Mi tío Khonox le tenía una sorpresa a Fermín, el
verdadero padre de mi sobrina Ayra. 
Siento celos al saber que ha estado con tantos hombres casi desnudos
haciéndoles fotos. Me pregunto si ha intimado con alguno de ellos. 
—Ya es la hora de la comida —interrumpe mis pensamientos, y es lo
mejor porque he estado a punto de pronunciar la pregunta en voz alta—. Se
me ha pasado el tiempo volando y aún no he terminado de mostrarte todos
los álbumes. 
—No te preocupes, hay comida de Northa. 
—No, quiero pedir comida. —Se queda pensando un rato— Ya sé, vas a
probar la comida italiana igual que Nan. Dejaremos la mexicana pendiente
para otro momento si tenemos ocasión. Nan casi quema mi casa y tú no
puedes quemarla ni congelarla por culpa del picante.
—Quizá no pase nada. 
—Prefiero no arriesgarme, amor. No tengo ganas de que me dejes
paralizado sin querer. —Le veo coger una cosa y hablar con alguien—.
¡Listo! La comida llegará en cuarenta y cinco minutos.  
—¿Puedo preguntarte que es un novio?
—¿Y por qué me lo preguntas?
—Le dijiste a la señora Marina que soy tu novio.
—¡Aaaaah! No me di cuenta de que no sabías lo que era. Ser novios es
cuando dos personas que se gustan inician una relación.
—Entonces tú también eres mi novio.
—Claro, amor. 
—¿Cuántos novios has tenido?
—Solo dos. El primero me engañó y el segundo eres tú.
—Quieres hablar de él. 
—La historia no es bonita, no tiene un final feliz para mí. 
—Él te hizo mucho daño.
—Fue el causante de que no creyera en el amor. Tú cambiaste eso. Era
mi jefe, me enamoré y nuestra relación siempre fue a escondidas. Nunca me
di cuenta realmente de que siempre que nos veíamos era solo nosotros solos
y en su casa. Pasaron varios años así hasta que un día una mujer se presentó
en su trabajo con una niña pequeña. Eran su mujer y su hija, la casa a la que
me llevaba era una que tenía para llevar a chicos allí. Estaba siendo el sucio
secreto de un hombre y con mi corazón destrozado renuncié a mi trabajo y
empecé a trabajar por mi cuenta. Desde ese momento solo tuve sexo sin
sentimientos y todo fue bien hasta que te conocí. —Baja la mirada al hablar
para que no vea que está a punto de llorar.
Siento rabia hacia ese malnacido que tanto daño le hizo y hacia mí
mismo por causarle el mismo dolor sin saberlo. Ese hombre no le amaba y
no supo hacerlo feliz, pero yo sí. Amo a mi luz y nada me impedirá hacerlo
feliz toda la eternidad.
—Y yo te pedí lo mismo —suelto con un suspiro y lleno de vergüenza. 
—Sí, por ese motivo hui de regreso a mi mundo. Te hubiera esperado
todo lo que necesitases, pero siempre y cuando hablaras con tu familia en
algún momento. Por suerte para los dos, ahora estamos juntos y somos
felices. Quiero que sepas que él fue el primer hombre con quien follé o más
bien que me folló y que tú eres el único que me ha hecho el amor. Y que mi
amor por ti no se compara a lo que hubiera podido sentir en el pasado por
nadie. No quiero que sientas celos. Te amo a ti y solo a ti.
—Yo te he amado desde el mismo instante en que te conocí estando a
punto de morir. He cometido muchos errores contigo y ahora solo me queda
hacerte feliz y que juntos superemos tu dolor. Ahora no siento celos, siento
dolor por no saber cuidarte desde el primer momento.
—Lo superaremos, amor. Eres lo que mi alma necesita para sanar. Si te
pierdo yo…
—Nunca, mi luz, nunca. 
Le atraigo hacia mí agarrando su brazo y le siento en mi regazo. Beso
sus labios y se entrega a mí por completo, ambos luchamos por llevar el
control y sé que eso nunca cambiará. Dejo que me empuje hacia atrás para
recostarme en el respaldo del sillón y se levanta para ponerse a horcajadas
sobre mí. Siento que voy a explotar si esta vez no consigo correrme. Me
molestan mucho estos pantalones.
—Te amo. 
No me permite responder porque besa mis labios y se mueve sobre mi
dura polla. Un gemido de dolor sale de mi boca y para de inmediato al darse
cuenta.
—Esta ropa me hace daño en mi entrepierna y si te mueves así solo
empeora. 
Se levanta, tira de mí, desabrocha mis pantalones y me empuja de nuevo.
Se quita los pantalones y cuando está con la camisa y la ropa interior se
coloca sobre mí y mueve las caderas. 
—¿Mejor ahora? —Gruño dándole un apretón a sus nalgas para atraerlo
más a mí.
—Ahora es perfecto. 
Rompo su camisa con un leve tirón y paso mis manos arañando
ligeramente su piel por el cuello, pectorales y abdominales hasta llegar a sus
caderas y romper sus calzones. 
—¡Veron!
—Dilo, mi luz, di quien soy.
—Mi dragón —susurra si dudar con el deseo en su mirada. 
Me vuelve loco que me llame así. Esta vez nada ni nadie nos impedirá
hacer el amor. Quiero sentirlo en mi interior y algún día seré yo quien lo
posea por completo otra vez. Nos muevo haciéndole quedar en mi postura
sentado, me quito la camiseta y los calzones, y me arrodillo para tomar su
miembro erecto y tan necesitado como el mío. Estoy a punto de meterlo en
mi boca y suena algo, es un ruido muy extraño que no consigo identificar.
—La comida ha llegado, amor. No nos dimos cuenta del tiempo. Lo
siento, tengo que ir a abrir el portero. Vete vistiendo con tus pantalones. 
Entra en la cocina y le escucho.
—¿Quién es?... ¿Ya? Veron venga que ya está subiendo y no tengo ganas
de que te vea el repartidor desnudo. Solo yo puedo verte —murmura
sonriendo al salir de la cocina.
Sonrío mientras me levanto y me coloco la ropa por completo. Él va
hasta su cuarto y tras unos minutos regresa vestido con otra camisa similar
y otros pantalones con otra tela que parece más suave. Se dirige a la puerta
para abrir y espera que suban la comida. Escucho los pasos cada vez más
cerca y permanezco cerca de la entrada. Un muchacho con algo en la
cabeza está en la puerta. Le entrega las bolsas a Héctor que las deja a un
lado en el suelo y estira la mano con el dinero para pagar la comida. 
—¡Héctor! —murmura sorprendido—. Hace muchísimo tiempo que no
te veo.
—¡Eh! Hola —susurra nervioso y mira en mi dirección.
—Tengo tiempo para echar un polvo rapidito antes de volver al
restaurante. Nadie me lo ha hecho como tú y tengo ganas de sentirte en mi
interior. —Al ver que Héctor no le mira a él se fija dentro de la casa y me
ve—. ¡Vaya! He llegado tarde. Llámame cuando estés libre.
Las manos de Héctor no dejan de temblar con el dinero y, aunque lo
único que deseo es arrancarle la cabeza a ese muchacho por lo que está
diciendo, respiro hondo y me acerco lentamente hasta ellos.
—Lo siento, pero Héctor no podrá llamarte. Ahora es mi novio y no me
gusta compartir lo que me pertenece. Te aconsejo que cojas el dinero y te
largues.
—Pensé que no te enamorabas de nadie, eso me dijiste antes de…
Supongo que eso cambio cuando llegó el indicado. No quería incomodar a
nadie y siento lo que he dicho.
Por un momento me da pena, creo que de alguna manera sus
sentimientos hacia Héctor eran más profundos y no eran recíprocos.
—Perdóname —susurra Héctor—. Siempre fui sincero y solo buscaba
sexo sin amor y sin compromiso. 
—Lo sé, es mejor que me vaya. Disfruten de la comida, adiós. 
Coge el dinero y cierro la puerta cuando baja las escaleras para llevar la
comida hasta la mesa. Héctor se ha quedado todo el tiempo mirando la
puerta y me acerco de nuevo a él.
—Mi luz, ¿estás bien?
—Soy una persona horrible. Siempre supe que le gustaba mucho y aun
así me aproveché de él para tener sexo. Debes pensar lo peor de mí.
—No digas tonterías, No eres una mala persona porque siempre fuiste
sincero. Vamos a comer, tienes que enseñarme cómo funciona esa cosa que
llamas televisión. 
Respira hondo, me mira y luego vamos hasta el salón. Me explica cómo
se llama cada comida, hay macarrones con salsa carbonara y pizza tropical.
Huelen muy bien, creo que esto va a gustarme también. En un silencio algo
incómodo por lo sucedido comemos tranquilos, Héctor se está distanciando
y no puedo permitirlo. Todos tenemos un pasado y, aunque el suyo es
bastante promiscuo, no quiero que piense que es una mala persona ni nada
similar. Él es un hombre maravilloso. 
Terminamos y le ayudo a recoger. Le abrazo por la espalda y beso su
cuello susurrando lo mucho que le amo cuando está colocando los utensilios
que hemos lavado juntos.
—Mi luz, deja de pensar en ese muchacho o finalmente tendré que
ponerme celoso. 
—No puedo sacármelo de la cabeza, viste su cara de tristeza. Ahora me
doy cuenta de que con mis acciones le hice daño a él y probablemente a
otros también. Consideraba que hacía lo correcto siendo sincero y me doy
cuenta de que estaba muy equivocado. 
—No estabas equivocado, mi luz. No los engañaste a ninguno. Así que
deja esos malos pensamientos y dime que vamos a hacer.
—Ver una comedia romántica. 
—No sé qué es una comedia, pero sí sé que es romántica.
—Pues vamos a ver… déjame que piense en algo divertido. ¡Ya sé! Ni
en tus sueños. 
Nos sentamos en el sillón y me asusté un poco cuando ese aparato
empezó a funcionar. Me avergüenza un poco reaccionar así, aunque a mi luz
no parece importarle, solo se ríe de mí sin parar y escuchar su risa me
encanta. Apoya su cabeza en mi regazo mientras se tumba para estar más
cómodo y vemos lo que se llama película de comedia romántica. En todo el
tiempo no dejo de hacerle preguntas sobre todo y ahora he podido, saber y
ver, que es un avión. Jamás subiría en esa cosa teniendo mis alas. 
Casi al final, Héctor se duerme y como no sé apagarlo lo dejo como está
y lo llevo a la cama. Me tumbo a su lado colocándolo en mi pecho y me
duermo escuchando su corazón.
 
Capítulo 27

Estoy aprisionado contra su pecho, entre sus brazos y piernas. Me ha


despertado el sonido de una llamada al móvil y no puedo mover un
músculo. 
—Veron
—¿Mmm? 
—Amor, necesito levantarme a coger el teléfono. 
—Lo siento, es la única forma que encontré para que no te muevas tanto
mientras duermes. —Pongo los ojos en blanco con un suspiro que le hace
reír y cuando vuelve a sonar el móvil me suelta. 
Me levanto con tanta rapidez que acabo en el suelo rodando por pisar la
sábana que yo mismo tiré segundos antes. Veron se levanta descojonado
para ayudarme a ponerme de pie y le doy un codazo en el abdomen. Me
giro y voy a coger el móvil que está soñando por tercera vez. Lo dejé en la
entrada y descuelgo al ver que es Marina. 
—¿Diga? 
—Hola, mi niño. Soy Marina. Estuve hablando con mi hijo y está
interesado en comprar la casa. Dice que aprovechará que viene más tarde a
buscar a mi nieta para hablar contigo sobre el precio de venta. 
—Perfecto, avísame y bajamos. 
Cuelgo y vuelvo a la habitación encontrando a Veron terminando de
ponerse un boxer. Voy hasta él intentando no hacer ruido para darle una
nalgada. 
—Tengo el oído muy desarrollado, ¿recuerdas? —dice girando sobre sí
mismo agarrando mi antebrazo justo en el momento en el que mi mano casi
impacta contra su precioso culo. Me pega a su pecho, agarra mi pelo con la
mano libre y deja nuestros labios separados por escasos milímetros—. Eres
un chico malo. 
Trago saliva de forma ruidosa al escucharle hablar con su voz de dragón
y ver sus ojos grises que ahora están brillantes. Noto su polla dura contra la
mía y contengo un jadeo por muy poquito. Antes siquiera de pensar en algo
que decirle, hace un movimiento y acabamos sentados en la cama conmigo
a horcajadas. Mi corazón late a mil pulsaciones por minuto. 
—Quiero tenerte en vida Veron, ahora y siempre —susurro decidido. 
Los dos intentos fallidos de hacerle el amor me han hecho darme cuenta
de que puedo dejarme llevar para ser yo quien le haga el amor. No voy a
dejar que nada nos detenga esta vez, ni aunque el edificio se venga abajo.
Me levanto quedando de pie frente a él. Mi polla lleva dura desde que le vi
con mis boxers y la acaricio a pesar de su gruñido. 
—Quiero que termines lo que empezaste en el sillón. Voy a hacerte
muchas cosas y vas a dejarme llevar el control. 
—No te acostumbres, solo por saber qué es lo que vas a hacerme te
dejaré llevar el control —Baja hasta el suelo para estar de rodillas y aparta
mi mano—. Te dije que únicamente yo puedo darte placer, aunque lleves el
control eso no cambiará. 
Un ligero temblor me recorre de pies a cabeza en cuanto me toma en su
boca abarcando todo lo que puede. Siento su inexperiencia y mentiría si no
me excita saber que he sido el único que se lo ha hecho a él y que soy el
único al que él se lo hará. Pronto podré ser yo quien le dé placer si esto sale
bien. Imita mis movimientos con su lengua buscando mi placer. Nuestros
ojos están conectados en todo momento y los suyos no han dejado ese brillo
tan característico de los dragones que me pone tanto. 
—Bájate un poco el calzoncillo y tócate para mí. 
Sin apartar su mirada de mí lo hace y yo dejo sus preciosos ojos para
mirar su enorme mano moviéndose sobre el tronco venoso para darse placer
como le pedí. En ese momento cierro los ojos echando la cabeza hacia atrás
aguantando un poco el orgasmo y cuando no puedo más le miro a los ojos. 
—¡Detente! —le ordeno y hace lo que le pido—. Quítate los calzoncillos
y siéntate en la cama. 
Busco la caja con mis juguetes, tengo un plug anal sin estrenar y quiero
usarlo para prepararlo mejor. Sé que dijo que aguanta mucho el dolor, aun
así, deseo que sea muy placentero para él, además de que voy a limitar sus
movimientos con unas esposas. Las romperá sin pestañear y por eso será
más interesante que se resista a hacerlo.
—¿Confías en mí? 
—Siempre, mi luz. —Sonrío ante su esperada respuesta.
—Voy a usar un juguete sexual contigo, quiero prepararte para que me
recibas sin dolor y divertirme un rato con tu cuerpo mientras te doy placer.
—¿Qué es un juguete sexual?
—Es esto. —Le enseño la caja—. Hay de diferentes tamaños, contigo
utilizaré este que tiene un tamaño medio. Con esto voy a prepararte y a
darte placer al mismo tiempo. Necesito que no uses tu fuerza porque voy a
mantener tus brazos a tu espalda para que no puedas moverte. 
—Si utilizas Angrom estaré a tu merced. —Esa idea me la guardaré para
nuestro regreso. 
—Aquí no tenemos ese metal, así que tendrás que contenerte para no
romper las esposas.
Tira de mi mano para abrazarme y besarme con posesión dejándome sin
aliento. 
—¿Qué pasa si las rompo? ¿Me vas a castigar? —susurra y pasa su
lengua desde mi barbilla haciéndome cosquillas hasta el lóbulo de mi oreja
estremeciéndome. 
Ni siquiera soy capaz de contestarle, ¿cómo puede ser tan sexy y,
además, ser todo mío? Carraspeo para poder hablar.
—Voy a colocarte las esposas, procura no romperlas porque solo tengo
esas. 
—¿Las has usado con alguien más? —Esa pregunta me descolocó por
completo porque son las mismas que mi jefe usaba conmigo para
someterme, entre otras cosas—. ¿Dije algo malo? Estás serio. 
—No te preocupes, estoy bien y no, nunca las he utilizado con nadie.
Eres el primero y el único con el que las usaré. Depende de ti cuantas veces
pueda utilizarlas. Si te sirve para controlar tu fuerza, prometo dejar que las
uses conmigo algún día.
No es mentira lo que le he dicho, así que no debo sentirme mal y
tampoco tengo ganas de explicar todo lo que le permití hacer con mi cuerpo
al ser engañado con falsos sentimientos de amor. Lo disfruté, por supuesto,
pero la humillación que sentí al descubrir su engaño no me permitió confiar
en nadie de nuevo hasta que llegó mi dragón. 
—¿Seguro que estás bien? Mi luz, podemos parar —murmura con
preocupación.
—Te prometo que si me siento mal en algún momento pararé. Ahora,
amor, túmbate boca abajo y levanta ese precioso culo que me tiene loco.
¡Ah! Y las manos a tu espalda, por favor. 
Hace lo que le pido, la postura le obliga a quedarse apoyado sobre la
cabeza y deja colocados sus brazos en la espalda. Uso las esposas para
rodear sus muñecas, tienen terciopelo negro y son suaves. Me aparto un
momento para coger el lubricante que dejamos esta mañana sin usar por
culpa de mi bichito y lo dejo a un lado de la cama junto al plug cerca de su
tobillo derecho. Paso ambas manos desde sus tobillos hasta los glúteos
haciendo un poco de presión. Acerco mi boca hasta una de las nalgas y paso
mi lengua para después morder haciéndole un poco de daño, aunque no se
queja en absoluto, le doy varias nalgadas con la palma de mi mano. Sus
puños están apretados y sé que se está conteniendo de no romper las
esposas para complacerme, eso me pone aún más. Utilizo el lubricante para
empezar a prepararlo con mis dedos y cuando está listo, impregno el plug
para introducirlo poco a poco. Sus gemidos son música para mis oídos en
este momento y quiero seguir escuchándolos toda mi vida. 
—Héctor, te necesito. 
—¿Qué necesitas, mi dragón? 
—A ti. Te necesito a ti. 
Me muevo un poco y agarro su polla para masturbarle al mismo tiempo
que muevo el plug. Por un instante el deseo de darle placer con mi boca me
invade hasta que las malditas imágenes de Darzien me atormentan. Sacudo
la cabeza a ambos lados y fijo mi mirada en el rostro de Veron que me mira
confundido con el ceño fruncido.
—Estoy bien. —Le doy pequeños besos en la cadera—. Mi dragón,
¿estás listo para mí? 
—Siempre. 
—Tenía en mente algunas cosas más, pero tenemos mucho tiempo.
Ahora el que te necesita, soy yo. 
No puedo confesarle que iba a intentar hacerle una felación y que he sido
incapaz. Sé que no le importa y que incluso pararía en este momento, sin
embargo, a mí sí. 
Con cuidado saco el plug y después de ponerme lubricante y darle un
mordisquito en ambas nalgas, empiezo a entrar poco a poco. Suelto un
gruñido cuando estoy enterrado por completo y el placer me recorre por
cada centímetro de mi ser. Nunca, en toda mi vida, sentí nada igual. Veron
es mi mundo. Se siente tan diferente hacer el amor con la persona amada y
no follar con cualquiera por un simple desahogo. 
Empiezo a moverme lento para que se adapte mejor a mi tamaño hasta
que grita:
—¡Héctor! Más rápido, mi luz. Te necesito. 
¡Mierda! Intenté contenerme, pero ya no puedo más. Agarro sus caderas
con fuerza, salgo hasta la mitad y entro de golpe haciéndole gritar una y
otra vez. Siento como me aprieta alrededor y la sensación me genera mucho
placer. Verle con las esposas y mi polla entrar y salir de él me lleva al
límite. Me muevo a un lado un poco para llevar una de mis manos a su polla
tan necesitada de atención y le masturbo sin dejar de embestirle. Saber que
puedo tenerlo a mi merced teniendo la certeza de que en segundos puede
invertir todo con su fuerza hace que mi éxtasis llegue como un volcán en
explosión. Grito su nombre al mismo tiempo que una lágrima traicionera
baja por mi mejilla. Escucho su gruñido al correrse sobre las sábanas y
salgo de su interior despacio. 
Me levanto y busco unas toallitas húmedas para limpiarme un poco.
Luego llevo el paquete hasta la cama y le limpio a él dándole pequeños
besos en la cadera y el costado. Termino de limpiar su cuerpo y cojo la llave
para quitarle las esposas. Masajeo un brazo despacio y luego el otro
mientras Veron se acomoda de lado. 
—Ve a darte una ducha mientras cambio las sábanas, amor. Enseguida
estoy contigo —susurro besando sus labios con cariño.
Él sonríe adormecido y sale de la habitación para ir hasta el baño. Retiro
las sábanas manchadas y pongo unas limpias con rapidez para ir a su lado. 
Entro al baño y le encuentro sentado dentro de la bañera con los brazos
apoyados en los laterales y las rodillas flexionadas. No puedo evitar salivar
al ver a ese dragón desnudo y completamente relajado. Mi dragón. Mío. 
Sus facciones masculinas y hermosas, ese cuerpo esculpido por los
dioses que es la envidia de cualquiera, incluido yo. 
—¿Estás bien? 
—Increíble, mi luz. Aún pienso que todo esto ha sido un sueño y que aún
no me has perdonado —susurra aún con los ojos cerrados. 
—Esto es real, amor. Nada me alejará de tu lado, pase lo que pase
estaremos juntos siempre. Cuando Brandar se vaya y retire el Ónix de mi
corazón quiero dar un paso más. Me acerco a la bañera y me arrodillo
apoyando los brazos en el borde. 
—¿A qué te refieres? ¿Quieres unirte a mí?
—Sí. Elegiremos un día para celebrar nuestra unión con la familia. 
—Mi luz, sabes que tengo que marcarte mientras hacemos el amor y
quiero ser yo quien te lo…
—Lo sé, amor. No tiene que ser al día siguiente, hoy hemos dado un
paso muy grande para mí y pronto seremos uno solo. ¡Espera! 
Me levanto con rapidez y enciendo el equipo de música del salón. Dejo
la radio puesta y subo el volumen un poco para poder escucharlo mejor
desde el cuarto de baño. Vuelvo a su lado y me hace un hueco para meterme
con él mientras escuchamos varias canciones. Reconozco la música que
suena y decido cantarle esta canción tan bonita. Nunca quise tener una
canción con nadie, me parecía una ñoñería total, sin embargo, ahora me
parece perfecto. Cojo aire y canto al ritmo de la música junto a Chayanne.
«Me enamoré de ti».
—Cuando estoy contigo crece mi esperanza.
Has alimentado el amor de mi alma.
Y sin pensarlo el tiempo me robó el aliento.
¿Qué será de mí si no te tengo?
 
Si no estás conmigo se me escapa el aire, corazón vacío.
Estando en tus brazos, solo a tu lado siento que respiro.
No hay nada que cambiar.
No hay nada que decir.
 
Si no estás conmigo quedo entre la nada, me muero de frío.
Ay, cuanto te amo, si no es a tu lado pierdo los sentidos.
Hay tanto que inventar.
No hay nada que fingir.
 
Me enamoré de ti.
Me enamoré de ti.

 
Estaba tan centrado en cantar la canción sin equivocarme, que no noté el
sollozo casi inaudible de Veron. Intento girarme y no me lo permite.
—Quédate como estás, mi luz. Ha sido maravilloso escucharte cantar
una canción tan hermosa. ¿Volverás a cantar algún día cuando regresemos a
Thantanas?
—Siempre que quieras, amor, me sé muchas canciones. El único
inconveniente es no tener música, igualmente, lo puedo intentar. Esta
canción la escuché muchas veces junto a otras que me recordaban a ti. Esta
dice un poco como me sentía estando lejos de ti y como me siento cuando
estoy a tu lado. Estoy tan enamorado de ti que no quiero una vida si no es
contigo. Pasaremos por momentos malos y discutiremos por no estar de
acuerdo en algunas cosas. Lo importante no son las discusiones que
tengamos, sino que sepamos solucionarlas hablando y apoyándonos como
hemos hecho hasta ahora.
—Llevo más de cuatrocientos años sintiendo mi corazón vacío en una
oscuridad que no comprendía hasta que te conocí. 
—Soy tu luz —murmuro feliz. 
—Siempre serás mi luz. 
—Y cambié tu mundo.
—Sí, mi luz, tu llegada cambió mi mundo, ya lo sabes. Te amo.
—Te amo, mi dragón.
 
He perdido la noción del tiempo y hasta que no veo mis dedos muy
arrugados no me doy cuenta de que hasta el agua se ha enfriado. Como hace
tanto calor estamos fresquitos, Veron no se ha quejado mucho, pero sé que
el calor le tiene muy incómodo. Está acostumbrado a temperaturas bajo
cero y en el sur de Thantanas tampoco hace este calor abrasador.
Nos enjabonamos y salimos para estar listos cuando nos llame Marina.
Voy a malvender mi casa y así le hago un favor a su hijo porque dudo que
tenga mucho dinero guardado teniendo una niña pequeña. Esperaré a hablar
con él y decidir todo, también necesito que él se encargue de todo el
papeleo. Quiero volver a Thantanas para la fiesta que será en un par de
días. 
Busco en la nevera algo que beber y me doy cuenta de que no hay nada.
Tenemos la cena sin bebida.
—Amor, voy a ir a comprar algo para beber. Quédate viendo la
televisión o lo que te apetezca, si quieres dejo la música puesta.
—Voy contigo, ya salí esta mañana y todo fue bien.
—¿Estás seguro? Hace mucho calor y sé que aquí estarás más cómodo
con el ventilador.
—Estoy seguro. No quiero separarme de ti. 
—Entonces vistámonos y vámonos antes de que nos llame Marina. —
Busco otros pantalones cortos, esta vez de deporte negro y una camisa sin
mangas de color azul para él, unos vaqueros rojos y una camisa blanca
básica para mí—. Toma, ponte esto, estarás menos apretado en tus partes —
digo con una risita.
—No soporto esa tela tan dura, no entiendo cómo puedes ponértelo de
nuevo.
—Porque me hace un culo de infarto. —Me giro para que me vea y lo
muevo haciéndolo reír—. Vamos.
Salimos a la calle y con las manos entrelazadas nos vamos al súper a
comprar bebidas y, tal vez, algo para picar que nos apetezca o más bien que
me apetezca a mí y que él pueda probar. Una señora mayor se nos queda
mirando de forma descarada y con mala cara. La ignoro por completo y
seguimos nuestro camino.
—Debería daros vergüenza ir de la mano. Sois una aberración de la
naturaleza. 
—Y usted una cacatúa que debería cerrar el pico. ¡Viva y deje vivir! —
Tiro de Veron para evitar que pueda decirle algo—. Ignora a esa mujer igual
que lo hago yo, no merece la pena gastar más saliva. Como puedes
comprobar, en mi mundo también hay gente a la que no le gusta ver a dos
hombres o dos mujeres como pareja.
—No me ha gustado como se ha dirigido a ti.
—No le des importancia, hay personas que no quieren evolucionar. Por
suerte, mi tiempo aquí está a punto de acabar. No sé si es porque estamos
juntos o hay otro motivo que desconozco, pero ya no siento este mundo
como mío. 
—No quiero que te sientas mal por sus palabras. 
—Entonces no debes preocuparte porque no me hacen daño. 
—¿Y en mi mundo sí? 
—Es diferente, allí no es solo a mí a quien hacen daño con sus palabras
sino a ti. Por eso me alejé de ti y creí que era lo correcto en ese momento.
Ahora todos saben que estamos juntos y, aunque siempre habrá alguien
como esa señora que no comprenda nuestra relación y lo vean como algo
malo. Nosotros seremos felices igualmente.
—Soy un príncipe. Enviaría a esa señora a las mazmorras sin
remordimientos por cómo te ha tratado. 
—Aquí eso no te sirve. Tengo la esperanza de que con el tiempo todos se
acostumbren a vernos juntos y dejen de hablar a nuestras espaldas como los
guerreros.
—Se arrepintieron mucho y lo sabes, cometieron un error formando
parte de las burlas de Traron y solo quieren recuperar tu amistad. 
—Lo sé. 
—No veo ningún mercado como el de Olvernus. ¿Dónde compraremos
los alimentos? Además, no vamos preparados para cazar y no tienes
animales en tu casa.
—Bueno, cariño, eso en mi mundo ya no es necesario, aunque hay
personas que siguen cazando. Hay supermercados para comprar todo lo que
necesitamos, incluso comida precocinada que es lo que yo más comía, ya
que soy un negado para la cocina. Ya hemos llegado, por favor, si tienes
preguntas intenta hacerlas con disimulo para no llamar la atención de la
gente.
—Está bien. 
Parece algo nervioso y al mismo tiempo curioso. Creo que esto le va a
sorprender bastante. Nos dirigimos a las puertas mecánicas y al abrirse dio
un salto atrás llevándome con él. ¡Mierda! Veron no estaba preparado para
esto y hay muchas cosas que no he recordado explicarle. Miro a mi
alrededor y por suerte no hay nadie cerca que le haya visto reaccionar así. 
—Tienes que calmarte o te llevaré a casa para comprar sin ti. 
—Lo siento, quería protegerte.
—Tranquilo, machote, puedes asustarte ante las cosas que desconoces,
confía en mí. Nada va a atacarnos. —Respira hondo y volvemos a intentar
entrar, me aprieta tanto la mano que siento que mis huesos están a punto de
romperse—. Quiero mi mano intacta, amor.
Afloja el agarre y me mira arrepentido. Le doy un beso en los labios y
con un gesto de mi cabeza le señalo la entrada. Damos unos pasos hacia
delante y la puerta se abre para permitirnos la entrada. Cogemos un carrito
que le hago llevar a él advirtiéndole que no use su fuerza para no romperlo.
Pasamos por varios pasillos en los que no deja de preguntar qué es cada
artículo. 
«Esta compra se me va a hacer eterna». 
Meto dentro chocolatinas, refrescos, cervezas, dos cartones de leche,
agua, una tarrina de helado, varios Yatekomo de diferentes sabores y pollo
asado precocinado para hacer en el horno, por supuesto, no me puedo
olvidar de los maquillajes para mis hermanas y de las compresas. Pasamos
por el pasillo de los paquetes de papas fritas y cojo un arsenal para esta
noche. Espero que le guste si no se lo llevaré a mis hermanos que ellos
darán buena cuenta de todo. La esperada llamada de Marina llega cuando
estamos haciendo la cola para pagar en caja y le digo que llegaremos
enseguida. Por el rabillo del ojo puedo ver en la caja de al lado a la ex de
Fermín, que no deja de mirarnos. 
—Vas a gastarnos de tanto mirarnos —le suelto.
—Tienes un amigo muy atractivo. ¿Por qué no nos presentas?
—¡Claro! Te presento a Veron, mi novio y prometido. Nos casaremos
pronto. —Su cara se queda roja por la vergüenza y evita mirarnos de nuevo
—. Fermín tiene una hija preciosa y es feliz donde vive ahora. 
—No me interesa, se fue con un monstruo. Esa mujer era un demonio.
—Esa mujer a la que llamas demonio defendió a su hombre de una arpía
como tú. Puedo seguir diciendo mil cosas más, ¿Quieres que siga? —siseo
molesto. Mira a su alrededor y al darse cuenta de cómo la miran todos
agacha la cabeza negando.  
La cajera nos atiende y salimos con varias bolsas. Veron quiso llevarlas
todas y no se lo permití, no soy un humano debilucho. 
Esa maldita bruja me ha jodido bastante, la muy descarada dijo que no le
interesaba saber nada de Fermín después de todo lo que le hizo sufrir. Estoy
seguro de que lo que le dije de mi mejor amigo la ha fastidiado y si por mí
fuera le daría una paliza por todo el dolor causado. Ahora no importa
porque él fue feliz gracias al amor de Nan y por elegirlo por encima de
Norrus. Algún día el Karma le dará su merecido, aunque ya no esté aquí
para verlo. 
 
