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8. No hay narración “vaga” en el relato. La obra relata tal cual el narrador lo piensa
y siente. No es explicita pero tampoco quiere ser mística para el lector. Los hechos
son mostrados debido a la imagen y sentimientos que proyecta el narrador
(obviamente en los momentos en que la voz de este toma poder en la obra). No hay
que trabajar mucho para entender lo que pasa, no hay que luchar con sutilezas
innecesarias. Es una historia que es honesta consigo misma, y eso se demuestra en lo
real de su relato.
“Toco la piel fría de Fe con 9. Mayra Santos Febres es del caribe latinoamericano y no se avergüenza del
mis manos calientes como caribe latinoamericano. En sí, muchas veces los escritores se alejan de la violencia
ascuas. Los labios carnosos que heredo Latinoamérica debido a su fase colonial. Lo que hace ver que al final las
se abren; meto la lengua en víctimas son reducidas a pobres almas en desgracia. Que después de mucho esfuerzo
su boca. Una mano me y valor, se superan y logran librarse de las cadenas que los atan. Santos Febres se aleja
rebusca por dentro del de ese concepto, mostrando la fuerza del caribe, esa energía violenta que no limita
pantalón, saca mi obelisco, nuestra existencia y que en medio del caos sobrevivimos con nuestras propias armas.
lo toca, duele, no sé por Y al final, dominamos nuestra violencia y la apropiamos a nuestra cotidianeidad.
qué duele, son rasguños,
quiero alivio de las uñas de 10. Porque al final de día es una obra escrita por una mujer de raza negra y
Fe. Muerdo su cuello. Un del caribe puertorriqueño. Y es una historia que muestra un sentido del ser tal
gemido. La tiro contra el vez nunca antes visto. Que se apropia de sus raíces y las cuenta sin tapujos. Y
cuero de los asientos de su siempre en la literatura universal se necesitan obras de este estilo.
carro. Abro sus piernas, un
vapor sale de su carne,
impregna el carro entero
con su olor. Olor a
maderas, a fruta dulce y
madura. Los otros labios de
Fe se abren grandes,
anchos. Meto mis dedos de
nuevo, tizón. Fe me agarra
de las caderas. Me coloca
frente a su pelvis. Fajo, me
hundo. Pierdo el aire. No
hay aire en el carro, solo el
olor de Fe. Le empujo las
rodillas contra el pecho, me
lanzo contra ella, el carro se
sacude. No puedo parar de
enterrarme profundo, de
enterrarla. El aire se me
escapa. Quiero traspasarla.
Llegar hasta el otro lado de
su carne interminable.”
(p.76).