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Clínica de la urgencia 14

Algunas notas sobre


la práctica en la urgencia
Viviana A. Rubinovich *

M
e interesa comentar y discutir en estas notas algunas reflexiones surgidas en
relación a la experiencia y práctica del psicoanálisis en la Guardia de un
hospital. Sostener esta clínica difícil y exigente y la reflexión acerca de ella
fue conformando una pregunta que me interroga desde hace un tiempo y que será la
que guíe mi presentación: ¿hay una supuesta especificidad clínica en la urgencia o se
trata de un lugar inherente a la práctica psicoanalítica y su lógica?
La propongo, desde el inicio, al debate, porque aún encuentro argumentos a favor
y argumentos en contra para ambas afirmaciones; nuestro recorrido intenta aportar
algunas vías para seguir pensando y discutiendo esta cuestión, es decir, si se trata de
un lugar inédito para el psicoanalista que requiere de nuevas formulaciones teóricas o
si más bien, enfrentar la urgencia subjetiva es una experiencia inherente a la práctica
del analista y propicia para poner a prueba cada vez el descubrimiento freudiano
cuestionando sus alcances y sus límites.
Quisiera aclarar que esta pregunta sólo se pudo formular con claridad después de
la lectura de dos artículos: “La lógica de la urgencia es la lógica del psicoanálisis” de
Daniel Paola que apareció en el Nº 6 de Psicoanálisis y el Hospital, y “La subjetividad
y la urgencia” de M. Pujó, en la Revista El Otro de Julio de 1996. Los interesantes
planteos que allí se proponen resultaron claves para este comentario.
Si soportamos, entonces, mantener abierta la pregunta avancemos un paso más.
Primeros argumentos - Del tiempo de sostener la práctica en la guardia del hospital
sólo diré que intentar acercarme a la idea de urgencia en psicoanálisis, implicó, desde
el comienzo, la separación del modelo médico de urgencia que domina en la práctica
hospitalaria (me refiero aquí fundamentalmente al tiempo automático de la respuesta
a priori que caracteriza al discurso médico). En verdad, la urgencia psi, la urgencia
subjetiva, se separa ella misma del discurso médico al poner en jaque su efectividad,
dejando en un impasse al accionar médico que debe reconocer allí su incapacidad de
maniobra, su falta de respuesta, frente a estas consultas.
Muchas veces al ser llamada por el médico de guardia, éste solicitaba nuestra
intervención en términos de: “hay un loquito/a para vos en el box, no tiene nada”. “No
tiene nada” que no promueve un interrogante en el saber médico sino que señala su
límite.
Es cierto, acepto que no es fácil ni se responde rápidamente qué tiene Adriana, la
joven que me espera en el box. Con los ojos cerrados y el cuerpo agitado por
temblores, no logra responder al interrogatorio médico y debió ser traída en
ambulancia porque, según cuenta su madre, después de una discusión con ella, se
encerró en el baño, se cortó el cabello, y al llegar su padre a la casa y recomenzar la
pelea se desmayó y ya no pudo volver a hablar.

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Psicoanálisis y el Hospital Nº 13: «La Urgencia» - Junio 1998

* Ex – Jefa de la Residencia de Salud Mental de Hospital I.G.A. de Mar del Plata


Tampoco se entiende qué tiene Paola(1) cuando llega a la guardia acompañada por un
policía y una orden judicial, después de haber agredido violentamente a su madre,
clavándole un cuchillo en el pulmón, situación que la deja indiferente y sin ganas de
hablar.
Las distintas manifestaciones de la urgencia: las consultas en el límite de la
desesperación, las bruscas crisis de violencia, el anonadamiento, la aparición
repentina de una alucinación o delirio histérico, la agitación, la imposibilidad de
realizar la más mínima actividad, o los reiterados intentos de suicidio, por mencionar
algunas, parecen mostrar en cada oportunidad algo que recuerda la experiencia
inaugural del psicoanálisis, aquello que Freud descubrió: que hay otro cuerpo, un
cuerpo que habla en un lenguaje que necesita de otro para ser descifrado.
Si el descubrimiento freudiano del inconsciente nos enseñó como analistas a
decodificar ese lenguaje, a soportar un tiempo necesario para que el enigma que allí se
encierra (en el cuerpo, en los síntomas, en la angustia) pueda ser interrogado, puesto a
hablar y devele así su verdad, entonces la presencia del analista en el encuentro con la
“urgencia” y el padecimiento subjetivo, da otra respuesta al qué tiene Adriana o qué
tiene Paola.
La oferta que hace el analista inaugura en ese espacio otra escucha y otro decir. La
invitación que un analista puede hacer allí apuesta al desafío que abre el juego:
retornar al decir para iniciar un nuevo tiempo donde la urgencia pueda ser
interrogada.
Porque solamente cuando Adriana vuelva a hablar, después de que le haya relatado
lo sucedido que ella no recuerda, se podrá comenzar a despejar para ella y para mí la
desesperación que la inunda, cuando su pedido de no separarse del novio no es
escuchado por sus padres que insisten con su próximo viaje a Italia. Revisar las distintas
posiciones en que queda ubicada frente a ellos inaugura otro tiempo que ya no es el de
la urgencia.
Otro es el tiempo que necesita Paola. Son muchas las entrevistas donde sólo puede
quejarse de la actitud pasada y presente de su padre, que le pegaba a su mamá todo el
tiempo; el recordarlo es motivo, según ella dice, de nuevas crisis donde rompe cosas y
pega, para no sentir un vacío que la presiona cada vez que piensa que su papá nunca
estuvo cuando ella lo necesitó. Es una urgencia larga la de Paola, que propicia poder
hablar ahora, también, de cuánto le hubiera gustado jugar con su papá o que éste
recordara sus cumpleaños; en fín, hablar de cuánto la angustia la falta de interés de su
papá que nada conmueve.
Entonces, la intervención de los analistas en las guardias hospitalarias transforma
la afirmación médica del “no tiene nada”, otorgándole al sujeto la posibilidad de
recuperar su palabra, de “tener algo que decir”.
Hasta aquí intenté por la vía del relato buscar los argumentos que parecen
responder al interrogante anterior, señalando que la urgencia más que un obstáculo
puede constituir un lugar y un tiempo propicio para el diálogo, que inaugure una
posible entrada en análisis.