Entramos en mi casa y dejamos las bolsas en la encimera, coloco todo
antes de ir a la casa de Marina. Bajamos al tercer piso y toco el timbre.
Marina nos abre con una sonrisa y nos invita a pasar. Nos ofrece un café y
ambos negamos. Lo único que quiero es acabar con esto para saber si
cuento con su hijo Jorge o tengo que ir a la inmobiliaria. La pequeña
Marina viene a mis brazos y saluda a Veron roja como un tomate. Este
hombre las tiene locas a todas. Nos sentamos a hablar del precio de venta en
la mesa del comedor. Cuando le digo que la voy a vender en 30.000€ y que
los gastos corren de mi cuenta, parece que ve el cielo abierto. 
—¿Estás seguro, Héctor? Es un precio muy barato. Has tasado la casa
cuando la compraste y estoy seguro de que mínimo está a 90.000 € o más
—insiste Jorge.
—Es al precio que la voy a vender, y sinceramente, prefiero que sea a
alguien conocido. Me voy a vivir con Veron y allí tendré mi trabajo, además
no tendremos problemas de dinero. Te pido que seas tú quien se encargue
de todo el papeleo. Nos tenemos que ir en unos días por un evento
importante en su ciudad. Estaré viniendo cada semana para preguntar cómo
va todo hasta que lo tengas solucionado y solo tenga que firmar. Quiero
poder irme tranquilo sin tener que estar pendiente de nada.
—Bueno no creo que haya inconveniente y si surge algo esperaré tu
regreso para comunicártelo.
—Vale, en estas semanas que dure todo estaré usando la casa y retirando
todas mis pertenencias. Voy a dejarte todos los muebles, vajilla, y todo lo
que no quiera llevarme. Lo que no te sea de utilidad como la ropa la donaré
en la iglesia. De resto puedes quedarte o tirar todo lo que te deje. 
—No sé, Héctor. Insisto en que es demasiado barato y vas a perder
mucho.
—En mi hogar no sirve vuestro dinero.
—¿Cómo no va a servir? Se cambia a la moneda que tengan —dice
Marina.
—Se refiere a que posee mucho dinero y tierras. No nos hace falta más.
Capítulo 28

Héctor me lanza una mirada asesina por mi comentario y entiendo que


no debo decir nada sobre el dinero. Si supieran que soy un príncipe y que
dinero es lo que menos necesitamos dejarían de mencionarlo. Aparte, como
dije antes, no nos sirve su dinero. Únicamente podríamos fundir las
monedas para hacer algún objeto de decoración y el papel que le he visto
usar como dinero no serviría ni para eso. 
—En ese caso debo estar agradecido, prácticamente me estás regalando
tu casa.
—Mientras me prometas que serás feliz con tu hija, no necesito nada
más. Como dijo tu madre: No obligues a tu niña a levantarse tan temprano y
tu madre puede subir un piso sin problema. Estaremos aquí hasta pasado
mañana, quiero enseñarle un poco la isla antes de regresar.
—Mañana te llamo y te confirmo si necesito algo. 
—Anótame tu correo electrónico para mandarte todos mis datos —Jorge
le da un papel con lo que Héctor le ha pedido que no sé qué pueda ser. 
—¿Queréis cenar? Hice puchero esta mañana y sobró muchísimo —nos
invita Marina. 
—¿Con escaldón[iv]?
—Por supuesto, mi niño. El gofio no puede faltar en mi cocina. 
—Vas a probar comida Canaria. 
Cómo falta una hora para cenar nos quedamos con ellos hablando y la
señora Marina se va a la cocina. Intento concentrarme en la conversación
perdiéndome en muchas de las palabras que utilizan y que desconozco.
Héctor se apiada de mí explicándome, en todo momento, cuando se percata
de ello. 
Marina nos avisa que la cena está lista y su hijo la ayuda a preparar la
mesa. Nos sentamos y Héctor me sirve una cosa marrón algo pastosa que
parece tener trozos de comida. Tiene buen olor, me decido a probarlo y está
muy rico. 
—¿Esto es puchero? 
—No, amor. Esto se llama escaldón. 
—Está hecho con el caldo del puchero, un poco de carne desmenuzada y
me gusta ponerle verduras. También se hace de pescado, eso es a gusto de
cada persona —me explica Marina.
—Tiene un sabor muy bueno. ¿Qué es lo marrón?
—Eso es el gofio, este es de mezcla. Es harina de trigo y maíz tostado.
Pruébalo con leche fría, con este calor te va a sentar de maravilla. 
—Échale azúcar, está muy rico —dice la pequeña Marina. 
—Lo tendré en cuenta, gracias Marina. —La niña se sonroja cuando le
hablo. 
—Lo probará mañana, me olvidé de comprarlo hoy. 
—Mi niño, eso no es un problema, el gofio sobra en la despensa. Antes
de que se vayan les daré un paquete para que lo tomen cuando les apetezca.
—Muchas gracias, señora Marina. 
—Nada de señora. Solo Marina. 
Todos sonreímos y seguimos cenando. Marina me sirve el puchero y
todo tiene muy buen sabor. Al terminar la cena y tras coger el paquete que
Marina me entrega de gofio, nos despedimos y subimos hasta la casa de
Héctor. Justo cuando Héctor abre la puerta, alguien sale de la que era la
casa de Fermín. Es una muchacha que nos recorre con una mirada lasciva
de arriba abajo sin ninguna vergüenza. 
—No sabía que tenía vecinos nuevos. Iba a salir de fiesta, pero quizá
queráis pasar la noche conmigo.
—Eres muy bonita, sin embargo, no eres nuestro tipo. Nos gustan los
rabos cielo, pierdes tu tiempo con nosotros. 
—¡Joder! ¿Sois pareja? Que desperdicio para las mujeres. Acabáis de
fastidiarme la noche. —Héctor se ríe a carcajadas y eso acaba haciendo que
yo también sonría.
—Lo siento, chica. Pásalo bien esta noche y caza un tío bueno.
—Si cambias de opinión estoy en la puerta de enfrente. 
Nos guiña un ojo y baja las escaleras con unos zapatos muy extraños,
son altos gracias a un palo fino que levanta el talón y prácticamente está
desnuda. Si se cae con eso puesto por las escaleras puede romperse algún
hueso. 
—Tómate una copa a nuestra salud y prometo que te dejaré el teléfono
de algunos modelos heteros que conozco por debajo de la puerta. Estarán
encantados de darte un buen meneo si es lo que buscas. —La muchacha da
unos saltitos a mitad de la escalera gritando que Héctor es su héroe. Luego
da media vuelta y sigue bajando las escaleras. 
—No la conocías, ¿siempre eres así con los desconocidos? 
—Sí —dice encogiéndose de hombros mientras se dirige al sillón y se
sienta. 
—En mi mundo no eras así. Ni siquiera ahora lo eres después de tanto
tiempo —Me siento a su lado y lo atraigo a mi lado para tenerlo aún más
cerca. 
—Lo soy ahora, aunque con algunas personas. Entiende que vuestra
forma de vivir es completamente diferente a la nuestra. Entre que sois
dragones y que vivías anclados al pasado con costumbres retrógradas para
mi manera de pensar, no podía ser yo mismo realmente. 
—Ahora puedo verlo. Tu hermana ha cambiado en muchos sentidos
nuestra forma de pensar y de ser. Mi madre vivía feliz, sin embargo, su
fuerza siempre estuvo mermada igual que la de todas mis tías. La única que
mostraba su fuerza con sus hijos y nietos era mi abuela después de la
supuesta muerte de mi abuelo. Aunque el rey siempre ha tenido la última
palabra. 
—Es por eso que Evolet y Khonox discuten más de lo que deberían. 
—Mi tío jamás imaginó tener a una verdadera guerrera a su lado.
Siempre deseó a alguien sumisa que acatara sus órdenes en silencio. Tenerla
a ella le ha hecho mejor rey. 
—Es que mi bichito es muy especial. De mis cinco hermanos a los que
amo con locura mi preferida es ella. Sufrí mucho cuando me dijo que se iba
a Noruega. Lo peor para mí fue enterarme de todo lo que le pasó hace años
por culpa de ese monstruo. Verla con Khonox y saber que la hace muy feliz,
hizo que los aceptase más rápido a todos. 
Nos quedamos un rato en silencio, cuando empiezan a cerrarse sus ojos.
Lo sujeto entre mis brazos para llevarlo hasta la alcoba. Retiro toda su ropa
y le acuesto en la cama, él no ha dejado de observarme y sé lo que desea.
Ignorando nuestro deseo me quito mi ropa y me acuesto. Le escucho
protestar y me hace reír. Tal vez me equivoque, pero no quiero forzar nada.
Hoy fue un día increíble para los dos y me da pánico que vuelva su miedo,
así que prefiero escuchar sus protestas. 
En cuanto se acomoda sobre mi pecho no tarda en quedarse dormido
profundamente, aprovecho para moverlo y mantenerlo retenido entre mis
brazos y piernas para evitar ser golpeado de nuevo. 
 
Al día siguiente nos levantamos temprano para ir a dar una vuelta a la
isla. Desayunamos gofio con leche fría y recuerdo la recomendación de la
pequeña Marina de echarle azúcar y está delicioso. Si vuelvo a verla se lo
agradeceré. 
Héctor se empeña en subirme en eso llamado coche que lleva a las
personas. Quiere comprobar si soy capaz de aguantar horas ahí metido. La
verdad es que lo veo tan ilusionado que me aventuro a intentarlo. Me exige
que por nada del mundo debo apartar mis manos de mi regazo. Me ha
prohibido tocar algo y me explica que mi tío Khonox le estropeó el coche
dos veces. Hago lo que me pide y, en cuanto esa cosa se mueve, aprieto la
mandíbula para centrarme en algo que no sea querer salir de este habitáculo
diminuto. Da varias vueltas por la zona de su casa y detiene el coche. 
—¿Qué tal? 
—Bien —miento.
—No te creo. ¡Nos vamos! —grita contento—. Comeremos en algún
guachinche[v] mientras hacemos un viaje para que conozcas algunos lugares
de la isla que te van a encantar. Además, he cogido bañadores para irnos a
alguna playa o piscina natural. Lo que más nos apetezca. 
Asintiendo con una débil sonrisa por el viaje que me espera ahí metido,
miro al cielo y le pido a los ancestros que me ayuden a aguantar para hacer
feliz a mi luz. 
Vuelve a incorporarse al lado de los demás coches y avanzamos entre los
hogares de los humanos. Al principio son todos como los de Héctor, sin
embargo, a medida que avanzamos los dejamos atrás y hay muchos hogares
pequeños. Héctor va haciéndome un tour por la isla, como él mismo lo ha
llamado, explicándome todo. El tiempo se siente más ligero escuchándolo
hablar sin parar y presto atención a cada palabra. Le pregunto muchas cosas
y ahora me siento mucho más cómodo encerrado en el coche. 
—¿Eres feliz?
—¡Por supuesto! —exclama con ilusión—. Me encanta saber que soy yo
quien te está enseñando un pedacito de mi mundo por primera vez.
—Gracias.
Toca mi pierna con su mano derecha por unos segundos con una
hermosa sonrisa sin dejar de mirar a través del cristal y luego vuelve a
colocarla al lado de la otra en el círculo con el que controla el coche.
—Esto es La Esperanza y desde aquí llegaremos por esta carretera hasta
el Teide. Si pudiéramos sobrevolar ese lugar sería una auténtica pasada.
Llegaremos cerca de la hora de la comida y, aunque por ahí hay
restaurantes. Prefiero aguantar un poco más e ir hasta algún guachinche.
—Todo lo que decidas me parecerá perfecto. Hasta ahora lo está siendo.
Hacemos varias paradas en los miradores y la verdad es que las vistas
son increíbles. Mi visión es más amplia que la de un humano y puedo ver
cosas con más detalle. Paramos más adelante para poder orinar detrás de un
árbol y seguir nuestro camino.
 
Cuando llegamos al Teide me impresionan las vistas. Es un lugar
elevado y silencioso. Me recuerdan a algunas montañas de mi mundo,
aunque sin la nieve. Héctor me comenta que en invierno nieva en esta zona
y que la gente sube al Teide para tirarse en trineo y jugar con bolas de
nieve. 
—Hay muchas personas haciendo cola para subir al pico, me hubiera
gustado llevarte, pero perderíamos todo el día. ¿Te importa?
—Por supuesto que no, mi luz.
—Perfecto. Quizá si volvemos en otro momento podamos hacerlo.
Veo un animal que desconozco y están por todas partes. Tienen lengua
de serpiente y no son serpientes porque tienen patas. Le pregunto cómo se
llaman y Héctor dice que son lagartos y que hay muchísimos en las islas.
Luego me señala las nubes por debajo de nosotros, lo llama mar de nubes y
susurra en mi oído que también le gustaría que pudiéramos volar por
encima de las nubes. Eso sí puedo hacerlo en mi mundo y cuando
lleguemos mañana le llevaré a volar desde que pueda y subiremos por
encima de las nubes. Paseamos por varios lugares de la zona y cuando
Héctor está cansado nos vamos a comer. 
Tras un trayecto más largo del que esperaba, llegamos a un guachinche
en Vilaflor. Me recuerda un poco a una cantina, aunque está algo escondido
porque dimos muchas vueltas para encontrarlo. Nos sentamos donde nos
indica un señor y nos pregunta qué vamos a tomar. Héctor pide la bebida y
la comida. Puedo olerla desde otras mesas y no me desagrada nada por
ahora. El lugar es muy bonito, desde dentro hay unas ventanas muy grandes
y se puede ver el Teide perfectamente. 
Nos entregan las bebidas y hablamos de la venta de su hogar, en
realidad, habla él la mayor parte del tiempo por miedo a decir algo que no
deba y alguien pueda escucharnos. Llega la comida y de todas las cosas, lo
que más disfruto son las garbanzas y las croquetas. Me ha dicho que
Luciana las hace buenísimas y le pedirá que haga para que todos puedan
probarlas. 
Al terminar de comer y mientras Héctor disfruta su postre, decido salir a
observar un poco más las hermosas vistas y a que me dé un poco el sol.
Aspiro el aroma que empieza a cambiar al descender del Teide y me quedo
con la mirada perdida en el horizonte. De todas las voces y ruidos que
escucho desde aquí, intento centrarme solo en Héctor. Su latido me llega
con claridad y eso consigue que me relaje un poco más. 
—¿No crees que ese hombre es demasiado para ti? —Tras esa frase, el
ruido de las personas merma un poco y el latido del corazón de mi luz se
acelera. 
—Perdona, ¿me estás hablando a mí? —Escucho a Héctor molesto.
—No veo a nadie más en esta mesa —suelta fanfarrón.
—Te propongo algo. ¿Por qué no sales, vas hasta donde está y se lo dices
a él? Si le interesas, te dejo el camino libre. 
—Por favor, en cuanto me vea no va a poder resistirse a mí, ¿es que no
me ves? —Escucho a Héctor reírse.
—Te estoy viendo demasiado cerca y me dan arcadas. Hazme un favor,
haz el ridículo de tu vida intentando quitarme a mi hombre. Se llama Veron.
—Te tragarás tus palabras —sisea el hombre.
—Que sí, que sí. 
Tengo curiosidad por mirar sus gestos mientras está hablando con ese
humano, pero si lo hago ese hombre no vendrá. Por las palabras de Héctor
quiere que lo haga y que venga hasta mí. No estoy seguro de si sabe que
estoy escuchando todo, tal vez crea que estoy lo suficientemente lejos para
no enterarme de lo que han hablado.
Un momento más tarde escucho pasos a mi espalda y mantengo mi
posición.
—Hola, Veron. —No respondo—. ¿Por qué no te vas conmigo y te
enseño lo que puedes disfrutar con un hombre de verdad en la cama? Ese no
vale tanto como yo. —Sigo sin responder a este pobre tonto que se cree
mejor que mi luz—. ¿Acaso eres sordo? —pregunta impertinente.
Siento como me toca el hombro y eso no lo voy a permitir. Agarro su
mano apretando para causarle un poco de dolor sin llegar a romper sus
débiles huesos. Intenta soltarse y se lo impido apretando más. Jadea de
dolor y hasta puedo ver que está a punto de llorar. «Humano débil»
—El hombre al que has faltado el respeto es el amor de mi vida y nadie
podrá compararse con él —le miro de arriba abajo con asco—. Mucho
menos alguien tan insignificante. 
Le suelto y alzo la mirada buscando la de Héctor, cuando nuestras
miradas se cruzan le sonrío y abro los brazos mientras camino en su
dirección. Héctor se acerca a mi despacio y me abraza para luego apartarse
con cuidado y besar mis labios.
—Escuchaste todo, ¿verdad? —susurra con los ojos entrecerrados y una
sonrisa picarona. 
—No sé de qué me hablas. Ese hombre quiso llevarme a la cama y le
dejé claro que no me interesa. 
Se gira y mira ahora al hombre que aún permanece en el suelo sujetando
su mano. 
—No sé quién eres, pero seguro que en internet lo encuentran muy
gracioso. Tik Tok está de moda y mucha gente va a descojonarse a tu costa
por capullo. 
—No, por favor, te pido disculpas. Solo quise molestarte porque me
rechazaste muchas veces hace unos meses. Ni siquiera me recuerdas. 
—Vamos a seguir con nuestro tour por la isla, mi luz. No quiero lidiar
con más humanos —intervengo tirando de él para irnos de este lugar. 
—Espera, amor. Tengo que pagar la cuenta. 
Sin soltar su mano, vamos dentro, paga la cuenta y volvemos hasta el
coche para seguir con nuestro viaje. El hombre ya no está y es mejor así, el
estado de ánimo de Héctor ha cambiado por su culpa. Avanzamos por el
camino sin que diga una sola palabra como antes. 
—Mi luz, jamás estaría con otro hombre. Sólo te amo a ti.
—Eso lo tengo claro. Es que me siento mal por ese chico. Cuando vine
aquí después de estar en la casa que compraste, nunca me acosté con nadie
y rechacé a muchos hombres. Antes de conocerte me lo hubiera follado sin
pensarlo dos veces. 
No soporto escucharlo hablar así. Es su pasado por mucho que lo odie y
saber que ha estado con tantos hombres en su vida me llena de celos.
Respiro hondo para tratar de calmarme y no puedo. Entre lo que ha
intentado ese hombre para hacer daño a Héctor y ahora escucharle hablar de
sus escarceos amorosos no puedo evitar que la ira me invada por completo
cambiando mis ojos. 
Cierro los ojos para evitar que alguien pueda verlos porque de vez en
cuando nos encontramos a personas paseando. Héctor detiene el coche,
escucho el ruido del cinturón y segundos después sujeta mi rostro haciendo
que lo gire para mirarlo. 
—Mírame, amor. —Abro los ojos que van directo a los suyos—. No
puedo ni quiero cambiar mi pasado, ese pasado me hace ser quien soy. Tal
vez no haya tomado las mejores decisiones, y no importa, porque todo me
ha llevado a ti. Eres el único hombre al que puedo decir, sin temor a
equivocarme, que amo con locura. No quiero que sientas celos de mi
pasado porque es imborrable igual que el tuyo. Yo también siento celos al
saber que has estado con algunas mujeres, y por supuesto, no puedo evitar
tener miedo a que algún día te arrepientas de tus decisiones y te alejes de
mí.
Al escucharle decir lo último, me doy cuenta de lo idiota que he sido.
Mis ojos vuelven a ser humanos tras unas caricias junto a esas palabras,
consigo remitir la ira en mi interior y puedo calmarme. 
—Lo siento. 
—No tienes que sentirlo, amor. Confío en ti y en tu amor, sé que nunca
me traicionarás. Y en el fondo de mi corazón tengo la seguridad de que
jamás te vas a arrepentir de amarme. Soy un tonto. 
—Ambos somos unos tontos. 
—¿Estás mejor? ¿Más calmado? —susurra contra mis labios y yo
aprovecho para devorarlo dejándonos jadeando a los dos. 
—No, ese beso me ha dejado muy duro. —Hace un pucherito adorable. 
—¿Por qué lo hiciste? ¡Aún queda mucho hasta llegar a casa! —
protesta. 
—No pude evitarlo, ahora pagaremos las consecuencias y esperamos
hasta llegar de nuevo a tu hogar o podemos volver ya.
—¡Ja! ¡Qué te lo has creído guapo! No vas a librarte del viaje, además
estoy disfrutando ejerciendo de guía turístico. Ahora vamos a ver Los
Gigantes. 
—¿Gigantes? ¿Aún existen? En mi mundo se extinguieron durante la
guerra. No tenía conocimiento de que hubieran llegado a tu mundo. 
—No amor, así se llama ese lugar. Tiene unos acantilados
impresionantes. No tienen nada que envidiarle a los que he visto en
Thantanas. Tardaremos un ratito, mientras tanto, pregunta todo lo que
quieras que yo te responderé encantado. 
 
Después de un entretenido viaje llegamos a Los Gigantes. Paramos en un
mirador y Héctor estaba en lo cierto, las vistas son impresionantes. Veo
cosas extrañas por el aire en las que puedo identificar a humanos colgados
de eso. Me explica que son personas manejando un paracaídas, que es eso
de colores. No entiendo por qué hacen eso, si caen desde esa distancia
pueden hacerse mucho daño o matarse. Se lo comento a Héctor y se ríe de
mí, porque según él; mientras que yo tengo mis alas para volar cuando me
apetezca, los humanos no tienen nada con lo que poder sentirse libres,
aunque no todos son capaces de hacerlo. 
Tiene razón en eso, Héctor disfruta cuando vuela sobre mi lomo y sin mí
es imposible que pueda volar sin ayuda de los aparatos que usan. 
 
Me llevó por varios sitios y acabamos en una playa algo solitaria. El
lugar en el que estamos se llama El Médano y tuvimos que bajar caminando
hasta una playa. Antes de bajar nos cambiamos de ropa y nos pusimos los
bañadores. Me siento extraño usando esto para bañarme, pero sobre todo
usando las cholas[vi], tengo un trozo metido entre los dedos para que no se
caigan de mis pies y es insoportable. Me he caído dos veces resbalando con
esas cosas en los pies y he acabado descalzo caminando por las piedras.
Héctor no ha parado de reír y decir que se va a mear encima. El muy
sinvergüenza lo está disfrutando y para qué engañarme a mí mismo, yo lo
estoy disfrutando aún más escuchándolo reír de esa forma. 
Tres chicas se acercan caminando por la orilla del mar y cuando se fijan
en Héctor se ponen a gritar y a saltar hasta llegar a nosotros. 
—Héctor, estás perdido. Trabajar sin ti no es lo mismo. ¿Cuándo
vuelves? —dice al llegar una de ellas. Evito mirarlas al cuerpo porque están
prácticamente desnudas y no quiero que se sientan incómodas. 
—¿No nos vas a presentar? 
—Sí, Héctor, ¿Quién es este chico tan guapo? 
—¡Chicas! ¡Chicas! —Héctor levanta la voz para acallar sus preguntas
—. Os presento a Veron. Ellas son Yanira, Gara y Guaci. —Las tres se
acercan para besarme, miro a Héctor que asiente. Me agacho un poco para
permitir que me den un beso en cada mejilla—. Es mi prometido. 
—¿Qué? —gritan al mismo tiempo dejándome sordo por unos
segundos. 
—Veron es mi prometido y me voy a vivir a Noruega con él y nuestra
familia. Ya sabéis que mis hermanos se fueron porque mi bichito se casó y
les gustó tanto vivir allí que no lo dudaron. 
—Te vamos a echar de menos. Si vienes de nuevo, avísanos para salir a
tomar algo —dice Yanira. 
—Nos vamos mañana y no sé cuándo volveremos, también voy a vender
mi casa. 
—Os invitamos a cenar —Héctor niega con la cabeza—. ¡Oh venga! No
sabemos si te veremos de nuevo —insiste Gara. 
—Por mí no hay problema, mi luz —Me adelanto a decir antes de que se
niegue por mí. 
—¿Estás seguro?
—Sí, así puedes despedirte de ellas. 
—¡Bieeeeen! —grita Guaci levantando un puño.
Van a buscar sus cosas y se colocan a nuestro lado, no paran de hacer
bromas y de contar anécdotas divertidas de su trabajo. No puedo parar de
reír cuando Héctor se queda rojo de vergüenza por las cosas que estoy
descubriendo de él. Una de las muchas cosas que han hablado es que un día,
al terminar el trabajo, tenía una cita con dos modelos. Se había equivocado
de día y sin darse cuenta, quedó con los dos a la misma hora. Mientras
Héctor recogía sus cosas, Guaci le interrogaba por qué tardaba tanto en
hacerlo. Hasta que él le confesó el problema que tenía y decidió ayudarle.
Caminaron juntos hasta la salida y a dos metros de los chicos le puso el pie
delante cuando ninguno de ellos miraba y acabo en el suelo dándose un
buen golpe en la cabeza. Al escuchar a alguien caer miraron ambos fueron a
socorrerlo, el primero que llegó fue con el que se fue para ir con una
curandera, ellos lo llaman hospital y no consigo acostumbrarme. El otro
hombre protestó un poco, pero al ver el supuesto dolor que fingía Héctor no
tuvo más remedio que dejarlo ir y quedar otro día. Prácticamente, todas las
anécdotas han sido con sus antiguos amantes y por raro que parezca no he
sentido muchos celos. Lo que contaban era tan divertido que mis celos
pasaron a no ser un problema. 
—¡Chosss[vii] colega! ¡Qué pedazo de pivones![viii] —exclama Yanira y
puedo oler la excitación de las tres cuando se quedan mirando a dos
hombres que acaban de llegar. 
—Chicas, tenéis el radar jodido, son pareja —susurra Héctor. 
—¡Imposible! —Justo después de que Gara dijera eso, los chicos se
besan y se acomodan en la arena. 
—Hay que joderse, todos los tíos buenos o están casados o son gais —
sisea Gara con molestia, tiene los brazos cruzados sobre el pecho y cara de
enfado. 
—¡O gilipollas! —añade Guaci. Todos nos reímos, aunque yo por un
motivo diferente. Ese insulto es el favorito de mi tía Evolet para mortificar
a mi tío. 
 
Pasamos la tarde con ellas en la playa. Hubiera preferido estar a solas
con mi luz, pero está disfrutando de la compañía de las muchachas. No
puedo quitarle eso porque a partir de mañana lo tendré solo para mí.
Después de la fiesta de Olvernus quiero llevarlo unos días a la cabaña para
estar solos. Hablaré con mi tío para solicitarle permiso, es probable que
deba esperar un par de semanas y no me importa. Le daré una sorpresa.
 
Capítulo 29

Estamos de regreso en Thantanas, si no fuera por el Ónix aún me duraría


la resaca de anoche. Me divertí, bailé y bebí como hacía años no lo hacía.
Hasta Veron se animó a bailar imitando a las chicas y no lo hacía tan mal.
Disimuló muy bien todo el tiempo y no hizo comentarios extraños. Echaré
de menos a estas locas que tengo por amigas, ellas han sido las mejores
modelos con las que he trabajado nunca. 
Estoy en la habitación de juego de los enanos, acaban de comer y están
durmiendo la siesta mientras mis hermanas me llenan de preguntas sobre
cómo nos ha ido en Tenerife. Evolet, Luna, Luciana y hasta Nan me
recriminan por no traer más compresas. ¡Hay que joderse! 
Les cuento todo lo ocurrido con pelos y señales, hasta que hicimos el
amor omitiendo los detalles jugosos, ya que con Yiri, Phipai y Anarfi aquí,
no me siento tan libre de hablar sobre ello. Todas se alegran sabiendo que, a
pesar de todo, hemos dado un paso muy importante en mi recuperación.
Recuerdo decirle a Luciana que tiene que hacer croquetas para que todos las
prueben y le encanta la idea. Así que más pronto que tarde mi hermana
sorprenderá a todos con sus deliciosas croquetas.
En una hora vamos a ir a Olvernus para comprar algunas cosas que mis
queridas y pesadas hermanas se han empeñado en conseguir para la fiesta.
Lo único que me apetece es quedarme a dormir la siesta junto a todos mis
bichitos, aunque no tenga resaca. Veron ha tenido que viajar a Gallynius, la
ciudad principal del Este, con Norrus y no vendrá hasta mañana al
mediodía. Me ha jodido mucho tener que separarme de él nada más llegar,
sin embargo, su trabajo es así. Me ha prometido llevarme a otro viaje para
que todos vayan conociéndome, no como el hermano de su reina, sino como
la pareja de uno de sus príncipes. Por suerte Ugor va a acompañarnos y
podré tener a un hombre con el que hablar o me volveré loco con ellas.
Quieren joyas nuevas para estrenar ese día y recoger los vestidos que han
encargado a Delme, Caura, Aure y Dua. Delme era la hermana de Leta, la
antigua amante del Khonox y las demás son algunas de las mujeres que
rescataron de las garras de Arix, él era un psicópata perverso y un
torturador. Por su culpa, Nymy no habló en toda su vida y siempre vivió
con miedo siendo testigo visual de todas las torturas a las que eran
expuestos sus padres junto a todas las mujeres y hombres que estaban
encerrados con ella. Afortunadamente ya está muerto y todos están a salvo
viviendo la vida que siempre merecieron. Hasta donde tengo entendido
todos se han unido con buenas personas que los valoran y aman, vivieron
un infierno y ahora son felices de verdad.
Evolet quiere viajar con Neushal, su yegua, así que Ugor y yo nos
negamos a tardar tanto en el viaje. Varios guerreros acompañan a las
mujeres y yo me subo al lomo de Ugor para volar hasta Olvernus. Les
indica que estaremos en la cantina esperándolas y alza el vuelo. Va bastante
rápido y no demoramos tanto en llegar. Espero que haga el cambio mientras
camino unos cuantos pasos admirando la decoración para la fiesta. Hay
muchas cintas de colores de diferente grosor por todas partes y muchísimas
flores que desprenden un olor maravilloso. Es la primera vez que las veo.
Cuando Ugor regresa a mi lado seguimos nuestro camino hasta la cantina.
Por el camino todos nos saludan con una inclinación, es más por Ugor que
por mí. Y como esperaba, las mujeres no paran de rodearnos llamando la
atención de Ugor. Él no pierde el tiempo adulando a cada una sin disimulo,
no puedo evitar poner los ojos en blanco, ¿cómo puede ser tan cerrado de
mente y no darse cuenta de que ninguna de estas mujeres será la indicada
jamás?
—¿Puedo preguntarte por estas flores? Nunca las he visto. 
—Estás flores son muy especiales, crecen cada cincuenta años a las
afueras de la ciudad bajo la nieve y duran pocos días. Nuestro primer rey
dragón las plantó hace muchísimos años y desde entonces se celebra su
llegada. No hay escritos sobre como la consiguió, únicamente sabemos que
fue el primer regalo que le entregó a su Neushal[ix] para ganarse su amor.
Algo parecido a las Duffayzas [x]con mis abuelos. Se llaman Olvas[xi], Igual
que la primera Neushal. 
—Es muy bonito, sobre todo que a pesar del tiempo sigan creciendo. 
—Sí, ellos fueron asesinados por los Elfos y sus flores siguieron
naciendo por ellos. Las cosas antes eran completamente diferentes, había
demasiadas guerras. Incluso los dragones luchaban entre ellos para llegar al
poder. 
—De nada servía ser inmortal si te mataban por la espalda. 
—Exacto, por eso seguimos teniendo protección en el castillo y nunca
dejaremos de tener un ejército para proteger a nuestro rey y a su Neushal.
Debo añadir que tu hermana es la dragona más poderosa de la historia. No
solo es valiente y defiende a los que ama con garras y colmillos sin miedo,
lo que la diferencia es su poder. Como maneja el fuego a su antojo es algo
que ningún dragón experimentó jamás y cuando consiga dominar su poder
especial será aún más poderosa de lo que ya es. 
Entramos a la cantina dejando fuera a las mujeres y nos sentamos
alejados de todos. 
—¿Tu hermana sigue sin querer hablar con tus padres? No la he visto en
toda la mañana y Evolet me contó lo que ocurrió cuando por fin despertó. 
—Que le separen de su hombre sin haber tenido la oportunidad de hablar
con él, no es fácil. A eso añádele que una loca casi la mata pues… —El
cuerpo me tiembla al pensar en ello. 
—¿Por qué no la llevan de regreso a Aezan? 
—Porque sigue muy débil y necesita más tiempo para recuperar toda su
fuerza. Mi madre ha prometido llevarla cuando esté completamente
recuperada a pesar de las protestas de mi padre de que debe esperar unas
semanas más y eso la ha dejado calmada. 
—Creo que debe ir cuanto antes.
—Ni siquiera puedo describir lo que sentí al verla caer en picado, por un
instante creí que no llegaría a cogerla a tiempo. Estaba tan nervioso que no
fui capaz de usar mi poder para ayudarla. 
—La ayudaste, Ugor, no lo dudes. Eres un buen hombre y mereces el
amor de una buena mujer. Una mujer que sea valiente y que no tenga miedo
a enfrentarte por ser hombre. Ninguna de las mujeres que se te acercan se
asemejan a esa descripción. 
—La única mujer que tiene esa descripción es la princesa Muza. Y ella
es inalcanzable, jamás se fijaría en un mujeriego como yo. Además, por
algún motivo que desconozco me odia y hasta hace poco siempre que me
acercaba a ella me dejaba claro que no era de su agrado. 
—Ella te gusta —No lo pregunto, me está quedando claro en este
momento. 
—No, la admiro por ser una mujer tan valiente. Es demasiado masculina
para mi gusto. 
—Antes de irnos empezó a cambiar un poco la forma de arreglarse, se
dejó el pelo suelto. Debes comprender que era así porque su padre la trataba
muy mal por ser mujer. 
—Siempre es muy seria, yo quiero alguien más alegre en mi vida.
Alguien que… 
—No sigas. Puedes decir algo de lo que te arrepientas en el futuro. Eres
un hombre libre que tiene la oportunidad de encontrar el verdadero amor.
¿Quieres seguir perdiendo el tiempo con mujeres hermosas que nunca van a
llegar a nada más que un buen revolcón? Tú mismo. Cuando pierdas a la
mujer indicada porque otro se te adelante te jodes. 
—¿Me estás diciendo que la mujer indicada es Muza? 
—Eres tú quien no deja de nombrarla. ¿No crees que es porque sientes
algo por ella?
No responde a mi pregunta y aparta su mirada pensativo. Bueno, si al
menos le he dejado con la duda y eso le hace darse cuenta de que sus
sentimientos hacia Muza van más allá de la admiración, ella no me matará.
No la he traicionado, ha sido él quien la ha mencionado y tampoco he
contado su secreto. Quería seguir con la conversación, pero varios guerreros
que acaban de entrar se unen a nosotros. Al principio estoy tenso e
incómodo, sin embargo, conforme pasan los minutos no dejan de bromear
con sus batallas en los entrenamientos y a contar sus conquistas. Conseguí
relajarme y entrar en la conversación sintiendo que soy parte de ellos como
alguna vez lo fui hace algún tiempo. 
Más tarde nos avisan que las mujeres han llegado y salimos de la cantina
para reunirnos con ellas. Que empiece la tortura de las compras. 
 
Después de dos horas buscando lo que tanto querían y recoger los
vestidos, nos vamos antes de que anochezca. Nan y Phipai tuvieron que
regresar antes para alimentar a sus cachorros y ahora nos toca a nosotros. 
Ya de regreso en el castillo les doy a todos la sorpresa de entregarles las
fotos y se quedan muy contentos. Después de cenar encuentro a Banity con
los ojos enrojecidos. Me acerco hasta ella que se da la vuelta para mirar
quien es y tiro de ella para llevarla hasta mi habitación. Obviamente, se deja
llevar y una vez dentro se desahoga y llora abrazada a mí. Cuando por fin se
calma y le pregunto lo que ocurre se queda callada. 
—No puedo ayudarte si no hablas conmigo. 
—¡Qué importa! Soy invisible para él. He intentado acercarme a él y
pasa a mi lado como si no existiera. 
—Le has hablado. No sé algo como. «¡Hola!». 
—No. 
—Entonces como pretendes que te vea si parece que tenga pocas luces.
Algunos hombres somos idiotas y no vemos ni lo que tenemos delante. 
—Un día, cuando hablaba con otra persona me atreví a opinar y sin
mirarme dijo que no volviera a meterme en sus asuntos. 
—Bonito imbécil, ¿Quién es? —insisto. 
—Da igual. 
—No da igual. 
—Es Hodul —susurra tan bajito que no estoy seguro de que sea ese
nombre. 
—¿Hodul? 
—Sí. Tal vez me vea vieja porque tengo muchos años más que él. 
—O le falta madurar, creo que tiene veintidós años. Solo tienes que
fijarte en sus hermanos, no sé exactamente qué edad tiene Kode, pero Ugor
tiene trescientos cuarenta y cinco y aún sigue con las hormonas
revolucionadas en busca de las hembras. Lo mejor sería hablar de frente y si
te rechaza sigues con tu vida sin importar nada más que tu felicidad. Eres
una mujer preciosa que se ha escondido demasiado tiempo por culpa de
malas personas. Tu hermana quiere verte feliz, si Hodul no sabe apreciar y
amar a la mujer que eres, él se lo pierde. 
—¿Cómo puedo soportar su rechazo? 
—Te dolerá un tiempo, sin embargo, tu corazón sanará y se volverá a
enamorar cuando llegue el dragón indicado. Estoy seguro. 
—Nunca antes me enamoré. ¿Y si no puedo olvidarlo como le ocurrió a
mi hermana? 
—No puedo obligarte a dar el paso, debes ser valiente y arriesgarte.
¡Quién no arriesga, no gana! También debes estar preparada para que te
rechace, aunque sería un verdadero imbécil si lo hiciera no puedes obligarlo
a amarte. Es muy joven y quizá ni siquiera se ha dado cuenta de lo que
puede llegar a sentir por ti porque siempre está inmerso en sus libros. 
—Lo pensaré mucho antes de hablar con él. Como tú dices, debo estar
preparada para su negativa. 
—Yo estaré cerca ese día por si me necesitas. ya sea para celebrarlo o
para darte mi hombro. 
—Eres un hombre increíble y mi señor Veron tiene mucha suerte de
tenerlo en su vida. 
—Yo también tengo mucha suerte. ¿Has ido alguna vez a la fiesta de
Olvernus? La ciudad estaba decorada y se veía hermosa. —Cambio de
tema. 
—La verdad es que fui cuando era una cachorrita. Luego mi hermana me
llevó lejos para escondernos de la hermana del rey. 
—Debió ser difícil para una niña. 
—Nunca me negué a nada que me pidiera. Cisane se convirtió en mi
madre cuando mataron a nuestros padres en la guerra. Yo era muy pequeña
y apenas tengo algún recuerdo. Mi hermana lloraba cada noche a su amado
creyendo que yo dormía y me sentía muy triste por ella. Nunca dejó de
llorar hasta el día en que se reencontraron. 
—¿Y tú como te sentiste? 
—Ver marchitarse a mi hermana por no poder ser feliz me destrozó. Esa
mujer siempre venía a recordarnos por qué seguía respirando. Créeme que
muchas veces intenté persuadirla para que viniéramos a Senzyras y hablara
con el hombre que amaba. 
—Pero nunca lo hizo. 
—No, mi vida era más importante que su felicidad. Por eso ella ahora
quiere verme feliz y enamorada. Nos escondíamos en nuestro hogar cuando
sabíamos que alguien de la realeza venía a la ciudad. 
—¿Y por qué dio con ella?
—Porque la engañé, él pudo encontrarse con ella y su olor le atrajo como
le ocurrió a ella muchos años atrás. Supe que el tío del rey vendría con sus
sobrinos, así que no le dije nada y evité que saliera de la casa para
averiguarlo con excusas tontas como que quería que me enseñara a coser.
Estuvo muchas horas sin hablarme cuando regresó a casa. Ese hombre vino
a buscarla una y otra vez. Le supliqué que hablara con él y no dejé de
insistir hasta que lo conseguí. Y no me arrepiento porque ahora es feliz. 
—Yo hubiera hecho lo mismo, por eso no reaccioné como mis hermanos
al saber que eran dragones. Fingí seguir durmiendo para escuchar todo y,
aunque admito que estaba muerto de miedo, no me dejé llevar por mis
emociones y le di una oportunidad al dragón que hizo feliz a mi hermana. 
—Mi señora es increíble. 
—¿En serio le dices «mi señora» estando ella delante? 
—No me deja. —Su risa al nombrar a mi bichito me alivia porque parece
algo más calmada. 
—Te acompaño a tu habitación. 
—Menos mal que gracias a mi señora he aprendido muchas palabras de
vuestro mundo y sé que te refieres a mi alcoba. 
Salimos de mi habitación para ir hasta la suya, que está al final del otro
pasillo enfrente de su hermana. Una vez que entra, vuelvo a mi habitación
para dormir solo. No sé el tiempo que ha pasado mientras he intentado
dormir hasta que un aullido me eriza la piel por completo. Escucho pasos
afuera y salgo para enterarme de lo que está ocurriendo. Tras otro aullido no
lo dudo más y abro la puerta para ver a Yiri salir de la habitación de Nan
con las manos ensangrentadas. El miedo me invade y corro hasta la
habitación para verlos y lo que encuentro no me lo esperaba. La sangre que
vi era de Snow y Evolet está colocando un cachorro para que lo amamante
mientras sigue pariendo. Nan está esperando que salga el siguiente y Brak
no se separa de Snow que está lamiendo su morro constantemente. Levanta
la cabeza y aúlla de nuevo, así que era Brak quien aulló asustándome. Me
acerco con cautela por miedo a ser rechazado por ambos animales por el
estado en el que se encuentran. Al ver que no es así, acaricio a Snow que
me lame los dedos. 
—Tranquila, preciosa, todo irá bien. Te ayudaré a traer al mundo a tus
cachorros. Ojalá Muza estuviera aquí para que pudieras comunicarte con
nosotros. 
—No debe tardar en llegar, desde esta mañana la he notado extraña y le
pedí a Nemain que fuera en su busca. 
Cómo si la hubiéramos invocado, aparece por la puerta y me deja con la
boca abierta. Está preciosa, tiene una parte del pelo recogido en una coleta y
el resto de su melena de color azabache está suelta, lleva un vestido de un
color azul claro precioso con un bordado de hilo dorado que hace realzar
sus generosos pechos. 
—Cierra la boca —sisea mirándome, la cierro de inmediato y se gira
hacia Nan—. Nan, cambia de lugar con Héctor, Snow quiere verte. 
Hacemos lo que ha pedido y Evolet se mira a sí misma y la abraza o
bueno hace la imitación a un abrazo porque mantiene sus manos manchadas
de sangre lejos de Muza. 
—Muza, vamos un momento para que te cambies de ropa, no quiero que
ensucies tu precioso vestido. Amiga, estás preciosa. —Evolet parece a
punto de llorar de la emoción y no puedo permitirlo. 
—Bichito, los llantos de alegría para después, Snow nos necesita y aún
quedan cachorros por nacer. 
—Tienes razón. 
Las dos salen corriendo y yo me ocupo del cachorro que está a punto de
salir al mundo. Poco a poco el cachorro va saliendo mientras le hablo con
suavidad a Snow animándola a seguir empujando un poco más. Cuando por
fin sale el cachorro, para que ella no tenga que moverse mucho, se lo llevo
para que lo limpie. Yiri entra en ese momento y coloca telas calientes sobre
Snow para intentar aliviar su dolor. La pobre no emite sonido alguno por el
dolor que siente, parece sufrir más Brak viéndola que ella. Yiri se encarga
de seguir con los cachorros mientras Nan está junto a la cabeza de la
enorme loba susurrando palabras de aliento.
Muza y Evolet regresan para ayudar, según dice Yiri aún quedan tres
cachorros más por nacer y puede llevar un tiempo entre cada cachorro.
Muza nos va diciendo como se siente en todo momento Snow. 
—Héctor, necesito que saques a Brak. Está poniendo muy nerviosa a
Snow y no quiere que siga a su lado porque verle en ese estado de nervios
la afecta más que el propio parto. 
—No va a querer salir. 
—Te hará caso. Por favor, ya hablé con él, haz lo que te pido y sácalo. 
Me acerco a Brak y le rasco la cabeza entre sus orejas. No me hace caso
y sigue lamiendo a Snow. 
—Vamos, campeón. Tienes que salir para tranquilizarte. Vamos afuera,
yo te acompañaré hasta que puedas entrar de nuevo. —Aúlla y lo tomo
como una negativa porque vuelve a lamerle el morro—. Sabes que ella está
bien cuidada, te prometo que si te calmas te dejarán entrar. Confía en mí. 
Esta vez su aullido es más fuerte y juraría que hasta está mezclado con
gemidos lastimeros. Despacio se separa y camina hacia la puerta mirando
en todo momento a Snow que tampoco aparta la mirada de él. Una vez le
guío hasta el pasillo entrecierro la puerta para que no pueda verla, pero si
escuchar todo. 
—Nunca he sido padre y nunca podré serlo, así que no puedo saber lo
que estás sintiendo en este momento. Lo que sí sé es que Snow te necesita
fuerte. Necesita de tu fuerza para que ella pueda seguir trayendo a vuestros
cachorros a este mundo. Si te sientes mal, eso se verá reflejado en ella. 
Me siento en el suelo y palmeo mi muslo llamando su atención. Yo creí
que me estaba ignorando y me equivoqué, se tumba a mi lado y coloca su
gigante cabeza en mi regazo. Le acaricio entre las orejas buscando que se
calme para que pueda entrar. Muza sale y se sienta frente a nosotros. 
—Siento haberte pedido que salieras. Ahora que estás más calmado,
quiero que entres y que, sin tocar a Snow, permanezcas a su lado. Ya ha
nacido el tercer cachorro, tienes que conocerle y estar presente en los dos
que faltan por nacer. ¿Podrás estar a su lado sin tocarla hasta que ella te lo
pida? —Brak la mira fijamente y sé que está respondiéndole. 
—Quiere que sepas que te agradece mucho que lo ayudaras a calmarse y
que has cumplido tu promesa de poder volver a entrar al lado de su amada. 
—No tienes nada que agradecer. Es un placer. 
—Una cosa más, quiere que seas tú quien elija el nombre del segundo
cachorro, el que ayudaste a nacer. 
—Eso sí que será un honor. ¿Pero estás seguro? Luego no quiero que tu
hijo me odie porque no le guste el nombre. 
Se incorpora sobre sus cuatro patas y yo levanto la cabeza para mirarle,
porque me pasa por dos cabezas estando sentado. Acerca su morro, lame mi
lado derecho de la cara y se acerca a la puerta para entrar junto a Snow.
—Ya tengo el nombre perfecto. Es un macho, ¿no? 
—Sí.
—Entonces creo que Fer sería un gran nombre en honor al hombre que
salvó a su mami cuando era una cachorrita de una muerte segura.
—Considero que has elegido un gran nombre y Fermín te lo agradecerá
desde donde esté. Vamos dentro por si nos necesitan. Brak dice que le gusta
mucho y estoy segura de que a Snow le gustará más. 
Volvemos al interior de la habitación para ser testigos del nacimiento de
los cachorros que faltan. Es muy tarde cuando nace el último y después de
dejarla acomodada bajo la vigilancia y mimos de Brak, les dejamos con
Nan. Norrus no ha podido asistir por estar de viaje y estoy seguro de que
cuando sepa del nacimiento de los cachorros le dolerá no haber estado cerca
de ellos. 
Acompaño a Muza hasta la alcoba que Evolet le asignó y escuchamos
ruido de voces. Puedo distinguir perfectamente a Kode y a Ugor, habían
salido en busca de diversión y acaban de llegar. La fiesta se le va a joder por
completo a Ugor en cuanto la vea. Prefiero evitar un enfrentamiento ahora,
así que tiro de ella para que entre. Por supuesto, no la muevo ni un
milímetro. Terminan de subir y la risa de Ugor se borra de inmediato, Kode
sigue a lo suyo hasta que se golpea contra la espalda de su hermano. 
—Princesa —susurra, y como lo conozco sé que está avergonzado.
—Vaya, príncipe. Veo que regresar a Thantanas le ha devuelto las ganas
de retozar con fulanas. Buenas noches, señores. 
Ugor va a abrir la boca para decir alguna burrada y se lo impido negando
con la cabeza. Muza es capaz de matarlo. No tiene el olfato de los dragones,
sin embargo, no hay que ser un genio para saber que han hecho los dos
hermanos. Estoy seguro de que ella sí puede percibir algún olor de otra
sobre la piel o la ropa de Ugor. Pobre imbécil, esto solo hace que Muza se
aleje más de él y nunca le confiese que es su elegido. Que, sin él, ninguno
será feliz.
—¡Maldición! ¿Por qué está aquí? Debería hablar con ella.
—No hables con ella ahora.
—Hermano, ¿la princesa Muza es la mujer de la que crees estar
enamorado? 
—Creo que la conversación que tuvimos hoy te ha hecho pensar.
Lástima que en lugar de quedarte con la polla metida en los pantalones
decidiste sacarla para jugar. Si querías intentar algo con ella… Bueno, ya
sabes la respuesta. —Me giro para irme, pero antes le restriego algo más—.
Que sepas que cuando llegó para ayudar a Snow a tener a sus cachorros,
estaba más hermosa que nunca. Si tienes suerte la verás mañana antes de
que regrese con ese vestido que le quedaba de infarto. 
—Héctor, tienes que ayudarme. No pensé que la encontraría aquí. 
—Te considero mi mejor amigo. Ocupaste el puesto que Fermín dejó
vacío al morir, sin embargo, no pienso mover un dedo para ayudarte. 
No espero que me diga nada más. Estoy muy enfadado con él. Si ya
dudaba de sus sentimientos por Muza, no debió ir a meterse entre las
piernas de otra. Que Muza estuviera aquí y lo oliera al llegar fue una putada
para ambos. Sobre todo, para ella.
 
Capítulo 30

Nymy me despierta cuando aún es de noche. Habré dormido dos horas


nada más. Me explica que Muza quiere despedirse de mí antes de irse. Me
levanto a toda leche sin importar las pintas que tengo. De verdad que mi
pijama de corazones me trae mala suerte para hacer el ridículo cada dos por
tres. Llego al piso inferior y voy directamente a la sala principal donde
encuentro a Muza vestida como ayer, pero su rostro triste opaca su belleza.
—Me hubiera gustado quedarme más tiempo. Quise aprovechar la
oportunidad para ser valiente y hablar con él.
—Aún estás a tiempo de hacerlo. 
—Ahora me iré, ya no hay tiempo para nada más. 
—¿Por qué mi bichito sabe lo que te ocurre y yo no?
—Hermana, ¿qué ha ocurrido? ¿Alguien te ha ofendido?
—Nazte, busca tu felicidad tú que puedes. Prometo explicarte todo a tu
regreso, ahora debo irme. Evolet, no he tenido tiempo para contarte nada,
porque nos hemos visto poco y sinceramente tu hermano averiguó todo. 
—Iremos a verte al finalizar el festejo y me contarás qué te ocurre —
insiste. 
—Bichito, ahora necesita tiempo. Te contaré todo si Muza me lo
permite. 
—Me parece bien, díselo también a mi hermano. Ahora he de partir con
urgencia. Héctor…
—Él nunca sabrá nada hasta que tú lo decidas. Y si no hablas nunca,
aceptaré tu decisión y jamás saldrá una palabra de mi boca.
—Es tu mejor amigo.
—Tú también y quiero que seas feliz.
Nos abrazamos, después se despide de su hermano y Evolet que han
dejado de preguntar porque saben que me tocará hablar a mí. Lihox es
quien la llevará de regreso a Aezan. Salimos al patio y no entramos hasta
que dejamos de verlos. Estoy tiritando de frío y entro directamente hasta la
chimenea para sentarme delante del fuego. 
—¿Qué le ocurre a mi hermana?
—Al parecer las hembras orco también pueden sentir a su elegido, al
menos cuando es de otra especie. Ella sintió que un dragón era su elegido y
ha mantenido todo en silencio por mucho tiempo. Eres su hermano y espero
que seas consciente de que tu hermana no quiere revelar nada de todo lo
que os voy a contar. Ella, y solo ella, puede confesarle al dragón que ama
que están destinados a estar juntos. Evolet, aunque aún es muy temprano,
puede bajar alguien. Nymy ya se ha retirado, pero no me fío de que alguien
más esté despierto y cerca. 
—Vamos al despacho de mi grandullón, ahí podremos hablar sin
interrupciones y sin ser escuchados.
Mi bichito cierra la puerta del despacho y empiezo a contarles todo lo
que sé y como lo descubrí. Nazte quiso salir a enfrentarse a Ugor por
ofender así a su hermana. Por suerte entendió que si hacía eso descubriría el
secreto que tan celosamente a escondido. Le conté todo lo que he hablado
con Ugor y que él se siente confundido con sus sentimientos.
—Cuando Ugor descubra más tarde que Muza se ha ido antes de que
pudieran hablar, comprenderá cuánto daño le ha hecho. Creo que hasta ayer
no se dio cuenta de sus verdaderos sentimientos. 
—¿Y en qué momento se dio cuenta? ¿Cuándo estaba con otras? Si amas
a alguien no tocas a otra mujer. Yo no he vuelto a tocar a ninguna hembra
desde que supe que Ayra era mi elegida, seré fiel a mi amor por ella hasta
que crezca y me acepte o me rechace.
—Definitivamente en la familia de mi grandullón hay un problema con
los hombres. Todos la acaban fastidiando antes de poder ser felices. La
diferencia es que Ugor va a tener que lidiar con Muza y ese carácter
distante que posee.
—Tienes razón, bichito. Ugor debe asegurarse de sus sentimientos antes
de ir a buscarla. 
—Sinceramente, ahora no estoy seguro de que sea un buen momento. Mi
hermana cambió por él, ¿verdad? Por él empezó a dejarse el pelo suelto y es
la primera vez que usa un vestido desde, no sé, desde que nació.
—Sí, digamos que le di un empujoncito para que empezara a cambiar,
pero no por ningún hombre, sino por ella misma. Ambos sabemos que el
cambio es por Ugor.
—Gracias. Debe de haberle costado hacer el cambio después de toda una
vida comportándose como un hombre para agradar al maldito de nuestro
padre que solo la despreció por ser una mujer. —Suspira y baja la mirada—.
Nosotros debimos estar a su lado y me doy cuenta de lo malos hermanos
que hemos sido toda su vida.
—Ella os ama y nunca os culpó de nada —le anima Evolet.
—Mi hermana tiene razón. Ahora salgamos. Necesito vestirme antes de
que alguien más me encuentre en esta facha. Además, Veron llegará pronto
y quiero estar guapo para recibirlo.
—¿Cómo podré contenerme al ver a Ugor y no romperlo en pedazos por
hacer llorar a mi hermana? 
—Tú también te diste cuenta de que había llorado por mucho que
intentara disimularlo. Precisamente por eso debes mantenerte al margen por
ahora —intento que lo entienda—. Está muy dolida en este momento y
hasta que no se calme no será capaz de pensar con claridad. Sabes mejor
que nosotros que la felicidad de tu hermana ahora está al lado de Ugor y
que si no consigue perdonarlo…
—Nunca será feliz de verdad. O quizá sí, ¿has conocido a hembras que
han rechazado a sus elegidos? —interrumpe a mi hermana.
—¡Exacto! Nunca será feliz y no estoy tan seguro de que eso se aplique
a tu hermana, ya que ha sido ella quien lo ha notado al tocarlo. Los tres
sabemos que Ugor merece un escarmiento. Como dije antes, lidiar con su
carácter y conseguir su perdón será su castigo.
Salimos del despacho y Nazte se dirige a la sala de la chimenea y se
sienta pensativo. Evolet y yo subimos las escaleras para irnos a nuestra
habitación. Me acuesto en la cama esperando la llegada de Nymy o Cora.
Hoy quiero que me peinen de nuevo, a Veron le gusta mucho. 
Un rato más tarde, Nymy entra y ya la espero lavado y vestido, solo a
falta de su peinado. Hace dos trenzas laterales usando los aros de Veron y la
parte alta sin sujetar echándola hacia atrás. Ahora me vendría bien un poco
de laca, pero es lo que hay. Mi pelo ha crecido mucho, me llega a los
hombros, por ahora me gusta mucho verme así y no tengo pensado cortarlo,
aunque tampoco lo dejaré crecer mucho más. 
Los dos salimos juntos y al empezar a bajar las escaleras Ugor nos
detiene subiéndolas de cuatro en cuatro. 
—¿Dónde se encuentra la princesa? 
—¿Qué princesa? Hay unas cuantas en este castillo —suelto
impertinente. 
—Héctor, sé que le he hecho daño. Por favor, necesito hablar con ella.
He ido a buscarla a su alcoba y no la encontré, tampoco ha bajado a
desayunar. 
—Ha regresado a Aezan. Puedes hacer lo que quieras, ir en su busca
para que te eche sin miramientos o darle su espacio. 
—Ir en este momento sería una locura sabiendo lo testaruda que es. 
—¡Vaya! Al menos veo que tienes algo de inteligencia. 
—Creía que éramos amigos. 
—Por supuesto que lo somos. 
—¿Por qué no me ayudas? 
—Creo que fui claro anoche. 
—Al menos puedes decirme si ella siente algo por mí. 
Increíble, no puedo creer que me esté haciendo esa pregunta. Si ella no
sintiera nada por él, no se iría para evitar verlo. 
—Retiro lo dicho, tu inteligencia brilla por su ausencia —murmuro
incrédulo poniendo los ojos en blanco. Bajo dos escalones y se aparta para
dejarnos pasar. 
Nada más llegar Yelys empieza a revolotear haciéndome reír. 
—Chiquitina, ¿has comido ya? 
—No, te estaba esperando. Sabes que me encanta comer contigo. 
—Lo sé, chiquitina.
Me siento en la mesa al lado de Sangug besando su cabecita para darle
los buenos días. Durante el desayuno, Lessla se acerca y me pregunta si
podemos hablar después, le respondo que sí y se retira para seguir
desayunando. Una vez todos acabamos de desayunar sin la presencia de
Ugor, que no ha vuelto a bajar, me voy al patio junto a Lessla. Llevamos un
rato paseando y estamos fuera del muro en el bosque de pinos. 
—Llevo tiempo notando distintos a mis hijos Ugor y Kode, como más
pensativos, menos divertidos y me tiene preocupada porque no consigo que
me confiesen lo que les ocurre. Tú y Ugor os unisteis mucho en vuestro
viaje a Aezan y esperaba que pudieras aclarar mis dudas para calmar un
poco mi corazón. 
—Sobre Kode, solo puedo decirte que preguntó cuando se sabe si uno
está enamorado. Veron le contó lo que le ocurrió a él. 
—¿Y Ugor? 
—Puedo decirte una parte, y es que acaba de darse cuenta de que ama a
la princesa Muza. No lo dice abiertamente, al menos a mí aún no me lo ha
dicho, pero yo lo sé antes que él mismo. 
—¿Y ella lo ama? 
—Decirte que cambiar su aspecto para verse más femenina, ¿responde tu
pregunta? —Una sonrisa hermosa y feliz aparece en sus labios mientras
asiente. 
—¿Y por qué se ha ido?
—Encontrarse a tu hijo al llegar a altas horas de la noche cuando nos
íbamos a acostar después del parto de Snow y oler en su cuerpo a otra
mujer, o a varias seguramente. Le hizo mucho daño y decidió irse. 
—Pobrecita. He intentado tantas veces que mis hijos se centren y dejen
de buscar a mujeres a las que no van a amar. Todo ha sido inútil porque con
lo poco que he visto de la princesa dudo que le perdone. 
—Tu hijo quiere que le ayude y no puedo hacerlo. Hay algo más en todo
esto y no puedo revelarlo, no es mi secreto. 
—No es necesario, mi pequeña Lixda es la elegida del rey de los orcos y
si Muza ama a mi hijo, es por una razón. Mi hijo es su elegido. Si lo
rechaza ella no será feliz. 
—Tu hijo tampoco y menos ahora que está seguro de sus sentimientos.
Intenta hablar con él, tiene pensado acompañar a Lixda en unos días si ella
mejora por completo. Quizá pueda intentar un acercamiento con Muza. 
—Madre —Ambos buscamos con la mirada a Kode—. He escuchado lo
que decían. 
—No puedes decirle nada a tu hermano. Se lo prometí a Muza y no
tenías derecho a escuchar nuestra conversación. 
—Él merece saberlo —insiste y yo me cago en todo lo que se menea una
y otra vez. Maldigo la hora en que vine a hablar aquí sin que Lessla vigilase
que alguien nos siguiera. 
—Hijo, es ella quien tiene que decírselo a tu hermano. Héctor tiene
razón. Ella confía en él, no puede traicionar su confianza por tu
imprudencia. Y si hablas, Héctor perderá a una buena amiga. —Suspira
enfadada—. Si insistes en hablar, haré que tu padre cambie tus recuerdos.
No vuelvas a mencionarlo jovencito. 
—¿Cuánto tiempo? —pregunta Kode mirándonos a ambos.
—El que ella necesite y si decide rehacer su vida con otro orco. Tu
hermano lo sabrá porque lo rechazará —le dice Lessla. 
—Y si lo rechaza, ¿la perderá para siempre? ¿Si lo hace tendrá
posibilidad de conseguir su perdón?
—No lo sé, puedo preguntarle a Nazte, creo que no —intervengo. 
—¿Piensas que ella lo rechazaría sin hablar? —pregunta nerviosa
Lessla. 
—¿Y si puede rehacer su vida sin rechazar a mi hermano porque él
desconoce la verdad? —insiste Kode. 
—Hablaré con Nazte sobre ello. Él conoce la verdad y no está feliz
sabiendo que su hermana ha llorado por culpa de Ugor. 
—Lo entiendo perfectamente. Eso sí que voy a decírselo a mi hermano.
Anoche cuando me confesó sus sentimientos y que estaba muy confundido
le dije que volviéramos al castillo. Aún no había tocado a ninguna dragona.
El problema es que dijo que necesitaba estar seguro de lo que sentía por
Muza retozando con otra mujer.
—Cometió un gran error y ahora debe atenerse a las consecuencias de
sus actos. Tal vez ha perdido para siempre a la mujer que lo haría feliz por
el resto de su vida. Iré a buscar a Nazte antes de que venga Veron. Los
buscaré después para contarles. 
 