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Otros argumentos: palabra y acto – demanda y goce - Llegados a este punto,


quería detenerme en dos de las ideas fuertes que insisten y se repiten, en la
bibliografía psicoanalítica sobre urgencia que estoy revisando, para retomar otras
argumentaciones. En principio, parecen señalar cierta especificidad, cierta
particularidad de esta clínica, planteando las dificultades que surgen si se la compara
con las condiciones habituales en que puede darse la consulta con un analista.
Me voy a limitar a enunciar estas dos ideas y comentarlas muy brevemente. La
primera de ellas, bordea esta cuestión diferenciando palabra de acto; la segunda, en la
vertiente de las nociones clínicas lacanianas de demanda y goce, también intenta
despejar la posición del sujeto en la urgencia.
Casi todos los autores proponen ubicar la urgencia subjetiva, en una dimensión
que aparece en ruptura con la dimensión de la palabra; estallido, exceso, explosión,
que irrumpe en la escena que sostiene al sujeto en su mundo y provoca el quiebre
discursivo. Pensada, siguiendo, por momentos, la lógica del acting-out, el pasaje al
acto, la impulsión, la urgencia se presenta en la dimensión del Agieren freudiano, del
actuar en lugar del decir con/en palabras.
Esta diferencia, que se remarca tan frecuentemente, formula que si la formación
de síntomas tal como lo descubriera Freud, disfraza aquello que no puede ser
soportado por el sujeto, en la urgencia, lo insoportable parece manifestarse casi sin
mediaciones. Por fuera de la presentación al modo del síntoma, aparece la necesidad
de nuevas conceptualizaciones para repensar estas manifestaciones clínicas.
Esta lectura, con la que hemos coincidido durante algún tiempo, nos parece que
debe ser interrogada. Que en la urgencia el decir se transforme en acción, ¿alcanza
para proponer que estamos aquí fuera de lo que Lacan nos permitió entender como la
lógica del significante (interpretación de las leyes de funcionamiento del inconsciente
freudiano)? Es decir, la acción, las actuaciones, ¿no son otra manera en que alguien
habla - pide ser escuchado dándose a ver?
Acerquémonos a la segunda cuestión, que articula los conceptos de demanda y
goce para pensar la urgencia. Los autores coinciden en que la presencia del analista y
su oferta propiciando la puesta en discurso, posibilita un marco significante que
reinstala la dimensión donde la palabra puede ser recuperada operando un pasaje,
ahora, del hacer al decir.
Posición del analista que apuesta a la lenta constitución y formulación de una
demanda. Apostar a la demanda en tanto ésta logra despegar al sujeto del goce. Se trata
de pensar, entonces, ese estallido, esa explosión que la urgencia manifiesta como
irrupción de goce, como exceso de goce que corresponde al síntoma en su vertiente de
satisfacción pulsional. Para decirlo muy resumidamente, aparición brusca de una
satisfacción emparentada con la pulsión de muerte donde se manifiesta la compulsión a la
repetición.
La invasión de un goce que no logra ser tramitado y que deja al sujeto mudo, es
otra manera de ir intentando despejar la posición del sujeto en la urgencia.
Sin embargo, también aquí surgen preguntas en relación al planteo de una
supuesta particular modalidad de goce que parece implicar la urgencia. ¿No hay acaso
cada vez que el analista enfrenta el trato con lo imposible que incumbe a cada caso, a
cada análisis singular, un enfrentarse a una particular modalidad de goce? ¿No se

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Psicoanálisis y el Hospital Nº 13: «La Urgencia» - Junio 1998

requiere siempre un tiempo previo de entrevistas preliminares para que la demanda se


ponga a punto y de la posibilidad, si el sujeto lo desea, de iniciar un análisis?
Para finalizar, estos otros argumentos, creemos que apuntan a intentar lentamente
despejar qué se entiende por urgencia en psicoanálisis, noción problemática que
parece estar aún sin aclarar. Son éstas, entonces, las cuestiones con las que retomo mi
pregunta inicial que interroga la existencia de una supuesta especificidad clínica en la
urgencia, y que ahora pongo a consideración de ustedes.

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