En cuanto entro al castillo encuentro a Nazte con Ayra y me lo llevo a mi
habitación para poder hablar con él. 
Me confirma que nunca supo hasta esa mañana que una hembra pudiera
notar a su elegido. Teniendo en cuenta que Lixda y Ayra han sentido algo
con goruz y con él. No sabemos por qué Ugor no ha notado nada y quizá al
no tener claros sus sentimientos no sabía que era algo más que admiración
lo que sentía por ella y eso lo ha complicado todo. También me explica que
cuando la hembra orco rechaza a su elegido sufrirá, pero no como el
hombre, porque es ella quien rechaza. Desconoce si Ugor sentirá algo al ser
rechazado, sin embargo, viendo a Lixda cuando Goruz la hirió y la alejó de
él cuando no había rechazado a su hombre, tal vez puede sentirse como un
orco y sufrir toda su existencia. Encontrará otra hembra e incluso se
enamorará, aunque nunca como el amor que sentirá por su hermana hasta su
muerte. Tampoco supo responderme si Muza puede empezar una relación
sin rechazar antes a Ugor. Le doy las gracias y le informo de todo lo que
hablé con Lessla y que tanto ella como Kode saben la verdad. Salimos de
mi habitación y después de llenar de besos a mi chiquita llevándome un
gruñido de Nazte, lo ignoro por completo besándola aún más veces
haciéndolo rabiar. Pobre, no le queda nada conmigo, nunca dejaré de besar
a mi bichito. Él se dirige a la habitación de juegos, una vez entra en la
habitación Ayra está feliz al ver a sus primos y busco de nuevo a Lessla. 
La encuentro en la sala principal hablando con Yiri y Gal, nada más
verme se disculpa con ellas tirando de mí hasta su habitación. Una vez
dentro miro con curiosidad y es prácticamente igual a la mía, pero con
adornos diferentes, llama mi atención una Duffayza hecha de cristal. 
—Fue un regalo de Rodan cuando tuve a Laga. Ella es nuestra
primogénita, aunque Ugor haga el papel de hermano mayor protegiendo a
sus hermanos. 
—Es hermosa. ¿Piensan tener más hijos?
—Lixda iba a ser la última, sin embargo, Hodul llegó de manera
inesperada y estamos muy orgullosos de él. 
—Estoy seguro. Esa mente que tiene incluso supera a Phipai. ¿Cuántos
años se llevan entre ellos? 
—Muy pocos sin contar a Hodul, por supuesto. Menos de cincuenta años
entre cada hermano.
—¿Muy pocos dices? —pregunto incrédulo—. Eso es media vida
humana. 
—Vuestra vida es demasiado corta. No puedes compararlo. Te
acostumbrarás cuando lleves con nosotros cien años o más. Mirarás el
tiempo de forma diferente. 
—Supongo que tienes razón. Y ahora a lo importante, acabo de hablar
con Nazte y cree que Ugor puede sufrir igual que un orco ante el rechazo de
su elegida. 
—Espero que pueda perdonarlo. ¿Cómo sufrirá ella el rechazo?
—Tampoco está seguro del todo. Según Nazte, las hembras pueden
rechazar a su elegido, sin embargo, tienen la suerte de ser ellas las que
rechazan y su sufrimiento es menor. Todo puede cambiar al ser Ugor un
dragón porque ha sido ella quien ha encontrado a su elegido. Lixda ha
sufrido mucho por culpa de Goruz cuando intentó alejarla de él sin haber un
rechazo previo de ella. Se supone que ella es quien rechaza al hombre, pero
ella ya estaba enamorada de él, e imagino que ese intento de rechazo de
Goruz le provocó mucho más daño. Obviamente, Goruz nunca podría
rechazarla, solo alejarla.
—Con Lixda estoy tranquila porque sé que será feliz junto a Goruz. Lo
que me tiene intranquila es que haya orcos que no la acepten. 
—No te preocupes, no te niego que puede haber a alguien que no le
guste que su reina sea una dragona. No obstante, todos los que he conocido
mientras estuve allí fueron muy amables conmigo, a su manera, claro.
Todos son demasiado secos y poco propensos a demostrar cariño, más aún
en los hombres. Eso no significa que no quieran a su reina. En Aezan todos
saben que la elegida es una princesa dragona, es cuestión de tiempo que
todos acaben aceptándola. Tu hija es maravillosa y se ganará el amor de los
orcos. Todos darán su vida por ella y no por obligación sino porque se lo ha
ganado. Recuerdas lo que le pasó a Evolet, cuando vieron como defendió a
Imila de Leta pegándole un puñetazo sabiendo que tenía las de perder al ser
una humana, ellos vieron su valía y la aceptaron como su reina. 
Tocan a la puerta interrumpiéndonos.
—¿Quién es?
—Soy Veron, tía. ¿Héctor sigue contigo?
Con una sonrisa que me parte la cara en dos, abro la puerta y me lanzo a
los brazos de Veron como si llevara meses sin verlo. 
—Definitivamente, en mi próximo viaje no puedo permitir que me
extrañes tanto.
—¿Acaso no me has echado de menos? —pregunto molesto.
—Muchísimo, por eso adelanté unas horas mi regreso. Además, mi
hermano estaba deseando regresar con su familia también.
—No lo dudo, sin embargo, me creería más que quería volver antes para
vigilar a Nazte. —Suelta una carcajada dándome la razón.
—Tía, si no te importa, me llevaré a Héctor un rato.
—Por supuesto que no me importa. Nosotros ya terminamos de
conversar, gracias por aclarar mis dudas. 
Le doy un abrazo y me voy con Veron. Quiere llevarme a Olvernus a
comer y vamos con el tiempo justo. No tardamos en llegar y me sorprende
ver a Shinva y a Dagtan esperándonos. Me alegro mucho de verlos de
nuevo y aprovecho para pedirle a Dagtan que me haga los marcos para las
fotos cuando descubro que es carpintero. Sinvha le había pedido que
comiéramos juntos a nuestro regreso y tuvo que retrasarlo por el viaje.
Pasamos la mayor parte de la tarde con ellos y antes de que anochezca nos
despedimos prometiendo vernos mañana en la fiesta.
Veron alza el vuelo y avanza varios metros hasta que comienza a subir
cada vez más. Por un momento me acojono porque siento que voy a caerme
cuando está volando en vertical. Aprieto la mandíbula con fuerza para
evitar gritar deseando que acabe ya y esa sensación desaparece cuando
subimos por encima de las nubes. ¡Dios mío! Si verlo desde el Teide es
maravilloso, ahora es indescriptible, a eso, sumarle el cambio de colores
porque está anocheciendo. Los dientes me empiezan a castañear y no me
importa en absoluto.
—Gracias por traerme aquí, aunque me esté muriendo de frío.
—No conté con ello, mi luz, perdóname.
—¡No! No bajes aún. Sigue volando un poco más a esta altura, quiero
ver esta belleza unos minutos más. 
—Está bien. Unos minutos y bajamos. —Aprovecho cada segundo
grabando en mi retina todo lo que alcanza mi vista, ojalá tuviera la cámara
en este momento—. Prometo que volveré a traerte más abrigado y con la
cámara para que puedas hacer todas las fotos que desees.
—¿Puede ser al anochecer para captar estos colores?
—Y al amanecer, mi luz. Ahora bajaré e iremos al castillo para darnos
un baño y que entres rápido en calor.
Nada más llegar, le pide a Nymy que prepare nuestra bañera para que yo
pueda entrar en calor. Ella se adelanta a subir para calentar el agua. Veron
entra conmigo en brazos porque no he sido capaz de caminar por el frío que
me ha dejado rígidos los músculos por culpa de los temblores
Me mete al agua con ropa y todo. El alivio que siento es insuperable.
Está muy preocupado y enfadado. Lo que no estoy seguro de si con él
mismo o conmigo por pedirle que nos quedáramos un rato más. 
—¿Necesita algo más, mi señor?
—Trae un poco de caldo caliente y avisa a mi madre por si te aconseja
algo más, por favor. 
—Enseguida, mi señor. 
Nymy se retira y Veron frota mi cuerpo, que poco a poco empieza entrar
en calor.
—Estoy bien —susurro tiritando.
—No debí subir tan alto sin que estuvieras más abrigado, perdóname. 
«Vale, se ha enfadado consigo mismo».
—Quítate la ropa y entra conmigo —vuelvo a susurrar intentando que
sonría. 
No lo consigo, así que dejo que me quite la ropa y cuando paro de tiritar
me ayuda a salir de la bañera y me seca con rapidez. Va a buscar ropa con
más velocidad de la normal y enseguida me viste con el pijama de
corazones que es calentito. Me lleva hasta la cama y me tapa con varias
mantas. Yiri llega con Brandar y entre los dos me liberan de este frío, ella
dándome un caldo calentito al mismo tiempo que Brandar usa sus piedras. 
—No lo entiendo, el Ónix debería impedir que te resfriaras de esta
forma. Es normal que cojas frío, sin embargo, esto es demasiado. 
—Estaría peor si no fuera por esa piedra —aseguro. Yo mismo he notado
los cambios y en todo este tiempo jamás he enfermado.
—Después de la fiesta te la retiraré. Lo haría ahora, pero si lo hago en
este momento mañana no podrás ir a la fiesta. Estarás demasiado cansado. 
—No quiero perderme la fiesta, Veron. Sé lo que vas a decir y no quiero,
por favor, solo es un día más. Hacía muchísimo frío allí arriba y estaba
tiritando, no estoy enfermo.
—Está bien.
—Muchachos, os dejamos descansar. Si me necesitan no duden en
llamarme.
—Gracias, Brandar.
Él se retira y después de que Yiri nos diera un beso a cada uno en la
frente, también se marcha dejándonos a solas. Veron se quita la ropa y se
tumba a mi lado llevándome a su pecho. Nos cubre de nuevo con las mantas
y, aunque ya no tengo nada de frío, no me voy a quejar porque me encanta
que sea atento conmigo. 
 
Hoy es el día de la fiesta y ya estamos arreglados para ir hasta Olvernus.
Vamos a ir en caballos y carros para poder estar cómodos y no estropear
nuestro atuendo en el viaje. La fiesta empieza al medio día, así que justo
después de desayunar hemos comenzado a prepararnos, sobre todo las
mujeres, da igual en qué mundo están viviendo porque tardan una eternidad.
Por supuesto, eso me lo callo o acabaré asesinado por las delicadas
damiselas. 
Veron y yo hemos acabado y me he dejado el pelo suelto. No he
permitido que nadie nos ayude porque todas las mujeres que pertenecen al
servicio van a ir y ellas necesitan su ratito para arreglarse, aparte del tiempo
que utilizan para ayudar a sus señoras antes. 
Salimos de nuestra habitación, bajamos las escaleras y ya se escuchan las
voces de los hombres. Nos unimos a ellos esperando por las mujeres. Veron
no se separa de mi lado sujetando mi cintura. Cada día que pasa es un sueño
y no quiero que acabe nunca. Una vez que por fin entran al salón todas las
mujeres nos vamos a Olvernus. 
Antes incluso de poder ver la ciudad, el olor de las Olvas inunda todo el
entorno. Qué pena que solo salgan cada cincuenta años. La ciudad está
preciosa al llegar minutos después de percibir el aroma y nos vamos
bajando de los carros y caballos para disfrutar con los amigos. En la plaza
principal hay músicos tocando unas suaves melodías y ahí nos esperan Resli
y Naden, Ame y Nemain, Sinvha y Dagtan, Imila y Rianri, y algunos
guerreros más que viven en la ciudad. 
Nos unimos a ellos para disfrutar del festejo. 
 
Bailamos y comimos durante horas sin parar. Todos, hombres y mujeres,
parecen aceptar mi relación con Veron porque no me han hecho sentir
extraño o incómodo. Nos cruzamos con las mujeres que, en la unión de
Sinvha, dijeron cosas negativas sobre nosotros y que ahora están bailando
junto a todos nosotros. De nuevo me siento feliz y no cambiaría nada. Los
niños no paran de bailar, los gemelos de Nan observan todo con atención en
los brazos de sus abuelos y Galara en los de su abuelo. Kokel y Rend
persiguen sin cesar a mis sobrinas que son dos torbellinos unidos a Skel,
Ayra, Sangug y muchos más pequeños que no para de alegrar las fiestas,
todos son imparables e incansables. Atba al principio se sentía cohibida,
pero fue bien recibida por todos y eso le calmó los nervios. Incluso ha
bailado con varios dragones muy guapos. Yelys no ha dejado de revolotear
y de hacer enredaderas entre las flores dejando todo el decorado aún más
hermoso. 
Casi está anocheciendo y tengo la vejiga a reventar. Me acerco a una
casa en la que han puesto varios excusados para las personas que no
vivimos aquí. Están todos ocupados y hay una larga cola, así que me alejo
un poco para orinar tras unos árboles que hay fuera de la ciudad. La plaza
está muy cerca y no pierdo de vista a Veron que está bailando con Nan para
hacer rabiar a su hermano. Justo cuando el alivio por vaciar mi vejiga me
envuelve siento a alguien en mi espalda. Por un instante pienso en Veron,
sin embargo, lo tengo a varios metros delante de mí bailando con Nan. Me
acomodo bien el pantalón y me giro para encontrarme con Traron. No tengo
nada que decirle, así que voy a girarme para irme. 
—No tan rápido, tú y yo tenemos algo que hablar. 
Me sujeta con fuerza tapando mi boca y se aleja un poco más de la plaza
hasta que pierdo de vista a Veron. Siento un escalofrío recorrerme entero,
no confío en Traron y más actuando de esta forma. Intento soltarme de
nuevo y esta vez sí me deja libre. 
—¿Qué quieres hablar conmigo que no puedas hacer delante de Veron? 
—Quiero que te alejes de él. Regresa a tu mundo. Tú nunca le harás
feliz. 
—¿Y qué pasa si no lo hago? 
—Créeme, no te gustará. Lo que te hizo Darzien es un juego comparado
a lo que te haré si no te alejas para siempre. 
El miedo me invade al escuchar el nombre de ese cabrón. 
—¿Cómo sabes lo que Darzien me hizo?
—Eso no importa. —Intento empujarlo para apartarme lo suficiente y
que no me impida gritar. Es inútil, aunque le pillé por sorpresa no se mueve
ni un milímetro y tira del pelo haciéndome jadear por el dolor. Siento como
si estuviera a punto de arrancarlo—. Si mañana sigues aquí te mataré yo
mismo. 
—No me iré y si me haces daño, Veron te matará. 
En cuestión de segundos, Kokel y Rend aparecen a su lado gritando al
unísono:
—Ahora es un humano. Dale su merecido, te amenazó de muerte. 
Me suelta al darse cuenta de que no tiene sus poderes. No lo pienso dos
veces, le golpeo lanzando primero un crochet horizontal dando de lleno en
su mejilla justo debajo del ojo izquierdo y seguido un low kick directo al
muslo provocando que caiga de rodillas. Voy sobre su cuerpo tumbándolo
en el suelo y descargo toda mi ira en su cara, puñetazo tras puñetazo, sin
detenerme y sin querer parar. Puedo escuchar como los gemelos me animan
a golpearlo más fuerte. Y sigo haciéndolo hasta que alguien me separa. 
—¡Basta, Héctor! —grita Veron cuando intento volver al suelo para
golpear de nuevo a Traron—. ¿Qué creéis que estáis haciendo? —les grita a
sus hermanos. 
—No les digas nada, Veron. Me ayudaron.
—Llévatelo, Ugor. 
 
Capítulo 31

No sé en qué momento perdí de vista a Héctor cuando bailaba con Nan.


¡Maldición! Escuchar a mis hermanos de lejos gritar «golpea más fuerte,
Héctor», me asustó porque no entendía qué estaba pasando. Al llegar y ver
a Héctor golpear una y otra vez el rostro ensangrentado de Traron me
enfureció. ¿Qué hace Traron aquí? Si se ha atrevido a molestar a Héctor lo
mataré. Lo separo para que deje de hacerse daño en las manos. Necesito
protegerlo. 
La mirada de Héctor mientras Ugor se lo lleva me duele porque no está
confiando en mí. Estoy seguro de que piensa que defiendo a Traron por
encima de él. 
—Debisteis avisar de inmediato de lo que estaba ocurriendo. Seguís
siendo unos cachorros y algo pudo salir mal. 
—Lo sentimos, hermano. 
—Devolverle sus poderes, id con mamá. Iré enseguida.
—Hermano, él le dijo que… 
—¡Marchaos! —grito y me arrepiento al ver sus caritas—. Perdonadme,
no estoy enfadado con ninguno. Después hablamos. 
Ellos asienten con la cabeza de mala gana, le tocan para devolverle sus
poderes y se retiran. Miro a mi padre que me siguió y se aseguró de que
todos se fueran. Traron se levanta con dificultad y cuando ha terminado de
ponerse en pie le doy un puñetazo mandándolo contra el árbol que está
detrás de él golpeándose en la espalda. 
—Héctor ha hecho lo que debí hacer yo desde que me enteré de todo.
Esperaba que fueras inteligente y que no volvieras a molestarnos. ¿Qué le
dijiste a mi hombre?
—Le dije que se alejara de ti.
—Dudo que fuera únicamente eso. Lárgate antes de que acabe con tu
miserable vida. La próxima vez te daré muerte. 
—No puedes matarme así como así, no hice nada malo y quiero
recuperarte. 
—Estoy seguro de que trataste de intimidar a Héctor. Gracias a mis
hermanos te ha dejado claro que sabe defenderse solo. Pronto nos uniremos
y ni tú ni nadie va a impedirlo.
—¡Es un hombre! —suelta con un gruñido.
—Es mi hombre, mío. Pasaré por encima de cualquiera que desee
hacerle daño. Por nuestra amistad voy a darte una última oportunidad. —
Me agacho, sujeto su camisa y lo levanto acercándolo a mi cara—. Si
vuelves, si estás cerca de nosotros sin ser llamado por tu rey, te daré caza.
¿Lo entiendes? 
—Lo entiendo. 
—Ahora regresa a la ciudad de Arul y no vuelvas. Cumpliré mi
promesa. 
Me quedo mirando como se aleja de la ciudad. Por un segundo estoy
tentado de atravesar su corazón. 
—Detente hijo. Le mantendremos vigilado, no permitiremos que vuelva
a acercarse a Héctor. —Su mano está sobre la mía con la que empuñaba la
espada. Estaba dispuesto a matarlo sin dudar y sin importar las
consecuencias si con eso protejo al amor de mi vida—. Vamos con Héctor.
Debe sentirse herido porque lo alejaste de ti sin una explicación. 
—No confía en mí, padre. 
—Si confía en ti. Actuaste de manera impulsiva para protegerlo, aunque
he de añadir que gracias a mis cachorros no lo necesitó —dice con orgullo. 
—¿Qué hubiera ocurrido si mis hermanos no siguen a Héctor en silencio
usando su poder? Además, ¿qué hacía aquí solo? 
—Eso será mejor que te lo explique él mismo y conociéndolo, te lo
pondrá difícil.
—Espero que no. 
Nervioso por la reacción que tenga mi luz al verme después de lo que ha
pasado. Vuelvo a la fiesta y me indican que Sinvha se lo ha llevado a su
casa para calmarlo. Mi madre ha ido con ellos porque las manos de Héctor
estaban bastante magulladas. Corro todo lo rápido que soy capaz y
enseguida estoy tocando su puerta. Mi madre me mira con mala cara al
abrirme la puerta y se aparta a un lado para que entre con mi padre. Héctor
está con las manos vendadas y puedo oler el ungüento de mi madre. Sinvha
está a su lado y al escucharme entrar también me mira con mala cara.
Respiro hondo esperando que Héctor hable, sin embargo, me mira por unos
segundos y no dice nada. Aparta la mirada de nuevo y me duele verlo así.
—Mi luz, perdóname por reaccionar así. Quise apartarte para protegerte. 
—¿A mí o a él? —siseó con dolor.
—Siempre a ti. 
—¿Sabes que me amenazó de muerte si no me alejaba de ti mañana
mismo? —Un gruñido sale de lo más profundo de mí ser. 
—Debiste dejar que le atravesara con mi espada, padre.
—No podía, el rey te castigaría por ello —asegura mi padre.
—Hijo, tu padre tiene razón —murmura mi madre preocupada. 
—Ha amenazado de muerte a Héctor. Le dije que si se acercaba de
nuevo le daría caza. Una cosa es que le dijera cosas poco agradables, que
era lo que pensaba que había ocurrido. Esto es muy diferente. 
—Hablaré con mi hermano, no permitirá que esto quede así —declara mi
padre. 
—Amor, perdóname. Creí… yo… —tiene la cabeza baja mirando sus
manos. 
—¡Shh! —Me acerco a él y sujeto sus manos con cuidado para después
besarlas—. Todo está bien ahora. ¿Qué hacías tan lejos?
—No estaba tan lejos. Traron me llevó a la fuerza hasta donde me
encontraste. El excusado estaba ocupado y había mucha cola. No aguantaba
las ganas de orinar y me alejé un poco para hacerlo detrás de un árbol. Debí
avisarte, pero estabas divirtiéndote bailando con Nan haciendo rabiar a
Norrus y no quise molestarte por algo tan tonto. ¿Qué podía pasarme? ¿No?
—Debo disculparme con mis hermanos por ser tan duro con ellos.
—Sí, debes hacerlo porque si no es por ellos no hubiera podido darle una
paliza. Que bien me quedé. No importa que ahora me duelan las manos.
Mañana estaré bien, el gusto de darle de hostias por todo lo que provocó
con sus palabras desde el principio no me lo quita nadie. 
—Estoy orgulloso de ti, aunque en un principio no lo pareciera. Cuando
seas un dragón todos te van a temer —aseguro. 
—¿Dónde está mi bichito? Me extraña que no esté aquí.
—Se había retirado con Khonox un momento —susurra mi madre con la
carita sonrojada haciendo reír a mi padre.
—¡Estupendo! Mientras un loco me amenaza de muerte, ella se revuelca
con mi cuñado. ¡Ya le vale! —La cara de mi madre ahora se vuelve aún más
roja haciéndonos reír.
—¿¡Héctor!? ¿¡Héctor!? ¿Dónde está mi hermano? ¿Y dónde está ese
cabrón? Le voy a reventar las pelo…
—Ya pequeña, Tranquilízate. He mandado a buscar a Traron desde
mañana. Déjale que se confíe esta noche y se cure de las heridas que le ha
causado Héctor. Quiero que piense que no va a tener un castigo. —Se queda
callado por un momento y me acerco para abrir la puerta—. No estoy
seguro de donde vive Sinvha. Por las indicaciones que me dio Dagtan debe
ser por aquí. 
—¡Todo es por tu culpa! Si hubiéramos estado en la fiesta lo habría
protegido. 
—Por lo que me has contado, los gemelos le han ayudado. Ahora que
recuerdo, también lo hicieron contigo.
—Sí, es verdad. —Abro la puerta para que entren—. Es aquí
grandullón. 
Entra corriendo, va hasta su hermano, agarra sus mejillas y le llena de
besos por toda la cara. Dos gruñidos se escuchan en el pequeño salón, uno
es mío y el otro de mi tío. 
—¿En serio estáis gruñendo a mi bichito por darme besos curativos?
—¿Te acuerdas? Cada vez que me caía raspando mi piel me llenabas de
besos y decías que con eso me curaba las pupas. Los llamabas besos
curativos. 
—Nunca podré olvidarlo. Hacía muchísimo que no nos dábamos estos
besos —susurra Héctor emocionado. 
—La culpa es tuya por alejarme de tu lado —replica. 
Mi tío y yo nos miramos avergonzados por reaccionar de forma tan
irracional y posesiva ante la muestra de cariño de dos hermanos.
—Lo siento, tía.
—Perdonado. ¿Y tú no tienes nada que decir? —increpa mirando a mi
tío.
—Disculpadme.
—No me importa, estoy acostumbrado a que me gruñas un poquito de
vez en cuando —dice mi luz encogiéndose de hombros.
—Es un honor tenerlos en mi pequeño hogar, aunque sea en estas
circunstancias —susurra avergonzada Sinvha interrumpiéndonos.
Evolet sonríe y la abraza sorprendiéndola. Sinvha se queda petrificada
por unos segundos hasta que le devuelve el abrazo. 
—Lo siento, Sinvha. Tu reina es muy cariñosa y efusiva —dice mi tío
con una sonrisa. 
—Es una reina maravillosa, mi señor.
Nos quedamos unos minutos más hablando y regresamos a la fiesta con
los demás. Los hermanos de Héctor enseguida se acercan a él preguntando
qué le había pasado. Les cuenta todo lo ocurrido desde que se alejó un poco
y se ponen nerviosos pensando que pueda hacerle daño. Mi tío enseguida
les tranquiliza prometiendo dar un castigo ejemplar a Traron mañana. Es un
hombre completamente diferente al que fue mi mejor amigo. Entiendo que
pueda sentirse confundido por mi relación, pero llegar al punto de amenazar
de muerte a Héctor es algo incomprensible y pagará por su osadía. Si quería
recuperar mi amistad, debía empezar por pedir perdón por sus malas
palabras y luego aceptar mi relación. Ahora esa posibilidad no existe. 
Entrada la noche los cachorros de la ciudad hacen una obra de teatro
mostrando lo que vivieron nuestros primeros reyes y como se enamoraron. 
 
La fiesta acabó algo tarde y regresamos a Senzyras con las mujeres
incansables y los cachorros que parecían no agotar su energía, excepto mis
sobrinos Yix y Rend, y mi prima Galara, que duermen en los brazos de sus
padres desde hace horas. Por suerte, la presencia de Nazte evita que Ayra se
sienta celosa por no tener la atención de sus padres. Lo que provoca los
celos de mi hermano al no tener a sus pies a su princesita pidiendo que la
coja en brazos. 
Una vez en nuestra alcoba, nos desvestimos y nos acostamos
directamente. Estamos muy cansados y no quiero molestar a nadie para que
nos caliente el agua. Héctor me abraza y se coloca sobre mi pecho con un
supiro.
—Me disculpo por lo que ocurrió con Traron. No quiero que vuelvas a
pensar que hay alguien más importante que tú. Necesito que confíes en mí y
en el amor que siento por ti.
—Confío en ti, amor. Es que me confundiste al echarme de esa forma
usando a tu primo. Yo también me disculpo —Bosteza y se acomoda mejor
—. Estoy muerto, mañana me van a doler hasta las pestañas de tanto bailar. 
No puedo evitar reír ante su comentario.
—No pueden dolerte las pestañas por mucho que bailes.
—Ya lo sé, es una manera de hablar.
Vuelve a bostezar y yo le sigo sin poder contenerme. Cubro con una
manta nuestros cuerpos desnudos, Héctor se acomoda de nuevo sobre mi
pecho. Le doy pequeñas caricias en la espalda y nos quedamos dormidos. 
 
Me desperté con medio cuerpo de Héctor sobre mí, por suerte no he
recibido ningún golpe. Anoche me dormí al mismo tiempo que él y no pude
abrazarlo para que no se moviera tanto. En un rato Brandar le quitará el
Ónix y estará agotado varios días. A partir de ese momento estaré
intranquilo hasta que pueda unirme a él y marcarlo para vivir una eternidad
juntos.
Después de despertarlo aviso a Nymy para que cambie el agua y lo
caliente. Una vez lo ha hecho se retira y nos aseamos juntos. Me muero de
ganas por hacer el amor, pero primero debemos desayunar para que Héctor
coja fuerzas y se recupere antes. Mientras me visto, Héctor hace lo mismo.
Nymy entra cuando Héctor la llama para que le arregle el pelo. 
Antes de retirarme le doy un beso y bajo al salón. Mi tío me informa que
ha mandado a dos guerreros en busca de Traron y que esta tarde ya tendrían
que estar aquí. Espero que el castigo sea ejemplar y que sirva de precedente
para aquel que pretenda, en algún momento, intimidar a Héctor. Yelys, que
estaba en el hombro de Ugor, vuela sobre Héctor al verle llegar. Tendré que
hablar con mi tío y con el rey Gus para que nos permitan visitar a Yelys a su
reino, eso haría muy feliz a los dos. 
Busco a mi madre con la mirada y voy a su lado.
—Madre, ¿dónde están mis tíos Anarfi y Degon? Ayer estaban un poco
extraños y volvieron antes. 
—Anarfi se encontraba indispuesta.
—¿Qué le ocurre?
—Nada, hijo —murmuró con tristeza.
Es evidente que no quiere hablar de ello por respeto a mi tía, y lo
entiendo, aunque no puedo evitar sentirme preocupado. 
—No te preocupes, Yiri. Lo que ocurre, es que hace dos días he perdido
a mi cachorro. Solo hacía unas horas que había escuchado su latido hasta
que… —su voz se rompe al final y empieza a llorar.
—Sintió un fuerte dolor y luego sangró mucho y el latido dejó de
escucharse. Tu madre y tu tía Lessla la atendieron. 
—Lo siento mucho, tía. Perdona mi imprudencia. 
Héctor se levanta y corre a su lado para darle un abrazo. Mi tía lo recibe
enseguida. La noticia nos deja a todos los que no sabíamos nada
completamente desolados. Mi pobre tía lleva tanto tiempo esperando este
momento y ahora pasa esta desgracia.
—No te preocupes, Veron. Íbamos a compartirlo cuando tu tía se sintiera
un poco mejor. 
Héctor se marcha con mi tía Anarfi y Degon se sienta sin probar bocado
al desayuno. El silencio empaña el alegre desayuno y ninguno se atreve a
romperlo para no incomodar a nuestro tío. 
—Nunca he sabido hacer feliz a mi mujer. He sido un egoísta que solo
pensaba en mí y ahora… ahora que puedo cumplir su mayor deseo, los
ancestros me castigan una y otra vez.
—Hijo, el único que se castiga eres tú. No es la única dragona a la que le
ha ocurrido algo así. 
—Si me permites decirte algo —pide Luciana y Degon asiente—. Alan y
yo siempre deseamos ser padres, estuvimos años intentando tener un hijo
hasta que finalmente Danae llegó a nuestras vidas. Desde que Danae
cumplió su primer año hemos vuelto a intentarlo y seguiremos haciéndolo
sin importar el tiempo que pase. Lo que quiero decir es que es más normal
de lo que parece. Y puede que tengan la mala suerte de perder otro bebé,
pero que eso no os desanime de seguir intentándolo porque cuando menos
lo esperéis, una vida crecerá en su interior para daros la mayor felicidad. 
—Gracias por tus palabras. 
—Sigues pensando que es tu culpa porque nunca quisiste ser padre. Sin
saber cuáles eran sus sentimientos cambiaste de opinión y decidiste ser
padre. Más tarde, ella se reveló por primera vez y descubriste realmente lo
que sufrió durante mucho tiempo. Ella no tuvo que decirte nada para que
deseases ser padre, cambiaste por ti mismo. Ella no quiere que te culpes por
algo que desconocías, estoy segura de que lo único que quiere es que la
acompañes y la ames, que estés a su lado en los buenos y malos momentos
pase lo que pase. 
—Siempre estaré a su lado. Nunca dejaré de amarla, ella lo sabe. 
—Saberlo no es suficiente. Debes demostrarlo cada día. —Degon mira a
Luciana sin comprender lo que quiere decir—. Teme perderte ahora que tú
deseas ser padre y ella no ha podido darte un hijo. 
—Luciana tiene razón, Degon —asegura Phipai—. Estáis unidos para
toda la eternidad y aun así teme perderte. 
—¿Ella te lo ha dicho? —Luciana niega—. ¿Entonces como lo sabes? 
—Porque yo me sentí así. —Alan rodea con sus brazos a su mujer y besa
su sien. 
—Gracias, Luciana. Haré que mi mujer sepa que jamás me perderá. Me
retiro. —Se levanta y se marcha a buscar a mi tía Anarfi—. Gal, ¿puedo
coger dos Duffayzas? 
—Por supuesto, hijo, no necesitas preguntarlo. —Con una sonrisa,
Degon se retira. 
Mi tío Khonox inicia una conversación sobre asuntos del reino haciendo
que el ambiente cambie y así, centrarnos en otra cosa.
 
Brandar y yo buscamos a Héctor cuando terminamos de hablar con los
demás. Las mujeres se habían retirado y Nymy bajó a informarme que
Héctor se encontraba con los cachorros en su alcoba de juegos. Héctor se
despide de todos cuando vamos por él y entramos a nuestra alcoba. 
—Túmbate boca arriba y relájate. En cuanto saque la piedra te sentirás
muy cansado, tanto que te dormirás en segundos. Cuando despiertes estarás
como nuevo. 
—Vale. —Tira de mi camisa para besar mis labios—. Ahora estoy listo. 
Sin apartar nuestras miradas Brandar comienza su cántico colocando la
mano sobre el pecho de Héctor y un momento después se queda
profundamente dormido. Observo la piedra hacerse polvo sobre la mano de
Brandar. 
—Por eso la piedra estaba perdiendo su eficacia. Estaba rompiéndose. 
—¿Por qué? 
—Pues nunca lo había visto antes, lo único que se me ocurre es que sea
por el rechazo que siempre ha sentido Héctor por la piedra. 
—¿Le ha podido hacer daño por llevarla dentro así? 
—No. Simplemente, estaba dejando de proteger la vida de Héctor. No le
estaba restando vida. 
—¿Cuánto tardará en despertar? 
—Varios días. Entre dos y tres, puede que hasta un poco más. Lo
importante es darle agua y caldo varias veces al día. Hoy ha desayunado
muy bien, así que hasta la noche no es necesario obligarle a ingerir nada. 
—Te irás hoy. ¿Qué hago si algo no va bien? 
—Todo irá bien, necesita los cuidados de aseo y beber agua y caldo. Por
poco que ingiera es suficiente si lo haces varias veces. 
—Cuidaré muy bien de él. 
—Os deseo toda la felicidad y espero que en nuestro próximo encuentro
pueda daros la enhorabuena por vuestra unión. 
—Yo también lo espero. Muchísimas gracias por todo. 
 
Han pasado cuatro días y Héctor sigue sin despertar. Anoche mientras
intentaba darle un poco de caldo pareció que abría los ojos, sin embargo, no
fue así. Lo que peor llevo es que esté tan quieto, si al menos durmiera
moviéndose como hace normalmente no estaría tan preocupado. El latido de
su corazón es lo que me indica que todo va bien porque es normal, aunque
algo más débil que cuando tenía el Ónix. He pasado toda la noche velando
su sueño, igual que las anteriores. Durante el día, cuando he tenido que
separarme de él por mi trabajo; sus hermanas, mis tías, mi abuela, Atba y
Nymy no se han separado de él. Yelys y Sangug han pasado muchas horas a
su lado mientras ella les contaba historias a los dos. Iban a irse los cuatro
tras la fiesta y Nazte ha querido esperar hasta saber que Héctor está
perfectamente. Le envió una misiva a su hermano con Naden para
informarle del retraso. 
He aseado a mi luz cada mañana y limpiado sus desechos cuando he
estado con él sin importarme nada o sentir asco. Jamás pensé que haría algo
así por mi pareja y aquí estoy, velando su sueño después de limpiar su
cuerpo una vez más. 
Evolet fue a buscar a su mundo una cosa que llama pañales y el día que
se lo puso no paró de reírse hasta que le gruñí. Me explicó lo que era y que
con Skel nunca quiso usarlos, pero como Héctor es grande, es más cómodo
para nosotros limpiarlo. La llamé mentirosa y confesó que quiere putearlo
un poco. No soporté verle con esa cosa en su cuerpo y se lo quité minutos
después, sin embargo, le dirá que se lo puso igualmente para fastidiarlo.
Quiere vengarse de él por alejarla tanto tiempo y tiene muy malas ideas.
Sonrío pensando en que anoche quiso hacerle muchas coletas con hilo de
cuero por toda la cabeza para cuando despertase. Regresé de hablar con mi
tío y lo encontré con siete coletas hechas y a ella junto a Luna llorando de la
risa. Esas dos mujeres juntas son un peligro, la más tranquila es Luciana,
aunque tampoco puedes confiarte. 
—He soñado con esa sonrisa. —La voz ronca de Héctor me hace mirarle
y mi sonrisa se amplía. 
—Yo he soñado con ver esos hermosos ojos marrones de nuevo. —Me
acerco a sus labios para besarlo y luego acariciar su rostro—. He estado
muy nervioso porque has tardado en despertar. 
—Lo siento. 
—Ahora todo está bien. ¿Cómo te sientes? 
—Un poco cansado y entumecido. 
—Es normal, mi luz. Mi madre me aconsejó que te hiciera caminar un
poco para ver qué tal reacciona tu cuerpo tras tantos días inmóvil. Primero
vas a desayunar, bajaré a por algo de comida. ¿Te has enterado de algo
mientras dormías? 
—Sinceramente, si ha sido así, no recuerdo nada. He estado soñando
contigo y con nuestra unión. 
—¿Y qué has soñado? 
La curiosidad puede conmigo. Quiero cumplir su sueño si no es muy
descabellado. 
—La verdad es que no había nadie más que nosotros. Solo tú y yo
uniéndonos para la eternidad, sin fiestas ni nada más. 
Lo pienso y sé que eso enfadaría a mi madre, haremos la fiesta después
para compensarla. Sin decirle nada con respecto a su sueño, le doy un beso
para bajar a la cocina con rapidez y buscar nuestro desayuno. Al abrir la
puerta casi choco con Nymy que se me ha adelantado trayendo comida para
mí. Al ver a Héctor despierto, deja mi bandeja en la mesa y se sienta a su
lado. Me he acostumbrado a la confianza que ella tiene con Héctor y no
quiero que se sienta incómoda en mi presencia pensando que pueda
molestarme su comportamiento. El primer día me miraba esperando una
reprimenda y al ver que le sonreía se ha dejado llevar, es ella misma cuando
está con Héctor y deseo que se sienta igual conmigo. La pobre sufrió mucho
y lo último que pretendo es incomodarla, ojalá pronto encuentre un hombre
que la ame y le enseñe la felicidad.
—Bajaré a buscar algo más de comida, mientras puedes darle de lo mío
—le indico a Nymy—. Avisaré a todos que has despertado, tus hermanos
querrán verte.
 
Capítulo 32

Cuando Veron cierra la puerta, cierro los ojos y suspiro, me siento como
si una apisonadora me hubiera pasado por encima. Miro a Nymy y le cojo la
mano.
—Estoy seguro de que has cuidado mucho de mí.
—Siempre cuidaré de ti. Estaba asustada porque no te despertabas, tenía
miedo de que te ocurriera algo. El señor Veron también te ha cuidado
mucho.
—Estoy bien, demasiado cansado y con los músculos bastante doloridos.
Guárdame el secreto, no quiero que Veron se preocupe.
—Está bien, pero por orden de la señora Yiri has de caminar, ¿crees que
puedas?
—Después lo intento, ahora me muero de hambre. —Me acerca la
bandeja de Veron avergonzada por no traerla antes a darme de comer, lo sé
por el tono rosado de sus mejillas. 
Como un poco de fruta y pan. Me lo comería todo, aunque no quiero
abusar y acabar mal del estómago por glotón después de tantos días sin
comer adecuadamente. Estoy terminando de tragar el último pedazo de
manzana cuando mis hermanas entran en estampida seguidas por mis
hermanos. 
—¿Cómo te encuentras?
—Algo cansado. 
—Veron te ha cuidado mucho.
—Lo sé, bichito. Nymy me lo ha dicho.
—¿También te ha dicho que se ha encargado de asearte? ¿Y de
limpiarte?
Pienso a toda velocidad y si ha dicho asearte y limpiarte quiere decir…
«No».
—Dime que no ha hecho lo que estoy pensando.
—Bichito, te ha limpiado los pipis y las caquitas. —Gimo desesperado,
no me puedo creer que Veron haya hecho eso, me quiero morir. La cabrona
de mi hermana se regocija viéndome.
—¿Ocurre algo, mi luz? 
En este momento es cuando necesito que la tierra bajo mis pies se abra y
me trague sin contemplaciones. Si no puede ser la tierra que sea la cama, el
suelo o lo que sea, pero que me trague de una santa vez.
—Ábrete de una vez —susurro muy bajito a ver si así me traga. 
La risita de mi bichito es inconfundible porque sabe en lo que estoy
pensando.
—No se abrirá todavía, antes tienes que saber que te ha visto en pañales. 
Me quedo petrificado mirando a mi hermana como si fuera un fantasma
que me está gastando la peor broma de mi vida. 
—Eres una hija de puta —siseo muy molesto. 
—Un poco sí que lo soy y esta es mi venganza por alejarte de nosotros
en vez de estar a nuestro lado para ayudarte. —Su risita me enerva aún más,
¿cómo puede reírse con lo que me ha hecho? 
—Yo no le encuentro la gracia a nada y no es una venganza, es una
putada. —Intento levantarme y si no es por Nymy acabo en el suelo
rodando—. Veron, ahora no te acerques —me mira extrañado cuando antes
de irse estaba todo bien. La vergüenza que siento me supera, necesito un
momento a solas—. Y tú, Evolet, puedes irte a la mierda. Si querías
hacerme daño te felicito. 
—Bichito, yo… —Levanto la mano para cortar lo que tenga que decir.
—Nymy, por favor, llévame al baño, necesito usarlo. 
Por suerte, desde que me desperté no me hice nada encima y tampoco
llevaba un pañal. Evolet no deja de pedir perdón y mis hermanos no dicen
nada. Nymy me coge en brazos sin esfuerzo, me lleva hasta el baño y me
sienta en el banco de madera. Estoy desnudo y me cubre con una tela. 
—Te ayudo a caminar.
—Quiero estar solo, quédate en mi alcoba. Si te necesito te llamo.
Hace lo que le pido y cuando cierra la puerta puedo llorar sin que me
vean. Las ganas de orinar son cada vez mayores, así que intento levantarme
despacio, con pasos lentos y torpes llego al inodoro y me siento. Busco
agua limpia para lavarme la cara y despejarme un poco. Me siento de nuevo
en el banco y vuelvo a llorar de impotencia. Abren la puerta y cuando estoy
a punto de gritar «largo». Evolet cierra la puerta y se sienta a mi lado.
—Podrás perdonarme, no medí las consecuencias de cómo te sentirías.
Quería fastidiarte un poco, sin embargo, jamás quise hacerte llorar. Eres mi
bichito y no soporto ser yo la causante de tus lágrimas. 
—Te pasaste.
—Si te digo que no duraste con uno puesto más que unos minutos
porque Veron te lo quitó y me gruñó fuerte por reírme. 
—Pero me vio —suelto con un gemido avergonzado. 
—También me pilló llenándote el pelo de coletitas anoche para que
cuando despertaras lo hicieras monísimo. —No puedo evitar que una risita
se me escape y se aprovecha de ello—. ¿Me perdonas? 
Hace un puchero adorable y pienso en qué puedo ganar a cambio si la
perdono tan rápido. «Lo tengo».
—Te perdono si te comes un buen trozo de hígado.
—Ni de coña.
—Entonces no te perdono, puedes irte.
—¿Cuándo? 
—A la hora de la comida. Verte comer eso hará que me olvide de que
Veron me ha visto en pañales por tu culpa. 
—¿No estás enfadado porque te limpiara?
—No podría, porque si fuera al revés yo haría lo mismo. Que siento
vergüenza, sí, mucha. No lo puedo evitar.
—¿Me dejas hacerte las coletitas para que el hígado me baje mejor por la
garganta si te veo?
—Solo si me prometes que nunca volverás a hacer una cosa así para
avergonzarme. 
Me abraza fuerte y juraría que escucho mis huesos crujir. Después de
soltarme se levanta y Veron entra en su lugar.
—No me alejes de nuevo.
—Perdóname. No lo pude evitar, ponte en mi lugar. 
—Te entiendo. Yo quería cuidarte y no me importaba nada limpiarte. Fue
un alivio saber que podía hacer algo más que estar a tu lado esperando que
abrieras esos preciosos ojos. 
Sonrío y me inclino para apoyar mi cabeza sobre su hombro.
—Te amo.
—Yo también te amo, mi luz. Ahora salgamos, tus hermanos te esperan
en el salón, Nymy y Evolet van a llenarte de coletas el pelo. ¿Vas a dejar
que coma el hígado sabiendo el asco que le da?
—Un par de trocitos para hacerla sufrir por hacerme sentir mal hace un
momento. 
Sonríe y salimos del baño llevándome en sus brazos. Me visto con la
ayuda de Veron y luego se despide para ir a entrenar un rato mientras me
arreglan el pelo. Voy a estar divino para la comida.
Tengo toda la parte alta hecha y Evolet ya no puede aguantar la risa.
Nymy, sin embargo, se resiste a reírse. 
—Cariño, puedes reírte de mí todo lo que quieras después lo harás con
las caras de asco de tu reina al tener que tragar el hígado medio crudo. 
La cara de mi bichito palidece y le dan arcadas. Nymy no aguanta más y
empieza a reírse a carcajadas. Ese sonido es maravilloso, la escuché reírse
antes y nunca había sido de esa manera. Termina mi tortura que ya me duele
la cabeza de tanta coletita y sabiendo que en cuanto me vean seré el
hazmerreír del castillo. Por suerte, la mayoría de los hombres están
entrenando y me ven las mujeres. Las dos me ayudan a bajar y la cara de
pasmo al inicio y luego el cambio al contraerse aguantando las risas
consiguen sacarme las carcajadas a mí. Yelys me mira negando.
—Quero eso —pide Ayra señalando mi pelo.
—Y yo —se apunta Leyre levantando su manita.
—Mami, ¿me haces el peinado como el tío? —Añade Danae.
—Claro, cariño. Te dejaré preciosa.
—Más que el tío. 
—Por supuesto, picusinas. La tía os hará muchas coletitas.
—Mami, yo no quiero eso. Yo quiero las trenzas de papi.  
—Skel, mi amor, nunca te haría coletitas. Eso solo se lo hago a tu tío
Héctor.
—A mí no me gusta, estás feo —murmura Sangug en orco para que no
le entiendan.
—Hijo, por favor —le reprende su madre.
—No te preocupes, Atba. Tiene razón. Lo que ha dicho Sangug, para los
que no habláis el idioma orco, es que no le gusta y estoy feo —le explico.
Escuchamos el ruido de Rior, Narren y Lan al entrenar, por suerte se dirigen
a la biblioteca y no me ven. Hoy prefiero quedarme dentro y no coger frío.
Nymy me mantiene bien sujeto para no caerme si pierdo la fuerza en las
piernas y cuando me canso me ayuda a sentarme.
 
La mañana pasó tranquila y Veron está tardando en venir conmigo más
de lo que esperaba. Es normal, según me explicó Nan, él y Kode están
entrenando a los nuevos miembros del ejército del rey y les queda mucho
por mejorar porque aún son jóvenes. Cuando llegan poco antes de la hora
de la comida se descojonan y aguanto las burlas de Ugor, Kode y Norrus
que consiguen que todos los demás acaben riendo más. Lixda está en la
mesa, se recuperó hace dos días y también acaba riendo. Me alegra tanto
verla de nuevo y sana. 
Ahora llegó mi momento y como esperaba, cuando sirven la comida y
colocan el hígado que Nymy le pidió a Northa bajo mis indicaciones, Evolet
intenta usar su poder para que el hígado esté más hecho. 
—Ni se te ocurra, bichito. Después de todo lo que me has hecho, más te
vale comértelo todo. 
—Está —suelta una arcada—... crudo. No puedo comer eso así.
—Yo he tenido que bajar con estos pelos y aguantar las burlas de todos
después de la vergüenza que me hiciste pasar al saber lo que me habías
hecho delante de Veron para vengarte de mí. Ahora come o no te perdono.
Mira a Khonox pidiendo ayuda y él me mira mientras niego con la
cabeza. 
—Come. —Se tapa la nariz después de cortar un mini trocito y se lo
lleva a la boca. Las arcadas son tremendas y me está dando pena. Parece
estar a punto de vomitar y tras respirar hondo después de quitar los dedos
de la nariz traga la carne. Las risitas de todos comienzan a escucharse y el
cabrón de mi cuñado, al que ahora odio, las silencia con una mirada. Mi
hermana va a partir otro trozo y a llevarlo a la boca—. ¡Para! No vuelvas a
ridiculizarme y menos cuando estoy dormido y no puedo defenderme. 
—¿Ya no tengo que comer más? 
—No. 
—¿Me perdonas?
—No estoy seguro, Khonox ha impedido que se rían de ti. Me lo tengo
que pensar.
—¿Por qué has tenido que callarlos? Si no me perdona será tu culpa —le
recrimina. 
Khonox me mira mal y yo le sonrío de oreja a oreja. Me levanto y
camino hasta el otro lado de la mesa para estar junto a mi bichito
abrazándola por detrás.
—Te amo y si vuelves a hacerme algo tan ruin, te juro que no te lo
perdonaré. 
A partir de ahí todo son risas. Una vez acabamos, Banity mueve la mano
llamándome y voy hasta el pasillo que da a las escaleras siguiéndola. 
—¿Qué ocurre? 
—Necesito tu ayuda. Quiero confesarle mis sentimientos y no sé qué
decirle. Mientras estuviste dormido intenté armarme de valor y confesarle
que estoy enamorada de él. 
—¿Y qué pasó? 
—Me dijo que no tenía tiempo y que no le molestara. He escuchado que
se irá de viaje hoy y quiero hacerlo antes de que se vaya. 
—¿Seguro que no quieres esperar más tiempo? Es muy… inmaduro. 
—Si me va a rechazar, prefiero que sea ahora. Luego sabré qué hacer
con mi vida después. 
—Te acompañaré, dame un momento para averiguar dónde está.
Espérame en tu habitación, iré a buscarte ahí.
Voy al salón y no queda nadie en la mesa, salgo al patio y Veron está
hablando con su hermano Norrus y sus primos Kode y Ugor. Aprovecho
para preguntar por Hodul y Kode me dice que está en el patio de atrás
leyendo unas anotaciones para un nuevo proyecto. Enseguida voy a buscar
a Banity y prácticamente la arrastro hasta el lugar en el que se encuentra
Hodul. Está sentado en una piedra, completamente absorbido en la lectura e
ignorando al resto del mundo. 
—Te esperaré aquí. Pase lo que pase me tendrás a tu lado. 
Ella traga saliva y asiente para después dirigirse hasta Hodul. Se para
delante de él y al ver que Hodul ni se inmuta por su presencia le habla:
—Hola, Hodul. 
—Dije que no me molestaras —suelta sin dirigirle la mirada. 
—Es importante, Hodul. 
—¿Ahora me llamas por mi nombre? —pregunta extrañado, aunque yo
lo veo normal. Sí, es la doncella de la reina, no obstante, también la
hermana de la mujer de su tío Dagud—. ¿Qué es eso tan crucial?
Deja los papeles a un lado sujetándolos con una mano para que no
vuelen con el viento y se acaben mojando con la nieve. 
—Yo quiero decir. Quiero… es que yo… 
—Deja de balbucear y habla. 
Se agacha y besa a Hodul que tiene los ojos abiertos como platos,
parpadea y la empuja tirándola sobre la nieve y se limpia la boca con el
dorso de la mano con cara de asco. 
—Nunca vuelvas a hacer algo así, eres repugnante. 
Kode se acerca con rapidez y la ayuda a levantarse. En cuanto él la
suelta se marcha corriendo y llorando desconsolada. 
—¿Se puede saber qué diantres te ocurre? —le grita Kode. 
—Me besó sin mi permiso. 
—Eres un necio, esa muchacha es preciosa y sería una mujer maravillosa
para pasar toda la eternidad. ¿Sabes a cuantos pretendientes ha rechazado?
Y todo porque era a ti a quien amaba para que tú la trates de esa forma tan
despreciable —añade Kode muy molesto. 
—Yo… 
—Hodul, ¿acaso tu inteligencia ha mermado tus sentimientos por
completo? Entiendo que tus sentimientos no sean recíprocos, pero actuar así
es desmedido. La has humillado por darte un beso cuando era incapaz de
hablar para decirte que te ama. No te mereces el amor de una mujer como
ella. 
Entro al castillo para ir a buscarla dejando a Hodul con sus dos hermanos
y sus primos mientras no dejan de decirle que se ha equivocado. La
encuentro en su habitación llorando a moco tendido, su hermana está con
ella y no entiende qué le ocurre. Le explico todo sin omitir nada porque
igual va a enterarse y entre los dos intentamos consolarla hasta que se queda
dormida. Me despido de Cisane que aún llora en silencio por ver a su
hermana pequeña en ese estado. Me parte el corazón que Banity esté
sufriendo. Temía que pudiera ser rechazada, sin embargo, jamás pensé que
sería de esa forma tan cruel. 
 
Cuando llego al salón todos me preguntan cómo se encuentra Banity, y
les informo que se ha quedado dormida de tanto llorar. Me entero por Ugor
que sus padres no están nada contentos por como su hijo ha actuado con
Banity. Tampoco pueden hacer mucho, el daño está hecho y lo único que
pueden intentar es que él se disculpe de corazón. 
 
  Me toca despedirme de Yelys, Atba y mi bichito Sangug. Nazte tiene
que volver a ocuparse de sus asuntos y no puede esperar más. Lixda, que ya
está completamente recuperada, quiere aprovechar el viaje para ir juntos.
Sus padres, sus hermanos y su cuñado Calder van a acompañarla. No he
podido hablar con ella porque estaba dormida cuando iba a visitarla a su
habitación y después porque estuve dormido recuperándome. No importa
porque tengo pensado ir antes de que Yelys regrese a su reino y así también
saber cómo se encuentra Muza. En este momento echo de menos la
tecnología para poder comunicarme. 
La despedida es amarga y Sangug no ayuda queriendo quedarse conmigo
más tiempo. Sus lágrimas me han partido el corazón en pedacitos. Una vez
alzan el vuelo corro hasta mi habitación y cierro la puerta. Veron no tarda ni
un segundo en abrirla para entrar conmigo y abrazarme. 
—Los echaré tanto de menos. Me acostumbré a su compañía, a tenerlos
cerca todo el tiempo y ahora…
—Ahora esperaremos unos días hasta que podamos hacerles una visita.
—Quiero ir antes de que Yelys vuelva a su reino y también quiero ir a
visitarla. El rey Gus no impedirá que vea a su hermana, porque eso la hace
feliz.
—Aunque nuestros reinos están algo alejados, iremos a visitarlos.
Además, con los orcos nos unirá algo más que la amistad si mi prima Lixda
acepta al rey Goruz. Si no vamos nosotros vendrán ellos y traerán a Sangug
por ti. Eres especial para todos los orcos y los que no podrán venir a
visitarte querrán verte de todas formas. No estés triste, te prometo que en
dos días termino lo que tengo pendiente con mi trabajo y nos iremos a la
cabaña. Asegúrate de tener batería para que saques muchas fotos. 
—¿De verdad podemos ir? 
—Quería darte una sorpresa, no obstante, verte así me mata por dentro.
Necesito verte feliz y al decirte la sorpresa, esa hermosa sonrisa que asoma
me da más vida. Es normal que te sientas así, te suplico que tengas
paciencia. Ahora vamos afuera y disfruta de tu familia, en dos días nos
iremos y estaremos fuera varios días. Te quiero solo para mí.
—Tienes razón. Y yo también te quiero solo para mí. 
 
Han pasado los dos días y estoy esperando que Veron venga con las
bolsas de comida que Northa ha preparado para nosotros. 
—Vamos, mi luz. Es la hora. 
Estoy bien abrigado y llevamos bastantes mantas. Allí con el fuego de la
chimenea me calentaré estupendamente. Nos despedimos de todos y una
vez estoy bien agarrado a las escamas de su lomo y él tiene todas las bolsas
en sus garras, alza el vuelo. Estoy muy ilusionado, únicamente pude ver la
cabaña por unas horas hace mucho tiempo y la prefiero a la casa que Veron
compró para esconder nuestra relación. De hecho, pienso decirle que la
venda. No la quiero, esa casa solamente trae malos recuerdos. 
Aunque hace bastante frío el viaje no se me hace pesado porque me
quedo embobado con el hermoso paisaje. Ya puedo ver la cabaña y está
toda nevada con una gran capa sobre el tejado. La imagen que me regala es
bellísima. Eché de menos volver aquí para sacar fotos, pero todo se torció.
Estoy seguro de que alguien me hubiera traído, sin embargo, no quería
volver si no era con Veron. Cuando toca tierra me bajo, hay demasiada
nieve y me hundo hasta los muslos. 
—Así no puedo caminar. 
—Espera, la quitaré con la cola. 
Arrima la nieve a los lados despejando gran parte del frente de la cabaña,
dando posibilidad de caminar tranquilamente sin acabar hundido en la
nieve, incluso quita un poco de nieve del tejado que tiene como de un metro
sobre la cabaña. 
Cambia a su forma humana quedando deliciosamente desnudo. No dejo
de mirar todo su cuerpo y cómo sus músculos se contraen cuando coge las
bolsas. 
—Si me sigues mirando así te habré comido antes de tiempo. 
Siento como si tuviera electricidad en vez de sangre corriendo por mis
venas. Y para aclarar mi mente me fijo en que está desnudo como si nada
con el frío que hace. 
—Deberías vestirte. 
—Soporto bastante bien el frío. Debo decir que mi hermano Norrus lo
aguanta más que yo gracias a su poder de hielo. 
—Cuando sea un dragón, ¿qué poder podré manejar? 
—Pues aparte de tener más velocidad, fuerza, mejor visión y mejor
audición. No lo sabremos hasta que te marque. Si nos guiamos por tu
hermana, ella mostró su poder antes de la unión y después de se convirtió
en dragona. También después de la unión adquirió su poder especial de
premonición, pero eso no lo tendrás. 
—Lo sé, lo hablamos alguna vez. Ella es la Neushal del rey y por eso
adquiere su poder especial. Sería chulísimo tener uno como tú. Tiene que
ser jodido para tu adversario que le prives de sus poderes por un corto
tiempo. 
—El poder de mis hermanos, Kokel y Rend, está mejorado porque dura
hasta que ellos quieran. Su problema es tener que tocar, aunque con su
invisibilidad les facilita hacerlo. 
—Ayra tampoco tendrá un poder especial, sin embargo, sus hermanos sí.
¿Les pasará como a sus tíos? ¿Compartirán su poder? 
—Que sepamos, mis hermanos eran los únicos gemelos que habían
nacido en la realeza con esa característica de compartir sus poderes. Cuando
mis sobrinos crezcan lo sabremos. 
Entramos y dejo toda la ropa colocada en el baúl. Veron deja la comida
sobre la mesa y enciende el fuego. No tardo en sentarme frente a la
chimenea para entrar en calor, aquí el frío se nota mucho más. Veron se
coloca a mi espalda en cuanto termina de colocar dos troncos más y me
pega a su pecho. 
—Cántame —susurra en mi oreja haciéndome estremecer. 
Carraspeo para evitar que me salga algún gallo y no joder el momento
romántico. Empiezo a cantar la canción de Chayanne. Me enamoré de ti. 
Mientras estoy cantando acaricia mi pecho con la yema de los dedos. Él
disfruta de mi voz escuchando esa canción que tanto le gustó y yo de sus
suaves caricias. Cuando termino de cantar me aprieta un poco más contra su
pecho. 
—Me gusta mucho escucharte cantar, quiero que me cantes siempre esa
canción. Quiero pedirte perdón porque no he sido un pretendiente muy
detallista, me ha faltado tener más citas, regalarte flores y pasar más tiempo
contigo. Por eso quise traerte a la cabaña, necesito compensarte. 
—Mi amor, lo que has hecho hasta ahora ha sido más que suficiente. Has
sido muy atento conmigo, hemos dado algunos paseos, me llevaste a volar
sobre las nubes y cuidaste de mí. Eres un hombre maravilloso al que amaré
para siempre. Saber que nunca vas a avergonzarte de lo nuestro es
suficiente para mí. 
—Nunca, mi luz. Créeme que aprendí de mis errores. 
—Lo sé. 
—¿Te gusta pescar? 
—¿Eh? —me descoloca unos segundos el cambio de tema—. Pues
nunca he pescado y para ser sincero me parece algo sumamente aburrido. 
—Pues vamos a ir a pescar. Abrígate que con lo que pesquemos
comeremos y cenaremos. 
—Pero si Northa te dio comida para varios días —me quejo como un
niño haciéndole reír. 
—Y comeremos todo. Ahora abrígate de nuevo. 
Tal vez a él le resulta alucinante perder horas esperando que un pez
pique el anzuelo, a mí no. Salimos al exterior y hace el cambio a su forma
de dragón, recojo la bolsa con la ropa y me subo a su lomo. 
 
Capítulo 33

Una vez que Héctor se ha subido a mi lomo y está bien sujeto alzo el
vuelo. No sé cómo pescan los humanos, pero de aburrido tiene poco a como
lo hacemos los dragones. Creo que le voy a sorprender y le va a encantar. 
—¡Oyeeee! —grita y giro la cabeza para que sepa que le escucho—. No
necesitamos una caña de pescar, anzuelo y no sé qué más. 
—No. 
—¿Y cómo narices vamos a pescar? —Vuelve a gritar. 
Aumento la velocidad y cuando llegó a la costa toco el suelo. 
—Deja la bolsa y quítate el abrigo, déjalo sobre esa roca para que no se
moje con la nieve y sube a mi lomo de nuevo. —Después de hacer lo que le
pido se sube a mi lomo—. Ahora descubrirás como pescamos los dragones.
Agárrate fuerte. 
Alzo el vuelo de nuevo y sobrevuelo el mar buscando un banco de peces.
Cuando doy con él, bajo a toda velocidad escuchando el grito de Héctor.
Noto como sus piernas se aprietan más fuerte para sujetarse. Al llegar al
agua, abro la boca salpicando todo y la cierro para que no se escapen. Me
alejo del agua y regreso al mismo sitio donde dejamos la bolsa. 
—Ha sido una pasada, aunque me asustaste. Debiste avisarme. 
Abro la boca y dejo que los peces caigan con el agua sobre la nieve. 
—Así es más emocionante. No te preocupes, no diré que chillaste como
una mujer. 
—Eso es mentira. Grité como un hombre. 
Hago el cambio a mi forma humana riéndome de él y después de meter
los peces que necesitamos para comer, el resto lo devuelvo al mar. 
—Volvamos que hace frío para ti, ponte el abrigo que está seco. Ahora
entrarás en calor. 
—Mmm, eso me interesa. 
No puedo evitar soltar una risita por su comentario. Hago el cambio de
nuevo a dragón, se coloca el abrigo y sube a mi lomo. Yo agarro las bolsas
y alzo el vuelo para regresar a la cabaña. 
  No tardo más de unos minutos en llegar, hago el cambio a mi forma
humana, entramos y pongo otros dos troncos para que Héctor entre en calor
rápido. 
—Cámbiate de ropa. Voy a buscar agua para llenar la tina. No salgas
bajo ningún concepto, recuerda que hay lobos de las nieves y ellos no son
Snow o Brak, no dudarán en matarte. 
—¿Y no es mejor que vaya contigo? 
—No te pasará nada si no sales. Lavaré los pescados y traeré en varios
viajes cubos de agua. Quédate dentro. 
—Está bien. No saldré en ningún momento, no quiero morir. Vuelve
pronto. 
—Volveré pronto. —Beso sus labios dándole un mordisco y una vez
gime le suelto. Pone la boca formando un puchero como si fuera un
cachorro y vuelvo a besarle—. Luego te daré más besos. 
Salgo al exterior dejando la puerta cerrada, hago el cambio a dragón y
vuelo alrededor de la cabaña buscando el olor de algún lobo. No noto nada
y me quedo más tranquilo. 
Voy hasta el río y hago el cambio a mi forma humana. Rompo el grueso
hielo que se ha formado en esta parte del río por las altas temperaturas y me
meto en el agua para lavar bien todos los peces. El agua está muy fría y por
mucha resistencia que tenga acabo tiritando. Acabo de lavarlos, guardo
todos los peces en la bolsa y hago el cambio a dragón. La temperatura de mi
cuerpo cambia y dejo de temblar. Con la cola rompo más hielo para que al
volver, pueda llenar varios cubos sujetos con mis garras sin tener que hacer
el cambio y evitar viajar más veces. Regreso a la cabaña para dejar la bolsa
en la entrada y sujeto varios cubos con las garras. Alzo el vuelo y al llegar
al río bajo para llenar los cubos en la zona que no tiene hielo. Vuelo hasta la
cabaña y con cuidado de no derramar mucha agua los dejo sobre la nieve.
Hago el cambio a mi forma humana y abro la puerta, Héctor coge la bolsa
con el pescado y yo meto los cubos de agua. 
—Primero calentamos el agua y nos daremos un baño para entrar en
calor. 
—Por mí, perfecto. Puedes quedarte desnudo todo el tiempo. 
—No me provoques más, mi luz. Lo primero es que entres en calor. Aún
tienes escalofríos y ya no tienes el Ónix que te protege. 
—Es cierto, se me olvida. 
—A mí no. Mi prioridad es tu salud, cuando nos unamos todo cambiará.
Quiero que sea pronto, si te parece bien hablaré con mi madre a nuestro
regreso para la fiesta. 
Quisiera cumplir su sueño y hacerlo nosotros solos, pero es él quien
tiene que dar ese paso y no sé si estará preparado. 
—Yo también quiero que sea pronto. ¿Cuántos días estaremos en la
cabaña? 
—Cinco días. 
—¿Puedo preguntarte qué pasó con Traron? No me has dicho nada y no
he querido preguntar. 
—Mi tío lo encerró en las mazmorras varios días y perdió todos los
derechos que posee un miembro importante del ejército del rey. Dice que
está muy arrepentido, mi tío entro en su mente y salvo que está celoso de ti
por tenerme a tu lado no vio nada extraño, por eso le permitieron salir. Le
llevaron a Arul la misma ciudad en la que ha estado viviendo este tiempo y
le mantienen vigilado. 
—No me fío. ¿Puede engañar a Rodan de alguna manera? 
—Es muy difícil, sin embargo, todo es posible. Dice que hay algo que no
le encaja en su mente y que todo parece demasiado normal. Muy calculado. 
—¿Entonces por qué le dejan salir? 
—Quieren que dé un paso en falso. Estamos esperando que eso ocurra.
Le han visto mandar misivas y están interpretándolas antes de ser
entregadas a su destinatario para saber de qué tratan. 
—¿Sabes lo que escribió en alguna carta? 
—Por ahora ha pedido ayuda para alojarse a un primo que vive al sur y a
sus padres que viven aquí en Olvernus. Que sepamos, no ha recibido
respuesta y sus padres no pueden darle alojamiento. 
—¿No tiene dinero? 
—Algo tendrá, pero sin trabajo tendrá que guardarlo. Ha perdido la casa
que le fue entregada al entrar al ejército, ahora está viviendo en la posada y
querrá evitar gastar de más. Nadie quiere acogerlo después de saber que
amenazó de muerte al hermano de su reina. 
—Se lo merece. Espero que esta vez no haga el idiota y menos que
cumpla su amenaza. 
—Eso no pasará, mi luz. No me separaré de ti y en ningún momento
estarás solo si yo no puedo estar contigo. 
Toco el agua que puse al fuego para comprobar la temperatura y lleno la
tina con el agua ya caliente. Héctor entra y yo después apoyando mi espalda
en su pecho. Un suspiro sale de mis labios en cuanto el agua me cubre hasta
el pecho y Héctor comienza sus caricias sobre mis hombros.
Mientras me enjabona el pelo puedo notar su dureza en mi espalda. Con
un rápido movimiento salpicando el suelo nos giro a los dos quedando él a
horcajadas sobre mí. 
—Mi luz. Me muero por estar dentro de ti —susurro apretando sus
caderas con mis dedos. 
Su mirada se intensifica y devora mi boca dejándome sin aliento. Se
levanta y estira su mano esperando que la coja. Lo hago y me levanto en el
momento que siento un leve tirón. Salimos con cuidado de no resbalar por
culpa del agua y me lleva hasta la cama. Su piel mojada me llama a lamer
cada centímetro retirando las gotas. Mis ojos cambian y saco mis dientes
raspando la piel de su cuello. 
—¡Veron! 
—Quiero morderte —murmuro volviendo a raspar su piel—. Justo aquí. 
Sus gemidos se intensifican cuando rodeó su polla con mi mano
masajeando arriba y abajo cada vez más rápido. 
—Hazlo. 
—Aún no. 
—¿Por qué? 
—Necesito estar dentro de ti. —Agacha la cabeza y giro su cuerpo para
quedar frente a frente. Levanto su cabeza empujando con los dedos desde la
barbilla, obligándole así a mirarme—. No tengo prisa, pero sí muchas ganas
—le aclaro para que sepa que seguiré esperando el tiempo que necesite. 
—Lo sé. Estoy preparado. Aunque hay algo importante que quiero hacer
primero. 
—Lo que necesites, mi luz. 
Estoy nerviosísimo porque temo apresurarnos y que todo acabe en
desgracia. Quizá no debí comentar nada al respecto. 
—Quiero que nos unamos.
—Lo haremos. 
—No me entiendes, quiero que sea en este momento. Tú y yo. Solo
nosotros. 
Lo que me pide me parece perfecto y cumpliré su sueño. 
—Hay un problema. 
—¿Cuál? 
—Mi madre. Nos va a matar por hacerlo sin la familia.  
—Mientras no me obligue a comer esas algas asquerosas que me dejaron
la piel azul no me importa. Le compensaré con una fiesta junto a la familia.
Lo que sí me importa es saber qué piensas tú. 
Llevo la mano tras su nuca para besarlo con fervor. Ojalá no estuviera
desnudo para arrancarle la ropa. Me separo de él dejándolo con ganas de
más. 
—Mi luz. Mi único amor —susurro junto a sus labios para después dejar
un ligero beso—. ¿Estás preparado? —pregunto impaciente por empezar. 
Asiente mientras una lágrima resbala por su mejilla, la retiro con mi
pulgar y me coloco frente a él para comenzar con nuestra unión. 
Entrelazamos nuestra mano derecha mirándonos a los ojos y damos una
vuelta completa en sentido de las agujas del reloj. Terminamos la vuelta y
sin soltar la mano derecha, unimos la izquierda. Ahora soltamos la mano
derecha, Héctor deja su mano primero sobre mi corazón y yo hago lo
mismo dejando mi mano sobre el suyo. Comenzamos una vuelta completa
en sentido contrario a las agujas del reloj. Al terminar, siento como nuestra
unión se completa con un ligero calambre. Héctor cierra los ojos y contrae
su rostro por el dolor en el momento en que acabamos la vuelta. Tengo que
sujetarle por la cintura porque parece perder fuerza. Recuerdo lo que les
pasó a mi tía Evolet y a Fermín y no puedo evitar preocuparme.
—¿Estás bien? —La preocupación es evidente en mi voz.
Respira profundamente y abre los ojos.
—Nunca antes me sentí mejor, amor. ¿Y tú?
—Me siento completo, como nunca antes. Ahora queda una parte.
—La mejor parte, amor, la mejor parte —dice con una sonrisa pícara que
me pone muy cachondo. 
—Eres mío y nunca nadie va a separarnos.
—Soy tuyo y tú eres mío, mi dragón.
Con un gruñido lo llevo hasta la cama y me dejo caer sobre él moviendo
las caderas frotando nuestros miembros. Lo amo y siempre será así. 
Me empuja y quedo de rodillas sobre la cama. Despacio se acerca a mí
bajando la cabeza hasta la altura de mi polla sin dejar de mirarme. Acaricio
su rostro empapándome de su belleza y cuando por fin se la lleva a la boca
echo la cabeza hacia atrás con un gruñido. 
—Sí, mi luz. Sigue. 
Vuelvo a mirarlo y con delicadeza agarro mechones de pelo y le guío en
los movimientos. Quiero estar pendiente por si veo algún gesto de
incomodidad y parar de inmediato, sin embargo, para mi tranquilidad eso
no ocurre y bajo el placer que me regala con su boca acabo derramando mi
simiente. Tiro de su pelo un poco para levantarlo mientras se relame los
labios. Arraso su boca notando mi propio sabor y las ganas de hacerle el
amor aumentan más si eso es posible. El calor invade mi cuerpo y beso su
cuello en la zona donde deseo dejar mi marca. 
—¿Cómo te sientes? 
—Excitado. —El latido frenético de su corazón confirma sus palabras. 
—Tendremos que ponerle remedio. 
—Por favor, amor. Te necesito. Quiero sentirte y que me marques para
siempre. 
—Ya eres inmortal, mi luz, me tendrás para siempre. Y ahora te haré el
amor como nunca antes. Cuando te muerda completaremos la unión, y
cuando tu cambio a dragón sea un hecho, tú me marcarás. 
—Deseo hacerlo. 
Por un instante sus ojos brillan con un marrón claro que desaparece
enseguida. Pronto será un dragón y estoy deseando volar juntos. 
—Será más pronto de lo que crees, mi luz, y yo estaré a tu lado. 
Se aparta de mí y va hasta el baúl para sacar algo. Cuando veo que tiene
el lubricante y las esposas no puedo evitar reír. Más adelante tendré que
usar grilletes de Angrom si quiero tenerlo a mi merced y pensar en esos
momentos que tendremos juntos me encanta. Todo será diferente a partir de
este momento. 
—No quiero usar hoy las esposas, las dejaremos para mañana cuando te
folle. 
Gime al pensarlo y con el dedo le indico que quiero que se acerque. Deja
caer las esposas al suelo haciendo ruido y viene a mi lado con el bote de
lubricante. El mismo que utilizamos en su mundo. Doy por sentado que ha
traído más cosas. Presiento que mi vida sexual con este hombre va a ser
muy interesante. 
Le pido que se coloque de rodillas sobre la cama mientras que yo lo hago
en el suelo. Cojo el lubricante al mismo tiempo que le estoy dando placer
con mi boca. Vierto el líquido en mi mano para después meterla entre sus
piernas y alcanzar su ano. En cuanto meto un poco el dedo índice lo noto
tensarse y le miro esperando que me pida parar. No solo no me pide que
pare, sino que agarra mi pelo con fuerza empujando su polla en mi boca
consiguiendo que me ponga duro otra vez. 
—No pares, Veron —grita cuando ya tengo tres dedos en su interior para
ayudarle a acogerme mejor—. Tú y yo. Solo somos tú y yo. 
—Siempre, mi luz. 
Con cuidado retiro los dedos y me separo. No deja de protestar porque
estaba a punto de correrse y por ese motivo paré. 
—¡Veroooon! 
Ignorando sus protestas me tumbo en la cama y tiro de él para colocarlo
a horcajadas sobre mí. Su enfado se esfuma en segundos, se acomoda y
poco a poco entro en su interior hasta estar completamente enterrado.
Empieza a moverse despacio desesperándome por la lentitud. No puedo
soportarlo y agarrando con fuerza sus caderas le hago bajar rápido
haciéndole gritar. 
—Otra vez —suplica. 
Estoy a punto de correrme y si quiero morder su cuello tengo que
cambiar de posición. Lo levanto por completo dejándolo a un lado, lo
coloco boca abajo apoyando todo mi peso sobre él y entro de nuevo. Sus
gemidos mezclados con los míos no han dejado de llenar mis oídos. 
Me coloco de lado girándolo conmigo sin salir de su interior, levanto una
de sus piernas sobre mí y agarrando sus caderas con ambas manos entro
rápido. 
—Veron, no aguanto más. 
—Tócate para mí, mi luz. Date placer mientras nos corremos juntos. 
En el momento en que se toca saco mis afilados dientes bajando mi boca
hasta su cuello y le muerdo provocando que los dos lleguemos a un
orgasmo brutal. Nuestros gruñidos se entremezclan con gritos bajo la bruma
del placer más intenso que nunca sentí y todo gracias a que lo he marcado. 
—Veron —susurra aún perdido en el placer—. Ha sido… muy… intenso
—murmura entrecortado. 
—Es por la marca. Siempre que te muerda será así. Y estoy deseando
que llegue el día en que tú me marques. 
—Yo también. 
Poco a poco nuestras respiraciones vuelven a la normalidad y se queda
dormido. Salgo de su interior con cuidado de no despertarlo y limpio los
restos de nuestros fluidos con un trapo húmedo. Me visto y después de
taparlo con una manta voy hasta la mesa para preparar varios peces y
dejarlos al fuego. Quiero que se vayan asando en lo que Héctor descansa.
Después de comer iremos a la montaña para que saque algunas fotos y
vendremos pronto a dormir. Le tengo una sorpresa para mañana, aunque
estoy seguro de que al principio querrá matarme por despertarlo tan pronto. 
Cuando dejo todos los pescados que comeremos ahora en el fuego, me
acerco a la cama y miro la reciente marca en su cuello. Esta es la primera de
muchas, con el tiempo se desvanecen, no obstante, la unión nunca acabará.
Ya no hay vuelta atrás y no podría ser más feliz. Lo único que me impide
estar bien por completo es la inquietud que tengo por culpa de Traron.
Tengo el presentimiento de que algo va a ocurrir y por eso le pedí a mi tía
Evolet que intente averiguar si hará algo indebido o que atente contra la
vida de Héctor, espero tener noticias a nuestro regreso. Ya no me importan
las advertencias de mi rey, mataré a Traron si intenta algo. Por su bien
espero que esta vez obedezca y los días que pasó en las mazmorras le
sirvieran de algo. 
—Veron, mi amor. 
La voz ronca de Héctor me saca de mis pensamientos y me siento en la
cama a su lado. 
—¿Cómo te sientes? Te quedaste dormido enseguida. 
—Lo siento. El olor de la comida me despertó. —Sus tripas rugen
dándome a entender que tiene mucha hambre—. ¡Qué vergüenza! 
Acabo riendo a carcajadas cuando se tumba boca abajo tapándose para
que no le vea. Tiro de la manta y le levanto para que se vista. 
—Vamos a comer y luego iremos a volar para que saques muchas fotos.
Si ves algún lugar al que quieras bajar solo tienes que decírmelo. 
—¡Genial! 
—¿Ya no sientes vergüenza? 
—No, ya no. Lo que tengo es mucha hambre. 
Nos sentamos a comer y pienso en comentarle algo que he estado
pensando desde que llegamos a la cabaña. 
—Estás muy callado. ¿Te arrepientes de lo que pasó? 
—¡¿Qué?! Eso nunca, mi luz —digo indignado y lo miro sorprendido
por esa pregunta, hasta parece aliviado. Es increíble que aún sienta dudas
—. Estaba pensando en que tengo cinco días libres y que tal vez querrías ir
al reino de Aezan para despedirte de Yelys. 
—Me encantaría, pero querías tenerme para ti. 
—Te tendré para toda la eternidad, puedo esperar a estos momentos que
tendremos para nosotros. Ir al reino de las hadas es más difícil porque está
más lejos. Si vamos es para estar unos cuantos días, no uno. 
—Gracias. Es importante para mí. Así podré despedirme de nuevo de
Yelys y ver a Sangug. También quiero ver y hablar con Muza. 
—Kode me contó lo ocurrido con la princesa y con Ugor.
—Ya se fueron hace unos días y no sé cómo estarán las cosas entre ellos
cuando volvieron a verse. 
—Lo sabremos en unos días amor. ¿Te apetece ir ya a volar ahora? 
—Claro, me abrigaré un poco más. Vamos a surcar los cielos juntos
mientras voy captando imágenes con mi cámara. 
 
Hemos pasado una tarde muy divertida volando sobre las montañas,
lagos y ríos. Me hizo bajar en varias ocasiones para sacarme fotos. Dice que
soy un dragón muy guapo y sexy, así que quiere tener muchísimas fotos
mías. Acabamos de cenar el delicioso estofado de carne de Northa porque a
Héctor no le apetecía pescado y ya estamos acostamos para dormir pronto.
Mañana nos levantaremos antes del alba para que saque fotos a un nuevo
amanecer. 
—No tengo sueño, ¿por qué tenemos que dormir ahora? 
—Porque mañana tenemos que levantarnos muy temprano y necesitamos
dormir. Ven y acomódate sobre mi pecho a ver si así consigues conciliar el
sueño. 
Después de protestar varias veces acaba apoyando la cabeza sobre mi
pecho y acariciando su espalda nos quedamos dormidos. 
 
—¡Veron! —Me despierto sobresaltado por el grito de Héctor al
llamarme y lo encuentro mirando embobado por la ventana—. ¡Quiero salir
a verlo!
—¿El qué? 
—¡La aurora boreal! Jamás vi una antes, es preciosa y tengo que sacar
fotos. 
Creo que se refiere a la Noragea[xii] y tenía pensado hacerlo mañana, ya
que podríamos trasnochar. Prácticamente, se ve cada noche desde la cabaña
y para mí es algo bastante normal.
Salimos después de abrigarnos, sobre todo Héctor y comienza a sacar
infinidad de fotos. 
—Gracias por traerme aquí varios días y poder ver esto. No sé qué
veremos mañana, pero sea lo que sea por lo que me quieres levantar tan
temprano, dudo que supere esto. Vamos a dormir, ya he sacado unas
quinientas fotografías. Ya quiero que sea la hora de despertarnos para saber
a qué más le sacaré fotos. 
Me gusta verlo tan entusiasmado. Entramos y nos acostamos para
intentar dormir algunas horas. 
 
Capítulo 34

Me despierto y me asomo a la ventana para saber del tiempo que


disponemos para salir. Y no es mucho. 
—Héctor, hay que darse prisa o no podrás ver lo que quiero mostrarte
para que saques hermosas fotos. 
—Estoy despierto —susurra acomodándose. 
—Venga, mi luz. No seas dormilón. 
Lo levanto y a pesar de seguir con los ojos cerrados y no ayudarme he
conseguido vestirlo. Le mojo la cara con agua fría para que termine de
despertar y desayunamos un poco de fruta antes de salir. 
Una vez fuera, hago el cambio a dragón y se sube a mi lomo. Lleva la
cámara colgada al cuello y se sujeta a mis escamas. 
—Te mataré por hacerme esto. 
—Después me matas, ahora disfruta de las vistas que nos esperan. 
Alzo el vuelo cuando aún todo es oscuro hasta la altura que mejor vista
tendremos por debajo de las nubes y mantengo mi posición esperando la
salida del sol. 
—Prepárate, tendrás unos segundos. 
Intento disminuir los movimientos para que pueda sacar fotos
cómodamente y seguir a la misma altura. El sol comienza a asomar en el
horizonte y escucho el sonido asombro de Héctor sumado al de la cámara.
Como le avisé en segundos somos testigos de los colores del amanecer. Las
montañas se tiñen de un rojo fuego que alcanza a las nubes y su color va
bajando de intensidad a medida que avanza el sol. 
—Ha sido espectacular. 
—¿Aún quieres matarme por despertarte tan temprano?
—No. Después de ver esto dejaré que me despiertes siempre que quieras
mostrarme algo fascinante. No sé cómo lo consigues, pero siempre me
sorprendes. 
—Llegará un momento en que lo veas todo y no pueda sorprenderte. 
—No me importa. Mientras estemos juntos todo lo demás carece de
sentido. 
—Agárrate a las escamas de nuevo, vamos a bajar y podremos dormir un
rato más si quieres. 
—Es una idea magnífica. 
 
Me acabo de despertar porque estoy escuchando ruido fuera de la
cabaña. Miro a Héctor que sigue dormido. Me asomo a la ventana y hay un
lobo de las nieves fuera. Estoy seguro de que estaba cerca y nos ha olido,
sobre todo a Héctor. 
¡Maldición! Si sigue fuera vigilando no podremos salir a no ser que lo
mate. 
—¿Qué tanto miras por la ventana? 
—Hay un lobo fuera. Tranquilo, esperaremos a que se vaya para evitar
matarlo. 
—¿Y si no se va? ¿Lo matarás? 
—No me arriesgaré a que te haga daño o te mate. Vamos a comer, ya que
no podemos salir, buscaremos algo que hacer. 
—A mí se me ocurren muchas cosas —murmura mordiéndose el labio
inferior. 
—Creo que es hora de que use esas esposas contigo antes de que tu
fuerza las rompa. 
Con un rápido movimiento las recojo del suelo y se las pongo a la
espalda. Rompo su ropa escuchando sus jadeos de sorpresa para dejarlo
completamente desnudo y ya erecto esperando por mí. 
—Eso no vale. No me has dado tiempo ni a resistirme —protesta y
suelto una carcajada—. Pronto serás fuerte y no podré dominarte como
ahora. 
—Mmm, habrá lucha de poder. ¿Quién será el vencedor?
—Yo. ¿Sabes por qué? —niega con la cabeza. Me coloco frente a él para
que mire directamente a mis ojos—. Porque me gané tu corazón, por eso
siempre seré el vencedor. 
Sus ojos se vuelven cristalinos y parece a punto de llorar. 
—Te amo —susurra. 
Agarro su pelo con fuerza acercándolo a mi boca y nos besamos con
ardor. Se entrega por completo a mí.
—Antes quiero preguntarte si todo está bien. Tengo miedo de hacerte
algo que lo eche todo a perder. 
—Solo tú y yo, Veron. Nadie más volverá a mi mente para
atormentarme. 
Aliviado al escuchar sus palabras le ordeno:
—De rodillas, mi luz. Quiero follarte la boca. 
Se relame el labio superior mientras baja hasta quedar como deseo con
las manos a su espalda sin posibilidad de tocarme. Me vuelve loco cada
parte de él y no deseo hacer esto con nadie más. Ahora nuestros corazones
están unidos y nadie salvo la muerte nos podrá separar. 
Me desnudo bajo su atenta mirada y tras enredar varios mechones entre
mis dedos lo llevo hasta mi dolorida polla esperando por el placer que va a
darme. 
Gruño al sentir su boca caliente y su juguetona lengua, hasta sus dientes
consiguen darme placer. 
—Me vuelves loco, Héctor, te amo muchísimo. ¡Aaaah! Sí, vuelve a
hacer eso. 
Entro en su boca casi hasta el fondo de su garganta y traga saliva
haciéndome gemir. 
Me aparto a pesar de lo mucho que me está gustando y así mismo en el
suelo, le inclino para dejar su culo en una posición perfecta para mí.
Lubrico mi polla, su culo y entro despacio. Se tensa al principio y cuando
entro completamente, sujeto sus caderas haciéndole gritar de placer
mientras empujo con fuerza una y otra vez. Llevo una de mis manos hasta
tu polla y lo masturbo sin dejar de embestir su precioso culo. Quiero
morderle, pero en esta posición me es imposible hacerlo. 
En cuestión de segundos las esposas se congelan rompiéndose en mil
pedazos dejando libres sus manos. Aprovecho este momento, ignorando a
un lado lo que acaba de ocurrir, para llevar la mano que seguía en su cadera
hasta su cuello y levantarlo pegando su espalda a mi pecho dejando al
alcance de mi boca su cuello. Le muerdo consiguiendo que ambos
lleguemos al éxtasis juntos mientras él grita mi nombre. 
—¡Joder, Veron! Ha sido increíble. ¿Por qué me soltaste? No importa
porque cuando me mordiste sentí que todo explotaba en mi interior. ¿De
verdad siempre será así?
—Te soltaste tú, mi luz. Ya sé cuál es tu poder. 
Salgo despacio y le señalo los pedazos congelados de las esposas. Al
parecer en los humanos los poderes afectan de forma diferente, por eso
Evolet puede controlar el fuego como nadie. Ahora Héctor parece que será
igual. 
—¿Tengo el poder del hielo? ¿Cómo lo hice? ¡Quiero hacerlo otra vez!
¿Me enseñas? 
—Creo que Norrus o Ugor son los más indicados para enseñarte. Está
empezando a manifestarse y poco a poco lo podrás controlar. 
Le ayudo a levantar y después de besarle le llevo hasta el excusado para
lavarnos con agua fría. 
—¿Si toco algo puedo congelarlo? 
—Prueba a tocar algo —le animo a que lo intente. Toca el agua y no
pasa nada. 
—Supongo que aún tengo que esperar a saber cómo usarlo. 
—Has visto a mi hermano usando el hielo, sale de su boca como todos
los poderes que poseemos los dragones. Por ejemplo, yo pienso en mi poder
y a quien quiero atacar, el veneno sale de mi boca y llega hasta la víctima. 
—Intenta pensar en que quieres congelar el agua mientras lo tocas. 
Lo hace con los ojos cerrados para concentrarse y sigue sin ocurrir nada. 
—Definitivamente tendré que esperar. 
—No te preocupes, mi luz, todo llegará más pronto de lo que crees. Ayer,
después de nuestra unión, tus ojos brillaron como los de un dragón por un
instante. Y ahora, mientras te hacía el amor y sin tener consciencia de ello,
usaste tu poder para liberarte. 
—Por tu sonrisa eso es una buena señal. 
—Por supuesto que lo es, indica que todo va a ir bien. Quizá tardes unos
días en hacer el cambio y tu poder se irá manifestando poco a poco. 
Nos sentamos a comer mientras seguimos hablando de su nuevo poder,
más tarde me asomo a la ventana y no encuentro al lobo. Abro la puerta en
busca de su olor y ya no está, se ha ido. Eso me calma y decido ir a volar de
nuevo con Héctor hasta el anochecer. 
 
Con Héctor el tiempo pasa volando y ya estamos de camino a Aezan.
Podremos pasar ahí dos días antes de regresar a Thantanas. Durante el viaje
hablamos y me comenta que ya no quiere volver a ver la casa que compré y
que lo mejor sería que la venda o la regale. Haré lo que me pide, pues
igualmente viviremos junto a la familia en el castillo y si quisiéramos irnos,
compraremos otra casa. 
A dos kilómetros del reino de los orcos, coincidimos con las hadas. Les
invito a subirse a mi lomo junto a Héctor para que descansen del largo
trayecto y el rey Gus acepta encantado y agradecido. 
—Vienen a buscar a Yelys. 
—Sí, Héctor, ya es hora de que regrese. No necesito decirte que puedes
ir a visitarla siempre que lo desees y prometo llevarla a Thantanas. 
—Gracias, rey Gus. 
—Llámame Gus. Mi hermana es muy feliz estando cerca de ti. No puedo
robarle eso. Pronto crecerá y se enamorará, eso la hará cambiar y perderá su
picardía y atrevimiento. 
—Discúlpeme rey Gus, pero dudo que lo pierda —afirmo con seguridad.
—Deberá comportarse como lo que es. Si no, será imposible que alguien
se enamore de…
—Se equivoca —le interrumpe Héctor—. El hombre adecuado para ella
llegará y la amará a pesar de lo loca que está. 
—Conozco muchachos que han salido espantados por su locura. 
—Entonces no merecían su amor, mi señor —añado en acuerdo con
Héctor—. Intentar cambiarla será un error. 
—Quizá tengáis razón. Mis padres la adoran tal y como es. Soy el único
que la frena en sus locuras. 
—Entonces deja de hacerlo, querido. Acércate más a ella. Tú eras igual
cuando eras más joven y cambiaste. 
—Era el próximo rey —puntualiza. 
—Sí, sin embargo, ella es solo una princesa que quiere vivir feliz y sin
tantas reglas que apagan su luz. 
—Hablaré con ella más tarde. 
—¿Cuánto tiempo pasarán en Aezan? 
—No mucho, príncipe Veron. Quizá hasta mañana, para descansar de
este largo viaje. 
Nadie dice nada más y sigo volando hasta la costa de Aezan en dirección
al castillo. El muro que mi prima derrumbó con el huracán aún está en
proceso de restauración. 
En la entrada nos esperan el rey Goruz, Nazte y mi familia. A la que no
encuentro es a la princesa Muza y me extraña porque siempre sale a recibir
a las visitas. Quizá a nosotros no nos esperaban, pero a las hadas sí.
Imagino que todo tendrá que ver con mi primo.
Una vez las hadas vuelan hasta ellos y Héctor baja para ir a saludar, me
retiro para hacer el cambio a mi forma humana y me visto. Saludo a todos y
me fijo en la preciosa sonrisa que ilumina el rostro de mi prima Lixda. 
—Prima, me alegra verte feliz. —La abrazo con todo mi cariño—. Doy
por sentado que todo está bien entre Goruz y tú.
Goruz camina unos pasos hasta llegar a nosotros dos y cuando nos
separamos rodea la cintura de Lixda. 
—Sí, Veron. Creo que mi abuelo estaría orgulloso de la reina de los
orcos. Para mí es un orgullo tenerla como mi elegida.
—¿Entonces todos te han aceptado? —pregunta Héctor. 
—Sí, de hecho, muchos vinieron a visitar el castillo para conocerla
cuando corrió la noticia de que había aceptado a nuestro rey —comenta
Nazte. 
—¿Y Muza? 
—Héctor, mi hermana estará lejos un tiempo. Desde que regresó de
ayudar a Snow se encerró en su alcoba y al día siguiente me dejó una carta
en la que me explicaba que necesitaba tiempo a solas y que no la buscara. 
—¿Sabes dónde encontrarla?
—Sí. De pequeña iba a un lugar a esconderse de mi padre. Sé que deseas
ir a su lado y no puedo llevarte.
—No importa mientras ella esté bien. 
—Mientras Ugor siga en nuestro reino no aparecerá. Hay un Montag que
viene de vez en cuando y en cuanto Ugor aparece en su campo de visión se
marcha. 
—Ese Montag debe ser el que me atacó y luego se hizo amigo de tu
hermana. Lo siento, Ugor. Sé que esperabas poder hablar con ella. 
Ugor se encoge de hombros en respuesta mostrando indiferencia.
Lástima que muchos de los presentes le conozcamos lo suficiente para saber
qué se siente triste e incluso atormentado por lo que provocó al acostarse
con otra mujer y hacer daño a la princesa.
—¡Héctor! —gritan Sangug y Yelys al mismo tiempo mientras salen del
castillo y sin importar nadie más corren hasta él. 
Yelys se pega a su cuello para abrazarlo con sus diminutos brazos y
Sangug se abraza a una de sus piernas con brazos y piernas. ¡Vaya dos! 
—Hola, chiquitina. Hola, bichito. 
El rey Gus carraspea llamando la atención de su hermana y ella al verlo
se separa de Héctor y va a su lado.
—Hola, hermano, esperaba tu llegada. Siento no estar presente para
recibirte, Sagung me entretuvo un poco. —Él observa a su mujer que
asiente con la cabeza y tras respirar profundamente lleva la vista a su
pequeña y alocada hermana.
—No te preocupes, Yelys. Intenta que no ocurra. Estaremos aquí hasta
mañana, aprovecha para estar con Héctor. 
—Prometo que no ocurrirá más. Gracias, hermano.
—Entremos dentro, deben estar cansados del viaje —nos indica el rey
Goruz.
—Espera. Antes quiero sacar fotos de todos.
Estamos varios minutos a las órdenes de Héctor y cuando queda
satisfecho entramos. 
Una vez dentro, el rey Goruz nos pregunta el motivo de nuestra llegada y
Héctor les cuenta que quise darle una sorpresa. Pasamos un rato agradable
hasta que mi tía Lessla se percata de algo que nadie más ha visto.
—No puedo creerlo. Héctor, tus ojos.
—¿Qué les ocurre? 
Mi tía se levanta y se acerca a él, mueve el cuello de la camisa y ve mi
marca. 
—Tu madre va a matarlos. Ella aún no sabe nada, ¿verdad? —No espera
que responda—. No solo le has marcado, sino que también os habéis unido.
—¿Cómo lo has sabido? —pregunta nervioso al escuchar que menciona
a mi madre.
—Tus ojos han cambiado por unos segundos. Pronto harás el cambio a
dragón.
—Adquirió el poder del hielo —añado. 
—Muchacho, estás en serios problemas —insiste mirándome
directamente—. Los dos los estáis —asegura—. ¿No podían esperar a hacer
la unión con la familia?
—La culpa es mía, Lessla. Yo se lo pedí y necesitaba que fuera entre él y
yo. Queremos hacer una fiesta para celebrarlo, pero sin hacer la unión.
—Eso aplacará la ira de mi hermana ligeramente. 
—Eso espero, porque no tengo ganas de quedarme azul nuevamente.
—Si ocurriera, ya saben lo que tienen que hacer —añade la reina Thea,
que no puede evitar reír al recordar todo lo ocurrido ese día y yo me uno a
ella.  
La conversación sigue hasta que nos avisan para ir a comer. 
 
Sangug se queda dormido en los brazos de Héctor después de llenar su
pequeño estómago. Atba se lo lleva a descansar para regresar poco después
y unirse de nuevo a nosotros.
—Me apetece dar un paseo por los alrededores. Echo mucho de menos
vivir aquí. 
—Puedes ir a donde quieras. Estás en tu hogar.
—Gracias, Goruz. ¿A quién le apetece unirse a mí?
—Yo —contestamos Atba, Yelys y yo al mismo tiempo.
—¡Perfecto! Vamos a pasear y a que nos dé un rato el sol antes que
decida esconderse tras esas nubes que vi en la montaña y me fastidie.
Los cuatro nos dirigimos al bosque fuera del castillo y seguimos el
camino de piedras. Yelys alterna entre ir volando haciendo crecer algunas
flores por el camino o ir sentada en uno de los hombros de Héctor. Sé lo
mucho que se echarán de menos ellos dos. Por otro lado, Atba y Sangug lo
verán muchísimo más a menudo. 
Héctor quiere ir a la parte más alta donde hay un precipicio desde donde
se puede ver muy bien el castillo. Nos queda una larga caminata por delante
y a ninguno de los cuatro nos importa, sobre todo a Yelys que no tiene que
caminar.
Varios animales se acercan a nosotros y les damos de comer hierba y
flores. Atba nos explica que son Vaben [xiii]y al verlos me doy cuenta de que
son parecidos a los conejos que viven en Thantanas. Los conejos huyen, sin
embargo, estos Vaben son bastante cariñosos y amigables. Al ver que les
damos de comer nos van siguiendo gran parte del camino hasta que se
cansan y se esconden entre los arbustos. Héctor no deja de sonreír y adoro
verle así, sabía que este viaje sería una grata sorpresa y no solo para él. 
—Veron, cuando regresemos a Thantanas tengo que decirle a tu padre
que abra un portal para encender mi móvil y saber si tengo alguna noticia
de Jorge sobre la venta de mi casa.
—Han pasado varios días, quizá tengas buenas noticias.
—Eso espero. 
—¿Sabes cuándo irás a mi reino? Yo quiero que vengan pronto a
visitarme. 
—Prometo ir en cuanto tenga un tiempo libre para poder pasar al menos
una semana, princesa —le informo.
—Eso sería fantástico. Me hace mucha ilusión que conozcan a mis
padres. 
—A mí también el conocer a tu familia, también a todas las hadas y ver
el lugar en el que vives.
—Ya estamos llegando al precipicio. Debemos tener cuidado porque hay
muchos Montag en esta zona —nos advierte Atba. 
—Estoy atento a los sonidos y nos ha seguido uno desde el principio.
—Debe ser el Montag que cuida Muza y el que la mantiene informada.
Sal, amigo, que nadie va a hacerte nada —dice Héctor. El Montag sale y se
acerca con cautela—. ¿Nos acompañas? 
Se restriega contra la pierna de Héctor, lo tomamos como un sí y
seguimos los metros que nos quedan hasta llegar a la mitad de la montaña.
Allí se encuentra el precipicio que tanto ha mencionado Héctor. Atba y yo
nos quedamos algo rezagados en el paseo.
—Mi señor, quiero agradecerle por cuidar de mi pequeño en su reino. Se
siente feliz estando con los dos. 
—No es necesario. Es un cachorro muy valiente.
—Sí que lo es. Héctor le devolvió la felicidad. Su padre nos hacía
infelices. 
—¿Eras su elegida? 
—No. Mi elegido murió hace mucho tiempo y luego él apareció. Había
sido rechazado por su elegida y estaba mal. Al principio era bueno y me
sentía bien en su compañía. Luego vinieron los malos tratos y la llegada de
Sangug lo empeoró todo. Decía que no podía dar vida a su hijo porque no
era su elegida.
—¿Tu familia no pudo ayudarte? 
—Nunca dije nada, además, vivían muy lejos. Estaba sola y cuando
murió, mi hijo y yo fuimos felices. Además, mi llegada al castillo nos vino
muy bien. —Tras unos minutos de silencio vuelve a hablar—. Héctor
lloraba cada noche. Siempre estaba triste a pesar de que el señor Ugor
intentaba hacerle reír. La llegada de Yelys también le ayudó mucho. 
—Le hice mucho daño.
—Sí, lo hizo. Ahora lo más importante es que ambos son felices y están
juntos. Han hablado y solucionado sus problemas y se han unido. Ya nadie
podrá romper eso y, aunque me duele tener que separar a mi hijo de Héctor,
estoy feliz. Sangug lo entenderá con el tiempo.
—Nunca perderán a Héctor, y tampoco a mí. Me gustaría que dejaras de
llamarme señor y me trates con más cercanía. 
—Prometo hacerlo. 
Caminamos un poco más rápido para alcanzarlos y por fin llegamos. Hay
buenas vistas desde esta altura y el castillo se ve pequeño. Héctor saca
varias fotos al castillo y luego quiere hace lo mismo con nosotros.
—Veron colócate delante de ese manzano y Yelys ponte sobre su hombro
derecho. Atba después te sacaré una con Yelys.
—Está bien, pero no tardes. Debemos bajar antes del anochecer. 
—Está bien, amor. 
—Mañana podemos volver después de desayunar con Sangug. Ya habrá
despertado de la siesta y te estará buscando.
—Es perfecto, Atba. Antes saqué varias fotos de los dos, pero aquí
quedarían incluso mejor.
No sé en qué momento aparecen dos muchachos que rodean a Atba y a
Héctor. No he percibido su olor y han sido demasiado sigilosos. 
«¡Maldición! Son Larok y Niglor». 
Les arrebato su poder y voy a lanzarme al ataque en el momento en que
Niglor levanta su espada decapitando en el acto a Atba. Siento algo frío en
mi cuello y cuando intento transformarme soy incapaz de hacerlo. Me
siento muy débil y no consigo usar mis poderes. Los gritos de Héctor
mientras abraza el cuerpo sin vida de Atba son desgarradores. Yelys vuela
hasta Héctor y Larok la golpea con fuerza con la espada. 
A mi lado están Diyok y Nashin que aprovecharon mi descuido para
colocarme un grillete de Angrom en el cuello. Héctor deja el cuerpo sin vida
de Atba y recoge a Yelys del suelo. No puedo escuchar si su corazón aún
late. 
—¿Qué queréis? Esto os condenará a muerte.
—Tal vez, sin embargo, nadie te librará de ver morir al hombre que amas
para hacerte sufrir.
—Traron —siseo con un gruñido. No estoy sorprendido de verlo—. Debí
matarte. 
Intento atacar al que un día fue mi mejor amigo corriendo para
alcanzarlo, no obstante, Diyok y Nashin me sujetan con fuerza dejándome
de rodillas en el suelo.
—¿Por qué la mataste? Era una buena persona y tiene un hijo pequeño.
Sois unos monstruos— grita Héctor lleno de ira.
—Sujeta bien a tu hada para que te ayude a volar si sigue viva un rato
más.
—¡Traron! No te atrevas a tocarlo. Te juro que te mataré —grito con
furia. Me siento vulnerable por no poder protegerlo. Busco al Montag con
la mirada y está escondido entre los arbustos—. Avisa a todos —susurro. El
Montag se mueve sigiloso y se marcha. 
—Nadie podrá avisar, todos creen que estamos en nuestro hogar y que
Traron sigue en la posada —dice Larok. 
—Debiste tratarnos mejor y no humillarnos —declara Niglor con enfado.
—Ahora no eres rival para mí. Últimas palabras —murmura Traron
mirando a Héctor con burla.
—Te mataré con mis propias manos —sisea Héctor levantándose con
Yelys sobre su pecho. 
Estoy orgulloso de su valentía. Sé que no morirá con la caída, sin
embargo, Yelys dudo que sobreviva. Pobre hada, pobre Atba. Son víctimas
de estos dragones por mi culpa. Si hubiera matado a Traron en la fiesta
después de amenazar a Héctor, nada de esto estaría ocurriendo. 
Siento una presión en el pecho que me impide respirar con normalidad.
¡Por mis dragones! Tengo que salvarlos. No puedo dejar que nada malo les
ocurra.
—Sé lo que piensas. Si me hubieras matado en la fiesta ahora esa
hembra orco y el hada estarían a salvo. Deberías sentirte culpable. Adiós,
humano.
Sujeta a Héctor por el cuello y al verlo intento deshacerme de estos dos
dragones que han firmado su sentencia de muerte.
—Te lo suplico, no lo hagas.
Me observa con una sonrisa siniestra y sin apartar su mirada de la mía
lanza a Héctor por el vacío. 
—¿¡Héctooooor!? —La desesperación me invade y no dejo de gritar su
nombre una y otra vez intentando alcanzarlo. 
—Golpéalo. No soporto escuchar como llama a ese humano. Voy a
divertirme mucho contigo. 
Un dolor intenso en mi cabeza me nubla la vista hasta que la oscuridad
me envuelve por completo. Lo último que pienso es en como Héctor
acabará herido tras la caída.
 
Capítulo 35

Ver la cabeza de Atba rodando me ha dejado destrozado por completo.


Los hijos de puta la mataron sin piedad. Ser testigo de cómo Veron es
inmovilizado con esa cosa en el cuello y mi chiquitina herida me llenó de
ira. Ella abrió los ojos cuando la sujeté con mis manos y espero que
sobreviva. Intento concentrarme para usar mi poder o cambiar por fin a
dragón, pero es inútil. Después de jurar que mataré a Traron me sujeta por
el cuello y me lanza por el precipicio sin que pueda defenderme. Contengo
el grito por muy poco para no darle el gusto de verme asustado y protejo
con mi cuerpo a Yelys. La sensación de caer me encoge el estómago y es
horrible. Yo no moriré, aunque espero un golpe inminente y del que nadie
me va a salvar de quedar con el cuerpo hecho polvo. Cierro los ojos cuando
estamos cada vez más cerca del suelo. 
—Tranquila, chiquitina. Te protegeré con mi cuerpo. Aguanta para que
puedan curarte. Lessla o Lixda te ayudarán. —No dice nada y temo que ya
esté muerta. 
—¡Héctor! —gritan mi nombre y no es Veron. Ya no le escucho
llamarme. 
De repente siento algo a mi espalda y la caída es lenta. Abro los ojos,
tengo ramas a mi alrededor y a Boltcan en su forma de dragón agarrándome
mientras vuela. Cuando llegamos al suelo todos están corriendo hasta donde
estamos. Boltcan me suelta y junto a sus sobrinos, Calder y Rodan van en
busca de Veron. 
—Tranquilo, Evolet lo vio todo y sabe quiénes han ayudado a Traron —
murmura Lixda. 
—Ayuda a Yelys. La golpearon con una espada y estaba viva cuando la
recogí del suelo. 
Aparto las manos de mi pecho para que puedan atenderla entre ella y
Lessla.
—No está. 
—¿Cómo que no está? —pregunto desesperado. Miro a mi pecho y,
efectivamente, Yelys no está—. Lixda, la he sentido todo este tiempo. ¿Se
me ha caído? —No lo soporto más y rompo en llanto—. La maté, le dije
que la protegería y la maté —murmuro desesperado buscándola a mi
alrededor.
—Héctor, mi hermana creó estas ramas para protegerte de la caída sin
saber que Boltcan te cogería a tiempo y si ya no está, solo significa…
significa… —su voz se convierte en un susurro. 
—¡Noooo! —grito con todas mis fuerzas—. ¿Dónde está? Quiero verla.
No puede estar muerta. —Las hadas se miran entre sí—. ¡Yelys! 
—Héctor —me llama el rey Gus—. Intenta calmarte. ¿Puedes mostrarme
tu pecho?
—¿Mi pecho? —pregunto confundido.
—Héctor, sujetaste a Yelys sobre tu pecho. Si ya no está físicamente con
nosotros es porque la princesa de las hadas ahora vive en ti. 
—Eso no puede ser, reina Thea.
El rey Gus se coloca frente a mí. 
—Te lo suplico, déjame confirmar si nuestras sospechas son ciertas. 
Rompo mi camisa nervioso y hay una rosa con espinas de color rojo
como si estuviera tatuada sobre mi pecho y puedo jurar que las hojas del
tallo y los pétalos se mueven. Toco un pétalo y un escalofrío me recorre el
cuerpo. 
—Ella sabía que estaba muriendo y te eligió a ti —dice la reina Thea
entre lágrimas. 
—Mi hermana vivirá en ti eternamente. ¿Sentiste algo? —murmuró con
tristeza aguantando las ganas de llorar el rey Gus.
—La sentía a ella entre mis manos. 
—Héctor, mi amor. —Escucho a Yelys en mi cabeza con eco—. No te
sientas culpable, nadie podía salvarme. No podría renacer en ningún lugar
mejor que en el cuerpo del amor de mi vida. Ese amor al que tuve que
renunciar porque nunca sería correspondido como yo deseaba. Te regalo
mi poder, has de pensar en cualquier planta, árbol o flor y crecerá, le darás
vida y podrás manipularla a tu antojo como me viste hacerlo muchas veces.
Úsalo para salvar a tu amor y sé feliz. Si tú eres feliz, yo seré feliz. Por
favor, dile a mi hermano que le perdono por ser tan estricto y que me
perdone por ser tan opuesta a lo que él quería de mí. Cuando puedas
visitar mi reino, enséñale la rosa de tu pecho a mis padres, eso aliviará su
dolor por mi pérdida. Ahora me despido, recuérdame siempre. 
—¡Yelys! Espera, no te vayas. —Solo hay silencio en mi mente—.
¡Yelys! 
—Héctor, cálmate —me pide Boltcan que ahora está en su forma
humana. 
—¿Qué te ha dicho? —pregunta su hermano y ahora sí está llorando. Les
explico todo lo que me dijo y lo que quiere que haga con sus padres—. Tu
Hermana te perdona por ser tan estricto con ella y quiere que le perdones
por ser tan opuesta a lo que querías. —Estiro mi mano para que se apoye,
ya que parecía que caería en cualquier momento—. Lo siento tanto. 
Vuela hasta mi pecho y roza la rosa con sus manitas. Al hacerlo, los
pétalos se mueven como si una ráfaga de aire soplase sobre ellos. 
—Pagarán con su vida por lo que le han hecho —declara. 
Todos los que habían ido con Boltcan a buscar a Veron han vuelto sin él.
Me levanto del suelo enfurecido y un dolor terrible se apodera de mi cuerpo
cayéndome de rodillas. Grito mientras mis huesos se rompen una y otra
vez. 
—¡Apartad! —grita Boltcan—. Está… ¿Cambiando a dragón?  —
murmura confundido al darse cuenta—. Tranquilo, Héctor. Estoy contigo.
El dolor pasará, no te resistas. 
—Duele —musito con un gemido.
—Pasará, respira profundamente y todo pasará, confía en mí. —Hago lo
que me pide y aguanto el dolor como puedo—. Eso es, abre los ojos y
mírate. Eres un dragón hermoso. 
—Veron, ¿dónde está? Es lo único que quiero saber.
—Perdimos su rastro, hace mucho viento. Lo encontraré. 
—¡No! Lo haremos juntos. Y sé por dónde empezar. 
—Haz el cambio a tu forma humana y… 
—No. —Me giro rápido y lanzó a Ugor unos metros con la cola—.
Perdona, no quise darte. 
—No te preocupes, no estás acostumbrado a tu nueva forma. Ahora haz
caso a mi tío. Nosotros nos ocuparemos. 
—Traron sabía todo lo que me pasó con Darzien. 
—Eso es imposible. Nos cuidamos de que nadie indebido escuchara algo
—asegura Kode.
—Pues él lo sabía y voy a interrogar al cabrón que tanto daño me hizo
porque estoy seguro de que sabe dónde se esconden. Los despedazaré a
todos por matar a Atba y a Yelys. Lixda, puedes hablar con Sangug y
contarle lo ocurrido. Volveré lo más pronto que pueda para estar con él. 
Espero que responda y cuando me dice que sí, muevo mis alas y alzo el
vuelo pensado que voy a caerme en cualquier momento. Cuando veo que
me mantengo bien, avanzo varios metros hasta que una ráfaga de viento me
golpea haciéndome caer. Ugor me aguanta con su poder y me baja, se
desnuda, hace el cambio a dragón y se coloca a mi lado. 
—Haz el cambio a tu forma humana, yo te llevaré hasta Darzien. 
Hago lo que me pide, y con solo desearlo mi cuerpo cambia a mi forma
humana sin sentir dolor. De repente siento mis manos frías junto a un
cosquilleo. Me alejo un poco y dejo que el frío salga de mis manos
congelando el terreno que tengo frente a mí. Me visto con un pantalón y una
camisa que Lixda me entrega, ya que mi ropa está hecha trizas. Ugor se
alegra al saber que tenemos el mismo poder y se ofrece a enseñarme a
usarlo. Subo a su lomo y me despido de todos los que se quedan aquí sin
dejar de pensar en Veron.
 
Tardamos lo que para mí es una eternidad. Boltcan utilizó su poder para
volver a Senzyras a comunicar todo lo ocurrido y lo que pensaba hacer para
que nadie me detuviera. 
Llegamos y me bajo del lomo de Ugor y corro hasta la puerta de las
mazmorras. Evolet está esperándome y juntos bajamos las escaleras. 
—Que nadie baje —les ordena a todos. 
—Pequeña, permite que yo baje con tu hermano. 
—No, grandullón. 
—Tranquila, no podrá hacerme daño, mira. 
Le muestro mis manos cubiertas de hielo. 
—¿Entonces se unieron? Eso no lo vi. 
—Después te cuento, ahora quiero encontrar a Veron. 
—Es cierto, perdona —murmura Evolet. 
—Esperaré aquí —masculla Khonox. 
Mi bichito y yo bajamos las escaleras y el olor nauseabundo me hace
detenerme por un momento. Aguanto una arcada y termino de bajar. 
—Espera aquí.
Ella asiente y se cruza de brazos sin dejar de observarme. Me señala la
celda en la que está Darzien y voy hasta la reja. 
Está sentado en el suelo y puedo oler la sangre. 
—¿Veron ha seguido pegándote? —levanta la cabeza y me mira con
sorpresa. 
—No, su hermano y sus primos. 
—Hablaré con ellos para que dejen de maltratarte si me dices en qué
lugar tienen escondido a Veron. 
—¿Cómo voy a saber dónde se encuentra? 
—Porque tú y Traron han tenido contacto de alguna manera. Él sabía
todo lo que me hiciste. 
—Él me convenció de hacerte daño, yo no quería al principio y
después… 
—¿Por qué? ¿Qué tiene él que ver con lo que me hiciste? 
—Porque un día bebí demasiado y le confesé mis sentimientos hacia
Veron. Fue hace cien años y cuando tú llegaste hablaba conmigo a
escondidas. Decía que mientras tú estuvieras cerca jamás me amaría. 
—Fuiste un cobarde. Me destruiste, sin embargo, renací. Veron y yo ya
estamos unidos y si realmente le amas como dices no querrás que nada
malo le ocurra. 
—¿Podrás perdonarme alguna vez por el daño ocasionado? —Me mira
con ojos suplicantes. 
—Pregúntame eso dentro de mil años, por ahora, lo único que puedo
decirte es que les pediré a todos que no vuelvan a hacerte daño si colaboras
en ayudar a Veron. 
—Eso es más que suficiente para mí. Traron tiene una alcoba debajo de
su hogar en Olvernus. La cavó para esconder objetos y hay un túnel que
lleva hasta las afueras. Es el único sitio que conozco, si no está ahí no podré
ayudarte. 
—¿Cómo lo sabes? 
—Igual que Veron. Porque nos lo dijo. No sé quién más conoce el lugar. 
—Gracias. —Me giro para irme porque ya no tengo nada más que
hablar. 
—Espera. Hay algo más. —le miro esperando que siga hablando—. Creo
que Traron ama a Veron y me usó para alejarnos de él, para quitarnos a
ambos del medio y tener vía libre. 
—Lo sospeché cuando me amenazó de muerte hace poco y cuando hoy
intentó matarme. Que tú lo menciones me lo confirma. 
—Salva a Veron y mata a Traron. 
—Lo haré. Mataré a Traron y a quienes le han ayudado. Adiós.
Salimos y Khonox está en el mismo lugar junto a todos los hombres de
la familia. 
—Vamos a recuperar a tu hombre —murmura Khonox colocando su
mano en mi hombro.
—¿Saben a dónde ir? 
—Tenemos buen oído. 
—Vamos a por mi hermano. 
—Esperad, ¿tenéis pensado entrar a saco? —pregunta Evolet. 
—¿Qué es eso? —preguntan todos al mismo tiempo mirándola.
—Entrar con brusquedad —aclaro.
—La idea principal es buscar la entrada del bosque. Si entramos a saco,
como dice mi tía, podrían matarlo —dice Kode.
—Tengo una idea, ahora vuelvo. Aprovecharemos la oscuridad de la
noche a nuestro favor y estoy seguro de que no nos esperan.
Norrus se marcha corriendo y vuelve con Brak y una camisa de Veron.
—Brak, busca el olor de Veron, te seguiremos. Es importante que la
entrada que busques sea la del bosque no entres a la ciudad. 
Se acerca a la camisa y la olfatea, aúlla y se gira corriendo a la salida.
Todos le seguimos y hacen el cambio a su forma de dragón cogiendo la ropa
con las garras. Ugor me espera para subirme a su lomo. Es evidente que
tengo que aprender a volar. 
Brak guía el camino desde el suelo y cuando se detiene todos bajan para
hacer el cambio a su forma humana y se visten. Desde aquí puedo oler a
Veron. Lo que me extraña es no oler a los demás, seguramente usaron
Angrom, por eso Veron no pudo detectarlos y nos pillaron desprevenidos.
Me arrodillo y apoyo las manos en el suelo. Puedo sentir la tierra en
armonía con mi cuerpo, pienso en una planta de cactus que tiene ramas
espinosas y la hago crecer a mi alrededor dejando el frente libre para
caminar. Abro un poco mi camisa y paso mis dedos por mi pecho justo en el
centro de la rosa.
—Chiquitina, ahora salvaremos a Veron —susurro—. Algunos deben ir a
la casa y esperar por si alguno decide escapar. Los demás detrás de mí.
Reforzaré el túnel con ramas y al ir avanzando lo destruiré para que quede
una salida. Khonox, mataron a Atba y a Yelys. Quiero que mueran para que
paguen por lo que hicieron.
—Morirán —asegura. 
Asiento conforme con su respuesta y caminamos siguiendo a Brak,
mientras que Hodul, Kode, Norrus y Rax van hasta la entrada de la casa. A
unos pocos metros, Brak se detiene y se sienta frente a unos arbustos.
Muevo las ramitas usando el poder de Yelys y encuentro muchas ramas
rotas que tapan la entrada. Khonox me frena cuando voy a entrar y niega
haciéndome a un lado para entrar primero. No quiero discutir, así que
espero a que baje para luego entrar yo. Hago crecer las ramas con espinas
para que cubran el túnel. Cuando todos entran avanzamos poco a poco y
podemos andar perfectamente de pie, así que hay espacio para ir en fila. A
medida que avanzamos voy cerrando el túnel y pronto se escuchan las
voces de varias personas. 
—No debisteis matar a ninguna. Teníamos que matar a Héctor y coger a
Veron —sisea alguien y creo reconocer a Traron. 
La risa de Veron se escucha y me alivia saber que aún estamos a tiempo.
Agarro el antebrazo de Khonox. Niega sabiendo que quiero ir en primer
lugar y muevo mis labios diciendo «por favor». Después de poner los ojos
en blanco se pega a la pared de tierra y si no estuviera en esta situación me
reiría. Paso con algo de dificultad y cuando lo consigo avanzó con sigilo
hasta que los tengo a la vista. 
—Hubieran puesto resistencia y protegido a Héctor —protesta Niglor.
—El hada parecía inofensiva y no lo era en absoluto —se defiende
Larok.
—Traron tiene razón. No solo estamos en problemas con los dragones,
ahora también lo estamos con los orcos y las hadas. Nunca debí unirme a
esta locura —objeta Diyok
—Querías vengarte de Veron. Igual que todos —puntualiza Traron. 
—Estamos muertos —declara Nashin
—¿Sabes, Traron? Cometiste un error —asegura Veron. 
—¿Cuál? Matar a tu patético humano. 
—Dejarlo vivo. Y estoy seguro de que acabará encontrándome. Hay
alguien más que conoce este lugar y ese es Darzien. 
—Tu humano está muerto. Yo mismo lo tiré por el precipicio, nadie
mortal sobreviviría a eso. 
—Ese es tu error. Héctor es inmortal.
Mientras ellos estaban hablando he llevado las ramas bajo tierra hasta
cada uno de ellos esperando el momento y ahora que Veron deja estupefacto
a Traron y a los demás, es mi momento. Las ramas salen atrapando a cada
uno de ellos y las refuerzo con hielo. No sé si es por la ira que siento al ver
golpeado a Veron con las heridas aún sin curar o porque el poder fluye solo.
Salgo a la luz de las velas para que puedan verme y los cuatro mocosos
detestables tiemblan. Sobre todo, al ver la artillería que me acompaña.
Intentan soltarse y es imposible cuanto más se resisten más les aprietan las
ramas. Me acerco a Veron y le abrazo con fuerza, estoy tan feliz de verle
con vida. 
—Mi luz. Aire —murmura con dificultad. 
—¿Qué? —le miro confundido. 
—No podía respirar, eres muy fuerte. 
—Perdón, perdón. 
Le abrazo con más cuidado y después intento romper las cadenas que lo
mantienen sujeto. Son de Angrom, así que es imposible. 
—Tranquilo, mi amor. Te sacaré de aquí. Perdóname por tardar tanto. 
—Sabía que vendrías. Te estaba esperando. 
No puedo evitar sonreír al escucharlo. 
—Te mataré —masculla Traron. 
—Eres un pobre idiota enamorado. —Sus ojos se abren como platos y
mira a Veron—. Llegué a esa conclusión igual que Darzien. Nos querías
fuera a los dos para tener el camino libre porque sabías que Veron se sentía
atraído por hombres. Lástima para ti que solo me ama a mí. Nos unimos
hace poco, observa. —rompo un poco la camisa mostrando la rosa y mi
cuello para que pueda ver la marca. 
—Te mataré —sisea con furia. 
—Te mataré, te mataré, te mataré. ¿No te cansas de ser tan repetitivo? —
murmuro con burla. Muevo mi mano delante de él y la aprieto en un puño
para que las ramas se aprieten aún más contra su cuerpo—. La princesa
Yelys me obsequió con un regalo antes de morir. Su poder ahora es mío y
renació en mí, señalo la rosa. 
Miro a Larok quien golpeó con la espada a Yelys y dejando las manos
abiertas frente a él las separo con brusquedad arrancando sus manos y
piernas. 
—Por favor, no me mates. Estoy arrepentido —murmura dolorido.
—No te creo. Y pronto morirás igual que los demás. Tú —miro a Niglor,
quien mato a mi amiga arrebatándole la posibilidad de ver crecer a Sangug
—. Mataste a una buena mujer por la espalda como el cobarde que eres. 
Muevo las manos de la misma forma para que sufra el mismo dolor que
Larok. A los otros dos les dejo respirar pensando que se han salvado y
cuando menos lo esperan hago crecer hielo puntiagudo desde el suelo
atravesando sus cuerpos sin piedad. Sus gritos son música para mis oídos.
—Mi luz. —Los brazos de Veron me rodean por la espalda ofreciendo
un calor que mi cuerpo ya no sentía. Su padre ha tenido que soltarlo—.
Volvamos a casa, deja que nuestra familia se encargue de todo. No me gusta
verte así. 
—Está bien, pero antes… 
Cierro mi mano en un puño y cuando voy a abrirla para romper a Traron,
Veron me detiene. 
—¡Héctor, basta! Tú no eres así. 
—¡Ellos las mataron! Merecen sufrir antes de morir. 
—Sufrirán. Es mi promesa. 
—¿Entonces? 
—No quiero que lo hagas. Usa tus poderes para hacer otras cosas. Cosas
buenas. Por favor. —Me gira y besa mis labios. 
La risa de Traron me da escalofríos. 
—¿Has visto, Héctor? Tu hombre me protege. 
—Amor, tienes razón. El peor castigo para Traron es vernos juntos y
felices. 
—¡Malditos! ¡Os mataré! 
—Salgamos de aquí, amor. Los oídos me duelen con tanto grito. 
Me sonríe y le doy un casto beso en los labios con todo mi amor que me
sabe a poco. No me permite apartarme y devora mi boca con pasión de la
misma forma que yo deseaba hacerlo segundos antes. Traron no deja de
gritar mientras salimos por la parte que da a la casa dejando a los demás
dentro. Nada más salir, Norrus abraza a su hermano con fuerza. 
—Creí que te perdía si no llegábamos a tiempo. 
—Estoy bien, aparte de algunos golpes. 
—No estás bien, era tu mejor amigo —digo seguro de mis palabras. 
—Me duele su traición y no me importa el motivo. No tenía derecho a
hacerte daño. Sincerarse conmigo no hubiera cambiado mis sentimientos,
pero todo sería diferente. 
—Madre ya debe saber que estáis unidos y no debe estar muy feliz con
la noticia. 
Las palabras de Norrus consiguen acojonarme y me sujeto a Veron con
fuerza. 
—Amor, tú me protegerás, ¿verdad? 
—Lo siento. No puedo enfrentarme a mi madre.
—Cobarde —mascullo provocando que todos se rían de mí. 
Hasta los que están empezando a salir y me han escuchado se están
descojonando. Genial, Yiri me va a matar y nadie me va a defender, ni
siquiera el hombre que dice amarme.  Con un bufido me doy la vuelta y los
ignoro. 
—¿Cómo has podido hacer eso? ¿Acaso las hadas pueden ceder sus
poderes? ¿Y qué significa esa rosa que antes no tenías en tu pecho?
—No lo sé, tenía a Yelys sujeta sobre mi pecho y después desapareció.
El rey Gus me pidió mostrarle mi pecho y ahí estaba su hermana en forma
de flor. 
—Muéstramela, antes no he podido verla bien —Abro la camisa para
que vea mi pecho y acerca los dedos para tocar la flor—. Se mueve. Es
como si viera una rosa de verdad sobre tu piel. ¿Sigue viva? ¿Puedes hablar
con ella? 
—Me habló una vez en mi mente para despedirse. Debo ir al reino de las
hadas para que sus padres vean la flor, me lo pidió. 
—Te llevaré en cuanto sean condenados. Ahora quiero saber cómo está
Sangug, ese cachorro acaba de perder a su madre. 
—No lo sé. Le pedí a tu prima que hablara con él y que iría a verlo en
cuanto te encontrase.
—Iremos a descansar unas horas e iremos a verle.
—Hijo, todos están de camino. —Nos informa Boltcan—. No te
preocupes por eso. Tanto las hadas como los orcos vienen para ser testigos
de la muerte de los cinco dragones que han matado a uno de los suyos.
—Pobres familias —musito con pena.
—Ya han sido avisadas desde el momento en que se supo todo y, aunque
han implorado que les perdonemos la vida, no es posible. —Nos informa
Khonox—. Traron los utilizó a ellos porque nadie traicionaría a su príncipe
y se aprovechó de que tenían rencor hacia mi sobrino para manipularlos.
Sin embargo, matarlas no fue decisión de Traron, él quería a Veron.
—Tanto los orcos como las hadas pedirán sus cabezas y es inevitable.
Fueron conscientes del peligro y, aun así, siguieron adelante —añade
Rodan.
—Tú mismo quieres que mueran por lo que hicieron —señala Degon—.
Cometieron el error de seguir a un traidor convirtiéndose en traidores y,
además, asesinos. Dejaron a un hijo sin madre y a un reino sin su princesa. 
—Ellos no me dan pena. Sus familias sí, sufrirán por las malas
decisiones de sus hijos. Ni siquiera recuerdo cómo pasó exactamente.
¿Cómo llegaron y…
—¡Shh! Ya está, mi luz. No te tortures con esos recuerdos, quédate con
todo lo bueno que pasaste a su lado. 
—Puedo eliminar esa parte de tu mente. Recordarás todo menos que
presenciaste el momento de su muerte —se ofrece Rodan. 
—Lo pensaré.
—Solo tienes que avisarme cuando quieras hacerlo.
—Volvamos al castillo. Las familias llegarán pronto, al menos quiero
que tengan los miembros cosidos para que tengan un recuerdo menos
traumático.
Una vez Khonox nos dice eso, todos volvemos al castillo. Ugor nos lleva
a Veron y a mí en su lomo. Porque Veron aún está débil y no puede hacer el
cambio. 
En el castillo, Yiri nos está esperando junto a todas las mujeres y al ver a
Veron bien suspiran de alivio. 
Yiro nos abraza a los dos y dice:
—Lo único que os salva de mi ira es lo ocurrido. Id a vuestra alcoba,
ahora subiré para curar esas heridas y que sanen más rápido. 
—Os avisaré en cuanto lleguen las hadas y los orcos —dice Anarfi—.
Descansad un poco.
Subimos seguidos por Anarfi que usa su poder para calmarnos a los dos.
Yiri entra para curar las heridas de Veron y cuando cierran la puerta al salir
le hablo antes de quedarnos dormidos.
—Amor, le dije a Darzien que nadie volvería a golpearlo nunca más si
me ayudaba a encontrarte.
—No estoy de acuerdo, pero respeto tu decisión.
—Gracias.
 
Capítulo 36

Anarfi me despierta entre susurros y cuando abro los ojos, mi mirada va


directamente hasta Veron que duerme tranquilo. 
—Llegarán en unos minutos al castillo. Nos acaban de avisar. 
—Debería dejarlo dormir, pero estoy seguro de que quiere estar presente
para recibirlos. —Ella asiente en acuerdo y nos deja solos después de darme
un beso en la mejilla.
—Amor, las hadas y los orcos están llegando. —Abre los ojos y me mira
con seriedad.
—¿Hiciste el cambio a dragón?
—Sí, tu padre estuvo a mi lado.
—Perdóname por no acompañarte en un momento tan importante.
¿Sentiste mucho dolor?
—No mucho —miento. 
—No quiero bajar. No soportaría mirar a las caras de todos sabiendo que
soy el único culpable de sus muertes. Y Sangug…, ese pequeño me odiará.
—Nadie te culpa y puedes quedarte. 
—Sería un cobarde si me quedara y no lo soy.
—Entonces baja y abraza a Sangug. Estoy seguro de que no solo me
necesita a mí. Mi bichito te adora y debe estar muy triste por no poder estar
con su madre nunca más. 
Nos cambiamos de ropa y bajamos para esperar la llegada de todos. En
el momento en que Sangug se baja de los brazos de Lixda corre a mis
brazos llorando.
—Mi mami no está. ¿Puede volver? 
—Tu mami ha ido al cielo y ahora te cuida desde allí —susurro
aguantando las ganas de llorar. 
—No quero que esté solita.
—Tu mami no está solita Sangug. Ella está acompañada del papá, la
abuela y la bisabuela de mi hija Ayra. Te prometo que nunca estará sola y
que te cuidará siempre —susurra Nan acariciando su pelo.
—¿De verdad?
—De verdad —afirma Norrus.
—Tú tampoco estarás solo. Siempre que nos necesites puedes avisarme
y estaremos a tu lado. —Sangug se suelta de mi abrazo y va hasta Veron
que lo recibe con mucho cariño.
—¿Quieres ir a jugar con tus amigos? —Asiente después de soltarse del
abrazo de Veron—. Ven conmigo, cariño. 
Nan estira su mano esperando que Sangug la acepte para llevarlo con los
niños y que todos los adultos podamos hablar tranquilamente. En cuanto lo
hace entran al castillo y el rey Gus se acerca a mí volando mientras no
aparta su mirada de mi pecho. Retiro mi camisa porque no necesito que me
lo pida, necesita ver la rosa otra vez.
—Aún me cuesta creer que no volveré a verla. —Se queda en silencio
unos minutos y respira varias veces aguantando las ganas de llorar—. Me
consuela saber que ha renacido en el hombre del que se enamoró. Regresaré
a mi reino después de la ejecución de los culpables de las muertes de Atba y
de mi pequeña hermana. Te enviaré una misiva para que mis padres puedan
conocerte y ver la rosa en tu pecho. No será fácil para ellos saber que su
hija ha muerto, por eso quiero ir primero para hablar con ellos.
—Llevaré a Héctor en cuanto envíes la misiva. Es lo menos que puedo
hacer después de todo lo que ha ocurrido por mi culpa.
—No tienes la culpa, príncipe.
—Es mi culpa. Debí matar a Traron hace unos días en la fiesta cuando
amenazó a Héctor.
—Sabes que eso te hubiera condenado —asegura el rey Gus. 
—Al menos ellas estarían vivas.
—No fue Traron quien las mató, sino los jóvenes guerreros que tomaron
la decisión equivocada porque querían vengarse de su príncipe —recalca
Khonox. 
En ese momento llegan las familias para despedirse y agachan las
cabezas avergonzados, como si el crimen hubiera sido cometido por ellos.
Una vez se han despedido se marchan sabiendo que no volverán a verlos.
 
El momento ha llegado y son ejecutados por dagas clavadas en su
corazón. El rey Gus mata a Larok, el rey Goruz mata a Niglor, Rodan mata
a Diyok, Boltcan mata a Nashin y Veron mata a Traron. No siento alivio al
verlos morir porque nadie le devolverá la vida a Atba o a Yelys, sin
embargo, sus muertes han sido vengadas y también todo lo que Darzien me
hizo a causa de la manipulación de Traron. Las hadas se marchan unas
horas después y los orcos se quedarán hasta mañana para que Nazte pueda
pasar un corto tiempo cerca de Ayra y Sangug con nosotros.
Veron y yo acompañamos a los orcos a Aezan para despedir a Atba. La
van a quemar y deseo pasar ese mal trago con Sangug. Al parecer, la familia
de Atba no quiso venir a despedirla. Cuando les dijeron que Atba había
muerto, a pesar de que se sintieron tristes, no aparecieron. 
Acabé hecho polvo igual que Veron cuando nos tocó volver a Thantanas
y despedirnos del pequeño Sangug prometiendo ir a verle pronto. Sé que en
el castillo cuidarán muy bien de él y vendré a verlo todo lo que pueda.
Ahora que su madre no está, quiero cuidarlo y protegerlo para que nunca se
sienta solo. Pude encontrarme con Muza que fue avisada de lo ocurrido por
el Montag y estuvo acompañando al pequeño igual que los demás. El pobre
animalito avisó a todos a su manera y los guio un tramo del camino hasta
que Boltcan apareció. Les contó lo que estaba ocurriendo y justo en ese
momento fue cuando me vieron caer. El Montag enseguida se retiró para
avisar a Muza. Intenté hablar con ella sobre Ugor, pero sigue triste y sin
querer hablar con él. Le regalé a Sangug las fotos en las que sale Atba y se
puso muy feliz al verlas.
 
He aprovechado esta semana para ir a mi mundo a firmar los papeles de
la venta de la casa y despedirme de ellos y de Coral, la mujer que prepara
los mejores churros del mundo.
Entre Hodul y Phipai mirarán si pueden hacer algo para revelar las fotos
que haga y no tener que volver a mi mundo. ¡Ojalá lo consigan!
Lixda me ha mantenido informado sobre Sangug. Dice que ya no llora
delante de los demás, pero que por las noches o cuando está a solas llora
todo el tiempo y también que no se separa de la cajita en la que le entregué
las fotos de su madre. Mi pobre bichito.
Hoy llegó la misiva del rey Gus para ir a su reino. Sin demora nos
preparamos para el viaje al que Khonox y Evolet nos acompañarán junto a
Ugor, Banity, Nemain, Naden, Resli y Ame. En esta semana aprendí a volar
y hoy es mi primer viaje volando junto a los demás. Me siento feliz porque
en mi pecho aparece la rosa aun estando en mi forma de dragón. Es algo
que no me había dado cuenta hasta que Veron me lo dijo el día que cambié
a dragón delante de él. Me dijo que era hermoso y que la rosa me hacía
único. 
Estamos volando sobre el mar y me encanta verme reflejado. Mis
cuernos no son muy grandes, aunque si puntiagudos, la mitad de mi cuerpo
es marrón oscuro que se mezcla con el negro hasta acabar en una cola fina y
con la punta afilada. 
—Deja de mirarte ya, bichito. Vas a desgastarte presumido. 
—¡Cállate! Que tú estabas haciendo lo mismo. 
—¡Mentiroso! 
—Pero ¿qué dices? Si te estabas mirando y hasta pestañeaste varias
veces. 
Todos se ríen porque saben que tengo razón y me persigue intentando
morderme la cola. Es muy lenta y no consigue atraparme, así que me lanza
bolas de fuego que consigo evitar con bolas de hielo que acaban en el mar. 
—Sois peores que los cachorros —declara Khonox. 
Ambos nos miramos sabiendo que tiene razón y empezamos a reír. Eso
consigue que el viaje sea más ligero y deje de estar tan tenso como al
principio. 
 
Han pasado horas desde que dejamos el mar atrás y llegamos a su reino.
Aún nos quedan otro par de horas, según Khonox, hasta el Árbol milenario
en el que habitan. 
Por fin llegamos a nuestro destino. El rey Gus y la reina Thea nos
esperan fuera del gigantesco árbol. Nos separamos de las mujeres para
hacer el cambio a nuestra forma humana. Cuando todos estamos vestidos,
vamos hasta donde nos esperan las hadas y con los nervios a flor de piel les
seguimos de camino al árbol milenario. Desde el suelo y a medida que
avanzamos puedo ver a las hadas curiosas por la visita y pienso en que
Yelys estaría asomada curioseando sin parar. 
—Mi luz, ¿por qué lloras?
—Pensé en que Yelys sería una de las muchas hadas que están asomadas
ahora mirando quienes llegan. 
—Y estarías en lo cierto muchacho —dice un hada que se parece
muchísimo a Yelys, solo que mucho mayor—. Soy Leonca, la madre de
Yelys y él es Alad, su padre. 
—Siento conocerlos en estas circunstancias. 
Nos quedamos en silencio hasta que la reina Thea habla dándonos la
bienvenida centrándose en Khonox y Evolet por ser los reyes de los
dragones. Sin embargo, a pesar de intentar cambiar de tema, los padres de
Yelys no apartan la mirada de mí, o más bien de mi pecho. 
—Rey y reina de los dragones, disculpen nuestros modales, pero
deseamos verla.
—No tiene que disculparse por nada, por eso estamos aquí. Para que
pueda ver el lugar en el que su hija vivirá eternamente —dice mi bichito.
Todas las hadas empiezan a agruparse detrás de los padres de Yelys
esperando ver la rosa que vive en mi pecho. Miro a Gus y luego a sus
padres y me quito la camisa. Una brisa suave hace que la rosa se mueva y
me concentro mucho para hacer crecer una rosa exactamente igual justo
delante de mí. 
—Esta es mi manera de dejarles una parte de ella siempre con ustedes
para que la sientan cerca. Pueden visitarme o pedirme que venga si desean
verla de nuevo. Es lo mínimo que puedo hacer para darles un poquito de
alivio.
—Con saber que mi hija estará con el hombre que amó y que amará, soy
feliz. Mi hijo nos contó todo desde que te conoció y te doy las gracias por
cuidarla y amarla a tu manera, ya que tu corazón le pertenecía a otro
hombre.
—Gracias, Leonca. Mi chiquitina me ayudó a no estar tan triste.
Conseguía hacerme reír de verdad y no soporto todo lo ocurrido. 
Empiezo a llorar en silencio sin poder decir nada más. Veron me sujeta
por la cintura intentando tranquilizarme. 
—Siempre estará contigo —susurra Veron. 
—Ahora eres parte de nosotros. Te enseñaré algunas habilidades
importantes para que controles aún más tu poder. No solo bajo la rabia y el
dolor. La felicidad puede ofrecerte mucho más. 
—Me encantaría aprender a usar el poder de Yelys. 
—Pasen a nuestro hogar. 
Las hadas se van tras el árbol milenario y las seguimos. Hay un amplio
espacio rodeado de muchos árboles diferentes, algunos frutales y otros no.
El suelo está lleno de flores diferentes. Hay muchas rosas, pero ninguna de
color rojo. Ninguna flor es igual, siempre hay algún detalle que las
diferencia del resto. 
—Estás son las hadas que han muerto y ahora viven eternamente en
forma de flor o de árboles. Mi hija eligió la rosa para renacer y su color es
el más hermoso. —Nos informa Leonca
—Ahora quiero que uses tu poder y traigas hasta aquí la rosa que creaste
para nosotros. Este es el lugar en el que debe estar —me pide Alad. 
—¿Cómo puedo hacer eso? Me costó mucho hacerla.  
—Quiero que te concentres y muevas sus raíces para que pueda
deslizarse por la tierra hasta este lugar.
Me acompaña hasta la entrada y me concentro en lo que quiero hacer. Al
principio no pasa nada, sin embargo, pienso en Yelys y poco a poco se va
trasladando de sitio hasta que llega junto a las demás flores y dejo de
moverla. Decido darle un toque diferente y unas ramitas con espinas la
rodean y la levantan un poco para que sobresalga. 
—¡Lo has conseguido! —exclama feliz Alad—. Dominas muy bien el
poder de Yelys. Mi pequeña niña era la que mejor dominaba las plantas de
todos nosotros, parece que lo haces de la misma forma —me elogia Alad. 
—Ella me dijo que solo tenía que pensar lo que quería y es lo que intento
hacer. 
—¿Tienen hambre? —pregunta la reina Thea. 
—La verdad un poco sí —murmura Evolet. 
—Entonces no se diga más. 
Poco a poco van trayendo la comida y les contamos todas las cosas que
hicimos con Yelys. Les entrego las fotos y no pueden evitar llorar y
agradecerme la sorpresa. Ahora podrán verla siempre. Por suerte hice
muchas fotos de ella y guardé muchas para mí de las dos.
 
Estoy paseando un rato después de comer reflexionando en que este
lugar debí conocerlo con mi chiquitina. 
—Héctor. 
—Hola, Banity. No hemos podido hablar, ¿cómo ha ido todo después de
lo ocurrido con Hodul?
—Para mí, mal. Cada día estoy más triste porque sigo siendo invisible
para él. Me humilló y ni siquiera me ha pedido perdón. 
—Quizá debiste esperar más tiempo. 
—No, era mejor hacerlo cuanto antes. He pensado mucho y he tomado
una decisión. 
—¿Qué decisión? 
—Me voy a vivir al sur. Allí tengo la casita en la que viví con mi
hermana y viviré del cultivo como hacía antes. 
—No creo que eso haga feliz a tu hermana o a mi bichito. 
—Lo hablé con ellas y me entendieron. Necesito un tiempo fuera de aquí
y darme la oportunidad de ser feliz. Quizá, encontrar un dragón para el que
no sea invisible.
—Hodul no te merece y con los años se dará cuenta de su error, de eso
no me cabe la menor duda. No desperdicies más tu tiempo y sé feliz. 
—Espero que me visites algún día. 
—Eso seguro. 
Epílogo

 
Estoy acostado en la cama. Han pasado algunas semanas y no podría ser
más feliz. Héctor es un dragón hermoso y único, y es todo mío. Esa rosa
que siempre llevará en su pecho es lo que le hace único. Recuerdo nuestra
conversación sobre el poder especial que obtuvo mi tía Evolet con la unión.
Yelys le regaló su poder al renacer en él y porta con orgullo la rosa de su
pecho. 
Hemos ido de viaje una vez al reino de las Hadas para que le enseñen
más cosas de su poder y ya lo maneja muy bien sin estar enfadado. Con la
ira prácticamente dominaba sus poderes, sin embargo, ahora es diferente, no
necesita la ira y puede usarlos a placer. Tanto el poder del hielo gracias a
Ugor y a mi hermano, como el de Yelys. Los domina a la perfección y es
aún más poderoso. Es como Evolet con el fuego, es impresionante verlos
usar sus poderes de forma distinta a nosotros.
 Héctor me marcó el mismo día que pude verle como dragón y muestro
con orgullo su marca en los entrenamientos. Cada vez que se va disipando
vuelve a marcarme y me encanta hacer el amor con él. Ya no he escuchado
comentarios despectivos hacia nosotros y eso me tiene más tranquilo. No
permitiré que nadie vuelva a hacer daño de ninguna forma a mi hombre.
—Se ha dormido —susurra Sangug. Suelto una risita mientras trepa
sobre mi pecho huyendo de los golpes que Héctor pueda darle dormido.
Hace una semana que se está quedando con nosotros. Su cumpleaños
estaba cerca y Héctor quiso traerlo para que dejara de llorar. Y lo consiguió.
Estar con nosotros le gusta y le hace sentirse tranquilo dejando de llorar por
la trágica muerte de su madre. Además, tiene a sus amigos con los que no
deja de jugar durante todo el día tanto en el castillo como en Olvernus.
—Ven, cachorro. 
Beso su frente y él acomoda la mitad de su cuerpecito sobre mi pecho.
Me giro un poco dejando mi espalda a Héctor y poco después escucho la
respiración de Sangug pausada. Recuerdo el día que durmió con nosotros la
primera noche. Se empecinó en dormir en medio de los dos y en cuanto
Héctor le dio el primer manotazo huyó de su lado. Por suerte estaba
pendiente y solo le rozó una pierna. Desde ese día se acuesta en medio hasta
que Héctor se duerme y luego se despierta antes y vuelve a ponerse en
medio. Cuando se lo conté a Héctor no paró de reír y ahora si se despierta
antes que Sangug se hace el dormido hasta que lo nota en el medio de
nosotros. 
Mañana será la fiesta de nuestra unión. Para Héctor y para mí es más
especial porque celebramos el cumpleaños de Sangug. Es una sorpresa
porque no le hemos dicho nada. Le hemos prometido dar una vuelta
volando, ya que era lo que el cachorro quería. Mañana llegarán los orcos
para celebrar nuestra unión y su cumpleaños. Le mandé una misiva a Goruz
para pedirle que trajera a la familia de Sangug y no he recibido respuesta.
Espero que vengan todos y puedan hacer feliz a Sangug.
Miro a Héctor, después a Sangug y me duermo para el día que nos espera
mañana. Estoy deseando ver la carita de felicidad del cachorro.
 
Me despierto con Sangug trepando sobre mi pecho a toda velocidad
porque ha visto a Héctor moverse. Aguanto las ganas de reír y le observó
despertar a Héctor.
—Hola. Es de día. 
—Buenos días, bichito. Feliz cumpleaños, cariño.
—Hoy tengo cuatro años. Quero volar.
—¿Quieres volar ahora?
—Siiii —grita feliz abrazándose al cuello de Héctor.
—Buenos días, cachorro. Desayunamos primero y luego vamos a volar.
Me levanto para ir al excusado y escucho la risita de Héctor. Tengo
puesto sus pantalones de dormir de corazones y me quedan algo cortos y
apretados. Odio dormir con ropa y desde que Sangug está con nosotros no
me ha quedado de otra. Anoche no encontré ninguno de los pantalones que
he estado usando para dormir y Héctor me dejó estos. 
—¿Estás incómodo? Te noto algo apretado.
—Has sido tú, ¿verdad?
—No sé de qué me hablas. —Le miro alzando una ceja—. Vale, está
bien, los escondí todos al final del baúl. 
Suelto una carcajada y entro al excusado con una sonrisa. Cuando
termino de asearme con agua fría me doy cuenta de que no cogí ropa. Salgo
con una tela alrededor de mi cintura mientras Sangug y Héctor están
jugando a hacerse cosquillas. Sonrío ante la hermosa imagen que me
regalan y busco la ropa para ir a cambiarme. 
Cuando terminó de vestirme salgo de nuevo del excusado y me siento en
la cama.
—Mi luz. Bajaré para que vengan a traer agua limpia y la calienten para
que puedan asearse. 
—No te preocupes, amor. Nos bañamos anoche y podemos asearnos con
agua fría.
—Yo no me quero mojar. No gusta el agua. Es mala.
Héctor empieza a reír y ahora soy yo el que le hace cosquillas a Sangug.
—El agua es buena, anoche te gustó bañarte —murmuro divertido.
—Jugamos a mojarnos. 
—Eso no es cierto. —se queja Héctor—. Tú me mojabas mientras te
intentaba bañar y acabamos mojados los dos. 
Los dos juntos son unos torbellinos. Me encanta tener a Sangug aquí
porque les hace felices a los dos y para qué mentir, a mí me encanta tenerlo
cerca. Es un cachorro maravilloso y puedo hacerle feliz estando con Héctor.
Espero que su familia se haga cargo de él y pueda ser feliz con ellos.
 
Media hora después de muchas cosquillas y conseguir que se limpie con
agua fría como nosotros, bajamos a desayunar. 
Todos le felicitan y es el centro de atención. Al principio se sentía algo
cohibido por ser al que todos se acercan de manera cariñosa para felicitarle.
Después se le quitó y esperaba a ser felicitado con una sonrisa mostrando
sus pequeños colmillos que en unos años crecerán sobresaliendo de su labio
inferior. 
A media mañana llegan los orcos y, por primera vez desde que se fueron,
nos visitan Enmy y su madre Lysder con sus parejas Gargor y Rozug, el rey
Goruz y mi prima Lixda, los príncipes Nazye y Muza y algunos guerreros
que llegan con ellos. Ayer mi tío Khonox mandó a varios guerreros para que
vinieran más cómodos y no utilizar los barcos y los caballos porque
tardarían más de medio día en llegar.
Por más que busco, no encuentro a nadie desconocido. Todos a los que
veo los reconozco de cuando he estado en Aezan y me temo que la familia
de Sangug no ha venido. «Pobre cachorro».
Sangug se alegra mucho de verlos y más cuando todos le felicitan,
incluido su rey que le abraza y le besa en la frente. El pequeño se va a jugar
con los demás cachorros en cuanto acaba de recibir las felicitaciones. 
—Entremos, tengo algo importante que pedirles —dice el rey Goruz
mirando directamente a Héctor y después a mí.
Entramos al castillo y no puedo evitar fijarme en como mi primo intenta
acercarse a la princesa Muza y ésta le ignora como si fuera invisible. Debo
añadir que está preciosa, más que la última vez que la vi cuando nos
despedimos de Atba. Tiene el pelo negro suelto hasta el muslo y tiene una
pequeña pinza con piedras preciosas de plata en el lado derecho que le
recoge un poco de cabello despejando su cara. Su vestido es de color
marrón y abraza su figura a la perfección dejando ver las curvas femeninas
a pesar de la musculatura que tiene. Mi primo ha rechazado a cada hembra
que ha intentado intimar con él para enmendar su error con la princesa, pero
visto su reacción, sigue sin querer hablar con él.
Las mujeres se van con los cachorros y solo mi tía Evolet, Muza y mi
prima Lixda nos acompañan al salón principal. Nos sentamos en las sillas
alrededor de la gran mesa esperando que Goruz hable.
—Tras pensarlo mucho y consultarlo con mis hermanos y con mi reina.
Hemos tomado una decisión muy importante.
—¿Qué decisión? —pregunta Héctor impaciente.
—Fui personalmente a hablar con la familia de Sangug y no quieren
hacerse cargo de un cachorro tan pequeño.
—Malnacidos —siseo con furia—. Ni siquiera le han dado la
oportunidad de conocerlo y ahora tampoco quieren hacerse cargo de él.
—Pienso igual que tú, Veron, sin embargo, no podemos obligarlos
porque lo que queremos es la felicidad del pequeño —aclara Nazte.
—¿Entonces? ¿Seguirá en el castillo? —pregunto preocupado por lo que
vaya a pasar con el cachorro.
—Mi hermana propuso algo.
—¿El que? —insiste Héctor nervioso. Aprieto su mano para que se
calme y él me devuelve el apretón. Entrelazo nuestras manos y esperamos.
—Desde que su madre murió, no ha dejado de llorar. Siempre estaba
triste y muy pocas veces sonreía. Desde que llegamos lo he observado y
está feliz, no ha dejado de sonreír —nos explica Muza.
—Sé que lo que os voy a pedir es una responsabilidad muy grande, pero
considero que mi hermana tiene razón y mi reina está de acuerdo. —Se
queda callado unos segundos que se me hacen eternos—. ¿Os quedarías
cuidando de Sangug y criándolo como vuestro… hijo?
«Hijo».
Lo tengo claro, no necesito pensar nada, miro a Héctor que me observa
con una débil sonrisa y los ojos llenos de lágrimas sin derramar. 
Observo a mi padre que asiente y luego a mi tío Khonox, porque si no
acepta nos iremos a Aezan a vivir con el cachorro. Cuando mi rey asiente,
contesto seguro de la decisión que vamos a tomar.
—Sí. Siempre que Sangug esté de acuerdo en querer vivir aquí y que
seamos Héctor y yo quienes nos ocupemos de él.
 
***

 
«Ha dicho que sí».
Estoy como en una nube y, aunque parece que Veron tiene sus dudas
sobre que Sangug quiera vivir con nosotros, yo estoy seguro de que le
gustaría.
—Tú lo sabías —murmuro mirando a mi bichito que está sonriendo y
asiente—. Por qué no lo dijiste.
—Porque no era necesario, sabía vuestra respuesta. Ahora vayan los dos
a hablar con Sangug y después celebremos su cumpleaños y vuestra unión. 
—¿Y si él no quiere? —pregunto nervioso porque esa posibilidad existe
y las dudas que segundos antes no tenía me invaden.
—Vayan ahora, no pierdan más tiempo. 
Que me siga sonriendo me da la confianza de levantarme y empezar a
caminar hasta las escaleras seguido por Veron. Me giro y miro directamente
a Muza.
—Gracias por pensar en nosotros para cuidarlo.
—Estoy segura de que es lo que Sangug más desea.
Aguanto las ganas de llorar y subimos las escaleras.
—¿Estás seguro? Es una decisión muy importante que cambiará nuestras
vidas —susurro a mitad de camino de la habitación de juegos.
—Estoy seguro, mi luz. La vida nos está dando la oportunidad de ser
padres y si Sangug nos acepta y le hace feliz vivir con nosotros, estaré
encantado. Además, estoy seguro de que Atba, desde donde esté, podrá ser
feliz sabiendo que su hijo está a tu cuidado. 
—Nuestro, amor, aunque nunca nos diga papá, para mí será nuestro hijo
y jamás volverá a estar solo. Le daremos el amor que su padre nunca le dio
y le recordaremos a Atba siempre.
—Vamos, yo también estoy nervioso por su reacción, aunque mi tía
Evolet me ha dado esperanzas con su sonrisa.
—Ella ya lo sabe.
Me mira fijamente a los ojos y luego me besa en la frente.
—Te amo, Héctor. Vamos a por nuestro cachorro.
«Nuestro cachorro».
Con los nervios a flor de piel vamos hasta la puerta y la abrimos, los
bebés están durmiendo mientras los más grandes los observan en silencio.
Cuando Sangug nos ve viene hasta nosotros.
—¿Vamos a volar? —susurra para no despertar a los bebés.
—Sí, cachorro, pero antes tenemos que hablar de algo muy importante y
después iremos a volar.
Veron lo coge en brazos y nos despedimos moviendo la mano sin
levantar la voz. Veron va directamente a nuestra habitación y una vez dentro
se sienta en el sillón dejando a Sangug en su regazo. Yo aprovecho para
sentarme frente a ellos en el suelo y agarro su manita. 
—Bichito, tenemos algo que preguntarte. ¿Eres feliz aquí? ¿Con
nosotros?
—Sí, mucho. ¿Vamos a volar ya? —Mueve sus piernecitas impaciente
por salir a volar.
—Espera, cachorro, no seas impaciente que iremos enseguida a volar. Lo
que Héctor quiere preguntarte es si te gustaría vivir con nosotros. 
—¿Puedo vivir siempre?
—¿Echarías de menos vivir en el castillo de Aezan? —pregunto.
—No, mi mami no está. No me gusta. Me gusta aquí.
—Si te quedas con nosotros estarías a nuestro cuidado y serías como un
hijo para nosotros. ¿Lo entiendes, bichito?
—Tu rey te da la oportunidad de elegir vivir en el castillo o con nosotros
en nuestro reino.
—Yo quero aquí. —Tuerce su cabecita y arruga la nariz. Suele hacer eso
cuando quiere preguntar algo y no sabe cómo expresarse.
—Puedes preguntar lo que quieras —le anima Veron.
—¿Voy tener dos papás?
—No tienes que llamarnos papá a ninguno, puedes seguir llamándonos
por nuestros nombres. Sin embargo, para nosotros serás nuestro hijo si
aceptas quedarte con nosotros —le aclaro.
—Te cuidaremos siempre y serás un miembro más de la familia real de
los dragones —le dice Veron.
—Sé que eres muy pequeño y que…
—Sí quero. 
—¿Sí quieres quedarte con nosotros?
—Tener dos papás. Mami no está y papá malo. Pegaba mami mucho. 
Nos toca a los dos al mismo tiempo y nos muestra varias imágenes de lo
que vivió siendo tan solo un bebé. Lloro al ver como Atba se interponía
para recibir los golpes que iban dirigidos al pequeño. Pobre Atba por eso
decía que fue feliz con la muerte del padre de su hijo. No los merecía. 
—Nunca volverás a vivir algo así, nosotros te cuidaremos y te
protegeremos para siempre y si algún día decides volver con los orcos nos
iremos contigo. Nunca estarás solo. 
Los tres nos abrazamos como podemos y Veron tira de mí para ponerme
de pie. Me entrega a Sangug y luego me sienta en su regazo y nos rodea a
los dos con sus enormes brazos.
—Ahora somos una familia los tres —susurro emocionado. 
—Ahora vayamos a darle la noticia a mis padres. Estoy seguro de que mi
padre ya le ha informado de nuestra decisión a mi madre y están deseando
saber qué quieres hacer. Si quedarte con nosotros o marcharte.
—Quero quedarme.
  —Y eso nos hace muy felices, cachorro —murmura Veron apretando
ligeramente el abrazo.
—Vayamos a darles a todos la noticia y después iremos a volar.
—¡A volar, a volar! —grita Sangug con ilusión.
 
Nos levantamos y bajamos agarrados de la mano con Sangug en el
medio. Al parecer, ya todas han sido avisadas y todos nos esperan en el
salón. Al vernos llegar con Sangug y sonriendo, todos comprenden que se
quiere quedar con nosotros.
Boltcan y Yiri son los primeros en acercarse y se agachan para estar a la
altura de Sangug.
—Si tú quieres, a partir de ahora seremos tus abuelos. Serás un miembro
más de la familia.
—Sí quero.
Sangug nos suelta y los abraza. Parece realmente feliz y eso me
tranquiliza.
—Sangug —le llama Goruz. El pequeño se aparta de sus amorosos
abuelos—. Ven. —Se acerca hasta su rey y Goruz se agacha—. Quiero que
seas feliz. Siempre seré tu rey y podrás contar con nosotros y visitarnos.
Ahora este será tu hogar y debes cumplir las órdenes de un nuevo rey. Te
harás un hombre fuerte y honorable y estarás rodeado de una nueva
familia. 
—Soy feliz, mi señó. Gustan mis papás. Tengo amigos.
Muza y Nazte se agachan a su lado y los tres tocan alguna parte de su
cuerpo. Parece que no solo con las manos puede hacerte ver cosas. Muza
está sonriendo, sin embargo, no deja de llorar y, aunque los dos enormes
orcos están aguantando puedo ver en sus rostros la emoción que les causa lo
que están viendo. 
—Yo también te voy a echar de menos, pequeño. Gracias por lo que nos
has mostrado. —Sangug estira su manita y limpia las lágrimas de Muza.
—No llores, no gusta llores. 
 
—No lloraré más, te lo prometo. 
Se gira y va hasta Veron que lo coge en brazos.
—¡Quero volar!
—Os dejamos un rato para ir a volar —les indica Veron a todos los
presentes.
—Id a volar cuando regresen todo estará listo. 
—Gracias, madre.
 
Pasamos una hora volando y paramos porque se acerca la hora de la
comida y comienza la fiesta de cumpleaños. Cuando llegamos, paramos
cerca del enorme muñeco de nieve Veron y yo hacemos el cambio a nuestra
forma humana, nos vestimos y atravesamos el muro. He cogido a Sangug y
lo he sentado sobre mis hombros. Han venido varios pequeños de la ciudad
amigos de Sangug de cuando hemos ido a Olvernus y se pone feliz al darse
cuenta de que podrá jugar con todos sus amigos. Han preparado todo fuera
despejando la nieve para poder estar más cómodos. 
Dejo a Sangug en el suelo que corre en dirección a sus amigos y empieza
la fiesta de los más pequeños. 
—¿Sabes, mi luz? Nuestra fiesta ha pasado a un segundo plano y me
encanta que el motivo sea por Sangug. 
—Pienso igual que tú. Creí que nunca tendría la oportunidad de ser
padre y ahora…
—Ahora somos padres de un pequeño orco que nos necesita más que
nunca para que jamás vuelva a sentirse triste.
—Sabes que con un pequeño bichito no vamos a tener mucho tiempo
para el sexo salvaje que hemos tenido.
—Buscaremos los momentos, mi luz. Además, no dormirá eternamente
en nuestra alcoba. Le prepararemos una alcoba para él.
—Me temo que a mi nieto le encanta dormir con sus nuevos papás. Pero
podéis escaparos a la cabaña de vez en cuando mientras lleno de mimos a
mis nietos.
—Que se apañen solos, cielo. Como hicimos nosotros. 
—Boltcan, yo quiero pasar tiempo con mis nietos y consentirlos. 
—Está bien, está bien. Tú ganas mi hermosa mujer. Vamos a bailar con
nuestros nietos.
Boltcan que se lleva a Yiri que se despide de nosotros con una enorme
sonrisa. 
Me fijo en Ugor que no deja de intentar acercarse a Muza y de echar de
su lado a algunas dragonas que han venido con sus hermanos pequeños a la
fiesta.
Los lobos pasan por nuestro lado para ir con los más pequeños. Los
cachorros han crecido mucho en estas semanas. Fer nos ve y viene a mi
lado para darle mimos. Me agacho y levanta sus patitas delanteras sobre mi
rodilla. Dejo que pase la lengua por mi mejilla varias veces haciéndome reír
por las cosquillas y sin más se da la vuelta y corre con sus hermanos.
Después acaricio la cabeza de Brak que sigue a su cachorro y se reúne con
su familia.
—¿Eres feliz, mi luz? —me pregunta Veron cuando me levanto.
—No sabría describir con palabras todo lo que estoy sintiendo en este
momento. Inmensamente feliz se asemeja un poco. —Me estiro un poco
para llegar a sus labios y besar a mi hombre—. Te amo.
—Te amo más, mi luz. —Voy a protestar cuando Sangug nos interrumpe.
—Papi Veron, papi Héctor. Vamos bailar.
—Vamos, bichito —murmuro emocionado por cómo me ha llamado. Me
voy a comer a este precioso orco con papas.
—Cachorro, bailemos por tu cumpleaños. Pero antes quiero muchos
besos.
Sangug corre hasta Veron que le espera con los brazos abiertos y le llena
de besos, luego se estira hasta mí para que le coja y llenarme de besos
también. Ambos le susurramos lo mucho que lo queremos y vamos a bailar
y a comer con nuestro cachorro.
«Atba espero que desde donde estés observes a tu pequeño crecer a
nuestro lado. Te juro cuidarlo con mi vida para siempre».
 
 
FIN
Agradecimientos
 
 
 
A mi familia y amigos que siguen animándome a seguir escribiendo.
A mi amiga Anna por hacerme una preciosa portada.
A mi mejor amigo Airam por sus consejos…
A todas las amig@s de Facebook e Instagram que compartíamos como
Hobby la lectura y que ahora también me leen a mí.
A todos mis lectores. porque sin ustedes nada de esto tendría sentido.
Deseo de corazón que disfrutéis de la lectura.
 
Sígueme en mis redes sociales:
Facebook: Jennifer Díez
Instagram: @jenniferdiez_Autora
 
Si te ha gustado me ayudarías mucho dejándome una reseña en Amazon
o Goodreads.
 
Biografía
 
 
 
Jennifer Díez nació en 1988 en la ciudad de Palencia, aunque reside en la
preciosa isla de Tenerife desde hace más de 20 años. Es una devoradora de
libros, sobre todo, de romance contemporáneo, histórico y paranormal.
Siempre le ha gustado escribir, pero hasta ahora no se había animado a
terminar y publicar una de sus historias.
 
Otras obras
 
 
 
Eres mi destino, pequeña (La isla de los dragones 1)
 
 
 

Mi Corazón siempre será tuyo (La isla de los dragones 2)


 
 
 
 
Deseos para Navidad (Bilogía deseos 1).
 
 
 
 
[i]
Waun: Parecido a una vaca más grande negra y con cuernos.
[ii]
Montag: Parecido a un gato grande, con enormes colmillos y garras.
[iii]
Angrom: Es un hierro que solo existe en la isla. Además, es lo único que puede matar a un
dragón si se le atraviesa el corazón.
[iv]
Escaldón de gofio: El un plato de acompañamiento o como entrante que se utiliza mucho en
las comidas canarias
[v]
Guachinche: Es un establecimiento en el que se ofrece comida canaria acompañada de vino de
cosecha propia o de la zona.
[vi]
Cholas: Chancletas, sandalias.
[vii]
Chos: Expresión canaria de sorpresa.
[viii]
Pivones, pives: chicos guapos.
[ix]
Neushal: Es la compañera de vida del rey de los dragones.
[x]
Duffayzas: Flor del color del fuego, parecida a la rosa, pero de mayor tamaño.
[xi]
Olvas: Flores de varios colores con pétalos grandes y que florecen cada 50 años y que tienen
muy buen olor.
[xii]
Noragea: Aurora boreal.
[xiii]
Vaben: Similar a un conejo más grande y no son asustadizos.

También podría gustarte